El heraldo de santidad 1-2010

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Volumen 64 – Número 1 Edición 1 – Año 2010 SUPERINTENDENTES GENERALES J. K. Warrick Jerry D. Porter Jesse Middendorf Eugénio R. Duarte David W. Graves Stan A. Toler MISIÓN MUNDIAL Louie E. Bustle, Director de Misión Mundial David Hayse, Director de Publicaciones Nazarenas Globales REGIONES México-América Central: Carlos Sáenz, Director de la región Sudamérica: Christian Sarmiento, Director de la región Caribe: John Smee, Director de la región Eurasia: Gustavo Crocker, Director de la región Estados Unidos y Canadá: Roberto Hodgson, Director de Estrategia Hispana CASA NAZARENA DE PUBLICACIONES David Hayse, Gerente General Germán Picavea, Editor General Casa Nazarena de Publicaciones es miembro de: CBA = Christian Booksellers Association SEPA = Spanish Evangelical Publishers Association ECPA = Evangelical Christian Publishers Association AMEN = Asociación de Ministerios Evangélicos Nacional NAE = National Association of Evangelicals CHA = Christian Holliness Association MLA = Mission Literature Association EFS = Ediciones Fe y Santidad LV = Letra Viva (asociado) Casa Nazarena de Publicaciones autoriza la reproducción del contenido de esta edición de El Heraldo de Santidad sin permiso escrito del editor, siempre y cuando se le dé crédito al autor y a esta publicación, y se envíe una copia de lo publicado a: 1ra. Calle “A” 15-90, Sector B1, Ciudad San Cristóbal, Zona 8, Mixco, Guatemala, C.A. En el caso de las fotografías, logotipos e ilustraciones todos los derechos son reservados, excepto los clip art que son de dominio público. Las personas y lugares que aparecen en las fotografías que ilustran los artículos no guardan, necesariamente, relación alguna con el contenido. Son usadas exclusivamente con fines ilustrativos. Para información diríjase a: 1ra. Calle “A” 15-90, Sector B1, Ciudad San Cristóbal, Zona 8, Mixco, Guatemala, C.A. Correo electrónico: elheraldodesantidad@editorialcnp.com

02 Editorial 03 El llamado 05 El plan de Dios y su llamado 06 Sí Señor 16 Al fin escuchamos su voz 20 Cinco principios del llamado de Dios 22 Él lo es todo en mi

El Heraldo de Santidad es una publicación de la Iglesia del Nazareno, publicada cuatrimestralmente (3 edic./año) por la Casa Nazarena de Publicaciones © 2010 Derechos reservados. ISSN 1060-2135

18 Créditos de fotografías: Portada y páginas: 2, 3, 5, 6, 8, 16, 18, 20, 22 y 23, www.sxc.hu; páginas 7, Grisel Blaya; 17, Julio Cansino y 23, Felix Vargas. Diseñador gráfico: Daniel Aguilar

Mi llamado al ministerio


E d i t o r i a l

Germán Picavea

Bienvenido a la primera edición de este año. Qué la voluntad de Dios se cumpla en usted haciéndolo plenamente feliz. Sí, ese es mi deseo para usted. Cuando hablamos de la voluntad de Dios, hablamos de un tema un poco incierto para algunos, esquivo para otros y tal vez olvidado para muchos. La voluntad de Dios no es un tema común en nuestras conversaciones cotidianas. Muy emocionados hablamos acerca de nuestros sueños, planes y proyectos; de cómo los vamos a volver realidad, lo que nos costará y el tiempo que vamos a tomar para ello. Rara vez hablamos acerca de la búsqueda personal de la voluntad de Dios para nuestra vida. En reiteradas ocasiones, en el ejercicio pastoral junto a mi esposa, recibimos a personas que nos pedían que, como una suerte de adivinos, les dijéramos cual era la voluntad de Dios para sus vidas. Santiago en su carta nos advierte acerca de este asunto.Al final del capítulo 4, en los versículos 13 al 17 el escritor vuelca su atención a los cristianos que en el corre corre de la vida hacen sus propios planes y se olvidan de Dios. Se olvidan que el Dios que los salvó quiere vivir su vida en ellos y a través de ellos. Se olvidan que Dios quiere estar con ellos “…todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28: 20). Se olvidan que Jesús dijo:“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará” (Juan 12:25-26). Dios nos garantiza en su Palabra que su voluntad es buena, agradable y perfecta por lo que nada nos debe hacer temer. Hacer nuestros propios planes desconociendo la voluntad de Dios para nuestra vida es lo que debe hacernos temer.

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En la presente edición de El Heraldo de Santidad hemos querido hablar acerca del llamado de Dios al ministerio. Para ello, convocamos una variedad de autores de diferentes contextos y trasfondo quienes nos hablan de los aspectos bíblicos y teológicos del llamado de Dios. Con especial cuidado y propiedad hablan del tema sin olvidar el aspecto individual y humano. Por ello, en sus relatos incluyen sus propias experiencias en la búsqueda y descubrimiento del llamado de Dios a sus vidas para cumplir así la voluntad de Dios. Hemos invitado también a personas que, en diferentes lugares y tiempos, tienen una historia que contar respecto al llamado de Dios al ministerio. Cada una de ellas, con sinceridad y total honestidad, nos cuentan sus historias de vida y nos dejan entrar en la intimidad de sus sentimientos al descubrir la voz de Dios invitándoles a hacer su voluntad. Dan cuenta de sus luchas, dudas, cuestionamientos y por último la respuesta que dieron al llamado de Dios. Estimado lector y lectora, ¿está usted cumpliendo la voluntad de Dios en su vida?, ¿tiene la completa seguridad de que así es? Descubrir la voluntad de Dios para nuestra vida debe ser lo más importante. Debe ser a lo que dediquemos toda nuestra energía, tiempo y recursos. Pues una vez descubierta encontraremos la satisfacción y realización plena; podremos decir junto al apóstol Pablo: “Porque para mi el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Por último, le invito a nuestra recién inaugurada página Web. Su dirección es: www.editorialcnp.com Allí encontrará todos los materiales disponibles de la Casa Nazarena de Publicaciones, las últimas publicaciones y los lugares dónde adquirirlos. Le invitamos a suscribirse al boletín electrónico “CNP Hoy” para recibir las novedades de la Casa Nazarena de Publicaciones. Estamos trabajando para ofrecerle las mejores herramientas para que usted desarrolle eficientemente el ministerio al cual Dios le llamó. Escríbanos y dénos sus comentarios acerca de esta edición de El Heraldo de Santidad. Escriba a: elheraldodesantidad@editorialcnp.com


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l Dr. Ismael Amaya dijo que “ser llamado es como estar enamorado: No lo podemos explicar, pero tenemos una seguridad absoluta dentro nuestro de que lo estamos”. Por otro lado, alguien trató de explicarlo así: “Es la experiencia de compulsión interior por medio del Espíritu Santo a la obra del ministerio”. Compeler es “obligar con fuerza o por autoridad que se haga algo”. La misma pasión interior que sentía Pablo cuando dijo:“Ay de mí (o pobre de mí) si no anuncio el evangelio” (1 Corintios 9:16). El no podía hacer otra cosa más que anunciar el evangelio. El llamado que Dios le había hecho era su vida misma. A través de las páginas de la Biblia encontramos tres características distintivas del llamado. 1. El llamado es de Dios Jesucristo dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…” (Juan 15:16). Más tarde, cuando Pablo relata su conversión, cuenta que Jesús le dijo: “…porque para esto me he aparecido

a ti, para ponerte por ministro y testigo…” (Hechos 2:16). El llamado no es una decisión humana. Dios es el que llama. Es algo sobrenatural. No es de los hombres. No es de la iglesia. No es un empleo que podemos dejar cuando lo deseamos. No es por dinero. Es una necesidad interior impuesta por Dios mismo. Pablo decía: “Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque así Dios me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hago! Yo no puedo esperar que se me pague por anunciar la buena noticia, pues no se me preguntó si quería hacerlo; ¡se me ordenó hacerlo! Pero entonces, ¿qué gano yo con eso? Nada menos que la satisfacción de poder anunciar la buena noticia sin recibir nada a cambio…” (1 Corintios 9:16TLA). Dios llama cómo y cuándo quiere A algunas personas, Dios las llamó en maneras muy concretas. A otras, Dios las llamó haciéndoles conciencia

de la necesidad de obreros para su obra. Algunas pueden recordar la fecha específica y los detalles, otras no pueden hacerlo, pero eso no quiere decir que no han sido llamadas. A todas las personas les llegó un momento en el cual Dios las escogió. Yo siento que Dios me llamó siendo un niño. Recuerdo muy bien cuando en segundo grado de primaria preguntaron qué íbamos a ser cuando fuésemos grandes, y yo respondí sin dudar: “Pastor evangélico” (en aquellos años eso sonaba extraño). Mi llamado era claro. Aunque quise hacer otras cosas, cuando fui creciendo, Dios me recordaba el llamado. En 1979, en Buenos Aires, comencé los estudios teológicos con el propósito de conocer más para servir mejor. Fue allí, siendo un adolescente, en medio de las clases y la influencia de mis profesores que Dios confirmó su llamado. De pronto yo sentí como que algo o alguien adentro me decía: “Esta será tu vida”.Y así fue. Pero Dios también llama a personas adultas. Conozco a muchas personas que se han preparado profesionalmente

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e incluso han alcanzado posiciones sociales y económicas sólidas, a las cuales Dios está llamando a su servicio. Empresarios, ingenieros, arquitectos, contadores y pedagogos en México; médicos y administradores de empresas en Nicaragua; abogados en Costa Rica y El Salvador; sociólogos e historiadores en Cuba; economistas y dentistas en Brasil y así podría continuar la lista. Muchos de ellos están sirviendo en el ministerio pastoral y han comenzado a estudiar. Unos sienten de dedicarse completamente a la obra del ministerio, y otros se mantienen en el ejercicio de sus profesiones, pero todos tienen claro que Dios los ha llamado y quieren invertir el resto de sus vidas en servirle. 2. El llamado es santo “…quién nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús…” (2 Timoteo 1:9). La palabra “santo” encerraba en sí misma tres significados distintos para el pueblo hebreo: a. Santo: Puro, sin contaminación. En un mundo que se preocupa más por la “imagen” que por la “integridad”, Dios sigue demandando ministros que quieran ser como Cristo, sin pecado. En 2 Timoteo, capítulo 2, Pablo da unos buenos consejos a uno de sus pastores, quién también cumplía la función de obispo o supervisor. Él usa tres figuras: El soldado, el labrador y el atleta. En esta última imagen él dice que “…el que lucha como atleta no es coronado sino lucha legítimamente”. No podemos gozar de un llamado santo y usar métodos ilegítimos para llevarlo a cabo. b. Santo: Apartado, elevado. “… prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). El ministerio es la tarea más grande que jamás se haya puesto en manos humanas. Ninguna otra ocupación

es más elevada, más exaltada, más digna.Todavía es vigente la frase que la madre del evangelista Billy Graham le dijo, cuando éste buscó su consejo al haberle sido ofrecida la candidatura para la presidencia de su país: “Hijo, si Dios te llamó al ministerio, no te rebajes a ser el presidente de los Estados Unidos”. c. Santo: Glorioso. La última acepción del término santo es “glorioso”. El llamado es glorioso, porque procede del Rey de Gloria (Salmos 24). Pero también lo es, porque tiene un mensaje glorioso para ofrecer. Un mensaje de transformación total. Un mensaje que transforma las comunidades a través de personas que habiendo tenido un cambio completo en sus vidas, se han constituido en sal y luz para sus vecinos. Un mensaje celestial, pero para ser vivido en esta tierra. 3. El llamado es irrevocable “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29). Irrevocable significa que no se puede anular, suprimir o dejar sin efecto. Cuando Dios llama a una persona al ministerio, Él mantiene su llamado. Él no lo anula, no lo cambia. Sólo espera la respuesta de la persona. Muchas personas que por años resistieron al llamado de Dios luego testificaron que no pudieron vivir tranquilos, que no sintieron paz en su corazón, hasta que le dijeron, sí Señor, aquí está mi vida, te serviré con todo mi ser.

Rubén Fernández, es oriundo de Argentina y vive en San José, Costa Rica junto a su esposa Mónica y sus dos hijos, Juan Manuel (25) y Andrés (21). Rubén es doctor en Ministerio del Seminario Teológico Nazareno en Kansas City, Missouri, EUA. Además de ser el Rector de SENDAS desde 1998, actualmente sirve como Coordinador Regional de Educación Teológica para México, América Central y Panamá (MAC). E-mail: ruben@fernandez.net


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esde el principio, Dios deseó que el ser humano tuviera una vida maravillosa y pacífica en compañerismo con Él. Dios nunca planeó que el ser humano pecara y se fuera por su propio camino, nunca planeó que el mundo quedara atrapado en su propia influencia. Pero sí tiene un maravilloso plan para cada persona en el mundo. Jesús murió por ese plan. Él quiere ser el Salvador de cada persona y hacerla una nueva creación en Cristo. Él no desea que nadie perezca, sino que se ¡arrepientan! Hoy hay más de 6,300 millones de personas en este mundo, más de las que nunca ha vivido y muerto desde el principio del tiempo. El asunto es que hay millones que nunca han oído el nombre de Jesús. Dicen que más de la mitad de la población no tiene idea del plan de salvación. Desconocen que Jesús puede venir a sus corazones y hacerlos nuevas personas. Desde el principio ese ha sido un problema y dilema para Dios. En Isaías

6, Dios se enfrenta con este problema. Isaías tuvo una visión del Señor, él vio la santidad de Dios y la luz de un Dios santo; viéndose a sí mismo como un hombre de labios inmundos. Después del toque de Dios, su pecado (carnalidad) fue quitado. La visión de Dios y su santidad en nosotros siempre nos regresa a su plan. Bien lo dijo Jesús en los dos grandes mandamientos: Amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo. Cuando somos personas santas, Dios puede usarnos para realizar su plan de alcanzar al mundo con su santidad. En el caso de Isaías, Dios dijo, ¿quién irá por nosotros? Isaías estuvo listo, santo y dijo, “heme aquí, envíame a mí”. Solamente entonces fue que Dios pudo decir, “anda y di a este pueblo”. Entonces dijo, “sí ¡yo iré! Me prepararé. Les diré”. Hacer de eso la pasión de tu vida. Cambiar al mundo, una persona a la vez. Su plan y su llamado están siempre en la mente de Dios. Para nosotros es

urgente ser personas santas y ver el extravío del mundo. Cuando veamos a los extraviados que nos rodean, Dios nos enviará a ellos. Ese llamado ha sido mi pasión y propósito de vida. Para mi vida ha sido maravilloso seguir el plan de Dios. La recompensa ha sido grande. He visto a miles y miles de personas venir a la fe en Jesús y a los mismos miles ser santificados. Muchos han sido llamados para cumplir el plan de Dios de alcanzar al mundo perdido. Mis preguntas para usted hoy son: ¿Ha sido limpiado por la santidad de Dios? ¿Ha visto a los perdidos alrededor suyo? ¿Dios le está revelando su plan? ¿Está deseando decir, “heme aquí, envíame a mí”?

Louie E. Bustle. De reconocida experiencia en el área de administración y crecimiento de la iglesia. Actualmente es director de Misión Mundial en la Iglesia del Nazareno.Vive en los Estados Unidos junto a su esposa Ellen.

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e formé bajo una concepción materialista del mundo, aferrada a un ateísmo científico. Me gradué como licenciada en Sociología en 1980, en la universidad de La Habana, Cuba. Trabajaba en la prevención y atención social, atendiendo niños con trastornos conductuales y delictivos. Obtuve muchos cargos y responsabilidades en el gobierno cubano. Por mis ocupaciones descuidé mi matrimonio y casi descuido también la educación de mi hijo. Pero Cristo hizo algo importante en su joven vida, cuando aún no había cumplido sus nueve años. Un día al pasar frente a una iglesia la música llamó su atención. Al llegar a la casa me explicó que había asistido a una iglesia. Aquello me

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horrorizó, pues eso me perjudicaba al ser parte de las filas del Partido Comunista de Cuba. Mi hijo me explicaba que había sentido una paz muy grande, pero yo no entendía.A escondidas, asistía a la Escuela Dominical. A pesar de que intenté persuadirlo de que no lo hiciera, no pude detenerlo. En esas vacaciones algo terrible sucedió. Estando en una reunión con los diputados en el Parlamento, me informaron que habían llevado con urgencia a mi hijo al hospital. Parecía ser una apendicitis. Al llegar, el doctor me dijo que lo había enviado a la casa bajo observación. Si aparecía algún síntoma, debía regresarlo al hospital, pero eso no sucedió sino hasta algunos días después cuando, al regresar

de un viaje, noté que había cinco ganglios inflamados en su brazo. Cuando le llevé nuevamente al hospital, el doctor, después de haber llamado a otros doctores para confirmar sus sospechas me dijo que debían ingresar al niño. El diagnóstico preventivo decía: Paciente que presenta tumoración en la región abdominal en el flanco lateral izquierdo. Esta noticia de enfermedad de mi único hijo me atemorizó. Lo introdujeron dos veces en el quirófano, pero no pudieron operarlo porque le detectaron cáncer en el colon y no sabían cuán ramificado estaba. Lo único que pude hacer fue llorar inconsolablemente. Si lo operaban estaba en riesgo de morir, si no lo operaban el cáncer seguiría


ramificándose. Frente a la amenaza de muerte, comencé a pensar con qué ropita lo enterraría. Mientras lloraba frente a mi hijo, él me decía: -Mamita, no llores más, Dios me va a sanar-. Yo pensaba: “¡Qué inocente!, si los médicos no lo sanan, ni Dios lo puede sanar”. En esos días, Dios envió a una persona que me explicó cómo la sangre de Cristo podía sanar a mi hijo y salvarnos a los dos. Yo me indigné; no quería creer en Él, pero mi hijo me pidió que permitiera que oraran por él porque creía que Dios lo iba a sanar. Acepté porque no quería tener en mi conciencia que mi hijo había muerto, sin haberle concedido su deseo.Yo no tenía fe, pero él sí.

“¡Qué inocente!, si los médicos no lo sanan, ni Dios lo puede sanar”. A los días mejoró sorprendentemente y le dieron de alta en el hospital. Cuando pregunté al doctor qué había sucedido me respondió atónito, que al parecer lo que le había pasado tenía alguna causa inespecífica, y que le suministrara, al menos, vitamina E. ¡Dios había sanado a mi hijo! Pero aún yo tenía un corazón muy duro. Él acudió a la iglesia y le dijo al pastor que Cristo lo había sanado, y que llevaría a su mamá para que le diera gracias a Dios. Cuando me pidió esto, fui sólo para cumplir una promesa. Llegué con mucho temor, pero cuando el pastor comenzó a predicar, yo lloraba sin saber por qué lo hacía. Secaba mis lágrimas, pero el Espíritu Santo continuaba tocándome. El pastor preguntó si alguien quería acep-

tar a Cristo. Increíblemente levanté mi mano, pasé al frente y lo acepté como mi Salvador. No obstante, a causa de mis responsabilidades salí de aquel lugar con la intención de no regresar. El pastor, conociendo mi confusión me dijo: -Venga a escondidas. Entonces, en ese momento, unas palabras cruzaron mi mente: “Lo que Yo hice por tu hijo no lo hice a escondidas”. ¡Era cierto! Aconteció que el Espíritu Santo trató con mucha rapidez en mi vida poniendo una pasión muy fuerte para entregarme a Dios sin reservas, y renunciar a todos mis cargos, responsabilidades y comodidades. Es así que surgió una disposición resuelta a trabajar, dar y sufrir por el evangelio de Jesucristo, es a partir de ese momento que sentí que me daba poder y unción para alcanzar a los perdidos, siendo este el principal propósito en mi vida hasta el día de hoy, ser salva y lograr que otros también se salven. Gracias a Él, pude estudiar en el Seminario Teológico Nazareno Cubano. Algún tiempo después, culminé mi maestría. Tuve el privilegio de predicar el evangelio por todo el país a causa de mis responsabilidades como presidenta

de MNI en Cuba. Pastoreé durante varios años y actualmente mi labor en la obra del Señor se encuentra en el Seminario Nazareno Cubano, del cual soy rectora. En cuanto a mi hijo, se encuentra estudiando la especialidad de cardiología actualmente, y tiene una preciosa niña de tres años. Mi hijo es un testimonio vivo de lo que Dios puede hacer. Sólo Dios puede transformar personas como yo. Sólo Él puede quitar de nosotros la dureza y la incredulidad, darnos un corazón nuevo y llamarnos a su santo ministerio.

Testimonio de Grisel Blaya Ramos. Socióloga, maester en teología del Seminario Teológico Nazareno de Costa Rica, presbítera de la Iglesia del Nazareno y actualmente rectora del Seminario Teológico Nazareno de su natal Cuba.

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l Diccionario Teológico Beacon nos dice que el primer llamamiento que Dios hace al ser humano es de carácter dual. Primero, Dios llama al ser humano al arrepentimiento, este es un llamamiento universal; segundo, Dios llama a los creyentes a la santidad. Así mismo, el Diccionario Teológico Beacon señala que la palabra llamamiento en la Biblia también está relacionada con la vocación o llamado de Dios a personas para un servicio específico. Dios, a través de la historia, ha llamado a hombres y mujeres en momentos determinados para cumplir sus propósitos en la tierra. Cuando hablamos del tema del llamamiento del pueblo de Dios, debemos partir de la premisa que es Dios mismo quien llama a hombres y mujeres a cumplir su misión en la tierra.

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No es la iglesia quien llama, sino Dios. La iglesia es el instrumento que Dios utiliza para canalizar el llamado de los seres humanos. Entender y recordar que es Dios quien llama nos ayudará a mantenernos enfocados a medida que pasan los años. Este año tuve el privilegio de cumplir 20 años en el ministerio pastoral. Durante estos años he enfrentado momentos de crisis, momentos en los que me he cuestionado si vale la pena seguir en el ministerio pastoral. Lo que me ha mantenido haciendo la voluntad de Dios y cumpliendo su propósito para mí ha sido la certeza de que fue Dios quien me llamó. En esos momentos difíciles me recuerdo que el mismo Dios que llama, también respalda y nos da las herramientas necesarias para cumplir con su llamado. Como

dice Pablo: “El que los llama es fiel, y así lo hará” (2 Tesalonicenses 5:24). Tal como me sucedió cuando sentí el llamado de Dios, a muchos les surgen pregwuntas. ¿Cómo podemos definir el llamado de Dios? ¿Cómo podemos saber en qué ministerio nos quiere el Señor? Con los años he aprendido que no hay mejor ayuda para definir nuestro llamado que la propia iglesia. Cuando Dios nos llama a un ministerio específico, como la pastoral, las misiones u otros, es porque ya hemos aceptado su primer llamamiento dual (arrepentimiento y santidad) en el contexto de una comunidad de fe, en nuestro caso específico, dentro de la Iglesia del Nazareno. Dentro de esta comunidad de fe hay líderes, hermanos y hermanas de experiencia, que nos ayudan a definir nuestro llamado. Ellos nos han visto


crecer y trabajar en la iglesia, y conocen nuestras áreas fuertes y débiles. No hay mejor lugar que la iglesia para prepararnos para un ministerio específico, en especial aquellos que envuelven liderazgo. Para ser un buen líder, o pastor, antes necesitamos ser buenos seguidores. Tristemente son muchos los que sin haber aprendido a seguir instrucciones y estar bajo la supervisión de un pastor o líder de ministerio, desean ser pastores o ejercer funciones de liderazgo. El resultado es el fracaso. Dios siempre llama a personas que están trabajando, que saben seguir instrucciones y someterse a sus autoridades. Pasar por el proceso de someternos a un pastor y estar bajo su dirección nos ayudará cuando seamos nosotros los que tengamos gente bajo nuestra responsabilidad. Antes de que Dios me llamara al ministerio pastoral, estuve por muchos años bajo la dirección de un pastor, trabajando en varios ministerios dentro de mi iglesia local. Hoy doy gracias a Dios porque esa experiencia ha sido fundamental en el estilo de ministerio pastoral que he desarrollado. Entendamos que Dios no llama a quienes no han sabido ser seguidores. Dice el Dr. Hugo Serrano en su libro Confrontación: “En la iglesia se dan mucho los llamados líderes que sin estudiar, sin sentarse nunca a aprender, sin haber diezmado y obedecer cualquier norma fundamental de la iglesia desean ser pastores y líderes. La deficiencia es formidable, la formación es débil en sí misma”. Otras preguntas que muchos hacen al enfrentarse al llamado de Dios tienen que ver con la preparación. ¿Debo prepararme para servir a Dios? ¿Cuánto debo prepararme? ¿Es necesario prepararme académicamente para ser un pastor? Si Dios nos llama al ministerio pastoral debemos prepararnos como si todo dependiera de nosotros, pero reconociendo cada día que todo depende de Dios. El que sea Dios quien nos llama no anula nuestra responsabilidad de

prepararnos académicamente lo mejor posible. Imagínese que usted tiene que ser operado del corazón. Cuando está frente al cirujano antes de la operación usted le pregunta: “¿Dónde estudió medicina?” Ahora, imagine que la respuesta del médico es: “Yo nunca estudié medicina sino que Dios me llamó a ser cirujano”. La realidad es que a usted le gustaría escuchar otra respuesta como: “Dios me llamó para ser cirujano por lo que yo me capacité en la mejor universidad a mi alcance, para así cumplir de manera eficiente su llamado”. Recordemos que Dios utilizará la cantidad de panes y peces que tengamos y pongamos en sus manos. Dios hace el milagro con lo que nosotros estemos dispuestos a darle. Cuando Dios llamó a Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto, podemos resumir el diálogo entre Moisés y Dios con dos preguntas que le hace Moisés a Dios. La primera pregunta, ¿quién soy yo para ir a Faraón y decirle que deje ir al pueblo? La segunda pregunta, ¿en nombre de quién voy a ir al Faraón? Lo interesante es que al leer el texto bíblico en Éxodo 3 notamos que Dios nunca le contesta a Moisés su primera pregunta. Dios sabía quién era Moisés, era un anciano que huía de las autoridades por cometer asesinato. Sin embargo, sí le respondió la segunda pregunta. Dios sabía que la liberación del pueblo de Egipto no se lograría por quien era Moisés, sino por quien era Dios. Por tanto, recordemos siempre, Dios es quien llama. No depende de quienes somos nosotros. Depende de Dios, quien llama y cumplirá su propósito en nosotros si lo dejamos actuar y somos responsables en dar lo mejor de nosotros mismos siempre. Andrés E. Hernández Torres. Es Doctor en Ministerio (Drew University, NJ). Lleva más de 20 años en el pastorado y ha sido profesor de varios seminarios e institutos. Actualmente, además de ser pastor de la Iglesia del Nazareno Casa de Proclamación y Alabanza en Cataño, Puerto Rico, es Director de Estrategia Caribe Hispano (Cuba, República Dominicana, Puerto Rico) y coordinador de Educación Teológica de la misma región. Vive en Toa Alta, Puerto Rico. Tiene 19 años de casado con Tamara y juntos procrearon a Néstor (17 años) y Taisha (14 años). E-mail: rev.andres@ gmail.com


Pregunta: ¿Cuáles son los requisitos para recibir el bautismo con el Espíritu Santo? Respuesta: En el capítulo 1 de Hechos encontramos tres requisitos que debemos cumplir si deseamos recibir el bautismo con el Espíritu Santo. El primer requisito es: Esperar o estar pendiente (vv.4-5; 12-13). En Juan 16:7, Jesús prometió que enviaría al Espíritu Santo en su lugar. En Hechos, Jesús les mandó que se quedasen en Jerusalén y que “esperasen” la promesa del Padre. En los versículos 12 y 13 del primer capítulo de Hechos dice que “volvieron a Jerusalén y fueron a esperar en el Aposento Alto”. El bautismo que recibirían iba a ser diferente al de Juan el Bautista (v.5). En esta espera los 120 ejercieron su fe y paciencia. Si queremos recibir el bautismo con el Espíritu Santo, debemos estar en una actitud de “espera en nuestro Aposento Alto”, “en nuestra Jerusalén”. Es como cuando tenemos la promesa que vendrá alguien importante a nuestra casa y aguardamos expectantes esa venida. Si deseamos la experiencia de la entera santificación, debemos concentrarnos expectantes en la espera del bautismo con el Espíritu Santo. El segundo requisito es: Perseverar en unidad (1:14a). Unidad no es lo mismo que uniformidad. Unidad significa “un mismo sentir”, aunque no se esté de acuerdo en todo, se puede estar unidos. Unidad es ser “equipo”. En un equipo deportivo se puede disentir, pero si no se juega unido, no se gana el juego. La palabra clave es “perseverar”. Podremos tener “espacios” o “momentos” de unidad, pero la idea aquí es “perseverar” en todo tiempo. Solamente si hay unidad

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entre nosotros, y permanecemos en ella, el poder del Espíritu Santo se derramará. Esta unidad es entre nosotros y también con Dios-Equipo, Juan 17:21. El recibir el bautismo con el Espíritu Santo no es automático. Necesitamos esperar en unidad. El tercer requisito es: Perseverar en oración (1:14b). La perseverancia era de todos los días en un lugar, un grupo de personas, con un mismo sentir, en oración y ruego. La historia ha demostrado que la clave de todo avivamiento cristiano ha sido siempre la oración perseverante. Paul Yonggi Cho, el pastor de la iglesia más grande del mundo en Seúl, Corea dijo: “Estoy convencido de que el avivamiento es posible solamente donde la gente se dedica a la oración”. Los grandes avivamientos en la historia, solamente se han dado cuando la gente ha comenzado a orar. Martín Lutero decía: “Tengo tanto que hacer, que paso las primeras cuatro horas del día en oración”. Juan Wesley oraba todos los días de las cuatro hasta las ocho de la mañana, y así vino el avivamiento que cambió toda Inglaterra. Nada debe impedir que oremos. Cuando esperemos perseverantes en unidad y oración podremos experimentar el bautismo con el Espíritu Santo. J. Víctor Riofrío. Oriundo de Ecuador. Es Doctor en Ministerio del Seminario Teológico Nazareno de Kansas City, EUA. Lleva 24 años en el ministerio pastoral y 19 años como profesor. Actualmente es pastor en la Primera Iglesia del Nazareno en Stamford, CT, EUA y asistente al Director del Instituto Palmer para estudios teológicos hispanos en el Distrito Metro New York, EUA. Vive en Stamford junto a su esposa Emid y sus tres hijos: John (17); Jim (14) y James (11).

Si tiene preguntas acerca de la santidad, por favor escriba a la siguiente dirección: elheraldodesantidad@editorialcnp.com


Una vez leí un artículo cuyo título era: La familia también es causa de estrés. Entre otras cosas decía que el estrés causado por la desarmonía familiar provoca disminución en el rendimiento laboral, ausentismos, llegadas tarde, descenso de la productividad, distracciones, incremento de errores, accidentes y aumento del alcoholismo y uso de drogas. Un problema que anualmente cuesta miles de millones de dólares a las compañías norteamericanas. Luego de leer esto y ver que las empresas están preocupadas porque los conflictos en el hogar afectan el desempeño de sus empleados ocasionándoles pérdidas millonarias, me hice algunas preguntas: ¿Que es el estrés? ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Cómo ayudar a las familias de hoy para vivir la vida abundante que Jesús prometió? Si las empresas han introducido programas para el dominio del estrés con más razón la iglesia debe ayudar a las familias, ya que no sólo hay costos económicos sino costos humanos. El estrés es la reacción fisiológica, psicológica y de comportamiento de un individuo que se esfuerza por amoldarse a las presiones internas y externas. Es la consecuencia de la adaptación del cuerpo y la mente a los cambios. El cambio no es nada nuevo, lo nuevo es la velocidad sin precedentes de los cambios. El estrés tampoco es un fenómeno nuevo, dondequiera que los seres humanos interactuemos entre sí y con el medio se generará cierta medida de estrés. El estrés es personal, dos personas pueden percibir una misma situación en forma totalmente diferente. Aun una misma persona, según el estado de ánimo, en diferentes momentos percibe la misma situación en forma distinta. Algunos síntomas son: Insomnio (el sueño es la principal fuente de recuperación emocional y física). Cansancio físico y mental.Abuso de medicamentos (estos alivian los síntomas pero no combaten las causas). Debilitamiento del sistema

inmunológico. Enfermedades cardiovasculares, pérdida de apetito y trastornos digestivos, úlceras, obesidad, afecciones cutáneas, contracturas musculares, dolores de cabeza y espalda, pérdida de la memoria, agresividad, trastornos psíquicos y problemas sexuales, entre otros. En Lucas 10:38-42 se relata la historia de dos hermanas, María y Marta. A María, le gustaba relacionarse, pensó que era una excelente oportunidad para escuchar a Jesús por lo que se sentó a sus pies. Marta era detallista, perfeccionista y se preocupada en brindar lo mejor al visitante. Jesús la define como afanada, turbada y le dice: "Sólo una cosa es necesaria". Marta debía dejar que Jesús sea el huésped de su casa y ordene su vida. Cuando Él está, no hay diferencia que no podamos armonizar. Con amor y sabiduría Dios nos orienta para vivir en medio de las tensiones de la vida. También necesitamos: Una alimentación sana y equilibrada entre el consumo de calorías y energía; comer lenta y regularmente de 20 a 35% de grasas, 15 a 20% de proteínas y 50% de carbohidratos; consumir al menos 1 litro de agua al día; mantener actividad física regular (no deportes competitivos porque provocan estrés); planificar el tiempo, establecer prioridades y aprender a decir “no”. Frente a la crisis que viven las familias hoy, más allá de las "soluciones" que dan las empresas para no disminuir sus ganancias, la solución es Cristo. Él quiere ayudarnos a ordenar nuestro hogar. La Biblia nos enseña cómo conducir una familia para ser causantes de felicidad y no de estrés. MARCELA AGUIRRE DE CASTILLO. ES MÉDICA GINECÓLOGA Y DOCENTE DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO. JUNTO A SU ESPOSO, EL PASTOR LUIS ENRIQUE CASTILLO, DESARROLLA SU MINISTERIO COMO MAESTRA DE ESCUELA DOMINICAL EN LA IGLESIA DEL NAZARENO PARQUE FIELD DE LA CIUDAD DE ROSARIO, ARGENTINA. TIENEN 2 HIJAS: VALERIA (23) Y ANDREA (20); Y UN HIJO, SANTIAGO (15).

Estrés

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en la

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levábamos 18 años de casados y más de 20 años de conocer el evangelio. Podríamos decir que teníamos más de dos décadas de vivir en religiosidad. Nuestra vida matrimonial aparentemente era perfecta. Un día, nos dimos cuenta de que a pesar de que asistíamos con regularidad a la iglesia y que en todo ese tiempo el Señor nos guardó y tuvo misericordia, no habíamos tenido un encuentro personal con Cristo. Cada uno de nosotros anidaba en su corazón pecados que no nos liberaban por completo. Uno guardaba pecados ocultos y el otro vivía con amargura, rencor, vanidad, envidia y orgullo. Sin

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embargo, Cristo ya tenía un hermoso propósito para nosotros. Un domingo por la tarde, al regresar de la iglesia a la cual asistíamos, algo maravilloso e inimaginable sucedió. Como de costumbre, nos fuimos a nuestro cuarto para descansar y tener un momento de conversación. Nuestra charla se fue profundizando, a tal punto, que nos llevó una semana concluirla. En ella nos desenmascaramos, nos confesamos nuestros pecados y nos perdonamos el uno al otro, y lo más hermoso, pedimos perdón a Dios y Él nos limpió por completo. ¡Qué formidable! Cristo había llegado a nuestros corazones y un amor

inexplicable invadía nuestro ser. ¡Qué hermoso es escuchar la voz de Dios! Dios nos perdonó y también nos llamó a servir en su ministerio.A partir de nuestra larga y honesta conversación, empezamos a evangelizar a nuestros parientes y amigos. Les hablábamos y ellos se convertían y entregaban su vida a Jesucristo, por lo que decidimos comenzar una célula en nuestra casa. Era impresionante para nosotros ver cómo Dios nos usaba, ver cómo éramos instrumentos en sus manos. Al orar por los enfermos que visitábamos ellos sanaban y las personas a las que les hablábamos de Dios experimentaban paz y armonía.


¡Qué hermoso es escuchar la voz de Dios! A partir de lo que ocurría en nuestras vidas, sentimos la necesidad de prepararnos para la obra del Señor. Queríamos servirle pero sentíamos que nos faltaban herramientas. Nos informamos para ingresar al Seminario Nazareno de las Américas en San José, Costa Rica. A pesar de que ciertas circunstancias nos dificultaban el traslado a ese bello país, Dios abrió las puertas y facilitó los medios. Dejamos todo y nos fuimos a estudiar de internos la Maestría en Ciencias de la Religión con mención en la misión de la iglesia. Fue así que, después de dos años, nos graduamos y regresamos a nuestro país. Actualmente continuamos ejerciendo nuestra profesión, brindando nuestros servicios en un hospital de gobierno en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. Allí aprovechamos para compartir la Palabra de Dios con nuestros colegas, enfermeras, químicos, personal de oficina y enfermos que acuden

al hospital. Además, nuestro ministerio se extiende a formar parte de jornadas médicas organizadas por el Distrito Sur de la Iglesia del Nazareno en México o iglesias locales que solicitan el servicio. De esta manera, paralelamente le brindamos servicio médico y compartimos al Palabra con gente que aún no conoce a Dios. La gran satisfacción para nuestro ministerio es que la gente inconversa recibe atención médica pero escucha el evangelio y se convierten a Cristo. En la iglesia a la cual asistimos tenemos la oportunidad de servir en el ministerio de alabanza, enseñanza, ministerio de matrimonios y como predicadores locales. Estamos seguros que nuestro trabajo no cesará hasta el día que Dios nos llame a cuentas. Estamos gozosos en conti-

nuar sirviendo en la obra de Dios e invitamos a todos a escuchar la bella voz de Dios para trabajar en su ministerio. Dios nos llama de diversas maneras, lo importante es obedecer a su llamado y confiar sin reservas en Él. No hay mejor manera de agradecer a Dios por todo lo que nos otorga, que sirviéndole con nuestras propias vidas. A Él nos debemos, somos obra suya, y en sus manos nos depositamos pues, nos ha prometido vida eterna.

Testimonio de Lorena Bernal García y Julio César López Cancino. Son mexicanos y tienen dos hijas Carolina (18) y Valeria (12) y un hijo, Aarón (5). Actualmente ejercen la medicina y sirven en varios ministerios a nivel local y distrital.

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Mi

llamado al ministerio H

e tenido el privilegio de ser parte de la Iglesia del Nazareno toda mi vida. Mis abuelos maternos y paternos fueron miembros de ella y mi padre sirvió como pastor y superintendente de distrito de la denominación. Mis abuelos, por parte de mamá, fueron directores de un campamento nazareno en el estado de Florida en los Estados Unidos. Allí, yo pasé varias semanas cada verano cuando niño. Fue a mis once años de edad, durante unas vacaciones familiares en ese campamento, que oí el llamado de Dios. Un miércoles por la noche mi padre estaba predicando en la pequeña iglesia del campamento. Su mensaje fue sobre la oración. Él empezó diciendo que la oración es un diálogo, una conversación entre Dios y nosotros. Nuestras oraciones frecuentemente consisten en hablarle a Dios pero no de escuchar lo que Dios quiere decirnos a nosotros. Papá, retó a la congregación a no solamente hablarle a Dios, sino también a escuchar lo que Él dice. Esa noche, antes de irme a dormir, me arrodillé al lado de mi cama y empecé a orar. Yo le hablé a Dios y luego, recordando lo que mi padre había dicho, escuché lo que Dios decía.

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Mientras yo estaba esperando, oí que Dios me habló. Dijo: “David, quiero que tú prediques mi Palabra”. Fue tan real que pensé que mi hermano me estaba haciendo una broma. Me volteé esperando verlo, pero él no estaba en la habitación. Lo escuché otra vez, una vez más oí a Dios decir, “David, quiero que tú prediques mi Palabra”. ¿Era una voz audible? ¿Había hablado para que mis oídos pudieran escuchar o fue la voz de Dios comunicándose con mi corazón o con mi mente? Yo ciertamente supe que Dios habló y que yo escuché. Fue el llamado de Dios a mi vida. Fue tan emocionante que salté de mis rodillas y fui a contarle a mis padres. Cuando llegué a su habitación mis dos hermanas y mi hermano menor estaban allí, así que no les dije nada sobre lo sucedido. De hecho, no le dije a nadie sobre mi encuentro con Dios por un año entero. El siguiente verano, durante un campamento de jóvenes, al final de un servicio vespertino, testifiqué que Dios me había llamado a predicar su Palabra. Anuncié que yo había aceptado el llamado de Dios para ser un predicador. El llamado de Dios fue tan real e impactante en mi vida que me guió a

través de mi juventud. Empecé a prepararme a mí mismo para ser un predicador. Estudié la Palabra de Dios y en la escuela tomé clases que me ayudarían como predicador. Dios me abrió la puerta para que empezara a predicar cuando solamente tenía 15 años. Mi superintendente de distrito, el Dr. George Scutt, me dio la oportunidad de predicar en iglesias pequeñas que estaban en transición pastoral. Los pastores me llamaban y me invitaban a predicar mientras ellos estaban de vacaciones. En la universidad fui parte de un grupo de canto y tuvimos avivamientos los fines de semana. Cantábamos y predicábamos. Estoy tan agradecido por la oportunidad que Dios me dio de predicar más de 300 veces antes de graduarme de la universidad. Como he hablado con otros ministros, me he dado cuenta que el llamado de Dios ocurre de varias maneras. Puede ser una experiencia dramática como la mía o puede ser oído como un quieto susurro. Puede suceder en un instante o desarrollarse mientras crecemos en el entendimiento de la voluntad de Dios a través del tiempo. El llamado de Dios puede venir cuando una persona es joven o más tarde en la vida. Sin embargo, Dios todavía llama


a hombres, mujeres, jóvenes, señoritas, niños y niñas para predicar y enseñar su Palabra. Su llamado es personal y especial, sólo para usted. Usted llega a ser parte de la gente escogida. David, el más joven de muchos hermanos, estaba cuidando ovejas cuando fue convocado por Samuel. Abraham estaba atendiendo sus propios negocios en Ur. Jeremías era un joven tímido y renuente. Walter Earl Fluker lo pone de esta manera: “A menudo, Dios nos llama cuando estamos realizando encargos, haciendo lo mundano, las tareas ingratas de la vida. Cuando menos lo esperamos somos llamados. Moisés escondido en el desierto de Madián, estaba realizando un encargo cuando un arbusto empezó a arder y no sería consumido hasta que enfrentara al Faraón. Isaías estaba en algún lugar del templo desarrollando sus tareas sacerdotales regulares, cuando los cielos bajaron y el Santo lo comisionó para ir al valle. Ezequiel, desarrollando sus tareas pastorales en el exilio, fue transportado por un servicio divino de limusina hacia un valle lleno con huesos secos. Amós estaba juntando el rebaño y cuidando los árboles de

sicómoro, cuando vino la voz y lo forzó a ir al valle.Andrés y Pedro estaban pescando en el Mar de Galilea cuando el Maestro los llamó al valle”. Si buscamos y escuchamos a Dios, Él revela su maravilloso plan para cada uno de nosotros. Esté atento a lo que Dios lo esté llamando a hacer por su Reino y para su gloria. Dios me llamó cuando tenía 11 años de edad y es todavía tan real ahora como lo fue en aquel entonces. Cuando Dios nos llama a predicar o a enseñar, Él promete que nos capacitará, equipará y nos dará poder con su mensaje de amor, redención, reconciliación, paz, santidad y esperanza; el mensaje que todas las personas necesitan escuchar. ¡Que asombroso privilegio es ser un instrumento de Dios! ¡Que privilegio oír y responder al llamado de Dios!

David W. Graves. Fue elegido como uno de los seis superintendentes generales en la Iglesia del Nazareno en la 27ª. Asamblea General, celebrada en Orlando, Florida, EUA, en julio de 2009. En ese momento, era el pastor principal de la Iglesia del Nazareno College en Olathe, Kansas. Ateriormente se desempeñó como director global de Ministerios de Escuela Dominical (2001-2006). Es autor de tres libros y ha escrito para numerosas publicaciones. Vive en Kansas junto a sus esposa Sharon.


E

n las narrativas históricas de la Biblia encontramos al Dios soberano, Creador del cielo y de la tierra, llamando a hombres y mujeres para llevar adelante su misión. En el llamado al ministerio encontramos cinco principios que Dios ha establecido para confirmar a las personas que Él llama. Primero: Dios siempre tomará la iniciativa de llamar a las personas para que sean los portavoces de su Palabra. Este principio es consistente cuando leemos las narrativas de las personas (como Abraham, Moisés, Jeremías y los apóstoles entre otros) a quienes Dios llamó a participar en su misión. En algunas ocasiones Dios puede usar a otras personas como medio para ayudarles a reconocer el llamado

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en su vida. Por ejemplo, en el caso del joven Samuel cuando Dios le llamó: “Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye… Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! (1 Samuel 3:9-10). Las personas que están siendo llamadas al ministerio pueden consultar con su pastor, maestro de escuela dominical, profesores de educación ministerial y otros líderes que podrían orientarles para obtener confirmación de su llamado. Pero la persona debe ser muy cuidadosa de no confundir el medio con la Persona que llama. También la persona que ayuda a otros a identificar el llamado de Dios no debe confundir su consejo como la voz de Dios. Las personas llamadas a colaborar en la misión

de Dios deben estar seguros de que Dios es el que les llama. Segundo: Las personas llamadas deben prepararse para cumplir su ministerio. Cuando Dios llama, desea que las personas se preparen para la obra del ministerio: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12). En la Biblia encontramos diferentes medios que Dios ha usado para preparar a las personas que Él llama. Otro ejemplo lo encontramos en 2 Reyes 2:3,5,7,15, en donde se habla de los “hijos de los profetas”. “Se entiende que se refiere a una banda u


orden del antiguo Israel que parece haber aparecido primero durante el tiempo de Samuel y de Saúl (1 Samuel 10:9-13). Samuel fue indudablemente el fundador de las bandas de profetas. Éstas aparecen prominentemente en los libros de los Reyes durante el tiempo de Elías y Eliseo (1 Reyes 18:4;20:35;2 Reyes 2). Aparentemente eran bandas o grupos de personas llamadas al ministerio profético que estudiaban y aprendían bajo las grandes figuras proféticas como Samuel, Elías, Eliseo, Isaías (Isaías 8:16) entre otros. Por lo que indica este capítulo, vivían en grupos en ciudades escogidas; entre éstas estaban Bet-el, Jericó y Gilgal” (Comentario Bíblico Beacon, Tomo II, pp.420-421). La Iglesia del Nazareno valora la preparación de las personas llamadas a colaborar en la misión de Dios. “La educación ministerial está diseñada para ayudar en la preparación de ministros llamados por Dios, cuyo servicio es vital para la expansión y extensión del mensaje de santidad en nuevas áreas de oportunidad evangelística. Reconocemos la importancia de una comprensión clara de nuestra misión basada en la comisión de Cristo a su iglesia en Mateo 28:19-20, cuando dijo: “Id y haced discípulos”. La mayor parte de la preparación es primordialmente de carácter bíblico y teológico y conduce hacia la ordenación en el ministerio de la Iglesia del Nazareno. La Junta de Estudios Ministeriales del Distrito determinará el nivel y evaluará el progreso de cada estudiante en su programa de estudio validado”. (Manual de la Iglesia del Nazareno: 424). Carácter, capacidad, contenido y contexto, son los componentes básicos del currículum de preparación ministerial para la ordenación de ministros en la Iglesia del Nazareno. Tercero: Dios provee. Dios es el proveedor para su pueblo y proveerá todo lo necesario para las personas llamadas al ministerio. Dios se responsabiliza de cuidar de las personas que llama. Aun en los tiempos más

difíciles en la historia de los pueblos, cuando el alimento escaseó para la gran mayoría de la población, Dios tuvo cuidado de sus colaboradores. Ejemplo, en el caso del profeta Elías en tiempo de sequía: “Y vino palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (1 Reyes 17:2-4). Cuarto principio: Autoridad y poder. Cuando Dios llama equipa a los llamados para ejercer el ministerio. En la narrativa de los evangelios encontramos el principio de la autoridad dada por Jesucristo a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas la naciones…” (Mateo 28:18). En Hechos 1:8 se registra la promesa de Jesús a sus discípulos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. La autoridad y el poder se dan a los llamados para la efectividad ministerial. Los llamados deben estar conscientes de que no es autoridad o poder institucional, humano o personal, sino que es una autoridad y poder de parte de Dios para el cumplimento de la misión. El quinto principio en este proceso del llamado, es la garantía del acompañamiento de Dios a través de su Santo Espíritu. El Espíritu Santo irá y estará con los llamados al ministerio: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17). Roberto Hodgson. Es doctor en ministerio con experiencia pastoral y en la coordinación de ministerios hispanos en los Estados Unidos. Actualmente es Coordinador de Misiones Hispanas EUA/Canadá y Superintendente del Distrito Suroeste Latinoamericano en los Estados Unidos. Vive en Shawnee, Kansas, EUA con su esposa Carol y sus dos hijas Andrea y Emily. E-mail: RCHodgson@aol.com


Y

o nací en un hogar totalmente disfuncional, donde no había respeto ni fidelidad de mi padre para con mi madre. Donde habían extremos, por un lado una mamá que nos amaba, y por otro lado un padre al cual su esposa y sus hijos no le importaban para nada.

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Crecí odiando a mi padre, amando con todo mi corazón a mi madre, y con mucho cariño hacia mi hermana. Sufría al ver a mi madre sufrir, lloraba al ver a mi madre llorar y odiaba todo lo que la hiciera sufrí y llorar… y siempre era la misma persona que causaba esto, mi padre. Mi infancia siempre fue así, mi adolescencia fue un reflejo de mi niñez. Siempre fui un chico con ganas de venganza, me parecía injusta la vida. Mi juventud estuvo marcada por la violencia, por la dureza del ejercito. Tuve que vivir lejos de mi hogar y crecer en un ambiente militar y con una ferrea disciplina, donde se me enseñó a servir a mi patria Colombia y a odiar a todo lo que estuviera en contra de ella. Después del ejercito en el cual estuve por 12 años y algunos meses, comencé a trabajar como guardaespaldas de unos de los traficantes de droga más fuertes en la ciudad de Cali. Me inmiscuí en la guerra de los carteles, y terminada dicha guerra, me fui a vivir a los Estados Unidos. Allí me encontraron con dinero de ventas de

drogas y caí en prisión. Fui sentenciado a 10 años de cárcel. Estando en prisión conocí a una mujer, Liliana, quien me hablaba de Jesús y me decía que Él me amaba. Yo no podía creer en el amor, pues si mi padre nunca me amó, ¿por qué tendría que amarme un extraño? Dios para mi era un cuento, una mentira, yo no creía en Él. Liliana me amó tanto al punto de casarse conmigo aún cuando yo todavía estaba en prisión. Yo lo hice más por conveniencia que por algún sentimiento. Ella contiuó visitándome en la prisión y hablándome de Jesús, orando y declarando que yo algún día sería pastor. Lo hizo durante siete años y medio. Hasta que el 20 de junio de 2004 a las 5 de la tarde, pude sentir al Dios que mi esposa Liliana me había hablado por tanto tiempo. Lo sentí en mi corazón, sentí cómo Él restauraba mi vida, a través del amor, perdón, señorío y salvación de Jesús. Y desde ese día comencé a seguir a Jesús. Empecé a conocer más de Él, y Jesús en su amor me mostró el amor de mi Padre celestial. De esa manera pude entender que aunque mi padre

terrenal me hubiera fallado, mi padre celestial me amaba tanto que dio a su único hijo por mi. Sentí el llamado de Dios y desde entonces decidí servirle. Pude ver la necesidad de amor que hay en la sociedad, pude ver la falta del conocimiento de Dios en la mayoría de las personas. Renuncie a todo para seguir a Jesús. Para que me use como instrumento suyo, para llegar a aquellas personas que necesitan escuchar, lo que yo escuché por siete años y medio: ¡Cristo les ama! Ese corazón lleno de odio, venganza, maldad, rencor y sin amor, fue restaurado por el Maestro. Dios me llamó a seguirlo, a amarlo, a obedecerlo, a servirle y a servir a otros. Aquí estoy, lejos de mi patria, lejos de los míos, pero haciendo la voluntad de Dios junto a mi esposa Liliana que amo con todo mi corazón y los tres hijos que Dios nos ha dado: Juan David (10) y los mellizos Laura Sofía y Daniel José (5). He podido comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.

Testimonio de Félix Vargas quien actualmente es Director del Área Central (Paraguay, Bolivia) en la Región de Sudamérica y asistente del Superintendente del Distrito Central en Paraguay. Su esposa Liliana sirve en la administración y el ministerio de mujeres.


¡ prepárese! A

continuación le presentamos una lista de instituciones y programas de educación teológica. Le invitamos a ponerse en contacto y obtener la información necesaria para hacer la decisión de cómo y dónde se preparará para honrar el llamado de Dios.

Programas de educación ministerial USA/Canadá www.nazarenosusacan.org/NazarenosUSACanada/Default.aspx Para mayor información póngase en contacto con: Dr. Roberto Hodgson, Email: rchodgson@aol.com Seminario Nazareno Mexicano, Sede Central Dirección: Carretera federal México Cuernavaca, No. 10020, Col. Parres El Guarda. Del Tlapan, CP. 14900, México D.F. Teléfonos: (55) 5849-9074 y 5849-9053 Email: senamex_dircen@hotmail.com Seminario Nazareno Mexicano, Subsede Centro Dirección: Carretera federal México Cuernavaca, No. 10020, Col. Parres El Guarda. Del Tlapan, CP. 14900, México D.F. Teléfonos: (55) 5849-9074 y 5849-9053 Email: direcsubsedecentrosenamex@ hotmail.com Seminario Nazareno Mexicano Prolongada Cuchuma-Paso del Aguila SN Km. 1.5 Carretera Libre Tecate-Tijuana, Tecate, Baja California, México. Teléfono: (665) 655-5176 Email: senamexsubsedenorte@hotmail.com Seminario Nazareno Dominicano Carretera Hato Nuevo No. 4 Los Alcarrizos, Santo Domingo, República Dominicana Teléfono: (809) 545-2335

Seminario Teológico Nazareno Cubano Email: setenac@enet.cu Rectora: Rev. Grisel Blaya Seminario Teológico Nazareno de Guatemala Km. 9 Ruta al Atlántico, No. 2-94, Zona 18, Rodriguitos. Guatemala, Guatemala. Apartado 2064, 01901 Guatemala, Guatemala Teléfono/Fax: (502) 2261-6401 y 6410 Página Web: www.astn.ws Instituto Bíblico Nazareno 8a. Av. 4-42, Zona 4, 16001 Cobán, A.V. Guatemala, C.A. Teléfono: (502) 7952–1670 Email: ibncoban@intel.net.gt SENDAS (Seminario Nazareno de las Américas) San José, Costa Rica. Teléfonos: (506) 2285-0432 y 2285-5913 Fax: (506) 2285-5918 Email: info@sendas.ws Seminario Teológico Nazareno Sudamericano Casilla 17-11-05027, Quito, Ecuador. Teléfono: 5932-485-783 Fax: 5932-485-785 Email: freddy.stns@gmail.com

Seminario Teológico Nazareno de Perú Apartado 420, Chiclayo, Perú. Teléfono: 51-74-243-555 Email: a_ernestolozano@yahoo.es Instituto Bíblico Nazareno Apartado 5, Bagua Chica, Amazonas, Perú. Teléfono: 51-1451-3650 Email: rivereucita@hotmail.com Seminario Teológico Nazareno de Bolivia Casilla 5958, La Paz, Bolivia. Teléfono: 5912-74-00-27 Fax: 5912-74-05-59 Email: macedaza@hotmail.com Seminario Teológico Nazareno de Chile Casilla 105, Correo 30, Santiago de Chile, Chile. Teléfono: 54-2322-480-306 Página Web: www.sbn.cl Seminario Teológico Nazareno del Cono Sur Casilla de Correos 154 1629 Pilar, Buenos Aires, Argentina. Teléfono: 54-2322-480-596 Fax: 54-2322-480-425 Página Web: www.seminarionazareno.com.ar




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