Volumen 64 – Número 3 Edición 3 – Año 2010 SUPERINTENDENTES GENERALES J. K. Warrick Jerry D. Porter Jesse C. Middendorf Eugénio R. Duarte David W. Graves Stan A. Toler
07 Celebrando a lo grande
MISIÓN GLOBAL Louie E. Bustle, Director de Mision Global David Hayse, Director de Publicaciones Nazarenas Globales REGIONES México-América Central: Carlos Sáenz, Director de la región Sudamérica: Christian Sarmiento, Director de la región Caribe: Carlos Saénz, Director interino de la región Eurasia: Gustavo Crocker, Director de la región África: Filimao Chambo, Director de la región Estados Unidos y Canadá: Robert Broadbooks, Director de la región CASA NAZARENA DE PUBLICACIONES David Hayse, Gerente General Germán Picavea, Editor General Casa Nazarena de Publicaciones es miembro de: CBA = Christian Booksellers Association SEPA = Spanish Evangelical Publishers Association ECPA = Evangelical Christian Publishers Association AMEN = Asociación de Ministerios Evangélicos Nacional NAE = National Association of Evangelicals CHA = Christian Holliness Association MLA = Mission Literature Association EFS = Ediciones Fe y Santidad LV = Letra Viva (asociado) Casa Nazarena de Publicaciones autoriza la reproducción del contenido de esta edición de El Heraldo de Santidad sin permiso escrito del editor, siempre y cuando se le dé crédito al autor y a esta publicación, y se envíe una copia de lo publicado a: 1ra. Calle “A” 15-90, Sector B1, Ciudad San Cristóbal, Zona 8, Mixco, Guatemala, C.A. En el caso de las fotografías, logotipos e ilustraciones todos los derechos son reservados, excepto los clip art que son de dominio público. Las personas y lugares que aparecen en las fotografías que ilustran los artículos no guardan, necesariamente, relación alguna con el contenido. Son usadas exclusivamente con fines ilustrativos. Para información diríjase a: 1ra. Calle “A” 15-90, Sector B1, Ciudad San Cristóbal, Zona 8, Mixco, Guatemala, C.A. Correo electrónico: elheraldodesantidad@editorialcnp.com El Heraldo de Santidad es una publicación de la Iglesia del Nazareno, publicada cuatrimestralmente (3 edic./año) por la Casa Nazarena de Publicaciones © 2010 Derechos reservados. ISSN 1060-2135
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02 Editorial 03 ¿Qué celebramos? 05 La obediencia de José 09 Dios está trabajando y Elisabet: 15 María Protagonistas en el plan de Dios 17 Símbolos de la Navidad 19 En busca del Mesías 21 Las profecías y la Navidad
23 ¡Un momento
para celebrar!
E d i t o r i a l
Germán Picavea
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ay gente que parece que todo el tiempo está de celebración. Para otras personas, en cambio, parece que jamás llega el tiempo de celebración. ¿Cuál es el tiempo de celebración? ¿Hay en la vida un tiempo de celebración? Seguramente algunos dirán que sí y otros que no.Algunos dirán que depende mucho del trasfondo de cada persona, otros dirán que tiene que ver con la personalidad misma de cada quien. La cuestión es que el celebrar es algo universal. Cada cultura tiene su propia forma de celebrar pero todos celebran. Y así como es algo universal, la celebración también es muy personal. Algo de cada persona en particular. Claro que el “ambiente” de celebración predispone a ella pero no será en sí la celebración verdadera, genuina de cada persona. Como personas que hemos encontrado perdón y salvación en Jesucristo tenemos un motivo permanente de agradecimiento y, podemos decir, de celebración ¿no le parece? Al menos en mi caso personal, recuerdo muy bien cuando Jesús me encontró, interrumpió mi convulsa vida y me dio un perdón que no merecía ni merezco y me mostró un camino nuevo donde me invitó a caminarlo con Él. Sólo eso, se vuelve un motivo de celebración constante en mi vida.Todos los días trato de recordar de dónde me rescató el Señor para no olvidarlo y llegar a pensar que llegué aquí por mí mismo. El salmista, en el Salmo 103 comienza diciendo: “Bendice, alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. El caminar con Cristo para mí ha sido, es y no tengo nada porque pensar que será de otra manera, una experiencia de vida maravillosa. Desde el día en
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que Jesús me encontró he visto sus beneficios... o bondades, como traduce la Traducción en Lenguaje Actual. Muy atinadamente, el salmista dice: “No olvides...” Dicho en otras palabras, recuerda los beneficios de Dios. Algo tan importante como recordar lo bueno que Dios ha sido, nos da suficiente argumento como para celebrar una vida entera. Esto lo sabía muy bien el rey David y en el Salmo 34:1 declara: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo, su alabanza estará de continuo en mi boca”; y en el Salmo 145:4, “Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos”. En el calendario cristiano tenemos tres celebraciones claves para la vida y ministerio de la iglesia: La Navidad, el Domingo de Resurrección y el Pentecostés. Al acercarse un fin de año más viene una de las fechas más importantes en el calendario cristiano. No estamos hablando de la fecha en sí, sino del evento que cada 24 de diciembre celebramos. Celebramos al Dios que con inmenso amor dejó su trono para salvarnos. Celebramos al Dios que se hizo hombre y siervo por amor a la humanidad perdida. Celebramos el comienzo de una nueva humanidad que en Cristo Jesús Dios está moldeando. En esta edición de su revista, El Heraldo de Santidad, compartimos diferentes puntos de vista de la celebración de la Navidad y el sentido de celebración por sí mismo como hijos e hijas de Dios. Como ya es de su conocimiento, en estas últimas 6 ediciones, incluimos la sección de Familia donde diferentes ministros comparten importantes consejos para la edificación del núcleo social más importante; y la sección de Santidad, que en un formato de preguntas y respuestas, aborda diferentes aristas del tema y brindan consejos prácticos para su vida diaria. Esperamos que la lectura de cada uno de los artículos sea de edificación y que sirvan de reflexión personal como también en su grupo de estudio. Por favor, compártanos su opinión acerca de esta edición de El Heraldo de Santidad. Escriba a: elheraldodesantidad@editorialcnp. com
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i damos un breve repaso al Israel del Antiguo Testamento encontraremos que éste, era un pueblo que gustaba de las fiestas; algunas de ellas ordenadas directamente por Dios, como la pascua que recordaba la salida de Egipto, los Tabernáculos, que recordaba la peregrinación por el desierto y muchas otras fiestas que carecían ya de toda espiritualidad y eran condenadas por los profetas. El profeta Isaías escribió al respecto: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso
me es abominación; luna nueva y de día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes” (Isaías 1:13). Es interesante señalar que las fiestas, en todas las culturas, tienen un carácter de interrumpir nuestra rutina del trabajo y estudio para apartarnos a disfrutar como comunidad. Desde ese punto de vista la Navidad tiene una larga tradición, ya que desde los primeros siglos se comenzó a celebrar.
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En realidad la historia de la Navidad es importante, pero más importante, como una iglesia de tradición wesleyana y de Santidad, es preguntarnos: ¿Qué estamos celebrando en la Navidad? La respuesta obvia es que recordamos el nacimiento de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. En todas nuestras congregaciones locales, debería estar colgado el texto: “…que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11). Ese debe ser el corazón de nuestra celebración, anunciar al mundo de hoy que tenemos un Salvador que nos ama y los ama a ellos también. Debemos celebrar la Navidad con un corazón de amor por los perdidos.
“…que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11) Pero en la realidad, en el corre corre de esta sociedad y de nosotros también, hemos convertido la Navidad en una fiesta comercial, de intercambio de regalos y de mucha comida, la cual en vez de compartirse con los pobres se desperdicia; y son muchos los cristianos que terminan con un fuerte dolor de estómago, en vez de terminar con un corazón lleno de gozo y de paz. La Navidad debe celebrarse como anuncio del nacimiento de nuestro Salvador y como un tiempo de gozo en medio de nuestras congregaciones. La Navidad es un tiempo para compartir con los más necesitados. Siempre agradezco a Dios por un amigo cristiano que eligió este texto para sus tarjetas de Navidad: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). La Navidad es recordar la encarnación de Jesucristo, como
dice el antiguo himno: “Tú dejaste tu trono de gloria… para venir a morar en mí”. Por lo tanto, deberíamos aprovechar y realizar “agapes”, esas fiestas cristianas primitivas donde se comía y se bebía en comunidad, pero sobre todo se recordaba al Dios de amor. Entonces, usted está diciéndonos que deberíamos botar todo a la basura y dejar de celebrar la Navidad. No, mil veces no. La Biblia nos enseña que Dios “renueva nuestra mente” o sea, Dios nos santifica y nos vuelve creativos. Lo que estoy afirmando es que tenemos que “reciclar” la fiesta de la Navidad. No tirarla a la basura, sino que en medio del barullo de colores, olores y sonidos, meter el perfume de nuestro testimonio cristiano, practicar lo que escribió el apóstol Pablo a los hermanos de Corinto: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y aquéllos olor de vida para vida” (2 Corintios 2:14-15). La Traducción en Lenguaje Actual traduce este versículo en una hermosa manera: “Anunciar la buena noticia es como ir dejando por todas partes el suave aroma de un perfume… somos como un perfume que da vida a los que creen en Cristo”. Pidamos que el Señor nos permita hacer de esta Navidad una fiesta donde además de recordar el acontecimiento más importante para la historia de la humanidad y para nosotros como parte de la iglesia del Señor, sea una fiesta donde compartamos el amor de Dios mostrado en Jesucristo para la humanidad. Arturo Molina Saborío. Oriundo de Costa Rica, es periodista, master en Biblia y Teología, y obtuvo su doctorado en ministerio del Seminario Teológico Nazareno de Kansas City, Missouri, Estados Unidos. Durante 14 años fue profesor de Biblia y Teología en el Seminario Nazareno de las Américas y por más de 10 años pastor. Actualmente dirige el ministerio de Unión Bíblica en Costa Rica donde vive. Junto a su esposa Rosibel tuvieron una hija, Ana Ruth y un hijo, Ellías. E-mail: arturo_molina_s@hotmail.com
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l leer la Biblia, encontramos personajes que en el momento no le damos la atención suficiente, hasta que alguien por asuntos comerciales como en el caso de Jabes, o de otra naturaleza, lo resalta y de pronto la iglesia reflexiona sobre el o ella. En esta oportunidad, queremos llamar su atención hacia José, el esposo de María, el padre del niño Jesús, el carpintero de Nazaret; y al hablar de él no se trata de ponerlo de moda, sino analizar cómo este hombre juega un papel importantísimo en el plan de salvación de la humanidad.
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¿Se ha preguntado qué hubiera pasado si este hombre hubiera decidido no atender a la voz del ángel del Señor que se le apareció en sueños, y que le dijo que no temiera y que tomara a María su mujer que estaba embarazada por el Espíritu Santo? ¿Cómo supo José que quien le hablaba realmente era un ángel del Señor? ¿Cómo estuvo tan seguro que María realmente había sido embarazada por el Espíritu Santo? Al hacernos estas preguntas resaltan de inmediato varias cuestiones. En primer lugar, nadie puede reconocer la voz de alguien si éste no está relacionado con esa persona, por lo que podemos entender que José era un hombre que tenía una relación cercana con Dios; que conocía las maneras en que Dios trataba con su pueblo, cómo hablaba a sus hijos.
“Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado…” (Mateo 1:24). En segundo lugar, era un hombre que conocía al Dios Trino. Es probable que para los cristianos de hoy esto no represente un problema mayor, pero cuando leemos el Antiguo Testamento, notamos que el tema del Espíritu Santo no está tan abiertamente develado como lo está en el Nuevo Testamento. De ahí, que podemos decir que este hombre era un entendido de la Palabra de Dios. En otras palabras, era un hombre que no sólo leía lo que nosotros conocemos como el Antiguo Testamento, sino que entendía lo que leía. Y en tercer lugar, en José encontramos una característica que sobresale a todas las demás: La obediencia. El texto bíblico dice: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado…” (Mateo 1:24). “… Despertando, tomó de noche al niño y
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a su madre, y se fue a Egipto…” (Mateo 2:14).“Entonces él (José) se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel” (Mateo 2:21). “…pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea, y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret…” (Mateo 2:22b-23a). El escritor de este relato no nos da más detalles, pero esa actitud demuestra que nuestro personaje no era de los que discutía acerca de obedecer o no obedecer a Dios. Mateo dice que José era justo (Mateo 1:19), y como tal, debía cumplir con la ley de Moisés que, junto a los hombres de la ciudad, debía apedrear a María por quedar embarazada antes de unirse a su marido (Deuteronomio 22:20-21).Aunque el escritor del evangelio no lo dice, José no sólo era justo, sino que también era un hombre temeroso de Dios, ya que su justicia y la ley de Moisés estaban por debajo de la obediencia a su Señor. ¿Qué hubiera pasado con el plan de redención si José no hubiera obedecido a Dios? Posiblemente estaríamos hablando de otra historia en la manera que Dios hubiera entronizado a Jesucristo dentro de la humanidad. Pero Dios no se equivoca al llamar a sus hijos a desarrollar tareas o ministerios de gran envergadura. Es nuestra obediencia o desobediencia la que hace la diferencia. Para nosotros José debería ser una inspiración, ya que en él encontramos a un hombre justo, temeroso de Dios, capaz de pasar por encima de todo legalismo, para obedecer a la voz de Dios. Todo esto lo puso en un lugar privilegiado en la historia de la salvación. Su obediencia hizo posible que el nacimiento de Jesucristo se escribiera tal y como lo tenemos hoy.
Ely Camas Pérez. Obtuvo su doctorado en Ministerio del Seminario Nazareno de Kansas City, EUA. Ha sido pastor desde 1983 y profesor en Senamex y Sendas. Desde 1998 a la fecha es el superintendente del distrito Central de su natal México. Está casado con Bethsabe Cruz Fernández desde 1987.Viven en el DF junto a su hija, Bethsabe de 20 años y a su hijo, Jonatán de 15 años. E-mail: elycape@prodigy.net.mx
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e asistido a muchas celebraciones: Cumpleaños de quinceañeras, bodas, graduaciones, celebraciones patrias, dedicaciones de bebé, bautismos, etc. En todas hubo un "proceso" de preparación. Cada evento es único, pero en líneas generales hay pasos que guían a la celebración. El primer paso es la realidad del acontecimiento. No celebramos algo que no es real. O cumple quince la señorita, o no los cumple. O nació el
bebé, o no nació. O se graduó o no se graduó la persona. No hay celebración si no hay una realidad para festejar. La realidad de la Navidad no es la fiesta en sí. La realidad es que celebramos el nacimiento de nuestro Salvador: "Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor" (Lucas 2:11). Celebramos el hecho histórico de nuestro Salvador, nuestro Libertador. Una vez que estamos conscientes de que el acontecimiento es real,
enviamos una noticia que es el segundo paso de la celebración. Por lo general la llamamos invitación. No hace mucho tiempo la invitación era una tarjeta muy bonita y formal. Hoy, aún se estila así, pero van ganando popularidad las invitaciones por correo electrónico, o tarjetas electrónicas de la Internet. La invitación original a celebrar el nacimiento del Salvador, la encontramos en la Biblia. Fue la primera invitación a la fiesta de Navidad: "Pero
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el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo" (Lucas 2:10). Con la invitación también hay una dirección en cómo ir a la fiesta. En la primera Navidad, los invitados fueron pastores de Belén: "Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño" (Lucas 2:8). El ángel les dio la dirección a los pastores con los detalles de cómo llegar: "En la ciudad de David …Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre" (Lucas 2:11-12). El tercer paso es el entusiasmo y preparación para asistir a la festividad y en cierto sentido la alegría de llegar a la fiesta. Por lo general buscamos un vestido de gala (dependiendo de la ocasión), nos perfumamos, y todo aquello que demuestra que vamos a celebrar algo especial. Una vez listos, tomamos camino hacia el lugar de la invitación. En el caso de la primera Navidad, la preparación y el viaje fueron así: "...Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño" (Lucas 2:15-17). En cuarto lugar está la celebración en sí. Toda celebración incluye música con letras que hablan de lo que se celebra. Todos se unen en la alegría y la música de la festividad. En el caso de la primera Navidad fue una música angelical. La letra es digna de comentarla: "Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas...!" (Lucas 2:13-14a). El canto celebra que Dios mismo, el Dios sublime en las alturas ahora se ha hecho presente para traer "en la tierra paz". Dios no se ha confinado a las esferas celestiales, sino que ahora trae "paz" a la tierra. El Salvador, viene a traer libertad del pecado y paz interna, además de
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que un día traerá completa paz entre las naciones. El himno sublime de los ángeles dice que es para las personas de "buena voluntad" (v.14). Es decir, para aquellos dispuestos, listos y que voluntariamente aceptan la paz y la libertad. Cantar en esta celebración significa adoptar lo que se canta y recibir el "regalo" de la celebración. ¡Ah! me olvidaba. Por lo general, a una celebración se lleva un regalo y se lo entrega a la persona homenajeada. En la primera Navidad fue al contrario. Todo el que participó y llegó a la fiesta recibió el "inefable don" o regalo. La versión Traducción en Lenguaje Actual dice: "¡Gracias a Dios por lo que nos ha dado! ¡Es tan valioso que no hay palabras para describirlo!" (2 Corintios 9:15). Celebramos el nacimiento de Jesús, el Salvador. Lo más curioso es que el regalo, el don, es el mismo Jesús. Vamos a la fiesta y recibimos a Cristo Jesús, el Libertador: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). En la mayoría de las fiestas entre nuestros amigos, tal vez, la parte más triste de todo el evento, es el final. Vemos a la gente cansada, agotada, muchos en situaciones embriagante, o de droga. Al día siguiente, muchos se quejan de dolor de cabeza por los efectos de la trasnochada y los abusos dados. Pero, en la primera fiesta navideña, el fin de la fiesta termina en una nota positiva de gozo, de alegría, y con ganas de seguir celebrando: "Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho" (Lucas 2:20). En esta navidad, celebremos al "Regalo Increíble" que nos es dado: Jesucristo, el Salvador. Y ¡celebremos a lo grande! Christian Sarmiento. De reconocida trayectoria en diferentes posiciones de liderazgo en la Iglesia del Nazareno latinoamericana. Actualmente es el Director Regional en la Región América del Sur.Vive en Argentina, junto a su esposa Margit con quien tuvo 2 hijas, Mónica y Cristina, y un hijo, Steven. E-mail: csarmiento@samnaz.org
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elebramos el pasado porque Dios ha sido bueno con nosotros y la Iglesia del Nazareno. Recientemente tuve el privilegio de estar en un bautismo en Israel. Nuestra iglesia en Nazaret estaba celebrando lo que Jesús, el Nazareno, estaba haciendo en su pueblo natal. Diecisiete creyentes dieron impactantes testimonios de cómo el Señor los perdonó y les dio una nueva vida para servirle. Estuvimos en el río Jordán para el bautismo. Lágrimas de alegría corrían por los rostros de los que experimentamos la presencia del Señor. Una mujer redimida salió del agua con sus manos en alto ¡alabando al Señor! Alguien dijo, “esto es de lo que se trata todo”. Eso es correcto. Vidas cambiadas es lo que celebramos. Esa es una de las razones básicas por lo que Dios nos dio la iglesia.
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Celebramos más de 100 años de victoria con muchas vidas transformadas por medio de la Iglesia del Nazareno. Dios ha estado con nosotros y hemos predicado bien su mensaje de completa salvación. No sólo predicamos que uno puede ser perdonado del pecado cometido, sino que podemos ser liberados de la naturaleza carnal. Predicamos que hay dos tipos de pecado: Actos de pecado y la inclinación a pecar o pecado original. Dios ha planeado dos obras de gracia para limpiarnos de ambos tipos de pecado. Podemos ser liberados del pecado original para amar a Dios con todo nuestro corazón. Esa es la razón por la que Jesús vino y murió por nosotros. Eso nos da una verdadera razón para celebrar.
Celebramos el pasado porque Dios ha sido bueno con nosotros y la Iglesia del Nazareno Mientras miramos al futuro, celebramos el crecimiento que está teniendo lugar ahora, pero no debemos darnos por satisfechos con el crecimiento del pasado o incluso del presente. Debemos preguntarnos cada día, ¿cuál es el plan de Dios para nosotros y la iglesia? ¿Cómo podemos construir los movimientos de Dios en estos días? ¿Cómo nos mueve el Espíritu de Dios hacia el futuro? ¿Cuál en la visión que Dios tiene para la Iglesia del Nazareno? ¿La perderemos o pondremos nuestras manos en el arado y seremos obedientes? La Junta de Superintendentes Generales está proyectando la iglesia al
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futuro con la primera iniciativa mundial llamada ¡El poder de uno! Las regiones facilitarán la visión y desarrollarán planes y materiales para ayudar a cada iglesia local a llevar a cabo la visión. Nos gustaría ver a cada iglesia local movilizada en este importante esfuerzo de renovación de la iglesia y evangelismo. Dios estará con nosotros. La visión es que en cada iglesia local haya un tiempo de oración. Necesitamos un enfoque de oración constante por la renovación y los perdidos. Esto nos ayudará a renovar el sentido de que las personas sin Cristo están perdidas y que Él es el camino para encontrar la esperanza. Vemos que la Iglesia del Nazareno nació para predicar la santidad y necesitamos un nuevo enfoque en el mensaje. La santidad hace la diferencia y necesitamos predicar el mensaje hasta que nuestra gente tenga la experiencia y viva una vida santa. Por lo tanto, el segundo enfoque es que cada iglesia local tenga una Cumbre de Santidad. El tercer enfoque es el evangelismo con una serie de eventos durante el año en los que nuestra gente esté orando por los amigos perdidos e invitándolos a oír el mensaje de salvación. Creemos que Dios nos dará una cosecha de almas como nunca hemos tenido. Por supuesto, el seguimiento de estos nuevos convertidos nos proyectará a un gran plan de discipulado. Con todo esto habría un renovado enfoque en la plantación de iglesias. ¿Podría ser que proyectemos la iglesia a un verdadero avivamiento alrededor del mundo? Dios lo quiere. Esto es algo más para que celebremos. Dios está con nosotros. Él nos ayudará. Su plan es el mejor. ¿Será usted parte de este gran esfuerzo evangelistico? ¡Vamos a cambiar nuestro mundo!
Louie E. Bustle. De reconocida experiencia en el área de administración y crecimiento de la iglesia. Actualmente es Director de Misión Global en la Iglesia del Nazareno.Vive en los Estados Unidos junto a su esposa Ellen.
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aría y Elisabet tienen un lugar preciso en el plan de salvación. Pablo afirma que: “… cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés…” (Gálatas 4:4 DHH). Estas palabras celebran el amor del Padre, la misión del Hijo, el don del Espíritu y el rol de la mujer en el plan redentor.
En el horizonte de la historia de la salvación, María pasó casi desapercibida a los ojos de sus contemporáneos pero resplandecía ante el eterno Dios, el cual había asociado a esta “hija de Sión” al plan salvífico que abarcaba toda la historia de la humanidad. Era descendiente de la familia real. El apóstol Pablo afirma que Cristo era "del linaje de David según la
carne" (Romanos 1:3; Lucas 1:32,69). Fue sólo a través de María que Cristo pudo ser hijo de David según la carne. Lucas describe a esta joven con notable dignidad y delicadeza. 1. Poseía un corazón puro y sincero. En Nazaret, el mensajero divino le dijo: “¡Salve, muy favorecida! el Señor es contigo; y bendita tú entre
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las mujeres” (Lucas 1:28). Fue honrada y alabada, ningún mortal pudo recibir un favor mayor que ese. Dios honra a los que le honran. 2. Sumisa y sabia para actuar conforme a la voluntad de Dios. El ángel le dio las buenas nuevas (Lucas 1:30-33). María turbada por el saludo, pregunta inocentemente: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34). No pide explicación para comprender el misterio de la encarnación, sino para cumplir con este misterio. El ángel le da la confirmación y explicación indicando el agente. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). 3. Consagrada y valiente. Zacarías demandó señal, María no dudó del poder de Dios. Ella sabía que podía dañar su reputación, ser acusada de adulterio, perder su matrimonio y su propia vida. Sin embargo, respondió “…hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). Dejó el asunto en las manos de Dios, su consagración y obediencia fue completa. Dios cuidó de ella como sólo Él puede hacerlo y abrigó en su seno al redentor de la humanidad. 4. Obediente y humilde. María exclama: "Porque Dios ha puesto sus ojos en mi su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa" (Lucas 1:48 DHH). Su humildad le impulsa a alabar y agradecer a Dios, y a profetizar su futura exaltación. Como dijo Ireneo: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María… la madre del Salvador de los hombres”. María se destaca por su humildad, a pesar de sus ilustres antecesores. Elisabet y Zacarías. “…eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor” (Lucas 1:6). A
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pesar que el pueblo no tenía revelación divina, ellos trataron de agradar a Dios y esperaban el cumplimiento de la promesa del Mesías. La edad avanzada y la esterilidad habían humillado su matrimonio. Sin embargo, Dios mostró su gracia concediéndoles un hijo, Juan (“La gracia de Jehová”), el que señala el amanecer de un nuevo día. Elisabeth no había escuchado hablar al ángel, sin embargo, cuando María la visitó, recibió grandes bendiciones e hizo grandes confesiones: 1. Recibió la buena nueva y “…la criatura saltó en su vientre” (Lucas 1:41). El bebé percibió la presencia del Hijo de Dios. María y Elisabet fueron testigos de esa maravilla. 2. Recibió la unción divina. “Fue llena del Espíritu Santo” (Lucas 1:41), cumpliéndose así la promesa hecha por el ángel a Zacarías (Lucas 1:15). 3. Bendijo a María y al fruto de su vientre (Lucas 1:42-45) de modo espontáneo y natural. 4. Fue la primera mujer que confesó a Cristo en la carne. "¿…que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lucas 1:43). Esta confesión inesperada e indudable, reforzó la fe de María que portaba en su seno al Salvador del mundo. No sólo esperaba al Mesías, sino que creyó que había llegado por eso oró, alabó y confesó. Poseyó una fe sincera, rica y plena. Elisabet apreció y sintió el cumplimiento de la esperanza de sus padres, Dios revelado en la carne. Honró a María y crió a su hijo en el temor del Señor. María y Elisabet creyeron en las promesas del Señor, le sirvieron con humildad y fueron engrandecidas por Él para ser madres del precursor y el Salvador de la humanidad.
Imelda Tafur de Martino. Peruana, licenciada en Teología y terminando los estudios de maestría en Teología. Actualmente es profesora en el Seminario Teológico Nazareno de Chiclayo, Perú. Está casada con el pastor Juan Martino y tienen tres hijas: Sheila, Kiria y Nidia. E-mail: imelda_tafur@hotmail.com
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Qué es la Navidad? ¿Cuáles son los símbolos que, según la Biblia, están relacionados con la Navidad? ¿Cuáles son los símbolos que la tradición ha ligado a la Navidad, pero que no son propiamente bíblicos? ¿Qué significado o significados tienen los símbolos bíblicos de la Navidad para el cristiano de hoy?. La Navidad se puede definir como el encuentro del Dios Santo con la humanidad pecadora, la manifestación de la misericordia del Dios bondadoso hacia el hombre miserable. Es la revelación del Dios Todopoderoso, por la acción del Espíritu Santo y por medio del Hijo, en debilidad para alcanzar y salvar a los débiles. Hablar de Navidad es hablar del amor de Dios, es “Dios con nosotros”.
En la celebración de la Navidad, no todos los símbolos que tradicionalmente usamos tienen apoyo en las Sagradas Escrituras; sino que las personas, según sus intereses, utilizán diferentes símbolos, ya sean éstos bíblicos o tradicionales. En ocasiones, los intereses pueden ser culturales, comerciales o religiosos. Los símbolos son signos portadores de mensajes y de significados, son figuras e imágenes de realidades y su esencia. En el caso particular de los símbolos navideños, algunos provienen de las historias bíblicas presentadas por los evangelistas Mateo y Lucas. En el caso de Mateo, nos presenta los símbolos de ángeles (1:20; 2:13), regalos (Mateo 2:11), gozo (Mateo 2:10), la ciudad de Belén (Mateo
2:1,5-8), la estrella (Mateo 2:2,7,9,10) y los viajes (Mateo 2:1,14,19-23). Estas son imágenes que también están presentes en nuestras celebraciones navideñas. Lucas, por su parte, coincide con Mateo en el caso de los ángeles (Lucas 2:9-15), la alegría (Lucas 2:10,13), la ciudad de Belén (Lucas 2:4) y los viajes (Lucas 2:3,4); sin embargo, adiciona otros símbolos tales como: Los pastores (Lucas 2:8,15,18,20) y el pesebre (Lucas 2:7,12,16). Por otra parte, tenemos una serie de otros símbolos navideños que se encuentran presentes en nuestras celebraciones, cuyos valores culturales reconocemos y respetamos, pero no forman parte del relato bíblico, sino que provienen de las tradiciones de los diferentes pueblos. Entre ellos
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podemos mencionar a Santa Claus o Papá Noel, el arbolito, las velas y velones, esferas, campanas, coronas, flores de Nochebuena, entre otros. El cuadro bíblico de la Navidad es un drama que nos presenta, por medio de símbolos e imágenes, un encuentro maravilloso entre el cielo y la tierra, lo cual produce un gozo indescriptible tanto en las criaturas celestiales como en las terrenales. Era la inauguración de una nueva era. La Navidad, podría decirse que es una operación de rescate. Por eso la Navidad es un tiempo de alegría. De hecho, la alegría es la manifestación, no tangible pero sí perceptible, del espíritu de la Navidad. En este sentido, se convierte en un símbolo de la misma. Los verdaderos símbolos de la navidad son aquellos elementos que, según las Escrituras, estuvieron presentes alrededor del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, cuya evocación nos comunica un gozo basado en nuestra esperanza en Él y nos desafía a ser humildes y abnegados como Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecer a los pobres y siendo Dios, se hizo humano; asumiendo, de esta manera, todos los elementos inherentes a la naturaleza humana. De modo que los verdaderos símbolos de la navidad no son la historia de algún personaje bonachón de nuestros pueblos, ni unos adornos coloridos que buscan embellecer nuestras fiestas, o que al ser vendidos nos pueden reportar ganancias económicas. Los verdaderos símbolos son, elementos que nos recuerdan el nacimiento de Jesús y nos obligan a invitarlo a ser el centro de nuestra celebración y nuestra vida; por eso al celebrar la Navidad, no olvidemos invitar al festejado. Sin Él no existe Navidad. ¡Él es la Navidad!
Ernesto Bathermy. Es ministro ordenado y pastor de la Iglesia del Nazareno Visión Celestial en Los Alcarrizos, Santo Domingo, República Dominicana y Coordinador Académico del Seminario Nazareno Dominicano. Ha servido por más de 20 años en diferentes áreas de la iglesia. Es casado con Altagracia y juntos tienen tres hijos: Randy, Esteban y Samuel. E-mail: ernestobathermy@hotmail.com
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Pregunta: ¿Por qué hay tantos cristianos mediocres en su vida espiritual? ¿Qué tiene que ver la Entera Santificación en esto? Respuesta: Una realidad que vive la iglesia hoy, es la falta de respuesta al cumplimiento de la Gran Comisión, un factor de esto es que en muchas de nuestras congregaciones existe un nivel muy pobre de vida espiritual. Obviamente hay una necesidad apremiante de que los cristianos experimenten la Entera Santificación en su vida personal. Si un creyente no busca la consagración y no es santificado totalmente, éste será atraído continuamente hacía el “pecado adquirido”. Por esta razón muchos viven una vida espiritual “a medias” o “mediocre”. Algunos están en la iglesia, participan de la adoración y comunión con Dios, pero son atraídos y seducidos por lo malo, llámese a esto: Pornografía, alcohol, cigarro, la pereza, el ocio, etc. El apóstol Pablo experimentó una lucha interna en su ser cuando dijo, “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí.Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal” (Romanos 7:15-21 BAD). Es vital y necesario, que cada creyente busque la limpieza de este “pecado
adquirido”. Mientras no haya una limpieza del “pecado adquirido”, éste será una fuente constante de problemas en la vida del creyente, y ello resulta en una vida inconstante, “a medias”. Esta es la razón porque algunos cristianos nunca son estables y muchos otros son blanco fácil de Satanás, porque nunca han sido santificados. Pablo decía en su experiencia, “no hago el bien que quiero”. Quieren agradar y servir a Dios, sin embargo, son atraídos y seducidos por el pecado. Quieren ser cristianos, pero también sienten una gran atracción hacía “las cosas del mundo”. La Entera Santificación limpiará a los cristianos de esta naturaleza carnal que los atrae continuamente hacía el pecado. El creyente que es traído de continuo al pecado adquirido, necesita de la Entera Santificación. El apóstol Pablo reconoció a los creyentes de Corintios como “la iglesia de Dios” (2 Corintios 1:1). También los llamó “hermanos” (2 Corintios 1:8). Sin embargo, señaló que tenían la necesidad de ser “limpiados” de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). La iglesia de hoy necesita esto. Leslie Parrott dice: “La santificación es necesaria para vivir victoriosamente”. Jesús en el capítulo 17 de Juan rehusó orar para que los discípulos no fueran expuestos a lo malo del mundo, Él oró para que fueran santificados, y así vivieran victoriosamente en un mundo pecaminoso. Carlos Jesús Soberanis Rodríguez. Es licenciado en teología del Seminario Nazareno Mexicano. Ha sido pastor por 17 años en Villahermosa,Tabasco. Ha colaborado en la plantación de iglesias y en la formación de líderes y pastores. Actualmente es el Superintendente del distrito Olmeca de México. Vive en Villahermosa junto a su esposa Ruth y su hija Shalom.
Si tiene preguntas acerca de la santidad, por favor escriba a la siguiente dirección: elheraldodesantidad@editorialcnp.com
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a persona de Cristo es única en la historia de la humanidad.Todo el mundo, tarde o temprano, de una manera u otra, tiene que enfrentarse con Él. Pero, ¿cuál es la actitud al enfrentarnos con Él? Allí radica lo verdaderamente importante. Cuando Cristo descendió a este mundo perdido, la humanidad de entonces (al igual que la de la actualidad) tomó diferentes actitudes hacia Él.
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Al acercarse la celebración de Navidad, es de suma importancia analizar los diferentes motivos que algunos tuvieron cuando fueron en busca del Mesías. Para ampliar sobre este tema y resaltar la búsqueda del Mesías por parte de aquellos que no eran judíos, quiero utilizar como nuestra base escritural Mateo 2:1-12, en donde vemos el caso de algunos personajes que buscaron al Mesías con motivos muy particulares. En primer lugar, tenemos el caso del malvado rey Herodes, haciendo un resumen de su referencia histórica podemos decir que se trata de Herodes el Grande. Fundador de la dinastía de los Herodes, no era judío sino idumeo, o sea descendiente de Esaú. Fue nombrado rey de los judíos (37 a.C) por los romanos y gobernó sobre Judea, Samaria y Galilea. Como muchos otros gobernantes de aquel entonces, era cruel, astuto y despiadado. Asesinó a su esposa, a tres de sus hijos por miedo a que lo destronaran, a su suegra y a su cuñado, a su tío y a otros, entre ellos a los niños inocentes de Belén. En Mateo 2:3, la Biblia registra que cuando Herodes oyó hablar del nacimiento del que era llamado rey de los judíos, el Mesías, “se turbo”, tenía miedo de que Jesús lo reemplazara como rey. Entonces, Herodes mandó a llamar a los magos en secreto (v.7). La astucia era una de sus grandes características, era muy falso y no confiaba en nadie más que en el mismo. Les ordenó a los magos que le dijeran con exactitud el tiempo de la aparición de la estrella. Entonces los envió a Belén con la orden de averiguar con diligencia (v.8), todo lo relacionado con el recién nacido. Debían regresar con la información porque, según él, quería ir a adorarlo (v.8). Mas tarde los acontecimientos se encargaron de probar que su propósito era muy distinto. Lo que verdaderamente quería este rey terrenal, era asesinar al niño para eliminar toda posibilidad de un rival político. En Herodes tenemos una razón completamente equivocada para ir en
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busca del Mesías. Su verdadera razón era el desprecio. Con este mismo espíritu muchas personas en nuestros días se acercan al Mesías. Desean hacer su voluntad sin tomar en cuenta las enseñanzas y amonestaciones que nos ha dejado el Señor en su santa Palabra. En esta época de celebración debemos reflexionar sobre lo que nos motiva a buscar y recordar la venida del Mesías. Para muchos, lastimosamente, es tiempo de dar rienda suelta a las pasiones y deleites de la carne, derroche de dinero, entre otras cosas más, pero en lo que menos se piensa es en aceptar el señorío y reinado del Mesías en el corazón. Simple y sencillamente muchos actúan como Herodes: Ignorando, otro modo de despreciar al Salvador para no cederle el trono de su corazón.
¿cuál es su actitud al celebrar el nacimiento de Jesús? En segundo lugar, tenemos el ejemplo de los magos del Oriente (vv.1-2). Era un grupo de hombres sabios que se especializaban en la astrología y ciencias naturales. Los magos fueron testigos de los milagrosos sucesos que tuvieron lugar en el nacimiento del Mesías. Estos hombres conocían las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías, el verdadero rey y reconocieron que el nacimiento de Jesús cumplía dichas profecías. Por lo tanto, los sabios decidieron ir en busca del Mesías con un motivo correcto: Rendirle adoración. Los magos quedaron tan profundamente impresionados con la aparición de la estrella que viajaron por muchos y agotadores meses para ir a
adorarle. Evidentemente ellos creían que Jesús era digno de adoración porque no era un ser humano cualquiera, era el Hijo de Dios. Llama la atención que al ir en busca del Mesías ellos no iban con sus manos vacías, pues la Biblia registra que postrándose lo adoraron y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: Oro, incienso y mirra (v.11). El oro era el presente más preciado para un monarca, y por supuesto lo era para aquel que había nacido para ser Rey de reyes y Señor de señores. El incienso era para los sacerdotes pues ellos eran los que lo ofrecían en el templo, de modo que también era adecuado para quien sería el gran sumo sacerdote (Hebreos 4:14-5:1-10). La mirra se daba a los que iban a morir, se empleaba para el embalsamamiento, de modo que particularmente era apto para el Hijo de Dios que descendió con el fin de morir en la cruz por la humanidad. Ahora, permítame preguntarle, ¿cuál es su actitud al celebrar el nacimiento de Jesús? ¿Tiene un motivo correcto para ir en busca del Mesías? Lo maravilloso es que si lo buscamos con la actitud y el motivo apropiado siempre lo encontraremos. En este tiempo de celebración tomemos el ejemplo de los magos de Oriente y vengamos ante el Señor abriendo nuestros corazones en actitud de adoración ante aquel que es nuestro Dios, nuestro Rey y Señor, nuestro gran sumo sacerdote, el que dio su vida por nosotros. ¡Qué el Mesías, el Salvador sea el centro de nuestras festividades!
Felipe Flores Lewis. Actualmente es estudiante de Licenciatura en Teología del Seminario Nazareno de las Américas de Costa Rica. Ha sido pastor por 28 años y actualmente, además de pastorear la Primera Iglesia del Nazareno en la ciudad de Panamá, se desempeña como superintendente del Distrito Panamá Central.Vive en Panamá junto a su esposa, la presbítera María Eugenia Picado Morales y su hijo, Fanuel Felipe y su hija, Betel Eugenia. E-mail:Valentia4@hotmail.com
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Alguna vez se sintió desesperado por algo que necesitaba que se cumpliera urgente? O ¿Se sintió abatido al ver que los problemas lo ahogaban? Esa fue la situación del pueblo de Israel, hace aproximadamente dos mil años; pero Dios fue fiel a su promesa la cual “había hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1), y trajo la
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esperanza en el nacimiento de Jesús, el Rey y Salvador para toda la humanidad. Como dijo el apóstol Pablo: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4). El hecho del nacimiento de nuestro Salvador ha sido, es y será un hito dentro de la historia de la humanidad. Comenzó a resonar desde que el profeta Isaías lo publicara, hace más de 2700 años (Isaías 7:14). Increíblemente los judíos no entendieron con discernimiento la profecía. Ellos esperaban al Mesías como un gobernador que venía a radicar en esta tierra y aniquilar a todos sus enemigos. Sin embargo, hubo otras personas que tuvieron oídos audibles a la profecía de la natividad y propagaron la noticia muy alegremente.
Jesucristo no vino para llenar el calendario con fechas especiales La Biblia nos enseña cientos de profecías relacionadas con la persona de nuestro Señor Jesús. Tanto Moisés, David, Isaías, como otros, nos profetizaron acerca de la venida del Hijo de Dios, pero solamente Isaías y Miqueas fueron específicos en dar el nombre y lugar de nacimiento del Mesías. Su nombre sería Emanuel y nacería en Belén de Judea (Isaías 7:14; Miqueas 5:2). Las profecías bíblicas tienen la característica de alentar y animar en cuanto a la bendición que traen. De esta manera la profecía de la natividad fue el fundamento de la fe y esperanza para muchos durante cientos de años. Por eso, el anciano Simón “tomando al niño en sus brazos dijo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra” (Lucas 2:28-9). “Ana daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lucas 2:38).
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Zacarías, el padre de Juan el Bautista dijo: “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio” (Lucas 1:68-70). Fue grande el regocijo entre algunos pobladores de ese tiempo porque fueron muchos años que esperaron el cumplimiento de la promesa. No hubo mejor noticia en ese momento que el nacimiento del Salvador. Tristemente en la actualidad, la noticia de la Navidad corre por diferentes medios pero no tiene la misma resonancia original. El anuncio del Salvador de la humanidad se pierde ante los anuncios comerciales y de festejos sin fundamento. La profecía de la Navidad tiene una peculiaridad respecto a las demás profecías, porque además de traer esperanza para el pueblo de Israel, trajo la salvación para toda la humanidad. Hoy en día, aun nosotros podemos regocijarnos del cumplimiento de esta profecía porque por Jesucristo nuestras vidas han cambiado, las tinieblas en que antes vivíamos se han tornado en luz, así como el resplandor que vieron los pastores cuando les anunciaron el nacimiento del Salvador (Lucas 2:9). La Navidad es un plan divino llevado a cabo hace siglos pero, su propósito permanece, y es que en cada corazón se cumpla su palabra de salvación. Jesucristo no vino para llenar el calendario con fechas especiales; Él quiere que todos se acerquen con confianza ante su presencia y permitan que la promesa anunciada por los profetas, hace siglos, se haga realidad en cada vida. ¡Qué así sea!
Joel Castro Bueno. Es oriundo de Perú. Bachiller en Teología del Seminario Nazareno de Chiclayo, Perú. Ha servido dentro del ministerio juvenil, evangelismo y discipulado. Sirve al Señor como pastor desde los 20 años. Actualmente es pastor de la Iglesia del Nazareno en Zaragoza, España, donde reside junto a su esposa Jessica y su hija, Jaci Clara de dos años. E-mail: joelyjessica@hotmail.com
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ecibir nuevos miembros en la Iglesia del Nazareno fue uno de los momentos sobresalientes en mis 38 años de ministerio pastoral. ¡Es un momento para celebrar! El gozo de expandir el cuerpo de Cristo toma nombres y rostros a medida que nuevos creyentes llegan a formar parte de la familia en la iglesia local. La ceremonia de membresía contiene un gran significado a través de las palabras sagradas, las oraciones de fe y la unidad de creencias esenciales. Recientemente fui testigo de este evento familiar desde el banco de la iglesia, cuando nuestro pastor recibió nuevos miembros. Mientras lo escuchaba leer nuestra Declaración convenida de fe en la Iglesia del Nazareno, me di cuenta de que junto con los nuevos miembros oré una vez más por mí compromiso a estos principios esenciales de la fe. “Reconociendo que el derecho y el privilegio de las personas a la membresía de la iglesia se basan en que sean regeneradas, sólo requerimos las declaraciones de fe que son
esenciales en la experiencia cristiana. Por lo tanto, consideramos que es suficiente creer en las siguientes breves declaraciones. Creemos: En un solo Dios —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Que las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos, dadas por inspiración plenaria, contienen toda la verdad necesaria para la fe y la vida cristiana. Que el hombre nace con una naturaleza caída y, por tanto, está inclinado al mal y esto de continuo. Que los que permanecen impenitentes hasta el fin, están perdidos eternalmente y sin esperanza. Que la expiación por medio de Jesucristo es para toda la raza humana; y que todo aquel que se arrepiente y cree en el Señor Jesucristo es justificado, regenerado y salvado del dominio del pecado. Que los creyentes deberán ser enteramente santificados, subsecuentemente a la regeneración, mediante la fe en el Señor Jesucristo.
Que el Espíritu Santo da testimonio del nuevo nacimiento y también de la entera santificación de los creyentes. Que nuestro Señor volverá, que los muertos resucitarán y que se llevará a cabo el juicio final”.1 La Declaración convenida de fe de hoy, es marcadamente similar a la de nuestro Manual de 1908. Aunque han pasado más de 100 años, no nos hemos apartado de nuestros fundamentos de fe. Mientras les pedimos a todos los que con nosotros disfrutan confesar públicamente su acuerdo con esta breve declaración de fe, solidificamos y perpetuamos el ADN de nuestra herencia bíblicamente fundada. Somos una iglesia relacional. Juntos, abrazamos una creencia compartida, una misión compartida y una responsabilidad compartida. Nuestros valores esenciales se expresan en nuestra Declaración convenida de fe: Somos cristianos, somos santos, somos misional. Nuestra pasión misionera es un producto natural fluyendo
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La virtud de celebrar en familia el nacimiento de Emanuel no radica en la fecha del nacimiento, ya que no es posible asegurar que Jesús naciera el 25 de diciembre. De acuerdo al testimonio lucano, "habían pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño" (Lucas 2:8). Sabemos que los pastores no hacen esto en invierno, sino en otoño, donde todavía encuentran algo de pastos para las ovejas. La iglesia, para comenzar el año litúrgico, celebra la llegada de Cristo a la humanidad con una gran fiesta a la cual llamamos Navidad. Esta fiesta es tan importante para los cristianos que la iglesia, antes de celebrarla, prepara a sus hijos durante el período conocido como Adviento, (me refiero a las iglesias que siguen el calendario litúrgico). A través de la historia, la iglesia universal, acostumbra a celebrar la Navidad y la Epifanía, ya que ambas son celebraciones complementarias. Cada una de estas dos celebraciones encierran una enseñanza y afirman dos dimensiones del misterio del pesebre. La celebración de la Navidad acentúa el acontecimiento de la llegada de Cristo, mientras que la celebración de la Epifanía afirma la manifestación de la encarnación de Emanuel (Juan 1:14,16). Por lo tanto, las familias cristianas encontramos en las fiestas navideñas suficiente razón para celebrar las mismas más allá de todo debate estéril sobre la fecha del nacimiento, ya que lo que le otorga valor a la celebración no son los factores cronológicos sino el significado del evento. Dios irrumpe en el escenario humano para solidarizarse con toda la humanidad y ofrecerle salvación y vida abundante. De manera que las familias cristianas, debemos celebrar el significado, alcance y propósito de tal acontecimiento, ya que
celebremos
familia
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es ahí donde radica el valor de nuestra celebración. Me permito sugerir algunas ideas de cómo podemos afirmar y celebrar en familia tan significativo evento. Una idea podría consistir en que todos los miembros de la familia construyan un pesebre en casa, con la finalidad de compartir en unidad (Lucas 2:4-7). No es necesario invertir mucho dinero para realizar el proyecto. El pesebre o nacimiento pertenece a una tradición cuyo origen se remonta a la época en que vivió San Francisco de Asís (1181-1226), quien para hacer más entendible el mensaje que se proclamaba en la celebración de la misa de Navidad, desarrolló el primer pesebre viviente del que se tiene noticia (http:// www.apologetica.org/histradnav.htm). Las familias podrían aprender algunas canciones navideñas y visitar otras familias, hospitales, orfanatorios, etc. y llevar un tiempo de alegría. La familia puede preparar una serie de alimentos y compartirlos con algunos niños huérfanos o personas en necesidad. Los niños podrían escribir algunas postales dirigidas a los niños hospitalizados. Nuestras familias, como manifestación de la iglesia doméstica, procurará celebrar aun cuando no tengamos la certeza de la fecha del nacimiento de Jesucristo, ni entendamos el misterio del pesebre. No obstante, sí podemos entender y celebrar la enseñanza del misterio. Dios determinó irrumpir en el escenario humano con la finalidad de solidarizarse, identificarse con la humanidad. Jesús es Emanuel, Dios con nosotros, por lo que tenemos la certeza, convicción y confianza de su acompañamiento en todo momento y bajo toda circunstancia. ¿Habrá algo más significativo que celebrar en familia? ¡Celebremos la presencia de Emanuel en cada familia! Samuel E. Pérez Rivera. Es doctor en consejería familiar y candidato al doctorado en teología. Actualmente, entre otras cosas, es pastor y capellán de la policía en Puerto Rico, su país natal. Junto a su esposa Arminda tiene tres hijos: Sorelis, Selideth y Samuel; y disfrutan de tres nietos: Stella,Steven y Stacy.
de lo que verdaderamente creemos acerca de Dios, del ser humano, de la Palabra, de la salvación y la eternidad. Mientras hacemos juntos este peregrinaje de fe, lo que creemos es fundamental. Hacer discípulos semejantes a Cristo en las naciones es nuestra misión. Los discípulos semejantes a Cristo son santificados por la gracia santificadora de Dios. Los discípulos semejantes a Cristo están siendo, diaria y consistentemente, conformados a la semejanza de Cristo en carácter y propósito. Los discípulos semejantes a Cristo abrazan su propósito redentor en este mundo para amar a aquellos que todavía no le conocen. Nuestra misión y nuestros esfuerzos por cumplirla descansan sólidamente en lo que creemos. El potencial para ser y hacer discípulos semejantes a Cristo es todo lo que Dios está haciendo. Es su iglesia, no la nuestra, y Él ha prometido construirla. Sin embargo, Él nos ha confiado el ministerio y mensaje de reconciliación (2 Corintios 5:11-21). Nos basamos en la creencia de que Él nos ha salvado, nos ha llenado con su Espíritu Santo, nos ha comisionado para sus propósitos y nos ha dado la verdad a través de la cual construimos nuestras vidas. En un mundo incierto, la Iglesia del Nazareno puede permanecer firme mientras unimos nuestros corazones alrededor de nuestra Declaración convenida de fe. Con expectativa miramos hacia el futuro prometido por Dios con la confianza y la unidad en el Espíritu. ¡Sigamos celebrando! 1 Manual de la Iglesia del Nazareno 2009-13, pp.35-36.
J. K. Warrick. Fue elegido a la Junta de Superintendentes Generales en el año 2005 luego de casi 38 años de ministerio pastoral en Oklahoma, Texas, Florida, Ohio, Indiana y Kansas. Después de asistir a la Universidad Nazarena del Sur, antiguamente Universidad Nazareno Bethany, se graduó de la Universidad de Trinity y es un exalumno del Seminario Bíblico Wesley. La Universidad Nazarena del Sur le otorgó el título de Doctor en Teología. En 1967 se casó con Patty (Delores Ouzts J.). Tuvieron dos hijos, Brad y Jill, y ahora disfrutan cuatro nietos.