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Introducción

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Aprendamos de la revolución, recojamos el legado soviético

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Nuestra apuesta antifascista

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Sobre la situación actual del “movimiento antifascista”

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Introduccion

Este año se cumple el centenario de una de las gestas más grandes

realizadas por el hombre y por nuestra clase en particular. Hace cien años que los pueblos oprimidos bajo la bota del zarismo y bajo la dirección del Partido Bolchevique se levantaron en armas para luchar por la causa más justa de la humanidad, por el fin de la explotación del hombre por el hombre, por la construcción del socialismo. Es tarea nuestra, de todos los revolucionarios, defender la figura de aquellos que iniciaron el proceso histórico de edificación del socialismo. Los trabajadores del campo y la ciudad de la Rusia zarista fueron un ejemplo de sacrificio, entrega, trabajo abnegado y dedicación. Hace cien años que obreros y campesinos rusos encendieron el faro de guía para todos los pueblos oprimidos. Hoy, cien años más tarde, a pesar de los ataques y calumnias provocadas por la burguesía y del triunfo temporal de la contrarevolución que restauró el capitalismo en la URSS, su ejemplo sigue brillando más fuerte que nunca. La Revolución de Octubre y sus enseñanzas sirven de guía para todo Partido Comunista. Porque defender la Revolución de Octubre no es solo reivindicarla con un carácter meramente folclórico, es reivindicar la toma del poder mediante la violencia, es reivindicar la dictadura del proletariado y el poder de los soviets, es reivindicar el marxismo-leninismo como guía de las tareas históricas que se le presentan a nuestra clase. Es denunciar aquellos que bajo fraseología y bajo nuestros símbolos y con la boca pequeña reivindican la Revolución Bolchevique

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casi por compromiso. Lenin, Stalin o Beria se revolverían en sus tumbas viendo cómo socialdemócratas y revisionistas de todo tipo se intentan apropiar de la valentía y la determinación de todo un pueblo que bajo la dirección del PC(b) ponía fin al Gobierno Provisional de la traicionera burguesía y sus muletas oportunistas e instauraba el poder soviético, el poder obrero. Reivindicar la revolución rusa es desenmascarar a todos aquellos que facilitaron su destrucción, a aquellos que dieron un golpe de Estado en el XX Congreso, a todos aquellos que sabotearon e hicieron labor de zapa al avance del Estado Socialista. Y por encima de todo, su ejemplo nos sirve a los comunistas para desenmascarar a quienes a día de hoy continúan haciéndolo, oportunistas disfrazados con los más diversos ropajes. No se puede reivindicar la Revolución de Octubre a la par que el socialismo del S.XXI o desde el ataque a la figura de Stalin, quien más combatió para que la insurrección del pueblo se convirtiera en el ejercicio del poder de obreros y campesinos, en una garantía de conquistas, derechos y libertades de verdad para nuestra clase y por la construcción de una potencia industrial y económica y un ejército popular que ni el más salvaje de los ejércitos imperialistas consiguió abatir. A todos ellos, oportunistas de ayer y hoy, la historia los relegará a donde les toca estar, al basurero de la historia. ¿Quién a parte de ellos se acuerda de los mencheviques? ¿Quién se acordará de vosotros? Ni burgueses ni socialdemócratas podrán parar la revolución mundial que pondrá fin a su orden de miseria y explotación que divide a nuestra clase y le empuja a la guerra por el incremento de sus beneficios. Este orden no es eterno y lo demuestra nuestra historia.

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Mantener el legado estoico del pueblo soviético es organizar a la Juventud Comunista, formarla y prepararla para las batallas decisivas de nuestra clase. Hay que aprender del pueblo soviético, de su firmeza, de su sacrificio y de su heroísmo. Pese al panorama de desmovilización y escasa conciencia de nuestra clase, el desarrollo del capitalismo no deja lugar a dudas: reacción o revolución. Nosotros sabemos que la revolución no vendrá del cielo ni nos será dada, será conquistada a sangre y fuego por nuestra clase. Debemos preparar a nuestra juventud, organizarla y concienciar para las futuras batallas, porque solo el pueblo organizado por un Partido Revolucionario es garantía del progreso humano, del socialismo. “Algunos camaradas piensan que en cuanto sobreviene una crisis revolucionaria la burguesía tiene que caer en una situación sin salida; que, por consiguiente, su fin está predestinado: que el triunfo de la revolución está, por eso mismo, asegurado, y que no hay que hacer más que esperar la caída de la burguesía y escribir resoluciones triunfales. Esto es un profundo error. El triunfo de la revolución no llega nunca por sí solo. Hay que prepararlo. Hay que conquistarlo. Ahora bien: sólo un partido proletario revolucionario fuerte puede prepararlo y conquistarlo”. Iósif Stalin Trabajaremos incansablemente por la revolución, por la revolución que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre, que ponga fin a los problemas nacionales existentes en nuestro país con la instauración de la República Popular y Federal, donde sea la clase obrera quien decida todo su futuro. Porque sabemos que la Revolución será tan solo una de las muchas tareas que tendrá que librar nuestra clase; el mantenimiento

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de la dictadura del proletariado, la lucha incesante contra todos los oportunistas y saboteadores que traten de destruirla. No será un camino fácil, pero es el único camino posible para nuestra clase, para acabar con toda dominación y explotación de la burguesía, pues será la firmeza de toda nuestra clase quien pondrá fin al capitalismo. “Seamos la esperanza del pueblo, el terror del enemigo”

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Aprendamos de la revolución, recojamos el legado soviético No queremos presentar la cronología de la Revolución de Octu-

bre ni hacer un resumen de aquellos hechos que consideramos más reseñables. Desde la humildad no creemos que podamos hacerlo mejor que el Comité Central del PCUS en 1938 bajo la supervisión de Iósif Stalin en “Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S”, por lo que simplemente recomendaremos su lectura o el resumen y análisis que el compañero Julio Moreno desarrolló de manera magistral en el “Compendio sobre textos de Partido” para la Universidad Obrera. Nuestra intención, por el contrario, no se basa en el punto de vista histórico sino más bien en el hecho de trasladar aquellos posicionamientos políticos generales que el PC (b) convirtió en hechos particulares, a la actualidad. Queremos poner sobre la mesa alguna de las enseñanzas que extraemos del desarrollo de la revolución rusa y del papel que el Partido Comunista (bolchevique) ocupó en su triunfo.

En primer lugar, la construcción del Partido Comunista: El marxismo se empezó a extender en los círculos intelectuales y trascendió a los elementos más conscientes y combativos de la clase obrera. A mediados de la década de 1880 comenzaron a organizarse y a luchar por sus derechos bajo la forma de círculos.

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No fue hasta 1898 cuando se intentó unificar todas las organizaciones socialdemócratas marxistas en un partido y este fue el P.O.S.D.R. Cabe señalar que en este primer congreso no se constituyó un partido como tal ya que no había un centro único de dirección ni una coordinación real entre círculos, pero sí que sentaron las bases del partido bajo la agrupación de distintos círculos, entre ellos «Unión de Lucha por la emancipación de la clase obrera» (el de Lenin). El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso surgió ante el inminente desarrollo del capitalismo en Rusia y el consiguiente crecimiento del proletariado industrial. Desde el comienzo, para conseguir la constitución de un partido revolucionario para la clase obrera, Lenin no invitó al pacto, ni a la conciliación ni a la ausencia de principios en pos de la unidad como hoy muchos reclaman para la reconstrucción del Partido Comunista. Por el contrario, Lenin lo hizo sobre la base de la confrontación, la lucha y la denuncia de los oportunistas, tanto contra los populistas que abogaban por el terrorismo individual y el campesinado como clase hegemónica, que justamente se descomponía conforme avanzaba el desarrollo del capitalismo en Rusia para dar lugar al trabajador asalariado del campo y la ciudad, como sobre todo contra las posiciones del marxismo legal, aquellos intelectuales burgueses que dentro de la legalidad de la autocracia zarista camuflábanse de marxistas pero castraban todo su contenido revolucionario. Además con la misma intensidad luchó contra los economicistas que alejaban a los obreros de la lucha política, la lucha por la toma del poder. Esto quiere decir que Lenin para constituir el Partido de la Revolución debió destruir lo existente, puso al desnudo las teorías burguesas que se infiltran en el movimiento obrero para minar su combatividad.

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Para este cometido se fundó la Iskra, periódico revolucionario para toda Rusia, que sirvió de lazo de unión entre los círculos y grupos socialdemócratas dispersos preparando el II Congreso, el cual se celebró en 1903 y es aquí donde se fundó el POSDR con un programa y unos estatutos, así como un organismo central, una dirección. La «Iskra» no es un periódico tal y como hoy la burguesía nos lo ha hecho entender. Hoy en día los periódicos no solo son anacrónicos y han dejado lugar a los noticiarios de televisión y las tertulias políticas, sino que estas formas avanzadas de los medios de comunicación de masas se presentan como objetivos aparentemente presentar los hechos para que los espectadores estén al corriente de la actualidad y saquen sus propias conclusiones, por lo tanto dicen no tener ideología y se sitúan al margen de las clases sociales. La «Iskra», en catellano Chispa, era el órgano de expresión que construiría el partido de la clase obrera; no se dedicaba a describir los hechos sino a la agitación política, se dirigía directamente a las fábricas y centros de trabajo obreros no a hacer balances de ningún ciclo como hacen los reconstitucionistas o los doctrinarios en blogs, lo escribía para organizar el partido y difundir sus consignas lanzando a la clase obrera a la lucha. Su producción, distribución y venta cohesionaba los círculos, centralizaba su organización y los situaba a todos bajo una misma línea ideológica además de vincularlos con la clase obrera, «Iskra» es el embrión de la estructura de nuevo tipo, el centralismo democrático, un partido de cuadros pertrechado por el marxismo-leninismo y con la entrega de profesionales para la revolución. El II Congreso del POSDR al igual que hoy, bajo otra realidad concreta la construcción del Partido Comunista o en nuestro caso reconstrucción, no fue un proceso sencillo. Encontramos en esta etapa

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una contradicción en el seno del movimiento obrero que perdurará hasta el día de hoy: centralismo democrático o partido de masas. Los bolcheviques partidarios de Iskra combatieron la idea de un partido sin disciplina, sin unidad ideológica, sin unidad de acción representada en un órgano central. Eran partidarios de un partido que orientara y organizara la lucha de la clase obrera, que estuviera vinculado a la clase obrera y arrojara la luz de la ciencia, del marxismo-leninismo. Los partidarios de Lenin apostaron por un partido que representara los intereses objetivos de la clase obrera, una herramienta y no un fin; no era una asociación cultural de promoción de folclore ni un sindicato de masas donde entrara cualquiera y mucho menos un grupo de doctrinarios seguidores de un mesías o con estructura de secta. El partido tenía capacidad creadora haciendo un análisis concreto de la realidad concreta que les llevaría a la toma del poder y a la construcción del socialismo. Por el contrario, los mencheviques fueron promotores de la dispersión en círculos, de la inexistencia de un órgano central capacitado de tomar decisiones, donde el Partido se reduciría a la suma de círculos donde no es necesario que la política la determine un programa y una ideología única. Los mencheviques fueron partidarios de construir un partido de masas de carácter reformista con estructura partido-sindicato como abundaban ya en la II internacional de la época. Aquellos mencheviques bajo la autocracia zarista no podían prever la evolución de sus tesis en nuestra realidad concreta: la democracia burguesa.

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Los sucesores del menchevismo son hoy el PCE, nichos de fracciones donde se suceden las escisiones. Un partido que no tiene capacidad para imponer una única política ni siquiera una por federación. Un partido que cuantifica a sus militantes por cumplir un cuestionario en Internet y pagar cuotas centrados en obtener representación parlamentaria para obtener financiación y que las entidades bancarias no les embarguen sus sedes. Su órgano central es la suma de fracciones por ellos llamado comité federal. Se sitúan por detrás de la clase trabajadora, rebajan su programa y su estrategia al nivel de madurez política de la clase trabajadora sea el que sea, marchan al lado del poder. Estas discrepancias que surgieron ante la constitución del P.O.S.D.R y que surgen en la actualidad también y deslindan los partidos con estructura de nuevo tipo y los partidos socialdemócratas de masas no son solo dos modelos de partido enfrentados sino también el enfrentamiento de dos clases: la clase obrera y la burguesía. Al final toda organización se corresponde con unos objetivos. No existe otra posibilidad que una organización disciplinada en la unidad de acción y voluntad de la ideología marxista leninista para la toma del poder. Al igual que no existe otra posibilidad más propicia como la estructura de partido de masas para la lucha por reformas pequeño burguesas, presentarse a las elecciones y ganar peso en el aparato del estado burgués, así como en los sindicatos para la lucha económica que no es más para ellos que el soborno y el reparto de migajas. La Juventud Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista) se sitúa con los bolcheviques, recoge su legado y lo lleva a la actualidad a la realidad de España. Su partido de referencia y del que constituye parte integrante como organización de masas juvenil es un partido que se organiza en base al centralismo democrático.

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Un Partido, el PML (RC), donde no se permite la existencia de fracciones, la disciplina consciente es obligatoria y necesaria, la minoría se supedita a la mayoría y la que no se supedite se le denuncia públicamente mediante la confrontación y se le depura para preservar la unidad de acción e ideológica aprobada en los congresos y por último, donde existe una organización vertical de sus órganos para que preserven lo aprobado por todos y orienten todas las unidades básicas de acción y de debate. Por lo tanto, al igual que se demostró en el fracaso de la revolución de 1905 y en todo el periodo posterior de repliegue y acumulación de fuerzas por parte de los revolucionarios y la sanguinaria represión por parte de la burguesía, los comunistas, los representantes políticos de los intereses objetivos de la clase obrera no pueden ir de la mano de los oportunistas. Los revolucionarios deben tener una organización propia que no se preste a su sabotaje, no metemos al enemigo dentro de nuestras propias filas. La escisión en la conferencia de Praga que constituyó el PC (b) como tal es lo que hoy muchos militantes de los grandes partidos revisionistas como el PCE dirían achacando a los partidos revolucionarios que se escinden: implica “división”, “ser menos”, pero a diferencia de lo que ellos creen, no prima lo cuantitativo frente a lo cualitativo. El ejemplo histórico nos enseña que los oportunistas son traicioneros que cuando llega el punto ascendente de la revolución se echan atrás en favor de la reforma y el pacto con la burguesía. Y que por el contrario cuando las fuerzas revolucionarias se ven derrotadas y la burguesía ejerce todo su poder para reprimir a los trabajadores abandonan el barco, se inventan subterfugios ideológicos para renunciar

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a todo lo que decían defender con tal de que no les repriman desarrollando todo tipo de ideas posmodernas y reaccionarias abogando por la conciliación, o reconciliación como diría el PCE. Los oportunistas no son compañeros de viaje en ningún momento. No era posible la reconstrucción del POSDR, no era posible la conciliación entre bolcheviques y mencheviques, no eran camaradas. La historia de la revolución en Rusia refuta todas las teorías sobre la reconstrucción del PCE o PCPE dentro de sus estructuras. La constitución del PML (RC) y nuestra juventud es legítima, es leninista.

En segundo lugar, la táctica a seguir por los comunistas en la revolución democrática. Desde 1861 el modo de producción feudal agonizaba, prueba de ello es la abolición de la servidumbre que comenzó llevando al campo las relaciones sociales de producción capitalistas. Con ellas los señores feudales comenzaron a liberar a los siervos que para liberarse debían abonar grandes cantidades de dinero, por ello se conformó por una parte una enorme masa de desposeídos y por otra una pequeña masa de grandes y medianos propietarios, los kulaks. Todos aquellos que no consiguieron convertirse en trabajadores asalariados bajo la bota de la explotación de un terrateniente eran desalojados a los núcleos urbanos para engrosar las filas del proletariado, un ejército industrial bajo la bota del capital extranjero o la incipiente burguesía liberal rusa. Estos cambios en la estructura, el cambio de las relaciones sociales de producción feudales por las capitalistas, aún no se reflejaba en la base. La burguesía liberal aún no ostentaba la superestructura, el poder del estado. Por el contrario estaba bajo el control de la nobleza y la aristocracia zarista que mantenía un régimen autoritario propio

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del feudalismo: la monarquía absoluta sin parlamento ni derechos civiles ni ningún tipo de libertades democrático- burguesas. En este contexto la burguesía se postulaba como revolucionaria y de hecho lo era, pero hasta un punto muy determinado. Lo era en cuanto a derechos civiles que perpetuaran la explotación capitalista, que dotaran de una envoltura más favorable y estable el nuevo orden capitalista, que permitieran dominar el movimiento obrero mediante el parlamentarismo y el aparato burocrático, aparentemente por encima de las clases, donde todos por iguales fueran libres. A la burguesía por supuesto que le interesaba un cambio, pero no uno revolucionario sino uno pactado, la homologación como monarquía parlamentaria. Lejos de la revolución donde necesitaría contar con el proletariado y el campesinado que conlleva educarlos en la insurrección, en la organización y el combate haciendo madurar y crecer sus propias fuerzas, las sepultureras de la burguesía. A pesar del carácter burgués de la revolución, esto suponía un avance para el proletariado ya que permitiría una mayor libertad de educación política, organización y fin de la represión zarista, lo que posibilitaba llevar esta situación hasta la revolución proletaria para acabar con el modo de producción capitalista. Por lo que el triunfo de la revolución era de principal interés para el proletariado ruso. A día de hoy no hay prácticamente ningún marxista que no reconozca a Lenin como teórico y político, que no alce su voz de manera rimbombante e intentando ser lo más extravagante posible respecto al centenario de la revolución y sus enseñanzas. No obstante apoyan a Cuba, Corea del Norte, los procesos “Revolucionarios” en Latinoamérica o el maoísmo en cualquiera de sus formas especialmente en la constitución de la República “popular” China. Estas posiciones son diametralmente las opuestas al leninismo.

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La táctica de los bolcheviques no era ir a la zaga de la burguesía liberal y la pequeña burguesía, no era permitirles ir a la cabeza del movimiento político. Los bolcheviques proclamaron, organizaron y de hecho materializaron y por eso son la prueba de que, por muy reducido que sea el proletariado o muy atrasado que sea el desarrollo del capitalismo en ese país el proletariado tiene un partido propio que representa sus intereses y unos objetivos muy determinados en la revolución democrática. Lenin no luchaba por la democracia burguesa como hoy lo hacen los socialistas del siglo. XXI o por democratizar el estado burgués como hace el PCE defendiendo un proceso constituyente. Los bolcheviques entendían que la clase obrera se haya interesada en la revolución burguesa para educar a las masas en la insurrección, a la cabeza para demostrar desde el primer momento que los embustes de libertad , prosperidad, derechos y democracia de la burguesía lo son hasta que llega el poder para después pasar a la reacción, y que si el proletariado no es fuerte y toma una posición independiente no solo es incapaz de disfrutar de esas garantías sino que el estado burgués se enquista y se perpetúa en el poder arremetiendo contra la clase obrera para sobornar a los dirigentes del movimiento obrero y encauzarlos en la lucha legalista. Los castristas, maoístas, socialistas del siglo XXI y diversos revisionistas de múltiples ropajes se sitúan con los mencheviques. Le bailan las aguas a la burguesía para que esta no les dé la espalda y con ello dan la espalda a la clase obrera del campo y la ciudad. Respetan a la burguesía y les permiten encabezar la transformación por lo que la revolución se trunca en una mera reforma, una reforma agraria inconsecuente, una democracia para la burguesía y dictadura para el proletariado, unos derechos civiles formales pero no reales. Esto es lo que ha sucedido en Venezuela, Cuba, o Corea y por su-

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puesto es lo que pasó cuando los mencheviques se aliaron con la burguesía liberal en febrero de 1917. Los propios mencheviques actuaron al servicio de la burguesía, después de febrero de 1917 fueron los primeros en reprimir el movimiento obrero y a los bolcheviques, así como en conservar el régimen burgués al igual que hacen en China o Corea bajo la forma del capitalismo de estado. Cuando la burguesía hegemoniza el proceso de la revolución democrática esta no tiene ninguna garantía y aunque por un determinado momento pueda ofrecer alguna mejora igual que lo hizo la transición política mediante el estado de bienestar y la implantación de la democracia burguesa, desde hace cien años los marxistas-leninistas sabíamos en qué iba a acabar la maniobra de reconciliación nacional del PCE: en la traición y el menchevismo. En contraposición, los bolcheviques marcaron el camino de que esta fase no es necesaria, que la revolución democrático-burguesa puede ser democrático-revolucionaria. La clase obrera puede y debe ser dirigida por su vanguardia, no tener un papel subalterno sino hegemónico y tomar el cielo por asalto. Ser consecuente con la revolución, es posible la alianza obrero-campesina, es posible el poder obrero y construir el socialismo.

En tercer lugar, el Partido Comunista frente a la reacción y la clandestinidad. El Partido Comunista (bolchevique) nos enseñó que el partido revolucionario de la clase obrera no renuncia a su programa ni a su ideología, esté a la puerta de la insurrección armada o esté en un periodo de reacción abierta por parte de la burguesía.

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El Partido Comunista es intransigente con los principios y flexible con la táctica que le permita alcanzar sus objetivos. Esto quiere decir análisis concreto de la realidad concreta para transformarla. No se puede incidir de manera progresista y revolucionaria en lo que no se conoce aún las leyes de su desarrollo, aquello que no se comprende a la luz del materialismo dialéctico está condenado a fracasar. Lo evidencia que se cumplen cien años de la revolución SOCIALISTA, no de la “revolución social” que propagaban los anarquistas y que la bandera que ondeó en el Reichstag fue la comunista, la bolchevique, y no la anarquista, la menchevique o socialdemócrata. Toda lucha revolucionaria, por supuesto también la del proletariado, tiene momentos ascendentes y descendentes. El PC (b) nunca comerció con su programa ni su ideología política. Para llegar al triunfo de la insurrección armada de octubre, los bolcheviques, trabajaron de manera clandestina y legal combinando siempre ambas. En 1905, como hemos dicho anteriormente, estaban maduras las condiciones objetivas, los cambios en las relaciones sociales de producción feudales para dejar lugar a las capitalistas, pero sin embargo la revolución fracasó. En aquel momento las clases populares se posicionaron al principio bajo la estela de la burguesía, así se produjo el domingo sangriento cuando el pueblo acude de manera pacífica al zar para reclamar el fin de la autocracia y una mejoría de sus condiciones de vida. La fracción bolchevique desde el principio apostó por la insurrección para situar al proletariado a la cabeza de la revolución democrática en alianza con el campesinado, el pueblo sin embargo embaucado por las proclamas pacifistas que preconizaba el menchevismo al

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doblar su bandera en favor de la burguesía liberal, optó por la reforma y no por la revolución. El resultado fue una matanza por parte del zar que recibió a obreros y campesinos a disparos. La clases trabajadoras aprendieron que la transformación no vendría de la mano del pacto; la represión zarista fue una escuela de revolucionarios y a partir de ahí, pese a las intentonas conciliadoras se sucedieron las huelgas, ya no solo económicas sino políticas y allí donde los obreros estaban más avanzados se levantaron en armas, así lo hizo también el acorazado Potemkin rebelándose por primera vez en el seno del ejército zarista, a su vez los campesinos ya no solo bajo el radio de influencia de los populistas pequeñoburgueses se insurreccionaron, aunque en menor medida. Aunque el zar consiguió apagar los focos revolucionarios por el nivel de inmadurez de las clases trabajadoras tanto a nivel ideológico como organizativo demostró ante muchos obreros que ni el zar ni la burguesía tenía nada que ofrecer. Tan solo una duma, que se quedaba en un simple gesto y no proporcionaba ninguna garantía ni libertad parlamentaria. Tras el triunfo de la autocracia se intensificó la represión contra los elementos más avanzados de la clase obrera y especialmente al POSDR y su fracción bolchevique. Los bolcheviques supieron ver que era un periodo de repliegue, de acumulación de fuerzas, en el cual era necesario transformar la táctica, analizar las condiciones delante del crecimiento de la reacción y la decadencia del movimiento revolucionario, pero sabiendo en todo momento que esa situación se iba a revertir, pues los motivos por los cuales se generó ese movimiento revolucionario seguían existiendo, por lo que la revolución aún estaba por triunfar. De manera totalmente opuesta actuaron los mencheviques, claudicando e intentando

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destruir la estructura clandestina del Partido. Es en la adversidad donde se templan los cuadros y la reacción posterior al fracasó de la revolución desenmascaró a todos los oportunistas, a los intelectuales que estaban viciados de marxismo legal e infiltraban la ideología burguesa en el seno del POSDR. La reacción demostró que el Partido debe fortalecer el aparato clandestino, que esta es la parte del Partido que permite tomar el poder y que asegura la supervivencia del Partido. Demuestra que la composición del partido debe ser obrera, de los que no tienen nada que perder y no de pequeño burgueses e intelectuales de las capas medias. Demostró que el partido avanza depurándose y que el partido de la clase obrera no puede permitir en sus propias filas a quintacolumnistas que tratan de liquidarte, el partido comunista mantiene una ideología monolítica. Los bolcheviques tuvieron que enfrentarse a los liquidadores, liderados por cabecillas mencheviques como Martov o Trotsky, aquellos partidarios de destruir el Partido abiertamente, y los “otsovistas”, partidarios de retirar a los diputados de la Duma y de toda organización legal. El partido había apostado por provechar toda grieta legal para actuar, permitiendo así su contacto directo con las masas trabajadoras, su influencia en los campesinos, la capacidad de desenmascarar las políticas zaristas. Actuaban así contra la acumulación de fuerzas para llevar a cabo la próxima ofensiva revolucionaria. Tanto unos como otros fueron expulsados del Partido en sus respectivas Conferencias. El año 1912, bajo la necesidad de acabar con los elementos que debilitaban al Partido, se llevó a cabo la Conferencia de Praga, preparada por los bolcheviques, con la intención de eliminar a liquidadores, “otsovistas”, y toda clase de mencheviques, para transformar así al Partido en algo nuevo, en el Partido que necesitaba el proletariado

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ruso, un Partido de nuevo tipo, el cual priorizó combinar la clandestinidad con el trabajo legal que le había permitido crecer, que apostaba por la Dictadura del Proletariado, la formación del Partido Bolchevique independiente. El partido bolchevique a diferencia de lo que hoy supuestos defensores de la Revolución de Octubre, como el Pce-r, no se empujó forzosamente a la automarginalización ni perdió el contacto con las masas.

En cuarto lugar, la posición del Partido Comunista frente a las guerras imperialistas. La posición que tomó el partido (bolchevique) frente a la IGM o Gran Guerra es determinante a día de hoy para todo Partido Comunista tanto frente a las guerras de rapiña entre potencias imperialistas como frente a una posible guerra mundial que enfrentaría directamente a una potencia contra otra. Lenin no solo analizó a la luz del marxismo este importante fenómeno y extrajo la verdadera naturaleza de clase sino que le permitió descubrir el desarrollo de la leyes esenciales del modo de producción capitalistas, ya descubiertas por Marx. Los bolcheviques caracterizaron al capitalismo en decadencia, en su fase agonizante. Esto quiere decir que el capitalismo floreciente de la época premonopolista deja lugar por su propio desarrollo a la dominación de los trusts y los monopolios, a la ligazón del capital industrial y bancario creando el capital financiero y su correspondiente oligarquía que conlleva al sojuzgamiento de los pueblos por el reparto del mundo en mercados y áreas de influencia donde exportar el excedente de capital en su afán por aumentar la plusvalía.

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Esto no era una mera descripción de los hechos generales sino que traía consigo importantes conclusiones políticas. El capitalismo generaba las condiciones objetivas para la emancipación de la clase obrera, situaba a los pueblos en la antesala de la revolución. A partir de tal punto de desarrollo el capitalismo no podía más que intensificar el grado de destrucción de sus crisis cíclicas, aumentar la explotación para mantener sus ganancias y lanzarse a la guerra contra otros países por el reparto de un mundo ya repartido, a la par que aumentaba la represión y su aparato burocrático-militar en cada estado. Esto implica que el Partido de la clase obrera debía transformarse en un partido de cuadros de profesionales de la revolución, un destacamento de vanguardia que pudiera transformar la espontaneidad de los oprimidos en conciencia, la reforma en la revolución. Los capitalistas no podían más que lanzarse a la guerra y así le sucedió a la autocracia zarista. Tras un período de nuevo aumento revolucionario a partir de la creación del Partido Bolchevique, en 1914 estalló la Gran Guerra, en la cual todos los partidos socialdemócratas se posicionaron al lado de sus gobiernos, contrariamente a lo que habían acordado en el Congreso de Basilea los partidos que conformaban la Segunda Internacional. El Partido Bolchevique no traicionó sus principios y aplicó la táctica revolucionaria, condenando la guerra imperialista y haciendo un llamamiento a transformarla en guerra civil, y de derrota del propio gobierno, para así acabar con la burguesía nacional aprovechando la situación de crisis y debilidad militar. Allí desarrolló la idea del socialismo en un solo país, teniendo en cuenta que la desigualdad en el desarrollo económico y político es innegable dentro del modo de producción capitalista, las condiciones para destruir el capitalismo y pasar a un modo superior se darán también de manera desigual,

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por lo que sería un absurdo creer que pudiese triunfar el socialismo simultáneamente en todo el mundo. Por lo tanto, mediante la revolución se tomará el poder en un país concreto y a partir de allí en una lucha contra el mundo globalizado se expandirá en aquellos sitios donde las condiciones sean las idóneas para dar el salto. Consecuentemente llevaron a la práctica la teoría leninista, denunciando la guerra en la Duma, actuando en las fábricas de guerra y con los soldados, llevando una campaña contra la guerra imperialista y a favor de derrocar de una vez por todas el gobierno zarista. Tras tres años de guerra los burgueses y terratenientes seguían enriqueciéndose, aumentando sus beneficios por el negocio de la guerra a costa de la extrema explotación de los trabajadores y de las muertes del pueblo ruso. El ejército zarista no hacía más que perder batallas. La deplorable situación económica del país pasaba factura, la escasez de artillería y munición dejaba vendidos a los soldados ante la potencia alemana, que masacraba a las tropas rusas. Estas condiciones agudizaban el movimiento revolucionario creciente en la población. También de la burguesía, pues en vista de la derrota del ejército zarista veían peligrar sus intereses. Así que con el apoyo de Francia e Inglaterra, aliados que también temían su derrota en la guerra, la burguesía pretendía montar un complot contra el zar Nicolás II. Pero la fuerza revolucionaria del proletariado estalló el febrero de 1917. Tras un conjunto de huelgas que la convirtieron en una huelga general, los obreros se insurreccionaron ante la represión zarista bajo la dirección del Partido Bolchevique, lo que llevó al triunfo de la revolución burguesa: se puso fin al dominio zarista. Se crearon los Soviets, órganos de la insurrección armada, formados por obreros y soldados, que se convertirían en los órganos del Poder Popular.

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Los mencheviques y social revolucionarios, que habían caído en el social chovinismo posicionándose al lado del gobierno en la guerra imperialista, querían usar la revolución para seguir con la guerra imperialista. Entienden que la revolución ya ha terminado, quedándose en el triunfo de la revolución democrático-burguesa. Acordaron un gobierno provisional con los liberales, el cual de manera evidente tenía un carácter burgués. Así los mencheviques, aprovechando su mayoría, debido a la falta de conciencia de clase por el carácter pequeño burgués de los pequeños propietarios, campesinos o nuevos obreros recién llegados del campo, entregaron el poder estatal a la burguesía liberal. Aunque paralelamente a este existía otro poder, el Poder del Soviet de diputados obreros y soldados formado por una alianza entre obreros y campesinos contra el gobierno del zar, órgano del poder de la dictadura de los proletarios y campesinos. Todo esto es sabido por aquellos que vanaglorian la Revolución de Octubre pese a que lo convierten en dogma y en folclore. Los partidos revisionistas en España jamás dirían compartir el posicionamiento de los mencheviques en una guerra imperialista. Presentan el desencadenamiento de la guerra y la posición que tomaron los bolcheviques como algo natural. Sin embargo, esta posición es natural dentro de los marxistas-leninistas. ¿Cuál es la posición que toman ellos a día de hoy en las guerras imperialistas? ¿Acaso Lenin apoyaría al bloque imperialista ruso-chino en la guerra de Ucrania o Siria o en el clima de guerra civil que hay hoy ostigado por los EEUU con los régimenes del socialismo del s.XXI en Latinoamérica que sustentan los créditos y la exportación de capital chino-rusos? Obviamente NO. Lo que para ellos es tan obvio cuando hablamos de la Gran Guerra no lo es tanto cuando pasa de ser folclore para convertirse en el análisis concreto de la realidad concreta. Si por los revisionistas de hoy fuera, si la revolución de octubre de 1917 no hubiera triunfado

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se situarían del lado del chovinismo de la II Internacional, de los mencheviques en Rusia porque ellos adoptan el mismo papel reaccionario en la actualidad. Los leninistas continuamos no solo reivindicando a Lenin sino a sus posicionamientos políticos, el convertir el conflicto entre el capital financiero en el sepulturero de su propio orden, la guerra imperialista en guerra civil y eso implica apoyar a los revolucionarios y no a sus gobiernos burgueses .

Por último, sobre las conquistas de la Revolución Socialista. En el segundo congreso de los soviets se aprobó el decreto sobre la paz con la intención de poner fin a la guerra imperialista en Rusia. Se aprobó el decreto sobre la tierra en el cual se abolía la propiedad de los terratenientes sobre esta. Dichas tierras eran entregadas a los trabajadores; los campesinos quedaron liberados de pagar las rentas a los terratenientes y las riquezas del subsuelo pasaron a formar parte del pueblo. Se acabó con la opresión nacional en el territorio ruso, con los privilegios de la Iglesia y con todas aquellas organizaciones que luchaban para acabar con la revolución. Era también necesario nacionalizar, tal y como se había hecho con las tierras, la gran industria, para liberar así al proletariado ruso de la explotación. Para acabar con las desigualdades sociales se abolieron los privilegios nacionales y eclesiásticos, se separó la Iglesia del Estado y de la educación.

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Se aprobaron también unos decretos que concedían la igualdad de derechos a las mujeres y a las diversas nacionalidades. Con el objetivo de acabar con la dependencia financiera con los países capitalistas, se anularon las deudas contraídas durante la guerra. Acerca de la opresión de género que sufre la mujer, la revolución supuso un avance para su liberación. Las nuevas leyes dictadas por el Gobierno soviético despojaban a los hombres de sus derechos ante sus esposas e hijos, se estableció el derecho al aborto y se regularon los salarios entre hombres y mujeres. Además empezaron a asumir posiciones políticas y de administración de granjas colectivizadas, posiciones impensables para las mujeres en cualquier parte del mundo en aquella época. Ocupaban un papel importante en la industrialización del país, ya que las mujeres componían aproximadamente la mitad del proletariado industrial. Se crearon miles de guarderías para permitir tener una vida laboral y social a las mujeres, liberándolas así del trabajo doméstico al que se las tenía acostumbradas. Con el establecimiento de la economía planificada y la colectivización de tierras y fábricas empezó lo que supondría el mayor avance productivo de la historia, pasando de ser un país agrario, totalmente desindustrializado, a la gran potencia mundial. Se acabó con el analfabetismo en el país, que afectaba a la gran mayoría de la población, pasando a ser los pioneros en avances científicos a nivel mundial. El fomento de la investigación y el desarrollo científico por parte del Gobierno soviético permitió un desarrollo técnico que favoreció determinantemente la producción del país. Todo este desarrollo industrial no se consiguió a costa de la explotación y el retroceso de las condiciones laborales de los obreros como pasa en el modo de producción capitalista, sino todo lo contrario, también

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supuso un avance para las condiciones del proletariado. Se estableció la jornada laboral de 7 horas, un sistema de pensiones para jubilados, teniendo en cuenta aquellos trabajos más duros, se permitía la baja por embarazo y la baja por enfermedad manteniendo el 100% del sueldo. Además los obreros gozaban de un mes de vacaciones pagadas por el Estado. La esperanza de vida de estos también aumentó, gracias a que se implantó el primer sistema sanitario universal y gratuito. Ante la mejora de las condiciones de trabajo y el nivel de vida de los obreros rusos, el movimiento obrero internacional reaccionó exigiendo mejoras para su clase, forzando a los gobiernos de los países capitalistas a ceder parcialmente aplicando reformas y concesiones a favor de la clase obrera del país. Se impulsaron los sábados comunistas. Fue una iniciativa de un pequeño grupo de obreros, los cuales se dispusieron a arreglar unas locomotoras que habían quedado pendientes del día anterior, en mitad de la guerra civil, para que fuera posible enviar a los soldados al frente. Otros obreros se sumaron a la iniciativa, y se convirtió en un día de trabajo voluntario donde se renunciaba al sueldo, simplemente para colaborar con el desarrollo del país, es el gérmen de la economía comunista. A diferencia de las potencias capitalistas, en la URSS fue un factor fundamental el fomento de la cultura y por consecuencia fue el país donde llegó a sus máximos niveles de expresión. Se impulsaba la lectura ofreciendo revistas y periódicos a precios muy asequibles, se celebraba infinidad de conciertos musicales, el teatro y el cine tenían una gran participación de las masas obreras, que se interesaban por la cultura y disfrutaban de ella.

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La Revolución de Octubre también fue un punto de partida para el sistema educativo ruso. Se convirtió en el primer sistema educativo en el mundo totalmente gratuito y público comenzando por las guarderías, responsable principal de las mayores tasas de alfabetización de la historia en las quince repúblicas socialistas soviéticas. Se garantizaba la alimentación gratuita para los alumnos en los colegios. Con el fin de permitir formarse a los obreros, se establecieron los estudios nocturnos públicos. Ante un crecimiento de la población del 15% el número de técnicos se multiplicó por 55; el número de estudiantes a tiempo completo se multiplicó por seis. El octubre de 1917 marcó el progreso de la clase obrera a nivel internacional, fue el ejemplo que el proletariado de todos los rincones del mundo necesitaba, el ejemplo de que el poder debe estar en manos de la inmensa mayoría de la sociedad, que solo de esta manera podremos acabar con la explotación y las desigualdades que sufrimos en los países capitalistas, gobernados por cuatro burgueses que se nutren de nuestro trabajo para mantener un orden social que beneficia a sus intereses. Y no tan solo marcó el progreso, sino también el porvenir de nuestra clase. La Juventud Marxista-Leninista no aboga por recordar los logros de la URSS y añorar los méritos de los bolcheviques sino por llevar sus enseñanzas generales a la realidad concreta de España. Luchamos por la República Popular y Federal en España y no por la memoria nostálgica de nada.

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Nuestra apuesta antifascista La historia demuestra que igual de inevitables son las crisis capi-

talistas como que la salida de estas es mediante la concentración del capital, destruyendo las capas medias, arrojando a la calle a centenares de miles de trabajadores asalariados y reforzando la explotación sobre los que se mantienen en plantilla e intensificando la opresión a otros pueblos. No tiene otra salida el capital que la de lanzarse a la ofensiva y remontar sus beneficios a costa de empobrecer aún más a las clases trabajadoras, para ello necesitan el fascismo. El fascismo no es una ideología definida, no lleva en sí mismo el sionismo sino la división de la clase para fragmentar el movimiento obrero, sea desde la discriminación étnica, religiosa, cultural, política, de orientación sexual, etc. Si agiganta estas diferencias es para entorpecer lo que tienen en común: la explotación, la miseria, la solidaridad con sus iguales de clase y la lucha contra el capitalista. El fascismo prepara la guerra, justifica la opresión de los pueblos mediante el terror, es la maquina apisonadora de la burguesía que ve peligrar sus privilegios, es el pasado, es la reacción y el oscurantismo. La victoria de Donald Trump, el auge de la extrema derecha en prácticamente toda Europa, el Brexit, la deriva autoritaria y reaccionaria contra los pueblos y contra sus propios pueblos de China, Rusia, Brasil, etc., tienen la misma explicación que los marxistas-leninistas llevamos denunciando desde hará un siglo: la democracia

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burguesa continúa siendo democracia para ellos y dictadura para la inmensa mayoría de la clase trabajadora. El capitalismo no es reformable, podrá durante un cierto momento en países que viven de la explotación de otros pueblos relajar la explotación de su propio país para sobornar al movimiento obrero y ofrecer mejoras sociales como el estado de bienestar, pero es incapaz de asegurarlo. El capitalismo provoca la crisis, la explotación, la guerra, le es inherente aunque a día de hoy todo el auge conservador o la destrucción del movimiento comunista por los revisionistas pueda sacar pecho y parecer eterno. El capitalismo agoniza, está preñado de revolución y crea las condiciones para la toma del poder, el poder obrero, el socialismo. La Juventud Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), así como nuestro partido venimos definiendo una práctica política desde hace muchos años. Toda organización política que se haga llamar obrera, que trabaje arduamente por la emancipación de la clase obrera debe asumir una responsabilidad frente a este asunto. A día de hoy salen a la palestra los representantes burgueses infiltrados en el movimiento obrero: Podemos, Comisiones Obreras, Partido Comunista de España o el Partido Comunista de los Pueblos de España con sus respectivas juventudes, indignados por el auge del fascismo en España a raíz del discurso nacionalista y reaccionario que se está impulsando desde el estado y la oligarquía para aplastar el igualmente reaccionario proceso independentista en Cataluña. Hemos visto a España 2000 plenamente organizado en las calles de Barcelona, Valencia o Madrid apaleando a antifascistas con total impunidad a plena luz del día, al Partido Popular desde el gobierno compartiendo el mismo discurso que estos grupúsculos fascistas y como a nivel mediático la clase trabajadora llenaba las redes sociales de mensajes fascistas y xenófobos y los balcones de banderas nacionales.

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Toda esta indignación es falsa, esto se veía venir; tenemos la historia española repleta de ejemplos, venimos de cuarenta años de dictadura fascista. Son plenamente conscientes del resultado de la suma de todos estos elementos que venimos diciendo, lo que pasa es que no les interesa para nada. Están centrados en la reforma con la patronal, el pacto con las élites políticas y la oligarquía financiera que les asegure un mayor reparto de poder en el Congreso de los diputados. Los socialdemócratas y revisionistas no tienen a la clase obrera nada que ofrecer. Desde aquellos revisionistas mejor disfrazados de comunistas que se alarman y denuncian (qué irónico por su parte) la espontaneidad del movimiento antifascista y la incapacidad de este para vincularse con la clase trabajadora o de organizar grupos de autodefensa antifascista con los que poder aislarles en los barrios obreros y denunciarles políticamente además de aplastarlos físicamente en la calle como debería de ser. ¿Cómo pueden ser tan necios de darle la responsabilidad “al movimiento antifascista” que es un conglomerado de hippies, skinheads borrachos de bar y otras tribus urbanas adolescentes con nula vinculación al movimiento obrero, el cual suelen despreciar, y con nula preparación física? Lo hacen porque no tienen una táctica y una estrategia. Los partidos como el PCE o PCPE son arrastrados por los acontecimientos y ni intervienen en ellos ni forman parte del movimiento espontáneo. Son comentaristas de una realidad que contemplan pasivamente a la que no tienen nada que aportar. Por nuestra parte bien sabido es que dentro del movimiento antifascista no somos laureados. Hemos puesto al desnudo todas sus falsas concepciones, toda su esencia pequeñoburguesa oportunista, su

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continuo reformismo de pedir dimisiones de delegados de gobierno y la condena de los que introducen las drogas y el ocio autodestructivo como algo liberador. No entienden la militancia como la formación, la preparación física, el esfuerzo y la disciplina. Nuestro partido ha ido paso a paso poniendo los cimientos de su alternativa, su propuesta antifascista fundamentada en dos ejes: - La organización del Partido en los barrios obreros mediante la conformación del Banco Obrero Solidario de Alimentos. Esto no es solo un banco, es una organización de apoyo mutuo, solidaridad de clase es construir la autoorganización de la clase obrera al margen de las instituciones y de los grupúsculos fascistas como Hogar Social Madrid. No hay Hogar Social en aquellos barrios donde se fortalece el BOSA. El BOSA es además el germen de las asociaciones de vecinos de los barrios trabajadores y de la creación de espacios populares, realmente populares, no nichos okupas. - La organización de la juventud sobre las bases de una organización política que les dote de una ideología de una unidad de acción en todo el estado. Es conocida nuestra vinculación con Juventud Combativa en todo el Estado, ahora bien, es tergiversada por todos aquellos que en un intento de atacarnos a nosotros o a nuestro Partido, el PML (RC), atacan diariamente a nuestros frentes ya sea Juventud Combativa o Estudiantes en Lucha, en la rama juvenil, tildándolos de chiringuitos y sectas, esperando a que “la mentira repetida mil veces se convierta en verdad”.

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A todos aquellos les recomendamos leer nuestro primer artículo en el que queda claro nuestros posicionamientos sobre los frentes de masas y el papel que ocupamos en ellos. “Muchos nos critican por impulsar estos proyectos, por defender nuestro papel activo en los frentes, que los consideran los “chiringuitos de RC”. Si un chiringuito de RC es una organización de masas, en la cual participan miembros del Partido, hegemonizando el frente y acercándolo a posturas revolucionarias en su ámbito de lucha concreto, sin negar a qué Partido pertenecen y el papel que tiene el propio partido en el frente, entonces estamos de acuerdo. Jamás nos avergonzaremos y ocultaremos los frentes del Partido, es nuestra máxima expresión de contacto con las masas, de organización de las mismas, formación, concienciación y captación de los militantes más abnegados y más capaces del propio frente. Es tarea de todos los comunistas impulsar espacios y frentes en pro de objetivos populares capaces de detener y servir de freno a las influencias de los fascistas, su vinculación en el movimiento y demostrar al conjunto de la clase trabajadora, quien se organiza día a día para defender sus intereses y quienes sirven como presos de presa del capital y de la oligarquía financiera que se niega a perder su posición y sus privilegios” Joven Guardia n.1 La organización de la Juventud Combativa tiene claro su objetivo: construir un espacio amplio donde detrás de cada problema que sufre la clase trabajadora, se difundan un posicionamiento y una postura revolucionaria para que los que nunca se han organizando se organi-

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cen, haciendo del entusiasmo o la impotencia de un momento concreto en la conciencia de la lucha revolucionaria de cada día. Ahora bien, el destino de Juventud Combativa, pertenece única y exclusivamente al conjunto de la militancia de Juventud Combativa. Nosotros como militantes de Juventud Combativa y de la Juventud Marxista Leninista (Reconstrucción Comunista), JML (RC), tenemos la tarea de impulsar Juventud Combativa, sentar las bases organizativas y políticas para la construcción de un gran frente juvenil que aglutine a toda la juventud de nuestro país, que luche contra el fascismo, contra el racismo, contra el partriarcado, por solventar la opresión de los pueblos y naciones del estado. Nuestra apuesta es la instauración de la República Popular y Federal, que sea unión voluntaria de pueblos y no cárcel de identidades. Nuestra capacidad de influencia no es fruto del número de militantes nuestros en los frentes, sino de la demostración de trabajo, sacrificio y abnegación que la mayoría de camaradas muestran día a día en estos espacios juveniles. De nada sirven las mayorías por número o las decisiones al margen del frente, pues ambas son demostración de la falta de influencia política entre aquellos que no pertenecen a tu organización. Si bien es reconocible que hemos crecido en todos ámbitos (orgánica y políticamente), estamos lejos de lo que necesita nuestra juventud y nuestra clase, tan honesta y abiertamente criticamos lo existente como nos revisamos nosotros mismos día a día. El desarrollo de Juventud Combativa será fruto del trabajo realizado por el conjunto de su militancia, a todos ellos les felicitamos pues estamos edificando las bases de la futura organización de la juventud que arrase con todo el sistema establecido, que arrase con esta lacra que es el capitalismo.

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En pocos meses hemos conseguido romper con las dinámicas propias de anteriores organizaciones locales, fomentando la férrea unidad de principios y acción que nos es característica. Somos un puño que avanza inexorablemente a lo largo de todo el Estado, es tarea nuestra hacer comprender a la juventud la necesidad de organizarse, de desarrollar la conciencia de lucha del día a día. La construcción de este Frente Juvenil no será fruto de la lucha interna de líneas, sino del resultado de la lucha política y práctica contra todas las organizaciones juveniles existentes a lo largo del Estado, dando lugar a la Juventud Combativa como único núcleo organizador y dirigente de la juventud. Queremos ser una organización de agitación para lanzar a la juventud a la lucha organizada sobre una propuesta política, y al igual que juzgamos al resto tenemos claro que no vale con definiciones y será el tiempo y la experiencia de nuestra actividad la que nos permita valorar si realmente nuestra práctica sirve a la clase trabajadora y a la transformación revolucionaria de la sociedad. Los jóvenes organizados bajo estas siglas y los que están por venir que se quieran organizar a nuestro lado marcarán el futuro de la Juventud Combativa porque no vale solo con resistir, la clase trabajadora necesita vencer, conquistar un mundo nuevo.

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Sobre la situación actual del “movimiento antifascista” El antifascismo es hoy en día un espacio de lucha hermético, re-

ducido, dividido y desestructurado, desligado por completo de la clase obrera y de los trabajadores en su conjunto. Este callejón sin salida ha sido propiciado por las dinámicas de las lógicas tribu urbaneras que en él operan: los cupos de poder, los roles y el estatus “antifascista” ficticio a partir de albergar en su seno a todo tipo de elementos tóxicos, despolitizados, descafeinados y carentes de ningún tipo de contenido ideológico ni dirección política de fondo revolucionaria. La espontaneidad que inunda hoy en día el antifascismo es propia de una concepción pequeñoburguesa del mismo, una aparente cobertura “ultra-revolucionaria” que esconde una situación de incapacidad y sectarismo. Solo la dirección de un partido obrero fuerte y unido podrá canalizar dicha espontaneidad y aglutinar a las masas en una lucha férrea contra este gran enemigo de la clase obrera. El objetivo de este artículo no es solo condenar y denunciar la concepción actual más común en Europa del antifascismo y/o dentro del “movimiento antifascista” y las lógicas de actuación dominantes en la actualidad, sino la de exponer la posición que deben tomar los revolucionarios, especialmente los comunistas, para actuar sobre él pero no como mero espectador ni con un papel exclusivamente teórico, sino curtido a partir de las experiencias de la práctica diaria militante y de las referencias históricas y teóricas del movimiento obrero.

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Lejos quedaron en Europa los procesos revolucionarios del periodo de entreguerras, la década de los 20 y 30 del siglo XX. Un momento histórico que hoy en día continúa siendo no solo una fuente de experiencia para aprender de los aciertos y errores, sino un periodo de teorización y ejemplo de camaradas abnegados que ya se han convertido en figuras históricas del marxismo-leninismo como George Dimitrov. La clase obrera y el conjunto de las clases trabajadoras hacían frente al auge del fascismo mediante la creciente y progresiva cohesión del movimiento obrero entorno a reivindicaciones democráticas y el principio de unidad de acción. Hacían tambalear entonces la imposición de la ofensiva del capital, de la dominación autoritaria de la burguesía más reaccionaria, poderosa y expansionista, la oligarquía financiera. La situación actual en Europa de retroceso del movimiento obrero y popular, pese a tener un repunte significativo de la lucha social a partir de las crisis de sobreproducción capitalista, no ha tenido la capacidad de rebasar las reivindicaciones asumibles por las clases dominantes ni en su organización ni en sus formas legalistas y sigue de la mano del reformismo y de la ilusión de que caerán del cielo o mediante el voto las conquistas democráticas y económicas perdidas. El nivel de vida anterior de una masa acomodada y el estado de bienestar no es una norma, es un espejismo que se materializa en determinados años ligado al ciclo económico del capital que se sustentaba, como es cierto, por una parte en la herencia de lucha de las clases populares pero que por otra no deja de ser las migajas de los estados imperialistas a partir de la explotación salvaje de los países dependientes. Su reflejo social es el de confundir los intereses del conjunto de las clases trabajadoras con los intereses antagónicos de la burguesía. Los revolucionarios no podemos enterrar la cultura capitalista, debemos recoger toda la cultura humana acumulada, sin obviar que mien-

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tras persista la lucha de clases tenemos que aprender a identificar y distinguir aquellos elementos culturales que responden a los intereses objetivos de los capitalistas y los proletarios para recogerlos y avanzarlos. Esta es la única cultura verdaderamente antifascista que puede existir, la vinculada a nuestros intereses de clase. Lo contrario es partir de una concepción del antifascismo como una crew, un entretenimiento, un hobby; una subcultura capitalista que pierde su carácter transformador en favor de la estética y el simbolismo, dogmas de fe comunes a partir de clichés e identidades que lejos de ser representativos para nuestra clase la distancian; haciendo del antifascismo una crew sentimental con el mismo fundamento ideológico que las peleas entre hooligans del Barça-Madrid con nazis-antinazis, equiparando la irracionalidad de los cachorros del capital financiero con los revolucionarios, retratándonos frente al conjunto de los trabajadores. De esta forma, nos encontramos con un movimiento antifascista en retroceso que contrasta con una Europa sumergida en un proceso de fascistización, de pérdida de prácticas “democrático-burguesas” y un aumento de la represión. El movimiento antifascista de hoy se limita a la repetición mecánica de acciones en el mejor de los casos, ya que en lo más común se reduce a perfiles y páginas en redes sociales como Facebook o Twitter con una actividad política nula. Manifestaciones, concentraciones en apoyo, “grupos de choque” contra otros “pelaos” neonazis que lamentablemente no se desarrollan con ninguna eficacia porque el número de agredidos por su color de piel, su orientación sexual o su ideología revolucionaria no para de aumentar…Todo esto muestra una clara falta de organización y formación física (y teórica) y nos deja un movimiento protagonizado por borrachos de bar, grada y conciertos. No hay ningún tipo de profesionalización, es el ocio y la diversión de elementos lumpenizantes y politoxicómanos lo que acaba definiendo esta “lucha”, prácticamente inexistente.

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Enmarcado en esta situación, el “antifascismo” no puede ser poco más que una secta, disgregada por todo el estado en descomposición. Los “partidos comunistas” en el estado prefieren no implicarse en este tema. Han decidido que ante esta situación en lugar de analizar e incidir en este proceso de putrefacción y decrepitud del movimiento antifascista que tanto costó edificar a los históricos militantes comunistas del PCE de José Díaz o Pedro Checa lo abandonan al disfrute de los elementos contrarrevolucionarios y anarquizantes. Su respuesta, como para casi todo, es ir a la zaga del movimiento espontáneo donde como resultado lógico son excluídos, porque anidan los “antiautoritarios”, anticomunistas y otros especímenes que debieron pensar que al ejército del III Reich, el ejército fascista más poderoso que ha existido, lo derrotaron los anarquistas haciendo asambleas de cerveceo y no la firmeza del pueblo soviético que derramó la sangre de veinte millones de sus hermanos, que sacrificó los mejores cuadros en la batalla bajo la disciplina férrea del estado socialista y su vanguardia, el partido comunista. A pesar de todas las dificultades a las que se han de enfrentar los comunistas en España, construir una alternativa, un movimiento antifascista con una dirección política verdaderamente revolucionaria es posible. Posible por el simple hecho de que el propio desarrollo del capitalismo no deja lugar a la duda: reacción o revolución. Los comunistas debemos impulsar espacios en pro de objetivos populares capaces de neutralizar la influencia de los fascistas, de sus divisiones en el movimiento obrero y ser capaces de demostrar quién trabaja realmente por los intereses de los trabajadores, y quiénes sirven como perros de presa para una oligarquía financiera que no está dispuesta a perder su hegemonía y privilegios. Un trabajo que propugne la unidad popular ante el aumento de la represión tanto

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dentro como fuera del estado, que aparte a los elementos inestables y conecte el día a día de la clase obrera a una lucha imprescindible y seria. El espíritu actual del movimiento antifascista, como hemos dicho más arriba, se presenta con ese carácter “ultra-revolucionario” (pequeñoburgués) desde grupúsculos desconectados de la realidad social. Esta visión tiene un efecto inverso, aleja de la lucha a quienes más afecta el fascismo como herramienta de represión y la deja en manos de incapaces y espontaneístas. ¿Pueden estos elementos aportar algo a la verdadera lucha del proletariado contra el fascismo? Solo si existe una organización y un estudio de la problemática que asegure la hegemonía de los obreros, solo si el antifascismo se transforma en un fenómeno de masas liderado por un Partido que englobe dicha lucha en la conquista de la revolución, solo de esta manera se podrá liquidar el fascismo y el capitalismo que lo engendró. El capitalismo es un orden económico y político, caduco y agonizante, donde en sus propias entrañas engendra el desarrollo social del gérmen de lo nuevo, por lo tanto inevitablemente en crisis. Se fundamenta en la explotación del hombre por el hombre, incapaz de asegurar a la inmensa mayoría de la sociedad un nivel de vida digno por la acumulación de riqueza y los intereses privados de unos pocos; la dominación de la naturaleza en términos de insostenibilidad, el paro forzoso y el hambre enquistados. Necesita para su supervivencia la extracción de superbeneficios por una minoría de grandes corporaciones monopolistas internacionales a costa de someter a pueblos enteros a la miseria más absoluta. Perpetúa el desarrollo desigual de los países propiciando una división entre potencias y dependientes “eterna”, sus contradicciones y competencia por el reparto del mundo en términos de recursos y áreas de influencia nos conducen inevitablemente a la guerra entre potencias de manera indirecta como en el caso de Siria, Libia, Ucrania y un sin fin de países hacia choques directos en formas de guerras mundiales que ya estuvieron por arrasar el mundo debilitándose mutuamente. El capitalismo es la

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alerta constante de guerra con todos los dramas y consecuencias que acarrean, pero que nos sitúan al umbral de la revolución o del fascismo, de la reacción, la dominación autoritaria por parte del capital financiero. El capitalismo es efímero pero su tiempo de vida dependerá únicamente de nosotros mismos y nuestra capacidad como elementos conscientes de atraer entorno a nuestras reivindicaciones a la inmensa mayoría. Dependerá de la organización de la clase obrera y el resto de trabajadores entorno a ella, al ser la única capaz de emprender una lucha resuelta consecuentemente hasta el final contra el capital, y de su expresión superior de organización, del estado mayor de la revolución: el Partido Comunista, que debe asumir mediante su lucha y dirección política la tarea de construir un movimiento popular capaz de marchar hacia las batallas decisivas que están por venir. No se puede construir un movimiento antifascista, un movimiento de choque contra la reacción sin que vaya emparejado a la revolución. V. Roig

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