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Letras: En el Presente y Futuro de la Historia por J.M. Yribaren
from Edición 69
Continúo y termino con el artículo publicado en el número anterior de Letras de Parnaso, aunque material tengo para varios más.
El gran escritor valenciano amó y mucho a su tierra, la terreta, hasta llegar a soñar con poner a Valencia al nivel más elevado de Europa. Pensaba hacer de su Valencia una nueva Atenas. Tenía una preocupación constante por la enseñanza y la instrucción del pueblo valenciano.
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Pero con el paso de los años su desengaño de los valencianos en general fue enorme. Tras las luchas políticas entre blasquistas y sorianistas, decepcionado, dijo en una ocasión : “está claro que Valencia no me quiere”.
Por ello, desde el año 1905 vivió lejos de su amada Valencia. No obstante, siempre amó su casa de la playa de La Malvarrosa, en Valencia, en donde quería quedarse a vivir, hasta que a causa de los acontecimientos políticos y los desengaños personales, decidió no volver a vivir más en ella.
Su gran pasión era el mar. Admiraba a los marineros y a los pescadores, hacia los que sentía un gran afecto. Quiso ser marino mercante pero su nulidad más absoluta en matemáticas le impidió estudiar náutica.
Recuerdo con gran afecto su casa de La Malvarrosa, grande y bella mansión mirando y estando a pocos metros del mar, de su mar Mediterráneo, de la cual disfrutaba cada vez que venía a Valencia y en donde se reunía con amigos e intelectuales.
“guerra incivil” que decía Unamuno, la cual se fue deteriorando con el paso de los años, hasta alcanzar un estado calamitoso, siendo finalmente restaurada y que constituye en la actualidad su Casa-Museo.
Blasco Ibáñez fue independiente, luchador, aventurero, emprendedor y arriesgado tanto como hombre de negocios, periodista y escritor.
Fundó y dirigió el diario Pueblo, que tuvo una gran difusión. Fue clausurado en numerosas ocasiones, pero él siguió siempre combativo sin doblegarse anta nada ni ante nadie.
En el año 1906, el maestro, junto al pintor Joaquín Sorolla, fueron condecorados con la Legión de Honor de Francia, la más alta condecoración que puede concederse a los que no son ni ministros, ni jefes de estado. El director del diario Pueblo, Féliz Azzati, publicó un brillante artículo a tal fin.
Parecía que el mundo se le quedaba pequeño, que podía con todo y contra todos. Y así fue hasta el final de sus días. Embarcándose en incontables aventuras y negocios.
Voy a destacar la aventura en Argentina, en donde dio numerosas conferencias y con gran éxito.
Conoció a importantes personalidades de la política y de las artes. Realizó una gira por el interior del país durante siete meses, quedándose maravillado de los paisajes y de la extensión del territorio.
Y así nació su obra “Argentina y sus grandezas” en el año 1910.
Durante ese largo períodode tiempo, pensó y fundó dos colonias de inmigrantes integradas por personas que consiguió traer de Valencia, con el fin de que iniciaran una vida mejor ellos y sus familias. Todos ellos eran conocedores del cultivo del arroz. Y lo logró, porque eran tierras similares a las del lago de La Albufera en Valencia.
Pero más tarde se arruinó, teniendo que vender varias propiedades que tenía en España, decidiendo finalmente regresar a Europa.
Pero el maestro seguía invencible ante la adversidad. Y volvió a lograr la gloria. Pero encontrándose en Paris cogió un enfriamiento que le provocó una grave congestión pulmonar, recomendándole los médicos que debería trasladarse a su villa de Menton, en la costa mediterránea francesa, por su clima más benigno que el de Paris, como así lo hizo, donde se recuperó un poco pero solo por unos días, porque acabaría empeorando y cogiendo una bronconeumonía. Y así comenzó el final de su apasionante vida.
Comenzó a delirar, hablaba de sus proyectos, de futuras obras literarias, de sus reformas en su mansión Fontana Rosa. Y en una ocasión, se incorpora, abre los brazos y exclama: “es Victor Hugo, que pase”. Reclina su cabeza en el hombro de su esposa y dice: “mi jardín, quiero que se parezca a mi Valencia y que me recuerde en cada instante el olor y los colores de mi tierra”. Era el día 28 de enero de 1928.
Sus restos mortales permanecieron de Menton (Francia) hasta que en 1933, restaurada ya la República en España, fueron trasladados en barco hasta Valencia, siendo recibidos en medio de un gran clamor popular y enterrados en el Cementerio General de Valencia.
Obra en mi poder una foto de la mascarilla del rostro y de las ambas manos del maestro, hecha a poco de fallecer, y de la que muy pocas personas conocen su existencia y que hago pública por primera vez para conocimiento de los lectores de Letras del Parnaso.
Y así terminó sus días este genio de las letras y de la vida. Amando siempre a su Valencia querida, e infatigable hasta su último aliento.