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Las 10 consignas de la piratería por Javier Pellicer

Las 10 consignas de la piratería (II)

En las anteriores entregas de esta serie de artículos he mostrado alguna de las premisas estandarizadas que esgrimen los defensores de las descargas de contenido protegido por derechos de autor y explotación. Hasta el momento me había centrado especialmente en consignas conceptuales como la naturaleza cultural de las obras, el aprovechamiento de la condición de medio masivo de Internet, o el valor económico de las obras. Pero existe otra vía que explorar, la de las repercusiones de esta mala costumbre. ¿Afecta realmente la descarga ilegal a las ventas, en modo alguno? ¿Incentiva el consumo legal como tanto se dice?

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Es que una descarga no es una venta perdida

¿Y eso cómo se demuestra? ¿O simplemente es porque lo dice Neil Gaiman? Quienes apoyan las páginas que vulneran derechos de autor aseguran que el supuesto impacto negativo de las descargas ilegales en el mercado editorial, que enarbola la industria, no se puede valorar, ya que dichas webs piratas no ofrecen datos de sus descargas. Estoy de acuerdo, pero eso vale en ambos sentidos: tampoco se puede asegurar que no haya impacto negativo. Sin información válida no podemos plantear ninguna premisa, ni a favor ni en contra. Sí, que alguien descargue una copia pirata no significa necesariamente que estemos ante una venta perdida, y por tanto no se puede sancionar o reclamar indemnizaciones en base a eso. Es posible que el usuario que descarga nunca hubiera comprado ese libro. Pero utilizar esta excusa como justificación de las descargas ilegales es no comprender (ni querer hacerlo) el trasfondo del problema: no se trata de ventas ni de dinero (al menos para los autores), se trata de derechos. Nadie tiene la potestad de apropiarse por la cara de algo que sus productores han tasado en un precio. Es una cuestión ética y moral. Y en relación a este aspecto viene la siguiente consigna:

Es que yo luego si me gusta lo compro

Perdónenme que lo dude. Los defensores de las descargas ilegales, en muchas ocasiones, se creen que quienes estamos en contra de sus postulados vivimos en un mundo aparte. No, no es así. Nuestro entorno más cercano, el de todos, está repleto de conocidos que descargan contenido protegido. Lo vemos en el día a día: la mayoría de ellos se han acostumbrado a consumir cultura y ocio mediante las descargas pirateadas, muchas veces sin tener conciencia de que estén haciendo algo malo. No conozco a nadie que, tras ver una película obtenida en alguna de esas webs, salga corriendo al cine, compre el DVD o incluso la copia digital que ya ofrecen de manera legal; no conozco a nadie que tras descargar la serie de moda luego se registre en Netflix o cualquier plataforma similar para pagar por el visionado de ese producto que tanto le ha gustado previamente. Sé que hay usuarios que lo hacen, pero son una minoría, y todos somos conscientes de ello, lo reconozcamos o no.

Seamos sinceros con nosotros mismos.

Obviamente, y resulta innegable, están proliferando los servicios de pago, desde Spotify, en la música, a la mencionada Netflix, que ya lleva meses en España. Parece que su público es fiel, en algunos casos incluso numeroso, por lo cual hay que felicitarse. Pero quien se ha acostumbrado a descargar de manera ilegal, con total impunidad y facilidad (porque sí, es tan sencillo como googlear un poco o guardar una web de descargas entre tus favoritos), y sin tener que soltar un euro, es prácticamente imposible que quiera renunciar a esa comodidad y enfrentarse a un desembolso económico que, aunque no es excesivo para un sueldo medio, sí puede resultar molesto. Quizás dentro de un tiempo las cosas empiecen a cambiar de manera sustancial, momento en el que este artículo quedará, para mi propia alegría, anticuado.

Con los libros tenemos todavía la ventaja de que se considera un producto físico (cuando hablamos del for-

Las 10 consignas de la piratería (II)

mato papel) que a muchos les atrae como objeto para su colección, o como regalo. Pero aún así, ¿cuánto tiene que gustarte un libro que has descargado para que decidas comprarlo de manera legal, una vez ya has disfrutado de su historia? ¿Debe ser esa obra que te cambia la vida? ¿Y si solo te ha entretenido? ¿No merece eso pagar el precio que vale? Incluso si no te ha gustado, tras esa obra existe un trabajo realizado que debe ser respetado.

Curiosamente, esta actitud no se traslada a otros ámbitos de la vida. A nadie se le ocurre ir a la frutería, comprar un kilo de naranjas, y decirle al frutero que “si me gustan, ya pasaré a pagártelas”.

Es que ayuda a difundir la obra y a que sea un éxito

Esta es muy graciosa. La difusión y la promoción de una obra es, sin duda, uno de los factores más importantes para el éxito de un libro, probablemente más que su calidad artística. Pero hay que dirigirla en el camino correcto. Cuando uno entra a una de esas webs de descargas ilegales ve un montón de comentarios opinando sobre la obra que se ofrece. Los usuarios dicen que no les ha gustado o que, en cambio, les ha encantado. Unos animan a los otros a que no la vean, o a que sí lo hagan. O mejor dicho: animan a que la descarguen. Nunca, o casi nunca, a que la compren. Sí, eso es promocionar, ¿pero de qué le sirve al autor que difundan una copia ilegal? ¿De qué me sirve a mí, como autor, que mi novela sea la más pirateada, si no voy a ver un céntimo por ello? ¿Para subirme el ego?

“Porque así llegará a más gente y, por estadística, subirán las ventas”, dicen. Pero lo habitual no es que una obra desconocida se convierta en un bestseller por ser la más pirateada. De hecho, es al revés: las más pirateadas son aquellas que ya son un superventas. Pongamos un ejemplo del mundo cinematográfico: ¿Qué película es más descargada en las webs piratas, “El despertar de la Fuerza” o esa película independiente que solo se ha estrenado en un par de cines? Los usuarios que descargan quieren lo mismo que los compradores de las librerías: la novedad, el libro de moda del que todo el mundo habla porque se agotan las tiradas enseguida, esa obra que copa las estanterías de las grandes superficies apenas entras. Por tanto, la descarga ilegal fomenta la descarga ilegal, pero no necesariamente las ventas.

En la próxima entrega, que será la última, remataremos la serie hablando de dos de las consignas más estrafalarias que existen y reflexionaremos sobre todo lo dicho hasta el momento.

Blog del autor: http://javierpellicerescritor.com/

Javier PELLICER

Escritor y Colaborador Literario ©Todos los derechos reservados.

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Es empeño de esta publicación apoyar todos los niveles de los procesos literarios, y particularmente la visibilidad de textos inéditos de alto valor. Insistimos en ello: queremos viajar con todos los lectores resaltando el conocimiento y la técnica de quienes se incorporan ahora al mercado editorial.

Por eso vamos a intentar editar las obras de suficiente calado, y de manera provechosa resaltaremos lo que éstas suponen en artículos que aquí aparecerán.

Igualmente estaremos en presentaciones de textos recién acuñados y los acompañaremos para que no pasen desapercibidos. Entre las acciones que emprendemos está su traslado a este “hueco”, inmensamente suyo por vocación y devoción.

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