¡Luz!
¡Grandioso misterio que lo penetra todo, intangible e invencible! ¡Oh insuperable belleza, qué has desvelado de Ti misma!
¿De qué te han despojado los seres humanos en su intento de comprender lo infinito?
¡«Sé saludada, oh Luz sagrada y primogénita del cielo!
¿O puedo impunemente llamarte Eterna, junto al eternamente Radiante?
Pues Dios es Luz y en ninguna otra parte que en la insondable luz permaneció desde la eternidad, permaneció en ti, corriente radiante de seres resplandecientes increados».
(John Milton)