Revista La Movida Literaria 1

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No 1001-Febrero de 2005 Reseñas y algo más…

Entrevista a David Manzur Se rumora nueva novela de Fernando Vallejo www.lamovidaliteraria.blogspot.com

RED NACIONAL DE ESTUDIANTES DE LITERATURA Y AFINES


http://www.lamovidaliteraria.blogspot.com Red Nacional de Estudiantes de Literatura y Afines www.rednel.blogspot.com Gerente y Editor: Juan Pablo Plata. Director: Sebastián Pineda Buitrago. Diseño: Tito Corrales Asistentes editoriales: Sergio Díaz Luna Saúl Gómez Mantilla Fotos:Juanita Ochoa, Agencia Sigma, Alfaguara, TitoCorrales ©. Impresión: Maria E Angulo Dirección de Ventas y Publicidad: Calle 144 #26 -24 apt 502 Teléfonos:6262930 - 6275637 Rednel Nit 830507251-0 ISSN:

Las opiniones registradas en La Movida no corresponden al pensamiento ni a la ideología de la misma. Estas corresponden a los autores.

Contenido Reseñas de narrativa: - Para antes del olvido, de Tomás González. // El amor fragmentado. Angélica Betancourt. - Mi hermano el alcalde, de Fernando Vallejo. // El “otro” de la orquesta. Juan Pablo Plata. - La rueda de Chicago, de Armando Romero. // Chicago 100 %. Daniel Álvarez H. - Zanahorias voladoras, de Antonio Ungar. // Una buena novela con un final fallido. Catalina Botero. - Cuando besan las sombras,de Germán Espinosa.//Amor constante más allá de la muerte. Arecio Menverda n-Ensayo: - Ideas políticas: Historia y filosofía, de Juan Esteban Constaín Croce. // Un nuevo pensador colombiano. Sebastián Alfonso Pineda Buitrago. - París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas//Una historia que no se acaba nuca.Johann Rodríguez-Bravo n-Eventos: - 26 Festival Internacional de Teatro de Manizales. //Octavio Escobar Giraldo. Entrevista a David Manzur: Manzur, genio de los colores // Juan Pablo Plata. - Cosecha literaria y Agenda RedNel: Espacios en preparación.

Prohibida la reproducción total o parcial, así como la traducción a cualquier idioma sin autorización escrita del titular. Todos los

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Cuando uno está enamorado suele gritarlo a los cuatro vientos. Lo mismo ocurre cuando uno se lee un buen libro: quiere recomendárselo a todo el mundo. Y este es el propósito de LA MOVIDA LITERARIA: gritar que la lectura es lo más sensual, estético e inteligente; invitar a las librerías, a las bibliotecas; derramar los libros en las calles, pasearlos, y como buenos amantes, llevarlos a la casa, leerlos y devorarlos… Así que los libros que se reseñan son producto, primero, del gusto de cada cual; y segundo, de la impresión que causó la lectura en cada uno de nosotros. El objetivo principal de una reseña no es juzgar, sino comentar, compartir. Y entre gustos no hay disgustos. En esta primera edición empezamos con libros de literatura. En parte, porque somos estudiantes de Literatura que deseamos sacudirnos el polvo de las academias.

La literatura, por suerte, se ensancha a otras disciplinas que requieren de la palabra. De modo que también reseñamos aquí libros de ¡política! Porque LA MOVIDA LITERARIA también quiere mover libros de economía, de sociología, de psicología, de antropología… Todas las especializaciones encajan en nosotros si vienen vertidas en los libros. No tenemos una disciplina. O al menos pensamos que la marcha y el trabajo solicitan su propia disciplina y no al revés. Y como somos también personas de acción, los festivales, eventos, congresos, encuentros y entrevistas, caben en nosotros. No somos espíritus estrecho. Por lo demás, invitamos a que nos escriban y a que escriban, enviando sus comentarios o/y reseñas.

Prólogo

A manera de Prólogo…


narrativa

Para antes del olvido Tomás González Grupo Editorial Norma Colección la otra orilla, Bogotá, 2004 El amor fragmentado. Por Angélica Betancourt

es decir, de lo profundo de la cordillera hacia el valle extenso del río Magdalena. De Medellín ha descendido a través del Ferrocarril de Antioquia, trayendo en su mente y en sus maletas todo el carácter antioqueño, tan rudo, tan febril, pero tan nostálgico y terco. En el buque que lo conduce hacia el mar, vive la mundanidad con cierta actriz española, perteneciente a una flotante compañía de Teatro. Pero no puede olvidar a Josefina. No sabe gozar el presente. De Barranquilla sube a Bogotá, y allí traba amistad con los poetas modernistas del momento, algo decadentes y demasiado afectados. Por ejemplo, se hace amigo del poeta exaltado Aurelio Martínez Mutis; también de Carlos Villafañe y de uno imaginario, cuyo apellido es Del Castillo. También se hace amante de la hija de cierto militar. Pero todos sus amores parecen ser fragmentos de su único y eterno amor: Josefina. Alfonso vive la Bogotá de 1913, la cual no ha cambiado mucho desde entonces. Me refiero al carácter y no al progreso material de la capital de Colombia. Capta, pues, la esencia de Bogotá: el tedio.

Es la tercera reimpresión de Para antes del olvido. Y al parecer su autor, Tomás González (Medellín; 1950), no suele aparecer entre los principales narradores colombianos de la segunda mitad del siglo XX. Ya se ve cómo hace de falta la crítica en nuestro país. Pero no nos quedemos en quejumbres. Pasemos de una vez a comentar esta hermosa novela. He titulado mi comentario el amor fragmentado, porque es la idea general, la esencia de toda la historia. De hecho toda la novela se organiza por fragmentos. Tiempos y lugares distintos arman un círculo, creando al final una especie de elipsis que nunca se cierra Hay un erotismo fino y Evitando contar lo que cuenta melo suficiente. Los fragmentos son preciso, y acaso hasta jor el autor, superando otros epiautónomos entre sí, que el lector más intenso, porque nos sodios interesantes, a riesgo de no une por una vaga percepción. En excita la imaginación… y revelar el desenlace, mejor dicho, intentando no hacer un resumen cada uno ejercen su protagonismo, otras cosas… de colegio, hablemos ahora de las valga la redundancia, los dos proimpresiones estéticas que deja Para antes del olvido. tagonistas de esta novela: Josefina y Alfonso. Los fragmentos dedicados a Josefina son los de menos Ante todo, una prosa poética llena de plasticidad y aventuras, ya que ocurren a lo largo de un período luces; una narración rápida, donde se advierte velode sesenta años, durante los cuales ella vive medio cidad tanto de imágenes como de pensamiento. Esto encerrada en un viejo caserón de Envigado. Como permite un erotismo muy original. Tomás González la amada inmóvil, espera desde 1913 hasta 1977 la describe escenas eróticas con impresionismo. No llegada prometida de su amor adolescente, Alfon- diciendo cómo ella lo besa y lo desnuda, y el cómo so. En cambio, los fragmentos dedicados a Alfonso la seduce, le acaricia los senos y la penetra, sino con otra óptica: por una mesita que se cae golpeada por contienen las aventuras más interesantes. las piernas de ella que se arquean; por una lámpara En 1913 Alfonso sale de la “fortaleza de musgo”, que se apaga; por el sonido de las sábanas, etcétera.

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Óptica bajo la cual vemos un erotismo fino y preciso, y acaso hasta más intenso, porque nos excita la imaginación… y otras cosas… Por lo demás, Tomás González manifiesta en esta novela su amor por la poesía francesa y por el modernismo hispanoamericano. Además de Para antes del olvido, González ha publicado otras tres novelas: Primero estaba el mar, La historia de Horacio y Los caballitos del diablo. También recomiendo su colección de cuentos titulada El rey del Hanka-Manka y su libro de poemas, Manglares.

Mi hermano el alcalde Fernando Vallejo Alfaguara, Bogotá, 2004 171 páginas El “otro” de la orquesta Por Juan Pablo Plata.

Falso. Siquiera no fue la última, ¡pues es tan fácil pasarla bien leyendo Mi hermano el alcalde! Y dijo Vallejo, “la de ahora es la penúltima”. Oiga no más, la orquesta sale y dice que tocará otra vez, sin que nadie se lo pida, pero que bueno que sea así. En la novela que nos incumbe, el autor cuenta el proceso de Carlos, su hermano, por hacerse líder municipal de Támesis, Antioquia; en medio de los muertos que

Los usuales consejos del autor sobre la reproducción y la pobreza están ahí. El recuento de la campaña, la elección y el mandato del hermano alcalde se acompaña con un inventario de muertes violentas, latinajos y encantadores personajes: Eufrasio, el Burro, Gloria y Cagaíto. También en esta ocasión Gaviria, Pastrana y Pablo Escobar reciben su reglón y su fustazo. Al actual mandatario se atreve a llamarlo homúnculo, de hombre-hombre. Vuelven los muchachos y las respuestas ambiguas – no, sí, ¡claro! No sí, Sí, pero no –, a las más sencillas o graves cuestiones. Se impone el relato conversadito.

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Las orquestas de música tropical y las bandas de rock y hasta los cirqueros, practican la treta vieja de salir del escenario luego de anunciar una supuesta despedida definitiva, para regresar un rato después con la ovación que pide una canción más, complaciendo al público. Un escritor colombiano, ganador del premio Rómulo Gallegos (2003) entre otros premios más, dijo en la pasada feria del libro de Guadalajara que no escribiría más literatura y que La Rambla Paralela sería su última novela.

votan, de los loros que hijueputean a Tirofijo y a los paramilitares, obedeciendo al ya eterno narrador en primera persona. Carlos compite por la alcaldía contra el Negro Alirio, en una campaña donde los usuales agasajos electorales al pueblo son contados con chocarreros detalles; se alaba la democracia y se habla de un pueblo sablista que no tiene ya partido político a seguir, sino que va tras del árbol que más dé sombra.

Vuelven las inusitadas explicaciones de colombianismos con los que hace posible que su este libro se lea con la misma claridad en cualquier sitio donde se hable la lengua española: “Una mica en Colombia es una mona o simia maromera especialista en hacer lindezas.” “Luego de caer de la moto. Eufrasio sobrevivió con una chamba en la cabeza.” “Chamba” es cortada. “Mozo” en Colombia es amante: el que lo mantiene a uno o el que uno tiene que mantener.” Pico aquí pico allá. Un pico es un beso. Y dos son dos. No se olvide por si va y se los dan. “Cacorro, señorías, quiere decir homosexual activo, siendo marica el que hace el papel pasivo. ¿Y si en un arrebato de pasión se cambian? – Ah carajo, entonces ya si no sé. Para eso no hay término. No hay pero no se preocupe que aquí se los inventamos: maricacacorros ambidextros”. Chapolero: recolector de café.


“El putas es el non plus ultra. Bareto es un cigarrillo de marihuana que se escribe con B o con V, aun no se sabe porque aun no la ha aceptado la academia.” Ahí tiene usted una novela suculenta y áspera que no da espera.

narrativa

Vea usted, la banda vuelve a salir, vuelve a despotricar. Recomiendo en cuanto sea posible leer la novela con la previa lectura de la saga de libros que conforman El Río del Tiempo, para comprender mejor la frase acuñada por la editorial para dar a conocer de qué trata esta novela, según la cual es la historia de un loco que cree en la vida y en el ser humano, contada por otro que no. Finalmente, quiero postular al Gran Güevón o Chucho Lopera como personaje central para la última novela, si es que no es otro amague y hay tiempo para otras dos. ¿Quién es Chucho y el Gran Güevón? Si ve… Mejor léase El Río del Tiempo.

La rueda de Chicago Armando Romero Villegas Editores, Bogotá, 2004 424 páginas Chicago 100% Por Daniel Álvarez H. La nueva novela de Romero está armada a partir de un conocimiento milimétrico de la ciudad de Chicago a inicios de los años setenta. Chicago ocupa el tercer lugar entre las ciudades más habitadas y más grandes de los Estados Unidos, después de Nueva York y Los Angeles, gracias al arduo trabajo hecho por nativos y foráneos en el siglo pasado, en lo que fue el mayor matadero de vacas y cerdos del mundo. En el contexto de la década citada, es decir, la guerra de Vietnam y sus soldados trastornados, el surrealismo con adaptación norteamericana, la marihuana, la

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ayahuasca y la novata cocaína; Lipsio, un inmigrante colombiano, caleño para mayor precisión, recorre la ciudad como un condotiero tratando de olvidar su pasado e iniciar una nueva vida mientras sobrevive escribiendo artículos para un revista en Caracas, y buscando su ex novia sin mucha suerte. Es a través de las investigaciones que Lipsio hace para sus escritos, mediante lo cual el autor cumple la noble tarea de rescatar del olvido, al menos por un rato, a los escritores Carl Sanburg, Nelson Algren, Phillip Lakatia. Aparte de las obvias menciones de Hemingway, oriundo de Oak Park y de Saul Bellow por su novela Las aventuras de Augie March, encontramos la historia de un joven judío que también transcurre en Chicago. Así, entre otras menciones e historias intercaladas, cae muy bien que quien lea el libro conozca fragmentos de poemas y novelas desempolvados de la nada, que incluso van acordes con la trama. Ahora bien, el compañero de andanzas de Lipsio se llama Livio Contreras, colombiano como él, y podrido de literatura pero a su manera, pues no vive de escribir sino del cultivo de plantas, pero hace unos fuertes y graciosos comentarios sobre escritores de todas las latitudes, sin tufos de académico o de sabelotodo. Lipsio sabe, por medio de Livio, de la disparatada fiesta nocturna de la urbe, amenizada como por fantasmas. En los bares, Muddy Waters, Otis Rush y Jimmy Rogers; y en disco, Janis Joplin y Jimmy Hendrix. Bueno, para no dañar la lectura del libro a nadie quiero avisar del lenguaje simplón, que no evita el uso de palabras como chepa y frases que dicen “ya lo está dando”, “lamparazos”, “botar corriente”, “papiar”, “guagua,” entre otros colombianismos de lo peorcito, que salen en defensa de unos personajes que, cuando se encuentran, hablan español sin parar y sorben la nostalgia en la música y la comida de su país, antes de que se los trague el “come mierda” de


Chicago. En fin, está es la coda de un libro que a mitad de camino puede parecer una completa bulla erudita, llena de blues y jazz, pero que, sin embargo, al pasar la última página, todo ha sido como un giro fabuloso de la rueda.

Zanahorias voladoras Antonio Ungar Alfaguara, Bogotá, 2004 163 páginas Una buena novela con un final fallido Por Catalina Botero.

En momentos en que la novelas con temas históricos pululan, porque son las que más venden, la secuencia de las vivencias de un inmigrante colombiano que viaja en dos ocasiones al Viejo Mundo son recomendadas para quien quiera respirar en medio de los fárragos sobre la Magdalena, las guerras y cuanta civilización funciona en el montaje de un enigma o un complicado e insulso tejido narrativo de muchas paginas. La Zanahoria, como llamaré de ahora en adelante al libro, es la primera novela de un escritor que se había probado bien en el género del cuento, pero que en su primera novela deja ver la dificultad de amoldarse a un nuevo tamaño y exigencia narrativa. La novela tiene una muy acertada numeración de capítulos por cuanto inicia en cero, ya que cuenta la infancia; luego el capítulo uno parte desde un íncipit perfecto donde el protagonista del nunca sabemos el nombre despierta de un coma etílico en cierto hospital mediterráneo; empieza una nueva vida, pero para perderse en breve otra vez más.

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Recomiendo entonces una payasada: leer el libro hasta el tercer capítulo. Los capítulos intermedios no llevan título y son los mejores, allí se encuentran las entretenidas relaciones de nuestro protagonista con una profesora de meditación alemana y una morenaza dominicana; allí hay momentos muy logrados como la pelea final con la condescendiente alemana, que es como para desternillarse de la risa y cobrar un aspecto esquizofrénico si se lee en un lugar público… Sin contar también el viaje alucinatorio en Montalbán, México. Recomiendo entonces una payasada: leer el libro hasta el tercer capítulo. Dicho lo anterior, vale decir lo qué hay de bueno en los tres primeros capítulos de la Zanahoria: Todo. El autor, hijo del librero Hans Ungar al que tantos libros le compramos y robamos, convierte el patético


ir y venir entre el Atlántico y Paris-Barcelona-Roma de un pelirrojo deschavetado, en el mejor material para una novela que divierte pero desilusiona como ya se dijo si se lee toda. No voy a decir qué contiene el ultimo capítulo, pero si alguien resiste no leerlo tendrá por buena la historia que, a la sazón, se cuenta con un ritmo que no sé quien dijo en estos días, marca la literatura colombiana contemporánea con una etiqueta reconocible a leguas de distancia. Bueno, gracias totales a la agente Antonia Kerrigan que recoge a los escritores colombianos en Barcelona y los pone a bailar en las ramblas porque ser publicado en el país del sagrado corazón es muy difícil de primera mano. Rambla pa´ aquí, rambla pa´ allá, esta es la rumba de Barcelona.

1. Fernando Ayer, prodigio desde niño de la música clásica, posee menos de treinta años, y acaba de regresar de estudiar en el exterior, emparejado con la joven norteamericana Marilyn. Ambos comienzan a habitar una casa colonial en el barrio la Manga de Cartagena de Indias, parecida a la que habitó el autor de niño y que nos describe en sus memorias La ver-

narrativa

Germán Espinosa Cuando besan las sombras Alfaguara, Bogotá, 2004 Amor constante más allá de la muerte... Por: Sebastián Pineda Buitrago. Cuando besan las sombras tiene nombre de bolero. Acaso por aquello de: “sombras nada más / entre tu vida y mi vida…” Y no está lejos de serlo, pues se trata de la novela más musical de Germán Espinosa. El protagonista, Fernando Ayer, es músico – hasta su nombre resulta evocativo y sugerente –. Y mientras el argumento se arma y desenvuelve, Fernando Ayer va componiendo y arreglando su Sinfonía del espectro. Según el diario que lleva – y en que está vertida parte de la novela –, comienza la sinfonía el 31 de diciembre del año 2002. Será su sinfonía número

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dad sea dicha (2003). El mar, siempre el mar y la atmósfera del Caribe, siguen siendo esenciales para la literatura de Germán Espinosa. Y cartagenero como su creador, costeño, el músico Fernando Ayer no se da a urdir vallenatos ni mucho menos reguetón, sino a componer música sinfónica y al mejor estilo de


los compositores clásicos. Al principio quiere que su sinfonía finalice, según él, “con una marcha fúnebre en honor de los muertos incalculables que ha acarreado la guerra en que hace veinte años vive sumido mi país”. Empezará, siguiendo a Mahler, con un Moderato; seguirá con un Scherzo en si bemol mayor, y se interrumpirá con un Poco Moderato en un compás de 6/8. Pero ya veremos en que terminará esta sinfonía.

Cuando besan las sombras es literatura fantástica en su más alto grado. Es literatura amorosa en su cabal expresión. Germán Espinosa es un novelista del amor, no al modo cursi, corriente, dulzón, sino al modo fantástico, lleno de inteligencia: “El ser humano está en capacidad de amar en forma múltiple. No se trata, por supuesto, de cohonestar ciertas promiscuidades detestables. Sí de permitirle a un espí-

¿Quién ha escuchado o siquiera sabe del compositor cartagenero Adolfo Mejía? ¿Cuántos colombianos “cultos” tienen en su casa piezas de Luis A. Calvo? O sin irnos más lejos, ¿por qué sigue exaltándose y enseñándose solo a García Márquez cuando la obra literaria de Germán Espinosa, como el sol, ya no puede taparse con la palma de la mano? Las academias de Colombia viven como cansadas: negando lo inteligente y vigoroso, cual gallinas temerosas de que el aleteo de una águila cercana venga a cuestionar sus corrillos, su folclor, esto es, su falso populismo. Cuando besan las sombras es perceptible para todos; lo puede leer y gozar el académico y el obrero, el neófito y el maestro. En sus páginas queda sugerida la construcción de la Sinfonía del espectro, a la carta para cualquier músico profesional. Y como en el fondo no vemos diferencia entre música culta y música popular, la lectura total de la novela nos deja la sensación de un bolero moderno: porque cuando las sombras besan el amor alcanza gran intensidad; ha superado los rencores, vencido el olvido, trascendido la vida, y es “amor constante más allá de la muerte”, como dice el poema de Quevedo.

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La trama de la novela explota mientras Marilyn y Fernando Ayer hacen el amor: explota no con los gemidos orgásmicos de ella, sino con los sollozos quejumbrosos de una mujer-espanto, oculta en los interiores vetustos de la casa colonial. Para averiguar qué es realmente lo que ocurre, Fernando Ayer solicita desde parapsicólogos, pasando por noticias de quien había habitado la casa antes, hasta la crónica de un periodista puertorriqueño de principios del siglo XX. La inserción de esta crónica-imaginaria es tal vez lo mejor de la novela: una parte transcurre en el París de la Belle-Epoqué, donde aparece Oscar Wilde; otra en Buenos Aires, y otra entre Puerto Rico y Cartagena. Esta crónica-ficción divide el diario de Fernando Ayer. Antes fue el misterio del espanto femenino y el intento por averiguar de dónde y por qué provienen sus gemidos lastimeros. Y después, medio resuelto el misterio, el desenlace de los acontecimientos. Conviene no contarlos. Apenas sugerirlos: y digamos que, en efecto, las sombras se besan desde el fondo de los lustros.

ritu repartirse entre amores sinceros.” (Pág. 242). El amor, en su obra, se nutre de cultura y erudición. Narra la razón psicológica por la cual reaccionamos de tal o esta manera, descubriendo cómo nos influyen desde el medio en que nos criaron, pasando por un libro leído al azar, hasta reencarnaciones pasadas, cuyos amores y tormentos, como vemos en esta novela, heredamos. Lo fantástico y culto de Cuando besan las sombras no significa que eluda la realidad social, política y artística de Colombia. Por el contrario, sin perder la prosa literaria, muestra el terrorismo de la guerrilla y la mediocridad de ciertos medios colombianos, entre éstos los bogotanos, que niegan, precisamente, los grandes valores de la cultura colombiana.


La principal labor de los buenos pensadores, consiste en apresar el conocimiento y derramarlo al hombre medio de la calle. Porque existen muchos prejuicios al respecto, al punto que en nuestro medio el hecho de pensar suele verse de “mal gusto.” Asuntos políticos, históricos, filosóficos o literarios se despachan con dos o tres plumazos, según vagas nociones de textos colegiales. En la introducción del libro, Juan Esteban se encarga de poner las como son y no por la sugestión que ellas producen. La política, insiste, no sólo debe juzgarse según como la practican unos cuantos en Colombia, sino como algo concreto, como “una actividad esencial de la vida humana.” Y en algo más insiste Juan Esteban: en que la política, por más difícil y complicada y desJuan Esteban Constaín Croce nació en Popayán en agradable que parezca, debe encontrarse al alcance 1980. A su corta edad ha atesorado el conocimiento de todos los hombres. Por esto empieza desde los que se precian en tener, sin saber comunicarlo adegriegos, quienes jamás renunciaron a la inteligencia. cuadamente, la mayoría de los hombres de letras de Platón y Aristóteles teorizaron sobre la política, en nuestro país al llegar a rigor, porque inventada la mitad de la vida. Supor el hombre, la política perando valientemen- Por estos tiempos, dice Juan Esteban, debe estar al servicio del te etapas intermedias, los necios y los tontos andan muy hombre y no el hombre ha logrado sintetizar y disciplinados siguiendo teorías que ya al servicio de la política. expresar con sencillez no sirven en la práctica, obnubilando Noción esencial con la una amena historia de el horizonte de la inteligencia. que partimos de los grielas ideas políticas a lo gos a Roma, Imperio que largo de la civilización precisamente decayó cuando sus hombres llegaron occidental. Ideas políticas es su segundo libro. El a vivir y a matar en función de la política. En el caprimero fue Librorum, donde comenta y traduce pítulo de los romanos, encontramos comentado el textos de historiadores grecorromanos, encontrapensamiento de Cicerón, quien fundó las bases de dos en los archivos centenarios de la Universidad el todo verdadero gobierno en el humanismo. Rosario, de Bogotá. Juan Esteban dedicó Ideas políticas a dos de los intelectuales colombianos que más Juan Esteban es un profundo lector de Ortega y admira: al asesinado Álvaro Gómez Hurtado, cuyo Gasset y Alfonso Reyes. De éste, toma cierto tono pensamiento político le agrada; y al filósofo Nicolás de prosa amena, el pensamiento claro y la sencillez Gómez Dávila, cuyos Escolios a un texto implícito para salvaguardar conceptos elevados; de aquel, el tiene como libro de cabecera. El nuevo pensador ímpetu tanto en el estilo como en las advertencias ante peligrosos lugares comunes. Así, la política no colombiano sabe quienes lo anteceden.

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Ideas políticas: Historia y filosofía Juan Esteban Constaín Croce Biblioteca de Humanidades para todos Intermedio Editores, Bogotá, 2004 Un nuevo pensador colombiano. Por Sebastián Alfonso Pineda Buitrago.

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se divide solamente en izquierda y derecha, sino que se ramifica, posee innumerables matices. Y limitarnos a izquierdistas o derechistas, es limitar nuestra inteligencia. También este libro nos destruye el lugar común del supuesto oscurantismo de la Edad Media, pues no hay tal. Juan Esteban, quien estudió historia política en Inglaterra, pone de relieve, de un lado, la influencia del cristianismo con el pensamiento de San Agustín y Santo Tomás; y de otro lado, la presencia de Bizancio que frenó las invasiones orientales. Descuida un poco, sin embargo, la presencia de los árabes que salvaron el conocimiento de Grecia. Al llegar a la Edad Moderna, se pregunta si en verdad es tan moderna como se piensa. Su agudeza a veces lo hace demasiado irónico y hasta cruel.

Vila-Matas es un escritor que, si bien no es una vedette, ni un best-seller con personajes de la edad media, publica copiosamente. En su haber hay más de una docena de libros que empezó su destino desde 1977 cuando apareció su primera novela “La asesina ilustrada”. Y este dato no es una mera divulgación biográfica del autor, es, precisamente, el tema del cual trata “Paris no se acaba nunca”. Sin embargo, decir que el argumento de la novela gira en torno a la primera obra publicada por el escritor catalán, sería un facilismo indigno, porque si algo ha intentado cultivar Vila-Matas —al menos, se nota en sus últimos libros— es hacer de sus novelas textos abstractos, difusos, nebulosos; textos que van a caballo entre el ensayo y el cuento, entre el prosa narrativa más sencilla y la divulgación de las ideas más perspicaces. “Paris no se acaba nunca” es un ejemplo más de esos libros sin definición, de esas novelas que se leen de un tirón pero a las que no se les puede encontrar un argumento que respete los cánones tradicionales de una historia: principio, nudo y desenlace.

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Del pensamiento de Maquiavelo pasa al de Hobbes, de éste al de Rousseau y Montesquieu, llegando a la Revolución Francesa. La red se rompe. La historia y la política se deforman, viciadas por el tecnicismo, la industria y la arrogancia militar. El liberalismo degenera en capitalismo; y el humanismo, en comunismo. Nos invaden los “ismos.” Y bien hace Juan Esteban en andar con cuidado por esta época. Aclara que las ideas de Marx son económicas y no políticas, por lo cual no pueden tomarse para juzgar con ellas a las demás ciencias. Y advierte, además, que por estos tiempos los necios y los tontos andan muy disciplinados siguiendo teorías que ya no sirven en la práctica, obnubilando el horizonte de la inteligencia. Ideas políticas, con todo, es un libro introductorio. Tal vez Juan Esteban Constaín Croce, quien desciende por línea materna del filósofo italiano Benedetto Croce, nos tenga preparado algo más. Ojalá sea algo similar al ensayo Idola Fori, de Carlos Arturo Torres. Colombia ha contado con muy pocos pensadores. Toda la serenidad para Juan Esteban, en este ejercicio tremendo: pensar.

París no se acaba nunca Enrique Vila-Matas Anagrama. Una historia que no se acaba nunca Por: Johann Rodríguez-Bravo

Si hablar de sí mismo es un acto de vanidad, escribir de sí mismo es vanidad al cuadrado. La novela es una suerte de memorias que un escritor hace para recordar sus primeros pasos en los meandros de la literatura. ¿Autobiografía? No; el libro está compuesto de una historia que se consume como un paquete de golosinas; cada capítulo es un mero trozo de una anécdota fragmentada, de un ensayo que se echa a andar por la imaginación de un narrador que


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se cree la fiel copia de Ernest Hemingway y que incluso viaja desde España hasta los Estados Unidos para participar de un concurso que premia a la persona más parecida a la autor de “Adiós a las armas”. La vanidad, de todas formas, es una característica de los hombres; gracias a ella existen las historias, el coraje, la epopeya, esta novela. Enrique Vila-Matas, la verdad sea dicha, no tiene en su figura ni el más cercano parecido con Hemingway, pero en su libro, el narrador que, aunque habla con los recuerdos del escritor (el de carne y hueso), toma todas las formas posibles. La vanidad del personaje está en hablar de cómo hizo para conquistar París con dos manos y una historia en la cabeza. En los libros del español, los escritores son protagonistas: ora como artífices de historias, ora como personajes particulares que en las películas siempre fuman frente a una vieja máquina de escribir. En “Paris …” el menú es grande: Scott Fitzgerald, Marguerite Duras, Kafka, Pitol y otros, todos justificando el porqué la literatura puede ser una enfermedad. Vila-Matas obtuvo en 2002 el Premio de Novela Herralde con “El Mal de Montano” (Anagrama, 2002) el cual es la continuación de ese tópico que tanto ha interesado al escritor: la literatura de la literatura. En “El Mal de Montano” hay un personaje que reconoce estar enfermo de literatura y que para salvarse debe primero salvar a la literatura misma que está en peligro de muerte. Pero esto también, aunque de otra forma, aparece en la bien conocida “Bartleby y compañía” (Anagrama, 2000), en la cual se habla de los ágrafos, esos escritores que después de alcanzar la gloria con sus libros, deciden no escribir más y punto. “Paris…” es la continuación de ese tema: un joven que no ha encontrado su asidero en el mundo, decide aventurarse en París en busca de respuestas. Salé de su casa después de decir que se va porque quiere ser Hemingway; y nada lo detiene, ni siquiera su madre que le pregunta en qué Universidad debe estudiar para ser eso. La literatura lo ha enfermado y Paris es una fiesta. La Movida L i t e r a r i a

“París no se acaba nunca”, es la frase con la que Hemingway termina su libro de sobre sus años mozos en la “Ciudad Luz”, y es el título que acuñó VilaMatas para una historia que, sin duda, no se acaba nunca porque es el origen de la enfermedad, el origen de “El Mal de Borges”: hablar, pensar y actuar en la literatura, como si la vida estuviera hecha sólo de metáforas. El personaje (¿Vila-Matas?) encuentra en París lo que buscaba: 10 lecciones para escribir una novela; lo curioso es que quien da los consejos es la dueña del apartamento en el que vive, una mujer que, con un aspecto huraño y con el mejor francés de todos, ya ha escrito y publicado, de hecho, ya es famosa en todo el mundo: Marguerite Duras. París se convierte, entonces, en lo que ha sido desde el Principio, la ciudad bohemia, la ciudad romántica, la ciudad maldita. El Sena, como un río de tinta derramado por una pluma divina, hace las veces de celestino para el matrimonio entre la realidad y la ficción. El autor no pudo encontrar mejor metáfora para hablar de su historia personal: París y Hemingway juntos, como dos entidades iguales, como dos fuerzas que justifican la vida y obra de un escritor o, quizás, de todos los escritores de la segunda mitad del siglo XX. En “Paris…” se encuentra una de las mejores estrategias de mercadotecnia literaria que haya visto. El personaje, a través de todas las páginas, cuenta una historia que, aunque se difumina entre todo lo que se dice, aparece como el gran telón de fondo: el cómo escribió su primera novela, “La asesina ilustrada”. El narrador suelta algunos datos del argumento y produce un misterio que excede las pretensiones mismas del lector, el cual, al terminar la obra, siente la necesidad de leer ese primer libro. “Paris…” es el cierre de un círculo en el que el autor vuelve al principio para contar cómo comenzó todo. El libro es, en resumidas cuentas, uno de los más aleccionadores para aquellos que empiezan a ver en la literatura la enfermedad que podría llevarlos


a la muerte; y Vila-Matas (premio Rómulo Gallegos 1999), uno de los mejores escritores de la España actual en la que se encuentran nombres tan prestigiosos como los de Javier Marías, Antonio Muñoz Molina y Arturo Pérez-Reverte.

26 FESTIVAL INTERNACIONAL TEATRO DE MANIZALES Por Octavio Escobar Giraldo

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A partir de ese 24 de septiembre, compañías de diez países y varias ciudades colombianas se hermanaron en un esfuerzo que ocupó salas tradicionales, parques, calles, hospitales, centros comerciales, ámbitos deportivos y una carpa para seiscientas personas que, en las mañanas y las tardes, acogió con espíritu circense al público infantil y juvenil, para invitar a los adultos en las horas de la noche. La diversidad de propuestas permitía a cada espectador imaginar su itinerario por las amables calles manizaleñas. Los espectadores disfrutaron, entre las principales obras, de Atra Bilis del grupo español Micomicón; de La estupidez, del grupo argentino Patrón Vásquez; de Autoconfesión, del actor mexicano Gerardo Trejoluna, basado en un texto de Peter Handke. Mención especial merece la interpretación por su autor de La secreta obscenidad de cada día, célebre pieza escrita

Pero El Festival de Manizales 2004 transitó otros caminos. Karlik Danza, Samarcanda Teatro y el Teatro del silencio retaron a los espectadores con AMLOii como lo dijo Hamlet, en el que danza, rock, pantomima, acrobacia y un diseño de producción envidiable, aluden al drama isabelino desde una propuesta que denominan teatro total, en palabras de su director, el chileno Mauricio Celedón. Shakespeare también inspiró al grupo Yohangza, que adaptó Sueño de una noche de verano al folclor coreano, consiguiendo un montaje que trascendió las dificultades idiomáticas. Otras dos experiencias enraizadas en la danza fueron Ánima, el espectáculo de Nuria Ventura que fusiona otras posibilidades musicales al flamenco y Watt, un intento, quizá fallido, de dar estatura teatral a la discoteca. Por su parte la agrupación Markeline cerró el festival con DeSeO, un espectáculo que pobló la plaza de Bolívar con príncipes azules, pólvora, lobos feroces, y que auspiciaba la participación del público, que terminó aplaudiendo a los españoles y a la campaña institucional que pide eliminar las minas antipersonales en nuestro país.

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Como en 1968, cuando la Universidad Federal de Santa María abrió el Festival Internacional de Teatro de Manizales, esta vez, en el 2004, una agrupación brasileña, Verve, dio inicio a la versión 26. Las obras de ingeniería que actualizan el generoso Teatro Los Fundadores, sede habitual del evento, trasladaron la inauguración al escenario del parque Los Yarumos, un espacio al aire libre que en el que las coreografías para paisajes urbanos de Un poco de todo al mismo tiempo, se repetían en una pantalla gigante que reflejaba las imágenes de cámaras portadas por los propios bailarines, doblando el placer de un espectáculo que consigue aludir a lo bello y a lo fúnebre sin perder su carácter lúdico, lleno de vivacidad.

por el dramaturgo y psiquiatra chileno Marco Antonio de la Parra en 1983, imagina un diálogo ente Marx y Freud sobre un supuesto acto de exhibicionismo, construyendo una fábula política que supera el tiempo. Encabezado por dos grupos muy sólidos, Matacandelas – la aventura patafísica y dadá de Juegos nocturnos II – y La fanfarria – con Los buenos vecinos –, el teatro antioqueño enriqueció el Festival en espacios tradicionales y no tradicionales.

Teatro infantil y callejero, eventos teóricos, narración oral, homenaje poético a Pablo Neruda, una muestra de teatro universitario, calle del teatro, exposiciones y rumba... No sólo la declaración de Patrimonio Cultural de la Nación por parte del Congreso, sino también la exitosa semana que concluyó el pasado 2 de octubre, representación de muchas otras, es lo que confirma a Manizales como estación definitiva del teatro en nuestro continente.


Entrevista a David Manzur Genio de los colores

Por Juan Pablo Plata

Hoy estamos en un tiempo de una economía desbocada sin un norte cultural claro. ¿Por que vive en Mosquera? Varias cosas. Yo tuve una casa vieja en Chapinero, una casa- estudio donde era feliz, pero fui necesitando espacios más grandes, entonces hice el estudio en Barichara, Santander. Ahora decidí venir a Mosquera, donde me han permitido tener un estudio grande y construir un teatro pequeño. También hay razones físicas como la luz. Yo viví en un edificio en donde había que pedir permiso a todos para bajar un cuadro desde el Penthouse con lazos. Bogotá hoy es una ciudad donde es muy difícil conseguir grandes espacios, hay mucho ruido. Este planeta se volvió inhabitable; o habitable, pero hay que aprender. Siguiendo con el tema de lo espacios. ¿Cuál es la his-

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toria detrás del último San Sebastián de 3 metros? En 1993 Pablo Escobar puso una bomba en la calle 93, a las 3 de la tarde. Esa tarde yo oía radio en mi estudio en Chapinero, y en la noche cuando salía por el parqueadero aparecieron unos tipos. Yo pensé que eran amigos bromeando, pero eran tipos que venían por los cuadros. El San Sebastián de la pregunta lo había empezado en 1984, estaba en el estudio y los ladrones lo cortaron del marco, yo lo firmé con el revolver en el cuello. Tiempo después apareció el cuadro olvidado en la calle y fue expuesto inacabo en la Mambo con la firma que tuve que hacer con la pistola en el cuello. Un crítico me sugirió que lo de-

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jara así como testimonio de la violencia, pero luego decidí acabarlo por sugerencia de un coleccionista y esa es la historia del cuadro que se exhibió finalizado en la Galería Mundo en el 2003. ¿Que implica ampliar la dimensión?

Con la crisis de la pintura abstracto expresionista en los años sesenta del siglo pasado, usted decidió estudiar astronomía. ¿Cómo fue eso? En la vida de cualquiera hombre hay cambios muy drásticos, por ejemplo, uno llega a tener una sed de conocimiento que no viene de la práctica, sino de los golpes y los empujes de la vida. Yo me gané una beca de la fundación Guggenheim y fui a Nueva York. Allí me encontré con Fernando Botero. Y me enamoré del expresionismo abstracto. Pude conocer por una carambola a Robert Motherwell, Willem de Kooning. Botero me decía: <Hombre no te metas

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La pregunta alude al acometido de la composición con relación al espacio. El espacio en el arte es como el silencio en la música. Un compositor, por ejemplo, mide en la mente en que área de tiempo se va a mover; el pintor a su vez define su espacio en un cuadrado, un rectángulo: ahí empieza el cuadro. Esto yo lo llamo primera forma, es decir, la relación de lo que uno hace con esa primera forma se llama composición. Cuando uno aborda un obra se está tirando al vacío, nunca se está seguro de cómo va a llegar al final. En esto también hay un compromiso psicológico, una relación íntima, un diálogo con la obra, que no es un diálogo de palabras, sino de corrección: quitar, poner, va y viene. Este diálogo o intimidad tiene relación incluso con la luz. Cuando la obra se agranda, lo que hay es un grito; el problema es incluso físico, hay que subir y bajar andamios, volver atrás, en fin… No en las obras chicas, donde se está quieto.

en eso, que la curva cultural nuestra es distinta>.Y yo le decía: <No, yo sí me meto en esto>. Claro que alcancé a hacer con eso hasta una exposición, pero luego vino un break down y me dije que no quería seguir en arte y me fui a estudiar astronomía, ciencia que siempre me había interesado. En mi primera exposición en Washington D. C, un muchacho de veinte años, estudiante de astronomía, quería comprar un cuadro a plazos y finalmente lo compró. Unos años después cuando yo ya había estudiado astronomía fui a la NASA y el que me recibió era el mismo muchacho que me había comprado aquel cuadro y manejaba el proyecto Vikingo que iba a Marte: Carl Sagan. Volviendo al tema, cuando yo fui a Chicago a estudiar astronomía, decidí conocer otro mundo, pero fue un desastre; eso duro más de un año hasta que prácticamente me botaron cuando yo pregunté si había vida en Marte y me dijeron que quien preguntaba eso nunca iba a ser serio en astronomía. Yo pensé que iba entrar a ver “mundo”, pero vi un problema de altas matemáticas, un problema muy complejo y eso me iba volviendo más loco. En eso llegó Naum Gabo a dar una exposición y una conferencia, y a mí me fascino la obra de él, era una obra con base en efectos ópticos y cinéticos. Yo le dije que si me recibía como alumno, él me dijo que no tenía alumnos, pero que si quería le ayudara sin pago ni nada. Con Gabo conocí otra gama del arte, él era hermano de Pevsner, quien trabajo con Picasso en la época cubista. ¿Se le puede achacar a Naum Gabo el giro que usted tuvo hacia el dibujo; las mandolinas, los notarios, San Jorge? En 1973 volví a Colombia y el gobierno me encargó un mural para el Club de empleados oficiales basado en esta cosa que yo venía haciendo con el constructivismo. Le llevé a Gabo la maqueta, y él me dijo que veía en mí un desarrollo emocional antes que uno


cerebral. Me dijo: <Mire, yo tengo ochenta años, si tuviera su edad retomaría el dibujo>. El dibujo es tan elástico que por mucho que se haya hecho en la historia del dibujo nunca se puede terminar. Me dijo también una cosa que yo repito mucho: <Que un artista es siempre inferior a lo que piensa. Lo que un artista quiere hacer toma más tiempo del que cualquier vida pueda tener> Si usted es capaz de ver en alguno de esos ídolos algo que le falte al arte, retómelo. Eses es el paso más grande que se puede dar. Los procesos de las artes plásticas se han inclinado mucho hacia la filosofía más que a lo visual, por ejemplo, las instalaciones tienen mucho de filosófico, son metáforas en cierta manera. Lo que yo tanto repito puede sonar petulante: a Velásquez le faltó, a Picasso le faltó; ten por seguro que les faltó. No fueron perfectos. Ahora bien, lo difícil es cómo dar el paso que a ellos les faltó. A propósito de instalaciones, video e hipermedia ¿Qué opinión le merece el arte contemporáneo? Son lenguajes de la inmediatez y de gran universalidad. Un buen artista en cualquier forma del arte debe saber de un trasfondo que no está en el arte mismo, sino en la vida. La vida es lo que lo rodea a uno, no la vida íntima; esa vida se vuelve un trasfondo que se hace necesario interpretar de alguna forma. Ese trasfondo en la historia sigue siendo igual. En el Renacimiento iba relacionado con la religión, con la mitología, de vez en cuando con la realidad inmediata, aunque no tanto, pues había una especie de idealización de la realidad. Si uno ve un artista renacentista ve que estaba pensando más en la virgen o en Apolo que en la realidad inmediata, y muy seguramente había problemas de tipo sociológicos. Llega Velázquez hace el cuadro talvez más perfecto de la historia del arte, Las Meninas, capta un momento que es como las cuatro de la tarde, un paisaje familiar; aparentemente ahí termina todo, detrás de La Movida L i t e r a r i a

eso hay algo más: el trasfondo. ¿Qué había detrás de Picasso en el Guernica? Es el trasfondo, es la vida. En ese punto se igualan todos los tiempos de la historia y todas las propuestas conceptuales. Ya en la interpretación hay diferencias tremendas, por ejemplo, lo que se puede decir de un pintor de gran realismo y un creador con una instalación de 8 metros cúbicos de aire: es una broma. No, son realidades, los 8 metros cúbicos tienen un proceso para llegar ahí. En Colombia los buenos artistas que trabajan en instalaciones y nuevos medios están haciendo la radiografía del trasfondo. ¿Qué puede decir del trasfondo en sus obras y los motivos reiterativos en las mismas? Uno de los motivos de la repetición es que en un cuadro uno nunca termina lo que concibe mentalmente. Yo he descubierto con el tiempo que uno no debe dejar que el cerebro prevea o arme la obra completa porque las manos se quedan atrás. Lo que uno se imagina es siempre superior a lo que hace. La repetición no es otra cosa que buscar aquello que no están haciendo las manos porque el cerebro lo ve superior. Guardando las proporciones los conciertos de Mozart tienen una estructura prácticamente igual, ya que en cada concierto está buscando una dimensión superior a la anterior. Si Mozart no se muere no habrían parado los conciertos. Esa repetición puede ser causante del estilo. Hay dos maneras de ser artista: una sola obra genial para toda la vida o un millón de obras que son tanteos, perfeccionamientos, correcciones, pero nunca la genial. ¿Donde se encuentra el germen de los motivos de su pintura, del San Sebastián, del San Jorge, de las cordobesas conjugadas con el sueño; las mandolinas, el laúd en las naturalezas muertas? Yo nací en un pueblo de Caldas, Neira. De niño me


Algunos cuadros suyos tienen títulos exactos a los de pintores del barroco español: La albura y La tiniebla de Alonso Cano, y La cena, de Zurbarán, que tanto recrea y enamora ¿Qué dice al respecto? El acceso a esos motivos y cuadros se dio en el convento donde me internaron, allí había cuadros de Zurbarán y Velázquez en el comedor. No había comida pero si cuadros. Cuando yo vuelvo a España todo eso no está puesto en su lugar, está para la venta en paquetes turísticos de museos.

¿Tiene alguna dificultad para saber cuando una obra está acabada? Sí. Nunca hay claridad. Si se trabaja mucho se pierde el sentido de hacia dónde se va, en cambio, si se deja de ver el cuadro, al volver uno dice: ya está, se terminó. Eso me ha pasado muchas veces. ¿Hay alguna transformación paulatina entre la técnica y el contenido en sus obras? El contenido se liga con lo que decía sobre el trasfondo. Digamos que hice un cuadro que me lo provocó determinada situación anímica: el vacío, el amor, el calor. Hay circunstancias que no están en el arte mismo, que son las que empujan, yo lo llamó contenido o lo que se quiere expresar. Ahora, hay una relación entre el espectador y el pintor. El que ve la obra en el museo entra en un proceso parecido al que tuvo el pintor o el artista que hizo determinada cosa, tiene un dialogo con la obra diferente al que la hizo; si tenemos en cuneta las circunstancias anímicas del espectador. La mayor meta es tocar la sensibilidad del otro, así el otro construya a partir de la obra una cosa totalmente distinta.

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causó gran impacto ver las procesiones de Semana Santa, que asustan en cierta manera. Pero ya a los cuatro años fui a dar con mi padre, que era extranjero, al África. Allí, en lo que hoy es Guinea Ecuatorial, entonces Guinea Española, en Bata, mi madre me hablaba de teatro, San Jorge y cuentos de hadas. Luego yo me fui a estudiar a un colegio de curas en España, en tiempos de la II Guerra, cuando España tenía que dar la comida para la guerra – la comida nuestra era horrible, pues comíamos bofio, un polvo de maíz cocido con agua y sal –. Mientras comíamos, los curas nos leían la vida de los santos. Yo conocí una chocolatina gracias a un soldado alemán. Y a mi me parecía cosa de otro mundo, que sólo lo podían comer los ángeles porque a uno no le hablaban sino de ángeles, santos, martirio y todo eso. Imagínese entre ocho y diez años con hambre imagínese, con ganas de comer carne asada y oyendo ese cuento. Todo eso le va dejando a uno cicatrices. Esas figuras comienzan a aparecer como fantasmas. Todo eso empiezo a trabajarlo ahora, porque he querido que pasen varios años. Los años desdibujan esas realidades, si yo hubiera hecho eso con la inmediatez del tiempo habría hecho ilustraciones, el hoy no me deja hacer ilustraciones; me deja dar equivalentes que ya no están narrando con exactitud el San Jorge ni lo demás. Pero para eso hay que trabajar mucho.

De acuerdo a esto, ¿Cuál es la relación entre la sensibilidad y la técnica? El impacto conceptual, por ejemplo, en las instalaciones se resuelve muy bien. De pronto en una instalación yo cojo un libro y lo tiro, y todo ese impacto se ha sintetizado en un solo momento, que inclusive no importa que lo vean o no. En el caso de un pintor formal existe la misma sensación, pero uno se encuentra con que eso hay que ponerlo en términos de lentitud y técnica. Cabe recordar el momento en que los impresionistas rompieron aquel sentido tan de estudio y tan elaborado del arte: un pintor como Renoir, digamos, ve un niño en un parque y la mano remeda el movimiento del niño; es un pintor de in-


mediatez, de impresiones ópticas. Yo decía cuando tenia el Taller, si vas a dibujar un pájaro que pasa volando, tu mano es el pájaro, la inmediatez. Eso es muy oriental también, la gran caligrafía oriental no es representativa es sustitutiva. Vuela un pájaro y yo hago un gesto con mi mano derecha y el golpe de tinta en el papel es suficiente para que otro lea que ahí pasó un pájaro, pero lo lee a su manera y él se siente parte de la obra. Todo esto termina en lo que decía Picasso: < Si mi obra no le llega a los demás, no es de los demás, es mía.> Hay está otra cosa: no siempre uno logra el milagro de llegar a los demás. El cuento de que yo pinto para mí es absolutamente falso. El arte es para los demás. ¿Qué cosas no lo inspiran ni lo motiva a crear? No me he dado cuenta de eso, tal vez la cotidianidad, la rutina de la vida. Hay artistas que pintan fumando, tomando alcohol, fumando marihuana, cosas secundarias que llenan. ¿Qué relación hay entre su obra y la realidad actual? Yo uso uno temas que parecen ser anacrónicos, pero son símbolos. La relación de San Jorge, el dragón, las doncellas, es la lucha del bien y del mal en la que estamos metidos todos. Aunque uno no se lo proponga refleja el mundo que lo rodea, incluso lo físico, la luz, la seguridad. Muchos estamos empeñados en dar un testimonio de la violencia, lo ha hecho Botero, lo hizo Luis Caballero, en menor medida a su manera, uno de los artistas que más admiro. Para mi el que mejor dio en la clave fue Grau ya para morirse hizo una de las obras más agresivas. Beatriz González, por su parte, hizo una obra que no está buscando el drama propiamente con unas figuras sintéticas que ella hace, sino que con pocos trazos hace una denuncia con lo mínimo del lenguaje.

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¿Qué opinión tiene de las Bellas Artes en la academia? En las escuelas de Bellas Artes y Humanidades la cátedra es fatal, se debería enseñar en mesa redonda. Un profesor sentado allá, el otro abajo, eso ya crea una jerarquía. Al otro se le llama alumno, y si se le sigue llamado alumno se queda alumno toda la vida. Ese alumno debe atacar al mismo nivel, si hay desajustes se ventilan en mesa redonda. Es un poco petulante lo que digo: en las ciencias exactas acepto la cátedra, en las humanidades no, pues debe haber mesa redonda. Las escuelas de bellas artes son muy cuestionables, porque el arte no se transmite. Se cree que cumpliendo un programa se está llegando a un fin. El arte en esta país ha estado plagado por la falsificación, por un mercado negro y manos criminales, todo porque el arte en este país, como en muchos, da status. ¿A qué se debe esto? Esto se debe a un trabajo realizado por las academias, los libros, los medios de comunicación y una economía que en ocasiones sube. Ha habido un florecimiento. En la historia estos florecimientos siempre los ha habido. En la Edad Media unos banqueros incluyen a un papa que fue Julio II, un Médici. El arte siempre ha estado ligado a la cosa elitista. La mafia de Chicago de los años veinte, de origen italiano, hizo uno de los grandes museos del mundo, el Art Institute de Chicago. Pero hoy estamos en un tiempo de una economía desbocada sin un norte cultural claro.


Se rumora nueva novela de Vallejo

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‘Memorias del Doctor Flores Tapia’ Fuente-EL NORTE/Monterrey México- Daniel de la Fuente El escritor Fernando Vallejo posiblemente ha decidido desmentir con una nueva novela, “Memorias del Doctor Flores Tapia”, su anunciada renuncia a la literatura, rubricada en diciembre del 2002 con la sentencia: “Ya me morí”. Un paso atrás fue la aparición hace unos meses de “Mi Hermano el Alcalde”, y ahora Vallejo asegura que, si bien no ha perdido la convicción de que la vida es un inodoro y de que los seres humanos tienen el sello de la muerte en la frente, quierase o no, un narrador es un laboratorio de ideas.Parece si es que no para de escribir, que en rebeldía consigo mismo, ha decidido escribir algo completamente diferente, menos devastador. “Empecé otro libro, pero muy distinto a lo que he hecho antes, porque ya no voy escribir tanto de dolor aunque si sobre los mismos temas, porque esos los voy a seguir repitiendo hasta que me muera. No puedo afirmar si es una extravagancia mía decir un día que me voy de la literatura y al otro anunciar un nuevo libro. No se; cuando me aburro y no tengo nada que hacer, me pregunto si tengo algo que decir y es cuando comienzo a escribir”. “Esta novela va a tratar de un psiquiatra inventado por mi. Va a tener menos dolor. Ya no voy a escribir de dolor, sino de otras cosas”. ¿Cómo plantea la narración?, menos agresiva? “Mas ‘hijueputa.’”, responde entre carcajadas Vallejo, quien en breve publicara también un libro sobre lo incomprensibles que son la gravedad y la luz. “Uno se va convirtiendo en un muerto vivo, en un fantasma. El mundo es difícilísimo y cada día lo sera mas porque habrá mas gente estorbando en el camino. Ya no vamos a poder andar por la vida porque

cada átomo de la Tierra sera un ser humano!”. ¿Nunca ha pensado en tomar un arma y salir a la calle? “No, mire, yo todos los días mato a cinco o a veinte en la cabeza, como todo el mundo. El que diga lo contrario, miente, pero no tomo el arma porque: cuantos alcanzaría a matar? No, hay que matar a todos los miles de millones que sobran, que sobramos”. ¿Cómo? ¿Con bombas, con sogas? “Mi esperanza es el virus ébola. Mire, usted: es un virus fantástico que mata en 12 horas. Ahora lo tienen controlado, los brotes que ha habido son en pequeñas localidades de África, pero el día que cunda en una ciudad mas grande pasara al resto de la Tierra. Esa es mi esperanza”. ¿Qué hay con el drama familiar, el de las pequeñas existencias? “La familia es un desastre, una infamia. Una asociación delictuosa porque es una fabrica monstruosa de hijos. Hay que concebirla de otra manera para que solo unos pocos vayamos quedando en el ocaso de la humanidad”. ¿Por qué llegamos al ocaso? “Nunca ha habido ocaso, porque para que lo hubiese tendría que haber existido un amanecer. Vivimos simplemente en la oscuridad”. ¿Nunca ha recibido una carta de la Iglesia en respuesta a sus ataques? “Sigo esperando la excomunión y, si me la dan, voy a hacer un museo con el diploma”. ¿Parece que, entre el dolor, muchas de sus paginas las ha escrito muerto de risa. “A veces si me da risa, sobre todo cuando estoy jodiendo a alguien. Mientras haya a quien, lo jodo”.


Penetración Foto: Tito Corrales

Reseñas y algo más…

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