La barrera invisible

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Juanangel Fermin

La barrera invisible

Apuntes sobre la percepci贸n del l铆mite



Juanangel Fermin

La barrera invisible

Apuntes sobre la percepción del límite

Máster en Arquitectura del Paisaje

Universidad Politécnica de Catalunya Barcelona. Diciembre 2013



A todos aquellos que siempre estarán.

“Mudanzas por el mar o por el tiempo, en un navío, en una carreta con libros, cambiando de casas, palabras, paisajes, separándonos siempre para que alguien se quede y algún otro se vaya.” Eugenio Montejo. Terredad.



Ă?ndice

En Valencia

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En la distancia

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Tres tentativas de palabras

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Citas

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BibliografĂ­a

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“Lo que ejerce presión sobre ti, lo que siempre ha ejercido presión sobre ti: el exterior, es decir, la atmósfera; o bien, más concretamente, tu cuerpo en medio del aire que te rodea. Las plantas de los pies ancladas en el suelo, pero el resto de ti expuesto al aire, y ahí es donde comienza la historia, en tu cuerpo, en donde todo terminará también.” Paul Auster. Diario de invierno.

“Así comienza el espacio, solamente con palabras, con signos trazados sobre la página blanca. Describir el espacio: nombrarlo, trazarlo, como los dibujantes de portulanos que saturaban las costas con nombres de puertos, nombres de cabos, nombres de caletas, hasta que la tierra sólo se separaba del mar por una cinta de texto continua” George Perec . Especie de espacios.



En Valencia

El barro en tus manos y piernas, el olor a grama mojada y el ágil correteo de tus hermanos, en el pequeño patio trasero de la casa, es uno de los recuerdos agradables que resguardas con más cuidado en tu memoria. En Valencia, la ciudad en la que naciste y creciste, siempre hacía un calor que inquietaba, sobre todo en el momento cuando el cielo se encapotaba con nubes de un gris, que siempre se oscurecía más y más, hasta el momento que reventaba una lluvia interminable, la cual siempre admirabas, junto a tus hermanos, desde el ventanal del estar. Ya cuando empezaba a escampar o, lo que es lo mismo, la intensidad de la lluvia disminuía lo suficiente como para poder protegerse bajo el alero de la terraza, salían al patio a contemplar, desde el borde de concreto del piso, la cortina traslucida de agua, escurriendo desde el alero, hasta que uno de vosotros se animaba y saltaba a correr. Este lugar que invadías, te pertenecía, lo habías descubierto en juegos interminables, sin la supervisión constante de tu madre. Para ella, ese patio, con sus cuatro paredes, era un lugar lo suficientemente protegido como para que sus hijos tuvieran libertad. Vuestra casa, de dos niveles, con terraza, balcón y tres retiros, dos de ellos laterales y el de fondo, permitía construir varios espacios perfectamente delimitados, que servían de escenario para vuestros juegos y relaciones. Estas experiencias con el exterior se veían fortalecidas con las visitas diarias a casa de la abuela, la cual también contaba


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El patio. Representación de las experiencias vividas dentro de los límites del patio, como parte del reconocimiento del adentro como un lugar seguro.

…una fría capa de agua, contenida con la manguera verde de la cual continuamente salía, era el mejor invento de mamá, sustituto ingenioso de las piscinas plásticas inflables. Sobre estas aguas, o mejor dicho, sobre el duro piso de granito refrescado por el agua, solíamos jugar en tardes muy calurosas. Era grandioso escuchar la carcajada de la Yeyé, cuando Nito, sin avisar, se deslizaba hacia ella ...una interminable fila de diminutos bachacos, con la velocidad que le permitía su impulso en dispuestos, ligeros, marchando en el borde carrera justo hasta la manguera. Tardes como de la matera, en una doble fila de ida y vuelta ésta siempre terminaban acompañadas por la que siempre comenzaba en el bachaquero, al poca luz del atardecer que los árboles dejaban lado de la mata de navidad, con sus cientos pasar, con un amarillo intenso que se reflejaba de hojas rojas e intensas y unas pequeñas en el agua y daba contra el muro, y con las flores amarillas carentes de aroma. Cada vez instrucciones precisas de mamá – san se acabó, que este escenario se daba en el patio, Nito y a bañarseee!!!!-… yo encontrábamos la excusa para una buena pelea de bachaco. No era sencillo tener un campeón, primero había que ser pacientes hasta que lograbas ver uno, que superará en tamaño a los otros, porque en esto de pelea de bachacos no se repite lo de David a Goliat. …aviones esbeltos, tan ligeros como el papel lo permitía, atravesaban rápidamente el patio Una vez elegido ambos contrincantes, que entre los árboles hasta dar más allá del muro, siempre se guardaban en unos pequeños aviones que hacíamos durante un buen rato, vasos plásticos, empezaba la delicada tarea en las frescas tardes de navidad. Un día llego de quitarle las antenas sin que te picara con el tío Mariano, con su caminar despacio y su fuerte mandíbula, para luego, sosteniendo su sonrisa tranquila, riéndose de nuestros entre el dedo índice y el pulgar al pequeño aviones. Ese día nos enseñó a hacer lo que él gladiador, acercarlos hasta que sus mandíbulas se inquietaban y tocaban las del enemigo, y llamaba una máquina perfecta de volar, cogió una hoja de papel y, hábilmente, dobló, rasgó, se unieran en una lucha sin tregua… abrió y deslizó múltiples veces la hoja hasta conseguir un avión plano, ridículo en forma, nada que ver con el elegante avión de papá, y ante nuestras risas, nos enseñó el gran secreto, los alerones, -cortas aquí, cortas allá y doblas hacia arriba- y de este modo, teníamos en nuestras manos, un planeador. Bastaba un corto y suave movimiento de muñeca para que el avión, desde la terraza de la casa, surcara por encima de los árboles del patio, dando lentos giros, flotando lentamente en un movimiento continuo hasta dar con el suelo…


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con un número restringido de espacios exteriores controlados, dispuestos a ser descubiertos y apropiados. En este pequeño gesto de tranquilidad, en este momento en donde tu madre podía liberarse de la supervisión, es donde quedaba plasmado un pequeño temor hacia la calle y lo desconocido, y permitía que descubrieras la diferencia entre el adentro y el afuera, entre el límite, preciso, de dónde podían jugar con libertad y aquel sitio inhóspito y oscuro al cual no tenías acceso. Creciste en medio de un sistema político, económico y social que empezaba a mostrar las numerosas grietas de la incapacidad gubernamental, de los conflictos y tensiones sociales y de una economía que empezaba a entrar en una picada directa a lo desconocido. En medio de este incipiente estado de incertidumbre, uno de los primeros cambios que se manifestó en tu entorno inmediato fue la pérdida de la calle como espacio de encuentro y convivencia. Ante un temor cada vez más creciente hacia la hostilidad en el exterior, tu barrio, poco a poco, fue cambiando su carácter. Primero se elevaron más los muros de los linderos laterales, luego se cerró el frente de la casa, con muros, rejas y pullas que hicieran temer a quien pretendiera cruzar los límites del adentro y el afuera. Las puertas y ventanales se recubrieron con enrejados de acero, que permitieran dar una sensación adicional de seguridad. Y por último, la calle, ese lugar público, al cual todos los ciudadanos tienen derecho de acceder, transitar, disfrutar, se cerró, con rejas y accesos controlados por vigilantes que restringían el acceso a la manzana. Y de este modo, progresivamente, fuiste perdiendo el patio de juegos y sueños, el frente de la casa como lugar informal de visitas, y la calle como sitio


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El barrio Como consecuencia de la continua pĂŠrdida del libre acceso y trĂĄnsito por las calles, el barrio, poco a poco, se ha ido transformando en un laberinto de quince mil habitantes.


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de juego con los vecinos. Estos lugares fueron invadidos por el temor y el miedo a un evento nunca deseado, y que hacía que vivieras en el interior de la vivienda, con sus paredes exteriores como límite definido, pretendiendo estar seguro ante el riesgo latente de la violencia. De este modo, tus experiencias colectivas y de comunidad quedaron, durante un buen tiempo, reducidas a las definidas por tus padres y el colegio. Tú y tus hermanos contaron con la suerte de pertenecer a una asociación civil privada con instalaciones deportivas y recreativas, a la cual asistían para realizar actividades extra colegiales. Sin embargo, lo particular de este lugar, que sustituía a la vida de comunidad del barrio, es que era un conjunto cerrado, con distintos puntos de control y vigilancia para el acceso a las instalaciones, incluso, cada una de las áreas internas, canchas deportivas, piscinas, parques y áreas circundantes, también se encontraban valladas y con acceso restringido en muchos casos. Esta costumbre de delimitación del espacio, junto con las actividades diferenciadas en horarios y grupos de personas que asistían, acentuaban una fuerte territorialidad en la percepción del lugar. Así se iban conformando grupos, muchas veces cada uno con su caudillo, que convivían e interactuaban en los espacios donde se desarrollaban sus actividades, los de la natación, los del tenis, las señoras de las cartas, y muchas veces estos coincidían únicamente en la entrada. El lindero norte de la asociación civil se encontraba al margen del Cabriales, el río principal de la ciudad, junto a cuyas aguas ésta fue fundada hace cientos de años. Era en este lugar, libre, natural,


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Red de referencias Representaci贸n de los lugares importantes en la ciudad, durante 23 a帽os, y sus relaciones.


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con ausencia de usos establecidos y delimitaciones, algo así como una tierra de nadie, en donde se desdibujaban todos los territorios internos de la asociación, era el sitio de encuentro entre distintos grupos de niños que se acercaban atraídos por la curiosidad de transgredir el límite. En este lugar, carente de barreras y de la supervisión de los adultos, los niños encerrados durante toda la semana, encontrában una infinita área de juegos entre los juncos de los bambúes, con una gran cantidad de espacios donde se podía correr libremente, construir guaridas e iniciar juegos de exploración y descubrimiento aguas arriba del río, mediante la construcción de pasos de piedras temporales, y puestos de avanzada, muy lejanos, en vuestra escala de espacio y tiempo, de los límites impuestos como seguros. Todas estas experiencias de vida comunitaria se daban entre personas que vivían en diferentes barrios de la ciudad, que habían pagado por el derecho a hacer uso de las instalaciones, y que se movilizaban en vehículos particulares. Por lo tanto, la asociación civil, era una especie de centro comunitario para personas desplazadas. Un lugar que cambiaba las nociones de límite de la vivienda familiar, por unos más amplios, una suerte de oasis, con sus propias dinámicas y normativas. De este modo, tu casa, la casa de tu abuela, tu colegio y el club se iban convirtiendo en tus primeros puntos de referencia de la ciudad, los cuales fueron aumentando con el pasar de los años y se añadieron la casa de tus amigos, tu novia, el estadio de futbol, el parque, la montaña cerca de tu casa, y así sucesivamente, articulando una red de referencias, de espacios protegidos donde realizabas


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La ciudad Ampliaci贸n del l铆mite percibido en funci贸n del aumento de la red de refencia y de las variaciones de escala.


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tus actividades cotidianas, en donde se iban dando todos los procesos de aprendizaje, identificación y crecimiento personal. Así, paulatinamente, fuiste entendiendo el límite de la ciudad en tres escalas diferentes. La primera de ellas representada por el habitáculo del vehículo en el cual hacias el desplazamiento, un habitáculo confortable, térmicamente acondicionado y que daba una sensación gratificante de seguridad, era como percibir tu mundo exterior siempre enmarcado por las distintas ventanas del vehículo. Era un límite compartido con tus hermanos, jugando en el asiento trasero y, ya de grande, acompañado de largas conversaciones con tu papá. Las relaciones con las personas del exterior se limitaban a simples miradas furtivas, a gritos de aspaviento en situaciones complicadas o a la compra de productos a vendedores ambulantes. La segunda escala estaba definida por los múltiples patrones de recorrido que unían los distintos puntos de referencia dentro de la ciudad. Una red siempre en crecimiento que marcaba los límites entre el espacio reconocido y recorrido, y aquello que estaba fuera del rango. Una red, que reconociendo la marcada territorialidad del espacio público de la ciudad, y las frecuentes barreras sociales, te permitía construir un imaginario de ciudad extremadamente reducido, con respecto a su dimensión real. La tercera escala la descubriste en el momento en que cambiaste el punto de vista sobre la ciudad, coincidiendo con tus primeras caminatas por el cerro cercano a casa. Allí, desde la diferencia de cota de trescientos metros con respecto al punto más alto de la ciu-


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La frontera Variaci贸n del preciso l铆mite percibido en la ciudad en funci贸n de las relaciones e intercambios de im谩genes y referencias con otras personas.


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dad, pudiste vislumbrar su verdadera dimensión física, y empezaste a entender las diferencias entre sus distintas partes. Sin embargo, a pesar de apreciarla en su conjunto, tu ciudad era una sola, y era una porción mucho más pequeña donde estaban tus afectos y tus puntos reconocibles, llegaste a sentir verdadera calma y plenitud en el juego de reconstruir la ubicación de cada uno de ellos en el mar finito de casas y edificios. Gracias a las diferentes relaciones personales en el colegio, en el club, con tus amigos y familia, lograste entender que cada persona tenía un límite de ciudad distinto, definido por su propia red de referencia. El intercambio de estas experiencias te permitía comprender que con algunos compartías realidades similares, y con otros solo existían encuentros casuales, y del conocimiento y asimilación de cada una de estas realidades lograbas una ampliación de tu límite individual, difuminando un poco la frontera con el conocimiento referencial de nuevos lugares, con sus respectivas características e idiosincrasias. Sería válido pensar que la sumatoria de cada una de estas realidades individuales podría construir, en abstracto, la idea de un límite colectivo.



En la distancia

Al estar sentado en la silla del rey, a unos cuantos metros del Santuario de San Miguel de Aralar, conversando y bromeando con tus primos al ver una manada de yeguas con sus crías y ovejas pastando apaciblemente en la cuesta, te invadía una sensación de extraña calma. Este lugar no te pertenecía. Esta era la primera vez que subías a su cima, sin embargo, tampoco te resultaba completamente ajeno. A diferencia de Valencia, tu ciudad natal, la cual fuiste descubriendo progresivamente a los largo de muchos años con experiencias directas, de Huarte-Araquil, y de las dos montañas que lo custodian, te habías construido un imaginario, bastante idealizado, por las impresiones que te transmitieron familiares que habían venido a visitarlo, y de forma más persistente, por las anécdotas e historias contadas en múltiples oportunidades por tu abuela y el tío Mariano. Naciste en una familia en dónde dos de las personas que más influyeron en tu formación no se sentían parte del medio que las rodeaba. Tu mamá ha vivido fuera de su país natal, su querida y añorada Nicaragua, desde los dieciséis años, y tu abuela Raquel huyó muy pequeña, con apenas cinco años, de España y pasarían once años antes de llegar a Venezuela. Si hay algo en lo que estas dos personas, sin saberlo, coinciden, es que no se encuentran completamente a gusto donde han vivido la mayor parte de sus vidas, pero tampoco lo han estado cuando han regresado al país que las vio na-


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Valle de Araquil 1 www.oscargrafias.wordpress.com 2 www.magrama.gob.es

Caracas 4 テ」ila. www.diariolavoz.net 5 Barrio del Valle. G. Reverte 6/7 Caracazo. www.bifurca-

Nicaragua 3 Apariciones del Cocibolca. Managua. 2013. Juan Rivas

8 Intentona de golpe. www.ojoanalitico.com 9 Destituciテウn CAP. www.el mundo.es

ciones.cl


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cer. Pero esto no limitó la posibilidad de que lograran trasmitirte sus imágenes más preciadas de estos sitios lejanos. De este modo, cada vez que has dejado Valencia, has tenido una idea y una familiaridad sobre estos lugares, muchas veces inculcados por personas muy cercanas que buscaban simplemente confiarte sus anhelos, o como te sucedió con Caracas, su importancia y la relación con el resto del país, hacía que ella misma proyectara una imagen. Sin embargo, por muy precisa que pudieras considerar esta imagen, había un detalle, muy importante, que ni las más certeras conversaciones con tu tío Mariano, que a diferencia de tu abuela había vuelto a Navarra para solo reunirse con ellos después de unos años, pudieron vislumbrarte el hecho de que todo el territorio que rodeaba a Huarte-Araquil, con sus hayedos y campos de pastoreo, carecía de delimitaciones que privatizaran el espacio. Tanto en los viajes por Venezuela, tu estadía por varios años en Caracas, y las muchas visitas a Nicaragua, incluyendo largas estadías en la finca de tu abuelo, siempre encontrabas delimitaciones antrópicas, demarcaciones que dividían el territorio, generando muchos adentros y afueras. Pero aquí, en una continua caminata pasando chabolas de pastores, en busca de la de Ricardo para comprarle queso, la imagen del paisaje era muy distinta a todo lo que habías vivido antes, solo caminando por los Páramos de los Andes, a más de tres mil metros de altura en un ecosistema protegido, habías tenido una sensación similar de continuo, de infinidad, de libertad de movimientos y, sobre todo, de ausencia de límites. Sin embargo, en este lugar había una gran diferencia con respecto al páramo, y era que esta tierra era productiva. Cada una de las chabolas que pasasteis pertenecían a


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Campo 10 Finca del abuelo. Autor. 11 Monta単a de San Miguel. Autor.


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pastores, que llegaban a finales de primavera con sus ovejas, sin importar la lluvia incesante de estas tierras, para pasar todo el verano hasta entrado el otoño, ordeñando, cuajando y elaborando queso madurado en tierras que eran de propiedad comunitaria. En ti había otra referencia muy distinta de campo, que habías construido con las estadías en la finca de tu abuelo en Nicaragua, recuerdas la sensación de túnel que tenías al dejar la carretera de Ciudad Darío, y subir en el Jeep amarillo por el camino de tierra, la emoción y la expectativa de llegar al sitio donde podías cabalgar, arrear terneros y perderte en campos de maíz. Estas ansias lograban que los terrenos vallados que no pertenecían a tu abuelo, fueran prácticamente inexistentes, no los veías, sabías que estaban allí, pero la imposibilidad de entrar a ellos y, por lo tanto, que no pudieras disfrutarlos, hacía que tu cabeza los bloqueara, y al encontrar el primer potrero de la finca se te aclaraba la mirada y vivías ese lugar, ansiabas volver a cabalgar por él, reconocías los arboles donde subías para ver más lejos e identificabas los lugares donde solía pastar el ganado al momento de buscarlos. Además, estaba la diferencia en el modo de pastar de los animales, recuerdas como tu abuelo sabía claramente donde se encontraban las vacas con sus crías, las terneras de engorde o los caballos, ya que la finca se encontraba dividida en muchos potreros vallados, cada uno de ellos con nombres, este sistema permitía rotar los animales durante las estaciones y ubicarlos rápidamente. En cambio, a diferencia de la finca de tu abuelo, las yeguas de tu tío Antonio estaban sueltas en la montaña de San Miguel, y eran ellas y su interacción con otros grupos de yeguas, las que establecían los lugares donde pastaban, por lo cual tu tío tenía


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Mosaico urbano. 12-16 Panorรกmica. www.orinoquiaphoto. photoshelter.com


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que reconocer el sonido del cencerro a la distancia para poder ubicarlas en la cuesta de la montaña. En la sierra del Aralar, donde se encuentra el valle de Arakil, la montaña del santuario de San Miguel y la sierra de San Donato, las fronteras no están establecidas por la división del territorio en propiedades privadas, sino más bien, por las relaciones ecológicas entre las distintas partes que la conforman, y el modo en cómo la comunidad históricamente ha venido haciendo uso del lugar, los desaparecidos carboneros, los pastores de ovejas, las manadas de yeguas y potrillos, los caminantes por el monte. Esto ha permitido que los habitantes del valle tengan un fuerte arraigo y sentido de pertenencia por la tierra. Al contrario, en Ciudad Darío, la percepción del territorio era completamente compartimentada, y existía un sentimiento de negación por parte de todas las personas que no tenian propiedades, entendiendo el lugar, en el mejor de los casos, como un fondo que se puede observar pero, a menos que se trasgredieran los limites, nunca apropiar. Pero, esta percepción del lugar, producto de su privatización, no solo lo has vivido en el campo, como paisaje natural, sino también en el paisaje urbano de Caracas. Esta ciudad ha crecido desmedidamente durante el siglo pasado, a lo largo de todo el Valle y a las faldas del cerro El Ávila. Este proceso de crecimiento ocurrió básicamente siguiendo dos esquemas, que representan muy bien las desigualdades y contrastes de la ciudad. El primero de ellos fue la construcción legal de la ciudad, por medio de urbanizaciones, de inversión de capital privado en la mayoría de los casos e interven-


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Petare-La Urbina 17 www.bpnews.net 18 www.clarin.com 19 vulcano.wordpress.com 20 www.reportero24.com 21 fotopres.caixaforum.com


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ciones del estado con viviendas de interés social, y la segunda por medio de barriadas auto gestionadas por las comunidades de migrantes del campo y de la incapacidad de respuesta por parte del estado. Llegaste a entender a la ciudad como un gran mosaico que alternaba estos dos modelos de hacer ciudad, y lo que era más importante, cada uno de ellos era habitado por comunidades de estratos sociales muy diferenciados. Si bien el valle está formado por cinco municipios y un gobierno metropolitano, con delimitaciones territoriales específicas que definen las jurisprudencias de cada uno, en la cotidianidad de los habitantes del valle, es realmente la relación entre estas distintas clases sociales, y su ubicación en la ciudad, las que establecen los límites urbanos percibidos. En estos dos ámbitos urbanos hacen vida grupos humanos muy diferenciados, y la relación entre ellos establecía unas áreas de contacto, unos intersticios, que muchas veces no eran traspasados bidireccionalmente. Esta tensión que se establecía entre estos dos grupos permitía desvirtuar límites físicos claros, como era el caso de la autopista Francisco Fajardo a la altura de la urbanización La Urbina y el barrio de Petare. Si bien, esta vía de comunicación se leía en el espacio como una barrera, ésta era permeable en el sentido Petare – La Urbina, dado que los habitantes de este barrio se veían obligados a traspasarla para poder asistir a sus rutinas diarias, sin embargo los habitantes de la Urbina, por un temor fundado ante los altos índices de delincuencia y ausencia de control policial en el barrio, se abstenían a cruzar en el otro sentido, incluso, percibían que entre más cerca se encontraban del intersticio entre el barrio y la urbanización, mayor era la percepción de riesgo y peligro, otor-


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Cerro El テ」ila 22 Lorenzo Dテ。valos


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gándole a este límite una condición de frontera, de umbral, que se valoraba en función del gradiente percepción de inseguridad. Esta realidad se repetía a todo lo largo del valle, generando unos límites virtuales, reconocibles en la dinámica diaria de la ciudad y construidos por la repetición de múltiples episodios de violencia, que llegaba a condicionar el modo de entender y, sobretodo, de vivir a Caracas. A pesar del caos, desigualdades y contrastes que hacen del Valle uno de los sitios más complejos para vivir, aprendiste muy pronto a sentir el afecto que tenía el caraqueño por el Ávila, esa montaña que se alzaba vertiginosamente sobre el cielo, con una fuerza brutal, referencia en cualquier actividad que hacías en la ciudad. Sin embargo, era inalcanzable, era realmente como una bella muralla defensiva, como de hecho funcionaba para los primeros colonos de los ataques de piratas, estaba allí, la contemplabas, la admirabas, la soñabas, pero no era fácil entender como aproximarte a ella. En cierto modo, era una barrera entre la ciudad y el mar, una barrera emblemática, a cuyas faldas se construyó rápidamente la ciudad, y con ella el sentimiento de gentilicio del caraqueño. De este modo, empezaste a conocer al Ávila como el límite simbólico de la ciudad, ya que debido a las dificultades topográficas y a las normativas que buscaban proteger este ecosistema, en contadas ocasiones, y siempre con un carácter alegórico, se construyó sobre ella.



Tres tentativas de palabras

Adentro / Afuera Hacen referencia a dos condiciones opuestas de espacio, diferenciadas principalmente por la percepción de seguridad. El adentro puede ser un espacio individual o colectivo, muchas veces resguardado del afuera por elementos de cierre. El afuera es conocido pero temido, es aquello que alguna vez fue de todos como espacio de uso público. En algunas ocaciones, el adentro se percibe como afuera.

Territorialidad Percepción de un lugar originada por la interacción entre distintos grupos humanos reunidos por afinidad, generando divisiones virtuales, y bajo ciertas circunstancias, manifestándose físicamente. Hace referencia al uso del espacio con marcadas condiciones de apropiación. Podría presentarse tanto adentro como afuera.

Tierra de nadie En un lugar marcado por una fuerte territorialidad, esta sería su negativo. Aquellos espacios que no forman parte de las relaciones entre los distintos grupos, no necesariamente abandonado. En algunas ocaciones puede llegar ha ser utilizado como punto de encuentro de los distintos grupos que conviven en un lugar.

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Bibliografía

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Auster, Paul. Diario de invierno. Editorial Anagrama, S.A., Barcelona. 2012 Borges, Jorge Luis. Ficciones. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2003 De Sola Morales, Ignasi. Territorios. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2003 Gilles, Clement. El jardín en movimiento. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2012 Hernández, Ramón. Contra el olvido, conversaciones con Simón Alberto Consalvi. Editorial Alfa, 2001 Hough, Michael. Naturaleza y Ciudad, Planificación urbana y procesos ecológicos. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2004 Montejo, Eugenio. Terredad. Sibilina, S.L.U., Sevilla, 2008 Perec, George. Especie de espacios. Literatura y Ciencia S.L., Barcelona, 2001 Perec, George. Tentativa de agotar un lugar parisino. Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 1992 Roger, Alain. Breve tratado del paisaje. Editorial Biblioteca Nueva, S.L., Madrid, 2007 Watsuji, Tetsuro. Antropología del paisaje: Climas, culturas y religiones. Ediciones Sigueme, Salamanca, 2006 Whitman, Walt. Hojas de hierba. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2012 Zumthor, Peter. Atmósferas. Editorial Gustavo Gili, S.L., Barcelona, 2006



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