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Todavía la dirección de los globos

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El aire líquido

El aire líquido

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Si á una bola de cristal llegan dos hilos metálicos, y al penetrar en la esfera se interrumpen, dejando un intervalo entre sus extremidades, y por estos hilos se lanza una corriente eléctrica, como no sea muy grande la potencial, que es, en cierto modo, la que impulsa á la corriente, ésta quedará interrumpida. Para saltar de hilo á hilo tendría que atravesar la masa de aire, y no puede dar este salto ni vencer esta resistencia.

Aquí, el aire que llena la esfera, y que suponemos que está á la presión ordinaria de la zona en que respiramos, es un verdadero aislador.

Pero si empezamos á extraer aire de la esfera de cristal por cualquiera de las bombas de mercurio que al efecto suelen utilizarse, al fin, al llegar el vacio á cierto grado, el fluido eléctrico pasa; el aire que queda es, hasta cierto punto, conductor.

Mas, cosa extraña, si apuramos la capacidad cristalina con nuevas extracciones de aire, de nuevo crece la resistencia para el paso de la corriente; y si fuera preciso no dejar más que el éter, nos encontraríamos con otro nuevo aislador. Al menos así se afirma, porque se supone que en el éter no circula la corriente eléctrica.

Y sin penetrar en este nuevo problema, sobre el cual mucho habría que decir, demos por 'averiguado el hecho y por terminada la experiencia.

Porque, en efecto, á medida que subiésemos por

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la atmósfera encontraríamos capas de aire cada vez menos densas, y, por lo tanto, cada vez más permeables respecto á la electricidad. Quiero decir, más y más conductoras.

Y siguiendo esta ascensión imaginaria, nos encontraríamos una capa atmosférica dotada de la máxima conductibilidad, al paso que las capas superiores, menos y menos densas, ó, si quiere, más y más rarificadas, volverían á adquirir la propiedad aisladora, basta que al salir al espacio etéreo, abandonando la atmósfera, nos hallaríamos con un aislador casi perfecto.

En suma: así como un hilo metálico, rodeado de aire, es un cuerpo conductor metido en un estuche dieléctrico, que es la atmósfera, así en las altas regiones de la atmósfera tenemos una capa de aire rarificada convenientemente y, por lo tanto, conductora entre cuerpo aisladores.

A saber: abajo, el aire más denso, y, por lo tanto, aislador; arriba, el aire menos denso y el éter: otro medio ambiente aislador también. Que es como decir que tenemos un cuerpo conductor en un estuche de sustancias aisladoras.

La naturaleza, según esto, nos ofrece un sistema de transmisión natural con su conductor y sus aisladores.

Ycon esto, fácilmente se adivina el sistema de Tes- la, al menos tal como lo describen algunos periódicos.

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En el punto de partida se engendra la fuerza que ha de transportarse: un generador de fuerza—por ejemplo, una máquina de vapor—.y un dinamo. Después, una varilla altísima, una especie de pararrayos colosal, para ir á buscar en la atmósfera la capa de aire conductora. Y luego, en el punto de llegada, otra varilla de la misma altura para recoger en dicha, capa la corriente, y al pie de la varilla otro dinamo para convertir la corriente en fuerza motriz.

La vuelta de la comente se supone que había de efectuarse por tierra. Porque la tierra es buen conductor.

De aquí se deduce que al hilo metálico de centenares ó miles de kilómetros se sustituye con dos varillas y el filete de una capa atmosférica.

Gomo la altura de estas varillas, teóricamente, sería tan grande que sería imposible, será preciso contentarse en la práctica con una capa atmosférica colocada á mucha altura, pero no á la altura inaccesible en la que la presión está representada por milímetros de la columna barométrica.

Advertiremos, además, que la corriente es de millones de volts y de miles de períodos por segundo.

Es inútil decir, que las dudas y las objeciones tanto teóricas como prácticas, se presentan en tropel. Pero de todas maneras, la idea del célebre Ingeniero, aunque fantástica, es grandiosa. ¡Yno digamos si es atrevida! ¡Como que elevándose las regiones de

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la imaginación, alcanza casi la zona misteriosa de los sueños!

Pero también es verdad que si muchas de las ideas de esta clase se desvanecen como neblina, sin dejar más luz que la de un fugaz relámpago, también es cierto que otras se cuajan y se condensan y arrojan de sí maravillosas invenciones.

El porvenir dirá si el invento de Tesla, ó que á Tesla se atribuye, es un 'hermoso sueño ó una fecunda invención.

No seamos excesivamente crédulos; pero no seamos sistemáticamente escépticos.

Todo lo que en teoría no es absurdo, es, por lo menos, digno de consideración, y casi siempre digno de estudio. En teoría ¿es defendible el proyecto de Tesla? Dígalo la ciencia.

N O T I C I A S VARIAS

Hay descubrimientos, hay invenciones, que son verdaderamente fundamentales, y que para ser explicados ante el público, aun en forma elemental, exige uno ó varios articulos.

Hay otras invenciones, en cambio, que son, por decirlo, sucursales de las primeras y de las que en breves líneas puede darse noticia.

En algunas de estas últimas vamos á ocupar hoy la atención de nuestros lectores.

La transmisión telegráfica sin hilos sigue á la orden del día, y recientemente se ha verificado una experiencia notabilísima de la cual han hablado todos los periódicos.

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Vean nuestros lectores con qué rapidez marchan los descubrimientos. No hace seis meses, al explicar en estas crónicas el receptor de Mareoni, decíamos que gracias á la sensibilidad de este aparato la señal telegráfica podía transmitirse á 15 kilómetros de distancia. Pues esta distancia se ha cuadruplicado; y la experiencia á que antes nos hemos referido ha transmitido las ondas hertzianas á 50 kilómetros mediante el empleo, según se dice, de ciertas lentes de azufre que recogen y condensan estos rayos eléctricos, como las lentes de cristal recogen los rayos de luz.

Los descubrimientos se enlazan, se transforman y á veces de uno nacen muchos. Así el sistema de transmisión de señales, que pudiéramos denominar sistema Hertz-Marconi, tomando los nombres del transmisor y del receptor, les sale al encuentro otro sistema inventado por el profesor Zickler, el cual emplea para la telegrafía sin hilos, no las ondulaciones eléctricas, sino los rayos ultraviolados del espectro luminoso.

Sabido es que el espectro de la luz se compone de tres partes: una central, en que está la luz visible; el iris espléndido de los siete colores, y á los costados dos espectros invisibles: uno, el de las grandes ondas, como si dijéramos el de los bajos profundísimos de la escala luminosa; otro, del lado de la luz violeta*

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invisible también, y que se compone de ondas cada vez más pequeñas, á modo de notas sobreagudas.

Pues estos rayos, según parece, cuando caen sobre un condensador eléctrico, al punto lo descargan.

Y con lo dicho está descrito en breves palabras el sistema del profesor alemán. En el punto de partida se coloca una luz eléctrica de gran intensidad; en el punto de llegada un condensador eléctrico con la carga que aconseje la experiencia.

Haciendo que los rayos violados de la luz lleguen y cesen de llegar alternativamente al condensador, se provocarán en éste chispas eléctricas, que fácilmente se convierten en señales convenidas de antemano.

Es una idea, sobre la cual la experiencia juzgará; mas es lo cierto que el sistema Marconi lleva gran delantera al del sabio alemán, y ha sido sancionado por una experiencia memorable.

Yerlo todo, comprenderlo todo, estar en todas partes ó llegar á todas partes con rapidez creciente, son aspiraciones naturales que el hombre va saciando sin saciarlas jamás.

Ha dado la vuelta al globlo terráqueo; sobre él se lanza con la rapidez de la locomotora ó del trasatlántico; tiende hilos y cables, y por ello circula el

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pensamiento; el verbo humano envuelve la costra sólida y circula bajo las tempestades del océano.

Dirige sus telescopios al cíelo, y explora lo infinito, ó pugna, al menos, por explorarlo.

Pero es en verdad humillante ver astros que están á millones de kilómetros, recorrer después montes y valles, á modo de descanso, y no poder penetrar en los abismos del mar, del mar, que está tan cerca. ¡Tan á la mano!

La fotografía recoge los astros en sus placas sensibles; recoge los paisajes en la tierra; lo mismo las nieves eternas que las fugaces espumas. ¿Por qué la fotografía no ha de penetrar en los senos de los mares?

De eso se trata, y á esta empresa se lanza M. Bou- tan, según dice una nota comunicada á la Academia de Ciencias de París.

Resulta de sus experiencias, que sumergiendo la placa fotográfica á uno ó dos metros bajo el agua, basta la luz del día para impresionar la superficie sensible.

Para profundidades de cinco á siete metros todavía la luz solar es suficiente; pero se necesita una exposición casi de una hora.

Para mayores profundidades, es necesario emplear la luz artificial, la cual se consigue proyectando magnesio en polvo sobre la llama de una lámpara de alcohol protegida por una campana de cristal: la

llama, se alimenta por medio de un depósito de oxígeno. ' 1

No es imposible, por lo demás, ampliar y perfeccionar estos procedimientos, con lo cual se comprende que dentro de algunos años se obtengan fotografías de paisajes submarinos. ¡Cuántos misterios, cuántos horrores podrán descubrirse, cuando desciendan á 300 ó 400 metros bajo las olas, el aparato fotográfico y una poderosísima lámpara eléctrica, manejados ambos aparatos desde arriba por medio de la electricidad!

El célebre físico de Ginebra Raoul Pictet, el célebre creador delfrió artificial, que tan admirables resultados ha obtenido en esta rama de la física, ha inventado un nuevo motor, en que combina el aire con el agua, ó mejor dicho, el aire con el vapor dé agua: y afirma en una Memoria curiosísima que acaba de publicarse, que por su nuevo sistema se obtiene sobre las máquinas de vapor ordinarias una -economía de combustible que liega al 40 por 100.

Importantísimo será el descubrimiento, si la experiencia lo sanciona, para la industria en general. Sería duplicar, ó poco menos, de repente la potencia de la mayor parte de las máquinas empleadas en trabajos industriales.

El nombre ilustre del autor ampara la invención:

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pero la teoría y las conclusiones, antes de ser aceptadas, deben ser discutidas concienzudamente.

Parte M. Pictet de una que pudiéramos llamar experiencia ideal, sumamente curiosa.

Tómese, dice, aire perfectamente seco y del desierto africano; tómese agua á 50 ó 60 grados, por ejemplo, que el sol de aquellas regiones bien podrá darla á esta temperatura; y el agua caldeada y el aire seco colóquense en un cilindro con sus correspondientes émbolos.

La presión interior en el primer instante será igual á la exterior, la de la atmósfera; pero en el aire seco se evaporará el agua, y la presión en el interior aumentará, con lo cual tendremos una fuerza motriz disponible.

Dando realidad práctica á esta idea, ha combinado su máquina, y calculando el rendimiento obtiene la cifra antes indicada.

La discusión completa del problema es imposible en este momento. A la experiencia le toca decidir.

El hombre es eminentemente voluble y eminentemente descontentadizo.

Una invención le entusiasma y el entusiasmo crece, pero bien pronto llega á su máximo y luego baja y acaba por desdeñar hoy lo que ayer admiraba. • Creyó, hace pocos años, que la lámpara eléctrica

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