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Por qué dilata el calor

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que toda combinación química es imposible; en que las afinidades más poderosas parecen heridas de muerte; en que los ácidos más enérgicos, las más enérgicas bases, están en presencia como cuerpos inertes, y dijérase que así como el frío acababa con la vida, infunde una muerte especial en el mismo seno de las substancias inorgánicas; ¡la muerte de la inmovilidad!

Prescindiendo de los procedimientos prácticos que Mr. Pictet y otros físicos han empleado para obtener resultados tales y sin abandonar el terreno de la teoría, como antes anunciamos, puede demostrarse que hay modo de robar á un cuerpo indefinidamente su calor.

Para hacernos comprender, sirvámonos de un ejemplo, ó, mejor dicho, de un símbolo bien conocido de nuestros lectores.

Si una masa de agua cae de un nivel superior á un nivel inferior y encuentra en su camino un receptor hidráulico, por ejemplo, una turbina, sabido es que desarrolla uu trabajo motor.

Así, pues, el hecho de caer el agua de una catarata, puede utilizarse para la creación de cierta energía industrial.

Y después de haber obtenido esta fuerza cierto número de litros que estaban en el tramo más alto quedan en el tramo inferior.

Pero el fenómeno podemos decir—empleando una

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palabra admitida por la ciencia—que es reversible. Es decir, que puede invertirse.

Así como la caída del agua se convierte en fuerza, empleando una fuerza extraña, por ejemplo, una máquina de vapor, podemos sacar agua del depósito interior y subirla al depósito superior.

Empleando términos abreviados, afirmaremos, que en el fenómeno directo la caída del agua crea fuerza, y que en el fenómeno inverso consumiendo fuerza se puede hacer subir cierta cantidad de agua.

Pues tratándose del calórico y aplicando el fecundo principio de Carnot, tenemos derecho á repetir esto mismo, aunque con ciertas diferencias fundamentales que ha puesto en claro la ciencia moderna.

Un cuerpo á alta temperatura, semeja, aunque no con toda exactitud, una masa de agua en un tramo superior.

Y un cuerpo á baja temperatura, simboliza, en cierto modo, el tramo inferior de la catarata térmica.

En una máquina de vapor, por ejemplo, el hogar es el tramo superior, la parte alta de la catarata de fuego; y el condensador en unos casos, y en otros casos la atmósfera, es el tramo inferior, el pie de la catarata el depósito bajo de calórico.

Y como el agua al caer de lo alto á lo bajo de la catarata engendra fuerza al encontrar la turbina, el calórico al abandonar el hogar y venir al condensa-

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•dor pasando al través de la máquina de vapor, engendra fuerzas también.

Con una diferencia, sin embargo: que toda el -agua que sale del depósito superior y prescindiendo de la que se evapore en el camino, en el depósito inferior se recoge, y esto no sucede con el calórico.

Pero de todas maneras, si no todo el calor que perdió el hogar, una buena parte en el condensador cae. Y este es, precisamente, el defecto de las máquinas de fuego. Esta pérdida es ineludible porque •se funda en una ley de la Naturaleza.

Y hecha esta salvedad, continuemos nuestra explicación.

Como el fenómeno hidráulico era reversible, el fenómeno térmico lo es también.

El calórico al caer engendró fuerza. Pues empleando la fuerza de otra máquina podemos hacer •que el condensador suba calórico al hogar, como antes con una bomba podíamos hacer que subiese agua del depósito inferior al superior. Pero sacar agua del depósito inferior es enfriarlo, y como la operación no tiene límites—al menos en teoría—hasta •el agotamiento total del depósito más bajo, claro es que podremos enfriar tanto como nos plazca cualquier cuerpo, tomándolo por tramo inferior de la catarata de fuego.

Y, caso extraño, como la máquina elegida para •efectuar esta operación puede á su vez ser una má-

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quina de fuego, habremos resuelto de paso este problema inverosímil: con el fuego crear el hielo, con el calor crear el frío. Y parodiando aquella frase del lego de Don Alvaro, del inmortal Duque de Rivas, cuando decía: «Tiene cosas muy raras el padrfe Rafael», podemos decir nosotros: «Tiene cosas muy raras la ciencia».

Muy raras, pero admirables.

é h h V t t \ j* y VTSfe

T R A N S P O R T E Y C E N T R A L IZ A C IO N D E F U E R Z A S

Lo hemos dicho en otras ocasiones. Los grandes •descubrimientos modernos relativos á la electricidad y sus aplicaciones, no han venido á aumentar el caudal de las energías disponibles para la industria humana.

El dinamo no es una máqüina creadora de fuerza.

Es un invento maravilloso: está transformando todas las industrias, todas; pero no las transforma porque acreciente el capital energía.

Es, pues, un invento de un orden completamente distinto de aquel orden á que pertenece la invención de la máquina de vapor, ó, mejor dicho, de las máquinas de fuego.

Un aumento de animales de carga ó de tiro en un mercado y de la sustancia alimenticia correspon-

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diente, es un aumento de fuerza. El número de kilográmetros de que antes disponía ha crecido: hay .fuerza, nueva fuerza para la industria de transportes.

El descubrimiento de una mina de carbón de piedra es todavía un aumento de energía disponible.

Una catarata que se deshace en espuma en el seno de un monte, es una fuerza también que está pidiendo un empleo útil.

Y, en cambio, todos los dinamos que emplea la industria moderna no traen consigo ni un kilográmetro; y perdónese la exageración aparente, que en esta exageración se oculta una gran verdad.

La catarata representa una fuerza nueva, porque todo peso que está en una altura, y que desde ella cae atraída por la masa terrestre, representa un trabajo mecánico que, ppr lo pronto, es trabajo utiliza- ble, y que cuando se utilice será trabajo industrial, como antes decíamos. Y un pedazo de carbón de piedra representa también una energía potencial, porque se halla rodeado de aire, y cuando se coloque en un bogar, y en condiciones oportunas, las moléculas de oxígeno de la atmósfera se precipitarán sobre él, y al efectuarse la combinación química se desarrollará calórico que podrá aplicarse, por ejemplo, á la máquina de vapor.

El caso es el mismo que el de la catarata que antes citábamos. Es otra catarata; catarata, por decirlo asi, invisible, de la cual no vemos más que lo que

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pudiera llamarse espuma luminosa, pero que en el fondo equivale á la masa de agua que se despeñaba por el tajo de la montaña. En ésta, eran gotas de agua que caían hacia el centro de la tierra. En el hogar de una locomotora son moléculas de oxigeno las que caen sobre la masa de carbón.

Las apariencias de ambos fenómenos son distintas, su esencia es la misma.

Los sentidos que son torpes, vulg-ares y prosaicos, consideran ambos fenómenos como totalmente diversos.

No hay manera de convencer á los ojos que aquella masa de agua que viene por entre peñas, que se encuentra con un tajo, que por él salta en forma de lámina líquida, que llega al fondo y se deshace en espuma, es lo mismo, exactamente lo mismo, que unos cuantos trozos de carbón que se hacen ascuas en el hogar de una locomotora.

Pero la razón humana, que materialmente ve menos, ve mucho más en lo invisible. No se contentaba con ias apariencias: va al fondo de las cosas, y al llegar á este fondo tan misterioso como sublime, ve desprenderse del aire cataratas de oxígeno que caen sobre el carbón.

Así, siempre que un cuerpo es atraído por otro, á lo largo del camino que recorre desarrolla un trabajo. Y estas son las energías que la industria aprovecha, y no puede aprovechar más que estas energías.

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La industria no vive sino utilizando desniveles, desigualdades y diferenciaciones. Si en todo existiese una estúpida nivelación, ni existiría la industria, ni la vida existiría. ¿Cómo se separáronlas cosas, los seres, los átomos? ¡Quién lo sabe! Filosofen los filósofos, aguce sus ideas la metafísica, forjen hipótesis los aficionados, que el hombre de ciencia positiva se limita á señalar los hechos; y la industria, es decir, la ciencia práctica, los utiliza. Y como sabe que cuando dos cosas están separadas pretenden unirse por atracciones reales ó aparentes (importa poco), en este hecho de caer una sobre otra, de precipitarse y de unirse, hay siempre un desarrollo de energía, sorprende la unión al paso y aprovecha la energía desarrollada, las ansias de unión, por decirlo así, para utilizarlas en la producción universal.

Por eso el animal doméstico, que consume alimentos, engendra fuerzas musculares en varias de las reacciones químicas que se desarrollan en su organismo.

Por eso la catarata, que se desploma en una montaña atraída por la tierra, desarrolla trabajo Ó energía que sorprende, y recoge una turbina.

Por eso el carbón que se quema en un hogar—y decir que se quema es decir que llama á sí y recoge en el lecho abrasado de sus ascuas á las moléculas de oxígeno que vagan por el aire—, engendra calor,

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