El Baño de la Cava es el nombre con que se conoce a un antiguo torreón y otros restos, situados junto al Tajo en Toledo. Tal nombre se refiere a los legendarios amores del último rey godo de España, D. Rodrigo, con Florinda la Cava, hija del Conde D . J u l i á n , cuya venganza daría origen a la invasión árabe. La verdad histórica es diferente, y en este libro se estudian los motivos por los que se dio tal nombre al edificio y el uso real que éste tuvo. Julio Porres Martín-Cleto, historiador, es„ entre otras cosas, el Director de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y cronista oficial de la ciudad. H a publicado libros, entre los q u e d e s t a c a la Historia de las Calles de Toledo y La Desamortización del siglo XIX en
Toledo; así como muy numerosas monografías.
Un enigma hist贸rico
El Ba帽o de la Cava
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FUNDACK JUANELO TURRIAN*
JULIO PORRES MARTÍN-CLETO
Un enigma histórico
EL BAÑO DE LA CAVA
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EDITORIAL CASTALIA
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© Juanelo Turriano © EDITORIAL CASTALIA © INSTITUTO PROVINCIAL DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS TOLEDANOS P R I N T E D IN S P A I N IMPRESO EN ESPAÑA D E P O S I T O L E G A L : M . 21260-1991 I . S . B . N . : 84-7039-608-0 UNIGRAF. S . A . MOSTOLES (MADRID)
ÍNDICE
1. La leyenda y el Baño
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2. El Baño en la Historia
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3. Los caminos romanos
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4. Descripción del puente
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5. Anexo: a) Informe sobre el río por Manuel Díaz-Marta b) Plano topográfico-batimétrico del lugar c) El puente de San Martín en 1750
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6. Apéndice documental
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1. LA LEYENDA Y EL BAÑO
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esde tiempo inmemorial se llama en Toledo Baño de la Cava a un torreón desmochado, de planta rectangular, situado sobre la orilla derecha del Tajo, cuyas aguas lamen en invierno sus hiladas inferiores. Está construido con manipostería entre hiladas de ladrillo y aguas abajo del puente de San Martín, a unos doscientos metros de éste; si bien está aislado de él, pese a su proximidad, por una coracha 1 o cortina defensiva reforzada con cubillos cilindricos, cortina que nace de la muralla principal de la ciudad y termina en el mismo río, dentro de cuyas aguas está el último de sus torreones 2 . Por qué se haya adjudicado tal nombre a esta torre, no lo registraron los sucesivos historiadores de la ciudad. Es posible que se deba a su situación, al abrirse su arco mayor directamente sobre el agua, como sucedía en las antiguas casetas de baños. Es sin embargo evidente que para ser tal caseta resulta 1 Vocablo que sigue sin figurar en el Diccionario de la R.A.E., pese a usarse frecuentemente en la Edad Media y no haber sido sustituido por otro. U n estudio sobre estas defensas medievales, que compartimentaban el perímetro defensivo de u n a ciudad o un castillo y protegían frecuentemente su abastecimiento de agua, en M . CASTAÑOS Y MONTIJANO: «Corachas, torres albarranas y baluartes», en Arte Español, tomo IV, núm. 8, 4.° trimestre de 1919, pp. 157 y ss. Modernamente las ha estudiado L. TORRES BALBAS en su obra Ciudades hispano-musulmanas, Instituto Hispano-Arabe de Cultura, s.l. (Madrid), s.f., vol. II, p. 525 y siguientes, con bibliografía. 2 Tuvo esta coracha una puerta, con arco escarzano, abierta en la cortina defensiva entre dos de sus cubillos. Tapiada durante siglos para evitar el paso furtivo de los defraudadores de arbitrios municipales (que debían recaudarse en las puertas y puentes) fue abierta de nuevo para el paso de un colector de aguas residuales. Al restaurar el Baño y esta coracha en 1976 se ha transformado la puerta en arco de herradura, ignoramos por qué.
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demasiado robusta y monumental, desproporcionada a todas luces para un uso tan prosaico y sencillo. Pero habiéndose olvidado ya la función efectiva para la que fue construida esta torre, debió buscarse una explicación popular para ella y resultó la más adecuada la de servir para abluciones fluviales3. Precisamente por su monumentalidad se pensaría que fue un edificio reservado a la Corte o para personajes destacados, ya que un particular no iba a costear semejante edificio para un fin tan modesto. Y menos aún al estar construido en terrenos de dominio público, tanto por corresponder a la margen inundable por la corriente como por ser un abrevadero secular del ganado, anejo a la cañada segoviana que pasa por el puente 4 y, además, incultivable a todas luces, ya que la roca aflora por doquier y sólo crecen espadañas en el mismo borde del agua. Esto en cuanto a la palabra Baño. En cuanto a Cava, debemos recordar que cava o cárcava equivalen a foso militar; y son muy ilustrativas en este caso las palabras escritas por el gran arqueólogo Leopoldo Torres Balbás: «Foso, cárcava o cava al pie del antemuro, lleno de agua» o, con más detalle: «La cárcava adquiere plena eficacia cuando por ella circula una corriente de agua, al aumentar así la dificultad del asaltante. En tal caso no es más que la reproducción, a escala reducida, del eficaz foso natural que supone un río, sobre todo si es caudaloso» 5 . Luego si escribimos cava con minúscula, rebajándola de nombre propio a nombre común, tendremos una explicación razonable —aunque sea poco poética— del
3 Sorprende que un hombre meticuloso y bien informado como don Pascual Madoz, que en el volumen 14 de su Diccionario agradece los datos facilitados por J . A. de los Ríos y A. Martín-Gamero (pág. 814) y poco después (p. 815) dice que el puente de San Martín «fue edificado en 1203 (sic) sustituyendo al anterior, cuyas ruinas se ven más abajo, destruido por u n a fuerte avenida», al relatar en la página 832 las antigüedades de la ciudad, incluya «por bajo del puente de San Martín los baños de la Cava, que son un torreón con varios arcos a sus cuatro (sic) frentes, cuyo uso no puede decirse con puntualidad». 4 Figura en la Descripción de las cañadas reales, Madrid, El Museo Universal, 1984 (reedición), pág. 83. 5 Ciudades hispano-musulmanas cit., volumen II, pp. 507 y 543 y siguientes.
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apelativo: «baño que está en la cava». Cava natural, no artificial en este sitio, primera defensa de la muralla protectora de la ciudad y que, siguiendo la hoz del Tajo desde su entrada bajo el puente de Alcántara, circunda (y es obstáculo eficaz para el asaltante) la mayor parte del recinto histórico de Toledo (Figs. 1 y 2). Ahora bien, ¿de dónde procede la explicación popular de semejante Baño, que sin duda jamás usó el personaje legendario llamado Cava, o Florinda la Cava si preferimos el nombre completo? Pues tal denominación no puede ser anterior al siglo XIV, ya que antes de construirse el puente medieval de San Martín que sigue en uso hoy, aunque sólo sea ya peatonal, había en este sitio un viaducto más modesto y que se llamaba igual que su sucesor. Todos sabían entonces que no era un baño tal torreón, y tendría que transcribir más de medio siglo al menos para que se olvidase su verdadero nombre y su verdadero destino. Pero volvamos a la leyenda. Ésta nos dice que un tal J u lián, o Yllán, al que titulan conde y gobernador de Tánger y Ceuta durante los reinados de Witiza y Rodrigo, dejó en la corte de Toledo a una hija suya muy bella, para ser educada allí bajo la protección del monarca quien, en su momento, cuidaría de casarla con un noble adecuado a su linaje. Pero la belleza de la doncella cautivó al mismo rey quien, pese a su resistencia, la violó. Vino Julián a Toledo, supo lo sucedido (otros dicen que se lo comunicó su hija con un mensaje cifrado —un huevo envenenado— que comprendió su padre) y, para vengarse del monarca, entregó Ceuta a los árabes y les ayudó a pasar el estrecho de Gibraltar con sus propios barcos. Don Rodrigo fue derrotado y muerto en la batalla del Guadalete y Julián quedó vengado. Como suele ocurrir con estos relatos legendarios, sobre un suceso concreto y verdadero 6 se van añadiendo detalles nue6 Define las leyendas el Diccionario de la R.A.A. como «Relación de sucesos que tienen más de maravillosos que de verdaderos».
1. El Ba単o, la coracha y la muralla en alto, al borde del cerro toledano. Ante ellos, la cava o foso natural del Tajo. A la izquierda del Bario, en blanco, acceso al abrevadero de ganado.
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2. El Baño, visto desde la orilla izquierda del río, en 1970, antes de ser reconstruido.
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vos o bien introduciéndose variantes imaginarias en el texto primitivo, a medida que otros copistas lo recogen o modifican a su conveniencia; porque así les parece más creíble o, simplemente, porque resulta más poética y atractiva su versión ampliada 7 . El relato más antiguo que conocemos es del siglo IX y en él el historiador egipcio Ibn al-Hakam anota en su recopilación, terminada el año 871, los sucesos más importantes de que tuvo noticia 8 . Le siguen Ibn al-Qütiyya 9 y la importante colección de tradiciones, de autor anónimo, llamada Ajbár Maymü'a10, todos con ligeras variantes. Añadiremos por último al cronista Al-Maqqarí, traducido en la misma edición que el anónimo anterior y por el mismo autor de ella 11 . Todos relatan la colaboración de Julián u Olián con los árabes, dirigidos por Musa ibn Nusáyr, así como el previo atropello del rey godo a la hija de aquél; pero ninguno recoge el nombre de ésta, ni se refieren para nada al Baño toledano. Los cronistas cristianos medievales —y no sólo los hispanos, pues también alguno franco recoge el relato, cambiando los nombres de los personajes— repiten y modifican más o menos el tema, calificando ya como traidor al supuesto conde don Julián. El más antiguo es el Silense, de comienzos del siglo X I I 1 2 y le siguen Lucas de Tuy y Jiménez de Rada, éste en su 7 No recoge esta leyenda la crónica cristiana más antigua que relata la invasión musulmana, la Crónica mozárabe del año 754, donde se cita en cambio al personaje histórico Urbano, «hombre de muy noble estirpe, de una región africana, educado en la doctrina católica, que había ido con él [con M u s a ibn Nusáyr] por todas las provincias españolas...» Vid. la edición crítica y trad u c c i ó n d e L . E . LÓPEZ PEREIRA, Z a r a g o z a 1980, p . 77.
8 Conf. JUAN MENÉNDEZ PIDAL: Leyendas del último rey godo, Madrid, Rev. de Archivos, 1906, pp. 68-69. 9 T r a d u c c i ó n d e JULIÁN RIBERA Y TARBAGÓ, M a d r i d 1926, p . 5.
10 Traducción de E. LAFUENTE ALCÁNTARA, Madrid, R. Academia de la Historia, 1867, pp. 19-20. Sobre esta compilación véase a C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ: El Ajbar Maymucá. Cuestiones historiográficas que suscita. Buenos Aires, 1944, passim. 11 Op. cit. en nota 10, pp. 173. 12 Publicado en España Sagrada de E. FLÓREZ, vol. X V I I , p. 270.
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De Rebus Hispaniae, entre otros 13 . Contrasta, en cambio, con el silencio que sobre el episodio guarda la Crónica de Alfonso III, de fines del siglo IX, documento que se limita a decir que por los pecados de Witiza y Rodrigo y a causa de la traición de los hijos de aquél, entraron los sarracenos en España 14 . En la famosa versión de la historia de Ahmad ar-Rází, vertida al portugués desde un original árabe por el clérigo Gil Pérez en 1344 y luego traducida al castellano, vemos por primera vez el nombre de la hija deshonrada: Alataba según unos manuscritos. La Taba o Aleaba en otros, hasta llegar a la grafía que ha prevalecido, Caba o Lacaua 15 . Y en un relato poético, interpolado en la traducción de Rázi, se cuenta cómo llegó el rey a prendarse de ella, cuando ésta cantaba con otras doncellas, al verla «vn poco del pie a bueltas con la pierna» 16 . De esta visión de un simple pie y algo más, a la contemplación de la Cava bañándose, no hay gran distancia para un escritor imaginativo, inspirándose además en la escena bíblica de David y Bethsabé pero situándola en un jardín del palacio regio de Toledo. Jardín al que, claro es, se adorna con árboles frondosos, límpidos estanques y bellos surtidores para hacer más atractivo el relato. Pero el cerro toledano carecía de agua corriente desde que una fuerte avenida del río Guajaraz, en época ignorada pero seguramente anterior a la época visigoda (al menos, entre las obras del reinado de W a m b a no se cita para nada este abastecimiento, ni en las descripciones árabes de la ciudad) destruyó el embalse de cabecera del acueducto/embalse, que cono13 H a y la extraña variante de llamar O l i b a a la hija de J u l i á n que ya aparece en la Pseudo-isidoriana, donde se d a como posible que esta O l i b a fuera la esposa y no la hija de Julián; lo q u e recogió F . J u a n Gil de Z a m o r a , publicad a por E. FLÓREZ en su España Sagrada, cit., X I V , apéndice V I I I . L a versión de JIMÉNEZ DE RADA, en De Rebus Hispaniae, libro I I I , cap. X V I I I . 14 E d i t . p o r J . G I L FERNÁNDEZ, J O S É L . MORALEJO y J U A N I . R u i z DE LA
PEÑA: Crónicas asturianas, Universidad de Oviedo, 1985, p p . 199-201. 15 Recoge estas variantes JUAN MENÉNDEZ PlDAL en su o.c. pp. 120-123 16 M s . T-282 de la Biblioteca Nacional, según J . MENÉNDEZ PlDAL, quien publica este texto en su o.c., pp. 139-140.
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cemos como Alcantarilla. No había por tanto grandes jardines ni surtidores con estanques en el recinto histórico y reseco de la ciudad, que tenía que surtirse de pozos precarios y del acarreo de cántaros sobre bestias de carga, conducidas por los azacanes o aguadores; ya que el llamado ingenio o artificio de Juanelo, durante los años que funcionó, suministraba casi todo el caudal al Alcázar y sus jardines. Hasta 1863, en que se llevó a Toledo el escaso caudal de agua del arroyo de Pozuela y, ya en cuantía suficiente, el del río Torcón en 1945. Y estando la residencia regia (el al-Hisám o Alficén) en el solar que ocupan hoy Santa Fe y las Concepcionistas, tras del actual museo de Santa Cruz, las norias y azudas más potentes no podían subir el agua del Tajo hasta allí, a más de cincuenta metros sobre el nivel normal del río. Todo conocedor de Toledo sabe esto y la leyenda, por tanto, resultaría inverosímil. Había por tanto que buscar otro lugar para la escena del baño y la visión de Rodrigo. O mejor aún, había que situar el palacio regio en un lugar desde el cual fuera fácil ver el río mismo, en un sector adecuado para bañarse en él la Caba. Pues con b escriben su nombre la mayoría de los documentos que hemos consultado para seguir el rastro a tal denominación del torreón, que sigue vigente. Si, salvando los escalones intermedios, nos trasladamos al siglo XVI, vemos que se repite el relato legendario por los llamados entonces «autores graves». Así, el P. J u a n de Marian a , en su j u s t a m e n t e a f a m a d a Historia General de España
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coge la versión admitida en su época, si bien precisa algunos detalles: que la Cava era hija del conde don Julián, gobernador de la Mauritania Tingitana; que se criaba en la corte, al servicio de la reina Egilona, esposa de Rodrigo, y que se llamaba Cava, con v. Y citando al Tudense y otros cronistas expone que, según éstos, pudo ser la Cava la esposa y no la hija de tal conde. Pero, como era de esperar, ni los cronistas medievales m 17 Citamos por la edición de Madrid, 1852, vol. I, p. 148.
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los historiadores posteriores, sean musulmanes o cristianos, si bien van añadiendo detalles al núcleo primitivo de la leyenda, citan para nada a nuestro Baño. Ni siquiera mencionan su existencia. Deducimos de ello que esta relación de la Cava con el torreón toledano ha tenido un origen puramente local. Habrá, pues, que ir a los historiadores de la ciudad para seguir su rastro y, si fuera posible, su principio. Nada dice sobre este tema el autor de la primera historia impresa de la ciudad, Pedro de Alcocer 18 . El segundo, el doctor don Francisco de Pisa 19 , al describir el puente de San Martín (Figs. 3 y 4), relata su reconstrucción por el arzobispo don Pedro Tenorio, diciendo que es «más alto y fuerte edificio y lauor que otra (puente) antes della auia, angosta y pequeña, donde muchos peligrauan y perecían, cuyas ruynas y cimientos se ven oy no lexos de la nueua, abaxo della, como se significa en el letrero que luego diremos» 20 . No hace la menor referencia a que tales ruinas se llamen Baño de la Cava, sino simplemente dice lo que efectivamente son, simples restos de otro viaducto anterior, angosto, pequeño e inseguro, donde no era raro que se ahogaran los viandantes. Y ello a pesar de que conoce y relata más adelante, con todo detalle, la leyenda del atropello por don Rodrigo de la hija de don Julián, «conde y gobernador de Ceuta y señor de Consuegra y capitán de las fronteras de África» 21 . No olvida tampoco reseñar la versión de que «...otros dicen que era mujer del Conde, que se llamaba Florinda... a la qual los árabes llamaron la Caua, 18 Historia o Descripción de la Imperial Cibdad de Toledo. Toledo, 1554 (hay edición facsímil del I.P.I.E.T., Toledo 1973). 19 Descripción de la Imperical Civdad de Toledo, y Historia de sus antigüedades y grandezai,y cosas memorables que en ella han acontecido... En Toledo, por Pedro Rodríguez, año 1605. 20 Se refiere a la inscripción puesta por orden del corregidor de Toledo Gutiérrez Tello hacia 1575 en la torre exterior del puente de San Martín, en la que se citan las ruinas visibles aguas abajo de aquél como secuela de una inundación del año 1203. La cita de Pisa, en el libro 1.°, cap. X I I I , fol. 24 recto. 21 Op. cit., libro 2.°, cap. X X X I I , fol. 121 vto.
3. El puente de San MartĂni, visto desde el Bario de la Cava. A la izquierda<., tramofinalde la coracha con la puerta transformada en 1970.
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4. El Tajo desde el puente de S. Martín, antes de construirse su sustituto titulado de la Cava. En primer término, la coracha con su puerta primitiva; detrás, el Baño de la Cava y el pilar volcado en el río. Al fondo, presa de Azumel o de la Fábrica de Armas. (Foto F. Villasante)
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por nombre infamante, que quiere decir mala muger...». Añade por tanto detalles al relato tradicional: que Julián era señor de Consuegra, que la violada se llamaba Florinda y que Cava es simplemente un nombre infamante en árabe... idioma que por lo visto ignoraba y que no consultó tampoco con un experto. Es más; al describir al comienzo de su obra las fuentes y pozos o manantiales más importantes de la ciudad, dice que «ay otros vaños llamados de la Caua, en la plagúela llamada también de la Caua» 22 . Tal plazuela es la que hoy se titula paseo de la Virgen de Gracia, paraje llamado efectivamente Aqaba ( = cerro, en árabe) en los documentos mozárabes procedentes de la Catedral toledana y publicados por Ángel González Palencia 23 , topónimo que además se ha conservado en el nomenclátor vigente de calles y plazas toledanas, donde figuran la plaza, bajada y travesía de la Cava. Esta noticia del doctor Pisa es interesante para nuestro objeto, pues resulta que el manantial subsitía aún en 1913, en que fue estudiado el cerro por arqueólogos de la Comisión de Monumentos local y hallaron un baño —árabe según su descubridor— y el manantial citado, del que unimos copia del plano levantado entonces (Fig. 5). Y este cerro o plazuela de la Cava dista 350 metros en línea recta del actual Baño de la Cava. Llega el siglo XIX en el que, siguiendo los pasos de don Antonio Ponz en la centuria anterior, visitan Toledo y escriben obras de muy desigual valor los viajeros, impulsando a su vez a los escritores románticos a relatar leyendas y a los historiadores locales a publicar historias y descripciones va22 Ibídem, libro 1.°, cap. V I , fol. 15 vto. 23 Los mozárabes toledanos en los siglos XII y XIII, Instituto Valencia de D. J u a n , M a d r i d 1926-30, docs. 635, 674, 1.1147 a 1.149 y 1.151. E n el censo de toledanos del año 1561 se anotan la calle del Alacaba, con dos vecinos, y «el ala caba» con veinte, a m b o s en la p a r r o q u i a de Santo T o m é ; la plaza del Alacaba con veinticuatro y el postigo del A l a c a b a con dieciocho, en la parroquia de San R o m á n . Vid. L. MARTZ y J . PORRES, Toledo y los toledanos en 1561, Toledo 1974, p p . 172 y 285-286.
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5. Planta de unos ba単os en el cerro de la Virgen de Gracia o Cava Alta, estudiados por A. Cabrera en 1913. (Archivo R. Academia de B. Artes de Toledo).
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rias, depuradas ya de los lamentables falsos cronicones. El primero que nos interesa es donde José Amador de los Ríos y Serrano, en su bien documentada obra Toledo Pintoresca24, donde se inserta un tosco dibujo del Baño (el más antiguo que conocemos) (Fig. 6) y se indica simplemente que «...en la orilla oriental del río se contempla un torreón, despedazado en parte por las injurias de los siglos, el cual es conocido con el peregrino nombre de Los baños de la Cava. No sabemos ni es fácil averiguar las causas que han dado pábulo a esta tradición, tan vaga como infundada, ni es posible hallar en el torreón mencionado y unos baños la relación más leve». Añade, tras de oír a ancianos de la ciudad, que «por suponerse que D. Rodrigo tuvo su palacio -frente a esta torre, en lo que ha sido convento de S. Agustín hasta nuestros días, debió tener la Cava sus baños allí, para que pudiera el rey solazarse en contemplarla desde lo alto de uno de los miradores del indicado palacio... Bien conocerán nuestros lectores que esta tradición carece de verosimilitud absolutamente». Expone luego su opinión de que la torre no es más que uno de los estribos del antiguo puente, arrastrado por una avenida según la inscripción existente en el inmediato de San Martín, en el año 120 3 25 . Cronológicamente sigue a este libro una guía modesta, escrita por D. Pedro-Pablo Blanco y D. Manuel de Assas, colaborador este último de la muy buscada hoy, como joya bibliográfica, Monumentos Arquitectónicos de España25. En esta breve guía impresa en octavo, se dice solamente que en el Baño de la Cava hay empotrados relieves visigodos (aunque siguiendo a De los Ríos, los llaman de estilo latino) y casi al final de la obra se dice que durante la estación de verano se levantan en la ribera del río «cómodos y espaciosos (?) baños para el uso de sus habitantes'y también de los forasteros» 27 ; pero no rela24 25 26 27
Toledo Pintoresca, descripción de sus más célebres monumentos. Madrid, 1845. Op. cit., pp. 285. Edit. Gil Dorregaray, Madrid, 1877. El Indicador toledano o guía del viajero en Toledo. Madrid, 1851. «Por PEDRO-PABLO BLANCO y MANUEL DE ASSAS, abogados y autor éste del Álbum Artístico de Toledo». Las citas, en las pp. 8 y 25.
LOS BAÑOS DE LÀ CAVA.
6. Dibujo del Baño inserto en la obra de José A. de Los Ríos Toledo Pintoresca, de 1845, con muy escasa fidelidad al edificio real pero por primera vez reproducido e impreso.
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ciona estas abluciones estivales con la Cava ni con ninguna otra doncella ultrajada por un monarca. Del mismo parecer que D. José Amador de los Ríos es el meticuloso y bien informado cronista de Toledo, don SixtoRamón Parro, en cuya extensa obra (1.535 páginas, en dos volúmenes) acepta aquel criterio expresamente y repite que carece de verosimilitud la tradición de que la Cava se refrescase (sic) en este lugar, a la vista del último rey godo, no siendo el torreón más que el primer estribo del puente antiguo de San Martín. Cita también a «los machones de argamasa que todavía asoman sobre el nivel ordinario de las aguas en dirección de esta torre para la otra orilla del Tajo» 2 8 . Pero la tradición local, aunque era rechazada como vemos por los historiadores serios, seguía viva. Así resulta del primer documento cartográfico trazado en el siglo XIX de los alrededores de la ciudad, obra del aparejador militar D. Blas Martín Teruel 2 9 como anejo a un proyecto de establecer en Toledo la Academia de Infantería. Fechado en 1815, se rotula en él «Baño de la Cava» al famoso torreón, aguas abajo del puente de San Martín, dibujando también la coracha que los separa (Fig. 7). En 1858 se traza el primer plano topográfico de Toledo por el arquitecto D. Maximiano Hijón, plano editado por el ingeniero D. Francisco Coello 30 , autor del Atlas Geográfico de 28 Toledo en la mano, 2 vols., Toledo, 1857 (hay edición facsímil del I.P.I.E.T. en 1978). La cita en el vol. I I , p. 657. 29 Planc-croquis de las inmediaciones efe la parte de la Ciudad de Toledo que mira al Norte para mayor inteligencia del informe dado ¿sobre? los Edificios del Hospital de S. Juan Bautista y Cuartel de S. Lázaro para el establecimiento de la Academia Militar de cadetes del Exéráto. Ms., fechado en Madrid, 30 julio 1815. Sobre el proyecto que motivó este plano, vid. el Diccionario de MADOZ citado, vol. 14, página 828. Nos h a facilitado copia de este plano, cuyo original se conserva en el Servicio Geográfico del Ejército, nuestro buen amigo D. J o s é Antonio García-Diego. 30 Toledo. Levantado a costa y bajo la direcáón de D. Francisco Coello, Autor del Atlas Geográfico de España, Ingeniero, por D. Maximiano Hijón, Arquitecto de la Academia deS. Femando. Madrid, 1858.
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7 Plano de la Vega Baja de Toledo, trazado por Blas Martín Teruely fechado el 30 de junio de 1815, que recoge el «Baño de la Cava» en la parte inferior, al pie de la murallay junto a la coracha. También dibuja la presa de Azurnel y las ruinas de Santa Leocadia («basüica») y el convento de S. Bartolomé, ambos incendiados en 1810. (Servido Geográfico del Ejército).
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España. Lleva la escala 1:5.000 y en él se indica: «Torreón llamado los Baños de la Cava y vestigios del puente árabe», con lo que une, por si acaso, la historia y la leyenda (Fig. 8). En el solar que ocupó el convento de San Agustín, demolido ya en su totalidad por el especulador que lo compró como parte de los Bienes nacionales, se anota: «Sitio que ocupó el Palacio de la Cava o de D. Rodrigo». Lo mismo hace el autor del plano siguiente, del año 1882, don José Reinoso, seguramente funcionario del Instituto Geográfico que por aquellas fechas confeccionaba el excelente m a p a 1:50.000 de la región central y que, aprovechando su estancia en Toledo, debió editar por su cuenta Reinoso este plano de la ciudad, en escala 1:4.00031 (Fig. 9). En este plano se reproduce incluso la planta del Baño (aunque con cuatro puertas en lugar de las tres que efectivamente tiene) y el frogón dentro del agua, rotulado éste como «peñón» y añadiendo «Vestigios de puente árabe», inspirándose tal vez en su predecesor Hijón. No olvida tampoco señalar sobre el solar de San Agustín el «Palacio de la Cava, o de D. Rodrigo». Ni entonces ni ahora puede verse el Baño desde tal solar; pero cuando el convento agustino estaba en pie sí era factible, ya que su fachada occidental llegaba hasta la muralla que sostiene hoy el paseo de Ronda o de Recaredo, que lleva hasta el puente bajomedieval de San Martín 3 2 . El primer estudio detallado del Baño es el redactado por el ingeniero militar Eduardo de Mariátegui, en el volumen dedicado a Toledo de la Crónica General de España, aparecido en 1866 33 . Tras de escribir que ningún dato histórico justifica el título de Baños de la Cava, lo clasifica como «resto del famoso puente construido por Almansur, hagib de Hixem II, destruido en 1203 por una terrible avenida», mezclando como vemos
31 Plano-Guía de Toledo, publicado por D.José Reinoso. S.L., 1882. 32 Sobre este convento y su planta y alzados exteriores, vid. J . PORRES Y J . BLÁZQUEZ: « U n proceso inquisitorial y cuatro conventos toledanos», en Anales Toledanos XXIV, Toledo, 1987, pp. 99-113. 33 Crónica de laprovináa de Toledo. M a d r i d , 1866, p. 74.
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8. Plano de Coello-Hijón de 1858, con el Baño de la Cava (con cuatro puertas en vez de tres) y el pilar volcado. Sobre las minas de San Agustín indica: «Palacio de la Cava o de D. Rodrigo», siguiendo la tradición local.
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9. Plano de J. Reinoso en 1882, reproduciendo el Baño (222) (también con una puerta de más) y el pilar volcado ante él. En las ruinas de San Agustín sitúa el supuesto palacio de la Cava o de D. Rodrigo, siguiendo a Coello (245).
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las noticias contenidas en una inscripción existente en el puente de Alcántara, que atribuye a Almanzor su construcción, y las de otra lápida adosada a la torre exterior del de San Martín que antes hemos citado. Añade una extensa descripción de la torre, que más adelante tendremos en cuenta, y explica que «la disposición de la torre no deja lugar a duda acerca del objeto defensivo con que fue construida, siendo la proximidad de este sitio al palacio de D. Rodrigo (después convento de San Agustín) y la falsa tradición de sus amores con la Cava las causas probables del nombre con que se designa hoy este monumento». Con criterio arqueológico en su comienzo, aunque infundado en su continuación, publicaba en 1900 un compañero de profesión del anterior un artículo en una revista local. Nos referimos a D. Manuel Castaños y Montijano, Vicepresidente de la Comisión Provincial de Monumentos, quien bajo el título «El Baño de la Caba» (con b) 3 4 afirma tajantemente que sus ruinas «no han podido ser de edificio destinado para baño... basta mirarlas con alguna detención para observar que aquello fue un puente árabe construido sobre los cimientos de otro romano; como lo acusa la diferencia entre su parte inferior y superior y no hay que dudar que debió tener su correspondiente coronamiento de almenas y matacanes; frente al cual aparece, sobre el agua, uno de los machones de apoyo de un arco, y en la otra orilla se descubre claramente el arranque del estribo opuesto». Además de esta opinión de que desde el Baño hubo un arco hasta el machón volcado (lo que constructivamente no parece factible, dada la estructura de la torre), lo que ya suponía Mariátegui, si bien creía que habría un estribo delante del Baño distinto de éste, fue el primero en advertir la existencia de los restos de otra pila en la orilla izquierda. Relaciona también el puente con la coracha, que identifica con acierto como obra defensiva y protectora del 34 Boletín de la Sociedad Arqueológica de Toledo núm. 1, 31 de enero de 1900, páginas 7 a 11.
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abastecimiento de agua 3 5 , pero la mayor parte de su extenso artículo se dedica a apoyar la idea —errada en nuestra opinión— de que al decirse que habían violado a la Gaba (grafía que olvida el texto del P. Mariana o el de Pisa, que escriben «Caua») quería decirse simplemente la persecución de Egica a la raza judía, ya que hace derivar tal nombre de «Caab, tribu pervertida, maldita». Y estando la judería toledana inmediata al puente de San Martín, los hebreos tenían señalado este sitio para sus baños, por lo que Baño de la C a b a equivale a decir baño de los hebreos. Con lo que da por resuelto el problema. U n estudio más detenido de la torre se publicaba en 1905, en la extensa y detallada obra de Rodrigo A. de los Ríos y Villalta, hijo del historiador antes citado y que reinició, ampliando mucho su contenido y su información gráfica, la serie de Monumentos Arquitectónicos de España que dirigió su padre en 1877. Titulada como su antecesora 36 , del tomo correspondiente a Toledo creemos que no se publicó más que el volumen I y 120 páginas del II, posiblemente por dificultades financieras o por no tener la acogida esperada del público pese a que, en su época, era una serie muy valiosa (Figs. 10, 11,12). En ella se desecha toda relación de la Cava ultrajada con 35 Fue CASTAÑOS autor de obras valiosas de su profesión, siendo muy probablemente el primero que estudió la función defensiva de este complemento de la fortificación en su artículo «Corachas, torres albarranas y baluartes» que hemos citado en la nota 1. Desconociendo sin duda este trabajo, TOREES BALBÁS atribuye la primacía al buen arqueólogo M . GONZÁLEZ SIMANCAS, quien las estudia en su obra España militar a principios de la Edad Media, M a drid, 1925. Véase el ya citado libro de TORRES BALBÁS, Ciudades hispano-musulmanas, II, pp. 535 y ss. 36 Monumentos Arquitectónicos de España. Toledo. Madrid, 1905-1908. Editada por fascículos sueltos, parece haberse detenido su edición a partir de la página 120 del volumen II. D e «...nueva y fracasada serie de Monumentos...» la calificó ELÍAS TORMO en Datos documentales inéditos para la Historia del Arte español, Madrid, 1914, vol. I, p. 14. O b r a ésta que también quedó interrumpida, por cierto, pese a su gran interés para los investigadores.
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10. Fachada lateral del Ba帽o en 1905, con los relieves visigodos y el sarc贸fago. Se advierte el deterioro de la fachada principal. (Monumentos Arquitect贸nicos de Espa帽a). 1 FUNDACION JUANELO ITURRIANO
11. Parte baja de la fachada hacia el rĂo en 1905, sobre amiento de gneis. (Monumentos cit.).
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12. Relieves visigodos reutilizados en el Ba単o. (Monumentos cit.).
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el torreón, que identifica decididamente como el origen de un puente de barcas, tanto por su estructura como por el apoyo documental que más adelante citaremos, rechazando los errores que sobre la historia del viaducto escribieron los historiadores medievales y del siglo X V I I , iniciados éstos por el conocido falsificador histórico Jerónimo Román de la Higuera 3 7 . La última cita, bien provista de bendiciones oficiales por cierto, de la leyenda en relación con este paraje la vemos en el excelente plano de Toledo trazado por D. Alfonso Rey Pastor, Ingeniero Geógrafo y director de importantes excavaciones arqueológicas, como la ya clásica del circo romano, localizando además el anfiteatro y autor de una hipótesis aceptada durante varios años del alzado del acueducto que llevaba el agua a la ciudad desde el embalse de Alcantarilla (Fig. 13). Editó tal plano en 1926, en escala 1:4.000, con vistas a su adquisición por los viajeros 38 , anotando sobre los edificios del matadero municipal que ocupaba ya el solar de San Agustín: «Antiguo emplazamiento del Palacio de D. Rodrigo» pero indicando en cambio «Palacio de la Cava» en otro edificio relativamente cercano, los restos del palacio de los duques de Maqueda que hoy —y entonces— ocupa la cerámica de Aguado. Además de disolver, como si dijéramos, la copropiedad de D. Rodrigo y la Cava que venían aceptando los autores anteriores —lo que fue una decisión totalmente razonable, pues incluso desde un punto de vista legendario no podía pertenecer a los dos el edificio— creemos que tal desdoble de
37 Páginas 172-176 del vol. I de Monumentos... Véase también las fotografías del Baño en su época, en la lámina entre pp. 1 y 2, entre las 50-51 y la p. 116. Siendo arabista el autor, transcribe y traduce la inscripción del cipo sepulcral musulmán reutilizado como parte del fuste izquierdo de la puerta principal del Baño, lo que reproducimos en este trabajo, fig. 24. 38 Toledo. Plano revisado y ultimado por... Escala 1:4.000. Editado primero en form a de carpeta con u n nomenclátor de calles y edificios importantes de la ciudad, formó parte luego de su discurso de ingreso en la Real Academia toledana, titulado «Bosquejo geomorfológico del Peñón toledano», inserto en el Boletín de dicha Academia núms. 36/37, año 1928.
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13. Plano de Toledo por A. Rey Pastor, en 1926. Sitúa sobre la casa señoñal de los duques de Maqueda al «Palacio de la Cava»,y junto al Baño, sugiere: «Ruinas del puente de Barcas (?)», refiriéndose al pilar volcado.
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atribución se debe a que conocía sin duda la obra del doctor Pisa y, por tanto, la existencia del baño auténtico en el cerro de la Cava, muy próximo al edificio ducal desde el que ahora y entonces es imposible ver el Baño de la orilla del río. Por lo demás, rotula el Baño con el nombre tradicional pero añade junto al pilar arrumbado ante él: «¿Ruinas del puente de Barcas?». Y traza correctamente la planta de la coracha, que es angular y no recta como hicieron los cartógrafos que le precedieron, así como la muralla defensiva de la ciudad donde nace aquélla y el probable origen del camino hacia el puente de barcas. Para terminar este capítulo expondremos, como hipótesis mas probable dada la forma vaga y variable en que estos relatos populares vienen transmitiéndose, la etapa en que parece desarrollarse esta leyenda, de alcance nacional pero con derivaciones estrictamente locales que son las que ahora nos interesan. Primera. — El hecho histórico que protagonizó Urbano, el «nobilissimus vir» que dice la Crónica mozárabe de 754 39 , acompañante de Muza pot todas las provincias españolas, gobernador beréber de Septem (Ceuta) en los años 709-711, que pactó con el caudillo árabe entregándole la ciudad. Entrega inevitable si su guarnición no recibía suministros desde la Península, estando cercada por los musulmanes, desde que muriera Witiza; o quizá por ser Urbano partidario de los hijos de este rey, frente a la decisión mayoritaria del senado visigodo que eligió a Rodrigo para sucederle, por lo que facilitó a aquellos herederos fustrados el acuerdo con los musulmanes para, en calidad de ayuda mercenaria, destronar al rey. Aportó U r b a n o sus barcos y su conocimiento del terreno para que pasara el Estrecho Táriq ibn Ziyád; Rodrigo fue derrotado y muerto y los sarracenos se apropiaron del reino, incumpliendo lo pactado. 39 Edic. de J . E. LÓPEZ PEREIRA, Zaragoza 1980, página 76 del texto latino y 77 de la traducción al castellano.
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Visto esto desde el partido rodriguista, la ayuda de U r b a n o fue una traición, que dio lugar a la «pérdida de España». Segunda. — El invento —o ¿hubo algo de verdad en ello?— de la violación por Rodrigo de la hija, o quizá la esposa, de U r b a n o (Olián, Ulyan o Julián), ofensa que es vengada por éste ayudando a unos invasores extraños, tanto por su raza como por su religión. Tal ofensa no se menciona para n a d a en la Crónica mozárabe citada, la fuente histórica más carcana a la invasión, escrita además por un partidario de Witiza. Pudo ser lo violado el compromiso de abastecer y sostener a Ceuta, pacto incumplido por Rodrigo, rindiéndose J u l i á n en condiciones favorables para él; pero teniendo que ayudar con barcos y hombres a la travesía de un ejército que, tal vez, intentó así desviar de su propia provincia tingitana. Tercera. — La corte real goda está en Toledo, al menos desde Atanagildo y posiblemente desde el reinado de Teudis. 40 Luego en el palacio regio tendría lugar, bien la orden de abandonar Ceuta a su suerte, bien el atropello de la hija, o esposa, de U r b a n o (llamado ya J u l i á n por los cronistas y calificado de conde). A partir del siglo XIV al menos, la atropellada es llamada Ataba, Acaba o Cava. Pero olvidada ya la lengua árabe en España, se busca una traducción caprichosa de tal vocablo, como equivalente a ramera (con lo que tal vez se buscara justificar a Rodrigo). H a y que buscar entonces otro nombre propio para la violada y se la llama Florinda, nombre muy propio para una época de romances caballerescos. Cuarta. — Al describir el arrebato real ante la belleza de la Cava, de la visión de un pie y poco más se pasa a contemplarla bañándose. No sería creíble la existencia de una piscina sobre el seco peñón toledano, y las termas romanas quedaron en desuso tiempo atrás. Pero casualmente, 40 Conf. E. A. THOMPSON: Los godos en España.Madrid, edic. castellana, 1971, p. 26 y nota 20 (p. 386). T a l opinión no es compartida por todos los historiadores de la España visigoda.
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en el cerrillo llamado hoy de la Virgen de Gracia (por una ermita modesta situada j u n t o a él) y que los árabes llamaron simplemente aqaba, o sea cerro, subsiste un manantial que sirvió a una de aquellas termas y fue probablemente utilizado por los hebreos, en cuyo barrio se halla. Por su situación en la aqaba es llamado Baño de la Cava, ya antes de 1592 en que Pisa escribe su Descripción de la Imperial ciudad....41, o sea, baño del cerro. Comienza a relacionarse —no sabemos por quién; tal vez por el fabulador R o m á n de la Higuera— este manantial con la Cava víctima de la lujuria de Rodrigo, y ya el Baño del Cerro es el baño de la hija del conde don Julián. Se sabía entonces que en el cercano convento de agustinos calzados hubo antes un palacio, cedido por doña M a r í a de Molina a don Gonzalo Ruiz de Toledo, el señor de Orgaz cuyo entierro pintó el Greco, palacio que entregó a aquellos frailes de San Agustín, y desde el convento de éstos se ve perfectamente el río, a cincuenta metros de sus muros exteriores que cargan sobre la misma muralla; y al pie de ésta está un torreón desmochado que se ha olvidado ya p a r a qué servía. Si don Rodrigo contempló a la Cava bañándose, ¿qué mejor sitio p a r a un voyeur que una ventana de tal palacio, sin que lo advierta la interesada? Y así, si ya en 1815 se rotula «Baño de la Cava» a este torreón sin uso conocido por un aparejador foráneo que anota lo que le cuentan, en 1845 se recoge la especie por José Amador de los Ríos; en 1858 se insiste en lo mismo y, sobre el solar agustino cuyo monasterio incendió la francesada, se añade «Sitio que ocupó el Palacio de la Cava o de D. Rodrigo», copropiedad incongruente pero que se consigna por si acaso. Y es inútil que en 1845 se rechace, como lo hizo De los Ríos, tal tradición, y que en 1905 se insista en lo mismo. Sigue viva la leyenda, pero adherida ya a otro palacio medieval en ruinas mucho más cercano al manantial que al río: la residencia de los duques de Maqueda. 41 Vid. nota 19. La fecha 1592 la da el autor en el folio 30 vto. de su obra.
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Esta última ubicación no se recuerda ya por nadie en Toledo. Pero el Baño de la Cava se llama así por todos y hasta el reciente nuevo puente, construido en 1974-78, sustituto del venerable viaducto que financiara en parte Fernando IV el Emplazado, sigue llevando, por decisión oficial, su poético y trágico nombre.
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ocas referencias hacen al Baño de la Cava los documentos medievales. No es de extrañar tal parquedad de noticias, si tenemos en cuenta que pocos sucesos debió presenciar, como viaducto modesto que era, salvo las avenidas del Tajo y el uso diario de su enlace entre ambas orillas por los cultivadores, mercaderes y eclesiásticos que venían a Toledo o de Toledo venían hacia el sur de la ciudad. En épocas guerreras, bastaría con interrumpir tal enlace para quedar al margen de la Historia. En los documentos mozárabes antes citados hallamos algunas menciones a él, de forma directa o indirecta. En el año 1165 se cita a una «tierra que es sobre San Esteban, allende al puente de San Martín» 1 , nombre que, por lo que vemos, llevaba el puente, igual que su sucesor, y que se debe a la parroquia de San Martín de Tours, en cuyo distrito o colación pa1 A. GONZÁLEZ PALENCIA, LOS mozárabes..., cit., documento 929: contrato de plantación celebrado entre el judío Vita ben Yahya ben Saabe y don Lázaro ben Alí (mozárabe este último sin duda), sobre una tierra de aquél en el «pago de San Esteban, alfoz de Toledo». Al dorso del documento figura la frase que copiamos en el texto. San Esteban era un modesto convento en la orilla izquierda del Tajo, en el paraje llamado hoy Solanilla, que fue primero de las monjas de San Clemente desde 1109 al menos (y en él residían hasta el reinado de Alfonso V I I ) hasta 1260 en que se lo compró Alfonso X para cederlo a una comunidad de frailes agustinos venidos de San Ginés d e C a r t a gena. Se cita este monasterio en los docs. mozárabes núm. 71, año 1163, como «detrás del río Tajo»; 1.039, año 1178, «a la otra parte del río Tajo»; docs. 170 (año 1182), 1.022 (1209), 1.030 (a. 1266), 1.033 (a. 1280) y 1.034 (año 1281). Todos ellos anteriores al puente de San Martín actual. Para llegar a tales parajes era imprescindible la existencia de un puente, tanto para frailes como para agricultores.
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rroquial estaban ambos y cuyo templo, situado frente a la fachada interior de la puerta del Cambrón o de los Judíos (allí vemos su planta en el plano del Greco), fue cerrado al culto en 1840 y demolido en 18532. En la obra ya mencionada de Rodrigo A. de los Ríos 3 se transcribe una mención que, verosímilmente, se refiere a este puente. Procede del historiador egipcio Ibn 'Idhárí 4 el cual, relatando la construcción de un alcázar o cuartel en Toledo ordenada por su gobernador musulmán, 'Amrüs, 5 afirma que fue erigido en la parte donde estaba la «Puerta de su puente de barcas», 6 frase que, si la traducción efectuada por aquél de su original árabe es correcta (lo que no podemos juzgar, pero De los Ríos era arabista), indica que ya existía este viaducto en el año 807 en que tuvo lugar tal obra y el trágico suceso del que fue su escenario. Y, naturalmente, también habría tal puente antes de esa fecha, cuando ya daba nombre a una puerta de la ciudad 7 . 2 Conf. J . PORRES, Historia de las calles..., cit., I I I , p. 1.158. 3 Monumentos citado, I, p. 174. 4 Boyan al-Mugrib, edic. R. DOZY, I, p. 174. El pasaje que citamos fue tomado por I b n 'IcLhán del historiador cordobés Aríb ibn Ziyad, cuya obra histórica, perdida en parte, fue escrita entre los años 973 y 976. Conf. C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ: En torno a los orígenes delfeudalismo, Mendoza, 1942, II, páginas 223 y siguientes. 5 T a l alcázar-cuartel fue escenario de la trágicamente famosa «Jornada del Foso», del año 807. 6 Aclaraba D e los Ríos q u e I b n ' I d h á r í no u s a b a en esta frase la voz árabe qanthara, puente de piedra o construido con arcos (de la que será traducción literal la frase de los Anales Toledanos «puent de la piedra» que luego comentamos), sino chísron o charson, equivalente a puente de m a d e r a o de barcas, según DOZY, a u n q u e era corriente usar qanthara p a r a a m b a s clases de viaductos. Y partiendo de la traducción literal m á s precisa, lleva también a este puente de m a d e r a el conocido episodio de h a b e r m i n a d o «el puente de Toledo», por orden de M u h a m m a d I el año 858. H e m o s comentado esta opinión, insostenible a nuestro juicio, en Historia de Tulaytula, Toledo 1985, p. 34 y n. 94 7 T a l p u e r t a no debía ser la de C a m b r ó n , antes ñ a m a d a Bab al-Yahüd, que mira hacia la V e g a B a j a y es demasiado m o n u m e n t a l en la p a r t e árabe que se conserva p a r a d a r acceso a u n pontón elemental. H a b r í a u n simple portillo en la v a g u a d a n a t u r a l que a ú n hoy, r e f o r m a d a p a r a d a r acceso fácil al puente de San M a r t í n a fines del XVI, daría antes paso al Baño, de lo que q u e d a n a ú n indicios en la muralla.
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Otras noticias nos proporcionan los Anales Toledanos, cuando registran las avenidas invernales del Tajo motivadas por lluvias anormales que aumentaban su caudal y causaban daños, mayores o menores. Las noticias más antiguas de estas crecidas son de los años 1113, 1168, 1178, 1181 y 1200, y se relata en todas ellas que las aguas inundaron el barrio de Antequeruela, arrabal amurallado de la ciudad y el más bajo de cota de ésta, llegando a cubrir el arco de la puerta de la Almofala o del Vado 8 el año 1113 y llegando en las avenidas siguientes hasta la iglesia de San Isidoro, cercana a aquella puerta. Tal subida de nivel afectaría también a la Vega Baja, pasada ya la hoz del río que circunda a la ciudad; pero sus efectos debieron sentirse solamente en las huertas, no en edificios importantes, cuando no se menciona ninguno (Figs. 14, 15, 16). En el siglo X I I I vuelven a dejar constancia los Anales de otras crecidas, sucedidas en los años 1203, 1205, 1207 y 1211. La tercera de ellas sobrepasó también el arco de la puerta de Almofala; las otras tres recogen daños sufridos por un puente. Dicen así: Año 1203, diciembre 28: «Avenida de Tajo, que levó la puent tercer dia de Navidad en dia sábado». Año 1205, febrero: «Avenida en Río de Tajo, que derrivo el pilar de la puent en Febrero». Año 1211, febrero: «Avenida de Río de Tajo, que derrivo el pilar, e cayo la puent en Febrero» 9 . 8 Es la llamada hoy Puerta Nueva. Como puerta de Almofala o Almohalla, equivalente a puerta del Vado, es citada repetidamente en los documentos mozárabes. D a b a paso a un vado natural del Tajo, existente entre la huerta de Safont y la Huerta del Rey gracias a dividirse el río en este lugar en dos brazos, dejando entre ellos una isla (titulada de Antolínez por la familia propietaria de ella) que figura aún en el plano del Greco. 9 E. FLÓREZ, España Sagrada, X X I I I , p. 391.
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14. El puente actual de S. Martín, con el Tajo en un nivel normal. (Foto P. Rodríguez). 1 FUNDACION JUANELO ITURRIANO
15. Crecida del Tajo en marzo de 1947. Avenidas como ésta, que sobrepasan en 10 m. el pie de presa de Safont, serían las que derribaran los pilares del puente .de barcas del Bario de la Cava. 1 FUNDACION JUANELO ITURRIANO
16. Creada de marzo de 1947.
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Para comentar estas noticias debemos tener en cuenta que los mismos Anales Toledanos anotan otra efeméride mucho más antigua, referida también a un puente de Toledo. Nos dice que «El Rey D. Alonso V I mando facer el muro de Toledo desde la Taxada 1 0 que va al Rio de yuso 11 de la puent de la piedra hasta la otra Taxada que va al Rio en derecho de Sant Estevan» 12 . Faltaban aún dos siglos para que se construyera el puente actual de San Martín; luego el «puent de la piedra» es evidentemente el de Alcántara, junto al cual nace la muralla que protege a la Antequeruela y los barrios de Santiago del Arrabal y de La Granja. Y la «taxada que va al río en derecho de [en dirección a] Sant Estevan» es la coracha inmediata al Baño, lienzo éste que llega hasta el cauce mismo y que completa el recinto amurallado más bajo de cota y más moderno de la ciudad, protegiendo con tal coracha tanto la cabeza de puente que es el Baño como el acceso al río desde el barrio de San Martín, quedando a cubierto de un ejército sitiador. Luego si el puente donde se inició la nueva muralla es apellidado «de la piedra» por el anónimo autor de estos Anales, y el que se llevó el Tajo en tres ocasiones al menos es, simplemente, «la puent», habrá que deducir que este otro no era de piedra. Como sensatamente advirtió ya De los Ríos en su lectura directa de la obra de Ibn Tdhárí, 1 3 este viaducto no era un «qantara», puente de piedra o construido con arcos, sino un «chísron» o «chasron», puente de madera o de barcas. Y no sólo el léxico empleado por el cronista apoya esta interpretación de su obra histórica. El erudito que redactó la lápida fijada en 1575 en la puerta exterior del puente de San 10 R. A. de los Ríos interpreta este vocablo como muradal. Más probable parece que se refiera al baluarte aguas abajo del puente de Alcántara, que cortaba el paso bajo su arco menor y defendía aquél con tiro cruzado; y por el otro extremo del muro, a la coracha tras del Baño. 11 Aguas abajo. El D.R.A.E. recoge «ayuso», como adverbio en desuso, «abajo». 12 España Sagrada, c i t , X X I I I , p. 396. Vid. sobre S. Esteban lo ya dicho en la nota 1. 13 Vid. nota 6.
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Martín —donde sigue adherida hoy—, conocedor sin duda de tales Anales Toledanos14", sólo tuvo en cuenta la primera efeméride referida a un puente para relacionarla con el que se inicia en el Baño y que se ve perfectamente desde el viaducto que le sustituyó, 15 al decir tal inscripción que en 1203 el río «levo la puent». Pero ni él ni los historiadores posteriores relacionaron con el Baño las otras dos avenidas, sin duda más violentas, de 1205 y 1211. ¿Por qué no lo hicieron? Porque la de 1203 «llevo la puent» tan sólo, mientras que en 1205 el río «derrivo el pilar e cayo la puent». En principio, un puente de madera o de barcas se lo lleva el río, sin más. Si lo que arrastra la corriente es un pilar, se supone que será de un puente que, si el cauce es muy ancho, precisa de apoyos o pilas intermedias de cal y canto. El puente de Alcántara tiene hoy 16 dos arcos, apoyados 14 En la edición del P. Flórez dice éste que copió los Anales Ambrosio de Morales «de un libro harto antiguo que era del archivo de la ciudad de Toledo» (o.c., p. 361), luego serían conocidas sus noticias en el año 1575, al menos por los responsables del archivo municipal. 15 Tal inscripción, resumen histórico del puente medieval, dice en sus primeras líneas: « P O N T E M C V I U S R V I N A E I N D E C L I V I A L V E O P R O X I M O V I S U N T U R FLUMINIS INUNDATIONE QVAE ANNO D O M I N I M.CC.III...». 16 Antes tuvo tres arcos y por tanto dos pilas intermedias, como certeramente dedujo C. FERNÁNDEZ CASADO, el mejor conocedor de los puentes españoles. Vid. Historia del puente en España. Puentes romanos. Artículos publ. en la revista Informes de la construcción, del C.S.I.C., editados luego en forma de libro por el Instituto «Eduardo Torroja», s.l., s.p., fase. 560-15. El arco de la orilla izquierda, hoy macizado y convertido en machón, debió ser el minado por orden de M u h a m m a d I y que citamos en la nota 6. Pudo ser destruido también en los años 930-932, durante el asedio a Toledo puesto por 'Abdar r a h m á n I I I , como relata el buen historiador I b n Hayyán: «...en primer lugar [después de rendida la ciudad] mandó reconstruir el puente sobre el río que da a las mismas puertas de entrada [viniendo, claro es, por la calzada de Córdoba a Toledo], cuya pérdida había sido grave... disponiendo él mismo allí el alcázar destinado a vivienda de caídes y gobernadores, que está junto a la puerta del puente en el lugar llamado ceñidor (al-hizám)... el ceñidor le separa de la ciudad y lo conecta a la puerta del puente, haciendo una sola de la de éste y la del alcázar...» (Muqtabis V, traduc. de M . a J . Viguera y F. Corriente, prólogo de J . M . a Lacarra. Zaragoza 1981, p. 240). El alliizám o Alficén era
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en un pilar intermedio; éste sería precisamente el derribado por el río, pensaron todos, incluso Rodrigo Amador de los Ríos cuando redactó su estudio sobre el mejor puente de Toledo, segundo en dimensiones de su arco mayor tras el de su homónimo de Cáceres 17 (Fig. 17). Pero tenemos que este mismo historiador y arqueólogo, siguiendo a lo ya dicho por Arturo Mélida, afirma que el puente de Alcántara toledano es obra de Roma 18 , lo que corrobora un estudio detallado del mismo hecho en 194019. El pilar central, hoy único, conserva la sillería romana en su casi totalidad y el mismo origen tienen los dos arcos, mayor y menor, con doble rosca de dovelas como el puente de Cáceres; y lo mismo la parte baja del tajamar aguas arriba, aunque luego éste debió ser recrecido en época posterior (Figs. 18 y 19). Por tanto, no fue este pilar el derribado por el Tajo en 1205 y que, tras una reconstrucción muy rápida, sería derribado de nuevo seis años después, conforme refieren los Anales Toledanos.
Es más: según los mismos Anales, en 1205 sólo se derribó el pilar. Si fuera el de Alcántara, se habría hundido todo el puente. Pero resulta que seis años después se repite el vuelco de la pila y entonces se añade que «cayó la puent». ¿Qué pilar era éste que, arrastrado por la avenida de 1205 no se llevó con él todo el viaducto, del que era su apoyo principal, hasta que seis años después es derribado otra vez y entonces, sí, «cayó la puent»? ¿Dónde estuvo apoyado el puente de Alcántara durante ese período, si el único pilar que soporta sus arcos había en Toledo la alcazaba o residencia gubernativa, que englobaba bajo una muralla propia el Alcázar actual y los Palacios de Galiana (Santa Cruz, Concepcionistas y Santa Fe). La muralla que le separaba de la medina apareció en 1942, al reconstruirse la manzana que ocupa hoy el Gobierno Civil. Vid. Las calles..., cit., I, voz «Alficem». 17 Monumentos..., cit., I, pp. 163-164. 18 Ibíd., p. 163 y nota 1. 19 Vid. P. ROMÁN MARTÍNEZ: «Restos de construcción romana del puente de Alcántara», en «Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo n ú m . 58, 1940-42, pp. 3 y ss.
17. Alzados actualy primitivo del puente de Alcántara de Toledo, según C. Fernández Casado. (De Historia del puente en España).
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Etquoms do la dlotribuclón de fébricst.
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18. Fábrica de sillares de ambos arcos y del tajamar del puente de Alcántara de Toledo, según C. Fernández Casado.
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19. La misma fábrica de sillares del arco menor de este puente, según P. Román Martínez-
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sido arrastrado por el río? Pues una reconstrucción de tan importante obra es impensable que se realizara el comenzar el siglo X I I I . Gomo ha escrito Fernández Casado, «su arco principal con 28,30 m de luz no ha podido construirse en cualquier momento de nuestra historia, sino sólo durante el Imperio Romano o en la Baja Edad Media» 20 . Y a la vista está, por otra parte, que el puente que en 1165 era llamado de San Martín en un contrato entre un hebreo y un mozárabe, siglo y medio antes de existir el que ahora lleva su mismo nombre, tuvo, además del torreón inicial o puerta principal de acceso a él —el célebre Baño— una pila dentro del cauce, muy próxima a él y que está volcada hacia el centro del río, dejando visibles los tajamares de ambos frentes que, por tal vuelco, quedaron horizontales en vez de verticales contra la corriente. Y además, en la orilla izquierda, perfectamente alineadas con la pila volcada y con el Baño, quedan varias hiladas de otra pila, más pequeña que la anterior y también con tajamar triangular, que describiremos en su momento. Este apoyo de la orilla izquierda fue mencionado primero por Castaños Montijano en 1900, clasificándolo como «arranque del estribo opuesto»; aunque su forma —en lo que cabe reconocerlo hoy— no es la del arranque de una arcada sino la de un simple pilar. Y no está volcado, sino_ que no parece haber sido desplazado de su lugar, aunque está reducido a algunas hiladas de manipostería entre verdugadas de ladrillo y precisaría una excavación y estudio por un arqueólogo, por estar hoy casi enterrado por la arena que allí va depositando el río. Creemos evidente que las tres avenidas se refieren al puente de madera o de barcas. La primera, de 1203, se llevó a la estructura flotante, bien fuera ésta de maderas o troncos entrelazados con cuerdas, o tal vez de barcazas; estructura necesaria en este lugar, donde el río es muy ancho incluso en el 20 Figura esta opinión terminante del citado C. Fernández Casado en o.c., introducción al capítulo sobre el puente de Alcántara, en el que detalla la parte romana subsistente en él.
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estiaje. Subsistieron el torreón de entrada, el pilar dentro del río y el de la orilla izquierda. En 1205 la avenida fue más fuerte o más prolongada; derribó en parte el pilar —bien el situado en el cauce, bien la parte superior del de la orilla izquierda— o lo inutilizó para su uso ordinario, si bien quedaría la parte sumergida en su sitio y pudo reconstruirse. Y la tercera, en 1211, inutilizó definitivamente la pila intermedia, descalzándola de sus cimientos (el punto débil de estas obras romanas) y volcándola además hacia un lado del cauce. Naturalmente que ésta y tal vez la crecida anterior arrastrarían el sector flotante y con él un paso, levadizo o fijo, entre la pila volcada y el Baño. Es decir, esta vez «cayó la puent», lo que no se dijo seis años antes. Ahora bien, el puente seguía siendo necesario para unir ambas orillas del río en este lugar, sin dar el enorme rodeo que supondría usar el de Alcántara. Aunque hubiera barca de paso (en el plano del Greco se dibujan algunas), supone un coste adicional y, si hay que trasladar reses mayores, una barca mayor de lo normal y un viaje por cada una. Hubo por tanto que reparar el puente una vez más, aunque fuera de forma precaria e insegura, por lo que el doctor Pisa lo calificaba de «puente angosta y pequeña, donde muchos peligraban y perecían...». Nuevas avenidas —no es de esperar que no hubiera ninguna en noventa años— deteriorarían una y otra vez este paso hasta que, al comenzar el siglo XIV y disponiendo ya de maestros expertos y nuevas técnicas (no olvidemos que desde 1226 se estaba construyendo la catedral) el municipio decidió solucionar el problema de una vez por todas y construir el nuevo puente de San Martín. El último documento que conocemos que cita al viejo paso sobre barcas y pilotes es del año 1318. El 22 de noviembre de tal año, una mozárabe adinerada llamada Inés Rodríguez, legaba en su testamento al monasterio de San Agustín unos derechos que poseía sobre unos molinos situados en las proximidades del «Puente de la Madera de Toledo», «de parte allende el río», consistentes en 25 maravedís de cada cien, o
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sea el 25 % de sus ingresos 21 . La cita de este puente de madera, evidentemente referida al de barcas, puede hacernos creer que seguía en uso en 1318; pero debemos tener en cuenta que estos documentos legales suelen repetir los datos que identifican el bien transmitido conforme a los reseñados en su título anterior, para lograr la mayor seguridad en la cesión. No es seguro por tanto, deducir de aquí que aún no se había terminado el puente de fábrica inmediato y seguía aún utilizándose el otro. Pero también es posible.
21 Archivo de S. Clemente de Toledo, carpeta 6, n ú m . 7, catalogado por CARMEN TORROJA MENÉNDEZ, Toledo, I P I E T ; doc. n ú m . 110 y p. 43. Citado por M . a de los Llanos MARTÍNEZ CARRILLO y M a r í a MARTÍNEZ MARTÍNEZ: « U n ejemplo de mozarabismo toledano: la familia de Inés Rodríguez (ss. XII-XIV)», en Anales Toledanos n ú m . X X V I I , Toledo 1990, p. 63.
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odo puente es parte de un camino y para servir a éste se construye, salvando con él los cursos de agua más difíciles. Por lo tanto, ha de existir una vía más o menos transitada que pase —o haya pasado— por él si queremos identificar como puente a una obra ingenieril, bien sea ésta sencilla y de cortos vuelos, o bien técnicamente complicada. En el presente caso, parece seguro que el titulado aún hoy «Baño de la Cava», primero por la leyenda y luego por el uso popular y constante 1 , sirve —simó— para un camino concreto, ya desde la época del dominio romano en Hispania, aunque ignoremos desde cuándo fue trazado 2 . Camino que continúa existiendo hoy. Además de la bien conocida calzada Emérita- Cesar augusta, por Trujillo y Talavera de la Reina (vía 25 del Itinerario de Antonio, según la numeración dada por Saavedra), que discu1 Incluso consagrado oficialmente, pues como dijimos al final del capítulo I, el nuevo puente construido en 1974-76 para sustituir al de San Martín, a unos 150 m. aguas abajo del Baño, ha sido titulado Puente de la Cava. 2 Las calzadas o vías romanas han sido objeto de numerosos estudios que no es momento de citar. La fuente más utilizada es el conocido Itinerario de Antonino, cuya mejor edición crítica es la de Cuntz, si bien manejamos como más accesible y reciente la de J . M . ROLDÁN HERVÁS: Itineraria Hispana, Univ. de Valladolid y Granada, 1973, así como las sensatas adiciones de G. ARIAS en «El Miliario Extravagante», reeditado como Repertorio de caminos de la Hispania Romana, s.f. pero Madrid 1987, apéndice I, pp. 487-516. Como éste indica, numerosas vías romanas indudables no figuran en aquel itinerario, que debió limitarse como cree Roldán a las calzadas más frecuentadas por los recaudadores de la «annona» o impuesto imperial. Añadimos ahora las noticias que sobre el camino por la izquierda del T a j o han aportado otros autores, se conozcan o no por G. Arias.
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rría por la derecha del Tajo y que llegaría a Toledo por el istmo que une al cerro de Toletum por la Vega Baja 3 , se cita por los arqueólogos otra vía de igual origen que seguía la orilla izquierda del mismo río, también en dirección a Mérida como destino principal aunque, como sucedía con la otra, partieran de ella diversos ramales hacia otras poblaciones. No figura esta calzada en dicho Itinerario, por lo que sería de categoría inferior a aquélla. Sin embargo, vemos que ya don Francisco Coello se refiere a una vía romana que unía a Toledo con El Puente del Arzobispo, bien por éste o más probablemente — creemos nosotros— por Azután, que enlazaba con la anterior una vez cruzado el Tajo. Señala un sector de ella que aún en el siglo XVI era visible, de unos 5 km en dirección al castillo de Montalbán —seguramente un ramal de aquélla— y que pasaría por Melque, donde quedan restos romanos y un templo visigodo. Añade a ésta otra calzada, también Mérida-Toledo aunque más larga, por Sisapon (Almadén o Chillón) que unía esta vieja explotación minera con Toledo por el puerto del Milagro, siguiendo por Ventas con Peña Aguilera, Cuerva, Polán y Argés 4 . La existencia de una comunicación romana entre Puente del Arzobispo y la ciudad de Vascos fue también confirmada por don Antonio Blázquez, quien admite que continuaba hasta Toledo basándose en las Relaciones Topográficas de Felipe II 5 , si bien no parece que comprobara sobre el terreno esta 3 Según el citado estudio de Arias y Hurtado, no pasaba esta vía por Toledo sino por La Torre de Esteban H a m b r á n , desde donde partía un ramal hacia esta ciudad; y lo mismo sucedía con Titulcia y Complutum (Alcalá de Henares), ya que viene escrito su nombre en acusativo (Toletum por Toleto, Titulciam por Titulcia). Pero debemos tener en cuenta que Toletum es del género neutro y, por tanto, puede ser tanto acusativo como nominativo, y así vemos que Tito Livio ( X X X V , 22) escribe: «Toletum ibi parva urbs erat, sed loco munito». 4 F. COELLO: «Vías romanas entre Toledo y Mérida» en el Boletín de la Real Academia de la Historia, X V , pp. 16-17. 5 Vías romanas de Camón a Astorgay de Mérida a Toledo, J u n t a Superior de Excavaciones y Antigüedades, 29, Madrid 1920, páginas 32-33 y 24. J . M . ROLDAN, en Itineraria..., cit., menciona este trabajo sin contradecirle (pp. 86 y 220)
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continuación, no buscando tampoco un miliario 32 que cita aquella fuente histórica. Pero tal calzada, o al menos su comienzo, es aún hoy perfectamente visible hasta el río Huso, en dirección a Vascos, cruzando tal río sin necesidad de puente debido a su escasísimo caudal en la mayor parte del año. Recientemente y partiendo de una extensa bibliografía, Luis Caballero 6 admite ya plenamente la existencia de esta vía por la izquierda del Tajo, que nacería en la de Mérida-Zaragoza por Puente del Arzobispo o bien por el vado y puente —precario— de Azután y que no seguiría habitualmente las vegas inmediatas al río, donde hay importantes yacimientos romanos (recuérdese el valioso sarcófago de Pueblanueva), sino más bien a medio camino entre el cauce y las mesetas que limitan por el Norte los Montes de Toledo. Es decir, por la ciudad de Vascos (tramo conservado, como decimos), Belvís de la Jara, despoblado de Aguilera, Alcaudete, fortaleza de Canturías (derrumbada sobre el Tajo por socavamiento de su base), San Martín de Pusa, Los Navalmorales, Melque (tramo citado en las Relaciones Topográficas), desde el cual un ramal hacia el norte cruzaba el Tajo por el vado de Ronda, hacia la Puebla de Montalbán y la vía 25; y otro hacia el sur, por el castillo de Montalbán y algún puerto de los Montes de Toledo. El camino principal seguiría hacia Guarrazar —donde se hallaron las famosas coronas visigóticas— y desde aquí a Toledo, siempre por la orilla izquierda; teniendo por tanto que cruzar el río para entrar en la ciudad. La necesidad, y por tanto la persistencia, de tales caminos subsiste en la actualidad. Así, una vez cruzado el Tajo por el puente bajomedieval de San Martín, doscientos metros aguas arriba del Baño de la Cava, nacen dos caminos importantes hacia el sur y el oeste; a la izquierda, el de Tolcdo-Argés-Lasituando Augustóbriga en Vascos, al sur del Tajo, donde se conserva aún hoy un sector de calzada hasta el río Huso y que tuvo que seguir por la orilla izquierda del río. 6 L. CABALLERO ZOREDA: La iglesia y el monasterio visigodos de Santa María de Melque (Toledo). Madrid, Ministerio de Cualtura, 1980, pp. 14-19, obra importante que no h a debido consultar G. Arias.
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yos (cuyo término cruza el abastecimiento romano de aguas procedente del embalse de Alcantarilla) —Ventas con P. Aguilera, puerto del Milagro, Piedrabuena, Alarcos y Ciudad-Real, uniéndose luego con la de Toledo-Córdoba. Y a la derecha del puente, saliendo, la de Toledo a Navahermosa y Logrosán, que se desdobla y cruza los Montes de Toledo por Hontanar o bien, desviándose hacia el oeste, hacia Miajadas y Mérida, ramal éste que sería la vía principal. Es decir, prácticamente las antiguas vías romanas, aunque hoy sigan trazados más cómodos en bastantes tramos conforme al tráfico actual. Consecuencia de lo anterior es que, antes de construirse el puente actual de San Martín (se estaba haciendo en 13017) tuvo que existir otro viaducto sobre el Tajo, distinto y en distinto lugar que el llamado en 1101 «puent de la piedra» del que ya hemos hecho mención 8 , único puente de fábrica que tuvo la ciudad desde la época del dominio romano; es decir, el que hoy llamamos con el nombre árabe de Alcántara. Puente éste que sirve a otra calzada distinta de los otros caminos ya descritos (la vía 30 del Itinerario de Antonino) que por Mora y Consuegra iba a Laminio y a Libisosa. Nace esta vía en el mismo puente, bordea el castillo de San Servando que era la 7 Así resulta del privilegio de Fernando IV, confirmando el 28 de marzo de 1301 otro de Sancho I V del año 1290, sobre daños producidos por el paso de ganados en las tierras de Toledo, y añadiendo: «...por facer mas bien e mas merced a los ornes buenos del común de Toledo, e por servicio señalado que me ficieron cuando yo fui a tierra de Murcia, a cercar al Rey de Aragón tengo por bien, e mando que el vino de Yepes e de los otros lugares que no son de su termino que le non puedan meter, en la villa, e que les sea guardado asi como fue en tiempo del Rey Dn. Alphonso mió abuelo, e del Rey Dn. Sancho mío Padre, e qualquier que lo y metiere mando a los Alcaldes, e al Alguacil de Toledo, que lo prendan p. 10 mrs. de la moneda nueva por cada vez, esta pena que la recabden por mi, e den la metad p.a la labor de la puente de Sn. Martin, e la otra metad a la obra de la Iglesia de Sta. Maria, e non fagan ende al...» (Archivo Municipal de Toledo, «A° S°, caj. 3 o , leg. 4 o , núm. 1, n° 268 del Catálogo de este Archivo). El subrayado es nuestro; en cuanto a la Iglesia de Santa María, se refiere a la Catedral, cuyas obras se iniciaron en 1226 y no se terminaron de cubrir las bóvedas hasta 1492. 8 Vid. capítulo II, pág. 28, supra.
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protección exterior del viaducto (aún se divisan fregones de argamasa de la primitiva fortaleza) y muestra aún un tramo relativamente conservado que cruza el arroyo de la Rosa. También aquí nacía un camino, muy usado en época musulmana, que por Orgaz, Los Yébenes, Calatrava la Vieja (hoy se desvía antes de este castillo hacia su derecha para seguir a Ciudad-Real) seguía hasta Córdoba 9 , bien por Despeñaperros o cruzando el valle de Los Pedroches. Y hay que señalar también que desde aquel puente de piedra al otro que no se le apellida igual, por la orilla izquierda del río, no hubo comunicación alguna hasta los años veinte de este siglo, en los que se inició la llamada entonces «carretera de circunvalación exterior de Toledo» y hoy titulada «Ronda de Toledo». El terreno es en esta orilla muy accidentado y se eleva sobre el río en un talud de gran pendiente hasta la misma orilla, por ser el borde abrupto del macizo gneísico que forma el llamado por los geólogos «Torno de Toledo», separado del cerro toledano por el corte profundo del río (Fig. 20). Incluso a pie no puede seguirse esta orilla izquierda en buena parte de su curso, sin que existan tampoco restos de caminos que hayan unido a ambos puentes, por la orilla ni tampoco por el borde de la meseta que corta el Tajo. Hasta que a mediados de los años cuarenta se terminó esta «Ronda» 10 , si se quería ir a los molinos de Saelices, al pie de la ermita del Valle, desde la ciudad, había que cruzar el río con una barca; o bien seguir por el puente de San Martín el camino precario que conducía a dicha ermita y a los molinos intermedios, Romaila y otros dos, pues estando el puente de Alcántara más cercano al primero de aquéllos, sólo un breve camino de 200 9 Véase M . CORCHADO SORIANO: «El camino de Toledo a Córdoba», en Anuario de Historia Económica y Social I, Madrid, 1968, pp. 627 y ss. (hay edic. posterior del Instituto de Estudios Manchegos); J . PORRES, Historia de las calles de Toledo, 3. a edic., II, pp. 915 y 960. 10 Iniciado bajo el Directorio del general Primo de Rivera, quedaron en suspenso las obras por la guerra civil, a falta sobre todo del tablero de un elevado viaducto sobre el arroyo de la Degollada, que no pudo terminarse hasta la década de los 40.
20. Orilla izquierda del Tajo entre los dos puentes, vista desde la Casa del Diamantista. (Óleo de Matías Moreno, colee. Aguado).
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metros de largo llevaba a los molinos de San Servando y allí terminaba. Y sin embargo, la ermita se cita ya en época de san Ildefonso (f 667) con la advocación de San Félix 11 , nombre q u e , t r a n s f o r m a d o en Saelices (de Sanctus Félix; Sant Feli-
cis) llevan aún aquellos molinos. Por todo ello, hasta que a comienzos del siglo XIV se construye el puente gótico de San Martín, ¿por dónde se cruzaba el río para ir directamente a los Montes de Toledo? Esta ruta era sumamente necesaria para los toledanos, que allí se abastecían de ganado, caza, carbón, leña y otros productos imprescindibles; y para su mismo Ayuntamiento, ya que los diecisiete pueblos enclavados en tan extenso territorio, comprado por la ciudad en 1246 a Fernando I I I el Santo, eran un señorío solariego y jurisdiccional 12 del municipio en virtud de aquella compra, del que se obtenía un impuesto anual (el llamado dozavo), más ingresos por carbón, pastos, nombramiento de cargos, etc., muy importante para las arcas concejiles, que se transformó en un censo enñtéutico rara vez pagado por los pueblos y redimido por la Ley Madoz de 1 d e mayó de 1855, al autorizar su redención 13 . Es evidente que un puente en esta zona, a la salida de la hoz del Tajo «en derecho de sant Estevan» que decían a co-
11 Vid. J . F. RIVERA RECIO: San Julián, arzobispo de Toledo. Barcelona, 1944, pp. 55 y 112-113. M á s bibliografía en nuestra Historia de las calles de Toledo cit., volumen I I I , p p . 1.522-1.523 y apéndice documental I, p. 1621. L a barca de paso se cita ya en 1467. Sobre San Félix, vid. A. GONZÁLEZ PALENCIA, LOS mozárabes cit., documentos 8, 25, 57, 79, 962, 1.022 y otros. E n cuanto a la barca de pasaje, A. MARTÍN-GAMERO: Historia de la ciudad de Toledo, sus claros varones y monumentos, Toledo, 1862 (hay edición facsímil mod e r n a de Editorial Zocodover, dos vols., Toledo, 1979), p. 1.040; J . PORRES, Las calles... citada, I I I , pp. 1.058 y 1.060. Figura esta barca en el famoso cuadro del Cretense Vista y plano de Toledo. 12 Los señoríos jurisdiccionales fueron suprimidos por decreto de las Cortes de Cádiz en 1811. Ú n i c o acuerdo de éstas, por cierto, dejado subsistente por F e r n a n d o V I I . Los señoríos solariegos, considerados como derecho de propiedad, fueron respetados por éste. 13 Conf. J . PORRES: La desamortización del siglo XIX en Toledo, Toledo, I.P.I.E.T., 1966, pp. 338 y ss.
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mienzos del siglo XII los Anales Toledanos, era imprescindible en todas las épocas de la historia de la ciudad, y es posible que se construyera antes que el llamado de Alcántara, muy parecido en dimensiones al del mismo nombre en Cáceres (la luz máxima de éste es de 28,80 m. y la del puente toledano 28,30) fechado en el año 104 d.C. U n estudio detenido de la pila volcada dentro del cauce sería muy importante para datarlo, estudio nada fácil por estar cubierta por el agua en más de la mitad de su espesor y haberse perdido toda posible transparencia de aquélla, gracias a la intensa —y grave— contaminación que sufre desde la confluencia del Tajo con el J a r a m a en adelante. Rodear esta pila con una ataguía y achicar el agua sería el único medio seguro; pero lo costoso de tal operación —y la escasa disposición oficial para realizarlo— nos permite tan sólo un examen superficial de la parte visible y obtener conclusiones que siempre serán hipotéticas. Dejaremos constancia de ellas en el capítulo siguiente.
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n los años 1976-78, la Comisaría de Aguas del Tajo, dentro del titulado «Aprovechamiento conjunto Tajo-Segura» (en realidad, el trasvase de parte del caudal de aquél hacia éste), elaboró un plan de conservación de los niveles del Tajo, realizando una serie de obras en la hoz del río en torno a la ciudad. Se restauraron las presas de los viejos molinos, abandonadas y rotas al quedar en desuso durante treinta años, a fin de disimular la disminución del caudal fluyente con una serie de escalones que lo represaran. Se reconstruyó la «Casa del Diamantista», destruida casi totalmente por la gran avenida de marzo de 1947; se hicieron muelles fluviales en los extremos del azud que une los molinos del Hierro (cuya torre albarrana se restauró también) y de Saelices; y se restauró además el llamado Baño de la Cava, así como el camino que lo unió con el recinto amurallado, atravesando la coracha. También se restauró ésta, especialmente en el tramo final de la cortina hacia el río 1 . La restauración del Baño era ya muy necesaria. Abandonado el torreón desde que dejó de servir de cabeza de puente —a fines del X I I I seguramente—, su sólida estructura y firme cimiento habían resistido a incontables avenidas del río, aunque fue depredado de sus elementos aprovechables, como serían sin duda su forjado interior y la cubierta de la torre, que pudo ser almenada o, más probablemente, techada o con otro 1 Como antes se dijo, esta restauración eliminó, no sabemos por qué, el arco escarzano de este postigo de la coracha, constituyendo en su lugar otro de herradura, falso a todas luces. Véase las fotos núms. 1 y 4, con el arco primitivo, y en la 3 el sustituto.
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piso más, como diremos. U n a brecha peligrosa (Fig. 10), de más de dos metros de altura por cinco de ancha al menos, rasgaba parte de la bóveda y de la fachada principal hasta casi el alfiz que encuadra la puerta; y el interior quedó vacío, descubierta la roca viva en que se asienta y convertidas las dos plantas en una sola, mientras que los sillares de la parte más baja, hacia el río y junto a la puerta lateral, perdida en parte la argamasa que los uniera, se sostenían sólo por el peso de las hiladas superiores. Como el cimiento es de gneis y la corriente del río se dirige hacia la orilla izquierda, ha resistido mejor las avenidas que la pila situada en esta última; más expuesta ésta también, por su alejamiento de la ciudad, al arranque y reutilización de sus mampuestos y ladrillos, de los que pocos quedan ya visibles. El otro elemento que puede verse hoy del viaducto, el pilar inmediato a la orilla derecha, quedó mejor protegido del pillaje por envolverle el Tajo como a una isla, por lo que debe conservar el mismo estado en que quedara tras su vuelco final de 1211 (Fig. 21). La restauración de la torre realizada en 1976, aunque respetuosa en general, se hizo siguiendo un criterio más arquitectónico que arqueológico, por lo que no quedaron señaladas con claridad las adiciones a lo que ya existía, aunque tales adiciones eran sin duda necesarias para la conservación futura del edificio. Para estudiar cómo era la torre primitiva no podemos partir solamente, por esta causa, del estado en que la vemos hoy; pero tenemos por fortuna las descripciones que hicieron el mismo Mariátegui y Rodrigo A. de los Ríos 2 , antes citadas, que recogen su estado en los años 1866 y 1905 respectivamente, así como los planos realizados antes de su restauración e incluidos en el proyecto (Figs. 22, 23, 24). Indicaremos para empezar que el titulado Baño de la Cava es un torreón de planta rectangular al que le falta el coronamiento, estando construido con hiladas de manipostería en el típico aparejo mudéjar toledano que alterna aquéllas 2 Hemos citado las obras de estos autores en la parte relativa al Baño del capítulo I, notas 33 y 36.
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21. Vista aĂŠrea obtenida en 1957, en la que se aprecian las tres partes visibles del puente.
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con verdugadas de ladrillo, siendo los esquinazos de este último material. Hay algunas zonas compuestas sólo de sillares toscos, sobre todo en la planta baja, por resistir las avenidas mejor la piedra que las piezas cerámicas. Está hoy hueco por su interior aunque tuvo al menos dos plantas, cubriendo la suma de alturas con una bóveda baída, construida sólo en ladrillo y que en parte ha habido que reconstruir también. Tiene tres puertas de acceso y está asentado sobre un compacto escalón de gneis (Fig. 25), hallándose la puerta principal que mira a la ciudad al nivel del terreno por su parte, enrasando su umbral con el forjado primitivo, desaparecido sin dejar rastro, por lo que sería de madera. En 1976 ha sido sustituido por otro de cemento que, juiciosamente, evita imitaciones de lo que se ignora. Por la zona más baja hay otra puerta lateral que da entrada directa a la planta inferior que queda en semisótano, sin indicio visible de una comunicación interna con la superior, comunicación que pudo ser portátil para ser retirada en caso necesario 3 (Figs. 10 y 11). Mide el edificio 9,06 X 8,63 m por su exterior, mientras que la altura tras de la restauración es de 10,05 en su fachada hacia el río y 10,07 por la opuesta y principal, desigualdad debida al desnivel del terreno ya dicho, fuertemente inclinado hacia el Tajo. Su orientación es, lógicamente, perpendicular al río; y como éste discurre hoy a unos 3 m de su fachada más alta, en dirección E-NO, la puerta principal se abre hacia el NE. No quedan indicios seguros del camino que desde el 3 Tras de describir MARIATEGUI en su Crónica de 1866 la escalera empotrada en el muro que d a acceso a la última planta, indica que «debajo y paralelamente a ella se encuentra otra en bastante mal estado de conservación, y que debía desembocar en el piso superior». Hemos conocido personalmente el Baño antes de restaurarle y nunca vimos indicio alguno de tal escalera paralela, que tampoco cita Rodrigo A. de los Ríos en su minuciosa descripción de la torre. De estar empotrada en el muro como la otra —así entendemos la expresión «paralela»— terminaría en u n a puerta inmediata a la principal, lo que no. sucede. Como recuerdo de estas visitas añadiremos que para acceder a la escalera actual desde la planta en semisótano (no había piso intermedio) había que trepar asiéndose a los huecos entre las piedras del muro, operación n a d a fácil y que sólo realizaban los más ágiles o más decididos.
25. Roca de gneis junto al río, al lado del Baño que parece haber sido tallada para servir de bita y amanar el puente.
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Baño conduciría a la ciudad, salvo la puerta de la coracha antes indicada, bajo la que pasa ahora y debió pasar en otro tiempo la subida hacia la muralla principal de Toledo. Precisamente se destaca de ésta, en su enlace con el puente de San Martín, un muro de mampostería que termina bruscamente en un esquinazo de ladrillo sin motivo aparente; tras de este ramal se ha trazado el camino moderno de acceso al Baño, que sustituye al primitivo. Otro camino habría hacia la Vega Baja. Dato curioso del edificio es que tuvo empotrados a la derecha de su puerta lateral dos relieves visigodos, tal vez procedentes de la cercana basílica de Santa Leocadia (Fig. 12). Al estar aquí reutilizados hace pensar que lo estuvieran ya en época musulmana, como sucede con otros relieves en situación parecida: torreón árabe de los Abades, junto a la puerta del Cambrón; el machón que sustituye al arco perdido del puente de Alcántara y en la plaza de armas de éste, cuya puerta con paso en codo se data en tal época. Pero otros similares han sido también reutilizado en obras posteriores a 1085, por lo que no nos permiten fechar el torreón antes de este año. Tales relieves no están ya allí, pues fueron recogidos —seguramente por sugerencia de Rodrigo A. de los Ríos, que lo mismo hizo con la ventana geminada de San Ginés— y llevados al Museo Arqueológico Nacional. Cinco hiladas más abajo de ellos hay también un fragmento de sarcófago de pequeñas dimensiones (Fig. 26), tallado en granito y reutilizado como simple mampuesto; y en la puerta principal hay un cipo funerario musulmán con epígrafe, aprovechado para fuste de columna, junto con otros tres anepígrafos que tendrán igual origen (Figs. 27 y 28). Su colocación allí corresponderá a una reconstrucción casi total de la torre no anterior al siglo X I I I a juzgar por los arcos ojivales, ni posterior a 1300 en que se construía el de San Martín, abandonándose el otro. Basándose en el mal estado de la mampostería de la parte baja de la torre, que contrasta con la buena conservación de la puerta principal, dedujo De los Ríos que esta puerta procedía
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26. Fragmento de sarc贸fago infantil, reutilizado junto a la puerta baja, antes de la restauraci贸n (1968).
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27. Cipo funerario musulmán, utilizado como fuste en la puerta principal del Baño.
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En el nombre de Alláh, el Clemente, el Misericordioso! ¡Oh vosotros hom... ...bres! Creed que las promesas de Alláh son ciertas, y no os dejéis seducir por los halagos del mundo, ni os aparten de Alláh los engaños (del demonio!). Este es el sepulcro de ¿Hosám? ben-Abd... 5 [Confesó que no hay dios fuera de Alláh] único. Mu... [rió (apiádese de él Alláh/)] 8 del año ocho y y cuatrocientos
28. Texto del cipo anterior y su traducción por R.A. de los Ríos. (Monumentos cit.).
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de una restauración del siglo X I I I 4 . Forma ésta un arco ojival, adovelado en sillería, encuadrado por un alfiz de losetas y apoyado aquél en sendas columnas compuestas por los cuatro cipos aprovechados para fustes, que se completan con capiteles5 y basas sencillas. El fuste izquierdo es el ya citado que lleva epígrafe, poco legible pero que se fecha a mediados del siglo XI, compuesto de ocho líneas de caracteres cúficos en relieve y provisto también de alfiz6 (Fig. 29). El resto de la fachada es de mampostería entre hiladas de uno y en ocasiones dos ladrillos 7 , en hiladas de 0,43 m de alto entre verdugadas y formadas de una sola piedra casi todas, aunque a veces se completan con mampuestos menores. Las esquinas son de ladrillo como dijimos, salvo algunos sillares toscos en la zona baja que Castaños Montijano consideró romanos, aunque su desorden actual se deberá a una reutilización de ellos y no hay ninguna seguridad en su datación. Desde aquella puerta principal, la más adornada de las tres, se pasaba al piso intermedio del edificio. Piso ya desaparecido y del que no queda rastro alguno de su apoyo en el 4 La parte baja es, lógicamente, la más afectada por las crecidas, por lo que se deterioró más que la superior, pese a estar construida sólo con mampostería, excluyendo el ladrillo. No creemos por tanto que su estado sea fundamento bastante para la aserción de De los Ríos, aunque la datación de la torre en el siglo XIII sí es bastante aceptable, producto de las reparaciones sucesivas a las avenidas registradas en los Anales Toledanos. Tales reparaciones (reconstrucciones parciales más bien) cesarían al terminarse el puente de San Martín a comienzos del siglo XIV, quedando sin uso el de la Cava. 5 Capiteles de forma extraña, pues son de una pieza con el sillar que debería apoyar sobre ellos a modo de ábaco o de cimacio y que en este caso, por ser mayor que el capitel, va empotrado en el muro a soga, aumentando así la estabilidad del conjunto. Esta precaución habrá evitado sin duda que se arrancaran los fustes y capiteles al dejar de usarse la torre. 6 Insertamos la transcripción hecha por De los Ríos y la traducción por el mismo autor de este epígrafe funerario, junto a una fotografía reciente del cipo. La parte baja de éste carece naturalmente de inscripción, ya que esta zona va empotrada en el suelo junto a la sepultura. 7 En la zona más baja no hay verdugadas; tan sólo mampostería en las cuatro fachadas, tanto por ser la parte más antigua como por resistir mejor la humedad la piedra que el ladrillo, como decimos en el texto.
29. Fachuda principal del Bario,ya restaurado. (Foto P. Cases).
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muro; sí subsisten las quicialeras altas, cuadrangulares, de los dos batientes que la puerta tuvo y que abrían hacia el interior, alojándose entre impostas verticales como es habitual. Desde tal piso o forjado perdido se inicia por la izquierda la escalera hacia la última planta, construida en el espesor del muro y cubierta con falsa bóveda de ladrillo. También tuvo esta subida una puerta propia, de dos hojas, restando las quicialeras superiores. Al restaurar el conjunto se han colocado dos batientes enrejados de forja (Figs. 30 y 31). Frente a la entrada principal, al costado opuesto de la torre, se abre ya casi sobre el agua la puerta de paso a la parte aérea del viaducto. Tiene esta puerta un arco ojival como las otras dos aunque algo menos apuntado que éstas, construido en ladrillo sobre jambas formadas por varias piezas de granito, desde el nivel del forjado —perdido— de este piso; pero hoy está rasgado el hueco hacia abajo, hasta la misma peña (al restaurarlo se han situado sobre el gneis algunas hiladas) 8 . Resulta así que la parte superior del paso bajo el arco ojival — que lleva también quicialeras, triangulares esta vez— está enrasado con el umbral de la puerta frontera hacia la ciudad, mientras que el hueco más bajo de esta otra queda al nivel de 8 O p i n a b a Mariátegui que «el cuarto lado que da frente al río ha debido estar en su mayor parte cerrado por el estribo y arranque del primer arco del puente». Sin advertir que lo más adecuado al sitio y a los restos existentes es un viaducto flotante, sin arcadas cuyo empuje no resistiría la torre, no encuentra —porque no los hay— indicios de tal estribo y arranque de un arco, sin advertir tampoco que para apoyar tal estructura no hubieran rasgado el arco hasta el suelo, sino que lo hubieran macizado. U n resto curioso que menciona este autor y que ya no se conserva es lo que menciona a continuación: «...encontrándose señales de haber existido un vano que serviría probablemente para que los defensores pudieran proveerse de agua». Realmente está el río tan cerca de la torre que con un cubo y una cuerda desde la última planta puede obtenerse agua. Al hablar de un vano pudiera referirse a un canalillo o hueco en la fachada, que ya no existe ni tampoco se advierte en la fotografía publicada por De los Ríos. Quizá se refiera a los cuatro sillares (falta hoy el cuarto) iguales colocados dos a dos a ambos lados de la puerta, en la zona rasgada, y que podrían servir para alojar un mecanismo para mover o para deslizar un pontón móvil entre la torre y el pilar. Se ven bien estos sillares en las fotos 2 y 11, anteriores a la restauración.
30. Puerta de acceso a la escalera de subida a la última planta del Baño.
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31. Escalera de acceso a la 煤ltima planta de la torre, cubierta con falsa b贸veda. (Foto P. Cases).
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la puerta lateral que se abre hacia la Vega Baja. La separación que hubiera entre la puerta primitiva superior y esta prolongación hacia abajo desapareció también y no sabemos cómo era; pero debió existir un dintel o una arcada que soportara el forjado y, sobre éste, la entrada desde la puerta principal y el acceso a la escalera hacia la última planta. En cuanto a la puerta tercera, orientada hacia el N O (hacia la Vega Baja, como decimos) se compone de un arco ojival en ladrillo, con algunos sillares bajos en la j a m b a derecha y también con quicialeras rectangulares. El paso en el espesor del muro se cubre con bóveda sencilla de cañón rebajado, en ladrillo, resultando así el tránsito como un paso en codo, muy usado en las construcciones árabes, hacia la parte rasgada de la fachada hacia el río (Fig. 32). El espacio interior de la torre está cubierto con la bóveda de ladrillo ya descrita, que es naturalmente el soporte de la última planta del edificio (Fig. 33). No pudiéndose determinar ya, por lo destruido del conjunto —incluso la bóveda se hundió en parte— la estructura de este último piso, ha sido discretamente reconstruido como terraza con pretil de manipostería sin rematar y con pavimento de baldosa (Fig. 34). Algún indicio, sin embargo, hace suponer que hubo otra planta sobre este nivel: a) La escalera lleva una ventana estrecha, a modo de saetera, abocinada sin derrame, en la fachada que mira hacia el puente de San Martín (Fig. 35). Es decir, en la cara opuesta a la que recibiría un ataque enemigo a este puente que, según la configuración natural del terreno —que tras del Baño se eleva bruscamente y deja un paso estrecho y pendiente junto a la orilla del río, aguas abajo— tendría que venir desde la Vega Baja, intentando cercar la ciudad; para impedir lo cual se construyó la coracha hasta el mismo cauce. Tal ventana es de ladrillo, midiendo 1,33 m de altura hasta la clave, 0,46 m en la parte ancha y 0,25 el hueco exterior; anchura esta última suficiente para impedir el paso de un hombre, pero demasiado ancha para una saetera normal. Luego la finalidad de este hueco no era defender la torre, sino dar luz a la escale-
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32. Fachada lateral hada la Vega Baja y puerta de paso a la planta baja. (Foto P. Cases).
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33. B贸veda que cubre la torre (Foto P. Cases).
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ra 9 . Tal iluminación no es necesaria ahora, pues se sale directamente a la terraza; pero sí sería precisa si hubiera una habitación sobre ésta o, al menos, una cubierta que dejara a oscuras la subida. b) La parte final de la falsa bóveda del techo que cubre la escalera está rota en su final, seguramente desde antes de la restauración; pero inicia ya un codo para continuar en el espesor del muro de la puerta principal. Debió prolongarse la escalera sobre éste, no sabemos hasta qué punto pues esta zona faltaba y ha sido reconstruida. c) La debilidad como obra defensiva de esta torre, edificada sólo para un control del paso por el viaducto, excluye la necesidad de que llevara almenas y matacanes, que ha supuesto algún autor. Pero tuvo que tener al menos una habitación para los guardianes del puente que, una vez cerradas las puertas, tuvieron que alojarse en algún sitio. Y aparte de ser la zona alta la más adecuada para vigilar el puente, protegidos por las puertas ya cerradas, no cabe en otro lugar del edificio. Tendrían naturalmente algunas armas —saetas, por ejemplo— y provisiones, que no iban a estar apiladas en el mismo paso sino guardadas en algún lugar independiente y más seguro. d) Es posible, aunque no puede asegurarse, que el Baño enlazara con el pilar inmediato con un puente levadizo. Podría manejarse desde la parte alta de la torre, pues la fachada hacia el río no tiene huecos para pasar cables o cadenas, ni señales de apoyos interiores para polea o cabrestantes. La altura actual del Baño es de 14 metros; si tuvo otra planta, sería mayor que hoy. Su cara exterior hacia el río dista de la pila volcada 12 m, distancia que sería menor en su posición primitiva si, como parece, volcó hacia el centro del cauce. U n puente de 13 m o menos bastaría para unir la torre y el pilar, antes y después del vuelco. En la última planta de aquélla, 9 Pudo servir también para una comunicación óptica con los defensores de la coracha, sin que lo advirtieran los atacantes que tendrían que venir hacia la fachada opuesta.
34. La torre en 1976, termin谩ndoseya su restauraci贸n.
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35. Fachada lateral hada la coracha, con ventana para la escalera interior. (Foto P. Cases).
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una cubierta sencilla de madera y tejas protegería los mecanismos de elevación. Otra posibilidad es un puente corredizo, pero es mucho menos viable. Tendría que ser deslizado bajo los batientes de la puerta hacia dentro de la torre para cortar el paso, precisando de rodillos y contrapesos nada fáciles de instalar ni de manejar. Al fin tendrían que optar por sustituir el puente móvil por otro fijo sobre pilotes, hincados en el agua —poco profunda en la orilla— desde el Baño hasta la pila. Cerradas las puertas de aquél, el paso quedaba prácticamente cortado, salvo para algún individuo aislado y sin carga para que su discurrir por el puente no fuera advertido por los custodios de éste. Pero si bien estas hipótesis son viables, queda por aclarar un punto importante. ¿Por qué la puerta hacia el río se hizo en principio a casi cuatro metros sobre el nivel de éste? No es creíble un error de proyecto tan grande al construirla; el puente llevaba varios siglos de uso, aunque no tuviera la torre, y sus variaciones de nivel eran perfectamente conocidas. Aunque la pila frontera fuera más alta antes de volcarla el río, no pudo serlo mucho para acomodarla al nivel del tramo de barcas siguiente a ella; y tal como la vemos ahora, su enlace con el Baño en su puerta alta tendría una pendiente excesiva, un 28 % o más 10 . Pudo ser mayor hace siete siglos el caudal habitual del Tajo, sin detracciones para riegos y con una masa arbórea mayor en sus riberas y en su cuenca, pero hoy mismo, si sube 4 o 5 m inunda buena parte de la Vega Baja. Y en los estiajes tendría mucha menos agua, al carecer de la regulación de cabecera que proporcionan los embalses Entrepeñas-Buendía 11 . El azud de Azumel, tan cercano al Baño y 10 La tercera forma de unión entre el Baño y el pilar sería un arco de fábrica. Pero al pie de aquél no queda huella alguna de tal arcada, que habría estado enjarjada en él, asomando solamente la roca limpia. Tampoco creemos que soportara la torre hueca el empuje de un arco, como ya hemos indicado antes. 11 El nivel del agua es bastante estable en este paraje del río, al quedar represado por el azud inmediato de Azumel, que ya existía en la época musulmana con el nombre de Assomail, recogido en varios documentos mozárabes desde
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t a n útil al r e p r e s a r el a g u a y f r e n a r la corriente, existía y a en el siglo XII y n o sería m á s alto q u e a h o r a 1 2 .
Tenemos además la puerta lateral de la planta baja, contemporánea de la otra y con el nivel adecuado, aunque su paso en codo impide que la usen vehículos de dos ruedas, salvo los muy pequeños. Pero éstos no son aptos para circular sobre un puente de barcas de entonces, poco resistentes y siempre oscilantes cuando se discurre por ellas. Tendríamos por tanto una puerta alta sin utilidad aparente, salvo para ser habitada por sus guardianes a modo de balcón sobre el río... para lo que era suficiente con una simple ventana o, con mayor seguridad, una o más saeteras. Y como su continuación directa es la puerta principal, en la fachada hacia la ciudad y la más adornada, también ésta quedó sin utilidad para el paso de viajeros casi desde que se hizo y hubo que rasgar el muro opuesto para habilitar un acceso adecuado al puente. En resumen, hemos de confesar que ninguna de estas explicaciones nos parecen suficientes para aclarar el enigma de esta puerta en alto, transformada en puerta baja. Quizá algún lector con mayor ingenio pueda hallar la solución de este pequeño problema. Ya hemos indicado la existencia de los restos de otra pila o estribo en la orilla izquierda del cauce, perfectamente alineada con la que está volcada dentro del agua y con la torre. También está situada sobre la misma curva de nivel que el Baño, en la cota 447 m. Es muy difícil actualmente averiguar su forma y sus dimensiones, tanto por la destrucción de su el a ñ o 1199 (doc. 293 d e l a colección d e GONZÁLEZ PALENCIA y a c i t a d a ) .
Once años después se le llama de Azumeid en una donación a la Catedral toledana (arch. Catedral de Toledo, doc. Z.4.A.12). El nombre primitivo sería seguramente Ar-Sumail, por su constructor o su propietario. 12 Aun siendo profanos en el tema, nos parece que si bien un azud puede ser recrecido con relativa facilidad, no será normal que haya que rebajarlo por reducirse el caudal, siempre que pueda mover el molino o artificio para el que se construyó. Si no es bastante, se abandona.
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parte superior —por depredación, más bien que por avenidas del Tajo— y por estar casi enterrada en la arena de la orilla. El río describe aquí una curva amplia cuya cara externa es precisamente esta orilla izquierda y, por ello, aquí se depositan sedimentos en las crecidas (Figs. 36 y 37). Juzgando por la pequeña parte que emerge de la arena (unos 50 cm) y tras de una somera limpieza que hicimos en sus costados, resulta que está construida con mampuestos de regular tamaño, en hiladas entre verdugadas de ladrillo que distan 0,42 m entre ellas y midiendo el ladrillo más visible 0,28 X 0,19 X 0,04 m, dimensiones habituales en las piezas de época musulmana y mudéjar. La unión es de una sólida argamasa de cal y forma en su conjunto un cuerpo rectangular de 6,15 m de ancho por 4,56 de longitud, más un tajamar hacia aguas arriba que mide aproximadamente 3,95 m en su cara derecha y 3,40 por la izquierda, desigualdad que puede deberse a la dificultad en medirla pero que, de ser exacta, desviaría el agua fluyente en una dirección poco correcta. La cara aguas abajo carece de tajamar, pero la parte visible parece tener las esquinas redondeadas para suavizar sin duda el paso del agua, forma razonable que tendrá su culminación en los tambores semicilíndricos usados en el puente de Mérida, por ejemplo. No era preciso que esta pila tuviera mucha altura, aunque sí tendría que prever las variaciones de nivel del río. Tampoco precisaría de una puerta o cerramiento, ya que el control del paso se verificaría en la torre frontera; sólo se necesitaba, desde luego, un firme apoyo para enlazar con la tercera pila que luego citaremos. A diferencia de la margen derecha, la orilla izquierda es muy suave y llana, con anchura sobrada para un camino paralelo al río que, aguas abajo de éste, podía dar acceso a los batanes movidos por la presa de Azumel y, a la izquierda de éstos, iniciar la vía romana que antes dijimos y que ha sido sustituida por la carretera actual. Ésta lleva, como ya se indicó, por su ramal derecho hacia San Esteban, San Bernardo y los molinos de Gorralrrubio y Portusa, siguiendo la orilla del Tajo; por la izquierda, hacia Melque, los
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36. Restos de la pila de la orilla izquierda. Vista general.
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37. Pila de la orilla izquierda. Detalle de la cara opuesta al rĂo, de 45 crn de altura en la actualidad.
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Montes de Toledo, Navahermosa y Extremadura en definitiva. Para conocer en lo posible cómo era este estribo o pilar izquierdo habrá que excavar sus alrededores, a fin de determinar sus características y buscar los posibles restos de una calzada, pues el terreno es fácilmente transitable y debió ser muy usado cuando aún no existía el puente bajomedieval de San Martín. En cuanto a la pila volcada delante del Baño, inmediata a la margen derecha, es seguramente la mejor conservada y por ello la más interesante. Su vuelco pudo producirse de dos formas: la llamada «efecto sueco» por la nacionalidad de sus descubridores, tiene lugar al deslizar el barro o la tierra donde se asienta la construcción hacia un costado —el derecho en este supuesto— quedando tumbada hacia la orilla 13 . Si se produjeron así las cosas, la parte visible desde el Baño sería la superior del pilar, que forma un conjunto tosco e irregular de argamasa y mampuestos pequeños 14 , sobre los que tendría que haber existido un coronamiento o remate mejor terminado, de losas o mampuestos planos, para permitir un paso cómodo. Tal remate no existe ni se advierte indicio alguno de que lo haya tenido, pareciendo más bien la cara inferior, superficie de fractura al desprenderse de su cimiento o del asiento sobre el fondo rocoso (Figs. 38 y 39). Restituido el pilar a su posición inicial, distaría 8 m de la torre. En cuanto a la cara opuesta, visible desde la orilla izquierda, tiene una estructura mucho mejor terminada que la otra. (Fig. 40). Posee un contorno de sillares toscos o mampuestos tallados, con la forma adecuada en los ángulos para iniciar los tajamares, sentados todos ellos a modo de encofrado —el clásico sistema constructivo romano— que luego se rellenaba 13 Debemos la indicación de las formas de volcarse las pilas al Ingeniero de Caminos y especialista en Hidráulica, D. Manuel Díaz-Marta. 14 Aprovechando esta cara del pilar para iluminar el Baño, se situó en ella un foco rectangular de aluminio, hoy inutilizado.
38. La pila volcada al pie del Baño, vista desde la terraza de éste. En la otra orilla, señalada con una flecha, la otra pila visible hoy. (Foto P. Cases).
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39. La pila volcada, mostrando el relleno de hormig贸n y guijarros, al modo romano, de su interior. A la izquierda, borde del tajamar aguas arriba. (Foto P. Cases).
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con hormigón y guijarros menores 15 . Estimamos que el vuelco tuvo lugar hacia el centro del cauce, donde es más fuerte la corriente y puede ser más intensa la acción de socavamiento y subsiguiente descalce de la base del pilar. Si, lo que parece probable pero no es factible saber sin un sondeo de esta zona, la pendiente de gneis que desde la ciudad y bajo el Baño desciende al río en forma de plano inclinado, continúa bajo el agua, el apoyo de esta pila no era horizontal y el fallo de la misma facilitó su vuelco hacia el centro de la corriente. En este supuesto, la cara que describimos será la superior, que está ya nivelada para un enlosado o revestimiento adecuado para el tránsito. Además de volcar quedó inclinada, más hundida por el tajamar de aguas arriba. Mide aproximadamente 4,3 m de ancho por 9,5 de longitud, dimensión ésta entre los extremos de los tajamares. Destacamos también que tiene tajamares por ambos extremos y que éstos están construidos a la vez que la pila en sí, no adicionados después de terminado el cuerpo rectangular central, por lo que es común a todo el conjunto el relleno de hormigón y mampuestos. Aunque está hecha con cierta tosquedad, sin la perfección en la labra que vemos en los puentes romanos más famosos o importantes, no debemos olvidar que se trataba de un simple apoyo de un viaducto modesto, aunque en él se siguiera la técnica adecuada para una obra dentro de un río de fuertes avenidas. Fue sin duda una obra bastante sólida, cuyo fallo no estuvo en su construcción sino en su cimiento, y cuando volcó siguió formando una sola pieza. Su fabricación no sería difícil por erigirse en la zona menos profunda del río; y si se abría la presa de Azumel —si es que ésta existía entonces— el nivel bajaría más de un metro, sobre todo en el estiaje. 15 Sobre la estructura interna que se observa en esta cara, recordemos que según FERNÁNDEZ CASADO «los sillares asentados sin argamasa alguna quedaban empotrados en la masa del hormigón de relleno, pero el opus cementiáum romano era más bien una mampostería de piedras gruesas unidas con mortero, que en algunos casos se les agregaba después de colocarlas en su sitio» (Historia del puente en España. Puentes romanos cit., capítulo «Puentes de época imperial en la Lusitania», sin paginar).
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40. La pila volcada, vista desde la orilla izquierda. Se advierte el encofrado con sillares toscosy el ángulo que forman los tajamares, así como el núcleo de hormigón. (Foto P. Cases).
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Y una última observación. Si, como sostenemos, el vuelco se produjo hacia el centro del río y no hacia la orilla, este pilar estaba muy cerca del Baño o puerta de entrada. Respecto a su altura, por estar la pila parcialmente enterrada en el fango del cauce y rodeada por el agua, no podemos hallarla con seguridad. Ante la posibilidad de que algún otro resto del viaducto yaciera sumergido en el río, así como la conveniencia de un levantamiento topográfico del fondo sugerido por el Dr. Ingeniero D. Manuel Díaz-Marta, solicitamos la colaboración de la Capitanía Militar de la Región, instada a través del Gobierno Militar de Toledo. Tal ayuda fue rápida y amablemente facilitada, enviándonos un equipo de exploración acuática del Regimiento de Ingenieros núm. 1 de la División Acorazada 16 . Gracias a su eficiente cooperación pudo realizarse el plano del paraje que se une a este trabajo. Y confirmando la hipótesis planteada hallamos otra pila intermedia, posiblemente mejor conservada que las otras dos y cercana a la orilla izquierda. También está alineada con los restantes elementos del paso y se encuentra hoy (23 de octubre de 1989) a 1,25 m bajo el nivel del río, que en sus inmediaciones tiene una profundidad superior a los cinco metros. Se levanta el pilar por tanto al menos 3,75 m sobre el fondo, más lo que cubran los sedimentos que se detienen aquí al ser retenidos por la presa inmediata. Sus costados son completamente verticales, por lo que nunca fue volcada sino simplemente arrasada su parte superior. No pudimos determinar con seguridad si lleva tajamares, aunque parece probable que existan. Dista del último pilar unos 18 m. 16 Agradecemos cordialmente el valioso apoyo prestado a nuestra petición por el Excmo. Sr. Gobernador Militar y Director de la Academia de Infantería de Toledo, General De Miguel; del Teniente Coronel del mismo Centro, D. José Luis Isabel y del Sargento de Ingenieros D. José-Vicente Duran Lanchas, jefe éste del equipo acuático que llevó a cabo la exploración del cauce del Tajo durante todo un largo día, hasta completar el levantamiento topográfico del paraje y localizar la pila ignorada hasta ahora.
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U n reconocimiento completo de este pilar precisaría de un equipo de escafandristas, con focos y cámaras subacuáticas, que le reconocieran y midieran con exactitud. En nuestros tanteos hallamos que su longitud aproximada es de 9 m, medidos desde una barca Zodiac que, inevitablemente, oscila y deriva con la corriente del río. Con el conjunto de ambos elementos —torre y tres pilares— la estructura hallada y la ya conocida formaron un viaducto, flotante en parte, que se asemejaría al dibujo adjunto, de 107 m de longitud. Para confirmar todos sus extremos habría que excavar la pila de la orilla izquierda y reconocer la que está sumergida. Entre ésta y la volcada delante de la torre de paso tuvo que existir un tramo flotante; y tanto desde la torre a la pila inmediata, como entre las otras dos de la izquierda, debió haber un tramo aéreo, de vigas apoyadas en pilotes clavados en el fondo, o bien con el conocido sistema del «puente de Julio César» (Fig. 41). La modestia del conjunto y su debilidad militar para resistir a un ataque, aconseja atribuirle una utilidad tan sólo comercial, de enlace entre ambas orillas y para recaudar los derechos de pontazgo tan extendidos en la Edad Media. Para este solo fin se construyó la torre y se la dotó de puertas para evitar —en lo posible— que se evadieran del pago los que cruzaban sobre él: arrieros procedentes de los Montes, agricultores, cazadores y hortelanos de la orilla izquierda del río, con bestias de carga y quizá con carros de poca capacidad. En la torre de control, los recaudadores del municipio cobraban los peajes establecidos por éste —fácilmente incrementados en su exclusivo beneficio— guardados seguramente en la última planta de la torre, provista como se dijo de puerta independiente. También cruzarían por este viaducto los ganaderos con sus rebaños, organizados ya en forma incipiente en asociaciones locales que en 1273 formarán, por iniciativa de Alfonso el Sabio, el «Honrado Concejo de la Mesta de Pastores» 17 , rebaños que también, como recuerda la lápida del ve17 J . KLEIN: La Mesta, 2.A edic. española, Madrid 1979, p. 26 y passim.
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ciño puente de San Martín, perecerían en ocasiones junto con sus dueños, si el río aumentaba mucho su caudal y su corriente por tanto. Es lástima que el Archivo Municipal de Toledo, tan rico en otros aspectos, no conserve documentos que reflejen la construcción del puente gótico de San Martín, siendo las actas municipales más antiguas que han llegado a nosotros de mediados del siglo XV. La venida a la ciudad de maestros, francos o aleccionados por ellos, que erigieron los arcos ojivales de la catedral, harían posible técnicamente trazar un nuevo puente, ya de cal y canto, que solucionó para el futuro el cruce del inquieto Tajo sin peligro para los toledanos y para los viajeros que iban y venían desde la Extremadura leonesa y desde el sur de España.
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INFORME SOBRE EL RÍO TAJO FRENTE AL BAÑO DE LA CAVA Por Manuel Díaz-Marta (Ingeniero de C.C.y P.)
1. EL R E C O N O C I M I E N T O Y EL L E V A N T A M I E N T O T O P O G R Á F I C O - B A T I M É T R I C O DEL T R A M O DEL R Í O
Ambas operaciones se realizaron el 21 de octubre de 1989. Su objeto era investigar los posibles vestigios en el fondo del río de un puente de barcas o de otra construcción. Estuvieron presentes don José Antonio García-Diego, como Presidente de la Fundación Juanelo Turriano, patrocinadora del estudio, y don Julio Porres, autor del mismo; su hijo don Julio, historiador, y don José Luis Isabel, Teniente Coronel de la Academia de Infantería y responsable de la ayuda del Ejército a esta investigación. El grupo militar de ayuda, formado por un sargento submarinista y cuatro soldados auxiliares, estuvo provisto de una lancha neumática con motor y útiles de sondeo. El levantamiento topográfico se verificó, de acuerdo con mis instrucciones, por el profesional don J u a n Luis Calvo Díaz y su ayudante Mario. Mientras el topógrafo y su ayudante instalaban el teodolito en el centro del moderno Puente de la Cava y situaban las orillas y restos de edificaciones próximas, hice a bordo de la lancha un primer reconocimiento del fondo del río en el paraje situado frente al Baño de la Cava. El escandallo utilizado tropezaba con algunos obstáculos no lejos de la orilla izquierda, pero, a través del cordel, era imposible precisar si se trataba de troncos, piedras u otros obstáculos. En el centro del río sólo encontramos un fondo arenoso.
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Acto seguido, con el auxilio de una mira extensible, se tomaron puntos del fondo del río próximos a las orillas, en los que la profundidad del agua era leída por el ayudante; y, a continuación, se hizo el levantamiento de la faja transversal en la que suponíamos instalado el puente. El ayudante, entonces, con su mira tubular, detectó la presencia inequívoca de piedras en el mismo lugar en que se había atascado la sonda durante el primer reconocimiento. En el relevamiento de la tarde se comprobó que se trataba de una construcción sumergida, la cual presentaba una superficie plana, análoga a la que presenta la pila inclinada y emergida próxima a la orilla derecha. En los sondeos se encontraron profundidades de más de dos metros entre la pila emergida y la supuesta pila hundida, llegando a más de 5 metros en un lugar más próximo a la pila izquierda que a la derecha.
2. ANÁLISIS DE LOS D A T O S
El plano batimétrico del Tajo frente al Baño de la Cava (Fig. 42) me ha permitido dibujar la sección del cauce según un plano vertical que atraviesa el edificio del Baño y los restos de tres construcciones que suponemos pertenecientes a la antigua obra existente en aquel lugar (Fig. 43). De la observación del plano batimétrico y de la adjunta sección transversal sacamos las siguientes deducciones: 1 , a El centro del Baño de la Cava y los centros aparentes de la pila emergida, la pila sumergida y las ruinas semienterradas de la margen izquierda están en línea recta. Tal disposición indica que estos cuatro elementos debieron pertenecer a una obra diseñada para cruzar el río. 2. a La hipótesis de que las dos pilas situadas en el cauce sirvieran como estribos de un puente debe desecharse por varias razones: porque un arco con luz de 55 metros —que es la distancia entre
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pilas— era impensable en la Antigüedad y la Edad Media y porque la obra destruida por la riada de 1203 era «precaria y peligrosa», —según los historiadores— calificativos no aplicables a un puente de piedra de tan espaciosa luz. Tampoco cabe suponer que hubiera pilas intermedias, porque en el fondo del río no se han encontrado restos ni perturbaciones que hagan sospechar la existencia de otra pila. La hipótesis de que entre pila y pila existiera un tinglado de madera no parece aceptable pues el caudal del río en avenidas normales hubiera arruinado la obra casi todos los años sin esperar a la gran riada de 1203. Sin embargo, hay que considerar que la profundidad media del río en su parte central, apreciada en nuestras mediciones entre 2 y 3 metros, debió ser menor antes de los recrecimientos y modificaciones del azud de Azumel que finalmente dieron lugar al de la Fábrica de Armas. Esta menor profundidad podría haber facilitado la hinca de pilotes, si bien la obra más verosímil y la citada por los historiadores es la de un puente de barcas. 3. a La inclinación de la pila próxima al Baño de la Cava es atribuible a que la velocidad del agua y la socavación del cauce son mayores en el costado que mira al centro del río que en el opuesto. El hundimiento mayor de la pila sumergida de la banda izquierda del río se explica porque la corriente, a consecuencia de los peñascos y construcciones que refuerzan la margen derecha, tiende a formar un meandro en la parte cóncava a la izquierda. Es de suponer que la pila se construyera más próxima a la orilla que como está hoy y que la fuerza de la corriente junto a esa orilla produjera una socavación apreciable a ambos lados de la pila durante las riadas, con el consiguiente hundimiento de la misma. La sucesión de avenidas importantes debió producir su hundimiento progresivo hasta quedar a 3,50 metros por bajo del nivel del agua en el día en que se hizo el levantamiento batimétrico. De lo anterior se deduce que la hipótesis más verosímil es que entre la pila cuyos restos emergen y la sumergida, hubiera un puente de barcas con amarras a lo que pudiera ser la parte superior de esas pilas, así como que entre cada pila y su orilla más próxima hubiera sendos puentecillos de madera.
42. Plano topográfico batimétrico.
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43. Sec谩贸n.
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EL PUENTE DE S. MARTÍN EN 1750
Archivo Municipal de Toledo, Ms. Obras puente de San Martín, 1705-1845, leg. 2.°. «Año 1758. Reales Provisiones para q. se haga repartimiento entre los Pueblos comprehendidos en 23 leguas de distancia, de los 110.680 rs. en que fue tasada la obra y Reparos de dho. Puente.» Resulta de este legajo que se solicitó por el Consejero de S.M. D. Pedro Alcázar Montoya, Fiscal de la J u n t a de Obras y Bosques, del corregidor de Toledo, sobre la posibilidad de pasar por un puente de esta ciudad una piedra de mármol de San Pablo, de mil arrobas de peso, para la fábrica de cristales de la Corte. El concejo recabó un informe de los cuatro alarifes del municipio, los que, tras de examinar ambos viaductos, dijeron que reconocido el puente de San Martín en agosto de 1749, estimaban que los dos primeros arcos saliendo de la ciudad «están muy traspasados de las aguas... afectando al solado, y todas sus dovelas están cuasi movidas y muy descarnadas sus juntas, habiendo caído algunos pedazos de ellas». En consecuencia, informaban que no se podía exponer a que pasara tal piedra «sin una conocida próxima ruina». Examinaron a continuación el puente de Alcántara, hallando que «está todo con la debida fortificación y reparo, por lo que no puede experimentar perjuicio alguno pasando por él la referida piedra de mil arrobas, y aunque fuera de mucho más peso». Unido al informe está el plano adjunto, con la planta y alzado del puente, firmado por el Maestro Mayor del Ayuntamiento Josep Hernández Sierra y el alarife Jerónimo Martínez Salazar. Bajo el arco central se indica la profundidad del río en este punto, de 36 pies castellanos (unos 10 m) el 5 de septiembre de 1750, probable fecha de levantamiento del plano. (Fig. 44)
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APÉNDICE DOCUMENTAL Fuentes manuscritas: Privilegio de Fernando IV, dado en Burgos el 28 de marzo de 1301, confirmando otro de Sancho IV de 1290, sobre daños producidos por el paso de ganados y citando las obras del puente de San Martín. Fuentes impresas: 1. FRANCISCO DE PISA: Descripción de la Imperial civdad de toledo, y Historia de sus antigüedades,y grandezas... Toledo, por Pedro Rodríguez, 1606, fols. 15 vto y 24 r. 2. J O S É AMADOR DE LOS R Í O S Y SERRANO: Toledo Pintoresca, o
descripción de sus más célebres monumentos. Madrid, 1845, p. 285. 3. SIXTO-RAMÓN PARRO: Toledo en la mano, o descripción históricoartística de la magnífica catedral y de los demás célebres monumentos. Toledo, 1856, vol. II, pp. 657-658. 4. A N T O N I O M A R T Í N - G A M E R O : Historia
de la ciudad de Toledo, sus
claros varones y monumentos. Toledo, 1862, pp. 316-319. 5. EDUARDO DE MARIATEGUI: Crónica General de España. Provincia de Toledo. M a d r i d , 1866, p . 74. 6. J O S É M A R Í A QUADRADO Y V I C E N T E DE LA FUENTE:
España,
sus monumentos y sus artes. Castilla la Nueva. Barcelona, 1886, vol. III, pp. 105-107. 7. FELIPE RAMÍREZ BENITO: El Tesoro de Toledo. T o l e d o , 1894, p .
312. 8. M A N U E L CASTAÑOS Y MONTIJANO: « E l B a ñ o d e l a C a b a » .
Boletín de la Sociedad Arqueológica de Toledo núm. 1, 31 de enero de 1900, pp. 7 y 11. 9. A . FERNÁNDEZ CASANOVA, A . FERNÁNDEZ GANO y M . ANÍ-
BAL ÁLVAREZ: «El cerro de la Virgen de Gracia». Boletín de la Real Academia de la Historia núm. 66, 1915, p. 512. 10. VICENTE LAMPÉREZ Y ROMEA: «Murallas, puertas y puentes de Todelo». Bol. R. Ac. Historia núms. 78-79, 1921, pp. 100-107 y 394-397 (extracto). 11
M A N U E L GONZÁLEZ SIMANCAS: Toledo, sus monumentos y el arte
ornamental. Madrid, 1929, pp. 229-230.
1301, marzo, 28. Burgos. Privilegio de Fernando IVconfirmando otro de Sancho IVdel año 1290, sobre datos producidos por el paso de ganados en las tierras de Toledo, añadiendo: «Y por fazer mas bien e mas merced a los omes buenos del C o m ú n de Toledo, e por servicio señalado que me ficieron cuando yo fui a tierra de Murcia, a cercar al Rey de Aragón, tengo por bien, e m a n d o que el vino de Yepes e de los otros lugares que no son de su termino que lo non puedan meter, en la villa, e que les sea guardado así como fue en tiempo del Rey Dn. Alphonso mió abuelo, e del Rey Dn. Sancho mió Padre, e qualquier que lo y metiere m a n d o a los Alcaldes, e al Alguacil, de Toledo, que lo prendan p. 10 mrs. de la moneda nueva por cada ves, esta pena que la recabden por mi, e den la metad pa la labor de la puente de Sn. Martin, e la otra metad a la obra de la Iglesia de Sta. María, e non fagan ende al... E desto mande dar esta carta sellada con mió sello de cera colgado. Dado en Burgos... Alfonso B. la m a n d o fazer por m a n d a d o del Rey e del Infante Dn. Enrique su tutor. Yo Diego Perez la escrebí.» (Arch. Mun. Toledo, «Archivo Secreto», cajón 3.°, leg. 4.°, núm. 1 (268 del Catálogo).
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1. — FRANCISCO DE PISA: Descripción de la Imperial Civdad de Toledo,y Historia de sus antigüedades,y grandezas,y cosas memorables que en ella han acontecido... E n T o l e d o , p o r P e d r o R o d r í g u e z ,
año 1605. Libro I, cap. VI, fol. 15 vto.: «Pozos manantiales dentro de la Ciudad en lugares públicos, no contando los de casas particulares, son tres principales. El de Barrionuevo. El de san Saluador. El pozo Amargo, todos de aguas salobres. Ay otros vaños llamados de la Caua, a la plagúela llamada también de la Caua.»
Libro I, cap. X I I I , fol. 24: «El mesmo Arzobispo don Pedro Tenorio, de quien acabamos de hazer mención en el precedente capitulo, reedificó y reparó la puente de san M a r t i n (assi llamada por caer en el "districto y termino de la parrochial dedicada a este santo) la qual es de mas alto y fuerte edificio y lauor que otra que antes della auia, angosta y pequeña, donde muchos peligrauan y perecían, cuyas ruynas y cimientos se ven oy no lexos de la nueua, abaxo della, como se significa en el letrero de que luego diremos. En la torre desta puerta, de la otra parte de la ciudad, esta la figura o vulto de san Iulian Arzobispo de Toledo, y patron della, a quien la puente esta dedicada... Alos pies desde santo esta vna piedra, que es nueuamente puesta, de tiempo de l u á n Gutierrez Tello Corregidor, con esta letra: Pontem, cuius ruinae in decliui alueo visuntur,fluminis inundatione, quae anno Dni. M.cc.iij super ipsum excreuit, dirutum, Toletani in hoc loco aedijicauerunt. Imbecilla hominum Consilia, quem iam amnis laedere non poterai, Petro, & Enrico fratribus pro regno contendentibus, interruptum, P. Tenorius Archiep. Tol. reparandum. C.
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En Castellano: Vna puente auia en este lugar, cuyos cimientos se ven a las orillas del rio, abaxo desta, que auiendose caydo por una gran creciente q. sobreuino el año de 1203, en su lugar los ciudadanos de Toledo leuantaron esta. Y como los acuerdos de los hombres son flacos, ya que el rio no la pudo empecer, por estar mas alta, auiendo contiendas entre el Rey don Pedro y su hermano don Enrique, sobre el reyno, la puente se rompió: reparola el Arzobispo don Pedro Tenorio.»
Libro II, cap. X X X I I , fol. 121 v°: «El Rey don Rodrigo en el año tercero de su malfortunado reyno... desterró de España con gran ignominia y deshonra a los dos hijos del Rey Vvtiza... y sin esto hizo fuerga a vna hija del Conde don Iulian, que el dicho don Rodrigo tenia en su palacio por dama, aunque otros dizen que era muger del Conde, que se llamaua Florinda, según escriue el Alcayde Tarif: A la cual los Arabes llamaron la Caua, por nombre infame, que quiere dezir mala muger: como lo diximos en el primero libro. Era don Iulian Conde, y gobernador de Ceuta, y señor de Consuegra, y capitan de las fronteras de Africa, donde a la sazón estaua haxiendo legacía en nombre del propio don Rodrigo: el qual entretanto que el padre estaua ausente hizo aquel mal recaudo, en vn lugar llamado Pancoruo. Los hijos de Vvitiza se embarcaron para Africa, y se confederaron con el Conde don Iulian... (éste) aceptó de buena gana el concierto, queriendo vengar su particular injuria, aunque con daño público y general: y assi se fue para Africa, y hizo concierto con Muza, gouernador de aquella prouincia...»
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2. _ JOSE AMADOR DE LOS RIOS. Toledo Pintoresca, o descripción de sus más célebres monumentos. M a d r i d , 1845, p á g . 285. No muy distante de la Basílica y en la orilla oriental del rio se contempla un torreón, despedazado en parte por las injurias de los siglos, el cual es conocido con el peregrino nombre de Los baños de la Cava.—No sabemos ni es fácil averiguar las causas que han dado pábulo á esta tradición tan vaga, como infundada, ni es posible hallar entre el torreón mencionado y unos baños la relación mas leve. —Solamente despues de oir á algunas personas ancianas de Toledo, se averigua que por suponerse que el rey don Rodrigo, el amante desgraciado de la hija del conde D. Julián, tuvo su palacio frente á esta torre, en lo que ha sido convento de san Agustín hasta nuestros dias, debió tener la Cava sus baños allí, para que pudiera el rey solazarse en contemplarla desde lo alto de uno de los miradores del indicado palacio. Bien conocerán nuestros lectores que esta tradición carece de verosimilitud absolutamente. Pero el hecho es que la torre de que hablamos lleva el nombre de Baños de la Cava, siendo muy probable que se llame de este modo mientras exista una sola piedra de aquella fábrica. El torreón de que hablamos, sin embargo, examinada su situación y en vista de los grandes trozos de argamasa que se encuentran en el rio en su dirección horizontal no puede ni debe haber sido mas que uno de los estribos del antiguo puente, como se deduce de la inscripción que existe en el de San Martin, algunos pasos distante de este sitio. Este fué, pues, el puente destruido en la innundacion de 1203, cuyas ruinas se veian en el álveo del próximo declive.— El carácter de este torreon no deja tampoco duda de lo que dejamos dicho.—En su frente oriental se vé el arco de entrada, y en la columna de la izquierda una inscripción árabe, que, como otras que existen en el patio de la Basílica de santa Leocadia, no ponemos aquí por verse tan maltratada que apenas conserva una palabra
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todos sus caracteres.—Hemos leído en algún autor que esta leyenda es apócrifa, y como no sabemos su contenido nos es de todo punto imposible el dar nuestro parecer sobre este punto.—Los baños de la Cava ocupan una situación estremadamente pintoresca.
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3. — SIXTO-RAMON PARRO: Toledo en la mano, o descripción histérico-artística de la magnífica catedraly de los demás célebres monumentos. Toledo, 1857. T o m o I I , p p . 657-658. Finalmente debemos decir cuatro palabras, antes de dar por terminado este artículo, acerca de lo que vulgarmente llaman aquí el Baño de la Cava. No hemos sido mas felices que el autor de la Toledo Pintoresca para averiguar el motivo de que se dé tal título á ese monumento, y asi convenimos completamente con el Sr. Amador en que carece de toda verosimilitud la tradición de que corresponden esas ruinas al baño en que la Cava* se refrescaba á la vista del último Rey de la España goda (que tenia su palacio por encima de ese sitio, como digimos en otra sección), y en que este torreón árabe que se ve á la margen Oriental del Tajo como 60 pasos al Norte del puente de San Martin y pocos mas de la Basílica de Santa Leocadia, no es otra cosa que el primer estribo del antiguo puente de aquel mismo nombre, que (cuando hablamos del actual) digimos haber existido algo mas abajo de este, y que en las grandes inundaciones del año 1203 le destruyó el rio. No hay mas que tener presente esta noticia consignada en la inscripción que copiamos en el lugar citado, y reparar en los machones de argamasa que todavía asoman sobre el nivel ordinario de las aguas en la dirección de esta torre para la otra orilla del Tajo, para convencerse de que el supuesto baño de la Cava era la cabeza del puente, con sus arcos de entrada y salida, que aun conserva, sostenidos por columnas gruesas, en una de las cuales hay vestigios de inscripción árabe, pero no se puede leer ni una palabra entera. No es de estrañar que * Llamaron asi los antiguos muzárabes y castellanos á Florinda, hija del Conde D. Julián por cuyos amores con D. Rodrigo dicen que se perdió España, pues el padre, en venganza de su deshonra, facilitó el paso de los moros del Africa a las costas de la Península, en vez de impedirla como podia y debia en su cualidad de Gobernador y Jefe de las fuerzas de las fronteras y costas africanas.
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pereciese este puente en una inundación extraordinaria, pues la situación de esta torre y de los argamasones fronteros á ella manifiestan que gozaba poca altura, y por lo tanto si en aquel año subieron las aguas mas que en las riadas ordinarias, como la fábrica era ya vieja y estaría bastante quebrantada, fácilmente pudo la corriente arrancar los arcos y puntos mas altos ó delgados de los pilares dejando solo los cimientos y cepas de estos con el torreón de entrada, que es del que nos venimos ocupando, y que aun cuando entero todavía es innegable que los siglos han debido desmoronar ya mucha parte de lo que respetaron las aguas.
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4. — ANTONIO MARTIN-CAMERO Historia de la ciudad de Toledo, sus claros varones y
monumentos.
Toledo,
1862.
pp.
316-319. ¡Quién ignora la novela de la Gaba? ¡quién desconoce ó no ha oido hablar una sola vez en su vida de la famosa cueva de Harpalúx, continuación ó parte principal de la de Hércules, en la cual se asegura haber buscado Rodrigo tesoros escondidos, en cuyo lugar encontró dentro de unas arcas de hierro ciertos lienzos de figuras horribles, con rostros amenazadores, turbantes en la cabeza, y un letrero debajo, que decia: Per hos Hispania peritura, éstos han de destruir á España? Pues tales son los hechos, tales los antecedentes en que se funda la pérdida del dominio gótico en nuestra patria. Si autores tan graves como Mariana y otros de igual reputación no hubieran difundido estas consejas, la sana razón las rechazaría con un risum teneatis, que es la fórmula más acabada del desprecio que se merecen. Pero la autoridad de esos escritores por una parte, y por otra el interés de la historia que estamos escribiendo, y á que tanto se refieren esos hechos, nos mueven á tomar el asunto por lo sèrio, y á decir todavía algunas palabras para rccli3íZ9.rlos La historia del conde D. Julián y la de su hija Florinda ó la Caba, tal como la pintan las crónicas y los romances, no se acomoda bien con los sucesos de la época, ni con la edad y las circunstancias particulares del rey. Este antes de la primera entrada de Tarik no estuvo en el trono más que dos ó tres meses, y en tan corto tiempo no se hace posible que la ultrajada doncella se pusiera en inteligencias con su padre, á quien se supone ausente en África; que éste concertase sus tramas con los moros, y Muza obtuviese, como se escribe, el consentimiento del califa de Damasco para armar su gente y disponer el primer envío de tropas á las mariscas de Andalucía. Trasladémonos á la época en que se figura realizado el suceso, y comprenderemos que sólo la imaginación de los poetas puede
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en aquel reducido espacio salvar las distancias, unir las voluntades, y vencer cuantos inconvenientes se oponen naturalmente á la brevedad con que ellos ajustan los acontecimientos. Otra consideración no menos poderosa los hace aún más inverosímiles. Rodrigo, según nos insinúan algunos historiadores árabes, estaba entrado en los 85 años al subir al trono, y andaba tan enfermo y achacoso, que sin duda por esta causa mandó se le condujese á la batalla del Guadalete en una silla ó litera, á que se llamó trono porque llevaba sobre el asiento el ornato de alguna corona. Si estos antecedentes son exactos, como creemos, échese á discurrir el lector sobre las condiciones de posibilidades que ofrece la historia de Florinda con la impotencia senil del rey y el arrojo y natural fiereza de la joven violada. Queda además otro incidente importante por analizar, y es el gobierno que se afirma tenia en Ceuta, durante el reinado de Rodrigo, D. Julián, héroe principal de la novela. Ya se ha indicado, y volvemos á repetir con la autoridad de los escritores árabes, que antes de emprender la conquista de España poseían éstos por completo la Mauritania, y eran dueños de aquella plaza, cuyo gobierno, añadimos ahora, desempeñaba Tharek ben Zeyad, según el testimonio de Aabd el Rajman ben Jakem. Por manera que mal pudo el ofendido conde desde aquel punto entrar en tratos con los infieles, y concertar con ellos la venganza que preparaba á sus agravios con menos hidalguía que deslealtad, pues que le pintan ruin y villano caballero, sin valor para tomarse por su mano la satisfacción que reclamaban las injurias que habia recibido. Los pormenores principales de la fábula aparecen, pues, falsos ó inverosímiles: ¿qué crédito en consecuencia daremos al todo de ella? Pero acabará de perder su autoridad si tenemos presente, que la voz CABA, que según nuestros autores significa en arábigo la ramera ó mala mujer, puede recibir otra explicación más juiciosa, que satisfaga los escrúpulos de aquellos que, encontrándola admitida hasta en las mismas crónicas árabes, no se atrevan á desecharla. Repararemos antes que si fuera cierta la historia del ultraje inferido á Florinda, no habría justicia en aplicarla aquel dictado denigrante, que rechazaría siempre con noble entereza su desgracia; y puesto que se le da, hay que buscarle racionalmente otro sentido. ¿Cuál puede ser éste?
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En nuestra humilde opinion Caba procede de Caab, una de las tribus árabes que se acercaron á España desde los tiempos de Wamba, la cual descendia de Heber y era judaizante, por cuya razón cuando Egica y el concilio décimosétimo toledano privaron á todos los judios de sus bienes, los vendieron por esclavos é hicieron dar educación cristiana á sus hijos, díjose que se habia violado la Caba, ésto es, que se habia hecho fuerza y prostituido á aquella tribu, como se prostituye y viola á una mujer particular. Esta locucion, muy propia del lenguaje oriental, no fué entendida ó se interpretó viciosamente en siglos posteriores, de donde nació con la corrupción de la palabra, la mala versión de la frase, y últimamente se creó el cuento de los lascivos amores del rey godo con una dama principal de palacio. Necesitaba todavía este cuento un episodio que le diera interés, y se inventó al efecto la figura del conde D. Julián, que se descubre en el fondo del cuadro, cubierta de colores misteriosos, viniendo á poner término con una venganza sangrienta á las angustias de la raza violada. Para completar su obra, la ficción no hizo más que asociar al nombre de la Caba el de Julián, que llevaban las tribus que entraron con Tarik y eran también judaizantes, como aquella, según el sentir de los escritores árabes 9 . Completóse con ésto la significación simbólica de la fábula, y sus inventores muy satisfechos creyeron, que con ella quedaban explicadas suficientemente las causas que habían producido la pérdida del reino visigodo, y quiénes fueron los que se encargaron de este castigo providencial, ni esperado ni temido cuanto debió temerse y esperarse de los desórdenes y los crímenes con que se amasó la monarquía fundada por Eurico. «Obsérvese, dice un orientalista distinguido, que semejante fábula no se oyó hasta que se fueron extendiendo los dominios de los reyes de Astúrias, é internándose éstos hácia los paises meridionales de España; hasta que el Cid tomó á Valencia que habia estado por Tudemiro, hijo de Witiza; hasta que D. Alfonso tomó á Toledo, y hasta que pasaron los Christianos hácia el reino de Múrcia, llevando hácia aquella parte sus conquistas. Así, pues, ésta y otras fábulas se comunicaron á los escritores de Astúrias por estos tiempos, con motivo del trato con los árabes, y con la lección de sus historias fabulo-
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(Págs. 628-629) «...y así Alfonso el VI, cuando recobró á Toledo del poder de los infieles, se encontró ya con dos puentes, los cuales estipuló se le entregasen, con las demás puertas y fortalezas, en una de las condiciones de la conquista. Hé aquí lo que hemos podido sacar en limpio respecto de esos dos monumentos grandiosos de la época árabe. Todavía en cuanto al último, del que sólo subsisten hoy algunos machones en el álveo del rio y una torre con un arco de entrada en la ribera hácia la basílica de Santa Leocadia, pues todo lo demás lo destruyó una espantosa inundación en 1203, corren de boca en boca desde remotos tiempos anécdotas y tradiciones peregrinas, que se enlazan con la historia de la perdición de España y la ruina de la monarquía visigoda. La imaginación ardorosa de los poetas y el escaso criterio de los escritores romancescos han visto siempre en esas reliquias del poder y la grandeza de los muslimes un recuerdo del sitio, donde Folgaba el rey Rodrigo con la fermosa C a v a en la ribera del T a j o sin testigo.
La situación del puente al pié del que fué palacio del último monarca godo, dió primero cuerpo á esta creencia, fundada en una falsa suposición histórica; la fantasía la revistió despues con formas peregrinas, y el vulgo concluyó por titular á aquellos restos Baño de la Cava, fingiendo que allí, á la sombra de los altos álamos y de los llorones sauces que mojaban sus copas en las ondas del bullicioso rio, un rey lascivo é indiscreto arrojó á la corriente su corona por un beso de amor, que resonó en la Mauritania Tingitana, y sublevó contra él las iras de un padre indignado. ¡Hermosa ficción, á que niegan sin embargo todo apoyo la historia y el buen sentido! En su lugar oportuno digimos lo que significa la fábula del conde D. Julián y de su hija Florinda: aquí únicamente añadiremos, que basta acercarse al punto en que se descubren las ruinas de que nos ocupamos ahora, para persuadirnos de lo que son, y desechar los cuentos vulgares y las ridiculas consejas con que se han entretenido hasta los hombres sérios en otros días.
5. — EDUARDO DE MARIATEGUI: Crónica General de España. Provincia de Toledo. M a d r i d , 1866, p á g . 74 LOS BAÑOS DE LA CAVA. —Ningún dato histórico justifica este título que lleva un torreón situado en la orilla derecha del rio cerca y agua abajo del puente de San Martin, resto del famoso puente construido por Almansur, hagib de Hixem II, destruido en 1203 por una terrible avenida no quedando de su fábrica mas que unos machones informes de argamasa en el álveo del rio. Es de planta cuadrada de unos nueve metros de lado, y en sus buenos tiempos debió constar de tres pisos, uno de nivel con el del puente, otro inferior á este y el tercero descubierto y rodeado de almenas, sirviendo de terraplen defensivo de la torre. Al primero cubierto por u n a bóveda de ladrillo, daba entrada un arco apoyado sobre dos gruesas columnas, y salvando por un piso de madera probablemente móvil la luz del piso inferior, comunicaba con el puente por otro arco análogo. U n a pequeña poterna colocada cerca del arco de salida en su costado izquierdo conducía á una escalera abierta en el espesor del muro, cuyos peldaños aun se conservan en parte, y que terminaba en el adarve. Debajo y paralelamente á ella se encuentra otra en bastante mal estado de conservación, y que debia desembocar en el piso inferior. Este, cerrado por un lado por fuerte muro y por otro por el mismo terreno, presenta en el otro flanco u n gran arco apuntado, viéndose aun los agujeros circulares en que giraban los quicios de las hojas de la puerta. El cuarto lado que da frente al rio, ha debido estar en su mayor parte cerrado por el esüibo y arranque del primer arco del puente, encontrándose señales de haber existido un vano que serviría probablemente para que los defensores pudieran proveerse de aguas. Está la torre construida de mampostería regular en su parte inferior, y en la mas alta está el mismo material encajonado por verdugadas de ladrillo; de este mismo material son las bóvedas y aristas del edificio y las columnás y los arcos son
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de piedra blanca, pareciendo capiteles y columnas de mayor antigüedad que el monumento, en cuya cara Norte se encuentran empotrados dos fragmentos visigodos y en una columna hay restos de una inscripción árabe casi ilegible y tenida por la mayor parte de los cronistas como apócrifa. La disposición de la torre no deja lugar á duda acerca del objeto defensivo con que fué construida, siendo la proximidad de este sitio al palacio de D. Rodrigo (despues convento de San Agustín), y la falsa tradición de sus amores con la Cava las causas probables del nombre con que se designa hoy este monumento que ocupa una situación pintoresca en estremo.
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6. — J O S É MARÍA QUADRADO y VICENTE DE LA
FUENTE: España, sus monumentosy sus artes. Castilla la Nueva, vol. I I I . Barcelona, 1886, pp. 105-107. Dib. de Pascó. (Fig. 45). Del antiguo puente situado algo más al Norte en la bajada hacia la vega, sólo restan machones de argamasa informes, á manera de escollos envueltos en blanca espuma, y una torre del lado de la ciudad que ha sobrevivido al objeto que amparaba y defendía. Llaguno atribuye á los romanos la fábrica del puente, pero el torreón publica su arábiga procedencia; y si hemos de dar crédito á la interpretación que trae Mora de la inscripción hoy ilegible esculpida en su arco de entrada* aquel puente viniera á ser gemelo del segundo de Alcántara, erigido como éste en la última mitad del siglo IX por el califa M u h a m a d . La torre fuertemente abovedada, abierta por sus cuatro lienzos á guisa de pabellón, presenta ya de un lado la gruesa ojiva, del otro el airoso arco de herradura apoyado sobre columnitas; y el pueblo al verla tan solitaria, en sitio tan deleitoso, tan de cerca acariciada por el Tajo, le ha dado el nombre de Baños de la Cava, resumiendo en él todo un drama de amor, desde la primera mirada indiscreta lanzada por Rodrigo allá en la galería de su contiguo palacio, hasta la hora de criminal placer expiado con la pérdida de España. De esta suerte el instinto poético aproxima entre sí las épocas, atrepellando su diferencia de arquitecturas; y como ramas el ave, como flores la mariposa, los recuerdos buscan ruinas sobre que posarse. * «En el nombre de Dios misericordioso, etc., fué hecha esta puente por m a n d a to del gran rey de Toledo M a h o m a d Suet Elmucha Yafet... en Toledo, guárdela Dios. Acabóse en la luna de X a m i d (Jiomada) en cumplimiento del año de la egira de 204.» Esta versión fozosamente adolece de inexactitud, así por la notaría corruptela de los nombres que siguen al de M u h a m a d , como por la fecha que no corresponde al reinado de aquel califa, debiendo acaso corregirse 264 que sería el año 877 de J . C.
45. Dibujo de Pasc贸.
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7 — FELIPE RAMÍREZ BENITO: El Tesoro de Toledo. T o -
ledo, 1894, p. 312. Varios son los autores que citan el alto torreón que existe en la margen derecha del rio Tajo, m u y próximo al puente de San Martín, que ya se inició al hablar del puente, y vulgarmente le llaman Baño de la Cava, no es cierta la afirmación que se comenta, pues los mismos autores dicen que no están conformes, ni pueden estarlo, cuando los argamasones que hay por delante del torreón son los arranques ó nacimiento del antiguo puente que se llevó el rio T a j o en u n a avenida y el torreón ó castillo que se conserva era la entrada, y como se carecía de puente fué cuando mandaron construir el que hoy se conoce con el hombre de San M a r t í n y el cimiento del castillo de la entrada se dice que fué el mismo donde estuvo el Baño de la Gaba y nó el que se supone.
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8. — MANUEL CASTAÑOS Y MONTIJANO: «EI BAÑO DE la C a b a » . Boletín de la Sociedad Arqueológica de Toledo n ú m . 1, 31 d e enero de
1900, pp. 7 a 11. E1 Baño de la Caba Al fijarte, lector querido, en el epígrafe de este artículo, no tengas el prejuicio de que me vaya á hacer eco de la fábula tradicional que se atribuye al paraje conocido en Toledo con aquel significativo nombre. Pero es el caso, que á dicho sitio siempre le ha llamado el pueblo toledano y le llamará de esa manera, y hay que inquirir la causa, que debe estar basada en alguna razón histórica, y á eso tiende mi estudio de este día. Q u e las ruinas cercanas al emplazamiento de la antigua grandiosa basílica de Santa Leocadia y al Palacio Real de los godos, no han podido ser de edificio destinado para baño, á la vista está; basta mirarlas con alguna detención para observar que aquello fué un puente árabe construido sobre los cimientos de otro romano; como lo acusa la diferencia de manipostería entre su parte inferior y superior y no hay que dudar que el torreón que aún está en pie fué una cabeza de puente que debió tener su correspondiente coronamiento de almenas y matacanes; frente al cual aparece, sobre el agua, uno de los machones de apoyo de un arco, y en la otra orilla se descubre claramente el arranque del estribo opuesto. A mayor abundamiento de razones, probado está, por documentos fehacientes, que la citada fábrica fué destruida por una gran avenida ocurrida en 1203, y aunque no existiera esa prueba documental, le dan carácter de puente el muro que se ve descender desde el perímetro de la muralla general hasta el río, en donde termina con un tambor, probándonos que aquello fué un camino cubierto, como diríamos en la fortificación moderna, ó un adarve flanqueante, como se diría en la de su época; la cual tenía por objeto impedir el que se pudiera en-
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volver la posición y batir al mismo tiempo toda agresión que viniera por la orilla derecha ó directamente por el mismo puente, al que domina por completo; teniendo, además, una forma atenazada con el fin de que las trayectorias de los proyectiles se cruzaran y convergieran hacia él, de modo que resultaba perfectamente defendido; lo que se hubiera hecho, si no fuera un paso obligado de la poliorcética. Con lo expuesto creo que es suficiente, para convencer hasta al más inadvertido, de que la obra de que se trata ni fué nunca, ni pudo ser destinada para baño. Pero, ¿por qué esta persistencia en denominarle Baño de la Caba? ¿Qué baño sería ese, y qué Caba sería esa? Intentemos averiguarlo. ¿Sería ella acaso Florinda, la hija del Conde D. Julián, de que nos habla el romance? Podemos negarlo rotundamente, sin temor á equivocarnos. Hojeemos las obras de graves y sesudos historiadores y discutamos con ellos esta ya desacreditada leyenda, y veremos, á la luz de la más sana crítica, que ni la Caba fué ninguna mujer, ni el Conde D. Julián fué tal Conde, ni tal Don, ni tal Julián, y todo lo demás podrá ser cierto. Parece á primera vista que es aventurada esta aseveración, y tal vez á alguno de mis lectores le produzca extrañeza por lo aviesa, mas no obstante, trataré de probarlo. Desde que el respetable historiador P. Mariana tuvo la desgracia de dejarse llevar en alas de la fantástica novela, de la impúdica pasión del Rey Rodrigo por la gentil Florinda, parece como que quedó incrustado el hecho en las páginas de los libros de historia que luego siguieron á aquella autoridad; porque en toda historia ha de haber algo de novela y en toda novela algo de historia, según dice el aforismo; hasta que en nuestros tiempos, estudiadas las épocas pasadas con la debida imparcialidad, nos presentan los modernos expositores los acontecimientos de muy diferente manera á como venían haciéndolo historiadores Cándidos ó poco investigadores, que han dado pábulo á inexactitudes como la que nos ocupa, vulgarizada hasta en los pequeños textos de enseñanza, y ¿qué digo? de este pecado no está exento ni el mismo César Can tú. Lafuente, en su Historia general de España, y Martín-Gamero en la suya de Toledo, nos dan pruebas inequívocas de que el suceso en cuestión es completamente apócrifo y que no apa-
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recio ó, mejor dicho, no fué inventado por la fantasía musulmana hasta tres siglos después de su irrupción. Rodrigo, cuando subió al usurpado Trono, tenía, según muchos historiadores, ochenta y cinco años, y esa edad ciertamente que no es la más á propósito para perseguir doncellas; y su cronista, coetáneo suyo, Isidoro Pacense, que con tal suma de detalles expone hasta los actos más insignificantes de su vida íntima, absolutamente nada nos ha dejado dicho de este suceso, que necesariamente hubo de ser muy ruidoso; y en cambio, al describir la batalla del Guadalete, nos cita hasta el nombre del caballo que montara el desgraciado Monarca en el momento crítico en que, viendo arrollada toda su hueste, apeóse del carro ó litera donde le condujeran á causa de sus años y achaques. Y aunque fuera cierto el ultraje inferido á la honra de la bella Florinda y la carta que inserta el P. Mariana dirigida á su padre dándole cuenta de ello, ni moros, ni judíos, ni incircuncisos, le habían de dar el afrentoso mote de barragana, cuando, según cuenta la leyenda, fué forzada brutalmente por el Rey, y en tal caso, la debieron apellidar desgraciada ó deshonrada, mas nunca con un epíteto que no merecía. Tan cierto es este suceso como el de la aventura de la Cueva de Hércules de esta ciudad, que se puede dar la mano con la de la Cueva de Montesinos del ingenioso hidalgo manchego. Parece como que ha habido deliberado empeño en dejar envuelto en sombras al último Rey de la Dinastía visigoda, y hasta su misma muerte aparece misteriosa, para dejar el trabajo de descubrirlo al espíritu investigador del siglo XIX, en el cual se ha venido á averiguar, después de mucho escudriñar, descifrar y comprobar, que Flavio Rodrigo no murió en el Guadalete, sino bien lejos de allí, después de mucho luchar por la independencia de la Patria, que con él iba á sucumbir. Tiene todos los visos de verosimilitud el epitafio encontrado por Alfonso Magno en Vizeu, que decía: HlC REQUIESCIT RODERICUS ULTIMUS REX GOTHORUM, que todavía se conserva en 1709 en el Monasterio de San Miguel de Fetal, cerca de aquella ciudad lusitana. Pueden consultarse al efecto los profundos estudios del sabio Académico Sr. Saavedra y las luminosas conferencias dadas en la docta Sociedad Geográfica de Madrid, por el erudi-
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to señor Barrantes y el infatigable explorador francés Dr. Bidé, publicadas en los Boletines de dicha Corporación: tomos, primer semestre de 1891, página 241; primer semestre de 1892, pág. 257, y segundo semestre de 1893, pág. 134, y en ellas se verá, como resultado histórico positivo de las exploraciones llevadas á cabo en la hasta ahora misteriosas y discutidas comarcas abruptas de las Jurdes y las Batuecas, que todavía palpita allí la memoria de aquel heroico Rey y de aquellos desesperados y nobles guerreros. Allí aparecen entre aquellas breñas, indiscutibles vestigios de que el hijo de Godofredo, después del desastre del Guadalete, se resistió denodadamente tras los muros de Mérida, y en su retirada empeñó rudos, supremos y decisivos combates que fueron mermando sus huestes, hasta que en ValdelamatanZa y Segoyuela tuvo lugar la última y terrible refreiga, que debió ser una verdadera exterminación. Allí, en aquellas intrincadas montañas, allí sucumbió para siempre el imperio visigodo; allí quedaron como sepultados en vida, en confuso montón, vencidos y vencedores; de allí se desbandaron fugitivos, errantes y azorados los pobres españoles que no quisieron sucumbir, en busca de seguro refugio en las cercanas sierras de la Lusitania ó en las lejanas de Asturias y Galicia, y allí, por último, ó murió por mano del hijo de Muza el indomable Rodrigo, ó corrió presuroso á ocultarse en el inmediato valle del Mondego, á donde concluyera su agitada vida en la penitencia y retiro de un anacoreta; siguiendo el dictamen de Don Aureliano Fernández Guerra, en su Caída y ruina del imperio visigótico; de D. Eduardo Saavedra, en su Estudio sobre la invasión de los árabes en España, y de D. Vicente Barrantes, en su Monografía sobre las Jurdes, ya citada. De modo que, como decíamos antes, que no hay novela sin algo de historia, nos resulta ahora, que la base del argumento del popular drama del inmortal Zorrilla: El puñal del godo, tiene un fondo de verdad histórica. M e puse en el cargo de mi cuenta que el Conde D. Julián ni era Conde, ni Don, ni Julián, y voy á datarme de ello. En efecto, el título de Conde entre los godos indicaba un cargo palatino, como Conde de Mesa, Conde de Espatarios, Conde del Establo ó Condestable, etc., y no lo podían ejercer más que individuos de la más alta nobleza, y el sujeto de que nos ocupamos está probado que no sólo no era godo, sino que ni aun
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español ni cristiano: pues era griego bizantino de nacimiento, y judío, llamado Julani, tan judío como Caifás ó Barrabás; pero no de tan mala condición, porque, como veremos más adelante, no fué traidor á una Patria y á un Rey que no eran suyos, sino protector y frustrado libertador de su raza, á la cual quiso sacar de la esclavitud en que la sumieran los godos: contribuyendo á la expedición de los moros, con el objeto de derribar á las instituciones que la oprimían y tiranizaban, haciendo causa común con el partido witizano*. De suerte, que mal podía haber sido Gobernador de Ceuta; en primer lugar, por la causa ya dicha; en segundo, porque la mencionada Plaza ya no era de España, sino que estaba en poder de Muza desde que conquistó á la Mauritania y se la quitó á los griegos, y en tercer lugar, el título que entonces se daba á éstos, era el de Duque, como Duque de Córdoba, Duque de Cantabria, etc. Respecto al Don, es un anacronismo el ponérselo á los personajes de la época que estamos estudiando, incluso al mismo Monarca, y así no debe decirse D. Rodrigo, D. Pelayo, D. Julián ni D. Oppas; porque los Reyes, desde Recaredo, venían usando el prenombre de Flavio, y los demás ciudadanos su nombre de pila á secas. El Dom, contracción de Dóminus (que sólo se daba á Dios), lo usaban solamente los Papas, y hasta el siglo X no empezaron á usarlo los Prelados españoles, de los cuales descendió á otras dignidades eclesiásticas, y el primer Rey que lo usó fué Alfonso I V el Monge, por haber sido abad de Sahagún. Lo que sí consta ciertamente es que el tal Julani, ó Julani, concurrió á la conjura de los montes de la Calderina, cerca de Consuegra, en la que se deliberó acerca de excogitar el medio de provocar un alzamiento contra el Rey Rodrigo. Conspiración urdida por Sisebuto y Ebbas, hijos de Witiza y Oppas, metropolitano de Sevilla y tío de ambos, contando con el apoyo de los hebreos más conspicuos, ganosos de sacudir el insoVéase, entre otros textos, á la Historia general de España, de Lafuente, edición de 1888, de Montaner y Simón, de Barcelona, pág. 89, y á la Historia de Toledo, de Martín-Gamero, edición de 1862, de López-Fando, página 318, y á mayor abundamiento, las inscripciones del Tránsito, Sinagoga,erigida por Samuel Leví, en las que se citan á varios judíos notables de Toledo, del linaje del citado Julani, padre de la Caba, es decir, de la raza deicida.
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portable yugo que le impusiera la legislación vigente, siendo designado por la Asamblea el citado Julani para entenderse con Muza, á fin de conseguir de él, que enviara una expedición guerrera que apoyase con las armas las pretensiones de recuperar el trono los unos y salir de la cautividad los otros. Sin darnos cuenta, nos hemos engolfado en esta discusión, que parece que nos ha desviado del propósito primordial de este articulejo, ó lo que sea. Hemos hecho lo que en Estrategia se llama una diversión, concluida la cual, volvamos á tomar la línea de operaciones que nos conduzca al objetivo. Desechada ya la supuesta violación de Florinda, vamos á fijarnos de qué violación y de qué Caba debemos ocuparnos, que parece que el asunto ha quedado así como en la penumbra y hay que proyectar luz sobre él. Nos dice Martín-Gamero en su Historia de Toledo, página 318, y lo mismo los que han estudiado el árabe literario, el vulgar y el marroquí, que Caba viene de Caab, tribu pervertida, maldita, gente rufiana ó chusma, y que de esa etimología se deduce la cábila, que dicen hoy los del Morgreb, y la cáfila, que decimos en castellano, y con tal mote de Caba era conocida, entre los musulmanes que vinieron á España, la siempre errante raza israelita, mucho más despreciable para ellos que para los cristianos, tanto, que aun hoy día siempre que un hijo de Ismael tiene contacto, trato ó contrato con un hijo de Isaac, según la carne, procede inmediatamente á purificarse con abluciones y otras prácticas de su fanática religión; y conocido es que obligaron y obligan en sus poblaciones á los de la raza deicida, á vivir en determinado barrio y á no poder comerciar más que dentro de él y á tener allí sus Sinagogas, Palacios y demás Establecimientos de servicio común, sin permitirles transitar por el resto de la población más que en ciertas horas del día. Otra prueba de que siempre en castellano se tuvo á la palabra caba como sinónima de gente judía, siguiendo á la costumbre árabe, está el Diccionario de la Academia de la Lengua, que nos dice: «Cábala, arte vano y ridículo que profesan los judíos, valiéndose de las palabras y letras de la Sagrada Escritura, para sus oráculos ó adivinaciones supersticiosas»; y que cuando un judío estafaba á alguno, se le decía que le habían dado un cabe á su bolsillo ó hacienda. Sabido es que en los tiempos de Egica se les confiscaron
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todas las cuantiosas propiedades y bienes á los judíos, obligándoles á bautizarse, so pena de esclavitud, y se dijo desde entonces, y así consta en documentos de la época, que se había violado á la Caba, puesto que se le había atropellado, forzándola en su libertad, honra y haciendas. Pues bien, en Toledo, como todos sabemos, el barrio que ocuparon los judíos durante la dominación sarracena, fué el que hoy se llama Barrionuevo y también la colación de San Martín, que debió llamarse por su extensión la Caba, sinónimo de Judería, como lo prueban las dos calles ó rondas que bajan desde el Cerro de la Virgen de Gracia y desde el Colegio de Doncellas, al mancionado barrio de San Martín, que se llaman, respectivamente, Caba alta y Caba baja*. ¿Y cómo no deducir de todo lo expuesto que el sitio señalado por los moros para los baños de los judíos, no fuera precisamente el que está bajo el cercano y hoy derruido puente, entre él y la huerta del Cristo de la Vega? ¿Si tantos remilgos y escrúpulos tenían y tienen los moros con el contacto de la aborrecida raza, qué mucho que no lo tuvieran en hacer sus abluciones en sitio donde pudieran quedar impuras las aguas del Tajo? Ciertamente que con el objeto de evitarlo, le designarían paraje agua abajo del en que ellos lo hicieran, y por tanto, es lo más presumible que fueran en el que hemos apuntado. Luego el llamarle por tradición constante el pueblo toledano Baño de la Caba al sitio en cuestión, está perfectamente justificado, pero entiendo por Caba á la raza judía. M A N U E L CASTAÑOS
* Los rótulos dicen Cava, y lo mismo escriben muchos autores al referir el cuento de Florinda; pero entiendo que debe escribirse con b, pues de lo contrario, según la ortografía antigua, había de pronunciarse Cana, atendiendo á que la v la empleaban como vocal, y nunca se dijo así.
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9. — INFORME DE LOS NUMERARIOS DESIGNADOS POR LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA EN 1915, PARA EXAMINAR LOS POSIBLES RESTOS ARQUEOLÓGICOS DE INTERÉS EN EL CERRO DE LA VIRGEN DE GRACIA, EN TOLEDO. (Bol.
R. A. Historia n.° LXVI, 1915, p. 512.) En su consecuencia, la Comisión dicente giró una segunda visita al barrio en cuestión, guiada por el señor director de la Escuela de Artes y Oficios, D. Vicente Cutanda, y por el profesor de la misma Escuela Sr. Cabrera y favorecida también por los señores vicepresidente de la Comisión provincial de Monumentos y secretario del Ayuntamiento, y visitó las casas siguientes: Calle de la Virgen de Gracia, núm. 11.—Galería cubierta de bóveda de medio cañón ordinario de ladrillo y un pequeño y sencillo arco de herradura. —Núm. 13. Patio antiguo de entrada muy reformado con arcos macizados de medio punto de ladrillo de media asta, bocas de tubería é insignificantes restos de pintura mural que parecen de nacerías. Detrás una galería cubierta con bóveda de medio cañón de igual material; contiene dos trozos de construcción árabe de hiladas de sillería con verdugadas intermedias de ladrillo; bóveda antigua de medio cañón, con tres lucernarios centrales y otros laterales parejos. Según los informes recibidos, bajo estas galerías existen bóvedas subterráneas, que se han descubierto en parte y se han tapado de nuevo. Supónese en la localidad que estas construcciones han sido baños árabes, pero la Comisión no ha encontrado datos bastantes para fundamentar satisfactoriamente su destino primitivo. Parte alta del cerro de la Virgen de Grada, núm. 8.— Galería cubierta con bóveda vaída de ladrillo despiezada por anillos yuxtapuestos de generación bizantina; mal conservada y cubierta con mezcla y ennegrecida por el humo de la herrería establecida en el patio de ingreso.
Firman este informe los Académicos A. Fernández Casanova, A. Fernández Cano y Manuel Aníbal Álvarez. FUNDACION JUANELO TURRIANO
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10. — VICENTE LAMPÉREZ Y ROMEA: « M u r a l l a s , p u e r tas y p u e n t e s d e T o l e d o » . Boletín de la Real Academia de la Histo-
ria, núms. 78 y 79, año 1921, pp. 100-107 y 394-397 (extracto). De orden del Sr. Director, tengo el honor de informar en el expediente incoado por la Comisión Provincial de Monumentos de Toledo, sobre la declaración de «monumento nacional» de las murallas, puertas y puentes de dicha ciudad.... En el dictamen citado [de la R.A. de San Fernando] se comienza por hacer constar que cuanto hay en Toledo de histórico y artístico, debe salvarse del olvido y de la destrucción. Y en ello, añade, ocupan lugar primordial las murallas, puertas y puentes, que sobre ser en muchas de sus partes bellísimas, proporcionan datos para el estudio de los antiguos recintos. La protección oficial de los de Toledo se facilita por los hechos de no ser sino en una mínima parte de propiedad particular, y por no impedir, como en otras ciudades, los tan apetecidos ensanches. El informe termina abogando por la concesión de lo que solicita la Corporación toledana. Cúmplele ahora a esta Real Academia de la Historia, apoyar calurosamente el loable deseo de aquella entidad, tan acertadamente informado por la de Bellas Artes de San Fernando... De la cerca ciclópea (parece referirse a muros romanos) son
partes del muro que desde los altos de la eminencia, bajan a la plaza de armas del puente de Alcántara... y a más, varios basamentos en los muros que sostienen éste, en el torreón del viejo puente de Barcas (el llamado Baño de la Cava), en las torres de los Abades y del Hierro... consérvanse grandes extensiones del recinto que los musulmanes levantaron y los cristianos repararon. Quedan ...las defensas del puente de San Martín, las cortinas y torres avanzadas del baño de la Cava y del derrumbadero del Tránsito... Puentes, tuvo Toledo, desde los días romanos, uno princi-
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pal y algunos otros accesorios. Romano era el de Barcas, que al lado de la Vega tenía por cabeza el torreón, rehecho en la Edad Media, llamado el Baño de la Cava... Al otro lado de la ciudad (sic), está el puente de San Martín que, en el siglo XIII, sustituyó con excelente ventaja al de Barcas. Magnífica obra mudéjar, se avalora con la torre poligonal que, hacia el lado del campo, defendía la entrada. ... De alta justicia será, pues, la declaración de monumento nacional de las murallas, puertas y puentes de Toledo, pues con ello, sobre elevarlos a la eminente categoría que en la riqueza monumental de España deben tener, se les pondrá bajo la protección oficial, obedeciendo así, tal como la mudanza de los tiempos consienten, aquel mandato contenido en la 111.a de las Partidas del Rey Sabio, que dice: «Apostura e nobleza es mantener... las calcadas e los puentes... de las villas, de manera que non se derriben ni se desfagan». Entiende también esta Real Academia que... deberá confiarse a la Comisión Provincial de Monumentos de Toledo la formación de una lista que nombre y determine todas y cada una de las murallas, torres, puertas, puentes y restos de ellos y de sus accesorios que hayan de considerarse comprendidos en la lista de los «monumentos nacionales», dictándose entonces una nueva Real orden ampliatoria de la primera. Madrid, 29 de diciembre de 1920. Vicente Lampérez y Romea.
(Informe complementario del anterior:) Tengo el honor de presentar a la Real Academia el informe pedido por su Director con fecha 30 de junio último, sobre las partes de las murallas de Toledo que deben ser declaradas «Monumentos nacionales». (Se refiere al dictamen anterior que, en su último párrafo, sugería que la Comisión Provincial de Monumentos formase una relación de todas y cada una de las murallas, torres, puertas y puentes y restos de ellos que deben ser considerados «Monumentos nacionales». Y añade): «Conformándose la Superioridad con el citado dictamen, ofició a la Comisión Provincial en 8 de abril, para que formase la lista correspondiente, lo'que ha cumplimentado, con plau-
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sible celo y actividad, remitiendo en 21 de mayo un razonado informe y la relación pedida. Ambos documentos... motivan el siguiente dictamen. La Comisión Provincial, en aquel informe, eruditamente redactado, hace nueva reseña de los tres recintos amurallados de la ciudad: el de Wamba, el mahometano y el de la reconquista... El dictamen termina con un párrafo, que debe copiarse literalmente. Dice así: «Por todo lo expuesto, esta Ponencia es de opinión que merecen ser declarados monumentos nacionales la totalidad de las murallas, puertas y puentes de Toledo, sin más limitaciones que las siguientes: que en la parte en que la muralla sirva de apoyo a edificaciones que hoy constituyen predios dominantes, se haga saber a sus dueños que les queda prohibido el abrir huecos en las murallas de sustentación, ni el darles más cargas que las que actualmente soportan; asimismo, hacérselo saber al dueño de la casa que carga sobre la puerta de Valmardón; y respecto a los puentes de Alcántara y San Martín, que pueden seguir a cargo de Obras Públicas para su entretenimiento, conservando en los retundidos que haga, la pátina de los siglos, empolvando las argamasas, mas no así las torres y demás obras de fortificación, sus puertas y ornamentaciones, que deben quedar a cargo de esta Comisión.» A este dictamen acompaña una Relación de las murallas, torres, puertas y puentes de Toledo que deben ser comprendidas en la lista de «Monumentos nacionales». Dice así: Puentes: Epoca romana.—Restos del que existió en Safont. Epoca árabe.—Torreón llamado Baño de la Caba del antiguo puente de barcas. Puente de Alcántara. Epoca de la reconquista.—Puente de San Martín. Y esta Real Academia, que pidió precisamente esa relación, se conforma en absoluto con ella, e informa que deben de dictarse por la Superioridad las disposiciones necesarias para hacer efectiva la declaración. Madrid, 1.° de octubre de 1921.—Vicente Lampérez y Romea.
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1 1 . — M A N U E L G O N Z Á L E Z S I M A N C A S : Toledo,
sus
monu-
mentos y el arte ornamental. M a d r i d , 1929, p p . 229-230. Dicen los Anales Toledanos I, que Alfonso V I (según quedó expresado cuando se habló de las murallas), mandó levantar el muro desde la taxada (coracha) cercana el puente de Alcántara, hasta la otra taxada frontera a San Esteban. Esta es la que, saliendo del cinto defensivo labrado por los árabes, baja, fortalecida por redondos torreones, hasta la orilla del río, para cerrar el paso a esa parte de la ciudad. Era su situación favorable a la defensa de la que fué fortaleza de los moros (monasterio de San Agustín desde el siglo XIV y luego destruido), que el viajero alemán Müncer menciona en su Itinerañum de 1495, y el portillo, hoy tapiado, que sirvió por la coracha de entrada tan sólo a peatones y caballerías, por no permitir otra cosa la naturaleza del terreno, vienen a ser circunstancias que nos inducen a creer que este postigo, estando abierto en la cerca del barrio de los Judíos, acaso sea el denominado de la Aleaba (Al-acaba) en documentos mozárabes, y cuyo nombre pudiera explicar aquel que la fábula tradicional de Florinda la Cava y su deshonra por Rodrigo, último rey de los Godos, le dió a la inmediata torre, cabeza de un puente (BC), manteniendo de ese modo el recuerdo de una falsa leyenda alusiva a las causas que motivaron la invasión de las huestes islámicas en España. Se encuentra dicho reducto, que los poetas seguirán siempre llamando El Baño de la Cava, a vanguardia de esta coracha del frente occidental, y puede afirmarse que no existe duda alguna del destino que tuvo y están confirmando por su disposición los restos de los arcos cubiertos por las aguas junto a la orilla. Fué ese puente uno de los mencionados en los Anales Toledanos I, cuando al relacionar los sucesos memorables dan noticia de su destrucción por una gran avenida del Tajo en 1203, y el mismo a cuya puerta de paso por la torre llamaron los musulmanes Bib-Alchasri o puerta del Puente de Barcas,
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diciéndonos los textos árabes haber sido destruido por el califa Mohammet I en 244 de la H (858 a 859 de J . C.). Reconstruido seguramente después en distintas épocas, así lo declaran el carácter constructivo de su fábrica actual, formada con sillarejos irregulares en la parte inferior de los muros, y con mampostería encintada las reparaciones, hechas formando hiladas de poca altura las más antiguas, y las últimas, labradas como todas las de indudable tipo mudéjar en Toledo. Esta puerta, que hasta aquí siempre se creyó que estuvo cerca del puente de Alcántara, por no haber sido bien precisada la existencia y situación de aquel otro de barcas, muestra además en otros elementos constructivos esas mismas restauraciones, y así vemos que los arcos son, uno de mediopunto, y el de entrada apuntado con columnas laterales, formadas con trozos de fustes marmóreos (uno con inscripción arábiga de difícil lectura) y capiteles de caliza y sencilla labor que nada tiene de morisco. Las bóvedas, en las partes donde se conservan, y la escalera, labrada en el espesor del muro meridional, y que debió servir para la subida al cuerpo de guardia y plataforma, vienen a ser otras obras más que demuestran cuanto queda antes expresado respecto a ésta, donde en el cuerpo bajo, que es por cierto de construcción muy irregular, abrieron un paso los últimos restauradores, con arco ogival de mayor altura que el piso superior.
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Títulos publicados: 1. GIOVANNI FRANCESCO SITONI I n g e n i e r o r e n a c e n t i s t a al servicio de la C o r o n a de E s p a ñ a . Su v i d a y o b r a por J o s é A. G a r c í a Diego y análisis del códice por A l e x a n d e r G. K e ller. C o n su códice inédito « T r a t a t t o delle virtù et p r o p r i e t à delleácque...» en su i d i o m a original italiano y t r a d u c i d o al castellano. 2. J U ANELO TURRIANO Breve D i s c u r s o a su M a j e s t a d el Rey Católico en t o r n o a la r e d u c c i ó n del a ñ o y r e f o r m a del Calend a r i o . C o n la explicación de los i n s t r u m e n t o s inv e n t a d o s p a r a e n s e ñ a r su uso en la p r á c t i c a . C o n u n a i n t r o d u c c i ó n de J . A . G a r c í a - D i e g o y u n a n á lisis del códice p o r J . M . González Aboin, así c o m o el m a n u s c r i t o inédito, en su i d i o m a original italiano, y t r a d u c i d o al castellano. 3. ANTONIO RUMEU DE ARMAS El Real G a b i n e t e de M á q u i n a s del B u e n Retiro. O r i g e n , f u n d a c i ó n y vicisitudes. U n a e m p r e s a técnica de A g u s t í n de B e t a n c o u r t . C o n el fascímile de su C a t á l o g o inédito, c o n s e r v a d o en la Biblioteca del Palacio Real, y u n estudio sobre las m á q u i n a s e índice, p o r J a c q u e s P a y e n . 4. JORGE DEMERSON J o s é M a r í a de L a n z , Prefecto de C ó r d o b a . 5. ESTÍBALIZ RUIZ DE AZÚA P e d r o B e r n a r d o V i l l a r r e a l de Bérriz (16691740). S e m b l a n z a de u n vasco p r e c u r s o r . C o n u n estudio técnico de I. González T a s c ó n . Prólogo de J o s é M . a de Areilza. 6. JULIO PORRES MARTÍN-CLETO . FUNDACIÓN U n enigma histórico El Baño de la Cji-pERj JUANELO I S S S J TURRIANO