El Nuevo Miliario Boletín sobre Vías romanas, historia de los caminos y otros temas de geografía histórica Número 12. Junio de 2011 — 12 €
LA CIUDAD DE LOS BAÑALES, UNCASTILLO
NUEVA HIPÓTESIS SOBRE LA A-31 VENTAS Y MASADAS EN EL JILOCA ACUSATIVOS CON AD EN LAS FUENTES ITINERARIAS
PATROCINA
El Nuevo Miliario Número 12, JUNIO de 2011
SUMARIO — Editorial: In itínere... en clave de sol. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 — Una ciudad romana al pie de la vía Caesar Augusta-Pompaelo: Los Bañales de Uncastillo, por Javier Andreu . . . 3 — Vuelve la Vía de la Plata: de miliarios y de neomiliarios, por Giacomo Gillani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 — El hábitat disperso y la red de caminos en el Valle del Jiloca, por Pilar Edo y Emilio Benedicto, . . . . . . . . . . . . . 19 — De El Bonillo a Murcia y «de norte a sur: llamado Camino de la Calzada». Una solución al itinerario Antonino 31 Fuentes, por Ángel Plaza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 — Los nombres de las mansiones con ad + acusativo en las fuentes itinerarias, por Jesús Rodríguez . . . . . . . . . . . 54 — Aportaciones al conocimiento de los orígenes, evolución y desarrollo de la ciudad romana de Ocuri (Ubrique, Cádiz), por Luis Javier Guerrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 — Las cañadas vacceas y las vías romanas, por Pedro Alegre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 — Lo que se dice... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 — Novedades bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 — Boletín de suscripción y pautas para la presentación de originales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 — Boletín de suscripción y normas para la publicación de originales
El Nuevo Miliario Consejo de redacción: Santiago Palomero, Guillermo Sven Reher, Giacomo Gillani, Carlos Caballero Colaboradores de este número: Pedro Alegre, Javier Andreu, Emilio Benedicto, Pilar Edo, Giacomo Gillani, Luis Javier Guerrero, Ángel Plaza, Jesús Rodríguez Fotos de portada: Fotos de portada: Portada: Monumento funerario romano de los Atilii (Sádaba, Zaragoza), foto: J.L. Armendáriz; Contraportada: Mojón en la carretera de Cebreros a la estación de La Cañada (Ávila), foto: J. Rodríguez Morales. Contacto: Guillermo-Sven Reher Díez; c/Jordán, 23 5º Dcha; 28010 MADRID; tel. 658159256; Carlos Caballero, c/María de Guzmán, 49 – 5C, 28003 Madrid Correo-e: elnuevomiliario@gmail.com Web: www.elnuevomiliario.eu; Blog: elnuevomiliario.blogspot.com Diseño: Dimas García Moreno, Di+Diseño, Piamonte 16-3º 2 B, Madrid. dimasdi@telefonica.net Imprime: Cyan, proyectos y producciones editoriales. c/. Fuencarral, 70. Madrid. tel. 915320504 Patrocina: Fundación Juanelo Turriano, www.juaneloturriano.com Depósito Legal: M-51.322-2005 ISSN: 1885-9534 El Nuevo Miliario no comparte necesariamente las opiniones vertidas por sus colaboradores, que son únicamente responsabilidad de los firmantes de los trabajos.
EDITORIAL In itínere... en clave de sol
En la popular Plaza del Sol, centro de Madrid y del mundo, estábamos todos. El Miliario también porque allí estaba el viejo espíritu de nuestro fundador Gonzalo Arias, pacifista de profesión y pacífico donde los hubiera. Y caminante, siempre «in itínere» en lo personal, en lo profesional, en la banlieu, en el metro, en la ONU, en Carabanchel, en Gibraltar. No es casualidad que en Sol esté el punto 0, el corazón viario de la España moderna y también de la antigua, según la teoría del viejo Maestro, que ponía en la Puerta del Alcalá el punto 0 de la Hispania romana. Madrid fue puerta global de reivindicaciones justas y del hartazgo de los jóvenes mejor preparados desde hace muchas generaciones. Siempre que veía las noticias, me imaginaba sentado y sonriente, sobre el punto 0 a Gonzalo en medio de la juventud, con su cabellera blanca, dando el testigo a una multitud y feliz por hacer realidad el viejo sueño del puñado de pacifistas que se podían contar con una mano, en la soledad de la Plaza de España. Aquella antorcha utópica de luz ha iluminado muchas plazas y ciudades de España y del mundo, por eso este miliario que les escribe ha firmado en nombre de toda la comunidad miliaria el Manifiesto de la Esperanza para que entre todos encontremos SOLuciones. «In itínere» es una vieja locución latina que literalmente significa «en el camino» y ahí es donde estamos, haciendo camino cada día hasta que un «accidente in itínere» nos lleve por delante. En Derecho Laboral se denomina así al accidente ocurrido a un trabajador durante el desplazamiento desde su domicilio al lugar de trabajo y viceversa, a condición de que el trabajador no haya interrumpido el trayecto por causas ajenas al trabajo. Eso le ocurrió desgraciadamente al hermano de la Ministra de Cultura, David González Sinde, que trabajaba como nosotros los miliarios en el ramo del
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transporte en este caso de palabras. Su hermana hoy Ministra pero antes y después guionista de cine tuvo que escribir uno de los mejores guiones que he leído, pero que ella borraría si pudiera. Los miliarios, aunque somos inmortales por ser de naturaleza pétrea, tenemos nuestro corazoncito y le trasmitimos nuestro pesar a su familia y amigos. Mejor dejamos que sea el «guión» de Angeles González Sinde el que nos deje la moraleja sobre la vida .En el trayecto de cada mañana hacemos camino «in itínere»: «El Nuestro es un trabajo hermoso, pero difícil. Nos juntamos por poco tiempo, apenas unas semanas intensas, unos meses a lo sumo, hacemos reales las palabras y luego nos separamos, con pena, pero con la dicha de habérselas entregado ...Todos, escritores, actores y técnicos, lo que deseamos es que ustedes, el público, escuchen y vean nuestras palabras, las que hacemos entre todos, las que hablan de las cosas que es mejor que sean nombradas...». Por palabras como esas es por lo que merece la pena seguir haciendo camino . Eso es lo que haremos en este editorial en el que solemos comentar algún libro que tenga que ver con nuestra humilde misión en el mundo que es la de repasar nuestra historia pasada a través de los caminos antiguos por ver si encontramos mejores rutas alternativas para la vida de hoy en paz, tolerancia y libertad; después glosaremos brevemente los artículos y las palabras que aportamos para nuestros lectores en este número. El libro en cuestión es dietético porque trata sobre «La cocina neolítica» y la cueva de La Molle-Pierre, está escrito con cariño, sentido del humor y rigor profesional por Anne Flouest y Jean Paul Romac y editado con amor por Trea, editorial a la que tanto debemos los amantes del Patrimonio y los Museos. Las recetas
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que propone son realizables , muy ecológicas y sugerentes; por ejemplo para los no iniciados les puedo sugerir un bogavante recién pescado envuelto en un lecho de algas sobre un hogar de guijarros a la brasa.... y lo mismo digo de las propuestas de caza o las múltiples variantes de tortas o gachas de bellota...pero con ser muy divertido el libro y rigurosa la reconstrucción alimentaria de la dieta de la cueva de la Molle y del desayuno en la cama, hay algunas reflexiones sobre el progreso, que merece la pena transmitirles ahora en plena indignación ciudadana, como por ejemplo ésta: «Al parecer las civilizaciones neolíticas fueron el germen de la sociedad. Pero ¿quienes fueron aquellos descerebrados tan locos como para cambiar el estado natural por el Estado Nación y, de resultas, alienar a los seres humanos por los siglos de los siglos, en razón de su arbitrario nacimiento, en un territorio, en un pueblo, en una época? ¿En base a que aberración aquellos pseudoinventores de lo que cretinos y crédulos llaman progreso pudieron aniquilar la libertad y la abundancia en favor de la propiedad, el trabajo, la familia, el interés y demás calamidades impuestas por la pretendida civilización?,¿quien fue el canalla que inventó la primera cerca, domesticó el primer jabalí y amaestró el primer perro guardián? Y ahora totalmente en serio ¿cono no odiar a esa maldita edad que condujo con paso firme a la humanidad de la libertad a la esclavitud? Hay que decir que, desde muy pronto, aquellos esclavos buscaron distracciones, compensaciones a su nueva condición de siervos. La opresión siempre suscitó saludables contrapartidas...para atenuar la tristeza vital del Neolítico la Providencia creó el cultivo de la adormidera y las fermentaciones alcohólicas...». Bueno ya tienen materia para pensar y recetas burguesas del Neolítico para degustar en su propio sofá. Pero además nosotros les proponemos en este número del Nuevo Miliario un «viaje extravagante» de fin de semana a una cómoda mansio en las Cinco Villas, muy bien descrita por Javier Andreu en un conjunto termal y viario construido por la Legio IV Macedónica solo para nuestro relax pirenaico por si una noche de invierno un viajero....; allí les sugerimos un menú especial que comienza con los antipasti de un artículo sobre Neomiliarios falsos y verdaderos como la vida misma de G.G, cocinero de la casa y un aperitivo de lo que vendrá mas adelante sobre las cañadas Vacceas y los recuerdos de un niño feliz; como plato de «ressistance» que diría la cocina francesa un recorrido sin concesiones de nuestro primo Angel Plaza por el principio del intrincado y siempre difícil recorrido de la vía 31 del itinerario de Antonio en Caput Flaminis Anae, sobre el que bromas valencianas aparte, vamos afinando cada vez mas, tanto en los inicios como en los finales y cada vez mas la provincias de C.Real, Albacete , Cuenca y Teruel son las candidatas naturales, aunque Carlos Caballero siga como Santo Tomás dudando de lo que es ya una evidencia, sobre todo después de los estudios de Pilar Edo y Emilio Benedicto sobre el hábitat disper-
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so y la explotación agrícola y ganadera del Valle del Jiloca, punto de llegada del controvertido recorrido con final feliz en dirección a Zaragoza (Caesaraguta(m)) en acusativo sin preposición(Maestro Arias dixit); por si alguno prefiere un plato de caza, pero duro de digerir, Luis Javier Guerrero da cuenta a la Nación de lo duras que son las molleras de algunos que se niegan a que Ubrique pase a la historia por ser Ocuri y no el sitio donde nació Jesulín; como postre variado pero muy bien argumentado una sugerencia del famoso JRM, me ahorro el alias, sobre los nombres y significados de las mansiones. Que tengan buen camino, caminantes no hay camino, se hace camino al andar. Y que sean tan felices como Ulises y no les haga falta llegar, siempre in itinere, pero si es posible en honor a nuestro Maestro Arias....caminemos juntos en clave de Sol.
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UNA CIUDAD ROMANA AL PIE DE LA VÍA CAESAR AUGUSTA-POMPELO: LOS BAÑALES DE UNCASTILLO1
Javier Andreu Pintado Plan de Investigación de la Fundación Uncastillo en Los Bañales
En torno al año 15 a. C., el emperador Augusto estableció una colonia en el centro del Valle del Ebro. Lo hizo con veteranos de las legiones IV Macedonica, X Gemina y VI Victrix y en el contexto de una intensa política de colonización y municipalización por él desarrollada en las Hispanias entre el 16 y el 13 a. C2. Otorgó, además, su nombre, a dicha fundación: Caesar Augusta —la actual Zaragoza— convirtiéndola en capital de un amplio distrito jurídico3 al que, según nos informa Plinio4 manejando, precisamente, fuentes poco anteriores al acontecimiento, quedarían adscritas más de cincuenta y cinco ciudades, entre ellas la que ocupó el solar de Los Bañales, al sur del término municipal de Uncastillo, en la zaragozana Comarca de las Cinco Villas de Aragón. La nueva colonia, además, como indica un miliario soriano procedente de Arancón (HEp7, 940), debió ser concebida por Augusto como caput uiae de varias rutas de comunicación que se dirigían hacia el Norte —a través de Pompelo (Pamplona)—, hacia el Este —buscando Tarraco (Tarragona) y la costa mediterránea—, y hacia el Oeste —dirigiéndose hacia Augusta Emerita (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga)—. Con ser importante5, y como puede verse, el acontecimiento de la fundación colonial parece fue sólo —para todo el Valle del Ebro en general y para las tierras de la actual provincia de Zaragoza en particular— el haz de un amplio programa de organización territorial y de infraestructuras cuyo envés principal fue el amojonamiento y reorganización de una parte de la antigua vía Tarraco-Oiasso ya aludida por Estrabón6, en concreto el tramo que, desde Caesar Augusta, se dirigía hacia Pompelo y permitía, bien por Roncesvalles (Navarra) bien por Somport (Francia), acceder a la romana provincia de Aquitania7, al Sur de la Galia. Hoy sabemos, además, que ese ambicioso proyecto de ingeniería incluyó —por todo el Nordeste peninsular— un notable interés de Augusto —y de las uexillationes legionarias que éste empleó en él— por abordar grandes proyectos de ingeniería
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civil —como puentes o presas— complemento de los trabajos de urbanización tal como documentan los bien conocidos casos del Pont del Diable de Martorell (Barcelona), de la presa de Muel (Zaragoza) o del puerto fluvial de Zaragoza8, en los territoria de dos ciudades de fundación augústea, Barcino (Barcelona) y la propia Caesar Augusta. Instalado en el corazón de la zaragozana Comarca de las Cinco Villas, el solar que, desde la documentación medieval9, se conoce como «Los Bañales» (Fig. 1) debió haber tenido contacto con Roma varios decenios —y, probablemente, hasta varias centurias— antes de la fecha de apertura de la vía que nos ocupa: con seguridad lo tuvo con el reclutamiento por parte de Roma, en el 90 a. C., de la turma Salluitana10 en la que se integraron varios Segienses, vecinos de una de las comunidades antiguas que, indiscutiblemente, se ubicó en la citada Comarca11 pero también, muy verosímilmente, contactó con Roma en el contexto de las campañas de M. Porcio Catón por el Norte peninsular a las que se refieren algunos textos antiguos12. Hoy se puede afirmar con seguridad —poniendo fin a las dudas que, en este sentido, mantuvieron tanto J. Galiay como A. Beltrán Martínez, los dos insignes investigadores que se ocuparon del lugar durante el siglo XX13— que en el siglo II a. C. Los Bañales era una extensa ciudad indígena, seguramente de filiación étnica vascónica14 —si es que esto significó algo singular en la Antigüedad Peninsular15— y circunscrita territorialmente no sólo a la cumbre del cerro de El Pueyo —el montículo que, a 567 m de altitud, preside el área arqueológica actual— sino alcanzando en su extensión al menos hasta la terraza más baja de las que hoy circundan dicha elevación (Fig. 2) siendo, seguramente, menor que las 24 Has que se le suponen a la ciudad para la época romana16 pero, en cualquier caso, abierta también a parte del valle que se abre al Sur del citado cerro. Debió ser, precisamente, esa posición central y estratégica en las cuencas medias
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Fig. 1. Panorámica del área arqueológica de Los Bañales desde el Sur (Foto: J. Latorre).
Fig. 2. Estructuras prerromanas anteriores a la monumentalización inicial de la ciudad y una de las cerámicas indígenas asociadas a dicho momento (Fotos: I. Mañas).
Fig. 3. Fotografía del vuelo americano de 1956 con indicación del paso de la vía romana al Sur de la ciudad de Los Bañales (J. Armendáriz y J. Andreu).
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Fig. 4. Miliario procedente de Castiliscar (IRMN, 1) con alusión a la leg(io) IIII Mac(edonica) y miliario del Barranco de Valdecarro (ERZ, 19), de Ejea de los Caballeros, con referencia a la l(egio) X G(emina) (Fotos: J. Lostal y Á. A. Jordán).
de los ríos Riguel y Arba de Luesia la que llevó a Roma a —como hizo con tantos otros oppida indígenas del «Ebro» Medio17— convertir Los Bañales en paso obligado y estratégico de la vía Caesar Augusta-Pompelo, una vía cuyo discurrir al Sur del territorio urbano de Los Bañales —como se ha demostrado recientemente18— es perfectamente perceptible en fotografías aéreas antiguas (Fig. 3) y recientes y para la que los miliarios nos obsequian con suculenta información sobre la participación en los trabajos de construcción de la misma de las tres legiones con que Augusto había fundado Caesar Augusta y las tres que dicho emperador había venido utilizando en los extraordinarios proyectos de ingeniería civil que —como antes se dijo— acompañaron a la reorganización de todo el Nordeste peninsular en general y de las tierras del Ebro en particular19, con un protagonismo especial, si cabe, en la zona, de la legio IV Macedonica20 (Fig. 4). Como gran urbe al pie de una arteria de comunicación fundamental —orientada a enlazar el Mediterráneo, desde Tarraco (Tarragona), con el Cantábrico, por Oiasso (Irún)— Los Bañales pasó a convertirse —desde los años 9 y 5 a. C., que son las fechas aportadas por los miliarios para los trabajos viarios arriba aludidos— en una parada obligada para viajeros, seguramente en una mansio —lo que ha llevado a parte de la historiografía a identificarla con la Tarraca del cosmógrafo de Ravenna y de Plinio21, reducción que, con ser verosímil, no puede aun cerrarse— que, a buen seguro, precisaría de una serie de infraestructuras de las que había carecido en las centurias anteriores y que, además, reflejaban al pie de la letra la esencia del modo de vida romano en el centro de un territorio llamado a convertirse ahora en estratégico seguramente porque Roma había vislumbrado en él no sólo grandes posibilidades logísticas y de comunicación
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Fig. 5. Diversos detalles de la plaza pública de la ciudad romana de Los Bañales (Fotos: J. Andreu e I. Mañas) cuya arquitectura se mostraba orgullosa hacia el Sur, hacia el paso de la vía Caesar Augusta—Pompelo.
sino también notables recursos que explotar, recursos cuya naturaleza aun estamos lejos de delimitar. Dos de esas infraestructuras han podido conocerse en detalle gracias a los trabajos del Plan de Investigación en curso en el lugar desde 2008: la que fuera la plaza pública de la ciudad romana y el soberbio acueducto de abastecimiento de agua que ha sido tradicionalmente, uno de los iconos del yacimiento. Efectivamente, la campaña de excavaciones de 2010, ha permitido constatar que —a juzgar por el paramento y por la técnica constructiva y a espera de los datos estratigráficos de, al menos, la campaña de 2011— la ciudad romana de Los Bañales edificó hacia el cambio de Era una monumental estructura de pórticos dobles a dos niveles que, además, se mostraba orgullosa a la parte baja del núcleo urbano, surcada, precisamente, por la vía Caesar Augusta-Pompelo: todo un ejemplo, por tanto de la escenografía del poder que tanto gustaba a Roma. Aunque, hasta la fecha, sólo se ha contactado con el nivel de amortización del citado espacio en época posterior —tal vez a partir de la segunda centuria de nuestra Era, en la que la ciudad parece inició un proceso de transformación y amortización de antiguos espacios22— todo parece indicar que la estructura de
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Fig. 7. Mapa de procedencias de los mármoles y rocas ornamentales importadas a Los Bañales para el embellecimiento de su arquitectura (H. Royo y Mª P. Lapuente).
Fig. 6. Vista aérea del tramo elevado, de pilares, del acueducto romano de Los Bañales (Foto: I. Moreno Gallo) y propuesta de recreación estructural del conjunto (L. M. Viartola y J. Tutor— Pellicer).
dicha plaza se inspiró en la de otros grandes foros contemporáneos y próximos como los de Caesar Augusta (Zaragoza) o Bilbilis (Calatayud) (Fig. 5). Pero, más aun, recientes hallazgos epigráficos23, permiten alimentar la posibilidad de que, a la vez que la ciudad inició su proceso de monumentalización y de urbanización, se garantizó el abastecimiento de agua a la misma con la construcción de un notable acueducto (Fig. 6) que desde una presa de almacenamiento ubicada en tierras de Biota (Zaragoza) llevaba el agua a algún lugar aun impreciso del centro urbano salvando el único valle que encontraba a su paso por un singular tramo de pilares que sostenían la conducción, entubada, muy probablemente, en un specus de madera, solución ésta que, aunque debió ser habitual en Roma24, sólo se atestigua en el caso de Los Bañales. Muy probablemente —y a tenor, precisamente, de los datos epigráficos— la legio IV Macedonica intervino directamente bien en las labores de extracción de piedra para la construcción del acueducto bien en los complejos trabajos de erección del mismo25 una vez que sus marcas —tanto bajo la fórmula l(egio) IIII como l(egio) IIII M(acedonica)—aparecen en un generoso número de sillares del conjunto.
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Es evidente que desde el último cuarto del siglo I a. C., la ciudad romana de Los Bañales, y, con ella, las otras ciuitates ubicadas en la actual Comarca de las Cinco Villas —sobre las que también ha aportado notables novedades parte del equipo del Plan de Investigación de Los Bañales—, se mantuvieron —seguramente hasta su paulatino abandono, al menos para el caso de Los Bañales, en la segunda mitad del siglo III d. C.26 — totalmente abiertas a los influjos, ideas y productos en boga en el Valle del Ebro durante el Principado y, todo ello, gracias a la vía Caesar Augusta-Pompelo. Es probable, incluso, que el potencial de alguna de ellas —como la de Campo Real, en Sos del Rey Católico, que pide ‘a gritos’ una investigación seria y universitaria— fuera directamente proporcional a su posición al pie de una encrucijada viaria, que, por la Canal de Berdún y desde Pompelo, se dirigía hacia Iacca y al Pirineo27. Así, y para el caso concreto de Los Bañales, programas escultóricos y honoríficos como el que Augusto mandó erigir en todo el Occidente romano28 en honor de los principes iuentutis Cayo y Lucio César —del que se conserva una evidencia epigráfica descontextualizada procedente de Rivas, no demasiado lejos de Los Bañales (HEp5, 916)—, prácticamente los mismos mármoles y rocas ornamentales que se empleaban en los principales espacios públicos de la próspera colonia Caesar Augusta —y que, a día de hoy, incluyen desde marmor Lucullaneum, Tenarium o Carystium de Turquía y Grecia pasando por mármol de Carrara, pireanico de Saint-Bêat o lumaquella y marmor Numidicum norteafricanos (Fig. 7)—, cerámicas de los talleres de Montans, en la Galia y, notablemente, de los principales alfares de Tricio, en La Rioja —los sigilla de algunos de cuyos alfareros se están documentando de modo creciente entre materiales hallados en excavación, revisados en los fondos antiguos del Museo de Zaragoza o amablemente entregados para su estudio por propietarios de colecciones particulares (Fig. 8)—, toda suerte de originales modas constructivas y funcionales —como una singular ventana curva
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Fig. 8. Diversos sigilla cerámicos de alfares galos e hispanos de terra sigillata documentados en Los Bañales (Fotos: Á. A. Jordán).
Fig. 9. Vidrio circular de ventana de las termas romanas de Los Bañales, hoy en el Museo de Zaragoza (Foto: E. Ortiz).
para el cierre de la cella caldaria de las termas que la ciudad debió construir a finales del siglo I d. C.29 (Fig. 9)—, o hábitos cultuales y funerarios —como el de las cupae, para el que todo el área cincovillesa ha proporcionado el catálogo más generoso y creciente del Norte peninsular30 (Fig. 10)—, llegarían a la ciudad romana de Los Bañales como testimonio de su estratégica ubicación, su ‘conexión internacional’ y sus envidiables comunicaciones. Mas aun, incluso algunos de los nomina atestiguados en el parco —pero creciente— catálogo epigráfico de la ciudad romana31 —y, de igual modo, en el de las otras dos ciudades de la zona: Cabezo Ladrero de Sofuentes y Campo Real de Sos del Rey Católico32— permiten pensar que el despegue de Los Bañales en los tiempos augústeos y julio—claudios —para época de Tiberio consta la intervención de la administración en el mantenimiento
de la vía Caesar Augusta-Pompelo, como evidencia un miliario conservado en Sádaba (AE, 1965, 67)— actuó como ‘efecto llamada’ para la población. Pero, lógicamente, la ciudad no pudo vivir exclusivamente de su condición de mansio viaria y la investigación tiene en la delimitación de la que sería su dedicación económica básica un sugerente reto de futuro. A día de hoy, en cualquier caso, diversos indicios permiten pensar en la explotación forestal, la agricultura cerealista y, de modo acusado, la producción aceitera y vitivinícola33 como posibles fuentes de riqueza para el territorio ciudadano que, por otra parte, cada vez se conoce mejor en su organización y en los que fueron sus patrones de asentamiento34 (Fig. 11), un trabajo de investigación que está subrayando el carácter de «paisaje cultural» del entorno de Los Bañales sumando, así, un atractivo más, si cabe, al lugar.
Fig. 10. Dos de los siete sepulcros de incineración (cupae) de la necrópolis y del territorio de la ciudad romana de Los Bañales: cupa de Spes y cupa de Chresime, ésta última encargada por un liberto de la familia de los Sempronii, de las mejor atestiguadas en la ciudad (Fotos: Á. A. Jordán y J. Andreu).
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Fig. 11. Panorama de la organización territorial del área rural circundante a la ciudad romana de Los Bañales —con la ciudad en el centro e indicación del paso de la vía romana— conocida gracias a seis campañas de prospección arqueológica intensiva (J. Andreu y J. Armendáriz).
Fig. 13. Vista de las termas romanas de Los Bañales desde el Oeste, desde el cerro de El Pueyo (Foto: J. L. Armendáriz), y recreación estructural del conjunto (según R. Mª Olivares Díaz y V. García-Entero) en visión cenital.
Fig. 12. Detalle de una de las tres inscripciones del espectacular monumento funerario romano de los Atilii, en Sádaba, en el área rural de la ciudad romana (Foto: J. L. Armendáriz).
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Sin embargo —y si no es que la documentación arqueológica o epigráfica y sus habituales y gratos caprichos, nos deparan todavía alguna sorpresa futura— no sería hasta el último cuarto del siglo I d. C. cuando la ciudad romana de Los Bañales alcanzaría su madurez jurídica y estatutaria convirtiéndose —como, seguramente, el resto de ciudades de su entorno— en municipio de derecho latino. Dicha promoción fue posible gracias a la aplicación a las Hispanias —como recuerda Plinio35— de las potencialidades del ius Latii que convertía en municipia iuris Latini —municipios de derecho Latino— a aquellas comunidades que todavía no disfrutaban de un estatuto de privilegio y en las que los miembros de la elite indígena se acogían al desempeño voluntario de las magistraturas típicas del ordenamiento político romano36. La principal evidencia de este proceso se encuentra en la orgullosa adscripción a la Quirina tribus —la tribu a la que quedaban vinculados los ciudadanos romanos de los nuevos municipios de cuño flavio— que muestran C. Atilius L. f. Genialis y L. Atilius C. f. Festus, dos de los honrados en uno de los más espectaculares monumentos funerarios hispanorromanos: el acotado de los Atilii, en Sádaba (CIL, II, 2973, Fig. 12) en las inmediaciones del territorio urbano de Los Bañales. La dotación al enclave del estatuto jurídico municipal debió ir acompañada de alguna suerte de proceso de embellecimiento urbano en cuya financiación no es descabellado pensar que participaran algunos de los nuevos magistrados locales37. A juzgar por su planta38, el gran conjunto termal de Los Bañales —otro de los iconos del lugar (Fig. 13) y, desde luego, una de las termas higiénicas romanas mejor conservadas del Occidente Latino— pudo erigirse en época flavia empleando un modelo de moda en el Valle del Ebro en dicho momento y que, además, estaba especialmente habilitado para ser incluido en núcleos urbanos ya más o menos configurados sin alterar demasiado su retícula urbana. Las termas de Los Bañales parece fueron, pues, un monumento propio del orgullo cívico de una ciudad ahora gestionada —como era propio de los municipios y de las colonias— a imagen y semejanza de la propia Roma39 y que, como tal, quiso engalanarse desde el punto de vista monumental. Sin embargo, la voluntariedad de los cargos públicos municipales y el intenso coste del mantenimiento de las nuevas infraestructuras organizativas40 unido, seguramente, a crisis económicas de carácter coyuntural hicieron que el modelo de autogestión municipal planteado por Roma como vehículo de integración para tantas y tantas comunidades del Occidente Latino llevase en sus entrañas, ocasionalmente, la semilla de su propia crisis. Y así debió suceder en la ciudad romana de Los Bañales a juzgar por los datos arqueológicos revelados por las dos campañas de excavación cursadas hasta la fecha en el lugar. Así, los trabajos de 2009 pusieron al descubierto una muy intensa labor de reorganización urbana —con materiales de poca
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calidad cuando no acarreados desde monumentales construcciones vecinas— en las áreas urbanas contiguas a las termas públicas, reorganización urbanística que puede fecharse entre finales del reinado de Marco Aurelio y la época de Caracalla momento en que, como se dijo, parece situarse cuando menos el inicio del abandono paulatino del municipio. Construida reaprovechando estructuras y materiales constructivos seguramente pertenecientes al primer horizonte monumentalizador de la ciudad —del cambio de Era, como antes se dijo— una notable taberna excavada en 2009 y recientemente puesta en valor nos ha obsequiado con información sobre el modo como estaba articulada la retícula urbana de la ciudad (Fig. 14) y nos ha regalado un notable lote de material arqueológico mueble que nos permite ahora conocer mejor la cultura material doméstica de esta singular ciudad romana (Fig. 15). Pero, lo que es más importante para un historiador, ese espacio nos ha posicionado ante las dificultades que desde el siglo II d. C. vivieron muchas ciudades hispanas41, dificultades que, al menos en el Norte peninsular, se agudizarían con la crisis vivida por el sistema romano durante el siglo III d. C. y que en el entorno de Los Bañales se concretaron bajo la forma de fortificaciones apresuradas de ciudades —como en Pompelo (Pamplona)42—, incendio y destrucción de conjuntos urbanos o, al menos, de partes monumentales de los mismos —como en Iacca43 (Jaca) o en Cara44 (Santacara)—, ocultaciones de tesoros monetales —como los atestiguados en el entorno de Sos del Rey Católico (Zaragoza) y de Liédena (Navarra)45— y, sobre todo, traslado de la vida al campo46 —algo que se atestigua en sensacionales conjuntos próximos a Los Bañales como el de la llamada Sinagoga de Sádaba47—, síntomas todos del agotamiento de una vida urbana antes esplendorosa y ahora nada sostenible y que prefería ya el campo como centro de las actividades productivas y económicas que antes habían dado sentido —y sostenido económicamente— a la vida municipal. El resto de la historia resultará bien previsible para quien esté mínimamente versado en los ritmos históricos exhibidos por el fenómeno urbano romano en el Ebro Medio: a pesar de que la administración romana se siguió ocupando de la vía durante el siglo III d. C. —del 251-253 d. C. es el único miliario recogido en las inmediaciones de la ciudad romana de Los Bañales (HEp5, 920, Fig. 16)— y, por supuesto, durante el siglo IV48 —seguramente porque aquélla seguía revistiendo un carácter estratégico y discurría por zonas eminentemente productivas tal como revela la cronología de algunos de los enclaves rurales estudiados49— la vida en la ciudad romana de Los Bañales debió ser, durante los siglos III y IV d. C., algo semejante a la «vida entre ruinas» que describe Ausonio para otras antes ilustres ciudades del Valle del Ebro50: el proceso de amortización de antiguos espacios públicos debió ir haciéndose cada vez más general y la antigua plaza pública —eri-
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Fig. 14. Diversos detalles constructivos de la taberna excavada en 2009 junto a las termas públicas (Fotos: J. J. Bienes): nótese la reutilización de materiales y la construcción del espacio aprovechando un muro almohadillado con revestimiento pictórico de la primera fase monumental de la ciudad.
Fig. 15. Algunos de los materiales muebles recuperados en el espacio artesanal excavado en 2009 en Los Bañales (Fotos: J. J. Bienes): acus crinalis para peinado femenino, agujas de hueso para tocado y costura, ficha de sigillata con impronta de moneda de Marco Aurelio y bisagra de armario en hueso.
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te peninsular y el papel que las comunicaciones —y en especial esa vía Caesar Augusta-Pompelo— jugaron en su desarrollo.
BIBLIOGRAFÍA
Fig. 16. Miliario de Treboniano Gallo y Volusiano (HEp5, 920) procedente de La Portillala, en Layana, no demasiado lejos del área de necrópolis de la ciudad romana y del paso de la vía (Foto: J. Lostal).
gida en el cambio de Era, coincidiendo con la apertura de la vía Caesar Augusta-Pompelo a los pies de la ciudad— debió acoger desde talleres de fundición de bronce hasta áreas cementeriales agudizándose, por tanto, el proceso de reorganización urbana que se había iniciado en el lugar a finales del reinado de Marco Aurelio y que tendrá que ser mejor caracterizado por futuras campañas. Si no abandonada por completo, la ciudad inició, pues, una paulatina regresión que acabaría por borrar, incluso, el recuerdo de su nombre una vez que en la documentación medieval del siglo XI la zona aparece ya citada, sencillamente, como «Los Bañales» no tardando, además, en convertirse en cantera a cielo abierto como atestigua un documento de 1212 por el que Pedro III de Aragón invita a las monjas cistercienses de Cambrón (Sádaba) a emplear los restos de las termas de Los Bañales seguramente como lugar para el aprovisionamiento de piedra necesario para la construcción de un nuevo cenobio. Tras varios siglos de olvido —y también varios intentos de recuperación del lugar para la investigación en los años 40, 70 y 90 del pasado siglo— tendrá que ser el interdisciplinar equipo de historiadores, arqueólogos, epigrafistas, geólogos, topógrafos, restauradores, ingenieros, técnicos de patrimonio y educadores coordinado actualmente por la Fundación Uncastillo el que —como lo ha hecho durante estos últimos años— contribuya con su trabajo a recuperar el esplendor de una ciudad que, a medida que se va conociendo mejor, se revela fundamental para comprender la historia de la integración en la órbita de Roma de las tierras del Nor-
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NOTAS 1. El presente trabajo se inscribe en el marco del Plan de Investigación que, por encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón, la Fundación Uncastillo desarrolla desde 2008 en la ciudad romana de Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza), proyecto que ha dado lugar a tres campañas de excavación arqueológica y seis de prospección así como a un sinnúmero de publicaciones sobre el lugar (todas disponibles en http://www.losbanales. es) de las que ésta sólo pretende ser una síntesis. Mientras se ultiman estas líneas se imprime, en los talleres de la Institución Fernando el Católico de Zaragoza, el volumen Andreu, J.: en prensa al que se remite para el seguimiento de detalles historiográficos e históricos sobre el lugar que serán aquí tratados de modo sólo somero. El Plan de Investigación de Los Bañales es posible, además, gracias al patrocinio de E.ON, Fundación ACS, General Eólica Aragonesa y Caja Navarra que destinan recursos a las labores científicas y pedagógicas consustanciales al proyecto estando éste abierto, siempre, al apoyo de cualquier empresa o particular que quiera invertir en investigación, recuperación y puesta en valor del patrimonio arqueológico con miras a la utilización de éste como recurso pedagógico y como instrumento para el desarrollo rural. 2. Dio Cass. 54, 23, 7. Sobre esta noticia, véase Abascal, J. M.: 2006. 3. Para el papel de Augusto en la organización conventual véase, con la discusión previa, Ozcáriz, P.: 2006, 46-48. 4. Plin. HN. 3, 3, 24. 5. El alcance del acontecimiento puede seguirse en Beltrán Lloris, F.: 1992 y 2000 y, especialmente, en Beltrán Lloris, F., y Dupré, X.: 2007. 6. Str. 3, 4, 10, sobre dicho pasaje véase Amela, L.: 20002001. 7. Para ambas alternativas puede verse Peréx, Mª J., y Unzu, M.: 1988 y Moreno, I.: 2009. 8. Gurt, J. M., y Rodà, I.: 2005; Uribe, P., Magallón, Mª Á., Fanlo, J., Martínez, M., Domingo, R., Reklaityte, I., y Pérez, F.: 2011; y Beltrán Lloris, F.: 2007-2008 respectivamente. 9. Sobre ésta véase, someramente, Andreu, J., Uribe, P., y Jordán, Á. A.: 2010, 122, nota 36 y, de modo exhaustivo, Andreu, J.: en prensa. 10. Con carácter de síntesis, veáse, Marco, F.: 1988. 11. Para la reducción de Segia, como novedad, puede citarse el trabajo de Jordán, Á. A.: 2009, con todas las posibilidades, además de Andreu, J.: 2006, 198-199. 12. Liv. 34, 27, 7, por ejemplo. 13. Galiay, J.: 1946 y 1949 y Beltrán Martínez, A.: 1977(a) y 1977(b) pese a que Aguarod, Mª C.: 1977 había recogido cerámica indígena en diversos puntos (siempre en superficie) del yacimiento. 14. Para este extremo puede verse el fundamental trabajo de Beltrán Lloris, F.: 2001. 15. Este tema —ciertamente controvertido— ha sido uno de los que más se han dinamizado en los últimos años en la investigación hispana con posturas enfrentadas respecto del valor que podemos dar a las etnias de las que nos hablan
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las fuentes antiguas al describir el mosaico de pueblos y lenguas que caracterizó la Península Ibérica en la Antigüedad. Como síntesis de uno de los modelos interpretativos propuestos —con toda la bibliografía y que, además, compartimos en lo esencial— puede verse Wulff, F.: 2009. 16. Andreu, J., González Soutelo, S., García-Entero, V., Jordán, Á. A., y Lasuén, Mª.: 2008, 237. 17. Sobre la política romana de potenciación de estos centros que hicieron de ‘cabeza comarcal’ desde la Edad del Hierro I puede verse, para zonas vecinas, el sensacional trabajo de Armendáriz, J.: 2008, 276-301, especialmente. 18. Moreno, I.: 2009, 66-70. 19. Para estos miliarios (ERZ, 19, de las cercanías de Ejea de los Caballeros, e IRMN, 1 y 2, de Castiliscar: Fig. 4), véase el reciente catálogo de Lostal, J.: 2009, 203-233 y sus reflexiones en 194-195. Para la acción de Roma en política viaria en la zona véase también un ya clásico trabajo de Magallón, Mª Á.: 1990. 20. Sobre ella puede verse Gómez-Pantoja, J.: 2000, con atención a su papel en Hispania en estos años anteriores al cambio de Era en 109-111. 21. Desde la propuesta de Aguarod, Mª C., y Lostal, J.: 1982, 169, de notable éxito después: véase, al respecto, con toda la bibliografía Andreu, J.: 2006, 199-202 y Andreu, J.: en prensa. Las referencias a Tarraca en las fuentes corresponden, como es sabido, a Plin. HN. 3, 3, 24, Ptol. Geog. 6, 6, 67 y Rav. Cosm. 4, 43. 22. Andreu, J., Peréx, Mª J., y Bienes, J. J.: 2011. 23. El estudio detenido de los mismos podrá verse en Jordán, Á. A.: en prensa. 24. Hodge, A. T.: 1992, 106 y, para el caso concreto de Los Bañales, la sugerente propuesta de Leather, G. B.: 2002, 3639 y la excelente —y seguramente definitiva— de Viartola, L. M.: en prensa, argumentando la propuesta de recreación estructural que se trae a este trabajo como imagen (Fig. 6). 25. Como se explicará en detalle en Andreu, J: en prensa, la constatación de una probable fecha augústea para la construcción del acueducto —y paralela, además, a los trabajos de la legio IV en la red viaria a su paso por la zona— y la evidencia de un horizonte monumentalizador anterior al momento de la promoción municipal del enclave en época flavia —sobre la que seguidamente nos detendremos— evita tener que pensar en de qué modo solucionó el abastecimiento de agua la ciudad entre el siglo I a. C. —en que parece que ya era una importante ciudad al pie de la nueva vía— y el siglo I d. C. si es que el citado acueducto era —como se pensó durante las últimas décadas— de dicho momento (Beltrán Martínez, A.: 1977(b), 96) y, por tanto, una obra típica de las nuevas infraestructuras con que se dotaban las comunidades promocionadas al estatuto municipal. Lo lógico es que la ciudad, al convertirse en importante mansio viaria con el trazado a sus pies de la vía Caesar Augusta-Pompelo, incorporase ya todas las comodidades de la vida urbana romana. Datar el acueducto, pues, en los primeros momentos de la vida de la ciudad parece solucionar definitivamente este desajuste cronológico además de que dicha fecha puede encontrar refrendo en los nuevos datos epigráficos arriba citados y en las bases
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estratigráficas ofrecidas por la plaza pública de la ciudad romana, aun, en cualquier caso, en proceso de estudio. 26. Andreu, J., Peréx, Mª J., y Bienes, J. J.: 2011, 121. 27. Véase, sobre este enclave y con estudio de esa posibilidad, el trabajo de Andreu, J., Jordán, Á. A., y Armendáriz, J.: 2010, así como los que se citan más adelante, en nota 31. 28. RG. 14. 29. Ortiz, E., y Paz, J. Á.: 2001. 30. Sobre éstas, véase Andreu, J.: 2008. En cualquier caso, a finales del presente año está previsto que vea la luz el volumen «Las cupae hispanas: origen, difusión, uso, tipología» que constituirá las actas del I Coloquio de Arqueología e Historia Antigua de Los Bañales celebrado en Uncastillo —bajo la organización de la Fundación Uncastillo y la UNED de Tudela— en Abril de 2010, volumen que reunirá estudios sobre todos los conjuntos hispanos de este singular monumento de incineración en forma de medio tonel que alcanzó tanta popularidad en nuestro solar a partir del siglo II d. C. 31. Como punto de partida, véase Andreu, J., y Jordán, Á. A.: 2003-2004 aunque la intensificación de los trabajos ha triplicado el número de evidencias, que serán presentadas en Jordán, Á. A: en prensa. 32. Para los catálogos epigráficos y los estudios arqueológicos de estos dos enclaves (inseparables del de Los Bañales aunque peor conocidos hasta la fecha) son inevitables los trabajos realizados en ellos por varios miembros del equipo del Plan de Investigación de Los Bañales, dinamizadores, también, de toda la arqueología romana en la Comarca de las Cinco Villas. Véase, así: Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcáriz, P., García-Barberena, Mª., y Jordán, Á. A.: 2008 y Andreu, J., Jordán, Á. A., y Armendáriz, J.: 2010 —para Campo Real/Fillera (ambos con bibliografía y alusión a otros trabajos todavía en prensa sobre el lugar)— y Jordán, Á. A., Andreu, J., y Bienes, J. J.: 2010, para el Cabezo Ladrero de Sofuentes. 33. Para evidencias del trabajo del vino y del aceite en época romana en la zona pueden verse diversas contribuciones del trabajo de Andreu, J.: en prensa. Recientes estudios (Peña, Y.: 2010, 168-169) han llamado la atención del papel que el área cincovillesa —como todo el Nordeste peninsular— pudo tener en este tipo de producción. 34. Véase, al menos, Andreu, J., Uribe, P., y Jordán, Á. A.: 2010, central en una serie de tres trabajos sobre la cuestión del poblamiento rural en torno a la ciudad romana de Los Bañales. 35. Plin. HN. 3, 3, 30. 36. Para la esencia del proceso, véase García Fernández, E.: 2001, 125-180. 37. Como síntesis sobre este hábito, veáse Melchor, E.: 1999, autor que ha seguido publicando interesantísimas aportaciones sobre la cuestión. 38. Andreu, J., González Soutelo, S., García-Entero, V., Jordán, Á. A., y Lasuén, Mª.: 2008, 239-247. 39. Gell. NA. 16, 13, 9. 40. Véase, al respecto, el clásico trabajo de Jacques, F.: 1984 o algunas contribuciones del recentísimo de Berrendonner, C., Cébeillac-Gervasoni, M., y Lamoine, L.: 2011.
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41. Un panorama general para esta época ha de seguirse en Hernández Guerra, L.: 2005. 42. Para la fortificación apresurada de Pompelo véanse los datos aportados por Unzu, M., y Velaza, J.: 2007, 171. 43. Ona, J. L., Paz, J. Á., Pérez Casas, J. Á., y De Sus, Mª L.: 1987. 44. Mezquíriz, Mª Á.: 2006, 152. 45. Con toda la bibliografía en Andreu, J., Peréx, Mª J., y Bienes, J. J.: 2011, 122. 46. El panorama ha sido muy bien descrito, para el caso del Aragón romano, por Paz, J. Á.: 1997 y 2002 y 2006, este último trabajo con atención especial al territorio de las actuales Cinco Villas de Aragón. 47. Andreu, J., Uribe, P., y Jordán, Á. A.: 2010, 138-140. 48. Véase, al respecto, Lostal, J.: 2009, 199-201. 49. Andreu, J., Uribe, P., y Jordán, Á. A.: 2010. 50. Auson. Epist. 26, 55.
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VUELVE LA VÍA DE LA PLATA: DE MILIARIOS Y DE NEOMILIARIOS Giacomo Gillani
Cuando el tiempo me lo permite y por circunstancias familiares y personales paso por la autovía de la Plata para volver de Andalucía a Castilla, no pierdo la ocasión de abandonar en algún punto la cómoda autovía para retomar la antigua nacional y detenerme en algún paraje extremeño para ver tramos de la vía, miliarios y otros restos de fábrica relacionados con la calzada. En uno de mis últimos recorridos, allá por finales de febrero de 2011, decidí como de costumbre abandonar la autovía para pasar por Baños de Montemayor y el puerto de Béjar, uno de los paisajes más encantadores del interior peninsular. Unos kilómetros antes de llegar a Baños, una visión fugaz fue captada por el rabillo del ojo: un miliario al lado de la nacional. Sorprendido, decidí detenerme: había pasado muchas veces por ahí y no tenía constancia de que existieran miliarios en ese sector de la vía. Cuando me acerqué al miliario, vi que era una réplica a escala 1: 1, por cierto muy bien hecha. Una placa conmemorativa en la basa rezaba: «Reproducción de miliario realizada por el Excmo. Ayuntamiento de Baños de Montemayor. Año 2010». Más adelante vi más, llegando a contar hasta 5 reproducciones, colocadas religiosamente cada 1,5 km a la vera de la calzada y marcando el punto miliario desde la milla 125 hasta la 129. Como se me echaba el tiempo encima, decidí retomar la visita a la vuelta y documentar gráficamente el peculiar amojonamiento. Precisamente en el viaje de vuelta fue cuando pude pararme a examinar y fotografiar con mayor detenimiento las réplicas. La inscripción miliaria de la milla CXXIX me resultó inmediatamente familiar: era la reproducción exacta del texto del miliario CXXXIIII del Corral del Chinato, cerca del puente de la Magdalena en Salamanca. Se trata del miliario salmantino más emblemático, perteneciente al emperador Caracalla, con un texto muy extenso y ciertas particularidades epigráficas que conocía bien: un error del lapidario en
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Neomiliario con milla CXXIX
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Calco del miliario de la milla CXXXIIII
Neomiliario con milla CXXVII
Calco del miliario de la milla CXXXIII
la cuarta línea que utiliza la abreviatura FEL en lugar de FIL(IVS), los signos de interpunción, todos puntos menos un guión colocado en la séptima línea entre DIVI y NEP, la presencia de PROCOS cerca de la milla, claramente un añadido posterior. Incluso llegué a la conclusión de que, para la réplica, se había empleado el calco que realicé para mi trabajo sobre los miliarios salmantinos. Algo análogo ocurrió con la milla CXXVII, ya que el texto que exhibe la reproducción está tomado del calco del miliario de Trajano de Los Linarejos (milla CXXIII), en el que no se conserva el comienzo de las dos primeras líneas, en la quinta línea aparece la abreviatura arcaizante MAXV en lugar de MAXI y sólo hay tres puntos de interpunción. De las otras tres inscripciones no llegué a descubrir de donde se habían tomado los modelos para reproducirlas; únicamente puedo decir que el texto reproducido en la inscripción de la milla 125 pertenece a Trajano, mientras que los textos de la milla 126 y 128 pertenecen a Adriano. La actuación del Ayuntamiento de Baños de Montemayor me hizo meditar, suscitándome sentimientos contrastados. ¿Qué opinar de esta intervención? Los tiempos en que Roldán recorrió el trazado de
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Milla 125: el pasado y el presente
la vía en un Jeep prestado por el Ejército parecen estar más que lejos, así como los años en los que se asistía a la rapiña de miliarios, llevándolos a lugares lejanos y ajenos a la vía, o en los que no se apreciaba lo que se tenía en casa. También veo lejanas las décadas de los ‘70 y de los ‘80, cuando por primera vez y de forma aislada Manuel Santonja desde el Museo de Salamanca se preocupaba por recuperar los miliarios salmantinos y colocarlos lo más cerca posible a su lugar de emplazamiento originario (por cierto, ahora la recolocación parece haberse transformado en una moda). Y de la misma manera está muy lejos el tiempo en que, a mitad de los ’90, me acerqué por primera vez a la vía y al estudio de su epigrafía miliaria, cuando muy pocos se preocupaban por la recuperación de la vía y de sus miliarios. Esta última y contradictoria década ha supuesto uno de los momentos de mayor crecimiento para nuestro país, pero al mismo tiempo ha generado una de las peores crisis de la cual no hemos aún salido. En estos años no se ha conseguido alcanzar el justo equilibrio entre una agresiva intervención humana en el territorio y dotar al país de infraestructuras modernas. Por el contrario, ha aumentado notablemente la sensibilidad hacia este tipo de patrimonio tan particular como las calzadas tanto del público (a veces correctamente bien
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informado, otras veces siguiendo simplemente la moda imperante) como de las administraciones públicas (regionales y locales), que han pasado de dar la espalda a vías y miliarios, a buscar afanosamente que una vía romana o un camino de peregrinación pase por el propio término municipal. No sabemos si es una moda pasajera dictada por un oportunista aprovechamiento turístico o si realmente en el fondo hay un real deseo de dar a conocer y proteger este tipo de patrimonio, a partir del cual luego efectivamente puede haber un aprovechamiento turístico. Como padecemos de cierta bisoña ingenuidad, nos creemos que las actuaciones están guiadas por buenas intenciones. Fuese como fuere, cabe dar las gracias al Ayuntamiento de Baños Montemayor por haber tenido una idea tan acertada y sobre todo por haber sabido plasmarla en unas reproducciones tan logradas. La idea de facilitar la visión instantánea de un documento original y de su réplica constituye el camino correcto para hacer entender al público como tenía que ser originalmente un miliario recién colocado. Por otro lado, haberse documentado bien a la hora de reproducir los miliarios ha producido, a nuestro entender, un resultado mucho mejor del que se puede apreciar en el paso de la Autovía en puerto de Béjar.
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Sería deseable que una idea tan bien concebida se extendiera también a otros sectores de la vía. En particular, en zonas con trazado seguro pero desprovistas de miliarios, o en zonas con miliarios que están en un estado de conservación pésimo y poco protegidos. Es el caso de miliarios que siguen estando a la vera de la vía o que se han recolocado recientemente; al respecto sería oportuno reflexionar sobre la oportunidad de realizar réplicas de tan buena calidad como las de Baños de Montemayor que sustituyeran a los documentos originales, que mejor estarían en un Museo donde se podrían restaurar y conservar mejor. La conservación de estos importantes testigos, que tanta información aportan a la cronología de las vías romanas, es fundamental, pues los agentes atmosféricos los castigan duramente y el pillaje y el vandalismo pueden dejarnos sin ellos. Hay que evitar lo ocurrido con el miliario IV, que hasta hace pocos años yacía tumbado cerca de la finca «El Mármol», a la salida de Mérida: en la actualidad se desconoce su paradero.
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EL HÁBITAT DISPERSO Y LA RED DE CAMINOS EN EL VALLE DEL JILOCA Pilar Edo Hernández y Emilio Benedicto Gimeno
Ubicado entre las provincias de Teruel y Zaragoza, el valle del Jiloca discurre en sentido SE-NO, entre las ramas Castellana y Aragonesa de la Cordillera Ibérica. Por su situación geográfica y su disposición es una zona abierta para el trayecto de antiguos caminos que comunicaban el valle del Ebro con el Levante peninsular y la Meseta, siendo una zona de paso y comunicación fundamental desde la antigüedad. El valle del Jiloca aparece surcado por un entramado de vías de comunicación en el que se encuentran imbricadas la actual red de carreteras, viejos caminos reales, vías pecuarias, líneas de ferrocarril y antiguas vías romanas por lo que, en ocasiones y debido al propio carácter dinámico y cambiante de los trazados a lo largo del tiempo, es difícil discernir e individualizar los trazados antiguos, superpuestos y solapados con los actuales. Tal es el caso de la Autovía Mudéjar (A-23) cuyo diseño discurre en parte por el de la antigua vía romana de Laminio a Caesaraugusta. La red de caminos es uno de los elementos que más incidencia tienen en la ordenación del territorio y, por ende, en el hábitat, así como en la configuración del paisaje, del que forman parte. Es por ello que su investigación puede aportar interesantes datos sobre la organización social del espacio, así como contribuir a explicar el dinamismo y adaptación de la red viaria a las circunstancias históricas que, en último término, han condicionado su trazado. Junto a los caminos tradicionales se fundaron ciudades, pueblos, alquerías, masadas y ventas. Este hábitat rural es uno de los componentes del paisaje agrario que más perdura a lo largo del tiempo, si bien las estructuras agrarias o los cultivos cambian notablemente debido a factores de diversa índole (sociales, económicos y hasta culturales), llegando a desaparecer sus restos o rastros de forma casi definitiva, las formas de hábitat, sus restos constructivos, subsisten largo tiempo, siendo posible rastrear sus restos a través de la arqueología o la historia.
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FIG 1. Mapa de localización del valle del Jiloca
La estrecha relación entre la red de caminos y el poblamiento, fue una de las motivaciones para que, desde el Centro de Estudios del Jiloca, se planteara en el año 2010 un estudio en profundidad del hábitat disperso en la zona del Jiloca relacionándolo con las vías de comunicación. Uno de los principales objetivos era comprobar si seguía las mismas pautas que encontramos en otras zonas, como el sur de Aragón (zonas de Gúdar o Maestrazgo que tradicionalmente se han vinculado con este tipo de hábitat), o respondía a estructuras económicas y sociales diferentes. También se marcó como objetivo comprobar el estado de conservación de los elementos y plantear algún tipo de intervención o medida preventiva que permitiera su conservación o puesta en valor futura.
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Para la elaboración de este proyecto contamos con la ayuda financiera del Gobierno de Aragón y la Dirección General de Patrimonio Cultural, que nos encargó el estudio para incorporarlo a la Base de Datos del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA).
EL POBLAMIENTO DISPERSO EN EL VALLE DEL JILOCA Durante 4 meses se realizó un exhaustivo trabajo de campo para identificar las viviendas, georeferenciarlas en mapas digitales, obtener abundante material gráfico, levantar pequeños planos y describir sus principales estancias. También se analizaron los datos obtenidos para comprobar si los conjuntos pertenecían a alguna tipología determinada y averiguar sus principales actividades y funcionalidades. El inventario final recoge 155 elementos, de los cuales 101 son masadas, 35 ventas, 11 torres y 8 caseríos. El vocablo masada, masía, mas, procede del mansus latino (mansión o morada), y se identifica con una «casa de campo aislada», frecuentemente alejada del núcleo de población, ubicada predominantemente en zonas mal comunicadas o relativamente aisladas de los núcleos urbanos o de concentración de población. En el bajo Jiloca fundamentalmente, estas construcciones aisladas ubicadas en la zona del valle son denominadas «torres», con origen etimológico en el turris de procedencia también latina (casa elevada, castillo, palacio), y con características diferenciadas respecto a una masada, tanto en lo estructural como en lo funcional. Otra tipología es la venta, voz que viene del latín vendita, forma del participio pasado de vendere, y que alude al carácter de alojamiento y prestación de servicios de estas construcciones a cambio de dinero o especies. La conjunción de las masadas y antiguas ventas, a veces con dos o más construcciones diseminadas (en todo caso siempre un número reducido de éstas) localizadas próximas unas de otras, daban lugar a la aparición de una nueva entidad de hábitat, como es el caserío. Muchos de los caseríos de esta zona aparecen ligados a la existencia de un poblamiento antiguo que en algún momento de su vida pasó a incorporarse a otro término cercano (Las Granjas en Cella, Mierla en Ojos Negros, Villacadima en Monreal, Casas del Navajo Blanco en Used, Venta del puerto de San Martín en Villarreal de Huerva, etc.), y casi todos aparecen relacionados con antiguas vías de comunicación, aunque algunas de ellas se encuentran desplazadas en la actualidad por los consabidos cambios en los trazados. Algunas conclusiones del estudio, sobre todo las relacionadas con la funcionalidad, no se alejaban de las que se podían obtener en otras comarcas aragonesas. Las masadas, torres, ventas y caseríos del Jiloca son conjuntos o complejos formados por una vivienda
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FIG 2. Las ventas ligadas a caminos antiguos fueron reconvertidas en masadas con los cambios de trazado. Venta-masada Afín (Villalba de los Morales) FIG 3. Mapa con los elementos de hábitat disperso localizados a lo largo del valle del Jiloca
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(casa para habitación) y una serie de anexos o dependencias. Todas están relacionadas con los modos de explotación del territorio y el abastecimiento de los recursos cercanos (pozos, aljibes, hornos de pan cocer, palomares, abejares, graneros, bodegas,...). La importancia de unos elementos u otros viene determinada por la actividad predominante en cada caso, dándose tipos o especializaciones cerealistas, ganaderos o mixtos, todo ello concebido como una unidad de producción o explotación agropecuaria de tipo familiar. Al igual que en el resto del sur de Aragón, la importancia de estas construcciones viene determinada no sólo por su carácter patrimonial o arquitectónico, sino por ser reflejo de un sistema de explotación y unos modos de vida de carácter rural complejos y hoy desaparecidos, que tradicionalmente tenían como finalidad la subsistencia de un grupo familiar basada en el policultivo y la ganadería. Ahora bien, las diferencias con otras comarcas también son sustanciales. La principal se identificaría con el papel de estas construcciones en el control del término municipal y en el «relativo aislamiento» respecto al poblado principal. A diferencia de lo que encontramos en otros lugares, gran parte de las masadas del Jiloca se localizan en las vías de comunicación más concurridas y, muchas de ellas, apenas están alejadas de los cascos urbanos principales. Unos 30-45 minutos andando desde el pueblo resulta una distancia relativamente corta para lo que era habitual en otras zonas de la geografía turolense. Además, muchas de ellas compaginaban las funciones agropecuarias propias de las masadas tradicionales con otras actividades, posiblemente complementarias, destinadas a proporcionar servicios, alimentos y alojamientos a los viajeros que pasaban por las proximidades. Algunas masadas ubicadas junto a las principales vías de comunicación se comportaban como auténticas ventas, y viceversa. Las típicas ventas destinadas al alojamiento de viajeros también tenían como anexos productivos parideras para el ganado y graneros donde almacenar el cereal obtenido en los campos cercanos. Todo ello nos llevó a plantearnos que realmente la interrelación entre estas construcciones, el medio en el que se hallaban y las vías de comunicación había sido una constante a lo largo de la historia en el territorio del valle del Jiloca.
Así pues, los elementos naturales, pese a que impusieron sus condiciones, no fueron determinantes a la hora de establecer las redes de comunicación. Siguiendo al estudioso MADRAZO podemos apuntar que en la definición de los trazados tuvo un mayor peso tanto la herencia de épocas anteriores (factores históricos), como la manera en que se produjo la conquista y se fijaron las fronteras entre reinos. La romanización de la Celtiberia exigió el diseño y construcción de grandes vías de comunicación que surcaron el valle del Jiloca. El trazado de las vías en la zona del Jiloca responde a la idea romana de explotación y administración del territorio. Así, en época de Augusto, gran parte del valle del Jiloca quedó incluido en el distrito del Convento jurídico Caesaraugustano, cuya capital era un importante nudo de comunicaciones, y comenzó a surgir la estructura de las principales vías, que serán las que dominen a lo largo de la historia. Es posible que los romanos se beneficiaran de las rutas de comunicación que existían desde época protohistórica (que aprovechaban los pasos naturales y servían para intercambiar productos, mover sus ganados o comunicarse) y seguramente se dedicaron a ampliar y pavimentar parte de éstas, haciéndolas aptas para carruajes al tiempo que se construían puentes para sustituir vados. Pero, al mismo tiempo, dieron preferencia a las rutas que respondían a sus propias
FIG 4. Mapa vías romanas de Aragón y territorio del Jiloca.
LAS VÍAS EN LA ANTIGÜEDAD El valle del Jiloca no destaca por poseer sierras abruptas ni grandes compartimentaciones en su orografía, pese a su elevada altitud media (en torno a los 900 m) y a estar situado en plena Cordillera Ibérica, podemos afirmar que se encuentra en una de las zonas mejor comunicadas desde la antigüedad, sirviendo de enlace entre el valle del Ebro, la Meseta y el Levante peninsular.
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necesidades militares y económicas: por eso establecieron grandes vías principales completadas con un entramado transversal adaptado a las necesidades económicas de conectar con las minas, mercados y centros de producción (caminos secundarios). Junto a estas vías aparecieron nuevas ciudades (como La Caridad en Caminreal), villas y mansiones, funcionando éstas últimas como ventas donde se alojarían los viajeros. Una de las principales vías antiguas enlazaba Caesaraugusta y Laminio (el valle del Ebro y el interior peninsular), con bifurcaciones hacia Saguntum (enlazando con la Vía Augusta). Es la Vía número 31 del Itinerario de Antonino, cuyo trazado resulta bastante polémico debido a la inseguridad en la ubicación de Laminio (quizá Sotúelamos, Ciudad Real) y a la imposibilidad de recorrer el camino hasta Caesaraugusta en las millas consignadas. En esta vía se localizan algunas mansiones que podían estar situadas en el valle del Jiloca o proximidades: Urbiaca, Albonica, Agiria, Carae o Sermonae, y cuya ubicación podría coincidir con la de algunas de las ventas que perduraron incluso hasta el siglo XX en torno a las vías principales. También la ciudad de Leonica (citada más tarde en el itinerario de Abderramán en las proximidades de Calamocha), es nombrada en la vía de Caesaraugusta a Saguntum y parece que se correspondería con el asentamiento de San Esteban, en El Poyo del Cid.
NUEVOS CAMINOS Y CAMBIOS DE TRAZADO El itinerario de la antigua vía romana, que discurría en principio por la margen izquierda del Jiloca, viniendo desde Laminio por la sierra de Albarracín y uniendo Cella, Santa Eulalia, Alba, Villafranca, Monreal del Campo, Torrijo del Campo, La Caridad de Caminreal y El Poyo del Cid, se desplazó en fecha indeterminada a la margen derecha del río, apareciendo nuevos poblados y ventas en Villarquemado, Torrelacárcel, Torremocha, Caminreal o Calamocha. Este primitivo Camino Real sirvió para comunicar núcleos urbanos que, en su mayor parte, permanecieron en la Edad Media (con pequeños desplazamientos buscando a veces una mejora del trazado, la proximidad a otros núcleos de población más pujantes o simplemente una mayor comodidad de los viajeros), e incluso hasta nuestros días, de manera que desde entonces hubo una relación muy estrecha entre el proceso de urbanización y el trazado de los caminos. A partir de finales de la Edad Media se consolida otra importante comunicación en el valle de Jiloca, el Camino Real entre Zaragoza, Toledo y Madrid, atravesando la actual comarca de Daroca íntegramente de E a O. Era conocido como el Camino Real a Madrid. Entre Zaragoza y Mainar seguía el mismo itinerario que el anterior camino real, pero al llegar al puente de la Almada se desviaba hasta Daroca para, desde allí,
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FIG 5.3. Regna Hispaniarum atque Portugalliae, por Gerardum Vale. Año 1704. Recoge uno de los itinerarios más comunes en la Edad Media para ascender por el valle del Jiloca, aunque actualmente sea desconocido. A la altura de Monreal del Campo el camino abandona el valle del Jiloca y se dirige hacia la ciudad de Albarracín por Almohaja y Monterde. Posiblemente esta ruta coincida con la antigua vía romana de Laminio a Caesaraugusta, retomada en el siglo X por los musulmanes.
ascender a la cuenca de Gallocanta y encaminarse hacia Embid. Algunas vías secundarias unían estos dos Caminos Reales tradicionales en diferentes puntos, como el camino a Madrid por Mierla y Blancas o la variante desde Fuentes Claras hacia el campo de Bello. Más adelante, a estos caminos principales se unirían otras vías como fueron el camino entre Daroca y Calatayud, una vía que asciende el valle del Jiloca desde Bilbilis y que era conocida desde la antigüedad (sigue íntegramente la ruta marcada por el río, exceptuando el puerto de Villafeliche, con pocas variaciones a lo largo del tiempo y se corresponde básicamente con la actual N-234). También se incorporó el trazado entre Madrid y Barcelona por Tarragona. Este nuevo camino Madrid-Bar-
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celona empezó a utilizarse en el siglo XVIII y podemos distinguir dos tramos seccionados por el río Jiloca: al E, de Madrid hasta nuestro valle, ha experimentado grandes cambios, y al O se ha mantenido bastante estable, correspondiéndose en gran parte con la N-211, sobre todo desde Caminreal hacia el Bajo Aragón. En todos estos caminos tradicionales encontramos numerosas edificaciones y viviendas habitadas hasta hace varias décadas y actualmente abandonadas. Algunas de ellas, como la venta del puerto de Balconchán o la venta del puerto de San Martín en Villarreal de Huerva tienen unos orígenes muy antiguos, apareciendo citadas en las guías de viajeros del siglo XVIII. Otras son más recientes, cubriendo alguna necesidad puntual en los tramos de los caminos o, lo más habitual, aprovechando las nuevas expectativas de negocio que generan las reformas y desvíos en los viejos caminos. El Camino Real a Madrid sufrió diversas variaciones, provocando auténticos cataclismos en las ventas que lo jalonaban, obligando a reconvertir algunas en masadas agropecuarias y a desplazar otras. En el término de Used encontramos tres variaciones diferentes, que se corresponden a usos sucesivos. En la partida de los Cabezuelos se bifurcaban los caminos que iban a Madrid por Embid y el camino de Molina de Aragón por Layunta, atravesando el Caserío del Coscojar. Des-
FIG 5.1. Mapa de la cuenca del Jiloca con los principales itinerarios y vías de comunicación
FIG 5. Descripción del Camino Real pasando por las ciudades de Calatayud y Daroca, junto con sus respectivos partidos. Año 1738
FIG 6. Venta del puerto de Balconchán, en el antiguo camino Real a Madrid. Al fondo el castillo de Santed y la cuenca de Gallocanta.
FIG 5.2. Viaje de Cosme de Médicis. Daroca. (1668-1669)
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FIG 7. Las Ventas, en Monreal del Campo, junto al antiguo Camino Real a Valencia. En el complejo se localiza la ermita de San Gregorio, del siglo XIX
FIG 8. Venta baja de Lechago, en la variación del camino Real del Pancrudo
FIG 9. Caserío del Navajo Blanco (Used), en el camino Real a Madrid y junto al navajo o balsa que le da nombre
FIG 10. Venta de abajo (Pozuel del Campo), en el camino Madrid-Barcelona por Tarragona, usado a partir del siglo XVIII
de la localidad de Used el itinerario descendía por el puerto de Balconchán, hasta quedar arrinconado a finales del siglo XIX tras la construcción de un nuevo ascenso directo a Santed, tal y como discurre en la actualidad. A partir de Daroca este camino se ha mantenido relativamente estable gracias a la N-330 que, arreglada y asfaltada a comienzos del siglo XX, se convirtió en la principal carretera del valle del Jiloca durante toda la centuria. Una transformación parecida la encontramos en algunos tramos del Camino Real que enlazaba Zaragoza y Valencia, abandonados a finales del siglo XIX en detrimento de la nueva carretera nacional SaguntoBurgos por Daroca. Son ejemplos muy conocidos el desvío por Encinacorba, el itinerario que atravesaba el Campo de Romanos (recuperada actualmente por la Autovía Mudéjar ) o la bifurcación que atravesaba la Virgen del Molino de Santa Eulalia y la propia localidad de Villarquemado por su sector occidental. Tras el
alejamiento de la carretera y de los viajeros, algunas de las ventas fueron reconvertidas en masadas. Lo interesante de los desplazamientos de los itinerarios, que se han producido con bastante frecuencia a lo largo de la historia, es que provocaron, en un primer momento, el relativo aislamiento de antiguas ventas y mansiones, que quedaron desplazadas del lugar de paso de los viajeros, obligándoles a diversificar su economía con una apuesta mayor por las actividades agropecuarias. En contraposición, aparecen otros ejemplos de hábitat disperso en los nuevos itinerarios: algunas masadas cercanas al nuevo trazado viario no dudarían en destinar algunas habitaciones a los viajeros si podían obtener unas rentas complementarias. Los desplazamientos de las principales vías de comunicación no causaron la instantánea desaparición de las antiguas ventas, pues la diversificación de la economía les otorgaba la posibilidad de sobrevivir. Los límites entre masada y venta, sobre todo en el caso
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de los caseríos, siempre estuvieron difusos, pues una masada bien comunicada podía alojar viajeros (reservando algunas habitaciones para este uso), mientras que una venta alternaba con facilidad el servicio a los viajeros y otras actividades agropecuarias. Las ventas, además de grandes cuadras para las caballerías y cocheras o porches para carruajes y vehículos, también tenían parideras para ganado lanar y graneros de cereal. Frecuentemente, la diversificación afectaba a todos los miembros familiares: mientras las mujeres se ocupaban de los viajeros y transeúntes, los hombres trabajaban las tierras o cuidaban los rebaños ovinos. Esta falta de profesionalización de las ventas, muy vinculada a su doble o triple dedicación (viajeros, ganados y agricultura), fue descrita frecuentemente por los viajeros a lo largo de la historia, que destacaban su falta de higiene y decencia, llegando a comentar que no había ninguna en estos Caminos Reales del Jiloca que mereciera llamarse de tal modo.
FIG 11. Venta de Mierla (Ojos Negros). El nivel de deterioro de algunos elementos se está acelerando en los últimos años, con la ruina progresiva de buena parte de las edificaciones
ESTADO DE CONSERVACIÓN. SITUACIÓN ACTUAL Y PERSPECTIVAS DE FUTURO Por lo general el estado de conservación de la mayor parte de los elementos inventariados es regular o malo, la práctica totalidad de las edificaciones presentan graves problemas estructurales y corren el riesgo de arruinarse en los próximos años. La continua mutación entre masada y venta, o viceversa, dejó de ser rentable en el segundo tercio del siglo XX. La historia de este ocaso y destrucción se inicia con un proceso de dejadez generalizado que sufrieron las construcciones a partir de la posguerra, con el inicio de la mecanización del campo y de los transportes, y los cambios acaecidos a nivel socioeconómico (modificación y reconversión de los sistemas de explotación adoptando métodos más modernos, capitalización de los excedentes agrícolas y ganaderos,...). Esto provocó que ya no tuviera sentido vivir fuera del pueblo, cuando se dispone de una maquinaria que permite llegar a las tierras de la masada en pocos minutos. Tampoco tenían mucho sentido unas ventas alejadas del núcleo urbano cuando los nuevos vehículos a motor permitían rápidos desplazamientos. Así, fueron abandonándose como lugar de hábitat permanente e incluso estacional, determinando que la falta de uso de las instalaciones, ligada a la consiguiente falta de mantenimiento o arreglo, llevara a la ruina progresiva de la construcción. La velocidad a la que se deterioran estos elementos resulta escandalosamente vertiginosa, ya que ha habido casos de documentarse a través de fotografías cómo en el escaso espacio de cuatro o cinco años, construcciones en aparente buen estado se han venido completamente abajo. La situación actual en la que se encuentran buena parte de las masadas y ventas del Jiloca es de un abandono total y de ruina acelerada, y una posible so-
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FIG 12. Venta de Rivera (Calamocha). Pese a localizarse junto a carreteras nacionales muy transitadas hasta hace poco tiempo, la mayoría de las ventas fueron abandonadas completamente hace décadas.
FIG 13. Pintada en el exterior de una de las ventas junto a la N-234
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lución es la adoptada en algunos lugares de recuperar los edificios para su uso turístico o de servicios. Estas construcciones no sólo podrían constituir una alternativa a la vivienda familiar aislada de nueva planta, sino que también, por sus características arquitectónicas, en relación a la superficie edificada, ofrecerían la posibilidad de ser utilizada como alojamiento turístico o sede de prestación de actividades o servicios en el medio rural. BIBLIOGRAFÍA BADENAS, R. (2003): Las masías de Rubielos de Mora: cómo eran y cómo se vivía en ellas mitad del siglo XX. Rubielos de Mora, Ayuntamiento. CARRETALO SANCO, J.A. (2003): Monroyo, el hábitat disperso: (las masías). Monroyo, Asociación Cultural Sucarrats. DAUMAS, M. (1968): «Pardinas et Masias dans le Haut Aragón oriental», en Actas del Quinto Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos, Vol. 3, p. 105-118 IBAÑEZ GONZALEZ, E.J. y CASABONA SEBASTIAN, J.F. (1990): «La arquitectura de las masías en Mora de Rubielos (Teruel)”, en Arquitectura popular en España, 1990, p. 499-512. IBAÑEZ GONZALEZ, J. (1998): «El origen de las masías y del paisaje bajomedieval en las Serranías turolenses: El caso de Mora de Rubielos», en Arqueología espacial, nº 19-20, p. 479-502 MADRAZO, SANTOS (1984) El sistema de transportes en España, 1750-1850, Vol 1. La red viaria y Vol. 2. El tráfico y los servicios, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y puertos, Ediciones Turner, Madrid. MAGALLÓN BOTAYA, M.A. (1987), La red viaria romana en Aragón, DGA, Zaragoza, pp. 173 y ss. PLANA MEDIENTA, E. (2004): «La estructura familiar de las masías en la Tierra de las Bailías (siglo XVIII)», en Kalathos: Revista del seminario de arqueología y etnología turolense, n. 22-23, 2003 2004, p. 381-398 RUBIO TERRADO, P. (1989): La masías de Mora de Rubielos: demografía y poblamiento. Teruel, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. RUIZ BUDRÍA, E. (1990): Hábitat disperso y explotación del territorio: las masías de Mora de Rubielos. Teruel, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. TORRICO, R. (2009): «Espacio interpretativo de las masías de Ejulve», en Natural de Aragón: revista trimestral del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, n. 35, p. 14-15
FIG 14. La torre del Barón (Paracuellos de JIloca) parece que perteneció al barón de Warsage, se localiza en plena vega del bajo Jiloca, muy cerca de la carretera a Calatayud, y es un ejemplo espectacular de construcción de mediados del siglo XIX. Conserva restos de pinturas de temática religiosa en una de las salas del interior, así como rejerías y forja de bella factura.
FIG 15. Venta de Santiago (Santa Eulalia del Campo). Citada como venta a mediados del siglo XIX, se localiza cerca del Camino Real a Valencia, y junto a la actual N-330
FIG 16. Venta de los Soleres o de la Solera (Manchones). Localizada en el camino de Daroca a Calatayud (actual carretera N-234)
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DE EL BONILLO A MURCIA Y «DE NORTE A SUR: LLAMADO CAMINO DE LA CALZADA». UNA SOLUCIÓN AL ITINERARIO ANTONINO 31. FUENTES.
Ángel Plaza Simón
Por motivos de espacio editorial el presente artículo se ha dividido en dos entregas. La exploración in situ y la bibliografía se publicarán en la segunda parte.
Fig. 1. Propuesta de trazado del inicio del Itinerario Antonino A-31. © IGN- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
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Muy pocas oportunidades se presentan —ya en pleno siglo XXI— para poder caracterizar posibles caminos romanos desconocidos, con muy magros y dispersos testimonios de la más variada índole. Pero menos veces aún se nos brinda la ocasión de identificar, sobre el terreno, la parte más oscura de algunos de los itinerarios más buscados, desde hace siglos, por toda la Hispania romana: el entramado caminero que se sugiere en el inicio del A-31 de Antonino, según la nomenclatura de Saavedra (SAAVEDRA, 1862: 77). Por este motivo presentamos y desarrollamos la hipótesis viaria sintetizada en la figura 1. Y aunque ya avancemos cuestiones cruciales para su detección, somos conscientes de que falta un ajuste pleno, a nuestro gusto, de los trazados y, lo más importante, falta explorarlos in situ desde El Bonillo hasta su pedanía de Sotuélamos y desde dicho municipio hasta el nacimiento del río Pinilla.
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Esta verosímil detección ha resultado ser el efecto colateral de una investigación cuyo primer objetivo era dar a conocer el denominado camino [real] de El Bonillo a Murcia y que, de igual manera, trataba de analizar su posible vinculación con una calzada romana catalogada en 1928. Esta arteria se ha revelado como un elemento fundamental que clarifica sustancialmente la resolución de la problemática viaria antigua de la zona. Sabrá de qué estamos hablando quien haya tratado de resolver un puzzle de numerosas piezas, muchas de ellas perdidas, otras metidas en cajones equivocados y, la mayoría, diseminadas por los sitios más insospechados. Para colmo, tal rompecabezas resulta representar una imagen con un cielo despejado y unas aguas tranquilas, de un tono demoníacamente idéntico.
¿Qué lógica caminera puede subyacer a la existencia de una comunicación tan privilegiada entre ambas poblaciones? Casi ninguna, hoy en día; y sólo relativa, en épocas contemporáneas. Concretamente a partir de la división administrativa de 1833, materializada bajo los auspicios de Francisco Javier de Burgos y que incluyó este TM (y toda su provincia) en la región de Murcia. Dicho encuadre duró 145 años, casi exactamente, hasta 1978, momento en que se creó, al amparo de la vigente Constitución, un ente preautonómico en Castilla— La Mancha que ya incluía la provincia de Albacete. A pesar de lo dicho, éste del que tratamos no es un camino actual ya que, el hecho de trazar una vía «directa» entre El Bonillo y Murcia, parece más congruente cuanto más se profundiza en el pasado.
1. EL CAMINO DE EL BONILLO A MURCIA. CONSIDERACIONES PREVIAS
1.1. FUENTES MODERNAS
Por la disparidad existente entre las poblaciones que proclama unir, este camino (fig. 2) ya tendría que ser sospechoso de «lesa antigüedad» o, como mínimo, un PICAPTAR (ARIAS, 1990b: 10). De hecho, el propio Gonzalo Arias puso en alerta sobre él como una de las posibles vías de la Cartaginense: «merece atención el ‘Camino de El Bonillo a Murcia’, cuya continuación después de cruzar el ‘Camino de Aníbal’ no veo clara. Quizá por Venta de Segovia, La Rambla (IG 789), San Pedro, Pozuelo, Peñas de San Pedro (Castillo importante, Madoz), ‘Cº Real de Hellín’ (IG 816) hasta empalmar en Tobarra con la C1»1. No obstante, éste no es uno de aquellos peculiares caminos desde la población A hasta la población B que, al final, resulta no alcanzar ninguno de los extremos indicados2: haciendo honor a su nombre se puede viajar por él, efectivamente, desde El Bonillo a Murcia.
Tanto el Reportorio (VILLUGA, 1546) como el Compendio y Memorial (MENESES, 1568), recogen un itinerario de Alicante a Ciudad Real (o Villuga 52) que desde la ciudad mediterránea, por Chinchilla (Saltigi), Venta de San Pedro, Venta del Alcaide3, Casas de Martín de Cantos4 y Lezuza (Libisosa), atraviesa El Bonillo. Desde allí, por La Hoz-Ossa de Montiel o, con muchísima mayor dificultad5, Lagos en La Mesa del Almendral (PLAZA, 2010: 56-60)—, Pozo de la Calera (hoy La Calera) y La Solana, discurre hasta la capital manchega (fig. 3). No hay problema para identificar en tal itinerario, antes de El Bonillo, la presencia de la conocida ruta de los Vasos de Vicarello en su tramo albaceteño (SILLIERES, 1977) (ÑACLE & VELASCO, 1993 y 2001: passim) (SÁNCHEZ SÁNCHEZ, 2008). Al pasar dicha población, tampoco es complicado detectar el uso de la calzada romana entre El Bonillo y las Lagunas de Ruidera (por San Felices, Rochafrida y Lagos), descubierta ya en 1932 en el tramo Ossa-San
Fig. 2. El camino de El Bonillo a Murcia en cartografía de 1889. © IGN- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
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Fig. 3. Itinerario de Alicante para Ciudad Real en la edición de 1605 del Repertorio de Meneses, conservada en la Biblioteca Estatal de Baviera. © Foto y elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
Felices, por el Molino de Tobar (SANZ, 1997: 253). Y es casi seguro que esta ruta sea la misma —o muy similar— descrita por Al-Idrīsī en el siglo XII: «de Chinchilla a Balazote (Balāt Sūf ) hay dos etapas, de Balazote a Iqlīŷ hay dos etapas» (AL-IDRĪSĪ & MIZAL, 1989: 92). Ese Iqlīŷ es el Castillo de San Felices o de Rochafrida como muy bien ha puntualizado, a nuestro juicio, Franco Sánchez (FRANCO SÁNCHEZ, 1995: 249250) aunque Pretel plantea una mínima duda (PRETEL, 2007: 168) 6. Del primer camino —ruta de los Vasos de Vicarello— se habla extensamente en este artículo. El segundo —calzada de El Bonillo a las Lagunas—, lo estudiaremos en futuros trabajos y extenderemos su trazado hasta Munera7. Por ahora nos quedamos con la idea de que una conexión lógica entre ambas vías, de nítido uso en época romana, puede ser este camino de El Bonillo a Murcia que analizamos y, por tanto, formar parte del Villuga 52. Ahora bien, tampoco Villuga —ni Meneses copiándolo con salvaje abandono— aportaban novedades «descubriendo» esta ruta, ni con ellos se agotan todas las fuentes de conocimiento, al respecto, en los albores de la Edad Moderna. Colón, o sus informadores, ya afirmaban que Lezuza «tiene fortaleza de tiempo antiguo vieja a un tiro de vallesta del lugar (...) e fasta el bonyllo ay tres leguas de tierra doblada e de montes e de enzinares e Robledales» (COLÓN, 1517-1523: tomo II, 131). Y, describiéndolo en sentido contrario, se decía que desde El Bonillo a Lezuza, «ay tres leguas
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de cerros e valles e savinares e tierras de labranças» (ob. cit.: 143). Quizá no se imaginaba don Hernando cuánto «de tiempo antigua vieja» era la fortaleza, cuyo origen es árabe —aunque construida sobre edificaciones romanas— y fue abandonada, el 11 de agosto de 1411, por estar edificada en «logar doliente e non defendedero», en beneficio del actual emplazamiento de la villa, «logar mas sano e mas fuerte» (PRETEL, 1978: 72) (MUNERA, 2001). No hay dificultad para reconocer, en ese tramo Lezuza— El Bonillo, nuestro camino de El Bonillo a Murcia. Lo que sí hemos de advertir es que la distancia entre esas poblaciones, por el trayecto sugerido, resulta ser ligeramente mayor a esas tres leguas8 señaladas en el quinientos: poco más o menos, 21 kilómetros... Esto es, unas tres leguas «y pico». Sin echar mano de otras rutas o explicaciones alternativas, se puede justificar esa discrepancia, pues en todas las fuentes del XVI al uso (Colón, Villuga, Meneses, Relaciones, etc.), se aprecia que las distancias entre poblaciones suelen estar redondeadas. Más importante y clarificador será ese «poco más o menos, 21 kilómetros», cuando adoptemos otras referencias metrológicas, en la exploración in situ.
1.2. FUENTES MEDIEVALES Y ANTIGUAS Profundizando más en el tiempo, en época andalusí, al-Gadr o al-Gudur (Las Lagunas) era el último lugar (o primero, según se mire) de la cora (kūra) o provincia de Jaén (Ŷayyān) (VALLVÉ, 1969, 1972 y 1986: passim) (PRETEL, 2007 y 2008: passim). Por su parte, Balazote (Balāt Sūf o Balāf as-Sūf ) era el primero (o último, claro) de la cora de Teodomiro (kūrat Tudmīr) (825-1031), llamada así tras la integración definitiva en Al-Ándalus, durante el emirato y el califato, del territorio semi-independiente más extenso que quedó en el interior de la península Ibérica tras la invasión musulmana: el reino (o principado) de Teodomiro (713-825) (ob. cit.). Este principado fue creado en virtud del pacto de abril de 713 (fig. 4) entre el dux Teodomiro (o rey Theudimero I) y el primer emir de Al-Ándalus ‘Abd- al- ‘Aziz ibn Musa ibn Nusair (ob. cit.). Los lugares mencionados, al-Gudur y Balāt Sūf, eran absolutamente contiguos y quedaron consignados en las fuentes de época califal: en 935, al paso de Abderrahman III en su expedición contra Zaragoza y los rebeldes tuyibíes, y en 1172, en los movimientos bélicos durante la reconquista (ob. cit.). En tal fecha, el califa almohade Abū Ya’qūb Yūsuf bin ‘Abd al-mu’min al-Mansur, o Yūsuf I, (*1135-†1184) recuperó para el Islam el castillo de Alcaraz después de que el aliado de Castilla, Muhammad ibn ‘Abd Alláh ibn Sa’d ibn Mardanis, el Rey Lobo o Lope9 (*1124-†1172), lo hubiese entregado a los cristianos en 1169 (ob. cit.). Para ampliar el conocimiento sobre la cora de Teodomiro, además de las obras citadas, recomendamos el trabajo de Sonia Gutiérrez (GUTIÉRREZ LLORET, 1997). Así mismo, léanse los análisis de Pretel acerca
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vamente, es la misma zona que se conoció como agro Laminitano en el Alto Imperio, corrigiendo totalmente la muy consolidada —pero errónea— pretensión de extender tal denominación a todo el Campo de Montiel, por las provincias de Albacete y Ciudad Real.
Fig. 4. Ciudades acogidas al Pacto de Teodomiro. © Wikipedia, dominio público.
Fig. 5. La Nava Redonda, del complejo lagunar de Navalcudia. © Foto: Ángel Plaza Simón.
de los abundantes movimientos de tropas cristianas y musulmanas por la zona, en los siglos XII y XIII, y las frecuentes alternativas en el control de algunas de sus plazas (PRETEL, 2007 y 2008). Las cuestiones referidas a la identificación de alGudur, el encuadre administrativo de la zona en época andalusí y su articulación caminera, las estamos abordando, con detenimiento, en otro estudio en preparación (PLAZA, inédito). Es preciso avanzar ahora, con los matices que allí se expondrán, que aceptamos [y añadiremos evidencia a] la identificación que ofrecen autores como Gregorio Planchuelo o Fuensanta Casado, desde el estudio hidrológico y geográfico (PLANCHUELO, 1954: 68-85) (CASADO, 1984: 9496), Rubí Sanz o Blanca Gamo, desde la metodología arqueológica (SANZ, 1997: 76 y 2002: 352) (GAMO, 1999: 51-52), y Aurelio Pretel, desde el análisis histórico (PRETEL, 2001, 2004: 234 y 2008: passim). Indudablemente, las lagunas en que nace el río Guadiana, referidas en los textos árabes, no pueden ser las hoy llamadas de Ruidera. Hemos encontrado indicios de la presencia del topónimo al-Gudur a lo largo de un territorio donde hay, al menos, tres sistemas lagunares diferentes: Lagunas de Ruidera, complejo lagunar de Navalcudia (fig. 5) y Ojos de Villaverde. Creemos, pues, que el plural arábigo hace referencia a todos ellos y, también, que este distrito de al-Gudur, exclusi-
No obstante, para continuar nuestro análisis actual, es necesario resaltar algo que no ofrece duda ni plantea discusión alguna: la consignación de Balazote como puerta de entrada/salida a Tudmīr (VALLVÉ, 1969, 1972 y 1986: passim) (PRETEL, 2007 y 2008: passim). Por ello, en cualquier momento entre 713 y 1213, fecha en que es conquistada definitivamente la zona tras no pocas intentonas y movimientos previos, (PRETEL, 2007 y 2008: passim), estaría plenamente justificada una conexión entre uno de sus extremos —Balazote— y el núcleo principal —Murcia— del reino semi-independiente, cora emiral y califal, y su heredero, el Reino de Murcia. En otras palabras, y con respecto a nuestro camino, durante esos 500 años sólo habría que desplazarse unos pocos kilómetros para estar ya en Murcia y justificar su denominación: desde El Bonillo hasta la villa conocida universalmente por su Bicha y solar de abundantes y notables hallazgos arqueológicos (DE LOS SANTOS, 1977) (CHAPA, 1981) (SANZ, 1987a, 1987b, 1988 y 1995) (ARANA, 1989) (FERNÁNDEZ DÍAZ, 2003) (MUÑOZ OJEDA, 2005). Retrocediendo aún más, podríamos intuir el rastro de este camino, o de los itinerarios en los que está inserto, durante la Antigüedad tardía. No obstante, este análisis entraña mayor dificultad: con enorme diferencia, el estudio de este periodo histórico es el que más problemas plantea en la zona.
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Al igual que vimos con las fronteras andalusíes, y las de épocas anteriores y posteriores10, aquí también se configuraban los borrosos límites entre la provincia de Spania, dominada por el Imperio Bizantino entre los siglos VI y VII (552-624), y la Hispania visigoda (GAMO, 1998: 22-30) (GARCÍA DE CORTÁZAR, 2005: 136) (VIZCAÍNO, 2009: 218-224). La máxima expansión bizantina en la península se produjo bajo el reinado de Justino II (565-578) y alcanzó plenamente la zona que aquí estudiamos (ob. cit.). Tal circunstancia supone, de manera muy genérica, que aparezcan «toda una serie de materiales vinculados a la presencia oriental, ya de forma directa, ya objeto de la comercialización desplegada por esta» (VIZCAÍNO, 2009: 218-219). Ya en 57711 Leovigildo «vuelve a ocuparse de estas tierras, y continuando su estrategia, concentra sus esfuerzos en el sometimiento y control de la Orospeda, región situada entre la Bética y la Cartaginense» (GAMO, 1998: 23). Dicha región antigua, más en concreto, se extiende por la zona a los pies de la Sierra de Alcaraz y la Sierra del Segura. Franco Sánchez la caracteriza como una zona de «densa población» que «perduró en época tardorromana», donde no mucho después de 577, según el biclarense con su extremo laconismo, «son vencidos los campesinos rebeldes a los godos» (FRANCO SÁNCHEZ, 1995: 254) Respecto a las vías de comunicación, alguna pincelada ofrecen autores como Franco o Gamo cuando sugieren que el limes bizantino toma como referencia, precisamente, la ruta de los Vasos de Vicarello (FRANCO SÁNCHEZ, 1995: passim) (GAMO, 1998: 25). Podemos espigar alguna que otra noticia más, en este caso arqueológica, como la datación de ciertos objetos litúrgicos —la patena de Munera12 (PALOL, 1964) y el jarrito de Alcaraz13 (PALOL, 1950)— hacia el siglo VII, o las referencias a las distintas necrópolis de Balazote, con enterramientos de los siglos IV y V, en La Vega, y del VI y VII en las termas. También podemos adelantar cuestiones inéditas, sobre las que abundaremos en futuros trabajos, como la plausible datación de la ermita original de San Felices (Ossa de Montiel) hacia el siglo VI-VII, si pensamos que su primera advocación fue la de san Felices de Bilibio (ca. 443-ca. 540), o la presencia de materiales tardorromanos y de filiación tardoantigua en La Pasadilla (en el molino, la calzada y la villa altoimperial) y El Villar, etc. Aún así, dejamos esta cuestión particular en suspenso, hasta que no recopilemos más datos y ordenemos la dispersa información que existe, pues merece una especial atención y dedicación mayor de la que podemos ofrecerle ahora.
albaceteño, por el camino de Murcia, en el paraje de Gil de Moya ya podemos enlazar con la ruta de los Vasos de Vicarello y seguirla, por Libisosa, hasta Saltigi, exactamente igual que sugerían Villuga y Meneses aún en el siglo XVI. Y desde Chinchilla, por la calzada Compluto-Segobriga-Cartago Nova, definitivamente podemos llegar hasta Murcia (fig. 6), trayecto que, indudablemente, ha de seguir el Camino de Murcia a Toledo (Villuga 98) consignado por los autores renacentistas. Dicha calzada, bautizada por Arias como vía del Esparto (ARIAS, 1963-2004: 371-380), es tan conocida desde siempre que, por ejemplo, en las Relaciones de La Gineta ya se refieren a ella de esta manera: «pasa por esta villa vna calçada de piedra de hasta veynte pies de anchura que se diçe que la hiçieron los rromanos que todo ello [un aljibe y la propia calzada] es cosa antigua que no ay memoria de quando se hizo» (CEBRIÁN & CANO, 1992: 145). Con todo ello, ofrecemos aún más evidencias que refuerzan la teoría, plasmada por investigadores como Roldán (ROLDÁN HERVÁS, 1975) o Uriol (URIOL 1985), que mantiene que los itinerarios del XVI son, esencialmente, rutas por calzadas de origen romano. Como ya señaló Roldán Hervás, en 1975, nuevamente hay que resaltar el llamativo y «asombroso paralelismo [de los repertorios del siglo XVI] con los itinerarios del tipo de Antonino», puesto que «para España (...) la única red de caminos general con pocas modificaciones hasta bien entrado el siglo XIX la constituyó la vieja red romana» (ROLDÁN HERVÁS, 1975: 13).
Fig. 6. El camino de El Bonillo a Murcia, insertado en los trazados de la ruta de los Vasos de Vicarello y la calzada de Compluto a Cartago Nova por Segobriga, en la provincia de Albacete. © Wikipedia, dominio público- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
1.3. FUENTES ROMANAS Por último, si ya estaba en uso en época romana plena, también se podría ir de El Bonillo a Murcia por el camino homónimo y otras rutas que, precisamente, no son moco de pavo viario: saliendo del pueblo
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Pero si se proyecta nuestro camino hacia el sureste, a partir de Gil de Moya, podemos encontrar vestigios de otra ruta más directa entre El Bonillo y Murcia, que sí parece formar parte del camino que consignó AlIdrīsī en el siglo XII. Se trata de la continuación del camino, que Arias «no veía clara», por los despoblados bajomedievales de Villaverde y Villagordo descritos por Pretel (PRETEL, 2004, 2007 y 2008: passim) —autor que ya los identifica con la maḥallat alGudur (‘la etapa de Las Lagunas’) de las fuentes árabes— hasta las aldeas de Pradorredondo y Tiriez, para salir a Balazote. A falta de una prospección arqueológica, en torno a dichos núcleos medievales, no sabemos con certeza si este último tramo mencionado pudo estar en uso ya en época romana. Aunque sería lo más lógico, pues, como ya sugerimos en otro lugar (PLAZA, 2010: 59), la práctica totalidad de los despoblados de la zona, cuyo origen podemos situar en torno al siglo XIII, en realidad eran repoblaciones de lugares con vestigios de población anterior: prerromana y romana, en la mayor parte de los casos, y andalusí y de la Antigüedad tardía, en no pocos. Mediante esta alternativa se evitan, por un lado, las fragosidades del terreno existentes en
las inmediaciones de Lezuza y, por otro, el hecho de tener que pasar por una antigua colonia romana que, en época hispano-musulmana, ya estaba en franca decadencia, pero no absolutamente despoblada, como adelantábamos. En tal sentido Pretel sugiere que en «la antigua Libisosa, pudo haber ya un castillo, construido con piedras de la ciudad romana, y sin duda una aldea o alquería musulmana, no sabemos muy bien si en la misma colina —donde luego veremos un santuario de la Virgen Luciana o Luçiosana— o en la vega cercana, donde se estableció con posterioridad» (PRETEL, 2008: 81-82). El atajo explica que en las fuentes andalusíes conocidas aparezca Balazote mencionada, con bastante frecuencia, y nunca Lezuza. 1.3.1. El entramado viario albaceteño
No creemos que necesite presentación ninguna de las calzadas romanas mencionadas, ruta de los Vasos de Vicarello y vía del Esparto. No sólo se trata de los principales ejes viarios antiguos de la actual provincia de Albacete, sino que son sendos caminos de primer orden en la vertebración de la antigua Hispania, que han generado una abundante producción bibliográfica y tienen un no menos copioso caudal de conocimiento a sus espaldas. Pero lo que sí debe llamar la atención son las poblaciones referidas: Complutum, Segobriga, Saltigi, Libisosa... Efectivamente, se trata de algunas de las citadas en la Cosmografía de Ravena (ca. siglo VI), en el entramado itinerario de la actual Alcalá de Henares:
Fig. 7: Trazados por la provincia de Albacete, en la Tabula Peutingeriana. © Ilustración: Conradi Millieri- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
Fig. 8: El Villar y la Morra de Los Castellones, vistos desde La Pasadilla. © Foto: Tomás Aguado Millán- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
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«Iterum iuxta ipsam civitatem Complutum est civitas que dicitur:
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10 12 14 17 1
Caraca Puteis Lebinosa item civitas Lamim Solaria
11 13 15 16 18 2
Sigobrica Saltis Consabron Moroin Marimana Morum» (SCHNETZ, 1942: 81)
Aunque no es un argumento probatorio, en absoluto, quizá se vea algo más claro en la reconstrucción decimonónica —para la parte hispana— de la Tabula Peutingeriana (MILLIERI, 1887), que se hizo tomando como base, seguramente, obras como la del propio Ravenate o el Itinerario de Antonino (ROLDÁN HERVÁS, 1975: 106-110). Sobre dicho mapa (fig. 7) hay que hacer una salvedad: el trayecto hasta Cartagena es el de la vía Augusta por la costa, mientras que el tramo Saltigi-Cartago Nova, por Pozo Cañada, Tobarra o Hellín, absolutamente contrastado en diversos estudios, con gran copia de miliarios, restos bien visibles y testimonios desde hace siglos (ARIAS, 1963-2004: 371-380) (GONZÁLEZ BLANCO —coord.—, 1988) (GAMO, 1998: 54-58 y bibl. cit.), no aparece representado.
1.4. LUGARES DE PARTIDA Y LLEGADA Planteado someramente el panorama caminero, sin embargo no parece que Murcia ni El Bonillo, que se sepa a día de hoy, fueran grandes poblaciones en época romana; aunque nada quita que pudieran ser, en origen, establecimientos viarios o rurales enclavados en los territoria de urbes mayores. Sobre la actual Murcia podemos afirmar que fue fundada hacia 826 (831 según otros investigadores) aunque, con distintos grados de rotundidad, la práctica totalidad de autores sugiere que se hizo sobre un asentamiento preexistente. No haremos una revisión de las fuentes consultadas sobre el tema, pues Jiménez y Navarro lo expresan, en síntesis, extraordinariamente bien: «el enclave elegido para Murcia existía desde época romana pues el origen del topónimo es latino y podría hacer referencia a un santuario consagrado a Venus Myrtea o bien a la villa de un tal Murtius o Murtiae (…) Ibn ‘Idari menciona a Murcia (…) el año 825, uno antes de la fundación oficial. No obstante, la ausencia de otras referencias (…) y la escasez de hallazgos arqueológicos permiten suponer que este asentamiento preislámico sería de muy escasa entidad (…) las excavaciones arqueológicas (…) no han proporcionado estratigrafías ni restos arquitectónicos in situ, pero sí fragmentos de cerámicas romanas, (…) que seguramente proceden de niveles muy profundos removidos en época islámica (…) También se encontró un fragmento de sarcófago labrado, incorporado a la obra de un muro árabe» (JIMÉNEZ & NAVARRO, 2001: 83-84). Sobre el pasado romano de El Bonillo nos extenderemos a lo largo de todo el artículo.
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Si tales poblaciones no eran enclaves relevantes, pero pudieron existir asentamientos romanos en sus respectivos solares, ¿qué puntos de importancia contribuía a unir el camino en esa fecha? La respuesta se obtiene al extender el itinerario en sus dos extremos: desde Murcia hasta Cartagena y desde El Bonillo hasta el complejo arqueológico La Pasadilla-Los Castellones (LP-LC)... Ahora sí existe una lógica caminera bien sustancial y el posible motivo del origen de esta vía: comunicar la «ciudad»14 sepultada en el complejo arqueológico manchego con su capital provincial. Esto tampoco es un invento nuestro, pues Plinio lo dejó por escrito, nada menos, en el 79 d. C.: «Carthaginem conveniunt populi LXV exceptis insularum incolis ex colonia Accitania Gemellense, ex Libisosana cognomine Foroaugustana, quibus duabus ius Italiae datum, ex colonia Salariense, oppidani Lati veteris Castulonenses qui Caesarii Iuvenales appellantur, Saetabitani qui Augustani, Valerienses. Stipendiariorum autem celeberrimi Alabanenses, Bastitani, Consaburrenses, Dianenses, Egelestani, Ilorcitani, Laminitani, Mentesani qui et Oretani, Mentesani qui et Bastuli, Oretani qui et Germani cognominantur, caputque Celtiberiae Segobrigenses, Carpetaniae Toletani Tago flumini inpositi, dein Viatienses et Virgilienses» (PLINIO, NatHis: III-25). Como en el caso del Ravenate y de la Tabula, parece que Laminio vuelve nuevamente a salir al paso. ¿Llevarán razón los que afirman o sugieren que tal municipio romano está sepultado en LP-LC o sus inmediaciones? (CAVALLERÍA, 1751) (GARCÍA SOLANA, 1964, 1966, 1973, 1974, 1978 y 1980) (id. en ARIAS —coord— 1963— 2004) (ARIAS, 1990b, 2000, 2001 y 2004) (SANDOVAL, 1983). Lo que sí entraña cierta lógica, independientemente de la «cuestión laminitana», es pensar que el pueblo de la Morra de Los Castellones, El Villar y La Pasadilla (El Bonillo— Villarrobledo) (fig. 8) —como núcleos principales — pudiera ser uno de esos 65 que concurrían a Cartagena y que éste fuera su camino de referencia para tal trayecto. Muy probablemente, válganos y perdonen el chiste, cuando los manchego—romanos de estos pagos programaran el GPS de sus vehicula para ir a la «capi», el dispositivo les indicaría, por defecto, algo así: «circule hasta Saltigi por la Vía Augusta, atravesando Libisosa y Parietinis. En Saltigi, tome la calzada Compluto-Segobriga-Cartago Nova, en dirección a Ilunum...» En definitiva: demostrar el uso hispanorromano del camino de El Bonillo a Murcia es una clave fundamental que podría explicar tanto los caminos del XVI como el mencionado por Al-Idrīsī, que, a su vez, parecen herederos de un importante entramado viario romano aún relevante en la Antigüedad tardía. Posiblemente estas vías formen parte del Itinerario Antonino A-31, cuestión que analizaremos, y de ellas hayan quedado referencias en el Ravenate. ¿Lograremos aportar pruebas de peso?, ¿podremos intuir esa comunicación privilegiada entre el entorno arqueológico de LP-LC
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Fig. 9. Ruta de los Vasos de Vicarello en las inmediaciones del paraje de Gil de Moya (El Bonillo), señalizada como ‘Vía Romana’ en cartografía de 1889. © IGN- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
y su capital provincial? No nos faltaran argumentos, ya que, cuando se plantean preguntas de ese calado, suele ser porque se conoce la respuesta de antemano y es afirmativa, para qué nos vamos a engañar. Pero más que para descubrir que el asesino es el mayordomo, lo verdaderamente interesante no es la meta, sino el trayecto y lo que se pueda aprender en él… Y como el poeta ya dijo que «se hacía el camino al andar», les invitamos a hacer tal recorrido. Un buen punto de partida, para nuestra pretensión, sería encontrar referencias sobre vías romanas por El Bonillo...
2. EL CAMINO DE LA CALZADA En 1928 (AMAA, 1928), con un precedente similar en 1844 (AMAA, 1844), la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Albacete remitió, a todos los Ayuntamientos de la provincia, una encuesta dirigida a conocer y catalogar las riquezas arqueológicas, históricas y monumentales del patrimonio provincial. Es interesante reseñar el rigor y la exhaustividad que pretendió alcanzar la Comisión, ya en esas fechas, con aquel breve cuestionario de 1928. A través de él los municipios fueron interrogados, incluso, sobre la
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posible presencia en sus términos de las conocidas como piedras de rayo o ceraunias, es decir, los útiles líticos de nuestros antepasados. En absoluto se trataba de una cuestión baladí puesto que, ya por entonces, pioneros del estudio del Paleolítico en todo el mundo, como Henri Breuil y Hugo Obermaier, habían puesto sus ojos e investigado en la provincia, y habían publicado trabajos y referencias que hoy son auténticos clásicos (BREUIL, 1928) (OBERMAIER, 1925). Tras este pequeño desvarío paleolítico, y volviendo a la cuestión que ahora nos trae, a la pregunta novena de las formuladas en la encuesta, «¿pasa por esa localidad o por su término municipal algún camino de los que llaman romano?, ¿de dónde viene y a dónde va?» (AMAA, 1928), en El Bonillo responden: «de Norte a Sur: llamado camino de la Calzada» (ob. cit.: El Bonillo). Tal contestación, a día de hoy, no deja de parecer evidente, pues diferentes autores ya han señalado y estudiado tres claros trazados de la época, por dicho municipio: la mencionada calzada [desde Munera] hasta Ossa de Montiel y las Lagunas de Ruidera, la Vereda de los Serranos sugerida por Corchado (CORCHADO, 1969: 146-149) y la ruta de los Vasos de Vicarello, tan conocida desde siempre que, incluso, aparece en el
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MTN del siglo XIX (fig. 9). Ahora bien, a pesar de la escueta información suministrada, se ve claramente —por su trayectoria— que este «llamado camino de la calzada» no parece ser ninguno de ellos. En la omisión de la ruta de los Vasos de Vicarello, los munícipes bonilleros quizá habrían interpretado literalmente el pasa por esa localidad y obviado el por su término municipal, lugar por donde, efectivamente, discurre la conocida en época califal como as-sikka al‘uzmà (‘la gran calzada’). Algo similar, si lo conocían, debieron pensar del camino propuesto por Corchado, pues tampoco atraviesa el pueblo de El Bonillo y sí pasa muy cerca de San Miguel de Susaña, despoblado medieval en su término al que dedicaremos bastante atención. Más extraño es el caso del camino a Ossa de Montiel (y Munera) que, efectivamente, pasa por esa localidad, pero no de norte a sur como esta enigmática calzada, sino más bien de este a oeste. Quizá no lo consideraban de origen romano, pero ya es curioso y llamativo que exista una calzada de norte a sur —la que buscamos—, otra de este a oeste — la de Munera a Ossa— y que ambas se crucen precisamente allí. ¿Acaso un cardo y un decumano que indicarían una fundación deliberada de El Bonillo en época romana? Que cada cual saque sus conclusiones… Sigamos avanzando... Encontramos más referencias en un documento inédito de 1979: «existen restos de una vía romana en las proximidades de San Miguel quizá prolongación de la que pasaba por la vecina Lezuza» (PEIRÓ, 1979: 17-18). Y en el mismo punto de San Miguel de Susaña, Unceta y Echenagusia corroboran la existencia de «vestigios de una calzada romana que enlazaba Libisosa (Lezuza) con Leminio [sic] (Alhambra)» (UNCETA & ECHENAGUSIA, 2005: 189). En principio podríamos pensar que esos restos aludidos se refieren a la Vereda de los Serranos cerca de Susaña. De hecho, Antonio Sánchez —técnico de medioambiente, vecino de El Bonillo y suministrador de interesante información— nos ha hecho saber que la impresión que se tiene, en el pueblo, es precisamente esa. Pero ya veremos, en el apartado de la exploración, que los restos calzados más notables en las inmediaciones de Susaña son, precisamente, los que están en el camino de Murcia (fig. 10). Del máximo interés, sin embargo, es la afirmación que vincula la calzada con un trayecto entre Libisosa y Laminio, quizá recogida también a nivel popular, pues no la hallamos claramente reflejada por ningún autor. Nuevamente la leyenda de la ciudad perdida… En suma, parece que el más indicado para ser ese llamado «camino de la Calzada» es el de Murcia. Ahora bien, su orientación tampoco es exactamente norte-sur, sino, más bien, noroeste-sureste (fig 2). Para explicar tal circunstancia, podemos pensar que la disposición declarada en El Bonillo fuese aproximada, o bien que tal afirmación se esté refiriendo a otra vía, aún desconocida; con lo que esta población se revelaría como un formidable nudo caminero en época romana.
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Y, efectivamente, parece que es tanto lo uno como lo otro: hay más calzadas y El Bonillo es un extraordinario (y sorprendentemente desconocido hasta hoy) nodo viario histórico. Si extendemos nuestra búsqueda cartográfica, desde El Bonillo a lugares con vestigios de amplia tradición poblacional, al norte y al sur, encontraremos una contundente respuesta toponímica y odonímica hacia Sotuélamos: Cerro del Asaeteado, La Mencala, El Romano, Camino del Doradar, Cerro del Mamón, Puntal de Matamulas, Sabadillo, Cerro del Pajarero, etc. Además llegaremos a la misma puerta de la villa romana de la Casa de Los Sanchos (ABASCAL y SANZ, 1993b: passim) (SANZ, 1997: 82 y 2002: 353 y 359), una de las instalaciones menores más íntimamente vinculadas al complejo Pasadilla-Castellones, por una Casa de Cauques actual que, para más señas y satisfacción nuestra, en la edición de 1889 del MTN es denominada Casa de la Romana (MTN-763: Sotuélamos). Hasta aquí encontramos piezas más que suficientes para comenzar el montaje de un mecano viario romano entre El Bonillo y Sotuélamos: en otros lugares, con muchos menos mimbres, se han elaborado «cestos» camineros muy sólidos y célebres. Más adelante se analiza ese tramo en profundidad y se aportarán más evidencias.
Fig. 10. Alineamiento visible de margines, sobre el camino de El Bonillo a Murcia, en las inmediaciones de San Miguel de Susaña. © Foto: Ángel Plaza Simón.
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2.1. Un fugaz viaje a Pinilla Si concluyentes son las pistas en dirección Sotuélamos, no menos explícita es la respuesta hacia otro lugar de conocida relevancia histórica como Pinilla: La Jonjordana, Toledillo, Descansadero de Pinilla, Saltacabras, Majares del Tesoro, Losilla del Picado, Hoya de la Plata, etc. Cuando analicemos las cuestiones referidas al iqlim de al-Gudur, esta posible vía será objeto de un estudio más detenido. Pero ahora, si pretendemos encontrar la «lógica caminera romana» que entrañaría ir a Pinilla, referiremos que «en el límite de los términos de El Bonillo y de Viveros, se encuentra el Santuario de Pinilla, junto a las Salinas de Pinilla. Estas son de remotísima antigüedad. Se dice que los romanos las aprovecharon, y buena prueba de ello son los restos de un campamento romano descubierto en las inmediaciones de las lagunas llamadas de las salinas» (PEIRÓ, 1979: 17), según testimonio de Peiró literalmente extraído de la obra de García Solana (GARCÍA SOLANA, 1978: 55). La ubicación de un campamento allí, en las proximidades de la zona de extracción de un recurso tan estratégico en la antigüedad y sobre un entramado viario tan importante —pues también atraviesa ese lugar la ruta de los Vasos de Vicarello—, no sólo parece sensata sino que es absolutamente esperable, necesaria y justificable. Pero, realmente, afirmar que la explotación de las salinas se remonta a la época romana es hurtarle, como mínimo, más de la mitad de su historia. 2.1.1. Sobre la sal, el bronce y un pajar marciano
En la Edad del Bronce —y más concretamente en el Bronce antiguo—, unos veinte siglos antes de que los romanos entraran por estos andurriales como elefantes en una cacharrería, ya existía un notable establecimiento humano, adscribible a la Cultura del Bronce Manchego, para aprovechar y controlar la extracción de la preciada halita o sal gema (VV. AA., 2008: passim). Hay que reseñar que es uno de los pocos yacimientos provinciales de esta Cultura donde aparece, ya en superficie, cerámica tipo Dornajos (ob. cit.: 34). Renunciando a enumerar los múltiples localizaciones que conocemos de esa época —bien catalogados (ob. cit.) o inéditos— en ese entorno, todo ello tiene consecuencias camineras bien interesantes: entre los siglos XXIII y XVI a. C. la zona ya pudo ser objeto de trasiego comercial, de gentes y de mercancías variadas. Quién sabe si esa cerámica no llegó, precisamente, como fruto del intercambio y el comercio de la sal. Otra cuestión interesante es que el yacimiento se ubica en una zona llamada «Pajar de Marta». Sobre «pajar» y sus derivados, como fiable indicador toponímico de la presencia de vestigios de construcciones antiguas de sólida factura, ya nos hemos manifestado en otro lugar (PLAZA, 2010: 54-55). Además del mencionado «Cerro Pajarero» junto a Sotuélamos, siguiendo
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con el estudio del camino real de Granada a Cuenca (PLAZA, 2009 y 2010) hacía la capital nazarí, hemos recopilado más evidencias sustanciales de su uso en el «Cerro del Pajarillo», de Huelma, donde existió un importante centro monumental en época ibera (RUIZ RODRÍGUEZ et al., 1996). También existen otros ejemplos bien conocidos, desde antiguo, del uso del topónimo para referirse a yacimientos, como el «Pajar de Artillo» junto a Itálica o el «Pajar de los Zorros», villa romana cerca de Ontur, Albacete (SÁNCHEZ JIMÉNEZ, 1946). Incluso, junto a la propia aldea de Pinilla hallamos una »Cuesta del Pajarón», acompañado de un «La Atalaya», bien reveladores, que no hemos visitado, pero nos podemos imaginar que albergarán sendos yacimientos. Pero el pajar cercano a las salinas, además, lleva un «apellido» bien interesante que, visto lo visto, no parece nada descabellado relacionarlo con el nombre y la presencia en la zona del culto al dios Marte romano. Sin salir de la provincia de Albacete, y no lejos de allí, encontramos más muestras de la vinculación del topónimo con yacimientos, en la pedanía rodense de Marta (muy modernamente «cristianizada» como Santa Marta y conocida antiguamente como los Villares de Marta) donde hay restos romanos, al igual que en Liétor, en la «Casa de la Marta» (ABASCAL & SANZ, 1993b: passim) (SANZ, 1997: 74 y 2002: 360) (SORIA, 2000: 302-308). Y, aún más, no tardaremos en hablar de otra «Casa Marta», precisamente junto al camino de El Bonillo a Murcia… Para explicar tal teotopónimo quizá haya cierta inercia a pensar en el Marte guerrero. Pero esta abundancia toponímica (martín, marta y similares15), se entenderá mejor si convenimos con Javier García Martínez y pensamos «en el Marte de la Roma primitiva, que lo consideraba un dios rústico que presidía la vegetación y el renacer de la vida, invocado por los pastores con el nombre de Mars Silvanus» (GARCÍA MARTÍNEZ, 1996: 84). Volviendo al devenir histórico del Real Salero de Pinilla, seguirle la pista después de la época romana es una tarea casi trivial, si pensamos que, en el siglo XIV, aún es conocido como Almalaes de Pinilla (muy obviamente del ar. al-mallāhat, ‘las salinas’), que entre el XIII y el XV, su tenencia dio pie a abundantes disputas, pleitos y cambios de mano (PRETEL, 2001, 2007 y 2008: passim), que ya existen estudios bien detallados sobre su importancia y producción en el XVI (LEMEUNIER, 1981) y que ha seguido en producción hasta hoy, casi cinco mil años después de que comenzara su explotación. 2.1.2. Un río poco convencional...
Insistimos en que esta cuestión la estudiaremos en profundidad. Pero hay que decir ahora que en el Ojuelo de Cobatillas (o Fuente del Ojuelo), precisamente rodeado por las salinas, el campamento romano, la ermita románica de Pinilla, las aldeas de Pinilla y Cobatillas, y los pueblos de Viveros y El Ballestero, «nace» uno de
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los ríos más particulares de toda la península, sobre el que se han derramado torrentes de tinta, desde hace siglos: el Pinilla, Guadiana Alto o Viejo (PLANCHUELO, 1954: 68— 85) (CASADO, 1984: 94-96) (GARCÍA & GONZÁLEZ —coords.—, 1997: 85) (SANZ, 1997: 76 y 2002: 352) (GAMO, 1999: 51-52) (PRETEL, 2001, 2004: 234 y 2008: passim). O dicho en palabras de Plinio: «ortus hic in Laminitano agro citerioris Hispaniae et modo in stagna se fundens, modo in angustias resorbens aut in totum cuniculis condens et saepius nasci gaudens in Atlanticum oceanum effunditur» (PLINIO, NatHis: III-25). Y traducido al román paladino, con localizaciones actuales para mejor comprensión: [El río Guadiana] nace en el Campo laminitano [Ojuelo de Cobatillas] en la Hispania Citerior. En ocasiones se expande en estanques [Lagunas de Ruidera], otras veces se encoge en estrechos cauces [a lo largo de las Lagunas de Ruidera, Peñarroya, etc.] y otras veces, incluso, se esconde en las llamadas «conejeras» [Ruidera, Peñarroya, Villacentenos, etc.]. Y como aquél que alcanza el placer de nacer varias veces [Ojuelo de Cobatillas, Ojos del Guadiana, etc.] desemboca en el océano Atlántico [Ayamonte]. Y... sí, Laminio de nuevo presente. Pero antes de proseguir, hay que hacer una pequeña, aunque muy importante, salvedad, pues, con argumentos científicos de todo tipo (hidrológicos, geológicos, paleo-climáticos, paleo-mbientales, etc.), no existe vuelta de hoja: la cabecera REAL del Guadiana es la conformada por el río Záncara y su correspondiente sistema fluvial. 2.1.3. ...que, sin embargo, no nace allí
La cuestión sobre el nacimiento Guadiana está zanjada desde hace tiempo: «al S. de Santiago de la Torre, al N. de El Provencio» se puede identificar un paleo—cauce o canal abandonado del Guadiana que «describe un suave arco de círculo al 0. de El Provencio y viene a cortar el curso actual del Záncara a la altura del Jaral todavía en la provincia de Cuenca. A continuación se dispone en una dirección E-O, pasando inmediatamente al N de Socuéllamos y entrando en la llanura de San Juan, donde es posible seguir controlándolo, inclusive una vez sobrepasado el Guadiana viejo o alto Guadiana» (IGME, 1977: 19). Distintos movimientos tectónicos suprarregionales, durante el Plioceno y el Cuaternario, unidos a un reajuste y un cambio climático hacia una aridez creciente (ob. cit.: 28), ocasionaron la pérdida de los canales originales del Guadiana y del Júcar que, hasta entonces, era un río atlántico cuyo sistema fluvial estaba relacionado con el del anterior (ob. cit.: passim). Más ilustrativas son las palabras de Ana Valdeolmillos: «Un conjunto de razones histórico-míticas, (...) consideraban la existencia de un Guadiana Alto (...) que discurre por el Campo de Montiel y las Lagunas de Ruidera para infiltrarse en su entrada a la Llanura Manchega; (...) [que volvería] a aparecer tras un trayecto
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subterráneo en los Ojos del Guadiana, donde vuelve a adquirir su nombre hasta la desembocadura (...). Esta leyenda, sin base científica alguna, supone el que en la mayor parte de La Mancha no se llame Guadiana a la que es su principal arteria fluvial principal y de menor pendiente, esto es, el río Záncara» (VALDEOLMILLOS, 2004: 43-44). La tradición, como afirma Pérez González (citado por Alicia Vela. Cf. VELA, 2001: 43), sugiere en síntesis que «el nacimiento del río Guadiana en los manantiales de Pinilla, en Campo de Montiel, y la desaparición de sus curso en la Llanura Manchega, para renacer como el Ave Fénix, algunas leguas más allá, en los Ojos del Guadiana, es una aseveración popular que ha trascendido, sin ninguna justificación, a los hombres cultos y de ciencia... El origen de la leyenda del curso subterráneo del río Guadiana, hunde sus raíces, posiblemente en los pueblos primitivos ibéricos. Plinio recogió y trasmitió en sus escritos sobre Hispania esta tradición popular, expresada más tarde en admirable prosa por Cervantes en su Quijote». Y es que, como también advirtió y expresó de manera jocunda Camilo José Cela: «Cervantes también prefiere que el Guadiana se esconda, y hace bien: porque un río que vaya y venga, un fluir que se agazape o salte, un cauce que se pierda o un surtidor que, como por milagro, se presente, siempre es más literario —¡válganos Dios con la literatura!— que otro que nazca y crezca, marche y fallezca, al fin, como los hombres, tímidamente honestos, que van a la oficina cada mañana y los domingos, a la salida de misa, se sientan a tomar el vermú con su señora, que pide una copita de Málaga o de Oporto, y con tres niñas silenciosas, flacuchinas, feúchas, que beben coca-cola» (CELA, 1962: 95). Los argumentos que mantienen esta tesis, firmes y abundantes, pero difíciles de resumir aquí, llevan a afirmar a los autores del informe del IGME que «todas estas consideraciones permiten asegurar que el nacimiento del Guadiana está situado en la cabecera del hoy llamado río Záncara, siendo este último uno de los canales en que se dividía el antiguo Guadiana al entrar en la Cuenca Manchega» (IGME, 1977: 19). Fin del mito folclórico-popular del nacimiento del Guadiana con razonamientos sólidos en la mano. Remitimos a la bibliografía mencionada a quien desee profundizar más en esta cuestión hidrológica. Por cierto, aprovechando que hablamos del Záncara, pensamos que la etimología del nombre de este río no es prerromana (celtíbera), como se ha pensado desde hace tiempo, sino arábiga; pues quizá esté relacionada con el ar. hisp. zaqq —y éste con el clas. ziqq— ‘odre pequeño para almacenar vino o agua’ y, por extensión, ‘que se lo bebe todo, tragón, zaque’ (PEZZI, 1991) o bien con sakara ‘cerrar, bloquear, cancelar, cerradura, perno, etc.’. Este embrollo proviene del error en la trascripción dada por Fidel Fita, en cierto artículo de Aureliano Fernández-Guerra, del epígrafe celtíbero liCAK / GÚEK.Kg encontrado en Fosos de Bayona, Villas Viejas (Cuenca) —la antigua Contrebia
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Carbica— (FERNÁNDEZ-GUERRA, 1878). Fita afirma que la inscripción se traspone, a caracteres latinos, como *NIBAK QueR ZáKKaRa (‘genio tutelar de la ciudad de Záncara’) cuando, en realidad, la trascripción es *libiaka kortika.kar (‘tesera [o pacto] de hospitalidad libiaca’ —de la antigua población hisp. de Libia), como ya sugirió Almagro Basch (ALMAGRO BASCH, 1982) y correctamente aparece en el catálogo de inscripciones prerromanas de Almagro Gorbea (ALMAGRO GORBEA, 2003: 209-211). La fórmula *kortika kar(uo) (GÚEK.Kg) es bastante usual en los textos paleohispánicos usados en teseras de hospitalidad (DE HOZ, 1986). Para saber más acerca de la particular peripecia de esta inscripción, les remitimos al texto de Almagro Basch; pues, el que nos interesa ahora no es el Guadiana real y su nombre antiguo, sobre el que volveremos en su momento, sino, precisamente, el de la leyenda recogida por Plinio: el Anas laminitano. 2.1.4. El caput aquae del río Anas pliniano y alguna otra sorpresa tugiense
Aunque Plinio, eminente naturalista, yerra al considerar el Pinilla como la fuente del Anas que desemboca en Ayamonte, quizá influenciado por esa leyenda prerromana (que, por cierto, parece que no engañó a Ptolomeo cuando sitúa sus fuentes en la Celtiberia. Cf. PTOLOMEO, Geo: II-4, 3); sus descripciones son tan certeras que, obviando los nombres, es imposible pensar que se esté refiriendo a un río diferente del que se estanca en Ruidera. Otro caso muy similar, y quizá mucho más llamativo, es cuando afirma que el Segura (Tader) y el Guadalquivir (Betis) nacen de una misma fuente en el Saltus Tugiensis (PLINIO, NatHis: III-9). A pesar de lo que opina casi toda la corriente historiográfica y arqueológica, creemos que, difícilmente, se puede dar una descripción más precisa de los nacimientos del río Mundo (tributario en la cabecera del Segura) y del Guadalimar (id. del Guadalquivir), en la Sierra del Calar del Mundo que, efectivamente, tiene ambas vertientes. Como dice Juan Bautista Carrasco en su Geografía de 1861, haciéndose eco, sin duda, de las noticias de Miñano y Bedoya sobre el nacimiento del Guadalquivir (MIÑANO, 1827: tomo IV, 377): «El Guadalimar, en la Mancha, baja de las faldas meridionales de la sierra de Alcaraz: tiene su origen en el sitio llamado el Padrón y Fuente del Tejo, en las inmediaciones de los pueblos de Villaverde, Riopar y Cotillas, este último distante 3 1/2 leg. N. E. de Segura de la Sierra, cuyo nacimiento está a corta distancia de las fuentes del Mundo, río que desemboca en el Segura y lleva sus aguas al Mediterráneo. Este punto de división de aguas, á pesar de no ser muy elevados los montes en que está situado, no ha llamado hasta estos últimos tiempos la atención de los geógrafos ni de los viajeros» (CARRASCO, 1861: tomo I, 546). También Pretel, con sus siempre perspicaces observaciones, aborda la posible ubicación de este doble nacimiento
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por la zona, planteando toda una serie de hipótesis, aunque sin decantarse claramente por ninguna (PRETEL, 2008: 19). Aunque en el Calar se quiso situar la antigua Rauca, limite del Obispado de Basti, mediante una fuente tan polémica y con escaso fundamento como la Hitación de Wamba (Basti haec teneat, de Montanea usque Egesta, de Ruaca usque Fusitam), para que no quede ninguna duda sobre lo que describe Plinio, allí mismo están la aldea y balneario de Tus (Yeste, Albacete), el Arroyo del Tejo, la Fuente del Tejo (donde nace el Guadalimar), la aldea de Las Tejeras, etc. cuyos nombres, indudablemente, deben hacer referencia al bosque tugiense (¿del prerromano tugi> al ar. tuch o tux> al actual Tus?) hoy reducido a la Sierra del Calar, y parecen estar relacionados con un radical prerromano muy conocido como *tugi (VILLAR, 2000). Obviamente también existió una ciudad antigua llamada Tugia en Toya, Peal del Becerro (Jaén), atestiguada epigráficamente, alejada del lugar que referimos y que se suele considerar como la fuente del Guadalquivir, aunque lo tiene bien difícil para serlo, además, de cualquier río mediterráneo, como el lugar que claramente señala Plinio. Y, por cierto, ¿Tugia, en latín, no generaría un gentilicio tugianus, más bien que tugiense? Sin necesidad de especulaciones, trasvases o trasiegos raros, creemos que se trata de un simple caso de homonimia o de denominaciones muy similares, nada infrecuente en época antigua. Confróntese, en ese sentido, con las varias Mentesas, Tolosas, Bayonas, Contrebias o Miróbrigas, bien conocidas y ubicadas. Tampoco es totalmente descartable una extensión antigua del topónimo, desde Toya hasta el Calar del Mundo, puesto que el Guadalimar también irriga dicha zona jiennense. En suma: el hecho de que, con argumentos hidrológicos modernos, tampoco se pudiera situar el nacimiento real de ambos ríos en el Calar del Mundo, como en el caso de Pinilla, no quita para que la descripción de Plinio sea tan certera que aún sobrecoja, casi dos mil años después. ¿Será también Tus, o su entorno, la ‘ciudad maldita’ de Tex o Teye arrasada por los musulmanes en la zona? (PRETEL, 2008: 59). No abundaremos más en el tema, de momento: bastante tenemos ahora al lidiar con Laminio —Mihura geográfico temible donde los haya— como para encontrar las innumerables ciudades perdidas que aún hay en La Mancha (de hecho, casi todas). 2.1.5. La importancia de ser un caput aquae
No obstante lo dicho sobre las fuentes fluviales, no podemos admitir la idea de que los romanos no supieran donde nacía un río, como erróneamente pretendían García Solana y Arias —y les sirvió para desacreditarse a sí mismos— cuando situaron el nacimiento del Anas en el río Córcoles, un afluente del Záncara (GARCÍA SOLANA 1963 en ARIAS — coord.— 2004: 133). Aunque tal afirmación fue utilizada para ubicar
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Laminio en La Pasadilla y/o El Villar, en realidad no era un argumento necesario, ni fuerte. Pero tampoco vale decir que el Guadiana nace «aproximadamente» por las Lagunas de Ruidera, como asume Alföldy, el principal valedor de la ecuación Laminio=Alhambra, en uno de sus muy discutibles —cuanto menos— argumentos: «Wir erfahren von Plinius auch, daβ sich die Quellen des Flusses Anas, des heutigen Guadiana, nämlich bei den Lagunas de Ruidera an der Grenze zwischen den heutigen spanischen Provinzen Ciudad Real und Albacete, in Laminitano agro befanden» (ALFÖLDY, 1987: 32). Si nuestros rudimentos en esta lengua no nos engañan, esto significa: también sabemos por Plinio que las fuentes del río Anas —el Guadiana de hoy—, a saber, las Lagunas de Ruidera en la frontera entre las actuales provincias españolas de Ciudad Real y Albacete, estaban en el agro Laminitano. Es decir, la cantinela que muchos aprendimos de pasada en el colegio: el Guadiana nace en las Lagunas de Ruidera, «guadianea» a discreción y desemboca en Ayamonte, pizca más o menos. Lo sorprendente es que solventes investigadores españoles, «hombres cultos y de ciencia» que diría Pérez González, den pábulo a tal versión y afirmen que «muy pocos autores dudan actualmente sobre la identificación del nacimiento del Anas de los antiguos con las Lagunas de Ruidera» (DOMINGO, 2000: 50)… Pues parece que somos una rara avis, de esas que ponen objeciones a tal aserto. Por lo que respecta a los nacimientos de los ríos, los romanos lo tenían tan meridianamente claro que lo legislaban, en los Iura Auqarum o derechos y servidumbres sobre el agua del Digesto, de una manera nítida y cristalina: «Caput aquae illud est, unde aqua nascitur: si ex fonte nascatur, ipse fons: si ex flumine vel lacu, prima incilia vel principia fossarum, quibus aquae ex flumine vel ex lacu in primum rivum compelli solent. Plane si aqua sudoribus manando in aliquem primum locum effluere atque ibi apparere incipit, eius hoc caput dicemus, ubi primum emergit» (Dig. 43.20.1.8). La traducción que ofrecemos es: Manantial de agua es el punto donde nace el agua; si naciera de una fuente, la misma fuente, si de un río o de un lago, los primeros canales, o comienzo del surco por el que las aguas fluyen del río o del lago en el comienzo de la acequia. Claro que si el agua empieza a fluir visiblemente manando de una zona empapada, diremos que es manantial aquel lugar en el que el agua aparece emergiendo. En ese aspecto el nacimiento del Anas pliniano es, indudablemente, el Ojuelo de Cobatillas y no las Lagunas de Ruidera, como venimos diciendo y por mucho que todo el mundo se empeñe, según Domingo Puertas. Por último, hay que puntualizar que tampoco el significado preciso del término stagna, usado por Plinio, se refiere a las abundantes surgencias de agua, tan características en La Mancha, que son conocidas como ojos, ojuelos, tablas, tablazos, mohedas, etc., como se ha argumentado para tratar de ubicar Lami-
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nio en las inmediaciones de Daimiel (RODRÍGUEZ MORALES, 2000). Dicho término, referido a los estanques, ha quedado perpetuado en otros idiomas romances como, por ejemplo, el francés (étang), el valenciano (stany) o el aranés (estanh), con significados muy similares. Además, en otro documento de la época como la Lex ursonensis, de acuerdo con Blázquez, se «distingue fluuius (río), riuus (torrente), fontes (fuentes), lacus (lago), stagna (estanques), y paludes (lagunas)» (BLÁZQUEZ, 1991: 314). Creemos que Plinio escogió el término stagna, precisamente, para distinguir claramente estos estanques naturales del Guadiana de cualesquiera otras masas de agua de génesis, características o tamaño diferente. Las «lagunas» que se forman en los términos de Argamasilla de Alba, Ruidera, Ossa de Montiel y Villahermosa son, en puridad, estanques de agua del río Pinilla embalsada por edificios tobáceos de barrera, que actúan como diques, formados por la sobresaturación de carbonatos. O, en palabras de González, Ordóñez y García del Cura, las Lagunas de Ruidera constituyen un «sistema fluvio-lacustre de represas travertínicas asociadas a exurgencias kársticas» (GONZÁLEZ et al., 1987: 227). Para ampliar sobradamente el conocimiento sobre la génesis y morfología de estos peculiares humedales manchegos, remitimos a los lectores y lectoras a los clarificadores estudios de los doctores García del Cura, González Martín y Ordóñez Delgado (GARCÍA DEL CURA et al., 1997) (GONZÁLEZ MARTÍN et al., 1987) (ORDOÑEZ et al., 1985 y 1986), el trabajo de Martínez Goytre y colaboradores (MARTÍNEZ GOYTRE et al., 1988) o a la compilación de García Reyego y González Cárdenas (GARCÍA & GONZÁLEZ —coords.—, 1997: passim). Así pues, es de admirar, nuevamente, la precisión de Plinio al escribir stagna y no lacus o paludes. Y si el naturalista tuvo a bien detenerse a describir los estanques del Pinilla o Guadiana (nombre que quizá haga más justicia descriptiva que el de Lagunas de Ruidera), fue porque ya eran algo muy singular en el mundo conocido hasta entonces. Sólo hay dos puntos, en toda Europa, donde se puede contemplar en tanta extensión este singular fenómeno hidrológico: en Plitvice (Croacia) y aquí (figuras 11.1 y 11.2).
2.2. Como veníamos diciendo En los estanques del Guadiana, en definitiva, no nace ningún río; lo único que allí le ocurre a una corriente fluvial (Pinilla, Guadiana Viejo o Alto, Anas pliniano en definitiva) es que se embalsa. Pero ya llega allí bien crecido desde su nacimiento (caput aquae) en el Ojuelo de Cobatillas. De hecho, gracias a los excepcionales regímenes pluviales de 2008, 2009 y 2010, se ha podido volver a captar, tras décadas sin poder hacerlo, la imagen del río Pinilla tributando su precioso líquido a la primera de las lagunas del sistema de Ruidera (Laguna Blanca en Villahermosa, Ciudad Real) que acompaña este texto (fig. 12). Y, como todo
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Fig. 11. Parque nacional de Plitvice (1) y Parque Natural de las Lagunas de Ruidera (2). © Wikipedia, dominio públicoElaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
Fig. 12. El río Pinilla antes de desaguar en la Laguna Blanca en julio de 2009. © Foto: Ángel Plaza Simón.
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el mundo se puede temer a estas alturas, en el Ojuelo de Cobatillas —el caput aquae del Anas flumen descrito por Plinio— hay una villa romana (SANZ, 2002: 353) a la que, como vimos, se puede llegar desde un camino, de uso posiblemente romano, que parte de El Bonillo. En definitiva: si consideramos, como todo parece indicar, que el caput aquae del río está en Pinilla, tenemos un posible camino PICAPTAR desde El Bonillo hasta allí. En contra, si seguimos la explicación tradicional —errónea, a nuestro juicio— de situar el nacimiento en las Lagunas de Ruidera, también hay una calzada desde dicha población a Ossa, San Felices y Lagos. Incluso, si aceptamos la altamente improbable pretensión de García Solana de situar el origen del Anas en Munera, tenemos también un camino de antiquísima tradición que uniría esa población y El Bonillo. Las consecuencias son claras: la actual población de El Bonillo tiene absolutamente todas las papeletas para ser el lugar denominado como Caput fluminis Anae, en el Itinerario A-31. Sí o sí. Recordemos que, según la teoría del acusativo de Gonzalo Arias (ARIAS —coord.—, 2004: 87 y ss.), las estaciones expresadas en tal caso latino, sin preposición, «indican el lugar que (...) constituye, a su vez, un punto de partida de otro camino que conduce al lugar donde se encuentra la mansión» (ROLDÁN, 1966: 110). Todo ello en una población que también tiene un camino romano en dirección a LP-LC, la cenicienta de los Laminios, y bien lejos de Alhambra, teórica ubicación de dicho municipio flavio (ALFÖLDY, 1987) (DOMINGO, 2000, 2001, 2002 y 2008) (MOYA MALENO en MANGAS & NOVILLO —coords.—, 2008: 557-588) (MOYA MALENO, 2009). Para que no quepa la menor duda, los 14 milia pasuum que distaban Libisosa y Caput fluminis Anae (SAAVEDRA, 1862: 77) adquieren pleno sentido si los convertimos en medidas actuales y los confrontamos con esos «poco más o menos, 21 kilómetros», existentes entre Lezuza y El Bonillo por la reconstrucción que ofrecemos (ruta de los Vasos de Vicarello— camino de Murcia): 20’741 km para millas de 1.481’5 m (PUIG Y LARRAZ, 1898), 21’534 para millas olímpicas —1.538’16 m— (ARIAS, 2004: 452-456), 22’400 en millas redondeadas de 1.600 m. y 23’324 en las disparatadas millas de Blázquez de 1.666 m (BLÁZQUEZ, 1899). En las dos medidas más probables —valor tradicional y milla olímpica— y obviando redondeos, al comparar las distancias LibisosaCaput fluminis Anae y Lezuza-El Bonillo sólo existe una discrepancia de ¡centenares de metros!, por encima o por debajo. ¿Puede ser más elocuente y cabal el trazado, la distancia y la descripción? Extenderemos todas estas consideraciones en la exploración in situ. Pero artificios matemáticos aparte —que tampoco es que nos apasione mucho encontrar Itinerarios Antoninos y cuadrar hasta el último decimal sus distancias— lo verdaderamente interesante es que tenemos los elementos básicos para empezar a reconstruir la
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red viaria romana en torno a El Bonillo, de la que destacamos: Un camino, que podría ser el llamado «de la calzada» descubierto en 1928, entre La Pasadilla-El Villar-Los Castellones y la ruta de los Vasos de Vicarello, del que forma parte el llamado camino de Murcia, cuyo objeto principal sería comunicar el complejo arqueológico con su capital provincial. Una calzada romana entre El Bonillo (que procede de Munera) y las Lagunas de Ruidera, supuesto aunque difícil nacimiento del Anas, pero lugar de abundantes e interesantes hallazgos de época romana. Un plausible camino romano entre El Bonillo y el nacimiento del Pinilla, más que probable nacimiento del Anas pliniano. Como una posible Laminio (La Pasadilla-Los Castellones), una bastante más que razonable —casi segura diríamos— Caput fluminis Anae (El Bonillo, con caminos al Ojuelo de Cobatillas y a las Lagunas de Ruidera) y una segura Libisosa, inadvertidamente han salido a nuestro paso, parece que disponemos de todos los ingredientes para aliñar una propuesta convincente de reconstrucción del oscuro inicio del célebre Itinerario Antonino A-31. ¿Será posible hacerlo?
3. RECONSTRUYENDO EL A-31: POR LA RUTA DE LOS VASOS DE VICARELLO, DESDE LEZUZA HASTA EL CRUCE CON EL CAMINO DE LA CALZADA Encontrar testimonios sobre el uso de la ruta de los Vasos de Vicarello, a través de los siglos, no es tarea difícil puesto que se ha estado transitando por ella, hasta hoy mismo, y nunca se ha dudado sobre su origen. Por ello sólo referiremos de pasada algunos de los trabajos más modernos en los que la ruta de los Vasos de Vicarello (o si lo prefieren vía Augusta, camino de Aníbal, camino de los Cartagineses, etc.) (SÁNCHEZ SÁNCHEZ, 2008) se ha consagrado como objeto de estudio científico, resaltando aquellos que se han basado en una exploración in situ del camino. Respire hondo y continuemos.
por tanto calificar como dudoso lo que como cierto e indudable se presentó» (BLÁZQUEZ, 1892a: 367). Aún tendremos más ocasiones de ver lo poco afortunado que estuvo el historiador ciudad—realeño, en varias de las cargas de profundidad que lanzó en ese mismo artículo. Para el tramo que analizamos, y según la trascripción efectuada por Jesús Sánchez (SÁNCHEZ SÁNCHEZ, 2008), el trabajo de Martínez de Carnero reza así: «Por el frente meridional (...) debió descavezar la vía romana, descendiendo (...) a buscar la Casa del Bado, (...) en cuyo paso se encuentra una fuerte calzada de siete metros de lonjitud, y desde donde debió partir la vía en línea recta (...) a buscar las laderas del Cerro Berejal y Vallejo de la Menga, (...) de este modo salvaba la necesidad de un puente para bajar a Lezuza, que debiera haberle habido si el sitio que hoy ocupa esta villa hubiera sido (...) Libisosa. Todo esto, y el no haber vestigio del pretendido puente, prueva que Libisosa existió efectivamente al rededor del castillo y lo confirman ciertas protuberancias que se encuentran en las labores sobre la misma diagonal que se dirije al collado del castillo, marcando en general y correlativa sucesión los puntos de la vía obstruida por el arado del agricultor (...) desde el collado del castillo a la Casa del Bado habrá como cuatro hectómetros borrados (...) y partiendo desde dicha casa a la medición por hectómetros, resulta lo siguiente: (…) Desde el collado del castillo a la Casa del Bado: 4. De ésta a la cañada de Menga, costeando por la derecha la rivera y por la izquierda el Cerro Berejal, en vestijios confusos: 8. Subida a la cuesta grande en vestigios interrumpidos: 8. Desde la cumbre hasta otra pequeña caída: 7. Subida de una cuesta suave haciendo varios giros: 6. (Suma y sigue: 33). Planicie de la altura: 1. Bajada de id.:7. Pequeña
Fig. 13. La villa albaceteña de Lezuza vista desde la colonia romana Libisosa (Cerro del Castillo). © Wikipedia, dominio público.
3.1. Rafael Martínez de Carnero (1859): dirección Lezuza-El Ballestero Es el estudio clave para conocer una sustancial parte del trazado, aún a pesar del tiempo que ha permanecido ignorado y de haber sido denostado, en su día, por grandes autores: «el maestro de escuela de Torrenueva Sr. Martínez del Carnero trazó uno [mapa] de la parte oriental, realizado el trabajo por persona nada práctica en tales operaciones y que tuvo que carecer de personal y de aparatos para tamaña empresa, ningún crédito debe merecer; más de todos modos, si así era, debió tenerse presente esta circunstancia y
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cuesta hasta la Casa de Bustos: 3. Desde esta a la salida de los montes de El Bonillo: 6. Paso de las cortijadas y labores de Gil de Moya: 20. Principio del Chaparral de Hortezuelas hasta sus límites: 62. Desde el monte al primer camino de las Salinas de Pinilla que baja al Ballestero: 36. Total hasta el camino del Ballestero a las Salinas: 168.» (ob. cit.: 38). Aunque deja traslucir alguna duda, hoy está absolutamente certificado que el emplazamiento nuclear de la colonia Libisosa foroaugustana es, efectivamente, el yacimiento del Cerro del Castillo (Lezuza, Albacete) (fig. 13)16. De hecho, casi nadie en su sano juicio —con la notabilísima excepción que veremos— lo debería haber dudado nunca pues, como sugirió García Solana (GARCÍA SOLANA, 1978: 92), el párroco Juan José Buendía ya dio noticia en 1612 del epígrafe más célebre de su pueblo —y base fundamental para identificarlo con Libisosa— en el Libro I de Fábrica del Archivo Parroquial de Lezuza. Ángel Munera Martínez trascribe el texto así: «y en memoria desto avía una medalla o estatua de mármol que oy día está en el claustro, aunque le han quitado muchos pedazos con una piedra y en ella un letrero, con unas letras desta manera: IMP. CESARI DIVI ANTONINI... M. AURELIO... COLONI LIBISOSANORUM» (MUNERA, 2000). Dicho testimonio del cura Buendía, quedó por escrito años antes de que el Bachiller Alonso de Requena y Aragón, en 1647, copiase la mencionada CIL II, 3234 (HÜBNER, 1869: 434), hoy empotrada en la Casa de la Tercia de Lezuza, y arguyera públicamente la identidad de Libisosa y Lezuza (REQUENA, 1647). Su obra suele considerarse como la primera argumentación seria sobre esta cuestión, a pesar de que tal teoría es utilizada para dar solidez a una figurada estancia evangelizadora de San Pablo en Lezuza. Este aporte de datos, sobradamente conocidos, no es más que una redundancia ociosa, por cuanto Libisosa= Lezuza es una de las ecuaciones arqueológicas, formuladas y demostradas, más sólidas en el estudio geográfico de la Hispania romana. Pero viene al caso porque Antonio Blázquez, en uno de los más sonoros y clamorosos patinazos que perpetró en su larga carrera, precisamente cuando buscaba el A-31, afirmó en 1892 que «junto a la Osa de Montiel (...) es donde estuvo Libisosa» (BLÁZQUEZ, 1892a: 373). Realmente Blázquez fue una suerte de Jeckyll y Hide del estudio viario romano en Hispania o, en palabras de Arias, «un investigador de sino paradójico, uno de los más tenaces buscadores de calzadas pero sin duda el que más confusión ha introducido en estos estudios (...) a quien debemos importantes hallazgos e insignes errores» (ARIAS, 2004: 56); de ahí que llegue a «condenarlo» a pasar una pequeña temporada en el purgatorio caminero «para expiar ciertos pecadillos de inexactitud y fantasía» (ob. cit.: 86). Esa pretensión de reducir geográficamente Libisosa a Ossa de Montiel, quizá pudiera parecer suficiente para no dar absolu-
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tamente ningún crédito, ni al autor ni a su obra, e ir corriéndolo a gorrazos por la ribera del río Lezuza y la ruta de los Vasos de Vicarello. Pero no lo haremos ni creemos que deba hacerse: nadie está inmunizado contra el error y, con infinita razón, mucho menos el que esto suscribe. Hemos de estar abiertos, pues, a reconsiderar nuestra postura y rectificar nuestros posibles desatinos, siempre y cuando sean descubiertos y demostrados con suficiencia, rigor y argumentos sólidos. Por eso, aunque las reducciones geográficas de Blázquez sean abiertamente discutibles —en el mejor de los casos—, hay que reconocer que la mayor parte de sus trazados, sus estudios sobre los restos de vías y la detección de abundantes yacimientos están ahí y siguen siendo válidos.
3.2. Enrique García Solana (1963 y 1978): dirección Lezuza-El Ballestero Debemos esperar más de cien años para tener otro de los testimonios que nos interesan, puesto que procede de un nuevo trabajo de campo y no de especulaciones de gabinete. Si seguimos el orden cronológico, deberíamos dar cuenta de las referencias dadas por Enrique García Solana, en 1963 (GARCÍA SOLANA, 1963 en ARIAS —coord—, 2004). No obstante, ese trabajo es un arsenal de antecedentes, expuesto en género epistolar y de una manera un tanto desordenada, donde se dan apuntes confusos de cuatro o cinco caminos y calzadas diferentes. Años más tarde, en 1978 y en una obra —desgraciadamente— muy poco conocida por el gran público, el periodista munereño sistematizó y ordenó las noticias, sobre la red viaria romana del entorno, descubiertas en sus investigaciones: «Aún se ven llegar a este pueblo [Lezuza] dos calzadas romanas. Una salía del cerro donde hoy se ven las ruinas del castillo y llevaban dirección suroeste, conducía a Mentesa. Ahora solamente es visible como tal calzada a partir de unos diez o doce kilómetros del pueblo. Hasta allí ha sido levantada en varias veces roturando el terreno. La parte más cercana al pueblo, como fue levantada en tiempo más reciente, se distingue cuando las siembras son verdes por el color más oscuro que tienen los sembrados, cosa que afirman los campesinos y he comprobado. Cruzando el inmediato término de El Bonillo, aún son visibles algunos tramos de esta calzada en la dirección antes citada» (GARCÍA SOLANA, 1978: 93) En esa misma obra —y en otra más desconocida aún de 1980— el autor también formuló más metódicamente (y añadió más evidencias a) su propuesta sobre el trazado del A—31, muy esbozada en 1963. Ésta cuestión la retomaremos en su momento.
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3.3. Manuel Corchado Soriano (1969): dirección El Ballestero-Lezuza Entre la minuciosa y excepcional exploración y descripción de Martínez de Carnero, en 1859, y la caótica de García Solana en 1963 —más ordenada y meditada en 1978— resulta sorprendente la parca mención de Corchado en 1969: «[Desde el sur de Viveros] sigue la Vereda de los Serranos. (789) Deja a la izquierda la Vereda de los Serranos, posible vía de Córdoba— Sagunto, y continúa en línea recta, bajo el nombre de Calzada o Vía Romana, durante 12 kilómetros, por el término del Ballestero; sigue por itinerario impreciso hasta el pueblo de Lezuza (70), desde donde continúa por el camino de Yunquera y camino de Albacete» (CORCHADO, 1969: 145) Podemos entender que el objeto de su artículo era ya suficientemente extenso como para entrar en un mayor detalle que, todo sea dicho, no escatima en otros trazados. Pero, teniendo en cuenta el valor de su autoridad, es ciertamente decepcionante su impreciso testimonio. No obstante, como muestra del absoluto conocimiento que existe desde siempre del trazado de la vía, sólo añadiremos que esa Yunquera, referida por Corchado, es la misma que «dizen de la Calzada», en 1456, en una carta remitida por el concejo de Alcaraz al de Chinchilla (PRETEL, 1992: doc. 20) (PRETEL, 2001: 14) con motivo de un quítame allá esas lindes, como suele ser habitual. Con enorme propiedad, pues, podríamos llamar La Yunquera de la Calzada a esta aldea de Lezuza. Por cierto, y aunque junquera hace referencia a plantas de la familia de las juncáceas, ¿hasta qué punto será casualidad que una calzada tan conocida y que abandona España por La Jonquera (la Iuncaria romana), precisamente, pase por La Yunquera albaceteña?
3.4. Pierre Sillières (1977): dirección El Ballestero-Lezuza Ya en 1977, con metodología más moderna, Pierre Sillières reconstruyó todo el trazado entre Cazlona (Castulo) y Xátiva (Saetabis). Aún así, la descripción del tramo que nos interesa también es bastante magra: «Trois kilomètres avant de croiser la route El Ballestero-El Bonillo, la Vereda de Los Seranos oblique vers le Nord tandis que la voie romaine continue vers le Nord— Est. Là, elle se conserve presque intacte avec un agger haut de 60 à 80 cm environ, dans lequel s’est enfoncé le chemin médiéval et moderne, sur une moitié de la chaussée (coordonnées Lambert 705-479,9) (pl. II). (…) A partir du croisement avec la route El Ballestero-El Bonillo, elle a été reprise par des routes ouvertes récemment et a pratiquement disparu jusqu’à Lezuza. Cependant, sur la carte au 1/50.000e de l’Institut
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Géographique et Cadastral. n° 789, est indiquée la Calzada romana continuée par le Camino de La Vinica par lequel elle atteint le Castillo de Lezuza, site de l’antique Libisosa. Elle apparaît également fort bien sur les photographies aériennes de 1956, antérieures aux travaux routiers, n° 7.308, p. 84.» (SILLIÈRES, 1977: 63). Lo importante es que se trata de una descripción coherente con las referencias de Martínez de Carnero y de García Solana —que Sillières desconoce o, al menos, no menciona explícitamente— por lo que ayuda a fijar puntos que podrían quedar oscuros. Así mismo, el autor bordelés resalta la existencia de los restos en torno a El Ballestero, aún claramente visibles y que, de hecho, constituyen uno de los tramos mejor conservados a día de hoy (UNCETA & ECHENAGUSIA, 2005: 191— 192)
3.5. Ángel Ñacle y Juan Miguel Velasco (1993 y 2001). Ambas direcciones La exploración y descripción de Angel Ñacle y Juan Miguel Velasco, en 1993, es más exhaustiva que las anteriores y, nuevamente, parece bastante ajustada a los testimonios de Carnero y García Solana. Dichos trabajos, por cierto, tampoco son citados por estos investigadores albacetenses, mientras que sí se apoyan en referencias de Sillières y otros autores, que nosotros omitiremos: «sale el Camino por la margen izquierda del Río Lezuza en dirección sur hasta Casa del Vado, girando hacia el sur—oeste al lado del río durante un km. aproximadamente, para separarse de él y de la carretera muy cerca de la Casa de Avendaño, prosiguiendo su rumbo por la Cuesta de los Guijarros hasta enlazar con la carretera de Lezuza a El Ballestero, en el límite de términos (…) muy cerca de las Casas del Notario (…) Junto a las casas se encuentra un pozo muy interesante. Tiene un brocal tallado completamente en la roca (…) A su lado, también labrado, se encuentra un pilón con las mismas características (…) Coincidiendo con la carretera, el camino pasa entre el Navajo de Gil de Moya y el Navajo de Navezuela en el término de El Bonillo, para entrar posteriormente en el de El Ballestero por la Fuente de Civil [sic] Moya donde toma una vía pecuaria que enlazará con la de Los Serranos, marchando paralela a la carretera por el paraje Haza de Malos». (ÑACLE & VELASCO, 1993: 72-73). Algún tiempo después, con motivo del estudio de las vías pecuarias de la provincia de Albacete, los mismos autores le adjudican el número 12 de su catálogo y la denominan Vereda de los Serranos (A). Así vuelven a describir este tramo particular, pero en dirección contraria:
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«Nace en el término de El Ballestero, separándose de la Cañada Real de los Serranos por El Chirivel en dirección NE. Su trazado coincide con el camino romano (...) por donde pasó Aníbal y su ejército camino de Los Alpes (...). Cruza los caminos de Cobatillas a El Ballestero, el del Picayo al Chirivel, el de la Pradosa y la carretera de Villarrubia (El Ballestero a El Bonillo), por el km 23,500. Deja a su izquierda la Casilla del Espolón y se interna en el Villar de Natalio (...). Se estrecha por el Navajo del Espino, pero permite el paso de ganados (...) hacia el Haza de Malos, cuando se va acercando (...) a la carretera de Lezuza a El Ballestero hasta el límite (...) [de] El Bonillo (...) por el paraje Gil Moya, encontrando (...) el navajo del mismo nombre (...) a su izquierda (…) Continúa por terreno no muy marcado y a 600 metros se aproxima a la nueva carretera que une la de Lezuza— El Bonillo con El Ballestero (…) Coincidiendo ahora con la carretera, sube una ligera cuesta (…) Así continúa unos 1.750 metros bajando una ligera cuesta cuando a su derecha se encuentra un vallejo que va a Casa de Avendaño (ahora de Lucía) llega al inicio de otra más pequeña donde se observan (…) restos de la antigua vereda que hoy conocen por estos entornos. Se desvía a la derecha NE, dejando (…) la carretera que se une con la de El Bonillo a Lezuza. Desaparece el camino y atraviesa el monte para bajar el vallejo de Casa Avendaño (Lucía) donde conecta con el camino de acceso a la mencionada casa y marcha ahora paralela a la carretera y río Lezuza, dejándolos a la izquierda. Dejando a la derecha el cerro Vergel (sic) y siguiendo el curso abajo del río Lezuza hasta la Casa del Vado, la casa y cañada de Cantacucos, tomando ahora dirección N, llevando de referencia el Castillo de Lezuza y el pueblo a 2 kms. Tiene un recorrido de 17,500 km. Con una anchura reglamentaria de 20 metros.» (ÑACLE & VELASCO, 2001: 50-51)
3.6. Jiménez Cobo (2001). Dirección El Ballestero-Lezuza Nos sirve como colofón, para expresar en síntesis lo citado sobre el Camino de Aníbal, la reseña de Jiménez Cobo: «En esta zona al NE de El Ballestero quedan restos del agger o terraplén de la vía romana en parte levantado por los mismos campesinos y reutilizado en épocas posteriores (...). Después de cruzar la carretera sigue por Casilla del Espolón, Haza de Malos, Gil de Moya y Cortijo del Notario (...). Actualmente hay un camino asfaltado al E. de la vía, que, al llegar al Cortijo del Notario, la cruza y por una fuerte pendiente baja a la carretera de El Bonillo a Lezuza y al río Lezuza, que cruza un km. más abajo (...) La vía romana, por una pendiente más suave, se desvía al E. hasta la orilla derecha del río
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y, sin cruzarlo, se llega por el camino de la Viñica hasta la falda del cerro del Castillo de Lezuza, en cuyas inmediaciones estaba el pueblo de Libisosa (...) En este último tramo en varios kms. han sido frecuentes los hallazgos de restos de calzada que han sido desmontados al roturar los terrenos para las labores agrícolas. Y todavía hablan los labradores de las señales de la vía por el distinto color de los sembrados en las zonas por donde esta pasaba» (JIMÉNEZ COBO, 2001: 133-134).
4. RECORRIDO DE LA RUTA HASTA GIL DE MOYA Podemos afirmar que los autores que lo han recorrido coinciden muy fielmente en su trazado por la zona, casi sin tener conocimiento mutuo de sus respectivos trabajos. Con todas estas contribuciones, las no expresadas y con la ayuda de los Sistemas de Información Geográfica usados (Google maps, SIGPAC y VIDA) —en adelante SIG— y los mapas del IGN en sus versiones de 1889, 1933 y 1965 (MTN-789: Lezuza), es bastante factible reconstruir el trazado de la vía, sobre el mapa, casi al milímetro (fig. 14). Por ello no creemos necesarias más exploraciones sobre el terreno. Sin embargo, esta base tan sólida de conocimiento sí nos anima a efectuar un ejercicio que, muy a menudo, se suele hacer en sentido contrario. Mientras lo «usual» es seguir la pista onomástica para intuir por dónde pudo pasar un teórico camino antiguo, una vez perdido por desuso, roturación u otras circunstancias; en nuestro caso tenemos la inmejorable oportunidad de efectuar análisis interesantes sobre la toponimia, a raíz de la existencia «real» de una calzada romana. Quizá habrá autores que consideren dicho afán como una suerte de alquimia abracadabrante, donde cualquier juego de palabras —más o menos afortunado y con mayor o menor respaldo filológico— puede servir de argumento para dar una pátina de antigüedad romana a cualquier camino que se nos antoje. Éste no es el caso, puesto que hablamos, indudablemente, de una de las calzadas más celebres del país.
4.1. La primera milla desde el pomerium colonial La calzada partía del Cerro del Castillo y seguía un trazado paralelo al río de Lezuza, por su orilla izquierda y río arriba17, aunque —según los testimonios— apenas queda hoy rastro de ella. Llegaba a una Casa del Vado que, por su nombre, parece un lugar interesante para ubicar un nudo caminero en un punto de franqueo óptimo del río (PLAZA, 2010: 47-48) y, quizá, un establecimiento viario igual al que sugerimos en su día para El Ossero-Algecira Prima (PLAZA, 2009 y 2010). Desconocemos si se ha producido allí algún hallazgo relevante, pero hay que tener en cuenta que, según los SIG, desde Libisosa hasta esa estación hemos recorrido unos 1.500 metros, a «ojo de buen satélite». Es decir,
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Fig. 14. Trazado de la ruta de los Vasos de Vicarello entre Lezuza y Gil de Moya. © IGN- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
una milla romana de manera aproximada, independientemente de la fórmula que utilicemos para convertirla a medidas actuales. Una cifra muy redonda como para ser un hito interesante: la primera milla desde el pomerium colonial. Nótese que Juan Manuel Abascal y Rubí Sanz recopilan cuatro epígrafes procedentes de Libisosa, de los que tres, al menos, proceden de la ribera del río, lo que «permite comenzar a delimitar el área de hábitat de la que sería una de sus necrópolis y definir el asentamiento de la propia colonia, en los límites orientales del territorio oretano» (ABASCAL & SANZ, 1993a: 23). Dichos epígrafes son la estela funeraria de L. Cornelius y Varisidia Maxuma, la de Quinto Fotidio Plauto y una tercera de la que sólo se conserva la clásica fórmula funeraria H. S. E. (hic situs/a est) (ob. cit.: 2325) (MUNERA, 1998). También muy cerca de allí, y repetido en sendas ocasiones, encontramos un topónimo que, con verosimilitud, indica la presencia de restos constructivos (PLAZA, 2009: 21 y 2010: 45): Torrejón y El Torrejón. Así mismo, relacionado con ellos, aunque fuera de esta ruta, hay un Castillejos muy revelador. Otro orónimo cercano interesante es el de Cerro Corredor, que es probable que se asocie a éste u otros trazados, mien-
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tras que algo más al E hay una Fuente Bernardo. Aunque aún no le sabemos dar explicación18, «bernardo» es un microtopónimo que suele salirnos al paso, con cierta frecuencia, en nuestras investigaciones camineras y suele estar asociado a pozos o fuentes; verbi gratia, en el yacimiento del despoblado medieval del Pozo Bernaldo estudiado por Escudero (ESCUDERO, 2001: passim). Obviando la posibilidad de que sea un antropotopónimo, cuestión que nos extrañaría por su abundancia y su predilección por aparecer junto a ejes viarios antiguos, ¿habremos dado con otro indicador odonímico o, por contra, con uno referente a la «línea de agua» presente en trazados históricos (PLAZA, 2010: passim)? Seguiremos investigando e informando.
4.2. Berejal o Verjal: ¿un pozo con historia? Desde la Casa del Vado, en dirección NE-SO, la calzada bordeaba el Cerro Verjal o, antiguamente, Berejal. Es totalmente plausible que dicho nombre sea de origen andalusí; confróntese, al respecto, con el ar. norteafricano bīr al—khal, ‘el pozo negro’ (VILLAVERDE, 2001: 583) (AGUADÉ & BENYAHIA, 2005:
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entradas ‘pozo’ y ‘negro’). No son precisamente pocos los topónimos que hemos recopilado en el cuadrante NO de Albacete, entre los más diversos documentos, que parecen ser compuesto de bīr (‘pozo’): Bernagosa o Berragosa, Mermejo, Merendaderos, los propios Bernardos mencionados, etc. Señalar nítidamente la ubicación de los puntos de aguada, parece lógico en una tierra que arrastra el injusto sambenito de estar más seca que el ojo de un grillo. Este topónimo, muy cercano a Lezuza, también ayuda a desmentir la idea sobre la absoluta despoblación de la colonia en época hispanomusulmana. Aunque, como se dijo, no aparece en las fuentes textuales y Balazote parece asumir su protagonismo caminero, las informaciones de Munera y Pretel dejan claro que existió una fortificación y una alquería adjunta, por pequeñas que fueran. Abundando en ese sentido, encontramos muy cerca otro nombre de evidente interés, rodeado por una contundente pléyade de pistas onomásticas: Cerro Corredor, Fuente Bernardo, Castillejos, Vallejo del Diablo, Barranco del Hombre, el Torrejón, Torrejón, Cerro Verjal y Casa del Vado. Se trata del Vallejo Madera, también de plausible origen andalusí, pues lo podemos relacionar con el término matira (o mt’ira), empleado en la agricultura bereber, al referirse a ciertas técnicas de preparación de la tierra para la siembra en terrazas irrigadas (BARCELÓ et al., 1996: 31 y 83) (PRETEL, 2008: 86). No muy lejos, entre La Mesa del Almendral (Algecira de Guadiana-Ciudad
de Lagos) y El Ossero (Algecira Prima), encontramos también un paraje llamado «El Madero», además del río Madera y el pueblo de Paterna del Madera, entre otros, igualmente en la provincia de Albacete.
4.3. Sobre Satanás Nos separamos progresivamente del río19, muy cerca del Barranco Satanás, y seguimos por la Casa de Lucía. El demoníaco primer nombre nos recuerda a un bien conocido tópico al que, por ejemplo, alude implícitamente Isaac Moreno con estas palabras: «si a los moros se les ha asignado históricamente un sinfín de obra pública romana, no menos ha ocurrido con el Diablo» (MORENO GALLO, 2010: 19). Tan prolífica es la actividad «pontificia» —en particular— y «edificadora» —en general— de Pedro Botero, y existe tal cantidad de leyendas asociadas a estas obras diabólicas que tiene categoría propia en la clasificación ATU, un sistema internacional de clasificación de mitos leyendas y fábulas (UTHER, 2004), y no es absolutamente nada difícil encontrar ejemplos idénticos a lo largo de toda la geografía española (MARTÍNEZ RECHE, 2001). Sin ir más lejos, el «acueducto romano» por excelencia de todo el planeta —el de Segovia— fue conocido como el Puente del Diablo y el pueblo llano atribuyó su fábrica a tal personaje. De la misma manera —Pont del Diable— se llama al acueducto de Les Ferreres, en Tarragona, e idéntica denominación recibe el puente
Fig. 15. De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Pont del Diable, Acueducto de Les Ferreres y Acueducto de Segovia. © Wikipedia, dominio público.
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medieval de Martorell erigido, sobre los restos de otro romano, en el siglo XIII (ob. cit.) (fig. 15). Y por lo que respecta a los caminos, sin ser exhaustivos en absoluto, encontramos en «Torrente de Cinca, restos de una calzada denominada ‘camino del diablo’» (MARTÍN-BUENO, 1977: 72), es decir, la vía romana entre Lérida y Zaragoza de la que Rodrigo Pita Mercé ya realizó un interesante trabajo, en 1954, sobre su trazado y establecimientos asociados (PITA, 1954). Véanse referencias más recientes en un artículo de Isaac Moreno (MORENO GALLO, 2010). En suma, las obras romanas parecían ser, a ojos medievales, fábrica del mismísimo demonio tanto como del propio Dios (PALOMERO & VILLALBA, 2002: 5). Adicionalmente, a sólo 5 km al Este y en las inmediaciones de Lezuza, encontramos el ya referido Vallejo del Diablo. Sobre el microtopónimo «Casa de Lucía», cercano a Lezuza, estamos investigando más en profundidad, aunque ya Pretel avanza cuestiones interesantes (PRETEL, 2007 y 2008: passim). Sin embargo, ya es llamativo encontrar unas Eras de Santa Lucía junto a la ciudad de Villarrobledo, precisamente en el sitio por donde discurría el enigmático camino directo —sin pasar por Munera— entre Villarrobledo y Lezuza, mencionado por vez primera (y última, hasta donde hemos podido averiguar)
en la Cosmografía de Colón (COLÓN, 1517-1523: tomo II, p. 131 y 146). Ese recorrido entre Villarrobledo y Lezuza utiliza, en parte, la Cañada de Carrión-Moharras —24 del catálogo de Ñacle y Velasco (ÑACLE & VELASCO, 2001: 56-57 y mapas)— de más que plausible uso y/u origen romano y que guarda, aún hoy, algunos de los más notables, mejor conservados y más extensos tramos empedrados en todo el TM. Aunque en cierto punto se le pierde la pista, es muy posible que algunos de los restos de calzadas que hallamos en Losa(s) Cavada(s) (PLAZA, 2010: 56-58) pertenezcan a esta vía, conectando allí, hasta Lezuza, con el Carril del Cartabón y el Camino de los Judíos, ya en término de Munera (MTN-764: Munera). Algunas de sus estaciones seguras, a pie de vía, son interesantes yacimientos villarrobletanos —inéditos hasta ahora— como El Milagro (seguramente del lat. miraculum, ‘punto de observación y vigilancia’, cf. CORCHADO, 1976: 33 y 51) y Casa Blanca (viejo conocido del estudio toponímico, totalmente ligado a la presencia de yacimientos), donde encontramos fragmentos tanto de cerámica ibera clásica parcamente decorada —en el primero y el segundo—, como de rica decoración campaniense decorada con una fina raya blanca, cerámica gris y terra sigillata —sólo en el segundo— (fig. 16). En torno a este último existe una interesante encrucijada
Fig. 16. Restos cerámicos de Casa Blanca (TM. Villarrobledo). © Foto: Ángel Plaza Simón.
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viaria y ambos forman parte de una de las mayores concentraciones de topónimos notables de todo el TM, únicamente superada por la del entorno LP-LC y la existente en torno al sitio que ocupó la parroquia bajomedieval de la Fuente del Espino. Muy cerca de ellos existen un Corral del Tesoro y El Tesoro, sólo dos de las siete ocasiones en que encontramos tal nombre dentro de Villarrobledo —incluido su callejero— o inmediatamente en su límite (MTN-740: Villarrobledo, 741: Minaya, 763: Sotuélamos y 764: Munera). También encontramos allí el antiquísimo hidrónimo Valdelobos, de origen prerromano (GALMÉS, 2000: 33— 34) y La Elipa (ant. Casas de Lipa), donde ya Fernández Guerra —un poco al buen tún tún— situaba un yacimiento visigodo (SABAU, 1858: p. 727). No obstante, creemos que ese último nombre puede ser de origen prerromano y estar relacionado con el conocidísimo radical *lib o *lip (GALMÉS, 2000: 188-189) presente, por ejemplo, en los nombres de Libora, Libunca, Libisosa, las dos Libias o la no descubierta aún ciudad de Libana, celtibera según las listas de Ptolomeo (PTOLOMEO, Geo: II-6, 57). ¿Se tratará del emplazamiento de esta última que, se supone, estaba por la zona? Queda esbozado este claro trazado y su conglomerado de yacimientos para un estudio posterior. Siguiendo con el análisis hagiotoponímico de la Santa Lucía villarrobletana, lo primero que cabría pensar es en la existencia, en ese lugar, de una iglesia, ermita, capilla o similar bajo tal advocación. Sin embargo, que se sepa hasta la fecha, la patrona de los ciegos, pobres y enfermos nunca ha tenido sucursal abierta en Villarrobledo (FRANCO, 1675) (CAVALLERÍA, 1751) (MORCILLO y VALERO, 1889) (SANDOVAL, 1961 y 1983) (ESPINAR, 1998) (PLAZA, 2006). Lo que sí hemos encontrado son noticias sobre la existencia, aún a mediados del siglo XVIII, de una Cofradía de Santa Lucía, hoy desaparecida, adscrita a la Parroquia de San Blas (CAVALLERÍA, 1751: 34) (SANDOVAL, 1961: 159 y 1983: 143). También, hoy en día, se pueden admirar sendas imágenes de la santa en la Parroquia de Santa María y en el Santuario de la Virgen de la Caridad, quizá reminiscencias de aquel culto. Por ello, la explicación más plausible que encontramos al nombre «Eras de Santa Lucía», es que tuviera su origen en alguna donación de aquellas tierras a la cofradía, por un particular, o alguna circunstancia similar relacionada con dicha asociación católica. Pero tampoco es desdeñable pensar que pueda tratarse de un antiquísimo topónimo fósil que hoy apenas tiene sentido, puesto que ni siquiera existe el camino del que recibió el nombre y conducía a Santa María Luciana o Luçiosana, en un Cerro del Castillo (Lezuza) que, ya dijimos, fue abandonado en 1411. Desde Casa Lucía junto a Lezuza, seguimos nuestro repaso a la ruta de los Vasos de Vicarello, por la perogrullesca «Cuesta de los Guijarros», y de sendas «Piedras de Molina» (¿miliarios, epígrafes, calzamiento de la vía?) no menos obvias.
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4.4. Guijarros y piedras: nada nuevo bajo el sol En el trabajo previo sobre el mapa no es raro, bien al contrario, hacer acopio de un gran número de denominaciones de parajes tan pétreas. Pero es evidente que, cuando el estudio trasciende la mesa del despacho y se convierte en labor de campo, a nadie se le ocurre recopilar todas las piedras que alcance su vista, pues su número podría superar varias centenas de miles en pocos minutos: sobre el terreno, lo más lógico es encontrar «perulos». Denominaciones tan anodinas, singularizadas en determinados nombres propios, parecen indicar que tales piedras han de tener algo cuando las bendicen. Sin ir más lejos, a la salida de Villarrobledo encontramos el topónimo «Peralta», repetido en sendas ocasiones, junto a una «Piedra Alta» (MTN-740: Villarrobledo). La explicación vulgar es obvia y a cualquiera se nos podría ocurrir: harían referencia a un terreno muy pedregoso, con losas calizas muy someras, y difícil de labrar. Incluso, alguien más avezado podría vincular el nombre a una heredad de la familia Peralta, presente ya en la ciudad en el siglo XVIII, pero que parece que no ha dado grandes prohombres a la Muy Noble y Muy Leal (CAVALLERÍA, 1751) (MORCILLO y VALERO, 1889) (SANDOVAL, 1961 y 1983). La verdadera cuestión viene cuando, en el mismo trazado (camino de los Murcianos) y junto a las peraltas o piedras altas, que tanto monta, existen otros parajes con nombres tan claros y evidentes como «Loma del Tesoro» (tercera vez que mencionamos el topónimo en Villarrobledo) y «La Calzada». Si, además, tenemos la enorme fortuna de encontrar testimonios históricos que nos permiten reconstruir el uso y gran tránsito durante siglos de este camino real de Toledo a los reinos de Murcia y Valencia20 —citado ya en COLÓN, 1517-1523: tomo I: p. 335— y lo podemos enlazar con la existencia de yacimientos arqueológicos; podemos intuir con relativa certeza, incluso aunque las «peraltas» hayan desaparecido por completo, que pudieron referirse a indicadores antiguos (leguarias y/o miliarias) o, quizá, al propio calzamiento del camino. Este ha de ser, sin duda, el caso de los parajes mencionados, junto o sobre la ruta de los Vasos de Vicarello. Así es como, caminando sobre el mapa, los estudios antiguos y modernos, y pasadas la «Cuesta de los Guijarros» y las «Piedras de Molina», llegamos a un sitio llamado «La Jeroma» en el MTN. Ante ese rótulo, no podemos evitar sentir una curiosa sensación de paramnesia (o déjà vu): ¿dónde habremos visto antes semejante vocablo? Detengámonos a estudiar este nombre tan inofensivo... aparentemente.
4.5. Ideas sobre el microtopónimo Jeroma La Jeroma (fig. 19.1) está justo al lado de la conocida villa romana de Casa del Notario (SANZ, 1997: passim y 2002: 359), asociada íntimamente a este trazado que
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Fig. 17. Ilustración de un As de bronce acuñado en Nemausus. © Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
analizamos, como indican todos los autores, donde ya se produjo un interesante hallazgo numismático, conocido hace tiempo (SÁNCHEZ JIMÉNEZ, 1945a y 1945b): un bronce que representa a Agripa y Augusto, a modo de Jano bifronte, acuñado en Nemausus (hoy Nimes) (fig. 17), que reafirma la vocación internacional del trazado (MATEU i LLOPIS, 1946: 265). Indudablemente, en la Casa del Notario tenemos la primera statio segura del camino desde Libisosa. Lo curioso de semejante nombre, al lado de la villa romana, es que puede ser un interesante odónimo, además de ser el hipocorístico de Jerónima. En el estudio de otro iter que llevamos en danza
(PLAZA 2009 y 2010), no advertimos que el trazado del camino real de Cuenca a Granada (Villuga 100) atraviesa un lugar llamado, igualmente, «La Jeroma» (MTN-839: Torre de Juan Abad) (fig. 18.2). Se encuentra pasados otros —como «Charco del Gitano», «Los Lanchares» y «Puntal de las Ánimas»— que ya resaltamos en su momento y como enlace antes del notable yacimiento de Los Torrejones y de parajes como Romanzal y Las Galianas, también vinculados al trazado viario (ob. cit.). Aunque el camino está bien claro y definido —c. de Puebla del Príncipe a Montiel— y es de uso claramente romano, al menos, La Jeroma podría ser un importante eslabón toponímico perdido. Para buscar más evidencias del nombre y sus derivados por la zona, asociado a calzadas o caminos PICAPTAR, echamos mano de otra «Roma» cercana que tenemos: Alhambra. En esta localidad, por mucho que se pueda dudar de que sea Laminio, nadie podrá dudar que hubo un municipio romano (ALFÖLDY, 1987) (DOMINGO, 2000, 2001, 2002 y 2008) (BENÍTEZ DE LUGO, 2001) (MOYA MALENO en MANGAS & NOVILLO —coords.—, 2008: 557-588) (MOYA MALENO, 2009) y que de él irradiaban calzadas. No tendremos que andar mucho puesto que, justamente a la salida de Alhambra y al sur, encontramos un lugar llamado «La Jeromilla» (MTN-787: Alhambra) (fig. 18.3). Pero buscando más, en otra provincia manchega, resulta que Palomero ya estudió un camino que pasa por las inmediaciones de
Fig. 18. La Jeroma, El Bonillo- AB (1); La Jeroma, Montiel- CR (2); La Jeromilla, Alhambra- CR (3); Corral de la Jeroma, Monreal del Llano- CU (4). © IGN- Elaboración gráfica: Ángel Plaza Simón.
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un «Corral de la Jeroma» (PALOMERO, 2002: 183) (MTN-689: Belmonte) (fig. 18.4). Sin embargo, creemos posible que el trazado al que hace referencia el topónimo sea una posible calzada —que Palomero no estudia— desde Monreal del Llano a Mota del Cuervo, y desde allí a Pedro Muñoz y/ o Manjavacas, donde hay restos arqueológicos sustanciales (ESCUDERO, 2001: passim) y una toponimia no menos suculenta: Colada del Camino de Monreal a Mota del Cuervo, Las Ventillas, Mojón de Montoya, Llano del Moro, El Colmenar, El Encaño, La Vereda, La Calleja, La Miliaria, Pozo Seco, Las Tapias, El Peregrino, Casa de Palacios, Cañada María, La Motilla, La Pelea, etc. En definitiva: «jeroma» parece ser un indicador interesante para detectar calzadas. En la figura 18 quedan reflejados todos esos parajes manchegos sobre el mapa. No obstante ensanchemos algo nuestro coto de caza toponímica. En la vecina provincia de Jaén existe un «paraje conocido como Geroma, en el camino de acceso al Santuario de Los Altos del Sotillo en Castellar de Santisteban» (ARBOLEDAS, 2005: 85) donde, en época hispano-romana, hubo un notable centro de producción y venta de exvotos para el mencionado santuario (ob. cit.). No debe ser una casualidad que esa localidad jiennense sea otra de las etapas del camino real de Granada a Cuenca (PLAZA, 2009 y 2010) pues, como dijimos, parece que el nombre también viajó por ese trazado. Así mismo, en una rápida batida toponímica por la Región de Murcia lo encontramos muy bien representado, con ge y con jota, en diferentes pueblos y bajo diversas variantes (GONZÁLEZ & GARCÍA, 1999: 311 y 350). La Mancha, Jaén y Murcia... ¿podrá ser una denominación andalusí tardía y regional? Veamos en La Rioja, donde también hubo presencia islámica pero más antigua. ¿Resultado? Ni el más mínimo rastro, según nuestro diccionario toponímico (GONZÁLEZ BLANCO, 1987). Ahora bien, resulta que, en Fresno de la Ribera (Zamora), existe un Teso de la Geroma, bien conocido por los geólogos de la zona (DELGADO & ALONSO, 2003). ¿Habrá calzada por allí? Vaya que sí: entre Tiedra y Villalazán —esto es, entre Albocela y Ocelo-Duri (MORENO GALLO, 2009: 64)—, a decir del SIGPAC y los mapas del MTN (MTN-369: Coreses y 370: Toro), existen pistas toponímicas tan obvias de que pudo haber una calzada romana como: Carretoro, Calicanto, Piedra Alta, Quebrantarrejas, El Sepulcro, Pozoantiguo, Matilla la Seca, El Valdespino, Castillares, La Portilla, etc., cruzado el Duero y siguiendo el trazado genérico de las carreteras ZA-P-2307, 2308 y 2314. Ese recorrido discurre a los pies del Teso de la Geroma y, de confirmarse, parece que no ofrecería apenas dudas para identificarlo con la etapa Ocelo-Duri-Albocela del Itinerario Antonino 24 (SAAVEDRA, 1862: 72-74). Sin profundizar en absoluto en la búsqueda bibliográfica, puesto que ya nos hemos alejado bastante de nuestra zona, desconocemos si se ha estudiado ese trazado concreto. En conclusión: a pesar de que vemos que el topónimo
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«jeroma» y similares está indefectiblemente asociado a las calzadas romanas, a la espera de nuevos informes sobre otras regiones españolas, parece que es un nombre poco habitual y fundamentalmente vinculado al sureste español. Sobre su explicación etimológica, aunque no somos duchos en la materia, quizá se relacione con un derivado de la raíz andalusí *{JRY}, en su significado ‘correr’ (CORRIENTE, 1997: 95), unido a términos muy bien conocidos como ar-rūm (‘el romano’) y ar rūmiyya (‘la romana’). Precisamente una de las puertas de la Córdoba califal era conocida como Bāb Rūmiyya (‘puerta de Roma’) (VALLVÉ, 1992: 41) que también se pude traducir como la puerta de la calzada, de los cristianos o de los romanos... Aunque son los especialistas los que se deberían pronunciar sobre el tema, nosotros nos limitamos a pergeñar observaciones, que no sabemos hasta qué punto serán pertinentes. También desconocemos a qué velocidad lo hacían; pero lo que parece evidente es que los romanos «corrían» por las jeromas y jeromillas, con ge y con jota. A partir de «La Jeroma», la dificultad para identificar el trazado de la ruta de los Vasos de Vicarello es absolutamente nula: sólo hay que contrastar las distintas ediciones del MTN, puesto que, en la más antigua, aparece rotulada como «vía romana» (fig. 9).
4.6. Y por la vía romana hasta Gil de Moya Antes de explorar el camino de Murcia in situ, nos vamos a detener en el pago de Gil de Moya. Si seguimos la ruta de los Vasos de Vicarello, en dirección a Mentesa (Villanueva de la Fuente), antes de llegar a El Ballestero atravesaremos un paraje llamado el Villar de Natalio junto a uno de los múltiples humedales de la zona, el Navajo del Espino. Pasada dicha localidad, volvemos a encontrar otro Los Villares junto a un Vallejo del Espino (y un El Gato, un Paderón —cast. Paredón—, etc.). Aunque «por este término [El Ballestero] pasa un camino de los llamados romanos ignorando de dónde viene y a dónde va» (AMAA, 1928: El Ballestero) que, obviamente, es el que describimos, de las encuestas de la Comisión de Monumentos de 1844 y 1928 remitidas por El Ballestero no se deduce la existencia de ningún yacimiento en ese pueblo21. Es evidente que no tenían conocimiento de todos estos indicadores toponímicos que, es muy probable, den cuenta de otros tantos lugares de interés arqueológico en dicho TM. Sobre el archiconocidísimo topónimo «villar» no hace falta ningún comentario, puesto que su uso referido a restos arqueológicos de poblaciones es tan antiguo y está tan extendido, que ya en las propias Relaciones topográficas, ordenadas por Felipe II, es empleado como tal (ZARCO-BACAS, 1927) (VIÑAS & PAZ, 1971) (CEBRIÁN & CANO, 1992) (CAMPOS, 2009). Ahora bien, sobre el no menos abundante «espino» sí merece la pena que nos detengamos a realizar algunas consideraciones.
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Aunque, a priori, parece un anodino fitotopónimo referido al término con el que se conocen diferentes especies vegetales —como el e. común, el blanco o albar, el negro o el cambrón—, un rapidísimo vistazo a catálogos o artículos nos permitirá hallar fácilmente abundantes ejemplos de restos arqueológicos en lugares que se llaman o apellidan así, como ya constata el medievalista albaceteño Aurelio Pretel (PRETEL, 2008: passim). ¿Por qué se asociará tanto el término «espino» a los restos arqueológicos? Una solución fácil, pero que no nos convence en absoluto, sería pensar que aquellos incipientes vestigios de ruinas, una vez que la vegetación silvestre se hubiera apoderado de ellos, podrían estar cubiertos por espinos. Hasta ahí la voz popular. Sin embargo, en ocasiones vienen a nuestra mente ideas que, aunque puedan parecer disparatadas a priori, madurándolas convenientemente quizá no lo sean tanto. Una posible interpretación del nombre, en absoluto definitiva, nos surgió ante la «Morra de los Castellones», mientras un agricultor del lugar nos refería que aquello era un «pueblo de moros». Tal explicación popular da cuenta de múltiples restos arqueológicos —indeterminados, en principio— ubicados en parajes llamados o apellidados, «del moro», «de la mora», «de moros», etc.; e, incluso, de otros menos obvios, como las abundantes «moralejas» y «morales», que tampoco tienen que ver exclusivamente con las plantas del género morus y las encontramos igualmente asociadas a yacimientos. Pero, para cualquier arqueólogo, es muy evidente que el »pueblo de moros» de la Morra de Los Castellones, en realidad es un llamativo poblado ibérico fortificado, destruido hacia el III a. C. y con origen en la Edad del Bronce, en el que no hay el menor rastro ni evidencia de población sustancial en época hispanomusulmana (GARCÍA SOLANA, 1964, 1966, 1973, 1974, 1978 y 1980) (id. en ARIAS —coord.— 1963-2004) (ARIAS, 1990b, 2000, 2001 y 2004) (OLCADE, 2001). Lo curioso es que sólo a ciento y pico de metros, en la otra orilla del río, está El Villar, y a menos de un kilómetro, siguiendo el curso fluvial, está Villabachos, antigua puebla y parroquia bajomedieval en suelo de Villarrobledo, donde sí hay restos andalusíes notables, en ambos casos (ob. cit.). Por analogía, es lógico pensar que la gente sencilla de Al-Ándalus también encontraría restos de antiguas culturas que les precedieron y, es evidente, no dirían que se trataba de pueblos de moros. ¿Cómo se referirían a ellos? Hemos encontrado referencias que sugieren que los atribuirían al ‘tiempo de los romanos’ o ‘cristianos’ (ar rūm), o al ‘de los godos’ (al qut). Esa última denominación quizá esté detrás de ciertos topónimos curiosos que, una y otra vez, encontramos en lugares «calientes», junto a posibles trazados de vías antiguas, como «El Bú» (Cerro del Bú, Pinar del Bú, Cerrabú, etc.). Es posible que también se refieran a ello los múltiples «gatos», que bien pueden denominar lugares con abundancia de gatos monteses, o también, «pueblos de godos». Muchos de ellos ni siquiera son
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romanos o de la Antigüedad tardía, como se podría pensar por el nombre, como, de igual modo, tampoco los «pueblos de moros», según los cristianos, son todos hispanomusulmanes por definición. Es el caso del paradigmático «Cerro del Bú» junto a Toledo, excavado ya en 1904 por Manuel Castaños y Montijano (CATALINA, 1904), que se ubica cronológicamente en la Edad del Bronce. Si seguimos profundizando en ese razonamiento, es inevitable que lleguemos a cuestionarnos cómo llamarían esos locos romanos, y otros que les precedieron, a los yacimientos que ellos hallaran. Obviando que, incluso, existió una población hispanorromana llamada Ispinum, no lejos de Laminio (PTOLOMEO, Geo.: II— 6, 56), nos preguntamos: ¿y si a los lugares con restos arqueológicos los llamaron «pueblos de hispanii»? No ahondaremos más en el tema porque, inadvertidamente, estamos entrando en el peligroso y resbaladizo terreno del origen del término España. Pero ya es curioso notar como Hispania, Spania, el fenicio *’i-spān-ya, el hebreo *SPN, el púnico *Ispani, y todos los elementos etimológicos que se manejan para zanjar tan «espinoso» tema (CUNCHILLOS, 2000), tienen una raíz muy similar, cuando no la misma, que el inocente espino: S-P-N. Como vemos la toponimia es un arma de doble filo, si se quiere, pero muy poderosa bien manejada; o «ca’ nombre tié su éste», como nos espetó con rotundidad manchega la sabiduría popular en la boca de un propietario en la Fuente del Espino22, refiriéndose a unas cuevas descubiertas en el contiguo El Tesoro, muy cerca de otro lugar de igual nombre (y van cinco tesoros villarrobletanos) junto a un El Moral (que creemos es la Ossa del Moral mencionada en el s. XVI y, posiblemente, el Moral de la Rana del XIII), en las inmediaciones del camino real de Granada a Cuenca y no lejos de un «Cerro del Gato». Este último quizá sea la famosa Peña del Gato donde hay restos de enterramientos y la leyenda, recopilada por González Sevillano (GONZÁLEZ SEVILLANO, 1986: 6-11), cuenta que una princesa mora fue inhumada junto a su amante, con un tesoro de feluses a su cabecera y una inscripción arábiga que maldice a todo aquel que ose perturbar el sagrado descanso eterno de los enamorados: «El que esta tumba profane, en ella perecerá 1000 años, y al finalizar este largo periodo, se convertirá en una enorme serpiente que será la guardiana de este gran tesoro durante todos los tiempos hasta el fin del Universo» (ob. cit., 11)... Vamos, lo de todo los días. Y volviendo a lo nuestro, aquí dejamos la descripción de la ruta de los Vasos de Vicarello para continuar, desde Gil de Moya (El Bonillo, Albacete), explorando sobre el terreno el camino de Murcia y siguiendo con la plausible reconstrucción del Itinerario A31 de Antonino. (continuará)
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ADDENDA DEL AUTOR
Justamente al límite de la fecha máxima de recepción de originales, establecida por el Consejo de redacción de la revista El Nuevo Miliario, ha llegado a nuestras manos el Catálogo de Bienes y Espacios del Plan de Ordenación Municipal (POM) de El Bonillo — de recentísima elaboración (Febrero de 2011)— cuyo autor es Justino Javier López Carretero. Como quiera que era materialmente imposible retocar el presente artículo para adaptarlo a ciertas noticias sustanciales que dicho documento contiene, se ofrece como addenda la siguiente información extraída del POM: «CATÁLOGO DE BIENES Y ESPACIOS PROTEGIDOS. FICHA INVENTARIO (…) Denominación: Fuente de San Miguel (…) Ref. 0026 (…) Aparecen restos que pueden indicar la presencia de una vía romana, la cual se articula en base a dos muros laterales con un ancho medio de 4 metros» (LÓPEZ CARRETERO, 2011: 43) Los restos están sobre el camino de El Bonillo a Murcia y, evidentemente, no desdicen para nada la información suministrada aquí, sino que, muy al contrario, la refuerzan poderosamente. En la siguiente entrega sí que se tendrán en cuenta éstas y otras evidencias, con mayor atención, de las que casi estamos dando noticia en tiempo real. Ahora, agradecemos profundamente las atenciones y la paciencia que el Consejo de redacción ha mostrado con nosotros al permitirnos este súbito «paren las rotativas».
NOTAS 1. http://web.jet.es/gzlarias/textos/cartaginense.htm, visitado el 26 de octubre de 2010. 2. Como ejemplo cercano de tal afirmación tenemos el llamado camino de Tomelloso a Barrax, que discurre en su totalidad por el TM de Villarrobledo. En su momento le dedicaremos algo de atención, aunque ya avanzamos que ni viene de (ni va hacia) Tomelloso ni va hasta (desde) Barrax, al menos hoy en día. Sin embargo hay que reseñar que discurre por la zona más «sensible» del término, desde la óptica arqueológica: el entorno de La Pasadilla-Los Castellones. Esto, junto a otras consideraciones históricas y las peculiaridades de su trazo (de tiralíneas donde «no debería» y serpenteante, errático y divagante en llanuras «como la palma de la mano») hacen de él un PICAPTAR de manual. 3. Indudablemente, se ha de referir al conocido yacimiento ibero-romano de la Casa del Alcaide (Albacete). Cf. (LÓPEZ BERMUDEZ, 1978) (SANZ, 1990 y 1997) (SORIA, 2000), etc. El topónimo ‘alcaide’ es del mayor interés para la historia de la capital provincial, pues uno de los pocos personajes conocidos de la época previa a la reconquista es, precisamente, Aboadalla «fijo del alcayat de Albacete» en la carta bilingüe (castellano-árabe) de compra de Sierra
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(Tobarra). Así mismo, Pretel resalta la paradoja de que Chinchilla y Albacete, sólo separadas por 16 km, tengan ambas Alcaide 4. Este Martín de Cantos ha de ser Martín de Cantos el Viejo o Martín Sánchez de Villar de Cantos, cabeza de la influyente familia albaceteña del siglo XVI, que obtuvo en 1488 una carta de hidalguía por su apoyo a los Reyes Católicos frente al Marqués de Villena. Cf. SANTAMARIA CONDE, A. (2002): «Acerca del Capitán Andrés de Cantos (Siglo XVI)...» en Alfonso Santamaría, Luis G. García Saúco y José Sánchez —coord.— II Congreso de Historia de Albacete: del 22 al 25 de noviembre de 2000, vol. III: Edad Moderna, pp. 75-91. Albacete: IEA. 5. De hecho no tendría sentido atravesar Ossa de Montiel, una población cabal y con privilegio de villazgo desde 1410, sin mencionarla y referirse a la, por entonces, seguramente despoblada ciudad Lagos. Si bien es cierto que ya avanzamos, coincidiendo con Pretel, que Lagos podría provenir del árabe al lawz, ‘el almendro’, (Plaza, 2010) tampoco muy alejado del término La Hoz. 6 El resto de ocasiones en que aparece dicho topónimo (Iqlīŷ) en la Península se ha traducido como Félix o Flix, en el caso de la población tarraconense. Para Pretel, siempre tan precavido y con sus puntualizaciones tan pertinentes, no hay que descartar que pueda referirse al municipio romano que existió en las inmediaciones de Elche de la Sierra, cuyo nombre es desconocido, aunque se sabe de su condición privilegiada por una inscripción evergética donde se refiere su curia (CIL II 3538). Son bastantes los autores, y no sólo la tradición popular, que piensan y han argumentado que fue la Helike en cuyo asedio murió Amílcar Barca, según las crónicas antiguas. 7. Aunque ya adelantamos que, entre Ossa de Montiel y El Bonillo, existe un camino con el significativo y concluyente nombre de «Carril de las latas». El tramo de El Bonillo a Munera, por el camino viejo de Munera, apenas tendrá la más mínima complicación pues las pistas toponímicas también son bastante jugosas. 8. Realmente no existe una conversión cabal de la legua a kilómetros, pues es una medida de longitud que expresaba la distancia que una persona, a pie o en cabalgadura, podía recorrer en una hora. Lógicamente, la distancia recorrida dependerá de distintos factores, como la orografía, que es claramente decisivo. La legua al uso en la zona, en aquellas fechas, es la legua grande que estaría en torno a 6 km o quizá los rebasara. Muy clarificador es el testimonio de Colón cuando afirma que estamos en La Mancha de Aragón, por ese motivo, las leguas son grandes. Del mismo parecer son las Relaciones, para Ossa de Montiel. 9. Personaje de evidente origen mozárabe. Dejan poco lugar a dudas su sobrenombre «Lope» y su nasab «ibn Mardanis» que, con mucha lógica, se piensa que pudiera ser «hijo de Martínez». 10. El estudio de los encuadres administrativos antiguos en la zona, en el que vamos avanzando muy lentamente, se está revelando como algo sumamente arduo y complejo, pero que va dando sus frutos. La propia vida de las comunidades humanas fronterizas suele ser así de ingrata: próspera y rica
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por el intercambio de gentes, ideas, culturas y productos, en tiempos de paz; zozobrante en los momentos borrascosos y de insidias, y condenada a recibir la primera torta en tiempos de guerra abierta. Duro es ese análisis, sí; pero sólo es posible hacerlo en el lugar más privilegiado para ello: en el cuadrante NO de la provincia de Albacete (Villarrobledo, Minaya, Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, etc.), en la tierra que fue frontera de Alcaraz, Alarcón y la Orden de Santiago; hito principal de las coras de Santaberia, Toledo, Jaén y Tudmīr ; abismo entre Al-Ándalus y el último reducto de la Hispania visigoda; separación entre Hispania y Spania; límite de Carpetania, Celtiberia, Oretania y Bastetania, etc. Muchos nombres muy diferentes para esas gentes que aquí partían lindes, pero que, curiosa y paradójicamente, tienen un antiquísimo substrato homogéneo y común en la Cultura del Bronce manchego, cuya extensión coincide muy cabalmente con la región natural manchega, en cuyo corazón estamos. La repercusión que puede tener es evidente y puede ayudar a comprender cuáles fueron las relaciones entre pueblos vecinos que, en muchas ocasiones, no compartían lenguas, creencias, culturas, modos de vida ni origen, pero configuraron la asombrosa complejidad de la historia española. 11. Entre 569 y 572 Leovigildo acosa fuertemente la provincia de Spania, llegando a conquistar Córdoba y otras ciudades, y firmando la paz en 572. La anexión definitiva, por parte de los godos, no se consigue hasta el reinado de Suinthila (621-631). 12. Actualmente en el Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda de Toledo. 13. Actualmente en el Museo Arqueológico Nacional. 14. Utilizamos deliberada y conscientemente el término ciudad, a pesar de que aún no ha certificado plenamente esa condición, para referirnos al conjunto de yacimientos de La Pasadilla-El Villar-Los Castellones, por los motivos que 15. ¿No tendrá este mismo origen el nombre del yacimiento de San Martín, estudiado por Escudero (ESCUDERO, 2001)? 16. En la dirección http://www.libisosa.ua.es/informacion/bibliografia.html se pueden encontrar abundantes referencias bibliográficas sobre cuestiones generales acerca de Libisosa, sobre su foro y su muralla romana y sobre el llamado barrio ibérico. 17. De hecho, el nacimiento (caput aquae) de dicho río está un poco más arriba de ese punto (Fuente del Lobo), en una zona donde nace también uno de los arroyos que conforman el Córcoles (El Ojuelo) y que es una divisoria de vertientes: el río Córcoles es tributario del Záncara —y éste del Guadiana— y por tanto atlántico, mientras que el río Lezuza lo es del Júcar y por tanto mediterráneo, si bien se pierde en la zona palustre que rodeaba Albacete. 18. Podríamos vincular a bernardo bastantes términos arábigos de gran interés como bir ‘pozo’, barid ‘camino, vereda’ o ‘posta’, nahr ‘río’, ard ‘tierra’, etc. 19. Aunque, si seguimos el curso fluvial en dirección a su nacimiento y seguimos hasta el del río Ojuelo y por allí a Munera, encontramos una colección interesante de topónimos que nos hacen sospechar de la presencia de otra arteria de
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comunicación Lezuza-Munera, hasta ahora desconocida: La Paraísa, Casas del Calzadizo, El Calzadizo, Camino de Lezuza, Casa del Seco (del ar. sikka), El Veredón, La Vereda, Casa Blanca, El Puerto, El Santo, etc. 20. Villarrobledo es una de las localidades más reiteradamente repetidas en los caminos descritos por Colón, hasta el punto de que es una de las pocas citadas en los tres tomos de la edición impresa de esta obra. Por todo ellos, es, creemos, uno de los ejes de referencia viarios más importantes del XVI. Jesús Rodríguez ya resalta, refiriéndose a la importancia caminera de Daimiel, que esta localidad, creemos que se debe a que Colón topó con un buen y puntual informador que tenía una perspectiva lo realmente llamativo es que la localidad de referencia para ir desde el centro al Reino de Murcia y al Reino de Valencia sea, precisamente, Villarrobledo. 21. Por cierto, Pretel ya ha sugerido, creemos que con evidente acierto, que los engañosamente modernos nombres de Viveros y El Ballestero están relacionados con los términos andalusíes bib (‘puerta’, al igual que bab) y balat (‘calzada’ y ‘palacio’). Sobre el segundo término de dicho nombres compuestos pensamos que puede ser ar-Ruyy, y creemos que puede hacer referencia a otra de las poco conocidas divisiones administrativas hispanomusulmanas de la zona (Fahs al luyy) que, quizá, haya sido mal trascrita o deturpada con el uso. Nos basamos, adicionalmente, en los propios textos andalusíes donde, incluso, se da cuenta de la muerte del rey Zafadola en 1146, a manos de sus aliados cristianos, y en la existencia de ciertos topónimos muy cerca de Villarrobledo como Casa de Paparrocho y Cuesta de Paporro, en el camino real de Villarrobledo a Pedro Muñoz, que podrían hacer referencia a una bab ar-ruyy (puerta de ar-ruyy) o la propia aldea de Rus (antigua Ruch) hoy despoblada en término de San Clemente. 22. Fuente del Espino es la conocida cabecera de una de las parroquias bajomedievales que hoy descansan en el suelo del TM de Villarrobledo, donde ya podemos avanzar, en noticias que ampliaremos en su día, que hubo un notable poblamiento (aprox. 4 ha) en la Edad del Bronce y Edad del Hierro, íntimamente vinculado al cercano LP-LC y que pervivió en época romana, quizá ocupado por una débil mansio; época medieval (musulmana y cristiana), que fue revitalizado por Alcaraz como puebla cabal en el siglo XIII, y que se despobló, seguramente, a finales del siglo XV o principios del XVI, pues aparece ya como despoblado en el XVIII.
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LOS NOMBRES DE LAS MANSIONES CON AD+ACUSATIVO EN LAS FUENTES ITINERARIAS
Jesús Rodríguez Morales
1.- AD + ACUSATIVO EN LAS FUENTES ITINERARIAS Hace ahora 45 años —¡cómo pasa el tiempo! — el joven José Manuel Roldán, que estaba comenzando sus investigaciones sobre las vías romanas, escribió un artículo muy conocido, en el que trataba de aclarar el significado de la expresión Ad+ acusativo en el nombre de las vías romanas del Itinerario de Antonino1. Examinaba también los nombres que aparecen en una interesante fuente del s. IV, el Itinerarium Burdigalense siue Hierosolymitanum2. Sus conclusiones apuntaban a que el nombre que seguía a la preposición de acusativo se refería a un objeto cercano a la situación de la mansio al servicio de la vía: «se le bautizaba según el objeto más sobresaliente que existiera en las cercanías y que pudiera servir como punto de referencia.»3 Nosotros vamos a ampliar el trabajo de Roldán a otras dos fuentes: el Itinerario recogido en los Vasos de Vicarello4 y la Tabula de Peutinger5. Trataremos de estudiar todas las veces que aparece la expresión en fuentes itinerarias. En la primera columna, y por orden alfabético, están todas las mansiones o mutationes que contienen Ad + acusativo. En la segunda el lugar en el que aparecen. Entre paréntesis el número de veces que está documentado el nombre. En negrita: Itinerario de Antonino (numeración de Wesserling6) En negrita subrayado: Itinerarium Burdigalensis (numeración de Wesserling7) En cursiva: Itinerario de los Vasos de Vicarello (número del vaso8) Normal: Tábula de Peutinger (número de segmento9)
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Ad Abilem*10 Ad Aesim Ad Albulas Ad Amadum Ad Ammontem Ad Amonem Ad Ansam Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Ad Aquas Albulas Ad Aquas Casaris Ad Aquas Herculis Ad Aquas Pertinacenses Ad Aquilam Maiorem* Ad Aquilam Minorem* Ad Aquileia Ad Aras Ad Aras Ad Aras Ad Aras Ad Arvalla Ad Atrum Flumen Ad Atticille Ad Basante
It. 9, 4; Africa It. 316, 4; Italia V It. 36, 5; Africa It. 75, 6; Africa Tab. X,2,b Syria Tab. VII,2,b Africa It. 480, 3; Britania It. 422, 6; Tarraconensis It. 43, 2; Africa It. 88, 7; Sicilia Tab. IV,5,b Numidia Tab. V,3,m Italia Tab. VI,1,b Africa Tab. VI,3,b Africa Tab. VII,4,t Moesia Tab. VII,5,t Dacia Tab. V,5,m , Italia Tab. IV,4,b Numidia Tab. IV,1,b Numidia It. 97,10; Sicilia It. 10, 1; Africa It. 9, 5; Africa Tab. IV,3,m Italia It. 413, 4; Baetica VV 1, 2, 3, 4 Baetica Tab. XI,2,m Moesia VV 1, 2 Tarraconensis Tab. IV,4,b Numidia It. 418, 2; Lusitania Tab. V,3,b Africa Tab. VI,3,t , Pannonia Inferior Ad Basilicam Diadumene Tab. III,3,b Numidia Ad Basilicam It. 40, 3; Africa Ad Basilicam Tab. II,5,b Mauretania Ad Birium-Ad Bivium Tab. VI,1,m Italia Ad Calceum Herculis Tab. III,5,b Numidia
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Ad Cale Ad Cale Ad Calem Ad Calem Ad Calem Ad Calorem Ad Canales Ad Capsu Iuliani Ad Capsum Ultimum Ad Castra Ad Cazalis Ad Centenarium Ad Centenarium Ad Centenarium Ad Centesimum Ad Centuriones Ad Cephalon Ad Cerasias Ad Cisternas Ad Columnam Ad Columnam Ad Commusta Ad Confluentes Ad Confluentes Ad Cottias Ad Crispas* Ad Cypsaria Taberna Ad Davalis Ad Deam Bocontiorum Ad Decem Pagos Ad Decimum Ad Decimum Ad Decimum Ad Decimum Ad Decimum Ad Decumo Ad Decumum Ad Diana Ad Diana Ad Dianam Ad Dianam Ad Dianam Ad Dianam Ad Dianam Ad Dracones Ad Dracones Ad Drinum Ad Duo Flumina Ad Duo Solarias Ad Duodecimum Ad Duodecimum Ad Duodecimum Ad Duodecimum AD Duodecimum
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Burd. 614, 6 Italia VV 3, 4 Italia It. 316, 1; Italia VI V,2,m Italia VV 1 Italia It. 110, 1; Italia II Tab. VI,3,m Italia Tab. II,2,b Mauretania Tab. VIII,1,b Africa It. 259, 6; Raetia Tab. IV,2,b Numidia Tab. II,3,m Gallia Narbonensis Tab. II,5,b Numidia Tab. IV,1,b Numidia It. 307, 5; Italia V It. 397, 6; Noricum Tab. VII,5,m Macedonia It. 280, 6; Italia X Tab. VII,5,b Africa It. 106, 4; Italia III It. 111, 5; Italia III VV 4 Gallia Narbonensis Tab. V,1,m Italia Tab.XI,2,t Armenia Burd. 557, 5 Alpes Cottias It. 13, 4; Africa Tab. VII,2,b Africa Tab. X,2,m Cappadocia Tab. III,1,m Gallia Narbonensis Tab. III,2,t Gallia Belgica Burd. 556, 10 Alpes Cottias Burd. 557, 9 Italia Burd. 605, 5 Macedonia Burd. 609, 11 Italia It. 305, 8; Italia I VV, 1 Baetica VV , 4 Baetica Tab. VI,3,m Italia Tab. VI,3,t Dalmacia It. 21, 1; Africa Tab. III,1,b Numidia Tab. IV,4,b Numidia Tab. IX,5,b Arabia Tab.VII,4,m Achaia It. 183, 3; Galatia- Cilicia It. 36, 6; Africa Tab. VI,5,t Pannonia Inferior Tab. III,5,b Numidia VV 4 Tarraconensis Burd. 556, 6, Italia Burd. 559, 4 Italia Burd. 604, 2 Thracia Burd. 606, 5 Epirum Burd. 609, 6
Ad Duodecimum
Tab. II,3,t Germania Inferior Ad Duodecimum Tab. III,2,t Gallia Belgica Ad Duos Pontes It. 424, 2; Tarraconensis Ad Ensem- Ad Aesim Tab. V,2,m Italia Ad Enum Tab. IV,3,t Raetia Ad Equum Magnum Burd 610, 9 Italia Ad Equum Tuticum It. 103, 2; Italia II Ad Ficum Tab. II,5,b Mauretania Ad Ficum Tab. VII,5,b Africa Ad Ficum It. 40, 4; Africa Ad Figlinas Tab. III,5,m Italia Ad Fine Burd. 555, 5,Gallia Narbonensis Ad Finem Burd. 559, 2 Italia Ad Fines Burd. 555, 5 Gallia Narbonensis Ad Fines Burd. 556, 7 Italia Ad Fines It. 232, 2; Raetia Ad Fines It . 238 , 1; G e r m a n i a Superior Ad Fines It. 274, 6; 2; Dacia Ad Fines It. 285, 3; Italia VII Ad Fines It. 356, 13; Alpes Cottias Ad Fines It. 387, 2; Lugdunensis Ad Fines Tab. II,5,t Gallia Belgica Ad Fines Tab. III,1,m Gallia Narbonensis Ad Fines Tab. III,5,t Raetia Ad Fines Tab. IV,1,m Italia Ad Fines Tab. V,4,t Pannonia Superior Ad Fines Tab. VI,1,t Pannonia Inferior Ad Fines Tab. VII,3,t Moesia Ad Fines Tab. VII,4,m Macedonia Ad Fines Tab. X,2,m Cilicia Ad Fines VV 1, 2, 3, 4 Tarraconensis Ad Flexum It. 558, 9 Ad Flexum Tab. V,2,t Pannonia Superior Ad Flexum Tab. VI,3,m Italia Ad Flumem Capadocem Tab. XI,3,m Syria Ad Flumem Ganges Tab. XII,4,b Exterior Ad Flumem Tigrem Tab. XI,5,m Mesopotamia Ad Flumem Tigrim Tab. XI,5,m Mesopotamia Ad Fluvium Angitulam It. 106, 1; Italia II Ad Fluvium Bradanum It. 104, 3; Italia II Ad Fluvium Lanaricum It. 88, 8; Sicilia Ad Fluvium Sabatum It. 105, 5; Italia III Ad Fonteclos Burd. 616, 16 Italia Ad Fontem Felicem Tab. XI,3,t Armenia Ad Fontem Scaborem Tab. XI,3,b Mesopotamia Ad Fornolus Burd. 560, 1, Italia Ad Fratres* It. 12, 5; Africa Ad Fusciana Tab. VI,4,t Dalmacia Ad Gallum Gallinaceum It. 22, 4; Africa Ad Gemellas It. 412, 3; Britania Ad Germani Tab. IV,2,b Numidia
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Ad Grecos Ad Herbas flumem Ad Hercule Ad Herculem Castra Ad Herculem Ad Herculem Ad Herculem Ad Herculem Ad Herculem Ad Hesis Ad Horrea
Tab. IV,4,m Italia Tab. IX,2,t Bithynia Tab. VII,4,m Macedonia It. 266, 2; Pannonia It. 293, 1; Italia VII It. 408, 3; Britania It. 83, 4; Sardinia Tab. VII,4,t Moesia Tab. XI,4,b Mesopotania Burd. 614, 5 Italia It. 297, 3; Alpes Maritimas Ad Horrea Tab. III,2,m Gallia Narbonensis Ad Horrea Tab. VI,2,b Africa Ad Intercisa Tab. V,2,m Italia Ad Ioglandem Tab. IV,4,m Italia Ad Iouem Burd. 551, 1 Aquitania Ad Labores Pontem Ulcae Tab. VI,2,t Pannonia Inferior Ad Labores Tab. VI,2,t Pannonia Inferior Ad Lacum Aprilem It. 292, 2; Italia VII Ad Lacum Comacinum It. 278, 7; Raetia Ad Lacum Regium It. 41, 1; Africa Ad Ladios It. 268, 8; Dacia Ad Lali Tab. III,4,b Numidia Ad Lapidem Baium Tab. IV,2,b Numidia Ad Lefas Tab. VI,3,m Italia Ad Letoce Burd. 553, 8 Gallia Narbonensis Ad Libros Tab. VI,4,t Dalmacia Ad Lippos It. 434, 2; Lusitania Ad Lullia Tab. II,2,t Gallia Belgica Ad Lunam Tab. IV,1,t Raetia Ad Maiores Tab. IV,4,b Numidia Ad Mallias It. 106, 3; Italia III Ad Malum It. 273, 3; Italia X Ad Malum Tab. VII,4,t Moesia Ad Marte Burd. 556,3; Alpes Cottiae Ad Martis Tab. IV,1,m Italia Ad Martis Tab. V,4,m Italia Ad Martis It. 311, 3; Italia VI Ad Martis It. 341, 4 Alpes Cottias Ad Martis It. 357, 2; Alpes Cottias Ad Martis VV 1, 2, 3 Italia Ad Matrem Magnam It. 103, 3; Italia II Ad Matricem Tab. VI,5,t Dalmacia Ad Medera IV,5,b Africa Ad Medera X,3,b Syria Ad Mediam VII,4,t Dacia Ad Medias Burd. 557, 4 Italia Ad Medias Burd. 560, 11 Noricum Ad Medias Burd. 611, 11 Italia Ad Medias Burd. 617, 7 Italia Ad Medias It. 82, 3; Sardinia
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Ad Medias Ad Mensulas Ad Mercurios Ad Mercurios Ad Mercurium Ad Mercurium Ad Mercurium Ad Mercurium Ad Mercurium Ad Molas Ad Monilia Ad Morum Ad Morum Ad Mures et ad Statuas in medio Ad Navalia Ad Nonas Ad Nono Ad Nonum Ad Nonum Ad Nonum Ad Nonum Ad Nonum Ad Nonum Ad Nonum Ad Nova Ad Novas et Aureo Monte Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novas Ad Novlas Ad Novolas Ad Octavo Ad Octavum Ad Octavum Ad Octavum Ad Oculum Marinum Ad Oleastrum Ad Olivam Ad Olivam Ad Olivam
Ad Orontem Ad Pactas Ad Padum Ad Padum Ad Palae
IV,4,b Numidia Tab. IV,4,m Italia It. 24, 4; Africa It. 6, 4; Africa Tab. IV,3,b Numidia Tab. IV,5,b Numidia Tab. V,5,b Africa Tab. VI,1,b Africa Tab. XI,3,t Armenia Tab. IV,3,b Numidia Tab. III,5,m Italia It. 401, 7; Tarraconensis VV, 1, 2, 3, 4 Tarraconensis It. 246, 5; Pannonia Tab. III,4,m Italia Tab. IV,4,m Italia Burd. 612, 3 Italia Burd. 551, 3 Aquitania Burd. 559, 5 Italia Burd. 560, 6 Italia Burd. 564, 10 Moesia Burd. 583,13 Syria Burd. 617, 4 Italia Tab. VI,3,m Italia VV 4 Tarraconensis It. 243, 6; Pannonia It. 24, 3; Africa It. 329, 6; Macedonia It. 452, 3; Tarraconensis Tab. IV,1,t Raetia Tab. IV,4,m Italia Tab. V,1,m Italia Tab. V,3,m Italia Tab. V,5,m Italia Tab. VI,4,m Italia Tab. VI,4,t Dalmacia Tab. VII,3,t Moesia Superior Tab. VIII,1,t Moesia Inferior VV 1, 2, 3, 4 Tarraconensis VV 1, 2 Baetica Burd. 615, 2 Italia Burd. 556, 8 Italia Burd. 565, 5 Moesia Burd. 611, 4 Italia Tab. II,2,b Mauretania Tab. VI,4,b Africa It. 39, 8; Africa It. 97, 5; Sicilia Tab. II,3,b Mauretania
Tab. X,4,b Syria Tab. VI,1,m Italia Tab. IV,2,t Italia Tab. V 1 m Italia VV 4 Tarraconenis
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Ad Palatium Dafne, Burd. 581, 7 Cilicia Ad Palatium It. 275, 8; Italia X Ad Pale VV 3 Tarraconenis Ad Palem VV 1 Tarraconenis Ad Palen VV 2 Tarraconenis Ad Palmam Tab. III,4,b Numidia Ad Palmam Tab. IV,5,b Africa Ad Palmam Tab. VI,5,b Africa Ad Palmam Tab. VII,3,b Africa Ad Palmam Tab. VIII,1,b Africa Ad Pannonios Tab. VII,4,t Dalmacia Superior Ad Pertusa Tab. V,5,b Africa Ad Picaria Tab. VII,2,t Dalmacia Ad Pictas It. 304, 8; Italia I Ad Pinum It. 113, 2; Italia II Ad Pireneum It. 390, 2; Narbonensis Ad Pirum Filumeni Tab. V,2,m Italia Ad Pirum summas Burd. 560, 4 Italia Alpes Ad Pirum It. 316, 2; Italia VI Ad Pirum Tab. VI,5,m Italia Ad Piscinam Tab. IV,2,b Numidia Ad Pisinas Tab. IV,3,b Numidia Ad Plumbaria Tab. III,5,b Numidia Ad Ponte Campanu Tab. VI,3,m Italia Ad Ponte Ises Tab. IV,5,t Noricum Ad Pontem Iulii Tab. V,5,m Italia Ad Pontem Singe Ad Pontem Ad Pontem Ad Pontem Ad Pontem Ad Pontes Tesseninos Ad Portum Dubris Ad Portum Lemanis Ad Portum Ritupis Ad Portum Ad Portum Ad Portum Ad Praetorium Ad Praetorium Ad Pretorium Ad Pretorium Ad Pretorum Ad Promontorium Ad Promuntorium Barbiti* Ad Protorium Ad Publicanos Ad Publicanos Ad Publicanos Ad Putea
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Tab. XI,3,m Syria It. 409, 2; Britania It. 477, 7; Baetica Tab. V,1,t Noricum Tab. XI,5,m Moesia It. 257, 5; Raetia It. 473, 5; Britania It. 473, 10; Britania It. 472, 6; Britania Tab. II,4,b Mauretania Tab. IV,4,t Italia VV,1,2,3,4 Baetica VV 4 Tarraconensis It. 177, 3; Galatia- Cilicia Tab. Tab. V, 5, t Africa Tab. V,1,b Africa Tab. VI,1,t Dalmacia Tab. IX,2,t Bithynia et Pontus It. 10, 2 Tab. V,2,t Pannonia Superior It. 346, 3; Narbonensis Tab. III,2,m Alpes Cottios Tab. V,2,t Pannonia Superior It. 447, 3; Tarraconensis
Ad Putea
Tab. VIII,1,t Moesia Inferior Ad Puteum Tab. VIII,3,b Cirenaica Ad Pyrum Tab. VI,3,m Italia Ad Quartodecimo Burd. 560, 8 Italia Ad Quintanas It. 304, 7; Italia I Ad Quintanas Tab. VI,1,m Italia Ad Quintodecimo Burd. 610, 2 Italia Ad Quintum Burd. 608, 3 Epirus Ad Radices Tab. VIII,2,t Thracia Ad Regias It. 36, 7; Africa Ad Renum Tab. III,5,t Raetia Ad Retio Tab. IV,4,m Italia Ad Rota Burd. 617, 1 Ad Rotam It. 40, 8; Africa Ad Rotas Tab. VI,3,m Italia Ad Rubras It. 36,4; Africa Ad Rubras It. 431, 11; Baetica Ad Rubras Tab. IV,1,b Numidia Ad Rubras Tab. V,5,m Italia Ad Sabatum Fluvium It. 110, 8; Italia Ad Salices It. 227, 1; Moesia Inferior Ad Salum flumen* It. 13, 3; Africa Ad Sava Municipium It. 39, 9; Africa Ad Sava Municipium Tab. II,2,b Mauretania Ad Scrofulas Tab. VII,3,t Moesia Superior Ad Septem Aras It. 419, 3; Lusitania Ad Septem Aras It. 420, 5; Lusitania Ad Septem Fratres* It. 9,3; Africa Ad Septimum Decimum It. 452, 4; Tarraconensis Ad Serta Tab. XI,1,b Syria Ad Sex Insulas* It. 11, 1; Africa Ad Sextum Burd. 550, 9 Aquitania Ad Sextum Burd. 564, 2 Moesia Ad Sextum Tab. IV,3,m Italia Ad Sextum Tab. V,4,m Italia Ad Sextum Miliarem Burd. 564, 4 Moesia Ad Silanos Tab. IV, 5, t Italia Ad Silanum Tab. II,3,m Gallia Narbonensis Ad Silma Tab. V,1,b Africa Ad Solaria Tab. III,5,m Italia Ad Solaria Tab. IV,2,m Italia Ad Solaria VV, 2 Tarraconensis Ad Sorores It. 433, 3; Lusitania Ad Speluncas Tab. VIII,1,b Africa Ad Stabulo dio Burd. 603, 3 Thracia Ad Stabulum It. 390, 1; Narbonensis Ad Stabulum Tab. X,2,m Capadocia Ad Stabulum Olearium Tab. II,4,b Mauretania Ad Statuas It. 244, 3; Pannonia Ad Statuas It. 285, 5; Italia VII Ad Statuas It. 400, 5; Tarraconensis Ad Statuas Tab. VI,1,m Italia Ad Statuas Tab. VIII,5,m Thracia Ad Stoma Tab. VIII,4,t Dalmacia Inferior
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Ad Sturnos Ad Taberna Frigida Ad Tanarum Ad Tarum Ad Taum Ad Teglanum Ad Templum Ad Tine Recine Ad Titulos Ad Tomenta Ad Tres Insulas* Ad Tricensimum Ad Turrem Ad Turrem Ad Turrem Ad Turrem Ad Turres Albas Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres Ad Turres At Turres Ad Tygrem Ad Undecimum Ad Undecimum Ad Unimpara Ad Veneris Ad Vicensimum Ad Vicensimum Ad Vicensimum Ad Vicesimum Ad Vicesimum Ad Vicesimum Ad Vicesimum Ad Vicesumo Ad Vicum Ad Villam Sele Ad Villam Servilianam Ad Villam Servilianam Ad X Ad XX Ad Zizio Ad Zociandem
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Tab. II,5,b Numidia Tab. IV,1,m Italia It. 109, 5; Italia II Burd. 616, 14, Italia Tab. II,1,t Britania Tab. VI,5,m Italia It. 74, 4; Africa Tab. V,4,m Italia It. 273, 4; Dacia Tab. XII,1,m Hiberia It. 11, 5; Africa It. 279, 4; Italia X It. 298, 3; Narbonensis It. 83, 5; Sardinia Tab. III,1,m Gallia Narbonensis Tab. VIII,1,b Africa Tab. VI,1,m Italia It. 105, 6; It. 111, 1; Italia III It. 273, 6; Dacia It. 290, 2; It. 301, 2, Italia VII It. 400, 6; Tarraconensis It. 445, 2; Tarraconensis Tab. V,2,b Africa Tab. V,2,t Dalmacia Tab. VI,2,m Italia Tab. VI,5,t Dalmacia VV 3 Tarraconensis Tab. XI,4,m Mesopotamia Burd. 559, 10 Italia Burd. 559, 14 Italia Burd. 602, 8 Dalmatia Tab. VI,5,m Italia Burd. 613, 1 Italia It. 216, 5; Galatia- Cilicia It. 397, 3; Narbonensis Burd. 551, 4 Gallia Narbonensis It. 113, 6; Italia III Tab. V,3,t Pannonia Superior Tab. V,4,m Italia VV 2 Italia Tab. X,1,m Asia Tab. III,3,b Numidia It. 42, 6 Numidia Tab. IV,1,b Numidia VV, 2, 3 Baetica VV 1, 3, 4 Italia Tab. VI,5,t Dalmacia Tab. XI,2,b Syria
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Il. 1: La famosa inscripción de Calidio Erótico (CIL IX, 2689). Un viajero echando cuentas con el posadero11.
A continuación hemos clasificado los nombres por campos semánticos. BAÑOS: Las termas eran fundamentales para que los viajeros pudieran limpiarse el polvo del camino12. Por eso el número de mansiones y mutationes llamadas Ad Aquas, «De los Baños» (13) era tan grande13 Ad Aquas (9) Ad Aquas Albulas Ad Aquas C(a)esaris Ad Aquas Herculis Ad Aquas Pertinacenses FUENTES Y POZOS: El suministro de agua era vital en las mansiones. Varias de ellas se llaman de la Cisterna, de la Fuente, de la Piscina, de los Pozos o de los Canales. Ad Canales Ad Cisternas Ad Fonteclos Ad Fontem felicem Ad Fontem Scaborem
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Ad Piscinam Ad Putea (2) Ad Puteum RÍOS Y LAGOS: Al borde de ríos de y lagos, en los lugares en los que estos se atravesaban, se colocaban las mansiones. Veintitrés de ellas llevan nombres de ríos y tres más de lagos. Ad (A)enum Ad Aesim Ad Atrum Flumen Ad Calem Ad Calorem Ad Drinum Ad Duo Flumina Ad Flumem Capadocem Ad Flumem Ganges Ad Flumem Tigrem (2) Ad Fluvium Angitulam Ad Fluvium Bradanum Ad Fluvium Lanaricum Ad Fluvium Sabatum Ad Herbas Flumem Ad Hesis Ad Lacum Aprilem Ad Lacum Comacinum Ad Lacum Regium Ad Orontem Ad Padum (2) Ad Renum Ad Ta(n)um Ad Tanarum Ad Tarum Ad Tigrim ANIMALES El nombre de un animal —emblema colocado a la puerta- es corriente para dar nombre a la mansio o mutatio. El que más se repite es el caballo, pero el águila, el gallo o el tigre son otros de los títulos que se conocen. Ad Aquilam Ad Dracones (2) Ad Equum Magnum Ad Equum Tuticum Ad Gallum Gallinaceum Ad Gallum Gallinaceum, “El gallo galo”. Sabemos por la inscripción C. I. L. XII, 4377, procedente de Narbona, que dice: L(vcivs) AFRANIVS CERIALIS L(ibertvs) EROS IIIIII(I vir) AVG(vstalis) DOMO TA(r) RACONE (h)OSPITALIS A GALLO GALLINACIO, AFRANIA CERIA LIS L(iberta) PROCILLA UXOR, AFRANIA L(vci) L(iberta) VRANIE F(ilia) ANNORVM XI HIC SITA EST que el liberto Lucio Afranio Eros, procedente de
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Tarragona, fue el propietario (hospitalis) del albergue A Gallo Gallinacio, en Narbo Martius, que le proporcionó la suficiente riqueza como para llegar a ser sevir augustal. Ad Sturnos Ad Tigrim Ad Tygrem PLANTAS Los árboles colocados junto a la posada le acaban dando nombre. Los más corrientes son la Palmera (todas en África) y el Peral (todos en Italia), seguidos por la Higuera (también todas en África), El Olivo (dos en África y una en Sicilia), el Manzano o el Moral. Ad Cerasias Ad Ficum (3) Ad Malum (2) Ad Morum Ad Oleastrum Ad Oliuam (3) Ad Palmam (5) Ad Pinum Ad Pirum-Ad Pyrum(3) Ad Pirum Filumeni Ad Pirum summas Alpes Ad Radices Ad Salices PAISAJE El paisaje alrededor de la venta, el aspecto de los campos o los elementos del relieve pueden servir para bautizarla. Ad Arualla Ad Confluentes Ad Decem Pagos Ad Duo Flumina Ad Labores Ad Pirum Summas Alpes Ad Promontorium Ad Speluncas RELIGIÓN Hasta 48 de los nombres conservados aluden a aspectos religiosos. Varias divinidades protegían a los viajeros en sus desplazamientos por tierra. De ellas la más importante era Hermes y su equivalente latino Mercurio, que aparece en el nombre de siete estaciones. Es la divinidad cuya toponimia más se asocia a las vías romanas en Francia14, en donde se le consideraba equivalente al dios local Teutates15. Diana, diosa de los cazadores, aparece en siete casos. También era divinidad protectora de los caminantes16. Marte, dios de los soldados, que se movían constantemente por los caminos, aparece en siete casos. Hercules, héroe itinerante, que protege a los viaje-
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ros que le sacrifican al ponerse en camino17, da nombre a ocho estaciones. Estos cuatro dioses son los más citados. En total representan el 65 % de los nombres religiosos. Ad Aquas Herculis Ad Aras (3) Ad Calceum Herculis Ad Deam Bocuntiorum Ad Dianam (7) Ad Herculem (6) Ad Herculem Castra Ad Iouem Ad Lunam Ad Marte Ad Martis (6) Ad Matrem Magnam Ad Mercurios (2) Ad Mercurium (5) Ad Palem Ad Septem Aras Ad Silanos (2) Ad Templum Ad Ueneris RASGOS Y ELEMENTOS DEL CAMINO Los elementos físicos del propio camino dan nombre a las paradas: Ad Bivium: «El Cruce», Ad Flexum: «La Curva», Ad Intercisa, Ad Pertusam: «El Camino cortado o tallado», también aluden a los puentes, a los puertos, a los coches (capsum18) o a las ruedas, símbolos del tráfico rodado19. Ad Bivium Ad Capsu Iuliani Ad Capsum Ultimum Ad Duos Pontes Ad Flexum (2) Ad Intercisa Ad Pertusa Ad Pontem (5) Ad Pontem Campanum Ad Pontem Isei Ad Pontem Iulii Ad Pontem Singae Ad Pontes Tesseninos Ad Portum (3) Ad Portum Dubris Ad Portum Lemanis Ad Portum Ritupis Ad Rota Ad Rotam Ad Rotas AEDIFICIA Como es lógico, gran parte de los nombres de las mansiones y mutationes se refieren al propio edificio20. Una buena parte de ellos aluden al aspecto lujoso de la mansio: Basilica, Palatium Dafnae, Regias. Castra: es el campamento militar, pero también la
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jornada de marcha o etapa del camino. Entre las distintas maneras de referirse al propio edificio de la mansio tenemos: Centenaria: se aplica a los albergues no oficiales que no pertenecían al cursus publicus21. Horrea: son depósitos del fisco en el que los propietarios vecinos depositaban su contribución a la annona22. Palatium: se reserva para las paradas imperiales, estaciones itinerarias preparadas para recibir al emperador o sus funcionarios23. Stabulum: albergue provisto de cuadras24. Praetorium: parada del cursus publicus, para uso de los funcionarios25. Quintana: «mercado, cantina». Taberna: establecimiento privado en una mansio26. Turris: «torre, palacio, castillo, lugar fortificado», por su abundancia debe de aludir al propio edificio y no a ningún otro cercano. Vicus y villa se pueden referir a mansiones situadas en estos lugares. Otras denominaciones se refieren a edificios anejos: Figlinas27, Fornolus28, Molas29, Picaria30, Plumbiaria31. Es muy corriente —16 casos— referirse a la mutatio como Ad Novam, «la Nueva», aunque también hay alguna quemada: Ad Combustam. Ad Basilicam (2) Ad Basilicam Diadumene Ad Castra Ad Centenarium (3) Ad Commusta Ad Cypsaria Taberna Ad Figlinas Ad Fornolus Ad Herculem Castra Ad Horrea (3) Ad Molas Ad Nouas (12) Ad Nova Ad Novlas Ad Novolas Ad Palatium Ad Palatium Dafnae Ad Picaria Ad Plumbiaria Ad Praetorium (5) Ad Quintana Ad Quintanas Ad Regias Ad Stabulodio Ad Stabulum (2) Ad Stabulum Olearium Ad Taberna Frigida Ad Turrem (4) Ad Turres (10) Ad Turres Albas Ad Uicum
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Ad Uilla Sele Ad Uillam Servillianam(2) PERSONAS Los nombres de personas se refieren, bien a los dueños, caracterizados por su aspecto físico o apodos32 (Gemellas33, Sorores34, Pactas35, Crispas36, Lippos37, Scrophulas38, Lib(e)ros39, Maiores40, Matricem), por la procedencia de posaderos o usuarios (Atticile, Cottias, Germani, Grecos, Panonios) o por el oficio de sus principales clientes (Centuriones, Publicanos- Recaudadores de impuestos, Navalia, etc.) Ad Atticile Ad Centuriones (2) Ad Cottias Ad Crispas Ad Gemellas (2) Ad Germani Ad Grecos Ad Libros Ad Lippos Ad Maiores Ad Matricem Ad Navalia Ad Pactas Ad Panonios Ad Publicanos (3) Ad Scrophulas Ad Sorores NOMBRES CURIOSOS Algunos nombres son dignos de películas de piratas: Los Dragones, La Sandalia de Hércules, Los Baños de Hércules o del César, el Último Coche, Los Ratones con estatuas en el medio, la Nueva del Monte de Oro o el Ojo Marino, son nombres que despiertan nuestra curiosidad. Ad Aquas Caesaris Ad Aquas Herculis Ad Calceum Herculis Ad Capsu Iuliani Ad Capsum Ultimum Ad Dracones (2) Ad Fontem Felicem Ad Lapidem Baium Ad Murem et Statuas in medio Ad Nouas et Aureo Monte Ad Oculum Marinum OBJETOS Y COLORES Los objetos que dan nombre a la mansion podrían estar colgados a la puerta, en un aviso o enseña: El Asa, el Reloj de Sol, la Cabeza, Las Mesitas, Los Collares, Las Redes, La Rueda, Las Estatuas, La Boca, El Colchón o Los Letreros son nombres que se asocian fácilmente a su representación gráfica. En cuanto a Ad Rubras, «Las rojas», Albert Grenier48 ha puesto de manifiesto la asociación del topónimo
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francés Maison Rouge, «Casa Roja», con ruinas de edificios antiguos al borde de las vías romanas. Piensa que el color rojo era un símbolo de la función hostelera de la casa. Ad Albulas Ad Ansam Ad Cephalem Ad Columnam Ad Duo Solaria Ad Mensulas Ad Monilia Ad Pictas Ad Retium Ad Rota Ad Rotam Ad Rotas Ad Rubras (4) Ad Solaria (3) Ad Statuas (3) Ad Statuas in medio Ad Stoma Ad Titulos Ad Tomenta LUGARES Un buen número de mansiones o mutationes llevan el nombre de un lugar, bien de la ciudad de la que dependía el establecimiento o bien del sitio de procedencia del ventero. Ad Amadum Ad Basante Ad Cazalis Ad Daualis Ad Fusciana Ad Ladios Ad Lali Ad Lefas Ad Letoce Ad Lullia Ad Mallias Ad Medera (2) Ad Monilla Ad Serta Ad Silima Ad Teglanum Ad Tine Recine Ad Unimpara Ad Zizio Ad Zociander LÍMITES Y MILIARIOS Muchas de las mutationes eran conocidas sencillamente por el número del miliario en el que se encontraban. Esto resulta indudable si se estudia la fuente más completa que nos ha llegado, el Itinerarium Burdigalense sive Hierosolymitanum, en donde se recogen todas las civitates, mansiones y mutationes del camino de Burdeos a Jerusalén y de vuelta a Milán49.
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Aunque simplemente se las nombra con ad- + acusativo está implícita la palabra (lapidem) miliarem, y así se ha conservado en un caso: Ad sextum miliarem. Un buen número también estaban colocadas en la frontera entre dos provincias (15 casos) o en el medio del camino entre dos ciudades (7 casos). Ad Quintum Ad Sextum (4) Ad Sextum Miliarem Ad Octavo Ad Octavum (3) Ad Nonas Ad Nono Ad Nonum (6) Ad Decimum (3) Ad Decumo Ad Decumum Ad Undecimum (2) Ad Duodecimum (7) Ad Quartodecimo Ad Quintumdecimum Ad Septimum Decimum Ad Uicensimum (2) Ad Uicesimum (4) Ad Uicesumo Ad Tricensimum Ad Centesimum Ad Finem Ad Fines (14) Ad Media Ad Medias (6) Es significativo que, salvo dos casos con nombres griegos: Ad Cephalem: «La Cabeza» y Ad Stoma: «La Boca», todos los nombres con Ad + acusativo están en latín, cosa que no sucede con los nombres propios de la mayoría de las mansiones, que se nombran por los topónimos de los lugares —civitates o vici- en los que se ubican.
2.- EL NOMBRE DE LAS VENTAS EN FUENTES ITINERARIAS MODERNAS Para poder comparar los nombres antiguos de estos establecimientos de carretera con otros modernos vamos a examinar una fuente muy conocida, el Reportorio de Villuga50, publicado en Medina del Campo en 1546. Tomaremos de esta recopilación de caminos aquellas paradas que aparecen denominadas como ventas. La lista —ya clasificada por campos semánticos— es la siguiente: BAÑOS Alhama51 De Baños FUENTES- POZOS Agua Dulce De la Fuenfría
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RÍOS, LAGOS, MONTAÑAS: De Aulencia De Riofrío Del Alberche Del Río Del Río de las Yeguas ANIMALES De la Cigarra De las Yeguas De los Toros de Guisando Del Gato PLANTAS De Calabazas De Fresnedilla De la Higuera De la Huerta De la Mata52 De la Zarzuela53 De Las Viñas De los Olmos De Salcedón Del Álamo Del Carrascal Del Chaparral Del Fresno Del Moral Del Palmar Del Rebollar PAISAJE De la Dehesilla De la Ladera Del Monte de la Tierra Del Puerto Las Lomas RELIGIÓN De la Cruz De los Santos De San Andrés De San Bartolomé De San Julián De San Pedro De Santa Catalina De Santa Lucía De Santillana EDIFICIOS De Las Herrerías De los Arquillos De los Molinos De los Palacios De Paredes De Torre Blanca De Torre Molina Del Albergue Del Espital
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Del Molinillo Nueva Quemada Real Ventas Nuevas RASGOS Y ELEMENTOS DEL CAMINO De la Cañada De la Puente Vieja De la Tablada De Mal Abrigo De Tajada Del Barranco Del Campo Del Coche PERSONAS De Ginés De Juan Gil De la Portuguesa De la Regina De la Silvera De las Dos Hermanas De las Guardas De los Locos De Romanos Del Alcaide Del Bellaco Del Conde Del Duque Del Marqués NOMBRES CURIOSOS De Mojapán Motorica Mazota OBJETOS Y COLORES De la Alhaja De la Bandera Del Barco Del Baúl Del Trabuco LUGARES Y OTROS De Segovia De Totana LÍMITES Y MILIARIOS De Diezma54 Media Llama la atención la coincidencia de los campos semánticos e incluso de los mismos nombres, aplicados a mansiones antiguas y ventas modernas. La denominación de las dos estaciones de la Vía de la Plata de las que partía el artículo de Roldán: Ad Sorores, «De las Hermanas» y Ad Lippos: «De los
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Legañosos», se pueden comparar con nombres como la Venta de las Dos Hermanas, la de los Locos o la del Bellaco del Reportorio de Villuga, muy similares. Lo mismo en las fuentes antiguas que en las modernas el nombre que más se repite es el de Venta Nueva = Ad Nouas, aunque curiosamente en ambos casos también hay una Venta Quemada = Ad Combusta.
3.- LA VILLA AD GALLINAS ALBAS Vamos a ver a continuación dos textos55 relacionados con este tema. Se refieren al prodigio acaecido en la casa de campo de Livia en Veyes —en la que se encontró en el s. XIX la estatua de Augusto llamada de Prima Porta56 —, propiedad conocida después del portento como uilla Ad Gallinas57. El primero es de la vida de Augusto de Suetonio: «Un día Livia, a raíz de su casamiento con Augusto, fue a visitar la residencia que tenía cerca de Veyes, y he aquí que un águila pasó volando junto a ella y dejó caer en su regazo una gallina blanca que todavía sostenía en el pico una rama de laurel tal como la llevaba en el mismo momento de ser apresada. Livia dispuso que criasen aquel ave y plantasen la rama: de aquella gallina nacieron tantos polluelos que todavía hoy en día se la conoce como la villa «Ad Gallinas» y de aquella rama surgió un boscaje de laureles tan espeso, que los césares los tomaban de aquel lugar para celebrar sus triunfos.»58. Plinio el Viejo amplía la noticia al hablar del árbol del laurel: «Hay también algunos hechos dignos de mención relacionados con el laurel en la historia del divino Augusto. Una vez, cuando Livia Drusila quien tras su matrimonio con el emperador tomó el nombre de Augusta- era su prometida, estando sentada, le cayó en el regazo una gallina de gran blancura, que un águila había dejado caer sin que hubiera sufrido ningún daño. Viéndolo Livia sin ninguna alarma, se añadió el milagro de que todavía llevaba en el pico una rama de laurel llena de bayas. Los arúspices dieron orden de que la gallina y su progenie fueran conservadas cuidadosamente y la rama plantada y custodiada con cuidado religioso. Esto se hizo en la villa de los Césares, situada en la orilla del Tíber, junto al noveno miliario de la Vía Flaminia, a la que se conoce desde entonces como «Ad Gallinas» y en donde de la rama se originó prodigiosamente un bosque. Después de esto, César Augusto, cada vez que celebraba un triunfo, llevaba una rama de este laurel en su mano y una corona en su cabeza y desde entonces todos los emperadores han seguido su ejemplo.»59
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En 1909 se publicó una tabula ansata de bronce hallada en el fondo del Tíber, que estaría fijada a un barco o coche oficial, preparado para que lo usaran los emperadores60. Nombra a dos libertos imperiales de edad trajanea —M. Ulpius Diadumenus y Glyptus— que ocupaban cada uno de ellos el cargo de procurator praetorii Fidenatium et Rubriensium et Albarum Gallinarum, encargados de las residencias imperiales conocidas más corrientemente como Ad Fidenas, Ad Saxa Rubra y Ad Gallinas Albas.
La noticia de Plinio y Suetonio de que, por albergar las gallinas sagradas, la villa se conocía como Ad Gallinas, podría confirmar la idea, ya adelantada por nosotros en El Nuevo Miliario61, de que la expresión Ad + acusativo, que aparece muchas veces en el las fuentes itinerarias antiguas para designar una mansio o mutatio, no se refiere a ningún objeto cercano a ellas, sino que es el nombre propio o comercial del lugar o establecimiento de carretera, de la posada o venta. Il. 2: Tabula ansata, cara 2 62
Cara 1: M. VLPI(I) AVG(VSTI) [LI]B(ERTI) DIADVME NI PROC(VRATORIS) PRAETORI(I) FIDE NATIVM ET RUBRIENSIVM ET GALLINAR(VM) ALBARVM SA CRVM QUAE PRAESTV EST VSI BVS CAESARIS N(OSTRI)
Cara2: GLYPTI AVG(VSTI) [LI]B(ERTI)PROC(URAT ORIS) PRAETORI(I) FIDENATIUM ET RVBRIENSIVMET GALLINARV [M ALBA]RVM SACRVM QUAE PRAE STV EST VSIBVS CAESARIS N(OSTRI)
4.- CONCLUSIONES Con todo esto creemos haber demostrado que los nombres en Ad + acusativo de las estaciones de los itinerarios romanos se refieren exactamente a la denominación comercial de los establecimientos situados al borde de las calzadas para dar servicio a los viajeros. En la denominación que nos han transmitido los textos el sustantivo —taberna, caupona o stabulum— casi
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siempre va elíptico63. Solamente en tres casos se ha conservado la denominación completa: Ad Palatium Dafnae, Ad Stabulum Olearium y Ad Taberna Frigida. La locución que hemos descrito: Ad + acusativo, con el significado que apuntamos, no corresponde con un uso descrito en las gramáticas latinas64, sin embargo se puede rastrear un doble origen: Por un lado ad sustituye a apud —preposición que sí indica el lugar en donde— ya en autores antiguos como Plauto y Terencio y es común este uso de nuevo en escritores tardíos65. Por otro el acusativo con ad reeemplaza al locativo «muchísimas veces hasta con nombres de lugar»66. En cuanto a las lenguas románicas se ha conservado en francés un uso muy parecido, con la locución aux, que se utiliza para designar el nombre de establecimientos hosteleros: Café Aux Tours de Notre Dame67, Hotel Aux Trois Portes68, Restaurant Aux Armes de Bruxelles69. El mismo empleo se conserva en italiano70. Nombres como Albergo y Hotel Al Cacciatore, Hotel al Pescatore, Albergo al Gobbo71, Albergo Al Gambero72, Albergo al Gallo Forcello, Albergo al Capello Rosso o formas en plural como Albergo Alle Alpi o Albergo Alle Porte parecen ser, como en francés, descendientes románicas de la locución latina que estamos estudiando. Aparte de los evidentes errores de las desinencias, producto en su mayor parte de la transmisón textual73, existe también en los itinerarios un numeroso grupo de topónimos que parecen obedecer a la construcción ad + ablativo74. El error de transmisión se puede descartar para los que provienen de los Vasos de Vicarello (Ad Cale, Ad Commusta, Ad Decumo, Ad Nova, Ad Vicesumo), que son una fuente directa. Se producen también —sobre todo en los numerales- dobletes, como Ad Decumo —Ad Decumum, Ad Octavo —Ad Octavum, Ad Vicesumo- Ad Vicesimum. Todo ello parece apuntar a la utilización del ablativo en lugar del acusativo, que se hace normal en época tardía75 o a más bien a la confusión de los escribas sobre las reglas de utilización de las terminaciones de caso76. Este uso particular del acusativo nos tendría que hacer repensar el posible significado de la utilización de distintas desinencias —acusativo, ablativo, locativoen las fuentes itinerarias, asunto sobre que el maestro Gonzalo Arias llamó la atención hace casi 50 años77, desarrollando la que él llamaba teoría de los empalmes o explicación gramatical del Itinerario, para aclarar el empleo de los acusativos sin preposición. Las implicaciones de esta hipótesis que presentamos, sobre todo para la geografía antigua, son importantes, puesto que saber que la mayor parte de estas mansiones que aparecen nombradas con ad + acusativo eran edificios aislados —simples ventas o posadas-, que habrán dejado restos arqueológicos en una superficie limitada, puede ayudar a su identificación sobre el terreno.
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Si examinamos la tabla adjunta, que corresponde a los datos del Itinerarium burdigalense, sin duda el itinerario más detallado que nos ha dejado la antigüedad, podemos ver que en él lo que más se citan son mutationes, que representan aproximadamente la mitad de las paradas. Sin embargo de las que aparecen nombradas con ad- + acusativo alcanzan el 90%, lo que indica que en su gran mayoría eran pequeños establecimientos al borde del camino.
Itinerarium burdigalense
Con ad- 78
Mansiones
100 (22%)
3 (6%)79
Mutationes
234 (51,4%)
46 (90 %)
Civitates
121(26,5)
0 (0 %)
Vici
1 (0,2%)
0
Castella
1 (0,2%)
0
Urbes
1 (0,2%)
0
Nada
6 (0,12%)
2 (4 %)80
Total
455 (100%)
51 (11,2 %81)
NOTAS 1. J. M. ROLDÁN HERVÁS, José Manuel, «Sobre los Acusativos con «ad» en el Itinerario de Antonino, Zephyrus, 17, 1966, pp. 109- 125. 2. G. PARTHEY Y M. PINDER, Itinerarium Antonini Augusti et Hierosolymilitanum ex libris manu scriptis, Berolini impensis Friderici Nicolai, 1848; O. CUNTZ, Itineraria romana. Volumen prius. Itineraria Antonini Augusti et Burdigalense, Studgard, B.G. Teubner, 1929. 3. J. M. ROLDÁN HERVÁS, «Sobre los acusativos…» [n. 1 ] p. 118. 4. K. MILLER, Itineraria Romana, Stuttgard, 1916, p. 71 y ss. 5. http://www.tabula-peutingeriana.de/tp/tp_aa.html Se han eliminado los datos del segmento 1, que como sabemos desapareció y fue reconstruido por Miller.. 6. Citamos por O. CUNTZ, Itineraria romana. Volumen prius. Itineraria Antonini Augusti et Burdigalense, Studgard, B.G. Teubner, 1929. 7. Citamos también por O. CUNTZ, Itineraria romana [n. 6]. En línea está en http://www.christusrex.org/www1/ofm/pilgr/bord/10Bord01Lat.html
L(ucius) CALIDIVS EROTICVS SIBI ET FANNIAE VOLVPTATI V(ivus) F(ecit) COPO COMPVTEMVS HABES VINI S(extarium) I PANE(m) A(sse) I PVLMENTAR(ium) A(ssibus) II CONVENIT PVELL(am) A(ssibus) VIII ET HOC CONVENIT FAENVM MVLO A(ssibus) II ISTE MVLVS ME AD FACTVM DABIT
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Relieve en el Permamonmuseum, Berlín (v. nota 34)
Lucio Calidio Erótico, lo mandó hacer para sí mismo y para Fania Volupta cuando estaba vivo. “Ventero, echemos cuentas.” “Tienes: un as por un sextario de vino, un as por el pan y dos ases por el guiso.” “De acuerdo.” “Ocho ases por la chica.” “También de acuerdo.” “Dos ases por el heno de la mula.” “¡Esta mula me va a arruinar!”
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8. P. MARCHI, La stipe tributata alle divinità delle Acque Apollinari, Roma 1852; CIL XI, 3281-3284; K. Miller, Itineraria Romana, [n.4] p. 71 En línea en http://www.hs-augsburg.de/~harsch/Chronologia/Lspost04/Gaditana/gad_intr.html 9. K. MILLER, Itineraria Romana: Römische Reisewege an der Hand der Tabula Peutingeriana, Stuttgart 1916, Roma, Bretschneider 1964. En línea en http://www.hs-augsburg.de/~harsch/Chronologia/Lspost03/Tabula/tab_intr.html 10. Las mansiones con * son parte de un itinerario marítimo y su interpretación –elementos distintivos de la costa- difiere de lo que aquí examinamos. 11. E. Terenziani, «’L. Calidi Erotice, titulo manebis in aevum’. Storia incompiuta di una discussa epígrafe isernina [CIL IX, 2689]», Ager Veleias», 3.09, 2008, http://www.veleia. it/download/allegati/fn000076.pdf 12. J. RODRÍGUEZ MORALES, «Las calzadas romanas ¿propaganda o utilidad?», Actas del VIII Coloquio de A.I.E.R. Propaganda y persuasión en el mundo romano. 1 y 2 de diciembre de 2010 (en prensa) 13. Sobre Aqua en la toponimia relacionada con las vías romanas, vid. S. GENDRON, La toponymie des voies romaines et médiévales, Paris, Ed. Errance, 2008, p.109 – 111. 14. A. GRENIER, Manuel de archéologie gallo-romaine. II Partie: L’archéologie du sol, Paris, Picard, 1934, pp. 307- 311. 15. CÉSAR, De Bello Gallico, 6, 17: Deum maxime Mercurium colunt. Huius sunt plurima simulacra: hunc omnium inventorem artium ferunt, hunc viarum atque itinerum ducem, hunc ad quaestus pecuniae mercaturasque habere vim maximam arbitrantur. «Adoran como divinidad principal a Mercurio. Tienen muchas imagenes de él; le consideran el inventor de todas las artes y guía en todos los viajes y caminos, y el que tiene mayor influencia para la ganancia de dinero y transacciones comerciales.» Apud R. CHEVALLIER, Voyages et déplacement dans l’Empire romain, Armand Colin, 1988, p. 382. 16. Trivia Diana est, ab eo dicta Trivia, quod in trivio ponitur fere in oppidis Graecis.... «La Titánida Trivia es Diana, calificada de Trivia porque en las ciudades griegas suele colocarse su imagen en la confluencia de tres calles…» VARRÓN, De lingua latina, 7, 2, 16. Traducción de M. A. MARCOS CASQUERO, Varrón. De Lingua latina, ed. bilingüe, Barcelona, Anthropos, 1990, pp. 224- 225. Anthologia Palatina, VI, 199. pp.: «Artemis, diosa del camino, Antífilo te dedica este sombrero de viaje, símbolo del caminante, porque tú has atendido sus votos, tú has bendecido sus pasos.» W. R. PATON, The Greek Anthology, Volume 1, Loeb, 1916, pp 400- 401. 17. FESTO, XIIII, 284; Propter viam Peregre profecturi Herculi sacrificabant in culina quase …Propter viam fit sacrificium: quod est proficiscendi gratia Herculi, aut Sanco, qui scilicet idem est Deus. «Los viajeros, en el momento de su partida, sacrificaban a Hércules o a Sancus en la cocina… Es junto al camino en donde se hace el sacrificio corriente en el momento de la partida, en honor de Hércules o de Sancus, que es el mismo dios. M. Verrii Flacci quae extant : et, Sexti Pompeii Festi
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De verborum significatione libri XX, tomo 2, Londres,Valpy, 1826, p. 661- 662 18. ISIDORO, Origenes sive Etymologiae, XX, 12, 3: Capsus carruca undique contecta, quasi capsa. »Capsus es una carroza cubierta por todas partes, casi una caja.» 19. En varias emisones monetales y en un relieve de época trajanea, hoy en el Arco de Constantino, la Vía Trajana, fue representada como una joven tendida que sostiene una rueda. 20. Sobre los establecimientos hosteleros en Roma, vid.: T. KLEBERG, Hotels, restaurants et cabarets dans l’ Antiquité romaine, Upsala, 1957. Sobre la toponimia que han dado estos nombres: GENDRON, La toponymie des voies romaines et médiévales [n. 12] p. 101- 109. 21. R. CHEVALLIER, Voyages et déplacement dans l’Empire romain [n.14], p. 67 22. R. CHEVALLIER, Les voies romaines, Paris, Picard, 1997, p. 281 23. Codex Theodosianus, VII, 10, 1: »palatia nostra in qualibet civitate vel mansione», apud R. CHEVALLIER, Les voies romaines [n. 21] p. 281 24.R. CHEVALLIER, Les voies romaines [n. 21] p. 281. GENDRON, La toponymie des voies romaines et médiévales [n. 12] p. 102. 25. R. CHEVALLIER, Les voies romaines [n. 21] p. 282. 26. R. CHEVALLIER, Les voies romaines [n. 21] p. 282. 27. «Fábrica de cerámica». 28. «Hornillo». 29. «Molinos». 30. «Fábrica de pez». 31. Seguramente Pumblaria, «fontanería». 32. Es significativo que estos nombres sean casi todos femeninos, puesto que las mesoneras o venteras eran parte del atractivo de la posada. 33. Las Gemelas 34. Las Hermanas. Un relieve hoy en el Pergamonmuseum de Berlín, que presenta a tres jóvenes desnudas de pie y a una mujer vestida sentada, con la inscripción AD. SORORES. IIII ha sido interpretado como un anuncio de burdel, cuya imagen representa a tres prostitutas y su «madame» (H. Blumer, Der römischen Privataltertümer, Munich, Verlag C. H. Beck, 1911, p. 15, nota 7). En el relieve se puede apreciar una línea sobre el cuatro, con lo que serían quattuor mille y no quattuor las hermanas. Así que Ad Sorores podría ser la «Posada de las Hermanitas». 35. Las Novias. 36. Crispas significa «Las del pelo rizado», o «Lás Rápidas». 37. Los Legañosos 38. Las Escrófulas. 39. ¿Quizás Ad Liberos: «Los Niños»? 40. «Los Viejos». 41. «La Nodriza» 42. Atticilla: ¿pequeña ateniense? 43. Las delos Alpes Cottios. 44. En Numidia. 45. En Italia. 46. En Dalmacia. 47. La Naval.
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48. A. GRENIER, Manuel de archéologie gallo-romaine [n. 13] p. 286- 291 49. Todas las estaciones del Burdigalense que se nombran con un número son simples mutationes. 50. P. JUAN VILLUGA, Reportorio (sic) de todos los caminos, hasta agora nunca visto...Medina del Campo, Pedro de Castro impresor, 1546. Edición facsímil de De Vinne Press, 1902. Hay edición electrónica en: http://www.traianvs. net/villuga/index.html 51. Alhama significa en árabe «el Baño» 52. Parte de un bosque. 53. El encinar: vid J. RODRÍGUEZ MORALES, «El Puente de la Zarzuela en el antiguo camino real de Extremadura (Navalcarnero)», Anales del Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid ‘Jiménez de Gregorio’, 10, 2010, pp. 97- 127. 54. Décima. 55. Otros dos autores clásicos (DIÓN CASIO, XLVIII, 52, 2 y AURELIO VÍCTOR, V, 17) se refieren al prodigio, aunque no citan la villa Ad Gallinas. 56. M. GAETANO, Ad Gallinas Albas Villa di Livia, Roma, L’Erma de Bretschneider, Bullettino della Commissione Archeologica Comunale di Roma, Supplementi, 8, 2001. F. MAURIZIO, La Villa di Livia: un percorso di ricerca di archeologia virtuale, Roma, L’Erma di Bretschneider, Bibliotheca Archaeologica, 41, 2008. G. MESSINEO, La Tomba dei Nassoni, Roma, L’Erma di Bretschneider, Studia Archaeologica, 104, 2000, p. 82 57. Sobre este prodigio el estudio más completo está en S. MONTERO HERRERO, Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo, Barcelona, Publicacions i edicions, Universitat de Barcelona, 2006, p. 102- 107 58. SUETONIO, Galba, 1: La traducción es de M. BASSOLS DE CLIMENT, C. Suetonio Tranquilo. Vida de los doce césares, vol. IV, Barcelona, Alma Mater, 1970, p. 18- 19 «Liuiae olim post Augusti statim nuptias Ueientanum suum reuisenti praeteruolans aquila gallinam albam ramulum lauri rostro tenentem, ita ut rapuerat, demisit in gremium; cumque nutriri alitem, pangi ramulum placuisset, tanta pullorum suboles prouenit, ut hodieque ea uilla «ad Gallinas» uocetur, tale uero lauretum, ut triumphaturi Caesares inde laureas decerperent.» 59. PLINIO EL VIEJO, Naturalis Historia, XVI, 136- 137: «Sunt et circa Diuum Augustum euenta eius digna memoratu. Namque Liuiae Drusillae, quae postea Augusta matrimonii nomen accepit, cum pacta esset illa Caesari, gallinam conspicui candoris sedenti aquila ex alto abiecit in gremium inlaesam, intrepideque miranti accessit miraculum. Quoniam teneret in rostro laureum ramum onustum suis bacis, conseruari alitem et subolem iussere haruspices ramumque eum seri ac rite custodiri. Quod factum est in uilla Caesarum fluvio Tiberi inposita iuxta nonum lapidem Flaminiae uiae, quae ob id uocatur Ad Gallinas, mireque silua prouenit. Ex ea triumphans postea Caesar laurum in manu tenuit coronamque capite gessit, ac deinde imperatores Caesares cuncti.» La traducción es mía. 60. Notizie degli scavi di di antichitá, Roma, Accademia dei Lincei, 1909, pp. 433-435. C.I.L. XI, 2, 2, Addenda ad Par-
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tes Priores et Indicum Capita Tria, 1976, p. 1358. Cfr. S. PANCIERA, «Procurator huius praetori», Studia in honorem Borisi Gerov, Sofia, 1990, pp. 174- 189. 61. J. RODRÍGUEZ MORALES, «El yacimiento de El Beneficio, en Collado Mediano y la mansio Miac(c)um», El Nuevo Miliario, 8, Junio de 2009, pp. 97- 101. 62. Noticie degli scavi [n. 55] p. 435, fig. 2 63. P. e.j. Ad (Tabernas) Nouas. 64. En las que se le da a la locución el sentido de: «dirección: hasta un punto que no se rebasa» o «proximidad: cerca de, delante de». M. BASSOLS DE CLIMENT, Sintaxis Latina, Madrid, C.S.I.C., 1973, tomo 1, p. 239- 240. 65. «Ad ipsum fontem facta est oratio». Vid: C. H. GRANDGENT, Introducción al latín vulgar, Madrid, C.S.I.C., 19915, p. 77 66. C.H. GRANDGENT, Introducción al latín vulgar [n. 60], p. 80. 67. Café de las Torres de Notre Dame 68. ‘Hotel de las Tres Puertas 69. Restaurante del Escudo de Bruselas 70. Debo esta observación a Gioacomo Gillani, del equipo de El Nuevo Miliario, al que agradezco en lo que vale su aportación. 71. Del Jorobado. 72. De la Gamba. 73. Ad Capsu Iuliani, Ad Fornolus, Ad Palae, Ad Pale o Ad Germani. 74. Ad Aquileia, Ad Basante, Ad Cale, Ad Commusta, Ad Cypsaria Taberna, Ad Decumo, Ad Diana, Ad Duo Flumina, Ad Fusciana, Ad Hercule, Ad Intercisa, Ad Letoce, Ad Lullia, Ad Medera, Ad Medera, Ad Navalia, Ad Nova, Ad Octavo, Ad Pertusa, Ad Ponte Campanu, Ad Ponte Ises, Ad Quartodecimo, Ad Retio, Ad Rota, Ad Serta, Ad Silma, Ad Stabulodio, Ad Taberna Frigida, Ad Tomenta, Ad Vicesumo, Ad Zizio. 75. Ad ecclesia maiore C.H. GRANDGENT, Introducción al latín vulgar [n. 60] p. 86 76. Se verían arrastrados por el ablativo, que era el caso que se utilizaba por norma general (vid. J. M. ROLDÁN HERVÁS, José Manuel, «Sobre los Acusativos con «ad» en el Itinerario de Antonino» [n. 1], p. 109. 77. ARIAS BONET, G., passim El Miliario Extravagante, 2, 1963. 78. El tanto por ciento es del total de estaciones con ad79. Mansio Ad Marte, Mansio Ad Fines, Mansio ad Equum Magnum. 80. Ad Palatium Dafne, Ad Pirum Summas Alpes. 81. Del total de paradas del Itinerarium Burdigalense.
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APORTACIONES AL CONOCIMIENTO DE LOS ORÍGENES, EVOLUCIÓN Y DESARROLLO DE LA CIUDAD ROMANA DE OCURI (UBRIQUE, CÁDIZ)
Luis Javier Guerrero Misa (Arqueólogo)
No deja de ser paradójico que una de las primeras ciudades romanas excavadas durante lo que ahora comienza a llamarse como la «Arqueología de la Ilustración», haya tenido que esperar hasta casi comienzos del siglo XXI para que sea, de nuevo, estudiada, valorada y conocida tanto por arqueólogos e historiadores como por el gran público en general. Durante casi dos siglos ha permanecido olvidada y abandonada en la cima del Salto de la Mora o sierra de Benalfí, que domina el actual casco urbano de Ubrique (Cádiz) desde una cota de unos 600 m.s.m, y solo ha sido recordada por la inútil polémica en torno a su verdadero nombre y los errores que eruditos de la Real Academia de la Historia, Epigrafistas (de la talla de Hübner o Mommsen), arqueólogos e historiadores han cometido durante tantos años al transcribir los epígrafes que se hallaron en su foro (GILLANI, 2007: 14-19). Efectivamente, la ciudad romana de «Ocuri» fue uno de los primeros yacimientos romanos identificado en la Sierra de Cádiz (1795) y desde finales del siglo XVIII se conocen dos epígrafes dedicados por la «Res Publica Ocuritanorum» a los emperadores Antonino Pío y Commodo, que le dieron cierta notoriedad entre los eruditos, anticuarios e investigadores ilustrados y decimonónicos. El error en la trascripción de estos dos epígrafes (Ocurri por Ocuri) y su difusión a través del CIL años más tarde, ha sido el hecho más característico de su historiografía y ha estado presente siempre en todos los estudios que sobre ella se han realizado hasta el momento.
UN POCO DE HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL YACIMIENTO Descubierta en 1792 por un rico agricultor ubriqueño llamado Juan Vicente Vegazo, pasó a primer plano de la actualidad en la Real Academia de la Historia durante unos años, porque, sospecho, que los
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académicos dudaron desde el principio de la autenticidad de los epígrafes y de la capacidad intelectual de su descubridor al que menospreciaron (GUERRERO MISA, 2006; 34-78) y hasta que el académico Diego Clemencín no hizo un informe sobre los hallazgos (y en el que ya incorporaba el famoso error de la inexistente «doble erre») no quedaron convencidos. Parece que Clemencín dio por válida la lectura hecha por el Marqués de Palacios (Domingo Traggia), que en misión militar visitó la sierra y se acercó a verlas y que, además, era hermano de Joaquín Traggia, por entonces presidente de la Sala de Antigüedades de la Real Academia (y, por tanto, «jefe» de Clemencín). Clemencín admitió la errónea lectura y en lo que comúnmente calificaríamos como un «argumento de autoridad», en este caso doble al ser el Marqués figura reconocida, académico de la Real de Ciencias Naturales y colaborador de su hermano, presidente de la sala, en las excavaciones en la ciudad celtíbera de «Contrebia» (Botorrita, Zaragoza), certificó el desaguisado. Entre 1792 y 1798, Vegazo se dedicó en cuerpo y alma, hasta su muerte, a excavar los distintos sectores de la ciudad y a anotar todos sus hallazgos para dar «cuenta a la Nación». Una preocupación que se convirtió en una obsesión y parece que le llevó a convertirse en un «incomprendido» de su propia gente (llegó a construirse una casa con las piedras y los pavimentos romanos y vivir allí arriba, aislado). Incluso, para poder seguir excavando, sin que lo tacharan de loco, tuvo que excusarse en la plantación de viñas en lugares donde nadie las hubiera plantado. Como hemos dicho, Vegazo dejó constancia escrita y detallada de sus numerosos descubrimientos en un auténtico «Diario de excavaciones», donde relató pormenorizadamente las áreas que fue excavando, los sectores del yacimiento, se interesó por la funcionalidad de las estructuras exhumadas, trató de reconocer los distintos momentos de ocupación del yacimiento,
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anotó todas las piezas recuperadas, describió los fragmentos escultóricos con todo detalle e incluso plasmó anotaciones sobre las coloraciones y los tipos de tierra que se extraían, en algo que podríamos considerar como un esbozo de rudimentaria estratigrafía, por lo que este manuscrito (hoy día parece que irremediablemente perdido) sería un documento de primera índole para la historiografía de la arqueología andaluza. De aquí, que lo considere como un auténtico «pionero» de la Arqueología, un auténtico «arqueólogo de campo», muy diferente de los eruditos neoclásicos que dominaban la Academia. Tras su muerte, parece que sus sobrinos se repartieron los terrenos y las posteriores penurias del primer tercio del siglo XIX, incluida la invasión de las tropas napoleónicas y el incendio de la mitad de Ubrique y de sus archivos, casi hicieron desaparecer los testimonios y el interés por el yacimiento. Es más, hay que destacar que el 20 de septiembre de 1810, la muralla ciclópea de «Ocuri» fue utilizada por última vez en un hecho bélico, al servir de parapeto a un nutrido grupo de soldados y guerrilleros españoles que detuvieron a una columna francesa que pretendía entrar en Ubrique desde la carretera de Villamartín. Con todo, en 1823 se descubrió un nuevo pedestal dedicado a una sacerdotisa augustal que fue encontrado en el foro por un párroco de Ubrique, Simón de Zamora, que ya en 1805 había participado de las primeras noticias a la Real Academia. Tras esto, el yacimiento cayó en el olvido y sólo es citado por sus ya famosos epígrafes. A nivel meramente recopilatorio y sin querer extendernos mucho, podemos decir que Masdeu, Ceán Bermúdez, Mateos Gago, Mancheño, Rodríguez de Berlanga, Hübner, Romero de Torres, Schulten, Mommsen, César Pemán, Thouvenot, Etienne, Vives, Tovar, J. González, Corzo, etc...se hicieron eco a lo largo de los años de las inscripciones (que a principios del siglo XX se trasladaron al Museo de Cádiz una vez cortadas de sus cipos), pero prácticamente ninguno, a excepción de Mateos Gago, que era de Grazalema y por tanto conocía la sierra, se atrevió a subir al Salto de la Mora que quedó relegado primero a una explotación vitivinícola y luego, tras la epidemia de la xilofera que acabó con las vides a principios del siglo XX, a una explotación ganadera extensiva (algo que aún sigue siendo en la parte no adquirida por el ayuntamiento). En este sentido, la trascripción que de ambas hizo Hübner (CIL, nºs 1336 y 1337), quedó como la «versión oficial», dada su autoridad en la materia, aunque el propio Hübner admitió que no llegó nunca a verlas directamente, porque al llegar a Ubrique le pidieron una cantidad de dinero (exorbitante para él) por llevarlo al yacimiento, que no estuvo dispuesto a pagar, por lo que transcribió lo que hasta entonces los académicos habían remitido a la Academia, copiándolo sin comprobarlo. En los años cuarenta del siglo XX, Fray Sebastián de Ubrique, al escribir una historia de la villa de Ubrique,
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dedicó un capítulo a la ciudad romana e incluyó, extractos del diario de Vegazo, ya que consiguió ver una copia que tenía Enrique Romero de Torres del mismo (propiedad hasta los años sesenta del bibliófilo Duque de T’serclaes y hoy perdido). Este capítulo del libro del capuchino ha sido como una «guía» supuestamente fidedigna para muchos de los cronistas, historiadores y aficionados locales que han tratado el tema de la ciudad romana, aunque muy probablemente este capítulo no lo escribiera él solo. Además, durante años, el libro de Fray Sebastián ha sido la única «historia local» escrita sobre Ubrique, elevada a la categoría de «manual» sobre «Ocuri» y no pocos de sus errores se siguen perpetuando incluso hoy día. Con todo, es nuestra única fuente documental sobre el estado del yacimiento hasta los años cuarenta del siglo XX y de los escritos de Vegazo. A finales de los años sesenta, Manuel Cabello Janeiro, maestro de Ubrique y admirador de la obra de Fray Sebastián, inició una serie de prospecciones arqueológicas («batidas» en el lenguaje de la época) en el marco de un programa radiofónico y televisivo denominado «Misión Rescate». Gracias a esto, en 1971, Salvador de Sancha, jurado de los premios de Misión Rescate y primer director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, limpió el interior colmatado de una de las estructuras más significativas de la ciudad, el Mausoleo/Columbario. De Sancha hizo varias campañas de excavaciones en los primeros años setenta, pero desgraciadamente, todas permanecen inéditas, sin saberse donde están los materiales recuperados, entre ellos un fragmento de ley municipal. En 1997, la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Cádiz inició un programa de desarrollo de Turismo Cultural con base en algunos yacimientos arqueológicos de la comarca, entre ellos «Ocuri». A partir de 1998 nos hicimos cargo de una serie de trabajos de limpieza, recuperación, rehabilitación y excavación de urgencia con vistas a la puesta en valor y uso turístico del yacimiento. En el transcurso de los mismos, no solo recuperamos el yacimiento, lo organizamos y lo pusimos en valor y funcionamiento, sino que recuperamos una gran cantidad de datos arqueológicos e históricos con los que, poco a poco, intentamos desentrañar los orígenes, la evolución, el desarrollo y la decadencia de una de las ciudades más importantes de la provincia de Cádiz. De este modo, durante los años 1998 a 2003, con programas específicos financiados por el INEM del Ministerio de Trabajo (Escuela Taller «Foro Arqueológico» y Programas «Arqueosierra I, II y III»), se realizaron numerosas intervenciones tanto arqueológicas (excavación de la Vivienda nº 3, de la Cisterna Alta, de limpieza de las llamadas «tabernas» del Foro, de limpieza de las «termas», consolidación de muros afectados por vegetación intrusiva y de la Muralla Ciclópea entre otras) como de puesta en valor e interpretación (centro de recepción de visitantes con cafetería, servicios
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y tienda, vallados, caminos interiores, señalización, cartelería interpretativa, aparcamientos, escaleras de acceso y sala de proyecciones audiovisuales). En julio de 2000 se inauguró oficialmente el Centro de Recepción de Visitantes que estuvo en funcionamiento hasta 2004, con una gran afluencia de visitantes, sobre todo escolares (el primer año se registraron más de 3.000 visitas). Actualmente, aunque el yacimiento sigue abierto al público, la dejadez de la última corporación ha sido muy patente y el mantenimiento del mismo ha sido muy precario, si bien las estructuras arqueológicas se mantienen consolidadas (llenas de vegetación…, pero firmes…). De todas estas intervenciones de tan diferente tipo y calado, hemos ido publicando paulatinamente sus resultados más importantes (GUERRERO MISA et alli 2002, 2004, 2006a y 2006b), si bien falta aún una obra de síntesis de todas ellas, que esperamos poder presentar en breve, por lo que aquí desarrollaremos algunos apuntes de las mismas.
DESCRIPCIÓN DE LA CIUDAD Y DE SUS PRINCIPALES ESTRUCTURAS ARQUEOLÓGICAS Sin lugar a dudas, si hay algo que le confiere singularidad y es seña característica de la ciudad romana de «Ocuri» es su propio emplazamiento, en mitad del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, declarado por la UNESCO, reserva de la biosfera y hábitat de un singular pino, relicto del Terciario, el Abies Pinsapo. Esto en sí mismo ya es un fuerte condicionante que le confiere una belleza paisajística sin parangón. El «Salto de la Mora» es un pequeño cerro calizo, originado en el Jurásico, rodeado de pequeños valles fluviales, siendo el más importante el valle de Santa Lucía por donde transcurre el rio Ubrique y una calzada de origen romano, denominada «La Trocha» y que, con sus siete kilómetros conservados, sigue siendo hoy día utilizada para subir de Ubrique a Benaocaz por los senderistas, aunque estuvo en funcionamiento
Fig 1. Vista panorámica de la Sierra de Benalfí o Salto de la Mora donde se asienta el “oppidum” de Ocuri.
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como única carretera hasta principios del siglo XX. Esta calzada une diferentes ciudades romanas de la sierra (de origen prerromano todas ellas por cierto) y puede rastrearse desde la Sierra de Aznar, en término de Arcos de la Frontera, hasta la serranía de Ronda, llegando hasta «Acinipo» (Ronda la Vieja, Málaga). En Sierra de Aznar se asienta una ciudad (posiblemente «Calduba») que conserva un impresionante «Castellum Aquae» (GENER, 1999: 127-141 y GUERRERO MISA 2001: 32-37) repleto de cisternas de almacenamiento, «piscinas limariae», cisternas de distribución, canales e incluso lo que podría ser el inicio de un acueducto con destino a la antigua capital de su «conventus iuridicus», la propia «Gades». De Sierra Aznar la calzada se dirigiría hacia el Nordeste, hacia el Cabezo de Hortales, al pie de unas milenarias salinas en mitad de la sierra, donde se localiza la ciudad de «Iptuci», en término de Prado del Rey, ciudad que acuñó moneda con alfabeto de origen púnico. Desde aquí alcanzaría «Ocuri» y desde nuestra ciudad se dirigiría a «Lacilbula», en termino de Grazalema, atravesando la Manga de Villaluenga (donde hemos restaurado un fragmento de la calzada romana) y de allí hasta «Acinipo». Por tanto, la sierra de Benalfí (o Salto de la Mora) domina y controla el paso natural hacia Benaocaz y la Manga de Villaluenga por un lado (es decir, el único paso natural hacia la serranía de Ronda y, por consiguiente hacia la campiña y la costa malagueñas) y la salida hacia el sur de la sierra (y por tanto, hacia el Campo de Gibraltar) por otro, convirtiéndose en un lugar estratégico y nudo de comunicaciones de obligado paso entre las dos sierras. En el estado actual de nuestras investigaciones, estamos en posición de afirmar que la ciudad romana de «Ocuri», fue un «oppidum» fundado, posiblemente, hacia el siglo VII a.C., en momentos del Final del Hierro Antiguo o más bien ya en la Segunda Edad del Hierro (GUERRERO MISA 2010: 43-83). En las excavaciones realizadas para consolidar la Muralla Ciclópea que defiende la entrada a la ciudad por el Norte, se documentó la presencia de una estructura de habitaFig 2. Fragmento recientemente restaurado de la antigua calzada romano-medieval de la Manga de Villaluenga (Cádiz).
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ción rectangular, anterior a la construcción de la misma muralla, asociada a materiales cerámicos a mano adscribibles, en principio, a pueblos de raíz céltica más que tartésica (aunque esto es algo que aún está por comprobar). Esta misma excavación proporcionó datos suficientes para determinar la fundación y construcción de la muralla hacia los siglos V ó IV a.C., así como sus posteriores fases de remodelación, reforma y abandono. La fase de remodelación más clara, con la apertura de un gran vano, que tuvo a su vez, una puerta monumental con columnas, fechable hacia los siglos I y II d.C., coincide con la fecha de construcción del mausoleo/columbario, en la necrópolis Norte, y también con el momento más fecundo de la ciudad (siglo II d.C.) atestiguado ya por las famosas inscripciones de Antonino Pío y Commodo. Por tanto, creemos que el emplazamiento de la ciudad, en este cerro calizo, es heredero de etapas protohistóricas muy complicadas y mal conocidas en la Sierra de Cádiz y, por tanto, hay que tener en cuenta que este condicionante geográfico estuvo presente desde sus más remotos inicios. No obstante, la ciudad, ya romanizada, siguió ampliándose en su emplazamiento «encastillado» y dotándose de todo tipo de infraestructuras urbanas y públicas, hasta su máximo esplendor municipal en el siglo II d.C. De forma significativa hemos constatado que este proceso de fundación como «oppidum», posterior colonización o latinización como municipio romano, esplendor máximo hacia el siglo II d.C. y abandono a partir del III d. C., se produce en la práctica totalidad de las ciudades romanas de la sierra. En cuanto a la configuración de su urbanismo, podemos decir que la ciudad estaba construida en base a tres terrazas. La central, ligeramente más alta, estuvo ocupada por los edificios públicos más emblemáticos y por el foro, una plaza ancha y llana, en donde Vegazo encontró los restos de las estatuas de Commodo y de una diosa, los pedestales con los epígrafes mencionados y el pavimento de losas planas que luego usaría en su casa. Al foro lo rodean varias estructuras que se han identificado como «tabernae», si bien no están excavadas. Si se documentan, al menos, dos lienzos de muros perimetrales, fabricados con ladrillos de un pie y tégulas, que deben corresponder a las zonas de cierre de dos edificios, que conservan entre ambos un taponamiento posterior realizado con grandes piedras colocadas a hueso y que en total alcanzan una longitud 18 metros. Este taponamiento, hecho por los ganaderos del siglo XX, se corresponde con el antiguo vano de una calle de acceso al propio foro desde la zona oriental del cerro. En la zona más alta de este foro, se encuentran los restos de la Casa de Vegazo que se construyó, posiblemente, sobre los cimientos de un templo. Al oeste del foro se encuentra una gran estructura que se ha identificado como unas «termas» y al este aparecen restos de viviendas en terraza escalonada. Al norte y al sur del foro aparecen dos grandes sectores que serían la
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terraza Norte y Sur. En la primera es donde más se ha intervenido arqueológicamente y en ella se encuentra la muralla ciclópea, con su entrada, restos de varias viviendas, una de ellas con cisterna y restos de una fundición hallada por Vegazo y en donde dice que halló cientos de monedas y que ha cobrado últimamente relevancia ya que ahora sabemos también que «Ocuri» acuñó moneda por un reciente descubrimiento (GILLANI 2010). Tras la muralla aparece un camino que nos conduce hacia la necrópolis más importante que conserva un monumento funerario colectivo excepcional y del que más abajo hablaremos. La terraza Sur, que mira hacia el valle de Santa Lucía con Ubrique al Sur y Benaocaz al norte, está actualmente repleta de majanos, resultado de la labor de limpieza de los agricultores sucesores de Vegazo. En esta zona, de considerables proporciones, es más que posible que se encuentre la mayor parte de las viviendas y zonas de almacenaje e industrias de la ciudad. Aquí la terraza es más nivelada y de mayor amplitud, lo que permitiría un trazado de calles y edificaciones más claro, sin adaptaciones a la orografía como sucede en el resto del cerro. Está sin excavar y sólo superfi-
Fig 3. Vista lateral de la estructura identificada como unas “termas” en la cima de “Ocuri”.
cialmente (cuando la hierba está agostada) se pueden ver alineaciones de piedras que podrían corresponder con estructuras enterradas. En cuanto a un tema tan importante como es el del aprovisionamiento de agua, sobre todo para una ciudad situada «en altura» como era «Ocuri», tenemos la certeza de que se construyó un acueducto que traía el agua desde unas fuentes situadas en las proximidades de Benaocaz (El Castril). Hay numerosos testimonios desde la época de Vegazo hasta los años setenta del siglo pasado de la recogida de tuberías de plomo de la zona que separa ambos lugares. Pensamos, por tanto, que desde este manantial benaocaceño, que sería el «caput aquae», el agua sería transportada a través de un acueducto de cañerías de plomo («fistulae»), mejor que las habituales canalizaciones hechas de mampos-
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tería («specus»), y utilizando tecnología sifónica, mediante el principio de «vasos comunicantes», salvaría los cuatro kilómetros y medio que separan El Castril de la zona nororiental del Salto de la Mora, donde existe una cisterna de acumulación, la denominada «Cisterna Alta» y de allí al resto de cisternas de la ciudad. En «Ocuri» tenemos localizadas y excavadas cuatro grandes cisternas, sin contar una quinta en forma de «L» que se encuentra en las «Termas». Las cuatro cisternas son del tipo denominado «a bagnarola», es decir, de planta rectangular pero con las esquinas, tanto interiores como exteriores, redondeadas y con su cordón hidráulico. Este tipo de cisternas han sido consideradas como de tradición púnica y se dan por todo el occidente mediterráneo, especialmente en las zonas de antiguo control púnico-cartaginés, aunque no son exclusivas de ellas. Pensamos que estas cuatro cisternas localizadas (no descartamos que exista alguna más no localizada, ya que Vegazo habla de algunas más que él pudo ver) estaban interconectadas entre sí y que dependían no sólo del agua de lluvia, sino también del agua que procedía del manantial de Benaocaz a través de su acueducto de cañerías de plomo. En lo referente al «agua del ocio», la impresionante estructura identificada desde siempre como unas «termas», no está exenta de cierta problemática ya que su configuración no es de tipo convencional. En realidad, se trata de un conjunto de estructuras murarias, pavimentos, cisternas, conducciones, etc..., que actualmente son de muy difícil interpretación por haber sido sobre-excavadas en el siglo XVIII y, sobre todo, en los años setenta por de Sancha, sin que podamos recurrir al registro de las mismas, por no estar publicadas. Es, desde luego, un edificio monumental, de más de 460 metros cuadrados en lo conservado hoy día, pero que pudo ser incluso más extenso. Sin embargo, lo que a todo aquél que contempla el conjunto le viene a la cabeza es que actualmente es un edificio laberíntico que puede contener estructuras que recuerdan a partes concretas de unas termas pero que, en conjunto, no parecen serlo, pues faltarían partes imprescindibles. Lo más significativo es la aparente inexistencia de una zona con un elemento clave como es el «hipocaustum», que impediría, a su vez, la existencia de un «caldarium» y un «tepidarium» y, por tanto, la propia existencia de unas termas típicas. No obstante si releemos, de nuevo, las palabras de Vegazo, podemos vislumbrar alguna luz en este asunto. Así, Vegazo alude a que en 1795, continuó roturando un llano donde encontró distintas paredes de cantería muy sólida y en donde apareció una inscripción («Caesari Adriano Dedicatione», hoy día perdida), media pila de mármol, fragmentos de capiteles, molduras, un pavimento con mosaicos y una «era» casi redonda (la exedra conservada en este edificio) que excavó, hallando un caño que la atravesaba, repleto de una masa de cenizas «condensadas» (se refiere al desagüe de las termas, hecho de mampostería y cubierto
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con losas, sobre el que se asienta la exedra absidal de «opus signinum»). Arriba de las casas halló un gran «estanque» (la «natatio») y otro más pequeño (el depósito tras el «labrum») que desaguaba por un agujero en su fondo hacia lo que el denominaba «era» (por el canal de desagüe). En la parte trasera del estanque habla de que existía una mina abovedada (visible en una parte ínfima hoy día y sólo conservados los arranques de la bóveda) y tras esta bóveda lo que él denomina «una fragua» (¿el «hipocaustum»?). Por todo ello, nos queda bastante claro que Vegazo estaba describiendo las termas sin saber qué era. La posterior sobreexcavación en los años setenta de toda la estructura nos ha hecho perder la visión de conjunto que el edificio tenía y estos elementos esclarecedores. Nos haría falta tener los datos de las excavaciones de De Sancha para completar el puzzle. Aún así, recientemente hemos publicado un artículo monográfico sobre el uso del agua en «Ocuri» y hemos re-interpretado el edificio de una manera que pensamos que puede ser muy cerca-
Fig 4. Lateral con la apertura moderna del Mausoleo/ Columbario extramuros de “Ocuri”.
Fig 5. Uno de los trabajadores ubriqueños sirve de escala improvisada ante la Muralla Ciclópea de “Ocuri”.
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na a la realidad y que, a nuestro juicio, concluiría que son, efectivamente, unas termas (GUERRERO MISA, 2009: 257-308). En la zona Norte del yacimiento tenemos dos importantes estructuras arqueológicas sobre las que se ha trabajado intensamente, la Muralla Ciclópea y el Mausoleo/Columbario. Éste último se encuentra situado extramuros de la ciudad, en el camino de ascenso desde su lado de poniente y debió pertenecer a una poderosa familia ocuritana o bien a un «collegium funeraticium» (sociedad funeraria destinada a dispensar los servicios funerarios a sus afiliados). Se trata de una estructura de planta rectangular que mide 12,7 metros por 8 metros de lado y unos 5 metros de altura, construida en fábrica interna de «opus incertum» y recubierto tanto interior como exteriormente con sillares escuadrados de piedra caliza local. La cámara o cripta está cubierta por una bóveda de medio cañón fraguada en hormigón con un diámetro de 2,95 metros y una altura de 4,70. Las cuatro caras internas son simétricas entre sí, de forma que la frontal y la trasera tienen hornacinas de arco rebajado y dovelas de sillar, y a sus lados pequeños «loculi» para alojar las urnas cinerarias. Las dos laterales tienen también nichos pequeños, pero presentan unas hornacinas mucho más grandes y profundas. Exteriormente el monumento era un rectángulo de sillares cerrado que, posiblemente tuvo una terraza, en la que debió haber elementos cultuales, aras, etc. En esta terraza se encuentra la verdadera entrada al mausoleo, de forma cuadrada y por la que, a través de unos escalones, se accedía al interior, ya que la entrada frontal actual se realizó en el siglo XVIII. Hasta los años setenta del siglo XX su interior se usó como aprisco. Por otro lado, la Muralla Ciclópea es una de las estructuras arqueológicas más representativas del yacimiento. En su estado actual, se encuentra formada por una serie de grandes bloques calizos, más o menos irregulares, colocados «a hueso» y en los que se aprecian rectificaciones posteriores realizadas con piedra arenisca (canteadas y escuadradas), cogidas con mortero y enlucidas posteriormente. No obstante, ha sido no sólo objeto de un continuado expolio de materiales calizos, sino que ha sufrido con gran intensidad una serie procesos erosivos que la han degradado enormemente. Intuimos que todo el perímetro del Salto de la Mora debió estar amurallado o, al menos, defendido por estructuras más o menos permanentes. No obstante, la propia orografía del escarpado cerro hacía innecesaria la construcción de defensas permanentes en algunas zonas o sectores. No ocurre lo mismo en las zonas norte y sur del perímetro del cerro, donde sí se realizaron construcciones defensivas importantes por ser las zonas más vulnerables y ser, además, las zonas de mejor acceso al cerro y en donde debieron estar situadas las puertas a la misma. En el sector sur son pocos los vestigios que quedan, apenas unos muros inconexos en la zona que lleva al Pago del Rano y Valle
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de Santa Lucía, por donde discurre la calzada principal, la denominada popularmente como la «Trocha». Por el sector Norte, empero, se conserva este gran lienzo de muralla y una puerta de entrada (taponada a nuestra llegada) que, además, daba servicio a las zonas de necrópolis (al menos dos claramente detectadas) y a otra vía de comunicación, quizás de menor entidad, con la zona del valle de Tavizna, donde se localizan numerosos asentamientos ibéricos y romanos. La longitud total de los dos sectores en los que hemos dividido la muralla Norte, más el vano de acceso, es de 26,5 metros. Tras su primera limpieza en 1999, estimamos que la muralla debió tener, en su fase final, una anchura media de unos 2,10 metros, con bloques de gran tamaño por su cara exterior (algunos de hasta 1,80 por 0,90 metros, aunque la media suele estar en torno a 1 por 0,50 metros), ajustados entre sí «a hueso» y colocados de forma anárquica aunque sólida en aspecto. En ocasiones, los intersticios se cierran con calizas igualmente irregulares pero de menor tamaño. Los restos murarios se encontraban muy afectados por el crecimiento desproporcionado de varios lentiscos centenarios que habían abierto grandes fisuras entre las piedras y ocasionado más de un derrumbe y desplazamientos, así como por otra vegetación intrusiva de menor entidad pero igualmente destructiva. La zona más noroeste se encuentra afectada por un gran desprendimiento de todo el paramento frontal de la mismas, que debió ser ciclópeo, y sólo se conserva la hilada interior, por lo que, en planta, da la impresión de ser curva, algo que sólo es un efecto óptico debido a esta pérdida. En esta zona, no obstante, la altura máxima conservada sin haberse realizado aún su excavación completa, es de 3,10 metros. Si tenemos en cuenta que, por su interior, detectamos en la 2ª Fase de excavación, un pavimento de una habitación a unos 30 cm del reborde conservado, podemos estimar que la muralla debió tener al menos 5 metros de altura como mínimo. En el lado norte la altura máxima conservada es de 3,67 metros y la longitud total del sector es de 14,52 metros. Su fábrica se encuentra muy alterada en una zona concreta de su base por la inclusión de una serie de sillares escuadrados de arenisca, distintos tanto en material y en tipología a las otras piedras calizas, ya que están moldurados y almohadillados y pertenecen a una rectificación o remodelación posterior en la base de la muralla en la que se reutilizaron estos sillares y de la que hablaremos más abajo. Asimismo, al iniciarse las tareas de limpieza del vano de acceso y las zonas adyacentes al mismo durante 2000, aparecieron dos pequeñas jambas frontales a la puerta que avanzan hacia el exterior a modo de contrafuertes (con lo que si se suman su anchura y la anchura de la muralla nos da un ancho de entrada de 3 metros). El vano de acceso en sí mide 1,70 metros de longitud. Los contrafuertes están construidos de forma radicalmente distinta al resto de la muralla, se trata de sendos
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cubos perfectamente escuadrados (de 90 por 95 y de 90 por 104 cm) realizados mediante mampostería de pequeños sillares rectangulares unidos con argamasa que se apoyan directamente sobre la roca natural del terreno, adaptándose a sus irregularidades de base. Exteriormente, estos sillares estuvieron enlucidos con argamasa blanquecina y debieron formar una puerta adelantada y adintelada a la muralla a la que daría prestancia y posibilitaría la instalación de una sólida puerta. De hecho, no sólo se conservan dos sillares con un orificio circular para introducir el gozne de la puerta, sino que, además, en los trabajos de limpieza se han extraído elementos de cornisa y de dintel que presentan líneas molduradas. Las referencias conocidas de antiguo hablan de restos de columnas y otros elementos decorativos recogidos en el lugar, por lo que la muralla debió tener una entrada monumental en época romana al menos. Se identificaron al menos tres posibles fases en las que cambió esta entrada y que coloquialmente llamamos las «puertas ibérica, cartaginesa y romana». En los casi tres años de excavación y consolidación de esta enorme estructura pétrea, logramos identificar hasta 6 fases consecutivas de construcción, ampliación o reestructuración y abandono de esta muralla ciclópea, con origen en época turdetana, hacia el siglo V a. de C. y uso hasta el siglo XIX (GUERRERO et alli, 2006). Y como dato sobre el origen del propio yacimiento, conseguimos documentar los restos de una cabaña rectangular de unos 22 metros cuadrados que conservaba una interesante vajilla doméstica elaborada a mano o a torneta, asimilada a unas ánforas fenicias, lo que nos indica la presencia no solo de una comunidad local de singulares características (de raíces tartesias o célticas), sino que nos habla también de las relaciones de intercambio y comunicación de la Sierra con las colonias de la costa en un momento de la finales de la 1ª Edad del Hierro o inicios de la 2ª. La Muralla Ciclópea debió ser una construcción impresionante, sin lugar a dudas, y dotó a la comunidad turdetana que la construyó, no sólo de un elemento defensivo de primer rango, sino de un elemento de «prestigio» muy significativo. En este sentido debemos decir que las corrientes históricas más actuales están resaltando, precisamente, que las fortificaciones ibéricas obedecen más a un origen relacionado con las peculiares connotaciones principescas de los íberos que a un origen netamente militar o defensivo. En las sociedades fuertemente jerarquizadas la arquitectura se convierte en un símbolo de poder, de prestigio, símbolo de la fuerza de sus gobernantes y ejerce un efecto más ostentoso que disuasorio ante otras comunidades vecinas. Este factor simbólico o de prestigio debió ser determinante en la construcción de la muralla ciclópea de «Ocuri», toda vez que la propia situación orográfica de la ciudad ya actuaba como elemento defensivo por sí mismo. Coincidiendo con la penúltima fase de la construc-
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ción de la muralla, debemos decir que a finales del siglo I o inicios del II después de Cristo, la ciudad disfrutó de una época de gran esplendor político, social y económico, que tuvo su exponente más claro en la instauración de un ambicioso programa edilicio en el que se incluyó la construcción de un foro, unas termas, una fuente pública y otras construcciones públicas aún no del todo bien documentadas (como posiblemente un templo dedicado al culto oficial, pues no debemos olvidar la tercera de las inscripciones referente a la sacerdotisa augustal encontrada en 1823 y que el templo pudo estar bajo la llamada Casa de Vegazo). Es en este momento de mayor esplendor de la ciudad, cuando se debieron abrir nuevas áreas de necrópolis en la ladera norte y donde una gran familia o un «collegium funeraticium») construyó el espléndido Mausoleo/Columbario que hoy aún podemos visitar. Igualmente, la muralla fue reformada y dotada de nuevas instalaciones para el cuerpo de guardia. Se construye así una gran puerta monumental, que utiliza aparejo similar al del Mausoleo/Columbario, con sillares de caliza local mucho más pequeños de módulo, perfectamente escuadrados y cogidos con argamasa. A su vez, se le dota de unas pilastras adelantadas a las propias jambas, que pudieron sostener un friso decorado tal y como atestiguan los elementos decorativos hallados durante el «destaponamiento» de la entrada. En total, pensamos que ambos lienzos de muralla, con la puerta en medio, pudieron tener unos 40 metros de longitud, lo que le daría una visión majestuosa e imponente a la muralla romana de «Ocuri.» Finalmente, y pensando en temas más propios de esta publicación y como posible argumento para la calzada que antes hemos comentado, existe otro dato significativo extraído del material arqueológico recuperado en nuestras intervenciones en la muralla ocuritana y es que de las 14 monedas de cecas hispanoromanas halladas en los distintos sectores de la muralla, 9 corresponden a la ceca de la ciudad de «Carteia», lo que claramente indica una relación importante y un tránsito continuado de personas y/o mercancías entre ambas ciudades que resulta muy significativo. Quizás esta relación tan directa entre ambas ciudades pueda apuntalar también la hipótesis de que la vía «CordubaCarteia» pasaba no sólo por la sierra de Cádiz, sino por la misma «Ocuri», o al menos un ramal secundario (CORZO Y TOSCANO, 1992). En este sentido, algunos autores (SILLIERES, 1997) mantienen que la relación entre «Carteia» y «Ocuri» se produce directamente por una vía que pasaría por «Oba» (Jimena de la Frontera, Cádiz), enlazando directamente el ámbito de la Sierra de Cádiz con la Bahía de Algeciras y, por tanto, con el norte de África y las posesiones púnicas, pero este tema lo dejamos para otro momento…
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Fig 6: Muro de cierre de la Vivienda nº 2 junto al foro, con la cisterna “a bagnarola” incluida en ella
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LAS CAÑADAS VACCEAS Y LAS VÍAS ROMANAS (BREVES DATOS PRELIMINARES)
Pedro Alegre Pastor
Las vías pecuarias son caminos trazados por los ganaderos trashumantes por otros caminos ya existentes desde tiempos inmemorables, anteriores a los caminos celtas, y posiblemente aprovechados por aquellos para la trashumancia de sus grandes rebaños de ovejas, desde la meseta norte hasta las tierras más cálidas de Extremadura y Andalucía. No disponemos de datos sobre estos caminos. aunque ya Avieno, en Ora Marítima, nos habla de una gran ruta terrestre desde Lisboa hasta Ayamonte, que más bien parece una vía de comunicación de personas, no de trashumancia, y nos cita pueblos anteriores a los celtas que, lógicamente, se comunicarían entre sí, bien a través de caminos de mayor o menor anchura o de veredas: Ligures, etmaneos, cempsos, cinetas, indicetas. etc. Los animales domésticos más apreciados de siempre fueron las ovejas, no solamente por su carne sino también por su lana. Todos estos pueblos es indiscutible que poseían sus rebaños de ganados domésticos y que los trasladarían de unos lugares de pastos a otros. Los primeros datos históricos que tenemos de las Mestas, que yo conozca, datan del año 1273, cuando Alfonso X el Sabio reunió las diferentes Mestas en una sola Hermandad, que denominó El Honrado Concejo de la Mesta. Las Mestas eran hermandades de ganaderos unidos para la trashumancia de sus ganados de unos lugares de pastos a otros. Pero Alfonso X el Sabio sólo concede 4 cañadas reales: la leonesa, la soriana, la segoviana y la conquense Las frecuentes disputas y pleitos entre ganaderos y agricultores hace que el Concejo de la Mesta sea abolido el año 1836 por la reina María Cristina, creándose en su lugar la Asociación Nacional de Ganaderos y se crean nuevas vías pecuarias por donde se puedan desplazar los ganados y que se denominan Cañadas Reales o Cordeles, llegando a ser ya 9 en el siglo XIX. Esas vías fueron creadas por
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los antiguos caminos utilizados por los celtas para la trashumancia de sus grandes rebaños de ovejas y sobre gran parte de las Vías Romanas. Los vacceos apacentaban los ganados en sus tierras durante la época primaveral - estival y los trasladaban a Extremadura y Andalucía para que pasaran el invierno cuando faltaban los pastos, pero no iban solos los pastores sino acompañados de un buen número de guerreros que los defendían de la rapiña en su largo camino. Esta trashumancia fue prohibida por los romanos. Para ellos la propiedad era privada, mientras que para los celtas era colectiva, pero, fundamentalmente prohíben el paso del ganado por sus amplios caminos porque sobre gran parte de ellos habían trazado sus Vías de comunicación y los rebaños impedían o retrasaban el paso de sus legiones. En la época de Marco Varrón se constatan las “calles pastorun, viae, iter y aetus” para que vuelvan los rebaños a poder trasladarse a lugares de pasto con climas benignos durante los meses de invierno, por lugares diferentes a aquellos por los que habían creado sus Vías y que no impidieran el rápido paso de las legiones. Cuando los romanos pierden el dominio muchas de sus Vías vuelven a ser utilizadas para la trashumancia y esta cesa con la invasión musulmana. A partir de los reyes católicos vuelve de nuevo a tener un gran auge la trashumancia y la Mesta adquiere un gran poder durante muchísimos años que llega hasta nuestros días. La lana de las ovejas merinas adquiere un gran valor en toda Europa y llega a ser la principal riqueza de nuestro país, junto con los tejidos, como los famosos paños de Segovia. De ahí los privilegios, la defensa y las concesiones reales.
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LAS CAÑADAS VACCEAS Y LAS VÍAS ROMANAS No tenemos muchos datos históricos de la transformación de los cañadas vacceas en vías romanas. Únicamente Herodoto y Tucídides, que yo sepa, hacen brevísimas referencias, pero sí conocemos las grandes y largas cañadas, algunas de las cuales aún existen, sino en su totalidad sí en parte. No voy a hacer una referencia de todas las cañadas y Vías romanas, sino únicamente de aquella que yo poseo un mayor conocimiento: la Cañada Real Leonesa Occidental que partía desde Riaño y llegaba hasta Badajoz. Esta cañada, fue en una gran parte, la antiquísima Ruta de la Plata, ya existente desde la lejana época de Tartesos y del soberano Argantonio y que fue utilizada por los vacceos para su comunicación con las regiones sureñas y la trashumancia de sus grandes rebaños de ovejas a Extremadura, principalmente, y que parece ser que llegaron hasta las marismas de Doñana, para aprovechar los abundantes pastos durante la estación invernal. Sobre ella los romanos construyen parte la Vía Émerita Augusta – Asturica Augusta. Esta Vía fue una de las principales. Pero también existió otra cañada vaccea que unía la cañada Soriana con la Ruta de la Plata. Sobre parte de esta cañada los romanos construyen la Vía A-.27, otra de las más importantes vías, que unía la Emerita Augusta – Artúrica Augusta con la Cesar Augusta, llegando hasta Zaragoza y que también fue, en gran parte, una cañada vaccea. Parte de la Vía Romana A – 27 volvió a transformarse en Cañada. Como ya he dicho la trashumancia vaccea fue suprimida durante la dominación romana por sus Vías, y tardaron muchos años en volver a ser cañadas de trashumancia. Ciertamente se han hecho meticulosos estudios de la Vía o Ruta de la Plata hasta Salamanca, pero aún falta por estudiar la parte desde Salamanca hasta Astorga, cosa que está haciendo en los momentos actuales Mter. Ernerst Loewinsohn, estudio que lleva muy avanzado. Esperemos que pronto salga a la luz el resultado de sus meticulosas investigaciones. La mayor parte de las cañadas desaparecieron con la Concentración Parcelaria, lo mismo que pasó con la mayor parte de los restos de las Vías Romanas. Yo conocí la cañada que iba por lo que fue la A-27 a su paso por Valdunquillo y el paso del ganado lanar, todos los años, en mi niñez, allá por los años 1935 y las reyertas entre los pastores trashumantes y los agricultores que habían arado y sembrado gran parte de la cañada. Los pastores no respetaban los sembrados sobre su cañada, tendían su cadena y se llevaban por delante todo lo que estaba sembrado sobre la cañada. Esta cañada tenía una anchura de 90 varas, pues si su anchura hubiera sido de 45 varas se hubiera denominado cordel y no cañada. Si analizamos el mapa que adjunto de las principales cañadas veremos que la mayor parte iban sobre
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antiguas Vías Romanas, si bien no constan algunas como la que cito que pasaba por Valdunquillo y que sobre un corto trayecto fue invadido por la actual carretera, como pasó con en el mismo trozo de la vía A -27, aunque existía un cartel que ponía “cañada” donde comenzaba y otro que indicaba la dirección donde había terminado su invasión por la carretera y por donde en su tiempo iba también la Vía A-27.
B A
C DE FG H I
M J
1.2.3.4.5.6.7.8.9.10.-
Zamorana De la Plata Leonesa Occidental Leonesa Oriental Segoviana Riojana Soriana Oriental Soriana Occidental Conquense-Murciana Del Reino de Valencia
K L Ñ N
NAVARRA A.- De Andia B.De las Provincias C.- De Salazar D.- De las Roncalesas ARAGÓN E.De las Cinco Villas F.De Ainsa G.- De Viñamola H.- De Ordesa I.Del Moncayo J.De Albarracín CATALUÑA K.Aranense L.Oscense M.- Leridana N.- Leridano-Tarraconense Ñ.- Gerundense
Mapa de Cañadas de España
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LO QUE SE DICE
VAMOS A LLEVARNOS BIEN… Permítanme que me meta hoy en un charco. Y sepan que lo hago conscientemente, a sabiendas de que quien chapotea en el barro puede salir también manchado, pero lo hago porque creo que es de justicia, y que no tiene ningún sentido llevar las cosas por los absurdos derroteros por los que algunos las están llevando. Envolvimos nuestro último número con dos largos artículos polémicos, de estilos y métodos diferentes, pero cuyo resultado era el mismo: remover fundamentos históricos sólidamente asentados. Se trataba, recordémoslo, de un trabajo de Diego Muñoz sobre la prolongación hacia el sur de la Vía de la Plata, y de otro de Jesús García Gamarra sobre la A-34 y la ubicación de Deobriga. No entraré en el fondo de los dos trabajos, que puede seguirse en nuestro número anterior, ni en hasta qué punto son discutibles sus planteamientos. De lo que quiero hablar es de la reacción que ha habido, fuera de las páginas de nuestra revista, a esa publicación. A Diego Muñoz, desde entonces, se le ha dicho de todo (literalmente) en foros de Internet, lugar común donde cualquiera puede pasarse un rato a descalificar a quien estime sin dejar más huella que la de su I.P. Véase una muestra, tomada de la web Extremadura Progresista ( ht t p : / / ex tremaduraprogresist a.com / index. php?option=com_content&view=article&id=1045 2:iquien-dijo-que-la-via-de-la-plata-es-solo-meridaastorga&catid=40:libre-opinion&Itemid=59), donde alguien identificado como «Manolo1» se despacha así: «Manipulando así la historia y los restos arqueológicos flaco favor haces [se refiere a Diego Muñoz] al Camino de Santiago, a las calzadas romanas y especialmente a tu defensa del camino en Zafra. Allí no te importa que se renuncie a miles de millones de inversión y cientos de puestos de trabajo por no desviar unos metros el camino2. Ahí sí vas de purista histórico y pides la colaboración de todos nosotros. Pero después te permites robarles la historia y el territorio a los demás porque te viene bien para tus apariciones públicas, tus artículos y tus intereses particulares.»
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Otro ejemplo se encuentra en el grupo de facebook llamado «En defensa de la Vía de la Plata Trazado Histórico», donde un personaje comenta lo que sigue, y que carece de desperdicio: «Lo digo yo entre otros muchos. La Vía de la Plata como todas las vías romanas tiene un principio y un final; el principio es Mérida y el final Astorga. Espero que Astur Cismontano [creador de este Grupo y ajeno a la línea de este comentario] retire toda esta propaganda, este panfleto que nos presenta el señor Muñoz Hidalgo. Su mente calenturienta sr. Hidalgo sólo tiene parangón en la del señor Sánchez Montaña. ¿Quién le paga a Vd para ejecutar toda esta campaña propagandística? Vd. es junto a Caso de los Cobos uno de los lugartenientes del portal T.A. [web Terrae Antiquae: http://terraeantiqvae.com] y están al dictado del señor Santos que a su vez es un peón del tenebroso ente académico de la UAM [Universidad Autónoma de Madrid]. Todos Vds. están teledirigidos por el pernicioso organismo madrileño. Vds. son unos paracaidistas que sueltan por «por provincias» con efectos devastadores con una sola consigna: manipular, manipular, manipular». Con todo, lo dicho por «Manolo», o por el anónimo comunicante de facebook, aún lleno de acusaciones, no es lo peor y empalidece ante otras declaraciones: a mi juicio, lo que sobrepasa todas las rayas rojas es lo apuntado por alguien que ostenta un cargo público y que se ha identificado con nombres y apellidos en la web de Radio Nacional de España3, en concreto el Alcalde de Astorga, Juan José Alonso Perandones, al hilo de la emisión, en diciembre último, de un programa radiofónico que contó con la participación de Diego Muñoz. Véase lo que dijo en su largo exordio posterior a la emisión del programa (http://www.rtve.es/alacarta/ audios/documentos-rne/documentos-rne-via-platadevenir-del-tiempo-18-12-10/967558/): «Late en el mismo [en el programa] una confusión, entiendo que intencionada, al querer englobar bajo su nombre trazados modernos sin fundamento alguno.» «Falsificada actualmente hasta la saciedad en la difusión turística, sin una señalización homogénea, le ha caído la mala suerte de que sobre ella [la Vía de la Plata], cual buitres, han clavado algunas garras ciudades que no pertenecen a esta vía de civilización; también administraciones autonómicas con poco reparos sobre cuestiones tan elevadas» «El señor Muñoz Hidalgo dice ahora que ha encontrado un documento del siglo VII, que atestigua el que esta calzada se extendía hasta Gijón. Le debe ser otorgado, rápidamente, el título de Doctor Honoris Causa.» «En España es bastante común el despreciar a los que saben y encumbrar a los que ignoran. Aficionados historiadores, engolados poetas y almibarados pintores pululan por doquier4, y ocupan espacios
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en los medios orales y escritos. Confío en que este programa tenga su continuación, para ver la situación real de esta esencial calzada romana. Ahora acabo de venir del Ministerio de I. Turismo [sic]... el fracaso del dinero público que se ha invertido en la falsificación es constatable. De ello, algo saben ya los falsificadores. «Tenemos dibujado un mapa con el trazado de todas las falsificaciones que hoy se están difundiendo bajo la marca «Vía de la Plata», no sé si «fosilizadas» o «sin fosillizar», pero creo que bien podían ambicionar el obtener con ellas un «guines» (así escrito, como recomienda ahora la RAE) por la frivolidad
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cultural y por el camelo turístico. ¡Vaya mimbres para acudir a Europa!» A esta catarata de acusaciones dedicadas a Diego Muñoz se puede aún añadir otro caso derivado de nuestro anterior número: en él se incluía un trabajo de Jesús Ángel García Gamarra, ciertamente discutible a tenor de quien esto firma, pero que mereció en Internet la descalificación en diferentes modalidades de algunos lectores, que presuponen en la teoría de Jesús Ángel todo tipo de intereses espurios: En la web de El Correo (http://www.elcorreo.com/ alava/v/20101121/rioja/localizacion-deobriga-aire20101121.html)
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1. Descalificación y conformismo: «Quien le conozca en persona sabrá que este tio no tiene ni idea de historia. Ni caso. Ójala Deóbriga hubiese estado en Haro, pero no puede cambiar todas las teorias a su antojo con todos los expertos en su contra. El mundo no se equivoca Jesús.» En la página del diario La Rioja (http://www.larioja. com/v/20101212/rioja-comarcas/deobriga-podria-estar-haro-20101212.html) 2. Descalificación e ironía: «Yo lo que creo es que Deóbriga es la antigua civilización de la Atlántida; tragada por las aguas del río Ebro después de un deshielo cataclísmico. Reto a alguien a que me diga que no puede ser..., ya que parece ser que cualquiera puede tener sus teorías científicas sin tener los conocimientos adecuados.» De nuevo en la web de El Correo (http://www.elcorreo.com/alava/v/20101129/miranda/localizaciondeobriga-objeto-polemica-20101129.html): 3. Descalificación y gracieta: «García Gamarra, por qué no te callas» 4. Descalificación e intereses locales: «Aquí la cosa es protagonismo, cosa que quiere conseguir el riojano éste. Pero vamos que Deobriga está donde está. Y como dicen por aquí abajo, todos vemos los restos. Luchemos porque se mantengan y luchemos por hacer que Miranda sea fuerte e importante en el tiempo» 5. Descalificación… y descalificación: «lancemos cada uno nuestra teoria estúpida» 6. Descalificación e intereses espurios: «Este quiere tener un atractivo turístico junto a la casa rural que regenta en Briñas y listo. Anda que no se le ve» Y así sucesivamente: acoso y derribo contra quienes discrepan de nosotros. Se nos dirá que es el signo de los tiempos, pero no podemos conformarnos con el simple e inevitable devenir de la Historia sin que hayamos agotado los medios a nuestro alcance para cambiar su curso. En los dos casos expuestos, los autores, cada uno en su muy diferente estilo, cometieron –creo- el error de intentar razonar con esta gente, que no merecen mayor premio ni menor castigo que recibir la callada por respuesta. Un blog sin moderar, una página de comentarios de un periódico —en especial, de algunos en los que los comentarios se publican inmediatamente, sin el menor filtro—, son terrenos abonados al insulto, a la descalificación gratuita, al menosprecio del contrario: eso es bien sabido. Pero presuponer que el que discrepa de nosotros, en materia histórica o arqueológica, lo hace guiado por intereses espurios, animado por afanes revanchistas –quitarle a un pueblo
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lo que cree de otro-, o simplemente por la ignorancia es inadmisible. En esta revista, y mucho más aún en la que nos precedió, El Miliario Extravagante, sabemos mucho de lo que pueden aportar los «aficionados a la Historia» a los que Gonzalo Arias dio sistemáticamente cabida en sus páginas. Creemos que la Historia es siempre revisable, venga de donde venga, y que no conoce de catedráticos ni de aficionados. Pero si no hemos siquiera aprendido, desde que Gonzalo fundó su revista en 1963, que aventurar hipótesis no es malo, y que remover los cimientos de lo que se cree sólidamente establecido puede resultar beneficioso para el conocimiento y para la sociedad, sin que de ello se siga que se persiguen intereses personales, es que nada hemos entendido y no ha merecido la pena nuestro esfuerzo (ni estaremos capacitados para comprender el de otros): vamos a llevarnos bien, porque, cada uno en su estilo y con su método de trabajo, estamos juntos en esto y no buscamos sino la verdad que, como siempre en la Historia, habrá de ser, necesariamente, subjetiva. Pero será honrada, o no estaremos escribiendo Historia. C.C. 1. «Manolo» resulta ser «Manuel Ortiz» en la noticia aparecida en la edición digital de Hoy, http://www.hoy. es/v/20110406/regional/guerra-entre-pueblos-plata20110406.html. 2. El comentarista se refiere a la campaña, promovida entre otros por Diego Muñoz Hidalgo, contra la implantación en Los Santos de Maimona de una refinería ocupando terrenos del Camino de Santiago, basada en los perjuicios que para el medioambiente y el patrimonio histórico (en la parcela de la refinería se conserva el topónimo «camino de la plata») a corto plazo, y para la población a medio plazo, ocasionaría esa instalación. No obstante, no alcanzo a comprender cómo la existencia de inquietudes medioambientales y sociales en la vida de uno puede hacer pensar que en alguien que tiene el curriculum de Diego Muñoz Hidalgo subyacen intereses espurios, salvo que se trate de esas subversión del pensamiento lógico que tan en boga está en nuestros días: básicamente, lo que se llama comulgar con ruedas de molino. 3. También en la web del diario Hoy, http://www.hoy. es/v/20110406/regional/guerra-entre-pueblos-plata20110406.html. 4. Para quien no esté al corriente, conviene apuntar que Diego Muñoz es historiador, poeta y pintor.
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ENTRADAS DEL BLOG DE EL NUEVO MILARIO EN EL ÚLTIMO SEMESTRE El granero de Al-Darrax, en Murcia, Bien de Interés Cultural (16 de diciembre de 2010) La Vía de la Plata, en Radio Nacional de España (17 de diciembre) Cultura hídrica en el entorno de Blanca (Murcia) (17 de diciembre) El Museo Cerralbo, abierto de nuevo (20 de diciembre) Más (aún) sobre la Vía de la Plata (20 de diciembre) Fernando López Pardo, STTL (24 de diciembre) Los elementos viarios portugueses, georreferenciados (28 de diciembre) El camino de Santiago, según Fomento (14 de enero de 2011) Arqueología de la Guerra en el Mundo Antiguo (20 de enero) Curso sobre jardines históricos (21 de enero) Encuentro de Jóvenes Investigadores de Historia Antigua (28 de enero) Versos para la vía de la Plata (1 de febrero) Ayudas a la investigación en el Jiloca (1 de febrero) Viajeros pro el conocimiento (1 de febrero) Los puentes romanos de Manuel Durán en Internet (2 de febrero)
Calzadas no tan romanas (17 de marzo) Mesa redonda sobre gestión del patrimonio (22 de marzo) Ötzi en Valencia (22 de marzo) 100 elementos de patrimonio industrial en España (22 de marzo) Milagro en la ciudad, V: Metro de Ópera (24 de marzo) Miliarios y toponimia (24 de marzo) Vindobona en «La Roma Clásica» (29 de marzo) Señales preocupantes desde Italia, IV (5 de abril) Novedades sobre el urbanismo de Valencia en «Plaudite, Ciues» (5 de abril) Fotos y otras peregrinas curiosidades (6 de abril) Lewis Binford, STTL (15 de abril) Celtiberia se mueve (20 de abril) Enterramiento neolítico en Barcelona (20 de abril) Sobre el anfiteatro de Caesaraugusta (24 de abril) Caminería colombiana (3 de mayo) Salvar el yacimiento de Lancia (3 de mayo) Escocia en «La Roma Clásica» (5 de mayo) Bibliografía sobre «Urbanismo histórico» (5 de mayo) Encuentro de Jóvenes Investigadores de Historia Antigua (10 de mayo) Noche y día de los museos estatales… (11 de mayo) …y en el Museo de Prehistoria de Valencia (11 de mayo) Milagro en la ciudad, VI: la Ceca se mueve (24 de mayo) Lucentum, en Internet (26 de mayo) Actas de las I Jornadas sobre Abarán (26 de mayo)
COMENTARIOS SOBRE NOVEDADES EDITORIALES EN EL BLOG DE EL NUEVO MILARIO EN EL ÚLTIMO SEMESTRE
Nuevo número de El Nuevo Miliario en PDF (3 de febrero) Asociación Gaditana del Camino de Santiago (14 de febrero) Gitanos húngaros, en Valencia (14 de febrero) Arx hasdrubalis, en Madrid (15 de febrero) Plaudite, ciues: un blog sobre arqueología (22 de febrero) Vestigios romanos en Daroca (22 de febrero) Arqueología para todos los públicos (22 de febrero) Yacimientos visitables en Madrid (22 de febrero) Marcial Pons (3 de marzo) Semana de la Ingeniería 2011 (3 de marzo) Marcha contra la refinería de la Vía de la Plata (16 de marzo) X Encuentro Nacional de Caminantes (16 de marzo)
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Una mirada al Patrimonio Industrial (C. Vázquez, coord., Una mirada a nuestro patrimonio industrial) (20 de enero de 2011) Vías romanas de África del Norte, revisitadas (P. Salama, Carte des routes et des cités de l’est de l’Africa à la fin de l’Antiquité), 1 de febrero Un nuevo «Viaje a España», editado (J. Zádori, Viaje a España), 16 de febrero Descripción del Señorío de Molina de Aragón (G. López de la Torre, Chorografica Descripción del Señorío de Molina), 3 de marzo Novedades sobre Cáparra (J. Río-Miranda, La ciudad romana de Cáparra, Municipium Flavium Caparrense), 10 de marzo Memorias del Guadarrama (J. Vías, Memorias del Guadarrama), 10 de marzo Otra visión del Camino (J. Maderuelo y J. Ribera, eds., Arquitectura: Paisaje y Patrimonio), 19 de abril
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NOVEDADES BIBLIOGRÁFICAS
EL ANDARÍN MARAVILLOSO Guillermo García Pérez, Ruta del Arcipreste, Ediciones Polifemo, Madrid, 2010, 445 págs. Quienes seguimos en su momento El Miliario Extravagante tuvimos ya ocasión de conocer, glosados por Gonzalo Arias, algunos de los trabajos de Guillermo García Pérez, cuya obra, en contra de lo que pudiera parecer por sus trabajos más populares, no se limita al ámbito de la reconstrucción de rutas de antiguos andariegos (el Cid, el Arcipreste), sino que se extiende por otros terrenos históricos (Covadonga, Carlomagno) y trasciende lo puramente histórico para invadir terrenos del campo de conocimiento al que se dedica profesionalmente (la ingeniería industrial). Ahora, en 2010, Ediciones Polifemo publica, como diez años antes hiciera con las rutas del Campeador, una reconstrucción de los caminos del Arcipreste de Hita, en concreto —citemos textualmente al autor—, una “Guía práctica y cultural para recorrer andando, a caballo o sobre ruedas la ruta serrana del Libro de Buen Amor”. El libro resulta ameno y riguroso; la reconstrucción de las rutas, cuidada y minuciosa, pese a los vagos indicios que se deslizan en algunos pasajes del libro del Arcipreste y dificultan la labor del investigador. Al margen de la propia descripción de las rutas, que lógicamente, con su gran aparato exhaustivamente descriptivo y abundantemente cartográfico, se extiende por la mayor parte del libro, merecen ser destacados, sobre el resto de los elaborados capítulos introductorios, los titulados «El relato del viaje por la Sierra, ¿ficción, realismo o realidad?», y el que, centrado en las «Contradicciones y errores en el viaje del Arcipreste», sirve de verdadera base a la reconstrucción de los caminos recorridos por aquel caminante del siglo XIV. Este último capítulo desentraña, en apenas una veintena de páginas, los numerosos errores que se deslizan en el relato serrano en tres episodios concretos: Tablada, Malagosto y la Venta del Cornejo. Libro, en fin, escrito por un esforzado andarín moderno, centrado en un andarín antiguo —pero no sólo, ya que bucea en la etnografía y en la historia de cada lugar por el que pasa—, y destinado no sólo a los andarines del siglo XXI, sino también a los investigadores
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y los curiosos de esta zona de la sierra de Guadarrama que más que separar une Madrid y Segovia. C.C.
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APLIQUE USTED EL MÉTODO Y VERÁ… Ángel Morillo Cerdán, Germán Rodríguez Martín, Rosalía Durán Cabello y Esperanza Martín Hernández: El puente y calzada de Becilla de Valderaduey. Análisis arqueológico y arquitectónico, León, 2010, 135 págs.
SILLIÈRES EL GRANDE Ab Aquitania in Hispaniam. Mélanges d’histoire et d’archéologie offerts à Pierre Sillières, Pallas. Revue d’Études Antiques, 82, Presses Universitaires du Mirail, Toulouse, 2010, 520 págs. Discutido a menudo —nuestros lectores recordarán sin duda los numerosos dardos que se le lanzaron desde las páginas de El Miliario Extravagante—, Pierre Sillières es uno de los últimos representantes de una concepción global de la Historia a través de la arqueología, convertida en nuestros días en una ciencia cada vez más especializada. La Université de Toulouse–Le Mirail acaba de dedicar a Sillières un volumen de 500 páginas de apreta-
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He aquí un librito puramente arqueológico, dirigido principalmente a arqueólogos, y cuyas conclusiones remueven la historia de un lugar. Este libro recoge los resultados de la excavación arqueológica y lectura de paramentos realizada en el año 2007 sobre el puente supuestamente romano de Becilla de Valderaduey (Valladolid) y la calzada a él asociada. Se concibe como una memoria de excavación, sin concesiones particulares al profano, y se consigue, sin embargo, algo que no siempre alcanzamos con éxito en esta profesión de arqueólogos, pese a las innumerables veces en que formulamos esa intención: hacer comprensible para un amplio público lo que sucedió en torno al puente de Becilla de Valderaduey, tanto durante la campaña de 2007, como en época romana y en los momentos posteriores. Así, la rigurosa aplicación del método arqueológico —en lo referente a la excavación— y del procedente de la «arqueología de la arquitectura», para los alzados del puente, sirven para extraer del trabajo sabrosas conclusiones: diferenciación entre el puente propiamente dicho y el tramo de calzada que discurre sobreelevado, presencia de un camino romano en el mismo lugar, cruce del río mediante un vado en época romana y, por tanto, datos que «nos llevan a descartar por completo su origen romano», dicen los autores refiriéndose al puente, al que describen como una obra de origen medieval. El razonamiento es impecable y lo que se sigue de la mera exposición de datos obtenidos en el campo es concluyente: en apenas cien páginas, este librito acaba por convertirse en toda una demostración de hasta dónde puede alcanzar la correcta aplicación del método y, por añadidura, en una lección de metodología arqueológica para los que se dedican a estudiar caminos y puentes antiguos. C.C.
da tipografía en el que, tras la encendida glosa inicial (debida a Pierre Rouillard), se agrupan dos docenas de trabajos reunidos en tres bloques que corresponden, cada uno, a un ámbito de estudio al que Sillières ha dedicado buena parte de su trabajo: las vías romanas de la Galia, el Pirineo, Hispania. El volumen es por su calidad, digámoslo cuanto antes, imponente, con algunos trabajos llamados a ser de referencia en los años venideros. Sería necesario medio número de nuestra revista para hacer un epítome de cada trabajo, por lo que me limitaré a destacar aquí tan solo unos cuantos: en la parte gala, es una exhibición metodológica el artículo de Michel Passelac sobre un segmento de la vía Aquitana, mientras que resulta extraordinariamente sugerente el dedicado por Mélanie Mairecolas y Jean-Marie Pailler a las vías del estaño en el Occidente antiguo.
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En cuanto al Pirineo, al que se dedica el tronco central del libro, y que constituye el ámbito al que Sillières ha dedicado sus trabajos más recientes —fruto de la colaboración entre las Universidades de Zaragoza, Burdeos y Toulouse— sobresale el trabajo que abre la sección, de Philippe Leeveau y Josep Maria Palet, en torno al Pirineo como frontera y a los resultados de la aplicación a ese territorio de los parámetros de la arqueología del paisaje. Pero no le va a la zaga el texto firmado por María Ángeles Magallón y Milagros Navarro en el que se revisan muchos planteamientos sobre las ciudades romanas en el Pirineo, terreno de estudio que tanto juego está proporcionando últimamente (véase, por no alejarnos mucho, el trabajo de Javier Andreu en este mismo número de nuestra revista). Y, en fin, está el siempre sugerente José Ángel Asensio quien, en esta ocasión acompañado por Magallón, Fernando López Gracia, Enrique Vallespín y Roberto Viruete, extrae nuevas conclusiones y demoledoras1 en torno a la fortaleza andalusí de Cerro Calvario, en La Puebla de Castro (Huesca), donde también se asienta la ciudad de Labitolosa, a la que tantos esfuerzos dedican el Grupo Vrbs de la Universidad de Zaragoza y el propio profesor homenajeado con este volumen. Y sin espacio para mucho más, nos limitaremos a citar algunos de los artículos principales del último bloque, consagrado a Hispania: el amplísimo estudio sobre Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) que, debido a Nathalie Berandon, significa una recopilación de los trabajos habidos en el yacimiento desde los años 70 y supone, a pequeña escala, escribir sobre el yacimiento la monografía que aún no existe; el estudio que Laurent Brassous y François Didierjean hacen sobre el siempre controvertido viaje de Narbona a León según los datos antoninianos; el estudio sobre la peculiar «Silla del Papa»” (Tarifa, Cádiz), debido a Moret, Fabre, García Jiménez, Prados y Constans; el aleccionador trabajo de Encarnaçao sobre «O miliário como documento» (que tanto satisfará a nuestro buen amigo Marco) y, finalmente, las precisiones de José María Álvarez Martínez de nuevo sobre el puente de Aljucén (Badajoz), al que data en los años finales del siglo I d.C. Hay más, en fin, en este y en los demás bloques, pero no nos caben aquí… Quizá se nos acuse de carecer de espíritu crítico en esta reseña2, pero no encontramos resquicios sancionables en el libro de homenaje a Sillières, uno de los pioneros de la interdisciplinariedad —como recuerda Encarnaçao—, y a quien la edición de este volumen viene a hacer justicia, algo que, por lo demás, resulta siempre necesario aunque no sea demasiado frecuente.
NOTAS 1. En tanto que «demuelen» conclusiones anteriores. 2. Es algo a lo que quien esto firma se ha enfrentado en alguna ocasión, pero por una parte siempre recuerdo aquello que decía Plinio y que repetía un profesor mío («No hay libro malo que no tenga algo bueno») y, en todo caso, siempre he alegado a quienes de eso me acusan que dedicar por escrito comentarios a libros que me parecieron malos me da una pereza infinita.
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LA PIRUETA FINAL DEL TRAPECISTA: UNA NUEVA HIPÓTESIS PARA LA A31 EN VALENCIA Jesús Rodríguez Morales y Marcos Lumbreras Voigt: La calzada ibérica de «Los malos pasicos» (Áyora, Valencia) y la ed viaria antigua en torno al Castellar de Meca, Lucentum, XXIX, 2010 COMENTARIO En los últimos dos decenios ha evolucionado sustancialmente la forma de conocer las calzadas romanas, entendidas como resto físico, que teníamos en nuestro país. De esa evolución no sólo son responsables quienes, a nivel teórico, promovieron nuevos métodos o importaron modos de actuar que ya se venían poniendo en práctica en otras latitudes, sino también quienes, desde su trabajo de campo, han incorporado esas nuevas metodologías al conocimiento del camino. Con el tiempo, esos nuevos trabajos han encontrado hueco en las revistas científicas, y uno de los más recientes ejemplos es este artículo de Jesús Rodríguez Morales y Marcos Lumbreras Voigt publicado en Lucentum1. Al hilo del desdoblamiento de la carretera CV-437, en el término municipal de Ayora, en Valencia, se han realizado unos trabajos de seguimiento que han permitido dar un importante avance al conocimiento que se tenía de la caminería histórica en la zona, capitaneada en lo arqueológico por el imponente yacimiento del Castellar de Meca, al que los autores dedican las primeras páginas de su trabajo, concluyendo que estaríamos ante un «gran almacén de productos agropecuarios, lo que explicaría el camino de acceso para facilitar su transporte desde el llano»: el razonamiento nos parece impecable en lo estrictamente arqueológico; habría que ver si, desde una perspectiva espacial, eso es posible también en lo histórico, teniendo en cuenta los yacimientos del entorno y su evolución a lo largo de la historia, terreno al que mi ignorancia no me permite por ahora descender… Por lo demás, el seguimiento arqueológico ha permitido identificar dos caminos distintos (el localizado en el denominado sector II y el conocido popularmente como de «los malos pasicos»), y un yacimiento, «El Cerrico», datable entre los siglos IV a.C. y I d.C. Los autores identifican como romano el camino del sector II, a tenor de lo que resulta de su comparación con otros caminos excavados con los nuevos métodos, de modo que en él ha sido posible identificar una capa de cimiento (gremium) y otra de rodadura (summum dorsum)2. Y como inequívocamente ibérico se identifica el de los «malos pasicos», en el que los autores han encontrado una impresionante obra equiparable a la que da acceso al Castellar de Meca. Excelente aportación, sin duda (en especial el apartado VII.1.1. del trabajo), para conocer mejor estos caminos prerromanos, que
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Fig 1. Trazado de la ruta Caesaraugusta-Carthago Nova, según el autor
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tan desconocidos resultan a menudo, y eficaz aplicación del método comparativo (básico en arqueología) que sirve para descartar una posible influencia islámica en los muros de contención del camino. Un análisis de materiales y una propuesta de difusión de lo excavado completan esta rigurosa aplicación del método arqueológico en boga en nuestros días. Y es entonces cuando el artista, aburrido quizás de la rutinaria aplicación del método, deja de dar cabriolas iguales, académicas, y pega en el vacío, sin red, un salto antológico, un doble mortal, que nos hace preguntarnos si tan buen número necesitaba de un final tan efectista: primera conclusión, el tramo excavado corresponde a la ruta A31 del Itinerario de Antonino; segunda conclusión, tal ruta formaba parte de una más amplia que uniría Caesaraugusta con Carthago Nova a través del río Jiloca, Ademuz, Requena, Cofrentes y el valle de Ayora, como la actual N-330. Sin embargo, quienes antes o después hemos dedicado tiempo a esta ruta somos conscientes de que la A31 es esquiva, pues es como una suerte de manta pequeña extendida en una cama grande: si dos personas duermen en la cama, y una tira de la manta, a la otra no le llega. De igual modo, si uno estira los datos antoninianos hacia el lugar que considera origen de la ruta 31, el camino no llega a su destino. Y si, consciente de eso, el investigador trata de reconstruir la ruta anclando sus extremos y tirando de ambos lados de la manta, ésta acaba por rasgarse generando un boquete no pequeño en el centro: por eso, quince años atrás, cuando a mí también me tocó el turno de enfrentarme a esta ruta, tan apasionante como antipática —y les
aseguro que es muy apasionante—, puse en ella un parche en forma de mansio omitida en Iniesta, suponiendo que ese remiendo (Egelesta) bastaría para zurcir el desarreglo. Sé que no fue suficiente, y a demostrarlo se aplicó Gonzalo Arias, en las páginas de El Miliario Extravagante, en 1997 y hoy, a pesar del entusiasmo que Santiago Palomero demostró por entonces en torno a mi hipótesis, sigo considerando que, apuntando quizás en algo parecido a la dirección correcta, no es suficiente. Pero me resisto a creer que la solución esté en suponer que lo que anuncia el Itinerario cuando sitúa el final de la ruta en Caesaraugusta sea la jurisdicción de la ciudad, y no la ciudad misma, porque sin una aclaración adicional (ausente en el Itinerario) eso resultaría incomprensible para el usuario, y porque cuando en el Itinerario se remite a recorridos ya descritos se incluye la mención «mansionibus supra scriptis», que no figura en la descripción de la A31. Sabemos de Jesús Rodríguez Morales que conoce las dificultades que se derivan siempre de reconstruir el trazado de las rutas romanas con los datos itinerarios, y sabemos que está familiarizado con la circunstancia de que, exclusivamente con los datos antonianos, la A31 es irresoluble salvo que se admitan largos traslados desde los supuestos empalmes y se suponga que el final no está donde el Itinerario dice. Y, aún sabiéndolo, vemos cómo él demuestra también que lo sabe, pues resuelve el asunto con una solución inédita: ligando la A31 a otra ruta, una que desde Carthago Nova permitiera también a la A31 alcanzar Zaragoza. Esa pirueta final, ingeniosa pero innecesaria, deja una sombra de duda como conclusión de un trabajo que,
Fig. 2 Situación de la zona objeto de la intervención
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por lo demás, es espléndido. Cabría recordar aquí algo que alguien dijo alguna vez, refiriéndose a Carranque, un yacimiento excepcional «que no necesita un nombre antiguo para lucir más». Eso lo escribió con gran criterio, un tal Jesús Rodríguez Morales, a quien hoy agradecemos aquí, sin embargo, que siga tirando de la manta para intentar desfacer entuertos viarios.
NOTAS 1. Este comentario se realiza sobre la base de las pruebas de imprenta que uno de los autores nos facilitó amablemente; desconozco si en la versión final ha habido cambios sustanciales. 2. Conviene recordar, en este sentido, que Jesús Rodríguez Morales reivindicó la figura de Nicolas Bergier en un muy recomendable trabajo, «Las vías romanas en la erudición moderna», V Congreso de las Obras Públicas Romanas, Córdoba, 2010
Fig. 3 Cortes del camino romano excavado en el Sector II
Fig. 4 Camino de «los malos pasicos» (izda.) y camino hondo del Castellar de Meca
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EL IGNOTO MUNDO DE LOS VADOS ROMANOS Ferran Arasa: El pas a gual de la Via Augusta pel riu Cervol (Traiguera, Castelló), Quaderns de Prehistória y Arqueología de Castelló, 28, 2010 COMENTARIO Nos tiene acostumbrados Ferran Arasa a rigurosos estudios sobre el trazado de la Vía Augusta en tierras valencianas, desde estudios de carácter global, a trabajos locales centrados en aspectos muy concretos del camino. Éste pertenece a los últimos, y se detiene en el paso, mediante vado, del río Cervol, junto a Traiguera, en Castellón, si bien se abre con una revisión del trazado de la Vía Augusta por el Bajo Maestrazgo. El tronco principal del trabajo está dedicado al vado sobre el río Cervol, en realidad una rambla de curso estacional de las que frecuentan el paisaje en esta zona. La presencia de un vado para el paso del camino romano es una mera hipótesis, puesto que sus eventuales restos habrían quedado ocultos por el vado de construcción moderna, pero se trata, creemos, de una hipótesis bien construida por cuanto el trazado del camino, visto en fotografía aérea, describe un acusado quiebro para buscar precisamente ese lugar de paso. A partir de ahí, Arasa realiza un repaso del uso del vado como solución de paso en el mundo romano, y es ahí donde
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este artículo, que hasta el momento presentaba un resto arqueológico y una hipótesis de carácter local, alcanza la categoría de estudio global y se convierte en imprescindible, primero por su recopilación de fuentes al respecto (y, así, se recuerda que Estrabón, III, 4, 6 menciona el paso del Júcar mediante un vado), y luego por todo el aparato teórico de que se acompaña el trabajo: ubicación ideal de los vados, infraestructura necesaria, huellas en la toponimia, inventario de posibles vados en tierras valencianas, revisión bibliográfica del asunto (entre la que se encuentra la discrepancia con Isaac Moreno, quien sostiene la inexistencia de vados en los caminos romanos) y presencia de otros vados en la Península. Este interesante trabajo de Ferran Arasa es, en definitiva, un hermoso ejemplo de cómo se pueden inferir conclusiones en materia de arqueología a pesar de la inexistencia de restos arqueológicos en el terreno. C.C.
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PAUTAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES EN LA REVISTA
El Nuevo Miliario El boletín bianual El Nuevo Miliario acoge trabajos, noticias y comentarios sobre vías romanas, historia de los caminos y otros temas de geografía histórica de cualquier época, pero para la publicación de los textos se aconseja seguir las pautas que se describen a continuación: 1) Los trabajos tendrán preferentemente una extensión máxima en torno a las 15 páginas tamaño DIN A-4, incluyendo ilustraciones y bibliografía. Cada página de texto tendrá unos 2.500 caracteres. 2) En El Nuevo Miliario pretendemos respetar el medio ambiente; por ello, como norma general, y para reducir el consumo de papel, los originales, siempre que sea posible, se enviarán exclusivamente en soporte informático, en CD – Rom en el que se incluirán el texto y, por separado, las imágenes (planos, mapas, fotografías, etc.), o por correo electrónico. Únicamente en aquellos casos en que los autores consideren que los trabajos deben de ir maquetados de una forma concreta se enviarán los originales impresos en papel. 3) Del mismo modo, se aceptarán preferentemente las fotografías (preferiblemente no más de tres o cuatro por trabajo) enviadas en soporte digital, en formatos .jpg, .pct o .tif, con una resolución mínima de 300 ppp. Para los planos y mapas, que se enviarán como imágenes, se aceptará además el formato .pdf. Circunstancialmente se aceptará el envío de fotografías, mapas o planos originales para su reproducción, que serán, en todo caso, devueltos al concluir la maquetación del trabajo. 4) Las imágenes se acompañarán, si los autores lo consideran necesario, de sus correspondientes pies, que se presentarán en una relación al final del texto. 5) Los trabajos podrán incluir notas bibliográficas y notas a pie de página (aunque, preferiblemente, se evitarán estas últimas y, en todo caso, se publicarán como notas finales), mientras que la bibliografía se citará preferentemente recurriendo al Sistema Harvard, (Autor, año, título, lugar de edición) de este modo: - FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, P.F. (1987): Sobre el neolítico y otras antigüedades de la región de Murcia, Revista de Estudios Peninsulares, 17. LA FECHA prevista DE CIERRE DEL NÚMERO 13 de El Nuevo Miliario estará en torno al 15 DE NOVIEMBRE DE 2011
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