Espías y saboteadores. El proceso de los ingenieros de Moscú

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espías y saboteadores




Reservado! todos los derechos de r e p r o d u c c i ó n . Oepyrighfc by

Editorial C é n it , S. A . 1981 — PRIMERA

EDIC1ÓH —


a. gabor

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es tr a d u c ció n da Luis da Navta

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EDITORIAL

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(S. A.) MADRID


ABGIi, TilUrea tipogrMoof— ÜU m lrsao, 18.—Teliíono *0805.—MADBID


Reproducimos a manera de prólogo esta magnífica impresión de Ernesto Glaeser, ilustre autor de CENIT, que asistió al resonante proceso com o enviado especial de la Frankfurter Zeitung.

¡Adiós, París! Son como las tres de la tarde; la Plaza Roja está toda bruñida por el hielo, delante del mausoleo de Lenin se desliza la eterna cola de visitantes; por la Tverskaia flamean con miradas desdeñosas esos extranjeros que vienen aquí a juzgar del estado de este país por los es­ caparates de las últimas tiendas particulares que aún sobreviven, confundiendo el bienestar de un pueblo con el lujo acariciador de las vitrinas bulevardieras de las ciudades occidentales; cruzan vertiginosos los tranvías con racimos de gente colgando de los estribos; las madres proletarias sacan a sus bebés, envueltos en recias mantas multicolores, a pasear por sobre la delicada nieve del parque del Kremlin; en las librerías, que abundan aquí tanto como en nuestros países las tabernas, apíñase la ju­ ventud comunista junto a los estantes cargados de obras de ciencia aplicada o aplicable; detrás de grandes vi­ drieras trabajan las oficinas, teclean las máquinas de es­ cribir, van apilándose montones de papeles; por las

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calles cruza disparada la gente como lanzaderas de un trabajo a otro. Los altavoces se derraman sin descanso sobre las cabezas. Cocheros de barbas de estopa— estos cocheros que son uno de los últimos reductos del “ capi­ talismo” bajo los Soviets— chasquean la lengua en lo alto de sus trineos al paso que éstos se deslizan elegantemen­ te. Cae la nieve, y la bandera roja que ondea en lo alto del silencioso Kremlin tiene una extraña palidez. Vengo del interior de la ciudad; el frío es intenso; el gorro de piel que he comprado sin el menor contratiem­ po ni dificultad se yergue inverosímilmente alto sobre mi cabeza plana de europeo. En la plaza que domina el edificio de la G. P. U.— una parte de este organismo ha ido a alojarse a los locales de una antigua Compañía de Seguros—Se paraliza de pronto la circulación. Acude milicia de a caballo y acor­ dona las calles principales que dan acceso a la Casa de los Sindicatos. Por las calles laterales desembocan formacio­ nes cerradas de obreros y empleados; sobre sus cabezas tremola la bandera de la Revolución, al frente resuenan músicas guerreras con mucho ruido de metal. Tienen todo el aire de tropas de choque; brotan inesperada­ mente de los patios sombríos, se multiplican desdoblán­ dose, algunos llevan bastones, muchas mujeres de las que van mezcladas con ellos danzan a los sones de la música. La milicia permanece inmóvil como muralla de acero. Las columnas avanzan en medio de un enjambre de .gente que la acompaña, de todas partes les hacen se­ ñas, y los hombres ríen y se lanzan sobre la milician dis­ puestos a morir heroicamente. Pero la milicia retrocede ante las masas y les deja paso. Y hasta les abre calle por en medio de la gente, hasta les vitorea con gran en­ tusiasmo cuando rompen la cadena que se les opone. Pronto resuenan músicas por todas partes, de todos los patios salen banderas, los “ konsomolzes” entonan el him­ no del Ejército rojo, se hace noche, los reflectores hien-

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den et cielo, pero por entre sus rayos sigue cayendo im­ pertérrita, eterna, la nieve. Cuatrocientas mil almas van formadas cdlí, pronto son un millón; un millón de habitantes de Moscú desfilan hoy por delante de la Casa de los Sindicatos gritando ¡bu­ rra'■!, tocanao músicas, bailando y guardando el ¡paso impecablemente. Y no desfilan en acto de protesta con­ tra Stalin, no desfilan para protestar contra la penuria de su vida, que sería necio pretender negar, tañí necio como exagerarla; desfilan para demostrarnos que están compenetrados con la vida de su Estado, tal como se está haciendo y fortificando; desfilan y hacen acto de presencia contra la “ intervención” . Ante la sala especial del Tribunal Supremo de la Unión de Repúbicas Socialistas Soviéticas se está viendo en estos momentos el proceso contra el profesor Ramsin y sus compañeros. Se les acusa de haber saboteado la mar­ cha económica del país y se les acusa también de espio­ naje y “ alta traición” . La Casa de los Sindicatos en que se celebra la vista es el antiguo Palacio de la Nobleza. Estas salas presen­ ciaron los cotillones de la aristocracia afrancesada; sobre este “ parquet” giraba a los acordes de sus valses una clase social que sabia más de París que del pueblo a expensas del cual, vivía; estas paredes fueron testigos de fiestas y orgías cuyo esplendor se ha quedado prendido como brillo de estrellas fugaces en el recuerdo de los vie­ jos cocheros que conducen sus trineos por el Moscú de hoy. Han pasado trece años desde la Revolución, y entre estos muros se sientan, en el banquillo de los acusa­ dos, los últimos representantes de la burguesía, ante el foro de la nueva clase gobernante, del proletariado. Por medio de un volante, consigo romper la cadena de la milicia— que, dicho sea de paso, no lleva armas-— , unirme a la manifestación y penetrar, por último, en la Casa de los Sindicatos.

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En el salón de fiestas, separado del pasillo por gran­ des y pesados cortinones rojos, se alza un escenario, por el que hace quince años se moverían las damas de la nobleza acompañadas de sus caballeros ejecutando lin­ das funciones de aficionados, a beneficio tal vez de la Cruz Roja. En el centro de este escenario toman asiento los jueces, en unos sillones monumentales, que por su reciedumbre y aspecto parecen proceder de la época feudal. H e aquí cuatro hombres. Dos jueces profe­ sionales y dos obreros. La Sala especial de justicia de la Unión Soviética. El Tribunal que juzga este pro­ ceso tiene casi la misma composición que el que juzgó aquel otro proceso célebre de Schachty, precedente nada remoto del de hoy. Uno de los dos jueces de profesión que lo integran es conocido como alpinista, y ocupa, en sus ratos de ocio, el puesto de redactor-jefe de una re­ vista de alpinismo. También Krylenko, el fiscal, tiene prestigios de montañero; su mesa, la mesa del ministe­ rio público, está tocando a la del Tribunal por el lado de la izquierda. El fiscal viste una chaqueta verde y tiene las piernas ceñidas por bandas. Su cara es la de un amlítico, de un hombre que va a buscar a las mu­ rallas alpinas un sedante para la agudeza cortante de sus deducciones, de su dialéctica y, sobre todo, de su conse­ cuencia. Un hombre como éste, que se sienta siempre de­ trás de la mesa del acusador y jamás ha vivido la tensa emoción de la pieza acosada, tiene por fuerza que necesi­ tar, de vez en cuando, como compensación interior, esos peligros que le brindan en sus excursiones de descanso las rocas del Himalaya. A la derecha de los jueces han levantado un cajón he­ cho de cartón y de madera. Dentro de ese cajón se sien­ tan, visibles hasta la, altura del pecho, los acusados. En primer plano, a la derecha, Ramsin; detrás de él, Laritchef... Siete hombres en total. Siete hombres a quie­ nes se acusa del crimen más grave que conoce la Repú-

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bíica de los Soviets. Sobre esta imagen que tiene algo de las escenas judiciales que aparecen a veces en las fun­ ciones de teatro, flotan ocho arañas de cristal. Recuerdo de la época de los cotillones. El-salón tiene un “ parquet” bruñido y brillante. D e­ lante del escenario toman asiento los periodistas, esa casta de hombres que no apean el lápiz de la mano; de­ trás de ellos zumba un aparato tomavistas de cine como gigantesco insecto prehistórico; a su lado, sisean los re­ flectores “ Júpiter"-, de vez en cuando, salta un fotógrafo al escenario, tocando casi al banquillo de los acusados, y dispara sobre ellos su obturador. N o hay manera de es­ pantar esta especie de langostas humanas; armados con sus lentes, que hacen en ellos veces de cerebro, bordo­ nean por el escenario en grupos de tres y cuatro, pidien­ do, ora a los acusados, ora al fiscal, ora a los jueces, que se estén quietos un momento, hasta que disparan. El presidente les hace seña con una mano, y entonces las langostas humanas, bordoneando siempre, van a apiñar­ se en un rincón, donde se acurrucan, aguardando pacien­ temente la próxima coyuntura. Los acusados fuman. Ramsin no hace más que lim­ piar la ceniza del pitillo en la tapa del legajo de la acu­ sación, en la que tiene clavada la vista mientras un se­ cretario le da lectura desde la mesa del Tribunal. El blanco salón estucado permanece mudo, la masa de espectadores que cobija, compuesta en su mayor parte de elementos intelectuales del Partido, calla también y alza las cabezas. Se ven muchos jóvenes. Cuando suena la palabra “ Francia” , se oyen risas. Ramsin, inmóvil, fuma. Sus compañeros comen o contemplan el audito­ rio. Todos tienen un excelente aspecto; diríanse, más que los reos, testigos recién rasurados. Cuatro horas tardan en leer el acta de acusación. Y la sala pertnanece muda cuatro horas, cuatro horas se están inmóviles los jueces, cuatro horas se están los reos mirando a la sala Prólogo

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desde su cajón, como si atravesasen en Un vehículo pai­ sajes harto conocidos; Ramsin, entretanto, sigue fuman­ do, embebido en su lectura. Este profesor a quien el régimen soviético rodeó de un ambiente de confianza que movió al propio Lenin a construirle, inmediatamente de haber triunfado la Revo­ lución, aquel Instituto con que de joven, reinando el zarismo, había soñado; este técnico cuyo nombre ha bo­ rrado todas las diferencias reinantes en Rusia y ha he­ cho que el país de los Soviets se alce como un solo hombre contra la intervención, es, con su acusador, la cabeza más disciplinada del proceso. Una cara buida por el espíritu analítico, lisa como un edificio industrial mo­ dernista, ojos habituados a acechar puntos de intersec­ ción, manos de las que está uno seguro que eligen antes de aprehender. El altavoz vierte monótonamente las palabras del acta de acusación por la blanca sala de fiestas. Krylenko si­ gue inmóvil en su sitial, los jueces, inmóviles, siguen clavando la mirada en los arcos voltaicos; la película sonora bordonea en el tomavistas. Ramsin fuma, y de­ lante de los rojos “ portiers” abombados montan la guar­ dia unos soldados jóvenes, rígidos como las bayonetas que rematan sus fusiles. La luz se quiebra en destellos sobre los cristales de roca, de las arañas. Unos periodis­ tas salen de la sala, pisando sobre las puntas de los pies, y el salón es todo él silencio, pues todos los que se congregan aquí saben que detrás del cajón de los acu­ sados acecha la muerte. Pero saben también que detrás de los pensamientos de los hombres de este Estado se cierne desde hace cuatro semanas el espectro de la inter­ vención como una señal de peligro suspendida en el éter. Cuatro horas van transcurridas ya en la lectura del acta de acusación; cuatro horas lleva desfilando la manifesta­ ción por delante del palacio en que la vista se celebra. Hasta aquí llegan resonando los gritos, las maldi12

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dones contra Francia. Este proceso es una pantalla en la que se proyecta a los ojos de Europa un sentimiento unánime de cuya autenticidad nadie puede dudar, por lo que tiene de nacional. Intervención... El guardia rojo que, plantado a la puer­ ta de la sala de sesiones, sigue el curso del proceso por lo que le transmite un altavoz, aprieta el fusil con más fuerza y ríe. Ramsin fuma. Los periodista¿ toman notas. La tribuna de los diplomáticos extranjeros está abarro­ tada. Del cielo vesperal, cubierto de nubesl de color rojo tostado, cae la nieve sobre cien mil hombres, que, aca­ bado el trabajo de la jornada, desfilan, demostrando la adhesión a su Estado. Por la noche, conceden la palabra a Ramsin, De pie detrás de una mesa en la que se ven un micrófono y un vaso de agua, parece un profesor que hablase desde la cátedra. Abre un legajo. Este legajo, gordo como el original de una novela, es su informe de defensa. Lo lee. Todo el mundo escucha. La sala de audiencia se ha convertido en un aula de Universidad. Ramsin relata la historia de su partido, de sus trabajos, lo confiesa todo, con la dignidad del historiador que no habla ante un Tribunal, sino ante un auditorio. Nadie se mueve. ¿M iente Ramsin cuando dice que la intervención se preparaba con ayuda de ciertos organismos extranjeros? “ Nosotros aprovechábamos nuestras posiciones para alla­ narles el terreno, desencadenábamos crisis económicas para hostigar la cólera del pueblo contra el régimen; hov, rendimos las armas, vencidos por la labor de los Soviets, nos arrepentimos y lo confesamos to d o” A diez metros de Ramsin están sentados los diplomá­ ticos y periodistas extranjeros; ¿por qué el acusado no se levanta y grita, para que le oigan, que aquella con­ fesión le ha sido arrancada por la fuerza, que aquel pro­ ceso ha sido fraguado hábilmente por la diplomacia so­ viética, por qué no se aprovecha de la publicidad que le

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brinda la presencia de los representantes de Europa, si se siente coaccionadof El acusado confiesa. Pero su confesión está despoja­ da de todo patetismo; es el análisis frío y sobrio de un proyecto fracasado. Confiesa con la dignidad y meticulo­ sidad de un hombre de ciencia, manejando categorías inte­ lectivas. Las masas siguen desfilando por delante del edi­ ficio al grito de ¡M uera!; lo aplican a Ramsin, pero a guien en realidad quieren aludir es a la intervención. Sa­ ben que esta intervención echaría por tierra el gigantesco edificio que el pueblo está levantando a costa de priva­ ciones increíbles y de un heroísmo inverosímil, temen por su obra, temen por la nueva generación soviética que se está formando, una generación sana y grande v fuer­ te; temen por sus derechos básicos, conquistados con tanto sacrificio: desean trabajar y se defenderán con los dientes y las uñas en cuanto alguien intente destruir su trabajo, su idea, con gases, aeroplanos y cañones. Lo que a nosotros nos interesa psicolóaicamente, en este proceso, no es averiguar si la confesión de Ramsin fué o no espontánea, si toda la vista fué algo más que la representación 'de una comedia. Lo que a nosotros nos interesa es saber hasta dónde llena la disposición de este pueblo cuando se trata de defender su obra, de ma­ terializar por sí mismo sus ideas, de vivir libremente sus dificultades, de edificar por sí mismo su sociedad, de moldear autárquicamente su vida sin inyecciones extran­ jeras. El aue haya seauido este proceso con oído aten­ to, con oídos que perciban ahjo más aue el ruido fo ­ rense; el que hava viaiado por los Soviets durante estos últimos meses, sin aislarse entre las cuatro paredes de un hotel de turistas; el que hava estado en el campo viendo trabaiar a la nueva aeneración: el que conozca de cerca el Eiército rojo; auien haya vivido en los clubs y no en el Gran Hotel de Moscú precisamente; auien haya visto con sus propios ojos los defectos y las faltas;

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el que haya vimdo en las nuevas sociedades socialistas; el que no confunda el confort con el sentido de la vida y no mida el sentido de vida y el impulso de vida de un hombre o de un pueblo por sus comodidades, sino por su trabajo, ese, si tiene ojos en la cara, tiene que ver que aquí se debaten sustancias humanas “ sujetas a un proceso de materialización” que sería un crimen con­ tener o interrumpir; un crimen contra la vida qerminal de una época histórica nueva en el mundo. Hay algo que patentiza este oscuro proceso en que Europa no para su atención con la seriedad debida, y es que el pue­ blo ruso está animado de un sentimiento nacional revo­ lucionario que le hace alzarse como un solo hombre con­ tra la mera idea de intervención. No lo deduzco solamen­ te de lo que vi en Moscú, sino de lo que me reveló el campo, de lo que me revelaron las masas ukranianas, tan grandes y potentes hoy, oUe seria imposible retrotraer­ las a los tiempos de las aldeas potemkinianas, a menos de convertir en una aldea potenikiniana todo el vasto te­ rritorio ruso. Era ya entrada la noche cuando abandoné la Casa de los Sindicatos. Las masas seguían desfilando por delante del edificio, cantando y gritando mueras. Fija en el re­ cuerdo la figura de Ramsin— a cuyas confesiones se re­ siste a dar crédito Europa— , recorrí las pétreas ca­ lles durante dos horas, confundido con las masas, bailé con las muchachas, canté sus canciones, acudí a sus clubs, los vi trabajar en las fábricas, estudié el Ejérci­ to rojo. Por grandes que sean las dudas que pueda sus­ citar este proceso, hay algo perfectamente indudable, y es que las arañas del antiguo Palacio de la Nobleza no volverán jamás a recrearse vertiendo su luz discreta so­ bre aquellas personillas que hace unos quince años le­ vantaban las delicadas y frágiles manos de sus damas a los acordes de un vals. Todo eso se acabó. ¡Adiós, París!

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Los reos Los acusados son ocho ciudadanos de la U. R. S. S . : 1. Leónidas Konstantinowitsch Ramsin, de cuarenta y tres años, ex director del Instituto Térmico y profesor de la Escuela Politécnica de Moscú. 2. lván Andrejewitsch Kalinnikow, de cincuenta y seis años, ex vicepresidente de la sección de Industria de la Comisión del Plan económico de la U. R. S. S., pro­ fesor de la Academia de Aviación Militar y de la E s­ cuela Politécnica. 3. Víctor Alexejewitsch Laritschew, de cuarenta y tres años, antiguo miembro del Presidium de la Comisión del Plan económico de la U. R. S. S. y presidente de la sec­ ción del Combustible. 4. Nicolás Franzowitsch Tscharnowsky, de sesenta y dos años, ex vicepresidente del Consejo técnico de cons­ trucción de maquinaria en el Consejo Supremo de Econo­ mía de la U . R. S. S. y profesor de varias escuelas po­ litécnicas. 5. Alejandro Alejandrowitsch Fedotow, de sesenta y seis años, ex presidente del Instituto de Investigaciones Textiles y profesor de distintas escuelas politécnicas. 6. Sergio Victorowitsch Kuprijanow, de cincuenta y

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nueve años, ex director técnico de la Central Textil del Consejo Supremo de Economía de la U. R. S. S. 7. Wladimiro Ivanowitsch Otschkin, de treinta y nue­ ve años, ex secretario cientíñco del Instituto Térmico y alto funcionario de la sección de Investigaciones Cientí­ ficas del Consejo Supremo de Economía de la U. R. S. S. 8. Jenofonte Wasilijewitsch Sitnin, de cincuenta y dos años, ingeniero del Sindicato Textil Panruso.

La acusación Sobre los seis primeros pesa la acusación de haber cometido los delitos previstos en los artículos 583, 58* y 586 del Código criminal. Para Otschkin se limita a los determinados en los artículos 5&8 y 5^6> y Para Sitnin, a los que integran los artículos 58® y 584- He aqui el texto de tales artículos: 588. E l hecho de mantener relaciones con un Estado extranjero o con sus representantes para fines contrarre­ volucionarios, así como todo auxilio prestado a un E s­ tado extranjero que se halle en guerra con la U. R. S. S. o la combata por medio de la intervención o el bloqueo, tendrá por consecuencia la aplicación de las medidas de defensa social previstas en el artículo 58a del Código v i­ gente de 6 de junio de 1927. 584. Toda prestación de auxilio a aquella parte de la burguesía internacional que niega al sistema comunista, sustituyente del sistema capitalista, igualdad de derechos, }■ tiende a derrocarlo, así como toda prestación de auxilio a grupos y organizaciones públicas situados bajo la in­ fluencia de aquella burguesía o fundados por ella para desarrollar una actividad hostil contra la U. R. S. S., traerá consigo la privación de libertad con riguroso ais­ lamiento por un tiempo mínimo de tres años y confisca-

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ción total o parcial de los bienes, o incluso, de existir cir­ cunstancias especialmente agravantes, la aplicación de la medida máxima de defensa social— el fusilamiento o la declaración de enemigo de los trabajadores, ^con priva­ ción de los derechos de ciudadanía de las Repúblicas uni­ das y con ellos de los derechos de ciudadanía de la XJnion de Repúblicas Socialistas Soviéticas, extrañamiento per­ petuo del territorio de la U. R. S. S. y confiscación de los bienes. 5S6. E l espionaje, esto es, el hecho de facilitar a un Estado extranjero, a organizaciones contrarrevoluciona­ rias o a particulares datos que por su contenido se hallen bajo la protección del secreto de Estado, o sustraerlos o reunirlos con tal fin, traerá consigo la privación de liber­ tad con riguroso aislamiento, por un tiempo mínimo de tres años, y confiscación total o parcial de los bienes, y en aquellos casos en los que el espionaje provoque o de­ biera provocar consecuencias particularmente graves para los intereses de la U. R. S. S., la aplicación de la me­ dida máxima de defensa social— el fusilamiento— o la de­ claración de enemigo de la colectividad trabajadora, ^con privación de los derechos de ciudadanía de las Repúbli­ cas de la Unión jy con ellos de los de ciudadanía de la U. R. S. S., extrañamiento perpetuo del territorio de la U . R. S. S. y confiscación de los bienes. E l hecho de facilitar o sustraer o reunir con tal fin datos de carácter económico que por su contenido no re­ presenten un secreto de Estado, pero cuya publicación se halle prohibida por imperio directo de la ley o por disposiciones de las autoridades directivas de la Adminis­ tración o de las instituciones o empresas oficiales, tendrá por consecuencia la privación de libertad por un tiempo mínimo de tres años, independientemente de q u e la en­ trega o comunicación de tales datos a las organizaciones o personas antes mencionadas haya sido hecha a titulo gratuito o contra una retribución.

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Elloeal La vista del gran proceso de sabotaje se celebró en el salón de columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú, situada en el Ochotny Rad. Comenzó el 25 de noviem­ bre de 1930 y duró hasta el 7 de diciembre inmediato. Fué pública sin restricción alguna. La sala y las galerías todas se habilitaron para los espectadores. La estación emisora de Moscú radió el desarrollo de la vista, y los momentos más interesantes de la misma fueron tomados en una película sonora.


EL PRIMER DÍA Presidente.— Da comienzo la vista del proceso incoado contra la organización contrarrevolucionaria denominada “ Asociación de las organizaciones de ingenieros” , cono­ cida también con el nombre de “ Partido de la Indus­ tria” . Los procesados son los ciudadanos Ramsin, Kalin nikow, Laritschew, Tscharnowsky, Fedotow, Kuprijanow, Otschkin y Sitnin, acusados de los delitos definidos en el artículo 58, párrafos 3, 4 y 6 del Código penal. El Tribunal está compuesto por el presidente, A . J. W ischinski; los vocales, W . P. Antonow-Saratowski (miem­ bro del Tribunal Supremo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), W . L. Lw ow (obrero de Ja . fá­ brica de automóviles A. M. Q.) y el vocal suplente P. A. Iwanow (obrero. de las fábricas rojas Putilow). L a acusación está representada, por el fiscal, compañero N. W . KryJLenkó, auxiliado por. el compañero Friedberg — ¿ Tienen los acusados algo que objetar contra íá com­ posición. del Tribunal? . . ' ; Los acusados,-— No. .Presidente.—Con forme al artículo del Código pe­ nal, cada uno de los acusado? tiene derecho, a dirigir a los demás y a los testigos en él curso.de todo el proceso, preguntas" relacionadas con él mismo. Puede igualmente A . Qatoor: '«E'spf¿s~y; saboteadores»


aportar, en cualquier momento de la vista, aquellas acla­ raciones que juzgue pertinentes sobre la cuestión en su totalidad o sobre detalles aislados. De estos derechos pueden los acusados hacer uso directamente por sí mis­ mos o por medio de sus defensores. Leída el acta de acusación, el fiscal propuso oír a los acusados antes de proceder a su interrogatorio y al de los testigos. Las defensas otorgaron su conformidad. Presidente.— Acusado Ramsin, acaba usted de oír el pliego de cargos. ¿Se declara usted culpable de los ac­ tos en que se basa el acta de acusación?

El Jefe de los conjurados Ramsin.— Reconozco sin restricción alguna mi culpa. No voy a intentar defenderme ni justificarme aquí, ante el Tribunal Supremo y ante el país entero. ¿Tiene acaso defensa el crimen atroz que he cometido? Sólo una plena sinceridad en mis declaraciones, la confesión franca y honrada de mi delito, puede ya mitigar mi culpa. Y así, en este acto, ante el Tribunal Supremo, ante mis con­ ciudadanos y ante el proletariado del mundo todo, quiero decir la verdad, toda la verdad, sin la menor reserva; ha­ cer constar mi arrepentirm'ento sincero, romper decidida­ mente con los círculos antisoviéticos de la U. R. S. S. y del Extranjero, rendir definitivamente mis armas y re­ nunciar para siempre a la lucha contra el Poder sovié­ tico. — Quisiera que este proceso contra el Partido de la In­ dustria cerrara también para S'empre el oscuro y omi­ noso pasado de la inteligencia toda como casta privile­ giada y aislada y que todos los ingenieros se agregaran, como un solo hombre, al proletariado, a ese proletariado

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que forja heróicamente el socialismo, y borrasen con la­ bor abnegada y fidelísima la afrentosa mancha dejada por el sabotaje y la traición del Partido de la Industria.

Cómo nació el Centro de Ingenieros El Centro de Ingenieros nació a finales de 1925 di prin­ cipios del 26. Por esta época, la mayoría de los ingenie­ ros procedentes de la época anterior a la guerra eran hombres que habían estado al servicio de entidades o par­ ticulares capitalistas y conservaban aún vivo en su me­ moria el recuerdo de su posición anterior. Este núcleo de ingenieros gozaba de máxima autoridad e influencia en los círculos profesionales; llevaba, por conducto de la Asociación de Ingenieros de la U . R. S. S. y del Club de los Ingenieros de Minas, y con ayuda de sus relaciones oficiales y particulares, la dirección espiritual de la co­ lectividad y creía constituir, con los ingenieros todos, una casta especial con particulares intereses de clase y una peculiarísima ideología de clase. Después de la Revolu­ ción de Octubre, estos intereses de clase de los ingenie­ ros resultaron amenazados por el empeoramiento de la situación material de los ingenieros principales, por la pérdida de los puestos predominantes que ocupaban en la Industria, por la natural desconfianza que inspiraban al Poder de los Soviets y por el control ejercido sobre su labor por el Partido y las organizaciones públicas. A l mismo tiempo las opiniones y las convicciones de estos ingenieros, antiguos ya en la profesión, oscilaban entre las de los cadetes y las de los monárquicos, siéndoles así totalmente ajenas las del Partido Comunista. En las filas de estos antiguos ingenieros reinaba, firme y precisa, la convicción de que la única base posible para el desarrollo

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ordenado y seguro de las energías productoras de la na­ ción era una Constitución capitalista. En 1927 reinaba en los círculos de ingenieros la creen­ cia en una próxima intervención y en el próximo ani­ quilamiento del Poder soviético, apoyada por las infor­ maciones que los ingenieros antiguos recibían de sus an­ tiguos patronos, o sea de los círculos blancos del Extran­ jero. E l enlace con los antiguos propietarios consistió al principio en el envío de fondos por parte de los anti­ guos industriales, los cuales solían hacer constar, al rea­ lizar tales envíos, que los ingenieros y empleados a quie­ nes iban destinados no contraían, aceptándolos, compro­ miso alguno con los remitentes. Como era de esperar, estas relaciones no tardaron en extenderse y hacerse más íntimas. Para corresponder a esta ayuda material, los ingenieros empezaron a prestar servicios particulares a los blancos y a los antiguos industriales. A l principio ta­ les servicios consistieron principalmente en la salvaguar­ dia de las empresas de los antiguos propietarios: en la protección y el mejoramiento de las empresas en benefi­ cio de sus antiguos propietarios. Con este fin se marcaron determinadas directivas; por ejemplo: ocultación de los yacimientos mineros más va­ liosos, ejecución de reparaciones innecesarias y costosas, compra de nuevas instalaciones, ampliación de las empre­ sas, etc. En una palabra, el fin principal y el objeto de estas directivas era salvaguardar en lo posible las anti­ guas empresas e incluso mejorarlas y ampliarlas a costa del Gobierno de los Soviets. Es evidente que tales di­ rectivas habían de conducir- inevitablemente a actos in­ dividuales de sabotaje. Por aquella época, los emigra­ dos blancos se consideraban aún propietarios de sus an­ tiguas empresas y proporcionaban sobre ellas indicacio­ nes detalladas y precisas. A partir de 1927. fecha en que se inició resueltamente la reconstrucción de la economía nacional en su tótálí2 fi

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dad. la actitud de los ingenieros y los grupos blancos cambió de un modo decisivo. La agudización de la lucha de clases, consecuencia de la ofensiva socialista contra los elementos burgueses de la ciudad y del campo, espoleó también él combate activo contra el Poder de los So­ viets. Otro factor de signo idéntico fue la iniciación afor­ tunada del Plan quinquenal. Desde este momento co­ menzaron a llegar, claras e inequívocas, informaciones sobre la preparación de una intervención y sobre la fe­ cha en que habría d'e desarrollarse. Estas informaciones dieron origen a una nueva consideración que facilitó ex­ traordinariamente el alistamiento en las filas del Partido de la Industria, y fué que los ingenieros que participa­ ban en la labor reconstructora del Gobierno de los So­ viets pensaron en crearse, para el caso de una subver­ sión contrarrevolucionaria, una garantía contra posibles represalias. Por último, las luchas internas del Partido Y Ia sguda critica de la política del Gobierno soviético Ppr Parte de la oposición derechista intensificaron la con­ vicción de la necesidad de una lucha activa contra el Go­ bierno.

El Cesitro de Ingenieros tiende sus hilos Que yo sepa, el Centro de Ingenieros no surgió de una sola vez como organización firme y perfectamente es+ructurada. Fué constituyéndose paulatinamente. El no­ dulo principal del que emergió fué el Club de los Inge­ nieros de Minas, fundado por Paltschinski, Rabiuowitsch y Fedorowitsch, para facilitar la propaganda ideológica entre los ingenieros, particularmente entre los de Minas. b-a Asociación de las organizaciones de ingenieros aportó también su granito de arena a la fundación del Centro A. Gabor: «Espías y saboteadores»

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3 e Ingenieros, que recibió de ella sus colaboradores prin­ cipales en el Comisariado de Transportes: Krassowski, Wefitschko y Mekk. L a constitución del Centro de Ingenieros en el mo­ mento de mi ingreso— primer semestre de 1927— era ésta: Presidente' y director, Paltschinski. Luego, Rabinowitsch, Chrennikow, Tscharnowski, Fedotow, Laritschew, yo y Krassowski. Los deberes de los miembros del Centro de Ingenie­ ros se determinaron de acuerdo con la especialidad de cada uno. Paltschinski dirigía la labor en la industria minera, en la industria del oro y del platino y en el Comité Geológico. Además dirigía en general los traba­ jos del Centro y entendía en las cuestiones financieras v en las de relación con el Extranjero. Rabinowitsch di­ rigía la labor en la industria carbonera y en otras ramas industriales con las que estaba en íntimo contacto por su cargo de presidente de la sección de Industria de la Co­ misión del plan estatal. Chrennikow y Tscharnowski dirigían la labor en la in­ dustria metalúrgica. Fedotow y Kuprijanow, en la indus­ tria textil. Laritschew tenía a su cargo las cuestiones del combustible, especialmente en cuanto a la nafta; yo, las del combustible y energía, y Krassowski, las de trans­ portes. Paltschinski ocupaba la presidencia del Centro de Ingenieros, auxiliado por Rabinowitsch y Chrennikow, como vicepresidentes. L a estructura organizadora del Cen­ tro de la Industria se había determinado conforme a las distintas ramas industriales, y en cada grupo de ramas se observaba el principio de la concatenación. De este modo, en todas las ramas principales de la industria se fundaron centros directivos ñlia’ er 'Ute establecían el en­ lace con la periferia y con las organizaciones locales. Ge­ neralmente, los miembros de los distintos grupos rami­ ficados no se conocían entre sí. Esta estructura corres­ pondía a las tareas encomendadas a los diversos grupos

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ramificados y ofrecía máximas garantías en caso de que la organización fuese descubierta. Semejante estructura de la organización hace muy di­ fícil fijar con exactitud el número de sus miembros. Se­ gún mis cálculos, la organización de Moscú, directamente enlazada con el Centro, comprendía de cuarenta a se­ senta individuos, y la organización total, a mediados de 1928, cuando el Centro de Ingenieros había pasado ya a constituir el Partido de la Industria, unas dos mil personas.

El programa Simultáneamente al crecimiento del Centro de Ingenie­ ros y de sus filiales, fue planteándose la cuestión de cuál había de ser su actitud política y, en general, su ideo­ logía. Así, Paltschinski representaba en él las conviccio­ nes monárquicas; Rabinowítsch se pronunciaba en favor de una República burguesa, y Laritschew y yo éramos partidarios del Estado capitalista. No había, pues, en el Centro de Ingenieros unidad política, y de este modo lo único que en él podía intentarse era desarrollar aquellos principios fundamentales en los que coincidían la mayo­ ría de los miembros activos. E n el Centro de Ingenieros surgían constantes discu­ siones sobre la forma de gobierno. Pues los monárquicos se resistían a abandonar su punto de vista y se hacía muy difícil convencerles de que la antigua dinastía se hallaba definitivamente desacreditada en los círculos po­ pulares y que la instauración de una dinastía nueva su­ ponía una aventura harto peligrosa, resultando así que el hecho de levantar bandera monárquica habría de pro­ vocar en el acto la repulsa de las masas. L a gran mayoría del Centro de Ingenieros veía en una

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República democrática burguesa la forma de gobierno más aceptable. A l mismo tiempo, las conversaciones con los blancos demostraron que una parte importante e in­ fluyente del C. I. C .— su ala izquierda— consideraba per­ fectamente admisible tal actitud política (i). Esta mayoría se pronunciaba, además, en favor del .Parlamento, votado en elecciones generales y secretas, si bien conforme a un sistema electoral harto complicado, destinado a garantizar la composición deseada. El programa de la Industria despertó, naturalmente, máximo interés e hizo surgir numerosas y diversas pro­ puestas. En el primer período subsistía aún la mayor parte de las antiguas empresas industriales y podía ha­ blarse de su restitución a los primitivos propietarios. A finales de 1927, y sobre todo en 1928, la Industria su­ frió transformaciones tales que hicieron imposible toda restitución. Hubo, pues, que buscar una forma de indem­ nizar a los antiguos propietarios, y se halló en la espe­ cial vinculación de las acciones de las empresas industria­ les soviéticas. Esta vinculación y la despersonalización de las empresas permitiría en primer lugar indemnizar de sus pérdidas a los antiguos propietarios, y en segun­ do, la acumulación de reservas relativamente importantes para atender a necesidades generales del Estado y a in­ demnizar también a los terratenientes, pues el valor total de las empresas soviéticas excedía ya del antiguo valor de las empresas de los primitivos propietarios. El C. I. C. consideró plenamente aceptable esta fór­ mula. Como fundamento de este acuerdo, los directores del C. I. C. manifestaron que las mencionadas caracte­ rísticas de las empresas facilitarían al C. I. C. la liqui­ dación de sus cuentas con las distintas agrupaciones por (1) C. I. C.— Com ité de Industria y C om ercio: A sociación de los an tigu os capitalistas rusos, em igra d os después de la R evolu ción de O ctubre y residentes, en su m ayoría, en París.

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la participación material de las mismas en la organiza­ ción de la intervención, y que dicha participación podría luego tenerse en cuenta en el reparto de las acciones. En cuanto a la cuestión agraria, se consideraba for­ zoso dejar la tierra en manos de los campesinos, reco­ nociéndose que toda tentativa de restitución del suelo a sus antiguos propietarios estaba irremisiblemente conde­ nada al fracaso. Más aún: se hablaba de declarar con toda solemnidad a los campesinos, propietarios del suelo, para robustecerlos en su convicción de que realmente les pertenecía. A l mismo tiempo se pensaba en indemnizar, por lo menos parcialmente, a los terratenientes, repar­ tiendo entre ellos las acciones sobrantes que quedaran en manos del Gobierno. De este modo, las empresas to­ talmente reconstruidas o liquidadas, y en general las em­ presas antiguas, dejaron ya de interesar a los primitivos propietarios, y en consecuencia, a partir de este momen­ to, desapareció toda orientación concreta sobre las dis­ tintas empresas. E l C. I. C. no se interesó ya por las fábricas, ni por las explotaciones industriales o mine­ ras. Se planteó una cuestión mucho más am plia: la po­ sibilidad de organizar una intervención, derrocar el P o­ der de los Soviets y provocar una subversión contrarre­ volucionaria. Que yo sepa, no se llegó a elaborar sobre esta base un programa político preciso y detallado. Tampoco volvió a estudiarse la cuestión del Parlamento, pues todos coin­ cidían en la opinión de que, para el primer período, era ineludible una dictadura militar. La mayoría aceptaba así el conocido principio de Stolypin: “ Primero, la pacifica­ ción; luego, las reformas.”


Grandes aspiraciones del Partido Puede aducirse aún un detalle que, sin ser esencial, caracteriza exactamente el espíritu dominante por esta época en los círculos de ingenieros. Paltschinski propug­ naba especialmente una idea que obtuvo m áxim a reso­ nancia en la colectividad: la de que el Estado moderno, basado en una técnica altamente desarrollada, debía ser regido por los ingenieros, como representantes de dicha técnica, esto es, que el papel principal en el Gobierno de un país y en la dirección de la economía nacional corres­ pondía a los ingenieros. E l primer impulso para la transformación del Centro de Ingenieros en un Partido nació de una serie de con­ ferencias pronunciadas por el profesor A lejandro W assiljewitsch Tschajanow en las sesiones del Centro durante el año de 1927 y quizá a principios del 28. E n estas con­ ferencias, Tschajanow dió a conocer a los miembros del Centro de Ingenieros el programa político de su Partido, el desarrollo de este último y la amplitud que había lo­ grado en un tiempo relativamente corto (1). Había, además, otras razones más serias que acon­ sejaban la transformación del Centro de Ingenieros en un Partido. E ra necesario crear una base más amplia para la integración de la masa de ingenieros en la or­ ganización, pues el Centro, en las formas que había adop­ tado durante el año de 1927, no la constituía suficiente. O tra segunda razón era la necesidad de unir y movili(1) El p r o fe s o r T s c h a ja n o w d irig ía , en u n ión de K ond ra tjew , otra o r g a n iz a c ió n ileg al, co n tra rr e v o lu c io n a r ia , q u e se titu laba P a rtid o de lo s T r a b a ja d o r e s d el c a m p o , y d e fe n d ía lo s in tereses de lo s «kulaks».

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zar a los ingenieros para la futura lucha por el Poder, toda vez que había de contarse no sólo con la lucha con­ tra el Poder soviético, sino también, después, contra otras fuerzas, las antisoviéticas, pues el Partido de los traba­ jadores del campo contaba con un gran número de miem­ bros, y ya esta circunstancia hacía dudar a muchos inge­ nieros de la posibilidad de conservar, después de una subversión contrarrevolucionaria, la influencia y el P o­ der, con los que contaban. Todo esto imponía ineludi­ blemente la consolidación del Partido de los Ingenieros sobre una base más amplia, y así, durante mi viaje al Extranjero, Rabinovvitsch planteó por vez primera la cuestión de la transformación del Centro de Ingenieros en el Partido de la Industria, transformación que se llevó a cabo en la primera mitad del año 28. E l Partido de la Industria nació, pues, a mediados de 1928, y el Cen­ tro de Ingenieros pasó a constituir el Comité Central del Partido.

Alianzas Paso ahora a tratar del C. I. C., que desempeñó un papel esencial en la actividad general del Partido de la Industria. E l C. I. C. o Comité Ruso de Industria y Co­ mercio, fué organizado, que yo sepa, en París en 1920 ó 1921. E ra y es la Asociación de los antiguos indus­ triales rusos emigrados en el Extranjero. Sus fines prin­ cipales son proteger los intereses de los antiguos indus­ triales emigrados y conseguir la restitución de las em­ presas de que fueron propietarios en la U . R . S. S., o, por lo menos, una indemnización compensadora de su expropiación. Para lograr estos fines, el C. I. C. orien­ taba su actividad hacia la organización de una interven­ ción contra la U. R. S. S. En las filas del C. I. C. figura toda una serie de conocidos industriales de la Rusia za-

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rista: Denissow, Nobel, Gukassow, Mantaschew, Rjabuschinski, Iretjakow , Meschtscherski, Konowalow, Krestovnikow, Karpow, Paramonow, Morosow, Demidow, Nowikow y muchos otros. Los miembros del C. I. C., mu­ chos de los cuales han conservado su fortuna liquida, tienen participación en numerosas empresas del Extran­ jero y poseen, así, una cierta influencia y extensas re­ laciones políticas. En esta Asociación había de hallar el Partido de la Industria un aliado, pues ambas organiza­ ciones se proponían seguir, para la consecución de sus fines, una misma 'táctica, consistente en preparar y lle­ var a cabo la intervención contra la U . R. S. S. Las relaciones del Centro de Ingenieros y del Partido de la Industria con el C. I. C., e individualmente con varios emigrados, se habían iniciado ya mucho tiempo an­ tes, en los primeros años siguientes a la Revolución. Así, las de Paltschinski y varios ingenieros de la industria textil, Chrennikow entre ellos, con distintos industriales, miembros del C. I. C., comenzaron ya entre 1923 y 1924. De las relaciones iniciadas en los últimos tiempos, las más antiguas son las de la industria textil y la industria de la nafta. Aproximadamente en 1928 se estableció un enlace re­ gular. Por mi parte, en el viaje que hice al Extranjero, en 1928, tuve una entrevista con Rjabuschinski, y en oc­ tubre del mismo año, Laritschew y yo dejamos defini­ tivamente constituido el enlace regular, vía París.

Finalidad: La guerra eontra la U. R. S. S. A partir de esta época, tales relaciones fueron estre­ chándose y desarrollándose para la consecución de un fin determinado: organizar la intervención contra la Unión

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de Repúblicas Socialistas Soviéticas. E n nuestras re­ uniones con los miembros del C. I. C. en París quedó exactamente determinada la labor que había de corres­ ponder a cada una de las dos partes, el C. I. C. y el Partido de la Industria, en la preparación de la inter­ vención. E l C. I. C. tomaba a su cargo la totalidad de dicha preparación en el Extranjero, y el Partido de la Industria se comprometía a realizarla dentro del territo­ rio de la U . R. S. S. L a preparación en el exterior consistía principalmente en conversaciones con los círculos oficiales extranjeros, sobre todo con los franceses, que constituían el centro capital para la organización de la intervención. Además, en la correspondiente labor de propaganda y agitación en el Extranjero, para la cual habría de hacerse uso tanto de la Prensa como de las relaciones personales. P or último, en preparar y organizar la parte militar de la in­ tervención, labor que correspondía, naturalmente, a los círculos oficiales del Extranjero. L a preparación de la intervención en el interior, labor que correspondía al Partido de la Industria, consistía, sobre todo, en favorecer la intervención por medio de una paralización general de la economía nacional provo­ cada en el momento mismo en que aquélla hubiera de iniciarse, y además en una ayuda directa mediante me­ didas encaminadas a distraer la atención del Gobierno, en la organización militar del Partido, etc. De este modo, la colaboración interior del Partido de la Industria había de facilitar al Extranjero una orien­ tación sobre el momento de la intervención, auxiliarle en la ejecución técnica de la misma y crear, además, en el interior, una sitüación tal que la intervención pudiera desarrollarse con un mínimo de esfuerzo y de riesgos y un máximo de garantías de éxito.


Dinero E l C. I. C. tomó también a su cargu la parte finan­ ciera de la preparación de la intervención en el inte­ rior, encargándose de proveer al Partido de la Industria de los fondos precisos, en parte con medios propios y en parte con los que a su disposición pusieron los círcu­ los industriales franceses. L a provisión de fondos del Partido de la Industria muestra también dos períodos precisamente delimitados. E l primero— hasta finales de 1928— se caracterizó por una irregularidad totalmente arbitraria en el envío de dinero. U na vez constituido el Centro de Ingenieros, Paltschinski consiguió que, por lo menos, una parte del dinero fuera enviada con regularidad. E n este primer período de la existencia del Centro de Ingenieros, hasta finales de 1928, llegaban por conducto de ingenieros que retornaban de un viaje al E xtranjero, o por el de agen­ tes secretos extranjeros residentes en el territorio sovié­ tico. C reo imposible determinar siquiera aproximadamen­ te las sumas recibidas. L a suma total recibida directa­ mente en el Centro de Ingenieros hasta finales de 1928 puede estimarse entre millón y medio y dos millones de rublos. L a s organizaciones filiales recibieron probable­ mente en igual tiempo, por vía directa y sin la interven­ ción del Centro, otro tanto. Resulta así una suma total de tres y medio a cuatro millones de rublos. A fines de 1928 comenzó la subvención regular del Partido de la Industria por el E xtranjero y a través del C. I. C. Según el acuerdo tomado en la reunión de París, la subvención debía alcanzar, poco más o menos, un millón de rublos por año. E l C. I. C. se atuvo con re­ lativa exactitud a este acuerdo, pues desde noviembre

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de 1928 hasta marzo de 1930 se recibieron del E x tra n ­ jero, aproximadamente, un millón seiscientos mil rublos, o sea cerca de un millón por año. El dinero llegaba por conducto de agentes franceses, por el de Laritschew o por el mío. Y o mismo recibí en tres veces una suma total de 350.000. Laritschew, el res­ to. L a distribución se verificaba por separado entre las distintas zonas de la industria y en sentido vertical, hasta que el dinero llegaba a las organizaciones de la peri­ feria. A las tres industrias principales, las del combustible, la nafta y la turba, se distribuyó, por conducto de L a ­ ritschew, unos 300.000 rublos. A la industria maderera, por el de Mayer, unos 50.000; a la metalúrgica, por me­ diación de Chrennikow, Tscham owski, Hartmann y Kutzkow, unos 500.000, y a la industria textil, a través de Fedotow y Kuprijanow, unos 200.000. Además, Kalinnikow recibió unos 200.000 rublos destinados a otras dis­ tintas ramas industriales (la industria química, entre ellas) y a gastos diversos. Y o distribuí 50.000 para la organización del sabotaje en el Instituto Térmico y otros 50.000 en pago de informes y memorias económicas en­ cargadas, en su mayor parte, por el C. I. C. E l Comisariado de Transportes recibió, por conducto de KoganBernstein, unos 200.000 rublos, y la industria de la pro­ ducción de energía, por el mío, unos 100.000. E l grupo económico recibió, según mis cálculos, unos 100.000 ru­ blos, y no 50.000, como se consigna en el pliego de car­ gos. Con el dinero resiente atendimos a los gastos me­ nores del Partido. Con lo dicho hasta aquí creo haber agotado en lo esen­ cial las cuestiones de organización, táctica, estructura y subvención del Partido de la Industria. Pasaré, por lo tanto, a la segunda parte principal de mi declaración, al informe sobre la intervención y su organización y sobre

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los trabajos preparatorios del Partido de la Industria en el interior, esto es, sobre su labor de sabotaje enca­ minada a provocar una crisis económica.

La Intervención, único reonrso E l afianzamiento del Poder económico y militar y de la capacidad de defensa de la nación progresaba a. pa­ sos agigantados. E l ritmo acelerado del desarrollo de la vida económica de la U. R. S. S. en los últimos años no tenía precedentes en la historia del mundo. Se des­ vanecía, pues, toda esperanza en una subversión contra­ rrevolucionaria con las fuerzas solas del interior y se hablaba de la absoluta necesidad de organizar la inter­ vención lo antes posible, ya que un mayor aplazamiento habría de suponer un peligro para su buen resultado. Los primeros datos que el Partido obtuvo sobre la in­ tervención se remontan al período de T 025 al 2 6 . del cual poseo muy escasos informes. No puedo, por lo tanto, de­ cir sino muy poco sobre este período. Las informaciones que yo conozco sobre la intervención proceden de 1927. Los primeros datos relativamente precisos sobre los pre­ parativos de Francia e Inglaterra para la intervención los aportó Chrennikow al regresar en 1927 de su viaje al Extranjero, durante el cual se había entrevistado con Meschtcherski y con Riabuschinski. La segunda información la obtuve del propio Rjabuschinski, con quien conferencié en París en la segunda mitad de 1927. En esta entrevista, en la que actué como representante de Paltsch’nski. o. más exactamente, del Centro de Ingenieros. Rjabuschinski declaró que el C. I. C. estaba ya en negociaciones con varios miembros del Gobierno francés, Loucheur entre ellos, y que las noticias que había recibido de los círculos oficiales fran-

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ceses justificaban la esperanza de que la intervención pa­ sase a ser un hecho en fecha próxima, quizá ya en 1928. Pero al mismo tiempo insistió repetidamente y desde' un principio en que tanto el C. I. C. como los círculos ofi­ ciales franceses exigían que se intensificase en lo posi­ ble la labor de preparación en el interior de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, provocando crisis económicas y ahondando el malestar en las masas cam­ pesinas y. en general, en las amplias capas populares.

Viaje a París En general, el C. I. C. no desarrolló aun en 1927 gran 'vidad en cuanto a la intervención, pues juzgaba con­ veniente esperar la mejora y el robustecimiento de las empresas que le pertenecían, cuyo valor habría así au­ mentado al serles aquéllas restituidas. Así, pues, durante este período la iniciativa en lo referente a la interven­ ción partió menos del C. I. C. que de los círculos ofi­ ciales de Francia e Inglaterra, y tanto más cuanto que Inglaterra había roto por este tiempo— 1928— sus rela­ ciones diplomáticas con la U . R. S. S. En este mismo año de 1928 recibió la causa de la intervención un im­ pulso decisivo. Laritschew y yo aprovechamos nuestro viaje a París en 1928 para celebrar una reunión con los miembros di­ rectivos del C. I. C. A principios de 1928 el Partido de la Industria mantenía ya con el C. I. C. estrechas rela­ ciones regulares por conducto de agentes franceses resi­ dentes en Moscú, y también por mediación de uno de esfos agentes, el señor K., anuncié yo al C. I. C. nuestro viaje a París y nuestro deseo de aprovechar este viaje para aclarar toda una serie de cuestiones. Asimismo in­ mediatamente antes de mi partida de Londres para Pa-

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rís, rogué a mfster Simón, ingeniero director de la casa Vickers, que anunciase la fecha de nuestra llegada, in­ dicando el hotel en el que pensábamos hospedamos. En París nos alojamos en el hotel Términus, próximo a la estación de Saint-Lazare. N o tardamos en recibir un aviso telefónico del C. I. C., citándonos a Laritschew y a mí para una reunión en su domicilio social. A esta reunión, que se celebró en pleno día— a la una de la tarde— -, asistieron, por el C. I. C., Denissow, presidente del mismo; Rjabuchinski, Nobel, Gukassow, Meschtscherski, Konowalow, Starinkewitsch y Mantaschew. El contenido de esta conferencia puede resumirse en la for­ ma siguiente: Se inició con mi informe sobre el estado de los trabajos del Partido, sobre la intensificación de la labor encaminada a lograr el predominio1 de la industria y sobre el crecimiento de las organizaciones activas de sabotaje. Di a conocer asimismo la orientación fundamen­ tal de nuestra labor, encaminada especialmente en aquel tiempo a retardar en la mayor medida posible el ritmo del desarrollo de la economía nacional, e indiqué con­ cretamente los resudados obtenidos hasta el momento en tal sentido y principalmente en cuanto .a lá obstaculiza­ ción del Plan quinquenal. Acto seguido, llamé la atención sobre el hecho de que la G. P. U . hubiera conseguido ya desenmascarar a varios miembros de nuestra Asociación, señalando especialmen­ te el desastre del grupo de Schachty y el del grupo del Comisariado de Transportes, e hice resaltar el peligro creciente que para nuestra actividad suponían aquellas catástrofes. Laritschew completó mi informe con nuevos datos sobre la situación interna y los trabajos del Par-tido de la Industria y sobie la situación de la industria de la nafta, la cual interesaba particularmente a varios de los presentes. Una vez discutido nuestro informe, tomó la palabra Denissow para dar cuenta de lo que

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el C. I. C. había conseguido ya concretamente en cuanto a la preparación de la intervención en el Extranjero,

Poincaré y Briand En este informe expuso Denissow que el C. I. C. había logrado ya resultados concretos y efectivos. Confirmó que Poincaré y Briand habían recibido a una Comisión del mismo. Recuerdo perfectamente que citó a Rjabuschinsky, Tsetgakow y Konowalow como asistentes a tales en­ trevistas. En estas audiencias concedidas a los directivos del C. I. C., Poincaré mostró gran simpatía por la idea de la intervención contra la Unión de Repúblicas Socia­ listas Soviéticas, é indicó que esta cuestión había sido ya trasladada al Estado Mayor francés, para su estudio. Pero al mismo tiempo exigió categóricamente y sin equí­ vocos que también en el interior se organizase la pre­ paración de la intervención; que se intensificara la labor de sabotaje y se agudizase la crisis económica, sobre todo, en los momentos inmediatamente anteriores a la intervención, y que se hiciese fracasar el Plan quinque­ nal, para desacreditar al Gobierno de los Soviets y fa­ cilitar asi la intervención. De este modo, las informa­ ciones que otros miembros del Partido de la Industria habían traído del Extranjero, quedaron plenamente con­ firmadas por las que Laritschew y yo obtuvimos en P a­ rís. A mi pregunta de hasta qué punto eran fundadas las esperanzas en la ayuda de los círculos oficiales france­ ses para la organización de la intervención, puesto que la posibilidad de un cambio en la composición del Ga­ binete hacía muy inseguros todos los cálculos que se hi­ ciesen a dos años fecha, el C. I. C. contestó que la in­ fluencia de Poincaré y Briand en Francia era tan gran­ de, que no experimentaba alteración ninguna por el he-

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cho de hallarse o no en sus manos el Poder y resistiría incluso un cambio de Gobierno, no habiendo, pues, por este lado, peligro alguno que temer,

El Estado Mayor francés Continuando su informe, manifestó Denissow que ya se estaba constituyendo en el Estado Mayor francés, bajo la presidencia del general Janin, una Comisión especial encargada de organizar la intervención contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Además del repre­ sentante del Estado Mayor francés había, en esta Co­ misión, un representante del Estado M ayor inglés. Al tratar Denissow de las relaciones del C. I. C. con esta Comisión, expuso brevemente los factores fundamentales ya existentes, del plan de la intervención. El enlace del C. I. C. con el Estado M ayor francés se mantenía a través de los círculos militares blancos, y Denissow indicó que estaba prevista la designación del general Lukomski como director de la intervención mi­ litar. Lukomski se hallaba, por su parte, en íntimo con­ tacto con el coronel del Estado Mayor, Joinville. Ade­ más, el C. I. C. se relacionaba también con el Estado Mayor francés por conducto del coronel Richard. La última cuestión de que se trató en esta confe­ rencia fué la de la fecha de la intervención, detalle im­ portantísimo, dada la ineludible necesidad de adaptar la crisis interior a un plazo determinado. Los representan­ tes de C. I. C. se mostraron unánimes en fijar como tal fecha el verano de 1930, pues teniendo en cuenta las cir­ cunstancias diplomáticas y militares, el plazo que hasta la misma se extendía parecía suficiente para trabajar 1a opinión pública en el Extranjero, hacer posibles las conversaciones necesarias entre los Gobiernos de los dis-

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tintos países que habían de participar en la intervención V llevar a término la preparación técnica militar de la intervención. Se suponía que para todo esto bastaría un plazo de año y medio, y la elección del año 1930 se fun­ dó en razones militares y políticas que adujo el C. I. C. de acuerdo especialmente con el Estado Mayor francés como centro principal de la preparación de la intervención. En esta reunión quedó concretado de un modo in­ equívoco que la dirección principal de la intervención co­ rrespondía a Francia y su dirección técnica al Estado Mayor francés, si bien con la participación y el apoyo de Inglaterra. Por nuestra parte. Laritschew y yo declaramos que también el Partido de la Industria fijaba decididamente como fecha el año de 1930, por creerlo el único posible y favorable para la intervención, en el sentido de la or­ ganización de una crisis general y de sus más intensos efectos. Con la resolución de estas cuestiones quedó agotada la orden del día de la sesión matinal del C. I. C. Si mal no recuerdo, acordamos aún, por iniciativa mía. celebrar una entrevista con los colaboradores del Estado Mayor y con el general Lukomski.


EL SEGUNDO DÍA En la segunda sesión de la vista, el acusado Ramsin continuó su declaración reseñando primero una entrevis­ ta nocturna en ün reservado de un restaurante de los bu­ levares parisinos, con varios miembros del C. 1. C .: Denissow, Nobel, Gukassow, Meschtscherski y Tretjakow. En esta reunión se discutieron los detalles de la inter­ vención y muy especialmente la magnitud de las fuerzas militares necesarias. Los emigrados opinaban que “ sería suficiente un cuerpo de Ejército no muy numeroso— de 600 a 800.000 hombres— , pero sí fuerte y bien armado” .

El Estado Mayor (raneé* y la U» R* S. S« Ramsin.— A l día siguiente tuvo lugar mi entrevista con el general Lukomski y con el coronel Joinville, del E s­ tado Mayor francés. Denissow vino a buscarme en auto­ móvil, según habíamos convenido, y nos trasladamos juntos a una casa particular en la que encontramos al general Lukomski y al coronel Joinville. La conversación se desarrolló casi por entero en ruso, alternando De-

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nissow y Lukomski en la tarea de traducirla para el coronel joinville, pues mi francés no era suficiente para la explicación clara y precisa de todos los detalles. E l contenido de esta conversación íué como sigue: El coronel Joinville se interesaba sobre todo por la posibi­ lidad de obtener informes sobre las fuerzas militares de la U. R. S. S., o sea sobre el Ejército rojo, y en se­ gundo lugar, por la cuestión de la ayuda militar que el Partido de la Industria podría prestar en el interior a los intervencionistas, especialmente por medio de una di­ versión estratégica en el momento mismo de la interven­ ción. E l general Lukomski suscitó aquí por vez primera la cuestión de la creación de una organización militar especial, dentro del Partido de la Industria, que satisfa­ ciera las exigencias del Estado Mayor francés en cuan­ to a la ayuda militar que había de prestarse a la inter­ vención. Simultáneamente surgió la propuesta de esta­ blecer entre el Partido de la Industria y el Estado M a­ yor francés un contacto más íntimo y constante en el orden militar. En esta misma sesión se organizó también una rela­ ción constante entre el C. 1. C. y el Estado Mayor fran­ cés, y a este respecto me dijo Denissow que a más de aquel órgano de enlace que el Partido de la Industria po­ seía ya en el ciudadano francés, señor K., precisaba de un segundo miembro de enlace, el cual habría de ser el señor R., francés residente en Moscú. Acordamos, pues, que este señor R. iría a verme en Moscú, al Instituto Térmico, con el pretexto de entregarme una carta so­ licitando autorización para que un grupo de ingenieros franceses pudiera visitar el Instituto. L a última información importante que obtuve por aque­ llos días, en otra entrevista con Lukomski, Denissow y Joinville, fué la de haberse iniciado ya, según comunicó Denissow, las negociaciones con los distintos países par­ ticipantes en la intervención, aunque de momento tro-

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pezaran con dificultades a consecuencia de los grandes apetitos que los diversos Estados habían revelado al sur­ gir la cuestión de las compensaciones que habían de ob­ tener por su colaboración. Así, indicó Denissow que Po­ lonia aspiraba a anexionarse toda la orilla derecha de Ukrania. A l día siguiente, si no recuerdo mal (debo rectificar aquí la declaración de Laritschew en el sumario, según la cual los hechos a que ahora voy a referirme ocurrieron el mismo día) tuvo efecto nuestra entrevista con el coro­ nel Richard, del Estado Mayor francés. A l coronel R i­ chard le interesaba ante todo la dirección en la que se desarrollaba la actividad del Partido de la industria, y muy especialmente también la labor de la industria del armamento, la situación de la industria química de gue­ rra y la posibilidad de obtener informes precisos sobre estas cuestiones. Para terminar con lo referente al coronel Richard, in­ dicaré aún, que a fines de 1929, R., el agente francés en Moscú, me hizo saber en la última entrevista que ce­ lebró conmigo, que el contacto existente entre el P ar­ tido de la Industria y el Estado Mayor francés no sa­ tisfacía a los círculos militares franceses, los cuales in­ sistían en la organización de un enlace directo entre la organización militar del Partido de la Industria (en for­ mación por entonces) y el Estado Mayor francés, enla­ ce que había de estar a cargo del coronel Richard, de­ signado especialmente para constituir un contacto inin­ terrumpido y estrecho en las cuestiones militares. : '

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Inglaterra En este mismo viaje de 1928 celebramos en Londres tres conferencias importantes. A mi primera entrevista con míster Simón, ingeniero director de la casa Vic-

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kers, asistió también otra personalidad de la misma em­ presa, un caballero al que llamaban sir Philipp. Esta reunión se desarrolló en la forma siguiente: mister Simón y sir Philipp me comunicaron que según sus informes, la intervención era preparada en primera lí­ nea por Francia y el Estado Mayor francés, que In­ glaterra tomaría también parte en esta preparación apor­ tando dinero y ei concurso de su dota, y, por último, que los círculos ingleses de la industria de la nafta, sobre todo el grupo Deíerding, mostraban extraordinario interés por la intervención. En igual sentido actúa en ingiaterra el Comité de los acreedores de Rusia, presidido, si mai no recuerdo, por Urquhart, y que mantiene relaciones con el C. i. C. Na­ turalmente, era en los círculos conservadores donde la preparación de la intervención encontraba más ñrme apo­ yo. En vanas ocasiones se me citó a Churchill como uno de sus más decididos propugnadores. Laritschew, a quien los miembros de la industria de la nafta facilitaron una entrevista con míster Patríele, obtuvo informes casi idénticos. Por último, aún tuvo efecto en Londres una tercera conferencia. Fué con el coronel Lawrence, y asistimos a ella míster Simón, Laritschew y yo. Nos encontramos en uno de los clubs de automovilistas ingleses. La re­ unión duró irnos cuarenta minutos, y en ella se nos co­ municó que los círculos militares británicos insistían en la idea de la intervención, habiéndose iniciado ya los tra­ bajos preparatorios. En esta entrevista se acordó esta­ blecer un enlace por conducto de empresas comercia­ les inglesas establecidas en Moscú, puesto que las rela­ ciones diplomáticas entre Inglaterra y la U. R. S. S. no se habían reanudado aún. Sobre la base de estas conferencias y de las infor­ maciones en ellas obtenidas puede afirmarse que en la

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organización de la intervención en el Extranjero co­ rrespondía a Francia el papel directivo. En el periodo inicial, o sea en 1928, todavía partici­ pó Inglaterra, en cierta medida, en la organización de ia intervención. Pero más tarde— después dei restableci­ miento de las relaciones diplomáticas con la U. R. S. S. y de la crisis del Gabinete ingiés, y cuando Francia ha­ bía conquistado ya la preponderancia en la Comisión in­ ternacional ele Ginebra— Inglaterra dejó de interesarse por la intervención y pasó a ocupar en esta cuestión un tugar secundario.

E s p io n a je Las informaciones facilitadas por Rjabuschinski en el ruó de 1927, en el cual estuvo en negociaciones con ei ministro francés monsieur Loucheur, las comunicaciones de los miembros de la industria textil (transmitidas a Moscú por conducto de Fedotow en 1928) y las confe­ rencias por nosotros celebradas en París, constituyen una base más que suficiente para concluir que el alma de la organización de la intervención era Francia, o, más precisamente, Poincaré, activa y eficazmente auxiliado por Briand. E l resultado concreto de esta ayuda activa de las esferas gubernamentales francesas se mostró ya a •finales de 1928, primeramente en la organización de la Comisión Janin en el Estado M ayor; luego, en la crea­ ción de un enlace constante entre el Partido de la In­ dustria y el Estado Mayor francés, y, por último, tam­ bién en la concesión de todo género de facilidades para el envío de fondos y el intercambio de correspondencia por medio de los agentes franceses en Moscú. Pero simultáneamente a esta intensificación del apoyo de los círculos oficiales franceses y a su colaboración

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* % . en los trabajos preparatorios de la intervención, fueron creciendo las exigencias planteadas al Partido de la In­ dustria en cuanto a la cooperación del mismo en la pre­ paración y el desarrollo de la intervención. Así, en 1929 se nos exigió insistentemente la creación de una orga­ nización militar y de una Comisión encargada de estu­ diar y dirigir el plan de la diversión estratégica que de­ bía distraer la atención del Gobierno soviético en el mo­ mento de la intervención. A l mismo tiempo, se recibían constantes peticiones de informes, de manera que el Par­ tido de la Industria fue transformándose poco a poco en una agencia de información del Estado Mayor francés.

Iteparto de papeles Por lo que respecta a la -finanzación de la interven­ ción, la mayor parte de los fondos habían de ser apor­ tados por el Ministerio de la Guerra francés y por los miembros de la industria de la nafta. E l C. I. C. no que­ ría contribuir sino en una pequeña parte. Las fuerzas militares que debían hallarse preparadas y en pie de guerra para 1930, se distribuían en la for­ ma siguiente: E l núcleo principal lo constituirían las fuerzas de combate de Polonia y Rumania, agregándose a ellas los Ejércitos de los Estados bálticos, el E jér­ cito de W rangel y un cuerpo menos importante formado por los cosacos de Krassnow. Estos últimos serían con­ ducidos a través de Rumania hasta el M ar Negro y des­ embarcarían luego en la región de Norvorossijsk. Según todos nuestros informes, Francia no tenía en modo al­ guno la intención de participar en la campaña con fuer­ zas militares más o menos amplias y se limitaría a en­ cargarse de la dirección general de la parte militar de

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la intervención y del equipo, aprovisionamiento y arma­ mento del Ejército, al que, en todo caso, auxiliaría con su flota aérea. Sobre la colaboración de Inglaterra, sabemos que en la época de nuestras negociaciones con ella— principios de 1928— y a más de una cierta ayuda financiera proce­ dente en su mayor parte de la industria de la nafta, se proponía prestar el concurso de su flota en el Mar ogro y el Golfo de Finlandia. Como ya indiqué antes, a fines de 1928 y principios de 1929, las informaciones que recibíamos sobre la co­ laboración de Inglaterra en la organización de una in­ tervención, fueron siendo cada vez más negativas. En los últimos tiempos, todos los planes referentes a la or­ ganización de la intervención en el Extranjero se orien­ taban exclusivamente hacia Francia como centro organi­ zador principal.

Detalles estratégicos A consecuencia de la insuficiente preparación en el E x ­ tranjero, toda vez que los países intervencionistas no llega­ ban a ponerse de acuerdo sobre la presa esperada, y to­ mando como base el hecho de que el Partido de la Indus­ tria no había podido satisfacer el deseo del Estado Ma­ yor francés en cuanto a la creación de una organización militar contrarrevolucionaria dentro del mismo Ejército rojo, la fecha de la intervención se transfirió primero a 1930 y luego a 1931. Según el plan previsto para 1930, la guerra debía co­ menzar por una ofensiva de Rumania, para justificar la cual se tenía prevista la provocación de un conflicto de fronteras en el momento oportuno. Una vez iniciada la lucha por Rumania entrarían sucesivamente en ella Po-

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lonia y los Estados del Báltico. Las tropas de W rangeí atravesarían Rumania para ir a unirse al Ejército del Sur de los interventores. Inglaterra, conforme al plan elaborado en 1928, apoyaría las operaciones en el Mar Negro y en el Golfo de Finlandia. El objetivo de las operaciones de la flota en el M ar Negro era proteger el desembarco de tropas y aislar los pozos de petróleo del Cá acaso. Además, la flota inglesa debería bombardear la costa meridional del Mar Negro. Por último, según me comunicó R. a mediados de 1929, también partici­ parían en la intervención los cosacos de Krasnow, for­ mando un cuerpo de unos veinte mil hombre. Este cuer­ po seria transportado a través de Rumania y desembar­ caría en la costa del Mar Negro, en la región de Noworossijsk, dirigiéndose luego hacia el Don. Se contaba se­ riamente con alzamientos en la región del Don y en Ukrania, y el objetivo principal del cuerpo de cosacos de Krasnow era apoyarlos y mantenerlos. Las revueltas en Ukrania y en la región del Don debían aislar de M os­ cú la cuenca del Donez e intensificar la crisis en cuanto al aprovisionamiento de metales y combustibles. Pero so­ bre esto habré de volver más adelante. E l plan estratégico preveía un ataque simultáneo a Moscú y Leningrado. El Ejército del Sur debía avan­ zar por Ukrania hacia Moscú, apoyándose en la orilla derecha del Dniéper. E l Ejército del Norte, apoyado por la escuadra y la flota aérea, atacaría Leningrado. El plan de la intervención para 1931 era, en general, el mismo previsto para 1930, con la sola variante de la provocación que había de desencadenar la guerra y que esta vez era la ocupación de Lituania por Polonia. Otra singularidad del plan de intervención para 1931 era la de no contar ya con alzamientos en los territorios me­ ridionales de nuestra Unión: Ukrania y la región del Don, razón por la cual la indispensable paralización del

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tráfico entre la cuenca del Donez y Moscú había de ser conseguida de un modo artificial por medio de opera­ ciones de diversión estratégica. Una tercera diferencia consistía en la restricción de la participación de Inglaterra en las operaciones milita­ res y la ampliación correlativa de la correspondiente a Francia. E l plan para 1931 preveía la organización de un blo­ queo económico previo a la intervención, para compensar el incremento del poder económico de la Unión y el me­ joramiento de su vida económica durante el aplazamien­ to de la intervención de 1930 a 1931. En ninguno de estos planes se tenía en cuenta el papel que pudiera des­ empeñar Alemania. La mayor parte de las informaciones — salvo las aportadas por el ingeniero Denger-— no se re­ ferían para nada al Poder militar alemán. Tampoco en el plan para 1931 se aclaraban las operaciones navales de Alemania.

Desmembración del territorio nacional Para terminar con las cuestiones relativas a la inter­ vención expondré ahora las informaciones que hasta mi llegaron sobre las compensaciones que las potencias in­ tervencionistas contaban obtener por sus afanes. Por razones fáciles de adivinar, sólo muy escasos in­ formes se nos suministraban sobre estos extremos. Según comunicó A. A . Fedotow, el C. I. C. había declarado en un principio, del modo más rotundo, que no acep­ taría mutilación alguna del territorio nacional. Pero los informes recibidos a partir de 1928 mostraban que la situación real era muy otra de la que el C. I. C. se esforzaba en presentar.

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Como ya indiqué antes, en el curso de un conferen­ cia con los miembros del C. I. C. en octubre de 1928, Denissow me comunicó que Polonia y Rumania revela­ ban abrigar grandes aspiraciones, circunstancia que ha­ bía detenido las negociaciones relativas a la adscrip­ ción de la orilla derecha ukraniana del Dniéper. Con este motivo me habló también de las diferencias surgidas entre las potencias intervencionistas en cuanto al reparto de las anexiones. Así, pues, el primer objeto de los apetitos anexionis­ tas era la orilla derecha de Ukrania. E l segundo esta­ ba en los pozos de petróleo del Cáucaso, a cuya posesión aspiraba primero el grupo Deterding y luego Francia. Por último, los Informes obtenidos por Chrennikow durante su viaje al Extranjero revelaban grandes espe­ ranzas en una desmembración total de Ukrania y Georgia. Así, pues, a juzgar por las noticias que a nosotros lle­ gaban, la intervención habría de traer consigo para nues­ tra Unión, grandes pérdidas territoriales. Son, por lo tanto, exactas las consideraciones que in­ tegra el sumario en cuanto a la declaración de Fedotow de que el C. I. C. y luego el Comité Central del Par­ tido de la Industria edificaron categóricamente su progra­ ma sobre la base de la unidad v la indivisibilidad de nuestra nación, excluyendo toda pérdida territorial v toda indemnización financiera de alguna consideración. E s in­ dudable que todas las promesas de Karpow y otros miem­ bros del C. I. C. eran puramente políticas. Estaban des­ tinadas a popularizar la idea de la intervención entre las masas, siéndonos, por lo tanto, imposible hablar abier­ tamente de la cesión de partes de nuestro territorio. En consecuencia, y a pesar de la extrema gravedad de esta confesión, he de reconocer sinceramente que tan­ to el C. I. C. como el Partido de la Industria sabían perfectamente, al decidirse por la intervención, que la misma había de traer consigo grandes pérdidas tern-

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toriales. Tanto el C. I. C. como el Partido de la Indus­ tria tenían perfecta conciencia de que marchaban ha­ cia la desmembración del territorio nacional.

Espías franceses en Moscú Para terminar quisiera tocar aún una cuestión que me parece indispensable mencionar aquí para completar el cuadro. Se trata de la regulación técnica del enla­ ce de nuestra organización aquí en Moscú con el C. I. C. y con el Estado Mayor francés. ¿Puedo hablar abiertamen­ te sobre estos extremos? Presidente.— Desde luego. Pero convendremos antes, que si la declaración se refiere en algún momento a per­ sonas que desempeñan cargos oficiales en Moscú, las de­ signará tan sólo por sus iniciales, a reserva de revelar luego los nombres completos al Tribuna! reunido en se­ sión secreta (i). Ramsin.— A partir de 1927, el Partido de la Industria organizó en forma constante su enlace con los círculos extranjeros y con los Estados Mayores de las potencias intervencionistas. Del enlace con Inglaterra se encarga­ ron Lopatin y Fedotow, y más tarde, después de nues­ tro viaje a Londres, los representantes de firmas in­ glesas en Moscú. Pero los enlaces más importantes eran los que el Partido mantenía con el C. I. C. y con el Estado Mayor francés por conducto de agentes franceses (1) Precaución indispensable, toda vez que el señ or K, uno de lo s agentes de enlace entre el P artido de la In dus­ tria y el Estado M ayor francés, ,se hallaba presente en el acto de la vista, a la que asistía pi’oteg id o p o r la inm uni­ dad diplom ática, desde la tribuna reservada al Cuerpo di­ plom ático.

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residentes en Moscú. Mi contacto inicial con el se­ ñor K . tuvo lugar en ocasión de mi primer viaje a P a­ rís en 1927 y por mediación de Rjabuschinsky. Un se­ gundo enlace fue organizado luego por Denissow, en 1928. con el concurso de otro agente francés, el señor R. E l contrato que hube de mantener con el señor K . y el señor R. fué en parte directo y en parte por me­ diación de otros miembros del Comité Central. A l se­ ñor K. me lo presentó Paltschinski en el Zekubu (1), en noviembre de 1927. Mi primera conferencia con él se desarrolló en mi casa en la primavera de 1928. En total: tuve con el señor K . dos entrevistas más o menos largas y otras dos muy breves. En una de ellas, a fines de 1928, me entregó uno de los giros de fondos convenidos con el C. I. C. Mi última conferencia importante con él se desarrolló en 1928 en casa de Laritschew. L a cuestión principal que en ella debatimos fué el desarrollo de las industrias de guerra. K . me transmitió los acuerdos del Estado M a­ yor francés y del C. I. C. sobre la necesidad de obs­ taculizar la marcha de las industrias de guerra y sabo­ tear la fundación de nuevos establecimientos fabriles mi­ litares. Con el señor R. tuve tres o cuatro entrevistas si con­ tamos también aquella en que nos conocimos. Mi pri­ mera conferencia con él tuvo lugar en mi casa una noche de 1928. También Otschikin estuvo en mi casa aquel día. Este enlace fué mantenido asimismo por el in­ geniero Gordon, que traía y llevaba las comunicaciones escritas. (1)

Zekubu.— Casa de los intelectuales.


E l «Napoleón» de h oy en «W aterloo» Poinoaré, tooado con el sombrero napoleónico que ostenta la palabra «guerra» y bajo la bandera con la inscripol- n «¡ A Moscú!», lee en el periódico F r a u d a : «Los agentes del imperialismo francés y del 0. I. 0. ante los Tribunales». El plan de la intervención ha ido a parar a la basura.


Nuestra segunda entrevista se desarrolló a mediados de 1929 en el domicilio de Kalinnikow. Hablamos prin­ cipalmente de la destrucción de importantes objetivos mi­ litares como diversión estratégica en el momento de la intervención, refiriéndonos sobre todo a las centrales eléc­ tricas, cuya paralización podía traer consigo la de toda una serie de instalaciones industriales sin grave daño de su capital. Debía cortarse el suministro de energía eléctrica a Moscú, a Leningrado y a toda la cuenca del Donez. También hablamos de un plan análogo con res­ pecto a las fábricas de las industrias de guerra. En esta entrevista, el señor K. pidió que se le proporcionasen, con destino al Estado M ayor francés, informes deta­ llados sobre la flota aérea de la U. R. S. S. M i ter­ cera entrevista con R. se desarrolló en casa de Otschkin a fines de 1929. Con esto daré por terminada mi declaración sobre los preparativos exteriores de la intervención. Presidente .— ¿ Se siente usted quizá fatigado? Ramsin.— Si usted lo permite, quisiera tomarme cinco o diez minutos de reposo. Después de diez minutos de descanso se reanudó la sesión.

La preparación interior Ramsin.— A l disponerme ahora a presentar una nueva página de la actuación del Partido de la Industria — la preparación interior de una crisis general para el año X930— he de hacer constar ante todo que la labor del Partido de la Industria se extendía a todos los sec­ tores industriales. E l principio fundamental era retardar todo lo posible el ritmo del desarrollo de la economía nacional y muy especialmente de sus ramas principales,

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la industria del combustible, la industria metalúrgica, la de producción de energía y la de transportes. Un segundo método consistía en la paralización de los capitales por largos períodos, empleándolos como valuta para instalaciones que exigían un largo período de cons­ trucción o para aquellas otras que no eran inmediata­ mente precisas ni podían ser utilizadas de momento o in­ cluso hasta la intervención. Por último, debían provocarse discordias entre los distintos factores de la Economía nacional o entre los distintos sectores de una misma industria. Aproximadamente hasta finales de 1928, el Partido de la Industria se sirvió predominantemente de los méto­ dos del plan minimalista. A partir de 1929, cuando ya se creía próxima la intervención, comenzó a servirse con especial energía del segundo método, o sea de la pa­ ralización del capital. En la segunda mitad de 1929 y a principios de 1930 resonó la señal para un brusco cambio de táctica, provo­ cado por la extraordinaria energía con que se desarrolla­ ban las líneas directivas del partido. Desde este mo­ mento adoptamos y mantuvimos el rumbo hacia la trans­ gresión de los planes. Esta transición desde la táctica de planes mínimos a la completamente opuesta entrañaba una posibilidad de crisis y hacía imposible un rápido desarrollo y una pro­ gresión de las distintas ramas industriales, ya que toda la labor preparatoria había sido edificada sobre una base distinta, artificialmente restringida. También se había previsto ya, para 1930, una crisis de escasez de combustibles, que en caso de una in­ tervención y a la menor perturbación del aprovisiona­ miento, hubiera adquirido proporciones de catástrofe, puesto que no existía, con relación a ninguna clase de combustible, un plan eficaz, garantizado por una seria labor preparatoria.

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A l estallar la guerra habría de intensificarse en el acto la demanda de combustibles, y como el plan de la intervención integraba también una interrupción tempo­ ral de las comunicaciones con la cuenca del Donez, que­ daba asegurada, a juicio del Partido de la Industria, una gravísima crisis de combustible para el verano de 1930. En cuanto a la industria metalúrgica, los trabajos se orientaron también, al principio, hacia un ritmo mínimo del desarrollo. El primitivo Plan quinquenal preveía la producción de ocho a diez millones de toneladas de fun­ dición de hierro por año. En cambio, el proyecto últi­ mamente aprobado fijaba tal producción nada menos que en diecisiete millones de toneladas, esto es, en casi el doble de la variante inicial del Gosplan. Esta dismi­ nución de los plazos en las distintas ramas y fábricas de la metalurgia, simultáneamente a una intensificación de la actividad constructora en 1930, había de elevar considerablemente el déficit de metales, y no sólo en cuanto a los metales corrientes, sino también en cuanto a aquellos otros especiales, necesarios para la fabricación de maquinaria, etc. En la industria de producción de energía la táctica con­ sistía sobre todo en provocar crisis en el suministro de energía eléctrica a los principales focos industriales v muy especialmente en la cuenca del Donez. Guardábase aquí aproximadamen+e la misma proporción que en los demás elementos de la Economía nacional, fijándose la producción en un 50 por 100 de las necesidades del con­ sumo. E l segundo método para retrasar el desarrollo de la electrificación y paralizar el capital consistía en elevar en lo posible el coste de la construcción de centrales eléc­ tricas. Y a al proyectarlas se conseguía tal encarecimien­ to en una cuantía que oscilaba entre el 10 y el 30 por 100. La ejecución de los planes del Partido de la Indus­ tria en cuanto a la industria eléctrica, ouedaba garanti-

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zada por el hecho de que todos los órganos directivos se hallaban en sus manos. También de la organización encargada de los proyec­ tos formaba parte un funcionario activo del Partido de la Industria, el profesor Suschkin. En el sector de la industria química la actuación ca­ pital del Partido consistía en disminuir la producción de ácido sulfúrico, la más importante industria de guerra. Esta actuación se desarrollaba sistemáticamente por me­ dio de la restricción y la no ejecución de los planes. Por último, las concomitancias del Partido de la In­ dustria con el grupo Kondratjew-Tschajanow permitie­ ron extender al sector agrícola de producción de materias alimenticias la preparación de una crisis general des­ arrollada en el terreno de la industria y en el de los transportes. El primer contacto con el Partido de los trabajadores del campo fué establecido por Paltschinski, que a prin­ cipios de 1927 se puso al habla con el profesor Tschajanow. En 1929, los Comités Centrales de ambos Partidos ce­ lebraron una conferencia en la cual se discutió la cues­ tión del bloqueo como medio de provocar crisis en los sectores de la agricultura, el aprovisionamiento de sub­ sistencias y la cooperación, en el momento mismo en que la intervención se iniciara. Se trató también de la cues­ tión financiera en lo referente a la valuta. La actua­ ción combinada de ambas organizaciones habría de agu­ dizar la crisis de la valuta y dificultar la ejecución de los planes de importación. También a principios de 1930 celebraron los dos Co­ mités una sesión plenaria en la que se estudiaron las po■’trlidades de llevar a cabo una subversión contrarrevo­ lucionaria y derrocar al Gobierno de los Soviets con la sola ayuda de fuerzas interiores y sin recurrir a la in­ tervención. I.a conclusión fué negativa, reconociéndose

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la imposibilidad de llevar a término una tal subversión en un futuro próximo. El Partido de la Industria siguió, pues, actuando con vistas a la intervención.

La obra desíruetora A l final de su declaración detalló Ramsin los planes de diversión estratégica que el Estado Mayor francés exigía del Partido de la Industria. Ramsin.— En general, los planes de diversión estra­ tégica recaían sobre tres objetivos: las industrias de gue­ rra, las centrales eléctricas y las líneas férreas. En cola­ boración con los agentes franceses en Moscú se redactó una lista especial de aquellas instalaciones que habían de ser destruidas en primera línea. Tratábase principalmen­ te de fábricas emplazadas fuera de la zona de la in­ tervención, esto es, de fábricas situadas al Este y al Norte de Moscú, que en el caso de la intervención no habrían de quedar directamente expuestas a la acción militar y ponían servir de bases interiores de aprovisio­ namiento. L a obra destructora habría de comenzar por las fábricas de municiones y cañones. E l plan de campaña fué elab«*'ado por Jewreinow bajo mi dirección. Para coordinar las medidas que en este sentido hu­ bieran de adoptarse, se designó una Comisión técnica es­ pecial, con limitado número de miembros, iniciándose luego la organización de células destructoras en los dis­ tintos centros, por ejemplo en el Instituto técnico en la M. O. G. E. S. y en el “ Elektrotok” . Posteriormen­ te se organizaron también tales células en la cuenca del Donez y en otros focos industriales de importancia. La elaboración del plan de diversión estratégica en cuanto a las líneas férreas fué encomendada, de acuer­ do con Laritschew, a Kogan-Bernstein. Se preveía en

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él la perturbación de las comunicaciones sin recurrir sino en último término a la destrucción de las instalaciones básicas.

Tentativas de minar el Ejercito rojo La organización militar del Partido tenía a su cargo los trabajos siguientes: informar al partido sobre la si­ tuación y el espíritu del Ejército y de la Marina; man­ tener relaciones estrechas y constantes con los interven­ cionistas y con las organizaciones militares; elaborar y ejecutar medidas encaminadas a disminuir la capacidad de defensa de la nación y, por último, aportar un auxi­ lio directo a la subversión contrarrevolucionaria, en el momento de la intervención, por medio de toda una se­ rie de actos de violencia, tales como el sabotaje de los motores de los aeroplanos y los tanques, etc. A l fundar esta organización no se pensó desde lue­ go en atraer a ella grandes masas, sino tan sólo perso­ nalidades significadas y en posición preponderante, que hubieran de facilitar el desarrollo de las principales di­ rectivas del Partido de la Industria. Este inició en la segunda mitad de 1929 sus gestiones en tal sentido, es­ tableciendo las relaciones necesarias y organizando con su ayuda en los distintos elementos del Ejército y la A r ­ mada, las células correspondientes. Esta labor no avanzó sino muy lentamente, dada la extrema dificultad de anu­ dar las relaciones precisas e instruir convenientemente a los militares con los que llegábamos a trabar conocimien­ to. Así, pues, la organización militar del Partido de la Industria no pasó de su período inicial. Ramsin termina su decláración con las siguientes pa­ labras : ■ 'i ” " ■

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La actuación criminal del Partido de la Industria en la preparación interior de una intervención provocando crisis en la industria y en los transportes, y su labor conjunta con el Partido de los trabajadores del campo, encaminada a provocar crisis más hondas todavía en la agricultura (aprovisionamiento de subsistencias, coopera­ ción y finanzas) han intensificado considerablemente las i'ficultades económicas circunstanciales de la Unión y han agudizado la lucha de clases. Pues sin esta labor dañina las dificultades circunstanciales y la oposición ac­ tiva de las organizaciones revolucionarias se hubiesen de­ jado sentir mucho menos, y la industrialización y la obra constructiva socialista se hubieran desarrollado con ma­ yor rapidez.

Larlstehew Presidente.— Acusado Laritschew: ¿Desea usted expo­ ner al Tribunal alguna aclaración relativa a los cargos que sobre usted pesan? Laritschew.— S í; lo deseo. Confieso sin reserva alguna mi culpa en el grave delito del que se me acusa en el pliego de cargos. He sido uno de los miembros más activos del Partido de la Industria. Desde el instante mismo de su crea­ ción pertenecí a su órgano directivo, al Comité Cen­ tral, y con anterioridad venía ya formando parte de los funcionarios adscritos al Centro de Ingenieros y téc­ nicos contrarrevolucionarios y antisoviéticos. La mayoría de los ingenieros no podían aceptar en modo alguno los principios de un Estado proletario ni la dictadura pro­ letaria que subvirtió las condiciones de vida Habituales. La ideología de la dictadura proletaria les resultaba in­ comprensible.

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La iniciación de la N. E. P. despertó en estos circu­ ios nuevas esperanzas en cuanto a la realización de su ideal, la instauración de una república democrática, pero no conquistada en tranca lucha, sino como consecuencia, según se esperaba, de un cambio interno de orientación en el Gobierno de los Soviets. Se contaba, en efecto, con que el Gobierno de los Soviets abandonara sus posicio­ nes, bajo la presión de las dificultades de una reconstruc­ ción económica, y siguiera la orientación iniciada con la N. E. P., retrocediendo, de nuevo, por tal camino, al sistema capitalista y llevando a cabo una mutación corre­ lativa de las formas del Estado. Una vez organizado el Centro de Ingenieros comenzó a unificar sistemáticamente la actividad de las distintas organizaciones de sabotaje. Estas organizaciones nacían unas espontáneamente y otras como efecto y bajo la in­ fluencia del contacto con los emigrados y los antiguos due­ ños de las fábricas. Bajo la dirección del Centro de In­ genieros se constituyeron las organizaciones filiales. Pero aunque la organización quedó ultimada en 1927 y el Cen­ tro había desarrollado ya, más o menos, su actividad directiva, no se consiguió detener el desarrollo de la Eco­ nomía nacional. El proceso de reconstrucción avanzaba impetuosamente. Todavía hubiera producido resultados más favorables si las organizaciones de sabotaje no hu­ bieran desplegado su actividad negativa. Se hizo, pues, evidente, sobre todo cuando empezó ya a contarse con la posibilidad de una intervención, la ne­ cesidad de ampliar la base que el Centro constituía y crear un partido político, pues para actuar en la sub­ versión contrarrevolucionaria y en la campaña por la formación de un nuevo Gobierno, había que presentar­ se en la liza como unidad organizada y, naturalmente, con un credo político. Tal era también el deseo de los círculos de emigrados, con los cuales se hallaba en con­ tacto el Centro.

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No era muy probable que una tal subversión inspíra­ se grandes simpatías a las masas obreras ni siquiera a las campesinas. A l afirmarse la idea de confiar a una intervención la subversión contrarrevolucionaria se vió la necesidad de que el período inicial del derrocamien­ to del Poder soviético coincidiese con una dictadura mi­ litar. E l dictador debía ser Paltschinski. L a dirección del nuevo Partido de la Industria quedó en manos de la directiva del Centro de Ingenieros que pasó automáticamente a constituir el primer Comité Cen­ tral del Partido y permaneció en tal puesto sin cambio alguno hasta la primera disolución del Comité Central con la detención de Rabinowitsch, Paltschinski y Chrennikow. El resto del Comité que eludió esta catástrofe atrajo entonces a su seno a varios miembros activos del Partido: Schein, Ossadtschi y Kogan-Bernstein.

No todos los ingenieros eran contrarrevolución narios E l Partido de la Industria, que reunía a todas las or­ ganizaciones del Centro de Ingenieros, se apoyaba, na­ turalmente, ante todo, en el sector contrarrevolucionario de los antiguos ingenieros, los cuales ocupaban cargos di­ rectivos y de responsabilidad en toda una serie de em­ presas, constituyendo así un poder considerable que re­ presentaba una excelente base de apoyo. Bastará citar las organizaciones ampliamente ramificadas que llegaron a existir en la Comisión del Gosplan y en el Consejo Su­ premo de Economía. También los principales cargos de las organizaciones económicas eran desempeñados por miembros del Partido de la Industria. A consecuencia de su cerrado exclusivismo de casta

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rio eran estas fuerzas muy numerosas por sí mismas. No poseo datos bastantes para arriesgar aquí un cálculo, si­ quiera aproximado, de la fuerza numérica del Partido ce la Industria. Pero habiendo oído ya repetidamente en el curso de esta vista referencias a “ extensos círcu­ los de ingenieros” quiero hacer constar que no todos los . ingenieros, ni siquiera todos los antiguos, pertenecían al Partido de la Industria. En este punto, el Comité Cen­ tral hubo de convencerse, con el tiempo, de haber esti­ mado en un principio muy por alto la magnitud de su influencia sobre la colectividad profesional. A pesar de su intensa labor agitadora, el Partido no consiguió atraer­ se a un núcleo muy importante de ingenieros, compues­ to, principalmente, por aquellos que actuaban directamen­ te en las fábricas, se hallaban en contacto inmediato con la realidad viva y con la masa obrera y colaboraban en la labor reconstructiva. A este respecto, el Comité Central del Partido de la Industria hubo de comprobar repetida­ mente que su apoyo principal estaba en el estrado superior de la colectividad profesional y, sobre todo, en aquellos ingenieros que ocupaban cargos en los organismos cen­ trales. Pero aunque este grupo de ingenieros suponía una 'fuerza considerable en la lucha económica, no podía llevar a cabo, por sí sólo, la subversión contrarrevolucionaria, ideal del Partido de la Industria. E ra preciso buscar otras fuerzas más eficaces, que, naturalmente, sólo el Extran­ jero podía aportar. Unicamente una intervención arma­ da de las potencias extranjeras ofrecía garantías de éxito.


Los representantes de ia acción pública en el proceso Sehachty Sobre la situación interna del Partido de la Industria quiero hacer constar lo siguiente: A l tratar en París de nuestra situación interna tuvimos que mencionar la pa­ sajera interrupción de nuestra actividad provocada por la disolución del primer Comité Central cuando el descu­ brimiento de las organizaciones de sabotaje de Sehachty y del Comisariado de Transportes nos obligó a abando­ nar temporalmente la dirección de toda nuestra actividad. Los miembros del C. I. C. nos pidieron que concretá­ ramos en qué medida peligraba la subsistencia de un Co­ mité Central del Partido de la Industria, indicándoles nos­ otros que el proceso Sehachty había atraído sobre nues­ tra labor general la atención de muy amplios sectores y habría de obligarnos a ser más vigilantes y prudentes en el desarrollo de nuestros planes. P or mi parte, añadí que si bien el proceso Sehachty suponía, desde luego, un rudo golpe para el Partido, puesto que destruía en gran parte nuestra organización en las cuencas hulleras, no había descubierto las principales raíces de nuestra obra de sa­ botaje. E llo se debía sobre todo al auxilio importantí­ simo que en tal sentido nos prestaron los dos represen­ tantes de la acción popular en el proceso Sehachty: Ossadtschi y Schein. En su calidad de miembros del P ar­ tido de la Industria lograron encubrir los hilos que condu­ cían hasta nosotros desde la actividad de sabotaje des­ arrollada en la cuenca del Donez. Sólo muy superficialmente se habló en el proceso Schachty de la existencia de una organización central en M os­ cú. Pero no llegó a descubrirse cuál era. E l Comité Central del Partido de la Industria quedó así temporal-

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inente paralizado, pero no destruido. No se llegaron tampoco a precisar las ideas de la supuesta organización central. Tal fué luego también la razón de que los re­ presentantes del C. I. C. y entre ellos, muy especialmen­ te, Denissow, insistieran en la subsistencia de nuestra organización. Indicaron, además, que su situación se había afirmado mucho, ya que, según explicó Denis­ sow, su actividad contaba con el apoyo de Francia y de Inglaterra también en cuanto a nuestra organización se refiriera. E s muy característico que Denissow nos advirtiera la necesidad de concentrar todas las fuerzas en el sabotaje de la industria metalúrgica, por ser el pun­ to más fácilmente vulnerable de la capacidad de de­ fensa del país. Tal era el medio por el que debía alcan­ zarse el fin total, o sea la producción de una crisis. En el curso ulterior de su declaración, Laritschew des­ cribe su actuación como agente de enlace entre el P ar­ tido de la Industria y el Estado M ayor francés, con cu­ yos agentes en Moscú celebró numerosas entrevistas. Da también detalles precisos sobre la distribución del dinero enviado desde el Extranjero para la corrupción y la propaganda. Por este dinero sabotearon los in­ genieros primeramente la reconstrucción económica y desarrollaron luego en forma singularísima el Plan quin­ quenal. Retardando en los sectores principales el ritmo de dicho desarrollo, produjeron una desproporción que garantizaba la desorganización de toda la Economía.

Primera derrota de los “ saboteadores” Después de describir la actuación del Partido de la Industria como organización de espionaje y de destruc­ ción, Laritschew acaba confesando que los resultados económicos positivos logrados en el primer año del Plan

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quinquenal, a pesar de la labor de sabotaje, constituye­ ron una grave contrariedad para los planes intervencio­ nistas. D ice: Cuando al finalizar el primer año del Plan quinquenal se empezó a desarrollar el Plan para el segundo año, se vió que las posibilidades de producción de las distintas ramas de la Economía nacional, tomadas como base del Plan quinquenal primitivo, habían sido calculadas muy por bajo. Este descubrimiento que la labor de sabotaje se había esforzado en impedir, fué un rudo golpe para el Partido, pues anulaba su obra de preparación interna de la intervención, muy avanzada ya. Debo confesar que desde este punto de vista no eran nada satisfactorios nuestros resultados. El segundo año del Plan quinque­ nal mostraba claramente la posibilidad de desarrollarlo en cuatro años y hasta en tres en algunos sectores eco­ nómicos. E l desarrollo de la Economía nacional en el ano 1929 tuvo por consecuencia que no se produjera la crisis por nosotros prometida, que no surgiera el esperado malestar general y que hasta el problema mas espinoso de la vida de la U . R. S. S.— la colectivización de la A g r ic u ltu r a empezase ya a ser dominado y asentado sobre una base sólida. Perdimos así nuestras mejores cartas. También el grupo extranjero se dió cuenta de la si­ tuación y, mostrándose descontento de nuestra labor, in­ tensificó su presión sobre nosotros. E xigió que trans­ formásemos rápidamente nuestra actuación orientándola en adelante hacia el espionaje, las medidas de diversión estratégica y la propaganda en el Ejército rojo. E l inte­ rés que en los círculos militares franceses inspiraba la intervención no se había debilitado con su aplazamiento. Tamooco la situación general surgida en el seno_ de la Unión debilitaba en modo alguno el interés hacia una transformación de la labor contrarrevolucionaria y ha­ cia una nueva preparación de la intervención proyectada

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para 1931. M u y al contrario, tal interés era singular­ mente intenso a finales de 1929 y principios de 1930. Sa­ bíamos muy bien, y también en el E xtranjero se daban perfecta cuenta de ello, que cada nuevo año conducía a una mayor afirmación de la U . R. S. S. y que era im­ posible retrasar nuestro avance. Y el hecho de que, a pesar de la situación general de la política en las po­ tencias occidentales, a pesar del fracaso de la aventura en el Extrem o Oriente y del mal resultado de la ten­ tativa de provocar una crisis interior, sólo se pensase en aplazar la intervención por un año. es harto significa­ tivo. L a intervención quedó aplazada por breve tiempo, pero con ello no se desvaneció el peligro— ataque y gue­ rra-— que se cernía sobre la Unión de los Soviets.

Kalinnikow Presidente.— Acusado Kalinnikow. Kalinnikow.— ¡Supremo Tribunal! Para dejar clara­ mente definido cómo llegué a hacerme reo de leso E s­ tado, no obstante poseer la máxima confianza del Go­ bierno de los Soviets en mi calidad de miembro directi­ vo de la Comisión del Plan estatal— ese Estado Mayor económico de la obra socialista de la U . R. S. S.— , voy a permitirme analizar brevemente mis relaciones con el Poder soviético dentro del cuadro general de las que el mismo mantenía con la inteligencia técnica. L a Revolu­ ción de Octubre me halló siendo profesor de la Escuela Politécnica de Moscú y director de la sección técnica de la Dirección general de la Industria metalúrgica, car­ go este último en el que permanecí hasta la supresión de aquel organismo y su sustitución por una Tunta nom­ brada por el Consejo de Moscú, a mediados de 1918. Y o presenté entonces mi dimisión, pues no quería colaborar con una Junta compuesta de obreros. Esto fué ya un

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acto de franco sabotaje. E n la Escuela Politécnica de Moscú fui el último rector designado por elección, des­ empeñando tal cargo en el ano académico de 1920-21 y en el de 1921-22. Cuando el “ G law profobr” (Centro de formación profesional) me depuso del rectorado y de la presidencia de la Junta administrativa, me resistí con­ tra su acuerdo y di cuenta de el al Claustro de profeso­ res, el cual decidió por unanimidad suspender las^ clases en señal de protesta. Cuando, en 1921, se inició la N. E . P.. los ingenieros colaboraron gustosos con la obra constructora general de la Rusia soviética, convencidos de que la reconstrucción de la industria había de condu­ cir inevitablemente a la reinstauración de la burguesía. A finales del período de reconstrucción, cuando el G o­ bierno de los Soviets hizo publico su programa de trans­ ferir toda una serie de empresas industriales a concesio­ narios, los ingenieros, y nosotros con ellos, apoyaron en­ tusiasmados esta nueva política, seguros de que ello sig­ nificaba el primer paso en la conquista de nuestro país por el capital extranjero. E n 1926 nodía ya considerarse cumplido él período de reconstrucción en cuanto a la in­ dustria y los transportes. Sólo algunos sectores secunda­ rios habían quedado retrasados. L a inteligencia técnica se mostraba decididamente opuesta a la orientación del nuevo período en el cual la reconstrucción se adaptaba a nuevas directivas socialistas. Y cuando luego, simultá­ neamente al período de reconstrucción y como conse­ cuencia nécesaria del mismo, se agudizo la lucha de cla­ ses y se liquidaron los últimos restos del capitalismo tanto en las ciudades como en los campos, los ingenie­ ros, que habían ligado su destino al del capitalismo ruso, no pudieron ya permanecer pasivos. D e este modo na­ ció y se desarrolló la labor de sabotaje en la industria v en los transportes. P or este tiempo— 1927— ’/ ue, cuan_ do ingresé en el Centro de Ingenieros, a invitación de Chrennikow.

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Kalinnikow desarrolla aquí un informe sintético sobre la historia del Partido de la Industria y pasa luego a des­ cribir su actuación como espía;

Espía en la Comisión del Plan estatal Creo ineludible exponer, con cierto detalle, la labor de espionaje que hube de llevar a cabo por mandato del Comité central. Ramsin, que fué quien me trans­ mitió tal mandato, ha expuesto ya cómo se nos exigía la redacción de informes breves, pero precisos, sobre la situación económica de la U. R. S. S. y destinados al C. 1 C. y al Estado M ayor francés. De esta labor fuimos encargados Ossadtschi, Laritschevv y yo. En el curso de cuatro trimestres— el último de 1928 y los tres primeros de 1929— utilizamos como base de tales infor­ mes los boletines oficiales trimestrales, pero no los que luego se hacían públicos en el Ekonomitscheskaja Shisnj, sino otros, mucho más completos, reservados al cono­ cimiento de la Tunta presidencial del Gosplan y, en mu­ chos casos, de carácter rigurosamente confidencial. Este material se hallaba a mi disposición en una de las sec­ ciones del Gosplan y yo lo transmitía, para su revisión, a distintos especialistas del mismo. Así, todo lo que se refería a transportes pasaba por las manos de KoganBernstein; a la industria química, por las de Kamsolkin; a la industria textil, por las de Tschilikin, etc. En la combinación entraban también, naturalmente. Groman y Penvuschin, jefes responsables de la sección encargada de dicho material. Una vez revisado éste, lo hacía yo pasar a Earitschew, que lo completaba en cuanto a los sectores del combustible y de la producción de energía, ajenos a la competencia de los especialistas antes nom-

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brados, y lo transfería, a su vez, a Ossadtschi. Ossadtschi, con vista del material total, redactaba el infor­ me y lo hacia llegar a manos del señor K, conforme a las indicaciones que Ramsin transmitía en nombre del Comité Central. Una segunda labor consistía en reunir datos sobre la situación y las perspectivas de las industrias de guerra de la Unión. De la dirección de esta labor fuimos encar­ gados el profesor Tschamowski y yo por mandato del Comité Central, que Ramsin nos transmitió. Ello fué en el otoño de 1928. A este respecto debo hacer constar que en una en­ trevista que Ramsin y K. tuvieron en presencia mía (yo conocía ya de antes a K.). durante el verano de 1928; K . insistió en la necesidad de aportar urgentemente es­ tos datos solicitados por el Estado Mayor. L a situación en que tal urgencia nos colocaba al profesor Tscham ows­ ki y a mí era en extremo difícil, ya que no teníamos relación alguna con las fábricas de las industrias de guerra (por este tiempo comenzó ya el descubrimiento de la organización de sabotaje en cuanto a estas indus­ trias). N o obstante, convinimos en que yo reuniría los datos relativos a la industria química de guerra y, como base de la misma, a la industria química general, y Tschamowski los referentes a la metalurgia. Para fa­ cilitamos el trabajo, Ramsin encargó a Jewreinow de reunir los datos relativos a la economía energética de las industrias de guerra. K raw eg consiguió acopiar los datos principales de la industria química y las carac­ terísticas de algunas fábricas químicas de la industria de guerra. Pero no pudo continuar su labor, informan­ do también sobre las perspectivas de dicha industria, porque fué detenido. Toda la información que así pu­ dimos obtener, o sea el material reunido por Krawez V Jewreinow. la entregué a K., aprovechando dos en­ cuentros casuales en el teatro.

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Poincaré lia jugado su mejor carta—Partido de la Industria e Intervención—y la ha perdido


La contrarrevolución se entrega Para terminar, dice Kalinnikow: Mas, aunque el Partido de la Industria luchaba te­ nazmente por desencadenar la intervención lo antes po­ sible y derrocar a los Soviets, la vitalidad de la econo­ mía nacional y de la Unión, en todos los sectores, nos convencía cada día más del inevitable fracaso de la obra contrarrevolucionaria. El Plan quinquenal, de envergadura nunca vista, in­ comprensible para la burguesía mundial, y que, sin em­ bargo, ya en los dos primeros años fué cumplido con éxito rotundo y hasta llevado más allá de sus límites, ha conseguido triplicar la rapidez de la producción. No es exagerado decir que este resultado positivo paralizó casi por completo la obra de sabotaje del Partido de la Industria. Este quedó así derrotado. L a destrucción de su organización y su derrota moral engendraban la posibilidad de liquidarlo fácilmente. Todos aquellos miembros del Partido que han sido encarcelados, ha­ llando así ocasión de hacer un sereno examen de con­ ciencia lejos del fragor del combate, han reconocido la victoria de las nuevas formas socialistas de construc­ ción y de existencia y han capitulado ante el Poder so­ viético. Pero aunque conocíamos la inminencia de nues­ tra definitiva derrota, no podíamos cesar en nuestra ac­ tividad contrarrevolucionaria, pues la lucha de clases, cada vez más aguda, envenenaba los ánimos. Por úl­ timo, la G. P. U. liquidó el Comité Central y toda la organización contrarrevolucionaria del Partido de la In­ dustria. Fuimos encarcelados, vencidos por la vida mis­ ma, vencidos por la posición económica y militar de

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la Unión de los Soviets y por la edificación de una nue­ va vida sobre bases socialistas. Tuvim os que someter nuestras opiniones y nuestra convicción a un control ineludible. Soy hijo de burgueses y he sido educado en el es­ píritu burgués. Mi instrucción, como la de todos los ingenieros, había de servir los intereses del Estado bur­ gués y los míos propios. Se me infundió la necesidad de ocuparme tan sólo de la ciencia, de la ciencia téc­ nica pura, y no consagrar sino muy escaso interés a las ciencias políticas. En consecuencia, no se me alcanzaba, como tampoco a mis compañeros de profesión, que para lograr el máximo grado de desarrollo en la industria tuvieran los ingenieros que entrar en contacto oficial con los obreros, y mucho menos dejarse dirigir por la clase obrera. Para poder comprender este principio hu­ biera tenido que hallarme en íntima relación con la clase obrera, esto es, proceder del medio proletario y seguir aquel impulso interior al que damos el nombre de instinto de dase, o haberme asimilado el marxismo en el curso de mi educación y mis estudios. Pero nin­ guna de estas condiciones se cumplía en mí, como tam­ poco en la inmensa mayoría de los ingenieros. T al es el caso de los camaradas que hoy comparecen aquí conmigo y bajo el peso de análoga acusadón. L a cárcel es la m ejor escuela política, pues procura la posibilidad de analizar el conjunto de hechos que a ella nos ha traído. L a prisión preventiva ha constituido así, para mí, una escuela. E lla me ha hecho comprender cuán delictivo era mi empeño en rebelarme contra el Poder soviético y coadyuvar a la restauración de un régimen burgués. Creo un deber dirigirme desde esta alta tribuna a los ingenieros todos con una advertencia y una invita­ ción. M is errores y mis delitos son un extravío carac­ terístico de muchos de nosotros. También ellos, como

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yo, han de reconocer lo espantoso de su situación. Ten­ go la convicción de que la mayor parte de los ingenie­ ros han reconocido ya sus extravíos y sus delitos y les invito resueltamente a seguir el camino de la enmienda. Pero los extravíos y los delitos no pueden ser purga­ dos tan sólo con palabras. Hacen falta hechos. No bas­ ta con abandonar el principio de una neutralidad po­ lítica que, como ya habéis visto, nos condujo a nos­ otros a una actividad contrarrevolucionaria cuyo resul­ tado podía haber sido el sojuzgamiento de nuestro país y su transformación en una colonia sometida al impe­ rialismo. Ha llegado el momento. ¡ Ingenieros que os envolvéis aún en un manto de fidelidad al régimen pre­ térito y de neutralidad política, yo os invito a ingresar sin vacilaciones en las filas de los honrados obreros de los Soviets! ¡ Os invito a edificar en nuestro país una nueva vida sobre bases socialistas!


S£L T E R C E R D Í A Tschamowski A diferencia de Ramsin y Kalinnikow, el acusado Tschamowski, que inicia su declaración el tercer día de la vista, intenta descargar prudentemente sus culpas so­ bre otros. Confirma el desarrollo premeditado de la obra contra­ rrevolucionaria hasta el sabotaje. En derredor del Cen­ tro de Ingenieros se agrupaban todos los ingenieros de significación que ocupaban puestos directivos. No es po­ sible dar cifras exactas. El grupo central integraba de cincuenta a sesenta miembros. El agente de enlace más significado, después de Paltschinski, había sido Chrennikow. Este era también el más capacitado de los in­ genieros. Trataba siempre aisladamente con cada uno de los miembros de la organización y les daba instruc­ ciones detalladas para la obra de sabotaje. Tschamowski confirma que en los últimos tiempos la labor de sabotaje se concentró sobre el Plan estatal. Luego pasa a reseñar sus trabajos contrarrevoluciona­ rios en la industria de fundición. Los saboteadores ten­ dían a invertir el capital de manera que una gran parte del mismo quedase paralizada y sin producir ningún

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rendimiento útil. Otro de sus expedientes era exigir la compra de maquinaria extranjera, aunque se tratase de instalaciones que podían ser suministradas por las iábricas soviéticas. A sí sucedía en cuanto a la calderería gruesa y a otros muchos aparatos. Con ello se perse­ guía producir una escasez de valuta extranjera. Tschamowski extendió también su actuación a la in­ dustria química, en la cual se eludió sistemáticamente la aplicación de perfeccionamientos técnicos conocidos. La obra de sabotaje íué particularmente intensa en varios períodos. En los transportes se impidió la construcción de locomotoras, dejando sin utilizar piezas de elevado coste encargadas a América. Se retardó la necesaria es­ tandardización de la producción, no obstante estar cum­ plidas todas sus premisas. Los saboteadores retrasaron intencionadamente la construcción de dos importantes fábricas de maquinaria que no estarán terminadas has­ ta el último período del Plan quinquenal, pudiéndolo ya estar ahora. E l retraso premeditado en la producción de hierro fundido impidió el desarrollo de los planes ae importantes fábricas de maquinaria. L a obra de sabotaje actuaba en tal forma que por medio de medidas insig­ nificantes en apariencia inutilizaba por completo instala­ ciones fabriles gigantescas. Tschamowski confirma las declaraciones de Ramsin y Laritschew en cuanto a las conferencias del C. I. C. con Poincaré y Briand sobre la intervención. El paso a los actos de sabotaje en las industrias de guerra y a la pre­ paración de violencias destructoras fué provocado única y directamente por el Extranjero. Las medidas contra las fábricas de pertrechos de guerra tendían sólo a pa­ ralizarlas temporalmente, no a destruirlas. El aplaza­ miento de la intervención hasta 1931 se debió, sobre todo, a la insuficiente preparación del Extranjero. A fines de 1923, Ossadtschi presentó un informe sobre la preparación exterior de la intervención. En cuanto a

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hüestra labor interior, era absurdo querer preparar una intervención contando tan sólo con un pequeño grupo de dos mil ingenieros. El admirable esfuerzo de la dase obrera hizo fracasar los nuestros. No tardó en recono­ cerlo así el Partido de la Industria. Los métodos de nuestra labor eran diversos, consis­ tiendo principalmente en retrasar el ritmo de la obra re­ constructora, plantear rendimientos exagerados y emitir dictámenes y peritajes falsos. L os ingenieros cometie­ ron la falta de no tomar en serio su trabajo y ejecutar mecánicamente las órdenes que recibían: “ Mandadme y obedeceré.” Presenta el ejemplo de un proyecto de instalación de una gran fábrica metalúrgica, lleno de errores elementales. El ingeniero responsable se disculpó en una sesión, didendo: “ N o he meditado sufidentemente esos puntos.” Los ingenieros deponían toda ac­ titud crítica ante las tareas a veces excesivas que se les encargaban y las aceptaban todas con indiferencia bu­ rocrática. Afirma no haber pertenecido al grupo directivo del Partido de la Industria. N i siquiera supo la existencia del mismo hasta que se la revelaron las diligencias del sumario. Tampoco llegó a su conocimiento la lista que incluía los nombres de los llamados a formar, en su día, el nuevo Ministerio. Cumplía su labor de sabotaje en la industria metalúrgica y sabía de las conferencias habi­ das en París, pero no colaboró en la formación del plan. Sin embargo, participó en la distribudón de dinero en­ tre los saboteadores de la industria metalúrgica. Lam en­ ta que' los ingenieros se convirtiesen en instrumentos de la intervención capitalista, en lugar de constituirse en colaboradores directivos de la magna obra constructora. Por su parte no tuvo jamás relación alguna con indus­ triales extranjeros. Espera tener ocasión de rescatar sus faltas y se alegra de ver terminada su doble vida.

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Kuprijanow Con el acusado siguiente, Kuprijanow, comienzan las declaraciones de los saboteadores de la industria textil. Kuprijanow rectifica la declaración de Ramsin en cuan­ to a la actuación de Lopatin, el cual no habría dirigido el sabotaje únicamente en un sector parcial de la indus­ tria textil, sino en toda ella. Las relaciones de Kupri­ janow con los saboteadores de la industria textil se re­ montaban a 1919. A partir de 1925, perdida ya la es­ peranza de que el Gobierno otorgara ampliamente a súb­ ditos extranjeros concesiones y arriendos de fábricas, los saboteadores pasaron a perturbar directamente la producción. Su actividad se extendía a cuatro distintos sectores. Primero, impedimento de la instalación de nue­ vas fábricas; segundo, simulación de cargas sobre las fábricas y producción de fabricados no adaptados a las necesidades; tercero, limitación de la construcción de ma­ quinaria textil nacional e intensificación simultánea de la importación de maquinaria extranjera, y cuarto, pre­ ferencia exagerada de la industria algodonera. E l direc­ tor de la primera de estas actividades fué Lopatin, y luego, Fedotow. Las nuevas fábricas fueron instaladas con excesivo-lujo, haciéndose en ellas un verdadero de­ rroche de dinero. El director del segundo sector era Kúprijanow. Los planes de la producción textil se elabo­ raban sin tener en cuenta las necesidades reales, y para retrasar y disminuir la producción se provocaban largas e intrincadas discusiones. E l tercer sector lo dirigía el ingeniero Schein, al que se indicaba para la jefatura de la proyectada sección de distribución de maquinaria textil. Esta sección había de encubrir la obra de sabo­ taje. Los saboteadores se proponían la restricción de

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los planes de producción de tejidos e hilados. Los pla­ nes de importación de maquinaria nueva fueron elabo­ rados en Londres de acuerdo con Charm’k, uno de los exportadores. La producción exageradamente intensa de tejidos de algodón tendía a fomentar la importación de maquinaria que había de valer a los saboteadores ele­ vadas comisiones. En 1927 obtuvo Kuprijanow, por mediación de Fedotow, los. primeros informes sobre la intervención pro­ yectada. Fedotow fue también quien transmitió la indi­ cación de Karpow sobre la conveniencia de entrar en contacto con los agentes franceses en Moscú. Con oca­ sión del viaje de Sitnin a América. Kuprijanow le pidió que se entrevistase en París con Konowalow, su anti­ guo oatrono. para informarse de su situación y del des­ arrollo de los planes intervencionistas. Según las noti­ cias que luego aportó Sitnin. Konowalow había perdido su fortuna, pero conservaba cierta influencia y creía fir­ memente en la posibilidad y én el éxito de una inter­ vención. También transmitió Sitnin la propuesta de K o­ nowalow de crear en la Escuela de Artes Textiles, a la que pertenecían muchos antiguos oficiales) de Koltschak. W rangel y Deniikin, una célula de sabotaje. K u ­ prijanow dirigió esta labor por mediación, primero, de Diewjakow, y luego, de N jisajow ; pero su detención im­ pidió llegar a conocer los resultados de su labor. Kuprijanow termina con las siguientes palabras: Espero que nuestra sincera confesión y el descubri­ miento de los intervencionistas desvanezcan sus esperan­ zas en . la consecución de sus propósitos y pongan un fin a las tentativas de crear una base interior de la in­ tervención. Y no existiendo tal base, la intervención es imposible.


Fedotow El acusado Fedotow declara: E l sector derechista de la oposición del Partido des­ empeñó un papel importantísimo en el desarrollo de la obra de sabotaje. Nosotros no teníamos relación directa con la oposición derechista. Pero sus ideas nos parecían aprovechables. Abrían grandes perspectivas en cuanto ai aprovechamiento de la N. E. P. para la restauración capitalista y para el despliegue de ideas burguesas. Con­ siderábamos, pues, conveniente prestar apoyo a la opo­ sición derechista. Con este fin intentamos influir sobre aquellas personas de las que dependía el desarrollo prác­ tico de tales ideas y utilizar la Prensa para su defensa y difusión. Queríamos aportar la prueba efectiva de que dichas ideas eran acertadas y, en cambio, erróneas las líneas generales del Partido Comunista, para lo cual nos proponíamos provocar, por medio del sabotaje, su fra­ caso. A este propósito comenzamos a aplicar las direc­ tivas que el Extranjero nos marcaba: perturbación del desarrollo de los planes, creación de desproporciones, paralización de fábricas y provocación del descontento de las masas. A continuación describe Fedotow su labor en cuanto a la falsificación de los planes relativos a la adquisición de materias primas para la industria textil. Los direc­ tores de esta labor eran Lopatin y Nolde. E l cómetido de Fedotow era revisar los planes de sabotaje y dicta­ minar sobre ellos. Fué también el encargado de distri­ buir los 200.000 rublos destinados a los saboteadores de la industria textil. Y a antes de 1925 habían recibido dinero bajo la forma de comisiones por la compra de maquinaria textil en Inglaterra. También en 1928 se

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pagaron comisiones análogas por las compras de algo­ dón. E l agente de enlace entre los saboteadores de la industria textil y el organismo central del Partido de la Industria era Lopatin, que actuaba como miembro ac­ tivo desde la constitución del Centro de Ingenieros. “ Cuando Lopatin enfermó, a principios de 1927, me pro­ puso que le sustituyera. Así lo hice, en efecto, a su muerte, acaecida en los últimos días del mismo año.”

Campaña de prepa* ración de la guerra Fedotow pasa luego a tratar de la intervención. La 'd 'a de la intervención se conservaba constantemente viva en los emigrados. Y a en el curso de una entre­ vista, celebrada a principios de 1923 en el Extranjero, manifestó Karpow la esperanza de hacer pronto “ una entrada triunfal en Moscú, jinete en un caballo blanco” . Tal idea me pareció por entonces harto singular. En 1927, Karpow nos habló ya más claramente de la in­ tervención llevada a cabo por el Estado Mayor francés del C. I. C. E l Comité se ocupaba en convencer a la opinión pública de la necesidad de la intervención. Con este fin comenzaron a subvencionar periódicos, siendo la Prensa francesa la que se mostró más fácilmente ase­ quible y a publicar en ellos noticias tendenciosas sobre la Unión soviética. Juzgaban que una tal campaña de falsedades era el único medio eficaz para conquistar la opinión pública. E n agosto de 1928 tuvimos otra entrevista con K a r ­ pow, que acudió a Berlín a nuestro encuentro. Karpow nos informó sobre los preparativos prácticos de la in­ tervención llevada a cabo por el Estado Mayor francés V sobre la audiencia concedida por Poincaré a tres de-

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legados del C. í. C. (Ljanosow, Rjabuschinski y Treijakow). Poincaré no había rechazado la posibilidad de que el Gobierno francés apoyara en su día la interven­ ción y les había comunicado el nombramiento de una Comisión especial, presidida por el coronel Joinville y encargada de estudiar tal evento. Ramsin aportó ulte­ riormente, después de su viaje a París, detalles más cir­ cunstanciados sobre esta cuestión. En la entrevista de Berlín, Karpow expuso minuciosamente las premisas ne­ cesarias de la intervención. Esta se consideraba imposi­ ble sin una previa preparación interior que crease un ambiente de hondo malestar en las grandes masas cam­ pesinas y obreras. Los agentes del coronel Joinville en Moscú habían señalado ya la emergencia de una cierta intranquilidad general. En los círculos capitalistas de la Europa occidental producía alarma el robustecimiento de la U . R. S. S. Urquart y Deterding temían la compe­ tencia del petróleo soviético. Otros círculos veían con re­ calo la penetración de los fabricados textiles de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en Oriente. Tam ­ bién el capitalismo comenzaba a darse cuenta de que la Unión soviética progresaba con rapidez. Era, pues, necesario apresurar la intervención si no se quería llegar demasiado tarde. A continuación describe Fedotow las divergencias de opinión que existían en un principio en el grupo de emi­ grados. Las diferencias entre industriales y monárquicos y entre el demócrata “ izquierdista” M iljukow y el men­ chevique Abramowitsch quedaron luego suavizadas. Las indicaciones prácticas de Karpow demostraban un desconocimiento absoluto de la situación real de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Después del pro­ ceso Schachty era ya imposible continuar empleando los antiguos métodos de sabotaje. Karpow pretendía que se hiciese propaganda en las escuelas politécnicas, haciendo una llamada a la actuación histórica de los estudiantes

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Si


éh la Revolución. Olvidaba que la composición y el es­ píritu del alumnado de aquellas escuelas eran ya muy otros. No había la menor posibilidad de crear en ellas células contrarrevolucionarias. Fedotow indica que de treinta y seis alumnos de uno de sus cursos, treinta eran miembros activos del Partido Comunista y poseían una cultura política muy desarrollada, siendo imposible ga­ narlos para la reacción. Karpow comunicó también las exigencias de los im­ perialistas en cuanto á las compensaciones. Añrmó que impondrían, por principio, el reconocimiento de las deu­ das zaristas, aunque limitando su cuantía a cinco cope­ cas por rublo. E n la primera mitad de 1929 supe que Ramsin había dado su conformidad a estas compensa­ ciones. A mis preguntas respondió Ramsin irónicamente si creía que los intervencionistas iban a trabajar gratis. Era preciso ser muy ingenuo para creerlo. Y o era lo bastante ingenuo para creer que Rusia conservaría su libertad. Ahora sé que, una vez tomado Moscú, los in­ tervencionistas habrían tratado a Karpow y a sus con­ sortes como súbditos de un país conquistado y les hu­ bieran impuesto a capricho sus condiciones por medio de una dictadura militar. Desde finales de 1928 los saboteadores transfirieron su labor principal a los organismos centrales del plan y ejecutaron los mandatos del Estado M ayor francés. — Nuestro camino nos condujo así desde la defensa de los intereses de los ingenieros, motivo inicial de nues­ tra campaña, hasta la preparación de la intervención y el espionaje. No había escape. Aunque llegamos a reco­ nocer la inutilidad de nuestros esfuerzos, permanecimos prisioneros de la “ psicología de grupo” , que obnubiló nuestra razón. También los grandes éxitos del socialis­ mo nos parecían insignificantes desde nuestro punto de vista de grupo.

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Para terminar dice Fedotow con voz temblorosa de emoción: — Y a antes de ser detenido se me había impuesto la convicción de que el Poder soviético es un auténtico P o­ der popular que se apoya en las masas y destruye todo cuanto va en contra de los intereses del pueblo. Había reconocido que este Poder popular conduce a una exis­ tencia mejor. Comprendí, además, que todos los adelantos de la in­ dustria capitalista, adelantos que tan grandes resultados han producido, pueden ser fácil y sencillamente trans­ feridos a la base de la obra constructora comunista y deben serlo. Sostenidos por la voluntad de las masas, por el poderoso impulso del espíritu creador, los ade­ lantos del mundo capitalista abrirán ante Rusia perspec­ tivas que ninguna otra concepción puede procurar a nuestro Estado. Y por último, ningún otro Estado ni ningún otro sistema pueden ofrecer al ingeniero aque­ llas posibilidades que la labor en la U. R. S. S. nos ofrece. La actitud del Gobierno soviético ante toda ini­ ciativa es muy distinta de la que suelen observar los Go­ biernos de la Europa occidental. Elegiré como ejemplo el organismo en el que yo he laborado: el Instituto de Investigaciones. Alemania posee varios Institutos de este género. Y q los he visitado. Sus presupuestos son limi­ tados : unas cuantas decenas de miles de marcos. Los más ricos tienen un presupuesto de 100.000 a 150.000 marcos. L a rica Inglaterra da 500.000 al Instituto Shurshay, próximo a Manchester. Nuestro Instituto de Inves­ tigaciones Textiles dispone de unos dos millones anua­ les. E l Gobierno de los Soviets sigue, pues, p a ra ro n la ciencia y la investigación, una conducta muy distinta de la habitual en los Estados capitalistas. Una conducta mu­ cho más favorable. Me declaro culpable de cuanto se me acusa y consi­ dero plenamente merecido cualquier castigo que el Tri-

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bunal acuerde imponerme. Si me fuera otorgado seguir viviendo y trabajando, prometo emplear todas mis ener­ gías en la obra socialista. Pero si he de morir, consi­ deraré también merecida esa pena. E l llanto ahoga aquí la voz de Fedotow. También el auditorio se muestra conmovido por sus acentos de sincero arrepentimiento.

Otsehkln E l acusado Otschkin completa las declaraciones de Ramsin y Laritschew con detalles sobre la práctica de la labor de sabotaje. Se obstaculizó el desarrollo de las cuencas del Donez y el Kunestz para provocar, en el momento de una intensa necesidad de combustibles, una crisis de transportes, y desorganizar el abastecimiento de subsistencias, las operaciones industriales y los trans­ portes militares. Se omitió la creación de instalaciones necesarias, consiguiéndose que hoy en día no exista aún una central termoeléctrica. Como en la termificación, tam­ bién en la gasificación se omitieron instalaciones pre­ cisas. L o mismo que en el sector de la gran racionaliza­ ción sucedió en el de la llamada “ pequeña racionaliza­ ción” o sea en el de aquellas medidas que no precisan in­ versión de capital alguno. Tampoco fueron procurados aquellos aparatos que aun con las instalaciones dadas hubieran permitido alcanzar el coeficiente de rendimien­ to prefijado. Hasta hace dos años no se ha iniciado en esta cuestión la orientación debida, consiguiéndose un ritmo más apresurado. Consecuencia de este retraso son las desproporciones que hoy lamentamos en la industria. E sta táctica retardataria fué seguida también en cuan­ to a la creación de los necesarios Institutos científicos de investigación, mientras que en los ya existentes se tra-

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bajaba intencionadamente sin orden ni concierto, omi­ tiéndose la relación indispensable con el proceso de pro­ ducción. Todavía en mi último período de actuación pro­ fesional pude comprobar que más de cuatrocientas pro­ puestas de mejoras habían ido a parar directamente al cesto de los papeles. Todo iba encaminado a provocar en los ramo.s vitales de la Economía nacional, llegado el momento de la intervención, una crisis del abastecimien­ to de metales, carbones y materiales de construcción.

Sltnln Sitnin, el último acusado, dice: También yo reconozco plenamente mi culpa. Procedo de una familia de empleados de fábrica y me he des­ arrollado, por 1q tanto, en el ambiente psicológico de la pequeña burguesía. Partiendo de una actitud inicial “ iz­ quierdista” evolucioné luego rápidamente hacia la dere­ cha. L a Revolución de Octubre me halló en el cargo de director de las fábricas de tejidos e hilados de Tw er. A l principio fui arrastrado por la ola de la Revolución, y trabajé con leal laboriosidad en las instituciones del E s ­ tado. Los años de guerra y de bloqueo destruyeron por completo la industria, y entonces comencé a dudar de la posibilidad de la instauración del socialismo en nues­ tro país. Esta duda me llevó a ingresar en las filas del Partido de la Industria y a apoyar la intervención. M i actuación contrarrevolucionaria se desarrolló en la sección del algodón del Sindicato textil. E n colabo­ ración con los saboteadores del organismo central de la industria algodonera elaboré planes de exagerada am­ plitud, cuya consecuencia fué una desproporción en la industria textil. Además, nos resistimos a la introduc­ ción del trabajo continuo y de los métodos americanos de trabajo en la fábricas textiles.

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M e confieso culpable de haber auxiliado a Fedotow en las operaciones realizadas con las Compañías algo­ doneras inglesas, que concedieron un uno y medio por ciento de comisión a los saboteadores. Análogamente ne­ gocié también, con las Compañías americanas, con las cuales concerté idéntica comisión. Tales comisiones im­ portaban unos cien mil rublos anuales. A l terminar su declaración este último acusado, los demás solicitaron ser oídos de nuevo por el tribunal para hacer algunas aclaraciones. La sala concedió con este fin la palabra, nuevamente, a Ramsin, Tscham owski y Kalinnikow.

El fiscal propone testigos Krylenko.— N o obstante la plena confesión de los acu­ sados, el ministerio fiscal opina que no ha quedado aún suficientemente aclarada toda una serie de circunstan­ cias. Los materiales de que el ministerio fiscal dispone permiten deducir que algunos puntos de las declaracio­ nes de los acusados no han sido aclarados por entero y en su coincidencia con los hechos. P or esta razón, el ministerio fiscal propone la comparecencia de los tes­ tigos siguientes: Industria textil, A . A . N olde; industria del cáñamo, A . A . Kirpotenko, ingeniero; relaciones con el grupo de Kondratjew y Tschajanow, P. J. Krasswski; D. M. Michalenko, ingeniero; P. B. Zeidler, R. P. Sparro y B. P. Sirozinski. Además, el ministerio fiscal considera necesaria la com­ parecencia de Ossadtschi y, eventualmente, también la de Schein, que figuraron como representantes de la ac­ ción popular en el proceso Schachty, ya que ambos han sido designados en las declaraciones de los acusados, como miembros del Comité Central del Partido de la In-

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dustria. Perteneciendo íos dos, Óssadtschi y Schein, ai Comité Ejecutivo Central de la U . R. S. S., se hallan en una situación especial. E l acuerdo de abrir una in­ vestigación previa sobre el caso de estos dos miembros del C. I. C. de la U . R. S. S. no constituye aún la de­ cisión de entregarlos a los Tribunales. L a cuestión de si ha de llegarse a ello será elevada a los órganos- su­ periores del Gobierno de los Soviets, a los cuales in­ cumbe resolverla. E l ministerio -fiscal se propone pedir también la aportación de toda una serie de documentos susceptibles de caracterizar y aclarar la obra de sabotaje de los acusados. Ozep, defensor, apoya en nombre de las defensas, la propuesta del ministerio fiscal en cuanto a la compare­ cencia de testigos y la apartación de documentos. E l Tribunal se retira a deliberar y acuerda oir a los testigos siguientes: Nolde, Kirpotenko, Jurowski, Krassowski, Michalenko, Zeidlér, Sirozinski, Sparro y Ossadtschi. Se señala la continuación de la vista para el 28 de noviembre, a las seis de la tarde.


EL CUARTO DÍA Interrogatorio de Ramsin Se inicia la sesión con el interrogatorio de Ramsin, el cual comienza por reseñar brevemente su biografía. N a­ ció en 1887. Es Hijo de un maestro de escuela primaria. Ingresó en el liceo de Tambow y pasó luego a la E s­ cuela Politécnica de Moscú, a la cual quedó adscrito en calidad de aspirante al profesorado, al terminar sus es­ tudios. Desde los catorce años subvino por sí mismo a sus necesidades por medio de clases particulares, traduc­ ciones y, más adelante, trabajos de carácter técnico. Es autor de ciento cincuenta trabajos científicos, de los cua­ les más de treinta han sido publicados en el E xtran­ jero. Ramsin pasa luego a describir su carrera y su activi­ dad científicas. En 1920, y, por lo tanto, ya bajo el régimen de los Soviets, fue nombrado profesor de la E s­ cuela Politécnica. En el mismo año colaboró en los tra­ bajos de la Comisión de electrificación, y al siguiente en los de la Comisión del Plan estatal, en la que ocupaba el cargo de presidente de la sección térmica. Cuando en 1921 se creó el Instituto Térmico, fué designado para

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la dirección del mismo. Hasta el momento de su deten­ ción conservó tanto su cargo de profesor como la di­ rección del Instituto. Era, además, miembro del Conse­ jo Supremo de Economía nacional y de toda una serie de organismos científicos. Interrogado a fondo por K rylenko y por Antonow-Saratowski, miembro del Tribunal, desarrolla Ramsin la historia de su evolución interna. R elata: Hasta fines de 1926 me mantuve, en general, sobre la plataforma so­ viética y alejado de los círculos directivos de los inge­ nieros. A l principio de mi actividad en el Instituto T ér­ mico mis relaciones con este grupo no eran nada cor­ diales. F ui objeto de una intensa oposición que pertur­ baba extraordinariamente mi labor. Se procuraba obs­ taculizar todos mis pasos. E sta presión moral e ideoló­ gica me condujo a buscar un contacto conciliador con dicho grupo, lo cual conseguí en 1926, iniciando un acuerdo suficientemente armónico con las personalida­ des directivas, tales como Paltschinski, Rabinowitsch y Chrennikow. A principios de 1927, si no recuerdo mal, se celebró en la residencia del Gosplan la primera con­ ferencia sobre la abstención de la organización de inge­ nieros y también sobre la labor que había de desarrollar. Paltschinski y Rabinowitsch me hablaron allí insistente­ mente del inevitable fracaso económico de la política de los soviets, fracaso que había de traer consigo el polí­ tico. A partir de aquí, el interrogatorio se desarrolla en la forma siguiente: Antonow-Saratowski.—-¿ Cuál era su situación mate­ rial antes de la Revolución, cuando se hallaba usted con­ sagrado a la actividad pedagógica? Ramsin.— A l quedar adscrito, en calidad de aspiran­ te, a la Escuela Politécnica de Moscú, una vez termi­ nados mis estudios en ella, percibía, como todos los as­ pirantes, 125 a 150 rublos mensuales. Tenía además tra-

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bajos eventuales que me producían aproximadamente otros cincuenta rublos al mes. Antonow-Saratowski.— ¿E inmediatamente antes de su detención? ¿Cuáles eran sus ingresos? Ramsin.— Percibía un sueldo muy elevado. Mi situa­ ción económica era excelente. V ivía en una casa esplén­ dida, tenía automóvil y disponía del Instituto Térmico, magníficamente instalado. Y a se sabe que para un in­ vestigador científico el laboratorio es mucho más impor­ tante que la vivienda. E n total, percibía hasta 1.500 ru­ blos mensuales. Antonow-Saratowski.— ¿Incluidos sus ingresos como publicista ? Ramsin.— Sí. N o es, por lo tanto, aventurado afirmar que sólo muy contados hombres de ciencia extranjeros gozan de las ventajas que a mí hubo de ofrecerme el régimen soviético. N o tenía, pues, ni podía tener, moti­ vo personal alguno piara combatirlo. Presidente.— ¿Desea la defensa hacer alguna pregunta? Ozep, defensor.— ¿Sus opiniones políticas eran corola­ rio de sus opiniones económicas y profesionales, o al contrario ? Ramsin.— M is ideas políticas fueron resultado de mis opiniones económicas. Presidente.— ¿N o tuvo usted dudas ni vacilaciones? Ramsin.-— Sí. Y a principios de 1930, muy intensas. Presidente.— ¿Cuál fué su decisión definitiva? Ramsin.-— L a labor de sabotaje fué continuada. Krylenko.— ¿Cuándo fué usted detenido? Ramsin.— En agosto de 1930. Krylenko.— ¿Continuó usted hasta el último momento la campaña activa contra el régimen soviético? Ramsin.— No. Desde el mes de mayo estuve ausente, parte en el E xtranjero y parte con licencia. Krylenko.— ¿Cuándo dió usted las últimas importantí-

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simas instrucciones sobre la intervención al profesor Ossadtschi ? Ramsin.— En junio. Krylenko.— Así, pues, a pesar de sus dudas y de su ausencia, no interrumpió usted la preparación de la in­ tervención.

Interrogatorio de Laritschew E l acusado Laritschew expone sus datos biográficos. Nació en 1887 y procede de una familia originariamente campesina. Su padre se trasladó a la ciudad, en la que ejerció el oficio de maestro peletero, y como no tenía más que un hijo, pudo costearle estudios. Laritschew cursó así en el liceo, ayudando a subvenir sus gastos, en los últimos años, con clases particulares. Pasó luego a la Escuela Politécnica, y a su salida de ella, en 1912, entró al servicio de empresas particulares, obteniendo a poco, en provincias, un puesto con quinientos rublos de sueldo mensual. L a Revolución de Octubre le halló en el cargo de vícedirector de la sección de abastecimiento de combustibles de la región de Moscú. A l llegar la Revolución se encontró ante el problema de cuál habría de ser su actitud con respecto a ella. En la cuestión del sabotaje resolvió en un principio mante­ ner la normalidad del abastecimiento de subsistencias y combustibles, ya que el sabotaje en estos sectores ha­ bría de perjudicar más que a los grupos políticos, a toda la población.. E l interrogatorio se desarrolla luego en la siguiente form a: Krylenko.— En los últimos tiempos fué usted vicedirec­ tor y luego director de la sección del combustible. ¿D u ­ rante cuánto tiempo?

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Laritschew.— Desde 1925 hasta que fui detenido. Krylenko.— ¿Cuánto ganaba usted? Laritschew.— Percibía un sueldo de seiscientos rublos mensuales y mis publicaciones me producían aproxima­ damente otros cien. Krylenko.— ¿Cómo se imaginaba usted la restauración capitalista ? Laritschew.— E ra resueltamente partidario de la nacio­ nalización de los elementos capitales de la economía na­ cional, y muy especialmente, de los transportes y de una parte de la industria minera. Krylenko.— ¿Cree usted que una restauración del ca­ pitalismo llevada a cabo por los grupos contrarrevolucio­ narios, los intervencionistas, etc., hubiera respondido a esa idea que usted se formaba de ella? Laritschew.— D e todos los emigrados, sólo en la clase del capital industrial creimos poder apoyarnos, pues los monárquicos no representaban fuerza alguna. Krylenko.— ¿Cree usted posible aún, hoy en dia, el desarrollo de su programa? Laritschew.— Me he ido convenciendo cada vez más firmemente de que presentaba tales faltas que no podría ser nunca una realidad. Por otra parte, jamás he creído en el papel preponderante de la inteligencia técnica. Esta opinión halagaba nuestra vanidad. Pero no nos limitá­ bamos a aspirar personalmente a los altos mandos; te­ níamos también un ideal: el mismo que hoy abriga el sector honrado y leal de la inteligencia: la consecución de la gran obra socialista. Pero erramos el camino. Krylenko.— L a dictadura militar del general Lukomski y el retorno de la tiranía policíaca, y, por otro lado, la restauración de los capitalistas y la indemnización a los antiguos terratenientes... ¿H a reflexionado usted al­ guna vez a qué precio se hubiera pagado todo ello? Laritschew.— Sí. Pero demasiado tarde. ( Grandes risas.) Krylenko.— Desde un punto de vista puramente ob-

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jetivo, ¿cree usted o no lícita una liquidación sangrien­ ta con la clase obrera? Laritschew.— Quizá pecamos de excesivamente confia­ dos al prestar fe a las seguridades que se nos dieron de que no se podía pensar siquiera en una tal liqui­ dación. Krylenko.— ¿ L o prometieron así Lukomski y ¡os demás ? Laritschew.— No hablé nunca con Lukomski ni sé que prometiera nada. Krylenko.— ¿Se lo prometieron entonces acaso Denissow, Nobel y otros? Laritschew.— Tenían que darse cuenta de la situación real. Krylenko.— ¿ Y ustedes creyeron en la realidad de tal promesa? Laritschew.— N os parecía que Lukomski era un hom­ bre a quien se podía y se debía tener siempre en la mano. Krylenko.— ¿ Y quién había de tenerlo en la mano? Laritschew.-—L a alta burguesía y los círculos milita­ res franceses. Krylenko.— ¿ Y a éstos? ¿Quién había de manejarlos? ¿Ramsin y usted? Laritschew.— No. Nosotros, no. Krylenko.— ¿N o se dió usted nunca cuenta de ello? Laritschew.— Francamente, no. Krylenko (a Ramsin).— ¿V eía usted claramente la im­ posibilidad de llevar a cabo su programa político con la ayuda de Lukomski, del C. I. C. y de los intervencio­ nistas? Ramsin.— Se consideraba inevitable un período de dic­ tadura militar. Presidente.— ¿Contra qué clase iría dirigida la dictadu­ ra militar? ¿Quién habría de combatir al nuevo ré­ gimen?

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Ramsín.— Ante todo, el Gobierno proletario y la cíase obrera. Krylenko.— ¿Así, pues, la dictadura militar combati­ ría contra la clase obrera? Ramsin.— La dictadura militar tendría que defender al nuevo Gobierno y, por lo tanto, habría de combatir con­ tra el proletariado en cuanto éste no permaneciese quieto. Krylenko.— ¿Con qué medios? Ramsin.— Los únicos medios de combate- en un perio­ do de dictadura militar son las expediciones punitivas, las medidas de represión. Presidente/— Lo cual supone el aniquilamiento físico de- las capas directivas de la clase obrera y de los obreros en general. Ramsin.— No se podia pensar en el aniquilamiento de toda la clase obrera. Presidente.— Pero sí de una parte de la misma. Ramsin.— Sí; del grupo directivo de la clase obrera. Antonow-Saratowski.— Acusado Laritschew: ¿ qué pue­ de usted decimos sobre los métodos empleados para atraer nuevos miembros al Partido? ¿Se empleaba tan sólo la propaganda oral o se hacia también uso de ar­ gumentos materialistas ? Laritschew.— Los métodos materiales consistían en la subvención de distintas organizaciones. Antonow-Saratowski.— Así, pues, primero propagan­ da y luego subsidios económicos. ¿Qué más? Laritchew.— A l definirse ya claramente la idea de la intervención fué necesario preparar a la gente y apro­ vechar la circunstancia de que los ingenieros que ingre­ saban en el Centro y en el Partido de la Industria que­ daban asegurados contra toda represalia al tiempo de la posible subversión, y podían abrigar la esperanza de ocupar en el nuevo régimen puestos excelentes. Antonow-Saratowski.— ¿No sucedió también que en aquellas ramas industriales que se hallaban en manos del

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Partido, se favorecía a los miembros deí mismo y se pro­ curaba, en cambio, expulsar a los partidarios del régi­ men soviético? Laritschew.-— Se oponía una cierta resistencia al nom­ bramiento de miembros del Partido Comunista y de otras personas que hubieran podido incomodar el desarrollo de nuestros proyectos. En el Gosplan existía la tenden­ cia a impedir el ingreso de gente joven. También hubo incidentes con Rabinow por la expulsión de jóvenes co­ munistas. Antonow-Saratowski.— ¿ Se hacía saber a los ingenie­ ros en este periodo de propaganda, que el hecho de no afiliarse al partido podía perjudicarles considerablemente? Laritschew.— Sí. Personalmente no empleé jamás tales medios de propaganda, pero me consta que otros los em­ pleaban.

Interrogatorio de Kalinnikow Kalinnikow.— Nací en 1874. M i padre pertenecía a la pequeña burguesía. Luego se dedicó a tomar en arriendo tincas rústicas. E n el curso de su actividad agrícola de cerca de cuarenta y cinco años, adquirió en propiedad dos fincas, de manera que antes de la revolución poseía tierras en una extensión de doscientas “ desiatinas” . E s­ tudié la segunda enseñanza en el liceo de Elez e ingresé luego en la Universidad. Cursé los estudios de la Facul­ tad de ciencias matemáticas, y luego los de la Escuela Politécnica, denominada imperial por entonces, doctorán­ dome en la primera y obteniendo en la segunda el título de ingeniero mecánico en 1902. Adscrito a la Politécnica como aspirante a la actividad pedagógica, obtuve ya en 1906 una cátedra de docente. Durante diez o doce años concentré mi actividad en los trabajos del Instituto de

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investigaciones mecánicas. Én 1917, después de la Revo­ lución de Febrero, fui nombrado profesor ordinario y permanecí como tal en la Politécnica hasta 1924. Duran­ te este período se desarrolló un incidente de indudable carácter contrarrevolucionario: una huelga académica. Sin embargo, el Comisariado del pueblo no me apartó de mis funciones. En 1924 abandoné la Politécnica. Meses después, el director de la Academia de Aviación Mili­ tar me invitó a organizar en ella una cátedra de inves­ tigación experimental de materiales. Mi permanencia en la Academia se extendió hasta el día en que fui deteni­ do, y durante ella dirigí la creación de un laboratorio de pruebas de materiales y me hice cargo, por invitación del rector de la Academia de Minería de Moscú, de la cátedra y el laboratorio de investigación de materiales. Esta ha sido toda mi labor académica. A pesar del incidente ocurrido en la Politécnica fui designado en 1921 para formar parte del Gosplan. V a­ cilé mucho antes de aceptar. Pero debo confesar que tal nombramiento me halagaba sobremanera, pues procedía de lugar elevado, del Consejo de los comisarios del pue­ blo, presidido aún por Wladimiro Illitch Lenin. A media­ dos de 1924 recibí una distinción más alta aún, pues fui nombrado miembro de la Presidencia del Gosplan. 'Este nombramiento tiene su explicación en el hecho de que por aquel tiempo se estaba haciendo, bajo mi di­ rección, la primera tentativa de establecer un Plan quin­ quenal en líneas muy generales aún y quizá tan sólo aproximado, sobre, el cual hube de presentar una Me­ moria a la presidencia del Gosplan. Desde el punto de vista actual, esta tentativa era, naturalmente, muy floja, ¡ñas como era la primera y como se trataba del momen­ to en que se comenzaba ya a hablar de grandes pla­ nes para el futuro, pienso yo que este pacto fué quizá el que me valió el nombramiento para tan alto pues­ to. Pasé, pues, a formar parte de la presidencia del Gos-

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pían, cargo en el que me he mantenido hasta enero del presente año. Durante la mayor parte de este periodo fu! presidente de la sección de Industria y además miem­ bro del Comité de contratos del Estado. Fui también, hasta 1927, miembro del Consejo de estandardización, y, por último, desde 1927 hasta 1929 inclusive, miembro del Consejo técnico del Gipromes (1). Krylenko.— ¿Cuáles eran sus ingresos? Kalinnikow.— En su totalidad, incluyendo el producto de mis publicaciones, ascendieron, en los últimos dos o tres años, a mil rublos al mes. Krylenko.— ¿Puede usted procuramos algunas aclara­ ciones sobre su actitud pqlítica desde la Revolución de Octubre hasta el día? Kalinnikow.— V i con simpatía la Revolución de F e­ brero. En 1917, mis opiniones políticas me adscribían al partido de los cadetes. La Revolución de Octubre des­ pertó en mí una reacción francamente hostil. Esta hosti­ lidad contra el régimen de los Soviets no se apagó ya nunca en mí por completo. Si acaso, se mitigó un poco en 1921, después de mi entrada en el Gosplan y de la iniciación de la nueva política económica, pues experi­ menté la impresión de que se trataba del comienzo de una transformación en la política del régimen de los Soviets. Pero al terminar el período de reconstrucción empecé a temer que no pudiera ya contarse con seme­ jante transformación. E l primer paso franco de nuestra labor de sabotaje fué la preparación de un plan para el otorgamiento de concesiones. Tendíamos a formar la lista de las mismas sin atender a los intereres del régi­ men soviético, sino a los de aquellos capitalistas que su­ poníamos candidatos a las concesiones. Krylenko.— Esta actitud contrarrevolucionaria en cuan(1) G iprom es.— Instituto oficial para el p roy ecto de nue­ vas fundiciones. A.

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to a la política de las concesiones, ¿la adoptó usted es­ pontáneamente o siguiendo iniciativas’ ajenas? Kalinnikow.-— Cada uno de nuestros grupos tenía sus iniciativas. Krylenko.— ¿ Y usted tomó ésta sin influencia alguna exterior ? Kalinnikow.— Sí. Por mí sólo. Krylenko.— ¿Ha de pensarse, pues, que en el sabotaje de la política de las concesiones no obró usted siguien­ do instrucciones ajenas, sino por iniciativa propia? Kalinnikow.— Sí. Lo confieso también. Laboré con ab­ soluta independencia. Krylenko.— ¿Ocupó usted desde un principio un pues­ to directivo en la organización contrarrevolucionaria? Kalinnikow.— Desde que Chrennikow conquistó mi ad­ hesión al Centro de Ingenieros en 1927. Krylenko.— ¿Participó usted en los preparativos polí­ ticos? Kalinnikow.— N o. Krylenko.— ¿Le eran conocidos los distintos programas políticos? Kalinnikow.— Nunca tuve gran cultura política. Presidente.— Ha dicho usted que compartió las opi­ niones de los cadetes. ¿ Cómo las interpretaba usted ? ¿ Como opiniones políticas o no políticas ? Kalinnikow.— Como opiniones económico-políticas. Presidente.— Por lo tanto el hecho de compartir las opiniones de los cadetes supone adoptar una actitud po­ lítica determinada, ¿no? Kalinnikow.— Sí. Presidente.— Otra pregunta. Si no me equivoco, ¿diri­ gió usted, como rector de la Escuela Politécnica de Mos­ cú, una campaña de sabotaje y organizó una huelga? Kalinnikow.— Tomó piarte en la huelga y la dirigí. Presidente.— ¿Fué una huelga de estudiantes o de pro­ fesores?

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Kalinnikow.— De profesores y en defensa de la auto­ nomía académica. Presidente.— ¿Autonomía en qué sentido? Kalinnikow.— Con respecto al Comisariado de Ins­ trucción pública. Presidente.— Se trataba, pues, de una huelga dirigida contra el régimen de los Soviets. Kalinnikow.— Sí. Presidente.— ¿ Y , por lo tanto, de carácter político? Kalinnikow.— Si. Presidente.— ¿Cómo armoniza usted este hecho con su afirmación de haber permanecido siempre alejado de la política? Kalinnikow.— No niego haber sido siempre contrario al régimen de los Soviets. Presidente.—-¿Desde el principio? Kalinnikow.— Sí. Presidente.— ¿ Y hasta el fin? Kalinnikow.— Sí.


EL QUINTO DÍA Interrogatorio de Tscharnowski Tschamowski.— Mi padre era de Varsovia y perte­ necía a la clase burguesa. Quedé huérfano de padre y madre a los doce años. Ingresé en el liceo y ya desde el tercer año empecé a dar clases particulares para po­ der subvenir a mis necesidades. M i lucha por la vida y la cultura continuó luego en la Universidad de Moscú y en la Escuela Politécnica. Titulado en ambas institucio­ nes de enseñanza, quise obtener, como candidato al pro­ fesorado, una pensión para ampliar mis estudios en el Extranjero. Pero se me dijo que mi origen polaco lo im­ pedía, aunque no he sabido nunca una palabra del idio­ ma de mi padre. Recién salido de la Politécnica entré a trabajar en una fábrica de Mytischtschi, en la que per­ manecí nueve años. He de permitirme hacer constar que donde primero se introdujo en Rusia la jom ada de ocho horas, susti­ tuyendo a la de doce, fué en la sección que yo dirigía en la fábrica de Sormowo. V i con desagrado la Revolu­ ción de Octubre, pues provocaba en nuestras vidas cam­ bios demasiado grandes.

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Krylenko.— ¿Sólo con desagrado? ¿N o habrá quizá otra expresión más conforme a los hechos? Tscharnowski.— Bueno-.• Con hostilidad. Krylenko.— ¿ Cuánto ganaba- usted al mes ? Tscharnowski.— Como presidente del Consejo científi­ co-técnico, 350 rublos. Agregando a ellos mi sueldo de profesor de la Politécnica y el producto de mis publi­ caciones, pueden calcularse mis ingresos mensuales en­ tre 700 y 800 rublos. Presidente.— ¿Cuántos trabajos tenía usted' publicados? Tscharnowski.— Unos ciento, y, entre ellos, varios re­ lativamente extensos. Krylenko.— ¿Cuándo entró usted en contacto directo con los saboteadores? Tscharnowski.— En la primavera de 1927 me indujo Chrennikow a colaborar en la obra del Centro de In­ genieros. Krylenko.— ¿ Qué cuestiones se suscitaban por enton­ ces con respecto a la intervención? Tscharnowski.— Traté de ella con Chrennikow. Duran­ te un viaje en ferrocarril relató ante unos cuantos ín­ timos las conferencias que había tenido en París. Por entonces se hablaba de la intervención y de la dicta­ dura que había de instaurar el futuro Éstado burgués democrático. Y o pregunté cómo podía imaginarse una intervención sin el menor apoyo ni la menor simpatía por parte de la población, y pedí a Chrennikow que nos dijese si se había tenido ya en cuenta cuestión tan im­ portante y cómo se había resuelto. Chrennikow mani­ festó que de eso no había ya que hablar, puesi era cosa resuelta en París. Una vez que allí se habían decidido por la intervención y la dictadura, podíamos tener la seguridad de que conseguirían imponerlas. Aunque soy poco perito en política objeté que me parecía muy du­ doso que semejante programa pudiera llevarse a la prác­ tica sin grandes sacrificios. Recordé a Chrennikow la

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“ Commune” parisina y la dictadura de Mac-Mahon, que duró siete años. Un período semejante podia conducir al aniquilamiento de la Industria, paralizada durante su curso. Chrennikow respondió que eso no era cosa nues­ tra y que a los iniciadores de la empresa era a quie­ nes correspondía hallar y preparar los caminos y los medios de llevarla a cabo y elaborar los planes de su desarrollo. Nada de esto era cosa nuestra, y no tenía­ mos que objetar ni discutir nada, sino esperar a que se nos comunicasen los acuerdos tomados. Friedberg, sustituto fiscal.— Ha dicho usted en sus declaraciones que servía de agente de enlace entre el Comité Central del Partido de la Industria y el grupo de que usted formaba parte. Tscharnowski.-— Tal era mi cometido principal. Friedberg.— ¿No sería más exacto decir que en ca­ lidad' de miembro del Comité Central del Partido era usted el director de dicho grupo y no su agente de en­ lace ? Tscharnowski.— Participaba, con la actuación antes mencionada, en las funciones directivas del Comité Cen­ tral. Friedberg.— En una palabra: era usted uno de los miembros del Comité encargados de la dirección de una determinada rama industrial. Tscharnowski.— Tales ramas eran en número de ocho y ocho también sus directores pertenecientes al Comité. Friedberg.— En sus declaraciones ha dicho usted que tenía deberes contrarrevolucionarios que pesaban sobre usted de un modo agobiante. ¿Oueria usted significar con ello que su labor como miembro activo del Comité Central del partido le era ingrata? Tscharnowski.— En efecto. Y ello, a causa de una Ubicación de mis opiniones. Llegó un momento en el que vi claramente que las premisas de los planes de reconstrucción eran acertadas en cuanto a la especializa106

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ción y la concentración y extraordinariamente beneficio­ sas para la industria toda, y reconocí que con nuestra labor de sabotaje perjudicábamos una obra tan útil. Con­ forme esta convicción fué haciéndose más firme, se me hizo más penosa la obra contrarrevolucionaria. Friedberg.— ¿Mas a pesar de todo continuó usted su labor en el Comité Central hasta el momento de su de' nción? Tscharnowski.— Se me hizo tan penosa que hube de comunicar a mis camaradas que mi estado físico y mo­ ral no me permitía seguir trabajando. Friedberg.— ¿Pero no dió usted paso alguno para des­ ligarse de ellos? Tscharnowski.— Entre nosotros no era costumbre cam­ biar comunicaciones oficiales. Me limité, pues, a indicar que la labor del Partido se me había hecho penosa v no podía seguir ejecutándola. Friedberg.— ¿Quizá se modificaron sus opiniones al reconocer la inutilidad de los esfuerzos del Partido? Tscharnowski:— Me convencí de que seria inútil cuanto se hiciera y de que el Plan quinquenal se desarrollaría a pesar de todo. Krylenko.— ¿Fué usted el director del sabotaje en la industria metalúrgica? ¿Representaba usted este sector de la producción en el Comité Central del Partido? Tscharnowski.— Representaba el sector científico-con­ sultivo. Krylenko.— ¿Dirigía usted la labor de sabotaje que venía ejecutándose desde años atrás? Tscharnowski.— L a dirigíamos. Krvlenko.— Mi pregunta iba en singular: ¿La dirigía usted ? Tscharnowski.— Y o, personalmente. Constituí una Co­ misión. Krylenko.— ¿Fué usted el director de la tarea de sabo­ taje o no?

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Tschamowski.— La labor que condujo en sentido lite­ ral al sabotaje no la dirigí yo. Krylenko.— ¿Qué dirigió usted, entonces? Tschamowski.— Hacía una nota del material que nos faltaba y la entregaba... Krylenko.— ¿ A quién? Tschamowski.— A la Administración central de la in­ dustria de fabricación de maquinaria. Krylenko.— Está bien, ¿pero a cuál de las organiza­ ciones de sabotaje? Tschamowski no responde. Krylenko.— ¿Fué usted, pues, el director de los sa­ boteadores en la industria metalúrgica? Tschamowski.— En el sector de fabricación no realicé sabotaje alguno. Krylenko.— ¿Dónde, entonces? Tschamowski.— En la elaboración de los planes. Krylenko.— ¿ Y en el sector de fabricación? Tschamowski.— Verá usted... Es posible que mis pa­ labras no hayan coincidido exactamente con mis actos... Indiqué la necesidad de adoptar ciertas medidas para intensificar la campaña, pero no fué posible llevarlas a la práctica. Krylenko.— ¿ A quién dirigió usted tales indicaciones? Tschamowski.— A la Administración central de la in­ dustria de maquinaria. Krylenko.— ¿Pero dirigió usted o no el sabotaje en la industria metalúrgica? Tschamowski.— Indiqué las consecuencias que habría de acarrear dejar las cosas como estaban... Que sería peor... Krylenko.— Así, pues, ¿también actuó usted como con­ sejero en el ramo de! sabotaje? Tschamowski.— Sí. Hice observar las consecuencias, pero no pude conseguir nada... Sólo tenía a mis dispo­ sición dos personas.

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ICrylenko.— ¿ Y estos representantes Suyos son los qué .ícsarrollaban la labor de sabotaje? Tschamowski.— Sí. La desarrollaban en los trusts. Krylenko.— Usted practicaba el sabotaje en la elabo­ ración de los planes, y sus representanes en el sector operativo, pero todo ello conforme al plan de sabotaje presentado por usted al Comité Central, ¿no es así? Tschamowski.— Hubiera debido dirigirme a la Direc­ ción general de la industria de maquinaria dando cuenta de que en todos los sectores se practicaba el sabotaje. Krylenko.— Entonces no hubiera usted sido un sabo­ teador. Tschamowski.— Ese hubiera sido mi deber como ciu­ dadano. Pero no lo cumplí, y aunque veía por todas partes manejos hostiles al régimen, los encubrí en lugar de denunciarlos. Krylenko logra, por fin, en su interrogatorio, desenmas­ carar a Tschamowski como uno de los miembros prin­ cipales del Comité Central del Partido de la Industria. Poco a poco va descubriéndose que fué el sucesor de Chrennikow en la organización del sabotaje y el espio­ naje en la metalurgia y en las industrias de guerra.

Interrogatorio de Kuprijanow Kuprijanow.— Nací en 1871. Soy hijo de campesinos. Eramos once hermanos. Estudié primero en la escuela primaria de mi pueblo natal y fui luego enviado a un liceo. En 1889 ingresé en la Escuelaí Politécnica de Moscú, de la que salí en 1905 con el título de ingenie­ ro mecánico, colocándome en la fábrica de las “ Gran­ des manufacturas de Jaroslaw” como ingeniero de la in­ dustria algodonera. U n año después fui enviado a In­ glaterra, en donde pasé nueve meses. A mi regreso me

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íué confiada la dirección de la sección de tejidos de la iábrica. En las “ Grandes manufacturas de Jarosiaw” trabajé durante tres años y tres meses. Luego pasé a la fábrica de Pokrowsk en calidad de auxiliar del director. Per­ manecí allí unos dos años. A continuación entré en la fá­ brica de Bonjaschensk, antes “ Konowaiow y Compañía” , en el antiguo Gobierno de Kostroma. En esta Empresa trabajé durante diecisiete años, al principio como director de la sección de tejidos y luego como director de las secciones de tejidos, hilados y utillaje. Krylenko.— ¿No intervino usted nunca en la vida po­ lítica? Kupri j anow.— N q. Krylenko.— ¿ Y en las elecciones? Kuprij anow.— Sólo en las últimas para la Duma, en ias que Konowaiow figuraba entre los candidatos pre­ sentados por el partido de los cadetes, y me era grato contribuir con mi sufragio a su elección. Krylenko.— Cuando Konowaiow formó parte del Go­ bierno, ¿mantuvo usted relaciones con él? Kuprijanow.— No. Konowaiow había abandonado ya la dirección de la fábrica en manos de Lopatin. Krylenko.— ¿Cuándo emigró Konowaiow? Kuprijanow.— Creo que a principios de 1918. Krylenko.— Antes de huir, ¿dió algunas instrucciones a la dirección de su fábrica? Kuprijanow.— -Se habló de una provisión de fondos. Krylenko.— ¿Que seguramente haría situar en el E x ­ tranjero? Kuprij anow.— Probablemente. Krylenko.— Concrete usted. Kuprijanow.— Oí decir a Gerassimow que se habían comprado y enviado a Inglaterra veinte mil libras. Krylenko.— ¿ Y más tarde? Kuprijanow.— Mas tarde se enfriaron las relaciones

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entre Konowalow y Lopatin, pues este último, o más exactamente, la dirección de las fábricas Konowalow, negoció en la “ Bolsa negra” letras aceptadas por la Sociedad anónima Konowalow. Estas letras fueron pre­ sentadas luego al cobro a Konowalow en el Extranjero sin que él hubiera intervenido para nada en su aceptación. Krylenko.— En resumen: el grupo de Lopatin estafó a Konowalow. ¿ A cuánto ascendió la estafa? Kuprijanow.— A cincuenta mil libras. Krylenko.-— ¿Qué hizo usted después de la Revolu­ ción de Octubre? Kuprijanow.— Me separé de la industria textil y me retiró a mi región natal, en el Gobierno de Rjasan. Krylenko.— ¿Tenía usted ahorros? Kuprijanow.-— Unos cuarenta mil rublos en títulos. Krylenko.-— ¿Qué ha sido de ellos? Kuprijanow.— Se perdieron. Krylenko.— ¿ Cómo fué su ingreso en las instituciones directivas soviéticas? Kuprijanow.— A fines de 1922 entré como ingeniero en el trust de Iwanowo-Wosnessensk y en mayo de 1924 hube de aceptar el cargo de director de la industria algodonera en el directorio técnico de la Administración central de la industria del Estado en el Consejo Supre­ mo de la Economía nacional. E n este cargo permanecí cerca de año y medio. Luego fui nombrado director ge­ neral. Después de la fusión del directorio textil con la dirección del Consejo Supremo de Economía pasé a ocupar el puesto de director de la sección de Industria del Consejo Supremo de Economía. Krylenko.— ¿Qué sector le estaba subordinado? Kuprijanow.— Aproximadamente un 80 por 100 de la totalidad de la industria algodonera. Krylenko.— ¿ Y cuáles eran sus funciones? ¿La di­ rección de las fábricas? ¿La elaboración de los planes?

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Kuprijanow.— No. Los planes eran elaborados en otras secciones, bajo la dirección de Lopatin. Krylenko.— ¿Así, pues, Lopatin dirigía la sección de planes y usted la de fabricación? Kuprijanow.— Sí en la última época. Krylenko.— ¿Quiénes eran sus auxiliares inmediatos? Kuprijanow.— Dershawin, Schagurin y Buchonow. Krylenko.— ¿ Saboteadores todos ? Kuprijanow.— Todos estaban contagiados. Krylenko.— ¿Cuándo inició usted el sabotaje? Kuprijanow.-— A mediados de 1925, cuando Lopaím nos hubo ya organizado. Krylenko.— ¿En qué forma? Kuprijanow.— Creó los grupos de saboteadores. Se tendía a estructurar la organización de manera a coordi­ nar primero todas las cuestiones planteadas, para luego presentar un frente unitario. Krylenko.— ¿Recibió usted dinero por su labor con­ trarrevolucionaria ? Kuprijanow.— Lopatin me ofreció dinero, pero yo no quise aceptarlo... Sospechaba que procedía de las ga­ nancias obtenidas con la negociación de las letras de la Empresa Konowalow. Krylenko.-— ¿ Sospechó usted que se trataba de dinero robado? Kuprijanow.— Sí. La procedencia de aquel dinero me parecía dudosa. Krylenko.— ¿ Y ante la distribución de las sumas des­ tinadas a indemnizar los trabajos de los saboteadores, qué actitud fué la suya? Kuprijanow.— Participé en el reparto. Krylenko.— ¿ Cuándo se efectuó éste, aproximadamente ? Kuprijanow.— A fines de 1927 recibí una pequeña suma. Luego, otras en la segunda mitad de 1928 y en la primera de 1929.

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Krylenko.— ¿Fué usted informado del programa polí­ tico? Kuprijanow.— Sólo posteriormente. Krylenko.— ¿Conocía usted el plan intervencionista? Kuprij anow.— Cuando Fedotow regresó en 1925 de su viaje al Extranjero, durante el cual se había entrevis­ tado con Krestownikow, nuestra primera conversación versó sobre dicho plan. Krylenko.— Ramsin ha afirmado que estaba usted en intima relación con el Centro de Ingenieros. Kuprij anow.— Tomé parte en tres de sus sesiones. Krylenko.— ¿Recibía usted instrucciones del Centro? Kuprij anow.— Sí. Krylenko.— ¿Recibió usted instrucciones para el sabo­ taje de las fábricas textiles? Kuprij anow.— Esa cuestión se enlaza al plan de mo­ vilización. Krylenko.— -¿Conocía usted detalles concretos del plan de movilización? Kuprijanow.— Recibí el encargo de introducir a mis gentes en las secciones del plan de movilización, para obtener informes. Krylenko.— ¿Disponía usted, pues, de auxiliares para tal empresa? Kuprijanow.— Eran los mismos que hasta entonces ve­ nían ocupándose de ella. Krylenko.— ¿Puede usted, sin citar nombres, indicar­ nos aproximadamente su número ? K uprijanow — Un individuo por cada ramo de indus­ tria. Fueron destacados así, para llevar a cabo tal la­ bor de información, un ingeniero de la sección del al­ godón, otro de la sección del cáñamo y otro de la sec­ ción lanera. Presidente.— Durante este período, ¿actuó usted de al­ gún modo en la preparación de un auxilio a la ínter -

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vención y muy especialmente en la creación de células de antiguos oficiales del Ejército blanco? Kuprijanow.— Recibí el encargo de sondear la posibi­ lidad de crear una tal célula de antiguos oficiales del u-jército blanco en el sindicato. Presidente.— ¿Cuál había de ser la misión de esa cé­ lula ? Kuprijanow.— Se nos comunicó que el Comité Central del Partido de la Industria había emitido el mandato de crear tales células en aquellos sectores en los que hu­ biera un grupo importante de antiguos oficiales del E jér­ cito blanco, y ponerlas luego en contacto. Por lo que respecta a su función, el Comité Central habría de uti­ lizarlas en caso de necesidad. Presidente.— ¿En qué momento? Kuprijanow.— En el de la intervención. Presidente.— Si mal no recuerdo, también se recomen­ dó la formación de células de estudiantes. ¿Recibió us­ ted personalmente alguna instrucción en este sentido? Kuprijanow.— Se habló de ello. Pero no pude llevarlo a cabo, puesto que en la Escuela Politécnica, en la que yo dirigía el grupo de proyectos, fué clausurada la sec­ ción textil. Presidente.— ¿ Sabe usted si Tschamowski recibió ins­ trucciones análogas? v Kuprijanow.— Sí. Todos oímos decir que Ramsin y Tscham owski habían recibido el encargo de organizar tales grupos en la Escuela Politécnica de Moscú. Fedotow nos habló dé ello al transmitirnos las instrucciones del Comité. Presidente.— ¿Desea alguno de los acusados hacer al­ guna pregunta? Tsehamowski.— Quisiera saber cuándo y a quién fué encargada la organización de células de estudiantes. Kuprijanow.— A fines de 1927. No sé a quién pudo dar el Comité Central tal encargo.

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Tscharnowski.— Permítame usted hacer constar qué desde mayo de 1929 no trabajaba ya en la Escuela P o­ litécnica, y que durante todo el año de 1929 mis rela­ ciones cqn los estudiantes no fueron nada cordiales, a causa de los artículos que sobre mí publicaron en su periódico mural. Krylenko.— ¿Q ué se decía en esos artículos? Tscharnowski.— Se pretendía que yo guardaba en mi despacho oficial objetos de culto religioso, y se me diri­ gían pesadas burlas con tal motivo. Este fué el pricipio. Krylenko.— ¿E l principio de qué? Tscharnowski.— De toda una serie de disgustos. Lue­ go se me reprochó no haber ejecutado el programa de la sección técnica. Krylenko.— ¿ Y con tales motivos se alteraron sus re­ laciones con los estudiantes? Tscharnowski.— Comenzaron los disgucos. Krylenko.— ¿Que provocaron su salida de la Escuela? Tscharnowski.— Esta vino luego por sí sola. Presidente.— Acusado Fedotow: ¿S e dieron instruccio­ nes para la constitución de células de estudiantes en las escuelas politécnicas? Fedotow.— K arpow dijo en París que era conveniente fomentar la oposición entre los estudiantes. Manifestó que se debía apoyar la divergencia derechista para sem­ brar la discordia entre ellos. Y o transmití la idea de Karpow al Comité Central, donde se dió a los profesores el encargo de organizar tales células. No llegó nunca a mis oídos que Tscharnowski consiguiera organizar nin­ guna. Presidente.— ¿Pero recibió el encargo de hacerlo? Fedotow.— Como todos los demás profesores. Tscharnowski.— Permítame. Recibí el encargo, pero no lo llevé a cabo. Presidente.— Antes negó usted haber recibido siquiera tal encargo.

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Tscharnowski.— L o acepté porque provenía del Comi­ té Central. Presidente.— ¿S e sometió usted, entonces? Tscharnowski.— Sí. Obedecí a la disciplina del par­ tido.

Interrogatorio de Fetodow Fedotow.— Soy de familia gobre. Mi padre era em­ pleado, y mi abuelo, campesino. Nací en 1864. Tengo, pues, cerca de sesenta y siete años. Desde los quince años he tenido que ganarme la vida. Seguí los estudios de la Escuela Politécnica sin auxilio de nadie. En 1887 obtuve el título de ingeniero y me coloqué en fa fábrica de Shurawljow, en Rybinsk, de la que pasé a la de Sawa Morosow en calidad de ayudante. En 1891 fui a Inglaterra y asistí a una escuela especial de artes texti­ les en Manchester. En 1896 entré en la “ Manufactura Trjechgornaja’’, donde permanecí sólo un año. A conti­ nuación, Morosow me empleó nuevamente, destinándome a su fábrica de Arechowo-Sujewo, en la que trabajé hasta 1905. Durante todo este período no intervine en política. Me interesaba, naturalmente, pero desde fuera. Leía mucho, también sobre cuestiones económicas, y llegué a docu­ mentarme considerablemente en los problemas obreros. La cuestión obrera me interesaba mucho y estudié a fon­ do la legislación obrera de Inglaterra y Australia, que eran por entonces los países más avanzados en este sen­ tido. Los disturbios obreros' del año 1905 provocaron un cambio en mi vida. Tomé parte en los “ entierros rojos” . Entre el personal de la fábrica de Morosow y los cosa­ cos había habido choques en los que habían muerto tres obreros, y a su entierro asistí yo, director de la fábrica,

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con una parte de los ingenieros. Este acto motivó mi despido. N o creo impertinente hacer constar que mi suel­ do en la Empresa de Saw a Morosow era, por entonces, de veinticinco mil rublos anuales. Decidí no volver a trabajar en aquella fábrica ni en ninguna otra, y orientar en otro sentido mi labor. Me dediqué, pues, a la activi­ dad de asesor en la fundación e instalación de nuevas fábricas, y empecé simultáneamente a colaborar en el periódico R usskije W jed om osti, publicando trabajos so­ bre la cuestión obrera y la industria textil. E n general, apoyé los intereses de la clase obrera, siendo, si no el primero, uno de los primeros que señalaron en la Pren­ sa legal la necesidad de introducir la jom ada de ocho horas y las ventajas económicas que ello había de re­ portar. Asimismo, indiqué la necesidad de elevar los sa­ larios obreros y limitar los beneficios de la industria textil. M i actividad como asesor me produjo, en los primeros años, de tres a cuatro mil rublos anuales. Algunas ase­ sorías fijas vinieron luego a incrementar esta suma, y cuando Bardigin me ofreció el puesto de asesor per­ manente en la construcción y funcionamiento de una nue­ va fábrica suya, pude contar con un ingreso fijo de qui­ nientos rublos mensuales. T a l era mi situación material antes de la Revolución. E n el año que la precedió (1917). y antes de la Revolución de Febrero, M orosow me bus­ có nuevamente para ofrecerme una asesoría todavía me­ jor pagada. La acepté y trabajé simultáneamente para M orosow y para Bardigin. Por esta época pertenecía al partido de los cadetes. M i colaboración en el periódico Russkije W jedom osti, mi competencia en la cuestión obre­ ra y la posibilidad de apoyar en dicho periódico una ideología determinada, en mi calidad de miembro del Comité de redacción me valían una cierta consideración en el partido de los cadetes, y aunque nunca quise figu­ rar en su lista de candidatos, tenia derecho a intervenir

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en su Comité Central. La Revolución de Febrero de 1927 tuvo todas mis simpatías. Puedo incluso decir que la acogí con alegría. En cambio, mi actitud ante la Revo­ lución de Octubre fué totalmente opuesta, tanto por mi pertenencia al partido de los cadetes como por espíritu de clase. Debo hacer constar, sin embargo, que com­ prendía su necesidad histórica. Por esta época desempe­ ñaba yo el cargo de asesor en la dirección de las fábricas de Morosow, en las que continué trabajando durante la Revolución de Octubre. Poco después quedaron éstas nacionalizadas, y los obreros, que conocían mi labor como director y recordaban las causas de mi despido y mi ac­ titud con respecto a ellos, me enviaron una delegación para pedirme que entrara a formar parte de la direc­ ción nombrada por el Gobierno. En octubre de 1918 fui nombrado, “ por elección de los obreros” , según se hacía constar en el mandato, miembro oficial de la dirección. Krylenko.— Permítame usted que le interrumpa. V a ­ mos a examinar algo más detalladamente este período. A principios de 1905 trabajaba usted ya en la Empresa de Morosow. ¿Ganaba usted ya por entonces veinticin­ co mil rublos anuales? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿Pudo usted hacer economías? Fedotow.— Sí. Tenía' ya ahorros considerables, que en 1 9 0 3 — antes olvidé mencionarlo— invertí en la compra de una propiedad. Compré en el Gobierno de Moscú una finca rústica de. aproximadamente doscientas “ desiatinas” , pagando por ella cuarenta mil rublos. Krylenko .— ¿ Conservó usted esa propiedad hasta la Re­ volución? Fedotow.— Hasta que fué nacionalizada en 1918. Krylenko.— Y cuando luego, poco antes de la Revolu­ ción, volvió usted a trabajar para Morosow, ¿cuánto ga­ naba usted?

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Fedotow.— M orosow me pagaba cinco mil rublos men­ suales. (Movimiento en la sala.) Krylenko.— ¿A sí, pues, por esta época ganaba usted en la Empresa M orosow sesenta mil rublos anuales? Fedotow.— N o llegué a trabajar en ella un año entero, y, por lo tanto, no recibí tal cantidad. Krylenko.— L o impidió la Revolución de Octubre. ¿Cuánto le pagaba Bardigin? Fedotow.— Quinientos rublos mensuales. Krylenko.— Tales eran, pues, sus ingresos en 1917. ¿Tenía usted ahorros, además? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿Cuál era su cuantía? Fedotow.— D e treinta a cuarenta mil rublos. Krylenko.— ¿En oro? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿M as la finca? Fedotow.— Sí. Krylenko.— E n total, poseía usted por encima de se­ tenta mil rublos, más sesenta mil de ingresos anuales. Fedotow.— Más la posibilidad de ganar anualmente sesenta mil rublos. Krylenko.— ¿Cuál fué su actitud ante la Revolución de Octubre? Fedotow.— Debo confesar, ante todo, que pertenecía a un partido hostil a los bolcheviques. Pero mi hostili­ dad personal contra los mismos no era tan intensa como usted ha subrayado constantemente aquí. Y a desde mis años de estudiante venía opinando qué el comunismo, o sea, el marxismo, era el más alto bien imaginable; pero sólo como ideal. Krylenko.— Pero nada ideal en la realidad, ¿no? Fedotow.-— Imposible e irrealizable. V o y a poner una comparación: En torno nuestro vemos millones de cató­ licos, pero no encontramos entre ellos ni un solo cris­ tiano.

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Krylenko.— Opina usted, pues, que el comunismo es un ideal irrealizable en la vida. Fedotow.— Exacto. T al era mi punto de vista cuando estalló la Revolución de Octubre. Krylenko.— ¿ Y continúa siéndolo? Fedotow.— No. En los últimos años ha variado mu­ cho, pues muchas cosas que parecían imposibles y utó­ picas han sido llevadas con pleno éxito a la práctica. Se ha demostrado que también se puede trabajar sin interés ninguno personal en el trabajo y sin los acicates de la ganancia y de la competencia. Se ha demostrado que los imoulsos ideales se hacen reales en la vida práctica... Krylenko.— Pero en los años de 1917 a 1920, ¿abriga­ ba usted aún sus primeras opiniones? Fedotow.— Desde luego. Pero al mismo tiempo entré a formar parte del Consejo de administración de las fá­ bricas de Orechowo-Sujew, ocupé luego la presidencia del mismo y trabajé con los comunistas, con los obreros, trabajé eficaz y honradamente durante la época más di­ fícil. Si me fuera dado traer aquí el testimonio de los obreros, estoy seguro que confirmaría mis palabras. Krylenko.— ¿Fué precisamente en esta época cuando se llevó a cabo su primera detención por el asunto del “ Centro táctico” ? Fedotow.— Sí. Precisamente en 1920. Peto fui puesto en libertad antes siquiera de la vista. Krylenko.— L o sé. Actué también en ese proceso. Fedotow.— Exacto. Iba a recordárselo. (Risas. E l pre­ sidente reclama orden.) Krylenko.— ¿Quiere usted que recordemos juntos a los directores del “ Centro táctico” ? ¿Los conoció usted? Fedotow.— No intervine para nada en la labor del “ Centro táctico” . Krylenko.— ; Estuve usted después en contacto con al­ gún grupo político? Fedotow.— No.

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Krylenko.— ¿ Y cuál fué su actitud ulterior? Fedotow.— Juzgaba los sucesos como una nueva eta­ pa histórica por la que era necesario pasar. V eía en ellos una tentativa, una nueva conquista ante la cual se debía mantener una actitud leal. Krylenko.— Y a partir de ese momento, ¿comenzó us­ ted a apoyar tal tentativa? Fedotow.— Comencé a trabajar en las empresas de los Soviets y puedo afirmar con orgullo que durante este período— de 1918 a 1925— desarrollé una labor honrada y eficaz. A l ser puesto en libertad después de mi deten­ ción en 1920, me hallaba muy quebrantado de salud. Nogin, comunista y presidente del sindicato textil, se con­ dujo muy humanamente conmigo en esta ocasión. Me procuró una plaza en un sanatorio en el que logré repo­ nerme y me invitó después a trabajar a su lado. A l prin­ cipio obtuve trabajo en la Administración central de la Industria textil y luego en el sindicato textil panruso. Su conducta para conmigo fué tal, que recuerdo esta épo­ ca como una de las más gratas de mi vida. Sentí y aún siento profundamente su prematura muerte. Si aún v i­ viera no estaría yo aquí, en el banquillo de los acusa­ dos. M urió en 1924. E n 1925 me adherí a aquel grupo del que ya he hablado y llegué paulatinamente a hacer traición a la patria. Krylenko.— Tenga usted la bondad de exponernos sus tendencias antisoviéticas y su evolución al campo contra­ revolucionario. Fedotow.— Es ésta la pregunta más grave que podía usted plantearme. E n 1925 me expuso Lopatin la necesi­ dad de que los ingenieros se unieran para afirmar su au­ toridad y mejorar su situación y las condiciones de exis­ tencia de sus familias. Surgió la propuesta de form ar una agrupación de ingenieros. Krylenko.— ¿Precisaba usted por entonces m ejorar su situación?

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Fedotow.— Los ingenieros, desde luego. Se advertía por entonces entre ellos un gran descontento en cuanto a sus condiciones de existencia. Habían sido despojados de toda una serie de ventajas y derechos que constituían un antiguo privilegio suyo. Krylenko.— ¿E n cuanto a la dirección operativa de la industria ? Fedotow.— Sí. Además el ingeniero se encontraba en una situación que le hacía imposible influir sobre la dis­ ciplina de la fábrica. Pero al mismo tiempo se hallaba obligado a mantener y fomentar tal disciplina. Esta con­ tradicción pesaba dolorosamente en el ánimo de muchos ingenieros. Además, la situación en que se había colo­ cado a los ingenieros era tal que permitía a los obreros ofenderles sin recibir el menor castigo. Krylenko.— ¿Sin castigo, realmente? Fedotow.— A sí era, en efecto. Krylenko.— ¿N o recuerda usted un decreto que el Go­ bierno! soviético promulgó para proteger a los inge­ nieros? Fedotow.— Lo recuerdo. Pero no se cumplía. Las au­ toridades locales se conducían... Krylenko.— ¿Recuerda usted el proceso Oldenborger? Fedotow.— N o creo. W ladimiro Ilitch escribió: “ Es que era preciso perder la vida para llamar la atención so­ bre la situación de los ingenieros. Krylenko.— Exagera usted la gravedad de la cuestión. Fedotow.— No creo. Wladimiro Ilitch escribió: “ Es preciso acoger con máxima benevolencia a los ingenie­ ros.” Si se hubiera seguido este consejo de Wladimiro Ilitch no habrían sucedido las cosas que sucedieron. No culpo en modo alguno al régimen de los Soviets. Hoy sería imposible algo semejante. Pero entonces las cosas estaban así. Krylenko.— Así, pues, bajo la influencia de Nolde y Lopatin, ¿llegó usted a convencerse de la necesidad de

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crear una agrupación especial y una organización cons­ piradora de los ingenieros? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿Cómo es posible armonizar su ingreso en la organización conspiradora, en una organización ile­ gal, con su actitud ante el régimen soviético? Fedotow.— Ahí está toda la tragedia de mi vida. Krylenko.— Usted se unió al grupo de los conspirado­ res en 1925. ¿Puede usted precisar en qué mes? Fedotow.— A principios de la primavera. Krylenko.— ¿ Y cuándo salió usted para el Extranjero en viaje oficial? Fedotow.— E n mayo, creo. Krylenko.— ¿Celebró usted alguna entrevista en el cur­ so de su viaje? Fedotow.— En Londres encontré casualmente a Krestownikow. Krylenko.— ¿Conocía usted ya de antes a Krestownikow? Fedotow.— N o le había visto nunca. Hasta el punto de que, al llegar a mí sin previo aviso de nadie ni carta alguna de presentación, sospeché, por un momento, que se tratase de un agente provocador. Su visita se des­ arrolló en la forma siguiente: Una noche, cerca ya de las diez, se presentó en la habitación que yo ocupaba en el hotel un individuo de unos treinta y cinco años, co­ rrectamente vestido de smoking. Declinó su nombre — Krestownikow— y manifestó que venía a saludarme a mi paso por Londres. L a causa principal de su visita era la concesión a los emigrados de una comisión de un de­ terminado tanto por ciento sobre el importe de las compras oficiales que iban a hacerse en Inglaterra. Lopatin había convenido ya que los industriales vendedores satisfarían una comisión del uno por ciento para los emigrantes y otra del cuarto por ciento para los ingenieros.

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Krylenko.— ¿E se convenio lo había ya acordado Lopatin en M oscú? ¿Estaba usted enterado de él? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿Estaba usted encargado de alguna gestión en cuanto al mismo? Fedotow.— Lopatin me encargó de hacer presente a Nudel, presidente de la Asociación de industriales, que, por nuestra parte, deseábamos y apoyábamos el pago de tales comisiones. Krylenko.— ¿E levó usted a cabo esa gestión? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿N o le advirtió Lopatin que en las nego­ ciaciones intervenían emigrados y había que tratar con ellos ? Fedotow.— No. Krylenko.— ¿P ara qué le visitó entonces Krestownikow? Fedotow.—-Para convencerme de que el uno por cien­ to era una participación insignificante con la que no de­ bíamos declararnos satisfechos. Debíamos exigir, cuando menos, un cinco por ciento. Krylenko.— ¿Cómo terminó la entrevista? Fedotow.— Sostuve que la comisión convenida era su­ ficiente. Krylenko.— ¿ Podría usted decimos cuánto importó aproximadamente ? Fedotow.— N o fué satisfecha de una sola vez. En el transcurso de año y medio o dos años recibieron unos doscientos mil rublos. Krylenko.— ¿L os emigrados y los ingenieros? Fedotow.— Los ingenieros recibieron un cuarto por ciento, o sea unos cincuenta mil rublos. Krylenko.— M e interesaría aún conocer una circunstan­ cia que aclararía por completo este asunto de las comi­ siones. ¿Las pagaron los fabricantes y comerciantes? Fedotow.— Sí.

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Krylenko.— ¿ Y fueron inmediatamente repartidas entré los ingenieros? Fedotow.— Sí. Unidas al dinero que el Centro de In­ genieros recibía de los emigrados. Krylenko.— ¿P or qué pagaban realmente los vendedo­ res ese dinero? Fedotow.— P or nada. Por amabilidad. Presidente.— ¿Quizá por agradecimiento? Fedotow.— Esta clase de comisiones son una forma co­ rriente de... Krylenko.— ¿ De qué ? Fedotow.— Una forma corriente de soborno. Krylenko.— Eso es precisamente lo que vamos a dejar en claro. Pero el que soborna exige algo determinado a cambio de su dinero. F edotow.— Exacto. Krylenko.— Y , en este caso concreto, ¿para qué die­ ron la comisión? Fedotow.— Para que la compra no se hiciera a otras casas competidoras. Krylenko.— -¿Para eso se da comisión? Fedotow.— Sí. Krylenko.— Y usted, ¿aceptó esas comisiones que su­ ponían un soborno? Fedotow.— Sí. Krylenko.— ¿Desde principios de 1925? ¿ Y hasta...? Fedotow.— Hasta principios de 1927. Pero todas co­ rrespondían a una sola y única operación de compra. Krylenko.— Después de esta única operación de com­ pra por la que fueron pagados cincuenta mil rublos de comisión, ¿cuánto recibió usted? Fedotow.— Poca cosa. Krylenko.— ¿ Cuánto ? Fedotow.-— De tres a cuatro mil rublos. Krylenko.— ¿De una sola vez? Fedotow.— No. Creo que en dos veces.

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Krylenko.— ¿Dos veces de tres a cuatro mil rublos: Fedotow.— No, no. E n total. Krylenko.— Así, pues, en dos veces recibió usted de tres a cuatro mil rublos por preferir a una determinada casa comercial. Fedotow.— Sí. Krylenko.— No tengo más que preguntar.

Interrogatorio de Otschkin Otschkin.— Soy hijo de familia pobre. M i padre era un modesto empleado con cincuenta 'rublos de sueldo al mes. Vivíamos casi en la miseria, pues éramos seis en casa. Hice mis estudios en el liceo y en el Instituto Téc­ nico hasta obtener el título de ayudante de ingeniero. Cumplí el servicio militar y fui empleado luego por mi antiguo maestro, el profesor Kisch, en la Administración del Combustible, de Moscú, en la cual amplié considera­ blemente mis conocimientos bajo su dirección. Vino la Revolución de Octubre. No estuve de acuerdo con el grupo que por entonces abandonó la Administración del Combustible. Los elementos restantes— unos cuantos in­ dividuos que se hallaban conformes con la dictadura del proletariado— mantuvieron en marcha, con grandes traba­ jos, la Administración del Combustible. Durante este pe­ ríodo trabajé honrada y rendidamente para el Gobierno soviético. Más tarde, mientras llevé a cabo diversos man­ datos en Leningrado y en el ferrocarril de los Urales, hube de reconocer que mis capacidades no eran suficien­ tes para encargarme de trabajos delicados. En 1925 fui enviado a la cuenca del Donez donde ocupé un puesto en la Administración de la Industria minera y des­ arrollé una labor considerable. Por esta época se proyec-

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taba la fundación de un Instituto termotécnico en la A d ­ ministración general del Combustible, y como la inicia­ ción de la N. E. P. había producido un cierto apaciguamien­ to, pensé en dedicarme a la labor cientíñca. Solicité y ob­ tuve el ingreso en el Instituto térmico. Ramsin, a quien conocí entonces, desarrollaba allí por aquel tiempo una enorme actividad, que despertó mi admiración más en­ tusiasta. B ajo su dirección completé mis conocimientos y mi formación teórica un tanto descuidada durante los años de labor práctica. E n este período se reunieron en el Instituto Térmico los elementos más valiosos, y nuestra labor llegó a una altura hasta entonces insospechada. Así siguió todo hasta 1928. Creo pertinente hacer constar que en el año 1921-22 Ramsin se hallaba plenamente de acuer­ do con el régimen de los Soviets, actitud que suscitó en el acto contra él a todos sus colegas. Krylenko.— ¿Quiénes eran esos colegas? Otschkin.— Todo el grupo del Comité del Combusti­ ble y los ingenieros. M e consta que muchos ingenieros rehusaban estrecharle la mano. En el Instituto Térmico era objeto de una verdadera persecución. A mí, me pa­ recía lamentable que un hombre de su autoridad tuviera que soportar tamañas ofensas. P or este tiempo me apro­ ximé más a él y bajo su dirección he laborado hasta 1928. E n este año comencé a observar que Ramsin se iba apartando cada vez más de sus opiniones primitivas. Probablemente, el grupo que había iniciado ya la cam­ paña de sabotaje necesitaba de él e intentaba atraérselo, consiguiéndolo, al fin, ignoro por qué medios. Debiéndole yo agradecimiento por su guía espiritual y dada la gran influencia que sobre mí ejercía, no podía yo en modo al­ guno oponerme a sus decisiones. Tanto en las cuestio­ nes políticas como en las técnicas era mucho más fuerte que yo: era mi maestro y nada podía hacer contra él. A sí, en los últimos días de 1928, ingresé también en el Partido de la Industria.

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Krylenko.— ¿E n qué se manifestaron en este tiempo sus opiniones antisoviéticas? Otschkin.— M is opiniones antisoviéticas en esta épo­ ca fueron las mismas de Ramsin. Tendíamos a retrasar el ritmo de la industrialización. Krylenko.— ¿Aceptó usted en el acto el punto de vista de Ramsin? Otschkin.— Sí. Krylenko.— ¿ Y el programa? Otschkin.— T ambién. Krylenko.— ¿ Y la idea de la intervención? ¿ Y sus mé­ todos? ¿T o do de una vez? Otschkin.— Sí. Krylenko.— ¿N o tuvo usted con él, a este respecto, diferencia ni discusión algunas? Otschkin.— Tuvimos grandes discusiones, pero siempre me venció en ellas. Krylenko.— Y en la cuestión de la intervención arma­ da, ¿no tuvieron ninguna diferencia? Otschkin.— A l principio, sí. Pero luego fui quedando cada vez mas sometido a su influencia y acabé por acep­ tar plenamente sus directivas.

Interrogatorio de Sitnln Sitnin.— N ací en 1878. Mi padre fué siervo hasta los veinticinco años. Luego fijó su residencia en IwanowoWosnessensk y obtuvo un empleo en la fábrica de Fokin. Y o cursé estudios en el liceo de Iwanowo-Wosnessensk y en la Escuela politécnica de Moscú. En 1898 fui detenido y desterrado a mi pueblo natal. Krylenko.— ¿ Por disturbios estudiantiles ? Sitnin.— E ra miembro del Círculo socialdemócrata de

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Iwanowo, y en el transcurso de un año fuimos todos detenidos. Después de siete meses de cárcel fui deste­ rrado a mi pueblo, en el que permanecí tres años. En 1904 terminé mis estudios y fui pensionado para am­ pliarlos durante un año. Luego volví a Iwanowo con ob­ jeto de perfeccionar mis conocimientos en la industria textil y trabajé allí en diversas fábricas hasta 1905, in­ gresando entonces en las Manufacturas de W osnessensk. En ellas estuve hasta 1913. Percibía un sueldo de cuatrocientos rublos mensuales. Luego pasé a Tw er con mil rublos. A llí me encontró la Revolución. Krylenko.— ¿E ra usted miembro de algún Partido? Sitnin.— No. Krylenko.— ¿H izo usted uso de sus derechos electo­ rales ? Sitnin.— E n 1905 no voté. Krylenko.— ¿ Y en la Asamblea nacional? Sitnin.— Sí. Krylenko.— ¿P or quién? Sitnin.— Por los socialdemócratas. Acepté plenamente la Revolución de Febrero. Permanecí en la fábrica y, des­ pués de la Revolución de Octubre, fu! elegido miembro de su Administración. Krylenko.— ¿Cuál fué su actitud ante la Revolución de Octubre? Sitnin.— Simpatizante. Carecía de opiniones políticas firmes. Krylenko.— ¿Votó usted por los socialrevblucionarios? Sitnin.— No. Por los socialdemócratas. Krylenko.— ¿P o r cuáles? ¿P or los bolcheviques o por los mencheviques? Sitnin.— Por los mencheviques. Hoy me da vergüenza confesarlo; pero lo cierto es que no me ocupaba para nada de política. Esta, era para mí algo lejano e indife­ rente... U na vez liquidada la admin'stración de las fá­ bricas, pasé a la administración de las Fábricas Unidas,

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de Tw er, en la que permanecí hasta 1922. A continua­ ción fui designado miembro de la Administración del Sindicato textil panruso, puesto en el que trabajé hasta mi detención. Cuando, en 1925, empecé a trabajar en la sección de Abastecimiento de algodón, la misión del organismo di­ rectivo superior de la economía algodonera consistía en suministrar algodón a las fábricas. Observé en el acto que tal suministro se llevaba con mucho retraso y, a consecuencia de ello, tuve graves diferencias con la D i­ rección. Este fué, sin duda, el motivo que impulsó a Lopatin a atraerme a su grupo, puesto que la línea de con­ ducta que la Administración seguía y yo había empezado a combatir era la que convenía a los saboteadores. A sí, pues, Lopatin empezó en 1925 su labor de atracción y a principios de 1926 consiguió ya mi ingreso en su orga­ nización contrarrevolucionaria. Presidente.— ¿Conocía usted el programa del Partido de la Industria: intervención y restauración del capital ? Sitnin.— Sí. Presidente.— ¿ Y estaba usted conforme con él? Sitnin.— Naturalmente; puesto que seguí perteneciendo al Partido tuve que aceptar su programa aunque el mis­ mo me doliera como una profunda herida en el alma... Esto parecerá quizá un poco ridículo... Krylenko.— Y o no lo encuentro nada ridículo. Presidente.— Aceptó usted el programa y fué usted miembro activo del Partido. Díganos ahora qué es lo que tan hondamente le dolía. Sitnin.— Según mi convicción íntima, lo siguiente: P o ­ seo un intenso sentido nacional, amo a mi patria y sabía que el régimen soviético puede hacerla progresar. H e vis­ to en derredor mío el florecimiento del pueblo, su segura conciencia de sí mismo y su intenso desarrollo cultural. H a sido ésta la mayor conquista del régimen soviético, y

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repito una vez más que, para un hombre que ama a su Rusia, el régimen soviético es ya el único posible. Presidente.— ¿Q ué le retuvo entonces en la organiza­ ción contrarrevolucionaria ? Sitnin.— Cuando llegué a ver claramente toda la grave­ dad de la situación, pensé que podría irme alejando d ella poco a poco. Krylenko.— ¿Tiene usted la amabilidad de decimos si durante todo ese tiempo vivió usted únicamente de su sueldo? Sitnin.— Sí. Krylenko.— ¿Tam bién mientras colaboró con los sabo­ teadores ? Sitnin.— Sí. Krylenko.— ¿Cuánto ganaba usted, aproximadamente? Sitnin.— M i último sueldo ascendía a quinientos cin­ cuenta rublos. Krylenko.— ¿ Y era su única fuente de ingresos? Sitnin.— Sí. Krylenko.-— ¿N o tenía usted ninguna otra? Sitnin.— N o comprendo a qué puede usted referirse. Krylenko.— ¿N o tenía usted ingresos por la publica­ ción de trabajos técnicos? Sitnin.— Insignificantes. Krylenko.— ¿ N i de otro género? Sitnin.— N inguno. Krylenko.— ¿E s usted aficionado a las monedas an­ tiguas ? Sitnin.— No. Krylenko.— ¿ E s usted coleccionista ? Sitnin.— No. K rylenko.— ¿N o es usted aficionado a las monedas de oro? (Sitnin calla.) Krylenko.— ¿N o colecciona usted monedas de oro?

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Sitnin.— ¿Quiere usted aclararme la pregunta? No le entiendo. Krylenko.— ¿N o es usted aficionado a reunir monedas antiguas ? Presidente.— L a pregunta concreta es si coleccionaba usted monedas antiguas de oro. Sitnin.— No. No las coleccionaba. Krylenko.— ¿N o se encontró nada en su domicilio? Sitnin.— E n mi domicilio no se encontró nada. Krylenko.— ¿Tampoco monedas de oro? Sitnin.— E n mi domicilio no se encontró nada. Krylenko.— ¿Dónde se encontraron, entonces? Sitnin.— Y o mismo las entregué. Krylenko.— ¿ A quién, cuándo y por qué? Sitnin.— A la G. P. U. Krylenko.— ¿ A cuánto ascendían? Sitnin.— A unos siete mil quinientos rublos. (Movi­ miento en la sala.) Presidente.— ¡ O rden! Krylenko.— ¿Cómo tenía usted tantas monedas de ero? (Sitnin calla.) Presidente.— ¿ Y de qué cuño? ¿Anterior a la Revolu­ ción? Sitnin.— Sí. De cuño antiguo. Krylenko.— ¿D e dónde las tenía usted? Sitnin.— E n 1922, al principio de la N. E. P., se adop­ tó en muchos trusts— el de Tw er entre ellos— la costum­ bre de hacer una cierta provisión de fondos para repar­ tirlos entre el personal técnico. Krylenko.— ¿Tendía usted, pues, por entonces a pro­ curarse fondos por caminos extraoficiales? Sitnin.— Fué una sola vez en medio año. Krylenko.— Recibió usted dinero y compró monedas de oro. ¿P or qué precisamente oro? ¿ Y cómo se lo procuró usted ? Sitnin.— Me lo procuré al saldar su cuenta un comer-

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ciante particular que había hecho una compra importante en el trust. Krylenko.— ¿Q ué intervención tuvo usted en la venta? Sitnin.— Y o era miembro de la gerencia del trust. Krylenko.— Y como tal recibió usted una comisión. Pero, ¿por qué prefirió usted el oro? Sitnin.— N o lo sé. Krylenko.— E n realidad se trataba de un soborno por parte del comercio privado, ¿no? Sitnin.— E n realidad, si.


EL SEXTO DÍA La emigración blanca interviene E n la sexta sesión de la vista quedan diseñados, en in­ terrogatorios y careos, los detalles de las relaciones del Partido de la Industria con el Extranjero. Ramsin relata una excursión de varias horas con Rjabuschinski, en au­ tomóvil (París, 1927), durante la cual discutieron a fondo el programa industrial y agrario de la restauración con­ trarrevolucionaria y las bases fundamentales de la inter­ vención. A nte los artículos publicados en el Extranjero por la Prensa blanca y la burguesa (con la socialdemócrata, naturalmente, a la cabeza), negando la existencia de un Rjabuschinski, K rylenko pide que consten en acta los extremos siguientes: Primero. Que Rjabuschinski existe y lleva el nombre de W ladimiro. Segundo. Q ue es miembro del C. I. C. de París y pre­ sidió las negociaciones con el Partido de la Industria, y Tercero. Q ue publicó y firmó con su nombre en el número correspondiente al 7 de julio de 1930, en el pe­ riódico Resurrección, órgano de los emigrados, un ar­ tículo titulado “ L a guerra necesaria” .

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He aquí el texto literal de este artículo característico del espíritu bélico de los emigrados blancos:

El mejor negocio la intervención “ H ay guerras insensatas, dañinas y destructoras y hay guerras útiles, razonables y constructoras. L a última, violenta conflagración europea, perteneció a la primera categoría. L a próxima guerra de la Humani­ dad civilizada contra la Tercera Internacional y por la liberación de Rusia será incluida por la Historia en el grupo de las guerras más justas y necesarias. Resurrección demostró hace ya cinco años cómo el régimen soviético costaba a Rusia todos los años dos mil quinientos millones de rublos oro. De entonces acá ha aumentado considerablemente esta suma. En 1925 parecía que el patrimonio nacional, muy dis­ minuido en los primeros años de la Revolución, había lle­ gado, sin embargo, a un cierto equilibrio, aunque sólo provisorio e inestable. La pérdida imputable a los bol­ cheviques se manifestaba, sobre todo, en la ausencia de un incremento de la riqueza. E l presente es mucho más lamentable. Otra vez se ini­ cia un funesto empobrecimiento activo de Rusia. N o es exagerado calcular las pérdidas anuales en mil quinien­ tos millones de rublos. A esta cantidad ha de añadirse el incremento natural que el patrimonio nacional hubiera ex­ perimentado si hace cuatro años se hubiera derrocado el régimen soviético. ¿Cuánto hace el total? Hasta la guerra mundial, Rusia sentaba anualmente en su activo de dos a tres mil millones de rublos oro. Sceún afirmación de los economistas más autorizados.

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la riqueza de los Estados Unidos de América experimenta hoy, anualmente, un incremento de treinta a cuarenta mil millones de rublos oro. Teniendo en cuenta, por un lado, el coste de la repa­ ración de los daños causados por la Revolución, las pér­ didas imputables a la economía bolchevique, nuestras in­ demnizaciones, etc., y por otro las riquezas naturales de Rusia y la extraordinaria laboriosidad de su población, creemos posible lograr al cabo de cuatro años de trabajo libre un incremento de riqueza equivalente al 15 por 100 del ahorro americano, esto es, unos cuatro mil millones de rublos oro al año. E sta suma, unida a los mil quinientos millones de ru­ blos que hoy pierde Rusia anualmente, da el total apro­ ximado de las pérdidas imputables al comunismo: cerca de cinco mil quinientos millones de rublos oro al año. Es evidente que la afluencia de esta riqueza a la vida económica de Europa como consecuencia de la demanda de toda una serie de mercancías y su pago al contado conduciría muy pronto a la disminución o incluso a la li­ quidación total del ejército de cinco millones de obreros sin trabajo que pesa sobre Austria, Alemania e Ingla­ terra. T al sería la solución verdadera y radical del problema de la falta de trabajo, contra el cual nada pueden los pa­ liativos a que recurren los tímidos estadistas de la Europa occidental. ¿Cóm o puede curarse la enfermedad bolchevista? E n los años de 1920 a 1925 l° s especialistas quisieron practicar una operación que habría de durar seis meses, empleando en ella un ejército de un millón de soldados. E l coste se había calculado en cien millones de libras es­ terlinas. Actualmente el mecanismo del régimen soviético sufre serios trastornos. L os elementos de la pequeña burgue­ sía, y muy especialmente los campesinos, se han desligado

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de él. E sta circunstancia y toda una serie de otros facto­ res nos permiten deducir que la liberación de Rusia po­ dría conseguirse ahora con fuerzas mucho menores y en plazo más breve que hace cinco años. Probablemente bastarían 500.000 hombres para desarro­ llar la operación en cuatro o cinco meses. E l aniquila­ miento definitivo de las bandas comunistas que aun que­ dasen diseminadas por el territorio nacional exigiría, na­ turalmente, algún tiempo más, pero no constituiría ya una operación militar, sino una simple acción de policía. Es indudable que el esfuerzo necesario para derrocar el bolchevismo ha de ser menor cada año. Pero ¿es acaso conveniente esperar más? Probablemente, dentro de otros cinco años no hará ya falta un ejército. Dos o tres divisiones bastarán para des­ vanecer la pesadilla roja. También los gastos serán co­ rrelativamente menores. Diez millones de libras, en vez de ciento. Pero de aquí a entonces la economía europea habrá perdido dos mil millones de libras. E s un mal negocio. E l aniquilamiento del comunismo en Rusia es una gran obra moral, es el deber moral de la Humanidad. Pero, aun colocándonos en el punto de vista puramente mate­ rial, en el punto de vista de los negocios, y “ aten­ diendo por igual las sugestiones del bien y las del mal” , puede afirmarse lo siguiente: No hay en el mundo em­ presa más justificada y productiva que la liberación de Rusia. Si la Humanidad gasta en ella mil millones de rublos, no obtendrá a cambio menos de cinco mil millones, esto es, un quinientos por ciento de beneficio anual, con la perspectiva de que tal beneficio aumentará anualmente en un doscientos a un trescientos por ciento. ¿Dónde es po­ sible hallar un negocio mejor? Pero aun hay más. Tan enormes beneficios no se obtendrán en un lejano futuro, sino en el más próximo presente.

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L a organización de un ejército voluntario internacional de un millón de hombres disminuirá en el acto en Euro­ pa el número de los “ sin trabajo” . Además, es sabido que una guerra limitada y breve no daña a la economía, sino que más bien la reanima. La liberación de Rusia suscita­ ría indudablemente en Europa una intensificación de la actividad industrial. E s de suponer que esta intensificación diera trabajo a 500.000 obreros más. Con ello y con el alistamiento en el ejército de voluntarios quedaría casi resuelto en A le­ mania e Inglaterra el problema de los “ sin trabajo” . Y de un modo altamente moral, pues a esta guerra no iría nadie obligado, sino libremente y al servicio de una idea. Si esta guerra fuese inmoral, como la mayoría de las guerras, las ventajas materiales antes citadas no benefi­ ciarían a nadie, y, en fin de cuentas, dañaría la econo­ mía mundial, pues entre la moral y la economía existe una indudable relación, poco evidente quizá, pero profun­ da e íntima. En este caso sucede todo lo contrario. L o vergonzoso no es ahora la guerra, sino la actitud serena e indiferente de Europa ante los horrores que en Rusia suceden. L o vergonzoso es ahora la paz, no la guerra. Porque Europa y América han despreciado hasta ahora las leyes más elementales de la Humanidad serán casti­ gadas en su economía. No entienden otra clase de lecciones.” Wladimiro Rjabuschinski.


A continuación, Krylenko lee a la sala la obra titulada La campaña de Koltschak, de la que resulta que el ge­

neral Janin, designado por Poincaré especialista en inter­ venciones, había ya dirigido, efectivamente, una vez, las operaciones de un ejército de intervención en el territo-

E 1 Partido de la Industria, los saboteadores, los monárquico?, los espías y los emigrados del C. I. C., avanzan bajo la bandera intervencionista del imperialismo francés.

rio de la U. R. S. S., habiendo calificado de “ nube de es­ peculadores y oscuros reaccionarios” , en su diario de cam­ paña, a los emigrados que pululaban en torno del cuar­ tel general de Koltchak.

Los procesados des» vanecen la leyenda de su martirio L a sala pasa luego a examinar la nota publicada por el C. I. C., de París, en el periódico Sa Sivabodu del 25 de noviembre de 1930. A. Gsbor: «Espías y saboteadores»

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Se procede a la lectura de dicha nota, que dice a sí: “ Ante las declaraciones del Comité Ejecutivo Central de la U. R. S. S. con relación al proceso abierto contra la organización contrarrevolucionaria del Centro de Inge­ nieros (Partido de la Industria), el Comité de la Asocia­ ción rusa de Industria, Comercio y Finanzas, se cree en el deber de declarar lo siguiente: La acusación afirma que la Asociación rusa de Comer­ cio, Industria y Finanzas estaba en relación con el Cen­ tro de Ingenieros (Partido de la Industria), habiendo apo­ yado económicamente a los acusados y organizado su co­ laboración con el Estado M ayor francés en la prepara­ ción de una intervención de las potencias extranjeras. Todos estos asertos son puras invenciones. L a Asociación rusa de Industria, Comercio y Finanzas no entabló jamás negociaciones con los acusados, no or­ ganizó nunca ni con nadie entrevistas ni conferencias, no puso jamás a disposición de los procesados dinero algu­ no ni mantuvo relación con ellos. Tales acusaciones se basan supuestamente en las decla­ raciones de los mismos acusados. E s indudable que estas declaraciones han sido inventa­ das por los agentes de la G. P. U . o arrancadas a los acusados por medio del tormento. E l régimen soviétivo se ve forzado a explicar al pue­ blo ruso, engañado y burlado, el fracaso de sus insen­ satos planes económicos y a justificarlo ante ciertos círcu­ los políticos del Extranjero. Con este fin ha preparado el monstruoso proceso que en estos días se está desarrollando. Para conseguirlo, unos asesinos van a condenar a muerte a docenas de inocentes. L a Asociación rusa de Industria, Comercio y Finan­ zas, protesta enérgicamente contra las afirmaciones calum­ niosas con que el Gobierno soviético pretende justificar el asesinato de elementos para él indeseables.

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Estos horrores demuestran tan sólo la desesperada si­ tuación del régimen soviético. Como organización central de los sectores comerciales e industriales en el E xtranjero, la Asociación rusa de In­ dustria, Comercio y Finanzas continuará combatiendo in­ fatigablemente contra el régimen de los Soviets, revelando a la opinión pública de los países cultos el sentido verda­ dero de los sucesos rusos y preparando la futura restaura­ ción de de la patria a las normas de la libertad y del de­ recho. N . Ch. D enissow , presidente; E. L . Lubow itsch, G. L. N obel, S. G. Ljanasow , N. N . Isnar) ó1. N . T retja k ow .” K rylenko (a los acusados).— Tengan la bondad de ma­ nifestar en qué medida corresponde a la verdad ese do­ cumento. Ramsin.— P or mi parte, rechazo la defensa que el C o ­ mité de Industria y Comercio nos ofrece. L a rechazo ca­ tegóricamente, porque constituye una desvergonzada men­ tira, pues todas nuestras declaraciones sobre nuestra rela­ ción con el C. I. C. son rigurosamente exactas y todos los inform es que hemos proporcionado al Tribunal sobre el establecimiento de un enlace con el Estado M ayor fran­ cés y sobre los auxilios económicos obtenidos, correspon­ den por entero a la verdad. Por lo que respecta a los ru­ mores sobre los tormentos y maltratos de que se nos ha­ bría hecho objeto, creo que nuestra presencia aquí es prue­ ba suficiente de su mentira. Presidente.— Ciudadano Fedotow. Fedotow .— M e adhiero en absoluto a lo dicho por Ram ­ sin. Esperaba que el C. I. C. publicara algo semejante. Su única salida era calumniarnos y calumniar al T rib u ­ nal. Pretende que hemos mentido y que todas nuestras declaraciones e informaciones son inventadas. ¿P ara qué? ¿P ara acusarnos a nosotros mismos? O que nos han sido

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arrancadas, en el tormento. Ramsin lia afirmado con ra­ zón que nuestra presencia aquí es el mejor testimonio de nuestra integridad física y de nuestro estado de salud. Pero, no obstante, creo que los acusados todos debemos suscribir una declaración haciendo constar que no hemos sido sometidos a ningún tormento, que se nos ha tratado bien y hemos vivido en buenas condiciones higiénicas, y que ahora, reconociendo nuestro delito y nuestra culpa, esperamos tranquilos la justa sentencia. Los acusados se adhieren sucesivamente a esta decla­ ración.

Documentos temidos Krylenko.— L a acusación fiscal solicita que se una a los autos otra noticia publicada por el periódico Sa Swobodu, bajo el título de “ Revelaciones sensacionales sobre los documentos falsos utilizados por Krylenko en el pro­ ceso contra el Partido de la Industria” . Esta noticia tien­ de a prevenir posibles consecuencias del proceso, desagra­ dables para los blancos. Presidente.— Esa noticia ha aparecido en el mismo nú­ mero del Sa Swobodu, que publica las declaraciones del C. I. C. L a sala acuerda dar lectura a una parte de la noticia mencionada. Se trata de una carta dirigida por N. Jakowlew al redactorTjefe del periódico. Dice así: “ Próximamente comenzará en la U. R. S. S. la vista del proceso abierto contra los ingenieros del Partido de la Industria, y en ella se hará constar que el ministerio fiscal dispone dedos siguientes documentos: i.° Actas de las sesiones y acuerdos del C. I. C. de París.

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2.0 Reseña de las reuniones celebradas con indicación de ias personas que a ellas asistieron y entre las que se cuentan conocidos técnicos residentes en la U. R. S. S. 3.0 L a correspondencia secreta del general Lukomski, presidente de la Asociación militar, con las cabezas del Estado M ayor francés. 4.0 L a correspondencia de varios conocidos miembros de la organización con Poincaré y las cartas de P. N. M iljukow a Briand. 5.0 Diversos documentos oficiales procedentes de auto­ ridades francesas y de otras naciones y, sobre todo, de Embajadas extranjeras. 6.° Copia del convenio concertado entre el general Lukomski, como representante del Gran Duque Nikolaj N ikolajewitsch y el Estado M ayor japonés.” Krylenko.— N o hemos hedió uso de ningún documen­ to, y el ministerio fiscal no dispone tampoco de los que se citan en la nota leída. Propongo su unión a los autos tan sólo porque caracteriza la intranquilidad de los círcu­ los blancos, directamente interesados en eludir las con­ secuencias de las declaraciones de los acusados.

£1 sabotaje del Plan quinquenal Krylenko.— Ciudadano Fedotow : Nos interesa la prepa­ ración de la catástrofe económica que había de estallar al inidarse la intervención. ¿ L e comunicó a usted Karpow que Poincaré, en la audiencia que concedió a los indus­ triales, se había interesado muy especialmente por esta cuestión? Fedotow.— Sí.

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K rylenko.— ¿E n qué sentido? Fedotow.— K arpow declaró que el fracaso de los planes de industrialización era el triun fo principal que podía po­ nerse en manos del C. I. C. K rylenko.— Esta sugestión, ¿había partido de Poincaré? Fedotow .— P or lo que pude deducir de las palabras de Karpow , éste había acudido a verm e a Berlín especialmen­ te para apresurar nuestra labor por habérselo exigido así Poincaré al C. I. C. K rylenko.— ¿E n qué sentido podía ello ser un triunfo en las manos del C. I. C. ? Fedotow.— E n el sentido de que el C. I. C., una vez realizada la obra de sabotaje, podía plantear a su vez sus exigencias. K rylenko. Su entrevista con K arp ow ¿ fué ya acorda­ da en M oscú? _Fedotow .— N o. N o estaba prevista en mis planes de viaje. Y o no me proponía llegar a Francia, sino perma­ necer en Alem ania. Sólo Chrennikow se hallaba al co­ rriente de mi viaje y supongo que lo anunciaría por me­ diación de K . A l llegar a Berlín recibí una carta de K a r ­ pow en la que me indicaba la conveniencia de tener una entrevista y me preguntaba si podía yo acudir a París. L e contesté negativamente y me volvió a escribir, anun­ ciándome que vendría a Berlín por veinticuatro horas. Quisiera hacer observar todavía una circunstancia im ­ portante. E n mi entrevista con K arpow , éste citó a M iljukow como uno de los futuros ministros. Esta hubiera sido el ala izquierda de la emigración. Pero se habló también de utilizar el ejército de W rangel, que, como es sabido, se halla en manos de los emigrantes derechis­ tas. E llo demuestra que la emigración había de fundir­ se en un solo bloque p>ara la intervención... K rylenko.— ¿Tiene usted la impresión de que el Poder del cual dependía prácticamente todo, tendía en aquella época a conseguir una tal unificación?

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Eedotow.— He llegado a la conclusión de que la unión de todos los grupos de emigrantes que hasta entonces pugnaban de continuo unos con otros, en una conmove­ dora armonía, prueba que el Estado M ayor francés atra­ jo sucesivamente a cada uno de los grupos y se fué apo­ derando de su dirección.

Los testigos. Ossadtchi, miembro del Z . E. K . de la U. R. S. S. A i adelantarse a declarar Ossadtschi, con su caracte­ rístico aspecto de hombre de estudios, envejecido al ser­ vicio de la ciencia, se produce un movimiento de expec­ tación en la sala. Ossadtschi es uno de los saboteadores, situados en más altos puestos. Con Schein, desenmasca­ rado también en este proceso, formaba parte del Comité Ejecutivo Central de la U. R. S. S. Presidente.— ¡ O rd en ! Krylenko.— Ciudadano Ossadtschi: ¿Conocía usted la existencia del Partido de la Industria? Ossadtschi.— Sí. Krylenko.— ¿ Y los fines que perseguía? Ossadtschi.— Sí. Krylenko.— ¿Estaba usted informado de las relaciones del partido y de su Comité Central con los círculos e x ­ tranjeros?

Ossadtschi.— Sí. Krylenko.— ¿Conocía usted la relación existente entre la labor del Partido de la Industria y la preparación de una intervención armada? Ossadtschi.— Sí. Krylenko.— ¿Q ué gestiones le encomendó el Partido

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con ocasión de su viaje al Extranjero y cuáles llevó usted a cabo? Ossadtschi.— Ingresé en el Partido de la Industria en 1929 y desde mediados del mismo año permanecí en estrecho contacto con su Comité Central, presidido por Ramsin. Aproximadamente, en marzo de 1930, después de la detención de Laritschew y Fedotow, pasé a ser miembro oficial de dicho Comité. L a composición del mis­ mo era, por entonces, la siguiente: Ramsin, Kalinnikow, Fedotow, Tscharnowski, Schein y yo. Habiendo estado en íntimo contacto desde 1929 con el Comité Central, di­ rigido por Ramsin y Laritschew, conocía todo lo que has­ ta entonces se había emprendido en cuanto a la inter­ vención. Sabía muy bien que Ramsin y Laritschew habían esta­ do en París a fines de 1928 y que se hallaban en rela­ ción con el C. I. C. y con el Estado M ayor francés. Por entonces conocía ya toda una serie de nombres, por ejem­ plo, los de Gukassow, Denissow, Rjabuschinski y otros, mencionados como miembros del C. I. C. También se hablaba mucho del coronel Richard, del Estado M ayor francés, que disponía de amplias informaciones sobre la intervención. Sabía, asimismo, que Lukom ski había de ser el general en je fe del ejército intervencionista. Cuan­ do luego entré a form ar parte del Comité Central me fueron comunicados más amplios detalles. E n las sesio­ nes celebradas por el Comité en marzo o quizá en abril de 1930 obtuve ya una clara visión total de los planes de la intervención. M i impresión fué la siguiente. A la ca­ beza de la intervención se hallaba Francia, cuyo Estado M ayor realizaba, con ayuda del C. I. C., una larga labor preparatoria. Francia habría de encargarse de la dirección, la instrucción y. en parte, también del aprovisionamiento del ejército intervencionista. Además del ejército blanco habían de participar importantemente en la campaña, R u­ mania y Polonia. D e entre los Estados limítrofes se ci-

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taba claramente a Finlandia como un país hostil a ios Soviets y muy ducho en la provocación de incidentes de frontera. A l entrar a formar parte del Comité Cen­ tral supe que la intervención estaba prevista para el v e ­ rano de 1930. P ero en las sesiones celebradas en marzo o abril del mismo año, cuando todos creíamos ya inme­ diata la iniciación de la campaña, Ram sin nos comunicó que habían estado ya en contacto con el Comité Central tranjeras habían alegado no hallarse suficientemente pre­ paradas para desarrollarla en la fecha fijada. Sabía también, en general, que las relaciones con el Extranjero se mantenían por conducto de agentes fran­ ceses residentes en Moscú. En el Comité supe luego que tales agentes eran los señores K . y R . (según las inicia­ les con que se les designaba), y obtuve la impresión de que habían estado ya en contacto con el Comité Central durante todo el año de 1929, sirviéndole de mediadores con París. E n el Comité Central me enteré también de los importantes envíos de fondos recibidos de Francia y procedentes de distintas fuentes: del C. I. C., del Estado M ayor y de organizaciones que simpatizaban con la idea de la intervención.

£1 articulo de Stalitt destruye la obra de los saboteadores E n estas sesiones se demostró que, a pesar de ciertos resultados positivos de la campaña de sabotaje, consegui­ dos principalmente en el ramo de la producción de ener­ gía eléctrica (conozco muy bien este sector, y, por lo tan­ to, todos los detalles referentes al mismo quedaron bien grabados en mi memoria), no se podía afirmar que el P ar-

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V


üdo hubiera preparado suficientemente ai país para iá intervención. Se comprobó, además, que ia labor de los grupos de sabotaje no había dado en las distintas ramas industriales los resultados que ios directores esperaban. De todos modos, la dificultad más grave no estaba tan­ to en la parte técnica de la preparación interior de la intervención como en su parte política, pública y social. A sí hubo de reconocerse en marzo o abril de 1930. En 1929, el Partido de la Industria fundaba sus mayo­ res esperanzas en el retraso de la industrialización, pero la realidad vino a echar por tierra tales esperanzas. Tam ­ bién veía el partido un factor favorable en la lucha de clases que hubo de alcanzar en 1929 máxima intensidad, sobre todo, en el campo, y suponía que esta lucha habría de crear para la intervención condiciones más favorables que toda su labor técnica. Contaba, en efecto, con un alzamiento de los “ kulaks” o quizá con un cambio de opinión de los campesinos, pero el artículo histórico de Stalin abrió los ojos a muchos miembros del Partido de la Industria, si no a todos. Este artículo histórico trans­ formó por completo las condiciones de la intervención, haciendo desaparecer todos los factores políticos en los que la misma se basaba. E llo significaba, a mi juicio, el aniquilamiento del Partido, pues lo situaba encondiciones que suponían el fracaso de todas las esperanzas de sus directores. T al era la situación en mayo, cuando Ramsin y yo nos disponíamos a emprender nuestro viaje a Ber­ lín para asistir a la Conferencia de la energia mundial que se inauguraba el 15 de junio. E l Comité Central acordó entonces comunicar a París, por conducto de los agentes de enlace, que tampoco nosotros estábamos pre­ parados. En la sesión correspondiente no se habló mucho de este tema, pues el artículo de Stalin había revelado claramente a todos la verdadera situación política del país. U na vez reconocido que la intervención no podía ya iniciarse en 1930, por falta de preparación, surgió,

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naturalmente, en el Comité, la cuestión de cuándo^ ha­ bría de hallarse el país suficientemente preparado, inte­ rrogación a la que tanto el C. I. C. como el Estado M a­ yor francés demandaban urgente respuesta, sin indicar por su parte fecha determinada alguna y limitándose a esperar su fijación por parte del mismo Partido de la Industria. Por mi parte, no pude dar respuesta a la in­ terrogación planteada en el seno del Comité sobre cuán­ do podía esperarse una situación más favorable para la intervención! Pero había que contestar, puesto que se nos exigía, y el Comité decidió hacerlo en el sentido de apla­ zar la intervención por un año.

Una entrevista en Berlín T al era la situación cuando Ramsin y yo salimos para Berlín. Ramsin partió antes que yo, manifestándome que debía conferenciar en Berlín con varias personas. R e­ tuve un solo nombre: el de Jassinski. aunque sin saber a punto fijo si se trataba del representante, agente u hom­ bre de confianza del C. I. C. encargado de asegurar las relaciones del mismo con los emigrados blancos domi­ ciliados en Berlín. Ramsin me comunicó que determina­ dos asuntos inaplazables del Partido de la Industria le obligaban a regresar a la U . R. S. S. en cuanto termi­ nasen los trabajos de la Conferencia de la energía, y me pidió que acudiese en su lugar a la^ entrevista con Denissow. Y o me negué a ello, pues debía salir también de Berlín para los países escandinavos. M i negativa^ con­ trarió profundamente a Ramsin. M e dió la impresión de que se veía forzado a regresar inmediatamente a Rusia. T,a entrevista con Denissow quedó en proyecto, cosa que por entonces no me preocupó lo más mínimo. Nos despe­ dimos rápidamente, y el 26 de junio salía yo para Estocol-

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mo, con el fin de asistir a las sesiones de la Oficina técni­ ca internacional. Llegué a Estocolmo el 29 de junio. Los periódicos suecos publicaban, subrayándolas, múltiples no­ ticias de algaradas fascistas en Finlandia y de incidentes en la frontera rusa. Estas noticias despertaron en mí la conciencia de la responsabilidad, y lamenté haberme negado a satisfacer la petición de Ramsin, siendo miembro del Comité Cen­ tral. Decidí, pues, entrevistarme con Denissow y con Jassinski, ya que Ramsin me había comunicado expresamen­ te su propósito ele conferenciar con ellos. A primeros de julio, escribí a Jassinski anunciándole mi regreso a Ber­ lín el próximo día 11 y declarándome dispuesto a entre­ vistarme con él. E l día 19 llegué a Berlín y acudí al­ rededor de las nueve de la noche a la estación de Friedrichstrasse. Poco después apareció Jassinski acompañado por un desconocido, al que me presentó. Era Denissow. Jassinski nos condujo a un café de la Friedrichstrasse, se sentó un poco apartado de nosotros y permaneció todo el tiempo en silencio. Denissow empezó por mostrarse descontento de no hallar a Ramsin, con quien había con­ venido la entrevista, y tener que tratar de cuestiones muy delicadas con otra persona. Luego me preguntó por qué motivos no había llevado a cabo el Partido la preparación necesaria. Y o le respon­ dí, aproximadamente, con las razones antes expuestas. Esto sucedía el 19 de julio, terminada ya o a punto de terminar la X V I Conferencia del Partido Comunista, y, por lo tanto, en ocasión en que los periódicos publicaban extensas informaciones sobre los resultados del Congreso del Partido, de las que resultaba que la oposición dere­ chista había quedado, no sólo vencida, sino totalmente ani­ quilada. Esta circunstancia política demostraba que las premisas sobre las que se basaba la campaña de los emi­ grados iban siendo, cada vez más débiles. Denissow me dejó hablar y replicó luego, indignado:

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— E se es tan sólo el aspecto político de la cuestión, y comprendo que no hayan podido ustedes ejercer influen­ cia ninguna sobre él. Pero, por otro lado, han recibido ustedes de nosotros muchos millones de francos y tam­ poco han hecho nada práctico ni han llevado a cabo la preparación interior más indispensable. Procurando dominarme, le manifesté mi extrañeza ante el hecho de que tanto él como el C. I. C. tuviesen una idea tan exagerada del rendimiento que el Partido de la Industria podía desarrollar en la preparación de la intervención. Pero en cumplimiento de la misión que me correspondía como miembro del Comité Central, añadí: — De todos modos, ya conoce usted la opinión del C o­ mité Central sobre la posibilidad de completar la prepara­ ción interior para el próximo verano de 1931. Denissow me replicó aún más violentamente: — Sí. ¡ O tro aplazam iento! Y de un año, nada menos. ¿N o se dan ustedes cuenta de que en el intervalo puede modificarse mucho la situación en el E xtranjero? Luego, m uy excitado, continuó: — En prim er lugar, los Estados Unidos de Norteam é­ rica pueden decidirse a reconocer a la U . R. S. S., cosa que ya dificultará la intervención; en segundo, las nego­ ciaciones y a iniciadas entre la U . R . S. S. e Inglaterra sobre las deudas, el tratado de comercio, etc., pueden lle­ gar a buen puerto restando a la intervención toda una nueva serie de probabilidades de éxito. Y , por último, vea usted mismo lo que está sucediendo en Alem ania. (Por entonces se iniciaba en Alem ania la crisis que había de provocar la disolución del Reichstag, elecciones gene­ rales y una nueva estructuración de los partidos.) E n el plazo de un año pueden surgir en el Gobierno, en el Reichstag y en la opinión pública nuevas corrientes, y en el proletariado, nuevas agrupaciones, que produzcan un incremento de la significación y la importancia del

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Partido Comunista (así sucedió, en efecto, en las elec­ ciones de septiembre), y hagan absolutamente imposible el desarrollo de la intervención en 1931, por muy preparado que para entonces tengan ustedes el interior. Respondí a Denissow que también yo creía que el apla­ zamiento disminuía considerablemente las probabilidades de éxito de la intervención, aunque haciendo constar que ésta era tan sólo mi opinión particular y personalísima. Luego, a ñ ad í: — Independientemente de las probabilidades de éxito de la intervención, creo que tampoco en el interior logra­ remos circunstancias más favorables, sino al contrario. Denissow preguntó: — ¿Cóm o puede ser eso? E l Comité Central opina que las circunstancias habrán mejorado para 1931. — L as probabilidades de éxito pueden también dismi­ nuir en el interior por el hecho, comprobado ya, de que los resultados de la campaña contrarrevolucionaria y de sabotaje quedan muy por debajo de los obtenidos por la obra de socialización y totalmente anulados por la vic­ toria de las directivas generales del Partido Comunista. A sí lo ha evidenciado la última Conferencia del Partido. Consecuencia de ello es el incremento de la capacidad de defensa de la U . R. S. S. E l Partido de la Industria puede quizá obstaculizar en cierta medida poco impor­ tante, con su obra de sabotaje, el desarrollo de esta evo­ lución, pero no se puede ya contar con que realice, como hasta ahora, una labor activa más amplia. A si, pues, para la preparación de la intervención no pueden ustedes con­ tar ya más que con sus propias fuerzas y sobre todo ha­ brán de disponer de importantes fuerzas militares. No deben confiar en una ayuda eficaz del Partido de la In ­ dustria, m uy limitado en número y compuesto principal­ mente por los restos de la intelectualidad, personalidades de ideología anticuada, cuya autoridad sobre las masas

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proletarias, saturadas de la ideología socialista, y sobre la nueva inteligencia, va siendo menor cada vez. Denissow repuso: — H e oído su opinión personal y he expuesto la mía. Pero esto no basta para tomar acuerdos. Nuestra conversación tocaba a su fin. Se veía que D e­ nissow no quería prolongarla. Todavía le dije que el P ar­ tido me había encargado de comunicarle que la interven­ ción no podía iniciarse en 1930, por falta de preparación, y le pedí que me indicara si se aceptaba como nueva fe­ cha para su desarrollo la de 1931. Denissow me contestó secamente que no tenía poderes para darme inmediata respuesta y que la haría llegar en breve plazo hasta nosotros por el conducto habitual, que aseguraba las relaciones entre el Partido de la Industria y el C. I. C. — De todos modos— concluyó-—, comprenderá usted que su opinión personal y la mía proporcionarán al C. I. C. y al Estado M ayor francés nuevo material para sus deci­ siones. Diga usted' a Ramsin que me envíe un plan ra­ zonado de la actuación del Partido de la Industria para el año próximo. U n plan concreto que nos sea garantía de que nuestros millones no van a ser gastados tan in­ útilmente en 1931 como en 1930.

Un miembro de los “ tra­ bajadores del eampo” E l testigo siguiente, el profesor Jurowski, pertenece a la otra organización contrarrevolucionaria, al “ Partido de los trabajadores del campo” . Describe la colaboración de los dos partidos, mantenida a través de casi cuatro años. Los “ trabajadores del campo” recibían fondos de la caja del Partido de la Industria.

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Krylenko.— Tenga usted la bondad de informar a la sala sobre los hechos llegados a su conocimiento en los últimos tiempos, en cuanto a la actitud del Partido de la Industria en la preparación de la intervención, y muy especialmente sobre la actividad de los círculos de emi­ grados— antiguos industriales y funcionarios políticos re­ sidentes hoy en el Extranjero. Jurowski.— A principios de 1928 me hallaba yo en el Extranjero, y en los primeros dias de febrero me en­ trevisté, de una parte, con M iljukow, je fe del Centro republicano-demócrata; y de otra, con H ófftin , miembro del C. I. C. A los dos los conocía de antes de la R e­ volución e incluso de antes de la guerra. En mi conferencia con M iljukow hablamos de la si­ tuación económica actual de Rusia, de la actitud perso­ nal de M iljukow ante una intervención extranjera y de la que habría de adoptar ante la misma el Centro- repu­ blicano-demócrata. Este último fué el tema principal de nuestra conversación. M iljukow me dijo ante todo, que estaba bien infor­ mado de la existencia de un Partido de la Industria en la U. R. S. S. N o me dijo cómo lo había sabido, pero el caso es que conocía perfectamente la existencia de un tal Partida y sus relaciones con el C. I. C. E n cuanto a su actitud personal y la del Centro re­ publicano-demócrata ante la intervención, declaró que no existía la menor probabilidad de un cambio de régimen, ni posibilidad de derrocar al Gobierno de los Soviets y acabar con la dictadura del proletariado, aun en el caso de que las fuerzas sociales y políticas disponibles en tal sentido en el interior de la Ú. R. S. S. desarrollaran una intensa actividad. A sí, pues, tanto él, como el Cen­ tro republicano-demócrata, eran partidarios dé una in­ tervención militar extranjera. A mi pregunta sobre las posibilidades de una tal intervención y sobre la actitud de los círculos políticos franceses con respecto a ella, me

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contestó que tal idea era ya popular en Francia. L e pre­ gunté después, especialmente, cómo vería la intervención el Partido Socialista francés, y me contestó que, si bien los obreros se mostrarían opuestos a toda guerra y muy particularmente a una guerra de este género, los direc­ tores de los partidos socialistas apoyarían por bajo cuer­ da, ya que no abiertamente, la idea de la intervención. Poco después de esta conferencia con M iljukow tuve mi entrevista con H óffting, el cual me aclaró toda una serie de cuestiones relativas a la intervención y tocó el tema de las relaciones del C. I. C. con el Partido de la Industria. D ijo que el Partido recibía fondos del C. I. C. y procuraba a éste las informaciones que le interesaban. Como ya dije antes, esta entrevista se desarrolló en fe­ brero de 1928. Tales fueron las informaciones de M iljukow y H o ffting y los datos que el “ Partido de los trabajadores del campo” obtuvo del de la Industria en Moscú. Estos dos factores representaban nuestra fuente principal de noti­ cias sobre la organización de una intervención. Esta había sido prevista, en un principio, para 1928. Siendo a principios de este año cuando yo estuve en P a ­ rís y hablé con M iljukow, uno de los temas principales de nuestra conversación fué el de si la intervención iba realmente a ser iniciada en 1928. M iljukow afirmó que la intervención había de ser iniciada por Francia, corres­ pondiendo, por lo tanto, en ella, el papel decisivo, al G o­ bierno francés. A sí. pues, sólo en una época en la que Francia dispusiera de un Gobierno fuerte, sólidamente apoyado en una mayoría parlamentaria, podía contarse con una iniciativa y una organización en tal sentido. De momento, el Gabinete Poincaré reunía tales condiciones, pero había que tener en cuenta que en el mes de abril iban a celebrarse nuevas elecciones. M iljukow expresó su temor de que si el Gabmete Poincaré continuaba des­ pués de las mismas, no contara y a sino con una mayoría

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fragmentada e inestable. Sólo después de las elecciones — en mayo— se definiría ya la actitud y la estabilidad del Gobierno francés y, por lo tanto, el verano de 1928 no parecía la fecha más apropiada para iniciar una cam­ paña tan importante y tan complicada como la inter­ vención. Adem ás de esta circunstancia citó otra que se oponía también al desarrollo de la intervención en 1928. L a pró­ xim a revisión del plan Dawes. L o s inevitables roces internacionales que dicha revisión había de provocar hacían muy difícil concertar, durante este período, el convenio internacional necesario para des­ arrollar la intervención. M íljukow creía, además, que, una vez terminada la revisión, todavía sería necesario dejar pasar algún tiem­ po para la formación de nuevas relaciones económicas y otras, antes de poder suscitar la cuestión de una inter­ vención militar en los asuntos de la U . R. S. S. T ales eran las razones exteriores que hacían imposible, a su juicio, la intervención en 1928. Creía, pues, que debía aplazarse hasta 1930. Tam poco pudo hacerse nada en esta fecha. A princi­ pios de 1930, dijo K ondratjew que la intervención no se iniciaría ya probablemente en aquel año por la insufi­ ciente preparación militar de Rumania y Polonia, y aten­ diendo, además, a que la situación interior de gran par­ te de la E uropa occidental no era nada favorable a con­ secuencia de la crisis económica. Tam poco el año 1930 era, pues, apropiado para una intervención armada de las potencias extranjeras en los asuntos de la U . R . S. S. E n ­ tonces no se fijó ya fecha ninguna. Se hablaba de 1931 y con mayores probabilidades, de 1932. E sto es cuanto puedo decir sobre la cuestión de fechas. P o r lo que respecta a la organización y a la participa­ ción de las distintas potencias, tanto M iljukow como H o fftin g afirmaban que la dirección de la campaña in-

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tei vencionista había de corresponder a Francia. A prin­ cipios de 1930 se había abandonado ya la idea de que Inglaterra desempeñara un papel importante en la or­ ganización de la intervención. Se opinaba que sólo un Gabinete conservador podía ofrecer alguna posibilidad de que Inglaterra participase en la intervención, posibi­ lidad inexistente con un Gobierno laborista. L a misión de Francia era la siguiente: primero, llevar a cabo los trabajos preparatorios; segundo, elaborar el plan de cam­ paña; tercero, suministrar fondos a aquellos Estados que habían de participar más activamente en las operaciones m ilitares; y cuarto, dirigir el desarrollo de la interven­ ción. E n la intervención habrían de tomar parte los si­ guientes E stad o s: ante todo, Polonia y Rumania, sobre los cuales ejercía Francia máxima influencia. Luego, los Estados del Báltico— Estonia y Letonia— , y, menos se­ guramente, Finlandia. Por último, se hablaba también de Yugoeslavia y Checoeslovaquia, aunque ge dudaba de que esta última potencia se decidiera a entrar en una tal coalición. De mi conferencia con M iljukow saqué la impresión de que, si bien no se había llegado todavía a un convenio definitivo, existia ya un acuerdo previo en­ tre Francia, Polonia y Rumania, que aseguraba la pre­ paración activa de la intervención para el año 1930. Se­ gún el plan acordado, la acción militar había de fundar­ se, alternativamente, como causa inmediata, en una agita­ ción de la “ Kom intern” en los Estados europeos durante una acción de la colectividad obrera, o en la imposibili­ dad de tolerar la política comercial de la U . R. S. S. Se insistía especialmente en la conveniencia de hacer res­ ponsable al Gobierno de los Soviets de todo cuanto se atribuía e incriminaba a la “ Kom intern” , y se reconocía, además, la necesidad de hallar una cualquiera causa in­ mediata para la intervención. Pero este último punto no llegó a ser definitivamente convenido, pues sólo se habló de que cualquier conflicto de frontera, provocado o es-

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pohtáneamente surgido en el momento propicio, o cual­ quier otro motivo análogo casual, bastarían para justificar la declaración de guerra. Pero, simultáneamente, existía el propósito de disimular en lo posible el carácter ex­ tranjero de la intervención. A este fin respondía la de­ signación del general Lukom ski para el mando de las tro­ pas que habían de marchar contra la U . R . S. S. Olvidé antes indicar que, además de las potencias ya mencio­ nadas, había de participar en la intervención un cuerpo de E jército formado por emigrados blancos y muy es­ pecialmente por aquellos que aún se agrupaban en derre­ dor de W rangel. Como compensación de sus trabajos por la “ salvación de Rusia” , todas las potencias participantes, salvo F ran ­ cia, pretendían la anexión de algún territorio. Rumania exigía que el futuro Gobierno de Rusia confirmase oficial­ mente la cesión de la Besarabia, y pretendía la anexión de Odessa con algunos territorios circunstantes. Polonia pedía parte de la orilla derecha ukraniana del Dniéper y parte de la Rusia Blanca. Con respecto a los Estados bálticos, se proyectaba una rectificación de fronteras que significaba una considerable ampliación de sus territorios. Finlandia se anexionaría una parte de la República de K arelia. Francia, por su parte, no pretendía territorio alguno, pero exigía el re­ conocimiento, siquiera fuese parcial, de las deudas ante­ riores a la Revolución y a la guerra, y la restitución, a los capitalistas franceses, de las propiedades que poseían en Rusia antes de la Revolución de Octubre. Estos capi­ talistas habrían de recibir, además, una indemnización por las pérdidas sufridas. Por otro lado, entre Francia y el futuro Gobierno ruso, habría de concertarse un tratado comercial, en el que se reconocerían a Francia grandes pri­ vilegios y toda una serie de concesiones en el territorio de la U . R. S. S. P or último se convino que la actuación directiva de Francia en la intervención aseguraba su in-

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fluencia política predominante sobre el futuro Gobierno de Rusia. De este modo quedaba afirmada la hegemonía de Francia en la Europa occidental.

Poincaré excita perso­ nalmente a la opinión contra la U. S. S. S. Krylenko.— L a orden del día preveía para hoy la in­ vestigación y el examen de la actividad exterior del P ar­ tido de la Industria. Para el ministerio fiscal es de suma importancia fijar y comprobar todo lo referente a las re­ laciones del C. I. C. con el Partido de la Industria, poi un lado, y con los círculos oficiales de Francia, por otro, así como todo el material reunido en este proceso sobre las relaciones con los círculos militares, con algunas persona­ lidades del Estado M ayor francés y con los agentes del mismo. Para dejar plenamente confirmados estos datos pido la lectura de los tres artículos de Poincaré citados en el sumario y su unión al mismo. M e refiero al artículo publicado por Poincaré en el pe­ riódico E xcelsior, en febrero de 1930, y a otros dos, también suyos, publicados por el mismo periódico y titu­ lados “ L as garras de la L . R. S. S.” y “ Europa febril . Solicito la lectura de estos artículos y su unión a los autos por considerarlos característicos de la actitud po­ lítica y la posición de Poincaré ante la U. R. S. S. y ante los hechos que en ella se han desarrollado; carac­ terísticos del papel que Poincaré atribuye a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en la política interna­ cional y en la situación internacional general. Constituyen un preciso testimonio de todas las afirmaciones, opinio­ nes y actitudes de Poincaré. Propongo también añadir a estos artículos la noticia publicada el día 18 de noviembre en la Pravda y toma-

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da por este diario dei periódico R esurrección , órgano de los emigrados blancos, sobre el banquete celebrado en París con ocasión del primer aniversario de la funda­ ción del C. I. C., pues en esta noticia aparece también claramente definida la actitud política del C. I. C. como organización contrarrevolucionaria. Presidente.— L a sala acuerda dar lectura y unir a los autos los tres artículos de Poincaré y el artículo de la Prcruda, titulado “ D iez años de conspiración antisovié­ tica al amparo de la hospitalaria Francia” . Krylenko.— Provisionalmente, ruego a la sala que com­ pruebe y confirme el manifiesto carácter agresivo del pri­ mer artículo, que se refiere a la U . R. S. S. en términos inequívocos y subraya la necesidad de una coalición de los restantes Estados europeos para imponer un cambio en la política de la U . R. S. S. E n el segundo artículo, hablando del Gobierno soviético, dice: “ L os soviets que han hundido en un mar de sangre y de llamas toda una parte de Asia, que sostienen un poderoso E jército rojo y procuran sembrar la intranquilidad en todas partes” ... A sí define una personalidad tan cercana a las esferas gobernantes la actividad del Gobierno de losi Soviets. H e de rogar, pues, a la sala que tome nota de este he­ cho para tenerlo en cuenta en el resumen de las actua­ ciones judiciales.


EL SÉPTIMO DÍA E n la séptima sesión de la vista se examinó detallada­ mente la obra de sabotaje en las distintas ramas indus­ triales. Turba K rylenko .— ¿ Cómo se desarrolló la campaña en cuanto a la explotación de la turba? Ramsin.— D el siguiente modo. A nte todo, en el Plan quinquenal se habia previsto un índice de producción re­ lativamente bajo: quince millones de toneladas al térmi­ no del plan. E n los últimos tiempos, y bajo la influencia del plan del Banco Industrial, esta cifra se elevó al do­ ble. Adem ás se impidió la introducción de máquinas fre­ sadoras, que hubieran abaratado considerablemente la pro­ ducción. Y , por último, se procuró mantener muy altos los gastos de explotación. Krylenko.— ¿ Y cuál fué el resultado? Ramsin.-— L a turba llegó a ser el combustible más caro.

Producción de energía Krylenko.— Todavía una pregunta concreta sobre la central eléctrica de Kaschira. ¿Q ué sucedió con las tur-

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binas? ¿E n qué consistió el sabotaje y cómo fue llevado a cabo? Ramsin.— P ara las turbinas de gran velocidad debe usarse carbón blando. E l carbón de M oscú es blando, pero contiene un elevado tanto por ciento de sílice que altera el buen funcionamiento de las turbinas y las es­ tropea. A sí, pues, no se debió emplear nunca esta clase de turbinas en la cuenca de M oscú, donde era seguro su fracaso. Carbón K rylenko.— ¿Q u é actos de sabotaje llevó usted a cabo en la industria carbonera? L aritschew .— E n prim er lugar se redujo a un mínimo el programa de la industria carbonera, y en segundo, se m antuvo artificialm ente muy bajo el balance del combus­ tible, calculando m uy por alto el efecto útil. U n a vez re­ tardado así el ritmo general, se proyectaron para distin­ tos sectores particulares medidas menos importantes, de acuerdo con la nueva situación. E l Plan quinquenal ha­ bía previsto un incremento de cinco millones de tonela­ das en la explotación de la cuenca del Donez. L a idea fundamental de la campaña de sabotaje, en este punto concreto, era la siguiente. E l desarrollo de la cuenca del Donez debía llevarse a cabo en gran escala. L a única me­ dida adecuada y racional, para increm entar la producción, era la ampliación de las minas, su reconstrucción y su mecanización. Sólo asi podían lograrse los importantes resultados previstos. E l primer plan del grupo de sabo­ teadores consistió en desatender la ampliación de las mi­ nas importantes e iniciarla tan sólo en las medianas y en las pequeñas. E sta conducta se justificaba alegando que la ampliación de las primeras había de exigir mucho más dinero y mucho más tiempo. L a idea de la amplia-

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ción de las explotaciones medias había de encubrir la ne* cesidad de consagrar todo el esfuerzo a las minas im­ portantes. Todas las directivas marcadas entrañaban un manifiesto carácter de sabotaje. Com o prueba concreta de la campaña realizada en este sector, aduciré el si­ guiente ejem plo: de doscientas explotaciones de mediana o pequeña importancia, sólo noventa resultaron reproduc­ tivas. Las restantes fueron abandonadas, alegando no ha­ berse encontrado en ellas carbón suficiente. Krylenko.— ¿ Y qué sucedió al fin con las minas im­ portantes ? Laritschew.— Aunque el primer plan preveía la amplia­ ción de treinta grandes minas, su desarrollo técnico se llevó a cabo en form a tal, que en muchas de ellas no se ha llegado aún al término de los trabajos.

Industria textil Krylenko.— T en ga la bondad de inform arnos sobre la campaña de sabotaje en la industria textil. Nolde, testigo.— L a campaña recaía sobre la totalidad de la industria. E n primer lugar debía fomentarse exa­ geradamente la industria algodonera; luego, en la de fa­ bricación de tejidos, la producción de lienzos y la de p a­ ños finos, cuyas primeras materias habían de ser impor­ tadas del E xtranjero, y, por último, la industria del yute. Simultáneamente, debía dificultarse el desarrollo de las industrias del lino y del cáñamo, que trabajaban con pri­ meras materias de origen nacional. S e conseguía así, en primer término, una constante dependencia del E xtranje­ ro, y, además, que nuestra industria textil y en general toda la economía nacional, corriera el peligro de quedar privada de primeras materias en cuanto surgiera algún \ dificultad de orden internacional. Sobre esta base se ela-

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boraron los planes anuales y el Plan quinquenal. Las íri* dustrias linera y cañamera quedaron relegadas a un úl­ timo término, y sólo recibían consignaciones mínimas.

Fabricación de tractores Lwow , vocal del Tribunal.— Ciudadano T sch am ow ski: Tenga la bondad de informarnos sobre los actos de sa­ botaje realizados por su grupo en la fabricación de trac­ tores y automóviles. Tscham ow ski.— En el Consejo de ingenieros y técnicos se constituyó una Comisión encargada de fijar el tipo de los tractores para las fábricas de Stalingrado. A ella pertenecían dos técnicos militares: A . A . Janowski y Kuzky. Presidente.— ¿E ra K u zky miembro de la organización contrarrevolucionaria ? T scham owski.— S i. Presidente.— ¿Quién era el presidente de la Comisión? Tscham ow ski.— E l presidente administrativo era K uzky. Presidente.— ¿A sí, pues, la dirección de los trabajos es­ taba en manos de un miembro del grupo de sabotea­ dores ? T schamowski.— Si.

Fabricación de automóviles Presidente.— L a segunda pregunta antes propuesta por el compañero L w o w se refería a la industria de fabri­ cación de automóviles. Tscham ow ski.— El fomento de esta industria se des­ arrollaba en una forma peculiar. Se habían establecido 164

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negociaciones con Ford. E l único punto sujeto a discu­ sión era la unidad de medida que había de emplearse en los proyectos— el metro o la pulgada— . Pero ello se de­ cidió sin intervención nuestra. Krylenko.— ¿ Y en cuanto a los planes? Tscham ow ski.— Los planes fueron elaborados en el Ins­ tituto Técnico encargado de proyectar las nuevas fábricas metalúrgicas. Presidente.— ¿Formaba parte del consejo técnico del Instituto algún miembro de la organización contrarrevo­ lucionaria? Tscham ow ski. — Varios. Belonoschkin, Januschewski, Kuzki, M iljukow, L ist y Litard. Krylenko.— Contaban, pues, con una firme base para desarrollar la campaña de sabotaje. *' Tscham ow ski.— Teníamos en el Instituto toda una se­ rie de contrarrevolucionarios activos. Krylenko.— ¿Estaba el Instituto en relación permanen­ te con el Comité Central del Partido de la Industria? Tscham ow ski.— Sí. Por conducto de Chrennikow, que ocupaba un cargo en el Instituto.

Transportes Krassowski, testigo.— L a organización de sabotaje en el ramo de transportes concentró todos sus esfuerzos en la destrucción de los ferrocarriles fronterizos. P retex­ tando la carencia de material y de piezas de reserva, la organización contrarrevolucionaria desatendía los ferroca­ rriles fronterizos, ocupándose tan sólo de los más inte­ riores. Para complicar y perturbar el funcionamiento de los ferrocarriles fronterizos se destinaron a los parques de locomotoras correspondientes, máquinas de series y características muy distintas. Los planes de movilización

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de estos ferrocarriles eran inexactos, incompletos y fa l­ sos. Se redujeron a un mínimum los créditos a ellos des­ tinados, dificultándose así toda obra de ampliación y re­ construcción. Siguiendo las instrucciones emanadas del Centro de Ingenieros, el grupo de saboteadores del ramo de transportes desorganizó totalmente el tráfico de los 1errocarriles fronterizos, desorganización que habría de hacer sentir sus efectos, si no ya en el período de movili­ zación, desde luego en el desarrollo de las operaciones militares, perturbando los transportes y originando por lo lanto una disminución de la eficacia militar del Ejército rojo.

Construcción Syrozinski, testigo.— Según se me dijo en el Partido de la Industria, las nuevas construcciones industriales em­ prendidas tanto en el Norte de la U . R. S. S.— en las re­ giones de Archange! y Leningrado— , como en el Sur, o sea en el Cáucaso y en la costa del M ar Negro, se ha­ llaban todas bajo la dirección de los grupos contrarrevo­ lucionarios de Kleveral, Kusnezow y Noa. Poco después averigüé que el grupo de saboteadores que había dirigido la construcción de nuevas fábricas en las costas del M ar Negro, las había emplazado de manera que pudieran ser fácilmente destruidas desde el mar. E n una conversación privada se me informó de que en la misma región se habían construido edificaciones pro­ vistas de plataformas especiales para montar en ellas los cañones pesados del Ejército intervencionista. Entre las obras proyectadas en esta región figuraba una gran ins­ talación industrial. E l proyecto correspondiente pasó a informe del Consejo técnico, del cual formaban parte las personas antes mencionadas, y permaneció allí más de seis meses. Ulteriormente supe que durante este in-

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tervalo había sido enviado al E xtranjero para su modi­ ficación. U na de las modificaciones asi introducidas ^fue la agregación de anejos no previstos en el plan prim i­ tivo. Según se me explicó, ello se debía a que la insta­ lación prevista había de ser erigida en lugar estratégi­ co y los anejos podían ser muy útiles a las tropas de desembarco. E sta fábrica podía ser transformada, ade­ más, rápidamente, para la producción de explosivos. L a organización contrarrevolucionaria emitió también instruc­ ciones con respecto a las fábricas de nueva planta que habían de ser edificadas en el Norte. A sí, se die­ ron proporciones desmesuradas a los talleres de unas se­ rrerías. con objeto de hacer posible su transformación en hangares para aeroplanos. E l grupo contrarrevolucionario del ramo de construcción adaptó así todas las nuevas edificaciones a los intereses y a las necesidades del E je r ­ cito intervencionista,

La industria química Syrozinsky. testigo.— Puedo también inform ar a la sala sobre toda una serie de actos de sabotaje en la industria química. U na importantísima fábrica de este orden ha sido edificada en terreno pantanoso. H a sido preciso ci­ mentarla en una enorme subestructura de cuatro metros de profundidad, con el gasto consiguiente, y a pesar jle todo, en los períodos de lluvias de primavera y otoño, el agua se filtrará al interior, imponiendo nuevas y cos­ tosas reparaciones y modificaciones. Otra fábrica importante ha sido erigida en una región casi desprovista de agua. D os riachuelos insignificantes son las únicas fuentes de que dispone, y para represarlos se proyectó la construcción de dos diques, uno de los

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cuales habrá de resistir la presión de una masa de doce metros de altura. L a rotura de este dique puede parali­ zar para mucho tiempo la fábrica entera.

Agricultura Krylenko.— ¿Cuándo llegó a su conocimiento la cone­ xión de los trabajos de m ejoras agrícolas con la idea de la intervención? Michailenko.— L as primeras conversaciones sobre este tema datan de 1926, cuando los miembros de nuestra or­ ganización contrarrevolucionaria llegaron a la convicción de que era imposible evitar el choque de las potencias extranjeras con la U . R. S. S. Se proyectaron entonces toda una serie de medidas encaminadas a facilitar la in­ tervención. Krylenko.— H aga el favor de concretar. M ichailenko.— E n la frontera de la U . R . S. S., o muy próximas a ellas, existen grandes llanuras pantanosas. En su estado natural, estas llanuras constituyen un obs­ táculo más o menos considerable para los transportes, sobre todo, para los transportes militares. L a desecación de estos pantanos, realizada como m ejora agrícola, había de facilitar el avance del E jército enemigo. Krylenko.— ¿Q uiere usted detallar el carácter y la e x ­ tensión de los trabajos realzad o s en esta zona fronteriza y decimos quiénes los dirigieron? Michailenko.— E n 1926, y, si mal no recuerdo, iniciado ya el otoño, se elaboró un proyecto de desecación de la zona fronteriza correspondiente al actual distrito de Leningrado. Pero ésta era una empresa relativamente pe­ queña. L a obra más importante de este género era la desecación de las grandes llanuras pantanosas existentes al Sur del lago limen. L a unión de ambos trabajos per-

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mitiría al enemigo llegar sin dificultad hasta la línea del ferrocarril de Octubre, con lo cual, Leningrado y su co­ marca más inmediata quedarían aislados del resto del te­ rritorio nacional. Otro proyecto análogo consistía en la desecación de la región forestal de la Rusia Blanca. Los métodos empleados eran los corrientes en los trabajos normales de drenaje. Pero con ellos se perse­ guían fines de carácter militar, haciendo accesibles de­ terminados territorios al avance de las tropas enemigas.


EL OCTAVO DIA La acusación fiscal Después de una breve sesión secreta en la que se de­ signó por sus nombres completos a los agentes del E s­ tado M ayor francés (entre ellos a los señores K . y R.). con los cuales trataban los acusados y que continuaban residiendo en Moscú, el compañero Krylenko se levanta para pronunciar la acusación fiscal:

El proceso, punto de mira del interés mundial Durante diez días viene ya desarrollándose este pro­ ceso en circunstancias nada corrientes. Su iniciación fué saludada por manifestaciones públicas de millones de obre­ ros que exteriorizaban con ellas su disgusto ante los he­ chos descubiertos y se declaraban dispuestos a luchar, si preciso era, con el fusil en la mano. También los mi­ llones de trabajadores del E xtranjero han seguido con in­ tensa atención el curso de este proceso, en tanto que la Prensa burguesa procuraba distraer el interés de la opi­ nión pública lanzando sobre la U . R. S. S. un diluvio de

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usaciones y calumnias y publicando falsas noticias de disturbios y alzamientos, y mientras las personalidades directivas de la burguesía se apresuraban a exteriorizar su actitud ante el proceso en artículos periodísticos, dis­ cursos y declaraciones. Todo en ellos delata el temor a los resultados de este proceso y a la revelación de sus oscuros manejos. H ay todavía otra circunstancia que ha contribuido a concentrar sobre este proceso la intensa atención del mundo entero: el ministerio público no ha temido revelar la existencia de llagas abiertas en nuestro organismo estatal, no ha temido revelar la obra de sabo­ taje desarrollada en todas las ramas de la industria ni las dificultades entre las cuales va cumpliéndose la ins­ tauración del socialismo. Creemos que las masas obreras lucharán aún con mayor entusiasmo por la victoria del socialismo cuando conozcan en toda su importancia las de­ bilidades y las heridas de nuestra obra constructura. Hace dos años, se desarrolló aquí mismo el proceso Schachty. Se nos impone su comparación con el actual, que no es sino su reproducción ampliada. Veam os los puntos principales. En el proceso Schachty los acusados eran saboteadores de la industria minera del carbón. H oy vemos ocupar el banquillo de los acusados a los direc­ tores de la campaña de sabotaje en todas las ramas prin­ cipales de la industria e incluso en la agricultura. E n el proceso Schachty descubrimos aquí las relaciones de los acusados con distintos antiguos industriales. H oy halla­ mos aquí, como cómplice de los saboteadores, al Comité de la Industria y del Comercio, que abarca todas las ra­ mas de la industria. E l C. I. C. representa una organiza­ ción unitaria, con fines políticos determinados; una orga­ nización de clase que se arroga las funciones de una le­ gación en el Extranjero, con derechos casi diplomáticos. En el proceso Schachty nos las habíamos con algunos industriales extranjeros. H oy se trata de Poincaré. que un día dirigió la política del Gobierno francés: de Poin-

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caré y de su conexión con el C. I. C. Por entonces tro­ pezamos ya con la idea de la intervención. H oy hallamos un plan preciso, con fechas determinadas y medios con­ siderables. P or entonces se habló de relaciones con las agencias secretas de algunos Estados. H oy tenemos aquí, ante nosotros, un firme bloque de Estados, basado en convenios y tratados. En el interior hallamos también diferencias análogas. En el proceso Schachty se acusaba tan sólo a unos cuan­ tos saboteadores de la industria. En éste tenemos dos grupos contrarrevolucionarios: el Partido de la Industria y el “ Partido de los trabajadores del campo” , un bloque de la representación política del capital industrial con el estrato superior de los “ kulaks” , dos partidos que cele­ bran sesiones comunes y discuten en ellas la táctica de su campaña. P or entonces sólo descubrimos el contacto con varios industriales aislados, del Extranjero. Hoy, Turowski y Fedotow nos han confirmado la existencia de un bloque de fuerzas políticas diversas basado en la consolidación y con la intervención como fin. P or en­ tonces, el grupo de saboteadores se componía sólo de in­ genieros. H oy hallamos en él economistas, peritos, conta­ bles y arquitectos, todos los estratos de la inteligencia técnica. En el proceso Schachty teníamos ante nosotros una temprana etapa de la campaña de sabotaje, una etapa en la que se había llegado desde la “ conservación de las fá­ bricas para sus antiguos dueños” hasta el sabotaje direc­ to de las industrias. Ahora la campaña de sabotaje ve­ nía ya desarrollándose conforme a un vasto plan pre­ concebido, cuyo fin unitario era la preparación militar de la intervención. También en el proceso Schachty se descubrieron actos de espionaje, pero sólo en casos ais­ lados. En éste, el espionaje aparece regularmente enla­ zado a las tareas de carácter operativo. P or último, hallamos ahora un factor totalmente nue-

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vo: la creación de una organización militar y la prepa­ ración práctica de los objetivos militares del Ejército intervencionista y de sus puntos de apoyo en las fron­ teras. L a centralización de la campaña de sabotaje, el blo­ que de distintos partidos secretos y corrientes políticas di­ versas, los métodos, en ñn, detenidamente discutidos y fijados; todo ello tendía a un fin unitario y preciso— a la intervención, para la cual se había elaborado un plan práctica y fijado una fecha— y significaba la coalición de todas las fuerzas contrarrevolucionarias para el ani­ quilamiento de la U . R . S. S. a mano armada.

Stalin descubre los pre­ parativos guerreros de la burguesía En el X I V Congreso del Partido Comunista diseñó el compañero Stalin la situación mundial en la siguiente forma: “ Si queremos definir en dos palabras el último período, habremos de calificarlo de período de transfor­ mación. Transform ación no sólo en la U . R. S. S., sino también en los países capitalistas del mundo entero. Para la U. R. S. S. esta transformación significa un ascenso económico; para los países capitalistas, un descenso.” Poincaré ha confirmado en su artículo, que la crisis des­ garra al mundo entero y es uno de los problemas ge­ nerales más dolorosos y decisivos. Pero el compañero Stalin deduce otras conclusiones. E l resultado principal de la revelación y la agudización de las contradicciones del capitalismo ha sido una intensificación de la lucha por la conquista de los mercados de primeras materias y de los campos propicios a la expansión del capital. A h o­ ra bien, como la U. R. S. S. es el campo más prome-

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tedor gara tal expansión, esta definición del compañero Stalin nos anuncia inevitables intentos de los capitalistas para dominar la U. R. S. S., como objeto de la ex­ pansión del capital. “ Esto supone que el peligro de .una guerra crece por momentos. Las divergencias entre los vencedores y los vencidos, entre los Estados imperialis­ tas y las colonias, entre la burguesía y el proletariado, se hacen cada vez más evidentes e intensas. E l proletariado busca su salida en la revolución mundial. Por esta razón, la burguesía, ante la agudización de las contradicciones capitalistas, vuelve sus ojos hacia la U. R. S. S. para do­ minar a su costa sus propios conflictos.” Hasta aquí el compañero Stalin.

Ramsin. ni a relia al Ex­ tranjero para precipitar la guerra Estas palabras fueron pronunciadas en el momento en que Ramsin marchaba a Berlín para concertar con el C. I. C. la fecha en que había de iniciarse el ataque definitivo de los imperialistas contra la U . R. S. S. El estrépito que se ha alzado en torno a este proceso se ex­ plica por la plena coincidencia del análisis bolchevista con los hechos históricos. Los ladrones fueron sorpren­ didos “ in fragantí” . Tenemos aquí, ante nosotros, a ocho hombres. A sólo ocho hombres de entre una población de ciento cincuenta millones. A ocho hombres que sólo tienen detrás de sí unos dos mil partidarios de entre cuarenta mil ingenieros. Nadie hubiera hecho ruido en torno de ellos si no encarnasen los propósitos, guerreros de la burguesía mundial. Y esta significación suya expli­ ca también por qué sus declaraciones han respondido a la verdad. En el Extranjero se proclama ahora a grandes

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Voces el fracaso del Plan quinquenal. E n respuesta ci­ taremos tan sólo tres cifras. En los últimos tres años la agricultura lia pasado del ioó al 114 Por 100 del estado anterior a la guerra. L a producción industrial ha subido en igual período del 102 al 180 por 100, y los ingresos públicos han aumentado en un 15 por 100 anual. Estos hechos explican por qué nuestros enemigos— los círculos directivos oe Iqs Estados capitalistas y sus satélites pre­ paran ahora aceleradamente, como el compañero Stalin predijo, su criminal aventura contra la U . R. S. S. Nues­ tra política era y es una política de paz. No nos mez­ clamos en los asuntos de nuestros adversarios como ellos en los nuestros. N o hemos usado nunca ni usamos hoy tales medios. Todas estas razones explican la actividad de la organización contrarrevolucionaria conocida con el nombre de “ Partido de la Industria” y el extraordinario interés que este proceso ha despertado en el mundo entero.

£1 sabotaje, lucha de ela* ses de la burguesía Nuestra misión es ahora esclarecer toda la complica­ da trama de la actividad de los conspiradores y deter­ minar el peligro real que amenazaba a la U . R. S. S. y el que representa cada uno de los acusados. En los he­ chos delictivos que constituyen la base del proceso apa­ recen entretejidos los intereses nacionales de varios paí­ ses capitalistas, los intereses de grupo de la burguesía representada por los antiguos propietarios, los de una parte determinada de los ingenieros antiguos, que antes hubieron de ocupar puestos directivos, y los intereses personales de varios individuos— Fedotow, Kuprijanow y Sitnin. E l punto de vista capital desde el cual ha de con­ siderarse la totalidad de los hechos es el de la seguridad

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exterior de nuestro país, eí de la posibilidad de proseguir tranquilamente nuestra obra socialista. E sta posibilidad ha corrido un grave peligro. N o deberemos olvidarlo al exa­ minar las peculiaridades, los intereses individuales y los actos de los acusados. E n nuestra realidad soviética, la obra de sabotaje no se nos muestra como la actuación aislada de unos cuan­ tos individuos, sino como un método de la lucha de cla­ ses de la burguesía como colectividad. A sí se ha demos­ trado claramente en el curso del proceso, y ello nos e x ­ plica la fusión de los grupos de saboteadores, separada­ mente constituidos, en una organización unitaria con un programa político y militar. P or las palabras de K rassowski y por toda una serie de documentos, sabemos que los saboteadores del ramo de transportes iniciaron su campaña en 1927 y sólo en 1928 entraron a form ar par­ te de la organización central. L as mismas fuentes nos han revelado que el sabotaje de las industrias de guerra comenzó también independientemente y no quedó subordi­ nado al Comité Central del Partido de la Industria has­ ta la disolución de su primer grupo directivo. L os acusados pertenecientes a la industria textil han m anifestado que la campaña de sabotaje se inició en este ramo a mediados de 1925. L o mismo sucedió en la in­ dustria petrolífera, en la del carbón y en las industrias hidráulicas. E llo define claramente la significación objeti­ va del grupo central de los saboteadores. N o era el ini­ ciador, sino el condensador de tal campaña.

Organización del Partido de la Industria E l centro creado a fines de 1927 reunió los grupos de saboteadores preexistentes por separado, firmemente cons-

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tituídos ya y ampliamente desarrollados. Precisameiite esto es lo que nos permite apreciar el grado de su pe­ ligrosidad para el régimen soviético y explicarnos mu­ chas peculiaridades de su organización y de su actividad. E l Partido de la Industria se hallaba, organizado con­ forme al sistema de la “ cadena” . A lo largo de esta ca­ dena transmitía el Comité Central sus instrucciones a los grupos y a los individuos de la organización de sa­ botaje,, que no se conocían unos a otros. Sólo en los últimos tiempos surgió la idea de estable­ cer un enlace horizontal. Varios testigos confirmaron en sus declaraciones este sistema. L a estructura descrita se explica por la génesis históri­ ca y el desarrollo de la organización de sabotaje, así como por la necesidad de mantener secreta la actividad cons­ piradora, y constituía, al mismo tiempo, la base del mé­ todo de trabajo, pues garantizabá la sumisión de los es­ tratos inferiores de la organización al Comité directivo de la misma y su completa dependencia de él. Una vez centralizada en su totalidad la labor de sa­ botaje, se conservó la organización adoptada completán­ dola con un control de la ejecución de los mandatos. Para garantizar una dirección unitaria de la actividad desarro­ llada en los distintos sectores, se transfirió el centro de la organización a los órganos del Plan económico, espe­ cialmente a la Comisión oficial de! Plan económico, de­ dicándose la mayor atención a la conquista de los miem­ bros directivos de la misma y lográndose incluso la de Ossadíschi, su vicepresidente.

La actuación de los ingenieros No deja de ser interesante analizar por qué esta or­ ganización secreta, que intentaba penetrar todo el organis-

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mo dei Estado, hubo de apoyarse ante todo en los in­ genieros. Estam os creando en nuestro país una indus­ tria pesada. P a ra ello, nos es preciso disponer de inge­ nieros en toda una serie de puestos directivos, desde la Comisión dél Plan económico, hasta la última fábrica, y mientras la U . R. S. S. no disponga de un número su­ ficiente de ingenieros rojos, procedentes de la clase obre­ ra, tiene que utilizar a los antiguos. E llo nos explica por qué los adversarios del socialismo buscaron en los ingenieros su prim er apoyo, pues los dos mil sabotea­ dores de Ram sin significaban, así, para la burguesía, fuer­ zas más importantes que los supuestos doscientos mil adeptos del “ P artido de los trabajadores del campo” de Kondraljew. Los acusados han desarrollado una teoría del Gobierno del Estado p or los ingenieros. Pero esta teoría se deshizo ya durante la instrucción del sumario, como una pom ­ pa de jabón. U na política independiente de la inteligen­ cia, sin enlace alguno con las grandes clases sociales, es algo totalmente imposible. Los acusados han reconocido que si la intervención hubiera llegado a ser una realidad, el grupo que subvencionaba y utilizaba a los ingemeros hubiera prescindido de ellos en el acto, echándolos a un lado. Los directivos del Partido de la Industria que ela­ boraban sus planes con Denissow, Lukom ski y Joinville, no eran precisamente unos ingenuos en política. L a teo­ ría del dom inio de los ingenieros no es sólo una ficción política, sino un franco engaño político.


£1 zarismo como pro» grama de la contra» ^revolución L a prueba procesal ha revelado claramente cuál había de ser el contenido real de la dictadura militar. L a des­ cripción de la fiesta celebrada en París, en memoria del general Suwarow, nos procura una idea del programa de los emigrantes que preparaban la intervención. T o ­ dos los asistentes al acto— grandes duques, altos digna­ tarios eclesiásticos, generales y representantes del E s ­ tado M ayor francés— estaban de acuerdo en el santo y seña: j Adelante, por Dios y por la P a tria ! E l general Lukomski no había acudido solo, sino rodeado de una chus­ ma monárquica salida de todos los rincones. Ramsin des­ arrolló allí su programa: “ Primero, la pacificación; lue­ go, las reform as.” E n realidad, hubiera debido d e c ir: primero, guerra, fusilamientos, montones de cadáveres, millones de obreros y campesinos sacrificados; y luego (dirigiéndose a R am sin): “ E l moro ha cumplido su tarea y puede retirarse” (i). Tal era el verdadero fin de los intervencionistas. Todavía algunas palabras sobre el programa político. Este fué objeto de muchas conferencias y discusiones, entre otras, con el grupo de Kondratjew . ¿P or qué fun­ daron el partido político de la Industria? Ramsin citó tres razones: 1. a Porque no combatían solos contra la dictadura del proletariado y temían hacerse solos cargo de su herencia. 2. ® Su actitud favorable a la intervención hacía emer(1) Cita de L a c o n j u r a c i ó n d e F i e s c o , cero, escen a cu a rta .— (TV. del T.)

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S ch iller, a cto ter­

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ger a ía superficie cuestiones de poder político que habían de ser discutidas y aclaradas. 3 * Tenían que entablar negociaciones políticas con personas y organizaciones políticas del E xtranjero. Q ui­ zá también él ejemplo de la unidad y la fortaleza in­ quebrantables de la K . P . S. U. les obligó a poner los puntos sobre las íes y declararse abiertamente agentes po­ líticos de la alta burguesía. E l contenido del programa político de este Partido era, en realidad, el siguiente: restauración del capitalismo con la perspectiva inevitable del retomo de la monar­ quía.

Fuerza probatoria do las confesiones E l E xtranjero ha intentado atacar con las más ridicu las falsedades la fuerza probatoria de las diligencias del proceso. M ás tarde analizaré las pruebas objetivas. Quiero de­ jar primero contestada la pregunta siguiente: ¿Q u é prue­ bas puede haber en un proceso como éste? L as más importantes son las confesiones de los acu­ sados. Si, como se afirma, fueron detenidos casualmente y sus declaraciones no responden a la verdad, ¿por qué se los detuvo entonces ? Sólo el hecho de que habiendo sido detenidos en distintas fechas y no habiéndose co­ municado, coincidan hasta en los menores detalles sus declaraciones, otorga a éstas singular fuerza probatoria. Pero, además, las declaraciones coinciden plenamente con los datos reunidos en procesos anteriores, con los resul­ tados, públicos ya hace años, de investigaciones pretéri­ tas y con los actos de los acusados cuando aún se ha­ llaban en libertad. ¿ P o r qué declararon los acusados? L a afirmación de

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]te sus declaraciones les habían sido arrancadas en el ormento ha sido ya rebatida por ellos mismos. Las ra­ zones psicológicas de su confesión se descubren fácilmen­ te. En todos los innumerables procesos instruidos por sa­ botaje, los procesados han confesado espontáneamente sus culpas. Representantes de una clase expirante, manejados por elementos extraños y sorprendidos “ in fragranti” , no pudieron conducirse de otro modo. Ninguna idea los sos­ tiene; carecen de toda convicción. Y a hemos visto el único móvil de sus a cto s: el dinero. De la verdad de las confesiones testimonia la plena coincidencia entre las distintas declaraciones de los acu­ sados y los testigos, y antes, el contenido del discurso público de Kalinnikow en la Comisión del plan económi­ co, en 1927, y el prim er proyecto de dicho plan elaborado por los saboteadores. Además, la coincidencia absoluta de los datos suministrados por acusados y testigos que ni siquiera se conocían entre sq como M ichailenko, Zeidler, Syrozinski y otros. L as declaraciones de estos últimos han revelado cosas que los acusados habían silenciado y cuya exactitud se han visto luego forzados a reconocer. De la verdad de las confesiones testimonia, por últi­ mo, su coincidencia con hechos políticos documentalmen­ te probados y públicamente conocidos. L os acusados reve­ laron su relación con el C. I. C. E l C. I. C. existe y so­ bre su política contrarrevolucionaria y hostil a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no puede caber la menor duda. E l C. I. C. ha declarado y declara en docu­ mentos y discursos su voluntad de continuar combatien­ do sin descanso contra el régimen soviético hasta con­ seguir la “ reconstrucción de la patria rusa” . Los documentos que constan en autos demuestran la orientación po­ lítica del C. I. C , su enlace con todas las fuerzas con­ trarrevolucionarias y la ayuda financiera que a ellas otor­ gaba. E l C. I. C. se califica a sí mismo de “ embajada ex­ traoficial de los emigrados rusos en P arís” , misión que A. Gabor: «Espías y saboteadores»

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jam ás hubiera podido arrogarse si no contara con una base de influyentes relaciones políticas.

Deterding, profeta Para mejor apreciar la exactitud de las declaraciones' de los acusados y los testigos, conviene leer la carta es­ crita por Deterding, el rey del petróleo, con motivo del décimo aniversario de la fundación de un centro ruso de segunda enseñanza en París. En esta carta expresa Deterding su esperanza en “ la pronta liberación de R u ­ sia la cual— añade— será quizá una realidad “ dentro de pocos meses” . Y el 15 de julio siguiente, un periódico publica otra carta de Deterding, en la cual, contestando a un joven estudiante ruso que le había testimoniado su agradecimiento por haberle facilitado la prosecución de sus estudios, vuelve a hablar de la próxima bberación de Rusia, en el térmmo de pocos meses, v agrega las p a­ labras siguientes: “ Vea usted de ser e n ‘ la nueva Rusia que habrá de nacer dentro de pocos meses, uno de los ciudadanos mas preclaros.” Queda asi confirmada por las manifestaciones del C. I. C. y de sus m iem bros,'la fecha inicial de la intervención— 1930 ó 1931— . indicada po» los acusados y los testigos. Es* P a r ís iso ©ra !a

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Intervención ningún secreto

También en los círculos oficiales de Francia se man­ tenían conversaciones sobre la intervención contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. A ellas se re­ fiere, per ejemplo, un artículo del diputado Fougére, pu­ blicado— detalle muy significativo— en el órgano de Gus­ tavo Hervé. Fougére demanda en este artículo la prácti-

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ca de una operación quirúrgica para amputar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del organismo del mundo civilizado. Fougére— diputado del grupo de Tardieu— señalaba “ dos hechos que bastarían por sí solos para justificar la exclusión de la U . R. S. S. de la unión de los pueblos civilizados: la propaganda de la “ Kom intem ” y el “ dumping” soviético.” E sta actitud de Fougére de­ muestra que la idea de una operación quirúrgica tiene también sus partidarios en ciertos sectores oficiales, in­ dependientemente de la iniciativa del C. I. C. y de la actividad del Comité Central del Partido de la Industria. Así, pues, los datos suministrados por los acusados so­ bre la intervención y sobre la fecha en que había de ser iniciada eran dominio general de nuestros enemigos con­ trarrevolucionarios en París. A l hacerse pública la acu­ sación, tanto el C. I. C. como Deterding se apresuraron a hacer declaraciones a los periodistas. ¿P o r qué tanta prisa? ¿ Y por qué no mencionaron siquiera a Poincaré? Como sagaces hombres de negocios, evitaron declarar pú­ blicamente la verdad para impedir que una rectificación pública pudiera privarles de la posibilidad de reclamar el cumplimiento de las promesas obtenidas. L os acusados ci­ taron al general Janin como presidente de la Comisión encargada de estudiar la preparación de la intervención. ¿Quién, en efecto, más calificado para ello que este ge> neral. director de la pretérita intervención en Siberia. campaña sobre la cual ha publicado el libro que figura unido a los autos? O tros muchos artículos periodísti­ cos, determinados hechos históricos, ciertos tratados mi­ litares aún existentes y los viajes de varios generales franceses a los Estados bálticos en la primavera de 1930, demuestran que los círculos directivos políticos de F ran ­ cia v los del Estado M ayor francés consideraban la inter­ vención como una labor práctica inmediata. Pero aún poseemos otras pruebas de orden práctico. Han ciuedado demostradas las relaciones de los snho*c''A, Gabor: «Espías y saboteadores»


dores con los agentes franceses e identificada la persona­ lidad de estos últimos. Los actos de sabotaje se hallaban concretamente preparados y existían grupos dispuestos a ejecutarlos. Han sido personas vivas y concretas las que aquí han comparecido y declarado. Se había iniciado la creación de una organización militar. También tenemos en nuestras manos las personas que en ella intervinie­ ron. Se había organizado cumplidamente el sabotaje de la movilización de la industria textil. Los organizadores, personas concretas y vivas, están en nuestras manos. Todo ello carecería de sentido si no hubiera sido ejecu­ tado de acuerdo con los técnicos militares del E x tra n ­ jero y para la intervención como fin práctico.

Poincaré, testigo de cargo . Igualmente exactas son las declaraciones de los acusa­ dos sobre la audiencia concedida por Poincaré a los re­ presentantes del C. I. C. E n su artículo, demanda P oin­ caré una respuesta concreta a la interrogación de cómo y dónde habría planeado la intervención el Estado M ayor francés. T al respuesta puede encontrarla él mismo en otro artículo suyo, publicado en E xcelsior el 28 de febrero de 193o - En este artículo señala Poincaré la emergencia de peligrosos conflictos de frontera en los límites orien­ tales de Rumania y Polonia” , conflictos que Francia no podía tolerar. Son estos los conflictos de frontera que los acusados han señalado como el proyectado pretexto inicial de la intervención. O tro artículo de Poincaré, pu­ blicado el 30 de octubre, constituye una prueba conclu­ yente de su actitud hostil a la U . R. S. S. E ste artícu­ lo revela el ambiente en el que surgió la iniciativa de la intervención francesa contra la U . R. S. S. Poincaré lo termina con las siguientes frases: “ ¡Dejémonos de bro­ mas ! Abandonemos ese mundo en el que reina la in-

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sensatez y retornemos a la tierra en que vivim os. ¡D e ­ jémonos de bromas!” Realm ente son bromas m uy amables intentar volar nuestras fábricas de m aterial de guerra, convenir con agentes franceses campañas de destrucción y de espio­ naje y tratar de destruir la pacifica atm ósfera necesaria para nuestra obra socialista. N o ; no son bromas o lo son de un género que no estamos dispuestos a tolerar. H e­ chos concretos nos imponen la conclusión de que las de­ claraciones de los acusados sobre sus relaciones y las de sus amos emigrados, con los círculos oficiales franceses y con Poincaré a su cabeza, responden por entero a la verdad.

Preparación interior Llegam os ahora a la labor interior del P artido de la Industria y de su Comité Central en cumplimiento del acuerdo concertado en París en octubre de 1928. A par­ tir de este momento, entra a form ar parte de la labor de sabotaje una nueva actividad que tiende a crear, en una determinada fecha, inicial de la intervención, una crisis de las ramas industriales decisivas: combustibles, metal, transportes, producción de energía y fabricación de tejidos. Todos estos sectores se hallaban ampliamente representados en el Comité Central. En el curso de la prueba ha sido investigada con todo detenimiento esta parte de la campaña de sabotaje, para fijar exactamente la fecha inicial y el resultado de la misma en estos sec­ tores. E n el ramo de combustibles, la atención de los saboteadores recayó principalmente sobre la cuenca del Donez, la cuenca carbonífera de M oscú y el coto mi­ nero de Kusnetzk. E n la cuenca del Donez, y, a pesar de las revelaciones del proceso Schachty y de las me­ didas extraordinarias tomadas en consecuencia por el Gobierno, no han llegado a ser ejecutados los planes A. Gabor: «Espías y saboteadores»

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previstos en cuanto a la ampliación de las explotacio­ nes. En las explotaciones carboníferas, los saboteado­ res perturbaron el desarrollo del plan, impidiendo que las directivas emanadas del Gobierno llegaran hasta los encargados de puestos secundarios. Se provocó de este modo en el abastecimiento de combustibles, una situación anormal que no es posible atribuir tan sólo al incremen­ to de la demanda, consecuencia del rápido desarrollo de la industrialización. E n el momento en que la interven­ ción se iniciase y avanzara el enemigo hacia la cuenca del Donez, quedando simultáneamente cortadas, por ac­ tos de sabotaje, las comunicaciones de aquella región con Moscú, dicha situación anormal hubiera podido conver­ tirse en una crisis y en una catástrofe. L a prueba ha demostrado también que los saboteadores impidieron, con toda clase de habilidades, el desarrollo de la cuenca car­ bonífera de Moscú. E n el coto minero de Kusnetzk procu­ raron reducir a un mínimum la producción e impidieron la construcción de las líneas de transporte necesarias, como fácilmente puede aún comprobarse. Todos estos he­ chos han quedado confirmados por las declaraciones de los acusados. Añádense a esto los actos especiales de sabotaje eje­ cutados conforme al plan convenido entre los contrarre­ volucionarios con arreglo a las directivas marcadas por los agentes franceses R. y K . E n la industria petrolífera intentaron perturbar los írabaios elaborando planes “ prác­ ticamente irrealizables” . Pero sus cálculos se estrellaron contra la energía de la masa obrera, que consiguió alcan­ zar, o poco menos, el nivel de producción considerado inasequible. Claro está que esta circunstancia no aminora en lo más mínimo la responsabilidad de los saboteado­ res en cuanto a la perturbación producida en la indus­ tria petrolífera. También la situación anormal originada en la metalurgia prueba que los saboteadores prepararon activamente la crisis por ellos planeada y la catástrofe I«6

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para 1930, consiguiendo también en este sector éxitos fra g ­ mentarios. También pusieron en práctica planes concre­ tos para limitar la construcción de locomotoras, las cons­ trucciones navales, la fabricación de maquinaria y la fun­ dición de metales. L a perturbación originada en los transportes por la fal­ ta de locomotoras y vagones es igualmente una conse­ cuencia de la campaña de sabotaje. También esta pertur­ bación inicial hubiera supuesto, en caso de intervención, un serio peligro para la defensa nacional. E l grupo director del sabotaje en el ramo de trans­ portes fué disuelto en 1928. A partir de esta fecha, el G o­ bierno soviético desarrolló un intenso esfuerzo para re­ mediar los daños causados por los saboteadores. E l C o­ mité Central del Partido de la Industria conocía los pla­ nes elaborados para inutilizar los ferrocarriles en las re­ giones fronterizas occidentales. E s harto significativo que los acusados ocultaran todos esta faceta de la campaña de sabotaje, no obstante haberse demostrado que intenta­ ron reanudarla después de su interrupción en 1928. En la industria textil la labor contrarrevolucionaria llegó a desarrollarse con particular amplitud. Se emplea­ ron los más diversos métodos para producir, por medio de un alza artificial, una desproporción entre las existen­ cias de primeras materias y los medios de producción. Se preparaba así, para 1930. una crisis aguda y la paraliza­ ción de las fábricas. L a situación efectiva de la industria textil prueba que la campaña de sabotaje dió, en parte, los frutos deseados. O tro de los métodos de sabotaje consistía en obstruir el desarrollo de la industria text’l empleando grandes su­ mas en inversiones no rentables y adquiriendo maquinaria inglesa anricuada, en lugar de la moderna maquinaría americana. Fedotow ha intentado aún justificar aquí, teó­ ricamente la preferencia concedida a la primera. La prue­ ba ha'demostrado que 1as medidas 00- él nropuesta? y eje-

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cutadas perseguían tan sólo dos ñnes: disminuir el nivel de la producción y asegurar la percepción de las comisio­ nes satisfechas por los vendedores ingleses. E l descubri­ miento de estos motivos primeros de su actuación ha re­ velado la miseria moral del profesor Fedotow. Tam poco han rehusado los saboteadores acudir a la baja y vulgar habilidad de entablar en la Prensa falsas polémicas, con­ venidas, en las que se acusaban públicamente unos a otros. Su intención de paralizar grandes sumas de capital cons­ truyendo fábricas innecesariamente caras, quedaba encu­ bierta por su teoría aparentemente “ revolucionaria” de la necesidad de construir “ palacios fabriles” . O tro de los métodos de sabotaje aparece representado por Sitnin, que, a cambio de comisiones elevadas, im­ portó, a ciencia y conciencia, grandes partidas de algo­ dón de calidad inadecuada y precio exagerado. Y todavía hallamos otro, el empleado por Kuprijanow , consistente en alterar y falsear, conforme a un plan pre­ concebido, los suministros de materias textiles a las fá ­ bricas, para perturbar su funcionamiento y fomentar la especulación. L a industria textil muestra un cuadro com­ pleto de los múltiples métodos empleados por los sabo­ teadores, cuadro al que habremos de añadir la campaña de alta traición proyectada y preparada para el momento en que la intervención se iniciase, y encaminada a apo­ yarla con la destrucción de las fábricas textiles de im­ portancia militar y facilitando al ejército intervencionista la ocupación de aquellas otras situadas cerca de la fron­ tera. E n la consulta dé estos planes con los técnicos mi­ litares del Estado M ayor francés y en la construcción de plataform as para la artillería pesada en algunas fábricas de nueva planta culmina la actividad delictiva de los con­ trarrevolucionarios de la industria textil. También, en relación con ella, se ha descubierto una nueva ramifica­ ción de la campaña de los saboteadores en el sector mi­ litar. E l ingeniero Zeidler nos ha descubierto los medios

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A. Gabor: «Espías y saboteadores*


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que se proyectaba emplear para provocar una perturba­ ción y una limitación de la superficie de cultivo en la industria algodonera utilizando los dispositivos de irriga­ ción. Zeidler conocía también la actividad de los sabo­ teadores en el sector hidráulico y en otros varios, sobre los que versó después la declaración de Michailenko. el cual precisó los detalles de los trabajos de esta Índole ejecutados bajo su dirección en la costa del M ar Negro. En el lugar en que los cosacos blancos del general Baklajew habían intentado desembarcar en 1920, sin conse­ guirlo, debía procederse, antes del otoño de I 93°> a desecación de los pantanos para suprimir el obstáculo que había hecho fracasar aquella primera intentona. La ejecución de estos trabajos coincide con los planes estra­ tégicos revelados por los otros acusados. Michailenko obraba aquí por encargo directo del C o­ mité Central de los saboteadores, y su labor era preci­ pitada con dinero y con amenazas por un inspector per­ teneciente también al grupo contrarrevolucionario. Es muy significativo que Ramsin ocultase esta faceta de la cam ­ paña de sabotaje hasta el momento de la vista pública. Pero, una vez aquí, no podía ya seguir callando, pues sabía que los directores y ejecutores de tales trabajos, Riesenkampf y Kónig, Sparro, Michailenko. Zeidler y otros, estaban en nuestras manos, y que su comparecen­ cia en la vista habría de obligarle a hablar. L a campaña contrarrevolucionaria se nos muestra así en su totalidad, como un sistema de obstrucción y perturbación de la in­ dustria, espionaje, sabotaje y alta traición.

Los señores R. y K. no son fantasmas En la sesión secreta quedaron definitivamente aclara­ das partes importantísimas de esta campaña. L as perso-

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nalidades de los señores K . y R. quedaron tan claram en­ te definidas y tan precisada su actuación, que las figu­ ras de los dos agentes del E xtran jero surgieron con­ creta y palpablemente ante nuestros ojos. L as revelaciones en dicha sesión logradas, en cuanto a las instrucciones transmitidas por tales agentes para la ejecución de actos de sabotaje, voladuras de fábricas y creación de una organización m ilitar al servicio de la in­ tervención, pusieron de relieve en toda su amplitud el pe­ ligro efectivo de la intervención proyectada.

£1 plan concreto de la intervención Para determinar en qué medida hubo de participar cada uno de los acusados en la preparación de una inter­ vención armada, encaminada a derrocar el régimen so­ viético y restaurar el capitalismo, habremos de exam inar nuevamente el fin concreto de toda la campaña de sabo­ taje. E l plan de la intervención había sido ya elaborado en todos sus detalles, aunque algunos de éstos cambiasen por fuerza de las circunstancias. E l papel directivo en la elaboración de este plan correspondió a Francia, con su Estado M ayor m ilitar como fuerza reguladora. E n nin­ guna de las rectificaciones hasta ahora publicadas, ha sido desmentida, ni por el C. I. C. ni por Poincaré la actuación de Janin, Joinville y Richard. E n cambio, por los documentos a- los que aquí se ha dado lectura, cono­ cemos la estrecha relación que varios militares franceses, el general Nissel, entre ellos, mantenían con los círculos de los emigrados contrarrevolucionarios. Tam bién es m uy importante para nosotros el testimo­ nio que el mismo Poincaré nos proporciona en su artículo de 28 de febrero de 1930, en el que señala insistentemen­ te los conflictos surgidos en la frontera de la Besarabia,

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calificándolos de “ oscuros” . Este público testimonio coin­ cide con el plan estratégico de la intervención elaborado por el Estado M ayor francés y detallado por los acu­ sados en sus declaraciones. Los informes de los acusados sobre los planes estra­ tégicos de la intervención en la frontera occidental, con el ataque decisivo contra Moscú y Leningrado, coinciden singularmente con los trabajos contrarrevolucionarios re­ velados aquí por Michailenko y encaminados a facilitar el paso al enemigo, llevando a cabo la desecación de las llanuras pantanosas existentes en las fronteras Oeste y Noroeste. También las declaraciones de Zirozinski sobre ía construcción (je edificios especiales en la frontera oc­ cidental prueban incontestablemente la existencia del plan estratégico mencionado. La preparación de hangares para aviones, depósitos de bencina y bases aéreas en las fronteras Norte y Oeste carecería de sentido si no existiera el plan militar cita­ do. L a exactitud de las declaraciones de Michailenko sobre el verdadero fin de los trabajos de desecación eje­ cutados en el Sur queda confirmada además, por su afir­ mación de que los “ kulaks” contrarrevolucionarios y los oficiales blancos residentes aún en aquella región habla­ ban. sin recatarse, de un próximo desembarco de los cosa­ cos de Krassnow, que concidiría con alzamientos de “ ku­ laks” en la región de Kuban.

Estamos prontos Pero los intervencionistas se equivocan. Seguiremos adelante, con los ojos valientemente puestos en el por­ venir. A sí lo prueba la conducta de las masas activas de la U. R. S. S. ante este proceso. Estas masas dicen: Cuando sea necesario, cuando llegue la hora decisiva,

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nosotros todos, pequeños y grandes, obreros y campesi­ nos, hombres y m ujeres, defenderemos la Unión sovié­ tica. Si, como D eterding supone, la intervención es ya cuestión de pocos meses, cada uno de nuestros trabajado­ res sabe que el ataque bailará a la U . R. S. S. en armas y dispuesta a la lucha. L os resultados del choque pueden ser muy distintos de lo que imaginan1 los señores inter­ vencionistas, y entonces les direm os: T u Vas voulu, G eorges Dandin. T al es el estado actual de la cues­ tión, y desde este punto de vista habremos de apreciar la culpabilidad de los acusados.

Siluetas de los acusados Pasarem os ahora a diseñar las características de cada uno de los acusados. ¿Q uién es Ram sin? Saboteador activo en el pretéri­ to, aceptó aparentemente, al término de la guerra civil, la ideología soviética. Pero no debemos creer en la sin­ ceridad de su reconciliación con el régimen soviético. P ara un saboteador de su género no se abría, al final de la guerra civil, otro camino que el de entrar al servicio de los soviets. N o es posible prestar fe a los motivos ideo­ lógicos por él alegados para explicar su cambio de acti­ tud. Ram sin no pertenece a este género de hombres. E s un hombre típicamente práctico, un hombre de a c­ ción. E ra y siguió siendo un contrarrevolucionario acti­ vo, un enemigo activo del régimen soviético, pero consi­ deraba esta cuestión desde el punto de vista de los ne­ gocios. T a l es la clave que nos permite comprenderle. Con sereno cálculo, pesó todas las circunstancias. C on­ taba indudablemente con una cartera de ministro, aun­ que ahora lo niegue. E n Ram sin tenemos un ejemplo

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vivo del aventurero político. A sí se explica su conducta cuando en 1928 planteó en P arís la cuestión de estable­ cer mi control administrativo de las relaciones del Co­ mité de Industria y Comercio con los círculos oficiales franceses. No vaciló entonces en dar en el acto su con­ formidad a la cesión de partes considerables del territorio nacional como pago de la intervención, ni tampoco en ocultar a sus cómplices semejantes proyectos. T al es Ramsin. U n saboteador activo, un director ac­ tivo de la organización contrarrevolucionaria, conspira­ dor y espía, que preparó conscientemente la entrada de tropas extranjeras en la U . R. S. S. para ahogar en sangre a las masas obreras; un traidor que en el último instante de su pretendido “ arrepentimiento sincero” , ocul­ tó aún toda una serie de datos importantísimos sobre la preparación práctica de puntos de apoyo estratégicos para la intervención. Tscharnowski. Este ciudadano, de sesenta y dos años, declaró no haber ejercido en la organización contrarre­ volucionaria más actividad que la de asesor consultivo. Pero bajo la presión del procedimiento judicial hubo de confesar que no sólo había asesorado, sino también diri­ gido la campaña de sabotaje en el sector más importan­ te de la economía soviética: en la metalurgia. En este sector, base de la capacidad de defensa de la nación, Tscharnowski es digno sucesor de Chrennikow, saboteador y contran evolucionario. Organizó los actos directos de sabotaje en las fábricas militares, fijando el orden de sucesión en que había de llevarse a cabo la voladura de las mismas al iniciarse la intervención. Este hecho bastaría ya por si solo para caracterizar a Tschar­ nowski y damos una idea exacta de su personalidad. Indiferente por completo a la política, sin ideal nin­ guno de este orden, convulsivamente asido a los res'os de una ideología archirreacc-'onaria, ha sido Tscharnowski un saboteador activo, espía y agente de la intervención.

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A l parecer, trabajaba gratis, aunque dudamos de ello. Su falta de conciencia se refleja en el hecho de haber facilitado a los alumnos que acudían a su cátedra datos falsos, presentándoles los del año 1923 como correspon­ dientes al año 1928. Kalinnikow. Es éste uno de los escasos representantes del antiguo profesorado burgués que tuvieron el valor de declarar públicamente, en 1921, su actitud opuesta al régimen soviético. Pero también entró al servicio del régimen soviético, aunque declarando que sus opiniones seguían siendo las mismas. Aceptó uno de los cargos más importantes de la organización central a la que es­ taba confiada la elaboración del plan económico general de la U . R. S. S.— el Gosplan— , en la cual gozaba de la máxima confianza del Gobierno soviético. A l amparo de esta confianza inició Kalinnikow su labor de sabo­ taje y la desarrolló sistemáticamente sin rehusar siquie­ ra la ejecución de mandatos que no correspondían en modo alguno a su alta situación directiva. A sí, redactó con otros acusados los informes destinados al Comité de Industria y Comercio, formó parte, con Ramsin y los demás, deí Comité Central, colaboró en el proyecto de la voladura de las fábricas militares y perteneció a diversas Comisiones encargadas de estudiar los medios de llevar la propaganda contrarrevolucionaria a las filas del E jército rojo. Por último, se encargó de la ejecución de mandatos que le trasmitieron los agentes franceses R. y K .. a los cuales entregaba también sus inform acio­ nes de espionaje, poniéndose a su disposición con todos sus títulos honoríficos. Con igual evidencia se ha demostrado aquí la culpa­ bilidad del acusado Laritschew. Saboteador activo del grupo del profesor Kirsch, desde 1925, sucedió a Rabinowitsch y a Paltschinski en la dirección del sabotaje en el abastecimiento de combustibles. También en las relaciones con el E xtranjero desempeñó Laritschew un

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papel, si bien quizá secundario, como cómplice y auxi­ liar de Ramsin. Llevó a cabo mandatos de espionaje, intervino en la fijación del orden sucesivo en que habían de ser voladas las fábricas militares y se encargó de buscar adeptos en el E jército rojo para sembrar en él la agitación contra­ rrevolucionaria y provocar sangrientas rebeliones.. D e todos los acusados, sólo Fedotow ha logrado inspi­ rar relativa simpatía. Fedotow es el tipo caraterístico dei intelectual ruso. Profesor, miembro permanente del P ar­ tido de los cadetes desde el momento de su formación hasta su disolución, m uestra en su pasado algunos mo­ mentos de actividad política, aunque la misma no exi­ giera, en tales épocas, mucho valor cívico. Ulteriorm en­ te, fué colaborador del R u sskije IV jedom osti, manifes­ tándose como un típico representante del liberalismo aca­ démico. A estos datos habremos de añadir que percibía un sueldo anual de sesenta mil rublos, poseía una finca comprada con el producto honrado de su trabajo y man­ tenía estrechas relaciones con los círculos industriales. Entre los saboteadores se decía que Fedotow no sería nunca un buen elemento contrarrevolucionario, porque era viejo, poco activo y demasiado escrupuloso. Pero, en realidad, Fedotow ha sido hasta el último momento un saboteador activo e incluso llegó a proponerse su can­ didatura para uno de los puestos del Com ité Central del Partido de la Industria. E l Tribunal ha tenido ante sí durante todo el proceso a dos Fedotow, uno que defendía determinadas tesis y lanzaba de cuando en cuando mordaces respuestas al mi­ nisterio fiscal, y otro, un hombre quebrantado y depri­ mido que incluso negaba su competencia técnica en cuanto a la maquinaria inglesa y americana. L a explicación de semejante dualidad está en que este proceso ha re­ velado una faceta ignorada de la actuación de Fedotow, revelación que le ha aniquilado definitivamente y ante

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la cual se ha desvanecido por completo su situación po­ lítica. T rátase de su venalidad en el sentido más ele­ mental de esta palabra, del dinero que llenaba sus bol- , sillos directamente y ni siquiera para fines contrarrevo- 1 lucionarios ni como pago de sus servicios en la cam- • | paña de sabotaje. E l valor de Fedotow puede tasarse justamente en aque­ lla suma de libras esterlinas por la que ha vendido su ciencia y su 'honor político y civil. E l acusado K uprijanow es un práctico del sabotaje. Su fidelidad al patrono es su cualidad característica. Durante diecisiete años protegió la propiedad de K onowalow. P o r él votó en las elecciones de la Duma. E s ¡ tan escrupuloso que rehusó participar en el dinero robado a su patrono. E n cambio, no se negó a embolsarse los i doce m il quinientos rublos que le correspondieron por ¡ su labor contrarrevolucionaria. K u prijanow no era tan sólo el director de un grupo de saboteadores, sino también el hombre de confianza del 1 Comité Central del Partido de la Industria, una de aque­ llas personas que estaban en todos los secretos de la campaña de sabotaje. Su actividad práctica consistió en la dirección del sabotaje en uno de los ramos indus- ! tríales y en tentativas de organizar grupos militares. L a ­ boró, pues, en la preparación inmediata de la interven­ ción. E l ministerio fiscal no encuentra motivo alguno para excluir a K uprijanow del grupo de los acusados, y es de opinión que debe com partir su suerte. E l acusado Otschkin es el secretario de Ramsin, tan­ to en los asuntos del Partido como en el servicio oficial. H a sido el ejecutor inmediato de las directivas e instruc­ ciones de los saboteadores y conocía todos sus planes. Este “ alter ego” , este segundo “ yo” de Ram sin, eje­ cutaba mandatos de máxima responsabilidad sobre cuyo carácter y contenido ha quedado suficientemente in for­ mado el Tribunal en la sesión secreta, y actuaba como

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administrador del Comité Central en el reparto de los fondos enviados del Extranjero. Sitnin inspira repugnancia y desprecio. De ambas par­ tes aceptaba y ejecutaba mandatos de responsabilidad, vendiéndose por dinero, tanto dentro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como en Extranjero, con ocasión de sus negociaciones con las empresas comer­ ciales. Y este sujeto que recibía comisiones de las em­ presas americanas tanto por las compras de primeras materias como luego por la venta de productos manu­ facturados, este sujeto que especulaba en la “ Bolsa ne­ gra” y cambiaba en oro la valuta soviética, ha intentado presentarse ante el Tribunal como un ingenuo, ignorante de las más elementales cuestiones políticas. Su caracte­ rística puede sintetizarse en la fórmula siguiente: Su utilidad social es nula; en cambio, su peligrosidad social ha quedado suficientemente demostrada.

Krylenko pide la pena de muerte para todos Para todos los acusados resulta aplicable la máxima pena que la justicia burguesa prevé en relación con la “ culpa” . Pero este último concepto no existe para la ju s­ ticia soviética. Nosotros partimos de la necesidad de la defensa contra la amenaza anturevolucionaria. Nuestra justicia es el arma de la dictadura proletaria en la lucha de clases, contra los restos de la burguesía vencida. ¿ H as­ ta qué punto podemos admitir las represalias como me­ dio de destruir a nuestros enemigos? Lenin dice a este respecto: “ H ay enemigos que pueden ser derrotados pro­ visionalmente, pero que ninguna fuerza, ni siquiera la plena victoria de la reacción, puede aniquilar; son éstos los millones de la clase obrera y campesina pobre.” ¿ P er­ tenecen acaso los acusados a esta clase de enemigos? No.

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D etrás de ellos no hay masa alguna; sólo restos de cla­ ses expirantes y la burguesía mundial condenada a muer­ te. Preguntaremos con L en in : ¿E s imaginable un partido revolucionaria de la clase obrera, que en una época de aguda lucha de clases no castigue con la muerte delitos como los que estos acusados han cometido? N o. L a cla­ se obrera no puede renunciar en tales casos a la pena de m uerte contra sus enemigos mortales en la lucha de clases. Se puede y se debe obligar a los técnicos a no tomar parte en ninguna contrarrevolución. Tenemos aquí ante nosotros una actividad convenida y ejercida durante muchos años, de acuerdo con grupos militares y dé la burguesía mundial, para la ruina del régimen soviético. T a l era su fin. y ello basta para determinar la medida de las represalias. Cuando millones de obreros enviaron su felicitación a la G. P. U ., que descubrió la actuación de este gru­ po, manifestaban con ello hallarse prontos a defender el régimen soviético. A hora nos exigen la adopción de medidas decisivas que impidan una preparación interior de la intervención. E n el momento en que la burguesía mundial se arma para luchar a vida o muerte por el aniquilamiento de la U . R. S. S. y se prevé objetiva­ mente el choque de dos mundos, todo lo que pueda pres­ tar un auxilio a aquel mundo enemigo debe ser aniqui­ lado de una vez para siempre. P o r esta razón, la acusa­ ción pública pide al Tribunal el fusilamiento de los acu­ sados. A l terminar K rvlen ko su acusación se alza en la sala, que hasta entonces y durante todo el curso del proceso, se ha mantenido en la más absoluta disciplina una tem­ pestuosa ovación, que dura varios minutos. L as excla­ maciones de m illares de personas encubren el sonido de la campanilla presidencial.


EL NOVENO DÍA En la novena sesión de la vista pronunciaron los de­ fensores sus informes, terminados los cuales se concedió la palabra a los acusados. Ramsin.— ¡Ciudadanos! ¡Jueces del Tribunal Supre­ mo! Tengo perfecta conciencia de que mis palabras de hoy habrán de ser, en realidad, mis últimas palabras. Ahora que sólo me separan del final unas cuantas ho­ ras, no es tiempo de mentir ni de disimular. No hay más que dos caminos. Uno lleva hacia la iz­ quierda, hacia el Kremlin, y a través de él, adelante y hacia arriba; es el difícil camino que conduce a las ci­ mas del socialismo. E l segundo lleva hacia la derecha, y en estas circunstancias concretas, termina inevitablemen­ te en París, en el laboratorio infernal del imperialismo belicoso, en el que se preparan las guerras por medio del espionaje, el sabotaje y la traición. No hay ni ha habido antes un tercer camino. Falta el camino de la neutralidad. Y así, elegimos nosotros el camino de la derecha. ¿Adonde llegamos? Hoy, después de haber me­ ditado detenidamente eñ el transcurso del año último durante los meses de mi prisión la instrucción del sumario y la vista del proceso, veo claramente adón-

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de nos ha llevado este camino. Una intervención afor­ tunada con la que previamente estábamos todos confor­ mes, nos hubiera conducido inevitablemente a una des­ membración territorial de nuestra patria, a enormes sacri­ ficios económicos y políticos y a la pérdida de' la inde­ pendencia política y económica. Y aunque la interven­ ción hubiese fracasado, siempre hubiera supuesto el hun­ dimiento de la reconstrucción económica y del Plan quin­ quenal, y la perturbación del desarrollo económico del país. Ambas posibilidades hubieran tenido consecuencias contrarias a los intereses de la nación. Cuando llegué a comprenderlo así. claramente, vi la necesidad de oponer­ me a ello, siquiera fuese tarde y en la única forma que aún estaba a mi alcance: descubriendo a los verda­ deros inspiradores, organizadores e iniciadores de la car­ nicería proyectada, entre los cuales yo mismo me en­ cuentro.- S í; es terrible decirlo: hemos ejecutado una la­ bor destructora, ajena totalmente a la psicología del ingeniero, el cual es por naturaleza creador; y, sin em­ bargo, bajo la influencia de la lucha de clases, un grupo de ingenieros emprendió tal camino. Sólo la implacable lucha de clases podía impulsar a los ingenieros a un tan monstruoso vandalismo, orgánicamente ajeno a su psico­ logía. Reconozco nuestra traición, nuestra actividad destruc­ tora y nuestras tentativas de crear organizaciones mili­ tares contrarrevolucionarias. E llo ha sido el término na­ tural de la ránula caída ñor el plano inclinado en el que se encontraba el Partido de la Industria. Indepen­ dientemente de las consecuencias que oara mi hava de tener el haber comparecido en esta sala voy a salir de ella con el ánimo más sereno que cuando en ella entré. Ahora que he reconocido mi delito y manifestado mi arrepentimiento, rindo mis armas e inclino mi cabeza ante la voluntad del proletariado. Debo reconocer hon­ rada y valerosamente, que la sentencia que el ministerio

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fiscal lia pedido para mí es justa. Pero si la justicia proletaria considerase posible preservar mi vida, a pe­ sar de la enorme gravedad de mi culpa, prometo firme­ mente consagrarla por entero a la consolidación del ré­ gimen soviético y trabajar infatigable y desinteresada­ mente en la obra socialista. Mis promesas no son vanas palabras. Después del derrumbamiento de mi antigua ideología, después de una crisis espiritual terriblemente dolorosa, puede creérseme. A continuación de Tscharnowski, que solicita breve­ mente se tengan en cuenta algunos aspectos positivos de su actividad científica y pedagógica, toma la palabra Laritschew : Las fuerzas creadoras de la clase obrera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, han desarrollado con tal maestría un amplio sistema económico y de apli­ cación de la técnica moderna, que han llegado a impo­ nemos la convicción de que lograi'an llevar a feliz tér­ mino su obra socialista y el desarrollo económico pro­ yectado en términos insospechados por el mundo capita­ lista. La U. R. S. S. es un poder invencible. Ahora lo creo firmemente. L a socialización no es ni una utopía ni una fantasía. Fantasía es aquel fin por el cual luchamos nosotros los miembros del Partido de la Industria: la restauración del régimen capitalista en la U. R. S. S. Nos­ otros, un puñado de ingenieros, nos hemos excluido, con nuestros propios actos, de toda colaboración en la obra socialista, engañados por aquella fantasía. Pero el pa­ sado ha muerto en nosotros y queda el intenso deseo apasionado de participar en dicha colaboración en lo fu­ turo. No tengo derecho alguno a solicitar benevolencia, y tendré por merecida la pena que se me aplique. Pero

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desearía se me hiciese posible rescatar mi culpa con una labor honrada. Fedotow.— Se me ha concedido la palabra por última vez en esta vista. H e confesado mis delitos. ¿Qué más puedo decir? Tan sólo repetir que me reconozco culpa­ ble. Y a dije al Tribunal que consideraría justa cual­ quier pena que se me aplicase y, sin embargo, vuelvo a tomar ahora la palabra. Todos repetimos lo mismo. N o nos lo reprochéis; es natural. Nos encontramos to­ dos en la misma situación y tenemos los mismos senti­ mientos. Hemos caído en un abismo, en el que en un principio no pensamos; en un abismo que no creimos posible. Lanzados por un plano inclinado, llegamos con velocidad acelerada a la intervención, al espionaje, a traicionar a Rusia, a traicionar a nuestra patria, a la posibilidad de su desmembración. Declaro sinceramente que nuestra aventura ha terminado mejor, más favorable­ mente que si no hubiéramos sido detenidos y hubiera llegado la intervención. Es mejor morir condenados por la Justicia, que sabemos responsables de !a intervención. E l peligro de la intervención no ha pasado aún. En el Extranjero hay tod a v ía círcu los m u y influyentes que, ahora como artes, intensarán provocarla y seguirán bus­ cando aliados para atacar a Rusia. Los lacayos de estos intereses, los emigrados blancos, continuarán quizá apo­ yando la intervención. Pero aquí, en la U . R. S. S., no encontrarán ya auxiliares. E l ministerio fiscal ha tenido palabras muy duras... M uy duras... Pero yo le aseguro y os aseguro, que las palabras que yo me he dirigido durante las noches de insomnio, vivi­ das en estos últimos seis meses, han sido todavía más duras. Pues el ministerio fiscal tiene razón. Eso es lo triste; que tiene razón... Somos culpables y no hay per­ dón para nosotros. Somos culpables de todos los delitos

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que ha enumerado. Pero además, yo soy culpable de ha­ ber traicionado los principios fundamentales de toda mi vida. H e hecho traición al honor y a la moral... He descendido hasta dejarme sobornar. Si sólo fuera un enemigo, no se me podría despreciar. Pero así, ¿quién me mirará aún con simpatía? El ministerio fiscal ha dicho que en los primeros días desperté en él simpatías que luego fueron desaparecien­ do. E s natural y perfectamente comprensible. No puedo imaginarme lo que sucederá si me es dado permanecer en vida. Cómo podré presentarme ante los ojos de los hombres, ni cómo éstos se conducirán conmigo. L o que sí sé es que no me atreveré ya a ser el primero en ten­ der la mano para saludar. Y así no merece la' pena de vivir. Mas, a pesar de todo, alienta en mí el deseo de resca­ tar mi culpa. No me asusta la muerte; de todos modos, no puedo ya vivir mucho tiempo. Soy el más viejo de los acusados; tengo sesenta y siete años. ¿Cuánto tiem­ po puedo vivir aún? Quizá dos o tres años. Pero no quisiera morir ejecutado. P o r mi familia, por mis hijos, desearía poder rehabilitar mi nombre. He de decir que antes de ser detenido se inició ya en mi espíritu una transformación. ¡Compañeros! (Perdonad; no ten­ go derecho a llamaros así.) Si los jueces de este supre­ mo Tribunal hojean el sumario, verán que en la segun­ da mitad del año 1929 y en el año 1930 quise cesar en mi labor destructora. Libre aún, empecé a comprender adonde íbamos a parar. Soy culpable; lo repito y estoy dispuesto a confir­ marlo nuevamente. Consideraré justa cualquier pena que se me imponga, pero pido que, si es posible, se me per­ mita trabajar. No es sólo arrepentimiento lo que siendo; es también vergüenza. Me avergüenzo de mi deshonra, de la marca infamante que habré de llevar sobre mí toda mi vida, si se me permite seguir viviendo. Espero, sin

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embargo, que de ser así reconquistaré la confianza de que hasta ahora he gozado y quizá el compañero Krylenko, al encontrarme, extenderá su mano para estrechar la mía. Otschkin.— Me siento feliz viendo llegado a su térmi­ no el terrible drama que en mi alma se ha desarrollado. Durante mi prisión he meditado mucho. ¡ Y si supierais qué ansia de trabajar me ha atormentado en ella! Hasta en mis sueños me veía nuevamente al lado de una tur­ bina de vapor o de una locomotora. L o he confesado todo y sólo me queda una defensa: la justicia proletaria. Me arrepiento sinceramente y rue­ go al Gobierno soviético que no extreme su rigor con­ migo por mis delitos contra el proletariado y me otorgue la posibilidad de rescatar mi culpa. Prometo demostrar, trabajando honradamente y participando con laboriosi­ dad en el desarrollo del Plan quinquenal, mi fidelidad a la causa de la clase obrera, y borrar así la vergüenza que yo mismo he echado sobre mí. No tengo más que decir. Kalinnikow.— No es éste el lugar ni el momento di hacer el balance de mi vida. El ministerio fiscal ha acer­ tado plenamente al afirmar que he sido siempre un obs­ tinado contrarrevolucionario. Permitidme ahora exponer las conclusiones y las enseñanzas que he extraído de mi pasada actividad y que pueden ser útiles a aquellos que aun gozan de libertad y precisan de enmienda. La in­ vestigación judicial ha demostrado que somos respon­ sables de la actividad de muchas organizaciones de ;ngenieros. ¿Cuáles han sido los resultados de nuestra labor de . sabotaje? A pesar de la campaña destructora desarrolla­ da en todos los ramos de la economía nacional, prospera y crece el poder económico y defensivo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. E l Plan quinquenal perfeccionado y ampliado progresa

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y es puesto en práctica. t)os años han pasado sin ei me­ nor fracaso, el tercero traerá consigo un crecimiento inaudito de la producción industrial. Esto demuestra cuán vana ha sido nuestra labor des­ tructora. L a energía y el entusiasmo de la clase obrera han hecho fracasar nuestros planes. Sitnin.— Me entrego por completo a la justicia prole­ taria, que procederá conmigo como lo considere necesario. Lo he merecido. Kupríjanow.— Reconozco haber merecido la pena más grave, pero sé también que el régimen soviético no es vengativo y tendrá en cuenta la sinceridad de nuestras declaraciones y de nuestro arrepentimiento. Por esta ra­ zón pido benevolencia al Tribunal. Puedo trabajar y quie­ ro trabajar honradamente. Nada más.


|£L ÚLTIM O i í l ¿ E l día 8 de diciembre, a las doce y media de la ma­ ñana, el Tribunal hizo pública la siguiente sentencia: E l Tribunal Supremo de la Unión Soviética, reunido para juzgar en nombre de la U. R. S. S. la causa ins­ truida a la organización contrarrevolucionaria “ Asocia­ ción de las organizaciones de ingenieros” (Partido de la Industria), ha llegado, en sesiones públicas y secretas, celebradas desde el 25 de noviembre hasta el 7 de di­ ciembre de 1930, a las conclusiones siguientes: Y a en los primeros tiempos del período de reconstruc­ ción la clase obrera tropezó en su campaña de recons­ trucción económica y socialista, con una obstinada y cons­ tante resistencia por parte de los elementos capitalistas aún tolerados en la nación, y de un cierto sector de la inteligencia burguesa, elementos que intentaron desorga­ nizar y destruir por todos los medios— sabotaje y des­ trucción directa de propiedades del Estado y de fábri­ cas enteras— la reconstrucción de la vida económica y la obra de socialización que el proletariado llevaba ade­ lante victoriosamente. De entre los técnicos directivos, saturados de la ideo­ logía burguesa capitalista y adversarios convencidos de la Revolución de Octubre, surgieron organizadores de dis­ tintas conspiraciones contrarrevolucionarias, que se pro­ ponían desorganizar la vida económica de la Unión de

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Repúblicas Socialistas Soviéticas, y preparar la caída deí régimen soviético, atacándolo a mano armada. Ante el robustecimiento del Poder económico, político y militar de la U. R. S. S., las fuerzas del mundo an­ tiguo formaron un frente único, para emprender una cru­ zada contra el estado proletario, poniendo en práctica para aniquilarlo toda clase de medios: desde la acción di­ simulada y subterránea, hasta el ataque en campo abierto. Tal era la situación, cuando la organización contra­ rrevolucionaria “Asociación de las organizaciones de In­ genieros” (Partido de la Industria) fundió en una uni­ dad los grupos de saboteadores que actuaban aislada­ mente en las distintas industrias y comenzó su actividad destructora. E l nodulo central de esta Asociación estaba constitui­ do por los miembros directivos de la organización con­ trarrevolucionaria creada en 1925 bajo el nombre de “ Centro de Ingenieros” y dirigida por Paltschinski pri­ mero y luego por Fedorowitsch y Rabinowitsch, acusa­ dos y condenados estos últimos en el proceso Schachty. El Partido de la Industria carecía de todo enlace con las masas populares, razón por la cual su organización se hallaba limitada a la casta de los ingenieros. Los mismos acusados han reconocido que el Partido de la Industria no podía contar con la simpatía de los obre­ ros ni de los campesinos. Así, pues, para la ejecución de sus planes criminales carecía de todo apoyo en el inte­ rior y había de buscarlo fuera de la U . R. S. S. E l Partido de la Industria había de desarrollar su actividad en el más absoluto secreto, dado su carácter ilegal. En consecuencia, adoptó una estructura en la cual los miembros de las distintas organizaciones filiales no se conocían unos a otros. A la cabeza del Partido se hallaba el Comité Central formado por el nodulo directivo del Centro de Inge­ nieros.

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A finales de I927 y principios de 1928 se llevó a efec­ to la transformación del Centra de Ingenieros en el P ar­ tido de la Industria. La prueba procesal ha demostrado que una de las causas que apresuraron dicha transforma­ ción fué el propósito de reunir y movilizar todas las fuer­ zas contrarrevolucionarias de la inteligencia técnica, para la conquista del Poder. Otro factor importante íué la influencia de las orga­ nizaciones contrarrevolucionarias del Extranjero, tales como el C. I. C., domiciliado en París, y de los círculos imperialistas agresivos de Francia. La base de la obra criminal del Partido de la Industria era un programa cuyas directivas capitales conducían al derrumbamiento del régimen soviético y a la restauración de la hegemonía de los capitalistas y los grandes pro­ pietarios agrícolas, conseguida por medio de una dic­ tadura militar a cuyo frente habría de estar el general Lukomski, o Paltschinski, presidente del Comité Central del Partido de la Industria. La parte económica preveía la restitución de las fábricas a sus antiguos dueños o, en aquellos casos en que las mismas hubieran sufrido alguna transformación, al pago de la indemnización co­ rrespondiente, bajo la forma de distribución de acciones. L a parte agraria del programa integraba la restaura­ ción de las grandes propiedades y la restitución de las tierras a sus antiguos dueños, o su indemnización, para la cual habría de crearse un fondo especial. Veamos ahora la ejecución de este programa. En el estadio inicial de su labor delictiva, el Partido de la In­ dustria confiaba en una degeneración capitalista del ré­ gimen soviético. Pero no tardó en verse obligado a re­ conocer lo infundado de tales esperanzas. En el año de 1926 el período de reconstrucción lle­ gaba casi a su término. A sí lo ha reconocido ante este Tribunal el acusado Kalinnikow. L a inteligencia técnica adoptó desde un principio una actitud hostil ante el nue-

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Vo período de la obra socialista, al ver desvanecidas sus esperanzas en una continuación de la N . E . P. De aquí la busca de nuevos caminos y nuevos medios de lucha contra el régimen soviético y la transición pau­ latina a la preparación de un ataque armado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas con ayuda de fuer­ zas, contrarrevolucionarias interiores y exteriores. A par­ tir de este momento, la intervención militar pasa a ser la idea directiva del Partido de la Industria, que para prepararla se pone en contacto con organizaciones inter­ vencionistas, tanto dentro de la U. R. S. S. (el grupo socialrevolucionario, cadete y “ kulak” de KondratjiewTschajanow y el grupo menchevique de Suchamow-Groman), como mas allá de las fronteras (el C. I. C., el gru­ po M iljukow y las agrupaciones intervencionistas de París). En el año de 1927 a 1928 estos enlaces toman ya un carácter organizado y regular. El Partido de la Indus­ tria se somete por completo a la dirección del C. I. C. has­ ta convertirse en una agencia del mismo! y de los inter­ vencionistas extranjeros. En este período tuvo lugar la primera entrevista de Ramsin con Rjabuschinski. No se trataba ya tan sólo de cuestiones de programa. Se discutieron también las negociaciones entabladas entre el C. I. C. y los círculos oficiales franceses para organizar una intervención ar­ mada que había de iniciarse en 1928. Fué también por entonces cuando Rjabuschnski transmitió a Ramsin los deseos del C. I. C. y de los círculos capitalistas franceses con respecto a la intensificación de la actividad prepa­ ratoria de la intervención. En 1928, toda una serie de miembros del Partido de la Industria visitó el domicilio social del C. I. C. en París. Resultado de estas visitas fué la elaboración de un minucioso plan de preparación de la intervención, en el que se distribuyó con todo detalle la labor entre el C. I. C. y los círculos militares

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franceses, por un lado, y el Comité Central del Partido de la industria, por otro. A este respecto tuvieron máxima importancias las con­ ferencias celebradas en octubre de 192b en Paris entre Ramsin y Lantschew y los directores del C. I. C., y las de Ramsin con el general Lukomski, y los coroneles Joinville y Richard. E n estas conferencias se decidió continuar a toda costa ios trabajos, sin tener en cuenta las detenciones de varios miembros del Partido y aplazar la intervención de 1928 a 1930, pero nunca renunciar a ella. M uy al contrario, debia intensificarse en lo posible su preparación en el Extranjero. E n una de éstas sesiones, Denissow, presi­ dente del C. I. C., declaró que los círculos oficiales de Francia preparaban una intervención armada contra la U . R. S. S. y comunicó la constitución de una comi­ sión militar especial presidida por el general Janin, an­ tiguo representante militar de Francia cerca de Koltschak. E n la sesión secreta de la vista se demostró que Ram ­ sin, durante su estancia en París en el año de 1927 a 1928, organizó un enlace con personas del servicio fran­ cés residentes en M oscú: el ciudadano K . y el ciuda­ dano R. Estas relaciones no se interrumpieron y a hasta la detención de los saboteadores en 1930, y fueron am­ pliamente utilizadas por el Partido de la Industria para recibir del E xtranjero instrucciones de carácter inter­ vencionista y transmitir al E xtranjero los resultados del espionaje. E n la sesión secreta en que se examinó este aspecto de la actividad contrarrevolucionaria, quedó demostrada la exactitud de las declaraciones de los acusados en cuanto a la actuación de los ciudadanos K . y R . E l Tribunal ha resuelto poner estos hechos en conocimiento del Go­ bierno soviético. E n cumplimiento de la acordado con el C. I. C. en la conferencia celebrada en París, en octu-

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bre de 1928, el Partido de la Industria intensificó enér­ gicamente su actividad encaminada a perturbar la vida económica, empleando métodos de sabotaje fijados ya conforme a un plan premeditado y regular. Los hechos probados en el curso del proceso nos ofre­ cen un cuadro completo de la obra criminal del Partido de la Industria, que si bien consiguió causar graves da­ ños a nuestra economía socialista, careció de fuerza su­ ficiente para hacer fracasar nuestro Plan quinquenal y detener nuestra evolución progresiva. L a prueba procesal ha demostrado que simultáneamente a la tentativa de preparar una crisis económica para la primavera de 1930, el Partido de la Industria extendió su actividad delictiva a la preparación de actos directos de violencia, encami­ nados a facilitar a las potencias intervencionistas la cam­ paña militar en caso de guerra. Las instrucciones corres­ pondientes a estos actos violentos de diversión estraté­ gica fueron transmitidas en 1928 al Partido de la In­ dustria por el C. I. C. y por el ciudadano K. Tal actividad había de recaer, según el plan elaborado por el Partido de la Industria, sobre la producción de energía, las industrias militares y los transportes. El plan correspondiente fué elaborado por el Comité Cen­ tral del Partido de la Industria, bajo la dirección inme­ diata de los mencionados agentes franceses en Moscú, y comprendía muy especialmente las fábricas productoras de municiones y armamentos. Para poder llevar a cabo esta campaña, el Partido de la Industria fundó en algunas fábricas, grupos especia­ les encargados de perturbar la marcha normal de las mis­ mas. E n cuanto a los transportes, se preveía, como me­ dios de sabotaje, la creación de obstáculos que desorga­ nizaran el tráfico y la voladura de puentes y otras obras de fábrica importantes. Se ha demostrado también que al acercarse el año de 1930, fijado para la intervención, el Partido de la In-

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dustria recibió aún un mandato decisivo que procedía dé los círculos intervencionistas de París y se refería a la organización de células contrarrevolucionarias en el E jé r­ cito. En la entrevista que Ramsin tuvo en el otoño de 1928 con el ciudadano K . exigió éste la intensificación .de los trabajos, pues ni se consideraba suficiente la preparación interior ni había surgido la crisis esperada. Se ha demostrado también que los miembros del P a r­ tido de la Industria que dirigían oficialmente obras pú­ blicas en las regiones fronterizas, aprovecharon su si­ tuación para ejecutar planes delictivos. Intentaron crear condiciones favorables a la acción militar de las poten­ cias intervencionistas, estableciendo bases de desembar­ co, depósitos de combustible, etc., para las fuerzas ene­ migas. E n relación directa con la actividad intervencio­ nista del Comité Central del Partido de la Industria se halla también su actuación como centro de espionaje e in­ formación al servicio de Estados extranjeros. E l Comité Central recibió del C. I. C. el mandato de transmitir re­ gularmente informes trimestrales a las organizaciones contrarrevolucionarias extranj eras. Esta labor fue confiada por el Comité Central a Larítschew y Kalinnikow, que la ejecutaron sistemática­ mente. De la transmisión de estos informes se encargaba el ciudadano K ., que recibía, además, directamente, no­ ticias de orden confidencial relativas a la defensa nacio­ nal. R am sin y Laritschew se hallaban también en relación directa con los ciudades K . y R., a los que comunicaban oralmente y por escrito noticias e informaciones de carác­ ter secreto. P or estos distintos caminos avanzaba la obra contrarrevolucionaria dirigida por el Comité Central del Partido de la Industria en su preparación de la interven­ ción para el año 1930. Tres fuerzas distintas colaboraban en esta obra: los círculos capitalistas y militares de Fran­ cia, el C. I. C. y el Partido de la Industria.

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E l peso específico de estas organizaciones era muy dis­ tinto. E l papel principal correspondía, y así ha quedado plenamente probado en las actuaciones procesales, a los círculos capitalistas y militares de Francia, cuya influen­ cia fue predominante, en la elaboración del plan, en los métodos ejecutivos de la intervención y en la fijación de la fecha en que la misma había de iniciarse. E l plan es­ tratégico de la intervención había de ser ejecutado por las fuerzas unidas del cuerpo expedicionario extranjero, apoyadas por los restos del Ejército de W rangel y de los cosacos de Krassnow, y preveía un ataque combina­ do a Leningrado y Moscú. Conforme a este plan el E jér­ cito del Sur debía avanzar por la orilla derecha ucra­ niana del Dniéper, en dirección hacia Moscú. E l grupo Norte del Ejército intervencionistas había de operar contra Leningrado con el auxilio de la escuadra y de la flota aérea. E l plan preveía también la participación de las fuerzas militares de los países coaligados con Francia— Polonia, Rumania— , y los Estados bálticos. E l éxito de la intervención armada hubiera tenido por consecuen­ cia la desmembración de la U . R. S. S., que se habría visto obligada a ceder a las potencias intervencionistas grandes extensiones de su territorio. Pero ademas se ha­ bría visto impuestas enormes concesiones económicas, que suponían la esclavización de la clase obrera. Según es­ tos planes, la Francia imperialista hubiera obtenido el reconocimiento de las antiguas deudas zaristas y la con­ cesión de la explotación de comarcas mineras y carbo­ níferas, concesión que hubiera significado tanto como una anexión definitiva de las mismas. Los círculos imperialis­ tas de Inglaterra habrían reclamado y obtenido el Cáucaso con sus riquezas petrolíferas. Por último, también los círculos imperialistas de Polonia y de Rumania reclama­ ban la cesión de extensos territorios (la orilla derecha de Ukrania, Kiew y Odessa). L a fecha inicial de la inter-

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vención, originariamente fijada para 1928, hubo de ser aplazada hasta 1930 y luego hasta 1931. L as causas de este aplazamiento no deben buscarse en el hecho de que los círculos que organizaban la interven­ ción no se juzgaran suficientemente preparados para lle­ varla a cabo, sino más bien en la circunstancia de que la situación de la U . R. S. S. aparecía cada vez menos favorable para la intervención. T al fue la verdadera causa del aplazamiento que había de parecer tanto más necesario a las potencias coaligadas cuanto que los círculos intervencionistas franceses no po­ dían por menos de tener en cuenta las enseñanzas del conflicto chino, en el cual se había demostrado la fuer­ za y la capacidad de defensa de la U . R. S. S. y la voluntad unitaria de las masas obreras, resueltas a de­ fender sus fronteras y protegerlas, luchando por el régi­ men soviético' y por la obra socialista. Visto el artículo 326, libro III del Código penal de la R. S. F. S. R.. el Tribunal Supremo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, condena: i.° A S. W . Kuprijanow, a diez años de privación de libertad, pérdida de los derechos políticos por cinco años y confiscación de todos sus bienes. 2.0 A K. W . Sitnin, a diez años de privación de li­ bertad, pérdida de los derechos políticos por cinco años y confiscación de todos sus bienes. 3.0 A W . I. Otschkin, a diez años de privación de libertad, pérdida de los derechos políticos por cinco años y confiscación de todos sus bienes. 4.0 A I. A . Kalinnikow, a la extrema medida de de­ fensa social, la muerte por fusilamiento, y confiscación de todos sus bienes. 5.0 A N. F. Tscham owski, a la extrema medida de defensa social, la muerte por fusilamiento, y confiscación de todos sus bienes. 6.° A W . A. Laritschew, a la extrema medida de de-

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fensa social, la muerte por fusilamiento, y confiscación de todos sus bienes. 7. ® A A . L . Fedotow, a la extrema medida de de­ fensa social, la muerte por fusilamiento, y confiscación de todos sus bienes. 8. ® A L . K . Ramsin. a la extrema medida de de­ fensa social, la muerte por fusilamiento, y confiscación de todos sus bienes. A todos los condenados a privación de libertad se les computará la prisión preventiva. Esta sentencia es definitiva e inapelable. A. Wyschin<ski, presidente del Tribunal Supremo de la U . R. S. S . ; Antonow-Saratowski, W . Lwow, vocales del Tribunal Supremo de la U . R. S. S. 7-12-IQ30. A las veintitrés horas treinta y cinco mi­ nutos.— Moscú. La lectura de esta sentencia es acogida con una es­ truendosa ovación. Los aplausos y los gritos de aproba­ ción continúan mientras los acusados abandonan la sala custodiados por soldados del Ejército rojo. La multitud estacionada fuera acoge también con entusiasmo v ento­ nando la “ Internacional” la noticia de la sentencia, que se difunde luego rápidamente por todo Moscú.

Deereto de la presidencia del Comité Ejecutivo Cen­ tral de la U. R. S. S. Vistas las solicitudes de indulto elevadas con fecha 8 de diciembre actual por L. K . Ramsin, N. F. Tscharnowsk’i, I. A . Kalinnikow, W . A . Laritschew y A. L . Fe-

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dotow, condenados por el Tribunal Supremo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en la causa seguida a la organización contrarrevolucionaria denominada “ Par­ tido de la Industria” , a la extrema medida de defensa social, la muerte por fusilamiento, y vistas también las solicitudes de indulto presentadas por W . I. Otschkin, K . W . Sitnm y S. W . Kuprijanow, condenados a diez años de privación de libertad; Considerando que los condenados no sólo ban confesa­ do y lamentado sus delitos, sino que con sus declaracio­ nes durante la instrucción del sumario y en el curso de la vista han desarmado a su organización contrarrevolu­ cionaria, que era agencia y órgano ejecutivo de los círcu­ los intervencionistas militares de la burguesía francesa y del C. I. C., Asociación de los grandes capitalistas ru­ sos emigrados en P arís; y Considerando que el régimen soviético no puede de­ jarse llevar de sentimientos de venganza y mucho menos contra delincuentes desarmados que han confesado sus delitos y los lamentan, L a Presidencia del Comité Ejecutivo Central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, acuerda: i.° Reducir la pena de muerte por fusilamiento, impuesta como medida extrema de defensa social, a L . K . Ramsm, N. F . Tscharnowski, I. A . Kalinnikow, W . A. Laritchew y A . L. Fedotow, a la de diez años de privación de libertad y pérdida de los derechos políticos por cinco años, dejando subsistente la sentencia del T ri­ bunal Supremo en cuanto a la confiscación de todos sus bienes. 2.0 Reducir la pena de diez años de privación de li­ bertad impuesta a W . I. Otschkin, K . W . Sitnin y S. W . Kuprijanow, a la de ocho años de privación de libertad, dejando subsistente la sentencia del Tribunal

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Supremo en cuanto a la privación de derechos políticos y a la confiscación. M. Kalinin, presidente del Comité Ejecutivo Central de la U . R. S. S.; A . Jenukidse, secretario del Comité Ejecutivo Central de la U. R. S. S. Moscú, Kremlin, 8 diciembre 1930.



INDICE Páginas

P rólogo .— ¡ A diós, P a r í s !................................................... L o s r e o s ........................................................................................ L a a cu sa ció n ............................................................................... E l lo c a l.......................................................................................... E l pr im er d ía ........................................................................... E l je fe de los c o n ju r a d o s ....................................................... C óm o n a ció el C e n tro d e In g e n ie r o s................................ E l C en tro d e In g e n ie r o s tien d e sus h ilo s ...................... E l p rog ra m a ................................................................................ G randes a s p ira cion es d e l P a r tid o .................................... A lia n za s.......................................................................................... F in a lid a d : L a gu erra con tra la U . E . S . S .............. D in e r o ............................................................................................. L a in terv en ción ; ú n ic o re cu rs o ......................................... V ia je a P a r ís ............................................................................... P oin ca ré y B r ia n d ..................................................................... E l E s ta d o M a y o r fr a n cé s .................................................. E l segundo d ía .— E l E s ta d o M a y o r fra n cés y la U n ión d e B e p ú b lic a s S ocia listas S o v ié tic a s ........... In g la terra ....................................................................................... E s p io n a je ..........................................: ........................................... R e p a rto d e p a p e le s ................................................................ D eta lles e s tr a té g ic o s ................................................................ D e sm e m b r a c ió n d e l territorio n a c io n a l........................... E s p ía s fra n ceses e n M o s c ú .................................................. L a prep aración in te rio r........................................................

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L a obra d e s tr u c to r a .................................................................... T en ta tiv a s d e m in a r e l E jé rc ito r o jo .................................... L a n s tc h e w . ........................... ..............., ................................... N o tod os los in gen ieros eran con tra rrev olu cion a rios. L o s rep resen tan tes de la a cción p ú b lic a en el p r o ­ c e s o S c h a c h t y ............................................................................ P rim era d errota d e los « s a b o te a d o r e s » ............................... K a lin n ik o w ........................................................................................ E s p ía en la C om isión ded P ia n e s t a t a l............................... L a c on tra rrev olu ción se en treg a ........................................... E l. tercer d ía .— T s c h a m o w s k i............................................. K u p r ija n o w ....................................................................................... E e d o to w .............................................................................................. C a m pa ñ a d e p rep a ra ción de la g u e rra ............................... Ü tscñ k in ............................................................................................. 8 it n m ................................................................................................... E l fisca l p r o p o n e te s tig o s ......................................................... E l cuarto d ía .— I n terrog a torio d e R a m s ín .................... In terrog a torio d e L a n t s c ü e w ............................................ In terrog a torio d e K a im m k o w .............................. E l quinto d ía .— in te rro g a to rio d e T sc h a r n o w sk i... In terrog a torio d e E u p n ja n o w ............................................. In terrog a torio d e E e d o t o w .................................................. In terrog a torio d e O tscfik in ................................................. In terrog a torio d e ¡áitnín....................................... E l sexto d ía .— L a em ig ra ción b la n ca in te r v ie n e ... E l m e jo r n e g o c io la in te rv e n ció n ....................................... L o s propesados d es v a n e ce n la le y e n d a d e su m a r­ tir io ................................................................................................. D o cu m e n to s te m id o s ............................................................... E l sa botaje d el P la n q u in q u en a l..................................... L o s testig os. O ssa d tch i, m ie m b ro d e l Z . E . K . d e la U . R . 8 . 8 ........... .'.......................................................... E l artícu lo d e S ta lin d estru y e la o b ra d e los sa ­ b otea d ores ............................................................................... U n a en trevista en B e r lín ................................ U n m ie m b r o d e lo s «tra b a ja d ores d e l c a m p o » ........

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P o in e a r ó e x c it a p e r so n a lm e n te a la o p in ió n c o n tra la U . R . S . S .......................................................................... E l sé p t im o d í a .— T u rb a .— P r o d u c c ió n d e e n e r g ía ... C a rb ó n ............................................................................................... In d u s tr ia t e x t il...................................................... F a b r ic a c ió n d e tr a c to r e s.— F a b r ic a c ió n d e a u to ­ m ó v ile s ................................................................ T r a n s p o r te s ......................................................................... 1......... C o n s t r u c c ió n .................................................................................. L a in d u stria q u ím ic a ................................................................ A g r ic u ltu r a ..................................................................................... E l octavo d í a .— L a a c u s a c ió n ñ s c a l.— E l p r o ce s o , p u n to d e m ira d el in terés m u n d ia l........................... S ta lin d e s cu b r e los p rep a ra tiv os g u erreros d e la b u r g u e s ía ..................................................................................... R a m s in m a r c h a al E x tr a n je r o p a ra p r e cip ita r la g u e r ra .............................................................................................. E l s a b o ta je , lu c h a d e cla s e s d e la b u r g u e sía ............. O rg a n iza ció n d e l P a r tid o d e la In d u s tr ia ....................... L a a c tu a c ió n de los, in g e n ie r o s .......................................... E l za ris m o c o m o progra m a d e la c o n tra rre v o lu ció n . F u e r z a p ro b a to ria d e las c o n fe s io n e s ............................. D e te r d in g , p r o fe ta .— E n P a r ís n o e ra la in te r v e n ­ ción n in g ú n s e c r e to ............................................................. P o in e a ré , te s tig o de c a r g o ................................................... P r e p a r a c ió n in te r io r .................................................................. L o s señ ores R . y K . n o so n fa n ta s m a s ........................ E l p la n c o n c r e t o d e la in te r v e n c ió n ............................. E s t a m o s p r o n t o s ........................................................................ S ilu e ta s d e lo s a c u sa d o s........................................................ K r y le n k o p id e la p e n a de m u e r te para t o d o s ............. E l n ov en o d ía ............................................................................. E l u l t im o d ía ....................................................................... •••• D e c r e t o d e la p re sid e n cia d e l C o m ité E je c u t iv o C en tra l de la TJ. R . S . S ..................................................

159 161 162 163 164 165 166 167 168 170 173 174 175 176 177 179 180 182 184 185 189 190 191 192 197 199 206 215



Otros volúmenes de la colección

DO CUM ENTO S

V IV O S

El acorazado “ PotemkIn“ H is to ria d e la s u b le v a c ió n d e la e s c u a d r a rusa a la vista d e O d e s s a en e l a ñ o 1 9 0 5 . R e la ta d a s o b r e d o c u m e n t o s h is tó ric o s p o r F. S L A N G ; 1 6 0 p á g in a s , 3 fo to g r a fía s y 17 c u a d ro s s a ca ­ d o s d e la p elícu la , 6 ,5 0 p e s e ta s .

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© s te lib ro s e a c a b ó d e im p rim ir en la im p ren ta 3 r g i s el dia 27 de a b ril d e 1931



5 p e s e ta s . Prlnted in Spain



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