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José María de Lanz Prefecto de Cordoba
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JORGE DEMERSON
José María de Lanz Prefecto de Córdoba Introducción de José A. García-Diego
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© Juanelo Turriano © EDITORIAL CASTALIA PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA DEPÓSITO LEGAL: M. 2185-199(1 I.S.B.N.: 84-7039-556-4 UNIGRAF, S. A . MÓSTOLES (MADRID)
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INDICE INTRODUCCIÓN por J.A. García-Diego
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LLEGADA A CÓRDOBA
29
LA CIUDAD EN GUERRA
33
LA PREFECTURA
39
RELACIONES EN EL PODER
57
ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA
61
CONCLUSIÓN
86
BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCION por José A. García-Diego
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a mayor parte de lo que sigue, reproduce sustancialmente mi artículo titulado «Lanz el sabio romántico». Apareció en el número de junio-julio 1987, del Boletín Informativo de la Fundación March. Empiezo por agradecer a ésta, su autorización para utilizarlo.
I
Creo que la introducción es necesaria. En efecto, Lanz es uno de los grandes sabios hispánicos compartiendo, además, su gloria España y México. Pero su figura no es popular y, sin un resumen de su vida y obra sería difícil, incluso a muchos lectores cultivados, el situar bien el excelente estudio de Jorge Demerson. La razón principal de este desconocimiento es que de él bien poco se sabía —^y este poco, en parte equivocado— hasta que se publicaron, en 1978, los documentos que conserva el Archivo de la Marina de Viso del Marqués y otros datos dispersos en publicaciones poco consultadas. Después más, aunque no demasiado, se ha encontrado. Pero ahora, el estudio sobre su actividad en Córdoba, añade interesantes datos nuevos. Y está en el programa de la Fundación Juanelo-Turriano el buscar otros documentos inéditos, que deben ser numerosos, tanto en Madrid como fiiera de España. Su obra, a la que en la última parte me referiré, es más conocida y apreciada. Aun así, varios colegas extranjeros, al leer mis trabajos, me dijeron que creían hasta entonces que tanto él como su colaborador y gran amigo, el canario Betancourt, eran franceses. Y uno que, en tiempo de los nazis, su Embajada en la Argentina le naturalizó alemán. Quizá por la zfinalde su apellido... EL HOMBRE Nació en 1764 en la ciudad de Campeche, del Virreinato de Nueva España, que en vida suya se convertiría en una nación indeFUNDACION JUANELO . TURRIANO
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pendiente, México. Su padre, un navarro de Vera, pero su madre era criolla y con antepasados que ocuparon puestos bastante importantes. Una familia acomodada, aunque, por razones que se desconocen, no parece que le ayudaran económicamente. Salvo al principio, al enviarle, lo que seguramente tuvo para él una muy favorable influencia, a estudiar en el lugar de España donde mejor podía hacerlo, el Seminario Patriótico de Vergata; ingresó allí a los catorce años. También influiría en la elección el que de sus primeros dieciocho apellidos, todos, menos uno, son vascos. Fue este Seminario la obra maestra cultural de la Ilustración española. De él salieron muchos e importantes intelectuales y también hombres dedicados con éxito a diversas labores. Casi todos con un sentido racional y moderno, acorde con las corrientes europeas más favorables al progreso. El principal responsable de esta empresa fue el conde de Peñaflorida, aunque tuvo ilustres y desinteresados colaboradores. En 1764 fundó, sin ningún apoyo oficial, la Sociedad Bascongada de los Amigos del País: la primera de las Sociedades Económicas que después abundaron, aunque ya subvencionadas o, al menos, protegidas. Tuvo la Bascongada una gran influencia en el País Vasco. Bastantes de sus socios conocieron la Enciclopedia y algunos se escribieron con Rousseau y otrosfrancesesimportantes. La Sociedad subsiste hoy. La otra gran obra de este grupo de ilustrados fue el citado Seminario de Vergara que empezó a funcionar en 1770-1774 con el doble objetivo de aumentar el nivel de cultura en Vasconia y hacer innecesario el que, en las familias que disponían de medios económicos, se tuviera que enviar a los hijos a estudiar fuera de la patria. Los resultados obtenidos, algunos desde muy pronto, pueden considerarse como asombrosos. Creofirmementeque si en aquella circunstancia histórica se hubiera contado con una docena de establecimientos semejantes, España no hubiera tenido que envidiar a ningún país europeo en lo que se refiere a ciencias y humanidades. Y, sin ignorar las diferencias, no encuentro una experiencia que pueda compararse hasta la de Giner y Cossío en el último cuarto del siglo XIX. 11 FUNDACIÓN JUANELO
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Limitándome a la labor científica, citaré la Ley de las proporciones definidas, descubierta por el químicofirancésLouis Proust, profesor allí de 1778 a 1780. Fue ésta un avance fundamental en la química; hoy, por menos, se recibe un premio Nobel. También el que los hermanos Juan José y Fausto de Elhuyar lograran en 1783 aislar el wolframio. Y,finalmente,la conversión del platino en metal maleable por un procedimiento ideado entre 1784 y 1786 por François Chabaneau y el ya citado Fausto de Elhuyar, ambos también profesores en Vergara. Es bien conocida la importante contribución de este último más tarde al desarrollo de Nueva España. Humboldt escribió: «...ninguna ciudad del Nuevo Continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos, presenta establecimientos científicos tan grandiosos y sólidos como la capital de México, y me basta con citar aquí la Escuela de Minas dirigida por el sabio Elhuyar». Los estudios de Lanz debieron ser excepcionalmente brillantes, como prueban los elogios que se le dedicaron. Con ellos se podía pasar directamente a la Armada, y es de notar que se consideraban suficientes a pesar del elevado nivel que entonces allí se exigía. Marino de guerra fue, pues, su profesión, y aquí ya encontramos la primera importante elección existencial de nuestro personaje. Con ella opta a la vez por las ciencias —^muchos marinos se distinguieron entonces en ellas— y por una vida dura, pero con un imperativo ético, la defensa de la patria. Era guardia marina en octubre de 1781 y combatió en el navio «San Fernando», de la escuadra hispanofrancesa, contra la inglesa. Esta guerra tuvo como origen la independencia de los Estados Unidos y resultó, en conjunto, un éxito para España, que recobró varios territorios, entre ellos la ciudad de Campeche; esto último debió alegrarle mucho. Probablemente debido a haberse entonces distinguido, pero también por sus especiales cualidades, se le ascendió en 1782 a alférez de fragata. En 1783 recibió la comisión de comunicar la paz en La Habana y en Veracruz, después de ir a su ciudad natal a estudiar los métodos de cultivo del henequén, planta con la que se hacían los cables de los barcos de vela y aún hoy sigue cultivándose en la re12
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gión. En 1784 volvió a España desde La Habana, mandando la tropa de la fragata «Santa Dorotea». Y en Madrid entregó su Memoria sobre lo que dedujo en Campeche. De 1784 a 1788 trabajó en el trazado de cartas esféricas de las costas de España bajo la dirección de Tofiño. El haber sido escogido, librándose de la obligada rutina a que estaban sujetos la mayoría de sus compañeros, le dio la posibilidad de continuar estudiando y practicar con uno de los más sabios marinos españoles, Vicente Tofiño. Era éste, matemático, físico y astrónomo. Académico de la Historia en España, correspondiente de la de Ciencias de Francia, fue citado con elogio por Lalande. Por cierto que ambos eran socios de la Bascongada y conocieron a algunas de las figuras relevantes del círculo vergarés. En 1786, Lanz fue ascendido a alférez de navio, y a teniente de fragata en 1787. El primer ascenso se retrasó por olvido y ello nos permite tener un informe de Tofiño que muestra el aprecio extremado en el que se le tenía: «El Comandante expuso cuando no le vio comprendido en la promoción, que es sujeto de un carácter especial, que posee gran talento, con una rara modestia, de donde le resulta una tranquilidad de espíritu, que le hace amable a todos, y le dispone a todo lo que es saber, y obrar con acierto, y cree, que acaso él ignorase sus prendas... porque tienen tanto crédito sus buenas propiedades, que aun siendo moderno confiesan los de su grado que merece anteponérseles, de cuyo dictamen es el propio Comandante...». El capitán de fragata José de Mendoza indicó a Valdés, ministro de Marina, que consideraba a Lanz como la persona más adecuada para el viaje por Europa que tenía proyectado y que el momento era óptimo para aprovechar en París los estudios de invierno. Después de dos destinos de no larga duración, en Cádiz y en Madrid, a finales de 1789 inició su periplo a las órdenes de Mendoza, que duró hasta noviembre de 1791. Quizá en este tiempo conoció a Betancourt. Las etapas sucesivas previstas eran las costas de Francia; París y de allí a Inglaterra: Baja Sajonia, Dinamarca, Suecia, San Petersburgo, Kronstadt y las costas de Polonia. Luego, desde Danzing regresar por Alemania, Venecia, Nápoles, Tolón y Marsella. Esta comisión 13
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de estudios en el extranjero le fue ampliada hasta 1792, en que volvió a Madrid. Vivió durante esta etapa en París y allí encontró a Abraham Louis Breguet, posiblemente la máxima figura en la historia de la relojería y gran científico, por otra parte; fueron entrañables amigos y durante muchos años, como después se verá. Haré aquí un inciso. La vida de nuestro héroe había sido hasta ahora la de un hombre brillante inmerso en un contexto social que —sin olvidar las limitaciones que cualquier época tiene— tendía, con más o menos éxito, a favorecer la libertad y a buscar el bienestar del pueblo. Pero entonces todo cambió, y no sólo para él. La Revolución francesa engendró un miedo profondo en buena parte de los europeos. Miedo a algo uno y, a la vez, diverso. Un cambio en el sistema de propiedad, elevación social de la burguesía, libertad de pensamiento, nuevo concepto de la ciudadanía y otras muchas cosas. Ante esto sólo había en nuestro país mínimas posibilidades de defender el progreso. Porque los ilustrados eran pocos y pertenecían, en parte, a la aristocracia y, casi todos, a los estratos superiores de la Sociedad. Deseaban el bien del pueblo: pero éste se encontraba condicionado desde hacía siglos a no aceptar otros poderes que los de los grandes terratenientes y el clero y, por tanto, no podía comprenderles. Por ello, cuando Rousseau escribe a Aranda, «Continuando España así, dará la ley a todas las naciones», expresa un deseo que puede emocionar, pero era seguro que tenía que frustrarse. En París descubrió la ideología revolucionaria, aunque en qué grado o forma fue afectado por eUa no lo sabemos, ni tampoco cuáles entre sus corrientes filosóficas y políticas pudieron interesarle. Debe, además, recordarse que estas grandes convulsiones sociales evolucionan, y con ellas los hombres. Así Breguet empezó trabajando para la Corte y, siendo compatriota de Marat, le sacó de una situación comprometida: por cierto, disfrazándole de vieja. Ya en la República colaboró "con el movimiento ciudadano; pero después tuvo que exiliarse y fue entonces Marat el que le ayudó para ello. Y como final de esta historia, que es a la vez ejemplo, diré que, vuelto 14
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el Antiguo Régimen, dio trabajo en su taller, haciendo agujas de relojes a una hermana pobre del rebelde. Pero hubo en este período un acontecimiento casi seguramente más importante que la política para el cambio en el rumbo de su vida: se enamoró y se casó. Pero lo mismo que a los guardias marinas se les exigían pruebas de nobleza, su futura mujer debía también cumplir ciertas condiciones, que no tendría. Aunque ello quizá extrañe a algunos amantes de novelas y poesías, entonces en la burguesía casi todos los matrimonios eran de conveniencia. Y la información sobre aquellas con las que los oficiales del Ejército y la Marina querían contraer matrimonio ha continuado existiendo hasta hace poco. En cualquier caso, el embajador de España en París Fernán Núñez llevó este asunto de forma muy civilizada. En carta a Valdés, acompañando a una de Lanz, escribe: «Usted conoce lo que vale, y desearía si es posible no perderle. El amor le ha cegado y no respondo a qué punto han influido en él los principios al día, aunque la carta no parece estar imbuida en ellos». Y también el ministro, que anota al margen «...diga a Lanz que regrese y no perderá el empleo...» Pero en 1793 estaba de nuevo en París y sin permiso. En su defensa alegaba las obligaciones que tenía con su esposa y el impedirle volver la guerra (ahora con la República francesa). Pero hay que reconocer que las leyes estaban contra él, y en 1794 se le dio de baja en la Armada como desertor. Había servido, brillantemente, más de doce años. Siguió entonces viviendo allí, dedicado a la enseñanza y al cultivo de las ciencias. Dónde estudió o profesó no lo sabemos, aunque en una serie de documentos se citan varias instituciones. Como vamos a ver, a esta estancia en París siguieron otras, y en total estuvo allí mucho tiempo. En 1796 estuvo una corta temporada en Madrid, por la razón siguiente. Godoy ejercía el poder. Pero incluso este mal gobernante y algunos de sus colaboradores, tenían en parte ideas modernas y 15 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
abiertas al progreso. Por ello se decidió una expedición encaminada a procurar el desarrollo de la isla de Cuba. La idea vino de vm gran terrateniente cubano, Joaquín de Santa Cruz, al que Carlos IV acababa de conceder un segundo título nobiliario, el de conde de Santa Cruz de Mopox. El proyecto se refería, principal aunque no únicamente, a una zona con centro en la bahía de Guantánamo, considerada la más necesitada. Y sus objetivos eran la construcción de un canal para riego y transporte, una red de caminos en toda la colonia y el estudio de la explotación de las riquezas de la región. Para esto se seleccionó un trío de científicos e ingenieros, Lanz, Betancourt y Sureda. El primero tenía como misión específica el reconocimiento y topografía del canal y lo referente a Guantánamo. Pero hay que decir que ninguno de ellos quería embarcar —con algunas válidas razones por cierto— y Lanz fue el portavoz de los pretextos conjuntos. El se excusaba con el Príncipe de la Paz y con el conde alegando su difícil situación económica y la mala salud propia y de su mujer. A pesar de lo cual pudo venir en seguida de París a Madrid, donde debió arreglar el asunto directamente con Godoy. Ya que casi inmediatamente le escribió ofreciéndose para lo que pudiera necesitar en Francia y dándole las gracias. Lo que demuestra que su supuesta deserción había sido olvidada. Sin él, el barco partió en 1797 y fue capturado por los ingleses —^ya que España había pasado a estar aliada con la República francesa— que se quedaron con todos los hbros e instrumentos científicos. Mopox, ya con otros colaboradores, trató de cumplir de la mejor manera posible hasta 1802. Pero no tuvo éxito. Regresó nuestro sabio a París, donde volvió a encontrar a Betancourt. Planeaba éste la fundación de la Escuela de Caminos y Canales de Madrid; que después se llamaría de Caminos, Canales y Puertos. Y Lanz tuvo desde el principio en este centro educativo, que pronto adquirió gran fama, papel preponderante. Puede decirse que fue el principal responsable tanto de su programa de estudios como de su aplicación, bastante más que el que la fundó, aunque la falta de datos hizo que, hasta hace no muchos años, tal cosa no haya sido 16 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
reconocida. Su incorporación a la Escuela tuvo lugar en 1802, después de una información que le fiie favorable, ya que se asienta en ella que se le borró de las listas de la Armada debido a que «la declaración de guerra de 1793 y el haber contraído matrimonio (al parecer) en París le obligaron a mantenerse allí». En 1808 publica, en colaboración con Betancourt su gran libro científico, al que me referiré más tarde. Pero tuvo este mismo año que elegir de nuevo y su opción fue otra más de las que comprometieron de modo muy grave su futuro. Los ejércitos napoleónicos invadieron España y él se puso del lado de aquel que fiie Uamado Rey intruso. No voy a juzgar este conflicto, que pertenece a la Historia general de Europa pero fiie también, en cierto sentido, la primera guerra civil española. Destruyó la economía, diezmó la población, engendró odio entre hermanos y fue el origen —o al menos uno de los principales— de la no incorporación del país a la Revolución Industrial. O sea, con la alteración de factores que impone el paso del tiempo, como los otros enfrentamientos entre compatriotas, que siguieron. En cuanto al esquema que podríamos llamar ideológico, creo que puede simbolizarse en la conducta de Fernando VII con Napoleón durante su exilio y en cómo después, en 1823, pidió a Francia que invadiera nuestro país. Grandes hombres militaron en los dos bandos. Por ejemplo, si Jovellanos presidió la Junta Central, Goya y Moratín estuvieron en el otro bando, unos con mayor o menor astucia. Pero esto último no es aplicable a nuestro héroe, que no se preparó una coartada, lo que confirma que actuó por convicción. Volvió, pues, a España en 1809 y fue nombrado jefe de la primera División del Ministerio del Interior, seguramente porque era ministro su íntimo amigo el marqués de Almenara. En este cargo dependieron de él obras hidráulicas, de carreteras, edificaciones, etc., por lo que fue, sin duda, una acertada elección. Después, y esto es más curioso e incluso algo extraño, se le nombró prefecto en comisión de Córdoba; pero de su labor allí nada sabía yo ni aparece en mis trabajos. Después Antonio Rumeu de Armas dio algunos datos que copio a continuación. 17 FUNDACION JUANELO TURRIANO
«El último encargo importante desempeñado por el criollo al servicio de la administración napoleónica fue el de prefecto en comisión en Córdoba para sustituir a otro famoso afrancesado, Domingo Badia Leblich, incansable viajero por el mundo islámico encubierto con el nombre de Ali Bey. El explorador catalán se enfrentó con la autoridad despótica del general francés Goudinot, teniendo a la postre que abandonar el cargo. El arribo de Lanz a la ciudad de los califas se señala el 10 de diciembre de 1811. Le acompañaba en calidad de secretario general de Prefectura, también en comisión, Joaquín Abaitúa. De la actuación del prestigioso centífico como prefecto de Córdoba nada hemos podido averiguar. Puede darse como probable que permaneciese en ella hasta julio de 1812. En esta fecha se produce el desmoronamiento de la administración bonapartista en Andalucía como consecuencia de la batalla de Arapiles». Esto, por tanto, es todo lo que se conocía hasta la monografía de Demerson que nosotros publicamos. También, si las cosas hubieran tomado otro rumbo, hubiera ocupado un puesto docente importante. Ya que el rey José quiso crear en Madrid una gran institución de rango universitario, la Academia Nacional de Ciencias y Letras. En ella, y para catedráticos en la Sección de Mecánica se propone, por este orden, a las personas siguientes. Primero, José María Lanz, del que se dice «conocido en Europa». Segundo, Bartolomé Sureda «inventor de máquinas muy útiles a las artes». Y tercero, Antonio Gutiérrez, al que no se califica. Los tres eran muy buenos amigos y también de Betancourt. Como es lógico, tuvo que exiliarse al venir la derrota de los franceses. Debió de estar primero en París, pero hacia 1815, probablemente en Londres, encontró a Bernardino Rivadavia, que llegaría a ser el primer Presidente de la República Argentina. Intentaba éste entonces lograr ayuda europea, especialmente inglesa, para la independencia de su país; antes de decidirse a eUo había pensado en crear un Estado libre, pero con un príncipe español. Era un intelectual en el que influyeron los socialistas utópicos como Saint-Simon y Fourier, así como Bentham, fundador del utilitarismo; éste último fue 18 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
además su amigo, como, entre otros hombres notables, Franklin y Destutt de Tracy, lo que quizá tuvo algo que ver con que se sintiera atraído por la mentalidad de nuestro personaje. No fue Rivadavia un gran político práctico, por lo que murió en el exilio, por cierto en Cádiz. Pero sí, en cambio, un gran promotor de la cultura, creando la Universidad de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional, museos, etc. En la Argentina había una tradición de estudios de náutica y matemáticas, pero se había extinguido al producirse la Revolución. La restauración de la enseñanza de las ciencias sufrió después diversas vicisitudes, pero lo que a nosotros interesa es que Lanz fue promovido en 1816 a primer director general de la Escuela de Matemáticas del Estado. Se le hizo venir como consecuencia de un programa, en gran parte frustrado, para lograr la colaboración de sabios extranjeros. Escribió enseguida un reglamento provisional, que se corresponde muy bien con la ideología imperante en aquellos países que acababan de alcanzar la independencia: «Nada hay más útil, nada más digno del hombre que el estudio de las matemáticas: ellas dan solidez al juicio, extensión y profundidad al entendimiento, y la costumbre preciosísima de admitir únicamente lo demostrable, abandonando las hipótesis, y los sistemas especiosos, fiindados ya en tradiciones vagas, ya en suposiciones briüantes. Preguntad a qué deben las naciones cultas el haberse curado de los delirios tan antiguos como funestos, y os responderá el hombre observador que al estudio de las ciencias exactas...». Pero sólo estuvo en Argentina un año y conoció a personajes importantes como Belgrano y Pueyrredón, pero no se sabe por qué razón dejó el país. Pronto quiso volver a América pretendiendo en 1818 trabajar en La Habana, como profesor de matemáticas y preceptor de uno de los hijos de doña Teresa O'Earrill. Pero se le negó en Madrid el pasaporte por haber servido a José 1. En 1817 vivía, como tantas otras veces, en París. Allí otro científico, Vázquez Queipo, le conoció y describió. Dice que era algo corpulento, más bien bajo que alto y que sufisonomíatenía impreso el sello de la bondad. Es esto todo lo que sabemos de su fí19
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sico. También indica que vivía modestamente: yo diría que como siempre. En 1824, o sea en los comienzos de la llamada «década ominosa», el ministro de Fernando VII López Ballesteros —uno de los pocos buenos que hubo en ambos períodos absolutistas— creó el Real Conservatorio de Artes, con dos Departamentos. Uno era un gabinete de máquinas, el otro un taller y centro de estudios mecánicos. Y para encargarse de este último se nombró a Bartolomé Sureda, ya citado y quizá el mejor amigo de Betancourt; yo he publicado una importante correspondencia entre ellos, procedente del archivo de Claude Breguet, descendiente del relojero. Pasaron los años, Betancourt murió y Sureda se retiró a Palma de Mallorca. Pero en el Conservatorio y en 1832, se recibió una soHcitud para el cargo de profesor y el director recomendó se aceptara. La firmaba Lanz que tenía sesenta y ocho años, edad muy avanzada en aquella época. Es probable que, después de tanto tiempo en Francia, sintiera nostalgia y deseo de pasar su vejez en Madrid: la jubilación no sería entonces tan estricta como ahora, por lo que podía esperar cierto tiempo de esfiierzo útil en su cargo. Y en aquel Centro debía recordársele con admiración. Es posible, por tanto, aunque ni mucho menos seguro, que se ocupara alH cierto tiempo en su labor favorita, el estudio de las máquinas. En este Conservatorio estaba su retrato al fresco, el único de que hay noticia, y que desapareció. Luego si se le quisiera —merecidamente— erigir un monumento, la faz tendría que ser lisa, como la de algunos personajes que pintó Giorgio di Chirico. Para mí es seguro que colaboró con Abraham Louis Breguet y con sus sucesores. Murió en 1839 en la famosa casa de esta familia, Quai de l'Horloge. El único autor que se refiere al fallecimiento dice que recogió su último suspiro Antonio Gutiérrez, o sea el tercer catedrático propuesto para la nonata Academia madrileña de José Napoleón. Su mujer, por la que, al menos en buena parte, renunció a una vida arreglada y probablemente llena de honores, había dejado antes este mundo. 20
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LA OBRA Varios de sus trabajos se han perdido y quizá alguno se publicó con otro nombre. Yo poseo el, creo que único, manuscrito científico inédito y tiene una sola hoja. Lo he publicado recientemente, analizándolo en colaboración con el profesor Eduardo L. Ortiz. Pero todas estas obras eran menores al lado de aquella por la que es famoso y lo será siempre. Pues escribió, en colaboración con Agustín de Betancourt, el Essai sur la composition des machines, al que a continuación denominaré sólo Ensayo. La parte que a cada uno corresponde en este libro es difícil de evaluar; pero por figurar primero el nombre de Lanz y también por razones de crítica interna, puede considerársele como el principal responsable. De la mecánica se ha dicho que es una ciencia creada para explicar científicamente la técnica. Quizá en su forma moderna comienza con los estudios sobre balística de Galileo. Pero dentro de ella la ciencia de las máquinas no aparece hasta la Revolución Industrial. Antes, la mayoría de ellas formaban parte de molinos, relojes o sistemas relativamente elementales de propulsión y transmisión. Por ejemplo, y citando sólo dos casos en España, de los que me he ocupado mucho, el artificio de Juanelo Turriano en Toledo y los mecanismos que aparecen en el notabilísimo tratado de obras hidráulicas, a él, hasta hace poco, erróneamente atribuido. Ambos son del siglo XVI. Pero en el XVIII, Euler señaló, entre otras cosas, que la propiedad determinantefiindamentalen los mecanismos es el movimiento relativo de sus piezas, por lo que tienen que ser estudiadas no en situación estática, como se había hecho hasta entonces, sino en fiincionamiento; es él, por tanto, el fiindador de la cinemática industrial. Y puede suponerse que por ello los discípulos de Betancourt tuvieron el bello gesto de poner, en San Petersburgo, muy cercanas las tumbas de los dos sabios muertos en el exilio. Pasando ya a lo que aporta el Ensayo, es éste el primer tratado sobre la citada cinemática industrial y la desarrolla ampliamente; aunque, en un estudio más detallado había que destacar las grandes aportaciones iniciales primero de Monge y después de Hachette; el 21 FUNDACIÓN JUANELO
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Fi£ium2. El final: la casa de la familia Breguet.
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Frogmmme du cours élémentaire des machines de este último encabeza la primera edición del Ensayo, aunque desaparece en las siguientes. Ello hizo que la obra sirviera como texto en la famosísima Escuela Politécnica de París. Mi análisis tiene que ser breve y relativamente sencillo. Este libro sistematizó y ordenó los componentes de los mecanismos y no sólo esto sino que, y ello es quizá aún más importante, fue el eslabón que enlazó las máquinas del pasado con las del futuro, y a la vez, una guía para los que se dedicaron a componer nuevas. Por primera vez, en tal obra la síntesis de las máquinas se apoya en principios científicos. Así, por ejemplo, sus formas tenían una relación directa con su destino tecnológico; este intento, el primero en la historia de su composición, definía el plan y el contenido del Ensayo. Hasta entonces estas formas remedaban otras anteriores o sus elementos; a veces imitaban el mundo animal. La exposición de los autores se desarrolla partiendo de un cuadro, el famoso tableau, que aunque en forma distinta vuelve a aparecer en docenas de publicaciones hasta los años cuarenta de nuestro siglo. Consta de veinte columnas, señaladas con letras de la A a la Z y de veintiuna filas numeradas de acuerdo con la misma cantidad de tipos de transformación del movimiento propuesto por los autores. La segunda edición, que se debe enteramente a Lanz, tiene un mayor número de mecanismos; y una serie de ellos son obra de sus amigos a los que seguramente, además de la intención didáctica, quería recordar: la draga de Betancourt, su telégrafo en colaboración con Breguet, elementos de relojes de este último y máquinas de los hermanos Sureda. Su nivel científico es superior al de la primera. En todas las ediciones el texto después de referirse al cuadro general explica otros complementarios. Debe hacerse constar que, como la mayor parte de las obras que abren un nuevo camino, existen errores de concepto —en este caso la inclusión errónea de algunos mecanismos— que hacen necesaria una posterior depuración. El libro tuvo, para la época, un gran éxito internacional. Se hicieron tres ediciones en francés en 1808, y 1819 y 1840; esta última, 23 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
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A PARIS, DE L'lMPRIMEHIE
IMPÉ1ÚALE.
1808.
Figum 3. La. obra:
primera edición del Ensayo.
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muertos ya los autores. Dos en inglés en 1820 y 1822 y una en alemán en 1829. Por cierto que, como quizá algunos lectores pueden considerar que un escrito como éste es sólo comprensible y útil para los que tienen una elevada preparación científica, haré notar que el primer texto en inglés lleva una introducción, nofirmada,en la que se dice: «...puede ser considerado como una gramática de la ciencia de la mecánica; está organizado para ser perfectamente inteligible a esta estimable clase de la sociedad, los artesanos prácticos, y al mismo tiempo puede ser útil obra de referencia para las clases más ilustradas...; se transmitirá a este país la honra que los autores han tenido en el suyo». Lo que para mí es muy importante, pues no era corriente entonces ni siquiera en Inglaterra, que estaba a la cabeza de la técnica, el apuntar a una posible utilización social más amplia; qué gente tan estimable serían estos lectores a los que llama artesanos prácticos y cómo contribuyeron al progreso... Pero desde 1840 no volvió a reeditarse y se conoció sólo por referencias o bien consultando los ejemplares existentes en bibliotecas y los que, muy de tarde en tarde, aparecían en el comercio. Pero ahora está en curso el publicarse una traducción al castellano, unida a los facsímiles de las primeras ediciones, francesa e inglesa.
Jorge Demerson ha sido catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de Lyon y, después, de 1962 a 1974, Consejero Cultural de la Embajada de Francia en España. Ha publicado dieciocho libros —algunos en colaboración— y más de un centenar de artículos que versan, principalmente, sobre el siglo XVIII español. Llevó a cabo la difícil labor de localizar los setenta y siete documentos relativos a la estancia del sabio en esta ciudad andaluza —que están, fotocopiados, en el archivo de la Fundación Juanelo Turriano—, Fernando López Mora. Me facilitó su nombre, y quiero agradecérselo, José Manuel Cuenca, Catedrático de la Universidad de Córdoba.
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José María de Lanz Prefecto de Cordoba
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LLEGADA A CÓRDOBA
El otoño, bastante benigno en Córdoba, y el año de 1811, que no lo había sido tanto, declinaban juntos hacia su ocaso. Se acababa la primera década del mes de diciembre. En el Campo de San Antón, de Córdoba, frente a la entrada del convento del Carmen calzado, un grupo de hombres, yendo y viniendo, parecían hacer tiempo esperando algo. En la plaza vecina de la Magdalena, una sección de Infantería sobre las armas, en posición de «descanso», charlaba tranquilamente. De repente una voz gritó: «Ya vienen; ya se les ve». Y en efecto, poco después, sacando chispas en la luz mortecina del atardecer al chocar las herraduras de sus caballos con los adoquines de la calzada, llegaban los primeros dragones que, bordeando la Huerta de las Golondrinas, continuaron hacia el norte para retirarse a sus cuarteles. Pero nadie les hacía caso ya: habían cumplido con su deber pues el convoy, procedente de la Corte, había llegado, sano y salvo, a su destino. Sabido es que en aquel año aciago de 1811, no se podía viajar por las carreteras de España sin escolta militar, a causa de las guerrillas, y más aún cuando había que cruzar por parajes tan peligrosos como el desfiladero de Pancorbo yendo hacia la raya de Francia, o el de Despeñaperros camino de Andalucía. De los carruajes alineados contra la acera, salían unos viajeros que hacían algunos movimientos para desentumecer sus anquilosados miembros por el interminable viaje. El prefecto interino, Sr. Altuna, corrió a saludar a dos de los recién llegados: D. José María de Lanz y Zaldívar, jefe de la primera división del Ministerio del Interior, nombrado por el ministro Almenara prefecto en comisión de la Prefectura de Córdoba, y D. Joaquín de Abaytúa, primer 29
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oficial de la misma división del Ministerio del Interior, Secretario General en comisión de la Prefectura. El primero tenía cuarenta y siete años, era de estatura mediana, más bien rechoncho y regordete, con una cara llena, simpática y que rebosaba bondad al decir de sus contemporáneos. Algo más joven y más alto era su colaborador. Tras agradecer las palabras de bienvenida del Sr. Corregidor, D. Mariano Fuentes y Cruz, y de los Regidores de la ciudad, tras felicitar al Sr. Deán del Cabildo catedralicio que había venido a saludarles, los dos viajeros fiieron conducidos a la Prefectura donde pudieron refrescarse y descansar. Pero, al poco tiempo, antes de ir a cenar, pidieron una resma de papel, plumas y tinta y se pusieron a escribir sendas cartas. Llevaban ambas las mismas señas: «Excmo. Sr. Ministro de lo Interior, calle de Silva, Madrid». La de Lanz decía así: «Excmo Sr.: acavo de llegar a esta ciudad acompañado del Secretario General en comisión, D. Joaquín de Abaytúa, y desde luego he tomado las providencias convenientes para entrar en posesión de los destinos que el Rey se ha dignado confiarnos. Lo que participo a V.E. para su devida inteligencia y en cumplimiento de mi obligación. Dios guarde a V.E. m® a' Córdova, a 10 de Diciembre de 1811. Excmo Sr. El Gefe de División del Ministerio del Interior, Prefecto en comisión: Joseph de Lanz».^ Del mismo tenor, aunque un poco más larga era la de Abaytúa: «Excmo Sr.: Cumpliendo con las obligaciones de mi cargo, tengo la honra de participar a V.E. que acabo de llegar a esta ciudad con el Prefecto en Comisión D. Joseph M.® de Lanz, y que en consecuencia me dispongo a poner todo mi conato en corresponder dignamente a ^ A.H.N., Consejos, Legajo 4 9 . 6 1 2 - 4 9 . 6 1 3 (al final del legajo).
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la confianza que el Rey se ha servido dispensarme y en merecer la protección de V.E. Dios guarde, etc...» (10 de diciembre de 1811).^ En cuanto a Altima, que seguía ostentando el título de «Prefecto interino», envió dos días después al mismo ministro del Interior, marqués de Almenara, un oficio en que daba algunos detalles interesantes. «Anteayer tarde —es decir el 10 de Diciembre, por la tarde— llegaron a esta capital los Sres. Lanz y Abaytúa, que según el Decreto de 13 de Septiembre último que V.E. se sirvió dirigirme, deben organizar la Administración civü de esta Prefectura, exerciendo el primero fiinciones de Prefecto, y el segundo de Secretario General. Hemos convenido en que, dándoles yo a reconocer como tales desde luego a toda la Provincia, entren el día 16 del corriente en el exercicio de sus respectivas fiinciones...»^ (12 de diciembre de 1811). Vemos pues que, en contra de lo que afirman ciertos historiadores, Lanz tomó posesión efectiva de sus funciones, no el 10, sino el 16 de diciembre. Durante los cinco días que mediaron entre su llegada y el comienzo de su actividad, los dos comisionados fiieron a hacer las visitas inevitables de cortesía: al General Gobernador militar de las dos provincias de Córdoba y de Jaén reunidas bajo su mando, a su lima, el Obispo; devolvieron su visita al Corregidor y al Deán de la Catedral. En todas partes fiieron recibidos con la mayor urbanidad, que pondera el nuevo prefecto: «El señor General nos ha obsequiado mucho, y hemos debido las más finas atenciones al caballero Altuna». Pero sobre todo, quisieron aprovechar este breve plazo para tratar de captar, sentir o intuir la situación y disposición material y moral de Córdoba y el ambiente en que iba a desarrollarse la misión que se les había encomendado. Y pronto se dieron cuenta, en el supuesto de que no lo supieran de antemano, que ese ambiente no les era nada favorable. Siendo importante este punto, exige que nos detengamos un momento a examinarlo. ^ Ibid., idem. ^ Ibid., idem.
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Como Abaytúa, Lanz era español. Aunque nacido en México, en la ciudad de Campeche, era de ascendencia peninsular, concretamente vasca, como lo confirma su segundo apellido Zaldívar. Incluso alguien ha demostrado que de los 18 primeros apellidos de que podía reclamarse su familia, 17 eran vascos. Pero las largas y repetidas estancias que hizo en París, ciudad en que había trabajado y que había reconocido sus méritos, su duradera convivencia con los parisienses y su casamiento con una joven misteriosa, probablemente francesa, le llevaron en 1808 a servir al rey José Bonaparte. Aceptó el cargo de jefe de división en el Ministerio del Interior del Intruso. Para los cordobeses, nada le diferenciaba pues de los franceses. Y esa asimilación no era nada halagüeña.
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LA CIUDAD EN GUERRA
Antes de su primera llegada, los franceses inspiraban miedo. Luego, por sus excesos y demasías, se granjearon el odio y el desprecio de la población. Así, para comprender en qué ambiente hubieron de cumplir su cometido, tanto Badia como Lanz, creo imprescindible buscar en las fuentes locales lo que pasó en la capital cordobesa entre 1808 yfinalesde I 8 I I . Con ocasión de la primera entrada en Córdoba de las tropas galas, el 7 de junio de 1808, como a las dos de la tarde, «un terror espantoso se apoderó de los habitantes de la ciudad» recuerda L. M. Ramírez de las Casas Deza, cuyas Aí^won® tienen el mérito de ser muy concretas, precisas y vivas. «Al otro día, prosigue, algunos soldados... entraron en mi casa para saquearla. Uno de ellos Uevaba al hombro una brillante hacha sin duda para romper puertas o muebles que se hallasen cerrados... Abrieron arcas, baúles, contadores y se llevaron lo más precioso que hallaron... fuera de los duros que mi padre tuvo que darles, como también a otros que entraron», después... «Los diez días que estuvieron los franceses en Córdoba, no se ocuparon más que en saquear, robar, comer, beber y entregarse al brutal apetito de su sensualidad. Por todas partes no se veían más que franceses Uevando reses muertas y cuartos de carne, y cubas y cántaros de vino, sacando de todo más de lo que necesitaban... Por todas las calles se encontraban franceses borrachos, tendidos en el suelo o echados en las puertas de las casas... A pocos días, cambió la escena con motivo del feliz suceso de la bataUa de Bailén que... causó extraordinario júbilo ^ Ramírez de las Casas Deza, L., Memorias..., Universidad de Córdoba, Instituto de Historia de Andalucía, pp. 13-14. La capitulación de Bailén tuvo lugar el 22 de julio de 1808.
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«Por enero de 1810, volvieron los franceses... después de la desgraciada batalla de Ocaña. Aunque se decía que "venían de paz'', fiie grande el temor de la población... recordando las atrocidades de 1808... Entró en Córdoba José Napoleón el 23 de enero al mediodía, siendo recibido con toda la pompa y aparato acostumbrados... y notó que era mejor tratado que en las demás ciudades de España, lo cual procedía de que Córdoba tenía más miedo que las otras.»^ »Los franceses ejercían la más tiránica opresión, en términos que no se podía hablar cosa alguna relativa al gobierno español... y para impedir que se dieran noticias, se instituyó una severa policía cuyos satélites, que eran los hombres más viles y perversos, vagaban por todas partes desplegando la mayor vigilancia».^ Por haber dicho que una partida de españoles podían venir a Córdoba, el tío del autor, D. Francisco de Sales Ramírez, respetable eclesiástico, fiie arrestado y condenado en el acto por el general Godinot a ser ahorcado como en efecto lo fue. Noticia que recogió El Correo Político y Militar (afrancesado) en la forma siguiente: «El nombrado Francisco Ramírez será ahorcado inmediatamente por haber esparcido en esta ciudad de Córdoba que los insurgentes debían entrar aquí mañana».^ Para tratar de hacer olvidar las exacciones que cometían y la opresión que mantem'an en la capital, los ocupantes multiplicaban fiestas y diversiones. «Durante la dominación francesa en Córdoba, había por lo común regular guarnición y a veces mucha tropa transeúnte. La población se aumentó algún tanto, y considerablemente la corrupción de las costumbres y la falta de recato de las mujeres, de las cuales fue crecido el número de las que se prostituyeron. Había con frecuencia bailes, ya en las casas de los gobernadores militares o de los civiles llamados "prefectos", y el teatro se mantenía en un estado boyante, pues hasta con fondos públicos se contribuyó para su fomento. Aun en el tiempo de carestía, que no tardó en afligir a la población, especialmente en la clase menesterosa, no disminuyó el lujo y la disipación. 7\1 mismo tiempo eran frecuentes los fusilamien® Ibid., pp.
15-16. ^Ibid., p. 18. '^Ibid., pp. 19-20.
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tos de los patriotas, ya militares, ya paisanos, que perdían la vida arrimados al muro que media entre la Puerta del Rincón y la del Osario, y las justicias que se ejecutaban en los ladrones, ahorcándolos en la plaza de la Corredera, llegando a veces su número hasta siete en un día».® Por este tiempo, principió la carestía y el hambre en Córdoba, porque además del gran consumo que hacía el ejército francés, éste acopió grandes cantidades de grano para su subsistencia y llegó a valer la fanega de trigo 300 reales.^ Las gentes se caían por las calles desfallecidas, sin tener con qué alimentarse, pues sólo las familias acomodadas podían pagar el pan a siete reales. «Algunas veces, al entrar yo en mi casa, cuando volvía de la escuela, encontraba en el zaguán a algún pobre tendido en el suelo a quien mi familia, para que se recobrase, estaba dando una taza de caldo, u otro alimento. Mi padre hizo, en aquella ocasión, cuantas limosnas le permitían sus facultades. Evacuaron los franceses a Córdoba el 4 de septiembre de 1812 y el júbilo y el contento de todo el mundo, al verse hbre de enemigos y opresores, fue inexplicable. Se hicieron muchas iluminaciones y festejos públicos y se dispuso una corrida de toros». El nombramiento de Lanz a la Prefectura de Córdoba era consecuencia lejana de la elección año y medio antes, el 14 de abril de 1810, de D. Domingo Badia y Leblich como intendente de Córdoba. Siete meses más tarde, siguiendo en esa ciudad y a la cabeza de la administración civil de la provincia. Badia cambiaba de título: era «encargado de la prefectura» cordobesa. En efecto, poco después de su designación como intendente, con el fin de poner coto a la ambición devoradora del Mariscal Soult, comandante en Jefe del Ejército del Mediodía, se dividió a España, sobre el modelo francés, en prefecturas que correspondían de hecho a las anteriores provincias. Así, la estancia de Badia intendente y luego prefecto de Córdoba, duró 14 meses. ^^ ** Ibid., p. 23. ' En abril-mayo de 1812. ^'^Ibid., pp. 23-24. Mercader Riba, Juan, José Bonaparte, Rey de España, 1808-1813, Estructura del Estado Español Bonapartista, CSIC, Instituto de Historia «Jerónimo de Zurita», Madrid, 1983, pp. 130-131. Véase también la conclusión del presente estudio.
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De su anterior y extraordinaria exploración secreta del mundo musulmán del Próximo Oriente y de Africa del Norte bajo el seudónimo de Ali-Bey-El-Abassi, Badia había traído un gusto inmoderado por el fausto oriental que el ambiente de la ciudad de los Califas hizo revivir. Así, celebró la onomástica de José I en 1811 con un boato digno de la Sublime Puerta o de Las mil y una noches. Con todo. Badia tomó medidas útiles para la agricultura, la salud pública, el ornato de Córdoba, la navegación por el Guadalquivir, etc. Pero el gobernador militar, general Godinot —botarate presumido que unos meses después se saltaría la tapa de los sesos—, tal vez irritado por la pompa con que se rodeaba quien no era siquiera prefecto en propiedad, le acusó de percibir derechos abusivos al conceder títulos de escribanos, boticarios, médicos y otros que despachaba la Prefectura, derechos que, afirmaba, se repartía con su secretario general, Altuna, y por si esto fiiera poco, le acusaba también de favorecer el contrabando y ser él mismo contrabandista. Por otra parte. Badia, que era hombre de imaginación fértil, había creado un Consejo de Agricultura en Córdoba, cuya primera providencia fiie rebajar las rentas de las fincas. Como era de esperar, los propietarios pusieron el grito en el cielo y el Comisario Regio para las Andalucías, Conde de Montarco, que no había sido consultado, mandó instruir secretamente una información contra Badia. Suspendido, el prefecto ftie convocado a Madrid, quedando la Prefectura a cargo de José Ignacio Altuna, «individuo al parecer muy ambicioso e intrigante» en opinión del conde.^^ Al abandonar Córdoba en un convoy del 13 de junio de 1811 —en realidad «con viento fresco»— Badia dejó maquiavélicamente al Correo local que la publicó, una nota netamente encomiástica y astutamente anónima: «Badia, decía, era llamado a un destino más importante; llevaba consigo la estimación de las personas honradas, y en particular la del ejército, que se había granjeado por su celo en el cumplimiento del deber, y por su entera adhesión y amor al Sobera^^Ibid., pp. 1 3 1 - 1 3 2 .
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no y a S.M.I. y R.», etc. Disgustado otra vez por esa nueva iniciativa, Montarco denunció «la intriga maniobrera» de su subalterno, enumeraba los 25 títulos indebidos de boticarios, escribanos, procuradores, etc., que había concedido, y añadía otra queja: la negligencia de Badia en vigilar la conducta y las gestiones del secretario general Altuna, «individuo sospechoso de prevaricación y de falta de escrúpulos», en quien asombrosamente, y contra toda lógica, recaía la responsabilidad interina de la Prefectura. Para sustituir a Badia el ministro del Interior, Marqués de Almenara, propuso el nombre de José María de Lanz, mejicano, sabio y matemático conocido. Director del Real Conservatorio de Artes y Oficios, y a la sazón, jefe de la Primera División del citado Ministerio, hombre de su entera confianza, a quien acompañaría el Oficial primero de aquella división D. Joaquín de Abaytúa. No constituía este nombramiento un ascenso para Lanz. En efecto, sus fiinciones de Jefe de la Primera División del Ministerio del Interior, la cual constituía una enorme máquina, equivalía a un cargo de Subsecretario de Estado, como lo observó acertadamente Antonio Rumeu de Armas. ^^ S e ^ el «organigrama» de su Ministerio, las atribuciones y responsabilidades de Lanz eran descomunales. Incumbían al Jefe de la Primera División: la custodia del sello, y la expedición general, la administración civil y policía municipal, el registro oficial de los ciudadanos españoles y la naturalización de extranjeros, las transacciones, particiones de bienes municipales, ventas, escrituras de largo plazo y de empréstitos hechos por el Común, la división territorial, mudanzas de límites, apertura y conservación de caminos, canales y puertos de comercio, faros, puentes y calzadas, obras, edificios y monumentos públicos, desecación de pantanos, conducción de aguas, minas, minerías, canteras, ferrerías, y toda máquina movida porfiierzashidráulicas. Corresponderían a esta primera división transformada un oficial primero (Joaquín de Abaytúa) y dos oficiales segundos (Foronda y Torres). Rumeu de Armas, Antonio, El científico mejicano José María. íie Lanz, fiindador de la. cinemática industrial, (curso de 4 conferencias, abril de 1982), Instituto de España, p. 84. (Véase Bibliografía.)
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Jerárquicamente, sólo había dos personas encima de Lanz: el ministro Almenara, que desde hacía tiempo había reconocido la extraordinaria valía del mejicano y se había convertido en su favorecedor decidido; y, más arriba, el Rey.
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LA PREFECTURA
Al mandar a Lanz y Abeytúa a la Prefectura de Cordoba, que estaba muy desorganizada, con el cometido de «ponerla al nivel de las demás que funcionaban en España», Almenara imponía un sacrificio a sus colaboradores, pues indiscutiblemente perdían categoría y era el suyo un caso de postergación administrativa. Pero esa misma postergación constituía una prueba del aprecio y de la confianza que tenía el ministro en las capacidades de esos colaboradores y también, paralelamente, una prueba de la abnegación de éstos. En vez de organizar a nivel nacional, desde el plano de las ideas y de la concepción que era la del Ministerio la acción y el trabajo de los prefectos, de comprobar dicho trabajo o hacer frente imaginando nuevas providencias a las dificultades que se venían planteando, el Jefe de división pasaba al plano de los hechos y de la realización práctica. Ya no concebía, sino que ejecutaba. Hoy día diríamos que en vez de directivo aceptaba ser mero ejecutivo. Es cierto que Lanz no ignoraba cuál era el papel exacto de los prefectos, pues éstos ponían en práctica unas orientaciones generales y unas reglas concretas que él mismo había contribuido a traducir del francés, a imaginar o a formular. Para que, a continuación, comprendamos mejor lo que fue la acción de Lanz en Córdoba, creo útil citar el Real decreto de 17 de abril de 1810, que organizaba el sistema prefectoral, y en su título segundo puntualizaba las atribuciones de los funcionarios de las prefecturas. «En cada una de ellas habrá un magistrado —el prefecto— encargado del Gobierno civil, de la vigilancia de la administración de rentas y de la policía general.» El artículo 2 enumeraba las atribuciones del gobierno civil: 39 FUNDACION JUANELO TURRIANO
a La vigilancia sobre la inversión de los bienes y rentas pertenecientes a las municipalidades y a los cuerpos o entes públicos. b La misma sobre los empleados mtmicipales y la policía urbana. c
Sobre los hospitales y establecimientos de beneficencia.
d La vigilancia sobre la salubridad pública. e Sobre las cárceles en cuanto concierne a la manutención de los presos y la salubridad. /
Los hospicios y casas de misericordia.
£
La instrucción pública y los establecimientos literarios y científicos.
h Sobre el comercio. i
La agricultura y la policía rural.
j
Las manufacturas, artes y oficios.
k Las obras públicas (puertos, navegación interior y los canales). / Las guardias cívicas. Sobre todos estos puntos, «los prefectos corresponderán con el Ministerio del Interior. En lo que atañe a la vigilancia de las rentas públicas y municipales, corresponderán con el Ministerio de Hacienda. Y para cuanto se relacione con la antigua seguridad del Estado, corresponderán con el Ministerio de Policía General...». Los artículos 9 y 10 se refieren a los secretarios generales de Prefectura, quienes «en caso de ausencia o vacante desempeñarán interinamente los atributos del prefecto».^^ La actividad prefectoral de Lanz empieza el 16 de diciembre de 1811, fecha en que toma posesión efectiva. Antes, mientras el recién Mercader Riba, Juan, op. cit., pp. 2 3 4 - 2 3 5 .
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llegado se instalaba y se ponía al tanto de la situación, seguía José Ignacio Altuna despachando los asuntos corrientes. Este Altuna había sido nombrado por Real Decreto de 1 de mayo de 1810 Secretario General de la Prefectura de Granada.^^ En fecha que desconozco, pasó a Córdoba donde fue Secretario General a las órdenes de Badia. Cuando éste fue acusado de «excesos y prevaricaciones», y a consecuencia de ello llamado a la Corte, tuvo que entregar la responsabilidad de la Prefectura al repetido J. 1. Altuna. Esa sustitución interina del prefecto por el secretario general era perfectamente normal y prescrita, como se ha visto, en los artículos 9 y 10 del título II del decreto del 17-IV-1810. Pero resultaba sorprendente en este caso porque Altuna «aparecía en la información secreta de Montarco como sospechoso de no pocas de las faltas que se culpaban a Badia, por lo que a éste se le achacaba su remisión en vigilar la conducta y las gestiones del referido Altuna. A pesar de ello, alguna protección especial cubriría las andanzas del secretario, que pudo sin inconveniente ejercer la Prefectura de Córdoba unos cuantos meses más —en realidad, de junio a diciembre de 1811, o sea seis meses— sin que le exigieran responsabilidades como a Badia. Cuando los dos funcionarios madrileños llegaron para hacerse cargo de la Prefectura, Altuna se dio cuenta de que su presencia en Córdoba no tenía razón de ser y presentó la dimisión: «Desde aquel día contemplo mi existencia en esta Prefectura como un gravamen de ella por el recargo que le resultará de mi sueldo. Ruego a V.E. por tanto se sirva comunicarme sus órdenes, no dudando de que, a las muchas pruebas que tengo ya de su bondad, añadirá la de proporcionarme un testimonio de que mis servicios en el desempeño del interinato de esta Prefectura, que V.E. puso a mi cargo, ha sido grato a S.M. y han merecido las aprobaciones de V.E. Así quedaré indemnizado de los no pequeños sinsabores que me ha ocasionado mi firme adhesión a mi soberano, mi ardiente deseo de observar las instrucciones y órdenes de V.E. y mi firmeza en sostener el decoro ^^Ibid.^'p. 237, n. 95. ^"Ibid^p. 131.
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de mi empleo, aspirando juntamente al mayor bien de mis gobernados. Dios guarde... El Prefecto Interino de Córdoba, 12 de Die. de 1811. José Ignacio Altuna Excmo. Sr. Marqués de Almenara, Ministro del Ynterior.»^^ Los estados de ánimo de Altuna preocupaban a Lanz. «He hecho por mi parte cuanto he podido para tranquilizarlo conforme V.E. me lo encargó; creo haberlo conseguido, pero su pundonor lleva con demasiada impaciencia la especie de nulidad a que necesariamente se ve reducido, aunque sea momentáneamente, y Vm. me conoce bastante para hacerse cargo de lo sensible que debe serme este estado de cosas, así no extrañará le niegue encarecidamente ponga término a ellas realizando cuanto antes las ofertas hechas al caballero Altuna, y a las que, como Vm. sabe, es tan digno y acreedor sous tous les rapports» (sic). Y Lanz concluye con esta afirmación optimista: «Dentro de muy poco tiempo quedará esta Prefectura al nivel de todas las demás, como hirá Vm. viendo por las noticias de oficio que le hiré comunicando; lo extraño es que ya no lo esté enteramente» (Lanz a Almenara, 19-XII-1811). Sin duda Altuna se beneficiaba en la Corte de poderosas protecciones, pues el 21 de enero de 1812 se le hace saber que «la intención del Rey es que permanezca en Córdoba, al lado del Prefecto en comisión... cooperando con sus luces y conocimientos prácticos a los fines del gobierno, hasta que S.M. tenga a bien resolver otra cosa» (Altuna a Almenara, 4 de feb. de 1812). El Prefecto y el Comisario Regio de las Andalucías quedan informados.^® Así las cosas, es de suponer que el papel de Altuna —si lo tuvo durante la prefectura de Lanz— hubo de ser meramente consultivo y hasta oculto, pues no ^^ A.H.N., Consejos, leg. 4 9 . 6 1 2 - 4 9 . 6 1 3 , Altuna al Marqués de Almenara, 12 dedic.de 1811. ^^ Ibid., acuse de recibo de Altuna a Almenara, 4 de feb. de 1812.
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aparece sufirmani su nombre en ninguno de los documentos cordobeses correspondientes a la comisión de Lanz que pude manejar. Se lee en el estudio de V. Orti Belmonte, titulado Córdoba durante la Guerra de la Independencia. ^^ A raíz de la partida de Badia «fiie nombrado para sustituirle el Secretario de la Prefectura de Granada, don José Ignacio de Altuna, a quien el mismo año reemplazó don José Lanz, nombrado en comisión no obstante su cargo de Jefe de división del Ministerio de lo Interior, para que organizase los distintos ramos de la Administración en el reino de Córdoba donde existía un espantoso desorden introducido por los propios franceses, secundándole en su obra el secretario, don Antonio Mier, que había sido subprefecto de Antequera».^° A primera vista, no suscita reparo este relato: a Badia le sucedió en efecto Altuna, y a éste, Lanz. Pero mirando de cerca estas aseveraciones, observamos que contienen muchas inexactitudes. Altuna no vino de Granada a la Prefectura de Córdoba al cese de Badia para sustituirle. Estaba ya en la capital del Guadalquivir donde fue durante meses. Badia regnante, secretario de la Prefectura. Tampoco fiie don Antonio Mier Secretario de la Prefectura de Córdoba en tiempo de Lanz. Ocupó este cargo don Joaquín Abaytúa, que llegó con Lanz. Pero lo más disparatado viene a continuación. Afirma V. Orti que «se quejó el Ayuntamiento de Córdoba que el prefecto, Lanz, no le dejaba obrar ni en las cosas más propias de sus atribuciones. El prefecto consideró despreciable la queja, pero, considerándola atentatoria a su honor, exigió se le demostrara en qué ocasión no había trabajado por el bien del púbhco y del Rey. Como el Municipio se hacía el sordo, le ordenó que celebrara sesión el día 4 de noviembre para contestar a su pregunta. Entonces respondió el Cabildo que sólo se había extralimitado el prefecto en sus facultades en el oficio del 22 de octubre de 1811 en que se mandaba la reunión de la MuniVéase Bibliografía. Orti Belmonte, V., Córdoba durante la Guerra de la Independencia, 1808-1813, Córdoba, Imprenta La comarcal, 1930, 302 págs., 25 cm.
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cipalidad para estudiar causas de la escasez de pan y en que se negó a que el suministro de utensilios de cuarteles corriese —como solía— a cargo de la Real Hacienda y lo impuso al Ayuntamiento». Este aserto es totalmente erróneo, por una razón sencilla: los días 22 de octubre y 4 de noviembre de 1811, en que ocurrieron esos incidentes, Lanz estaba todavía en Madrid, pues sólo llegó a Córdoba el día 10 de diciembre, por la tarde, fecha debidamente documentada. Por lo tanto queda evidente que esta polémica de octubre-noviembre 1811 opuso la Municipalidad no a José Lanz, sino a su antecesor, José Ignacio de Altuna, entonces prefecto interino. Como ya lo señalé, las relaciones entre el Municipio y el Prefecto en comisión, es decir Lanz, fueron al parecer constantemente correctas y hasta buenas, a pesar de las circunstancias harto difíciles en que se desarrollaban. Nada en los textos que hemos manejado nos da pie para imaginar y menos afirmar lo contrario. Es cierto que en su estudio V. Orti Belmonte parece a menudo echarle al Prefecto la culpa de ciertas medidas drásticas: «El 1 de abril hacía el Prefecto responsables personalmente a los Regidores en el pago de las contribuciones» (p. 204); o más adelante: «El 23 de marzo, ordenaba el Prefecto que en lugar de cien reses que tenía pedidas, entregaran 500.000 reales... El 28, exigía el Prefecto 204.398 reales, etc...». Pero sabemos que no era el Prefecto quien imponía las contribuciones ni determinaba su cuantía —lo hacía Soult, o acaso Montarco—; tampoco era responsable del reparto de las mismas que era de la incumbencia de la Junta ad hoc. Eso cae de su peso, y lo reconoce el propio V. Orti Belmonte cuando en la misma página escribe: «en los últimos días de junio hubo una reunión convocada por el Prefecto exigiendo del Ayuntamiento, según las instrucciones de la Superioridad, un millón por los atrasos de la contribución mensual». Es evidente que Lanz no podía, por sí y ante sí, instituir y recaudar contribuciones. Sabido es que las prefecturas y los prefectos fueron implantados en España por José I para servir de contrapeso administrativo a la autoridad militar que el ejército imperial del Mediodía ejercía sobre las poblaciones del sur de la Península. El ejército, y el mariscal Soult 44
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en particular, pretendían afirmarse como la única autoridad en las provincias meridionales de España. Para poner coto a su ambición desenfirenada, el Rey decidió crear, frente al poder militar, una administración civil imitada de la que regía en Francia. De hecho, en la correspondencia de la Prefectura y en los acuerdos de la Municipalidad de Córdoba, mientras Lanz fiie prefecto de aquella capital, no hay alusión directa a la guerra. Por cierto, si se habla de contribuciones mensuales, ordinarias y extraordinarias, de requisiciones de paja, cebada o avena, de escasez de trigo o de carne, etc., todo el mundo sabe que esos inconvenientes son consecuencia directa de la guerra y de la presencia en el suelo español de un ejército, mejor dicho de varios ejércitos, que ocupan el país. Pero nunca se alude a combates, batallas, victorias o derrotas. Las acciones bélicas parecen excluidas de la correspondencia administrativa. Menos en un caso. El 8 de abrü de 1812, en un oficio relativamente largo, redactado y escrito por Joaquín de Aba3tóa por orden de Lanz, se anuncia al corregidor el envío de un ejemplar impreso de una carta de Soult al conde de Montarco y de una proclama de éste sobre un punto directamente relacionado con la guerra. La Prefectura pide al corregidor que públicamente «vilipendie la maldad, vileza y barbarie de aquellos que se dicen los defensores de la Religión, del Trono y la Patria y que no tienen otro fin que el de saciar su desordenada codicia y el de vengar sus atroces resentimientos». Acompañaban este oficio dos impresos: la carta de Soult a Montarco y la proclama de éste.^^ En su carta, que ocupa un folio, Soult relata que el general Ballesteros había tenido la barbarie de mandar fiisilar un oficial y 15 soldados del regimiento fijo de Málaga n.° 6 al servicio del Rey José I acusándoles de traición a la Patria. Aunque avisado por unos oficiales de sus tropas —hechos prisioneros por los franceses— que les cabría igual suerte por represalias. Ballesteros «ha querido bañarse en sangre y ha mandado asesinar cobardemente a los súbditos de Son un pliego en 4.° manuscrito, firmado por J. de Abaytúa y 6 folios impresos, insertos en el Acta de la Municipalidad del 17 de abril de 1812.
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S.M.C. y anunció a los partidarios suyos que los abandonaba a su suerte». Abaytúa enviaba copia de la carta original escrita por Ballesteros, en la cual se veía con horror que el general Ballesteros «ha proyectado además envenenar a todos los generales franceses». «Para que todos se precavan, añadía Soult, he mandado que la carta de Ballesteros anunciando sus infames designios se registre en todos los Tribunales de España y se imprima en las gazetas a fin de que, si cayese el envenenador Ballesteros en nuestro poder, se le aphquen las penas en que ha incurrido según las leyes». Amén de eso, el Duque pedía a Montarco que hiciese lo propio, dando la mayor publicidad a esa carta. Sigue, también impresa, la carta algo más breve de Ballesteros a un oficial suyo prisionero de los franceses. Aunque era «capitán General de las Andalucías y general en gefe del 4.° exército», manifiesta en su prosa ser hombre inculto, tan ignorante del léxico como de la gramática. Júzguese por la muestra que sigue: «Por lo que pertenece a que será V. afucilitado si se procede contra la vida de el trahidor a su patria Amavili, deve V. responder al General Marancin que si afucila a V. lo haré yo imbiolablemente con cuantos franceses están en mi poder con el general que tengo en Ceuta, y que se declarará guerra a muerte y me baldré de embenenar a él y a todos sus generales. Viva V. seguro que como a V. afiicilen toda la generación de Amavili tendrá igual suerte, y todos los franceses de Cádiz, la Isla de León y demás puntos de mi mando y en cuyo exército publicaré la guerra a muerte. Tenga V. serenidad para morir por su patria en la persuación que la muerte de V. será pagada con la de seis mil franceses que están baxo mi poder...». Esas dos cartas impresas fiieron comunicadas por Montarco a todos los tribunales de Justicia militares y civiles y a todas las Prefecturas de Andalucía y Extremadura. Las acompañaba una Proclama debida al estro del conde, impresa también, y que llena 4 folios de caracteres bastante metidos. Denuncia «aquel Gobierno insurreccional de Cádiz, ilegítimo e infame, que se instaló a su arbitrio, compuesto de las heces de la España, supeditado al vulgo y al influjo inglés; aquel gobierno que engañó a los incautos españoles, prometiéndoles una libertad ilusoria, que se atreve a asesinar a los 46
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subditos del Rey y a los valerosos militares que defienden la Nación toda. »La guerra está concluida, afirma. Después de la rendición de Valencia sólo quedan cuadrillas de 4 a 5.000 hombres, cuya táctica es el robo, el asesinato y la fiiga. »¿Cuál es el voto unánime de toda la Nación? ¿No es el restablecimiento del orden y de la tranquilidad públicai' Pues ¿cómo una gavilla de miserables refiigiados en Cádiz, vendidos al oro de la Inglaterra... se atreve a contrariar el voto general de toda la España? »A pesar de la nulidad y la pérfida intención de esa facción de destruir la España por complacer la Inglaterra, si algunos caen en poder de los franceses, se les trata como a prisioneros de guerra. Y ¿cómo han correspondido? ¡que lo diga la estúpida barbarie con que su digno general Ballesteros amenaza guerra a muerte, y los puñales, y los venenos! »Ya es tiempo de que cese esa odiosa y detestable persecución de los españoles fanáticos, necios y malvados contra los moderados, instruidos y virtuosos. »Estas son, españoles, las intenciones de un gobierno enérgico que os promete cortar con los más severos castigos las atrocidades de aquella facción. Militares españoles, que servís la legítima causa de nuestro monarca y nación, sabed que vuestra sangre será vengada. Coadyuvad a la venganza... Administradores de la Justicia, preparad toda la severidad de las leyes contra los transgresores de todo derecho. Empleados de la Administración, sostened el edificio de la Patria con vuestro zelo y constancia. Vecinos y ciudadanos de estas provincias, concluyó ya la tolerancia del gobierno con los perturbadores. Los que den el menor paso contrario al gobierno... serán irremisiblemente castigados según la gravedad de su delito...» (Sevilla, 25-III-I8I2). Sin duda, estos breves extractos no consiguen dar una idea exacta de lo que es esa proclama del conde de Montarco: el esqueleto de un hombre no permite formarse una idea cabal y exacta de lafiguray apariencia que tenía en vida ese hombre. La proclama del conde de 47 FUNDACION JUANELO TURRIANO
Montarco es elocuente, vigorosa, bien escrita; el conde, o quien empuñó por él la péñola, había leído los discursos de Cicerón y los de Tito Livio. Y como estos discursos históricos, la proclama del Comisario regio tiene el mérito de hacernos palpar la febrilidad y tirantez del ambiente general en que se desarrollaban las corteses discusiones entre el prefecto y el corregidor sobre pago de contribuciones o exención de requisiciones. En el convoy que le conducía a Córdoba, Lanz podía conservar aún algunas ilusiones. El pasar a ser prefecto ofrecía cierta ventaja. Ya no trabajaría en lo abstracto, en el mundo de los conceptos, de las ideas platónicas. Iba a enfrentarse con la realidad, trataría de cambiarla y de estampar el sello de su personalidad y voluntad en la vida real; reduciría las diferencias que existían entre españoles y franceses. Tal vez contribuiría a reconciliarlos, y a restaurar la opulencia y la felicidad en este país. Y, mirando por la ventanilla del carruaje en que viajaba, el ex alumno del Seminario de Vergara, olvidado del rigor austero de las matemáticas, en vez de los rastrojos que parecían oxidados y sucios bajo el cielo de invierno, imaginaba ya inmensos trigales dorados acariciados por la brisa, extensos campos de avena o cebada salpicados de amapolas enarcando el tallo bajo el calor primaveral del sol de abril y reprimía una sonrisa de satisfacción. Pero la situación que iba a encontrar a su llegada no tardaría en borrar de sus labios esa sonrisa. Las circunstancias obligaron al flamante prefecto a descuidar ocho de las doce atribuciones que le señalaba el Real Decreto del 17 de abril de 1810. Procuró desempeñar lo mejor posible las otras cuatro, aunque modificando su espíritu y torciendo no poco la finalidad que había indicado el legislador. I
En vez de «vigilar la inversión de los bienes y rentas pertenecientes a las municipalidades y cuerpos públicos», Lanz tuvo que ingeniárselas para lograr el pago por esas entidades de las contribuciones impuestas por el ejército invasor. Tuvo que arbitrar medios —o remedios— para que siguieran prestando servicio los hospitales, hospicios, casas de misericordia y demás establecimientos de beneficencia. En fin, si se ocupó de agricultura, fiie tanto para suministrar pienso y paja a la caballería gala como para crear y multiplicar recur48 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
sos alimenticios de que carecía la población sobre la cual gravitaba el espectro del hambre. Al llegar Lanz a Córdoba para hacerse cargo de la Prefectura, ¿cuáles eran las autoridades que tendría que acatar porque estaban encima de él, y cuáles aquellas otras, locales, con que tendría que entenderse o a las que tendría que dar órdenes? Desde que José I dio por terminada su estancia en Andalucía y emprendió la vuelta a Madrid, el Mariscal Soult, duque de Dalmaeia, general en jefe del Ejército del Mediodía, dio libre curso a su ambición avasalladora hasta el punto de que puso en peligro la consistencia de la autoridad del rey José en el Mediodía español, y hacía temer una amputación territorial de su corona, si no legalmente, sí de facto}^ En algunas ocasiones pudimos notar que la autoridad omnipotente del Mariscal Uegó a pesar sobre nuestro Prefecto. Para tener a raya al Mariscal, y afirmar, frente al poder militar, la autoridad de la administración civil, el Consejo Privado reconoció «la necesidad que había de enviar un magistrado con plenitud de poderes al Mediodía de España, que fiiera una persona del mayor carácter, bajo cuyas órdenes estuviesen los prefectos de Andalucía.^^ Para desempeñar este cargo, se escogió al Conde de Montarco, que ya había sido Comisario regio en Santander, León y Asturias, y era entonces ministro interino de Negocios Eclesiásticos. La administración de las Andalucías se centralizaba en sus manos; los prefectos y subprefectos le enviarían cada mes un presupuesto de gastos, y él sería la única vía de enlace entre la administración local y la central». ^^ La finalidad del Decreto del 19 de noviembre de 1810 era clara: convenía «que el Sr. Mariscal Duque de Dalmacia, vuelva imperceptiblemente... en el seno de los poderes militares, y que los ministros del rey recobren suavemente las riendasfinancierasy administrativas».^^ ^^ Mercader Riba, Juan, op. dt., p. 2 0 9 ^^ Ibid., idem, p. 208. ^^Ibid.,idem, pp. 208-209. Ibid., idem, pp. 209-210.
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En un principio, no pareció tener éxito Montarco. «Casi no subsiste la autoridad del rey José en Andalucía; quien es soberano efectivo allí es el Duque de Dalmacia» (febrero de 1811). En abril, se piensa que el Mediodía no proporcionará ni un real a la España del centro. Porque Soult, pretextando que iba a realizar obras públicas, había agobiado toda la región con impuestos de toda clase: sobre casas, patentes, contribución ordinaria y extraordinaria. En enero de 1812, el Consejo Privado, constatando que Montarco es incapaz de neutralizar los excesos de Soult, habla de sustituirle por Santa Fe. Pero Montarco reacciona: aconseja a Soult que confíe armas a ciertos pueblosfielespara que se defiendan ellos mismos de las incursiones de los «bandidos»; envía proclamas incitando a los naturales a abandonar la insurrección; organiza una serie de actos para la festividad del rey (19 de marzo 1812), etc. que le reconcilian con el Consejo Privado.^^ Como es lógico, veremos que Lanz recibió frecuentes oficios u órdenes del Comisario regio. Subordinado a Soult, residía en Córdoba un Gobernador Militar «de Córdoba y de Jaén». De haber llegado un año antes, Lanz hubiese tenido seguramente sus dimes y diretes con el general Gaudinot que desempeñaba este cargo. Fueron las acusaciones de Gaudinot las que provocaron la suspensión de Badia y Leblich. Este militar «dejó tristes recuerdos en Córdoba: tan tirano como caprichoso, su carácter atrabiliario se descubre en todas sus órdenes. Era militar de gran prestigio a quien se alejó del gobierno de esta provincia el 14 de abril de 1811 para lanzarle en persecución del invicto general Ballesteros que se había hecho fiierte en la serranía de Ronda». Fracasó en su expedición. De regreso, en Sevilla, tuvo una larga y borrascosa explicación con el Mariscal. Este le mandó quedase arrestado en su casa. De madrugada, Gaudinot salió de su cuarto, cogió el fusil del ordenanza y «se levantó la tapa de los sesos».^^ Le había sucedido el 16 de abril de 1811 el general Digeon, barón del imperio. Sin duda permaneció en Córdoba hasta la evacuación de ^Ibid., idem, pp. 210-212. ^^Orti Belmonte, op. cit., pp. 191-192.
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esta capital por el Ejército del Mediodía, pero más pacato que su antecesor, no dejó mal recuerdo a los habitantes, y no intervino directamente en los asuntos administrativos de la Prefectura; hemos encontrado algunas veces su nombre en los documentos de la época de Lanz. Agente del poder central, éste estaba en contacto casi continuo con la Municipalidad cordobesa: le transmitía órdenes o instrucciones procedentes ya sea de la autoridad militar (Duque de Dalmacia), ya de la autoridad regia (Conde de Montarco), ya en fin del mismo prefecto que le dictaba providencias de su propia minerva. Y éste, al revés, recibía oficios del Ayuntamiento: representaciones, instancias, súplicas, etc., sobre todas las cuestiones que interesaban la ciudad, su provincia y sus habitantes. El corregidor y los regidores —o sea el alcalde y los concejales de entonces— eran elegidos por el Comisario regio en una lista propuesta por el prefecto. Cuando llegó Lanz, había una municipalidad en funciones. Desconocemos la nómina completa de sus componentes. El 23 de febrero de 1812 se anuncia la designación de una nueva municipalidad, a la que el Prefecto dirige una exhortación el día de su instalación. En los dos equipos, el Corregidor es el mismo: don Mariano Fuentes y Cruz. Cinco de los regidores de la primera lista se vuelven a encontrar en la segunda. La nueva Municipalidad tomó posesión el día 25 de febrero de 1812, en presencia del Prefecto, quien pronunció un discurso. Su composición era como sigue: Corregidor : D. Mañano Fuentes y Cruz * Regidores: D. Bartolomé Vélez Reyes D. Juan Ramón Valdelomar D. Francisco Salgado D. Rafael Villaceballos D. José Junguito de Guevara D. Rafael Pereyra D. Melchor Pardo ^ Van en cursiva los nombres y apellidos de los que pertenecían a las dos municipalidades.
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D. D. D. D. D. D. D. D.
Juan Vázquez de la Torre Benito López de Pariza Antonio Meraz Ignacio Argote Rafael Aute José Gutiérrez Ravé Martin Ruiz José Mir Martínez
En el cuadro jerárquico que acabo de trazar, las órdenes, como era lógico, solían ir de arriba abajo, con arreglo a la ley de gravitación administrativa. A veces, la correspondencia del Prefecto refleja este descenso en cascada. Así con el n.° 1355 del registro de la Prefectura, y con fecha del 8 de abril de 1812, un oficio escrito y firmado por Joaquín de Abaytúa por orden de Lanz y dirigido al Corregidor de la ciudad empieza en estos términos: «Incluyo a V.S. un ejemplar de un impreso que ha remitido a esta Prefectura el Excmo. Sr. Comisario Regio General de las Andalucías que contiene una carta dirigida al mismo Sr. Comisario Regio por el Excmo. Sr. Mariscal Duque de Dalmacia, general en jefe del Exército imperial del Mediodía, y una proclama que en consecuencia ha extendido el mismo Comisario Regio General». Aquí tenemos la lista y la cadena completa de las autoridades que ejercían su cargo en Andalucía: Soult, Montarco, Lanz, Abaytúa, el Corregidor y, finalmente, el destinatario de la proclama, o sea «el pueblo de Córdoba que tantas pruebas tiene dadas de lealtad, adhesión y templanza, y se apresurará sin duda como lo ha hecho hasta aquí a redoblar esfuerzos para sostener la verdadera causa de la Patria». El movimiento contrario de subida, partiendo de los simples ciudadanos, no soKa llegar a los escalones superiores. Las representaciones recibidas por la Municipalidad eran transmitidas por el Corregidor y normalmente no pasaban del nivel del Prefecto. Este, aplicando las instrucciones generales —o particulares— que emanaban de Madrid, o del Comisario Regio, resolvía muchos asuntos y en general solamente correspondía con el conde de Montarco para darle cuenta de la ejecución de alguna medida prescrita por él —o por el Mariscal, si se trataba de contribuciones—. En contadas ocasiones, si tenía una duda, Lanz 52 FUNDACION JUANELO TURRIANO
consultaba al Conde de Montarco. En la correspondencia que hemos examinado, no hay ningún oficio dirigido directamente por Lanz al Mariscal; tampoco hay correspondencia de Lanz con el General Gobernador de la provincia, ni al revés, del Gobernador al Prefecto. Para estudiar la actuación de Lanz, prefecto de Córdoba, existen dos series de fiientes manuscritas, conservadas ambas en el Archivo Municipal de esa capital. Integran la primera los papeles de la Prefeaura, oficios y correspondencia en cuarto, que llevan todos el membrete: «Prefectura de Córdoba», y parecen en algunos casos escritos de puño y letra de Joaquín de Abaytúa, quien a veces, y por orden del Prefecto, los firma. Con todo, en la mayor parte de ellos estampa su nombre el mejicano, que sefirmanormalmente «Joseph de Lanz», y hace preceder su nombre de la mención: «El gefe de División del Ministerio de lo Interior, Prefecto en comisión». Cuando ha de firmar Abaytúa, lo hace de esta manera: «El gefe de División del Ministerio de lo Interior, prefecto en comisión, Y.P.S.O. (y por su orden) El Oficial 1.° del Ministerio de lo Ynterior, Secretario General en Comisión: Joaquín de Abaytúa». La segunda serie de documentos la constituyen las Actas de la Municipalidad (a la que nunca se le da el nombre de Ayuntamiento), extendidas en papel sellado, tamaño folio, que lleva la mención «Sello cuarto, quarenta maravedís, año de mil ochocientos y once» y debajo, también impreso, «Valga para el año mil ochocientos y doce». El acta de cada cabildo suele acabar con la fórmula: «En cuyo estado se concluyó este cavildo de que certifico». Firmado «Fuentes, y D" Antonio Mar"° Barroso, Secr° I.°». Algunas veces, en el mismo libro de acuerdos se incluye algún oficio del Prefecto, anunciado por la mención «Aquí el oficio». Por ser bastante diferentes los asuntos tratados en una y otra serie de documentos, no creo conveniente adoptar el orden cronológico, que llevaría a mezclar papeles de ambas procedencias, sino que agotaré los asuntos de la Prefectura —todos de carácter fiscal— antes de abordar los de la Municipalidad, de temas más variados. Pero es obvio que en las dos series los temas tratados interesan por igual las relaciones de los naturales con los ocupantes. 53 FUNDACION JUANELO TURRIANO
Unafiscalidadopresiva Los papeles de la Prefectura de Cordoba constituyen para el breve periodo considerado (ocho meses y medio, del 16 de diciembre de 1811 a primeros de septiembre de 1812) una colección de 25 documentos principales. De ellos, 20 conciernen a las contribuciones impuestas a los vecinos de Córdoba por el ejército de ocupación. Pero también los otros cinco se pueden incluir en el mismo apartado pues tratan de casos de doble imposición, requisiciones y bienes nacionales. El conjunto de estos documentos forma pues una serie de carácter exclusivamente fiscal. Huelga decir que su lectura no es ni particularmente exaltante ni muy divertida.^^ Los cordobeses habían de pagar varias clases de contribuciones, todas ellas instituidas y mandadas recaudar por las autoridades galas. Partiendo del principio viejo como el mundo de que en una guerra, el vencedor había de vivir a costa del vencido, el Duque de Dalmacia había impuesto a los andaluces ciertos tributos en metálico, y además requisiciones de toda clase de víveres: pan, carne, vino, verduras, legumbres, etc., para la manutención de sus tropas, así como pienso, paja, cebada y avena para la caballería. En este campo imperaba la ley del encaje y Soult creaba cuantas contribuciones le venían en gana, las más de ellas en forma de requisiciones. Ahora bien, como las entregas en especies se hacían con irregularidad y sobre todo con retraso constante, el general en jefe impuso multas en metálico a los morosos. Pero aun así continuaban los retrasos, de modo que «Dalmacia», como decían los españoles, sustituyó las requisiciones por contribuciones en metálico. Así nació «la contribución mensual extraordinaria de los tres millones de reales impuesta a la provincia para la manutención de los ejércitos».^^ En realidad, esta contribución, si bien la más cuantiosa, no fiie la única que se cobró en Córdoba, ni mucho menos, y su existencia no impidió que se hicieran frecuentes requisiciones, tanto de caballerías Arch. munidp. Córdoba, Documentos de la Prefectura, de 1811 a septiembre de 1812. Orti Belmonte, op. cit., p. 155
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como de ganado vacuno u ovino, o de áridos. Orti Belmonte, que manejó toda la documentación del archivo municipal de Córdoba, reconoce que no hay manera de orientarse en ese dédalo fiscal, porque las cantidades a pagar cada mes cambiaban constantemente por sumarse a la contribución las multas impuestas, los atrasos y los nuevos gravámenes. Habían de abonarse en metálico estas contribuciones por los particulares, pero también por las entidades, instituciones, establecimientos públicos, grupos sociales, etc. También debía pagarlos la administración de los Bienes Nacionales, aun cuando no habían sido vendidos. Así tenían que pagar el teatro de la capital, el Cabildo de la Catedral, los ganaderos trashumantes, pues —aunque parezca mentira—, a pesar de «los desastres de la guerra», de las partidas armadas de la guerrilla, de las exacciones de los «bandidos», seguía practicándose la trashumación de Soria a Extremadura, cuando menos a Andalucía, como si tal cosa. Pero, caso de no poder pagar en metálico, los contribuyentes forzosos podían hacerlo, como en un principio, en especies: trigo, cebada, avena u otros áridos; también podían pagar con cabezas de ganado, con caballerías o acémilas, con paja o forraje, etc. El ocupante lo aceptaba todo y todo lo consumía. Revestían pues estas contribuciones las más variadas formas: una de ellas se llamaba «las provisiones del Alcázar», reservadas sin duda al Mariscal y en enero de 1812 constituían un servicio urgente; lo que por esas «provisiones» entregaría la ciudad de Córdoba se podría deducir de la contribución mensual. La provincia resultaba exhausta por las constantes exigencias del Ejército. El 16 de septiembre de 1811, la Municipalidad dirigió una súplica al Prefecto, para que la elevase al Duque de Dalmacia, manifestando el estado angustioso en que se hallaba Córdoba, «abrumada por toda clase de contribuciones y desdichas». Daba como ejemplo el que «los labradores no hallan otro medio de subsistir y pagar sus rentas y contribuciones que el de vender sus ganados más precisos para su labor, por lo que se quedan sin medios para continuar en la siembra del año próximo». Y concluía: «Nuestra súplica se circunscribe ya a pedir a S.R.M. mande levantar de nuestros dé55 FUNDACION JUANELO TURRIANO
biles hombros la carga insoportable de los tres millones mensuales».^" No surtió efecto ese llamamiento al buen corazón del General en Jefe y del Rey. La respuesta, recibida al día siguiente, fiie que entregasen los cordobeses en un plazo de 48 horas un millón de reales.
^^Ibid, idem, pp. 155-157.
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RELACIONES CON EL PODER
Aunque no me compete hacer un estudio detallado de las contribuciones que las autoridades galas cobraban a los andaluces, ya que en este campo —como en otros muchos— Lanz era un simple ejecutante, creo útil dar escuetamente algunas cifras reveladoras de las exacciones que cometían los invasores, lo que explica que no todos los cordobeses tenían para el Prefecto —llámese éste Badia, Altuna o Lanz— «los ojos de Ximena para Rodrigo de Vivar». Me limitaré a las cifras de Córdoba capital y no de toda la provincia y a las cantidades en metálico y en especies exigidas «para el mantenimiento de las tropas».^^ Cantidades en metálico: 1.000.000 557.566 1.115.132 1.386.432 1.000.000 122.309 500.000 (3.000.000)
de reales reales reales reales de reales reales reales de reales
204.398 5.885.837 reales 6 7 . 1 0 0 reales
(meses XI y XII de 1811) (mes I de 1812) (II y III de 1812) (IV y V de 1812) (fines de junio de 1812): atrasos. (3 primeros meses 1812: excepcional) (III 1812, en lugar de 100 reses). (23-V-1812, por atrasos en suministrar) (Cantidad no cobrada porque se opuso el Ayuntamiento). (28-V-1812 provisiones del ejército)
Costo de la ocupación del Ayuntamiento por 1 oficial y 50 dragones, a partir del 11 de mayo de 1811.
5.952.937 reales Cifiras tomadas de las Actas de la Municipalidad de Córdoba por Orti Belmonte. Véase op. cit., pp. 2 0 3 - 2 0 6 .
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Contribuciones en especies 600 fanegas de trigo en febrero de 1812 3.400 fanegas de trigo (o su valor: 180.000 rs.) marzo 1812 5.000 fanegas de trigo marzo 1812 2.175 fanegas de trigo (en total 11.175 fanegas de trigo) 25 arrobas de aceite 1.940 fanegas de cebada 108.000 arrobas de paja 30.000 arrobas de leña 11.000 arrobas de carne 2 5 . 0 0 0 arrobas de carbón 80.000 arrobas de paja, en mayo 1.000 fanegas de cebada, en junio y julio 8.000 fanegas de salvado en junio y julio 80.000 arrobas de paja, en julio
A esas contribuciones forzosas, pues, dice V. Orti Belmonte, «las amenazas, detenciones, coacciones, etc., eran grandísimas», hay que añadir los «gastos de menor cuantía»: por cuarteles y víveres, por alimentación a prisioneros españoles, pago de intérpretes y ordenanzas, servicios de gastos de postas y correos, embargos, mesa y casa a los generales y jefes de guarnición, al Mayor de la Plaza y ayudantes; por las oficinas del General, etc. Total: 224.651 reales. Nuestros cálculos quedan confirmados por lo que decía al Prefecto la Junta de repartimiento: la contribución mensual importaba en 1812, durante la comisión de Lanz, 690.792, y los suministros a las tropas 6.313.867 reales... Estas cantidades, difíciles de apreciar a estas alturas, eran considerables. Aunque «tratado con mayor benevolencia» que los demás pecheros, el Cabüdo catedralicio tuvo, en marzo de 1812, que fiindir parte de la plata de la Capilla mayor para pago de sus deudas y el 25 del mismo mes se le reclamaban 125.000 reales «en caUdad de empréstito forzoso»... Todo el oro o la plata era entregado por sus poseedores a razón de 16 reales la onza. Este puede ser uno de los motivos de la escasez de joyas antiguas en Córdoba (Orti Belmonte). En una ocasión, la Junta de repartimiento observó que las diferentes contribuciones de un año rebasaban, y con creces, el conjunto de las rentas e ingresos de todo tipo que tenía la ciudad. 58 FUNDACION JUANELO TURRIANO
En el caso de retrasarse el pago, se amenazaba con encarcelar en el castillo de Jaén al corregidor y regidores de Córdoba. Por lo visto, estas amenazas, que se repitieron en diversas ocasiones, se formulaban en el período anterior a la llegada de Lanz, pues se mencionan en un oficio del Corregidor el 17 de diciembre de 1811, o sea al otro día de la toma de posesión efectiva del mejicano. Notemos que esas amenazas no las hacía el Prefecto. «El corregidor hace presente que ayer fiie convocada la Municipalidad a las casas Palacio del Excmo. Sr. General Gobernador y apercibida por su Excelencia que si en el día 20 de este mes no poma en Tesorería seiscientos mil reales, además de las crecidas sumas que ya están puestas por cuenta de la contribución de los tres millones mensuales, serían conducidos en rehenes al castillo de Jaén 4 municipales, 4 eclesiásticos y 4 hacendados. El corregidor esta mañana fiae a ver otra vez al Gobernador diciendo que no es justo padezcan los que han cumplido con el pago, mediante la imposibihdad de proporcionar los 600.000 reales para el día 20, sean los que se lleven de rehenes al castillo de Jaén aquellos que determine S.E. de los que son deudores considerables, inclusos los forasteros hacendados» (17-X11-1811). A medida que se prolongaba la ocupación gala, escasearon los alimentos y sus precios fiieron subiendo. Pero en 1812, que fiie el año del hambre en toda España porque las cosechas fiieron malísimas, los precios se dispararon al mismo tiempo que la calidad de los géneros se deterioraba. En los documentos cordobeses de 1811-1812 encontramos algunas indicaciones cifradas. En febrero de 1812 se redujo el peso del pan pasando de 32 a 30 onzas, al tiempo que su precio subía de 39 a 40 cuartos (el cuarto valía 4 maravedises en Castilla). En cuanto a la fanega de trigo, ignoro lo que valía en 1808. Pero en febrero de 1811 valía 50 rs. y en febrero de 1812 se cotizaba en 218 reales. En abril, había subido a 300 reales. No habiendo trigo en la capital, varios regidores salieron a los pueblos para buscarlo. Uno compró en el Carpió unas partidas a 305 reales; pero no bastó. «La gente se veía obligada a robar la 59 FUNDACION JUANELO TURRIANO
harina y el pan dondequiera que lo encontraba» (Actas de la Municipalidad) . El 11 de mayo, alcanzó la fanega de trigo 370 reales, y el pan pasó a 58 cuartos la pieza, mas era pan mkto de cebada y trigo. Afortunadamente, afinalesde mayo, al acercarse la nueva cosecha, el precio de la fanega volvió a bajar a 280 reales.^^ En semejante contexto, frente a la constante y angustiosa falta de pan y al sobrecogedor exceso de contribuciones, se comprenderá que la primera y principal ocupación de Lanz, a raíz de su toma de posesión, fiie atender a una multitud de memoriales o pedimentos encaminados todos a obtener una exención de contribuciones.^^
^^ Ibid., Ídem., p. 206. ^^ Todos los casos evocados en este capítulo proceden de los papeles de la Prefectura. Para no multiplicar las notas, señalamos en el texto las fechas de cada súplica.
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ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA
Solicitudes de exención de contribuciones Los ganaderos de Soria, propietarios de «ganado lanar fino trashumante», se quejan de que se les aplica una doble imposición. Se les obliga a pagarla en Córdoba porque sus rebaños pasan allí en su trashumación, y también se la cobran en Soria. Representaron al Rey, quien encargó a Montarco, y éste a Lanz, que el Ayuntamiento de Córdoba devolviese lo que había sido cobrado de más (3-1-1812). Dos meses más tarde, Lanz, a petición del Conde, tiene que volver a precisar a la Junta de repartimiento que los sorianos no deben papr nada en Andalucía: «Haga V.S. entender a dicha Junta que mi disposición de 25 de diciembre último es y debe entenderse para que no paguen en Córdoba las contribuciones que hayan pagado o deban pagar en Soria, de manera que toda la dificultad consiste en acreditar los extremos, oficiando en caso necesario al Sr. Prefecto y Municipalidad de Soria a fin de que se eviten los dobles pagos por una misma razón y falta de inteligencia» (3-111-1812). El 18 del mismo mes, la Prefectura de Córdoba ha de suministrar 60 muías de silla y 70 de tiro, y hecho el repartimiento —esta comisión de repartimiento, que se cita a cada paso, ha de tener mucho trabajo— Córdoba capital entregará cinco muías de tiro y otras cinco de silla. Se tasarán por peritos y el Ordenador hará constar su valor, cuyo importe se deducirá de los atrasos de 1811. Para acallar las protestas de los contribuyentes que creían siempre que pagaban más que el vecino, Lanz pide al Corregidor «se sirva hacerle una exposición clara, muy concisa y al mismo tiempo 61 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
suficientemente detallada sobre el modo y bases con que procede la Municipalidad de esta capital para hacer los repartimientos así en dinero como en efectos y los medios de verificar las cobranzas, en-la inteligencia de que este trabajo ha de servir de norma a los demás pueblos de esta prefectura» (19-1-1812). Mientras estudiaba la manera de reunir en uno solo los hospitales de la Ciudad, el prefecto propone «la suspensión de la contribución mensual extraordinaria de los tres millones de Reales que tiene solicitada el administrador del hospital de Antón Cabrera de la ciudad, también llamado Hospital de Convalecientes, y se suspenda la cobranza de la cantidad que se haya repartido a este establecimiento (23-1-1812). Exoneración que aprueba el conde de Montarco ínterin se hace el arreglo de los demás hospitales conforme a su orden del 12-1 (30-1-1812). AI filo de las semanas se multiplican esas solicitudes de exoneración. El Administrador General de Bienes Nacionales de la provincia' declara que la Botica de San Pablo resulta costosa a los Bienes Nacionales, pues nadie la compró ni la arrendó, y no puede seguir pagando la cantidad que adeuda por la contribución mensual de los 3 millones de reales. En vista de lo cual, Lanz manda a la Junta de repartimiento mensual que cierre inmediatamente la botica pagando las contribuciones adeudadas (25-1-1812). Por su parte, el director del Teatro, D. Casimiro Montero, había presentado también a la Prefectura un recurso acerca del pago de la contribución mensual. Como se debe protección y fomento a este teatro para que se logren las sabias miras del gobierno, Lanz tuvo a bien remitir la solicitud a decisión del Comisario Regio. Añade que, hasta que conteste, no se debe apremiar al referido Montero para el pago de la cantidad impuesta para el mes de diciembre del año p. pdo. (Lanz al Corregidor, 22-11-1812). Una semana después, el Prefecto otorga otras dos exoneraciones: «Usando de las facultades que ha tenido a bien darme el Excmo. Sr. Conde de Montarco... en su oficio de 1.° de febrero, he resuelto eximir de la contribución mensual de los tres millones al Hospital de San Jacinto y Nuestra Sra. de los Dolores, entendiéndose esta gracia 62 FUNDACION JUANELO TURRIANO
sólo por el tiempo que se tarde en dotar competentemente los establecimientos de beneficencia, y quedando sujetos a pagar las demás contribuciones ordinarias y repartimientos extraordinarios como los demás vecinos» (1-III-1812). Andaría descaminado el lector si creyera que esas exoneraciones constituían para el Ordenador General del Ejército un beneficio fallido. Efectivamente, la Junta de repartimiento pide que «se la autorice para exigir mensualmente un 3% más del 5 que han considerado hasta ahora con respecto a las utilidades que ofrecen el comercio, ramos de industria y demás granjerias de los artefactos y menestrales con el objeto de cubrir la quota que por cada mes del año se reparte a esta capital». A lo cual contesta Lanz aconsejando a los vocales de la Junta «procedan conforme lo exige la imperiosa necesidad, en atención a no residir en él facultades para disminuir la quota de contribuciones impuestas a esta prefectura» (24-11-1812). La doctrina oficial en punto a contribuciones era que la cantidad total a abonar al Erario no puede en ningún caso reducirse. Si se exime a una entidad o a un particular de una cantidad, se tendrá que cobrar repartiéndola entre los demás contribuyentes (1-111-1812). Unos días más tarde, quien pide a su vez la exoneración de las contribuciones que se le señalan es nada menos que la Catedral: «El Sr. D. Felipe Bentura González, Deán de la Santa Yglesia de esta ciudad... solicita se exonere de la contribución extraordinaria mensual de los tres millones impuesta a la fábrica de la misma porque sus rentas no alcanzan a cubrir los gastos indispensables a que tiene que atender, según ha hecho constar por la certificación que al efecto ha presentado». Lanz consultó al Comisario regio, quien resolvió que «Estando por punto general las fábricas de las Yglesias exentas de la contribución mensual solamente en la quota absolutamente precisa para su conservación, la de esta catedral debe participar de las reglas dadas para las demás». Pero, al conceder la exención, Lanz cuidará «se recargue sobre los demás contribuyentes la parte que se baje para que no se altere la contribución» (16-111-1812). No contento el Ejército imperial con haber impuesto una contribución mensual y una contribución de tres millones, ésta extraordi^^
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naria, imaginó, para enjugar los atrasos, en el pago de aquélla, un empréstito forzoso que recaía sobre la gente más desahogada, algo como el impuesto sobre la fortuna, que hacía rezongar la población. El Prefecto recordó a la Municipalidad que la recaudación del mismo era de su incumbencia: «Procederán VSS. inmediatamente por cuantos medios consideren oportunos a realizar el pago de los atrasos de la contribución mensual, cuyos fondos se hallan hipotecados al pago del Millón de reales que por vía de empréstito forzado se ha repartido entre los vecinos más pudientes de esta capital; en la inteligencia de que la menor omisión en tan importante objeto será para VSS. del mayor cargo y responsabilidad personal» (l-IV-1812). Las situaciones violentas como la que crea la ocupación militar no suelen originar movimientos de solidaridad, sino, al contrario, de envidia. Así, a petición del Colegio de Procuradores de Córdoba, la Municipalidad acordó que los Agentes de negocios de los pueblos de esa prefectura en esa capital «debían pagar la Contribución mensual por las utilidades que les franquea su ocupación, que sin duda produce mayores ventajas que las procuras en el día con motivo de la escasez de asuntos judiciales, y aquéllos están en continuo ejercicio por las actuales circunstancias» (28-IV-1812). Tan complicada y enrevesada era la reglamentación fiscal que las mismas autoridades encargadas de aplicarla quedan a veces perplejas y se consultan sus dudas unas a otras. Ocurrió que el propio Prefecto, extraviado en ese laberinto, pidiese auxilio: «A la mayor brevedad posible, escribe al Corregidor, me manifestará VS. su dictamen acerca de las contribuciones que deban ser comunes a los vecinos y demás propietarios forasteros, como igualmente las que deban entenderse con los vecinos y las que deban comprehender a éstos y a ciertos pueblos anexos e inmediatos, a fin de poder rectificar mis conocimientos sobre esta materia» (13-V-1812). La pregunta del Prefecto tenía posiblemente por origen las reclamaciones de ciertos particulares de muchas campanillas que consideraban excesivo el nivel de las contribuciones. Uno de ellos era el Consejero de Estado D. Vicente González Arnao, que había presentado una queja que puso en movimiento a toda la jerarquía de Andalucía, desde la Junta de repartimiento hasta el mismo Comisario regio. 64
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Precisamente, el propio Conde de Montarco estaba desorientado en ocasiones. En 10 de junio de 1812, pide más aclaraciones que ha de darle la Municipalidad y la Junta de repartimiento. Manda que le presenten las bases estadísticas en que hayan fundado los repartimientos (de la capital y de los pueblos). Admite que estas estadísticas pueden no ser exactas. Las contribuciones de paja y utensilios, manutención de caballos, escopeteros y cera necesitan de explicación más circunstanciada por ramos y artículos «porque el cálculo que se hizo del 8% que debe añadirse a la contribución mensual de este año y forma el noventa y seis por ciento con el importe de las otras contribuciones que prudentemente llegará en fin del año a ciento cincuenta por ciento parece muy excesivo, pero aunque no lo sea (sic), considero muy conveniente la demostración por menor que á VS. sea posible, pues nos asegura... de la justificación con que se procede y nos pondrá en el verdadero camino del acierto». Conclusión: pide a Lanz que se sirva mandar a la Municipalidad amplíe su informe (lO-Vl-1812). Es frecuente en período de restricciones o dificultades económicas se manifiesten en la población envidias o rivalidades que a veces originan delaciones. Así los comerciantes de seda de Córdoba hicieron una representación en la que pretendían probar que Dña. Andrea de Luque estaba obügada a pagar las contribuciones a pesar de la providencia marginal del Prefecto del 24 de abril al recurso que le había dirigido esa interesada. Los regidores exponen «serles de mucha fiierza las razones que alegan los comerciantes». Pero Lanz les recuerda que «el libre ejercicio de la industria es tan sagrado como el de toda propiedad (pagando la patente si la profesión elegida está sujeta a este gravamen)... y por la misma razón puede renunciar a ella, previniéndolo a las autoridades competentes, desde cuyo momento está libre de todas las cargas que le imponía la profesión, porque tampoco goza las ventajas que le proporcionaba» (l-VI-1812). Los días 12 y 23 de junio, la Municipalidad había dirigido una consulta al Prefecto «acerca del pedido de cebada, salvado y paja, y cantidad de numerario para la subsistencia de las tropas estantes y transeúntes». Lanz, con un oficio del 10 de julio, acompañó copia 65 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
de la consulta a Montarco, quien, el 26 de julio, contesta que no puede responder por ser los documentos que facüitó la Municipalidad demasiado vagos y reclama muchas precisiones. A diferencia de su actitud en el asunto anterior aqm' Lanz se limita a transmitir la solicitud al escalón superior en el supuesto de que luego comunicará la contestación a sus corresponsales. No pocas veces, en los casos que hemos apuntado, el papel de Lanz parece limitarse al de xon simple intermediario (26-VII-1812). El Prefecto acusa recibo al Corregidor del acuerdo del cabildo celebrado en 27-VII, sobre el método que convendría adoptar para exigir la cuota de trigo y cebada repartida por cuenta de la contribución mensual a los que no son tenedores de dichas especies. Tiene mandado repetidas veces la Prefectura que, siempre que se trate de un pedido en especies, se tomen éstas de sus tenedores, repartiendo su valor entre todos los contribuyentes para resarcir a dichos tenedores. Prácticamente, la Junta municipal tendría que especificar el tanto por ciento que cabe a cada uno de los contribuyentes para que éstos puedan fimdar sus reclamaciones al Consejo de Prefectura. En esos avisos para pagar deberá ir expresado que se recibirán como dinero el papel del empréstito (29-VII-I8I2). Beneficencia y Hospital General Como en otras muchas ciudades o villas de la Península, la municipalidad de Córdoba tomó conciencia de que la asistencia sanitaria a la población era inconexa o ineficaz. Cinco lustros antes que el Ayuntamiento andaluz, las autoridades municipales de Avüa, tras larga lucha, habían conseguido que el Consejo de Castilla ordenara la reunión en im solo hospital general de los cinco hospitales particulares que existían en la vieja ciudad castellana. Fue designado el Oidor de la Real Chancillería de ValladoHd D. Juan Meléndez Valdés para realizar esta reorganización. Pero esa empresa plausible chocó con im sinfín de intereses particulares, singularmente los de los patronos eclesiásticos de estos establecimientos, de modo que la ejecución de la providencia del Consejo duró cinco años 66 FUNDACION JUANELO TURRIANO
y costó Dios y ayuda ai Oidor, que por poco dejó la vida en la empresa. ^^ En Córdoba también existían varios hospitales, mas las dificultades nacidas de la guerra añadidas a su excesiva especialización, los hacían de hecho inútiles. A finales del año 1811, la Mimicipalidad implora la autoridad y protección del Prefecto —Lanz— en favor de los pobres desvalidos que «faltos de recursos necesitan en sus dolencias acogerse a los establecimientos fiindados por la Humanidad para curar sus males». Explicaba al Prefecto que había el Hospital General, cuyo patrono correspondía al cabildo eclesiástico y en el que se admitían todos los enfermos de la provincia, cuyas enfermedades eran estacionales y que poseía rentas pingües. El ie la Misericordia, de rentas muy cortas, recibía sin embargo bastantes limosnas para atender a los que padecían enfermedades crónicas. En otros, el de Antón Cabrera o de Convalecientes, el de San Jacinto y Nuestra Señora de los Dolores, el del Cardenal y el de San Sebastián se admitían en varias épocas del año enfermos que padecían determinados males; y por fin los Hospitalarios de San Juan de Dios mantenían cierto número de camas. Todos ellos dependían más o menos directamente del estamento eclesiástico. De modo que Córdoba contaba con muchos establecimientos de caridad. Pero, a causa de la guerra, estos hospitales habían venido a tanta decadencia, por la venta de algunas de sus posesiones o por otras circunstancias, que «veremos morir a nuestros hermanos por faltarles aquellos auxilios que la caridad les dispensaba ». Se proponía pues la Municipalidad proporcionar a los enfermos «un asilo donde Riesen curados de sus dolencias, conforme a las piadosas intenciones del Rey». El ramo de la sanidad y beneficencia necesitaba una reforma total que se obtendría con la creación de un Hospital General digno de ese nombre, capaz y bien organizado. Los regidores estimaron muy oportuno presentar al Prefecto «la ventaja que resultaría de la reunión de todas las rentas destinadas a la Hospitalidad», formándose una masa que se invirtiese en este importante objeto, sin excluir Véase Demerson, Jorge, La réunion des hôpitaux d'Avila, Bordeaux, Féret 1964, 2 0 0 págs.
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las rentas que fueron del extinguido convento de San Juan de Dios, «porque éstas eran un patrimonio destinado a la curativa y no una pertenencia del convento». Pero hacían observar que ninguno de los conventos existentes en la ciudad reunía las condiciones necesarias para convertirse en el soñado Hospital General. Rogaban pues al Prefecto que se sirviese tomar bajo su protección este negocio importante (23-XII-1811). Varias veces Lanz abogó a favor de esta iniciativa y solicitó, como lo pedían los canónigos, la exención de contribuciones que se exigían a esos centros caritativos. Mas fiie preciso esperar cinco meses, hasta el 1.° de junio, para que el Conde de Montarco concediese la exoneración solicitada y mandase a Lanz que recogiese los informes de la Junta provisional de Beneficencia. Luego le mandó disponer la asignación de ciertos Bienes Nacionales a dichos establecimientos para que sus frutos y rentas pudiesen destinarse a la subsistencia, curación y asistencia espiritual y corporal de los pobres enfermos... mientras S.M. se sirva resolver la dotación permanente del Hospital General (16 de junio de 1812). Este proyecto humanitario era por cierto digno de elogio, pero dada la fecha en que se tomaron esas providencias, es evidente que la reunión solicitada no pudo realizarse entonces. Sopas económicas Viendo la pobreza, la penuria general y la falta de alimentos que sufrían un número cada día mayor de sus feligreses, vmos curas de ciertas parroquias de Córdoba tomaron la encomiable iniciativa de organizar un reparto de comidas a los más desvalidos. La realización del proyecto corrió a cargo de la Municipalidad. Para allegar fondos, se solicitó por medio de un prospecto impreso firmado por el Corregidor y el Presidente de la Junta General de Beneficencia la generosidad de los vecinos acomodados. En este escrito se explicaba que: «El Excmo. Sr. Gobernador general de las provincias de Córdoba y Jaén, y el Sr. Gefe de división del Ministerio de lo Interior, Prefecto en comisión de esta de Córdoba, en 68 FUNDACION JUANELO TURRIANO
unión con la Junta de Beneficencia y Socorro público, aplaudiendoel Zelo de algunos Sres. Párrocos y vecinos caritativos que han principiado a distribuir sopas económicas para el mantenimiento de los pobres, creen muy oportuno generalizar esta medida de humanidad a las demás parroquias de la ciudad y auxihar con todos los medios posibles el aumento y permanencia de un socorro tan indispensable; pero no bastando para ello los recursos que la Junta tiene a su disposición, ha resuelto de acuerdo con S.E. y el Sr. Prefecto, invitar a los vecinos caritativos para que por su parte contribuyan mensualmente y hasta el fin de junio inclusive con la suma que les dicte su beneficencia. Por lo tanto, espera la Junta que V.S. se sirva indicar a el pie de éste (papel) cuál será la cantidad que ofrece mensualmente...» (4 de febrero de 1812, firmado por el Corregidor, Mariano de Fuentes, y Melchor Pardo.) Al parecer, el General en jefe, es decir Soult, se interesó por esa iniciativa local y señaló el importe —que desconocemos— de la contribución individual de los franceses «acomodados», pues tanto Lanz como Abaytúa indicaron que pagarían mensualmente «lo que el General en jefe había resuelto».^® Por el ejemplo de otras villas o ciudades, como Madrid en 1804, sabemos que esas sopas económicas «a la Rumford»^^ permitieron a muchos indigentes sobrevivir en estos tiempos calamitosos. Escasez de trigo y falta de pan Esta es una cuestión vital que, al igual que las contribuciones, vuelve constantemente en la correspondencia oficial y las actas de la Municipalidad. Durante el invierno de 1811-1812, todo el mundo en Córdoba tiene aguda conciencia de la penuria general de alimenOrti Belmonte, que manejó la documentación de la Junta de Beneficencia, cuya sede estaba en la calle de Carreteras, cita varias cuotas o donativos: general Digeon, 1.000 reales; comandante de la Plaza: 2 0 0 rs. Jefe de Estado Mayor: 200 rs. Pero no dice lo que dieron los «comisionados» de la Prefectura. Véase Demerson, Paula de, «La distribución de Sopas Económicas por la Real Sociedad Matritense en 1803-1804», Bol. de la Real Academia de la Historia, t. CLXIV, pp. 119-135.
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tos. Ya seis meses antes, el 30 de julio de 1811, los regidores habían escuchado un informe muy serio y enjundioso de los Fieles Ejecutores y Regidores D. Juan Ramón Valdelomar y D. Francisco Salgado y Salcedo. Por las tazmías que habían realizado, los dos peritos aseguraban que la cosecha del año no pasaría en la provincia de Córdoba de 217.811 fanegas de trigo. Ahora bien, se necesitarían 286.149 fanegas para alimentación de la población. Faltarían pues 68.378 fanegas. La misma cuestión del trigo y del pan se ventila en cada uno de los cabildos. El 5 de agosto, se informa de que los tenedores de trigo rehúsan vender a los panaderos: falta el pan y sube el precio del mismo. Proponen hacer un depósito de 6.000 fanegas de trigo bajo la responsabilidad de la Municipalidad. Se hace, pero pronto desemboca en un fracaso. Mientras tanto, sigue subiendo el precio del trigo: el 9 de agosto el pan corriente cuesta 18 cuartos, y la fanega de trigo 105/110 reales. Pero el 1 de octubre de 1811 el trigo está ya a 125/130 reales. Debió de correr entre el pueblo el rumor de que las autoridades ocupantes querían hacer sufrir hambre a los naturales, pues el Prefecto tercia en el asunto. «Nunca, escribe, trató el gobierno de poner trabas a la libre circulación de los granos. Pero ha recibido repetidas quejas acerca de muchos corregidores que la entorpecen, poniendo así trabas al servicio de S.M. y a la libertad individual establecida por la Constitución del Estado. Que se abstengan pues de semejantes procedimientos y tomen providencias irmiediatas y eficaces para restablecerla». «Actuada la ciudad», es decir «enterada la Municipalidad» de la representación de los Alcaldes de Panaderos y no teniendo fondos ni arbitrios para acopiar granos para la manutención del púbhco, supUca al Corregidor pase a la casa del Prefecto con los señores Fieles Ejecutores para manifestar la necesidad en que se halla el púbhco, «pues nadie a precio alguno quiere vender trigo», para que «su Señoría se sirva dictar la providencia que contemple más oportuna» en atención a haber subido considerablemente el precio del trigo (14-11-1812). 70 FUNDACION JUANELO TURRIANO
La agricultura arruinada La necesidad de organizar sopas económicas para la gente más desprovista, la escasez de trigo y la falta de pan denunciadas tanto por los particulares como por las autoridades demuestran que el problema más acuciante para todos era el del mantenimiento y que el espectro del hambre se cernía sobre la provincia de Córdoba como sobre el resto de Andalucía. Había sido desastrosa la cosecha de 1810-1811. Vino a ser tan catastrófica la situación que las autoridades locales hicieron presión para que el Comisario Regio para las Andalucías tomase medidas urgentes. Obtuvieron que Montarco decretase una reducción del 25% de las rentas de los cortijos que debían pagar los colonos al propietario y aun establecía plazos para el abono del restante. En la Gaceta de Sevilla del 16 de agosto de 1811 apareció, en efecto, un edicto del Prefecto interino José Ignacio Altuna en aplicación del decreto de Montarco. Resulta verdaderamente asombroso el que, poco tiempo después de haber provocado la destitución del Prefecto de Córdoba Badia y Leblich, en parte por haber propuesto, a través del Consejo de Agricultura que había instituido, la reducción de las rentas de los propietarios, Montarco propusiera exactamente la misma providencia, reclamada además por otros Prefectos o subprefectos.^^ Pero no bastó esta medida. En enero de 1812, la Hermandad de Labradores de Córdoba pedía también auxilio al Prefecto. En una representación, le había manifestado la serie de percances que habían vulnerado a los agricultores, «por lo que la labranza está hoy día casi destruida, no sólo por los muchos y grandes pedidos que se le han hecho de carnes, paja, granos, aldaxe, carretas, caballerías para los transportes, sino que también están sufriendo todas las contribuciones ordinarias y extraordinarias, estrechándoles por la contribución mensual que en los últimos meses se les ha doblado y apremiándoles militarmente por los atrasos». Piden que se les adelante trigo para la siembra y que se les perdonen las contribuciones extraordinarias en ^^ Mercader Riba, op. cit., p. 2 1 5 y nota 1 8 9 .
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metálico o ganado... Lanz pasa esa representación a la Junta de repartimiento y a la de Socorro público para que informen; luego, ordenará lo más oportuno (24-1-1812). La escasez de pienso y su remedio El hambre amenaza al hombre, que no tiene trigo con qué alimentarse. Pero también amenaza a los semovientes, indispensables al Ejército. Consciente de este grave problema, el Duque de Dalmacia manda a través del Prefecto se ponga en práctica un plan de distribución de raciones para la caballería ( 11 -XI-1811), puesto que la escasez y falta de mantenimiento se hace cada día más notable. El gobierno tiene el deber de precaver la falta total de esos cereales, tomando medidas eficaces para que no perezca de hambre la caballería. La cebada y avena de la presente cosecha no alcanzan para suministrar las precisas raciones. El remedio será pues limitar drásticamente el número de caballerías de los oficiales y de los empleados y darles raciones diferentes según estén en poblado, en campaña o descansando. Pero lo primero que va a escasear es la paja. En la capital y sus aledaños, ya no queda. Para ir a buscarla más lejos, se plantea un problema de conducción a causa de la Uuvia. Si un carruaje puede traer 80 cargas por caminos secos, sólo puede traer 50 por caminos mojados. Aunque el Mariscal fijó en 12 libras y media la ración de paja, faltará el género. La inopia puede espolear la imaginación, y así fomentar la agricultura. Alguien tuvo una idea genial que, adoptada, tomó la forma de un decreto. Se cogerá de los almacenes 1.000 fanegas de cebada (es decir 55.500 litros de este árido) que se sembrarán en terreno fértil y bien estercolado, cerca de la ciudad. Así, en vez de 12.000 raciones de cebada, se conseguirán más de 100.000 raciones de cebada y paja en marzo/ abril. Una fanega de tierra da 200/250 quintales de cebada (el quintal equivale a 46 kilos). Mil fanegas de cebada empanarán cerca de 460 fanegas de tierra que darán más de 100.000 raciones de paja y cebada (en vez de 12.000 raciones de paja sola). Si el gobierno facilita el grano para la siembra y si ésta se hace en seguida. 72 FUNDACION JUANELO TURRIANO
en la Dehesa de las yeguas del Rey, donde existe un caserío para establecer un destacamento de protección y el Convento de los Jerónimos. Las muías traerán todo el estiércol de las caballerizas. Todos los hortelanos harán la siembra. Es preciso que los sobrantes sean de la mayor probidad para impedir robos. Enterado por el oficio en que Lanz transmitía estos cálculos optimistas, por no decir utópicos, que recuerdan los de la lechera de La Fontaine, el Cabildo designa a dos regidores, D. José Gutiérrez Ravé y D. Francisco Salgado, para su ejecución (17-XII-1811). O fortunatos nimium si «pMatam» norint Cordubenses! Era normal y lógico que Soult, comandante en jefe del Ejército del Mediodía, se ocupase de la manutención de las caballerías que aseguraban la movilidad de sus tropas. El conde de Montarco, que era en Andalucía el alter ego civil del Mariscal, se debía de tomar una iniciativa paralela para la alimentación de los hombres. Convirtiéndose en un nuevo Parmentier, se ocupó activamente de fomentar el cultivo de la patata. Por su circular del 27 de noviembre de 1811, mandó a los administradores de Bienes Nacionales que «con la mayor actividad y eficacia promoviesen la propagación de este vegetal, plantándolo en todos los terrenos apropiados de Bienes Nacionales. Puntualiza que se juzgará el celo de los Prefectos a la energía con que favorezcan esta campaña: «Debe V.S. persuadir a los administradores, escribe a Lanz, que es necesario que todo buen español y servidor del Rey venza las mayores dificultades y obstáculos y estimule la propagación de este plantío por cuantos medios sean posibles a fin de evitar la carestía e indigencia general que nos amenaza. Dará órdenes a los administradores de Bienes Nacionales para que se labren y preparen todas las huertas y tierras de regadío, y aun de secano. Deberá estar finalizada esta campaña el 20 de febrero para que los calores no la perjudiquen. Los Prefectos ordenarán a los municipios que auxilien a los administradores para el éxito de este benéfico proyecto; no se les admitirán excusas y podrán pedir al Comisario Regio los auxilios necesarios. 73 FUNDACION JUANELO TURRIANO
Lo sorprendente es que el Conde no se contentó con dar órdenes generales. Arrebatado por el entusiasmo de haber encontrado en la patata la panacea universal contra el hambre, exclama: «Creo útil dar a V.S. (Lanz) una ligera y suficiente noción acerca de su cultivo». Y explica cómo hay que alomar los canteros, plantar en el surco a ocho dedos de profimdidad cada trozo o rueda de los que se partan de la patata, cuidando de que sean gruesas y de que cada ima tenga dos o tres yemas, etc. Al leer las órdenes que daba personalmente Montarco acerca de la campaña de siembra de la patata que organizó en el invierno 1811-1812; al notar el interés particular que se tomaba en el asunto y el entusiasmo que manifestaba por este tubérculo, cualquiera pensaría que Montarco era el «inventor» o cuando menos el propagador en España de este alimento milagroso. Pero no es así. Ya el 17 de agosto de 1811 el prefecto Altima señalaba a la Municipalidad que la cosecha de trigo sólo podría abastecer al público hasta diciembre, como lo manifestaba una certificación de los agrimensores tazmiadores de los sembrados. Para proporcionar alimentos durante los otros seis meses, o sea de diciembre a junio, decía Altuna «no conceptuaba otro medio que el de la sementera de patatas» (17-VI1I-1811). Para efectuar esa siembra, recababa la colaboración de la ciudad. En el acto la Municipalidad ofrece que se siembre por su cuenta 1.000 fanegas de tierra. Para la realización de este proyecto y el fomento de todo lo que podía contribuir al sustento del pueblo se propone la creación de una Junta de Socorro público (17-V111-1811). Volviendo a Lanz, a la patata, y a todas las instrucciones precisas del Conde de Montarco que ha de hacer respetar, constatamos que nuestro Prefecto queda convertido en un simple capataz o jefe de cultivo, que luego deberá dar cuenta de las fanegas sembradas, distinguiendo las de regadío y las de secano, explicando los costos y los beneficios sacados. El Conde le incita a que vigile el cumplimiento de esas providencias, dando órdenes oportunas y remitiendo estados de los diferentes pueblos con muchos detalles. Como en el caso de la beneficencia, de la mejora de los hospitales, de la organización de sopas económicas, el Prefecto era invitado a ser, como los Amigos 74 FUNDACION JUANELO TURRIANO
del País de las Sociedades Económicas, «útil a la Patria» fomentando toda clase de cultivos. Aunque la circular de Montarco es del 27 de noviembre de 1811, el oficio en que la transmitió Lanz al Corregidor es sólo del 27 de enero de 1812, exactamente dos meses después. Transmisión y ejecución de las órdenes adolecían siempre de enorme lentitud, defecto que les restaba no poca eficacia y utilidad (27-1-1812). Sea de ello lo que fiiere, la campaña «pro patata» fiie bien acogida y dio los resxiltados esperados. En su estudio sobre Córdoba, durante la Guerra de la Independencia, V. Orti Belmonte pone al haber de la jerarquía josefista el haber difiindido este cultivo salvador: «Haciendo justicia, dice, debemos encomiar estas medidas de las autoridades afrancesadas con lo que consiguieron disminuir los horrores del hambre que tanto preocupaba a todos... La patata de la que sólo se habían hecho algunos pequeños ensayos en algunas regiones de España, con poco entusiasmo por parte de los labradores, file sustento providencial en aquellos tiempos de escasez y su cultivo intenso se debió a los invasores» (Orti Belmonte, op. cit pp 170-172). Todas las actividades paradas por las contribuciones Al igual que la circulación de comestibles, los intercambios comerciales quedaban casi totalmente parados. Como siempre ocurre en período de escasez, el mercado negro, el «estraperlo», los chanchullos prosperaban. La Municipahdad, que constantemente rogaba que el Prefecto respaldase sus iniciativas, requiere a un calero «que sin excusa, demora ni pretexto alguno venda a los almoneros al precio corriente y cabal la cal que necesitan para sus fábricas, sin obligarles a que compren ladrillos que no necesitan» (mayo de 1812). Surgen discusiones interminables sobre el precio del pan, su peso, y el precio del trigo (l-V-1812). Hay quejas contra villas que se niegan a pagar la contribución mensual correspondiente al derecho de introducción de ganado lanar en este obispado. Todos tratan de zafarse del pago de las contribuciones, como el marqués anónimo que se niega a pagar en Córdoba, porque todos sus ganados están ya 75 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
registrados en Montoro. Pero la ciudad incrédula le obliga a dar los nombres de las personas a quienes traspasó sus cortijos y terrazgos, (julio de 1812). Asuntos engorrosos, y tanto más cuanto que las autoridades galas van imponiendo nuevas contribuciones. El 28 de marzo de 1812, la ciudad examina un oficio de Lanz sobre una nueva requisición decretada por el Duque de Dalmacia: la Prefectura de Córdoba habrá de suministrar 40.000 fanegas de trigo, de las cuales 5.000 corresponden a la capital, «cuyo cupo pondrán VSS inmediatamente y bajo su responsabilidad en los almacenes de esta capital sin la menor excusa pues así lo exige el urgente servicio de la subsistencia de las tropas» (l-IV-1812). Medida que origina mucho papeleo —^un estado general y un extracto de los particulares— pero proporcionará poco grano. En mayo, Lanz transmite a la Municipalidad otra orden de Soult, comunicada por Montarco. Si los Adrninistradores de Bienes Nacionales no pueden satisfacer en metálico la cota de contribución mensual que deben pagar, suelen vender granos u otros productos hasta tener el dinero necesario. Pero esta práctica puede ser contraria a los intereses del Estado. En adelante, podrán pagar la cuota mediante suministro de granos o ganado de igual valor, al precio de los mercuriales, entregados a la primera demanda. Los entregarán en los almacenes del ejército, formándose proceso verbal. La orden de Soult era del 16 de marzo. Lanz sólo la transmite a los interesados el 30 de abril, mes y medio después. Otra vez reparamos en la lentitud de las comunicaciones en una máquina administrativa demasiado compleja y pesada (30-IV-1812). En los 6 meses que duró la interinidad de José Ignacio Altuna, de mediados de junio a mediados de diciembre de 1811, hemos hecho el recuento de los oficios del Prefecto concernientes a las contribuciones que se conservan entre los papeles de la Prefectura de Córdoba. Como es lógico incluimos en este cálculo no sólo las órdenes de pago de contribuciones propiamente dichas sino también las requisiciones de granos (trigo, avena, cebada, etc.), las de paja y las de animales (caballos, yeguas y muías, de silla o de tiro) para el 76 FUNDACION JUANELO TURRIANO
ejército, y también las de bovinos u ovinos destinados a la manutención de la tropa, pues, al fin y al cabo, las contribuciones en especies se sumaban a aquellas que se exigían en metálico. Según los legajos, las contribuciones eran el tema de 26 de los 34 documentos de una serie, de 21 de 28 en otra y de 15 de los 18 de la tercera. El problema de las contribuciones ocupaba pues las tres cuartas partes de la correspondencia del Prefecto interino que pude manejar (62 de 80 documentos). Como no había mejorado la situación a la llegada de Lanz, pues es cuando más se hizo sentir el hambre, la proporción no debió de ser muy diferente en tiempo del Prefecto en comisión. La navegación por el Guadalquivir El trabajo rutinario, aburrido, escasamente constructivo de exoneración o nuevo repartimiento de contribuciones, de correspondencia con el Corregidor sobre cuestiones menores igualmente de imposición, y la ejecución de las órdenes o decretos del Comisario Regio o del Mariscal no conseguían Uenar al Prefecto. Soñaba con otros proyectos más positivos, útiles al país y a sus conciudadanos, en los que pudiera dar la medida de su imaginación, de su eficacia, en una palabra de su verdadera valía. Uno de esos proyectos fije seguramente el de restaurar y fomentar la navegación por el Guadalquivir, proyecto que se realizó, pero sin que Lanz pudiese intervenir en él. Merced a Estrabón sabemos que el Guadalquivir había sido navegable en tiempos muy remotos. Bajo la dominación romana, existían compañías de nautas, las escapharias, que utilizaban el río, y esa tradición de tráficofluvialseguía viva en la época del Califato y aún más tarde: en 1402 el rey Enrique III llegó a Córdoba «remontando el curso del río». Pero desde entonces, en el siglo XV, el Guadalquivir dejó de ser navegable. En 1525, Carlos V, en 1561 Felipe II así como Felipe IV en 1626, se ocuparon del problema enviando incluso algunos técnicos a Sevilla, pero nada concreto se hizo. Fue preciso esperar casi dos siglos para que un rey intruso, José Bonaparte, diese nueva actualidad al tema. Al preparar su viaje a Andalucía 77
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en 1810, declaró que quería que su entrada en aquella región señalara una era de prosperidad para las provincias meridionales y en particular gracias a la restauración de la navegación por el Guadalquivir. Fue encargado de la dirección técnica de las obras el barón de Karwinski, y Soult se ocupó de la creación del nuevo servicio (decreto del 22 de septiembre de 1810). Los marineros de los pueblos comprendidos entre Córdoba y Sevilla «compondrán las matrículas para este servicio de navegación. Gozarán de los mismos privilegios que los de la Marina Real. El río se dividirá en cuatro tramos: Córdoba, Peñaflor, Lora y Alcolea. Se construirán 100 barcos que se repartirán entre las cuatro estaciones. Será montado cada barco por cinco hombres, siendo uno de ellos el patrón. Se agruparán los barcos en brigadas de 6 a nueve barcos. Cada brigada será acompañada de un barco armado para proteger el convoy». Estaban los tramos separados por presas o «azudas». Pero, para efectuar el trasbordo «se establecerá en cada azuda un pescante giratorio para cargar y descargar los géneros. Se establecerán igualmente almacenes para recibirlos con una guardia para protegerlos. Los cabos de matrícula, responsables de un tramo de río, llevarán un registro de los efectos y géneros transportados que entren en su territorio, y serán responsables de su conservación durante la carga y descarga. Serán responsables los brigadieres de los desfalcos que se produzcan durante la marcha del convoy y que no provengan de fuerza mayor debidamente comprobada». Para navegar por el río, los particulares necesitarán un permiso, si no, se les confiscará su bote y tendrán que pagar una multa. Idéntico permiso se concederá a los pescadores, so pena de confiscación de sus artes. Es de suponer que Lanz, ex jefe de división del Ministerio de lo Interior y a la sazón Prefecto de Córdoba se interesaría por esta iniciativa y la restauración del antiguo tráfico fluvial. En efecto, entre otros muchos cometidos, incumbía a la Primera División del Ministerio todo lo que concernía a la navegación: apertura y conservación de canales y puertos de comercio, faros, puentes, desecación de 78
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pantanos, conducción de aguas... y todas las máquinas «movidas por fuerzas hidráulicas». Además, como prefecto, le correspondía la vigilancia sobre las obras públicas y en particular «los puertos, la navegación interior y los canales». Pero Lanz tenía otras razones que el ejercicio de sus fiinciones prefectorales para interesarse por este tema. Tenía además poderosos motivos técnicos y científicos de obrar así. No podía menos nuestro Prefecto de conocer los trabajos de su viejo colaborador y amigo, D. Agustín de Bétancourt, con quien, cuatro años antes, en 1808, había publicado un estudio, que los hizo famosos entre los científicos, titulado: «Essai sur la composition des machines, par MM. Lanz et Bétancourt, París, Imprimerie Impériale, 1808, 4.°, XVI-120 páginas y 1 lámina». Es éste... el primer tratado de cinemática industrial del mundo, o sea de la transformación de los movimientos, materia no sólo de interés teórico sino quizá aún más en los proyectos de ingeniería.^® Esta obra tuvo además otras dos ediciones en francés (1819 y 1840), y una en inglés. Esos hombres que se profesaban una amistad entrañable, amistad que cuajaba en estrecha colaboración científica, no se ocultaban sus proyectos, ni los problemas que cada uno de ellos trataba de resolver. Así Lanz conocía seguramente la «Memoria sobre un nuevo sistema de navegación interior», presentada al Instituto Nacional de Francia por M. de Bétancourt, caballero de la Orden de Santiago, Inspector general de los canales y carreteras de los reinos de España (sin lugar ni fecha), 4.°, 46 págs. y 4 láminas. Esta memoria se publicó en francés en Pierre-Carles Lesage, Deuxième recueil de divers mémoires extraits de la Bibliothèque des Ponts et Chaussées, à l'usage des élèves-ingénieurs, Paris, 1808.^^ Tal vez conocía también Lanz el «Dibujo de la máquina para hacer subir y bajar los barcos de un canal inferior a otro superior y recíprocamente, sobre dos planos inclinados ejecutada en Inglaterra en el García-Diego, José Antonio, «Despedida a Bétancourt», Anuario tk Estudios Atlánticos, núm. 24, 1978, pp. 2 4 / 1 7 0 . Cioranescu, Alejandro, Agustín de Bétancourt. Su obra técnica y científica. La Laguna de Tenerife, 1965, 200 págs.
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condado de Shropshire, a orillas del río Severn. Dibujado en el mismo lugar por M. de Bétancourt» (S.l. ni a.)^'' Por todas estas razones, creo que Lanz debió de interesarse personalmente —^aun cuando no pudo intervenir para mejorarlo— en el restablecimiento de la navegación a partir de Córdoba. Sabemos por dos memorias, una del barón de Karwinski (1813), la otra del ingeniero D. José García Otera (1844),^^ que el proyecto de José 1 se puso por obra más o menos como había sido concebido: se formaban trenes o divisiones de barcas chatas que no pasaban las presas. El principal objeto de esa navegación fue la bajada de provisiones para el ejército. Se adoptó ese medio de transporte con el fin de prescindir de fuertes escoltas necesarias para asegurar los convoyes por tierra: las partidas no podían acercarse al río con tanta facihdad. Por no haberse fabricado los «pescantes giratorios», el cargamento de los barcos se transportaba a brazo en las presas. La matrícula proporcionaba el numeroso personal necesario para esos transbordos, la sirga y la tripulación de las barcas. Se calcula en ochocientos el número de hombres matriculados que se emplearon en estos transportes. Por lo visto, no se hicieron obras para aumentar el fondo. La carga de las barcas variaba de 50 a 250 quintales según el caudal de las aguas. Se ha calculado que los franceses transportaron por río 94.000 quintales. Se cree que las barcas regresaban de vacío a Córdoba. Cada viaje de 15 barcos, cargados de trigo, equivalía a lo que podían transportar 100 carros; economizaba a beneficio de los pueblos más de un duro en cada fanega, sin contar todo lo que se gasta, pierde y consume en el transporte. Los viajes podían repetirse dos veces a la semana.^^ Cioranescu, Alejandro, op. dt. p. 193, n. 16. Orti Belmonte, V., op. dt., pp. 193-198. ^^ Dos semanas antes de la llegada de Lanz a Córdoba, Altuna había recibido un oficio del coronel presidente de la Comisión de Navegación del Guadalquivir en el que decía: «Debiendo comenzar inmediatamente la construcción de los 31 barcos más que por orden de S.E. el General en Gefe deben ejecutarse en este astillero, reitero a V.S. mi proposición de que en la sierra pueda hacerse, aprovechando los caños de los pinos cortados para piezas curvas, un aserrío de cuatro o cinco mil tablas, advirtiendo que deberá ser su latitud mayor que la acostumbrada por los madereros. Ruego a V.S. active en lo que le sea dable esta operación que nos es de la más grande necesidad». Altuna comunica inmediatamente la orden al Corregidor (29 nov.de 1811).
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Los últimos días de la Prefectura cordobesa Con todo, por importantes que fiiesen, las contribuciones ya mencionadas no fiieron las últimas, ni acaso las más elevadas. Escribe en efecto Orti Belmonte: «Los combates, que en el Norte de España inclinaron a favor de nuestras armas la victoria, colocaron a los franceses en la dura necesidad de abandonar Andalucía. Pero antes quiso el Mariscal Soult dejar agotados a sus habitantes. Con fecha 26 de junio decretó vma contribución de 660.000 fanegas de trigo para saldar deudas de la región militar de su mando —desde Cádiz y Extremadura hasta Granada inclusive—. De esta cantidad, 140.000 correspondían a la provincia de Córdoba y 18.500 a su capital, que suministrará además 13.440 fanegas de cebada» (p. 212). Calculó el Corregidor que necesitaba 2.200.000 reales para poder liquidar esa contribución. Todo el mundo fiie incluido en este reparto, hasta el cabildo catedralicio con 157.000 reales. En cuanto a la Municipalidad, tuvo que abandonar el resto de la contribución de junio: 172.973 reales, y la de julio: 713.539 rs. (a satisfacer antes del 10 de agosto so pena de apremios). No habiéndose abonado la cantidad prescrita, se repartieron acciones de 500 reales entre vecinos y corporaciones. El 21 de agosto, el Prefecto exigía a cuenta de la contribución pendiente 700 arrobas de aceite, 82.390 arrobas de leña, 41.000 de carbón, 3.000 libras de carne y lo necesario para atender a 1.000 hombres en el hospital de la Merced. Se repitieron los apremios: 4 canónigos fiieron encerrados en el convento de San Pablo: no se les pondría en libertad si antes no pagaba su deuda de 100.000 reales el cabildo, lo que hizo al día siguiente. No pudiendo llevarse el ejército francés la enorme cantidad de granos que había almacenado, los ocupantes hicieron una venta forzosa a los vecinos de Córdoba por 2.050.000 reales, trato garantizado por el encierro de varias personas pudientes en concepto de rehenes. Ya se anunciaba en las cercam'as de Córdoba la presencia de un destacamento de caballería española a las órdenes del coronel alemán 81 FUNDACION JUANELO TURRIANO
Schepeler. Los franceses preparaban su salida. El general Gobernador convocó en su morada a los dos cabüdos, municipal y catedralicio, para anunciar la retirada de las tropas y entregar el mando de la ciudad al Barón de San Pol. El 2 de septiembre, se celebró una gran revista en la plaza Mayor y las tropas «salieron a acamparse a vista de la ciudad». A las cuatro de la tarde desfilaron. Y a la una de la madrugada del día 3 se tocó generala y desamparando los muros de Córdoba al despuntar el alba, formados en tres columnas, tomaron el camino de Alcolea. Entró en la ciudad el coronel Schepeler y fiie llevado en triunfo hasta las Casas Consistoriales (Gaceta de Córdoba, 18 de octubre de 1812). En el convoy, con otros empleados y fiincionarios civiles de José 1, se marchaban D. Joaquín de Abaytúa y D. José María de Lanz, último y efímero Prefecto de Córdoba y su provincia (Orti Belmonte, op. cit, pp. 212-225). ¿Cómo juzgar la acción de Lanz en Córdoba? Es evidente que Lanz no pudo reorganizar la Prefectura que le había sido confiada o cuando menos, nada en los documentos que hemos manejado nos permite decir que «la puso a la misma altura que las otras prefecturas». El ex jefe de división del Ministerio se limitó a tratar los asimtos pendientes. Lanz se muestra tmfimcionarioasiduo: no se notó ausencia durante su comisión. Fue eficaz: Orti subraya a cada paso que el Prefecto «mandó, ordenó, exigió, etc.». Pero esto es lógico: el Prefecto es unfimcionariode autoridad, encargado de hacer cumplir las leyes o las órdenes de la Superioridad. Y eso lo cumplió. Pero su papel fiie difícil. Se dice en el Evangelio que «el hombre no puede servir a dos amos a la vez». Ahora bien, Lanz se hallaba en esa situación peüaguda. Lógicamente, según su estatuto imperial, el Prefecto tenía que servir al ministro del Interior y al ministro de Hacienda en los asuntos de su respectiva competencia. Pero quien ejercía el poder al sur de la sierra Morena era el Duque de Dalmacia que se consideraba como una especie de procónsul en la mitad meridional de España, y sabía como nadie sacar del país y sus habitantes 82 FUNDACION JUANELO TURRIANO
todos los recursos financieros y alimenticios que necesitaba. Lanz estuvo constantemente sirviendo al conde de Montarco, representante administrativo del rey José I, y al mariscal Soult, general en jefe, que se había independizado de hecho y que organizaba a su antojo y en provecho del Ejército y suyo todas las contribuciones que su fértil imagmación le sugería. Como el papel de Lanz fiie predominantemente fiscal, ya que las cuestiones de contribuciones fiieron tomando una importancia cada día mayor, el mejicano tuvo que hacer ejecutar sin contemplaciones las instrucciones drásticas que desde Sevilla se enviaban a los prefectos. ¡
Pero lo hizo siempre con cortesía, hasta con elegancia. Su correspondencia de oficio con el Corregidor respeta siempre las formas. Y cuando se le pide una exoneración de contribución a favor de un hospital, de un establecimiento de Beneficencia, del Cabildo de la Catedral, la concedió siempre tras consultar a la Superioridad. Lo que cortó las alas al Prefecto fiie una doble falta: de tiempo y de medios. Falta de tiempo: a casi dos siglos de distancia y conociendo el desarrollo ulterior de la Historia, nos parece evidente que Lanz no disponía de mucho tiempo para realizar la reorganización de la Prefectura que le había sido encomendada. Pero nos asombra ver en toda la documentación oficial que sus contemporáneos tomaban providencias o publicaban decretos como si legislaran para la eternidad. Parecían considerar los franceses que su implantación en la Pemnsula podía durar siempre, no parecían hacerse cargo o querer reconocer que su presencia en España era precaria. Poco a poco, en 1812, las circunstancias les obligaron a reducir la amplitud de sus proyectos. De todas maneras, en siete meses y medio, quefiieronlos que pasó en Córdoba, y pronto acosado por problemas tal vez intrascendentes, pero numerosos y que requerían su inmediata atención y una urgente solución, Lanz no podía pensar en edificar pirámides. La falta de medios es aún más obvia. No recibiendo fondos de Madrid, obligado a contentarse con aquellos, escasos, que el Conde de Montarco podía sustraer a la codicia de Soult que estrujaba a los 83 FUNDACION JUANELO TURRIANO
habitantes de su ampHa región miUtar, Lanz, que al parecer no salió de su capital, no podía conducir en la provincia una ambiciosa política de mejoras agrícolas, de construcción de caminos, puentes y canales, de creación de academias o colegios o de establecimientos de beneficencia, empresas todas gratificantes y que pueden suscitar y en general suscitan el ardor y el entusiasmo de los administradores civiles. En cambio su antecesor. Badia y Leblich, había tomado iniciativas, había fomentado la actividad de un colegio, presidido un examen púbhco de Aritmética, Algebra y Geometría y una exposición de los mejores dibujos de los discípulos de esa Academia: se había portado como un «Amigo del País». También había trazado y plantado una alameda, como lo había hecho en Valencia el mariscal Suchet, había celebrado con boato el santo del Rey José en 1811. Es verdad que para realizar todas esas innovaciones, había instituido proprio motu y recaudado sin autorización nuevas contribuciones para darse los medios de salir de la inercia burocrática a la cual estaba condenado. Pero esas iniciativas atrevidas aunque bien intencionadas le costaron caras: motivaron su cese y su llamamiento a Madrid. Escarmentando en cabeza ajena, Lanz no cometió semejantes abusos de poder, pero tampoco hizo nada sonado en Córdoba. Su papel se redujo de facto al de un simple intermediario entre las autoridades superiores —el ministro Almenara, el Duque de Dalmacia y el Conde de Montarco— y las autoridades municipales, corregidor y regidores. Bajo la triple presión de las circunstancias exteriores, de la falta de medios y de la falta detiempo,no pudo tomar ninguna iniciativa personal. El único ejemplo que conocemos de su prosa administrativa, oficial pues está impresa, es un decreto relativo a los pósitos que se verá a continuación. No es ninguna pieza de antología. 29 de julio de 1812 Decreto de Lanz, prefecto de Córdoba D. Joseph de Lanz, Caballero de la Orden Real de España, Gefe de división del Ministerio de lo Interior, Director del Conservatorio de Artes y Oficios y Prefecto en comisión de la Prefectura de Córdoba. 84 FUNDACION JUANELO TURRIANO
Atendiendo a la utilidad y ventajas de los Pósitos, a la necesidad de sostener y conservar estos establecimientos, y deseando que no padezcan detrimento los caudales de los de esta Prefectura; precedida la aprobación del Excmo Sr. Comisario Regio General y hasta que el Rey se sirva determinar sobre esta importante materia, he venido en resolver lo siguiente: Art. 1.°: La administración de los Pósitos de la Prefectura de Córdoba continuará a cargo de las Juntas de intervención; pero éstas serán presididas por los Corregidores de los pueblos. Art. 2.°: Las subdelegaciones de dos pósitos quedan reunidas en una sola, a cargo de la Prefectura, a cuyas órdenes estará el escribano de Pósitos de Córdoba para todo lo que se ofrezca consultar o actuar en la materia. Art. 3.°: La Contaduría principal de rentas de esta Prefectura formará todas las liquidaciones. La misma contaduría principal examinará, no sólo las cuentas de los Pósitos que deben rendir anualmente las Juntas de intervención, sino también las de los años anteriores, que no estuvieren remitidas a Madrid. Art. 5.°: Con estas últimas cuentas deberán las Juntas de Intervención incluir testimonio del último finiquito despachado por la Contaduría General, y una copia legalizada de las demás cuentas remitidas después a dicha Contaduría, y que no estén finiquitadas. Art. 6.°: Queda abolida la especie de contribución o derecho que ilegítimamente se hallaba impuesto en esta Prefectura sobre los labradores y pegujareros, agraciados en las prestameras de granos de los Pósitos, y que consistía en un quarto por cada fanega de trigo que se sacasen de ellos. Art. 7.°: Esta resolución se remitirá a los Sres. Subprefectos, Corregidores, Gobiernos municipales. Intervenciones de Pósitos y Contaduría principal de esta Prefectura, para su debida ejecución y cumplimiento. Córdoba, 29 de julio de 1812.^^ ^^ Decreto de J. de Lanz, 29 de julio de 1812, impreso, en las Actas de la Municipalidad, Cabildo del 2 (?) de agosto de 1812.
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CONCLUSION
De los tres prefectos que regentaron la Prefectura de Córdoba y Jaén bajo la ocupación francesa de Andalucía, Badia fue el que residió mástiempo—14 meses— en la ciudad de los Califas. Nombrado intendente de la provincia de Córdoba el 14 de abril de 1810 (tres días antes de la expedición del decreto que creaba las Prefecturas), Badia desempeñó esasfiincionesdurante seis meses y medio. Pero el 23 de noviembre de 1810 cambió su estatuto administrativo y fue encargado de la Prefectura de Córdoba, sin que se le diera oficialmente el título de Prefecto. Acusado más tarde de vender patentes o autorizaciones de ejercer varios oficios y encima de entregarse al contrabando. Badia y Leblich fiie llamado a la Corte para responder de los cargos que se habían formulado contra él y salió de Córdoba en el convoy del 13 de junio de 1811. Tenía por colaborador a José Ignacio de Altuna, secretario de Prefectura, quien como era preceptivo, le sustituyó con el titulo de «Prefecto interino». Altuna asumió la dirección de la Prefectura durante seis meses cabales: desde el 14 de jimio al 16 de diciembre de 1811. Le asesoró como secretario de Prefectura D. Antonio de Mier. Altuna fue sustituido por José María de Lanz, ex jefe de la primera división del Ministerio de lo Interior, enviado en comisión, asi como el nuevo secretario de Prefectura, D. Joaquín Abaytúa: ambos tomaron posesión efectiva de sus cargos el 16 de diciembre de 1811 y los dejaron el día 3 de septiembre de 1812, cuando las tropas francesas abandonaron la provincia de Córdoba. Observamos que ninguno de estos tres funcionarios fue Prefecto «numerario»: Badia 86 FUNDACION JUANELO TURRIANO
fue «encargado de la Prefectura», Altuna, «prefecto interino» y Lanz «prefecto en comisión». La personalidad de cada uno de ellos se deja vislumbrar a través de sus respectivas correspondencias «de oficio», pues no poseemos ninguna carta particular de estos hombres. BaAta y Leblich era sin duda el más original de los tres. Tal vez influido por su famiharidad con el mundo y las costumbres orientales, reactivada acaso por los muchos recuerdos islámicos que le ofrecía a cada paso la ex capital del Califato, Badia fue todo menos un funcionario timorato y adulón. En su Prefectura se portó como im reyezuelo independiente, un verdadero rey de taifa, que se inventaba recursos fmancieros cuando se le antojaba corta la asignación que recibía, creando su jardín botánico, abriendo una alameda que rodeaba a éste y que inauguró con una lucida comitiva que la recorrió a caballo; asimismo subvencionaba una Academia, gustaba de presidir actos culturales y reunir literatos y organizaba suntuosas fiestas como la de San José, onomástica del rey, en marzo de 1811 en su «capital». A menudo. Badia hace pensar en Suchet, porque, como el mariscal, acarició grandes proyectos urbanísticos; y tengo para mi que más que Prefecto, Badia fue y siguió siendo «Intendente», en el sentido antiguo de la palabra, y que su sueño secreto fue emular a Don Guindo Cerezo y ser el Olavide de Córdoba. Altuna, que no aparecía aureolado del mismo nimbo de celebridad que el catalán, fiie promovido de secretario de Prefectura a Prefecto interino. Desconocemos su personahdad profunda. Si es cierta la acusación que se le hizo de haber denunciado su jefe a la superioridad para ocupar su sitio, sería un personaje despreciable. Pero estos rumores no quedan probados. De atenernos a su correspondencia y a las Actas de la Municipahdad, nos formamos de él la imagen de un fimcionario serio, culto, muy activo, decidido, que asumía las responsabihdades de su cargo y no descuidaba ningún aspecto del mismo. Firme, pero afable y cortés, preciso, más bien lacónico en sus escritos, trataba con diplomacia al Corregidor y la Municipalidad. Se mostraba comprensivo y hasta «sensible» cuando se trataba de po87 FUNDACION JUANELO TURRIANO
bres, de enfermos, o de hospitales. Imaginativo, fiie quien sugirió cultivar patatas cuando se reveló catastrófica la cosecha de trigo de 1811. Y, conmovido por una visita a la cárcel Real, durante la cual los detenidos se quejaron de no tener sino una sola comida al día y ésta muy corta, propuso establecer para los presos el acreditado sistema de sopas económicas a la Rumford y también la novedad de enseñar a los encarcelados algún oficio de cáñamo o esparto para que ganaran algunos cuartos. En resumidas cuentas, a través de los actos y escritos suyos que conocemos, Altuna se nos aparece como un buen ejemplar de fimcionario de autoridad siempre alerta y eficaz. Ttc José María de Lanz podríamos decir algo parecido. Desde su llegada se mostró serio, laborioso, abierto a los múltiples problemas que asediaban a sus compatriotas, comprensivo con las víctimas de la situación, con los sacerdotes y canónigos, los hospitales y sobre todo los pobres, los hambrientos y los enfermos. Por cierto, no era una sinecura ser Prefecto de Córdoba en quellos aciagos años. Pero Lanz sabía también mostrarsefirmecuando se trataba de hacer cumpHr las órdenes de la superioridad, singularmente en materia de contribuciones. La doctrina oficial era que se admitían exenciones justificadas pero siempre con la condición de que la ganancia fallida fiiese suplida por los otros contribuyentes. Dos observaciones se me ocurren al recapacitar la acción de Lanz, laflexibilidady ductilidad, en primer lugar, de la mente del mejicano. Este hombre, cuyas disposiciones para las matemáticas hacían la admiración de sus jefes y compañeros en la escuela de Guardias Marinas de la Isla de León y que todos consideraban como superiormente dotado, se adaptó sin dificultad a las reglas de la vida administrativa y el ejercicio del poder prefectoral como se había ajustado a la vida de un ministerio en Madrid. Y la segunda es que Lanz vino a servir la Prefectura de Córdoba cuando ya varios años de ocupación habían agotado los recursos de aquella rica provincia, cuando las malas cosechas hicieron sumamente difícil las relaciones con los autóctonos y cuando el fm de la epopeya napoleónica, que se venía presintiendo, aumentaba las tensiones entre las autoridades afrancesadas y la población. 88 FUNDACIÓN JUANELO ISüTURRIANO
Por gratitud hacia su favorecedor el ministro Almenara, por caballerosidad y lealtad, cumplió dignamente con su cometido de Prefecto. Pero a veces se adivina en sus oficios, o en su actitud un adarme de desaliento, una pizca de desgana, como si supiera, o porque ya sabía, que todo cuanto hacía era en realidad inútil. Por culpa sin duda de las circunstancias, Lanz, servidor inteligente y abnegado de un régimen a su ocaso, participó discretamente en Córdoba en las exequias de un brillante sueño fracasado.
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FUNDACION JUANELO . TURRIANO
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BIBLIOGRAFIA
I. FUENTES MANUSCRITAS
El Archivo Municipal de Córdoba conserva dos clases diferentes de documentos: 1) Los Libros de Acuerdos, o Actas del Cabildo que, teóricamente, constituyen una serie que empieza mucho antes de la invasión napoleónica y que se prosigue después de 1812. 2 ) Unos documentos que constituyen un fondo mucho más limitado, porque corresponde a una institución que tuvo una existencia breve: el fondo de la Prefectura de Córdoba, creada en 1 8 1 0 por el Decreto de Sevilla (17 de abril) y que dejó de existir cuando el Ejército del Mediodía se replegó hacia Granada y luego Valencia, a partir del 3 de septiembre de 1812. Los documentos de esta procedencia se llaman «Legajos de la Prefectura Francesa» y por supuesto son los que, de diciembre de 1 8 1 1 a fines de agosto de 1812, llevan la firma de Lanz y de Abaytúa. Esta Prefectura de Córdoba tenía dos subprefecturas, Lucena y Ecija. Pero nunca aparece el nombre de éstas dos localidades en los documentos que manejé. Teóricamente, existe una diferencia de naturaleza entre los documentos de estos dos fondos: los de la Prefectura reflejan las decisiones o proyectos de las autoridades galas y los del Ayuntamiento las necesidades o reacciones de los naturales. Pero, siendo estrecha la colaboración —tal vez forzada— entre unos y otros y continuado el diálogo entre ellos, no aparece finalmente una diferencia esencial entre estas dos fiientes. A) Córíioba Archivo Municipal de Córdoba 1) Actas capitulares, año 1811. Caja 163, sin foliar. 2) Acuerdos del Cabildo Municipal de Córdoba (diciembre 1 8 1 1 - agosto 1812). 3) Legajos de la Prefectura de Córdoba: Oficios y circulares: Legajo 1 ( 1 8 1 0 - 1 8 1 1 ) , sin catalogar ni foliar.
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Legajo 2 (año 1812), sin catalogar ni foliar. Al parecer, el último documento de esta serie firmado por Lanz, es de 2 9 de julio de 1812. B) Madrii Archivo Histórico Nacional (A.H.N.) Consejos: Leg. 4 9 . 6 1 5 - 4 9 . 6 1 6 : Sucesos políticos. Leg. 4 9 . 6 1 2 - 4 9 . 6 1 3 : Llegada a Córdoba de Lanz y Abaytúa. Josef Ignacio Altuna solicita otro empleo. Estado: Leg. 3.101: Llegada de Lanz a Córdoba (lO-XlI-1811).
11. FUENTES IMPRESAS
1) CIORANESCU, Alejandro,YLJF^ÍÍÍW de Bétancourt. Su obra técnica y científica. La Laguna de Tenerife, 1965. 2) CHAPMAN, Brian, El Cuerpo prefectoral en la Historia, Estudios de Administración, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1959. 3) Decreto por el que se establece la división del Gobierno civil... de los pueblos del Reyno en Prefecturas, Real Alcázar de Sevilla, 17 de abril de 1810. 4) GARCÍA-DIEGO, José Antonio, En busca de Bétancourt y Lanz, Editorial Castalia, Madrid, 1985. 5) MARTÍNEZ RUIZ, Julián, Filiación de los Seminaristas del Real Seminario Patriótico Bascongada y de nobles de Ver^fara, Publicaciones de la Real Sociedad Vascongada, San Sebastián, 1972, 144 págs. 6) yí¥.KCKDíK'Rl^h,]\i3n,José Bonaparte Rey de España, 1808-1813. Estructura del estado español bonapartista, Madrid, CSIC, 1983, 6 3 3 págs. 7) ORTI BELMONTE, V., Córdoba durante la guerra de la Independencia, 1808-1813, Córdoba, Imprenta la Comarcal, 1930, 302 págs., láminas, grabados, 1 pL, 2 5 cm. 8) RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA, L. ÍSA.., Memorias, Córdoba en el siglo xix, ed. Universidad de Córdoba, Instituto de Historia de Andalucía. 9) RUMEU DE ARMAS, Antonio, El científico mejicano JoséMaria de Lanz, fiindador de la cinemática industrial, curso de cuatro conferencias celebrado en el Instituto de España durante el mes de abril de 1982, Instituto de España, Madrid, 1983. 10) CHARVET, Madeleine, Investigaciones sobre Badia y Leblich, tesina bajo la dirección del profesor Jorge Demerson, Lyon, 1959, 3 5 0 folios (mecanografiados).
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