D. Pedro Villarreal de Berriz - Parte II

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C A P Í T U L O IV

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA EN LA TORRE DE URIARTE. LAS FERRERÍAS DE BENGOLEA

1. Antecedentes C O N O C E M O S L A S R E N T A S que producía el patrimonio de los Villarreal en 1727. Lamentablemente, como dejamos expuesto en el segundo capítulo, no disponemos de una relación desglosada de los ingresos de la Casa en aquel tiempo. No he podido localizar en los archivos familiares documentos relativos a la administración y contabilidad del rendimiento de los bienes poseídos. Sólo he encontrado datos referidos a las ferrerías. Se trata de una información dispersa en la que únicamente hay una cierta continuidad, si bien sus cifras son en ocasiones algo confusas, en lo que se refiere al abono de los derechos a la administración real por las labranzas realizadas de 1720 en adelante. En cambio, entre la documentación judicial del Archivo Foral de Bizcaya relativa al pleito que se interpone contra doña M. a Josefa Villarreal de Bérriz, marquesa de Narros, en el primer tercio del siglo XIX, aparece «un extracto de las cuentas referidas al producto anual» de todos los bienes del patrimonio desde el año de 1803 a 1815, documento interesante por la relativa precisión con que se realiza y por la época de referencia que incluye la guerra de la Independencia. Estas limitaciones explican el tratamiento que he dado al capítulo presente en el que me he centrado particularmente en la actividad industrial desarrollada por nuestro personaje a través de las ferrerías de Bengolea. Aun careciendo, como hemos dicho, de cifras concretas en las que apoyarnos, parece razonable sospechar, no obstante, que el negocio de las ferrerías no significara porcentualmente mucho en la estructura de los ingresos de la Torre de Uñarte. Es muy probable, a la vista de lo que declaraba don Pedro Bernardo en la capitulación matrimonial de su hijo (que las ferrerías rentarían más si «las manejara directamente») y de los borradores existentes, que las rentas de 1727, evaluadas, como dijimos, en 3.500 ducados de vellón, procedieran en su mayor parte de la explota-

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ción de los montes (ventas de madera y cargas para carbón), arrendamiento de tierras y molinos, viñas, y sobre todo derechos devengados del Patronato de Bernz, debiéndose a las ferrerías no más allá del diez por cien de los ingresos en el mejor de los casos. La siderurgia tradicional vasca es un tema que cuenta a estas alturas con una notable bibliografía 1 , que se ha visto últimamente enriquecida con la investigación de Rafael Uñarte Ayo 2 . Con esta obra, el autor contribuye a la explicación de la crisis de la sociedad vasca del Antiguo Régimen aportando un análisis riguroso y profundo de su sector siderúrgico tal y como se desenvuelve entre 1700 y 1840. Nos servirá, pues, de excelente marco general para entender el caso particular de las ferrerías de nuestro personaje

El suministro de mineral. Los problemas de los ferrones en este tiempo Los yacimientos mineros que suministraban la vena a las ferrerías lequeitianas, como a muchas otras al menos en la cornisa cantábrica estaban ubicados en Somorrostro, en las Encartaciones 3 . A diferencia de lo que ocurría en el Estado español, donde regía el principio regalista establecido en las Ordenanzas de Felipe II 4 , las minas de Somorrostro pertenecían al Señorío, si bien hubo necesidad de defender esa propiedad repetidamente frente a las pretensiones de las propias repúblicas encartadas No fueron raros, en efecto, los problemas de competencia legislativa suscitados en aquellos siglos entre el Señorío y las Encartaciones. Pero al menos teóricamente, la preeminencia del Señorío quedó reafirmada en la Diputación General de 15 de marzo de 1738, y confirmada en la Tunta General celebrada el 1.° de julio del mismo año en la que se ratificaban las medidas aprobadas en la Diputación anterior tendentes a «la conservación de los Derechos y Preeminencias de este Señorío, y la propiedad y

1 H e aquí una breve relación, en absoluto excluyeme ni definitiva, que puede servir de guía v orientación para el tema: V. Vázquez de Prada: «Las ferrerías vizcaínas (siglo XVI-XVILL)» III Semana de Antropología Vasca. Bilbao, 1976, t. II, pp. 129-134; M . González Portilla: «La industria siderúrgica en el País Vasco: del Verlangsystem' al capitalismo industrial», A A . W • Crisis del Antiguo Regimen e industrialización en la España del siglo XIX. Madrid, 1977 pp 115-181- E Fernán dez de: Pinedo op. ck pp. 313 y ss, L. M * Bilbao: «Protoindustrializa'ción y cambié social en el País Vasco (1500-1830)», Letras de Deusto, vol. 14, n.° 29, 1984, pp. 41-60- L M * Bilbao y E n7nn^RmdepPTdI°; ^ f Madrid 1982 pp 134 228 2

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3 Sobre la incorporación de las repúblicas encartadas al Señorío y su peculiar forma de gobierno Monreal Cía., op. cit., p. 237 a 366. 4 Cfr. M . a Soledad Relanzón López: La minería española en la Edad Moderna. Separata del Boletín Geologicoy Minero. Madrid. 1987.

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posesión que le pertenece de todos los minerales que existen en el Señorío»5. El Fuero de Vizcaya, que nada decía sobre la propiedad, reglamentaba únicamente sobre algunos aspectos concernientes a la comercialización de la vena. Por la ley X V I I del título I se prohibía sacar «vena para Reynos estraños»6; las leyes II y III del título X X V I I I determinaban que los pesos para medir la vena fueran iguales y estuvieran únicamente en las Herrerías, o en los puertos donde se embarcara, a cargo de los dueños o arrendadores de las ferrerías, o de los bajeleros transportistas; se prohibía la venta de vena a personas ajenas al negocio de la ferrería, con el fin de evitar la reventa, y se mandaba, por último, que la vena fuera de buena calidad, «é no piedra mala» 7 . No obstante lo contundente de estas disposiciones, su inobservancia fue bastante acusada. Rafael Uñarte nos informa de las medidas que se tomaron desde la segunda mitad del siglo XVI para hacer cumplir lo ordenado en el Fuero 8 . No parece que tuvieran mucho efecto porque se repiten insistentemente, lo que prueba su incumplimiento. El núcleo de las protestas de los ferrones de este tiempo está constituido precisamente por denuncias de este tipo: mala calidad de la vena servida, limitaciones en el abastecimiento y encarecimiento del producto. Veamos el contenido de algunos 5 A . H . D N . Juntas Generales. Actas impresas. Año 1738. Pág. 17. 6 «(...) Que ningún Natural, ni extraño, assi del dicho Señorío de Vizcaya, como de todo el Reyno de España, ni de fuera de ellos, no puedan sacar á fuera de este dicho Señorío para Reynos estraños, Vena, ni otro Metal alguno para labrar Fierro, ó Azero: So pena, que la Persona que lo sacare pierda la mitad de sus bienes, y sea desterrado perpetuamente en estos Reynos; é la Nao, ó Baxel, o otra cualquier cosa, en que la sacare, e la Mercadería que en ella llevare, pierda, é sea todo ello, é la dicha mitad de bienes, la tercia parte para los reparos de los Caminos de este dicho Señorío, é la otra tercia parte para el Acusador, y la otra tercia parte para la Justicia, que lo executare». Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pág. 12v. 7 El título X X V I I I del Fuero trata exclusivamente: Del mantenimiento de las herrerías,y de los pesos de ellas,y de las venas. La ley II ordenaba: «(...) Q u e ninguno sea ossado de poner, ni tener peso de vena, ni de hierro, salvo en las Herrerías, ó Puertos, donde se descarga la vena, y se carga el hierro, y los tales pesos, hayan de poner los dueños, y arrendadores de Herrerías, y Baxeleros, que traen vena, y que ninguno que no tuviere Herrería, ó parte de ella propia, ó arrendada, no pueda comprar vena alguna en puerto, ni en camino, ni en Herrerías, ni fuera de ellas; só pena de seiscientos maravedís por cada vez que fuere hallado, que haya comprado (...). Otrosí, que los mulateros, que van á las veneras, por vena para las Herrerías, lleven buena vena marchante, é no piedra mala, ni los venaqueros consientan que cargue, sino vena marchante; só pena de seiscientos maravedís á cada uno por cada vez (...)». La ley I I I mandaba: «(...) Que en las dichas Herrerías, y Renterías, haya peso del dicho grandor (el quintal de ciento y quarenta y quatro libras, de cada diez y seis onzas la libra), y no mayor, ni menor; y que sea igual el peso de las Herrerías, con el peso de las Renterías; y que en cada Rentería, y Herrería, haya pesas de una libra; só pena de seiscientos maravedís por cada vez que fuere hallado el dicho peso desigual, y mayor, ó menor (...)». Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pp. 75 y 75v. 8 O p . cit., pp. 27 y 28. Se nombró en 1572 una persona «con la misión de evitar 'se mande vena para revender a reinos extraños'»; en 1574, «una vez instituido el cargo bajo la denominación de Alcalde de Billeteros, se trataría con la provincia de Guipúzcoa para que actuase en ese mismo sentido, poniendo 'guardas en la provincia, para tomar cuenta y razón de las venas que se llevan y en especial pongan en Fuenterravia una persona que tenga las calidades requeridas para saber y escudriñar si algunos sacan vena para Francia».


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memoriales elaborados por los ferrones del Señorío y presentados a las instancias del gobierno. En 1713 la protesta de los ferrones se fundamentaba en las limitaciones que los Concejos de Somorrostro habían establecido respecto a la extracción de la vena. En efecto, argumentando la colisión de intereses que devenía de las prácticas observadas en la explotación minera con respecto a la actividad agraria, las autoridades locales del Valle habían decretado ya en 1701 la posesión del número de animales a no más de «cuatro muías o un carro de bueyes» por vecino, y la prohibición de transportar mineral desde el primero de noviembre hasta el primero de mayo, «para que en este medio tiempo se pudiesen descubrir, trapiar y deséncabezar los citados minerales y que beneficiándolos y limpiándolos se pudiesen mantener y conserbar saliendo venas de toda satisfacción, consiguiendo por este medio el que se cultivasen y trabajasen las tierras pues por la corta sembría de los años anteriores se había padecido mucha falta de granos, hallándose los vecinos exhaustos de medios y empeñadas sus aciendas»9. Estas ordenanzas fueron protestadas por los ferrones desde el momento de su publicación. En el Memorial de 1713 se decía que atentaban «a sus leyes y livertades, yntentando por semejantes medios y precauciones que ni se vage la vena necesaria para el abasto y labranza de las ferrerias, ni que se puedan proveer a tiempos convenientes, a fin de utilizarse con excesivos precios y aumentar fraudes» 10 . El día 16 de mayo de ese mismo año tuvo lugar en Bilbao una reunión de ferrones, propietarios o administradores, de las Merindades de Busturia, Uribe, Marquina, Zornoza, Arratia, Vedia y Durango, y territorio de las Encartaciones, para tratar sobre el asunto 11 . Acordaron lo siguiente, que elevaron al Regimiento General de 23 de mayo: 1.° Para asegurar un correcto abastecimiento, suplicaban «que por seis meses por lo menos mande V.S. no se extraiga ninguna vena de su distrito hasta que las ferrerias de su territorio de V.S. estén proveídas de lo necesario (...); y en caso de hallar V.S. por conveniente el que se extraiga, parece también conveniente y necesario el que V.S. se sirva de imponer a cada quintal de vena que se extrajere por embarcación o a lomo dos reales de 9 ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS (Valladolid), Venas, Reg. 1. Tomo la cita y la información de U ñ a r t e Ayo, op. cit., pp. 34 y 35. La ordenanza de los Tres Concejos fue confirmada por el Consejo Supremo de Castilla mediante Provisión Real fechada el 19 de julio de 1702. 10 Memorial presentado por don Francisco de Salazar Abendañoy Saraviay otros cavalleros dueños de ferrerias sobre la saca y acarreo de la vena, leído en el Regimiento General de 11 de abril de 1713 A H D V Libro de Decretos, N.° 22, ff. 136 y 136v. 11 Los reunidos fheron: don Diego de Llano y d o n j u á n Bautista de Albiz, por la Merindad de Busturia; don J u a n de Aguirre, por la de Uribe; don J u a n Fernando de Ugarte, por la de Marquina; don Francisco Fernando de Barrenechea y don Martin Thomas de Meñaca, por la de Zornoza; don Francisco Domingo de Eguía y don Thomas Ignacio de Arrióla, po'r la de Arratia; d o n j u á n de Astegui, por la de Vedia; don Andrés de la Quadra y don Manuel de Salazar, en nombre de las Encartaciones; finalmente, don Martin de Abarrategui, por la Merindad de Durango. Ibid., f. 144.

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vellón, incluido el quartillo de su primera imposición, sin que por esto dejen de ser preferidas para su abasto las ferrerías del distrito de V.S.» 2.° Extremar la vigilancia sobre los puertos de Bilbao, Ugarte, Causo, Galindo, Portugalete y San Julián de Muzquiz, por ser en estos lugares donde actuaban preferentemente los revendedores, y aplicar con rigor las penas establecidas. 3.° Vigilar la calidad de las venas, «expresando al comisario que hallando porción mezclada mala con buena la dé toda por decomiso y la porcion buena se veneficie, y su producto se combierta en limpiar las veneras». 4.° Retirar las ordenanzas de los Concejos de Somorrostro que se referían al «tiempo limitado en que han de veneficiar las veneras, y numero de cavallerias y carros que ha de tener cada persona que trafica vena a los puertos por ser contra la livertad de los Hixos de V.S., mandando también a dhos. siete Conzejos no zelebren semejantes Decretos por ser tan conocidamente perniziosos y de malas consecuencias». 5.° En este punto se volvía a insistir en la prioridad de abastecimiento reservada a las ferrerías del Señorío («sin que primero esten abastezidas las ferrerias de V.S. cumplidamente, no se les permita a ningunos traficantes llevar vena al ohomo (a lomo) a las de fuera del distrito de V.S.») 12 . E n junio de 1714, los «caballeros» ferrones presentaron otro Memorial relativo nuevamente al abastecimiento de vena.y a su precio 1 3 . Insistían en la necesidad de destinar los meses de junio, julio y agosto de cada año exclusivamente al suministro de vena a las ferrerías del Señorío, prohibiendo, en consecuencia, su extracción fuera de Vizcaya d u r a n t e ese plazo, pasado el cual se podría sacar, pero reservándose los ferrones vizcaínos el derecho de tanteo:

«(...) La utilidad de algunos particulares en la extracción de la vena, motiva la tarda y menos buena provisión de las ferrerías de Vizcaya, y asi parece preciso se destine tiempo en que no se extraigan venas fuera del Señorío, y éste será como antes se acordó los meses de junio, julio y agosto de cada un año, pero si en éstos algunas ferrerías o por descuido o por imposibilidad de los dueños y arrendatarios no se hallaren proveídas, no por esto podrán impedir las extracciones, pero gozarán del beneficio del tanteo. Mas si sucediese que por malicia o descuido de los venaqueros no hubiere la vena necesaria en los puertos para la provisión en dichos tres meses, en tal caso los que no se hallaren proveídos podrán valerse de la que necesitaren a los precios corrientes que se propondrán (...)».

12 Ibidem, ff. 144 a 146. 13 Firmaban el Memorial don Nicolás de Ubilla, don J u a n José de Andonegui, don Domingo Ignacio de Gondra y Legorburu, don Antonio Ventura de la Rúa Musa Urieta, don Francisco Domingo de Eguía y don Martín Antonio de Escoiquiz. Se habían reunido en Zornoza, el 29 de mayo de 1714, en virtud de la facultad concedida por la J u n t a General unos días antes (decreto de 17 de mayo). Libro de Decretos, N.° 22, f. 270.

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Por lo que se refiere al precio de la vena, los ferrones consideraban un precio justo si se fijaba de acuerdo con su calidad y según la cotización del hierro. Y teniendo esto presente determinaron en su Memorial las equivalencias del mineral en sus distintas calidades con respecto al hierro labrado de la siguiente manera: «(...) Por las (venas) negras de sarrasuela, y por las negras de la rayera que se reputan por la de la mejor calidad deberán pagarse en los Puertos donde se cargan quatro quintales de fierro tiradera o su valor a elección del vendedor de venas según el que tuviere en la Rentería de Bilbao, que sale a razón de 37 quintales y medio de vena por quintal de hierro. Por la vena Rubia cerrada (...) se dará por cada 40 quintales, uno de fierro tiradera, o su valor. Por la vena Rubia pobre en medio de que casi se reputa inútil por cada 50 quintales de ella se dará uno de fierro tiradera, o su valor. Estos precios son para la vena que se consumiere en el Señorío, pero no para la que saliera fuera, pues ésta podrá venderse a los que ajustaren los tenedores. Y también se podrá vender en menos que lo tasado para el Señorío, pero no en más» 14 .

Regulando los precios y prohibiendo la venta tanto en el interior del Señorío como fuera del mismo a precios superiores a los concertados, pretendían los ferrones evitar los fraudes y asegurar el abastecimiento de sus ferrerías, perdido para el venaquero el aliciente de ganancias mayores con la venta fuera de Vizcaya. Estas son las cuestiones principales respecto al mineral, que se exponen en los Memoriales presentados en este primer tercio del siglo X V I I I . Para concluir, y comprobar que, pese a todo, la cosa no había cambiado sustancialmente en el período, en el Memorial redactado en mayo de 1732, los ferrones denunciaban la decadencia de la siderurgia «en tanto grado que no es posible continuar en ella por la notable carestía que ba tomando la vena al mismo tiempo que se ba disminuiendo el precio del fierro, y la nobedad consiste en la solicitud de aquellos que lo acarrean y conducen desde las minas o veneras a los Puertos con tanta escasez que no se an podido ni se pueden (ajbastecer las ferrerias del distrito de V.S. y mucho menos las de fuera de él; y de aquí se sigue que por remediar la falta cada uno de los compradores a competencia para que no esten paradas las ferrerias y pagando a los oficiales y maniobreros sus sueldos de balde, y por redimir su vexacion unos por otros ofrecen aventaxados precios y ha llegado a tanto extremo que quando el quintal de fierro se vendía a setenta reales de vellón la barcada de vena no excedía de ducientos y quarenta reales, y de un año a esta parte haviendo bajado el fierro a sesenta y quatro, o sesenta y cinco reales no quieren dar menos de trescientos y sesenta reales la barcada de vena, y ésta de menos buena calidad (,..)»15. 14 Ibidem. 15 Ibidem, N.° 28, f. 80. Este Memorial se presentó a la Diputación General celebrada el 14 de mayo de 1732, en la que se acordó convocar una reunión próxima entre todos los interesados en

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No fueron pocas las disposiciones ordenadas en los Regimientos, Diputaciones y Juntas del Señorío en respuesta a las reclamaciones de los ferrones. Fue éste de la vena, sin duda, el tema más tratado entre los que ordinariamente se plantearon en las instancias citadas durante este tiempo. Veamos cuáles fueron las medidas más importantes: un decreto de la Junta General, de 27 de junio de 1698, recordaba la obligada observancia del Fuero «que habla sobre la calidad y bondad de las venas» 16 . Periódicamente, se mandó realizar un examen de la vena en las minas de Somorrostro, Galindo y Ollargan, y en los puertos donde se cargaba. Se ordenó en la Junta General de 6 de julio de 1712 que «sin embargo del decreto de los Tres Concejos pueda sacarse la vena en todos los tiempos, y tener cada vecino todo el ganado que quisiere para la conducción de ella»17. En esa misma Junta, se volvía a establecer la prioridad de las ferrerías del Señorío en orden al abastecimiento de vena sobre las de fuera de Vizcaya. Lo que se recordó nuevamente en el Regimiento General celebrado el día 1.° de agosto del mismo año, en el que se decretó además la retención de la vena cargada en los puertos de Galindo, Portugalete, Plencia, «y demás de este territorio donde tuviere noticia se hallan dichas embarcaciones, y los haga retener denegándoles su transporte a otras provincias hasta que se hallen abastecidas las ferrerías del Señorío»18. En el Regimiento celebrado al año siguiente, el día 23 de mayo de 1714, se debatió el Memorial que los ferrones habían elaborado una semana antes, y se acordó, entre otras cosas, prohibir la extracción de vena fuera del Señorío desde el 1.° de junio hasta el 1.° de setiembre «para que en este tiempo se abastezcan las ferrerías de su distrito». Los ferrones, una vez realizadas sus compras en los meses indicados, podían «obligar a los vageleros del distrito de este Señorío a la conduzion a los Puertos que pertenezen a sus ferrerías pagándoles los fletes justos y corrientes conforme al Puerto a donde fueren». Decretaron igualmente extremar la vigilancia para evitar la reventa y comprobar la calidad de la vena cargada. Para alcanzar este último objetivo se nombró una comisión integrada por don Francisco Fernando de Barrenechea y Herquinigo, don Juan Fernando de Ugarte Zaldivar y Mallea, caballero de Calatrava, don Diego de Llano y Villa y don Francisco Domingo de Eguía, quienes propusieron las siguientes medidas:

el asunto para determinar las providencias oportunas. La barcada de vena transportaba aproximadamente unos 150 quintales. 16 Ibidem, N.° 20, f. 35. 17 Ibidem, N.° 22. Esta medida era la respuesta que la J u n t a daba al Memorial presentado por los ferrones en 1712 en el que se pedía «se reforme un Decreto de los Tres Concejos en que se coarta a sus vecinos la libertad de sacar la vena en ciertos tiempos, y el numero de cavallerias para conducirla, y se pide que los que usan de los minerales los tengan con la limpieza debida y que se provean antes de la vena necesaria para su consumo las ferrerías del Señorío que las de fuera». Este es uno de los ejemplos de cómo se interferían en ocasiones las decisiones del gobierno local de Somorrostro y las del Señorío. 18 Ibidem, N.° 22, ff. 115 y 115v.


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«Lo primero, que a todos los Puertos de este noble Señorío se haga notorio el referido Decreto en que se prohive la extracion de la vena fuera de su territorio por tres meses contados desde 1 d e junio de este presente año, para que noticiosos de esta resolución no contravengan a ella. Lo segundo, que los Maestres de navios que fueren a cargar vena ayan de manifestar antes de hazer la cargazón la orden de ferron o ferrones, en que señale la cantidad de la vena, y puertos a donde son dirigidos, y que se les den pólizas o guias y buelban contraguias o recivos de dichos ferrones» (bajo la multa de 8 ducados a los citados maestres y otros tantos al rentero/s que hubieran facilitado la carga). Lo tercero, que el producto de las Pilas de Venas que se denunciaren por hallarse calones en ellas, como también el de las multas que se sacaren, se emplee en la forma que previene el referido decreto. Lo quarto, que a ningún arriero se permita cargar para sí vena alguna no teniendo zentenal suyo comprado a persona conocida y de su quenta, só las penas arriva dichas». Por último, en ese mismo Regimiento se aprobó, con el fin de recaudar fondos con los que atender los gastos extraordinarios del Señorío, gravar el consumo de vena con un impuesto de dos maravedises por quintal «que se cargare por mar, y tierra, y a lomo, que deveran pagar los ferrones y compradores al tiempo de hazer la cargazón en los Puertos o en la forma que se hallare mas conveniente»19. Por su parte, la Diputación General de 1 de junio de 1714 aprobó el contenido del Memorial hecho por los ferrones — que ya conocemos— relativo a la forma de venta y precios de la vena, y decretó su cumplimiento. No faltaron, pues, disposiciones a lo largo del período, disposiciones que se parecen mucho unas a otras, lo que indica la dificultad que entrañaba su puesta en aplicación y, desde luego, su escaso cumplimiento. A la altura de 1732, las medidas que se proponían recordaban en alto grado a las establecidas veinte años antes: «Que de aqui en adelante en todos los años perpetuamente no se extrahiga vena alguna de los referidos Puertos (San Julián de Musquez, Pobeña, Galindo, Causo y Ugarte del valle de Somorrostro) para fuera de este Señorío por mar, ni tierra, en el Ínterin que probean de todo lo necesario las ferrerias de él (...), según lo decretado en Junta General de 6 de julio del año pasado de mil setecientos y doce. Que para redimir los daños que se han padecido por razón de las faltas con que de dhos. Puertos han venido y vienen las barcadas o zentenales de vena, pues debiendo tener cada una 150 quintales menores, de a 155 libras, se a conocido no llegar a mas de 130 quintales a poca diferencia (...), se a de servir también mandar que la persona que a de asistir a dhos. Puertos teniendo presente dha. regulación sea de su obligación hacer que las Gavarras, barcos o navios donde se condujere dha. vena para las ferrerias de este Señorío se arquen a lo menos una vez al mes como también el pesarlas, y reconocer la calidad de la vena y limpieza de veneras para que no introduzcan los cargadores calón, ni 19 Ibidem, N.° 22, ff. 146 a 150.

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piedra alguna entre la vena (como lo han hecho hasta aora) sino es vena marchante de buena calidad (...)»2°. Como dice Uñarte Ayo, las disposiciones para asegurar el correcto abastecimiento de las ferrerías vizcaínas, la calidad del producto, evitar la reventa y regular los precios, «fueron aceptadas por los diferentes intereses implicados en el ramo, aunque su concreta aplicación fue objeto de disputas e interpretaciones divergentes»21. Enseguida veremos las opiniones de los comerciantes de venas respecto a estas medidas gubernamentales. En otro orden de cosas, el Gobierno del Señorío había decretado (Junta General de 9 de julio de 1698) que el transporte de la vena era actividad exclusiva «de sus hijos y vecinos». Por lo que respecta a los derechos obtenidos en el Señorío por la extracción de vena fuera de su jurisdicción, en 1699 fueron rematados en 26.400 reales de vellón por los dos años siguientes; en 1701, la cifra de remate fue de 21.800 reales por el bienio siguiente22. Son cifras que nos proporcionan sólo una imagen aproximada de lo que podía significar la venta de vena fuera de Vizcaya por cuanto la percepción de esos derechos estaba arrendada. En 1640 se había establecido que cada quintal de vena que saliera del Señorío debería abonar 8 maravedises 23 . No es difícil concluir, en el supuesto razonable de que el arrendatario esperara sacar beneficios de su operación, que en el cambio de siglo más de 56.100 quintales de vena/año entre 1699-1701, y más de 46.325 quintales anuales entre 1701 y 1703, tuvieron que salir necesariamente de Vizcaya para que el arrendamiento del derecho, según las cifras rematadas, no supusiera pérdidas a su titular; revelan también estas cifras, por otra parte, una clara tendencia a la baja 24 . Antes de pasar a constatar la provisión de vena en las ferrerías de Bengolea, hemos de referirnos a la postura de don Pedro Bernardo en el conflicto de intereses que se suscitó entre ferrones, mineros y comerciantes dentro del Señorío, y entre éste y la Provincia de Guipúzcoa, a propósito del abastecimiento de vena. No tenemos noticia de que participara directamente en las reuniones de ferrones que prepararon los Memoriales que hemos visto en las páginas precedentes 25 , aunque sabemos positivamente que alguno de los 20 Ibidem, N.° 28, ff. 103 y ss. 21 Uriaxte Ayo, op. cit., pág. 30. 22 Ibidem, N.° 20, Diputación General de 2 de junio de 1699 y de 7 de julio de 1701, respectivamente. 23 Uriarte Ayo, op. cit., pág. 37. 24 Luis M . a Bilbao y E. Fernández de Pinedo, op. cit., muestran la evolución del ciclo económico por lo que se refiere al comercio del hierro destacando un período de caída que se extendería desde el siglo XVII hasta muy entrado el siglo XVIII. Debemos también tener muy presente, en el caso que hemos expuesto para los dos bienios de transición del XVII al XVIII, que la fuente utilizada es una fuente fiscal e intentar defraudar a la hacienda h a sido una constante histórica. Por lo que se deduce que la información que este tipo de documentación nos puede proporcionar nunca es exacta. 25 La presentación de alguno de estos Memoriales coincide precisamente con el segundo mandato como Regidor de don Pedro Bernardo, etapa en la que apenas asistió a los Regimientos celebrados.

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firmantes de los documentos citados era amigo suyo26. Su papel se redujo en este sentido al de mero confidente de los comerciantes en vena y atento observador de los acontecimientos. Se conservan varias cartas fechadas en 1714 en las que su autor, el comerciante de Somorrostro don Pedro de Manzanal, traslada sin ambages a don Pedro Bernardo la opinión que el sector al que pertenece tiene respecto a las medidas decretadas por el Gobierno del Señorío: las acusan de parcialidad, de sólo mirar por los intereses de los ferrones, de coartar gravemente la libertad de comercio que está contemplada en el Fuero de Vizcaya, y, en consecuencia, de interferir directamente en su actividad comercial amenazando la remisión de la mercancía, así como sus legítimos beneficios. Por su interés reproduzco algunos párrafos de esta correspondencia: «(...) que el menor de ella (se refiere a los comerciantes de las Encartaciones) save ser muy atento a los prezeptos del Señorío, no oponiéndosele a su ynstancia y jurisdicion, que la tiene separada, ni tampoco se ygnora la preferencia de que sean abastecidas las ferrerias de Vizcaya privatibamente, pero pagando la vena costo y costas; y porque algunos ferrones de dicho Congreso aman tanto sus yntereses y pretenden cosas yndividuas ynjustas, contra la livertad (bulnerando) (sic) la ley del fuero, pues por ella todo vizcayno es libre en comprar y bender, cosa mui sensible a estos hijos de esta Encartación, que comercian y trajinan en benas, siéndolo también del Señorío (el que los hijos de el) pretendan ser dueños de su hacienda, livertad propia; y que por su codicia rebuelban al Señorío y sus hijos con arbitramientos tan ynjustos que para mayor sentimiento los que los discurren, ellos mismos se azen podatarios absolutos, juezes y arbitradores de lo que no es suyo ni jamás fue de sus autores ni lo sera, no pagándolo por el justo precio (...), y para mejor coronar la obra los señores arbitradores no menos que dueños de numerosas ferrerias (...). Bien me consta que el jenio de Vm. no es amar este abuso, pero ablando ynjenuamente hágase Vm. cargo de esta razón y que bien le parezera a su Magd. si la Encartación se queja de estos amagos que a bista de los que experimenta lo puede hazer con justa razón. Lo mismo me a subcedido con otro patache que beniendo de la ría de Deva, no menos que cargado de algunos materiales para el Sindico de este Señorío prosiguiendo su biaje para Bilvao, a él y a otro de este puerto los llevo de la mar a la ría de Hondarroa (Bartolomé de Armaolea) con la misma facultad que atras llevo referida; que lo que aca sentimos de este sujeto es que siendo hombre que se a criado en la mar y quasi conjunto con los hijos de este lugar, y que no ignoran de lego a lego lo que él save, haya tenido el atrevimiento a executar tales mandatos, y ajustado por dagios ofrecidos (por) diferentes ferrones, sin mas patente ni precetos mas superiores. Estos hombres que se arrojan a esto devieran ser castigados, querellándose de ellos por levantados e ynquietadores del comer26 Es el caso de don J u a n José de Andonegui, uno de los seis firmantes del Memorial presentado a la Diputación General del 1.° de junio de 1714. Era vecino de la villa de Marquina y había comprado juntamente con don Pedro Bernardo el monte robledal y castañal de Urgozuaga, en Ballestegui (Lequeitio). Así consta en el Poder otorgado en 1727 por don Pedro Bernardo para las capitulaciones matrimoniales de su hijo Ignacio.

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ció, en deservicio de su Magd. que asi se deve decir generalmente de todos los que semejantes actos exercen. Y por conozer que la relación se adboca a cavallero tan prudente como Vm. lo es, me ensancho a decir mi sentir siendo por aca todos los hijos de esta Encartación del mismo dictamen. No dudo le ara a Vm. mucha fuerza y a todos los ferrones, pues los bajeleros e ynteresados deven sentir estas nuevas ymposiciones nazidas de tres o quatro ferrones que ynfluyen en el numero de los demás de Vizcaya, (a quien) a ninguno de estos les pone precio fijo en sus fierros, ni otros frutos de ese pays, y que pretendan con nosotros mismos yntroducir la ynjusta pretensión, es mui sensible a nuestra libertad por quanto compramos la bena con nuestro dinero para llevarlo a bender a los señores de Vizcaya, u a otros, con algún moderado ynteres. Y éste que aman tanto dichos señores ferrones no endereza contra los mineros y sacadores de la bena, que lo conduzen a los puertos, que en realidad son dueños y propietarios de los minerales (...), y será cosa ynbencible el que quieran comprar la bena por los arreglamientos de su disposición contra los dueños de ella (...)»27 La visión de don Pedro Bernardo sobre estos problemas se trasluce en una carta que envía el día 22 de julio de 1714 a un ferrón guipuzcoano. Considera que el arbitrio de dos maravedises sobre el quintal de vena sacada del país es abusivo y la causa inmediata de la subida de su precio; esa misma opinión tiene respecto a los secuestros de mercancías practicados en algunos puertos. Interpreta las medidas adoptadas no «para hazer mala obra a Guipúzcoa, sino para estrechar a los de Somorrostro para que bajen el precio de la vena», pero reconoce «el daño que se a seguido a las ferrerias de Guipúzcoa, y quanto mas se apure este punto sera maior en mi sentir el daño para todos». Finalmente, opina que se deberían retirar los arbitrios y atender las razones de las autoridades de Somorrostro con el fin de llegar a una solución concordada, que, no obstante, veía difícil de alcanzar: «(...) He dicho a Vm. lo que desseo se avandonen estos arbitrios, y he dicho siempre que solo se devia atender al remedio de los que practican en los minerales y digo en el principio de esta carta, pero aun esto sera oy difícil porque los de Somorrostro podran acumular todo lo que a havido para justificar o persuadir la violencia con que se va contra ellos, y podran alegar que son precisas aquellas ordenanzas (las que dictaron las repúblicas encartadas a principios del siglo) por el peligro de que perezcan muchos hombres en el ynvierno en las ruinas de las minas y el tasar el numero de muías alegan es porque siendo pocos los pastos, algunos mas poderosos los disfrutan con mas muías y que han de participar ygualmente de los Beneficios los vezinos de aquel valle» 28 . 27 A.T.U. Leg. 16, fase. 2: Año 1714. Cartas escritas al Sr. D. Pedro Bernardo de Villarrealpor Pedro de Manzanal, de Somorrostro. Sobre venas. El texto transcrito pertenece a la carta fechada en Somorrostro, el día 26 de junio de 1714. 28 A.T.U., Leg. 32-1-3: Correspondenáa Villarreal de Bérriz-Idiáquez, julio a agosto de 1714. (Transcripción inédita de Valle de Lersundi). Lo que figura entre paréntesis en la cita es mío. El texto de la cita pertenece a una carta escrita por Pedro Bernardo, fechada en Lequeitio el 22 de julio de 1714. Los párrafos iniciales de esta carta, a los que se alude en el texto transcrito, dicen lo


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El otro aspecto a destacar en la actuación de nuestro personaje es la mediación —se dirigen a él estimando su condición de caballero ferrón, natural de Guipúzcoa y vecino del Señorío— que realizó entre las partes interesadas, para superar satisfactoriamente el problema del abastecimiento de las ferrerías guipuzcoanas. A través de la correspondencia sostenida con su amigo Idiáquez, de Azcoitia, en la provincia de Guipuzcoa, vemos el interés que manifiesta don Pedro Bernardo por arreglar los problemas de suministro de vena a la provincia vecina y poder retornar a la situación convenida por los gobiernos respectivos a finales del siglo X V I I 2 9 . Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz compró para las ferrerías de Bengolea entre 6.000 y 8.000 quintales de vena al año a diversos comerciantes, entre los que se citan en la documentación familiar a Pedro de Manzanal, de Somorrostro, y, sobre todo, a los Sarria, de Portugalete 30 . El mineral comprado se embarcaba a partir de mediados o finales de mayo hasta finales de agosto —excepcionalmente hay alguna entrega en octubre e incluso en noviembre—. Distintos transportistas (bajeleros), una vez ajustados los fletes31, hacían llegar en viajes sucesivos la mercancía a Lequeitio de cuyo puerto distaban las ferrerías sólo una legua. Disponemos de una relación detallada de lo servido en el año 1711, así como de la liquidación —lo que nos permite conocer los modos y fechas de pago— hecha por el abastecedor Antonio de Sarria. Anota lo siguiente bajo el título «Quenta de las benas que tengo entregadas al Sr. Dn. Pedro Bernardo de Villa Real y Verriz cavallero del horden de Santiago, en los años de 1711 y 1712»: Año 1711 En 16 de Mayo de 1711 remití a dho. señor con Juan de Aurresti ciento y ochenta quintales de bena En dho. dia con Martín de Oñate 170 qs En 28 del dho. con Martín de Oñate 170 qs En dho. dia con Simón de Zerreta 190 qs

180

170 170 190

siguiente: «Rezivo la de Vm. con el maior aprecio con el papel que la acompaña, y en su respuesta diré con la misma confianza que merezco de Vm. que haviendo bajado las venas los años passados a un precio muí Ínfimo conocieron los de Somorrostro que esto motivaria la gran cantidad de vena, que sobrava todos los Otoños en los Puertos a donde se vaja despues de abastezidas las ferrerías que se proven de aquella vena, y el que no siendo hombres de caudal los dueños de ellas las llegaron a vender a razón de dos doblones la vareada que oy vale 22 escudos y ay quien pide 24; tomaron el medio de unirse todos los ynteresados en las minas y resolvieron de no travajar en ellas hasta Maio, y dejar la lavor por Setiembre, o antes, y al mismo tiempo tasar el numero de muías para vajar dichas venas a los Puertos (...)». 29 Ibidem. 30 Existen en A.T.U. unos borradores de cuentas referidos a la provisión de vena que abarcan los años 1709 a 1718. Están muy corregidos y son de difícil interpretación. No obstante, me han permitido hacer el cálculo que expongo. 31 En el verano de 1707, por ejemplo,.abona a J u a n de Urresti (Aurresti) 66 escudos por el flete de once barcadas de vena, a razón de 6 escudos cada una. En 1708, paga un concepto de flete al mismo Urresti 20 maravedises por quintal de vena. Estos datos proceden de los borradores de cuentas citados.

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En 29 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 13 de Junio con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 10 de Junio con Martin de Oñate 170 qs 170 En 11 del dho. con Pedro de Hormaza 170 qs 170 Antes de estas baxeladas remití con Pedro de Hormaza en 27 Mayo ciento y setenta quintales 170 En 9 de junio con Lucas de Ormaza 380 qs 380 En 22 del dho. con Lucas de Ormaza 380 qs 380 En dho. dia con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 25 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Pedro de Hormaza 170 qs 170 En 6 de Julio con Martin de Artaza 234 qs 234 En 9 del dho. con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 14 del dho. con Martin de Artaza 234 qs 234 En 6 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 14 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 14 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 16 del dho. con Lucas de Hormaza 380 qs 380 En 16 del dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 23 de Julio con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Martin de Oñate 170 qs '. . 170 En 27 del dho. con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 30 del dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 1 d e Agosto con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 3 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 12 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En dho. dia con Juan de Aurresti 180 qs 180 En dho. dia con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 17 de dho. con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 21 del dho. con Martin de Oñate 170 qs 170 En 22 de Agosto con Simon de Zearreta 190 qs 190 En 18 del dho. con Juan de Aurresti 180 qs 180 En 29 de Agosto con Thomas de Arteaga 380 y 16 que llevo de mas . . 396 En 9 de Setiembre con los compañeros de Zearreta 190 qs 190 En 2 de Noviembre con Thomas de Arteaga 380 qs 380 Son 8.534 quintales que a real y quartillo prezio que corría dho. año de 1711 montan diez mili seiszientos y sesenta y siete reales y medio de vellón. Año 1712 En 20 de Julio de 712 con Thomas de Arteaga 380 qs 380 En 11 de Agosto con dho. Thomas de Arteaga 380 qs 380 Son 760 quintales a 16 pesos la vareada montan 1.215 reales y 30 mrs. En total, 11.883 reales y 13 mrs. Cuyo pago efectuó gradualmente: En 18 de abril de 1712 de orden de dho. Sr. rezibi de Dn. Joseph Gutierrez seis mili reales de vellón Yten doszientos excudos de plata que asi bien me entrego el Sr. su primo por Julio de 1712, los quales le di rezibo Yten nobezientos y nobenta y siete reales y tres quartillos de vellón

6.000 3.000


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que también me entrego dho. Sr. su primo de los que di rezibo por Agosto de 1712 999 3/4 Suma en total lo abonado 9.997 3/4 Por resto debe dho. Sr. mili ochozientos y ochenta y seis reales de vellón menos 12 mrs 1.88632 La calidad de la vena servida por los Sarria había empeorado en estos últimos años de manera notable. En carta escrita a Antonio de Sarria, fechada en Lequeitio el 19 de agosto de 1712, don Pedro Bernardo se queja de ello y anuncia un posible cambio de abastecedor: «Los últimos años del Sr. su Padre de Vm. me quejé muchas veces de la calidad de la vena; el año pasado he tenido vastante perdida por haver sido generalmente malas; en el presente los dos viajes de á 380 quintales que me ha embiado Vm. no pueden ser peores, y sino fuera por dar a Vm. embarazo hubieran quedado aqui por su quenta; en vista de esto he comprado aqui algunas vajeladas y echo diligencias por otra parte, que se lo prebengo a Vm., pues no es posible proseguir con tan malas venas, pero aunque falte este motivo de correspondemos en qualquiera que Vm. tenga de ocuparme en su servicio me hallará con mui seguro afecto» 33 . Parece innegable que don Pedro Bernardo repasaba con atención las cuentas de su administración. Lo hemos podido comprobar en los documentos que de esta naturaleza se conservan en el archivo familiar; son papeles con abundantes operaciones, algunas corregidas, con indicaciones de su puño y letra sobre las cantidades servidas —apuntando rigurosamente las medidas, desiguales, que ofrecía la mercancía en Somorrostro y en Lequeitio—, consignando los precios abonados, calculando los costes de producción. En resumen, vuelvo a lamentarme de que no aparezcan en el archivo familiar los libros de contabilidad referidos a este período cuando tenemos tantas razones para haber podido esperar de ellos una riquísima información. 3. El abastecimiento de combustible En la primera mitad del siglo X V I I I el paisaje forestal de Vizcaya era sensiblemente más variado y abundante en especies arbóreas que el que podemos contemplar en la actualidad dominado por el pino y el eucalipto. Para que nos hagamos una idea de la riqueza de antaño, baste con señalar que en los montes, propiedad de los Villarreal de Bérriz, ubicados en Guizaburuaga, Lequeitio, Ispáster, Bérriz, Durango y Eibar, había sobre todo robles, castaños, encinas y jaros, pero no eran raras tampoco otras especies 32 A.T.U. Leg. 29, fase. 9: Cartas a Pedro Bernardo Villarreal y cuentas de venas de Sarria. Esta liquidación se hace en 1718. El documento se acompaña de una correspondencia explicativa por parte de Sarria en respuesta a los reparos que, se deduce, interponía don Pedro Bernardo. 33 A.T.U. Leg. 29, fase. 9: Cartas...y cuentas de venas de Sarria.

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Figura 5. — Hoja de contabilidad de las ferrerías.

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como alisos, madroños y fresnos 34 . La explotación económica del bosque se realizaba fundamentalmente desde dos usos, en el fondo, contradictorios: las cargas de leña para carbón y la madera para la fabricación. Uno y otro destino, en efecto, como indica Uñarte Ayo 35 , requerían distintos tratamientos por lo que se interferían mutuamente. Aquí aludiremos únicamente al uso de carbón como combustible de las ferrerías. El Fuero de Vizcaya, además de dedicar el título XXV a «las plantas de los árboles y de los otros frutos», ordenaba por la ley I del título X X V I I I que «qualesquier Montes, que son de comunidad en exido (si antes son cortados otra, ó otras veces para mantenimiento de Herrería) que los dueños de los tales Montes comunes, y exidos, sean tenudos de los dar para las Ferrerías, á dueños, y arrendadores de ellas, á precio, y exámen de tres homes buenos, considerando el precio que anduviere en la comarca. Pero otros algunos no puedan haver los tales Montes, salvo los dueños de Herrerías, ó sus arrendadores: Y que si otros algunos los compraren, que los tales compradores sean tenudos de los dar, y alargar á los dichos dueños de Herrerías, y arrendadores, pagando (según dicho es) el precio de tres homes buenos. Y si algún dueño de Herrerías, ó arrendador, comprare los tales Montes, y otro dueño de la mesma Herrería, ó de otra le demandare su parte, sea tenido el comprador de se lo dar al precio que le costó; porque comunmente hayan mantenimientos las unas, y las otras». Con esta ordenanza, se aseguraba el suministro de cargas de carbón procedentes de los ejidos comunales a las ferrerías vizcaínas a un precio moderado. Obviamente, esta reglamentación no afectaba a los propietarios particulares de montes, que eran libres" de determinar el uso de su madera y leña. La ley que hemos citado continuaba con la advertencia siguiente: «Pero ningún Vizcayno, que haya, y tenga su heredad propia, y mojonada de Monte, pueda ser compelido, ni apremiado de lo dar, sino quisiere» 36 . Por su parte, el Gobierno Universal del Señorío había completado esta legislación, especialmente en lo referente a la repoblación forestal. La Dipu-. tación General de 23 de diciembre de 1698 decretaba que «en cada un año cada foguera plante quatro caxigos por la conveniencia tan grande y tan útil que se sigue». El decreto se daría a la publicidad mediante la llamada a cruz parada en todas las repúblicas del Señorío y se obligaba a su cumplimiento bajo la pena de cien ducados 37 . Hasta qué grado se observaba esta disposición es algo sobre lo que razonablemente se puede dudar a la vista de su mandato reiterado el 29 de diciembre de 1699, 3 de agosto de 1700, 17 de mazo de 1701, 7 de julio de 1702, hasta que la Junta General celebrada el día 31 de marzo de 1726, después de reconocer la negligencia del vecindario

34 Para esta cuestión, así como para la utilización económica del bosque en este tiempo, es imprescindible la consulta del libro de Uriarte Ayo, op. cit., pp. 81 a 130. 35 Op. cit., pp. 100 y 101. 36 Fuero Nuevo de Vizcaya, op. cit., pp. 74v a 75v. Las citas en la pág. 74v. 37 A.H.D.V. Libro de Decretos..., N.° 20.

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ante esta cuestión, decretaba una vez más «que todos los Pueblos pongan plantíos de Caxigos en los montes de sus pertenecidos a razón de tres caxigos por foguera; y asimismo cada Pueblo ponga un Vivero». La Diputación General de 8 de mayo del citado año instituía la inspección gubernamental sobre esta materia, nombrando a las personas que se encargarían de proceder al «reconocimiento de los montes, plantíos, viveros y reparos de caminos» en el Señorío. Se nombró a don Ignacio José Villarreal de Bérriz y Bengolea para realizar la inspección en las anteiglesias de Mendeja, Bedarona, Ispaster, Amoroto, Guizaburuaga y la Villa de Lequeitio 38 . Por último, la Diputación General de 1.° de abril de 1730, prohibía la extracción de madera fuera del Señorío, reservando su venta —a realizar bajo la presencia y consentimiento del Alcalde, Fiel o Justicia del lugar donde estuviera localizado el monte— «a persona que necesitare para propio edificio, reedificio o reparo de casas o moliendas de este Señorío y no para fuera de su jurisdicción», so pena de 200 ducados 39 . Parece que por estos años empiezan a advertirse problemas de escasez, fruto quizás de una temprana deforestación. La Junta General, en 1734, confirmó la negativa del pase foral a una solicitud real hecha al Señorío el año anterior, de madera de nogal para hacer cajas de fusiles en la fábrica de Plasencia, abonando el precio establecido de diez cuartos y medio la caja. Los motivos que se expusieron para fundamentar esta actitud del Gobierno vizcaíno se basaban precisamente en que «era escaso el arbolado de dicha especie en Vizcaya, de suerte que ni a precios excesivos se podía encontrar esa madera, y aun la precisa para los barquines de las ferrerías y otros artefactos se traía de fuera» 40 . Por lo que hace a las cargas de carbón para las ferrerías, las disposiciones tomadas en las Juntas, Diputaciones y Regimientos en este período no son más que meros recordatorios de las leyes del Fuero relativas a esta cuestión. Se insiste en su cumplimiento como respuesta a las reclamaciones presentadas por algunos ferrones denunciando su inobservancia. Fue el caso, por ejemplo, de don Francisco Antonio de Salazar, propietario de una ferrería situada en Llantada, que, en octubre de 1713, comunicaba a los miembros del Regimiento General que los montes del común de su comarca no se dedicaban a satisfacer las demandas de los ferrones. El Regimiento decretó «se guarden las leyes del Fuero» 41 . Las especies arbóreas más indicadas para la elaboración del carbón destinado a la ferrería son los robles, encinas, castaños, jaros, y, en general, 38 Ibidem, N.° 25, ff. 47 y 48 para el tema del «Plantío de árboles» tratado en la J u n t a General; f. 148, para el nombramiento de inspecciones. Comentando estas disposiciones, dice Labayru (op.' cit., t. VI, pág. 140): «Algún más cuidado que en los tiempos presentes se tenía en los pasados por la repoblación y florecimiento del arbolado». 39 Ibidem, N.° 27, ff. 89v y 90. 40 Tomo el dato y la cita de Labayru, op. cit., t. V I , pág. 188. Sin embargo, paginas mas adelante (195-6), nos informa este autor de una entrega aprobada en 1735, previa tasación, de madera de nogal y haya para montar fusiles en la citada real fábrica. 41 Ibidem, N.° 22. Regimiento General de 13 de octubre de 1713.


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Figura 6. — Producción de carbón vegetal para las ferrerías. Grabado de la época. FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO


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todos los árboles de madera dura. La calidad de la leña era, obviamente, fundamental para economizar el proceso de carbonización. Don Pedro Bernardo reconocía, en 1731, una muy distinta valoración a sus cargas de carbón procedentes de encinas y jaros que a las que tenía de otras especies: «(...) En dichos montes ay leña para mas de doce mili cargas de carbón para quando huviere escasez del genero, que aunque á dinero no valen sino veinte y quatro mili reales, beneficiadas por ser encinales y jaras, que no pierden por dilatarse el corte, y son de mucho coste en reducirlas á carbón labrando fierro en las propias herrerías de Bengolea valen quatro mili pesos»42. El método que se utilizaba en Vizcaya para la carbonización de la madera está muy bien descrito en la obra de Uñarte Ayo 43 , a la que seguimos en estos párrafos. En los tres primeros meses del año se procedía al trasmochado de los árboles —sólo se talaban los que ya no servían- Los cortes generalmente se practicaban en este tiempo cada siete años. Posteriormente, se acondicionaba el terreno donde iba a efectuarse el proceso de carbonización —el mejor terreno era el que estaba cerca de un camino, para facilitar el transporte, y de la leña que se iba a carbonizar, y con fuentes de agua próximas—. La preparación del terreno consistía en la construcción, mediante palos cruzados, leña muy seca y troncos o ramas de madera —que se colocaban según exigía la carbonización, los más duros y gruesos, en el centro; las ramas más delgadas, hacia la periferia—, de una pila en forma de cono truncado dotada de chimenea que haría de respiradero y facilitaría el encendido de la carbonera. Para evitar que el aire perjudicara la cocción, se cubría la pila con tierra, helechos, musgo, hojarasca, carbón menudo humedecido, es decir, con materiales de difícil combustión. La carbonización propiamente dicha se hacía en los meses más cálidos del año: daba comienzo en mayo y terminaba en el mes de setiembre. Se iniciaba por el encendido de la leña situada en la chimenea, y cuando el fuego se había extendido a las maderas más gruesas, se tapaba su boca y se producían aberturas laterales en la parte superior de la pila. A medida que la carbonización avanzaba, de arriba abajo, se cerraban las aberturas de las zonas ya carbonizadas y se abrían otras en la parte inferior inmediata. La duración del proceso dependía de la calidad de la leña, de la habilidad de los operarios y naturalmente del tamaño de la pila. Aproximadamente, como término medio, el proceso duraba unos quince días. El final de la carbonización sucedía cuando el humo era sustituido por un vapor ligero y azulado. Luego se echaba agua a la pila o se cerraban todas sus aberturas para poner término a la combustión. Unos días más tarde, cuando el carbón había enfriado, se introducía en sacos y se transportaba a las ferrerías en carros o a lomo de caballerías. La ventaja de los Villarreal es que disponían de montes propios situa-

42 A.T.-M.Z. Relación de los bienes muebles libres..., ya citado. 43 Op. cit., pág. 95 y ss. FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO


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dos cerca de las ferrerías, por lo que el transporte era muy cómodo y sin pérdidas. El tema forestal ocupó, junto al de las Herrerías, una parte importante en el universo mental de don Pedro Bernardo. En el libro que escribió, uno de sus tres capítulos está dedicado a las «Reglas y Observaciones para la administración, y govierno de los Montes de Vizcaya» 44 . En sus mandatos de Alcalde, en Lequeitio, se distinguió por fomentar el arbolado de su jurisdicción. Como inversor, demostró gran interés por la adquisición de montes, plantó los que estaban vacíos, en la hacienda de Bengolea hizo hasta 1729 unos 30.000 plantíos, en cuyo vivero tenía en ese año de 25 a 26.000 cajigos; en Bérriz plantó en torno a 4.000 45 . No podemos contabilizar, sin embargo, los montes de su propiedad. Los documentos que hemos visto no son suficientemente precisos en este punto. En el inventario de bienes de 1707 se dice, por ejemplo, «sus montes» cuando se trata de las Torres de Bengolea, Uñarte y Bérriz; no obstante, este inventario recoge también de manera individualizada algunas posesiones: he podido contar, en este caso, diecisiete montes en los términos que ya hemos citado, y catorce porciones de monte dispersas, pero en los mismos lugares que los anteriores. Además se inventarían bastantes manzanales. Podemos sostener que esta propiedad fue en aumento a la vista de las inversiones realizadas entre 1707 y 1727, como ya vimos en el capítulo segundo. Por lo que se refiere a producción y existencias de cargas de carbón, la información es más rigurosa, aunque puntual: en 1694, don Pedro Bernardo capitula para su matrimonio 2.100 cargas de carbón que, según sus cálculos, había de corte a corte en sus montes de Bérriz (1.000 cargas), de la Sierra de Oiz, en Durango (1.000 cargas), y de Abadiano (100 cargas). En 1731, declara la existencia de 10.000 cargas de carbón (y siete mil quintales de vena) en las ferrerías de Bengolea «para la labranza de fierro, que empezará con las primeras aguas, y se reducirán á metal para Junio primero venidero de mil setezientos y treinta y dos». Consigna el coste de ambas cosas en «poco más de noventa mili reales, (pero) beneficiado en las propias ferrerías importarán pagados oficiales ciento y cinquenta mili». En ese mismo año, en los montes de la Casa de Uñarte «ay mas de mili arboles grandes para fabricas de herrerías, casas y navios, que valen mas de dos mili pesos». En los montes citados «ay leña para mas de doce mili cargas de carbón» 46 . Por último, es obligado referirnos al contenido teórico vertido por Villarreal de Bérriz en su libro sobre el tema forestal. El capítulo empieza con unas páginas muy útiles dedicadas a la conceptuación de las diferentes medidas utilizadas en su época, estableciendo las correspondientes equivalen44 Villarreal de Bérriz, op. cit., pp. 112 a 168. 45 Labayru, op. eit., t. V I , pág. 196. También aparecen estos datos en las notas biográficas del Archivo de Uriarte. 46 El dato que procede de las Capitulaciones matrimoniales, en A.H.D.V. Corregimiento, leg. 971, n.° 3; los del año 1731, de la Relación de los bienes muebles..., A.T.M-Z. (Nájera).

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cias 47 . A continuación, presenta algunas opiniones sacadas de libros especializados en la materia, que ha tenido ocasión de consultar. No falta, desde luego, el comentario crítico, a veces irónico, que acompaña a estas referencias bibliográficas. Gita a Georg Andrea, autor de un libro cuyo título completo es: La agricultura perfecta, o nuevo descubrimiento tocante a la cultura, y multiplicación de arboles y flores. Obra muy curiosa, que contiene los más bellos secretos de la naturaleza, para ayudar a la vegetación en todas suertes de árboles y de plantas, y para hacer fértil la tierra más ingratay estéril, publicado en 1716 en Alemania 48 . Se refiere también al libro de Fr. Miguel Agustín, Prior del Temple en la Villa de Perpiñán, de la Orden de San J u a n de Jerusalen, escrito en catalán, y traducido al castellano por el mismo autor, titulado Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo Pastoril, del que dice que «aunque antiguo, trae muy buenas cosas, de que se seguirán algunas» 49 . Recoge la obra de Monseñor el Abad de Vallemont ( Curiosidades de la Naturaleza, y del Arte sobre la Vegetación, ú Agricultura en su perfección, publicada en París en 1708), del que traslada a su libro lo referente al «succo nutricio, y a la Sympatía y Antipatía» de las plantas que el autor Abad había aprendido de Bacon. El comentario que hace don Pedro Bernardo a este respecto es el siguiente: «Todos los Authores modernos son de la misma opinion de Bacon, y no avrà entendimiento, que no conforme con su sentencia, porque nadie ignora que sembrándose una misma cosa en un mismo campo continuadamente, và perdiendo fuerza la tierra, y son mas ruines las plantas: los Hortelanos aconsejan, y acostumbran mudar de plantas por la misma razón. De este principio se infiere, que todas las plantas de una misma especie, y calidad, se dañan unas à otras, quando están muy cercanas, por lo que necesitan entre si la distancia, ò intervalo, según su calidad, y grandor»50. Estas reflexiones le llevan a mostrar el resultado de su propia empiria y, en consecuencia, a exponer lo que parece más adecuado, desde su conocimiento y experiencia, para la crianza de manzanos («es lástima, comenta,

47 Las medidas que se definen son: Pie (anotando las medidas que el Pie tiene, sigo el orden y la grafía que presenta el autor en la página 115, en Mallorca y Barcelona, Amsterdam, Castilla, Dahtisco, Colonia y Baviera, Amberes, Dinamarca, Guesa en Zelanda, Migdemburg, Londres, Romano antiguo, Valencia, Praga, Rhilandico del Rhin, Viena de Austria, Turin, Ñapóles, Dordraco, Briel, París (pie Real) y Verona; Palmo, Geme, Codo, Estado, o Braza, Postura de manzano, Codo común de Tabla, Codo del Rey de Tabla, Codo de madera, Estado de Tabla y Sel. 48 A propósito de este libro dice (op. cit., pp. 126-7): «Lo retumbante del titulo, y tan repetidas impresiones (tres en Alemania, algunas en Francia), me hicieron creer, que este Autor moderno nos enseñaría cosas muy útiles de la Agricultura, y dignas de haberse. (...) Sin duda alguna habla, como muy docto Philosopho, y Anothomico, del succo nutricio, y conductos por donde se comunica á las plantas, explicando su circulación, y digestión, como si fuesen cuerpos racionales; pero se detiene, y dilata tanto en estos discursos, que aunque muy convenientes para inferir de ellos muchas cosas útiles para la practica, solo un Medico Anothomico puede tener paciencia para leerlos». 49 Ibidem, pág. 129. 50 Ibidem, pp. 134-5.


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que en Vizcaya, y mucha parte de Guipuzcoa se han aplicado demasiado al vino, y van abandonando el fruto de la manzana, de que ay infinitos generos muy regalados, y cada dia se descubren nuevos»51); castaños («su madera es la mejor de todas, assi para tabla, solibas, y otra qualquier cosa de edificios de casas, porque, sobre ser hermosa, nunca cria polilla, y es la que resiste mas, puesta á la inclemencia, al Sol, y al agua: y este árbol crece antes que otros, y no cria blanco entre el magro, y la corteza, como el Roble»52); robles («muy estimado, por ser el material principal para fabricas, mas sólido que el Castaño, y que resiste mas á todo peso, y fuerza de maquinas, y se hacen muy grandes» 53 ); encinas («la plantan pocos, por ser árbol que crece poco, y su material no es bueno para fabricas: solamente en algunos Lugares, donde no las tienen, procuran criar algunas para alimento del Ganado, que como mantiene hoja todo el año, se sirven de ella en los Inbiernos de muchas nevadas; (...) su material sirve para herramientas de Ensambladores, y alguna vez, para mangos, y otras cosas de Herrerías, y para cimientos dentro del agua es buena» 54 ); hayas («árbol muy estimado para mangos de herrerías, cuñas, aldabarras, y mazuqueros: naturalmente viven en Montes muy altos, y fríos; y queriéndolas criar en baxos cerca de las Herrerías, se logran con trabajo, porque los plantíos de bosque prenden pocos; lo mejor es criar viveros»55); nogales («árbol digno de ser estimado, por su fruta, y por su madera, que es buena para todo genero de ensamblage, y para todo lo que ha de estar debaxo de cubierto; crece aprisa, y se hace muy grande» 56 ); fresnos («se hace poco caso de él, porque tarda mucho en crecer, especialmente si le podan para dar hoja al Ganado, que es la que mas gusta: desde que se dexó en las Tropas el uso de las picas, se crian pocos viveros: despues de la Haya, es el mejor material para mangos» 57 ) y jaros («el jaro mas estimado es de Castaño, porque crece mas aprisa, y sobre traer buena leña para carbón, aunque no para el fuego, sirven, especialmente en las cercanías del Mar, para labrar arcos de pipa, para lo que crecen lo bastante en cinco años, y para carbón en 7 ú 8 tienen mucha leña. Los de solo Robles, aunque tardan un año mas en crecer, la leña es buena para el fuego, y para el carbón. (...) Ay disputa sobre si es mejor Arboleda, ó Jaro; pero no ay duda, que especialmente cerca del Mar es de mayor utilidad el Monte de Robles, porque además de la leña, cria madera para fabrica de Navios, y para tabla» 58 ). A pesar de haber consultado las obras que se han citado, don Pedro Bernardo concluye que en ninguna parte «he hallado mejor methodo, y forma de criar, y plantar arboles en Montes, que el que los Naturales de 51 52 53 54 55 56 57 58

Ibidem, Ibidem, Ibidem, Ibidem, Ibidem, Ibidem, Ibidem, Ibidem,

pp. 138-9. pág. 147. pág. 152. pp. 162-3. pág. 163. pág. 165. pp. 165-6. pp. 166-7.

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Vizcaya practican, sin que aya cosa escrita sobre ello, siendo el mejor libro el de la continuada enseñanza, que va passando de padres á hijos» 59 . Esa metodología, basada en la pura experiencia, cuyo conocimiento se transmite oralmente de generación a generación, es la que nuestro autor divulga por medio de la imprenta.

4. Las ferrerías de Bengolea Seguiremos en este apartado el método aplicado en los anteriores, es decir, primero expondremos los rasgos principales de lo legislado sobre la materia, en este caso, las ferrerías y el hierro; después, nos referiremos a las ferrerías de nuestro personaje utilizando la documentación que se conserva en el archivo familiar, dedicando una mención especial al contrato que Villarreal de Bérriz firma con la Administración real en 1705 para la fabricación de determinado armamento. El Fuero Nuevo de Vizcaya, además de asegurar, como vimos, a las ferrerías el abastecimiento del carbón propio de sus Montes comunes 60 , decretaba lo siguiente sobre esta materia: la ley I V del título I establecía que el Rey tenía derecho a percibir «por cada quintal de Yerro que se labrare en éllas (herrerías), diez y seis dineros viejos» 61 ; la ley V del título II limitaba las competencias de los Alcaldes de las Herrerías 62 ; finalmente, la ley I I I del título X X V I I I ordenaba el uso de medidas iguales en Herrerías y en Renterías, señalaba que el quintal «de peso afinado del hierro que se labra en las Herrerías en Vizcaya es de 144 libras, en cada 16 onzas la libra» y mandaba tener en los establecimientos citados pesas de una fibra63. Las disposiciones sobre el particular aprobadas por el Gobierno del Señorío en este tiempo se refieren especialmente a tres cuestiones: la reventa, la 59 Ibidem, pág. 129. 60 Fuero Nuevo de Vizcaya, Título X X V I I I : Del mantenimiento de las herrerías,y de los pesos de ellasy de las venas. Op. cit., pp. 74v a 75v. 61 Ibidem, pág. 8. A propósito de estos derechos reales por labranza, don Pedro Bernardo, en los borradores de sus cuentas de mediados de los años 20, nos informa que lo que se cobraba en realidad eran diez reales por cada 100 quintales labrados, a pesar de que, según sus cálculos (acompaña la siguiente referencia que cita literalmente: «Cobarr. de Veterib. numism. Hispan. Cap. 5, asienta que un maravedí en su tpo que murió en 1577, valía, y al presente vale porque no ay otro maravedi físico, dos blancas, 6 cornados, y 10 dineros, y 60 meajas. Con que los 16 dineros del Fuero sobre las Herrerías importan un maravedi y 6/10») por los 100 quintales labrados sólo se deberían pagar 4 reales y 24 maravedises. 62 Ibidem, pp. 14v-15. Decía lo que sigue: «Que los Alcaldes de las Herrerías no traygan vara de Justicia, ni dén Mandamiento executivo alguno, ni conozcan de otras Causas, eceto de las diferencias, que acaecen dentro de las dichas Ferrerías, é sus Arragoas, entre los Mazeros, é Obreros, é Brazeros, y Arrendadores, é Dueños de las dichas Herrerías; y de fuera de las Herrerías, fasta en quantía de veinte cargas de Carbón, é treinta Quintales de vena, é no sobre otros Pleytos de dares, y tomares, aunque sean sobre Fierro, y Vena, ó Carbón, ni de éllo dependiente, eceto si lo tal está ó estuviere dentro de la Herrería, ó Arragoas de élla». 63 Ibidem, pág. 75 y 75v.

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competencia extranjera y los derechos reales del Almirantazgo, tras ser establecidos en 1737. Veámoslos por separado. Empecemos por el último que se plantea y que se resuelve de manera satisfactoria. En 1737, se había decretado por la Administración real 64 el abono de algunos maravedises sobre cada quintal de hierro del Señorío que pasara por las aduanas de Cantabria, en calidad de derechos de Almirantazgo. La medida fue inmediatamente protestada, suplicándose al Monarca que «no se hiciese novedad ni se consintiese la exigencia de ese derecho contra la libertad del país y los frutos y manufacturas que saliesen de él». Se atendió la reclamación y el asunto quedó zanjado: una Real Cédula de junio de 1738 mandaba que «los arrendadores, portazgueros, arqueros, depositarios y demás personas a quienes tocaba el cumplimiento de su cédula, arreglándose a ella y a lo que el Fuero de Vizcaya prescribía, no pidiesen ni cobrasen derechos algunos de Almirantazgo, del fierro que se extrajese del Señorío, y se restituyesen los que se habían cobrado» 65 . En la Junta General celebrada el día 17 de junio de 1738 se daba cuenta del comportamiento observado por el Gobierno del Señorío y de la solución del conflicto66. La reventa del hierro estaba prohibida en Vizcaya; pero ello no impedía su práctica relativamente frecuente en el cambio del siglo, lo que dio lugar a nuevas disposiciones en este sentido. El Regimiento General de 4 de agosto de 1698 penalizaba la reventa con 30 días de cárcel y 50 ducados de multa 67 . El Regimiento General celebrado el día 2 de agosto de 1700 endurecía las medidas contra la reventa: las penas son ahora de 50 días de cárcel y de 100 ducados de multa; al día siguiente, se decretaba cursar una inspección por las renterías, especialmente por la de Ondárroa, en las que se sospechaban casos de reventa 68 . La tercera cuestión planteada fue de otra naturaleza. Afectaba a la venta del hierro vizcaíno fuera del Señorío, problema clave para el ferrón vasco, que dependía necesariamente del mercado exterior a Vizcaya, dado el débil consumo que se producía en la región. Hay dos aspectos a destacar en este punto tras la lectura de las actas de gobierno consultadas: el primero, hace referencia al mercado francés, uno de los destinos tradicionales en las exportaciones vizcaínas de esta época. Se trata de conservarlo por todos los medios. En 1697 Luis X I V de Francia fijó un impuesto de 4 reales de plata al quintal de hierro vizcaíno que entrara en sus dominios. En respuesta a se64 Real Despacho, de 23 de setiembre de 1737; y Real Provisión del Consejo de Hacienda, de 3 de octubre del mismo año. 65 Labayru, op. cit., t. VI, pág. 210. 66 A.H.D.'V. Juntas Generales. Impresas. Año 1738, pp. 10 y 11. 67 A.H.D.V. Libro de Decretos, N.° 20. El decreto decía: «Por quanto los Renteros de las Renterías del Distrito de S.S. en contrabencion de la ley del Fuero compran el fierro que vienen a ellas para volver a revender en peijuicio grave de los Naturales, y por hevitar semejantes reventas, ordenaron y mandaron a los tales renteros no compren fierro ninguno para revender pena de (...), y se haga saber a los tales renteros para que no pretendan ignorancia» 68 Ibidem, N.° 20, ff. 320v y 321.

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mejante medida, la Diputación General de 23 de octubre de 1698 acordó «escribir al Rey Christianismo para que se sirva levantar el impuesto (...), y que asimismo se haga la súplica al comandante de las galeras que se hallaron en Portugalete y en esta razón se hagan las demás diligencias y representaciones que convengan» 69 . El otro aspecto, que aparece en repetidas ocasiones, alude a la falta de competitividad del hierro vizcaíno que se trasluce en las representaciones dirigidas en este tiempo al Monarca con el fin de reservar los territorios de la Corona al hierro vasco, solicitando, en consecuencia, la prohibición de la entrada del hierro extranjero —se cita en concreto al hierro de Lieja— en los citados territorios. Ya en la Diputación General de 2 de junio de 1699 se trató sobre un Memorial elaborado por la provincia de Guipúzcoa acerca del problema que planteaba a la siderurgia vasca la entrada del hierro de Lieja «en estos Reynos y en los de America»; se acordó nombrar una comisión —que estuvo integrada por don Juan Ignacio de Castaños y Montaño, caballero de Calatrava, don Cristóbal de Aranda y Thesa y don José Gutiérrez Villarreal, pariente y administrador al uso éste último de don Pedro Bernardo— que pasara a Guipúzcoa para estudiar el asunto y adoptar medidas comunes ante la Administración real. La reunión finalmente tuvo lugar en Durango, pero se disolvió sin llegar a ningún acuerdo 70 . Algo mejor salió la segunda reunión celebrada en Oñate, en 1700, a la que asistió, entre otros, don Pedro Bernardo, como ya vimos. Allí se acordó elevar una representación conjunta al Monarca en la que se ponía de relieve los perjuicios notables que se derivaban de la entrada del hierro extranjero para la economía vasca. En 1701 el Regimiento General consiguió que la Casa de Contratación de Sevilla y la Capilla de Bascongados de la misma ciudad andaluza apoyaran su petición de cerrar el mercado español al hierro extranjero. Sirva como ejemplo de los argumentos en que se apoyaban estas representaciones al Monarca el Memorial redactado por don Cristóbal de Aranda a finales de ese mismo año de 1701. En él se exponían, en efecto, las consecuencias que estaba produciendo el consumo del hierro de Lieja —al que se calificaba «de mui ynferior qualidad»— en la Hacienda real y en el sector siderúrgico vasco: «Que por ser mas bidrioso — el hierro extranjero— y de menos duración (siendo este metal tan preciso en lo militar y civil que apenas hay arte que no le necesite) se duplican los gastos a la Real Hazienda y quedan por consiguiente defraudados todos los instrumentos que de él se fabrican siendo tantos como se reconoze en las labranzas de las tierras, en los instrumentos de las campañas, en las clavazones de los bajeles, en la labor de las minas y en el uso general de los pueblos; cuia evidencia conocida escuso la digresión de numerarlos. 69 Ibidem, N.° 20, f. 168. 70 De todo ello se dio noticia en la J u n t a General de 27 de julio de 1699, en la que se decreto comunicar a Guipúzcoa la necesidad de acordar conjuntamente el comportamiento a seguir «para lograr el objetivo de embarazar y prohibir la entrada de hierro extranjero en España y América». Ibidem, N.° 20.


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Que aun quando fuese el fierro estranxero de tan buena calidad como lo es el del Señorío (que indisputablemente se niega) deve anteponerse la combeniencia de los naturales a la de los estranxeros, asi porque deve ser previlexiada su naturaleza como porque redunda en maior benefizio de V. M. y del Reyno que la sustancia que havia de exstraerse con el comerzio estranxero se quede y refunda en el mismo pais donde puede la fidelidad tenerla como en deposito para ofrezerla al Real servicio según las urgencias de los tiempos. Que el fierro que se introduze en los dominios de V. M. entra pagando mui corto o ningún derecho siendo al contrario con el que sale a reynos estranxeros pues cargándole estos de un dacio tan insuportable como el de veinte o veinte y zinco por ciento resulta que aquel, como de menos costo, se introduce mas fácilmente al comercio, sin que al fierro de estos dominios le haia quedado mas consumo que el que tiene en Francia y en Castilla, aqui por la zercania y alia no tanto por eso como por la ventaxosa calidad de las labores aplicándose aquella industriosa y reparada nación a comprar lo mejor aunque mas caro. Que experimentando tan a costa suia los naturales de dicho Señorío y de la provincia de Guipuzcoa el mal logro que espera a la dura fatiga de sus labores, pues se halla burlada de la introducción extrangera (sic), se desalienta y postra prezisandola a una desesperada inaplicación la evidencia de ber frustrada la miserable riqueza de sus montes (...), y biendo (...) ynfructuosos aquellos pobres caudales que con tantos afanes labraban (...), haviendo faltado de algunos años a esta parte casi la mitad de su numero sin que en las asperezas de sus montañas tengan otra agricultura a que apelar sus naturales para su remedio y conserbacion. Que reconozido el daño se desalienta la antigua aplicación al plantío de los montes; pues considerándolos inútiles para el fomento de las fraguas que tan miserablemente utilizan, abandonan su cuidado embolviendose en este daño el que cada dia se experimentara maior en la falta que abra de arboles en los astilleros de aquel pais para las fabricas que asta aqui se han echo de baxeles y se beran en brebe precisados la maior parte a desamparar su patria la qual quedara expuesta a las inbasiones enemigas quando asta aqui se an mantenido sin costo de la Real Hazienda defendidas y seguras con el balor y fidelidad de sus naturales» 71 . E n el texto citado se ponen de manifiesto los problemas que afectaban a la siderurgia vasca de este tiempo: tras la progresiva pérdida del mercado exterior, el ferrón vizcaíno necesita contar con medidas protectoras que impidan la entrada del hierro extranjero en España y en Indias. La transición al siglo X V I I I fue un tiempo de decadencia generalizada que, en la industria vizcaína, se reflejó en el cierre de casi la mitad de sus establecimientos, como acertadamente hace ver el autor del Memorial de referencia 72 . Por otra par71 El Memorial se leyó en el Regimiento General de 22 de diciembre de 1701. Ibidem, N.° 21, ff. 15 y 16. 72 Labayru (op. cit., t. V, pág. 540) indica que en el año 1687 había en Vizcaya 275 terrerías, de las que sólo estaban en funcionamiento 147. Para los problemas de la siderurgia vasca de este tiempo, Luis M . a Bilbao y Emiliano Fernández de Pinedo: «Auge y crisis...», obra ya citada.

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te, las quejas contra la introducción fraudulenta del hierro de Lieja se remontan por lo menos a 1619, y dieron lugar entonces a la Real Provisión de Felipe III de ese año, mandando a las justicias «no consintieren entrar en estos reinos hierro semejante en barras ni en clavazones de cualquier género, herraduras, palas, azadones...» 73 . Posteriores reales órdenes dadas en 1621, 1673, y luego en 1702, como respuesta a las representaciones del Señorío, fijaron una política proteccionista («prohibiendo la introducción del hierro extranjero en los dominios de España, y concediendo en cambio facultad para que las ferrerías del País Vasco pudiesen embarcar para las Indias los artefactos de dicho metal que se fabricaban en ellas»), que, no obstante, no acabó con las quejas de los ferrones vascos, que siguieron denunciando a lo largo del siglo la presencia del hierro extranjero en el mercado español 74 . En la historia de las ferrerías se abrió una etapa nueva cuando en la Baja Edad Media se empezó a utilizar la fuerza hidráulica, dando origen en el País Vasco a las zearrolak, o ferrerías de agua 75 , que hicieron desaparecer paulatinamente a las anteriores ferrerías de viento (aizeolak). El empleo de la fuerza hidráulica determinó el desplazamiento de las instalaciones ferreras hacia los ríos en parajes donde no fuera difícil alcanzar los otros elementos necesarios en su proceso de producción: el carbón vegetal y el mineral. Las ferrerías de Bengolea gozaron, en este sentido, de una ubicación privilegiada. A orillas del río Lea, cerca del puerto y con montes próximos —con lo que la provisión de mineral y carbón estaba asegurada en condiciones ventajosas—, contaba además, gracias a las obras emprendidas por don Pedro Bernardo, con embarcadero y local propios donde se alojaba y trataba la vena. Las instalaciones de Bengolea consistían en dos (año 1707) o tres ferrerías (año 1727), clasificadas como «mayor» y «menor», ferrerías que nos describe nuestro personaje de la siguiente manera: «En lo antiguo avia dos generos de Herrerías, unas llamadas mayores, y otras menores: las mayores tenían las barquineras en otra forma, porque necessitaban de ayre mas violento: fundían masas, á que llaman aqoas, de doce, y diez y seis arrobas, y con cada una hacian quatro tochos, que eran unas barras de cosa de una vara de largo, y quatro, y cinco onzas de gruesso: estas se adelgazaban en las Herrerías menores, y reducían á barras largas, como las que oy se labran; pero desde fines del Siglo passado dieron en ponerlas mayores, á las que llaman Cear-olas, que funden, y tiran, sin valerse de las Herrerías menores, labrando un hierro muy gruesso de dos arrobas y media, y mas cada barra: y aun todavía ay algunas Herrerías de estas; pero las mas se han 73 Labayru, op. cit., t. V, pág. 106. 74 Labayru, op. cit., t. V I , pág. 429, alude a la R.O. de 28 de mayo de 1776 en la que se insistía en la prohibición del hierro extranjero en los dominios de la Corona española, aunque aquí se m a n d a b a decomisar los hierros «que no llevasen las marcas señaladas al efecto». 75 Escribe don Pedro Bernardo en su libro (pág. 44): «El Padre Henao, en la Obra, que escrivió de Antigüedades de Cantabria, dice, que el primero que dispuso, y fabrico Herrería en Rio, con maquina hydraulica, fué uno del apellido de Olea: no dice en qué Siglo fue, pero sin duda es cosa muy antigua».

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reducido á Herrerías menores, en que hacen fundiciones de á cinco arrobas, y tiran las barras de buena proporcion, porque siendo los mazos menores, que en Gear-olas, y todo no tan torpe, ni fuerte, se hace todo con mas curiosidad: y el aver dexado el antiguo modo de labrar tocho, ha sido porque el hierro no era tan bueno, y despues que se ha establecido esta forma, es mejor el hierro: á estas Herrerías llaman Tiraderas, que son las de que se ha de hablar en este Tratado, aunque para lo que toca á la maquina de ruedas, serán las reglas generales»76. Esta introducción nos obliga a explicar brevemente cómo eran las ferrerías en aquel siglo y qué modo de producción seguían 7 7 . L a ferrería estaba compuesta básicamente de los siguientes elementos: — la presa, el canal y la antepara, que elevaban el nivel del agua y la canalizaban para poder poner la rueda en movimiento, — la rueda hidráulica, que estaba colocada a un costado del edificio, bajo las aberturas hechas en la antepara para dar salida al agua, — en el interior de la instalación estaban el horno, los fuelles (barquines) y el mazo (martinete), además de otros instrumentos utilizados en las distintas operaciones del proceso de producción, como palancas, tenazas, cortaderas de hierro, tornos para agarrar el mazo, tajaderas, planchas, chambergas para echar agua a la fogata, chiriquines, limas78. Solía haber también un local para almacenar las cargas de carbón; si la ferrería disponía de horno para calcinar el mineral, éste se localizaba en el exterior del edificio. — dependencias anejas provistas de un mobiliario bastante austero 79 , donde vivían los cuatro o cinco operarios que trabajaban en la ferrería: un maestro ferrón, dos fundidores, un tirador de barras y un desmenuzador de vena. El proceso de producción de hierro en semejantes establecimientos ferreros p a s a b a por las siguientes operaciones. El agua caía por el canal y, con su peso y la fuerza de la corriente, volteaba u n a rudimentaria turbina que a su vez movía los fuelles. L a rueda hidráulica movía por su parte el mazo 8 0 . E n primer lugar tenía lugar la calcinación del mineral; después, se cribaba y

76 Ibidem, pp. 47 a 49. 77 Esta información esta sacada de Uriarte Ayo, op. cit., pp. 135 y ss. Para estos aspectos técnicos véase el trabajo de Ignacio González Tascón en este mismo libro. 78 Son instrumentos que componen básicamente el inventario de las ferrerías de Bensjolea hecho en 1820. 79 En el inventario realizado en el año 1707 figuran en la Casa de Bengolea los siguientes bienes: «En la ferrería mayor de dicha casa, una cama de pluma para los oficiales de ella; y dos cubas con arcos de hierro en la menor». También aparecen inventariados en «la dicha casa de Beyngolea tres cujas de madera y dos camas cumplidas de pluma y un colchon de lana con cinco guarniciones de lienzo, 14 platos de estaño, 4 picheles de lo mismo, 2 cucharas de plata y algún servicio de cocina. U n a mesa de caoba. Dos bancos de respaldo de lo mismo con las bisagras doradas. Y otra mesa de nogal o castaño para el uso de dicha casa». 80 Gaiza de Uriarte: «Estructura económica», A A . W . : Historia del País Vasco (Siglo XVIIl). Bilbao, 1985, especialmente pp. 134 a 145.

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mediante el martillado se reducía a pequeños trozos; tras el encendido, y una vez lograda la temperatura adecuada, se introducía el mineral en el horno, en el que constantemente se estaba inyectando aire para alcanzar los 1.300° que, más o menos, necesitaba la reducción. El hierro liberado, dada su mayor densidad, que se depositaba en el fondo del horno, era trasladado por el fundidor a la boca de la tobera, lugar de máxima temperatura del horno, donde se transformaba al cabo de unas horas en una masa llamada «agoa», zamarra o aguada; las escorias líquidas se retiraban por el orificio que había en una de las paredes del hogar. Hasta aquí la parte química del proceso que había durado desde el encendido del horno entre cuatro o seis horas. A continuación, se iniciaba el proceso mecánico. La masa de hierro, una vez extraída del horno, era martilleada hasta convertirla en barras compactas, homogéneas y libres de impurezas. Inmediatamente, con tajaderas, se rompían estas barras en varias piezas; el proceso terminaba tras ser calentadas estas piezas y nuevamente forjadas. Don Pedro Bernardo demostró tempranamente su interés por el tema de la ferrería. A él se debió la reedificación de la de Bérriz y las mejoras introducidas en las de Bengolea. En 1736 reconocía nuestro autor que su inclinación había ido aumentando con el paso del tiempo, enriqueciéndose con el estudio y la experiencia: «Con estas experiencias, y con lo que desde mi juventud fuy inclinado á las Mathematicas, me dediqué á la Statica, en cuyos Tratados hallé toda la satisfacion que quise, y un gusto grandissimo en hallar mis experiencias muy correspondientes á las reglas que hallaba en los autores: y assi mi inclinación se fue cebando, y aumentando tanto, que aunque otros han cuidado de los materiales, y labranza de las Herrerías, he cuidado siempre de sus obras, assitiendo á ellas: y quando la falta de salud me lo ha embarazo, he dado medidas, é instrucciones»81. En estas líneas, Villarreal de Bérriz nos revela dos rasgos de su actividad: primero, que no explota directamente las ferrerías de su propiedad, si bien está muy al tanto de su funcionamiento, y, segundo, su afición al estudio y a trasladar su saber y experiencia a la práctica mediante la realización de obras de ingeniería. Por lo que respecta a esto último, además de las mejoras hechas en las ferrerías, don Pedro Bernardo construyó, según su propio testimonio, ocho navios, aunque no de gran tonelaje 82 , llevó a cabo, como quedó señalado en el capítulo segundo, bastantes reedificaciones y ampliaciones en sus propiedades 83 , proyectó otras en varios lugares del Señorío84, como, por ejemplo,

81 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., pág. 47. 82 V. nota 103 del capítulo tercero. 83 Recordemos las construcciones llevadas a efecto: reedificación de la ferrería de Bérriz, de las casas de Láriz, Beascoa y Guizaburuaga; ampliación y rectificación de la Casa de Uriarte; reconstrucción de la de Bengolea, obras en s.us ferrerías; construcción de la casa de la Magdalena, con sus lonjas y arragoas para quemar la vena; apertura de un canal para la entrada de las embarcaciones; construyó el molino de agua pasada de Bengolea y el puente de piedra. 84 Nos consta, por la correspondencia con don Bruno de Zavala, que intervino activamente en la reconstrucción de su casa en Durango.

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la reedificación en fecha tan avanzada como 1736 de la ermita de San Miguel de Arrichinaga, en Marquina, aunque en este caso su plan fue descartado por el maestro José de Lizardi, que prefirió otro «que daba más diámetro a la obra» 85 . Pero sobre todo hizo presas, las presas de contrafuertes de Ansótegui (en Marquina), en Barroeta, de Bedia y las dos de Guizaburuaga, por las que justamente ha pasado a la historia de las obras hidráulicas 86 . Vayamos ahora a las ferrerías. Como ha quedado adelantado, la explotación de las mismas no fue directamente realizada por sus propietarios; parece que funcionó un régimen de compañía por la que arrendatario y arrendador contribuían por igual en los gastos y beneficios87. Cuando la hacienda fue dirigida por el hijo mayor, la compañía estuvo integrada desde 1733 hasta diciembre 1755 por don Ignacio José Villarreal de Bérriz y don Francisco Oriosolo. Conocemos algunos rasgos de esta última asociación y del funcionamiento del sistema gracias al pleito que los hijos y herederos del citado Oriosolo iniciaron contra los Villarreal 88 . Mientras existió esta compañía, esto es, entre 1733 y 1755, las venas consumidas en las ferrerías de Bengolea fueron servidas en barcadas (que cargaban cada una aproximadamente unos 150 quintales) desde los puertos de Galindo y Somorrostro a un precio medio de diez y seis pesos por barcada. El flete del transporte desde los puertos citados hasta el descargadero de «La Magdalena», donde se «arragoaba» y quemaba la vena, costaba a razón de un real de vellón por 85 J u a n J . de Mugartegui: La Villa de Marquina. Bilbao, 1927, pág. 98. Debo la localización del dato a Gurutzi Arregui. Labayru, op. cit., t. VI, pág. 196, dice literalmente: «Entendió también dicho caballero en arquitectura, y de él fué la primera traza que se tuvo presente para la reedificación de la célebre rotonda de San Miguel de Arrichinaga, aunque el maestro José de Lizardi escogió otra que daba más diámetro á la obra». 86 Para este tema es imprescindible la consulta de José A. García-Diego: «Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes», Revista de Obras Públicas, agosto de 1971. 87 Parece que en algún tiempo no se practicó esta distribución equitativa de los gastos. Hay, entre los papeles del archivo familiar A.T.U., leg. 33, fase. 2: Varios papeles del coste del hierro en la herrería. Recibos del derecho del hierro, un borrador, sin fecha, en el que se dice lo siguiente (me atrevería a asegurar que es la letra del propio Pedro Bernardo): «En la forma de oi pone D. P.° Berdo. en 100 qs. — Primeramente 1.050 rs. de 350 qs. de vena 1.050 reales. — 400 rs. de 10 qs. de tocho de diezmo 400 reales — 35 rs. del Gazemalla 35 reales — 85 rs. de tiraje 85 reales — De las agoas de la menor 170 reales — De pesar cada bajelada 4 r e ales (TOTAL) 1.744 reales Pone Ant.°, aun a razón de 3 1/3 el carbón — Primeramente, de 333 1/3 cargas á 4 1/4 1.416 1/2 reales — Y 180 1/2 de 42 1/2 cargas de la menor para los tirajes 180 1/2 id. (TOTAL) 1.597 reales Quedan a cada uno 42 1/2 quintales de hierro que computados á 49 reales montan 2.040 reales. Gana en ellos (Ant.°) 443 reales y yo 296; conque gana mas que yo aun a razón de 3 1/3 ( = 147 rs.) en los 100 quintales y en 1.500 gana mas que yo 2.205 reales, a los quales añadidos los 550 que doí á Ant.°, monta todo 2.755 reales, los quales gana en la forma q. oi mas que yo». 88 A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 835, n.° 1 y 2. Años 1768-1772.

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quintal; llevar ese quintal desde el descargadero a la ferrería de Bengolea suponía unos 20 maravedises. La operación de «recaminar» y colocar en la berraquera los 150 quintales de cada barcada, incluidos gastos de amortización de palas, cestas, cribas y salarios de operarios correspondientes a las operaciones y cantidad de vena indicadas, significaba 90 reales. El salario de los oficiales era de 5 reales por quintal de hierro labrado; el de Manuel de Acuriola, maestro ferrón de la ferrería menor en este tiempo, era de 20 pesos al año. Por lo que se refiere a la producción, relación vena-hierro labrado y características del contrato, los datos referidos a este período, extraídos de la citada documentación judicial, eran los que siguen. De cada 150 quintales de vena salían aproximadamente de 48 a 50 quintales de hierro labrado; tras las pérdidas regulares que el «recambiado» y quemado producían, los 150 quintales iniciales de vena habían quedado reducidos a unos 100. Cada labranza tirada en las ferrerías de Bengolea —luego daremos más datos— era regularmente de 1.340 quintales de hierro, para lo que se necesitaban cuatro cargas y media de carbón por quintal labrado, y 40 más por fogal para recomposición de herramientas, gastos de carbón que corrían al menos los primeros a cargo del arrendatario 89 . Lo referido últimamente nos ha proporcionado una imagen aproximada de los costes de producción de las ferrerías cuando funcionaron bajo la dirección del mayorazgo. Más precisa es la información que sobre este particular tenemos del tiempo de don Pedro Bernardo, si bien es puntual y, además, no podemos datarla más que de manera vaga hacia mediados de la década de los veinte 90 . El documento en cuestión se refiere al coste de producción de 10 quintales de hierro, y dice así91: 89 El pago de las cargas de carbón se hacía anticipando una parte y pagando el resto al recibir la mercancía; por esta circunstancia, el arrendatario estaba obligado a disponer de una elevada cantidad de dinero. Ignacio Villarreal entregó a Oriosolo, cuando se fundó la compañía, 2.000 ducados, cantidad que, en el pleito al que hemos hecho referencia, los hijos estimaron había sido corta, obligando a su padre a utilizar la dote aportada por su mujer al matrimonio, y a concertar en ocasiones —cuando la venta del hierro no se hacía de manera regular— empréstitos a intereses muy crecidos. Por otra parte, en el cuestionario que se plantea a los testigos concurrentes al juicio, hay algunas preguntas relativas a las formas de arrendamiento vigentes en la época. Por ejemplo, las dos siguientes: «Y si saben que en todo el Señorío la costumbre que inconcusamente se ha observado y observa en arrendamientos de ferrerías es que alargandola el Dueño por este contrato solo percibe de el arrendatario el diez por ciento o uno de 10 de los quintales de el fierro que se labra sin que perciba otra utilidad alguna». «Y si saben que cobrando el Dueño de la ferrería solo el diez por ciento por razón de arriendo es de su cuenta no solo el ponerla y mantenerla corriente sino también la composición de Herramientas y consumo de carbón que fuese necesario para ellas sin que haya cosa en contrario». 90 La primera cuenta por derechos de labranza que aparece es de 1720 y parece que entonces se abona a razón de 1,6 maravedises por quintal labrado. A los pocos años, se paga un real por quintal. En el documento que cito aparece consignada esta partida por esta segunda valoración. Y sabemos que desde su matrimonio en 1727, la hacienda prácticamente la dirige don Ignacio Villarreal. 91 A.T.U. Varios papeles del coste del hierro...


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* Pone Antonio en 10 quintales de fierro 42 1/2 cargas de carbón á razón de 4 1 /4 por quintal a 5 reales, montan 212 1/2 Se revajan 16 3/4 reales que le doi por cada 10 quintales por *"alar ; 16 3/4 (Suma esta parte) 195 3/4 * Pone Dn P° Bernardo para dhos. 10 quintales 33 1/3 quintales de vena a razón de 3 1/3 por quintal de fierro, a 20 quartos en el puerto montan 78r 15m Por la subida de la vena, y recaminarla un real por quintal de vena oQ ,, . . óór 1 lm A ios Aprestadores 6 mrs. por cada quintal de fierro Ir26m 30 escudos al año al tirador de la maior que tiene cuidado del recivo del carbón; 20 escudos al de la menor, son 750 reales y en 1.300 quintales que se reputa cada labranza, corresponde en 10 5r r oc ,, . T v A JJel Diez, uno a los oficiales, se paga elfierroa 50 reales, y entra a manta elfierrode dhos oficiales, y en los 10 se paga uno 50r Por los cestos, y cribas de cada año 60 reales; por las bendiciones y missa 12; por 4 palas, y dos escudillas de yerro 15; y por manta por cada aprestador; olla de fierro; galleta, y cama de la cabaña corresponde al año a poca diferencia 30 reales; suman todas estas partidas 117 reales al año; en 1.300 quintales de labranza, corresponden á 10 quintales 31 mrs 31 m Por el Derecho de los 16 dineros viejos por quintal que se paga al Rey, corresponde en 10 quintales un real porque hazen pagar 10 reales por 100 quintales no deviendose sino 4 reales y 24 mrs. porque los 16 dineros del fuero son de los que 10 hazen un maravedí Ir Por pasar la vena a la menor a razón de 12 reales por 100 quintales defierrocorresponde á 10 Ir 6m Por pasar los carboneros, que faltan en la menor desde las carboneras de la maior 6 escudos, toca a cada 10 quintales 23m Por bajar los 9 quintales descontado el quintal que en 10 toca a la Herrería a 22 mrs, a la lonxa 5 r 28 m 16 3/4 reales que le doy por cada 10 quintales por igualar 16r 25m (Suma esta parte) 195r3/4 Según las cifras de este documento, los costes de producción calculados sobre 10 quintales de hierro serían (reducidos a maravedises y a porcentaje): Conc

ept°

Carbón Vena Salarios Oficiales y Herrería Otros

Maravedises

7.225 2.707 2.183 1.700 65

Porcentaje

52 1 19^5 15,7 12 2 Q'5 FUNDACIÓN JU ANELO TURRIANO


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Los beneficios a repartir que se obtendrían, calculados sobre el precio de venta del hierro indicado en el documento, serían 1.420 maravedises, esto es, 41 reales y 26 maravedises por cada 10 quintales de hierro labrado. En concepto de derechos de labranza al Rey, las ferrerías de Bengolea abonaron las siguientes cantidades: Años

Importe en r ealtzs

1720-1722 1723 y 1725 1726-1727 1728-1729 1729-1732 1732-1739 1739-1741 1742 y 1743 1744, 1745 hasta agosto de 1746 1746-1749 1750-1753 1753-1756 1756-1758

204 reales 17 maravedises 150 reales 20 maravedises 281 reales 17 maravedises 136 reales 16 maravedises 346 reales 602 reales 12 maravedises 600 reales 185 reales 264 reales 24 maravedises 235 reales 700 reales 468 reales 268 reales

Por lo que se refiere a la producción de hierro labrado, las crifras que aparecen en los recibos de los derechos de labranza son las siguientes: Años

1723 y 1724 IX. 1728-VII 1729 1744 a VIII 1746 1746 a 1749 1750 a 1753 1753 a 1756

Producáón en quintales

3.200 2.900 2.648 2.310 7.000 4.680

de

Número labranzas

2 3 3

Existen datos de producción más precisos para los años comprendidos entre 1750 y 1756: Labranza cumplida por Julio de 1750: Ferreria Mayor: 826 quintales Ferreria Menor: 891 quintales Labranza cumplida por Julio de 1751: Ferreria Mayor: 662 quintales Ferreria Menor: 693 quintales Labranza cumplida por Julio de 1752: Ferreria Mayor: 794 quintales Ferreria Menor: 900 quintales Labranza cumplida por Julio de 1753: Ferreria Mayor: 869 quintales Ferreria Menor: 1.141 quintales

1.717 quintales 1.355 quintales 1.694 quintales 2.010 quintales

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Labranza cumplida por Julio de 1754: Ferreria Mayor: 802 quintales Ferreria Menor: 797 quintales Labranza cumplida por Julio de 1755: Ferreria Mayor: 624 quintales Ferreria Menor: 836 quintales Labranza cumplida por Julio de 1756: Ferreria Mayor: 750 quintales Ferreria Menor: 871 quintales

1.599 quintales 1.460 quintales 1.621 quintales

Esta producción era comercializada por los Villarreal, a través de su administrador en Bilbao, Pablo Francisco de Yrisarri, o bien directamente . La mayor parte de la misma se exportaba. En 1749 figura Pablo de Yrisarri como el segundo mayor exportador de hierro de Bilbao93. En cuanto a los precios del hierro en este tiempo, se ha hecho mención de la estimación que hace don Pedro Bernardo en el documento que hemos transcrito Para el período comprendido entre 1726 y 1750 disponemos de la minuciosa información que nos proporciona Gonzalo Manso de Zúñiga 94 . Las oscilaciones fueron frecuentes como resultado de la coyuntura crítica de todo el período con momentos de guerra, y cuando no, con amenazas de sufrirla. En cuestión de meses el precio del hierro experimentaba inflexiones notables como por ejemplo, de 76 reales el quintal en octubre de 1726, a 67 reales en diciembre de ese mismo año. La cotización más alta se registró precisamente en octubre de 1726 (76 reales), y la más baja, en el cambio de año de 1745-6 (40 reales); el período termina con unas cotizaciones de 70-74 reales en febrero y agosto, respectivamente, de 1750. ^ Mención aparte merece el asiento que don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz ajustó con el Monarca en 1705 para fabricar en sus ferrerías de Bengolea 6.000 quintales de municiones al año durante un período de seis a ocho años95. Parece bastante evidente que nuestro personaje sintió en su 92 En las «Cartas de Bilbao», op. eit., así parece indicarlo. 93 M. González Portilla, op. c i t , pág. 123. Los principales exportadores de hierro en 1749 eran según los datos que presenta el autor citado (en paréntesis, los quintales exportados)- Linch' Kelly Kelly (5.577,75); Pablo Irizarra - s e trata de Pablo Francisco de Y r i s a r r i - (5 052)' Daugerot (4.716); Sarachaga hermanos (4.124); Broune y Loudes (3.580); Darrigues y Lavigné (3.295); Goosens Lacoste (2.651,50); J u a n Larralde (2.413); José Gardoqui (1.937,50); J u a n de Lpalza (1.865); Enrique Saint Aulery (1.714); Francisco Barbachano (1.626) y Michel y Orantes (1.275). Estos citados exportaron en conjunto el 51,70 por cien de toda la exportación de ese año. 94 En las «Cartas de Bilbao», ya citadas. 95 Toda la documentación relativa a esta cuestión procede de A.T.U., leg. 32, fase 2 Comprende una instancia de don Pedro Bernardo solicitando el contrato; copia de dos pliegos de condiciones elaborados por Villarreal de Bérriz y presentadas en 1703; un contrato firmado entre don Pedro Bernardo y J u a n Cubría, fechado en Lequeitio, el día 3 de julio de 1703; un Memorial de condiciones presentado por don Pedro Bernardo al Monarca en 24 de abril de 1705- y finalmente copia del asiento fechado en el Buen Retiro, el 11 de mayo de 1705.

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vida grandes deseos de servir a la Administración real, pero sin perder la residencia en Lequitio. Hemos tenido ocasión de plantear su pretendida aspiración al puesto de superintendente de la costa de Cantabria. Antes de que sucediera esa vacante, le vemos gestionando desde 1703 el asiento con la Administración para hacer de sus ferrerías lequeitianas, ferrerías reales, comprometiéndose a ofrecer una mercancía sensiblemente más barata que la que salía de las Fábricas Reales de Eugui y Liérganes. En efecto, en la instancia que eleva al Monarca en 1703, propone don Pedro Bernardo «hazer en sus ferrerías de Beingoolea que son las mejores de todo aquel Señorío la fabricación de Bombas Carcassas, Balas, Granadas y todos los demás Pertrechos de Guerra que se fabrican en las Oficinas de Eugui en Navarra y en las de Lierganes, obligándose devaxo de ciertas condiciones á dar cada año de 3-hasta 6.000 quintales, 15 reales de vellón mas barato cada quintal de lo que cuestan a V. Mgd. en las dhas. fabricas de Navarra (,..)» 96 . En un principio, don Pedro Bernardo condiciona la firma del contrato al previo cobro de 6.000 pesos que la Hacienda real le debía en concepto de Gastos secretos del Bolsillo de Su Majestad, condición que aquella Hacienda, y más en las críticas circunstancias por las que estaba atravesando la Monarquía de Felipe V, no podía satisfacer. Ello no fue en absoluto obstáculo para su empeño. El Memorial que presentaba nuestro personaje en abril de 1705 no contenía ya esa cláusula; las condiciones que fijaba en el mismo pasaron íntegras al asiento contratado y fechado en mayo de 1705. Transcribimos del asiento a continuación lo que concierne a producción de armamento, precios y puntos de entrega de los artículos, ventajas económicas que la fabricación en Bengolea suponía sobre las fábricas reales de Eugui, Liérganes y La Cabada, duración del contrato, así como otros aspectos de interés relativos a la producción de artillería, previsiones respecto a la cotización de la moneda y preeminencias para las ferrerías de don Pedro Bernardo y para el personal laboral allí empleado: «Lo que por mi mandado se asienta, concierta y capitula con don Pedro Bernardo de Villa Real y Gamboa y Verriz, Cavallero del orden de Santiago, vezino de la Villa de Lequeitio en el Señorío de Bizcaia, es que deseando emplearse en mi Real Servizio en todo lo que alcanza su posibilidad y estado se obliga á fabricar en sus ferrerías de Beingoolea, desde octubre de este presente año de mili setezientos y cinco en adelante, seis mili quintales de a gien libras, cada año, los generos de fierro colado que se expresaran y se fabrican en las ferrerías de Eugui, Lierganes y La Cabada, con la combeniengia y vaja de prezios y condiziones siguientes. «Que le haia de pagar el quintal de Artillería a quarenta y quatro Reales de vellón; el quintal de Balería rassa a treinta y quatro Rs. de vellón; el de Balas en Ramadas, Bombas rasas, Palanquetas, Balas Punta de Diamante y Angelotes a ginquenta Rs. de vellón; el de Trabucos y Petardos á sesenta Rs. de vellón; el de Granadas de mano y Bombardetas, o Granadas Reales, sien96 Ibidem.

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do estas con cuello y refuerzos, y las de mano sin ellas, y que sean de pesso desde dos libras y media asta doze á noventan y cinco Reales de vellón; el de Bombas con refuerzos, assas y cuellos siendo la menor de quarenta libras de pesso a ginquenta y quatro Reales de vellón; el de Garcassa a gientto y diez Reales de vellón; entendiéndose cada quintal de a gien libras castellanas de á diez y seis onzas cada una, y puesto y entregado por quenta y riesgo del suplicante en el Puerto del Passague ó Bilbao en cuia proposizion hallo demás de los riesgos del mar y dilaziones en las conduziones, las diferenzias y vaxas siguientes: En cada quintal que mandare llebar de Lierganes y La Gabada a Bilbao dos Reales de vellón; en el que mandare llebar de dhas fabricas al Pasague quatro Reales de vellón con poca diferencia según la comodidad que hay de embarcaciones; en el que mandare llebar de las fabricas de Eugui en Navarra al Pasague se hallaran diez y siete Reales de vellón de combeniengia, y en el que se lleba de las dhas fabricas a Bilbao diez y nuebe Reales de vellón con muy poca diferenzia. Y nezesitando Yo portear estos generas por tierra para algunas Plazas de la frontera de Portugal hallare mas combeniengia que en las otras fabricas, pues se obligara el suplicante á entregar los Pertrechos referidos (menos la Artillería) en la Ciudad de Vitoria con un Real de vellón mas en cada arroba sobre los prezios propuestos, y en la Ciudad de Valladolid por seis Reales de vellón en cada arroba sobre dhos prezios. Y si nezesitare de dhos Pertrechos en los Puertos del Mediterráneo, y no hallare por combeniente mandarlos conduzir por mar, se obligara también el suplicante á entregarlos en la Ciudad de Tortossa por seis Reales de vellón por arroba, en que hallare también la grande combeniengia pues costaran dhos pertrechos puestos en dho Tortossa cerca de diez Reales menos en quintal que los de Navarra por lo que se vaja de conduzion y prezios de las mismas fabricas. «Que este asiento ó contrato se entienda por ocho 6 doze años los que Yo fuere servido, los quales han de empezar a correr desde primero de Junio de este pressente año de mili setezientos y ginco. «Que le haia de dar promptamente mili Doblones de á dos escudos de oro cada uno para ayuda de construir estos ingenios, hacer órnos, moldes y otras cossas nezesarias, los quales mili Doblones se han de extinguir del mismo importe de los Pertrechos que entregare en los dos años primeros. «(...) Que se le haian de dar con tiempo las ordenes de lo que se le mandare fabricar cada año para que se pongan por obra. «Que si el suplicante por sí, ó, por otra Persona tubiere que ver, reconozer y medir los ingenios de Eugui, Lierganes y La Cabada haia de mandar se lo dexen executar sin poner embarazo alguno. «Que el primer año de este contrato no haia de mandar fabricar Artillería sino los demás generas respecto de que nezesita la fabrica de la Artillería de mas dilitada prevenzion y que se asienten los ingenios. Que la fabrica de dha Artillería se entienda en la misma forma y con las mismas condiziones de Lierganes y La Gabada, no haviendo de fabricarse Gañones que pasen de veinte y quatro libras de tara. Y casso de mandar se fabriquen, se podrá executar despues de puestos corrientes los Ingenios y haziendo nuebo ajuste para los Cañones que passaren de dhas veinte y quatro libras de Bala. Y que la prueba de los Cañones haya de ser en dhas ferrerías de Beingoolea con asistengia del Ministro, ó, Persona que Yo mandare. «(...) Que caso que sea servido como lo soy de admitir este pliego, le haia

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de conzeder y dar todos los onores y franquezas que tienen las demás fabricas Reales de esta calidad y que conduxeren al adelantamiento de las fabricas y seguridad del suplicante sirviéndome de mandar despachar mis zedulas a este fin. «Que si durante este contrato hubiere vaxa, o, vaxas de moneda en las de oro, ó, plata, ó, vellón, y por ellas tubiere en los precios el suplicante alguna perdida, se le haia de satisfazer por quenta de mi Real Hazienda la que se le considerare. «Que se le ha de Despachar zedula mía para que el administrador que tiene, ó, tendrá en dichas ferrerías y fabricas de Beingoolea y todos los ofiziales que travajeren y asistieren en ellas, y para ellas gozen de todas las preheminengias, exempgiones, inmunidades de Maestros Artilleros de España, y que el sitio, cocto ó jurisdizion de la Casa Solar de Beingoolea donde están dichas ferrerías goze también de la misma inmunidad, exemp^ion y preheminengia que las demás fabricas mías»97. El Monarca concluía el Asiento ordenando al marqués de Leganés, Capitán General de la Artillería de España, diera las órdenes pertinentes para su cumplimiento. 5. El rendimiento económico del patrimonio de los Villarreal a principios del siglo XIX Para este apartado disponemos de un extracto de cuentas realizado por quien administró el patrimonio entre los años de 1803 y 1815. Se trata de una contabilidad bastante precisa, aunque no exenta de algunas limitaciones, como explicaremos enseguida. Antes de nada, hemos de indicar qué trayectoria siguió este patrimonio a la muerte de don Pedro Bernardo ocurrida en febrero de 1740. En realidad, la hacienda fue dirigida por el mayorazgo desde que contrae matrimonio en 1727, como vimos. Al fallecer don Ignacio José en 1761 sin sucesión, los mayorazgos de la familia pasaron a su hermano don Pedro José, y, a la muerte de éste en 1774, a su hija doña M. a Josefa —bajo la tutela de su madre, doña Vicenta de Barrenechea y Castaños—, que casó más tarde con don Francisco Javier de Eguía, marqués de Narros 98 . El tal matrimonio no resultó, las desavenencias de la pareja eran

97 Ibidem. Don Pedro Bernardo había suscrito un contrato con J u a n Cubría, «ingeniero de las fabricas Reales de Lierganes y de La Cavada», con el fin de adaptar las ferrerías de Bengolea a la nueva producción de armamentos y de contratar al personal técnico preciso. El salario que se estipulaba para J u a n Cubría era el siguiente: 200 escudos de plata al año; más la comida y medio escudo de jornal por día trabajado; más ocho escudos de plata por cada viaje (ida y vuelta) que tuviera que hacer a Bengolea desde su casa; más «un vestido entero de una vez». La escritura de este contrato se hizo en Lequeitio, el día 3 de julio de 1703. A.T.U., Leg. 32, fase. 2. 98 Había estudiado en el Real Seminario de Vergara. En una carta del conde de Peñaflorida a P. J . de Alava, fechada en Vergara, el 8 de julio de 1782, dice el conde: «(...) Según veo, apenas quedara aqui otro de entre los nuestros que el Melancólico Xavier Ygnacio de Eguia (...)». La Ilustración Vasca..., op. cit., pág. 650.


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numerosas, y, en esas circunstancias, doña Josefa cortó por lo sano y abandonó la residencia conyugal. Por un tiempo, residió en Londres, pasó luego a Burdeos, y, cuando pensaba regresar a su tierra, fue sorprendida por el estallido de la guerra de la Independencia por lo que quedó en suelo francés hasta que terminó la contienda en 1814. Durante este tiempo, los bienes de la hacienda, que habían sido en un principio intervenidos por don Benito Puente, miembro del Consejo Real", fueron después, a instancias de doña Vicenta de Barrenechea, administrados por don Miguel Damián Manso de Zúñiga y Villarreal de Bérriz, conde de Hervías 100 , inmediato sucesor a los mayorazgos citados. Fernando V I I concedió a doña Josefa facultad para administrar sus propios bienes el 26 de agosto de 1818. Diez años más tarde fallecía y heredaba el patrimonio don Domingo Manso de Zúñiga y Areizaga, conde de Hervías, biznieto de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. El balance económico al que nos referíamos líneas arriba está hecho, como decíamos, con bastante detalle, pero en ocasiones con no demasiado rigor. Veamos las deficiencias que presenta: las partidas, tanto de ingresos como de gastos, no siempre se expresan de manera individualizada; el producto bruto del patrimonio no se registra —hemos podido sólo calcularlo para los primeros años—; las cuentas de los mayorazgos gallegos a partir del año 1809 sólo anotan el producto líquido, que sorprendentemente no varía desde esa fecha; las rentas de Frúniz aparecen en 1804 y 1805 integradas en las de Bérriz, cuando en los años restantes aparecen entre las de Bengolea; finalmente, la renta de las ferrerías, cuando se especifica, es muy diversa, 12.000 reales (estimados en 1803), 10.000 (en 1805, pero se indica «sin cobrarse»), 3.000 (en 1806, se indica «lo que se regula»), cifra esta última que se repite hasta el final. Estas limitaciones hacen que tomemos con ciertas reservas la exactitud del balance, pero permiten que nos hagamos una idea bastante aproximada de su significación económica global, y también por mayorazgos y, en algunos casos, por rentas concretas. La hacienda que llega a doña M. a Josefa había sido incrementada con los mayorazgos de Coton y Neda que, cuatro generaciones atrás, fundara en Galicia uno de sus ascendientes. Los otros mayorazgos que componían el patrimonio, eran los de Bengolea, Bérriz y Eguiguren, incorporado este último, como quedó señalado en el segundo capítulo, en tiempo de don Ignacio José. Los ingresos procedían, en el caso de Bengolea, de la venta de carbones, producto de las ferrerías, ventas en trigo, rentas en dinero, producto de las huertas de Uriarte, del chacolí, renta de cubas y rentas procedentes de Frúniz —cuando se anotan en este mayorazgo—. El mayorazgo de Bérriz contaba con un ingreso de excepcional importancia, el patronato, al que se unían las rentas en trigo y en dinero y, en ocasiones, el producto de sus montes; también las rentas de Frúniz en los años que decíamos. En los casos 99 R.O. de 11 de diciembre de 1795. 100 R.O. de 27 de abril de 1798.

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LA ACTIVIDAD ECONÓMICA EN LA TORRE DE URIARTE...

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de los Mayorazgos de Eguiguren y de los gallegos no figuran rentas explícitas fuera de las del «Mayorazgo», salvo en alguna ocasión en que se señalan rentas de montes en Eguiguren. Los gastos, en general, se deben a los conceptos de administración; montes, braceaje y conducción del carbón; gastos en viñas y vendimia; pensiones, ofrenda y contribución (Bengolea y Bérriz); Patronato (Bérriz); obras; y, por último, gastos en las ferrerías (Bengolea). En los cuadros adjuntos podemos apreciar la significación económica de los diversos componentes de la hacienda con más claridad. Resumamos, no obstante, cuál fue el rendimiento líquido de todo el patrimonio en el período 1803-1815101: Años

1803 1804 1805 1806 1807 1808 1809 1810 1811 1812 1813 1814 1815

Ingresos Líquidos (Reales de vellón)

82.750 91.866 90.421 75.235 77.169 78.329 84.205 87.752 80.113 83.340 87.512 77.551 79.377

Evolución

Ingresos

100 111 109 90 93 94 101 106 96 100 105 93 95

Como podemos apreciar, después del alza registrada en los dos primeros años, la trayectoria que sigue después es de tendencia a la baja, si bien con algunos años de ligera recuperación.

101 T o d a esta información procede de A.H.D.V. Corregimiento. Leg. 971. N.° 1: Autos en cumplia a miento ik Real Carta Executoria obtenida por el Sr. Conde de Hervías con D. M. Josefa de Villarreal de Bérriz sobre alimentos. Año 1825, ff. 52 y ss.


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CAPÍTULO V

LOS SOPORTES MENTALES Y CULTURALES: ENTRE EL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN

1. Rasgos generales de la mentalidad de la época « D I O S N O S L I B R E D E L O C O S I G N O R A N T E S » , escribió don Pedro Bernardo en una carta fechada en Lequeitio en julio de 17181. La frase nos sirve para aludir a la persistencia de la mentalidad barroca en el mundo de nuestro personaje. U n mundo ordenado de acuerdo con esa representación, en el que cada cosa encuentra —si bien no siempre, porque la contradicción existe--, el lugar que le corresponde en el conjunto armónico universal. Para esa actitud mental la ignorancia es lo peor que puede darse porque significa el olvido del principio de orden que regula la sociedad en un conjunto armónico pero jerarquizado, pone en peligro el sistema de valores definido por los grupos privilegiados y en gran medida socializados, y puede generar, por último, una tendencia hacia comportamientos que no se ajusten a las normas establecidas. Cada individuo debe integrarse, por nacimiento o promoción social, porque tampoco se trata de una sociedad estática ni excesivamente rígida, en su estamento correspondiente, y como parte de esos cuerpos colectivos tendrá los derechos y las obligaciones que a los mismos incumben. El decoro no es otra cosa, en este contexto, que la perfecta adecuación de una conducta al modelo que le corresponde según el lugar que ocupa en la sociedad. La honra, el honor, se manifiestan, como vimos, mediante signos externos, que son los que públicamente revelan el puesto de cada cual en la jerarquía social2. 1 A.H.D.V. Fondo Ansótegui. Caja 2. Años 1718-1739. Carta de Pedro Villarreal de Bérriz a Ansótegui (1.° V I I . 1718). 2 Cfr. José Antonio Maravall, op. eit. Para la vida social en la España del siglo XVII, José N. Alcalá-Zamora (dir.): La vida cotidiana en la España de Velizquez• Madrid. 1989, especialmente los capítulos X I («La cosmovisión del Siglo de Oro. Ideas y supersticiones», por Fernando Jesús Bouza Alvarez, pp. 217 a 234), X I I («Coleccionistas y Lectores. La enciclopedia de las paradojas», por el mismo autor, pp. 235 a 253) y X I I I («La Iglesia y la religiosidad», por Carlos Gómez-Centurión Jiménez, pp. 255 a 278).

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Pedro Bernardo fue un hidalgo que alcanzó, para reafirmar más su calidad noble, el «caballerato» en la orden militar de Santiago. Vivió en una época en la que los valores de la mentalidad barroca subsisten con pleno vigor, pero en la que se constatan también serios esfuerzos, si bien minoritarios, de apertura y renovación cultural. Gomo hombre del Barroco fue orgulloso y celoso de preservar la honra y honor de su Casa, de aumentar sus preeminencias sociales, las cuales ocupan un lugar privilegiado en la escala de su estimación. Lo primero que contrata en las capitulaciones matrimoniales en las que interviene como parte interesada es precisamente lo concerniente a las cosas externas que evidencian el honor de la familia: asientos, escudos, sepulturas en lugares destacados del recinto eclesial, prelaciones y derechos que le pertenecen en cuanto señor de la Casa-Torre de Bérriz. Su interés por entrar en el servicio de la Administración real no se explica por razones económicas3, sino por razones de prestigio social combinadas sin duda a unos afanes legítimos de trabajar en favor de la comunidad. Como hombre que pertenece a un mundo ordenado según un principio jerárquico, organiza de acuerdo con ese criterio el microcosmos familiar del que es cabeza rectora. La educación y salidas profesionales que proporciona a sus hijos se ajustan plenamente a la norma de conducta de la nobleza en la que está integrado. Tras unos años de aprendizaje escolar en el colegio de los jesuítas de Toulouse, en Francia, el mayor renunciará a sus primeras veleidades militares; completará en la Corte, en cambio, la educación social que le corresponde como mayorazgo y regresará a Lequeitio para familiarizarse con la administración de la hacienda. El «segundón» hará carrera militar y recibirá «asistencias» económicas de su padre y hermano mayor mientras la paga en el Ejército no le permita «vivir con decoro», esto es, mantener la calidad de vida que corresponde a su condición. Al tercero le orientará hacia la Administración de la Monarquía. Estudiará en la Universidad de Salamanca, será Colegial del Mayor de San Bartolomé de la ciudad del Tormes, el más famoso Colegio Mayor en la España de entonces, y de aquí pasará a ocupar una plaza en el organigrama judicial de la época. Al hijo natural lo destinará al servicio de la Iglesia. La hija mayor casará con el futuro conde de Hervías y la otra, soltera, quedará a vivir en la Torre de Uñarte, bajo la tutela y dirección del padre y luego del mayorazgo. Todo, pues, responde a los modos de comportamiento que observaba la pequeña nobleza de su tiempo. No parece, sin embargo, que las decisiones de Pedro Bernardo, salvo quizás en el caso del primogénito, inclinado en un principio, aunque de manera pasajera, hacia lo castrense, fueran contrapuestas a los deseos de los interesados, tal y como se infiere del contenido de la correspondencia filial, si bien lo que más trasluce aquel epistolario es, por parte de los hijos, un

3 Cuando aspira al puesto de superintendente de la costa de Cantabria señala que el sueldo no le interesa. En el Asiento que ajusta con Felipe V en 1705 para fabricar armamento en sus ferrenas, renuncia al cobro de los atrasos que la Hacienda real le debía de los Gastos del bolsillo de Su Majestad.

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profundo respeto hacia la patria potestad y una aceptación natural, sin reservas, del orden establecido. En la mentalidad de don Pedro Bernardo se acusa igualmente otra influencia no menos poderosa. La que proviene del medio y tiempo social concreto en el que su vida se inserta, es decir, la herencia mental que recibe por ser hidalgo vasco que vive entre el siglo X V I I y el X V I I I . El siglo X V I I fue en general para toda Europa un siglo de crisis en lo demográfico —reaparecen las terribles pestes y hambrunas del siglo XV—, en lo económico y en lo político. Los efectos de aquella crisis se prolongaron a las primeras décadas del siglo siguiente. Pero en lo cultural el balance no es en absoluto desolador. Durante aquel siglo se registró un notable progreso del pensamiento científico y del racionalismo que posibilitaron una revolución científica cuyos sujetos protagonistas fueron Francis Bacon, Kepler, Galileo, Descartes, Pascal, Torricelli, Harvey, Newton y Boyle, entre otros. La obra realizada por todos estos precursores cimentaría el nacimiento de la ciencia moderna que se produce en el siglo X V I I I . Por de pronto, lo que hizo fue traspasar las fronteras y difundirse en los medios culturales de Europa. El profesor Antonio Mestre, entre otros, ha destacado el esfuerzo de clérigos y nobles españoles que, reunidos en círculos académicos ajenos a la institución universitaria —sometida aquí, como en Europa, a los controles escolásticos—, comentan los libros de los autores extranjeros citados, y, una vez embebidos de las nuevas doctrinas y saberes, procuran extender su conocimiento divulgándolo entre sus coetáneos 4 . Son los «novatores» españoles, abiertos a Europa, cuyas corrientes culturales de raíz francesa, italiana, alemana y/o inglesa les son conocidas, que reclaman ya la aceptación por parte de la sociedad de los nuevos postulados, preparando con anticipación y debidamente el terreno en el que tendrá lugar la eclosión ilustrada posterior. A este grupo de novatores pertenecieron en el País Vasco los hermanos J u a n Bautista y Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. La hidalguía universal, propia del país en el que viven, hace compatible, la condición noble y la dedicación al trabajo. La «limpieza de sangre» no se pone en entredicho por el ejercicio de un oficio si está suficientemente demostrada la ascendencia vasca de quien lo practica. Nuestro personaje empezó a trabajar en las ferrerías de su hacienda a los 18 años, cuando alcanzó la emancipación. A partir de esa fecha, año 1687, pasó más de 50 años dedicado a la administración de su patrimonio, tarea que combinó, cuando no supeditó, a su auténtica vocación de hombre estudioso y abierto a las corrientes culturales foráneas. Pero Pedro Bernardo por encima de todo fue un hombre pragmático, que aplica los métodos empíricos en los procesos de transformación que emprende,

4 El I I Congreso Nacional de Historia de la Medicina, celebrado en Salamanca en 1965, dedicó varias de sus sesiones a valorar la aportación científica de los «novatores». Siguiendo en la misma línea está la obra de Antonio Mestre: Historia, fuerosy actitudes políticas (Mayansy la historiografía del siglo XVIIl), Valencia, 1970.

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como la conversión de la m a d e r a de sus montes en los barcos que construye o en materiales que aprovecha p a r a la reedificación de sus casas; que se apoya en la experiencia igualmente cuando trata de mejorar el funcionamiento de sus ferrerías o de repoblar sus fincas con el plantío de árboles. Sin llegar a comprender quizá plenamente los principios fundamentales en que se basaba, estos hombres tipo Pedro Bernardo, eminentemente prácticos, contribuyeron decididamente al avance de la tecnología de su tiempo 5 . N a d a mejor que el propio testimonio de nuestro personaje p a r a conocer su procedimiento de trabajo. Lo expone en su libro en la parte dedicada a las herrerías: «El año de 1694, en que empecé à cuidar de las Herrerías de Bengolea, reparé que sus ruedas eran de nueve pies de diametro, con doce palas, y las cintas, ò macos de à medio pie de gruesso, y sobre necessitar de mucha cantidad de agua en cada golpe de mazo, hacían suspenssion: y sin mas noticia entonces, que el aver visto se avia puesto en una Herrería, que reedifiqué en Berriz, una rueda de diez pies de diametro, hice animo de hacer en otra forma la primera rueda, que se fabricasse: no tardò mucho tiempo en llegar este caso: hice una rueda de 10 1/2 pies de diametro: y porque las canales perpendicular, y orizontàl, por donde cae el agua, y mueve la rueda, estaban de servicio, todo lo que se pudo se creció el circulo en los macos, y con animo de alargar las palas, quando llegasse el caso de hacer nuevas dichas canales, se pusieron las palas de solo pie, y quarto de largo: quise estrechar la canài perpendicular por donde cae el agua, pero me dixeron los Oficiales no avia para que, porque si tuviesse demasiada fuerza, se remediaba facilmente con no dàr toda la agua: empezó a trabajar, y fue tanta la violencia, que en tres meses se rompieron veinte y un mangos, por mas que se encargaba à los Oficiales no diessen tanta agua; pero echando la culpa à la mala calidad de los mangos, y otros pretextos, se hizo el daño: y porque no prosiguiesse, se estrechó la canài con unos tablones, y quedó en buena proporción. «En vista de lo bien que salió esta rueda, hicieron otra semejante en la Herrería de poco salto, y salió muy mal: porque como las Herrerías baxas necessitan de mas agua, han menester las palas correspondientes à la cantidad del agua. «Con estas experiencias, y con lo que desde mi juventud fuy inclinado à las Mathematicas, me dediqué à la Statica, en cuyos Tratados hallé toda la satisfacion que quise, y un gusto grandísimo en hallar mis experiencias muy correspondientes à las reglas que hallaba en los Autores: y assi mi inclinación se fue cebando, y aumentando tanto (...)»6.

5 Cfr. T.K. Derry y Trevor I. Williams: Historia de la Tecnologia, 2 vols. Madrid, 1977, especialmente los dos últimos capítulos del primer volumen. Para nuestro caso, es especialmente importante la consulta de las obras ya citadas de José Antonio García-Diego. Sobre la historia de la ciencia, en general, las varias obras de López Pinero; una buena síntesis, en José M . a López Pinero: «Historia de la ciencia e Historia», Once ensayos sobre la historia. Madrid, 1976, pp. 145 a 157. 6 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., pp. 45 a 47.

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2. El componente religioso en la mentalidad de la época No podemos subestimar la importancia de la religión en la configuración de la mentalidad de aquel tiempo. Cierto que ya no ocupa las posiciones encumbradas de los siglos medievales y que el proceso que tiende a erigir razones explicativas de carácter profano para los problemas que afectan al hombre y a su entorno avanza lenta pero inexorablemente amenazando la preeminencia de la religión hasta entonces indiscutida. El historiador Richard Herr escribe: «A mediados del siglo X V I I , la Iglesia de Cristo había perdido la suprema autoridad social que siempre había mantenido. La Reforma había destruido su unidad, y del caos surgió la realidad, justificada pronto por la teoría, de la libertad de conciencia. Al mismo tiempo, la Iglesia cayó bajo el dominio del Estado en muchos países. Ni aún la más poderosa de las muchas iglesias que ahora pretendían ser las únicas capaces de interpretar la palabra de Cristo tenía ya la influencia política de antes. La paz de Westfalia se firmó en 1648, contra la voluntad de la Iglesia Católica Apostólica Romana, y el que esta la condenase no impidió que aquella fuese aceptada. Este desacato a la voluntad papal simbolizaba la determinación — y la facultad— de los reyes católicos de ser, en el futuro, primero reyes y católicos después. Hacia esta fecha, todos los campos del pensamiento se vieron invadidos por el deseo de emanciparse de la religión y de la teología tradicionales» 7 . Pero ni en Europa, ni mucho menos en España, el período de la Pre-Ilustración significó para la mayoría de los intelectuales romper totalmente con los principios religiosos esenciales. La Iglesia siguió ejerciendo en todas partes, si bien con distinta intensidad, una destacada influencia desde una triple plataforma muy integrada en el seno de la comunidad social: la enseñanza, la beneficencia y la propiedad. Los colegios escolares de mayor prestigio estaban a cargo de las órdenes religiosas, particularmente de los jesuítas; a falta de una socialización de la beneficencia a cargo de los poderes públicos, era la Iglesia quien especialmente se encargaba de atender este tipo de establecimientos; como gran propietaria, la institución eclesiástica daba trabajo a un número elevado de colonos y artesanos. Obviamente, la influencia mayor se ejercía desde el ritual litúrgico, en la práctica religiosa del individuo, cuya vida venía marcada por su periódico paso por la Iglesia para el bautismo, confesión, comunión pascual, confirmación, matrimonio y recepción de los últimos sacramentos, previos al fallecimiento y posterior inhumación. El púlpito y las visitas misionales constituían una tribuna de relevancia excepcional para difundir la doctrina a una población que mayoritariamente era analfabeta. En el caso de España, esto se daba de una manera más acentuada. La identificación de su Monarquía con la religión católica fue bastante acusada. La guerra de Sucesión, como vimos, fue planteada por Felipe V en términos 7 Richard Herr: España y la revolución del siglo

XVIII.

Madrid, 1988 (2. a edición), pág. 3.


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de lucha para la defensa de esa religión cuya permanencia en el suelo peninsular, se decía, estaba amenazada por los otros contendientes, heterodoxos. «La Iglesia española —ha escrito Palacio Atard— era uno de los puntales constitutivos de la sociedad. En el siglo X V I I I mantenía todo su vigor y fortaleza. Por su organización, por su prestigio cultural, por su ascendiente político, por la cuantía de sus riquezas, por su influjo sobre las conciencias, era al mismo tiempo, y dentro del Estado, un poder espiritual, político y económico»8. El fundamento de esta influencia, como señaló Domínguez Ortiz, «hay que buscarlo en el sentimiento profundamente religioso, lleno de veneración y respeto, que los ministros del Altísimo despertaban en todos los seglares, desde el más humilde labriego al monarca de ambos mundos». En el umbral del siglo xvm, don Pedro Portocarrero, patriarca de las Indias, escribió una obra en la que comentaba la situación privilegiada que disfrutaban los miembros del clero en el Estado español: «No hay Reino donde los eclesiásticos gocen más preeminencias que en España. A los cardenales da el rey silla igual, y los sale a recibir y acompañar en la primera visita; tienen asiento en la capilla enfrente de su cortina, con diferencia y separación de los ministros de testas coronadas; a los obispos llama reverendos padres, y por ley del Reyno todos son de su Consejo; a ningún sacerdote da a besar su mano, ni permite que le hablen de rodillas, estimando más el caracter que el rendimiento a la magestad. En todas las ocasiones de función en que asiste el rey, siempre tienen antelación los eclesiásticos»9. ¿Cuál era la situación de la Iglesia en el País Vasco?10 A grandes rasgos podemos destacar algunas peculiaridades de aquel clero, que creo importantes para comprender el papel que representaban en el seno de la comunidad. Se trata de un clero que carece de unajerarquía inmediata. El País Vasco en aquel tiempo estaba integrado a efectos de jurisdicción eclesiástica en la diócesis de Calahorra, cuyo obispo ejercía su autoridad sobre el clero vasco a distancia, salvo cuando realizaba su visita pastoral —al recibir el nombramiento, y las restantes con una periodicidad nunca inferior al año—. En consecuencia, es un clero bastante autónomo, que no está acostumbrado a obedecer, que no conoce, por otra parte, la diversidad de dignidades ecle8 Vicente Palacio Atard: La España del siglo XVIII. El siglo de las reformas. Madrid, 1978, pág. 55. 9 Teatro monárquico de España, en que se contienen las mas puras y católicas máximas del Estado... Madrid. 1700, cap.° 23. Tanto ésta, como la cita anterior, proceden de Antonio Domínguez Ortiz: Las clases privilegiadas..., op. cit., pp. 410-1. Por cierto, el citado cardenal Protocarrero hizo en 1705 Obispo auxiliar suyo, con el título de Obispo de Nicópolis, el vizcaíno don Atanasio de Ezterripa y Traña-Jáuregui, hasta entonces canónigo de San Justo en Alcalá. Labayru, op. cit., t. VI, pág. 10 Cfr. Miguel Artola Gallego: «La sociedad vasca en el siglo XVIII y su proyección hacia América», (Conferencia de clausura), AA.VV.: Los Vascos y América. Actas de las Jornadas sobre «El comercio vasco con América en el siglo XVIII y La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas» Bilbao. 1989, pp. 469 a 477.

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siásticas que se establecen en torno al titular de una sede episcopal. No se aprecia aquí una clara división entre alto y bajo clero. Se trata, en otro sentido, de una Iglesia con no demasiados recursos económicos11. Apenas tiene propiedades y la percepción del diezmo —que, por otra parte, es difícil de aplicar fuera de la actividad agraria— recae en un buen porcentaje en los patronos laicos existentes en el País. Tenemos el ejemplo de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, patrono de la Iglesia parroquial de San Juan de Bérriz y de su aneja de Garay, que cobraba las sustanciosas rentas decimales, y, como contrapartida, sostenía con una dotación en absoluto comparable, al beneficiado encargado de asistir espiritualmente a aquella población, curas que, por otra parte y en este caso, siempre fueron miembros de su familia. En tales circunstancias, aquel clero, con un bajo nivel de renta, se encontraba muy próximo a los sectores populares de la comunidad, su penetración en los medios sociales era profunda y estrecha su relación con una feligresía que acataba respetuosamente sus orientaciones doctrinales. La presencia, pues, del factor religioso en la vida social era notable. Las ceremonias religiosas de carácter extraordinario fueron numerosas en este tiempo y no era raro que duraran varios días. Aparte los festejos por los patronazgos declarados en este tiempo, como vimos, de San Ignacio y de Nuestra Señora de Begoña, Vizcaya celebró solemnemente en el templo y en la calle las canonizaciones del Papa Pío V, en 1713 —en esta ocasión en unión con los dominicos del Hospicio de las Encartaciones a cuya orden había pertenecido el citado Papa—; las de los jesuítas San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka, en 1727; y diez años más tarde, la del Beato San Juan Francisco de Regis, también jesuíta 12 . Don Pedro Bernardo asistiría probablemente a estos actos, sobre todo a los dos últimos, ya que sentía un especial apego a los jesuítas, a cuya Compañía pertenecía su hijo Francisco Joaquín. Las celebraciones consistían en una procesión por las calles próximas a la Iglesia donde más tarde tenía lugar la misa y predicación solemne 11 Desde finales del siglo XVII, y, al menos, durante las tres primeras décadas del XVIII, el cabildo eclesiástico bilbaíno se opuso a la instalación de los carmelitas en la Villa alegando precisamente la falta de recursos económicos para su sostenimiento. Ello dio origen a una interesante polémica en la que salió a relucir el desarrollo material experimentado en Bilbao a lo largo del siglo XVII, debate que nos proporciona alguna luz para desmitificar o, al menos, mitigar, la intensidad de 1a. crisis de ese siglo en esta comunidad. D o n j u á n de Bilbao la Vieja, caballero de Santiago, opinaba, por ejemplo, que la presencia de los carmelitas sería un gran fruto espiritual, y no gravosa, porque en este tiempo «aumentó mucho el comercio de la Villa y se construyeron muchas casas 'suntuosas', muchas de nueva planta, y había cerca de 300 comerciantes muy ricos». Por su parte, Don Domingo de Leguina, beneficiado de Bübao y ex-fiscal de la Inquisición en Pamplona, señalaba que «en este siglo aumentó en la mitad el número de vecinos de la Villa, tres partes de cuatro el comercio; que por un solar que rentaba 150 reales al año se dio en la compra más de 4.000 ducados». Apuntaba también que «si la votación de la instalación de los carmelitas fuese secreta sería favorable a éstos, pero que en el Ayuntamiento había muchos deudos y parientes de los del cabildo y tenían hijos expectantes para beneficios y no querían malquistarse con los del capítulo de beneficiados». Toda la información procede de Labayru, op. cit., t. V, pp. 581 y 582. 12 Labayru, op. cit., t. V I , pp. 64, 152 y 208, respectivamente.


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en la que se ponía de relieve la vida ejemplar del nuevo santo con el fin de reafirmar el valor de las obras en el plan de salvación13. También se ocupó el Señorío en 1732 de secundar al Monarca Felipe V en su petición a Roma con el objeto de declarar el dogma de la Inmaculada Concepción. Más aún, en la Junta General que tuvo lugar el día 16 de mayo de 1736, se acordó por unanimidad emitir «el juramento de defender y sustentar perpetuamente el misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, y que los señores del Gobierno Universal de Vizcaya, al tomar posesión de sus cargos, lo repitiesen»14. Por entonces asimismo, se inició en España el culto al Sagrado Corazón de Jesús, gracias a la dedicación de muchos miembros del clero, entre ellos no pocos de origen vasco, como el guipuzcoano P. Agustín de Cardavéraz. En Bilbao, se celebró el primer sermón en honor del Sagrado Corazón en la parroquia de San Antonio Abad, el día 11 de iunio de 173315. En Lequeitio, además de celebrar los acontecimientos referidos, la festividad de San Pedro tenía una especial significación por ser el patrono de la Cofradía de Mareantes. Lo profano y lo religioso se mezclaban en estrecha comunión, y los festejos acaparaban la atención y participación del vecindario durante cinco días, enlazando la fiesta de San Pedro (29 de junio) con la de Nuestra Señora, que celebraban el 2 de julio. Así se describen aquellas fiestas: «Es mucho el gasto que hacen los mayordomos el dia de San Pedro y los siguientes, pero bien empleado; en obsequio de tan grande patrón, forman danza de espadas con tamboriles y caja y empieza la fiesta, desde la víspera del Santo hasta el dos de Julio todos los dias hacia el anochecer se hacia hasta ahora muy pocos años la celebre danza crineterada llamada Bizanacerretia; tenia diferentes mudanzas de volatines pelea puestos unos sobre otros encima de brazos y hombros y se remataba andando todos sobre un pie, y del otro iba agarrado el que subseguía; el que guiaba traia en la boca un tironcillo ardiendo y con esto en la postura sobre dicha iba quemando á cada uno las barbas, y para esto la porfía y resistencia andando todos sobre un pie y agarrados del otro, era para la gente que miraba de grande risa y complacencia; el dia del Santo se saca en su altar; á las nueve misa solemne y procesión dentro de la Iglesia con reliquia de San Andrés, hacen el besamano los mayordomos, ante todo el regimiento de la cofradía: á misa mayor hay sermón y acaba la danza guapa en la plaza; á la tarde todo es fiesta alegre; al otro dia se dice la misa por los difuntos mareantes, y despues pasa la cofradia con la danza de las espadas y tamboriles á la casilla de la Atalaya donde elijen los mayordomos nuevos: á la tarde, de tiempo inmemorial, hasta el año mil seiscientos noventa, salian de casa del mayordomo viejo mas anciano, donde estaba la arca celebrada y llamada de San Pedro, la dicha danza de espadas, el arca en 13 El Concilio de Trento, en clara respuesta al dogma luterano de que la fe era suficiente para la salvación, había recalcado el mérito de las obras, junto con la fe, para alcanzar la vida eterna. 14 Labayru, op. cit., t. VI, pp. 180 y 197, respectivamente. 15 Ibidem, pp. 186-7.

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hombros de muchachos, y encima el bulto de San Pedro, que se trae ahora en procesión, despues iban tres marineros con mascaras, capas plubiales de terciopelo colorado la una, y las otras dos de buena tela doble, sus coronas á modo de mitra en las cabezas, el del medio llevaba una llave grande de plata sobredorada y los de los lados sus cetros grandes dorados, detras iba el regimiento de la cofradia con bandera y gran acompañamiento andaban por todas las calles y Naza donde se dice se hacia la ceremonia de querer echar a San Pedro al mar preguntando so les daría mucha pesca y respondía Que si: de esta suerte iban á la casa del mayordomo nuevo mas anciano donde entregaban el arca en nombre de posesion del empleo y refrescaban y merendaban á toda satisfacción; luego venian á la casa consistorial como ahora y se hacia y se hace, buena corrida de bueyes y torillos y después ofrecen danzas a las repúblicas circunvecinas y del dezmatorio; todas las tardes y noches habia mojigangas y enmascarados y la gala era echar agua á la gente y en particular á las mozas, lo que las justicias aun con castigo no pudo atajar; hasta ahora muy pocos años y se seguía mucho escandalo y graves disensiones: En dos de Julio dia de Ntra. Sra. despues de la procesión del Rosario hacían y hacen otra corrida igual los mayordomos nuevos, y toda la ñesta adherente. «Era preparación de esta ñesta el paseo que llamaban se hacia á la tarde de San Juan Bautista, al ponerse el sol iban á los nogales de Auria el cabildo eclesiástico y los dos regimientos, se empezaba allí la danza y detras marchaban el dicho cabildo, con manteos y bonetes, y los dos regimientos en forma hasta dicha Naza y de aquí á la plaza: estos abusos quitó el dicho año de mil seiscientos noventa el venerable Ilustrisimo Señor Pedro de Lepe en su visita con admirable prudencia y discreción pues exhortando y hablando á las partes con gran benignidad, dispuso con consentimiento de todos en lugar de los dos abusos, las dos procesiones que se hacen, la tarde del otro dia de San Pedro y la que se hace el dia de San Juan Bautista á las siete de la tarde»16. Los actos civiles relevantes del Señorío, por otra parte, no se concebían sin una introducción de carácter religioso, generalmente en la Iglesia de la Antigua, si tenían lugar en Guernica, o en las de San Andrés (de los jesuítas) o San Antonio Abad, si se hacían en Bilbao. Las autoridades civiles coadyuvaban eficazmente en mantener alta la moralidad pública, y sencillas las costumbres del vecindario, como por ejemplo, cuando el Ayuntamiento general de Bilbao tomó el acuerdo (24 de febrero de 1657) de suprimir «la mala costumbre que empezaba a introducirse en ella (la Villa), de que a las señoras acompañasen en sus salidas de casa ciertos lacayos o gentileshombres en ostentación de su grandeza y contra la primitiva sencillez en que se vivía», mediante la pena, si tal ocurría, de 50.000 maravedises «la primera vez que contraviniere; y por la segunda, doblada la pena pecuniaria, y que por la tercera se procederá con todo rigor de justicia como con Rebeldes á los mandamientos della, y que incurran también los escuderos y gentileshombres y criados que salieren acompañando, y en pena de 30 días de cárcel por

16 Descripción sumaria..., (año 1740), pp. 279 a 281.


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la primera vez, y por la segunda, de 60 días, y que por la tercera serán desterrados por seis años desta Villa y su jurisdicción» 17 . O, cuando la Diputación General (26 de noviembre de 1732) decretó «que ninguna persona (de aquí en adelante) de qualquiera calidad y distinzion que sea no sea osado a danzar ni bailar al son del dicho tamboril ni de otro instrumento alguno en funciones públicas sino con los de su sexo, sin causar escándalo ni ofensa de Dios. Pena de 10 ducados y 20 días de cárcel que inviolablemente se le imponen al que contreviniere, y 20 ducados al Alcalde, Fiel o Justizia de la Jurisdizion donde se tolerare»18. En 1740, la Diputación General (sesión celebrada el día 8 de marzo) prohibió en todo el territorio del Señorío «las rondas de solteros despues del toque de oraciones "por causar molestias y ser nota de escándalo en las anteiglesias"»19. No siempre, sin embargo, hubo coincidencia de pareceres entre la jerarquía eclesiástica y la autoridad civil, pero en estos casos prevaleció la opinión del Obispo, como sucedió en 1672, cuando don Gabriel de Esparza, Obispo de Calahorra y La Calzada, publicó un edicto en el que «atento á la desnudez de pecho y espaldas conque algunas señoras entraban en las iglesias y acudían á los oficios divinos, prohibió esta indumenta mujeril, añadiendo que tampoco se las admitiese para los sacramentos del bautismo y matrimonio ni se las oyese en confesión "aunque lleven los pechos y espaldas cubiertos con velos y otras cosas"». La prohibición del Obispo afectaba a toda la Diócesis, pero fue particularmente mal recibida por el Ayuntamiento de Bilbao, «que trató de salir á la oposición de lo mandado, y en la demanda interpuesta acudió a la Chancillería de Valladolid por no haber dado el prelado la apelación de su mandamiento y edicto». Los letrados contratados por el Gobierno del Señorío para este asunto aconsejaron «discreción», y desde Madrid se le advirtió al Ayuntamiento bilbaíno que el Obispo «puede estorbar el que con trajes escandalosos o menos decentes entren sus súbditos en las Iglesias, de suerte que Su Ilustrisima usaba de su derecho y en su jurisdicción a donde ningún juez secular le podía impedir» 20 . Tal dictamen expresaba sin ningún género de dudas el reconocimiento del poder jurisdiccional que la Iglesia ejercía en sus propias demarcaciones administrativas. A este Obispo se debió también el que las romerías nocturnas en el Santuario de Urquiola dejaran de ser mixtas a partir de 1675. Consciente, en efecto, el citado Obispo de que «las personas que ban de Romería tienen debocion de quedarse de noche en la dicha hermita, y para consuelo de ellas dava y dio Su Ilustrisima licencia para que se puedan quedar con tal que las dichas personas solamente sean hombres ó mugeres, y no mezclados unos con otros, y mandava y mandó que la noche que se quedaren mugeres no quede en la dicha hermita hombre alguno, y en la noche que estuvieren hombres no entre muger alguna». La

17 18 19 20

Labayru, op. Labayru, op. Ibídem, pág. Labayru, op.

cit., t. V, pág. 407. cit., t. V I , pág. 181. 227. cit., t. V, pp. 469 y 470.

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Figura 7. — Mapa de Biscaia, dedicado a Juan Bautista de Villarreal. (Cortesía de D. José María de Areilza).

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infracción a semejante norma estaba castigada nada menos que con «la pena de excomunión latae sententiae»21. En el hogar de don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, lo religioso constituyó un valor preeminente en la escala de valores familiar. Una religiosidad que ofrecía formas variadas como la práctica frecuente de los sacramentos, el rezo diario del rosario en familia —según se deduce de la correspondencia filial—, generosidad y prodigalidad de donativos, asistencia puntual a los actos misionales que ocasionalmente tuvieron lugar en Lequeitio. Aquí, como en el resto del Estado español, se llevaron a cabo con cierta frecuencia misiones dirigidas generalmente por dos clérigos con el objeto de fortalecer el fervor de la población mediante la celebración de sermones, ejercicios espirituales —los que más convencían a don Pedro Bernardo eran los de San Ignacio de Loyola 22 — y penitencias, actos en los que participaba todo el vecindario. Esta práctica no estaba exenta de artificiosidad y de efectismo desmedido, muy propios de la mentalidad barroca que aun persiste 23 . En la práctica religiosa destaca igualmente el papel que se concede a las reliquias, a cuyo culto fueron también muy devotos los moradores de la Torre de Uñarte 2 4 . En este contexto, y para mantener la vivificación religiosa que los ejercicios misionales de 1714 habían despertado en el vecindario, por iniciativa de quien había dirigido las mencionadas misiones, don Manuel Saenz de Yzquierdo, secundado por el cabildo eclesiástico y un número de laicos de la villa, se fundó en Lequeitio la llamada «Escuela de Cristo» el día 18 de setiembre del citado año 25 . Para entonces existían bastantes fundaciones de

21 Ibídem, pp. 483 y 484. 22 E n carta a su hijo Francisco Joaquín (3 abril 1721), ya citada, don Pedro Bernardo reconoce que los Ejercicios de San Ignacio eran «verdaderamente la maior cossa que en la Christiandad se ejecuta, en mi opinion (...)». 23 Sobre este tema es imprescindible la consulta de la obra de Julio Caro Baroja: Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVIy XVIl). Madrid. 1985. 24 A. T . U. Leg. 16, fase. 6: Correspondencia filial. En una carta de Pedro José a su padre don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, fechada en Madrid, el día 25 de marzo de 1737, le comunica que «en otra ocasion embiare una cagita de Reliquias que me dio el cardenal Belluga con algunas medallas en que avra indulgencia aplicada in articulo mortis». En el inventario de bienes de d o n j u á n Bautista Villarreal (A. T . U . Leg. L X I V ) aparecen por ejemplo (número 34) «las reliquias que fueron de el Excelentissimo Señor Dn. Luis Francisco de la Cerda y Aragón, duque de Medina Coeli, de Alcala de Segorbe y Cardona, que me las dejo quando murió en memoria suia, y consisten en tres Piezas; la una de figura redonda de plata dorada en que ai las reliquias siguientes, que están gravadas en el mesmo reliquario y corazon de oro esmaltado; en que ai una porcion del corazon de San Diego de Alcala con otras reliquias, una medalla de plata de la Congregación de los 72: esclavos de la Virgen Santissima, fundada en los Trinitarios Descalzos de Madrid, estas tres piezas con una cadena de oro, conque las traia Su Excelencia al cuello». 25 Archivo Diocesano. Parroquia de Santa María, de Lequeitio. Escuela de Cristo. La documentación hace referencia a los epígrafes siguientes: «Hermanos y ordenanzas, 1714-1806» (Signatura 15-02, Microfilm A-275); «Cuentas y limosnas» (Signatura 15-03, Microfilm A-275) y «Actas y elecciones, 1806-1888» (Signatura 16-01, Microfilm A-275).


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este tipo, muchas enclavadas en el País Vasco 26 , y algunas, en Andalucía. Durante las décadas siguientes, y a lo largo del siglo, el movimiento se fue extendiendo a otras regiones de España. En la fundación de la Escuela de Cristo de Lequeitio participaron 50 personas, 20 de ellas pertenecían al estado eclesiástico; entre los laicos, el primero que figura es don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Veamos las características de la Escuela, según se deduce de sus constituciones y estatutos. Se trataba de una corporación que limitaba el número de sus «hermanos» laicos a 3027, limitación que no afectaba a los eclesiásticos. La selección de los miembros, cuya decisión última correspondía a la J u n t a de Ancianos 23 , era rigurosa, examinándose con especial atención la vida y costumbres que observaba el aspirante 29 . Al realizarse el ingreso se debían abonar seis reales de vellón; asimismo había que satisfacer, si bien se excusaba a los verdaderamente pobres, una cuota anual de cuatro reales 30 . Todos los martes del año celebraba la Escuela sus ejercicios, puntualmente, a las cinco de la tarde los martes comprendidos entre San Miguel y la Pascua de Resurrección, y los restantes, a las seis y media 31 . La falta injustificada de asistencia a estos actos determinaba una amonestación de la Junta de Ancianos como paso previo a la expulsión si el inasistente reiterado no hubiera enmendado su conducta a tiempo 32 . También era motivo de expulsión un comportamiento «poco recogido y escandaloso», que, además de ofender a Dios, restaba crédito a la Escuela 33 . La artificiosidad barroca a la que aludíamos líneas atrás, se manifestaba con todo su esplendor en los ejercicios de la Escuela:

26 Estaban unidas a la Escuela de Cristo de Lequeitio las de San Sebastián, Fuentenrabía, Hernani, Tolosa, Azteazu, Azpeitia, Azcoitia, Motrico, Elgoibar, Guetaria, Bergara, Mondragón, Bilbao, Durango, Elorrio, Guernica, Marquina, Amorebieta y Eibar. 27 Archivo Diocesano. Parroquia de Santa María de Lequeitio: Libro en que se refiere el principio, constituciones, Reglas y Exercicios que se han de practicar en la Venerable y Sancta Escuela de Chisto de esta Noble y Leal Villa de Lequeitio, en donde asi bien se ponen las Elecciones, admission de hermanos y decretos de la dicha Sta. Escuela. Signatura 15-02. Artículo 5. 28 Ibídem, artículo 6. La votación la hacían los «hermanos» utilizando un Aba (sic) negra, para negarla, y blanca para aceptarla. Si se daba este último caso, la J u n t a de Ancianos lo notificaba al «Esclavo Mayor», quien se encargaba de transmitirlo a la corporación en la primera ocasión que se presentara. 29 El día 19 de septiembre de 1723 se aprobó el ingreso de don Ignacio de Villarreal de Bérriz para cubrir la vacante por fallecimiento de don Jacobo de Gamarra. Habían solicitado varios la plaza. Ibídem, pág. 57v. 30 Ibidem, artículos 7 y 19, respectivamente. Este último decía literalmente: «Que por quanto en esta escuela son prezisos algunos gastos, cada hermano al año dé quatro reales de vellón; pero adbiertese que si alguno o algunos de los hermanos fueren tan nezesitados que su posibilidad no llegue a esta contribuzion sin mucha dificultad, en este lanze adbitre la J u n t a de Anzianos lo que mas combeniente juzgare en la escuela misma como también hallándose dinero de sobra en poder del sindico puede distribuir en obras pias mirando en particular al socorro de las Animas del Purgatorio». 31 Ibidem, artículo 8. 32 Ibidem, artículo 9. 33 Ibidem, artículo 15.

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«En la Sala o quadra donde se han de hazer los exercicios ha de haver un Altar (...) y se pondrán a los lados dos cruzes grandes, dos coronas, dos sogas, dos calaveras y dos manojos de disciplinas. A lo ultimo de la sala estara una mesita con un cajón para guardar en el los libros de devozion, relox y campanilla, y sobre la mesa se pondrá un Santo Xpto con dos luzes a los dos lados y una calavera, relox, campanilla y libros de meditazion para la leczion. Poco antes de la ora señalada para entrar en los exercicios se enzenderan las luzes y juntos todos los hermanos sin manteos, capas, espadas, ni sombreros, zerrada la puerta en dando la ora puestos todos de rodillas y cruzados los brazos se dara principio a los exercicios (,..)»34. Durante la celebración de los ejercicios estaban totalmente prohibidas las formas de cortesía en atención a que en la Escuela sólo se practicaba la humildad y la penitencia 35 . También estaba absolutamente vedada la entrada a quien no fuera miembro de la Escuela, exigiéndose a éstos una completa reserva y discreción acerca de lo que se practicaba en la hermandad 36 . Fuera de la reunión semanal, se practicaban visitas a los enfermos de la villa y a los pobres de su hospital, «exortandolos mucho a que con todo afecto los miren entregándose con todo corazón a toda servidumbre en particular a limpiarlos, hazerles las camas y consolarlos, acariziandolos y animándolos a la paciencia en los travajos poniéndolos delante algunos de los lanzes de la Pasión de Jhesuchristo» 37 . La Escuela de Lequeitio celebraba con especial esmero la festividad de la «Reina de los Angeles de la Virgen Sanctisima en sus Dolores», que fue elegida su Patrona, con una misa cantada «en que comulgarán todos los hermanos» 38 . La estructura directiva de la institución estaba compuesta de un Presidente (Esclavo Mayor), cuatro Consiliarios (dos sacerdotes y dos laicos), un secretario (que debía de pertenecer al clero), un síndico y la Junta de Ancianos (integrada por el esclavo mayor, los consiliarios, el secretario, el síndico y seis hermanos). Existían además los oficios de sacristán, portero, enfermero y maestro de novicios. Todos estos cargos se renovaban cada cuatro meses. Don Pedro Bernardo fue elegido en distintas ocasiones como consiliario y miembro de la Junta de Ancianos 39 . Por último, podemos indicar que la Escuela fue heterogénea desde el punto de vista social a juzgar por las relaciones nominales que figuran en la documentación.

34 Ibidera, pág. 1. 35 Ibidem, artículo 1. 36 Ibidem, artículos 2 y 3, respectivamente. El 3 decía: «Que ninguno de los hermanos diga cosa alguna de lo que pasa dentro de la Escuela a persona que no fuere de ella, aunque sea hermano o muger propia, por ser mas del servicio de Dios y combenir asi a la Conservación de la Escuela». 37 Ibidem, artículo 14. 38 Ibidem, artículo 18. 39 Por ejemplo, en las elecciones celebradas el día 18 de febrero de 1715, salió como miembro de la J u n t a de Ancianos. E n septiembre del mismo año, se le eligió primer consiliario laico. Ibidem, pp. 15 y 18.


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3. Los soportes materiales de la actividad intelectual en la Torre de Uñarte: el escritorio y la biblioteca ^ El cuarto que servía de «escritorio» a don P-edro Bernardo Villareal de Bérriz era una sala muy amplia en la que se veía en lugar destacado «un cuadro del Salvador y su Madre Santísima», obra de Alberto Durero, en tabla y con marco dorado. Decoraban las paredes de la estancia «un retrato del conde de Santiesteban», catorce mapas «grandes y pequeños» y un espejo enmarcado en madera de ébano. En lugar preferente de la sala estaba la mesa escritorio de madera de caoba y encima dos pisapapeles de «piedra verde antiguo». Cuatro taburetes a su alrededor, y, algo más alejado, «un estante con noventa cuerpos de libros de Historia, políticos, matemáticos y de devoción». Había además otros elementos y materiales como «un estuche de compases y otros instrumentos», y «un anteojo de larga vista de catorce palmos con su horquilla de madera dado de negro». U n arca de cedro guardaba prendas de vestir de don Pedro Bernardo; otro estante, cubierto con una cortina de tafetán, servía para albergar algunas armas: «una espada y daga, dos espadines —uno de plata dorada y el otro de bronce dorado—, un machete, una escopeta de Nicodemo con las armas de don Pedro Bernardo grabadas, y dos pares de pistolas, las unas de Arzón y las otras de faltriquera». La documentación perteneciente a los mayorazgos y antepasados de la Casa se archivaba en un estante, un contador y un baúl. Para terminar el inventario de esta sala anotemos la presencia de «una cama de campaña con dos colchones, dos almohadas, sábanas y dos sobrecamas, con pabellón de friso colorado» 40 . Este era el aspecto material que ofrecía la sala en el año de 1707. Noventa libros, unos cuantos materiales didácticos y varios cuadros y mapas es todo el capital intelectual inventariable que tiene nuestro personaje en la fecha citada. La distribución por materias de esta librería, aunque todavía muy modesta en su magnitud, es bastante elocuente porque refleja perfectamente las inclinaciones intelectuales de don Pedro Bernardo. Historia, Política, Matemáticas y Religión constituyen el centro de su interés como hombre de estudio. Con el paso del tiempo, los gustos no variaron, si bien la biblioteca y la colección de instrumentos incrementaron sus dimensiones de manera notable. Ello se debió a dos factores convergentes: por una parte, las adquisiciones realizadas por nuestro personaje fueron a partir de la fecha indicada mucho más numerosas, como se deduce de la correspondencia sostenida con su administrador en Bilbao, Pablo Francisco de Yrisarri, y la mantenida con su hijo Pedro José; por otra, el establecimiento permanente de su hermano J u a n Bautista en la Torre de Uñarte supuso la incorporación de sus pertenencias que no eran pocas respecto a lo que ahora nos importa: 40 La descripción de la sala se ha hecho siguiendo el inventario de bienes de 1707. En 1726, intentó don Pedro Bernardo comprar el escritorio que el inglés Lynch tenía en Bilbao; al no prosperar el trato, encargó a Yrisarri que le buscara «uno bueno». El dato en Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 1.°, pág. 23.

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en el inventario que realiza en 1720 registra «cuatro estantes grandes de libros, otros cuatro menores» 41 , y muchos instrumentos científicos, de medición y observación como un número elevado de «anteojos grandes», planisferios, «anillos astronómicos», relojes de sol, niveles, pantómetras, «cajas ópticas», lentes de refracción, espejos ustorios, microscopios, un higrómetro 42 ; en la colección citada aparece trambién otros muchos objetos que por su rara naturaleza convertirían cualquier sala en un pequeño museo de curiosidades, muy propio de la mentalidad barroca; son, por ejemplo «tres perlas coloradas y una aplomo que en mi presencia se hallaron en Puzzoli en un marisco» 43 , «un papel con madera incombustible» 44 , «un papel con sangre de Draco» 45 , «cuatro papeles con sangre de hirco para mal de costado», «la piedra de iguana para el dolor de ijada» 46 , «bálsamos de Indias» 47 , y, para terminar esta referencia sin duda rica en contrastes, anotemos otro objeto cuya descripción puede compendiar los rasgos sorprendentes de la colección singular que nos ocupa: «una cajita colorada en que áy quatro piedras stelareas, un carneo de Agata en relieve, una quenta de piedra stelarea, otra quenta de Diaspero oriental, quatro ojos de Bíboras, cinco piedras de Golondrina, dos canelos simpáticos, dos lenguas de .sierpre, una piedra llamada de la Cruz ó de San Pedro y San Pablo, una esmeralda pequeña» 48 . El resultado de todo ello, por lo que se refiere a los libros, se aprecia en 1731 cuando se inventarían «mil cuerpos de libros de mapas, historia, mathematica, política, diccionarios historíeos, casi todos enquadernados en pasta colocados en estancias de ébano con redes de alambre» 49 . La librería no cesó de aumentar sus existencias en vida de don Pedro Bernardo, si bien no tenemos ninguna estimación cuantitativa referida a una fecha posterior a la indicada de 1731. En 1734, se trasladan desde Bilbao a la Torre de Uriarte «nueve cajones de libros que han llegado de Holanda e Inglaterra» 50 . Cuando al año siguiente, don Pedro José escribe a Lequeitio comunicando su próxima marcha a la campaña de Italia, su padre le contesta «traiga libros para la biblioteca de Lequeitio» 51 . Lamentablemente, no disponemos del catálogo de esta librería, pero hemos podido reconstruir, sin embargo, una muestra bastante aceptable de la misma 52 . Contamos

41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52

A. T . U . Leg. L X I V : Inventario de Juan Bautista..., ya citado. Nos. 369 y 370. Ibídem, n.° 88-93; 100-101; 111-123; 165, entre otros. Ibidem, n.° 50. Ibidem, n.° 85. Ibidem, n.° 68. Ibidem, n.° 70. Ibidem, n.° 72. Ibidem, n.° 87. La descripción de este objeto termina indicando que «las virtudes de todas estas cossas se hallaran en papeles impresos que están en las mismas gabetas». A. T . M . - Z.: Relación de los bienes muebles libres y de mayorazgo..., ya citada. Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 2.°, pág. 179. Ibidem, pág. 184. Lo que queda de esta librería se encuentra en poder de los Manso de Zúñiga de Lequeitio, Nájera (Logroño)-San Sebastián, Vitoria y Madrid. Agradezco las gestiones realizadas en particular por M . a Victoria Tejada Manso de Zúñiga en la búsqueda de esta información.


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además con el valioso trabajo de Koldo Larrañaga 53 , a quien seguimos básicamente en este aspecto. ¿Qué obras y qué autores existen en la Torre y/o se citan en los papeles de los hermanos Villarreal? Empecemos por el libro que escribió don Pedro Bernardo. En él se citan, además de los nombres que ya conocemos del abate de Vallemont (Pierre Le Lorrain, cuya vida transcurre entre 1649 y 1721), Georg Andrea (Doctor en Mediciná y Filosofía en Ratisbona) y fr. Miguel Agustín, a los autores (y obras) siguientes: Ozanam (Curso matematicoJ54; Paschal; S. Remy (Memorias de Artillería); Mariotte (Tratado del movimiento de las aguas)55; el Caballero de Clayrac («Disertación sobre la fábrica de la Presa de la Basa de la Garona»); el P. Jacobo Kresa (Proposiciones selectas de Archimedes, Propos, 6 en el Lib. Elementos Geométricos de Euclides)56; de La Hire (Tratado de Medianica), catedrático de Matemáticas y académico de la Real de Ciencias de París; Réaumur (Arte de convertir el hierro en acero, y de suavizar el hierro colado, publicado en París en 1722); el Padre Mercero — P. Mersenne—. Entre los autores españoles se cita a Medrano 57 ; al astrónomo P. José de Zaragoza (Fábricay uso de varios instrumentos mathemáticos, publicado en Madrid en 1675) ; al P. Henao (Antigüedades de CantabriaJ58, y, de manera muy destacada y reiterada, a Tosca (cuyo Compendio Mathematico le parece una obra «maravillosa y honor de la nación española») 59 . En cuanto a los libros existentes en la Torre, hay noticia documentada de los que siguen: 53 K. Laxrañaga: «Dos caballeros vascos en el mundo del Barroco. Los hermanos J u a n Bautista y Pedro Bernardo Villarreal», op. cit., especialmente pp. 325 a 335. 54 Jacques Ozanam (1640-1717), matemático y profesor en Lyon y París, escribe un Cours de Mathématiques, en 5 vols. en 1693. El dato procede de K. Larrañaga, «Dos caballeros » op cit pág. 326. 55 «El abate Edme Mariotte (h. 1620-1684), físico y uno de los primeros miembros de la Académie Royale des Sciences, de París, que se dio a conocer por sus trabajos sobre la percusión, el aire y su presión, los movimientos de los cuerpos líquidos y del péndulo, los colores...», Larrañaga: «Dos caballeros...», pág. 326. 56 Fue profesor en el Colegio de San Isidro de Madrid. Había publicado en Bruselas Elementos de Euclides en 1689. Ibidem, pág. 327. 57 Probablemente se refiera a Sebastián Fernández de Medrano, autor de obras de geografía en el último cuarto del siglo XVII. Ibidem, nota 164 en la página 328. 58 Entre la correspondencia de Pedro Bernardo del A. T. U., se encuentra una carta del P. Henao dirigida al marqués del Castillo, fechada en Salamanca el 1 de julio de 1693, en la que el célebre jesuíta alude a las dificultades materiales que tiene para seguir escribiendo su tercer tomo de Cantabria. Refiriéndose a los dos primeros ya publicados, señala que su venta no es fácil en las provincias del norte a pesar de que se trata en ellos de su historia, «y en otras de España no gustan de tanto cantabrismo»; concluye diciendo que «el principal despacho ha sido en Sevilla para Yndias». Por mediación deljesuita Luis de Santiago, el Regimiento General del Señorío (sesión de 1 de setiembre de 1695) acordó dar al P. Henao 100 escudos de plata para la edición del tercer tomo de su obra. Comenta a este respecto Labayru op. cit., t. V, pág. 576: «No se publicó este tercer tomo, ni nadie ha podido indicar qué fin tuvieron los originales, que no se han hallado en parte alguna». 59 El título completo déla obra es Compendio mathematico en que se contienen todas las materias más prinápales de las Cienáas que tratan de la Cantidad. Según Larrañaga «Dos caballeros..., pág. 328, nota 167, la obra se editó en Valencia (impresor Antonio Bordázar), en 1707; la edición de Madrid se hizo'en la imprenta de Antonio Marín el año 1727.

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L O S

S O P O R T E S

M E N T A L E S

Y C U L T U R A L E S :

E N T R E

E L

B A R R O C O . . .

1 9 9

Robbe: Geografía, en dos tomos. Mr. le chevalier de Gambray: Nouvelle maniere de fortifier de Mr. Vauban. Fr. Miguel Agustín: Libro de los secretos de Agricultura, Casa de Campo Pastoril. P. Zaragoza: Arithmética Universal que comprehende el arte menor, y maior, álgebra vulgar, y especiosa. Valencia, 1669. P. Kresa: Elementos Geométricos. Sarraval: Pronóstico de Piscatore. Lázaro de Flores: Arte de Navegar, navegación astronómica. Madrid. 1673. T. Campanella: Discorsi sopra la Monarchia di Spagna. (Se trata de una copia manuscrita en la que aparece la fecha de 15 de diciembre de 1598). Traiano Boccalini: De ragguagli di Parnaso. Venecia, 3.a ed. 1617. Traiano Boccalini: Osservazioni politiche sobre los Amales, de Cornelio Tácito. Virgilio Maluezzi: Discorsi sopra Cornelio Tacito. Venecia. 1622. Galileo: Dialogo di Galileo Galilei Linceo matematico sopraordinario dello studio di Pisa... dove ne i congressi di quattro giorni si discorre sopra i due Massimi tolemaico e copernicano...,

sistemi del Mondo,

Firenze. 1632.

Galileo: Opere di Galileo Galilei Linceo..., Bologna. 1656. Benedetto Castello (Abbate di S. Benedetto Aloysio, e Matematico di Papa Urbano Vili): Della misura dell acque correnti. Bologna. 1660. Federico Commandino: Pappi Alexandrini mathematicae collectione..., Bologna. 1660. G. Promodoro: La geometriaprattica di, con l'espositione di Giovanni Scala matematico. Roma. 1667. Padre Bonaventura Cavalieri: Sfera astronomica del, con l'uso della Figura eprattiche di essa, cavate da i manoscritti dell'Autore da Urbano d'Aviso romano... Roma. 1690. A. Latini: Lo scalco alla Moderna60. H. Rondelli: Planorum ac solidorum Euclidis elementa... Bologna. 1693. Francesco Redi: Osservazioni di, accademico della Crusca, intomi agli animali viventi che ti trovano negli animali viventi. Firenze. 1684. Francesco Redi: Osservazioni intorno alle vipere. Firenze. 1686. Francesco Redi: Esperienze intomo a diverse cose naturali, e particolarmente a quelle che ci son portate dall'Indie... Firenze. D. Henrion: L'usage du Compás deproportion. Paris. 1631. Padre. Mersenne: F. Marini Mersenni Minimi cogitata physicomathematica. Paris. 1644. P. de Fermai: Diophanti Alexandrini arithmeticorum libri sex et de numeris multangulis liber unus cum commentariis C. G. Bacheti V. C. et observationibus D. P. de Fermai senatoris tolosani. Accessit Doctrinae Analyticae inventum novum, collectum ex variis eiusdem D. de Fermat epistolis. Toulouse. 1670.

G. Blondel S. Aubin: Le

trésor de la Navigation.

Havre de Gráce. 1709.

60 Le faltan las primeras páginas, si bien una de las aprobaciones está fechada en Nápoles en 1691.


200

P. B. VILLARREAL DE BÉRRIZ

G. Blondel S. Aubin: Trigonométrie géométrique, astronomique et maritime... Havre de Grâce. 1718. S. Le Gordier du Havre du Grâce: Traité des pratiques journalières des pilotes. Havre de Grâce. 1690. Paul Hoste: L'art des armées navales, ou traité des évolutions navales. Lyon. 1697. George Fournier : Hydrographie contenant la théorie et la pratique de toutes les parties de la a Navigation. Paris. 1667 (2. ed.). Abrégé du Pilotage pour servir aux Conférences d'Hydrographie, Officiers de Marine. Brest. 1712. Nouvelle traité des constructions des vaisseaux du Roy...

que le Roi fait tenir pour les

Rochefort. 1694.

Projet d'une nouvelle mechanique avec un Exament de l'opinion de M. Borelli, propriétés des Poids suspendus par des Cordes. Paris. 1687.

sur les

Christopherus Theophilus Volcaremus:

Daymantiados zaumasia sive Iridis admiranda sub rationis accuratius examen revocata Eruditorumque ventilation publicae in Aima Altdorffina Universitate expósita sub praesidio M.Joh. Christophori Sturmii, Mathematices et Pklosophiae Naturalis PP. a Christophoro Theophilo Volcamero P.N, Nuremberg

6 1699. P. José de Zaragoza: Geometrica magnete in minimisis: Pars secunda, de planis y Pars tertia, de solidis. Toledo. 1674. a Tomás Vicente Tosca: Compendio mathematica, vols. I (1. ed de Valencia) II a V, VII y IX (2. ed. de Madrid). ' Pedro Manuel Cedillo («maestro de la Arte de Navegación, en el Real Colegio de San Telmo de la ciudad de Sevilla»): Trigonometria aplicada a la navegación, así por el beneficio de las Tablas de los senos. Sevilla. 1718. José Vicente de Olmo: Nueva descripción del orbe de la tierra, en que se trata de todas

sus partes interiores y exteriores,y círculos de la esphera,y de la inteligencia, uso,y de los mapas, y tablas geográficas, así universales y generales como particulares

fábrica

Valen-

cia. 1681. Juan Pérez de Moya:

Tratado de Mathemáticas, en que se contienen cosas de arithmética, geometría, cosmografía,y Philosophia natural. Con otras varias materias, necesarias a todas artes Liberales,y Mechánicas. 2 vols. Alcalá de Henares. 1573.

Cosme de Lerma:

Cursus philosophici per, tomus quartus posthumus, duos libros de Ortu, et Interitu, sive de Generatione et Corruptione comprehendens. Burgos. 1666.

Sanson-F. Deseine: Tavole della Geografia antica, moderna, ecclesiastica, e ävile o vero divisione del Globo terrestre. Roma. 1690. 7 vols, dedicados a Francia, Alemania, Inglaterra, Europa oriental, España, Países Bajos e Italia. o Geographia Blaviana. Amsterdam. Giacomo de Rossi: Mercurio geogràfico overo Guida geografica in tutte

Atlas Maior

le parti

del

Mondo conforme le Tavole geografique del Sansone, Bavdrand e Cantelli.

Bossuet: Discours sur l'Histoire Universelle. Paris. 1692. Mateo López Bravo: De rege et regendi ratione libri duo. Madrid. 1616. Fuera de Lequeitio, con la firma «Villarreal», se han localizado los siguientes libros en Nájera y en Madrid 61 : 61 Ambas relaciones me fueron facilitadas por M . a Victoria Tejada.

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201

Fray Didaco Ximenez Arias: Vocabularium; Seu Lexicon eclesiasticum, latino hispanicum. 1702. J u a n F e r r e r a s : Synopsis Histórica chronológica de España.

1. a P a r t e . 1702.

Pietro di Biasio: La Nobiltà in Copella, ó vero Giudicio Veridico. ( O b r a pòstuma).

Génova. 1700. B e r n a r d o A l d r e t e : Del origen y principio de la lengua Castellana, o romance que hoy se usa en España.

1674.

Silvio Belli Vicentino: Quatro libri Geometrici. Venecia. 1595. E s t e v a n d e G a r i b a y : Compendio Historial

de las Crónicas y universal de todos los

reinos de España. 4 vols. 1628. P i e t r o F e r r e i r a : Palazzi

di Roma de più celebri architetti, disegnati da.

Pompa Imtroitus Honori Serenissimi Principis Ferdinandi Austriaci, tis, S.R.E.

Card., Belgarum

et Burgondiorum

Gubematoris...

Hispaniarum

Infan-

A n n . 163562.

A n t o n i o H u g o n e d e O m e r i q u e : Analysis geometrica sive nova, et vera methodus resolvendi tarn problemata geometrica quam arithmeticas quaestiones. P a r s p r i m a . 1698. P . D u - V a l : La geographie universelle qui fait

voir l'etat present des quatre parties

du

monde; c'est à dire, les religions, les coutumes & les richesses des peuples, les forces & les

gouvernements des Etats. (Première partie). Lyon. 1688. A b b e d e V i v i e r s : La vie de Cassiodore, chancelier et premier ministre de Theodoric Le Grand & de plusieurs autres Rois d'Italie.

P a r i s . 1694.

François de la Mothe le Vayer: Oeuvres. Paris. 1669. Existen los tomos 2, 3, 6, 7, 10, 11, 13 y 15. S i e u r d e S i l h o n : Le Ministre

d'etat avec le veritable usage de la politique

moderne.

Paris. L u g d u n i B a t a v o r u m : De Regno Danniae et

Norwegiae...

Lugduni Batavorum: Graecorum Respublicae... Año 1632. L u g d i n i B a t a v o r u m : P. Gyllii de Bosporo Thracio. L i b . I I I .

Lugduni Batavorum: Helvetorium Respublica.

P. Antonio Foresti: Del Mappamondo isterico. Parte Prima: Tomo terzo (Venecia, 1693), tomo quarto (Venecia, 1694). P. Antonio Foresti: Mappamondo istorico. Venecia. 1691. R . P . B e r n a r d L a m y : Les Elements de geometrie ou de la mesure du corps. P a r i s . 1694

(2.a ed.) P . B o n a v e n t u r a C a v a l i e r : Geometria indivisibilibus

continuorum nova guadam

ratione

promota. Bologna. 1653.

L a relación precedente nos sugiere algunos comentarios. E n primer lugar, se constata que la temática de las obras no h a cambiado sustancialmente respecto al año 1707: matemáticas, historia, política económica, navegación y geografía, siguen m u y presentes en el universo intelectual de los her62 U n ejemplar de esta obra figuraba en un catálogo de hace unos años de la Librería de la Escalinata, en Madrid, con el precio de 500.000 pesetas.


I

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manos Villarreal, quienes procuran la adquisición de las publicaciones científicas contemporáneas referidas a estas materias. En segundo lugar, la procedencia de las obras revela que son las corrientes italianas y las francesas las más conocidas en la torre de Uñarte, en especial las primeras por las relaciones culturales que había formalizado don J u a n Bautista durante su estancia en Nápoles acompañando al duque de Medinaceli 63 . Esto, no obstante, hay que decirlo con ciertas reservas dado que la muestra analizada es bastante pequeña y tenemos noticia, si bien no detallada, de la compra de libros publicados en otros lugares de Europa, particularmente Inglaterra, y, lo que es más importante, son citadas esas obras en los manuscritos de los Villarreal 64 . En tercer lugar, habría que destacar el interés de los hermanos por las obras cartográficas; y, finalmente, anotar la presencia de algunos autores españoles en la librería de los Villarreal: entre ellos, Zaragoza, Medrano y, sobre todo, Tosca. Hay, por otra parte, en el archivo de la Torre de Uriarte unos legajos de papeles manuscritos, escritos en italiano o en castellano, que tratan igualmente sobre aspectos científico-técnicos. Los italianos llevan los títulos de Ragionamento 2." intorno all'utilif della Geometria avuto nel Di 15 di Gennaio 1701; Ragionamento 3.° intorno alla Geometria avuto nel giorno 21 di Maggio del 1701; Introduzione all'Astronomia divisa in tre parti; Introduzione alla Matematica divisa en due libri; Parere del Primario Professore delle Scienze Matematiche detti Regy Study di Napoli intorno alla Quadratura del Cerchio del P. D. Ercole Corazzi• Los escritos en castellano, que aparecen bajo el epígrafe de «Matemáticas», se titulan Tratado de la construcción de las igualaciones, Tratado de los Máximos y Mínimos, Libro de las igualaciones simples según Viete y compuestas, Por dividir geométricamente un dado ángulo en tres partes iguales, Demonstraciones geométricas sobre la definición quinta del Libro sexto de los elementos de Euclides65, Explicación de problemas que se hallan en el 63 Indudablemente la estancia en Italia a finales del siglo XVII de d o n j u á n Bautista Villarreal de Bérriz en el cortejo del duque de Medinaceli le permitió entrar en contacto con los círculos intelectuales italianos en los que fue bastante conocido y considerado. En su inventario de bienes se registran con el n.° 98 «dos Patentes de la Academia de los Arcados que se tiene en el J a r d í n Farnesio de Roma en que admiten por Academistas al Duque de Medina Coeli y à Dn. J u a n Bapta. de Villarreal y Gamboa». Por otra parte, en el archivo familiar de Nájera se conservan varias cartas dirigidas a J u a n Bautista a Nápoles (año 1699) escritas por D. Lorenzo Magatoti desde Pisa, Livorna y Florencia, dando noticia de amigos comunes (se cita a D. Miguel Gerónimo Catani) y participándole los experimentos realizados en la corte del gran duque de Florencia. 64 A d o n j u á n Bautista Villarreal, por otra parte, se le concedió autorización en 1730 para «tener, y leer qualesquiera libros prohibidos, excepto Pedro Suave, Nicolas Machiavelo, y los demás que ex profeso tratan contra nuestra Religión, teniéndolos con toda reserva y custodia y de modo que no los pueda leer otra persona, y con tal disposición que en su falta se entreguen al Tribunal de el Santo Officio más cercano, y en esta facultad no se entiende la de introducirlos en estos Reynos» (otorgada en Madrid por el Obispo Inquisidor General, d o n j u á n de Camargo, el día 20 de setiembre). Joaquín Valle de Lersundi: «Notas biográficas...», op. cit., pág. 12. Poco pudo disfrutar de esta facultad el citado don J u a n Bautista ya que falleció, como ya ha quedado indicado, a los pocos meses, el 31 de mayo de 1731. 65 En este manuscrito de 28 pp., al término de una de las demostraciones se dice lo que sigue: «Conque de una elevación de quince leguas sobre la superficie de Lequeitio, con un telescopio

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libro de Asuntos Matemáticos del capitán D. Salvador de Aro, que se imprimió en Nápoles año 1697, De la Geometría en general, Capítulo del modo de medir todas las distancias con el Compás de proporción, Tratado de la Pantómetra o compás de proporción de Comete y de las 12 líneas impresas o grabadas en ella, Demonstraáones del manejo de las Pantómetras, Tratado del Globo, que contiene las operaciones, de las afecciones de las estrellas que consisten, de los problemas que se siguen (con 21 subtítulos, entre ellos: «Buscar el lugar del sol en la eclíptica», «Saber la hora que es de noche por las estrellas y de día por el sol»), Calcinación del estaño, y, por último, Memoria del modo que se ha de tener la madera siendo de árbol de pera66. Es muy probable que alguno de estos manuscritos, por el aspecto y contenido que ofrecen, se debiera a don Pedro Bernardo, quien nos confiesa en su libro haber escrito sobre estos temas. La cita, un tanto irónica, expone también la razón por la que imprime su libro: «Me ha parecido hacer á los Amigos, y al País mas cumplido el gusto, imprimiendo esta Obrilla, porque no suceda lo que experimenté en unos Cartapacios, que escriví de Geometría, Sphera, Trigonometría, y otras cosas precisas para la Nautica para algunos á quienes enseñé la Navegación67: y de los muchos traslados, que sacaron, algunos llegaron á mis manos, y los hallé tan trabucados en estilo, y orden, que ni yo, que los compuse, podia entenderlos»68 No es mi propósito valorar científicamente la existencia de estos manuscritos y publicaciones en la Torre de Uriarte. Queda fuera del alcance de que alcanzase a ver en la distancia de 268 leguas, se pudiera descrubir el terreno de Inglaterra, como se ve en la demostración y cálculo de la vuelta de este papel». Tomo la cita de K. Larrañaga, «Dos caballeros..., pág. 324». 66 E n el trabajo ya citado de K. Larrañaga se da noticia de la extensión de estos manuscritos, asi como de su contenido en general. 67 Carlos I I había publicado una cédula en 1681 en la que regulaba la enseñanza de la Náutica, que no parece que diera frutos inmediatos. Por lo que se refiere al Señorío, la J u n t a General celebrada en 1740 determinó la constitución de u n a Escuela de Matemáticas en Bilbao —sobre la que se venía discutiendo desde años atrás—, financiada por el Ayuntamiento de Bilbao, su Casa de Contratación y el Gobierno del Señorío, «para facilitar la carrera de marina y habilitar la juventud en ella». Se confió la dirección de la Escuela al capitán de fragata don José Vicente Ibáñez de la Rementería, vecino de Lequeitio. Dos años más tarde, en 1742, se dio autorización al bilbaino don Miguel Archer (de origen irlandés) para abrir aulas de Náutica y Matemáticas en Bilbao «con el sueldo que se le señalase por la Contratación, Ayuntamiento de Bilbao y el Señorío, que fue de 100 ducados, de cuatro en cuatro meses, por tercias partes». Cuando murió Archer, en 1754, se hizo inventario de los bienes de la Escuela y se registraron los que siguen: «—Un navio con su aparejo, jarcia, velamen y todo lo correspondiente a él; - e l carro en que se hallaba asentado el navio; - u n globo terráqueo y una esfera armilar ajado; - t r e s cuadrantes, dos de ellos encajonados y el tercero suelto con sonajas; —tres cartas de marear enteras y quince medias cartas ajadas y rotas, y cinco estampas de varios problemas y demostraciones hechas por los discípulos del referido D. Miguel Archer». Labayru, op. cite, t. V I , respectivamente pp. 221, 243 y 306. A la vista de este inventario, no hay duda de que la enseñanza de la Náutica hecha por don Pedro Bernardo contó con muchos más medios didácticos y bibliográficos. 68 Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, op. cit., prólogo sin paginar.


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este trabajo, y, por otra parte, carezco de la formación matemática necesaria para hacerlo. Considero, no obstante, oportuna la inclusión de la lista de obras y autores —en cuya referencia no hemos omitido dato que figure en la información que nos han facilitado— porque refleja la actitud intelectual de sus poseedores. Hombres, como los Villarreal, abiertos a las corrientes culturales europeas, conocedores de los avances de la ciencia matemática y que cultivan modestamente las ciencias especulativas y más decididamente las ciencias experimentales 69 . El foro de discusión sobre los temas apuntados fue la tertulia que organizaron nuestros personajes en la Torre de Lequeitio . No fue la única que existía en la cornisa cantábrica en aquel entonces. Por la correspondencia conservada en el Archivo de Uriarte se colige que al menos en Motrico, Azcoitia, Marquina y Bilbao, había círculos académicos en los que se reunían conocidos de los Villarreal, que intercambiaban con éstos consultas técnicas referidas a cuestiones agrícolas, industriales y matemáticas. Se trataba, a lo que parece, de veladas eruditas en las que se discutían problemas culturales, se comentaba la actualidad cotidiana del Señorío, y, en especial, las noticias que llegaban de Bilbao y de otras partes al puerto de Lequeitio sobre la situación internacional, de la que dependía tanto la economía vasca; sobre todo ello se especulaba, se razonaba con agudeza de ingenio en un auténtico ejercicio retórico que demostraba el gusto por la conversación de aquellos caballeros a los que no faltaba tampoco en su plática un vaso de vino de Canaria, generalmente. En ocasiones, la conversación se sustituía por alguna representación teatral o audición musical 72 . Contertulios serían, además de los Villarreal, algunos vecinos notables de Lequeitio, como los citados Asterrica y el «médico», los Ibáñez de la Rentería 73 y algunos más de los que no tenemos, sin embargo, expresa noticia documentada. Estas gentes se expresarían en la tertulia probablemente en castellano —idioma que es el que utiliza don Pedro Bernardo en su propia documentación—, pero lo que parece estar claro es que hablaban igualmente el vas69 Cfr. Santiago Garma: «Cultura matemática en la España de los siglos XVIII y XIX» José Manuel Sánchez Ron (ed.): Cienciay sociedad en España: de la Ilustraáón a la Guerra Civil Madrid 1988, pp. 9 3 a 127. . 70 En la correspondencia filial se entreve el funcionamiento de la tertulia en Lequeitio para la que se envían desde Madrid en ocasiones piezas musicales o teatrales. 71 Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 1°, pág. 32, indica que el administrador de Bilbao Ynsarri envía a don Pedro Bernardo «porque sabe su debilidad por la lectura, un Calendario de Francia y gaceta conque tendrán Vms. conque divertirse un rato y más si el medico y Asterrica empiesan en el ergo a interpretar sutilezas"». 72 En una de las cartas que el hijo mayor Ignacio escribe a su padre, fechada en Madrid el 19 de enero de 1722, da cuenta de las tonadas que le habían encargado comprar en Madrid para celebrar las carnestolendas en la tertulia de Lequeitio. Se refiere también Ignacio a la comedia escrita por Azternca, que se pensaba representar en la Torre. A. T . U. Leg. 23, fase 6 73 José Vicente Ibáñez de la Rentería publicó Explicación del Círculo Náutico Astronómico Universal inventado y nuevamente ampliado (un tomo en octavo de 72 páginas) en Bayona, en la imprenta de Pedro Foubet, en 1738. Intervino como capitán del navio Alcón en la batalla de Tolón en 1744 y era piloto mayor de la Armada por Real cédula despachada en su favor. Labayru op cit t VI, pág. 212. ' '

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cuence, lengua por la que sentían además una especial estima 74 , además del italiano, en el caso de don J u a n Bautista. Aceptable debía ser también su dominio de las lenguas clásicas y su capacidad para leer, al menos, otras lenguas modernas aparte de las señaladas. 4. La aventura del libro: la impresión de «Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías y govierno de los arboles y montes de Vizcaya» Hasta que el monarca Garlos III publicó la Real Orden de 22 de marzo de 1763, por la que se ordenaba que «en adelante no se conceda a nadie privilegio exclusivo para imprimir ningún libro, sino al mismo autor que lo haya compuesto» 75 , el procedimiento seguido en España para imprimir una obra era justamente el contrario, esto es, el rey concedía, previo pago de una cantidad en metálico, a particulares —que rara vez eran los propios autores, y sí, en cambio, impresores—, el privilegio de editar determinados libros «en exclusiva» durante un período de tiempo —de cinco a diez años—, plazo que se podía renovar 76 . De esta manera, se evitaba la competencia, pero el sistema permitía que el editor «privilegiado» pudiera a su vez autorizar la edición del mismo libro a otros impresores si la operación le interesaba desde el punto de vista económico. La obtención del privilegio real para editar fue, pues, en este tiempo la meta a alcanzar por parte de impresores y Hermandades, dado que la edición de libros constituía la actividad fundamental que podía hacer rentable la empresa. En Madrid se había constituido la Hermandad de San Gerónimo en el año 1611; agrupaba a la mayoría de los libreros e impresores establecidos en la capital, excepto a unos pocos que eran, sin embargo, los que controlaban el mercado del libro a través de la consecución de privilegios. Las disputas entre unos y otros fueron desde entonces frecuentes y nunca resueltas de modo satisfactorio 77 , hasta que la orden de Carlos I I I cambió el sistema suprimiendo los privilegios a particulares que no fueran los propios autores. 74 Hemos tenido ocasión de referir la alusión de don Pedro Bernardo a uno de sus hijos acerca de su disertación utilizando este idioma (correspondencia a Indias). Joaquín Valle de Lersundi «Una familia de ferrones»..., op. cit., pág. 488 recoge algunas anécdotas ocurridas en Lequeitio en tiempo de los Bengolea que revelan asimismo no sólo que se hablaba el vascuence sino que se tenía en gran estima el hablarlo. Transcribo un fragmento de una carta fechada el 21 de abril de 1652, que refleja lo que decimos: «(...) ambas fiestas se hizieron con mucho luzimiento, predicó en la de S. Joseph el P. Prior de Santo Domingo de Vitoria que hizo un grandioso sermón y no menos el dia de Nra. S. a Mn. Abad el de Echevarría, que es un clérigo mogo, hijo del ama que crio a don Martin de Barroeta, que lo haze admirablemente; solo tuvieron de defecto ambos para no ser aplaudidos de todos en general aver sido en romanze». 75 Novísima Recopilación, Libro V I I I , Título X V I , Ley X X I V . Tomo la cita, así como parte de la información que se expone en este apartado, del libro de Javier Paredes Alonso: Mercaderes de Libros. Cuatro siglos de historia de la Hermandad de San Gerónimo. Madrid, 1988, pág. 30. 76 La concesión del privilegio real implicaba la superación de los controles de censura establecidos, que veremos con detalle al referirnos al libro de don Pedro Bernardo. 77 Javier Paredes, op. cit., pp. 30 a 36 nos relata el pleito surgido en 1642 en Madrid.


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^ También estaba ordenada desde el siglo XVI la tasa de los libros operación que realizaban los consejeros reales, prohibiéndose la venta de libros a un precio superior al que se marcaba oficialmente 78 . Finalmente, por lo que se refiere al marco legislativo, Felipe V dispuso el 26 de julio de 1716 «que de todas las impresiones nuevas que se hicieren en mis dominios, se haya de colocar en ella (la Biblioteca Nacional fundada oficialmente en enero de ese año) un ejemplar del tomo o tomos de la Facultad que trataren, encuadernados y en toda forma, en la misma que se practica dar a los del Consejo; colocándose también en dicha Biblioteca todos los libros y demás impresiones que se Kbfioteca» 79

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Hacia 1740 se contaban en Madrid 25 imprentas con poco más de cien prensas en total; de estos establecimientos destacaban sobre todo dos las imprentas de Antonio Marín y la de Ibarra, que disponían de 14 y 13 prensas, respectivamente 80 . La producción editorial entre 1650 y 1750 fue en términos cuantitativos bastante baja, la presentación de los libros no muy lograda por la falta de calidad del papel y tinta empleados, si bien lo producido entonces tiene, según algunos balances, gran interés bibliográfico 81 No fueron pocos los libros de autores españoles que se publicaron en el extranjero debido tal vez a la mala calidad de la imprenta española 82 No fue éste el caso de don Pedro Bernardo, que publicó su obra en Madrid, en la imprenta de Antomo Marín. Veamos los pasos que se siguieron hasta llegar a la publicación . Era toda una aventura por la que no muchos de sus coetáneos vascos se adentraron 84 .

78 Parece que las tasas generalmente se fijaban muy bajas peg'udicando notablemente los intereses de impresores y libreros. 79 Javier Paredes, op. cit., pág. 25. 80 J . M . Palomares Ibáñez: Imprenta e impresores de Valladolid en el siglo XVIII P dt

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81 Así opina P. Bohigas: El libro español (ensayo histórico). Barcelona, 1962, pág 216 Menos optimista es el balance que hace H. Escolar: Historia del libro. Madrid, 1984, pág 381 quien considera, por otra parte, que la crisis afectó igualmente a Inglaterra y a Francia Javier Paredes, op. cit., pp. 66 y 67. 82 Recordemos, por ejemplo, la publicación en Bayona del libro ya citado de José Vicente Ibáñez de la Rentería. 83 Cfr González de Amezúa y Mayo: Cómo se hacía un libro en nuestro Siglo de Oro Madrid 1946 84 Labayru recoge en su obra las siguientes publicaciones debidas a autores del Señorío en este tiempo: en 1699 la obra Historiay milagros de Nuestra Señora de Begoña, escrita por el dominico Fray l o m a s de Granda, basada en los apuntes del sacerdote d o n j u á n de Huandurraga, confesor y sacnstan del santuario. Fue el primer libro impreso en el Señorío «dedicado a enaltecer las glorias del Santuario de Begoña». Contó para su impresión con la ayuda de 100 escudos de plata concedida por la Diputación General (t. V, pág. 591). En 1728, el Señorío giró al P Manuel de Larramench, que se encontraba en Salamanca, 100 ducados para contribuir a la impresión de su Arteogramaticadelbascuence (t. VI, pág. 156). En 1735, se publicó en Madrid (imprento de Alfonso de Mora) el libro del vizcaíno don J u a n de Larraondo Espejo del hombre educado y cristianamente instruido, dedicado al marques de Torre-Nueva (t. VI, pág. 196). En 1736 se editó el libro de don Pedro Bernardo. En 1738 safio la publicación de Ibáñez de la Rentería que ya hemos citado En

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Cuando el proceso de redacción del manuscrito estaba bastante avanzado, hacia el final del verano de 1735, don Pedro Bernardo se puso en contacto, por mediación de su agente comercial en Madrid 85 , con la imprenta de Antonio Marín, a quien «se le conoce aquí por hombre cabal, y de buenos moldes»86, que ofrecía además la enorme ventaja en la estimación de nuestro personaje de haber sido el impresor en la Corte de las obras de Tosca, impresión que en un principio se tomó como modelo en lo que se refiere al tamaño de la letra. También fue necesario contratar los servicios del artífice encargado de reproducir las láminas que ilustraban el manuscrito. Simultáneamente fueron solicitadas las pertinentes aprobaciones y licencias al Consejo de la Cámara. Dado el contenido del libro, la censura fue realizada por don Pedro de Fresneda —jesuíta y Maestro de Matemáticas en el Colegio Imperial—, don Gaspar Alvarez —también jesuíta y Maestro de Matemáticas del Real Seminario de Nobles de Madrid— y don Fermín González, Alférez en las Reales Guardias Valonas, quienes dieron su particular aprobación en los meses de setiembre y primeros de octubree de 1736, en la que vertieron grandes elogios hacia la obra y su autor 87 ; la licencia eclesiástica,

1740 se publicaron dos: en Madrid, la obra del Padre maestro Fr. Pedro Lobiano, prior de los religiosos de San Agustín, de Bilbao, titulada Historiay Milagros del Santísimo Cristo de Burgos, que luego se reimprimió en Burgos (t. V I , pág. 232); y en Pamplona (oficina de la viuda de Alfonso Burguete), «la primera Novena que se conoce dedicada a Nuestra Señora de Uribarri, de Durango», escrita por el caballero durangués don Diego Lorenzo de Urquizu y Guisasa — desde la pág. 76 al final, pág. 80, incluye «ocho octavas en bascuence, con estribillo, para compensar, como el dice, la queja que pudieran mostrar sus paisanos de haberla escrito "en lenguaje extraño del País"»— (t. V I , pág. 231). Por estos años 40 es probable que saliera alguna de las obras del Padre Esteban Terreros y Pando, jesuíta, que había nacido en el Valle de Trucíos en 1707, y fue catedrático de Matemáticas en el Colegio de Nobles de Madrid. Autor de varias obras importantes entre las cuales se encuentran Diccionario Cuadrilingüe de Ciencias, Artes y Oficios (del que se publicó sólo el primer tomo en Madrid quedando los otros tres manuscritos), la traducción al castellano de la obra del francés Pluche Espectáculo de la Naturaleza, a la que aporta más de 1.500 notas, Libro Práctico del Maestro de Escuela, La Educación de la juventud, Reglas para que los españoles aprendan afondo la lengua toscana, además de otras obras referidas a vidas de santos y una Vida de Lope de Vega y Carpió (t. V I , pp. 39 a 41). También en 1737 apareció la polémica obra de Carlos Martínez de Aguirre Zalduondo (Chrisis cotyolectica), cuya venta fue prohibida. Sobre este asunto, Fernando de la Q u a d r a Salcedo, op. cit., pp. 95 a 99. 85 Ese puesto lo desempeñaron varias personas: don Joseph de Lauro hasta su fallecimiento en 1729; después, don Damián de Navas —del que se conservan varias cartas en el archivo familiar de Nájera—. E n 1735 el que lleva todo el asunto de la impresión en Madrid es don Isidro de Grado cuyas cartas escritas a Lequeitio entre setiembre de 1735 y febrero de 1737 me han permitido seguir detalladamente todo el proceso. Estas cartas fueron publicadas por K. Larrañaga «Algunos papeles...», op. cit.. Tampoco en esta ocasión he podido ver los originales en el Archivo de Uriarte, por lo que he utilizado en mi texto la publicación citada. 86 Carta de Isidro Grado fechada en Madrid el 5 de setiembre de 1735. Larrañaga, «Algunos papeles...», págs. 172-3. Este autor data la carta, sin embargo, en diciembre. 87 Parece que don Pedro Bernardo había llegado a un acuerdo con los jesuitas de Lequeitio en orden a ía financiación de la impresión de la obra y destino del producto obtenido con su venta. Esto es al menos lo que se desprende de una carta escrita por el P. Pedro de Olasso, S. J . al P. J u a n de Loyola, fechada en Lequeitio el 11 de agosto de 1736, de la que reproduzco


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por su parte, la firmó el Licenciado don Antonio Vázquez Goyanes, Teniente Vicario de la Villa de Madrid, el 23 de octubre de ese mismo año. Una vez aprobado el texto, don Pedro Bernardo alcanzó el mismo día que la licencia el privilegio real de la impresión por un tiempo de diez años, «que han de correr, y contarse desde el día de la fecha de ella, el susodicho, ú la persona que su poder tuviere, y no otra alguna, pueda imprimir, y vender el referido Libro, intitulado: Maquinas Hydraulicas de Molinos,y Herrerías,y govierno de los Arboles,y Montes de Vizcaya, por el original, que en el mi Consejo se vió (...); con que antes que se venda, se trayga ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la impression está conforme á él, trayendo assimismo fee en publica forma, como por Corrector por mi nombrado se vió, y corrigió dicha impression por el original, para que se tasse el precio á que se ha de vender (,..)» 88 . A partir de entonces es cuando se formalizó el contrato con la imprenta Marin, se fijó el tamaño de la letra, la calidad del papel y la tinta; se ajustaron, por otra parte, los precios de las ilustraciones y de la encuademación. En este sentido, se cuidó bastante la calidad de la presentación: se eligió el papel «de florete» importado de Génova, muy superior al común, «o de la tierra», que se hacía, entre otros lugares, en el monasterio del Paular 89 ; de la ilustración se encargó don J u a n Pérez, que por entonces también realizaba unos retratos, con sus armas cardenalicias, del Infante Cardenal 90 ; varios ejemplares se encuadernaron en pasta, «peralgunos fragmentos a continuación Larrañaga, «Algunos papeles...», pp. 174-5: «(...) Don Pedro Bernardo de Villarreal tiene dispuesto para la imprenta un tomo, en el que trata de la construcción de herrerías, y molinos, con un tratado del modo de guiar las plantas. Esta obra, por la novedad del asunto, ha de ser, en mi opinión, muy estimada y buscada por muchos por su utilidad; y así se espera que tendrá gran salida. Por lo cual dicho D. Pedro, deseoso de adelantar la fábrica de esta iglesia, ha hecho a este Colegio una oferta muy útil, y es, que su Mrd. hará el coste de la impresión, láminas, Ucencia del Consejo, etc. Que el papel será de cuenta del Colegio, como también la encuademación, aunque lo pondrá todo dicho D. Pedro, a quien se le darán 50 libros sin encuadernar, para regalar a los amigos. Que se podrán imprimir 500 cuerpos, de los cuales 450 se podrán vender por cuenta del Colegio. Y que si su venta no llegare a pagar el papel y la encuademación, pagará su Mrd. lo que faltare. Y si se vendiesen todos 450, la utilidad que dejaren sea para la fábrica de nuestra Iglesia; como también (si el Colegio hallare que le está bien) que pueda hacer segunda impresión; para lo cual reservará las láminas para dicho Colegio, y la facultad de reimprimir. Y en esta suposición, para que dicho libro tenga más pronta salida, será conveniente se dé noticia en la «Gazeta». (...) Por lo cual suplica a V. R. este Colegio, que después de informarse del Agente de D. Pedro Bernardo (por cuyas manos va esta) se vea con los PP. Maestros de la Matemática de esa Corte, para que en caso de llegar a sus manos el examen de este libro, se explayen en su aprobación y en las calidades que concurren en su Autor, que son muy conocidas (...)». Cuando se distribuyeron los ejemplares de la obra ya publicada, 500 fueron enviados a los colegios de los jesuítas de Bilbao y San Sebastián, por lo que todo apunta a que efectivamente el acuerdo prosperó. 88 Los textos de las censuras, licencia y cédula real de privilegio se incluyen en el libro en las primeras páginas que están sin paginar. 89 El papel «común» valía en esas fechas aproximadamente a 14 reales la resma; «el fino de Génova», a 29; y el de «Marquilla de Genova», a 60 reales. Carta de Isidro Grado a Villarreal^ 5 de setiembre de 1735. Larrañaga: «Algunos papeles...», op. cit., pág. 174. 90 Carta de Isidro Grado a Villarreal del 2 de abril de 1736. Ibidem, pág. 174.

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fectamente bien, como en Flandes o Francia», y el resto en pergamino amarillo, «que es mas curioso que lo blanco»91. Se hizo una tirada de 600 ejemplares — siempre salían luego algunos más—, que fueron los acordados en un principio, si bien en diciembre dieron orden don Pedro Bernardo y el Prior de los jesuítas de imprimir el doble de ejemplares, cosa que no pudo hacerse porque para entonces la impresión prácticamente estaba ya terminada. El tamaño del libro fue en octavo y la letra finalmente no fue la menuda que aparece en las obras de Tosca, sino, por consejo del impresor, algo «más corpulenta» 92 . Hecho el libro en las prensas de la imprenta, había que cumplir con un último trámite: la confección de la fe de erratas y la determinación de su tasa. La primera se hizo por el Corrector General del Monarca, don Manuel García Alesson, el 16 de diciembre de 1736, y, como estaba mandado, se incluyó en el libro en sus primeras páginas; los miembros del Consejo, por su parte, lo tasaron el 20 de diciembre en «ocho maravedises cada pliego», lo que se incorporó igualmente a la obra para su publicación. El libro estuvo listo para poder ser distribuido a primeros del año 1737. La distribución que se hizo del libro fue la que sigue: 300 ejemplares (50 en pergamino y 250 en papel) fueron enviados al Procurador del Colegio de los Jesuítas, de Bilbao; 200 (50 en pergamino y 150 en papel), al Procurador del Colegio de los Jesuítas, de San Sebastián; 106 (12 en pasta y 94 en pergamino), se entregaron a don Pedro Bernardo, y, finalmente, los ocho restantes, encuadernados en pergamino, quedaron en Madrid (seis, para ser remitidos a Lima, uno para don Pedro José, el hijo militar, que se encontraba entonces en Madrid, «que no quiso más», y el último para el agente don Isidro Grado 93 . Para terminar con el proceso material de la impresión de la obra, anotemos el coste de la misma, tal y como figura en la minuta presentada por el agente comercial: «Debe dicho Sr. D. Pedro Bernardo ocho doblones de a cuatro pesos, que valen reales de vellón 481 y 30 maravedís, de coste de dos láminas que abrió D. Juan Pérez en planchas de cobre, demostraciones de edificios de molinos y herrerías, según diseños que me remitió el Sr. D. Pedro Bernardo en sus cartas de enero de 1736 hasta abril de él. Del porte del pliego en que vinieron los cuadernillos para la impresión del libro de Máquinas Hydraulicas, que me remitió en 20 de julio de dicho año, 5 reales y 30

maravedís.

gastados en los Derechos de Privilegio de Su Majestad y licencia del Ordinario, en esta forma: 60 reales de ellos por los 75 reales y 17 maravedís de vellón,

91 Carta de Isidro Grado a Villarreal (27 agosto de 1736). Añade que la encuademación en pasta costará a 4 reales de plata cada ejemplar y los de pergamino amarillo, a 8 quartos, «y no se si al tiempo de encuadernar se podrá conseguir alguna más equidad». Ibidem, pág. 176. 92 Carta de Isidro Grado (10 de diciembre de 1736) en la que informa de la letra de la impresión y de cómo ésta ya está casi ultimada por lo que no se puede atender al aumento de la tirada. Ibidem, pág. 176. 93 Carta de Isidro Grado a Villarreal (11 de febrero de 1737). Ibidem, pág. 178-9.

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Derechos de dicho Privilegio, dos reales de papel sellado para él, 6 reales de los Derechos de Licencia del Vicario, y 4 reales de plata de propina regular al portero del Consejo de Castilla, que corre con dichos Privilegios y su habilitación. Mil doscientos veintey ocho reales de vellón, del total coste de la impresión de dicho

libro, papel para los 600 volúmenes, papel para los 1.200 mapas, coste de estamparlos, y demás menudencias que contiene una memoria aparte dada por el impresor Antonio Marín y pagada a éste. De la encuademación de los 12 libros en pasta, a tres reales de plata cada u n o , ( h a c e n ) 67 reales y 26

maravedís.

De la encuademación de 118 libros en pergamino, a real de vellón de encuadernar cada uno, (hacen) 118 reales. De propina que por costumbre he dado a los oficiales del impresor, a 4 reales de plata cada uno, (hacen) 15 reales de vellón y 2 maravedís. De portear todos los citados libros, así de casa del impresor a la mia, como de ésta después a la del librero, 4 reales de vellón94.»

En total, pues, la impresión del libro había costado casi 2.000 reales de vellón, lo cual explica que los autores de la época buscaran la ayuda de algún mecenas notable a quien, en correspondencia, dedicaban el libro o Hegaran a un acuerdo financiero con el propio impresor. En el caso del libro de don Pedro Bernardo, la obra fue dedicada, pero no por agradecimiento de tipo económico, «a los Amigos Cavalleros, y Propietarios del Infanzonado del muy Noble, y muy Leal Señorío de Vizcaya, y muy Noble, y muy Leal Provincia de Guipuzcoa», sino por razones personales, no en vano había nacido el autor en Mondragón y se había establecido en Lequeitio. La obra fue muy bien recibida. Aparte las críticas muy favorables que se hicieron en la censura 95 , en Bilbao y San Sebastián se vendió muy bien, de

94 Ibidem, pp. 179 y 180. La minuta presentada por el impresor Antonio Marín se desglosaba de la forma siguiente: Importe de la impresión de seisáentos libros de «Máquinas Hydraulicas»: — Lleva dicha impresión quince resmas y dos manos y media de papel florete de Génova, que a 30 reales la resma, importa 470 reales. — Tiene doce pliegos y medio, que a 42 reales cada pliego, importa 525 reales. — Tasa y fe de erratas, 28 reales. — De 25 manos de papel de marquilla florete para las mapas, 75 reales. — De estampar los mil y doscientas mapas, a diez reales el ciento, 120 reales. — Al oficial del estampador, de gratificación, 4 reales. — De la tablilla que se abrió para las cuatro líneas diagonales, 6 reales. 95 Recojo algunos párrafos de las mismas que figuran en el libro: «(...) discurre en los molestos campos de la Geometría, en los valles divertidos, aunque obscuros, de los Cálculos, en los bosques intrincados de la Maquinaria: y passando de lo molesto ä lo gustoso, da reglas ciertas de adelantar los ingenios, fertilizar Campos, utilizar Montes, y aprovechar aguas: tarea es esta, que pedia muchos aplicados entendimientos, y supo uno, á costa de nobles sudores, compendizarlo en sí solo: y si a cada uno le adquiriera fama eterna un solo estudio, clama la justicia para que en laminas de bronce quede perpetuo el nombre de Don Pedro Bernardo» (Pedro Fresneda).

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tal modo que los ejemplares escasearon enseguida. En mayo de 1737, el propio administrador Yrisarri reclamaba a Lequeitio un ejemplar pues «los dos Libros que V. M. me envió el uno de ellos me quitó Lory para remitir a Galicia al director de la fabrica de Cobre y el otro di a D. Martin Thomás de Meñaca a quien tenia ofrezido y si ay alguno de sobra suplico a V. M. me envie» 96 . En octubre de 1739, recibió don Pedro Bernardo la felicitación de don Matheo de Calabro, Maestro de Matemáticas en la compañía militar de Pedro José, e Ingeniero Jefe del Ejército; le escribía desde Barcelona y en la carta se decía cómo la obra titulada Tratado hydraulico, aparecida en París a finales de 1738, de Mr. Bellidor, de la Academia de la capital francesa y Comisario ordinario de Artillería, «se conforma en todo con lo que Vm. trata en su librito» 97 . 5. Consideraciones finales: el legado cultural de don Pedro Bernardo En las páginas precedentes, hemos prestado atención a la formación social de don Pedro Bernardo, a las funciones que desarrolló en la vida familiar, política y económica. Hemos apuntado también otras actividades igualmente realizadas por nuestro personaje, como las de profesor de Náutica, arquitecto, armador e ingeniero hidráulico. En este último capítulo, nos hemos fijado en el aspecto cultural, proponiendo una interpretación de la significación de Pedro Bernardo en la Pre-Ilustración. Villarreal de Bérriz, como otros nobles vascos de su tiempo, fue uno de los «novatores» de nuestra tierra, o uno de «los precursores», como acertadamente le había llamado José María de Areilza en un artículo publicado hace ahora casi cincuenta años. «(...) Es, pues, el Libro ingenioso, claro, methodico, y útil. Lo ingenioso de la obra se convence, por tratar tan sabiamente una materia, á que los Mathematicos apenas han aplicado la mano. Son las Maquinas Hydraulicas parte de la Mechanica (...). La claridad, y buen methodo con que procede, por sí misma se manifiesta: y el que lo leyere, echará de ver fácilmente, que lo vocea la misma O b r a (...). En esta Obra es bien clara su utilidad, pues desde luego se endereza á crecida conveniencia de la Patria en el manejo de aquellas Obras, que hacen en Vizcaya el emolumento mayor» (Gaspar Alvarez). «(...) al Author de esta O b r a se le debian unas alabanzas del genero: pues si bien son en Vizcaya antiquissimas las Herrerías, Presas, y Molinos, como en lo que por la mayor parte consisten los Mayorazgos de aquellas Nobles, y antiguas Familias: faltábales con todo esso á aquellos bienes, que liberal el Pais Ies comunica, la mayor facilidad, emolumento, y pulidéz, que las ingeniosas invenciones del Author, á costa de experiencias largas, y fatigosas tareas, les comunican (...). Por lo que mira al Author, bastaba para crecido encomio, ser hijo de aquella noble porcion de nuestra España, que si faltáran las demás, sobraba sola ella para hacer glorioso todo el Reyno: Aquella de quien nunca hablan los Authores, aun Estrangeros, sino con respecto, y elogios: y que ya se considere su fidelidad, su nobleza, sus ingenios, ninguna le es superior, y le son muy pocas iguales» (Fermín González). 96 Gonzalo Manso de Zúñiga, op. cit., cuaderno 2.°, pág. 188. 97 Carta de Pedro José a su padre, en la que adjunta la carta de don Matheo Calabro, fechada en Barcelona, el 10 de octubre de 1739. A. T . U. Leg. 16, fase. 6.


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La Ilustración española difícilmente se puede entender sin tener en cuenta la labor de estudio, experimentación y divulgación que desarrollaron nobles y clérigos, si bien en grupos minoritarios, en varias regiones del Estado español, especialmente en Valencia, Sevilla, Madrid, Aragón y el País Vasco. Por lo que se refiere en concreto a Villarreal de Bérriz, su obra se debe insertar con todo merecimiento en la publicística de la época, de marcado carácter utilitario y pragmático, orientada al fomento de la economía en nuestro país. Fernando de la Quadra Salcedo, en el comentario que le dedicó en 1935, no dudó en colocar el libro de don Pedro Bernardo junto a los de Ustáriz, Goyeneche, Zavala, Loinaz y Salazar de Cana, afirmando que «todos estos autores son los precedentes de la escuela fisiocrática, de la mercantilista y de otras direcciones, y sobre sus pasos caminan luego los carlotercistas, que fundan las Económicas, y los doctrinarios, que estatuyen en sus polémicas las divergencias interpretativas sobre nuestra situación nacional, nuestro comercio en Indias y nuestra administración, sosteniendo todavía frente a toda Europa el rango hispánico». Considera de la Quadra el libro de nuestro personaje «para su tiempo, un acierto práctico y aun teórico». Y ello porque «la materia de Villarreal es de primera mano. (...) Quiere que las herrerías y molinos se fabriquen con un plan concebido con dimensiones fijas y obedeciendo todo a la inteligencia y utilidad» 98 . Estos economistas, en efecto, junto a otros notables vascos que se empeñaron en hacer más eficientes sus haciendas, abonaron el terreno de tal modo que décadas más tarde pudo perfectamente dar sus frutos en la Sociedad Bascongada de los Amigos

del

País.

Don Pedro Bernardo se cuenta entre los que no economizaron esfuerzos para extender entre sus coetáneos unos aires renovadores. Dejó a su muerte, ocurrida el 19 de febrero de 1740", un legado cultural de plena actualidad hoy en día. De él, sin duda, los primeros beneficiarios fueron sus hijos, que recogieron sin excepción, sin las restricciones que en el orden material marcaba el mayorazgo, una valiosa herencia cultural. En una carta escrita en 1750 por uno de sus hijos, el jesuíta Francisco Joaquín, se pueden leer estas líneas que, creo, resumen bien el mensaje reformista que Pedro Bernardo quiso comunicar: «(...) no dudo que Pedro --escribe a su hermana—, después de algunos años de instrucción, saldrá hombre de provecho, verá tierras y mares, comunicará gentes de diferentes naciones, y los ojos y oydos, y sobre todo los libros le instruirán la razón, y le descubrirán mil secretos de naturaleza que siendo unos puros efectos naturales, parecen á los menos instruidos prodijios sobrenaturales» 100 . 98 De la Quadra Salcedo, op. cit,, pp. 217 a 221. 99 «Recibió los Santos Sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extrema Unción. Testó ante Nicolás de Zatica, escribano real y del número de esta villa en 8 de setiembre de 1731; hizo codicilio en 18 de mismo mes y año, como hizo constar su hijo D. Ignacio, conde de Monterrón, de que doy fe. Barainca. (Nota al margen, cumplido con honra mayor)». Archivo parroquial de Santa María, de Lequeitio, Libro de Finados, 17-2, f. 33v. 100 A. T. - M. Z.: Carta de Francisco Joaquín a su hermana, fechada en Madrid, el 15 de abril de 1750.

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SEGUNDA PARTE

CONCEPTOS TÉCNICOS DE V I L L A R R E A L DE B ÌRRIZ por Ignacio González Tascón


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PRESAS Y AZUDES

Las ideas de Villarreal de Bérriz sobre presas y azudes de gravedad EL TRATADO DE HIDRÁULICA que Pedro Bernardo dedica al estudio de pequeñas presas o azudes, imprescindibles para derivar el agua hacia los caces de los molinos, o las anteparas de las herrerías, ocupa los dos primeros capítulos del Libro Primero de la obra. Las presas tradicionales de gravedad, empleadas no sólo en Vizcaya, sino en toda la Península, forman parte del capítulo primero, dedicado íntegramente a los molinos harineros. Este tipo de presas de gravedad, eran muy frecuentes en la España renacentista; así se construyó en la huerta de Alicante a finales del siglo XVI la gigantesca presa de Tibi, que rebasa los 40 metros de altura, cuya ubicación se debe a Pere Izquierdo, realizando el proyecto los ingenieros de Felipe II Jorge Fratin, Bautista Antonelli y Cristóbal Antonelli1. Con tan notable tradición constructora de presas de gravedad, es comprensible que Villarreal no se sienta muy proclive a extenderse en unas técnicas tan conocidas, y en las que su experiencia como constructor de presas y azudes de escasa altura —entre tres y seis metros aproximadamente— no aportaba nuevos conocimientos de utilidad. De hecho, cuando termina su descripción y criterios de diseño, Villarreal se siente aliviado, al entrar en una nueva materia —las presas en arco con contrafuertes— que constituyen una verdadera aportación de gran originalidad. Por ello escribe: «Ya se ha dicho como son las Presas antiguas de Vizcaya: y aunque son hechas según arte, y buenas reglas, y no se pueden reprobar, hallo ser más seguras, firmes y de menor coste las de arco, como se demostrará.»2 1 Alberola Roma, Armando. El pantano de Tibi y el sistema deriegosen la huerta de Alicante. Alicante, Diputación Provincial, 1984. Pág. 41. 2 Villarreal de Bérriz, Pedro Bernardo. Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías y govierno <k los árbolesy montes de Vizcaya. Madrid, Antonio Marín, 1736. Pág. 8. En lo que sigue, todas las citas de Villarreal, salvo mención explícita, hacen referencia a este tratado.


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La mayor aportación de Pedro Bernardo en el diseño de presas de gravedad, es que establece un criterio preciso y claro que es además extraordinariamente ajustado al cálculo estático de equilibrio de la presa, tal y como hoy lo realizamos 3 . Aunque Villarreal aborda su propuesta partiendo de una altura de presa de diez pies de altura (2.80 m), realizaremos una generalización que nos sirva para una altura cualquiera «H». Contempla además Villarreal que las presas de gravedad que diseña, han de comportarse como azudes 4 , siendo rebasables con frecuencia, por lo que establece un altura «s» de la lámina de agua sobre la coronación que es preciso estimar mediante observaciones previas del régimen de avenidas del río, ya que es un parámetro necesario para el diseño de la presa. U n a vez conocida la altura de la presa «H» y estimada la lámina de vertido sobre la coronación «s», quedan fijados todos los demás parámetros. Naturalmente, para resistir el vertido del agua a gran velocidad sobre la coronación se requieren «buenas losas ligadas con grampones de hierro emplomados» 5 . Además, con el fin de prevenir la erosión debido al chorro de agua que rebasa la presa, el muro vertical se fabrica de «piedra labrada con buenas juntas», mientras que el talud tendido, en contacto siempre con el agua, se impermeabiliza con «maderas y tablas que llaman colomas, y se calafatea muy bien». Esta impermeabilización con tablones de madera es solamente temporal, para evitar que la obra recién construida se arruine a causa de una crecida imprevista; el propio Villarreal señala que la presa «después de algunos años no necesita defensa de tabla, como muestra la experiencia» 6 . En cuanto al talud tendido en el paramento en contacto con el agua, tiene algunas ventajas en relación con la estabilidad (el empuje del agua proporciona una componente vertical favorable) y facilita además la construcción, permitiendo la colocación del recubrimiento de madera.

Las innovadoras presas de arcos escarzanos y contrafuertes Son el orgullo de Villarreal, y, sin duda, su aportación más original a la ingeniería de su tiempo. La importancia radica en que el autor proporciona 3 Los cálculos de estabilidad y de hidráulica sobre presas, molinos y herrerías que describe Villarreal pueden verse en el excelente trabajo de Nordon, Marcel. L'Hidraulique d'un gentilhomme basque au debut du XVIII' suele. Año 1985. Colección mecanografiada de la Fundación Juanelo Turriano. E n lo que se refiere a las presas de gravedad, son de interés las págs. 8-12. 4 Así se deduce además al definir su función, que no es acumular agua para moler el grano o foijar el hierro en época de sequía, sino «introducir el agua a los calces, o anteparas de molinos o herrerías, levantando la madre del río». (Villarreal, pág. 6). 5 Villarreal, op. cit. pág. 5. 6 Villarreal, op. cit. pág. 6.

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relaciones empíricas y criterios de diseño que permiten construir con seguridad este tipo de presas. Aunque está hoy fuera de duda que las presas de contrafuertes fueron ya utilizadas en época romana, los ejemplos que conocemos son escasos y de relevancia mucho menor. La presa quizá más antigua de bóvedas y contrafuertes conservada hasta hoy, aunque con cambios significativos, está emplazada cerca del pueblo de Esparragalejo, localidad próxima a Mérida. 7 Con una altura máxima difícil de precisar hoy día, pero del orden de los seis metros, constituye un ejemplo notable de este tipo de estructuras hidráulicas que los romanos emplearon raramente. La presa consta de 12 arcos de medio punto —el único empleado por los ingenieros romanos— y por tanto de 13 contrafuertes. Por su parte, Norman Smith data también otra presa romana de contrafuertes en Tripolitania —la de Wadi Caam— de menor importancia 8 . Y aunque en época medieval se pierda la pista de este tipo de presas, no se olvidan totalmente; así García-Diego señala el dibujo de una presa de este tipo en los manuscritos renacentistas conocidos como «Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas» 9 . Añadiremos también aquí otro ejemplo de bóveda simple, que aunque en un extremo estriba directamente en la roca, en el otro requiere un enorme contrafuerte o estribo, la presa de Elche sobre el río Vinalopó, de 23 metros de altura, cuyo empuje no puede resistirse simplemente por gravedad, con una anchura de 9 m en coronación y tan sólo l2 en cimientos10. Proyectada y construida por Joanes del Temple, la presa se terminó en 1640, justo un siglo antes de la muerte de Villarreal. Todos estos antecedentes ponen de manifiesto la existencia de presas de bóvedas y contrafuertes mucho antes de que Villarreal realizase sus experiencias; sus innovaciones son sin embargo tan notables, que confieren a sus diseños un aire inconfundible. En primer lugar, se conciben asociadas a unas industrias determinadas —molinos harineros y herrerías— que requieren saltos hidráulicos comprendidos entre los tres y seis metros, que es el rango que establece Villarreal. Tampoco pierde de vista el régimen de los ríos de su territorio (aguas abundantes, régimen irregular, pendientes longitudinales fuertes) y por ello, a diferencia de otras presas anteriores de este tipo, se contempla el vertido 7 Díaz-Marta, Manuel. «Comentario al artículo "Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes" de José A. García-Diego». Revista de Obras Públicas, Marzo 1972. Págs. 232 a 238. 8 Smith, Norman. A History of Dams. Londres, 1971. .9 García-Diego, José A. «Contestación al Comentario de Manuel Díaz-Marta sobre las presas de contrafuertes de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz.» Revista de Obras Públicas. Madrid, Marzo, 1972. Pág. 237. 10 Fernández Ordóñez, José A. y otros. Catálogo de noventa presas y azudes españoles anteriores a 1900. Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, 1984. Págs. 242-249.

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frecuente de los excedentes de agua sobre la coronación sin que por ello se arruine la obra. Los dos parámetros que precisan ser conocidos o estimados son la altura de presa (H) y el «álveo» o anchura del cauce en época de crecidas (A). La anchura máxima de la presa en cimientos será algo superior al doble de la altura de agua (es decir, 2H). El número de bóvedas se establecerá en función del álveo (A) de manera que la cuerda de cada uno de los arcos escarzanos (L) esté comprendida entre 30 y 40 pies, teniendo en cuenta que el grueso o espesor de los contrafuertes es la cuarta parte de la cuerda del arco (L/4). Otra norma establece que cada arco ha de tener en su clave un espesor de 2,5 pies (0,7 m), valor que creemos busca a limitar el tamaño de esta importante dovela, expuesta a la erosión del paso frecuente del agua. Otra particularidad, que indica lo consciente que era Villarreal sobre el modo de trabajar los arcos, queda reflejada en su criterio de realizarla por hiladas horizontales, construyendo una hilada sobre la siguiente con un pequeño retranqueo al que Villarreal no concede mucha importancia, y que justifica por razones constructivas, de manera que la pendiente sea de cinco pies horizontales por cada 9,5 verticales. Veamos como ejemplo, como se procedería, de acuerdo con Villarreal, para proyectar una presa de 10 pies de altura si el álveo o anchura del río es de 90 pies. Como la presa se va a construir por hiladas horizontales, podemos establecer que la altura de cada hilada sea de un pie, con lo que en total tendremos diez arcos superpuestos e independientes, que transmiten los esfuerzos a los contrafuertes. Una vez establecido un retranqueo adecuado —alrededor de medio pie por hilada— veamos como definimos su geometría. La planta que mejor encaja está formada por dos arcos de cuerda (L) y tres contrafuertes de ancho (L/4). Tendremos que 2L + 3L/4 = 90 pies, es decir, L = 32,7 pies, y el ancho de los estribos 8,18 pies. En la primera hilada (las demás se harán casi igual, teniendo sólo en cuenta la ligera disminución del ancho) se determinan los puntos «D», y con centro en ellos y radio «L» se determinan los centros de los arcos escarzanos, siendo ya posible el trazado en planta del arco y pudiendo proceder al dovelado del mismo, que es bastante simple. El propio Villarreal, según él mismo nos cuenta en su obra, escribió el tratado para transmitir sus criterios de diseño bastante experimentados, ya que nos cuenta que por entonces había llevado a cabo cinco presas no lejos de Lequeitio, su centro de operaciones. El mismo nos las describe así:11

11 Villarreal, op. cit. págs. 13 y 16.

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«La Presa de Ansotegui y la de Barroeta (Osiyán) ambas en Marquina, la primera de un arco, y la segunda de dos, se han fabricado de esta forma, y han quedado hermosas, fuertes, y muy a gusto de sus dueños: y yo edifiqué en Guizaburuaga otra en la misma forma con tres arcos de desiguales cuerdas, por aprovechar unos peñascos levantados...»

Más adelante añade: «También se ha fabricado en Bedia, cerca de Vilbao, en el Río caudaloso que pasa por dicho Bedia, y Galdacano, una Presa con cinco arcos, después que se llevó la que se fabricó en el mismo sitio avrà dos años, muy costosa, de piedra en un arco; pero siendo su cuerda ciento y noventa pies, (53,20 m) no pudieron tener tirantes las dovelas, y se la llevó el agua: y se ha visto la firmeza con que ha quedado esta nueva de cinco arcos.»

Del propio texto se deduce que se construyó en 1734 ó 1735. La última de las presas, aún en construcción cuando Villarreal escribe su tratado, es la de Laisota, de dos arcos, y que le sirvió como modelo para la ilustración que figura en el libro. Sobre ella nos dice12: «...y actualmente estoy labrando otra Presa en dicho Lugar de Guizaburuaga de las medidas, y forma, que muestra dicha figura 2.»

Todas ellas fueron localizadas y estudiadas hace ya bastantes años por un grupo de jóvenes ingenieros dirigidos por el profesor de la Escuela de Caminos de Madrid Antonio del Aguila y Rada 13 . Posteriormente, uno de los integrantes de este grupo, pionero de lo que hoy llamamos Arqueología Industrial, José A. García-Diego, estudiará en profundidad el personaje y su obra 14 , llevando a cabo además el estudio previo a la edición facsímil del libro15. Las cinco presas de las que nos da referencias Villarreal, tienen unas dimensiones básicas de altura (H) y luz de la cuerda del arco (L) que encajan dentro de las normas de Villarreal. Barroeta-Osiyán (H = 3 m; L = 12 m); Ansotegui (H = 5 m; L = 11.40 m); Arencibia-Errota (H = 2 m; L = 10.50 m); Bedia (H = 4.50 m; L = 9.20 m) y Laisota (H = 4.50 m; L = 12 m). La mayor cuerda de un arco está en 12 metros, unos 43 pies, que exceden en muy poco su límite superior de 40 pies. A estas cinco presas, bien conocidas y estudiadas, hay que añadir al menos una más que fue construida en fecha posterior, ya que no hay referen12 Villarreal, op. cit. pág. 14 13 Aguila y Rada, Antonio del. «Unas presas antiguas españolas de contrafuertes». Publicado en la revista Las Ciencias. Madrid, año X I V , número 1. 1947. 14 García-Diego, José A. «Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz y sus presas de contrafuertes». Revista de Obras Públicas. Madrid, Agosto, 1971. 15 Lo publicó la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en colaboración con la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián en el año 1973.


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PLANTA SECCIONES

SECCION B-B

Figura

9. — Planos

de la presa de Bedia

(Revista

de Obras Públicas,

Agosto

1971).

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cias a ella en el tratado y que creemos se proyectó utilizando el libro pero sin la intervención directa del autor. Su ubicación está lejos de Lequeitio, teatro de operaciones de Pedro Bernardo, aunque se encuentra muy próxima a Liérganes, población de Cantabria donde se instalaron los primeros altos hornos españoles en las primeras décadas del siglo X V I I 1 6 . Estas factorías, en plena producción cuando Villarreal escribe su libro, empleaban las aguas del río Miera para soplar, mediante ruedas hidráulicas, los grandes hornos donde se fundía el mineral y el hierro. Y aunque por entonces no estaba introducido en España el procedimiento de obtención de hierro dulce, apto para la forja, a partir de la fundición —llamado procedimiento indirecto— y por tanto el hierro colado no le hacía la competencia al hierro obtenido por el procedimiento directo en las herrerías tradicionales vascas y catalanas, sabemos que Villarreal se interesó en las Reales Fundiciones, pues con seguridad estaba ya al tanto de la posibilidad del procedimiento indirecto. De hecho, esta nueva técnica se implantó en España por vez primera muy pocos años antes de la publicación del libro de Villarreal, pero en un escenario geográfico tan apartado del suyo, que no creemos que Pedro Bernardo estuviese al tanto de la innovación. Nos referimos a la primera fábrica industrial de hojalata establecida en España, cerca de Ronda, promovida por los suizos Meurón y Dupasquier, que solicitan a finales de 1725 establecer una factoría en Ronda para «blanquear el hierro» 17 . Pero creemos que Villarreal era consciente del peligro que representaba para las herrerías el nuevo procedimiento de obtener el hierro; después de alabar la antigua grandeza de la industria del hierro en la villa de Mondragón, escribe: «hasta que se perdió todo, aviándose hallado en Alemania la invención de convertir el hierro (colado) en acero, y después averse extendido a Francia, y otros Reynos, de que escrivió últimamente, año de 1722, en París Mons. Reaumur, de la Academia Real de Ciencias, en su Libro: Arte de convertir

el hierro en acero, y de suavizar

el hierro

colado;>18.

Ante esta amenaza tecnológica, Villarreal decide informarse en los Altos Hornos de Liérganes-La Cavada, adonde envía una persona de su confianza, que le remite un croquis de un alto horno, y le pone en contacto con un ingeniero de las Reales Fundiciones, llamado Juan Cubría 19 . Y aunque Villarreal no llegó nunca a emprender la aventura que representaba la tecnología del alto horno y del hierro por el procedimiento indirecto, creemos que fruto de estas relaciones fue la presa de Liérganes que comentamos. 16 Sobre la historia de estos primeros altos hornos españoles, véase Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, José. Historia de una empresa siderúrgica española: Los Altos Hornos de Liérganes y La Cavada, 1622-1834. Santander, 1974. 17 González Tascón, Ignacio, Fábricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 141. 18 Villarreal, op. cit. pág. 45. 19 Valle de Lersundi, Joaquín del. «Notas biográficas de Pedro Bernardo de Villarreal de Bérriz y de sus hermanos.» Lekeitio n.° 1. Bilbao, Caja de Ahorros Vizcaína, 1988. Págs. 53-54.


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Se trata de una presa de dos arcos escarzanos (análoga por tanto a la que ilustra el libro de Villarreal) levantada en el cauce del río Miera en la población de Liérganes (Cantabria). Esta presa se construyó para dar agua a un molino harinero cuya fábrica aún permanece en pie, aunque con bastante prudencia no se adosa a la presa, sino que se instala en la margen izquierda el río, en un lugar apartado del lecho del mismo. De su buen comportamiento da cumplida muestra su perfecto estado de conservación, pese a la violencia de las crecidas del río Miera, que arruinaron, según recoge Madoz, las presas, cauces y ruedas de la Real Fábrica de Cañones de Liérganes-La Cavada 20 . Hay una razón de cierto peso para pensar que Villarreal no realizó esta presa entre la fecha de la publicación del libro (1736) y su muerte (1740). La altura de la presa encaja bien dentro de los criterios de Villarreal (H = 4.20 m), pero no así la cuerda de los arcos escarzanos (L = 14.20 m) que supera ampliamente el criterio de no rebasar los 40 pies (11.20 m). Excesivamente arriesgado es también la anchura del contrafuerte, pues tiene tan sólo 2.20 m, cuando según el criterio de Villarreal debería de ser L/4 = 3.55 m. Para compensar, el espesor mínimo del arco en su clave, es en la presa de Liérganes 1.30 m, frente a los 2,5 pies (0.7 m) que recomienda Villarreal 21 . La otra dimensión importante, el talud o incremento de la anchura con la profundidad no hemos podido establecerla por encontrarse completamente aterrada, pero si admitimos que la pendiente del paramento aguas arriba está ataluzado de acuerdo con la pendiente sugerida por Villarreal, nos encontramos con una relación entre la anchura en cimentación y la altura del orden de 1,6, muy inferior al valor de 2 recomendado por Villarreal. La factura de la obra es sin embargo perfecta, disponiéndose los planos paralelos como recomienda Villarreal: 22 «...poniendo el sobrelecho de dicha primera hilera de dovelas a nivel, góvernando la altura de ellas según los saltos, o desigualdades del cimiento, para que todas las otras hileras hasta el remate sean iguales, y horizontales en la altura de cada hilera.»

No sabemos quién construyó la presa, aunque con ella se cumplió el deseo expresado por el propio Pedro Bernardo en el prólogo de su libro: «espero sirva de algo, a vista de la desproporción en que están todas las Herrerías, sin que haya quien entienda en ellas, sino unos carpinteros, que si saben hacer una rueda, y labrar un huso, se tienen por insignes, y los creen los propietarios, fiando en ellos, como si cada uno fuese un Archimedes.» 20 Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1846-1850. Véase Lierganes y La Cavada. 21 Villarreal, op. cit. pág. 12 22 Villarreal, op. cit. pág. 10.

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II. MOLINOS HARINEROS EL TIPO DE MOLINO DE GRANO que Villarreal considera en su libro más conveniente es el constituido por ruedas horizontales o rodeznos23. Las razones que justifican esta preferencia, aunque no explícitas en su libro, creemos que son las mismas que ya desde época medieval recogen los fueros: una tecnología que se adapta bien al medio físico, y que resulta, en comparación con las que emplean ruedas verticales, en general más adecuada. A diferencia de un martinete de forja, o de un batán —en los que se emplean ruedas verticales porque se adaptan mejor al movimiento que se requiere— un molino harinero no precisa movimientos de vaivén, sino simplemente un movimiento circular que ha de imprimir a la muela una velocidad de giro bastante elevada. Según Villarreal, «la velocidad de la piedra de moler proporcionada, es la de dar en medio minuto, que son treinta segundos, cuarenta o cincuenta vueltas», es decir de 80 a 100 revoluciones por minuto 24 . Esta velocidad de giro, puede lograrse empleando un rodezno y un salto adecuados sin necesidad de tener que utilizar ningún tipo de engranajes, lo que resultaría imposible en el caso de que se utilizase una rueda vertical, tanto del tipo de paletas, como de arcaduces o cangilones. Ello simplifica mucho la construcción de la máquina, ya que los engranajes utilizados en el siglo X V I I I — e l tradicional de finternilla— es siempre un punto débil, fuente de averías y roturas, además de disminuir bastante el rendimiento general de la máquina 25 . A estas razones de carácter mecánico, hay que añadir otras que guardan relación con la red fluvial de la cuenca del Cantábrico, para la que Villarreal diseña los molinos, en la que las sequías afectan menos a los pequeños arroyos que en Castilla o Andalucía, y en donde no existen ríos suficientemente caudalosos para permitir la instalación en su cauce de grandes aceñas de ruedas vercales, como ocurre por ejemplo en los ríos Duero, Tajo, Guadalquivir o Ebro 26 . Menos adecuadas todavía que las ruedas verticales de paletas son las de cangilones o arcaduces, muy empleadas en cambio ya en el siglo XVI en la industria pesada, sobre todo en minería y metalurgia 27 . 23 Villarreal, op. cit. pág. 37. 24 U n a síntesis de la evolución de las ruedas hidráulicas, y su aplicación a la molinería puede verse en González Tascón, Ignacio, Fábricas Hidráulicas Españolas, Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, 1987. 25 Sobre los problemas de los engranajes de rueda y linternilla es bastante explícito Leonardo da Vinci en los Códices de Madrid. 26 U n a de las más antiguas representaciones de molino de rueda vertical en España figura en el arca mudéjar llamada de San Isidro, del siglo XIII. 27 De su éxito en Alemania en el siglo XVI da cumplida cuenta el tratado de Georg Bauer, más conocido como Agrícola, De Re Metallica, Basilea, Dudovicus Regis, 1561. Existe edición castellana reciente, traducida por Carmen Andreu y corregida por J u a n Carlos Paredes. Madrid, Unión Explosivos Río Tinto, 1972.

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Una vez elegido el tipo de rueda motriz hidráulica, Villarreal nos habla de la elección del salto hidráulico que se requiere para el molino y de la sección que ha de tener el conducto por donde sale el agua que incide en la rueda. La presa construida deriva el agua hacia un depósito de presión llamado «arca», que viene a ser lo que en los tratados españoles de ingeniería renacentista se llaman «cubos», es decir, depósitos cuya función es mantener el desnivel sin grandes variaciones, careciendo de importancia (por su escasa capacidad) el papel de almacenamiento 28 . En el molino que dibuja —perteneciente como el propio Villarreal nos dice a la presa molinera de Laisota— el «arca» o cubo del molino está adosado a la presa, contando con un aliviadero lateral para evacuar el agua no deseada, pero el propio Villarreal señala que con gran frecuencia es preciso separar el arca y el molino del cuerpo de la presa, comunicando ambas por medio de un canal. Dice así29: «En algunos sitios son precisos largos calces desde la comporta, hasta la antepara, y en otros está el edificio inmediato a la Presa, como en la presente lámina: lo que es muy conveniente, porque como el agua no sabe caminar, sino bajando, en largos calces pierde salto, y en especial si son estrechos.»

Aquí pone de manifiesto Villarreal su preferencia por los cauces anchos, quizá debido a su experiencia. Este acierto notable —a igualdad de caudal los cauces anchos tienen mayor radio hidráulico— no era compartido, incluso muchas décadas más tarde, por algunos ingenieros españoles que mostraban sus preferencias por los cauces estrechos, como por ejemplo Vicente Rueda en un manuscrito de 1785 en el que realiza un estudio para volver a poner en uso el abastecimiento romano de aguas a Cádiz: «Es sabido, y experimentado, que el menor ancho, y la mayor altura del agua en los acueductos produce la ventaja de que el peso de ésta contribuía a disminuir los frotamientos contra el plan, y costados: por esta sóla razón convendrá estrechar más el especificado hueco en su ancho, para conservar la mayor posible velocidad de las aguas» 30 .

El depósito o «arca» que propone Villarreal tiene sección rectangular, dando el criterio de proyecto, para resistir el empuje del agua, de que el espesor de sus muros sea igual a la altura de agua hasta la superficie, criterio 28 El tratado más completo sobre molinería, que incluye el diseño de «cubos» puede verse en Turriano, Pseudo-Juanelo. Los Veintiún Libros de los Ingeniosy de las Máquinas. Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1983. Acompaña la transcripción de los manuscritos un estudio crítico de José A. García-Diego. 29 Villarreal, op. cit. pág. 18. 30 Rueda, Vicente. Manuscrito que se conserva en el Servicio Histórico Militar (Madrid) que lleva por título Relación del estado en que se halla y se reconoció el antiguo acueducto de los romanos. Año 1785.

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bastante conservador, pues sería suficiente, para garantizar la estabilidad, un espesor de 0,7 veces la altura del agua 31 . No contempla Villarreal la posibilidad de disminuir el espesor de los muros enterrando total o parcialmente el «arca», solución que se adopta con mucha frecuencia en Castilla, y que recogen los manuscritos españoles «Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas» 32 . Cuando la altura del arca o cubo del molino es muy elevada, es posible, para ahorrar volumen de obra, realizar un escalonamiento en la sección del muro, reduciendo el espesor allí donde ya no es necesario: «(el espesor) irá menguando a proporción de lo que sube el fondo de dicha arca» 33 .

Veamos ahora otras recomendaciones de Villarreal para realizar cabalmente el diseño de un molino. Empecemos por los rodeznos, que ya hemos señalado deben de dar de 80 a 100 vueltas por minuto. Su diámetro no debe de exceder en más de tres o cuatro onzas el de las muelas que trituran el grano, que tienen entre 6 y 7 palmos (1.26 y 1.47), valores que encajan bastante bien con los molinos del siglo X V I I I que hemos visitado 34 . Es un valor bien establecido, que no sufre cambios notables a lo largo del siglo XIX, ya que Luis Zapata señala que para un diámetro de muela de 1,40 metros la velocidad óptima de giro es de 110 vueltas por minuto 35 . Los rodeznos van situados en el cárcavo o «estolda», formándose los dos cañones o saetas por donde sale el agua mediante el tallado de tres grandes dovelas de piedra, que se estrechan hacia la salida del agua por la boca del cañón o surtidero. Señala también Villarreal el ángulo de ataque o incidencia del chorro sobre el plano horizontal del rodezno: «un pie de desnivel en tres de largo, porque este desnivel es el conveniente para que el agua dé en buena dirección en las ruedas: porque si estuvieran en mayor desnivel, la mayor fuerza sería oprimir a la rueda, y andaría menos; y si fuese menos el desnivel, estando el cañón más plano, pasaría parte del agua sobre la rueda inútilmente» (págs. 21-22). El criterio más importante para diseñar el molino es dotarlo de una potencia adecuada; para ello Villarreal nos proporciona una tabla que establece una correlación entre el salto hidráulico y la sección por la que sale el 31 Los cálculos de estabilidad muestran que es suficientemente seguro un valor de alrededor de 0.7. Véase Nordon, Marcel, op. cit., nota (3). 32 U n molino renacentista de cubo parcialmente enterrado se construyó en el Monasterio de El Escorial, y de él se conservan planos en la Biblioteca del Palacio Real, Madrid. 33 Villarreal, op. cit., págs. 39-40. 34 Villarreal, op. cit., págs. 34 y 37. 35 Zapata, Luis. Memorias sobre la industria fabril redactadas por los ingenieros al servicio de la investigación de la Hacienda Pública. Madrid, 1900, págs. 9-18.


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agua que incide sobre las palas del rodezno (surtidero) advirtiendo que es el adecuado para muelas de 6,5 palmos de diámetro (1,36 m), y por tanto de un rodezno de alrededor de 1,45 m. A continuación se comparan los saltos (H) y secciones de surtidero (A) necesarias según Villarreal (pág. 35), y las que hemos calculado: H(pies) 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

A (onzas 2, Villarreal) 60 45,45 36 28,85 24 20 17,33 15,45 13,15 11,92 10,64 9,62 8,59 7,93 7,24 6,67

. . . .A (cálc. actual) 56,56 43,05 34,15 27,94 23,42 20 17,33 15,21 13,49 12,07 10,89 9,88 9,03 8,28 7,64 7,07

Vemos pues que los cálculos de Pedro Bernardo son muy precisos, con errores máximos de un 6 % que resultan muy aceptables. En cambio, el cálculo del gasto de agua o caudal que consume el molino, es disparatado en Villarreal, consecuencia de una utilización errónea del concepto —que confunde a veces con un simple volumen de agua— y de las dificultades de medir tiempos, que Villarreal realizaba con un péndulo o con un reloj de arena. Los errores de Villarreal en el manejo de la idea de caudal o gasto, no afectan sin embargo a sus molinos, ya que en ningún caso el caudal se utiliza como criterio de diseño (lo que hubiese por otra parte resultado absurdo, dada la dificultad de su medición); no insistiremos por tanto en ello, recomendando a los lectores interesados en este asunto a un exhaustivo trabajo sobre la materia 36 . La tabla comprende un rango entre 5 y 20 pies, que se consideran los saltos adecuados para un molino harinero; para valores más bajos, se requieren caudales tan elevados que según Villarreal 37 es mejor imponer «en tales parages haceñas, como se ve en Castilla», empleando ruedas de paletas análogas a las ferrerías pero movidas por abajo, que tienen un rendimiento muy bajo y requieren mucha agua. 36 Nordon, Marcel, op. cit. (nota 3). 37 Villarreal, pág. 42.

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Por encima del límite superior de la tabla, el espesor de los depósitos y de la propia presa son antieconómicos, y resulta más conveniente realizar varios molinos de salto menor. La potencia teórica que desarrolla un rodezno harinero podemos establecerla a partir del salto hidráulico y la sección del surtidero, ya que ambos parámetros son definidos con precisión por Villarreal; no tomaremos en cuenta el caudal que define Pedro Bernardo, concepto que maneja de manera confusa y que no constituye por otro lado un criterio de diseño. A partir de estos datos obtenemos una potencia teórica de 2,95 C.V. por rodezno y muela, ya que no se establece ningún tipo de engranajes para mover más de una muela con un solo rodezno. Si aceptamos un rendimiento del rodezno del orden de un 30 % obtendremos que la potencia disponible en el eje para la molienda es de alrededor de 1 CV, que es realmente pequeña. Podemos contrastar este dato con las tablas que establece, casi un siglo más tarde, José Mariano Vallejo, 38 quien estima para una muela de 5,025 pies (1,41 m) una velocidad de giro óptima de 91,8 r.p.m. —lo que encaja bastante bien con las propuestas de Villarreal— y una potencia de 24,7 CV, cantidad muy superior a los 2,95 CV de Villarreal. En cuanto a la capacidad de molienda de grano, de la que nada nos dice Villarreal, podemos realizar una aproximación a partir de las tablas de Vallejo, que para una muela de 1,40 m de diámetro señala una producción de 0,0931 libras/segundo, es decir 154 kg/hora por cada muela. Sería éste un límite superior, pues ya hemos comentado que para mover una muela de estas dimensiones Vallejo requiere un molino mucho más potente que el de Villarreal. Los datos estadísticos que se conservan del País Vasco (incluyendo Navarra) en la «Guía fabril e industrial de España» 39 proporcionan un censo de 1.024 molinos y nueve fábricas de harina con un total de 1.211 muelas y una producción anual conjunta de 3.269.700 quintales de harina, es decir 2.700 quintales/año/muela. Suponiendo que cada muela está en producción dos mil horas anuales, tendríamos una producción media de 77 kg/hora, valor que podemos considerar como normal de un molino medio vasco. Lo que más sorprende en los molinos de Villarreal es la escasa sección que da al saetín o surtidero, sobre todo teniendo en cuenta que en el territorio donde emplaza sus máquinas, el agua es bastante abundante. De nuestra experiencia de campo 40 , en molinos de saltos similares a los de Villarreal, las secciones de surtidero más frecuentes pasan de los 2.000 cm 2 , y cuando los saltos son mayores, la sección se reduce hasta los 400 cm 2 . Sin embargo, Pedro Bernardo, para saltos de 10 pies, considera que es 38 Vallejo, José Mariano. Tratado sobre el movimiento y aplicaciones de las aguas. (3 vols). Madrid, Imprenta de D. Miguel de Burgos, 1833. 39 Giménez y Guited, Francisco. Guía fabril e industrial de España. Barcelona, 1862. 40 González Tascón, Ignacio. Fábricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 207.


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suficiente una sección de 20 onzas cuadradas (108 cm 2 ), lo que nos parece muy escaso. Lo cierto es que sus criterios obedecen a una experiencia análoga a la construcción de presas de contrafuertes, pues él mismo nos dice: «Cinco Molinos que he reedificado en la forma explicada, han manifestado, que su fábrica es muy firme, y segura, y de pocas averías, y el efecto que hace el agua muy grande, respecto de otro género de fábricas»41.

III. HERRERÍAS Tipologías y especialización A P A R T I R D E L S I G L O X I I , se difunde por los centros ferroneros europeos un nuevo modo de obtener el hierro que requiere un esfuerzo mucho menor y permite además multiplicar de manera considerable la producción. El empleo de ruedas hidráulicas, utilizado ya en el mundo romano en la molienda de cereales, encontró en el mundo medieval nuevas aplicaciones en industrias que requerían movimientos de vaivén; martinetes de forja, batanes, molinos de pólvora o de papel fueron las primeras aplicaciones. La incorporación de la energía hidráulica como fuerza motriz en las herrerías, tanto en los mazos como en las máquinas soplantes o barquineras, permitió abordar la forja de piezas de grandes dimensiones y de geometría complicada como anclas de navios o rejerías artísticas, pero también dio lugar a importantes industrias de clavos, chapas de hierro para herrajes, cerraduras o clavos. Herrerías movidas por agua se detectan en fecha temprana en Estiria (1135), Normandía (1204), Suecia (1224) y Moravia (1269). En el País Vasco, existen documentos que testimonian claramente la aparición de este nuevo tipo de factorías en las primeras décadas del siglo XIV. Así, el Fuero de las Ferrerías de Oiarzun e Irun Uranza, dado a estas poblaciones por el rey Alfonso X I en 1328 se ordena: 42 «... E otrosí que las ruedas y molinos que son de parte de uso de las ferrerías en las aguas do están pobladas, que el agua con que las ferrerías han de labrar que las non represen nin embaquen ningunos...»

41 Villarreal, op. cit. pág. 23. 42 Arbide Elorza, Ignacio y otros. Ferrerías en Legazpi. San Sebastián, Caja de Ahorros de Guipúzcoa, 1980.

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Pocos años más tarde, el mismo rey castellano concede a la guipuzcoana villa de Segura un Fuero de Ferrerías que establece una distinción clara entre herrerías «masuqueras», es decir movidas con fuerza humana, y otras que emplean ya rueda hidráulica: «..por razón y manera que habernos ferrerías masuqueras e otras de mazo de agua...» Vemos pues que su antigüedad es muy superior a las estimaciones que el propio Villarreal realiza en su obra —hacia 1580— según se desprende de su texto:43 «De ancianos de la Villa de Mondragón, en la Provincia de Guipúzcoa, tengo oído, que ará ciento y cinquenta años que se labraba el acero a fuerza de brazos: y después alcancé yo la fábrica de acero en Herrerías de agua, y fue mucho lo que se aumento el comercio...» Estas ferrerías, con las diferencias que comentaremos, permanecieron en uso hasta el siglo XIX, cuando se comienza a difundir, a partir de su invención en 1839, el martillo pilón movido por máquina de vapor. Ya en el siglo X V I I las herrerías alcanzan una especialización, encontrando ferrerías mayores, y menores, estas últimas llamadas a veces «tiraderas». En las ferrerías mayores se obtenía en el horno a partir del mineral o vena una esponja de hierro llamada zamarra o «agóas», de la cual se eliminaban las escorias (que funden mejor que el hierro) mediante la operación de cinglado44. Posteriormente la zamarra o «agóas» se divide en varios pedazos o barras de hierro que constituyen la materia prima de las ferrerías menores. En Cataluña, la zamarra se dividía generalmente en tres pedazos, que recibían los nombres de «mazoca» (el trozo central) y «mazoqueta» (los dos laterales). Pedro Bernardo nos comenta que en el País Vasco se divide en cuatro barras de una vara (84 cm) de largo y 4 ó 5 onzas de grueso, llamando a estas barras «tochos»45. Por el contrario, en las ferrerías menores —que disponían también de martinete y máquina soplante— se transformaban las barras de hierro obtenidas en las ferrerías mayores, en productos manufacturados, como rejas de arados, clavos, picos y palas, almadenetas, etc. 43 Villarreal, op. cit. pág. 45. 44 El cinglado consistía el golpear la zamarra para expulsar de la masa o zamarra las escorias y soldar las partículas de hierro que no llegan a fundir. Este procedimiento tiene la ventaja de permitir obtener un hierro sin apenas impurezas y de gran calidad, ya que a diferencia del alto horno, en la herrería el hierro no llega a fundir, y por tanto no disuelve productos —azufre, fósforo— que desvirtúan sus propiedades. 45 Villarreal, pág. 48.

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Naturalmente, las ferrerías menores, que realizaban un trabajo más especializado y artesanal, no precisaban de un martillo tan pesado como el de las ferrerías mayores; con frecuencia también se aumentaba el número de levas que portaba el eje de la rueda hidráulica o huso, con lo que se obtenía un mayor número de golpes, aunque menos contundentes. Esta diferencia entre herrerías mayores y menores la encontramos también en Cataluña, por ejemplo en Campdevánol, muy cerca de Ripoll. La documentación de este archivo diferencia ya la «farga de Baix» —que cita en 1 6 3 4 - del «martinet» que en 1668 realizaba labores especializadas, análogas a las de ferrería menor 46 . Existieron también, a partir del siglo XVI, otras factorías especializadas en la industria de transformación del hierro, llamadas fanderías. En ellas se empleaban cilindros movidos por ruedas hidráulicas para laminar y cortar en tiras las chapas de hierro, de una manera mecánica; no entraremos sin embargo en su descripción ya que Villarreal no trata de esta materia. Diremos sin embargo que esta tecnología aparece ya completamente desarrollada en la obra de Jean Errard, publicada en 158447, y que la primera fandería española de la que nos ha llegado noticia fue construida por J u a n de Herrera y su sobrino Pedro de Liermo en la herrería de Berna, cerca de Durango; entró en funcionamiento en 1591 y vendía chapa de hierro a los cerrajeros de Madrid 4 8 .

Distribución geográfica de las herrerías Antes de analizar con detalle los elementos de que consta una herrería, veamos brevemente el ámbito geográfico de su difusión en el siglo X V I I I , en cuya primera mitad desarrolla Pedro Bernardo su actividad constructora. Dos son las principales regiones ferroneras: una en el País Vasco, que aprovecha fundamentalmente los minerales de Somorrostro, y la otra en Cataluña, que beneficia sobre todo los excelentes yacimientos pirenaicos. Los vascos eran ya en el siglo XV importantes exportadores de hierro, que enviaban en navios hasta el puerto de Brujas, desde donde se distribuía a otros mercados europeos. Sabemos que en el período 1486-1487, de los 175 barcos que atracaron en el puerto de la ciudad, 33 eran españoles y de ellos 14 transportaban hierro y lana, sin contar a los navios portugueses y bretones que también llevaban hierro. Junto al Ayuntamiento de Brujas, se levantó el magnífico edificio que servía de Casa de Contratación de los 'vizcaínos, lo que da idea de la importancia de este comercio.

46 Graells, Eudald. La industria deis claus a Bipoli. Contribuât' a l'Estudi de la Farga Catalana. Barcelona, Fundación Salvador Vives Casajuana, 1984. Págs. 76-77. 47 ^Tc&rà^ftzn. Premúr Lime des imtmmmts mathématiques et mecaniques. París, Berger-Levrault, 1979. 48 Cervera-Vera, Luis. El «ingenio» creado por Juan de Herrera para cortar hierro. Madrid, Castalia^

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En el siglo XVI, nuevos mercados se abrieron con rapidez al hierro peninsular, que a pesar del alto coste del transporte, hubo de llevarse a las Nuevas Indias ante la imposibilidad de encontrar yacimientos en América. Armas blancas y de fuego para la conquista, herraduras para caballos y muías, picos y palas para edificar y realizar obras públicas, rejas y aperos para la labranza, picos, barras y almadenetas para la minería y la metalurgia de la plata, sólo fueron posibles gracias al hierro enviado, fundamentalmente del País Vasco. De su temprana importancia, ha quedado en la Nueva España huella por ejemplo en las «Ordenanzas de herreros» de 6 de abril de 1568, en la que se recoge: «Que ningún oficial venda por reja nueva la vizcaína adobada.»49 Extraordinaria importancia tuvo la exportación a los centros mineros de la Nueva España y del Perú de almadenetas, necesarias para forrar con ellas los mazos de madera que trituraban el mineral hasta reducirlo a polvo, paso previo imprescindible para poder extraer la plata cuando se empleaban los procedimientos de amalgamación. No nos extenderemos más sobre las ferrerías vascas, de las que existen interesantes monografías, conservándose algunas y habiéndose reconstruidas otras; remitimos a las personas interesadas a estos trabajos 50 . Sobre el gran núcleo ferronero catalán, establecido al pie de los yacimientos de hierro pirenaicos, señalaremos en primer lugar su semejanza con la herrería vasca, aunque más tarde veremos que modificó la disposición de sus máquinas soplantes sustituyendo las grandes barquineras por lo que constituirá el elemento diferenciador de la «farga», la trompa o roncadera para soplar, en vez de los fuelles. Un fondo documental importante de estas «fargas» se conserva en el Archivo Municipal de Ripoll, cuya vida económica depende en buena medida en los siglos X V I I y X V I I I de la industria del hierro. Su estudio, realizado por Graells nos permite conocer las principales «fargas» de la región, así como la fecha del documento en el que se citan por vez primera 51 . Ribes (1419, reconstrucción de otra más antigua), Queralps (1494), Plañóles (1622), Roques Blanques (1623), Setcases (1626), Ripoll (1626), Espinosa (1628), Pont de la Gorba (1629), Castellar de n'Hug (1633), Campdevánol (1634), San Vicens de Puigmal (1649), Prats de Molió (1653), Rama 49 Ordenanzas de Gremios de la Nueva España. Recogidas por Francisco del Barrio Lorenzot. México, Secretaría de Gobernación, 1920. Pág. 148. 50 Véase además de (42) la obra de Calle Iturrino, E. Las ferrerías vascas. Bilbao, 1963 y Urdangarin, Carmelo y Francisco Aldabaldetrecu, Historia técnica y económica de la máquina herramienta. San Sebastián, Caja de Ahorros de Guipúzcoa, 1982. Además, Urteaga Artigas, Mercedes. «Las ferrerías en Guipúzcoa». Los espacios rurales cantábricos y su evoluáón». Santander, Universidad de Cantabria, 1990. Págs. 280-291. 51 Graells, Eudald, op. cit.


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(1658) , son lugares donde al menos había una herrería o «farga» en el siglo XVII, d e las cuales h a q u e d a d o testimonio d o c u m e n t a l .

De otras muchas, (Palmerola, Llanas, Gamprodón), tan sólo ha llegado hasta nosotros la evidencia arqueológica. Las fargas catalanas fueron sin duda una dura competencia para los ferrones vascongados, ya que algunas poblaciones llegaron a especializarse bastante. Ripoll por ejemplo tenía en 1781 el 77,7 % de su población laboral dedicada al oficio de ferrón, especializándose en la fabricación de clavos de todo tipo y de armas de fuego ligeras que se exportaban a México y Cuba 52 . Aunque estos dos focos fueron los más importantes en los siglos XVII y XVIII, la industria del hierro se encontraba ampliamente representada en Galicia, Asturias, León, Navarra y Cantabria. En esta última región la actividad ferronera alcanzó gran auge en el siglo XVIII; Larruga, en sus «Memorias» recoge una amplia relación de ferrerías de Cantabria en el año 1784, que incluye además su producción 53 . Había tres en Guriezo, Soba, Otañes, y sobre el río Pas; dos en Sámano, Ampuero, Ramales, río Nansa, Agüera, Badames, Trasnuera y Villaverde; contaban con una herrería Cereceda, Gibaxa, Santurce, Gorgollón, Portolín, Herguera, Caldas, Rucha, Quijano, Gabezún y Gayón. En total, 39 herrerías cuya producción anual oscilaba entre los mil y 1.400 quintales anuales. Su tipología es muy similar a las vascas, y hoy se encuentra una en Guriezo, rehabilitada por su propietario, y otra, que utilizaba las aguas del río Nansa, conocida como «ferrería de cades» en proceso de restauración gracias al esfuerzo de un grupo de personas entusiastas unidas para este fin, que han encontrado precisamente en el libro de Villarreal, apoyo tangible para resolver los puntos oscuros de su rehabilitación. El estudio de las herrerías asturianas, ha sido objeto de una tesis de gran interés, y por ello no nos extenderemos aquí 54 ; señalaremos tan sólo que bajo el empuje de los ilustrados se instalaron herrerías allí donde se encontraron yacimientos y cursos de agua adecuados, llegando a trabajar en el siglo XVIII unas 45 herrerías con una producción media de 1.200 quintales anuales. Flórez Estrada, por ejemplo, levanta una en su pueblo, Pola de Somiedo, y Jovellanos, siempre interesado en novedades, visita «un buen machuco (mazo ó martinete) movido por las aguas del río o arroyo Pascual, que baja del monte Unombre por la derecha y sirve para tirar el hierro para varios usos, de flejes, clavazón...» que aún se conserva en uso. Otros hay en mejor o peor estado de los cuales se ha realizado un inventario 55 . 52 Graells, op. cit. pág. 34. 53 Larruga, Eugenio. Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España (45 vols.). Madrid, 1787-1800. Vol. 32, págs. 112-113. 54 Morís Menéndez-Valdés, Gonzalo. Evoludón de las técnicas de diseño y representación gráfica. Aplicación en el estudio del naámiento y desarrollo de la industria en Asturias hasta 1899. Giión 1984 Páss 5 23-71. ' 55 Vega Alonso, J u a n . La artesanía del hierro en Asturias. El mazo. Oviedo, Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, 1982.

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En León, el martinete mejor conservado es el de Compludo, que emplea como artificio soplante (al igual que muchos de Asturias, o del martinete de cobre de Navafría) una trompa de influencia pirenaica, y cuya particularidad más notable es que la antepara (que allí llaman banzao) está directamente excavada en la roca. En Navarra, una de las ferrerías más antiguas de las que tenemos noticia se estableció en Eugui, y de ella tenemos una referencia en Tomás López cuando escribe de Tolosa 56 : «En esta villa existe también una casa magnífica y fuerte de piedra, que se fabricó por orden de S.M. hacia el año de 1626, destinada para almacén de las armas blancas que se trabajaban antes en Eugui de Navarra, y ahora se fabrican aquí...»

No creemos que de ella quede huella, ya que más tarde se instaló, utilizando las mismas aguas del río Urtiaga, la primera fundición de hierro de Navarra 57 . En Galicia, el más lejano foco peninsular de influencia vasca, la herrería mejor conservada es la de Espasante, que reviste gran interés 58 . El mazo o martinete. Elementos constitutivos El dispositivo hidráulico de una herrería es bastante simple; una presa o azud (gravedad o contrafuertes) deriva las aguas de un río por un calce o caz hasta el depósito elevado o antepara. El agua incide sobre la parte superior de la rueda hidráulica de paletas, que va aislada del interior de la herrería por un muro llamado estolda, para evitar que el agua penetre en el interior, aunque hay un acceso fácil a través de un arco que permite además ver si todo funciona adecuadamente. Para abrir o cortar el acceso del agua a la rueda se emplea un gran tapón de madera, llamado «chimbo», que se acciona desde el interior de la herrería por medio de cuerdas o cadenas con ayuda de grandes pértigas de madera. Villarreal describe las dimensiones que debe de tener el chimbo, pero no se detiene a describir los mecanismos de control, probablemente porque no tenía nada nuevo que decir. Tanto para el martinete como para las barquineras, Villarreal recomienda el empleo de ruedas de paletas planas, aunque testimonia que en este último caso se utilizaban ruedas de cangilones o arcaduces, de tipo gravitatorio, que él llama «ruedas de potos». 56 López, Tomás. Diccionario Geográfico. Manuscrito 7311 de la Biblioteca Nacional, Madrid. Folio 265. 57 Sobre las primeras fundiciones navarras existe una interesante monografía. Véase Rabanal Yus, Aurora, Las Reales Fábricas de Eugui y Orbaiceta. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1987. 58 Llano, Pedro de. Arquitectura popular en Galicia. Santiago de Compostela, Colegio Oficial de Arquitectos, 1983. Vol II, págs. 419-421.


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Las ruedas hidráulicas son alimentadas desde lo alto, ya que el chimbo se encuentra en la vertical de las paletas. Con el fin de obtener un rendimiento mejor, Villarreal recomienda diseñar un canal —que llama «guzur-asca» la parte superior, y «onda-asea» la inferior— que envuelva a la rueda, que sin llegar a ser una carcasa, obligue a las aguas a pasar muy próximas a las paletas. El diámetro de la rueda va asociado al salto hidráulico; así, si el salto es de 21 pies, recomienda un diámetro de la rueda de 13 pies, y una sección de 154 onzas cuadradas (838 cm 2 ). La potencia teórica que se deduce de estos datos es 70,5 CV, pero sabemos que la potencia útil es mucho menor, debido al bajísimo rendimiento de las ruedas de paletas, sobre todo si se tiene en cuenta que la velocidad de giro de la rueda se aleja mucho del rendimiento óptimo 59 . La construcción de las ruedas no es muy compleja, pero sí el determinar el número óptimo de paletas en función de su diámetro, asunto al que Pedro Bernardo dedica la atención que merece, estableciendo un procedimiento constructivo de gran interés que guarda analogías notables con los actuales 60 . Nada nos dice por el contrario Villarreal de las ruedas de cangilones, salvo para desaconsejarlas, a pesar de que en realidad tienen mayor rendimiento 61 : «De dos géneros de ruedas usan en las Herrerías, unas de palas, y otras cerradas, que llaman de potos: las primeras se ponen oy en los usos mayores del mazo en todas las Herrerías; y las segundas en las ruedas de barquines, especialmente en Herrerías de mucho salto.»

Las ruedas verticales de paletas planas estaban sólidamente implantadas desde época medieval y existía una larga polémica —en la que por cierto Villarreal no entra en detalles— sobre si tenían mejor o peor rendimiento que las de cangilones. Esta polémica la recoge ya Leonardo da Vinci que mantenía contactos con los constructores de molinos y de engranajes de su época, ya que en ellos experimentaba sobre un problema clásico de ingeniería, la naturaleza del rozamiento. En los Códices de Madrid se hace ya Leonardo una pregunta clásica, cuya solución tardará siglos: «...¿Que golpe del agua sobre las palas de la rueda tiene más valor, el del agua que cae sobre el agua contenida en los cangilones, o el del agua que percute la tablilla lisa de madera de las palas de la rueda?...» 62 59 Estimamos que el rendimiento estará alrededor del 15 % , valor realmente bajo. Por ello, en algunas ferrerías, como en Compludo (León), en la paleta plana se ha labrado forma de cuchara, sencillo dispositivo que permite aumentar algo el rendimiento. 60 Nordon, Marcel, op. cit. fig. 19. 61 Villarreal, pág. 49. 62 Códice de Madrid, I. Biblioteca Nacional. Madrid, Taurus, 1974.

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La pregunta quedó sin responder de manera contundente durante mucho tiempo, hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Antoine Parent (1704), Stephan Switzer (1729), y Bernard Belidor (1737) se sitúan - c o m o el propio Villarreal— entre los que opinan que la rueda de paletas es más eficaz. Villarreal escribe: «Demuestrase, que las ruedas cerradas, que llaman de potos, necesitan más agua, que las de palas, que van demostradas» 63 .

Fue finalmente John Smeaton (1724-1792) quien zanjó definitivamente el asunto, iniciando hacia 1750 una serie de experimentos sobre el rendimiento de distintos tipos de ruedas que constituirán uno de los orgullos de la tradición empírica inglesa, al demostrar que las ruedas de cangilones (ruedas de potos) son dos veces más eficaces que las ruedas de paletas planas (ruedas de carramas) 64 . El diámetro de las ruedas que recomienda Villarreal es bastante más grande que el de las que hemos visto en muchas herrerías que hemos visitado; establece un valor óptimo de unos 16 pies (4,48 m), ya que a partir de este tamaño surgen problemas relativos a la solidez de la rueda. Estas ruedas de gran diámetro, propuestas por Villarreal para el mazo, tienen la ventaja notable de hacer de regulador del movimiento, actuando como un volante, algo que es verdaderamente importante en un dispositivo que tiende a frenarse cada vez que una leva golpea y levanta el mazo. El eje de la rueda ha de ser la pieza más robusta y cuidada de la herrería, ya que su sección está debilitada allí donde han de colocarse las levas; nos explica Villarreal la" época del año en que debe de cortarse la madera, cómo debe de escuadrarse y de reforzarse con planchas de hierro para resistir el continuo golpeteo sobre la cola del mazo. El número de levas que se disponen es de cuatro, y aunque nos da sus dimensiones 65 , nada nos autoriza a pensar de que Pedro Bernardo estuviese al tanto de los avances en su diseño para evitar precisamente el golpe brusco dándoles un perfil adecuado.

Las máquinas soplantes de una herrería La metalurgia del hierro requiere en el hogar donde se funde la mena o mineral elevadas temperaturas si se compara con otros procesos industriales, como la fabricación de la cal, el vidrio o la cocción de piezas cerámicas. Incluso en comparación con la metalurgia de otros metales, o la formación de aleaciones; basta comparar los 900 °G, que requieren los bronces, y

63 Villarreal, op. cit. pág. 96. 64 U n a reseña española sobre los experimentos de Smeaton sobre el rendimiento de las ruedas puede verse en el apéndice 2 de la obra de Jorge J u a n Examen Marítimo. Madrid, 1771. 65 Villarreal, op. cit. pág. 55.

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los 962 °G, 1.064 °C y 1.082 °G a la que funden la plata, el oro y el cobre con los 1.520 °C que se precisan para convertir el hierro en un líquido. Y aunque ya hemos comentado que en la forja no se precisa fundir el hierro, sí es preciso que lo hagan las escorias, que son eliminadas mediante el procedimiento de cinglado. La introducción del martinete hidráulico aumentó mucho la capacidad de producción de los hornos, y por consiguiente se hizo preciso utilizar fuelles cada vez mayores que resultaban muy incómodos y fatigosos de mover a mano, por lo que pronto se utilizó para accionarlos una rueda hidráulica. Ello no quiere decir que todas las ferrerías mecanizaron sus fuelles, ya que muchas de las herrerías menores no lo necesitaban tanto; así por ejemplo en el grabado de Lamot —que fue contador de las Reales Fábricas de Armas de Placencia— realizado en 1766, se ve cómo el gremio de llaveros o el de aparejeros utilizan todavía fuelles manejados a mano 66 . Una disposición muy análoga a la que figura en este grabado se utiliza todavía en la herrería asturiana de Belmonte, y su manejo, cuando se labran piezas pequeñas, no resulta excesivamente engorroso. Sin embargo las ferrerías importantes, tenían ya en época renacentista máquinas de soplar mediante fuelles movidos por una rueda hidráulica en cuyo huso o eje se colocaban unas levas, y así aparece recogido por ejemplo a mediados del siglo XV en los manuscritos del italiano Táccola 67 . En su dibujo aparecen ya los elementos claves del mecanismo: una rueda hidráulica motriz curiosamente del tipo de cangilones, utilizadas por lo que nos cuenta Villarreal también en el País Vasco en su tiempo, aunque a él no le agradan mucho 68 : «De dos géneros de ruedas usan en las Herrerías,, unas de palas, y otras cerradas, que llaman de potos: las primeras se ponen oy en los usos mayores del mazo en todas las Herrerías; y las segundas en las ruedas de barquines, especialmente en Herrerías de mucho salto, por el error de creer, que necesitan de menos agua, que las ruedas de palas, que llaman de arramas: (y después se demostrará necesitan más) son de mayor coste, y de menor firmeza, así para la duración, como para el movimiento.» En la disposición primitiva, sobre el árbol de la rueda se colocaban las levas que accionaban las tablas superiores de los fuelles. Las levas en el árbol van dispuestas desfasadas, de manera que cuando un fuelle esté soplando, el otro se está llenando de aire; con ello se trata de dar continuidad al viento del horno. Las levas, que Villarreal llama «mazuqueros», tienen ya en la máquina soplante de Táccola el perfil curvo que será característico, para evitar un golpe demasiado brusco. 66 Véase Garmendia Larrañaga, J u a n . Gremios, oficios, y cofradías en el País Vasco. San Sebastián, Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1979. Págs. 236-237. 67 Táccola, De Machinis, hacia 1449. Wiesbaden, Otto Harrassowitz, 1971. 68 Villarreal, op. cit. pág. 49.

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En los siglos XVI y XVII se adopta generalmente un dispositivo de modo que la leva golpea la tabla del fuelle obligándole a expulsar el aire que contiene, mientras que el llenado de aire se realiza con ayuda de unos contrapesos muy característicos, disposición que puede verse con claridad en la xilografía del gran tratadista alemán Georg Bauer, más conocido como Agrícola69. Con una disposición soplante semejante, con barquines y contrapesos, contaba la herrería española de Yarza, en Beasaín, de la que existe un grabado de Trechuelo que recoge la visita que realizó el rey Felipe III 7 . Esta factoría tiene además la particularidad de que emplea un solo eje para accionar el mazo y los barquines, lo que si tiene algunas ventajas posee también defectos, el mayor de los cuales es la excesiva rigidez y dependencia de las labores de forja y de atizar el fuego del horno. Todas estas disposiciones presentan un punto débil, y es que de un modo o de otro, las levas golpean siempre las tablas del barquín produciendo los consiguientes desajustes y roturas. Por eso un avance tecnológico consiste en tratar de transformar el movimiento circular del eje motor en uno oscilante sin necesidad de recurrir al procedimiento de las levas. Ya en la obra de Biringuccio, publicada en 1540, encontramos una. máquina soplante que sustituye las levas por una barra acodada o cigüeña, cuyo extremo va unido por una cadena a una barra horizontal superior, de modo que la excentricidad de la barra provoca en la barra horizontal un movimiento alternativo que se emplea para mover los fuelles de manera desacompasada 71 . Un artificio, creemos que inspirado en Biringuccio, encontramos en la obra de Agostino Ramelli, aunque en este caso el dispositivo se complica innecesariamente 72 . Estos mecanismos de excéntrica, a pesar de su solera, no debían de estar generalizados en las ferrerías vascas en tiempos de Villarreal, si juzgamos por lo que escribe, que más bien da la impresión de que las levas golpeaban directamente en la tabla de los fuelles: «No ay cosa más desordenada ni desproporcionada en las Herrerías, que las barquineras, que apenas se encuentra alguna bien puesta: pues dan unos golpazos, que estremecen toda la máquina, y se oyen a grande distancia...» .

Villarreal nos habla de una propuesta innovadora, que prescinde del dispositivo de levas, pero curiosamente no lo dibuja, por lo que es preciso reconstruir un esquema a partir de los datos que proporciona. 69 Agrícola, Georg Bauer. De re metallica. Traducción de Carmen Andreu. Madrid, Unión Explosivos Río'Tinto, 1972. Pág. 372. , . 70 El grabado figura reproducido en la obra ya citada Historia técnica y economica de la maquina herramienta. Pág. 51. 71 Biringuccio, Venoccio. De lapirotechnia. Venecia, 1540. 72 Ramelli, Agostino. Le divers et artificeuses machines. Paris, 1588. 73 Villarreal, op. cit. pág. 106.

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Figura

10. — Felìpe

III

visitando

la ferrerìa

de Yarza.

Grabado

de la epoca.

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La rueda motriz de los barquines tiene menor diámetro que la que acciona el mazo; Villarreal nos dice que si se emplea una rueda de 11 pies de diámetro y un salto de 19 pies, es suficiente una sección en el surtidero de 24 onzas cuadradas (130 cm 2 ) 74 . Ello equivale a una potencia teórica de 9,4 CV, que se reduce mucho, ya que el rendimiento conjunto de la máquina lo estimamos en alrededor de 10-15 % si se usan las ruedas de paletas que preconiza Villarreal. El eje o huso de la rueda hidráulica de barquines no precisa ser tan robusto como el del mazo, bastando un diámetro de 2 a 2,5 pies (56 a 70 cm). En un extremo el eje descansa en un pujón normal, pero en el otro, situado dentro de la herrería, se dispone una barra acodada o pujón tuerto. 75 Perpendicular al eje de la rueda, y en un plano más elevado, se dispone un árbol o eje de madera de dimensiones menores —su diámetro oscila entre 1,25 y 1,50 pies— llamado «uso de barquines», que es el que mueve los fuelles. El mecanismo de transformación del movimiento es del siguiente modo: un palo de madera vertical y biarticulado llamado «nardaca» imprime un vaivén a una horquilla, articulada por un lado a la nardaca y empotrado por el otro en el «uso de barquines». Villarreal nos indica que lo más importante es que la excentricidad del pujón tuerto y la longitud de la horquilla han de mantener una relación constante de 3,1111; así por ejemplo si la horquilla tiene 7 pies de longitud, la excentricidad del pujón tuerto será de 2,25 pies. Mediante esta transformación se consigue en el eje superior o «uso de barquines» un movimiento oscilatorio que sirve para mover los barquines o fuelles. El «uso de barquines» a la altura de los mangos de los fuelles tiene dos barras transversales a él que constituyen la cruz; de cada uno de sus extremos cuelgan perpendicularmente los hierros o «esgamellas» que levantan alternativamente la tabla, llenándose de aire. La separación de las esgamellas es de 5 pies y 3 onzas (1,48 m), y han de ser piezas robustas ya que los barquines tienen más de tres metros de longitud, y además para ayudar a su rápido vaciado van lastrados con 800 libras de peso sobre cada tabla. Para evitar que los fuelles se quemen, se dispone entre ellos y la pared del horno unos largos cañones de hierro que se enchufan en la tobera, hueco que se abre en el muro del horno perpendicular a la estolda llamado «bergamazo»76. Además de las barquineras, se utilizaba en muchas ferrerías —aunque muy poco en las vascas— otra máquina soplante muy distinta, llamada tormpa o roncadera, y de la que Villarreal no hace ninguna mención. Su implantación en España tuvo una fortuna muy desigual, ya que si bien en Cataluña se implanta con tanto éxito que la trompa pasa a constituir 74 Villarreal, op. cit. pág. 51. 75 Villarreal, op. cit. pág. 108. 76 Villarreal, op. cit. pág. 97, 105, 106.


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Figura 11. — Esquema de las máquinas soplantes, según Villarreal. (Croquis de I. Glez Tascón.) FUNDACIÓN JU ANELO TURRIANO


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un elemento característico de la «farga», en el País Vasco tuvo una incidencia tan pequeña —allí se llamó haizearka— que Villarreal ni siquiera la describe. Su introducción en Vizcaya se asocia tradicionalmente al privilegio que obtiene en 1633 Pablo Antonio de Rivadeneyra para beneficiar minas de hierro sin necesidad de emplear barquines. «...vos pretendeis labrarlas y beneficiarlas con un nuevo modo de hornos fundiendo sin fuelles, sirviéndoos en lugar de ellos de agua, invención jamás vista en estos reinos...»77. Años más tarde Gabriel Henao atribuye el invento al propio Rivadeneyra, quien le puso por escrito el procedimiento 78 . Lo cierto es que cuando Pablo Antonio obtiene su privilegio la descripción del procedimiento de la trompa, no sólo es conocida en las ferrerías de Alpes y Pirineos, sino que su explicación figura ya en algunos libros impresos, como el tratado de Branca Le Machine, publicado en Roma en 1629, y que contiene además una precisa ilustración que muestra su funcionamiento. En él se ven tres tubos diferentes G, D, E, que van desde el canal de alimentación hasta el depósito o campana A. Tienen un pronunciado estrechamiento, y allí las varillas G, H, e I introducen aire desde el exterior, ya que en el estrechamiento, al disminuir bruscamente la sección aumenta la velocidad del agua (para mantener el caudal) y por tanto disminuye la presión que al ser mucho menor que la atmosférica aspira aire atmosférico que entra en la campana A mezclado con el agua y allí se acumula a presión, ya que la misma agua hace de tapón inferior de la campana e impide el escape del aire. Cuando el ferrón abre la llave B, obtiene aire a presión, que tiene la ventaja de ser continuo, y el inconveniente de estar muy húmedo. La trompa, por su naturaleza sencilla evoluciona poco, y así el grabado que figura en l'Enciclopedie de Diderot y D'Alembert presenta pocas novedades, si bien se coloca en el depósito una chapa metálica para evitar que el agua que penetra a gran velocidad provoque erosiones. En España todavía se localizan algunas ferrerías que tienen trompas en buen estado. Hay varias en Asturias, donde el artifico tuvo mucho éxito, destacando la de Taramundi, formada por roscas de ladrillo79. Todavía en uso se encuentran las de Gompludo en León, y en el martinete de cobre de Navafría, en Segovia, pero su difusión debió ser muy amplia ya que por ejemplo Cavanilles describe el funcionamiento de una trom77 González Tascón, Ignacio. Fabricas Hidráulicas Españolas, op. cit. pág. 97. 78 Henao, Gabriel. Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria. Salamanca, Eugenio Antonio García, 1689. Pág. 201. 79 García Fernández, Efrén y José Luis. España dibujada. Asturias y Galicia. Madrid, Ministerio de la Vivienda, 1972.


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Figura

12. — Trompa,

según Branca,

Le Machine.

Roma

1629.

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pa muy curiosa —estaba en un pozo natural— en la población de Anna, cerca de Játiva 80 . E incluso, excepcionalmente, se utilizaron trompas para dar aire a los altos hornos instalados en la fundición de hierro de Trubia (Asturias) algo que creemos es muy singular, y que pone de manifiesto su difusión81. Queda por tanto en el aire la pregunta clave: ¿Por qué Villarreal muestra un desinterés absoluto por la trompa, que tiene ventajas indudables, como carecer de elementos móviles?. La respuesta creemos no es única, pero no cabe duda que para que una trompa funcione adecuadamente requiere saltos de al menos seis metros, en el límite de la altura de presas de contrafuertes que Villarreal recomienda; pero también falta de tradición y ventajas poco claras debieron aconsejar a nuestro autor a silenciar tan estático artificio.

IV. FUENTES DOCUMENTALES UTILIZADAS POR PEDRO BERNARDO H E M O S V I S T O cómo las mejores aportaciones de Villarreal son de carácter empírico, fruto más de su larga experiencia que de conocimientos muy profundos o vanguardistas sobre la hidráulica de su tiempo. La mejor fuente de información es su propio libro, escrito ya al final de su vida, y en el que se recoge su experiencia de proyectista y constructor 82 . A través de las citas que desgrana en su libro, podemos hacernos una idea de las preocupaciones del autor, de sus lecturas y opiniones. También resulta notable su biblioteca, sobre todo teniendo en cuenta que era un hombre alejado de los centros culturales y científicos europeos en los que se fraguaba la ciencia moderna, y que además viajó poco. García-Diego señala que a su muerte dejó una biblioteca «con mil cuerpos de libros, de mapas, historias y matemática en estantes de ébano», algo que pone de manifiesto una curiosidad notable 83 . Las citas que realiza sobre hidráulica han sido recientemente estudiadas

80 Cavanilles, José Antonio. Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del reino de Valencia. Vol. II, pág. 32. 81 Adaro Ruiz-Falco, Luis. 175 años de la sidero-metalurgia asturiana. Gijón, Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, 1968. Págs. 64-65. 82 Sobre la edición del Libro, Larrañaga, Koldo de. «Algunos papeles relativos a Pedro Bernardo de Villarreal y Berriz». Estudios vizcaínos, núm. 5, enero-julio 1972. Págs. 172-183. Ver también Capitulo V, ap. 54 de este libro. 83 García-Diego, José A. Prólogo a la edición facsímil de maquinas hidráulicos de molinos y herrerías y govierno de los arboles y montes de Vizcaya. Madrid, 1973. Pág. X I I .


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por Marcel Nordon, y a su excelente trabajo remitimos al lector84; señalaremos tan sólo algunas notas de interés. Admira al compilador español Thomas Vicente Tosca, de quien escribe con admiración es «honor de la Nación Española» 85 . El otro español que cita en su libro (pág. 113) es el jesuita José Zaragoza 86 . La mayoría de las citas son, como cabe esperar, extranjeras, francesas fundamentalmente. Cita al compilador francés Jacques Ozanam, cuyas obras tuvieron bastante aceptación en España 87 . No acepta sin embargo Villarreal las opiniones de Ozanam y Pascal sobre las dimensiones del surtidero, pues basándose en su experiencia recomienda darle forma de embudo: 88 «...y aunque Ozanam en el lugar citado arriba, y es de la misma opinión Pascal, dice que el tener el cañón mayor la entrada, no aumenta la fuerza, y que es lo mismo sea todo el largo del cañón igual: tengo experimentado que en cañones cortos se debe aumentar la arca de la boca superior, a lo menos una quarta parte más que el area de surtidero, y en cañones largos una tercia parte: y el que esto no ofende, también es conforme dichos Autores».

Y aunque desde un punto de visto teórico no cabe duda que son Ozanam y Pascal los que están en lo cierto, no por ello se debe subestimar el criterio empírico de Villarreal, que probablemente mejora las pérdidas por turbulencias, importantes por la fuerte velocidad de salida del agua. Otro autor citado es el abate Marin Mersenne 89 . Su cita constituye un grave error —que por otra parte no comete cuando define la sección del surtidero de un molino harinero— y consiste en aceptar que el caudal de agua que sale por un orificio (y por tanto la velocidad) es proporcional al salto hidráulico, en vez de serlo a su raíz cuadrada, que es lo dice Mersenne y la realidad 90 . Este error no lo comete sin embargo Villarreal cuando calcula la tabla de áreas que precisa el surtidero del cañón en función del salto91. 84 Nordon, M a r c e l , op. cit. págs. 48-51. 85 Tosca, Thomas Vicente. Compendio Mathemático en que se contiene todas las materias más principales de las cienáas que tratan de la cantidad. Madrid, Imprenta de Antonio Marín, 1727. 86 Zaragoza, José. Fábricay uso de varios instrumentos mathemáticos. Madrid, 1675. 87 En particular su Dictionnaire mathématique ou idee generale des malhématiques, París, Amsterdam, 1691. 88 Villarreal, op. cit. pág. 59. 89 Sus obras más conocidas en España son la Universae Geometriae mixtaeque mathematicae synopsis, et bini refractinum demonstrarum tractatus. París, Antonium Bertier, 1644 y la Cogitata Physico mathematica in quibusdam naturae quam artis efectus admirandi certissimis demostrationibus expliantur. París, 1644. La solución a los problemas propuestos por Mersenne puede verse al final del segundo volumen de la obra del jesuita Gregorio de Sto. Vincentio Opus Geometricum quadraturae árcidi et sectionum coni. Año 1649. 90 Villarreal, págs. 99-102. U n a explicación detallada en Nordon, Marcel, op. cit. pág. 50. 91 Villarreal, op. cit. pág. 35.

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Villarreal se equivoca de nuevo cuando cita al físico francés Mariotte 92 . «Mons. Mariote, en el Tratado citado, demuestra con experiencias, que la columna de agua con su golpe, a que llama en francés choq, equilibra tanto como su peso.»

Veamos el comentario que hace Marcel Nordon 93 . «No nos detendremos aquí en este error. Consiste en decir que la fuerza de un chorro de agua que sale del orificio de un depósito es igual al peso de la columna de agua que hay sobre el orificio, con una sección igual al área del orificio. Esto es falso, pues la fuerza considerada es igual en realidad al doble de este valor, o más exactamente al doble de la columna de agua construida, no en el área del orificio, sino sobre la sección contraída.»

Pero como la relación que existe entre la vena contraída y el área del orificio es del orden de 0,6, nos dice Norton que el error queda compensado y no es del doble, sino de tan sólo de 1,2 a 1. Otras citas de Villarreal son más de pasada; recoge unas «Disertaciones sobre la fábrica de la presa de Basacle de la Garona, en Tolosa, Francia, del caballero de Glayrac (pág. 2), y a monseñor de La Hyre, cuyo tratado de mecánica le sirve para establecer la velocidad óptima de giro para la muela de un molino de viento (pág. 37). En cuanto a sus fuentes sobre la metalurgia, cita el clásico libro de Reaumur «Arte de convertir el hierro en acero y de suavizar el hierro colado» (pág. 45), que suponemos despertó su curiosidad por las funciones de Liérganes-La Cavada 94 . También consultó las «Memorias de Artillería», de S. Remy 95 .

V. GLOSARIO DE TÉRMINOS USADOS POR VILLARREAL AGÓAS. Masa de hierro dulce que se obtiene en las ferrerías mayores a partir de la vena, y cuyo peso oscilaba entre 12 y 16 arrobas (pág. 48). ALVEO. Anchura del cauce de un río (pág. 5). 92 Villarreal, op. cit. pág. 100. 93 Nordon, Marcel, op. cit. pág. 50. 94 Reaumur, René Antoine. Nouvel art d'adoucir le fer fondu et de faire des ouvrages de fer fondu aussi finis que de fer forgé. Paris, 1722. 95 Villarreal, prólogo sin paginar.


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ANTEPARA. En las herrerías depósito elevado desde donde sale el agua que incide sobre las paletas de las ruedas verticales (pág. 18). AMPOLLETA DE ARENA. Reloj de arena, (pág. 39) ARCA. En un molino harinero, depósito para dar presión y continuidad al agua que incide sobre los rodeznos (pág. 7). Equivale al cubo que se utiliza donde el agua es escasa. BARQUINERA. En una herrería, conjunto de dispositivos soplantes que emplean fuelles o barquines (pág. 77). BARQUINES. Fuelles de grandes dimensiones, utilizados en las herrerías para avivar el fuego del horno (pág. 65). BARTERROLAO. En el despiece de un tronco de madera en tablas, las dos tablas costeras o extremas que tienen mucho desperdicio en las esquinas (pág. 120). BERGAMAZO. Pared que divide el horno de los barquines y que debe de ser perpendicular a la estolda (pág. 106). BRAZA. Unidad de longitud que consta de siete pies de Castilla, y equivale a 1,96 m (pág. 118). CALCE. Canal que conduce el agua a un molino; caz (pág. 2). CAÑONES. En los molinos harineros conductos que llevan el agua desde el arca hasta los rodeznos, (pág. 7). En los barquines, conductos metálicos largos que se enchufan por un lado en la tobera y por el otro extremo en los fuelles. Su función es evitar que éstos se quemen (pág. 107). CEAR-OLAS. Véase herrerías mayores. CHIMBO. Tapón que cierra o abre el paso del agua a las ruedas hidráulicas de una herrería (pág. 60). CINTA. C a d a u n a de las piezas de m a d e r a , q u e en c o n j u n t o constituy e n el aro p e r i m e n t r a l de la r u e d a hidráulica (pág. 63).

CINTREL. Pieza, que a manera de compás, sirve para replantear y marcar el arco de circunferencia que constituirá el arco escarzano (pág. 10). CODO DE MADERA. Unidad empleada en Guipúzcoa para cubicar madera. La sección es cuadrada de ocho onzas (18,66 cm) de lado y tiene un codo de largo (56 cm) (pág. 122). CODO COMÚN. Unidad de longitud que equivale a dos pies de Castilla. (pág. 117). CODO COMÚN DE TABLA. Unidad de superficie utilizada para medir tablas de madera que tiene dos pies de largo (56 cm) y 14 onzas de ancho (32,66 cm). CODO DEL REY. Unidad de longitud que equivale a dos pies del rey (pág. 117). CODO DEL REY DE TABLA. Unidad empleada para cubicar tablas de madera. Tiene de longitud un codo del rey, de anchura 16 onzas y de grueso 3 onzas (pág. 119). COLOMAS. En las presas de gravedad, forro de tablas de madera que se calafatea posteriormente y con el que se recubre el paramento que permanece en contacto con el agua (pág. 5).

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CRUZ. Brazos perpendiculares al uso de barquines, de cuyos extremos cuelgan las esgamellas o hierros que levantan las tablas móviles de los barquines (pág. 107). CRUCES. Las cuatro maderas que dispuestas radialmente en forma de cruz constituyen el armazón que transmite la energía que captan las paletas al eje motor de la rueda (lámina libro segundo, fig. primera). DRAO. Ariete o martinete utilizado para clavar los ejes metálicos o pujones en el «uso» o eje de madera (pág. 58). ESCARZANO. Arco de directriz circular pero de desarrollo menor del medio punto (pág. 9). ESGAMELLAS. Barras de hierro que levantan alternativamente los barquines, cuando éstos se aparejan con el dispositivo de pujones tuertos (pág. 109). ESTADO. Véase brazo (pág. 118). ESTADO DE TABLA. Unidad de superficie de siete pies comunes (1,96 m) de lado (pág. 122). ESTOLDA. En los molinos harineros, cárcavo, lugar donde se alojan los rodeznos. En las ferrerías, recintos donde giran las ruedas de paletas (pág. 22).

FALCAS. Tablones de madera empleados para levantar temporalmente el nivel de las aguas de un embalse (pág. 65). FUNEPENDULO. Péndulo cuya oscilación se utilizaba para medir el tiempo (pág. 38). GEME. Unidad de longitud recogida por el fuero de Vizcaya, que equivale a 2/3 del pie de Castilla, es decir, 18,66 cm (pág. 19). GUZUR-ASCA. En las herrerías, parte superior del canal envolvente que va desde el chimbo hasta las paletas (pág. 51). HERRERÍAS MAYORES. Herrerías en las que fundiendo el mineral, se obtenía una masa pastosa de hierro dulce llamada agóas, de la cual se fabricaban cuatro tochos (pág. 48). HERRERÍAS MENORES.

Herrerías en las que se transformaban los to-

chos obtenidos en las herrerías mayores en instrumentos de forja, como aperos, clavos, armas, almadenetas, etc. (pág. 48). HERRERÍAS TIRADERAS. Véase herrerías menores (pág. 49). HORQUILLA. Barra que recibe el movimiento de la nardaca y transmite al «uso de barquines» un movimiento de vaivén. Es perpendicular al «uso de barquines» y está empotrada en él (pág. 108). LAGAR. Pilotaje de madera que se clava en el terreno (pág. 16). LÍNEA. . Unidad de longitud que equivale a 1/12 de pulgada, o a 1,94 milímetros (pág. 113). MACO. Véase cinta. MANGO. E n las herrerías, eje de m a d e r a del martinete, en cuya p a r t e posterior o cola golpean las levas (pág. 46). MARCHANTE. A n c h u r a d e u n a t a b l a (pág. 119).

MAZO.

En una herrería, martinete (pág. 65). FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO


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MAZUQUEROS. En las herrerías, levas que se incrustan en un eje motor para accionar el mazo o las barquineras (pág. 53). NARDACA. Palo de madera que se dispone verticalmente, y que transmite el esfuerzo del pujón tuerto a la horquilla empotrada en el huso de barquines (pág. 108-109). ONDA-ASCA. En las herrerías, parte inferior del canal que envuelve a la rueda hidráulica de paletas (pág. 63). ONZA. Unidad de longitud que equivale a la pulgada. Es 1/12 del pie, y resulta equivalente a 2.33 cm.(págs. 25 y 113). PALAS. Paletas planas (pág. 45). PALMO. Unidad de longitud que equivale a 1/4 de la vara o a 21 cm (pág. 117). PIE DE CASTILLA. U n i d a d de longitud q u e equivale a 28 cm. C o n s t a de 12 onzas, y es la tercera p a r t e de u n a v a r a (págs. 24 y 112).

PIE COMÚN. Véase pie de Castilla. PIE DEL REY. Unidad de longitud utilizada en los Astilleros Reales de las costas de Cantabria. Equivale a 28.87 cm (pág. 112). PIEDRA CENIZAL. Mojón que se dispone en el centro de un «sel» y que sirve para definirlo (pág. 123). POSTURA DE MANZANO. Unidad de superficie utilizada por los agrimensores que es un cuadrado de 3 estados de lado, y equivale a 34,57 metros cuadrados (pág. 119). POTOS. (pág. 49).

E n u n a r u e d a hidráulica vertical, los arcaduces o cangilones

PUJONES. Ejes metálicos clavados en el eje de madera de una rueda hidráulica o de otro eje cualquiera, que apoya sobre la chumacera (pág. 59). PUJÓN TUERTO. Barra de hierro acodada, a manera de cigüeña, que transmite la fuerza del eje o huso de la rueda hidráulica a la horquilla por medio de la nardaca (págs. 108-109). PULGADA. Véase onza (pág. 113). RUEDA DE CARRAMAS. Rueda hidráulica vertical de paletas (pág. 49). SALMER. Bloques de piedra de los que arrancan los arcos escarzanos, y que deben de ser tallados de acuerdo con el ángulo de incidencia en el contrafuerte (pág. 9). SEL INVERNIZO. Unidad de superficie utilizada para medir montes. Es un círculo de 126 estados o brazas de diámetro, es decir 246,96 metros (pág. 123). SEL VERANIEGO. Unidad de superficie utilizada para medir montes; es un círculo de 84 estados o brazas de diámetro, es decir, 164, 64 metros (pág. 123). SIGNILO. Zona profunda del horno de una herrería (pág. 110). SURTIDERO. En un molino harinero, extremo final del cañón, por donde el agua sale e incide sobre el rodezno (pág. 21). TOBERA. Hueco hecho en el muro «bergamazo» por el que se introducen los cañones de los barquines (pág. 106). FUNDACIÓN JU ANELO TURRIANO


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TOCHO. Cada una de las cuatro barras de una vara de largo y de 4 ó 5 onzas de grueso en que se dividía la masa de hierro o agóas en la herrería mayor (pág ; 48). USO. Árbol o eje de madera de sección circular (págs. 49 y 53). USO DE BARQUINES. En una herrería, eje de madera que está sometido a un movimiento de vaivén, cuya función es levantar alternativamente los fuelles o barquines (pág. 97). USO DEL MAZO. Eje de una rueda hidráulica que porta las levas que golpean la cola del mazo (pág. 49). VENA. Mineral de hierro (pág. 11).

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English Summary

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Berriz (Mondragon 1669 - Lequeitio 1740) belonged to a family of knights of religious and military orders and noblemen who, centuries ago, made their professional appearance in the Administration, in the service of the Church, in the career of Arms, emigrating to the Indies or taking part in commercial economy at the head of their estates. The personage with whom we are concerned was a knight of the Order of Saint James, occupied posts in municipal government and in the one of the Seigniory of Biscay, managed his estates (ironworks, land, mills and forests), wrote a book, planted many trees, rebuilt and planned buildings, built dams, was a distinguished ironmaster and an amateur shipbuilder; in short, was a man of action, enterprising and pragmatic. Don Pedro Bernardo emerges on the pre-Enlightenment Basque horizon as a paradigm of that nobility anxious to improve the efficiency of their own properties by means of the application of initiatives fundamentally based on their own experience; very influential in the local life, the political direction of which they undertook, but with scanty significance outside that sphere, even though their geographical universe, through the practice of writing letters, was great because of their many relationships. These notable anonymous Basques, not insignificant in number, were those who prepared the atmosphere in which the Real Sociedad Bascongada de los Amigos del Pais (Royal Basque Society of the Friends of the Country) was to germinate some decades later. The purpose of this book is to present, taking the biography of Pedro Bernardo Villarreal de Berriz as permanent reference, the different political, economic, cultural, technological and mental facets that constitute the social and everyday life of the Basque nobility of his time.


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Résumé en Français

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Don Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (Mondragón 1669, Lequeitio 1740) est issu d'une famille de chevaliers appartenant à des ordres militaires et d'hidalgos qui ont trouvé, depuis quelques siècles, un débouché professionel dans l'Administration, au service de l'Eglise, dans la carrière des armes, par l'émigration aux Indes ou la participation dans une économie mercantile à la tête de leurs propriétés. Le personnage dont il est question ici a été chevalier de l'ordre de Saint-Jacques, il a exercé des charges dans l'administration municipal et dans celle du Señorío de Vizcaya, et il s'est occupé de gérer ses propriétés (forges, terres, moulins et forêts). En outre, il a écrit un livre, planté de nombreux arbres, réedifié et dessiné des immeubles, construit des barrages. Il a été un forgeron notable et un armateur occasionnel. En somme, un homme d'action, entreprenant et pragmatique. Don Pedro Bernardo émerge à l'horizon basque à la veille des Lumières en tant que paradigme d'une noblesse soucieuse d'améliorer l'éficacité de ses propriétés par la mise en œuvre d'initiatives fondées notamment sur sa propre experience; une noblesse très influente dans le cadre de la vie locale, dont elle a la direction politique, mais peu marquante audelà de ce cadre, bien que son univers géographique, à travers la pratique épistolaire, soit vaste grâce à ses relations multiples. Ce sont ces notables basques anonymes, dont le nombre n'est pas négligeable, qui préparent l'atmosphère dans laquelle va naître, quelques décennies plus tard, la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (Royal Société Basque des Amis du Pays). Le propos de ce livre est de présenter, en prenant comme référence permanente la biographie de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, les différentes dimensions politiques, économiques, culturales, technologiques et mentales qui constituent la vie sociale et quotidienne de la noblese basque de son temps.


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Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz Jauna (Arrasate, 1669 - Lekeitio, 1740) joandako mendeetan euren irtenbide profesionala Administrazioan, Eleizaren edo Ejerzitu edota Armadaren zerbitzuan aurkituz zein Ameriketara joanez edo zeuzkaten ondasunen kudeaketarako merkatal-ekonomi eredua erabiliz aritu izan ziren jantzi-zaldunen eta odol garbikoen artekoa dugu. Aztertu dugun pertsonaia Santiagoko jantzi-zalduna izan zen eta makina bat alorretan aritu zen: Bizkaiko Jaurerriko udal eta foru-mailetako jaurtze-karguetan, bere etxaguntzaren kudeaketan (olak, lurrak, errotak eta basoak), liburu bat idazten, hainbat zuhaitz landatzen, eraikinak eta bobedak berregin eta egitea asmatzen eta urtegiak egiten, gainera ospe haundiko olagizona eta itsasontzi-zalea ere izan zela. Gizon ekintzazalea eta eraginkorra beraz. Villarreal de Bérriz Jauna ilustrazio-áurreko Euskal Herrian euren ondasunen baliagarritasuna batik bat norberaren esperientziaren arauerako kudeaketaren bidez hobatzen saiatu zen nobleziaren eredu dogu. Noblezia honek toki-politikaren zuzendaritza eraman eta eremu horretan gizarte-eragin haundia zuen, baina eremu horretatik kanpo ez zuen bat ere ondorenik, nahiz eta zeuzkaten gutun-bidezko harreman ugariei esker euren geografiaunibertsoa haundiagoa izan. Euskaldun goresgarri eta ezezagunok —eta ez dira gutxi batzuk— ditugu, bada, hamarkada batzuk beranduago Euskalerriaren Adiskideen Elkartea delakoaren sorrerarako bideak irekiko dutenak. Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz Jaunaren biografia oinarritzat hartuaz garai horretako euskal nobleziaren eguneroko bizimoduaren eta gizartearen politika, ekonomia, kultura eta pentsakeraren gora-beherak aurkeztea da liburu honen helburua.



FUNDACI' J U A N E L O TURRIAN'



I FUNDACIÓN J JUANELO TURRIANO


I FUNDACION JUANELO I TURRIANO


FUNDACIÓNJUANELO

TURRIANO

Títulos publicados: 1. GIOVANNI FRANCESCO SITONI

Ingeniero renacentista al servicio de la Corona de España. Su vida y obra por José A. GarcíaDiego y análisis del códice por Alexander G. Keller. Con su códice inédito «Tratatto delle virtù et proprietà delleácque...» en su idioma original italiano y traducido al castellano. 2. J U A N E L O T U R R I A N O

Breve Discurso a su Majestad el Rey Católico en torno a la reducción del año y reforma del Calendario. Con la explicación de los instrumentos inventados para enseñar su uso en la práctica. Con una introducción de J.A. García-Diego y un análisis del códice por J . M . González Aboin, así como el manuscrito inédito, en su idioma original italiano, y traducido al castellano. 3. A N T O N I O R U M E U DE ARMAS

El Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro. Origen, fundación y vicisitudes. U n a empresa técnica de Agustín de Betancòurt. Con el fascímile de su Catálogo inédito, conservado en la Biblioteca del Palacio Real, y un estudio sobre las máquinas e índice, por Jacques Payen. 4. J O R G E DEMERSON

José María de Lanz, Prefecto de Córdoba. 5. ESTÍBALIZ R U I Z DE AZÚA

Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (16691740). Semblanza de un vasco precursor. Con un estudio técnico de I. González Tascón. Prólogo de José M. a de Areilza.

I FUNDACION JUANELO I TURRIANO


ISBN 8 4 - 7 0 3 9 - 5 8 5 - 8 /


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