Río Segura : apuntes para su intenso aprovechamiento

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F. l'iVNOZ PALAO

® EDITORIAL* LEVANTE


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RIO SEGURA


P u b lic a c io n e s del m ism o autor Abonos.—Propaganda agrícola.— 1903. Saneamiento de tierras húmedas y salobre­ ñas.—1909. La Naranja, como fruto de exportación y como materia prima para la fundación de varias industrias. — 19 18 .

Aprovechamiento de las aguas turbias.—Polí­ tica agraria. —19 19 . Aguas potables y de riegos.— Región Murciana. — 19 19 .

La Alfalfa.—Planta prodigiosa. —1921. E N P R E P A R A C IÓ N

Némesis y el bosque. La Palmera en las estepas levantinas. Rasgos de España.


F. M. MUÑOZ PALAO

RÍO SEGURA ............ — Apuntes ~ 1

....

para su intenso aprovechamiento

EDITORIAL LEVANTE MCMXXIII

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ES P R O P IE D A D

IMP. DEM.CARREJO, JARA(O CARTAGENA


INDICE B O S Q U E S .......................................... F Á B R I C A S .......................................... L O S R Í O S .......................................... R ÍO S E G U R A .—Cuenca, afluentes, di­ visorias, sierras, pantanos; direc­ ción de sus aguas vivas. En sus sierras llueve más que en sus llanos. V ertien te mediterránea aneja. Di­ visión de su cuenca en zona de los pantanos, de los saltos de agua y de las vegas. V a lo r comparativo de las fuerzas hidráulicas y de los re­ gadíos. Su pendiente comparada con otros r í o s ...................................... R E G IÓ N M U R C IA N A .— Su extensión; parte esteparia; sus producciones agrícolas. Caracteres locales: A b a ­ rán, Cieza, Calasparra y Hellín, T ob ar ra, Jumilla, Cara vaca y Ce-

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hegín, Muía, Archena y Fortuna, L o rc a , Totana y Alham a, Murcia, M oratalla, Y ecla. E l problema de C artagena y L a Unión. L a sierra de Espuña. L as dunas de Guardamar. Calor; datos m eteorológicos. Pozos artesianos, Saladares. Oasis. Fábricas de conservas . . . . . U N P L A N DE O B R A S H ID R Á U L I­ C A S .—Obras ejecutadas y por eje­ cutar. E l Estado es lento en sus obras. E l problema de la Región Murciana está en su río. Pantanos de la Reina V ic to ria y de L a Fuen­ santa. Presa de Rotas. Nuevos ca­ nales de la margen izquierda y de la derecha. Abastecimiento de aguas potables de la Base N aval, del puer­ to de Cartagena, y 20 poblaciones más. Zonas regables.— Referencias: Grandes obras hidráulicas ejecuta­ das en el mundo y en España. Inte­ reses particulares y colectivos. E l labrador y el huertano. F actor pri­ mordial que debe tenerse en cuenta para la construcción de obras hi­ dráulicas. ...................................... C A M IN O M Á S C O R T O P A R A L A E J E C U C IÓ N M Á S R Á P I D A D E L P L A N D E O B R A S H ID R Á U L I­ C A S .—E l Estado y las empresas. Condiciones de concesión. Cálculo aproximado entre la producción del


secano y el regadío. Caminos de prosperidades que puede seguir Es­ paña. Tópico de la escasez de llu­ vias. Referencias sobre el Estado y las empresas. Beneficios para el individuo, la región, el Estado y la Empresa. L a emigración del campo a la ciudad. Producción triguera por hectárea entre el secano y el regadío en varias provincias espa­ ñolas. Están garantizadas las aguas para las vegas existentes. Aumen­ tos de los caudales fluviales por las filtraciones de riegos en zonas altas N O T A S F IN A L E S .- H a c e d , p e d id .Capacidad tributaria.—Los munici­ pios.— E l Estado y la acción priva­ da—L a magnitud de las obras. L a política.—Italia.—El precio del agua.—L a formación de los proyec­ tos.— L a emigración levantina.— Lucha entre las regiones. — L o s hombres de las ciudades y los hom­ bres de los campos. -Nota de viaje.

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No habiendo corregido pruebas, por estar ausente, el autor de este libro, se han deslizado algunas erratas, registrando a continuación las más importantes: Pág 33 » 72 » » » 96

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BOSQUES Recorríam os la Región Murciana: Cieza, Jumilla, Hellín, Tobarra; también Alhama, f otana y Lorca. Por todas partes oíamos el mismo clamor del pueblo: «L o s montes se ta­ lan; están arruinando al país». P o r todas par­ tes veíamos carros transportando pinos gran­ des y pequeños, en plena juventud y en plena infancia. L a «civilización» moderna...— ¡civilización, se ha tomado tu nombre para encubrir el cri­ men de lesa humanidad, para prostituir tu significación!—la civilización moderna nece­ sita muchos postes para sus telégrafos, para sus teléfonos, para sus conducciones eléctri­ cas; necesita muchas traviesas para sus fe­ rrocarriles; necesita muchas maderas para los envases, y para esto todas sirven. Tam ­ bién se talan los bosques para hacer tierras de sembraduría. T od o va abajo, al llano, a la ciudad exigen­ te e insaciable.


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Y es el caso, que ordenado el bosque puede dar para subvenir a esas necesidades; pero se tira a rasa. Cada pino que cae produce un estruendo cuyo eco es en la lejanía del tiempo lágrimas de angustia y ayes de dolor; es la inundación que arrasa, es la sequía que lleva tras sí la miseria que aniquila. A l destruir las cumbres envilecemos los llanos. Los bosques solemnes son las entrañas ma­ ternales donde la humanidad se fragua. Pero el espíritu del mal triunfa. Triunfó en el Sahara, triunfó en Egipto, triunfó en Pales­ tina y en Mesopotamia. Después sigue su con­ quista en Europa, y como jamás se sacia, ya ha pasado, sobre la concha de Neptuno, a las montañas de América. El hombre pensante, el hombre sentimental y religioso va a destruir el planeta, luchando siempre contra las prodigalidades de la natu­ raleza. Los ríos son las arterias, el agua la sangre, y los bosques el corazón. Si destruimos los bosques destruimos nuestro propio corazón. Si en la tierra dejase de llover desapare­ cería la humanidad; pero si lloviese siempre no se podrían recoger las cosechas. A veces llueve y a veces luce el sol. Esta alternativa, este contraste, es la armonía que produce la vida. Cuando llueve, el bosque es la gran esponja que retiene parte de las aguas. Después las da paulatinamente en manantiales y chorreras. Es como el corazón que da la sangre a las ar­ terias para regularizar la circulación. Se destruyen los bosques de los montes.


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Después las nubes dan sus aguas al abrazar­ se a las cumbres. L a s aguas torrenciales arrastran las tierras de barrancos y pendien­ tes, porque esas tierras ya no están trabadas por las raíces de los árboles y arbustos. A qu el monte fecundo, protector, bello y alegre, al ser despojado de su manto de verdura, nos muestra desde lejos su rugosa frente de rocas amenazadoras. A qu el monte con su bosque, donde el viento produce el encanto infinito del leve roce de sus sedas invisibles sobre las hojas verdes; donde el sol envía sus haces de luz, que dispersan las arrogantes volutas de las copas de los pi­ nos, para caer en lluvia de cálidos besos so­ bre los heléchos y musgos que aterciopelan la noble faz de la tierra; aquel bosque que en la noche callada ofrece abrigo al caminante, que en su reposo mira a través del encaje de las ramas el centellear de las estrellas que desde el infinito azul le dicen que prosigue la obra de la creación, eterna en el tiempo y en el es­ pacio; aquel monte orgulloso de su bosque — que él ha formado con el jugo de sus entra­ ñas, y que está lleno de perfumes, de pájaros, de ninfas que juegan en los remansos y ríen en las cascadas— , al verse maltratado, des­ pojado, herido por el hacha de los hombres, cuando la nube le da su agua nutritiva, él la lanza por la pendiente de roca, y el río, que era arteria de vida, se torna en camino de la muerte por donde baja la avalancha devasta­ dora que arrasa huertas y hogares. En los bosques están los orígenes de la v i­ da, los fundamentos de las nacionalidades, las fuentes de la riqueza agrícola. E l aprovechamiento de los bosques se hace


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cortando los árboles grandes, los que ya cum­ plieron su misión creciendo y fructificando. Cortando los árboles viejos se da espacio a los adultos y a los pequeños. Una corta de ár­ boles viejos cada diez años, llevando el bosque en turno de parcelas, da una renta continua, y conserva al bosque en su integridad de es­ ponja retentiva de agua, criadero de mantillos y productor de maderas. Pero esto sólo crea una renta, y el hombre quiere en un momento dado disponer de todo el capital, a semejanza del señorito dilapida­ dor que hipoteca o vende la hacienda para en­ vilecerse en el vicio. Todo río debe tener sus cabeceras, que son las montañas de sus orígenes, cubiertas de bosques. De esta manera se retienen aguas en las alturas para que después aparezcan lenta­ mente en los manantiales. Las aguas que bajan por los ríos traen las substancias de los man­ tillos de los bosques para nutrir los vegetales que cultivamos en los llanos; bien ordenadas las cortas de árboles quedan perennes los cria­ deros de maderas. Los montes con bosques alimentan a los lla­ nos; los montes sin árboles empobrecen a los llanos. Tengo un viejo amigo que corona su frente con todos los honores de una larga vida la­ boriosa. Trabaja siempre en un amplio despa­ cho, lleno de libros, con ventanas que se abren a la vega murciana por donde penetran sus luces, sus perfumes, sus ruidos de colmena productura. Mi amigo mira a los montes lejanos. Allá, en los confines del horizonte, se eleva la Sie-


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rra de Espuña, serena y quieta. En esa sierra ha puesto el viejo apóstol millones de pinos; a ella mira como a un amigo a quien esperará en la eternidad, Este viejo de blancas cabelleras tiene tam­ bién sus odios y sus rencores. Es cuando pien sa que por cada pino que se pone en Espuña, destruyen cien en las sierras de Segura y Alcaraz las hachas de algunos foragidos que se­ cuestraron los montes... ¡los montes! que son de propiedad comunal, como el aire, como las nubes, como el sol. Y entonces aparta sus ojos de la sierra para ponerlos en la vega, y la mirada alegre se ha tornado triste, porque sabe que esa vega que ahora le envía sus luces, sus aromas y sus ruidos de colmena laboriosa, la están conde­ nando a muerte los asesinos de los bosques. Cuando todos los bosques de la cuenca del Segura sean devastados arreciarán las inun­ daciones en invierno y se secará el río en v e ­ rano. Entonces acontecerá que los hombres de las vegas emigrarán a otros países, o su­ cumbirán por la miseria. Esto tardará más o menos, pero llegará fa ­ talmente por el camino emprendido, tal y co­ mo sabemos ha sucedido en espléndidas co­ marcas de Asia y A frica, precursoras en lo que los hombres han dado en llamar «civiliza­ ción.» Civilización es equilibrio, orden y respeto en el presente; civilización es prever y fun­ damentar la vida del porvenir. L a historia se repite con un isocronismo mortificante y desalentador. Los grandes cen­ tros de civilizaciones antiguas fueron conver-


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tidos en regiones esteparias por los hombres de la «civilización». Y si algunas regiones se han reconstituido ha sido preciso que el hom­ bre emigre para que la Naturaleza, en el si­ lencio de los siglos, realice su obra providen­ cial de creadora de vida. Seguid la ruta de las civilizaciones en los vaivenes de esta nave humana que tiene el ti­ món de su libre albedrío; Bactriana, Asiria, E l Líbano, Egipto, Grecia, Roma. Ahora las cosas van más a prisa con la bri­ llante marcha del progreso, que no es más que un empacho de cultura que desprecia aquellas ideas fundamentales que dan estabilidad a la vida. L a historia se repite con un isocronismo irritante. «L o s hombres poderosos y audaces» se adueñan de los montes que son de todos, talan los bosques y convierten las montañas en nidales de torrentes impetuosos que arra­ san los llanos. ¡Trabaja, labrador, en tu campo! ¡Trabaja, huertano, en tu vega ! Mientras tú construyes huertos y haciendas, allá arriba, en las mon­ tañas, que miran al cielo, están socavando los cimientos de tu obra. Cuando han talado el bosque echan a pacer las mansas ovejas que con su diente afilado siegan billones de vidas incipientes que quie­ ren restituir a los montes la producción y la fragancia. En nuestros viajes por la región escucha­ mos un clamor triste del pueblo: ¡Los montes se talan¡ ¡Están arruinando el país!


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FABRICAS L a s fábricas transforman las substancias: los filamentos en telas, la tierra en cristal, los minerales en máquinas, la m adera en mue­ bles. Nos aproximamos a una fábrica de altas chimeneas; penetramos en sus amplias naves de múltiples ventanas. H ay allí una fuerza de vida que nos seduce: el traginar de las co­ rreas, el voltear de las ruedas, el chirrear de las presiones; tubos de conducción como a rte­ rias gigantes; grandes bielas como brazos ci­ clópeos; ejes robustos rodando sin fatiga en sus prisiones de bronce; movimientos diversos que concurren a un mismo efecto; tumulto de actividades encauzadas por una idea. E l rayo que fulmina en los espacios es allí sumiso im­ pulsando los motores; el volcán que estreme­ ce las montañas sigue el camino que le trazan las válvulas. T od o está a la vista y al alcance de la ma­ no. L a acción es rápida, y la cosecha inmedia­ ta. L o s pueblos se lanzan vertiginosamente a los sectores de la industria. n


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Las fábricas necesitan materia prima obje­ to de sus transformaciones, y para alimentar sus máquinas y sus obreros. Cuando los pueblos se lanzan irreflexiva­ mente por ios caminos de la industria, desequi­ libran su potencialidad productora. H ay otras fábricas muchísimo más impor­ tantes e imperecederas que las que levanta la ingeniería. Son las fábricas que desde hace millones de años construyó la Naturaleza: montañas y ríos, árboles y plantas, campos y animales. En estas fábricas las ruedas son in­ finitas, las presiones constantes; cada partícu­ la sigue su trayectoria, cada átomo cumple un destino, cada fuerza obedece a una energía distinta; y todo el conjunto es armónico, ma­ ravillosamente armónico. Nos seducen las fábricas de altas chimeneas y ruedas volteantes: por un lado entra la seda y el hilo, por el opuesto sale la banda de raso azul ó de terciopelo escarlata; por un lado en­ tra el tosco mineral, por el otro sale la má­ quina de bordar. Esto nos seduce porque im­ presiona a los sentidos. Para ver las fábricas de la Naturaleza, pa­ ra penetrar en sus recintos, para percibir sus fuerzas, para escuchar sus latidos, para com­ prender sus armonías es preciso mirar con el pensamiento, palpar con la voluntad, caminar con la fe. Todo lo grande se compone de innumera­ bles cosas pequeñas. L a perfección de lo gran­ de es un resultado de la perfección de sus componentes. Es admirable esta fábrica de la Naturaleza que se extiende por todos los horizontes; que tiene por muros el mar, por motor el sol, por


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ruedas volteantes las nubes, por ejes las mon­ tañas, por correas de trasmisión los ríos. En esta fábrica todo está en movimiento; en ella se realizan todas las transformaciones; en ella están todos los criaderos y todos los depósi­ tos. Sus productos son seres organizados: ár­ boles, plantas, animales. ¡Qué transformaciones tan originales! El cieno de los pantanos en flores fragantes; la potasa, la cal, el hierro, en frutos sabrosos. ¿Cómo podremos comparar el más brillante ra­ so y el más suave terciopelo con el ala de una mariposa o el pétalo de un lirio? El telescopio y el microscopio nos muestran lo que no po­ demos hacer: lo infinitamente grande y lo infi­ nitamente pequeño. El pensamiento, al inten­ tar penetrar en estos dos infinitos, tiene que fundirlos en uno solo: Dios. Las fábricas de los hombres no pueden ha­ cer un grano de trigo, que lleva en sí el gérmen, que es la misma planta en miniatura. Esta planta microscópica se pone en actividad por el calor del sol y el agua de la tierra. En­ tonces encuentra en el propio grano de trigo el alimento que necesita en su tierna edad. A sí forma las primeras raicillas que extiende por el suelo. Estas primeras raicillas son fila­ mentos finísimos, cada uno de los cuales lleva dentro un laboratorio de química. Ellos p ro­ ducen un jugo que disuelve, que digiere los alimentos que la raicilla busca en la tierra. Y a preparados, los absorbe. Entonces co­ mienzan las bombas elevadoras que es el mis­ terio de la capilaridad vital. Así se establece la circulación. L a circulación es legiones de obreros traginantes que construyen sin cesar. Cada cosa va a su sitio. De esta manera se for-


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ma el tallo, las hojas, las flores y los frutos. Arquitectura maravillosa donde nada falta; conjunto armónico de afinidades portentosas. Cuando la obra está hecha la planta lan­ guidece y muere. N o muere; es que se ha mul­ tiplicado la vida en otros cien granos de trigo. Esta fuerza inicial de un solo grano de tri go es capaz por sí sola de cubrir de espigas en ocho años toda la superficie de España. Un grano, al año, es cien granos.—(Tenemos a la vista una mata de cebada con 6.200 granos.) —Sembrados los cien granos, al segundo año, serán diez mil; al tercero, un millón.. Prosi­ guiendo así, a los ocho años serán d i e z m il MILLONES DE FANEGAS.

¡Qué energía inicial hay en el corazón de al­ gunos animales, que está 390 años sin parar un solo segundo! E l late rítmico en la carrera y en la quietud, en el vuelo y en el sueño. ¡Có­ mo podremos comparar el más perfecto motor de los talleres con éste de la Naturaleza? ¡Y la máquina de las aguas, con su rueda inmensa que sale del mar, es nube en los es­ pacios, lluvia en las montañas, río en los lla­ nos, y vuelve al mar, para girar eternamente! ¿Qué fábrica de los hombres es capaz de producir un grano de trigo? Las fábricas de la ingeniería no deben ser nunca nada más que un complemento de las fábricas de la Natura­ leza. Los pueblos que se lanzan de lleno a las em­ presas industriales perturban su propia vida. Inglaterra con sus carbones crea una gran in­ dustria, pero su vida interior está desequili­ brada. L a sabia política de este pueblo acude presurosa a evitar el daño. P or esto se esta-


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blece en la India, Egipto y Australia. A su in­ dustria ingenieril le va poniendo puntales ins­ talando cultivos agrícolas en los territorios que ocupa. Pero el mundo está abriendo todas sus puertas, y pronto llegará el año en que ca­ da país quiera bastarse a sí propio. D esgra­ ciado pueblo entonces el que no sea capaz de producir en su territorio lo que necesita para cubrir sus necesidades naturales. Bélgica industriosa produce trigo para sí, y exporta a otros países. Los fundamentos de la grandeza alemana estaban en su portentosa agricultura. L a polí­ tica guerrera desequilibró sus potencias. A h o­ ra comienza a reedificar. En el año 1921 ha tenido que importar Es­ paña un millón de toneladas de semillas de todas clases. Estas semillas han podido obte­ nerse en España impulsando su agricultura. Agricultura es el trabajo de la inteligencia puesto al servicio de las fábricas de la Natu­ raleza. También ha habido necesidad de importar carnes, quesos y mantecas. Estas importacio­ nes merman anualmente la potencialidad eco­ nómica de España en más de 400 millones de pesetas. Con la cuarta parte de este dinero ha podido traerse nitrato y potasa, que unidos a los fosfatos nacionales, hubiesen dado un ren­ dimiento superior a los granos importados. El trigo que hemos comprado fuera a 20 lo he­ mos podido obtener aquí a 6. Poniendo en actividad parte de nuestras energías naturales obtendremos un exceso de producción que ofrecer a otras naciones. Así seremos independientes, y hasta adquiriremos superioridad.


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Para andar este camino hay que canalizar ríos, repoblar montes, construir caminos, apro­ vechar fuerzas hidráulicas y cultivar campos; hacen falta escuelas, granjas de experimenta­ ción y centros de análisis. Así se formarían los «mecánicos» que han de poner en marcha las fábricas de la Naturaleza. 60 kilogramos de cloruro potásico, 300 de superfosfato de cal, 60 de sulfato amónico y 100 de nitrato sódico, valen hoy 170 pesetas. Si estas substancias las ponemos racional y oportunamente a la tierra nos da un aumento en la hectárea de 29 fanegas de trigo, que v a ­ len 580 pesetas. Mayores rendimientos se ob­ tienen en cultivos de huerta y frutales, y so­ bre todo, asociados a la cría de animales. Para esto es preciso que el cultivador sea inteligente, que sepa hacer marchar a las má­ quinas de la gran fábrica de la tierra. Si entregamos una máquina a un inexperto pronto la romperá, o no sabrá hacerle rendir efecto útil. Así también los agricultores igno­ rantes empobrecen las tierras, o aplicando mal los abonos y los procedimientos, obtienen resultados económicos míseros o negativos. Ampliando el concepto se debe decir que un árbol es una fábrica y lo es una planta, una oveja y un caballo. Estas fábricas son las que transforman los minerales—que constituyen todo el planeta—en alimentos del hombre. Si escasea el trigo, la carne, la leche y la fuerza animal, la industria ingenieril, en una nación donde tal acontezca, está viviendo de presta­ do, y siempre expuesta a languidecer y hasta aniquilarse. Un pueblo no es verdaderamente libre si no produce el trigo, la carne y la manteca que


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necesitan sus hombres para alimentarse. L a dependencia económica no es tan aparatosa como la dependencia territorial, pero es más sutil, cruel y aniquiladora. Es la diferencia que hay entre ser un criado o ser un mendigo. E l mendigo vaga libre por los caminos, pero es un esclavo de la miseria. H ay naciones que se llaman independientes porque en su territorio no pisan soldados ex­ traños. No se vé que hay otros soldados, lla­ mados diplomáticos, financieros y aduaneros, que la tienen sojuzgada, porque han cogido en sus manos los resortes de la vida económi­ ca, que es la cotidiana, la apremiante, la que asfixia. L a verdadera independencia no se logra na­ da más que produciendo lo necesario para la vida interior. Para esto hay que poner prime­ ro en marcha, como acción preferente, la pro­ ducción de las fábricas de la Naturaleza.


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LOS RI OS Así como el hogar es la base de las familias, así los ríos son el fundamento de las naciona­ lidades. Las montañas limitan las naciones, pero los ríos son la médula espinal que les da vida. Podrán los hombres hacer las divisiones te­ rritoriales que el capricho les dicte en un mo­ mento de orgullo; esto es lo efímero porque carece de realidad. El río es lo absoluto y se impone después a los artificios humanos, por­ que el río sigue los caminos que le ha trazado el dedo omnipotente de la Naturaleza que r s la obra de Dios. Pero se observa, que el hombre, siempre rebelde, no sigue esos caminos, y por esto esteriliza sus mayores esfuerzos. A todas ho­ ras se nos ofrece la Naturaleza mostrándonos la obra de Dios. Cuando algún pueblo toma estas enseñanzas, sigue estas inspiraciones, llega a las mayores prosperidades, y cuando le vuelve las espaldas cae siempre en los abis­ mos del error.


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Todas las grandes poblaciones están junto a los ríos, y si alguna no lo está ha tenido que construir canales para hacerse uno artificial. Por las aguas del río les llega la vida, y al marcharse la corriente las limpia de los tóxi­ cos de la muerte. Gran error fué el de Felipe II al fijar la ca­ pital de España en Madrid, porque el Manza­ nares es sólo un arroyo pretencioso. Mejor hubiese estado la capital en Toledo, en Zaragoza, en Córdoba, en Sevilla o en Lisboa. En las montañas siente el hombre que se le ensancha el alma; pero así como las monta­ ñas están quietas, el espíritu del hombre que en ellas vive se siente influido por la quietud; es ágil porque se ejercita en las escabrosida­ des; es independiente porque tiene medio de de­ fensa; algunas veces irrumpe al llano atraído por la abundancia; pero el hombre de las mon­ tañas no será nunca un hombre de progreso. El hombre que vive junto a los ríos toma de estos la movilidad; es de imaginación más v i­ va y de propósitos más audaces; las aguas que siempre marchan le están diciendo que la vida es caminar. No así el de las montañas que piensa que la vida es estática y contem­ plativa. Los ríos son la vida de los campos. Los campos son el sostén de las naciones. Toda ca­ pital de un Estado debe estar junto a un río, para saber interpretar y dirigir con acierto la potencialidad productora de las naciones que preside. L a multitud que vive en la capital recibe las enseñanzas del río. Cien generaciones se


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han mirado en las aguas cristalinas que rie ­ gan sus campos, y han huido mil veces ante el turbión que arrasa sus hogares. Estos sa­ ben lo que es un río. ¡Pero Madrid! ¿Qué sabe de las necesidades de España, que está integrada por las nacio­ nalidades que forman las cuencas de sus ríos? Madrid sólo vé que todos los días le llegan cien trenes cargados de productos, y piensa que España es rica. Madrid sólo quiere dinero con que pagar lo que le llevan esos trenes, y para que no falte recarga los impuestos. Madrid cree que el pan lo produce expontáneamente la tierra, y lo que ocurre es que los que producen con su trabajo ese pan mueren de inanición, porque la inconsciencia directo­ ra desvía de sus cauces naturales a la p ro­ ducción nacional. Es por esto por lo que cuando un Ministro presenta un plan de engrandecimiento nacio­ nal intriga con éxito la política centralista di­ ciendo que «aquello» cuesta mucho dinero, como si el dinero no fuese sólo un medio para fomentar la riqueza. Y así estamos perdiendo un tiempo que no volverá, mientras otros sa­ ben aprovecharlo. Fomentada la riqueza de las regiones se enriquece a España. Siendo rica España se engrandece su capital. Madrid no se entera de esta sencillísima ecuación porque no está capacitado para ello, o al menos así se manifiesta. Esto explica el que se deje engañar por los espejismos de la charlatanería. Las regiones se van enterando de todo, y comienzan a sentir recelos sobre la acertada dirección de Madrid. Es el instinto del ser.


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A ragón y la R ioja son el Ebro; Andalucía es el Guadalquivir y el Genil; Murcia es el Segura; Valencia el Turia, el Júcar y el M i­ jares; Cataluña es la que más ha intensificado el aprovechamiento de sus pequeños ríos el T er, el Llobregat y elFlu viá. Castilla tenía olvidado el Duero, y ahora pone con afán los ojos en él. Toledo, E xtre­ madura y la Mancha ya van pensando en sus ríos el T ajo y el Guadiana. Y en el mundo: Egipto es el Nilo, y cuanto se atiende al N ilo tanto vale el Egipto, antes y ahora. Los imperios de Mesopotamia tenían su asiento en las canalizaciones del T igris y el Eufrates. Las nacionalidades indias toman carácter del Indo, el Ganges y el Bramaputra. Calcu­ ta está sobre el Hulli que es un brazo del Ganges, y la antigua capital del Brahamismo, Benarés, la monumental, histórica, sagrada, está sobre el mismo Ganges. En la Indochina, la principal población, Bangkok, capital del Siam, con 700.000 habi­ tantes, está sobre el río Me-nam, y la antigua y monumental metrópoli, Yuthia, más arriba, sobre el mismo río. En la China, el extenso país de los grandes abolengos, vemos sus grandes ríos festonea­ dos de grandes ciudades. Es el pais de las múltiples intensificaciones agrícolas, de los miles de canales. A llí el Emperador (cuando lo tenía) sembraba y cultivaba con su propia mano un campo, presidiendo con su Corte las fiestas de la Agricultura. Erzerúm, capital de la Armenia, está sobre el Eufrates, y Mosul y Bagdad sobre el T i ­ gris. Roma junto al Tibet, Florencia en el Arno,


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y la parte más rica y culta de Italia está cons­ tituida por el Póo y sus afluentes alpinos. París sobre el Sena, y todas las poblaciones importantes de Francia se asientan junto a los ríos. Londres en el Támesis; Am beres en el Es­ calda, Bruselas en el Sene; Petersburgo en el Neva, V arsovia en el Vístula, Berlín en el Oder, Hamburgo en el Elba, Viena, BudaP esty Belgrado en el Danuvio. El Rhin está sembrado de grandes y prós­ peras poblaciones. Este río es el más aprove­ chado del mundo: los riegos, las fuerzas hi­ dráulicas, la navegación. Cuanto más se ha atendido al Rhin mayores prosperidades ha alcanzado el país, en todos los órdenes. En el Mundo Nuevo, en Am érica, vemos como la civilización va siguiendo los cursos de los ríos. N ueva-York sobre el Hudson, Washington sobre el Potomac. Miremos un mapa moderno y veremos donde están las po­ blaciones que más progresan. Conocemos a Norte Am érica por sus gran­ des hazañas. Busquemos los fundamentos del poder. Hace más de sesenta años que la prin­ cipal preocupación del Estado fué el progre­ so agrícola. A llí las grandes colonias protegi­ das e impulsadas por el Estado y clases direc­ toras. Comisiones de yankis vinieron a Espa­ ña a estudiar pantanos, canales, sistemas de riego. Después han seguido esas pautas la R e­ pública Argentina y Chile. Ah ora comienza el Brasil, y es de esperar que Méjico hará otro tanto cuando se pacifique el interior. Si pasamos a las grandes islas oceánicas observamos las mismas cosas. L a inmensa mayoría de las capitales—y las


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capitales son el cerebro de las naciones—se asientan sobre los ríos. Esta observación es clara y terminante. Los ríos son la médula de las naciones. Es absurdo que los hombres quieran fijar como linderos de dos estados las márgenes de la corriente fluida y móvil de un río. El Rhin no será jamás la línea divisoria entre Francia y Alemania. Querer esto es sostener siempre vivo el fuego de la discordia. Las márgenes de un río son dos líneas para­ lelas que marchan en la misma dirección. Los pueblos que están a una y otra orilla son pueblos hermanos, gemelos, engendrados por un mismo impulso de vida. Si intentamos re ­ girlos por distintas leyes será un choque cons­ tante de intereses, de fuerzas, de ideas. A ambas márgenes está el mismo clima, la misma flora, la misma fauna, las mismas cos­ tumbres, el mismo carácter, las mismas ideas, los mismos sentimientos y la misma fe. Las montañas separan las naciones. Son barreras difíciles de franquear. P or las aguas de un río se comunican los pueblos llevados por la corriente. V ertiente abajo de las montañas se definen los climas, las producciones, el carácter, las razas. Montañas opuestas y distantes conver­ gen al mismo cauce para abrazarse y seguir una misma suerte. Pero una misma montaña se parte en la crestería de sus cumbres para tomar caminos opuestos. L a gravedad, como ley universal, rige los destinos: un declive marcha hacia oriente y el otro hacia occidente; la ladera que baja en dirección del norte nos dice que la opuesta baja buscando el sur.


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Arriba una misma vida se hace dos para se­ pararse cada vez más; es que van en busca de otras vidas, que partiendo de diámetros opuestos, se aproximan para fundirse. Los ríos son como las vidas. Nacen puros, sencillos, ingénuos, movibles, traviesos, v o ­ ceadores, como los niños. Allá arriba podéis ver las arenas de su fondo a través de las aguas cristalinas, como los pechos y las fren­ tes infantiles. Cuando los ríos salen a los llanos moderan su andar; cortejan a las vegas que fecundan con la potente juventud; pasan junto a las ciudades que enturbian la corriente con la falsía y el vicio. Más adelante retuercen su corriente ha­ ciéndose engañadores. Y a saben que si son francos y rectilíneos acortarán su existencia. Es el hombre maduro que ha aprendido las malas artes del vivir variando a cada instan­ te de dirección. Cuando se aproximan a su fin son tan pere­ zosos que quieren retroceder en los regolfos; como la vejez quieta, que recuerda la infan­ cia, y quiere volver a aquellos tiempos de «cristal» transparente, terso y sonoro. En los días de su curso tienen los ímpetus de la pasión vengadora. Es cuando baja tur­ bulento para arrasar las ciudades que lo des­ precian y envilecen. Los ríos, como los hombres, si se educan en su infancia y se guían en su juventud son se­ res de provecho; ¡pero dejados en estado sal­ vaje son iracundos y holgazanes! El padre Sol y la madre Montaña crean al Río.


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El R ío es la realidad tangible sobre la cual el hombre debe fundar la civilización. Echemos otra mirada sobre los tiempos pa­ sados. L a Edad antigua es el gran día en que se demarcan y establecen los fundamentos de la vida de la Humanidad. L a Edad media es la noche de la devastación; mil años de retroce­ so. L a Edad moderna comienza con el Rena­ cimiento, que es el alborear de un nuevo día a cuya plenitud vamos. L a filosofía, en todas sus manifestaciones intelectuales y estéticas, ha marcado siempre, como ciencia suprema, los caminos y las nor­ mas. En la Edad antigua vemos a todos los gran­ des pueblos, de abolengo estable, de funda­ mentos sólidos, armonizar la vida del espíritu con la vida de la naturaleza. L a gran luz del espíritu prestando sus di­ vinos fulgores a los elementos inmutables, Sol, T ierra y Agua. L a civilización comienza cuando el hombre se hace agricultor. Bartriana, China, India, Egipto, Mesopotamia, Asiria, Persia, Israel, Grecia, Roma, to­ das prestan preferente atención a los ríos, hasta deificarlos concediéndoles atributos di­ vinos. Las grandes guerras, cuyo origen está siempre en la conquista, que es el robo colec­ tivo, destruían las obras hidráulicas, que son el fundamento de la agricultura rica y próspera. El pueblo conquistador destruye templos, palacios, ciudades, para humillar al vencido, y para que no resurja destruye también las fuentes de su producción. Solo hay una excepción (iniciada antes por


Notable ejem plar de una mata de cebada criada en terrenos esteparios salinos , del térmi.no de A lh am a de Murcia, en 19 1 9 .— 1 7 9 espigas, 6 .2 0 0 g ra n o s.—(V . pág. 2 0 ).


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Grecia) Roma, que fomenta la riqueza de los pueblos que conquista. Esta es la gran políti­ ca que lleva a Roma a las cumbres de la gran­ deza y la estabilidad. Comienza la Edad media con la irrupción de los bárbaros, que todo lo arrasan como una formidable tempestad. En mil años nada se progresa. Solo impera un individualismo criminal con barnices de lealtad e hidalguía, aunque aquí y allá surjan ideas luminosas, co­ mo las fosforescencias de un cementerio. Se conservan núcleos de luz como en Bizancio, y aparecen otros como el califato de Córdoba. En aquellos tiempos se produce en España el poema nacional más grande que han pre­ senciado los pueblos, el Poema del Cid, tan poco conocido por los españoles. Pero la Humanidad tenía que resurgir, y esto es el Renacimiento, cuya labor más in­ tensa es el cultivo de los espíritus, como pre­ via preparación al gran movimiento actual que va caminando al pleno día. Nuestros Reyes Católicos comenzaron la obra. En tiempos de Carlos I había en España una gran corriente de opinión hacia el trabajo interior. Se planean y comienzan muchas obras hidráulicas. Las guerras exteriores lle­ varon fuera las energías nacionales. Con Fernando V I y Carlos III se inicia otro resurgir. Nosotros comenzamos en la Edad moderna la construcción de puentes y cana­ les. Sigue Italia en L a Lombardía. Después Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra en sus colonias. En estos últimos tiempos Alemania se pone a la cabeza como intensificadora agrícola, y éste ha sido el secreto de su fuerza y de su grandeza.


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Nos admiramos ante las grandes ciudades, ante las grandes fábricas, ante los grandes transatlánticos, y no pensamos en que los fun­ damentos de todo eso están en la agricultura. Agricultura es la Naturaleza acariciada por el hombre. Ante una gran fábrica pensemos en los mil detalles del campo cultivado que la sostienen. Ante el palacio fuerte y suntuoso pensemos en las piedras toscas que se ocultan humildes en la cimentación y sin las cuales se derrum­ baría. Un gran libro de filosofía está integrado por mil ideas sencillas, y su valor depende de las combinaciones lógicas (naturales) o artificio­ sas que el cerebro haya hecho con esas ideas sencillas. Los cálculos maravillosos que dan por re­ sultado la construcción de la línea férrea, de la locomotora o del telescopio, son una urdim­ bre de operaciones elementales. L a suma y la resta son el fundamento de la gran ciencia matemática, y sumar saben nues­ tros labriegos con los dedos de sus manos tos­ cas. Es doloroso cómo pasan los siglos sin que la humanidad se entere de su verdadera historia. Nos deslumbramos ante el brillo de las ba­ tallas, y deleitamos nuestro espíritu en la con­ templación de las producciones artísticas. Es­ to hacemos al desenterrar las civilizaciones an­ tiguas, y a éstas no las conoceremos substan­ cialmente sin penetrar en la red de los detalles. El padre Saturno todo lo destruye, pero no podrá nunca borrar en absoluto las huellas del pasado. El hombre, con la luz de su inteli­ gencia y el guía de la serena deducción, po­ drá siempre reconstituir el pasado.


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L a reconstitución del pasado nos muestra con su índice absoluto los caminos que debe­ mos seguir. Pero nosotros desobedecemos constantemente la voz de la Naturaleza y las enseñanzas del pasado. Todos los grandes pueblos han tenido por base de sustentación el trabajo interior, la cultura del propio territorio, la conquista de la propia nacionalidad. ¿Es que el hombre, gran domesticador de fieras, no ha de poder domesticarse a sí pro­ pio? ¿Por qué han de guerrear entre sí los pue­ blos que se llaman civilizados? Haya ejército y haya fortificaciones para oponer un dique a la barbarie. Nosotros—convencidos de cuanto a grandes rasgos queda consignado arriba—dedicare­ mos siempre nuestro modesto aplauso y pon­ dremos nuestras escasas energías al servicio de aquellos hombres de gobierno que atiendan preferentemente al fomento de la riqueza in­ terior de España. Sabemos que esta riqueza está increada en su mayor parte. ¿Por qué ir a buscar fuera lo que tenemos dentro en can­ tidades inagotables? Am ar a España es cultivar sus tierras, ca­ nalizar sus ríos, repoblar sus montes. Esto produce una consecuencia natural: el fomento de la industria, del comercio y de las ciudades. Nos causa gran extrañeza que el pueblo español, convencido en su inmensa mayoría de esta verdad, no preste su decidido apoyo a aquellos políticos que quieren encauzar las ac­ tividades nacionales hacia el fomento de la ri­ queza interior.



III

EL RIO SEGURA Nace en las Sierras de Segura, provincia de Jaén, Partido judicial de Orcera, término de Segura de la Sierra, cerca del caserío lla­ mado Fuentes del Segura. Las Sierras de Segura forman parte de la cordillera Ibérica, que es la espina dorsal de nuestra Península. En esta cordillera nacen todos los grandes ríos españoles, excepto el Miño. Las Sierras de Segura juntamente con las de Cazorla, Alcaraz, Sagra, Guillemona, Ma­ ría, etc., constituyen el gran macizo meridio­ nal de la cordillera Ibérica. De este macizo parten los valles del Guadiana, Guadalquivir y Segura. L a longitud de estos valles es: El del Guadiana . . . 825 kilómetros El del Guadalquivir . . 580 » E l del Segura . . . . 207 « Vemos que estos tres grandes valles, par­ tiendo de alturas iguales, tienen longitudesmuy diferentes, siendo la del Segura aproximada­ mente tres veces menor que la de los otros. Si representamos por líneas de altitud el /


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cauce de estos tres ríos, veremos que la del Segura es una curva muy empinada, y las de los otros dos son curvas más suaves. Esto explica el carácter torrencial de nues­ tro río, y por consiguiente la violencia de sus inundaciones. Cuando en las sierras llueve copiosamente, ramblas y ríos afluyen con rapidez al cauce del Segura. L a confluencia produce la inun­ dación, breve, pero violenta, intensa, colma­ da. No así en los otros ríos, en los cuales la avenida se alarga; todo lo que prolonga en tiempo pierde en intensidad. Así sabemos de las inundaciones de Sevilla, que duran varios días y hacen poco daño; lo mismo acontece con el Guadiana en Mérida. En el gran macizo de montañas que dan origen a estos ríos hay pueblos que están aproximadamente a mil metros de altura, co­ mo son Cazorla, Puebla de D. Fadrique, Huesear, Nerpio, Yeste, Elche de la Sierra, Segura de la Sierra, Santiago de la Espada, Alcaraz, y otros muchos. Las cumbres más altas de este macizo son: L a Sagra ................................. 2.382 Sierra M a r í a ............................ 2.040 Tetica de B a c a r e s .................. 2.020 1.809 El Y e l m o ....................... . G ig a n te ..................................... 1.490 B u i t r e ..................................... 1.430 E s p u ñ a ..................................... 1.584 El Segura, como casi todos los ríos, es en sus orígenes una confluencia de ramblizos y arroyos. Comienza a llamarse Segura en Fuentes del Segura, que es donde está su principal nacimiento, a una altura de 1.442 metros sobre el mar.


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El río corre por la provincia de Jaén en di­ rección noreste, pasa por Casicas del Segura y Miller. En el cortijo de las Huelgas se le une por la derecha el río Zumeta, tocando ya en la provincia de Albacete. Hasta aquí tiene el Segura un recorrido de 32 kilómetros. El río Zumeta es arriba cañada de D. F e r ­ nando, que recoge vertientes casi directas de L a S agra’ se llama después rambla de los Cuartos, forma lindero entre Jaén y Granada, recibe vertientes del Norte de la gran sierra Guillemona. Comienza a llamarse río Zumeta en el cortijo de Toboso, punto en donde con­ curren las provincias de Jaén, Granada y A l­ bacete. Continuando su curso forma lindero entre Jaén y Albacete hasta el cortijo de las Huelgas que se suma al Segura. Su recorri­ do es 36 kilómetros, y pasa por Santiago de la Espada. L a divisoria entre el Segura y el Zumeta está formada por las sierras de las Palomas, Almorchón, Marchena, Picachos y Breña. Desde el cortijo de las Huelgas corre el Se­ gura en dirección Norte. Durante 8 kilóme­ tros forma lindero entre Jaén y Albacete, se interna en esta provincia, tuerce hacia el no­ reste, y a los 22 kilómetros le llega por la iz­ quierda el río Tus. Deja a su izquierda a Yeste. El Tus nace cerca de Segura de la Sierra. Su recorrido es de 35 km. L a divisoria con el Segura está constituida por la Cuerda de H o­ yos, Peña Palomera y Sierra del Ardal.


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El Segura, hasta su unión con el Tus tiene un recorrido de 62 km. En la confluencia del Segura y el Tus se proyecta el pantano de «L a Fuensanta», que embalsará 350 millones de metros cúbicos. Este pantano es uno de los grandes colosos que deben construirse en España. De todos los proyectados sólo dos le aventajan en ca­ pacidad: el del Ebro en Reinosa, cuya capa­ cidad es de 550 millones, y el de Cijara de 434, en el estrecho de Cijara, río Guadiana, para regar en los llanos de L a Serena. Pero la in­ mediata utilidad del Fuensanta supera a estos otros dos, porque las tierras que puede regar son mejores, están casi todas arregladas, el clima es más cálido y la población rural está capacitada para ejercer el difícil arte de re ­ gar. Con sus aguas, que todos los años marchan olvidadas al mar, han de crearse unas vegas que darán una extensión cinco veces mayor que la actual Huerta de Murcia; esta Huerta que es recreo de propios, admiración de e x ­ traños, y sostén de diez mil familias españolas, E l sitio donde ha de emplazarse este panta­ no se llama Estrecho del Infierno, nombre fa ­ tídico, bien puesto, porque la Providencia está indicando desde hace treinta siglos que allí hay una gran fuente de soluciones sociales, y los hombres, olvidando los deberes, gastan sus actividades en la coacción, el robo y la guerra. Una ilustre dama, D.* María Codorniu de L a Cierva, pidió al Ministro de Fomento que ese nombre siniestro fuese cambiado por el de la Excelsa Patrona de Murcia, «Fuensanta» (Fuente-Santa). Inspiración de mujer; este nombre Fuensanta marca una nueva orienta-


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ción en la vida, la del amor. E l nombre Fuen­ santa suena en todos los corazones murcianos como expresión de amor. Amemos al Panta­ no; él es la conjunción de dos energías divinas: la naturaleza, agreste, y el cerebro humano, ordenador. Sigamos el camino del Segura. 11 km. más abajo del Tus recibe el abundante caudal del Taivilla, que le llega por la derecha. E l T aivilla se forma por la reunión de las ramblas Huebras y Artiñuelo, que recogen las aguas de las sierras Calar Blanco, Hornillo y Víboras, todo en la provincia de Albacete. Cruza el caserío de la Tercia donde se le une el arroyo del Prado de las Yeguas. Pasa las pequeñas vegas de E l L a g o y Hornillo, recibe el arroyo Aliaga, de gran caudal, y después el de Las Fuentes, de puras y abun­ dantes aguas. En este punto está Nerpio Pasa después cerca de El Tobarico. recoge las aguas del importante arroyo Blanco, y las medicinales de Él Cantalar. Entra en el Estrecho del A ire (de siete ki­ lómetros de longitud) entre profundos acanti­ lados. Enmedio de éstos está la Fuente de la Toba, que se despeña desde gran altura, fo r­ mando una bellísima cascada al aire en forma de cola de caballo. Recibe después otras ramblas y arroyos, atraviesa pequeñas vegas y poblados, y desa­ gua en el Segura por el sitio Umbría de Ma­ teo. Su curso es de 35 km. En el Estrecho del A ire está proyectado el Pantano del Taivilla. A este Pantano se le ha cambiado el nombre, denominándose ahora de la Reina Victoria, según moción presentada al Ayuntamiento de Murcia por el Director


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de «E l Liberal» D. Pedro Jara Carrillo, y otorgado por el Jefe del Gobierno Sr. Sánchez Guerra. El Pantano del Taivilla, aunque más peque­ ño que el Fuensanta, pues embalsará a 75 mi­ llones de metros, dará servicios múltiples. Sus aguas, de una gran potabilidad, han de abas­ tecer a la Base N aval de Cartagena, al Puer­ to, a la Ciudad y a veinte poblaciones más. L a Base Naval es una de las tres de Espa­ ña. E l Puerto, que es magnífico, adquirirá gran auge con la creación regional de los grandes regadíos. Para todos estos abastecimientos (haciendo las dotaciones con cantidades superiores a las que actualmente tiene Madrid) sobra con la tercera parte del embalse del Taivilla. Las otras dos terceras partes se dedicarán a rie­ gos, pudiendo dominarse una zona de diez mil hectáreas, casi tanto como la Huerta de Mur­ cia. Esta multiplicidad de servicios coloca al pantano del Taivilla (dada su capacidad y su coste) a una altura útil que puede competir con todos los del mundo. L a divisoria entre el Segura y el Taivilla está formada por las Sierras de las Huevas, Collado Bermejo, Bonares y Heredia, Sierra L agos, y Calar de Sex. Prosigue su marcha el Segura dejando a la izquierda a Elche de la Sierra y a la derecha a Letur, F érez y Socobos. A 24 km. de su confluencia con el Taivilla le llega la rambla de Benizar. Sigue caminando, siempre hacia el Este, y a los 15 km. tuerce hacia el Sur.


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Poco antes de este ángulo comenzó el Segu­ ra a form ar lindero entre las provincias de Albacete y Murcia. A los pocos kilómetros de tom ar el Segura la dirección Sur se encuentra con el río Mun­ do, su principal afluente, y enseguida se in­ terna en la provincia de Murcia, no saliendo de ella hasta que más abajo de Beniel pasa al término de Orihuela. A lg o más abajo de la confluencia de estos dos ríos proyecta el ilustre ingeniero Sr. M ar­ tínez de Campos el pantano de Minas, de gran embalse, como regulador de los superiores. E l río Mundo, de caudal constante, nace en la Sierra de A lca ra z, encima de Riopar, en el sitio denominado Chorros del Mundo. C orre paralelo al S egu ra entre la S ierra de A lca ra z y el C alar del Mundo, divisoria entre su cuen­ ca y la del Segura. Su recorrido es de 110 ki­ lómetros todo en la provincia de Albacete. P a ­ sa por las Fábricas de San Juan de Alcaraz, Ayna, L ie to r, deja a su izquierda a Hellín, recibe debajo de A gram ón la rambla de Minateda, y tuerce rápidamente su curso hacia el Sur para buscar al Segura. L a rambla de Minateda rec o ge las aguas de Los Hitos, T o b a rra y Minateda. En ella se ha ejecutado un canal de derivación para rie­ gos de aguas turbias. A unos 60 km. del nacimiento del Mundo está situado el Pantano de T a la v e , el mayor de la región, de 42 millones de embalse, es­ tando en estudio un recrecim iento de su presa que duplicará la cabida. En la cuenca del Mundo hay varios ap rove­ chamientos eléctricos, otros que se tramitan y otros que se solicitan.


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Camina el Segura penetrando en el término de Calasparra. A l poco le llega por la dere­ cha el río A lárabe o Moratalla, pasa el puen­ te de la carretera de Calasparra y tuerce ha­ cia el Este. L e entra por la derecha el río A r ­ gos o Carayaca, se encajona en el desfila­ dero de L os Almadenes, recibe enseguida al río Quipar, también por la derecha, y antes de Cieza le afluye por la izquierda la rambla de Jumilla. En los términos de Hellín y Calasparra ha regado el Segura muchos y fértiles arrozales, y atraviesa la rica huerta de Cieza, pasando junto a esta ciudad industriosa. El río Moratalla o Alárabe, nace en las Sie­ rras del T a ivilla o Guillemona, deja a su de­ recha a Moratalla, marcha paralelo al Segu­ ra, y tiene un recorrido de 44 km. Su unión con el Segura se efectúa cerca de la Presa de Rotas, término de Calasparra. Cerca de Moratalla, en el sitio llamado Es­ trecho de la Puerta, se estudia el pantano de este nombre, que ha de regar un fértil valle. Es legítima aspiración de Moratalla y su co­ marca. El A rg o s o Carayaca nace en la Fuente de las Sanguicas, pasa por Archivel, Carayaca y Cehegín, riega con abundancia los campos de estas poblaciones y tiene un recorrido de 54 kilómetros. El Quipar marcha paralelo al anterior, del que está separado por la sierra del Buitre. Ambos cauces pasan muy juntos en las proxi­ midades de Cehegín. Su recorrido es de 55 ki­ lómetros. Sus aguas se aprovechan poco. En-


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tra en el Segura por debajo del Estrecho de los Alm adenes. En este río, y muy cerca de su desemboca­ dura en el Segura, está situado el Pantano de A lfon so X I I I , de 23 millones de capacidad, habiéndose recrecido recientemente su a liv ia ­ dero para darle otros 9 millones más. Este re­ crecim iento ha sido debido a la iniciativa y p royecto del ingeniero Sr. A r é v a lo , habiendo resultado una obra de extraordinaria econo­ mía y utilidad para los regadíos regionales. L a R am bla de Jumilla parte del M ugrón de Alm ansa, que m arca la divisoria entre el Júcar y el Segura. A tra v ie s a los términos de M ontealegre, Y e c la y Jumilla, y por el de C ieza entra en el Segura. Sus aportaciones son escasísimas, y en algunos sitios, como acon­ tece en la Cañada del Judío, no tiene cauce bien m arcado. Sus vertientes son muchas, y su trayecto ria es de 85 kilómetros. Desde C ieza cambia el S egu ra su dirección hacia el Sudeste. Pasa por A b arán , Blanca, O jós, U lea, V illan u eva , Archena, L orqu í, A l ­ guazas y Cotillas. En este punto se le une el río Muía. Continúa el S egu ra pasando por los poblados de la R ib era de Molina, llega a la Contraparada, presa antiquísima, que d eriva la totalidad de su caudal ordinario para re g a r la dilatada H u erta de Murcia, que es la se­ gunda v e g a de España, y una de las m ejores del mundo. D esde la C ontraparada el v a lle del Segu ra se ensancha, más a medida que el río avanza. Con varias presas y acequias que de ellas de­ rivan se riegan las huertas de Murcia, Beniel, O rihuela, Callosa, B igastro, Jacarilla, Bene-


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juzar, Rafal, Alm oradí, Form entera , Benijo far, Rojales y Guardamar. Desagua el Segura en el mar por la ense­ nada formada por los cabos de C ervera y Santa Pola. En esta misma ensenada desagua el río Vinalapó, que pasa por Elche. L a divi­ soria entre estos dos ríos está formada, a rri­ ba por varias montañas, y abajo por una de­ presión del terreno que es el gran llano de E l­ che, siendo vertientes del Segura desde Crevillente, y muy cerca de Elche. L os afluentes del Segura desde Cieza has­ ta el mar son: P o r la izquierda varias ramblas, hasta la de Fortuna, que llega por Santomera, y la de Abanilla, que afluye por debajo de Orihuela, viniendo de más arriba de E l Pinoso, de la provincia de Alicante. Todas estas ramblas no traen aportación alguna, excepto muy de tarde en tarde, en las grandes lluvias. P o r la derecha, además del río Muía, ya di­ cho, en las proximidades de Murcia desagua el río Guadalentín. Este afluente es el más im­ portante de todos los del Segura, por su lon­ gitud, por la extensión de su cuenca, por los terrenos que riega, por las poblaciones de sus vertientes y por ser este río el principal cau­ sante de las grandes inundaciones de las huer­ tas de Murcia, Orihuela y siguientes. El río Muía nace más arriba de Bullas, pa­ sa por cerca de este pueblo, después por Mula, Albudeite, Campos y Cotillas. En las pro­ ximidades de Muía se está terminando el pan­ tano de Juan de la Cierva, que embalsará 7 millones de metros. Más abajo recibe la ram­ bla de Pliego. R ecoje las aguas de las sierras de Pedro Ponce, Espuña y otras muchas. T ie ­ ne un recorrido de 47 kilómetros.


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El río Guadalentín está formado por la reu­ nión de los ríos V e le z y Luchena. E l V e le z nace más arriba de Chirivel, pasa por V elezRubio, se le une el río Claro, y entra en la provincia de Murcia por cerca del cortijo de Nieto, pasa por el castillo de Xiquena, y en el sitio llamado estrecho de Puentes se une al Luchena. Este nace en Topares, provincia de A lm e­ ría , casi lindando con la de Granada. En este punto están las divisorias del Quipar, Luche­ na y Guardal, éste afluente del Guadalquivir por el Guadiana menor. E l Luchena recibe por la izquierda la ram­ bla del Cantar, que viene del caserío de L os Rollos, divisoria con el Quipar. Más abajo de esta reunión le llega por la derecha el río M a­ ría que viene de este pueblo, uno de los más altos de España, pues está situado a 1.227 me­ tros sobre el mar, al pié de la sierra de su nombre, cuyo pico más alto se eleva a 2.040 metros. Más abajo de la confluencia de estos ríos, en el sitio llamado Estrecho de Val-de-Infierno, está situado el pantano de este nombre. El Pantano de Val-de-Infierno es de cons­ trucción antigua; se cegó por completo su ba­ se, y después se ha desentarquinado por sí solo, dejando abierta su salida, pues el lecho del río es de pendiente torrencial. Este pantano tiene actualmente una cabida de 24 millones de metros sirviendo sólo como regulador de avenidas, pues no retiene las aguas porque le faltan las compuertas. Que se coloquen éstas es un anhelo de vida de la ciu­ dad de L o rc a . A ello se oponen intereses crea­ dos. Cuando D. Miguel Rodríguez Valdés fué Diputado por Lorca, trabajó de una manera


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denodada para que en los presupuestos del Es­ tado se consignara el crédito necesario a la colocación de las coippuertas. Las veleidades de la política han hecho que ese crédito, que ya estaba consignado, quedara en suspenso. Más abajo se le une al Luchena por la iz­ quierda el río Turrilla. En esta confluencia está en estudio el pantano de Agua Am arga. Seis kilómetros más arriba de esta confluen­ cia están los célebres Ojos del Luchena, ma­ nantiales que brotan en el fondo del río, en una cantidad aproximada de 500 litros por se­ gundo, siendo estos manantiales la principal agua viva que riega en las huertas de Lorca. E l Turrilla comienza en las sierras Cuerda del Barranco Blanco y Juego de los Bolos; pasa por los poblados de D .a Inés, L a Paca y Zarcilla de Ramos. Juntos el V e le z y el Luchena en el Estrecho de Puentes alimentan al pantano de este nom­ bre. Las aguas del Pantano de Puentes pro­ ceden de las aguas vivas de estos ríos y de las de sus formidables avenidas. Las primeras son de propiedad particular, principalmente de lorquinos, y las segundas de la Empresa cons­ tructora del pantano. E l primitivo pantano se construyó hace más de cien años. Se rompió, y produjo una inun­ dación en L orca y Murcia que causó muchas víctimas. Reconstruido después, presta exce­ lentes servicios al regadío. Desde el pantano de Puentes comienza el río a llamarse Guadalentín. A los 15 kilóme­ tros está L orca, al pié de la sierra de Peña


Gráficos del caudal del Río Segura Caudales alcanzados p o r el R ío Segura, en 1 9 1 5 , según ( V

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5

9

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régim en de libertad.

) .

L o que hubieran sido estos caudales con el régim en transform ado p or los pantanos que se indican en el texto.



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Rubia, y dominando la hermosa llanura de sus huertas y campos. D ebajo del puente de L o rc a hay una presa que desvía las aguas turbias del río por un canal hacia la derecha. Este canal distribuye las aguas turbias que fertilizan los campos. P ero la principal riqueza de L o r c a está en las huertas que se riegan con las aguas del Luchena y V é le z , y con las reservas del panta­ no de Puentes. En L o r c a le entra al río por la izquierda la rambla de C ara va ca que no ofrece nada de particular. Desde L o r c a se ensancha el valle de una manera extraordinaria, pudiendo dividirse en dos partes principales: la del río Guadalentín, y la de la rambla de N ogalte, más extenso és­ te que aquél. Las vertientes a este valle son las de la sie­ rra de Peña Rubia que también se llama del Caño, y las de la T orrecilla. Su principal rambla es la de N ogalte. Esta rambla pasa por Puerto Lum breras (distante 17 km. de L o rc a ) y se bifurca. L os tarquines de esta rambla se depositan en los campos elevándo­ los. y como la divisoria entre el Guadalentín y el M editerráneo es muy suave, unas veces toman las aguas hacia el mar por Aguilas, y otras hacia los saladares de L o rc a , siendo re­ cogidas por la rambla de B iznaga, que las lleva al Guadalentín, vertiendo a este río jun­ to al término de Totana. Continuando río abajo, dos kilómetros an­ tes de lle g a r al puente de la C arretera de T o ­ tana a M azarrón, ha construido el Estado una hermosa presa y un canal de derivación. E l objeto de estas obras es partir las aguas en las grandes avenidas para lib ertar a la huer­ ta de M urcia de las inundaciones.


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Desde L o rc a a Totana marcha el río por un extenso valle que está limitado al N orte por la sierra de T ercia , y al Sur por la de A l ­ menara. Frente a T otan a se ha aprovechado la depresión considerable que hace la A lm e ­ nara para construir el canal que vierte sus aguas de avenida a la rambla de M azarrón, que las lleva al mar. Continúa el río atravesando los términos de T otana, Alhama y Librilla. Recibe todas las vertientes de la gran Sierra de Espuña, por ramblas que, a causa de la extensión del valle, se bifurcan, se extienden por los campos, y no llegan al río, excepto la de A lgeciras en el término de L ib rilla. A l salir del término de Lib rilla entra el río en el de Murcia por el partido de Sangonera. A qu í toma el río este nombre. A su derecha está la sierra de C arrascoy, y a su izquierda las lomas gredosas de Librilla. En Sangonera v a perdiendo cauce el río, hasta desaguar por completo en la llanura, y así, extendidas las aguas, se corren en las grandes avenidas a toda la Huerta de Murcia, produciendo tremendas inundaciones. P a ra aminorar el daño se construyó el cau­ ce del Reguerón, que partiendo de Sangone­ ra, pasa por El Palm ar, cerca de L a A lb erca y A lgezares y desagua en el Segura en las proximidades de Beniaján. Casi todo su reco­ rrido es por la H uerta de Murcia. El total recorrido del Guadalentín es de 142 kilómetros. Cuando la avenida del año 1879 llevaba el río en L o rc a más de 1.400 metros cúbicos por segundo, y en el 1884 más de 1.200, cantidad enorme para la importancia de este río,


Río Segura

Si

Estudiando en conjunto la cuenca del río Segura se observa: l.° Que todos los ríos de­ ban la dirección dePoniente a Saliente. 2.° Que los cauces de las vertientes del Saliente son ramblas sin aportaciones constantes y sin rie­ gos, tales como la rambla de Jumilla, Fortu­ na, Abanilla y otras menos importantes. Resulta, pues, que las aguas constantes y las avenidas frecuentes y copiosas vienen del Poniente. Tales son les ríos Mundo, Tus, Se­ gura, Zumeta, Taivilla, Moratalla, A rgos, Quipar, Muía y Guadalentín. De estos ríos son la casi totalidad de las aguas que se rie ­ gan en la región, y por ellos discurren las a ve­ nidas torrenciales. Todos llevan la dirección de Poniente a Saliente. Fácilmente se explica este hecho. Ellos na­ cen, tienen su origen, en el gran macizo de montañas elevadas que es parte meridional de la cordillera Ibérica. Desde las costas alican­ tinas y murcianas el suelo va elevándose tie­ rra adentro. Las primeras sierras elevadas son la de Crevillente (835 metros) la de L a P i­ la (1.264 m.), la de Salinas, la del Carche (1.371 m.), la del Buy, y Santa Bárbara (1.151 metros). Más adentro—en dirección del P o n ien te están Carrascoy, Espuña, Tercia, de Ricote, del Oro, del Picacho, de Hellín, de Jumilla y del Madroño (1.051 metros). Todas estas sierras no forman macizo, es­ tán un tanto aisladas; las nubes las circundan y pasan; a lo sumo sus crestas tajan los ricos cendales del vapor de agua, pero estos, en cuanto pasan la cumbre, vuelven a unirse por las atracciones moleculares de su calor y electricidad. Pero más adentro, las nubes encuentran un


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serio obstáculo, y allí se detienen, se aglom e­ ran, se hacen más densas. Más adentro, las sierras son más altas, están unas junto a otras, forman una muralla, y allí las nubes rinden su sangre cristalina y pura. Es prim ero un halago, y después un abrazo formidable de eterna fecundidad. Arriba, en las alturas,—como el ideal,— es­ tá la cópula de la Naturaleza en lluvias y bos­ ques. De allí bajan los ríos como arterias fe cundantes de vida, y abajo, en los valles, en las llanuras, está la procreación, están los frutos. ¿Qué importa que en los llanos llueva poco si llueve en las alturas, y las alturas nos en­ vían sus aguas, sus fuerzas, su vida, su alma? ¡Benditas sean las montañas! Quisiéramos que la Naturaleza nos lo diese todo arreglado. ¡Y a nos ha dado el Sol que evapora las aguas y forma las nubes; ya nos ha dado los vientos que las transportan; ya nos ha dado las montañas que se engalanan con los bosques y detienen a las nubes; ya nos ha dado los ríos, y los campos, y las plantas! ¿Qué queremos? ¿queremos, acaso, que todo esté hecho? Si todo estuviera hecho ¿qué que­ daría para nosotros? ¡el tedio! Si todo el trabajo del hombre estuviese re­ ducido a alargar la mano para coger los fru­ tos, entonces habría desaparecido el placer del triunfo, de crear, de ser una imagen de Dios, y esto es el carácter de nuestra personalidad. Con todos los elementos de la Naturaleza, el hombre combina, forja, hace, produce, crea. E l cerebro humano tiene como m otor la idea, y como camino el sentimiento. ¡Si eres esto! produce y crea; repuebla los montes, regula­ riza los ríos y cultiva los campos. Am a a tu


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Heredad, que se extiende por todos los hori­ zontes. A l infinito del espacio asocia el infinito de tu cerebro, que éste es el punto de conver­ gencia de los destinos providenciales. Cuando se estudia la climatología de una región se toman (entre otros) los datos pluviométricos y de la dirección de los vientos. P e ­ ro estos datos sólo existen en las ciudades, en los lugares de comodidad. Desde hace algunos años se van instalando pequeños observato­ rios en algunos montes. El viento, junto al suelo y en el valle, lleva una dirección; pero más arriba lleva otra, y más arriba otra. Cuanto más arriba, el viento es más regular y constante. Estos vientos son los que pueden decirnos algo del régimen de las lluvias, pero de ellos sabemos muy poco. Quizás la aviación pueda con el tiempo apor­ tar datos de manifiesta positividad. Sabemos lo que llueve en las ciudades, en los valles; pero no sabemos lo que llueve en los grandes macizos montañosos. Hubiese si­ do muy fácil instalar pequeños observatorios en diferentes gradaciones de altura y de orien­ tación de las grandes y pequeñas montañas. Para ello bastaba con ilustrar un poco a los moradores de aldeas y cortijos previamente elegidos. Como el trabajo es sencillo hubie­ sen sido suficientes pequeñísimas pensiones, pero muy estimables por los modestos labrie­ gos. A sí tendríamos una riqueza de datos que marcarían caminos provechosos. Las lluvias están repartidas de una manera muy irregular en el globo. H ay regiones en la vertiente meridional de Himalaya, en donde


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las lluvias alcanzan con frecuencia la enorme cifra de 14.000 milímetros anuales; en otras, como el Egipto y arenales africanos, pasan años y años sin caer una gota de agua. Entre estos extremos hay infinidad de pun­ tos de escala. L a lluvia media en Murcia se aproxima a 400 milímetros anuales, pero algunos años no llega a 160. Aún hay comarcas en la Región Murciana, como acontece en Mazarrón, T otana y L orca, en que se pasa un año sin caer cantidad apreciable de lluvia. En general pue­ de decirse que en las partes bajas de las pro­ vincias de Alicante, Murcia y Alm ería llueve muy poco, son tierras secas. En V alencia llueve más que en Murcia, pues tiene una media de 480 mm. Aún llueve más en Andalucía. Sevilla tiene una media de 520, Sanlúcar de 770, Gibraltar de 745. Donde más llueve en España es en Galicia y en la parte meridional de los Pirineos occi­ dentales, donde el término medio es de 1.540. Llueve mucho en los Alpes, y en los altos Apeninos, y en las vertientes septentrionales de algunas regiones del Atlas. L a Región Murciana es seca; esto nos dicen los llanos. P ero por los ríos vemos bajar gran­ des cantidades de agua; es que las montañas nos dicen otra cosa distinta. Otro de los caracteres de la R egión Murcia­ na es que sus lluvias sean tardías, pero to­ rrenciales. L a m ayor parte de los días del año luce el sol. Es luz y es calor que activa la vida vege­ tativa. P ero luego falta el agua y todo se seca. Si en la Región Murciana llueve poco, esto


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es razón de más para que se aprovechen las aguas que caen. Cuando llega la cosecha del trigo es un to ­ rrente; en quince días maduran los campos. Entonces no dejamos al trigo a espensas de la naturaleza; nos afanamos a la recolección p a­ ra guardarlo en las cámaras. Cuando el pan falta, sacamos trigo y hacemos pan. Esta ecua­ ción es sencilla, porque ya la discurrieron otros antes que nosotros. Cuando las nubes nos ofrecen sus cosechas de agua guardémosla en la cámara-pantano; no la dejemos ir al mar si ella salió de allí pa­ ra ofrecernos su gracia. Cuando el agua falte en los campos abramos los grifos, y por el ca­ mino del canal reguemos las plantas, para que el color y la fragancia canten el himno de la vida, en alabanza del consorcio de la natura­ leza y el hombre. L as cuencas del Segura y sus afluentes son como sigue: Segura (con el Zumeta y el T u s )................... 4.232 km. cuadrados » T a i v illa ....................... 313 » 750 » M o r a ta lla ................... » 725 » A r g o s ........................ » Q u ip a r ........................ 825 » » M uía............................. 825 » Ram bla de Jumilla . . 1.637 » M u n d o ........................ 3.136 » » 3.360 . Guadalentín . . . . TO TAL. 15.803 Esta cuenca total está integrada por las par­ tes de las provincias siguientes: D e la de Granada . , 25 km. cuadrados D e la de Jaén.- . . . 504 » »


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56 De De De De

la la la la

de de de de

Albacete Alm ería Murcia. Alicante

. . . .

.4.133 km. cuadrados . 792 » » . 9.242 » » . 1.107 » »

Pero en el cuadro de la Región Murciana hay que incluir todo el litoral Mediterráneo, desde Aguilas a la desembocadura del Segu­ ra. L a divisoria con el Segura y sus afluentes está formada: por la Sierra de Almenara, que se deprime notablemente frente a Totana, pa­ ra continuar por la Sierra de Carrascoy, que se deprime en el Puerto de la Cadeha, sigue la Cresta del Gallo, Sierra de Columbares, perdiendo altura hasta ser un llano junto a Guardamar. Estas vertientes directas al Mediterráneo pertenecen todas a la provincia de Murcia, menos desde San Pedro del Pinatar hasta Guardamar, siendo el principal desagüe de esta zona alicantina la rambla del Castañar, que tiene su origen poco más arriba de la Es­ tación de Canteras, en la subida del puerto del ferro carril de Murcia a Cartagena. Estas vertientes directas al Mediterráneo tienen una extensión de 2.294 km. cuadrados. En ella están situadas las poblaciones de C ar­ tagena, L a Unión, Fuente-Alamo, Mazarrón y Aguilas. L a extensión total de la Región del Segu­ ra es pues de 18.097 kilómetros. Su población es de 810.000 habitantes, co­ rrespondiendo a la cuenca del Segura 625.000, y a las vertientes del Mediterráneo 185.000 Esta población está distribuida en 11 ciuda­ des, 77 villas y más de 590 lugares, muchos de los cuales tienen más de 3.000 habitantes. El total de regadíos se eleva a la cifra de


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85.000 hectáreas, de las cuales sólo 40.000 se riegan en verano; quedándose en esta época totalmente secos todos los ríos, porque todas sus aguas se aprovechan. Las grandes llanuras de la Región del Se­ gura son tres: Campo de Cartagena, de 75.000 hectáreas. Desde la Contraparada a Guardamar (huer­ tas de Murcia, Orihuela y subsiguientes) 38.000. Desde Alcantarilla hasta más arriba de Lorca (campos del Guadalentín), de 35.000. En tres zonas debe dividirse el Segura y sus afluentes: Zona alta.—R E G IO N D E L O S P A N T A ­ NOS. Zona m e d ia .-R E G IO N D E L O S S A L ­ TO S DE AG U A. Zona baja.—R E G IO N D E L O S r e g a ­ d ío s . Esta división es fundamental. De su deslin­ de depende el porvenir de nuestro río, su uti­ lidad, su racional aprovechamiento, la pros­ peridad de la Región. Z O N A A L T A . —Comprende desde los na­ cimientos de todos los ríos (casi todos a más de mil metros de altura) hasta los 500 metros de elevación sobre el nivel del mar. Esta es la zona más montañosa, de estre­ chas gargantas, grandes anchurones y rápi­ das pendientes. En esta zona deben emplazarse los pantanos, que detienen las aguas que inundan los valles, y que soltadas después oportunamente regu­ larizan los caudales de los ríos, para los re­ gadíos y para las fuerzas hidráulicas.


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Siendo ésta la dominante de la Zona Alta no excluye por completo el que en ella se ins­ talen también algunos saltos en puntos conve­ nientes, y que haya tamb’én pequeños re­ gadíos. Z O N A M E D IA .— Puede comprender desde los 500 metros de altura a los 270. Hay pues una diferencia de elevación de 230 metros. Es la más propia para la instalación de los saltos de agua, sin que queden excluidos de ella al­ gunos regadíos que pueden ampliarse. Es la zona propia de los aprovechamientos de saltos, porque no siendo tan escabrosa co­ mo la anterior permite la derivación por ca­ nales que al producir el salto restituyan el agua al río, y porque estando arriba los pan­ tanos darán un caudal más constante, o por lo menos una regularidad aproximada de es­ tiaje, condición tan necesaria para avalorar las producciones eléctricas de las fuerzas hi­ dráulicas. Cuales sean los valores en fuerzas de estos saltos quedará consignado más adelante. Z O N A B A J A .— Desde los 270 metros de elevación hasta los confines del mar. Esta es la zona de los regadíos, porque es la de los grandes llanos, la de las tierras más profun­ das, la del clima más benigno. En esta zona también podrán instalarse sal­ tos de agua, pues los canales para el regadío (en su m ayor parte) comenzarían a derivar agua a una altura de 270 metros, y habían de regar gran cantidad de tierras en llanos que, como los campos de Cartagena y Elche, están a alturas variables de 100 a 5 metros. Estos grandes canales se trazan con sua-


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ves pendientes, y en su larga trayectoria hay que construir rápidos y cascadas, donde pue­ den instalarse aprovechamientos de fuerzas. Estas tres zonas se complementan para producir la vida. A rriba tendremos las reser­ vas y las defensas, enmedio las fuerzas, y en los llanos la producción. Esto no es inventar nada; es seguir las indi­ caciones de la naturaleza del país. N o hacer­ lo es olvidar el deber, despreciar las ener­ gías, malgastar la vida. L o que ahora acontece es que dejamos que por los ríos se marche la savia mientra los campos se tuestan al sol. Mucho sol y poca agua dan por resultado la estepa y el desierto. Veam os ahora las aguas que pasan por el río durante un año. Elegimos la Estación Murcia, y el año 1915, que es del que posee­ mos los datos diarios durante un año. Las agruparemos por meses para concretar más: Enero . . 208 millones de metros cúbicos. » » 213 Febrero » » » Marzo . . 170 » » » A b r i l . . . 179 » » » M ayo . . 153 » » » 63 Junio. . . » » » 13 Julio . . . » » » 7 A gosto . . 2> » » 20 Septiembre » » » Octubre 63 » » » Noviembre 30 > » » 32 Diciembre . S U M A . 1.151


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El día de mayor avenida lo fué el 22 de fe ­ brero, que llevaba el río un volumen de 365 metros cúbicos por segundo. El día anterior llevaba 292, y el siguiente 286. L e sigue en intensidad el 5 de enero con 299. El anterior con 292. y el siguiente con 146. L a tercera avenida importante fué el l.° de abril, con 260. El anterior con 165, y el si­ guiente con 171. Hubo además otras avenidas más bajas que citamos por orden descendente: el 11 y 12 de mayo, el 14 y 15 de octubre, el 21 de marzo, el 15 de febrero, y otras sucesivas menores. Estudiando las cifras que preceden vemos que las mayores cantidades de agua pasaron en invierno y principios de primavera, es de­ cir, cuando las aguas para regar hacen ningu­ na o muy poca falta. En cambio en verano, que es cuando las aguas hacen más falta para las grandes producciones agrícolas, el río se queda escuálido. Esto produce un desequilibrio que toca en los dos extremos: la congestión en invierno y la anemia en verano. El agua es a las regiones como la sangre al individuo: su circulación debe ser normal. Así como las arterias riegan el organismo, los ca­ nales deben regar los campos. El río es la aorta que abastece los canales. Recogidas en pantanos las aguas de invier­ no harán grande al río en verano. Regularizar el caudal de los ríos es el más alto principio de civilización, pues de él se de­ rivan, como consecuencia natural, otras cien soluciones sociales. Esto hicieron en la anti­ güedad los egipcios, los asirios, los chinos y los mejicanos. Esto hizo Roma y después los


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árabes. Esto han hecho, y están haciendo, Alemania, Francia, Bélgica, Italia, los yankis y los ingleses. Esto está haciendo también Es­ paña en Cataluña, Aragón, Andalucía y Cas­ tilla. Aquí en Levante poco hace el Estado. Casi todo lo hace el individuo con su incesante dis­ currir y laborar de hormiga diligente. Las fuerzas hidráulicas de un río se miden por su caudal de verano; hay que acoplarse a su estiaje. Las fuerzas hidráulicas se destinan hoy casi en su totalidad a la producción eléc­ trica. Esta tiene que ser constante y regular en la totalidad del año. El Segura en el verano sólo lleva un cau­ dal de 3 metros cúbicos por segundo. Los pantanos construidos han elevado algo este estiaje. Construidos los grandes pantanos, el caudal mínimo del río podría elevarse a 33 metros por segundo, es decir once veces más. Téngase presente que no es que hemos cal­ culado todas las aguas del río durante el año para distribuirlas ordenadamente. Nuestro cál­ culo se ha basado sólo en las aguas que los pantanos pueden retener, para que éstas sean soltadas paulatina y metódicamente, para que al bajar las aguas del río se les haga subir con las de los pantanos, al objeto de que el mínimun de agua que lleve en todo tiempo sea d e esos 33 metros. E l río Ebro, en el año citado de 1915, llegó a quedarse algunos días del mes de agosto, a su paso por Zaragoza, con un caudal inferior a 18 metros por segundo, y muchos días del siguiente mes de septiembre su caudal era in­ ferio r a 25 metros.


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El Guadalquivir en Córdoba, tuvo este año un estiaje de 12 metros, y en la estación de aforos de Cantillana, antes de Sevilla, cuando ya ha recibido las aportaciones del Genil que le lleva los deshielos de Sierra Nevada, tuvo un estiaje de 32 metros. L a División Hidráulica del Segura entiende actualmente en todo lo que se refiere a deri­ vaciones y aprovechamientos de aguas para regadíos. Pero en lo que se refiere a saltos eléctricos, es la Jefatura provincial de Obras Públicas la encargada de la tramitación de los expedientes. Nos parece esto una anomalía. Creemos que debe ser la División Hidráulica la encar­ gada de todo aquello que al río atañe. Se da el caso de que haya expedientes de tramitación de saltos de aguas, en el Segura y sus afluentes, en las Jefaturas de Murcia, Albacete, Alm ería y Alicante. Entre los aprovechamientos eléctricos y los riegos hay una íntima relación. Todo lo con­ cerniente a cada cuenca de río principal debe despacharse en un mismo centro oficial, para que puedan armonizarse todos los intereses. El interés del regadío está sobre el del aprovechamiento eléctrico, pero entre ambos hay una compatibilidad—muy grande—que no debe rechazarse. Un metro cúbico de agua por segundo, ca­ yendo de una altura de 100 metros, produce una energía de 1.300 caballos. Valorando a dos mil pesetas caballo, resulta una riqueza de poco más de dos y medio millones de pe­ setas. Ese mismo metro de agua puede dominar


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una zona de riego de 2.000 hectáreas. L a di­ ferencia entre el secano y el regadío es en nuestra región siempre superior a 10.000 pe­ setas; en muchos casos pasa de 20.000. T o ­ mando el término de las 10.000, resulta un v a ­ lor de 20 millones para el regadío, contra 2 y medio para el aprovechamiento eléctrico. Veam os un caso práctico. L a Huerta de Murcia, con sus 12.000 hectáreas, se riega con 5 metros por segundo. (Antes de los pantanos recientemente construidos sólo llegaban en v e ­ rano a la Contraparada 3 metros cúbicos.) Si esos 5 metros se destinaran a un salto de 100 metros de altura, producirían una ener­ gía de 6.500 caballos, que valdrían 13 millo­ nes de pesetas. Todos sabemos que la Huerta de Murcia va­ le más de 200 millones. E lla sostiene a toda la población rural y urbana, al comercio, a casi toda la industria regional, a los bancos, a los ferrocarriles, etc. ¿Cómo habíamos de cambiar la Huerta por un salto de agua, no ya de 100 metros, sino de 1.000, aunque nos lo dieran con su canal de de­ rivación, sus máquinas, sus líneas y sus redes? A primera vista salta la gran diferencia que hay entre la riqueza que crea el regadío y la que crea la fuerza hidráulica. P ero como entre ambas hay una compatibi­ lidad, deben armonizarse sus intereses. Aun debe decirse que entre ambas hay una comu­ nidad de intereses. L as fuerzas hidráulicas necesitan su mercado, ser colocadas en las industrias agrícolas; éstas a su vez necesitan las fuerzas hidráulicas, más baratas y fáciles, para avalorar sus productos, y por consiguien­ te los regionales.


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P o r todo lo que antecede, hemos dividido la Cuenca del Segura en tres zonas: la de los pantanos, la de las fuerzas hidráulicas y la de los regadíos. L a zona de las fuerzas hidráulicas la hemos comprendido entre los 500 y los 270 metros de altura. L a diferencia es de 230. No aprovechándose nada más que 150, en diferentes saltos, aún quedarían 80 metros de desnivel para la corriente del río, lo que es más que suficiente. 150 metros distribuidos entre varios saltos, con un caudal de 33 metros de agua por se­ gundo, darían unas energías de (54.000 caba­ llos, que sumados con los que actualmente se explotan, y otros que podrían utilizarse en las zonas alta y baja, y en los canales del riego, se aproximaría esta suma a los 100 mil ca­ ballos. Estas energías son muy suficientes para el desenvolvimiento de todas las industrias re­ gionales. Andemos con prudencia en esto de las con­ cesiones de saltos de agua, porque si no se va a formar una red de dificultades al desen­ volvimiento de los riegos Sabiamente ha es­ tablecido la L e y de Aguas la siguiente grad a­ ción de aprovechamientos preferente: 1. ° Aprovechamientos potables. 2. ° Regadíos. 3. ° Ferrocarriles (estos gastan muy poca agua). 4. ° Saltos, navegación y pesca. L a cuenca del Segura está sembrada de pe­ queños aprovechamientos de saltos, en sus ríos, en sus manantiales, en sus acequias. L os saltos importantes desde la unión del


H erm oso ejemplar de una mata de alfalfa de tres años, cria­ da en terrenos esteparios salinos, de! término de Alltama de Murcia.-Año 1911.— 2 3 6 tallos. — (V. *Estepas»'pái’. 68)-


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Segura y el Mundo hasta la Contraparada, son los siguientes: Cañaverosa.— Se ha comenzado su ejecu­ ción. Los Almadenes.— El mayor de todos, casi ejecutado Abarán.— En instalación de máquinas. Menjú.—En aprovechamiento. Solvente.— Idem. Antiguo de Archena.—Idem. Río M uerto.—Idem. L a pendiente del Segura desde Yeste hasta el mar es de 4.900 milímetros por kilómetro de recorrido. Desde Cieza hasta el mar es de 1.360. E l T a jo desde Aranjuez tiene una pendien­ te de 830. El Ebro desde Logroño de 627. El Ródano desde Lyón de 378. E l Danubio en Austria y hasta el mar, de

121 . El Rhin por la baja Alemania y Holanda sólo 115. Basta v e r un mapa en relieve para com­ prender la gran cantidad de fuerzas hidráuli­ cas que llevan los ríos españoles si se compa­ ran con los de otras naciones. En España el Segura es de los de más pendiente. Propor­ cionalmente a su caudal es de los más po­ tentes.


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IV

REGIÓN MURCIANA Está constituida por toda la cuenca del Se­ gura y la vertiente mediterránea. En el escri­ to anterior ha quedado deslindada. Pudiera incluirse la cuenca del río Almanzora. Este río y estas tierras tienen caracte­ rísticas iguales que el Segura. España debía estar dividida en regiones, y las regiones en provincias. Cada región tiene sus características, sus modalidades, sus me­ dios específicos y naturales, a los que nos­ otros debemos acomodar nuestra acción, inte­ lectual y social, para acrecentar la riqueza. Es más fácil, y por lo tanto más triunfador, el marchar de acuerdo con la Naturaleza, que no ir contra ella. Que las provincias dependan directamente de Madrid en todo lo que sea administrativo, porque esto es cosa que plantea y resuelve la inteligencia; pero en todo lo que sea fomento, que las provincias concurran al centro regio­ nal, para constituir una obra armónica de in-


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tereses comunes. L a capital regional depen­ derá de Madrid, donde se engarzarán arm ó­ nicamente las energías de todas las regiones, formándose así la Patria, grande y fuerte, ci­ mentada por la Naturaleza, santificada por el progreso e idealizada por el A rte. L a actual división territorial española de­ be modificarse para ajustarla a bases más ra ­ cionales. A lg o se ha hecho ya al establecer las Divisiones Hidráulicas y Forestales; pero debía acometerse la obra de una manera más decidida y amplia. L a R egión Murciana es casi toda esteparia. Se llama estepa a toda extensión conside­ rable de terreno en cuya composición predo­ mina la arcilla o la cal; así como se llama de­ sierto a aquella en que predomina la sílice o arena. Las estepas son tierras de pocas lluvias y escasa vegetación, sólo matas especiales y al­ gún arbusto. Son estepas salinas aquellas en que abunda la sal común o cloruro de sodio, y otras sales de magnesia, y también el yeso. En la región murciana son estepas salinas más de 800.000 hectáreas, es decir, casi la mi­ tad de su extensión. A esto es debido el que rara v e z encontremos manantiales y pozos de aguas potables. Todos sabemos que abundan en ella las aguas selenitosas y las salobreñas. H ay manantiales que contienen tal cantidad de sal que en ellos se instalan salinas. En al­ gunos montes se presenta la sal en filones. Están fuera de la estepa murciana las zo­ nas siguientes: L o s nacimientos de los ríos Segura y Mun-


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do con casi todo su recorrido hasta la con­ fluencia. L a totalidad de los afluentes Tus, Zumeta y Taivilla, y casi todo lo que es vertiente de la rambla de Jumilla. L a vertiente norte del río Moratalla. Parte de los arranques del A rgo s y el Quipar. Las vertientes altas del Guadalentín. Algunas fajas de la vertiente mediterránea. Las tierras esteparias salinas se dulcifican, se hacen aptas para el cultivo, regando con aguas dulces. Esta es una de las razones que inducen a colocar los pantanos en la parte al­ ta de la cuenca del Segura, o sea fuera de la zona esteparia. E l Fuensanta y el Reina V ic ­ toria serán de aguas muy dulces; serán las dos principales fuentes de los regadíos; ellos mejorarán los cultivos; ellos darán una can­ tidad de agua que es doble a la suma de todas las que actualmente se riegan en la región. Construidos estos dos pantanos, y sus cana­ les, se modificará notablemente la estepa murciana; se modificará el clima con la mul­ tiplicidad de los riegos. Otra de las características de los suelos es­ teparios es la carencia casi absoluta de man­ tillos. Con los cultivos intensivos de los riegos, aumenta en las tierras el mantillo, por los re­ siduos de las plantas cultivadas y por los de­ tritus de la ganadería que se crea. Pero ¿cómo cultivar con éxito estos suelos, sin agua que ayude a la cosecha, y que pro­ fundice, y hasta elimine, los excesos salinos? Esto se consigue con el almacenamiento de las aguas invernales.


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En la estepa murciana predominan las a r­ cillas. Esto es causa de que las filtraciones por las lluvias sean escasas. D. Lucas Malladas sólo concede a las filtraciones de nuestro suelo regional un promedio de 40 milímetros anuales. Observamos nosotros que todos los manantiales abundantes están fuera de la zo­ na esteparia, o muy cerca de sus bordes. T a ­ les son los manantiales de Tobarra, Chorros del Mundo, Fuentes del Segura, Fuentes del Taivilla, Manantiales de Letur, Moratalla, Archivel, Caravaca, Ojos del Luchena y Mo­ linos de los V élez. Los alumbramientos más importantes, por pozos o galerías artificiales, están en Yecla y Jumilla. Dentro de la zona esteparia es lo más g e ­ neral que los alumbramientos sean pobres, y si alguno hay abundante—relativamente—es porque son aguas subálveas más o menos des­ viadas. . ¿Cómo es que siendo la región murciana es­ teparia, seca, difícil, hay en ella huertas tan ricas, y cultivos tan remuneradores? A sí ocu­ rre con frecuencia en la vida. Bélgica y Holanda son los países de agricul­ tura más intensiva, más productora, más per­ fecta. A llí los hombres tienen que luchar con el clima que es frío, con las tierras que están encharcadas, con el mismo mar que las inva­ de. A llí construyen grandes diques para con­ tener al mar y rescatarle terrenos; allí cons­ truyen acristalados, y dan a las plantas el ca­ lor por medio de estufas. A lg o parecido ocurre aquí en cuanto al es­ fuerzo humano, aunque completamente dis­ tinto, opuesto, a las características del pro­ blema.


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Aqu í llueve poco; pues hay que regar. Aquí los manantiales y ríos son escasos en verano; pues hay que aprovechar muy bien las aguas. P or esto se ha llegado a hacer maravillas en los riegos, y cuanto más escasea el agua en una localidad con más cuidados se reparte y aprovecha. L a práctica de los siglos ha creado el hom­ bre hábil y dispuesto para el regadío. Es la necesidad de la vida la que ha creado los «ó r­ ganos» aptos: cerebro que discurre y brazos que ejecutan. E l individuo— aisladamente— aprovecha la escasa agua que encuentra en su constante busca. Si por una acción colectiva cualquiera se pone a disposición de las actividades dis­ persas una gran cantidad de agua, veremos surgir a la región en potente lozanía. E l medio regional da como plantas espon­ táneas las siguientes: esparto, albardín, pita o arzabara, higuera chumba, tapenera, verd o­ laga, enebro, sabina chaparra, jara, lentisco, tomillo, romero, albaida, retama, mejorana, palmitos, plantas barrillera, taray, artos, ba­ ladre o adelfa, aromos, combrilos, matapollo, cantueso, mielga, zuzones, carrizo, floretas, ricino, esparraguillo, jabonera, etc. etc. Las producciones agrícolas de la región dan un promedio de 235 millones de pesetas anuales. L a principal producción es la triguera con 55 millones. L e sigue por orden decreciente la cebada, el pimentón, las frutas, hortalizas, vino, aceite, almendra, alfalfa, esparto. L a actual producción triguera es de un promedio anual de 2.900.000 fanegas, corres-


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pondiendo a los partidos judiciales de Lorca, Muía y C arayaca 1.500.000. L a cantidad consignada es insuficiente pa­ ra el consumo de los 805.000 habitantes de la región, pues corresponde a cada uno sólo tres y media fanegas por año, o sea 420 gramos por día; esto en un país donde la principal a li­ mentación es el pan. P arecerá extraño que existiendo tanto re­ gadío, y siendo tan agrícola la región, no produzca el trigo que consume. Esto es debi­ do a que el secano produce poco por la esca­ sez de lluvias, y el regadío se dedica a otros cultivos que son más remuneradores. Antes se ha dicho que sólo la producción agrícola se eleva a 235 millones, lo que da pa­ ra cada individuo unas 300 pesetas, con las que se pueden comprar 16 fanegas de trigo. Como producciones típicas y de superior calidad se tienen: el pelo de pescar, el pimen­ tón, la seda, azafrán, frutas, hortalizas, cá­ ñamo, esparto, arroz. Las tierras de la región murciana, en cuan to a cultivos, se clasifican: 40.732 hectáreas. Huertas . . . . R iegos eventuales 445.000 589.000 Cereales de secano 38.700 O livares . . . . 71.200 V iñ a s ................... Otros árboles . . 81.100 643.900 Montes y dehesas . Improductivos . . 298.000 SUM A.

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2.207.632

L os regadíos están distribuidos en la si guiente forma:


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Ríos altos, hasta Calaspar r a ................................ 891 hectáreas. » C alasparra....................... 504 » Cieza ................................. 915 Desde Cieza a la Contra» parada ....................... 2.238 Ríos Argos, Quipar y Mu» l a ................................. 1.650 » M u r c i a ............................ 12.190 » O rihuela............................ 11.476 » Desde Orihuela al mar . . 5.123 Ramblas Jumilla, Fortuna » y A b a n i l l a ................... 836 » R ío Guadalentín . . . . 4.157 Vertiente mediterránea . 690 Los riegos eventuales están princip almente en la zona del Guadalentín. L a mejor cabra del mundo es la murciana. L a vaca es un buen tipo de trabajo y carne. L a lorquina—más pequeña, fina, ligera, acti­ va, resistente—es la mejor para el trabajo. L a riqueza ganadera se resume así: Caballar ................... 13.000 cabezas. Mular . ................... 46.000 Vacuno ................... 20.000 Asnar . ................... 52 000 Lanar . ................... 300.000 Cabrío . ................... 120.000 Cerda . CARACTERES LO C ALES A B A R A N . —Pueblo pequeño y limpio, jun­ to al Segura. Está asentado en una loma gredosa, y sus contornos son cerros gredosos, característicamente esteparios no salinos. Sus hombres poseen una actividad inaudita,


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una voluntad férrea, una audacia ejemplar. Visitando el pueblo y sus campos se ve cuántas dificultades han tenido que vencerse allí para crear una riqueza, modesta en la cuantía, pero de un valor social tan grande que la admiración y el asombro llegan a los lí­ mites de lo superlativo. Sus cerros gredosos, esteparios, insípidos, muertos, con declives de 40 grados, han sido allanados, en escalonamientos, con terraple­ nes y muros, y por este arte, de detalle y es­ fuerzo, han sido transformados en huertos que recuerdan el relato histórico de los jardi­ nes aéreos de Babilonia y de Nínive. Removiendo las gredas, abonando incesan­ temente, elevando las aguas del río con po­ tentes motores, mirando al cielo con la frente limpia y humillando al suelo los brazos traba­ jadores, han hecho de la estepa jardín; han dado vida a la muerte, porque en el seno de la Naturaleza, sean montañas o corazones, siem­ pre está latente el germen de la fecundidad que brota al calor del amor o del trabajo. Abarán se lo ha hecho él todo. Es un pue­ blo abandonado entre terrenos fragosos, sin ferrocarril, con una mala carretera; jamás ha llegado allí la ayuda del Estado «padre». Abarán solo ha recibido un halago, el del río. A la vista de sus aguas que pasan soñó un día, trabajó mil, y el sueño es realidad triun­ fadora. Es un pueblo sin pobres abandonados; está prohibida la mendicidad; socorre a los suyos y auxilia a los que pasan. En Abarán se cierran temprano las puer­ tas de los casinos, porque temprano se abren las puertas de los obreros-burgueses y de los burgueses-obreros.


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Los grandes problemas de la mendicidad y de la vagancia están resueltos en Abarán, cuando las grandes urbes,— cerebro de nacio­ nalidades, —no han sabido hacerlo con la mul­ tiplicidad de sus medios económicos y so­ ciales. En Abarán casi no hay analfabetos, y la crónica negra poco tiene que hacer allí. Abarán es un «símbolo», como ha dicho su egregio escritor Sr. Carrasco; símbolo mur­ ciano de lo que puede una voluntad. Triu n­ fante en su empeño, ha difundido por los de­ más lugares comarcanos su espíritu. Muchos de los progresos aerícolas regionales son de­ bidos a Abarán. Después, sus hijos, han re­ corrido España, penetrando en pueblos es­ condidos para avalorar sus frutos; en A r a ­ gón, Extremadura, Rioja, Toledo; donde hay un grupo de árboles frutales ha llegado el abaranero, ha pagado caro, ha confeccionado bien, ha pasado las fronteras, ha abierto mer­ cados a la Patria y caminos a otros pueblos. C IE Z A .—Hermosa vega, la primera indus­ tria espartera de España, y la primera po­ blación regional que ha sabido hacerse una buena dotación de aguas potables y sanas. C A L A S P A R R A Y H E L L IN .—-Producción de arroz de superior calidad. T O B A R R A .— Con aguas abundantes y pu­ ras (57 manantiales), buenos cultivos en un clima algo frío (principalmente cáñamo). E s­ píritu de asociación fomentado y sostenido por su ilustre hijo D. Daniel Chulvi.


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J U M IL L A .— Con ricos vinos a medio ela­ borar, y una C aja de Ahorros que es modelo y ejemplo de difusión a otros pueblos. C A R A V A C A Y C E H E G IN .-R ic a s v e ­ gas con gran producción de cáñamo. M U L A .— L a s tierras más fértiles de la re­ gión, y el segundo término productor de trigo. A R C H E N A Y F O R T U N A .— Con baños termales y buenos huertos. L O R C A .— «L a Ciudad del S ol». Es el se­ gundo término municipal de España, (cerca de 200.000 hectáreas). Los llanos que circundan a la ciudad por el Sur y el Este, y también por el Oeste, tienen una extensión de más de 40.000 hectáreas. Es la com arca española donde los riegos de huerta tienen la más perfecta distribución, el más minucioso aprovechamiento. Es también la comarca donde las aguas turbias tienen más intenso y dilatado regadío, con un canal que desvía totalmente las avenidas del Guadalentín, cuando éstas no son excesivas, pues no hay que olvidar que estamos en la región de las escasas lluvias, pero también de las inundaciones. L a principal producción triguera regional se da en L o rca , y en Lorca se ha construido el primer pantano importante de España, pantano que ha servido de enseñanza y estu­ dio experimental para otros muchos. T O T A N A Y A L H A M A .— Es aquí donde las aguas para regar naranjos se pagan más caras en la península En verano es frecuen


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te pagarlas, rematadas en subastas públicas, a una peseta el metro cúbico, y algunas co­ rrientes han llegado a veces a 1‘25. Es debi­ do esto a que sus hombres, laboriosos e inte­ ligentes, han creado una zona de huertos de­ masiado extensa para las escasísimas aguas de sus manantiales y pozos; pero cultivan con tanto esmero que pueden pagar esos precios. Constantemente se hacen trabajos de busca de aguas. Frecuentemente fracasan, pero al­ gunos encuentran, y, aunque de escasas do­ taciones, obtiene buena recompensa. En Alhama se cultivan también los célebres parrales de uva de embarque. M U R C IA .—Valencia, Granada y Murcia poseen las vegas más famosas de España. L a primera es la más extensa y mejor cultivada. L a segunda es la más bella por su Alhambra y su Sierra Nevada. L a tercera es la más frondosa por su exuberante arbolado. L a vega de Murcia— con Orihuela y pue­ blos siguientes —es un llano siempre verde de 29.000 hectáreas. Bosques de naranjos, mo­ reras y frutales; debajo de los árboles, cu­ briendo la tierra, hortalizas, sembrados y fio res; grupos de palmeras arrogantes, casas blancas, acequias y brazales rebosando el agua. A sí todo el llano, con cuarenta pueblecitos, y enmedio la ciudad, con su gran to­ rre, que es la más alta de España. L a vega tiene una población de 600 habitan­ tes por kilómetro cuadrado. Es excesiva, muy excesiva. Así resulta el minifundio que oprime y asfixia. Esta hermosa vega ha sufrido tremendas inundaciones, y en los veranos angustiosas sequías por el escaso caudal de su río. Se


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construyeron los pantanos de Alfonso X I I I y de T alave; las inundaciones se han aminora­ do, aunque no corregido; las aguas de riego ya abundan los veranos por todas las acequias. Han costado los pantanos cuatro y medio millones de pesetas, en una construcción lar ga, de 18 años, con muchos gastos de admi­ nistración. E l aumento que el agua de estos pantanos ha producido en las cosechas supera a cinco millones anuales, y aún van a parar aguas sobrantes al mar, lo que permite en­ sanches en el regadío. L as producciones más salientes son: pelo de pescar, único en el mundo; la seda, de 'as mejores; el pimentón, la primera producción del mundo; frutas, hortalizas y cáñamo, de gran exportación. Tiene Murcia grandes condiciones para ser capital de una rica región. Está en el centro de un llano dilatado y fértil, junto a un río bra­ vo y fecundo con un clima suave; es madre de ilustres hijos, en la ciencia, en el arte, en la política, antes y ahora. ¿Qué falta? Que se urbanice la ciudad; que se le dote de aguas potables y alcantarillado de una manera de­ finitiva; que se comente menos en las tertu­ lias y se trabaje más en el gabinete, en el ta­ ller y en los campos; que poseído el murciano de su gran valer lo cotice a más altos precios en las nobles lides de la justicia y la ciudada­ nía. Con menos medios, con muchísimos m e­ nos medios, hacen más a su alrededor Alican­ te, Albacete y Alm ería. ¿Es que algún brujo hechicero tiene secuestrada ]a voluntad co­ lectiva para quela ciudad siga sesteando sobre el magnífico tapiz de su vega y bajo el es­ pléndido sol de su cielo? Escuchemos la mar­ cha triunfal de pueblos lejanos y adyacentes;


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miremos los potentes faros del progreso; sacu­ damos la pereza y emprendamos el camino po­ seídos de la alegría de la actividad creadora. Es el murciano un hombre (y al hablar del murciano nos referimos a toda la región) que donde quiera que va se acomoda, se destaca, triunfa, por su v iv a inteligencia, por su amor al trabajo, por su acrisolada honradez; así es en Am érica y en A rgelia, en Cataluña y en Andalucía. Es así cuando va solo y lejos. P e ­ ro aquí, en su tierra, sestea y murmura. Con demasiada frecuencia culpamos al sol de nuestra indolencia, a este sol que impulsa el gallardo y espléndido crecimiento de árbo­ les y plantas; a este sol que es el mismo bajo el cual trabajaron en la antigüedad romanos y árabes para form ar la vega, y que hoy tam­ bién es el mismo bajo el cual trabajan los obreros de los campos, que con una comida frugal tienen salud y pujanza, que han hecho los huertos de Abarán, Alhama y Totana, que allanan las tierras para detener las aguas de lluvia y perforan las sierras para buscarlas, que han hecho fructificar a doce millones de almendros sobre lomas esteparias y secas. Es­ tos obreros, que, perdida la cosecha por la se­ quía, aman tanto a la tierra que la labran to­ do el día bajo el sol de agosto, y envueltos por el polvo caleño, y llegada la noche comen un gazpacho, y después pasan cañadas y traspo­ nen cerros para galantear a la moza garrida que paga tantos afanes con una sonrisa, y pa­ sada la media noche regresan al hogar por sendas y veredas cantando la eterna copla de los campos alegres y solemnes, copla que va a ser repetida a la mañana siguiente, al aso­ mar el sol de «nuestras culpas», puesta la ma­ no en la esteva y marchando por el surco.


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¡No! Es que aquí parece roto el paralelógram o de las fuerzas, en su vértice, que es el punto de coincidencia, donde se asientan, en murmuraciones de siesta, los príncipes de la vida. ¡Ah! si alguna vez se anudan, limpios de egoísmos, los hilos misteriosos de actividades dispersas, ¡qué potente el impulso, y qué fe ­ cundo el trabajo! H ay cerca de Murcia varios pueblos de sin­ gular importancia: Alcantarilla, que no cesa de levantar fábricas y se está convirtiendo en un centro de industrias regionales. El Palm ar, que era antes un pueblo de canteros, es hoy otro centro industrial debido a la laboriosidad de los Hermanos Bernal. Espinardo, centro de la elaboración del pimiento molido, poseído de un asombroso espíritu comercial, que lan­ za al mundo sus viajantes para vender en Chi­ le y en Turquía, en la China y en Austria, en el Japón y en la Australia. ¿Acaso estos pueblos están bajo otro sol? Murcia posee los centros docentes que dan carácter científico a una capital. Murcia ate­ sora obras de arte. E l murciano es inteligente, sobrio y alegre. H ay que romper el sótano de la ciudad. Como ciudad morisca está bien; pe ro como ciudad europea necesita muchas vías que den paso al aire de la naturaleza y a la luz del espíritu. V e d que el barrio del Carmen, que está al otro lado del río, tiene anchas vías. O bservar que los hombres que en él viven son más a cti­ vos que los que se pliegan en los obscuros palacio* de las calles estrechas de la Ciudad. E l medio en que se desenvuelven los hombres moldea su cerebro y su corazón. P o r esto, el murciano que sale al mundo triunfa. ¿Qué no


Notable ejem plar de palm a m urciana , este­ p a salobre , térm ino de Alham a, partido de las Flotas, propietaria, D .a Genara Cayuela A le d o .- (V . «-Oasis», pág. 1 0 4 ).


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haría en su tierra si le fuese propicio el medio? M O R A T A L L A . — Es el tercer término de la región. Produce cereales, maderas y sobre todo aceite de superior calidad que toma más precio en el mercado. C IE Z A .— Aceituna de exportación que com­ pite en clase con las mejores de Sevilla. Y E C L A . —Una Caja de A h orros en edificio propio que es el m ejor de la hermosa ciudad. Industria alcoholera, vinos, cereales y acei­ tes, como Jumilla. P U E B L O S R IB E R E Ñ O S D E S D E C IE Z A A M U R C IA .—G ran producción de frutas y hortalizas de exportación. C A R T A G E N A (y L A U N IÓ N ). — Plaza fuerte de prim er orden, arsenal, astillero, y magnífico puerto. Esta ciudad es de las más antiguas de Es­ paña. Está admirablemente situada, con su puerto natural resguardado de los vientos, sus montes para las defensas guerreras, su sierra metalífera, su campo llano, el más extenso de la región y uno de los más fértiles de la P e ­ nínsula. Aquí se construyó la prim era escuela g r a ­ duada de la nación. Cartagena ha tenido siempre un gran espíritu de ciudadanía. Es famosa por sus instituciones benéficas. H oy está algo abatida, pero ha tenido épo­ cas de gran prosperidad. E ra cuando su sie­ rra lanzaba al mercado millones de quintales de diversos minerales. Fué entonces cuando se fundó L a Unión con sus 40.000 habitantes,


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y otros muchos pueblos comarcanos. P ero los filones del m ineral se han profundizado, las dificultades para el laboreo de las minas han crecido, las fábricas de fundición se cierran, en L a Unión se desmantelan las casas por calles enteras... E l Estado ha contribuido mucho a esta cri­ sis; en v e z de ayudar ha entorpecido, creando tributos y monopolizando los explosivos. L a s aguas que actualmente se beben en C artagena pueden clasificarse en dos grupos: L a s verdaderam ente potables: cinco manan­ tiales, de escaso caudal, que no dan ni 10 me­ tros cúbicos diarios. L a s de dudosa potabilidad: de diversas pro­ cedencias, de manantiales, galerías y pozos, situados a distancias variables de 5 a 15 kiló­ metros de la capital, con una suma de cauda­ les que no pasa de 920 metros cúbicos diarios. H a y además las aguas destinadas a riegos, que dan un total de 23.200 metros por día, o sea, 268 litros por segundo. L a s aguas potables y de dudosa potabili­ dad sólo permiten una dotación de 16 litros diarios por habitante. ¡Esto en una ciudad con puerto, arsenal, cuarteles, paseos y calles animadas! L a s aguas de riego sólo son suficientes para reg a r 500 hectáreas. ¡Esto en unos campos de buenas tierras, de clima templado, nutrido de población rural, y con una extensión de 75000 hectáreas! T re s son los problemas que hay que resol­ v e r en C artagen a y L a Unión: el de las aguas potables, el de la sierra minera, y el de los riegos del campo.


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En la solución del primero están interesa­ dos: el Ministerio de Marina, por el agua pa­ ra el Arsenal y la Base N aval; el de la Gue­ rra, por el agua para los soldados; el de F o ­ mento, por el Puerto; el de Gobernación, por la salud de la ciudad; y la Ciudad, por sí pro­ pia y por los riegos del campo. Son intereses engarzados y armónicos. Las aguas potables no pueden encontrarse en los alrededores, ni a cien kilómetros a la redonda. E l Ayuntamiento y los particulares han hecho esfuerzos inauditos dignos de toda loa. Luminosos informes de ingenieros; busca y rebusca de los prácticos; se han explorado manantiales, barrancos, subsuelo, todo. N ohay aguas abundantes y buenas. Estamos en la zo ­ na esteparia. H ay que salir fuera de esta zona. E l manantial más próximo y fecundo está en las Fuentes del Taivilla.Construido el pan­ tano «R eina V ictoria » se realiza una cosa nueva, sin derechos adquiridos, para repartir beneficios, según el derecho de pueblos cons­ tituidos que sienten el ansia legítima de la vida moderna. Cartagena necesita para todo lo que cons­ tituye su ciudad 18.000 metros cúbicos diarios de agua excelente: 2.000 para el Arsenal y Base N aval, 1.000 para el puerto, y 15.000 para la ciudad, para L a Unión y para los pue­ blos del campo. Esto, como mínimun. E l problema de la Sierra minera es más complejo. L a explotación minera data de tiempos an­ tiquísimos. Se cree que la comenzaron los fe ­ nicios y griegos. L o que es indudable es que en ella laboraron los cartagineses, y después los romanos. Historiadores y geógrafos de


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principios de nuestra era afirman que en la minería de esta sierra tenían ocupación 40.000 obreros, y llaman a Cartagena la más impor­ tante comarca minera del imperio. Con la invasión de los Bárbaros por tierra, y el dominio de los piratas por el mar, C arta­ gena cae en el olvido. Pasan así más de 1.500 años. Cuando las auras de la civilización moder­ na comienzan a extenderse por todos los con­ tinentes vuelve a aparecer Cartagena en las grandes lides del trabajo. E l espíritu dormido de su Sierra despierta en un desperezo de pro­ ducción. Los vestigios de antiguo traginar sirven de indicio a los nuevos hombres para comenzar el laboreo de las minas. Durante 70 años la Sierra tiene un prome­ dio de 50 fábricas de fundición, varios miles de obreros, y siete y medio millones de quin­ tales métricos de mineral por año. Estos mi­ nerales son hierro, zinc, plomo, plata, manga­ neso, cobre y estaño. En un principio se obtenían los minerales casi a flor de tierra, y se explotaban los anti­ guos depósitos de fundiciones antiquísimas. Después los filones se han ido profundizando, cada día más. Las dificultades del laboreo han crecido, y las cargas e impuestos también. Los gobiernos buscan y la Sierra se esconde. Ha tenido que surgir la crisis, agravándola la falta de espíritu de asociación regional, y las exageradas demandas del obrerismo, muy justificadas en otros sitios, pero inadecuadas aquí. Puestos al habla todos los obreros de E u ro­ pa han establecido peligrosas generalizacio­ nes. A s í se hunden unas comarcas para levan­ tar otras. A s í se establecen grandes centra-


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lismos de opresión que los mismos obreros «inconscientemente» fomentan. Estas centra­ lizaciones ejercen la tiranía sobre las com ar­ cas modestas, y éstas son en mayoría sobre el planeta. Cada comarca tiene sus características, hay que acoplarse a ellas para adaptar la activi­ dad humana a la naturaleza comarcal. L a facultad de la generalización seduce constantemente al hombre. Buscando el gran triunfo de una regla universal nos lleva al ca­ taclismo de constantes desmoronamientos par­ ciales, cotidianos, hoy aquí y mañana allá; así resulta que el edificio social siempre está en ruinas. L a igualdad ante la ley es un dogma de san­ tidad. L a ley moral y la ley social, ésta en su más amplio concepto. Pero la «ley del traba­ jo » no puede ser igual para todos. ¿Cómo v a ­ mos a exigir a un obrero de constitución ra ­ quítica que rinda el mismo trabajo que otro de complexión robusta? Pues ¿cómo exigir la misma tributación, las mismas cargas, a una región de explotaciones difíciles, que a otra que todo lo tiene al alcance de lá mano? Pero así legisla el Estado y así «legislan» los centros obreros. Esgrimiendo la espada de dos puntas que con frecuencia les hieren; espada que es el símbolo de las audacias de nuestra generalización mental. Y es el caso que así estuvieron las cosas antes, así están ahora, y así estarán siempre. Preguntaban a un sabio de hoy: «¿Concluirán alguna vez las guerras entre los hombres?» Y él respondió: «L o s cráneos de los hombres de la edad de piedra y los cráneos de los hom­ bres de hoy tienen la misma contextura y las mismas dimensiones». Aceptamos el medio y


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adaptémonos a él, para no incurrir en el mis­ mo peligroso error que estamos señalando. L a Sierra de Cartagena ha profundizado sus filones. En la gran asociación podrá en­ contrarse el medio de continuar con éxito el laboreo; pero no olvidemos que la mina no es una fábrica, sino un yacimiento; que es un si­ tio de donde se saca y no se repone; que ha de llega r un día en que los minerales se a g o ­ ten. ¿Existe algún medio de consolidar la rique­ za de Cartagena? Nosotros creemos que sí, y aun de acrecentar la pasada prosperidad. P a ­ ra ello tenemos que m irar a su dilatado campo. L os filones de las minas se ahondan, se difi­ cultan, se extinguen. L o s filones de la tierra, si a ésta se le trata con constancia y cariño, se agrandan cada año más. L os filones de la mina se sepultan en las ca­ vernas tenebrosas de la sierra. Los filones de los campos— con las labores, con los riegos, con los abonos, con la ganadería, con el estu­ dio—se muestran cada v e z más potentes a la luz radiante del sol de la vida. El mineral huye hacia abajo; el árbol crece hacia arriba para doblar después sus ramas ofreciendo frutos. L a galería de la mina, con sus negras fau­ ces, sepulta obreros y asfixia pulmones. E l camino de la huerta deleita con su fragancia, brilla en sus flores, ríe en sus acequias y can­ ta en sus pájaros. Sin embargo, de la mina sale el acero que es el brazo potente de los campos. Siempre en la naturaleza encontramos la ley universal de la mutualidad. Si Cartagena mira a sus campos, si va a sus


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campos con el debido arrojo de un conquista­ dor tenaz y galante, conseguirá hacerse un verjel de 60.000 hectáreas. 60.000 hectáreas de huertas, en buenas tie­ rras, en clima suave, con abundantes aguas, le darán un producto superior a cinco veces el de la minería en sus tiempos de explendor. El concesionario de una mina perfora en la montaña y barrena en la roca. Alguna vez encuentra el filón de plomo argentífero. En tonces se enriquece rápidamente. Esto irrita la acción de otros mil que se lanzan en busca de idéntica riqueza. Pero después, ¡cuánto es­ fuerzo, cuánto dinero, cuántas ilusiones se traga la Sierra! Si se hiciera un cómputo del dinero gastado en la Sierra, y el dinero que ha dado la Sierra, no creamos que el saldo a nuestro fa vor sería muy elevado. H ay muchas historias de familias arruinadas, de extranje­ ros decepcionados. Esto pasa en todas las cuencas mineras, pe­ ro aquí más, por nuestra imaginación meri­ dional, y porque somos un pueblo educado en la lotería y en las corridas de toros. Pasar en quince días de la modestia del tra­ bajo al esplendor de la riqueza seduce a nues­ tro espíritu impresionable. Los pueblos sedu­ cidos por los espejismos de la Fortuna pier­ den su personalidad. El que corre tras la for­ tuna abandona sus propios medios, atrofia sus facultades. Construir los campos de Cartagena es obra de constancia, de perseverante voluntad, pe­ ro también es obra de consistencia, de estabi­ lidad, de acrecentamiento y perfección coti­ diana. Inglaterra industrial y minera, ostenta c^n


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orgullo sus campos—¡y en aquél clima!— don­ de la producción triguera da un promedio de 72 fanegas por hectárea Encerrada en los es­ trechos linderos de su territorio, toma éste como campo de experimentación, y se lanza a las colonias con soldados-agricultores para conquistar los campos laborables. A sí establece las grandes explotaciones, con pantanos que parecen lagos y canales que parecen ríos. Bélgica y Holanda han hecho de sus tierras areniscas perennes fábricas de producciones agrícolas. Alemania tenía una agricultura portentosa, que olvidó en la guerra. E l suelo de Francia es un manto verde de viñas, árboles, huertas y prados. L a principal riqueza de Italia está en los llanos de la Lombardía, que es hoy la más grande extensión de tierras cultivadas con in­ tensiva perfección. E l esplendor creciente que vemos en la Argentina es debido al cultivo racional de sus llanuras inmensas. L a primer nación del mundo en canales y pantanos es Norte-Am érica. ¿Cómo reg a r el campo de Cartagena? E l río Segura lleva todos los años al mar mil millones de metros cúbicos de agua. D e estos podemos retener en las montañas 450 millones. Se pueden regar 185.000 hectáreas a tres riegos para cereales, o 75.000 a diez rie ­ gos de huerta. Combinando cereales, huertas y barbechos, se puede establecer una zona de regadíos de 105.0* O hectáreas bien dotadas. De estas co­ rresponden a los campos de Cartagena más


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de la mitad, por la disposición geográfica y agronómica de los llanos regionales. Las aguas irían por su pie a fertilizar las huertas, y producirían también energías eléc­ tricas en la trayectoria de las canalizaciones. Nada extraordinario expresamos aquí, co­ mo veremos en el capítulo siguiente. ¿Pero y L a Unión, exclusivamente minera? ¿Ha de abandonarse, para siempre, a esta hermosa ciudad? Esta ciudad, que en veinte años creció tanto que era un asombro por sus instituciones benéficas, por sus escuelas, por su urbanización, por su amplio espíritu de progreso. ¡F lor de un día! como todas las glorias españolas, que imitan a los aereolitos; muy brillantes, pero pasan raudas. Pasan por culpa de nuestra inconstancia, de nuestra imprevisión, de nuestra falta de cohesión espiritual. Es cierto que los filones de la tierra se agrandan con el trabajo. Es cierto que la agricultura es la base fundamental de la vida humana. Pero la agricultura necesita del comercio y de la industria, y necesita de estos elementos en todas las manifestaciones del traginar de los pueblos. Y el comercio, la industria y la agricultura necesitan de las minas, porque éstas dan los minerales. ¿Qué sería de la civilización mo­ derna sin los minerales? Mineral ha sido en la mina el arado que abre los surcos de la tie­ rra, y las bombas que elevan las aguas que eternamente van infecundas hacia el mar por las entrañas de los montes; mineral ha sido antes la máquina que multiplica las velocida­ des, que ordena las, fuerzas, que liberta al


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hombre del esfuerzo brutal que agota sus mús­ culos; los minerales han abierto todos los ca­ minos de la tierra y del mar, en el ferrocarril que perfora las montañas y en el trasatlántico que cruza los océanos, y los que ahora se sumerjen bajo las olas y se remontan sobre las nubes, en las dos infancias del submarino y el aeroplano que tantas sorpresas reservan en su crecimiento. De acero son las alas del progreso, y de acero es el cerebro de la civilización. En las cavernas de la mina está el mineral que al sa­ lir al sol irradia la vida. Trabajada la tierra multiplica las cosechas. Trabajada la mina multiplica las fuerzas. ¿Por qué ha decaído la hermosa ciudad de L a Unión? ¿Es porque los minerales se han sumergido a 400 metros de profundidad? A más de mil metros trabajan los alemanes para ex­ traer clases inferiores a las nuestras. A 800 metros bajo el mar trabajan los ingleses para sacar sus carbones. ¿Cómo puede hacerse esto con provecho? Con grandes máquinas de desagüe y grandes máquinas de extracción. A cada caso sus me­ dios. ¿Es que creemos nosotros que la ciencia mecánica sólo inventa para ellos? El labrador araña la tierra, y después pide al cielo la lluvia. Yalel Cielo llevó las nubes a las altas montañas. Ahora tú canaliza los ríos y riega los campos que has debido labrar hondo. Así el minero escarba con las uñas en el monte y quiere que el mineral se le venga a las manos, porque «uñas» son esos malacates y esas máquinas elementales comparadas coa


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las que emplean otros hombres en otros paí­ ses. E l mineral que está en la mina, y el germen que está en la tierra, necesitan ser m oviliza­ dos por los hombres. Casi todos los males que afligen a España le vienen por el camino de su falta de orienta­ ción. L a Gran G uerra ha metido en España bas­ tante dinero. En vez de gastar este dinero en el fomento interior se han comprado «m arcos» (juego de lotería), y estos «m arcos» son hoy papeles mojados. O tra gran parte del dinero ha ido a A fric a para ser gastado en la guerra. Si el dinero de los «m arcos» y el dinero de la gu erra se hubiese aplicado a las minas, a las industrias, a canales, a caminos, a escue­ las, ¡qué noble empleo y qué lucrativo nego­ cio! El pueblo alemán se equivoca en la guerra, y enseguida varía sus caminos, porque las guerras son avisos providenciales. Nosotros tuvimos el desastre de 1898, y no hemos sabido aprovechar la moral de la de­ rrota. Con suicida obstinación seguimos los caminos de la inconsciencia. Carecemos de orientación. ¿Y cómo podremos tenerla con un pueblo ineducado, más ineducado cuanto más brillo ostenta en el charol de sus zapatos y en el almidón de sus camisas? ¿Es que L a Unión—y Mazarrón, pueblo de 24.000 habitantes, que padece la misma suer­ te— vería desmantelarse sus casas por calles


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enteras si el espíritu regional tuviese cohe­ sión, y se hiciera cargo de sus deberes y con­ veniencias? En manera alguna. L o que hacen los extranjeros ¿por qué no hacerlo nosotros? En Mazarrón, una compañía extranjera es la que mejor y con más extensión trabaja las minas. En L a Unión, se instala recientemen­ te con éxito una sociedad belga laborando en minas abandonadas. Los extranjeros ejercen una acción eficaz operando desde lejos. Nos­ otros, que vivimos junto a la Sierra, que mu­ chos han nacido en ella, le volvemos la es­ palda. Cuando la Sierra se ofreció fácil nos limita­ mos a vender el mineral en bruto, ¡pero tan «en bruto» que es un portento! ¡Y somos nosotros los que hemos querido colonizar Marruecos! Antes de ir allá hemos debido desenvolver lo nuestro. En las rutas modernas, para avanzar con pie firme, todo ejército debe llevar a la retaguardia un pue­ blo rico y fuerte que lo impulse, un pueblo culto que afiance después sus conquistas esta­ bleciendo vínculos de solidaridad. Este pueblo español, tan lleno de virtudes en su alma, de alientos en su corazón y de ri­ quezas en su suelo, marcha sin orientación por el camino de los destinos. Con motivo de estos apuntes, un joven de gran cultura, de nobles afanes, que ama a España y que ama a su pueblo, nos escribe una carta. De ella copiamos los párrafos si­ guientes. Con gran satisfacción consignamos el nombre de Andrés C egarra Salcedo: «Tiene usted razón en cuanto dice. C arta­ gena será grande por su campo—cuando 1 j


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riegue— y por su puerto. P ero, ¿y L a Unión? ¿Es que estamos condenados a desaparecer? P ara que llegue el total agotamiento de los fi­ lones falta mucho, si es que alguna vez llega. Entre tanto, sería factible la creación de una industria de transformación del mineral, que cuando aquí faltase éste, tendría tal vitalidad que no podría morir; importaría el mineral de hierro de M arruecos, y el plomo de todos los países mediterráneos. ¿Qué hace B élgica para sostener sus fundiciones de zinc?» « L a S ierra de Cartagena y L a Unión pue­ de ser un gran centro industrial puesto al borde de la colosal huerta de C artagena ¡Qué magnífico el porvenir que se vislumbra si se piensa en esto.» «U na compañía belga ha puesto en explota­ ción próspera un abandonado grupo de minas en Sancti-Espíritu. H a bastado unificar la e x ­ plotación, emplear procedimientos modernos, hacer las cosas en grande, para que las minas abandonadas, por agotadas, se transformen. P o r otra parte, la Mancomunidad Zapata v a a desplatar, en nuevas grandes instalaciones el plomo ya fundido, primer paso para la total manufactura del lingote Si por el Gobierno, o quien sea, se crea el m ercado nacional del plomo, se afirmará el precio de este metal.» « L a N aturaleza ha sido pródiga con la R e ­ gión Murciana (usted demuestra que si no llueve en el llano llueve en la sierra). Donde termina la zona regable, allí empieza la mi ñera. Con minas y con fábricas transform a­ doras pueden v iv ir aquí, en L a Unión y en su cuenca, ochenta, cien mil hombres. Ellos constituirían un formidable centro de consu­ mo para las huertas inmediatas, que comen­ zarían en los mismos arrabales de L a Unión »


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«T o d o su libro va encaminado, según veo ya, a demostrar que la riqueza fundamental está en la tierra. Absolutamente conforme. L o que yo digo no está en pugna con ese ad­ mirable criterio. N o se trata sino de un pue­ blo ya creado, que se muere, y que la a g ri­ cultura no lo salva. L a Unión, agrícola, ten­ dría dos mil habitantes, porque apenas dispo­ ne de tierras regables. Minera, puede ser una gran ciudad, porque tiene una Sierra con abundantes y variadas metalizaciones». Estos párrafos del Sr. C egarra Salcedo en­ cierran una gran verdad, y están manifestan­ do la tristeza de un corazón que ama a su pueblo. L a gran asociación de mineros y fundidores pondría a la Sierra en condiciones de perfec­ cionar los procedimientos de explotación. L a creación del mercado nacional del plo­ mo elevaría el precio de éste. Es España la primera nación del mundo en criaderos de plomo. Año ha habido en que la producción se ha elevado a 300.000 toneladas. Es incomprensible que siendo esto así no ten­ gamos en España mercado de plomo, y ten ­ gamos que aceptar el precio que nos imponen los de fuera. Pero lo que más valor ha de dar a las zonas mineras regionales será la implantación de industrias apropiadas; la del zinc, la del plo­ mo y la dél hierro. Se ha considerado como imposible el esta­ blecer en Cartagena la industria del hierro, porque falta en ella el elemento qne funde, el carbón. E l descubrimiento de los grandes y a ­ cimientos de carbón en la sierra de Espuña podrá contribuir a resolver este problema.


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Aunque estos carbones no sirvan paralas fun­ diciones, como pueden ser quemados a boca­ mina y transformados en electricidad, ésta ya es aplicable por los procedimientos electro-si­ derúrgicos. L o que contribuirá más a conseguir estos propósitos será la regularización del caudal del Segura por los grandes pantanos, para aumentar las fuerzas de saltos existentes, y los que con la regularización habían de cons­ truirse. Con fuerzas eléctricas abundantes y b a­ ratas se crean estas grandes industrias, de manera estable por su funcionamiento econó­ mico. Es así com o el río Segura vendrá a ser el eje de la gran «máquina» de las producciones regionales. Estos ríos que eternamente marchan, can­ tan, lloran y braman llevan en sus aguas el a'ma de los pueblos. Decíamos antes que el problema minero de Cartagena y L a Unión no tenía solución. E ra porque pensábamos en la inercia de nuestra voluntad colectiva; era porque pensábamos en los egoísmos individuales, tan mal enten­ didos, y con tal intensidad sentidos, que asfi­ xian en sus antros, no sólo a la fecunda N a ­ turaleza, sino también al propio corazón que los produce. «M i principal negocio está en engarzar mis intereses con los de la colectividad. A sí v iv i­ ré seguro de la constante eficacia de mi ac­ ción, porque a todos interesa mi éxito.» N o esperemos que en la realización de estos


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ideales nos ayude la Adm inistración pública. Abandonem os el tópico de que en el e x tra n je ­ ro es la Adm inistración la que impulsa las em ­ presas. L a m ayor parte ha de ponerla el indi­ viduo, entrando en los cauces de la G ran A s o ­ ciación. L o que sí debemos pedir a la Adm inistración española es que no entorpezca la marcha; que esto y a sería conseguir bastante de una enti­ dad que tiene por norma aprisionar la acción con las inflexibles cintas del balduque. L A S I E R R A D E E S P U Ñ A . — Es la más a l­ ta de la provincia de M urcia, y una de las más altas de la R egió n : 1.504 m etros. En su cum ­ bre hay instalado un ob servatorio m etereológico. En esta sierra se han hecho grandes plan­ taciones de pinos por la D ivisión H idrológicoF oresta l; más de diez millones que y a son bos­ que. E stá toda ella surcada de pintorescas ca­ rreteras, trazadas algunas a alturas superio­ res a 1.20 0 m etros. L o s ingenieros han tenido que luchar con la sequía region al, pero su esfu erzo e inteligen­ cia han obtenido un gran triunfo. L a fra ga n cia de los pinos, la frondosidad de los bosques, los pequeños nacimientos de agua, los profundos barrancos, los a le g re s collados, las atrevidas y graciosas carreteras, las c a ­ sas forestales en plena montaña, el clim a de altura y suave, el fácil arrib o p or el fe r r o c a ­ rril que la bordea, hacen de esta hermosa sie­ r ra un lu g a r que recuerda a Suiza. P o c o conocida de los m urcianos hasta que com enzó a instalarse en ella el campamento de los E xploradores. T o d o s los veran os acu-


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den a ella los jóvenes E xp lorad ores de casi to ­ dos los pueblos de la R egió n , de otras ciuda­ des y de M adrid. Esta in stitu ción ,- sostenida en M urcia por una voluntad perseveran te, afab le y persuasi­ va, por D . Isidoro de la C ie r v a — , honra a la R egión . L a juventud se fortifica en la Sierra; afirm a la salud, ordena la inteligencia y puri­ fica las costumbres; en pleno y rudo contacto con la N atu raleza, aprende el supremo arte de v iv ir. L a ciudad agob ia por su loco tragin ar; la ciudad fa tig a p or la constante sucesión de sen­ saciones nuevas y de conveniencias m ixtifica­ das; la ciudad seduce por el falso brillo de sus oropeles. En la sierra fratern izan los jóvenes e x p lo ­ radores; los m aestros los instruyen, los bos­ ques les protegen, las cumbres les llaman; el limpio contraste del sol espléndido y la noche callada, de la luz rutilante del día y el suave brillo de las estrellas, el rum or de las brisas y el s ilv a r de los vientos, el retum bar solem ­ ne de las nubes y el eco escalonado y m iste­ rioso de los barrancos; todo esto afina sus sentidos, y «los sentidos son las ventanas del alm a»; todo esto v ig o riz a el músculo y v iv ifi­ ca la sangre, aclara la inteligencia y afirm a la voluntad. ¡Cuántas veces se hace un la rg o v ia je p ara ir a contem plar las bellezas de la N aturaleza! ¿Por qué ir lejos a buscar lo que tenemos cerca? C onviene que la D iosa M á g ica de la lite ra ­ tura, con el convencim iento de la verdad y la serenidad del bien, describa y cante nuestros tesoros. Cándidam ente ensalzamos lo extran jero y olvidam os lo nuestro, S e ha hecho «eleg a n te»


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el poder decir, «ven go de Suiza, de Italia o de P arís» Es porque aquellos hombres repiten siempre, y en mil formas, que lo suyo es lo mejor; y a fu erza de decirlo (com o los anun­ cios) han grabado en los cerebros las im áge­ nes de su fantasía mercantilista. Padecemos en España una «enferm edad te­ rrible», el extranjerismo. Poseemos nosotros, - cual ningún otro pueblo, bellas cosas, útiles cosas, y buenas cosas; pero en v e z de avalo­ rarlas les quitamos mérito, por el sólo hecho de ser nuestras, de tenerlas cerca. L o s Exploradores murcianos están descu­ briendo la sierra de Espuña. A ella van por salud y a darle fama. En la sierra de Espuña se está construyen do un sanatorio antituberculoso. Realiza la obra una institución benéfica constituida en Murcia. Tam bién hay en la Sierra yacimientos mi­ nerales. S e están haciendo instalaciones para la explotación de carbones. S e quieren que­ mar estos a boca-mina y transformados en elec­ tricidad, difundir las fuerzas por toda la R e ­ gión. Tam bién se obtendrán varios subpro ductos. Ultimamente se han encontrado yacimientos de fosfatos, cuya utilización, transformados en superfosfatos, se estudia seriamente. L a agricultura y la industria recibirán con estas cosas grandes beneficios. L A S D U N A S D E G U A R D A M A R . —Guardamar es el último pueblo que v iv e junto al Segura. D e cien años a éste el río ha ido acumulan-


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do arenas en su desembocadura. Se atribuye este hecho a los arrastres de las aguas por la tala de los bosques de las montañas. A l llegar las arenas al mar, el oleaje las arroja exten­ didas a lo largo de la playa. Así se forman las dunas. Dunas son montículos de arena fina, llam a­ dos médanos, que enlazados en larga «carrefila» forman una pequeña cordillera. Los vien­ tos reinantes,que son casi siempre los del mar, levantan las secas y finas arenas, y las van transportando tierra adentro. De esta manera habían comenzado a sepultar al pueblo de Guardamar, y a sus huertas. L a extensión de estas dunas es de 18 kiló­ metros de longitud, con anchos variables de 200 mts. a 1.300. Su cabida es de 846 hectáreas. Esta pequeña cordillera avanzaba cada año de 4 a 6 metros, que cubrían de 6 a 8 hectá­ reas. A sí llegó al pueblo donde tenía ya se­ pultadas varias calles. Las dunas presentan por la parte del mar una pendiente suave, pero por la parte de tie­ rra la pendiente es rápida —casi inaccesible— , porque siendo las arenas movidas por el vien­ to van formando un vertedero que avanza. E l pueblo de Guardamar y sus huertas es­ taban sentenciados a muerte lenta. Un hom­ bre, de tanto mérito como modestia, ha salva­ do al pueblo. Las gentes habían aceptado el fatalismo árabe «Dios lo quiere», y resignadas espera­ ban su ruina. L le g ó a Guardamar el Ingeniero de montes don Francisco Mira y Botella. Nadie creía en él, y hasta se mofaban de sus proyectos. Estudia el Ingeniero la composición de las arenas, el subsuelo, el clima; se fija en algu-


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na que otra planta que allí v iv e con existencia raquítica, y en ellas se apoya para cimentar su obra. É l las siembra y trasplanta, pero las arenas m ovibles las sepultan; insiste, lucha, sujeta a las arenas, las vence. P a ra que el viento no pegue sobre las a r e ­ nas cubre los médanos de ramaje. A sí consi­ gue que las plantas—principalmente barrón — crezcan en sus raíces y ramajes; así form a enlaces en las tierras, y trincheras de conten­ ción en el aire. L a s dunas han quedado fijadas. Y a están los cimientos para levantar el palacio de los bosques. 500 hectáreas han sido plantadas de pinos que tienen ya de 8 a 20 años; 5.000 eucaliptus, 40.000 palmeras, 3 casas forestales, y más de 10 kilómetros de carretera. L a duna que avanzaba por el camino de la muerte ha sido convertida en alegres colinas de producción y vida. Y lo que vale más: el pesimismo de aquellas gentes se ha trocado en optimismo; sobre el campo estéril del fatalis­ mo, sobre los médanos de la incredulidad, crece y fructifica la esperanza y la fe. El pueblo de Guardam ar está salvado. L i ­ bertados sus campos y sus casas, se han lib e r­ tado los corazones. E l Ingeniero ha pasado allí los m ejores quince años de su vida, en lu­ cha ruda y obscura con la naturaleza y con los hombres. L a posteridad podrá decir con amor: «p or aquí ha pasado un san'o». Estas dunas de Guardam ar, acariciadas por la brisa, y aquella S ierra de Espuña, besada por las nubes; la una junto al azul del m ar y la otra junto al azul del cielo, son dos obras de santidad, porque reconcilian al hombre con la Naturaleza. S i a don Francisco M ira se debe la obra de


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las dunas, a don R icardo Codorniuse debe la de Espuña. Este apóstol del árbol,— a quien Dios ha concedido una larga vida,— cuando ya no puede trabajar con la azada trabaja con la pluma; cuando ya ha hecho sus siem­ bras en los montes sigue sembrando en las in­ teligencias. L as Dunas de Guardamar y la Sierra de Espuña son dos capítulos del ‘evangelio de la Naturaleza, libro abierto por Dios en el día memorable de la Creación, y en el cual dejó muchas de sus páginas en blanco, porque al ha­ cer al hombre le dió inteligencia y corazón, le dió facultades de libertad para que continua­ se la obra. C olaborar en la obra de Dios es seguir los caminos de la inmortalidad en el bien. C A L O R .— En los llanos de la Región Mur­ ciana se siegan las cebadas en mayo: en los lugares fríos se siegan en agosto. L a s plantas son aparatos más perfectos que los de los ob ­ servatorios de metereología. Estas matas de cebada nos dicen que el campo de C artagena ha recibido a mediados de prim avera tanto calor como el de A lbacete a mediados de v e ­ rano. Cada especie de plantas necesita un nú mero determinado de calorías para llegar a madurez. E l calor,en sus múltiples manifestaciones,es un gran factor de la vida. Pero este torrente de producción, que el sol envía sobre el campo de Cartagena,queda infecundo por faltar otro elemento concurrente, el agua, y ésta pode­ mos dársela. Con calor y agua se acrecentan las cose­ chas. L o s campos no son extensos por su su­ perficie, sino por las cosechas que ofrecen.


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P oco podemos hacer nosotros para defen­ der a las plantas del frío; pero mucho p ode­ mos hacer para defenderlas del calor excesi­ vo que con frecuencia las retuesta en nuestros grandes llanos; esto se consigue regando. Si las plantas están regadas con frecuencia, al llega r los vientos ardientes y secos del Sur se evaporan las aguas de que hojas, tallos y tierra están saturados. Este fenómeno de la evaporación consume calor, y la temperatura del medio se hace más templada. V em os que en aquellos sitios donde se dispo­ ne de agua de pie el crecimiento de las plantas es equilibrado, y la fructificación abundante. L o s cuatro puntos cardinales de la producción son: tierra, sol, agua y trabajo N osotros te­ nemos que poner el último como ordenador de los tres primeros. L a temperatura media en Murcia es en invier­ no de 10 grados centígrados, y en verano de 26. L a mínima en invierno de 5 bajo cero, y la máxima de 25. L a mínima en verano es de 15, y la máxima de 43. Se registran oscilaciones en enero de 25 a 5 bajo cero (esto en todo el mes), y en julio de 43 a 15. L o s datos m eteorológicos de M urcia duran­ te 20 años, reducidos a media de todo este pe­ riodo, son como sigue: Tem peratura media, 18. V ien to dominante, sudoeste. Días de lluvia, 57. A ltu ra del agua caída, 352 mm. Evaporación medía diaria, 10 mm. Evaporación media anual, 2.800 mm. A ltu ra barom étrica, 758 mm. E l día l.° de julio de 1906 la evaporación al­ canzó la cifra de 34 mm.


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PO ZO S A R T E S IA N O S .— En la Región Murciana se registran épocas intermitentes de acentuadas sequías En estas épocas se buscan con más ahinco aguas en las tierras bajas y en el subsuelo. En Cartagena es donde por primera vez se construyó un pozo artesiano en España. Fué en el año 1862, y en la Plaza del R ey. Brotó el agua a los 30 metros, elevándose poco más de un metro sobre el suelo. Poco después se hicieron varios en las in­ mediaciones de Murcia, a la izquierda de la carretera de Monteagudo. El ensanche de las zonas altas de los rega­ díos del Segura produjo escasez de agua en las acequias de la zona baja de Murcia, Beniel y Orihuela. Entonces se aplicaron a ha­ cer pozos artesianos, encontrándose las aguas de 35 a 40 metros, con caudales variables de 8 a 16 litros por segundo. De estos pozos se han construido unos 120 . También en Totana, en las tierras bajas, se han hecho pozos, encontrándose las aguas a una profundidad como la de Murcia. Son me­ nos abundantes, pues algunos apenas dan un litro. No salen a la superficie, pues se quedan a uno y medio metros. Los sitios donde se han hecho están todos dentro de una zona de tres kilómetros de diámetro, y ofrecen diferencias de nivel de más de 20 metros. Es extraño que emplazándose con estos desniveles no salgan las aguas en ninguno de ellos a la superficie, sino que todos se queden a metro y medio por debajo. Si se construyen cerca se influen­ cian unos a otros, lo que demuestra la misma procedencia de las aguas. En la zona alta de Totana, que es la de los


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huertos, se construyen pozos ordinarios, que dan en agua a profundidades variables de 20 a 50 metros. En el fondo de estos pozos se ha­ cen taladros artesianos buscando otra capa de agua que con frecuencia se encuentra. E s­ te agua fluye al raso del pozo ordinario, y de allí se saca por los procedimientos corrientes. S A L A D A R E S .—Son tierras muy gredosas, o yesosas, excesivamente cargadas de sal-Se presentan en la R egión varias manchas, siendo las más extensas: la de Lorca, de 2.000 hectáreas, la de Totana y Alhama, de 2.300, y la de Elche, C atral y Dolores, de 3.000. Son tierras de difícil cultivo por su contex­ tura física y su composición química. En L o r ­ ca han sido puestas muchas de estas tierras en cultivo con el auxilio de las aguas turbias. En Totana se han construido 500 kilómetros de zanjas para sanearlas. L a mayor parte de estos trabajos están en suspenso por no poder regarse. O A S IS .— E l régimen de los oasis africanos debe estudiarse para hacer aplicaciones a to­ do el litoral levantino. Se llaman oasis aquellos trozos de terreno, más o menos extensos, en donde a beneficio de algún manantial de agua se produce una vejetación espléndida rodeada del desierto o la es­ tepa. L a magnitud del oasis está marcada por la cantidad de agua que brota. P ero es el caso que este agua es siempre es­ casa para la zona que domina. L as plantas que en él se cultivan son de las menos exigen­ tes en agua y más necesitadas de calor. Entre todas descuella la palmera, por su esbeltez, por su resistencia, por lo profundo de sus rai-


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ces que bajan buscando humedad, y por lo sa­ broso y alimenticio de sus frutos. L os moros trajeron a España el régimen de los oasis, que implantaron muy sabiamente; pero en la reconquista, por odio a todo lo mu­ sulmán, se destruyeron o abandonaron todos los oasis. P o r todas partes se ven vestigios de este acertado cultivo. L a palmera o palma se menciona en todos los libros religiosos del Oriente. Es la prime­ ra planta sobre la cual se fija el hombre para su cultivo. E l dátil es la primera fruta que el hombre utiliza como alimento sazonado y com­ pleto. H oy constituye el principal sustento de millones de familias. P o r esto llaman a la pal­ mera «el árbol providencial», y «el árbol de la vida». Una libra de dátiles contiene 1.275 calorías, y una libra de carne sólo 1 .000 , de donde re­ sulta que el dátil es un alimento de más ener­ gías que la carne. E l profesor D a vil G. Fairchild dice del dá­ til: «L a notable constitución física del árabe, y su resistencia al extremo calor durante sus largas jornadas por el desierto, teniendo como principal alimento el dátil, recomienda m ejor que nada esta fruta como alimento, y es du­ doso que exista una raza más sana, más r e ­ sistente, con m ejor digestión, y con dientes más blancos y perfectos que estos moradores del desierto». En una hectárea se pueden poner 150 pal­ mas, que a los cuatro años comienzan a dar fruto, dando a los diez 120 libras por pie, que hacen para la hectárea 18.000 libras. Estas c i­ fras están tomadas de cultivos apropiados en oasis africanos y orientales. Aunque sean exa­ gerados, o no puedan aplicarse a nuestra re-


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gión, como el cultivo de la palma es tan sen­ cillo y económico, siempre tendremos un re­ sultado bastante satisfactorio. Aseguran muchos geólogos que el mediodía de España es una continuación del norte de A frica . Como en esta parte del vecino conti­ nente existen oasis de una gran producción, creemos que bien merece la pena hacer un es­ tudio serio, para adaptar el régimen de los oasis a ciertas comarcas españolas. Una de las principales riquezas de todo el N orte Africano, desde Egipto hasta el R if, y también en Arabia, Persia y Siria, es el oasis de palmeras. En pugna de dominio, árabes y celtíberos, mahometanos y cristianos, se disputan el sur de España. Vencen los segundos, y quedan dominadores de lo que fué suyo. L a lucha de los siglos había creado tal ri­ validad, tal odio, tal aversión a lo hecho por el contrario, que destruyen templos, palacios, industrias y cultivos. El régimen de los oasis, tan sabiamente es­ tablecido por los moros, es acometido prime­ ro y despreciado después. Se talan los bos­ ques de palmeras. Sólo ha subsistido Elche (muy reducido), y otros vestigios desperdiga­ dos. En todos los monumentos árabes está la columna fina, como el junco esbelto de las palmeras. L a Mezquita de Córdoba es un oasis de más de cuatrocientas palmeras, con arcadas y celosías que imitan sus palmas y fo­ llajes entrelazados. E l elemento dominador derriba el centro de la Mezquita, y levanta allí el templo de su fe. Pero éste queda aprisionado por el misterio de


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largas naves de columnas 5^ bóvedas artesonadas, porque la Mezquita, rodeada por sus altos paredones, es un trozo de naturaleza idealizado por el arte. También en la Alhambra, C arlos V destru­ ye la m ejor parte del A lcázar para erigir su palacio ostentoso, que desentona del conjunto, de cuanto le rodea hecho por los hombres o creado por la naturaleza, palacio que ni si­ quiera termina, porque toda su atención está en la guerra. Después, el tiempo alejó los odios, suavizó las costumbres, elevó el sentido artístico, avi­ vó los instintos del saber y del bien. Se reedi­ fica y se restituye, la Mezquita y la Alhambra. ¿Por qué no hacer otro tanto con los oasis? Es indudable que los árabes tuvieron su época de esplendor en el saber y en el obrar. ¿Por qué no proseguir todo lo conveniente que implantaron, que por ser conveniente es bueno? F Á B R IC A S D E C O N S E R V A S .- H a n ad­ quirido gran desenvolvimiento regional. T ra ginan hoy unas cincuenta y seis. Esto ha da­ do valor a los frutos de las huertas; se han afinado los cultivos y se han ensanchado los regadíos. Las fábricas de envases, la m ayor facilidad en los transportes y las comunicaciones, son también m otivos de progreso regional. Vem os por las estadísticas que la población crece. E l construir embalses y canales para am­ pliar los regadíos es descongestionar las v e ­ gas, evitar la emigración, dar vida a la indus­ tria y al comercio.


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Juntamente con la ampliación de los reg a ­ díos debe ampliarse también la producción de saltos hidráulicos, para poner a disposición de las industrias energía eléctrica abundante y barata.


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U N P L A N D E O B R A S H ID R Á U L IC A S L a Huerta de Murcia es uno de los jardines más bellos del mundo: bello por sus flores, be­ llo por sus frutos, bello por sus enseñanzas. Con flores y con frutos ha escrito aquí la N a ­ turaleza el gran libro de la Moral Universal. Leyendo en este libro, que la tierra tiene siempre abierto al sol, pueden aprender los hombres los caminos del trabajo honrado, de la paz bienhechora, de la felicidad perdida. L as vegas del Segura son terrenos de má­ xima producción agrícola. Ellas están intensa­ mente pobladas de viviendas. Cada kilómetro cuadrado sostiene a 600 habitantes. Si la dé­ cima parte del territorio español estuviese cultivado así, seríamos una nación de treinta millones de campesinos laboriosos, capaces con su esfuerzo de sostener a otros treinta millones de habitantes de las ciudades. Y aún quedarían las nueve décimas partes del teiritorio para secanos de cereales y leguminosas, praderas, dehesas, y zonas forestal.


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Desde tiempo inmemorial vienen aconte­ ciendo en estas vegas grandes inundaciones que se llevan al m ar vidas y riqueza. E l fata­ lismo y la resignación nos han tenido durante muchos siglos aceptando esos daños como ine­ vitables. L os tiempos cambian, la ciencia progresa. Había que pensar seriamente en que los gran­ des desastres de la inundación se evitaran en lo posible. Aconteció la de 1879. L a Prensa de Murcia conmovió a España. Se creó ambiente propi­ cio a costa del dolor. A los cuatro años otra inundación v o lv ió a arrasar las vegas. Entonces, D. Antonio C á­ novas del Castillo, que presidía el Consejo de Ministros, mandó una comisión de Ingenieros que estudiara los medios de c o rre g ir tanto desastre. Presidiendo esa comisión vino don Ramón G arcía, a quien algún día España ha­ rá honor a sus méritos, porque este ingeniero ha sido el precursor de las obras hidráulicas actuales. L a Comisión emitió inform e el año 1886, proponiendo un plan completo de salvación, el cual fué aprobado por el G obierno. L a ejecución de las obras ha marchado con gran lentitud. Hasta hace cuatro años no se han terminado los pantanos de A lfonso X I I I y de T a la v e . En esos 32 años han podido ocu­ rrir otras hecatombes como las anteriores. En 1919, cuando la inundación de C artage­ na, hubiesen quedado destruidas las vegas segureñas si los referidos pantanos no hubie­ sen estado construidos. Ellos detuvieron mss de la mitad de las aguas torrenciales; y las que quedaron libres, por caer fu era de la zo-


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na de los pantanos, comenzaron a desbordar­ se del cauce del Segura. O tro tanto hubiese acontecido en la prima­ vera de 1921. E l Estado es lento en sus obras. El 26 de abril de 1902 se aprobó el plan de obras hi­ dráulicas para toda España. Han transcurri­ do 20 años; sólo se ha ejecutado la séptima parte de lo propuesto y aprobado. A h ora parece que las cosas van más a pri­ sa. L a nación siente el ansia de las obras pú­ blicas, colectivas, de aquellas que crean ri­ queza. que tienen un carácter general, r e ­ gional o comarcal. V arían las cosas cuando se crea el ambien­ te. Se crea el ambiente cuando las multitudes se convencen de lo que les hace falta. ¿Quién ha creado el ambiente en España? Primeramente D. Ramón G arcía, ilustre inge­ niero, dando las normas científicas. Seguida­ mente D. Joaquín Costa. gran patriota, difun­ diéndolas con su prosa limpia y férrea volun­ tad. Después D. Rafael Gasset, como político, enarbolando la bandera hidráulica, en las propagandas y en las mismas columnas de la Gaceta. Continúa después la acción agrupada: el Congreso Internacional de Agricultura cele­ brado en Madrid el 1911; los Congresos de Riegos de 1913, 1918 y 1921; el Congreso de Ingenieros Civiles, y las constantes Asam ­ bleas de agricultores que celebran las regio­ nes; la Prensa de todos los matices que se ocupa a diario de estas interesantes cuestio­ nes; los libros y folletos que se publican, y las conferencias que se dan en los centros de cul­ tura.


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Creado el ambiente, a él han ido después casi todos los políticos a recoger inspiracio­ nes. Es buen político el que toma como motor de su voluntad las legítimas aspiraciones de los pueblos. H oy, todo ministro que presenta un gran plan de obras Públicas, es escuchado con in­ terés. Sólo se discuten los procedimientos y los medios. P ero a tal extrem o van llegando las cosas que ya se dice con frecuencia: «há­ gase el m ilagro sea como quiera». Comienza a preocupar fuertemente el factor tiempo, y esto es otra manifestación de las an­ sias de progreso. E l tiempo tiene un gran valor; los pueblos que saben ponderarlo se adelantan a los de­ más. Es innegable que España marcha; pero ¿qué importa que nosotros marchemos si otros van más a prisa? L os factores de la producción son: trabajo, capital y tiempo. Una obra en donde se eco­ nomicen cuatro de dinero y se malgasten ocho de tiempo, no estará ajustada a los principios de la economía. E l gran problema de la R egión Murciana está en su río, está en el agua: evitar las inun­ daciones, ampliar los regadíos, y acrecentar las fuerzas hidráulicas. Que el agua que destruye y mata sea trans­ formada en agua que vivifica y enriquece. Y como necesario complemento, con toda segu­ ridad precursor, las aguas potables, porque éstas son higiene, limpieza y dignidad, que el que es sano y limpio en su cuerpo lleva ya mucho adelantado para serlo también en su alma.


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V am os a presentar un plan de las obras hi­ dráulicas que creemos deben ejecutarse en la región. N o tenemos la pretensión del acierto rotundo; a falta de otro ofrecem os uno; nues­ tras conclusiones pueden ser modificadas o cambiadas; ofrecem os materia a discutir. H ace cuatro años (septiembre de 1918) que «E l L ib e ra l» de Murcia comenzó su campaña sobre la construcción del pantano del T a iv i11a (hoy «R ein a V ic to ria »), en su doble aspecto de abastecedor de aguas potables y aguas pa­ ra riegos. P o r aquella fecha se estaba haciendo el es­ tudio. Term inado éste ordenó la Superioridad que se hiciera el proyecto, el cual ha ejecuta­ do don Em ilio A ré v a lo , con tanto interés e in­ teligencia que todo el plan ha sido aprobado por la Administración. E l proyecto es tan completo que hasta figura en él la casa escue­ la donde han de recibir educación y enseñan­ za los hijos de los obreros que trabajen en las obras. Aprobado el proyecto se pensó enseguida en la previa operación de los sondajes de la cimentación, en el reconocimiento de las ro­ cas que han de servir de base de sustentación a la gran mole de la presa. L os trenes de sondaje estaban en Valladolid, en la División H i­ dráulica del Duero. Gestionan los políticos murcianos, y gestionan los ingenieros de la División del Segura. Vienen de Valladolid las sondas con personal práctico bajo las órdenes del Sr. A ré va lo . Este Ingeniero se pasa todo el veran o de 1921 en la alta cuenca del T a iv illa haciendo los sondajes. En el fondo del río y en los cos­ teros donde ha de emplazarse la presa perfo-


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ra la roca, llegando en todos sitios a más de 35 m etros de profundidad, encontrando siem­ pre roca com pacta. L a práctica confirm a los cálculos y estudios del Ingen iero. A n teriorm en te a los sondajes, fueron con­ signadas 500.000 pesetas para com enzar las obras del «R ein a V ic to r ia ». T ra n s c u rre el tiempo, y las 500.000 pesetas consignadas que­ dan anuladas p or no haberse invertido en las obras. Cosas son estas del lento expedienteo español. Se oerdieron para la R e g ió n M urcia­ na aquellas 500 000 pesetas tan estimables por necesarias. Posteriorm ente, en la prim avera de este año de 1922, durante la confección de los p re ­ supuestos generales del Estado, el A y u n ta ­ miento de M urcia, por moción del Sr. Jara C a rrillo , pidió al G obierno del S r. Sánchez G u erra que consignara cantidades para el pantano «R ein a V ic to r ia ». Se hizo la promesa del G obierno, siguieron acertadas gestiones de los políticos murcianos, y han quedado con­ signadas cantidades para el com ienzo de las obras. E l Pantano «R ein a V ic to r ia » tiene una im­ portancia extraordinaria. D a rá aguas potable* a la B ase N a v a l de C artagen a. E s una vergü en za para España que su Base N a v a l del M editerráneo no tenga agua para los barcos. Es una gran dificultad para el desarrollo com ercial de C artagen a el que su puerto no pueda dar agu a a los barcos m ercantes. P a ra estas necesidades del m ar hay bastan­ t e —aun con m iras al p o rv en ir— con 3.000 to ­ neladas diarias. C artagen a y L a Unión no tienen aguas po-


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tables para el vecindario. El Reina V ic toria ha de suministrarlas. 15.000 metros cúbicos diarios es una dotación espléndida. Son en total 18.000 metros diarios, que ha­ cen al año seis y medio millones de metros. T od a la zona esteparia de la Región Mur­ ciana está necesitada de aguas potables. In­ cluidas están en esta zona las poblaciones de la línea de L o rc a a Alcantarilla, Murcia, Orihuela y pueblos ribereños hasta Guardamar, Fuente Alam o, Mazarrón, Aguilas, Bullas y Muía. A todas estas poblaciones suministrará aguas de gran potabilidad el pantano «Reina V ictoria». Dotando a Murcia de 200 litros diarios por ha­ bitante, o lo que es igual. 120 litros por segun­ do para toda la población, o lo que es igual, 10 .3^8 metros diarios; y adjudicando a las de­ más poblaciones arriba comprendidas igual dotación; y comprendiendo en la suma lo tam­ bién consignado para C artagena y L a Unión; tendremos un total de 787 litros por segundo, igual a 68.000 metros al día, igual a 25 mi­ llones de metros al año, calculada una suma de núcleos de población de 340.000 habitan­ tes E l Reina V ic toria embalsará como mínimun 75 millones de metros. V em os que es suficien­ te la tercera parte. Los 50 millones de metros restantes se destinarán a riegos. Si andando el tiempo la R egión Murciana se hubiese desenvuelto tanto que necesitase más aguas potables, ahí están esos 50 m illo­ nes de metros que ahora decimos pueden apli­ carse a los regadíos, que aunque hubiese que p a ga r alguna indemnización sería cosa insig-


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niñeante para el estado de prosperidad y r i­ queza que 3a región habría alcanzado. P e ro ni siquiera habría necesidad de nada de esto, porque el río T a iv illa ofrece otros si­ tios donde poder hacer nuevos embalses que reintegraran al caudal de los regadíos las sustracciones que le hicieran las poblaciones. L a s aguas dejan de ser potables: por las sales que llevan en disolución, o por los ele­ mentos patógenos que llevan en suspensión. N o es bastante el filtrado para eliminar unas ni otros. L a s sales que las aguas llevan en disolu­ ción pueden producir en nuestro organismo perturbaciones en su salud, perturbaciones que muchas veces adquieren carácter cróni­ co. L o s elementos patógenos, o m icro-orga­ nismos, producen enfermedades infecciosas. M il estadísticas existen que demuestran que la salubridad de las poblaciones m ejora nota blemente en cuanto se les dota de buenas aguas potables. R ío Janeiro era una de las ciudades más insalubres del mundo; ahora es todo lo contrario. Se sanearon las charcas y desapareció el paludismo; se hicieron buenas conducciones de aguas para el consumo pú­ blico, y es muy dificil padecer allí el tifus y las enfermedades infecciosas del aparato diges­ tivo. E l Reina V ic to ria estará a mil metros de altura; recogerá aguas de nieves; su cuenca y su vaso están fuera de la zona esteparia, y los terrenos que ha de inundar el embalse son casi todos recosos. L as aguas que han de llenar el vaso p ro vie­ nen de los abundantes y puros manantiales que hay por encima de la presa, y de la fusión


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de las nieves. Rarísimos días llegan aporta­ ciones de aguas turbias, por lo que éstas se conservan siempre limpias. Las vertientes del T aivilla son sierras altísimas que superan a veces los dos mil metros. E l abastecimiento de aguas para Madrid se hace del R ío L ozoya. T res presas que forman pequeños pantanos: la del Pontón de la O liva, la del V illa r y la de Puentes V iejas. L a altu­ ra media de estos vasos sobre el nivel del mar es de 900 metros. Madrid está a una altu­ ra de 650. L a conducción tiene un recorrido total de 105 kilómetros. Encima de las presas, río arriba, hay situados varios pueblos. A la llegada a Madrid existen depósitos clarifica­ dores, pero no depuradores. L a construcción del pantano Reina V ic to ­ ria, y obras anejas, está calculada por el In­ geniero en 6 millones de pesetas. Obtenidas las aguas hay que hacer la con­ ducción, que desde el pantano a C artagena tiene una longitud aproximada de 160 km. L a parte más difícil de la conducción está en vencer la divisoria entre el T a iv illa y el Moratalla, y entre éste y el A rgos, con una trayectoria aproximada de 30 km. que puede acortarse construyendo algunos túneles. Con esto nos encontramos cerca de Archivel. Las aguas de este poblado las compró L orca para sus riegos; pero surgieron algu­ nas dificultades de derecho, y se paralizó el proyecto que estaba en ejecución. L a conducción para vencer las divisorias entre el A rg o s y el Quipar, y entre éste y el Guadalentín, tiene también dificultades.


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Pasada la Cuerda del Barranco Blanco o Lom a de las Yeguas, con un túnel, las difi­ cultades aminoran notablemente en el reco­ rrido restante. En las proximidades del caserío de L a P a ­ ca se haría el apartado de las aguas para L o rc a y Aguilas. Las demás continuarían hasta Totana. Aquí se partirían; un ramal para Cartagena, L a Unión, Fuente-Alam o y M azarrón, y otro para Murcia y todos los de­ más pueblos. A rrib a, en sitio apropiado de las vertientes del Quipar, se tomarían las de Bullas y Muía. Desde Totana no ofrecen dificultades ningu­ na de las conducciones. E l coste total de estas obras se elevaría a la cifra de 16 millones de pesetas, según da­ tos de trabajos realizados por ingenieros, en­ tre ellos D. Lucas Malladas. En la confluencia de los ríos Segura y Tus, en el sitio llamado de Peña Rubia, se está es­ tudiando el Pantano de « L a Fuensanta», lla­ mado antes del Estrecho del Infierno. E l em­ plazamiento de la presa está a una altura so­ bre el mar de 650 metros aproximadamente. H ace los estudios el cultísimo ingeniero y gran patriota D. Ramón Martínez de Campos. P o r los estudios hechos ya se sabe que el em­ balse será superior a 350 millones de metros. El coste de esta presa será de unos 10 mi­ llones de pesetas. Embalsará las aguas de los tres ríos Segu­ ra, Tus y Zumeta, recogiendo todas las inver­ nales, y de las grandes lluvias, que van a per­ derse en el mar. Con los dos pantanos,— Reina V ic to ria y


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Fuensanta, se embalsarán por lo menos 425 millones de metros: 25 para los abastecimien­ tos potables y 400 para los regadíos. E l señor Martínez de Campos ha fijado su atención en otro pantano que puede construir­ se. Es en las confluencias de los ríos Segura y Mundo, en una garganta con gran ensanche superior que se ve desde el tren cuando al ir hacia Madrid se sale del túnel que hay más arriba de la estación de Calasparra. Este pantano actuaría principalmente como regulador. L a colocación de las compuertas al panta­ no del Val-de-Infierno, de 24 millones de cabi­ da, es una necesidad de los dilatados y fe ra ­ ces campos de Lorca. Otro pantano puede construirse también pa­ ra estos campos, el de A g u a A m arga, en la confluencia de los ríos Luchena y Tu rrilla. M oratalla tiene el deseo, nacido de la nece­ sidad y conveniencia, que se construya en su término el pantano del Estrecho de la Puerta. Recorriendo las cuencas altas de nuestros ríos se encuentran muchas gargantas donde pueden emplazarse otros pantanos. Todas las aguas torrenciales, y las sobrantes innecesa rias para los escasos riegos invernales pue­ den represarse y modularse en las montañas. P ero en las que vamos a fijar nuestra aten­ ción preferente, para el uso de estos apuntes, son en las que embalsará el Reina V ictoria y el Fuensanta, 25 millones para las potables y 400 para los regadíos. P R E S A Y C A N A L E S .- D e b a jo de la de­ sembocadura del A rg o s en el Segura está la


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toma de la acequia de Rotas, que tiene una cota de 270 metros sobre el mar. En este si­ tio se contruiría una gran presa, de la cual derivarían dos canales, el de la Margen Iz­ quierda y el de la Margen Derecha del Segu­ ra, de m ayor sección éste que aquél. E l de la Margen Izquierda podría llevar el derrotero siguiente: P or la parte alta de las tierras arroceras del término de Calasparra. Bastante más alto que la Huerta de Cieza, por cerca de la estación de L a Macetua. Faldeando la sierra de Ascoy, más arriba de la estación de Cieza, que en este punto la carretera tiene una cota de 202 metros, y C ie­ za tiene una cota de 187. Pasaría después la rambla del Moro, conti­ nuando por la extremidad sur de la sierra de la Pila, muy por debajo de la estación de Blanca Abarán. V o lv e r ía a pasar la carretera de Murcia a Albacete. E l punto en que de esta carretera parte la que va a Jumilla tiene una cota de 281 metros, lo que obliga a hacer descender el canal para buscar rasante apropiada. Pasaría la rambla del Mulo no muy distan­ te de la estación de Ulea, faldeando la sierra de la Espada. M archaría muy próximo a la carretera que desde la estación férrea va a Fortuna. Esta carretera tiene una cota variable de 200 a 250 metros. Pasaría por Fortuna, que tiene la cota 241. Después por cerca de Abanilla, pasando la rambla de este nombre, y la carretera al P i­ noso, por las laderas de la sierra de Abanilla, y la de Crevillente, por encima de Benferri, para torcer casi en ángulo recto, siguiendo la


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sierra de Crevillente, próximo a la carretera que desde Orihuela v a a Novelda, atravesan­ do esta carretera, y desaguando en el río V inalapó. Crevillente tiene una cota de 131 metros, Aspe 218, la estación de Elche 65, la de Torrellano 58, la de C revillente 41, la de Albatera 12 y el pueblo 16. R e g a ría este canal en los términos de Cieza, Abarán, Blanca, Ojos, Ulea, Archena, Molina, Lorquí, Fortuna, Abanilla, Murcia, Orihuela, Benferri, Callosa, Redoban, Cox, Albatera, Catral, C revillente, Aspe y Elche. En Elche la m ayor parte de su extenso té r­ mino. L a longitud total del canal sería aproxim a­ damente de 132 kilómetros, distribuidos en los siguientes tramos: Desde la toma hasta la sierra de la Espada, 65 kilómetros, con una capacidad para 10 m e­ tros cúbicos por segundo. Desde la sierra de la Espada hasta A lb a te ­ ra, 40 kilómetros, capacid d 7 metros. Desde Albatera a Crevillente, 12 kilóme­ tros, capacidad 6 metros. Desde Crevillente al Vinalapó, 15 kilóme­ tros, capacidad 4 metros. Las tierras regables serían: Desde la toma a Fortuna, 10.000 hectáreas. Desde Fortuna a Benferri, 10.000 » En la provincia de Alicante, 22 000 » C A N A L D E L A D E R E C H A .— P o r la par­ te alta de las tierras arroceras de Calasparra


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y Huerta de Cieza, pasando con una presa el río Quipar. P o r la parte de Cieza, Menjú y Abarán tie­ ne pasos difíciles y costosos, pues tendría que ir en cauce a alta ladera por la sierra del Oro, cauce con revestimientos. Paso de la rambla de Benito, continuando por el Carrerón, debajo de Ricote. Este pue­ blo tiene una cota de 293 metros. Después más alto de Ojos, y mucho más al­ to de Archena, que tiene una cota de 100 me­ tros. Mucho más alto que Alguazas pasaría el R ío Muía, y después la rambla Salada, habien­ do atravesado antes la carretera de Alcanta­ rilla a Muía por la Lom a de L a Serreta. Cambia entonces su dirección hacia el Sur­ oeste, pasaría mucho más arriba de Librilla que tiene una cota de 168 metros, algo más al­ to que Alhama, de cota 197, y por debajo de Totana, de cota 255. L a estación férrea de Alhama tiene una co­ ta de 176, y la de Totana 233. Desde Totana continuaría por L as Quebra­ das a pasar el Guadalentín, con una presa, en las proximidades de los términos de Totana y Lorca, lugar de la antigua toma del extingui­ do Reguerón. Aquí torcería en ángulo agudo, tomando la dirección Este, pasando por las fértiles tierras de L a Canal, atravesando el Canal de D eri­ vación del Guadalentín por la parte superior de las Ventas del Paretón. Escás tienen la co­ ta de 203 metros. Desde aquí se dirigiría hacia Los Cánovas, en cuyas proximidades se bifurcaría, uno pa­ ra la umbría y otro para la solana de Caírascoy.


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E l de la umbría sólo una acequia grande, disminuyendo de capacidad hasta llega r a E l Palm ar, que tiene la cota de 55 metros. El de la solana v a a ser el canal que riegue la más extensa zona, Campos de Cartagena. Pasaría cerca de las Cuevas de R eillo, lue­ g o entre C orvera y Fuente-Alam o, atrave­ sando después la carretera de Murcia a C a r­ tagena, por la cota 185, distante unos 28 kiló­ metros de Cartagena. Su continuación pasaría la línea férrea por entre las estaciones de Riquelm e y Balsicas, más cerca de aquélla que de ésta, desaguando al mar por la rambla llamada R ío Seco, ya en los comienzos de la provincia de Alicante. Este canal cubriría los campos de San P e ­ dro del Pinatar, San Javier, Pacheco, L a P a l­ ma, P ozo Estrecho, Albujón, A l jorra, y otras diputaciones de Cartagena. Del canal partirían acequias llevando una dirección aproximadamente paralela al m eri­ diano de C artagena. San P edro del Pinatar tiene una cota de 16 metros, San Javier 27, L a Unión 82, C artage­ na 5, El Albujón 72. El total recorrido de este canal es aproxi­ madamente de 176 km. R ega ría en los térmi­ nos de Cieza, Abarán, Ricote, Ojos, Villanueva, Archena, Ceutí, Alguazas, Cutidas, A l ­ cantarilla, Murcia, Librilla, Alhama, Totana, Fuente-Alam o y la gran planicie del Campo de Cartagena. Sus tramos serían: Desde la toma hasta Cieza 32 km., con una capacidad de 15 metros por segundo.


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Desde Cieza hasta el paso de la Carretera a Muía, 44 km. con igual capacidad. Hasta Totana, 42 km. con capacidad de 14 metros. Hasta la bifurcación, 30 km. con capacidad de 12. Canal de la solana de Carrascoy, 68 km con capacidad en el arranque de 10 metros. Las tierras regables serían: Desde Cieza a Alcantarilla, 7.000 hectáreas Cuenca del Guadalentín, 16.000 » Campos de Cartagena, 42.000 » Desde la presa de Rotas hasta Totana el recorrido es de 108 km. Estas canales se tra­ zan con muy poca pendiente para evitar las erosiones del agua en los costeros. Una pen­ diente de 3 por 10.000 es conveniente. Siendo esta su pendiente, llegaría a Totana con la cota 237 metros, es decir, que pasaría por entre la estación férrea y el pueblo. RESUM EN DE L A S G R A N D E S O BRAS A C O N S T R U IR : Pantano de Reina .Victoria. Conducciones de las aguas potables. Pantano de L a Fuensanta. Presa de Rotas. Canal de la Margen Derecha del Segura. Canal de la Margen Izquierda del Segura. Los resultados positivos serían: -Aguas potables para la Base naval de C ar­ tagena. Aguas potables para el Puerto. Aguas potables para 20 poblaciones. Una zona de nuevos regadíos de 105.000 hectáreas, de buenas tierras, que en su mayor


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parte están preparadas para el riego, con un clima cálido, donde los hombres riegan con escrupulosidad, porque de abolengo saben ha­ cerlo, obteniendo del agua una producción que está muy cerca del máximo rendimiento. Como podrían ejecutarse todas estas obras lo más rápidamente posible, es cosa que que­ dará planteada en el capítulo siguiente. P arecerá al que leyere que todo esto son fantasías; que el coste de las obras es tan c re ­ cido que nunca podrá la Región Murciana verlas realizadas, porque serán antieconómi­ cas. Si miramos las cosas en pequeño nunca sal­ dremos de nuestra pequeñez. Otros pueblos, que, desde hace años, de­ mostraron audacia, se lanzaron valientemen­ te a las grandes empresas del progreso, son hoy ricos y poderosos. P ero aún dentro de los linderos españoles no es tan grande lo que arriba queda apunta­ do. N o olvidemos que el presupuesto nacional sube de manera considerable, habiendo llega ­ do a triplicarse en pocos años. L as obras apuntadas importarían alrede­ dor de 70 millones de pesetas. N o olvidemos que la nación española ha gastado en A frica (¿para qué?) más de 5.000 millones de pesetas en doce años, y que hoy está gastando 4 mi­ llones diarios, lo que quiere decir que con el dinero que se gas’ a en tierra extraña en dos semanas y media se haría todo esto. N o queremos expresar que sea el Estado quien haga por sí solo obras. Creemos que de­ be ayudar la R egión directa e indirectamente, porque de este modo se afirma su personali-


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dad, se activa la acción, se templa en acero la voluntad. Los canales señalados son sólo una indica­ ción de posibilidades. A l estudiar el trazado definitivo sufrirían convenientes variaciones de adaptación al terreno y al régimen de los riegos. Que las obras indicadas pueden ejecutarse en su aspecto topográfico, lo dicen las cotas de altura. Que las dificultades de construcción son grandes, sobre todo en los primeros kilóme­ tros de los canales, y otros pasos de su rec o ­ rrido, es cosa frecuente en las obras de esta clase. Pero téngase presente que las condiciones económicas para la implantación del regadío son aquí extraordinariamente favorables. Que se han hecho, y se hacen, obras simila­ res es cosa que vamos a consignar en los pá­ rrafos siguientes. R E F E R E N C IA S .— No hemos de detallar las grandes obras antiguas de Mesopotamia, donde ríos tan caudalosos como el Eufrates y el T ig ris fueron represados en diferentes pun­ tos, desviados sus cursos, bifurcados en cana­ les, con esclusas para la navegación y mode­ ración de su corriente; canales que surcaban los dilatados campos convirtiéndolos en jard i­ nes de producción y belleza. Ni las realizadas por los egipcios en las ca­ taratas del Nilo para dar carácter permanen­ te a sus regadíos. Se dirá que en aquellos países, por ser lla­ nos, está favorecida la construcción de cana-


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les. Esto es así; pero en cambio tenían la difi­ cultad de carecer de sitios apropiados pa­ ra construir pantanos que regularizaran el caudal de sus ríos. Pues no obstante se los construían, haciendo en muchos casos el v a ­ ciado de los vasos de almacenaje de aguas. Esta dificultad es superior a las escabrosida­ des españolas para el trazado de los canales. Y aun tenemos hoy las grandes ventajas del progreso de la mecánica y de todas las cien­ cias en general. Aquellas grandes obras, que enriquecían a los diversos países, fueron destruidas por las guerras y abandonadas por los refinamientos de la civilización. Posteriormente, los romanos realizan igua­ les empresas, que tienen el mismo desastroso fin con la invasión de los «bárbaros.» Tam poco hemos de detallar las grandes construcciones hidráulicas que se hacen hoy en los países extranjeros. Sólo la concisa enu­ meración de algunos. Los ingleses en Egipto han construido el pantano de Assuan, con 1.065 millones de ca­ bida, y una longitud de embalse de cerca de 100 kilómetros. L a presa está en una de las cataratas del Nilo, tiene una longitud de 2.000 metros, una altura de 30, con 180 compuertas capaces para dar paso a 12 millones de me­ tros cúbicos por segundo. En la India han construido 8.300 kilómetros de canales, regándose 4 270.000 de hectáreas. Y 29 pantanos, algunos como el Marikanave de 756 millones de embalse. En los Estados-Unidos se han construido 146 canales que dan riego a 2.550.000 hectáreas, y pantanos como el Pathfrider de 1.215 millones,


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y el R ooselvet de 1.560 millones, que es el ma­ y o r del mundo Tam bién la A rgen tin a ha construido cana­ les, y riega ya más de 400.000 hectáreas. P e ro para nuestra comparación con las obras hidráulicas que deben hacerse en la R e ­ gión Murciana hemos de referirnos sólo a las ejecutadas, y en ejecución, dentro de las fro n ­ teras españolas. C A N A L I M P E R I A L . — T om a las aguas del E b ro en N a v a rra , y sigue su marcha hasta más abajo de Z ara goza, por la m argen d ere­ cha. Construido para riegos, navegación y usos industriales. R ie g a en cuatro pueblos de N a v a rra , y 20 de Z ara goza. Su longitud es de 108 kilóm etros, y su capa­ cidad de 35 metros. T ien e pasos tan difíciles como el río Jalón y después el H u erva, el pri­ m ero de un caudad constante mucho m ayor que el Segura, y avenidas tan copiosas como éste. El canal atraviesa varias ramblas, caminos, carreteras y también ferrocarriles. C A N A L D E T A U S T E . — A la izquierda del E bro, casi paralelo al anterior, de 45 kilóme­ tros de longitud, para riegos de 5 pueblos de N a v a rra y 7 de Z a ra go za . C A N A L D E A R A G Ó N Y C A T A L U Ñ A .— T ien e un recorrido de 171 kilóm etro, y 140 de grandes acequias. Tom a las aguas del río Ese ra, afluentes del Cinca, y rieg a 105.000 hectá­ reas de L a L ite ra , en 18 pueblos de Huesca y 13 de L érid a .


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Visitando aquellas obras se ven los grandes sifones de cemento para atravesar ríos, los grandes puentes para cruzar ramblas; saltos, rápidos, compuertas, largos cajeros de ce­ mento armado a lo la rg o de acantilados en rambla. R IE G O S D E L A L T O A R A G Ó N . O bra en construcción para reg a r con pantanos y canales 300.000 hectáreas, en las provincias de Huesca y Z aragoza; tres veces más que lo que se propone para Murcia. P A N T A N O D E L E B R O .— Se proyecta más abajo de Reinosa. Está destinado a regu lari­ zar el curso del Ebro, para riegos, n avega­ ción y fuerzas eléctricas. Embalsará 540 millones de metros. H ay que desviar 110 kilómetros de caminos, entre ellos líneas férreas. Su presupuesto actual pasa de 30 millones de pesetas. Estas obras despiertan gran interés en A ragón . C A N A L D E L O D O S A .— Trazado por la derecha del Ebro, para reg a r en pueblos de L o g ro ñ o y N avarra. Está en construcción, y tendrá una longitud de 90 kilómetros. Más de otros 40 pantanos se proyectan y es­ tudian en A ragón , algunos dé 300 millones de metros de cabida. Es A ra g ó n donde más entusiasmo producen en España las obras hidráulicas. Es que en tiempos pasados tuvieron al canónigo Pignatelli, cuyo espíritu resurgió después en el tec­ nicismo de Ramón G arcía y en el patriotismo de Joaquín Costa. Es que tienen hoy a Jorge


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Jordada, a S everin o Bello, a M. L o re n zo P a r ­ do y a otros muchos ilustres ingenieros y a r a ­ goneses. Tam bién M urcia tuvo al Cardenal Belluga, pero con su muerte se paralizó su obra. C onviene a la R egión Murciana que el espí­ ritu del Cardenal B ellu ga resurja a la vida region al en la conciencia pública, y que re­ surja con toda la potencialidad evidente que ha resurgido en A ra g ó n el espíritu de Pignatelli, que realizó las obras del Canal Im perial y de Tauste, como B elluga creó pueblos y v e ­ gas en las marismas del B ajo Segura. Ese espíritu aragonés que se va difundiendo a las Castillas y a Andalucía, y que desde ha­ ce algunos años parece que comienza a acari ciar las frentes murcianas en frondas de espe­ ranza. C A N A L D E U R G E L . - R i e g a a 66.000 hectáreas en 46 municipios de la provincia de L érid a . T om a las aguas del río S egre. T ie n e una longitud de 144 k i’ ómetros, 102 de grandes acequias y 2.800 de secundarias. Fué construido por una empresa catalana desde el año 1853 al 1861. L a traza del canal es muy sinuosa por lo quebrado del terreno, que en varios sitios es m ovedizo. H a sido preciso construir túneles en algunos montes. L a s obras enumeradas hasta aquí están to­ das trazadas en la estepa aragonesa, te rre ­ nos muy similares a los murcianos, pero en donde ni los campos ni los hombres estaban preparados para el regadío. Tam bién hay otro canal que toma las aguas


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del río Noguera Ribargozana, muy por enci­ ma de Lérida. Es esta provincia la que hoy tiene más regadíos en España, siguiéndole la de Huesca que pronto se colocará a la cabe­ za. A Huesca sigue Valencia. Fuera de las tierras esteparias hay cons­ truidos en Cataluña los dos canales del Delta del Ebro que riegan huertas y arrozales. Uno de ellos, el de la margen izquierda, pasa por debajo de la ciudad de Tortosa Los dos canales del Delta del Llob regat, que son las huertas que abastecen a B arce­ lona. Y otros repartidos por las provincias cata­ lanas, para riegos y fuerzas aplicadas a la industria. L a agricultura de Cataluña es la que más ha progresado en los últimos tiempos, propor­ cionalmente al estado en que antes se encon­ traba. De Cataluña han salido las primeras fuer­ zas expansivas para la construcción de obras hidráulicas: canal de U rgel, pantano de M a­ ría Cristina en Castellón de la Plana, riegos de Reas, pantano de Foix, y otros menos im­ portantes, en tierras propias y en diversas co­ marcas españolas. Es que Cataluña ha marchado en España a la cabeza del movimiento moderno. P A N T A N O D E C IJ A R A .— En el río Gua­ diana, sitio llamado Estrecho de Cijara, se ha proyectado este pantano que almacenará 434 millones de metros. E l Estrecho de C ijara está en la parte alta de la provincia de Ciudad-Real, muy al Oes­ te de esta capital, en el vértice del gran án-


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guio que hace el Guadiana para dirigirse al término de H errera del Duque. Se proyecta el pantano, y además un canal que vaya a regar los llanos de L a Serena, hasta más abajo de Mérida. P A N T A N O D E L B U L L A Q U E .—P ro y e c ­ tado por el ilustre ingeniero D. Celso X au ra­ do, en el río Bullaque, que nace en la vertien­ te meridional de los Montes de Toledo, y es tributario del Guadiana por cerca de Piedrabuena, al Oeste de Ciudad-Real. Consta el proyecto: del pantano, que embal­ sará 128 millones de metros, y dos canales, para reg a r 24.000 hectáreas. Estas obras están proyectadas en una co­ marca que tiene una extensión de 1.270 kiló­ metros cuadrados, y cuya población sólo se eleva a 2.243 habitantes, o lo que es lo mismo, 2 habitantes por kilómetro cuadrado. Como esta comarca se encuentran muchas en la península española. Siempre hemos pen­ sado que interesaba más a los españoles colo­ nizar su territorio que colonizar Marruecos. Como la comarca está despoblada, y en es­ tado incivil, en el proyecto del Sr. Xaurado se consignan cantidades para caminos, vivien ­ das de la población rural y establecimientos de enseñanza. L a ejecución del proyecto im­ portaría hoy más de 48 millones de pesetas. Este proyecto ha merecido siempre grandes elogios. PAN TAN O Y C A N A L D EL GUAD ALM E L L A T O . — En el río de este nombre, 32 kilómetros más arriba de Córdoba. Se termi­ nará muy pronto el Pantano, con embalse de 110 millones de metros. E l canal del riego es-


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tá terminado desde hace un año, con 59 kiló­ metros de recorrido. y zona regable de 15.000 hectáreas en los términos de Córdoba y Almodovar del Río. R IE G O S D E L V A L L E IN F E R IO R D E L G U A D A L Q U IV IR .— Debajo de la confluen­ cia del Genil con el Guadalquivir, en término de Peñaflor, se ha construido una presa que deriva las aguas por un canal de capacidad mayor que la de los dos reunidos que se ha di­ cho podían derivarse del Segura en la Presa de Rotas. De ese canal hay construidos ya 40 kilómemetros, y riega en los términos de Peñaflor, L ora del Río, Azanaque, pasa el río Carbones y comienza a regar en Carmona, Tocina y Villanueva. Sigue el proyecto en construcción para ha­ cer 100 kilómetros más, pasando por los cam­ pos de Sevilla, Alcalá, U trera y Alcantarilla, a desaguar en el Guadalquivir frente a la Is ­ la Menor de este río. Se pueden regar ya 24.000 hectáreas, y se regarán más de 100.000. En la provincia de Cádiz se construyó el Pantano y Canal de Guadalcacín. En la de M álaga se ha inaugurado reciente­ mente el Pantano del Chorro, de 105 millones de embalse. En Villarrubia, debajo de Córdoba, se pro­ yecta otro canal del Guadalquivir que regará varios términos hasta desaguar en el río Genil. Si en España se han hecho, se hacen, y se planean, obras de la importancia de las que


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han quedado señaladas para la R egión M ur­ ciana, debe quedar admitido el derecho que nos asiste para desearlas y pedirlas. Si todas esas obras indicadas, que están en la mente de nuestros ingenieros regionales, y otras que nuestra insuficiencia habrá omitido, y otras cuyo conocimiento surge al realizar las primeras, porque las unas son consecuen­ cia de las otras, porque el conocimiento es consecuencia de la práctica, y porque la v o ­ luntad se templa en la lid, que todo obedece a la ley universal de la inercia, y así resulta, que si nada hacemos menos queremos, y si nos acostumbramos a la actividad y al traba­ jo no podemos v iv ir sin ir en marcha por ese camino, con la diferencia de que en el primer caso nos abruma el tedio y en el segundo nos alegra la esperanza; si todas las obras indica­ das se realizaran, llevaríam os a la R egión a un alto grado de prosperidad. L o que más perjudica a las colectividades son las ideas falsas que arraigan en sus cere­ bros. Ideas falsas hay en la mente de la ma­ yoría de los españoles, y esas ideas se exterio­ rizan con palabras que repiten todos los la­ bios. Constantemente se dice que nuestra volun­ tad es letárgica porque el clima nos adorm e­ ce; que en España llueve poco; que las tierras son pobres; que no tenemos disposiciones para la industria. T od o esto no es cierto. España fué grande con los romanos, y des­ pués fué a la decadencia. V o lv ió a ser grande con los R eyes Católicos, y v o lv ió a la deca­ dencia. Sin em bargo; la tierra, los ríos y los hombres siempre fueron los mismos. Como último justificante de nuestra poca


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actividad productora se cita a la sangre agarena que llevamos en nuestras venas. ¿Acaso los árabes, juntos con los africanos del norte, no tuvieron su época de ser los más activos, los más inteligentes, los más fuertes? P ara ser los primeros no fué un obstáculo su sol ardiente y sus tierras secas. N o es el sol, ni las tierras, ni la sangre, ni el clima; son las ideas dominantes en un pueblo las que determinan su progreso, su grandeza. ¿Pero cómo va a ser grande España si he­ mos perdido la fe en ella, que es lo mismo que perderla en nosotros mismos?] Si nos pasamos la vida hablando mal de España! En cambio, ¡qué tragaderas tan anchas pa­ ra todo lo extranjero! ¡Qué aspavientos de admiración para todo lo exótico! ¡Qué fáciles para aceptar y para adquirir todo lo que v ie ­ ne de fuera! Donde más sangre agarena quedó fué en las huertas de V alencia, Murcia y Granada, pre cisamente donde más actividad agrícola se manifiesta. Y aquella expulsión de los moriscos, ¿no ha sido una acusación constante de torpeza para los gobernantes'que la realizaron, porque con ello perdió España actividad inteligente y productiva? En la R egión Murciana es donde más se han intensificado los riegos proporcionalmen­ te a la extensión de su cuenca. Si ahora se realizaran las obras hidráulicas pi opuestas aumentarían prodigiosamente los riegos. Con los embalses y los riegos de las zonas altas aumentaría el caudal en manantiales y


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pozos de los sitios bajos, con lo que vendría otro aumento en los regadíos. Con la repoblación de montes quedaría ma­ yor cantidad de agua en las sierras; pondría­ mos a los pantanos a cubierto de los entarquinamientos; las aguas que bajasen de las mon­ tañas serían ricas en alimentos para las plan­ tas; tendríamos potentes criaderos ordenados de leñas, maderas y mantillos. Con estas cosas se modificaría el régimen de las lluvias, la climatología, y hasta el ca­ rácter. Aumentada la producción agrícola aumen­ taría paralelamente la industria y el comercio. Nos pondríamos en marcha por el camino que han seguido los pueblos grandes, entre ellos España de otros tiempos. Nos produce gran pena cuando vamos a un pueblo y nos dicen algunos: « A nosotros lo que nos interesa es que nos hagan un canal para nosotros; lo del pueblo vecino nos tiene sin cuidado.» Siempre el egoismo mezquino esterilizando acciones provechosas de conjunto. Nosotros nos abstenemos de censurar el egoismo cuando éste se siente dentro de los límites que es principio establecido por la na­ turaleza. Creem os que el egoismo es respeta­ ble porque es muy humano. L a cuestión en este caso no es de sensibilidad sino de inteli­ gencia. Hablemos a fa v o r del egoismo. El interés particular va íntimamente unido al colectivo. Nosotros no podemos hacer nada si no es en relación con nuestros semejantes’ Pues cuando m ayor amplitud demos a la ac­ ción de la colectividad en que nos desenvolve­ mos, más seguridades, más apoyos y más an.


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cho campo para realizar nuestros propósitos y aspiraciones. E l aislamiento— en las naciones, en los pue­ blos, en los individuos—es siempre contrario a los intereses particulares. Sin la acción colectiva no existirían los ca­ minos, ni los canales, ni la industria, ni el co­ mercio, ni el saber, ni el orden, ni nada. En la Región Murciana están explotados casi todos los manantiales y criaderos de agua que la iniciativa particular puede acometer. Nos restan ahora las grandes empresas de ac­ ciones engarzadas y combinadas. L a Región debe adquirir plena convicción de su labor ejecutada, de su posición actual, de su camino a seguir, en una palabra, de su valer, porque es aquí donde más caras se pa­ gan las aguas para el riego. L a mercancía aguas se paga aquí a más alto precio que en ninguna parte, porque se sabe transformar pronto en cosecha que es dinero. No ocurre lo propio en otras comarcas. E l Canal de U rgel, construido por una so­ ciedad concesionaria, quedó terminado en el año 18M. L a transformación del secano en re­ gadío se ha ido haciendo muy lentamente, has­ ta el punto de que aún hoy, a los 60 años, no se ha efectuado la verdadera transformación, pues aunque la riqueza que ha creado es muy grande, dista mucho de lo que producen las huertas de V alencia y Murcia. A sí ha ocurrido, que la sociedad concesio­ naria ha ido acrecentando sus deudas, por no poder pagar los intereses del capital inicial. Habiendo costado las obras 23 millones de pe­ setas -en aquellos tiempos—en el año 1913 te-


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nía un pasivo de 62 millones, y la administra­ ción ha sido limpia. ¿A qué es debido esto? A l error fundamental con que se plantean y realizan muchas empre­ sas de riegos. Se cree que para transformar el secano en regadío basta con dotar a los campos de agua. No. El agua es un factor, como lo es la cal o el yeso para construir una casa. Para ejecu­ tar la obra tienen que concurrir otros facto­ res: piedra, madera, hierro, y sobre todo, el artífice. Para transformar el secano en regadío se necesita el agua en primer término; pero al agua tienen que acompañar los abonos, sobre todo los orgánicos. Para tener abonos orgáni­ cos hace falta la ganadería, no la del pasto­ reo sino la estabulada. Hay, pues, que crear una ganadería apro­ piada, como la tienen los huertanos de Murcia y Valencia. También se necesita maquinaria, simple, pe­ ro variada. Se necesitan albergues y vías de comuni­ cación. Y sobre todo, se necesitan huertanos, hor­ telanos, y no labradores. ¡Hay tanta diferencia entre el labrador y el huertano! ¡El labrador!.. Labra, riega, trilla, c ó g e la aceituna, pisa la uva, y para estas faenas bus­ ca jornaleros. Tiene un ganado que vaga suelto por lomas y rastrojos, ganado que sue­ le dormir al raso. ¡Este labrador que huelga medio año y tra­ baja otro medio perezosamente!... A sí vive... lentamente, esperando la muerte... !tan segui­ da!... A sí vive, tardo el músculo, obscuro el


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entendimiento, embotada la sensibilidad, m i­ rando a la llanura triste y solitaria,' que esfu­ ma en la lejanía la casa achatada y terrosa del viejo compadre, a quien saluda al pasar cada quince días si al acaso se encuentran en la vered a ondulante. Con frecuencia le vem os a la puerta del cortijo mirando a v e r si llueve, o sentado jun to al hogar, donde cabrillean las llamas del rom ero y el juagarzo, cuando no son las del tronco de pino o encina que v o lc ó sin piedad con el hacha devastadora. Este labrador, con la herencia de los siglos, en un momento, no puede ser transformado en huertano por las ninfas rientes de un canal. Porque el huertano es todo lo contrario: a c ­ tivo, inteligente, circunscribe toda su acción a un trozo pequeño de tierra, sobre el cual vierte un trabajo continuo, lleno de atencio­ nes y cariño. E l huertano da riegos escasos y frecuentes, no encharca, para que no se vayan al subsue­ lo los principios fertilizantes; él rem ueve ense­ guida la costra del suelo para dar a éste poro­ sidad, que es circulación aereobia que fomen­ ta las vidas microbianas y las acciones quími­ cas, que dan por resultado la nutrición del v e ­ getal; él pone pequeños parapetos al cierzo, y cubre con abrigos de brozas la planta tierna en las noches frías; él hace las camas calien­ tes en los semilleros de trasplante; cuida con esmero la v a ca y la yegu a que le dan su cría; recoge con cuidado los estiércoles; pone cada planta en el lugar y el tiempo apropiados a la máxima producción. L a huerta no es una consecuencia del agua; es una creación del huertano.


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A h ora bien: el esfuerzo del huertano sería inútil sin el concurso de otros elementos socia­ les, y sobre todo, sin el canal de riego. P ero al hacer el canal hay que contar con el huer­ tano que realiza la transformación del secano raquítico en jugosa huerta. E l agua es la sangre, pero falta el músculo y el cerebro. E l músculo es la tierra, y el ce­ rebro es el huertano que cincela el músculo y distribuye la sangre. Queda expuesto a grandes rasgos el por qué del fracaso de muchas empresas de riegos. Se cree en muchos casos que con echar el agua sobre los campos van a surgir las huer­ tas por arte de encantamiento. L o s más fértiles sotos, constituidos por los légamos de los ríos, no resisten el cultivo in­ tensivo de la huerta durante mucho tiempo si no se restituye a la tierra lo que la planta le toma para nutrirse. El Canal del Duero, construido en la pro­ vincia de V alladolid, ha sido otro fracaso para la Empresa concesionaria, porque las aguas pasan por el canal y los labradores no las rie­ gan. Esto en Castilla, la triguera, de año y vez, con surcos largos, como en la Mancha, como en Andalucía, como en Extremadura. El Pantano y Canal de Guadalcacín, para regar en los términos de Jerez y A rc o s de la Frontera. Desde hace cinco años pasan las aguas por el canal con la indiferencia de unos y la insuficiencia de otros. L os grandes propietarios no disponen del capital— muy grande— que hace falta para ia


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transformación, y aunque hagan la subdivi­ sión para dar pequeños lotes en arrendamien­ to, no encontrarán en la comarca al huerta­ no, que rápidamente haga la transformación del campo en huerta. E l Canal de A ra g ó n y Cataluña quedó ter­ minado en el año 1910, pero las primeras sec­ ciones del canal comenzaron a dar servicio en el 1906. Pues en el 1913, al cuarto de dar ser­ vicio total, sólo se suscribieron para el riego la mitad de las hectáreas regables, yéndose río abajo y canal adelante las demás aguas. En el N orte de Italia se construyó el Canal de C avour para riegos en las provincias de N ova ra y P avía, teniendo la enorme capaci­ dad de 110 metros cúbicos por segundo. Term inado en 1866 fué otro fracaso que ocasionó la quiebra de la sociedad concesio­ naria y la incautación por el Estado. ¿Quiere decir lo expuesto que nos abstenga­ mos de construir obras hidráulicas? En ma­ nera alguna. L o que expresamos y queremos demostrar es que al p royectar obras importantes de rie­ gos debemos tener en cuenta otros muchos factores además del agua, y entre todos, el principal es el factor hombre, que es el que ha de hacer la aplicación del agua, y por consi­ guiente el que dará el triunfo a la empresa. D e esta manera los beneficios serán más inmediatos En ese mismo Canal de U rgel, que tantas penalidades ha pasado, que tantos fracasos ha sufrido, a la hora presente se pue­ den apreciar los inmensos beneficios que ha llevado a la región. Grandes campos que eran antes improduc-


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tivos son hoy huertas; los pueblos se han transform ado y crecido; las estaciones del fe ­ rro ca rril traginan hoy diez veces más que an­ tes; se han construido ca rretera s y otras lí­ neas férreas; se ha dividido la propiedad, se están transform ando las costumbres, se ha m ejorado la vida; producen sus aguas fu erzas eléctricas por más de 6 000 caballos. O tro tan ­ to, pero más rápidam ente, está aconteciendo en toda L a L ite r a y pueblos com arcanos con el C anal de A r a g ó n y Cataluña. L o mismo sucederá en Castilla con el C anal del D uero, y en C ád iz con el G uadalcacín. P e ro para que la transform ación sea rá p i­ da es por lo que decim os que desde el p rin ci­ pio deben ponerse en marcha todos los fa c to ­ res que integran el g ra n problem a de los r e ­ gadíos. E l sabio ingeniero señor X au rad ó, aleccio nado por la experiencia, form uló su p ro yecto del pantano y canal del río Bullaque, y a m en­ cionado arriba. L o característico del proyecto es que las cantidades que se consignan en él para ob ra social im portan más del doble que lo anotado para obras hidráulicas. Sabiamente p re v is o r el ingeniero ha procu ­ rado para su em presa todas las probalidades de éxito. E l sabe que opera en una com a rca donde está todo por hacer. Después de lo expuesto volvam os la vista a la región del S egu ra, y consignem os a lg o de lo que en ella ocurre. En busca de agua se hacen aquí todos los esfuerzos; se p erfoi an los montes y se tala d ra el suelo; para e le v a rla se montan máquinas


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que la extraen a profundidades superiores a 50 metros; después se venden a pública subas­ ta, cotizándose en algunos puntos a una pese­ ta el metro cúbico para re g a r naranjos. Se derivan por cauces de 15 kilómetros las aguas selenitosas de un río insignificante por su caudal, pues sólo permite reg a r tres hectá­ reas al día. Y estas aguas llegan a venderse a 20 céntimos el metro, para riego de cebadas. E l escaso caudal del Segu ra en el estío de­ jaba sin agua a las vegas bajas. Se constru­ yeron los pantanos de T a la v e y Alfonso X III, que han costado al Estado cuatro y medio mi­ llones de pesetas. A l com enzar a dar servicio estos pantanos colmaron las acequias de las vegas constituidas. E l aumento de las cosechas de un año ha rebasado la cifra de cinco mi­ llones, es decir, más de lo que costaron las obras. Estamos frente a unos casos prácticos de gran significación. Así es como paga la R e ­ gión del Segura los sacrificios que hagan por ella gobiernos o empresas.

L a P a tria no es g ra n d e p o r su extensión sino p o r su producción.


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REGIÓN DEL RIO SEGURA ESCALA 1:1.250.000

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3 Zonas que podrán regarse según el plan que se esboza en este libro.

Rl O S E G U R A PO R MUf iOZ

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Editorial Lavanta



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C A M IN O M Á S C O R T O P A R A LA E J E C U C IÓ N M Á S R Á P ID A D E L P L A N D E O B R A S H ID R Á U L IC A S Concretamos el plan a la construcción de los pantanos Reina V ic toria y Fuensanta, a la presa en el Segura, y a los dos canales de sus márgenes. Dos procedimientos hay para la ejecución de este plan: l.° que haga las obras el Estado dando gratis las aguas a los nuevos regadíos; 2.° que las haga una empresa cobrando un precio fijo y prudencial por las aguas para los riegos y dando gratis las de los abastecimien­ tos potables Nosotros creemos que debe adoptarse un término intermedio en el cual concurran el E s­ tado, la Región y la empresa. E l Estado, que haga los proyectos de pan­ tanos y canales, que haga las conducciones potables, y hasta pudiera desearse que sub­ vencionara las obras. L a R egión, mediante una mancomunidad de


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municipios beneficiados, que p agara las e x ­ propiaciones de los vasos de los pantanos, de las conducciones potables y de los canales de riego. E l pago de estas expropiaciones se haría por los municipios mediante un reparto pro­ porcional a los beneficios de su término. L o s municipios harían este pago mediante un reparto, también proporcional, entre los propietarios de tierras beneficiadas, y otro reparto general entre todos los vecinos por la parte que les correspondiese de las expropia­ ciones de los abastecimientos potables. Este segundo reparto tendría por base lo que cada cual paga por concepto contribucional. T o d o lo expuesto con respecto a los munici­ pios sería objeto de una ley. E llo constituiría un ensayo de educación social, una enseñan­ za y una norm a de unión de pueblos para la realización de cosas convenientes. España es­ tá muy necesitada de estas enseñanzas. ¡Cuantas cosas útiles podrían realizarse así! L a Em presa construiría los pantanos y los canales concediéndosele el derecho de la e x ­ plotación de las aguas para los riegos. A l conceder este derecho a la Empresa se le impondrían las condiciones siguientes: 1 0 Que comenzase las obras por el panta­ no Reina V ic to ria , con un plazo corto de eje­ cución. 2. ° Que la Empresa pusiera a disposición del Estado y de los municipios, como obliga­ ción preferente e inescusable, 25 millones de metros cúbicos de agua anuales en los grifos del pantano Reina V ictoria. Esta dotación es espléndida, superior a la que actualmente tie­ ne Madrid. 3. ° E l agua sobrante del R eina V ic to ria y


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todas la del Fuensanta (400 millones de m e­ tros), que sean explotadas por la Empresa m e­ diante las condiciones que se la impongan, siendo la principal el que las actuales vegas del Segura dispongan en todo tiempo, y más en verano, de las cantidades que actualmente tienen con los pantanos ya construidos, y sa­ bemos que hoy tienen sobrantes, porque en los veranos han ido a parar al mar algunas aguas, según declaración de los ingenieros encarga­ dos de los aforos oficiales. 4. ° Que las aguas disponibles por la Em­ presa fuesen adjudicadas a los nuevos reg a ­ díos mediante precios remuneradores para los agricultores. Puede elegirse uno de estos tres sistemas: a tanto el metro cúbico, o a tanto cada riego de una hectárea, o mediante una participación de la Empresa en los productos brutos de la tierra. Los tres casos tienen pre­ cedentes. 5. ° Se fijará un número de años para que, transcurridos estos, los canales y pantanos construidos por la Empresa reviertan al Es­ tado, el cual entandaría las aguas equitativa y gratuitamente entre los regadíos creados,

R E F E R E N C IA S E L E S T A D O ES L E N T O E N S U S O B R A S . P or las veleidades de la política, por las guerras, y porque siendo impersonal no siente las impaciencias de realizar pronto el negocio. En tiempos de Carlos I se comenzaron las obras del canal de Huesear, para regar desde L orca a Alcantarilla. Este canal había de to­ mar las aguas de los ríos Guardal y Castril, afluentes del Guadiana Menor, y éste a su vez


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del Guadalquivir. Se pararon las obras y v o l­ vieron a comenzar con más intensidad en tiem­ pos de Carlos III. Paradas segunda vez, para­ das están, sin que haya sido suficiente a ter­ minarlas el plazo de 400 años. E l canal de U rgel tiene una larga historia. Pensó en construirlo Carlos I, pero el «entre­ tenimiento» de las guerras desvió su atención de los verdaderos caminos del engrandecimien­ to de España Después su hijo Felipe II tuvo la misma idea a reiteradas demandas de la re­ gión; y otro tanto aconteció con Felipe III y reyes sucesivos. E l proyecto del canal fué dando tumbos durante 340 años hasta que en 1853 lo cogió una empresa y realizó las obras en 8 años. En el año 1886 emitió informe el ilustre in­ geniero D. Ramón García, informe que fué aprobado por el Gobierno que lo había orde­ nado. Se proponía un plan general para evitar las inundaciones de Murcia. Han transcurrido 36 años, y sólo se ha ejecutado de ese plan el Canal de Totana—que tiene un carácter pro­ visional, pues tira las aguas turbias al mar, cuando lo que proponía el ingeniero eran dos canales de bifurcación que regaran esas aguas en los campos de Totana y Fuente-Álamo— , los pantanos de Alfonso X I I I y de Talave, al­ gunos revestimientos en el antiguo cauce del Reguerón, y lo que se está haciendo en Minateda Canal de riego no se ha hecho ninguno. L o más importante de lo consignado en el párrafo anterior ha sido los dos pantanos, cu­ ya construcción ha durado 18 años, con un gasto de cuatro y medio millones de pesetas. E l Estado es lento en sus obras. P ero no echemos todas las culpas al Estado. V a sien-


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do ya un tópico de comodidad, e impotencia comarcal e individual, el culpar al Estado de todas nuestras desdichas, y debemos compren­ der que el Estado, como a los políticos, lo ha­ cen los pueblos. El Estado tiene múltiples atenciones nacio­ nales. L a marina de guerra, el ejército, todos los armamentos para las defensas; las carre­ teras, ferrocarriles, marina mercante, puer­ tos, telégrafos, teléfonos, todas las comunica­ ciones; universidades, enseñanzas técnicas, institutos, escuelas normales y de primera en­ señanza; protección a la industria, al comer­ cio y a la agricultura; repoblación de montes, sanidad del campo, colonización interior; poli­ cía, seguridad, administración de justicia, equi­ librio social. Todo está necesitado de impul­ sión y afianzamiento. Además, las diferentes regiones, provincias y distritos solicitan todos los días mejoras es­ peciales. Todos piden con razón y por nece­ sidad. Que lo haga todo el Estado es pedir mucho. A llá en Madrid hay unos señores instalados en sus despachos técnico-oficiales, que saben mucho, tanto como poco les interesa el pro­ greso de las regiones. Estos señores ponen di­ ficultades a todo, conocen a maravilla los re­ covecos del expedienteo, y cuando creemos un asunto resuelto nos salen con una quinta esencia, después con otra, y así dan al traste con los mejores propósitos de los que traba­ jando por el engrandecimiento comarcal en­ grandecen a España. L a aventura de Marruecos nos ha hecho gastar miles de millones. El Erario español está lleno de deudas. Los presupuestos se li­ quidan con grandes déficits. Se anuncia una


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política de economías y restricciones en los gastos. Ante el cúmulo de cosas que se piden al Es­ tado, preciso es que nos coloquemos nosotros en las mejores condiciones. Que no puedan de­ cir en Madrid que lo pedimos todo, que lo que­ remos todo. Tengamos presente que esta posi­ ción es muy peligrosa para nuestros intereses. Como ejemplo de obras rápidas ejecutadas por el Estado se cita el Canal de A ragón y Cataluña, comenzado en 1896 y terminado en 1909. Para esto ha sido preciso que haya ha­ bido en A ragón un Joaquín Costa, que lo pi­ dan con tesón dos regiones fuertes, y que es­ tén inmediatos los canales Imperial y de U rgel con sus enseñanzas. LAS E M P R E S A S R E A L IZ A N LAS O B R A S M Á S R Á P I D A M E N T E .- P o r la cuenta que les tiene cobrar cuanto antes los beneficios. Hace un siglo se construyó en seis años el Canal de la Infanta, en el Delta del Llobregat, por una comunidad de regantes. El Canal del Henares fué ejecutado por la compañía «Ibérica de R iegos» en cinco años, a partir del 1865. El del Delta Izquierdo del Ebro fué construi­ do por el concesionario en plazos que se anti­ ciparon a las fechas fijadas en la concesión. En ocho años realizó una empresa catalana el tantas veces repetido Canal de U rgel que es una de las obras más importante de Espa­ ña. Cuando este canal fué construido no se poseían los adelantos de hoy, tanto en la me­ cánica como en los materiales hidráulicos. También en ocho años va a quedar termi-


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nado el Pantano de María Cristina, en la ram­ bla de la Viuda, afluente del Mijares. L o cons­ truye otra empresa catalana. Ha habido que desviar muchos kilómetros de carretera, y le­ vantar nuevos puentes. Desde hace más de un año que comenzó a dar riego a los naranjales de Castellón de la Plana. Nuestro R ey D. Alfonso ha dicho reciente­ mente en Córdoba, que será conveniente crear un organismo independiente de toda política que vele por los proyectos de riego y navega­ ción del Guadalquivir. Aquí la política es el Estado, porque el Estado está en manos de los políticos. Si el Estado hiciese los pantanos y canales, la Región tendría el agua gratis, o a muy po­ co coste, para sus riegos. Si las hiciese una empresa, quedarían gravados los riegos por muchos años. Pero si la empresa ha de ser rápida y el Es­ tado lento, conviene más a la Región que se las haga una empresa. Tracemos un cálculo para evidenciar esta afirmación. Calculemos que la empresa tardará ocho años en hacer las obras, y que el Estado tar­ dará veinticinco. Los productos de una hectárea de tierra en uno y otro caso durante veinticinco años se­ rían los que se expresan a continuación. Tierras de regular calidad. E l cultivo de se­ cano es de año y vez, o sea que sólo se obtie­ ne producto cada dos años. PRIMERO Hectárea que va a recibir a los veinticinco años el agua gratis que le dará el Estado.


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Gastos de explotación T re s rejas— 10 yuntas— a 10 ptas. . L a b or de arrobadora ................... Siembra—3 yuntas, 4 jornales peón y 2 f. t r i g o ................................. E sca rd a........................................... Siega: 12 jornales a 5 ptas. . . . A ca rreo y trilla: por la p a ja . . .

Sum a ...................

100 ptas. 10 » 78 12 60 00

» » » »

260

»

P ro d u cto 20 fanegas trigo, a 19 ptas. .

Ganancia.

.

. .

.

380 ptas. 120

»

Esto es si llueve a tiempo, y ya sabemos lo que ocurre en este país. 120 ptas. es en dos años. Corresponde a un año 60 ptas. Resulta, pues, que la hectárea que espera 25 años a que el Estado le dé el agua habrá realizado en todo ese tiempo una ganancia to­ tal de 1.500 ptas.

SEGUNDO Hectárea que va a recibir a los ocho años el riego pagando el agua a 8 céntimos el me­ tro cúbico. Producto líquido de los 7 primeros años de secano, a 60 ptas. año: 420 ptas.

8.° año .—Preparación de las tierras: Una reja, 4 yuntas, a 10 ptas. . . 40 Arrobadora: 3 yuntas, a 14 id. . 42 L ab or de desfonde........................... 300 Acequias y lin d e s ............................. 35 Estiércol y abonos....................... 730 1.147


Río

Segura

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SIE M B R A : 2/6 hectárea— Cebada y alfalfa . 3/6 » —trigo ............. 55 1/6 » —hoyos y plantación árboles . . . .

53 90

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3 riegos—2.600 m. c. agua, a 8 céntimos. ............................ . 208 Jornales escarda, riego y varios. 45 Siega: 12 jornales a 5 ptas. . . 60 Acarreo y trilla, por la paja . . 00 Recría alfalfa, por su producto . 00 Intereses exceso capital, 5 por % 87

400

C U LTIV O :

Suma total.

.

. .

1.745

PRODUCTO: 45 fanegas cebada, a 10 ptas. . 30 » trigo, a 19 id. . .

Déficit

. .

450 570

1.020

.

725

9.° año CASTO S: Cultivo de la alfalfa: 2/6 hect.as 160 Id. de la huerta: 3/6 » 1.260 Id. del huerto: 1/6 » 100 Agua: 6.000 m. c. a 8 cts. . . 480 Déficit anterior . . . . . . 725 Intereses capital anticipado: 5 por 7 o ................................ __137 2.862 PRODUCTOS: 5.000 kls. heno alfalfa, a 16 cts. 800 Productos de la huerta. . . . 1.800 2.600

Déficit.

.

.

.

262


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10.° año GASTO S: Cultivo a l f a l f a ....................... 290 Id. h u e r t a ............................1.180 Id. h u e r t o ....................... 150 A gu a: 7.000 m. c ....................... 560 Déficit a n t e r io r ....................... 262 Intereses capital anticipado . . 125 2.567 PRODUCTOS: D e la a l f a l f a ............................ De la h u e r ta ............................

Ganancia.

.

.

.

800 2.300

3.100 533

Los productos de la huerta van aumentan­ do a medida que pasan años, porque se van beneficiando más y más las tierras; se va ope­ rando la verdadera transformación del seca­ no en regadío. Estos productos de la huerta podemos cal­ cularlos estacionados el 11.° año en la canti­ dad de 3.200 ptas. teniendo en cuenta que ya comenzó a rendir producto líquido el huerto. Cuando la alfalfa se vaya haciendo vieja se destina la tierra que ella ocupa a huerta, y en­ tonces se toma tierra de la huerta para nueva alfalfa, pues esta planta no debe faltar nunca en la explotación, a fin de que siempre haya forraje para el ganado, el cual nos dará el abono orgánico o estiércol. A la alfalfa le damos un valor fijo para no complicar esta cuenta con la de ganadería, pero la alfalfa debe ser consumida en la mis­ ma finca.


Río

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1 1 * año GASTOS: Cultivo de la alfalfa . . . . Id. de la huerta . . . . Id. del h u e r to ................... Agua: 7.000 m. c .......................

220 1.180 175 560 2.135

PRODUCTO: 800 2.500 3.300

De la a l f a l f a ............................ D e la h u e r ta ............................

Ganancia.

.

.

1.165

.

Prosiguiendo esta cuenta formaríamos el cuadro de ganancias como sigue: Primeros 7 años de secano . . 420 00 8.° y 9 ° a ñ o ............................ 533 10.° año...................................... 11.° > ................................. 1.165 12.° » ................................. 1.285 1,410 13.° » . . * ....................... 14.° * ................................. 1.500 1 600 15.° » ............................ .... Diez años restantes, hasta el 25, a 1.600 ptas. a ñ o ................... 16.000 23.913 Ganancia realizada por la hectárea de r ie g o ....................... Ganancia realizada por la hectárea de secano ................... Diferencia a favor de la de riego

23.913 ptas. 1 500

»

22.413

»

Comparando los productos líquidos de am­ bas hectáreas veremos, que la que al 8.° año comenzó a recibid el riego tiene una ganancia al finalizar el año 10.° (después de enjugar e


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déficit de la preparación del terreno) de 533 pesetas, que agregadas a las 420 de los 7 años de secano da un total de 953 pesetas. L a de secano sólo tiene una ganancia al fi­ nalizar el año 10.° de'600 pesetas, lo que da una diferencia a favor de la primera de 353. Prescindamos de esta cantidad por pequeña, y fijemos sólo la atención desde el año 11." en adelante. E l producto líquido de la regada es este año l l . ° de 1.165 ptas. y el de la no regada de 60. L a diferencia a favor de la primera es de 1 105 ptas. Colocando este capital al interés del 3 por °/0, al finalizar el año 25.°, que es cuando va a recibir la hectárea de secano el riego gratis, la ganancia efectiva de ese año 11.° será, no de 1.105, sirio de 1.663 ptas. Procediendo de igual manera con el produc­ to líquido de los años sucesivos (cuenta larga pero sencilla) veremos que la ganancia de la hectárea que se riega sobre la que no se rie­ ga será, al cumplirse el plazo.de los 25 años, de más de 2 8 .4 0 0 ptas. Colocado este capital a un modesto interés nos dará por sí mismo un producto capaz de pagar el agua necesaria para la hectárea del riego, y aun sobrará otro tanto. De aquí resulta que la hectárea que recibe el riego a los 8 años siempre estará en mejo­ res condiciones económicas que aquella otra que no lo recibe hasta los 25. Anotemos también que la hectárea que va a recibir gratis el agua a los 25 años, cuando llegue esta fecha tendrá que comenzar a ha cer la transformación del secano en regadío, cuando la otra lo tiene ya completamente he­ cho, en superiores condiciones de cultivo, por la sucesiva adición de estiércoles.


Río

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Con esa cifra de 28.400 pesetas por hectá­ rea verem os que a los 25 años habrá aumen­ tado la potencialidad productora de la Región en 2.270 millones. P ara llega r a este número no hemos multi plicado el producto de una hectárea por las 105.000 que comprenderá la zona regable. H e ­ mos multiplicado sólo por 80.000, porque nun­ ca está en producción toda la zona. Hemos considerado que el resto de 25.000 está en barbechera, en preparación de cultivos, y por lo tanto no en producción inmediata. Esos 2.270 millones es la producción líquida en los 25 años; el producto bruto es más del doble, y éste es verdaderamente el término que marca la potencialidad productora, debi­ do al consorcio de las energías naturales y el trabajo humano. Y aun hay que sumar el aumento de valor que toman los productos de la tierra cuando el comercio los tragina y la industria los transforma. Pensemos ahora en lo que puede ser Espa­ ña siguiendo estos caminos, aunque el caso relevante de la Región Murciana no puedan ofrecerlo todas las demás con cifras tan altas proporcionalmente a su extensión. Si los números precedentes parecen exajerados, que se diga cual ha sido el fundamento del poder y la riqueza que admiramos en los grandes Estados del mundo. Que se diga co­ mo han podido desenvolverse esas empresas económicas que nos han llenado de asombro durante la Gran Guerra. Cada pais debe buscar los caminos de su engrandecimiento aplicando las actividades humanas a las condiciones de su suelo.


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Las características de España son: agricul­ tura, minería y fuerzas hidráulicas. También el comercio, por la extensión de sus costas y mares que la bañan. Pero el comercio ha de tener por fundamento la producción interior. Todo país que quiere ser civilizado atiende en primer término a las condiciones especia­ les de su suelo. * L a Península Escandinava, el país de las brumas y de los lagos, explota ordenadamen­ te sus grandes bosques y sus hierros de supe­ rior calidad. También explota con incompa­ rable éxito sus lagos, situados a grandes al­ turas y abastecidos por ríos. Las aguas de es­ tos lagos, unas veces aprovechando las cata­ ratas naturales, otras por canales de desvia­ ción, y otras (sobre todo en Noruega) con ga­ lerías subterráneas cerca de los grandes acantilados de sus costas, mueven colosa les turbinas que rinden su fuerza aplicada a industrias apropiadas. Alemania sanea sus llanuras encharcadas y las surca de canales para la navegación y el riego, aunque éste le hace menos falta que a nosotros. Suiza explota las bellezas de sus montañas, cuida sus bosques, construye los prados arti­ ficiales pai'a fomentar industrias lácteas. Italia hace del Piamonte, el Milanesado y el Veneto el jardín más extenso y mejor cultiva­ do del mundo. Bélgica y Holanda le ponen diques al mar, sanean sus tierras con canales que aprove­ chan sabiamente para la navegación. Estos canales, que son invadidos por las aguas del mar en la marea alta, tienen sus compuertas para producir los desagües en los momentos de la baja mar.


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Fran cia saneó sus Landas que cubrió de r i­ cos viñedos. País más lluvioso que el nuestro, no obstante está enrejado de canales, y en to­ das las montañas de su Oriente construye sal­ tos de agua, pone en actividad fábricas, e ins­ tala prados artificiales para explotar indus­ trias lácteas. In glaterra crea una gran industria aprove­ chando sus inmensos yacimientos de carbón, que son depósitos de energía acumulada por las edades prehistóricas. Atiende también a su agricultura, y practica,una política de aside­ ros por todas las regiones del globo para afianzar mercados a los productos de su in­ dustria. A s í España debe mirar a su solar, haciendo trabajos de repoblación de montes, constru­ yendo pantanos en sus sierras, canalizando sus ríos, utilizando sus fuerzas hidráulicas, laborando racionalmente sus minas e indus­ trializando sus minerales. Difícilmente se encontrará una nación que posea la variabilidad y la abundancia de pro­ ductos minerales que posee España. Nuestras fuerzas hidráulicas están calcula das en 5 millones de caballos, y como cada caballo hidráulico equivale a tres de sangre, porque éste trabaja ocho horas y el hidráulico las 24, resultan 15 millones de caballos. Constantemente se enuncia el tópico de que en España llueve poco. Si llueve poco, razón de más para que se utilice el agua que cae. En constantes rogativas pedimos a la P ro ­ videncia más lluvias. L a Providencia podría respondernos: «¿Para qué las quieres, si aún no has sabido aprovechar el agua que te envío,


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puesto que la dejas que se marche al mar? No estarás muy necesitado de ella cuando así la olvidas.» R E F E R E N C IA S .— D. Carlos Morales, in­ geniero Director de la Granja A gríco la de Alfonso X III, en su estudio sobre la introduc­ ción de riegos en Andalucía (Congreso de rie­ gos de Sevilla, año 1918) consigna como be­ neficio líquido por hectárea de riego la canti­ dad media de 1.322‘ 16 pesetas. Esto, en A n ­ dalucía Occidental, donde las prácticas del riego están muy atrasadas. En el mismo estudio se consigna como bene­ ficio bruto 3.040‘95 pesetas hectárea. L a Junta de Colonización Interior nos dice que en la colonia de L a Algaida (Sanlúcar de Barrameda) se ha obtenido un producto me­ dio de 4.000 pesetas hectárea. Tenemos a la vista datos numéricos y g r á ­ ficos de producción de patatas en Inglaterra, Alemania y Bélgica. Es frecuente obtener en una sola cosecha 35.000 kilos por hectárea. En Murías (Oviedo), D. José Antonio F er­ nández obtiene 30.000, y en Cabos de Pravia, D. Balbino Arango, 37.000. En Prat del Llobregat hemos visto cómo en una hectárea plantada de alcanciles se obte­ nía por la cosecha de un año 5.000 ptas. Huertos hay en la Región Murciana donde los frutos de un año se venden en 12.000, y hasta en 16.000, y en casos extraordinarios hasta en 20.000. E! sabio naturalista Kropotkine, en sus ex­ ploraciones por los campos de Bélgica, Ingla­ terra y Francia, cita multitud de casos mucho más elevados que los anteriores, en diferentes cultivos.


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Seguiríam os citando casos y llenando cuar­ tillas. E s suficiente lo dicho p ara que quede dem ostrado que las cifras antes consignadas de los productos brutos y líquidos de la h ectá ­ rea, en los cálculos posibles de la producción regional, están fijados con e x c e s iva pru­ dencia. R epetidas veces hacemos a los agricu ltores la siguiente pregunta:— ¿Qué prefieres, a gu a para tus rieg o s a 8 céntimos m etro cúbico, pe­ ro que te la den dentro de ocho años, o agu a gratis, p ero que te la den pasados 25?—T o d o s responden al m o m e n t o C om p ra d a , p e r o

p ron to. E L E S T A D O . — E xam inando el presupues­ to g en e ra l últimamente ap rob ad o por las C o r ­ tes vem os que la partida más e le va d a es la de la D euda, es decir, la destinada a p a g a r los in­ tereses de las deudas nacionales. L e sigu e en im portancia la partida de G u e ­ rra, de lo que se ha de g a s ta r dentro de la Península. V e m o s después que la c ifra de los gastos perm anentes p ara M arru ecos es mucho m a­ y o r que la que se dedica a las atenciones del fom ento de España. T é n g a s e presente qne en este presupuesto se inicia una restricción de gastos en M arru ecos, que se han licenciado tropas, y que se piensa en v a r ia r la política implantando el P ro tecto ra d o . S o b re lo presupuestado entran luego las a u ­ torizaciones especiales ateniéndose a las nece­ sidades de momento, cosa esta que en algunos casos tom a todos los c a ra cteres de un to rre n ­ te que acrecen ta desm esuradam ente el panta­ no de las deudas y sus intereses.


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T o d o s sabemos que la zona que se nos ha asignado en M arru ecos es com o dos p ro v in ­ cias españolas, y que de ello sólo tenem os ocupado una mitad. P a r a cantidad tan pequeña de tie rra p resu ­ puestamos más que p ara el fom ento de E sp a ­ ña. C on lo que se g asta en M arru ecos en un día ha podido construirse un pantano o un ca­ nal. Pensem os en lo que sería España si en los 365 días del año se con stru yeran 365 cosas útiles. ¡H asta cuándo ha de ir nuestra política por los caminos del e rr o r ! H a c e a lg o más de un año que un m inistro m urciano presentaba un plan de reconstitu­ ción nacional. T o d a la oposición que se hizo estaba fundada en que se necesitaba mucho dinero. E s cierto; p ero aqu el dinero e ra com o una siem bra que da abundante cosecha. L a s gran des obras hidráulicas de la R e ­ gión M urciana no im portarían menos de 70 m illones S i relevam os al E stado de esta acción p a ra con M urcia, él, alícuotam ente, podrá d ed ica r el dinero que había de g a s ta r aquí a ser r e p a r ­ tido en tre las demás region es, puesto que es­ ta nuestra, por un p r iv ile g io de la n atu raleza y p o r la disposición de sus hom bres, se en­ cuentra capacitada p ara ayudarse a sí m is­ ma, aunque a costa del propio sacrificio Pensem os en lo mucho que v a le el tiem po; pensemos en que día que pasa no retorn a ja ­ más. Si las obras hidráulicas se ejecutan con lentitud, el río, en ese g ra n lapso de tiem po, segu irá llevándose la riqu eza al m ar. y eso que nosotros dejam os pasar p or el río v a le muchísimo más que lo que la R e g ió n pague a una em presa p or r e g a r con sus aguas.


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N o pidiéndole al Estado para estas cosas po iremos pedirle para otras. En este caso le diríamos que nos hiciese las conducciones p o ­ tables hasta el confín de las ciudades y pue­ blos, con tanta más razón por cuanto a éstas v a unido el abastecimiento de la Base N a v a l y Pu erto de C artagen a. En el trayecto de estas conducciones pueden instalarse — escalonadamente — im portantes aprovecham ientos hidroeléctricos de fu e rz a constante, puesto que los servicios de agua serán fijos. L a em presa constructora de las obras del regadío dará 'el agua para los abastecimientos potables en los grifos del R ein a V ic to ria . E l Estado hará las conducciones generales. L a s ciudades y pueblos, la red de cañe rías para la distribución interior. D e este m odo las obras podrían com enzar simultáneamente en un plan combinado. R e ­ partida la obligación tendríamos una suma, de esfuerzos que daría por resultado la rea liza­ ción de las obras en el menor tiem po posible. Con respecto a los regadíos el Estado re a li­ zaría la ganancia del aumento de la contr bución territorial. Com o la zona a re g a r tendrá una extensión de 105.000 hectáreas, aplicando sólo un au­ mento de 20 pesetas por hectárea, resultará una renta para el Estado de 2.100.000 pesetas anuales. Este ingreso anual se con vierte en 33.600.000 pesetas en los 16 años de adelanto que lle v a ­ rían los regadíos en su establecimiento, acep ­ tando el procedimiento rápido de una empresa constructora. En el y a citado estudio inform e del Ingenie-


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ro D irector de L a Moncloa sobre el estableci­ miento de los riegos en Andalucía, se consig­ na: «U n a hectárea de secano p aga por térm i­ no medio de contribución 10‘40 pesetas, y una de rieg o 62'40; diferencia, 52 pesetas.» Si aplicamos esta fórmula a las 105.000 hec­ táreas resulta un ingreso anual para el Esta­ do de 5.460.000 pesetas, lo que nos da para los 16 años de adelanto la cantidad de 87 mi­ llones. P ero este ingreso para el Estado constitu­ ye sólo una parte de lo que en realidad ten­ drá. Consecuente al aumento de la riqueza agrícola viene otro aumento en la riqueza in­ dustrial y com ercial, por la solidaridad que existe entre todas las riquezas de un país. Con los riegos crece la población y aumenta la ca­ pacidad contributiva de todos los habitantes, como productores y como consumidores. A u ­ mentan las viviendas, y por consiguiente la contribución urbana. T o d o toma más valor, y en los traspasos de dominio, por herencias o ventas, aumentan los derechos reales. Ante estas perspectivas bien puede el E sta­ do hacer las conducciones potables, subven­ cionar a la Em presa para que ésta rebaje el tipo del cánon, y ser parco y lento en los au­ mentos contributivos, que cuanto con m ejores auspicios se desenvuelva el plan general, cuanto más apoyo y protección dé a su cons­ titución y afianzamiento, m ayores ingresos tendrá él después, además de la incomparable satisfacción de haber engrandecido a la P a ­ tria.


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_ E L IN D IV ID U O , L A R E G IO N , E S P A ­ Ñ A . —Con la construcción de los pantanos y canales quedarían conjuradas para siempre las inundaciones, porque las aguas torrencia­ les, unas serían detenidas arriba y otras bi­ furcadas abajo. Con la ampliación de los regadíos se des­ congestionarían las vegas del Segura, dando acomodo a muchas familias que no tienen tie­ rras para dar aplicación a toda su actividad. Los que hoy viven en el minifundio, estre­ chos, estorbándose quizás odiándose—pasa­ rían a los nuevos regadíos. L os labradores de tierras pobrísimas, que arañan con sus arados en lomas pedregosas, que recogen escasa cosecha, que viven mise­ rablemente en la casa que se derrumba, baja­ rían a instalarse en el fértil llano irisado por el agua, y así quedaría ensanchada la zona forestal, que la estamos agotando con la tala que se realiza sin orden ni cálculo. T én ga se presente que hay muchas tierras condenadas al secano que rinden más plan­ tadas de pinos que sembradas de cereales. No ponemos pinos porque su producción es a la rg o plazo, y nosotros buscamos siempre lo inmediato. Pensemos en que el pino se cría solo, sin gastos de cultivo, y que muchas tie ­ rras que el hombre trabaja sólo le dan pa­ ra ir muriendo lentamente. Todos vemos por ahí laderas sembradas en donde las espigas están tan claras que no se tocan cuando las agita el viento. Con los nuevos regadíos se evitaría la emi­ gración. se ensancharían los pueblas y ciuda­ des, se fom entaría la industria y el com ercio, se triplicarían los transportes por ferrocarril


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y por mar, se aumentaría la potencia de los saltos de agua. U na buena hectárea de secano da un p ro ­ ducto que v a le por término medio 380 pesetas. Esa misma hectárea en cultivo intensivo de huerta da un producto que v a le 3.000. E l v a ­ lo r del aumento de la producción se eleva pa­ ra los nuevos regadíos a 270 millones anuales. C la ro es que para esto, al concurso del sol, de la tierra y del agua, hay que sumar el que presta el hombre con sus brazos y con su in­ teligencia. ¡Qué honra para los que dirigen a los pue­ blos el encauzar sus actividades por los cam i­ nos de la producción intensa y rem uneradora! P orqu e esas 3 000 pesetas que se señalan como v a lo r a la producción de una hectárea no m arca el límite, sino un término de la p ro­ gresión. A la rm a la em igración de nuestros obreros a naciones extrañas.. E ’ los marchan a rendir el fruto de su trabajo a tierras que no son su patria. P e ro existe otra em igración más peligrosa, por más aniquilante, y por más rebelde en los sectores de la desesperación. Es la em igración del campo a la ciudad. L a s ciudades se congestionan y los campos se despueblan. Esto rem arca más y más el desequilibrio entre la producción y la necesi­ dad. H uyen de los campos porque los echa la sequía, el latifundio, y la ignorancia en que viven sumidos. V a n a la ciudad atraídos por el brille de sus falsos oropeles. A s í se form an esas levas de hambrientos, de obreros desnutridos, en cu-


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yos pechos ferm enta el odio, y en cuyas fren ­ tes fosforece la tempestad de la desespera­ ción Este es el crisol de las revoluciones. L a s ciudades dirigen, pero dirigen mal. P r i­ sioneras de un p rogreso engañador, y seduci­ das por el halago de cortesanías enervantes, no miran a los fundamentos de su razón de existir, que está en el trabajo de los campos. L o s hombres, m altratados en los campos, se hacinan en las ciudades. A s í se form a la gleba, en cuyos estómagos vacíos, por una su­ prema razón biológica g rita la rebeldía del providencial instinto de conservación. A s í se produce el torrente impetuoso de la revolución y la gu erra, cruel y doloroso, com o la op era­ ción quirúrgica que cercena miembros empon­ zoñados. Pasa la tempestad y sobreviene la calma, incubadora ésta de otra nueva tempestad. Es que el hombre no m ira nada más que a sí propio. N o engarza su vida presente con el pasado, que es el saber, y con el porvenir, que es la esperanza. L o s siguientes datos los hemos tomado de las provincias de Salamanca, Zam ora, León y Palencia. En el decenio de 1900 a 1910 la población de estas cuatro provincias había aumentado en 23.000 habitantes. P e ro la diferencia entre na­ cimientos y defunciones había sido de 118.000 a fa v o r de los primeros. Si el aumento de población había sido sólo de 23.000, ¿dónde estaban los otros 95.000? L a contestación es sencilla; habían em igrado. Indagando en los detalles averiguam os que esa em igración de 95.000 no se había efectua­ do a costa de las capitales de las cuatro pro


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vincias y pueblos importantes de ellas; los emi­ grantes habían salido de las aldeas y campos. L a s ciudades habían aumentado en más de la totalidad de los 23.000 que corresponden a las cuatro provincias. En los campos y aldeas habían disminuido los habitantes a pesar del exceso de nacimientos. P e ro ahondando aún más en nuestras inda­ gaciones, considerando la edad y las condicio­ nes de los que emigran, hemos visto que son los fuertes, los animosos, los despiertos, los capacitados. En los campos quedan los débi­ les, los torpes, las mujeres, los niños, los v ie ­ jos y los enfermos. E m igran porque, faltos de medios, no quie­ ren seguir arañando una tie rra que sólo les da para a la rg a r una vida de miseria. Em igran porque el Estado, envuelto en las mallas de una torpe política, no les ayuda, y porque el latifundio cierra sus «fron teras» amparado por un régim en jurídico que em pobrece a la P a ­ tria y mancha su decoro. En el C ongreso Internacional de A gricu ltu ­ ra celebrado en Madrid en el mes de mayo de 1911, el prim er tema que se puso a discusión fué: «Estudio de los medios más eficaces para retener en los campos a los obreros con sus fam ilias.» M adrid y otras grandes poblaciones crecen a costa de los campos; otros españoles emi­ gran al extran jero; muchos a distancias tan grandes com o lo está A m érica; A r g e lia se ha­ lla mucho más poblada por españoles que por franceses, y es F ran cia la que allí ejerce el dominio; ahora parece que se quiere que tam­ bién sea España la que colonice a Marruecos. Seguimos desequilibrando la producción in-


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terior y por esto España com e mal. Seducidos por los inm ediatos negocios de la industria y el com ercio olvidam os la agricu ltu ra, cuando ésta es la que crea la v e rd a d era independen­ cia de los pueblos capacitándolos para bastar­ se a sí propios. En España, por cada 100 hombres de trab a­ jo sólo 27 lo son del campo. (A n te s de la gue­ rra, esta proporción e ra en A lem an ia de 52 por 100.) A p esa r de todo, contra la voluntad de la m ayor parte de los que d irigen la nación, que hacen lo posible para que así no suceda, E s­ paña m ejora, la población g en e ra l crece. Desde 1861 a 1880 la diferen cia entre naci­ mientos y defunciones fué de 26 por 10.000. E ntre 1881 y 1890 fué de 55. Desde 1891 a 1900 fué de 118; desde 1901 a 1910 de 163. V en im os sosteniendo desde hace años que en la p rovin cia de M urcia es donde más se han extendido los regadíos proporcionalm ente a su extensión; que es aquí donde las aguas de riego se pagan más caras, y p or consiguien­ te, donde se buscan con más afán por todos los agricultores. Podem os hoy ofre ce r un dato étnico que e x ­ plica la razón. L a Junta Consultiva A g ro n ó m ic a envió unos gráficos al C ongreso de R ie g o s de Z a ­ ragoza. S e referían a la producción trigu era en las diferentes provincias españolas. A ñ o por año, una línea m arcaba la producción del secano, y o tra la del regad ío. Hem os estudiado estos g rá fic o s agrupando un quinquenio, y hemos podido v e r que la di-


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feren cia de producción, según sea la tie rra de secano o de riego, está en la provincia de M u rcia mucho más acentuada que en ninguna o tra , pues expresa esa diferencia la relación de 1 a 6 ‘ 1, es decir, que por cada fan ega de tr ig o que se obtiene por térm ino medio en una hectárea de secano, se obtienen 6‘ 1 e n ca d a hectárea de riego. A la p rovin cia de M urcia siguen las siguien­ tes, por orden de más a menos: V a le n c ia . . . . de 1 a 3‘6 A lb a c e te . . . . de 1 a 3‘4 A lm e ría . . . . de 1 a 2 7 G ran ad a . . . . de 1 a 2‘6 A lic a n te . . . . de 1 a 2‘5 C astellón . . . . de 1 a 2‘5 P alen cia . . . de 1 a 2 L a s demás decrecen , llegando en algunas casi a igualarse. V e m o s que la d iferen cia de la producción trig u era entre el secano y el regad ío es en las provin cias de L e v a n te donde más se m arca, y que la provin cia de M u rcia form a la cum ­ bre, pues casi es doble que en la que más de las otras. A q u í llu eve poco y hace mucho sol; el seca , no se retuesta y el reg a d ío fructifica. L a producción trig u era es de las más prim i­ tivas y fundamentales. L o s lab rad ores de la R e g ió n del S egu ra, por intuición y por obser­ vación , vienen apreciando desde hace muchos siglos esa diferencia de producción. i\sí se ha form a d o esta casta especial de hombres del r ie g o que buscan p o r todas partes el agua pa­ ra sus campos soleados A q u í el agu a de rie ­ g o es tan necesaria para la vida com o el aire y com o la luz. E l c a rá c te r peculiar de la R e g ió n de Mur-


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cía está en los riegos, y tam bién en la mine­ ría. L a línea que m arca nuestros destinos es el río, que r e g a r á los cam pos y e n v ia rá sus fuerzas a las minas e industrias que de ellas se d erivan . En los llanos llu e v e poco y en las sierras mucho. E l río nos tra e las aguas de arrib a; no las dejem os pasar hacia el m ar. Cuando el río llegu e seco al m ar, a la cinta de plata sustituirá el rico tornasol de los fru ­ tos de la tie rra , a los m urm ullos del agu a el himno fecundo de los cam pos floridos, a los h orrores de la inundación la paz sa gra d a de las tro je s colm adas. A l construir la presa para la tom a de las aguas p or las canales, com o esa presa se p ro ­ pone en la an tigu a de R ota s, y por debajo quedan casi todas las v e g a s del S egu ra, po­ drá pensar alguien que esto daría m otivo a perjuicios p ara dichas ve ga s , porque estando más a rrib a la tom a de los nuevos reg a d íos d eriv a ra n éstos p or sus canales p arte de las aguas que de derecho antiguo y sa gra d o p er­ tenece a aquéllas. Y a hemos con signado al tra ta r de las con­ diciones en que había de darse la concesión a la em presa con stru ctora y exp lota d ora de los canales, que se le im pondría la de que las v e ­ g a s existentes tu vieran siem pre a gu a s o b ra ­ da p ara sus necesidades. S e conoce la extensión de las v e g a s e x is ­ tentes, y se con oce la cantidad de agu a que el río lle v a con el régim en actual, no sólo p or su caudal natural, si que tam bién por las aportaciones que le hacen los dos pantanos y a construidos de A lfo n s o X I I I y T a la v e . P o r m ódulos que. se instalarían en la presa de


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R otas pasarían siem pre río ab ajo esas aguas. L a presa de R otas sólo ca p ta ría para sus canales los sobrantes de esas v e g a s . A esto no se puede h acer oposición racion a l, a no ser que haya alguien interesado en d esviar a la opinión de los caminos de la justicia y de los sentimientos humanitarios. Si las v e g a s existentes pudieran u tilizar to ­ das las aguas que discurren p or el río, y las que alm acenaran los pantanos en proyecto, podría in vo ca rse el indiscutible derecho de la prioridad, o rig en y fundam ento de todas las propiedades. P e ro estas v e g a s no van a con­ v e r tir en lagunas sus huertos y bancales. R e c la m a r todas las aguas p a ra sí sería e je r ­ cer el más odioso de los m onopolios; sería e x ­ tender los latifundios de las tie r ra s ,— tan com ­ batidos hoy p o r todos los hom bres de justo y racion a l p ro g re s o ,— creando tam bién los lati­ fundios del agua. E l latifundio de la tierra dice: «N o te puedo cu ltiv a r yo, pues que no te c u ltiv e nadie; el p lacer de subir a una loma, y pensar que todo cuanto m iro es mío, me im porta más que el en­ gran decim iento de la P a tria y el sustento de sus h ijos.» E l latifundio del agua puede decir: «E s e río es mío; si y o no rie g o sus aguas que se m ar­ chen al m ar; el derecho de mi prioridad no perm ite que otras com arcas florezcan y fru c ­ tifiquen com o y o .» L a s v e g a s actuales están constituidas en un Sindicato oficial, dividido en tres zonas: v e g a s altas, m edias y bajas. A l fren te de este Sindi­ cato hay personas de altos prestigios, de recta conciencia y de firm e voluntad. Estos, íntima­ mente ligados p or el deber y p or propio interés


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con las necesidades de las v e g a s , no pueden permitir que se m erm en en un áp ice sus d e re ­ chos. Respetadas en la presa de R o ta s las aguas actuales de las v e ga s, que y a sabem os que son tan suficientes que se m archan algunas al mar, pues más v a le que sobren que no que falten, es lo cierto, que con las instalaciones de los nuevos regad íos, las aguas del S eg u ra , por debajo de la presa dicha, habían de ex p eri­ mentar considerables aumentos naturales. L a s filtraciones naturales de los dos canales propuestos, y sobre todo, extensos y constantes riegos de zonas altas, habían de produ cir au­ mentos en los manantiales y pozos existentes, y otros muchos nacimientos de agu as que apa­ recerían en las ram blas y ríos. E l m ovim iento, el curso, la tra y ec to ria , el discurrir de las aguas subterráneas es cosa que ha preocupado siempre a los que estudian esta clase de fenóm enos. N o se ha lle g a d o — ni se lle g a rá nunca— a conocer re g la s fijas del curso de las agu as subterráneas. A fir m a r de una m anera absoluta que en tal sitio y a tal profundidad se encon trará una determ inada cantidad de agu a es cosa de locos o de ign o­ rantes interesados. P e ro no obstante se han observado tantos y tantos hechos que se han form ado útilísimas reg la s de probabilidades, y a estas reg la s hay que atenerse en todo tra ­ bajo de busca y captación de aguas en el sub­ suelo. D isertem os un poco sobre hechos conocidos — conocidos porque salen al e x te r io r , porque se ofrecen a los o jo s —del fenóm eno de las aguas subterráneas. V a m o s a dem ostrar con ello el g ra n beneficio que rep o rta rá a la R e -


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gión el establecim iento de los gran d es em b al­ ses superiores, y la distribución de sus aguas en los riegos de cam pos altos. L a s lluvias, com o todos los fenóm enos de la N atu ra leza , son irre g u la re s en el tiem po, en el espacio y en su intensidad. H a y lluvias menuditas, finas, lentas, p rolon gad as, «re c a la d e ra s », de tem poral; otras son fuertes, to rren ciales, violentas, tem pestuosas L a s prim eras dejan todas sus aguas en los bancales, calan las tierras, empapan la esponja de los cam pos; las segundas, p or su violen cia, por su precip i tación copiosa, no dan tiem po a que las tierra s se calen, resbalan por la superficie de montes, cañadas y llanos, fluyen p or to rre n te ra s y to ­ llos, se buscan, se aglom eran , se en sob erb e­ cen, y m archan a rro lla d o ra s p or los ríos. L a s prim eras son beneficiosas porqu e r ie ­ g a n los campos, y porque rodando después p o r entre las partículas de las tie rra s bajan al subsuelo p a ra fo rm a r las corrien tes y d ep ó si­ tos que alim entan m anantiales y pozos. T o d o s los m anantiales que dan o rig en a nuestros ríos, y los que constantem ente aflu­ yen a las m árgen es de su rec o rrid o ; todos los m anantiales de ram blas, b arran cos y pozos; todas las agu as que rie g a n en v e ra n o nues­ tras gran d es v e g a s y los minúsculos hu ertecitos de las casas de cam po, son debidas a esas llu vias suaves, prolon gad as, serenas, a m o ro ­ sas. L a s otras, las torren ciales, las violentas, las tem pestuosas, pasan raudas por los ríos para extin gu irse en el m ar infinido y hondo. T o d o s sabemos que nuestra R e g ió n es m uy propensa a las llu vias torren ciales, y que en las sierras llu eve más que en los llanos. C ons­ tru yen d o los diques de los pantanos detene-


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mos en las s ie rra s las llu via s to rre n c ia le s . Después p or los canales las distribuim os o p o r ­ tunamente en los cam pos. D e esta m a n e ra la llu v ia to rre n c ia l la con ­ vertim os en llu v ia suave, p ro lo n ga d a , con s­ tante, benéfica. E stas a gu as de los pantanos producirán con su r ie g o las cosechas de los campos que todos los v era n os e s te riliza la se ­ quía, y a l m ism o tiem po, rem ojan d o las tie ­ rras, ro d a rá n p a rte de las agu as al subsuelo para a c rec e n ta r las c o rrie n te s su b terrán eas, y p rod u cir o tra s nu evas, que a c re c e n ta rá n el caudal constante de los ríos. En la C o n tra p a ra d a se d e riv a n en v e ra n o todas las a gu as que lle v a el S e g u ra . D espu és vem os que este río lle v a a g u a a su paso p or M urcia. Más a b a jo se v u e lv e n a d e r iv a r las aguas p a ra r e g a r en las v e g a s de O rih u ela . D e n u evo v u e lv e e l río a lle v a r agu a, que o tra vez se d e riv a , y así rep etid am en te. E stas aguas que afluyen al río, a lo la r g o de sus m írg e n e s , son las filtra cio n es de los constan­ tes rie g o s de las v e g a s . En el río A lm a n z o r a se o b s e rv a lo m ism o que en el S e g u ra . E s m uy p a rec id o a éste, aunque de pendiente más ráp id a y de cu enca mucho más pequeña. V e m o s que el A lm a n z o ­ ra v a seco en v e ra n o . P o r esto los pueblos ribereñ os buscan sus agu as su b álveas. T r a n s ­ versal al r ío ab ren una zan ja p rofu n d a hasta en con trar el a gu a . E n la za n ja con stru yen una b ó v e d a a p ie d ra sola, p a ra que en tre las piedras se filtre el a gu a , p rodu cien do así un aven am ien to tra n sversa l. Z a n ja y b ó v e d a la continúan a lo la r g o de una de las m á rg en es, suavizan do la pendiente que natu ralm en te lie v a el río. D e esta m anera la zan ja v a e le v á n ­ dose so b re el lech o del río , hasta que sale a


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r e g a r en las huertas de los sotos. S an grad o el río, queda seco hasta en sus aguas subálveas. P e ro algunos kilóm etros más abajo el río v u e lv e a lle v a r agua. N u e va zanja y nueva sangría lo deja seco otra v e z, y así su cesiva­ mente. L o s ríos son el tajo más profundo de los v a ­ lles. A este tajo, a esta endidura que consti­ tuye su cauce, afluyen las filtraciones de llu­ vias y riegos. E l caudal del S egu ra en veran o está inte­ grad o por las filtraciones de las lluvias sua­ ves y serenas. Si retenemos en las sierras las lluvias torrenciales y las regam os después en los campos altos, duplicaremos las filtraciones naturales, y por consiguiente duplicaremos el caudal del S egu ra en veran o. L o s 500 millones de m etros cúbicos que pue­ den retener los pantanos pasarán al río, por lo menos en una quinta parte, en form a de m a­ nantiales; lo cual equivale a un caudal de tres y medio m etros por segundo, cantidad algo m ayor que lo que el S egu ra llevab a en v e r a ­ no antes de construirse los dos pantanos pe­ queños que hoy le prestan eficaz y valiosa ayuda. L A E M P R E S A .— R e a liza rá una ganancia y pondrá al país en posesión de una gran r i­ queza. P od rá gastar setenta millones en la ejecución de las obras, p ero com o aquí está hecha la obra de detalle encontrará ensegui­ da colocación p ara el producto— agu a— de su industria. L o único que podrá ocu rrir es que pronto sea la demanda superior a la oferta. A q u í están casi todas las tierras allanadas, obra lenta y costosa, que tiene un g r a v e in­ conveniente en sus comienzos, a saber: cuan-


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do se quitan las tierras de un lado para otro, para allanar y reg a r, aquel sitio de donde se quitó la tie rra de encim a— que es la vegeta l, la m eteorizada, la que produce— queda a la cara la tie rra del subsuelo, y ésta necesita v a ­ rios años para ponerse en condiciones de p ro ­ ducción. A q u í está hecha g ra n parte de la red de in­ numerables y pequeñas acequias, y las que faltan serán construidas a toda prisa por los terratenientes, porque existe un v iv o afán de agua buena. A q u í está el hombre capacitado para el cul­ tivo de huerta, que es un arte difícil, porque además de las grandes v e g a s existentes, hay en casi todas las fincas de secano un pozo y una balsa, a cuyo am paro se crían las plantas de rie g o estival. V endiendo el agua a 8 céntimos el m etro cú­ bico se obtendría un producto de 32 millones de pesetas por toda el agua almacenada. Entandando las aguas con una dotación ade­ cuada y un cálculo de coste aproxim ado a lo an terior se obtendría igual renta. Fijando la octa va parte de los productos brutos de la tierra, im portaría ello 35 m illo­ nes; pero com o en este caso la administración y cobranza es más costosa quedaría reducido a 30 millones, destinando 5 a cobranza y f a ­ llidos. Siem pre resultará un interés superior al 40 por % . D e los tres sistemas señalados nos parece el m is conveniente el de una prudente p articipa­ ción de la empresa en los productos brutos de la tierra, porque así el interés del cu ltivad or y el de la Em presa van unidos.


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L a E m presa, más cap acitad a y con más m e­ dios, haría trab ajos de propaganda y a p lic a ­ ción de los m odernos procedim ientos cu ltu ra­ les y d aría facilidades de crédito para la ad­ quisición de abonos. R E F E R E N C I A S . - L a s naciones a m erica ­ nas, que tanto adm iram os hoy, fueron en sus com ienzos empresas de españoles, portugueses e ingleses. S i los E stados hubiesen tenido que h a cer la colonización aún estarían los te r r ito ­ rios am ericanos g ob ern a d os por gauchos y pielesrojas. In g la te rr a y F ra n c ia mandan em presas p a­ r a que vayan a la va n g u a rd ia de su acción c o ­ lon izad ora. E l Estado lo que hace es re g u la r y p ro te g e r. L a s empresas han hecho en España todas las líneas de fe rro c a rrile s . P ocas son, p e ro m enos tendríam os si hubiese c o rrid o a c a r g o del E stado su construcción. C a s i todos los fe rr o c a r rile s del mundo se han construido por em presas. Cuando el E s ­ tado se perfecciona, en su era rio y en sus p ro­ cedim ientos, puede h a cer la reversión . Im portantísim as ob ras hidráulicas, en E s p a ­ ña y en el mundo, se rea lizan por em presas, y a éstas es debido el aprovech am ien to de todas las fu erzas h idroeléctricas. T o d a la industria nacional es de in iciativa y de acción particular. E n cam bio el E stado arrien d a sus p ro p ied a ­ des y rentas: las minas de Alm adén, las sa li­ nas de T o r r e v ie ja , los tabacos, las cerillas, y hasta la cobranza de impuestos.


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NOTAS FIN A LES A l escrib ir estos apuntes lo hemos hecho con mano vacilan te, por la duda que nos p ro ­ duce el conocim iento de nuestra insuficiencia; pero el buen deseo ha im pulsado el b razo. H em os cam inado a ratos sob re la enhiesta silla de R ocin an te, trocán d ola a menudo, y con com placencia, por la m ullida za lea y am plias agu a d era s de la al barda de R ucio. Q uisiéram os llenar la despensa; q u is ié ra ­ mos colm ar de viandas la la r g a mesa y «cu a n ­ do hayam os com ido hablar de estética.» P a r a con segu ir esta filo s o fía p ráctica d e­ pongam os los odios y aunem os los esfu erzos buscando en e l triunfo c o le c tiv o el bienestar individual, único m edio de d ar paz al espíritu y p u reza a la conciencia. E l hom bre ha recib id o de D ios la misión de rea liza r un destino sobre la tie rra , y este des­ tino es una consecuencia de su doble n atu ra­ leza espiritual y física.


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H A C E D , P E D I D . — Cataluña y el N o rte son las dos region es que más han p rogresad o en España. E llas quieren m arch ar en filas con la civilización europea. Cuando el centralism o se opone, les estorba con su pasividad, ellas protestan, y esta protesta se toma com o s ig ­ no de rebeldía. N o es rebeldía; es ansia de p ro g re s o y de m ejoram iento. G racias a esas region es ten e­ mos hoy en España altos ejem plos que im itar. A todas las demás region es españolas se les puede decir: «Im itad a C ataluña y al N orte, ricas y poderosas; seguid esos caminos, trab a jad com o ellas, pedid com o ellas, y levantad el espíritu público.» En los «d ie z m andam ientos» del pueblo a le ­ mán se prescribe que todo lo que se com pre sea alemán, que todo lo que se necesite se a d ­ quiera en A lem an ia. E sto nos parece muy bien. P e r o nos parece m uy m al el que no se haga lo mismo en España. H a c e bastante tiempo se decía constante­ mente entre nosotros: «P o rq u e en el extran jero se hace esto y lo otro; allí se v iv e .» Desde ha­ ce algunos años ya se cuentan de B arcelon a, de B ilbao y de San Sebastián muchas cosas de las que antes se contaban del extran jero. ¡A h ! ¿Conque nos vam os m odernizando?¿Y por dón­ de entra ese p ro greso, esas m odalidades c iv i­ lizadoras? Pu es por las region es del N o rte de España, a am bos lados del P irin eo. V a y a m o s a l encuentro de esas regiones, es ­ tudiemos sus medios, im pregném onos de su espíritu. O tra cosa es estorbar la m archa del perfeccionan iento nacional. — «E s que los catalanes piden mucho, todo lo quieren p ara e llo s .»— Pues hagam os noso­ tros otro tanto; los caminos están abiertos.


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Cataluña tra b a ja y le dice a sus diputados y a sus hom bres públicos: «H a c e d , pedid, traed; nosotros querem os; nosotros os ayu da­ mos.» E sto es grande, esto es herm oso, por que es m archa, trab ajo, vid a dinám ica, en contraposición de la vid a de la p ereza que bordea constantem ente por los linderos de la muerte. E so no m erece censura, sino todo lo contrario, debem os im itarlo. D ebem os d ecir a todos nuestros hombres públicos: «Q u erem os, trabajam os y pedim os.» Querem os caminos, canales, abastecim ien­ tos de aguas potables, obras de saneamiento y de higiene, escuelas, urbanización, orden y justicia. P e r o entiéndase bien; qu erer es tra ­ bajar p ara pedir después. Y entiéndase bien esto otro: el orden y la justicia deben com enzar por las clases supe­ riores, que es de locos o m alvados e x ig ir o r­ den y justicia a los que padecen ham bre y v i­ ven en la m iseria. Establezcam os las dos únicas clases de hom ­ bres que hay en las sociedades civilizadas: los que trabajan y los que no trabajan. T r a b a jo es toda acción humana, intelectual o física, que produce efecto útil, en el orden m oral o en el m aterial. C A P A C I D A D T R I B U T A R I A . — En el cu r­ so de estos apuntes hemos hecho v a ria s r e fe ­ rencias a la acción de España en M arruecos. P o r lo exp resado pudiera cre e rse que nues­ tras opiniones están en pugna con esa inter­ vención, y hasta que creem os que España no debe tener m arina y ejército. N a d a tan lejos de nuestro ánimo. L a H istoria, com o m aestra de la vida, nos enseña cada año, y en todos los países, que


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hay que estar siempre prevenidos contra in­ vasiones de otros pueblos, próxim os o leja­ nos, invasiones que tienen lu gar unas veces a mano ruda y armada y otras a mano fina y calzada de guante blanco, gu erreros o diplo­ máticos. Y hemos aprendido también que las invasio­ nes y dominaciones diplomáticas, sutiles y de­ cisivas, presionan y triunfan cuando están apoyadas en fuertes escuadras y numerosos ejércitos. Se habla de la paz universal, pero esta no­ ble aspiración no ha dado todavía un paso fue­ ra del hermoso campo de los bellos ideales. L a realidad se muestra con su áspera cru­ deza. Esta realidad nos dice, y seguirá diciéndonos por largo s siglos, que en las relaciones mundiales cada pueblo v a le lo que pueden sus cañones y sus barcos, lo que es su fuerza ofensiva y defensiva. L ó que nosotros creem os es que entre los armamentos y el fomento interior debe estable­ cerse una relación de equilibrio, y este equili­ brio se m arca dando la preferencia, y la ma­ y o r extensión, al fomento interior. Fom entada la producción interior se le da a España potencia económica, y por consi­ guiente, se crea capacidad tributaria para ha­ cer frente a todos los gastos militares. Estos pueden aumentarse progresivam ente a medi­ da que dicha capacidad tributaria crece. P ero levantar armamentos y meterse en empresas gu erreras sin contar antes con ca­ pacidad tributaria, sin poseer riqueza interior, es hacer cosas que carecen de realidad, es edificar sobre arenas dejando expuesto el tin­ glado a las veleidades del viento. Deseamos una marina y un ejército, fuertes


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y numerosos, capaces de defender con efica­ cia a una nación rica. Anotem os algo sobre la capacidad tributa­ ria de España. H ace once años, hacendistas y financieros tan documentados como los señores P araíso y G onzález Besada, fijaron esa capacidad en mil millones anuales. N o obstante el presu­ puesto de ingresos se ha cuadruplicado. P o r mucho que haya subido la potencia tri­ butaria no ha podido subir tanto para sopor­ tar ese aumento, cuando todos sabemos que la m ayor parte de los gobernantes españoles se han preocupado poco de fom entar la riqueza interior. L o que se ha fomentado ha sido debido principalmente a la iniciativa particular, cons­ tante, asidua y dispersa, y a la coyuntura de la gu erra mundial, que dicho sea ahora en elogio de nuestros gobernantes han sabido conservarnos en una conveniente neutralidad. L o s gastos militares consignados en el p re­ supuesto aprobado para este año se elevan a la cifra de 956 millones, y todos sabemos que después vienen las autorizaciones esp ecales—nuevo camino aprendido y trillado ya varios años— que harán que esa cifra rebase con mucho los mil millones, que quizás le ha­ gan subir a 1.400. Resulta que los gastos militares superarán a la total capacidad tributaria concedida a España en 1911 por los señores G onzález B e ­ sada y Paraíso. C ontra este desequilibrio económico, que puede dar al traste con las mismas organ iza­ ciones armadas, y que bien claro estamos viendo que tiene a la nación alarm ada, inquie­ ta, pesimista, perdida la fe y con bajos fondos


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de rebeldía, porque en todas partes se habla con censura y desdén de nuestros directores de negocios públicos; contra este desequilibrio económ ico m anifestam os nuestras opiniones. Se dirá que no obstante el crecim iento ráp i­ do del presupuesto de ingresos España lo so­ porta. ¿Pero cómo? A crecen tan d o a la par el m alestar gen era l, la desconfianza y el pesi­ mismo. Si al aum ento de la tributación p re­ ced iera en m ayor número el aumento de la producción, el pais se daría por satisfecho. A l arren datario de una finca no le con tra­ ría el que le suban el rento, si antes el dueño le hizo m ejoras en la tierra que aumentaron en m ayor proporción los productos; antes al con trario, m anifestará agradecim iento. P e ro no es sólo el aumento de la tributa­ ción; es que el déficit con que se liquidan los presupuestos nacionales crece de una m anera alarm ante. En 1909 el déficit fué de 35 millones; en 1913 de 100 millones, en 1915 de 320; en 1918 de 416, en 1920 a 21, de 827, y en 1921 a 22 de 1.101. Es decir, que en eí último presupuesto li­ quidado, los gastos han superado en 1.101 mi­ llones a los ingresos, y esto a pesar de haber aumentado los ingresos desmesuradamente con nuevas tributaciones. P a r a hacer fren te a esos déficit ha tenido el T e s o ro que em itir obligaciones p or v a lo r de 2.706 millones. E l p ago de los intereses de es­ tas obligaciones im porta 135 millones anuales. Con ello ha quedado g ra v a d a la H acienda P ú ­ blica en 135 m illones anuales hasta que no sa­ tisfaga la deuda contraída de 2.706 m illo­ nes. En 1898, cuando la pérdida de C uba y F ili­ pinas, sólo se adquirió una deuda con el Ban-


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co de España de 1.111 millones, menos de la mitad que en ese año arriba señalado. Esta situación tan alarmante no debe infun­ dirnos el más pequeño desaliento, si nuestros gobernantes toman el camino de la reconsti­ tución interior de España, porque nuestra Patria tiene en su suelo, y en sus hombres, te­ soros sobrados para hacer frente a esos erro ­ res. ¡Pero tantas veces va el cántaro a la fuente...! E l dueño de una finca que vale 100.000 du­ ros la hipoteca en 40.000. Si gasta este dine­ ro en torpes empresas o en alegres francache­ las irá camino de la ruina; pero si los gasta en dotarla de riegos, en plantar árboles, en maquinaria agrícola, en m ejorar los caminos y en establecer una buena administración, o b ­ tendrá m ayor renta, pagará la hipoteca y ha­ brá aumentado su caudal económico. L O S M U N IC IP IO S .—El servicio de aguas potables será un importante ingreso para las haciendas municipales de la región. En todos los pueblos se establecerán fuen­ tes públicas gratuitas, peyó al mismo tiempo se dará servicio domiciliario con grifos abier­ tos. Este servicio constituirá un propio de renta muy importante para las haciendas lo­ cales. L a abundancia y buena calidad de las aguas acrecentará cada mes la demanda de grifos por el vecindario. Supongamos un municipio de tres mil veci­ nos, y que una tercera parte de estos instalen el agua en sus casas, con un promedio de dos grifos, y que estos se cobran a 2‘50 pesetas mensuales cada uno. Serán dos mil grifos, que representan una


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renta de 5.000 ptas. mensuales, igual a 60.000 al año. Esto o cu rrirá a los dos años de com enzar el servicio de abastecimiento; pero después aumentará considerablem ente, por la com o­ didad, la econom ía y la higiene que o frece el nuevo servicio, y porque con los aumentos de la riqueza gen era l los pueblos crecen y se m o­ dernizan. E L E S T A D O Y L A A C C IO N P R I V A ­ D A . — E l E stado es la colectividad. H acia el Estado c o n v e rg e toda la acción privada; e in­ versam ente, la acción del Estado irradia ha­ cia el individuo. Estas dos acciones son com o las energías, centrípeta y centrífu ga, que rigen el U n iv e r ­ so. Cuando entre ellas hay equilibrio resulta el orden, la arm onía, la vida. Si el individuo e x a g e ra su egoísm o, enton­ ces pugna contra la colectividad, ataca al Es­ tado, se rom pe el equilibrio. Si el Estado se entroniza en la soberbia, tiran iza y anula al individuo, se rom pe también el equilibrio. En uno y otro caso sobreviene la revolución, que en el prim ero toma los caracteres de la anar­ quía, y en el segundo los de la dictadura. L a revolu ción es una fu erza suprema que tiende a restablecer el equilibrio. Después de un periodo de anarquía viene siempre la dictadura, porque desde el pedes­ tal de la dictadura, por residir la fu erza en uno o varios individuos, es más fácil restable­ cer el orden. ¿Cómo podría subsistir un pueblo en que cada cual hiciese lo que quisiera? E sto serían fuerzas dispersas, acciones infecundas, ideas estériles, el caos intelectual y m oral.


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¿Cómo podría subsistir un pueblo donde el Estado aprisiona y absorbe al individuo? E s ­ to sería el panteísmo político, la vida am orfa e incolora, el marasmo, la nulidad. Un pueblo en donde el Estado trabaje para los individuos, y los individuos para el E sta­ do, dentro todos de un régim en de liber­ tad— «libertad es el respeto al derecho de los dem ás»—es un ideal político. E l ir y tornar de actividades (fuerzas e ideas) es la variab ili­ dad, que es la vida. D e una m anera sencilla ha expuesto el ac­ tual ministro de Fom ento, señor A rgu elles, el criterio fundamental de lo que quiere que sea su obra: «A tr a e r a la m agna labor enco­ mendada al Estado la cooperación del interés privado, sin el cual, cuanto se haga carece de solidez.» Después, hablando de la reparación de ca­ rreteras añade: «E l concepto «reparación» no debería existir si hubiera una administra­ ción capaz, porque si se conservaba no ha­ bría que reparar, sino en casos excepcionales y extraordinarios; pero nuestra desidia y nues­ tro abandono han consentido que se v a y a des­ truyendo la obra de las generaciones anterio­ res, y que el déficit de la reparación de carre­ teras por destrucción llegue a 600 millones de pesetas.» Estas palabras, dichas desde las altas esfe­ ras del mando, tienen un gran valor de reali dad, y a esta realidad nos hemos atenido al pensar en que las obras hidráulicas de la R e ­ gión Murciana deben ejecutarse mediante una cooperación del Estado, los municipios y los individuos. L a cooperación de éstos tiene lu­ g a r mediante el pago del agua a una Em pre­ sa que ejecuta la m ayor parte de las obras.


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N o es lo mismo que la R e g ió n le d iga al E s ­ tado «a yú d am e», que si le dice «házm elo todo » Es que además de rea liza rse las obras más rápidam ente p or la con cu rrencia de a c tiv id a ­ des, se educa a la R egió n por el camino de la acción, y por consiguiente, se le faculta, se le da músculo social y cere b ro colectivo, p a­ ra em prender otras obras fecundas. Es que así se rom pe la co rteza de la c a r r o ­ ña de la ro g a tiv a y de la pedigüeñería. Si el ideal p ed a gó gico, con respecto a los individuos, es hacer hombres que se basten a sí propios, con respecto a los pueblos, debe ser el capacitarlos para que se desenvu elvan con los elem entos de que disponen. C am inar es v iv ir. N osotros, bastante a g a renos p or el sedim ento de invasiones pasadas, debem os hacer el esfu erzo de lim piar los b a ­ jos fondos. R efieren que lo que vam os a con tar suce­ dió en el R if. U n g e n e ra l español visitaba con frecuencia a un m oro notable E l gen era l que­ ría catequ izar al m oro para la civilización europea, y para ello le hablaba del fe r r o c a ­ rril, del te lé g ra fo y de todas las grandes con quistas de la ciencia. E l m oro escuchaba b e­ biendo minúsculas tazas de té U n día dijo: — N osotros tenemos una cosa que v a le más que todo lo tuyo. — ¿Qué es lo que teneis vosotros? — Pues que nunca tenemos prisa T am bién hay otro dicho v u lg a r de los m o­ ros: «S i quieres v e r cóm o llevan a en terra r a tu enem igo siéntate a la puerta de tu casa y espera.» A s í son los m oros, al menos hasta ayer. N osotros no podemos ser así. Si nos sentamos a la puerta para esperar a


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que el Estado nos lo haga todo sucederá se­ guramente que sea nuestro propio cadáver el que lleven a enterrar. Que el Estado haga las obras, es mejor; ¡qué duda cabe! ¿Pero y si no las hace? ¿Y si las ha­ ce tarde, perdiendo el tiempo, que es el único capital de la vida? Tenem os que andar a pri­ sa, porque los demás corren. Hablamos de las empresas como medio de llega r pronto a la realización de cosas útiles Cada afio que pasa, dejando que las aguas de nuestro río se marchen al mar, es un caudal de producción que se pierde para siempre. Instalados los regadíos por la Empresa, la R egión pagará por las aguas 30 millones anua­ les. P e ro el valor de los productos brutos de las tierras regadas im portaría unos 270 m illo­ nes. Cada año que pasa sin que se ejecuten las obras pierde la R egión más de 200 m illo­ nes. V é a s e aquí el inmenso valor que tiene el tiempo. Tenem os que andar mucho para que el E s­ tado español sea un organismo de impulsión. Hasta ahora sólo lo ha sido de estorbación, aunque otras frondas de esperanza parece que comienzan a agitarse impulsadas por el sol de un nuevo día. L a s empresas, con todos sus inconvenientes y defectos, son el m otor de los grandes p ro ­ gresos materiales. Utilizando bien el m otor se camina; mal dirigido puede ser funesto. P a ra evita r lo segundo está el Estado que proteje la ley que ilumina y los pueblos que protes­ tan. L A M A G N IT U D D E L A S O B R A S . - S e abusa de la palabra «realid ad ». Es que en el


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fondo de nuestra voluntad, por un atavism o de quietud, la declaram os sinónima de «com odi­ dad». Cuando se trata de a lg o gran d e, de a l­ g o difícil, enseguida nos salen a l paso los s e ­ ñores de la «com odidad» diciendo: «h ay que ajustarse a la realidad». Y la realidad en es­ tos casos es la m ediocridad de los espíritus y la cobardía de los corazones. A n te las obras esbozadas dirán algunos que todo ello son sueños de la fantasía. S i m ira­ mos las cosas a través del o b jetivo a que nues­ tra educación política nos tiene sometidos, c la ­ ro es que resultará así. P e ro apartem os de nosotros el cristal que todo lo empequeñece, y miremos al mundo c o ­ mo hoy es. S algam os de la concha en que v i ­ vim os recam ados, y verem os que más que el nacar bruñido e irisado v a le el acero que tra ­ baja, el agua que corre, el aire que se agita, porque estas cosas son la activid ad que crea, y la concha de nacar es la quietud que sim bo­ liza la m uerte. E l mundo se transform a. L o s grandes v a ­ lores los crean las colectividades. E l individuo aislado se anula, y las naciones también. D e ­ sechemos nuestro individualismo agaren o; su­ memos los esfuerzos para c re a r la gran rique za colectiva. Citas de capítulos anteriores, fáciles de c o ­ teja r en otros libros, han dejado sentado que en España se ejecutan obras paralelas en m ag­ nitud, y aun superiores a las que se han con­ signado. Y aún existe a fa v o r de éstas la feliz circunstancia de un medio am biente e x tra o r­ dinariam ente propicio. L A P O L Í T I C A . — L a España de hoy no es la España de hace veinte años.


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Llam am os estadista a un hombre de gran inteligencia que m ira al porvenir de su pueblo y penetra en los secretos de ese porvenir. E l estadista es un hombre que lleva a su pueblo por los caminos del éxito. H ace tiempo que España busca un estadis­ ta. A falta de éste nos vamos desenvolviendo con nuestra política. L o s políticos son hombres perspicaces, de v iva inteligencia, de acciones audaces, de fina sensibilidad. E l político no es hombre que inventa nada, cuando se desenvuelve dentro de los sectores de lo que es nuestra política. E l político ni si­ quiera tiene iniciativas en el v a lo r absoluto de esta palabra. P e ro el político es hombre que reco ge cuan­ to le rodea, que se adapta al medio ambiente, y esto y a es bastante para que se produzca un progreso en el pais. M irar a los pueblos, v e r sus necesidades, comprender sus aspiraciones legítim as, tom ar parte en ellas, compenetrarse con ellas, y tra ­ bajar para la satisfacción de las primeras y la realización de las segundas, es cosa que va siendo frecuente entre los políticos españoles. Político y muy político es lle v a r a cabo la empresa de la ordenación del río Segura. P e ­ ro de esa política grande y noble que engran­ dece a los pueblos; de esa política que pocos gobernantes comprenden, y que casi ninguno realiza a tiempo. A v a lo r a r el trabajo humano es la acción más importante que deben reso lver los g o b er­ nantes. Si permanecemos quietos, o intrigando con la baja política, no extrañem os luego que sobrevengan los grandes conflictos sociales. Estos tienen por causa la quietud a que quiere


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som eterse a los pueblos. Com o la vid a es a c ­ ción, cuando se le oprim e o encierra, desborda A l tra ta r de obras hidráulicas murcianas, y hacer referen cias gen erales a la política espa­ ñola, por una consecuencia natural de los he­ chos acude a la m em oria y al deseo un nom­ bre: don Isidoro de la C ie rv a . H em os dicho que los políticos carecen de ini­ ciativas, que se limitan a plegarse al ambiente, y que esto y a e ra bastante. H a y casos escepcionales; hay políticos de grandes iniciativas. En la R e g ió n M urciana, fué un político de grandes iniciativas el ca rd e­ nal B ellu ga. En la época presente, nosotros, por propia estimación, tenemos que rendir un tributo a la realidad, y decir que D. Isid oro de la C ie rv a es un político de iniciativas, que las apoya y defiende hasta donde puede. E l l.° de enero de 1917, cuando poco o nada preocupaba a la R e g ió n sus grandes obras hi­ dráulicas, D. Isid oro presenta al C onsejo P r o ­ vincial de Fom en to una moción que es un plan com pleto adaptado a las necesidades del día. Se trata en esa moción de las obras de d e­ fensa contra las inundaciones, de los r e g a ­ díos, de la repoblación de montes, de la c o ­ rrección de torrentes que entorpecen y a r r a ­ san cañadas y huertas. Desde aquella fech a, la preocupación dominante del Sr. C ie r v a ha sido la realización de esos ideales que tienen su ra iz en el sugestivo paisaje m urciano. E l paisaje es el campo, el monte, el cielo, la vega , los árboles, los ríos, las rocas; p ero el paisaje tiene también un espíritu, un alm a. L o s hombres buscan el paisaje cuyo espíri­ tu tiene analogías con el suyo en los d ife re n ­ tes momentos de la vida.


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Siempre recordarem os nuestra visita al m o­ nasterio de Yuste. L a celda de C arlos V , la mesa, el sillón, la cama, el banco del jardín donde se sentaba a meditar; todo esto nos pa­ recieron cosas insustanciales, pequeñas, por­ que achicaban al César. Nosotros pensamos que todas estas cosas, y aun el mismo tosco sayal que vistió, le eran indiferentes al propio César. En cambio el paisaje de altísimas montañas, abruptos barrancos, espesos bosques, la leja­ na y grande llanura, la soledad de los hom­ bres que hace más íntima y próxima la com­ pañía de la Naturaleza, tienen un espíritu que atrae al del Emperador, porque así es el suyo en los últimos años de su vida. En el paisaje de Gredos, y no en todos los cachivaches de su indumentaria, que son ac cidentales, y en ocasiones ridículos, puede verse el espíritu del C arlos V de 1557 y 1558. L as notas más salientes del paisaje m urcia­ no son: el recuerdo de sus inundaciones que por muchas partes muestran sus vestigios; el duro contraste, la línea quebrada entre el se­ cano y el regadío; el sol refulgente que re­ tuesta unos campos áridos, y separadas de ellos por una línea, que es una acequia, hace florecer y fructificar huertas siempre verdes; montañas azules y desnudas, y alguna sierra con rico bosque donde un ángel tutelar defen­ dió o rep obló. A n te este paisaje, por identidad de espíritu, se siente atraído todo hombre que desea el progreso, que aspira al mejoramiento, que quiere el bien.


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Reproducim os aquí la moción del Sr. C ie r­ v a a que antes se ha hecho referen cia. 0TLociów eEeveCa

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Las últimas crecidas del río Segura han causado grandes perjuicios. En las de los días 28 al 30 de Noviembre alcanzaron las aguas delante de Murcia la altura máxima de 9 metros 50 centímetros, sólo comparable con las tristemente célebres de 1879 y 1884. Y en la de 18 de Diciembre poco faltó para llegar a dicha altura, produciendo todavía mayores daños, por ser más extensa la zona inundada y dejar tan poco intervalo entre una y otra. La primera fué ocasionada por los cauces y ver­ tientes que desaguan en el Segura entre Cieza y la desembocadura en el mar de dicho río, como lo prueba el hecho de no haber alcanzado las aguas en las diferentes escalas establecidas entre el origen del Segura y Cieza, alturas proporcionadas a las que se observaron en Murcia, difiriendo aquellas bien poco de las normales en los tramos más altos del expre­ sado río y sus afluentes o de las correspondientes a una crecida ordinaria de los tramos siguientes hasta las inmediaciones de Cieza. Los afluentes del Segura que mayor caudal vertieron en éste son: los ríos Quipar y Muía y las ramblas de Tabala, Santomera y Abanilla. En el pantano de la Cierva, que se cons­ truye sobre el río Muía, excedieron las aguas tres metros sobre los once que tiene ya de altura su pre­ sa, estimándose en 350 metros por segundo el cau­ dal medio de la avenida, transformado por la acción de la presa, proporcionando al Segura la mayor aportación para su crecida, pues principió en dicho río Muía a las dos de la madrugada del 29 de N o­ viembre, alcanzando las aguas la mayor altura a las


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diez de la mañana del día siguiente y permaneciendo estacionada hasta las dos de la tarde, en que se ini ció el descenso. En el pantano de Alfonso X III al­ canzaron las aguas junto a la presadla altura de 22 metros durante la noche del 29 al 30, iniciándose el descenso a las seis de la mañana del último de di­ chos días. La rambla de Tabala llevó un metro jun­ to a la estación de Zeneta donde vá muy extendida, y algo parecido ocurrió a las demás. La segunda crecida íué ocasionada por grandes lluvias y sobre todo por el rápido deshielo en la cuenca superior de los ríos Segura y Mundo, princi­ palmente este último. Si el Guadalentín hubiese contribuido con su im­ portante caudal a cualquiera de estas avenidas, la si­ tuación habría sido muy crítica. Los pantanos que se construyen han cumplido su misión transformando convenientemente las impe­ tuosas avenidas de los ríos Muía, Ouipar y Mundo, y evitando que adquiriesen mayores proporciones la catástrofe que sufre esta región. Pero hace falta dar mayor impulso a todas esas obras, terminando la presa del pantano de la Cierva y concluyendo de instalar las compuertas de los de Alfonso X III y Talave. La opinión pública lamenta que por la lentitud que el Estado lleva tan importantes trabajos no ha­ yan prestado esos pantanos mejores servicios, tanto para aminorar los efectos de las inundaciones últi­ mas, como almacenando las aguas para que los re­ gantes no sufran las privaciones del estiage. No bastan tampoco las obras hidráulicas en cons­ trucción para evitar las inundaciones, siendo preciso completarlas con otras incluidas algunas en el plan primitivo propuesto por la Comisión de estudios de­ signada por R. O. de 23 de Junio de 1884 y otras que se estiman indispensables. Entre las primeras debe preferirse el pantano del


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Estrecho del Infierno, que ha de embalsar las aguas de la cuenca alta del Segura, sustituyendo al que fi­ guraba en el ante-proyecto general del Ingeniero don Ramón García con la denominación del «Puen­ te de los Vizcaínos», evitando además el proyectado sobre el río Tus. También deben construirse pronto el pantano del río Taivilla, el canal del Argos para que las aguas de avenida de este rio embalsen en el pantano de A l­ fonso X III, las mejoras del pantano de Valdeinfierno, y la reforma de las obras de defensa del Guadalentín. Las obras que se estiman indispensables y no es­ tán comprendidas en ningún plan pero que los de­ sastrosos efectos de las avenidas últimas reclaman urgentemente, para evitar ulteriores y seguros da­ ños son: Encauzamiento y defensa del Segura en todos los tramos que así lo exige la configuración del cauce y márgenes; regularización del régimeu de las ramblas que afluyen a las huertas de Murcia y Orihuela es­ pecialmente las de Tabala, Santomera y Abanilla; y reparación y fortificación de las arterias principales y acequias secundarias de riegos de las huertas im­ portantes. Pocas palabras se necesitan para justificar estas obras que se juzgan indispensables. Son numerosos los trayectos del río Segura en los que las márgenes están formadas por diques longitudinales o maleco­ nes de tierra cuyo espesor se reduce cada vez más por la acción devastadora de las aguas durante las crecidas y por los agentes atmosféricos, hallándose los terrenos contiguos a nivel interior del de las aguas de avenida y produciendo la corriente impe­ tuosa la pérdida frecuente de grandes cosechas y hasta de los mismos terrenos, sin beneficio positivo para nadie, pues las arenas que deposita en otras márgenes, tardan tiempo en ser cultivadas y se co-


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rren los mismos riesgos de perderse. Las ramblas lle­ gan a las tierras de regadío desbordadas, depositando arenas y gravas que hacen aquellas improductivas y rompiendo los cauces de riego. Y los labradores no pueden por su propio esfuerzo reunir los recursos necesarios para reparar y fortificar dichos cauces, ro­ tos en varias ocasiones, casi destruidos por la inun­ dación. Complemento de esas obras serían las que figuran en el plan provisional de obras hidráulicas aprobado por R. D. de 25 de Abril de 1902 principalmente el pantano de la Puerta de Moratalla, los canales de Librilla, Yechar, Sangonera, Campo-Tejar, de la Herrería, Almendro, Churrillos, Calvillo y algún otro que pudiera estudiarse. A una región tan castigada por las sequías como por las inundaciones y tan digna de protección por su enorme riqueza contributiva, que aún podría ser mayor, se le cumpliría, al realizar esas obras, lo que expuso como resumen de su notable anteproyecto el sabio Ingeniero don Ramón García: « Regularizar el

régimen del Segura y el de sus principales afluen­ tes, aplicando las aguas y los tarquines de sus ave­ nidas al riego y mejora de sus valles»; esto es, con­ vertir el desastre en prosperidad. Aún después de realizado el indispensable plan de Obras hidráulicas que antes se esboza, quedaría sin resolver por entero el problema que las lluvias to­ rrenciales tienen planteado en la cuenca del Segura. Sin bosques, ni diques en los barrancos, las aguas se precipitarán siempre en enorme cantidad sobre los valles, arrasando cuanto encuentren en su marcha vertiginosa. Por muchos pantanos y canales que se construyan nunca se podrá impedir que bajen por los ríos y ramblas una buena cantidad de las ave­ nidas. Recuérdese que a los pocos años de terminarse el


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pantano de Puentes, rebasaron las aguas la corona­ ción de su presa cayendo al Guadalentín, sin que pudiera impedirlo tan magnítica obra, enormes ma­ sas de agua. Téngase en cuenta que el pantano de 1* Cierva que se construye en Muía se habría llenado dos veces con la avenida de fin de Noviembre. Y contémplense las gravas y arenas que han traído en esas mismas lluvias las ramblas que afluyen a la huer­ ta de Murcia, y se apreciará con cuanta razón se pi­ de la repoblación forestal de la extensa cuenca del Segura. Loa mismos pantanos dejarían de producir sus be­ neficiosos efectos a la vuelta de cierto número de años, porque quedarían totalmente cegados; mientras que con la repoblación de los montes, las aguas lle­ garían poco a poco a los vasos casi limpias. N o es necesario recoger las grandes ventajas que los Ingenieros de Montes señalan al bosque y correc­ ción de torrentes. Basta con observar en nuestra re­ gión el servicio que presta la Sierra de Espuña, don­ de hay una masa arbórea creada artificialmente de más de 5.000 hectáreas y se han efectuado defensas y correcciones en otras 4.000. «Antes— dice en uno de sus numerosos escritos el ilustre don Ricardo Codorníu— las aguas se precipi­ taban torrencialmente por las escarpadas laderas que vierten a aquel río (el Espuña) pues no encontrando obstáculo alguno producían los asurcamientos que hoy se ven y que demuestran patentemente lo que en otras épocas ocurrió, depositando más abajo, co­ mo deyección, los materiales que en la zona alta fue­ ron arrancados, y no hay más que recorrer la deno­ minada rambla de los Molinos, que es la continuación del río Espuña, para ver que su lecho, de bastante anchura, pone en evidencia las socavaciones que en la cuenca de recepción del citado río se produ­ jeron.» «H oy el lecho de dicha rambla se ha ido estro-


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chando aguas abajo, y está aprisionado por tierras cubiertas de vegetación agrícola puesto que ya no son de temer las avenidas. Cuando ocurren son de escaso caudal y sus aguas apenas llevan materiales en suspensión.» Termina diciendo que en épocas de grandes tor­ mentas las aguas discurrieron en Espuña no de una vez, como antes ocurría, en que la masa de la aveni­ da apenas duraba dos horas, sino pausadamente, tar­ dando más de 48 horas en quedar en seco, como de ordinario está el lecho de la rambla de los Molinos. Véase cómo los bosques y los muretes de piedra que cortan los barrancos, proporcionan los mismos beneficios que los pantanos y ayudan considerable­ mente a la acción reguladora de los últimos. Enclavadas en el millón quinientas mil hectáreas que ocupa la cuenca del Segura y sus aíluentes, tienen el Estado y los Municipios doscientas sesenta y sie­ te mil ciento ochenta y seis de montes públicos o sea un 15 por ciento de la totalidad de la cuenca. Aun suponiendo, que es mucho suponer, que la mitad de esa masa montuosa pública está cubierta de árboles, taltan más de cien mil hectáreas por repoblar y de­ fender, y como con el raquítico presupuesto anual de la División Hidrológico Forestal del Segura, lo más que puede aspirarse a plantar en el año son unas 500 hectáreas, se necesitarían 200 años para obtener sólo la repoblación de lo que el Estado tie­ ne en su mano, sin acudir a la expropiación de las fincas de propiedad particular. Las cosas no pueden seguir así; urge aumentar la consignación para trabajos, de forma que pueda du­ plicarse al menos el número de hectáreas que anual­ mente queden conquistadas para el cultivo forestal. El gran protector de Murcia, el inolvidable don Antonio Cánovas del Castillo, impresionado por las terribles inundaciones de los años 1879 y 1884, mandó estudiar los remedios para aminorar en el


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porvenir otras calamidades semejantes, y de aquel estudio salieron estas conclusiones: Obras hidráuli­ cas y Repoblación forestal. Si desde entonces se hu­ biese atendido tanto a la última como a las primeras y los trabajos de una y otras se hubiesen llevado con mayor actividad, se habrían evitado los daños de ahora. Murcia, I de Enero 1917

Hacem os notar que en el p á rra fo séptimo del anterior escrito se lamenta el Sr. C ie r v a de la lentitud del Estado. En el p á rra fo segundo nos hace notar los servicios que el pantano «C ie r v a », entonces en construcción, prestó como regu lad or de a v e ­ nidas en la del río Muía del 28 al 30 de noviem ­ bre de 1916. E l pantano «C ie r v a », que es un pantano pequeño, se estaba construyendo en ese año, teniendo y a su presa una altura de 11 metros. Han transcurrido cerca de seis años y no está terminado, siendo así que todos sa­ bemos que los políticos murcianos han traba­ jado de una m anera constante y decidida por la consecución de m ejoras regionales, y que varios de ellos han ocupado altos cargos en la dirección de los negocios públicos. Esto confirm a nuestra tesis de que hay que buscar como principal factor, si queremos g a ­ nar el tiempo p erd id osa cooperación regional. N o encontrándose la R egión capacitada por sí misma, buscamos el término interm edio, c o ­ mo concreción de energías, en una Em presa. En el tiem po transcurrido desde la moción del Sr. C ie r v a se han colocado las com puer­ tas a los pantanos de A lfon so X I I I y T a la ve, prosiguen las obras del «C ie r r a », se han cons­ truido carreteras y caminos vecinales, se está


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construyendo el ferroca rril de Muía y Caravaca, el extratégico litoral, y otras cosas m e­ nos importantes. P e ro esto es muy poco para lo que la R egión demanda, y para lo que se hace en otras partes. Téngase presente que el concepto del Esta­ do está sufriendo radicales modificaciones. Se ha querido que el Estado lo haga todo como si el Estado lo fuese todo. Com o el E s­ tado no es esto, no ha podido hacer lo que constantemente se le pide. P e ro apoyados en ese concepto, los hom­ bres influyentes, por sí solos o en comunidad, han ejercido actos de expoliación acerca del Estado. Se ha querido que el Estado asuma todas las acciones y todas las responsabilidades. Se ha querido establecer la unidad con la va ria ­ bilidad, y esto es un absurdo. E l Estado es el nexo, es el punto de concu­ rrencia, y como recíproco natural, es el regu ­ lador y el protector. A n te el nuevo concepto de que el Estado sea sólo el nexo y el regulador, aquellas re ­ giones que acepten ese concepto de alta polí­ tica, m irarán a sí propias, pondrán en marcha sus actividades, y por consiguiente, adquiri­ rán relie v e personal, poderío, riqueza y esta­ bilidad. E l socialism o moderno, queriendo que el Estado lo asuma todo, ha puesto en peligro la libertad individual, y la libertad de las re giones. Si ob servam os la vida social en todos sus matices, vem os que el progreso, la riqueza, es el fru to de infinitas acciones individuales y de pequeñas colectividades, porque hasta lasm ás


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grandes empresas son el resultado de la con­ currencia circunstancial de individualidades. L a s grandes obras de riegos no producen resultados positivos hasta que no lle g a a ellas el individuo y las desmenuza con la aplicación constante de su acción unipersonal. L o que queda oculto p ara el Estado lo v e y palpa el individuo. L a m ayoría de la riqueza cread a en la R e ­ gión M urciana es obra individual. Citem os un caso, la «H idráu lica de San P as­ cual», obra de perseverante voluntad realiza­ da por el exim io yeclan o D. Pascual G arcía Ibáñez. Pozos de alumbramiento, un minado de 4 ki­ lómetros, y un canal principal de cemento de 12 kms. E l coste total de las obras ha supera­ do la cifra de 600.000 pesetas. H a recibido del Estado una subvención de ¡12.000! N o es Y e c la tie rra muy apropiada para re­ gadíos de gran producción, por su clim a algo frío. E l tesón del Sr. G arcía Ibáñez, y su pa­ triotismo, han llevad o a feliz térm ino la em­ presa dotando a los campos de Y e c la de un caudal de agua de 300 litros por segundo, di­ vidido en dos hilos, y aún han quedado abas­ tecidos y garantizados los antiguos manantia­ les del pueblo. I T A L I A . — Ita lia es un país m uy similar a España, por su clima, sus tierras, sus monta­ ñas y sus hombres. N uestro gran agricultor, el V izcon d e de E za, ha estudiado a Italia com­ parativam ente con España, y otro tanto ha hecho, circunscribiéndose a los regadíos, don José Zulueta, ex d irec to r del C anal de U rgel. E l N o rte de Ita lia es país de regad íos anti­ guos, pero en los últimos sesenta años han ex-


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perimentado éstos gran fomento. E l Piamon te y la Lom bardia, con una extensión aproxi mada a cuatro provincias españolas (no llegan a 53 mil kilóm etros cuadrados— el Reino de Murcia tiene 27 mil), poseen una extensión de regadíos que supera a 1.200.000 hectáreas, es decir, más que España entera incluyendo los riegos eventuales. Italia estaba desmembrada, y por consi­ guiente em pobrecida y esclavizada. Un gran hombre de Estado, el conde Cavour. ayuda­ do patrióticamente por reyes, generales y mi­ nistros, hizo la unificación de Italia. Desde en­ tonces comenzó a p rogresar rápidamente el país, y pronto le vem os entrar en el concurso de los grandes Estados europeos. C avou r se llam a el prim er agricultor de la nación. Consideró a la agricultura como la riqueza fundamental de la P atria, y por esto le dio gran impulso. L a agricultura italiana está hoy a una altura inconmensurable. En Italia se obtiene la m ejor y más abundante seda de Europa. En elabo­ ración de vinos son los italianos los primeros. Consiguiente al progreso agrícola ha se­ guido el industrial, tan conocido de todos Turín hace hoy los libros m ejor editados y más baratos del mundo. E L P R E C IO D E L A G U A .— En capítulos anteriores hemos manifestado nuestra opinión de que sea una Empresa quien realice las obras hidráulicas que demanda la Región, y esto como medio rápido para su ejecución. A l decir algo sobre la ganancia industrial de la Empresa hemos fijado el precio del agua en ocho céntimos metro cúbico. Este precio puede ser rebajado a seis, o a cinco, si el Es-


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tado subvencionase las obras en cantidad p ro­ porcional, ya que a éste se le releva de la obli­ gación de construirlas, y puesto que las obras llevan en sí la creación de riqueza que produ­ ce la subsiguiente consecuencia de un aumen­ to en la tributación. Si se adoptara el procedimiento de una par­ ticipación de la Empresa en k r productos bru­ tos de la tierra, éste, que ha sido fijado en la octava parte, podría reducirse a la décima o la undécima. L A F O R M A C IÓ N D E L O S P R O Y E C ­ T O S .— L o s proyectos pueden ser ejecutados por el Estado, y ofrecidos después, mediante una concesión, a la R egión Murciana. P e ro sería preciso que la R egión exigiera gran ra ­ pidez en su ejecución. D e no ser así conviene a la R egión hacerlos por sí misma, o buscar una Empresa que, aceptada en conjunto la idea generatriz, los hiciese en un plazo corto. P ara que la Empresa se lance a estos pre­ vios trabajos tiene que contar antes con la de­ bida concesión del Estado. E l Estado accede­ ría si viera a la R egión unida y sintiendo es­ te anhelo, y además porque se le ofrece para el porvenir un ingreso con los aumentos de la tributación. L A E M IG R A C IÓ N L E V A N T I N A . — D es­ de hace algunos años la em igración levantina se acentúa cada v e z más. L a falta de lluvia en los llanos, y la paralización de las cuencas mi­ neras, llevan a los obreros a buscar el susten­ to lejos de su tierra nativa. P ero estos años pasados eran sólo los obre­ ros los que emigraban. Como' dejaban aquí las familias mandaban dinero, y pronto retorna-


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ban ellos. P e ro ahora, por razones íntimas de consorte, pues las mujeres no quieren que sus esposos carezcan de los asiduos cuidados de su amor, y por razones de economía, puesto que se ahorran los gastos de repetidos viajes, y porque en los lugares donde se instalan tra ­ bajan y cobran todos; ahora se marchan las familias enteras, con lo cual la em igración to ­ ma un carácier definitivo, o sea, de enferm e­ dad social incurable y fatal. Escribimos esta nota en un pueblo de 14.000 habitantes. Sólo en tres meses han em igrado más de 1.600 individuos. (Otoño de 1922.) E m igran de los secanos. Sólo hay estabili­ dad en aquellos hombres de campo que tienen para su trabajo un pequeño trozo de huerta. C rearh u ertas en L ev a n te es la obra más política, social y humanitaria que puede ha­ cerse. Tod os los que em igran sienten gran amor por su P atria— ¿quién no?— ; pero la urgente necesidad física vence y humilla con su zarpa los más nobles ideales. Casi todos marchan a Francia. A Francia, que con una extensión superficial igual a E s­ paña tiene casi doble número de habitantes. ¿Cómo es posible que encuentren allí aco­ modo los que no lo tienen aquí, siendo así que aquí han nacido? A trabajar en los campos franceses van los trabajadores de los campos levantinos, y allí se desenvuelven, a pesar de que allí se les considera como de condición in­ ferior. A tristes reflexiones se ofrecen estos hechos de todos conocidos. L U C H A E N T R E L A S R E G IO N E S .— L a torpe política centralista—política de absor­ ción, de v iv ir al día, de ir tirando, de dejar la


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solución de los más vitales problemas al que venga detrás—prosigue la obra de desintegra­ ción de la gran P atria Española del pasado. iVbandonadas las regiones a sus propias fuerzas, y lo que sí es g ra v e , estorbadas, y hasta hostilizadas, por el poder central, se ha ido form ando el espíritu particularista, que tiene su raiz en el sacrosanto instinto de con­ servación. A sí resulta que cada región quiere sacar adelante sus modalidades vitales, y en ley de justicia está muy explicado el empeño: A stu ­ rias sus carbones, Castilla sus trigos, Bilbao sus hierros, Cataluña sus manufacturas, L e ­ vante sus frutas, G alicia y E xtrem adura sus ganados, Andalucía y R ioja sus vinos. E l P o d e r central debe p rocu rar arm onizar todos estos intereses particularistas, abriendo controversia noble y serena, y teniendo la enérgica resolución que dicte la justicia. Que las regiones se convenzan de la urgen­ te necesidad en que están de apoyarse unas a otras, porque de este mutuo apoyo resulta la fortaleza y el orden del conjunto armónico que constituye la Patria; que el arancel es só­ lo el regulador de fuerzas y resistencias con­ currentes, de energías distintas, que hay que hacer congruentes. P a ra esto es preciso que el Estado dé la sensación de una acción paternal; pero hasta aquí el Estado ha sido sólo el capataz que manda, y en ocasiones el n egrero que fustiga. L O S H O M B R E S D E L A S C IU D A D E S Y LO S HOM BRES DE LO S CAM PO S - L a sensibilidad y la facultad perceptiva de cada hombre tienen una potencialidad y un ritmo que está en íntima dependencia de número y


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modalidad con el ambiente en que se ha fo r ­ mado y en que v ive. E l hombre de la ciudad recibe todos los días muchas y rápidas impresiones. E l discurre cotidianamente por las calles estrechas, rec­ tas o tortuosas; saludos, conversaciones, ter­ tulias, casinos, cafés, teatros, academias, cá­ tedras, periódicos, libros; la política y el ne­ gocio con los matices distintos del minuto; el telégrafo le ofrece cada seis horas lo acaecido en todo el mundo; cuando cree estar en el re­ tiro de la casa le llama el teléfono para con­ versar a largas distancias. Además viaja; se traslada rápidamente de una ciudad a otra; por ferrocarril, en automóvil, y ya piensa en hacerlo en aeroplano, a 400 kilómetros por hora. E l hombre de la ciudad agranda constante­ mente su mundo multiplicando el tiempo; pero al multiplicarlo lo alarga, lo adelgaza, le qui­ ta amplitud; en cada hora muchas cosas; y aunque es viv a z, repentista, activo, tan fra c ­ cionada queda la observación— que es el cau­ ce de la percepción completa, del conocimien­ to ex a cto —que se convierte en impresión fu ­ gaz. (Hablam os de la generalidad, de la masa.) E l hombre de la ciudad es el hombre del progreso, por su actividad, por su p rocrea­ ción de ideas y acciones nuevas. E l hombre de la ciudad opera sobre sí mis­ mo; en cambio el hombre de los campos opera sobre la Naturaleza. Esta tiene su ritmo y su metro, y hay que someterse a ellos. Se labran los campos y hay que d ejar su tiempo a la barbechera para que se efectúe la «m eteorización».


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Se hacen las siembras, y tienen que pasar dias y dias para que germ inen las semillas, y salgan de la tierra los finos y delicados tallos. E l crecim iento es lento, imperceptible, y es­ tá rodeado de asiduos cuidados. T o d a la la­ bor está expuesta a los arrebatos del clima: la helada que estrangula, la nube que arrasa, la sequía que extingue. El hombre de los campos espera paciente­ mente observando, sin que le sea dado acele­ rar el volante de la N aturaleza, gigantesco y sutil. L a «retin a» del hombre de los campos v a modulando su sensibilidad, su aguda percep­ ción, a lo minúsculo y múltiple que lentamente va desarrollándose en las grandes amplitudes de los campos dilatados, de los ríos solemnes, de las montañas ingentes, de las nubes e le v a ­ das y rotundas. E l hombre de las ciudades es la locom otora que cruza rauda por puentes y túneles, llevan ­ do a todas partes la m ovilidad y la alegría con sus ruedas trepidantes y sus agudos silbatos. E l hombre de los campos es la línea férrea, quieta y segura, que da apoyo a la locom otora para que no se precipite a los abismos o se es­ trelle contra los muros. M irem os el palacio de ricos artesonados y magníficos tapices. A l exte rio r están los fr i­ sos tallados, los chapiteles, las balaustradas, los cornisamentos, las hornacinas y los escu­ dos heráldicos. Este conjunto artístico que nos deleita no habría podido crearse sin su complemento de sostén, que es los anchos ci­ mientos, los recios muros y las techumbres protectoras. Este palacio es una im agen de la íntima re ­ lación que existe entre el hombre de las ciuda-


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des y el hom bre de los cam pos, en la incesan­ te arquitectura de la ob ra social. P e ro lo que ahora nos interesa hacer notar es la distinta m odalidad re c e p tiv a — por distin­ to e je rc ic io de la «re tin a », en el tiem po y en el espacio —entre los hombres que v iv en en las ciudades y los que v iv en en los campos. Si fuese posible lle v a r al teatro, o al casino, todo el ciclo de la vid a v e g e ta tiv a , para ser visto rápidam ente, en una sesión, el hom bre de las ciudades se haría c a r g o de la intensidad de esa vida. E l hom bre de las ciudades v e ría entonces las plantas c re c e r com o las v e el hom bre de los campos. V e r ía entonces la se­ m illa puesta en la tie rra ab rirse com o estuche que gu ard a la jo y a , que aquí es el germ en. Este c re c e y form a el tallo, que trepa afanoso por entre las partículas terrosas para salir al sol y al aire. V e r ía ensancharse las hojas, c o ­ mo las hondas en el estanque cuando se tira una piedra; después las ram as, como rad ia­ ciones de vida; lu ego las flores policrom adas y suaves, com o perfum es de am or; se fecu n­ dan los frutos, y crecen, convirtiendo las es­ peranzas anhelantes en realidades de triunfos. Es así com o el hom bre de campo, con su e x te rio r tosquedad, pero con su fina y lenta «re tin a », percibe y se asim ila todo lo que ha­ ce la vid a v e g e ta tiv a . Es así por lo que suspi­ ra, pide, siente y quiere todo lo que afiance la vid a de los vegetales. N o es así el de las ciudades, que si al prin ci­ pio, por más rápida comprensión, desea toda obra que lle v e prosperidad a los campos, des­ pués, por la m ovilidad del m edio en que v iv e , se torna olvid ad izo e inconstante. U na ob servación que se repite con triste frecuencia. A lgu n o s hombres de las ciudades,


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o de la industria, salen a op erar a los campos. Poseen medios económicos, leyeron algunos libros agrícolas, y pasearon algunas veces por entre sembrados y huertos. A costu m b ra ­ dos a la m ovilidad y a la simetría llevan las modalidades de su acción a las faenas de la tierra. A los prim eros fracasos abandonan el campo, y se con vierten en propagandistas ad­ versos. C ria r un árbol, y que se seque porque no se ob servó bien el lu gar de su adaptación, o por una plaga, o por una nube, es cosa que ahuyenta a los que no poseen la tozuda cons­ tancia. H agam os un b re v e relato para term inar es­ ta nota. En las fragosidades de la montaña v iv e una familia. L a casa es una choza. E l hijo tiene catorce años, y gu arda el ganado. Este joven no ha ido nunca a la ciudad. U n día el padre lo lleva; lo han vestido de nuevo. L a s calles estrechas y flanqueadas de altos y com plica­ dos edificios han sobrecogido su ánimo; la multitud tragin an te le da miedo. L o s m ontañe­ ses han penetrado en la catedral. E l joven mi­ ra más a las bóvedas que a los Santos; teme que aquellas altas techumbres se le caigan en­ cima. H ay un silencio religioso. D e pronto el órgano lanza el torrente de sus voces. E l mie­ do del joven se ha convertido en te rro r, y hu­ ye despavorido. S ale a la calle, c o rre veloz, llega al cam po, y sigue corrien do hasta su choza de la montaña donde se ab raza a su madre. H an pasado unos días, y este joven está con su ganado en la amplia ladera; abajo es­ tán los profundos barrancos, y a rrib a otras montañas más altas que muestran sus muros acantilados. E l cielo se ha cubierto de nubes;


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fulmina el rayo y retumban los truenos; g ru e ­ sas gotas de agua, impelidas por el huracán, azotan su rostro. E l joven no siente miedo. A prisa v a recogiendo el ganado para gu arecer­ lo de la lluvia. Recordem os la escena de la catedral. S o ­ bre un reclin atorio estaba devotam ente una joven elegante y bella. A l torrente de voces del órgano ha permanecido impasible. Pense­ mos en el te rro r de esta joven si estuviese en la ladera en el momento de la tempestad, con el barranco a sus pies y el acantilado so­ bre su cabeza. Sabemos que la estadística muestra un nú­ mero más elevado de muertes por derrum ba­ mientos de edificios que por accidentes de rayos. I D E O L O G Í A .— Se ha dicho varias veces que no hay R egión Murciana. ¿Que no hay R egión Murciana? ¿Qué se ha querido expresar con esto? ¿Se han referido a una literatura propia, a un arte, a una ciencia, aú n a voluntad colecti­ va, a un carácter gen eral y específico? D e je ­ mos estos aspectos para ser discutidos y d efi­ nidos por otros más capacitados. Nosotros afirmamos que existe la R egión Murciana, muy definida, muy deslindada, muy característica, en cuanto a su suelo, a sus ríos, a su cielo; en cuanto a la inteligencia, la sobriedad y la fortaleza de sus hombres de trabajo. P a ra apreciar los caracteres distintivos de las regiones no es bastante— aunque sea a l­ g o — el leer libros, asistir a asambleas, visitar ciudades. Es preciso ir a los campos, a los pueblos, a los talleres, que es donde existe la


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médula y el cria d ero de todo aquello que c a ­ racteriza a las regiones. En la ciudad, en el ateneo, en el libro, se troqu ela al hombre cosmopolita. En el campo, en la montaña, en el pueblo, junto al río, en el taller (no en la fáb rica), sur­ g e, com o el agua entre las breñas, com o el pino en el barranco, o como la hierba en el prado, lo típico, lo característico, lo indígena; y esto es lo estable, lo que perdura. «[P e r o no tenemos una id e o lo g ía !»— se dice. ¿Qué es ideología? Ideas son la representación mental de las cosas, m ateriales o abstractas. L a s cosas im ­ presionan a nuestros sentidos, y el cereb ro re­ cibe la impresión; si le presta atención y la re ­ coge se produce la percepción, que es la idea. Esta percepción es com o un grab ad o en el ce­ rebro. R eprodu cir este grab ad o para m ostrar­ lo es e x te rio riza r la idea. L a s ideas se combinan, se auxilian o se r e ­ pelen, com o las energías en la N atu raleza. L a combinación de ideas produce ideas nue­ vas, más o menos acertadas y reales, y por consiguiente útiles, según la potencialidad «lum inosa» del cereb ro que opera. E ste pro­ ducir de ideas, por la combinación y en garce de otras, es inagotable. Es como una fábrica en donde se reciben multitud de substancias primas (im presiones), se recogen con cuidado para que no se alteren (percepciones), y se combinan de mil m aneras para producir otras (ideas nuevas). E l sistema de ideas combinadas constituye la ideología de un individuo o de un pueblo. ¿Existen en la R e g ió n M urciana p rodu ccio­ nes específicas para suministrar la m ateria prim a a la «g r a n fábrica?»


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¿Existen en la R egión M urciana caracteres específicos capaces de proporcionar im presio­ nes, las cuales, recogidas en percepciones su­ ministren caudal de ideas que combinadas y engarzadas form en un sistema que dé una id eología regional? A firm am os que sí; y sólo falta re c o g e r en un haz loe presentes étnicos para constituir una id eología region al que nos dé carácter y personalidad. U N A N O T A D E V I A J E . — A travesam os unas huertas feraces, pasa el tren junto a una ciudad heróica en la historia, sigue por una llanura v erd e que limitan montañas azules y el m ar azul; luego por bosques de naranjos; V illa r re a l, Castellón; marcha presuroso junto al m ar latino, se interna por los campos espa­ ñoles, y entra en un puente de hierro. P o r de­ bajo pasa un río de aguas majestuosas y sere­ nas; es el E b ro. Sentimos una gran emoción. Es uno de los grandes símbolos de España; es A ra g ó n , L an u za («Justicia, ley suprem a»), los M ártires de Z a ra g o za (e l heroísmo, la P a ­ tria), E l P ila r (la fe y el am or). En nuestros oídos v ib ra la jota, fuerte y sonora, y en nues­ tro corazón sentimos otro canto de copla an­ daluza. E l canto del E b ro nos evoca aquel otro lejano igualm ente español. Pensamos en el G uadalquivir, en S evilla. A q u í está la for­ taleza, allí la alegría, y en C astilla la espiri­ tualidad, en Cataluña la constancia, en N a v a ­ rra y V a s c o n ia el civism o, en G alicia la dul­ zura, en L e v a n te la exuberancia, en E x tre ­ madura la audacia de otros tiempos y el o lv i­ do de ahora, en T o le d o la H istoria, en los lla­ nos de la Mancha la nostalgia infinita de espe­ ranzas perdidas, y en M adrid las calles Ínter-


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minables, p or donde pasa indiferente una mul­ titud flam ante que ign ora los tesoros de p ro­ ducción y heroísm o que hay en los campos es­ pañoles...


ESTE LIBRO SE COMENZÓ A IMPRIMIR EL DÍA XV DE JULIO Y SE TERMINÓ EL XV DE NBRE. DE M C M XXII


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EDITORIAL

LEVANTE

LA UNIÓN-MURCIA VO LÚM ENES

P U B L IC A D O S

S O M B R A S , p r o s a s d e A n d r é s C ega rra S a lced o, p r ó l o g o d e l E x c m o . S r . D . J o s é O rte g a M unilla, d e la R e a l A c a ­ d e m ia .— 2 p t a s . M E L A N C O L I A , p o e m a s d e P e d r o G a r d a V aldés, p r ó l o g o d e M ig u e l P ela y o . — 2 p t a s L E T A N I A S P A G A N A S , p o e m a s d e A . M a rtín ez T o m á s, p r ó l o g o d e Juan P u jo l. — 2 p ta s . C A M I N O S . . , , p o e m a s d e F . M a r lin e z -C o r b a lá n .— 2 ‘5 0 p t a s . L A U N I Ó N , C I U D A D M I N E R A , p o r A . C ega rra S a lced o. — 1 p ta . M U J E R E S Y S O N E T O S , p o r M artín Perea R o m e r o , p r ó ­ l o g o d e R a fa el L ó p e z d e H a r o .— 5 p t a s . P O L I T I C A M I N E R A . D i s c u r s o s p r o n u n c ia d o s e n el S e ­ n a d o p o r e l E x c m o . S r . O . J o s é M a estre P é r e z . D E L A V I D A E N L O S P U E B L O S , n o v e la p o r G . C á n o­ v a s y C ou tiñ o, p r ó l o g o d e A m a d o r E sp a ñ a . — 2 p t a s R E T A Z O S , p r o s a s d e L u is C a rra sco G ó m e z , p r ó l o g o d e D . M ig u el R o d r íg u e z V a ld é s. — 3 ‘50 p t a s . A N D R É S B A Q U E R O , E s t u d io d e su o b r a lit e r a r ia , p o r J o s é M a ría Ib á ñ ez, C . d e la R e a l A c a d e m i a d e l a H i s ­ t o r i a . — 2 p ta s . L A S V I O L E T A S D E L H U E R T O , p r o s a s p o r F . M a r tln e z -C o r b a lá n . — 2 p t a s . R I O S E G U R A . A p u n t e s p a r a s u in t e n s o a p r o v e c h a m ie n t o , c o n p la n o s e il u s t r a c i o n e s , p o r F . M . M u ñ o z P a la o . N

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