La princesa y el príncipe Er ase u n a vez un a p r in cesit a q u e vivía en u n cast illo co n u n p r ín cip e. En el cast illo h ab ía u n p u en t e. Cu an d o ya er a d e n o ch e se d ur m ier o n . La p r in cesa se en co n t r ab a m u y m al, se p r ep ar ó un caf é y se f u e a la cam a. Se h izo d e d ía. El p r ín cip e y la p r in cesa se d esp er t ar o n . Ella se en co n t r ab a aú n m u y m al y el p r ín cip e la llevó al h o sp it al. Cuan d o lleg ar o n , el m éd ico le d ijo q u e est ab a m uer t a, la o p er ó , p er o seg u ía m u er t a. El p r ín cip e, m u y t r ist e, le d io un b eso d e am o r y la p r in cesa d esp er t ó . No est ab a m u er t a, só lo d o r m id a. Desd e en t o n ces, vivier o n f elices y co m ier o n p er d ices. Au t o r a: An a Gilar Ló p ez Ed u cació n In f an t il 5 añ o s
El rotulador mentiroso Ér ase u n a vez u n d ía en el p aís d e lo s ju g u et es. Allí, el r o t u lad o r m en t ir o so co n t ab a m uch as m en t ir as. Un d ía les d ijo a su s am ig o s: - ¡Ráp id o , r áp id o u n accid en t e! Lo s am ig o s co r r ier o n p ar a ver lo q u e h ab ía o cu r r id o . Cu an d o lleg ar o n , vier o n q u e el r o t u lad o r les h ab ía d ich o u n a m en t ir a y se en f ad ar o n co n él. Pasar o n u n o s d ías y el r o t u lad o r les d ijo q u e er a su cu m p leañ o s. Su s am ig o s n o lo cr eyer o n y n o f u er o n a su casa. El r o t u lad o r m en t ir o so se q u ed ó m u y t r ist e y se p u so a llo r ar . Sin em b ar g o su am ig o , el co ch e azu l, si lo cr eyó y f ue a su cu m p leañ o s.
Cu an d o el co ch e lo vio t an t r ist e, le d ijo al r o t u lad o r q u e n o se d eb e m en t ir . El r o t u lad o r lo en t en d ió y f u e a ver a t o d o s su s am ig o s q u e n o h ab ían id o a su cu m p leañ o s y les d ijo q u e n u n ca m ás vo lver ía a m en t ir . Al f in al, t o d o s lo s ju g u et es f u er o n a su cu m p leañ o s y el r o t u lad o r m en t ir o so se co m en zó a llam ar el r o t u lad o r b u en o , p o r q u e ya n o co n t ab a m en t ir as. Est e r o t u lad o r n o co n t ó m ás m en t ir as y t o d o s lo s ju g u et es celeb r ar o n u n a g r an f iest a. Y co lo r ín co lo r ad o , est e cu en t o se h a acab ad o . Au t o r a: Alexan d r a Gr an ad o s Am ad o r 1º Ed u cació n Pr im ar ia
El grillo volador En un campo vivían muchos animales, entre ellos un pequeño y diminuto grillo, el cual, al ser tan pequeño, era un poco torpe. Con el paso del tiempo se veía un poco triste y todos se preguntaban qué le pasaría para estar tan apenado. Un día, sus amigos el zorro, el puerco espín, la liebre, el ciervo y la ardilla, se reunieron para buscar una solución al problema de su compañero. El zorro dijo: - Yo te puedo enseñar a correr pero a volar no. La liebre comentó lo mismo. La ardilla, que es muy ágil, le propuso enseñarle a trepar. - Os agradezco vuestra ayuda pero lo que yo quiero es volar-dijo el grillo. Un buen día, unos gorriones que revoloteaban por allí le preguntaron cuál era la causa de su tristeza. Él dijo que no sabía volar. Entonces los gorriones le enseñaron a volar, y desde entonces, no dejó de volar recorriendo todos los campos y enseñando a otros animales pequeños que no sabían y, por supuesto, no se le vio nunca más triste. La moraleja de esta historia es: “Debemos de ayudar a los demás”. Autor: Pedro José González Gilar
2º Educación Primaria
El dragón del huevo Erase una vez, una niña que se llamaba Lucía. Tenía el pelo rubio y sus ojos eran azules. Un día fue al bosque. Allí, había muchos árboles y entre ellos aparecieron unos huevos. Lucía, que era una niña muy atrevida, cogió un huevo y éste resultó ser de un dragón. La niña estaba tan entusiasmada que decidió cuidar de él. Pronto se hizo de noche y no pudo volver a casa. Allí, en el bosque, no había nadie. Sin saber cómo, se encontró con un perro y le pidió que cuidara el huevo mientras ella iba a por leña y piedras para encender el fuego. Lucía volvió con todo, puso la leña en el suelo y frotó muy fuerte las piedras. Rápidamente, el fuego brotó. La niña estaba contenta porque había encontrado a un perrito, así no pasaría la noche sola. Pronto se durmió y al día siguiente, cuando despertó, encontró a un conejo. El conejo se hizo amigo del perro y de Lucía. Ella cogió el huevo y, seguida por el perro y el conejo, emprendió el camino de regreso a casa, pero se perdieron en el bosque. Cuando caminaban, encontraron una vieja casa abandonada. Lucía entró en ella y descubrió un grupito de ratas, siguió mirando y, bajo la chimenea, vio un pequeño lobo malherido. Lucía sacó de su mochila una venda y agua oxigenada para curarle. Le echó abundante agua y le vendó la pierna con mucho cuidado. El lobo se intentaba levantar pero no podía andar.
Lucía encendió el fuego de la chimenea y puso el huevo a su lado. Cuando Lucía se despertó, el huevo ya se había abierto, y vio que el dragón tenía sólo una patita, pero después se dio cuenta de que estaba jugando a la “pata coja“. También observó que el dragón llevaba un diamante en la cabeza. Lucía se fue con el dragón, el lobo, el conejo y el perro. Cuando llegó a su casa, sus padres se pusieron muy contentos al verla y les dieron las gracias a los animalitos por no haberla dejado sola en el bosque. Todos se quedaron a vivir con Lucía y fueron muy felices. Autor: Francisco Navarro Olivares 3º Educación Primaria
Los amigos del espacio En estos días que corren, un niño llamado Alex jugaba con su amigo en la calle que hay cerca de su casa. Alex era algo rubio, inteligente y vivía en Madrid. En verano, Alex se marchó a Estados Unidos con toda su familia y con Dolfi, que era su mejor amigo y su perro. Fueron a ver los cohetes despegar y como tenían familia en la N.A.S.A les dieron unas autorizaciones para entrar. Estando dentro, oyeron por los altavoces que el cohete despegaría en 30 segundos. Dolfi, que era muy travieso, se introdujo en el cohete. Alex se dio cuenta y lo persiguió enérgicamente. Dolfi salió del cohete pero a él no le dio tiempo; escuchó como los motores se encendían automáticamente. - ¡Socorro, socorro, ayudadme! – gritaba Alex inútilmente, porque el cohete ya había despegado con él dentro. Recordó un documental que había visto en la tele de cómo tranquilizarse en el espacio. Respiró profundamente y buscó el traje de astronauta. Fue al lugar donde se almacenaba la comida, cogió una bolsa de patatas, la abrió y... ¿ qué estaba pasando? Las patatas volaban. Alex no sabía que ya había pasado la atmósfera y en la nave no había gravedad.
De repente, se oyó un gran estruendo y la nave se estrelló en Marte. Allí, encontró a un extraterrestre llamado Martete. - ¿Túuuuuu eeeereeees un extraateeerresstree? – preguntó Alex muy asustado. - Sí – contestó Martete. Alex también le preguntó que si tenía nave espacial para que él regresara a su planeta, pero Martete le comentó que viajaba en una aspiradora voladora. - ¿Cuál es tu Planeta? – quiso saber Martete. - La Tierra! – respondió Alex- ¿ Es qué no lo conoces? - ¡No! - le dijo Martete un poco cabreado. - ¿Tú no vas al colegio? – preguntó Alex extrañado. - ¿Qué es eso? – dijo Martete. - ¡Anda, dame una aspiradora de esas que me voy a dar una vueltecita por el espacio! Y Martete lo acompañó. Estuvieron un rato volando y no se dieron cuenta que Cíclope, un marciano Cibor, los había avistado y los seguía vigilando muy cerca. Martete le dijo a su amigo que tenían que encontrar las tres llaves del Sistema Solar para regresar a la Tierra. En Marte buscaron la primera llave. No les fue muy difícil porque el marciano conocía muy bien su planeta. Emprendieron el viaje a toda velocidad y pronto llegaron a Plutón. Allí, tenían que encontrar la llave de fuego, pero no les iba a resultar tan fácil. - Creo que puede estar en la Torre de Comida. ¡Vamos enseguida! – dijo Martete. Cuando consiguieron llegar, descubrieron la llave en una caja fuerte y fueron a Júpiter a por la siguiente. Allí conocieron a Jupteter, otro extraterrestre que se unió a ellos. - ¿Sabes dónde está la llave secreta de este planeta? – preguntó Alex. - Claro, está en la montaña de Cíclope, el rey del Universo – respondió Jupteter. Era muy tarde y no les iba a dar tiempo a llegar a la montaña antes del anochecer. Jupteter les ofreció su casa para dormir pero apareció Cíclope, el malvado Cibor, y les dijo: - ¡Fuera de mi planeta! - Y si no queremos, ¿qué?- contestó Alex enfadado. Cogió una espada láser azul y se puso a luchar contra el Cibor, que tenía otra roja. Alex consiguió alcanzar al Cibor y desintegrarlo. Después, fueron hasta la montaña y cogieron la llave. Los dos marcianos ayudaron a Alex a transportarse hasta la Tierra y todos se prometieron amistad para siempre. Autor: Raúl Molina Monreal
4º Educación Primaria
La piedra de la vida Había una vez un señor llamado Juan, que vivía en un pequeño pueblo cerca de las montañas. En aquel pueblo había una leyenda que nadie creía, excepto Juan. La leyenda decía que existía una roca que, quien la encontrara, no moriría nunca. El padre de Juan, que también creía en la leyenda, murió en el intento de encontrar esa piedra. Y Juan estaba empeñado en ir a buscarla. Un día, se puso a leer un diario que le dejó su padre al morir y Juan encontró dentro un mapa. En el mapa había dibujado un volcán llamado Teide y un camino para llegar a una cueva situada en sus laderas, donde se encontraba la piedra de la vida. También había un plano del interior de la cueva e instrucciones sobre qué hacer si se entraba en ella. Juan contrató a dos hombres amigos suyos: uno se llamaba Cristian y era cazador y el otro, de nombre Guillermo, era marinero. Al día siguiente, cogieron comida, cuerdas y otras herramientas para escalar y partieron en busca del Teide. Empezaron a subir a la montaña ayudados por las cuerdas hasta que llegaron a la entrada de la cueva. La cueva era profunda, así que tuvieron que descender para entrar en ella. Lo hicieron ayudándose con las cuerdas. El interior estaba muy oscuro, lo que les obligó encender las linternas. Siguieron caminando hasta que llegaron a tres túneles. Juan consultó el mapa y ponía que había que coger el túnel de la derecha. Así lo hicieron, y al poco rato vieron algo tendido en el suelo. Se acercaron y comprobaron que se trataba del cadáver de un hombre. Los tres pensaron que habría muerto intentando buscar la piedra de la vida.
De pronto, de unos agujeros que había en las paredes, empezaron a salir flechas que iban directas hacia ellos. Se agacharon para esquivarlas, mientras Juan miraba las instrucciones para ver si decían algo sobre cómo librarse de las trampas. No decía nada, así que a Guillermo se le ocurrió tapar con piedras los agujeros de la pared. Cuando lo consiguieron, dejaron de salir las flechas. Siguieron adelante y encontraron un rinoceronte dormido en medio del camino. En el diario se advertía de este peligro y decía que podría despertarse al menor ruido. Cuando intentaron pasar por su lado, el rinoceronte se despertó y Cristian tuvo que disparar con su escopeta para matarlo. Continuaron andando y vieron que el camino se dividía de nuevo en otros tres túneles. Esta vez tuvieron que coger el de la izquierda, según decía el plano. Poco tiempo después, llegaron a una pared que les cortaba el paso. El túnel había finalizado. Pensando que se habían equivocado, quisieron volver para atrás, pero de pronto, se oyeron unas explosiones y empezó a salir lava detrás de ellos. A causa de la lava, que avanzaba poco a poco hacia donde estaban, no podían retroceder y no sabían qué hacer. Pensaron que aquello era el fin y que iban a morir. De pronto, se dieron cuenta de que encima de ellos, en el techo, había un agujero. Tiraron unos ganchos y escalaron hasta él y así se encontraron de nuevo en otro túnel. Miraron a su alrededor y vieron que las piedras de aquellas paredes eran de oro y minerales preciosos, así que cogieron todas las que pudieron llevarse entre los tres, porque sabían que con ellas serían muy ricos, si conseguían salir con vida de aquella cueva. Juan y sus compañeros no sabían los días que estaban ya debajo de la tierra, ya que no veían la luz del día, pero pensaban que tenían que estar bastante tiempo dentro de la cueva, porque estaban muy cansados. Decidieron descansar un poco y comer algo, pero estaban tan agotados que se quedaron dormidos. Los despertó una fuerte vibración del suelo. Rápidamente se pusieron de pie y empezaron a correr, pero las vibraciones del suelo seguían. Ellos corrieron más y más, y, al volver una esquina, encontraron
una espada bastante afilada. Juan cogió la espada pensando que después la podrían necesitar y, de repente, apareció delante de ellos un monstruo que tenía un solo ojo, dos patas y largas orejas. Tenía también el lomo lleno de pinchos. Cristian y Guillermo se pusieron rápidamente a disparar, pero las balas no le hacían efecto. Entonces, Juan comprendió para qué era aquella espada y comenzó a luchar con el monstruo hasta que lo venció. El monstruo cayó al suelo muerto abriéndose por la mitad. Entonces la vieron: allí estaba la piedra de la vida, dentro del monstruo. Rápidamente la cogieron y entonces, como por arte de magia, se abrió una puerta delante de ellos y....allí estaba la salida. Cuando Juan y sus dos amigos se vieron por fin al aire libre, no podían creerlo. Estaban bien y, además, tenían la piedra de la vida, que era lo que querían, así que volvieron a sus casas muy contentos, pues sabían que con esa piedra ya nunca morirían. Al día siguiente fueron al cementerio donde estaba enterrado el padre de Juan, sacaron el ataúd y pusieron la piedra encima. El padre de Juan resucitó y todos hicieron una gran fiesta para celebrar su felicidad. Autor: Jesús Antolí García
5º Educación Primaria
Un niño superdetective Peter era un niño de nueve años. Tenía el pelo castaño y corto y los ojos marrones. Vivía en un barrio de la ciudad de Londres con sus padres y su perro Panky. Era muy feliz, ya que su familia le quería mucho. En la escuela nunca suspendía, pues era muy buen estudiante y tenía muchos amigos y amigas con los que jugaba siempre. Su mejor amigo se llamaba Nicolás, y juntos se iban a menudo al río de la ciudad y al “Campo de las Margaritas”. Este último,
era un parque muy grande al que los niños llamaban así porque todo estaba repleto de margaritas y de muchas más flores. Una noche, cuando la familia había terminado de cenar, se sentaron en el sofá y Peter preguntó a su padre: - Papá, ¿qué hacen hoy en la televisión? - Creo que hoy ponen una película de detectives, de esas que te gustan tanto contestó su padre. - ¿De verdad? -dijo Peter entusiasmado, y añadió: - ¿puedo verla, papá, por favor? - De acuerdo -respondió su padre, que sabía la ilusión que le hacía a Peter ver aquella película- pero sólo por esta noche, y no te acostumbres, porque sabes que al día siguiente tienes que madrugar. La verdad es que a Peter le gustaban mucho las películas de detectives. Le encantaba verlos investigar los casos que les encargaban, siguiendo las pistas y todo eso. Cada vez que en la tele ponían alguna película de este tema, Peter se acomodaba en el sofá y no se separaba de la televisión. En esta ocasión la película se titulaba “Superdetective K-6” y el protagonista iba acompañado de un perro policía, que seguía por el olfato las huellas que iban dejando los ladrones. Cuando terminó la película, Peter se acostó y se durmió enseguida. Como le había ocurrido tantas otras noches, soñó que era un detective famoso y que perseguía a un ladrón, como el protagonista de la película que había visto.
Al día siguiente, al salir del colegio, vio a un hombre con gabardina gris y un sombrero negro que le tapaba casi toda la cara. - ¡Hola! -saludó Peter. - ¡Hola! -respondió el hombre, con la voz un poco seria- ¿Cómo te llamas? - Me llamo Peter y tengo nueve años-contestó el niño. Y añadió: - ¿A ti te gustan los detectives? - Si -contestó el extraño- De pequeño me gustaban mucho. El misterioso hombre siguió contando a Peter una historia que era la historia de su vida y que se parecía bastante a la suya. Le habló de un niño al que le gustaban mucho las películas de detectives y que cuando se hizo mayor, quiso ver realizado su sueño ayudando a la gente a encontrar cosas perdidas y a atrapar ladrones. Peter estaba encantado escuchando aquella historia y, cuando terminó, dijo: - ¡No me digas que el niño de la historia eres tú mismo! - ¡Shhhh!, pero no grites -dijo el hombreporque nadie sabe que soy un detective excepto tú. - ¡Con las ganas que tenía de conocer a uno de verdad! –respondió Peter entusiasmado. - Pues has tenido suerte, chico -añadió el extraño– Aunque tengo que decirte que no debes contar a nadie que conoces a un detective, ya que no te creerán.
- Está bien, guardaré el secreto -dijo Peter- Pero dime, al menos, cómo te llamas. - Me llamo John, detective John, -contestó el hombre– Y esta es mi placa ¿te gusta? -¡Es maravillosa!, -respondió encantado el niño– Nunca había visto una de verdad. Desde ese momento, y a pesar de la diferencia de edad, John y Peter se hicieron muy buenos amigos. Vivieron juntos muchas aventuras, investigaron casos extraños que Peter ayudó a John a resolver. John estaba seguro de que Peter sería de mayor un buen detective. Un día, cuando Peter cumplió dieciséis años, John quedó con el chico en el parque. Peter acudió a la cita muy entusiasmado. Cuando se encontraron, fueron a sentarse en un banco algo alejado del centro. John sacó un objeto de su bolsillo y se lo entregó a Peter. ¡Era una placa de detective! La placa estaba grabada con el siguiente texto:”DETECTIVE PETER Nº 2”. John la colocó dentro de un bolsillo de la chaqueta del chico. Peter estaba loco de emoción. No podía creer que él fuera el segundo mejor detective de la ciudad. Sin duda, el primero era John. Peter no dijo nunca nada a nadie. Sólo ellos dos sabían que era un detective de los mejores. Autora: Alicia Jiménez Domínguez 6º Educación Primaria
Un niño superdetective Una noche, tuve la suerte de soñar con el lugar que, desde que era pequeña, siempre había querido visitar: Egipto. En mi sueño vi primeramente las pirámides; después, apareció la figura de Cleopatra, quién iba acompañada por su séquito. Se dirigían hacia un túnel secreto en el que nadie, excepto ella, podía entrar. Yo, que siempre he estado fascinada con su figura, decidí seguirla. Dos de sus soldados observaron mi presencia y me llevaron a un calabozo. Allí, vi como los guardianes cometían crímenes atroces. Mientras que esto sucedía, me preguntaba qué ocurriría después conmigo. Sin piedad, me tiraron a una especie de balsa donde había cocodrilos, pero muy ágilmente pude sujetarme a los travesaños que había en las paredes. Después, conseguí acceder a un pasadizo que me condujo a una especie de laberinto, donde se encontraba una chica perdida que tenía más o menos mi edad. La chica, que se llamaba Laura, estaba herida en el brazo izquierdo. Me comentó que había entrado en este lugar secreto para comprobar si eran ciertos los rumores que corrían sobre las enormes riquezas que estaban allí ocultas. Mientras que Laura y yo hablábamos, apareció Cleopatra delante de nosotras. Laura me dijo: - No mires jamás a los ojos de Cleopatra o caerá sobre ti una maldición. Al decir esto, Cleopatra ordenó a sus soldados que nos arrestaran. Así que, salimos corriendo y, sin saber cómo, nos encontramos dentro de una cámara funeraria. Era increíble la cantidad de riquezas que allí había. Nos quedamos perplejas mirándolo todo. De repente, vimos de nuevo aparecer ante nuestros ojos a los soldados de Cleopatra. En el instante en el que ellos iban a matarnos, me desperté súbitamente.
El sol, que ya calentaba, daba de lleno en mi cara y mi madre, al verme sobresaltada, me dijo: - ¿Qué ocurre? - Nada, solo ha sido un sueño –respondí intentando sobreponerme un poco. Mi madre me siguió diciendo que pensase el regalo que quería para mi cumpleaños, pues solo faltaban dos días. Yo no sabía que decir, así que sugerí que fuese una sorpresa. Llegó el día de mi cumpleaños y con él, un montón de regalos y una maravillosa fiesta. Mis amigas me regalaron un collar, una pulsera y unos pendientes de plata; mis padres, un joyero que contenía un anillo de oro y entre todos mis tíos, que sabían desde siempre mi fascinación por Egipto, un viaje a este país para toda mi familia. Fue el día más emocionante de mi vida. Nunca pensé que vería Egipto. El viaje estaba previsto para comienzos de Julio. Faltaban solo dos semanas. Cada vez estaba más nerviosa, anhelando que llegase el ansiado día. Por fin llegó. Mis padres y yo nos montamos en el avión y a mitad de vuelo observé cómo una chica, igual a la que aparecía en mis sueños, estaba sentada en la cola del avión. Comencé a mirarla hasta que ella se dio cuenta y me sonrió. Al lado de su asiento había uno vacío, así que decidí ir a presentarme. Para mi asombro, la chica también se llamaba Laura y sentía fascinación por Egipto. Al igual que yo, ella también soñó que había vivido numerosas aventuras en este país y señaló que mi cara le resultaba familiar y que era como si ya me hubiera conocido antes. Esa misma noche, ya en Egipto, volví a soñar con Laura. Al igual que en el sueño anterior, vivimos muchas aventuras y nos hicimos inseparables.
Fue el último sueño que tuve con ella, y nunca más la he vuelto a ver. No entiendo como pude conocer en realidad a aquella chica que aparecía en mis sueños, pero lo que sí puedo asegurar es que mi viaje a Egipto fue un sueño hecho realidad. Autora: Emilia Carcelén García 1º Educación Secundaria
Una buena acción Cor r ía e l añ o 1 9 3 7 d ur an t e la Gue r r a Civ il e sp añ ola. Un n iñ o d e o ch o añ o s llam ad o Mig u el, vivía en u n p u eb lo p eq u eñ o co n su m ad r e y su h er m an a p eq u eñ a, p u es su p ad r e, m iem b r o d e u n ejér cit o , m u r ió en u n a b at alla co n t r a el b an d o en em ig o . Mig ue l e r a un ch ico b ajo, d e lg ad o y m uy m ad ur o p ar a su e d ad . Er a con scie n t e d e t od o lo q ue e st ab a ocur r ie n d o y aun q ue n o lo e n t e n d ía, suf r ía, com o casi t od os, la m ás p r im ar ia d e las n e ce sid ad e s: e l h am b r e . Sob r e v iv ía n a d ur as p e n as, p ue s h ab ía p oco p ar a com e r . Su m ad r e t r ab ajab a sir vien d o en la casa d el t er r at en ien t e d el p u eb lo y acu d ía a su casa, p o r la n o ch e, co n lo p o co q u e p o d ía co g er d e la co cin a d el am o : u n p ar d e h u evo s o alg ú n t r o zo d e p an co n cu alq u ier co sa. Alg o q u e p u d ier a esco n d er en el b o lsill o d e su d elan t al. Mien t r as la m ad r e lim p iab a y co cin ab a d u r an t e t o d o el d ía, Mig u el t en ía q u e cu id ar a su h er m an a Mar ía d e cin co añ o s. Lo s d o s n iñ o s lo p asab an m u y m al, casi siem p r e t en ían h am b r e y ayu d ab an en lo q u e p o d ían . So lían p asar el d ía en el p eq u eñ o t r o zo d e t ier r a q u e p er t en ecía a su f am ilia. Allí, el n iñ o in t en t ab a cu id ar el p o co h u er t o q u e les q u ed ab a, en el q u e cu lt ivab an p at at as q u e d esp u és ven d er ían en el m er cad o , si alg u ien n o las r o b ab a an t es. Un d ía, lo s d o s h er m an o s se d ir ig ían al m er cad o , cu an d o en la o r illa d el cam in o vier o n q u e, m ed io o cu lt o en t r e u n a aceq u ia, h ab ía u n m u ch ach o t en d id o en el su elo . Lo s n iñ o s se acer car o n y co n t em p lar o n asu st ad o s, q u e el jo ven est ab a in co n scien t e y q u e llevab a u n u n if o r m e en em ig o .
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Mig u el, ¡vám o n o s! – d ijo Mar ía at er r o r izad a.
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¡Esp er a! Deb em o s llevar lo a casa. ¿No ves q u e si lo d ejam o s aq u í y lo d escu b r en , lo f u silar an ?- ap u n t ó Mig u el. Per o , ¿q u é h acem o s?- p r eg u n t ó la n iñ a a p u n t o d e llo r ar . ¡Ya lo sé! – exclam ó Mig u el en ér g icam en t e – Ayú d am e a su b ir lo al car r et ó n y lo llevar em o s a casa. Mig u el y Mar ía co lo car o n al m u ch ach o h er id o en el car r et ó n y vo lvier o n a su casa. Af o r t u n ad am en t e, n o se en co n t r ar o n a n ad ie en el cam in o . Cu an d o lleg ar o n , lo aco st ar o n en la cu ad r a en cim a d e u n m o n t ó n d e p aja y lo t ap ar o n co n u n a vieja m an t a. Al lleg ar la n o ch e, la m ad r e vo lvió a casa m u y can sad a p er o co n t en t a p o r q u e en la casa d el am o h ab ía so b r ad o u n p o co d e cald o d e la co m id a y se lo llevab a a su s h ijo s p ar a q u e cen asen . Cu an d o vio al h er id o , se asu st ó m u ch ísim o p o r q u e su u n if o r m e le d elat ab a co m o en em ig o . - Per o h ijo s, ¿sab éis lo q u e n o s p u ed e p asar si lo s d em ás se en t er an q u e cu id am o s a u n so ld ad o d el b an d o co n t r ar io ? – d ijo at u r d id am en t e la p o b r e m u jer . - Mad r e- r esp o n d ió Mig u el- n o p o d em o s d ejar lo q u e m u er a. Si a n u est r o p ad r e alg u ien le h u b ier a ayu d ad o , q u izás p o d r ía h ab er vu elt o co n n o so t r o s y n o h ab r ía m u er t o . La m u jer , q u e t am b ién p en sab a lo m ism o q u e su s h ijo s, est u vo d e acu er d o en cu id ar lo h ast a q u e se p u siese m ejo r . Pasab an la m ayo r p ar t e d el t iem p o esco n d id o s d en t r o d e la casa y vig ilan d o p o r si alg ú n vecin o se acer cab a, p u es n ad ie p o d ía sab er q u e allí est ab a r ef u g iad o u n en em ig o . Co n lo s d ías, el jo ven f u e r ecu p er an d o las f u er zas p o co a p o co y les p u d o co n t ar alg o d e su vid a. Se llam ab a Dan iel y er a el ú n ico h ijo d e u n h o m b r e acau d alad o . Cu an d o co m en zó la g u er r a, t u vo m u ch as p r esio n es q u e le o b lig ar o n a alist ar se en el ejér cit o y, au n q u e él n o q u er ía, n o le q u ed ó m ás r em ed io q u e in scr ib ir se. Se alist ó co m o p ar acaid i st a y en u n o d e lo s n u m er o so s salt o s q u e r ealizó , u n a f u er t e r áf ag a d e air e lo d esvió d e su lu g ar d e at er r izaje y al caer , se d io u n t r em en d o g o lp e en la cab eza q u e le h izo p er d er el co n o cim ien t o . Pasad as u n as cu an t as sem an as, Dan iel ya est ab a lo b ast an t e r ecu p er ad o co m o p ar a in t en t ar vo lver a casa. Co n m u ch a p en a d ijo
ad ió s a la f am ilia q u e t an t o h ab ía h ech o p o r él. Les p r o m et ió q u e alg ú n d ía vo lver ía a ver lo s y les r eco m p en sar ía p o r t an n o b le acció n . Pasó m u ch o t iem p o y la g u er r a t er m in ó . Seg u ían sien d o t iem p o s m u y d u r o s y Mig u el, Mar ía y su m ad r e seg u ían p asán d o lo m al, p u es h ab ía escasez d e t o d o . Un d ía d e ver an o , lo s t r es est ab an seg an d o en la h u er t a el t r ig o q u e h ab ían sem b r ad o , cu an d o u n en o r m e co ch e n eg r o p asó m u y cer ca d e ello s. Del co ch e b ajó u n señ o r m u y b ien vest id o q u e se acer cab a m u y so n r ien t e h acia d o n d e ello s est ab an . - ¡ Si es Dan iel !- d ijo Mar ía en t u siasm ad a. - Per o ...¡Có m o h ab éis cr ecid o !- exclam ó Dan iel t o m an d o a la n iñ aCo m o veis so y h o m b r e d e p r o m esa. Aq u í est o y p ar a ayu d ar o s a q u e t en g áis u n a vid a m ejo r y n o p aséis p r ivacio n es. Mig u el y su f am ilia est ab an m u y so r p r en d id o s. Nu n ca im ag in ar o n q u e u n a b u en a acció n ib a a ser t an b ien r eco m p en sad a. Au t o r : Javier Gilar Ló p ez 2º Ed u cació n Secu n d ar ia
Del cielo al infierno Carlos era un chico que vivía en una bonita ciudad del norte de España, de casa rústicas y hermosos parajes. Era feliz, pues, aunque tan solo contaba con 17 años, tenía todo lo que esperaba de la vida: unos padres comprensivos, una novia encantadora y unos amigos fantásticos. Estaba estudiando primero de Bachillerato en el instituto Ramón y Cajal. Era inteligente, aplicado y responsable, querido por todos los profesores y respetado por sus compañeros. Amaba, más que nada en el mundo, el fútbol. Su amor por él llegaba más allá de un simple partido en el instituto o de una temporada en el equipo de su ciudad. Carlos deseaba jugar en un equipo importante, al igual que la mayoría de los chicos de su edad. Todos sus amigos pensaban que no pasaba de ser eso, un deseo. Pero a él le daba igual, sabía lo que quería y lo que iba a ser.
Marta, su novia, estaba profundamente enamorada de él. Iban juntos a todas partes y se apoyaban mutuamente. Marta era una chica muy guapa, tanto física como interiormente. Era comprensiva y con una gran madurez que sorprendía a quien la rodeaba. Sabía afrontar situaciones difíciles, pues vivía con su padre y su hermano pequeño. Su madre murió cuando ella tenía siete años. Estudiaba en el mismo instituto que Carlos y soñaba con el día en que obtuviera el doctorado. En cuanto a sus padres, eran lo que todo adolescente deseaba. Unos padres comprensivos que aceptaban todas aquellas situaciones que les planteaba Carlos. Su madre, Celia, se dedicaba a las tareas del hogar, aunque tenía el título de Magisterio. Más que con su padre, era con Celia con la que tenía más afinidad y confianza, pues con su padre no pasaba mucho tiempo debido a que su trabajo como empresario no le dejaba demasiadas horas libres. Para Carlos todo era perfecto. Era feliz hasta aquel fatídico día. El día comenzó con normalidad: se levantó, desayunó y se fue al instituto. En el instituto lo de siempre: exámenes, deberes y algún grito por parte de los profesores. Y en casa, nada fuera de la monotonía habitual: comió, estudió y, ajeno a lo que le deparaba el futuro, cogió su moto y fue a reunirse con sus amigos. Su peña se reunía en un parque. Allí, todas las tardes reían, hablaban y se divertían. Llegó al parque y, tras comentar algunos sucesos del día con sus amigos, fue a darse una vuelta con su moto. Cuando volvió, vio a Marta hablando con un chico al que no conocía mucho. De él sabía que se llamaba Marcos y que tenía fama de prepotente; pero, además, y quizás fue esto lo que más le molestó, que Marcos era el exnovio de Marta. Carlos se comportó alegre y simpático para que Marcos no percibiera que estaba incómodo con su presencia. Lo cierto es que hablaron poco. Marcos le propuso un reto: una carrera de motos.
Carlos, movido por los celos, accedió. Acompañados por sus compañeros y por Marta, la cual se mostraba reacia a la propuesta, fueron a un descampado y comenzó lo que nunca debió empezar. Arrancaron las motos y dio comienzo la carrera. Al principio todo iba perfecto, hasta que Carlos, alertado por los gritos de sus compañeros, vio que se precipitaba a un barrizal sin que nada pudiera detenerlo. En ese momento, la rueda trasera resbaló. Carlos no pudo controlar la moto y cayó dando cinco volteretas. La mala fortuna quiso que la moto cayera encima de su rodilla produciéndole una grave lesión. Sus compañeros lo trasladaron al hospital, donde fue operado y permaneció allí dos semanas. En esas dos semanas tuvo tiempo de pensar en su vida, sus ilusiones y en todo cuanto había perdido. Se vio sumido en una gran depresión en la que ni sus padres ni su novia podían ayudarle. El único pensamiento que rondaba en su cabeza era que, debido a su comportamiento inconsciente y temerario, había perdido la ilusión de su vida que era ser futbolista. Después de tres meses de rehabilitación, comenzó a salir de nuevo, aunque no con demasiadas ganas. Carlos había cambiado. Ya no era el chico afable y extrovertido que acostumbraba a ser. Era un chico triste y depresivo. No tardó en buscar consuelo en las drogas. Se hallaba en una dulce mentira, una ilusión que duraba tanto como el efecto de las drogas. Poco a poco fue rompiendo los lazos que le unían a sus padres, a su novia y a sus amigos. A pesar de que todos querían ayudarle, en su vida no había cabida para nadie. Resultaba una situación difícil para todos. Sus padres no sabían como reaccionar, veían que la vida de su hijo se consumía y ellos no sabían qué hacer para evitarlo. Sin embargo, el amor de Marta hacia Carlos era tan fuerte como para echarlo a un lado. Así, Marta habló con Carlos e intentó hacerle comprender que la vida no es sólo una ilusión rota o el fracaso de un deseo. Le hizo tomar conciencia de sus valores y de que en la vida hay otras muchas facetas a destacar y que si no podía ser un gran futbolista, sí podía ser un gran periodista deportivo.
Carlos, en un momento de lucidez, halló la respuesta para salir del mundo en que se encontraba sumergido. Para ello necesitaba la ayuda de un especialista y, con el apoyo de su novia y de sus padres, entró en un centro de rehabilitación en el que tras estar seis meses, salió desintoxicado. Su visión del mundo había cambiado. Se abrían nuevos horizontes en su vida y sus metas eran otras. Volvía a ser feliz. Retomó sus estudios, los sacó adelante y entró en la universidad. Estudió duro durante años para poder obtener el título de periodismo y al fin ese día llegó. Hoy Carlos trabaja en un periódico deportivo por las mañanas y por las tardes ayuda, como voluntario, a los jóvenes drogadictos a liberarse de su intoxicación. También da charlas sobre drogodependencia en centros de rehabilitación, colegios e institutos, donde expone su propia experiencia y les cuenta lo que un buen día le dijo Marta: “la vida no sólo es un deseo o una ilusión, sino el orgullo de proponerte algo y cumplirlo”. En cuanto a Marta, no pasa el día en el que no le dé las gracias por haberle ayudado a salir del infierno en donde vivía. Ya sólo cabe destacar que “querer es poder y que las drogas no son solución para nada”.
Autora: Diana Navarro Espinosa 3º Educación Secundaria
Asesinato en la mansión