1
Relación de Ganadores 3 er Curso Infantil: AISSAN HASSANI ABBAOUI “La Pequeña Mariposa” 1 er Curso Primaria: JESSICA YAGUAL GARCÍA “La niña perdida” 2º Curso Primaria: BEATRIZ PÉREZ MATEO “El Pirata Bartolo” 3 er Curso Primaria: NOELIA BAZÁN VARGAS “El Terreno Frío” 3 er Curso Primaria. Apoyo: LILIBETH NAOMY VEGA TENESACA “Kuky Y Sofí” 4º Curso Primaria: AYA BADI “La Mazorca de Maíz” 5º Curso Primaria: AYA EL HADDADI “¡Vaya Día de Cumpleaños!” 5º Curso Primaria. Apoyo: JUAN ANTONIO MORENO LOPEZ “El Niño Desobediente” 6º Curso Primaria: ALEJANDRO PASTOR GARCÍA “Los Misterios de Alejandro” 1 er Curso Secundaria: ALICIA TÁRRAGA ABELLÁN “El Comienzo de un Sueño” 2º Curso Secundaria: NAYARA RUBIO SÁNCHEZ “¡Basta!” 3º Curso Secundaria: LUIS SÁNCHEZ ALMENDRO “Dos Opciones” 4º Curso Secundaria: CRISTINA ALARCÓN HERRERO “La Ciudad de las Estatuas” 4º Curso Secundaria. Apoyo: ISMAHANE JABBOURI “Historia Sin Fin” 2
Había una vez una mariposa que se llamaba Alicia a la que le encantaba volar pero, como era muy pequeña, se cansaba mucho cada vez que jugaba con sus amigas o hacia largos viajes con su familia. Un día sonó la alarma en su ciudad porque había un problema: una amiga suya se había caído en un hoyo y nadie podía sacarla.
Entonces, Alicia decidió rescatarla. - ¡Estoy aquí para salvarte, Amparo!, -dijo Alicia. - ¡Muchas gracias por salvarme, Alicia!, -dijo Amparo. Todas las mariposas quedaron sorprendidas y aplaudieron. Y, como dice Don Pepín, este cuento llega a su fin. Autor e ilustrador: Aissan Hassani Abbaoui 3º E. Infantil 3
Érase una vez una niña que era muy feliz junto a su familia. La niña se llamaba Raquel y era muy amable, cariñosa y pequeña, ya que solo tenía 6 años.
Un día, Raquel se fue al bosque a pasar el día con su familia, pero empezó a caminar y se perdió. Sus padres la buscaron cerca de donde habían estado, pero no la encontraron. Entonces, los padres decidieron avisar a la policía e iniciaron la búsqueda. Mientras tanto, Raquel que era una niña muy lista, se escondió en una cueva. En 4
ella estaba invernando un oso pequeño. La niña pasó con el oso tres días. El oso la cuidó, la alimentó… Cuando la encontraron, la niña no se quería separar del oso, y entonces decidieron que lo llevarían a un zoo cerca de su ciudad y así, Raquel y su familia, podrían ir todas las semanas a visitarlo. El oso, cada vez que veía a Raquel, se ponía muy contento… Y, colorín colorado, estos personajes felices se quedaron. Autora e ilustradora: Jessica Yagual García 1º E. Primaria
Érase una vez un pirata que se llamaba Bartolo. Era muy alto, con unos brazos y piernas largos. No tenía pelo, era calvo y estaba mellado .Sus ojos eran verdes. Iba vestido con pantalones rojos y una blusa azul y vivía en un torreón al lado del mar. Había nacido en España, en un pueblo llamado Jumilla. Era un pueblo pequeño con muchos árboles, parques y colegios. 5
Le gustaba mucho divertirse con sus amigos, Pedro y Eduardo. De pronto algo sucedió: paseando, encontró un tesoro al lado de una palmera. Cuando volvió, se encontró con sus amigos y se lo contó y decidió compartir el tesoro con ellos. Por ese motivo, pensó seguir buscando tesoros. Se fue a las Islas Canarias y encontró otro tesoro y luego a Australia y allí descubrió otro más.
Entonces, a Bartolo se le ocurrió una gran idea: invitar a sus amigos a cenar en Disneyland Paris, porque tenía mucho dinero. Pedro, Eduardo y el pirata Bartolo, se fueron de viaje a París y se lo pasaron genial. 6
Se acabó el cuento, se lo llevó el viento y se fue…por el mar adentro. Autora e ilustradora: Beatriz Pérez Mateo 2º E. Primaria
Érase una vez un hada que se llamaba Sofía. Era muy pequeña, con unos brazos y piernas pequeños. Su pelo era rubio y sus ojos de color azul. Llevaba un vestido también azul y vivía en un pueblo llamado Hadalandia, un lugar donde había flores, mariposas, árboles, hierba y casas.Le gustaba mucho jugar al pilla pilla con sus amigas Marta, Claudia y María. Hacían manualidades con hojas de árboles y muchos colores. Un día Sofía iba volando y descubrió de pronto otro nuevo lugar donde hacía mucho frío. Para abrigarse, cosió una chaqueta. ¡Estaba tiritando! Allí vivían muchas hadas, pero ellas no tenían frío. Los árboles estaban helados, las casas estaban heladas, todo estaba helado. A ese lugar le llamaban el “Terreno Frío”. Sofía volvió volando a contárselo a Marta, Claudia y María. Al día siguiente, volvió al “Terreno Frío” con sus amigas para que lo conocieran. Allí conocieron a Alicia, 7
un hada muy especial, que había nacido allí. Esta les contó que estaba harta de pasar frío, Sofía
y sus amigas le
dijeron: - Vente con nosotras a Hadalandia, allí se vive fenomenal.
Y Lucía se fue con ellas, pero en Hadalandia sus alas se derretían. La llevaron al médico, pero no mejoró. Entonces, a Sofía se le ocurrió una gran idea: llevarla otra vez al “Terreno Frío” y allí se recuperó. Sofía y sus amigas irían a jugar con ella cada día... Y, colorín
colorado, este cuento se ha acabado,
espero que te haya gustado. Autora e ilustradora: Noelia Bazán Vargas 3º E. Primaria
8
Érase una vez un hada que se llamaba Sofí, que tenía un gato llamado Kuky. El gato era muy pequeño y el hada era muy alta y bonita. El gato era de color blanco y tenía los ojos azules. El hada era rubia y vestía con una falda de colores. El hada Sofí había nacido en un pueblo muy pequeño de Murcia donde había jardines, montañas y una escuela y allí vivían los dos, en una casa blanca y bonita. Les gustaba mucho jugar a saltar y correr por el campo.
De pronto, un día algo sucedió: Kuky se calló del tejado de su casa y Sofí estaba muy preocupada porque Kuky estaba muy enfermo por la caída. Lo llevó al veterinario y éste le dijo: 9
- No tiene nada roto, solamente necesita muchos cuidados. Sofí, muy aliviada, se alegró de la noticia y se lo llevó a su casa. Allí lo mimó y lo cuidó hasta que Kuky se recuperó. Desde entonces nunca se separaron, siempre estaban juntos, jugando y cuidando uno del otro. Y fueron felices y comieron perdices y, de postre, bizcocho. Autora e ilustradora: Lilibeth Naomy Vega Tenesaca 3º E. Primaria (Atención a la Diversidad)
Érase una vez una joven llamada Yasmín, alta, guapa y
amable, que vivía en una aldea llamada Arenas de Flor,
pero estaba enamorada de un príncipe que vivía en otra aldea llamada Mellím. Este príncipe se llamaba Basim y era caballeroso y fuerte. Los padres de los dos jóvenes estaban
enemistados y no se hablaban desde hacía tiempo. Cuando el padre de Yasmín se enteró de que estaban enamorados, la expulsó de la aldea. Por otro lado, el padre de Basim habló seriamente con su hijo:
-Hijo, esa aldea nos robó un montón de oro hace
muchos años –le dijo a Basim.
-Padre, a mi no me importa el oro, yo quiero que
seamos amigos - le contestó.
10
-Estoy muy decepcionado – le seguía diciendo el
padre.
Yasmín y Basim se fueron juntos. Con el dinero que le
quedaba a Basim compraron una granja con una pequeña
casa para vivir. Yasmín empezó a cultivar mazorcas de maíz para poder hacer pan y venderlo. Basim no hacía
nada, solo sentarse o ir a pasear por el campo, porque echaba de menos la buena vida que tenía en su palacio.
Cuando el maíz estuvo cosechado y molido y Yasmín
tuvo el pan hecho, salió a venderlo, pero nadie le compraba. Solo había una señora a la que le gustaba el pan de maíz; esa señora era rica y tenía mucho dinero.
Un día, Yasmín estaba en la granja contando cuánto
maíz le quedaba y se dio cuenta de que no tenía bastante
para hacer más pan. De repente, alguien tocó la puerta. -¿Quién será a estas horas?- se preguntó.
11
Cuando abrió, vio que no había nadie; solo una caja
marrón y grande estaba delante de su puerta. Yasmín abrió
la caja y descubrió que estaba llena de mazorcas de maíz; cogió una y la tocó, entonces se dio cuenta de que ¡era de
oro! Fue corriendo para enseñársela a Basim, quien se puso muy contento. Desde entonces, nunca más fueron pobres.
Y, colorín colorado, maíz y oro al mismo tiempo se han
llevado.
Autora e ilustradora: Aya Badi 4º E. Primaria
Me llamo Ana Belén y voy a contar lo que pasó el día de mi cumpleaños. Os diré que vivo en un pueblecito pequeño de gricultores y pastores, donde todos nos conocemos. Yo soy una niña alta para mi edad, mido ciento treinta y cinco centímetros. Dicen que soy guapa, con una sonrisa hermosa y con ojos de corderito, tengo el pelo castaño, corto y liso. A pesar de mi corta edad, en casa me mandan mucho trabajo. Mis padres trabajan duro en el campo y yo me encargo de cuidar y criar a mi hermana Lucía que tiene seis años pero, parece que tenga menos porque
nunca
me hace caso y siempre me tiene súper
atareada. Pues eso, que llegó mi cumple y, como todas las tardes, salí con Lucía al parque. Allí jugamos a muchas cosas para que se entretenga.
12
Jugamos al escondite, yo cuento y ella se esconde. Ese día terminé de contar y empecé a buscarla, pero no la encontraba; busqué por todo el parque, por las calles de alrededor y hasta en las casas, pues pensé: “esta es capaz de cualquier cosa con tal de que no la encuentre”. Pero el tiempo pasaba y no aparecía.
Empezaba a
ponerme nerviosa, le preguntaba a todo el mundo:
-¿Han visto a Lucía, mi hermana pequeña? -No, esta tarde no, -respondían ellos. Paré a Pedro, el policía de mi barrio y le pedí ayuda. Él cogió el altavoz y se puso a llamarla. -Sal, Lucía, que esto ya no tiene gracia. Pero Lucía no aparecía. El tiempo pasaba y las luces de la calle empezaban a encenderse. 13
-Será mejor que vayas a tu casa y les digas a tus padres lo que ocurre, -me dijo el policía- tendremos que buscar por el monte y necesitaremos ayuda, pues se está haciendo de noche. Yo ya empecé a llorar, no sabía cómo les iba a decir a mis padres lo que pasaba, pensarían que yo sería la culpable. Estaba muy triste, enfadada y asustada. No podía imaginarme un peor día de mi cumpleaños. Cuando llegué a mi casa estaban todas las luces apagadas, menos una lamparita pequeña al final del pasillo que conducía a un salón muy grande que servía de comedor. Entré con mucho miedo porque no sabía qué me encontraría dentro y qué les diría a mis padres. De repente, sonó como un disparo, seguido de un gran !!!Pfiuuu!!!! Era uno de esos cañones de confetis para cumpleaños. De pronto, aparecieron mis padres felicitándome y dándome regalos, cartas… Allí estaban todos mis familiares reunidos: primos, tíos, tías, abuelos y abuelas. Mis padres me pusieron la tarta delante y vi que estaba decorada con una foto mía y once velas. Mis familiares juntos dijeron: - Cierra los ojos, piensa un deseo y luego ¡sopla fuerte! Cinco, cuatro, tres, dos, uno, y soplé. Mi deseo era encontrar a mi hermana sana y salva, y también deseé que toda mi familia estuviera siempre junta. Cuando abrí los ojos, vi a mi hermana que reía en un rincón. No sabía qué hacer: si gritarle, pegarle o abrazarla. Me decidí por esto último. Le di un abrazo muy fuerte, sin decir una palabra a nadie, hasta que Lucía, que no podía más, me dijo: -No aprietes tanto, que me haces daño. Resulta que mi hermana había estado todo el tiempo en mi casa donde había ido para ayudar a preparar mi fiesta. Y, mientras tanto, 14
yo tan preocupada. Menos mal que todo había quedado en un mal susto. Seguidamente, empezaron a cortar la tarta y la parte de la foto en la que sonreía me tocó a mí, y supe que esa sonrisa era por lo feliz que estaba. Mis padres me regalaron un Iphone y una gatita peluda. A las once y media de la noche me sentía agotada y me fui a dormir junto con mi hermana. Al despertarme al día siguiente pensaba que lo había soñado todo, pero ¡todo había sido real!
Autora e ilustradora: Aya El Haddadi 5º E. Primaria
Había una vez un niño llamado Pablo al que le gustaba mucho jugar en la nieve; nunca tenía cuidado, porque era muy travieso, y no hacía caso a sus padres. Hasta que un día, se chocó contra un árbol y se metió dentro de él por un agujero que había en el tronco. Cuando se despertó, no sabía dónde estaba, todo le parecía muy raro y era desconocido para él. Después de un rato, un hombre muy extraño se acercó a él y le dijo que como había sido un niño que actuaba mal con los demás en el colegio, se quedaría en ese lugar dos días hasta que pensara en lo ocurrido. Pablo se puso triste, porque creía que no volvería a ver a su familia y amigos. 15
Al día siguiente, el hombre volvió y preguntó al niño que qué iba a hacer. Pablo contestó que se había dado cuenta de que no se portaba bien con sus compañeros, que les insultaba y se peleaba mucho con ellos. El hombre le sonrió y abrió una puerta por la que Pablo pudo pasar. De repente, se encontró en su colegio, rodeado de sus amigos, jugando al parchís y contando chistes. El niño les pidió perdón por todo lo sucedido. Todos le perdonaron y, a partir de ese momento, Pablo empezó a ayudar a los demás cada vez que tenían un problema, jugaban sin pelearse y se dieron cuenta que así lo pasaban mejor. Y colorín colorado, tenéis que cuidar de vuestros amados. Autor e ilustrador: Juan Antonio Moreno López 5º E. Primaria (Atención a la Diversidad) 16
Alejandro era un niño alegre y travieso. Tenía mucha imaginación y, aunque era muy responsable, lo que más le divertía era jugar con sus amigos, le encantaba estar con ellos. Sus padres trabajaban los dos por lo tanto, desde muy pequeño, había aprendido a
realizar sus
tareas de
casa, los deberes y el estudio diario. “Lo primero era lo primero”, decían sus padres y él siempre les hacía caso; le gustaba trabajar y sabía que, si se esforzaba mucho, cuando fuera mayor podría conseguir todo lo que se propusiera. Al llegar a casa después de un día de cole, la rutina era siempre la misma, ayudaba en casa después de comer e, inmediatamente, se ponía
a hacer los deberes del día
siguiente. No le importaba el tiempo que utilizara para ello, era muy responsable y siempre lo hacía con agrado. Su hermana pequeña, María, era un poco más revoltosa, le gustaban mucho los coches teledirigidos y siempre prefería el juego a hacer las tareas de casa y del cole. Alejandro siempre ayudaba a María a hacer sus deberes; al ser el mayor, se sentía bien al preocuparse de ella. Algunas
noches sin hacer ruido, cuando sus padres
dormían, se ponían a jugar a los coches y lo pasaban genial. Eran hermanos, pero también muy amigos y se querían mucho. 17
Los viernes por la tarde era el día que más le gustaba a Alejandro, salía con sus dos mejores amigos, se reunían en un descampado cerca del río y allí jugaban a uno de sus deportes preferidos: “el fútbol”. A veces, tenía que llevarse a su hermana, que jugaba con ellos o se entretenía mirando con sus amigas. Un día de otoño estaban jugando al fútbol en el descampado y, como siempre, se estaban divirtiendo mucho, pero, en un momento de descuido, Alejandro chutó fuerte la pelota y la coló por la ventana de una vieja casa abandonada que se encontraba en la orilla del río. Daniel, uno de sus amigos, empezó a llorar ya que la pelota era un regalo por su cumpleaños; le habían comprado una de reglamento y le encantaba. Quería recuperarla como fuera. Aunque no eran muy valientes, Alejandro y sus amigos decidieron saltar la valla para colarse en la casa sin tener ni idea de lo que se iban a encontrar allí. No era fácil entrar a la casa; los últimos habitantes se habían preocupado de cerrarla muy bien. Para entrar a la planta baja, después de saltar la valla y de dar varias vueltas, tuvieron que romper una ventana; dentro se encontraron en una habitación vacía con
tres
puertas
distintas.
Como
estaban
bastante
aturdidos y querían salir cuanto antes, pensaron que la mejor manera era que cada uno buscara la pelota por separado, sería lo mejor; así que cada uno, después de hacer un sorteo, se metió por una de las puertas. 18
Daniel y Mario, que así se llamaba el segundo amigo, salieron enseguida, no estaba la pelota en las habitaciones que les había tocado buscar; estaban vacías, como
la que
se encontraban en ese momento. Pasaron unos minutos. Daniel y Mario, al ver que Alejandro no salía, se preocuparon bastante y decidieron ir a buscarlo. Al abrir la puerta, todo estaba muy oscuro; se fijaron bien y consiguieron ver a lo lejos a Alejandro. Se pusieron muy contentos pero, al acercarse, comprobaron que se había convertido en un hombre lobo. Daniel y Mario se asustaron y salieron despavoridos corriendo. La casualidad hizo que, por el patio de la casa abandonada, chocaran con un objeto que, al mirarlo bien, comprobaron
que
era
la
pelota
que
habían
perdido
jugando al fútbol.
19
Cogieron la pelota y buscaron la ventana rota para salir de allí, estaban muy asustados. Al volver a saltar la valla para salir del recinto de la casa vieron a Alejandro muerto de risa disfrazado de hombre lobo. Alejandro no paraba de reírse porque sus amigos seguían muy asustados. Daniel, enfadado, le dijo que por qué los había asustado de esa manera. Alejandro le explicó que, como no había podido ir a su fiesta de cumpleaños por estar enfermo, le habían organizado una de disfraces en el descampado, ¡era una sorpresa! Al llegar al descampado estaban allí todos los amigos, y también
María
y
los
compañeros
del
cole.
Habían
preparado una gran fiesta de disfraces. Daniel se alegró y, emocionado, les dio las gracias a todos por haberle preparado la fiesta y, en especial, a su amigo Alejandro que le regaló una bicicleta de carreras. Alejandro seguía riéndose, estaba muy contento, le gustaban las fiestas y en especial las celebradas con los amigos. Le dio un beso a su hermana, que había sido cómplice de su sorpresa y le dijo al oído: “tener buenos amigos es lo mejor”. Autor e Ilustrador: Alejandro Pastor García 6º E. Primaria
20
Queridos amigos, soy Silvia y os voy a contar mi gran historia. Desde muy pequeña, tenía siempre el mismo sueño; un sueño, como casi todos, imposible de cumplir, o eso creía yo. Todos los días soñaba lo mismo. El sueño era casi real, se repetía todas las noches. Cada día que pasaba, aumentaban los detalles, incluso los colores eran más fuertes y la luz más intensa. Os estaréis preguntando de qué se trataba; pues bien, os lo iré contando poco a poco, pero para saber el final tendréis que leer la historia completa. Yo creo que todos los niños y, seguro que a vosotros también os pasa, tenemos un sueño. El mío era muy especial y estaba dispuesta a toda costa a cumplirlo, aunque no sabía cómo. Pasé muchas semanas, incluso meses, pensando cómo podría hacerlo realidad. Sabía que no sería fácil, pues tendría que investigar sobre el tema y, sobre todo, cómo, dónde y quién lo había hecho antes. Y fue entonces cuando comenzó a tomar forma mi sueño. Os diré en qué consistía: por muy sorprendente que parezca, todas las noches viajaba a Marte. La primera vez que fui era invierno; os preguntaréis cómo lo sabía; pues muy fácil, tenía frío y estaba nevando. Pero al principio no sabía dónde me encontraba; me quedé quieta y comencé a analizar todo lo que había a mi alrededor; descubrí que no estaba en casa, ni en el colegio, ni en el jardín, ni tampoco de vacaciones, ¿qué estaba pasando? No entendía nada. 21
Empecé a mirar a mi alrededor, todo era nuevo para mí; en el horizonte podía ver un gran mar; era como estar en la playa, pero el agua era roja y, donde reflejaba el Sol, era de un color amarillo fuego. El suelo que pisaba era como arena, pero algo distinto había en ella: al andar me hundía un poquito y, si me quitaba los zapatos, sentía cómo podía flotar. De repente, desperté; no podía casi respirar por la emoción de haber estado en otro planeta. Este era mi sueño y no podía creer que casi pudiera sentirlo tan real. Poco a poco iban pasando los días y el sueño se repetía. Después me convertí en una exploradora, y descubrí muchas cosas del planeta Marte que os voy a contar. En la playa marciana de la que os he hablado antes, había árboles con forma de copa de vino; los había de varios tamaños, desde un metro más o menos, los más pequeños, hasta los más altos, que eran como un edificio de siete plantas. Tenían distintos colores, pero dentro de la misma tonalidad: una gama de azules, desde el más claro al más oscuro, casi negro. Todos se movían con el suave viento del amanecer. Quise tocarlos y me acerqué más, pero cuando los observé más detenidamente, me di cuenta de que, lo que yo creía que eran hojas, eran unas pequeñas flores que daban a cada árbol ese color tan extraño, para un árbol. Después de un par de meses, llegó la primavera. Yo ya conocía todos los detalles de la playa marciana y, con el buen tiempo, me animé a bañarme. El agua no mojaba, y me di cuenta de que no era agua, sino un extraño líquido en el que podías flotar. El baño fue corto, porque sentí que algo me rozó el pie; era una pequeña criatura marina, con todo su cuerpo vestido de puntos, como una mariquita. La llamé Martequita.
22
Fueron pasando los días y empezó a hacer mucho calor. Un día, que estaba bajo un árbol, escuché algo parecido a una voz. Me puse a escuchar detenidamente y no tardé en darme cuenta de que estaba rodeada de criaturas marcianas. Muchos fueron los días que soñé con el planeta Marte, su playa, su vegetación y, sobre todo, sus criaturas, con las que he pasado la mayor parte del tiempo. Especialmente con Martequita, que aparte de nadar sola en el mar, vivía en un árbol. Os podría contar mil aventuras vividas en Marte y cómo en mis sueños imaginaba este planeta, pero en esta historia lo que quería contaros era cómo empezó todo. Para dar vida a cualquier sueño, primero hay que imaginarlo. Animo a todos vosotros a utilizar vuestra imaginación para hacer realidad vuestros sueños. Autora e Ilustradora: Alicia Tárraga Abellán 1º Educación Secundaria Obligatoria
23
“Respetemos a los demás como nos gustaría que nos respetaran”, sería mi lema de vida, el lema que deberían tener siempre presente todas las personas. Soy Laia, una chica de 25 años de New York, y actualmente estoy estudiando psicología. Nací en una familia de altos recursos, era una niña muy feliz, ya que tenía todo lo que quería. A día de hoy os puedo asegurar que lo más importante en la vida no es el dinero, que hay millones de cosas que te llenan más que el. Pero en aquel tiempo, tener todo lo que quería me hizo convertirme en una niña egoísta y presumida que, sinceramente, se creía superior a todas las demás niñas de la clase. Bueno, a todas no; mis mejores amigas, o las que yo creía “mis mejores amigas”, eran iguales a mí. Como todos los días, después de clase íbamos al comedor del colegio y siempre nos sentábamos en la misma mesa, en la del centro, para que todos nos vieran bien, y viceversa. Un día llegó una alumna nueva, era una niña con sobrepeso, pero preciosa (y ahora puedo decir que por dentro, también); los primeros días casi todos mis compañeros la acompañaban para que conociera el colegio, las normas, los profesores… Yo temía que se convirtiera en la niña más popular de la escuela y, claro está, yo no podía permitir que nadie me quitara el puesto; así que una tarde, después de merendar y de hacer los deberes, mis mejores amigas vinieron a casa a fin de trazar un plan para evitar que sucediera. 24
Al día siguiente, a la hora de comer, nos dirigimos, como siempre, al comedor y, cuál no sería nuestra sorpresa al ver que nuestra mesa estaba ocupada ni más ni menos que por la nueva; perdí los modales y empecé a gritarle delante de todos los presentes, insultándola y metiéndome con su aspecto físico; como todos se reían, eso hizo que me creciera todavía más. Esto se convirtió en una rutina, no había día que no me metiera con ella mientras que mis “mejores amigas” me coreaban. No me daba cuenta del daño que le estaba haciendo; para mí esa situación era de risa y no era capaz de ponerme en su lugar, no pensaba que, seguramente, le estaba haciendo pasar el peor año de su vida, ni me figuraba lo que la pobre chica habría llorado sola, bajo la almohada de su habitación; no pensaba tampoco en lo acomplejada que podría sentirse, en que perdería su autoestima y en la de veces que, seguramente, pediría que no amaneciera para no asistir a clase. Era nuestro último año en el colegio; nuestros caminos se separaban; empezábamos una nueva etapa en nuestras vidas: la ESO y cada uno de nosotros iríamos al siguiente curso a un instituto diferente. Pasó todo un verano, un verano espectacular para mí, ya que fuimos toda la familia de vacaciones a las Maldivas. Pero llegó por fin el comienzo del nuevo curso, la vuelta a la rutina, a los libros, los miles de bolígrafos azules y rojos gastados, a los exámenes, a los madrugones y al único lugar donde estaríamos cada día un poco más cerca de ser lo que queríamos ser de mayores. Pensaba que iba a ser una etapa maravillosa en mi vida, pero todo lo contrario, fue terrible, me duele hasta recordarlo, la vida me pagó con la misma moneda. Los dos primeros cursos de Secundaria os puedo asegurar que 25
fueron los peores años de mi vida. Yo, la niña que se creía superior a las demás, la niña “popular” del colegio anterior, era aquí una de tantas que sufrían acoso escolar.
Al llegar al nuevo instituto me encontré absolutamente sola; intentaba acercarme a diferentes grupos de compañeros, pero todos me despreciaban; solo cinco adolescentes se acercaron a mí, pero habría preferido su rechazo, ya que esos chicos solo me querían porque venía de una familia adinerada y me sacaban todo lo que tenía: mis pagas semanales, mi ropa, mis relojes, pulseras, collares… y yo se lo daba todo, pues tenía miedo, miedo de contárselo a alguien y que esos chicos me hicieran algo grave. Ahora comprendía todo lo que había pasado aquella chica nueva de mi antiguo colegio, no podía estar más arrepentida, pero ya no había vuelta atrás, aquello era el pasado y esto, el duro presente. Al empezar el siguiente curso, nuestro tutor nos comunicó que se incorporaría a la clase una nueva compañera; no sé si fue casualidad o destino, pero era la 26
misma chica, la misma niña a la que en el pasado le había hecho tanto daño. Mientras que el profesor nos la presentaba, ella no dejaba de mirarme con cara asustada; seguramente pensaría que le iba a volver a hacer pasar por lo mismo. Cuando sonó el timbre del recreo y salimos todos, fui corriendo a buscarla. Cuando la encontré, le grité: ¡Nuriaaaaaa!, tan fuerte, que hasta los marcianos me escucharon. Nuria se dio la vuelta y, emocionada, me dijo que era la primera vez que la llamaba por su nombre, pero no le dio tiempo ni a acabar de decirlo, le di un abrazo fortísimo acompañado de un perdón todavía más grande. Estuvimos hablando durante todo el recreo sobre cómo le iba; mientras me hablaba, la miraba a los ojos y vi un brillo que durante la pasada etapa no tenía; eso, por no hablar de lo preciosísima que estaba. Esa misma tarde quedamos; ella fue la primera persona a la que le conté todo lo que me estaba sucediendo y también ella fue la que me animó para que se lo contara a mis padres y, gracias a ellos, conseguí salir de esa etapa. Fue un proceso duro, pero de todo se sale. A día de hoy, Nuria y yo seguimos en contacto; las dos somos psicólogas y nos encanta ayudar a la gente a superar diversos problemas. A lo largo de nuestra vida, muchas personas entran y salen, pero siempre hay algunas que dejan huella. En mi caso, la que más huella me ha dejado es Nuria, sin duda. Autora e Ilustradora: Nayara Rubio Sánchez 2º Educación Secundaria Obligatoria
27
En el año 2016, dos personas ya adultas paseaban por la ciudad. Mientras cruzaban la calle, un hombre los paró. Era alto, con el pelo rubio y una barba pelirroja, y tenía cara de pocos amigos; se llamaba Raúl, alias “El Hechicero”. Raúl les dijo que si podía probar con ellos un experimento de lo más novedoso y que, si aceptaban, les pagaría bastante bien. Jorge y Pedro, que así se llamaban los dos amigos, accedieron, ya que ninguno tenía trabajo en ese momento. Raúl los condujo hacia su casa; allí les empezó a hacer preguntas sobre su pasado y sobre lo que esperaban del futuro. Cada uno contó su historia: lo que habían hecho hasta ahora y la esperanza que tenían puesta en el porvenir. Jorge dejó notar su avaricia, su picardía y sus celos. Pedro, por el contrario, habló con generosidad y amabilidad. Cuando Raúl terminó de hablar con ellos, les ofreció dos pastillas: una roja y otra azul. Los dos amigos dijeron al unísono: - ¿Para qué sirven esas pastillas? - He ahí el experimento, mi gran creación: lo imposible- exclamó con aire interesante Raúl. -Ahora marchaos, es muy tarde. Volved mañana y os lo explicaré todo. Como adelanto, os doy 500€ a cada uno. Os digo
28
que esto no es ni la décima parte de lo que os voy a pagar cuando termine el experimento,- concluyó El Hechicero. A la mañana siguiente, los dos amigos estuvieron hablando con curiosidad y expectación sobre el tema. Al atardecer, volvieron a casa de Raúl y este les enseñó de nuevo las dos pastillas. Raúl explicó: - Si optaseis por tomar la pastilla roja, ganaríais 50 millones de euros, así, por arte de magia; por el contrario, la
pastilla
azul
no
reporta
ingresos
económicos,
únicamente sirve para regresar al pasado y cambiarlo. Los dos amigos se quedaron sorprendidos. Os voy a regalar una pastilla a cada uno- continuó el hechicero- ¿Cuál eliges, Pedro? ¿Y tú, Jorge? Uno de ellos lo tenía muy claro, era Jorge; Pedro, no. Finalmente, Pedro pidió a Raúl dos días de plazo para pensarlo mejor, a lo que El Hechicero no puso impedimento. Pedro pasó los dos días sin dormir, obsesionado con elegir la opción más acertada. Él se decía a sí mismo: estoy en una mala situación económica, pero al mismo tiempo, me gustaría regresar al pasado para poder así mejorar mi presente. Al cabo de dos días, los amigos volvieron a la casa de Raúl con sus decisiones tomadas. Pedro escogió la pastilla azul y Jorge, la roja. Casi instantánea y automáticamente, Jorge recibió su dinero; por el contrario, Pedro se fue 29
cabizbajo a su casa pensando que quizás se había equivocado en su elección.
Cansado, decidió acostarse y, justo cuando conciliaba el sueño, Pedro se encontró en el pasado, cuando tenía 14 años y acababa de dejar el colegio sin haber concluido sus estudios. Entonces, decidió rectificar todos los errores cometidos en el pasado, y hasta terminó de estudiar y sacó una carrera logrando así ser una persona de éxito en la vida. Aunque habían pasado bastantes años, en realidad solo había transcurrido una noche, así que, a la mañana 30
siguiente, Pedro se aseó, se vistió, desayunó, y se fue a su trabajo, ya que se había convertido en el mejor empresario del país. El hecho de haber cambiado su pasado y haber continuado con sus estudios repercutió positivamente en su futuro y le llevó a conseguir su sueño: tener su propia empresa. La vida de
los
dos amigos había cambiado
completamente. Sin embargo, a los dos años, Jorge había malgastado todo su dinero y fue a pedir ayuda a su amigo Pedro. Pedro fue generoso y le ofreció un puesto de trabajo, como gestor, en su compañía. Pero la avaricia de Jorge y su mala gestión llevaron a la quiebra la empresa de su amigo, con lo que perdieron también su amistad. Cierto día, Pedro y Jorge se encontraron casualmente y se pararon a saludarse. Al poco tiempo apareció El Hechicero, quien les preguntó cómo les había ido y si estaban
satisfechos.
Los
amigos
manifestaron
su
descontento y empezaron a discutir los dos, hasta que se pelearon y dejaron de hablarse definitivamente. Pasaron unos meses y se acercaba el sorteo de la lotería. Pedro tuvo un presentimiento, así que compró tres décimos,
los
cuales,
afortunadamente,
resultaron
premiados con el premio gordo. Jorge, conocedor de la suerte de Pedro, acudió otra vez a él para pedirle ayuda y de nuevo, el generoso de Pedro, se la volvió a dar, regalándole uno de los décimos premiados, pero le pidió que se alejase de él porque ya no 31
quería tenerle como amigo. Después
regaló el otro
décimo premiado a Raúl, ya que fue él quien le dio la gran oportunidad de haber cambiado su pasado y, por tanto, su futuro. Unos meses más tarde, Pedro volvió a montar de nuevo su empresa. Al mismo tiempo que su negocio crecía, Jorge volvió a quedarse sin dinero. Preso de su interés por conseguir dinero fácil, se vio envuelto en un grupo de mafiosos que llevaron a cabo un atraco y, en un tiroteo con la policía, resultó muerto. Pedro, al conocer la noticia de la trágica muerte de Jorge, sintió pena por él y fue rápidamente a buscar a Raúl para pedirle otra pastilla azul con el fin de cambiar de nuevo el pasado y así, salvar a su amigo. Raúl le dijo que lo sentía, pero que no podía dársela, ya que alterar de ese modo la historia lo empeoraría todo; le dijo que ese era el destino de su amigo y que nadie podría cambiarlo. Ya no podía haber marcha atrás. Pedro siguió con su vida, fue feliz, tuvo una familia, pero él siempre se reprochó el haber sido un poco egoísta, ya que al tener la oportunidad de cambiar su pasado, nunca pensó en cambiar también la manera de ser de su amigo. Autor e Ilustrador: Luis Vicente Sánchez Almendro
3º Educación Secundaria Obligatoria
32
Alejandro era un chico que vivía en París y al que sus padres le habían regalado una medalla cuando tenía tres años, la cual no se había quitado desde entonces. Desde que recordaba, todas las noches tenía el mismo sueño: soñaba con una ciudad llena de estatuas. Una noche, antes de dormir, se quitó la medalla, pues le molestaba mucho y, casualmente, esa noche no tuvo el sueño que le era ya tan familiar. Al día siguiente, les comentó a sus padres este cambio, pero ellos no le dieron demasiada importancia, diciéndole a su hijo que era tan solo un sueño. El chico creció hasta que tuvo dieciséis años y el sueño siguió apareciendo. Ese verano sus padres se fueron de vacaciones a Egipto y el avión en el que viajaban desapareció sobre el Mediterráneo y no fue encontrado nunca. El muchacho no tenía más familia, así que pasó a vivir en un orfanato hasta que cumplió los dieciocho años. A partir de ese momento, se obsesionó con saber lo que había sido de sus padres y, cuando cumplió veinte años, planeó repetir el mismo viaje. El avión despegó, y a los pocos minutos, Alejandro sintió 33
mucho sueño y se quedó dormido. Cuando despertó, se quedó sorprendido y asustado: ya no estaba en el avión, sino que se hallaba en una parada de bus a medio kilómetro de una ciudad que le resultaba extrañamente familiar. La medalla, que había llevado casi toda su vida, estaba caliente y pesaba muchísimo. Sin nada mejor que hacer, tomó el autobús y se dirigió a la ciudad con la esperanza de encontrar ayuda pero, cuando llegó, no vio a nadie. Siguió caminando en dirección a la plaza y lo que descubrió allí lo dejó en estado de shock. Era la imagen que tantas veces había visto en sus sueños: la plaza estaba llena de personas petrificadas, las estatuas que, desde pequeño, había visto en sueños. Siguió andando y, justo cuando llegó al centro, las figuras que contempló allí lo dejaron, si cabe, más asombrado: eran sus padres y estaban allí, convertidos en piedra, como todos los demás. En ese momento escuchó una voz aguda, que decía en tono de burla: -"Quien haya osado llegar hasta mi ciudad, lo pagará con su alma, como el resto". Sin que Alejandro supiera cómo, una sombra apareció a unos metros de él e, inmediatamente, lo atacó directo al pecho. Pero, cuál no sería su sorpresa, que chocó contra el medallón liberando una explosión de luz que alcanzó a las estatuas más cercanas, transformándolas inmediatamente en personas de carne y hueso. 34
- No puede ser, -gritó la sombra-. El medallón perdido de luz. ¿Cómo es que lo tienes tú?
Las personas a las cuales el medallón había vuelto a la vida, se incorporaron de forma pausada, y uno de ellos, habló: -Alejandro, eres uno más de nosotros, los cazadores de sombras. Gracias a que tus padres huyeron con el medallón de luz, hoy podemos destruir a la sombra más poderosa de todas: "AGONÍA". La sombra hizo un ataque rápido y tumbó a uno de los 35
cazadores, pero al moverse quedó expuesta a la luz del medallón y emitió un grito desgarrador. Al instante, otro grupo de estatuas volvió a la vida. Alejandro comprendió lo que debía hacer; atacó a la sombra directamente y, cada vez que lo hacía, una gran luz salía del medallón, dañando un poco más a Agonía. Al mismo tiempo, más estatuas volvían a la vida y se iban uniendo al chico. En una de las embestidas, llegó el turno de volver a la vida a los padres de Alejandro. Todos juntos atacaron a la sombra en un golpe de luz que la aniquiló definitivamente pero, con ella, también fue destruido el medallón. Acabada la lucha, los padres dijeron al chico: - Sabíamos desde siempre que tú eras el elegido para acabar con Agonía. Esta ciudad fue siempre el hogar de los cazadores pero, un día, la mayor de las sombras nos atacó por sorpresa y acabó con casi todos nosotros. Conseguimos huir pero, al final, Agonía nos encontró. Gracias a ti ya no podrá influir en más personas ni hacer más daño. El chico, por fin, lo comprendió todo y vivió en la ciudad de los cazadores, con sus padres, para siempre. Autora e Ilustradora: Cristina Alarcón Herrero 4º Educación Secundaria Obligatoria 36
Nayim es un chico de 18 años que vive en Madrid junto a sus padres y sus dos hermanos. Posee un gran tesoro: tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Nueve de enero: Nayim se encuentra bastante bajo de ánimos y publica en las redes sociales lo mal que estaba…. Allí apareció Rym, una chica muy maja de Murcia, de 16 años que, al ver la publicación de Nayim, se preocupó y decidió responderle: -Hola, es verdad que no nos conocemos de nada, pero si quieres que te escuchen o que te aconsejen, puedes contar con esta desconocida. A los cinco minutos, él le contestó: -Estoy mal a causa de la gente que habla sin conocerte y sin tener ni idea y eso, aunque no lo pretenda, me afecta. Pero te lo agradezco mucho, pues personas a las que conozco no se han preocupado por mí y tú, sin conocerme de nada, lo has hecho. Muchas gracias, de verdad. - No me des las gracias, pues cualquiera habría hecho lo mismo y, si en algún momento necesitas a alguien que te escuche, aquí estoy. - La verdad es que hoy me he dado cuenta de que hay muchos tipos de personas… 37
Se presentaron y siguieron y siguieron hablando, y cada día hablaban más y más; después se llamaban por teléfono y escuchaban mutuamente sus voces, y los sentimientos fueron creciendo. Decidieron intentar empezar una relación, a pesar de la distancia que les separaba. Los dos estaban muy felices, aunque no se conocían personalmente. Nueve de marzo: ya hacía dos meses de que se habían conocido y Nayim decidió darle una sorpresa a Rym; viajó a Murcia para verla y ella no sabía nada.
Al bajar del autobús, Nayim se tropezó con una chica y, sin querer, le tiró todo lo que llevaba en las manos. Él, con la 38
prisa que tenía por encontrarse con Rym, le ayudó precipitadamente a recoger sin mirarla siquiera a la cara, mientras le pedía disculpas. La chica sí lo miró y se quedó sin palabras y sin saber qué hacer, porque ella era Rym. En un momento, levantaron los dos la cabeza y sus miradas se cruzaron. Nayim no estaba muy seguro de que fuera ella, pero algo en su interior le decía que sí. Se miraron y Rym dijo su nombre. En cuestión de segundos, estaban los dos fuertemente abrazados. Muy contentos y felices se fueron a merendar juntos y estuvieron horas y horas hablando de sus cosas y dándose mucho cariño. Rym invitó a Nayim a cenar a su casa para que sus padres lo conocieran, y a la familia de ella les cayó muy bien el chico. Cuando llegó la hora de la despedida, Rym sentía ganas de llorar. Nayim volvió a Madrid y los dos siguieron con su rutina de hablar a distancia. Meses después, Nayim encontró trabajo en Murcia y decidió ir a vivir allí. Así vivieron, viéndose cada día. Pasaron los años como si fuesen meses, y cuando Rym cumplió la mayoría de edad, decidieron irse a vivir juntos. Ellos se querían muchísimo y eran una pareja muy feliz y nunca, nunca pusieron fin a su amor. Autora e Ilustradora: Ismahane Jabbouri. 4º E. Secundaria Obligatoria (Atención a la diversidad)
39
40