EL TONTO DE LA COLINA

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EL TONTO DE LA COLINA

JUAN MANUEL OCHOA TORRES SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.


ACERCA DEL AUTOR JUAN MANUEL OCHOA TORRES es miembro de la SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C. que es la sociedad científica y cultural más antigua del continente americano, al haber sido fundada en el año de 1833 por el entonces Presidente de México don Valentín Gómez Farías. El autor forma parte del Consejo Académico Nacional de dicha institución, al fungir como Presidente de una de sus Academias, y ha escrito una gran cantidad de libros sociales, económicos, cívicos, ecológicos, demográficos, históricos y de análisis diversos; algunos de los cuales han sido traducidos al idioma inglés. www.juanmanuelochoat.blogspot.mx/


EL TONTO DE LA COLINA

JUAN MANUEL OCHOA TORRES

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.


Título original en español: “El tonto de la colina”

PRIMERA EDICIÓN: ENERO DEL 2014

ISBN: 978-607-7944-04-1 Número de registro: 03-2013-100909381300-01

Copyright © Juan Manuel Ochoa Torres

Correspondencia con el autor: Juan Manuel Ochoa Torres: mailjmot@gmail.com www.juanmanuelochoat.blogspot.mx/

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C. Justo Sierra 19 Centro Histórico Teléfonos (52) (55) 5542 73 41 y 5522 2055 ismge@prodigy.net.mx http://smge-mexico.blogspot.com México 06020, D.F. MEXICO

Impreso y hecho en los Talleres de CACTUS DISPLAYS, S. A. de C. V. 044 55 1953 7628 ap.loera@hotmail.com Tipografía y formación: Luis Tovar Carrillo tecnografica64@gmail.com Portada: Ana Sofía Ochoa Ricoux y Luis Tovar Carrillo

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro sin autorización de los autores.


ÍNDICE

CAPÍTULO I .............................................................. CRUCE DE CAMINOS UN EXTRAÑO ENTRA EN ESCENA

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CAPÍTULO II ............................................................. PERSPECTIVAS DIFERENTES “EL ENCINAL”

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CAPÍTULO III ............................................................. EL ENCUENTRO

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CAPÍTULO IV ............................................................ UN DIÁLOGO DIFERENTE

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CAPÍTULO V ............................................................. ¿VISIÓN OPUESTA?

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CAPÍTULO VI ............................................................ AMPLIACIÓN DEL DIÁLOGO

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CAPÍTULO VII ............................................................ UNA PERSPECTIVA MÁS

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CAPÍTULO VIII ........................................................... UN REGRESO CONTROVERSIAL

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CAPÍTULO IX ............................................................ AUMENTAN LAS DIVERGENCIAS

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CAPÍTULO X ............................................................. A LA NOCHE SIGUE EL DÍA

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CAPÍTULO I C RUCE

DE CAMINOS

Pocas veces recapacitamos que cada persona trae consigo toda una historia de vivencias, aspiraciones, errores, preocupaciones y sueños. Y por poner un ejemplo, en una gran ciudad, cualquier día por la mañana, no nos detenemos a pensar que esa dama que camina presurosa hacia su trabajo, va completamente inmersa en una gran cantidad de asuntos laborales y personales que debe atender a lo largo del día. Tampoco nos preocuparemos gran cosa por este otro caballero que nerviosamente mira a menudo su reloj, así como temiendo que el tiempo le vaya a jugar una mala pasada. E incluso, si alguien cree que este ensimismamiento humano afecta sólo a las personas que habitan en las grandes urbes, se equivoca, porque ya sea en ciudades grandes o pequeñas, en áreas urbanas o rurales, en casa grande o pequeña, en el interior de cada persona, entrarán en acción una intrincada serie de elementos que conformarán su propio y particular pensamiento. Para corroborar este fenómeno, lo invito a que haciendo uso de ese poder mágico instalado deliberadamente en nuestra propia mente, y mejor conocido como nuestra imaginación, en un santiamén nos traslademos primero a un pequeño poblado del estado de Michoacán, en México, donde cualquier día por la mañana, a tan sólo una cuadra de la plaza principal, dentro de ese ir y venir de muchas personas, también descubra5


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mos cómo se conjuga ese submundo que subyace en el interior de cada hombre o mujer. Siendo así que detrás de esas palabras amables de Don José, estaba su gran preocupación por vender todos sus tamales y atole. Y uno de los propósitos de Doña María, era deshacerse de la fruta que tenía expuesta, porque bien sabía que si no lograba su propósito, gran parte de ella se maduraría muy rápido y menos podría venderla. Doña Margarita por su parte, calculaba con la precisión de un eficiente contador, cómo optimizar su presupuesto, a fin de poder surtir a toda su familia empleando la más reducida cantidad de dinero. El Notario Don Fidel iba con paso presuroso a su oficina, como intuyendo la solución para la escritura pública que firmarían varias personas en pocos minutos más, y algo similar le sucedía al licenciado Luis Fernando. Pero toda esta retahíla de asuntos de los habitantes de este hermoso poblado michoacano parecía quedarse muy atrás ante las angustias que creía vivir una dama llamada Doña Soledad, mejor conocida como Doña Chole. Si cada persona hacía malabares internos para conjugar sus propias aspiraciones, dudas y supuestos propósitos, no había quien igualase el espíritu atribulado de esta inquieta dama. Y así como la naturaleza a veces combina caprichosamente colores oscuros con brillantes, o el canto de un ave con el suave caer del agua, en la casa de Doña Chole también habían realizado combinaciones extrañas y contrastantes: Recientemente se había quedado viuda su hermana Natalia, y se había ido a vivir a su casa. 6


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Doña Chole era un volcán a punto de estallar, pero Natalia era un lago plácido que sólo observa complaciente y tolerante el paso de las aves y el lento transcurrir de las nubes en el cielo. El espectáculo que día tras día se escenificaba en esa casa, era sólo contemplado por algunos testigos silenciosos: unos antiguos muebles, una gran fuente de cantera rodeada por muchas macetas con todo tipo de plantas, y un rayo de sol que de forma tímida, así como pidiendo permiso para entrar, comenzaba a introducirse por el patio. Los únicos que se atrevían a romper el silencio, eran una gran cantidad de pájaros que estaban dentro de muchas jaulas fijadas en los muros de esa peculiar residencia. Todos estos testigos contemplaban cómo, mientras Doña Chole corría de un lado hacia otro acomodando cosas que acababa de traer del mercado, Doña Natalia en silencio contribuía al reacomodo de ciertas cosas, preparándose para el ya inminente desayuno. Y así como las aves intuyen con mucha anticipación las tormentas, en su interior Natalia presentía, por el andar apresurado de su hermana Chole, que en ese preciso momento, su inquieta mente estaba siendo víctima de muchos pensamientos encontrados, y que estaba a punto de externarlos. Y aunque Natalia parecía distante, bien sabía el principal motivo de preocupación de su hermana: Su hijo Álvaro. Le constaba que a pesar de sus ruegos, no había querido Álvaro dejar un singular trabajo que tenía cerca de Tingüindín, con un tal Don Alonso. —La verdad no me cabe en la cabeza, —mencionó Doña Chole— cómo Alvarito todavía quiere quedarse allá con 7


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el viejo loco ese, cuando le han ofrecido un trabajo importante en Morelia… A veces creo que Álvaro también ya se volvió loco como el infeliz ese con quien trabaja. Si otra hubiera sido la acompañante de Doña Chole, ante semejantes afirmaciones, no hubiera podido evitar alarmarse en grado extremo, pero Natalia tenía toda la vida de conocer a su hermana, y permanecía callada e imperturbable disfrutando de su desayuno. —Hace algunos años, —continúa Doña Chole— por andarme creyendo de mis amigos y de ti, pensé que esa tontería de Álvaro se le pasaría en unos meses, pero ahora está peor, cada día parece que ese viejo tiene más influencia en él… ¡Habrase visto! —Pero Chole, —objeta Natalia— Álvaro está muy contento en ese trabajo, incluso ya ves que hasta nos vino a presentar a su novia Esther, y tienen planes de casarse. —¡Eso es justamente lo que me preocupa más! —Contesta Chole— ahora que ya se encontró en Zamora a la ilusa esa, que hasta acepta irse a soterrar también al rancho ese, menos va a querer venirse… Ya hasta dice que el viejo loco ese le dará una casa ahí. —¿Ya probaste el camote tatemado y la calabaza? Están buenísimos… —¡No me cambies la conversación! —Casi grita Doña Chole— lo que me interesa es Álvaro, no el mugre desayuno… —No vaya a ser Chole, que nos estemos preocupando sin razón. Yo recuerdo que mi difunto esposo decía que algunas décadas atrás, el flujo de profesionistas 8


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era hacia la capital y las grandes ciudades, pero que parecía haberse invertido esa tendencia, y que ahora las oportunidades se podían dar en las ciudades medianas y chicas. —¡Justamente!... Ciudades medianas y chicas, pero yo creo que tu esposo nunca pensó que Álvaro se iba a querer soterrar en un vil rancho como ese… ¡Y ya ni me digas que me calme, porque me da coraje contigo, que no le das importancia a eso!

UN

EXTRAÑO ENTRA EN ESCENA

Decíamos que así como detrás de toda persona hay una historia y motivaciones diferentes, tal vez nos quedamos cortos si no añadimos un elemento más: Al destino como que además le gusta entremezclar muchos diferentes elementos entre sí, y observar pacientemente el resultado que ello produce. Y la verdad, Doña Chole jamás se imaginó, que ese a veces veleidoso y desconcertante dedo del destino, estaba tejiendo una invisible red alrededor de ellos. Y para introducirlos dentro de esa telaraña, se valdría precisamente de sus propias aspiraciones personales. Por ello, en esos precisos momentos, el Licenciado Gustavo Mora, comisionado especial de un importante ministerio forestal, estaba rondando la zona, acompañado por el Ingeniero agrónomo Miguel Sánchez, quien había sido su amigo desde la juventud. Ambos iban en la parte de atrás de una gran camioneta de tres asientos, y a juzgar por tantas llamadas entrantes y salientes, más que un medio de transporte, parecían ir en una oficina móvil. 9


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Y una vez terminada su última llamada, dice con voz sonora el licenciado Mora: Pronto presentará un partido de oposición ante el Congreso un nuevo proyecto forestal, y tengo el encargo del Señor Secretario de profundizar mucho en el tema. Por lo tanto, quería hablar contigo Miguel, para que me platicaras tus experiencias en ese sentido, porque nuestro partido necesita estar preparado para debatir bien todo eso. —La verdad, —continúa— es superurgente hacer algo efectivo en materia forestal, hemos estado perdiendo bosques a una velocidad de miedo: 400 mil hectáreas anuales de acuerdo a algunas fuentes, y otros dicen que hasta más… ¡Imagínate! Estamos hablando de más de mil hectáreas al día… —Pues sí, —responde el ingeniero— es cierto, pero eso hará que la capacidad de respuesta de la sociedad se ponga a la altura del problema, ¿no? —Así debería ser, mi estimado Miguel, pero por la forma como se maneja la política en nuestro país, el gobierno no debe plantear broncas, sino soluciones y, además, soluciones que no parezcan difíciles, porque si no, simplemente no se ganan ni elecciones ni respaldo popular… Y prosigue el licenciado ante la mirada expectante de su amigo Miguel: ¿qué porcentaje de la votación crees que hubiéramos tenido en las últimas elecciones, si hubiéramos planteado las verdaderas broncas a que nos enfrentamos? Si así ya viste cómo nos fue, que ganamos por pocos puntos, porque algunos de la oposición ofrecían de plano puros sueños, y eso encandiló a muchos. —Yo creo, —objeta el ingeniero— que es perfectamente posible hacer planteamientos objetivos de los pro10


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blemas a la ciudadanía, si tratamos a la sociedad como niños, reaccionarán como niños. —Mucha gente sí, pero la mayoría se irán por lo fácil, por el que ofrezca las cosas más “atractivas”, y para qué te cuento en la bronca en que vuelven a meter al país, como de hecho nos pasó hace algunas décadas. —O sea, estás diciendo que hay que presentar una situación irreal y optimista para ganar una elección, y así poder lograr el apoyo popular, ¿no? —Lo que digo es que en cuestiones políticas se deben presentar las cosas de forma que no suene a que se requiere un esfuerzo grande, porque la gente no votará por eso, y se irá por lo que parezca más bonito, aunque luego se los lleven al baile. Por lo tanto, se tienen que plantear las cosas de cierta manera, eso es política, y no sólo en este país, sino en todo el mundo. —Yo creo que eso es más bien un mal uso de la política, acuérdate de aquella frase de Simón Bolívar que nos repetía tanto el maestro de Historia: “La rectitud, es la mejor política”, se tienen que decir las cosas tal cual. Pero hay que saberlas decir e instrumentar, y te aseguro que la gente responde. Ante esas decididas objeciones que anteponía su amigo Miguel, el licenciado intuye que no llegarían a ningún lado con esa discusión, por lo que valiéndose de su vasta experiencia, con mucha sutileza cambia el sentido de la conversación: —Eso es precisamente lo que ahora queremos, aterrizar bien las soluciones, y allí en eso tú me vas a ayudar. Y en la cuestión política, créeme que trataremos de hacer bien las cosas. 11


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—Está bien Gustavo, yo con mucho gusto te platico mis experiencias en la cuestión forestal, y ya ustedes lo plantearán como gusten, no te preocupes. Pero antes de seguir adelante, te comento que cuando me llamaste y supe que venías, te traje por este camino porque quiero que platiquemos con una persona que anda por acá y tiene un rancho que funciona más o menos bien, pero vamos tratando de ver si quiere conversar con nosotros, porque es un tipo bastante especial, como que no le gusta ni siquiera platicar con la gente. —¡Ah caramba! ¿Y ese tipo de dónde salió? Si ni siquiera le gusta plantear sus ideas, me suena medio raro, ¿no? —Mira, no me mal interpretes, sólo es un sujeto bastante especial, pero no creas que está tan fuera de foco. Fue Notario, es muy preparado y estuvo un montón de años en la ciudad de México, lo que pasa es que ahora que ya es mayor, se vino para acá y tiene un rancho que funciona bien, y creo que si logramos platicar con él, podría darnos algunas ideas para lo que buscas, la cosa es que consigamos que nos reciba. —Bueno, si crees que sería interesante, adelante… pero, ¿cómo le piensas hacer para que platiquemos con él? —A mí me gustaba ir a su rancho a platicar con él, hasta que un día de plano ya no quiso verme, está como en otro mundo… pero no te vayas con la finta, parece un poco extraño, pero no anda tan perdido, en muchas cosas tiene razón… —Se me hace, —objeta Gustavo— que nomás vamos a perder el tiempo… —Yo sé lo que te digo, muchas ideas te van a parecer impracticables, pero total, tomamos lo de bueno que nos diga. Será cosa de unas horas. 12


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—Bueno, si quieres… vamos pues… —Mira, hay un joven que trabaja con él, que se llama Álvaro, y sucede que a través de él, podremos platicar con Don Alonso. Así se llama. —Y a propósito, —continúa el ingeniero Miguel— mira, ya vamos llegando al poblado donde vive su mamá, que es muy mi amiga, vamos a ver si de pura casualidad Álvaro anduviera por aquí. El ingeniero se dirige a Juan el chofer, y le dice: Antes de que llegues al puente ese, das vuelta a la izquierda y te vas derecho hasta la plaza, y ahí te digo donde está la casa de Doña Chole, creo que a ella sí la encontraremos ahí. —Y a propósito Gustavo, si quieres comprar algo de pan para que lleves a México, aquí venden unos panes que se caen de buenos, los cuecen en unos hornos especiales, y te pueden llegar bien hasta tu regreso. ¿Cómo ves?

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CAPÍTULO II P ERSPECTIVAS

DIFERENTES

Cuando por cualquier circunstancia se cruzan dos corrientes de agua, se sabe que una de las dos influirá más sobre la otra. Y cosa curiosa, también sabemos que no es tanto el flujo más rápido y sonoro el que prevalece, sino que más bien, la corriente que parece más mansa, al ser la que posee el mayor caudal de fondo, será la que determina el rumbo. Y en esas reuniones donde el a veces incomprensible dedo del destino acomodaba de forma extraña ciertos eventos para esos días, a simple vista no reflejaba la verdadera fuerza interna de cada uno, dado que, así como los ríos vistos desde la superficie no acostumbran revelar su verdadero contenido, en el interactuar humano sucederá algo similar, no es posible evaluar el verdadero potencial de alguien, sino hasta el momento en que su pensamiento es debidamente expresado. Sin embargo, cuando no es posible realizar un mejor análisis, algo es mejor que nada, o al menos, por el momento. Analicemos, por tanto, los sucesos que comenzaban a llevarse a cabo en ese hermoso poblado michoacano. Y así veremos cómo Doña Chole y su hermana Natalia, sin tener la más remota idea de la mayoría de acontecimientos que se entretejían a su alrededor, continuaban dialogando mientras terminaban su desayuno. Por su parte, el licenciado Mora y el ingeniero Sánchez, una vez que han realizado algunas compras, están a punto de tocar a la puerta de una antigua casa, ubicada casi a un costado de la plaza principal. 15


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Una vez que escucha el sonido de la puerta, Doña Chole, antes de abrir, mira discretamente por la rendija de la ventana de su sala, y cree reconocer al ingeniero Miguel, por lo que presurosa se dirige a abrirle. —¡Don Miguel, bienvenido! ¿A qué se debe el honor de su visita? Llegan a perfecto tiempo para desayunar, pásenle, están en su casa… —Doña Chole, —dice el ingeniero, mientras le da un abrazo— permítame que le presente al licenciado Mora… Con la hospitalidad típica de la provincia mexicana, y con el objeto de poder platicar mejor mientras les ofrece algo, Doña Chole confiadamente los guía hasta la mesa del comedor, al tiempo que Natalia, después de la presentación de rigor, se convierte discretamente en la anfitriona, para darle tiempo a su hermana para que dialogue bien con sus inesperados visitantes. —¡Qué gustazo que nos visiten, aquí tienen su casa! Le dice Doña Chole mientras les pasa una abundante ración de platillos de la región, mismos que afortunadamente tenía disponibles… —Gracias Doña Chole, solamente tomaré estas dos corundas con un poquito de frijoles, porque ya habíamos comido algo, pero la verdad son irresistibles para mí. ¡Pruébalas Gustavo! Son una especie de tamales de por acá… No sé si los comiste cuando estuvimos en la preparatoria en Zamora, y si no te gustan, prueba estos uchepos, que están hechos de elote… Mientras el licenciado Mora se retira momentáneamente al patio a contestar una llamada telefónica, Doña Chole le dice al ingeniero: 16


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—¡Ya casi no viene por acá ingeniero! ¿Anda supervisando algún rancho, o qué lo trae por estos rumbos? —La verdad es que el licenciado Mora, a quien conozco desde que estábamos en la prepa en Zamora, ahora tiene un puesto importantísimo en la ciudad de México, y quiere conocer más de proyectos forestales, y queremos visitar otra vez “El Encinal” de Don Alonso, y pensé que tal vez su hijo Álvaro andaría por aquí… —¡Qué más quisiera! Lo que pasa es que este diantre de muchacho tiene totalmente sorbido el cerebro en ese mugre rancho con el viejo loco ese, y muy de vez en cuando me viene a ver… Natalia, mientras acerca algunas cosas a la mesa, guarda un prudente silencio, aunque no comparte la visión de su hermana… —Siendo franca —prosigue Doña Chole— no me gusta nada ese trabajo para Alvarito. Se me puede volver loco como el tipo ese. Además, casi no sale de allá. El licenciado, una vez que ha terminado su llamada, se sienta guardando un discreto silencio, aunque, por las expresiones de la señora Chole, cada vez está más convencido de que no tiene caso visitar ese rancho, donde se encuentra ese al parecer tan extraño sujeto, sin embargo, la confianza que tenía en su amigo Miguel, le hace persistir en esa ya proyectada visita. —Pues ahora mismo vamos a Tingüindín, —dice el ingeniero— si quiere le digo algo a Álvaro, porque queremos conversar un poco con Don Alonso, a ver si quiere… —Pues qué le puedo decir, Usted ya sabe cómo son las cosas ahí… Capaz que ni los recibe… 17


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El licenciado Mora, sin externarlo a nadie, cada vez estaba más intrigado, ¿qué clase de tipo es ese tan raro? Pero bueno, se conformaba, lo tomaremos como algo anecdótico y fuera de lo común, y, además, —pensaba— sólo perderemos un poco de tiempo, al cabo con mis teléfonos, sigo al pendiente de cosas, como si estuviera en mi oficina… Mientras el ingeniero Sánchez, ajeno al extrañamiento y creciente escepticismo de su amigo Gustavo, continuaba dirigiéndose a Doña Chole: —Pues sí, lo peor que puede pasar es que no nos reciba… pero con suerte Álvaro nos ayuda… —Bueno, eso sí, seguro que Álvaro les ayudará, y, por cierto, llévenle unas cosas que dejó acá cuando vino, por favor… —¿Qué le parece la comida y las cosas por aquí licenciado? —¡Ah, todo muy bueno, señora! Pero lo que más me gusta es la gente, que es muy amable… es cierto que ha habido algunos problemas en la región, pero confío que sean pasajeros… Y así pasaron un rato más conversando, y cuando ya los acompañaban a la puerta, Doña Chole discretamente retiene un poco al ingeniero Miguel y le dice: —A ver si pudiera convencer a Álvaro que nada más está perdiendo su tiempo ahí, ¿no? ¡Imagínese nada más! Tanto estudio para venir a soterrarse en un vil rancho, con un viejo loco como ese… El ingeniero, extrañado ante semejante petición, no puede sino asentir mientras se despiden todos amigablemente. 18


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“E L E NCINAL ” En breves minutos, ya iban en esa gran camioneta rumbo a Tingüindín, por lo que el ingeniero le explica a Juan, el chofer, que van a pasar por Zamora, y luego dirigirse hacia el sur. Y le dice el licenciado Mora: —Ya ni me acuerdo, ¿Qué tan lejos está Tingüindín de Zamora? —Está como a 25 minutos, ¿no conoces por ahí? —No, acuérdate, cuando estábamos en la prepa, no había carretera pavimentada para esa zona. —¡Tienes razón! Y ahora que estoy pensando, —dice el ingeniero— que eso de que hasta hace relativamente poco tiempo, no hubiera habido carretera pavimentada hacia allá, hizo que se quedara con costumbres y tradiciones de mucho más atrás, ¿no? Cuando pasaban por un costado de Zamora por el libramiento hacia el sur, el licenciado dice sumamente escandalizado: —¡Mira nada más hasta donde ha crecido la mancha urbana! ¿Te acuerdas cuando estábamos en la prepa? Todo esto eran campos de cultivo… —A ver, dime, ¿cuántas hectáreas tiene el valle? —No sé exactamente, creo que son como 17 mil… —Pues una parte muy importante del valle, ya está invadido de casas, y eso ha disminuido el potencial agrícola de forma increíble… 19


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—Pues lo mismo está pasando por todo el territorio nacional… ¿no? —Es cierto, pero eso de que suceda por todos lados no me consuela, sino al revés… No obstante, a medida que se iban acercando a Tingüindín, la vegetación iba cambiando, y la densidad de árboles de alrededor se iba concentrando cada vez más. Eso hizo que el licenciado Mora, no acostumbrado a estar en esas zonas, comenzara a disfrutar del paisaje… —Oye Miguel, por cierto, —dice el licenciado— cuando le conté a mi esposa Alejandra hace un rato que íbamos a Tingüindín, creyó que estaba bromeando. Qué crees, no conocía ese nombre… de casualidad, ¿sabes de dónde salió…? —Bueno, lo que pasa es que se trata de un poblado de origen prehispánico, y no culpo a Alejandra por no saber ese nombre. Nosotros porque ya estamos acostumbrados… Pasan unos segundos, y el licenciado añade: —Por cierto Miguel, ahora estoy pensando que todos los nombres purépechas tienen un significado especial de acuerdo a las características del lugar, como el lago ese donde íbamos cuando estábamos en la prepa, que se llama Camécuaro, o la caída de agua aquella que está cerca de Uruapan, que se llama Tzaráracua, nomás de curiosidad, ¿sabes que significa Tingüindín? —Creo que sí. Hace tiempo, cuando miraba el escudo de ahí, como tenía unas campanas, pensé que su significado era “lugar de campanas”, pero, después leí que 20


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el nombre es una castellanización del término Purépecha “Tzingüitzuri”, que quiere decir “lugar de adoración”. —¡Válgame Dios! ¡Mira nada más por dónde me traes! —Te confieso Miguel, que después de estar oyendo a Doña Chole, con todo lo que decía de ese señor, ya ni quería venir… —Bueno, —dice Miguel— lo que pasa es que Doña Chole le tiene muy mala voluntad a Don Alonso, aunque, tampoco te esperes una cosa del otro mundo, la cuestión es que quiera platicar con nosotros… Pero te describo más o menos como es ese señor… —Me da la impresión —continúa Miguel— que tiene unas ideas que no encajan muy bien con algunos, y por eso decidió apartarse para acá. Es… cómo te diré… digamos, como muy idealista, no sé si demasiado, pero hay veces que creo que es él el que está bien, y que los demás somos los que necesitamos tener una visión parecida, te confieso que no sé. —Pero entonces, —lo iba a interrumpir el licenciado— ¿Tú crees que…? —Permíteme… vamos a ver qué nos dice, y de ahí tomamos —o tomas— lo que creas que te sirva, ¿cómo ves? Se le queda mirando el licenciado con ojos de extrañeza, al tiempo que le contesta: —Vamos pues, qué crees, ya hasta curiosidad me dio… Ya casi llegamos Juan, le dice el ingeniero al chofer— tan pronto pasemos esa colina de la izquierda, el pri21


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mer camino que veas, te metes por ahí, pero despacio, porque es de pura terracería. Tan pronto como han entrado al camino de terracería completamente rodeado de árboles, sintiendo el licenciado Mora extrañeza de estar en esa situación, cuando hacía apenas dos días estaba en la gran ciudad de México en un mundo completamente diferente, como que su estado de ánimo se comienza a transformar, y se le ocurre hacerle una broma a Miguel como acostumbraban en tiempos de sus ya lejanos años de prepa: —A ver si no estamos buscando al “tonto de la colina”, como aquella canción de los años de prepa… Pero esa broma no le hace la menor gracia a Miguel, por lo que ni siquiera se digna contestarle, a lo que el licenciado añade: —No te creas hombre, vamos pues a ver a tu amigo…

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CAPÍTULO III EL

ENCUENTRO

A pesar de encontrarse en un camino rodeado de árboles, en el horizonte, —por el lado del oriente— se apreciaban unas nubes más oscuras, y los oriundos de estos lugares ya saben que cuando eso ocurre, es signo casi inequívoco de que pronto habrá lluvia. Pero como dice el refrán, “el que no sabe, es como el que no ve”, y una vez que han llegado a la puerta de acceso del rancho, donde se apreciaba con letras grandes “El Encinal”, el licenciado Mora desciende presuroso de la camioneta para dar un vistazo previo, seguido por el ingeniero. Era tanto lo que el licenciado había escuchado de ese singular sujeto, que, a pesar de su vasta experiencia en diferentes ámbitos, sentía bastante curiosidad por conocerlo. Y de alguna forma intuía que sí iban a ser recibidos. No obstante, ambos inesperados visitantes parecían ignorar que la inminencia de la lluvia parecía como querer anticiparles, aunque de forma muy discreta y casi podríamos decir hasta educada, que podrían verse envueltos ellos también en unas ideas y conceptos que tal vez no esperaban. Pero así como la naturaleza no acostumbra tomarse la molestia de avisar a los no preparados sobre sus planes, incluso en ocasiones sólo se manifiesta de forma abrupta, el a veces incomprensible devenir de los acontecimientos diarios tampoco se anuncia, y simplemente nos los coloca sobre la mesa. 23


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Y ese lento e imperceptible deslizarse de las nubes del oriente en su propia dirección, aparte de poner de relieve la diversidad de fuerzas silenciosas que operan a nuestro derredor, parecía un invisible preludio de algo no esperado por ellos. Entre tanto, como una prueba palpable de que ante un mismo escenario, siempre existirán muchas perspectivas, el licenciado Mora y su acompañante, el ingeniero Miguel, se sienten como trasladados a otro mundo paralelo, donde se entremezclaban el incomparable paisaje verde, el casi imperceptible sonido de las hojas de los árboles, movidas por una tenue brisa, y todo ello envuelto mágicamente en un purísimo aroma a hierba. Ello hizo que, si bien antes venían en gran charla, sin ponerse de acuerdo, ahora permanecen en silencio, así como permitiendo que fuera el turno de la propia naturaleza quien se expresara, aunque ella lo hacía de su propia y peculiar manera. Pero de pronto el ingeniero vuelve a la realidad, porque sabe bien que iban con un determinado propósito, y comienza a cuestionarse más sobre la forma de hacerlo, porque por las condiciones particulares del lugar, no podía, sin avisar, simplemente abrir la puerta e introducirse dentro. Sin embargo, el destino a menudo sorprende facilitando las cosas. A escasos 100 metros, se encuentra Joaquín, un trabajador que limpiaba cuidadosamente la maleza de unos árboles de aguacate, y una vez que se aproxima sorprendido con esa gran camioneta, reconoce de inmediato al agrónomo. —¡Ingeniero Sánchez! ¡Soy Joaquín! ¿Se acuerda? ¿Qué anda haciendo por acá? ¿Quiere pasar? 24


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La verdad Miguel no recordaba el nombre de este trabajador, pero por lo visto Joaquín sí, ya que había sido precisamente él quien, en ese mismo rancho y por encomienda de don Alonso, le había estado ayudando mientras preparaban unos viveros y realizaban unos injertos… —¡Hola Joaquín! ¿Cómo estás? En eso Joaquín recuerda de improviso las instrucciones dadas por su hermano Benjamín, quien era el mayordomo, en el sentido de que no se le permitiera el paso absolutamente a nadie, porque a don Alonso no le gustaba… Pero, —se decía Joaquín a sí mismo— el ingeniero no es un extraño, sino que a menudo nos ayuda con cosas… no obstante, de forma previsora le llama por radio a su hermano Benjamín, poniéndole al tanto… y prudentemente le pasa el auricular al ingeniero, al tiempo que lo saluda de forma muy cordial. —Oye Benja, ¿cómo estás? ¿Está contigo Álvaro? Necesito hablar con él, porque quiero platicar algo con don Alonso… —¡Ah caramba! Déjame le llamo… mire, mejor le llamaremos de regreso en un momento… No habían pasado sino unos segundos, cuando suena el radio. —¡Hola ingeniero! ¿Qué lo trae por acá? Mientras el licenciado conversa algo con Joaquín, Miguel se retira unos metros para hablar más confiadamente con Álvaro… 25


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—Lo que pasa es que necesito platicar algo con don Alonso, está conmigo un señor de México, tiene un puesto muy importante, y andan sondeando la cosa de la reforestación, tú sabes que eso es crucial para el país, y quiere platicar algo sobre eso, por si se le pueden aportar algunas ideas al plan ese. Creo, mi estimado Álvaro, que es algo demasiado importante, vale la pena… Se queda pensando unos segundos Álvaro, y sabe que si el ingeniero juzgaba eso como algo importante, es que lo era, y le dice: —Usted sabe cómo son las cosas acá, pero, por lo que me dice, déjeme tratar… normalmente le diría que no, pero ese tema le interesa sobremanera a don Alonso… aunque quien sabe, déjeme tratar… ahorita le vuelvo a llamar… No habían pasado sino unos minutos, cuando el radio del ingeniero vuelve a sonar… —Está bien, los va a recibir, voy por Ustedes… En menos de lo que pensaban, ya se están saludando Álvaro y esos dos visitantes, mientras Juan introduce la camioneta, colocándola bajo unos árboles de la entrada... —Si no les importa, —les comenta Álvaro— dejamos la camioneta aquí y nos vamos caminando, porque ahorita que tenemos más tiempo, que no es temporada de cosecha ni de nada, andamos aprovechando para meter más conductos subterráneos de agua, por lo que hay unas cepas abiertas en el camino, ¿les parece? Y además, así damos tiempo a que venga don Alonso, que andaba del otro lado… 26


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—¡Claro! Con gusto… Y así se van caminando los tres por un camino rodeado de largas hileras de árboles de aguacate a ambos lados, cada árbol con varios goteros que les proveen de agua de forma constante. En eso Álvaro, al ver las gotitas que caen de forma intermitente, le llama a Benjamín: —Oye Benja, dile a Amarildo que le apague al riego, me late que hoy sí nos llueve, para no desperdiciar agua. Cuando el licenciado observa esos pequeños goteros y la impecable organización que tenían, se da cuenta de inmediato de que ni siquiera en ranchos que había conocido en Estados Unidos, había visto tal nivel de tecnificación en ese cultivo. —¡Qué rancho tan bien organizado! —Menciona el licenciado—. Con razón Michoacán es el primer productor nacional y mundial de aguacate… —Es como todo, —menciona Álvaro— es cuestión de organización y trabajo… —Oye Álvaro, —dice el ingeniero— pasamos a saludar a tu mamá, y por cierto te mandó unas cosas, antes de irnos te las doy… Pero te comento, siento que a ella como que no le gusta tanto que estés trabajando acá, sólo te la paso al costo… Pero tú sabes mejor lo que te conviene. —Gracias ingeniero, no se preocupe, —lo dice sin el más mínimo enfado— lo que pasa es que mi mamá desde siempre ha tenido la idea, de que estar en un rancho es como hace tiempo, cuando estar así significaba una especie de aislamiento, pero qué cree, ahora 27


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con la intercomunicación, eso lo podemos convertir en una gran ventaja… —¿Cómo está eso? —Ya le he explicado a mi mamá, pero como que no capta bien el cambio que han dado las cosas. Cada persona que sabe que viene para acá, le dice que trate de convencerme que me salga de aquí, incluso, añade, hace algún tiempo —y lo comenta como algo anecdótico— hizo lo mismo con otro visitante. Pero de verdad ni se preocupe, no se lo tomo a mal, sé que lo hace con buena intención, pero le reitero, las cosas no son así como ella se imagina, incluso creo que es al revés… —Qué bueno que lo ves así, Álvaro… —Por supuesto, —dice sin inmutarse Álvaro— mire, desde el punto de vista profesional, ni se imagina en las que andamos, exportamos aguacate en envase al menudeo, con etiquetado y normas específicas para cada país de destino, con el objeto de optimizar los canales de distribución y comercialización y evitar intermediarios innecesarios, tanto nacionales como extranjeros, y varias veces al año salgo del país para hacer más clientes. —Incluso casi acabo de regresar de la Feria de Colonia en Alemania, que es el evento alimenticio más importante del mundo, ya conseguí nuevos clientes. —Y mire Usted, —les sigue diciendo casi emocionado— con diferentes apoyos, hemos abierto líneas de crédito a nuestros clientes del extranjero para que nos compren más; por eso, con un muy bajo nivel de endeudamiento y con mucho esfuerzo hemos mejorado la inversión y la calidad a un nivel que ni se imagina, y 28


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todo eso es muy bueno para el país, porque traemos dinero fresco. —Y eso sin considerar, —añade— que estamos proyectando una buena imagen hacia el exterior, con un producto, calidad y entregas con los más rigurosos estándares internacionales. El licenciado está asombrado ante el nivel de organización que ve a su alrededor, pero lo que más le sorprende es el enfoque de este joven profesionista, por lo que más bien opta por escuchar. —Y en el aspecto cultural, —prosigue Álvaro— la cosa está todavía mejor, ya que con el advenimiento de las computadoras e Internet, esto convierte el momento actual en una especie de parteaguas, mucho mayor al de la invención de la imprenta, como bien dice don Alonso… —¡Ah! ¿Eso dice? —Sí, aunque también afirma que eso establecerá una especie de diferencia entre las personas, porque mientras unos aprovecharán esa nueva ventana hacia un océano de información para aprender y desarrollarse a niveles inimaginados, en cambio a otros, sólo les dará un buen pretexto para perder su tiempo en diversiones y tonterías. —Y todo va a depender —dice— de algo muy sencillo… —De la disponibilidad de tiempo, sumado a la decisión personal de usarlo bien. Le comento esto, ingeniero, espero no aburrirlo, a raíz de la observación que me hace del temor de mi mamá respecto a mi permanencia en este rancho. 29


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—Por supuesto que no nos aburres, —interviene el licenciado— prosigue… —¡Ah! Les decía, mientras que unos sacarán infinidad de libros, datos y cosas valiosísimas de Internet, y con ello se desarrollarán de forma extraordinaria, a otros les podría servir de freno, porque sólo perderán su tiempo… A lo que le dice el ingeniero: —¿Y tú en lo personal, cómo andas en eso, tienes computadora e Internet aquí? —¡Claro! No sólo tengo comunicación con clientes de todo el mundo desde aquí, sino que tengo acceso a cualquier libro o documento importante con un teclazo… y lo que les va a faltar a la mayoría es tiempo, pero qué cree, —dice muy convencido Álvaro— aquí es lo que nos sobra, así que, si a eso lo conjugamos con ganas de aprovecharlo, estamos en una mucho mejor posición que los que estén en grandes ciudades. Se dan una mirada rápida el licenciado Mora y el ingeniero, pareciendo que con la rapidez de un relámpago, reconocieron ambos la razón que tenía Álvaro con ese enfoque… —¿Y tú, lees libros aquí? —¡Por supuesto! Leo cuando menos tres por mes. Pero el que me gana es don Alonso, él lee como cuatro o cinco… bueno, dependiendo del tamaño… —¡Ah caramba! ¿Don Alonso lee libros todavía? —Dice sorprendido Miguel— Me habías dicho que andaba medio mal de los ojos, ¿no? 30


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—Justamente, ahora con las computadoras, ni siquiera necesita leerlos, un amigo que tiene en Tingüindín que se llama Luis Tovar, le instaló un programa que le lee en voz alta los libros. Sí puede leer, pero le cuesta un poco de trabajo, pero leídos en voz alta, avanza una barbaridad. —Nada más para que tengan una idea, —prosigue Álvaro emocionado— un libro de las dimensiones de la Biblia de Jerusalén, con sus 66 libros y poco más de 800 mil palabras, puede ser leído en 74 horas y media, de principio a fin. Se lo digo porque se la acabo de descargar antier, y me acuerdo de esos datos. En eso menciona el licenciado Mora: —¿Cómo que la “Biblia de Jerusalén”, pues qué hay varias, o qué? —No es que haya varias, lo que pasa es que aunque es la misma, proceden principalmente de dos fuentes, una nos viene de Jerusalén, y otra de Alejandría, y en los primeros años de historia cristiana, como la Biblia de Alejandría estaba en griego, se les hizo más fácil de usar esa por el idioma, porque la de Jerusalén estaba en Arameo y Hebreo. —Pero, —añade Álvaro— la Biblia de Alejandría, como procedía de grupos israelitas dispersos desde antes de Cristo, mismos que hablaban griego, esa versión, llamada la Septuaginta, contaba con varios libros añadidos de historia y filosofía, como el libro de Tobías, Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y otros, pero esos nunca fueron considerados por los rabinos como libros sagrados, si gustan le pueden preguntar a uno y verán… Y cuando Álvaro observa los grandes ojos de sorpresa de ambos, les dice en tono tranquilizador: 31


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—Pero no se inquieten, no quiere decir que se trate de dos Biblias diferentes, es la misma, sólo que una, la que procedía de Alejandría, cuenta con varios libros añadidos, pero ellos nada quitan o añaden al contenido cristiano. —Sólo les comento que ese texto es el que usan los católicos, pero los verdaderos eruditos, maestros e historiadores del pueblo hebreo, no estaban en la llamada dispersión de Alejandría, sino en Jerusalén, y ahí estuvieron hasta la destrucción de esa ciudad en el año 70 después de Cristo. —Es más, —continúa— tanto los rabinos como los expertos cristianos de todos los tiempos, reconocieron esto que les digo, como es el caso de Jerónimo de Estridón, también conocido por otros bajo el nombre de San Jerónimo, quien hasta expresó una importante advertencia en este sentido en diversos prólogos de una de sus obras, la llamada “Vulgata Latina”, terminada en el siglo V. —Pero bueno, ya nos desviamos del tema, lo que les quería ponderar a manera de ejemplo, es el extraordinario potencial de lectura que una persona cualquiera tiene, con sólo escuchar libros por Internet. Y aquí lo trascendental es que ese mismo potencial individual, se puede reflejar a nivel colectivo, porque, como dice don Alonso, ¿Qué es cualquier Nación sino una simple suma de todas las individualidades que la conforman? Les citaba el ejemplo de la Biblia, porque es un libro grande, y un libro de esas dimensiones puede ser perfectamente escuchado en 75 horas, ¿se imaginan el potencial de crecimiento que una persona tiene? Y mientras ellos iban completamente ensimismados en esa peculiar conversación, misma que derivó en eso 32


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por el cuestionamiento que se le hizo a Álvaro, el ingeniero Miguel no estaba tan sorprendido por el diálogo y el maravilloso entorno, dado que, de alguna forma, ya había estado muchas veces ahí. Pero para el licenciado Mora, era otra cosa. Sentía que había abierto una puerta a una dimensión que ni sabía que existía, y estaba muy complacido por ello. Pero sucedió lo de siempre. Cuando por alguna razón nos distraemos, y nos olvidamos que la naturaleza continuará haciendo su labor de forma silenciosa, a menudo parece como querer despertarnos de golpe. Siendo así que las nubes que hacía poco rato estaban en el oriente, y de alguna forma permanecían ajenas por completo a la plática de estos tres singulares caballeros, de forma callada ya se habían colocado sobre ellos. Por tanto, comienzan a caer primero unas pocas gotas, al tiempo que se sentía una suave brisa, por lo que Álvaro, conocedor de las cosas por ahí, sugiere se refugien en una pequeña casita de paja que estaba a poca distancia. Apenas acababan de guarecerse, cuando una fuerte lluvia se generaliza, por lo que el licenciado Mora le dice al ingeniero: —Como que llueve más por acá, ¿no? —Un poco más, pero no tanto, aquí caen como 1,100 milímetros al año en promedio. Aunque los patrones tradicionales de precipitación, desgraciadamente, se han alterado en diferentes partes del país, debido precisamente a la deforestación, por eso, cuando me hablaste del interés que había del gobierno sobre la cuestión forestal, dejé todos mis pendientes y me vine volado. 33


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—Gracias, Miguel, —le dice Gustavo… —Pues ahora que lo dicen, —interviene Álvaro— hay muchas personas que aseguran que estos cambios climáticos no deben alarmarnos, porque en otros períodos de la historia ya habían ocurrido, pero creo que se equivocan, porque podría ser preludio de algo muy grave… —¿Por qué? Contesta el licenciado Mora gratamente sorprendido por el interés e involucramiento sobre el tema de Álvaro… —Porque entre otros errores, no interrelacionan unos hechos con otros. Por ejemplo, no es lo mismo que esos cambios hayan ocurrido hace veinte o treinta mil años, cuando en el planeta había como un millón de habitantes, donde quizá con 800 o 1,000 toneladas diarias de alimento podríamos salir adelante, a que ahora requiramos más de 6 millones de toneladas al día… —Y si se modifica el clima, —asegura Álvaro— se alteran las cosechas, y no se imagina la mayoría de la gente en la que nos metemos… Mientras repiqueteaba la lluvia en el techo de la casita, el licenciado Mora se da cuenta de que la situación en ese rancho no iba a ser algo como para tomarlo a la ligera, y decide llamar a su secretaria para pedirle que no le pase llamadas por el resto del día… Álvaro a su vez le llama a Benjamín, para decirle que tendrán que esperar un poco, debido a la lluvia, para que le diga a don Alonso. —¡Ah, no se preocupe! —Le contesta Benjamín—. A él le pasó lo mismo, se tuvo que esperar en otro lado por lo mismo, hay que esperar tantito. 34


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Y el licenciado, cada vez más interesado en la plática, le dice a Álvaro: —¿Han podido seguir el comportamiento de las cosechas o producción de alimentos en el mundo por Internet? —¡Claro! ¿Y sabe qué? Uno de los mejores indicadores, aunque no el único, es en cuanto a los niveles de precios. ¿Por qué de los precios? Porque Ustedes lo saben, su fijación es consecuencia principalmente del punto de intersección entre la curva de “oferta” con el de la “demanda”… —Y mire Usted, en los últimos 10 años, de acuerdo a una forma de medición que tiene la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, donde evalúan los precios de los cereales, lácteos, carne y otros, los precios internacionales se han más que duplicado… —Ustedes saben bien que, —prosigue Álvaro, como buen economista que era— en condiciones normales, cuando un precio sube o baja, es porque se alteraron las curvas de oferta o demanda, o ambas. Y esa subida en los precios internacionales de alimentos, fue derivada de dos factores combinados: Irregularidades en la “oferta” por las pérdidas en cosechas en varias partes del mundo, derivadas del cambio climático, y al mismo tiempo un aumento en la “demanda”, ya que en los últimos 10 años, tuvimos 830 millones más de habitantes en el planeta... o sea, un incremento en una sola década, equivalente a casi todos los habitantes de un continente completo como América… Paralelamente a este diálogo, mientras disminuía la intensidad de la lluvia, la naturaleza, que de alguna 35


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forma los envolvía, a manera de compensación invisible y no solicitada, considerando el aparente contratiempo de la lluvia, así como queriendo disculparse por el riego que se vio obligada a hacer sobre todo el campo, les obsequió un aroma a tierra mojada que les hizo a todos olvidar a tal grado ese pequeño inconveniente, que hasta disfrutaban de su estancia en ese improvisado aunque oportuno refugio. El licenciado, por su parte, sin mencionarlo, cada vez estaba más sorprendido no sólo de la organización y funcionamiento impecable del rancho, sino sobre todo de la perspectiva y análisis que Álvaro les había hecho, misma que sus ocupaciones en México no le habían permitido ver tan claro. Y pensaba para sí: Creo que no andan tan perdidos estos camaradas, con razón Miguel me insistía tanto en venir acá… En eso Álvaro voltea discretamente con el ingeniero Sánchez, y le dice así como queriendo justificarse: —Mi mamá cree que desperdicio el tiempo, y yo considero exactamente lo contrario, donde lo aprovecho para realmente vivir y aprender en todos sentidos, es acá… —No te preocupes más por eso Álvaro, creo que tienes razón, yo sólo te pasé el encargo —le contesta— tú haz lo que consideres correcto… En eso observan que la lluvia se ha quitado por completo, por lo que después de esperar varios minutos más, por si acaso, continúan su camino. En pocos minutos, —de hecho ya estaban cerca— llegan hasta donde estaba la casa, donde se suponía que se iban a encontrar, pero ahí les dicen que todavía no llega, seguramente por la lluvia, por lo que Álvaro les sugiere ir a su encuentro… a lo que acceden gustosos… 36


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—¡Ah! Se me olvidaba decirles, —advierte Álvaro al acompañarlos— a don Alonso le gusta platicar mientras camina, ¿les importa si cuando platiquemos seguimos caminando? Porque qué creen, que luego le gusta poner ejemplos sobre lo que habla, conforme vamos viendo lo de alrededor. ¿Les parece? —¡Por supuesto que no hay problema! Adelante. No habían pasado sino unos minutos más, cuando por un costado del camino, ven por entre los árboles a una persona con la vista baja, totalmente ensimismada en sus pensamientos. Parecía que su mente estaba muy lejos… al menos en apariencia, cualquiera hubiera pensado que hacía por completo caso omiso de absolutamente todo lo que le rodeaba, ya fueran pájaros, viento, árboles o personas. Nunca se hubiera imaginado el licenciado Mora que era don Alonso, a no ser por la mirada hacia él que dirigían tanto Álvaro como el ingeniero… por ello, dedujo que tenía frente a sí a quien buscaban. La primera impresión del licenciado, no hizo más que aumentar su extrañeza a grado sumo, y de alguna forma entendió de golpe la impresión que de él tenía Doña Chole; sin embargo, desde hacía mucho tiempo él se cuidaba mucho de no anticipar juicios, y siempre tenía muy presente aquella frase de un sabio griego: “Habla, para que yo te vea”, por ello siempre aguardaba antes de emitir cualquier tipo de juicio. En eso, Álvaro, como ya lo conocía muy bien, y sabía a la perfección el grado de abstracción a que a veces llegaba, a manera de aviso le dice: —¡Don Alonso, ya andamos por aquí! 37


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—¡Ah, qué tal! Bienvenidos al rancho, siéntanse en su casa… —mientras se dirige hacia ellos. Y el licenciado Mora, a pesar de su gran experiencia en el trato humano, no puede evitar sentir una cierta intimidación ante la mirada directa e inquisitiva de Don Alonso, que parecía como querer adivinar hasta lo más recóndito de sus pensamientos. Pero en general, de forma amigable quedan debidamente presentados, al tiempo que Álvaro propone si dan un recorrido por todo el rancho para que puedan platicar bien, a lo que todos aceptan…

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CAPÍTULO IV UN

DIÁLOGO DIFERENTE

Una vez que siguiendo la sugerencia de don Alonso, han comenzado a caminar, dirigiéndose primero hacia la parte más alta del rancho, que es el sitio desde donde se distribuye el agua, este singular grupo de cuatro personas se va desplazando de forma lenta aunque constante por un camino con una muy suave pendiente ascendente, flanqueados a ambos lados por una gran cantidad de árboles de aguacate. En eso ven a un costado del camino a Benjamín el mayordomo, rodeado de un nutrido grupo de trabajadores que muy atareados realizan diversas labores. Pero sus ocupaciones no les impiden que casi al unísono, como si se hubieran puesto de acuerdo, voltearan todos ellos con curiosidad a observar a esos dos visitantes, y una vez que siguen su camino, continúan con sus ocupaciones. No obstante, a quienes daba la impresión de no importarles en lo más mínimo esos dos visitantes, era a todos los demás componentes de ese tan especial entorno. Los árboles parecían más bien ocupados en hacer patente un espontáneo aunque invisible agradecimiento por la reciente lluvia, perfumando el ambiente con un incomparable aroma campirano, y permitiendo dócilmente que esa gran cantidad de gotas de agua que aún permanecían en sus ramas y hojas, se fueran deslizando lentamente al suelo, en un pausado y casi rítmico goteo. Los pájaros también estaban concentrados en lo suyo, que era cantar. Y, al menos en apariencia, con ello da39


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ban la impresión de proclamar ante el viento, que ese reciente y sorpresivo incremento en la humedad, lejos de incomodarles, contribuiría a garantizarles su sustento. El viento a su vez, de alguna forma participaba en esa maravillosa y casi mágica sinfonía, como sintiéndose obligado a no dejar de aportar también lo suyo. Por tanto, una suave brisa no sólo diseminaba el aroma emitido por árboles y hierba, sino que efectivamente cooperaba a que, moviendo tenuemente ramas y hojas, pudiesen desprenderse del agua excedente, trasladándola al suelo. Cada quien a lo suyo, parecía ser la regla de oro no escrita aunque siempre respetada por la naturaleza desde siempre. De manera misteriosa e incomprensible ante el mirar profano, partes grandes y pequeñas de la creación, supieron todo el tiempo, que no era necesario grabar en bronce este axioma, por tanto, sin necesidad de ninguna ley escrita, todos parecían seguir fielmente las líneas de una invisible partitura. Y precisamente por eso, aquellos dos visitantes, el licenciado Mora y su amigo Miguel, también sentían que tenían un objetivo preciso: Conocer la opinión de ese extraño personaje, mismo que, aun considerándolo un tanto excéntrico, estimaban que tal vez podría contribuir a enriquecer o mejorar de alguna forma ese ansiado proyecto forestal. Pero el licenciado Mora se sentía un tanto indeciso sobre la mejor forma de iniciar el diálogo, y sólo discurre, al menos en principio y a manera de preludio, felicitar a don Alonso por la impecable organización del rancho, por ello expresa: 40


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—Esa idea de instalar el riego por goteo, me parece genial, porque economiza el agua de manera formidable… —No sólo economiza el agua, —responde a su vez don Alonso— tiene diversas ventajas invaluables, una es que nos permite distribuir el riego de manera más uniforme en una superficie irregular, con diferentes altitudes, y quiero resaltar que, eso es especialmente importante en países como el nuestro, que tiene un gran porcentaje de tierras con cierta inclinación del suelo, para lo cual está que ni mandado hacer este tipo de riego, otra ventaja es que casi triplica la productividad por árbol… Al decir esto se detiene, voltea y lo mira fijamente, y con voz pausada aunque firme le dice: —Es exactamente lo mismo que podríamos hacer en nuestra sociedad, si proveemos a cada persona con los medios necesarios para su desarrollo, el potencial social y económico derivado sería exponencial, recibiendo todos en conjunto sus beneficios, pero así como vamos, nuestra comunidad parece más bien como algunos de esos campos que vemos en las carreteras, que casi nos matan de tristeza con solo mirarlos… —La productividad que inducimos en ese árbol que está ahí, —señala don Alonso uno de ellos— no sólo le sirve al propio árbol, sino que mejora el fruto que aportamos al mercado, derrama bienestar sobre todo el rancho, y qué cree, al mejorarse la economía de la plantación, ese árbol, sin saberlo, contribuye a garantizar su propio bienestar, ya que al estar el conjunto en mejores condiciones, cuidaremos mejor de él. —Como puede ver, mi estimado señor licenciado, — añade don Alonso— todo está perfectamente inter-co41


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nectado en el mundo. Pero el gran problema, no radica en cuanto a la validez de esta infalible ley de la interrelación social, sino en que la inmensa mayoría ni siquiera se percata de que todo funciona de esa forma… Para Álvaro y el ingeniero Miguel, el escuchar este particular enfoque, no representaba sorpresa alguna, ya estaban acostumbrados a ello, pero el licenciado Mora, se queda pensativo observando con cierta expresión de asombro a don Alonso. Ante ello, don Alonso, queriendo facilitarle las cosas al licenciado, le dice con voz tranquila: —Siéntase en confianza licenciado, me dijo Álvaro que estaban preparando una especie de proyecto forestal, y que le gustaría platicar con su servidor... cuéntenos más sobre ese proyecto… —Bueno, lo que pasa es que entre varios partidos se está afinando un nuevo proyecto que pretende resolver de forma decisiva la grave deforestación que enfrenta el país, y como pronto se discutirá en las Cámaras, necesitamos estar muy bien documentados. Queremos hacer de lado cualquier interés de partido, y sólo intentamos sacar algo efectivo, porque la situación está grave, estamos perdiendo cientos de miles de hectáreas de bosque por año. —La situación está mucho peor de lo que Usted se imagina —le contesta don Alonso— y si me lo permite, le voy a decir por qué. Aunque, para no extenderme demasiado y entre tantos inconvenientes, creo que sólo le voy a mencionar pocos, porque si no, no acabo… —Primero, la deforestación afecta directamente el ciclo normal de lluvia. Usted ya sabe cómo opera la na42


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turaleza para traernos agua: Evapora el agua del mar mediante los rayos del sol, esa humedad se condensa a cierta altura formando nubes, el viento nos las trae, y conjugándose una serie de cosas, entre ellas la electricidad, esa agua nos llega hasta acá, y sin ella, no hacemos nada… —Le aseguro, —prosigue— el mejor grupo de científicos del mundo, no podría ni de lejos acercarse a ese maravilloso proceso, ni en cuanto a su costo, eficiencia o lo que sea… —Sin embargo, por diversas razones, muchas de ellas ni siquiera bien conocidas todavía, el árbol y la vegetación desempeñan un papel crucial en ello. Si no hay vegetación, el ciclo no funciona como debe. —No le diré algo que no sepa, pero en las partes donde hay menos árboles, como en diversas regiones del norte del país, tenemos precipitaciones insignificantes, como de sólo 100 o 200 milímetros anuales, y en cambio, en el sur, donde afortunadamente contamos con mayor densidad forestal, como ciertos lugares de Tabasco, Veracruz y Chiapas, tenemos una precipitación de cerca de 2,000 milímetros al año, o incluso más en algunas áreas. —Otro de los efectos negativos, —entre muchos— de destruir árboles, es que se produce una mucha menor captación de agua de lluvia hacia el subsuelo, ya que, en una zona deforestada, el agua se desliza rápidamente sobre la superficie, y de ribete, ocasiona problemas de inundaciones en las partes bajas. —Incluso, dado que por lo regular, casi lo mismo que un árbol se eleva hacia arriba con su tronco y ramas, es parecido a lo que penetra hacia abajo a través de la 43


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raíz, al haber sido privada una superficie del “amarre” que producen las raíces, se llegan a presentar deslaves o desgajamientos de ciertas áreas, y aunque algunos consideran eso como imprevisible, se pudo perfectamente haber evitado, de haber tenido la precaución de cuidar la cuestión forestal. —No faltan algunos otros que llegan a suponer que, al cortar un árbol, permanece la raigambre en el suelo, pero sucede que al carecer esos restos vegetales de vida, al paso de los años se van degradando hasta dejar por completo de cumplir la función citada. —Y eso aparte, como decía, de la gravísima erosión que provoca, ya que al correr el agua rápidamente, desgasta o acaba con la capa vegetal aprovechable, además de afectar gravemente los mantos subterráneos de agua, lo que entre otras cosas hace que los pozos para fines urbanos, agrícolas o industriales — que todavía se permiten, porque cada vez se restringen más— año tras año se tengan que perforar a más profundidad. Por si fuera poco, al disminuir en el globo la superficie forestal, baja también la capacidad de hacer frente a la astronómica cantidad de bióxido de carbono que en forma creciente se está lanzando a la atmósfera, lo que contribuirá al calentamiento global, lo que alterará los patrones normales del clima, pudiéndose presentar alternativamente grandes sequías con anormales perturbaciones meteorológicas con demasiada lluvia, por la elevación de la temperatura del océano. Y lo que sin duda afecta a las buenas cosechas, entre otras cosas, es la irregularidad en el comportamiento del clima. 44


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—De forma muy somera le menciono esos nefastos efectos comprobados, entre muchos otros, que la deforestación genera… Porque si le sigo comentando de más cosas, créame que no acabamos… —Qué bueno que lo visualiza así, don Alonso, —le dice en tono confirmatorio el licenciado— la cosa está de los diablos, y muchas decisiones se toman desde la capital, donde no se ven de primera mano este tipo de cosas. De ahí que haya venido hasta acá con Ustedes y con mi amigo Miguel para conversar sobre eso… —¡Por supuesto! Estamos a la orden, —complementa Miguel—, pero efectivamente, así es la cosa como han dicho… Una vez que han pasado unos segundos, dada la gran cantidad de ideas que parecieran fluir constantemente por la inquieta mente de don Alonso, con un dejo de preocupación, les añade: —Y me han de perdonar Ustedes, nuestros estimados visitantes, que por supuesto son bienvenidos, pero muchas veces llego a pensar que las cosas van a ir mucho más lejos. Así se lo he comentado a Álvaro aquí presente, que la lista de consecuencias ni siquiera se conoce a cabalidad, como lo ya citado, sino que nos va a pegar de muchas otras formas… En eso interviene Álvaro: —¡Cuénteles don Alonso, sobre lo que me decía el otro día! —Así es, don Alonso, —dice Miguel— díganos sus ideas, al cabo es una plática nada más… 45


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—Obviamente no es algo comprobado, o al menos que yo sepa, pero, hace unos días estaba pensando en esto: Se hizo una importante y concienzuda investigación sobre el daño a la capa de ozono de ciertos químicos, y qué bueno, pero, sin ser su servidor físico o químico, considero que en el eventual deterioro de dicha capa, no sólo debemos considerar lo que la daña, sino también lo que evita que se regenere adecuadamente, a fin de que se mantenga a niveles convenientes… —Y una de las maneras como se forma el ozono es mediante la acción fotoquímica de los rayos ultravioleta sobre la atmósfera, que transforma el oxígeno en ozono, pero también interviene en su formación la electricidad. —Estaba pensando que tal vez ahí también desempeñan un rol clave los árboles. Se lo comento con mucho gusto, pero acuérdense que no es más que una posibilidad, y como tal hay que tomarla. Incluso, desconozco si se hayan realizado investigaciones en ese sentido… —Miren Ustedes, si asumimos que la cuestión forestal está vinculada estrechamente tanto con los ciclos de lluvia como con la nubosidad, eso va a repercutir hasta en el ozono. ¿Por qué? ——Porque hemos comprobado en multitud de casos en el mundo, que, a mayor densidad forestal, mejoran los ciclos de lluvia, y ello sucede así porque se incrementa la nubosidad, la cual está íntimamente relacionada con la cantidad de relámpagos, factor que también influye, al menos en parte, en la regeneración de la capa de ozono. —Han de recordar que incluso el término “ozono” proviene del vocablo griego “olor”, ya que desde la anti46


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güedad, percibían una especie de hedor posterior a la caída de un rayo, lo cual se explica porque la electricidad produce ozono. Pero creo que más que el generado aquí en las capas inferiores, cuenta más el de niveles superiores, ya que ahí se puede conservar mejor, sin transformarse de nuevo en oxígeno… —Hace unas semanas, con la ayuda de Álvaro, nos pusimos a investigar en la red, la cantidad de relámpagos por segundo en el planeta. Pero lo que principalmente me llamó la atención, fue que, en las áreas del mundo con mayor densidad forestal, como en el Amazonas, es justamente donde ocurre la mayoría de las descargas eléctricas. —Tratamos, —continúa don Alonso con voz pausada— de averiguar si acaso había habido disminución en cuanto al número de relámpagos por segundo en el mundo en las últimas décadas, que es precisamente cuando la mayor deforestación se ha dado, pero no encontramos nada. —Me da la impresión, —prosigue— que no hay registros al respecto, y ello tal vez se deba a algo muy simple: Estamos hablando de algo mucho muy reciente, que ha podido ser cuantificable gracias a la colocación de satélites meteorológicos, ya que quizá, en el año 1970, por decir, ni idea se tenía de la cantidad de relámpagos por segundo que había en el globo. —Y por ello, sólo podemos especular; lo que sí les puedo asegurar, es que todas las personas de mi edad, claramente recordarán que hace muchas décadas se escuchaba un mucho mayor número de descargas eléctricas en los cielos. Y conste, no quiero decir que ahora no ocurran, pero hay menos… —No podemos dejar de considerar señores, —añade— que esta posible vinculación entre cantidad de árbo47


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les, nubosidad, lluvia, relámpagos y ozono, es sólo una posibilidad, y ya les tocará a los científicos decirnos más al respecto. —Lo que sí les puedo asegurar, —les dice don Alonso mientras se detiene un poco mirando directamente a los ojos al licenciado— es que, con el daño comprobable en este momento a la naturaleza por causa de la deforestación, no necesitamos de ninguna especulación, como esta que les acabo de hacer, nada más con lo demostrable ya tenemos más que suficiente para darnos cuenta de que la situación está de los diablos, como Ustedes mismos dijeron… —Desgraciadamente, —contesta el licenciado— más o menos así están las cosas, y es por eso que andamos por aquí, y ahora la cuestión es, ¿qué hacemos?... —Con el debido respeto señor licenciado, antes de llegar a ese punto, hay otra cosa que debemos analizar primero: ¿Por qué están pasando las cosas así? Acuérdese de aquel sabio refrán: “El buen médico no es aquel que ataca el síntoma, sino el que busca la causa básica que lo provoca, para corregirla”. ¿No le parece? —Bueno, pues es cierto… De pronto el licenciado se percata de que, si para los demás no fue sorpresivo el cambio del entorno, para él sí. Al ir completamente inmersos en esa plática, no se dio cuenta que todo ese maravilloso ambiente se había transformado, por lo que en vez de estar rodeados de largas hileras de árboles de aguacate, ahora tenían otro tipo de testigos silenciosos en su diálogo: una gran cantidad de pinos, encinos y nogales.

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A lo lejos y en una parte un poco más baja, el licenciado vislumbra algo que parecía una pequeña presa, lo que llama inmediatamente su atención… —Don Alonso disculpe, —le dice— esa presita que está ahí, ¿Ustedes la hicieron? —Lo primero que hicimos cuando se compró este predio a los señores Oceguera hace ya algún tiempo, fue hacer un levantamiento topográfico, para ver cómo, con algunos arreglos, podíamos aprovechar los escurrimientos pluviales, porque consideramos que, si contábamos con un poco más de mil milímetros anuales de lluvia por metro cuadrado, aún descontando un porcentaje por evaporación y otro por absorción del suelo, podíamos capturar ahí una cierta cantidad, y sí nos funcionó… —Colocamos justamente ahí en la base de esa presita, —aquí les llamamos “ollas de agua”— unas capas de cierto material especial para minimizar la absorción del subsuelo, y actualmente, de la totalidad del agua que usamos, una parte proviene de ahí, otra de un río que viene del cerro de Patamban, y el resto de un pozo profundo que tenemos… —Qué bueno que cuentan con agua… —Bueno, ese pozo lo hicimos hace ya tiempo, ahora ya quedaron prohibidos, y nos tuvimos que ir hasta los 300 metros de profundidad, porque como les decía, el nivel de agua subterránea cada año parece ir bajando, ya que van paralelos: Al disminuir el área forestal, baja igualmente la disponibilidad de agua del subsuelo… —Lo que sí le aseguro, —enfatiza don Alonso— es que, por un lado, nosotros cubrimos toda el área de árboles, 49


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y lo más importante, devolvemos al suelo toda el agua que tomamos, después de haberla aprovechado de forma excepcional. El deterioro de los mantos subterráneos no deriva de unidades altamente productivas como ésta y otras de la región, como las de los señores Oceguera, Dodoli, Sahagún, Izarrarás y otros, sino de la criminal tala ilegal que se realiza no sólo en este estado, sino en todo el país. —Bueno, —expresa el ingeniero Sánchez— no necesita decirnos eso, es obvio que el daño ecológico no proviene de ranchos como éste,… —Como puede ver licenciado, —continúa don Alonso— y como le consta al ingeniero Miguel, por eso cuidamos tanto el agua, aunque tampoco podríamos cometer el grandísimo error de no dársela en cantidad suficiente a nuestros árboles, porque nosotros mismos nos colocaríamos la soga al cuello, por eso consideramos que nuestro principal acierto fue la instalación del riego por goteo. —Perdón que le insista, pero hablando de lo que a Usted le interesa señor licenciado, ese sistema está que ni mandado hacer para el país, incluso no sólo en proyectos frutícolas sino hasta en algunos forestales, dependiendo del suelo, clima, costo de la tierra y lluvia; porque hay que tomar muy en cuenta que un porcentaje importante de la superficie aprovechable del país, tiene cierto grado de inclinación, lo que hace impracticable el riego por gravedad. —Le aseguro que podemos convertirnos en productores de primera línea de ciertas oleaginosas como las almendras, macadamias e infinidad de frutas, incluso como le reitero, hasta en algunos proyectos forestales, si son bien manejados y debidamente asesorados. 50


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—Por cierto Gustavo, —interviene el ingeniero— ¿sabías que casi todas las almendras consumidas en nuestro país son importadas? —Pero don Alonso, —aduce el licenciado— este proyecto Usted lo pudo hacer porque contaba con los medios, pero el campo está empobrecido… —La cosa es exactamente al revés, está empobrecido porque no le hemos dado atención a lo esencial que se debe cuidar, no sólo en la cuestión agropecuaria, sino en todo: la productividad y la competitividad. Ése es el elemento número uno, y además, normalmente este tipo de proyectos, se tienen necesariamente que vincular con otra cosa, para hacerlo sustentable en sus primeras etapas… —Mire Usted, —prosigue— le pongo el ejemplo de varios de nuestros vecinos, que tienen ahora unos ranchos altamente productivos también, sus dueños, los doctores Alberto y Prisciliano, ejercieron la medicina por muchos años en Zamora, pero estuvieron invirtiendo sus ahorros aquí, obviamente bien asesorados, y ahora, tienen unos ranchos con un nivel de eficiencia que no lo verá ni en Israel. Pero esas cosas no vienen solas, hay que echarle ganas por muchos años. Entonces, a manera de pausa, se detiene don Alonso y les dice: —Los voy a interrumpir un momento, ya que andamos por aquí, voy rápidamente a ver algo ahí, vengo en diez minutos, no me tardo…. —¿Voy con Usted, don Alonso? —Dice Álvaro. —No me tardo nada, le quiero recomendar algo a don Chema ahí abajo, mejor acompaña a los señores mientras regreso… 51


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En ese breve período de espera, se da cuenta el licenciado que si para Álvaro y el ingeniero, el estar inmersos en ese casi mágico escenario era algo cotidiano y hasta normal, para él significaba haber sido trasladado a una especie de dimensión paralela, misma que no se comprende a plenitud sino hasta que se vive, aunque fuera por unas horas. Lo que también le sorprendía bastante, —aunque no lo expresara abiertamente— era una inquietante pregunta sin respuesta que se hacía a sí mismo: ¿cómo era posible, que a pesar de estar en el más completo campo, incluso habiéndose temporalmente aislado de la comunicación, pudiera estar viendo las cosas bajo esa perspectiva? En eso su pensamiento es interrumpido por una observación del ingeniero Miguel: —Te decía Gustavo, ¿sabías que casi todas las almendras consumidas en el país vienen de importación? Y no pierdas de vista que en este rancho específico, estamos hablando de un solo cultivo especial, aguacate, cuyo mercado ya prácticamente está cubierto con la producción del Estado, pero yo que conozco del ramo, te digo, no tienes idea del potencial que hay para infinidad de oleaginosas, frutas y muchas otras cosas. —Me decías de las almendras, —contesta Gustavo— ¿dónde se pueden cultivar? —Ese cultivo, sorprendentemente, no requiere de gran calidad de suelo, sólo que es muy vulnerable al frío, pero tenemos miles y miles de espacios por las costas, donde con la debida asesoría, se pueden reunir las condiciones idóneas, además, ahí hay más posibilidades de agua. Incluso, como bien decía don Alonso, se pue52


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de vincular con otra actividad productiva como la turística. —No se te vaya a olvidar, —interviene Álvaro— que esto que ven aquí, no es la norma en el campo mexicano, sino la excepción, aquí hemos contado con estudio del cultivo, análisis del mercado y lo más importante, mucha dedicación al asunto. Es cierto, —prosigue Álvaro— que hay muchos ranchos que trabajan muy bien, o incluso hasta mejor que aquí, pero en la inmensa mayoría, desgraciadamente, eso no ocurre, sobre todo en el minifundio, donde, salvo sus muy honrosas excepciones, los convirtieron en algo tan improductivo que, muy a menudo no les alcanza ni para el autoconsumo. —Y como decía don Alonso, —continúa Álvaro— si no se cuida la productividad, estamos fritos. Les cito un ejemplo, el caso del maíz, para que vean el alcance de los buenos o malos manejos y cómo se refleja en la productividad: El rendimiento promedio anda cercano a las tres toneladas por hectárea, y por decir, en los Estados Unidos es como el triple, o sea cercano a nueve. —Pero observen la reacción de algunos productores nacionales de bajos rendimientos: se sienten defraudados y perplejos ante los menores precios de venta del maíz del mercado internacional, sin recapacitar que no es lo mismo prorratear su costo por hectárea entre tres míseras toneladas —como sucede aquí— que dividir ese costo entre nueve. Eso hace, que en el extranjero, aún con un precio de venta más reducido, hagan ese cultivo redituable. —Es cierto, en el extranjero invierten un poco más por hectárea, pero su mayor productividad les compensa con creces, al punto de hacerlos competitivos. 53


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—Para completar el cuadro, muchos de esos productores nacionales no competitivos, son prácticamente engañados por algunos líderes, que les dicen que están siendo víctimas del libre comercio, pero la verdad es que, con o sin intercambio comercial, una productividad así de baja, no sólo los perjudica a ellos, sino a todos. —Por supuesto que hay ranchos efectivos en el país que incluso superan con mucho el promedio de toneladas por hectárea de los Estados Unidos, pero la mayoría no llega ni a la tercera parte de allá. Nomás les cuento que si tuviéramos una productividad de sólo cinco toneladas por hectárea, o sea un poco más de la mitad del rendimiento promedio del vecino del norte, no sólo seríamos autosuficientes en maíz, sino hasta lo exportaríamos. En eso viene ya de regreso don Alonso, acompañado por una persona de mayor edad que él, que se llama don Chema, y al tiempo que se lo presenta, les comenta que es el padre de Benjamín el mayordomo… —Ahí te encargo eso Chema, —le dice don Alonso cuando se retira este señor— cualquier cosa me dices a mí, a Álvaro o a Benja, nos vemos… —¿Cómo andan de hambre señores? —Les dice a los visitantes— ¿Quieren comer con nosotros para que platiquemos mejor? Se miran todos al tiempo que el licenciado hace una rápida evaluación sobre la hora que es, y como cada vez está más interesado en intercambiar ideas con don Alonso, por lo que de inmediato juzga pertinente alargar lo más posible su estancia en ese sitio, a pesar de intuir que quizá la comida ahí estaría muy lejos de ser una maravilla. 54


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—Si nos invita don Alonso, aceptamos, para poder platicar más… Es muy interesante conversar con Usted… —¿Quieren comer aquí o nos vamos a la casa? Ahora es el ingeniero Miguel quien interviene, estimando que si comen ahí mismo, tendrán más oportunidad de conversar ampliamente, lo cual de hecho era su propósito, por lo que agrega: —Si quiere comemos aquí, junto a la presita esa… —Aceptado… —En eso Álvaro hace arreglos para que una persona en la casa prepare algo de comida, un atado de leña, un comal y agua suficiente. —Nada más que aquí vamos a comer en el suelo, ahí donde está esa hierba ¿no les importa? —Por supuesto que no…

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CAPÍTULO V ¿V ISIÓN

OPUESTA ?

Mientras Álvaro se había ido a la casa del rancho a traer las provisiones, el resto del grupo comenzó a descender lentamente hacia la presa, e iban caminando adelante don Alonso y don Chema conversando sobre diversos asuntos, y detrás, a cierta distancia, iban Miguel y Gustavo. El licenciado Gustavo, aunque de forma casi imperceptible para él, había sido influenciado por ese tan especial lugar donde ahora se encontraban, lo que provocó en él una especie de cambio inesperado en su estado de ánimo, ello hizo que, haciendo completamente de lado las naturales tensiones de su actividad en la capital, y evocando aquella actitud bromista de su ya lejana juventud, le dice a su amigo: —¿Me puedes decir Miguel qué diablos vamos a comer aquí? Ello hizo que a su vez Miguel, que ya lo conocía perfectamente, le contestara de forma similar. —Con una vez que comas en el campo lo de acá, no te va a pasar nada, ¿venimos a lo que venimos, no? —Cuando le cuente a Alejandra —añade Gustavo— a dónde me trajiste a comer, o sea a la mitad de la nada, no me lo va a creer… —Sí, ya sabes, a mí me echas la culpa de todo lo que pase… 57


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—Oye Miguel, ya hablando en serio, este señor, ahí donde lo ves, sabe lo que está diciendo, ¿eh? —Te dije, pero espérate, se me hace que todavía no empieza, aunque tampoco te vayas con la finta, luego sale con infinidad de cosas que ni te imaginas, te sugiero, hay que dejar que nos diga toda su idea, y ya luego tú tomarás lo que te sirva, ¿cómo ves? —De acuerdo… Una vez que han llegado todos a la presita esa rodeada de diferentes tipos de árboles, como para el licenciado era la primera vez que estaba ahí, se siente literalmente impactado por la belleza del lugar. En cierto sentido, podríamos decir que cae víctima de un sentimiento muy curioso, y así como a los pájaros en el momento del amanecer, les resultaría algo muy superior a sus fuerzas el poder permanecer pasivos o en silencio ante el maravilloso espectáculo del nuevo día, también Gustavo, sin estar plenamente consciente él mismo, se siente obligado a seguir aquel entendible impulso humano de pretender atrapar entorno y tiempo. Es indispensable, pensaba, —sacando de su bolsillo una minúscula cámara— capturar ese único momento. Como si posible fuera, que esa invisible rueda del tiempo detuviera su inexorable giro. Y no se daba cuenta, o al menos así lo parecía, que así como el agua se nos escapa de las manos, tiempo y espacio también siguen su curso, como yendo detrás de un objetivo oculto. Pero Gustavo no comprende eso. Y continúa en ese su afán profano, y mientras perseguía su vano intento, inesperadamente se encuentra con otro obstáculo: Dondequiera que volteaba parecía tener frente a sí una postal de cuento. 58


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Y al final cree haber resuelto su dilema, soñando con haber sido capaz de atrapar tiempo y momento, mediante una gran diversidad de tomas. Sin embargo, el viento y los demás testigos mudos que presenciaban ese afán humano, guardan un muy prudente y oportuno silencio. Con toda intención y de forma discreta permitían, que Gustavo creyera haber triunfado en esa vana tentativa. Sabiendo perfectamente que no era posible capturar su esencia, y que la libertad, belleza y atributos que la naturaleza les donaba, no podían ser atrapados por esa minúscula camarita. En eso su amigo Miguel le regresa a este mundo, empleando para ello una sencilla frase, expresada con voz queda: —Espérate a que venga Álvaro y tomas también a todo el grupo. —Por supuesto, pero quería ganar algo de tiempo. De pronto don Alonso, dándose perfecta cuenta de que el licenciado había quedado gratamente impresionado por ese tan especial ambiente, dado que a él a su vez le había sucedido lo mismo, lo que de hecho, fue una de las razones que motivó su permanencia en ese sitio, con su característica voz pausada le dice: —Uno de los retos de todo ser humano, es que todo lo bueno o malo que acontezca a nuestro alrededor, no nos haga perder la más íntima convicción que mueve nuestro ser interno, y que es lo que le da sentido y fuerza a nuestra vida. —Acuérdese mi estimado licenciado, —prosigue— somos como extranjeros aquí, y así debemos proceder y vivir siempre… 59


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Estas sencillas y sorpresivas frases, hicieron recapacitar a Gustavo, que ese singular personaje que tenía frente a sí, poseía una perspectiva de las cosas completamente diferente, pero ese pensamiento le condujo a otro aún más inquietante, aunque se lo guardaba para sí mismo: ¿podrá alguien así aportar algo aplicable a la problemática que nos envuelve? Y mientras cavilaba en esa idea, ven que regresa Álvaro acompañado de la señora Ofelia, esposa de Benjamín, quien le ayudaba con varias cosas, y de forma voluntaria y amable se había ofrecido a auxiliarles en la preparación de la comida. Esta dama había tenido el cuidado de traer unas mantas plastificadas para que se pudiesen acomodar bien en la hierba. No recordaba Doña Ofelia, que ahí había unos restos de un árbol que había sido víctima de un rayo, cuyas partes aprovechables las habían adaptado a manera de prácticos asientos. Por tanto se acomodan en ellos, y, por un costado, con la valiosa y diligente ayuda de doña Ofelia, las viandas comienzan a ser debidamente preparadas. Y aunque el aroma que despedía la comida era agradable, el licenciado Gustavo no se atrevía a preguntar sobre el contenido. Pero en pocos minutos, Ofelia le presenta un plato a don Alonso, a quien ella admiraba y le tenía un gran respeto. Don Alonso declina, y pide se lo pasen primero al licenciado, a la vez que le explica el contenido: —Por favor licenciado, espero le guste, no son más que tortillas con frijoles, un guiso a base de mole que hicieron allá abajo, romeritos y nopales. 60


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Y una vez que todos tienen su plato, comienzan a ingerir los alimentos. Tan pronto como el licenciado prueba un bocado, expresa: —De una cosa estoy seguro, en mi vida había comido un taco como este, no sé si sean las tortillas, los frijoles, o el toque de doña Ofelia, pero qué barbaridad, están exquisitos… Miguel, sabiendo que su amigo no estaba acostumbrado a la comida de campo, nada más sonríe con don Alonso. Y después de un rato de esa original aunque improvisada comida, se encuentran todos bastante satisfechos, agradeciendo sinceramente a doña Ofelia su invaluable apoyo. —Me siento como en otro mundo señores, —les dice el licenciado— creo que ya estoy comprendiendo por qué están acá… —Si les parece bien, —menciona el ingeniero Miguel— volvamos al tema de hace rato, porque mi amigo Gustavo está muy interesado en conocer su opinión don Alonso, sobre este gran problema forestal que tenemos… —Pues sí que es un gran problema, que en realidad nos preocupa a todos en mayor o menor medida, — responde don Alonso— lo que pasa es que cada quien, está inmerso en infinidad de cosas, y todos estamos como a la expectativa de ver quién hace o discurre algo… —Antes de otra cosa, les agradezco que tomen en cuenta mis puntos de vista, y con mucho gusto se los planteo, no sin antes pedirles que lo tomen como lo 61


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que es, sólo una opinión que, como todas, debemos comparar y evaluar. Y ya sintiéndose don Alonso más en confianza, actitud que también comparten sus invitados, les dice: —Todos los problemas que vemos en el mundo que nos rodea, son una especie como de consecuencia de una grande o pequeña combinación de factores negativos, y esta opinión que me piden, la tengo muy a la mano, porque esta problemática yo mismo me la he hecho a mí mismo en multitud de ocasiones, incluso se lo he externado a Álvaro aquí presente… —Así es, don Alonso, —confirma Álvaro. —Hace un rato les mencionaba sobre los efectos derivados de la deforestación, y les comenté sólo dos de ellos, si me lo permiten, y ante la imposibilidad de extenderme demasiado, ahora les mencionaré sobre sólo tres de los elementos que considero son las causas —entre otras— que nos llevaron a lo que hoy vemos. —Al final, les pido que me expongan su opinión, porque yo también estoy interesado en lo personal en profundizar y conocer más de este tipo de cosas, ya que todos aprendemos de todos. —El primer elemento que ha incidido negativamente en gran medida sobre los problemas que tenemos, y no sólo en nuestro país, sino en gran parte del mundo, es la cuestión demográfica. Cuando escucharon del tema, se quedan sus dos visitantes un poco desconcertados, sobre todo Miguel, y don Alonso, al notar su expresión, con un ademán con su mano, les da a entender que se le permita explayarse un poco en su idea. 62


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—Todos los problemas que existen en el mundo, tienen su origen en una especie como de desfasamiento entre la velocidad en que operan los factores que intervienen en un cierto proceso. Y trataré de ponerles un ejemplo: Yo puedo pregonar y asegurar que “la comida” no sólo es buena, sino incluso indispensable para la vida, —y señala las viandas sobrantes que ya se llevaba doña Ofelia— es lógico que todos coincidiremos en que así es, ¿verdad? No obstante, si Ustedes o su servidor, consumimos el doble de la cantidad normal que debemos, les aseguro que en pocos días acabaremos en un hospital, o peor, sin importar que, en efecto, el acto de comer, sea intrínsecamente bueno e incluso, indispensable para la vida. —¿Por qué puede ocurrir este problema en ocasiones? Muy sencillo, cuando la velocidad de ingestión del alimento, es superior a la capacidad de absorción y asimilación del mismo, a partir de ese momento, es cuando sobreviene el conflicto, que será tan agudo a como se presente el desfasamiento mencionado. Dirigiéndose hacia Miguel, quien mostró más escepticismo al escuchar del tema, y le dice: —¿Podría Usted, señor ingeniero, volver a ingerir la misma cantidad de alimentos que acaba de consumir ahora? El ingeniero sonríe ante esa ocurrencia… —Pues es más o menos lo que pasa en el mundo, — aunque casi de forma invisible— miren Ustedes: A partir de mediados del siglo XX, se realizó una serie de transformaciones en cuestiones médicas, alimenticias e hi63


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giénicas, que consiguieron, afortunadamente, que la altísima tasa de mortalidad infantil disminuyera de forma impactante… —Hace varios siglos, de acuerdo a algunos investigadores, de todos los partos que una mujer tenía durante su vida, sobrevivía una minoría de sus hijos, en cambio, en el momento actual, por fortuna, la situación cambió de golpe, y logran sobrevivir más de 9 de cada 10 niños en el mundo. —Sin embargo, esta intervención humana en el asunto, hizo que la planeación demográfica se convirtiera en una necesidad imperiosa, porque de otro modo, observen Ustedes lo que pasa: —Al elevarse la tasa de crecimiento demográfico, — como decía, gracias a la medicina— se acortó el período de duplicación poblacional, y eso hace que los satisfactores necesarios no puedan proveerse a la velocidad requerida, a eso me refiero con el “desfasamiento” de velocidades citado, el cual es una de las causas básicas de infinidad de problemas en todos los órdenes. —Nuestro país, —continúa don Alonso— a pesar de la gran migración hacia el vecino del norte, dobló su población en tan sólo 35 años, y eso que a la mayoría no le dice gran cosa, en términos prácticos, significa que debimos haber sido capaces de haber construido el equivalente a otro país completo en ese mismo lapso, aparte de solucionar los déficits acumulados por décadas o siglos, y además, reponer parte de la infraestructura que al paso de los años se va haciendo obsoleta. El licenciado se queda un tanto sorprendido ante ese planteamiento, y aunque si bien no del todo convenci64


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do, manifiesta interés en conocer más del tema, por lo que pregunta: —¿Y qué pasa, cuando no se consigue doblar la infraestructura a la velocidad requerida? —Pues sucedería exactamente lo que ahora vemos. Nuestro país y cualquiera en esas condiciones, tendría déficits en vivienda, al no haber podido doblarla a la velocidad necesaria, déficits en agua potable, insuficiencias en drenaje, empleos, educación, energía, áreas de vialidad urbana, carreteras, servicios de salud, producción de alimentos, áreas cultivables, reservas forestales y en una palabra, tendremos más o menos la situación que prevalece en todo país con un parecido perfil sociodemográfico. Se quedan todos unos segundos en silencio, mientras se miran unos a otros. Por lo que el licenciado añade: —Nomás de curiosidad don Alonso, si nuestro país se duplicó en esos pocos años, el resto del mundo, ¿en qué lapso lo hizo? —En poco más de 40 años, pero acuérdese Usted, que dentro de eso que denominamos como “resto del mundo” se encuentra integrado el segmento considerado como “desarrollado”, y ellos crecen a un ritmo más lento. —Yo creía —afirma Miguel— que el grupo desarrollado no crecía en términos poblacionales. —Claro que crece, ha proliferado mucho ese mito, porque dentro de los países desarrollados, hay algunos que no crecen, como Alemania y otros, pero el conjunto de los países desarrollados, también crece, aunque como les digo, a una velocidad manejable. Y mezclados to65


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dos los del “resto del mundo”, —desarrollados y subdesarrollados— se doblaron en poco más de 40 años. —Y eso, en términos concretos, —prosigue don Alonso— significa que el mundo debió haber sido capaz de haber creado absolutamente toda la infraestructura que se logró hacer en toda la historia, también en poco más de 40 años, y eso, lógicamente no iba a ser posible hacerlo, y en gran parte ello nos condujo precisamente al punto donde nos encontramos ahora, con todas las carencias actuales… —Pero yo he leído, —replica el licenciado— que la tasa de crecimiento poblacional ha disminuido, y Usted lo mira bajo otro enfoque… —Lo que pasa, —dice con voz tranquila don Alonso— es que la metodología para realizar ese cálculo, no es la más apropiada para cuestiones demográficas, esa forma de evaluación me parece más adecuada para cuestiones económicas, como la medición del producto interno bruto, ya que están relacionando el crecimiento poblacional anual a una cifra que crece año tras año, y eso, nos da un engañoso “porcentaje” cada vez más bajo. —Y la cuestión demográfica, —afirma don Alonso— se debe asociar más bien con factores fijos, como el agua disponible, superficie cultivable, espacio, reservas forestales e infinidad de recursos naturales no renovables, mismos que parecen ir disminuyendo en cuanto a su disponibilidad por habitante. —¿Nos lo puede explicar con un ejemplo? —dice el licenciado cada vez más intrigado. —Por supuesto. Miren Ustedes, a principios del siglo XX, el mundo crecía en alrededor de 8 millones por 66


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año en todo el planeta, pero observen, ya para el año 1940, anualmente crecíamos como en 20 millones, en 1980, en 77 millones, y para el año 2010 en 83. —Entonces me dirá Usted, —continúa— ¿cómo se dice que la tasa va disminuyendo? Pues sí, en sentido estricto es cierto, pero no se menciona que se calcula sobre una cantidad global cada vez más elevada, lo que produce ese tranquilizador efecto, pero el problema ahí está presente. Y viendo el interés despertado, sobre todo en el licenciado, don Alonso, les pregunta si desean que se explaye un poquito más en el tema. —Creo que es muy interesante conocer algo más, si gusta, adelante. —Ustedes tuvieron la culpa por andarme preguntando cosas, —les dice con buen ánimo— pero miren, si alguien se pregunta: ¿De dónde nace la necesidad de estabilizar la población? Haciendo uso de su paciencia y unos pocos minutos más, se lo digo. —La naturaleza, mis queridos amigos, tiene tanto que enseñarnos, que ni nos imaginamos, el problema está en que muchas veces no nos fijamos bien. Si observamos el ejemplo de un árbol frutal, notaremos que tiene dos fases que están, por así decirlo, contrapuestas entre sí, una es la fase del crecimiento, y otra la fructificación. —Ahora le pregunto a Miguel que sabe del tema, o a Álvaro: ¿Conocen Ustedes un árbol que pueda fructificar al tiempo que crece? Por lo regular, no ocurre así, sino que esa segunda e importantísima fase de su existencia, la fructificación, sobreviene cuando estabiliza su crecimiento. 67


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—¿Por qué ocurre así? —Prosigue— la razón es sencilla: Al estabilizar su crecimiento, su fuerza vital la reorienta de otra forma, lo que obviamente se proyectará en la verdadera “fructificación”. —Ahora les hago una analogía con la sociedad humana, y para exponerlo mejor, me voy a permitir emplear una anécdota: Cuando estaba en la ciudad de México, en una sociedad científica y cultural a la que pertenezco, alguien ponderó la cantidad de científicos y personas muy destacadas que el mundo ha dado, pero ello me hizo reflexionar en otro enfoque: —Más que pensar en lo que hemos hecho, debemos recapacitar en lo que no pudimos hacer, porque, el mayor desatino que el mundo ha hecho, —y hemos incurrido en muchos— fue haber permitido que la inmensa mayoría de los seres humanos que nos han acompañado en el mundo, regresaran a la tierra —humanamente hablando— con todas sus potencialidades inexplotadas. Todos permanecen en silencio mientras don Alonso prosigue completamente convencido de su mensaje: —En ese limitado grupo de personas que sí pudieron desarrollar sus potencialidades, mis estimados amigos, circunstancialmente se reunieron en ellos un conjunto de elementos, tales como adecuado ambiente familiar, educación, alimentación, actitud apropiada y otros aspectos, pero, les pregunto, ¿qué le hubiera pasado a un Einstein o a un Newton sin buena educación o alimentación? —¿Saben qué? Podrían haber sido campesinos, o vayan Ustedes a saber. Yo mismo pude haber sido como uno de estos compañeros que estaban ahí trabajando con 68


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Benjamín, de no haber tenido oportunidad de prepararme. No sucedió así, como les digo, porque, circunstancialmente, pude contar con los elementos necesarios. ¿Qué importancia tiene esto con lo que les decía hace un momento? —Cuando se da un cambio en el perfil sociodemográfico en cualquier país del mundo, la necesidad de canalización de recursos se transforma por completo, y se pueden disponer de más medios hacia otros elementos fundamentales, como es la educación y la investigación, y justamente de ahí sobreviene una de las coyunturas de la transformación social. —Incluso les pongo un ejemplo: En el momento actual, un poco menos de una quinta parte pertenece al “mundo desarrollado”, y justamente de ahí proceden la mayoría de los científicos, libros publicados, inventos e infinidad de cosas. Obviamente hay otros elementos que también se deben mejorar en ellos, pero lo que quiero resaltar, es que el desarrollo humano propiciado en cada hombre y mujer de esos lugares, es muy superior, y eso se puede cuantificar perfectamente. —Aunque también reconozco que les falta a ellos evolucionar más en otros sentidos. En una ocasión platicaba con un catedrático que venía de Europa, y recuerdo bien que me decía: “Lo que Ustedes necesitan es educar a su gente, y con eso se arregla todo”, recuerdo que esa reflexión me pareció una solución muy simplista y poco conocedora de nuestra problemática en conjunto, y le dije, ¿cómo vamos a tener recursos suficientes para educar a todos, si los medios de que disponemos no nos alcanzan ni siquiera para las necesidades más elementales? Le dije, no es lo mismo poder canalizar los recursos suficientes para un país europeo que por decir, —por 69


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su diferente dinámica poblacional— tiene una necesidad anual de 20 o 30 mil viviendas, a un país como el nuestro, que entre infinidad de cuestiones cruciales e ineludibles, requiere canalizar recursos para más de 600 mil viviendas anuales, las cuales ni siquiera se alcanzan a hacer. —Todo ello produce el resultado en conjunto citado, donde, como mencionaba, ni siquiera se alcanza a duplicar la infraestructura básica en el cortísimo lapso de duplicación poblacional, y consecuentemente, mucho menos se lograrán canalizar los recursos suficientes en materia educacional o de investigación necesarios para poder sacar el extraordinario potencial de cada ser humano. —Y ello sucede así por algo aparentemente simple: No se le está dando la importancia que tiene el “desfasamiento en las velocidades” de dos de los factores que interactúan en un cierto proceso. En este caso, el crecimiento poblacional con la capacidad de proveer los elementos necesarios para ellos. —Pero… —objeta el ingeniero, quien no está totalmente convencido de lo expuesto— Usted sabe muy bien la trascendencia de la educación, ¿cómo puede alguien preponderar cualquier otra cosa antes que eso? Incluso, he escuchado que las personas ya educadas, en general, ya planean mejor su familia… ¿no será mejor educar que planear la población? —Nadie discute la trascendental importancia de la cuestión educativa, y mucho menos alguien como su servidor, de hecho les aseguro que esa es ni más ni menos que la llave para el verdadero recurso del hombre, que es su intelecto, pero, en la práctica observen lo que sucede, e incluso se lo voy a exponer con otro ejemplo: 70


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—Si Juan Pérez anda en la calle y no ha comido, y dispone sólo de 50 pesos, ¿Qué creen Ustedes que se va a comprar, algo para saciar su hambre, o un libro? Es muy probable que Juan sepa la importancia del conocimiento, pero creo que se decidirá por lo más urgente en ese momento. —El país, señores, —continúa— no es sino la suma de todos los Juanes y Juanitas que lo conformamos, y si tanto el gobierno como la ciudadanía tenemos necesidades urgentes y apremiantes de agua, alimentación, empleos, energía, policía y multitud de cosas más, considero que se irán sobre lo más apremiante, a pesar de que también creo que difícilmente encontraremos alguien que no pondere la extraordinaria importancia del aspecto educativo. —Incluso, voy más allá, —insiste don Alonso— hace algunas décadas, hubo una tendencia de varios grupos internacionales que decían algo similar, que “más que planear, había que educar”, y esa postura quedó bien plasmada por ejemplo en la “Conferencia Internacional para la Planeación y el Desarrollo” celebrada en El Cairo en el año 1994, ¿y saben que pasó? —Eso precisamente que les comento, que no se alcanzó a educar a la velocidad requerida, y la mayoría de países del planeta —con alto crecimiento demográfico— le tuvo que dar prioridad a lo urgente, antes que lo relevante, y era lógico esperar eso. —Estoy completamente convencido de su buena voluntad señor ingeniero, pero fíjese Usted que en el año 1994, cuando se expuso esa política en la Conferencia de El Cairo, crecía el mundo anualmente en poco menos de 80 millones anuales, y ahora crecemos en 83, o sea, todo quedó en muy buenas intenciones. 71


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Por eso la mayoría de expertos en la materia del planeta, ahora coinciden en que son necesarias las dos cosas: Planeación y Educación. En eso el licenciado Mora, apreciando una cierta divergencia de enfoque en la materia entre don Alonso y su amigo Miguel, con el objeto de evitar que de alguna forma se fuera a polarizar el diálogo, interviene con otra pregunta: —Don Alonso, —dice el licenciado— vamos a suponer que el elemento demográfico afecte de esa manera la cuestión socioeconómica, pero, ¿cómo repercutiría eso que dice en la cuestión forestal? —Desafortunadamente, —responde Don Alonso— eso se refleja en todo. Veámoslo primero sobre la creciente necesidad de madera. Por un momento les pido que pensemos en la cantidad de artículos de madera utilizados en cada casa, entre sillas, mesas, camas, closets, puertas, etcétera; ahora pensemos nada más en la cimbra que en promedio se requiere para cada casa, y multipliquémoslo por la cantidad de viviendas nuevas requeridas por año, aparte de las ya existentes… —Ahora hagamos un ligero cálculo en cuanto al papel de todo tipo que se requiere por día, higiénico, para periódicos y revistas, el de uso en oficinas, trámites, envolturas e infinidad de cosas más, y nos vamos a dar cuenta de que estamos hablando de cifras astronómicas, lo que nos hace pensar, que aparte de voltear hacia la tala ilegal, donde debemos poner atención también es hacia el consumo que la sociedad hace, ya que, por las condiciones mencionadas, requerimos de varias decenas de miles de metros cúbicos de madera al día. —Así que por favor díganme —enfatiza— ¿de dónde vamos a sacar esa madera? Afortunadamente parte de ella nos llega de importación, justamente de países que 72


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algunos dicen que “casi no crecen”, porque de los que “sí crecen”, están destrozando a pasos agigantados sus recursos maderables. —Pero tome en cuenta —interviene nuevamente Miguel— que los países desarrollados son los que más contaminan y consumen más energía por habitante. —Eso es otra cosa, en cuanto al consumo de energía por habitante sí, —responde don Alonso— pero ese consumo no será privativo sólo de esos países desarrollados, sino que ése será precisamente uno de los problemas en las próximas décadas en todo el mundo, que a medida que cada país vaya elevando su desarrollo, irá elevando el empleo de energía por persona, vean lo que acaba de pasar en China, ahora que se está desarrollando. —Pero continuando sobre el daño al bosque derivado del crecimiento demográfico, les decía, aparte del desproporcionado crecimiento del consumo de maderables, paralelamente, se disminuye cada vez más el promedio de tierra cultivable por campesino, lo que provoca que, unos emigren, otros busquen cultivos ilícitos más “rentables” como las drogas, unos más buscan nuevos “espacios cultivables”, y la mejor idea que se les ocurre es desmontar o incendiar intencionalmente ciertas partes para disponer de alguna superficie. —En eso viene don Chema, a quien le habían pedido que les ayudara con la instalación de ciertos registros, y tenía varias dudas. —Si gusta, —ofrece Álvaro— yo voy, don Alonso… —Vamos los dos, porque quiero ver una cosa. Discúlpenos unos minutos. —Por favor, adelante… 73


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En eso Gustavo le comenta a su amigo Miguel: —Te pido un favor mi estimado Miguel, tú mismo me dijiste hace un rato, que dejemos que este señor nos exponga primero su punto de vista, así que te sugiero que lo dejemos que acabe, y ya luego le comentamos lo que quieras… —Claro, pero acuérdate que él mismo nos ofreció que si no estábamos de acuerdo, que le dijéramos… —Por supuesto, pero vamos dejando que exponga bien lo que piensa sobre el asunto, y además, creo que no anda tan perdido, ya al final vemos… No habían pasado sino unos pocos minutos, cuando ven a cierta distancia que ya vienen ambos de regreso, y en eso le dice Gustavo a Miguel: —Mira nada más en lo que convirtieron este terreno, ¿te imaginas el potencial que tenemos en el país? —Por supuesto, pero se me hace que te está gustando el campo más que a mí. Pero te comento algo, mucha gente no recapacita que estas cosas no caen solas, ve el cuidado que ponen en cada detalle, se me hace que en ese cuadrito de madera que están haciendo ahí, van a llevar un registro diario de temperatura, lluvia, porque vi un pluviómetro, monitoreo del nivel de la presita, y me pareció ver un aparato para medir la humedad del suelo. Estos camaradas saben del asunto. —Te estoy diciendo, —argumenta Gustavo— también en lo que nos acaba de decir, te digo que más o menos por ahí anda la cosa. Por eso déjalo que acabe… —En eso no estoy muy convencido, pero te voy a hacer caso, y al final le diré mi punto de vista, al cabo él mismo nos lo dijo. 74


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CAPÍTULO VI A MPLIACIÓN

DEL DIÁLOGO

En unos pocos minutos, ya se encuentran de nuevo don Alonso y Álvaro dentro del grupo, todos de excelente ánimo. Y el ingeniero le hace una observación a don Alonso: —Me pareció ver un aparato para medir la humedad del suelo. Esa medida es excelente. —Bueno, precisamente, pretendemos no decidir sólo por las apariencias, sino poder conocer con la mayor certidumbre posible, en qué momento se requiere más humedad, y cuándo podría ser excesiva. Usted lo sabe a la perfección, que cualquier árbol bien hidratado, se puede defender mejor de muchas cosas, incluso le ayuda hasta en casos de fríos extremos; aunque tampoco es bueno que tengamos demasiada humedad, ya que entre otros inconvenientes, nos haría desperdiciar agua y energía. —Y otra cosa que considero que nos ha ayudado mucho, —continúa don Alonso— es lo que una vez platicamos con Usted, el estar realizando periódicamente análisis del suelo en diversas partes del rancho, para detectar —a tiempo— si el suelo tiene todos los trece nutrientes en las proporciones apropiadas, tanto los elementos mayores como los menores. —Estoy seguro, —continúa— debe haber conocido multitud de casos, donde la productividad se les vino abajo por falta de alguno o varios de ellos, y quién mejor que Usted sabe que eso puede y debe ser prevenible. Cuando eso es detectado hasta la cosecha, ya es tarde. 75


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—Totalmente de acuerdo, —responde el ingeniero— no crea que no se lo digo a los agricultores, el problema es que no todos me hacen tanto caso como aquí, con Ustedes y otros de la región. —No cabe duda, —interviene el licenciado Mora— cuando las cosas se hacen bien, resultan bien. Con razón tienen tan alta productividad. —Otra de las recomendaciones que me permitiría hacer, —añade don Alonso con su característica buena disponibilidad— es que siempre hay que tratar de adelantarse a los problemas, como adoptando una especie de criterio preventivo. Así hemos tratado de proceder aquí, y eso ha sido uno de los factores que nos ha hecho salir adelante. —Y hablando de prevenir, —menciona el licenciado— ya nos hizo la primera propuesta para el proyecto en que ahora trabajaremos, ¿quisiera continuar platicándonos sobre otra sugerencia? —No me gusta contradecir, señor licenciado, pero antes de continuar, me gustaría platicarles rápido sobre la forma de instrumentar una posible solución en lo que les decía de la cuestión poblacional, ¿le parece? —Tiene razón, adelante. —La inmensa mayoría de nuestros conciudadanos, — les dice don Alonso— no percibe a cabalidad la gran cantidad de efectos de lo que les decía hace un momento. Incluso, algunos grupos demasiado conservadores, que supuestamente deberían estar más preparados, hasta se podrían oponer. 76


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—Lo que hay en el fondo, en uno y otro caso, es que ha faltado un adecuado análisis de esta situación, y de todas sus implicaciones. —Por ello, para poder conseguir una eventual estabilización demográfica, lo que sin duda alargaría el período de duplicación poblacional, y que a su vez produciría una drástica disminución de infinidad de carencias, y entre otras cosas, se reflejaría en una elevación del nivel de desarrollo humano en todos sentidos, se requiere de algo más o menos simple de llevar a cabo: —Se debe hacer extensiva esta problemática en términos sencillos a toda la sociedad, porque una eventual mejoría en este sentido, no puede sobrevenir por la conclusión de un grupo de expertos, eso sólo se puede lograr mediante la suma de decisiones responsables de las millones de parejas que conforman un país, y para ello, se requiere exponer esto de forma entendible, a nivel masivo. —Fíjense Ustedes que la gran mayoría es susceptible de actuar de manera responsable, a condición de que hayan podido ser convencidos del porqué. Y eso se puede conseguir de una forma relativamente fácil: Planteando esta situación de manera objetiva y clara. —Por tanto, mi sugerencia es, en ese punto en particular, que de forma muy entendible, esta situación se abra hacia toda nuestra sociedad, porque como decía, una eventual disminución en el crecimiento poblacional, no podrá producirse sino como consecuencia de una mayor conciencia y responsabilidad social, y es precisamente ahí donde hay que actuar. —Incluso, —advierte— va a haber personas o grupos que de principio, se van a oponer de forma tajante, 77


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aunque representarán una minoría. Pero esa oposición no será producto de algo racional, sino como consecuencia de un prejuicio o fanatismo, pero al tratarse el tema de manera abierta, al exponerse las razones de una y otra parte, prevalecerá lo mejor para todos. A la larga, ganan la razón y el sentido común. —Como prueba de ello, les cito unos casos de la historia. Cuando algunos grupos liberales expusieron la necesidad de que, por decir, prevaleciera la democracia por encima de la monarquía, la igualdad sobre la supremacía de género o de raza, cuando este tema se tenía como una especie de tabú, subsistía el prejuicio, pero al abrirse el tema a todo el espectro social, se impuso la razón, y hoy en día, aunque aún haya algunos pocos radicales, difícilmente encontraremos quien defienda la monarquía absoluta, supremacía de raza, o del hombre sobre la mujer. —Pero reitero, —menciona don Alonso— ¿cuándo se cayeron esos mitos? Hasta el momento que se abrió el tema hacia la discusión y el análisis entre todos. Porque cuando se queda un asunto restringido a un reducido grupúsculo, la situación se limita de manera extraordinaria, y eso arrastra a todos a errores monumentales. —Ahora que dice de objeciones, —interviene el ingeniero— en lo personal, como que no estoy totalmente convencido, pero si gusta al final le digo por qué pienso diferente. —Por supuesto, —contesta don Alonso— observen Ustedes, no encontraremos tema en el mundo, donde no haya diferentes perspectivas, por eso, no es sino mediante el diálogo y exposición de razones de una y otra parte, como ganamos todos. 78


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—Sintetizando, —reitera don Alonso— sobre este tema, mi sugerencia es, hacer extensiva esta problemática hacia toda la comunidad, ya que aparte de lo enriquecedor de la interacción de ideas, cuando hay un problema de todos, se debe resolver entre todos, de forma voluntaria y consciente. Sólo el licenciado Mora se percata de que el ingeniero hubiera preferido plantear desde ya sus objeciones, por lo que de forma silenciosa, mediante un muy sutil cruce de miradas, aprecia que le permita a don Alonso continuar con toda su idea. Por tanto, el licenciado agrega: —Correcto, ya nos quedó clara su opinión sobre una posible solución en ese punto. ¿Nos platica ahora sobre otra sugerencia? —Con gusto. Pero antes les diré que esta segunda observación, estoy seguro que de principio les puede parecer como no muy relevante con el tema que hoy nos interesa más, pero veo que a nivel masivo, —con sus muy honrosas excepciones— andamos medio fallos en eso, por tanto les pido de su paciencia, y al final les diré la repercusión que tiene en todo, y cómo se refleja también en la cuestión forestal. —Me gustaría comenzar este tema con una anécdota. Cuando estaba su servidor en la Universidad, hace como ochocientos años —dice de broma don Alonso— entre otras materias, tenía una denominada “Sociología”. Y el maestro, quien era un muy distinguido investigador, en una clase exponía sobre los distintos tipos de “intereses” entre los seres humanos. —De acuerdo a estos sociólogos, —nos decía ese maestro— hay dos clases de intereses entre los seres humanos, unos son los intereses “racionales”, que se les lla79


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ma así porque son los que van paralelos, o sea, donde el bien del uno, es el bien del otro, como pueden ser los de un padre y su hijo, o los de un esposo y su esposa. —Y también, —decía muy convencido ese catedrático, repitiendo la opinión de esos expertos— tendremos otros intereses que estarán opuestos, a los que denominaremos “irracionales”, donde englobaremos todo tipo de interés donde el bien del uno, vaya en perjuicio del otro. Citaba como ejemplo el caso de un patrón y un obrero, donde el patrón pretenderá obtener mayor cantidad de trabajo con una menor remuneración, y el obrero, buscaría exactamente lo contrario, así como otros casos parecidos. —Y como había oportunidad de disentir, —continúa don Alonso— le objeté: Esa afirmación está mal hecha. —¿Ese postulado está mal hecho? —Me contestó sorprendido el maestro— ¿Y por qué supones semejante cosa? Leyéndome la lista de autores que respaldaban esa tesis. —Porque —le contesté— todos los intereses del ser humano sobre la tierra, son intereses “racionales”, y van paralelos siempre, usando esa misma terminología, lo que pasa es que, esa supuesta “irracionalidad” u oposición, se da sólo en apariencia, de forma superficial y muy a corto plazo, ya que a la larga, le reitero, todos los intereses en una familia, país o incluso el mundo, van juntos y de la mano unos y otros. —Les confieso que al principio le pareció a mi querido maestro eso una completa herejía, pero al final, —prosigue don Alonso— le expuse infinidad de ejemplos que corroboraban mi tesis, y para no hacerles larga la historia, el maestro quedó convencido, y como cosa 80


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curiosa les cuento, que en ese semestre, hasta me exentó de la prueba final con muy buena nota. —Les decía hace un momento que esta particular óptica sociológica les podría parecer como algo intrascendente y sin mayor relevancia, pero, si profundizamos un poquito, nos convenceremos de que tiene una repercusión bárbara, como pocas cosas en nuestra sociedad. —Si me lo permiten, se lo expongo a través de ejemplos. Primero se lo planteo haciendo una analogía con el cuerpo humano. Miren, las células de todo organismo, sean de un músculo o cualquier tejido, no están en oposición con las de ninguna otra parte de ese cuerpo. Serán diferentes unas de otras, incluso, podrán recibir algunas un mayor aporte de oxígeno y nutrientes, pero les aseguro que siempre, el bien o el mal de unas, irá en beneficio o perjuicio del resto. —Cuando por alguna circunstancia —sostiene don Alonso ante la mirada expectante de todos— llegara a prevalecer la tesis falsa de la “lucha” o “enfrentamiento” celular, arguyendo supuestas desigualdades en el nivel de recepción de oxígeno, nutrientes o diferentes “características” celulares, hasta la sobrevivencia del organismo estaría en riesgo, pudiendo llegar a la misma muerte. —Ahora les voy a plantear varios ejemplos dentro del entorno social, para que vean a lo que me refiero. —Si un político del más alto nivel realiza una labor atinada, honesta y eficiente durante el período para el que fue elegido, el beneficio que genere se proyectará en el corto y mediano plazo sobre la comunidad, pero hay quienes no vislumbran que ese beneficio, en una infalible e invisible acción de regreso, también le be81


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neficiará a sí mismo y a su familia, ya que todos ellos están integrados en ese mismo país, que será más próspero y tendrá mayores oportunidades de desarrollo. —O sea, observen, —asegura muy convencido don Alonso— a toda acción social, siempre corresponde una determinada reacción, pero lo que muchos no ven, es que el bien o mal generado, se regresa a favor o en contra del propio emisor del acto. —Ahora —dice— analicemos el caso opuesto, vamos a suponer que ese político, poseyendo una visión social por completo miope y retrógrada, asume, que existe una especie de disociación entre “su interés” y el de toda la colectividad, por tanto, sintiéndose el más astuto de los mortales y con una evidente falta de ética, no sólo realiza una gestión mediocre, sino dispone de forma incorrecta de algunos fondos públicos. —Sin importar tanto su peculiar perspectiva, —prosigue con su voz pausada— ese mal proceder, no sólo afectará en mayor o menor medida a sus gobernados, sino qué creen, su mala gestión se le regresará a sí mismo, familia y descendientes, ya que, aparte de las responsabilidades civiles en que incurrió, o incluso, si es descubierto o no, el daño causado lo alcanzará a él y toda su casa presente y futura, al estar todos integrados en una comunidad ahora más limitada, en virtud de esa fallida gestión política. Los tres restantes miembros del grupo, como si se hubieran puesto de acuerdo, permanecían muy atentos escuchando esta casi entusiasta plática de don Alonso, incluso, daba la impresión de que ese tácito acuerdo de este pequeño grupo, se había extendido hacia los demás testigos de ese espléndido escenario. 82


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Siendo así que el canto de algunos pájaros, el leve sonido de las hojas de los árboles por causa de esa brisa, y el casi imperceptible golpeteo de las pequeñas olas de la presa, eran expresados ante el ambiente en tan discreta forma, que casi podríamos suponer que, lejos de interrumpir la plática, más bien parecían haberse convencido de mostrarse respetuosos todos de ese curioso diálogo. Pero quien parecía no poder contenerse era don Alonso, estaba a tal grado convencido de su tesis, que haciendo de momento de lado el tan especial espectáculo que les rodeaba, prosigue con sus singulares ejemplos: —Analicemos ahora, —continúa muy convencido— el caso de un maestro de escuela. Un buen profesor como son la mayoría, con el hecho de realizar bien su labor, no sólo está asegurando su puesto al realizar bien su cometido, sino coadyuvando a un mejor y más próspero país, lo que, aunque no hubiera sido su objetivo primario, de alguna forma contribuirá a hacer más sólido su propio futuro, ya que si la comunidad en que él vive es más próspera y desarrollada, se está ayudando a sí mismo y a sus allegados. —Ahora supongamos que existe un mal profesor, el cual, por alguna extraña circunstancia, no ha entendido ese invisible vínculo entre “sus intereses” y el bienestar común, y por tanto, decide perjudicar a la comunidad mediante “presiones” y bloqueos de calles y avenidas, ¿qué está provocando, no sólo sobre los demás, sino sobre él mismo? —Independientemente de que él se dé cuenta o no, sucederá lo siguiente: No sólo está proyectando un pésimo ejemplo en alumnos y otros grupos sociales, sino está dañando la imagen de su país y gremio, lo que a 83


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su vez, le dañará a él mismo. ¿Por qué? Está reduciendo el potencial de su comunidad, de la que él forma parte, lo que sin duda lo afectará de diferentes maneras a él en lo personal y a sus familiares y amigos, no sólo en el momento actual, sino que ese efecto durará por muchos años. ¿Les parece increíble, no? Pero así sucede tal cual. —Y qué creen, que lo peor de todo, es que ese maestro en particular, ni siquiera se da cuenta de esa interrelación que existe en toda sociedad. —Si no les aburro, ¿Les puedo contar otro caso? —Les dice don Alonso. —Adelante… —Si tenemos a un buen plomero, por mencionar un oficio, y esta persona siempre realiza su trabajo de forma eficiente, ¿podrá su actuar repercutir sobre él mismo de forma directa o indirecta? —Por supuesto, —les dice— primero, y de forma directa, su actuación hará que aumente su cartera de clientes y su prestigio personal, y, de manera indirecta, — aunque imperceptible— estará coadyuvando con su labor, aunque sea en un minúsculo porcentaje, al bienestar y productividad total de la comunidad a la que pertenece, lo que de forma casi invisible, le estará favoreciendo a él también. —Ahora imaginémonos hipotéticamente el caso contrario. Si una persona no realiza bien su trabajo, e incluso, se lo planteo peor, vamos a suponer que llega al extremo de cometer asaltos, ya que siente que “descubrió” —en su ceguera— que esa actuación delictiva constituye una vía más fácil y rápida de obtener recur84


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sos. ¿Cómo se le regresará su peculiar actuación hacia sí mismo? —Con su proceder delictivo, no sólo pone en riesgo su vida, sino que está debilitando a la comunidad de la que él forma parte, está dañando la imagen de su país, lo que reducirá en alguna proporción hasta el turismo, lo que disminuirá las posibilidades de trabajo de él, de sus familiares y amigos, aparte de infinidad de cosas más que demostrarían que toda acción, no sólo afecta a nuestro entorno, sino que se nos regresa de muy diversas maneras siempre. —Acciones positivas y negativas pasan millones por día, ¿les puedo citar otra? —Pregunta don Alonso. —Adelante… —Vamos a imaginarnos a un conductor irresponsable, a quien cada día sus familiares y amigos le habían insistido que no manejara bajo los efectos del alcohol, pero él, arguye que “los accidentes le pueden suceder a cualquiera”, y que además, “su auto está asegurado”, y cosas por el estilo. —Un buen día, —o mal día, como ya lo convirtió él, dice bromeando— un poco antes del amanecer, sale de una fiesta y atropella a una dama privándola de la vida. Esa persona era enfermera y además era madre soltera. El conductor se considera un tanto desligado al hecho, y también, con la pobre percepción social con que cuenta, se manifiesta confiado, tanto por la acción legal de sus abogados, como por el seguro con que cuenta la empresa. —Ni siquiera se percata, o al menos así aparenta, —aun suponiendo que lograra salir bien librado ante la ley— 85


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que el daño que provocó, en su momento se le regresará a sí mismo. ¿Por qué? Haciendo de lado consideraciones de índole moral, primero, restó fuerza laboral a la totalidad de que dispone su país, al eliminar a un ser humano que hubiera podido realizar muchas acciones positivas, y aparte, al privar a dos niños pequeños de su sustento, ahora crecerán de una manera aún más disfuncional, y su actuación futura, dejará mucho que desear, lo que dañará a todos, incluyendo a ese conductor. —Así les podría hacer una interminable lista de acciones en absolutamente todos los ámbitos de la esfera humana, demostrándoles cómo, toda forma de actuar buena o mala, siempre tendrá sus inevitables consecuencias positivas o negativas, primero hacia los demás, pero más tarde, y casi siempre de forma invisible, hacia cada uno. —El problema señores, no sería tanto demostrar la infalibilidad de esta ley de la acción y reacción social, ni siquiera en probar cómo todos los intereses del ser humano sobre el planeta corren paralelos, lo angustiante es que, la inmensa mayoría ni siquiera tiene la más remota idea de cómo opera esta inevitable interacción entre quienes conformamos una sociedad. —Incluso no sólo opera esto a nivel país, sino se extiende a toda la comunidad mundial. Si una Nación genera de alguna forma bienestar sobre otra, ese beneficio los convertirá después en mejores clientes o proveedores de cierto bien o servicio, lo que les beneficiaría a ambos de muchas formas. —Por eso comprenderán por qué, cuando estaba en la Universidad y escuché sobre aquella tesis sociológica que asumía la existencia de ciertos intereses “raciona86


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les” y otros “irracionales”, no compartí esa visión, porque consideraba, y cada día me convenzo más, de que todos los intereses del ser humano sobre el planeta, son intereses racionales y están completa e inexorablemente interrelacionados. —El gran problema, créanme, —insiste— está en que esta mecánica social invisible no sea palpable ante todos, y eso constituye una limitante extraordinaria, ya que, sumados todos los procederes humanos, produce el actual estado de cosas del país y mundo. —Sin embargo, si hasta ahora ha sucedido así, o sea, que la mayoría no comprenda los alcances de su actuar, no quiere decir que así deba seguir siendo, y una perspectiva sociológica real, puede y debe ser proyectada ante todos, si queremos ver sus efectos. En eso se produce otra pequeña pausa, al quedarse un tanto pensativos todos. Pero ese breve silencio no dura mucho, porque don Alonso, pareciendo no poder evitar exponer su idea, y dando la impresión de que la había analizado bajo varias perspectivas, prosigue: —Me voy a adelantar un poco señores, porque estoy seguro de que aunque estarán convencidos de la importancia del tema, también tendrán dos preguntas. ¿Cómo repercute esto en todo, incluyendo en la problemática forestal que hoy tenemos? Y la otra, ¿qué solución se le puede dar para cambiar eso? —En cuanto a los efectos negativos de la prevalencia de una primitiva percepción social de muchos, donde de forma miope y superficial, se asume que existe una especie de desvinculación entre el actuar individual y un determinado resultado total, créanme, mientras se mantenga esa anacrónica visión social, el verdadero 87


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desarrollo no vendrá, y los resultados repercutirán sobre todos. —Les decía que el resultado total de un país, no es sino la suma de las actuaciones de todo hombre y mujer que lo conformamos, pero, si la mayoría no tiene una idea clara de los alcances de la aparentemente insignificante consecuencia de su propio actuar sobre todo el conjunto, los resultados serán el panorama social que nos rodea. —A mucha gente le parecerá increíble la gran repercusión de algo en apariencia intrascendente como lo que he mencionado, pero en la vida cotidiana, ello hará que se proyecte en todos los ámbitos de la actuación humana, dentro de los cuales, también estará la cuestión forestal, que ahora nos preocupa. —La actuación de una persona sobre su sociedad, es como el caso de una minúscula célula sobre un organismo. La actuación fallida o exitosa de cada célula, repercutirá en el organismo en alguna proporción, y en cierto momento, le perjudicará o beneficiará también a sí misma, al formar parte de ese todo. —Veámoslo de forma un poco más práctica: Si una comunidad cualquiera, no cuenta con una visión social avanzada, esa actitud se proyectará en calles sucias, violencia, impuntualidad, calidad insuficiente en bienes y servicios, falta de probidad, disfunción familiar e infinidad de actitudes que limitarán el resultado total. —Y no sólo eso, sino que ello hará que la comunidad tenga que gastar en exceso en los efectos de ese conjunto de acciones inadecuadas, pero ese gasto “de más” en tales renglones, se deberá gastar “de menos” en otras cuestiones clave, como la cuestión forestal. 88


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—Eso aparte de que, a título personal, también influye. Cuando alguien carece de una visión social correcta, si por decir, hace una simple fogata en un bosque, podría no tener el cuidado adecuado, al no percibir que si se produce un incendio, en realidad se está perjudicando también a sí mismo. Y así se podrían mencionar miles y miles de casos. En eso el licenciado, vivamente interesado también por esa cuestión, le manifiesta: —Es totalmente cierto, pero, ¿qué podríamos hacer para cambiar eso? —Esa misma pregunta, me la hizo una persona que en ese momento era Secretario de Educación Pública, cuando su servidor estaba en la ciudad de México, y les voy a decir lo mismo que le dije: —Hay que cambiar el enfoque de la asignatura de Civismo, haciendo palpable la trascendencia de esta situación, de tal forma que los libros de esa materia, dejen clara la idea de que el resultado total del país, no es sino la suma de las actuaciones de todos y cada uno de los que conformamos el país, y cómo, el actuar individual, se nos revertirá después a cada uno. —Quien en ese momento eran el señor Secretario y un Subsecretario de Educación Pública con quienes dialogué a mediados de la década de los noventa, fueron mucho muy receptivos a esta idea, y previo análisis, dieron instrucciones para que se realizaran los cambios propuestos, pero sólo se lograron en una forma muy limitada, porque a las personas encargadas del material educativo de esa época, no les agradó mucho esa propuesta, e incluso hasta me acusaron de querer instaurar una “sociedad explotadora”. 89


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—¿Una sociedad explotadora? —Así dijeron. Incluso en una junta que tuvimos donde traté de convencerlos, el abogado Fernando Pineda que me acompañaba, me insistió mucho que no permitiera que desecharan el material educativo propuesto, pero la editorial donde yo estaba en ese tiempo, no quiso entrar en controversia con la Secretaría de Educación Pública, por lo que se aprobaron otros textos que sólo se aproximaban a la problemática que les acabo de mencionar. —Les soy franco, —enfatiza don Alonso— no sé si no vislumbraron el significado y alcances de esa tesis, o deliberadamente la querían echar abajo. Pero hasta me acusaron de poner ejemplos “antropomórficos” —o sea como la interrelación que existe entre la actuación de una pequeña célula, y cómo su acción se proyecta en todo el cuerpo— y dijeron que “eso los alumnos no lo entenderían”. Por supuesto que los alumnos lo hubieran asimilado a la perfección. Pregunta el licenciado Mora sorprendido: —¿Por qué podrían querer echar abajo algo como lo que propuso? Está más claro que el agua el favorable resultado que produciría. —Así es en efecto, pero, lo que pasa es que hay unas tesis que hablan de una especie de “lucha de clases” y otras cosas que, desde mi punto de vista, están mal fundamentadas. Y sorprendentemente, aún hay algunos grupos que defienden eso, y consideraron que lo que proponía, se oponía a sus ideas. —Pero ahora que Usted, señor licenciado, —insiste— me dice que hay interés genuino por mejorar la situa90


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ción, con toda franqueza le planteo mi punto de vista, al tiempo que le aseguro: Mientras no se haga sentir a cada alumno y futuro conciudadano, acerca de la gran trascendencia de toda acción, primero sobre los demás, y luego sobre cada uno, no se avanzará gran cosa. —Y voy aún más allá. Los países desarrollados del mundo, no crean Ustedes que alcanzaron esa posición por poseer grandes recursos naturales, economía sólida, o por cualquier otra circunstancia, sino la cosa fue al revés, llegaron a ese nivel porque la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que los conforman, adquirieron esa aparentemente irrelevante percepción social. A todo ello, el licenciado afirma: —En lo fundamental, estoy por completo de acuerdo con Usted, lo que pasa es que eso me da a entender que la vulnerable situación que ahora tenemos, no se resolverá en el corto plazo. —Por supuesto que no, —contesta de inmediato don Alonso— pero acuérdese de aquel sabio refrán de la gente de campo: “Mientras más nos tardemos en sembrar, más nos tardaremos en cosechar”. —Fíjese nada más, ya pronto habrán pasado dos décadas de la frustrante experiencia que les platiqué, y si hubiéramos logrado transmitir bien esa crucial idea de la interrelación humana a todo el alumnado que entonces tenía 12 años, ya estaríamos en pleno proceso de cambio. Muchas generaciones de estudiantes hubieran visto las cosas bajo una perspectiva más avanzada. Pero podríamos empezar ahora. —Y además, no crea Usted que esta es una especie de “opción” más, le aseguro que no hay otra vía de desa91


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rrollo. Mientras no transmitamos esa visión social, no llegaremos a ningún lado. —No permita tampoco señor licenciado, —casi le ruega don Alonso— que por el hecho de no lograr tener resultados en el corto plazo, o sea, en el breve período de una administración, no se le asigne la importancia debida. Acuérdese de aquel importante señalamiento muy bien descrito por La Bruyère: “He aquí un error en política, pensar sólo en sí, y en el presente”. —Por lo que más quiera, —casi parece rogar— trate de convencer a alguien en el Gobierno actual, para que procedan como estadistas y no como políticos. Ahora mismo ha venido a mi mente aquella frase: “El político piensa en la próxima elección, pero el estadista piensa en la próxima generación”. Mientras todo este diálogo se llevaba a cabo, en ese tan especial ambiente que les rodeaba, parecía ocurrir un hecho insólito: El canto de los pájaros, esa suave brisa que parecía apenas tocar hierbas y hojas, así como el golpeteo de las olas, daban la impresión de haberse puesto de acuerdo para mostrar cierto respeto por lo que ahí se decía, y el particular sonido que cada uno de ellos emitía, era producido en forma muy discreta, así como queriendo no interferir en tal reunión. Aunque bien a bien no tenemos la certeza, si el entorno actuaba de esa forma por respeto o desconcierto, ya que, si esos por ahora tan sumisos testigos que los rodeaban, pudiesen también opinar, quizá podrían pronunciar un juicio muy severo. Además, si a eso le añadimos que, es conveniente ampliar el concierto de opiniones para alcanzar, —humanamente hablando— una verdad superior, quizá nos convendría imaginarnos una hipotética opinión del entorno, y sobre todo, recordando aquella voz del poeta: 92


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“En este mundo traidor, / Nada es verdad ni es mentira, / Todo depende del color, / Del cristal con que se mira”. No podemos dejar de considerar tampoco, qué colores y cristales pueden ser más divergentes que las tonalidades de un espontáneo arco iris, como aquellos que calladamente se encienden al final de una tormenta. Por tanto, a manera de travieso experimento, démosle voz, al menos por un momento, a aquellos que hoy nos acompañan en este castigado planeta. Es muy probable que, los demás integrantes de ese por el momento quieto escenario, realizaran su análisis bajo otra sorprendente óptica: Quizá dirían que los miembros de ese pintoresco grupo, a pesar de estar rodeados de ese casi místico ambiente, sin importar que se sintiesen poseedores de una porción de ese pálido reflejo del conocimiento Universal, que lleva por nombre ciencia humana, y haciendo también de lado qué buena voluntad tenían, podrían ser juzgados bajo una sentencia dura: ¿Qué vano intento es ése, —nos dirían a grandes voces— de querer arreglar las cosas, bajo su mano profana, cuando fue el mismo humano, el que lo descompuso todo? ¿Acaso no fue su actitud vana, la que puso la naturaleza toda, bajo un enorme riesgo, cual si fuera frágil barca, al borde de catarata? ¿No se dan cuenta del riesgo, que no sólo corren Ustedes, sino que arrastran en su locura, a la naturaleza toda? ¿No han escuchado acaso, el estruendoso sonido, del agua cuando desciende, desde aquella gran altura, y cómo sin querer se estrella, con fuerza contra la roca? Ustedes que se envanecen, que presumen mucho saber, confiando en su vana ciencia… ¿No ven que en cuestión de horas, cambian sus conclusiones, como las 93


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flores del campo, se mudan de sus vestidos? ¿No han visto la triste vereda, que a su paso van dejando? ¿Por qué presumen poder ver, si ni siquiera vislumbran, el desastre de su andar, y el daño que van causando? ¿Por qué pretenden no ver, que por seguir su camino, están poniendo en gran riesgo, el gran proyecto del mundo? Eso que están proponiendo, como un gran descubrimiento… ¿No es acaso lo mismo, que desde el mismo principio, se les dijo que siguieran? ¿No es el hombre con su malicia, quien lo bueno torna en malo, y su actuar se le regresa, cual piedra que va hacia arriba? ¿Por qué dicen que no ven, que el origen del problema, y la solución del mismo, no está en sus invenciones, ni en fabricar aparatos, sino en armonizar su mundo? Por más que su voz eleven, si no unen voluntades, si no conjuntan esfuerzos, el mundo y lo que hoy admiran, se les caerá de las manos. Pero tal posibilidad de juicio, al menos por el momento, no debe de preocuparnos, porque cada grande y pequeña cosa, sin importar su tamaño, ya sean grandes estrellas, esas minúsculas abejas, o aquellas pequeñas flores, sólo seguirán su curso, y sus originales diseños. Así que, si de la naturaleza esa enseñanza tenemos, hagamos también lo propio, y con algo más de paciencia, escuchemos lo que nos digan, este grupo de personas.

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CAPÍTULO VII UNA

PERSPECTIVA MÁS

En esa irrepetible tarde del rancho “El Encinal”, el destino había procedido una vez más de una forma un tanto caprichosa, lo cual se notaba por la forma de acomodar las cosas: Realizó una muy curiosa combinación, y dentro del marco de un escenario como de fábula, ubicó un grupo de personas con perspectivas y motivaciones muy diferentes, si bien unidos ante un problema común. Aunque por otro lado, tampoco podemos dejar de reconocer, que ese a veces sorprendente dedo del destino, al actuar así, entremezclando intereses muy diversos, no estaba sino siendo congruente con otros de sus procederes, ya que, esa costumbre de combinar elementos diferentes, parecía ser un recurso muy utilizado por la naturaleza: Como prueba de ello, solamente basta mirar hacia arriba, y veremos que las nubes, ignorando por completo los humanos pareceres, sólo se deslizan lenta y silenciosamente a lo largo del cielo, como yendo detrás de una dirección desconocida. Y para corroborar esa divergencia de actuaciones, por otro lado, dentro del mismo escenario, veremos que el sol, sin permitirse a sí mismo la más leve distracción o duda, sigue con precisión cronométrica una determinada ruta, sin importar quien hable o permanezca quieto. Ello nos hace caer en cuenta de que las diferencias de enfoque del grupo mencionado, son perfectamente entendibles, y sólo parecen refrendar el estilo particular de esa magistral aunque invisible partitura. 95


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Así veremos el interactuar de diferentes perspectivas: El licenciado, a pesar de estar impresionado por ese escenario digno de una postal de colección, es lo suficientemente perspicaz como para darse cuenta de que, ese era un diálogo diferente, del cual se podrían tomar algunas cosas valiosas. Y si bien por momentos permanecía en silencio, lo hacía de manera deliberada, porque deseaba que don Alonso se explayara bien, y también, ideaba la mejor forma de poder transmitir lo que estimara de mayor interés. Algo muy diferente ocurría con el ingeniero, ya que ni el diálogo que ahí se llevaba a cabo, ni el entorno que les rodeaba, parecía ser particularmente importante. Quizá ello se debía a que, por un lado, ya estaba acostumbrado a conversaciones similares con ese singular personaje, y por otro, su trabajo como agrónomo, le obligaba a permanecer a menudo en ambientes parecidos. Álvaro se había quedado un tanto sorprendido, al conocer esa otra faceta de don Alonso, ya que nunca se hubiera imaginado, que años atrás, había realizado ese infructuoso intento para mejorar más los libros de Civismo. Además, no había visualizado el extraordinario alcance que podría significar para todos, el hecho de poseer algo que no sólo era un enfoque sociológico diferente, sino más bien, esa original perspectiva, aparte de novedosa, era quizá el único camino que los humanos debimos haber tenido desde siempre, ya que comprendió de inmediato que eso, nos hubiera conducido a otro panorama completamente diferente. Seguro hubiera preferido Álvaro saber mucho más del tema, pero de forma prudente consideró que era pre96


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ferible por el momento no ahondar en el asunto, con el propósito de que hubiera más intercambio de ideas con esos dos visitantes, ya que, —pensaba— aquí lo que nos sobra es tiempo, y ya tendré oportunidad de conversar al respecto. Pero el caso particular de don Alonso era otra historia. Era tal la cantidad de cosas que fluían de su mente, que tanto Álvaro como el ingeniero comprendieron más la razón de su abstracción en sus largas caminatas por el rancho: Iba cavilando con tal nivel de ensimismamiento, que casi nada lo habría distraído. Siendo así que, en un momento como el presente, cuando circunstancialmente se le inquiere sobre este tipo de cosas, parecía ser una llave de agua a la cual se le acababa de girar la perilla. —¿No se nos han aburrido señores? —Les dice don Alonso— ¿Quieren que les platique sobre una tercera sugerencia que les puedo hacer, del problema que hoy nos preocupa? —Pues la verdad sí, —responde el licenciado— antes de irnos de este lugar maravilloso, por supuesto nos gustaría escuchar otro de sus puntos de vista sobre la problemática forestal. —¿Prefieren que vayamos a otra parte del rancho, o continuamos aquí mismo? —Por mí, prefiero permanecer aquí, no creo que encontremos otro lugar como éste. —Y dice volteando a los demás— ¿Les parece bien? —Claro, aquí está más que perfecto. 97


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—La otra idea para mejorar lo que hoy nos preocupa, —comienza a decir don Alonso— es también sencilla, aunque no menos importante. Sin embargo, si me lo permiten, me gustaría describirles antes el contexto, para ponderar los antecedentes que impulsaron a algunos políticos a cometer varios de los errores que se realizaron. Pero no se asusten, lo haré de forma mucho muy sintetizada. —En los últimos siglos, hubo algunas tesis socioeconómicas aparentemente bien intencionadas, que pretendiendo beneficiar a las mayorías, ocasionaron más daño que beneficio. —Algunos pensadores, como Carlos Marx y un cierto grupo que lo siguió, elaboraron una serie de postulados que desde el principio estuvieron mal fundamentados, pero lograron convencer a muchos, dado que estaban envueltos con el ropaje de un aparentemente profundo sentido social. —Estos caballeros, entre otras muchas cosas que dijeron, consideraron que había que buscar la igualdad entre los seres humanos como uno de los objetivos básicos, pero esas en apariencia loables intenciones, trastocaron la estructura económica a tal grado, que prácticamente todos los países que siguieron esos postulados, cayeron en tal desastre, que dieron marcha atrás de forma radical. —Otros líderes que aún no lo han hecho así, no ha sido tanto por un mero convencimiento ideológico, sino por conveniencia política, para tratar de justificar su permanencia en el poder, por los beneficios inherentes que obtienen. 98


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—Pero disculpe, —interviene el ingeniero— ¿la búsqueda de la igualdad es algo perfectamente válido y deseable, no? —Por supuesto, pero no así. Porque de esa forma sólo se consigue descomponer todo. No se debe buscar la igualdad como un objetivo primario, sino más bien, el abatimiento de las diferencias en cuanto al acceso a ciertos satisfactores sociales, se debe ir logrando como una mera consecuencia, u objetivo secundario, producto de una actividad económica exitosa, armónica y bien planeada. —Les puedo asegurar que quien busque la igualdad así, como un objetivo primordial, ocasionará un daño fenomenal. No obstante, no debemos culpar a los que vislumbraron la problemática social de esa forma tan superficial, lo que pasó es que no analizaron bien las cosas. —Entre otros muchos errores, asumieron que el sistema de libre empresa, o “capitalismo”, como le llamaron, era una especie de invención artificiosa de unos para aprovecharse de otros, pero la verdad era otra muy diferente. —Miren Ustedes, cuando en el siglo XVIII algunos pensadores como Adam Smith y otros, describieron el sistema de mercado, no lo estaban “inventando”, como ingenuamente supusieron algunos, sino sólo describiendo su funcionamiento. Es perfectamente demostrable que ese sistema ha existido desde la aparición de la civilización humana, desde hace muchos miles de años. —Les pongo un ejemplo, —les sigue comentando don Alonso— remontémonos 40 siglos atrás, cuando un pastor, vamos a inventarle un nombre, digamos que se 99


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llamaba Simón, cuidaba sus ovejas en un perdido monte de Mesopotamia, en lugar de estar en una taberna con sus amigos… —Les cuento que Simón no procedía así porque hubiera sido particularmente responsable, o porque deseaba aportar carne, piel y lana al mercado para que no hubiese escasez, lo que pasó fue algo muy simple: Simón buscaba obtener una “utilidad”, y movido por ese estímulo, sin darse cuenta, contribuía de forma invisible a sumar su modesta producción al gran total de bienes y servicios producidos, sin los cuales la sobrevivencia misma de su sociedad se hubiera visto dañada de forma fenomenal. —¿Por qué pasan las cosas así? ¿No será más bien, que quienes buscan una utilidad o beneficio, están persiguiendo un objetivo “egoísta”, como de forma superficial aseguraron algunos? Bajo un análisis un poco por encima, podría parecerlo, pero examinando el proceso más a fondo, veremos que la realidad es otra: —La naturaleza, en una forma increíblemente sabia, todos los procesos que consideró vitales, los dotó de un cierto estímulo “primario”, para que, quien lo siguiese, generase otro efecto “secundario”, que es el verdaderamente importante, porque cumple otros determinados e importantes objetivos. —Por decir, —prosigue don Alonso— hace 10,000 años, no hubo una especie de concilio o congreso mundial entre los jefes de tribus, que buscase encontrar la forma de impulsar la procreación para garantizar la permanencia de la raza humana. Esa hipotética junta, les aseguro que nunca se celebró, ni se pudo haber realizado por muy diferentes razones. ¿Qué sucedió en su lugar? 100


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—La naturaleza, en una forma mucho más inteligente, colocó un cierto estímulo “primario” —el impulso sexual— y al seguirlo, se produjo otro objetivo “secundario” que fue el verdaderamente trascendental: La continuación de la especie. Sin la consecución de ese invisible objetivo secundario e invisible, créanme, nada en la naturaleza hubiera funcionado. —Un comentario al margen: Es lógico que en las etapas avanzadas del desarrollo humano, intervengan otro tipo de valores superiores en la toma de decisiones, lo que quiero hacer notar, es cómo se dotó a absolutamente todo de un cierto estímulo, —objetivo primario— y al seguirlo, se genera otro efecto secundario que es mucho más importante, pero cosa curiosa, en la mayoría de las veces, ni siquiera es perceptible. En eso don Alonso voltea hacia unos árboles que estaban a su derecha, y al tiempo que los señala con su mano, les dice: —¿Saben por qué esos árboles crecen? Permanecen pensativos todos, recapacitando en que nunca se habían hecho tal pregunta… —Se desarrollan precisamente así porque van detrás de un cierto estímulo u objetivo primario, que es, contar con más radiación solar, para poder realizar mejor su labor de fotosíntesis. Pero lo magistral de quien los hizo, es que sin darse cuenta, y como algo en apariencia colateral o “secundario”, están generando infinidad de beneficios al ecosistema, como ya hemos mencionado, o sea, eso es justamente lo que buscaba la naturaleza. —Incluso, ya que cito los árboles, observen cómo, cuando hay un cierto grupo de ellos relativamente cerca 101


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unos de otros, —aunque no demasiado, porque eso no les ayudaría— parecen crecer más alto todos, ¿saben por qué sucede así? Porque van compitiendo entre ellos, como queriendo llegar más arriba para captar más radiación solar. —Pero regresemos al ejemplo humano, volvamos a nuestro imaginario amigo don Simón, pastor de hace cuatro mil años. Les puedo asegurar que él procedía de forma laboriosa, porque a manera de incentivo, perseguía un cierto beneficio o “utilidad”, por llamarle de alguna forma, lo cual se convertía en su objetivo o estímulo primario, pero, observen cómo, sin siquiera darse cuenta, estaba cumpliendo otros objetivos colaterales e invisibles, entre ellos, contribuía a aportar carne, piel y lana al mercado. —Y qué creen, la totalidad de bienes y servicios disponibles, ya desde aquellos años y antes, la conformaron todos los que procedieron como Simón, si no hubiera sido así, el mercado casi no habría tenido nada, y al ser los bienes escasos, los precios se hubieran ido a los cielos, o peor, lo que derivaría en una catástrofe generalizada. —Otro beneficio invisible que don Simón realizó, —ojo, sin haberse dado cuenta— fue que, al haber cuidado que sus “costos” no excedieran a sus “ingresos”, — condición para obtener su deseado “beneficio” o “utilidad”— contribuyó de manera imperceptible, —aunque limitada al ámbito de su propio actuar— a que la comunidad en que vive, hubiera podido optimizar el empleo de la totalidad de los recursos disponibles, ya que, como todos los factores de la producción son limitados, de no haber actuado esa “mano invisible” también en eso, el daño social total hubiera adquirido proporciones de desastre. 102


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El resto del grupo permanece en silencio escuchando ese peculiar análisis de don Alonso, el cual les parece muy interesante, estimando que no lo habían visto de esa forma. En eso el licenciado le hace una observación: —En lo personal considero que así es como dice, pero, yo tenía un amigo en la Universidad, que me decía que el sistema de mercado no debería operar, ya que no era “perfecto”. ¿Qué opina de eso? —Perfecto no hay nada —responde— ni siquiera el matrimonio o cualquier cosa que venga a nuestra mente. Pero eso no significa tampoco que debamos eliminar lo “no perfecto”... Toda la esfera de la actuación humana es imperfecta, y por eso existen leyes laborales, mercantiles, familiares, sanitarias, fiscales, penales, de tránsito y muchas otras; justamente para circunscribir esa imperfecta actuación humana, tratando de orientarla al beneficio común. —Es cierto, —responde el licenciado. —Pero, —continúa don Alonso— regresando a la actuación humana en el contexto económico, y volviendo a los móviles que incidían en la conducta de aquel pastor de hace 40 siglos. A manera de un travieso experimento, imagínense por un momento, que todos los Simones de aquellos años, no hubieran sentido la casi imperiosa necesidad de cuidar sus “costos”, ¿saben que hubiera ocurrido? —Como un país no es sino la suma de los Simones, Juanes, Pedros, Sofías, Carolinas y todos los que lo componen, créanme que si la naturaleza, en esa forma tan inteligente, no hubiera colocado ese invisible mecanismo para que cada persona cuidase sus “propios costos” —al condicionar su cuidado a la obtención de un “be103


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neficio”— eso aparentemente tan simple, hubiera ocasionado tal desperdicio de recursos a nivel masivo, que la economía de ese lugar se hubiera prácticamente arruinado. —Eso es, estimados señores, ni más ni menos, lo que pasa cuando se mueven las cosas sin entenderlas bien, aún con la mejor de las intenciones. ¿Por qué les platico todo esto? Miren Ustedes, una alteración en estas motivaciones que incentivan la productividad, se han visto alteradas en algún sentido en el campo, enseguida les diré por qué. —¡Ah! Y no sólo eso, sino que este elemento que les he comentado, hay que interrelacionarlo con otra perspectiva que algunos no tienen del todo clara. Les cuento a qué me refiero: —Les decía que si una persona, con un ligero conocimiento del tema, pretende buscar la igualdad como un primer objetivo, puede causar más mal que bien, por una razón muy sencilla, no sólo en economía, sino en prácticamente todo lo que nos rodea, que creen, las cosas funcionan en base a aparentes “desigualdades”. —No podría realizarse ningún tipo de actividad, nada absolutamente, de no existir esas aparentes desigualdades. Les pongo un ejemplo un tanto chusco: No podría operar ni siquiera el inodoro de sus casas cuando lo accionaran. Ahora sí funciona, porque hay una desigualdad o diferencial entre la presión atmosférica del depósito del agua, con respecto a la parte inferior, pero si fueran “iguales”, simplemente no funciona. —Pero, —les dice de broma— no se asusten, seguirán funcionando, no ha intervenido ahí ningún perseguidor de igualdades. 104


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Todos sonríen ante tal ocurrencia. Mientras prosigue don Alonso muy convencido con su idea: —¿Saben cómo se llenó esa presa que tenemos enfrente? Por una interminable serie de diferenciales o desigualdades en multitud de cosas. Primero, el calor del sol sobre la superficie del océano, provocó diferenciales entre la temperatura del agua sobre la de capas superiores, lo que hizo que cierta cantidad de ella ascendiera mediante la evaporación. —Cuando se estabilizaron las presiones a determinada altitud, el agua se aglutinó en nubes, y otro tipo de diferencias entre las temperaturas de la superficie de la tierra, junto con otras divergencias físicas, derivaron en la formación de los vientos, parte de los cuales trajo unas nubes hasta acá. —Otras desigualdades de diversos tipos, combinadas con la acción de la electricidad, que a su vez se formó por causas parecidas, hizo que la lluvia cayera en esta área, y las diferencias de nivel en la topografía del suelo, de las presiones atmosféricas y otras, hicieron que el agua descendiera por esta ladera y llegara hasta este punto. Una serie de desigualdades más, llevarán esta agua hasta el pie de los árboles, y otras harán que penetre hasta la raíz. —Nada más les digo que absolutamente todo en la naturaleza e incluso en el Universo funciona así, por esas aparentes desigualdades. Si en alguna parte de la Creación apareciera un iluso o despistado que, tratando de obtener simpatías de forma fácil, consiguiese eliminar las “disparidades” o diferencias, automáticamente se arruina todo de golpe. Hasta los astros se mueven en los cielos por lo mismo. 105


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—Entonces, —objeta el ingeniero— a ver si le voy entendiendo, ¿está Usted ponderando las desigualdades sociales? —De ninguna manera, es obvio que cualquier persona con sentido común y un mínimo de responsabilidad social y humana, quiere, o queremos, más correctamente dicho, que no existan desigualdades, lo que pretendo decir es que primero debemos entender cómo funcionan las cosas, para no buscar la igualdad por sí misma. —Esa sociedad más igualitaria debe sobrevenir como una especie de consecuencia del desempeño de una cierta actividad, o incremento en su productividad, para que coadyuvemos a que tengamos todos una mejor comunidad para un beneficio común. —Lo ideal es tender hacia un sistema de igualdad de oportunidades, donde sea más bien el propio desempeño de cada ser humano, el que determine el crecimiento personal. Lo que por supuesto debemos salvaguardar es que nuestros conciudadanos cuenten con adecuados niveles de educación y demás condicionantes sociales. —Si procedemos de forma tal, que no se estimule la productividad, esfuerzo y desarrollo personal, en lugar de hacer un bien a la persona y la comunidad, se les perjudicará en una forma que no se imaginan. —¿Por qué les platico todo esto? Porque la visión o el enfoque erróneo de algunos políticos en nuestro país y otros, los ha llevado a adoptar prácticas que no han contribuido a acabar la pobreza, sino que más bien la han perpetuado. 106


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—Algunos políticos —no todos— han manejado la pobreza, como si fuera un mal en sí mismo, cuando este lastimoso problema social, no es sino una consecuencia de otras cosas. Es el resultado de una combinación de factores que a menudo hemos descuidado. —Es una derivación lógica e inevitable de falta de educación apropiada, empleo justo, y de planeación familiar en ocasiones; junto con inadecuados hábitos de vida, disfunción familiar, a veces políticas gubernamentales erráticas y otras cosas más. Para empeorar el asunto, casi como regla, se combinan en mayor o menor medida varios de estos elementos para formar una altamente injusta y explosiva mezcolanza. —Pero volviendo al tema que hoy nos ocupa don Alonso, —interviene el licenciado, así como temiendo que la plática se fuera en otra dirección— ¿qué tiene que ver eso con la deforestación? —Bueno, —contesta con su voz pausada— para allá iba, esto que les he platicado era el preámbulo o el antecedente. Lo que pasa es que cuando se posee un enfoque como el que acabo de mencionar, se pretende solucionar la desigualdad social proporcionando subsidios y dádivas de forma permanente, lo que sólo contribuirá a perpetuarla. —Don Alonso, —objeta ahora el ingeniero— en mi trabajo como agrónomo, he visto que una serie de programas de apoyo del gobierno ayudan mucho a la gente del campo. —No me vayan a malinterpretar por favor, —contesta don Alonso— no pretendo de ninguna manera que no se apoye a campesinos, sino incluso al contrario, porque voy más allá: Sería sano apoyarlos en una forma 107


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más decidida, pero con un enfoque que estimule la producción. A mí me gusta emplear mucho los ejemplos, y si me lo permiten, les citaré uno. —¿Te acuerdas Álvaro de aquel señor Juan, que una vez nos ayudó con trabajos de albañilería? —Me acuerdo muy bien de él. —Cuando vino, —les dice don Alonso— le pregunté sobre su actividad en la región, y me dice que él se dedicaba “al campo”, y que sembraba una pequeña superficie de maíz. Le insistí sobre la razón por la cual no estaba atendiendo bien su parcela, ya que si no estaba al pendiente de ella, no iba a producirle gran cosa, a lo que me contesta: —Bueno, lo que pasa, —me dijo muy convencido— es que yo tengo otro tipo de “cosecha”. —¿Otro tipo de cosecha? Le dije sorprendido, temiendo que se fuera a dedicar a alguna actividad ilícita. —Sí, lo que pasa es que mi cosecha no es lo que produzca de maíz, sino lo que me dé el Gobierno por sembrar. —Ese particular enfoque, —continúa don Alonso— aparentemente inofensivo e incluso con cierta pretensión de que el Gobierno se convierta en una especie de gran benefactor del campesinado, es el que daña la productividad agrícola y forestal, por eso me atreví aburrirlos con el antecedente ideológico de esta forma de proceder. —No puedo negar que hay situaciones muy específicas, bajo circunstancias muy particulares donde ocasionalmente se debe apoyar a ciertos grupos, sobre todo 108


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en casos de calamidades. Pero, proceder así como norma, o peor aún, con fines electorales como hacen otros, es perjudicial hasta para los mismos receptores de ayuda. —Como un botón de muestra, observemos lo que sucedió en el ejemplo que me tocó ver y que les platicaba. Juan continuará recibiendo su apoyo, independientemente de que su nivel de productividad se mantenga muy debajo de su verdadero potencial. —Pero, ¿saben una cosa? La culpa no será de él, porque Juan y cualquiera haría casi lo mismo, el problema se originó realmente desde el momento en que se diseñó la mecánica de ese apoyo, lo cual es típico de aquellos que tienen la mentalidad superficial que les citaba hace rato, de personas que anhelan convertirse en grandes benefactores sociales, mismos que no atacan las causas básicas del problema, sino el síntoma o manifestación externa, lo que contribuye mucho a perpetuar la situación. —Lo que hay que dejar muy claro, es que nuestra gente, —enfatiza don Alonso— en la inmensa mayoría, es buena, capaz y trabajadora. Incluso, —dice dirigiéndose al ingeniero— necesitaría estar loco para decir que no se les ayude, se les debe apoyar incluso más, casi podríamos decir que al nivel de otros países que son nuestros socios comerciales, para poder alcanzar niveles productivos mucho más altos, que disminuyan la dependencia en muchas cosas como el maíz. —Pero eso jamás podríamos verlo bajo el enfoque actual. Los apoyos no deben estar sujetos a consideraciones políticas o a preferencias electorales, o incluso influidas por “presiones” de grupos, sino más bien condicionados a la productividad y resultados individualizados. 109


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—Ahora bien, —subraya— el diseño específico de un proyecto en ese sentido no debe ser resultado de la acción o idea de una sola persona, sino de un panel de verdaderos expertos en el ramo, que dejen de lado el aspecto político y otros intereses. —Les aseguro que en nuestro país, existen verdaderos profesionales agropecuarios que están a la altura de los mejores del mundo, mi única súplica para ellos sería que se quiten el ropaje paternalista, y en su lugar, busquen mayores apoyos al campesinado, pero en base a la productividad y esfuerzo personalizado. —Por eso me atreví a aburrirlos con los antecedentes de hace minutos, miren Ustedes, si hubiéramos desaparecido los estímulos naturales que motivaron a los millones de Simones que hubo en los siglos anteriores, no sólo hubiéramos limitado la productividad de nuestro hipotético amigo don Simón y similares, sino hubiéramos perjudicado de paso a los consumidores también, y muchas cosas más. —Créanme, si con la debida asesoría de expertos, logramos reorientar esos apoyos gubernamentales, y se otorgan fundamentalmente en base a resultados, nos podemos llevar una muy grata sorpresa. —Y entonces sí, —les asegura— en la cuestión forestal, la industria verde podría alcanzar su verdadero potencial, dado que es altamente rentable, pero en este momento está muy subutilizada. —Se puede mejorar la situación agropecuaria en muchos sentidos, facilitando y simplificando medios de financiamiento que ya existen, y otros que se pueden crear, ampliar estímulos fiscales hacia ese renglón, proporcionar apoyo técnico y mejores variedades para 110


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siembra, orientación sobre sistemas de riego adecuados a cada caso y otras cosas; pero siempre, —eso sí— manteniendo un criterio que busque premiar el esfuerzo, trabajo y la mayor productividad demostrada. —Algunas de esas cosas —añade el ingeniero— ya se hacen. —Es cierto, pero hay que mejorarlas mucho más, y aparte, hacer saber a todos, los mecanismos y estímulos para apoyar la industria verde, y créanme, con una orientación diferente en base a la productividad, los resultados podrían ser sorprendentes. —Les advierto algo, esta modificación que les propongo, a más de alguno le podría parecer como algo intrascendente, pero les pido que lo transmitan más adelante, porque estoy seguro que de aprobarla e instrumentarla bien, influirá de forma determinante para transformar la baja productividad que ahora se tiene en algunos renglones. Este al parecer inofensivo cambio de enfoque, se puede convertir en una de las claves para la transformación que queremos. —Esas son, estimados señores, —manifiesta don Alonso a manera de conclusión— las tres sugerencias que me permitiría hacerles, y con ellas creo que podemos mejorar bastante la situación forestal —y agrícola— que nos preocupa. —Pues sin duda son aportaciones interesantes, —contesta el licenciado— con razón mi amigo Miguel tenía interés que viniéramos aquí a conversar con Usted. —Le aseguro —continúa el licenciado— que voy a transmitirlas más adelante, y confiemos que si no todo, gran parte se pueda implementar. Pero vamos a ver, lo pondremos en la mesa y será analizado seriamente. 111


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Y una vez que se preparaban para dejar el lugar, ninguno de los presentes se percató que algo curioso ocurre en el estado de ánimo del licenciado Mora. Pero la verdad, ello era totalmente entendible: En un muy breve espacio de tiempo, había transitado por un enorme contraste, había pasado no sólo del ajetreo propio de la gran ciudad, sino lo que es peor, del árido y traicionero sendero de la política, al franco e interesante diálogo, aunado al remanso y tranquilidad que sólo un lugar como ese le pudo proporcionar. De alguna forma el licenciado intuía que esa casi mágica tarde, contrariamente a lo que pensó al principio, para él había significado un extraordinario oasis dentro de sus conflictivas actividades. Pero eso estaba a punto de terminar, ya que el sol, como era previsible, había seguido su inamovible itinerario, actuando imperturbable y ajeno ante los aconteceres terrenales. Daba la impresión de que el astro rey, con esa displicente y férrea conducta, estaba más bien concentrado en cumplir su ruta y tiempos programados, que en cualquier otra cuestión profana. Esa imperturbable actuación solar, los ojos humanos la percibían en una leve disminución en la luminosidad del día. Si el entorno pudiera externar opinión alguna, seguramente lo interpretaría como un sutil recordatorio de que los tiempos y las horas, debían ser respetados de forma precisa y clara. Es probable que eso también influyera en esa íntima percepción del licenciado Gustavo, ya que mientras recogían los pocos enseres que aún estaban alrededor, de forma callada presentía que difícilmente podría tener oportunidad de repetir una tarde como esa. 112


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Pero muy poco o nada podía hacer al respecto. En otras ocasiones, cuando había querido conservar un cierto momento, tomaba fotografías, pero en este caso, se dijo a sí mismo, ya tenía suficientes, por tanto, sólo le quedaba un último aunque frágil recurso: Recorrer con su mirada todo alrededor, así como tratando, si posible fuera, ya no tanto de guardar, sino casi grabar en su memoria, ese impresionante sitio.

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CAPÍTULO VIII UN

REGRESO CONTROVERSIAL

Con ese mismo proceder tan discreto y callado que por lo regular tiene la naturaleza para hacer respetar tiempos y espacios, se estaba procediendo una vez más. Aunque en esta ocasión, era al sol a quien le tocaba hacer un ligero señalamiento, y así como si estuviera haciendo uso de una invisible pero efectiva batuta, a través de una leve disminución de la luminosidad, indicaba, con cierta dosis de diplomacia, la proximidad del término de eso que llamamos día. Por ello, no sólo los humanos, sino los animales y hasta las plantas, de forma inconsciente, percibían que ese inamovible itinerario había sido establecido para ser respetado. Sin embargo, algunos elementos de la creación, no sólo se limitaban a acatar fielmente ritmos y horas, sino daban la impresión de que casi lo festejaban, cual si fuera la más espléndida de las fiestas. A ellos les daba enteramente lo mismo, que ante el profano y displicente mirar humano, muchas maravillas naturales pasaran por completo desapercibidas. Y así como no queriendo incurrir en lo mismo, cada mañana era recibida con efusivos cánticos de bienvenida de infinidad de pájaros, sin necesidad de un acuerdo oculto o sugerencia alguna, y algo parecido ocurría cuando el día sigilosamente parecía escabullirse de la escena, ya que ese proceder se repetía. Ello explica por qué, en el cumplimiento de ese misterioso protocolo, —o quizá sólo un espontáneo acto de agradecimiento— cuando faltaba poco para que el sol calladamente se escabullese de la escena, grandes can115


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tidades de pájaros, como obedientes al más exacto de los relojes, se congregaban en los árboles de más espeso follaje, al tiempo que entonaban una sinfonía que no requería de partitura alguna. Siendo así que al ir caminando de regreso ese pequeño grupo, primero hacia la casa del rancho, parecía que una multitud de cantos de pájaros, no sólo dirigían ese su especial agradecimiento hacia algo o alguien en el Universo, sino que también daba la impresión de que acompañaban a estas cuatro personas, como si deseasen despedirlos por su visita a ese sitio. Pero eso no hacía sino aumentar la nostalgia del licenciado, a quien unas pocas horas de aislamiento en ese casi mágico santuario natural, habían bastado para darse cuenta de la extraordinaria transformación que podríamos hacer con la muy a menudo olvidada naturaleza. Y con el ánimo de querer aprovechar esos últimos momentos, le dice el licenciado Gustavo a don Alonso: —Quedamos muy agradecidos por su tiempo y sugerencias don Alonso, y cumpliré mi promesa, de plantear estas y otras opiniones que he recibido de personas de buena intención como Usted. —Confiemos —le contesta— que algo se pueda hacer. Y ni me lo agradezca, nosotros somos los agradecidos por habernos acompañado y escucharnos, porque aparte, creo que no sólo nosotros, sino cada ciudadano tiene opiniones que deben ser consideradas. —Hay algo que no acabo de comprender, —añade el licenciado— no entiendo por qué algunos grupos objetaron las propuestas que hizo para mejorar los textos de Civismo. 116


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—No puedo dejar de reconocerle su excelente disponibilidad —enfatiza don Alonso— de los entonces Secretario y Subsecretario de Educación Pública de finales de los años noventa, pero donde pareció haberse enfrentado con una cerrazón completa fue en otras áreas. Sin embargo, considero que aún lo que nos parece más incomprensible, tiene también su explicación, lo que pasa es que muchas veces no la vemos. —Les platico en pocas palabras lo que creo que sucedió: Esas tesis socioeconómicas que les decía hace rato, creen a pie juntillas en eso de la “lucha de clases”, en una especie de enfrentamiento social. Y de hecho, ellos pueden creer lo que quieran, pero lo malo es cuando tratan de imponer su criterio sobre cualquier otra cosa. Esas tesis no sólo están basadas en conjeturas e inexactitudes graves, sino que están obsoletas por inservibles, pero aún hay un pequeño aunque radicalizado grupo que sigue con eso. —¿Cómo está eso? No entiendo. —Es increíble, —prosigue don Alonso— pero así es. Miren Ustedes, recordemos que cuando este señor Marx sacó sus teorías, aunque muchos no se fijaron bien en eso, con esa interpretación tan suya de la historia, juzgó que para la evolución social, debía darse lo que llamó la “dialéctica de la lucha de clases”. —Y cuando surge alguien que habla de otra cosa, de una especie como de integración y complementariedad para lograr el desarrollo en todos sentidos, automáticamente, aunque “bajo la mesa” se choca de frente con sus tesis en el terreno ideológico o sociológico. —Conste, estamos hablando de grupos muy reducidos, pero muy radicalizados, los cuales aún se mueven en 117


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algunos sectores, incluyendo áreas limitadas del magisterio, porque aclaro, la inmensa mayoría de personas en este gremio, son elementos valiosísimos, y están convencidos de la gran trascendencia de su labor. —Me da la impresión, —interviene el ingeniero— que Usted ha analizado también ese fenómeno del socialismo, ¿no? —Bueno, —contesta don Alonso— lo que pasa es que yo mismo, en mi remota juventud, fui un socialista convencido, incluso en cierto momento pensé en irme a estudiar a una Universidad de Rusia. —¡Ah caramba! Nunca me hubiera imaginado eso, —dice el licenciado— y luego, ¿qué pasó? —Me empecé a dar cuenta de que esas tesis no estaban bien elaboradas. Pero cosa curiosa, la duda me hizo profundizar más en el asunto. —Fíjense que la mayoría de las personas que conocen del tema, han estudiado dos de las obras de Marx, una llamada “El manifiesto comunista”, y la otra es “El Capital”. Y mi decepción comenzó al analizar otras obras de él. —Tengo identificadas cuando menos diecinueve obras de este señor de los años 1837 a 1880, así como seis más que hizo con Federico Engels, algunas publicadas póstumamente, como la segunda y tercera parte de “El Capital”. —Y si como decíamos, muchos se concentran en esas dos obras, se están perdiendo de conocer el pensamiento completo de este señor, y tiene otras facetas que es imprescindible conocer. 118


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—El problema, es que les puede pasar, —asegura— como a mí, que descubran que ese tipo de consideraciones no estaban bien estructuradas, por más que, de forma superficial, parezcan tener un profundo sentido social, como yo mismo pensé tenía. —Entre otras cosas, descubrirán que a este señor que aunque por algunos fue considerado como el mismísimo “padre de los trabajadores”, no le simpatizaba el trabajo en lo más mínimo, y esto, no es una mera suposición, sino fue expresado por él mismo y con sus propias palabras. —Si alguien se toma la molestia de leer una de sus obras llamada “Manuscritos económicos y filosóficos” del año 1844, descubrirá su muy peculiar opinión respecto del trabajo. Hago la aclaración de que esta obra, no la conocieron muchos de sus primeros seguidores como Lenin, porque no fue publicada sino hasta el año de 1932, aunque de todos modos, casi no fue conocida. En eso don Alonso se detiene, como recordando algo, lo que hace que se detengan los demás. —Oye Álvaro, —le dice— me estoy acordando que hace poco te mandé ese texto por Internet, ¿de casualidad, no lo traes en ese aparatito que traes en el cinto? —A ver, —contesta Álvaro— ahorita mismo le digo… —Ese pensamiento señores, —aclara don Alonso— está totalmente obsoleto, pero se lo cuento como un dato curioso, ojalá que nuestro buen amigo Álvaro lo traiga por ahí… —Aquí está don Alonso, —comenta Álvaro— lo guardé porque recuerdo que me recomendó que lo leyera, y la verdad, se me había olvidado. 119


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—A ver si encuentras un parrafito que te subrayé, al cabo es corto. —¡Aquí está! ¿Se lo leo? —Por favor… Dice a la letra Álvaro: —”¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente, en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu.” —”Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo es, así, no voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.” —”Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo.” —¡Ah caray! —Dice el licenciado— entonces para este señor el trabajo era como perjudicial o enajenante, ¿no? —De hecho así lo está manifestando él mismo, con esas mismas palabras, como un elemento enajenante. Y no 120


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se limita a etiquetar así a esta trascendental parte de la vida humana y la sociedad, sino que también cataloga como “enajenantes”, cuestiones como la Filosofía, a Dios y al Estado. —No obstante, —expresa don Alonso— para darnos cabal cuenta de la magnitud de esos desatinos, y para ver cómo estaba de plano hilando en el aire, veamos someramente a lo que nos condujo eso ya en la práctica. Al aterrizar estas tesis, ¿Qué sucedió en lo relativo a la liberación de la “enajenación del Estado”? —Cuando sustituyeron al “patrón”, no encontraron otra fórmula más viable para el funcionamiento práctico de una entidad económica que ésta: Que fueran administradas por el Estado, y eso los condujo exactamente al punto opuesto a donde pretendían llegar, a la burocracia de las burocracias, donde todos se convierten en burócratas o empleados de un súper—Estado torpe e ineficiente, manejado por una minoría, los cuales, para colmo, tendrán que restringir drásticamente las libertades, para garantizar su permanencia en el poder. —Vean que gran paradoja: Huyendo de esa imaginaria enajenación del Estado, cayeron en una auténtica y verdadera enajenación. Pero el problema comienza en ese punto, porque eso trae consecuencias serias, entre otras, la productividad se desploma de inmediato, lo que hace que el nivel de vida descienda verticalmente, con el agravante, como decíamos, que ya no hay libertad. —No entiendo, —manifiesta el licenciado— ¿Qué no hubo personas que expusieran esto en su momento ante todos? —Claro que las hubo y muchos desde el mismo principio, pero esos postulados, resultaron especialmente ten121


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tadores para algunos, y no fue sino la misma fuerza de los hechos, lo que, después de décadas, les hizo volver a la realidad. —Pero en algunos pocos sitios, en su mayoría en países subdesarrollados, —que no han vivido eso— sorprendentemente, algunos todavía encuentran viable este tipo de ideologías. —Por eso, volviendo a su pregunta, —menciona don Alonso— verán Ustedes por qué, sin buscarlo, existe un enfrentamiento ideológico entre la idea de la integración social propuesta, con la tesis de la “lucha”, el enfrentamiento o el divisionismo bajo cualquier pretexto. —Y de una forma un tanto solapada, —porque ya ni siquiera se atreven a ostentarse como “marxistas”, por el descrédito del término— siguen tratando de fomentar el divisionismo social, sea en razón de cuestiones aparentes o fabricadas. —Así verán Ustedes cómo se ha pretendido fomentar el divisionismo social, sea en razón de los “usos y costumbres”, de supuestas diferencias en el color de la piel, de idioma, religión, o cualquier cosa que parezca creíble. —El problema para ellos, —sostiene don Alonso— es que la realidad, la Ciencia y la Historia no están de su lado. Y a manera de prueba ante quienes fomentan el divisionismo, fundamentándose en supuestas “diferencias” de color de la piel o étnicas, les comento que gracias a los recientes descubrimientos del mapa del genoma humano, se ha podido demostrar de forma incontrovertible, que todos los humanos del planeta, descendemos del mismo ancestro genético. 122


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—Les cuento algo que sospecharon algunos a lo largo de la Historia, como fue el caso de Aristóteles, Hernando de Soto y muchos otros: Estimaron que todas las características externas de los seres humanos, no son más que consecuencias del clima, alimentación, hábitos de vida y otros condicionantes circunstanciales. —Pues bien, esa “sospecha”, gracias a las investigaciones y descubrimientos mencionados del mapa del genoma humano, se han convertido en una verdad irrefutable e incontrovertible desde el punto de vista científico. —O sea, de una vez por todas debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que somos miembros de un mismo equipo que se llama raza humana. Ya que lo que antes era una sospecha de unos pocos, ahora se ha convertido en una certeza para todos. —Aunque en realidad, más que una postura más evolucionada, podríamos decir que es una posición más real, y, no sólo eso, son tan grandes los retos ecológicos, educacionales, alimenticios y otros a que nos enfrentamos, que sólo con una perspectiva integrista es como podremos salir plenamente victoriosos. —¿Qué nos puede importar más? Volviendo al caso que les citaba, ¿Defender un “catecismo” social de alguien que la verdad, estaba hilando en el aire? ¿O el verdadero bienestar y desarrollo de todos los seres humanos? —Créanme caballeros, no es que tengamos varias opciones o alternativas en cuanto a la visión social, sólo hay una ruta, y esa es la de la integración auténtica para propiciar el verdadero desarrollo. Mi único temor es que no nos podemos tardar demasiado en encontrar ese camino, porque en este preciso momento, las ne123


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cesidades están creciendo más rápido que las capacidades de hacerles frente, y los problemas se están haciendo cada vez más grandes. En eso se quedan todos callados, reflexionando en esa singular postura que nunca esperaron encontrar justamente en la “mitad de la nada”, como llegó a expresarle un poco de broma el licenciado a su amigo Miguel. No cabe duda, —reflexionaba el licenciado— una idea como esa en el campo sociológico, podría transformar infinidad de cosas, pero, —se contestaba sólo para sí mismo— ¿Cómo instrumentar eso desde el punto de vista político? ¿Qué reacción podría tener en otros grupos y partidos? Esas ideas son demasiado arriesgadas —concluye— y su costo podría ser impredecible. —Eso, —continuaba meditando el licenciado— mejor ni lo planteo, eso que lo digan otros, si llego con estas ideas a la ciudad de México, me van a juzgar de loco o iluso. En el fondo, —reconocía— creo que tiene razón este hombre, pero eso no es viable expresarlo desde una tribuna política, eso pertenece al ámbito de la Academia o la investigación social. En eso don Alonso le hace una observación a Álvaro: —Está soplando de pronto aire del norte, aunque en esta época del año, no creo que nos vaya a caer una helada, pero mira, como que hasta el cielo se quiere despejar de nubes. —Es cierto don Alonso, pero yo también creo que no helará, además estamos preparados, todo está perfectamente irrigado, eso les ayudará algo a defenderse, si se nos viene el frío, pero ahorita voy a monitorear los termómetros. 124


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El ingeniero, por su parte traía otra cuestión en mente. Como la casa del rancho estaba ya a la vista, lo que casi seguro fuera el punto de despedida, desde hacía un buen rato tenía algunas serias dudas sobre la cuestión poblacional, y la verdad, no las había externado antes, porque su amigo Gustavo se lo había pedido, pero como parecía que ya se habían desahogado todos los puntos, consideró que era el momento oportuno. —Oiga don Alonso, —dice por tanto el ingeniero— fíjese que tengo algunas dudas en la cuestión poblacional que platicaba Usted al principio. ¿Se las puedo comentar? —Claro, por supuesto. Ante la mirada expectante y sorprendida del licenciado Gustavo y de Álvaro, el ingeniero comienza con la exposición de sus dudas: —Usted nos comentó hace ya un buen rato, algo que se me quedó muy grabado, o no sé si lo capté mal. Nos dijo que la planeación familiar se había convertido en algo así como imprescindible, a fin de poder alcanzar una sociedad mejor. ¿Estoy en lo cierto? —Está Usted en lo cierto ingeniero, —contesta don Alonso con su típica voz pausada— desde mi particular punto de vista, considero que la planeación demográfica será una especie de necesidad para poder accesar a una sociedad mejor. Y como les decía hace un rato, aunque ya ha disminuido la tasa de crecimiento poblacional en nuestro país y el mundo, todavía debe bajar un poco más, porque en varias áreas rurales del país y otros sitios, aún es elevada. —Qué cree, tengo mis dudas en eso. Asisto regularmente a unos cursos de Biblia, y hace poco conversa125


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mos del tema, y nos explicó el sacerdote que dirige eso, que lo que dice Usted no es posible, porque la planeación familiar empleando medios artificiales, está prohibida por la Iglesia Católica. —¿Y les dijo por qué está prohibida? —Claro, nos explicó que se prohibía porque involucraba un elemento artificial, y que el acto sexual siempre debía estar abierto a la procreación. —Mire Usted ingeniero, sin el ánimo de ofender a nadie, le voy a ampliar un poco más mi punto de vista: La verdad es que “artificial” es casi todo lo que nos rodea, los teléfonos, automóviles, aviones, anteojos, casas, radios, tractores, electricidad, transporte, bueno, todo es artificial. —Aparte, se la pongo peor: El elemento que justamente disparó el crecimiento poblacional en el siglo XX, —qué cree— fue un elemento por completo “artificial”: Los avances médicos, que entre otras muchas cosas permitieron la utilización de los antibióticos. O sea, el haber empleado estos artificiales avances, —por fortuna— provocó que la altísima mortalidad infantil que hubo en toda la historia humana, y que evitó que en los siglos anteriores la población creciera demasiado rápido, pero, al introducirse este nuevo elemento, se modificó el panorama por completo. —Dicho de otra forma, al entrar en juego ese “artificial” aunque trascendental avance médico, hizo que para balancear o equilibrar el crecimiento poblacional, la planeación se convirtiera en algo imprescindible. Si no procedemos así, alterando artificialmente sólo uno de los lados de la balanza y no el otro, la población crecerá —como ya nos pasó— a una velocidad vertigi126


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nosa, lo que provocará, el crecimiento de más sociedades caóticas con graves carencias, y se ponen en serio riesgo muchas cosas en el planeta. —Pues sí don Alonso, pero eso está en contra de la vida, y ese elemento debe estar por encima de todo lo demás. —Le reitero con todo respeto, lo que está en contra de la vida, es propiciar el advenimiento de una sociedad conflictiva, porque como les comentaba al principio, si por causa de una alta tasa de crecimiento, la duplicación poblacional sobreviene en un período muy corto, como en ese mismo lapso no se alcanzarán a duplicar los satisfactores, en cualquier parte del mundo surgirá lo que hoy tenemos, independientemente del partido que gobierne. —Lo que pasa don Alonso es que hay personas muy alarmistas. Mire, a mediados de los años setenta, cuando el país tenía como 56 millones se asustó al entonces, presidente de México, y se le dijo que si no se planeaba la población, para el año 2000 íbamos a ser más de 120 millones, y resultaron puras mentiras, porque en esos años de fin de milenio, apenas íbamos llegando a los 100 millones. ¿Ve como hacen mal sus cálculos, y sólo asustan a la gente? —Pero ingeniero, no es que los cálculos de los demógrafos hayan estado mal hechos, por supuesto que hubiéramos llegado a esa cifra, y quizá hasta más, de no haberse instrumentado campañas en ese sentido. —Y, —añade don Alonso— la ya de por sí conflictiva situación actual, sería muchísimo peor, estaríamos como en algunos sitios de Centroamérica. Porque vea, en aquellos lugares donde las campañas no lograron el 127


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alcance que aquí se tuvo: Tendríamos los niveles de violencia que ahí se padecen, con casi el triple de homicidios que aquí, —proporcionalmente hablando— junto con un gravísimo deterioro social. —Observe ingeniero el contraste, ahora que hablamos de Centroamérica, en los países donde no sobrevino ese caos, fue en lugares como Costa Rica, porque ahí sí funcionaron mejor esas campañas, factor que les ayudó mucho a subir el nivel de escolaridad, y lo invito a analizar la diferente situación que ahí tienen. El licenciado y Álvaro se quedaron impávidos ante las inesperadas afirmaciones del ingeniero. Al principio, el licenciado Gustavo pensó en intervenir, porque el giro que tomaba esa polémica le daba un poco de pena con don Alonso, pero enseguida cambió de idea, considerando que ambos tenían la capacidad sobrada para defender sus respectivas aunque controversiales posturas, y de ello hasta podría aprender algo más, por lo que opta por mantener un prudente silencio. —Esos que impiden la vida, —asegura el ingeniero— son como los abortistas, los cuales están incurriendo en asesinatos… —No ingeniero, —argumenta don Alonso— la cosa no es así. El aborto, desde mi particular punto de vista, ciertamente constituye un acto criminal, porque ahí sí se está privando de la vida a un ser humano, pero en el caso de la prevención, la situación es otra, y le voy a decir por qué: —Las células del organismo que sólo tienen la mitad de los cromosomas, son dos, el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, y justamente, a partir que ambos elementos se integran o complementan, eso ya 128


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es otra cosa, y le reitero, es un proceso que, ahí sí, no debe ser interrumpido. —Pero don Alonso… —Permítame nada más que termine mi idea, y en seguida me dice lo que piensa. —No podemos dejar de considerar tampoco, —prosigue don Alonso— que lo que impulsa a muchas madres desesperadas a irse por la puerta falsa del aborto, que insisto, eso sí es un acto reprobable, es la posibilidad de enfrentarse a un hijo no deseado, lo cual es consecuencia, en la mayoría de los casos, de la falta de información y planeación familiar. —Y aquí viene la gran paradoja, —enfatiza don Alonso— los causantes indirectos de los cientos de miles de abortos clandestinos anuales en nuestro país y millones en el mundo, en gran parte son imputables a los “defensores de la vida”, porque al oponerse a la difusión de ideas relativas a la planeación familiar, y a la utilización de métodos que consideran “artificiales”, influyen de manera poderosa en el crecimiento de este tipo de actos indebidos. —No quiero crear polémica don Alonso, —sostiene a su vez el ingeniero— pero yo siempre estaré en defensa de la vida. —Bueno, los que impulsamos la paternidad responsable, no es que estemos en contra de la vida, sino al contrario. La vida humana es tan valiosa, que hay que darle la importancia debida, y crearles a todos los niños que vengan al mundo, las posibilidades de una vida digna y plena. 129


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—¿Tiene Usted una idea señor ingeniero, de la cantidad de niños muertos en los países con más alto crecimiento poblacional, donde las condiciones están muy lejos de ser las ideales? —Bueno no la sé, pero me imagino que han de ser muchos. —En estos momentos, son alrededor de seis millones de niños muertos por año. Situación completamente contrastante con el segmento del mundo que es considerado como desarrollado, donde la población crece a un ritmo estable. —Usted me podrá decir muchas cosas don Alonso, pero yo conozco varios países del mundo, que tienen mucha población, y están muy bien. —Necesitamos, ingeniero, hacer una muy importante separación. Una cosa es alta densidad de población, la cual no es peligrosa en absoluto, como la que tienen Japón y varios lugares; y otra situación completamente diferente es tener una tasa alta de crecimiento poblacional, y la perjudicial es la segunda, porque se lleva a cabo la duplicación, como le decía, en lapsos muy cortos, y al no conseguir doblar los satisfactores a ese ritmo, sobrevienen injusticias y problemas muy graves. —Además, don Alonso, me estoy acordando de otro inconveniente a lo que Usted sugiere, si se planea la población: El país “envejece”. ¿Qué me dice de eso? —Fíjese Usted que las personas que se oponen a la planeación demográfica, han optado por no enfrentarse a los argumentos como los que le he comentado, y en su lugar, de forma subliminal, tratan de difundir 130


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otras ideas con un enfoque muy peculiar, logrando efectivamente confundir a muchos. Una de ellas, es la del supuesto “envejecimiento poblacional”. Si me lo permite, le voy a contar lo que pienso en ese sentido: —La “edad mediana de la población”, es decir, una especie como de “promedio” de edades entre todos los habitantes de un país, lo deseable y lógico, sería que, en una sociedad estable, —como a la larga debemos ubicarnos todos— es que se sitúe dicha “edad promedio” alrededor de la mitad de la “expectativa de vida”, y si un país, por decir, tiene una expectativa de vida de 82 años, lo normal sería que la edad mediana estuviese cercana a los 41 años. De tal modo que la mitad tendría menos de esa cifra, y la otra mitad estaría por encima. —Eso, mi estimado ingeniero, sería algo completamente normal o lógico. Pero lo curioso es como lo manejan algunos, observe: —De acuerdo al último censo poblacional, de esos que se hacen cada 10 años, la edad mediana en nuestro país, era de 26 años, y de acuerdo a otras fuentes, de 27. Pero como una década más atrás, ese “promedio” fue de 24 años, se apresuraron a señalar con grandes titulares —presentándolo como algo negativo— que el país está “envejeciendo”, cuando la verdad, apenas nos estamos acercando a lo deseable. —A mí esos argumentos como que no me convencen mucho don Alonso, pero en cambio, lo que me suena lógico, es que cuando el promedio de edad se eleva, aumenta el porcentaje de personas dependientes o ancianas. Y eso no me lo podrá negar Usted. —Ha de decir ingeniero, —dice don Alonso sonriendo— que le estoy contradiciendo en todo, pero mire: 131


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Cuando se eleva la edad mediana, aunque evidentemente aumenta el número de personas del segmento de más de 65 años, el porcentaje total de personas “dependientes” disminuye, porque acuérdese, que el porcentaje total “dependiente” de un país, no sólo está conformado por las personas de más de 65 años, sino también por los de 0 a 15 años. —Y le pongo casos concretos: Si observamos los países o continentes con más población “dependiente”, descubriremos que, sorprendentemente, son aquellos que tienen la población más “joven”. —Vea Usted —continúa— lo que pasa por decir en África, que es el continente con el promedio de edad más bajo, o sea, donde su población es la más “joven” del planeta, ya que su promedio de edad apenas sobrepasa los 20 años: —Ciertamente ellos tienen sólo un 4 por ciento que sobrepasa los 65 años, pero qué cree, tienen un 41 por ciento de 0 a 15 años, lo que hace que pase exactamente lo contrario a lo que suponen los impulsores de la tesis del “envejecimiento”, ya que los hechos nos muestran, que donde hay una población más joven, aumenta el porcentaje de “dependencia”. —Ahora, —señala don Alonso— observe Usted lo que sucede en el continente donde la edad mediana es la más alta del mundo, que es Europa, ya que su promedio de edad está cercano a los 40 años. Si bien es cierto que tienen un mayor porcentaje de población de más de 65 años: 16 por ciento; de las edades de 0 a 15 años, tienen otro 16 por ciento, lo que hace que el total “dependiente” de Europa, esté cercano al 32 por ciento. —Compare ingeniero, un porcentaje dependiente en África de un 45 por ciento, contra un 32 por ciento en 132


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Europa. No sé cómo lo pueda interpretar Usted, pero yo considero que la misma Aritmética nos está indicando que lo deseable es lo que sugiero: Ubicarnos dentro de un crecimiento estable. —Y regresando a su duda ingeniero, no es suficiente sólo darnos cuenta que sucede exactamente lo contrario a lo que algunos temen, lo realmente relevante del asunto, no se limita a meros porcentajes estadísticos, sino que eso permite, ya en la práctica, emplear muchos más recursos en educación, investigación, vivienda, servicios médicos, infraestructura e infinidad de cosas necesarias. —Además ingeniero, —añade don Alonso así como recordando otro dato— ahora viene a mi mente que en realidad me estoy quedando corto en esta apreciación, porque estamos cometiendo un error al considerar como necesariamente “dependiente” a todo el segmento mayor de 65 años. —¿Pero cómo que no? La edad no perdona don Alonso… —Cierto, pero se lo voy a plantear bajo dos ópticas. Primero le cuento sobre el ejemplo de algo que nos pasó aquí mismo, y luego, si me lo permite, se lo expongo bajo un enfoque estadístico. —En el caso del ejemplo de lo que nos pasó aquí… ¿Te acuerdas Álvaro cuando tuvimos un problema con la red de distribución del agua, en aquella área de detrás de esa lomita, donde no se lograba la presión necesaria? —¡Ah! Sí me acuerdo, pero eso ya lo resolvimos. —Sí claro, ya lo resolvimos, pero lo que quiero es platicarle al ingeniero Miguel, cómo lo solucionamos. 133


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Mire Ingeniero, llamamos a dos especialistas para conocer y evaluar sus sugerencias. Uno era el ingeniero Juan, quien tenía como 30 años, y el otro era el ingeniero Don Jacobo, que en ese momento tenía como 75 años. —El ingeniero Juan, nos proponía una solución completamente complicada, que casi implicaba levantar la red existente y colocar otra nueva. En cambio el ingeniero Jacobo, de mucha mayor experiencia, en cosa de minutos nos dio la solución apropiada, con menos de una décima parte del costo de la otra. Y no es que Juan no haya sido capaz, pero Jacobo tenía la experiencia de toda una vida, y la solución que nos propuso resultó ser la más rápida y efectiva. —Pero ¿sabe qué es lo que ahora me llama la atención? Que Jacobo, estadísticamente hablando, ya está ubicado dentro del sector “dependiente”, y créame, no se imagina el valor de la experiencia que tiene, porque ya nos ha ayudado en otras cosas. ¿Estás de acuerdo, Álvaro? —Completamente, lástima que no lo conoce el ingeniero Miguel, pero luego de repente nos visita, a ver si coinciden, y se lo presentamos. —Pues sí, —arguye el ingeniero— pero insisto, los años pesan. —Incluso, —reitera don Alonso— qué cree, yo mismo ya estoy considerado dentro de ese segmento, y creo que todavía tengo mucho que hacer por ahí… Pero de acuerdo a eso que dice, ya estoy dentro del sector “dependiente”. —Ahora se lo planteo —continúa don Alonso— desde una perspectiva meramente estadística: 134


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—Cuando se estableció como “límite” fatídico de dependencia esa edad, la expectativa de vida estaba más abajo, y qué cree que pasó, al paso de los años, afortunadamente, dicha expectativa de vida se fue aumentando, pero, la “edad de la ancianidad” o incluso, la de la jubilación, en unos países no la movieron, y en otros, no la fueron ajustando de forma proporcional a la elevación en la “expectativa de vida”. —Bueno, aquí en nuestro país sí se hicieron algunos ajustes en ese sentido. —Algunos ajustes, Usted lo ha dicho, pero no de forma proporcional a como se elevó la expectativa de vida, y sobre todo, no en todos los sectores, porque aún hay grupos, como los empleados públicos, que por diferentes razones, se dejó casi la misma edad jubilatoria. Situación que no aconteció además en todos los países. Aparte, sólo le estoy comentando esto, a raíz de los argumentos que expone, para que vea que hay cierta inexactitud en cuanto a la percepción del “límite de dependencia”. —Ya que eso, señor ingeniero, hace que se proyecte la falsa impresión de que ese segmento de “ancianidad”, esté creciendo de manera anormal, cuando lo que faltó fue, el haber ido ajustando oportunamente ese límite de edad, de acuerdo a un cambiante perfil sociodemográfico. Eso tiene infinidad de consecuencias, una de ellas, cada día irá habiendo más personas que pasen más tiempo jubiladas, que lo que permanecieron trabajando. —¿Se da Usted cuenta, ingeniero, de los alcances de ese descuido? —Bueno, sí… 135


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—Le pido que analicemos un poco más las consecuencias: No sólo desde la perspectiva estadística nos da una visión a todas luces inexacta, al producirse esa falsa impresión que le digo, de un “creciente segmento de ancianos”, eso sería lo de menos, lo más grave es lo siguiente: —Al haber erróneamente dejado casi “inmóvil” —o no ajustado lo suficiente en otros países— la edad jubilatoria, por un lado se está desperdiciando un importantísimo porcentaje de la población, justamente en una de las etapas más valiosas, cuando han acumulado más experiencia y todavía tienen un enorme potencial, —como en el caso de don Jacobo— y además, la carga agregada por concepto de pensiones, se convertirá en algo insostenible, se lo puedo asegurar. —A más de alguno, señor ingeniero, le parecerá increíble que haya sucedido todo lo citado por un descuido que parece intrascendente, pero, analizando las cosas un poco más, veremos que ese ajuste era imprescindible… Y el hecho de no haber desplazado paulatina y proporcionalmente la edad de la “ancianidad”, repercute en infinidad de cosas. —O sea —agrega don Alonso— concluyendo, los alcances de eso aparentemente tan simple, son de tres tipos: uno, de orden estadístico, que es el menos grave, aunque también relevante; dos, se desperdicia tontamente un gigantesco potencial humano con todavía mucha capacidad y con una muy valiosa experiencia acumulada; y tres, la carga por pensiones se convertirá en impagable. Y todo por la falta de ajuste oportuno. —Aunque, el error no fue tanto desde un punto de vista demográfico, y aparte, una corrección —estadísticamente hablando— de este tipo, no es viable reali136


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zarla de forma unilateral por un solo país, porque el acopio de datos a nivel internacional, se genera de acuerdo a determinados parámetros estandarizados de manera global. El ajuste estadístico pertinente debe provenir de un organismo mundial. —Pero don Alonso, —interviene el licenciado, si bien un poco callado, pero muy atento con el tema— ¿Por qué dice que el error no fue principalmente demográfico? —El error, o descuido, como quieran llamarle, —contesta— fue desde el punto de vista político, ya que en el pasado muchos gobiernos del mundo, estoy seguro que se dieron perfecta cuenta —tenían asesores capaces— de la paulatina aunque imperceptible variación en el perfil sociodemográfico, lo que obligaba a ir realizando los ajustes mencionados, pero, seguro no quisieron afrontar su costo político, y prefirieron dejárselo al siguiente, y así sucesivamente. —Pero —prosigue— no se puede estar pasando la pelotita indefinidamente, estamos próximos al punto de quiebre, y aunque estas cosas casi ni se mencionan, es un asunto al que habrá que hacerle frente, si se difiere más, la bola de nieve seguirá creciendo. —Eso es —dice don Alonso— lo que considero que está pasando. Aunque había tratado de permanecer un poco al margen en ese punto, el licenciado se da perfecta cuenta de que don Alonso estaba lo suficientemente involucrado en el tema, y los argumentos de su amigo Miguel no estaban bien estructurados, por lo que expresa: — Miguel, disculpa, —le dice— creo que don Alonso tiene razón. Y además, si nos esperamos un poco más, se nos va a hacer de noche. 137


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—Está bien Gustavo, de acuerdo, —contesta el ingeniero— nada más dígame don Alonso, a ver, ¿qué haría Usted respecto a eso del “envejecimiento”? —Qué cree ingeniero, no sirvo para cuestiones políticas, pero la solución, no sólo en ese tema sino en cualquiera, será decir las cosas tal cual, se tienen que hacer los ajustes pertinentes. Hay que ir elevando de forma proporcional la “edad de la ancianidad”, primero, para que refleje la realidad, y lo mismo con la edad jubilatoria, conforme a como se elevó la expectativa de vida, no le veo otra alternativa. —Difícilmente —interviene el licenciado— el gobierno de un país cualquiera, querrá hacerle frente a una medida como esa, porque como dice, su solo anuncio tenderá a disminuir la aceptación popular. —Difiero un poco, —dice don Alonso— todo depende cómo se plantea el asunto. No podemos señores seguir tratando a la población como si fueran menores de edad, la ciudadanía reacciona de forma responsable cuando se ha sabido generar la confianza y se le exponen las cosas tal cual, por tanto, soy partidario de que se debe plantear en forma abierta que si no se procede así, la situación se convertirá en insostenible, exponiendo el panorama completo. —¡Ay don Alonso! —Exclama el licenciado— Acuérdese que en el mosaico político, hay algunos que no juegan limpio, y sólo les interesa ganar la elección, aunque sea prometiendo cosas que saben bien que no son viables, y mucha gente no bien informada, se va a ir detrás de eso. —No desconozco ese fenómeno, pero es el riesgo en una democracia. De ahí la gran importancia de tener 138


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la habilidad política suficiente para plantear las cosas de forma clara y convincente, para incentivar que la ciudadanía apoye lo sustentable, haciéndoles ver a todos que una sociedad próspera, se revertirá a favor de todos, y al contrario. —Justamente por eso les decía —asegura sonriendo don Alonso— que no sirvo para político, porque considero que las opciones se deben poner sobre la mesa y que la población decida mediante el voto. Si soslayamos el problema, si se sigue la ruta fácil, que es quedarse callados, o peor aún, prometiendo cosas irrealizables como hacen los demagogos y populistas, la sociedad se dará cuenta en su momento, y ese costo político que no querían pagar, los golpeará mucho más fuerte. —Ahora soy yo el que contradice don Alonso, —interviene el ingeniero— cada vez hay más personas que sufren las consecuencias de padecimientos crónico—degenerativos, tales como diabetes, hipertensión arterial, cardiopatías, ceguera diabética, daños renales y multitud de cosas, ¿cómo se puede ni siquiera pensar en sugerir que se ajuste la edad jubilatoria de esa forma, si la salud se está quebrantando cada día más? —Es cierto lo que dice, aunque eso tiene otro origen y soluciones que también hay que afrontar antes que sea demasiado tarde. Se ha permitido indebidamente desde hace décadas, que muchos “industriales” del alimento y bebida, con el objetivo encubierto de incrementar sus ventas y utilidades, endulcen casi todo lo que hacen, y si bien lograron su propósito, saturaron a la ciudadanía de una muy elevada cantidad de azúcares y harinas refinadas, lo que está creando otra pavorosa bomba de tiempo. —Pero insisto, eso es otro problema con otras causas y soluciones. Les comento, cuando tuve el gran honor de 139


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formar parte del Consejo Académico Nacional de una muy prestigiosa sociedad científica y cultural en la ciudad de México, hice señalamientos importantes en ese sentido, mismos que fueron publicados. —Sin embargo, es tal el poder de la publicidad y capacidad disuasiva que llegan a adquirir los productores del alimento basura, —con el propio dinero de los consumidores— que con la fuerza de una aplanadora, se pasaron por encima de todo argumento médico y científico que se expuso. Mientras dialogan detenidos a escasos cien metros de la casa, y sólo Benjamín los miraba con extrañeza a lo lejos, el ingeniero parece reconocer que los argumentos demográficos que don Alonso comentaba, eran sólidos, por lo que, de alguna forma insistiendo en su tesis, decide modificar su planteamiento: —No me negará Usted don Alonso, que siempre debemos ser respetuosos de una cierta autoridad, y en este caso, el sacerdote Francisco, que es quien dirige el grupo Bíblico al que pertenezco, es quien nos ha dicho lo que le he comentado, y creo que hay que respetar su autoridad, ¿no? —Es bueno, señor ingeniero, que sea respetuoso, — afirma sin inmutarse— pero recordemos que absolutamente todos los seres humanos, todos, sin excepción alguna, estamos sujetos a errores, y en este caso quienes sostienen la tesis que Usted dijo, se están equivocando, y eso trae consecuencias graves sobre todos. —Tal vez por eso, —prosigue don Alonso— y eso lo puede Usted cotejar en el Evangelio de San Mateo en el Capítulo 23º versículo 9º, el mismísimo Señor Jesucristo nos advierte sobre no preponderar a nadie sobre 140


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la tierra por encima de los demás. Usted está tomando cursos de Biblia, le pido que lea lo que le señalo, e incluso coméntelo con ese sacerdote Francisco. O si prefiere, invítelo a que dialogue conmigo, junto con Usted. —Y además, como el movimiento Cristiano no nació ayer, sino que tiene alrededor de 20 siglos, convendría analizar lo que ha sucedido a lo largo de la Historia. ¿Qué ha pasado? ¿Nunca se han equivocado, como para que podamos confiar ciegamente en ellos? —La verdad, no sólo la Iglesia Católica, sino cualquier congregación, podría incurrir en fallas, dado que los seres humanos estamos sujetos a ello. El único que no se equivoca es Dios, y de ahí la importancia de seguir su palabra. —Y como ya se tienen que ir, —les dice don Alonso— para que al menos salgan a la carretera con luz de día, rápidamente les cuento sólo dos casos curiosos que nos hablan de esto que les comento: —Cuando se inventó el pararrayos en el siglo XVIII, no faltaron algunos clérigos que aseguraron que ese invento era algo “artificial” que interfería abiertamente con la voluntad de Dios, ya que, dijeron, si él quería que le cayera un rayo a determinada persona o cosa, ese entonces novedoso artilugio lo impediría, y eso se oponía al Creador. —A pesar de cierta oposición, muchos pararrayos fueron instalados. En eso ocurre una inundación en Lisboa, y no faltaron quienes señalaron que eso era un castigo directo de parte de Dios, por haber instalado pararrayos. 141


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—No obstante, hace poco, cayó un rayo en el Vaticano, cuya cúpula afortunadamente tenía un pararrayos. Si no hubiera contado con él, lo más probable es que con la fuerza de la descarga eléctrica, se cae la cúpula. —Vean este otro caso, —añade— cuando se inventó la anestesia, misma que se comenzó a utilizar primero en odontología, y más tarde se desplazó su uso hacia las mujeres en trabajo de parto, no faltaron aquellos que señalaron que eso estaba prohibido por Dios. —¡Ah caray! ¿Y eso por qué? —Dijeron algunos que en el Libro del Génesis, al principio de la Biblia, Dios le dijo a Eva: “Parirás a tus hijos con dolor”, y que por lo tanto, la anestesia estaba prohibida. Pero en eso, la reina Victoria de Inglaterra iba a tener uno más de sus hijos, e hizo caso omiso de esas observaciones, indicando a los doctores que la empleasen con ella. A partir de entonces, los clérigos que se oponían no hicieron más objeciones. —Esto no significa ningún ataque contra Iglesia alguna, sólo le digo a Usted señor ingeniero, que seguramente por eso, sabedor de esa facilidad para equivocarnos, el propio Señor Jesucristo nos señaló que no preponderáramos a nadie por encima de los demás. En eso interviene el licenciado, quien considera que no sólo la postura de su amigo Miguel era muy frágil, sino que, en realidad, apenas alcanzaban a llegar con luz del día a la camioneta. —Don Alonso —dice el licenciado— quedamos infinitamente agradecidos por este día tan agradable e interesante, pero el tiempo se nos vino encima. 142


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—Como les decía, yo soy el agradecido, ha sido un gusto conversar con Ustedes, e ingeniero Miguel, disculpe por tener un punto de vista diferente, pero es lo que pienso, y siendo fiel a mi convicción, se lo tuve que exponer tal cual. —No hay problema don Alonso. Cada uno hicimos lo propio. Le da Don Alonso un abrazo a cada uno al tiempo que le pide a Álvaro: —Mi querido amigo Álvaro, ¿puedes acompañarlos a la camioneta? Ya no está ahí Joaquín, y lo más seguro es que la puerta esté cerrada, y por favor, llévate una linterna por si te agarra la noche al regreso. —Claro que sí don Alonso. —Hasta luego señores, y gracias. Que lleguen con bien. —Gracias a Usted y a Álvaro por su tiempo y compañía. ¡Ah! Y le dice a doña Ofelia que su comida estuvo extraordinaria. —Yo le diré…

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CAPÍTULO IX A UMENTAN

L AS DIVERGENCIAS

En realidad, no habían transcurrido tantas horas desde que estos dos inesperados visitantes habían llegado al rancho “El Encinal”, cuando ya estaban próximos a salir de él. Para el ingeniero Miguel, a raíz de una diferencia de opinión que había tenido con don Alonso, la cual le producía cierto malestar, casi veía con agrado su salida de ahí, y la verdad, —pensaba— nunca se hubiera imaginado llegar a tener semejante divergencia con él, ya que siempre lo había considerado muy equilibrado en sus juicios. En contraste, en el caso del licenciado Mora la situación era otra, ya que, hasta lamentaba tener que dejar ese sitio, y él mismo no se explicaba si ello se debía a lo intenso de la plática, la singular personalidad de don Alonso, o el haber estado inmersos por varias horas en ese casi mágico ambiente, pero Gustavo tenía la sensación de que una parte de él se iba a quedar en ese lugar. Y casi parecía que el entorno conspiraba para acentuar esa sensación, ya que, la naturaleza, en una especie de invisible aunque inofensiva travesura, por un lado, valiéndose de un simple cambio en la dirección del viento, había recorrido todo aquel algodonado tapete blanco que ocultaba la bóveda celeste, dejando un esplendoroso cielo completamente despejado, mismo que, con el correr de los minutos, y conforme el día se escapaba, su color se iba cambiando por un azul cada vez más intenso. 145


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Por si fuera poco, una gran cantidad de pájaros que se había congregado en los árboles grandes del camino, consideró que el cambio en la dirección del viento, no sólo no representaba impedimento alguno para continuar su fiesta, sino más bien al contrario, porque estimaron que si la naturaleza tomaba esa decisión, razones de sobra tendría, por tanto, sentían que sólo tenían una opción viable: Su festejo debía realizarse con más fuerza. Y si quizá a los integrantes de una sinfónica, les hubiera producido cierto desánimo el emitir su música ante un auditorio casi vacío, a los pájaros, el hecho de que sólo tres pensativas personas escuchasen sus melodías, les tenía completamente sin cuidado. Podría no haber nadie, y de todos modos, sus alegres cantos hubieran sido igualmente lanzados hacia los cuatro vientos. Y en cuanto a la actitud indiferente de los pájaros ante la a veces desconcertante conducta de las personas, tal vez sólo se habían vuelto más tolerantes, y ya se habían acostumbrado a que, los casi siempre vanos afanes humanos, irían y vendrían como fugaz paso del viento, para después volver a situarse en el mismo punto donde antes se encontraban; por tanto, lo mejor era ignorarlos. No obstante, si para los demás integrantes de la naturaleza, los mundanos afanes no significaban cosa alguna, como una mera observación curiosa, podríamos adentrarnos un poco en el diálogo que se desarrollaba entre esas tres personas: —No cabe duda Miguel, —expresa muy convencido el licenciado— que ha resultado interesante el haber venido aquí, y siéndote franco, al principio pensé que sólo íbamos a perder el tiempo. Lo que la verdad aún 146


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no encuentro, es la forma de incorporar todo lo que hablamos en un reporte compacto y no tedioso, y además, peor te la cuento, te confieso que no sé hasta qué punto esto pueda ser realizable dentro del ámbito de la política. —Pues en mi caso, —añade Miguel— en eso de la demografía, no creas que me quedé muy convencido. Sigo teniendo mis dudas. Gustavo y Álvaro se miran entre sí con expresión de extrañeza, a lo que expresa el licenciado en tono consecuente: —Miguel, si en las otras opiniones que nos dijo, no sé hasta que punto puedan ser aplicables, en lo que respecta a la demografía, este señor tiene razón, si no arreglamos eso, nada de lo demás podrá solucionarse, yo sé lo que te digo… —Tal vez, —contesta Miguel— pero es que hay otras cosas que importan más. —¿Cuál es su principal duda? —Interviene Álvaro. —Mi desacuerdo deriva —contesta rápido— del enfoque que le da al asunto. Vean nada más, y a manera de ejemplo, dice que el crecimiento poblacional de Europa es razonable, cuando creo que por eso están ellos con tanto problema en este momento… —Me parece ingeniero, —afirma a su vez Álvaro— que eso no es así. Los problemas de Europa tienen otros orígenes, mire Usted, dado que los que estamos acá contamos con más tiempo, hemos platicado mucho con don Alonso al respecto, y si gusta, le puedo comentar algo de eso… 147


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—¡Ah caramba! —Añade el licenciado— ¿Y por qué se han metido en eso? —Porque —añade— de la Sociedad científica y cultural a la que pertenece don Alonso, como él formó parte del Consejo Académico Nacional, su sucesor en el puesto le habla seguido por teléfono, y como hay datos y programas de Internet que él no maneja, me pide que le ayude, y luego comentamos mucho al respecto. El licenciado, —sin decirlo— cada vez está más convencido de que, con el avance de las comunicaciones, como comentaron al principio, la difusión del conocimiento e informática se ha transformado de forma increíble, ya que ahora, desde todos los rincones, quien cuente con los medios, y sobre todo, con el ánimo de conocer más cosas, lo puede hacer perfectamente. Por lo que, aprovechando Gustavo el poco tiempo que queda para llegar a la camioneta, le dice a Álvaro: —A ver Álvaro, ¿Qué piensas de lo que hoy se vive en Europa? —En mi opinión, eso es producto de una diversidad de factores, y aunque ya no tenemos mucho tiempo, de forma breve podría platicarles al menos algunos de ellos. —Primero, —afirma— está el elemento poblacional, pero no como considera el ingeniero, que el crecimiento demográfico estable de allá les está afectando, sino… —¡Ah! —Interrumpe el ingeniero— ¡Por supuesto que así es! Hay países como Alemania y otros que ni crecen… —Permítame ingeniero, la cosa no es así, mire, es cierto que dentro de Europa hay algunos que no crecen, 148


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pero, en conjunto, la Comunidad Europea tiene como 5.5 millones de nacimientos y alrededor de 5 millones de defunciones anuales, o sea, sí crecen como en medio millón por año. Pero el problema no proviene de eso. —El problema es al contrario, incluso permítame, —dice Álvaro al tiempo que se detiene un momento consultando un aparato electrónico que trae al cinto déjeme abrir unos datos que traigo aquí, un segundo… Se quedan el licenciado y Miguel observando los avances de la tecnología, mientras esperan un poco… —¡Aquí está! —dice Álvaro— Miren Ustedes, si bien Europa cuenta con una población que crece de forma estable, está junto al continente con la tasa más elevada de crecimiento demográfico del mundo, que es África, donde, cada año, —según datos del año 2011— tienen alrededor de 40 millones de nacimientos y 13 millones de defunciones, o sea, crecen en 27 millones anualmente, y un porcentaje de ellos, no cuantificable, está cruzando el Mediterráneo de forma creciente, al no encontrar oportunidades en sus países, por las razones que ya señaló hace rato don Alonso. —En Asia, déjeme ver, —dice Álvaro— tienen como 76 millones de nacimientos y 30 millones de defunciones, o sea un crecimiento neto anual de 46 millones, y un cierto porcentaje, aunque mucho menor que el de África, se pasa para allá, por ese enorme diferencial en los niveles de vida entre ellos. —Pero dentro de ese segmento poblacional agregado, muchos ni siquiera integrados a la fuerza laboral de esa región, demanda infinidad de servicios educativos, médicos y otros, los cuales representan un importante costo para la Comunidad Europea. 149


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—Eso, aparte de todo, está cambiando lenta pero inexorablemente la composición étnica de esa región, pero eso es lo de menos, porque a fin de cuentas, todos debemos considerarnos como miembros del mismo equipo, no obstante, para efecto de este análisis, les está creando un conflicto coyuntural innegable. Pero continúo con lo que considero son otros elementos que tienen en contra: —La integración europea, no se hizo de la mejor forma posible, ya que como bien describió una importante dama de la política alemana: “Comenzamos a hacer la casa por el tejado”. Y ahora, se encuentran con políticas económicas y sociales diferentes, lo que ocasiona conflictos regionales que repercuten sobre los demás, y en el mejor de los casos, les costará mucho trabajo integrarse de verdad mediante normas comunes, y confío que logren conseguirlo. —Otro problema —añade Álvaro— Hay países dentro de la Comunidad donde, como decíamos hace rato, que no ajustaron la “edad jubilatoria al mismo porcentaje a como se fue desplazando hacia arriba la expectativa de vida, y ahora se enfrentan a cifras astronómicas por concepto de pensiones, lo cual, de no hacer los ajustes pertinentes, se convertirá en algo inmanejable, experiencia de la que debemos aprender nosotros. —Por si fuera poco, hay países europeos que sorprendentemente, tienen todavía un cierto porcentaje de su economía manejada por empresas estatales, y cuando esas entidades no hacen asociaciones exitosas con empresas privadas, como su nivel de eficiencia es más bajo, ello resta vigor a su economía, para luego repercutir sobre toda la zona de influencia. —Y otra cosa, —prosigue Álvaro— para colmo, el nivel de su moneda lo siento un poco elevado, factor que 150


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contribuye a “abaratar” las importaciones del exterior hacia ellos, y a encarecer sus exportaciones, elementos que no sólo drenan sus recursos económicos hacia afuera, sino aumentan el desempleo interno. —Por eso comprenderán —continúa— por qué otros países altamente exportadores, se preocupan más cuando su moneda “sube” que cuando “baja”, ya que se dan perfecta cuenta de que les resta competitividad. —No creí, —dice el licenciado Gustavo— que el nivel de una moneda influyera tanto. —Claro que influye y mucho. Les pongo un ejemplo muy simple. En uno de mis viajes para promover la venta de aguacate, traté de comprar una gorra en un aeropuerto alemán, pero no lo hice, porque me costaba cerca de setecientos pesos, en cambio, una similar la adquirí en un país del Sudeste de Asia en el equivalente a poco más de cien pesos. —En ello —prosigue— influyen por supuesto muchas cosas, incluyendo hasta la política tributaria y otros elementos, pero uno de ellos, es el valor de la propia moneda, y siento que la de la Comunidad Europea está un poco elevada, y eso no les ayuda tampoco. Hay infinidad de cosas más —dice Álvaro— que los está limitando, pero lo que Usted dice ingeniero, se lo digo con todo respeto, no los limita para nada, incluso, un crecimiento poblacional estable, se debe convertir a mediano plazo en una realidad de todos los países del mundo, lo cual traerá aparejado una importante elevación en los índices de desarrollo humano. El ingeniero, se queda pensativo y añade: 151


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—No estoy de acuerdo Álvaro, a mí me dijeron —afirma Miguel— que cuando en un país se baja el número de hijos por mujer de 2.1, la población decrece… —Eso se pensó hace algún tiempo, pero los hechos probaron que no sucede así. Vea el caso de la Comunidad Europea, con un número de hijos mucho menor de lo que dice, de 1.6 en promedio, crecen en cerca de medio millón por año, e incluso, se la pongo peor, en China, con un promedio de sólo 1.5 hijos por mujer, y también continúan creciendo en alrededor de 7 millones por año, pero le aclaro algo, con menos hijos por mujer en China que en Europa, crecen más, porque tanto su pirámide poblacional como el número total de habitantes, son muy diferentes. —Además, —añade Álvaro— no sé el verdadero origen de su preocupación, porque mire, si en cierto momento futuro, en el remoto caso que se estimara que la población debería aumentarse, con unas poquitas décimas de punto del número de hijos por mujer, como ya ha sucedido en ciertos períodos, como después de guerras, la situación se revierte, pero en el momento actual, nos enfrentamos a retos que ponen al planeta en riesgo, y sólo así podríamos salir adelante, créame. —Se la pongo todavía peor ingeniero, —enfatiza Álvaro— aún en el remoto caso, que no lo creo viable, de que lográramos estabilizar la población mundial en los 7 mil millones, aún así tendríamos problemas, ya que en el equilibrio ecológico, estamos cerca del límite en varios sentidos. —¿Pero por qué? —replica Miguel—. Si el mayor crecimiento poblacional se lleva a cabo en regiones donde la necesidad energética es más reducida. No me vengas con más de tus historias. 152


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—Pero ingeniero, —contesta Álvaro— considere que eso es algo coyuntural o pasajero, ya que ese menor consumo energético por habitante es más reducido sólo por el momento, y no quiere decir que un conciudadano nuestro del centro de África contamine menos porque sea más responsable que alguien por decir de Europa, lo que pasa es que, por ahora, los africanos y otros, no cuentan con muchos automóviles, electrodomésticos e infinidad de cosas. Pero, su aspiración legítima es contar con todo eso, cosa que sucederá en la medida que vaya aumentando su ingreso. —Para ejemplificarlo mejor ingeniero, se lo planteo con otro caso. En el año 2010 había alrededor de 14 automóviles por cada 100 habitantes en promedio en el planeta. Pero mientras que hay países que tienen de 80 a 90 autos por cada 100 habitantes, —los más desarrollados— sin embargo, hay otros donde el promedio es ínfimo. —Pero ello no sucede así porque sean más ecológicos, sino porque —por el momento— no lo pueden hacer, vea lo que pasó en China, una vez que subieron su nivel de vida, muchos cambiaron su bicicleta por un auto, y ahora es el país con más automóviles del planeta, y de seguirse desarrollando como van, el número de automóviles, nada más en esa Nación, será inimaginable. —Por eso ingeniero, donde algunos analistas se confunden, es cuando no interrelacionan factores cambiantes. Le voy a hacer primero una pregunta, como un mero ejercicio mental, vamos a asumir, —cosa que no lo creo factible— que lográramos estabilizar la población en los 7 mil millones, y ahora, supongamos que, a medida que vaya creciendo el nivel de ingreso económico mundial, el promedio de autos por cada 100 habitantes se eleve, digamos a 40, ¿Podríamos tener una 153


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idea de la energía requerida para moverlos, la contaminación generada y las carreteras necesarias para ellos? —Ahora ingeniero, —prosigue Álvaro— continuando con este ejercicio mental, vamos a imaginarnos estos dos elementos cambiantes interactuando de forma conjunta: Supongamos que la población no se estabiliza en los 7 mil millones actuales, —que es lo más probable— y al mismo tiempo, el número de automóviles por cada 100 habitantes se sigue elevando, —que sería lo lógico— ¿Podríamos darnos cuenta de lo que eso significa? —Bueno, pero hay formas ecológicas de producir energía. —Yo confío que se vaya produciendo un cambio, pero acuérdese que aún hasta para producir esos aditamentos ecológicos se consume energía también, y no es sólo lo requerido para los autos, sino para todos los demás elementos de la vida moderna, a los cuales absolutamente todo conciudadano nuestro del planeta tiene el legítimo derecho de aspirar. —Además ingeniero, le reitero, no pueden crecer los problemas más rápido que las capacidades de resolverlos, acuérdese que la mayoría de conflictos nacen de eso. Si en cierto momento, fuéramos lo suficientemente efectivos para solucionar los monumentales retos a que nos enfrentamos, como le decía, con un muy leve incremento en el crecimiento poblacional, se arregla. Pero hacerlo al revés, —como sugiere Usted— es poner en riesgo la estabilidad del planeta, y eso es una irresponsabilidad grave. —¿Eso te convence más, Miguel? —Le dice el licenciado. —Pues algo, pero no olviden que cada nuevo habitante del mundo, si bien tiene una boca, también tiene dos brazos para trabajar… 154


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—Totalmente de acuerdo, —contesta Álvaro— pero no olvide que cualquier cosa “buena” que se imagine, si ella sobreviene a una velocidad mayor a la deseable, se transforma de algo “bueno” en “malo”. Y en el aspecto poblacional, créame, es donde menos debemos equivocarnos, porque va de por medio la vida humana. Y mientras se queda pensativo el ingeniero, añade Álvaro: —Mire ingeniero, para que se dé una idea más completa de lo que significaría continuar como vamos ahora, le comento: En una ocasión, con un programa que tengo, le hice a don Alonso una proyección matemática al año 2200, sobre el número total de habitantes que podríamos ser para esa fecha, con exactamente los mismos porcentajes del año 2010: Una tasa de crecimiento de 1.2 por ciento, y un promedio mundial de hijos por mujer de 2.5, ¿Sabe Usted cuántos seríamos para el año 2200, si continuáramos creciendo igual? —No me salgas con más de tus historias Álvaro, ya sabes que el ritmo de crecimiento va a bajar en las siguientes décadas… —Bueno, precisamente, bajaría, porque se asume que más y más personas se convencerán de lo que ahora le digo, pero si no, si la mayoría pensara como Usted, no bajaría. —Pero le decía ingeniero, de acuerdo a esa proyección matemática, si continuáramos el mismo ritmo de crecimiento del año 2010, pasaríamos de cerca de 7 mil millones, a 66 mil millones al año 2200. Obviamente el equilibrio del planeta se rompería totalmente mucho antes, en pocas décadas. 155


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—Por eso, —continúa Álvaro— y perdóneme que lo contradiga, la duda no es tanto en el sentido de si se debe planear la población o no, sino más bien, la interrogante es si esta ocurre cuando todavía estemos a tiempo de hacerlo. —La mejor forma de cuidar la vida, como bien dice Usted ingeniero y el sacerdote Francisco, es propiciando el advenimiento de sociedades armónicas, que ofrezcan por siglos —hasta que Dios disponga— que todos los seres humanos que nos acompañen en el planeta, puedan contar con los satisfactores no sólo para una vida digna, sino para sacar a flote todas sus potencialidades, lo demás son palabras sin sustento que se lleva el viento, y hasta contraproducentes para la vida del planeta y sus habitantes. En eso ven la camioneta con Juan ahí parado esperándolos, por lo que el licenciado, al percibir que su ahora interlocutor también tenía una idea muy clara de varias cosas, trata de aprovechar su tiempo hasta el último minuto, y le dice: —Pues creo, —dice resignado el licenciado— que el día se nos escapó de las manos, ya por último, y sólo para mi curiosidad personal, Ustedes que tienen ideas tan particulares, dime, en la forma más concisa que puedas, ahora que hablabas de Europa, ¿qué cree don Alonso o tú que se podría hacer ahí para mejorar un poco las cosas? —Como le he comentado, esa conflictiva situación es producto de varios factores combinados, pero de acuerdo a su pregunta, me referiré sólo a la economía. —Don Alonso dice —y creo que con razón— que en todas las épocas de la historia, aunque los humanos 156


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nos hayamos sentido en la misma cúspide del conocimiento, la verdad es que siempre, y ahora mismo estamos casi en pañales en todas las ciencias, incluyendo por supuesto la Economía. —Y es imprescindible, —sostiene Álvaro— y coincido con él, avanzar muchísimo más, cosa que sólo lograremos precisamente cuando se consiga incrementar bastante más el nivel educativo generalizado, para que la capacidad de investigación se desarrolle como se debe, ya que sólo así sacaremos a flote el extraordinario potencial humano, el cual ahora mismo y desde siempre, se ha tirado a la basura. —Como mencionó hace rato don Alonso, las personas que en la historia han podido sacar a flote parte de su capacidad, es un porcentaje insignificante, lo cual constituye el mayor error o crimen cometido por la raza humana. —Y a manera de ejemplo, en Economía, por su limitado avance o evolución, se está limitando el potencial, poniendo al ser humano al servicio de una economía que no ha evolucionado lo suficiente. Lo que debería ser, es que la Economía esté al servicio de las necesidades humanas insatisfechas, porque créanme, en la medida que ellas existan, se dé un raquítico desarrollo o haya desempleo, la Economía no está cumpliendo bien su labor. —Y según tú, ¿qué se podría hacer? —Debe irse canalizando o ajustando la inversión pública en esa dirección, primero para satisfacer dichas carencias, y luego para hacer que toda la población tenga trabajo digno y medios de subsistencia. 157


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—¿A qué te refieres mi buen Álvaro? —Dice el licenciado intrigado— Eso me suena como aquello que hablaba uno de los economistas llamado Keynes, que citaba la importancia de lograr, entre otras cosas, el “pleno empleo”. —Ya que Usted mismo cita ese economista, —complementa Álvaro— si me lo permite, le describo lo que a mi juicio sucedió: —Ese economista fue bueno, entre otros que hubo como Adam Smith, David Ricardo y varios más, lamentablemente, en Latinoamérica Keynes adquirió mala fama, dado que muchas de sus teorías fueron aplicadas de forma desastrosa, debido a la ideología particular de quienes la implementaron. —A ver, explícanos eso. —Pretendieron —añade Álvaro— valerse de esas tesis económicas para hacer una especie de amalgama con unas teorías que se ha probado en el mundo que no funcionan. Podríamos decir que fue una de las peores aplicaciones posibles que se pudieron haber dado. —¿Y por qué sabes tú de eso? —Bueno, no sé si le había dicho, pero mi carrera universitaria fue precisamente de licenciado en Economía… Y continúa: —Y como le decía, lo que hicieron algunas naciones, principalmente en Latinoamérica, incluyendo por desgracia la mexicana del año 1970 a 1982, fue precisamente eso, incrementaron el intervencionismo estatal en la economía, para luego aumentar el gasto público a través del renglón estatizado, pero qué creen, hasta 158


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ese gigantesco error cometido, nos ofrece una extraordinaria enseñanza para evaluar lo que se hizo mal y bien. —Esa experiencia estatista, —agrega— combinada con un pretendido incremento de la “demanda” mediante un pésimo uso del Keynesianismo, fue uno de las mejores recetas del fracaso. ¿Por qué? La empresa “pública” ha demostrado ser ineficiente e incapaz de reembolsar al erario o a la sociedad ni siquiera el monto equivalente a lo invertido en ella, y, en el caso mexicano, de haber continuado por esa vía, hubiéramos sido conducidos a un desastre de dimensiones colosales. —Afortunadamente, a partir del año 1982, dentro del mismo equipo gobernante, aún poseyendo una ideología similar a la de los artífices del desastre, una vez que se dieron cuenta de los elevadísimos niveles de endeudamiento interno y externo para apuntalar a un “sector público” deficitario, inflación desbordada, devaluaciones y otros problemas, decidieron modificar el rumbo. —Ante esos innegables resultados, se dieron cuenta de que esas tesis eran inservibles, y aún ante al riesgo de enfrentar a grupos radicales dentro del mismo partido, —muchos de los cuales incluso se separaron del grupo político y fundaron otro— decidieron rectificar de forma drástica el camino. —Pero dicho cambio no se podía realizar de golpe, se tuvo que llevar a cabo de forma gradual, y no fue sino hasta principios de los años noventa, cuando se estaba terminando el intervencionismo estatal en México. —Les platico todo esto señores, porque como les decía, aquí tenemos una experiencia valiosísima de la cual 159


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debemos aprender tanto lo malo como lo bueno, para evitar caer en situaciones similares. Y una de las conclusiones sería que no podemos caer en el extremo de que el Estado no participe en la inversión pública, pero tampoco intervenir de forma desastrosa como se hizo en el período señalado. —Álvaro, —dice el licenciado— Nos hablabas de la parte buena de esa experiencia, ¿cuál fue? —La parte buena de esas décadas, fue que, un poco antes de 1970, se produjo un destacadísimo desarrollo económico en México, que fue reconocido mundialmente: Tuvimos por muchos años un crecimiento económico sostenido del siete por ciento, una inflación menor a la de nuestros socios comerciales, casi nulo endeudamiento y una divisa sólida. Por eso en el medio financiero internacional, se hablaba del “milagro mexicano”. —Y entonces, —replica el licenciado— no entiendo, ¿por qué se cambió eso? —Por un simple error de diagnóstico de parte de la dirección política de esos años, así de simple. Evaluaron —muy a la ligera, e influidos también por su particular ideología— que como a pesar de ese ejemplar crecimiento económico, seguía habiendo sectores muy marginados, pensaron que lo que estaba mal, —según ellos— era “el sistema económico”, ya que afirmaron que “ya estaba obsoleto”, y lo sustituyeron por lo que les comento. Fue un desastre total. —¿Y por qué crees tú que a pesar de ese ejemplar desarrollo económico de antes de 1970, continuaba habiendo sectores muy marginados? —Por lo mismo que hemos hablado, si ahora la tasa de crecimiento poblacional es todavía un poco alta, en 160


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aquellos años era altísima, nos doblábamos en períodos como de 25 años, teníamos un ritmo de crecimiento demográfico similar al que existe hoy en día en algunos lugares de África, y créanme, ninguna economía del planeta podrá doblar sus satisfactores a esa velocidad, y reitero, a partir de 1970, se hizo un diagnóstico superficial y erróneo sobre las verdaderas causas del rezago social. —Por eso —prosigue Álvaro— bien dijo Don Antonio Ortiz Mena después del año 1982: “Si hubiéramos continuado con el crecimiento que traíamos antes de 1970, aparece el petróleo, y bajamos la tasa de crecimiento poblacional, México hubiera pasado de país subdesarrollado a país desarrollado”. Coincido por completo con esa afirmación hecha por este distinguidísimo funcionario público, que fue conocido por don Alonso. —Y, —continúa— no crean que sólo perdimos esos doce años, sino que nos afectó en más del doble la secuela negativa, porque quedó una astronómica deuda, el intervencionismo estatal, inflación, devaluaciones, fuga de capitales y otras cosas que no pudimos solucionar en pocos años. —Pero —sigue diciendo Álvaro— no me quiero alejar de su pregunta licenciado, sólo les platiqué de esta experiencia porque Usted mismo citó el “Keynesianismo” presentándolo como algo negativo. Lo dañino no fueron las tesis de Keynes, sino su pésima aplicación asociada con políticas de intervencionismo estatal. —Pero de todos modos, —afirma Álvaro— esas dos políticas económicas descritas, la de éxito y la de fracaso, conllevan una moraleja: Esa abismal diferencia deriva de algo aparentemente muy simple: La cuestión no es 161


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si el Estado interviene con inversión o no, sino más bien la clave está en la forma como lo hace. —Miren, —sostiene Álvaro— La principal característica de la canalización de recursos antes de 1970, fue que se hacía a través de inversión directa hacia la producción, y después de esa fecha, se canalizó una extraordinaria cantidad de recursos a través de empresas estatales, para supuestamente estimular la “demanda”. —Ello explica por qué los resultados fueron como del blanco al negro, antes de 1970, hubo orden, estabilidad y crecimiento, y después de ese año sobrevino el caos, endeudamiento, inflación, devaluación y hasta comenzaba a haber desabasto de ciertos productos. Y ahí están los hechos que lo corroboran. —Usted tuvo la culpa licenciado —les dice de broma Álvaro— de que le contara todo este asunto, pero viene muy al caso respecto a lo que me ha preguntado sobre mi opinión de lo que se podría hacer en Europa. —Pensé —le dice también de broma el licenciado— que te me habías ido por otro lado. —Se lo platiqué —dice Álvaro— porque viene al caso. —No te aburro tanto Álvaro, y nada más para mi curiosidad personal, ¿cómo se te ocurre que se pueden canalizar recursos públicos en una economía deprimida como la de Europa u otra similar? —Se debe actuar siempre —recalca Álvaro— en función a varios elementos fundamentales: Primero, ubicando las propias necesidades sociales, aparte, debe garantizarse de alguna forma que esa erogación vaya a 162


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ser utilizada en el renglón asignado, y con plena posibilidad de su recuperación. —Además, esa inversión agregada debe redundar, en cierto momento posterior, en un incremento igual o superior en el renglón de bienes y servicios. De esa forma, se garantiza que la estabilidad se mantenga paralela al crecimiento, y aparte, se estará tendiendo hacia una situación de “pleno empleo”. —Créanme, —insiste Álvaro— cuando no se pueden conseguir cuando menos estos elementos, la Economía no está cumpliendo bien su cometido. —En cambio, cuando la intervención del Estado se da de forma atinada, se cumplen, entre otros, estos dos objetivos básicos: Uno, se está buscando satisfacer una cierta necesidad social, y dos, se está tendiendo hacia una situación con un bajo índice de desempleo, ya que esa es la única forma de que una sociedad alcance toda su fuerza, pero, bajo una situación de estabilidad plena. —No suena mal, pero a ver, aterrízame esa idea de forma práctica, o ponme un ejemplo como acostumbras, ¿qué harías por decir si quisieras estimular una economía deprimida, pero de forma completamente sana, aplicable al caso de Europa o algún otro? —En el caso específico de Europa, —afirma Álvaro— dejaron engordar mucho los otros problemas que les mencionaba y varios más, y no se puede actuar solamente en el renglón económico de forma aislada, hay que tratar de mejorar las otras cosas al mismo tiempo. —No obstante, —continúa— vamos a hacer momentáneamente de lado los otros elementos, sólo para fines ejemplificativos. Hace rato les decía que la Economía moderna debe servir al hombre y no al revés. 163


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—Por tanto, —continúa muy convencido Álvaro— uno de los primeros pasos sería detectar una determinada necesidad social, para luego, buscar satisfacerla a través de una atinada inversión en el ramo que proceda, operando como una especie de “banca de segundo piso” y a través del sistema bancario tradicional, con el objeto de que se garantice cada peso gastado, pero además, insisto, condicionado a lo que les acabo de decir, que se genere un incremento consecuente en el renglón de bienes y servicios. —Y una vez que se detecta una necesidad legítima, por ahí se canalizan recursos, y como Usted me pregunta sobre un ejemplo concreto, le menciono uno: La industria verde. Está probado que en ese ramo vamos por completo en reversa en la mayor parte del planeta, se están destruyendo bosques a una determinada velocidad, casi cuantificable por cada minuto que pasa. —Vean por ejemplo lo que está sucediendo en este momento específico en muchas partes: Se tiene gente desempleada, y paralelamente, existen necesidades insatisfechas, como esa que menciono, de la industria verde y otras. Creo señores, que ahí la Economía no está cumpliendo bien su labor. —¿Saben por qué se lo digo? La inversión en los bosques, la producción de madera y celulosa, cuando son bien manejadas y de forma ecológicamente responsable, se convierten en una excelente opción rentable y amiga del medio ambiente. Les cito el caso de los Estados Unidos y Canadá: Estos dos países producen como el 50 por ciento de la pulpa de madera del planeta, y a pesar de ello, como ese recurso está bien manejado ahí, sus bosques siguen creciendo. 164


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Observemos cómo, a pesar de participar en esa forma tan importante en la producción maderable del mundo, cada año sus bosques crecen más. —Para ilustrar mejor esto que le digo, les pongo un caso a nivel pequeño, aunque válido, porque una Nación no es sino una suma de todas las individualidades: En una ocasión, —para fomentar la reforestación— preparamos desde aquí, con el apoyo de expertos, un estudio piloto de inversión forestal sobre una superficie de 100 hectáreas, sembradas de árboles para obtener madera en cierto tiempo, y demostramos que era una excelente inversión, a la vez benéfica para el medio ambiente. —Sea en el caso de Europa o de cualquier parte, si el Estado no asume un rol más participativo ante una necesidad específica y clara, como ésta de la industria verde, —y otras— y hacen caso omiso de las grandes cantidades de desempleados, les saldrá peor, ya que les voy a decir lo que sucederá: —Continuarán teniendo grandes cantidades de personas sin trabajo, pagándoles seguros de desempleo, —si existe ese esquema en su país— en lugar de tener a la mayoría trabajando en actividades productivas. El camino fácil de un Estado es cruzarse de brazos, pero por lo regular, eso resulta contraproducente. —O sea licenciado, todo tiene que ir en función a una necesidad humana legítima y viable, y sobre una base de realismo económico para garantizar la estabilidad financiera. Dicho de otra forma, que lo que el Estado invierta, se proyecte después en algo real y tangible, y derive en un aumento de “bienes y servicios”, ya que con ello se puede conseguir solventar un problema, a la vez tratando de mantener a la mayoría trabajando y produciendo. 165


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—Todavía visto bajo otra perspectiva licenciado, el problema no es si se gasta o no un recurso, sino todo depende del “cómo” se gaste, o más correctamente dicho, en cómo se invierte. Y si cierta erogación de parte del Estado trae como consecuencia un aumento igual o superior a lo erogado en la producción de bienes y servicios, le aseguro, la economía se mantiene perfectamente sana y creciendo. —Haciéndole de “abogado del diablo” Álvaro, creo que tu enfoque se olvida del gasto “social”, elemento clave de todo Estado moderno. —¡Ah bueno, por supuesto! Estas condiciones que le menciono como indispensables, sólo se refieren a las inversiones agregadas empleadas como “aceleradores” de la economía. Las demás partidas del presupuesto, tales como erogaciones en renglones sociales de un Estado moderno, eso es otra cosa que ni siquiera he tocado, porque eso se ejerce de manera tradicional, nada más cuidando ahí el equilibrio entre ingresos y egresos. —Ya me dejaste pensativo Álvaro, la verdad, no soy economista y desconozco si tienes razón o no, lo que sí sé, es que me suena interesante. En eso, mientras dan unos pasos más, permaneciendo un poco pensativo el licenciado, añade: —Se me viene algo a la mente, vamos a decir Álvaro, que esa estrategia o política monetaria que dices, se hiciera y digamos que funcionara. Pero dejando volar mi imaginación, tú dices que la Economía se debe orientar por las necesidades sociales. Sin embargo, si se estabilizan las variables como sugieres, entre ellas la poblacional, al paso de las décadas, eso que ahora se 166


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nos presenta como necesidades urgentes, se van a ir resolviendo, y de acuerdo a lo que propones, llegado ese momento, ¿hacia dónde se enfocaría la inversión? —En esa nos viéramos licenciado, —sostiene Álvaro— pero en ese hipotético momento, ni se preocupe, porque un verdadero estadista de inmediato reorientaría la Economía hacia el más grande valor de todos: El ser humano como persona y buscando sacar a flote sus grandes potencialidades, y eso no es una utopía, mire Usted: —Ya que hablamos de suposiciones, —afirma Álvaro— y como dice Usted mismo, vamos a decir que logramos llegar a un punto donde las necesidades se han logrado resolver, en ese momento será casi una necesidad reorientar la inversión hacia ese principal valor de la naturaleza, que es el hombre mismo. Y procediendo así, incrementando sustancialmente el nivel de educación e investigación, se elevará la capacidad humana a una escala inimaginable. Y continúa Álvaro: —Creo que se lo planteo mejor con un ejemplo: ¿Se acuerda cuando don Alonso nos dijo que debíamos aprender el proceder de los árboles, los cuales tienen dos fases contrapuestas? —La verdad Álvaro, ni me acuerdo tanto de eso, pero a ver, explícamelo ahora tú, para ver a qué te refieres exactamente. —Un árbol, por lo regular, —y señala uno Álvaro— tiene dos etapas que, aunque importantes ambas, no se pueden presentar al mismo tiempo. Primero es la del “crecimiento” y luego la de “fructificación”, y no puede 167


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sobrevenir la segunda, hasta que se estabiliza la primera. —Observe, —prosigue Álvaro— si creciera de forma ilimitada, por una larga serie de imposibilidades físicas para ello, el propio árbol en cierto momento sentirá que debe estabilizar su desarrollo, y será precisamente ahí, cuando sobrevendrá su siguiente fase: La fructificación, y acontece así, porque su energía vital, será canalizada ahora hacia esa trascendental segunda etapa, la cual constituye el principal objetivo de su existencia. —Algo parecido —dice Álvaro— ocurre en nuestro mundo. La principal fuerza de la humanidad, en el pasado se ha orientado, aparte de otras barbaridades como las guerras, a pretender solventar, sin siquiera conseguirlo bien, infinidad de carencias, pero, en la medida en que se vayan solucionando, se podría dirigir nuestra fuerza vital hacia el elemento conocido más valioso, que es el ser humano. Y ese será el principal y verdadero cambio de la civilización. —¿Y cómo sucedería eso concretamente? —Eso ya lo irán implementando las personas de esa época. Lo único que le aseguro, es que para esa siguiente fase, se requiere de la estabilización en el crecimiento, junto con el atinado manejo del gobierno y sociedad de las otras cosas, para ir solventando infinidad de retos que hoy nos afligen, lo que sigue, vendrá en automático, no sé si lo veremos nosotros, pero no tengo la menor duda que así será. ¡Ay Álvaro! De verdad no sabes cómo lamento que el día se haya acabado. En eso llegan por fin a la camioneta, ante la mirada expectante de Juan el chofer. 168


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—¡Qué tal Juan! —Le dice el licenciado— ¿No te aburriste? —Siempre vengo preparado con cosas que leer, y aparte, me fui a caminar por aquí cerca, está muy bonito este lugar. Lo único malo es que me duele un poco el estómago… —¡Ah caramba! ¿Y eso por qué? —Sucede que comí doble, Joaquín por un lado me trajo comida, y luego Álvaro, como no sabía, me la mandó también por otro, y la verdad, debí haberla guardado, pero como estaba todo tan bueno, me comí todo… Le dice Álvaro de broma a Miguel: —¿Ya ve ingeniero, lo que le decía? —Se queda Miguel sorprendido, sin saber a qué se refería eso… —Acuérdese, lo que le comenté, —le dice Álvaro sonriendo— cualquier cosa, por más “buena” o hasta excelente que sea, si se excede la capacidad de manejarla, se transforma en un problema… —Ya vas a comenzar con tus ejemplitos tontos, —responde el ingeniero— pero ni creas que me convences. En ese momento, cuando el licenciado voltea hacia el cielo, observa que se estaba llenando de infinidad de estrellas, y no se explica de dónde salieron tantas, y aprovecha para despedirse, antes que Miguel y Álvaro comiencen con otra discusión, por lo que interviene: —Bueno Álvaro, pues ahora sí ya nos vamos, y créeme que quedamos muy agradecidos por su tiempo, plática y compañía. 169


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—Encantados de haber tenido un día diferente gracias a su visita… ¡Ah! Y ojalá le pueda servir al menos algo de lo que platicamos, porque hay tanto que se puede y se debe hacer… —Lo transmitiremos… Se despiden todos de forma muy amigable, y una vez que se retiran, Álvaro procede a cerrar la puerta de nuevo, y se regresa lentamente hacia a la casa del rancho. No puede evitar sentirse un poco sorprendido Álvaro, ya que siente que ha sobrevenido un muy marcado contraste en todo: Así como a esa esplendorosa tarde había dado lugar a la oscuridad de la noche, de manera parecida, una vez que se han retirado esos inesperados visitantes, ese diálogo intenso ha sido sustituido por un gran silencio. Hasta los pájaros contribuían a esa inesperada quietud, aunque Álvaro bien sabía que no procedían así de forma intencional, sino como obedientes seguidores de un misterioso protocolo, en el cual seguramente se indicaba, que una vez que el sol se iba, debían permanecer callados. Sólo emitía un muy leve sonido esa débil brisa que apenas toca las hojas y hierba, acompañada por el canto de algunos entusiasmados grillos. Aunque pensándolo bien, —recapacita mientras camina— creo que ni falta hace sonido alguno. Porque ese impactante cielo azul profundo tachonado de estrellas parece acompañarlo, ya que casi siente que caminan junto con él. Del mismo modo, el viento que apenas lo toca, le trae un aroma a hierba que no tiene paralelo con nada que recuerde… En su lento andar disfrutando ese excepcional momento, va recordando también la diversidad de temas que toca170


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ron, y viene a su mente aquello que una vez le dijo don Alonso: Por algo Dios nos dotó a todos de perspectivas diferentes, para que comparándolas, podamos accesar a una verdad superior, dentro de un contexto humano. Pero hay algunas posiciones, —se decía a sí mismo— que de plano no aceptan comparar su particular verdad con la de otros. En fin, por algo son las cosas así, ni hablar, y seguramente cada parte del mundo que nos rodea, es importante. De pronto se detiene para observar de nuevo el cielo, sólo enmarcado levemente por el contorno de los árboles, y se pregunta a sí mismo: Si por una especie de travieso experimento, se le diera voz a todos esos testigos mudos que nos acompañan en el mundo, ¿qué dirían de la actuación de los humanos? ¿Cómo juzgarían nuestras acciones? Es cierto —se dice— ese solo pensamiento es un completo disparate, estamos rodeados de cosas inanimadas, sin embargo, lo malo sería que, de poder hacerlo, su opinión no nos gustaría en absoluto. Pero aquí en esta noche, de manera excepcional, supongamos que esos que nos acompañan, pudieran expresarse de alguna forma, ¿qué nos dirían? Su silencio actual, ¿sería de aprobación, prudencia, o acaso de vergüenza? Por ello se justifica confiado Álvaro: Si la naturaleza en este día, a todos ha sorprendido, con esa serie de cambios, permitamos ser contagiados, de su pasajera locura, y con prudencia dejemos, que todos esos testigos, que en el mundo nos padecen, sólo hoy adquieran voz: El mundo entero comprenderá, cuánta razón nos asiste, cuando por completo ignoramos, los humanos desatinos… 171


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Vean lo que hacen en sus locuras: a sí mismos se llaman sabios, hasta dicen ser “homo sapiens”, y están por completo perdidos… No perciben en su extravío, que por salirse de ruta, pusieron en riesgo al mundo, y a todas sus maravillas… El camino que seguimos, en silencio y obedientes, sería también el de ellos, si olvidaran su arrogancia… ¿Cómo actúan esos que en sus locuras, a sí mismos se llaman sabios? Unos dicen unas cosas, y los demás lo contrario, y mientras el mundo gime, padeciendo sus creaturas… ¡Oh, si tan sólo regresaran!, A la ruta que desde siempre, les fue muy bien señalada, tratándose como hermanos… Si voltean hacia el cielo, reconociendo a quién los hizo, y siguiendo sus enseñanzas, ¡El llanto se iría del mundo! ¡Olviden que el día de hoy hablamos!, que no conste en los libros santos, que sin permiso opinamos, y nuestro silencio rompimos… Las piedras querían hablar, y decirles sus verdades, pero queremos ser obedientes, y por eso se lo impedimos… Queremos ser obedientes, a lo que al principio se nos dijo: Que cuando veamos desatinos, sólo miremos, y callemos… 172


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Permanece un poco en silencio Álvaro, mientras vislumbra el contorno de los árboles, volteando también arriba, donde parecen mirarlo todas esas estrellas, sintiendo en su rostro esa suave brisa que apenas lo toca, escuchando el tenaz canto de algunos grillos, y recapacita: Creo que es mejor que no nos digan nada, que permanezcan en silencio, porque su sentencia, aunque quizá justa, sería decepcionante. En eso llega a la casa, y decide acudir a un lugar donde se ingieren los alimentos, para tomar algo antes de retirarse a su cuarto, cuando viene rápidamente Benjamín y su hermano Joaquín a decirle: —¿Qué le pasó a don Alonso? —¿Por qué me dices eso? ¿Qué te dijo, o qué? —Justamente, —dice Benjamín— casi ni quería hablar con nadie, ni siquiera quiso probar nada y ya se subió muy pensativo a su cuarto. Fíjate que he notado que cuando alguien viene como esos señores de hoy, a veces le pasa eso. —¿Para qué los dejaste entrar Joaquín? —Le recrimina Benjamín a su hermano. —Yo por eso les pregunté primero, —replica— y Ustedes me dijeron que pasaran… —No se preocupen tampoco tanto, —interviene Álvaro— lo que pasa es que don Alonso aunque no lo manifiesta, rápidamente percibe a los demás, y cuando ve algo negativo, como que le molesta un poco, pero eso no es culpa de nadie, por favor ni se me preocupen, subo a ver si puedo hablar algo con él. De verdad quédense tranquilos, que pasen buena noche y que descansen. 173


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Álvaro sube rápidamente al cuarto de don Alonso, y antes de tocar a la puerta, alcanza a percibir el sonido de la ópera “Nabuco”, pero eso no le tranquiliza sino al contrario, porque recuerda que en ocasiones similares, hizo lo mismo. Una vez que le permite el acceso, aprecia Álvaro de inmediato que don Alonso estaba muy preocupado, y le dice: —¿Qué le pareció la visita de hoy? —Son buenas personas, —manifiesta al tiempo que disminuye aún más el volumen de su ópera— pero creo que no harán nada de lo que comentamos. —¿Por qué lo considera así? —El licenciado, a pesar de que me parece bien intencionado, las personas que reciban ese informe, tendrán otra perspectiva. Primero, no encontrarán la manera de manejar eso de forma políticamente redituable, por lo que lo más probable es que lo soslayen o dejen de lado, y aparte, si consideran que podrían incurrir en algún tipo de riesgo, menos todavía. —Por otro lado Álvaro, aparte de que según ellos puedan considerar que podrían incurrir en un riesgo político, probablemente percibirán que los eventuales resultados positivos, no se reflejarán en el corto plazo, o sea, dicho de otro modo, en el término de la presente administración, y eso influirá aún más para que no le den la importancia requerida. —Te comento, eso, —añade— a pesar de que me parece que hay buena intención y capacidad de parte de esta administración, pero creo que el asunto se puede 174


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quedar en los mandos intermedios, y acuérdate que para colmo, hay ciertos grupos políticos contrarios que se opondrán sistemáticamente a casi cualquier cosa que se proponga. —Aparte de todo, no creas que esa actitud inadecuada de muchos, queda circunscrita al ámbito de la política, sino que se extiende a toda forma de actuar de la esfera humana. Una manera de proceder muy común, es tratar de imponer nuestro particular punto de vista, creyendo que vislumbramos mejor el verdadero alcance de las cosas, y tratamos de torcerlas en una determinada dirección, acorde a nuestra propia conveniencia o parecer. —Como prueba de ello, —prosigue— verás lo que pasará sobre el tema demográfico: Hay sectores, como los grupos ultraconservadores de extrema derecha, que de forma solapada se opondrán en automático a todo aquello que parezca planeación poblacional, y eso será muy grave, ya lo verás. Porque si no se disminuye más la tasa de crecimiento poblacional a niveles razonables, los problemas que hoy tenemos, serán apenas el preludio de cosas mucho más conflictivas. —Y además Álvaro, no creas que esa situación problemática es privativa de nuestro país, se extiende a casi tres cuartas partes del mundo, casi coincidente con el porcentaje considerado como subdesarrollado, y justamente, lo que hace más peligroso a un problema, es cuando no se le identifica como tal… —Y como les comenté hace un rato: Por la particular metodología empleada en la medición demográfica, el crecimiento anual se le asocia con una base que cada día crece más, lo que produce la falsa impresión de que, en términos porcentuales, tenemos una tasa real 175


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“descendente”, quedando convencida la mayoría de que eso es un problema ya superado. —Me quedé pensando sobre ello, —continúa don Alonso— y estoy seguro de que cuando el licenciado, aún con una excelente intención, exponga el asunto ante otras personas, simplemente, le mostrarán los porcentajes “descendentes” que te digo, y no lo verán con la óptica que hemos citado. Por tanto, como Gustavo no deseará entrar en conflicto con sus superiores, el asunto se archivará. —Por eso Álvaro, ¿sabes una cosa? No me preocupan tanto los problemas expuestos en sí mismos, sino más bien la actitud que muchos asumen ante ellos. Es cierto, hay personas que se dan perfecta cuenta de muchas cosas, pero la inmensa mayoría está en otros menesteres. —Pero bueno, —contesta Álvaro— aunque tiene razón, no debe preocuparse demasiado tampoco… Oiga, por cierto, —dice tratando de desviar deliberadamente su atención hacia otra cosa— En ocasiones he notado que escucha la ópera esa de “Nabuco”, que por cierto está muy buena, ¿hay algo de particular en ella? —No sé, mi estimado Álvaro, —le dice— si conoces el contexto en que ella se desarrolla. Pero te la describo… —Claro… —asiente rápido— en su propósito de distraerlo. —Esa ópera, trata sobre una tragedia del pueblo de Israel, cuando, varios siglos antes de Cristo, habiendo sido destruido Jerusalén, a muchos de sus habitantes se les llevó cautivos a Babilonia, y obviamente, —según el autor de la ópera— están ahí añorando tiempos 176


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pasados. Observa esta parte de ella donde, en español, dice así: “¡Oh, patria mía, tan hermosa y perdida! ¡Oh recuerdo amado fatal! Arpa de oro de los vates fatídicos, ¿por qué ahora permaneces silenciosa colgada del sauce?”… —Y sinceramente te lo digo Álvaro, el arpa de oro del mundo, también ha permanecido desde siempre en silencio colgada inútilmente de un árbol, cuando podría estar entonando extraordinarias melodías de amor, paz y concordia para todos, pero la ceguera humana lo ha impedido. —Porque mira, —prosigue— hay veces que escucho esa ópera porque hago una especie de analogía. El pueblo de Israel, cada vez que se salía del camino, le acontecía una tragedia, como eso que les pasó de la cautividad en Babilonia. Y ¿sabes una cosa? El arpa de oro del mundo, con toda razón ha permanecido inmóvil y silenciosa durante todos los siglos, y qué crees, ni se sabe de su existencia, porque asumimos una actitud que no permite que nuestros ojos vean. —Siempre he creído Álvaro, que el ser humano fue diseñado de otra forma, para que fuéramos inocentes como niños, y que simplemente siguiéramos una determinada ruta ya establecida, porque la capacidad humana es muy limitada, y no alcanzamos a ver claramente el verdadero alcance y consecuencia de nuestras acciones… —Y fíjate, —le dice— ¿te digo qué es lo peor? —¿Qué, don Alonso? —Que creemos que vemos, sin poder hacerlo. Imagínate una persona que carece de la vista, y no puede o 177


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quiere reconocerlo, ¿qué le pasaría? Su vida estaría llena de tropezones leves y graves. Si volteamos hacia atrás en la historia, no hay siglo donde no esté lleno de errores de todo tipo. —Y ahora te pregunto, ¿cómo me pides tú que no me preocupe, cuando vemos de forma palpable, que si bien muchas cosas podrían arreglarse, hay unos que no ponen suficiente empeño en ello, y otros, de plano tratarán de impedirlo? —¿Cómo puede alguien no preocuparse, cuando vemos que la ceguera humana, provoca miseria física y humana, desolación y el mundo muere de frío? Se queda Álvaro sin poder articular palabra, reconociendo cuánta razón tenía, y sin saber qué contestarle, por lo que sólo atina a decir: —Don Alonso, —dice con voz queda— mañana será otro día, y como Usted mismo me ha dicho, a cada noche le sigue un día, y a cada tempestad le sobrevendrá la calma. Siempre hay solución para todo, mañana seguimos platicando de eso. —Está bien Álvaro, nos vemos mañana y platicamos, pero no puedo dejar de pensar, ¡qué diferentes podrían ser las cosas! En fin… En eso se despiden, y Álvaro se retira también a su habitación, profundamente inquieto, no tanto por la casi nula expectativa que también tenía, sino por la preocupación que apreciaba en don Alonso. Mala combinación en una persona, —se decía a sí mismo Álvaro mientras se dirige a su cuarto— cuando se conjuga por un lado mucha percepción de los proble178


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mas, junto con cierto conocimiento sobre las causas que los producen. Alguien así se da perfecta cuenta de los errores y cómo se incurre en ellos, sintiéndose imposibilitado para corregirlos. Con razón —continúa meditando al introducirse en su propio cuarto— bien dijo el gran Rey Salomón: “A mayor conocimiento, mayor es el afán”, ya que, en la medida en que una persona tenga mayor nivel de conciencia sobre lo que le rodea, se va a preocupar más ante los problemas, y peor aún, cuando esa mayor percepción, le hace caer en cuenta que no podrá hacer gran cosa. Pero bueno, ni hablar, —se dice resignado— voy a tratar de no caer yo también en lo mismo, y como le decía a don Alonso: Mañana será otro día, ni hablar…

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CAPÍTULO X A

LA NOCHE SIGUE EL DÍA

Después de haberse quedado leyendo Álvaro hasta muy tarde para disipar su inquietud, se despierta sobresaltado mucho antes de que amanezca, deseando ir a conversar de nuevo con don Alonso sobre muchas cosas que quedaron pendientes… De pronto, recuerda que muy a menudo, a don Alonso le gustaba ir a esperar el día en una pequeña colina cercana a la casa, conocida como “el cerrito”, y ahí se sentaba en la parte oriental de la misma. Y en ese día en particular, tenía la certeza Álvaro de que, por el desasosiego que había percibido en él la noche anterior, seguramente estaría ahí casi tan puntual como el mismo aparecer de un nuevo día. Aparte de todo, —se decía mientras se vestía— con toda razón a don Alonso le gustaba ver ese inigualable espectáculo del amanecer cuanta vez podía, ya que en cada uno de ellos, parecía que la naturaleza se esforzaba por proporcionarnos un regalo muy especial. Una vez que se ha colocado también su jorongo encima para protegerse del frío matinal, y al ir saliendo de la casa y como es costumbre en todas aquellas personas que están en contacto con el campo, voltea hacia el cielo para ver si las cosas en cuanto al clima habían cambiado, y aprecia que todo sigue más o menos igual, sólo continuaba soplando un débil viento del norte, aunque el termómetro no había descendido demasiado. No obstante, ello hacía que no hubiera ni la más insignificante nube en el cielo, y lo único que aprecia, es 181


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que ese esplendoroso tapete de estrellas, sin que nadie lo hubiera tocado, se había recorrido perfectamente acomodado en dirección al poniente. Cuánta razón tenía Benjamín, —pensaba— cuando me enseñó a conocer la hora, sólo viendo la posición de las estrellas. La naturaleza —reconocía también— ahí está para enseñarnos cosas, sólo le falta hablar, aunque, como anoche consideró también, sería mejor que no lo hiciera. Al ir caminando hacia esa pequeña colina conocida como “el cerrito”, sintiendo en el rostro esa débil aunque agradable brisa, observa cómo la luna está ahora colocada al oriente, sólo iluminada en la parte inferior con Venus a un lado. Pero esa parcial iluminación de nuestro satélite natural, hacía que asemejase una media lunita con sus cuernos hacia arriba, lo cual echó a volar su imaginación también en ese breve trayecto: Con toda razón, —meditaba— allá en la antigüedad, los primeros observadores del cielo, al no estar conscientes de que la luna y las estrellas están en dos planos muy diferentes, y entre muchos otros factores, nuestra distancia entre ellos es abismal, ya que la luna está a pocas centenas de miles de kilómetros, y en cambio, las estrellas están a años luz, eso hace que, desde la superficial mirada humana, al moverse en la bóveda celeste a velocidades distintas, se genera una interesantísima ilusión óptica, digna de llamar la atención: El movimiento “retrogrado” de 45 minutos diarios de nuestro satélite con respecto a la bóveda celeste, hizo que muchos pueblos antiguos, tuviesen la “clara” idea 182


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de que los astros estaban “surgiendo” de la luna, cuando lo que sucedía en realidad, era que sólo estaban ocultos por ella. En ese momento recuerda Álvaro lo que en una ocasión le dijo don Alonso: Que muchos pueblos paganos de la antigüedad, bajo la denominación de Isis, Diana, Artemisa y otras, consideraron a la luna no sólo como una deidad, sino como la misma “madre de los dioses”, ya que, visualmente hablando, en realidad, aquellas civilizaciones tuvieron la clara percepción de que muchos astros, que a su vez consideraron también dioses, “nacían” o procedían de este nuestro satélite. Con razón, —caía en cuenta— la mayoría de las estatuas de estas diosas paganas, al haber sido asociabas con la luna, y ya firmemente establecida esa creencia, fue considerada como la “madre de los dioses”, o la “reina del cielo”, colocando a sus plantas una media lunita con sus cuernitos hacia arriba. —Y qué cosa tan curiosa, —continuaba pensando mientras llegaba— creo que la mayoría de personas y hasta algunos líderes religiosos, en su afán de querer hacer las cosas a su peculiar manera, fomentando el culto a ciertas imágenes que siguen arrastrando aquella simbología de la antigüedad, ni se imaginan su verdadera procedencia. En eso llega a la pequeña colina esa, pero como llegó por un costado, ya conoce la vereda para situarse al oriente de la misma, que es donde se presentaba una vista privilegiada hacia la salida del sol, que es donde esperaba encontrar a don Alonso. 183


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Y tan pronto da vuelta a una gran piedra, se presenta ante sus ojos un espectáculo único, ve a don Alonso con los brazos levantados, seguramente haciendo una oración ante Dios. Ello lo hace detenerse de inmediato, porque lo que menos hubiera querido, era interrumpir ese especial momento. Él ya sabía que don Alonso era un hombre con muy firmes convicciones hacia Dios, y seguramente quiso aprovechar ese inigualable momento, creyendo que estaba solo, para dirigirse hacia él. 184


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Por tanto, decide esperar un rato, y retrocede de forma discreta, aprovechando para disfrutar él por su parte de ese bello espectáculo del cielo, sabiendo que una vez que fuera apareciendo muy puntual el sol, podría platicar ahí con don Alonso. Para no regresarse a la casa, se sienta y recarga al pie de un árbol, disfrutando de todo, incluyendo un aroma a hierba que nada hubiera podido igualarlo. Sin embargo, como la noche anterior había tenido un descanso muy irregular, el sueño lo vence y, sin habérselo propuesto, se queda dormido ahí mismo. No sabe cuánto tiempo transcurrió, pero la incipiente luminosidad del nuevo día, y el entusiasta canto de los pájaros, hace que se despierte sorprendido, ya que no esperaba que pasase tanto tiempo. Acude presuroso al sitio que conoce, y don Alonso ya no se encontraba en ese lugar. Al voltear hacia el piso, ve que olvidó una libreta abierta donde había escrito algo, y como sabe que de repente escribe cosas, y ha decidido irlas guardando, ya que incluso cuenta con la anuencia para hacerlo. Por tanto, observa esa libreta abierta, y puede leer lo que ahí está escrito: El verdadero pintor. Si juzgamos por lo que vemos, seguro nos equivocamos, porque en el mundo existen cosas, que ni de lejos percibimos… 185


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Hay un pintor que hace cosas, que debieran asombrarnos, pero como cada día las vemos, tal vez nos acostumbramos… Otros pintores del mundo, creen que pintar es ir copiando, cosas que otros ya hicieron, y eso ya los hizo artistas… Sólo el verdadero pintor, es quien hizo vida y lienzo, es quien dibujó las estrellas, y las puso a dar de vueltas… Sólo el verdadero pintor, sabe hacer cosas tan bellas, buscando también transformar, y dar el don de la vida… Saca vida del mismo polvo, cambia la faz de las cosas, y en un mismo día cambia ropajes, transformando sus colores… Por eso el azul que ahora vemos, todo repleto de estrellas, en un rato lo irá aclarando, y a los astros ocultando… Y todo eso porque él espera, que te tomes de su mano, que ayudes siempre al hermano, y así te integres al lienzo… Tan pronto lo lee, se trae todo el cuaderno, para en un rato pedirle su anuencia para también guardarlo. Se dirige rápido a donde se están reuniendo los trabajadores, lugar donde Benjamín asigna las labores del día, confiando poder encontrarse con él ahí. De pronto lo ve a lo lejos, con su ya conocido jorongo y la vista hacia el suelo, completamente ensimismado en infinidad de cosas, y como su paso era quedo, en pocos minutos lo alcanza, y, confiando que su estado de ánimo en ese nuevo día ya fuera diferente, le dice: 186


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—¡Hola don Alonso muy buenos días! —¡Mi estimado Álvaro muy buen día! ¿Cómo estás? —Don Alonso, —le dice mostrándole el cuaderno que se encontró en “el cerrito”— Me encontré este cuaderno ahí en el suelo de “el cerrito”, ¿puedo guardarlo? —Claro, ¿y para qué lo quieres guardar? —Es que me permití verlo, y ahí hay unas líneas escritas por Usted, y le prometí a sus hijos que cuando viera notas así suyas, que se las iba a guardar. Y añade: —¿Le digo una cosa don Alonso? Podría hacer más notas de esas, podría hacer unos poemas o algo así… —¡Uh! No tiene caso, el poema ya está hecho. El problema es que no lo vemos. —¿El poema ya está hecho? ¿Hizo algo que no conozca? —No, no lo hice yo, y no me refiero a eso. El verdadero poema ya está hecho, y más bien debemos pensar en no descomponerlo. Se queda Álvaro desconcertado, y don Alonso añade: —El poema verdadero ya está en todo, pero ni siquiera lo vemos. Está en la risa de un niño, en un árbol, un amanecer, las estrellas del cielo, esa flor que está ahí —y la señala— en el viento, incluso, qué crees, hasta en los aparentes problemas hay enseñanzas y cosas que admirar. Pero no lo vemos. Y añade: 187


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—El reto es descubrir eso y cuidarlo. En ese momento, Álvaro se da cuenta de que volvió a ser el de siempre, y ya su estado de ánimo era afortunadamente diferente al del día anterior, por lo que aprovecha y le dice: —Ahora ya más en calma, ¿qué piensa de la visita de ayer? —¡Ah, para que veas! El tonto de mí ya estaba sacando conclusiones también tontas. —¿A qué se refiere? —Mira, cuando vemos la necedad y la miopía que de pronto aparece en todos, incluyéndome a mí, nos ponemos a hacer juicios y muy a menudo nos equivocamos por completo. —Ayer, —prosigue— me quedé muy preocupado, pensando, en mi pobre y superficial juicio, que las cosas funcionaban, sociológicamente hablando, de manera errática, y la verdad, hoy me vine temprano a meditar al “cerrito”, justo ahí donde te encontraste la libreta, y gracias a Dios, ahora veo las cosas de otra manera muy diferente. —¿Y cómo las ve ahora don Alonso? —El hecho de que las cosas funcionen así, aparentemente de forma errática, —entre muchos otros factores y cosas que ni siquiera entendemos— no es que estén mal, sino que es una manifestación de la enorme sabiduría y bondad de quien hizo todo. —Observa, —continúa— una vez que los humanos, queriéndonos pasar de listos, nos fuimos por otra ruta, el 188


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Señor, en lugar de destruir todo lo hecho, y quizá hacerlo de nuevo, —como podríamos haber procedido tú o yo— reacomoda las cosas con un propósito que la mayoría ni entendemos, transformándolo en un enorme campo de prueba, para separar trigo de paja. —¡Ah, maravillosa sabiduría de quien hizo todo! Créeme, mi buen Álvaro, que mientras más le pienso, más me sorprendo de lo que vemos. ¡Y tonto de mí que ni siquiera lo veía! ¡Qué barbaridad! Álvaro decide deliberadamente no decirle nada, para dejar que siga comentando su siempre singular perspectiva: —Es cierto, Álvaro, hay y seguirá habiendo personas que sigan otras cosas, pero, afortunadamente, se nos juzgará a todos con un juicio individualizado. Y la obligación nuestra no es juzgar, porque ni vemos nada, ni somos capaces de interpretar el más leve actuar de semejante alguno, más bien, debemos enfocarnos en hacer lo que debemos. —Y antes que nada, los humanos debemos tener confianza, en que quien hizo todo, regenerará las cosas de la mejor manera y en el momento que quiera. ¿Nos vamos a convertir en jueces? Mal haríamos, la sola idea me parece un disparate. —Bien suponía yo don Alonso, que un nuevo día, nos iba a dar una renovada y mejor perspectiva de todo, no sabe el gusto que me da escuchar eso, y coincido plenamente. —Y ya por último —añade Álvaro— ¿Cree que se hará algo de lo que platicamos ayer? 189


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—No creo que hagan absolutamente nada por las razones que te expuse —responde— y ojalá me equivoque. Pero eso pasa completamente a segundo término, mira, hay un escritor norteamericano que una vez leí, que dijo: “Haz lo mejor que puedas cada día, y deja el resultado a Dios”. —Si lo hacen o lo dejan de hacer, o por qué si o no, eso ya es un asunto fuera de nuestra competencia. Ya cumplimos con exponerlo. —Te cuento, —reitera— por muchos años estuve diciendo cosas similares en la Sociedad que te platiqué, lo dije por todos los medios que pude, en el radio, televisión, libros… Hubiera querido hacer mucho más, pero no me fue posible. Pero tampoco me puedo angustiar, como te digo, hay que tener confianza en quien maneja todo, él sí sabe hacer las cosas, que no lo entendamos, es otro asunto. Los demás, ¿sabes qué? Los demás somos unos tontitos, y yo el primero de ellos. En eso viene Amarildo de la casa a avisarle: —Don Alonso, le acaba de llamar su amigo el historiador Antonio Muñiz, que si puede venir otra vez a platicar con Usted. —¡Por supuesto! ¿Dónde está ahora? —Está en Zamora, y me pregunta si podemos recogerlo allí. Y por cierto, yo tengo que ir ahí este fin de semana para ver a mi novia Ana Bertha, si gusta me lo traigo. —¡Buena idea! —contesta don Alonso— Y si gustas Álvaro, dale una visitada a tu novia Esther, porque si no te ve, —le dice de broma— va a querer matarme a 190


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mí, ¡ah! y me la saludas también. Y de regreso se traen a mi amigo Antonio y su esposa, seguro me traen libros interesantes. —Voy a dar una vuelta a la parte de arriba Álvaro, si quieres nada más, antes de irte hoy sábado, ponte de acuerdo con Benjamín como se va a organizar lo de la fertilizada la semana próxima, y ahorita nos vemos para desayunar. Y así ven alejarse a don Alonso con su característico andar pausado, que se va pensando en quién sabe qué cosas. Casi hasta parece que el viento y el entorno están de acuerdo con él y lo acompañan, aunque su voto de silencio les impide expresar opinión alguna. Más, si pudiesen hacerlo, o al menos en términos comprensibles, quizá podrían decirnos algo como esto: Cuánta razón teníamos, seguro nos dirían los vientos, vean si nos vimos sabias, también nos dirían las aguas, cuando guardamos silencio… Cuando se cumplan los tiempos, y esas aguas desbordadas, que a su paso todo dañan, en su momento preciso, regresarán a sus cauces… Y dichosos serán aquellos, que quedaron bien plantados, a orillas de los ríos, siempre contarán con hojas, fructificando bien y a tiempo…

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DEDICATORIA: Este libro está dedicado a esa pequeña o gran parte de don Alonso que todos en alguna medida llevamos, misma que por una diversidad de causas, no puede salir a flote.

AGRADECIMIENTO: No hubiera podido llegar este libro hasta sus manos, sin la acuciosa revisión del historiador don Antonio Muñiz Pajín, ilustración de portada de Ana Sofía Ochoa Ricoux, análisis económico de Griselda Samaniego Barrón, y el trabajo de tipografía y formación de Luis Tovar Carrillo.


Este libro se termin贸 de imprimir en el mes de enero de 2014 en los talleres de Cactus Displays, S. A. de C. V.


La SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C. fue fundada en el año de 1833, por Don Valentín Gómez Farías. Ha contado entre sus miembros a muchos de los más distinguidos intelectuales, científicos y políticos de México, entre ellos Andrés Quintana Roo, Mariano Otero, Melchor Ocampo, José María la Fragua, Manuel Orozco y Berra, Miguel Lerdo de Tejada, Leopoldo Río de la Loza, Ignacio Ramírez (El Nigromante), Gabino Barreda, Santos Degollado, Justo Sierra, Joaquín García Icazbalceta, Luis Bolland Kumackl, Vicente Riva Palacio, Félix Palavicini, Miguel Schultz, Guillermo Prieto, Antonio Caso, Emilio Portes Gil, Jesús Silva Herzog, Jesús Reyes Heroles, Daniel Cosío Villegas, Jaime Torres Bodet, Julio Zamora Bátiz, Ignacio Chávez, Miguel Alemán Valdés, José Clemente Orozco, Alfonso Reyes, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y una gran cantidad de distinguidos personajes, en virtud de lo cual, a esta Benemérita Institución se le considera como precursora de la Independencia cultural de la Nación. Su fundador, el Médico don Valentín Gómez Farías, siendo Presidente Interino de la República Mexicana, dedicaba parte de su tiempo libre a atender a las víctimas de una epidemia de cólera que azotaba la ciudad de México.


Si desea sorprenderse al descubrir el extraordinario potencial que subyace en todo ser humano, y si además, le gustaría hacerlo de una forma amena y clara, será imprescindible la lectura del presente libro. También le ayudará a comprender mejor el verdadero origen de muchos de los conflictos que ahora mismo le parecen inexplicables. Por ello, nos atrevemos a asegurarle que, la percepción que tiene sobre ciertos asuntos clave, será diferente después de haber disfrutado de cada una de sus páginas.

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.



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