El templo sagrado En ciudades ricas y desarrolladas como Washington y Nueva York hay muchos arqueólogos y personas que intentan encontrar objetos históricos del pasado. En 2005, Adam Mason era un arqueólogo famoso. Hoy en día ya no. Adam Mason era un arqueólogo especial, que no trabaja por gusto o por curiosidad como los demás arqueólogos. Él lo hacía por la fama. En 2005 Adam descubrió un antiguo sarcófago en la India y desde ese momento saltó a la fama, pero él no se conformó. Quería ser conocido en todo el mundo, quería ver su nombre en los periódicos, salir en las noticias, ser comentado por la calle, ser rico. Adam tenía un hermano, Christopher, quien le proporcionaba los datos sobre cada descubrimiento, y era Adam quien acudía a descubrirlo y darlo a conocer. Su hermano le contó que había un templo antiguo en Egipto, pero le advirtió de que había leyendas e historias que decían que varias personas murieron en ese templo, aunque Adam no creía en esas tonterías, se preparó y un mes después viajó hasta el templo. Tuvo que andar mucho, ya que estaba en medio del desierto. Estuvo caminando días y noches y una mañana, en una tormenta de arena, se chocó contra una pared y vio un gran edificio, y se dijo a sí mismo: “¡Lo encontré!!”. En la entrada de ese gran templo había un cartel que ponía “Prohibido Entrar”, pero Adam no hizo caso y entró por esa puerta, que lo conducía al interior. Entró y vio un largo pasillo con una luz roja al final, pero observó cuerdas de un lado de la pared a otra, y no hizo caso; prefirió seguir. Sin querer pisó una tensa cuerda y escuchó un ruido extraño en la pared. En ese momento una flecha le rozó la frente y le provocó una leve herida. Se asustó, por momentos pensó en irse, pero no lo hizo. Llegó a esa primera habitación, repleta de antorchas rojas, y accedió a la siguiente, que estaba totalmente vacía; solo había piedras y baldosas salidas del
suelo. El necio de Adam siguió y pisó una de las que sobresalían y, de repente, le cayó una piedra del techo y le hizo daño en el pie. Decidió esperar unas horas hasta ponerse bien. Durmió un rato y se levantó algo asustado. Cuando se disponía a andar vio que la puerta por la que vino estaba cerrada y había un cartel en el que ponía “No te mereces esto”. Sin embargo, decidió seguir. Llegó a una estancia en la que había unas escaleras y estaba repleta de jeroglíficos y dibujos de los antiguos monjes que había en ese templo. Había otro cartel que decía “Tú no”. Adam no le dio importancia y subió esas largas escaleras que parecían no tener fin. Cuando llegó arriba encontró una habitación muy pequeña que solo contenía un cofre, un sarcófago y una palanca. Adam miró primero dentro del cofre y encontró un tesoro; había oro, joyas, monedas, ropas lujosas… Todo lo que él había deseado. Tomó lo que pudo y lo guardó en la mochila. Después de ese acto de avaricia miró dentro del sarcófago y no había nada; por ese motivo Adam lo rompió. Por último presionó la palanca, con un poco de miedo en el cuerpo porque no sabía lo que iba a pasar. Le dio a la palanca y de repente se empezó a derrumbar todo el techo. Se fue corriendo hasta la salida. Empezaba a sentir que las paredes se iban estrechando para que no escapara, pero este sentimiento solo era producto del pánico. Cuando llegó a la estancia de los dibujos y jeroglíficos vio una calavera que no estaba cuando pasó la primera vez; siguió corriendo, las piedras le hacían daño en la espalda y la cabeza. Llegó casi a la entrada y vio otra calavera que tampoco estaba anteriormente. La cogió para poder demostrar que estuvo allí y cuando la despegó del suelo la puerta del pasillo, que unía la salida con el templo, se cerró de golpe. Adam intentó abrirla, pero no había tiempo, volvió y encontró una habitación y vio una ventana. Empezó a golpearla para salir, pero no se podía. Iba poco a poco quedándose sin respiración por el polvo que producían las piedras al caer y murió. Días después, su hermano y unos policías fueron a ese templo, pero
no encontraron ninguna puerta ni carteles; eso sí, hallaron la ventana pero no vieron nada dentro, estaba completamente vacía. La rompieron y entraron. La salida estaba tapizada por piedras y en la sala no había nada. Adam había desaparecido. Su hermano ha estado esperando años y años a que Adam volviera sin éxito. Un día Christopher decidió volver, siguiendo los pasos de su hermano, pero no era avaricioso. Fue a ese templo y encontró las calaveras, abrió el sarcófago que su hermano rompió y encontró los innumerables tesoros, aunque no los cogió. Regresó sobre sus propios pasos, salió de allí sano y salvo y se lo contó al mundo. Años después, coincidiendo con el cumpleaños de Adam, volvió al templo y se suicidó dentro, tapando la entrada. Desde entonces no se supo nada más de aquella familia.