Monolito XX

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Contenido: Obra en portada El comienzo del Verbo (óleo sobre lienzo) por Arturo Esparza. Entrevista con el periodista, cronista y escritor mexicano Alejandro Almazán. Ensayos: “Shabbetai y Nezahualcóyotl en el exilio” por Ian Yetlanezi Chávez Flores, “Luces artificiales, de Daniel Sada” por José Luis Domínguez, “El espacio y el personaje: “A la deriva” – Horacio Quiroga. Un análisis de la correlación entre el existir del espacio y el ser del personaje” por Daniel Jair Alcaraz Michel. Reportaje cultural: “El cosmos femenino” texto sobre la exposición Catarsis Cosmética y entrevista con los organizadores por Claudia Cárthaigh. Reseñas literarias: “Dodo, de Karen Villeda” por Carmen Villoro, “Dios ante la motosierra del poeta. Apuntes sobre Mímesis para gusanos de Daniel Medina Rosado” por Ángel Fuentes Balam. Crónicas: “Oficio: El de Gina” por Abraham García Alvarado y “El triciclo del retorno a desnivel” por Reyna Hernández Haro. Relatos: Yunuen Díaz, Jorge Jaramillo Villarruel, Aída Valdepeña, Xánath Caraza, Emerson Colorado, Miguel G. Galicia. Minificciones: Adán Echeverría, Enrique Ángel González Cuevas, Martha Brenda Hernández Martínez. Poemas: Dionicio Morales, Natalia Toledo, Alejandro von-Düben, Sihara Nuño, Arlette Luévano, Claudia Tejada, Yobani García Medina, Romina R. Silva, Ingrid Valencia, Esaú Frausto, Claudia Andalón, Eduardo Paredes Ocampo, Claudia Sánchez Cadena, Sandrah Mendoza, Ana Karina, Sheyla Prevé. Obra plástica por Arturo Esparza y Wendy Cárdenas Valadez. Serie fotográfica “Fuegum, la intrusión de la sangre” por Alfonso Salas.


Editorial

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El equipo de esta revista tiene claro la importancia de seguir evolucionando con la finalidad de generar mayores espacios para los autores e ir integrando cada vez más géneros literarios, artísticos. Así lo hemos hecho al incluir reportajes culturales como el que en esta ocasión nos presenta Claudia Cárthaigh sobre la exposición que se está llevando a cabo en la Ciudad de México, Catarsis Cosmética, en la que participan únicamente mujeres. De igual forma, conseguimos mantener un espacio dedicado a la crónica (en este número te traemos dos de ellas), esa que “puede describir, explicar, razonar, comprender y contar una historia que en otro género periodístico no podría. Los otros géneros son muy formales, usan corsé. La crónica no. Ella es callejera y a eso va a la calle, a recoger la historia oral que, al final de cuentas, es la que prevalece” como bien la define nuestro entrevistado Alejandro Almazán, periodista, cronista y escritor mexicano. El compromiso, con cada nueva edición es mayor, y eso nos coloca siempre en el sitio adecuado para tomar decisiones, éstas que nos hacen seguir creciendo y, con ello, seguir presentándoles contenidos cada vez más diversos. Es así que el equipo del Monolito ya está pensando en el siguiente paso, con el que esperamos (el próximo año) no solamente ser más incluyentes, plurales, sino cambiar la dinámica de presentación y lectura de nuestra revista.

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Revista Bimestral. 8 de octubre 2015.

Shabbetai y Nezahualcóyotl en el exilio

Por Ian Yetlanezi Chávez Flores

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto: ¿Acaso deveras se vive con raíz en la tierra? No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.

“Aunque sea de jade”, poema de Nezahualcóyotl

Hablar de temas relacionados con divinidades en el siglo XXI es difícil, confuso y hasta cierto punto radicalista. La mención de tales adjetivos es porque se vive en una época laica que sólo le interesa el progreso de la civilización por medio de lo objetivo. Las áreas científicas toman un valor tan importante que estudian cualquier problema por medio de la pragmática y el uso de la razón, a lo que los griegos llamaron logos. En esta centuria se ha ido perdiendo poco a poco el estudio de lo subjetivo, de la fe, de las creencias, del inconsciente que constituye sociedades e individuos. Se han devaluado las disciplinas humanísticas. Las historias


que intentan explicar nuestra existencia espiritual ya no importan tanto, son cuestionadas hasta la médula porque ya no se cree en lo metafísico, han olvidado el mythos del que tanto reflexionaban los helenistas.

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En esta época todas las áreas y disciplinas se pelean, se cuestionan burdamente y no se llega a un acuerdo en el pensamiento, y es natural no tener razón de muchas cosas porque el mundo es indescifrable. Sin embargo, la tecnología, la ciencia y el periodismo cultural han brindado una imagen donde sólo las personas que estudian con microscopio y tubos de ensayo cualquier problema, tienen certeza. Es como si hubiéramos vuelto a una época ilustrada, o tal vez más atrás: a España de 1492, año donde el descubrimiento del Nuevo Mundo se realiza gracias a las coordenadas geográficas y la brújula, es decir, gracias a la ciencia que Cristóbal Colón utilizó en su navegación para descubrir América. Lo que Colón descubrió con ayuda de la tecnología no fue sólo tierra y razón, sino dudas sobre los habitantes del continente americano: ¿Quiénes son aquellas personas? ¿Quién es Quetzalcóatl? ¿Qué tipo de dioses necesitan rituales sanguinarios? Colón encontró a finales del siglo XV un nuevo mythos y logos en los pueblos indígenas. Sin embargo, su razón no podía concebir otra realidad que no fuera la española porque no entendía la aparición de nuevos dioses que necesitaban sangre de personas capturadas en la Guerra Florida para que pudieran ser venerados. De igual manera, el navegante español no tenía idea de que los indígenas podían curar enfermedades que consideraban mortales las personas de occidente. El Nuevo Mundo era una sociedad incomprensible para él, se le dificultaba no encontrar una cruz y sí cabezas de serpientes emplumadas, se le dificultaba admirar arquitecturas piramidales y no castillos católicos. Colón peleaba con su propio lenguaje, no sabía cómo nombrar todo lo que veía, su razón le fallaba y le costaba describir lo que sentía al presenciar los rituales de los habitantes del Nuevo Mundo. Colón había descubierto que la ciencia no podía con todo, además de que el lenguaje necesitaba ser más específico; su léxico no tenía tanto acervo y sobre todo el problema del alma que tanto reflexionaban los filósofos europeos era distinto en el nuevo continente. Colón no sabía si entre el politeísmo en América había dioses buenos y malos, así que decidió nombrar todo como malo porque lo desconocido es aterrador. De igual manera, consideró que al continente americano le hacía falta el dios católico para ser salvado. De hecho, consideraba que los indígenas eran personas con estudios, pero malditos por el diablo, así que era necesario evangelizarlos. Por tanto, decidió enviar una carta lo más pronto a los reyes Fernando e Isabel para informar sus ideas. Los reyes españoles tardaron en dar respuesta a Colón y no fue hasta el siglo XVI cuando enviaron religiosos a estudiar lo que sucedía en el Nuevo Mundo para evangelizar. Cuando llegaron los franciscanos, confirmaron todo lo que Cristóbal Colón y Hernán Cortés habían mencionado: los indígenas eran personas civilizadas que estaban poseídas por el diablo. Así que los religiosos decidieron actuar: desaparecer los libros politeístas y plantar una iglesia en cada pirámide, esta acción no fue sólo de manera física sino también espiritual, ahora Quetzalcóatl que había partido en una balsa hecha de serpientes, tomando rumbo a occidente, era nombrado dios católico. El


politeísmo iba desapareciendo gradualmente hasta llegar al monoteísmo religioso con el que la mayoría de los latinoamericanos vivimos todos los días al escuchar las campanas de una iglesia para llamar a misa. Los dioses prehispánicos desaparecieron y se transformaron en una divinidad todopoderosa. El catolicismo tomó un poder inconmensurable que simplemente los creyentes y pertenecientes a dicha institución, no podían criticar a Cristo o Dios porque podía causar una severa lamentación en las personas: perder el paraíso prometido. El Edén en venta que tanto habían anunciado los religiosos durante siglos sólo se podía comprar con el valor monetario o la redención del alma, si tal no se cumplía, no sólo podían mandar al sujeto condenado a un sitio más lejano de donde habitaba Aqueronte, sino a la Inquisición. Lo último les sucedió a los judíos de Granada a finales del siglo XV cuando Isabel y Fernando firmaron el edicto de Expulsión. Así que los judíos tenían tres opciones: ser bautizados (en el mejor de los casos), ser enviados a la Inquisición para aceptar el catolicismo, o ser expulsados de España. Lo último fue una opción que muchos decidieron tomar, mientras que las primeras dos opciones las eligieron las personas que amaban la tierra en donde habían vivido la mayor parte de su vida. Muchos judíos se convirtieron al catolicismo y permanecieron en España, la discriminación no tardó en aparecer y los católicos españoles comenzaron a calificar a los convertidos con el adjetivo: “marrano” (Armstrong, 2010: 38), palabra que establece lo vil de la humanidad por haber renunciado a sus divinidades y costumbres. Los católicos no entendían cómo alguien podía renunciar a su fe, era como si un marrano se arrastrara en un corral lleno de lodo ajeno para pedir un día más de vida en el matadero. Sin embargo, los mismos inquisidores no comprendían que su obsesión por la conversión al catolicismo, hizo que su antisemitismo creciera de dos maneras: física y metafísica. En primer término, los judíos podían ser torturados con los múltiples castigos de la Inquisición por no aceptar el catolicismo, o también podían ser desterrados de Sefarad ―nombre que los judíos usaban para denominar a España―, lo último desarrolla un castigo metafísico, pues con el exilio a provincias balcánicas o tierras norteafricanas del Imperio otomano, los judíos sefardíes sintieron una crueldad de su dios: ¿Cómo era posible que les sucedieran tales situaciones si habían seguido al pie de la letra la Torah? “Cuando el exilio ―comenta Karen Armstrong en su libro Los orígenes del fundamentalismo― está también asociado con la crueldad, plantea interrogantes acerca del problema del mal en un mundo supuestamente creado por un Dios justo y benevolente” (Armstrong, 2010: 38). Los judíos exiliados tuvieron una catástrofe en su fe, cuestionaban aspectos básicos en el funcionamiento de su doctrina religiosa, especialmente en el judaísmo tradicional. Sin embargo, los sucesos eran normales porque eran una necesidad que indicaba los dolores del nacimiento del Mesías, el cual rompería las cadenas del exilio y traería una nueva vida. Un nuevo mythos se desarrollaba, una nueva creencia era necesaria para sobrevivir a la existencia. En el siglo XVI, en Safed, Isaac Luria desarrolló un nuevo mythos en la tradición judía: el humano debe vivir en el exilio porque Dios lo ha dejado en el abandono. Este mito, de manera general, consiste en describir un proceso violento en la creación, el cual lleva al exilio (razón análoga que sufrían los judíos sefardíes). “El mito ―continúa Armstrong― inicia al preguntar al mundo si Dios es omnipresente. La respuesta es la doctrina del tsimtsum o


zimzum (replegarse): el Dios inaccesible e infinito que los cabalistas llamaban Ein Sof (sin fin), tenía que retirarse, dejar libre, como fuera, una región dentro de sí mismo para dar espacio al mundo. Por lo tanto, la creación 7había comenzado con un acto de crueldad divina: en su apasionado de hacerse conocido en y por sus criaturas, el Ein Sof había infligido el exilio a una parte de sí mismo” (Armstrong, 2010: 41). Dios, para los cabalistas, los había abandonado. Sin embargo, era natural porque era necesario superar los problemas para obtener la redención del mesías: añoranza perpetua hasta nuestros días. El mito de Luria pudo penetrar en los corazones de los judíos por su situación social, creían que el humano por naturaleza debía estar exiliado y, además, en este caso, el humano debía sufrir para que llegara la redención por medio de un mesías. A mediados del siglo XVII, la explicación de la génesis luriana era una realidad aceptada por un pueblo que había sufrido por su dios. El mythos que estableció Luria ayudó a llevar la vida judáica con menos pesadumbre en el alma y esto ocasionó que perdieran objetividad en su vida cotidiana, el logos dejó de existir, y más cuando apareció Shabbetai Zevi, el mesías judaíco. Zevi se consideraba un ser elegido por Dios para que existiera una armonía entre la creación y la divinidad. Por tanto, podía desacatar algunas leyes judías, como pronunciar el nombre de Dios, beber y comer frutos prohibidos, actuar de manera inapropiada. Las acciones de Zevi, para algunos cabalistas no fueron aceptadas y lo exiliaron de su pueblo. Shabbetai vagó por el desierto y un día apareció en casa de Nathan, un joven rabino que había tenido una epifanía que le declaraba que el mesías era Shabbetai Zevi. Nathan lo recibió de buen gusto, pues su epifanía era una obra milagrosa. El rumor de que el mesías había llegado se expandió en diferentes países y muchos judíos comenzaron a celebrar dejando todos sus deberes, pues sabían que Zevi iba a triunfar sobre sus enemigos, principalmente sobre los otomanos. Así que un día, Shabbetai se preparó para terminar con el imperio del islam, pero su hazaña fue detenida porque lo capturaron y lo condicionaron con dos opciones: 1. Aceptar la muerte amando al judaísmo. 2. Convertirse al islam. Shabbetai decidió tomar la segunda opción sin importarle que todo un pueblo, con una creencia específica, iba a ser decepcionado. El mesías se había convertido en un apóstata. Zevi fue bien tratado por los otomanos y lo dejaban practicar libremente el judaísmo en tierra islámica, leía las escrituras islámicas como la Sharia y retomaba la Torah judaica porque pensaba que todas la religiones existentes en este mundo eran válidas y reales, al igual que todas las imágenes de los dioses que diferentes religiones interpretan. Los juicios de los creyentes del mesías no esperaron, aparecieron en cualquier tipo de calumnia. Sin embargo, a Zevi no le importaba, seguía su vida espiritual con fervor, estudiaba todos los días y tenía seguidores tanto islámicos como judíos. Sus prédicas trataban sobre la libertad de pensamiento y creencia hacia un dios desconocido que existía en todos de diferente manera. La misma idea del dios de Zevi la tenía Nezahualcóyotl años atrás, pero el poeta de Texcoco creía que el dios que era desconocido tampoco tenía un mito y menos una representación imaginaria. El rey de Texcoco erigió un templo para este dios sin signos artísticos que representaran algo, y lo nombró Ipalnemohuani, que significa “Aquel por quien vivimos”, o “Dador de la vida”.


Su poesía muestra indicios del tema: “/Con flores escribes, Dador de la vida, / con cantos das color / con cantos sombreas / a los que han de vivir en la tierra. / Después destruirás a águilas y tigres, / sólo en tu libro de pinturas vivimos, / aquí sobre la tierra./” (Nezahualcóyotl, trad. Miguel León-Portilla, 2008: 195). No es raro que Nezahualcóyotl tuviera la idea de un dios sin definición artística, pues si se retoman ciertos sucesos de su vida, se puede reflexionar sobre la deidad por la que vivía el rey-poeta. En primer término está su niñez, una época donde importó mucho su educación en el Calmécac (escuela para la antigua nobleza náhuatl), allí recibió la tradición oral para conocer a su pueblo en todas las cuestiones culturales, políticas y religiosas para poder ser un buen gobernante. Sin embargo, el segundo suceso se vuelve trágico cuando el educado Nezahualcóyotl observa el asesinato de su padre. El acto parece normal hasta en esta época: ser asesinado por cuestiones políticas. Tales motivos determinaron el tercer suceso en su vida: el exilio. Esto ocurre cuando el joven se sentía desprotegido ante la muerte de su padre porque los tecpanecas de Azcapotzalco se apoderaron de Texcoco. Así que Nezahualcóyotl vagó por misteriosos caminos cuestionando todo lo que conocía por medio de su lenguaje. El exilio le proporcionó dudas que ningún huehuetlahtolli (antiguo discurso que hacían los viejos para enseñar valores y moral) pudo explicarle. Sus reflexiones sobre los dioses, el gobierno, su historia, su estatus social, se vieron perseguidas por severas preguntas en su ser. Nezahualcóyotl tenía las mismas dudas que los judíos sefardíes tendrían años después. Era normal que sintiera un paisaje desolado, del cual pensaba que había sido despojado, a causa de los dioses, de sus lujos y responsabilidades. En ese momento, probablemente, la mente y el alma de Nezahualcóyotl se juntaron para encontrar supervivencia en un mundo que parecía haber sido hecho por dioses egoístas que abandonaron a su misma creación. Así que vagó por rumbos huexotzincas y tlaxcaltecas para encontrar una madurez como filósofo, poeta y gobernante. Cuando sucedió todo un proceso de maduración y reflexión de sus bases filosóficas y gubernamentales, recuperó el trono con ayuda de sus aliados. Hizo un gobierno que pocas veces se ven en los países subdesarrollados de hoy en día, un gobierno lleno de arte, filosofía y leyes, dejando a un lado las instituciones religiosas. “/ ¿Habré de erguirme sobre la tierra? / ¿Cuál es mi destino?, / yo soy menesteroso, mi corazón padece, / tú eres apenas mi amigo en la tierra, aquí. / ¿Cómo hay que vivir al lado de la gente? / ¿Obra desconsiderantemente, vive, / el que sostiene y eleva a los hombres? [...] / Que no se angustie mi corazón. / No reflexiones ya más. / Verdaderamente apenas de mí mismo tengo compasión en la tierra /.” (Nezahualcóyotl, trad. Miguel León-Portilla, 2008: 195). El reinado de Nezahualcóyotl fue uno de los más elegantes y maduros que pudo haber tenido el pueblo nahua, la imaginaria torre nombrada ipalnamohuani lo demuestra: dios sin descripciones psicológicas, físicas y espirituales; dios como ser desconocido, reinventado y cuestionado en el exilio. A pesar de que Nezahualcóyotl se preocupó por las cuestiones metafísicas, hizo importantes avances de ingeniería en el mundo náhuatl. Realizó obras hidráulicas para que su pueblo tuviera facilidades en el uso del agua, ya sea por medio de acueductos, canales, depósitos, o el dique que separaba el agua dulce del agua salada en el lago de


Texcoco. 9

Así, tomando en cuenta estos elementos se puede ver que la sociedad de hoy necesita enterarse de la historia para comprender que las cuestiones metafísicas no se deben quedar a un lado porque son importantes para el progreso científico, ya que si no se cuestionan aspectos elementales metafísicos, no existe filosofía, y sin filosofía, no hay ciencia. Sin embargo, hay un punto que debe aclararse: las cuestiones metafísicas no deben institucionalizarse y el gobierno, cualquier gobierno, debe ser laico en todos los aspectos para que exista una atención, de manera recíproca, a las artes y las ciencias como elementos necesarios para el progreso y la justicia.

Bibliografía Armstrong, Karen. (2010). Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam. México: Tusquets. León-Portilla, Miguel y Earl Shorris. (2008). Antigua y Nueva Palabra. Antología de la literatura mesoamericana, desde los tiempos precolombinos hasta el presente. México: Aguilar.


Luces artificiales, de Daniel Sada

Por José Luis Domínguez

Dentro de la narrativa mexicana moderna existen dos tipos de crisis de identidad, o mejor dicho, de identidad inestable. La primera de ellas se manifiesta en novelas que ponen en entredicho la realidad de lo que cotidianamente aceptamos como real, como es el caso, y por poner un ejemplo, de la novela Anónimo, del narrador chihuahuense Ignacio Solares, llevada hasta los extremos cuando, a la manera de Franz Kafka, el personaje principal, aunque parezca cosa de risa, aquella mañana se despierta siendo otro. Una segunda clase de identidad inestable que también nos remite al problema existencialista de la crisis de identidad lo representa, en este caso, uno de los extraordinarios cuentos del joven narrador jalisciense Mauricio Montiel Figueiras, titulado “Telefonemas del otro lado”, en el cual el protagonista Ulises Fuentes comienza a ser hostigado por un hombre que dice ser el verdadero Ulises Fuentes, y que termina por asumir la personalidad del primero. Todo lo anteriormente anotado viene a colación porque Luces artificiales, de Daniel Sada, es una novela en la cual se aborda uno de los prototipos de la literatura universal en lo que a identidad inestable se refiere, el concepto del doppelganger, es decir, del concepto del doble, pero en otra de sus múltiples variantes, la fragmentación del cuerpo. Todos sabemos que el peor signo de los tiempos, dentro y fuera de la narrativa mexicana moderna, a partir de la década de los sesenta, será el de la angustia existencial, misma que habrá de manifestarse bajo el síntoma de una crisis de identidad, símbolo crucial éste que habrá de revelársenos en muchas de las novelas producidas en nuestro país a partir de entonces.


Ya en otra de sus novelas anteriores, Una de dos, Sada había tratado el tema de la dualidad en una de las muchas 11 variantes que posee, el de la dualidad que se transforma en unidad, y esto sucede cuando las gemelas Gamal,

habitantes de un pueblo de provincia del norte de México, hacen equipo para, por fin, mandar a freír hongos o espárragos a aquel pobre diablo suspiroso que pretendía casorio con una de ellas. Con las gemelas, el concepto de la duplicidad se convierte en unidad, es decir, se cancela una de las dos identidades. De ahí el atinado título del libro. Con Luces artificiales, y a pesar de la presencia en dicha novela de esos dos personajes llamados Clotilde y Matilde, que en lo particular me parecen una reminiscencia de las gemelas de Una de dos, Daniel Sada transgrede intencionalmente el concepto tradicional del doble, de esa otredad cuyo principio histórico ha partido del concepto rimbaudiano de aquella famosa frase escrita en una de las paredes del granero familiar por el poeta adolescente francés en el cual literalmente se puede leer: Yo es otro, y que da pie para que se acentúe esa corriente literaria que se afianzará a partir del siglo XIX llamada Romanticismo en Francia y que exaltará la estética del yo, desarrollándose así como una de sus preocupaciones fundamentales la representación narrativa y poética del doble. Sada invierte el concepto, y lo hace cuando, en vez de transcribir Yo es otro, Sada escribe El otro es yo. La presencia insoportable de la alteridad en la cara del otro. Surge el doble como expresión de lo siniestro, como un signo de amenaza. Aunque en Luces artificiales la alteridad tiene carácter momentáneo, circunstancial, pasajero, fragmentado. Ramiro Cinco, un hombre mediocre cuyo único delito reprobable no es haber nacido solamente, sino además haber nacido feo. Ramiro edípico, ingenuo, onanístico, lector compulsivo de la nota roja, autista involuntario confundido por su fealdad con un vulgar ladrón de autos, heredero de una regular fortuna, se somete a una cirugía condicionante. Por ese cambio de rostro, Ramiro Cinco duda también si cambiarse o no de nombre, y afirma, a quien le pregunta sobre su identidad, que él es Roberto Corro, es decir, una clara alusión a Roberto el que se fuga, el que se escapa. Cuando se entera, por su amante de un suceso horrendo. A partir de ese hecho todo el conflicto se le vendrá encima, se le acumulará entre lo que piensa, siente, sufre y hace Ramiro Cinco. El tema de cambio de identidad por la fragmentación del cuerpo en donde la premisa principal es que el otro soy yo. Mi cara es la del otro. Otro signo: Ramiro Cinco siempre ha adorado los espejos: antes y después de su transformación. Los espejos, recordemos, son una sublimación psicológica del yo fragmentado. La presencia de gemelas en este par de novelas de Daniel Sada, gemelas en el pensar y en el actuar, evidencian a una personalidad dividida ante su propio espejo, pero espejo no de azogue, sino de carne y hueso. La novela siempre se ha distinguido del cuento o del relato por su carácter meramente digresivo, es decir, por esas varias historias que fluyen y confluyen en un punto, a la manera de muchas vías paralelas que en algún momento justo se encuentran o se cruzan o se dispersan. Este carácter de digresivo hace surgir el concepto de la metaficción, una ficción dentro de otra.


Heredero efectivísimo de la tradición narrativa del Tristram Shandy, de Lawrence Sterne o de El Sertao Veredas, de Joao Guimaraes Rosa, Daniel Sada utiliza el recurso de lo digresivo de la historia, digresión temporal, más que causal o espacial, para plantear el hecho narrativo como todo un acontecimiento del lenguaje. Veamos algunos ejemplos de Luces artificiales, sobre todo en un párrafo en el que el narrador omnisciente nos hace partícipes de una información, y luego se cuestiona, lapso que aprovecha uno de los personajes para contestarnos, como si estuviéramos, narrador omnisciente y lector, frente a él, esperando su respuesta, cito: Así que el tal Liborio ¿Llegaría esa noche? ¿Dónde andaba? Bueno pasemos al otro lado. -Según sé, anda en el extranjero y llegará en una semana, pero conociendo a Liborio quién sabe si tarde un mes (p. 7). En ocasiones el narrador omnisciente nos advierte sobre lo que vendrá dentro de la trama novelística, cito: Por cierto (ejem), más adelante se escribirá lo que el opulento papá le dijo a Ramiro en relación a su fealdad. Fue algo inolvidable por aplastante. Algo para repensar más de diez veces… (p. 44). O sobre lo que ha pasado, cito: y …¿qué tal si nos trasladamos prontamente a la segunda anécdota: acontecida acullá, en una deliciosa playa remota, radiante de vitalidad, pero en el tiempo: un poco más atrás, en el tercer fin de semana, mismo que fue señero para Ramiro? (p. 111). Pero Daniel Sada va más allá de la tradición del Tristram Shandy o que Joao Guimaraes Rosa al inaugurar en su narrativa lo digresivo del discurso, de las líneas o frases como un hallazgo del estilo y que en Sada irrumpe casi desde sus inicios en su carrera como narrador. Lo digresivo se consigue mediante esos giros y zipizapes cultos y coloquiales del lenguaje; mediante interrogantes que sacuden como desinteresadamente la conciencia del lector en el transcurso de alguna idea, de alguna línea, frase o párrafo; pequeños tropiezos que estimulan, acicatean el interés y la curiosidad en los lectores acostumbrados a los retos y los ratos felices que nos otorgan la lectura, ese simple placer de conocer una historia, de convivir con los personajes y estar o no de acuerdo con su manera de ser o de vivir. Estas pequeñas y constantes punzadas de lo digresivo en el discurso novelístico de Daniel Sada, no son más que pequeños alfilerazos dados a la verosimilitud que no consiguen distraer ni destruir el valor de sentido en el texto narrativo. Creo que la intensa prosa de Daniel Sada, por digresiva, por fragmentaria, por esa ludicidad, adrede traduce y denuncia, como en una juguetona y chispeante alegoría, la época de la digresión, de la fragmentación, del enajenamiento de nuestra sociedad actual que ha tergiversado nuestros más grandes valores.


Más que urbana o de la ciudad, Luces artificiales, de Daniel Sada, es una novela cuya trama evoca y recrea el ambiente familiar, es una vuelta a la provincia.

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Evodio Escalante ha escrito en su ensayo titulado “Lectura ideológica de Pedro Páramo” una realidad que bien pudiera aplicarse a cualquier novela: que todo texto narrativo es la cristalización de un proyecto ideológico por medio del cual el autor va a tratar de precisar su posición frente a la sociedad y los acontecimientos históricos, dando un registro de ellos de forma tal que el mismo autor pueda esclarecerse y esclarecernos qué es lo que ha pasado en un momento o en una época determinada. Como otras novelas, esta también se destaca por su poca acción y por una tendencia discursiva apasionante. Gracias a la altísima pirotecnia de su lenguaje digresivo que nos liga, que nos hechiza, diría yo, con sus personajes, logrando agruparnos a nosotros sus lectores, alrededor de los mismos, con ese toque de sarcasmo, y ese guiño sabroso de complicidad, Daniel Sada no en balde ha sido considerado como uno de los autores más significativos del noveau roman de nuestras letras castellanas.


El espacio y el personaje: “A la deriva” – Horacio Quiroga Un análisis de la correlación entre el existir del espacio y el ser del personaje.

Por Daniel Jair Alcaraz Michel Dar por cierto un enunciado que puede parecer tan obvio como decir “El espacio en donde se desarrolla una historia afecta el desenvolvimiento de los personajes” puede parecer fácil, y definitivamente, decirlo lo es, demostrarlo es otra cosa. Dado que una de las intenciones de un constructo narrativo es la de estimular los sentidos de la mente para que esta pueda generar una imagen o la ilusión del espacio es necesario, para lograr ese objetivo, que la narración contenga en mayor o menor medida los siguientes aspectos: Coherencia, legibilidad y universalidad. No obstante el constructo narrativo, siendo este “un acto de contar mediante la acción humana” depende también de actores que den vida a los hechos narrados. Para demostrar la relación que existe entre el espacio donde se desenvuelven los personajes y su efecto en los actores de la narración recurriré al modelo de implicación  explicación propuesto por Luz Aurora Pimentel. El personaje se implica y el espacio lo explica. A lo largo del texto se desarrollará la manera en la que una narración, en este caso el cuento “A la deriva”, del escritor uruguayo Horacio Quiroga se extiende sobre sí mismo desplegándose en una ilusión taxonómica dimensional que lo dota de un espacio real dentro del imaginario del lector, haciendo uso de la descripción como herramienta de convencimiento. También se tratará el aspecto en que el personaje se ve involucrado por el espacio en que se desenvuelve siendo parte de un binomio que implica y explica el sentido de la narración. Además, se analizará el valor analítico y sintético que tiene el espacio como prolongación del personaje, convirtiendo así al entorno en la manera de explicar el devenir de sus actores. Finalmente y a manera de síntesis se examinará el fenómeno de la contaminación espacial y la extensión complementaria para reforzar la validez del binomio espacio-personaje. Antes de entrar de lleno en la explicación que existe acerca de la relación entre el personaje y el espacio, debo de hacer énfasis en un aspecto importante de la cualidad narrativa: El acto humano. La narración es producto del


contar de un ser humano acerca de hechos que suceden o sucedieron, esto de manera inequívoca dota de las 15 son mismas cualidades humanas, en mayor o menor medida a la narración y sus personajes. Estas cualidades

aquellas que permiten al lector identificarse con los hechos y situaciones narradas, y respaldándose en las herramientas de la descripción y los efectos del espacio y personaje crean la ilusión espacial producto de la estimulación de sentidos dentro de la mente del lector, llevándolo a generar imágenes que, como bien saben aquellos que son afines a la lectura, en ocasiones superan con creces a las capacidades de otros medios audiovisuales. Al referirnos a un espacio dentro del constructo narrativo podemos recurrir a los distintos ejemplos que tengamos dentro de nuestra memoria acerca de aquellos paisajes o lugares que tanto añoramos en nuestros libros favoritos. Una comarca en la tierra media, un castillo en los bosques de Transilvania, una panorámica de la torre Eiffel o sencillamente la habitación donde despiertan nuestros personajes favoritos. Aun cuando la imagen como tal se presenta en nuestra imaginación, debemos de comprender que por sí sola la imagen narrativa no existe, sino que tiene que ser respaldada por recursos narrativos que le den sustento y la herramienta más utilizada para este propósito es la descripción. Esta herramienta está compuesta por un nombre (Sujeto, sustantivos, pronombre) y una serie predicativa (en cuyo contenido se encuentran los adjetivos que describen al nombre) que puede ser compuesta por las categorías de forma, tamaño, textura y cantidad. Estas categorías son aquellas que validarán a la descripción dotándola así del carácter de coherencia, legibilidad y universalidad. La existencia de una imagen narrativa no depende solamente de los elementos que la describen, de lo contrario contaríamos solamente con una imagen bidimensional dentro de nuestra imaginación. Centrándonos en el sujeto de análisis, el cuento: “A la deriva”; podemos contextualizar el fenómeno denominado por Greimas (1917) como Taxonomía dimensional, que se define como: el resultado de la articulación de las tres dimensiones espaciales llamadas horizontalidad, verticalidad y prospectividad.

Aplicando el modelo de Greimas al relato de Quiroga nos encontramos en un espacio que es descrito por el autor, en donde el personaje principal, un ranchero que es mordido por una víbora yaracacusú se mueve a través de un entorno selvático, lleno de altos árboles y ríos que atraviesan la selva. De esta manera podemos ver cómo la dimensión vertical se hace presente no solo en el hecho de que sobre la cabeza del personaje se levantan los árboles y vuelan las aves, sino que inclusive sobre esos elementos existe un cielo bajo un sol que se desplaza de este a oeste a lo largo de la historia. La horizontalidad se encuentra representada por el camino que el protagonista tiene que recorrer desde el lugar donde es mordido por la víbora hasta la casa de su rancho y de ahí a la canoa


en la que él espera poder remar río abajo al lugar donde recibirá atención médica; aquí en encontramos como un mundo que ya tiene un alto, ahora comienza a extenderse a lo largo, sin embargo seguimos teniendo solo una imagen bidimensional en el imaginario. La consolidación del constructo llega en el momento en que añadimos los elementos de profundidad espacial. El rancho, la canoa, la selva, el río; todos estos elementos tienen las facultades de horizontalidad y verticalidad, pero al ser combinados como parte de una imagen completa adquieren una profundidad al entender que más allá del rancho está al fondo la selva, y en la rivera de la selva teniendo detrás los árboles, se encuentra el río y más allá de donde dobla el río hay un escenario que lleva a Tacurú-Pucu, donde el protagonista esperar recibir atención médica.

Todo esto converge en el punto central de la narración, personificada por el personaje, quien es aquél por el que se explica la historia. Una vez que todos los elementos que componen al espacio encajan de manera correcta, siendo respaldados por la herramienta descriptiva y cumpliendo los criterios de coherencia, legibilidad y universalidad; la imagen de la selva de Quiroga se despliega en todo su esplendor dentro de la mente del lector. Ya ha dejado de ser solo un constructo bidimensional y ahora es un pleno producto de la ilusión del espacio, en donde una historia es narrada y

actuada

por

los

personajes

que

viven

dentro

de

ella.

Ahora que el espacio existe y cumple con todos los elementos necesarios para la estimulación de la mente del lector, es momento de explicar otro de los agentes que componen el corpus de la narración: El personaje. A pesar de que la importancia del personaje dentro de la narración es un hecho inequívoco, no se puede dejar de lado el hecho de que su existencia está ligada al entorno en el que se desenvuelve. Philippe Hamon (1940) señala que el entorno puede fungir como “un condensador económico de roles narrativos estereotipados” y ciñéndonos a este señalamiento, junto con el binomio de espacio-personaje; el constructo que realiza Horacio Quiroga en “A la deriva”, toma fuerza al entender a su personaje. En la narración nos encontramos con un hombre que carece de nombre, acentuando de esta manera su carácter de protagonista anónimo, quien solo es representante de una historia que bien podría ser cotidiana, como lo son todas aquellas anécdotas de personas mordidas por animales de ponzoña en la selva. Haciendo referencia a Philippe Hamon y sus roles narrativos estereotipados, nuestro


protagonista, quien probablemente ha vivido en la selva durante toda su vida (ya se hará mención a otro fenómeno 17 de que explica las posibilidades que brinda el espacio) peca de testarudo y tenaz a la vez, cuando intenta después

agotar todas sus otras opciones, realizar un viaje en canoa río abajo atravesando la selva hasta la localidad de Tacurú-Pucu. El espacio de la selva y rancho sudamericano se convierte de esta manera en un vehículo para transportar al estereotipo que refuerza al personaje. El modelo implicación  explicación se valida nuevamente. Otro de los fenómenos que explica la relación entre el ser del personaje y del espacio en que se desenvuelve es aquel que lleva por nombre contaminación del entorno. Este fenómeno responde a una función de espejo semántico mediante el cual las propiedades de estética, moral, etcétera; que componen al espacio, llegan en ocasiones a redundar entre el entorno y el personaje. La contaminación del entorno repercute directamente en el personaje al fungir como una suerte de reflejo de las características y cualidades que rodean al actor. De esta manera, y regresando a “La deriva” podemos darnos cuenta de cómo mientras avanza la trama, el mismo entorno con sus contrastes y sensaciones se reflejan en el estado físico y mental del protagonista. El primer indicio que encontramos de este fenómeno se presenta poco después de que el protagonista es mordido por la serpiente y teniendo conocimiento de que la próxima localidad se encuentra 6 millas río abajo se da a la tarea de remar con sombría energía. En el espacio tridimensional que ha creado Quiroga, la perspectiva de prospectividad merma la clara determinación del protagonista, quien aun haciendo uso de su estereotipo narrativo, con terquedad y tenacidad sigue adelante remando hasta que no puede continuar. A la mitad del relato este fenómeno se vuelve más evidente. Ya que a medida que el sol cae y la descripción del entorno se vuelve más y más apacible, el protagonista empieza a reflejar esa calma representada por la disminución del dolor provocado por la mordedura de la serpiente. En contraste con la descripción del caluroso mediodía, con sombras lúgubres y aguas fangosas acompañadas del dolor fulgurante a causa de la mordida. Finalmente la paz de la selva al paralelo de la tranquilidad de la muerte se demuestra en su esplendor. El relato en este punto lleno de series predicativas utilizando adjetivos con connotadores positivos, une al binomio espaciopersonaje en una síntesis perfecta de calma, tranquilidad y paz. Para finalizar con la fenomenología que se presenta en la relación entre el espacio y el personaje cabe hacer hincapié en el hecho de que sin importar que tanto el espacio como el personaje sean concebidos de manera separada y a la vez dependan uno del otro existe una cierta “predeterminación” de posibilidades al juntarlos a los dos. No se malentienda y se caiga en el error de considerar que el espacio determina el futuro de un personaje. No estoy diciendo que en tierra de criminales todos nazcan ladrones, pero sí se abre la gran posibilidad de que uno de ellos sea al menos carterista. El espacio en su función de vehículo encierra todos los posibles resultados del transcurso de una historia, y al hacer referencia a la obra de Quiroga y especialmente en la narración de “A la deriva”; la cual se desarrolla en una selva en Sudamérica, alejada por muchas millas de la civilización, las probabilidades de que un accidente


relacionado con animales ponzoñosos se incrementa exponencialmente por las características biológicas, topográficas y circunstanciales del lugar. De la misma manera se puede hacer énfasis en el devenir de la historia. Ciñéndonos a una referencia metatextual, estadísticamente la mordedura de una serpiente tarda aproximadamente entre 15 a 30 minutos para hacer un daño considerable al organismo humano. El protagonista de la historia vivía a más de 6 millas río abajo del próximo poblado donde podría conseguir atención médica y no se puso en marcha hasta después de haber agotado los otros remedios que él consideraba necesarios para aliviar el dolor. De esta manera se valida el hecho de que el entorno repercute en las posibilidades y el devenir de una narración y el destino

de

sus

personajes.

Quizás si el protagonista hubiera vivido en una ciudad de California, o en una urbe como Nueva York o la Ciudad de México, el devenir de la historia podría haber sido diferente dadas las posibilidades que habría brindado un entorno diferente al que es una selva Sudamericana perdida de la civilización. La implicación del sujeto o personaje se ve explicada por el entorno en el que se desarrolla, y como pudimos observar a lo largo del documento este fenómeno es validado por diferentes aristas de la teoría narrativa. La separación entre espacio y personaje es algo tan válido como cualquier otra separación de los elementos que componen a la narración, pero es de suma importancia darle la validez que merece a la fenomenología que se presenta al ver a ambos elementos bajo una mirada de correlación e interdependencia. El entorno es una manera de caracterizar, personificar y significar al personaje; ya sea por reflejo de sus características (contaminación espacial en el personaje) o por extensión complementaria. Ambas formas funcionan para validar el binomio espacio-personaje y refuerzan la ilusión de la narrativa dentro de la imaginación del lector. Hemos visto como la evolución lógica del relato en la narrativa sigue directrices que a primera vista pueden parecer obvias al tener un primer contacto con ella: El entorno que afecta al personaje, las posibilidades del espacio que repercuten en el actor y las medidas dimensionales que existen en una imagen narrativa. Todos estos factores forman parte de la construcción narrativa y son fundamentales para que la ilusión de la narración llegue a la mente del lector de manera satisfactoria y en muchas ocasiones se pasan por inadvertidos los pequeños detalles que le dan sustento a esta fenomenología. Desde el acto humano que representa el hacer narrativo, pasando por la herramienta básica de convencimiento que conforma la descripción; todo esto se condensa en una amalgama artística que solidifica el quehacer narrativo.

Referencias Genette, G. (1989). Palimpsesto. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus. Hamon, P. (1972) «Pour un statut sémilogique du personnage.» Littérature.


Pimentel, L. El espacio en la ficción. Mexico: Siglo Veintiun, s.f. —. (2012). El relato en perspectiva. Mexico: Siglo Veintiuno Editores. Quiroga, H. (1987) Cuentos de amor locura y muerte. Santiago, Chile: Ercilla.

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El Cosmos Femenino “Todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto.” Julia Kristeva

Por Claudia Cárthaigh La exposición Catarsis Cosmética, organizada por AO Moctezuma (empresa mexicana creada por Adriana Dantes y el artista Octavio Moctezuma, dedicada a la promoción, organización y venta de arte) y curada por el artista Ernesto Zavala, tiene su origen en la búsqueda de oportunidad para mujeres artistas que usualmente son minoría en la gran parte de las exposiciones colectivas. Por un lado se busca el acercamiento a las propuestas de artistas con gran trayectoria y por otro, se busca descubrir a nuevas mujeres que independientemente de su edad comienzan a acercarse a la creación. La gran virtud de esta exposición es la equidad con que se presentan las obras. No hay segmentación y al no existir esa división que cause un prejuicio lo único que se puede hacer es acercarse directamente a la obra.

Parte

indispensable

de

Catarsis Cosmética es que todas

las

artistas

se

encuentran dispuestas en función a un mensaje que el curador

Ernesto

Zavala

trata de dar a conocer. No hay una habitación que designe a las nuevas y menos

experimentadas

artistas, ni una pared que se


dedique a engrandecer a las artistas más consolidadas. La visión con la que se organizó la exposición es resultado 21 de un acercamiento a oriente y su dualidad de significados, donde una imagen o una palabra exponen un nuevo

significado según el contexto y el momento en que se observa e implica nuevas oportunidades de significar la obra.

El nombre de Catarsis Cosmética atribuye la virtud a las obras como un todo, dejando de lado cualquier ego y experiencia particular para dar paso a una visión colectiva. Es, a base de la observación y el goce de la obra, que puede tener lugar la tan ansiada catarsis; ese ambicioso objetivo de purificar los sentidos para tener la oportunidad de descubrir nuevas formas de alcance.

La parte Cosmética es claramente hacia el arte, no sólo en un sentido de ornamentación, si extendemos el análisis de sus raíces hace referencia a un ordenamiento que en cierto punto se vuelve de una trascendencia esclarecedora pero difícil de alcanzar. El premio es la confusión que nos acerca a la creación y al descubrimiento.

Ya que la exposición es colectiva, en todos los sentidos de la palabra, las piezas se arreglaron en habitaciones que a su vez se entienden como parte de un todo. La mejor comparación es la del viaje por un cuerpo femenino donde cada habitación es un rincón de este sujeto seductor y al final del recorrido se puede comprender mejor las revelaciones que el cuerpo grita con fuerza.

Mother Nature, May Your Dreams Come True La sala principal represente el alma femenina. El primer todo; la Naturaleza de la que provienen los sueños. Es el inicio del proceso creativo. El equilibrio natural de la realidad se agolpa en el corazón y se desbordan las ideas oníricas con las que se quiere explicar la realidad. Se trata de un contacto espiritual, primitivo, infinito y en constante flujo. Se recibe, se siente, se crea, se devuelve a la naturaleza que cambia y provee algo nuevo.


Branches as Arms El pasillo principal y la terraza contienen obras de transición. Son el resultado de los brazos que moldean lo que se toma de los Sueños y la Naturaleza para darle una nueva forma a la realidad y dejar evidencia de esa interpretación. Estas obras buscan dar y dotar de significado pero conscientes de que una vez terminadas adquieren otra naturaleza y por lo tanto requieren de nuevos análisis que sólo el espectador podrá descubrir.

Seductive Dark Room El cuarto oscuro que representa el corazón violento, animal, crítico, sexual y seductor. Las mujeres que se representan revelan más en su falta de desnudez. Las telas, las cintas, las raíces que se vuelven parte del cuerpo femenino y lo exaltan para la atracción. La mirada del espectador censura y descubre a la vez. La mirada o la falta de rostro violentan y hacen vibrar una parte oscura dentro del observador. No se resume a un instinto sexual sino a uno de supervivencia seductora, el que seduce y el que es seducido; ¿quién caza a quién?


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Grey Matter Matters Esta habitación gris es el cerebro y los ojos. Es la transición entre lo que se ve y se entiende. El cuarto de la memoria, los recuerdos como inventos reinventados, constantes recordatorios de la vida y su fugacidad. Memento Mori pero también Memento Vivere. El tiempo no existe pero su ilusión se recuerda, se manipula y se añora. Esa intuición, esa necesidad de sobrevivir, que nos permite constantes metamorfosis de artista a obra de arte.

*Catarsis Cosmética se exhibe en Ortega 23, esq Carillo Puerto, Villa Coyoacán, Coyoacán. México D.F.


Entrevista a Adriana Dantes de AO Moctezuma, organizador de la exposición Catarsis Cosmética. ¿Cómo surge AO Moctezuma?

Surge de la manera más curiosa; yo soy abogada pero estoy casada con un artista plástico que produce muchísima obra y que había dejado de exponer durante mucho tiempo. Yo le propuse que hiciéramos una exposición individual y tuvimos la suerte de conseguir, el año pasado, tres individuales y una colectiva de cien artistas. Después de la experiencia de una colectiva donde estuvieron Luciano Spanó, Octavio Moctezuma, Aldo Flores, Toledo, Macotela, Liliana Duering, Mónica Deutsch, una serie de artistas muy importantes, nos entusiasmamos mucho para continuar con este proyecto y hacerlo una gestora cultural. La llamamos AO Moctezuma por Adriana y Octavio Moctezuma.

¿En qué momento deciden incluir a nuevos artistas e incluso a artistas con más trayectoria pero que no habían expuesto en mucho tiempo, como el propio Octavio Moctezuma?

Este proyecto es muy incluyente. La idea es que el arte llegue al público y las generaciones de distintos artistas también y se les de las mismas oportunidades, tanto a artistas jóvenes como artistas de gran trayectoria. Eso fue también lo atrayente del proyecto, que vieron que no eran solamente mujeres sino también mujeres jóvenes o


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algunas otras mujeres como el caso de Adriana Martínez Domínguez que es una abogada y que empezó a pintar después de sus cuarenta años, alumna de Eloy Tarcisio. Está toda esta gama de mujeres y nos interesó mucho ser incluyentes.

¿Por qué en esta ocasión se trata de una exposición de puras mujeres?

Mi experiencia personal fue que en las colectivas de Cuauhtémoc 64, de 50 artistas cada una, y después otra colectiva en Estación Coyoacán de 60 artistas, la gran mayoría eran hombres. Quise yo poner el reflector en las mujeres artistas y esa es la razón.

Entrevista a Ernesto Zavala, artista, filósofo y curador de la exposición Catarsis Cosmética. ¿Cómo llegaste a esta exposición?

Nos conocimos en La Quiñonera, tuve la oportunidad de escribir un texto de sala para Octavio Moctezuma y después pude adentrarme más en su obra que yo conocía por una publicación en la que participé años atrás durante mi carrera en filosofía. Después de que se organizaron las exposiciones de Ni son Todos los que Están ni Están Todos los que Son en Cuauhtémoc 64, y luego en Estación Coyoacán, expuse en ambas y posteriormente ellos se reunieron conmigo y me ofrecieron la curaduría de esta exposición.

¿Cuál es el mayor reto de una curaduría enfocada en puras mujeres?


Yo creo que no existe una sexualidad al cien por ciento, menos ahora en el siglo XXI. Sin embargo, creo que gran parte del acercamiento que puedes tener a esa obra es desde tu propia femineidad. Cuando estás educado en una cultura en la que la mujer tiene otro tipo de responsabilidades, mi propia abuela era pintora, todo eso te sensibiliza. Quizás el mayor reto es poder conectar con esa femineidad que todos tenemos.

¿Cómo decides organizar las obras en tu curaduría?

Primero se hace una lista de selección de las artistas, las invitadas, de las personas que consideras que pueden integrarse, artistas más jóvenes que conocía por mi experiencia en V&S Galery como por contactos y otras visitas. Era importante que hubiera presencia de artistas más jóvenes. El siguiente paso es ver la obra que están produciendo en el momento, porque muchas veces eran obras extensas; podían tener exposiciones individuales pero encontrar piezas que ya teniendo en mente una línea curatorial, fuera lo suficientemente interesante como para engranar un discurso. El punto clave era conectarte con cada una de las obras, que te mostraran dónde se podían plantear y equilibrar los símbolos y signos, incluso las referencias que cada una de las artistas tenía y que las conectaba entre sí. En ese sentido se parece bastante a un Cosmos por las constelaciones. Había ciertos conceptos ejes sobre los cuales se podían ir articulando y eso fue creando las salas.

Eres partidario de que el observador pueda resolver lo que ve, pero seguro tienes una idea para unificar a todas estas artistas.

Claro, yo de alguna manera creo que sí es correcto eso de que es para el espectador; incluso ellas mismas espectando su obra y encontrándose porque tenían que buscarse y ver cómo se había resuelto cada una de las piezas. No hay ningún enigma qué resolver. Cada uno se puede vincular con la obra a los niveles que quisiera incluso en el que no se sintiera atraído por ella, lo cual es extraño. Todas las obras de algún modo planteaban ciertas atracciones y juntas era bastante interesante la posibilidad que tú puedes ver una y otra vez. Yo pienso mucho en un concepto que había usado en una mesa de discusión aquí en Estación Coyoacán, es sobre crear una máquina de visibilidad. Poner en exposición una propuesta que se pudiera hilar de tal manera que tú encontraras un motivo artístico, consecuencias cosméticas en esta experiencia y que pudiera resultar hasta catártico. En ese sentido era pretencioso el título pero generar una especie de espacio en la cual pudiéramos tener las condiciones adecuadas para vincularnos entre nosotros y los trabajos para conseguir algo que sólo se obtiene mediante la observación de estas obras.


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Dodo, de Karen Villeda

Por Carmen Villoro

Dodo es un poema, pero es un cuento, o un sueño, y también es un diario, o el relato de un hecho real, o todo junto.

A partir de la enumeración de elementos dispersos en cada una de las páginas, y de la repetición de algunos de ellos a lo largo del libro, la autora, Karen Villeda, va haciendo aparecer una historia, como si se tratara de un paisaje cubierto por la bruma y ésta de pronto se moviera y nos dejara ver algunas formas para que nuestra imaginación termine de construir el cuadro:

“Siete barriles desvencijados. Siete barriles como pretexto para catorce brazos. Cuarenta y nueve sacos, sacos de harina de trigo sarraceno para el ánimo púgil. Moscas, un ciento. Siete camisolas que palidecen con siete barriles. Sal por puños. Catorce brazos rivales, siete mares, una escotilla.”

Los elementos pertenecen al universo de los barcos antiguos. Zarpa el relato a bordo de un galeón llamado “Güeldres”, navega páginas adentro entre estas islas de palabras formadas por frases cortas, enunciados cosa, objetos verbales que pesan y que se mueven con la agitación del mar.


Tenemos los señuelos para contar un argumento: una escuadra holandesa desembarca en una isla y la bautiza “Mauricio” en honor de su príncipe. Los marineros encuentran estas aves que no pueden volar, es el año 1598. Tenemos trinquete y masteleros, un pescante, una aguja de marear, sacos, el fondo de la carena con un tonel de agua dulce, brazos, dedos, espaldas, arcabuces, un catalejo y catorce cañones. Tenemos tulipanes y un adiós, una navaja desafilada y el mareo. Y las encías sangran, y el calor nos colapsa. Y El Almirante sueña y sodomiza y no llueve y rezamos ahora con más fe. Las imágenes nos van llevando mar adentro entre rocas y pleitos, con sexo y muerte en cubierta, con sed y enfermedad, entre rivales y sobrevivientes.

Tenemos un encuentro: el dodo, pájaro bueno, pájaro tonto, ave inútil que no sabe defenderse, naturaleza extinta.

Hay en esta historia huesos, un pantano que guarda los fósiles de tantas aves muertas, hay una huella: escritura anterior al ruido de los hombres.

Y sin embargo no sabemos qué pasó. Puede ser que el galeón se enfrentó a una pinaza, que alguien murió, o varios, que alguno, quizá pudo regresar. No sabemos qué pasó pero no importa. Como en los sueños, la historia no es lineal. La parte por el todo altera el argumento, hace confuso el guión, nos deja en ese territorio intermedio entre la realidad y la ficción en donde todas las lecturas son posibles. Se trata de una pieza imaginaria abierta a la interpretación, de una magia menor que nos mantiene en vilo con la fuerza de sus invocaciones. Aquí hay violencia, lo sabemos, gritos de insurrección en holandés anuncian la tragedia, historias personales que se mezclan con el viento y se confunden entre el velamen, ya no sabemos qué es geografía y qué es cuerpo, sólo sabemos de cierta perversión y de un sueño fallido con ballenas. Es el estilo de esta narración en trozos la que nos hace cómplices de este juego siniestro e infantil. Seguimos la lectura al ritmo de cancioncillas ebrias y eructamos el miedo para no encallar. “Divisamos una isla. La sostenemos entre el pulgar y el índice.”

Alterados los planos del tiempo y el espacio, la poesía nos lleva a otros viajes, dónde carajos, a leyendas sangre adentro, cuerpo de por medio. “Apretamos el encordado” para no perder nuestros puntos cardinales.

El dodo es un ser que existió, pero su desaparición lo ha convertido en un personaje mítico y ahora vive en la literatura. Y la literatura, ¿existe? Nombrar a los objetos y a los seres como lo hace la poeta los hace aparecer para inmediatamente disolverse en el vacío. Poseídos por el terror y el desconocimiento, los viajeros marítimos de otros tiempos rozaron con sus fiebres el misterio de las apariciones. Vieron y no entendieron. La realidad que penetraron quedó en registros sueltos como hebras o plumas. Dodo es el recuerdo y el presagio de un mundo


fantástico y terrible que a todos pertenece. Basta mirar la huella para reconocer nuestra memoria. Nos asusta y fascina este delirio.

29 Dodo, Karen Villeda, Consejo Nacional para la Cultura y la Artes / Secretaría de Cultura de Jalisco, México D.F., 2013, ISBN: 978-607-516-251-5.


Dios ante la motosierra del poeta Apuntes sobre Mímesis para gusanos de Daniel Medina Rosado

Por Ángel Fuentes Balam

“a menudo los ángeles nos afectan, y aún así los adoramos; como cuando me acerqué a ti vi una espléndida y gloriosa nada.” John Donne

Los versos que elegí de epígrafe pertenecen al poeta metafísico inglés John Donne (1572-1631), insertos en el poema “Aire y ángeles”, y fueron escritos según el mismo autor siguiendo la tradición Ptolomeica que aseguraba que el movimiento de los astros era regido por entes divinos. Donne, metafísico por antonomasia, imprime en ellos dos realidades que coexisten y se entremezclan con un desemboque erótico y ambiguo: la primera es el universo, los cuerpos celestes que –como la luna– afectan a la tierra y a sus pobladores; la segunda puede leerse como el deleite amoroso entre dos carnes que chocan, creando mareas, terremotos y huracanes. Macrocosmos y microcosmos se nombran con los mismos versos, se confunden y suceden en el mismo aliento poético. Comienzo con esta disertación sobre un poeta más que muerto, pues sirvo animoso a los versos que el joven escritor Daniel


Medina coloca en uno de los poemas de Mímesis para gusanos: Los poetas vivos / no sirven para nada. Y con 31que esta ironía, reconoce el “No hay nada nuevo bajo el sol” del Eclesiastés. Cada poeta nuevo es la tradición

sigue, cada poema es la voz de los muertos, y Medina Rosado recuerda en su poesía a los vates que desataban su furor carnívoro en las letras, buscando (y luchando con) la divinidad. Los seguidores del Spleen, (la melancolía indescifrable) con Baudelaire como sumo sacerdote. Dios-hombre-poeta es la tríada que dibuja y analiza en su mordaz canto este autor, ganador del premio de poesía joven “Jorge Lara Rivera” en su edición 2014. Con algunos breves poemas, a veces de seis o cuatro versos solamente, el autor siembra las dudas del quehacer poético y terrenal: La poesía es un atentado celeste / que baja del cielo para intoxicarnos, dice, encumbrando el trabajo de labrar versos como único acto revolucionario del hombre en su desenfrenada búsqueda por significado. Si bien algunos poemas se asientan en una retórica bastante sutil, hay un dejo de palabra sardónica que alimenta un ansia de gritar la inquietud ante la creación y el acercamiento a los otros, como en su poema: La historia del dios melancólico al fondo del salón, que transcribo a continuación: Hubo alguna vez un Dios melancólico que jugaba con los niños. Solía mirar por la ventana y contar sus monedas. Los niños se acercaban para hablarle, le daban la mano e incluso le besaban los pies los lamían. Otros apoyaban su cabeza arrodillados. Ellos lo amaban. Era un Dios mudo y tonto al que sólo le gustaba escuchar.


La poesía de Medina Rosado está cargada de alusiones a la mitología deífica judeocristiana: el dios humilde, el dios vengativo, los ángeles, muerte y renacimiento, apocalipsis, mímesis entre la materia y el espíritu, el infierno, e incluso diez mandamientos que él cincela como un pequeño profeta, desde el monte de su poesía; dice el mandamiento uno: Amarás a los espectros y a las nubes flojas /al silencio obstinado que fluya de tu cuerpo. En la poesía de Daniel, hay una constante necesidad de mirar a dios en las intersecciones ínfimas del mundo: dios en un vaso, el cielo “en una caja de cristal o de cerámica”, en el jardín, en el jazz o en unos garabatos. Dios será entendido no tanto como el padre creador, sino como la energía eléctrica que motiva el ánima del poeta, el autor busca a la poesía a través de sus constantes menciones a la deidad y no al revés. Mediando la revuelta entre la carne y la nada, estarán los ángeles:

No te aparezcas sin tus alas. Obséquiamelas. Arde silenciosamente en este día.

Con esas presencias el poeta habla de la renovación. La renovación del microcosmos del que es dueño. Un universo en miniatura en el que habitan, lacerando a sus anteriores salvadores, los ángeles, un sinfín de instrumentos de tortura: motosierras, torbellinos, guillotinas, horcas, electricidad… La poesía de Daniel Medina, breve y de construcción amena, genera un ritmo lento y huye de efectismos, provocando que el lector pueda sumirse en el eco que dejan las imágenes con las que nos presenta la silenciosa batalla del hombre y lo celestial. Mímesis para gusanos, es un poemario que deleita confeccionando escenarios ligeros, que provocan una pausa grata en la mente del lector, imbuido en la velocidad de la rutina. Sin lugar a dudas, su joven autor comienza con el pie derecho en el camino de las letras y se prepara para ofrecernos futuros versos que contengan con orgullo la herencia de sus antecesores y le concedan un estilo definido a su voz, con honestidad, coraje y fe.


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Oficios: El de Gina

Por Abraham García Alvarado

De lunes a viernes Gina hace lo posible por mantener la estricta rutina de despertarse a las 8. A esa hora su madre ya ha preparado algo de desayunar y se lo deja listo en la mesa. Cuando Gina se levanta, entre recuerdos mantiene fresco el beso en la mejilla que su hija le da antes de irse a la escuela, Gina tiene una hija de 9 y su abuelita es quien la lleva a la escuela. A Gina le queda muy duro, y ha llegado a un acuerdo con su madre, «No trabajes, yo me hago cargo de los gastos, pero ayúdame con la niña». Ese es nuestro trato, me dice mientras estamos sentados en un café en Sunnyside. Gina es puta, y así lo dice. ¿Para qué cambiarle el nombre? ¿Quién me va a entender? Nadie, dice ella. Nadie va a entender, entonces lo dice así tal y como es. Después de levantarse se da la ducha, larga y caliente. Desayuna mientras escucha la radio, no le gusta la tele, la deprime. Se maquilla, cuenta su dinero, separa los pagos, «Diario hay pagos. A diario le pago a mi mamá. A diario pago taxis. A diario tengo que separar el dinero para la renta, las cuentas de teléfonos, la luz, el cable, la comida, y lo poco que ahorro lo meto en una caja». Dice que los bancos no son buenos para una puta como ella. Hay que tener cuenta de ahorro sí, pero no hay que meter todo ahí, ese es un grave error que muchas putas cometen. Me cuenta que a una amiga un día, aquí, sí, aquí en New York, la secuestraron un par de infelices y le sacaron todo lo del banco usando su tarjeta de débito. Después de eso la siguieron extorsionando hasta que dejó de ser puta con tal de no pagarles más. Así de pobre mejor la dejaron en paz. Y es que una puta como lo es Gina, orgullosa y organizada, gana mucho dinero. A diario, puede sumar una cantidad en efectivo que rebasa los


novecientos dólares. Gina es alta, tiene una melena negra, larga y suave, tiene un color de piel arena que cuida exageradamente con cremas y dándose cuatro veces por semana un baño helado por las noches. No fuma tabaco, no bebe. No come demasiadas grasas ni consume drogas. De vez en cuando fuma marihuana para relajarse, pero solo lo hace cuando está molesta. Gina tiene 6 años viviendo aquí, ya había vivido en Boston antes, allá nació su hija, pero se regresó a su país a terminar los trámites del visado para su madre. Eso duró mucho tiempo. Con alegría en los ojos cuenta que le dio gusto que su hija haya sido contagiada con un poco de esos aires extranjeros, nativos para Gina, ajenos para la niña. De su esposo, bueno, nunca ha sido casada, prefiere no meterlo en la plática, solo me dice que tiene mucho de no saber nada de él. Lleva 4 años de puta, y le va muy bien. Trabaja organizada, con mucha seguridad. Tiene una larga lista de contactos donde la contratan por una semana, de domingo a domingo, de 11 a 11. Con una hora de almuerzo. «Me acuesto con al menos tres hombres por hora, a veces cuatro. A veces más. Es un lugar fijo donde ellos van, entran, escogen a la que quieren y listo. Se cobra 45 por 15 minutos. 30 para mí, 15 para la casa. Los minutos valen, hay que descontar el tiempo que se acumula en lo que te desvistes, en lo que te escogen, en lo que te vistes al terminar. El promedio normal es 3 hombres por hora. Aunque déjame te digo que a veces se pueden más». Gina lleva una vida normal, trabaja dos semanas al mes, cuando es época mala las trabaja las cuatro. En su casa, solo su mamá sabe a lo que se dedica. Al principio fue duro, casi se muere de la rabia y se quería ir de la casa, pero algo la hizo cambiar de opinión, Gina piensa que fue el no querer que su nieta estuviera bajo el cuidado de alguien más. Gina tiene una licenciatura en psicología. Pero no la usa. Piensa en usarla después, ahora no, ahora lo importante es ahorrar. Quiere abrir un negocio. Quiere tener su propio negocio de putas. Le he advertido a Gina que no me gusta usar mucho esa palabra, ella ríe, me pregunta que entonces cómo quiero llamarla. Yo no sé, le digo, algo menos ofensivo. Ella se echa a reír. Ha pedido un taxi, es hora de irse. Hoy se acostó con 53. ¿Cómo? Ni ella lo sabe. Solo dice que hay unos que duran 5 minutos, otros 10, y los minutos valen dinero. Gina le da un sorbo al café y mira hacia la calle, afuera llueve, es esa época en que es divino estar en casa, no salir. Hoy la ayudó a que las otras putas fueran feas, eso dice ella y se ríe, regresa la mirada hacía mí. A veces no toma la hora de almuerzo, en ese lapso le entran tres. O más. Yo anoto en mi cuaderno y ella muestra los dientes cuando ve que hago la cuenta del dinero, me aprieta un cachete con los dedos. Su taxi ha llegado. Gina se levanta y me da un beso en la mejilla. Me invitó el café, dijo que no trabajará la próxima semana y que si quiero volverla a entrevistar con mucho gusto está dispuesta a cooperar. Le gustan los escritores, dice, y yo quiero preguntarle más.


Cuando se sube al taxi por la ventana me lanza un beso con la mano. Gina es linda e inteligente, amigable, en ningún momento me trató como a un cliente o como a un loco metido. Aceptó darme la entrevista porque le35 gusta ser honesta, oculta su oficio por ciertas razones, pero dice, «Mi oficio no es para toda la vida. A nadie le dura el oficio para siempre». Durante nuestra charla no sentí en ningún momento que me coqueteara o me tomara el pelo. Tiene una facilidad de palabra superior a muchas personas. El taxi desaparece en la Queens Boulevard. Yo cierro mi libreta, salgo y me subo al tren. Ah, se me olvidaba recalcar que los ingresos de Gina son libres de impuestos.


El triciclo del retorno a desnivel

Por Reyna Hernández Haro

Lunes, primeras horas del día, como siempre, la ciudad es vertiginosa. Se despierta aún con modorra. Alarma dictadora, castrante e intempestiva que me arranca del sueño. Ya no nos corresponde el tiempo a nosotros; por el contrario, somos esclavos de él. Acá una mujer corriendo con el lápiz labial en la mano, por allá el automovilista con el rostro desgajado por el tiempo y más acá la ruta de pasajeros tan sobrepoblada al grado de provocar un accidente. La ciudad se convierte en venas estresantes al punto de un ataque cardiaco y sucede cuando algo sale del ritmo cotidiano. Se acerca la hora de ingreso a laborar, son las 9:00 de la mañana. Entre medio de este acelerado ritmo, un hombre mayor, de unos 70 años, empuja por la calle un triciclo repleto de cartones que ha recolectado en las empresas de la Zona Industrial de Zapopan. Este hombre sin nombre, sin compañía, con el peso de los años, todas las mañanas se levanta a primera hora, –así le han enseñado sus padres como lo marca la tradición–. No ha sido su primer trabajo, pero sí es ahora lo más importante. Así pues, todos los días pasa por las empresas que se sitúan en las cercanías a Periférico Norte, recoge cajas o tubos de cartón que va apilando hasta copar su triciclo, el cual empujará, todos los días por las calles aledañas. Cuando considera que ha recibido todo cartón existente, toma la decisión de cruzar el periférico por el retorno a desnivel. No estamos acostumbrados a que en una ciudad como la llamada Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se generen los caos viales, si algo sucede (un choque, una avería, un cruce, un asesinato) la ciudad se para y puede hacerlo por bastante tiempo. El flujo se detiene, nos desesperamos, bocinazos por aquí, por allá y por última instancia un nuevo choque se suscita tras ese lento avance. ¿Cuándo comenzamos a no ser dueños de nuestro tiempo? Nuestro amigo camina a paso lento, lleva la carga de esos cartones y se arriesga a transitar cuando toda la urbe se abalanza con las carreras que exige la producción. Es la “hora pico” en que todos ingresan a la vida laboral o escolar. En esta sociedad mexicana no hay espacio para los mayores. Ellos van lento, a pasos, caminando;


mientras los jóvenes corremos, nos tropezamos, andamos en auto. La ZMG ha visto crecer la cantidad de 37 vehículos en las calles con relativa premura. Sea quizá el abaratamiento para adquirir una unidad o la alternativa

de movilización ante un mal servicio de transporte público… no llego a comprender los verdaderos motivos. Nuestro amigo sale todas las mañanas, invariablemente, a recolectar cartón. ¿Modo de vida? ¿Necesidad económica? ¿Motivación para seguir adelante? Si bien se habla de una idea incluyente donde personas con alguna discapacidad física y mayores de edad tengan mayores accesos a los servicios, cuando el slogan del gobierno en turno es “Bienestar” surge la pregunta ¿en verdad sucede eso? ¿En verdad los adultos mayores gozan de estos beneficios? 500 pesos al mes no son nada. La ciudad no está hecha para ellos –y a decir verdad ni para quienes no se transportan en neumáticos–. Simplemente se les posiciona como un objeto más en la vida cotidiana. Al verle acarrear tal cantidad de material me pregunto dónde estará la familia ¿la tendrá? Cierto que ellos pertenecen a otro estilo de vida, dejarles sin hacer algo es casi colocarles una lápida encima, pero ello no justifica estos hechos. El cruce de este hombre con su triciclo atravesando la vía más rápida por un paso a desnivel nos hace cierta alerta; no detiene, nos obliga a mirarle. Alguna vez me lo encontré en la esquina, miraba a un lado y otro para decidir el momento oportuno de abalanzarse al paso a desnivel; yo esperaba el camión. Le pregunté por qué llevaba tanto cartón: “lo vendo, al menos unos pesitos sacan para los frijoles”.


Sangre y aceite Ă“leo sobre lienzo


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Precarios

Por Yunuen Díaz

Renuncio a trabajar cada cinco minutos, no asisto a mis citas, llego tarde siempre, tengo un barco roto en el bolsillo, llevo una balsa de medusas en el saco, aun me puedo enamorar a primera vista pero no me alcanza para pagar un hotel. La corriente de gente, la corriente económica, la corriente ideológica: flotar como un maniquí de grandes y abiertos ojos. No tengo tiempo de pensar en casi nada, no tengo tiempo de alcanzar el tiempo, no tengo tiempo de pensar en el tiempo: el tiempo es precario. Viajaba por un beso que aún no recibo, me quedé dormida en la estación equivocada, me quedan tres monedas en el corazón, son como tres islas. Extraño tanto a alguien que aún no he conocido y no sé cómo decirle que le he perdonado todo: la escritura es precaria. Hace unas horas olvidé que tenía pecho, me ahogaba, acá las manos, acá los ojos, acá la historia y las historias. A esta hora la gente sale de trabajar y la ciudad oscila, una pregunta vuela y es un pájaro, la ciudad se inunda de pájaros y puentes y deseos. Mr. “Señor de al lado” lleva un zapato roto, yo también, sus manos y las mías se aferran al tubo del metro, sus manos y las mías chocan, sus manos y las mías se deslizan sobre el día, sonreímos con largos dientes, nos apena mirarnos a los ojos, somos los personajes sórdidos de un cuadro de Kirchner. La economía es precaria. Al lado una mujer vende sueños en cajetillas de cigarros, un poeta da las últimas noticias, los niños atrapan moscas para arrancarles las alas. Otra vez me perdí, otra vez sorbo islas, sorbo libros, bebo poemas de manera desesperada, mi frente pegada al vidrio, mi frente pegada a marzo, una estación y otra, no sé por dónde ando, no sé cómo llegué y no sé cómo he logrado no perderme, o cómo me perdí sin llegar antes: pego mi frente a las nubes, voy y vuelvo, olvido a dónde voy, la única urgencia que tengo es aprender a volar. Saco a pasear unos libros a la calle, te busco en mi bolsillo, el teléfono dice que no has pensado en mí. Dejar de ser precaria.


Rogar y gemir Ă“leo sobre lienzo


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El inmortal

Por Jorge Jaramillo Villarruel

Esta mañana mi esposa me miró con atención. —No has envejecido un solo día desde que nos casamos. Sabía que no podía mantenerlo en secreto por mucho tiempo, pero de alguna manera logré evadir el tema por poco más de once años. Seguramente la rutina y un matrimonio perfectamente aburrido, fueron de gran ayuda. Pasé buena parte de la mañana explicándole todo. Vaya, no iba a mentirle, no tenía ninguna razón para ocultarle la verdad, salvo su escepticismo. Quiero decir, quién podría creerme si yo le contara que soy inmortal. No, lo mejor era esperar a que ella mencionara el tema. Esta vez fueron muchos años de espera, normalmente en cinco o seis, ya están haciéndome toda clase de preguntas o mirándome raro. No me creyó. Es lógico. La mente del hombre está hecha para eso. Es más fácil para un ser humano creer en un dios todopoderoso y su paloma semental o en la virginidad de la propia madre, antes que dar crédito a aquello que no les enseñaron en televisión o en el catecismo. Es sorprendente que con una mente tan obtusa, el hombre haya conseguido sobrevivir todo este tiempo. Pero divago. Pensó que bromeaba. No importa. Tiene el resto de su vida para hacerlo. No soy un monstruo insensible, no crean eso. No lo soy, pero he tenido tiempo de sobra para ver cómo todos, también yo (durante una época), pierden el tiempo, un tiempo precioso no renovable, por no decir de una sola vez las cosas como son, por andarse con rodeos. No creyó en nada de lo que le dije. Pero me siguió el juego, según ella. Me preguntó cómo es; quería saber si es aburrido, si es una tortura saber que uno no va a morir. ¡Nada de eso! También le conté que no recuerdo cómo se siente saber que uno va a morir, pero debe de ser algo terrible. La gente se muere y el cuerpo se hace polvo. La gente se muere y la mente se hace polvo.


La inmortalidad resulta ser una gran ventaja; lo mejor de todo es que no mueres. No he probado con un disparo en la cabeza o colgándome de un puente peatonal hasta asfixiarme. No quisiera morir, o, peor aún, volverme imbécil como esos rábanos que “sobreviven” conectados a cables y que cagan a través de unas mangueras de hule. Me pregunto qué soñarán esos pobres diablos. Acaso con aquel amor de música ligera. ¡Debe de ser espantoso! No. ¡Oh, no! No. La inmortalidad no es aburrida, no es ese infierno que los libros de vampiros y toda esa literatura para adolescentes nos quieren hacer creer. Si el vampiro Brad Pitt no soportaba la inmortalidad, no es porque hubiera sido inmortal, sino porque era un insufrible hasta para sí mismo. Aunque no lo hubiesen convertido en vampiro, sería insoportable. Creo que lo peor de ser inmortal es esta moda que lleva ya treinta años y a la que no se le ve final. Me refiero a la moda de los libros dietéticos, descafeinados, pasteurizados y homogeneizados. Literatura light que no aporta nada al lector. Ya saben: Anne Rice, Juegos del hambre, Crepúsculo, Sombras de Grey, ustedes nómbrenla. Pero miento. Hay cosas peores. La guerra. La pobreza. Ochenta años de autoritarismo, irónico sustituto de una dictadura. Así, ni se siente el paso del tiempo, sólo le cambian la cara al rey, lo hacen más viejo o más joven, copetudo o bigotón, pelón o cuatrojos, pero sigue siendo el mismo trozo de mierda. Puedes cambiarlo de un día para el otro y nadie olerá la diferencia. La inmortalidad en sí es estupenda. Puedo leer todo lo que se me antoje, escuchar miles de discos miles de veces, ver todo el cine del mundo (si es que vale la pena; no vería nada de Disney ni aunque hubiera agotado ya todo el cine disponible). Conocí el trompo, el balero, las canicas, los futbolitos mecánicos, las máquinas de pinball, las tragamonedas, el Atari, el Nintendo, el Supernintendo, el PlayStation 4. Pasé de Pit Fighter a Fatal Fury y Art of Fighting, a The King of Fighters y a la decadencia de The King of Fighters. Viajé a caballo, en carreta, el automóvil original me pareció una aberración, pero algunos autos modernos me parecen geniales. Viajé por todo el país y me quedé largas temporadas en sus diversos escenarios. Platiqué con Velarde, con Reyes, con Arreola, con Inés Arredondo. Fuentes y Paz eran detestables. Elena Garro era una hermosura, y su hija tenía unas piernas de lujo. Luego vino lo que les hicieron. Lo que les hizo el gobierno no tiene perdón. Pero no tomemos ese camino, ahí no hay luz. Viajé mucho. Ya no. No se puede. Si no te mata el narco, te mata el ejército. Y un “usted disculpe, nos equivocamos” no va a devolverme mi inmortalidad íntegra. No vale la pena arriesgarse. Además, el país es ahora un basurero. Era hermoso hace cincuenta o sesenta años, pero hoy es una porquería. No tiene caso viajar. Lo mejor de ser inmortal es no morir. Mi esposa no me creyó. Verificó que no tuviera fiebre. Con el tiempo se resignará. No lo llegará a creer, pero lo aceptará tácitamente. Los mortales no pueden creer en la inmortalidad porque es demasiado dolorosa para ellos.


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Dora Elia Ă“leo sobre lienzo


El arpista

Por Aída Valdepeña

I. Terminó de tocar. Acomodó cuidadosamente el arpa sobre el césped. Miró un momento las hebras de sol que se filtraban por el abeto. Fue al río, hizo cuenco las manos y se mojó el cabello. Casi podía escuchar las palabras de su madre: “No te mojes las manos después de tocar.” Suspiró. Volvió a meterlas hasta los brazos.

II. Volvió al arpa: Caligrafía musical. Lienzo blanco de trazos sobre agua. Pátina de los dedos en las cuerdas. Cerró los ojos y escuchó un aplauso seco: “ni muerta dejaría de aplaudirte.” Los abrió, se supo solo. Miró el abeto y entró al río para que nadie lo escuchara llorar.


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Reencarnarรกn siempre en un recuerdo ร leo sobre lienzo


Los cocodrilos Por Xánath Caraza

El verdadero problema fueron los cocodrilos. Los tiburones que llegaron hace veinte años, quién sabe de dónde, los fueron pescando uno a uno los valientes pescadores de Burano. Los mandaron a llamar, más por la fama de sus abuelos que la propia. Se hicieron fotos con los tiburones colgando y los arpones, que sirvieron más de adorno que otra cosa. Los cocodrilos sí fueron un problema, de pronto las mascotas, las más pequeñas, y algunos gatos callejeros, casi adoptados por las casas frente al canal grande de Murano, se desaparecieron.

Las sospechas empezaron cuando una señora que caminaba con su perrita muy temprano por la mañana la soltó y la perrita curiosa, sin saber que sería la última vez que lo hiciera, se asomó al canal atraída por el inusual movimiento del agua. La señora, sin preocuparse, se dio la vuelta para fumarse un cigarro, como lo hacía usualmente, y ver unos collares de cristal rojo en uno de los tantos aparadores muy cerca del museo del cristal. La perrita nunca apareció. La señora se cansó de llamarla toda la mañana, no dejó de fumar ese día pero la pequeña Zucchini, así se llamaba, nunca apareció.

Primero sospecharon de unos corredores americanos que recién habían llegado a la isla de Murano pero ya se daban a conocer muy temprano por la mañana con sus recorridos por la isla. La policía los interrogó y nunca encontraron ni rastro de la Zucchini.

Luego vino el agua alta en luna llena y ese sí fue un verdadero problema. Los cocodrilos, ya más acostumbrados al terreno, conociendo las costumbres de las personas, empezaron a caminar junto al canal. A veces, como buenos cocodrilos, se quedaban entre los botes y solo se veían sus dos ojos brillantes. La gente primero pensó que eran luciérnagas rojas pero se desaparecían de repente y, luego, volvían a aparecer en medio del canal. A veces se veían un montón de lucecitas rojas en medio de la laguna que siempre se movían de par en par. Luego los sonidos raros, casi como rugidos, por las noches. Cuando llovía por veinticuatro horas seguidas, seguro se veían en la superficie acechando cualquier posible víctima, aunque fuera en plena luz del día.


El colmo fue cuando aparecieron los botes flotando a la deriva en el gran canal de Murano. Nunca hubo rastro 47 de sangre. Nadie supo cómo le hicieron. La gente dejó de andar cerca de los canales por la noche, si lo hacían

iban en grupos, de por lo menos cuatro, y armados con escobas, resorteras, libros muy gruesos o lo que encontraran por ahí. No faltaba quien sacara los arpones, medio oxidados, de los armarios de los abuelos.

La población de palomas y gaviotas empezó a decrecer en la isla de Murano, eran los cocodrilos que se las iban comiendo poco a poco a falta de carne humana. Nadie decía nada porque no querían que los turistas se espantaran. Afortunadamente los turistas eran tantos que con el ruido que hacían espantaban a los cocodrilos. El problema era cuando alguno que otro se quedaba hasta la media noche solo, a esos, casi siempre se los tragaban los cocodrilos, pero nadie decía nada y al otro día muy temprano los botes que recogían la basura se apresuraban para barrer los sombreros o cámaras fotográficas que quedaban como única prueba de su existencia. Sólo se rumoraba que los cocodrilos se habían comido a otro visitante pero nadie decía nada. Una noche, una señora, ya mayor de edad, que vivía frente al gran canal quiso salvar a uno de esos turistas desprevenidos que se quedó más allá de la media noche tomando fotografías. La mujer estaba sentada en la ventana, por tanto calor y humedad. Esa noche cuando vio lo que pasaba, prendió la luz y empezó a dar de gritos para espantar al cocodrilo. Le tiró, al cocodrilo, desde su ventana todo lo pudo alcanzar, una maceta con flores rosadas, un florero de cristal rojo, un elefante también de cristal. Las luces de otras casas se prendieron y sólo algunos se atrevieron a salir a los balcones, para ver con horror, cómo el pobre y solitario turista era arrastrado al canal. No había ni rastro de sangre al otro día. Nadie dijo nada, ni una palabra del asunto, y la señora, misteriosamente, fue llevada a un manicomio a la siguiente semana. Todos se quedaron en silencio. Nadie dijo nada, ni una palabra.

Los cocodrilos han desaparecido. Ya se puede caminar por las noches tranquilamente por el gran canal de la isla de Murano. Eso es lo que rumora la gente. Ayer llovió todo el día y parte de la noche. Esta mañana alguien encontró seis libros de poesía tirados cerca de un puente. Eran seis libros de la biblioteca pública de la isla de Murano. Uno de los vendedores de cristal, que se levantó muy temprano, los llevó de regreso a la biblioteca y borraron con cuidado el registro de la poeta chicana que había ido a Murano a pasar un verano para escribir un poemario. Nadie dijo nada. Ni una palabra del asunto. Parece que los cocodrilos no se han ido del todo de la isla de Murano.

(Isla de Murano, Venecia, Veneto, Italia, 15 de junio de 2015)


Mariposa desnuda Ă“leo sobre lienzo


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Reconciliación

Por Emerson Colorado

Aquella noche la temporada de lluvias inició con tormenta. Puntos de agua brotaban y se esfumaban contra el parabrisas. Las calles limpias de gente. Dentro de la camioneta, el clima no era mejor. Él se inclinó para tomar un cigarrillo de la guantera y las miradas se encontraron. Ella con restos de rímel, lágrimas y papel regados por el rostro. No arreglaba nada con ello, pero, aún así, el hombre se abstuvo de fumar. Era el final tan esperado. La muerte y el rompimiento son eventos que se programan y posponen día a día sólo por una combinación de casualidad y causalidad. Como respuesta, la mujer se alzó de hombros y giró su cabeza hacia la calle. Conocía la decepción, pero no con él. ¿Olor a tabaco? “Mejor regrésame el tiempo perdido”. Un piquete de mosquito en su tobillo la sacó de sus pensamientos. La comezón, desde siempre, es algo que la exaspera. Su pantorrilla queda inflamada de tanto rascar. El hombre la vio de reojo. Típico de ella: no dejar pasar nada. Obsesiva. Detalles de la personalidad que con los años pasan de ser interesantes a intolerables. Al sentir la mirada de su esposo y, como si quisiera quitársela de encima, talló el piquete hasta que se levantaron tiras de piel. Cerró sus ojos y suspiró contra la ventana. Él empuñaba las manos sobre el volante. Sobre sus sienes, las venas se hincharon. Con suerte, pensó, se trata de jaqueca, pero, de acuerdo a los eventos recientes, lo más probable, migraña.


-¿Puedes dejar de rascarte? Le dijo. Ella no alcanza responder. Su boca quedó abierta cuando aparecieron cuarteaduras sobre el cristal mientras se escuchaba un estruendo. En el techo del auto apareció una abolladura. El auto frenó. Miraron por el retrovisor y observaron las marcas de llanta en el asfalto y cornadas por un bulto al horizonte. Al frente, sobre el cofre, un zapato no mayor a diez centímetros los miraba acusador. Puntos de agua, ahora teñida de rojo, brotaban y se esfumaban contra el parabrisas. Así, acabó el problema.


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La desgracia de llamarse PĂĄramo Ă“leo sobre lienzo


Juan y Bonita

Por Miguel G. Galicia

No puedo ir, debes hacerlo tú. Por mí no te preocupes, yo estaré bien. Las palabras salen de la garganta del hombre enfermo como un suspiro. Juan asiente y enjuga su llanto. Sale al establo y ata a la vaca que muge. Le dice Ven Bonita, y ella resopla en respuesta. Se apresura debe ir al pueblo a tratar de venderla a buen precio lo antes posible, pero está lejos, muy lejos. Si se da prisa podrá disfrutar de lo último de la lluvia de estrellas que mojan con su luz el valle. Como una ráfaga surge la escena, y puede imaginarse sentado en el borde de la montaña, con los pies al aire, cerrando y abriendo los ojos rápidamente para poder guardar en sus pupilas cada uno de esos haces. Bonita a su lado, echada, mascando serena, acompañándole. Lleva un poco de pan, carne seca, agua en una guaje y un silbido que nunca cesa. Ensaya e improvisa tonadas, unas más alegres que otras. Cortos sus soplidos, la trompa elástica, entorna la lengua, cierra los ojos y mientras anda por el camino, flotante todo él puede vivir el viento despeinar el pelo de su cara de lobo… ¡Lobo, eres un lobo!, ¡Lobo lobito lobezno! Los ecos de las frases de sus amigos exprimen sus ojos. Líquido verde fluye por debajo de su comisura labial; su lengua negra la lame con regusto. Una mano aprieta con fuerza desmedida la rienda, la otra acaricia un cuervo como de papel lustroso con alas plateadas que se ha montado en Bonita. Mira si estás feo mano, dice y sonríe cómplice. El graznido que recibe como respuesta parece ser de agradecimiento. En su cabeza escucha de nuevo las voces filosas: ¡Huyamos del lobo!, ¡¿lobo estás ahí?! Jajajajajajaja. Sus compañeros de clase provocan que el torrente de su alma se desborde, y él decide hacer una pausa. Un pequeño torrente de agua cristal anega rápido el sendero. Al contacto con el pasto cada gota empieza a desparramarse cambiando de color. Mira la maravilla el muchacho de huesos anchos. Es una sinfonía de colores


que se crean, se mezclan, iluminando el suelo, como ahora mismo sucede en el capote allá sobre las montañas que lo esperan. Voltea atraído por los truenos. En la tierra de abajo, allá, lejos, donde vive, llueve…

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Luego de la pausa imaginada Juan camina sin descanso, lento pero seguro. La luna se come al sol una, dos veces. Las islas de casas al fin aparecen a la vista; flotan en el mar verde de árboles y plantas, con sus cascadas de arena. Trinos sordos preceden la nube de aves sin cabeza que ensombrece por momento el andar de Juan. Sabe que está cerca y se regocija con una alegría ligera, parecida a la que siente cuando come galletas rancias. Sube el último trecho hacia su destino. La vera ofrece una vista perfecta de sincronía natural: maraña de raíces de todo tipo: riachuelos, sobras de nubes y arbustos que nacen y llegan desde la montaña del Elefante, semejan brazos que se abren para acogerlo en esta visita. Las tierras del Oriente siempre le resultaron fascinantes a Juan. La vaca silente sigue dócil. Un chispazo en su cerebro ilumina los cuernos. En su hocico regurgita y mastica un trozo de savia calcificada que el chico le dio antes de iniciar el trayecto a la cúspide. Ella no lo sabe pero la ayuda a evitar el cansancio, y lo mejor: la hace soñar despierta. Por primera vez Bonita toma consciencia de lo que es y se siente satisfecha de formar parte de un todo. Imagina que si no existiera su lugar en el universo sería una mota de algodón volando entre los yerbajos. O una mancha negruzca que los humanos llaman sombras, que no tienen forma y que no dicen nada, ni mu. Sus ojos parecen salirse de su sitio, quiere… ¡¿hablar?! Sí, lo sabe, algo en su cabeza se lo confirma, puede explicarlo como si se tratara de un pensamiento parido de esos que nacen del cieno de la ¿mente?, se hacen charco, evaporan y se convierten en, en, algo así, como, como lluvia concentrada que hace caminos en su, en su, en su, (no halla la palabra) ¿torrente?; baja por detrás de la garganta (porque ella tiene garganta ¡claro!) y salen por la boca u hocico en su caso. Sus pulmones se aprietan a sus costillas, se inflan y reinflan; entra aire; su corazón se paralizará seguro. No tiene miedo, pues no sabe qué pasara con Juan cuando la escuche falhar. Este es su momento, el momento ha llegado para emitir una palabra, y no sabe cuál pero si pudiera sería ¡Gracias!... Pero antes que la emita y con ello quizás cambié el trayecto de la historia misma, escucha sollozar a Juan, quien le dicta su última sentencia de amo: "Siempre te quisimos y protegimos como un integrante de la familia; pero ya no podemos hacerlo más, perdónanos". Extiende la mano, recibe unas monedas, tres granos que no conoce y lo guarda todo en su morral. Bonita, la vaca feliz, cuasihablante, no comprende cómo pasó todo ese tiempo, pero siente que la felicidad se le termina de golpe. No recuerda desde cuándo se le ha caído su dulce de cal. Su mente se eclipsa de nuevo y pierde


la nociĂłn de quiĂŠn es o fue durante un largo trecho del camino. Y mientras la jala desde ahora y para siempre alguien que ni le habla ni le llama Bonita, muge sin mĂĄs...


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Solo tĂş y yo Ă“leo sobre lienzo


Arturo Esparza es un artista plástico originario de Torreón, Coahuila, México. Actualmente vive en Guadalajara. Su formación incluye cursos y talleres de pintura y grabado. Antes de introducirse en el mundo de la plástica formaba parte de un grupo misionero del cual deserta para adentrarse en las Artes. Su última exposición fue en Dublín, Irlanda, donde su obra fue mostrada junto con otros artistas del mundo. Organizada por "Macabre Gallery" siendo la primera exposición de arte macabro en Europa y él el único mexicano. Esparza reconstruye fragmentos de su infancia. Cosas que se han consumido por el tiempo y olvido, a las cuales trata de rescatar de una ciudad devastada. Cosas que han muerto, toca temas relacionados con lo sagrado y la muerte. Crea un universo íntimo, que muestra la forma en que disfruta de la belleza y ésta la encontramos en todas las manifestaciones de la vida, incluso cuando termina.


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SEGUNDAS PARTES ¿Y lo volverás a hacer? preguntó la conciencia antes de verse amarrada, dentro de un oscuro baúl, en el fondo del cerebro.

CUESTIÓN DE VICIOS Algún día voy a besarme largamente con un chico... mientras sucede... que traigan a las chicas; uno es de vicios insalvables.

DEJAD AL TIEMPO La soledad es un drama que se quita con la edad

CONVICCIONES A LA MEXICANA Ya no pienso apoyar más a los revolucionarios. En cuanto a las revolucionarias... seguiré guardando sus teléfonos... uno nunca sabe.

DE OPORTUNIDAD Tengo un poeta escondido en el clóset, cuando se abre una beca el poeta sale, cuando se publica una convocatoria el poeta tararea, cuando se dan los resultados, este poeta mío vuelve a encerrarse en el clóset.


Ciego Coge su álbum de fotografías y contento acaricia las páginas. A pesar de que no puede ver su contenido, le alegra pensar que existe ese registro de su vida. No sabe que, desde hace años, su mujer sólo guarda fotos de sus gatos.

Escondidillas Ya no es divertido jugar con el abuelo. Desde que murió no hay forma de ocultarse de él.

Ciudad Después de la caída de la bomba atómica, los fantasmas de todos los habitantes de la ciudad se reunieron. Como ninguno faltaba, decidieron que no había razón para no seguir con sus vidas.

Laberinto En un laberinto de espejos, miles de hombres iguales se miran. Sólo uno es real, pero han olvidado quién.

Incógnita ¿Qué es el mar para el perro? ¿Y qué es el perro para el mar? Lo preguntamos por la indiferencia con la que el perro caminaba por la playa y la naturalidad con que la marea nos devolvió su cadáver.


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Corazón Azteca Entre la penumbra en medio de dos cerros se esconde una sombra, agachada corroe el cuerpo de una mujer moribunda, La Patria yace entre sus manos casi devorada e inerte. La sombra se levanta de inmediato, la luz una parroquia resalta a lo lejos, avanza resuelta hacia ella, el ente abraza al pueblo entero y lo tiñe de gris. Se para en un balcón y grita ferozmente, cuarenta y tres almas salen de sus casa y danzan melodías de muerte en la plaza, los ilustres meten las manos en líquido carmesí y escriben en los muros reformas. Mirando a través de una ventana, enmarcada entre muros blancos, se encuentra un rey sentado en su silla dorada, observa la decadente escena, aprieta el puño derecho donde guarda un corazón azteca, lo aprisiona con furia mientras se dice así mismo " sólo resta esperar".

Viajero Javier va camino a casa, su piel pergamino frágil descansa en el asiento del camión, sus ojos hundidos se cuelgan del sol, su aliento cansado respira el viento, su alma enferma ha perdido la alegría desde hace siete años, sus padres lo vigilan de cerca, mientras cuentan los centavos del monedero, el espinazo se les pego al estómago, el hambre no mengua su dolor. Javier asoma el rostro por la ventana, encuentra un pequeño remolino de hojas y aire, chocan con sus ojos cerrados, él permanece inmutable. Sabe que su viaje llegó al final, ahí donde los rayos del sol se anidaron en su cabello, ahí donde el Javier enfermó de miedo.

Espectro Ella tomó mi rostro y lo acercó al suyo, sentí la sequedad de su piel como grietas en tierras áridas donde vuelan los cuervos, sus arrugas germinaron y llegaron al fondo de mis ojos, a mis oídos y a mi lengua, de inmediato sus recuerdos me tomaron presa, quise apartarme y restregó su frente a la mía, le grite “¡abuela debo marcharme!” sus ojos se secaron y ella se perdió en la oscuridad.


Paisaje de piedra Ă“leo sobre tela 120 x 150 cm


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Noche derramada Ă“leo sobre tela 80 x 70 cm


Atmósfera dentro Óleo sobre tela 115 x 110 cm


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Paisaje improvisado Ă“leo sobre tela 120 x 80 cm


Muros de tierra Ă“leo sobre tela 90 x 100 cm


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Nace en la Ciudad de México en el año de 1982. Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, especializándose en las áreas de fotografía y pintura y dentro de esta en el género de paisaje y abstracción. Su propuesta plástica se centra en la representación del paisaje creando composiciones que no siempre se apegan a la realidad, sino que muestran la visión abstracta que a la artista le interesa rescatar en su obra. Centra su producción artística en crear paisajes emocionales; agregándole a la figuración explosiones, derretimientos, velocidades y manchas, rechaza la mímesis e integra las composiciones con sensaciones y percepciones. Desde el 2002 ha participado en más de 45 exposiciones colectivas y en el interior de la República Mexicana. Destaca la exposición Paisajes encontrados llevada a cabo en la Torre Ejecutiva de Pemex, así como su


participación en la Primera Bienal de Arte Contemporáneo Chapingo 2008 en la Universidad Autónoma de Chapingo y recientemente en la Primera Bienal Plástica Texcoco 2013 Felipe Santiago Gutiérrez. Cuenta con una exposición individual titulada Ru-rales llevada a cabo en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia en el año 2008. Dentro de su producción se ha sumado el interés por la ilustración de libros infantiles y juveniles; a la fecha ha colaborado con la ilustración de cuatro libros. Su obra plástica ha aparecido en catálogos y en el libro de poesía Jirones y Arena de la escritora Alma Rosa Tapia, publicado por INMUJERES. Del año 2005 al 2011 laboró en el Museo del Palacio de Bellas Artes INBA en el Departamento de Servicios Educativos como Artista Docente. Actualmente labora en el Museo Nacional de las Culturas INAH en el Departamento de Comunicación Educativa. El trabajo en museos le ha permitido complementar su producción plástica con la interpretación del arte y la historia que se transmite al público visitante de museos.

Exposiciones pictóricas individuales 2008 

Rural-Es, Centro Cultural Xavier Villaurrutia, México, D.F.

Exposiciones colectivas 2001  CH: 2230 Galerías 2 y 3, ENAP, UNAM. 2002  

Una de artrópodos, dibujando a los más pequeños exposición itinerante por Escuelas y Facultades de la UNAM. Espacios Grises-Ciudad sin gravedad, Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Sur, UNAM México, D.F.  La Pintura Tonal, una visión Técnico-Conceptual, Centro Cultural Carlos Pellicer, México, D.F. 2003  Homenaje a José Ma. Velasco, Casa de la Cultura Guadalupe Insurgentes, México, D.F.  Jóvenes Valores de la Plástica contemporánea 2003, Casa de la Cultura Guadalupe Insurgentes, México D.F.  Abstracción ES, Casa de la Cultura Juventino Rosas, México D.F.  Homenaje a la Poesía Latinoamericana, Delegación Gustavo A. Madero, México D.F.  Homenaje a José Ma. Velasco, Estación del Metro Candelaria, México, D.F.  Homenaje a José Ma. Velasco, Universidad de las Américas, México, D.F.  Taller 129 mat., Soumen Trade, México, D.F. 2004   

Imágenes a la orilla del silencio, La Casa de Cantera, México, D.F. Taller 129 mat., Estación del Metro Pino Suárez, México, D.F. Lote 19-08, Subasta Pro-beneficio del proyecto de restauración del Pentatlón Deportivo Militarizado Universitario, México, D.F. 2005


 ArteNorte 2005, Casa de Cultura José Ma. Velasco, México, D.F.  Exposición Colectiva 2005 de Cinvesart, Cinvestav, IPN, México, D.F.  Ex Libris Mundi, Ex Convento del Desierto de los Leones, México, D.F.  Ex Libris Mundi, Casino Español, México, D.F.  Abstrac 2005 Museo de Arte Regional, México, D.F.  Talleres Pintura-Grabado, Casa de Cultura Azcapotzalco, México, D.F. 2006

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 Ex Libris Mundi, El Club de Periodistas de México A.C. México, D.F.  Agua, Cultura de Vida, Cinvesart, Cinvestav, IPN, México, D.F.  Rock MexFest 2006, Museo de las Culturas Populares, México, D.F.  Homenaje a Emiliano Zapata, Centro Cultural Fausto Vega, México, D.F.  Festival de Muertos 2006 Cinvesart, Cinvestav, IPN, México, D.F. 2007  Abstrac 2007, Casa de Cultura Azcapotzalco, México, D.F.  Máscara, la otra cara de la tradición, Cinvesart, Cinvestav, IPN, México, D.F.  El Camino a la Muerte, Casa de la Cultura Azcapotzalco, México, D.F. 2008     

Crónicas de Género, Casa de la Palabra José Emilio Pacheco, México, D.F. Aires del Norte, Universidad Autónoma del Estado de México, Campus Atizapán, Edo. de México. Diálogos con el Arte, Universidad Tecnológica Fidel Velásquez, Edo. de México. Semana Cultural 2008, Universidad de Negocios ISEC, México, D.F. 1ª Bienal Internacional de Arte Contemporáneo Chapingo 2008, Arte con Raíz en la Tierra, Universidad Autónoma de Chapingo, Edo. de México. 2009  Diálogos con el Arte, H. Ayuntamiento de Atizapán, Edo. De México.  Día Internacional de la Mujer Secretaría de Economía, México, D.F.  Paisajes Encontrados, Wendy Cárdenas, Susana Herrera, Torre Ejecutiva de PEMEX México D.F. 2010  Presencias, Museo del Periodismo y de las Artes Gráficas, Guadalajara Jalisco. 2011  Jirones y Arena, Cinvesart, Cinvestav, IPN, México, D.F.  Jirones y Arena Gran Hotel de la Ciudad de México, México, D.F. 2013 

Primera Bienal Plástica Texcoco 2013, Felipe Santiago Gutierréz, Centro Regional de Cultura de Texcoco, Estado de México.

OBRA MURAL 2002 

Origen, Unidad y Fin, mural colectivo de 30m. de longitud realizado en las instalaciones de La Escuela Benjamín Franklin, México, D.F.


Dionicio Morales

Fragmentos del poema Señales Del libro Inscripciones y señales

A Eunice Odio IV Lenta es la noche A ratos se oyen como un silbido nuestras pisadas en la alfombra Son los preparativos para el amor El lecho como una cripta aguarda De pronto el peso de nuestros cuerpos desnudos lo aligera ¡Ah! nuestros cuerpos enlazados principian al mundo y una vez más somos los primeros habitantes de la tierra los que en estos momentos no haremos descendencia y dejaremos aquí grabados en blanco nuestros nombres Pero tú y yo como todos los demás no escribiremos la historia Será la misma siempre comenzada y siempre siempre repetida V Yo había dado mi corazón


a que lo devoraran las hormigas cuando una mano —tu mano jovencísima— vino a poner sobre mi corazón su tacto humedecido

VI Eras toda la luz reunida en un vaso de obsidiana. Cuerpo a cuerpo: espejo perfecto. Puse mi mano sobre tu desnudez y se hizo noche. Dios, momentáneamente, quedó ciego y fuimos uno, dos, tres, ay, tantos fuimos. Al amanecer quedamos huérfanos del mundo. Y todos los días, como la vida, empezamos a partir de cero. IX Claroscuro de ti voy desnudo sobre la luz sin esta piel sin tacto Llego al territorio del alba —la infancia del día Por encima del sol todavía te miro Vengo sin mí pero contigo dentro

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Natalia Toledo

*Del libro Guie’ yaase’ (Olivo negro)

Caree yaande guiigu’ guirá xixe raca benda. Diuxi ribeelú guriá ti yoo caruxi naa ruyadxiee’ laabe deche ti yaga guie’ yaase’.

El río se desborda todos se convierten en peces. Dios aparece en una pared descarapelada yo lo observo detrás de un olivo negro.

Mexa’ bidó’

Ti mexa’ bidó’ ñee cuanda nahui bizuudi’ sica rusuchaahui’ ti gunaa za,


ma cazui’ gui’ri’, nuxhele’ Niñu guiropa ndaga guielú guicha íque guiiu nabidxu, gulee’ yaande’ laa dxi nexhe lade guixi biquiide’ guidiladi ne golabere’ ne nisa xhinni lu mexa’ bidó’ reeche guie’ bigaraagu’, guie’xhuuba’ ne guie’chaachi’. Galahui zuhuaa galaa bandá’ sti’gue’tu jñaa’ Rosi riná guirá ni ruzee lu’ ndaani’ yoo. Ruyadxiee’ni cuyaa gu’xhu’ ne riníti lu bi. Cani’ti riidxi: binidxaaba napa xhia.

La mesa de los santos

Una mesa de pata dispareja envuelta en fustán zapoteca, el cirio agoniza, un niño Dios abre los ojos como postigos y su cabello estuco rizado cuando lo tiré de su cama de heno pegué sus pedazos con la viscosa de un árbol y saliva sobre la mesa de esparce corozo, jazmín de istmo y flores de mayo. Al centro el torso de mi tía Rosi

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observa a los que se persignan dentro de la casa. Veo las figuras que el humo danza y desvanece en el aire. Oigo una voz: El diablo tiene alas. *** Sica ré’ biulú niidxi sti’ guie’ rica lu yaga sacaca re’ guie’ stinne’ xnisalu’. Riuulu’ ndaani’ ra nari’ ni’ xcú ne reyubilúlu’ ti guie huána’ guini’ lá lu’.

Como los colibríes a una orquídea liba mi flor para ti entras a donde el tallo es dócil, buscas un espejo que pronuncie tu nombre.

*Poemas escritos en lengua zapoteca.


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Alejandro von-Düben

(Una carta sin fecha)

Dice que su cuerpo es una clínica abierta las veinticuatro horas del día que un enfermo mental habita en su carne dolida que en cada mañana la noche es tan espesa como su sangre y no puedo más dice y no puede más después de haber visto a las peores mentes de su generación ser ascendidas para los mejores puestos políticos y empresariales después de haber habitado a un imbécil durante tantos años enjaulado en su propio cuerpo alimentado con jeringas y uñas y antidepresivos después de haber perdido el tiempo masturbando sólo su sombra solo tras de saber que no hay peor cosa que echarse un polvo y sentirse muerto enterrado en vida dice tan sórdido como un bebé recién nacido que es arrastrado por las hormigas carniceras de cada día así me siento dice


o acaso vio demasiadas películas serbias o acaso se dejó llevar por un lirismo idiota o acaso ocasionalmente había ocaso y no he sabido qué hacer dice dime qué hacer cuando tanta puta soledad te llena las venas donde antes me pinchaba por la ausencia donde se extraviaba la luz que corría en la sangre excitada como ángeles que besan cada partícula de dios hasta devorarlo ahora me he quedado sin más dice me he quedado y esto no tiene sentido olvídalo cabrón dice que no le haga caso no es más que una carta sin fecha porque ni cómo saber qué día es hoy dice y además qué importa hoy que el correo como nuestra amistad es cosa del pasado y tenemos en la palma de las manos un presente sin futuro hoy mi presente es el ayer olvídame no quise decir nada en realidad dice y realmente no dijo nada al final sólo unas palabras de Pavese un gesto no escribió más.


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Sihara Nuño

Amar las cicatrices Odiar las cosas pequeñas; negarme a los espejos. Que me seduzcan para aborrecerlos a todos. Que me consuman para acabar con los carretes de tela. Que me penetren para que caigan al desagrado al mío, al del aburrimiento ante las mismas cosas, las cosas pequeñas… Carezco de todo y cada poro me sutura. Un recuerdo: una lengua al aire un detalle: la pausa, la mordida, la mirada amanecer amar los nacimientos esperar halagada la muerte escarbar estar saber que poco importa que es posible


humedecer las cicatrices aunque se estĂŠ rota.


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Arlette Luévano

* Descanso mis ojos en tu cuerpo, acerco mi sonrisa a la tuya, tomo tu temblor y lo alimento: Este sueño de mar que compartimos inunda las cuencas y montañas con la ira ancestral de los que buscan a un dios sordo y lejano, abandonado. Oh, cósmica ingravidez. Oh, imposible vuelo.

Disueltas las palabras me apresuras. Quedo en ti, en sangre, luz y salva, abiertas mis cicatrices sin remedio, tu corazón herido, sin escapatoria.


Claudia Tejada

Carencia

Me ense帽贸 a tender la mano

boca arriba

a mostrar los filamentos de mis palmas

la intemperie simulada entre mis dedos

cicatrices de tanta suficiencia.

-A veces

hay que doblarse como una cuchara

esperar que llueva sopa

pedir socorro-

me dijo el pordiosero conmovido

de mi lujosa pobreza.


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Yobani García Medina

Penitencias

Golpes en la voracidad de tus piernas, en la esquina de tu infinita y dulce agonía; espasmos espolvoreados con la azucarada vena de tu vientre: sangre molida por la boca mil veces muda, mil veces lluvia, mil veces tuya. Temo por los cansancios de tu cuerpo y por las procesiones incansables de mis manos para alcanzar la fe más carnívora, la más soporífera, la más instintiva. Duelen los pasos de nuestros ombligos con una sensibilidad acuática; nos caminamos con todo el peso del amor a cuestas para sufrir con esta capacidad orgiástica de herirnos.


Romina R. Silva

Diluida en la pérdida

Diluida en la pérdida perdida en las calles ocres cenizas de labios fuego quemazón de las entrañas apagadas a la vida

y las marcas deseos cómplices del desgarro marchitan los ojos color nube lloviendo piedras sucias

presentimientos de alba boreal enquistados en las venas


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ella diluida en la pérdida perdida en el verano de las muertes

apagada la vida encendida la sombra en cada esquina austera llora delirio márgenes de desolación llora coronas de espinas venenos fugaces siente templo siente los males posmodernos encapsulados en la metáfora de vida

busca los cielos pacíficos, sufre en el territorio perdido.


Ingrid Valencia

** Puedo decir que aún estoy llena de saliva, a la guardia con mi mejor torpeza,

esperándome. *** Las flores muertas del insomnio crujen junto a la mano de un pianista que entrelaza los líquidos más fugaces,

diáfanos en el soplo, en la aguja de las llaves que abren los cuerpos desde la voz,


Las flores muertas del insomnio 83

me saben a Bach, a la sal y la ceniza, a puentes que cuelgan, a contrapuntos solares. *** Arranco las letras del reloj, me pierdo en la mano, en el agua que nos cubre, en la gente que recuerda, en las palabras que abren los pĂŠtalos cenizos de la noche.


Esaú Frausto

9 de julio

Artículo segundo Constitución Política de los Estados Unidos

mexicanos

Reconoce y Garantiza el derecho de los pueblos (indígenas) a la Autonomía para: conservar, mejorar y Preservar la integridad de sus tierras.

Me han visto como extraño y recibido como a cualquier hermano Mi paladar ha hecho abdominales para pronunciar la lengua

¿Cómo no sentir una patada jar ñanfo con la tierra arrebatada por un sátrapa?


Lo entiendo, señor, entiendo que los empleos más sucios

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sean los más remunerados entiendo que usted no sepa qué es un árbol cómo se forma el agua del garrafón rosa que se bebe en la oficina

Entiendo que jamás entendería lugar ancestral que lo pasado pasado que la ecología no vende más que playeras anuncios de Coca Cola y membresías de Green Peace.

Le dejo mi empatía antes de que se retire con sus contratos firmados por su compadre su nieto su sobrino


la señora y antes de que vaya y chingue a su reputa madre no olvide twittear que #HoyEsDíaDelÁrbol.


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Claudia Andalón

Nadie pregunta por qué me alejo Y en definitiva, Los pasos de hule vuelven, una y otra vez

Hacia la misma pieza, El conjunto de imágenes empapeladas, Agujeros cenicientos, En el piso, líneas de cicatrices hirsutas silenciosas y abiertas;

Celofán celeste cubre cada ángel que duerme.


Mi casa como tantas otras forrada de costumbres deja sin sostén al herido, con revoloteos moscardón el pariente es sometido a histérica soledad devorado por sus propios perros

-Dejémosle solo- dice mi madre, sabia desde la gelidez de su acento ruido estrujado de blanco el interior de la fresa abre en ojos relámpago: Ha perdido un par de cordones nuevos.


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Eduardo Paredes Ocampo

Procariontes/Eucariontes De sustancia tantito somos, suficiencias: nada más ni menos que un hasta aquí.

Ellos más allá son. Revestidos de adentro, en sí casa tienen, las propias vísceras rumiándose.

La sobra les celamos, porque del largo que, en núcleo, en rizoma, nos sacan más Dios se saben. De niños les decían qué lindos ojos, qué pelo tan rubio porque casi copia eran de un Cristo de calendario. Pizcas para cada quien –dicen– a los eucariontes completarían. Pero no sólo cachos nos distan de lo entero


–no hay azar en como el ser se dosifica:

esto, aquello, libra a libra, se balanza para siempre, contra uno, otro trazar.

En canje de nuestro vivir sólo en su reojo, de su rabillo nunca transgredir, uno de los suyos, de vez en vez, nos conceden

para darle cara a los meses, para darle custodio a los días

y que hasta los soles casemos con este ecosistema.


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Claudia Sánchez Cadena

Jasmín

Te imagino en casa, con el pan, el café, con los gatos ronroneando sobre tu regazo; hablando a solas, a solas porque él se tuvo que ir en su autobús y tú te quedaste con la madrugada en los párpados, con el sueño pesado; también imagino que ya es julio y la lluvia se avecina, que todo se convierte en algo más húmedo y las plantas nos devoran.


Sandrah Mendoza

Poecat

Hace algunos minutos he visto un gato muerto recordé a mi único gato favorito y lleva en su nombre una “M” 15 años de dormir sobre sus piernas y jugar con su cabello no han sido en vano que me ronroneara por teléfono en las notas de voz mirarla siempre en fotos era bello hasta que un día extraño el día de la despedida

ayer vi árboles talados frente a la facultad una de esas facultades de ciencias de la salud donde se lucha por la vida ¿qué vida?


pensaba en la rebeldía en lo que se proclama al colgarte una playera el por mi raza hablará... a nosotros también nos han cortado las ramas

Monsi murió dejando a todos sus felinos y a nosotros también pero esa es otra historia

no sé si el gato de hoy tenía un nombre familia amante un rincón favorito seguro sí...

antes soñaba con gatos Pussy duerme con ellos yo no era muy fan, pero... Un día conocí a Pimi dormimos juntas

a veces odio quererlos me encuentro a uno diferente todos los días o los veo en conjunto, que me resulta peor tal vez porque no soporto no ser como ellos tal vez porque...

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ella no está cerca pero está con Micha se tienen y guarda sus postales y guardo mis stickers además de la memoria

espero que no resulte tan trágico como todas las despedidas como treinta árboles caídos tumbados frente al edificio de biología

que los gatos comiencen a maullar poesía que tanta falta me hace que gobiernen el mundo y su estandarte sea tu sonrisa.


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Ana Karina

Eje imaginario

Sustento la realidad, en un eje imaginario, en una realidad imaginaria que sólo yo puedo reconocer. Sustento estos ejes, en el devenir que desconsuela la realidad aparente. Sustento lo imaginario, en el resplandor de mis actos, en lo insustentable, en lo apacible de una espera que no pretendo. Sustento la galaxia de lo impensable, en lo que podría generar un episodio desconsolado. Sustento aquello que deseo hasta conseguir su realidad, en el desperdicio que deja el desquicio de la elocuencia. Sustento lo transformable, en el desequilibrio de lo que no se puede equilibrar. Sustento el eje imaginario, en la punta de mi dedo índice en estado pleno, Sustento la voluntad del libre albedrío.


Sheyla PrevĂŠ

The Veil

She found herself in front of the pathway, only a few moments had passed since she left her abode, or perhaps a few years‌ How could she be sure if time was unreliable? Then she saw the wet leaves under her feet and a wave of doubt ran through her skin should I go? She asked herself and the most disturbing silence answered could my greatest loves be still waiting for me? She asked then among her tears but her feet were moving without consent and the comings and goings of her frayed skirt brought back memories of better times, those without the shadows, those of being in his arms.


The house looked darker than ever when she arrived 97

every room was stripped of laughter even the soft usual steps were silent. She walked through it all before accepting the loneliness And the real torment embraced her again. The black woods were always waiting with the wind that never makes a noise and the always cloudy heavens. The thing that made her now dance is dark and horrid The permanent night they call it… All she has now is the crying chant of her heart and a few of the best memories of the life she once had. How could I ever believe i had an escape? She asked herself again There is no way out this time death does not work like life. She finds herself in front of the pathway The graveyard behind her With the call to rest that she could never answer. (Shankill Castle, Killkeny Ireland. August 6, 2015)

El velo Se descubrió frente al sendero tan sólo un momento antes había dejado su morada o fue años antes…


¿Cómo podía estar segura si no se puede confiar en el tiempo? Vio las hojas húmedas bajo sus pies y una ola de duda la atravesó ¿debo ir? Se preguntó un perturbador silencio dio respuesta ¿mis grandes amores aún aguardarán por mí? Se cuestionó entre lágrimas pero sus pies se movían sin consentimiento. Las idas y venidas de su deshilachada falda trajeron consigo recuerdos de una mejor época de cuando no conocía las tinieblas de cuando él la sostenía en sus brazos. La casa lucía más oscura que nunca cuando llegó cada rincón despojado de risa aún los usuales pasos permanecían silentes caminó a través de todo aquello antes de aceptar la soledad y dar paso al verdadero tormento. El bosque negro aguardaba paciente con el viento silencioso y los cielos siempre nublados aquello que le da vida es tenebroso la noche permanente le llaman algunos. Lo único que le queda es el lloroso canto de su corazón y unos pocos de los mejores recuerdos de la vida que una vez tuvo ¿cómo pude creer que tenía escapatoria?


Se preguntó a sí misma nuevamente 99

no hay salida esta vez la muerte no funciona como lo hacía la vida. Se descubrió a sí misma frente al sendero con el cementerio a su espalda invitando al descanso que jamás le sería permitido.

(Castillo Shankill, Killkeny Irlanda. 6 de agosto de 2015).


“La crónica tiene un cromosoma distinto, por eso es tan diva. La crónica […] puede describir, explicar, razonar, comprender y contar una historia que en otro género periodístico no podría. Los otros géneros son muy formales, usan corsé. La crónica no. Ella es callejera y a eso va a la calle, a recoger la historia oral que, al final de cuentas, es la que prevalece”.

Foto extraída del Facebook del autor


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Alejandro Almazán

Alejandro Almazán (ciudad de México, 1971) estudió Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM. Es periodista, cronista, y escritor. Ha sido miembro fundador de Macrópolis, CNI-Canal 40, Milenio Semanal, Milenio Diario, La revista y Emeequis. Además, ha trabajado para los diarios Reforma y El Universal. Actualmente colabora en la revista Gatopardo, en el Grupo Milenio y en el diario El Mundo, de España. Ha ganado tres veces el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de crónica. Ha ganado, también, el Premio Nacional Rostros de la Discriminación, el premio que otorga la Sociedad Interamericana de Prensa y el Fernando Benítez. Es autor de El más buscado (2012), La victoria que no fue (2006), Gumaro de Dios, el caníbal (2007), Placa 36 (2009), la novela Entre perros (2009) y Palestina, historias que Dios nunca hubiera escrito (2011). Chicas Kaláshnikov y otras crónicas (2013).

Biografía tomada de http://www.megustaleer.com.mx/autor/9000003491/alejandro-almazan


Desde tu punto de vista, ¿qué significado u objeto tiene el escribir crónica? La crónica tiene un cromosoma distinto, por eso es tan diva. La crónica, al ser un híbrido —Juan Villoro le llama ornitorrinco—, puede describir, explicar, razonar, comprender y contar una historia que en otro género periodístico no podría. Los otros géneros son muy formales, usan corsé. La crónica no. Ella es callejera y a eso va a la calle, a recoger la historia oral que, al final de cuentas, es la que prevalece.

En tu caso, ¿por qué quisiste dedicarte al género de la crónica y a quiénes quieres llegar con éstas?

Era muy malo para la nota diaria: se me iba la nota o me estresaba hasta la hospitalización. Entonces me di cuenta de que yo necesitaba tiempo para los textos y la crónica lo tenía. Me dedico a este género, también, porque es un homenaje a mi madre que me contó las mejores historias del barrio en el que vivimos. ¿Quién quiero que me lea? El tendero, el carnicero, la secretaria, el obrero, el taxista, el que me cuida a mi perro, el bolero, el estudiante… Quiero llegar a la raza. Escribir para que te lean los políticos y los periodistas cualquiera lo consigue.

Te has puesto frente a frente con gente ligada al narcotráfico en sus diversas áreas, personas que afectan y desangran al país y a la sociedad en general, como en el caso de los sicarios. A ese respecto, ¿cómo te dejan interiormente, en tu reflexión personal, dichos testimonios que suelen ser fríos, tajantes y descarnados?

Crecí en un barrio donde el crimen trabajaba los 365 días del año. Conviví con batos que desde morros ya eran malas personas. Se hicieron, no nacieron, debo aclarar. Con los años, ellos desangraron a mi barrio y yo fui odiándolos. Ya no. Entendí que provenían de familias rotas, con la sola oportunidad de la vida misma. Hoy me siento frente a malos no para juzgarlos, allá ellos y los siglos que les esperan oxidándose en el infierno. Me siento para escucharlos y entender en qué momento de la vida comenzaron a odiarse ellos mismos y se soltaron a hacer el mal a los demás. Quizá busco, incoscientemente, una respuesta a por qué yo no terminé de malandro. Sus historias me chupan la energía, son personajes vampiro. Pero también a ellos hay que escucharlos; muchas veces sus historias no coinciden con las versiones oficiales, esas que están muy de moda y sólo sirven para manipular la realidad. Algo sí dejo claro en mis entrañas: por más bonachón que sea el bandido, al bato no le haré apología.


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México es en sí mismo muchos méxicos al igual que sus problemas múltiples. ¿Qué tipo de historias quisieras contar más adelante a tus lectores? ¿Sobre qué temas y realidades del país, que no has contado hasta ahora, estás interesado y quisieras escribir?

Tengo una novela sobre secuestro que dejé a la mitad. Y la dejé porque me pregunté si era bueno para mi salud mental desangrarme todas las noches, que es cuando tecleo. Voy a seguir escribiendo sobre mi país porque es mi obligación, pero en la ficción voy a intentar escribir de amor. Y escribir de amor en mi lenguaje significa escribir sobre mi barrio, mis padres, mis vecinos, mi infancia.

Desde tu experiencia en el tema de la descomposición social, ¿cuáles son los principales problemas que has leído en los rostros e historias de los testigos y participantes de tus crónicas?

Desde hace más de 25 años que llevo reporteando, los problemas en este país son la corrupción, la impunidad, la violencia y la indolencia del Estado mexicano. Cada uno crece según la temporada, pero todos ellos nos han arruinado por décadas. El problema de esta temporada es la indolencia del Estado. Su desmesura, su hipocresía, su ineficacia, su mentira. De esto, generalmente, hablan mis textos, al igual que los de muchísmos colegas. ¿En qué o quiénes crees que debe caer la responsabilidad con respecto a la situación actual del país? –Con tus crónicas, pareciera que no sólo es un problema del gobierno, sino de ciertas partes de la sociedad.

Lucio Cabañas decía que teníamos que hacer pueblo y hacer pueblo es organizarse. Y en México no nos organizamos. Esa es la culpa que compartimos todos: no organizarnos. Hemos perdido a 43 normalistas, hemos permitido que regresara el PRI, hemos enterrado a miles de muertos y todo por no organizarnos. En una marcha de Ayotzinapa escuché que debemos unirnos porque nos están matando por separando. Unámonos.

También escribes novela. Cuéntanos, ¿cómo es que te interesaste en dicho género literario?

Llegó el momento en que escribir tal nombre o contar tal historia ya no fue fácil. O te arriesgabas a que te mataran o corrías el riesgo de publicar una mentira. Así que la información que podía confirmar la destiné al


periodismo y los rumores, leyendas y los datos que ponen en riesgo la vida de cualquiera los doné a la ficción y me puse a teclear una sarta de mentiras. Creo que la ficción es un buen lugar para contar la verdad.

¿Actualmente estás trabajando en algún nuevo proyecto de crónica o de novela?

En novela, como te decía antes, estoy trazando la ruta de una que tenga que ver con mi infancia y todos esos monstruos que me conviertieron en lo que soy. En el jale de periodismo quiero hacer algo sobre la heroína. Ya veremos.


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Alfonso Salas

Cobertura


Alfonso Salas

El trepador


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Alfonso Salas

Soledad


Alfonso Salas

Indiferencia


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Alfonso Salas

Fuegum Esta serie invita a una reflexión en torno al mexicano y su posicionamiento ante la violencia. Hay una especie de atracción hacia el fuego, hacia la quemadumbre que está estrechamente ligada con el espíritu festivo. A la luz de los acontecimientos recientes, los mexicanos debemos preguntarnos qué tan dispuestos estamos a encontrarnos con el fuego. Alfonso Salas, Ciudad de México (1990). Ha colaborado en el Taller de Fotografía Estenopeica “El Huequito” y en diversas exposiciones colectivas. Actualmente trabaja en el proyeto “Melancografías y Nostaltopios”.



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