Conservación de espadas antiguas

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Conservación de Espadas Antiguas Introducción. Juan José Pérez Asociación Española de Esgrima Antigua

El objeto fundamental de este artículo es el de servir de ayuda y breve guía al coleccionista o aficionado particular, con el fin de lograr una adecuada conservación y un buen aspecto expositivo de sus piezas, sin que esto suponga en ningún caso una depreciación de su valor histórico o material. Por tanto, no es mi intención con lo que sigue abordar procedimientos de actuación propios de restauradores profesionales, conservadores de colecciones públicas, etc. Su casuística en cuanto a la naturaleza de las piezas con las que tratan, los medios y técnicas a su alcance, y la envergadura de los proyectos de restauración y conservación a los que tienen que hacer frente exceden claramente el ámbito de este trabajo. En cualquier caso, y aunque trataré de proporcionar información que sea útil y ajustada a la realidad, deseo indicar expresamente lo siguiente: como autor de este artículo no puedo asumir responsabilidad alguna sobre posibles efectos indeseables o daños derivados de la aplicación de las técnicas que se van a describir en el mismo. Queda a la entera discreción del lector su aplicación en su caso particular, y asimismo dicho lector asume completamente la responsabilidad de los efectos que puedan producirse de dicha aplicación.

Un sable inglés Mod. 1803, cuya limpieza debería dejarse a un experto: hoja pavonada, grabada al ácido y dorada. (Imagen cortesía de Lluc Sala, www.armasantiguas.com) Una espada o sable antiguos (y por "antiguo" tomo un sentido muy amplio del término) son objetos irremplazables. Esto es una verdad de perogrullo, pero a veces se pierde de vista. No es posible conseguir que alguien produzca otro igual, pues cualquier reproducción será algo enteramente distinto. Si una pieza resulta seriamente dañada, todos hemos perdido un elemento de nuestra historia común. Esto es algo que cualquier aficionado debe tener siempre muy presente. Por ello, esta consideración debe presidir cualquier actuación sobre una pieza. La regla de oro es: ante la duda, no hacer nada. Es mucho mejor dejar un objeto antiguo tal y como lo encontramos, por malo que nos parezca el estado en que se halla, que arriesgarnos a dañarlo por utilizar una técnica inadecuada o que no dominemos suficientemente. Repito, si no estamos completamente seguros de lo que hacemos, no lo hagamos. Es tan simple como esto. Pensemos que en muchas ocasiones, esos objetos han llegado a nuestras manos sin que nadie haya cuidado de ellos especialmente durante muchos años, y aún así pueden encontrarse en un estado de conservación casi aceptable. El tiempo daña lentamente, el aficionado inconsciente lo hace de forma instantánea. Otro aspecto a considerar es la disyuntiva restauración/conservación. Este artículo trata de ésta última, por varios motivos. En primer lugar, una restauración supone una intervención sobre la pieza más profunda, lo que conlleva un riesgo evidente de daño si no la realiza un profesional o persona con cierta experiencia. El


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