Reporte Técnico RT-ID-07/04
Algunas evidencias acerca de la existencia de gauchos “estrelleros” Juan C. B. Olivero Observatorio Astronómico Municipal de Rosario
Hugo D. Navone y Roberto O. Aquilano Observatorio Astronómico Municipal de Rosario Instituto de Física Rosario (CONICET-UNR) Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura Universidad Nacional de Rosario
Disciplina: Astronomía, Historia de la Astronomía
3 de Diciembre 2007 Revisado 12 de Diciembre de 2007
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Algunas evidencias acerca de la existencia de gauchos “estrelleros” Juan C. B. Olivero† Observatorio Astronómico Municipal de Rosario
Hugo D. Navone* y Roberto O. Aquilano‡ Observatorio Astronómico Municipal de Rosario Instituto de Física Rosario (CONICET-UNR) Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura Universidad Nacional de Rosario En este trabajo se dan a conocer algunos registros históricos acerca del saber popular de carácter astronómico que estaba presente en nuestra cultura popular y que algunos autores han puesto en duda. En particular, nuestra atención se dirige a buscar evidencias acerca de la existencia de gauchos o baquianos “estrelleros”, quienes hacían uso de un cierto saber astronómico, que podríamos denominar “astronomía popular”, para orientarse y adentrarse por estas tierras cuando todavía se las consideraba un “desierto”.
Palabras Claves: Historia de la Astronomía, Astronomía Popular, Estrelleros.
In this paper we report on some historical records about the popular character astronomical know that was present in our popular culture, and some authors have questioned. In particular, our attention is directed to look for evidence about the existence of “gauchos” or “baquianos estrelleros" who made use of a certain astronomical know, we might call "popular astronomy”, for guidance on these lands when they are still regarded as a "desert".
Keywords: History of Astronomy, Popular Astronomy, Estrelleros.
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olivero@ifir.edu.ar * hnavone@fceia.unr.edu.ar ‡ aquilano@fceia.unr.edu.ar 3
Introducción El “saber popular” se construye a partir de aprendizajes que, en muchos casos, vienen revestidos de cierto carácter utilitario. La existencia de un conjunto de conocimientos astronómicos en el cuerpo de este saber ha sido puesta en duda por algunos autores. Por este motivo y por la propia importancia que reviste esta temática para la Historia de la Astronomía en nuestro país, resulta interesante proponer una búsqueda de evidencias que den cuenta del mismo. El saber específico al que estamos aludiendo puede denominarse “astronomía popular”, y la exploración de su existencia, luego de consultar diversas fuentes, nos conduce al estudio del término “estrellero”, de su significado y de sus apariciones en distintos registros históricos y culturales. Según manifiesta Fernando Sánchez Zinny en un artículo de carácter periodístico [1], “estrellero” es el nombre que se le da a un tipo de caballo y a quien sabe identificar las constelaciones o estrellas que hay en la bóveda celeste. Para evitar confusiones innecesarias, a continuación se transcribe el párrafo en cuestión: "Estrellero" tiene dos significados en el lenguaje criollo. En primer lugar, se dice así del caballo arisco o mal domado que acostumbra dar cabezadas, es decir levantar la vista hacia arriba, "hacia las estrellas". Pero, además, el conocedor del cielo es un estrellero, término no muy usual -porque tampoco es usual la condición que describe- que designa a quien atina a ubicar y mencionar por su nombre a los principales astros, a urdir historias sobre la Vía Láctea, a citar las constelaciones populares de este hemisferio -Las Tres Marías y el "Crucero", que era como el gaucho llamaba a la Cruz del Sur-, a traer relatos de estrellas fugaces, cometas e improbables meteoritos y, sobre todo, a anticipar lluvias, que era lo que acreditaba verdadero conocimiento. Es probable, también, que algunas de esas coordenadas hayan servido para establecer la dirección en medio de la noche. En todo caso, el brazo largo de la cruz marca el Sur con aceptable aproximación, pero ese uso, clásico entre la gente de mar, circuló muy poco en nuestro campo, y más bien cabe suponer que se hayan valido de él militares u otras personas instruidas.
Puede decirse que la explicación del término expuesta por el mencionado autor es parcial ya que según otros textos consultados esta palabra proviene del castellano antiguo. Encontramos la siguiente definición en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española [2]: estrellero, ra. (De estrella). 1. adj. Dicho de un caballo o de una yegua: Que despapa. 2. m. ant. astrólogo. 3. f. Mar. aparejo real. El término en sí es conciso: se le decía “estrellero” a aquel que se dedicaba a la observación de los astros. Al respecto, resulta interesante mencionar la obra musical Estrellero (2000) del cantautor santafecino Orlando Veracruz [3], y un tema particular de la misma: Chasque para la costa, con música de su autoría y letra de Julio Migno, el cual describe a un estrellero en el sentido que consideramos en este trabajo: Yo tengo un oficio, patrona: estrellero; comprendo en qué forma conversa la luz; yo sé la guarida que tiene el lucero, de las "Tres Marías" conozco el sendero, y sé porqué causas no sale la cruz…
Ladrón de panales en la estrellería trabajo la plata cantando con fé, pa´ tener mi cielo con mis "Tres Marías", y un Lucero grande que no vendería ni pobre, ni hambriento, ni muerto de sé.
El texto, elegido entre tantos otros, muestra la fuerte presencia de un cierto “saber astronómico” en la cultura popular que atravieza todas las épocas y que llega hasta nuestros días.
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En este punto resulta interesante notar que al gaucho que conoce una región y que sabe guiarse con baquía por ella se lo llama baquiano o rastreador [2,4,5]. Esta denominación que describe habilidades y destrezas, necesita de un conocimiento complementario a muchos otros, pero fundamental y muy útil, esto es, un cierto conocimiento astronómico de carácter general y popular. Para ilustrar esta idea recurrimos a la descripción que hace Hugo Chumbita sobre el arriero Francisco Alcante: Francisco Alcante era un gran conocedor de la región, experto en la senda de las rastrilladas indígenas, la Ruta de los Chilenos, la de las Víboras y otras; sabía encontrar los pozos de agua, orientarse de noche por las estrellas, interpretar el vuelo de los pájaros y ventear las mudanzas del clima, cuando el pampero traía frío y las rachas del norte la humedad. [6]
Vemos de esta manera cómo el “saber astronómico popular” al que hacemos referencia en este trabajo se complementa a otros para conformar un conjunto de conocimientos que llegan incluso a adquirir el rango de oficio. Basados en los argumentos expuestos resulta natural conjeturar acerca de la posible existencia de gauchos “estrelleros” y proponer una exploración documental a los efectos de recopilar evidencias en tal sentido.
Recopilación de evidencias Corría el mes de enero de 1827 (18 de enero, aproximadamente), A. D’Orbigny [7] y un acompañante van cabalgando rumbo a Buenos Aires por la entonces Banda Oriental (actual República Oriental del Uruguay). En ese trayecto se encuentran a dos compatriotas en un punto cerca del Río Rosario, en el actual departamento de Colonia, y así es como el cronista relata la primera referencia a la habilidad de nuestros gauchos para orientarse por medio de las estrellas: (…), al no haber un camino trazado, con el geómetra indudablemente poco hecho a guiarse con el Sol o las estrellas, tal cual lo hace la gente del país, se habían perdido por la llanura, en la que erraban desde hacia cuatro días,(…). [7: Tomo I, pág. 90]
Las menciones de cierto conocimiento astronómico por parte de los lugareños, aparecen repetidamente en la obra de D’Orbigny. He aquí un par de evidencias: (…) que se orientan por la dirección del viento, el sol y algunas constelaciones que conocen. [7: Tomo II, pág. 103] (…) orientándose solamente por el sol, por las estrellas o por objetos naturales a menudo poco destacados. [7: Tomo II, pág. 114]
No habiendo caminos ni señalizaciones era menester saber orientarse por los accidentes de la campaña o por medio de los astros, ya que las únicas vías de comunicación terrestre existentes eran los llamados Caminos Reales, los cuales no abundaban. Éstos consistían en una senda apenas marcada por el uso de las tropillas y de los arreos, detalle que muchos ignoran al discurrir sobre cómo vivían y se adaptaron los gauchos, además de subvalorar el desafío que todo ello implicaba.
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Podemos decir que ésta es la primera evidencia que encontramos a favor de la existencia de los “estrelleros”; por supuesto, sin descartar la presencia de muchas otras que aún desconocemos y que serán materia de nuevas indagaciones documentales. Ahora bien, es importante puntualizar que no sólo los hombres sabían ubicarse de este modo en el “Desierto” de aquellos tiempos. Las “cuarteleras” eran mujeres de gran temple que acompañaron a sus hombres en la vieja línea de fortines compartiendo todo el conocimiento que les permitía sobrellevar trabajosamente el día a día [8-10]. Otras fuentes vienen a complementar lo que nuestro cronista -D’Orbigny- expone. Tal es el caso de Arturo Jauretche en su libro: Pantalones cortos. De memoria [11], refiriéndose a la vieja “Frontera de Tierra Adentro” que en aquellos años todos conocían como tal: (…); donde los pastos sirven de brújula y las estrellas de rumbo y se miden las distancias por accidentes del terreno que el profano no ve en la aparente igualdad de todo. Allí hay en cada cabeza una cartografía (…). Una ciencia que se mueve entre el saber y el pálpito, o lo que dicen instinto, que me parece es una sabiduría que no sabe que lo es. Por eso es prudente. [11: págs. 30-31]
Y más adelante agrega con un toque de sutileza: Hagamos de cuenta que estamos poblando campo allá en mi pago, hace cien años. Manejar las haciendas es cosa que nadie sabe como el gaucho, y más aquellas haciendas bravías de largos cuernos y brusca atropellada. También sabían hacer un rancho casi sin postes, con las paredes de paja, y a más lujo de chorizo, y el techo quinchado. Ser jinete sufrido para la sed y el hambre –capaz para la intemperie - y lleno de recursos, conocedor de las estrellas y los vientos y los pastos, de los rumbos, de las aguadas, diestro en el lazo, las bolas y el cuchillo. [11: págs. 62-63]
En su conocida obra: Supersticiones y leyendas [12], Juan B. Ambrosetti, dice lo siguiente de nuestros gauchos: Obligado por la naturaleza a ser muy observador, sus facultades se han acrecentado ante esos dos maestros irreemplazables: la necesidad y el ejercicio. Todo lo ve, mira y escudriña; dotado de gran memoria, archiva todos los hechos, que trata de correlacionar en cuanto las circunstancias parezcan exigirlo (…). [12: pág. 175]
D’Orbigny se engancha en una expedición al Sur de Buenos Aires y cerca del Río Negro, aproximadamente el 13 de febrero de 1829, le ocurre lo siguiente: Mi peón había perdido los débiles rastros del camino y no sabíamos de que lado marchar. Le pregunté dónde estábamos; me respondió que no debíamos estar lejos de Río Negro y que cortando en la dirección de determinada estrella, llegaríamos infaliblemente al camino que sigue las orillas del río; en efecto, después de un cuarto de hora de marcha en medio de espinas, llegamos, al mismo tiempo que mis fardos, al punto indicado.[7: Tomo II, pág. 248]
Esto le sucede nuevamente cerca del Río Colorado (39° 52’ 35” S, 62° 7’ 46” W), durante la noche del 24 al 25 de abril de 1829 [7: Tomo II, pág. 399]. Esta locación fue rastreada en el programa Ciel [13], dándonos los asterismos más notables para esa noche y de los cuales sólo mencionaremos los más relevantes para nuestro trabajo: al Sur, ambas Nubes de Magallanes, Alfa y Beta de Crux, Alfa y Beta de Kentaurus; siguiendo hacia el Este: la Luna. Esto nos permite inferir que el gaucho que le acompañaba se debía de guiar por alguna de las estrellas principales, lamentablemente D’Orbigny no le consultó cuál era su estrella guía, pero si nos basamos en que debe de ser alguna relacionada con el cielo de los “indios” Pampas, lo más probable es que sea Crux.
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Aquí es importante detenernos por un momento para destacar que el saber astronómico de nuestros “gauchos estrelleros” se entremezcla con el de los Pueblos Originarios de la región pampeana y de otras zonas, compartiendo un territorio cultural cuyas fronteras resultan muy difusas. La recopilación que se muestra en la Tabla I es sólo un esbozo que retomaremos en próximos trabajos. Debemos tener en cuenta que difiere la grafía y el sentido dado a los objetos celestes según los distintos autores. Tabla I: El saber astronómico de los pueblos originarios según distintas fuentes Objeto
El crucero Cruz del Sur
El lucero (Venus)
La Luna
Las Tres Marías
Las Pléyades
El Sol
La Vía Láctea
Guía del Parque Nacional Nahuel Huapi [14]
Sin datos
Yepun.
Sin datos
Sin datos
Gavuu. (“Las siete cabritas”)
Antu.
Sin datos
Federico Barbará [15]
Punon-choiqué. Punón Choique
Únelfoé.
Cuyén. Cuyen. Terroch (Tehuelche)
Guelú-culá
Náu.
Antú, antéc; Inti los peruanos. Soeñ (Tehuelches).
Rupú-epeú.
Francisco Calendino, sdb [16]
Melipal: cuatro estrellas; Cruz del Sur. Penonchike: s. constelación las tres Marías o Cruz del Sur.
Wünyelfe: s. lucero del alba (de la tarde: yepun). De la tarde: yépun. Yepugn: lucero de la noche.
Küyen.
Namunchoike: s. la pata de avestruz; las “tres marías”.
Sin datos
Antü.
Repüapeu. Wenuleufü.
Sin datos
Sin datos
Fuente
Apiuhuk (PuelchesGuénaken). Kä’ängünkún (Chónik o Patagones del Sur). Antü (Araucano). Anti (Ante, Antu, Antü): antü.
Salvador Canals Frau [17]
Sin datos
Sin datos
Käängünkon (Chónik o Patagones del Sur). Kiyet (Araucano).
P. Ernesto Wilhelm De Moesbach [18]
Sin datos
Sin datos
Quilla: quechua. Quilla.
Sin datos
Sin datos
Cüyen o küién.
Uelu uitrau, “el caminante”.
Ngaucupoñi, “papas lavadas”.
Antü.
Gaiya uápatrsh, “corral de los muertos”.
Kéengenkon (Tehuelches o Patagones)
Sin datos
Sin datos
Cháleshen. (Tehuelches o Patagones)
Sin datos
Sin datos
Sin datos
Sin datos
Sin datos
Antù. Antig.
Sin datos
César A. Fernández [19]
Sin datos
Dick Edgar Ibarra Grasso [20]
Sin datos
Uñelfe. Unelfe: el que trae toda la claridad al venir el día. Auga. (Tehuelches o Patagones)
R. LehmannNitsche [21,22]
Pal. (el azadón; incluye a α y β Centauri)
Sin datos
Sin datos
Juan Manuel de Rosas [23]
Sin datos
Hunelfé
Cúyen
Araucanos: Huelú huitrán. (mutuamente tiran uno del otro) Araucanos de Chile: Huelu rito, huelu ritho. (enderazdos un en frente de otro) Tehuelches: Tapolek. (boleadoras para ñandú). Rastá, lastá. (la rastra) Pal, también ritho.
Sin datos
Huenu leufü. Huenuleufui.
Este cuadro nos permite ver que algunas estrellas importantes para los Pampas pasaron al acervo popular: tal es el caso del Crucero o la Cruz (la Cruz del Sur, Crux), las Tres Marías (el cinturón de Orión), las Cabrillas (las Pléyades, Messier 45), conocimientos que nuestros
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baquianos debieron de aprender en su trato con los nativos, una forma de “difusión inversa” o transcultural: de los Pampas (además de otros Pueblos Originarios) a nuestros gauchos. Este argumento se contrapone a la teoría que expresa que fueron los navegantes o gente instruida los que señalaron algunos astros a nuestros “estrelleros” [1]. Es importante puntualizar que esta concepción no es sólo un mero detalle, sino que tiene que servirnos de contralor en el momento de explorar los orígenes de este conocimiento en medio de aquello que en otros tiempos era el “Desierto”. Para ilustrar este punto recurrimos a la siguiente descripción del cacique mapuche Kalfucurá: (…) Conocía a las estrellas por su nombre. Su constelación predilecta era la llamada Ueli nitrau, o constelación de Orión para otros. También Las Tres Marías, que oficiaban de consejeras, y tenían una influencia especial para él. [24]
Completando este panorama, resulta muy interesante mencionar que el mismo D’Orbigny hace referencia en su obra a la Astronomía de los Pampas [7: Tomo II, págs. 318319]. Con tristeza debemos decir que los más baquianos de nuestra Pampa tuvieron un final triste y lamentable. Al culminar la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, los vencedores tuvieron un gesto muy deleznable que consignan apasionada y claramente A. Jauretche, M. Gálvez y A. Saldías [11,25-27], entre otros. Quizás, los últimos “estrelleros” que sobrevivieron o que no combatieron en esa desgraciada batalla tuvieron pocas opciones: irse a los toldos de los Pampas y Ranqueles o conchabarse como guías del ejército, arrieros o troperos; pero ya no volverían a gozar de la libertad de ir donde quisiesen, ni de la ausencia de un camino que pusiera a prueba su baquía; lentamente se fue imponiendo el alambrado y otras formas de organización en aquel territorio inhóspito que alguna vez supo llamarse “Tierra Adentro” o el “Desierto”.
Conclusiones Podemos concluir que las afirmaciones de Fernando Sánchez Zinny son desafortunadas, ya que nuestros gauchos sí conocieron el cielo y supieron orientarse por su auxilio. Los registros que hemos expuesto en el presente trabajo, en especial los de Alcides D´Orbigny, ponen claramente de manifiesto que los “gauchos estrelleros” (baquianos, rastreadores, chasques, arrieros, el pueblo en pocas palabras) era gente que sabía orientarse por medio del Sol, la Luna y las estrellas, métodos que sólo un conocimiento profundo del medio permite utilizar sin titubeos ni temores, todo esto fundado en la baquía que poseían nuestros paisanos. También debemos rescatar el proceso de “difusión inversa” o transcultural que se produce desde los Pampas (así como desde otros Pueblos Originarios) hacia los gauchos, tema que puede y debe estudiarse con detenimiento ya que forma parte de la construcción de nuestra cultura popular. Hemos de reconocer que algo de este saber se ha perdido -la “civilización” que se les impuso les denigró y buscó de darles una imagen literaria, costumbrista, negándoles un conocimiento construido en su cotidianeidad-, pero es importante notar que algo de este saber también pervive y se transmite entre quienes desean conocer el cielo y sus asterismos.
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Seguramente, en un tiempo no muy lejano se valorará aún más el “saber popular”, no los mitos injustificados, sino ese saber que se funda en la observación y en la compresión de las propias posibilidades y de las realidades que son parte del entorno cotidiano, tal como hicieron nuestros “estrelleros”. Para terminar citaremos unas estrofas del poema inmortal de José Hernández, el Martín Fierro [28], las cuales son un cabal testimonio de la sapiencia de nuestros gauchos: Ansí me hallaba una noche, Contemplando las estrellas Que le parecen más bellas Cuando uno es más desgraciao, Y que Dios las haiga criao Para consolarse en ellas.
Les tiene el hombre cariño, Y siempre con alegría Ve salir las Tres Marías; Que si llueve, cuando escampa, Las estrellas son la guía Que el gaucho tiene en la Pampa.
Aquí no valen dotores, Sólo vale la esperiencia; Aquí verían su inocencia Esos que todo lo saben; Porque esto tiene otra llave Y el gaucho tiene su cencia.
Agradecimientos Los autores de este trabajo agradecen al Lic. y Prof. de Historia José Luis Gauna; al cantautor santafesino Orlando Veracruz; al Personal técnico del Observatorio Astronómico Municipal de Rosario; a las librerías de textos usados de Rosario y a numerosos amigos desde cuyas bibliotecas personales fue surgiendo el material utilizado para la elaboración de este artículo.
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[13] Chevalley, Patrick; Cartas Celestes (Cartas du Ciel) (http://cartes-du-ciel.iespana.es/) [14] Guía Oficial del Parque Nacional de Nahuel-Huapi: 3era Parte. Historia, tradiciones y etnología, Ministerio de Agricultura, Dirección de Parques Nacionales, Kraft, Buenos Aires, (1938). [15] Barbará, Federico; Manual de la lengua pampa, colección Memoria Argentina Emecé s/n°, Emecé Editores S.A., Buenos Aires (1999). [16] Calendino, Francisco sdb; Diccionario mapuche basico. Edición bilingüe con Anexo gramatical, Colección Estudios, Instituto Superior Juan XXIII (Bahía Blanca)-Ediciones Goudelias, Buenos Aires (2000). [17] Canals Frau, Salvador; Las poblaciones indígenas de la Argentina. Su origen, su pasado, su presente, colección: Biblioteca Argentina de historia y política N° 43, Hyspamérica Ediciones Argentina, S.A., Buenos Aires, (1986). [18] De Moesbach, P. Ernesto Wilhelm; Diccionario español-mapuche, Siringa Libros, Buenos Aires (1984). [19] Fernández, César A.; Cuentan los mapuches. Antología, colección: Biblioteca de la Cultura Argentina N° 3, Ediciones Nuevo Siglo S.A., Buenos Aires, 1995. [20] Ibarra Grasso, Dick Edgar; Cosmogonía y mitología indígena americana, Editorial Kier, S.A., Buenos Aires, (1997). [21] Lehmann-Nitsche, Robert; Mitología Sudamericana IV. La constelación del Orión y de las Híadas y su pretendida identidad de interpretación en las esferas eurasiática y sudamericana, Separata de la Revista del Museo de La Plata, tomo XXVI, págs. 17 a 69, Imprenta y Casa Editora Coni, Buenos Aires (1921). [22] Lehmann-Nitsche, Robert; Mitología Sudamericana XVIII. El avestruz galaxial de los guaraní, Instituto del Museo del Museo de la Universidad Nacional de La Plata, Obra del Cincuentenario, Tomo II, Imprenta y Casa Editora Coni, Buenos Aires (1936). [23] Rosas, Juan Manuel de; Diccionario de la lengua Pampa, colección Miniatura, Editorial Quadrata, Buenos Aires, (2004). [24] Landaburu, Roberto; Relatos de Frontera, Fondo Editor Mutual Venado Tuerto (2000). [25] Gálvez, Manuel; Vida de don Juan Manuel de Rosas, Centro Literario Americano S.A.C.F.-Ediciones Río de la Plata-Editorial Magendra S.A., Buenos Aires (1978). [26] Palacio, Ernesto; Historia de la Argentina 1515-1938, Ediciones Alpe, Buenos Aires, (1954). [27] Saldías, Adolfo; Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su época Tomo III, Ediciones Clio, SACIFIA, Buenos Aires, (1975). [28] Hernández, José; Martín Fierro, Colección Austral N° 8, Cía. Editora Espasa-Calpe Argentina, S.A., Buenos Aires, (1943).
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