Un viejo de´sos

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UN VIEJO DE´SOS

Yo también crecí sin padre. Cuanta falta hace un viejo de´sos de los que saben qué decirte el momento en que lo necesites sin siquiera tener que preguntar. De las pocas veces que lo vi solo recuerdo que no usaba gel en el cabello o que casi nunca traía dinero, y el único consejo que me pudo dar resultó ser del todo cierto: “esa muchacha no te conviene, la vi en el jardín colgada del brazo de otro hombre...” Todavía te insulto, cada vez que puedo, porque me pudiste seguir dando tus consejos, pero decidiste que no, que estaba muy lejos. El hijo de “Don Juan” nunca supo cómo ligarse a una mujer. Tú único y fructífero recuerdo fue verte tocar el requinto acompañando a un casete de los “tres ases”, o “los panchos”: novia mía, sabor a mí, en mi viejo San Juan, “...tu cuerpo es una copia, de Venus...” es lo único que me lograba a prender porque nunca supe qué otro planeta era “Citeres”, según yo.

Hoy pongo esas play list y escucho con algo de interés cómo te gustaban esas buenas poesías en forma de canciones y me gusta pensar que, consciente, disfrutabas de todo el lenguaje literario que en ellas hay, de todas esas armonías modernas llenas de semidisminuidos, toques de armonía modal y algo de resoluciones inesperadas, ¡vamos, di que sí!, ¡no te quiero insultar otra vez!, (igual te quiero). Quizá fue ese el mejor regalo que me pudiste dar porque con tus luchadores del tianguis de cada navidad nunca pude jugar; quizá por eso, disfruto tanto el jazz.


¡Pinshi viejo nango!, no sé qué se siente abrazarte o contigo platicar, debe ser chingón; pero está bien, es mejor así que comprobar que no, que no te gusta el wisky, el vodka o el café, que nunca leíste a Dostoievski, a Descartes o a Sartré, y que solo te gustaba tomar. “Tú papá era una fregonería”, me decían tus amigos músicos cada que me veían en la calle de la mano de mamá, y con eso bastaba, me imaginaba que eras un fregón viajando por el mundo o por el país, tocando tu requinto y que te daban jale con “Los Tres Ases”, o alguna cosa así. Si supieras las canciones que se cantan hoy. Ya no haces falta, ya tengo treinta y tres, ya me rompí la jeta, el alma y el corazón como diez veces mil, no supe amar, tampoco estudiar, ningún recuerdo tengo de mis primeros seis años. Mi hija se parece un tanto a ti y los sobrinos otro tanto más. ¡Ah pa ́ apellidito nos dejaste!: “Chenal”; disque franco, pero prieto yo y todos mis compañeros. “Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón, porque yo seguiré siendo el cautivo de los caprichos de tu corazón [...]; hoy mi playa se viste de amargura porque tu barca tiene que partir a cruzar otros mares de locura, ¡cuida que no naufrague tu vivir! Cuando la luz del sol se esté apagando y te sientas cansado te vagar, piensa que yo por ti estaré esperando hasta que tú decidas regresar1...” (Sigue música).

¡Pinshi viejo nango, cáele a Tamazula, porque no sé dónde estás!

J. R. Chenal

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“La barca” Canción popular mexicana (fragmento): https://www.youtube.com/watch?v=DmN5Xcl7Nnw


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