La estabilidad de la ley de Dios

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La estabilidad de la Ley de Dios

J. Gabriel Piedra Quir贸s


Nuestro estudio acerca de pasajes difíciles acerca de la Ley de Dios, es tomado del libro del autor titulado “Respuestas Sobre Profecía”. Esperamos en el Señor que sea de mucho provecho para Su pueblo, y para aquellos que deseen conocer más a fondo su verdad: La estabilidad de los mandamientos de Dios No se puede concluir que los mandamientos de Dios fueron abolidos al tiempo de la muerte de Cristo, si se nos predice que el pueblo de Dios final tendrá esa característica distintiva. Haremos por lo tanto un pequeño análisis de los pasajes tomados para defender la posición de que la ley de Dios fue abrogada por Cristo. Pasajes difíciles con respecto a la ley de Dios Mateo 5:18 En Mateo 5:18 Jesús afirmó, “que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. La conjunción “hasta”, parece determinar el fin de la ley (“hasta que todo se haya cumplido”). Sin embargo, Lucas vierte algo diferente estas palabras de Cristo, al escribir que, “más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lucas 16:17). En otras palabras, la ley permanece según éste pasaje sin estar condicionada a un evento futuro, como lo es que pasen el cielo y la tierra. Más aun, Cristo dijo que, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33). En otras palabras, mientras que en Mateo 5:18 parece indicársenos que el evento de que el cielo y la tierra hayan de pasar tiene más poder sobre la ley como para que ésta caduque, en Lucas 16:17 se nos señala que la duración de la ley no dependen de que pase el cielo y la tierra, confirmando las palabras de Cristo en los otros pasajes referidos en Mateo, Marcos y Lucas. ¿Cómo explicar entonces la aparente contradicción entre Mateo 5:18 y Lucas 21:33? Ya sabemos que “el cielo y la tierra pasarán”, pero no las palabras de Jesús (Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33). Tomando en cuenta el pasaje de Lucas y sabiendo que en el idioma original en que fue escrito, a saber, griego, está correctamente traducido, no cabe duda de que muy probablemente existe un error de traducción en Mateo 5:18. En efecto, la palabra traducida en ese pasaje por “hasta”, la cual es “eōs” (e[wj), significa esa palabra, pero también puede traducirse como “mientras que”. Por ende, la forma de solucionar la aparente contradicción entre Mateo 5:18 y Lucas 16:17, es traduciendo la frase de Mateo como, “mientras que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, mientras que todo se haya cumplido”. En otras palabras, si el cielo y la tierra han de pasar, la ley entonces ha de permanecer, ha de estar vigente. En verdad, el cielo y la tierra pasarán (Isaías 51:6; 2 Pedro 3:10-13; Apocalipsis 21:1). Efesios 2:13-15 Efesios 2:13-15 nos dice, “Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”. Cuando se trata de alguna ley que fue abolida de tal manera que pudiese unir a dos pueblos en uno solo, hablamos de la ley ceremonial (no el decálogo divino, los diez mandamientos), la cual contenía también la señal de la circuncisión (Efesios 2:11). El contexto es muy importante, porque nos permite ver a qué ley se refiere el pasaje. Más aún, en ese versículo 11 se nos dice que los “gentiles” (no judíos de sangre) eran “llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne”, y en el versículo 12 se nos agrega que los mismos gentiles estaban “sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Con todo, el versículo siguiente, el 13, nos dice, “Pero ahora en Cristo Jesús,

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vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. ¿Cercanos a qué? A aquello de lo que estaban alejados, a saber, “la ciudadanía de Israel”. Esto explica cuál era la ley que fue considerada como un muro de separación entre judíos y gentiles, la ley ceremonial judía (véase también Hechos 15:3-14). Colosenses 2:13, 14 Leemos en Colosenses 2:13 y 14: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”. (Colosenses 2:13, 14). La frase del pasaje anterior sobre la aparente abolición del decálogo divino, los diez mandamientos, es la que dice, “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”. Se afirma así que éste pasaje revela que cuando Jesús murió sobre la cruz, abolió la ley moral, los diez mandamientos. La palabra “decretos” en el griego original es “jeirógrafon” (ceiro,grafon), y significa literalmente “escrito a mano”. No es casual que la palabra “anulando”, del griego “exaleífō” (ἐξαλείφω), que puede traducirse como “limpiar” o “borrar”, sea utilizada allí, como se verá en breve. El decálogo no puede ser del que se habla aquí, máxime que dicha ley es para nuestro beneficio (véase Romanos 7:7-13). Partiendo de este pensamiento, la respuesta a lo expresado en el pasaje de Colosenses debe ser otra. Lo único escrito a mano que puede borrarse, o limpiarse, son los registros de pecados: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados (exaleífō) vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio…” (Hechos 3:19). Colosenses 2:16, 17 Uno de los textos más usados para afirmar que Cristo abolió el decálogo divino con su muerte, se encuentra en Colosenses 2:16 y 17: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo”. (Colosenses 2:16, 17). Se argumenta con este pasaje que no se nos debe juzgar por lo que comemos o bebemos (carnes inmundas (Levítico 11; Deuteronomio 14:3-21), o bebidas alcohólicas), ni por la clase de festividades que realicemos, o por no guardar el sábado del cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11), sin embargo, no se nos da una respuesta sobre la “luna nueva”. La anterior es una de las aplicaciones más populares al pasaje, pero hay numerosas dificultades para aceptar una interpretación semejante. Cuando se trata sobre la aceptación de esta posición, no se suministran datos bíblicos serios para establecerla; la conclusión no considera todas las referencias bíblicas que podrían o no ajustarse al texto para ver al final cuál corresponde adecuadamente a las descripciones del pasaje en cuestión. Examinemos el texto. En éste, el apóstol Pablo enumera las siguientes cosas por las cuales nadie debe juzgarnos, a saber, “comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo”. Cinco cosas, donde las primeras tres parecen tener una relación estrecha: “comida y bebida” tienen relación con “fiesta”. Esto nos obliga a pensar que esto no debe precisamente referirse al consumo o no de carnes inmundas o de bebidas alcohólicas, ni siquiera al tipo de fiestas

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seculares, aun cuando el elemento cinco, a saber, “días de reposo”, parece traer consigo un precedente de la ley. ¿A qué ley hace referencia el pasaje en cuestión? El texto original no dice “días de reposo”, sino “sabbaton” (σαββατων), que se traduce como sábados. Sea ésta o no una referencia al sábado semanal del cuarto mandamiento, nos llama la atención como siendo un elemento de la ley, por lo que las comidas y bebidas del pasaje, así como las fiestas, relacionadas entre sí, parecen hacer referencia a una ley que encierre todos esos elementos. Ahora, si los primeros tres elementos son una sola ley registrada en la Biblia, muy probablemente sea una ley conjunta con las lunas nuevas y sábados. En éste caso, si los sábados referidos en el pasaje de Colosenses fueran una alusión al sábado del cuarto mandamiento, tenemos el problema de que los diez mandamientos no nos hablan nada sobre comidas o bebidas, días de fiesta o luna nueva. En el Antiguo Testamento, más bien, sí aparecen los elementos mencionados de Colosenses 2:16, si bien no todos en conjunto en forma concisa, sí la mayor parte de ellos. Veamos: “Haré cesar todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y sus días de reposo, y todas sus festividades”. (Oseas 2:11). El orden “fiestas”, “nuevas lunas” y “días de reposo”, es exactamente igual al de Colosenses 2:16 (véase también Ezequiel 45:17). En cuanto a la no mención de las comidas y las bebidas puede deberse razonablemente a que Dios trata en este versículo con el “gozo” de las celebraciones como dedicadas a Él, siendo así en el ámbito de la adoración. La presencia de tres de los elementos mencionados en Colosenses 2:16 como un todo en el Antiguo Testamento, nos da por consiguiente la idea de que se debe a una ley. El siguiente pasaje bíblico es muy significativo sobre el particular: “Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios; para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los días de reposo, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios. Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las casas de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová nuestro Dios, como está escrito en la ley. Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios; que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades; y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro. Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios”. (Nehemías 10:32-39). Llama poderosamente la atención que aunque el orden de las tres celebraciones de Colosenses 2:16 está acá a la inversa (véanse también 1 Crónicas 23:31; 2 Crónicas 2:4; 8:12, 13; 31:2, 3; Isaías 1:12-14), su presencia en una sola sentencia se conserve igualmente. Otro elemento sumamente importante, que no puede pasarse por alto, es que en el texto citado de Nehemías, la frase para referirse a los sábados es “días de reposo” (plural) cuando está relacionado con las fiestas, pero en el versículo 31, que no trascribimos, aparece en singular, “día de reposo”, como una referencia

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aparte, dándonos a entender que se ha de referir al sábado semanal, máxime que agrega la frase, “ni en otro día santificado”. Otro punto muy interesante, por supuesto, es la asociación de las tres celebraciones (días de reposo, lunas nuevas, festividades) con los servicios del templo israelita, donde se concentraba el plan de salvación del ser humano y se ilustraba por medio del sistema de sacrificios que sustituía al pecador para que no muriese, alcanzando misericordia de parte de Dios para su salvación (Éxodo 29:36; Levítico 5:16; 7:7; etc.). Puede notarse que se habla de diversos elementos, todos los cuales se reconocen como una ley, la ley ceremonial. ¿Se refiere por lo tanto Colosenses 2:16 a ésta ley? La respuesta es que sí. En Levítico 23 tenemos las fiestas solemnes ordenadas por Dios para el pueblo israelita. En Levítico 23:2, leemos por ejemplo: “…Las fiestas solemnes de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas…” Inmediatamente en el versículo 3 se hace referencia al séptimo sábado semanal, sin embargo en el versículo 4 vuelve a mencionar, “Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos…” y a partir del versículo 5 hasta el 43 se lee la descripción de todas las fiestas y solemnidades que el Señor ordenó a su pueblo, lo cual no haremos acá, pero que invitamos al lector a hacerlo. La mención del sábado semanal del cuarto mandamiento entre las fiestas solemnes sencillamente tiene como propósito recordarlo como una de las celebraciones establecidas con el Señor, y que es para su adoración, por lo tanto, el que se vuelva hacer la introducción de las solemnidades en el versículo 5, marca una diferencia entre el sábado semanal y las fiestas solmenes como tales. En este momento de nuestro análisis, consideraremos en forma concisa aquellos elementos que conciernen a nuestro tema sobre Colosenses 2:16 (“comida”, “bebida”, “luna nueva”, “días de fiesta”, “días de reposo” [sábados]): Los versículos 5-14 mencionan la fiesta de la pascua y de los panes sin levadura durante siete días. En el primer y séptimo días no habría de realizarse ninguna obra (vs. 7, 8), y debía de comerse el cordero de la pascua con hierbas amargas y pan sin levadura (Éxodo 12:4-6, 8-11), y en la misma fiesta de los panes, por supuesto panes sin levadura. La gavilla de los primeros frutos de la tierra, presentada el día segundo de los panes (después del primer sábado [“sabbâth”, del hebreo que significa reposo] de la fiesta, no semanal), se ofrecía con un cordero de un año sin defecto, con harina amasada con aceite y libación de vino, pero no se podía comer grano tostado ni espiga fresca. La fiesta del Pentecostés está en los versículos 15-22, y en ese día tampoco debía de hacerse ninguna obra (v. 21), se presentaba luego de un día de sábado dos panes cocidos con levadura, etc. (v. 17). La solemnidad llamada el toque de trompetas la encontramos en los versículos 23 y 25, y en ese mismo día tampoco debía de trabajarse (v. 25). El día de la expiación de los versículos 26-32 también sería de reposo (vs. 28, 30, 31). La fiesta de los tabernáculos celebrada por siete días es la última celebración mencionada (vs. 32, 33), la cual tendría dos días de descanso de trabajo común, en el primer día, y luego de los siete, el octavo día (vs. 35, 36). Tenemos un total de siete días de descanso solemne. Todo esto nos indica que la comida y la bebida, así como las fiestas y los días de reposo, son los pertenecientes a las fiestas judaicas, las cuales caducaron al tiempo de la cruz, porque el versículo 17 de Colosenses 2, en referencia a todas esas celebraciones, nos dice: “todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”. (Colosenses 2:17). Todas esas festividades, con sus sábados ceremoniales, comidas y bebidas eran una “sombra”, un reflejo de lo que Cristo cumpliría. Por ejemplo, Cristo fue el Cordero que sustituyó todos los sacrificios de animales a favor del pecador (Juan 1:29; Hebreos 9:24, 25; 10:11, 12, etc.). Y Él es nuestra Pascua sacrificada en nuestro favor (1 Corintios 5:7). No presentaremos un estudio sobre el cumplimiento de cada festividad en la vida de Cristo y lo que falta aun por completarse, ya que tratamos con textos difíciles sobre el término “ley” en el Nuevo Testamento.

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¿Qué de la otra frase del versículo que dice: “pero el cuerpo es de Cristo”? Se puede entender que dicho “cuerpo” es la iglesia (Colosenses 1:24), la cual puede decidir si desea celebrar dichas festividades, pero no obligatoriamente. Queda aun por considerar las lunas nuevas. El Salmo 81:3 dice al respecto: “Tocad la trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne”. El cuerno o shofar, que está mal traducido como trompeta, se tocaba en la luna nueva, el día de fiesta solemne, y como dichas fiestas tenían que ver también con los sacrificios, en Números 10:10 leemos que las trompetas o shofares se tocaban al principio de cada mes, sobre los holocaustos y sacrificios de paz. Esto ubica la luna nueva al principio de los meses judaicos, relacionada con los sacrificios, pero también con las solemnidades, como está al principio del versículo según puede leerse en la Biblia. Gálatas 3:10 Gálatas 3:10 nos informa que, “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. La ley a la que se refiere éste versículo, es a la ley de Moisés o ceremonial, ya que el pasaje citado por Pablo aquí es Deuteronomio 26:27, el cual, según el contexto, contiene leyes concernientes a lo que se conoce como la ley de Moisés (12:29-27:25) y no los diez mandamientos. Este contexto es determinante para gran parte del resto del capítulo 3 de Gálatas (vs. 11-15). De hecho, en el versículo 12, Pablo cita textualmente las palabras de Levítico 18:5, cuyo contexto es la llamada ley de Moisés (17:10-18:1-4, y ss.). En los versículos 16-17 se nos habla del pacto concertado cuatrocientos años después de Abraham en el Sinaí. El decálogo o los diez mandamientos, están involucrados allí. La ley habría sido la forma de mirar nuestros pecados por medio del pacto concertado en el Sinaí, hasta que Cristo viniese (v. 19). Pero al Cristo señalarnos nuestra necesidad de Él, nos indica que debemos buscar la santidad, lo cual no invalida la ley, ni las promesas de Dios (v. 21). De esta forma, lo mencionado en Gálatas 3:10 refiere al decálogo. ¿No se debe entonces guardar la ley? Por supuesto que sí, y el texto en cuestión no está condenando el tomar en cuenta el sagrado decálogo en la vida del creyente, y la razón es como sigue: La frase, “confinados bajo la ley” (v. 23), significa estar bajo sus requerimientos (2:16), pero en el sentido de depender de ella para nuestra salvación y no de Cristo, lo que es incorrecto. El pecado por ende no tiene poder sobre nuestra vida, sino la gracia de Dios (Romanos 6:14). De allí que al ser el pecado “infracción de la ley”, Pablo nos diga: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado [seguir infringiendo la ley] para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1, 2). (Corchete añadido por el autor de este libro). Es decir, el que seamos salvos por la gracia de Dios, y no por las obras de la ley, no significa que la ley no tenga validez en nuestra vida. Gálatas 3:24-26 “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. (Gálatas 3:24- 26).

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El vocablo “ayo”, que en griego es “paidagōgos” (παιδαγωγός), puede traducirse más comúnmente como “tutor”, “guía”, lo que quiere decir que “la ley ha sido nuestra guía, para llevarnos a Cristo”. Ese es el papel de la ley, puesto que ella es como un espejo, donde miramos nuestras manchas de pecado (Santiago 1:23-25), y por ello, podemos saber que necesitamos acercarnos a Cristo para que nos limpie de nuestros pecados. Por esta razón luego de que la ley nos conduce a Jesús, ya no somos condenados por ésta, porque tenemos a Cristo quien nos limpia de pecado, en quien tenemos salvación, llegando a ser hijos de Dios. Todo esto nos dice que el papel de la ley es llevarnos a Jesucristo para que Él nos limpie de nuestros pecados, de ahí que la ley de los diez mandamientos nunca ha sido abolida. Romanos 10:4, 5 El libro de Romanos nos presenta lo mismo, pero con una pequeña diferencia: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas”. (Romanos 10:4, 5). La palabra “télos” (te,loj) es la traducida por fin, y aparece en el Nuevo Testamento en el contexto de algo que llega a su fin (Mateo 10:22; 24:6; Marcos 3:26; Lucas 1:33; Juan 13:1; Romanos 6:21; etc.). El vocablo también aparece como “cumplimiento”, como es el caso de Lucas 22:37, pero también tiene el sentido de “propósito”, como alcanzar la vida eterna (véase Romanos 6:22). La Biblia no puede contradecirse a sí misma (tomando en cuenta que el Nuevo Testamento afirma la vigencia del decálogo), por lo que el texto de Romanos que consideramos ha de traducirse como, “el propósito de la ley es [llevarnos] a Cristo”, y no que la ley llegó a su fin con la muerte de Cristo, como se cree en muchos contextos religiosos. Nuestra conclusión luego de nuestro estudio de pasajes difíciles sobre la ley en el Nuevo Testamento, es que estos no apoyan la abolición del decálogo divino, los diez mandamientos. Esto puede comunicarnos que dicha ley sigue en vigencia (véanse Salmo 111:7, 8; Romanos 3:30, 31; 7:9; Santiago 2:8-12; 1 Juan 2:3-6; Apocalipsis 12:17; 14:12; etc.), y por ende, el cuarto mandamiento, el del sábado (Hechos 16:13; Hebreos 4:3-11). El argumento a favor del domingo como día de reposo en lugar del sábado extraído principalmente de la idea de que la resurrección de Jesús en ese día fue una indicación del cambio de día de reposo, no tiene validez en las Escrituras, simple y sencillamente porque no hay absolutamente nada en la Biblia que nos indique que el hecho de que Cristo haya resucitado el primer día de la semana, signifique que ese evento proclamó el cambio de día de reposo. La ley de Dios no es una carga, de lo contrario, no sería llamada “la ley de la libertad”, ni sería la norma del juicio (Santiago 2:11, 12; Eclesiastés 12:13, 14). No somos salvos por obras, sino por la gracia y misericordia de Dios (Romanos 11:5, 6; Efesios 2:8, 9; Tito 3:4-7). Si nos salvásemos por las obras, lo que haya en la mente o en el corazón no tendría importancia; por ello, las obras con amor, que son ejercitadas por la fe (Gálatas 5:6) son el reflejo de lo que hemos llegado a ser, porque la fe sin obras es muerta (Santiago 2:14-26). En otras palabras, no nos salvamos por las obras, sino que la fe ejercitada por el amor da como resultado obras de un corazón contrito y entregado a Dios, que ama al prójimo. Tomado de “Respuestas Sobre Profecía”-libro del autor.

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