RESEÑA LIBRO: MÚSICA Y RELIGIÓN: MOZART, WAGNER, BRUCKNER

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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICO RECINTO METROPOLITANO PROGRAMA DOCTORAL EN ESTUDIOS TEOLÓGICOS

RESEÑA LIBRO MÚSICA Y RELIGIÓN: MOZART, WAGNER, BRUCKNER Por Hans Küng1

En cumplimiento parcial de los requisitos del curso THEO 7000 - Temas Fundamentales de la Teología Cristiana

Julio R. Vargas Vidal

Profesor Rev. Dr. Jorge R. Colón 26 de agosto de 2010 1

Küng, Hans. Música y Religión: Mozart, Wagner, Bruckner. Madrid: Editorial Trotta, S.A. 2008


Introducción El siguiente trabajo analiza, de manera teológica y musical, los planteamientos que hace Hans Küng en torno a la música, en especial algunas obras compuestas por Wolfgang Amadeus Mozart, Richard Wagner y Anton Bruckner. Küng se considera a sí mismo un “melómano comprometido” sin renunciar a su visión teológica. Desde el principio deja claro que su territorio es la religión y que no es músico ni musicólogo. Se plantea muchas preguntas a través del escrito, pero básicamente dos preguntas podrían resumir la esencia del libro: ¿Puede la música ser medio de expresión y fuente de la fe religiosa? y ¿Puede la vivencia religiosa de la música ser una apertura a la trascendencia? Para llegar a conclusiones, o al menos para plantearnos algunas interrogantes, Küng analiza a tres grandes compositores europeos: Mozart, Wagner y Bruckner. A cada uno analiza desde su religiosidad personal y particular, e intenta ver el rol de la religión en sus obras. Es sabido el rol de la religión en la vida de muchos compositores a través de la historia y aquí Küng expone la vinculación de Mozart con el catolicismo de su época, el tema de la redención en dos dramas musicales de Wagner y la tensión religión/modernidad en las sinfonías de Bruckner. Honrando la temática musical, Küng organiza su trabajo de la siguiente manera: Obertura (a manera de un prefacio sobre la música y la religión) y un Final sobre el arte y el sentido que ensancha la cuestión religiosa hasta tocar las artes plásticas. Como músico debo reconocer que conozco la obra de Mozart y Wagner; debo admitir que desconocía la vida y obra de Bruckner. Resumen Küng afirma desde la Obertura que la música no es por fuerza expresión de fe religiosa, aunque sí puede serlo. En esto estamos de acuerdo ya que sabemos del rol que ha tenido la 2


música en escenarios no religiosos. Sin embargo, podemos ver la conexión tan directa que la música tuvo con la fe judeocristiana a través de todos los relatos bíblicos. Por otro lado, Küng reconoce que ésta sí va ligada a la actitud espiritual del ser humano; reconoce que puede ser expresión y referencia de lo trascendente y de lo divino. Interesantemente, y un punto en el cual como músico estoy totalmente de acuerdo, Hans Küng reconoce que esta conexión espiritual con el ser humano se da no solo con la música vocal, sino con la instrumental. En torno a Mozart, Küng analiza su catolicidad. Para él, la música de Mozart denota huellas de la trascendencia. Mozart representa la catolicidad no como institución, sino como catolicidad ilustrada y de ningún modo antievangélica. Küng nos recuerda que Mozart tenía en mente, casi a diario, la necesidad de darle gracias a su Creador, y que este sentir de agradecimiento a Dios él lo deseaba, de todo corazón, a los demás. Quizás su repertorio no contenga un mensaje de fe tan evidente como el de Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven o Anton Bruckner, pero lo que Mozart deseó fue acercar la música a los oídos y hacerla con expresión. Küng analiza la Misa breve en do mayor, llamada también Misa de la coronación, completada el 23 de marzo de 1779 en Salzburgo. Se cree que fue compuesta para la coronación de la imagen de la Virgen en la Iglesia de Maria-Plain, situada afuera de la ciudad. Luego de 18 meses de estar buscando trabajo, Mozart había regresado a Salzburgo en enero de ese año. Su padre le consiguió un trabajo como organista y compositor de la corte en la Catedral de Salzburgo, y la obra debutó el 4 de abril de 1779. Contrario a lo que se ha pensado, nunca se presentó en las coronaciones de Praga en 1790 y 1792. Una vez ubica su composición en la época en la cual fue concebida, procede a estudiar profundamente cada una de sus partes: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus con Benedictus y Agnus Dei. 3


Kyrie: En Mozart ésta pieza es la expresión de una confianza absoluta, quizás a modo infantil, en la misericordia divina. Analizándolo, Küng afirma que no existe un estilo de música sacra, y nos recuerda que algunas melodías antiguas tenían sus orígenes en tonadas profanas, bailables, bélicas, etc. Gloria: La segunda parte de la misa, al estilo mozartiano, expresa júbilo por medio del compás tres por cuatro (vals), a su vez enfatizando los textos “te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias”, donde vemos a un Mozart que sabe invocar a Dios y le reconoce como Señor entre todos los señores de la tierra. Credo: La tercera y más larga pieza es vista por Küng, desde el punto de vista musical, no como un himno (como el Gloria) sino como una confesión usando el texto del Credo Niceno. Siendo el de mayor contenido el compositor austriaco aprovecha para desplegarlo en tres partes: 1) la profesión de fe en el todopoderoso Dios y Padre, creador del cielo y de la tierra; 2) luego, en un único Señor Jesucristo; finalmente, 3) en el Espíritu Santo. Curiosamente, el único punto de reposo, delegado en un solo, es el mensaje de la encarnación: “y se hizo hombre”. Sanctus / Benedictus: Usando el tempo andante maestoso, Mozart une la idea de la santidad de Dios junto al anuncio de su venida. Por otro lado, combinando ambos cantos el músico austriaco reconoce que, originalmente, ambos estaban unidos y fueron separados tan solo por razones programáticas. Agnus Dei: Esta pieza es casi en su totalidad un solo de soprano. Mozart aprovecha este momento para enmarcar sentimiento, en dos ocasiones, a una petición de clemencia – miserere nobis (ten piedad de nosotros). Finalmente, con la última frase “danos la paz”, el compositor se sitúa primero ante Dios, ha pedido clemencia y aguarda paciente y fielmente en la paz que solo Dios sabe dar. 4


Contrario a Mozart, Richard Wagner tuvo una difícil relación con la religión. Para estudiar mejor esto, Küng se concentra en las obras El ocaso de los dioses (1869-1874) y Parsifal (1882). Un tema encontrado en la obra de Wagner es el tema de la redención y, según Küng, el mismo constituye para Wagner un tema favorito. El ocaso de los dioses es la cuarta parte de la obra magna Anillo del Nibelungo. Según Küng, El ocaso de los dioses es una obra de transición que expone la necesidad de redención del ser humano. Para Küng, el tema de la redención es propio de la obra que Wagner luego de El ocaso de los dioses –Parsifal. En esta obra se presenta al egocentrismo como algo a superarse mediante la compasión hacia el prójimo. La compasión ayuda a superar la fijación en uno mismo; lleva al ser humano a conocerse a sí mismo y conocer el mundo, y lo hace así redimible. En Parsifal, el ser humano no se redime a sí mismo, sino que es redimido; se trata de una redención final por la fe. En Parsifal vemos la condición redimible del ser humano, y su capacidad de renovación. En torno al amor, en Parsifal el mismo puede depurarse y ser usado para servir en vez de dominar. El análisis que Küng hace de la obra de Anton Bruckner es uno interesantísimo donde afirma la existencia de manifestaciones mudas de la fe y que existen lugares para las expresiones no verbales de la fe, sobre todo por medio de la música instrumental. Para esto, Küng usa la Octava sinfonía en sol menor, compuesta entre 1884-1887. Al situarnos en tiempo y espacio, nos recuerda que ya desde finales del siglo 18 se perfilaba un secularismo en la música; los compositores ya no se inspiraban tanto en la fe cristiana primordialmente. Esta secularización de la música alcanzó su punto culminante a mediados del siglo 19. Sin embargo, en Bruckner vemos a un hombre de una profunda fe cristiana, cuya vía principal de la misma no será la palabra, sino el mundo de los sonidos. 5


Diálogo con el autor Como músico, hay muchos puntos en los cuales estoy de acuerdo con Küng. Debo admitir desde el comienzo que desconocía la obra de Bruckner, conozco parcialmente la de Wagner y considero que conozco bastante la de Mozart. En torno a Mozart, Küng cita al teólogo Karl Barth quien dice lo siguiente: “…su música…desciende de unas alturas desde las cuales …se observan tanto el derecho del existir como el izquierdo y también el gozo y el dolor, el bien y el mal, la vida y la muerte…”

La

música de Mozart expresa exactamente lo que la vida cristiana representa: altos y bajos, lo sublime y lo terrenal, lo ortodoxo y lo heterodoxo, el gozo y el dolor. Su obra de corte religioso refleja una catolicidad no conservadora; su vida mostró poco interés en la Iglesia institucionalizada y prefirió nutrir su espíritu con tolerancia, hermandad e ideales masónicos de la filantropía, ilustración, libertad, igualdad y fraternidad. Quizás la afirmación que más me impactó de esta obra sea la hallada en el análisis que Küng hace del Kyrie cuando afirma que no existe un estilo de música sacra. Musicalmente hablando esta afirmación es totalmente cierta debido a que la música como tal no contiene elementos sacros o profanos –las notas musicales, silencios, ritmos y metros no tienen cualidades sacras o profanas. En torno a Wagner, esperaba que Küng tratara más profundamente su religiosidad y su antisemitismo, sin embargo se enfoca en su crítica social y política. El ocaso de los dioses anuncia el mensaje del fin del mundo, pero no en términos religiosos sino relacionado al modernismo, al Estado, la propiedad y el matrimonio, en otras palabras la sociedad burguesa. Küng llega a una conclusión extraída del Anillo del Nibelungo: el ser humano ansía la redención. Pero en El ocaso de los dioses no se evoca un nuevo principio, sino que se describe el fin –muy parecido a nuestros tiempos, donde nos empeñamos en olvidar los nuevos comienzos y nos 6


fascina describir los tiempos finales. Wagner estaba muy al tanto de la descomposición social de su época, reflejada a su vez en el cristianismo. Para él, el lugar de la religión lo habían ocupado la industria, el lucro, el dinero, la fama. A manera profética supo concluir en 1849 lo siguiente: “No nos asombremos, pues, de que aun el arte se rija por el dinero, pues toda cosa tiende a su libertad, a su dios. Pero nuestro dios es el dinero y nuestra religión, atesorarlo”. Yo diría que esta profecía wagneriana no solo podría aplicarse al arte musical secular, sino al arte musical cristiano del siglo 20 y 21, tan altamente influenciado por el dinero y la comercialización. Finalmente, en torno a Bruckner podemos ver la controversia que aún hoy existe en el mundo de la música cristiana: si la música instrumental puede ser o no cristiana. Aunque el valor de la palabra es esencial para la manifestación religiosa y espiritual del ser humano, las “manifestaciones mudas” de la fe son igualmente válidas.

Por otro lado, Bruckner tuvo que

enfrentarse a la alta secularización de la música, cuando otrora la inspiración provenía de la fe cristiana primordialmente. Supo Bruckner mantener su fe y testimonio a pesar del mundo musical secularizado del cual fue parte; supo afirmar su fe, pero no por medio de la palabra, sino por medio de la música instrumental. En él se ven las influencias profanas y sacras –melodías del repertorio popular junto a fórmulas corales que nos recuerdan la vida de iglesia. Quizás Bruckner, igual que Bach, sea ejemplo del compositor musical cristiano –aquel que considera que toda música es un regalo de Dios, don de Su gracia, lenguaje del corazón; aquel que no duda ni teme sellar sus obras musicales con las siglas “O.A.M.D.G.” (Omnia ad maiorem Dei gloriam –A la mayor gloria de Dios). Anton Bruckner es el ejemplo que tenemos los músicos cristianos del siglo 21 de la música vista como servicio a Dios. Otro aspecto importantísimo que Küng destaca de Bruckner, del cual me hago eco 100%, es el vínculo que demostró con la historia –sin conciencia histórica no puede haber música 7


nueva. Nada más lejos de la verdad y aplicable a la realidad musical cristiana del siglo 21. El mundo musical cristiano se empeña en desarrollar cánticos nuevos constantemente y formas noveles de adorar a Dios, pero se olvida de la historia, de lo que vino antes, de los cimientos y fundamentos musicales. Hans Küng ve la música de Bruckner como una gran fusión de contrarios. Afirmamos que esa misma fusión de contrarios debe igualmente reflejarse no solo en la música, sino en el quehacer teológico: lo constructivo y lo emotivo, la herencia ancestral y lo moderno, lo dramático y lo lírico, la danza y lo coral, lo sublime y lo ruidoso. Es lo que Küng llama el “sinfonismo contradictorio y a la misma vez unitario”.

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