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Como parte de una filosofía personal y corporativa de alta calidad en el servicio, en IGS hemos puesto todo nuestro empeño en la edición de este libro, para brindar información pertinente a nuestros clientes con el objetivo de complementar su experiencia de viaje, antes, durante y después del mismo. Nuestro especial agradecimiento a quienes nos brindan su confianza al viajar con nosotros, así como a quienes participaron en la edición y publicación de esta obra. El staff de IGS Oaxaca, México, 2016.


International Guide Services Privada de Sabinos 107 Col. Reforma Oaxaca, México 68050 www.igs.mx reservaciones@igs.mx Redacción y traducción Erika Velasco Ulises Fuentes Diseño Editorial Laura Villordo Correción de estilo Edgar Fuentes Título Original Tierra Santa Traveler Prestige

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Notas

Nazareth El Pozo de María El pozo de María, en Nazaret, es reconocido por la tradición cristiana como el sitio donde el ángel Gabriel anunció a la joven su maternidad, mientras ella extraía agua. Siendo el único manantial de la localidad, el pozo era un punto inevitable de encuentro para los habitantes. Esta característica era común en las comunidades agrícolas desde milenios atrás, e implicaba un sentido práctico y también social, particularmente para las mujeres, quienes generalmente se ocupaban de la provisión de agua para los hogares y el ganado. Según narran las Escrituras, los patriarcas Jacob e Isaac conocieron a Raquel y Rebeca, sus esposas, al llevar a sus animales a beber (Génesis 24 y 29). Igualmente, Juan revela en su Evangelio el episodio en que una mujer de Samaria da de beber a Jesucristo en Nablus, en el pozo de Jacob. La construcción de la iglesia de San Gabriel, por los Cruzados, en el Siglo XII 1, tuvo estos testimonios como inspiración, y aunque no existen pruebas, se cree que fue edificada en sitios donde en épocas previas se rendía veneración. Entonces el ángel le dijo: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz a tu hijo y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo: y el Señor Dios le dará el trono a David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lucas, 1:30-33) La flor de Galilea Nazaret Dominando el Valle de Jezreel, entre milenarios olivares y acunada entre las suaves colinas de Galilea, se halla una de las ciudades más antiguas de Tierra Santa: aproximadamente 3000 años de antigüedad, de acuerdo con restos encontrados por los arqueólogos. 1 Destruida por los musulmanes cien años después. La actual construcción fue erigida como iglesia griego-ortodoxa en 1781.


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Aunque durante la infancia y juventud de Jesús era sólo una pequeña ciudad, Nazaret cobró notoriedad después de la muerte del Mesías, quien fue llamado Jesús de Nazaret y cuyos primeros seguidores eran llamados nazarenos. Incluso en la actualidad, se cree que Notzri y Nazrani, los términos hebreo y árabe que designan a un cristiano, se originan en el nombre de la ciudad. En Mateo 2:23, el Nuevo Testamento narra: “Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno”, al referir el regreso de José con su familia a la ciudad. Uno de los significados del nombre de la ciudad —El guardián—, puede hallarse en la Basílica de la Anunciación, en referencia a su ubicación frente al Valle de Jezreel. En el siglo IV, San Jerónimo llamó “la Flor de Galilea” a este templo, construido sobre las ruinas de cinco iglesias más antiguas. La Basílica de la Anunciación Esta Basílica, el templo más grande de la actual Nazaret, celebra el anuncio que hizo a María el ángel Gabriel sobre el nacimiento de Jesús. La primera construcción fue ordenada en 356 d.C. por Helena, madre del emperador Constantino, quien estableció el cristianismo como religión oficial en toda Roma. Sobre la pequeña Gruta de la Anunciación, que, de acuerdo con la tradición, era parte de la casa familiar de María y donde el ángel apareció, la reina ordenó erigir un altar. En la segunda mitad del siglo XX, numerosas excavaciones revelaron restos de un piso de mosaico bizantino y una columna de piedra en las cuales se conservaban antiguas inscripciones con las palabras “Ave María”. Nazaret, capital de los Cruzados de Galilea durante los siglos XII y XIII, fue destruida varias veces, y construida de nuevo. Gran parte de la ciudad en ruinas fue reconstruida por Tancredo, primer príncipe de Galilea. Famosa por sus vitrales y obras de arte —donadas por comunidades cristianas de todo el mundo, y muchas de ellas representaciones de la Virgen y el Niño—, la basílica fue consagrada en 1969. Su cripta fue construida para preservar los vestigios de dos iglesias anteriores edificadas sobre la gruta. En el interior, una inscripción aún legible reza: Verbum caro hic factum est; es decir, “Aquí la palabra se transformó en carne”. La gran catedral erigida por los europeos fue destruida en 1263 por el Sultán


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Baybars, el soberano mameluco. No obstante, diversos capiteles tallados que describen acontecimientos de la vida de Cristo y la victoria cruzada sobre los musulmanes, finos ejemplos del arte románico, aún se conservan y pueden ser admirados en el Museo de la Basílica. En 1730, en tan sólo siete meses, los franciscanos construyeron sobre la gruta una iglesia, que en 1955 fue derruida para construir el templo actual. David Roberts, el célebre pintor escocés, dejó en uno de sus lienzos un hermoso testimonio de la edificación franciscana. De acuerdo con la leyenda, cuando en el siglo XIII los Cruzados perdieron Nazaret a manos de los musulmanes, los ángeles descendieron de los cielos y llevaron la basílica al pueblo italiano de Loreto —cerca de Ancona—, conocido como la “Nazaret de Italia”, cuya iglesia recibe el nombre de “Santa Casa”. La Anunciación (Lucas 1, 26-38) Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, visitaría a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. El ángel le dijo: “No temas María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.” María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.” Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” Después la dejó el ángel.


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Notas

Belén La ciudad real de David Cerca del desierto de Judea, rodeada por colinas donde florecen vides, higueras, olivos y almendros cultivados en terrazas, Belem se alza a más de 700 metros sobre el nivel del mar, sobre un promontorio de roca al sur de Jerusalén. ‘Bethlehem’, su nombre hebreo, significa: “la casa del pan”, aludiendo a los campos situados a los pies de la ciudad, donde según el Antiguo Testamento en el libro de Ruth, ésta conoce a Boaz, con quien procrea a Obed. Obed fue a su vez abuelo del rey David, nacido y ungido en Belén (Samuel I, 16:13). La Iglesia de la Natividad, construida donde se cree nació Jesucristo, se alza en el centro de la ciudad. Mateo relata en su evangelio que aquí tuvo cumplimiento la profecía: “Mas tú, Beh-lehem, Ephatra, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel: y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo” (Miqueas, 5:2). En el año 135, al fracasar la rebelión judía contra el yugo romano, el emperador Adriano intentó borrar todos los rastros de la revuelta, y ordenó construir sobre la gruta un altar dedicado al dios Adonis. De manera irónica, esto permitió que casi doscientos años después los habitantes guiaran a los peregrinos al sitio exacto. Luego de la peregrinación que la reina Helena realizara a Tierra Santa, Constantino, inspirado, ordenó construir, sobre la cueva del pesebre donde nació el mesías, la Iglesia de la Natividad, que fue concluida en el año 330 d.C. Durante los devastadores ataques persas en el año 614, que arrasaron todos los edificios sagrados, la iglesia fue perdonada gracias a un mosaico que representaba a los Reyes Magos vestidos con atuendos persas. Cuando los Cruzados tomaron la ciudad en su camino hacia la conquista


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de Jerusalén, en 1099, fueron considerados como libertadores, y volvieron a Belén al año siguiente, en Navidad, día en que Baldwin fue coronado como el primer Rey de Jerusalén. Para evitar que jinetes irrumpiesen directamente en el interior de la nave, dos de las tres entradas del templo fueron completamente bloqueadas. La entrada restante, más grande, cuyo contorno aún puede verse, fue parcialmente cerrada, y actualmente es conocida como “Puerta de la Humildad”. “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer caso se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.” (Lucas, 2:1-5). La iglesia de la Natividad Tras el bullicio de la Plaza del Pesebre, el respetuoso, místico silencio que cubre al visitante al entrar al templo de La Natividad es impresionante. Los detalles de la construcción, de sencilla belleza, magnifican la atmósfera de eternidad que inunda la nave. A ciertas horas del día, el sol incendia con sus rayos las majestuosas columnas rosadas de piedra caliza, a través de las altas ventanas arqueadas. Las columnas conservan vestigios de mosaicos dorados del siglo XII que en otro tiempo decoraban el templo, representaciones del linaje de Jesús y de los siete primeros concilios ecuménicos. El tiempo, implacable, ha dejado apenas fragmentos de los originales, pero el que muestra el Consejo de Constantinopla de 680, muestra sin igual del arte de su época, permanece intacto hasta nuestros días. Varios de estos pilares lucen en su base emblemas heráldicos de los siglos XIV y XV, realizados con la técnica de la encáustica, en la que los colores se deslíen en cera fundida. Los pilares de piedra caliza de la cubierta remiten a las iglesias construidas en el lugar en los siglos IV y VI. Una abertura realizada a través de la losa del piso de la basílica permite admirar una parte del piso original de mosaico de la iglesia construida en el siglo IV por el emperador Constantino. A la capilla de la Natividad, situada bajo el Altar Mayor de la iglesia, puede


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accederse mediante las antiguas escaleras situadas a ambos lados del coro. Visitado por miles de personas cada día, el altar de la Natividad se halla en un nicho bajo semicircular, practicado en el muro de la gruta, y en su interior penden lámparas de aceite, siempre encendidas. En el piso de mármol, una estrella de plata cuyo centro es un círculo horadado en la tierra indica el sitio donde el Mesías nació. La estrella tiene una inscripción, también circular, que reza: “Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est” (“Aquí nació Jesucristo a la Virgen María”). Tallados en la áspera roca que forma la gruta, pueden observarse también el Altar del Pesebre y el Altar de los Magos. “Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí que la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar a la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.” (Mateo, 2:9-11). La Iglesia de Santa Caterina Cada año, miles de personas llegan a Belén para celebrar allí el nacimiento de Jesucristo. Multitudes abarrotan la Plaza del Pesebre, mientras en el Campo de los Pastores muchos más entonan villancicos. Otros escuchan con fervor la misa en la iglesia de Santa Caterina. Este templo, construido en 1881, fue dedicado a un mártir egipcio. El claustro, de influencia cruzada, rodea un patio dominado por una estatua de San Jerónimo, padre de la Iglesia del siglo IV. Bajo el patio, una larga serie de cuevas interconectadas llevan al visitante hasta la Gruta de la Natividad. En este laberinto subterráneo vivió San Jerónimo mientras realizaba la ardua traducción de las Santas Escrituras al latín. Una de las cuevas alberga una capilla donde se honra a los Santos Inocentes, de acuerdo con las palabras de Mateo 2:16: “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó a matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”.


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La Gruta de la Leche El Evangelio de Mateo narra el momento en que José, haciendo caso de la advertencia de un ángel del Señor, huyó de Belén con María y el Santo Niño. Según las Escrituras, Herodes, enterado del nacimiento del Mesías, había enviado a sus tropas a matar a todos los niños menores de dos años. Durante su huida, la Sagrada Familia entró a una pequeña cueva para descansar. La tradición dice que mientras María amamantaba a Jesús, algunas gotas de su leche cayeron al suelo, pintando la cueva de blanco, conocida ahora como la Gruta de la Leche, y donde hoy existe una pequeña capilla ornamentada con diversas imágenes que representan a María y al niño Jesús. En el siglo V, en el lugar existió una iglesia dedicada a María, cuya construcción se atribuye a Santa Paula, una viuda romana que vivía en Tierra Santa y ayudó a fundar uno de los monasterios más antiguos. Durante siglos, a las iglesias de Europa se enviaba la “Leche de la Virgen”, como eran conocidas las piedras blancas y suaves encontradas en la cueva. Hoy en día, la Gruta de la Leche es visitada por numerosas madres de todas las religiones durante su período de amamantamiento, quienes realizan oraciones en el sitio. La innegable fe de muchas de ellas las lleva a tomar consigo algunos guijarros, para pulverizarlos y mezclarlos con sus alimentos. A poca distancia desde la cueva se encuentra la llamada Casa de San José, un templo construido en el siglo XIX por los franciscanos, que conserva algunos vestigios de una anterior iglesia, como la base del altar y la capa inferior del ábside. La Sagrada Familia permaneció un tiempo en Belén, dicen las Escrituras. Allí, siguiendo la tradición judía, Jesús fue circuncidado después de ocho días. El Evangelio de Lucas (2:21-22) explica que “…después de cuarenta días, María presentó al niño en el Templo de Jerusalén”. Al examinar las Escrituras, puede suponerse que José tenía una casa en la ciudad, lo cual daría su adecuado significado al pasaje bíblico (Mateo 2:11) en que los Reyes Magos entran en la casa para honrar al Niño Jesús.


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La huida de Egipto Precisamente el de Mateo es el único Evangelio que menciona la huida de la Sagrada Familia desde Egipto, o que cita el versículo “Fuera de Egipto he llamado a mi hijo”, que remite a la profecía del Antiguo Testamento (Oseas 11:1) aludiendo a la larga marcha israelita al huir de Egipto. Esta sufrida marcha, referida desde el libro de Génesis, inicia con la partida de Abraham hacia Egipto: “Y movió Abraham de allí, caminando y yendo hacia el Mediodía. Y hubo hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para peregrinar allá; porque era grande el hambre de la tierra”. (Génesis, 12:9-10). El bisnieto de Abraham, José, quien fue vendido como esclavo a Egipto por sus propios hermanos, llegó a ser un encumbrado miembro de la realeza egipcia, gracias a sus interpretaciones de los sueños del Faraón. Llevados por la hambruna que asolaba Canaán, los israelitas, entre ellos los hermanos de José, se establecieron en Egipto, donde se multiplicaron hasta que “Levantóse entre tanto nuevo rey sobre Egipto que no conocía a José (…)”. El Faraón —probablemente Ramsés II2 —, considerando el riesgo de que los israelitas fueran tantos que amenazaran su reinado, los utilizó como esclavos en la construcción de las ciudades egipcias. Cuando Faraón ordenó matar a los niños varones hebreos, un niño fue depositado por su madre en un canasto sobre las aguas del Nilo. El pequeño, llamado Moisés, fue rescatado por la hija del Faraón, quien lo adoptó como propio. Moisés creció hasta convertirse en príncipe de Egipto, y tras liberar a su pueblo del yugo del Faraón, lo guió hacia la Tierra Prometida a través del desierto del Sinaí. El desierto del Sinaí es una franja triangular de tierra de 58 km cuadrados que une África con Asia, al sur del Mediterráneo. Al oeste se encuentra el Istmo de Suez y al este la frontera con Israel, mientras su extremo sur descansa en las aguas del Mar Rojo. Esta zona es famosa por sus azules y tibias aguas, a cuyas doradas playas acuden cada año miles de paseantes. Particularmente las ubicadas en la franja de litoral del Golfo —Ras Muhamed, Ras Burka y Sharm el-Sheij— son conocidas por sus fantásticos arrecifes coralinos. 2 Ramsés II reinó durante 66 años, tuvo una descendencia de 90 niños, y grabó su nombre en construcciones colosales más que cualquier otro faraón.


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“Levantóse entre tanto un nuevo rey sobre Egipto, quien no conocía a José; el cual dijo a su pueblo: He aquí el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. (…) entonces pusieron sobre él comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron a Faraón las ciudades de los bastimentos, Phitom y Raamses. (…) y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza: Y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo (…)” (Éxodo 1:8-14). Retorno a Nazaret Tras morir Herodes el Grande, su reino fue repartido entre tres de los numerosos hijos que tuvo con sus nueve esposas: Felipe, Herodes Antipas y Arquelaus y Felipe. Arquelaus se proclamó soberano de la región donde se ubica Jerusalén. Para establecer el control, envió a sus tropas a la capital, desencadenando una rebelión en la que sus soldados murieron lapidados. Enfurecido, Arquelaus envió al resto de su ejército, el cual atacó causando la muerte de tres mil judíos. En contraste, las regiones septentrionales gobernadas por Antipas y Felipe permanecían en paz. Al retornar de Egipto, José estableció su nuevo hogar en Nazaret, que según revelan excavaciones arqueológicas era entonces una modesta aldea de apenas unos cientos de habitantes. Como carpintero, es probable que José haya tenido una buena posición social entre sus vecinos menos instruidos. La ley judía, el Talmud, que señala que cuando una comunidad no tiene rabino (maestro) puede consultar al carpintero o a su hijo en asuntos de ley religiosa, parece apoyar dicha probabilidad. Así, se hace más interesante el pasaje de las Escrituras que narra la primera visita de Jesús al Templo de Jerusalén: “Se detuvo en Jerusalén (…) Y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén sin que lo supiesen José y su madre… Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lucas, 2:42-47). Edificada en 1914 sobre antiguas cuevas —muchas de ellas depósitos, cisternas o salas bajas que se integraban a las casas de la antigua Naza-


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ret—, el templo de San José se levanta a poca distancia de la Iglesia de la Anunciación. Construida al estilo del renacimiento románico, es la más visitada, al igual que la casa y el taller de José. Numerosas visitas reciben también San Gabriel y el Convento de las Hermanas de Nazaret, donde, pese a la prohibición judía de realizar entierros dentro de la ciudad, existe una tumba conocida como Tumba de San José. “Pero después de muerto Herodes, he aquí que un ángel del Señor apareció en nuestros sueños a José en Egipto, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño. Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel. Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar del Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sus sueños, se fue a la región de Galilea, y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret…” (Mateo, 2:19-23). Jesús inicia su ministerio Las Escrituras, luego del pasaje en que Satanás tentó a Jesucristo, éste “...volvió en el poder del Espíritu en Galilea… Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos” (Lucas, 4:14-15). Probablemente una de estas sinagogas fue la de Nazaret, algunos de cuyos vestigios —como las bases de las columnas y los ochenta peldaños de piedra— forman parte de la actual Iglesia Sinagoga. Lo mismo que en nuestros días, la liturgia judía en la Sinagoga se conformaba por oraciones y por lecturas de la Torá, el libro de la ley y la identidad israelita —también conocido como el Pentateuco; es decir, los cinco primeros libros de la Biblia—, de los Profetas y otros textos bíblicos. En aquellos tiempos, era común que todos los hombres aprendieran a leer; sin embargo, la escritura se reservaba sólo a algunos elegidos. Después de cumplir trece años, cualquier varón podía ser llamado a leer la Torá durante el Shabat, mientras que los eruditos eran invitados a comentar los textos. Por tanto, para Jesús enseñar en las sinagogas, así como predicar al aire libre, era algo común: “Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto” (Juan 18:20). “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y


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habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros…” (Lucas, 4: 16-21). Igualmente, Lucas, 4:22 narra: “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”. Sin embargo, los habitantes de Nazaret parecían ver en Jesús sólo al hijo del carpintero. Por ello, cuando Jesús se declaró profeta exclamando: “De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra”, los oyentes, enfurecidos, llevaron a Jesús a un acantilado, dispuestos a lanzarlo al vacío. El sitio que la tradición señala como el punto donde tuvo lugar dicho pasaje, es conocido como El Monte de la Precipitación, o Har Kedumim, vocablo hebreo que significa “La montaña antigua”, probablemente en referencia a los vestigios prehistóricos hallados en el lugar. Asimismo, aún se conservan algunos restos de una iglesia y un monasterio medieval. En una colina situada a poca distancia, se levanta la Capilla del Temor, nombre dado en alusión al temor de María por la vida de su santo hijo.


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Notas

Jerusalén El nacimiento de Jerusalén Jerusalén ha sido considerada desde siempre una ciudad sagrada por los judíos, los musulmanes y los cristianos. Los primeros la llaman Yerushalaim: la ciudad de la paz, mientras que los para los segundos es El Kuds: La Santa. Esta importancia se hizo patente infinidad de veces, pues los ejércitos egipcios, filisteos, babilonios, griegos, persas, musulmanes, cristianos, mamelucos, turcos y británicos, en algún momento a lo largo de la historia han reclamado derechos sobre la Ciudad Santa, la cual, pese a las continuadas invasiones, mantiene incólume su carácter de santificado enclave. Y es precisamente en Jerusalén, en la parte conocida como Ciudad Vieja, donde se alza el Monte Moriá, el lugar más sagrado del judaísmo, que, de acuerdo con la tradición, fue el sitio donde Abraham fue puesto a prueba por Dios, quien le ordenó ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac. Siglos después, el rey David estableció allí la capital fortificada del reino de Israel, convirtiéndola así mismo en asentamiento del Arca de la Alianza, cofre sagrado que contenía las Tablas de la Ley que Moisés había recibido de Dios, así como la vara de Aarón y el Maná. El tabernáculo, el santuario móvil donde se colocaba el Arca, fue llevado al Monte Moriá. Salomón, sucesor de David y símbolo de justicia y Sabiduría, edificó el templo en honor del Señor: Hiram de Tiro, rey fenicio, envío madera de cedros de Líbano y “siervos experimentados” para contribuir a la construcción. El magnífico templo fue cubierto con oro, decorado con enormes querubines revestidos también de oro, y finos hilos (Segunda de Crónicas 3:8).


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“Y vi un cielo y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es. Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis, 21:1-2). La era moderna Al caer el imperio Turco-Otomano, las potencias coloniales europeas combatieron para obtener el control de la Tierra Santa. En 1917, los ejércitos británicos destacamentados en Egipto al mando del general Allenby liberaron a Jerusalén, tras lo cual Gran Bretaña obtuvo el territorio en mandato, el cual sin embargo le fue revocado al no poder detener las hostilidades entre árabes y judíos, así como debido a la presión internacional tras el holocausto judío, así como por la decisión de la ONU de la participación de Palestina. En 1948, Israel declaró su independencia. Actualmente, aunque el conflicto palestino-israelí se ha mantenido, se realizan constantes esfuerzos para lograr finalmente un acuerdo de paz. Entrada a Jerusalén (Lucas 19:11-27) Las diez monedas “Cuando Jesús estaba ya cerca de Jerusalén, dijo esta parábola, pues los que lo escuchaban creían que el Reino de Dios se iba a manifestar de un momento a otro: Un hombre de una familia noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver después. Llamó a diez de sus servidores, les entregó una moneda de oro a cada uno y les dijo: ‘Comercien con ese dinero hasta que vuelva’. Pero sus compatriotas lo odiaban y mandaron detrás de él una delegación para que dijera: ‘No queremos que éste sea nuestro rey’. Cuando volvió, había sido nombrado rey. Mandó, pues, llamar a aquellos servidores a quienes les había entregado el dinero, para ver cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido diez más’. Le contestó: ‘Está bien, servidor bueno; ya que fuiste fiel en cosas muy pequeñas, ahora te confío el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras cinco más’. El rey le contestó: ‘Tú también gobernarás cinco ciudades’. Llegó el tercero y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu moneda. La he guardado envuelta en un pañuelo porque tuve miedo de ti. Yo sabía que eres un hombre muy exigente: reclamas lo que no has depositado y cosechas lo que no has sembrado’. Le contestó el rey: ‘Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he


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sembrado, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así a mi regreso lo habría cobrado con los intereses’. Y dijo el rey a los presentes: ‘Quítenle la moneda y dénsela al que tiene diez’. ‘Pero, señor’, le contestaron, ‘ya tiene diez monedas’. ‘Yo les digo que a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.’ ‘En cuanto a esos enemigos míos que no me quisieron por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.’” Entrada a Jerusalén (Lucas 19:28-48) “Dicho esto, Jesús pasó adelante y emprendió la subida hacia Jerusalén. Cuando se acercaban a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo: ‘¡Vayan al pueblo de enfrente y al entrar en él encontrarán atado un burrito que no ha sido montado por nadie hasta ahora! ¡Desátenlo y tráiganmelo! Si alguien les pregunta por qué lo desatan, contéstenle que el Señor lo necesita.’ Fueron los dos discípulos y hallaron todo tal como Jesús les había dicho. Mientras soltaban el burrito llegaron los dueños y les preguntaron: ‘¿Por qué desatan ese burrito? Contestaron: El Señor lo necesita’. Trajeron entonces el burrito y le echaron sus capas encima para que Jesús se montara. La gente extendía sus mantos sobre el camino a medida que iba avanzando. Al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos comenzó a alabar a Dios a gritos, con gran alegría, por todos los milagros que habían visto. Decían: ‘¡Bendito el que viene como Rey, en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos!’ Algunos fariseos que se encontraban entre la gente dijeron a Jesús: ‘Maestro, reprende a tus discípulos.’ Pero él contestó: ‘Yo les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras.’ Al acercarse y viendo la ciudad, lloró por ella y dijo: ‘¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía. Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados. Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.’ Jesús entró después en el recinto del Templo y comenzó a expulsar a los comerciantes que estaban allí actuando. Les declaró: ‘Dios dice en la Escritura: Mi casa será casa de oración. Pero ustedes la han convertido en un refugio de ladrones’. Jesús enseñaba todos los días en el Templo. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley bus-


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caban el modo de acabar con él, al igual que las autoridades de los judíos, pero no sabían qué hacer, pues todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.’ El monte de los Olivos En su diario camino a la ciudad, Jesús pasaba cerca del Monte de los Olivos, cuya estratégica ubicación revestía gran importancia desde tiempos antiguos: hacia el oeste de este monte se extiende el desierto de Judea, hasta las faldas de las montañas de Gilead y Moab. En las Sagradas Escrituras, el relato de Ezequiel 11:23 dice: “La gloria del señor se fue de en medio de la ciudad, y paró sobre el monte que está al oriente de la ciudad.” Así mismo, una profecía que menciona a este sitio aparece en Zacarías 14:3-4: “Después saldrá el señor, y peleará con aquellas gentes como peleó el día de la batalla. Y firmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está frente de Jerusalén a la parte oriente.” Mateo 21:18 y Marcos 11:13 relatan que al cruzar estas colinas luego de echar del templo a los mercaderes, Jesús maldijo a la higuera. En la parte sur del Monte de los Olivos se encuentra el inmenso cementerio judío de Jerusalén, considerado como el más antiguo y más importante de la ciudad, y permanece activo hasta nuestros días. Se calcula que contiene aproximadamente 150,000 tumbas de diferentes épocas. muchas generaciones de judíos, así como importantes figuras de la historia judía, han sido enterrados aquí, con la esperanza de estar lo más cerca posible del Monte del Templo en el Juicio Final. La mujer adúltera Monte de Los Olivos (Juan 8:1-11) “Jesús, por su parte, se fue al Monte de los Olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: ‘Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú, ¿Qué dices?’ Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo.


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Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: ‘Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra’. Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?’ Ella contestó: ‘Ninguno, Señor’ y Jesús le dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar’.” La iglesia de María Magdalena En el siglo XIX, los europeos volvieron su mirada a la Tierra Santa, y los imperios coloniales iniciaron grandes obras de construcción para sus peregrinos, particularmente en Jerusalén. La construcción de la iglesia de Santa María Magdalena, ordenada por el Zar Alejandro III, fue llevada a cabo en honor de la santa patrona de la familia real rusa. “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; la casa se llenó del olor del perfume” (Juan, 12:3). Dominus Flevit En 1955, el gran arquitecto italiano, Antonio Berluzzi, proyectó y construyó, sobre el Monte de los Olivos, su última capilla: la iglesia de Dominus Flevit, expresión latina que significa “El señor lloró”. Construida sobre un antiguo templo bizantino —algunos de cuyos mosaicos aún se conservan en el piso de la iglesia actual—, conmemora el llanto de Jesucristo al contemplar Jerusalén. Muy cerca de allí, de acuerdo con el Evangelio de Mateo, Jesús respondió a las preguntas de sus discípulos acerca del fin: “Y estando el sentado en el Monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Santuario Dominus Flevit (Mateo 23:37-39) “¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Qué bien matas a los profetas y apedreas a los que Dios te


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envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y tú no has querido! Por eso se van a quedar ustedes con su templo vacío. Y les digo que ya no me volverán a ver hasta que digan: ‘¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!’” (Lucas 19:41-44) “Al acercarse y viendo la ciudad, lloró por ella y dijo: ‘¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía. Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados. Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.’” Las puertas de Jerusalén Entre las leyendas que existen sobre las murallas de la parte de Jerusalén conocida como Ciudad Vieja, sobresale aquella que alude a un sueño de Suleimán I, el Magnífico, califa otomano, en el cual los cuatro leones que cuidaban el trono de los reyes David y Salomón lo atacaban como castigo por los duros impuestos a la ciudad. Se dice que al despertar, asustado, el califa eliminó los impuestos, y mandó construir alrededor de Jerusalén una muralla de piedra caliza, de 4018 metros de longitud, una altura de 12 metros y 2.5 metros de espesor. A lo largo de las murallas se alzan 34 torres de vigilancia, y existen 8 puertas, a cada una de las cuales se atribuye una historia en particular: la Puerta de los Leones se considera obra de Suleimán, aunque otra versión menciona al sultán Baybars, fundador del Estado mameluco en el siglo XIII. La puerta también es conocida como Puerta de las Tribus, o de San Esteban en honor al primer mártir cristiano, quien murió lapidado en el sitio. La puerta de Sión es también llamada Puerta de David, pues la tradición cuenta que la tumba del sabio rey se encuentra en el monte Sion. La Puerta del Muladar, que conduce al Muro de los Lamentos, toma su nombre de la basura que, en la época bizantina, los cristianos solían tirar en las ruinas del Templo. La puerta de Damasco, elaborado ejemplo del diseño otomano, se localiza en la entrada del mercado árabe. La Puerta de Oro, hoy bloqueada y protegida por un cementerio, es la más antigua de las que existen en la muralla, y era la única que permitía


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entrar directamente al Monte del Templo. La tradición cristiana la reconoce como el punto donde Jesucristo entró a la ciudad. Por su parte, los judíos creen que a través de ella el Mesías entrará a Jerusalén. la puerta de Jaffa, conocida también como Puerta del Amigo —en referencia a Abraham, amigo de Dios— o Puerta de la Torre de David, es la única puerta en el lado occidental de la Ciudad Vieja. En 1889 fue ampliada para que el káiser alemán Guillermo II pudiera entrar a la ciudad con su carruaje. En 1898, los otomanos abrieron la Puerta Nueva, que permite el acceso al barrio cristiano. Los mercados de La Ciudad Vieja Asombroso punto de cotidiana confluencia de las confesiones cristiana, musulmana y judía, la vieja Jerusalén constituye un abigarrado mosaico de sonidos —las campanas de las iglesias, los gritos del muecín llamando a orar a los musulmanes, y el murmullo de las plegarias judías—, de colores y de texturas. Sus mercados, que ofrecen mercancías provenientes de todos los confines del orbe, se despliegan en estrechas callejuelas que serpentean a lo largo de la ciudad Vieja. El Cenáculo y la Tumba de David Antes de morir, Jesús realizó su última cena en compañía de sus discípulos. En el sitio, conocido como el Cenáculo, los propios apóstoles se reunían tras la muerte del Mesías. Los relatos de los antiguos peregrinos cuentan los métodos empleados en la gran Basílica de Hagia Sion, erigida sobre el templo original, para conservar diversas reliquias: el cuerno utilizado para ungir a David y Salomón, la columna de la flagelación, la corona de espinas y la lanza con la cual un soldado romano hirió el costado de Cristo. Actualmente conocida como Sala de la Última Cena, de columnas firmes y arcos góticos, fue construida por los cruzados en el siglo XII. Su escalinata de 30 huellas conduce hasta una gran sala denominada cenáculo. La planta baja, venerada por cristianos, judíos y musulmanes, lleva el título de Tumba de David. La Tumba de David El texto “Y David durmió con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David” puede referirse ya sea a la ciudad de David de Jerusalén o a


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Belén. Aunque los primeros peregrinos cristianos mencionaron la Tumba de San Esteban en el Monte Sion, los escritos de un viajero judío del siglo XII, José de Tudela, cuentan que un muro derruido reveló ricas tumbas que se cree eran las de David y Salomón. Una rica tela de color púrpura, bordada con las estrellas y las arpas, cubre la lápida. “Y mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo y lo partió y les dio, diciendo: ‘Tomad, esto es mi cuerpo.’ Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dijo: ‘Esto es mí sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquél día en que lo beba de nuevo en el reino de Dios.’ Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.” La iglesia de la Agonía El templo original, erigido en el siglo IV, fue ampliado aproximadamente ocho siglos después, recibiendo el nombre de San Salvador. Concluida en 1924, la actual iglesia de la Agonía es una de las más hermosas de Jerusalén. Sobre las columnas del pórtico arqueado, destacan las figuras de los cuatro evangelistas. Sobre estas figuras, un magnífico mosaico representa a Jesús ofreciendo su sufrimiento a Dios. “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: ‘Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro’. Y tomando a Pedro, y a los hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: ‘Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.’ Yendo un poco adelante, se postró su rostro, orando y diciendo: ‘Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo, 26:36-39). La Tumba de María Este sepulcro se halla a poca distancia del camino que deben haber seguido los soldados romanos que aprehendieron a Jesucristo en el Jardín de Getsemaní. Si bien es probable que María viviera y muriera en el monte Sion, la tradición sostiene que en este sitio, al pie del Monte de los Olivos, su cuerpo fue devuelto a la tierra. Muchos estudiosos concluyen que las parcelas alrededor de Getsemaní eran propiedad de uno de los apóstoles. María, inmaculada e incorrupta, ascendió directamente al cielo, por lo cual el primer templo erigido sobre


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su tumba, en el siglo XV, fue conocido también como la Asunción de María. Los visitantes pueden acceder al interior de la tumba de la virgen a través de tres accesos. Allí también se encuentran las capillas de los padres de María: Ana y Joaquín, y la de José, su esposo. La iglesia actual fue reconstruida por los cruzados, y en ella se preservaban las cenizas de la reina cruzada Millicent. La Abadía de Santa María del Valle de Jehoshafat, un monasterio, fue erigido alrededor. Esta Abadía, y el templo superior, fueron destruidos por los musulmanes cuando retomaron Jerusalén, pero dejaron intacto el santuario debido al culto que también profesaban por la madre de Jesucristo. La traición de Judas (Lucas 22:1-13) Se acercaba la fiesta de los Panes sin Levadura, llamada también fiesta de la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley no encontraban la manera de hacer desaparecer a Jesús, pues tenían miedo del pueblo. Pero Satanás entró en Judas, por sobrenombre Iscariote, que era uno de los Doce discípulos, y fue a tratar con los jefes de los sacerdotes y con los jefes de la policía del Templo sobre el modo de entregarle a Jesús. Ellos se alegraron y acordaron darle una cantidad de dinero. Judas aceptó el trato y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo cuando no estuviera el pueblo. Llegó el día de la fiesta de los Panes sin Levadura, en que se debía sacrificar el cordero de Pascua. Jesús, por su parte, envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: ‘Vayan a preparar lo necesario para que celebremos la Cena de Pascua.’ Le preguntaron: ‘¿Dónde quieres que la preparemos?’ Jesús les contestó: ‘Cuando entren en la ciudad, encontrarán a un hombre que lleva un jarro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre y digan al dueño de la casa: ‘El Maestro manda a decirte: ¿Dónde está la pieza en que comeré la Pascua con mis discípulos?’ ‘Él les mostrará una sala grande y amueblada en el piso superior. Preparen allí lo necesario.’ Se fueron, pues, y hallaron todo tal como Jesús les había dicho; y prepararon la Pascua. La cena del Señor (Lucas 22:14-38) Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: ‘Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque, se los digo, ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios.’ Jesús recibió una copa, dio gracias y les dijo: Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del jugo de la uva hasta que llegue el


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Reino de Dios. Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes. Sepan que la mano del que me traiciona está aquí conmigo sobre la mesa. El Hijo del Hombre se va por el camino trazado desde antes. Pero, ¡pobre del hombre que lo entrega! Entonces empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos iba a hacer tal cosa. Luego comenzaron a discutir sobre quién de ellos era el más importante. Jesús les dijo: Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños, y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y el que manda, como si fuera el que sirve. Porque, ¿quién es más importante: el que está a la mesa o el que está sirviendo? El que está sentado, por supuesto. Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido conmigo, compartiendo mis pruebas. Por eso les doy autoridad como mi Padre me la dio a mí haciéndome rey. Ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos. Pedro dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la prisión y a la muerte. Pero Jesús le respondió: Yo lo digo, Pedro, que antes de que cante hoy el gallo, habrás negado tres veces que me conoces. Jesús también les dijo: Cuando les envié sin cartera ni equipaje ni calzado, ¿les faltó algo? Ellos contestaron: Nada. Y Jesús agregó: Pues ahora, el que tenga cartera, que la tome, y lo mismo el equipaje. Y el que no tenga espada, que venda el manto para comprarse una. Pues les aseguro que tiene que cumplirse en mi persona lo que dice la Escritura: Ha sido contado entre los delincuentes. Ahora bien, todo lo que se refiere a mí está llegando a su fin. Ellos le dijeron: Mira, Señor, aquí hay dos espadas. Él les respondió: ¡Basta ya! Jesús lava los pies a los discípulos (Juan 13:1-11; 21, 22; 25-31; 34, 36-38) Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató él una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?


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Jesús le contestó: “Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde. “Pedro replicó: “Jamás me lavarás los pies” Jesús le respondió: Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo”. Entonces Pedro le dijo: “Señor lávame no sólo los pies sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: El que se ha bañado está completamente limpio y le basta con lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Tras decir estas cosas Jesús se conmovió con su espíritu y dijo con toda claridad: “En verdad les digo: uno de ustedes me va a entregar” Los discípulos se miraron unos a otros, pues no sabían a quién se refería. Simón Pedro se volvió hacía Jesús y le preguntó: “Señor, ¿Quién es? Jesús le contestó: “Voy a mojar un pedazo de pan en el plato. Aquél al cual se lo dé, ése es”. Jesús mojó un pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Apenas Judas tomó el pedazo de pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. Ninguno de los que estaban en la mesa comprendió por qué Jesús se lo decía. Como Judas tenía la bolsa común, algunos creyeron que Jesús quería decirle: “Compra lo que nos hace falta para la fiesta…”, o bien “Da algo a los pobres”. Judas se comió el pedazo de pan y salió inmediatamente. Era de noche. Cuando Judas salió, Jesús dijo: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él”. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. Simón Pedro le preguntó “Señor, ¿A dónde vas? “Jesús le respondió “A donde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde.” Pedro le dijo “Señor, ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti”. Jesús le respondió “¿Dar tú la vida por mí? En verdad te digo que antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces”. San Pedro en Gallicantu Construida en una zona donde abundan vestigios de la antigua Jerusalén, la actual iglesia de San Pedro Gallicantu (San Pedro del canto del gallo) es, según algunas versiones, el sitio en el que se erigía, sobre el palacio de Caifás, la iglesia más antigua con ese nombre. Otros piensan que es el punto donde una iglesia bizantina fue construida sobre la gruta en que Pedro lloró en profunda pena, y que a partir del siglo XII fue conocida como San Pedro en Gallicantu. Excavaciones arqueológicas descubrieron debajo de la iglesia una serie de cámaras, pesos y medidas utilizados para verificar a los mercaderes del templo. La primera iglesia del siglo V fue construida por los bizantinos en recuerdo de la triple negación de Pedro.


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La iglesia armenia de Caifás se halla a poca distancia de la puerta de Sion, donde patriarcas armenios fueron enterrados. En este sitio, durante las excavaciones se encontraron algunas residencias que datan del periodo del segundo Templo, así como restos de una iglesia bizantina y una capilla cruzada. El Jardín Getsemaní Después de la Última Cena, Jesús y sus discípulos caminaron hasta el Jardín Getsemaní —que significa “prensa de aceite”—, ya muy cerca de los últimos momentos. La tradición asegura que éste fue el jardín que Mateo menciona en su Evangelio . Las faldas del Monte de los Olivos están cubiertas aún en la actualidad por milenarios olivos, algunos tan antiguos que pudieron ser testigos de la plegaria final de Jesús. La leyenda dice que cuando Cristo murió, los arboles de todo el mundo perdieron sus hojas excepto los olivos. Jesús en el Huerto Getsemaní (Lucas 22:39) Después Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron también sus discípulos. Llegados al lugar, les dijo: Oren para que no caigan en tentación. Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba con estas palabras: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo. Después de orar, se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos. Pero los halló dormidos, abatidos por la tristeza. Les dijo: ¿Ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación. Todavía estaba hablando cuando llegó un grupo encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se acercaba a Jesús para darle un beso, Jesús le dijo: Judas, ¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre? Los que estaban con Jesús vieron lo que iba a pasar y le preguntaron: Maestro, ¿Sacamos la espada? Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha. Pero Jesús le dijo: ¡Basta ya! Y tocando la oreja del hombre, lo sanó.


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Jesús se dirigió después a los que habían venido a tomarlo preso, a los jefes de los sacerdotes, de la policía del Templo y de los judíos y les dijo: Tal vez buscan a un ladrón, y por eso han venido a detenerme con espadas y palos. ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes en el Templo? Pero ahora reinan las tinieblas, y es la hora de ustedes. Jesús es arrestado (Cap. 18:1-3) Jesús estaba con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Jesús entró con sus discípulos en el huerto que allí había. Judas Iscariote conocía también ese lugar, pues Jesús se había reunido allí muchas veces con ellos. Judas guió a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas. La Vía Dolorosa (La vía Crucis) La Vía Dolorosa es el camino que tomó Jesús durante su jornada hacia el Calvario. Aunque fue formalizada como tal en el siglo XVI, era una ruta seguida desde los primeros tiempos del cristianismo. El sinuoso recorrido va desde el sitio de la antigua fortaleza de Antonia hasta la iglesia del Santo Sepulcro. I. Jesús es condenado En el Pretorio de la corte legal, en el interior de la fortaleza de Antonia, Jesús fue conducido para ser procesado ante la presencia de Poncio Pilato. Allí se ubica la primera de las catorce estaciones de la Cruz (Vía Crucis). La iglesia de la Condena, que se ubica junto a un hermoso patio cruzado, conserva una escultura pintada, única, que da vida a la escena de Pilato lavando sus manos de la responsabilidad de la muerte de Jesús. Primera estación Jesús es condenado a muerte (Juan 18:28-40) Desde la casa de Caifás, de madrugada, Jesús es conducido al pretorio. Pilato salió y fue donde ellos, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? Ellos le respondieron: Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado. Pilato replicó: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley. Los judíos replicaron: Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.


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Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí? Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres Rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Pilato preguntó: ¿Qué es la verdad? Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en él. Pero aquí es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos? Ellos volvieron a gritar diciendo: ¡A ése, no; a Barrabás! Barrabás era un bandido. Canto Perdón, oh, dios mío. Perdón, oh, Dios mío, perdón e indulgencia, perdón y clemencia, perdón y piedad. Pequé. Ya mi alma su culpa confiesa; mil veces me pesa de tanta maldad. Mil veces me pesa, de haber obstinado, tu pecho rasgado, oh, suma bondad. Yo fui quien del duro madero inclemente te puso pendiente con vil impiedad.


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Por mí en el tormento tu sangre vertiste y prenda me diste de amor y humildad. Y yo en recompensa, pecado a pecado, la copa he llenado de la iniquidad. Mas ya arrepentido, te busco lloroso, oh, padre amoroso, oh, Dios de bondad. II. Jesús lleva la cruz Modesta, construida sobre las ruinas de un oratorio cruzado en el mismo patio, se encuentra la Capilla de la Flagelación. Sus vitrales presentan a Jesús atado y herido. En el techo hay una corona de espinas, en alusión al Evangelio: “Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarlo. ¡Salve, Rey de los judíos!” (Marcos 15:17-18). Segunda estación III. Jesús carga con la cruz a cuestas (Juan 19:1-7, 17) Pilato tomó a Jesús y ordenó que se le castigara azotándolo. Los soldados entretejieron una corona de espinas, la pusieron sobre la cabeza del Cristo, y lo vistieron con ropas púrpura. Acercándose a él, le decían: “¡Viva el Rey de los Judíos!”, golpeándolo en el rostro. Pilato volvió a salir y les dijo: “Miren: lo traigo de nuevo fuera; sepan que no encuentro ningún delito en él.” Entonces salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y revestido de manto púrpura. Y Pilato les dijo Pilato: “He aquí el hombre.” Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Pilato contestó “Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no encuentro motivo para condenarlo”. Los judíos contestaron: “Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, pues


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se ha proclamado Hijo de Dios”. Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando su propia cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario —Gólgota, en hebreo—, donde fue crucificado. Canto Perdona a tu pueblo señor Perdona a tu pueblo señor, perdona a tu pueblo, perdónale, señor. No estés eternamente enojado. No estés eternamente enojado. Perdónale, señor. Por tus profundas llagas crueles, por tus salivas y por tus hieles, perdónale, señor. Por las heridas de pies y manos, por los azotes tan inhumanos, perdónales, señor. Por los tres clavos que te clavaron, y las espinas que te punzaron, perdónale, señor. Por la abertura de tu costado, no estés eternamente enojado. Perdónale, señor. Tercera estación III. Jesús cae por primera vez. (Isaías 50:6) Entregué mis espaldas a los que me azotaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba; y no retiré mi rostro de los que me escarnecían y escupían.


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Canto Amante Jesús mío Amante Jesús mío, oh, cuánto te ofendí, perdona mi extravío y ten piedad de mí (BIS). ¿Quién al mirarte exánime, pendiente de una cruz por nuestras culpas víctima, expirar buen Jesús, de compasión y lástima no siente el pecho herido, habiéndole ofendido con negra ingratitud? Una ardorosa lágrima vierte mi salvador, tiende su vista lánguida buscando al pecador: “Ven, ven, a mí, hijo pródigo”, Jesús muriendo exclama: “Ven, ven, mi amor te llama, dame tu corazón.” Llorad, cedros del Líbano, mares, ríos; llorad, rocas del Gólgota, que va Dios a expirar. Llorad, pecador pérfido, y llorad sin consuelo, que osaste al Dios del cielo la mano levantar. De lo alto del patíbulo, divino redentor, tiendes tu vista lánguida


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buscando al pecador. Triste, confuso y trémulo, ya mis pecados lloro y tu perdón imploro con lágrimas de amor. Cuarta estación IV. Jesús encuentra a María, su madre. (Primera lamentación, versículo 16) Por eso estoy yo llorando, y son mis ojos fuentes de agua; porque está lejos de mí el consolador, que haga revivir el alma mía. Han perecido mis hijos, pues el enemigo ha triunfado. Canto Mi alma espera en el Señor Mi alma espera en el Señor, mi alma espera en Su palabra; mi alma aguarda al Señor, porque en Él está la salvación. Desde lo hondo a ti grito: Señor, Señor, escucha mi voz. Estén tus oídos atentos a la voz de mis súplicas. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. Mi alma espera…


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Quinta estación V. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz (Lucas 23:26) Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz de Jesús para que la llevara detrás de él. (Marcos 15:21) Los soldados sacaron a Jesús fuera para crucificarlo. En ese momento, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, volvía del campo, y los soldados le obligaron a que llevara la cruz de Jesús. (Mateo 27:32) Al salir de la ciudad encontraron a un hombre natural de Cirene, llamado Simón, al cual obligaron a que cargase con la cruz de Jesús. Canto ¿Dónde, dónde, dónde, dónde encontraré al Señor? (2). Lo busco entre las estrellas y me canso de mirar, lo busco en el cielo inmenso y no lo puedo encontrar. ¿Dónde, dónde…? Lo busco como es costumbre, en la ermita de lugar; pero por más que lo llamo no me viene a contestar. ¿Dónde, dónde…? Lo busco en el mar profundo, las olas vienen y van;


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como lágrimas que gritan, búscalo en otro lugar. ¿Dónde, dónde…? Búscalo en tu propia vida, está en tus ansias de amar; búscalo entre tus hermanos, seguro que lo hallarás. ¿Dónde, dónde…? Sexta estación VI. Verónica enjuaga el rostro de Jesús (Lucas 23:27) Ilumine el señor su rostro sobre ti y te sea propicio. Números (6:25) El señor te muestre apacible su rostro, y haya misericordia de ti. Explicación de Juan Pablo II en el año 2000. “La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús. Por tanto, puede ser que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del Calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un “verdadero icono”. A eso se referiría el nombre mismo de Verónica. Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella”.


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Canto Búscalo en el niño pobre que no tiene qué comer; búscalo en la madre enferma que muere sin querer. ¿Dónde, dónde…? Búscalo en el campesino que entre lágrimas contempla una milpa fracasada que no le dará cosecha. ¿Dónde, dónde…? Búscalo en los pies desnudos que en el lodo del camino no saben a ciencia cierta dónde los lleva el destino. ¿Dónde, dónde…? Búscalo en las amarguras, que padecen tus hermanos; cada hombre que está sufriendo es Cristo crucificado. ¿Dónde, dónde…? Séptima estación VII. Jesús cae por segunda vez (Isaías 63:9) En todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: Él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión Él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre.


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Canto Miren al suelo Miren al suelo, corran la voz de que en los hombres está el Señor. Pasó ya el tiempo para soñar, llegó ya el tiempo de despertar. Está la libertad encarcelada, los bienes en poder de pocos dueños, no basta rezar mirando al cielo, también hay que vivir mirando al suelo. Hablar menos de Dios, mostrarlo en obras, son medida de lo cierto. No basta con rezar mirando al cielo, también hay que vivir mirando al suelo. Octava estación VIII. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén (Lucas 23:28-31) Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se dirá: ¡Ojalá los cerros caigan sobre nosotros! ¡Ojalá que las lomas verdes nos ocultaran! Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué harán con el seco? Canto Con nosotros está Con nosotros está y no le conocemos, con nosotros está, su nombre es el Señor. (BIS) Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo,


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¿acaso por llegar temprano al templo? Su nombre es el Señor y sed soporta, y está en quien de justicia va sediento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces ocupados en sus rezos. Su nombre es el Señor y está desnudo, la ausencia del amor hiela sus huesos y muchos que lo ven pasan de largo, seguros al calor de su dinero. Novena estación IX. Jesús cae por tercera vez (Salmo 40:6) “Señor Dios Mío: cuántas maravillas y prodigios has hecho para nosotros. Nadie se te puede comparar. Si intento recordar tus obras y decirlas, no podré enumerarlas”. (San Mateo 11:28-29) Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Canto Su nombre es el Señor y enfermo vive, y su agonía es la del enfermo, y muchos que lo saben no hacen caso, tal vez no frecuentaba mucho el templo. Su nombre es el Señor y está en la cárcel, y está en la soledad de cada preso, y nadie lo visita y hasta dicen: “Tal vez ese no era de los nuestros.” Su nombre es el Señor, el que sed tiene; Él pide por la boca del hambriento; está preso, está enfermo, está desnudo, pero Él nos va juzgar por todo eso.


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Décima estación X. Jesús es despojado de sus vestiduras (San Mateo 27:33-37) Al llegar al Gólgota o Calvario, los soldados romanos le dieron a beber vino mezclado con hiel. Jesús lo probó, pero no quiso beberlo. Allí lo crucificaron, y después se repartieron entre ellos la ropa de Jesús, echándola a suertes. Luego se sentaron a vigilarlo. La Capilla del Despojo se encuentra a la cima de las escaleras del Calvario. Indica el lugar donde los soldados romanos despojaron a Jesús de sus vestidos para crucificarlo, y los repartieron entre ellos. Canto Eran cien ovejas Eran cien ovejas que había en el rebaño, eran cien ovejas, que el pastor cuidó; pero una tarde, al contarlas todas, le faltaba una, le faltaba una, y triste lloró. Las noventa y nueve dejó en el aprisco, y por las montañas a buscarla fue, la encontró gimiendo, temblando de frío, curó sus heridas, la cargó en sus brazos, y al redil volvió. Ésta misma historia, vuelve a repetirse: hay muchas ovejas que aún errantes van, vagando en el mundo sin Dios, sin consuelo y sin Su perdón. Undécima estación XI. Jesús es clavado en la cruz Solamente un retrato de Jesús queda de los numerosos y ricos mosaicos que cubrían los muros y el techo del Calvario en la época de los Cruzados. Los mosaicos que en la actualidad pueden admirarse en el sitio, fueron todos realizados a mediados del siglo pasado.


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Duodécima estación XII. Jesús muere en la cruz Últimas Palabras de Jesús (Juan 19:25-30) Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, para que se cumpliera la Escritura, dice: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza entregó el espíritu. (Mateo 27:38-40) También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por allí lo insultaban; movían la cabeza y le decían: ¡Vaya! ¡Tú que derribas el Templo y lo levantas de nuevo en tres días! Si eres el Hijo de Dios, líbrate del suplicio y baja de la cruz. (Lucas 23:33) Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Mientras tanto, Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Juan 19:18-22) Allí lo crucificaron y con él, a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba escrito: “Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos”. Muchos judíos leyeron este letrero, que estaba escrito en hebreo, latín y griego. Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas “Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”. Pilato contestó “Lo que he escrito, escrito está”.


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Canto A ti levanto mis ojos A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo, a ti levanto mis ojos, porque espero tu misericordia. Como están los ojos de los esclavos, fijos en las manos de sus señores. Así están nuestros ojos en el Señor, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia; que estamos saciados de burlas. Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios. Nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos; nuestra alma está saciada del desprecio de los orgullosos. XII. Jesús muere en la cruz Cristo fue crucificado por los romanos —relatan los cuatro Evangelios—, junto a dos criminales comunes. Sobre Su cabeza, una inscripción decía: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. El lugar donde la tradición narra que se hallaba la cruz de Jesús, está señalado por un disco de plata, debajo del altar. El de los ladrones está señalado por discos de mármol. La roca original del Calvario se encuentra a la derecha del altar, y presenta una grieta —ocasionada por un temblor— en la roca que corre debajo de la Capilla de Adán. De este modo, la sangre de Cristo se derramó sobre el cráneo del primer pecador de la humanidad, dice la tradición.


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Duodécima estación Jesús muere en la cruz (Mateo 27:45-50; Lucas 23:46) Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: “¡Elí, Elí! ¿Lemá sabactaní?” Esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró. Canto Pequé, pequé, Dios mío Pequé, pequé, Dios mío. Piedad, Señor, piedad. Si grandes son mis culpas, mayor es tu bondad. (2) Por tu preciosa sangre, piedad, Señor, piedad. Por tu larga agonía, piedad, Señor, piedad. (2) Pequé, pequé… Por tu costado abierto, piedad, Señor, piedad. Por tu madre afligida, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Yo te escupí en el rostro, piedad, Señor, piedad. Yo te llené de heridas, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Líbrame del infierno,


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piedad, Señor, piedad. Dadme una santa muerte, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Decimotercera estación XIII. Jesús es bajado de la cruz Después de que Jesús murió, sus compañeros vivieron varias horas de Tras la muerte de Jesucristo, sus discípulos vivieron varias horas de agonía antes de poder ver el cuerpo. Ayudaron a los soldados mientras rompían las piernas de los dos criminales que sobrevivían durante el Sabbat de Pascua. Pero al encontrar ya a Jesús muerto, un soldado clavó su lanza en el costado del Señor. Nace así la leyenda de la lanza del legionario de Longinus. Se cree que esa lanza, encontrada por los cruzados en las afueras de Antioquia, en junio de 1098, les ayudó a salir vencedores en numerosas batallas. En la Capilla de San Longinus, situada a lo largo de la galería formada por los siete Arcos de la Virgen, se recuerda al soldado mismo. La piedra de la Unción, la decimotercera Estación de la Cruz, es el primer objeto que se encuentra al entrar a la iglesia del Santo Sepulcro, situada al pie del Calvario. Los Evangelios describen a María observando la pasión y muerte de su hijo desde las cercanías del Gólgota. Sin embargo, la imagen tradicional la muestra recibiendo el cuerpo de Jesús en sus brazos mientras era bajado de la cruz. “Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”. Décima tercera estación Jesús es bajado de la cruz (Lucas 23:50-56) José de Arimatea, senador judío, era un hombre bueno y justo que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.


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Después de descolgarle, le envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro, excavado en la roca, en el que nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado. Las mujeres que habían venido con Él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado Su cuerpo, y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto. Canto Prometo confesarme, piedad, Señor, piedad. Quiero ser buen cristiano, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Por mis desobediencias, piedad, Señor, piedad. Por mis malos ejemplos, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Por tu injusta condena, piedad, Señor, piedad. Por tu cruz sacrosanta, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Por mí caíste en tierra, piedad, Señor, piedad. Por tu angustiada madre, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé…


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Decimocuarta estación XIV. La tumba de Jesús La tumba subterránea de José de Arimatea es actualmente la tumba de Jesús: construida sobre las dos cámaras originales, y profusamente adornada. La cama exterior, también maravillosamente decorada con hermosas esculturas en mármol blanco, se denomina Capilla del Ángel. Es más amplia y habría sido el sitio donde la familia se reunió para llorar al difunto. La entrada a la cámara interna presenta a Cristo Resucitado apareciendo desde el féretro, la llegada de las mujeres el domingo con urnas de ungüento, y el ángel que anunció la resurrección. La cámara mortuoria, más pequeña, es el corazón del Santo Sepulcro mismo. En este sitio yació el cuerpo de Jesús desde aquel viernes de noche hasta el domingo al amanecer. Hoy en día, la cámara está cubierta con una placa de mármol blanco colocada en 1555. Sobre la tumba hay pinturas que describen la victoria de Cristo sobre la muerte. Décima cuarta estación Jesús es sepultado Le abrió el costado y salió sangre y agua (Juan 19:38-41) Como aquel era el día de la Preparación, para que los cuerpos no quedasen en la cruz ese sábado, que era muy solemne, los judíos solicitaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús —aunque en secreto por


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miedo a los judíos—, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y aloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. (Mateo 27:59, 60) Canto Quiero ser Cireneo, piedad, Señor, piedad. Por tu faz venerada, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Por mí de nuevo caes, piedad, Señor, piedad. Llorar mis yerros quiero, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé… Por tu tercera caída, piedad, Señor, piedad. he sido un deshonesto, piedad, Señor, piedad. Pequé, pequé…


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La iglesia del Santo Sepulcro La iglesia del Santo Sepulcro3 ha sido, durante siglos, el corazón de la cristiandad en Jerusalén. Este magnífico templo, erigido en memoria de los últimos acontecimientos de la pasión de Cristo, es el sitio apropiado para las últimas cinco estaciones de la Cruz. Llamada Calvario debido a su parecido, desde la distancia, con una calavera —Gólgota, en arameo—, el promontorio fue transformado en cementerio, con tumbas familiares excavadas en la roca. En el sitio, durante la ocupación romana, en el Calvario se crucificaba a los criminales comunes, y también allí fue crucificado Jesucristo. Pese a que las persecuciones romanas se intensificaron, los primeros cristianos conservaron el recuerdo de la crucifixión de Cristo y su resurrección. El emperador Adriano destruyó Jerusalén en el año 135 d.C., construyendo en el sitio un santuario dedicado a Venus y una estatua de Júpiter. Cuando Constantino abrazó el cristianismo, dos siglos más tarde, Helena, su madre, peregrinación y encontró que la tumba de Jesús no había sido completamente arrasada, sino que se encontraba solamente cubierta con escombros. La basílica original de Constantino, quemada por los persas en el siglo VII, fue reconstruida, y nuevamente destruida en 1009 por el califa árabe Al Hakim. Restaurada una generación después, las deplorables condiciones en que el principal símbolo del cristianismo se encontraba encendió en Europa la pasión por las santas cruzadas. En 1099, los cruzados reconstruyeron la iglesia, extendiéndola para que incluyera el sitio de la crucifixión junto al calvario. la Iglesia del Santo Sepulcro ha sufrido desde entonces incendios, terremotos, guerras y el natural deterioro. La última gran construcción se realizó en el siglo XIX, dando los últimos retoques a la iglesia, actualmente visitada por millones de personas al año. “Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado la calavera, y en hebreo, Gólgota: y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio”. 3 Construida en el año 326 d.C., la iglesia del Santo Sepulcro es el centro de la peregrinación cristiana.


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El santo sepulcro Al entrar al templo del Santo Sepulcro, unas angostas escaleras conducen por casi cinco metros hasta lo que constituyó la última pendiente a la cumbre del calvario. El Anástasis El obispo Macarius recibió de la propia reina Helena la orden de construir la primera basílica sobre las ruinas de la antigua tumba de Jesús. La parte circular de la fastuosa iglesia fue denominada anástasis o resurrección. Con el transcurrir del tiempo, la construcción que rodea el sepulcro ha cambiado; sin embargo, el interior de la primera cámara aún celebra la resurrección de Jesús. Esta es llamada la Capilla de Ángel, en referencia al ángel que sentado en ese lugar anunció la resurrección de Cristo. La Resurrección La bóveda del Catolicón constituía el cuerpo principal de la iglesia situada frente a la tumba de Jesús. Conservando el Iconostasis, una división ricamente decorada que separa el altar de la congregación de los fieles, toda el área se encuentra debajo de una cúpula que marca lo que muchos cristianos consideran como el centro del mundo. Al noreste se encuentra el Altar de María Magdalena, donde Cristo resucitado apareció por primera vez ante María Magdalena. Muy cerca se levanta la iglesia de la Aparición de Jesús a su Madre, un hecho no registrado en los Evangelios que, sin embargo, permanece gracias a una larga y firme tradición. La iglesia de la Resurrección Construido por los cruzados sobre una antigua cisterna romana, este austero edificio alberga hermosos frescos medievales, que actualmente se encuentran en proceso de restauración. Por su parte, la iglesia de Nuestra Señora del Arca de la Alianza se encuentra en la entrada de Abu Gosh, y destaca en ella la imponente estatua de la Virgen y el niño. Aquí tiene lugar el célebre festival de música, y se realizan conciertos corales los fines de semana. La aldea árabe de Kubeibeh, también conocida como Emaús, se sitúa 19 kilómetros al noreste de Jerusalén. Es llamada tradicionalmente “La


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Casa de Cleofás”, que fue uno de los dos hombres que encontraron a Jesús aquel día. Los cruzados erigieron también una iglesia sobre ruinas bizantinas. El señor ha resucitado (Juan 20:1-31) El primer día después del sábado María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada al sepulcro había sido removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús llamaba y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Después los dos discípulos volvieron a casa. María se quedó llorando fuera, junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó para mirar y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Le dijeron: “Mujer, ¿Por qué lloras?”. Les respondió “Porqué se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, Jesús le dijo: “María”. Ella se dio la vuelta y le dijo: “Rabboní”, que quiere decir “Maestro” Jesús le dijo: “Suéltame, pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes. María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: “He visto al Señor y me ha dicho esto”. Canto Tú reinarás Reine Jesús por siempre, reine su corazón; en nuestra patria, en nuestro suelo, que es de María la Nación; en nuestra Patria, en nuestro suelo, que es de María la Nación. Tu reinarás, éste es el grito que ardiente exhala nuestra fe: tú reinarás, oh, Rey bendito, pues tu dijiste “Reinaré”. Tú reinarás, dulce esperanza que el alma llena de placer;


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habrá por fin paz y bonanza, felicidad habrá doquier. Tú reinarás, dichosa era; dichoso pueblo con tal Rey; será tu Cruz nuestra bandera, tu amor será nuestra ley. Tú reinarás en este suelo, te prometemos nuestro amor; oh, buen Jesús, danos consuelo en este valle de dolor. Tú reinarás, reina ya ahora en este Estado y Nación; ten compasión del que te implora y acude a ti en la aflicción. Tú reinarás toda la vida: trabajaremos con gran fe en realizar y ver cumplida la gran promesa: ¡REINARÉ! La Ascensión Una piadosa matriarca romana, llamada Pomenia, ordenó construir la primera Iglesia de la Ascensión, hacia el año 380 d.C. Erigió un santuario circular grande en la zona, a cielo abierto, llamado el Imbomon. Ya en el siglo VI, la cumbre de la montaña estaba colmada de religiosas y monjes que se ocupaban de la iglesia y de la cercana Eleona (la gran basílica del Monte de los Olivos, establecida por la madre de Constantino sobre la Gruta de los Ministros Inescrutables). Estas iglesias, y por lo menos media docena de monasterios, fueron destruidas en 614 por los persas. Junto a las ruinas, los cruzados edificaron la Iglesia de la Ascensión octagonal, sobre una plataforma a la que se llega a través de una escalinata de 20 escalones. Sus arcos, profusamente decorados, creaban un patio interno también abierto. En este sitio, bajo el altar se encuentra aún la roca sagrada en la cual la tradición ve la huella dejada por el pie de Jesús en su ascensión a los cielos.


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Saladino reconquistó Jerusalén en 1187, y los musulmanes transformaron el edificio en una mezquita. Durante el siglo XIX, la iglesia ortodoxa rusa4 construyó muchas iglesias y más de 100 escuelas solamente en Galilea. Además, erigieron su propio santuario de la Ascensión en la cumbre del Monte de los Olivos. Custodiado por monjas rusas desde 1907, su torre de seis pisos ofrece un amplio panorama de Jerusalén. Capilla de la Ascensión (Hechos 1) De hecho, se presentó a ellos después de su pasión, y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. Ya les hablé al respecto, les dijo: Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días. Los que estaban presentes le preguntaron: Señor, ¿Es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel? Les respondió: No les corresponde a ustedes conocer los plazos y los pasos que solamente el Padre tenía autoridad para decidir. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra. Dicho esto, Jesús fue levantado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista. Ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Amigos galileos, ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo. El templo y la llegada de Cristo Muro de los Lamentos Terminado en el año 955 a.C., el Templo de Salomón permaneció intacto durante cuatrocientos años, hasta que Israel fue invadida por los babilonios. En 587 a.C., el Rey Nabucodonosor exilió a los judíos y destruyó el Templo. Reconstruido cuando los judíos retomaron al país, el Segundo Templo nunca alcanzó el esplendor del primero. Durante la ocupación griega en el año 333 a.C., Alejandro el Grande permitió a los judíos seguir profesando su religión. Pero Antíoco Epifanes IV prohibió la práctica del judaísmo y ordenó el sacrificio de cerdos en el Templo, lo cual generó una gran rebelión, que logró expulsar a los griegos de la ciudad. 4 La iglesia ortodoxa rusa de la Ascensión está situada sobre ruinas bizantinas con numerosos y espléndidos mosaicos.


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En 63 a.C., el general romano Pompeyo condujo sus legiones hacia Jerusalén. Fascinado por los relatos acerca del gran Templo judío, insistió en entrar en el Santo de los Santos, permitido sólo a los sacerdotes judíos. Esta desconsideración de la ley judía fue distintiva del imperio Romano. La destrucción del templo, predicha por Jesús, tuvo lugar en el año 70 d.C. a manos del general Tito, quien extinguió la primera rebelión judía. En el año 132 d.C., conducidos por Simón Bar Kojbá, los judíos recuperaron el control de Judea y Samaria, y durante dos años y medio Jerusalén fue nuevamente su capital. Para aplastar la rebelión, Adriano envió más de 100 000 hombres, que destruyeron ciudades y poblados, asolando a Jerusalén, sobre cuyas ruinas Adriano estableció una colonia Romana, Aelia Capitolina, prohibiendo a los judíos la entrada, so pena de muerte. Para borrar el nombre de Judea, la denominó Palestina, y dispersó al pueblo judío en el exilio. Al ser reducida Jerusalén a escombros, solo una de las murallas externas que protegían el recinto quedaba en pie. Conocida durante generaciones como el Muro de los Lamentos, se transformó en el lugar de plegarias más sagrado de los judíos, pues era lo más cerca del templo que podían llegar. Desde 1967, tras la reunificación de la ciudad, la muralla se conoce como Muro Occidental. Reconstrucción y redescubrimiento Al adoptar el cristianismo, Constantino y su madre ordenaron la construcción de iglesias en los principales sitios asociados con la vida de Cristo, e inspiraron la peregrinación de conversos de todo el imperio. La expansión cristiana duró tres siglos hasta la invasión persa en el año 614. Setenta y cuatro años después, el califa Omar I condujo la conquista de los ejércitos musulmanes, transformando a Jerusalén en la tercera ciudad más sagrada para el islam, que reconoce a Abraham, David y Salomón como profetas, y hasta el día de hoy tiene especial estima por Jerusalén. En 1099, los cruzados ocuparon finalmente Jerusalén, luego de un asedio de aproximadamente un mes. De esta forma, se inició la liberación de todos los Santos sitios de manos de los “infieles”. Los cruzados colocaron una cruz sobre la mezquita de El-Aqsa, transformándola en su templo, y reconstruyeron el Santo Sepulcro. Siendo Jerusalén nuevamente una ciudad de iglesias y monasterios, miles de peregrinos llegaron desde todos los lugares de la Cristiandad, hasta que en 1187 la ciudad fue nuevamente conquistada por las fuerzas


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musulmanas de Saladino. Así, desde fines del siglo XIII, Jerusalén se transformó en un páramo abandonado del Oriente Medio, y un ideal romántico más que un sitio real. La llegada de una nueva generación de viajeros europeos en el siglo XIX, como el pintor británico David Roberts, cambió la situación. Las reproducciones litográficas de Roberts ofrecían a los hogares cristianos imágenes de la Tierra Santa llenas de vida, convirtiendo la obra del artista escocés en un éxito en Europa. La Mezquita de El-Aqsa La mezquita de El-Aqsa, la más grande de Jerusalén, fue construida en el año 705 d.C. por el califa Umayad Al-Walid. Los sótanos subterráneos de la mezquita, conocidos como los establos de Salomón, fueron utilizados por la Orden de los Caballeros Templarios, fundada en 1118. Varios terremotos causaron estragos en la mezquita, que fue reconstruida por el califa de Egipto, Al-Zahir, quien le confirió al edificio gran parte de su aspecto actual, aunque el estilo mixto de acento islámico de la mezquita se debe en gran parte a las intervenciones de los consecutivos invasores de la ciudad. El domo de la roca En el año 688, Umayad Abd Al-Malik, quinto califa, inicia la construcción del Domo de la Roca5. En un intento de socavar la fuerza y moral de sus enemigos, y transformar a Jerusalén en el nuevo centro de peregrinaje musulmán, Abd Al-Malik invirtió una suma equivalente a siete años de ingresos de la rica provincia de Egipto. Expertos y mano de obra bizantinos y cristianos traídos desde Egipto lograron crear un espectacular monumento con una cúpula dorada de 55 metros de altura sobre la roca, superando el esplendor de cualquier obra del mundo islámico o cristiano. Imitando el modelo del Santo Sepulcro, construido con piedra y mármol, suntuosamente decorado con mosaicos y azulejos6 que contienen capítulos completos del Corán, y ostentando 36 vitrales, el Domo de la Roca se convirtió en el principal centro ceremonial del islam en Jerusalén. En la llamada roca fundacional, preservada en el interior, los musulmanes dicen que se conserva la huella del pie de Mahoma, y los cristianos dicen ver la marca de la mano del ángel Gabriel. La tradición también 5 Construido sobre el sitio del antiguo templo hebreo, el corazón de la Roca es donde, se dice, Abrahán trajo a su hijo para sacrificarlo y desde donde Mahoma ascendió al cielo. 6 Los azulejos originales de Abd Al-Malik fueron sustituidos hace mucho tiempo. Artesanos armenios locales hicieron los últimos azulejos en 1963.


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afirma que la roca fue lo primero que emergió de las aguas tras el diluvio. Debajo del domo existe una gran gruta llamada Pozo de los Espíritus. El sacrificio de Isaac (Génesis 22, 1-19) Tiempo después, Dios quiso probar a Abrahán y lo llamó: “Abrahán”. Respondió él: “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.” Se levantó Abrahán de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos muchachos para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día levantó los ojos y divisó desde el lejos el lugar. Entonces dijo a los muchachos: “Quédense aquí con el burro. El niño y yo nos vamos allá arriba a adorar, y luego volveremos donde ustedes. Abrahán tomó la leña para el sacrificio, la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos. Entonces Isaac dijo a Abrahán: “Padre mío”. Abrahán le respondió “¿Qué hay, hijito?” Prosiguió Isaac: “Llevamos fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?” Abrahán le respondió: “Dios proveerá el cordero, hijo mío.” Y continuaron juntos el camino. Al llegar, Abrahán levantó altar, ató a su hijo Isaac; extendió su mano y tomó el cuchillo para degollarlo, pero el Ángel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: “Abrahán, Abrahán” Contestó él: “Aquí estoy”. “No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes”. Abrahán miró a su alrededor y vio cerca un carnero; fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel lugar “Yavé provee”. Volvió a llamar el Ángel de Dios a Abrahán y le dijo: “Juro por mí mismo que te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar”. Jesús se declara Hijo de Dios En el Templo, por el Pórtico de Salomón (Juan 10:22-25; 31-42) Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo. Jesús se paseaba en el templo, por el Pórtico de Salomón, cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente”.


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Jesús les respondió “Ya se los he dicho, pero ustedes no creen”. Entonces los judíos tomaron de nuevo piedras para tirárselas. Jesús les dijo: “He hecho delante de ustedes obras hermosas que procedían del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?” Los judíos respondieron: “No te apedreamos por algo hermoso que hayas hecho, sino por insultar a Dios; porque tú siendo hombre, te haces Dios”. Jesús les contestó: “¿No está escrito en su Ley: ‘Yo he dicho que son dioses’? No se puede cambiar la Escritura, y en ese lugar llama dioses a los que recibieron esta palabra de Dios. Y yo, que fui consagrado y enviado al mundo por el Padre, ¿estaría insultando a Dios al decir que soy el Hijo de Dios? Si yo no hago las obras del Padre, no me crean. Pero si las hago, si no me creen a mí, crean a esas obras, para que sepan y reconozcan que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Otra vez quisieron llevarlo preso, pero Jesús se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y se quedó allí. Mucha gente acudió a él, y decían “Juan no hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de éste era verdad”. Y muchos creyeron en él en aquel lugar. Apariciones de Jesús después de resucitar La manifestación de Jesús a orillas del Lago (Juan 21:1-7) Después de esto, nuevamente apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del Lago Tiberíades. Y se hizo presente como sigue. Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo. “Voy a pescar”. Contestaron: “Vamos también”. Salieron, subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo que comer?” Le contestaron: “Nada”. Entonces Jesús les dijo: “Echen la red a la derecha y encontrarán pesca”. Echaron la red, no tenían fuerzas para recogerla, por la gran cantidad de peces. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: “Es el Señor”. Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca, de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces. Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.” Simón Pedro


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subió a la barca y sacó la red llena, con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a pesar de que hubiera tantos. Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: “Sígueme.” Pedro miró atrás y vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el que en la cena se había inclinado sobre su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?” Al verlo, Pedro preguntó a Jesús: “¿Y qué va a ser de éste?” Jesús le contestó: “Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme.” Por esta razón corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no iba a morir. Pero Jesús no dijo que no iba a morir, sino simplemente: Si yo quiero que permanezca hasta mi vuelta, ¿a ti qué te importa?” Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito aquí, y nosotros sabemos que dice la verdad. Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros.


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Yafo Después de la ascensión de Jesús Tabita (Hechos 9:36-43) En Jope había una discípula llamada Tabita (o Dorcas en griego), que quiere decir “gacela”. Hacía muchas obras buenas y siempre ayudaba a los pobres. Por aquellos días enfermó y murió. Después de lavar su cuerpo, lo pusieron en la habitación del piso superior. Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, al saber que Pedro estaba allí, mandaron a dos hombres con este recado: “Ven inmediatamente a donde nosotros”. Pedro se fue sin más con ellos. Apenas llegó lo hicieron subir a la habitación del piso superior, donde le presentaron a todas las viudas que estaban llorando y le mostraban las túnicas y mantos que Tabita hacía mientras vivía con ellas. Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió al cadáver y dijo: “Tabita, levántate”. Ella abrió los ojos, reconoció a Pedro y se sentó. Él le dio la mano y la ayudó a levantarse; luego llamó a los santos y a las viudas y se las presentó viva. Esto se supo en todo Jope y muchos creyeron en el Señor. Pedro permaneció en Jope bastante tiempo, en casa de un curtidor llamado Simón.


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Notas

Tiberíades Tiberíades, así llamada en honor del emperador romano Tiberio, fue construida por Herodes Antipas en el año 20 d.C, y se transformó pronto en la principal ciudad del Mar de Galilea. Considerada también una ciudad santa judía, en la actualidad Tiberíades es un centro turístico que presenta una amplia oferta de servicios y actividades para todos los gustos. El lago Tiberíades, también conocido como mar de Tiberíades, representa el principal atractivo de la ciudad, y gran parte de la oferta de recreación y entretenimiento tiene lugar a su orilla o en sus azules aguas. Hoteles y restaurantes de primera categoría y diversas especialidades bordean el lago, y permiten una espectacular vista de las aguas y de las actividades cotidianas en el lago. Uno de los tours preferidos es el paseo en el lago a bordo de un barco que semeja las antiguas naves pesqueras. Se brindan también espectáculos audiovisuales, así como recorridos por las ruinas del castillo cruzado de Tiberíades. Mención aparte merecen las termas de Hamat Gader, cuyas aguas alcanzan temperaturas de hasta 50 grados, y muy visitadas no solo para recreación sino particularmente por sus propiedades terapéuticas. El río Jordán Los sitios bautismales de Yardenit/Jerásimo El rio Jordán nace en las montañas del Antilíbano, al este de Líbano, y transcurre hacia el sur atravesando el lago Tiberíades hasta llegar al Mar Muerto. Alimentado por las nieves derretidas del monte Hermón, así como de las aguas de los ríos Hasbani, Dan y Banias. De caudal modesto, con una longitud de aproximadamente 360 kilómetros, reviste una enorme importancia no solo por el árido entorno en que discurre, sino particularmente por su simbolismo religioso e histórico. De acuerdo con las Santas Escrituras, fue en las aguas del Jordán en que Juan el Bautista, primo de Jesucristo, bautizo al Mesías. Juan preparo el camino diciendo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado;


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él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas, 3:16). Durante muchas generaciones y hasta la actualidad, el bautismo en las aguas del Jordán ha constituido un punto imprescindible en las peregrinaciones de los fieles7. Dentro de la tradición cristiana existen dos puntos que han sido considerados como el lugar donde Jesús recibió las aguas bautismales: el más antiguo en la tradición es el sitio conocido como San Jerásimo8 —Deir Hajla, en árabe—, y es el sitio considerado como el original por la iglesia ortodoxa. El otro sitio es Yardenit, situado en el punto donde el Jordán sale del Mar de la Galilea, donde se han construido y habilitado instalaciones para los peregrinos que quieran celebrar allí el sacramento del bautismo. Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿Y tú vienes a mí?” Pero Jesús le respondió: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.” Entonces le dejó. Y Jesús, después de que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: “Éste es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo, 3:13-17). Jesús recibe el bautismo de Juan (Mateo 3:13- 17) Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que le decía: “Éste es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido”.Canto Bautizame Señor

7 Peregrinos llegan de todas partes del mundo para participar en una ceremonia que es tan antigua como el cristianismo mismo. 8 El monasterio de San Jerásimo es también llamado Qasr el Yehud, el Castillo de los Judíos, en memoria de la travesía de los Hijos de Israel por el río Jordán en su camino a la Tierra Prometida.


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Galilea El mar de galilea El Evangelio de Juan llama a este lago el Mar de Tiberíades; en hebreo recibe el nombre de Genesaret o Kineret, derivado de “kinor”, que significa arpa, en referencia a la forma del lago. Ubicado en el noreste de Israel, el Tiberíades es un lago de agua dulce, y es alimentado por el río Jordán. Desde tiempos bíblicos la principal actividad de los habitantes de las comunidades aledañas es la pesca, que se mantiene hasta nuestros días, y en las Escrituras pueden encontrarse numerosas alusiones a la pesca, incluso en las parábolas de Jesús. Por ejemplo, en Mateo 13:47-48, se explica: “Así mismo, el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera”. El texto hace referencia a las prohibiciones de la ley mosaica respecto a comer sólo peces con escamas y aletas, por lo cual los pescadores solían devolver al mar parte de la pesca. Una antigua leyenda dice que en c ierto tipo de peces del lago aparece una mancha oscura que se debe a la huella del pulgar de Pedro, discípulo de Jesús, cuando tomó una moneda de la boca de un pez para pagar el impuesto del templo (Mateo, 17:27). Conocido como pez de San Pedro, éste es uno de los platos predilectos de la cocina local. “Poco ha cambiado para los pescadores que arrojan sus redes en el Mar de Galilea. Capean los mismos temporales como el que, según los Evangelios, Jesús logró calmar” (Mateo, 8:23-26). Durante la campaña de Herodes el Grande para controlar el país, los galileos que luchaban contra él se refugiaron en las cuevas situadas en las faldas del monte Arbel, que domina la costa oeste del lago y en cuya cima se encuentra el poblado de Arbel, donde aún existen una sinagoga y una residencia privada de la época bizantina.


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Al pie del monte Arbel existe un pequeño poblado llamado Migdal, donde aún pueden observarse las ruinas de una torre de defensa. Tanto Majdal como Magdala (una forma del hebreo migh•dál) significan “torre”, lo que lleva a pensar que éste fue el lugar de residencia de María Magdalena. A la orilla del Lago Tiberíades existe una gran variedad de agradables sitios turísticos, como Guisonar y Ramot, el Kibutz Ein Guev o la playa Beit Gavriel, que representan una excelente opción de hospedaje y alimentación. Jesús elige a sus discípulos (Mateo 4:18-25; Lucas 6:12-16) Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al mar. Jesús los llamó: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.” Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan; estaban con su padre en la barca arreglando las redes. Jesús los llamó, y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Jesús empezó a recorrer toda la Galilea; enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba las Buenas Nuevas del Reino, aliviaba dolencias y enfermedades, y su fama se extendió por toda Siria. La gente llevaba a sus enfermos y a cuantos estaban aquejados por algún mal: endemoniados, lunáticos y paralíticos. Jesús los sanaba a todos, y muchedumbres comenzaron a seguirlo: gente de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.


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Caná Uno de los deseos más frecuentes de los peregrinos ha sido desde siempre visitar el sitio donde Jesucristo realizó su primer milagro en público: la aldea de Caná, actualmente Kefar Kana, en Nazaret. Muchos peregrinos han bebido de la misma agua pura que Jesús convirtió en vino, en el manantial situado en la periferia oeste de la ciudad. Excavaciones realizadas en Caná descubrieron una antigua sinagoga, un patio posterior y un piso de mosaico, lo cual parece demostrar que dos mil años atrás ésta era una próspera ciudad. Posteriormente, bizantinos y cruzados construyeron iglesias en la ciudad: en 1551 fue erigida una iglesia griego-ortodoxa, sobre la cual se edificó otra en 1886, que aún permanece. Una iglesia franciscana, terminada en 1881, fue construida sobre los restos de un santuario en Caná. Bodas de Caná en Galilea Primer milagro de Jesús (Juan 2:1-10) Tres días más tarde se celebraba una boda en Cana de Galilea, y la madre de Jesús estaba ahí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga”. Había ahí 6 recipientes de piedra, que los usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: “Llenen de agua esos recipientes”, y los llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, les dijo, “...y llévenle al mayordomo”, y ellos se lo llevaron. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: “Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final”.


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Segundo milagro de Jesús en Caná (Juan 4:46-54) Jesús volvió a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real en Capernaum que tenía un hijo enfermo. Al saber que Jesús había vuelto de Judea a Galilea, salió a su encuentro para pedirle que fuera a sanar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dio esta respuesta: “Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen”. El funcionario le dijo: “Señor, ten la bondad de venir antes de que muera mi hijo”. Jesús le contestó: “Puedes volver, tu hijo está vivo.” El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Al llegar a la bajada de los cerros, se topó con sus sirvientes que venían a decirle que su hijo estaba sano. Les preguntó a qué hora se había mejorado el niño, y le contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre comprobó que a esa misma hora Jesús le había dicho: “Tu hijo está vivo”. Y creyó él y toda su familia. Esta es la segunda señal milagrosa que hizo Jesús. Acababa de volver de Judea a Galilea.


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Tabgha En 1934, siguiendo una antigua tradición, los franciscanos dedicaron una moderna capilla de basalto negro en Tabgha, sobre las costas del lago de Tiberíades. La capilla de la Primicia de San Pedro se encontraba aquí desde el siglo IV d.C., marcando el sitio de la tercera aparición de Jesús ante sus discípulos, mientras estos pescaban, y les indicó hacia dónde lanzar sus redes para tener una buena pesca. Siguiendo las indicaciones de Jesús, los discípulos lograron atrapar de una sola vez ciento cincuenta y tres peces. Luego, ya en tierra, comieron juntos en el lugar, sobre una piedra natural que después del suceso fue conocida como la Mensa Christi (La mesa de Cristo) y que hoy se encuentra dentro de la iglesia. La iglesia de la multiplicación Muchos de los grandes acontecimientos del ministerio de Jesús tuvieron lugar en las costas del mar de Galilea. En Tabgha se encuentra la Iglesia de la Multiplicación, dedicada al milagro de la multiplicación de los panes y peces, mencionado por los cuatro Evangelios como el milagro en el cual fueron alimentadas cinco mil personas. Una iglesia moderna fue recientemente erigida en el sitio, siguiendo el mismo estilo de la anterior capilla del siglo V que fue destruida por los persas en el año 614. En el interior, la iglesia conserva uno de los pisos de mosaico más exquisitos del país, que describe algunas de las numerosas especies de pájaros y flores del lago. Junto al altar de la iglesia una imagen representa el milagro de los panes y los peces. El nombre de Tabgha deriva de la pronunciación árabe incorrecta de la palabra griega “Heptapegon”, que significa “Los siete manantiales”. En el año 384, Egeria, una monja peregrina que visitaba el sitio, describió el paisaje con estas palabras: “No lejos de allí (Capernaum) hay algunos escalones de piedra donde estuvo de pie el


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Señor, y en el mismo lugar, cerca del mar, hay un campo herboso con abundante heno y muchas palmeras. Junto a ellos, hay siete manantiales, cada uno de los cuales fluye con fuerza. Éste es el campo donde el Señor alimentó a la gente con cinco panes y dos peces. De hecho, la piedra sobre la cual el Señor colocó el pan se ha transformado hoy en un altar”. Sobre esa piedra se encuentra actualmente un altar simple. Tabgha preserva también las ruinas de una capilla que recuerda el Sermón de la Montaña, así como la Capilla de la Primacía, que conmemora la resurrección de Cristo. Y ellos dijeron: “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.” Él les dijo: “Traédmelos acá”. Entonces mandó a la gente a recostarse sobre la hierba, y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos: doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (Mateo, 14:17-21). El pan de vida: la multiplicación (Juan 6:1-13) Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades. Le seguía un enorme gentío a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos. Jesús subió al Monte y se sentó ahí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: “¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?” Se lo preguntaba para ponerlo a prueba, pues él sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo” Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?” Jesús les dijo: “Hagan que se siente la gente”. Había mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada” Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido, provenientes de las sobras de los cinco panes de cebada.


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Enseguida de la multiplicación de los panes (Juan 6:14-21) Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo. Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar, y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Capernaum. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: Soy yo. No temáis. Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían. Al día siguiente (Juan 6:24-26; 33-35) Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Capernaum, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: “Rabbí, ¿Cuándo has llegado aquí?” Jesús les respondió: “En verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.” Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.”


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Cafarnaúm La antigua sinagoga y la Casa de San Pedro9 Jesús, al ser rechazado de su ciudad natal, Nazaret, se estableció en Capernaum --Kfar Nahum, en hebreo-- la aldea de Nahúm, una de las ciudades más importantes de la época, situada sobre el lago de Tiberíades. Debido a su estratégica ubicación, en el cruce de las principales rutas de la región, alcanzó a tener una población estimada de entre cuatro y cinco mil habitantes. Varios acontecimientos importantes de la vida de Jesús sucedieron en Capernaum: el llamado a los discípulos; la cura de la madre de Pedro y de otros que vinieron a su casa; la cura del sirviente de Centurión y de la mujer enferma; la resurrección del niño; y las primeras confrontaciones de Jesús con los escribas y los fariseos (Mateo 8 y 9, Marcos 1 y 2, Lucas 4, 7 y 8). Y entraron en Capernaum, y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba. Y se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien autoridad, y no como lo escribas. Pero había en la sinagoga de ellos un hombre de espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: “¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios” (Marcos, 1:21-24). En el siglo pasado, al ser descubiertos los restos de la deslumbrante sinagoga de Capernaum, muchos pensaron que se trataba del sitio donde Jesús había enseñado. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que la sinagoga fue construida al menos dos siglos más tarde, aunque algunos creen que fue establecida sobre cimientos aún más antiguos. Dado que la roca natural de esta zona está formada por basalto negro de origen volcánico, la piedra caliza de la sinagoga habría sido transportada al sitio desde grandes distancias y con grandes gastos públicos, prueba de la riqueza de la ciudad. ¿Quieren marcharse también ustedes? (Juan 6:59, 67-71) Así habló Jesús en Capernaum. Jesús preguntó a los doce: “¿Quieren marcharse también ustedes?” Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y 9 Los antiguos cristianos judíos se reunían en casas privadas. La casa de San Pedro es la más conocida de esas casas-iglesias o “domus ecclesiae”.


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sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Jesús les dijo: “¿No los elegí yo a ustedes, a los Doce? Y sin embargo uno de ustedes es un diablo”. Jesús se refería a Judas Iscariote, hijo de Simón, pues era uno de los Doce que lo iba a traicionar. Capernaum es donde Cristo predicó el pan de vida. (San Juan VI, Juan 6:25-69) A lo que Jesús respondió: “Yo soy el pan de vida: el que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás. Pero yo os lo he dicho que vosotros me habéis visto obrar milagros, y con todo no creéis en mí. Todos los que me da el Padre vendrán a mí: y el que viniere a mí por la fe, no le desecharé. Pues he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me ha enviado, y la voluntad de mi padre que me ha enviado es que yo no pierda ninguno de los que ha dado sino que los resucite a todos en el último día.” El Monte de las Beatitudes Por encima del lago, no lejos de Capernaum, se encuentra una colina arbolada conocida como el Monte de las Beatitudes. La tradición dice que se trata del sitio donde Jesús pronunció el sermón de la Montaña. Esta enseñanza incluyó una demostración de plegaria --el Padre Nuestro--, varias enseñanzas en forma de parábolas para los discípulos y las multitudes, y ocho versículos conocidos como las Beatitudes. Juntos han sido descritos como concepto fundamental de la Nueva Era anunciada por Jesús. Construido por la Orden de San Francisco, el ambulatorio arqueado de la iglesia octagonal ofrece una espléndida vista al Lago Tiberíades. “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán la consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profe-


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tas que fueron antes de vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo…” (Mateo. 5:1-14). Sermón de Cristo en el monte; las bienaventuranzas (Mateo 5:1-10) Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.


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Haifa Haifa es una antigua ciudad portuaria construida a lo largo de las laderas del monte Carmelo, que domina el Mar mediterráneo. Actualmente es la tercera ciudad más grande de Israel, y el corazón de la industria pesada del país. En años recientes se ha destacado como centro internacional de desarrollo de alta tecnología en informática y en biotecnología, y ha atraído a equipos de investigación y desarrollo de algunas de las principales compañías del mundo, tales como Microsoft, IBM e Intel. En las afueras de Haifa, hacia el sur, en la cumbre de la cadena montañosa del Carmelo, se encuentran Daliat el-Carmel e Isafía, pintorescas comunidades de religión druza que datan del Siglo X, época del califa egipcio Al-Hakim. Considerados como un grupo escindido del islam, los druzos conservan una identidad propia en torno a una enseñanza tan secreta que es conocida únicamente por los iniciados entre su propio pueblo. .


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Cesárea Cesárea La fe de Pedro y las promesas de Jesús (Mateo 16:13-20) Jesús se fue a la región de Cesárea de Filipo. Estando allí, preguntó a sus discípulos: “Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo? ¿Quién es el Hijo del Hombre?” Respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que eres Elías, o bien Jeremías o alguno de los profetas. Jesús les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.” Jesús le replicó: “Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.” “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.” Entonces Jesús les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


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Yafo Yafo Casa del Simón el Curtidor (Hechos de los Apóstoles 10, 1-48) Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte itálica. Era un hombre piadoso y temeroso de Dios, lo mismo que toda su familia; hacía abundantes limosnas al pueblo y oraba a Dios sin cesar. Este hombre tuvo una visión: un día, cerca de las tres de la tarde: vio claramente al Ángel de Dios que entraba en su casa y le decía: “Cornelio”. Este lo miró lleno de temor, y le preguntó: “¿Qué quieres de mí, Señor?”. El Ángel le dijo: “Tus oraciones y tus limosnas han llegado hasta Dios y él se ha acordado de ti. Envía ahora algunos hombres a Jope en busca de Simón, llamado Pedro, que se hospeda en la casa de un tal Simón, un curtidor que vive a la orilla del mar”. En cuanto el Ángel se alejó, Cornelio llamó a dos de sus servidores y a un soldado piadoso de los que estaban a sus órdenes. Después de haberles contado lo sucedido, los envió a Jope. La visión de Pedro Al día siguiente, mientras estos se acercaban a la ciudad, Pedro, alrededor del mediodía, subió a la terraza para orar. Como sintió hambre, pidió de comer. Mientras le preparaban la comida, cayó en éxtasis y tuvo una visión: vio que el cielo se abría y que bajaba a la tierra algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas. Dentro de él había toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo. Y oyó una voz que le decía: “Vamos, Pedro, mata y come”. Pero Pedro respondió: “De ninguna manera, Señor, yo nunca he comido nada manchado ni impuro”. La voz le habló de nuevo, diciendo: “No consideres manchado lo que Dios purificó”. Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. Mientras Pedro, desconcertado, se preguntaba qué podía significar la visión que acababa de tener, llegaron los hombres enviados por Cornelio. Estos averiguaron dónde vivía Simón y se presentaron ante la puerta de la casa. Golpearon y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro. Como Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu Santo le dijo: “Allí hay tres hombres que te buscan. Baja y no dudes en irte con ellos, porque soy yo quien los he enviado”. Pedro bajó y se acercó a ellos, diciendo: “Yo soy el que ustedes buscan. ¿Para qué vinieron?”. Ellos respondieron: “El centurión


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Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, que goza de la estima de todos los judíos, recibió de un ángel de Dios la orden de conducirte a su casa para escuchar tus palabras”. Entonces Pedro los hizo pasar y les ofreció hospedaje. Al día siguiente, se puso en camino con ellos, acompañado por unos hermanos de la ciudad de Jope. Discurso de Pedro Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: «Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él. Discurso de Pedro Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: “Verdaderamente, comprendo que Dios no hace excepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él. El bautismo de los primeros paganos Mientras Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban la Palabra. Los fieles de origen judío que habían venido con Pedro quedaron maravillados al ver que el Espíritu Santo era derramado también sobre los paganos. En efecto, los oían hablar diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios. Pedro dijo: “¿Acaso se puede negar el agua del bautismo a los que recibieron el Espíritu Santo como nosotros?”. Y ordenó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara con ellos algunos días. (Hechos de los Apóstoles 11:1-30) Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron noticias de que también personas no judías habían acogido la Palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, los creyentes judíos comenzaron a criticar su actitud: ¡Has entrado en la casa de gente no judía y has comido con ellos! Entonces Pedro se puso a explicarles los hechos punto por punto: “Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Jope cuando en un éxtasis tuve una visión. Algo bajaba del cielo, algo que se parecía a una gran tienda de campaña, y llegaba hasta mí, posándose en el suelo sobre sus cuatro puntas. Miré atentamente y vi en ella cuadrúpedos, bestias del campo, reptiles y aves. Oí también una voz que me decía: Pedro, levántate, mata y come. Yo contesté: “¡De ninguna manera, Señor! Nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro.” La voz me habló por segunda vez: “Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.” Esto se repitió por tres veces y después fue retirado todo al cielo.


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En aquel momento, tres hombres que habían sido enviados a mí desde Cesárea, llegaron a la casa donde nosotros estábamos. El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto a un ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Envía a alguien a Jope, y que traiga a Simón, llamado Pedro. Él te dará un mensaje por el que te salvarás tú y toda tu familia”. “Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como había bajado al principio sobre nosotros. Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: ‘Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.’ Si ellos creían en el Señor Jesucristo y Dios les comunicaba el mismo don que a nosotros, ¿quién era yo para oponerme a Dios?” Cuando oyeron esto se tranquilizaron y alabaron a Dios diciendo: “También a los que no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.”


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Jericó Toma de Jericó (Josué 6:1-27) El Ciego de Jericó (Lucas 18:35-43) Ya cerca de Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello, y le dieron la noticia: “¡Es Jesús, el Nazareno, que pasa por aquí!” Entonces empezó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Los que iban delante le levantaron la voz para que se callara, pero él gritaba con más fuerza: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajeran, y cuando tuvo al ciego cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Le respondió: “Señor, haz que vea.” Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado.” Al instante el ciego pudo ver. El hombre seguía a Jesús, glorificando a Dios, y toda la gente que lo presenció también bendecía a Dios. Jesús y Zaqueo (Lucas 19:1-10) Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí. Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.” Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Entonces todos empezaron a criticar y a decir: “Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.” Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.” Jesús, pues, dijo con respecto a él: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”


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Qumrán Y los manuscritos del Mar Muerto Juan el Bautista se crió en el desierto, nos dice el Evangelio de Lucas. Algunos piensan que fue en la aislada comunidad de Qumrán, cuarenta kilómetros al sur de Jerusalén, junto al Mar Muerto. Tras el descubrimiento de los manuscritos en cuevas cercanas, aproximadamente veinte edificios fueron desenterrados dentro de una zona amurallada dominada desde una torre. No obstante, no se encontraron barrios con viviendas puesto que éste era el centro para las personas que vivían en las cuevas, las cabañas y las tiendas de los alrededores. Los primeros arqueólogos de Qumrán consideraron que fue la residencia, durante el siglo I a.C., de una secta monástica pacífica de judíos llamados esenios. Aunque esta opinión es todavía ampliamente aceptada, fue motivo de una dura controversia durante más de cincuenta años. Algunos consideran que la comunidad era un puesto militar o un poblado agrícola fortificado. Otros dicen que los rollos desaparecieron misteriosamente de Jerusalén, fueron alejados del ejército romano y escondidos por seguridad en el desierto. Sin embargo, hay coincidencia en el sentido de que la tradición monástica no existe en el judaísmo, sino que se desarrolló en el cristianismo posterior. Tal vez futuros descubrimientos nos den una imagen más clara del objetivo de la comunidad y de sus habitantes. “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Lucas 1:80). En la primavera de 1947, dos jóvenes pastores beduinos de la localidad de Qumran, a orillas del Muerto, entraron a una cueva buscando a una de sus cabras. No la encontraron, pero en cambio hallaron un tesoro de un valor extraordinario. Dentro de la cueva, colocados en vasijas de barro, había siete rollos de papiro con inscripciones. Esos siete fueron los primeros de más de 900 manuscritos, tanto en papiro como en cuero, que fueron encontrados hasta 1956 en once cuevas en la región, escritos


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en hebreo y arameo, principalmente, aunque algunos, los menos, contenían textos en griego. Gran parte de los manuscritos contenían las copias más antiguas del Antiguo Testamento —la mayoría datan de los años 250 a.C. y 66 d.C.—, y muestran que las Escrituras actuales presentan poquísimas diferencias con las que existían en tiempos de Cristo. Otros textos son mordaces comentarios contra la permisividad de la élite gobernante, o contra un mundo que, a su parecer, había abandonado los caminos de Dios. El valor más importante de estos ancestrales documentos es su antigüedad, pues permiten conocer y analizar fuentes teológicas judaicas y cristianas, así como constatar la prevalencia de un mensaje que en esencia es el mismo que hace dos milenios. “Hasta ahora los espíritus de la verdad y la falsedad lucharon en los corazones de los hombres y entran en la sabiduría o en la locura. De acuerdo a la propia porción de verdad, un hombre odia la falsedad, el hombre odia la verdad. Porque Dios ha establecido los dos espíritus en igual medida hasta el fin predeterminado y hasta la Renovación”. El Mar Muerto El Mar Muerto es un lago ubicado en una profunda depresión a 400 metros bajo el nivel del mar, entre Israel, Jordania y Cisjordania. El Antiguo Testamento lo llama el Mar Salado. Este cuerpo de agua tiene una longitud de 76 kilómetros, una anchura de 17 kilómetros y 430 metros de profundidad. Debido a la alta presión atmosférica y a las elevadas temperaturas durante todo el año, la evaporación es tal que el Mar Muerto tiene una salinidad de más de 30%: 10 veces más salado que el Mar Mediterráneo, y el agua tiene una composición tan densa que pueden mantener a flote a una persona. La riqueza mineral de sus aguas ha permitido el desarrollo de una importante actividad económica de extracción. Asimismo, desde muchas generaciones atrás las aguas y el barro del Mar Muerto han sido considerados como de uso terapéutico, lo cual genera un flujo muy importante de visitantes en este sentido, sin contar la afluencia relacionada con el turismo religioso. En muchos puntos alrededor del lago existen áreas con infraestructura y condiciones adecuadas para los bañistas, que se cuentan en miles cada


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día. Estas áreas son las más recomendables gracias a sus facilidades para los visitantes. Las montañas del Moab dominan el Mar Muerto desde la franja jordana, mientras del lado israelí, al oeste, se encuentran las montañas del Desierto de Judea. Hacia el sur se encuentra Sodoma, hoy centro de la industria minera en una región de salinas. Muy cerca de ahí, al norte, las termas sulfurosas del kibutz Neve Zohar reciben cientos de visitantes en busca de terapias alternativas. El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces llovió el Señor sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura… Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal (Génesis 19:23-26).


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Masada Masada es el nombre que recibe un conjunto de palacios y fortalezas ubicados Se alza a una altura de 390 metros por encima de las costas del Mar Muerto, en la meseta de una montaña aislada en el oriente del desierto de Judea. El palacio de la fortaleza natural de Masada fue originalmente construido por el rey asmoneo Alejandro Janneo, pero fue luego completamente reconstruido por Herodes el Grande, en previsión de una revuelta en su contra. Setenta años después de la muerte de Herodes, esta magnífica fortaleza tuvo un importante papel durante la primera guerra judeo-romana, surgida entre los años 66 y 73 d.C. debido a las tensiones entre ambos pueblos, principalmente de índole religioso. El historiador Flavio Josefo, contemporáneo de los hechos, narra que un grupo de zelotes —una facción radical del judaísmo, parte de un movimiento político-nacionalista judío nacido durante el reinado del propio Herodes—, se sublevo contra Roma, buscando librar a Judea del yugo imperial. Un grupo de sicarios, grupo extremista escindido de los zelotes, tomó por asalto Masada, asesinando a la guarnición romana apostada en la fortaleza, y acogiendo luego a otros grupos de rebeldes y refugiados judíos. Lucio Flavio Silva, gobernador romano de Judea, hastiado por los problemas que representaba la rebelión, marchó con nueve mil hombres hacia Masada, estableciendo un sitio que duró siete meses. Luego de usar una sofisticada torre de asedio, las tropas romanas estaban a punto de tomar por fin la fortaleza. Sin embargo, los rebeldes, al darse cuenta del inevitable avance final de los sitiadores, tomaron la determinación de terminar con sus vidas. Ya que el judaísmo prohíbe el suicidio, los hombres mataron a sus familias y eligieron por suertes a diez de ellos para asesinar al resto. Los diez restantes eligieron a uno entre ellos para matar a los otros nueve e incendiar la fortaleza. Cuando el ejército romano irrumpió en la fortaleza, encontró solo a siete


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sobrevivientes, dos mujeres y cinco niños, mientras que los muertos eran 960. Hoy, Masada es un sitio turístico con una carga nacionalista importante para los judíos; además, fue declarada parque nacional de Israel en 1966, y Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2001.


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Acre Considerada una de las ciudades más antiguas del mundo, con raíces trazadas hasta hace más de 4000 años, Acre —la ciudad bíblica de Akko— es también uno de los puertos en funcionamiento más antiguos. Conquistado por el Imperio Egipcio en expansión en el siglo XV a.C., Aprovechando su estratégica ubicación en la famosa Vía Maris —vía de los mares— Akko se convirtió en un centro comercial cuando los marineros fenicios dominaban los océanos. Su industria de vidrio era tan importante que un antiguo historiador llego a afirmar que el vidrio había sido inventado en Akko. San Pablo la describe en Hechos 21:7, refiriéndose a ella con su nombre griego, Tolemadia. Conocida desde 1191 como San Juan de Acre, en honor de los Caballeros de San Juan, quienes establecieron en la ciudad su cuartel general. Al caer Jerusalén, Acre se convirtió en capital del reino latino, transformándose en uno de los puertos más grandes de la Cristiandad, hasta 1291, cuando los Mamelucos la arrasaron. Restaurada, la Ciudad de la Cruzada de Acre forma parte de una urbe que llego a albergar a 50,000 habitantes. Uno de los mejores ejemplos de arquitectura subterránea en el país, sus numerosos pasajes descienden hasta el puerto o a los callejones del Suk. El Khan el-Umdan y la mezquita de Al-Jazzar son excelentes opciones de visita, descubriendo la historia o saboreando la gastronomía marina tradicional del medio oriente.


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La vida en el desierto De los Beduinos Mucho antes de la época de Abraham, tribus nómadas errantes se desplazaban en los interminables desiertos del Cercano Oriente. Hoy en día, este antiguo estilo de vida es mantenido únicamente por los árabes musulmanes llamados beduinos, tribus de pastores que cruzan con sus rebaños las modernas fronteras, obligados a migrar constantemente por la necesidad de encontrar nuevas tierras de pastoreo para sus ovejas y cabras. En algunas zonas, como el desierto del Neguev en Israel, las exiguas lluvias permiten una breve cosecha invernal de grano sin necesidad de riego adicional, dando a las familias beduinas la posibilidad de satisfacer las necesidades diarias. Con la lana de sus animales tejen tiendas y alfombras, y en el pasado también su vestimenta, en especial los vestidos bordados de las mujeres. Hoy, cada vez más beduinos comercializan sus productos artesanales tradicionales en los mercados locales y compran ropa moderna. El Museo de Neguev expone frecuentemente la historia cultural de los beduinos y del propio desierto. Pese a que cada vez más beduinos abandonan sus costumbres nómadas y buscan establecerse permanentemente, este pueblo preserva aun su ancestral y singular cultura.


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Emaús Durante mucho tiempo, la ubicación de Emaús ha sido fuente de confusiones, dado que más de una aldea llevaba ese nombre. Actualmente se considera que en el Siglo III estaba situado en el actual Latrún, en el noreste de Israel. En una de las colinas cercanas, a mediados del siglo XIX fue erigido un hermoso monasterio. Asimismo, en la región, famosa por la calidad de su vino, existen restos de un gran castillo cruzado, y algunas de las cámaras subterráneas ubicadas en la cima de la colina se conservaron tal cual. En sus orígenes, el sitio fue denominado La Tour de Chavaliers (La torre de los caballeros), título que le dio el nombre de Latrún.


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