Mery 2

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1. Y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios. (Capítulo 7) 2. Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo. (Capítulo 36) 3. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. (Capítulo 1)

4. Nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura, de ataque y defensa, de pelota y pared. (Capítulo 2) 5. Sacas una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, lo atas con ayuda de las palabras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. (Capítulo 93) 6. "No aprendas datos idiotas", le aconsejaba. "Por qué te vas a poner anteojos si no los necesitas". (Capítulo 4)

7. Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o romanza sin palabras (Capítulo 6). 8. Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en una pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento (capítulo 8). 9. Amor mío, no te quiero por vos ni por mi ni por los dos juntos (...), te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto. (Capítulo 93) 10. No renuncio a nada, simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas renuncien a mí (Capítulo 31).





“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias”, Julio Cortázar, Rayuela.



UNIVERSIDAD ANTONIO JOSE CAMACHO LIC. EN EDUCACIÓN BASICA, ENFASIS ED. FÍSICA LUIS GUILLERMO TASCON AMADO VIII SEMESTRE

ADAPTACION DE RAYUELA (JULIO CORTAZAR) Apenas él le entonaba el canto, a ella se le aceleraba el corazón y caían en tentación, en salvajes deseos, en ansias exasperantes. Cada vez que el intentaba producir las melodías, se enredaba en un trance fabuloso y tenía que entregarse de cara a la canción, sintiendo como poco a poco las notas se armonizaban, se iban enredando, tejiendo, hasta quedar tendido como el tambor de palo y cuero al que se le han dejado de golpear sus parches de alegría. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se engalanaba en los acordes, consintiendo en que él se aproximara en los golpes. Apenas se conectaban, algo como un embrujo los envolvía, los empujaba y estremecía, de pronto era el ritmo, la exquisita y más hermosa de las músicas, la gaita embrujante del Caribe, los sonidos del alma en una sobrenatural pero humana mezcla. ¡Cumbia! ¡Cumbia! Atrapados en la nostalgia de la gaita se sentían repicar tambores y maracas. Ardía el fuego, se erguían las polleras y todo se convertía en un profundo grito, en comunión de instrumentos sabios, en caricias casi crueles que los condenaban hasta el límite de su alegría.

Por: Guillermo Tascón Amado




Jorge enrique Mondragón Mondragón Edu-fisica 8vo Rayuela capitulo 68

Apenas él le hablaba al oído a ella se le apagaban los ojos y caían en crepúsculos, en salvajes movimientos, en susurros exasperantes. Cada vez que el procuraba meterse en su interior, se enervaba en un quejido y tenía que envolverse de cara al roció, sintiendo como poco apoco las esferas se empujaban, se iban apretujando, uniéndose hasta quedar tendidos como el chocolate derretido al que se le han dejado caer unas nueces de vainilla y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se retorcía endemoniada, consintiendo el que el aproximara suavemente su olfato. Apenas se estremecían, algo como un volcán los quemaba los fundía y diluía de pronto era el apocalipsis las fauces convulsionantes de las petunias la jadeaban embriagándolas del indescriptible sabor, los sentidos del animal en una desenfrenada desesperación. Golpeando, golpeando en el filo del cielo, se sentían volar, cometa e hilo. Temblaban entre si se vencían las marionetas y todo se fundía en una profunda emancipación en nefastas ruinas por doquier, encarnadas casi dentro de si hasta el límite de las entrañas.


ALEJANDRO FRANCO OSPINA LIC. EDUCACION FISICA SEMESTRE VIII ASIGNATURA: PROBLEMAS FRONTERIZOS

INTERPRETACION RAYUELA CAPITULO 68 JULIO CORTAZAR

Apenas él le declamaba, a ella se le erizaba la piel y no había lugar para la razón y caían en pasiones, en salvajes deseos, en suspiros apasionantes. Cada vez él procuraba rosar sus labios en las densas y suaves extensiones de su delicada piel, ambos se unían en un quejumbroso gemido, y se veían envolverse en profundas mareas de éxtasis y pasión, sintiendo como poco a poco se enrollaban los segmentos de sus cuerpos y se confundían entre sí, sus piernas se iban contrayendo, reduciéndose hasta quedar tendida como un árbol marchito al que se le han dejado caer apenas algunas gotas de agua. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se encontraba de nuevo sedienta de amor, teniendo en cuenta que él suavemente le aproximaba su cuerpo. Apenas se abrazaban, algo como el vuelo de un ave libre los rodeaba, los saciaba y conmovía, de pronto era un ciclón, las hormonas erupcionaban, la fogosidad explotaba del corazón, los sentimientos del alma se notaban a flor de piel. ¡Amor! ¡Amor! Se veía en sus pupilas, se sentía la ternura, cariño e ímpetu de afecto. Temblaba el mundo, el piso se agrietaba, y todo se resumía en un verdadero sentimiento, en millones de sensaciones, en un calor casi cruel que los llevo hasta el límite de sus alientos.


Octubre 19 del 2013 Lic. En educación Básica con énfasis en Educación Física Recreación y Deportes UNIAJC Problemas Fronterizos Octavo (8) semestre Escrito: Rayuela Estudiante: Juan Carlos Navia Silva. Docente: Mery Sánchez Velasco.

Apenas el besaba su cuerpo, a ella se le estremecía el alma y caían en deseos, en salvajes caricias, en juegos prohibidos. Cada vez que el procuraba sentir sus curvas se inundaban en un profundo suspiro y tenían que transportarse de alma a un mundo de sueños, sintiendo como poco apoco las caricias se hacían más intensas, se iban apasionando, entregando, hasta quedar tendidos como arena en el desierto al cual se le ha dejado caer una fina gota de agua. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se olvidaba del tempo, consintiendo en que el aproximara suavemente su mano. Apenas se entrelazaban la ternura inocente los consumía, los saciaba y conmovía, de pronto era el ciclón, la tormenta estremecedora del deseo los saciaban envolviéndolos en placer, los látidos del corazón eran una sobrenatural explosión. ¡Amor¡ ¡Amor¡ se veía reflejado en sus ojos, se sentía en el sudor de sus cuerpos desnudos y excitados, su piel se vencía exhausta y todo se resolvía en un profundo silencio, en suspiros de satisfacción y gozo, en el amor más sincero reflejado hasta el límite de entregarse en cuerpo y alma.


INSTITUCION UNIVERSITARIA ANTONIO JOSE CAMACHO CURSO: PROBLEMAS FRONTERIZOS PROFESORA: MERY SANCHEZ LIC. EN EDUCACION BASICA. J.ANDRES RODRIGUEZ MOSQUERA VII SEMESTRE

RAYUELA. Capitulo 68 Apenas él le tocaba el rostro, a ella se le alborotaba el estrógeno y caían en pasión, en salvajes caricias, en toques exasperantes. Cada vez que el procuraba parar las caricias, se enredaba en un chantaje quejumbroso y tenia que reiniciarse de cara al acto, sintiendo como poco a poco las rodillas se temblaban, se iban debilitando, replicando hasta quedar tendido como el trapo de cocina al que se le ha dejado caer unas viseras de gallinazo. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se organizaba los gallos, consintiendo en que él aproximara suavemente su maíz. Apenas se entreplumaban, algo como un crow-crow los alertaba, los seducía e invitaba, de pronto era el sillón, las patas titubeantes de las mezas, la mecedora vieja del abuelo, los asistentes del show en una sobrenatural faena. ¡Evohe! ¡Evohe! gritaban en la casa de Aurelio, extasiado, cansado y moribundo. Temblaba el tronco, se vencían las extremidades, y todo se resumía en un profundo frenesí, en tensiones de músculos colgantes, en caricias casi crueles que los transportaban hasta el límite de sus instintos.




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