El tiempo de acceso de un dispositivo digital óptico se define como la cantidad de tiempo que le lleva al dispositivo desde que comienza el proceso de lectura hasta que los datos comienzan a ser leídos. Este parámetro viene dado por: la latencia, el tiempo de búsqueda y el tiempo de cambio de velocidad.
Muchos sistemas operativos mantienen lo que habitualmente se denomina memoria cache de disco. Esto consiste en un conjunto de buffers de memoria, cada uno del tamaño de un bloque de disco.
Cuando se accede por primera vez a un dato, se hace una copia en el caché; los accesos siguientes se realizan a dicha copia, haciendo que el tiempo de acceso medio al dato sea menor. Cuando el procesador necesita leer o escribir en una ubicación en memoria principal, primero verifica si una copia de los datos está en el caché. Si es así, el procesador de inmediato lee o escribe en la memoria caché, que es mucho más rápido que de la lectura o la escritura a la memoria principal.
Cuando algún proceso de usuario quiere acceder a un bloque de datos, busca primero si existe una copia de tal bloque en la cache, en cuyo caso devuelve al proceso el número del buffer correspondiente. En caso contrario, el sistema de ficheros busca un buffer desocupado o, de no haber espacios libres, selecciona el buffer que lleva más tiempo sin ser usado y lo sustituye por el bloque pedido, que habrá sido leído del disco. El buffer reemplazado ha de ser previamente grabado a disco si es necesario. La utilidad de este sistema a dos niveles es manifiesta: la memoria es mucho más rápida que el disco y el esquema garantiza que los bloques a los que se accede con más frecuencia van a ser leídos, salvo la primera vez, de memoria principal.
La metonimia, que forma parte de la construcción de cualquier metáfora y, a veces, puede convertirse en una metáfora per sé, crea “cadenas de significación” que se desarrollan en varias direcciones (Fig. 1). Una oposición establece una función independiente, capaz de transmitir ideas abstractas e invisibles. Luz y oscuridad, día y noche, izquierda y derecha, son oposiciones que sirven para indicar las más altas nociones cósmicas y teológicas. La “estructura compuesta” del signo se describe como una oposición entre significado y significante ( s/S ). Haciendo hincapié en la arbitrariedad a través de la cual unos significantes vienen culturalmente “escogidos” para significar cosas que deben de ser comunes a diversos grupos culturales (árbol, tree, arbre, Baum, etc.), el autor logra demostrar la co-existencia cooperativa de dos ámbitos diferentes de significación: uno metonímico que permite la sustitución, la modificación y el error; y uno metafórico que presenta la realidad como un todo estable y coherente. Las metáforas, como las imágenes, tienen límites que subrayan algunos elementos a la vez que excluyen otros.
The Semiotic Hinge En el ámbito artístico, la re-conexión de zonas excedentes se concreta, en la mayoría de los casos, a través de temas y objetos imaginarios que adquieren un aspecto convincentemente real dentro del espacio diegético del relato de la obra de arte y agotan las necesidades topográficas de una trama que depende de un giro irónico. La realidad ordinaria carece de una estructura narrativa ya que en ella no existen comienzos absolutos, partes centrales ni finales. Sin embargo, el núcleo fantástico de todas las historias –cuatro temas identificados por Borges como las semillas de la imaginación– reduce y formaliza este giro en modalidades que pueden desarrollarse en múltiples direcciones. Los temas del doble, del viaje a través del tiempo, de la contaminación de la realidad por el sueño, y de la historia dentro de la historia son “no-realistas”, pero completamente Reales dentro de los mandatos de la psique topológica.
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