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3.4 En la antesala del peronismo
from El anarquismo en América Latina (1921-1959. Los casos de Argentina, Cuba y México
by Kclibertaria
3.4 En la antesala del peronismo
Desde mediados de 1937 la posición de La Protesta respecto al especifismo se fue modificando, aunque no lo aceptara explícitamente. Este viraje discursivo y práctico se denota al momento en que el viejo impreso ácrata se mostró proclive a la unidad entre los anarquistas sin que ello implicará fundir las distintas modalidades libertarias en una sola. Advirtió, no obstante, que dichas sugerencias no debían ser consideradas atrevidas ni tildadas de heréticas. Se debía reflexionar, en todo caso, en la necesidad del anarquismo de reconquistar su beligerancia y su ascendiente entre el pueblo trabajador, con esa finalidad invocó a la unidad moral, no a la unidad orgánica, la cual era percibida como una unidad ficticia y autoritaria.520
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Bajo ese hilo argumentativo La Protesta procedió a conceptualizar qué entendía tanto por unidad moral como por unidad orgánica. Partiendo del hecho reiterativo de la necesidad de la cohesión ácrata en aras de no desaparecer como movimiento de orientación social ni quedar inhabilitado para responder a los retos presentados por la hecatombe mundial, ante la debacle del socialismo de Estado y frente a la gran crisis de valores existente, La Protesta apeló a reafirmar la necesidad de una comprensión y unidad entre los anarquistas, esta no radicaba, para ellos, en la creación de más organismos o en refundir en un mismo crisol los diferentes matices o modalidades que caracterizan al anarquismo. Consideraban que esas expresiones, como la FACA, no conducían a ninguna parte, depositaban su fe y creencia en lo
Que puede denominarse una verdadera unidad moral, fuerza que tiene la virtud de mantenernos unidos por lazos de amistad que derivan de una perfecta y mutua comprensión de mucha tolerancia y respeto, de una mayor inteligencia entre los distintos grupos y camaradas sin que ello, naturalmente, obligue a renunciar a la propia personalidad, individual o colectiva, la unidad que creemos puede ser efectiva con tan sólo un poco de buena voluntad y comprensión, si somos capaces de lograrla, podemos afirmar que habremos dado un buen paso adelante, si por el contrario, no tenemos la suficiente fuerza de voluntad para llegar a ella renunciamos a pensar cuál será la suerte que nos espera.521
520 “Una firme cohesión de las fuerzas…”, La Protesta, núm. 7896, Buenos Aires, septiembre de 1940. 521 “Por qué reclamamos la unidad…”, La Protesta, núm. 7898, Buenos Aires, noviembre de 1940.
La respuesta a la propuesta fue bien recibida por la casi totalidad de los ácratas, sólo los grupos identificados con el forismo optaron por persistir en sus críticas a todo aquello que tuviera un tufo especificista. Para no dar pábulo a sus críticos, La Protesta se dio a la tarea de esclarecer las diferencias entre unidad moral y unidad orgánica. Unidad moral no suponía en ningún sentido fundir las diversas tendencias en un solo organismo, el cual al fin de cuentas sería una modalidad, expresión cabal y precisa de un criterio; no eso no, se pedía la unidad moral como un simple vínculo espiritual de amplias aspiraciones humanas y sociales, identificadas entre sí por una mancomunidad de principios y fines, aun cuando difirieran en la apreciación de los problemas del momento y en la selección de los campos de actuación.522
Mientras la postura de La Protesta iba decantándose por el especifismo, perceptible no sólo por su llamado a la unidad sino también por la participación en sus páginas de plumas del exilio español, o en extremo vinculado a él, tales como Campio Carpio, Cosme Paules, José Peirats, Solano Palacios, Jacinto Toryho (recién llegado de Cuba) a lo que se sumó la incesante información sobre la específica chilena.
La FACA, a su vez, debió hacer un balance de sí misma. El apoyo total a la revolución en España representó un desgaste considerable para las organizaciones ácratas de todo el orbe. Las argentinas, en América Latina y el Caribe, fueron las que más recursos aportaron a la lucha española. Sus esfuerzos se vieron reflejados en una disminución de sus propias fuerzas.
Ejemplo de lo antes expresado lo ofrece el grupo dos de la FACA, el cual decidió separase de la misma. En su exposición de motivos hizo mención a algo recurrente en las agrupaciones anarquistas, y era el dejar el trabajo orgánico en pocas manos, ya sea por desinterés o incapacidad de los individuos o de las organizaciones. Lo cual representaba un peligro, señalado multitud de veces por los anarquistas, pues esa manera de relacionarse y actuar tendía, en ocasiones, a derivar en la preponderancia y centralización de las decisiones. En consecuencia, al autoritarismo de las individualidades. Lo anterior no sólo podía derivar en eso, sino que el trabajo para las agrupaciones responsables era excesivo. La queja del grupo dos, Villa Parque, giró sobre eso, aseverando que en esos momentos no existía la
522 “La unida moral que predicamos”, La Protesta, núm. 7899, Buenos Aires, diciembre de 1940.
organización específica pues la FACA, por la manera de encarar y resolver los problemas, en lugar de ser un organismo relacionador se convirtió en un grupo más del anarquismo pues existía una “despreocupación de la mayoría de los integrantes y su desconocimiento de las bases del trabajo de una organización anarquista”, por ello se retiró de la FACA.
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Esta crisis orgánica también la podemos percibir en una comunicación dirigida a Iris Pavón donde se le pide reiteradamente sea la delegada faquista en Cruz del Eje, con la finalidad de “promover un resurgimiento del movimiento en todo el país, [pues estamos] convencido, más que nunca, de la importancia de la acción organizada y coordinada”. En la misma le expresan los avances alcanzados, entre ellos la reorganización del consejo local de la capital y la ponen al tanto de varias iniciativas de bastante importancia en el terreno sindical.524
La merma de fuerzas y desánimo cundió en todas las secciones de la FACA, exceptuando a la juvenil. Las Juventudes Libertarias (JL) se articularon, si bien dentro de los márgenes de la Federación, con suficiente autonomía para presentarse fuertes en 1939, reorganizar a SIA y proyectar un congreso nacional con miras a constituirse en una federación nacional juvenil, y, como se verá, fueron ellas quienes impulsaron las ‘grandes’ conquistas de la FACA.
En octubre de 1939 las JL habían organizado seis grandes grupos integrados orgánicamente en las principales ciudades argentinas: Buenos Aires, Rosario, Mar de Plata, La Plata y Bahía Blanca, Córdoba, Tucumán, Río Segundo, Santiago del Estero y San Juan, además se estaba proyectando la vinculación de más grupos a raíz de una gira por el norte argentino y la edición de cinco boletines. Su organización respondía, a decir de las JL, a un análisis de la realidad argentina, donde los problemas sociales incidían en los intereses y problemas de la juventud primordialmente, pues en ellos se hacía sentir con mayor rigor la explotación.525
Fue precisamente en el campo de la organización obrera donde la FACA, y en particular su sector juvenil colocó sus ímpetus y obtuvo resultados halagadores. Esto se comprende si se
523 “Carta del grupo 2 a la FACA”, 12 de abril de 1940, CDLJP/FLA. 524 “Carta de la FACA a Iris Pavón, 14 de octubre de 1940, CDLJP/FLA. 525 “Las juventudes libertarias en el aspecto orgánico”, Boletín núm. 3 de las JL, julio de 1939.
observan las resoluciones de su II congreso, celebrado en julio de 1940, en estas se plasmaron dos proyectos que en sí representaron el despliegue más importante de los faquistas, dejando de lado por fin a la FORA.
Sobre el movimiento obrero, el II congreso de la FACA consideró que las circunstancias obligaban a tomar una posición realista y consecuente con su actuar revolucionario, por tal no debía desconocerse la situación ofrecida por el movimiento obrero, completamente diferente al de los años 30 cuando “se elaboraron y tomaron métodos de acción, normas orgánicas y consignas en torno al movimiento obrero anarquista en el país”,526 por ello consideraron un absurdo asumirlos o repetir dichas fórmulas y sobre todo desear su aplicación a realidades completamente reñidas con ellas, era pues, alejarse de cuestiones abstractas y acercarse a una acción concreta y cotidiana. Dicho lo anterior, pasaron a cuestionar a la decadente FORA, la cual cayó en errores interpretativos profundos, pues ensimismada en sus criterios sectaristas prefirió confundir, adrede, la organización obrera con la específica anarquista, reiterando su absurda negativa a adecuarse a las circunstancias del capitalismo cartelizado y a aceptar nuevas formas de estructuración sindical impuestas por la evolución industrial. Bajo la añeja y caduca forma de ver, entender y practicar el anarquismo se aferró a su postura de no aceptar el aprovechamiento de ciertas conquistas necesarias a los trabajadores, aludiendo que las mismas estaban consagradas por sanción legal y muchos otros errores semejantes que contribuyeron a anular la influencia anarquista en el movimiento obrero argentino.
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Por lo descrito arriba, el II congreso instó a empujar una “reacción salvadora ante esas falsas interpretaciones tácticas, sin abandonar en absoluto la finalidad esencialmente revolucionaria que debe imprimirse al movimiento obrero”.528 En concatenación, el sindicalismo fue reconocido como el arma eficaz de combate de los trabajadores contra la explotación, pero la misma, a raíz de la experiencia española, no debía ceñirse a un mero organismo de resistencia sino ser un verdadero núcleo de transformación económica y social. En tal sentido,
526 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA. 527 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA. 528 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA.
como lo apuntaron en su I congreso, se acordó impulsar la capacitación de los trabajadores para inducirlos y prepararlos para adueñarse de los centros de producción y distribución.529
Lo anterior, por un lado, por otro reafirmaron la necesidad de incrustar elementos ácratas en los medios reformistas para combatirlo desde ahí. Difundiendo lo dañino del tutelaje estatal y político, destacando las ventajas de la autonomía. De esa manera, los congresales pasaron revista a las centrales actuantes en argentina en ese momento. A la CGT la consideraron legalista empeñada en anular toda combatividad, sometiendo toda la acción a una casta burocrática lista a acatar cualquier imposición gubernamental; respecto a la USA, reconstituida en 1937, la consideraban una “organización decadente y falta de prestigio”, su única diferencia con la CGT era su reducido número, pero padeciendo los mismos vicios en cuanto a centralismo, burocratismo y supeditación a los poderes del Estado.
Respecto a la FORA se da el rompimiento total. En su II Congreso la FACA asentó que la decana del movimiento obrero revolucionario se hallaba en una absoluta desvinculación de
los problemas obreros y sin efectivos sindicales, causado, primero, por la vida de clandestinidad a la que se vio arrojada desde 1930 y, segundo, por “su empecinamiento en rechazar las formas de organización industrial y el extremo sectarismo con que ha encarado las diversas cuestiones de la lucha obrera”.530 Ambos factores la desplazaron del ámbito sindical y popular, por ello la específica argentina declaró forzoso considerar a la FORA, en tanto no se produjera una reacción ‘sana’, como un “organismo caduco que sólo vive de una tradición rica en acciones combativas”.531 En razón de esa consideración, la Federación Anarco Comunista Argentina recomendó la actuación de sus cuadros en al movimiento obrero autónomo pues representaba el único sector importante del proletariado y donde los planteamientos faquistas coincidían con el de los sindicalistas revolucionarios.532
529 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA. 530 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA. 531 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA. 532 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA.
Al declarar lo anterior, se daba por entendido la necesidad de propiciar las circunstancias para impulsar la unidad del movimiento obrero, como finalidad orgánica, en una central libre de toda tutela y en la cual se concertaría la acción de los trabajadores en defensa de sus intereses de clase a la par de capacitarlos para la consecución de su emancipación. La central impulsada por los faquitas estaría fundada por organismos nacionales de industria, de forma autónoma y federalista. La organización por rama industrial no implicaba, a su decir, el abandono de formaciones sindicales constituidas por oficio, pues en determinadas localidades y gremios, por sus propias características, las hacían útiles y necesarias.
Para concretar la nueva central, los faquistas impulsarían la crítica a los modos de actuación de los sindicatos reformistas, oficiales o semi-oficiales donde sus militantes trabajaban, es decir en sus respectivos sindicatos, destacando los beneficios de la autonomía, de la acción directa y de la solidaridad. De ser posible, recomendó, participar activamente en sus mesas directivas u órganos de decisión a fin de empujar la creación de Uniones Obreras Locales (UOL) y emprender la difusión de lo juicioso de un “pacto de colaboración entre gremios afines para el control del trabajo y para el estudio de los problemas que plantea la vida obrera”. Para concretar las iniciativas se propuso que el consejo nacional crearía un secretariado o comisión nacional del movimiento obrero, vinculado a las comisiones similares y a los grupos intersindicales. Es así como se erigió la Comisión Nacional de Orientación Sindical (CNOS), esta, como núcleo, se encargó de impulsar la fundación de la Comisión Obrera de Relaciones Sindicales (CORS), organismo autónomo, federativo y sindicalista revolucionario.533
La segunda cuestión aprobada, que articuló la acción de la FACA en estos años fue respecto a la cuestión latinoamericana, si bien en el primer congreso se planteó el problema y en enero de 1940 salió el primer número de Hombre en América, el congreso considero necesario la elaboración de un estudio sobre los problemas americanos y propuestas para la solución de los mismos, por tal el congreso creó la Comisión de Estudios y Trabajos Sobre América (CETSA) y ajustó la resolución del primer congreso ordinario. A través de esta comisión se convocaría a un congreso panamericano con la finalidad de tejer lazos colaborativos para
533 “Resoluciones del II congreso de la FACA”, julio de 1940, CDLJP/FLA.