“Buscando respuestas frente a las raíces de violencia en las identidades de la masculinidad”
SANTA CRUZ – BOLIVIA
Elaboración: Angelit Gúzman Robert Brenehmman Miguel Cuellar Recopilación: Juan Darioa Castillo Arte, Diseño y Diagramación: Kevin Cadima Centellas Platafroma Interinstitucional Construyendo Paz
Presentación
Querido lector: Este libro rescata dos presentaciones del encuentro “Buscando Respuestas Frente a las Raíces de Violencia en las Identidades de la Masculinidad,” evento de la Plataforma Interinsticional Construyendo Paz, realizado en Enero del 2015. El libro pretende entrar en el tema de la identidad masculina, que dentro de nuestra critica, es uno de las más profundas y escondidas fuentes de la violencia. La identidad masculina dominante actual, es la raíz de muchos de los malestares que contribuyen a la violencia, especialmente la violencia de género y familiar. El libro no trata solo de igualdad o empoderamiento de la mujer, porque como dice bien Angie Guzmán, después de años de lucha por la liberación de la mujer, “Estamos ante el reto ahora de reconstruirnos como mujeres, como hombres, como seres humanos y de hacerlo no en soledad, sino en relación.” El libro nos invita a continuar el diálogo sobre este reto. Las ponencias de Miguel Cuellar y Angie Guzmán, nos invitan no solo a denunciar, sino también a proponer. Si bien la violencia dentro de las familias y la sociedad tiene que ser denunciada, la respuesta no está en la represión sino en el florecimiento de nuevas identidades. La masculinidad en particular tiene una necesidad fuerte de un nuevo florecimiento, un nuevo auto-entender que permita la ternura, la humildad, la no-violencia, el amor abierto, y toda emoción humana.
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Los expositores tampoco proponen una nueva masculinidad definida, sino que invitan a todas las personas, a dialogar y reflexionar juntos sobre la masculinidad. Porque es claro para nosotros que nuevas masculinidades que valoran a ambos géneros deberían ser construidas en relaciones sanas, abiertas, y rebosando respeto y amor. Con mucho placer te invitamos a leer y compartir con nosotros la búsqueda de nuevas masculinidades. Cordialmente, Jennifer Regier y Jordan Penner Co-Representantes interinos Comité Central Menonita
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Introducción
“Buscando Respuestas Frente a las Raíces de Violencia en las Identidades de la Masculinidad” Realizado el 29 y 30 de enero de 2015 por la Plataforma Interinstitucional “Construyendo Paz.” Premisas/Normas: • Buscamos respuestas sobre qué tenemos que evitar y qué debemos promover con respecto a las identidades masculinas en nuestra coyuntura. • Fundamentalmente es un esfuerzo constructivo; buscamos propuestas y conclusiones plurales constructivas y prácticas que pueden implementar los y las participantes. • No trabajamos en base al “odio” contra los hombres. • Estableceremos normas para el dialogo fraterno.
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NUEVAS MASCULINIDADES:
Por Angie Guzmán La necesidad de nuevas canciones Día a día vemos retratada la violencia perpetrada por los hombres en contra de las mujeres y de los hijos e hijas. Este retrato -sea manipulado por los medios de comunicación, registrado por las estadísticas estatales o privadas, o sea la cruda realidad vivida o atestiguada- nos remite a una violencia que toma diferentes nombres: “violencia de género”, “violencia sexual”, “violencia doméstica”, “violencia familiar” y que resulta en distintos tipos y grados de muerte: feminicidios o infanticidios físicos o emocionales. Frente a esta violencia enquistada en las entrañas más profundas de nuestra sociedad, han habido prolongados silencios cómplices. Sin embargo, gracias a distintos movimientos, las voces se han empezado a levantar, tomando diferentes formas y buscando ser “expresión” y también “búsqueda de solución”. Estas voces son tanto públicas como privadas y tanto sociales como familiares e individuales. Estas voces se han expresado con distintos lenguajes uno de los cuales son las canciones que condensan distintas dimensiones de la violencia en sí como de lo que produce y de las estrategias con las que las mujeres han querido escapar de ella. El repertorio en el mundo entero está poblado de canciones de conquista y avasallamiento, así como canciones de desgarramiento, resignación, celos, impotencia o revancha; canciones que son pedidos de auxilio y canciones que son arenga de lucha. Luego de siglos de componer odas al dolor y entonar réquiems al desamor, van emergiendo nuevas canciones que están brotando del alma de hombres y mujeres –adultos, niños y niñas- que tienen
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una esperanza viva de que la violencia no siga siendo el pan nuestro de cada día. Es en este contexto que me encontré con la invitación de la Plataforma Interinstitucional Construyendo Paz de Bolivia, para acompañarlos en el Conversatorio “Buscando respuestas frente a las raíces de violencia en las identidades de la masculinidad” realizado en enero del 2015, en la ciudad de Santa Cruz. Acepté gustosa porque sintonizamos en el anhelo de construir la paz “en paz”, es decir, buscando respuestas juntos hombres y mujeres, tomando el reto de agudizar nuestro entendimiento de las raíces de la violencia y su conexión con la masculinidad tradicional para vislumbrar soluciones, dentro de ellas, la construcción de nuevas masculinidades. Hacer esto desde el “encuentro” y no desde la “venganza” o la “demonización” de los hombres ni desde la “victimización” de mujeres, niñas y niños; y hacerlo desde la esperanza y no desde el pesimismo y la resignación, es una toma de posición que asumimos en el evento y que ahora me llevan a continuar con el intento de contribuir para seguir creando esas nuevas canciones que requerimos entonar. Pero no podremos componerlas sin escuchar atentamente las canciones añejas que nos lleven hacia el universo de los afectos más profundos asociados a la violencia. He escogido algunas para invitar a los lectores a desentrañar en ellas esas raíces del horror así como las semillas de la esperanza que requerimos urgentemente. El hecho de centrarme en la relación hombre-mujer, no significa que desvalorizo la diversidad sexual incluida en la relaciones LGTBQ o que me parezca intrascendente la violencia que se ejerce contra y dentro de estas relaciones; mi concentración en la relación heterosexual es asumir la responsabilidad de mirar la violencia en y desde ella.
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Bendita sea mi mama, por haberme parido macho Lizandro Meza ha inundado hogares, calles y fiestas con una canción en el ritmo sabroso del vallenato colombiano que nos remite sin disimulo a una de las bases de la violencia asociada con las viejas masculinidades:
De toda las cosa ma’ lindas que me ha podido suceder Es haber nacido macho pa’ gozar buena mujer. Bendita sea mi mama, por haberme parido macho
Esta celebración de una masculinidad cuya esencia es la condición de “macho”, no es una idea suelta o aislada, sino presente en las mismas entrañas de nuestras sociedades, entretejida en el sistema de creencias que actúan como “invisibilizadoras y legitimadoras” de la violencia y sus circuitos (Galdames y Arón, 2007). Un rasgo central del “macho” es la violencia y ésta ha sido –y sigue siendonaturalizada como estructuradora de la masculinidad: “La violencia ha sido parte del significado de la masculinidad, parte de la forma en que los varones han medido, demostrado y probado su identidad. Sin otro mecanismo cultural por el que los jóvenes puedan llegar a verse como hombres, han asumido la violencia como el camino para hacerse hombres” (Kimmel, 2001, mencionado en Hernández y otros 2007, p. 105). El problema está en que la sociedad baila al son y con el paradigma del vallenato que bendice la condición de macho, la sociedad “naturaliza la masculinidad hegemónica, produciendo posicionalidades y subjetividades, maneras de ser y actuar en las que ‘la violencia ha sido parte estructuradora de la
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masculinidad’ (Cortés 2004, mencionado en Hernández y otros 2007, 106). Estas posicionalidades y subjetividades son asumidas también por las mujeres como lo señala irónicamente el propio Lizandro cuando en el guapeo de la canción nos enrostra que “los machistas no son los hombres sino las mujeres a quienes les gustan los machos” y podría añadir “quienes crían machos”.
El recuento de los daños Gloria Trevi, mexicana poseedora de una rebeldía indomable, que hizo de su pelo suelto, sus zapatos viejos y su ropa irreverente un atuendo de batalla y un instrumento de espanto a su abuela y a la sociedad entera; mujer contestataria que dijo “negro” cuando el mundo represor decía “blanco”, nos removió con su historia personal de la violencia – sufrida e infringida a otras mujeres- que la llevó hasta la prisión como cómplice de las múltiples formas de violencia del macho de su vida. Desde su desgarradora prisión podemos volver a escuchar su canción “El recuento de los daños” y con ella seguir entendiendo por qué las mujeres continúan con los hombres que las violentan y por qué incluso se mimetizan con ellos. Es importante buscar entender mejor lo inentendible e inaceptable: ¿cómo es posible que luego que un hombre te medio mata, te viola, viola a tu hija, te traiciona, te humilla y perpetra todo tipo de violencia, no lo denuncies o si lo llegas a hacer, retires la denuncia, y quieras seguir con él y te pongas como una leona frente al mundo, no para defender a tus cachorros, sino al macho alfa que te despedazó el cuerpo y el alma? Gloria en su canción nos da algunas pistas de reflexión:
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En el recuento de los daños, del holocausto de tu amor son incalculables e irreparables, hay demasiada destrucción, lágrimas que no consiguen, apagar el fuego que hay en mí, hay ilusiones muertas por doquiera, sólo quedan ruinas de mi… En el recuento de los daños, del terrible choque entre los dos… del firme impacto de tus manos, no sobrevivió mi precaución… En el recuento de los daños, me sales debiendo tantísimo amor, que no puedo creer lo que escuché, ¿Cómo puedes decir que te olvidaré? Oh no!, no, no, no, no puedo reponerme, de ese beso que me subió al cielo, que es el mismo que hoy me hunde en el infierno. Oh no!, no, no, no, no puedo reponerme, de tu forma tan cruel de abrazarme, si sabías que no ibas a amarme, ¿qué ganabas? ¿qué ganabas con besarme? En el recuento de los daños, lo material todo lo perdí, perdí mi casa y mis amigas, todo lo mío te lo di Entre los desaparecidos: mi resistencia y voluntad, y hay algo mutilado que he pensado, que tal vez era mi dignidad… Una mujer en este estado de ánimo y capaz de hacer un “recuento de los daños” con este tenor, está lista para volver con este hombre si tan solo éste le vuelve a arrojar alguna migaja de amor. Si bien se ha explicado la persistencia de la mujer en la dinámica de violencia a la que la somete el macho, en su dependencia sea emocional, afectiva o económica, aún no hemos reflexionado suficientemente sobre una razón que tiene otra índole: “su sed de amor”. En la novela “El albergue de las mujeres tristes”, Marcela Serrano, nos lleva al interior de una casa ambientada para curar a las mujeres de la peor de las enfermedades que han sufrido durante todos los tiempos: “el desamor de los hombres”; la anfitriona se sorprende que fueran llegando
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al albergue mujeres de diversas posiciones económicas y sociales, algunas con imagen de éxito y felicidad cuya procesión iba muy adentro, trayendo todas consigo la profunda tristeza por ese desamor. He visto a mujeres golpeadas, con el ojo totalmente tapado, con las costillas y el corazón fracturados, cuyo dolor central y llanto es ¡ya no me ama! En ese holocausto del amor, la mujer llora porque sus ilusiones se han muerto, porque ha entregado tanto amor sin recibirlo; de lo que no puede reponerse es de ese beso que la llevó al cielo y que ahora la hunde en el infierno, no puede levantarse de esa forma tan cruel en que fue abrazada, de haber sido besada por un hombre que de antemano sabía que no iba a amarla; en el balance final, las pérdidas más incalculables e irreparables no son las materiales o sociales, ni siquiera la mutilación de la dignidad, sino el doloroso saldo de saberse no amada.
Ese hombre que tú ves allí “sólo sabe hacer sufrir” Hay otra posición emocional y existencial desde la cual la mujer afronta la violencia del macho. Esta postura se encuentra en la canción de la española Rocío Jurado, “Ese hombre que tú ves ahí” en la que se condensa un análisis de esa masculinidad tradicional asociada a la violencia que dibuja un perfil que nos conecta con el espejismo de un hombre que luce como alguien fabuloso pero que esconde una esencia despreciable frente a la cual la rabia de la mujer se hace verso develador: Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan galante, tan atento y arrogante, lo conozco como a mí. Ese hombre que tú ves ahí, que aparenta ser divino, tan afable y efusivo, sólo sabe hacer sufrir…
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Es un gran necio, un estúpido, engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, falso enano rencoroso, que no tiene corazón. Lleno de celos, sin razones ni motivos, como el viento, impetuoso, Pocas veces cariñoso, inseguro de sí mismo, soportable como amigo, insufrible como amor. Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan amable, dadivoso y agradable, lo conozco como a mí. Ese hombre que tú ves ahí, que parece tan seguro de pisar bien por el mundo, sólo sabe hacer sufrir.
“Galante, atento, afable, efusivo, amable, dadivoso, agradable, seguro de pisar bien por el mundo” nos hablan de rasgos con los que el hombre con masculinidad tradicional se las ha arreglado para conquistar a las mujeres y al mundo entero. No siempre el macho viene en envoltorio de rudeza y grosería, sino con atavíos de “caballero”. Sin embargo, como la canción lo dice, esto es solo un mundo de apariencias, porque la cruda y amarga realidad que se abre paso cotidianamente es que ese hombre “solo sabe hacer sufrir” porque “no tiene corazón”. Cansada de sufrir la doble vida y doble moral, la mujer lo desenmascara y lo describe como el hombre que realmente “es”: necio, estúpido, engreído, egoísta, caprichoso, celoso, impetuoso, rencoroso, pocas veces cariñoso y podría faltarnos espacio para seguir con todos los adjetivos que han introducido las múltiples canciones que han seguido esta línea de reacción que podríamos considerar aún como una “corriente”, una de cuyas líderes es la mexicana Paquita del Barrio para
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quién los hombres no son sino “rata de dos patas, animales rastreros y escorias de la vida”. De manera que en este paradigma, es la rabia la que habla y ya no solamente la tristeza. Y digo, “no solamente”, porque la tristeza no está ausente sino muy presente en lo más profundo del alma de la mujer herida, basta con escuchar hablar a estas feroces vengadoras: Paquita de México, Marisol de Perú o la India de Puerto Rico quienes al contar en las entrevistas sus historias de desamor ya no pueden contener el llanto de tristeza. Sin embargo, cuando la rabia comanda, estos cantos se convierten en himnos de guerra con los que las mujeres se van armando hasta de cuchillos con los que mutilan los genitales de los despreciables –a partir del famoso caso de Lorena Bobits, se han conocido otros casos como en Perú, Ecuador, de mujeres que cercenaron el pene de sus maridos mientras dormían- en un gesto que tiene una carga simbólica inmensa: cortar de un tajo el mismo centro del poder del macho e inutilizarlo. En estos versos, hay otro recurso muy importante para nuestra reflexión. Está el tema del “conocimiento”. La mujer dice conocer a ese hombre cuya apariencia la ven los demás, ella “conoce” lo que “es”. Más aún: “lo conozco como a mí”. Creo que este es un asunto relevante que no podemos pasar así nomás. Yo creo que no es verdad que nos conozcamos: ni las mujeres a los hombres, ni los hombres a las mujeres, ni nos conocemos bien a nosotros mismos. Se han hecho investigaciones y publicado diversos libros acerca de lo que es ser hombre y ser mujer, como el recordado “Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus”. Hemos pasado de pensar que éramos absolutamente distintos a descubrir que tenemos más en común de lo que nos imaginamos. Desde hace varias décadas he venido observando algunos
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resultados contradictorios de ciertos programas con lo que se conoce como “enfoque de género” en comunidades vulnerables en donde la violencia de los golpes y el desamor cohabita con la violencia de la pobreza. Lo contradictorio estaba en que si bien esos programas habían logrado importantes avances en la liberación y consecuente empoderamiento de las mujeres, junto con ello, fueron generando –la mayoría de las veces sin intención y sin conciencia de parte de quienes facilitaban o promovían estos programas- nuevas dinámicas de violencia al interior de los hogares. Hombres alcoholizados que, a sus 45 años eran ancianos tendidos en la cama esperando la cuota de comida u otros beneficios que las mujeres conseguían en los programas sociales. Hombres enfermos, derrotados, humillados, sin rumbo. Duro e irónico cuadro de una mujer libre y líder en las organizaciones comunitarias, y doblemente esclava en su casa con un hombre cada vez más opresor-oprimido. Sórdida escena de la emergencia de una nueva mujer que fue adquiriendo un poder y que llegó, muchas veces, a ejercer con los mismos patrones autoritarios y violentos que combatió; paradoja de una nueva feminidad que si bien contenía elementos maravillosos de fuerza y libertad, también se alimentaba del rencor y la sed de venganza, resultando en un modelo violento de ser y relacionarse con el hombre y los niños y niñas
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Nuevos paradigmas para nuevas canciones Al llegar a este punto me animo con la alegría de ver que van empezando los acordes, ritmos y melodías de nuevas canciones. Son “pocas pero son” y hay que unirnos a la “rumba” y hacer sones, valses, cumbias, huaynos, hip hop, sin excluir ningún ritmo, y cantar, danzar y vivir estos nuevos cantos que nos conectan no solo con una nueva masculinidad, sino una nueva feminidad y mejor aún: una nueva humanidad. Nuevos paradigmas van emergiendo y arrinconando a los antiguos que sostenían el sistema de la violencia. Estos nuevos paradigmas están asociados con búsquedas profundamente espirituales y trascendentales que quieren tomar distancia de la culpa, de las salidas meramente punitivas, o de las revanchas, para entrar en una construcción de nuevos modos de convivir. Uno de los paradigmas que considero fundamental modificar es la mirada unidireccional de la violencia, no obstante soy consciente de los efectos abrumadores del machismo y patriarcalismo que sustentan ideológicamente la violencia de parte de las viejas masculinidades y que se expresan contra las mujeres. Creo firmemente que tenemos que ampliar la mirada de la violencia para, efectivamente, no silenciar y naturalizar a ningún agente de la trama de la violencia. En una investigación que hice sobre la violencia en los niños y niñas, describieron esta trama en forma de cadena interminable: el hombre maltrata a la mujer, la mujer a los hijos mayores y estos a sus hermanos más pequeños. Sin embargo, al ser también una cadena inter temporal, este hombre que maltrata a la mujer fue a su vez un niño maltratado. Al mismo tiempo asistimos a escenas en las cuales es la madre quien descarga la violencia, sobre todo contra los niños y niñas más pequeños.
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Por eso creo que estamos urgidos de paradigmas que abonen el campo del encuentro: interculturalidad, intermodalidad, intergeneracionalidad, inter género. Necesitamos también la mirada conocida como “interseccional” para ver las múltiples vulneralidades en su conjunto y no una de ellas de manera aislada lo cual solo podremos conseguir con una perspectiva multifocal que nos permita ver y vernos en nuestra condición holística. Esto porque considero que no se trata de cambiar la cara, sexo, edad, identidad étnica del agresor, sino de erradicar el sistema de violencia. Creo firmemente que abordar esta problemática desde el paradigma del encuentro es trascendental y nos llevará por un camino distinto al que hemos seguido hasta aquí colocándonos como enemigos irreconciliables. Con esta aspiración termina tanto “El albergue de las mujeres tristes” de la chilena Marcela Serrano, como “El país de las mujeres” de la nicaragüense Gioconda Belli y es recogida también en el himno de liberación que escribió y cantó Gloria Gaynor cuando con su prodigiosa garganta afroamericana proclamó “I will survive”: sobreviviré. La clave de su sobrevivencia es haber exorcizado el miedo petrificante que sentía al pensar que no podía vivir sin ese hombre que tanto amó y que la hirió con el abandono persistente. Es un canto al milagro de renacer dejando atrás su minúsculo ser que sólo se limitaba a morir de amor a quien nunca supo amarla. Es el eco de los spirituals cantados por sus ancestros que supieron levantar cercos en el espíritu para no permitir que las garras del amo llegue hasta ese reducto que no permitieron que fuera violado como si lo fueron sus cuerpos; de ese legado espiritual Gloria toma para hacerse fuerte y aprender a afrontar la vida sin dejarse otra vez envolver por el falso arrepentimiento de un hombre violento que regresa vez tras vez para lo cual tuvo que dejar de sentir lástima por sí misma; es su acto osado de sellar la cerradura para
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no darle la bienvenida otra vez a la violencia en su vida. En el clímax de su taller de aprendizaje entrega su máxima: I will survive, long as I know how to love/ I’ve got all may life to live/ and all my love to give and I’ll survive: sobreviviré/ mientras sepa cómo amar/ Tengo toda mi vida por vivir/y todo mi amor para dar y sobreviviré. Y precisamente por eso es que ahora tiene la sabiduría de conservar todo su amor para alguien que si sabe amarla. El problema es cómo acompañar esta resolución firme, cómo rodearla de un sistema de refuerzo y protección para que el hombre violento no fuerce la cerradura. Pero también el problema es ¿qué nos hacemos como sociedad con los hombres violentos que hemos contribuido a criar? En la investigación, los mismos niños y niñas nos retan a ver salidas allí donde nosotros solo vemos problemas irresolubles. Ellos desafían al mundo adulto a mirar a sus “padres violentos” como una agenda prioritaria, para cambiarlos y no para limitarnos a encarcelarlos, pues cuestionan la inutilidad de estas medidas. Ellos piden que “miremos la violencia desde la raíz, para resolverla desde la raíz”, y hacen un “grito de llamado” pidiendo a que se ayude a que sus padres a ser buenos padres. Esto nos lleva a preguntarnos si es posible rescatar o hacernos cargo de aquello que nosotros como sociedad estamos produciendo. ¿Podemos salir del reduccionismo punitivo a dar paso a lo restitutivo y sanador? Existen ya experiencias fructíferas de abordajes de la “justicia restitutiva”, con adolescentes y jóvenes en Argentina. Estos programas buscan, para empezar, mirarlos, por más violentos que sean, como seres humanos, sin perder la esperanza de que puedan entrar a programas para que puedan sanar heridas o fracturas.
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Al decir esto, soy consciente de que existen niveles de violencia asociados con trastornos complicados y de muy difícil abordaje. No pretendo tapar el sol con un dedo, lo que quiero es invitarnos a asumir nuestra parte y empezar a ver en los hombres violentos, a los niños violentados, como los análisis de los niños y niñas en nuestra investigación, nos demandaron ver. Según Barudi, al analizar los problemas de la violencia social, hemos encontrado en la institución de la “familia”, al chivo expiatorio del problema. Hemos reducido y demonizado a la familia como la causante y reproductora de las formas y las personas violentas de la sociedad. En esta misma línea reflexión, yo considero además, que hemos puesto al “hombre”, dentro de la familia, también como chivo expiatorio: como el principal causante de la violencia; lo hemos demonizado y nos colocamos como los que tiran piedras sin preguntarnos si “estamos sin pecado”. No cambiaremos mientras, por ejemplo, la misma prensa que se rasga las vestiduras frente a casos de feminicidio haciéndolos la noticia del día, propaga modelos violentos de uso de los cuerpos femeninos y masculinos como objeto sexual y mercancía –que son formas “sofisticadas” de prostitución y trata que todos aceptamos y consumimos vía medios de comunicación- o que esconde a los golpeadores si es que son parte de su cuerpo de estrellas. No cambiaremos si es que los líderes religiosos y políticos condenan la violencia contra la mujer con “santa” indignación y en nombre de Dios, en tanto sostienen en sus organizaciones y al interior de sus familias modelos y enseñanzas que legitiman la violencia en sus múltiples expresiones incluido la poca capacidad para el cariño.
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“Coros” y no solamente “solos” Componer las nuevas canciones desde el paradigma del encuentro, nos lleva a pensar en “coros” y no solamente en “solos”. El desafío de construir “nuevas masculinidades” requiere ha surgido como el impostergable complemento a la construcción de las “nuevas feminidades”. No será posible la liberación plena de la mujer a menos que el hombre también se libere, así como tampoco será posible la liberación plena de ninguno de los oprimidos del mundo a menos que los opresores se liberen. Si bien alguien que vive en opresión puede experimentar una liberación íntima y personal o aún grupal, mientras el sistema –sea familiar o social- esté en manos y bajo el paradigma de quienes ejercen la opresión, habrán dimensiones de esta liberación que no se podrán vivir. Después de largos años de duro, conmovedor y necesario trabajo por la liberación de la mujer que logró desembocar en la construcción de “nuevas feminidades”, hoy se hace impostergable la construcción de “nuevas masculinidades”. La propia autocrítica feminista señaló que no podía construirse una verdadera liberación femenina solo en base al rechazo del modelo patriarcal vivido por las masculinidades tradicionales sino que era necesario construir una nueva manera de ser mujer, que rompa con esos estereotipos creados para legitimar el sometimiento. Estamos ante el reto ahora de reconstruirnos como mujeres, como hombres, como seres humanos y de hacerlo no en soledad, sino en relación. Difícil camino para armonizar las tonalidades, armonías y ritmos para lograr cantar al unísono.
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“Cuidame”: nuevo paradigma en una nueva canción Jorge Drexler nos entrega una de esas pocas canciones portadora de una nueva masculinidad con su “Cuídame”. Ese es también el sentido de la protección a la que aspiraban, los hombres, mujeres, niños y niños que participaron en nuestra investigación y por eso la he titulado “La gestión del cuidado”. Cuando Francisco Tangoa, líder de la etnia Shawi de la Amazonía peruana fue desafiado a encontrar un modo de resumir la máxima aspiración de vida plena, propuso una frase cuyo acrónimo es “Yuyanake” que significa que “hemos sido cuidados para cuidarnos y cuidar la naturaleza”. De esa aspiración ha nacido un proyecto intercultural de cuidado. En las letras y la melodía de la canción de Jorge, encontramos varias expresiones del lenguaje de la ternura: la conciencia de la fragilidad y la necesidad que tenemos todos del cuidado; la caricia y el abrazo como lenguajes de este cuidado. Es el abrazo que “alivia”.
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La Ternura, más allá de la no violencia En los noventas descubrí en concepto de “ternura”, en tiempos en los que aún era considerado un rasgo propiamente femenino ligado incluso a su biología más básica, como una expresión del funcionamiento hormonal y casi instintiva de la maternidad. Para esta visión contribuían los estudios psicológicos que nos hablaban del apego como algo que vive el bebé con su madre. Junto con esto se hablaba de ciertas funciones cerebrales de la mujer que la preparan para brindar estos cuidados indispensables para la sobrevivencia del recién nacido. Mi encuentro con algunos autores y artistas me fueron abriendo el alma a la crucial interrogante: ¿es, la ternura, prerrogativa de la mujer?
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Me encontré con Alejandro Cussianovich (Perú), quien nos entrega la “Pedagogía de la ternura” como aporte sustantivo para construir “nuestra condición humana” y que recoge en este paradigma todas las luchas emancipadoras, especialmente la de los niños y niñas trabajadores. Su pedagogía de la ternura está íntimamente ligada con lo que inicialmente llamó “protagonismo infantil” pero ahora sabiamente denomina “coprotagonismo infantil”. De estas fuentes podemos beber en esta construcción de las nuevas masculinidades y feminidades.
Está también Oswaldo Guayasamín (Ecuador) quien como homenaje a su madre retrató.
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En varias pinturas “La ternura” Luis Carlos Restrepo (Colombia) me hizo pensar en las implicancias sociales y políticas así como en la revolución íntima que tiene el incluir en nuestra lista de derechos “El derecho a la ternura” plantea que la ternura no es prerrogativa de la mujer. Un pequeño folleto me trajo una conmovedora mirada del Dios de la ternura. Manuel Diaz Mateos (Perú) quien nos habla de un Dios distinto al que nos tiene acostumbrada una religión. Al leerlo podemos pensar en cómo se ha configurado la figura no solo del hombre sino también del dios. José Miguel de Angulo y me entregaron una pista fundamental: los bebés viene dotados con un cerebro que tiene la capacidad de “enternecer” tanto a la madre como al padre. Esto va de la mano con los estudios que nos hablan de que las formas físicas que tienen los bebés y las crías (cabezas grandes, ojos inmensos, entre otros) para provocar ternura y generar el deseo de cuidarlo. Los estudios de neurología cerebral de los que hablan los De Angulo van aún más allá para decirnos que el cerebro del bebé se conecta con el cerebro del adulto y lo “enternece” y que eso está accesible de igual manera para las mujeres como para los hombres teniendo más que ver con la accesibilidad y resonancia que con el sexo. El potencial de la ternura es el mismo para el hombre como para la mujer, pues tiene que ver con la mirada, el reconocimiento del otro, el contacto. Lo que sucede es que la ternura ha estado asociada a la mujer; por eso, el hombre que se consideraba “verdaderamente hombre” no podía permitirse la ternura porque era un signo de debilidad, de menoscabo a su identidad y ser. La ternura como sinónimo de fragilidad, suavidad, incapacidad, condescendencia, era el rasgo de las mujeres y configuraba, su perfil de sometimiento.
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Me ha llamado poderosamente la atención de que varios (la mayoría de los que he encontrado) que han desarrollado de manera muy clara y explícita “la ternura” son hombres. Creo que hay en los hombres una “sed de ternura” y que esto está en el centro de la construcción de las nuevas masculinidades y de las nuevas feminidades. Es necesario romper los viejos paradigmas y las viejas apetencias y atractivos ligados a los perfiles autoritarios y opresores. Los niños y niñas en la investigación nos cambian la mirada de la violencia, diciendo que tan violento es un golpe como la falta de cariño y de respeto. Entonces, de lo que se trata es de aprender como sociedad, no solo a no infringir la violencia sino a desarrollar la sensibilidad para no ser carentes de cuidado y expresiones de amor. Esto nos demanda una visión holística, en la que veamos a todos los actores y escenarios. El reto está pendiente, para crear nuevas masculinidades y nuevas feminidades, que no solo no insulten o peguen, sino que no sean indiferentes, sean respetuosos y tiernos. Este reto está pendiente tanto para hombres como mujeres. Creo que la pérdida de la ternura, porque se ha asumido que es un estereotipo producto del género, no es una ganancia liberadora, sino una pérdida opresora. El nuevo desbalance que se produzca con que los hombres se vuelvan “tiernos” en tanto las mujeres nos “endurezcamos”, no será sino otro modo de seguir alimentando el sistema de violencia social.
Lima, 24 de agosto de 2015
Angelit Guzmán Chávez
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¿COMO NOS HICIMOS o HICIERON HOMBRES? Miguel Cuellar Reflexionado sobre nuestra construcción de ser Hombres ¿Cómo nos enseñaron a ser hombres? ¿Qué nos decían en la casa, en la calle, en la iglesia, en la escuela, los amigos, acerca de qué es un hombre y cómo debían de comportarse los hombres? Cuando éramos niños Cuando éramos adolescentes o muy jóvenes Ahora que somos adultos Recuerden alguna frase, mensaje, anécdota, refrán o chiste que resuma lo que a ustedes les decían acerca de cómo es un verdadero hombre. Específicamente los hombres : indígenas, campesinos, Funcionarios Públicos, Empresarios, obreros de construcción, adolescentes, etc.) cómo demuestran que son hombres...? El mundo de los hombres Imaginemos un escenario o ambiente de hombres:
El estadio. En la casa, con la pareja. En la casa, con los hijos.
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En el trabajo. En el boliche. En un baile, donde hay muchas mujeres bonitas. Trabajando en una construcción, al frente van pasando mujeres. ¿Qué hacen los hombres en ese lugar, cómo se comportan? b) ¿De qué cosas hablan? c) ¿Cómo expresan sus sentimientos? d) ¿Cómo se relacionan con las demás personas. e) ¿Cuáles frases son típicas de los hombres en esos ambientes o escenarios?
Construcción social y cultural de las masculinidades En la actualidad, el tema de la construcción de la masculinidad y feminidad nos concierne a todos y a todas por igual. Este ha marcado la historia y dado curso a un trato desigual entre hombres y mujeres. La distinción superior / inferior entre los géneros ha promovido en la cultura una percepción, desde el patriarcado, orientada a establecer una relación de poder, donde él manda y ella le sirve.
Género Hernández (2006), explica que el género es: Construcción simbólica e imaginaria que soporta los atributos asignados a las personas a partir de la interpretación cultural de su sexo: distinciones biológicas, físicas, económicas, sociales, psicológicas, eróticas, afectivas, jurídicas políticas y culturales impuestas.
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Es el conjunto de rasgos que la sociedad les asigna a hombres y mujeres y son adquiridos en el proceso de socialización. Es el modo de ser hombre o de ser mujer en una cultura determinada. El género asigna un lugar en la familia, en la sociedad, en el mundo, en la economía y en la política a los hombres y a las mujeres.
Roles de género Rol es un término que procede del inglés role, aunque su origen etimológico se halla en el francés rôle. La noción hace referencia a la función o el papel que asume un individuo en un determinado contexto. Género, por su parte, es un concepto con varios usos. En este caso, nos interesa su acepción como el grupo de seres vivos que disponen de ciertas características en común La idea de rol de género está asociada al concepto de género en las ciencias sociales. El género es una construcción social que atribuye a hombres y mujeres diversas características diferentes de acuerdo al sexo biológico. Siguiendo con este razonamiento, el rol de género es el papel que deben asumir hombres y mujeres de acuerdo a los mandatos sociales El rol de género, en otras palabras, alude a las conductas que se consideran adecuadas para hombres y mujeres en el seno de una sociedad. Estos comportamientos dependen de la idea que la comunidad tiene acerca de la masculinidad y de la femineidad.
Masculinidad Se entiende una serie de significados de orden social que son dinámicos y se van construyendo de acuerdo a las necesidades y también por la interacción de “unos con
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otros“. (Camacho, 2005) Es la forma en que hemos sido criados y educados los hombres, e incluye la manera de pensar, de sentir y comportarnos, así como la forma en que nos relacionamos con las mujeres y otros hombres. También define cómo ejercemos el poder El aprendizaje del ser masculino tiene como punto de partida el creerse con el control de todas las emociones y sentimientos hacia sí mismo, los demás y las situaciones en general, por lo que los varones desarrollan un espacio emocional limitado e inflexible, y llegan a confundir sus emociones con las expectativas que su grupo social tiene de ellos (Seidler, 2002). Como se puede ver, la masculinidad, tradicionalmente, está unida a actitudes como la fuerza, la violencia, la agresividad y la idea de que es necesario estar probando y probándose continuamente que se es hombre (Seidler, 2002). Por tanto, se establece que la masculinidad se construye a través de los procesos de socialización, y da como resultado una serie de masculinidades diversas. Estas resultan, según lugar de trabajo o condición socioeconómica, entre otros factores que pueden ser determinantes en los procesos de socialización masculina Los hombres tienen la necesidad de demostrar que son hombres, requieren que otros los reconozcan. La sociedad patriarcal define al hombre como un ser potente con mandato y autoridad, con la mayoría de aprobación de sus actos, sean de carácter positivo o negativo, se le ha otorgado la dirección y el mandato como algo propio de su vida cotidiana, se le da el poder sobre el resto de las personas haciéndoles creer que son los dueños del poder y
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del conocimiento. El machismo Es un conjunto de creencias, costumbres y actitudes que sostienen que el hombre es superior: es la figura más importante, dueño del poder y representante del ser humano. A la mujer se le ve como si fuera inferior al hombre. Debe conformarse con ser madre, cuidar a los hijos cuidar al esposo. Se justifica así que gane menos dinero que el hombre y que esté marginada de cargos públicos El patriarcado El patriarcado tiene alrededor de cuatro mil años, es un sistema sociocultural en el cual se considera que los hombres deben tener el poder y mandar sobre las mujeres, tanto en la familia, el trabajo como la sociedad en general A lo largo de un proceso de miles de año, los varones fueron adquiriendo un dominio sobre las mujeres, situación que no se conocía hasta ese momento. Saber quién era el padre de los hijos empezó a adquirir importancia para efectos de heredar los bienes. Así la cultura empezó a girar alrededor de la figura del varón como líder y ya no se respetaba a las mujeres como antes Surge así el Patriarcado como la organización social en la cual las relaciones se basan en el dominio de los hombres sobre las mujeres. El movimiento feminista ha sido promotor de los derechos de la mujer para que sean escuchadas y valoradas por sí mismas. Sin embargo, la cultura construye modos de ser mujer y de ser hombre, “(...) la mujer no nace, se hace” y extienden la misma idea hacia el hombre (...) el hombre no nace, sino que se hace” , lo que evidencia que las construcciones de género refieren aspectos socioculturales, históricos, políticos, económicos y familiares, de ahí que, por ejemplo, se visualiza a la mujer con la pasividad y
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afectividad, y el hombre con la razón y la actividad. Masculinidad hegemónica Cuando oímos historias de hombres y sus vivencias, encontramos que todos presentan elementos comunes, todos expresan un molde común en forma de ser hombres. La manera de pensar (ideas, creencias), los valores, la manera de vivir los sentimientos, la manera de comportarse consigo mismo, con otros hombres y con las mujeres no es algo natural. Esas ideas, esa forma de vivir los sentimientos y esa manera de actuar es aprendido Encargos de la masculinidad Según David Gilmore (1995), En todas las sociedades patriarcales se han encontrado cuatro encargos básicos asignados a los hombres: Ser proveedor Ser protector Procrear. Marcadores de la virilidad ¿Qué opina de los cuatro encargos de la masculinidad? ¿Identifica usted algunos de estos encargos en su vida personal? ¿Ha tenido consecuencias positivas o negativas en su vida personal, familiar los encargos de la masculinidad? ¿Identifica algunos de los marcadores de virilidad mencionados en la lectura en el lugar donde vive? ¿Cuáles otros marcadores ha visto ud.? ¿Cómo cree ud. que se siente un hombre cuando no se
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puede cumplir con esos encargos o compromisos? ¿Cómo cree que se siente la pareja? ¿Cómo califica su forma de relacionarse con otros hombres? ¿Establece relaciones de competencia? ¿De solidaridad? ¿Qué pasa con la sexualidad? Respecto a la sexualidad, a los hombres se nos enseña desde la más temprana edad que lo más importante para un hombre es que el pene le funcione, que si esto falla, la vida no tiene sentido. ¿Qué pasa con la sexualidad? Respecto a la sexualidad, a los hombres se nos enseña desde la más temprana edad que lo más importante para un hombre es que el pene le funcione, que si esto falla, la vida no tiene sentido. Que mensajes se transmite sobre la sexualidad masculina: Siempre debemos estar listos para una relación sexual Los arquetipos de la masculinidad Rey Yo soy el rey. Me tiene que obedecer. Aquí mando yo. Se hace lo que yo digo. No escucho, hago preguntas y doy órdenes.
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Me gusta tener el poder, sea para mandar o para ayudar
Guerrero Yo soy el guerrero: Controlo el territorio, a la mujer también. Me encanta proteger a las demás personas. Soy muy posesivo hasta puedo ser celoso. Soy frío en mis emociones, no las expreso.
Mago Yo soy el mago, sé de todo, y si no puedo con algo…invento y engaño para demostrar que sé. El hombre mago tiene mucho poder de convencimiento sobre las demás personas y siempre se las ingenia para encontrar una solución a sus problemas. Amante Yo soy el amante. Pienso siempre en sexo. Me gustan todas las mujeres. Aprovecho cualquier oportunidad y las hablo a todas. ¿Cuáles cree Ud. que son los arquetipos que más se expresan en los hombres de su contexto- familia-trabajobarrio? Reconozca uno o dos arquetipos que han marcado su vida. ¿Cómo se manifiesta en su vida ese arquetipo? ¿Qué es lo
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que más le agrada de ese arquetipo? ¿Qué es lo que más le desagrada? ¿Qué cambios le haría usted a cada un de los cuatro arquetipos? BIBLIOGRAFIA MANUAL COMO TRABAJAR CON HOMBRES Campos Guadamuz, ÁlvaroHombres trabajando con hombres / Álvaro CamposGuadamuz. -- 1a ed. -- San José, Costa Rica: Ofi cina deSeguimiento y Asesoría de Proyectos OSA, S.C., 2007.72 p. ; 21 x 27 cm. (Serie: Pautas para facilitadoresde talleres de masculinidad en América Central, v.2 )Asociación de Pedagogos de Cuba (1998) Selección de lecturas sobre metodología dela educación popular. CIE “Graciela Bustillos” Publicación fi nanciada por Pan Para el Mundo.Campos, A. y Salas, JM. (2002e). El Placer de la Vida. Sexualidad infantil y adolescente:su pedagogía a cargo de personas adultas. San José, Costa Rica: publicación del InstitutoCostarricense para la Acción, Educación e Investigación de la Masculinidad, Pareja y Sexualidad(Instituto WEM) y del Fondo de Población de las Naciones Unidas.Conclusiones de Coronado (2002) En: Campos, A. y Salas, J. Masculinidades en CentroAmérica. San José, Costa Rica: Instituto WEM.Escalante, Ana C. (2002) Una visión del trabajo con hombres desde las mujeres. En: Campos, A.y Salas, J. Masculinidades en Centro América. San José, Costa Rica: Instituto WEM. Guevara, R., Jiménez, R. (2002). Nuestra experiencia en un grupo de refl exión de hombres. En:Campos, A. y Salas, J. Masculinidades en Centro América. San José, Costa Rica: InstitutoWEM.Instituto Cooperativo Interamericano (1997) Educación Popular: una metodología. PanamáICI.Instituto WEM (2005) Construyendo Nuevas Masculinidades. Objetivos estratégicos.(Documento interno)
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La Plataforma Interinstitucional "Construyendo Paz" es un espacio de instituciones privadas de desarrollo social sin fines de lucro, que articulan visiones, estrategias y recursos para contribuir en la construcción de la paz, la justicia y la democracia en Santa Cruz. SU VISIÓN ES: Una sociedad cruceña pacífica, tolerante, intercultural, participativa, justa y solidaria. SU MISIÓN ES: Contribuir en la construcción de la paz, la interculturalidad y los valores democráticos desde Santa Cruz, en el marco de los valores universales y los Derechos Humanos.