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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL

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Unicuique suum Año XLVI, número 43 (2.387)

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Ciudad del Vaticano

24 de octubre de 2014

En la conclusión del Sínodo el Papa declara beato a Giovanni Battista Montini

Gracias, querido y amado Pablo

VI

El señorío de Dios GIOVANNI MARIA VIAN

MISA

DE BEATIFICACIÓN Y CONCLUSIÓN DEL

En la comunión de los santos

SÍNOD O

EN PÁGINAS

3, 4, 8

Y

9

Ciertamente ha meditado y rezado largamente el Papa Francisco al preparar la homilía de la gran concelebración con la que se concluyó la tercera Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos. Misa que inició con la beatificación de Giovanni Battista Montini, «cristiano valiente» que de 1963 a 1978 fue obispo de Roma con el nombre de Pablo VI, presentes —juntamente con los representantes de otras confesiones cristianas y una delegación de creyentes musulmanes— numerosísimos fieles, los presidentes de todos los episcopados del mundo, mitad del colegio cardenalicio y Benedicto XVI, el amado predecesor que el Pontífice abrazó con visible afecto al inicio y al final de la misa. Hace medio siglo, al inicio de la última fase del Concilio, Montini instituía el organismo sinodal y también de este modo acompañaba a la Iglesia por un camino nuevo y tradicional al mismo tiempo. Caminos para recorrer con confianza y sobre los cuales reflexionó su sucesor Francisco al hablar del señorío de Dios: «Esta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios» exclamó el Papa. En esta perspectiva exigente y profunda Francisco ve el Sínodo,

Una luz que brilla y da calor

Mensaje del Sínodo a las familias

«Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie». Lo recuerdan los padres del Sínodo de los obispos en el mensaje al pueblo de Dios publicado el sábado 18 de octubre, por la mañana. LUCETTA SCARAFFIA

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ante el cual —inmediatamente después de la aprobación con amplia mayoría de la relatio, el documento base que conducirá dentro de un año a la próxima asamblea— pronunció una intervención importante y fuerte. Colegialidad y sinodalidad son el método que viene de la más antigua experiencia cristiana, retomada por el Vaticano II y desde entonces lentamente madurada. Hasta la experiencia vital cum Petro e sub Petro de los últimos días, marcados por una libertad y una transparencia no comunes y que son aseguradas por el Papa, «garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios» recalcó de forma inequívoca el Pontífice. Francisco no tiene miedo a las tentaciones, opuestas entre ellas: durezas inútiles o laxismos superficiales. Al contrario, «me hubiese preocupado mucho y entristecido si no hubiesen estado estas tentaciones y estos animados debates» dijo explícitamente, reafirmando que nadie en el Sínodo puso en duda «las verdades fundamentales» del sacramento matrimonial. Y con claridad rechazó esas lecturas —periodísticas y no («comentaristas, o gente que habla», puntualizó), más interesadas en formar partido y mucho menos en dar cuenta de la realidad— que «imaginaron ver a una Iglesia en disputa». Al Papa le interesa sobre todo su tarea, que es —destacó— la de recordar a los pastores de la Iglesia su deber: alimentar al rebaño y «tratar de acoger» a las ovejas que se han extraviado, añadiendo intencionalmente de haberse equivocado al expresarse y que en lugar de «acoger» hay que decir «ir a buscarlas». Y es esta la preocupación constante de Bergoglio, que pide a los cristianos que no permanezcan cerrados en sí mismos sino que salgan al mundo para testimoniar y anunciar el Evangelio. Siguiendo el ejemplo de Cristo, el modelo de los pastores, «abierto a todos, atento a los cercanos y solícito por los alejados».

Mensaje para la Jornada mundial de la alimentación

El hambre amenaza la paz PÁGINA 11


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viernes 24 de octubre de 2014, número 43

Mensaje de los padres sinodales a las familias cristianas y a las de todo el mundo

Una casa con la puerta siempre abierta Publicamos el texto del mensaje de la III Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos, aprobado durante la decimocuarta congregación general que tuvo lugar el sábado 18 de octubre por la mañana. Nosotros, padres sinodales reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a nosotros y al mundo con su fidelidad, fe, esperanza y amor. También nosotros, pastores de la Iglesia, nacimos y crecimos en una familia con las más diversas historias y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades. La preparación misma de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de muchas experiencias familiares. Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja en la que viven las familias. Queremos presentarles las palabras de Cristo: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). Como acostumbraba hacer durante sus recorridos por los caminos de Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades. En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cuando se introducen el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia. Ante todo, está el gran desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el estrés de una ansiedad que descuida la reflexión serena. Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan a menudo de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, el diálogo sincero, el perdón recíproco, la reconciliación y también el sacrificio. Los fracasos, de este modo, dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y

problemáticas para la opción cristiana. Entre estos desafíos queremos evocar también el cansancio de la existencia misma. Pensamos en el sufrimiento de un hijo discapacitado, una enfermedad grave, el deterioro neurológico de la vejez, la muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les quita o se les impone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles. Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados «en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano» (Evangelii

Fay Ocampo, «Oración en familia» (arte filipino)

gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas. Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y que pueden ser presa de las desviaciones en la droga o en la criminalidad. Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias refugiadas que emigran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de las opresiones. Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas a la explotación, a la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos incluso por parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias hu-

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milladas y en dificultad. Mientras tanto, «la cultura del bienestar nos anestesia y […] todas esas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera» (Evangelii gaudium, 54). Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común. Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de las parejas y de las familias. También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades,

GIOVANNI MARIA VIAN director Carlo Di Cicco subdirector

Marta Lago redactor jefe de la edición

don Sergio Pellini S.D.B. director general

en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y también en viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas. Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa —como dice el Génesis (2, 18)— cuando los dos rostros están frente a frente, en una «ayuda adecuada», es decir apropiada y recíproca. El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, incluso permaneciendo distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los cantares: «Mi amado es mío y yo soy suya… Yo soy para mi amado y él para mí» (Ct 2, 16; 6, 3). El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento, donde Dios pone su sello, su presencia y su gra-

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cia. Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aun más allá del vigor y de la frescura juvenil. El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada (cf. Jn 15, 13). Bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común. Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y el acto de engendrar, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes. Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas. Además lo vive al escuchar juntos la Palabra de Dios y en la oración común, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear durante un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes. Hay, además, otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extranjeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: «Hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida. La cima que recoge y resume todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando la familia se sienta con toda la Iglesia a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo «será todo en todos» SIGUE EN LA PÁGINA 10

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número 43, viernes 24 de octubre de 2014

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El Papa Francisco concluye la tercera asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos dedicada a la familia

Movimiento de espíritus Aún un año para madurar las ideas y encontrar soluciones con auténtico discernimiento espiritual La Iglesia «no mira a la humanidad desde un castillo de cristal» y «no tiene miedo de arremangarse para derramar el óleo y el vino sobre las heridas de los hombres». Lo recordó el Papa Francisco a los padres sinodales el sábado 18 de octubre, por la tarde, durante la decimoquinta y última congregación general de la Asamblea extraordinaria dedicada a la familia. Eminencias, beatitudes, excelencias, hermanos y hermanas: Con un corazón lleno de agradecimiento y gratitud quiero agradecer, juntamente con vosotros, al Señor que, en los días pasados, nos ha acompañado y guiado con la luz del Espíritu Santo. Doy las gracias de corazón al señor cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, a monseñor Fabio Fabene, subsecretario, y con él agradezco al relator, cardenal Péter Erdő, que tanto ha trabajado en los días de luto familiar, al secretario especial, monseñor Bruno Forte, a los tres presidentes delegados, los escritores, los consultores, los traductores y los anónimos, todos aquellos que trabajaron con auténtica fidelidad detrás del telón y total entrega a la Iglesia y sin pausa: ¡muchas gracias! Doy las gracias igualmente a todos vosotros, queridos padres sinodales, delegados fraternos, auditores, auditoras y asesores por vuestra participación activa y fructuosa. Os llevaré en la oración, pidiendo al Señor que os recompense con la abundancia de sus dones de gracia. Podría decir serenamente que —con un espíritu de colegialidad y sinodalidad— hemos vivido de verdad una experiencia de «Sínodo», un itinerario solidario, un «camino juntos». Y habiendo sido «un camino» —y como todo camino hubo momentos de marcha veloz, casi queriendo ganar al tiempo y llegar lo antes posible a la meta; otros momentos de cansancio, casi queriendo decir basta; otros momentos de entusiasmo e ímpetu. Hubo momentos de profunda consolación escuchando los testimonios de auténticos pastores (cf. Jn 10 y can. 375, 386, 387) que llevan sabiamente en el corazón las alegrías y las lágrimas de sus fieles. Momentos de consolación y de gracia y de consuelo escuchando los testimonios de las familias que participaron en el Sínodo y compartieron con nosotros la belleza y la alegría de su vida matrimonial. Un camino donde el más fuerte sintió el deber de ayudar al menos fuerte, donde el más experto se dispuso a servir a los demás, incluso a través de la confrontación. Y puesto que es un camino de hombres, con las consolaciones hubo también otros momentos de desolación, de tensión y de tentaciones, de las cuales se podría mencionar alguna posibilidad: —una: la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza

de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados —hoy— «tradicionalistas», y también de los intelectualistas. —La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los «buenistas», de los temerosos y también de los así llamados «progresistas y liberales». —La tentación de transformar la piedra en pan para romper un ayuno largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 14), y también de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn 8, 7), es decir, transformarlo en «cargas insoportables» (Lc 11, 46). —La tentación de bajar de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en lugar de purificarlo y conducirlo al Espíritu de Dios. —La tentación de descuidar el «depositum fidei», considerándose no custodios sino propietarios y dueños, o, por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no decir nada. Los llamaban «bizantinismos», creo, a estas cosas... Queridos hermanos y hermanas, las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, y ni siquiera desalentar, porque ningún discípulo es más grande que su maestro. Por lo tanto, si Jesús fue tentado —y además llamado Belzebú (cf. Mt 12,

Vicente Alvarez Dizon, «Familia al término de una jornada de trabajo»

24)—, sus discípulos no deben esperarse un trato mejor. Personalmente me hubiese preocupado mucho y entristecido si no hubiesen estado estas tentaciones y estas animados debates; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba san Ignacio (EE, 6), si todos hubiesen estado de acuerdo o silenciosos en una falsa y quietista paz. En cambio, he visto y escuchado —con alegría y gratitud— discursos e intervenciones llenas de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de valentía y de parresia. Y he percibido que se puso delante de los propios ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la «suprema lex», la «salus animarum» (cf. can. 1752). Y esto siempre —lo hemos dicho aquí, en el aula— sin poner jamás en duda las verdades funda-

Por un camino compartido A los «desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización», tema de la asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos, se dedicó el nuntius, el breve mensaje que los padres enviaran a las familias de todo el mundo, y en especial a las familias cristianas, como conclusión de las dos semanas de trabajo. El texto, leído en el aula por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente de la comisión encargada de redactarlo, fue votado por mayoría absoluta el sábado 18 de octubre por la mañana. Con la presencia del Papa, estuvieron en el momento de la votación 183 padres: de 174 votos, los «placet» fueron 158. No todas las numerosas propuestas —explicó el purpurado agradeciendo a los padres sinodales su participación y sus propuestas— encontraron plena expresión en el mensaje, que es breve. Alguna fue posible sólo mencionarla en la temática, pero sí encontraron mayor espacio en la

redacción más extensa y detallada de la relatio final, que se aprobó número por número en la última congregación general, el sábado 18 por la tarde. Anteriormente, con la presencia del Papa, el viernes 17 por la tarde tuvo lugar la decimotercera congregación general. Los 178 padres sinodales presentes escucharon la lectura del borrador del nuntius. Luego tuvo lugar el debate libre, con la participación de 55 padres. El cardenal Baldisseri informó a la asamblea que el Papa Francisco tenía dos regalos para los participantes, que se entregaron el sábado por la mañana: la medalla oficial del segundo año de pontificado, en la edición especial para el Sínodo de los obispos, que lleva grabado Familia Christiana Ecclesia domestica, y el libro Pablo VI. Una biografía del Pontífice, editado por el Instituto Pablo VI de Brescia con ocasión de la beatificación. Cada libro está dedicado por el Papa Francisco.

mentales del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreación, o sea la apertura a la vida (cf. can. 1055, 1056 y Gaudium et spes, 48). Y esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra atenta, que no tiene miedo de arremangarse para derramar el óleo y el vino sobre las heridas de los hombres (cf. Lc 10, 25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de cristal para juzgar o clasificar a las personas. Esta es la Iglesia una, santa, católica, apostólica y formada por pecadores, necesitados de su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que trata de ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas de par en par para recibir a los necesitados, a los arrepentidos y no sólo a los justos o a aquellos que creen ser perfectos. La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, es más, se siente implicada y casi obligada a levantarlo y animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo, con su Esposo, en la Jerusalén celestial. Esta es la Iglesia, nuestra madre. Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de ese sentido sobrenatural de la fe, dado por el Espíritu Santo a fin de que, juntos, podamos entrar todos en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida, y esto no se debe ver como motivo de confusión y malestar. Muchos cronistas, o gente que habla, imaginaron ver una Iglesia en disputa donde una parte está contra la otra, dudando incluso del Espíritu Santo, el auténtico promotor y garante de la unidad y la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia siempre condujo la barca, a través de sus ministros, SIGUE EN LA PÁGINA 4


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viernes 24 de octubre de 2014, número 43

Presentación de la «relatio synodi» de la tercera asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos

Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización «El Sínodo de los obispos reunido en torno al Papa dirige su recuerdo a todas las familias del mundo con sus alegrías, sus fatigas, sus esperanzas. En especial siente el deber de dar gracias al Señor por la generosa fidelidad con la que tantas familias cristianas responden a su vocación y misión. Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando el camino familiar les pone delante obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas familias va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este Sínodo» (n. 1). Con estas palabras inicia la Relatio synodi, el texto que expresa el «camino realizado por el Sínodo respecto a la Relatio post disceptationem y a las relaciones de los diversos círculos menores», expresó el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, durante el briefing que tuvo lugar el sábado 18 de octubre, por la tarde, en dicha sede de prensa. Precisamente la lectura en italiano de la relatio abrió los trabajos de la asamblea el sábado 18 por la mañana. Después de la oración de la hora Tercia y la breve meditación del arzobispo coadjutor de HoChiMinh (Vietnam), monseñor Paul Bùi Văn Đoc, sobre el pasaje de la Carta a los Romanos en la que san Pablo afirma: «No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (1, 16), tres relatores se encargaron de dar a conocer el texto que surgió del trabajo de la comisión encargada: en orden hablaron el cardenal Péter Erdő, el arzobispo Bruno Forte y el cardenal Raymundo Damasceno Assis. El documento se entregó a todos los padres sinodales para

una lectura personal y exhaustiva y una reflexión. Por la tarde de ese mismo día —con la presencia de 183 padres— tuvo lugar la votación número por número del texto, con la intención de «recoger lo más posible las expectativas y los deseos que venían de los círculos menores», dijo también el padre Lombardi.

La Relatio synodi consta de 62 números, y es, en su conjunto, más extensa que la Relatio post disceptationem (Relación posterior al debate), documento del cual sigue el esquema. A este se añadieron 470 enmiendas por sugerencia de los padres sinodales reunidos de los círculos menores formados por miembros de todos los continentes. Sobre todo se ampliaron las dos primeras partes con el fin de equilibrarla en su conjunto. Respecto a la publicación, «ha sido un deseo del Papa. El Papa dijo: Quiero que se publique esta Relatio, y por transparencia y claridad, que se diga cuántos fueron los votos favorables y no favorables, número por número, de modo que no haya confusiones o equívocos sobre esto», precisó el director de la Oficina de prensa durante el encuentro con los periodistas. De la votación en el aula, resulta que los números 52, 53 y 55 —relativos a la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar tengan acceso a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, la propuesta de profundizar la cuestión de la comunión espiritual en divorciados vuel-

tos a casar o personas que conviven y la atención pastoral a las personas con tendencia homosexual— no obtuvieron los dos tercios de los votos, es decir, no alcanzaron los 123 votos necesarios. Se aclaró también que la Relatio synodi no es el documento conclusivo de la tercera Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos sobre la familia, no es un documento doctrinal, sino la base de una futura reflexión, el documento de trabajo (lineamenta) que se enviará a las Conferencias episcopales en preparación a la Asamblea ordinaria de octubre de 2015. Como bien lo expresa la Conclusión del texto: «Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal realizado con gran libertad y con un estilo de escucha recíproca, quieren plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán madurar y precisar las reflexiones de las Iglesias locales en el año que nos separa de la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos prevista para octubre de 2015, dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. No se trata de decisiones tomadas ni de perspectivas fáciles. Pero el camino colegial de los obispos y la participación de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, contemplando el modelo de la Sagrada Familia, podrán guiarnos para encontrar caminos de verdad y misericordia para todos. Es el deseo que desde el comienzo de nuestros trabajos nos dirigió el Papa Francisco invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honesta de la verdad en la caridad» (n. 62).

Movimiento de espíritus VIENE DE LA PÁGINA 3

incluso cuando el mar iba en sentido contrario y estaba agitado y los ministros eran infieles y pecadores. Y, como me atreví a deciros al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad, con paz interior, también porque el Sínodo se desarrolla cum Petro et sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos. Ahora hablemos un poco del Papa en relación con los obispos... Por lo tanto, la tarea del Papa es garantizar la unidad de la Iglesia; es recordar a los pastores que su primer deber es alimentar al rebaño —nutrir al rebaño— que el Señor les encomendó y tratar de acoger —con paternidad y misericordia y sin falsos miedos— a las ovejas perdidas. Me equivoqué aquí. Dije acoger: ir a buscarlas. Su tarea es recordar a todos que la autoridad en la Iglesia es servicio (cf. Mc 9, 33-35) como explicó con claridad el Papa Benedicto XVI, con palabras que cito textualmente: «La Iglesia está llamada y comprometida a ejercer este tipo de autoridad, que

es servicio, y no la ejerce a título personal, sino en el nombre de Jesucristo... a través de los pastores de la Iglesia, en efecto, Cristo apacienta su rebaño: es Él quien lo guía, lo protege y lo corrige, porque lo ama profundamente. Pero el Señor Jesús, Pastor supremo de nuestras almas, ha querido que el Colegio apostólico, hoy los obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro... participen en esta misión suya de hacerse cargo del pueblo de Dios, de ser educadores en la fe, orientando, animando y sosteniendo a la comunidad cristiana o, como dice el Concilio, “procurando personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos liberó” (Presbyterorum Ordinis, 6) ... a través de nosotros —continúa el Papa Benedicto— el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia, las guía. San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, dice: “Apacentar el rebaño del Señor ha de ser compromiso de amor” (123, 5); esta es la norma suprema de con-

ducta de los ministros de Dios, un amor incondicional, como el del buen Pastor, lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y solícito por los alejados (cf. San Agustín, Discurso 340, 1; Discurso 46, 15), delicado con los más débiles, los pequeños, los sencillos, los pecadores, para manifestar la misericordia infinita de Dios con las tranquilizadoras palabras de la esperanza (cfr. Id., Carta 95, 1)» (Benedicto XVI, Audiencia general, miércoles 26 de mayo de 2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de mayo de 2010, p. 15). Por lo tanto, la Iglesia es de Cristo —es su Esposa— y todos los obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y servirla, no como padrones sino como servidores. El Papa, en este contexto, no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor, el «servus servorum Dei»; el garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia, dejando de lado todo arbitrio personal, incluso

siendo —por voluntad de Cristo mismo— el «Pastor y doctor supremo de todos los fieles» (can. 749) y también gozando «de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata e universal en la Iglesia» (cf. cann. 331-334). Queridos hermanos y hermanas, ahora tenemos todavía un año por delante para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuestas a los numerosos desánimos que circundan y ahogan a las familias. Un año para trabajar sobre la «Relatio synodi» que es el resumen fiel y claro de todo lo que se dijo y debatió en esta aula y en los círculos menores. Y se presenta a las Conferencias episcopales como «Lineamenta». Que el Señor nos acompañe, nos guíe en este itinerario para gloria de Su nombre con la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de san José. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí.


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número 43, viernes 24 de octubre de 2014

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La situación de los cristianos de Oriente Medio

Lunes 20 de octubre

Respuestas adecuadas a una situación injusta

El Pontífice ha tenido un consistorio ordinario público

«Una respuesta adecuada también por parte de la comunidad internacional» ante las persecuciones padecidas por los cristianos en Oriente Medio fue el deseo expresado por el Papa Francisco el lunes 20 de octubre, por la mañana, con ocasión del consistorio ordinario público que se celebró en el Aula nueva del Sínodo. Eminencias, queridos patriarcas y hermanos en el episcopado: Al día siguiente de la clausura de la tercera Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos sobre la familia, he querido dedicar este Consistorio, además de algunas causas de canonización, a otra cuestión que me interesa mucho, o sea, Oriente Medio y, en especial, la situación de los cristianos en la región. Os agradezco vuestra presencia. Nos une el deseo de paz y de estabilidad en Oriente Medio y la voluntad de favorecer la resolución de los conflictos a través del diálogo, la reconciliación y el compromiso político. Al mismo tiempo, queremos ofrecer la mayor ayuda posible a las comunidades cristianas para apoyar su permanencia en la región. Como he tenido ocasión de reiterar en varias ocasiones, no podemos resignarnos a pensar en Oriente Medio sin los cristianos, que desde hace dos mil años testimonian allí el nombre de Jesús. Los últimos acontecimientos, sobre todo en Irak y en Siria, son muy preocupantes. Asistimos a un

fenómeno de terrorismo de dimensiones antes inimaginables. Muchos hermanos nuestros son perseguidos y han tenido que dejar sus casas incluso de manera brutal. Parece que se ha perdido la consciencia del valor de la vida humana, parece que la persona no cuente y se pueda sacrificar por otros intereses. Y todo esto, lamentablemente, con la indiferencia de muchos. Esta situación injusta requiere, además de nuestra constante oración, una adecuada respuesta también por parte de la comunidad internacional. Estoy seguro de que, con la ayuda del Señor, del encuentro de hoy surgirán reflexiones válidas y sugerencias para poder ayudar a nuestros hermanos que sufren y para salir también al encuentro del drama de la reducción de la presencia cristiana en la tierra donde nació y desde la que se difundió el cristianismo.

El Papa Francisco ha tenido, el lunes 20 de octubre, por la mañana, el consistorio ordinario público para la canonización de los beatos José Vaz y María Cristina de la Inmaculada Concepción, y para informar a los miembros del Colegio cardenalicio acerca de la actual situación de los cristianos en Oriente Medio y el compromiso de la Iglesia por la paz en esa región. El Pontífice llegó antes de las 9 al aula nueva del Sínodo, donde estaban presentes 86 cardenales y patriarcas, entre ellos Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio, Pietro Parolin, secretario de Estado, y Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos. Estaban presentes también los arzobispos Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado, Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, Ilson de Jesús Montanari, secretario de la Congregación para los obispos y del Colegio cardenalicio, y Marcello Barto-

Refugiados curdos en un campamento en la ciudad de Suruc, Sanliurfa, Turquía (Reuters)

lucci, secretario de la Congregación para las causas de los santos; el obispo Fabio Fabene, sustituto del Colegio cardenalicio, y el padre Turek Bogusław, subsecretario de la Congregación para las causas de los santos. Luego continuó la celebración de la hora Tercia, con los salmos 18 y 7 recitados de forma alternada y la proclamación de la lectio brevis tomada de la Carta de san Pablo apóstol a los romanos (13, 8.10). Correspondió al cardenal prefecto Amato la peroración de las dos causas, precedida por la lectura en italiano de una breve biografía de los beatos José Vaz (1651-1711) sacerdote del oratorio de san Felipe Neri, fundador del oratorio de la Santa Cruz milagrosa en Goa y apóstol de Ceilán (Sri Lanka) y Canara (India), y María Cristina de la Inmaculada Concepción (en el siglo Adelaide Brando, 1856-1906), fundadora de la congregacion de las Hermanas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado. El obispo de Roma, tras recibir el parecer de los cardenales, decidió inscribir en el catálogo de los santos a los dos beatos. La fecha establecida para la canonización de José Vaz es el 14 de enero de 2015, mientras que para la religiosa no fue anunciada aún. Inmediatamente después, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificas, monseñor Guido Marini, invitó a monseñor Leonardo Sapienza, protonotario apostólico, a redactar el acta ad perpetuam rei memoriam. Así, hacia las 9.50, el Papa Francisco permaneció solo con los cardenales presentes para proseguir el debate.

Para redefinir el futuro Una treintena de intervenciones caracterizaron la segunda parte del consistorio, que tuvo lugar a puertas cerradas. Tras el saludo del Pontífice y la relación del cardenal secretario de Estado tomaron la palabra los cardenales y patriarcas presentes en el aula del Sínodo. En particular, los patriarcas de las Iglesias mediorientales describieron las situaciones y problemas principales de las respectivas Iglesias en Irak, Siria, Egipto, Tierra Santa, Jordania y Líbano. En general, las intervenciones se centraron en algunos principios como la exigencia de la paz y la reconciliación, la defensa de la libertad religiosa, el apoyo a las comunidades locales, la gran importancia de la educación para crear nuevas generaciones capaces de dialogar entre ellas y el papel de la comunidad internacional. En cuanto a la paz, se reafirmó que Oriente Medio necesita redefinir su futuro; se destacó la importancia de Jerusalén como «capital de la fe» para las tres grandes religiones monoteístas y se

puso de relieve la necesidad de llegar a una solución de los conflictos israelí-palestino y sirio. Ante las violencias perpetradas por el EI, se reafirmó que no se puede matar en nombre de Dios. En tema de libertad religiosa se confirmó que la misma, juntamente con la libertad de culto y de conciencia, es un derecho humano fundamental, innato y universal. Junto a tal derecho, se hizo referencia también a la exigencia de que a los cristianos se les reconozcan los derechos civiles de los demás ciudadanos, sobre todo en los países donde la religión no está separada del Estado. Respecto al apoyo a las comunidades locales, se reafirmó que la región sin cristianos sería una grave pérdida para todos, ya que ellos tienen un papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio y por el gran compromiso en el ámbito de la educación. Es esencial, por lo tanto, alentar a los cristianos a permanecer, también porque ellos siempre han contribuido al bienestar de los países en los que viven. En esta óptica, se hizo una re-

flexión respecto al problema de la emigración de los cristianos: ellos deben encontrar acogida en las Iglesias y en los Estados a los que emigran y también estructuras pastorales adecuadas para los diversos ritos. Además, se pidió que se continúe con el envío de ayudas humanitarias a la región y que se aseguren las manifestaciones de solidaridad, incluso con viajes y peregrinaciones. En materia de educación, se destacó que en muchos países mediorientales los textos escolares no hablan de modo positivo de las religiones diferentes a la del Estado. En esta perspectiva, se expresó sobre todo el deseo de un diálogo con los musulmanes y una activa cooperación ecuménica. Y a la comunidad internacional se le pidió que garantice a los refugiados cristianos la posibilidad de volver cuanto antes a sus casas, creando «zonas de seguridad», especialmente en la llanura de Nínive. Por último, se lanzó un llamamiento en favor de todas las personas secuestradas en Oriente Medio.


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viernes 24 de octubre de 2014, número 43

Misa del Pontífice en Santa Marta Apariencia y verdad «Jesús condena a las personas que tienen buenas maneras pero malos hábitos», porque una cuestión es «aparentar ser buenos y hermosos» y otra cosa es la verdad interior. Del mismo modo, no sirve estar vinculados exclusivamente a la letra de la ley, porque «la ley por sí misma no salva. La ley salva cuando te conduce a la fuente de la salvación». Durante la misa celebrada el martes 14 de octubre, el Papa Francisco invitó a cada uno a hacer un «examen de conciencia acerca de cómo es su fe». Centrándose en el pasaje del Evangelio de san Lucas (11, 37-41) propuesto por la liturgia del día, el Pontífice explicó la actitud de Jesús con respecto al fariseo, escandalizado porque el Señor no cumple con las abluciones rituales antes de la comida. La respuesta de Cristo es severa: «Estáis muy preocupados por lo exterior, por la apariencia, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad». Palabras que se acompañan con las del paralelo pasaje de Mateo, donde se habla de «codicia y corrupción» y donde se comparan a los fariseos con los «sepulcros blanqueados». Al respecto el Papa destacó que «Jesús condena» firmemente la seguridad que los fariseos «tenían en el cumplimiento de la ley», condena «esta espiritualidad del cosmético». Se refiere a la gente «que le gustaba pasear por las plazas», hacerse ver mientras rezaba y maquillarse con los signos del ayuno. «¿Por qué el Señor es así?», se preguntó el Papa Francisco, destacando cómo el Evangelio usa para las actitudes de los fariseos dos adjetivos distintos pero relacionados: «rapiña y maldad». Y explicó que esa maldad está «muy unida al dinero». Por lo demás —dijo el Pontífice contando una breve anécdota— «una vez escuché a un anciano predicador de ejercicios que decía: “¿Pero cómo puede entrar el pecado en el alma? ¡Ah, sencillamente! Por los bolsillos...”». Precisamente el dinero, en esencia, es «la puerta» por la cual pasa la corrupción del corazón. Se comprende, por ello, el motivo por el cual Jesús afirma: «Dad más bien como limosna todo aquello que tenéis dentro». «La limosna —explicó el Papa Francisco— ha sido siempre, en la tradición de la Biblia, tanto en el antiguo como en el nuevo Testamento, una piedra de semejanza con la justicia. Un hombre justo, una mujer justa está siempre relacionada con la limosna»: porque con la limosna se

comparte lo propio con los demás, se dona lo que cada uno «tiene dentro». Vuelve así el tema de la apariencia y de la verdad interior. Los fariseos de los que habla Jesús «se creían buenos porque hacían todo lo que la ley mandaba hacer». Pero la ley «por sí sola no salva». La ley salva «cuando te conduce a la fuente de salvación, cuando prepara tu corazón para recibir la verdadera salvación que viene de la fe». Es el mismo concepto, aclaró el Papa, que emerge de la primera lectura de la liturgia, tomada de la carta en la que Pablo discute con los Gálatas (5, 1-6) porque ellos, «muy apegados a la ley, tuvieron miedo de la fe y volvieron a las prescripciones de la ley» respecto a la circuncisión. Palabras que se adaptan bien incluso a nuestra realidad cotidiana, porque la fe, destacó el obispo de Roma, «no es sólo recitar el Credo: todos nosotros creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en la vida eterna...». Pero si nuestra fe es «inmóvil» y «no activa», entonces «no sirve». Lo que vale en Cristo Jesús es, por lo tanto, «la fe que llega a ser

activa en la caridad». He aquí, entonces, que se vuelve al tema de la limosna. Una limosna entendida «en el sentido más amplio de la palabra», o sea «distanciarse de la dictatura del dinero, de la idolatría del dinero» porque «toda codicia nos aleja de Jesucristo». Por ello, explicó el Papa, en toda la Biblia se «habla mucho de limosna, tanto de la pequeña de cada día» como de «la más significativa». Es necesario, sin embargo, estar atentos a dos cosas: no debemos «hacer sonar la trompeta cuando se da limosna» y no debemos limitarnos a dar lo superfluo. Es necesario, dijo el Papa Francisco, «despojarse» y no dar «sólo aquello que sobra». Hay que hacer como aquella ancia-

nita «que dio todo lo que tenía para vivir». Quien da limosna y hace «sonar la trompeta» para que todos lo sepan, «no es cristiano». Esto, reafirmó el Pontífice, es un obrar «farisaico, es hipócrita». Y para hacer comprender mejor el concepto, el Papa contó lo que una vez le sucedió al padre Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañía de Jesús de 1965 a 1983. En el período en el que «era misionero en Japón», durante un viaje en búsqueda de donativos para su misión, recibió la invitación de una señora importante que quería dar un donativo. La mujer no lo recibió en privado, sino que quiso entregar el sobre ante los «periodistas que tomaban la foto». Lo que hacía era «sonar la trompeta». El padre Arrupe, recordó el Pontífice, contó que había «sufrido una gran humillación» y que la soportó sólo por el bien de los «pobres de Japón, para la misión». Al volver a casa, abrió el sobre y descubrió que «había diez dólares». Si el corazón no cambia, comentó el Papa Francisco, la apariencia no cuenta nada. Y concluyó de este modo su homilía: «Hoy nos hará bien pensar cómo es mi fe, cómo es mi vida cristiana: ¿es una vida cristiana de cosmética, de apariencia o es una vida cristiana con la fe activa en la caridad?». Cada uno podrá, «delante de Dios», hacer su examen de conciencia. Y «nos hará bien hacerlo».

Como el incienso que se quema Consciente de haber sido elegido personalmente antes incluso de la creación del mundo, todo hombre debe redescubrir la importancia de la oración de alabanza a Dios. Gratuita y alegre. En la homilía de la misa celebrada el jueves 16 de octubre el Papa Francisco eligió detenerse en la primera lectura de la liturgia, que presenta el íncipit del himno célebre de bendición paulino, comienzo de la Carta a los Efesios (1, 1-10). Una auténtica explosión de alabanza: «parece que Pablo —comentó— entra en una alegría, en una gran alegría».

Es un canto que «no se puede detener» y en el que el apóstol usa tres veces la palabra «bendito»: «Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos». Pero, destacó el Pontífice, «todos nosotros sabemos que Dios es el Bendito»: en el antiguo Testamento, en efecto, «era uno de los nombres que le daba el pueblo de Israel: el Bendito». Y resulta extraño pensar en «bendecir a Dios» porque «Él es el Bendito». En realidad, se trata de un gesto importante, porque «cuando yo bendigo a Dios, hablo bien de Él y hago como el incienso que se quema». La oración de alabanza es una oración que «nosotros no hacemos muy habitualmente»; y, sin embargo, destacó el Papa Francisco, fue Jesús mismo quien nos enseñó «en el Padrenuestro a rezar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...». Y no nos debe parecer extraño dirigirnos con estas palabras precisamente a aquel que «es el santo». Se trata, explicó el obispo de Roma, de expresar la «alegría de la oración de alabanza», que es «gratuidad pura». Nosotros, en efecto, generalmente «sabemos orar muy bien cuando pedimos cosas» y también cuando agradecemos al Señor»; es menos habitual para todos nosotros «alabar al Señor». El impulso hacia este tipo de oración, aconsejó el Papa, puede se para nosotros más apremiante si «hacemos memoria de las cosas que el Señor hizo en nuestra vida», así como san Pablo, que en su himno recuerda: «En Él —en Cristo— nos escogió antes de la creación del mundo». Aquí está la fuente de nuestra oración: «Bendito eres Señor, porque tú me escogiste». El hombre debe sentir el «gozo de una cercanía paternal y tierna». Lo mismo sucedió al pueblo de Israel cuando fue liberado de Babilonia, recordó el Pontífice citando SIGUE EN LA PÁGINA 12


número 43, viernes 24 de octubre de 2014

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El Papa Francisco a los universitarios católicos italianos

Estudio, investigación y frontera Sólo podréis superar el enfrentamiento entre los pueblos si lográis alimentar una cultura del encuentro y de la fraternidad». Es la consigna que el Papa Francisco dio a los jóvenes de la Federación universitaria católica italiana (FUCI), reunidos en Arezzo del 16 al 19 de octubre para celebrar un congreso nacional extraordinario con ocasión de la beatificación de Pablo VI.

Queridos jóvenes de la

FUCI:

He sabido con agrado que vuestra Federación se dispone a celebrar un congreso nacional extraordinario en Arezzo para redescubrir la figura profética de mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, que fue vuestro consiliario central desde 1925 hasta 1933, y al que tendré la alegría de proclamar beato el 19 de octubre de 2014. Al dirigir a los participantes y a todos los miembros mi afectuoso saludo, deseo aseguraros mi cercanía espiritual y acompañar los trabajos que estáis realizando con tres palabras que pueden ayudaros en vuestro compromiso. 1. La primera palabra que os confío es studium. Lo esencial de la vida universitaria reside en el estudio, en la fatiga y en la paciencia del pensar, que revela una tensión del hombre hacia la verdad, el bien, la belleza. Sed conscientes de que con el estudio se os da una oportunidad fecunda de reconocer y manifestar los deseos más profundos guardados en vuestro corazón, la posibilidad de hacerlos madurar. Estudiar es secundar una vocación precisa. Por eso la vida universitaria es un dinamismo orientado, caracterizado por la búsqueda y la comunión fraterna. Aprovechad este tiempo propicio y estudiad profundamente y con constancia, siempre abiertos a los demás. No os contentéis con verdades parciales o ilusiones que tranquilizan, sino más bien procurad con el estudio una comprensión cada vez más plena de la realidad. Para hacerlo, son necesarias la humildad de la escucha y la clarividencia de la mirada. Estudiar no significa adueñarse de la realidad para manipularla, sino dejar que ella nos hable y nos revele algo, muy a menudo incluso sobre nosotros mismos; y la realidad no se deja comprender sin una disponibilidad a afinar la perspectiva, a mirarla con ojos nuevos. Estudiad, pues, con valentía y con esperanza. Sólo de este modo la universidad podrá llegar a ser un lugar de discernimiento cuidadoso y atento, un observatorio sobre el mundo y sobre las cuestiones que el hombre se plantea más profundamente. La perseverancia en el trabajo y la fidelidad a las cosas pueden dar mucho fruto. El estudio es la vi-

gilia del centinela. Este es el auténtico salto de calidad que tiene lugar en la universidad, que nos hace madurar una personalidad unificada y nos transforma en adultos tanto en la vida intelectual como espiritual. El estudio se convierte en un extraordinario trabajo interior y, sobre todo, en una experiencia de gracia: «Rezar como si todo dependiera de Dios, obrar como si todo dependiera de nosotros», decía san Ignacio de Loyola. Debemos hacer todo lo posible para ser acogedores, receptivos de una verdad que no es nuestra, que se nos da siempre con una medida de gratuidad. 2. La segunda palabra que os confío es investigación. El método de vuestro estudio ha de ser la investigación, el diálogo y el debate. Que la FUCI experimente siempre la humildad de la investigación, la actitud de silenciosa acogida de lo ignoto, de lo desconocido, del otro, y demuestre su apertura y disponibilidad para caminar con todos los que están impulsados por una inquieta tensión hacia la Verdad, creyentes y no creyentes, extranjeros y excluidos. La investigación se interroga continuamente, se convierte en encuentro con el misterio y se abre a la fe: la investigación hace posible el encuentro entre fe, razón y ciencia, permite un diálogo armonioso entre ellas, un intercambio fecundo que, con la conciencia y la aceptación de los límites de la comprensión humana, permite efectuar una investigación científica según la libertad de conciencia. Con este método de investigación es posible alcanzar un objetivo ambicioso: recomponer la fractura entre Evangelio y contemporaneidad a través del estilo de la mediación cultural, mediación itinerante que, sin negar las diferencias culturales, más aún, valorándolas, se sitúe como horizonte de proyección positiva. Que la investigación os enseñe a ser capaces de proyección y de in-

Algunos participantes en el congreso de la FUCI de Cágliari con el consiliario eclesiástico Giovanni Battista Montini (4 de septiembre de 1932)

versión, aunque requiera fatiga y paciencia. Sólo a largo plazo se recogen los frutos de lo que se siembra con la investigación. Esta tarea se confía hoy, en particular, a los jóvenes estudiantes universitarios, porque están llamados a un desafío cultural: la cultura de nuestro tiempo tiene hambre del anuncio del Evangelio, tiene necesidad de ser reanimada mediante testimonios fuertes y firmes. Ante los riesgos de la superficialidad, de la prisa y del relativismo se puede olvidar el compromiso de pensamiento y de formación, de espíritu crítico y de presencia que se le encomendó al hombre, sólo al hombre, y que está inscrito en su dignidad de persona. Recordad las palabras de Montini: «Es la idea la que guía al hombre, la que genera la fuerza del hombre. Un hombre sin idea es un hombre sin personalidad». Aprended a relacionar el primado de la realidad con la fuerza de las ideas que habréis buscado. Aceptar este desafío con la creatividad de los jóvenes y la dedicación gratuita y libre del estudio universitario: esta es vuestra tarea.

Audiencia a la presidenta de Corea

3. La tercera palabra es frontera. La Universidad es una frontera que os espera, una periferia en la que hay que acoger y aliviar las pobrezas existenciales del hombre. La pobreza en las relaciones, en el crecimiento humano, tiende a llenar la cabeza sin crear un proyecto compartido de sociedad, un fin común, una fraternidad sincera. Preocupaos siempre por encontrar al otro, percibir el «olor» de los hombres de hoy, hasta quedar impregnados de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias. Jamás levantéis barreras que, queriendo defender la frontera, impidan el encuentro con el Señor. En el estudio y en las formas de comunicación digital vuestros amigos experimentan a veces la soledad, la falta de esperanza y de confianza en sus propias capacidades: llevad esperanza y abrid siempre a los demás vuestro trabajo, abríos siempre a la participación, al diálogo. En la cultura, sobre todo hoy, necesitamos estar al lado de todos. Sólo podréis superar el enfrentamiento entre los pueblos si lográis alimentar una cultura del encuentro y de la fraternidad. Os exhorto a seguir llevando el Evangelio a la Universidad y la cultura a la Iglesia. A vosotros, jóvenes, se os confía especialmente esta tarea: tened siempre los ojos dirigidos al futuro. Sed terreno fértil en camino con la humanidad, sed renovación en la cultura, en la sociedad y en la Iglesia. Se requiere valentía, humildad y escucha para expresar la renovación. Os encomiendo al beato Pablo VI, que en la comunión de los santos alienta vuestro camino y, a la vez que os pido que recéis por mí, de corazón os bendigo juntamente con vuestros consiliarios, familiares y amigos. Vaticano, 14 de octubre de 2014

El viernes 17 de octubre, por la tarde, el Papa Francisco recibió en audiencia a la presidenta de la República de Corea, Park Geun-hye, con el séquito.


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número 43, viernes 24 de octubre de 2014

La homilía en la beatificación de Pablo

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Gracias En el Sínodo hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia «Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia». Son las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en la homilía de la misa presidida el domingo 19 de octubre, por la mañana, en la plaza de San Pedro, con ocasión de la beatificación de Pablo VI y la conclusión de la III Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos dedicada a la familia.

En la comunión de los santos LUCETTA SCARAFFIA n estos meses, por fin, Pablo VI volvió al centro de estudios, reflexiones, comentarios: casi toda esta abundante producción se concentra, sin embargo, en los años del pontificado, y, sobre todo, en su papel en el Concilio. No se pueden disminuir la decisiva importancia del Papa Montini y la necesidad de este trabajo de investigación y de interpretación histórica, pero el riesgo está en que pasen a segundo plano la altura espiritual y la capacidad de reflexión de un hombre que fue también auténtico escritor. Un pequeño libro que recoge sus Escritos espirituales (Studium) nos restituye, en cambio, en pocas e intensas páginas, la dimensión interior de un cristiano que supo reflexionar y observarse desde sus años juveniles, y que dedicó atención y amor a la época en la que vivió. Su mirada a la modernidad, en efecto, es siempre profunda, y jamás negativa. Si en su época percibe una falta —«nosotros, modernos, hemos perdido la virtud de la contemplación. Somos hábiles para leer, pensar, hablar; pero no sabemos hacerlo sin adherirnos profundamente a las imágenes sensibles»— inmediatamente busca encontrar un modo para cambiar esta falta misma: «Si pudiera interpretar con mis ojos miopes de moderno, con mis ojos ávidos de moderno, el alfabeto material del espíritu inmaterial, volvería la alegría, la confianza». Montini reconoce en el egocentrismo, fruto de un individualismo sin límites, el más grave problema de su época: la tendencia a hacer de la religión una pura experiencia espiritual. De este modo —escribe— cada uno tiende a construirse una religión individual, en contraposición a la de la Iglesia y, «en lugar de la infalibilidad del Papa», proclama «la infalibilidad de la propia capacidad emotiva». De este difundido estado de excitación vuelve a surgir, y vuelve «de moda», un antiguo pecado, «tan antiguo que ya nadie no sólo

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Acabamos de escuchar una de las frases más célebres de todo el Evangelio: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21). Jesús responde con esta frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que se plantean problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego sus conveniencias, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto sucede en todos los tiempos, desde siempre. Evidentemente, Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y [dad] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y profesar

—ante cualquier tipo de poder— que sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Esta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios. ¡Él no tiene miedo de las novedades! Por eso, continuamente nos sorprende, abriéndonos y llevándonos por caminos imprevistos. Él nos renueva, es decir, nos hace continuamente «nuevos». Un cristiano que vive el Evangelio es «la novedad de Dios» en la Iglesia y en el mundo. Y a Dios le gusta mucho esta «novedad». «Dar a Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor y de paz. En esto reside nuestra verdadera fuerza, la levadura que fermenta y la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En esto reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad, no es un alibi: es devolver con laboriosidad a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano mira la realidad futura, la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida —con los pies bien puestos en la tierra— y responder, con valentía, a los numerosos retos nuevos. Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo extraordinario de los obispos —«Sínodo» significa «caminar juntos»—. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en Jesús. Ha sido una

gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, sin demora, a hacerse cargo de las heridas que sangran y a encender de nuevo la esperanza a tantas personas sin esperanza. Por el don de este Sínodo y por el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones» (1 Ts 1, 2). Y que el Espíritu Santo, que en estos días intensos nos ha concedido trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las Iglesias de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo ordinario de los obispos del próximo mes de octubre de 2015. Hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia, con la certeza de que es el Señor quien hace crecer lo que hemos sembrado (cf. 1 Co 3, 6). En este día de la beatificación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente las palabras con las que instituyó el Sínodo de los obispos: «Después de haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad» (Carta ap. Motu proprio Apostolica sollicitudo). Contemplando a este gran Papa, a este cristiano valiente, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e importante: ¡Gracias! Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia. El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de la clausura de la asamblea conciliar, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio

Bajo el sol de Roma Pablo VI es beato. Lo proclamó el Papa Francisco el domingo 19 de octubre. El anuncio al mundo estuvo acompañado por un himno de alegría y de gloria que se elevó fuertemente desde la plaza de San Pedro, eco lejano en el tiempo del canto entonado por un coro más modesto, formado por personas sencillas reunidas en la parroquia de una población de los Castillos romanos el 6 de agosto de 1978 por la tarde. Y, sin embargo, fue precisamente ese canto el anuncio de un camino que alcanzó su realización en un domingo soleado de 2014, típico del octubre romano. Es significativo cómo precisamente en el día del reconocimiento de la santidad del Papa Montini vuelva asomarse a la memoria la armonía de ese coro improvisado en la iglesia de Santo Tomás de Villanueva en Castelgandolfo, al anunciar la muerte de Pablo VI. Cuando se difundió la noticia, los fieles entonaron espontáneamente el Gloria antes que el Requiem. Esa noche Pablo

salía de la crónica para entrar en la historia. Y de historia conoce también su «regreso» a la plaza donde el ya lejano sábado 12 de agosto de 1978 se celebraron por primera vez las exequias de un Pontífice, las suyas. El Papa Francisco quiso que la beatificación de su predecesor coincidiera con la celebración conclusiva de la tercera Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos, un organismo creado el 15 de septiembre de 1965, precisamente por el Papa Montini con el motu propio Apostolicam sollicitudo. La ceremonia presidida por el Papa Francisco en el atrio de la basílica Vaticana contó con la presencia significativa de Benedicto XVI: fue justamente Joseph Ratzinger en 1977 el último cardenal que recibió la púrpura de manos de Pablo VI. Imponente la corona de concelebrantes, formada por los padres VI

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no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI nella sua parola, Brescia 2001, 120-121). En esta humildad resplandece la grandeza del beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro —y quizás en solitario— el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la confianza en el Señor. Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 30 de junio de 1963: AAS 55 [1963], 620), amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam Suam, Prólogo).

Giovanni Battista Montini Segundogénito de Giorgio y de Giuditta Alghisi, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, Brescia (Italia), el 26 de septiembre de 1897. De familia católica muy comprometida en el ámbito político y social, frecuentó la escuela primaria y secundaria en el colegio Cesare Arici de Brescia dirigido por los jesuitas, y la concluyó en el instituto estatal de la ciudad en 1916. En otoño de ese año ingresó en el

En el Ángelus el recuerdo de la devoción mariana del Papa beato

Con la ayuda de María En el Ángelus del 19 de octubre, al término de la misa celebrada en la plaza de San Pedro, el Pontífice destacó, con ocasión de la Jornada misionera, cómo Pablo VI fue «un incansable defensor de la misión ad gentes» y recordó la profunda devoción mariana del Papa Montini que proclamó a María «Madre de la Iglesia». Queridos hermanos y hermanas: Al término de esta solemne celebración, deseo saludar a los peregrinos provenientes de Italia y de diversos

países, con un recuerdo deferente para las delegaciones oficiales. En especial, saludo a los fieles de las diócesis de Brescia, Milán y Roma, vinculadas de modo significativo a la vida y al ministerio del Papa Montini. A todos doy las gracias por la presencia y os exhorto a seguir fielmente las enseñanzas y el ejemplo del nuevo beato. Él ha sido un incansable defensor de la misión ad gentes; de ello da testimonio, sobre todo, la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi con la que quiso despertar el impulso y el compromiso por la misión de la Iglesia. Esta exhortación es aún actual, ¡conserva toda su actualidad! Es significativo considerar este aspecto del pontificado de Pablo VI, precisamente hoy que se celebra la Jornada mundial de las misiones. Antes de invocar todos juntos a la Virgen con la oración del Ángelus, me complace destacar la profunda devoción mariana del beato Pablo VI. El pueblo cristiano estará siempre agradecido con este Pontífice por la exhortación apostólica Marialis cultus y por proclamar a María «Madre de la Iglesia», con ocasión de la conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Que María, reina de los santos y Madre de la Iglesia, nos ayude a realizar fielmente en nuestra vida la voluntad del Señor, así como hizo el nuevo beato.

seminario de Brescia y cuatro años más tarde, el 29 de mayo de 1920, recibió la ordenación sacerdotal. Después del verano se trasladó a Roma, donde estudió filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana y letras en la universidad estatal, obteniendo luego el doctorado en derecho canónico y en derecho civil. Mientras tanto, tras un encuentro con el sustituto de la Secretaría de Estado Giuseppe Pizzardo en octubre de 1921, fue destinado al servicio diplomático y por algunos meses de 1923 trabajó en la nunciatura apostólica de Varsovia. Comenzó a prestar servicio en la secretaría de Estado el 24 de octubre de 1924. En ese período acompañó a los estudiantes universitarios católicos reunidos en la FUCI, de la que fue consiliario eclesiástico nacional de 1925 a 1933. Mientras tanto, a comienzos de 1930, fue nombrado secretario de Estado el cardenal Eugenio Pacelli, del que llegó a ser progresivamente uno de sus más estrechos colaboradores, hasta que en 1937 fue promovido a sustituto de la Secretaría de Estado. Función que mantuvo también cuando a Pacelli —que fue elegido Papa en 1939 tomando el nombre de Pío XII— le sucedió el cardenal Luigi Maglione. Ocho años más tarde, en 1952, fue nombrado prosecretario de Estado para los asuntos ordinarios. Retrato Fue él quien preparó el borrador del extremo aunque inútil llamamiento de paz que el Papa Pacelli lanzó por radio el 24 de agosto de 1939, en vísperas del conflicto mundial: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra». El 1 de noviembre de 1954 recibió inesperadamente el nombramiento como arzobispo de Milán, donde inició su ministerio el 6 de enero de 1955. Como guía de la Iglesia ambrosiana se comprometió plenamente a nivel pastoral, dedicando una especial atención a los problemas del mundo del trabajo, de la inmigración y de las periferias, donde promovió la construcción de más de cien nuevas iglesias. Fue el primer cardenal que recibió la púrpura cardenalicia de manos de Juan XXIII, el 15 de diciembre de 1958.

Participó en el Concilio Vaticano II, donde sostuvo abiertamente la línea reformadora. Tras fallecer Roncalli, el 21 de junio de 1963, fue elegido Papa y tomó el nombre de Pablo, con una referencia clara al apóstol evangelizador. En los primeros actos del pontificado quiso destacar la continuidad con el predecesor, en particular con la decisión de retomar el Vaticano II, que volvió a abrirse el 29 de septiembre de

del joven estudiante atribuido a Giacomo Balla

1963. Condujo los trabajos conciliares con atenta mediación, favoreciendo y moderando la mayoría reformadora, hasta su conclusión que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965 y precedida por la mutua anulación de las excomuniones surgidas en 1054 entre Roma y Constantinopla. Se remonta también al período del Concilio los primeros tres de los nueve viajes que durante su pontificado le llevaron a los cinco continentes (diez fueron, en cambio, sus visitas en Italia): en 1964 visitó Tierra Santa y luego India, y en 1965 Nueva York, donde pronunció un histórico discurso ante la asamblea general de las Naciones Unidas. Ese mismo año inició una SIGUE EN LA PÁGINA 10


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Bajo el sol de Roma VIENE DE LA PÁGINA 8

sinodales y numerosos purpurados y prelados de muchos países. Presentes también el cardenal brasileño Arns y el norteamericano Baum, quienes también recibieron la dignidad cardenalicia de manos de Pablo VI. De la ciudad lombarda y de Brescia llegaron a Roma los grupos de fieles más numerosos, acompañados por las máximas autoridades regionales, provinciales y ciudadanas, así como sus familiares. Además de las autoridades italianas, estuvieron presentes delegaciones oficiales de Zimbabue, Bosnia y Herzegovina, Principado de Mónaco, Angola, China (Taiwán), España y de la Soberana Orden militar de Malta. El Papa Francisco, como ulterior signo de homenaje, llevaba la casulla que Pablo VI recibió como regalo con ocasión de su octogésimo cumpleaños. Utilizó además, el báculo pastoral de su predecesor y celebró la misa con uno de los cálices que le pertenecieron. En el momento de la proclamación, tras la petición de beatificación presentada al Papa Francisco por el obispo Monari, se descubrió el tapiz situado en la fachada de la basílica. Y en el tapiz Pablo VI —cuya imagen fue obtenida por una toma de Pepe Merisio— está representado mientras camina con los brazos alzados hacia el cielo y muestra el rostro abierto con una sonrisa radiante. La fiesta litúrgica del nuevo beato será celebrada el 26 de septiembre, día en el que en 1897 Montini vio la luz en Concesio. Durante el rito se presentó a la veneración de los fieles una reliquia especial, que llevó al altar la hermana Giacomina Pedrini, de las religiosas de la Virgen Niña, quien con las hermanas de su congregación asistieron largo tiempo a Montini en los años del episcopado en Milán y del pontificado en Roma. Se

trata de una de las dos camisetas que Pablo VI llevaba puesta en noviembre de 1970 cuando en el aeropuerto de Manila (Filipinas) recibió una agresión. Las camisetas quedaron manchadas de sangre. A Roma se llevó para la beatificación la que se conserva en la catedral de Brescia; la otra está en Milán. Los cantos de la misa estuvieron a cargo, alternándose, de la Capilla Sixtina y del coro de la catedral de Milán, que antes del término de la misa ejecutaron también algunos cantos típicos del rito ambrosiano. Concluida la celebración, el Papa Francisco, como lo había hecho al llegar, saludó con un caluroso abrazo a su predecesor Benedicto XVI. Luego, como es costumbre, el Pontífice recorrió la plaza en el jeep, en medio de setenta mil personas. Antes de llegar al atrio de la basílica, el Santo Padre se había detenido en oración ante la tumba de Pablo VI, en la cripta vaticana. (mario ponzi)

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Giovanni Battista Montini VIENE DE LA PÁGINA 9

profunda modificación de las estructuras del gobierno central de la Iglesia, creando nuevos organismos para el diálogo con los no cristianos y los no creyentes, instituyendo el Sínodo de los obispos —que durante su pontificado tuvo cuatro asambleas ordinarias y una extraordinaria entre 1967 y 1977— y reformando el Santo Oficio. Su voluntad de diálogo en el seno de la Iglesia, con las diversas confesiones y religiones y con el mundo estuvo en el centro de la primera encíclica Ecclesiam suam de 1964, seguida por otras seis: entre estas hay que recordar la Populorum progressio de 1967 sobre el desarrollo de los pueblos y la Humanae vitae de 1968, dedicada a la cuestión de los métodos para el control de la natalidad, que suscitó numerosas polémicas incluso en ambientes católicos. Otros documentos significativos del pontificado son la carta apostólica Octogesima adveniens de 1971 para el pluralismo del compromiso político y social de los católicos, y la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de 1975 sobre la evangelización del mundo contemporáneo. Comprometido en la no fácil tarea de aplicar las indicaciones del Concilio, aceleró el diálogo ecuménico a través de encuentros e iniciativas importantes. El impulso renovador en el ámbito del gobierno de la Iglesia se tradujo luego en la reforma de la Curia en 1967, de la corte pontificia en 1968 y del Cónclave en 1970 y en 1975. También en la liturgia realizó un paciente trabajo de mediación para favorecer la renovación pedida por el Vaticano II, sin lograr evitar las críticas de los sectores eclesiales más avanzados y la oposición de los conservadores. Con la creación de 144 purpurados, la mayor parte no italianos, en seis consistorios remodeló notable-

En la comunión de los santos VIENE DE LA PÁGINA 8

sabía cometer, sino que ni siquiera sabía explicar», es decir «la idolatría», fijada «hoy en sentimientos propios, con una indebida apropiación del absoluto». Su idea de fe es moderna y dinámica: «Quién seas tú, lo sé en el movimiento: a medida que la mente piensa en la naturaleza de Dios, no puede detenerse», porque «a Dios se le puede conocer pero es inefable». Montini, sin embargo, es bien consciente de que en la cultura moderna se ha impuesto la idea de que sólo la duda es fuente de movimiento, mientras que, en cambio, «es la certeza la que mueve y fecunda el espíritu». Si el camino fácil de la emoción, del sentimiento, es obstáculo para el cristiano, Montini sabe cuán difícil es este rigor: «Pero que Dios en mí, el Dios de la Revelación y de la Gracia, permanezca aún escondido, esto se me hace duro de comprender». Se trata, sin embargo, de un sufrimiento

que debe ser aceptado, porque la ley suprema del reino de Dios «es buscar a Dios, y no a nosotros; es más, buscarlo mortificándonos». Rico de consejos para crecer en la vida espiritual a partir de la propia experiencia, llega a sintetizar en pocas palabras el deber de un auténtico cristiano: «Hay que ser muy adherentes y muy indiferentes a las propias ocupaciones». Porque el hombre espiritual debe vivir consciente en el propio tiempo: «Hay que tener la inteligencia de las cosas, de los hombres, de los hechos; hay que saber leer los signos de los tiempos; hay que pasar del libro a la vida sin perder el ejercicio del pensamiento». En el amor inteligente por su época, en el cumplimiento riguroso y atento de la propia misión, él traza el modelo que luego seguirá durante su pontificado y que aparecerá claro en todo su esplendor en los últimos escritos, cuando Pablo VI reflexionaba con palabras profundas y nuevas sobre la muerte. Aquí, él, pasando de una meditación válida para todos

los seres humanos a aquella específica sobre su papel de Papa, revela en pocas y profundas frases cuál inmenso amor por la Iglesia, en todos sus aspectos, guió su obrar. «Pido por lo tanto al Señor —escribe— que me done la gracia de hacer de mi próxima muerte un don de amor a la Iglesia (…) Quisiera finalmente comprenderla en toda su historia, en su designio divino, en su destino final, en su compleja, total y unitaria composición, en su humana e imperfecta consistencia, en sus desgracias y sus sufrimientos, en las debilidades y las miserias de muchos de sus hijos, en sus aspectos menos simpáticos, y en su esfuerzo perenne de fidelidad, de amor, de perfección y de caridad. Cuerpo místico de Cristo. Quisiera abrazarla, saludarla, amarla, en cada ser que la compone, en cada obispo y sacerdote que la asiste y la guía, en cada alma que la vive y la ilustra; bendecirla. También porque no la dejo (…) la muerte es un progreso en la comunión de los santos».

mente el Colegio cardenalicio y acentuó su carácter de representación universal. Durante el pontificado desarrolló, además, la acción diplomática y la política internacional de la Santa Sede, comprometiéndose en favor de la paz —gracias a la institución también de una especial jornada mundial celebrada desde 1968 el 1 de enero de cada año— y prosiguiendo el diálogo con los países comunistas de Europa central y oriental comenzado por Juan XXIII. En 1970, con una decisión sin precedentes, declaró doctoras de la Iglesia a dos mujeres, santa Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena. Y en 1975 —tras el jubileo extraordinario que tuvo lugar en 1966 para la conclusión del Vaticano II y el Año de la fe celebrado entre 1967 y 1968 con ocasión del XIX centenario del martirio de los santos Pedro y Pablo— convocó y celebró un Año santo. Murió el 6 agosto, por la tarde, en la residencia de Castelgandolfo, casi improvisamente. Tras el funeral que se celebró el 12 en la plaza de San Pedro, fue sepultado en la basílica vaticana. El 11 de mayo de 1993 se inició en la diócesis de Roma la causa de canonización. El 9 de mayo pasado el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las causas de los santos la promulgación del decreto relativo al milagro atribuido a su intercesión.

Mensaje a las familias VIENE DE LA PÁGINA 2

(Col 3, 11). Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión. Nosotros, los padres sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo. Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra: Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida. Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia. Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a los jóvenes la valentía del compromiso estable y fiel. Padre, permite que todos puedan ganar el pan con sus propias manos, que gusten la serenidad del espíritu y mantengan viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad. Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia.


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Distribución de víveres en Islamabad (LaPresse/Ap)

Quienes sufren a causa del hambre y la desnutrición «son personas y no números», por esto «están por encima de cualquier cálculo o proyecto económico». Lo afirmó el Papa Francisco en el mensaje en español enviado al director general de la FAO, con ocasión de la Jornada mundial de la alimentación, celebrada el jueves 16 de octubre con el tema «Agricultura familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta».

Al señor JOSÉ GRAZIANO DA SILVA Director general de la FAO Un año más, la Jornada mundial de la alimentación se hace eco del grito de tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo no tienen el pan de cada día. Por otra parte, nos hace pensar en la enorme cantidad de alimentos que se desperdician, en los productos que se destruyen, en la especulación con los precios en nombre del dios beneficio. Es una de las paradojas más dramáticas de nuestro tiempo, a la que asistimos con impotencia, pero a menudo también con indiferencia, «incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, [...] como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe» (Evangelii gaudium, 54). A pesar de los avances que se están realizando en muchos países, los últimos datos siguen presentando aún una situación inquietante, a la que ha contribuido la disminución general de la ayuda pública al desarrollo. Pero más allá de los datos, hay un aspecto importante del problema que no ha recibido todavía la debida consideración en las políticas y planes de acción: quienes sufren la inseguridad alimentaria y la desnutrición son personas y no números, y precisamente por su dignidad de personas, están por encima de cualquier cálculo o proyecto económico. También el tema propuesto por la FAO para la presente Jornada —Agricultura familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta— pone de relieve la necesidad de partir de las personas, como individuos o como grupos, a la hora de proponer nuevas formas y modos de gestión de los diferentes aspectos de la alimentación. En concreto, es necesario reconocer cada vez más el papel de la familia rural y desarrollar todas sus potencialidades. Este año dedicado a la agricultura familiar, que ahora concluye, ha servido para constatar de nuevo que la familia rural puede responder a la falta de alimentos sin destruir los recursos de la creación.

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada mundial de la alimentación

El hambre amenaza la paz Pero, para ello, hemos de estar atentos a sus necesidades, no sólo técnicas, sino también humanas, espirituales, sociales y, por otra parte, tenemos que aprender de su experiencia, de su capacidad de trabajo y, sobre todo, de ese vínculo de amor, solidaridad y generosidad, que hay entre sus miembros y que está llamado a convertirse en un modelo para la vida social. La familia, de hecho, favorece el diálogo entre diversas generaciones y pone las bases para una verdadera integración social, además de representar esa deseada sinergia entre trabajo agrícola y sostenibilidad: ¿quién se preocupa más que la familia rural por preservar la naturaleza para las próximas generaciones? ¿Y a quién le interesa más que a ella la cohesión entre las personas y los grupos sociales? Ciertamente las normas y las iniciativas en favor de la familia, en el ámbito local, nacional e internacional, distan mucho de colmar sus exigencias reales y esto es un déficit que hay que atajar. Está muy bien que se hable de la familia rural y que se celebren años internacionales para recordar su importancia, pero no es suficiente: esas reflexiones tienen que dar paso a iniciativas concretas. Defender a las comunidades rurales frente a las graves amenazas de la acción humana y de los desastres naturales no debería ser sólo una es-

trategia, sino una acción permanente que favorezca su participación en la toma de decisiones, que ponga a su alcance tecnologías apropiadas y extienda su uso, respetando siempre el medio ambiente. Actuar así puede modificar la forma de llevar a cabo la cooperación internacional y de ayudar a los que pasan hambre o sufren desnutrición. Nunca como en este momento ha necesitado el mundo que las personas y las naciones se unan para superar las divisiones y los conflictos existentes, y sobre todo para buscar vías concretas de salida de una crisis que es global, pero cuyo peso soportan mayormente los pobres. Lo demuestra precisamente la inseguridad alimentaria: si bien es cierto que, en diversa medida, afecta a todos los países, la parte más débil de la población mundial recibe sus efectos antes y con más fuerza. Pensemos en los hombres y mujeres, de cualquier edad y condición, que son víctimas de sangrientos conflictos y de sus consecuencias de destrucción y de miseria, entre ellas, la falta de casa, de atención médica, de educación. Llegan incluso a perder toda esperanza de una vida digna. Para con ellos tenemos la obligación, en primer lugar, de ser solidarios y de compartir. Esta obligación no puede limitarse a la distribución de alimentos, que puede quedarse sólo en un gesto «técnico», más o menos eficaz, pero que se termina cuando se acaban los suministros destinados a tal fin. Compartir, en cambio, quiere decir hacerse prójimo de todos los hombres, reconocer la común dignidad, estar atentos a sus necesidades y ayudarlos a remediarlas, con el mismo espíritu de amor que se vive en una familia. Ese mismo amor nos lleva a preservar la creación como el bien común más precioso del que depende, no un abstracto futuro del planeta, sino la vida de la familia humana, a la que le ha sido confiada. Este cuidado requiere una educación y una formación capaces de integrar las diversas visiones culturales, los usos, los modos de trabajo de cada lugar sin sustituirlos en nombre de una presunta superioridad cultural o Refugiados curdos en un campamento en Turquía (Reuters) técnica.

Para vencer el hambre no basta paliar las carencias de los más desafortunados o socorrer con ayudas y donativos a aquellos que viven situaciones de emergencia. Es necesario, además, cambiar el paradigma de las políticas de ayuda y de desarrollo, modificar las reglas internacionales en materia de producción y comercialización de los productos agrarios, garantizando a los países en los que la agricultura representa la base de su economía y supervivencia la autodeterminación de su mercado agrícola. ¿Hasta cuándo se seguirán defendiendo sistemas de producción y de consumo que excluyen a la mayor parte de la población mundial, incluso de las migajas que caen de las mesas de los ricos? Ha llegado el momento de pensar y decidir a partir de cada persona y comunidad, y no desde la situación de los mercados. En consecuencia, debería cambiar también el modo de entender el trabajo, los objetivos y la actividad económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente. Quizás ésta es la única posibilidad de construir un auténtico futuro de paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad alimentaria. Este enfoque, que deja ver una nueva idea de cooperación, debería interesar e implicar a los Estados, a las instituciones y a las organizaciones de la sociedad civil, así como a las comunidades de creyentes que, con múltiples iniciativas, viven a menudo con los últimos y comparten las mismas situaciones y privaciones, frustraciones y esperanzas. Por su parte, la Iglesia católica, a la vez que continúa su actividad caritativa en los diversos continentes, está dispuesta a ofrecer, iluminar y acompañar tanto la elaboración de políticas como su actuación concreta, consciente de que la fe se hace visible poniendo en práctica el proyecto de Dios para la familia humana y para el mundo, mediante una profunda y real fraternidad, que no es exclusiva de los cristianos, sino que incluye a todos los pueblos. Que Dios omnipotente bendiga a la FAO, a sus Estados miembros y a cuantos dan lo mejor de sí para alimentar al mundo y cuidar el planeta en beneficio de todos. Vaticano, 16 de octubre de 2014 FRANCISCO


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Misa del Papa en Santa Marta VIENE DE LA PÁGINA 6

algunos versículos del salmo 126 —«Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares»— y dijo: «Pensemos en una boca llena de sonrisa: esta es la oración de alabanza», es la expresión inmediata de un gozo inmenso, del «ser felices ante el Señor». Es una disposición del corazón que no hay que olvidar: «Hagamos un esfuerzo para reencontrarla», exhortó, invitando a usar las mismas palabras del salmo 97: «Tocad la cítara para el Señor con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor». Es muy importante hacer memoria, recordar lo que hizo el Señor por cada uno de nosotros, «con cuánta ternura me ha acompañado, cómo se inclinó, se ha inclinado», como el papá que «se inclina con el niño para hacerlo caminar». Y, subrayó el Papa, lo hizo «con cada uno de nosotros». «Todo es fiesta, todo es alegría» si cada uno —como atestigua san Pablo mismo dirigiéndose a los Efesios— puede decir: «Él me eligió antes de la fundación del mundo». Y este es el «punto de inicio». Incluso si, puntualizó el Papa Francisco, «no se puede entender» y «no se puede imaginar: que el Señor me haya conocido antes de la creación del mundo, que mi nombre estaba en el corazón del Señor». Pero «esta es la verdad, esta es la revelación». Y, añadió el Pontífice, «si nosotros no creemos esto, no somos cristianos», porque la característica del cristiano es precisamente ser «un elegido». El pensamiento de vivir desde siempre en el corazón de Dios nos

«llena de alegría» y «nos da seguridad». La seguridad confirmada por las palabras del Señor al profeta Isaías, que se cuestionaba si esta predilección pudiera decrecer: «¿Puede una madre olvidarse de su niño? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré». Dios nos tiene a cada uno de nosotros en sus «entra-

ñas», así «como el niño está dentro de su mamá». Esta verdad, destacó el Papa Francisco, es tan grande y bella que puede venir la tentación de no pensar en ella, de evitarla por cuanto nos sobrepasa. En efecto, «no se puede entender sólo con la cabeza», y «ni siquiera solamente con el corazón». Para hacerla nuestra y vivirla, explicó, «debemos entrar en el misterio de Jesucristo», Él que «derramó su sangre en abundancia sobre nosotros, con toda sabiduría y prudencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad». De aquí deriva la tercera actitud fundamental del cristiano, después de la oración de alabanza y de saber hacer memoria. El cristiano está llamado «a entrar en el misterio». Sobre todo cuando «celebramos la Eucaristía», porque no se puede entender totalmente «que el Señor está vivo, está con nosotros, aquí, en su gloria, en su plenitud y da su vida de nuevo por nosotros». Es una actitud, concluyó el Pontífice, que debemos «aprender cada día», en un esfuerzo cotidiano, porque «el misterio no se puede controlar: él es un misterio. Hay que adentrarse en él».

Al inicio del cielo El cristiano no se puede permitir «ser tibio»: tiene una identidad precisa, que se la da el sello del Espíritu Santo. Vuelve la reflexión sobre el comienzo de la carta a los Efesios y sobre los cristianos «elegidos por el Señor antes de la creación del mundo», durante la misa celebrada por el Papa Francisco el 17 de octubre. Entre los presentes también estaba Enzo Camerino, superviviente de la Shoah, que ya se había encontrado con el Pontífice el 16 de octubre de 2013, con ocasión del septuagésimo aniversario del rastreo del gueto de Roma. «El Señor —dijo el Pontífice en la homilía recordando las palabras de san Pablo— no sólo nos ha elegido», sino que también «nos ha dado una identidad». Y explicó que no hemos recibido en herencia simplemente un nombre, «sino una identidad, un modo de vivir que no es solamente una lista de hábitos, es más que eso: es precisamente una identidad». ¿Y cómo fuimos «marcados» tan profundamente? Lo escribe el apóstol: «Habéis recibido el sello del Espíritu Santo». Nuestra identidad, dijo el obispo de Roma, «es justamente este sello, esta fuerza del Espíritu Santo, que todos hemos recibido en el Bautismo». Y ya que el Espíritu Santo que nos prometó Jesús «ha sellado nuestro corazón» y, más aún, «camina

con nosotros», no sólo nos da la identidad sino que también «es prenda de nuestra herencia. Con él comienza el cielo». Por eso el cristiano actúa en la vida terrena, pero ya vive en la perspectiva de la «eternidad». El Papa Francisco reafirmó: «Con este sello, tenemos el cielo en nuestras manos». Pero la vida diaria está llena de tentaciones, ante todo la de «no darse cuenta de esta belleza que hemos recibido». Cuando sucede esto, el Espíritu, para usar una expresión paulina, «se entristece»: ocurre, destacó, «cuando queremos, no digo cancelar la identidad, sino hacerla opaca». Es el caso del «cristiano tibio», el que «va a misa el domingo, sí, pero en su vida no se ve la identidad», el que aun siendo cristiano, sustancialmente «vive como pagano». También hay otro riesgo, otro pecado «del que Jesús hablaba a sus discípulos», cuando les advertía: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía». Sucede, recordó el Papa, que se «aparente ser cristianos», que falte la «transparencia» en el comportamiento, que se profese de palabra una cosa, pero de hecho se actúe diversamente. «Y esto —añadió— es lo que hacían los doctores de la Ley», es la levadura de la «hipocresía», que amenaza con crecer dentro de nosotros. Hacer opaca nuestra identidad y traicionarla en los hechos son «dos pecados contra este sello», que «es un hermoso don de Dios, el Espíritu», y es «prenda de lo que nos espera, de lo que se nos prometió». Por eso podemos decir que «tenemos el cielo en nuestras manos». ¿Cuál es, entonces, se preguntó el Pontífice, «el comportamiento verdadero de un cristiano?». Lo aprendemos de Pablo mismo: «El fruto del Espíritu, el que viene de nuestra identidad, es amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí». Este es, concluyó el Papa Francisco, «nuestro camino al cielo».

Espera y esperanza Los cristianos están llamados a ser hombres y mujeres de esperanza, unidos por la certeza de un Dios que no abandona. Lo recordó el Papa Francisco en la misa del martes 21 de octubre. Comentando la liturgia del día y el Evangelio de san Lucas (12, 35-38) en donde Jesús invita a sus discípulos a ser como los siervos que esperan vigilantes el regreso del señor de las bodas, el Pontífice preguntó: «¿Pero quién es ese dueño y señor, que viene de la fiesta de bodas, a altas horas de la noche?». La respuesta la da Jesús mismo: «Soy yo quien ha venido para servirte». Jesús —lo confirmó también san Pablo en la Carta a los Efesios (2, 12-22)— es aquel que «vino a servir, no a ser servido». Y el primer regalo que hemos recibido de Él es el de una identidad. Jesús nos ha dado una «ciudadanía, pertenencia a un pueblo, nombre, apellido». Retomando las palabras del apóstol, quien recuerda a los paganos que cuando estaban sin Cristo estaban «excluidos de la ciudadanía», el Papa Francisco destacó: «Sin Cristo no tenemos una identidad». Gracias a Él, en efecto, de estar divididos nos convertimos en un «pueblo». Éramos «enemigos, sin paz», aislados, pero Jesús «con su sangre nos unió». San Pablo es también la pauta para profundizar en este tema. En la Carta a los Efesios se lee: «Él es nuestra paz; el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba». Todos sabemos, recordó el obispo de Roma, que «cuando no estamos en paz con las personas, hay un muro que nos divide». Pero Jesús «nos ofrece su servicio de abatir este muro». Gracias a Él «podemos encontrarnos». De pueblo disgregado, compuesto por hombres aislados los unos de los SIGUE EN LA PÁGINA 13


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JORGE MILIA Ya puedo escuchar el murmullo entre los seguidores de mis bergoglismos: «Este no es lo mismo que los anteriores, no es un bergoglismo». Hay tanta gente que pide que recen por sus intenciones, que nadie puede presumir de que tiene el copyright. El «recen por mí» del Papa, según los críticos, habría que catalogarlo más bien como de «autor anónimo». Probablemente tienen razón. Pero después de años de encuentros y correspondencia, yo creo que la frase «recen por mí» dicha o escrita, es de él, de Jorge Mario. Lo importante, lo interesante, es que aunque sean muchos los que piden el auxilio de la oración ajena, para la gran mayoría de la gente, él es el primero que lo hace. He podido observar que las personas que se acercan por primera vez al catolicismo, o los que vuelven después de años de olvidar su fe, de no cultivarla, o que de todos modos la tienen adormecida, no comprenden bien el pedido del Papa, aunque lo más asombroso es que después lo hacen, realmente rezan por él. Confieso que a mí personalmente, este asombro de la gente a la que Jorge Mario no les pide otra cosa que su oración, me da mucho que pensar. Hace que me pregunte si verdaderamente hemos creído en el poder de la oración o si más bien la considerábamos una especie de «password» para acceder a una cierta identidad católica. El concepto no es sencillo. Lo repito en términos ge-

Un bergoglismo que hace cambiar

Recen por mí nerales. Hay algunos que se han quedado estancados en la práctica un poco infantil y mecánica del Padre Nuestro - Ave María - Gloria, como una fórmula mágica que deben repetir una y otra vez. Si en algún momento se enteran de los «molinos» de oración tibetanos que funcionan a mano o con viento, empezarían a imaginar algún mecanismo oriental, de ser posible a batería y mejor si es chino, que les permita ahorrar ese poco tiempo que dedican a una oración automática que sólo en las manos de Dios produce frutos. En unos ejercicios espirituales que hice en mis años de alumno del colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, un jesuita nos habló de

«la oración como diálogo»; nos dijo que rezar no era lo mismo que hablar con una pared, sino que era hablar con una persona. Creo que este enfoque cambió mucho el concepto que teníamos de la oración. También hay otro problema. Algunos piensan que un diálogo forzosamente debe tener una respuesta oral, igual que la oración que dicen. De esa manera lo están limitando, porque no conciben la posibilidad de que la respuesta sea de otro tipo. En realidad Dios tiene un lenguaje distinto. Él habla por medio de gestos, de hechos, de impresiones. De una manera o de otra, Dios responde. Siempre. Pero con un lenguaje que no es de la misma naturaleza que el que usamos nosotros para dirigirnos a Él.

La misa de cada día del Pontífice VIENE DE LA PÁGINA 12

otros, Jesús con su servicio «nos acercó a todos, nos hizo un solo cuerpo». Y lo hizo reconciliándonos a todos en Dios. Así, «de enemigos» llegamos a ser «amigos» y de «extraños» ahora podemos sentirnos «hijos». «Pero ¿cuál es la condición» por la que de «extranjeros», de «gente de la calle», nos han hecho capaces de llegar a ser «conciudadanos de los santos»? Tener la confianza —respondió el Papa— del regreso del señor de las bodas, de Jesús. Es necesario «esperarlo» y estar siempre preparados: «Quien no espera a Jesús, cierra la puerta a Jesús, no le deja hacer esta obra de paz, de comunidad, de ciudadanía; de más: de nombre». Ese nombre que nos recuerda lo que realmente somos: «hijos de Dios». Por eso «el cristiano es un hombre o una mujer de esperanza», porque «sabe que el Señor vendrá». Y cuando esto suceda, aunque «no sabemos la hora», no querrá «encontrarnos aislados, enemigos», sino como Él nos ha hecho gracias a su servicio: «amigos, vecinos, en paz». Por eso es importante, concluyó el Papa Francisco, preguntarse: «¿Cómo espero a Jesús?». Pero sobre todo: «¿Espero o no espero» a Jesús? Muchas veces, en efecto, también nosotros cristianos «nos comportamos como paganos» y «vivimos como si nada debiera suceder». Tenemos que estar atentos a no ser como el «egoísta pagano», que actúa como si él mismo «fuera un dios» y piensa: «yo me las apaño solo». Quien actúa de esta manera «acaba mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin ciudadanía». En cambio, cada uno de nosotros se debe preguntar: «¿Creo en esta esperanza de que Él vendrá?». Y aún más «¿Tengo el corazón abierto, para sentir el ruido cuando toca a la puerta, cuando abre la puerta?».

En mi primera visita a Santa Marta, el Papa Francisco me contó que un personaje de alto nivel le había confiado que era ateo y le había llamado la atención que pidiera continuamente que rezaran por él; esa persona le dijo que eso la había confundido mucho, por lo que, tras muchas vacilaciones, decidió hacerlo realmente. Entonces trató de acordarse de las oraciones que había aprendido de niño y puso manos a la obra. Le explicó que rezar le había hecho muy bien, aunque en ningún momento supuso que esto podía traer algún beneficio efectivo para su destinatario. A pesar de sus dudas, pensaba perseverar, no por una cuestión de fe sino por los beneficios que rezar por el Papa le estaba aportando a su propia vida. Yo mismo nunca me hice demasiadas preguntas sobre la oración. Cuanto mucho pensaba: si es un diálogo personal con Dios, ¿qué tiene que ver uno de afuera? ¿Qué sentido tiene? ¿Para qué molestar a un tercero por algo que es entre Dios y yo? Pero tuve que retractarme: he conocido el poder de rezar por otros. También hay personas que subestiman la ritualidad de la oración diaria y rezan solamente en los momentos de tribulación. Como la oración de Getsemaní. Pero me parece que el pedido reiterado tiene el mismo efecto que la gota de agua que perfora la roca. Creo que eso es lo que ocurre con la oración que Francisco pide a todos. Un amigo en común, que también se llama Francisco, me decía: «Si después de convencer a un puñado de incrédulos argentinos de que rezáramos por él, ha pasado lo que estamos viendo, ¿qué podría ocurrir si lo pide a mil doscientos millones de pecadores?». Cosas que no se pueden explicar ni siquiera con la típica «viveza criolla» de los argentinos. El «recen por mí» del Papa no es una manera de recargar las baterías propias con la fuerza de los demás. El que piensa de esa manera no entiende que para rezar por él hay que ponerse delante de Dios. Y que Francisco, con este pedido, está convocando día a día a miles de personas que vuelven, como el hijo pródigo, a presentarse delante del Padre.


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viernes 24 de octubre de 2014, número 43

COMUNICACIONES Colegio episcopal RENUNCIAS: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Niamey (Níger) que monseñor MICHEL CHRISTIAN CARTATÉGUY, S.M.A., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del Código de derecho canónico. Michel Christian Cartatéguy, nació en Hasparren, diócesis de Bayona (Francia), el 28 de octubre de 1951. Recibió la ordenación sacerdotal el 1 de julio de 1979. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Aulona y auxiliar de la diócesis de Niamey el 18 de mayo de 1999; recibió la ordenación episcopal el 26 de septiembre del mismo año. El Santo Padre le nombró obispo de Niamey el 25 de enero de 2003. Benedicto XVI tras elevar dicha sede a la categoría de archidiócesis le promovió a arzobispo el 25 de junio de 2007. S.M.A.,

El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Foggia-Bovino (Italia) que monseñor FRANCESCO PIO TAMBURRINO, O.S.B., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Francesco Pio Tamburrino, O.S.B., nació en Oppido Lucano, archidiócesis de Acerenza, el 6 de enero de 1939. Ingresó en la Orden benedictina en 1955, donde recibió la ordenación sacerdotal el 29 de agosto de 1965. Fue elegido abad ordinario de la abadía territorial de Montevergine el 29 de noviembre de 1989; Juan Pablo II confirmó su elección el 20 de enero de 1990. El Santo Padre le nombró obispo de Teggiano-Policastro el 14 de febrero de 1998; recibió la ordenación episcopal el 25 de marzo del mismo año. Su Santidad le nombró secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, elevándolo a la dignidad arzobispal, el 27 de abril de 1999, y le trasladó a la archidiócesis de Foggia-Bovino el 2 de agosto de 2003. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Kielce (Polonia) que monseñor KAZIMIERZ RYCZAN le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Kazimierz Ryczan nació en Żurawica, archidiócesis de Przemyśl de los latinos, el 10 de febrero de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 16 de junio de 1963. Juan Pablo II le nombró obispo Kielce el 17 de julio de 1993; recibió la ordenación episcopal el 11 de septiembre sucesivo. El Papa ha aceptado la renuncia a la función de auxiliar de Cracovia (Polonia) que monseñor JAN ZAJĄC, obispo titular de Taddua, le había presentado en conformidad con los

cánones 411 y 401 § 1 del Código de derecho canónico. Jan Zając nació en Libiąż, archidiócesis de Cracovia, el 20 de junio de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 23 de junio de 1963. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Taddua y auxiliar de Cracovia el 14 de agosto de 2004; recibió la ordenación episcopal el 15 de septiembre del mismo año. EL PAPA

de 1973. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Tinisa de Numidia y auxiliar de la archidiócesis de Nápoles el 11 de diciembre de 1999; recibió la ordenación episcopal el 5 de febrero de 2000. Benedicto XVI le nombró Ordinario militar para Italia con dignidad de arzobispo el 14 de octubre de 2006. El Papa Francisco aceptó su renuncia a la función de Ordinario militar para Italia el 11 de agosto de 2013.

HA NOMBRAD O:

—Arzobispo metropolitano de Niamey (Níger) a monseñor DJALWANA LAURENT LOMPO, hasta ahora obispo titular de Buffada y auxiliar de la misma archidiócesis. Djalwana Laurent Lompo nació en Koulbou, archidiócesis de Niamey el 1 de enero de 1967. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1997. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Buffada y auxiliar de Niamey el 26 de enero de 2013; recibió la ordenación episcopal el 9 de junio del mismo año. —Arzobispo metropolitano de Foggia-Bovino (Italia) a monseñor VINCENZO PELVI, arzobispo Ordinario militar emérito para Italia. Vincenzo Pelvi nació en Nápoles el 11 de agosto de 1948. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de abril

Lutos en el episcopado —Monseñor JOHN PATRICK BOLES, obispo titular de Novasparsa y auxiliar emérito de Boston (Estados Unidos), falleció el 9 de octubre. Había nacido en Boston el 21 de enero de 1930. Era sacerdote desde el 2 de febrero de 1945. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Novasparsa y auxiliar de la archidiócesis de Boston el 14 de abril de 1992; recibió la ordenación episcopal el 21 de mayo sucesivo. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede el 12 de octubre de 2006. —Monseñor JOSÉ HERNÁN SÁNCHEZ PORRAS, obispo Ordinario militar para Venezuela, falleció el 13 de octubre. Había nacido en Palmira, diócesis de San Cristóbal de Venezuela, el 31 de marzo de 1944. Era sacerdote desde el 25 de junio de 1967. Juan Pablo II le nombró obispo Ordinario militar para Venezuela el 19 de diciembre de 2000; recibió la ordenación episcopal el 16 de febrero de 2001.

—Obispo de Kielce (Polonia) a monseñor JAN PIOTROWSKI, hasta ahora obispo titular de Siniti y auxiliar de Tarnów. Jan Piotrowski nació en Szczurowa (Polonia) el 5 de enero de 1953. Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de mayo de 1980. El Papa Francisco le nombró obispo titular de Siniti y auxiliar de Tarnów el 14 de diciembre de 2013; recibió la ordenación episcopal el 25 de enero de 2014. —Obispo de Pistoya (Italia) a monseñor FAUSTO TARDELLI, hasta ahora obispo de San Miniato Fausto Tardelli nació en Lucca el 5 de enero de 1951. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1974. Juan Pablo II le nombró obispo de San Miniato el 6 de marzo de 2004; recibió la ordenación episcopal el 2 de mayo del mismo año. —Obispo coadjutor de Beja (Portugal) al presbítero JOSÉ JOÃO D OS SANTOS MARCOS. José João dos Santos Marcos nació en Monte Perobolso, diócesis de Guarda, el 17 de agosto de 1949. Recibió la ordenación sacerdotal el 23 de junio de 1974, incardinado en el patriarcado de Lisboa. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: párroco en diversas parroquias; director espiritual del seminario menor y mayor en Lisboa y miembro del consejo pastoral de dicho patriarcado.

—Obispo titular de Accia y auxiliar de la archidiócesis de Goiânia (Brasil) al presbítero LEVI BONATTO Levi Bonatto, del clero de la prelatura del Opus Dei, nació en São José dos Pinhais el 5 de diciembre de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 10 de marzo de 1996. Se doctoró en economía en la Universidad federal del Estado de Paraná y en derecho canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: capellán en diversos lugares, coordinador de una sociedad sacerdotal y docente de derecho canónico y teología en São Paulo.

Audiencias pontificias EL SANTO PADRE HA RECIBID O EN AUDIENCIA:

Viernes 17 de octubre —Al metropolita Hilarion de Volokolamsk, presidente del Departamento para las Relaciones eclesiásticas exteriores del Patriarcado de Moscú. —Al cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los obispos.

P.S.S.,

—A Su Beatitud Louis Raphaël Sako, patriarca de Babilonia de los caldeos (Irak).

I

—Al cardenal José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación para las causas de los santos. —A la presidenta de la República de Corea, Park Geun-hye, con el séquito. Sábado, día 18 —Al primer ministro de la República socialista de Vietnam, Nguyen Tan Dung, con el séquito.

Nombramientos pontificios El Santo Padre ha nombrado nuevos miembros de la Pontificia Comisión Bíblica y ha renovado el mandato de otros del quinquenio pasado. Dicha Comisión para el quinquenio 2014 2019 está compuesta por los siguientes miembros: presbítero Knut Backhaus (Alemania); padre Pietro Bovati, S.J. (Italia); hermana Nuria Calduch Benages, M.N. (España); presbítero Eduardo Córdova González (México); profesora Bruna Costacurta (Italia); monseñor Pierre Debergé (Francia); presbítero Juan Miguel Díaz Rodelas (España); presbítero Luís Henrique Eloy e Silva (Brasil);

presbítero Francolino Gonçalves, O.P. (Portugal); presbítero Adrian Graffy (Gran Bretaña); profesora Mary E. Healy (Estados Unidos); presbítero John Chijioke Iwe (Nigeria); presbítero Thomas Manjaly (India); presbítero Hugo Orlando Martínez Aldana (Colombia); presbítero Levente Balázs Martos (Hungría); presbítero Jean Bosco Matand Bulembat (República democrática del Congo); presbítero Fearghus Ó Fearghail (Irlanda); presbítero Johan Yeong-Sik Pahk (Corea); presbítero Eleuterio Ramón Ruiz (Argentina); presbítero Henryk Jozef Witczyk (Polonia).


número 43, viernes 24 de octubre de 2014

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En la segunda carta circular para el Año de la vida consagrada

La esperanza en una pequeña nube Vigilar, avanzar, estar abiertos a las novedades: el arzobispo José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, atribuyó estos tres significados al verbo «escrutar», que inspira la segunda carta circular del dicasterio en preparación al «Año de la vida consagrada». Al presentar su contenido en la Pontificia Universidad Urbaniana, el miércoles 15 de octubre, por la tarde, con ocasión de la inauguración del Studium del dicasterio, el prelado recordó en primer lugar que el documento «Escrutad. A los consagrados y consagradas que caminan tras los signos de Dios» continúa el itinerario indicado en la primera carta con el título «Alegraos». Así, pues, explicó que en esa ocasión eran dos iconos bíblicos tomados del profeta Isaías y las palabras del Papa Francisco quienes guiaban la reflexión, mientras que en esta segunda carta el punto de partida es la imagen bíblica de la nube, «como signo de la presencia, la bondad y la fidelidad de Dios, que guía al pueblo a lo largo del desierto». Al mismo tiempo remite a la «nube pequeña como la palma de una mano» que el profeta Elías vislumbra en el horizonte elevándose

del mar, abriendo a la esperanza y, por lo tanto, al futuro. Y esto para los religiosos quiere decir —comentó— «examinar en profundidad, con sumo cuidado y con atención para ver, encontrar y comprender lo que no es evidente o visible», o sea «buscar con cuidado, con atención» y, al mismo tiempo, «buscar intensamente, con pasión». En consecuencia «escrutar no es para personas distraídas y tampoco para personas cansadas, sino que comporta trabajo intenso, fatiga y pasión»: pasión por Dios y pasión por el hombre. He aquí, entonces, las tres connotaciones del término «escrutar». La primera está relacionada con la vigilancia, y «como el centinela de la mañana», dijo, hay que «tener los ojos y los oídos del corazón bien abiertos para percibir el paso del Señor de la historia y escuchar el susurro de su

voz». La segunda remite al «progresar de virtud en virtud», por decirlo con santa Clara de Asís, superando los «signos de muerte» que están también en la vida consagrada y potenciando, en cambio, los «signos de vida» que tampoco faltan, lo que quiere decir «separar el bien del mal, para optar por el primero, y, sobre todo, encontrar lo mejor para esta hora que el Señor nos ha llamado a vivir». Por último, la tercera evoca la apertura a las novedades, «a lo imprevisible de Dios». Porque, añadió el arzobispo secretario, «ante la complejidad del momento actual y la crisis que está viviendo la vida consagrada, no hay otra senda para intuir cuáles caminos estamos llamados a recorrer y cuáles decisiones debemos tomar, sabiendo que tales decisiones tienen siempre una fecha de caducidad y, por lo tanto, el hecho de escrutar no acaba nunca». En efecto, el consagrado está llamado a «medirse con provocaciones en proceso continuo», con «instancias y pasiones que grita la humanidad»; y esto «lo conduce a permanecer vigilante para custodiar en todo momento la búsqueda del rostro de Dios y la sequela Christi, dejándose guiar por el Espíritu». Sólo con una actitud de este tipo, por lo demás, «la vida consagrada podrá vivir este tiempo delicado y fatigoso de modo tal que pueda salir de él más robusta». Monseñor Rodríguez Carballo actualizó luego el discurso, evidenciando cómo puede ser que, «pero tal vez hoy menos aún, a los consagrados se les permite adormentarse. Si esto sucediera, los enemigos en forma de acedia que “ofusca la visión”, la rutina, que lleva a abortar todo intento de fidelidad creativa, y el cansancio que nos conduce a preferir la muerte más bien que seguir caminando», terminarían haciendo «perder toda significatividad evangélica y, por lo tanto, la razón misma de la opción vocacional». Al respecto, el prelado recordó que son «muchos los que dicen que la vida consagrada está atravesando una “noche oscura”. Acepto este diagnóstico —respondió indirectamente— siempre que esta expresión tenga el sentido que le dan los místicos: tiempo de prueba, tiempo de poda». Y «en esta situación, los consagrados están llamados a reconocer la nube, incluso pequeña, que anuncia vida donde tal vez muchos ven sólo signos de muerte». Por último, el prelado destacó que «si la dimensión profética no puede faltar en la vida consagrada y si su misión es, según las palabras del Papa Francisco, la de “despertar al mundo”», los consagrados deben «vivir en éxodo obediente», porque «en cuanto profeta el consagrado debe tener su corazón “orientado constantemente al Señor” (san Francisco) para hablar en su nombre y ver lo que viene del Señor y lo que es contrario a Él». Al mismo tiem-

po, concluyó, es necesario «tener el corazón en profunda sintonía con los hombres y las mujeres de su tiempo para poder consolidarlos y, cuando sea necesario, despertarlos». Además del cardenal prefecto João Braz de Aviz, intervino también la hermana Nicla Spezzati, subsecretaria de la Congregación, que ofreció una lectura de la circular desde el punto de vista de la consagración femenina, que representa al menos el ochenta por ciento del total. En su intervención la religiosa invitó, en la línea de la carta Escrutad, «a valorar la preciosa herencia» del Concilio Vaticano II y «los procesos que están vivos y en acto a cincuenta años del decreto Perfectae caritatis». Indicó tres: la viTerry Nelson, «El profeta Elías» (www.abbey-roads.blogspot.fr) da consagrada como lugar de testimonio y de Evangelio, la apertura hacia un De aquí la exhortación conclusiva nuevo modelo de Iglesia y «quitarse a acoger «en los signos de las pede encima la aparente evidencia de queñas posibilidades, en los signos del grito humano y en los senderos un camino realizado, para despertar de las fragilidades contemporáneas una mens conciliar con la pasión del los brotes que se han de llevar a la profeta que escruta, intuye e interce- maduración con el estilo de María, de». bienaventurada porque ha creído».

Audiencia al primer ministro de la República socialista de Vietnam El Papa recibió en audiencia el sábado 18 de octubre, por la mañana, al primer ministro de la República socialista de Vietnam, Nguyên Tân Dũng. Sucesivamente el primer ministro vietnamita se encontró con el secretario de Estado, cardenal Parolin, acompañado por el arzobispo Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados. Durante los cordiales coloquios se expresó satisfacción por el encuentro, que marca una etapa importante en el proceso de consolidación de las relaciones entre la

Santa Sede y Vietnam, siendo esta la segunda visita que el primer ministro Dũng realiza al Vaticano después de la de 2007. Además, se evidenció el compromiso de la Iglesia en contribuir al desarrollo del país, gracias a su presencia en varios sectores en beneficio de toda la sociedad. En este contexto se reiteró un sincero agradecimiento por la ayuda que las autoridades ofrecen a la comunidad católica en el marco de los desarrollos aprobados por la Constitución de 2013 en materia de política religiosa, así como la asistencia ofrecida al representante pontificio no residente de la Santa Sede en Vietnam en el desempeño de su misión, dirigida a promover las relaciones entre Iglesia y Estado, también con vistas al común objetivo de las relaciones diplomáticas. Se trataron también algunas cuestiones de las que se desea que sean profundizadas y solucionadas por medio de los canales del diálogo existentes. Por último, se intercambiaron opiniones sobre algunos temas de actualidad regional e internacional, con particular referencia a las iniciativas encaminadas a promover la paz y la estabilidad en el continente asiático.


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viernes 24 de octubre de 2014, número 43

En la audiencia general del miércoles 22 el Papa Francisco habla del rasgo más distintivo y profundo de la Iglesia

Un solo cuerpo E invita a todos a evitar divisiones, envidias y marginaciones «La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Y no se trata sencillamente de un modo de decir: ¡lo somos de verdad!». En la audiencia general del miércoles 22 de octubre en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco se centró en la imagen paulina reconocida como «el rasgo distintivo más profundo y más hermoso» de la Iglesia. Una realidad verdadera y profunda que pide en las comunidades el compromiso de la caridad mutua. Queridos hermanos ¡buenos días!

y

hermanas,

Cuando se quiere poner de relieve cómo los elementos que componen una realidad están estrechamente unidos unos con otros y forman juntos una sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo. A partir del apóstol Pablo, esta expresión se aplicó a la Iglesia y se reconoció como su rasgo distintivo más profundo y más hermoso. Hoy, entonces, queremos preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué se define «cuerpo de Cristo»? En el libro de Ezequiel se describe una visión un poco particular, impresionante, pero capaz de infundir confianza y esperanza en nuestro corazón. Dios muestra al profeta un montón de huesos, separados unos de otros y secos. Un escenario desolador... Imaginaos toda una llanura llena de huesos. Dios le pide, entonces, que invoque sobre ellos al Espíritu. En ese momento, los huesos se mueven, comienzan a acercarse y a unirse, sobre ellos crecen primero los nervios y luego la carne y se forma así un cuerpo, completo y lleno de vida (cf. Ez 37, 1-14). He aquí, esta es la Iglesia. Por favor, hoy, en casa, tomad la Biblia, en el capítulo 37 del profeta Ezequiel, no lo olvidéis, y leed esto, es hermoso. Esta es la Iglesia, es una obra maestra, la obra maestra del Espíritu, quien infunde en cada uno la vida nueva del Resucitado y nos coloca uno al lado del otro, uno al servicio y en apoyo del otro, haciendo así de todos nosotros un cuerpo, edificado en la comunión y en el amor.

Los tuits en @Pontifex_es 16 O CT [12.50 PM] El cristiano es necesariamente misericordioso: la misericordia es el centro del Evangelio 18 O CT [1.15 PM] Para cambiar el mundo, es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio 21 O CT [11.00 AM] Una fe fuerte y saludable se alimenta constantemente de la Palabra de Dios 23 O CT [9.30 AM] En la familia nos formamos como personas. Cada familia es una piedra viva en la construcción de la sociedad

La Iglesia, sin embargo, no es solamente un cuerpo edificado en el Espíritu: la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Y no se trata sencillamente de un modo de decir: ¡ lo somos de verdad! Es el gran don que recibimos el día de nuestro Bautismo. En el sacramento del Bautismo, en efecto, Cristo nos hace suyos, acogiéndonos en el corazón del misterio de la cruz, el misterio supremo de su amor por nosotros, para hacernos luego resucitar con Él, como nuevas criaturas. Esto es, así nace la Iglesia, y así la Iglesia se reconoce cuerpo de Cristo. El Bautismo constituye un verdadero renacimiento, que nos regenera en Cristo, nos hace parte de Él, y nos une íntimamente entre nosotros, como miembros del mismo cuerpo, del cual Él es la cabeza (cf. Rm 12, 5; 1 Cor 12, 12-13). Lo que brota de ello, entonces, es una profunda comunión de amor. En este sentido, es iluminador cómo Pablo, exhortando a los maridos a «amar a las esposas como al propio cuerpo», afirma: «Como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo» (Ef 5, 28-30). Qué hermoso sería si nos acordásemos más a menudo de lo que somos, de lo que hizo con nosotros el Señor Jesús: somos su cuerpo, ese cuerpo que nada ni nadie puede ya arrancar de Él y que Él recubre con toda su pasión y todo su amor, precisamente como un esposo con su esposa. Este pensamiento, sin embargo, debe hacer brotar en nosotros el deseo de corresponder al Señor Jesús y compartir su amor entre nosotros, como miembros vivos de su mismo cuerpo. En la época de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchas dificultades en ese sentido, viviendo, como a menudo también nosotros, la experiencia de las divisiones, las envidias, las incomprensiones y la marginación. Todas estas cosas no están bien, porque, en lugar de edificar y hacer crecer a la Iglesia como cuerpo de Cristo, la dividen en muchas partes, la desunen. Y esto sucede también en nuestros días. Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, pensemos en nuestros barrios, cuántas divisiones, cuántas envidias, cómo se critica, cuánta incomprensión y marginación. ¿Y esto qué conlleva? Nos desune entre nosotros. Es el inicio de la guerra. La

guerra no comienza en el campo de batalla: la guerra, las guerras comienzan en el corazón, con incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha con los demás. La comunidad de Corinto era así, eran campeones en esto. El apóstol Pablo dio a los corintios algunos consejos concretos que son válidos también para nosotros: no ser celosos, sino apreciar en nuestras comunidades los dones y la cualidades de nuestros hermanos. Los celos: «Ese se compró un coche», y yo siento celos. «Este se ganó la lotería», son también celos. «Y a este otro le está yendo bien, bien en esto», y son más celos.

Todo esto divide, hace daño, no se debe hacer. Porque así los celos crecen y llenan el corazón. Y un corazón celoso es un corazón ácido, un corazón que en lugar de sangre parece tener vinagre; es un corazón que nunca es feliz, es un corazón que divide a la comunidad. Entonces, ¿qué debo hacer? Apreciar en nuestras comunidades los dones y las cualidades de los demás, de nuestros hermanos. Y cuando surgen en mí los celos —porque surgen en todos, todos somos pecadores—, debo decir al Señor: «Gracias, Señor, porque has dado esto a aquella persona». Apreciar las cualidades, estar cerca y participar en el sufrimiento de los últimos y de los más necesitados; expresar la propia gratitud a todos. El corazón que sabe decir gracias es un corazón bueno, es un corazón noble, es un corazón que está contento. Os pregunto: ¿Todos nosotros sabemos decir gracias, siempre? No siempre porque la envidia y los celos nos frenan un poco. Y, por último, el consejo que el apóstol Pablo da a los corintios y que también nosotros debemos darnos unos a otros: no considerar a nadie superior a los demás. ¡Cuánta gente se siente superior a los demás! También nosotros, muchas veces decimos como el fariseo de la parábola: «Te doy gracias Señor porque no soy como aquel, soy superior». Pero esto no es bueno, no hay que hacerlo nunca. Y cuando estás por hacerlo, recuerda tus pecados, los que nadie conoce, avergüénzate ante Dios y dile: «Pero tú Señor, tú sabes quién es superior, yo cierro la boca». Esto hace bien. Y siempre en la caridad considerarse miembros unos de otros, que viven y se entregan en beneficio de todos (cf. 1 Cor 12–14). Queridos hermanos y hermanas, como el profeta Ezequiel y como el apóstol Pablo, invocamos también nosotros al Espíritu Santo, para que su gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad como cuerpo de Cristo, unidos, como familia, pero una familia que es el cuerpo de Cristo, y como signo visible y hermoso del amor de Cristo.

Del 28 al 30 de noviembre

Viaje apostólico a Turquía El Papa Francisco visitará Turquía del 28 al 30 de noviembre. Lo anunció el martes 21 de octubre, por la mañana, el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, al explicar que el Pontífice «tras acoger la invitación del presidente de la República, de Su Santidad Bartolomé I y del presidente de la Conferencia episcopal», visitará Ankara y Estambul. En la circunstancia se dio a conocer también el programa del viaje. En la jornada inicial, en Ankara, está prevista una visita al mausoleo de Atatürk, «padre de la patria», y encuentros con las máximas autoridades del Estado. El sábado 29 el obispo de Roma se trasladará a Estambul, para la parte religiosa de la visita. En el museo de Santa Sofía y en la mezquita del Sultán Ahmed se encontrará con la comunidad musulmana; luego celebrará la misa en la catedral católica del Espíritu Santo. Seguirán la oración ecuménica en la iglesia patriarcal de San Jorge y un encuentro privado con Bartolomé I en el palacio patriarcal. Por último, el domingo 30, fiesta de san Andrés apóstol, está prevista la Divina liturgia, también en la iglesia patriarcal, con bendición ecuménica y firma de la declaración conjunta, y el almuerzo con el patriarca.


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