FRUTO VIVAS, UNA HIPÓTESIS EXPLICATIVA Juan Pedro Posani
FRUTO VIVAS,
UNA HIPÓTESIS EXPLICATIVA Juan Pedro Posani
FRUTO VIVAS , una hipótesis explicativa Juan Pedro Posani Colección Claves Ediciones MinCI
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Edición digital en la República Bolivariana de Venezuela Enero, 2018
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UNA HIPÓTESIS EXPLICATIVA Juan Pedro Posani
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BIOGRAFÍA .
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osé Fructoso Vivas Vivas o mejor conocido como Fruto Vivas, es un arquitecto y cultor que destaca en su obra como una de las más sobresalientes en la modernidad de Venezuela y el mundo. Nace en La Grita, estado Táchira el 28 de enero de 1928. Se graduó en la Universidad Central de Venezuela en 1956. Profesor honorario en la Universidad de Los Andes, Mérida; la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Barquisimeto; en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, República Dominicana; también en la Universidad de Veracruz, México y en la Universidad del Cuzco, Perú. Su reconocimiento a nivel internacional es notorio, siendo responsable del Pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de Hannover 2000 y entre sus obras más emblemáticas se encuentran: Museo de Arte Moderno de Caracas (en coautoría con Oscar Niemeyer), Iglesia del Santo Redentor en San Cristóbal, estado Táchira y la famosa Flor de Venezuela que se encuentra en Barquisimeto, estado Lara y que originalmente fue expuesta en Hanóver en el año 2000. Fruto Vivas es además un militante revolucionario que estuvo en las filas del Partido Comunista de Venezuela y
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el Partido de la Revolución Venezolana. Ha sido acreedor de innumerables reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Arquitectura en 1987. Yo hablo de árboles para vivir como un sueño posible. Coexistir con la naturaleza sin que seamos más importantes que la flor del mastranto o una mariposa. FRUTO VIVAS
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ay algo de peculiar en la apreciación que de Fruto Vivas tienen los arquitectos. Paralelamente a la admiración y a la fama casi mitológica que rodean a su obra y a su personalidad, subsiste también entre sus colegas una cierta precaución o perplejidad que trasciende a veces en una crítica agria y como resentida, sin que por ello se traduzca, como sería deseable, en análisis o revisiones medianamente serias. Para que podamos salir del mero chismorreo y subir un escalón en el discurso crítico y autocrítico que debería acompañar (siempre cabe la utopía) a las obras de Fruto, así como también a las de todos los demás auténticos creadores, proponemos una hipótesis de estudio, lícita y públicamente discutible, que tal vez pueda ayudar a explicar tanto las evoluciones y particularidades específicas de la producción arquitectónica de Fruto Vivas, como también la hesitación dudosa, vacilante e insegura con la cual los arquitectos pensantes la abordan y la consideran. 8
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Comencemos con lo siguiente: no cabe duda de que la admiración por la larga y abundante obra de Fruto está justificada. Una larga historia de éxitos ingeniosos, de promesas audaces, de dedicación al diseño y de compromiso político, ratifican el valor excepcional de una personalidad altamente prolífica y creadora.
Al lado de ello, y paralelamente al reconocimiento un tanto obvio de que todo éxito está inevitablemente acompañado por fracasos parciales, fácilmente convertibles en experiencias, se da como una vaga percepción de estar pisando un terreno que colinda con la arquitectura o que en todo caso no termina de caer completamente dentro de los parámetros de lo que los arquitectos llaman arquitectura, o que con harta frecuencia se sale de su ámbito para asumir todo el aspecto mitológico de la construcción entendida como el máximo mecanismo de redención del hombre social. La discusión esbozada alrededor del Pabellón de Venezuela en Hanóver o el extraño silencio que ha ocultado la importancia del edificio de viviendas para empleados de PDVSA en Puerto La Cruz, son claros ejemplos de la ambigüedad con la cual se aplican los criterios de valoración.
Digamos entonces, simplemente como una provocación, que nos equivocamos al considerar la obra de Fruto como 9
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si tratase de una obra de arquitectura convencional. Esto es: como si fuese el producto de un arquitecto alimentado de libros y revistas, involucrado en el debate internacional de la forma, protagonista de una búsqueda estética personal, integrada a los parámetros de las líneas principales de la evolución internacional (modas incluidas).
Nada de esto tiene que ver con Fruto Vivas. Su mundo, el mundo en el cual se ha formado y en el cual y con el cual ha combatido, es un ambiente culto pero cuyas directrices principales divergen profundamente de las preocupaciones que sitian y definen a los sentimientos o a las ideas del arquitecto contemporáneo, por llamarlo de alguna manera.
El alma de Fruto, su animus, se estructura sobre dos ámbitos heterogéneos. Por un lado, la firme convicción de que arquitectura es construir y que, por lo tanto, debe ser construible. De allí la permanente especulación sobre cómo hacerlo de la mejor manera, la más económica, inteligente, veraz y justa. Pero también la más audaz, pues en ello, en la búsqueda de su superación progresiva y en su perfeccionamiento, se juega el juego eterno de la justificación de la esencia humana.
Por el otro lado, la exigencia política. Todo acto humano es político, y el de construir lo es sobre manera. Sus causas, 10
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relaciones, consecuencias e implicaciones, nos remiten constantemente a situaciones de poder y a decisiones políticas.
Los dos ámbitos, el constructivo y el político, se superponen, se imbrican profundamente, se identifican y se funden hasta convertirse en la ideología, única y esencial, de la acción que se pretende arquitectónica de Fruto y que en realidad sostenemos que dista mucho de serlo.
No tiene sentido entonces, si ello es así, que intentemos aplicar a las obras de Fruto Vivas, parámetros críticos que en rigor no les pertenecen. Podrán gustarnos o no. Como ciudadanos de esta época, podremos sentirnos representados o no en ellas. Pero lo esencial es comprender que ellas viven de otro aire. Se fundamentan en otros principios. Atienden a otros requerimientos y a otras exigencias. Tienen que ver con la aplicación de una forma de entender al mundo que es más la de Buckminster Fuller, de Jean Prouvé o de Konrad Wachsmann que la de Peter Eisenman. De manera que resulta inevitable el descontrol y la perplejidad para quien intenta establecer un juicio de valor, por ejemplo, estético, de la obra de Fruto con el convencimiento de que puede utilizar tranquilamente la panoplia argumental e ideológica del discurso, digamos, del star system, que per11
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tenece, en cambio, a un mundo de relaciones, de prioridades y de saberes, totalmente diferente. Consideremos, por el contrario, a Fruto Vivas sobre todo como un tecnólogo y un inventor, especialmente preocupado por lograr esa relación particular entre materia y eficiencia que él denomina estructuras espaciales de alto rendimiento. Si aceptamos además que su investigación constructiva y tipológica de muchas décadas está necesariamente teñida y condicionada por una tensión política considerable, parte esencial e indivisible de su carácter mesiánico y proselitista, no resultará difícil entender las razones de lo que se nos aparece bajo la figura de incongruencias, defectos formales, descuidos o caídas de estética. Son las razones de la ecología, de la construcción inteligente y ahorradora de energía, de la relación económica con la materia utilizada y de la relación afectiva con ciertos éxitos humanos de las tradiciones populares. No pueden entonces maravillarnos las que podríamos subrayar como sorprendentes caídas de tono, tales como el muy olvidable Museo D. Demus de Puerto La Cruz o los iniciales, poéticos, pétalos de orquídea del Pabellón de Hanóver, convertidos por obra de la realidad alemana en divertidas pencas de maguey. Tendremos que acostumbrarnos, si aceptamos esta hipótesis de Fru12
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to Vivas arquitecto-inventor y tecnólogo político de la construcción ecológica, a recibir de su talento y de su entusiasmo irrefrenable y generoso, otro tipo de regalos, sus regalos y no los que tal vez algunos quisieran recibir, tersos de perfección estética, modelos de equilibrio entre ingenio y gusto, causas y efectos. Quienes pretendemos comprender de qué se trata cuando se dice Fruto, seguiremos recibiendo el estímulo de sus iniciativas, de sus proposiciones utópicas, de sus razonamientos al revés y a contrapelo del realismo mercantil, sus ensayos y experiencias que van conformando una cadena de opciones para una vida teóricamente más humana. Los demás seguirán sin atenderle, sin que se acepten y difundan las pruebas contundentes de que los árboles para vivir son posibles y deseables, y de que hay formas muy ingeniosas de usar los materiales en nuestras tierras de economía informal. En todo caso, el que lo desee siempre podrá seleccionar, entre la gran acumulación de proyectos, ideas, manifiestos y utopías que Fruto nos está dejando, lo que parezca más logrado, más cercano a nuestros gustos contaminados por la elegancia y el refinamiento de una cultura cosmopolita. Únicamente el tiempo hará la gran selección. Y se podrá decidir si la hipótesis que se ha esbozado -la de la sustitución del Fruto Vivas arquitecto convencional por la del Fruto Vivas arquitecto-inventor, empeñado en la ideación de prototipos 13
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estructurales y constructivos como fórmulas apodícticas de un modelo distinto de vida social- es una simple teoría especulativa, o es un instrumento válido de análisis que nace de una irrompible simpatía.
Un árbol para vivir en el siglo XXI Es una estructura descomunal.
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osee una escala que enaniza, ridiculiza, a los edificios tradicionales a su alrededor.
Sus puentes en el aire proponen una vida distinta en la cual la ciudad, el mar y el horizonte son parte de una celebración dedicada al trópico, un rito casi heroico de insensatez, entre barcos fantasmas y zeppelines, en vuelo por encima de las miserias de la vida urbana, de la pequeña política de todos los días, haciendo estallar en pedazos lo cotidiano hasta convertirlo casi en una aventura deliciosa. La ciudad, la urbanización, las calles y las avenidas sufren en la comparación inevitable: se notan chiquitas, convencio14
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nales, sin el ímpetu de futuro y de arrojo que se desprende del edificio como en película de ciencia ficción.
Su sola existencia subvierte, invierte, desenmascara, todos los parámetros convencionales que nos atan a la ciudad, al urbanismo y a la arquitectura convencional. Los pone en duda, en crisis, los vuelve necios y un poco lastimosos: una pobre arquitectura pretenciosa, de ventanitas, de muros baldíos, de cajitas de fósforos inútiles y mediocres.
Su alegría de gigante, su atrevimiento lógico, hace que todo lo demás, lo que damos por sentado, se vuelva añicos. Es cierto: quien quiera ejercer el derecho irrefutable a la crítica, hallará aquí un ancho campo de acción. Tal vez sus puertas, sus barandas, sus escaleras, los pequeños o grandes detalles que están cerca del ojo y de la mano, bisagras, tornillos, ventanas, bajantes, ascensores, pudieran haber ganado en coherencia si hubiesen estado más asistidos por la musa del diseño y no hubiesen sido arrastrados demasiado por la inercia de las convenciones. Quizá la forma constructiva pudiera haber sido ordenada de otra manera, y las platabandas, los wafers superpuestos, de haber conservado las ideas iniciales, hubiesen sido más coherentes con la lógica del conjunto. 15
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Uno se atreve a decir (atrevimiento, porque ¿quién conoce los vericuetos irreales de la realidad que se arma detrás de los contratos, de los presupuestos y de la burocracia?) que tal vez lo que pudiésemos haber pedido es aún más atrevimiento, más congruencia en la totalidad de las partes y en la organización del conjunto, afectado por una peligrosa simetría formal que no guarda relación con la diversidad de los cuatro frentes. En todo caso, más y no menos. Más aventura, más provocación y más integralidad en la presencia del diseño.
Pero queda lo esencial: una experiencia extraordinaria y original a partir de la cual, como en pocos otros casos, nos encontramos con una mina de oportunidades para discutir abiertamente entre todos, comprobar teorías y acechar soluciones novedosas, tipologías insólitas, estructuras inteligentes. Una magnífica, emocionante estructura en el aire, un acontecimiento invalorable de donde aprender a gozar de la vida urbana, un ejemplo para comenzar a diseñar y construir otras cosas, un verdadero comienzo u esbozo de un árbol para vivir a escala del siglo XXI, que si este país no fuese lo que hasta ahora ha sido, hubiese aceptado, imitado, superado con alborozo y acierto, en lugar de callarse la boca por no hablar mal del mito Fruto Vivas o por no aceptar consecuentemente las generosas implicaciones que se desprenden en este gran castillo de naipes varado en la orilla. 16
La obra de Fruto Vivas representa para el mundo una de sus expresiones
más significativas en el ámbito de la arquitectura y la cultura contemporánea. El presente opúsculo del también arquitecto Juan Pedro Posani nos inserta
de forma sublime en la poética de la transformación del espacio y la armonía
con el ambiente, base de la estética y la filosofía artística de nuestro insigne intelectual, patrimonio vivo de Venezuela. Juan Pedro Posani
Doctor Honoris Causa en Arquitectura, UCV 2000; Premio Nacional de
Arquitectura. Prof. UCV desde 1958. Fundador de la cátedra de Historia de la Arquitectura Moderna; Colaborador durante casi veinte años del Maestro
Carlos Raúl Villanueva, especialmente en la Ciudad universitaria de Caracas;
ha tenido un papel destacado en la dirección del Movimiento de Renovación Universitaria en 1969; ha sido Director del Instituto Superior de Artes Plás-
ticas Armando Reverón, así como también Fundador del Instituto de Patrimonio cultural. Actualmente es Director del Museo Nacional de Arquitectura cargo que ocupa desde agosto de 2006.
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