Genios. Los perros son más inteligentes de lo que pensamos

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Genios Los perros son más inteligentes de lo que pensamos



Genios Los perros son más inteligentes de lo que pensamos

Brian Hare y Vanessa Woods Traducción de Ana Doblado y Patricia Teixidor

ed


Título original: The Genius of Dogs. How Dogs Are Smarter Than you Think

© 2013 Brian Hare and Vanessa Woods © de las ilustraciones, Bryan Golden © 2013 versión en castellano de Ateles Editores S.L. y Kns ediciones S.C.

© Ateles Editores S.L.

© Kns ediciones S.C.

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Traducción: Ana Doblado Castro y Patricia Teixidor Monsell Diseño de cubierta: Alberto Mosquera Lorenzo Maquetación: Copibook, S.L. Revisión técnica: Benigno Paz Revisión de estilo: Elena Ruiz Fotografías cuadernillo: cortesía de Brian Hare y Vanessa Woods Fotografía cubierta: Alberto Mosquera Lorenzo Impresión: CLM Artes Gráficas

ISBN (Ateles): 978-84-958858-0-7   Distribuye Ediciones del Azar/UDL Libros ISBN (Kns): 978-84-941852-1-2 Depósito Legal: M-30329-2013

Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los editores, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, sea electrónico o mecánico, comprendidos la fotocopia o grabación o a través de cualquier sistema de almacenamiento, sin permiso escrito de la editorial. (Diríjase al Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org, si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra)


Para todos los perros



Índice

Prólogo................................................................................................................................ 11

Parte 1. El perro de Brian Capítulo 1.  ¿Perros ingeniosos? Los múltiples tipos de inteligencia................ Capítulo 2.  Lo acontecido con el lobo. Los lobos ocupan el mundo para después perderlo..................................................................................... Capítulo 3.  En el garaje de mis padres. El sitio perfecto para un descubrimiento científico...................................................................... Capítulo 4.  Tan listo como un zorro. Cómo un humilde científico ruso desveló el secreto de la domesticación............................................. Capítulo 5.  La supervivencia del más afable. Cómo un poco de amabilidad puede abrirte caminos.....................................................

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Parte 2. Inteligencia canina Capítulo 6.  El habla perruna. ¿Estamos manteniendo una conversación?..... 113 Capítulo 7.  Perros perdidos. Los perros no superan en todo a los lobos....... 131 Capítulo 8.  Animales de manada. Los perros funcionan mejor en una red social.......................................................................................................... 147

Parte 3. Su perro Capítulo 9.  La mejor raza. El tema del que todo el mundo habla: ¿Cuál es la raza más inteligente?.................................................................... 169 Capítulo 10.  Enseñar el talento. ¿Cómo se adiestra a un perro cognitivo?..... 191 Capítulo 11.  Amor de perro. ¿Podríamos querer más a otro?............................. 217 Agradecimientos............................................................................................................... 241 Notas bibliográficas......................................................................................................... 243 Índice analítico.................................................................................................................. 295

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Prólogo

C

uando volvimos a casa del hospital con el nuevo bebé, nuestro perro Tassie se tuvo que enfrentar a un dilema. Desde el día en que lo adoptamos de cachorro en un refugio de animales, ha tenido siempre a su disposición una cesta llena de peluches. A medida que iba creciendo, descubrimos que su pasatiempo favorito era sacarle el relleno a los muñecos y dejarlo esparcido por toda la casa. Cada cierto tiempo volvíamos a llenar su cesta con nuevos peluches para que pudiera destrozarlos de nuevo. Resultó que también pusimos a disposición de Malou, nuestro bebé, una cesta llena de peluches, casi idéntica a la de Tassie y, a medida que Malou fue aprendiendo a gatear, fue desarrollando la costumbre de sacar sus peluches de la cesta, dejándolos tirados por la casa. Ahí estaba el dilema: Tassie debía adivinar cuáles, de las docenas de juguetes que se encontraban por la casa, eran suyos y, por tanto, podía destrozar o, de lo contrario, Malou encontraría sus juguetes favoritos hechos trizas y habría problemas. El hecho es que Tassie resultó ser muy hábil en esto. Teníamos la esperanza de que fuera capaz de solucionarlo puesto que Juliane Kaminski, una investigadora, colega de Brian, que trabajaba en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, había estudiado a un perro llamado Rico que había conseguido resolver un problema similar1. Un día, ­Kaminski recibió la llamada de una señora alemana muy agradable, que le contó que tenía un border collie que era capaz de entender más de 200 palabras en alemán, en su mayor parte nombres de peluches. Resultaba sorprendente, aunque no totalmente desconocido. De hecho, los bonobos, delfines y loros grises a los que se ha entrenado con un lenguaje2, han conseguido aprender un número parecido de nombres para referirse a distintos objetos. Lo que era distinto en Rico era cómo había aprendido los nombres de estos objetos. Si a un niño le enseñamos un bloque de construcción rojo y otro verde y, a continuación, le pedimos que nos dé «el bloque cromado, no el rojo», la respuesta más común en los niños será darnos el bloque verde, aunque no sepan que la palabra cromado pueda referirse a una gama de verde. El niño deduce el nombre del objeto. Kaminski utilizó una prueba similar con Rico. Colocó un juguete nuevo, que Rico nunca había visto antes, en una habitación con siete de sus 11


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juguetes habituales de los que conocía sus nombres. Acto seguido, utilizó una palabra nueva que el perro no había oído nunca antes, como Sigfried, para pedirle que le trajera el juguete nuevo. Repitió esta prueba con docenas de palabras y objetos nuevos. Al igual que los niños, Rico dedujo que las palabras nuevas hacían referencia a los nuevos juguetes. Nuestro perro Tassie, sin pasar por entrenamiento alguno, nunca se ha equivocado y destrozado un juguete de Malou en lugar de uno suyo. A veces los juguetes de nuestra hija y los de Tassie están desparramados por el suelo en un revoltijo y el perro saca con cuidado los suyos y se pone a jugar con ellos, lanzando una mirada de anhelo a los de la niña u olfateándolos rápidamente. Fue capaz de adaptarse a la vida con el nuevo bebé mucho más deprisa que nosotros. En los últimos diez años ha tenido lugar una especie de revolución en el estudio de la inteligencia canina, puesto que en la última década hemos aprendido más sobre cómo piensan los perros que en todo el último siglo. Este libro trata sobre cómo la ciencia cognitiva ha conseguido comprender la inteligencia de los perros realizando experimentos lúdicos en los que se utilizan objetos tan poco tecnológicos como juguetes, tazas, pelotas y cualquier cosa que esté a mano en el garaje. Con estas modestas herramientas hemos sido capaces de bucear en el rico mundo cognitivo de los perros y de descubrir cómo realizan inferencias y cómo resuelven ágilmente los nuevos problemas con los que se encuentran. Al estudiar el ingenio de los perros no solo enriquecemos sus vidas, sino que también ampliamos nuestra visión sobre la inteligencia humana, puesto que muchos de los conceptos utilizados para estudiar la inteligencia de los perros se están aplicando a los humanos. Quizá, el mayor regalo que nos hagan nuestros perros sea ayudarnos a entendernos mejor a nosotros mismos. Todo el mundo tiene una opinión sobre por qué son tan listos los perros. Actualmente, existe una extensa bibliografía científica sobre psicología canina que ayuda a apoyar o a rebatir esas opiniones. Este libro proporciona una revisión exhaustiva del tema de la cognición canina, o «canigción», con el objetivo de ayudar a todos los amantes de los perros a juzgar por sí mismos las implicaciones de los últimos descubrimientos científicos. Hemos leído cientos de importantes artículos científicos sobre el estudio de la cognición canina y en el libro citamos más de seiscientos de los más 12


Prólogo

relevantes e interesantes. Quien esté interesado en acceder a ellos y leerlos, puede hacerlo de varias formas*. Aunque nuestra revisión del tema es exhaustiva, solo abarca aquellas áreas que se han investigado de forma científica. Es posible que no cubramos algunos temas que interesan al lector debido a que ningún científico ha publicado todavía nada sobre ellos. Para compensar, encontrarán multitud de investigaciones fascinantes sobre cognición canina o canigción que nunca hubieran imaginado que existieran. A pesar de que hemos hecho todo lo posible por citar todas las referencias bibliográficas con justicia, no todos los científicos estarán de acuerdo con todos los datos que presentamos. Siempre que ha sido posible, hemos resaltado en el texto principal las distintas opciones o los datos opuestos que existen para describir un mismo hecho. Pero para facilitar la lectura hemos optado por poner una amplia cantidad de notas al final del libro que explican detalles importantes y descubrimientos alternativos. En el mundo científico la discrepancia y el debate son saludables y emocionantes. De hecho, es a menudo la discrepancia lo que impulsa las investigaciones que hacen avanzar el conocimiento. Los científicos se apoyan en el escepticismo y el debate empírico para llegar a la verdad, por lo que el lector no debe extrañarse si su intuición y sus propias observaciones le llevan a sentirse un tanto escéptico sobre algunos datos que presentamos. Está simplemente comportándose como un buen científico. Esperamos que cuando termine de leer este libro cuente con nuevos conocimientos que, combinados con sus propias observaciones, le ayuden a tener interesantes debates y discusiones con otros colegas amantes de los perros. A través de estos debates, además, podemos aprender a tener una relación todavía más satisfactoria con nuestros perros, así como descubrir qué áreas necesitamos explorar más o en cuáles los científicos aún no se han hecho las preguntas adecuadas. Todo forma parte de la diversión. De lo que estamos seguros es de que el mundo cognitivo de cada perro es mucho más complejo e interesante de lo que creíamos posible. Contamos *  Gran parte de las investigaciones que citamos en este libro están disponibles online para todos los lectores, dado que: primero, Google cuenta con una función llamada Google Académico, con la que se pueden descargar muchos de los artículos citados; segundo, numerosas revistas científicas permiten el acceso gratuito online a los artículos a través de sus sitios web; tercero, se pueden realizar búsquedas en las propias páginas web de los autores de los artículos y encontrar así enlaces que nos lleven a sus publicaciones y descargar gratuitamente el texto en cuestión; y, cuarto, no hay nada que satisfaga más a un investigador que le escriban para pedirle uno de sus trabajos. Esperemos que, si hay algún artículo que comentamos en este libro que no puede conseguirse por ningún medio, los científicos estén más que dispuestos a compartirlo. N. del A.

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con sugerentes indicios sobre el secreto que les ha llevado al éxito, y también podemos precisar en qué consiste el ingenio del perro. Brian tuvo la buena suerte de jugar un papel importante en el descubrimiento de esta historia, al igual que Oreo, el perro de su infancia. Algunas de las cosas que se exponen en las páginas que siguen sorprenderán incluso al más experimentado de los dueños de perros. Hay casos en los que no parece tan obvio que los perros vayan a mostrar la capacidad de realizar deducciones o de tener más flexibilidad que otras especies. Pero suele ocurrir que, al final, su intuición era la correcta: su perro es un verdadero genio.

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Parte 1

El perro de Brian



1 ¿Perros ingeniosos? Los múltiples tipos de inteligencia

¿

Es realmente serio este título? La mayoría de los perros no son capaces de hacer mucho más que sentarse y quedarse quietos cuando se les pide, y apenas saben andar atados de la correa. Se muestran confundidos cuando una ardilla desaparece en lo alto de un árbol y dan vueltas al tronco sin saber qué hacer; casi todos están más que dispuestos a beber agua de la taza del váter. No parece el perfil del típico genio. Olvidándonos de los sonetos de Shakespeare, de los viajes espaciales o de Internet, si utilizáramos la definición cliché de inteligencia, este libro sería muy corto. Sí que es serio el título y cientos de estudios, así como las investigaciones más recientes, me respaldan, porque en las ciencias cognitivas pensamos sobre la inteligencia de los animales de una forma ligeramente diferente. Al pensar en la inteligencia de los animales lo primero en lo que nos fijamos es en el éxito que hayan tenido para sobrevivir y reproducirse en tantos lugares como les haya sido posible. En algunas especies, como las cucarachas, el éxito no tiene mucho que ver con la inteligencia. Simplemente son muy resistentes y se reproducen estupendamente. Pero en el caso de otros animales la supervivencia requiere un poco más de intelecto y una forma de inteligencia muy específica. Por ejemplo, si eres un dodo, no te servirá de mucho componer sonetos, puesto que no tiene nada que ver con el tipo de inteligencia que necesitas para sobrevivir (en el caso del dodo, aprender a evitar a nuevos depredadores, como a los marineros hambrientos). Desde este punto de partida, el perro es, sin duda, el mamífero con más éxito del planeta, exceptuando a los humanos. Los perros se han ido extendiendo por cada esquina del planeta, incluidas nuestras casas y, en algunos casos, nuestras camas. Mientras que la mayoría de los mamíferos del 17


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planeta han experimentado un descenso en sus poblaciones como resultado de la actividad humana, nunca había habido tantos perros como hoy. En el mundo industrializado las personas cada vez tienen menos hijos y, sin embargo, facilitan un estilo de vida cada vez más opulento a un número creciente de perros mascota. Al mismo tiempo, los perros realizan más trabajos que nunca. Los perros de asistencia ofrecen ayuda a las personas mental o físicamente discapacitadas; los perros militares rastrean bombas; los perros policías realizan servicios de guardia; los perros de aduana detectan mercancías importadas ilegalmente; los perros conservacionistas encuentran heces para ayudar a estimar el tamaño y los movimientos de las poblaciones de especies en peligro de extinción; los perros detectores de chinches detectan cuándo un hotel tiene problemas de salubridad; los perros detectores de cáncer pueden descubrir melanomas o, incluso, cáncer intestinal; los perros de terapia visitan residencias de ancianos y hospitales para animar a los enfermos y acelerar la recuperación. Estoy fascinando con el tipo de inteligencia que ha debido permitir a los perros tener tanto éxito. Sea lo que sea, en esto radica su genialidad.

¿Qué es el ingenio? La mayoría de nosotros alguna vez hemos realizado una de esas pruebas en las que nuestra puntuación determinaba cómo nos iban a enseñar o el tipo de colegio al que íbamos a ir a estudiar. A principios del siglo veinte Alfred Binet diseñó el primer test de inteligencia estandarizada, con el objetivo de identificar qué estudiantes franceses deberían recibir una atención y unos recursos escolares extra. Su test original se convirtió en la Escala de Inteligencia Stanford-Binet, hoy conocido como el test del cociente intelectual (CI)1. Los test basados en el CI proporcionan una definición de la inteligencia muy limitada. Como probablemente recordarán, los test como el CI, los GRE o los SAT, se centran en capacidades básicas, como leer, escribir y en habilidades analíticas. Son pruebas sesgadas porque en general predicen solo el éxito académico, no evalúan todas las aptitudes de una persona. No explican los casos de Ted Turner, Ralph Lauren, Bill Gates o Mark Zuckerberg, que dejaron de estudiar y se convirtieron en multimillonarios2. Consideremos, por ejemplo, a Steve Jobs. Uno de sus biógrafos comentó sobre él: «¿Que si era inteligente? No especialmente. Sin embargo, era un genio3». Jobs abandonó los estudios, fue a encontrarse a sí mismo a la India y, cuando en 1985, las ventas de la empresa que había cofundado, Apple, 18


1. ¿Perros ingeniosos?

no iban bien, le forzaron a abandonarla. En su etapa de estudiante pocas personas habrían predicho hasta dónde llegaría su éxito. «Piensa diferente» se convirtió en el eslogan de una multinacional monolítica que, bajo su dirección, fusionó arte y tecnología. Es posible que en algunos campos Jobs no fuera excepcional, ni resaltara por encima de la media, pero su capacidad visionaria y su habilidad para pensar de forma diferente lo convirtieron en un genio. El enfoque cognitivo se caracteriza por celebrar la existencia de distintos tipos de inteligencia. El ingenio implica que alguien puede estar dotado con cierto tipo de habilidad cognitiva, y al mismo tiempo ser mediocre o estar por debajo de la media en otra habilidad. Temple Grandin, de la Universidad Estatal de Colorado, es autista y, sin embargo, ha escrito varios libros como, por ejemplo, Animals Make Us Human. Es la persona que quizá haya hecho más por el bienestar animal. Aunque tiene problemas para interpretar las emociones y las claves sociales por las que se rigen las personas, su extraordinaria forma de entender a los animales le ha permitido minimizar el estrés que sufren millones de animales de granja4. La revolución cognitiva comenzó en la década en la que empezaron casi todas las revoluciones sociales —los años sesenta— y cambió por completo nuestra forma de pensar sobre la inteligencia5. Los rápidos avances en el campo de la tecnología computacional permitieron que los científicos comenzaran a pensar de forma distinta sobre el cerebro y sobre su forma de resolver problemas. En lugar de que el cerebro esté más o menos lleno de inteligencia, como ocurre con un vaso de vino, se parece más en su funcionamiento a un ordenador, en el que las distintas partes trabajan conjuntamente. Puertos USB, teclados y módems llevan la información nueva procedente del entorno; un procesador ayuda a digerir y convertir la información a un formato legible, mientras que un disco duro almacena la información importante para su uso posterior. Los neurocientíficos se dieron cuenta de que, al igual que ocurre en un ordenador, muchas partes del cerebro se especializan en resolver distintos tipos de problemas. La neurociencia y la tecnología computacional fueron las disciplinas que resaltaron los funestos defectos que tenía el pensar que solo existía una única forma de medir la inteligencia. Así, las personas con sistemas perceptivos bien afinados pueden ser atletas o artistas talentosos; otros con sistemas emocionales menos sensibles tendrán éxito como pilotos de lucha o en trabajos de alto riesgo; y los que cuentan con una memoria prodigiosa serán buenos médicos. El mismo fenómeno puede observarse en los trastornos 19


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mentales. Existe una infinidad de habilidades cognitivas que no son necesariamente interdependientes unas de otras6. Una de las habilidades cognitivas mejor estudiadas es la memoria. De hecho, solemos pensar que los genios son gente que tiene una extraordinaria memoria para los datos y las cifras, puesto que puntúan muy alto en los gráficos de los test que miden el coeficiente intelectual. Pero de la misma forma en que existen diferentes tipos de inteligencia, encontramos distintos tipos de memoria. Existe la memoria para los acontecimientos, para las caras, para comprender los mapas y saber orientarse, para las cosas que ocurrieron recientemente o hace mucho tiempo, etcétera. El hecho de que uno tenga buena memoria para alguna de estas áreas, no quiere necesariamente decir que en otros tipos de memoria sea igualmente eficaz7. Por ejemplo, una mujer a la que llamaremos A. J. (para proteger su identidad) tenía una extraordinaria memoria para los hechos autobiográficos. Era capaz de recordar cuándo y dónde ocurrieron la mayoría de los acontecimientos pasados de su vida. Cuando los experimentadores le dijeron varias fechas, pudo recordar con una asombrosa precisión todos los hechos personales y públicos que ocurrieron en ellas, incluso la hora del día8. Pero su memoria se limitaba a los acontecimientos biográficos, no era una estudiante especialmente aplicada y le costaba mucho trabajo memorizar datos. En otro estudio un equipo de neurocientíficos descubrió que los taxistas de Londres tenían una mayor densidad de neuronas en un área del cerebro llamada hipocampo. El hipocampo está implicado en la capacidad de orientación, y una mayor densidad de neuronas significa una mayor capacidad de almacenamiento y un procesamiento más rápido. Esto confiere a los taxistas una capacidad extraordinaria para resolver problemas espaciales que requieren saber orientarse entre distintos puntos de referencia9. Lo que realmente hace que se reconozcan los méritos de AJ y de los taxistas no es lo que miden las pruebas del coeficiente intelectual estandarizadas, sino la especialización de su extraordinaria memoria. En la cultura popular hay muchas definiciones de inteligencia compitiendo por llamar la atención. Pero la que ha guiado mis investigaciones y he utilizado a lo largo de todo este libro es muy simple. La inteligencia de los perros y, en realidad, de todos los animales incluidos los seres humanos, se caracteriza por cumplir dos normas: 1.  Ser una habilidad mental sólida, en comparación con otras, bien dentro de tu propia especie o en otra estrechamente emparentada. 2.  Permitir realizar inferencias de forma espontánea. 20


1. ¿Perros ingeniosos?

El ingenio: algo más que cantos y danzas Al charrán ártico se le da muy bien la navegación aérea. Cada año estas aves vuelan ida y vuelta, del Ártico al Antártico, por lo que cada periodo de cinco años un charrán habrá viajado una distancia similar a la que hay desde la Tierra a la Luna10. Las ballenas tienen una ingeniosa estrategia de cooperación para pescar. Crean una especie de enormes muros de burbujas para atrapar a los bancos de peces, consiguiendo así una cena mucho más copiosa que si cazaran solas11. Las abejas mieleras han desarrollado un tipo de danza que permite a otras abejas saber dónde se encuentran las flores repletas de néctar12: resulta ingenioso ser capaz de ganarse la vida «bailando». Pero la inteligencia siempre es relativa. Los humanos creemos que algunas personas son genios porque se les da mejor que a otros resolver cierto tipo de problemas. En los animales, los investigadores suelen estar más interesados en lo que la especie como un todo es capaz de hacer, en lugar de centrarse en cada individuo en particular. A pesar de que los animales no puedan hablar, podemos descubrir cuáles son sus talentos especiales planteándoles distintos rompecabezas. No necesitan hablar para resolverlos, solo ser capaces de hacer elecciones, y son estas elecciones las que nos revelan qué capacidades cognitivas tienen. Así, al presentar a diferentes especies los mismos rompecabezas, podremos identificar los distintos tipos de inteligencia animal13. Puesto que cualquier ave nos parecería un genio en sus capacidades de navegación, en comparación con un gusano de tierra, es conveniente comparar solo especies cercanas evolutivamente. De este modo, si una especie en particular tiene una habilidad especial que otra estrechamente emparentada no tiene, podemos identificar de qué talento se trata y, más interesante todavía, preguntarnos por qué y cómo ha surgido ese talento. Por ejemplo, la memoria espacial del cascanueces americano puede competir sin ningún problema con la del mejor taxista. Estas aves viven a elevada altura en el oeste de Estados Unidos. En verano, cada pájaro es capaz de esconder hasta 100.000 semillas por todo su territorio y en invierno son capaces de recuperar las mismas semillas que escondieron nueve meses antes, aunque estén cubiertas de nieve14. Al compararlos con algunos de sus parientes, los córvidos, los cascanueces americanos son los ganadores indiscutibles en el descubrimiento de comida previamente escondida15. Los duros inviernos han convertido a estas aves en genios de la memoria espacial. Sin embargo, los cascanueces americanos no superan a sus parientes en otros tipos de juegos memorísticos. 21


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Las charas californianas también forman parte de la familia de los córvidos y suelen esconder comida. Sin embargo, mientras que los solitarios cascanueces raras veces roban comida de otras aves, para las charas es algo habitual. Se dedican a observar cómo otros pájaros esconden comida para después volver a ese sitio a robarla. Cuando se realizaron experimentos para comprobar la habilidad de las charas para recordar los lugares en los que otros pájaros habían escondido comida, resultaron ser unas maestras en la tarea16, mientras que los cascanueces eran nulos17. La competitividad ha convertido a las charas en genios de la memoria social. (Las charas no solo se dedican al hurto, sino que defienden sus botines de las miradas entrometidas; prefieren esconder la comida en privado; si se dan cuenta de que otra ave las ha visto esconder la comida, la volverán a ocultar luego en un sitio nuevo; incluso eligen los lugares más oscuros para esconder las semillas y así evitar que otros que las vean puedan llegar a recolectarlas18). Los científicos han presentado distintos rompecabezas memorísticos a estas especies emparentadas para poder discernir el talento particular de cada una. Al observar los problemas a los que se enfrentan diariamente en su hábitat natural, han sido capaces de entender por qué ambas especies tienen diferentes tipos de capacidad. Al igual que ocurre con las personas, el hecho de que una especie parezca muy inteligente en una determinada parcela, no significa que sus miembros sean igualmente inteligentes en otras parcelas. Por ejemplo, algunas hormigas cooperan entre sí de forma sorprendente. Las hormigas soldado son capaces de formar puentes vivientes sobre el agua, para permitir a otros congéneres cruzar sobre su espalda19. Otras especies de hormigas organizan guerras para proteger a sus obreras y reinas, y algunas llegan incluso a «esclavizar» a otras hormigas o a mantener a otros insectos como «mascotas». Pero las hormigas tienen una importante limitación, no suelen ser muy flexibles. La mayoría de las hormigas están programadas para seguir el rastro dejado por las hormigas que las preceden. En el trópico pueden encontrarse termiteros en los que cientos de miles de hormigas caminan en un círculo perfecto que parece un agujero negro reptante. Se han observado termiteros de hasta treinta y seis metros de diámetro, en los que una sola vuelta puede tardar en completarse hasta dos horas y media. También se les conoce como espirales de la muerte porque a menudo las hormigas se siguen unas a otras de forma mecánica y van estrechando el círculo hasta que se agotan y mueren. Siguen con lealtad las feromonas de las hormigas que se encuentran por delante; hasta dar con la muerte. 22


1. ¿Perros ingeniosos?

Esto nos lleva a la segunda definición de inteligencia: permitir realizar inferencias de forma espontánea. Sherlock Holmes fue un genio porque, aunque no tuviera clara cuál era la solución a un misterio, siempre acababa siendo capaz de llegar a ella por medio de una serie de inferencias. Los seres humanos realizamos deducciones constantemente. Imaginemos una situación en la que nos acercamos bastante rápido a una intersección con un coche. Sin necesidad de ver el semáforo, inferimos que está en rojo al ver que los coches de la calle transversal están entrando en el cruce. Pero la naturaleza es mucho menos predecible que el tráfico. Los animales deben enfrentarse continuamente a sorpresas inesperadas. Para las hormigas seguir el rastro de las feromonas en un camino suele ser un método infalible. Pero cuando el rastro de las feromonas se vuelve circular las hormigas no tienen la capacidad mental para darse cuenta de que el camino que están siguiendo no va a ninguna parte. Cuando un animal se encuentra con un problema en su hábitat natural, normalmente no tiene tiempo para dar poco a poco con la solución por medio de ensayo y error, puesto que cualquier error puede significar la muerte20. Por eso, los animales deben realizar deducciones deprisa. Aunque no puedan ver la solución correcta de forma inmediata, sí pueden imaginar distintas soluciones y elegir alguna de ellas. Esto da lugar a una gran flexibilidad. Pueden así resolver nuevas versiones de problemas con los que ya se habían encontrado antes21, o pueden incluso solucionar espontáneamente nuevos problemas a los que nunca se habían enfrentado. Yoyo es una chimpancé que vive en un refugio para chimpancés de la Isla de Ngamba, en Uganda. En una ocasión vio cómo un investigador metía un cacahuete dentro de un largo tubo transparente. El cacahuete rebotó al tocar el fondo del tubo. Los dedos de Yoyo eran demasiado cortos para poder alcanzar el cacahuete, el tubo estaba fijo y no lo podía levantar y darle la vuelta para sacarlo. Impasible, Yoyo lo resolvió mediante una deducción. Cogió agua con la boca de la fuente y la escupió dentro del tubo. De este modo, consiguió que el cacahuete fuera flotando cada vez más arriba del tubo, hasta que se lo tragó alegremente. Yoyo se dio cuenta de que podía hacer que el cacahuete flotara, aunque no hubiera agua a la vista cuando pensó en esta posible solución22. En estado salvaje la capacidad de hacer deducciones como esta podría significar la diferencia entre una buena comida o la inanición. John Pilley, un catedrático de psicología jubilado, adoptó un border collie llamado Chaser. Tenía ocho semanas de edad y era un típico border collie: le encantaba perseguir y acechar, era capaz de fijar intensamente la mirada en algo, disfrutaba mucho de las caricias y de las alabanzas, y tenía una energía 23


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ilimitada. Pilley había oído hablar de Rico, el border collie que consiguió aprender por lo menos doscientas palabras y que fue el sujeto de estudio de Juliane Kaminski. Lo que le interesaba era descubrir si existía un límite en el número de nombres que puede aprender un perro. O se podría dar el caso de que el recuerdo de algunos de los objetos más antiguos se desvaneciera a medida que aprendiera los nombres de objetos nuevos. Chaser iba aprendiendo los nombres de uno o dos juguetes cada día. Pilley, al que solían llamar Pop, sujetaba el juguete en alto y decía: «Chaser, esto es... Pop esconder. Chaser encontrar...». Pilley no utilizó ninguna comida para motivarle, en su lugar, lo alababa, le daba abrazos y jugaba con él, como forma de recompensarle por haber encontrado el juguete adecuado. A lo largo de tres años Chaser aprendió los nombres de más de 800 peluches, 116 pelotas, 26 frisbees y más de 100 objetos de plástico. Ninguno estaba duplicado y todos diferían en tamaño, peso, textura, diseño y material. En total, aprendió los nombres de más de 1.000 objetos. Se le hacía una prueba todos los días y, para asegurarse de que no «hacía trampa» captando alguna pista que le diera alguno de los investigadores durante el experimento, cada mes debía de pasar por un «ensayo a doble ciego» en el que se le pidió que cobrara los objetos en una habitación diferente, fuera de la vista de Pilley y de sus adiestradores habituales. Incluso después de haber aprendido más de mil palabras, no disminuyó la cantidad de palabras nuevas que fue capaz de aprender. Y, lo más impresionante de todo, fue que los objetos parecían estar organizados en su mente en distintas categorías. Aunque los objetos tenían diferentes formas y tamaños, Chaser podía distinguir, sin adiestramiento previo, entre los objetos que eran sus juguetes y aquellos otros que no eran juguetes23. Hablaremos sobre estos estudios con más detalle en el capítulo 6 pero, por ahora, es suficiente con decir que Rico y Chaser parecían estar aprendiendo palabras de forma similar a como lo hacen los niños: dedujeron que cada palabra nueva correspondía a un objeto nuevo que les presentaban. Rico y Chaser se dieron cuenta de que la nueva palabra no podía hacer referencia a sus juguetes habituales, puesto que estos ya tenían nombres. Por tanto, la única respuesta posible es que la nueva palabra correspondiera a un juguete de los que no tenían todavía un nombre asociado. Este proceso de hacer inferencias es fundamental para entender la forma de pensar de los perros. En una especie de juego o experimento se enseñaron a unos perros dos tazas. En una de ellas había un juguete escondido y se dio a los perros una única oportunidad de encontrarlo. Cuando el investigador les mostró la taza donde no estaba escondido el juguete, algunos perros 24


1. ¿Perros ingeniosos?

dedujeron espontáneamente que el juguete debía estar en la otra24. Muchos perros en una situación así son capaces de hacer este tipo de deducción. Hemos repasado en primer lugar qué animales demostraban ser ingeniosos, comparando una especie con otra. A menudo, los desafíos a los que se enfrentan las especies en su hábitat natural les han hecho desarrollar distintos tipos de inteligencia. Algunos realizan danzas, otros se orientan durante el vuelo y otros han aprendido cómo mantener relaciones diplomáticas con otras especies. En segundo lugar, hemos buscado la inteligencia en algunos animales realizando pruebas para evaluar su flexibilidad en la resolución de problemas nuevos mediante deducciones o inferencias.

El ingenio de los perros: el descubrimiento Hasta hace poco los científicos no se tomaban muy en serio el tema de la inteligencia de los perros. Sin embargo, las habilidades de perros como Chaser o Rico en el aprendizaje de palabras nuevas bien podrían haber sido descubiertas en una fecha tan temprana como 1928. Fue en ese año cuando C. J. Warden y L. H. Warner informaron sobre la existencia de un pastor alemán llamado Fellow25. Era una especie de estrella del cine; su escena más famosa fue aquella en la que rescató a una niña que estaba ahogándose, en la película Chief of the Pack [El jefe de la manada]. Al igual que la dueña de Rico se puso en contacto con mi colega Juliane Kaminski, el dueño de Fellow contactó con los científicos y les contó que el perro había aprendido casi cuatrocientas palabras, subrayando que «era capaz de entender estas palabras de forma similar a como un niño aprendería en las mismas circunstancias». Había criado a Fellow casi desde su nacimiento y siempre le habló como hablaría a un niño. Warden y Warner decidieron ir a ver al perro. Le pidieron al dueño que le diera órdenes a Fellow desde el cuarto de baño, para evitar que inconscientemente dejara entrever alguna pista. Descubrieron que Fellow respondía a sesenta y ocho órdenes (algunas muy útiles para una estrella canina del cine), como «habla», «quieto junto a la señora», «da una vuelta por la habitación». Otras eran más sorprendentes, como «ve a la otra habitación y tráeme los guantes». Las conclusiones de los científicos fueron que, a pesar de que Fellow no tenía en absoluto las capacidades de un niño, era necesario realizar más estudios para llegar a comprender este tipo de inteligencia en los perros. Lamentablemente, nadie lo hizo, hasta que en el año 2004 Juliane Kaminski comenzó a investigar sobre Rico. 25


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En ese lapso de setenta y cinco años los perros como sujetos de estudio fueron en su mayor parte ignorados26. Cuando los científicos en los años setenta comenzaron a estudiar cognición animal estaban más interesados en nuestros parientes los primates y, con el tiempo, su entusiasmo se extendió a otros animales, desde delfines a cuervos. Los perros se quedaron fuera porque eran animales domesticados y los veían como productos artificiales criados por humanos. Se suponía que la domesticación embotaba la inteligencia de los animales porque les hacía perder las habilidades y estrategias necesarias para sobrevivir en la naturaleza. Entre 1950 y 1995 solo se llevaron a cabo dos proyectos de investigación para evaluar la inteligencia de los perros y ambos concluyeron que los perros no tenían ninguna capacidad especial. Justo en 1995 realicé un experimento con mi perro en el garaje de mis padres y empecé algo nuevo27. Descubrí que la domesticación no hacía que nuestros mejores amigos fueran más estúpidos, sino que es esa relación especial que establecemos con los perros la que hace que desarrollen un tipo extraordinario de inteligencia. Casi al mismo tiempo y en el otro extremo del mundo, Ádám Miklósi llevó a cabo un estudio parecido, en el que llegó a la misma conclusión que yo28. Estos estudios provocaron una especie de explosión en el campo de la cognición canina29. De repente, investigadores procedentes de todo tipo de disciplinas se dieron cuenta de algo que había estado delante de nuestras narices todo el tiempo: que los perros son una de las especies de estudio más importantes. No porque se hayan convertido en esos seres sumisos y complacientes en comparación con sus parientes salvajes, sino porque fueron lo suficientemente listos para acercarse a nosotros huyendo del frío y empezar a formar parte de nuestra familia. Quizá el mayor misterio de la biología sea el del origen de nuestra insólita relación con los perros. Cada cultura humana en los distintos continentes ha tenido relación con los perros durante miles de años, desde los dingos de Australia hasta los basenjis de África. Nuestro nuevo acercamiento a la inteligencia de los perros ha proporcionado algunas respuestas a las grandes preguntas que giraban alrededor de nuestro mejor amigo. ¿Cómo, cuándo y por qué empezó esta poderosa relación? ¿Qué implicaciones tiene cuando pensamos sobre los orígenes de nuestra propia especie? E, igualmente importante, ¿qué implicaciones tiene en la relación que usted mantiene con su perro? Por primera vez, creemos que vamos a poder contestar a esas preguntas. Para comenzar nuestro viaje, y para entender cómo apareció esta relación, debemos viajar millones de años atrás, a una época muy anterior a la existencia de los perros. Antes de que los lobos y los perros se hubieran incluso conocido. 26


2 Lo acontecido con el lobo Los lobos ocupan el mundo para después perderlo

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os registros arqueológicos y genéticos más fiables sugieren que los perros empezaron a evolucionar a partir de los lobos hace entre 12.000 y 40.000 años1. Solemos dar por sentado que tenemos una relación especial con los perros, pero al estudiarla más de cerca parece algo realmente asombroso. Algunas personas han propuesto la teoría de que nuestros ancestros adoptaron cachorros de lobos que, con el paso del tiempo, se convirtieron en perros domésticos2. Otros dicen que los lobos y los seres humanos empezaron a colaborar juntos en la caza. Pero lo cierto es que ninguna de estas teorías se sostiene. Los lobos y los humanos nunca han tenido una relación especialmente amistosa, aunque la animosidad ha sido abrumadoramente unidireccional. De forma ocasional, ha aparecido alguna fábula con final feliz sobre niños adoptados y criados por lobos, como Rómulo y Remo, que después fundaron Roma; o el relato de Mowgli, en la obra de Rudyard Kipling, El libro de la selva. Pero en general, a lo largo de la historia, el lobo sin lugar a dudas ha sido representado, más que ningún otro animal, como el malo de la película. La Biblia retrató al lobo como a un voraz usurpador de la inocencia. En la mitología islandesa dos lobos se tragaron la luna y el sol. La palabra del alemán antiguo para referirse al lobo es warg, que también significa «asesino», «estrangulador» y «espíritu maléfico». A aquellos que fueron clasificados oficialmente como wargs se les desterraba de la sociedad y se les obligaba a vivir en la naturaleza. Algunos piensan que de ahí se originó el mito de los hombres lobo, puesto que a los proscritos ya no se les 27


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consideraba humanos3. De niños crecimos con los cuentos de Caperucita roja y Los tres cerditos, en los que los lobos siempre eran astutos villanos a los que había que burlar y exterminar. Sin embargo, el desprecio hacia los lobos no se ha limitado a los mitos y las fábulas, puesto que prácticamente todas las culturas humanas del mundo en alguna ocasión, al entrar en contacto con lobos, se han dedicado a perseguirlos hasta llegar a su aniquilación local. El primer registro escrito de la exterminación de los lobos se remonta al siglo vi antes de Cristo, cuando el legislador y poeta Solón de Atenas, ofreció una gran recompensa por cada lobo que se aniquilara4. Este fue solo el comienzo de una larga y sistemática masacre, que hizo que el lobo pasara de ser uno de los depredadores de mayor éxito y más extendido del mundo, a aparecer en el listado de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) en 1982 como «en peligro de extinción». (El estatus del lobo gris ha subido de categoría, convirtiéndose en 2004 en una especie «de preocupación menor5».) Los japoneses solían venerar a los lobos y les rezaban para que protegieran sus cosechas de los jabalís y de los ciervos. Cuando en 1868 Japón terminó con tres siglos de aislamiento voluntario del resto del mundo, llegaron los occidentales y aconsejaron a los japoneses que envenenaran a todos los lobos para proteger su ganado6. En 1905 tres hombres llevaron un lobo muerto a un coleccionista americano de animales exóticos para vendérselo. Lo habían matado mientras cazaban ciervos en un bosque. El coleccionista pagó a los hombres por el lobo, lo despellejó y mandó la piel a Londres. Fue el último lobo de Japón7. En Inglaterra mataron al último ejemplar en el siglo xvi, bajo el mandato de Enrique VII. En Escocia, gracias al paisaje boscoso fue más difícil acabar con los lobos, por lo que los escoceses se dedicaron a quemar los bosques. El emperador Carlomagno de Francia organizó una orden de caballeros llamados la louveterie, que eran esencialmente cazadores de lobos. El último lobo en Francia se vio en 1934. En el 80% del territorio Chino y de la India se dio caza al lobo, y en Mongolia su número se ha visto drásticamente reducido. En Estados Unidos a los lobos no les fue mucho mejor. Algunas tribus de nativos americanos veneraban y respetaban a los lobos, pero esta veneración no los protegía de ser cazados con trampas para coger sus pieles8. Los primeros colonizadores europeos llevaron a América sus prejuicios y emprendieron una guerra rápida y concienzuda contra los lobos. Poco después de que el primer grupo de ganado llegara a Virginia en 1609, se 28


2. Lo acontecido con el lobo

ofrecieron recompensas por cada lobo abatido. Casi un siglo después, gracias a los cepos, al veneno a base de estricnina y al comercio de la piel, los lobos habían desaparecido de Nueva Inglaterra. En 1915 la erradicación de los lobos se convirtió en un asunto gubernamental y se contrató a funcionarios con el único propósito de eliminar a todos los lobos de Estados Unidos. Hicieron un buen trabajo, puesto que hacia los años treinta no quedaba un lobo vivo en ninguno de esos 48 estados. Desde entonces, se han reintroducido lobos en el Parque Nacional de Yellowstone y en Idaho, aunque los habitantes de las comunidades aledañas ya han formado grupos de presión para que les dejen cazarlos, porque ocasionalmente matan alguna pieza de ganado9. Teniendo en cuenta este panorama en nuestro comportamiento hacia los lobos a lo largo de los siglos, se nos plantea un desconcertante problema: ¿cómo pudo esta criatura tan temida y odiada ser tolerada por los humanos durante el tiempo suficiente como para poder evolucionar hasta convertirse en el perro doméstico? La domesticación requiere que ocurran cambios genéticos a lo largo de muchas generaciones y los primeros progenitores de los perros se parecían mucho a los lobos —los mismos animales que los humanos han perseguido y cazado durante siglos. ¿Cuándo se encontraron por primera vez los humanos y los lobos? Y, ¿qué fue lo que convenció a los humanos de que un animal al que solían temer y despreciar podría convertirse en una buena mascota? Para poder contestar a estas preguntas, debemos retroceder al principio de los tiempos.

La vida en un congelador Hace aproximadamente seis millones de años, la tierra empezó a enfriarse. Se formaron extensas capas de hielo en la Antártida y en Groenlandia, así como en Norteamérica y en el norte de Europa10. En el este de África algunos primates que habitaban los bosques bajaron de los árboles para vivir en las praderas. Empezaron a caminar más erguidos, lo que provocó toda una infinidad de cambios en su anatomía. Consiguieron hacer fuego, cazar, fueron a su vez cazados y, al cabo de millones de años, se convirtieron en los rostros que hoy vemos reflejados en el espejo. Al mismo tiempo que nuestros antepasados empezaban a descender de los árboles, aparecieron los primeros cánidos en los registros fósiles al otro lado del mundo, en Norteamérica11. Canis ferox tenía más o menos el 29


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tamaño de un pequeño coyote, con una estructura corporal más robusta y la cabeza grande12. Si hace seis millones de años unos alienígenas hubieran visitado nuestro planeta y hubieran observado, desde su nave espacial, a estas dos criaturas tan diferentes, nunca habrían adivinado hasta qué punto sus caminos iban a entrelazarse. Si usted tuviera que elegir a dos especies con un vínculo tan estrecho que no tuviera rival en el planeta, posiblemente elegiría a dos que compartieran una historia evolutiva lo más larga posible, que fueran similares en tamaño, que tuvieran una anatomía parecida o que, por lo menos, vinieran del mismo lugar. ¿Habría asociado a nuestros ancestros, que a duras penas conseguían mantenerse en pie sobre sus dos extremidades en la cuna de África, con unos carnívoros de pequeños colmillos que habitaban en la otra punta del mundo? Hubiera sido una apuesta perdedora. Más tarde, hace ahora 2.500.000 años y en un plazo inferior a 200.000, el clima del mundo pasó de ser cálido y templado a gélido13. Aumentó la capa de hielo, se desplazaron las placas tectónicas y se produjeron ligeros cambios en la órbita de la tierra al girar alrededor del sol, que causaron la Edad de Hielo. Unas gigantescas capas de hielo que llegaron a tener un kilómetro de altura cubrían Norteamérica, para precipitarse en el océano y volver a congelarse después. Enormes icebergs se formaron en el Atlántico Norte, haciendo que las temperaturas cayeran todavía más. La formación del istmo entre los continentes de América del Sur y del Norte separó el Océano Atlántico del Pacífico, y las aguas del Ártico y del Antártico mantuvieron el Atlántico frío y aislado de las corrientes ecuatoriales más cálidas14. Esas condiciones tan duras se intercalaron con periodos cálidos, llamados periodos interglaciares, en los que el clima era parecido a como es hoy. Un ciclo glacial-interglaciar duraba aproximadamente 40.000 años, con algunas variaciones entre medias. En sus peores momentos la Edad de Hielo no fue un periodo nada fácil en el que vivir. Los bosques desaparecieron bajo los hielos, la tierra estaba totalmente congelada, excepto unos cuantos metros en la superficie que se derretían en verano y después volvían a agrietarse y congelarse en invierno. La mitad de la vegetación desapareció15. Los glaciares abrieron enormes surcos, transformando el paisaje por completo y desviando los ríos. Además del frío extremo, el aire estaba muy seco y lleno de polvo. Los animales y las plantas comenzaron la retirada hacia el ecuador, huyendo del avance de los glaciares; después, en los periodos interglaciares volvían a ocupar los mismos hábitats que habían abandonado16. 30


2. Lo acontecido con el lobo

Hace entre 1.700.000 y 1.900.000 años apareció en escena, en este medio tan inhóspito, un lobo. Canis etruscus, o el lobo etrusco, fue probablemente el ancestro de los lobos modernos. Anteriormente, en Norteamérica los cánidos habían estado aislados, pero el levantamiento de las placas tectónicas originó el puente de tierra de Bering, que conectó América del Norte con Asia17, y cruzaron rápidamente a Asia, para después extenderse por Europa y África. El lobo etrusco era más pequeño que los lobos modernos18 y tenía una complexión más ligera y un cráneo parecido al del coyote americano19. Lo que resulta más llamativo es que este lobo relativamente pequeño se extendiera por toda Europa en una invasión tan completa que se la denominó «la conquista del lobo»20. Pero en esos tiempos existían otros depredadores. Pachycrocuta brevirostris fue la hiena más grande que existió sobre la tierra. Tenía el tamaño de un león moderno y fue el único depredador de su tiempo capaz de triturar el hueso de un fuerte cráneo con sus enormes molares21. Sin embargo, el lobo etrusco, que era solo una cuarta parte del tamaño de la hiena gigante, no solo competía con ella sino que se convirtió en el depredador más exitoso de su tiempo, augurando así el éxito que iban a tener sus descendientes. Mientras los lobos estaban conquistando Europa, los primeros humanos abandonaban África por primera vez. Los Homo erectus tenían un cerebro grande, unas extremidades capaces de moverse con gran rapidez22 y estaban justo empezando a construir herramientas complejas. Medían 1,80 metros de alto, eran unos 60 centímetros más altos que sus ancestros australopitecinos y sus larguiruchas piernas les llevaron a alcanzar el Corredor Levantino para cruzar a Eurasia. En el yacimiento arqueológico de Dmanisi, en Georgia, debajo de las ruinas de un fuerte medieval, los paleontólogos encontraron los restos de uno de nuestros antepasados Homo erectus junto a un cráneo casi perfecto de lobo etrusco23. Esto quiere decir que fue probablemente en esa fecha, hace 1.750.000 años, cuando los humanos y los lobos se encontraron por primera vez. Hace un millón de años, la Edad de Hielo se intensificó. Las temperaturas se volvieron erráticas y, a lo largo de una vida, nuestros antepasados pudieron presenciar cambios climáticos que iban desde un clima templado a otro gélido. En el extremo más frío de ese periodo creció un manto gigante de hielo, hasta extenderse por una superficie de unos 13.000 kilómetros cuadrados, cubriendo así la parte norte de América, desde el océano Atlántico 31


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hasta el Pacífico y llegando hasta Nueva York24. Otras capas de hielo también cubrían gran parte del norte de Europa, desde Noruega hasta Rusia y desde Siberia hasta el noreste de Asia. En el hemisferio sur, el hielo cubría la Patagonia, Sudáfrica, el sur de Australia, Nueva Zelanda y, por supuesto, la Antártida.

El reino felino Fue en estas gigantescas capas de hielo, bajo la sombra de los glaciares, donde evolucionaron las bestias de la Edad de Hielo. Con el frío los mamíferos tienden a ser cada vez más grandes y cuanto mayor es un animal menor es el cociente superficie/volumen, de forma que los animales grandes irradian menos calor corporal que los animales más pequeños y pueden así mantener durante más tiempo el calor en los climas fríos. La segunda razón por la que los mamíferos aumentan de tamaño cuando el clima en el que viven se va volviendo más frío es que, a medida que la tierra se enfría, también se vuelve más seca. El agua se queda atrapada en las capas de hielo y el aire no puede llevar tanta agua. En este clima suelen surgir las praderas pero, a medida que la lluvia desaparece, estas se vuelven más secas y la calidad de la hierba disminuye. Los herbívoros de mayor tamaño tienen intestinos más grandes que pueden procesar alimentos de baja calidad y son capaces de pastar más lejos y segar grandes cantidades de vegetación. Por ejemplo, un mamut lanudo podría pasarse 24 horas diarias pastando y consumir hasta 180 kilos de hierba25. A medida que los herbívoros se iban haciendo más grandes, se necesitaban carnívoros también más grandes para abatirlos. Hace medio millón de años en Europa hubiéramos reconocido a algunos miembros de la comunidad de los carnívoros, aunque nos hubiese sorprendido verlos por allí y el gran tamaño que tenían. El león (Panthera leo) era la misma especie que el león africano pero un 50% más grande. La hiena (Crocuta crocuta) era aproximadamente un 25% más grande que las hienas modernas26. El oso de las cavernas pesaba media tonelada y era el más grande de los osos, completamente herbívoro aunque competía con otros predadores por las guaridas. Algunos miembros de la comunidad de los carnívoros tenían el mismo tamaño que en el presente. El leopardo (Panthera pardus) tenía más o menos el mismo tamaño que el que ahora habita en África27, mientras que los lobos eran del mismo tamaño que los modernos y más grandes lobos de Alaska. 32


2. Lo acontecido con el lobo

También existían otras especies que hoy en día se han extinguido. El tigre de dientes de sable (Smilodon fatalis) era del tamaño de los leones modernos. A partir del número total de fósiles de tigres de dientes de sable encontrados en los depósitos del rancho californiano La Brea Tar Pits (cinco veces más comunes que el siguiente depredador), se descubrió que eran los depredadores en el puesto más alto de la cadena trófica28. Sujetaban a sus presas con las poderosas extremidades delanteras y usaban las garras retráctiles para arrastrarlas hacia sí. Sus caninos superiores eran largos y curvados, y podían perforar el cuello de sus presas con una única y letal punzada. Cazaban en manadas y eran capaces de abatir a animales más grandes que ellos mismos29.

Los neandertales, perros asilvestrados de la Edad de Hielo Otro miembro en la comunidad de los carnívoros era el neandertal. Los neandertales fueron los europeos que evolucionaron a partir de la primera inmigración de homínidos desde África. Sus antepasados aparecieron en Europa hace aproximadamente 800.000 años, y el ascenso de los neandertales comenzó hace 127.000 años30. Estos enormes homínidos, de pecho fuerte y grueso, tenían las extremidades anteriores cortas y unos dedos de los pies y las manos robustos para ayudarles a conservar el calor y evitar las congelaciones. Tenían una cabeza con forma de balón, un arco superciliar pronunciado y una gran mandíbula inferior con una barbilla hundida, que les daba una apariencia similar a los simios. Sus narices grandes y planas con robustas fosas nasales posiblemente les conferían un excelente sentido del olfato y puede que les ayudaran a caldear el aire congelado de la Edad del Hielo antes de que llegara a los pulmones31. Tenían unos cuerpos fuertes y musculosos, perfectos para llevar toneladas de peso, pero la posición de sus caderas muestra que posiblemente caminaran de forma menos eficiente que los humanos modernos. Los neandertales sobrevivieron a los años más crudos de la Edad de Hielo. Cazaban mamuts lanudos y otros grandes herbívoros, y sus herramientas de piedra les permitían rasgar la carne con rapidez (de forma similar a como lo hacen los perros asilvestrados) y, si tenían tiempo suficiente antes de que llegasen los carroñeros de mayor tamaño, conseguían romper los huesos para extraer el nutritivo tuétano32, como hacían las hienas. Así que este era más o menos el bestiario de la Edad de Hielo. Debió haber sido una impactante visión, esas manadas de mamuts lanudos pastando por la tundra, los tigres de dientes de sable acechando y las hienas 33


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gigantes hurgando en la carroña de alguna pieza. Estas enormes criaturas debieron de parecer seres atemporales e, incluso, invencibles. Fue entonces cuando la llegada de un nuevo depredador lo cambió todo. Nuestros antepasados más cercanos llegaron a Europa hace unos 43.000 años y, en 15.000 años, los neandertales y casi todos los grandes carnívoros se extinguieron. Existe un gran debate sobre qué fue exactamente lo que provocó esta extinción masiva a finales del Pleistoceno, especialmente la de los neandertales. Los humanos siempre han desplazado a otros animales, pero es curioso que llevaran a la extinción a un pariente tan cercano. Lejos de ser como los retratan en las películas —unos brutos matones— los neandertales tenían un cerebro mayor incluso que los humanos modernos33. Tenían cultura y quizá un lenguaje. A pesar de que nuevas pruebas genéticas sugieren que la mayoría de los descendientes europeos tiene genes neandertales —lo que indica que en algún momento u otro se cruzaron—, la mayor población de neandertales se extinguió34. Algunos dicen que fue el cambio climático, otros que fue a causa de la competencia directa o indirecta con otros humanos35. Steve Churchill, de la Universidad de Duke, defiende que los neandertales estaban expuestos a la extinción antes de que llegaran los humanos modernos. En primer lugar, sus poblaciones ya habían entrado en declive en Europa. Sus grandes y achaparrados cuerpos eran buenos para conservar el calor pero necesitaban muchas calorías para mantenerlos, lo que no les dejaba mucho margen para invertir en la reproducción y el cuidado de la prole. Así, la mayoría de los neandertales moría entre los 20 y los 30 años, y sus huesos revelan que tuvieron enfermedades producidas por la desnutrición, como el raquitismo y la osteoartritis. Thomas Berger, que antes estaba en la Universidad de Nuevo México, descubrió que los traumatismos óseos descubiertos en los neandertales eran similares a los de los actuales jinetes de rodeo, especialmente en la zona de la cabeza y del cuello36. Aunque los neandertales no montaban caballos salvajes, sí que se vieron involucrados en muchos encuentros poco amistosos con grandes mamíferos37. En segundo lugar, según Churchill, la dieta de los neandertales estaba constituida principalmente de carne, lo que implica que eran competidores directos de otros depredadores en la comunidad de los carnívoros y ellos no eran los que estaban en el puesto superior. Para ser un depredador de los que están en la cima se necesitan dos cosas: ser grande para dominar a los competidores, y ser un animal sociable38. (Por ejemplo, los leopardos son grandes pero no están en los puestos más altos porque son solitarios.) 34



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