Bestiarios de ciudad

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BESTIARIOS DE CIUDAD

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BESTIARIOS DE CIUDAD


BESTIARIOS Contenido Prólogo Nora Margarita Vargas Capítulo I Bestiarios en Prosa Aprendiendo a Volar con las Rodillas Destrozadas Río Callejero Tiempos en la Candelaria El Teatro: La Ciudad Capítulo II Poéticas de Ciudad Perro Bípedo Llovía Paradojas El Rollo Interioridades Megapolitiquería Danza Soy Las Palabras Para ti desde el Secreto Erudito Lluvia Bello Abril Capítulo III Bestiarios Narrados Payaso De Naturaleza Onírica Las Fronteras Invisibles El Libro que Tenía Frío And I Love You


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Prólogo En esta publicación presentamos una recopilación de textos surgidos del quehacer del semillero de Investigación Lecturas de textos urbanos del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. El propósito de este semillero es plantearse la investigación de la ciudad desde diferentes puntos de vista para asumirla como un texto que implica múltiples y simultaneas lecturas. Nuestra inquietud se plasma en una suerte de estética manifiesta en la pregunta por los modos como la ciudad es expresada a través del arte y la literatura. A este interés por la ciudad se han sumado estudiantes de diferentes disciplinas, pero con inquietudes por la escritura, la lectura, la fotografía y las distintas formas de expresión creativa. Los convoca el deseo de proyectar sus miradas acerca de lo que significa la ciudad en narrativas que involucran la poesía, el cuento, el relato o la imagen. Los estudiantes llegaron al Taller con sus proyectos personales, sus búsquedas y observaciones que poco a poco se fueron transformando en creaciones sobre Medellín, su movimiento y cotidianidad. De allí surgieron escrituras signadas por las sensibilidades que nos revela la condición humana, por la mirada de estudiantes jóvenes que se detienen y a su manera nos retratan, a veces como diatriba, sus experiencias subjetivas, todo ello en un llamado perentorio a que no olvidemos lo atroz, lo cotidiano, la ternura y la vitalidad de la ciudad. El arte no es una esfera distante y extraña, algo extraordinario y extra cotidiana. Es la dimensión de lo amado, del desatino, del espíritu, de la posibilidad de intensificar la vida y sacudirla. Es la creencia de que, aunque la belleza parezca inútil, la poesía, la


BESTIARIOS escritura, la experiencia estética son grietas que nos modifican. Tal como sostiene el poeta Eduardo Escobar: “El poetizar parece una mecánica boba de solitarios y de raros. Nada práctico. La gente se entiende mejor con el periódico, los incisos y los códigos de comercio. No queda tiempo para el misterio, solo para correr detrás del opaco salario del espectáculo, el éxito y la fatiga”. Darle una mirada a la ciudad desde otro lado, el lector se va a encontrar con:con una red de implicaciones como fragmentos del afuera y lo que suponemos la piel de la ciudad y los fragmentos del adentro, el lugar cerrado e imaginario desde el que viajamos a través de ella, en consecuencia puede que estemos ante un espacio de dialogo entre opuestos o en una zona posible para el encuentro y el intercambio, o puede que esta escritura sea simplemente una expresión de los conflictos activos e irresueltos que se dirimen en el espacio público. En estos textos hallamos riqueza, color, movimiento, imágenes sorprendentes, transeúntes, arquitectura y como la vida y las maneras de sobrevivencia se manifiestan a toda costa. “(…) solo hay que saber mirar para encontrar lo excepcional” CARTIE BRESON (2000). Invitamos al lector a detener su mirada en cada uno de los detalles que aparecen y con ellos a recrear el festín de la vida que se revela ante nuestros ojos en maneras de ver y de habitar el mundo.


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CAPÍTULO l Bestiarios en Prosa

“¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa. De tu corazón de máquina me arrojabas al exilio en la alta noche de tus chimeneas donde sólo se oía tu pulmón de acero, tu tisis industrial y el susurro de un santo rosario detrás de tus paredes.” (Fragmento: Medellín a Solas Contigo de Gonzalo Arango)


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Cándida Valle mío, valle nuestro, valle de la tierra, antes de verte hecho un infierno me ahorco con el lino blanco que me regalas, para poder recordarte en mis vidas futuras como el paraíso que fuiste en esta vida que hoy abandono.


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APRENDIENDO A VOLAR CON LAS RODILLAS DESTROZADAS Ahora las palomas del parque Bolívar quieren reírseme en la cara. Me fui a tomarle fotos a las desgracias y me cagó la paloma, se cagó en toda la cámara, sobre la tecnología y la insensatez. Ah que sabio animal la paloma; las palomas nunca se cagan sobre los libros ni sobre las libertades, las palomas solo se cagan sobre las cámaras que capturan insensateces. Cita a las 3:00 pm bajo la estatua de nuestro repetidas veces presidente, impulsor de la educación y los caminos, aquellos que le abrieron las puertas a la villa de la Candelaria y la convirtieron en el puerto terrestre que impulso a Colombia a la modernidad. A las 3:00 de la tarde bajo Pedro Justo, en el centro del Parque Berrio; vieja plazoleta que acompañó a nuestra villa a convertirse en ciudad. La gente, tanta, se esparce a través de la plaza; se juntan para el descanso, la música, el alcohol; se juntan para ahogar entre agua de anís y aires de guitarra las penas que la ciudad les propicia, impugnando de esta manera en los cementos toda su insatisfacción. Berrio solamente se queda solo cuando el alba comienza a despuntar en el Coltejer, el resto de las horas de los días Medellinenses, los citadinos descapitalizados y ociosos se van a matar el tiempo o más correctamente a vivirlo junto al fundador de los caminos. Generalmente se bajan las escaleras del metro y impregnan las

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BESTIARIOS narices de los olores del “bajo mundo”: orines, frutos podridos, sobacos y personas. Cuando viajo en metro los bachilleres me obligan a levantarme de las escaleras si atrevo a sentar mi cansancio sobre ellas, perseguidos por las letras de Carreño y acompañados por los bolillos; pero las escaleras de las estación Berrio de taquillas para abajo han sido colonizadas por el pueblo, en ellas se cuentan las parejas los secretos, se lloran las ausencias, se duele la amargura, se escurre el tiempo; se escurre bellamente por los escalones y baña el parque Berrio con su silencio. Éste lugar se llena con los verdaderos habitantes de la ciudad, con aquellos que disfrutan de la agorafobia de las “grandes clases” tan carreñudas y encadenadas. Se disfruta de su ausencia porque estas clases desgraciadas se mueren de envidia ante el olor de la libertad y por donde pasan quieren encadenar a todas las almas libres para no sentirse tan solas. El parque Berrio ya no sufre de esta plaga inútil, las almas libres que lo habitan se han encargado de espantar a la burguesía para que los dejen hacer percusión con las canecas de basura de la alcaldía, fumar cigarro y apestar a persona. Deliciosos imbañables que reverberan por toda la ciudad el olor del río de Medellín y, es que a ¿qué debería oler una ciudad sino a su río? Ahora nos toca dolernos por las malas decisiones de nuestros ancestros y nuestra falta de acción, pues gracias a eso sus puras e inocentes aguas están tan contaminadas. Nos bañamos pues en tiempos, en tristezas y en olores junto a Berrio a las 3:00 de la tarde, y para cambiar la rutina nos sentamos a observar los ritmos de la plaza. Empapan primeramente la atmosfera las quejas sueltas de todos los presentes, se acompañan dulcemente con las guitarras y las voces nada armoniosas de los cantores. El ritmo del parque Berrio es una mezcla de vallenato, música norteña y guascas; la plaza es un espectáculo anacrónico y constante, Son inamovibles los cantores y los escuchas; ya en las periferias pasan los hijos del capitalismo y pasamos nosotros, pero una figura lánguida me quebranta la imagen alegre que venía

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BESTIARIOS construyendo para mis adentros. Un hombrecillo diminuto decidió tomarse un recuadro de la plaza y pintarlo de amargura, se esparció en él con su esencia deprimente, su cartel, su vaso y mil dolores. Ahora la alegría, el tumulto y las guitarras habían desaparecido, solo quedábamos su silueta, la oscuridad, yo y sus nostalgias partiéndole las rodillas ¿Qué mira en la plaza tan absurdamente contenta este hijo de la desgracia? No mira las gentes que cantan, que se emborrachan y tocan guitarra; no mira la burguesía apretando sus bolsas y tratando de no mezclarse con las personas por las calles aledañas. Este hombre pequeño que succionó toda la atmosfera con su mirada sola, y que me abandonó en la oscuridad de sus ojos melancólicos, mira el tiempo que se le escurrió por las escaleras del metro, mira el tiempo en el que alguna vez fue feliz y que le fue arrebatado junto con la estabilidad de sus piernas. Este hombre ve en el infinito a la familia de la que habla en su cartel y la solidaridad que de las gentes pide y sabe que esta tan muerta. No mira siquiera el vaso en el que deberíamos depositar nuestra humanidad, no se ocupa de la gente ni de su absurda desnudez; el tiempo imposible, imparable y continuo le aturde la vista permanentemente, le frunce los gestos y le aplasta inmisericordiosamente la espalda. El dolor debería ser una idea solitaria e invisible, no hay justicia en que alguien pueda mostrar al mundo tal cantidad de tristeza por medio de sus ojos diminutos. ¡Es el infierno! ese mundo alterno con que los católicos deliran y se estremecen; esta aquí, en esta ciudad y en todas, los diablillos le remuerden las rodillas a las almas que penan. Arrastrándose en los cementos del parque Bolivar, del parque Berrio, no está solo este personaje, los hay varios; pero solo este pequeño hombre se encuentra realmente en el infierno, porque sus ojos sufren más de lo que puede soportar su cuerpo. Los demás habitantes de Medellín que están pagando sus culpas con las rodillas contra en asfalto, parecen ya, haber cumplido sus años en el purgatorio, porque aunque su cuerpo esté en el infierno

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BESTIARIOS tienen los ojos mĂĄs dulces y los gestos serenos; seguramente ese es el castigo del dios para los malos caminantes, les quiebra las rodillas para que aprendan que solo hace falta el alma para conquistar el mundo, quien no sabe caminar debe aprender a hacerlo y cuando se encuentra la respuesta; ah dulzura magnĂ­fica de vivir caminando. -volar-

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RÍO Va golpeando tubos viejos porque ella no conoce de cadenas, ni de encierros absurdos. Va golpeando todo lo que se encuentra a su paso porque solo a desventajados intelectuales se les ocurre encerrar la libertad, como si se pudiera encerrar la vida, la esencia, se les ocurrió a estos dementes encerrar el agua. Y me despierta cada mañana dándole puñetazos a los muros de acero que le impusieron para poder ensuciarla libremente, para después devolverla al río enferma y contagiando las venas imparables del mundo; rechinan los aceros por la furia del agua que vuelve de su infeliz viaje por la ciudad, a casa, llena de dolor, amarga y maloliente; regresa con el espíritu hecho pedazos y yo me despierto con sus quejidos. Así ha sido por varios años ya, antes del alba el agua empieza a llorar por las tuberías viejas y entonces sé que un nuevo día comienza, que la ciudad se despierta y que yo debo levantarme de nuevo a saludar al cielo medellinense y a llorar junto con el río toda la podredumbre de la modernidad. La vieja cárcel de agua en la que duermo y vivo ya no funciona más, hace rato que los deshechos y la vida no se mezclan por estos aceros, hace días que pongo a descansar mis tristezas en esta habitación cilíndrica, hace tiempos que me despierto con llantos hídricos. Aún hay cigarros y agua fresca para preparar el jengibre, tres pedazos de madera prenden fuego con ayuda de mis manos sucias, una coca metálica, pequeña, retiene el agua que he embotellado de los baños públicos y un trozo de raíz la aromatiza para despertarme esta mañana. El tiempo se extingue demasiado rápido como mi cigarro, se extingue el tiempo, el humo y la noche. Las montañas comienzan a tornarse verdes, el metro a rodar

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BESTIARIOS lloroso y aperezado y las gentes a abandonar sus refugios tristes. Hoy no tengo que correr, todavía hay un día de cigarros y de jengibre. Ahora sí que me reprocharía con razón la vieja las costillas que se me asoman entre la piel desnuda, ahora menos que la escucharía, mi cuerpo está demasiado dolido como para regalarle mis horas a esta ciudad podrida y conseguirme un poco de alimento. El río sí que ha cambiado su rostro desde que me mude a vivir a su lado, tiempo hace, yo he sido siempre amante de la fluidez, de la libertad y de las aguas que son lo único capaz de poseerlas. Cuando la villa comenzaba a sembrarse en medio del valle y el río, asomé mi cabeza para mirar el mundo, me acompañé de miradas amables durante un corto tiempo, porque supe rápidamente que la única mirada amable que sería capaz de satisfacer mi espíritu era la del río. Me alejé entonces de casa, traje conmigo lo único que me pertenecía, la libertad; por supuesto nadie lo comprendió y yo nunca quise comprender a nadie, solo estábamos yo y el río, fiel compañero mío. Me gustaba el nombre que tenía esta Medellín en mis años de adolescencia “VILLA DE LA CANDELARIA” ¡qué sonoro! Quizá si hubiera conservado su nombre no se habría convertido en la metrópoli ciega y aplastante que es hoy. Sé que el tiempo se me agota como este amanecer, como este vaso de jengibre, como este cigarro, el tiempo se me agota como se le agotó a la villa en la que todos hacían rituales hermanados, el tiempo se agota ahora y las letras deben quedar plasmadas para recordarle a esta Medellín maldita el dolor que le ha causado a este río que es mío, que asesinaron junto con mis pobres esperanzas y la dulzura de este pueblo. Cuando me case con las aguas y traje mi libertad a vivir en este caño las cosas eran muy distintas, las gentes se bañaban los domingos en el rio que nunca fue de aguas cristalinas pero que estaba limpio. Pero después la villa comenzó a inflarse y las gentes a temerle a las gentes, el baño de domingos no era más en el río;

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BESTIARIOS las lluvias inundaron los refugios (que si lo pensamos bien habían sido construidos en el territorio del río), pero eso, los dueños de los ladrillos no lo comprendían y entonces decidieron hacerle un canal y así evitar que les mojara “su territorio”, hacerle un canal al río era apuñalar la tierra y encerrar las aguas, la ironía más grande era que el mismo río fue quien suministró la materia para la atrocidad y ni siquiera eso lo agradecieron los habitantes de la villa ahora peligrosa que iba en camino a “municipio”. Ya el río estaba encerrado y las gentes que no querían compartir el agua, la arrastraron insensiblemente a sus casas sin saber el dolor que le causaban a la madre; Villa crecida, desechos crecidos, ¿A dónde depositar las basuras? Al río grande y magno. Ah dolor, mis pobres aguas encadenadas, robadas, torturadas. Y entonces el dolor era mío, el desprecio por la ciudad también, yo jugaba a ganarme sus billetes para mantener mis costillas escondidas, pero me dolían tanto las aguas y despreciaba tanto este pueblo insolente que opté por abandonar la vida entre el cemento y sentarme a llorar con el río todos sus amaneceres cada vez más tormentosos; ¿Qué mejor lugar para las industrias que al lado del río? “!si ya tenemos deposito gratuito para nuestros desechos!” El río gritaba y gritaba yo con él a los de sombrero y cachaco, me gané varias veces las rejas y otras cuantas los golpes; impotente solo podía llorar con las aguas el dolor de su tortura, al menos acompañarle en el sufrimiento que el sufrimiento en compañía es menos hiriente, lo sanaba yo a él, el me sanaba a mí, su dolor. Yo lo ví, con las aguas limpias, cuando lo cortaron y lo separaron de la tierra, cuando controlaron su ruta, cuando le robaron sus hijos, cuando le vomitaron sus sobras y desechos; yo lo vi todo y lo acompañe en el dolor y en la tortura. Más mártir que ningún cristo el río Medellín y el de cualquier ciudad, y más verdugos los citadinos inconscientes que siguen después de casi 70 años masacrando la pureza y la vida del valle que habitan. Es gracioso esta mañana ver como salen tres habitantes de la

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BESTIARIOS gran ciudad antioqueña, a mojar sus pies en las aguas moribundas de mi pobre compañero de soledad, hay también gaviotas y canoas, es como una visión absurda del río que revive tras centenares de días siendo masacrado. Vive el río y entonces vivo con él, el corazón se quiere salir del pecho, la ciudad es hoy demasiado grande e irreconocible, las aguas siguen atrapadas en las cañerías, siguen siendo usurpadas y devueltas llenas de veneno, pero vive mi alma y con ella el río; mis piernas están demasiado cansadas y está apenas amaneciendo, te maldigo ciudad y bendigo tu río, el cigarrillo parece jamás acabarse, se detiene el tiempo, lo veo todo, tengo mil ojos en la cabeza, las calles caen al río, las casas se mesen sobre él y mi pobre corazón, falto de espíritu. No pareciera que la vida se fuera a ir tan rápido, pasando los días junto a tus aguas, vida y regalándote todos mis dolores; te regalo hoy mi vida que se apaga dulce y suavemente aplastada por esta metrópoli que nunca me dio nada, dolido por todos tus dolores. Hoy después de miles de días me empiezo a mover por vez primera hacía un nuevo camino, flotando en las aguas agonizantes de mis amores, sintiendo como el corazón se detiene y como el silencio del alba se apaga y se queda con esta que de mis días todos fue la ciudad.

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CALLEJERO A veces se sienta a mirar cómo sonríen las putas del parque Bolívar en una de las esquinas de la iglesia metropolitana, no le gusta sonreír para no verse como ellas, tan infeliz. A veces solamente se sienta y no mira nada, cierra los ojos para descansar del sufrimiento y se dedica a oler la podredumbre que lo narra todo con lujo de detalles, suelta los brazos y se siente en la muerte, pero llegan los bachilleres uniformados a picarlo con su mazo para que se lleve sus hedores a las cloacas, él no volvió a hablar en español para no decir más mentiras. Se levanta, arrastra su costal y camina como levitando, sus olores lo elevan por encima del asfalto para que no se raspe la planta de los pies contra las piedrillas. Las ropas son para él parásitos que se le apoderaron de la piel, no se sabe dónde comienzan, dónde terminan, se enredan indiscriminadamente entre sus extremidades para sostenerse, deforman su silueta llenándola de ángulos desprovistos de propósito. Le cubren su desnudez anoréxica sin embargo, para ayudarlo a caminar por las calles sin tener que bajar la cabeza. Todo hace parte de la misma sustancia, las zapatillas inservibles que solo le cubren la parte superior de los pies, sus lánguidas espinillas que se hunden en un pantalón corto, deshilachado y mugroso, sostenido con un pedazo de cabuya que se encontró por la avenida Guayaquil; la camiseta llena de rotos y el retazo de franela que se cuelga de la nuca a modo de ruana para cuando las noches se lleven el calor al cielo; el cuello se le asoma imponente tras el retazo, lleno de hendiduras y relieves; su cara tiene

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BESTIARIOS esa infinita tristeza que se impregna de las calles, del silencio, su afro opaco se ríe del aire; hasta el costal de reciclables que se carga al hombro parece hacer parte de sus manos larguísimas y desprovistas de carne. Todo su cuerpo se pinta de colores otoño quemado, su piel es café moca y tiene los dientes más blancos; las uñas largas sin embargo, para arañarse la cara cuando le duelan los recuerdos; todo él es una construcción métrica para satisfacer necesidades callejeras, una máquina él, para vivir entre las calles y su tristeza. No le gusta la gente de las periferias que se acerca asustadiza al centro de la ciudad, ellos no saben que las calles merecen un caminar sublime y las profanan todo el tiempo. Además todos le miran con desconfianza como si supieran del día en que ahogó en silencio a Raquel y la tiró al río porque ella intentó robarle los pantalones; callejero se mantiene alerta porque la realidad es que no sabe si alguien lo sabe; lo que hizo no le enorgullece a pesar de no creer en la bondad. De todas formas el silencio nutre los pensamientos y cuando no se habla se olvida uno de la justicia, quizá lo justo ha sido matarla. También fue que la vio un día con un niño de vida cómoda, lo metió a la cloaca a punta de mentiras seguramente y sólo dejó salir llantos espantosos, el rojo del río no solo viene de las fábricas de textiles, maldita Raquel, y era maldita porque estaba dedicada a hablar en español más que nada. En las calles no hay leyes que se ocupen de estos hechos atroces. En las calles no hay más que el silencio y en el silencio no se sabe de injusticias porque no se sabe sino de la existencia pura, aquella que solo se sabe, que no se planea. Claro que hay quienes gustan de vivir en ellas y seguir hablando en español, pero ese no es el caso. Las calles son silenciosas porque no hablan, no porque no hagan

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BESTIARIOS ruido, porque el concepto del silencio que se sabe es erróneo, no existe la ausencia de sonido, pero maravillosamente existe la ausencia de palabras. Por eso la felicidad de vivir entre ellas, la vida no es tan compleja como para empalabrarla tanto; él vive de ese modo para simplificarla, para vivir como el animal que es, como un humano sin lenguaje, y así directamente sin preocupaciones, sin miedo, disfrutando simplemente la existencia que no se cuenta, que solo se siente. No puede hacer nada por nadie, ni por sí mismo, que Raquel haga lo que quiera con los niños que se roba en las calles aunque ya esté muerta, él debe seguir caminando. Se para pues de la esquina de la iglesia con su costal de reciclables y empieza a atravesar el parque Bolivar; hace calor, los viejos están como siempre en las bancas descansando del tiempo, todo pasa tan rápidamente y él sigue levitando, se detiene en las basureras a buscar botellas de vidrio para venderlas; la gente se aleja cuando lo siente cerca porque a pesar de que se baña todos los días, donde se baña es en el río Medellín y los olores no son placenteros; no sabe por qué tiene esa horrible costumbre de meterse al agua a diario, tal vez siente un poco de compasión por el río y lo acompaña con sus pieles en las mañanas para que no esté tan solo. Las palomas se paran en la cabeza de los viejos, y las putas pasan lánguidas, sonriendo como si fueran felices, cuando todos saben que la tristeza les carcome las entrañas y solo calman los ardores gimiendo falsamente en el sexo. En los ojos de las gentes está la vida, cada uno tiene una historia profunda guardada en ellos, sin embargo a él no se le ve nada, él es quien observa, imposible de ser observado, ve la podredumbre entre aquellos descoloridos que hunden sus manos en los bienes ajenos, los gritos ahogados de las mujeres a las que les cuelgan las tetas de haber vivido tanto, el silencio sabio de aquellos que viven plenamente.

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BESTIARIOS La ciudad es suya, todos los que dicen tener una vida apropiada le miran con desprecio, pero la ciudad es suya, él es dueño de la justicia divina y de todas las carreras, las calles se las deja al gobierno para que haga con ellas lo que le plazca, porque las calles van de sur a norte y a él no le gusta caminar de pa´ arriba. ¿Qué pensara la quebrada Santa Elena mientras se pudre en las entrañas de la ciudad? Él se pregunta a diario por las venas de la tierra pero no hace nada; lo suyo son las calles, la putrefacción de la ciudad silenciosa, las camina a diario y las siente en su vientre, les susurra en un idioma que solo él y ellas entienden; les canta cuando la luna esta brillante y el frío se apodera de Medellín, les llueve con la lluvia misma para no mostrarles que llora; su mayor sueño es fundirse en el asfalto, algún día sorprenderse con la muerte en las espaldas y reírse de los sufrimientos, volverse una lata estampada en el suelo de una de las calles de barrio triste, seguir oliendo a ciudad, vivir eternamente no siendo más que ellas, más que calle pura.

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TIEMPOS EN LA CANDELARIA “Valle mío, valle nuestro, valle de la tierra, antes de verte hecho un infierno me ahorco con el lino blanco que me regalas, para poder recordarte en mis vidas futuras como el paraíso que fuiste en esta vida que hoy abandono” Las ceibas fluían con las deformaciones del valle, cobijadas por la frescura de las nubes esponjosas que dormitaban en la planicie; cuando el sol se asomaba tímido entre las montañas, las nubes se elevaban de un bostezo a los páramos y el valle lleno de ríos y riachuelos comenzaba a brillar de alegría. La reina que viajó de España escogió este lugar como una de sus más preciadas posesiones, justo aquel sitio en el que formaban una “y” la quebrada Santa Helena o Aná y el Río Medellín o Aburrá, ése fue el sitio, el sitio de la reina austríaca, el sitio de Aná. El sol da vueltas, el tiempo se agota, las épocas cambian, la ciudad nace, prudente primero en el poblado de San Lorenzo, después, en el sitio de Aná, con un nuevo nombre y futuro, ahora, el poblado era una villa, la villa de la candelaria y años más tarde la villa fue ciudad, la ciudad de Medellín, Medellín Colombia, no Medellín Extremadura, Medellín en el sitio de Aná. Con el nombre nuevo el dolor, con Medellín murieron los ríos y se pudrieron en las entrañas de las calles las quebradas, con Medellín el miedo, los cielos grises, las aguas rojas y el llanto. Con la gran ciudad el desvelo y los asesinatos, los asesinatos del alma, el olvido del alma, el olvido es la muerte, la ciudad es el olvi-

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BESTIARIOS do y ahí todas las consecuencias. El asfalto barrió los sentidos, durmió la esperanza; el acero acalló las voces, los acentos, el silencio. Asfalto y acero en movimiento, ruedas de automóviles, velocidades extremas, terroríficas, noche asfáltica, noche de seres terribles que aúllan tristes al infinito, noche medellinense. Y yo sueño, yo sueño, yo sueño, el dolor me asfixia, yo sueño… “el río Medellín créalo, tendrá aguas azules, góndolas y charcos para bañistas” ha dicho la hoja ¿quién cree ese sueño Medellín, candelaria? ¿Quién ha de salvarte Aburrá? Sólo te ven los harapientos que duermen a tu vera, sólo te veo en mis sueños harapiento ¿quién cree en el sueño, Aburrá, río? ¿Quién? Los ladrillos de la metropolitana hacen divisiones infinitas al aire, se ve roja ladrillo cual castillo del infierno, el Lido se asoma tembloroso tras las infinitas construcciones que lo han reducido a pequeña sala de eventos sub-sociales, el teatro Junín pega unos alaridos que rasguñan los tímpanos de una manera terrible, pero por supuesto los ciudadanos del mundo no lo perciben, ellos, no te sienten ciudad como yo te siento, ellos ciudad que no se duelen… Miles de colores alumbran cerca de la fuente, miles de colores pintan los aires contaminados, es una chiva de no más de un metro de altura que pasea pequeños en el Bolívar, adornada con viejos compact disc y conducida por un viejo que está sordo y medio ciego, que cobra mil pesos por la vuelta al parque, que se babea por las nalgas sobresalientes de las putas de la otra esquina y que susurra a los niños que con él viajan cuentos magníficos capaces de endulzar los más agrios dolores. Yo camino hipnotizada hacia ella, la chiva de los mil colores, la chiva de la Colombia, de ésta que ha sufrido tanto, me muero en silencio mientras camino, el mundo pierde su luz y el azul oscuro llena el aire; soy invisible Medellín, como tú soy invisible y lloro en silencio, como tú valle Aburrá lloro en silencio, como las aguas de Santa Helena golpeo los muros asfálticos que han profanado mi alma y muero, como las aguas y las ceibas y las tierras de este

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BESTIARIOS valle yo muero, aúllo a la luna por la salvación, como x504 me voy a vivir a la luna, sin irme, muero y meto mi alma medellinense en la chivita de colores. La chivita me sorprende espaciosa, llena de gallinas y cerdos blancos, mujeres con faldas negras que se peinan las trenzas y sonríen a los caballeros y ellos puesto que caballeros se levantan el sombrero como homenaje al verlas. La chiva se detiene, ante una visión maravillosa, yo desciendo, un valle plateado, lleno de corrientes de aguas cristalinas, surcado por ceibas infinitas, baobabs que rascan el cielo pero con dulzura, no como los edificios que lo hacen agriamente; hamacas de lino blanco colgando entre los árboles y hombres como animales con pelaje de hojas, casi verdes, vestidos con telares blancos, magníficos. Al volver la mirada a donde se encontraba la chiva veo una figura humana algo pintoresca que la reemplaza, reconozco a Tejelo que antecede a su ejército. Ágilmente en un imaginario heroico le arrebato el fusil y le disparo, explota una polvoreada gris, me siento de nuevo en la muerte, oscuridad. Al abrir los ojos me veo de nuevo en el Parque Bolívar caminando hacia la chiva de colores, me diluyo.

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Fernando Pulgarín


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EL TEATRO: LA CIUDAD Una familia desarraigada, llega a Medellín y se encuentra con innumerables obstáculos para sobrevivir; deambula por las aceras de las grandes vías de la ciudad, se encuentran miradas esquivas e indiferentes; todos parecen tener mucho afán y ganas insaciables de dinero, no quieren perder un solo segundo tan preciado en esta ciudad, caminan a paso largo y ligero, una exigua mirada de los transeúntes alcanza a percibir una madre con una niña en brazos, un padre con rostro que revela perplejidad y honda tristeza en su ser, perdió las ganas de luchar y seguir viviendo. Cerca de donde se encontraba la familia, en el barrio Aranjuez, se pintó un mural, pero no cualquier mural… Pero ¿Qué es un mural? ¿Una simple estructura arquitectónica que divide u obstruye? NO: los muros a través de la historia han tenido peso y valor, han sido símbolos y movilizadores de causas sociales; nuestro muro es producto de manos que se resisten a las indiferencias y luchan a través del arte del grafiti, plasman allí voces que llaman a la rebeldía, al cambio; pareciese que se construyera allí una historia con cada uno de los personajes que se encuentran en un entorno hostil, quisiéramos creer que no es verdad dicha historia, que es un simple imaginario, pero vienen a nuestra mente palabras que nos dicen que es nuestra ciudad, que es una realidad. Tan solo con una breve apreciación y escrutinio de la historia que se escribe y se inmortaliza en la obra se advierten abusos, esos mismos que desafían nuestros guerreros sociales a través del arte; ellos tienen la valentía de combatir sin miedo a morir o a que callen sus voces. El agua recurso de toda la humanidad, emerge en esta historia expresada como una mercancía, objeto de ne-

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BESTIARIOS gociación, controlada por empresas multinacionales y a la que pocos tienen acceso debido a sus costos; la muerte humana y las expresiones artísticas escenificada nos recuerdan que es algo ya normal en la urbe, aquellos días donde se escandalizaban las personas por una muerte se acabaron, el mural nos manifiesta que el precio de la vida se valora con porcentajes, con la lógica de la estadística que aprovechan tecnócratas; la fuerza castrense en la que invierten de forma desproporcional recursos, comparados con los requeridos para la seguridad social y necesidades básicas, plantea un problema para la garantía de derechos de vital importancia; los desaparecidos, víctimas de arbitrariedades o simplemente silenciados en su búsqueda de dar sentido a la ciudad, plantean su lucha de manera simbólica; el conflicto por la tierra, donde el estado asume un rol de complicidad, contaminando y desplazando a sus gentes; la lógica estúpida de trepar en la pirámide social. En este mismo ambiente está un proyecto de movilización urbana, y su gran lema es la cultura metro, promovido por innumerables fuentes de comunicación, este les ordena a los residentes de la ciudad de Medellín como deben actuar cuando salen al escenario de la ciudad; escenario… ¿Acaso estamos en un teatro que prepara una escena para sus espectadores? si, pareciera que los hogares de la ciudad fueran la parte trasera del telón donde se esconden los actores, pero cuidado, se abre el telón y nuestra ciudad inmensa en progreso, con grandes alcances en términos de reducción de inequidades se abre paso, la ciudad de la mentira que encubre realidades creando un imaginario donde se vive por un rato. Suyay y Newén junto a su hija Eluney, continúan su odisea por la ciudad, sus vientres se retuercen, el hambre les da su mano y les arrebata el deseo, el anhelo de seguir viviendo y proporcionarle a su hija una tierra, un hogar; que tiene tan solo cinco meses de nacida y una mirada perdida y blanda, se pregunta por los colores

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BESTIARIOS que alcanzan a percibir sus pequeños ojos. Newén no puede olvidar el momento, que se repite una y otra vez en su mente como si fuera una cinta de video, ese momento en el que llegaron hombres armados a su hogar y masacraron a gran parte de la comunidad que solo les interesaba aprehender el equilibrio de la naturaleza, y el momento en que emprende la huida con su familia sin saber un porque y un donde. Todo era claro, el instinto insaciable por la riqueza y el poder habitado en estos hombres; la tierra que poblaba la comunidad de Newén ofrecía un sitio estratégico para sus intereses y era rica en recursos que ellos apetecían. Por orden de la gerencia de ornato y embellecimiento de la compañía público-privada que emprendía el lema de la cultura metro, se ordenó que se corrigiera y destruyera el mural del barrio de Aranjuez. En el instante en que corregían el mural (avenida oriental con la playa) al sonido de una melodía tropical del saxofonista Arsenio Montes, se encontraban en una esquina junto a un semáforo Suyay, Newén y Eluney a los que la ciudad los elimino de su escena.

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CAPÍTULO ll Poéticas de Ciudad

“Comienza la presencia del Viajero: Lo vi un lunes, alelado, de pies en la acera de la tienda de Fabricio, el que apostaba a sí llovería o no. Toda la noche y la mañana había lloviznado. Miraba los charcos, pero sin verlos, viendo su mundo en ellos. Eso que llaman mirar para adentro…” (Fragmento: De los Viajes y las Presencias de Fernando Gonzales)


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Gloris Mosquera


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PERRO BÍPEDO Tú, que andas inconsciente de tus actos... Orinando en cada poste que te encuentras, con cara de ternura falsa y de corazón amnésico. Solo vives para tí. La lealtad no te constituye, te huye... Y tú, sí, te hablo a ti, Mírame... Sigues campante por el mundo moviendo tu maldita cola. A mala hora descubres que me quieres, ya sé quién eres... Y no me convertiré en un poste más de tu colección. Ahora te responde mi razón. ¡Prefiero a los cuadrúpedos!

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LLOVÍA PARADOJAS Yo veía la ventana empañada sin saber que llovía... Escuchando la filarmónica natural que Beethoven ignoró... Mojada por recuerdos secos, sentí el vapor del frío... Entre sábanas palpé el olvido... Y sí, llovía.

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EL ROLLO -Tengo un serio problema... -¿Con las autoridades? -No, eso sería uno leve En realidad no alcanzaría ni ese nivel. -¿De adicción al alcohol? -Imbécil, cómo te atreves a calumniar de esa manera a mi mejor amigo... ¡Maldita sea! Solo la intensión de pronunciarlo hace que me duela la quijada. Para algo tenía que servir la escritura, después de perpetuar tanta mierda... -¿A qué le temes? ¿A Satanás? ¿A dios? -No, esos temores se solucionan con algo de filosofía, O con algo de ignorancia. -¿Sientes insatisfactoria tu vida? -La verdad me preocupa más morir sin solucionar esto que vivir por buscar placer... Estoy jodidamente perdida... -Entonces es como si pagaras una condena, ¿o me equivoco? -Quizás.

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BESTIARIOS -¿Quizás? -Si, a secas... Un puto quizás. El problema de mi adicción al temor, es el dolor de una satisfecha condena...El rollo del amor.

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INTERIORIDADES Buscando la profundidad del abismo Siento miedo del vacĂ­o Intento apretar la angustia Recordando tu respirar. Me camuflo entre sabanas Destruyo recuerdos que te recuerden Hipnotizando la sombra de lo invisible Que enmarca mi libre albedrĂ­o. Coqueteando con las corneas de humo Exhalo el olvido. Entretengo las ansias en el consciente Sumergiendo la sonrisa en mi almohada Enredada en un laberinto de existencia Menosprecio el silencio acusador. Malgastando la cordura de un parpadear...

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MEGAPOLITIQUERÍA Maquinas destructoras, apaciguadoras, creadoras de la muerte... Muere la naturaleza y con ella se va el nativo... Maquinas negociantes, impunes y sofisticadas. Mentes políticas, mentirosas e inmersas en el poder... Insatisfechas, voluntarias del mal... Mentes sospechosas, negativas y de corbatas. Títeres civiles, sin sentido común, Manipulados en infinitivo por la escena de la mega-avaricia...

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Fernando Pulgarín


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Danza El danzar de tus palabras con la música, al séquito delicado del movimiento lineal de tus frases uniformes gestos corporales tan perfecto tu coordinar se reúnen, formando un todo. El uno y el otro inmersos en su brillar lo bello de tu equilibrio El danzar de la vida, sentirse vivo Reflexión, firme resistencia. El danzar temporal inmortalizado, pero tan mortal, clara expresión de una placentera peculiaridad, de pocos que bailan la danza de pensar el danzar que me sumerge en una magnifica pero discreta actividad dialéctica colmando todo ámbito de necesidad de vivir la felicidad temporal que alivia la compleja e incognoscible naturaleza humana Determinación, coraje, para enfrentar los miedos, la muerte senda amable para la pasión, plena realización.

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Soy No soy un Te Quiero No soy un simple transcurrir Un simple nominar Un rutinario expresar. Más soy un Te Quiero deseoso de tu acogida con excelsas pretensiones extravagante para estos tiempos indiferente a todo Axioma soy un anacronismo, un error de naturaleza ecléctica mas me quieren atrapar en un acervo. labios mi interior.

Soy un Te quiero delirando por cada uno de tus abrigando mi pasión el perfume de tu piel, que toca con tersa sutileza

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Las palabras las palabras con ellas te amo te anhelo te deseo o sencillamente te odio te aborrezco porque tus besos tus piernas tus cabellos no están aquí conmigo cayendo así en la dicotomía estúpida del amor.

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Para Ti desde el secreto No sé si a quiera tus palabras o a ti, será que deseo tu mente embriagada, o… ¿acaso es posible anhelar tus palabras y tu cuerpo desnudo a la vez? no sé, en fin, creo que quiero tu cuerpo creo que quiero también tus palabras.

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Johana L贸pez


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ERUDITO Esa boca no se calla. En la ventana, las nubes huyen felizmente hacia el silencio. ¿Por qué no me llevan con ellas? Los fonemas me golpean el cerebro, mis neuronas se ahogan en vómitos pseudointelectuales. Viento, ¿a ti también te trae mareado? ¿O sólo bailas presuntuoso? Los dientes se golpean entre salivas sudorosas, los pensamientos se hacen peste. Mi mente en blanco y mi hastío latente. Mi lengua sumisa, mis oídos muertos, mis ojos iracundos. El odio. El odio al viento y a las nubes. La envidia, por ser sordos.

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Nía Pulgarín


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Lluvia Ven, ven siéntate a mi lado y siente ese olor a lluvia. Siente como el viento se mete por tu falda… mientras sentimos que nos estamos cayendo en éste borde que queda del lugar.

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BELLO ABRIL Hace tanto rato que no te tengo sobre mí Hace tanto rato que no escucho tu risa loca Hace tanto rato que no me refugio en tus pechos Hace tanto rato que no paso mis dedos por tu espalda; letra por letra mientras leo “all you need is love” Hace tanto tiempo que no te amo Pero desde que tú no me ves, no me oyes ni me sientes ¡nada es tan fácil!

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CAPÍTULO lll Bestiarios Narrados

“Cuando hay seismil millones de personas, o sea un seis con nueve ceros a la derecha, uno es un cero a la izquierda” (Frase: Fernando Vallejo)

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Johana L贸pez


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PAYASO Ese día estaba lloviendo a cántaros. Helena caminaba por Junín harta de la gente atumultuada y el olor a desorden. Se había pasado toda la mañana entrevistando a personas con cargos importantes, en oficinas importantes, de entidades públicas importantes, con resultados no importantes. Al final, podía casi que anticipar lo que diría cada uno antes de despedirse con alguna cursilería sobre derechos humanos. ¿Sí supo? El alcalde logró que este año fueran menos los asesinados, ah, yo no sé; que se volvió hippie me dijeron, poniendo flores en escopetas. Cuando salió, empezó a caminar sin darse cuenta. El centro de Medellín es un lugar que ha frecuentado poco, podría asegurar que esa fue la única semana en la que paso por allí a diario. Es que no tenía necesidad, siendo la menor en una familia típica del Poblado, sus actividades estaban muy lejos y su curiosidad no le daba para tanto. Maldijo al clima cuando sintió las primeras goteras en su cara y entró a un café. De todos, fue a parar a Versalles. Ya había oído hablar de ese espacio tan lleno de historia medellinense, pero no le interesaba; quería poder salir de allí rápido, ir por el carro y volver a su irrealidad. Caminar por el centro sola, ¿en qué estaba pensando?, ¿estaba pensando? Su peinado se había arruinado y esos bonitos tacones escarlata ya se veían sucios. Se condenó a sí misma por escoger estudiar comunicación. Ese afán suyo por la fama, y la falta de talento para la actuación, la dejaron en una carrera de cinco años que esperaba terminar para presentar alguna seccioncita de farándula sin mucho esfuerzo y bastante maquillaje. Ese era el plan, pero no faltaba el profesor desconsiderado que la quería hacer pensar y la obligaba a fingir

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BESTIARIOS críticas sociales y reportajes de la vida citadina. Helena no podía decidir en dónde sentarse en medio de tanta cosa vieja. Luego de caminar hasta el fondo de la cafetería, lo vio: era el payaso más feo de todos; flacuchento, arrugado y pálido (¡un payaso pálido!, ¡el fracaso mismo!). Helena pensó que el hombre debía tener una vida miserable, quizá fue abandonado de niño, seguramente su papá fue un tal Pepito que se emborrachaba todos los días. Su madre fue Juanita, siempre sumisa, barrendera. Un día Pepito bebió de más y la mató… no, no, así no fue, el hombre no sería un payaso sino un mimo, siempre con una lágrima en la cara. Lo que pasó fue que no tuvo papá y sí una madre enferma a la que cuidó desde pequeño, por lo que aprendió a trabajar. ¿Habría decidido desde el principio ser payaso?, seguramente no. Vendió flores antes, de las amarillas, las rosadas y las violetas; pero cuando se marchitaron le robaron el color de la cara. Por eso fue que decidió maquillarse. Helena pidió un cappuccino y un pastel de arequipe. Cada vez había más gente en Versalles y más sombrillas amontonadas en un rincón, donde ya se formaba un gran charco. Afuera, el resto de la humanidad caminaba confundida, debatiéndose entre buscar refugio y esperar, o seguir transitando, dejando que el agua les bañara los ojos y los hiciera sentir. Helena pensaba que cuando alguien andaba bajo la lluvia era porque no tenía amante y quería dejar pasar una goterita por su espalda para estremecerse un poco. Todos estaban estremecidos, en pequeñas cantidades, muy en su intimidad pero en público al mismo tiempo, esta era una de esas situaciones de privacidad colectiva. Inspeccionó la mesa del lado nuevamente, para descubrir los deditos temblorosos del payaso en un café. Tenía manos de llamarse Hernando, alguien muy trabajador. La mirada clavada en su bebida, quizá a él sí le gustaba la lluvia, así tenía excusa para descansar. Estaba pensando en que al salir de allí tendría que volver a empezar y hacer maromas para que todos rieran, de él

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BESTIARIOS o con él, no importaba. Nada que dejaba de llover. Hernando recordaba a su mejor amigo, otro payaso, con el que había quedado de encontrarse en algún parque, a alguna hora. Tenía la mirada verde y los párpados un poquito caídos. La vio. Helena quiso salir corriendo, se sintió descubierta. Él lo sabía, había sentido que la muchacha no le quitaba los ojos de encima: ¿qué querría?, ¿se estaba burlando? No, yo no me estoy burlando, sólo veo, apenas si me pregunto. No se enoje, no me asuste. Hernando volvió a bajar la vista. Estaría cansado de ser el show de todos, ¿por qué lo vigilaba una desconocida cuando él no estaba laborando? Helena se propuso no hacerlo más. No pudo. La atraía la simpleza de su existencia. ¿Qué se sentiría hacer siempre la misma cosa? Sin aspiraciones a nada mejor, sin grandes reconocimientos ni adulaciones o dinero, reducido todo al instinto de supervivencia. El payaso podía vivir en una casita en alguno de esos barrios que se trepaban en la montaña, sin planeación ni permiso de la ciudad o de la naturaleza. Tenía un perro, eso era seguro y le llevaba comida todos los días. Ella siempre quiso uno, pero los muebles de la sala eran demasiado costosos para exponerlos. Al payaso y a ella les gustaba el café, después de todo no eran tan diferentes. Pensó que podría saludarlo y sentarse a su lado, preguntarle por la rutina, hablarle del clima, hacerlo reír ¿ella hacer reír a un payaso? Si eso no le gustaba ni lo sabía hacer, ser pedante siempre le había funcionado con sus caprichos. Quería decirle que lo conocía, que nunca habían hablado pero que ella ya sabía que él le tenía miedo a la oscuridad y que nunca había montado en avión. Que lo va a escuchar, que le hable sobre esa mujer pelirroja que conoció el otro día y a la que olvidó pedirle el número, o que le cuente sobre Marinilla y lo mucho que le gustan los días de sol en que su sobrina le hala el cabello para que jueguen a la cosinita. De pronto, el payaso se levantó de su silla, se arregló la ropa, le sonrió y se fue sin soltar palabra. Entonces, Helena supo que él era feliz, que lo que para ella era el fracaso,

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BESTIARIOS para él fue la vida. Ella nunca había existido. Salió el sol y volvió a su apartamento, otra vez habló de chismes y leyó sobre vestidos. Sólo mencionó el tema una vez, para luego forzarse a olvidar que hay gente en la ciudad que anda por ahí, llena de sentimientos. Por eso te digo que no le hables a Helena de payasos; es que su fobia no es por miedo, sino por envidia.

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DE NATURALEZA ONÍRICA Tengo los pies helados. Me volteo. Qué frío. Qué calor. Perfecto. Todo sigue negro. No abro los ojos, voy a esperar. Y esperar. Mi cama comienza a moverse, hay turbulencia mientras sentada en ella me dirijo a estudiar, ¿a estudiar, dije? ¿Cuándo se han encontrado con Júpiter en la biblioteca? No, los dioses no estudian y yo aquí soy dios. Y como dios decreto que el cielo no es azul, porque es mi color menos favorito, porque soy un dios caprichoso, autocrático y dictador. Quiero que sea amarillo. Ya está. Un dios y no una diosa, y así nos evitamos el temita de la sexualidad, que hombre con hombre, hombre con mujer y mujer con mujer, no, no, yo conmigo y con el mundo, mejor dicho, nuevo decreto: este mundo es de un amarillo promiscuo. Frente a tantas posibilidades, lo más difícil es decidir qué hacer primero. Voy a nadar por la ciudad para relajarme un poco, hace rato que no veía anchoas por las calles de Medellín, se convierten en sirenas para saludarme. ¿Cómo irán las sirenas al baño? Mejor me alejo del agua, lo mío es caminar. Ve, nadie me avisó que trasladaban la Torre Eiffel para acá. Pablo, bájate de ahí… o ayúdame a subir. Desde aquí todo se ve tan pequeño ¿no, Pablo? ¿Y vos qué estás haciendo acá? Creí que estabas durmiendo ¡Ay, mamá! No nos vamos a caer ¿no ves que soy dios? sentite orgullosa, ma’. El Coltejer está muy alto, entre más subo más grande se hace y en su terraza crece la nieve, por eso quiero llegar, para hacer angelitos al mejor estilo del cine americano. Voy a poner al mundo de patas para arriba y que sea sólo dejarme caer. Listo, pero esto no es nieve, es una piscina ¡ay, no, agua no! Hay que volver a

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BESTIARIOS empezar. Mi lienzo es la nada y voy a pintarle un castillo rosa porque hoy estoy de buen humor. Las ventanas están llenas de luz y sueltan delicadas burbujas que estallan en mis cabellos, mientras en el jardín cada rosa ha atrapado un arcoíris para robársele el color… ¡Qué aburrición de castillo! No sabía que aquí vivía García Lorca. Qué pena don Federico, entrarme yo sin permiso, es que soy dios, verá ¿Me invita a una tacita de café? (¡Cuánta creatividad!). ¿No tiene café?, ¿entonces qué toma? No, agua no, nunca más vuelva a mencionar esa palabra. ¿Jugo de rana? No, gracias, es que soy vegetariana. Sí, hasta en los sueños, don Federico. Hay dos arañas en la mesa con nosotros ¿se había dado cuenta, don Federico? Doñas Arañas, no se enojen, es sólo que las odio. Estamos junto a Lorca, no me sorprendería que se enamoren. Vieron, ya nada que hacer. Se ven feas enamoradas, pero menos que los humanos ¡Era un cumplido! Ahora sí me tocó correr. Viene detrás de mí una horda de zombis. Nota para mí misma: no volver a ver películas, ni televisión, ni leer cómics. No puedo correr más, llevo horas así. Como dios, decido que me dejen en paz. No me hacen caso, ya sí parezco uno de esos dioses humanos. Odio cuando los muertos vivientes me quieren comer, deberíamos bailar a lo Thriller, qué gente tan poco amistosa. Ah, eso también, no más videos musicales. Estoy sudada, mejor me baño. Agua, agua, agua, agua. Hora de levantarme.

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AND I LOVE YOU Tengo esa incómoda costumbre de ser yo, tan crónicamente aburrida y socialmente incompetente. Y está él, con el fastidioso hábito de ser inteligente, entusiasta y maravilloso. Yo con esta aversión casi alérgica hacia la humanidad, cuando siento el más mínimo esbozo de cariño sólo me queda vomitarlo, a ver si lo boto todo, si se pierde el riesgo de hemorragia interna, pero no podría ser así de sencillo y alguna víscera se hace la graciosa: “Es muy tarde esta vez, querida, a ver qué haces”. Me revuelco en una ira impotente, el carisma se me ha perdido con los años y la cobardía me ha enseñado a callar. Nunca leerá las letras que lo dibujan, menos estas, tan acres. Si las viera tampoco importa, porque no las reconocería como suyas. Nada se me puede exigir, el que no sabe amar nunca aprenderá a escribir. Como todo problema (mental) ha de ser inicialmente aceptado para luego buscársele una cura (que no va a llegar). Aun así, hoy tampoco será la noche en que te lo diga, es que I’m such a loser, and I love you.

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Camila Ruíz Villalobos


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FRONTERAS INVISIBLES Aún mi barrio se desangra, ninguna muerte es suficiente, ninguna vida vale tanto como para terminar la guerra absurda de La Pradera, Mi Pradera, que para quien lo desconoce hace parte de los barrios de la comuna 13 de Medellín, nido de la muerte, criadero de maniquís sin voluntad, tierra de la maldad y hogar de inocentes. A pesar del tiempo, años que no caben en mi manita, aun recuerdo lo feliz que fui en mi cuadra con Toño y Lucas. No les mentiré, deseo regresar el tiempo para obedecer a la Tata, mi abuela, de esa forma estaría conmigo porque yo siempre he estado con ella cuidándola a mi manera, aunque ella no lo sepa. Mi Tata como ha sufrido, ya no es la misma de antes. Hace 6 años la cuadra no era lo que mis ojos ahora ven, tenia vida en cada metro del andén, los gritos de los chinches como nos llamaba mi Tata eran la constante de día y de noche, las vecinas en las ventanas y afuera de las casas tratando de arreglarle la vida al resto de la cuadra mientras los señores en la tienda de Doña Inés arreglaban los problemas de la ciudad entera a punta de cervezas. Éramos como una familia grande muy grande, solo que cada uno vivía en una casa diferente, por ejemplo, yo vivía al lado de la tienda de Doña Inés y al frente de los Jaramillo la familia más grande de la cuadra y donde vivían mis mejores amigos, Toño y Lucas. Los tres estudiábamos en la misma escuela y por eso nada nos separaba, de regreso lo primero que hacíamos era armar los arcos para jugar sin cansancio con el balón que Tata nos había regalado porque sabíamos que al llegar la noche el juego terminaba. Los Jaramillo hermanos mayores de Toño y Lucas llegaban con

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BESTIARIOS sus amigos que se hacían llamar los Pitufos y nos tocaba entregarles nuestra supuesta cancha, la cuadra después de que la luna se asomaba era de ellos, igual no era tan malo, verlos jugar siempre fue divertido porque estar cerca de ellos nos hacía sentir grandes por un momento. En resumidas para que entiendan mi nostalgia al hablar de mi cuadra, mi vida se parecía a los cuentos que Tata me contaba antes de dormir, perfectos de principio a fin que aunque a veces tenían momentos tristes su final siempre era feliz. Pero todo poco a poco empezó a cambiar, el barrio, Mi Pradera de un momento a otro se empezó a llenar de familias que venían de otros barrios, la Tata decía que era culpa de la violencia del País y aunque es una palabra que solo hasta ahora entiendo, por el tono de la abuela en ese tiempo suponía que no era nada bueno, el barrio fue perdiendo su tranquilidad, aunque mi cuadra permanecía intacta con los mismos de siempre con la vida de siempre; hasta que un lunes trajo en la mañana, la partida de una de las familias, ahora la casa de la esquina de mi anden estaba desocupada; cuando llegué del colegio me fui con Toño para la tienda, mientras nos comíamos una paleta de agua escuche como Doña Inés hablaba con otras vecinas y expresaban su enorme preocupación no tanto por la triste e inexplicable partida de los Posada sino por la posibilidad de que llegara una nueva familia a la cuadra. Como las sabias palabras de la abuela, que lo que decía siempre era lo que sucedía, Doña Inés tubo toda la razón porque al pasar de los días llegaron los Gómez, una familia pequeña con dos hijos y checho su perro, la única mascota de la cuadra, venían de otro barrio, San Javier, pero se veían como nosotros, buenos y amables, por eso la intriga con los nuevos vecinos fue desapreciando y las semanas siguieron siendo las mismas. En las noches los Pitufos invitaban a los hijos de los Gómez a jugar el futbol y así ellos se fueron integrando mucho más con todos los pelados de la cuadra, ninguno nunca imagino que este deporte seria el comienzo del fin de la tranquilidad que nos caracterizó por

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BESTIARIOS años. Con los días los hijos de los Gómez invitaban a sus amigos que juntos conformaban al grupo de Los Chamos, desde entonces las noches dejaron de ser solamente de los pitufos, ahora eran compartidas porque ambos grupos que se encontraban para jugar o conversar. Hasta que un viernes ya con el peso de la noche, mientras dormía empecé a escuchar como las voces iban subiendo cada vez más el volumen, se sentía como las puertas y ventanas se iban cerrando y como de un momento a otro el sonido que hoy en día suplanta nuestros gritos estreno a mis oídos, Tata corrió a mi cuarto y me bajo de la cama que estaba justo en la ventana que daba hacia la cuadra, ella solo repetía una nueva palabra para mí “Son tiros mijo, son tiros”, yo sólo podía imaginar cómo sus cuerpos se golpeaban entre sí, en mi mente solo era una pelea, algo nada extraño pues a los pitufos no les gustaba perder los partidos. La mañana siguiente todos comentaban sobre lo sucedido y aseguraban que los Chamos eran un peligro para todos los que vivíamos ahí, ellos eran una pandilla de San Javier y por eso andaban armados, eran los encargados de vigilar y cuidar sus familias, para mí solo eran personas malas por tener esas cosas plateadas que hacían gritar y llorar a las personas. Los partidos se acabaron del todo, los chamos siguieron llegando en las noches a la cuadra pero ya no cruzaban ni media palabra con los pitufos y sin darnos cuenta la alegría que traía la luna en una madrugada se la llevo la luz del Sol. Pero la historia del viernes se tornó repetitiva y era normal que en las noches gritaran palabras horribles, palabras que si yo hubiera dicho delante de mi Tata me hubieran costado una larga pela como decía ella, lo que la abuela llamaba tiros sonaban rutinariamente, así inicio la guerra entre ambos grupos, tan fuerte que ni la intervención de los adultos era suficiente, los Chamos obligaron a salir de la cuadra a varias familias para ellos ocupar esas casas,

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BESTIARIOS casas que estaban justamente al lado de la mía, nada era igual, los Chamos y los Pitufos separados por una calle no se podían ni ver; aun desconozco el origen de tanto odio en sus ojos pero supongo que fue algo terrible. Los pitufos para proteger a sus familias empezaron a pelear por la cuadra, entre ambos grupos se dejaron claras las reglas y en ese orden de ideas ninguna familia podía cruzar la calle y pararse en el andén del frente porque debían respetar una supuesta frontera que solo ellos veían en sus cabezas negras y que el resto de vecinos solamente sentíamos con el miedo que se olía al sacar la nariz mas allá de las paredes de cada una de las casas. Solo me veía con Toño y Lucas en la escuela y cuando llegábamos a casa jugábamos desde las ventanas a los gritos con la mayor imaginación posible como si no tuviéramos pies para encontrarnos y correr. Tata me tenía prohibido cruzar al andén del frente, su explicación era que había una frontera que yo no iba a ver porque era invisible cosa que para mí fue muy difícil de comprender, era complicado aceptar que no podía jugar con mis amigos como antes, me preguntaba porque las vecinas ya no chismoseaban en los andenes, los señores ya no tomaban cerveza y Doña Inés solo podía atender a los Chamos. Tata con gran amor se sentaba a mi lado, con lápiz y una hoja me dibujaba la cuadra y buscaba que entendiera lo peligroso que era si yo cruzaba, decía que algo malo muy malo me podía pasar y que después de eso nunca más nos volveríamos a ver. Me explicaba que los Chamos no eran buenos y que si alguien no les hacía caso ellos podían acabar con la vida de las personas; En mi mente, después de ser tan felices, lo que Tata me decía parecía un cuento de los que me contaba por las noches antes de dormir, en donde existían personas malas pero siempre alguien salvaba a todo el mundo y todos volvían a ser felices, así que en medio de mi inocencia no veía ni la mas mínima posibilidad de que real-

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BESTIARIOS mente algo malo me pasara si yo desobedecía las reglas. Una mañana en el colegio con Lucas y Toño acordamos que íbamos a jugar con mi balón, pero para que nadie nos viera lo haríamos en la noche cuando todos ya estaban dormidos, duramos varios días planeando todo, como si fuera una misión, una fantasía y nosotros los superhéroes invencibles de la historia. Llego el día y yo como el más valiente me cruce la calle, llegue hasta la casa de Toño y nadie me vio, Tata pensaba que dormía en mi cuarto, mientras yo como si fuera cogerme algo me arrastraba por la casa de Toño hasta llegar al patio, donde en silencio jugamos con Lucas, los tres volvíamos a sonreír en el barrio, sin saberlo así fue mi despedida mientras supuestamente todos dormían. Nos cansamos de jugar y llegaba la etapa final de la misión, mi regreso a casa; Lucas se paro en la puerta, yo esperaba la señal para cruzar corriendo mientras Toño me alumbraba con una vela para no tropezar con nada, puse un pie fuera de la casa y el miedo invadió mi cuerpo, me temblaba hasta el pelo y por primera vez veía muy lejos la puerta de mi casa desde el andén del frente. Recuerdo que di tres pasos hasta tocar la calle y cuando llegaba a la mitad vi a uno de los chamos que me apuntaba, sonaron dos tiros y los gritos de Toño y Lucas gobernaban mis oídos, las luces de la cuadra se prendieron y mis piernas no reaccionaban, un calor en mi pecho fue creciendo y al tiempo una mancha roja en mi camisa blanca, lentamente caí en la mitad de la calle, los chamos se cogían la cabeza y la puerta de mi casa se abrió para darle paso a la desesperación, mi Tata se tiró encima de mí y por un momento la estúpida regla de no cruzar la calle se olvidó, de un momento a otro el llanto de mis amigos, los lamentos de los vecinos y los gritos de los pitufos se fueron desapareciendo, solo escuchaba a mi tata, aún recuerdo su rostro y sus palabras, como entre lágrimas y más lágrimas con la impotencia

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BESTIARIOS en las manos trataba de mantenerme los ojos abiertos pidiendo a Dios un milagro. Lo último que sentí fue como sus brazos me levantaban de la calle fría y me llevaban a su pecho, del lugar de donde nunca debí salir, lo último que escuche fue su corazón, mil veces más rápido que el mío, fuerte y claro, lo último que vi fue su mirada perdida en la imagen que la sangre escandalizaba, sentí como mi alma se desprendía de mi cuerpo. Jamás pensé ver a tanta gente llorar por mi ni mucho menos ver a los chamos preocupados con tristeza en sus rostros por haber usado la cosa de la que tanto mi tata me hablo, ellos se equivocaron, pienso que si la cuadra hubiera tenido más luz eso nunca hubiera pasado porque yo siempre fui un niño bueno, realmente era bueno es que aun soy bueno y eso no fue suficiente. Aún vivo con mí Tata y ella no lo sabe, llora ella me llora, se sienta al lado de mi cama y aunque le hablo el oído no logro calmarla. He visto morir por culpa de esta guerra a más de los que lo que han visto los ojos de la abuela. Pero ahora trato de cuidar a Toño que se unió a los pitufos y también hace de las suyas, ha estado cerca de la muerte, quizás cuando grito, grito tan fuerte que él si logra escucharme. Las fronteras invisibles están en todos lados porque son la oscuridad apoderada de Mí Pradera y la ciudad entera, fantasías de unos y realidades de otros, son las culpables de que los vivos no me vean y los muertos me abracen porque las fronteras invisibles también me hicieron invisible.

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BESTIARIOS

Nía Pulgarín


BESTIARIOS

EL LIBRO QUE TENÍA FRÍO “No, el basurero esta allá al lado, acá solo tenemos libros buenos, bonitos y el que necesite…” De tarde, Marcos salía a recorrerse el boulevard con un café y un baguette bajo el brazo, no está en Francia pero su cultura parece indicar que lee, devora y hace recetas de libros con libros, historias y relatos populares, él es un relato popular andante. Esa tarde, mientras caminaba por la plazoleta de los libros como era su costumbre cada jueves, llovía incansablemente, lo que lo hizo buscar refugio en una librería en espacial para no mojar su pedazo de baguette y tomar su café mirando lo que había en ella exhibido. Al parecer conoce todos los libros, sonríe levemente mientras observa viejas carátulas y contraportadas… todas tenían algún recuerdo de su infancia o bien… de su estadía en muchos lugares, pareciendo así como si cada tapa de libro fuera una página de su vida. Marcos, un tipo joven y sin mucha apariencia bohemia…. Tiene más historias que contar que todos los libros que hay en el exhibidor. No hay absolutamente nadie que preste atención a lo que él hace mientras se esconde del vendaval que cae sobre la plazoleta como si fuera la última lluvia antes de acabar su historia. Marcos, termina de beber su café, pero el último sorbo lo deja para consumirlo despacio, mientras se detiene en un libro que no tiene nada de interesante a primera vista, a excepción de que no tiene contraportada. Dijo Marcos… hace frio de tarde y no tengo chaqueta, jeje… - una leve sonrisa, bastante sarcástica se le escapó sin darse cuenta -el libro era la historia de un náufrago perdido en las selvas que sobrevive a sus peripecias para no morir en el intento

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BESTIARIOS de escapr- ¿ESCAPAR DE QUÉ? ¡SI VIVE CONTENTO EN LA SELVA ÉSTE PERSONAJE CRUSOE! Marcos decide llevarlo a casa para leerlo con su querida amiga Soledad, esa inseparable ama de casa que tiene y que anda con él hasta el cansancio sin esperar nada a cambio. Su último sorbo de café está reservado hasta casa para calmar el frio y el hastío que queda rebosando en la calle, y mientras camina, pareciera que el mismo libro le hablara y le diera las gracias por llevarlo a casa, tenía también frío y sin portada no podía cubrirse, pero tampoco hubiese sido posible salvarse de ir a la caneca como lo habían acostumbrado por años y años. Marcos, es quien rescata los libros que nadie lleva por sus amarillentas y desgastadas hojas, escritas con tinta firme, de esa que sólo sabían cocinar los escritores de antaño.

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¡La magia de las historias! Es viernes y el día empieza agitado, tengo que ir corriendo con Salomé a dejar los libros. De paso coger la cámara, el trípode, el micrófono y la Antología. Llegamos a tiempo a nuestra cita donde con Juan Manuel Roca, Rocío Vélez de Piedrahita y Luis Fernando Macías. Quienes son escritores, poetas y periodistas. El tema que nos convocaba era ¿Qué es el escribir, cómo se hace y qué es una buena historia? Al escuchar a Roca diciendo “Donde no hay poesía, no hay arte” y verle sus ojos casi encharcados, de la pasión con que habla de ésta, no nos queremos ir. Ni mucho menos que el tiempo pase. El lugar está lleno y la gente que ya empiezan a irse a otros mundos. Ahora dan paso a Rocío, quien se refiere al deseo y a la pasión con estas palabras: “No se escribe para el reconocimiento sino para sentirlo, para estar ahí”. Se escribe de cosas que impactan y que sabes que es necesario escribir. Esa es la diferencia entre historia e historia, que siempre se va a sentir algo de una historia y que ese sentimiento la va a hacer importante. Continúa hablando Luis Fernando (el moderador) quien desea hacerles más preguntas a los invitados y hace una en especial que en realidad es muy común. ¿A usted que lo inspira? Lo que nos ha inspirado es esa importancia que se le daba primero a la literatura donde se escribían verdaderas historias. Hoy en cambio se desperdician los cuentos infantiles. Y no se tiene en cuenta la poética, por ejemplo “…tejidos con reflejos de la luna…” Rafael Pombo es un escritor que debería ser de lectura obligada en todos los planteles, dice Rocío. Roca comparte todas estas posturas y añade una lectura de cui-

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BESTIARIOS dad sobre como toda la literatura es reemplazada por álbumes, series de narcos, traquetos e historias ilusas. Sin duda alguna las épocas han cambiado y no podemos tener la misma cultura de antes de lectores activos, pero siempre habrá buenos escritores, poetas y periodistas con la capacidad de dar una crítica fuerte. Y no dejar que el libro tenga cierta aceptación por medio de la publicidad solamente. Mucho antes de terminar nuestro encuentro invitamos a los tres personajes a leer un poema para Antología de Poesía Colombiana, no sin que antes nos hicieran delirar un poco con algo tan fugaz como la inspiración. Lo que antiguamente llamaban “La musa”, lo que Lorca llamó “El duende”. Y que hoy nosotros lo llamamos “Inconsciente a favor”. Motivo de inspiración, ése…No sabía que sabía ésto… y si un pájaro se pone a pensar por qué está volando, se cae…

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