Deceso Espejo Poemas, Posturas, Relatos

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Sergio Gonz谩lez. Artista Portada Camila L贸pez


Sergio Gonzรกlez.


Deceso espejo. Poemas, posturas, relatos.

Sergio Gonzรกlez.

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INTRODUCCIÓN. Esto es un conjunto de textos que, entre relatos, poemas y mini ensayos, busca dar cuenta sobre nada; siendo entonces, un recopilado de líneas que hablan sobre no saber que esperar, simplemente, esperar nada, prever nada; incluso cuando en el texto mismo afirma, no es nada, porque nada es lo que se planta frente a nuestros ojos. Se intenta, entonces, buscar pistas, dejar los puntos bien hundidos en la hoja, como cualquier pretexto, para poder hallar lo que se quiera hallar. El absurdo, tal vez sea la única vía en estos textos, éste se enmascara en las cuestiones, observaciones, inflexiones y puntos de vista que se presentan frente a nuestros ojos, del mismo modo, funciona para lo que aquí se dice. En este desorden de ideas, estos textos se aferran deliberadamente a la provocación del sueño, ad infinitum, porque es allí donde la realidad es nada y la nada es realidad, y donde el tiempo no existe, la muerte no espera.

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Sergio González.

POEMAS La bienvenida. Un trato el gatillo. Un cañón

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la sentencia. Abismo. Los recuerdos se pierden por las calles desvanecen como el humo son como la muerte blancos como el estomago de un mendigo nĂ­veos como un velo sin eco como un crĂĄneo sobre la mesa

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vacío. Cosecha. Plantada en la tierra esperaba que su amor floreciera abría las ventanas y aguardaba su llegar pero nunca fue así y jamás lo será porque nada crecerá en este desierto. Y ni siquiera el sol abrasador ni la luna con su luz regarán con vida aquello que desde siempre

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yace muerto. Uróboros. La matriz nos echa al mundo como despojos los dioses nos regalan al suplicio nos ofrecen en sacrificio mientras bailamos el delirio. Chorreamos los vientres por el concreto existimos como pesadillas ganamos distancia en el trasegar de la vida nos destinamos al olvido. Profanamos a dios en el espejo somos espíritus reflejos insalvables la negación lo irrepetible. Somos nosotros los exiliados los mandados a devorar a la carroña a nosotros mismos. Somos el alimento el de la muerte que con sus fauces abiertas nos hará preguntar si el ciclo se cierra o si eternamente

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se repetirá? Un sueño. He aquí el largo y sinuoso ritual de la vida que misteriosa llega y luego desvanece ingrávida flotando

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en medio de la oscuridad. Christina. Soy la hija de la sociedad la de sus vacíos aquella que no encontró el sentido la obsesiva llena de ruidos. No soy un espíritu libre soy la vigilia no me pretendo como todos no soy salvación no soy solemnes azules tampoco filamentos sinuosos yo soy como todo representaciones. Soy un desorden sonoro el aliento de un miserable no soy tan hermosa ni adoro mis frustraciones. No me creo significante únicamente por existir no me quito mi atributo de bulto únicamente por respirar. Yo soy Christina el amor de nadie tan solo un instrumento que se sirve a sí para sí en el tiempo de algún tiempo.

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Jab贸n Nada limpias, sigo con mal de conciencia 驴Conciencia? No la venden en paquetes

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Jabón no servís pa’ mierda. Epónimo. Y aún después de haber sentido que la plaga carcomía, yo seguía ahí, sintiendo sus ojos como fosas. Encarnaba yo su espíritu, le salvaba de tropezar con el cadalso, le salvaba de una condena en el purgatorio, le arrebataba de los lazos del verdugo; le arrancaba el gancho de la boca. Con mesura le mostré que fuera de mí no hay esencia. Yo soy el agua que bebe, los caminos que busca, su ignorancia, sus virtudes, el aire, lo extraño, las ciudades, el laberinto, el aliento, la eterna distancia, la peligrosa telaraña, el error y la sombra. No reflejo mi aspecto en la cruz, soy la luz. Yo soy el viento que empuja a los viajeros, soy el mundo, el movimiento.

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El alma. Hรกbitos

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La sociedad es un hĂĄbito mirar es una costumbre. LetanĂ­a. Del infierno los fantasmas de la condena el sueĂąo

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de la negación dios. El suplicante. Quisiera huir de cualquier limitación socio-histórica, quisiera postrarme ante la luz y recitar rosarios frente a un pontífice austero; para que éste, me dé su perdón y pueda yo soñar con la eterna salvación, esa que se dice, descansa en su remanso

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de buenas intenciones. Lilith. En tu altar extranjera arrodillado me pongo. En la punta de tu lanza ferviente se me para. Ya no tengo aliento ni soy correcto pero escucho atento a mi pija desde adentro. Entre cuchillas veo tu luz esa ciega sin empe単o la que ilumina y esclarece

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cuando me vengo cuando chorreo. Las fábricas. Son las fábricas, la escalofriante historia del olvido. Son las fábricas, la civilización inmersa en el ruido. Son las fábricas, las que oscurecen en trance mortal, el nervio, los muertos en el río. Son las fábricas las que obligan, las que no cierran, a tientas, el círculo. No soy yo. No soy yo, caminando con el hedor de la alcantarilla. No soy yo, con el lenguaje y la memoria. No soy yo, infringiendo leyes, partiéndome la crisma, odiando el pan-

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tano, larval reacción de terror. No soy yo, sufriendo la caída del nervio, el orden de los meses, la justicia en la libra, el alivio del dormido. No soy yo, en el orden correcto, para atrás. No soy yo pidiendo a gritos el agua que apaga al sediento. Los ritos funerarios. I. Envuelto en un manto de niebla juego el papel de víctima. II Tú el de agresor. III La sangre negra corre por los suelos. IV

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Los muertos no vuelven jamás.

Malditos. Maldito el capital y los nómadas que lo recorren hambrientos Maldito el ideal diferente, siempre pedregoso Maldito el falso bienestar que se escucha con el chocar de las monedas Maldito el poder que condena inevitablemente al extravío Malditas las religiones y las falsas promesas Maldito el mesías que como buitre se alza desde lo alto para devorarnos los ojos Maldita la historia obcecada de sangre

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Maldito yo que enfermo conjuro el odio Maldita la cruz que en la oscuridad, con su brazo frĂ­o y en silencio aparente, nos descuartiza Ventanas. Las juntas no coinciden las ventanas no cierran las paredes se estĂĄn pudriendo las articulaciones fallan las medidas son equivocadas invaden los nidos las esquinas son colonias

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los insectos somos nosotros. Máquinas fecales, mentales, físicas, resbalosas, musculares. Manos. Manos pequeñas de suave temblar, se excusan y aún no aprenden las horas contar… Manos pequeñas con el puño a medio cerrar sobre mí caerán con furia en mi globo ocular. Y en un tiempo cercano quizás su irá sobre mí

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el silencio verĂĄs.

Locos. En los suelos babean el concreto. Sus barbas se enredan en las piedras. Sus barrigas se carcomen por dentro Sus espaldas son sus compaĂąeros. Sombras son

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no marcan el tiempo entonan cantos van en silencio. La lĂ­nea. La ciudad borrosa en el horizonte al amanecer. Esboza la parĂĄbola y la realidad que es. La misma vieja historia la nueva era la ligereza. El peso del tiempo

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que ni real será que ni real seré que ni real serás. A éste... A este mundo creado por otros vivido por tantos que por años y lunas destruye los hilos. A este mundo que le cuelga el coraje el valor ese que no tengo. A este envenenado

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falso gigante sádico me tiento, me dejo. Espasmo. Ahora espero a que la luna se hunda en el cielo con su color hueso mientras la lluvia resuena la noche. Yo estoy aquí... acostada aguardando, esperando a ser jodida como si sólo eso fuera. Y aquí iluminada mientras fuera atravesada por tu arma afilada sentiré mi carne que se abre camino y me deja cegada colgada de luz blanca en mis ojos colgada

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sin tiempo ni espacio ni nada. Amigos. Algún día soñaré con usted a saber en un lugar extraño tal vez y en ese sueño usted mirará más fuerte más que otros llenos de debilidad y mientras ellos perdidos estén usted...

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usted, siempre estarรก muy alto en el buen sentido, verรก. Hambre. Soldados marchando encuentran niebla de gran espesor y en las bocas ya sienten ardor... Soldados en fila la batalla comenzรณ las armas en la boca el destino mandรณ soldados en la niebla disparen sin parar dentro de sus bocazas mismas que las ratas hambrientas no tardan en llegar. Y veremos nosotros el espectรกculo bilar de soldados iracundos

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acabar con sus.. para la nuestra alegrar. La ciudad. La ciudad se ve como un gigante hablando en su sueĂąo contemplando cielos negros. La ciudad es un gigante y su corazĂłn se hiere en cada esquina. La ciudad es un gigante entre ĂĄrboles que miran al cielo.

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Y en sus montaĂąas hay escaleras y en sus pasantes hay pĂşas clavadas y en su silencio hay espejos. El mal. Caminamos la senda polvorienta adornados por los huesos ofrendamos nuestros cuerpos como criados maltrechos. Rogamos atiborrados sedientos de sangre esperando que pase el coagulado destino. Y no esperamos grandes sorpresas apenas suspiros para que obedientes caminemos en ese mismo sentido. Inclemente serĂĄ el cariz conmigo contigo mientras esperamos

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sentados a que pase el mal y se lleve todo este delirio. Los necios. Tan frĂ­os hacen pantomima no enseĂąan ni escuchan solo pretenden siempre... mientras el oro resplancede. Reciben aplausos del sepulturero mientras sonrĂ­en todo es silencio Nunca se sabe que quieren nunca discuten el silencio en el vientre. Son los necios

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los caídos los hijos que mienten. Imagen 1. *Escuchábamos los gritos y nos pasábamos semanas desperdiciándonos, atravesándonos a nosotros mismos, con dificultad; entre pasarelas, autobuses… Imagen 2 *En la alameda y en los rascacielos; también en el gran parque público, reinaba la ausencia.

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Imagen 3 *Llegaba la percusión en las celebraciones de luna llena. Me aturdía. Soledad Aquí estás soledad húmeda nimia. Berreando y berreando llena de fobias y heridas inútil en esta vida. Llena de heridas perdida dulce compañía sencilla. Perra de plomo maldita

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besando el humo soledad niña. Imagen 4 *Una pequeña cantidad de gente, aparentemente estable, encontró la clave de la sociedad. Esta era, tomar un gran grupo de personas de diferentes edades y tratarlas como si fueran máquinas rugientes y exageradas. Imagen 5 *Muchos shows vimos en la delgada y temblorosa vida, por ejemplo: en el templo y ante dios, había dos mujeres quemando incienso y chupándoselo a un cura. Era súper élite, era filmación ruidosa.

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Imagen 6 *El hombre tenía el eco de las bahías y el mar en su interior. Fin del mundo Bombas cuotas mensuales esposas esposos cabalistas autopistas teléfonos oficinas postales smog calles bolsillos migajas pólvora advertencias cementerios museos satélites militares deudas horarios

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noticieros suicidios informaci贸n. Imagen 7

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*Los niĂąos jugaban con los dragones, con los tambores, con las linternas y con un hĂ­gado grasoso. El proveedor. TĂĄrtaro la luz el silencio de los dolores la piel seca

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los cuervos vuelan los gusanos comen éste es el último día. Amor nuestro. Entendernos siempre adorables u ofendidos, entre demonios y fantasmas; nosotros siempre fuertes. Nosotros blanqueados por las nubes, frágiles entre palabras; nosotros palpitantes, causados, intensos e infinitos, miraremos nuestros papeles queriendo tocar el fondo de los corazones; y con miles de razones, en un camino sin denuesto, escucharemos los latidos de nuestras emociones, que pioneras en éste viaje se llenarán de ecos y campanillas. Nuestro amor en tormentas, en empatías posibles, será siempre fuerte e incalculable, todo lo verá; todo en ti, todo en mí, susurrado desde la superficie y el alrededor, fluyendo con nitidez; incluso en la zozobra y en la duda, incluso en la ausencia. Nuestro abrazo incalculable será siempre percibido en esta vida con la ligereza de lo celestial, con la complicidad y con la innegable calidez de la belleza. Nuestro amor, como ningún otro, morderá la fruta, morderá la ausencia y la esencia de nuestro aire que no desaparecerá detrás de la estela. Nuestro amor fuerte, siempre precioso, impregnará nuestros caminos con dulce malicia, con caricias y besos, de vida e ilusión; de sueños y de un sensual flujo que como música crecerá en sonrisas y en cada uno de tus hermosos movimientos al caer. Nuestro amor de infinita bondad asumirá el riesgo de la dulzura dolorosa, aquella que vendrá al compás, danzando indistinta detrás del pensamiento, detrás de nosotros, encendiendo lo impensable. Nuestro amor como primavera siempre renacerá entre mil flores y caminos, entre

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fr铆os y calores, entre esa fuerza que rompe el mundo y el hechizo de los que se deslizan sobre nosotros y acarician con falsas promesas lo que ya encontramos en nuestro ser. Por eso mi amor, bailemos lo inexpresable con tu intoxicaci贸n y fragancia, con tu cadencia indolente, suave, con tu sutileza, con tu cuerpo entre-

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gado en embriagantes curvas, con tu soplo celeste, con tu sexo siempre cercano.

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Tú, hermosa lira en sombra, puedes convertirme en polvo si quieres, puedes llevarme antes que la misma muerte. MINI ENSAYOS O POSICIONES. Signos. Somos imagen y también su negación, y asimismo, podríamos ser la nueva representación, la otra concepción. La re-combinación de sentidos daría a luz un nuevo significado que permitiría la desactivación de los conceptos comunes; esto sería la destrucción del sistema de significación ya conocido. Cada sentimiento y cada limitación están apegados a una descripción común, a una lectura unificada del mundo que nos consiente llegar sólo hasta donde se nos ha permitido. Por esto, hay que re-interpretarse/inventarse y destruir el signo. Vestirse con una nueva piel, adherir al sin-signo, a este nuevo edificio que no sufriría con el peso malsano de nuestra herencia.

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El nacimiento, el delirio visionario de un loco y las profecías de un hombre santo, serán: la bomba sobre el planeta, la nueva representación de aquello que se considera sagrado o profano, el orden sin orden, el no-signo. Lo repulsivo. Lo repulsivo es una forma más amplia, una parte valiosa que nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos. Lo repulsivo otorga otro significado, enriquece las percepciones, alerta, llama la atención, desviste la hipocresía. Lo repulsivo es un gesto que no tiene la marca de la falsedad y el vicio, que no critica todo, que no apela a la conveniente limpieza. Lo esencial, al final, se refina hasta ser disgustoso. La experiencia repulsiva no quiere fundamentar creencias, ni armonizar al hom-

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bre; únicamente quiere darle a conocer su condición de mortal, aquella que ignoramos maquillándonos y embelleciéndonos para hacernos extraños, eternos.

El reloj parado. Con el tiempo detenido se camina hacia un mejoramiento difícil de lograr de otro modo. Se desafían las leyes de la naturaleza, unidas al mundo por el correr de Cronos; se aferra el cuerpo al sueño de una metamorfosis. Detener el reloj, ayuda a combatir las propias pesadillas, ayuda a escapar de las restricciones, pero sobre todo, ayuda a volver al encantamiento amniótico, visceral. La salvación eterna es el remanso del tiempo detenido, no fluctuante, estático. El no-tiempo, la inmensidad del vacío. El reloj parado es un manifiesto, una declaración en contra que da cuenta de lo innegable, pesado y determinante del tiempo. La belleza escultural del infinito estancado en las paredes, las manecillas marcando el detenimiento de la muerte. Lo inmortal.

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Esta idea del tiempo como algo que niega su naturaleza podría ser una mirada constructiva para dejar la propia miseria y no tener que actuar en consecuencia. Un espíritu absolutamente fuera de tiempo; un alma que se sabe solitaria, detenida en un tiempo que no corre, paradójicamente, como una panacea, encontraría en lo inmóvil del no-tiempo, el olor de su ser. Ego. El egoísta pasa horas recordando sus venturas; incontables instantes desnudos de su pasado. Es éste, el egoísta empobrecido, aquel que ahora desconoce su epidermis desnuda, que ya no se mide en el tiempo, mucho menos en otras, tan sólo dentro de sí mismo. Es un autómata, soy un autómata -sos un autómata- pálido, que sólo alza cabeza para ver el idilio, aquello inexistente, fugaz, efímero vuelo. El egoísta desconoce amores truncos, desconoce cosmos, desconoce dios y cualquier forma, su forma, la forma. Él, es contradicción, corre del fuego, se sumerge en él. Es rey de la zo-

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zobra, mendigo de atavíos. El egoísta sabe, sabe que existe, pero no sabe que existes.

Otredad No creo que nadie llegue a entender el dolor ajeno jamás, con sensatez; pues no hay forma objetiva para comprenderlo. Aquella otredad de la que todos hablan no existe y nunca existirá, ya que no se necesita de palabrerías amistosas para un entendimiento del otro. Nosotros, nunca deberíamos prescindir del desconocer, nunca deberíamos realizar juicios y apreciaciones con la sola sospecha de la comprensión, ya que desde un punto de vista medianamente lúcido, es tan insensato e irrealizable por su misma condición de imposible – la armonía Así pues, estamos solos y el aislamiento es vital para encontrarse, y allí trazar, dentro de ese silencio, caminos más o menos sostenibles. Creo entonces que, el dolor, nuestro dolor, intrínseco e inherente; debe vivirse en completa soledad, casi en destierro, ya que lo único cierto es que nadie puede pretenderse en vida de otros, y mucho menos, por simples y superficiales barruntos de noción.

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RELATOS

El señor Mocha. Hace un tiempo tuve una obsesión por un tipo que vivía en mi barrio. Lo llamaba señor Mocha por una extraña afición que tenía, extraña por obsesiva. El señor Mocha pasaba cada día de su vida recortando fotos del periódico, cada día mientras leía diarios a voluntad. Luego, interpretaba cualquier suceso a su manera y si le parecía importante lo recortaba con unas tijeras que afilaba diariamente. Mocha hacía todo con cautela, tomaba un poco de engrudo y pegaba aquello que le gustaba en la pared de su cuarto. Pasaron como veinte años y rara vez se le vio en la calle, la mayoría de las pocas veces que me crucé con él, apenas me dirigió la palabra. Saludaba por allá, desganado, lejos, con una voz que a leguas se notaba tímida. Supongo que ese era su carácter, no sé. Lo que si puedo decir con certeza es que Mocha se había aficionado con detalle a cada uno de sus retazos, los tenía perfectamente calificados: de un lado estaban las fotografías de guerra, la crónica de barrio y algunas palabras que seguro le sonaban bien. Del otro, tenía pegadas las esquelas, los nombres de los caballos del hipódromo y algunos precios de casas que subastaban, electrodomésticos, líneas calientes y demás anuncios. Por último, tenía una pared en frente de su cama donde coleccionaba hechos insólitos. Yo me di cuenta de esto detalladamente, porque cuando encontraba oportunidad me colaba en su casa, lo hacía durante las pocas salidas que emprendía el señor Mocha para comprar comida. Yo irrumpía en su casa porque me intrigaba, y además, porque me reconocía en él, sabía que ambos estábamos tremendamente

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obsesionados, él de sus recortes y yo de sus extrañas maneras. Mocha era dedicado; prácticamente había pegado de todo y nunca escatimaba a la hora de coleccionar cosas que nunca le sucedían; eso me impresionaba, y generaba en mí una especie de fijación por su dedicación. De él sabía que era un un hombre solo, nunca en veinte años llegué a ver en su casa por lo menos un amigo, aunque me daba la impresión de que eso no le afectaba. A mi tampoco me molestaba, en realidad, pero sí me intrigaba, y por eso, en mi fijación, comencé a indagar acerca de su vida, aunque poco encontré. Su pasado parecía casi nulo, era un misterio, parecía que lo hubiese borrado. Nunca hallé nada, ni siquiera una pista, algo que me contara de sus traumas o de sus alegrías, nada, no encontré nada. Yo lo intenté de verdad, consultando con vecinos, con las editoriales, con cualquiera, pero nunca nadie nunca pudo referirme nada. Tal situación me llevó al delirio, pues de algún modo veía en él mi espejo, un reflejo; aunque de una forma distinta, pues yo vivía como cualquier jovencito, mientras que él, era extraño, enigmático y oscuro. Era un coleccionista, eso era todo lo que yo podía decir que sabía de él. Bueno, eso fue lo que encontré, lo que supe preguntando a los demás, ya que yo por mi cuenta me procuré algunos descubrimientos un tanto particulares, los vi a la luz cuando me colaba en su casa. Recuerdo dos que me llamaron mucho la atención. Uno fue cuando encontré en su armario un balde con estiércol de caballo, me enteré de que no lo tenía ahí para fertilizar, o bueno, al menos no para fertilizar algo físico. Inferí aquello porque vi en el balde una nota que decía: “Aquí pronto caerá el pueblo soberano”. A mí me pareció una especie de manifiesto. La otra particularidad que recuerdo del señor Mocha, es que tenía un espacio en el centro de la pared que daba al frente de su cama, donde coleccionaba sucesos particulares. Ese espacio más o menos de 30 x 30 CMS estaba libre de recortes o retazos. En ese espacio brillaba una frase que de seguro habría escrito a puño y letra y que rezaba lo siguiente: “Amo esta tierra y sus bosques, son la dirección de mi pistola, en ella todos caerán como ciervos muertos en el maletero, como adictos en domingo, como amantes en invierno, como hambrientos en la calle.”

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Creo que para Mocha esto era algo que quería recordar siempre, cada día; era su plaga blanca, su sombra entre las sombras, y de algún modo esperaba que nos cayera encima a todos sin excepción. Ese, seguro, era su gran deseo. Esos fueron los detalles más relevantes que llegué a conocer de él en veinte años, décadas en donde me intrigué hasta el fondo por pura admiración. Pensaba yo que no cualquiera podía ser tan particular para pasarse noches enteras con unas tijeras en la mano, buscando cosas raras que nunca le sucedían; bordeando cada foto con cuidado, observando obsesivamente cada palabra, cada imagen. Mocha buscaba en esos periódicos gente con cara de perro y promociones de electrodomésticos, lo hacía indiscriminadamente; no le importa el peso de la noticia porque al fin de cuentas siempre la interpretaba como quería. Eso lo sé, porque nunca tuvo particular apego a ningún tipo de ‘suceso’, él tenía de todo: Desde reportajes extremos, hasta crónicas marcianas que hablaban de extrañas formas de morir. Ja, pensando en esto recuerdo una en particular, una que narraba la historia de un hombre que murió románticamente entre un millar de luciérnagas, murió ahogado por todos los bichos que se tragó. A esta noticia en particular Mocha le tenía gran apego pues la conservaba en la parte alta de su pared, en el podio. Admiré mucho al señor Mocha mientras vivió por aquí, lo encontraba encantador con esa idea que tenía, esa de mutilar cada expresión, esa de mutilar lo que te gusta y luego pegarlo en la pared, atraparlo y no dejarlo ir nunca más, para que cómodamente y sin esfuerzo pudieras quedarte horas y días contemplando aquello que amas, todo eso a lo que te has apegado, todo eso que te es ajeno. Me parecía bonito, yo lo asumía como una analogía del amor. Supe también que en los últimos días que pasó de pie, el señor Mocha estuvo recortando exclusivamente imágenes de mujeres. Llenó toda una pared con fotos de féminas, y además de eso, a la pared le había dado un nombre; la había llamado: Títeres de carne. No supe exactamente que quería decir con eso, pero seguro le importaba, ya que añadía a cada recorte una nota debajo con escrito lo

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siguiente: “Me siento gusano, gastando esperma y saliva” Pasó así sus últimas noches, recortando hasta que no aguantaba más y caía en cama. Yo me preguntaba si soñaba y de ser así ¿Con qué lo hacía? Con cicatrices, me dije, con señales de cura, con cada rostro mutilado volviendo a reconstruirse. Pasó poco tiempo con esa fijación por las mujeres, hasta que un día se dejó ir. Me di cuenta pasando por su casa y mirando por la ventana, en ese momento lo vi tirado en el suelo, muerto y rodeado de papeles. Inmediatamente llamé a la policía, mientras no podía parar de mirarlo horrorizado; al llegar la policía y los forenses, lo examinaron, y luego de un par de horas y después de interrogarme sobre cosas que no sabía; me explicaron lo que había sucedido. Me dijeron que

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Mocha ya llevaba un par de días muerto. Me contaron que se había destajado de un zarpazo, que apenas tuvo tiempo para sentir el ardor del fuego en el brazo y que apenas pudo ver las grietas y la sangre que se colaba por sus venas. Poco tiempo tuvo Mocha para perder el aliento. Cuando todos se marcharon llevando a Mocha cubierto por una sabana, yo no podía evitar un pensamiento que se me presentaba burlón, éste en mi mente gritaba: ¡Justicia divina, se ha ido del mismo modo… del mismo modo! Yoni Se casó el viejo Yoni y el amor lo fue deshilando de a poquitos: primero empezó a perder la autonomía y comenzamos a notarlo diferente, ya no dormía del mismo modo, ya no maldecía de la misma manera, ni siquiera dejaba la cama vuelta mierda. Se volvió tan pulcro que ya no le reconocíamos ni el cepillo de dientes. El viejo Yoni, se había vuelto un ser rutinario, sumido en la decencia, sumido en las faldas del hogar, tanto así, que ya ni las pieles de las niñas lo dejaban extraviado como hace un tiempo. Yoni que siempre había sido un hombre bueno, no debió casarse, por lo chabacano que era, porque a la gente la hacía reír, porque era divertido y hasta sagaz; en cambio casado, Yoni se había vuelto un tipo cualquiera, uno más con vestido de paño. Y es que si se mira bien la historia, uno hasta entiende al viejo Yoni, que una noche conoció una mujer y de inmediato le regaló los ojos de una y sin pensarlo dos veces. Pobre Yoni, tan güevón e inocente, no se dio siquiera un tiempito para sacarle los malos ratos, él se fue directo al despeñadero amoroso, y por eso, se quedó ciego. Y ciego comenzó a justificarse siempre por cada acto, comenzó a volverse solapado, comenzó a preocuparse por pagar impuestos, agua, luz, mercado y un montón de maricadas en un delirio insoportable; es más, una vez me salió con

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que estaba poniendo platica ‘de aparte’, dizque pa pagarle el semillero de fútbol al pelao, y yo le contesté: ¿Cuál pelao Yoni? Si vos no tenés hijos. A vos te están volviendo loco y dentro de poco te vas a ir los domingos a misa como un marica. Mirá hombre Yoni, haceme caso, recuperá esos ojos, porque vos también llorás, respirás y sobre todo mirás, mirás muy bien. Vos sin ojos perdiste de vista todas esas pendejadas que siempre te importaron tanto. Date cuenta hombre que te estás yendo a la mierda y ya no tenés condición esencial, parecés un monigote, porque ahora todo en tu vida tiene que ser sencillo, tan sencillo que se tiene que explicar. Sino mirá, esas premisas tuyas, por lo que te preocupás, son puras bobadas: si la traiciono habrá castigos, si falto al trabajo habrá castigos, si me quedo sin un peso habrá castigos; hombre Yoni, vos ya parecés un robot. Mirá, si seguís así, lo que sigue, es que te van a someter a pruebas a ver si estás en la dirección equivocada, sólo para saber si sos bueno, si te afeitás, si tenés armas, si vos por ningún motivo olvidás. Y eso no va a ser agradable, creéme, eso hará que vos convirtás esos amores en blasfemias, te lo puedo asegurar porque yo te conozco y vos reaccionás así, usando una cantidad de palabras, porque sos un tipo que sabe de palabras, eso lo sé bien. Y es que vos, siempre has sido de esos que coge el diccionario pa’ volverse un sinónimo con patas, y por esas razones, me imagino yo, tenés una gran capacidad para insultar. Y ahí la cosa se va poner pesada, porque vas a insultar tanto que las flores del patio se te van a morir en esa danza de injurias, y el calor, y la perturbación que te produzca cada hijueputazo, te va a llevar más cerquita de la pérdida del sentido; y toda esa cordura que te caracterizó, esa elegancia que se te deslizaba por las venas se va a ir a la mismísima porra. Haceme caso viejo Yoni, dejáte aconsejar, mirá que yo no te deseo el mal. Si vos querés estar a salvo, si te querés redimir en silencio y con humildad, le tenés que poner cuidado a tu alegría y te tenés que ir lejos de aquí, lejos, y apenas veás el horizonte claro, seguilo, pirate bien lejos y no te dejés coger rastro, y en caso de

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que te lleguen a pillar, disimulás y lo intentás otro día; y si te preguntan cosas, decí que no querés que te anden controlando a toda hora, que te dejen en paz con tus sentimientos, que no te jodan, y así, vas saliendo de paso. Pero ten claro tu ideal para que cuando tengás otra oportunidad, podás echar embarcaciones sin raíces y no te quedés estúpido pensando en las soledades que vendrán. Inflá pecho y hacete a la idea de que querés reconstruir todo destruyendo todo, nadando en ausencias, con la dignidad necesaria. Después de eso hombre Yoni, llamame y me contás cosas, me contás como te fue, me contás que después del escape volvió la maravilla a tu vida. Llamame y me contás que andás pleno, tan pleno que te volviste a enamorar y te vas a volver a casar y vas a corregir los errores del pasado…. y yo te diré: ¡Ah, este Yoni si es mucho güevón! El hipnotizador de moscas. Se desplaza en un espacio abierto en forma de estuario y de vez en cuando toma bocanadas de aire, las cala y siente un silencio culpable, un hielo fuera de foco que le arroja a contemplarse ante el espejo. Se para delante de él y se mira fríamente, se ojea de arriba a abajo y nota detrás de sí un cofre. Lo toma con temblores y un corazón palpitante, lo abre y se escalona en sueños, descansa sus ojos y deja salir las moscas que allí se encontraban. Las moscas comienzan a volar en el cosmos; son moscas extrañas y de sus alas brota el magma, parecen autómatas. El hombre se aterra al verlas, pues cree que son fantasmas. Las mira fijamente, temiendo distraerse; ya que en ese momento asume que no hay nada más vivo. Dicho pensamiento lo clava en el suelo, lo altera de manera tal que sólo puede tomarse la cabeza. Piensa y piensa en qué hacer, decidiendo no rendirse. Comenzando, entonces, a hacer lo único que considera apropiado: levanta un poco la cabeza, se apoya en sus dos manos, dobla sus rodillas y se pone de pie. Mira las moscas y lentamente

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comienza a abrir su boca, toma aire y empieza a cantar. Las moscas que volaban en círculos, al oír su canto, comienzan a agitarse, a confundirse, a revolotear delante del espejo, y poco a poco, en danza, van volviendo, una a una, dentro de aquél cofrecillo. El hombre, inmóvil, observando el regreso de las autómatas se queda quieto, hasta que finalmente la última de ellas entre al cofre, y a él, tan sólo le reste permanecer solo en su hemisferio. Cuando por fin entraron todas, el hombre sintió una sensación extraña, como si acabase de despertar; y al mirarse nuevamente al espejo, se entera con espanto, que ahora lo único que queda es su reflejo; ningún cofre existe. Confundido por lo que había visto y sin certeza alguna se pregunta: ¿Qué tan reales son los sueños? Diario de un embrión. Seré un niño de ojos grandes, agazapados, mirando al viejo morir. No tendré en ellos ninguna expresión, tendré la boca cubierta en dorados claros, tendré la voz brillante y el peso en los hombros. No veré más allá de la idea de mí mismo; la idea de despertar del sueño de la muerte, que dormida, me mostrará el camino.

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Cuando nazca, finalmente llegaré al desierto, sin profetas ni promesas. En él, me esperarán los tutores, los parásitos y el beneplácito del paraíso inexistente, el prometido. Ya desde mi nacimiento habré probado las mieles de la soledad y estaré dispuesto al viaje sin retorno; y en ese viaje, me iré reconociendo. Caminaré por las que serán mis tierras. Estaré de rodillas y luego de pie, seguiré caminos: primero unos y después otros. Esos caminos me harán vagar por un punto de apoyo. Mi búsqueda será el calor, ese mismo que hoy me produce el vientre. Y finalmente… Como la niebla en los campos, naceré. Silencioso. Irse a dormir. Cuando el sol para de brillar me quito la ropa, me veo en el espejo y semi-desierto me voy muriendo ante los ojos del divino que hay en la pieza. Empiezo a sentir los hombros como resortes, y mi olor, siempre tan presente, se diluye con el viento, se va a otro lado. Enciendo la radio, me consumo en rimas, en publicidad pagada, en propaganda, en promesas. Camino por el cuarto y me pongo a pensar. Me voy cayendo en las memorias más reconfortantes y me imagino las sucesivas, siempre mejores, inalcanzables, siempre pálidas, nunca absolutas. Me tumbo en la cama y me pongo a mirar el techo; caen astillas que se me clavan en los ojos. Me volteo, se me agita la respiración, me giro a la derecha y veo en la mesa el periódico, lo cojo, lo ojeo, me lo lamo. Ahí encuentro siempre disponibles las noticias del desarraigo, de los paracos, la guerrilla, la memoria, la t.v, el uso y el desuso; también me encuentro a mí mismo en los clasificados, vendiendo de todo, haciendo parte de todo, mintiendo como todos. Me pego un respiro y empiezo a alucinar, un desfile pasa por mi pared; veo en

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comparsa llegar a las sombras cantando coléricas, maldiciendo sinfín, mintiendo enrojecidas. Enseguida, siguen en fila los duendes sordos y exterminados. Terminando, arriban las brujas con sus cuerpos arados. Me pego otro respiro, abro la ventana y veo el satélite iluminando mi desnudez, vigilándome, su brillo me enceguece y me obliga a cerrar los ojos que, ausentes de luz, dan paso a los colores que llegan autómatas, que bailan y se repiten los pasos esparciéndose imponentes por todo el lugar. Me pego otro respiro y me voy marchitando, perdiendo entre la insensatez, quedando mal, ingenuo, inconsciente; cada día más, con el paso inclemente de la vida que se escapa entre taxis, calores, uniformes, silencios y vigilias. No hay de otra, me tumbo en la cama de una vez para terminar este día colgado del pánico, del hábito. Medellín sin olas. Aquí en esta ciudad sin mar, trazada por surcos y semillas como púas, se vive inútil. Medellín, no te das cuenta quién eres! Estás inmersa en un mar de sangre y hedor a muerte. Tú, ciudad sin olas, eres un valle repleto de santos de cerámica, un valle lleno de estampillas de ángeles, de portadores malsanos del bien común. Eres un país extranjero para tus habitantes, una sombra en la colina; una sombra con inmensas montañas de ojos pétreos y dolores. Medellín, tú que no vacilas en asesinarme, tú que me empapas en rojo y enojo, entre tus palomas y mitos, entre tus cifras de violencia, entre tus ráfagas de pólvora y tus ancianos que se reducen a un montón de arroz partido desde el fondo. Tú, mi ciudad de heridas largas, que de norte a sur te mueves con cuerpo de serpiente metálico, me taladras. Tú, ciudad bárbara, vivida por tantos ojos y tantos odios; eres alquimista, eres

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mina embarazada de lluvias, flores y luces que golpean. ¡Tú, eres inclemente! Medellín que pudres bajo el manto de tus hojas secas y tu clima que aterra; déjame quedar sepultado en tus brotes de amor y miseria para que cuando me incline, pueda aprovechar tus beneficios, ya estando muerto y con los ojos bien separados. Medellín, dime por un instante que te bese, que te bese bajo tus nubes y tus caminos, en tu negro desierto, desde donde te miro urbe solapada con tren de polvo que el cuello estiró tal serpiente. Júntame sin fallos y déjame vagar por tus campos asfaltados, entre tus maldiciones sombrías, déjame recorrerte ciudad que corroe, déjame como en procesión ser tu víctima, la de tus circunstancias; aquella que como a rata, alimentas a la fuerza con tu fuerza. ¡Y Date por entendida, ciudad escarpada! Que somos tus habitantes los hijos idos del infierno, esos que en ti deponemos sueños y debilidades. Entérate villa, que somos nosotros, tu filiación, tu mayor fracaso, ciudad de labios de barro, vil recuerdo que serás. El aviso. En la esquina de la calle A, había un edificio plantado desde hace un tiempo ya. Se sabía que éste, estaba custodiado por un loco plantado con un radio. Se conocía también, que en el edificio A, en el último año, de sus árboles habían caído todas las hojas, todas muertas, indicando mal presagio. Los habitantes, que

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cuidado no tuvieron, siguieron como si nada, adelante, pensando en sus cosas (mierdas), ignorando, que en breve, la tragedia de la hepática sobre ellos caería. Poco después, en (una) mañana (cualquiera), las hojas muertas apilaron, quemaron, luego el humo negro a las nubes - as cen díó; y su olor, los pelos ennegreció. Enseguida, después, la nube negra disipó, y los del edificio A, vieron salir de las cortezas de los árboles miles de polillas negras, gigantes, que volaban desde los troncos hacia las ventanas y puertas. En pocos segundos, la invasión, muerte, muerte, muerte, muerte, llegó. Las polillas, (mariposas gigantes), dibujaron siluetas, invadieron todo, se posaron en cada esquina y superficie, aterrando a los habitantes que eran conscientes del mito; anuncio. Así pues, uno a uno, en A, empezaron a morir, a caer al suelo, enfermos, desplomados, así, así, de inmediato. Al día siguiente, sobre ese edificio, la luz pálida iluminó las ventanas, los rayos de luz cayeron sobre los escogidos por la hepática, sobre sus cuerpos, mientras el sol, no dejaba de brillar. Prostituta. Una noche que demora. Cabizbaja me asumo. Es un deber ser encantadora. El pan a mi boca. Como hechizo. Contemplo bien mis faldas. Encuentro la indicada. Salgo con ganas. Pongo en evidencia. Me devoran caníbales. Sólo balbucean. Me importa un comino. Mi conclusión. Los días sin una pizca de sentido. Inventos míos. Un hombre pequeño. La tierra es de nadie. Apunto el dedo. Ya no importa.

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Y cuando tratamos sobre la intencionalidad de lo que hacemos, o nos hace en un sentido más esencial, como la exacerbación de los sentidos que buscamos; esa intencionalidad extrema, ha de medir lo que somos en la construcción de la Maniobra Intencional de Provocación Extendida (MIPE), dado que desde allí, es desde donde se inicia la tarea de transmisión de la evidencia oscura en la que nos movemos. O desde donde comenzamos a movernos. Y por ello la intencionalidad es básica. No es accesoria, insistamos, es básica, porque ha de intentar saber de qué se trata, del por qué, del para qué y del cómo. No siendo estos necesarios en todo momento de la intencionalidad en lo que se hace; porque no tienen ni tendrán nunca el carácter de sometimiento a una estructura. Existe la estructura, que se da cada uno (a), por eso se realiza en la temperatura de cada uno. Como el mercurio. La condición mercurial de la inquietud. O sea, somos es en la inquietud intencional. Por eso mismo, lo uno se encuentra en lo otro, y lo otro en uno. Es resultado de una provocación intencional, con causa en su principio. Quiebran y fracturan el sentido de aquello que se hace teniendo una intuición principal, hilo de hierro e imán de un gay saber, y de allí que las hélices se muevan. Todos tenemos hélices con las que nos movemos o con las que hacemos mover y transformamos la odiosa y obscena circunstancia con la que se quiere determinar el movimiento de la intencionalidad. Tensión e intencionalidad, lo que dice que la intencionalidad ha de tener tensión, de lo contrario, es irrita su maniobra. Gesto: El torso desnudo por el momento, para observar el movimiento de los ostiones en el observatorio astronómico. Es lo que transparenta lo que se nombra. Invocar a sus Grandes Transprentes es lo que los hace escritores, en su taller o estudio en la intervención de la naturaleza y la ciudad babélica de sí mismos.

Óscar Jairo González Hernández Profesor Coordinador del Taller/Los Campos Magnéticos. Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín


Diagramado por: KOOBE BOOKS Septiembre 2014


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