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Revista La Alcazaba

Mayo 2016

Año VI Núm.: 74

Las dos doncellas-Novelas Ejemplares

Mujeres en la ventana Óleo de BartoloméVista E. Murillo. del TeideGalería Nacional de Arte– Washington D.C. 1


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DIRECCIÓN: ALFREDO PASTOR UGENA LUIS MANUEL MOLL JUAN

4 El Quijote, otros caminos de libertad

39 La cabeza que no quiso quedarse en España

EDITA: EL MENTIDERO LITERARIO

ISSN 2173-2184 MADRID Depósito Legal M-4639-2007 WEB: http://www.elmentidero.org

EMAIL: oquendo1957@gmx.com

18 Infantes, Santo Tomás de Villanueva y Quevedo

44 Paseos por la historia del arte: Daroca

TELF.: (+34) 605434707 FACEBOOK:

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FOTOGRAFÍA: AFOCU

30 Compañero del pan y del ingenio

58 Velázquez y los enanos en la corte de los austrias

MAQUETACIÓN: Luis Manuel Moll Ernesto Vieco PUBICIDAD: Asociación de Arte i Cultura El Mentidero DIRECCIÓN POSTAL Revista LA ALCAZABA Av. De Elda, 75, 3º C 03610 Petrer (Alicante) España

34 La loquera De Santa María 2

70 El funeral y el entierro en el antiguo Egiptoi


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102 Un boticario viajando con Fernando de Rojas

80 Un libro

108 Agust铆n Iturbe 82 Poes铆a 112 En teotihucan , los migrantes eran explotados y ...

118 El dolor

90 Un lugar para visitar

128 las manos de Cristo 124 La religi贸n como espejo de la sociedad 92 El reino de Le贸n, cuna de la Democracia Parlamentaria

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Tierras de Cuenca

Miguel Romero Saiz.

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stá claro que fuera cual fuese la intención de don Miguel de Cervantes al escribir esta obra, no podemos negar que La Mancha –la mayor comarca natural de España- se ha convertido en uno de los espacios geográficos más conocidos del mundo, al menos por el nombre, gracias a esta obra tan universal como viva: el Quijote de la Mancha. Lo cierto es que La Mancha, Al Mansha, cuyo significado de tierra seca o el páramo, nombre morisco según todos los indicios, es una tierra áspera y árida. Es tierra de monte bajo que se distingue de las que le rodean por su color y sus características; es, a su vez, tierra de frontera, en este caso de la corona de Aragón y es también sinónimo de espartal y de desierto.

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La Mancha no era en tiempos de Cervantes como la conocemos ahora, aunque tampoco hay un acuerdo total en ello. Se cree que la llanura tenía más árboles y existían menos tierras roturadas; los montes no estaban tan pelados y había, por lo tanto, muchos más bosques por lo que el escenario que eligió Miguel de Cervantes era más adecuado para las aventuras que el de la actualidad. El paisaje, por tanto, ha cambiado sensiblemente y las vías de comunicación eran por entonces escasas y otras presentaban una configuración bien distinta a la de hoy, yendo muy a menudo a pie o en caballería.

castillo de los Duques y, en cuanto al tiempo, tampoco encontramos una coherencia total y exacta.

Serrano Vicens, estudioso cervantino, se expresaba en su obra así: “… en aquella época sólo escasamente un cuarto de la superficie se hallaba roturada y así las labores se hallaban entremezcladas con amplias zonas forestales de montes altos, de encinas en su mayor parte, de algunos pocos chaparrales y añadiéndose en las pequeñas elevaciones y sobre las umbrias, robles y otros árboles, marcando los cursos de agua en su riberas, sauces, álamos, chopos y algunas olmedas.”

Sin duda la obra de Cervantes es un documento social y fiel reflejo de sus días, pero es también una obra de un creador que trasciende y desborda su época y por ello es aplicable a todas las épocas. Resumen y síntesis de lo hispano a la par que se hace indiscutiblemente universal. Creación, en definitiva, a la vez que le sienta muy bien el paso del tiempo, se agiganta con los siglos. Es, sin duda, una obra escrita para entretener y divertir convirtiéndose con los años en cantera inagotable de simbolismos y reflejo de nosotros mismos en el espejo que su autor nos ha puesto sabiamente delante. Es una obra viva y dinámi-

Sobre la base de un país que conocía bien, Cervantes inventó una geografía, en parte real y en parte imaginada. El espacio o medio geográfico que él utiliza es deliberadamente impreciso: las dos primeras salidas se organizan en torno a la Venta de Juan Palomeque y la tercera en torno al

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ca, tanto, que cada época y cada país puede hacer su propia lectura del Quijote.

De sus fracasos y luchas interiores, duelos y quebrantos del alma, quebraderos de cabeza, noticiados en sus obras o embarruntados, racionales entreveros de niebla, sus constantes viajes, sus huidas por involucración en delitos, sus preocupaciones económicas, etc, de esto y todo lo que le acontece, nos hace Cervantes su propia definición en cada escrito.

Miguel de Cervantes Cortinas nació al mundo, posiblemente, el día 29 de septiembre de 1547, a mitad de ese siglo XVI esplendoroso, rocambolesco, engañoso, americano e irónico. Su registro de bautismo en la parroquial de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares nos lo dice: “Domingo nueve días del mes de octubre, año del Señor de mil e quinientos e cuarenta y siete años.”

Pero este Cervantes, genio cuando escribe, ocurre que es un hombre limitado corporalmente y lo es, humanamente encorsetado. Es sensible a sus aconteceres, es tierno en sus contenidos, es sincero en sus encantos es, como cualquier hombre de aquella España, un hombre castigado y eternamente sentido.

La confusión ha guiado gran parte de la vida de este personaje, para unos y otros cronistas. Su deambular, su compleja personalidad, sus idas y venidas, sus constantes amoríos, su oscurantismo genealógico y todos sus avatares nos llevan, en algunos momentos de su vida, a la controversia y a la confusión.

Cervantes viajó mucho, leyó mucho, conoció a mucha y muy distinta gente. Todo ello le serviría cuando se puso a escribir y las múltiples interpretaciones que de su novela se han hecho, se siguen haciendo y se harán, forman parte del acervo cultural consolidado lentamente en torno a una obra de alcance universal que ha generado, como tal vez ninguna otra, toneladas de letra impresa. Un acervo que crece sin parar hasta el infinito. De ahí la grandeza y la inmortalidad de este Quijote, donde sus personajes, siendo imaginarios, se encarnaron ya, por obra y gracia de la destreza de un escritor genial y de unos lectores entregados que

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desde un principio vieron en esta novela algo absolutamente real. Tan real como la vida misma.

El rostro de Cervantes por Alejandro Cabeza

Podríamos aquí aplicar esa máxima del romántico alemán Novalis cuando en su aforismo afronta con énfasis: “cuando soñamos que soñamos, estamos empezando a despertar”, porque lo que Cervantes creó se ajustaría perfectamente a lo que Borges, tan locuaz, afirma en su estudio que “el hidalgo fue un sueño de Cervantes y don Quijote, un sueño del hidalgo”. Por que la vida de Cervantes fue, a la vez, tan realista como una novela picaresca y tan mágica como un sueño. Desde esa Alcalá de Henares natal, fue ese empedernido viajero que soportó con su familia desde niño, andando los caminos más angostos y en las situaciones más dificultosas, o los valles más extensos en ese deambular por conocer lo desconocido y huir de lo aprendido. Todo lo que en su vida aprendió, vió o pateó lo marcó en sus obras, escribiendo por ejemplo en el Licenciado Vidriera lo de “las largas peregrinaciones hacen a los hombres más discretos” o cuando en el Persiles dice, “que el ver mucho y el leer mucho aviva los ingenios de los hombres”.

social que la España del XVI ofrecía, con el sutil tacto del que sabe perfectamente lo quiere y como lo quiere. Estamos pues ante una obra eminentemente abierta. Ante un pozo sin fondo. Proclive, por tanto, a la discusión y a la polémica. Obra sobre la cual se seguirán haciendo estudios y escribiéndose libros. De ella han escrito casi todos.

El Quijote de la Mancha no fue, ni más ni menos, que su propio reflejo. Expresada e hilvanada en el más fino estilo del que quiere ofrecer sus vivencias, sus rincones, sus realidades en ese entramado

“¿Queréis ver si es verdad lo que os digo?, pues estadme atentos y veréis como en un abrir y cerrar de ojos confundo to-

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ansiaba en un mundo, por entonces, necesitado de ello. Recordemos que el Quijote está escrito en el seno de una sociedad de pueblos o ciudades menores, donde todos, ricos y pobres, grandes y pequeños, se veían, convivían y se trataban. La opinión pública era espontánea, participativa y humanista. Pero era también una sociedad con sensación de catástrofe pues la generación del propio Cervantes conoció la victoria de Lepanto, la derrota de la Invencible y el comienzo de la decadencia imperial. Don Miguel escribió un libro actual, de su época, en torno a esa idea de decadencia, de derrota, de gobiernos incompetentes, de personajes hambrientos, descorazonados, deseosos de cambio y que mejor, que lanzar un caballero andante para luchar ante las adversidades, junto a su inseparable Sancho Panza, simbolismo de lo mundano y de lo inculto y, a su vez, real, donde además, Dulcinea sería la idealizada e inalcanzable España y para ello buscó el sarcasmo, el humor, el distanciamiento. Por eso, su héroe solo conoce la verdad, la bondad y la justicia que es lo que falta, así el Quijote se va desarrollando entre lo burlesco y lo serio provocando siempre el pensamiento y la reflexión en el lector del momento. Por eso, es una obra que mantiene la opción interpretativa del momento en que se lee y por eso cada personaje ocupa su lugar en ese momento y en ese lugar determinado.

das vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para así sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote…” Esta claro que Miguel de Cervantes buscó sus caminos de libertad. Quiso crear, en boca de personajes sacados de la misma realidad, un manantial de aforismos, moralejas, refranes, metáforas y conclusiones que enlazaran esa búsqueda de la verdad, ese deseo de vida que su alma

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Madariaga, en su estudio de la obra, nos dice que “todo en el Quijote revela improvisación. Todo indica que Cervantes lo escribía al dictado de un subconsciente rico en estado de ánimo.” Sin embargo, la mayoría de los cervantistas, como es el caso del valenciano Serrano Vicens, Astrana Marín, Diego Clemencín, etc., afirman todo lo contrario, expresando así la necesidad de entender una obra en sí misma con la carga de moralidad, de contenido, de mensaje educador, comentario que nos haría llegar a la conclusión de que estamos, sin duda, ante una creación literaria que desborda todos los límites, incluso las intenciones, de su propio autor. Como conclusión de su análisis podríamos llegar a manifestar, con la subjetividad de uno mismo, que el Quijote abre camino libre a la exploración de mundos nuevos y hasta entonces ocultos, situando como objeto de la literatura la comprensión de los recovecos y contradicciones del alma humana, las imaginaciones y fantasías de los hombres, creando un ámbito específico para esa misma literatura que, al mismo tiempo, es y no es verdadera, situándola entre la realidad y el sueño. Es decir, Cervantes ha desplazado el interés de la literatura hasta centrarlo en las experiencias personales, sean las del escritor, o la de sus personajes. Alonso Quijano es pues, un hidalgo precario, que sublima la imagen de la caballería y la nobleza para convertirse en don Quijote. Es evidente, por tanto, que a Cervantes le cautivó el medio geográfico y la realidad histórica y vivencial, inspirándole la herencia literaria, el acervo folclóricocostumbrista, la cultura popular, el paisaje, el contenido tradicional que él había vivido y estaba viviendo en esa sociedad

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del momento. Busca de esa manera lo que ve que hay, que le puede ayudar y que le debe de guiar hacia sus caminos de libertad y permite que cada uno de los lectores, nosotros, encontremos un hueco en nuestra mente para ayudar a imaginar, a interpretar y a secuenciar cada uno de sus relatos, de sus moralejas o de sus deseos.

Por eso, el Quijote está destinada a ser una obra examinada e interpretada eternamente al igual que sucede casi con su propio autor, donde aún hay dudas de su nacimiento, de su posible casa natal, de sus infancia, de sus amoríos, de sus idas y venidas, de sus momentos en la cárcel, de sus constantes viajes, de sus visitas a Isabel, su hija, de cuando y cómo incorpora ese segundo apellido Saavedra, en lugar de Cortinas que era el de su madre, del camino más exacto que anduvo en sus rutas, de ese lugar de la Mancha del que parte, de cada uno de sus vivencias y de tantas y tantas cosas. Eso es propio de la obra y eso es propio de su autor. ...esos otros caminos del Quijote. Pues bien, entraríamos aquí en estos otros caminos del Quijote, en el porqué de esta justificación del paso de don Quijote por Cuenca, surgiendo desde la Mancha, a su paso por la Manchuela, un poco de Alcarria, quizás Campichuelo para cruzar toda la Sierra, la media y la alta, en ese deambular, uno más, de sus constantes caminos en pro de la libertad.

Cuando Cervantes recurre al viaje como soporte del relato no está descubriendo nada nuevo. Todo lo contrario: consciente o inconscientemente lo integra en la tradición y el tópico. Conscientemente guarda los cánones de la narrativa caballeresca, que hace de sus héroes viandantes armados, y del camino, escenario y oca-

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sión de sus hazañas. Inconscientemente está echando mano de este tópico que nos habla del hombre como animal que camina en su constante búsqueda vital.

siempre camina hacia arriba, camino de tierras aragonesas. En este viaje que recreamos, de la Mancha a Barcelona, con su correspondiente recorrido de regreso, don Alonso Quijano y su fiel Sancho Panza van entretejiendo un mundo de escenarios, de vivencias, de aventuras y de situaciones de los que inmediatamente el oyente se sentirá cómplice.

Pero nosotros aún podríamos seguir preguntándonos: ¿de dónde ha partido y adónde ha llegado el Quijote?, o tal vez, ¿de dónde ha partido y por dónde ha pasado?, y, es que el hidalgo caballero pudo salir de aquellos Campos de Montiel, casi seguro y no de otros, aunque muchas sean las versiones y muchos otros los lugares que quieren hacer patria de ello, pues extensa es la Mancha. Después, por donde pasó está claro que hay lugares muy bien definidos en su descripción pero, cierto es, que hay otros capítulos, escenas y hazañas, que quedan un poco al hielo de lo personal, de lo subjetivo, de la interpretación, del comentario, porque él anduvo por muchas direcciones pues cuando “escribe ir a Sevilla” supondría “venir de Madrid” y ahí aparecen otras rutas; o cuando habla de La Venta, nos puede conducir a controvertidos lugares por abundancia de las mismas y paisajes repetidos orográficamente, o tal vez, cuando determinó “volver a su casa” podríamos preguntarnos ¿dónde o cual era esa casa?, pues suele cabalgar de día y de noche, a veces todo el día y muchas veces nada le ocurre y eso le desorienta y desespera. Pero en su deambular por la historia, el viaje le adora y él adora el viaje, busca rincones que su autor antes vivió porque en el revivirlos encuentra la esencia de su propio credo y por eso, cuando viaja a Barcelona, recorre entornos montañosos que él conoció, adentrándose por hoces y barrancos que han labrado ríos milenarios y da igual, por el este o por el oeste, pero

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Esta visión tiene, sin duda, un contenido programático y una justificación de base. La misma que inspirase ya en el siglo XVIII, 1780 concretamente, a don José Tomás López y a su capitán de ingenieros José Hermosilla para elaborar un Mapa donde aparecía una porción del Reino de España en la que se reflejaba el camino seguido por el hidalgo en ese viaje aludido. También los importantes trabajos geo-

gráficos e históricos de D. Mateo López, en el siglo XVII, nos aportaron importante documentación al respecto. El hecho de que Cervantes conociera bien este país, le permitió inventar una geografía, en parte real y en parte imaginada, donde su caballero buscase esos otros caminos de una libertad ansiada. Por eso, deambulará desde esos ocres manchegos, dorados al sol, en días calurosos de verano radiante, pasando con rapidez a días lluviosos y de frescas noches, en terrenos más ásperos, montañosos, frondosos; o también, ese brusco paso de sequerales o lugares de escasa agua a esos otros donde pozos, ojos, tablas y lagunas abren el contenido acuífero del deseo y de la vida. Parte de viñedos, olivareros, encinas, alamedas y algún que otro pino, para pasar a quejigares, robledales y monte bajo, con romero, espliego, jara, tomillo, juncias y carrizos. Los caminos que recorre pudieron ser senderos reales, caminos de postas o pasos de cabras, pero siempre trazados por donde circulaban gentes en el desempeño de sus trabajos o en el tránsito a alguna parte; unos, labradores, otros soldados, frailes, comerciantes, pastores, miembros de la Santa Hermandad, trajineros, pícaros, etc., el mundo de don Quijote, el mundo real, el mundo del siglo XVII en una España popular, más rural y más mundana.

Por eso sucede que, aún siendo imaginarios sus personajes, forman parte de un acervo cultural y de un sentimiento social intenso, permitiendo que siga habiendo tantas interpretaciones como lecturas y eso es lo que le da a esta obra, su grandeza e inmortalidad.

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Sale de la Mancha, coloquemos por lo que nos atañe, Mota del Cuervo como inicio en este capítulo de viaje hasta Barcelona. Después, podría ser por el Provencio y Santiago de la Torre, o desde Mota por los Hinojosos, tal vez desde Belmonte a Pinarejo, cualquiera de ellas nos serviría, no hay duda. Si elegimos una ruta más señorial, podemos pasar por San Clemente con su plaza renacentista y barroca, luego el Cañavate hacia Honrubia, después vuelta a Pinarejo, Villar de la Encina y siguiendo el río Júcar llegar hasta Valverde del Júcar, punto de inflexión en esa ruta por los caminos de postas que los mapas del siglo XVII establecían. Encuentra ahora, otros pueblos no manchegos que, como la llanura, eran abiertos y soñadores, lejos de la sequedad y tristeza unamunianas del alma de don Quijote, compartiendo sus calles empinadas y estrechas en esos aledaños de la Serranía camino de Cuenca. Cerca de ese embalse de aguas dedicadas al regadío y a servir de hogar a tantas aves, se encuentra con labriegos de tez más arrugada, comerciantes menos ricos, algún que otro pastorcillo y atrás, va dejando esos lugares de calles alargadas, de esquina a esquina, anchas para que el viento, siempre presente, amaine el sol empeñado en recostarse en los rincones, muros prolongados y en la plaza, el típico pilón.

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Dejan Valverde y siguiendo el cauce a contracorriente del Júcar llegaría hasta Parra de las Vegas entre arboledas y al poco tiempo, los Baños de Valdeganga donde la fama de sus baños atraía a gente noble, algún hidalgo y muchos reconocidos hombres de letras y política de las regiones del interior.

como Ribatajada y Ribagorda, aunque para otros cronistas, pasase primero por Torralba, feudo de aquel licenciado Torralba preso por la Inquisición y del nigromante Marqués de Villena donde escribiese parte de su gran obra, el “Arte Cisoria”, luego la Frontera y desvíase su rumbo hacia el Campichuelo, aprovechando los buenos caldos que por allí se dan.

No tardaron más de cuatro días cuando las tierras rojas del sexmo de Arcas, Olmedilla de Arcas concretamente, les advertían que llegaban a los aledaños de la Cuenca pastoril: “tierra de moros bien avenida, que un rey Alfonso conquistara...”

Es curioso al hablar del condado de Priego y sobre todo, de su capital, donde los condes edificaron un bello edificio religioso dedicado al triunfo de la batalla de Lepanto y que con el mismo nombre de San Miguel de las Victorias dio vida a un magnífico convento elevado sobre una bellísima hoz, llamada vulgarmente hoz de los Frailes.

Antes, el románico bien ideado en la iglesia de Arcas permitía recordar tiempos de repoblación y gestas guerreras.

¿Porqué no visitó Cervantes al propio Conde, un Carrillo, en Priego, con el que posiblemente coincidiera junto a él en esa batalla de Lepanto frente a los turcos?

Cuenca, con su elevada torre moruna en la alto, contempló el paso de don Alonso Quijano y su fiel escudero que, siguiendo el camino hacia Zaragoza observó de lejos al torre de Mangana pasando por Albaladejillo (Albaladejito), Villalbilla, Fuentesbuenas, Nueda (Noheda) y el Villar de Domingo García donde descansó de tan larga jornada.

Deja don Quijote un río y coge otro, el Escabas. Sin alejarse de la ruta prefijada y camino hacia Beteta, cruzó por Cañamares, Cañizares y Vadillos, en cuya Venta descansó unos días, conociendo la zona del Trabaque y la propia del Escabas, antes de llegar a otro río, el Guadiela. Descubre a paso, los molinos del Puente de Hierro, entre Albendea y Priego, el de la Peña y cruzando el estrecho conocerá el de los Barrales, viniendo desde Cañamares.

En aquel tiempo aún funcionaba el llamado Canal Imperial que daba fertilidad a una pequeña parte de aquella enorme aridez que por entonces llegaba hasta la misma orilla del río. El paisaje que en pocas palabras evoca Cervantes, es sólo propio de las tierras altas del centro de España y como, además, veremos más adelante la ubicación posible del palacio o castillo de los Duques, no sería de extrañar que estuviéramos en las proximidades del condado de Priego, en algún lugar del mismo, dirección hacia Beteta y, dejando de lado, las poblaciones

Deja Vadillos y por un sendero abrupto se dirigieron hacia Beteta. Esa hoz, maravillosa, impresionante, altiva, orgullosa, donde el agua, el hielo y la lluvia, e incluso las raíces de la vegetación se aferran a las lastras, tallando un museo de las formas.

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Don Quijote en Barcelona. Óleo de Augusto Ferrer-Dalma

Pasa por Beteta y llega a la Cueva del Hierro, famosa mina que producía elevada cantidad de hierro para abastecer a todas las ferrerías de la Sierra y algunas de la Alcarria. Deja tierras de Cuenca y entra ya en el Señorío de Molina, haciéndolo por Poveda de la Sierra, aldea de pastores, y luego a Peñalén donde descansarían de ajetreada jornada. Buena tierra y buenos gazpachos, llamados de pastor. El Hidalgo, siguió el rastro del agua como camino flotante y cruzando un pequeño arroyo llamado de Hoz Seca, afluente del Tajo, se encontró con varios rebaños de ganado bravo donde vida diera a alguna de sus hazañas bien descritas en la universal obra.

De allí, por el Señorío molinés hacia tierras aragonesas, por Daroca posiblemente hasta dejar de lado la ciudad del Pilar y dirigir su camino hacia Barcelona, final de este ruta. Razones que justifican estos otros caminos quijotescos. Está claro que el autor de la obra, Miguel de Cervantes, tuvo tiempo y no sabemos cuanto para recorrer estas bellas zonas de la Sierra conquense y lo hizo, sin duda, por sus visitas esporádicas a su hija Isabel, casada por entonces con un tal Luis de Molina, madrileño, que arrendó la Herrería de Santa Cristina en término de Carrascosa de la Sierra.

La hija de Cervantes de nombre Isabel, mantiene relaciones con Juan de Uribe, con el que tendrá una hija de nombre Ana. Su padre, Miguel de Cervantes, para asegurar la vida de su hija y sobre todo, de su nieta, la obliga a casar con un tal Luis de Molina, madrileño y hombre de negocios. Con ello, aseguraba el futuro de su nieta Ana.

D. Miguel de Cervantes mantiene relaciones con una tal Ana Franco, con la que se supone tendrá una hija. Después, tanto Ana Franco de Rojas como Miguel de Cervantes contraerán matrimonio con diferentes personas y seguirán vidas separadas.

Este Luis de Molina arrienda la Ferrería situada en la tal Herrería de Santa Cristina a un molinés que es su dueño. Durante el tiempo que la regenta en sociedad con Juan de Uribe, posiblemente el padre de su nieta, es posible que el autor del

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Quijote, visitase a su hija y a su nieta, aunque las relaciones entre ambos no fueran excesivamente cordiales.

trabajos geográficos e históricos de D. Tomás López, publicados en 1765, entre otros.

Es lógico y así lo manifiestan escritores del momento y geográficos de siglos posteriores que D. Miguel conociese esta zona que anduvo en numerosas ocasiones, aunque en espacios muy intermitentes y cortos.

Escritores que han abordado el tema son muchos y en todos, la referencia al viaje de Alonso Quijano a Barcelona la hacen pasar por nuestra Tierra: Gregorio Marañon en “Vida e Historia”; José Terrero en “La ruta de las tres salidas del Quijote”; los Anales cervantinos tomo VIII de 1959; en Miguel de Unamuno, “Vida de D. Quijote y Sancho”; Pellicer, Astrana Marín, Serrano Vicens, etc.

Esta afirmación está constatada por numerosos libros publicados, tales como el de Mateo López y su Nomenclator, publicado en 1876. La obra de D. Ángel González Palencia, publicada por el Instituto Jerónimo Zurita de Madrid, en 1944 y los

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Nicolรกs del Hierro

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oventa y dos años separan los nacimientos de Santo Tomás de Villanueva y Francisco de Quevedo, y noventa los distancia su muerte. Desde 1488 a 1555 fue la existencia y entrega personal del primero, y desde 1580 a 1645 se desarrolló el ensueño y la lucha por la estética en el recorrido vital del segundo; 25 años separan el tránsito de aquél con el nacimiento de éste. No pudieron, pues, conocerse y menos tratarse; pero algo les unió en la distancia por el latido concreto de un lugar en la tierra: este lugar no es otro que Villanueva de los Infantes y su entorno.

ron a Infantes en Catedral y Olimpo para que cristianos y musas, humanistas y poetas, estudiosos y pensadores, entre otros, hallaran y hallen aquí su parcela de acogimiento y su cátedra de aprendizaje, su libro de lectura el pálpito de la historia como símbolo de la estética. Tomás García Martínez, Santo Tomás de Villanueva; Francisco de Quevedo y Villegas, Quevedo, inmortalizados, ambos latentes en la esencia de sus respectivas obras, unidos los dos a la vida de Villanueva de los Infantes, presentes a lo largo de los siglos en las piedras y en la cal de esta villa nos traen recuerdos de maestres, comendadores y caballeros en los ambientes de los siglos XVI y XVII, aunque el esfuerzo y el trabajo, el progreso y la transformación social de Infantes reivindique la vanguardia de una actualidad patente.

Resulta hermoso comprobar cómo nos tienen aquí congregados la esencia de unos huesos, que polvo enamorado se hicieron con la muerte, y el pálpito humano de un niño que nace a la existencia cimentando en estas tierras la cosecha de amor y generosidad que fue su vida. El Santo, en el nacer, y el poeta en el morir convirtie-

Santo Tomás de Villanueva y Quevedo, proyectados uno en la obra socio-cristiana y literario-política la del otro, nos han

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cristiana… Quevedo, el Señor de la Torre, se une de tal forma al propio lugar, que, tras su muerte corporal, tierra en él: en polvo enamorado se transforma, y desde aquí se da. Es cierto que podríamos pensar que no eran aquéllos unos años, una época, un ambiente ni un siglo apropiado para cultivar el espíritu. Si nos detenemos a contemplar el panorama en sus más destacados movimientos históricos, resultaban momentos más propicios para el orgullo y la altivez, para los intrépidos y los arriesgados. El descubrimiento del Nuevo Continente, luchas y guerras motivadas por la ambición y el poder, el privilegio de unos pocos, la implantación de un Imperio y extensión del mismo con la llegada a la Corona de Carlos I, parecen conjugar unas coyunturas más afines con guerreros y descubridores, ambiciosos, que para los hombres del espíritu. No obstante, habría de ser en aquellos casi años quevedescos cuando la mística, la fe y la cultura cimentaran y construyeran el gran edificio de nuestro Siglo de Oro.

congregado aquí, porque el primero en el nacer y el segundo en el morir, recuerdo son que a Infantes dignifican en su historia. Paseando por la Villa, sería también necesario recordar a don Miguel de Cervantes en el encuentro de Don Quijote con el Caballero del Verde Gabán y analizar el concepto de la poesía que el egregio loco nos da cuando habla con don Diego de Miranda, sobre el hijo poeta de éste, don Lorenzo de Miranda. De poetas y de poesía se trata. La poesía, ahora en la expresión de Cervantes y en labios de Don Quijote, “menos útil que deleitable” Santo Tomás de Villanueva es tan de Infantes que adopta su propio nombre para la vida y su inmortalidad

Casa del Caballero del Verde Gabán

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Antes, en esta España de ambiente conquistador y ávido, en el seno de una familia acomodada, vendría al mundo el niño Tomás García Martínez, luego Santo Tomás de Villanueva, cuyo primer acercamiento al milagro, si se me permite llamarlo de esta manera, radica en su propio nacimiento, pues, ya desde el vientre de la madre, imitando al Niño Jesús, aprovecha la existencia de una peste en Villanueva de los Infantes, para que su venida al mundo se lleve a efecto en un lugar más recóndito, y traza su paralelismo en el desplazamiento nativo. Tomás García se hace emigrante antes de su nacimiento, como lo fuera Jesús en el vientre de la Virgen, cuando ésta hubo de parirlo en Belén por temor a sus perseguidores.

puro. Como cuando llegan los dolores del alumbramiento la peste no ha cesado, en caballería o en carro evitan la distancia de Fuenllana, viajando a éste.

Iglesia –castillo de Fuenllana

El nacimiento en Fuenllana de este santo manchego no fue sino una coyuntura. Sus padres, don Alfonso García y doña Lucía Martínez, descendientes de la estirpe de los Condes de Castilla, residen habitualmente en Infantes. A la sazón una peste asolaba esta villa y no quieren que, en los últimos días del embarazo, les envuelva la enfermedad. Poseen una finca entre Infantes y Fuenllana, una finca denominada Casa Valdés, (más tarde Molino del Santo) enclavada en el término del primer municipio pero más cerca del segundo. Y a ella se trasladan buscando un aire más

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La casa de la Izquierda es donde vivió Santo Tomás en Villanueva de lo Infantes


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“Aquí está bautizado; aquí su pila bautismal”, se me dice cuando nos hallamos ante las ruinas de un viejo castillo, lugar que fuera iglesia y cementerio, convento de Agustinos, cuya capilla, aseguran, ocupó la estancia donde naciera: “y allí, aquella ventana que ves más abajo, pertenece a la habitación en donde vino al mundo”

Contemplo un pequeño rectángulo vertical abierto a poco más de un metro del suelo sobre un grueso muro de piedra y argamasa. Cuanto la veo, la habitación se conserva en su trazo primitivo. Junto a ella, en honor del nacido, se elevaría una iglesia y, más tarde, cuando la canonización (1658, por el Papa Alejandro VII) del Santo, la Orden erigió un monasterio. Lo imaginamos niño, recorriendo las calles de Villanueva, jugando con los polluelos en el gran patio de la casa familiar, despojándose de sus sandalias y blusilla para dárselo a los amiguitos pobres que tenían frío y pisaban la tierra descalzos. Lo vemos, como el propio Quevedo escribe de él, imitando a los frailes que a predicar venían: está reunido con los chicos de su edad, mayores incluso, y adultos que se detienen a escucharlo en las esquinas, mientras repite parte del sermón que aquél dijo en la iglesia. No vamos a llegar, no quiero llegar, por síntesis, a las frases que hicieron esperar al propio Emperador, ni siquiera a su tiempo de estu-

Santo Tomás de Villanueva del Seminario Menor, obra de Antonio José Martínez

diante en Alcalá ni profesor en Salamanca, tampoco a cuando era llamado “el obispo de los pobres”, en Valencia, tan de los pobres que, al testar, dona hasta su propio lecho en una manda. En Infantes, donde estamos visualizándolo ahora, Santo Tomás de Villanueva es Tomasillo: La casa que la madre y él mismo donaran para hospital, “El Hospital de Santo Tomasillo”, “La Ermita de Santo Tomasillo”. El Santo aquí es un niño, quizá porque el cariño del pueblo es más puro para con los primeros años de cualquier

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existencia: quizá porque Tomás García no deja en Infantes una huella más firme que la de su infancia y adolescencia. De la antigua casa solariega nos detenemos frente a la vieja puerta falsa, la misma de entonces, grande, pesada y fuerte, lo suficientemente amplia para que pudieran entrar y salir mulas y carros. De sus gruesos y artesonados clavos, nos aseguran que cada día le van quedando menos. Los curiosos, los nostálgicos, los archiveros de historia, los amantes del Santo, llegan y, en su visita, si pueden, se llevan algo como reliquia. Cuando acaben con los clavos irán cogiendo astillas, tablas y travesaños que engrosarán las pequeñas o grandes colecciones, incluso museos.

estudiante, el profesor magnífico, el orador extraordinario, el hombre humanista, el ser recatado, el “limosnero”, el obispo de los pobres a quien le ruboriza su propio ascenso y lo rechaza. Sobre la puerta el escudo familiar y, a través de ella, por una mirilla, se contempla un pequeño oratorio con la imagen del Santo, un sillón y unas velas. Está situada justo frente a la puerta principal de lo que fuera su casa paterna, en cuya pared, una placa nos recuerda: “En esta casa solar, fue donde los García, familia de inmemorial abolengo en Villanueva de los Infantes, vivió el más ilustre descendiente de la misma y más preclaro hijo de este noble pueblo, Tomás García, después Santo Tomás de Villanueva, religioso, agustino y arzobispo de Valencia, ejemplo de religiosos, predicador, teólogo influyente en Trento, consejero de reyes y

Su estela se pierde en la infancia y tras la primera juventud. Será, luego, el buen

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emperadores y su vida fue una entrega absoluta a la más excelsa de las virtudes: la caridad”. (La placa está fechada en el cuarto centenario de su muerte: 1955)

duría que el Cardenal Cisneros cultivara en la Universidad de Alcalá de Henares.

Refiere Quevedo cómo Lucía, la madre del luego santo, su madre, influye notablemente en sus caritativos cimientos y en la formación de su carácter, induciéndole por el camino de la comprensión y la caridad, al tiempo que le enseñaba a respetar a la Virgen y a decir MARÍA. Asimismo nos habla de que fueron los profesores y frailes del convento de San Francisco quienes enseñaron al niño Tomás sus primeras lecciones y cimentaron su vocación religiosa. En su formación primera existe también su paso por el colegio Mayor de Villanueva, pequeña universidad local, enclavada al lado mismo de su casa paterna, donde luego vendrían hombres y nombres como Bartolomé Jiménez Patón y Simón Abril, cátedra de gramática y retórica, que integraría su formación de estudiante y abonaría el terreno para cosechar los frutos en los recién estrenados quiñones de la sabi-

Para acercarnos un poco al carácter de Quevedo convendría en esta síntesis del mismo modo que lo hemos hecho para con Santo Tomás, extrae aquí unas pinceladas el ambiente político del momento. Aquel primer medio siglo XVII se caracterizaría por una mala administración y por unos gastos excesivos que agravan guerras y divergencias políticas, donde la Hacienda Pública soportó crisis y bancarrota, como ocurriera en 1607, bajo el reinado de Felipe III y las que luego le seguirían con Felipe IV. Un historiador tan prestigioso como lo fuera el Padre Mariana llegó a escribir de aquel tiempo que: “Vemos ministros salidos del polvo de la tierra, en un momento cargados de millaradas de renta pues los reinos servían a una codicia duplicada y el despojo había de ser bastante a tener y a dar. No hay oficio ni dignidad que no se venda por los ministros, hasta las audiencias y obispados”. No es por tanto extraño, dado el carácter de Quevedo, encontrar cómo le escribe al propio Rey diciéndole que: “Por este camino vinieron los reinos de Vuestra Majestad a enflaquecerse, a debilitarse, poco digo, a tener una vida dudosa y un ser poco menos miserable que la muerte”.

Infantes está impregnado de aromas de Santo Tomás y de Quevedo: de un santoniño y un escritor-hombre. Dos temperamentos fuertes, dos personalismos bien marcados, que no pueden dejar de ser parte principal en la historia de pueblo. Aunque el momento no les uniera en vida, la vida los une con sus sensaciones, su modo de verla e interpretarla; les unen sus culturas, los movimientos sociales, políticos y los religiosos.

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Como suele suceder en las reacciones anímicas de todo buen creador, cuando la libertad de la mente es coartada por las sinrazones, la obra de aquéllos no se hizo esperar y en la unidad de los siglos XVI y XVII, surgen los más grandes escritores que hasta el momento (y me pregunto si para siempre) se habían manifestado en nuestro idioma: Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Gracián, Calderón…, que acogidos, más o menos, al juego formal del adorno literario característico del Barroco, buscando en ello la evolución del Renacimiento e irrumpiendo con su sencillez, si bien ya en el siglo anterior este modo de comunicación escrita lo habían ejercido en sus obras autores tan significativos como Juan de Mena y Fernando de Herrera. Quevedo, que nace en Madrid el 17 de septiembre de 1580, es hijo de Hidalgos cántabros, queda huérfano de padre a los seis años, pero esto no le impediría para que, como Santo Tomás de Villanueva, ingresara adolescente en la Universidad de Alcalá, donde estudia su Bachiller. Hombre de política, y desde niño, por nacimiento, viviéndola, se une aquellos años con el Duque de Osuna. Vive en Niza, Nápoles, Milán… Viaja a Madrid… Surge la “Conjuración de Venecia”, lugar desde donde ha de huir disfrazado de mendigo para no ser arrojado a la Laguna, como otros españoles, o ahorcado como lo fueron muchos extranjeros el 14 de mayo de 1618.

Quevedo y Vilklegas pintado por Vel´zquez

gran parte de su vida, para obtener las rentas del Señorío que había heredado de su madre en Torre de Juan Abad, aun cuando las rentas de aquél fueran escasas. Veinte años más tarde de fallecer Tomás de Villanueva, cuando las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575), Infantes tenía 1.300 vecinos, de los cuales 1.000 eran cristianos viejos y 300 moriscos. No se sabe cuántos censaba La Torre en aquel momento, pero sí hay constancia que el año 1768 contaba con 961 habitantes y

Riquísima en aventuras la biografía de Quevedo, habremos de dejarla aparcada, dar saltos en el tiempo sobre la misma y traerlo al lugar de La Mancha del que sí queremos acordarnos, y referir cómo en 1606 inicia los pleitos, que le llevarían

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Detalle del plano publicado en 1606 realizado por Mercator-Hondius

Me inclino a pensar que sería también en circunstancias semejantes cuando escribió su popular “Letrilla satírica, y lo pienso, no ya sólo por la fuerza del estribillo (“Poderoso caballero es Don Dinero”), sino por el verso donde me parece ver reflejado su estado anímico de entonces, siendo, como era, un rebelde: “Madre yo al oro me humillo”

que descendieron a 795 el 1787, lo que nos da una idea de cuántos podría tener en tiempos de Quevedo y lo que supondrían sus rentas. Tras la huida de Venecia, paga sus culpas durante algún tiempo, junto con el de Osuna, del que fuera cómplice, en la fortaleza de Uclés y posteriormente con arresto domiciliario en Torre de Juan Abad y Madrid. Sería el 1621, y ya no saldría de España.

Nuestro poeta no era de talante doblegable; pero en aquellos días había de sentir algo inquietantemente interno que le asustara, o, al menos, le tuviera preocupado. Esta letrilla, aparentemente desenfadada, nos da en sus versos la doliente ironía del escritor donde el fino disfraz de su latido humano queda cubierto. Sagaz y penetrante, perito en vicios y virtudes de una Corte superficial y frívola, opta en muchas ocasiones por la ironía en el empleo de su palabra, consciente de que, para atacar a la sociedad de su tiempo no podía utilizar mejor arma. Y nos lleva a sus obras satíricas y festivas, por no darnos su llanto. El interior de Quevedo es una cueva oscura y amarga, motivada por acontecimientos generalizados y ambientales. Lo que sucede es que, contrariamente a su figura, que no puede ocultar, su verso puede ofrecernos una idea estética y burlesca del drama a través de la metáfora. Utiliza la poesía seria para la formalidad de sus poéticas. Así vemos cómo nos conduce a través de un campo de perfectos sonetos por la más hermosa parcela del barroco español, derramando la fuerza del lenguaje. Es en el Conceptismo donde se caracteriza el estilo de nuestro poeta, dentro de una profunda reflexión utilizada con sabios retruécanos y

Quevedo, sin duda hombre intrépido y no dado a las adulaciones, a raíz de la decadencia y muerte luego del de Osuna, da la sensación de ser presa del miedo frente a la circunstancia de su destierro, aun cuando años después (1624) se le rehabilite en la Corte y recupere parte de la confianza del Conde Duque Olivares y del propio Rey. Deduzco que fue aquí, entre Villanueva de Infantes y Torre de Juan Abad, con el obligado alejamiento del ámbito político, la relación social y el ambiente de Corte, donde se produce cierta metamorfosis anímica en el autor de “La Vida del Buscón”. Es cuando se dirige al Conde Duque de Olivares, cuando le dedica su Epístola Satírica, y acercándose a Felipe IV, aquél le hospeda en su casa y donde parece ser que escribe su comedia adulatoria: “Cómo ha de ser el privado”.

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donde lo altamente transcendental nos surge no pocas veces en ironía. No así emplea la ironía en el amor. Sus limitaciones psíquicas y sus defectos corporales, fueron, o nos hacen pensar en ello, causa de su escaso éxito entre las mujeres, “reduciéndole a doctrina platónica”, como cuando le canta a Lisi, o cuando el desdén de la propia Lisi hace prisión de su espíritu libre: “Nació monarca del imperio mío la mente, en doble libertad creada;

hoy en esclavitud yace amarrada al semblante severo de un desvío” No me inclino en pro de la misoginia con que algunos de sus biógrafos tildan a nuestro poeta; antes lo considero el hombre enamorado y no correspondido quien, con su estudiado desdén y natural ironía, muestra a la galería lo contrario de sus verdaderos sentimientos. No puede ser misógino quien escribe:

“Una risa, unos ojos, unas manos, todo mi corazón y mis sentidos

hermoseada de lirismo y renovación idiomática. Gran conocedor del diccionario, puede decirse de Quevedo que fue el culto precursor de los “pasotas” y que deberían estos, igual que aquellos, leer al Señor de la Torre. Siguiendo estos términos, al queso habrá de llamarle “cecina de leche”; al pastel, “pícaro de masa”; “tengo céfiros infectos”, habrá de decir el que advierta dentro de sí ventosidades, y la mujer que se encuentre indispuesta por la regla, dirá: “tengo calendas purpúreas”…

saquearon hermosos y tiranos”. Le basta a Quevedo para convencernos que no ironiza ante el amor cuando corona su inmortal soneto “Amor constante más allá de la muerte”, con un verso tan escalofriantemente humano y bello, como el conocidísimo: “Polvo serán, mas polvo enamorado” La mentalidad dominante de su época hizo a Quevedo disfrazar su íntimo yo en no pocas ocasiones, hasta el punto de ofrecernos una gran parte de su obra como en una amarga broma, en una ironía genial. Utiliza el doble filo de su pluma como un disfraz humanista, como una lanza

Pienso que todo ello, todo esto y más, era el fácil recurso de su ingenio, el agudo hilván de su privilegiada inteligencia para mantener perfecto el traje anímico con

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Revista La Alcazaba Última morada de Quevedo en Villanueva de los Infantes.

año es inmediatamente de tenido y confinado en el Convento de San Marcos de León. Las inhumanas condiciones de la cárcel, el frío, falto de cobijas, encadenado y descalzos los pies, lleno de humedades el calabozo, es pronto presa de las enfermedades: “Estoy con tres heridas, que con los fríos y la vecindad del río que tengo a la cabecera se me han cancerado y por falta de cirujano las he cauterizado por mis propias manos”. Dirige cartas en petición de indulto, a los poderosos y un tiempo amigos, pero nadie, ni el mismo Rey, se hace eco de su llamada. Cuatro años hubo de soportar en tan lamentable situación, y sólo cuando la caída en desgracia del Conde Duque de Olivares es una realidad (1643), quebrantada plenamente su salud, se permite a Quevedo regresar a su Señorío de Torre de Juan Abad. Pero, igualmente aquí, sin médico que le atienda, se recoge en el convento de Santo Domingo de Villanueva de los Infantes, lugar donde fallece en 1645, el 8 de septiembre, donde, poco tiempo antes, había conocido la muerte de su enemigo el Conde Duque de Olivares.

que cubría su pena. Porque don Francisco de Quevedo y Villegas, en el fondo, era el gran triste, el gran sensitivo, dolido del sinfín de cosas mal hechas (incluyendo su misma figura) con las que se encontraba a cada instante.

Testó Quevedo ser enterrado en la capilla mayor de esa misma iglesia, si bien de manera provisional, para luego ser trasladado al Real Convento de la misma Orden en Madrid. Sin embargo, ninguno de estos deseos le fue conseguido, pues, por solicitud del vicario y otros sacerdotes, el cuerpo del poeta fue depositado en la cripta de la iglesia de San Andrés, en una Capilla propiedad de la familia Bustos, para luego dando vueltas y tumbos sus huesos acabar en un reconocimiento de dudas que sólo los más técnicos y convencidos suelen asegurarnos su paradero.

Tal era su forma de ser y comportarse ante aquella sociedad de ambiciones particularísimas y desaciertos políticos que cuando, en 1639, en la Corte, en una comida, bajo la servilleta que cubre el plato que ha de utilizar el Rey, aparece una carta-memorial anónima en verso, criticando la política del Conde Duque de Olivares, carta que se atribuye a Quevedo, quien al negarlo, el 7 de diciembre de aquel mismo

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José López Martínez

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El vino ha sido siempre, desde los primeros amaneceres de la humanidad, compañero inseparable del pan y del ingenio, de los ricos y de los pobres, habitante iluminado en la bodega, despensa fabulosa de ensueños y fabulaciones. Tiene una extraña música el silencio que se produce en el interior de toda mansión del vino, sobre todo en los atardeceres, junto a la boca anchurosa de las tinajas. , en las espaciosas galerías, en la campechanía de los antiguos bodegueros. En toda bodega resplandecen, como agazapados, los soles maduradores del otoño y se perciben los ecos remotos de las coplas mañanera que cantan los viñeros en las llanuras, en las laderas y lomeríos de las regiones de España, por hablar sólo de lo nuestro. Perdura el brillo de las estrellas en las noches de plenilunio y la alborada de un nuevo día cae sobre las cepas y los racimos. El poeta de Valdepeñas, Juan Alcaide, que supo elevar el cercao al rango de tertulia literaria, nos presentaba así a la tinaja conversando con el bebedor:

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El mosto es feto de mi vientre y crece.

Nace en los gritos de la espita y quema. Por tí, tonel minero, se hace gema, gema de amor que por amor padece. Termómetro del dedo, en él se mece y abre un clavel de gozo por su yema. Copla de mano a boca. Y más; diadema de la boca a la sien, donde fenece... Barro hermano de Aldonza, carne mía, yo brindo en mi Toboso la alegría de un bárbaro Velázquez, vaso a vaso. Vente, buen bebedor, queda conmigo: reclina bien tu sed sobre mi ombligo, depúrate el volar... y enreda el paso.

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Tampoco habrían de estar ausentes del Quijote las alusiones al vino, pues Miguel de Cervantes, hombre de mil caminos y aventuras, conocedor como pocos del corazón humano, en más de una ocasión se valió de un buen trago de vino para superar sus muchas desgracias y pesares. Así, en el capítulo XIII de la segunda parte del Ingenioso Hidalgo, en el gracioso diálogo que Sancho Panza mantiene con el escudero del Caballero del Bosque, o séase del mismísimo Bachiller Sansón Carrasco, aquél comenta del siguiente modo: "Fiambreras traigo y esta bota colgando del arzón de la silla, por sí o por no, y es tan devota mía, y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que dé mil besos y mil abrazos".

Cervantes escribio sobre el vino de Ciudad Real y, posiblemente, quiso referirse, por extensión, a todos los vinos de La Mancha, región que tan puntualmente conocía. Y Diego Clemencín, uno de los más acreditados comentaristas del Quijote, dijo al respecto que "debió ser vino -el manchego-- muy del agrado de Cervantes, pues en la novela El Licenciado Vidriera, citando entre los vinos de fama los de Madrigal, Coca, Esquivias, Cazalla, Guadalcanal, La Membrilla, Ribadavia y otros, nombra también el de Ciudad Real". Del mismo modo, en El coloquio de los perros, Cervantes vuelve a mencionar el vino de La Mancha, y Pellicer aseguraba que este vino figuraba entre los más conocidos y aceptados del siglo XVI, incluso desde mucho antes, según comentaría, nada menos, que el propio Jorge Manrique. No reza mención alguna al vino de Tomelloso, lo cual se debe a que Tomelloso, por aquellos años, apenas era un pequeño grupo de casas en medio de un tomillar.

"Y dicho esto se la puso en las manos a Sancho, el cual, empinándola, puesta a la boca estuvo mirando las estrellas más de un cuarto de hora, y acabando de beber, dejó caer la cabeza a un lado, y dando un gran suspiro dijo: "!Oh hideputa bellaco, y cómo es católico¡" Luego indaga en los orígenes de aquel vino que le ha sabido a gloria: "Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere, ¿este vino de Ciudad Real?", bravo mojón, respondió el del Bosque, en verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad".

Antiguo casi tanto como la humanidad es la historia del vino; una de las historias más hermosas y lúdicas jamás contadas, el afluente más caudaloso del mítico río del pensamiento humano y del ingenio. En la Biblia, como es bien sabido, se registran numerosas y trascendentes alusiones al vino y a las uvas. Recordemos, por ejemplo, la llegada de los enviados por Jesué al campo de los hebreos portando enormes racimos procedentes de las viñas de la tierra de Canaan.

Luego le explica sobre sus conocimientos vinícolas: "¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y natural en esto de conocer vinos, que dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura, y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas?" 33


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Carmen Torres Ripa

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lueve mucho cuando cruzo el portón enrejado negro. El viento me lleva casi corriendo a las escaleras que suben a la casona de la Avenida de las Universidades 10. Tan cerca y tan lejos. Nunca me había fijado que la antigua vivienda está pegando al centro docente de Deusto. Siento un intenso respeto cuando me pongo a escribir en el ordenador. He estado sentada en las mismas sillas, he rozado su cama, he rezado en silencio en su oratorio partículas. Vivir –aunque sea cien años después- la presencia de una santa sobrecoge. Hace unos años publiqué un librito de ella que editaba la BBK. Se titulaba “Mujeres de Vizcaya”. Lo escribí con cariño, y quizás, sin saber los auténticos entresijos de aquellas mujeres que había seleccionado con criterio personal. Rafaela Ibarra era una de las protagonistas. Hoy, 23 de febrero de 2016, hace un siglo de su muerte. He visitado su casa, La Cava, para recordarla, y he sentido el rastro de Dios en el corazón del Campo Volantín, justo enfrente del museo Guggenheim. Se que las salas que he recorrido, las cartas que en urnas he leído, los vestidos de seda que he admirado y los sacrificios secretos que he podido descubrir -gracias a las religiosas de los Ángeles Custodios que mantienen con infinito cariño su recuerdo- algún día será un museo. Creo que los vascos somos demasiado adustos con nuestros personajes cercanos, nos cuesta admitir el saber, el arte y hasta la bondad de nuestros compatriotas. Rafaela es y será, la santa de Bilbao. Con pocos años se enamoró de José de Villalonga (que luego sería el primer presidente de Altos Hornos de Vizcaya) un joven catalán del Ampurdán que solía venir a la villa. El amor llegó cálidamente, casi sin que la adolescente se diese cuenta de que aquel caballero moreno, que habitualmente hablaba de negocios con su padre, la miraba distinto y hacía que sintiera cosquillas en el corazón. Se casaron al cumplir 18 años y fueron de luna de miel a Paris.

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Familia Vilallonga,hijos y sobrinos. Foto de la familia Vilallonga

Los hijos llenaron La cava de alegría y dolor. Algunos nacieron y murieron tan pronto que Rafaela y su esposo aprendieron jóvenes que la felicidad se teje con espinas. Tuvieron seis hijos y acogieron en su casa a los cinco niños más. Los hijos de su hermana que murió a los 28 años.

ahora para conseguir gente joven para sus negocios. La estación de Atxuri era una cita casi obligada para llenar casas con chicas que acudían a Bilbao para trabajar, normalmente en el servicio domestico. Rafaela, que conocía este trasiego, a veces conseguía llegar a tiempo de rescatar a las chiquillas indefensas, otras veía con impotencia como entraban en ese camino fácil del que tan complicado resulta salir.

Dicen sus biógrafos que Rafaela recibía en su salita diariamente a cincuenta pobres, acudía a la cárcel, a los hospitales y a los prostíbulos. Fue la primera mujer valiente que con naturalidad se dedicó a la difícil labor de ayudar a las mujeres que habían elegido el viejo oficio para no morir de hambre,

Sin miedo al qué dirán, sola o acompañada por su fiel chofer –solía quedarse en la calle esperándola- se adentraba en pisos de mala nota y cárceles para recuperar lo que quedaba de claridad en aquellas niñas. Así fue como se le ocurrió crear una casa para recogerlas, una casa donde podrían

Los antiguos tratante de blancas, recurrían a lugares menos sofisticados que

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vivir, aprender oficios y volver con la frente alta a la vida cotidiana. Fue un trabajo difícil que hoy hubiese merecido títulos de primera página en numerosos periódicos. No era fácil, para un mujer de la puritana sociedad bilbaína, acudir a aquellos ambientes, atender a mujeres enfermas de sífilis y jóvenes que recibían palizas de los proxenetas. Cuando empezó a pensar en su obra maestra –la fundación de los Santos Ángeles Custodios- se mere-

ció el nombre de “La loquera de Santa María”. ¿Cómo entender que una mujer de su posición se dedicaba a casar a las parejas de amancebados y bautizar a los niños nacidos fuera del matrimonio? Dedicó su vida a santificar lo que más amaba: la pureza y, para conseguirlo, tuvo que estar continuamente con las jóvenes que mancillaban esta virtud. Su trabajo fue tan silencioso y hermoso que estas

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mismas jóvenes de vida poco edificante, la consideraban como una madre, posiblemente la madre que no tuvieron para poderlas salvar.

sarla, poder tocar sus ropas y quedarse con el recuerdo de aquella mujer que tanto había consolado sin pedir nada a cambio. La historia –no sólo la iglesia- la juzgará. En los archivos de este Bilbao tan olvidadizo, es posible que un historiador recopile muy despacio su vida. La vida de esta vasca recia, hermosa en cuerpo y alma, y valiente como las más aguerridas seguidoras de Teresa de Calcuta. Rafaela, más silenciosa, sólo quería ser la amante de Dios, la eterna enamorada del divino maestro.

Sería larguísimo detallar las numerosas mortificaciones que padeció por su deseo Rafaela Ybarra y su audacia a la hora de pedir limosnas, permisos, visitar lugares difíciles y ser la eterna caminante de las calles de Bilbao, el coche era un lujo que sólo se permitía para los largos desplazamientos. Rafaela vivió en Bilbao pero parece que pasó rozando sin pisar el suelo. Quizás porque fueron los ángeles custodios sus compañeros de viaje. Cada mañana se encomendaba al ángel de la guarda como si de él dependiera que Rafaela terminara con éxito el día. Santa Teresa y San Juan de la Cruz le enseñaron a escribir preciosas cartas. Si se recogieran todas se podría publicar un libro bellísimo de ternura de madre y amor de esposa. Cada consejo estaba envuelto en un perfume divino porque, desde muy joven, había hecho suyo un lema que utilizó hasta su muerte: “Dulzura en los medios y entereza en el fin”. Así educó a su familia y atendió a las jóvenes que estaban bajo su protección, amó a su esposo y la iglesia la convirtió en beata. Ahora falta que le de el nombre de santa para que una nueva luz adorne los altares. Rafaela Ybarra se fue al mas allá un día como hoy de 1900. Dicen los cronistas de la villa que todo Bilbao guardó turno frente a su casa para poder be-

Lienzo contemporáneo de la Beata con las religiosas de su Instituto

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Enrique Gracia Trinidad

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He tenido siempre una teoría: Que cuando los restos de Goya vinieron a España y se descubrió que faltaba la cabeza, fue por un asunto de amor. Ahora estoy cambiando de opinión. Me explico.

En 1888, seis décadas después del fallecimiento del sordo de Fuendetodos, se exhumaron sus restos en el cementerio de Burdeos. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que faltaba la cabeza. Joaquín Pereyra, cónsul español en la ciudad francesa, asombrado, telegrafió a sus superiores diciendo "Esqueleto de Goya no tiene cráneo"; a lo que contestaron desde el ministerio español: "Envíe Goya con cráneo o sin él". Y así se vinieron los restos del ilustre baturro hasta su descanso eterno e incompleto en San Antonio de la Florida, de Madrid.

Cuadro de la calavera de Goya pintado por Dionisio Fierros en 1849 años después de morir el genio de Fuendetodos pero 30 antes de cubriera oficialmente durante la primera exhumación que a Goya l birlado la calavera.

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9, veintiún que se dese habían

Se ha especulado mucho sobre este misterio. Se dijo que la cabeza podía hacer sido sacada de la tumba para hacer algún estudio frenológico o incluso antes de enterrarle, apuntando a que el mismo pintor autorizase a su amigo, el doctor Jule Laffargue, que le quitase la cabeza para su análisis por parte de los frenólogos. Esta hipótesis podría confirmarse tras las investigaciones sobre la colección de cráneos y moldes del Museo de la Sociedad Frenológica de París, que terminaron en el Museo Flaubert y de Historia de la Medicina, donde andan diciendo que han descubierto la que corresponde al pintor. También se ha dicho que pudiera haber terminado en manos del pintor asturiano Dionisio Fierros, autor del cuadro de una calavera, que se conserva en el Museo Municipal de Zaragoza y que tal vez pudo ser copiado del original, fragmentado después por el hijo de Fierros cuando estudiaba medicina en Salamanca.

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En fin estas y otras teorías siempre palidecieron ante la mía: Que dado que en una exhumación de los restos de la Duquesa de Alba se comprobó que le faltaba un pie y puesto que Goya, enamorado sin duda de Cayetana, siempre había elogiado la hermosura de los pies de la duquesa madrileña, es posible que en alguna tumba secreta, la cabeza del pintor repose besando el pie de su amada para toda la eternidad.

Pero ya digo que esta romántica teoría la estoy sustituyendo ahora por otra, gracias a un sagaz comentario del que fuera ministro de cultura, el poeta César Antonio Molina. Vaya por delante que no me siento en sintonía con este señor ni siquiera como poeta, pero reconozco que comparto lo que acaba de escribir en un artículo sobre la miserable condición de los escritores y artistas ante la jubilación, provocada por las ignorantes y tendenciosas políticas españolas tan poco amigas de la cultura.

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Ha dicho Molina hablando del nefasto ministro de Cultura: "No sabe este buen hombre [el ministro Wert] que nuestro pintor [Goya] regresó del exilio a su patria sin cabeza. ¡Por algo sería!" Cabe esa posibilidad, claro que sí. Es posible que Goya decidiera dejar su testa en cualquier lugar antes de devolverla a una patria tan poco amable para la cabeza de sus intelectuales, artistas y escritores.

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PASEOS POR LA HISTORIA DEL ARTE: ARQUITECTURA

A.P.U.

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(Crónica de LA ALCAZABA basándose en la página oficial de turismo de la comarca)

C

apital de la Comarca del Campo de Daroca, provincia de Teruel, con una población que supone un tercio del total de este territorio, es uno de los conjuntos histórico-artístico y monumental más importantes de Aragón. Fundada por los musulmanes en el siglo VIII y conquistada en el año 1120 por Alfonso I el Batallador. Al calor de las rentas eclesiásticas provenientes de las aldeas cercanas, de la actividad ganadera y del auge comercial de la ciudad, Daroca vivió su momento de mayor esplendor cultural y económico durante los siglos XIV y XV, llegando a ser una de las ciudades más relevantes de Aragón. Aquí establecieron su taller prestigiosos artistas que fueron creando un importante patrimonio histórico artístico que embelleció tanto la ciudad como muchas de las localidades de su comarca.

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Su extraordinaria situación, en la cuenca del Jiloca, la configuraron como una de las principales referencias comerciales y culturales del Reino de Aragón en la Edad Media. Conserva el título de Ciudad desde el año 1363 otorgado por el Rey Pedro IV.

En el recorrido por sus calles disfrutamos de la belleza de sus Iglesias, Colegiata de Santa Maria y San Miguel. La solemnidad del primitivo mudéjar de Aragón que podemos admirar en el ábside de San Juan y la torre de Santo Domingo y el trazado urbano que invita al visitante a pasear sus plazas, edificios monumentales y sus fachadas centenarias.

Al resguardo de su impresionante recinto amurallado, Daroca alberga un patrimonio artístico y cultural de primer orden en el que puede contemplarse toda la evolución del arte medieval. Iglesias, palacios, calles y callejuelas, o las imponentes puertas, Alta y Baja, torreones de la muralla son testimonio del esplendoroso pasado de la ciudad.

La arquitectura civil tiene su mayor exponente en el túnel de La Mina, obra de ingeniería hidráulica del S. XVI destinada a evitar las graves inundaciones que afectaban a la ciudad.

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Imรกgenes de la iglesia de San Miguel 47


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Daroca cuenta con un soberbio patrimonio gótico: El Palacio de los Luna, La Puerta del Perdón, el ábside de S. Miguel, grupos escultóricos como la Capilla de los Corporales, la Virgen Goda o la capilla del Patrocinio. La pintura y el arte gótico de la comarca de Campo de Daroca ocupan un lugar destacado entre los testimonios del arte medieval hispánico.El famoso milagro de los Corporales, acaecido en 1237, resultó inspirador de una buena parte del arte darocense bajomedieval.

La ciudad de Daroca y su comarca cuentan con un soberbio patrimonio gótico. Por encima incluso de valiosas muestras de arquitectura (iglesias con bóveda de crucería estrellada de Santed, Las Cuerlas y Romanos), escultura (Capilla de los Corporales) y orfebrería, la pintura gótica de retablos religiosos alcanza sus más altas cotas de calidad técnica y espectacularidad visual.Por todo ello, este enclave puede ser considerado en la actualidad como uno de los territorios con más y mejor pintura gótica del mundo.

Casa palacio del Papa Luna.

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La Custodia relicario de los Corporales o las cruces procesionales, que podemos ver en el Museo de la Basílica de Santa María son ejemplo de la importancia de la orfebrería en la ciudad. La pintura mural de la iglesia de San Miguel así como la gran colección de retablos expuesta tanto en Museo de la Historia y de las Artes como en el de la Basílica de Santa Maria forman un conjunto pictórico único en Aragón. Uno de los encantos de Daroca es hacer el recorrido de la ruta de las murallas, hasta el antiguo castillo, donde encontramos restos de la primitiva alcazaba musulmana y desde el que se puede disfrutar de una impresionante panorámica del conjunto urbano.

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La presencia del arte mudéjar en Daroca: tras la conquista aragonesa de estas tierras, en la Edad Media, se llamó mudéjar a la población de cultura y religión musulmanas que permaneció conservando sus usos y costumbres. Fruto de esta convivencia entre gentes y culturas surgió un original estilo artístico que cuenta en la propia Daroca con alguna de sus construcciones más antiguas. Así, entre los siglos XIII y XVI, esta arquitectura cristiana pero heredera del arte hispano-musulmán se alzó como principal referente para la construcción de las iglesias de Daroca y su comarca. Una de las características más llamativas de este estilo es la espectacular decoración geométrica a base de ladrillos en resalte. Estas obras, así como las del resto del mudéjar de Aragón, han recibido la declaración de Patrimonio Mundial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Todo el buen hacer de los maestros de obras del estilo mudéjar se hace presente en las torres que jalonan buena parte del Campo de Daroca.

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La de la iglesia de Santo Domingo en Daroca, construida en la segunda mitad del siglo XIII, es posiblemente el monumento mudéjar más antiguo de Aragón y presenta una original combinación en el uso de piedra y ladrillo. Las torres de Romanos y Herrera de los Navarros presentan una magnífica decoración exterior a base de ladrillos en esquinillas y arcos entrecruzados. La del Villar de los Navarros tiene la particularidad de ser doble, y la de Mainar se distingue por su remate de brillantes baldosas azules.

Las de Villarreal de Huerva o Val de San Martín son de apariencia más austera y tal vez arcaizante. Algunas como las de Murero y Valdehorna pueden considerarse verdaderas torresatalaya de función defensiva.

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Asimismo destacamos el conjunto de iglesias con manifestaciones mudéjares: La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Acered es una construcción barroca del siglo XVII. Gracias al estudio de la documentación histórica sabemos que su construcción terminó el día 7 de Diciembre de 1674 y que fue realizada por el maestro albañil Juan de Marca. Esta fecha de 1674 aparece asimismo reflejada en la portada de la iglesia. El edificio se realizó en tapial con ladrillo en las esquinas y en algunas franjas verticales entre el crucero y las capillas. La portada de acceso, también de ladrillo, abre en arco de medio punto bajo un frontón curvo con una hornacina central a ambos lados de la cual encontramos de nuevo grabada la fecha 1674. En el muro sur de la iglesia se levanta la pequeña torre campanario de tipología mudéjar. De planta cuadrada y realizada en ladrillo, se divide en cuatro cuerpos de los que los dos primeros son fingidos ya que al interior se corresponden con una de las capillas. En los cuerpos segundo y tercero se disponen dos vanos en arco de medio punto. Como único motivo decorativo en ladrillo resaltado se colocaron pequeñas bandas de esquinillas simples a la altura de la clave de los arcos y como separación de los cuerpos altos. En su interior se localiza el elemento de carácter mudéjar más valioso de este templo. Se trata de unas yeserías que aun siendo de estilo barroco contienen elementos de lacería de clara inspiración mudéjar. Esta decoración de tipo geométrico está compuesta por una compleja combinación de estrellas, líneas cruzadas y motivos vegetales, y se extiende por la bóveda central de la nave de la iglesia así como por la cúpula de su crucero. La fecha de su elaboración, a finales del siglo XVII, constituye un valioso testimonio de la perduración tardía de las técnicas de trabajo de origen mudéjar y del típico gusto por el uso decorativo de materiales considerados poco duraderos como el yeso.

La Iglesia de Santo Domingo. La originalidad de esta iglesia radica en la diferencia sustancial que se produjo entre sus dos principales fases de construcción: una primera durante la segunda mitad del siglo XII siguiendo un planteamiento similar al resto de las iglesias románicas de la ciudad, y una segunda ya en el siglo XIII, después de una paralización temporal, mediante la técnica y los materiales de un nuevo estilo artístico: el mudéjar.

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Revista La Alcazaba Torre de la iglesia de Santo Dominbgo

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La torre se comenzó en piedra sillar siguiendo el modelo de las torres cristianas de planta cuadrada con una escalera de caracol en su interior. Entre fines del s. XIII y principios del XIV su continuación fue encargada a alarifes (albañiles) musulmanes quienes respetaron el plan estructural románico pero lo desarrollaron en ladrillo y le añadieron algunos elementos característicos del arte mudéjar como los arcos de las ventanas inferiores o los platos de cerámica verde y ámbar en el alero. Es por todo ello que se le puede como la torre mudéjar más antigua entre las conservadas en Aragón. La forma del ábside, que en un principio era semicircular y de piedra como corresponde al estilo románico, también se vio trasformada en el siglo XIII al adoptar el ladrillo como nuevo material y al tener que cambiar de forma para poder soportar el nuevo proyecto de bóveda de estilo gótico. En el siglo XIV se produce otra modificación decisiva para la iglesia pues el antiguo templo románico resulta transformado en una iglesia de planta de salón y cabecera triple acoplándose al ábside y a la torre construidas anteriormente. Más adelante, en el siglo XVIII, un incendio destruyó prácticamente todo el cuerpo de naves aunque se consiguió conservar el ábside, la torre, el coro de madera y el retablo dedicado al santo titular realizaMurallas

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Colegiata de Santa Maria de los Sagrados Corporales. Capilla de los Sagrados Corporales

Puerta Alta

do por Bartolomé de Bermejo. Fue en ese momento cuando se decidió la edificación de un nuevo cuerpo de naves de carácter barroco, cambiando la orientación del edificio y dejando a los pies tanto el antiguo ábside poligonal como la torre mudéjar.

característica que ha marcado la historia de Daroca, una de las más hermosas y sufridas ciudades aragonesas” (José Luis Corral). Para finalizar, sólo apostillar que recorrer las calles de Daroca nos lleva de regreso a las épocas más esplendorosas de su pasado. Ya sus puertas nos reciben mostrando con su porte la importancia de la ciudad. La Puerta Baja, de sólidos sillares, da la bienvenida a los viajeros procedentes de Levante y Castilla con sus robustas torres rematadas por almenas, construidas en el siglo XVI. El arco rebajado que las une sirvió en el pasado como

Daroca (Zaragoza) es una pequeña localidad, con algo más de dos mil habitantes, portadora de un gran tesoro de italidad histórica y artística que hoy pone en valor LA ALCAZABA. “Su condición de tierra de frontera, de límite entre regiones y reinos, de paso de caminos, de encuentros y de partidas, siempre en permanente estado de alerta, ha sido la principal

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desagüe de un caudal natural que se creaba en días de tormenta. La Puerta Alta, por su parte, es de comienzos del siglo XVI y se levantó en sustitución de otra anterior. Un escudo de la ciudad destaca

en el edificio, sobre el arco apuntado de buena sillería. Quedan todavía el portal de Valencia, flanqueado por un sólido torreón de sillar, y la puerta del Arrabal, conocida popularmente como portillo de San Valero, que ofrece una hermosa vista del caserío. No podemos olvidar que uno de los encantos de Daroca es recorrer sus murallas, construidas en distintas épocas, hasta el antiguo castillo, donde encontramos restos de la primitiva alcazaba musulmana y desde el que se puede disfrutar de una impresionante panorámica del conjunto urbano. Otro tramo recomendado es el que se ubica entre la Puerta Alta, el cerro de San Cristóbal y la Puerta Baja, tal vez el más interesante del recinto.

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Puerta Baja


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Luis Manuel Moll Juan

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En palacio residía una curiosa tropa de bufones, nutrida por enanos o discapacitados psíquicos. Su función en la Corte era distraer a los monarcas del tedio y la rutina de los asuntos del gobierno. La dignidad con la que fueron retratados por Velázquez no sólo honra su memoria, sino que enaltece a quién los pintó.

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os bufones y enanos fueron indispensables en cualquier corte de la casa de Austria. Sus enanos, muchos, eran displicentes y crueles. Su locuaz manera de pensar y su extravagancia hacían que tuvieran una situación preeminente al lado de sus amos. En estas sociedades les solían llamar “sanguijuelas y hombres de placer” que servían a sus dueños para la diversión de sus invitados y de ellos mismos. No solamente los Austrias disponían de enanos, otras cortes europeas también se divertían a través de ellos, como la inglesa –uno de los enanos pintados por Velázquez fue un regalo del Duque de Windsor a Felipe IV- o como la corte francesa que los mantuvo hasta los últimos años del reinado de Luis XIV. Carlos V los apreciaba mucho a lo mismo que su predecesor Felipe II, en cambio Felipe III, los suprimió hasta el inicio del reinado de su hijo Felipe IV que otra vez se pusieron de moda conociendo una plenitud y una brillantez extraordinaria donde Velázquez, con su obra impasible y su retina curiosa, subraya la presencia social de los enanos en la Corte. Felipe III. Oleo de Velázquez 1635 (detalle)

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La mayoría de ellos eran acondroplásicos, enfermedad que se debe mutación en el gen que codifica para el receptor 3 del factor de crecimiento de fibroblastos 3 (FGF3), localizado en el cromosoma 4. Estos fueron la mayoría de los bufones que deambularon por la corte de Felipe IV. Desde el siglo XIX pintores e historiadores han intentado identificar a los bufones y conocer algo de su biografía. El primero que lo hizo, fue Pedro Madrazo, ha quien ha seguido Cruzada Villamil, Beruete, Allende Salazar, Sanchez Cantón y José Gudiol. Beruete en el capítulo VIII de su libro sobre Velázquez nos escribe esto: “En ninguna parte se sufrió con más intensidad que en Madrid, la extravagante e inexplicable moda, generalizada entonces en casi todas las cortes europeas que consistía entonces en rodear a los príncipes de seres deformes en su mayoría y, muchas veces hasta locos o monstruos repelentes tales como los cretinos, patizambos e hidrocéfalos”. Compulsando los documentos oficiales sorprende el considerable número de estos seres, así como los apodos con los que se les ridiculizaba: “Soplillo”, “Calabazas”, “El primo”, Felipe IV,. Óleo de Velázquez. Colección particular.

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“Cristóbal el ciego”, Pablillos de Valladolid”, “Bautista el del ajedrez”, “Pamela”, “Marra”, “Velazquillo” “Maribárbola”, “Pertusato”… Tales son los nombres de aquella plebe. Los bufones enanos, tuvieron una importante faceta en la corte de Felipe IV, de tal modo que el rey encargó al primer pintor de la época, Velázquez, una serie de cuadros para que ocuparan las paredes del palacio al lado de los suyos y de los de su familia. Hasta tal punto que en el cuadro más famoso, el de la Familia de Carlos IV, conocido también como “Las Meninas”, aparecen dos enanos al lado de la infanta Margarita, que es el centro de la composición, colocada entre sus dos meninas, María Agustina Sarmiento que es la que le ofrece el búcaro de agua e Isabel de Velazco, quien, levemente inclinada la atiende. En 1888, el historiador alemán Justi, en su obra “Velázquez” hace una clasificación de estos personajes y los sitúa en dos grupos que son los truhanes y los bufones: Los truhanes, son aquellos que no tienen deformidad física, entre estos están los enanos “Pablillos de Valladolid”, “Barbarroja”, y “Juan de Austria”, y los que llevan los nombres clásicos como

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Las meninas, como se conoce el cuadro desde elsiglo XIX, o La familia de Felipe IV según se describe en el inventario de 1734, se considera la obra maestra del pintor del siglo de oro español Diego Velázquez. Acabado en 1656 según Antonio Palomino, fecha unánimemente aceptada por la crítica, corresponde al último periodo estilístico del artista, el de plena madurez. Es una pintura realizada al óleo sobre unlienzo de grandes dimensiones formado por tres bandas de tela cosidas verticalmente, donde las figuras situadas en primer plano se representan a tamaño natural. Es una de las obras pictóricas más analizadas y comentadas en el mundo del arte.

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“Esopo” y “Menipo”. Entre el grupo de los bufones están “El Niño de Vallecas”, “Don Antonio el ingles”, “Don Diego de Acedo” llamado “El primo”, “Sebastián de Morra” y el impropiamente llamado “Bobo de Coria” cuyo verdadero apodo era “Calabacillas” don Juan Calabazas. También nombra a la mosntruosa ”Mari Bárbola” que aparece en Las Meninas junto con otro enano, “Nicolasito Pertusato” que es el que juega con el mastín al lado de la enana. Velázquez, en lo que se refiere a los bufones, nos dejó plasmados en sus lienzos a varios de ellos. Quizás el cuadro más famoso es el de Francisco Lezcano, conocido como “El niño de Vallecas”, bufón del príncipe Baltasar Carlos y que falleció muy joven en el año 1649. Velázquez lo pintó sin mitigar ninguno de sus defectos, el rostro embobado de una manera torpe e inexpresiva. Se entretiene jugando con un pincel que el pintor le dejaría para que se distrajera. Este bufón estuvo en la Corte cuando ésta se trasladó a Zaragoza en 1644 y también fue bufón de Encinillas el funcionario palatino que mató a su mujer por celos de otro bufón, el célebre “ El Primo”. El niño de Vallecas, es quizá la figura más trágica e conmovedora de los enanos velazqueños.

Don Diego de Acedo

“La Estampa”, oficina donde se estampillaban los documentos con la firma facsimilar del rey. “El primo”, fue protagonista de una tragedia en el Alcázar Real de Madrid. Un contemporáneo lo cuenta así: “Marcos Encinillas, aposentador de palacio y un hombre de bien, recibido en él y querido de los reyes, mató de noche a su mujer y se huyó a sagrado Dicen que hubo celos de un enano de palacio, y que

Don Diego de Acedo, llamado “El primo”, que no es cierto que recibiese ese mote por ser primo de Velázquez, solo que se le designa por el remoquete “El primo”. Don Diego de Acedo, estuvo en la corte dese el 1635 al 1660. Inteligente y audaz, tuvo la misión de ser asistente de

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por la mañana le aguardó para matarle, pero sucedió que, habiendo madrugado el Príncipe, Nuestro Señor, para ir al campo, habiendo ido el enano con su Alteza, con la que se escapó, i bien la voz que corre es que la difunta era santa y murió inocente de la sospecha”. Esto ocurrió en 1643 y es seguro que “El primo” no fuera el culpable de tal acción pues siguió en la corte hasta 1660. Lo que si ha quedado constancia es que a pesar de su corta estatura, tuvo numerosas aventuras amorosas. En el retrato que Velázquez le hace, aparece como un hombre normal, salvando, como es natural su corta estatura, en su mirada mantiene un poco de malicia, de chispa chocarrera y mordaz que era muy de acorde para seguir estando como bufón en la corte, aunque según José Moreno Villa, que fue director del Archivo del Palacio Nacional de España, se supone que realmente estaba como funcionario real.

Velázquez, lo retrata lleno de luz y vida, pinta a este retrasado con un juego psicológico y un brillo de inteligencia único siendo uno de los documentos pictóricos humanos más importante de la historia. Miguel de Unamuno, hace el siguiente comentario de este cuadro: “Este enorme filósofo que es el “Bobo de Coria” nada dice ni comprende nada: “pero justamente por eso de no comprender nada, se ríe de todo”. Juan de Calabazas murió en 1639.

Juan de Calabazas o “El bobo de Coria”, conocido por “Calabacillas”, fue bufón del infante Don Fernando y más tarde de Felipe IV. Tuvo que ser muy inteligente ya que pasó del servicio del cardenal infante a pertenecer al séquito del rey. Se le concedió el granjearse de carruaje, mula y acémila. (según el libro de José Moreno Villa, Locos, enanos, negros y niños palaciegos, México 1939)

Juan de Calabazas 65


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Don Sebastián Morra

Don Sebastián de Morra, entró en el servicio del príncipe Baltasar Carlos en 1643. Llegó de Flandes procedente de la corte de Don Fernando, tenía criado propio y al morir el príncipe Baltsar Carlos, en 1646 le dejó como herencia un espadín de hierro plateado con dos veneras y tahalí bordado, una espada y daga de hierro plateado y un cuchillo. Don Sebastián, murió en Madrid en 1649. Velázquez lo pinta de una manera muy humana, su mirada profunda, denota inteligencia que llega a olvidarse de su cortedad de piernas. Parece ser que su frágil cuerpo solo existía en la tela del pintor para mantener la cabeza no exenta de nobleza e incluso de una impresionante e hidalga seriedad.

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María Bárbola y el enano Pertusano


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de Pola, cerca de Milan, este italiano murió a los sesenta y cinco años. Su testamento data de 1703. Velázquez lo pinta en las Meninas como el enano más normal.

La enana Mari Bárbola, es la figura más monstruosa que nos presenta el maestro de los pinceles. Esta enana era de origen alemán; sirvió durante un tiempo a la condesa de Villerbal y Walter, y al morir ésta, entró en palacio, donde disfrutó de ración desde el 14 de abril de 1651. Siete años más tarde, en 1658, le pagan atrasos y se le conceden cuatro libras diarias de nieve en verano. Se desconoce el tiempo que estuvo de servicio en el Alcazar Real. De complexión gruesa, chata y de aspecto subnormal, fe una mujer que recibió muchas mercedes. Madrazo, la pinta en el fondo de un cuadro. En las Meninas, aparece junto al enano Pertusano, que también pertenecía al séquito de la reina, la cual le llegó a honrarle con el cargo de ayuda de cámara. En algunos asientos, aparece como Don Nicolás y se sabe que disponía de dinero, ya que en 1664 participó en una subasta con el nombre de Nicolasito y adquirió una serie de objetos, indicios de una segura riqueza. Nacido en Alejandría

Pablillo de Valladolid

Pablillo de Valladolid nació en Vallecas, según consta por su partida de defunción, posiblemente en 1587, hijo de Hernando de Valladolid y María Cabezudo. En 1599, cuando tendría 12 años, se le puso bajo la tutela de Mateo Barroso, también vecino de Vallecas Sus servicios a la corte están documentados desde 1633, cuando se le dio casa de aposento fuera de palacio. Murió el 1 de diciembre de 1648, según informaba por carta la infanta María Teresa a sor Luisa Magdalena de Jesús, demostrando su afecto por el perso-

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naje. Enterrado de favor en la parroquia de San Juan, la partida de defunción le daba título de “Criado de su magestad”

naje, vestido todo él de negro y lleno de vida»

Don Juan de Austria, Velazquez lo pintó con referencias a la batalla de Lepanto. Existe documentación relativa a un «hombre de placer» nombrado Don Juan de Austria, quien prestó servicios a la corte de Felipe IV, sin residir en palacio ni ración fija, entre los años 1624 y 1654. Aunque se desconoce cuál fuese su nombre auténtico, no cabría descartar que en verdad se llamase Juan de Austria, conforme a las costumbre de la servidumbre de adoptar los nombres de sus amos y la laxitud de la época en esta materia. En todo caso, el nombre adoptado, el del hijo natural del emperador CarCristóbal Casta los V don Juan de Austria, conocido por su victoria sobre los turcos en la Batalla de Lepanto, permitió a Velázquez la alusión a la batalla naval, que quizá el cómico personaje creyera protagonizar, como los bufones que en 1638 se hacían pasar por reyes de Castilla en las fiestas organizadas en honor del duque de Módena.

Velázquez lo plasma de actitud declamatoria y con ironía. Es una de las mejores obras del pintor como así lo atestigua cuando en 1865 Édouard Manet visitó España y contempló en el Museo del Prado las obras de Velázquez allí conservadas, causándole una notable impresión. Entre ellas alabó en carta a Henri FantinLatour este retrato, del que dijo: «Quizá el trozo de pintura más asombroso que se haya realizado jamás es el cuadro que se titula Retrato de un actor célebre en tiempo de Felipe IV. El fondo desaparece. Es aire lo que rodea al perso-

Camón Aznar, nos dice que cree que este retrato es el más trágico de toda la pintura velazqueña.

Cristóbal Castañeda y Pernia, conocido por “Barbarroja”, parece ser que era un matador de toros bravos y uno de los bufones más célebre de palacio. Estuvo al servicio de la corte de Felipe IV entre 1633 y 1649. Aparece vestido a la turquesa, lo que sería una alusión al nombre del renegado argelino que Juan de Austria 68


ñeda

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atemorizó el Mediterráneo. En una mano lleva el estoque. De el se cuenta una célebre anécdota de que siéndole preguntado por el rey, si en Valsain vio olivas, le respondió: “Señor, ni olivas ni Olivares”, con lo que ludía al conde duque Olivares. Por este chiste, se le desterró a Sevilla en 1634. Velázquez lo representó de pie, algo bravucón, en el momento en que acaba de desenvainar su espada, y mirando furioso hacia un lado. Los tonos rojos del traje no hacen sino subrayar esa tensión violenta, a la que contribuye también la técnica pictórica, que es muy rápida y abreviada.

gua y sus manos, que parecen manejar una baraja. De entre todos los retratos de bufones de Velázquez, éste ha tenido una mayor fortuna literaria, propiciada por las posibilidades que ofrece su figura desvalida. Los poetas León Felipe o Vicente Aleixandre, entre otros, reflexionaron sobre él.

Tales son los cuadros de los bufones retratados por Velázquez. La gran mayoría fue encargados por el rey Felipe IV. Muchos cuadros de este estilo bufonesco, se perdieron y se conocen algo más de quince cuadros. La actitud de nuestro pintor ante este sorprendente cortejo de hombres malhechos y dramáticos, fue tan seria como cuando pintaba a los reyes y sus príncipes.

Francisco Lezcano natural de Vizcaya. Se tienen noticias sobre su actividad en la corte de Madrid desde 1634. Allí estuvo al servicio del príncipe Baltasar Carlos, y entre 1645 y 1648, coincidiendo con la muerte de éste, se alejó de los medios palaciegos. Murió en 1649. Su apodo el Niño de V allecas aparece por vez primera en 1794, y todo indica que no se le conoció así en vida. Lezcano, además de por su enanismo era apreciado por su enfermedad mental, que ha sido diagnosticada como cretinismo con oligofrenia. Velázquez nos enfrenta directamente con la realidad física y psíquica de este personaje, colocándolo en un primerísimo plano y haciendo que los principales focos de atracción pictórica y lumínica sean también las dos partes más expresivas de su anatomía: su rostro de expresión ambi-

Francisco Lezcano

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Fernando JosĂŠ SĂĄnchez Larroda

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H

erodoto se nos muestra muy parco en sus explicaciones al respecto: “Entonces lo reciben los parientes, mandan hacer un aaúd de madera, lo guardan y lo depositan en una cámara funeraria colocándolo en pie, contra la pared”. (Hrdt, II, 86) .

Menciona muy sucintamente la introducción del cuerpo en un sarcófago, pero sin hacer ninguna alusión a sus características. Finalmente, habla de una tumba, pero sin explicarse. Sólo alude a la colocación del ataúd. Por su parte, Diodoro sólo informa que durante el entierro los familiares y amigos se lamentaban por toda la ciudad y que durante ese tiempo no se lavaban, no bebían vino, no se divertían ni llevaban ropas elegantes. En cuanto a las tumbas solo menciona que eran cámaras especiales donde se conservaban los cuerpos para que pudieran verlos los “que nacieron después de su muerte”. Es por esta razón que deberemos ir a otras fuentes para poder informarnos.

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El cortejo fúnebre. Si seguimos a Pierre Montet nos haremos una clara composición de lugar del entierrro de un individuo de clase alta en el período ramésido. Era un espectáculo muy ostentoso que se dirigía en lenta procesión desde la “Casa de la Muerte” hacia las márgenes del Nilo antes de llegar al “Oeste”, “la tierra de los justos y del Inframundo” (“Imenet”). El acto se disponía por grupos, según el grado de relación con el difunto. Encabezaban el cortejo los familiares del difunto, en permanente agitación y lamento. Junto a ellos, una pléyade de plañideros a sueldo de ambos sexos, hacía una persistente exhibición de sufrimiento. Las señales de aflicción se realizaban siguiendo las mismas pautas que en el duelo. Un segundo conjunto de personas, era el de aquellos cuya relación con el fallecido no era tan estrecha. Su actuación no era tan dramatizada y su función era evocar las virtudes del difunto. Los allegados, sirvientes y conocidos, eran seguidos por varias cuadrillas de criados. Unas acarreaban adornos florales, dulces, cerámica, menaje de losa y arcas con figurillas. Otras trasladaban los enseres habituales y el carro. Las siguientes custodiaban los utensilios íntimos, los canopes, toldos, cetros, bastones de mando y estatuas. Los objetos suntuosos y alhajas se exhibían públicamente en fuentes. Finalmente, aparecía una plataforma con velos o pantallas de madera, arrastrada por hombres y un tiro de bovinos. Contenía el sarcófago, instalado en una barca fijada sobre un trineo y encuadrado por las estatuas de Isis y de Neftis.

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- El viaje por el Nilo. Alcanzado el río sagrado, la comitiva se detenía en un muelle, donde aguardaba un conjunto de varias naves. La más importante era la que debía albergar el sarcófago y las deidades protectoras. Era un modelo construido para navegar exclusivamente por el río. Se distinguía por su fisonomía particular, con una proa y popa curvadas hacia adentro y una estancia ricamente decorada. A bordo, esperaban un tripulante y un sacerdote revestido con la piel de un felino, que carbonizaba fragancias en un pebetero. La gran barcaza iba impulsada por una segunda, que difería de la primera por ser capaz de navegar por el mar y ser de origen fenicio. Sobre la cubierta de su habitáculo, las plañideras seguían con su misión. En las demás embarcaciones viajaban los familiares y allegados que querían acompañar al finado a su última morada. Además transportaban las pertenencias del fallecido. Los que no deseaban seguir, permanecían en el atracadero, despidiéndose con plegarias.

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- Camino de la tumba.

encargada de acoger, proteger y ofrecer alimentos a los difuntos, evitándoles sufrimientos. Nutría y daba vida del árbol celeste.

Una vez en la orilla occidental, la comitiva encontraba numerosos tenderetes donde se ofrecían todo tipo de objeto de culto para quien lo necesitara. Reagrupada, siguiendo el mismo orden con el que se partió, empezaba el camino hacia el pie de la montaña libia, una vez cruzados los campos de cultivo. Precedido por un sacerdote, el catafalco, una vez colocado sobre un trineo, era arrastrado por un tiro de vacas. Una vez iniciado el ascenso, los hombres sustituían a los animales. Mientras tanto, otro sacerdote rociaba con agua y perfumaba el sarcófago con incienso. Iban en busca de la diosa de Occidente, Hathor (deidad femenina con forma de vaca cuyos cuernos sostienen un disco solar con un “uraeus” o cobra). Ella era la

Realizado el encuentro algunos sirvientes ponían a refrescar agua en grandes tinajas y encendían algunos hornillos. A la par, se colocaba el sarcófago, una vez extraído del catafalco, contra una estela, cercana a una figura exenta en forma de halcón colocado en una percha, representación de “Hathor”. A la vez se depositaba un cono perfumado en la cabeza a Mientras tanto los familiares y las plañideras intensificaban sus muestras de dolor. Contemplaban el comienzo de un rito significativo: la “apertura de la boca”. Los encargados de llevarlos a cabo, colocan encima de un ara, pan cerveza y comida,

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junto a los elementos precisos para consumar la ceremonia. Estos son un cuchillo en forma de pluma de avestruz, una reproducción de una pierna de buey, una azuela y una paleta con volutas en los extremos. Accesorios con los que un sacerdote eliminará mágicamente, los resultados de la momificación, restituyéndole sus vísceras. Se abre la boca del finado para que pueda hablar y comer. Simultáneamente se le posibilita el movimiento de sus extremidades. El funeral ha finalizado. Concluido el acto, se coloca el sarcófago antropomorfo en una fosa rectangular, labrada en la roca con mucha previsión. A su alrededor se depositan los objetos personales, bastones armas y amuletos, transportados en las barcazas. Después, el conjunto era sellado con una tapa de piedra. Cerca de éste se disponían el mobiliario, los canopes y algunas arcas. Además se situaba lo más valioso para el fallecido. Son las provisiones y una mezcla de cebada y arena guardada en cuadros de madera con fondo de tela burda, con la figura momificada de Osiris dibujada en ella. Para estimular el renacimiento del cuerpo, tal y como había hecho Osiris durante su reencarnación, se regaba durante cierto tiempo la amalgama de semillas y tierra con el fin de que germinase. Una vez segada y secada, se le envolvía en una tela. Durante el Imperio Medio, se colocaba como vegetal el loto, símbolo de Ra. En época ramésida, su sustitución por el cereal, según Montet, es un claro indicio de la victoria del culto osiriano sobre el de Ra.

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Plañideras. Frescos Tumba de Ramose


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Papiro del libro de los muertos

El viaje del alma y el Juicio de Osiris. la momificación no bastaba para la pervivencia eterna del espíritu. Necesitaba del beneplácito del dios del Inframundo”. Osiris (“Wsir”), quien enjuiciaba los actos del sujeto a lo largo de su vida.

Siguiendo al profesor Alfonso, sabemos cuál era el destino del espíritu. Nos los explican los egipcios a traves de innumerables rituales insertados en los siguientes manuscritos: 1- el “Libro de los Muertos”; 2- el “Libro de la Duat”; 3- el “Libro de las Moradas”; 4Los jeroglíficos de las pirámides y de los sarcófagos. El “Duat” o mundo de “Ultratumba” era un semicirculo dividido en doce sectores que representaban las “doce horas de la noche” (desde las 18 horas hasta las 6 de la mañana). Cada hora personificaba una “morada” del alma. En ellas el espíritu luchaba y vencía sobre los defectos que le habían acompañado en vida (vicios, ignorancia, mezquidad, etc, ). “Pecados” encarnados en ofidios espantosos animales, engendros escondidos, primates alborotadores, superficies ígneas, cordilleras, eriales, gradas y pasajes. Estos yerros, si eran dominados, permitían al alma alcanzar la morada de Osiris. De lo contrario, se le recluía en el “Reino silencioso de Sekker” (otro apelativo que recibía el dios del Más Allá), donde la divinidad no se inmutaba por sus sollozos, ignorádola por completo. Es la “Sala

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de las Tinieblas” o de los “Sueños Eternos”. Allí, el alma duerme en forma incorruptible, careciendo de todo tipo de sentimiento hacia sus seres queridos, impidiéndosele la capacidad de despertar para reconocerlos. A las moradas llegaba el “Ba” tras ser recibido por “Anubis” (el chacal, guardián del “Inframundo” , tambien llamado “Ampú”), en el acceso del “Mundo Osiríaco” y conducido por la “Barca de Ra” a través del “Nilo subterráneo”, hasta llegar al “Restau”, puerta de entrada del “Duat”. A lomos de “Hathor” (diosa – vaca y “Señora de Occidente”), pasaba la “Montaña Occidental” y entraba definitivamente en los reinos celestes, dode le esperaba el beneplácito o el castigo de Osiris en su “Juicio”, localizado en la “hora sexta” del “Duat”. En el umbral de la “Sala del Juicio”, el espíritu era acogido por el dios “Heru” (simbolizado en una estrella de color verde y cinco puntas). Depués, las diosas ”Isis” y “Neith” le conducían ante el trono de “Osiris”. Ante Él, debía hacer una confesión negativa de 42 pecados, diciendo la verdad. Finalizaba tal declaración con una solemne afirmación: “Soy puro, soy puro, soy puro!” . A continuación se pesaba el corazón del difunto (“Ab”), colocado en un platillo de una balanza manejada por “Anubis” y “Heru”, situada en el centro de la “Sala”. Como contrapeso estaba la “Pluma de la Verdad” (“Mahat”), colocada en el otro platillo. Si se mantenía el equilibrio entre los dos elementos, el alma se salvaba. El hecho era proclamado y anotado por el escriba celestial, “Thuth”:

Funeral y entierro de Tuntankamon. Frescos de la sala mortuoria de Tutankamon.

Sicostasia, juicio póstumo del difunto o “pesada del alma” en un papiro de la XVIII dinastía (Amenofis III).

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El difunto ha sido pesado en la balanza; no hay falta en él; su corazón está según la Verdad; el fiel [...] marca justamente”. Osiris respondía a todo ello: “Que el difunto salga victorioso para ir a todos los lugares, donde gozará junto al espíritu de los dioses. Que no sea rehusado por los guardianes de las Puertas de Occidente”. (Cap. 125 del libro de los muertos). Al ser positivo el veredicto de Osiris, el “Ka” y el “Ba” del difunto (fuerzas vitalicas respectivamente), podrían reunirse con el cuerpo mumificado, formando una unidad (Aj, ser benéfico). Su destino era la campiña o marisma de “Aaru” (el paraiso, donde reinaba Osiris, junto a otros grandes dioses de la mitología egipcia). Morada final elegida para los justos. Por el contrario, si el corazón desequilibraba la balanza, el alma era condenada a una segunda muerte, siendo devorada por la fiera destructora “Amenit”. ( mezcla de león, hipopótamo y cocodrilo). Esto suponía para el fallecido la anulación de su inmortalidad. Del mismo modo, se borraba su recuerdo de la memoria de la gente íntegra y recta. Una vez concluidas satisfactoriamente las pruebas, todo aquél que se lo merecía, desde el Faraón al más humilde de los egipcios, podían descansar eternamente. 79


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UN LIBRO DE...

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INSPIRACIÓN Se acomodó en la silla, Cátedra y trono de su saber profundo, Y abrazó en su regazo la guitarra. Sus ojos se entornaron Como dos liberadas mariposas Que buscan en el aire su verdad más auténtica. Sus manos con seguros movimientos Escarbaban gozosas en lo oscuro Arrancando inauditas melodías. Se transformó su rostro de repente Llenándose de paz y trascendencia. Su rostro con el sol resplandecía. Lentamente se fue desvaneciendo La realidad absurda de este mundo

Nosotros en silencio contemplábamos Su gloriosa ascensión sin advertir Que aquella ensimismada melodía A nosotros también nos transportaba. ¡Qu´ñe hermosa realidad! ¡Qué dulce vínculo! Su sonido final fue un golpe seco Igual que el de una puerta que se cierra Me despertó la luz de su mirada, Serena y sonriente. Sentí que amanecía Y el sol gozosamente me besaba.

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TUR HUELLAS Vive soñando y vienes Con tímidos vergeles en las manos Y te rinden honores las banderas. Palidece la luz en los salones Y enmudecen de júbilo las lámparas. Entonces nada existe sino tú. Lajuventud total eres tu misma Abierta como un río que se acerca Alegrando la ttierra con sus dones, Emocionando el corazón del aire Tú me traes El rumor refrescante de la lluvia, El aroma exquisito de las flores, El indecible brillo de la estrella, La ternura de un niño cuando duerme, El ímpetu del mar y su oleaje, La levedad del aire cuando besa, La almonía total del universo. En tu boca florece la hermosura. A través de tus ojos amanece Y el mundo es un jardín inagotable, Un inaudito lago de ternura Donde nace la luz y se prolonga Y llega al otro lado de la noche. Dentro de ti se esconde el paraiso Donde florece el árbol de la vida Con una desmedida exuberancia De pájaros, de flores y de frutos. De nada serviría borrar todas tus huellas. Si no existieras tú, ¿en dónde apagarían su sed los manantiales?.

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MOMENTO DE SILENCIO. Hoy estoy muy cansado, Hoy tengo corta a palabra,

Pero si quieres ven. Aquí tienes un sitio, Junto a esta mesa Donde a veces Reencuentro mi verdad. Ahora, No preguntes

Por qué cuesta tan caro Un gramo de esperanza.

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Poema: NICOLÁS DEL HIERRO Fotografía. BEN ZANK

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PÁGINA AL CUIDADDO DE NICOLÁS DEL HIERRO

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ

N

ació en la ciudad de Guadalajara (capital del estado de Jalisco) el 13 de abril de 1871.

Poeta, editorialista y diplomático mexicano. En palabras del crítico Pedro Henríquez Ureña “Enrique es uno de los siete dioses mayores de la lírica mexicana".

Padre del poeta Enrique González Rojo, y abuelo de la poetisa Ana Rosa González Matute. Estudió en el Seminario y en la misma ciudad se recibió de médico en 1893, poco antes de cumplir los veintidós años. en el seno de su familia principió su educación literaria, y desde joven publicó versos en periódicos y revistas. A poco de recibirse fue profesor adjunto de Fisiología. Después de dos años y medio de práctica en Guadalajara partió con su familia a Culiacán, donde su padre fue contratado para dirigir un colegio. Ejerció como médico quince años en diversos lugares del estado de Sinaloa. En Mocorito dirigió, con Sixto Osuna, la revista literaria Arte. En 1911 se radica en México, donde fundó la revista literaria Argos (1912) y más tarde Pegaso; fue editorialista de El Imparcial (1912), presidente del Ateneo de la Juventud (1912), subsecretario de Instrucción y Bellas Artes por corto tiempo, secretario del Gobierno del estado de Puebla, profesor de Literatura Francesa

Fotografia: www.enriquegonzalezrojo.com

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en la Escuela de Altos Estudios, jefe de clases de Literatura y Gramática, y profesor de Literatura Mexicana en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1920 ingresó al servicio diplomático y ocupó los puestos de ministro en Chile, Argentina y España. En 1931 regresa a México. fue miembro fundador, primero, del Seminario de Cultura Mexicana y, después, de El Colegio Nacional, en donde sustentó conferencias sobre diversos temas de historia literaria. Fue miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Española, y perteneció al extinto Liceo Altamirano. En 1944 recibió el Premio Avila Camacho:"Su obra –decía el dictamen- por su extensión y su sinceridad, por su profundo sentido humano y altísimas cualidades literarias, lo señala como uno de los valores más representativos, o acaso el más representativo de la sensibilidad y el espíritu mexicano en la hora actual". En 1949. Enrique González, fue candidato al premio Nóbel, postulado por Antonio Castro Leal. Sin embargo el premio fue otorgado al estadounidense William Faulkner. Su obra se considera de carácter modernista con influencias del Simbolismo francés. Posteriormente, con su libro Los senderos ocultos (1911), rompió con el ModernismoOponiendo al símbolo de la belleza modernista el búho meditabundo y misterioso del Neorromanticismo. Sus poemas tienen gran distinción lingüística, profundidad filosófica y elegante sobriedad. Algunos de los más célebres son "A la que va conmigo", "Cuando sepas hallar una sonrisa", "Eran dos hermanas", "Busca en todas las cosas", "El sembrador de estrellas", "¿Te acuerdas de la tarde?", "Y pienso que la vida", "Porque ya mis tristezas", el ya citado "Tuércele el cuello al cisne" y "Yo voy alegremente" entre otros. Algunos hitos de su trayectoria poética son Ausencia y canto, motivado por la muerte de su esposa, o Bajo el signo mortal, por la del hijo, también poeta, Enrique González Rojo. En uno de sus últimos libros, Babel, denuncia el holocausto atómico de la II Guerra Mundial. Como traductor destaca la antología Jardines de Francia (México, 1915), que contiene versiones de Maurice Maeterlinck, Verhaeren, Rodembach, Francis Jammes y otros.

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ERAN DOS HERMANAS Eran dos hermanas, eran dos hermanas tristes y pálidas Venía una de ellas de tierras lejanas trayendo en sus hombros un fardo de nostalgias, siempre pensativa, callada, con los ojos vueltos hacia el infinito, los ojos azules de pupilas vagas por los que en momentos hasta parecía salírsele el alma. . . La otra hermana, de labios marchitos, de sonrisa amarga, siempre muda, siempre inmóvil, esperaba yo no sé qué cosas de pasados tiempos, memorias ausentes o dichas lejanas. . . No se que tenía su sonrisa. . . Hablaba de aquellos abismos de dolor inmenso en que se han hundido unas cuantas almas. Y cuando lloraba llanto silencioso la primera hermana, ella sonreía, ella sonreía y callaba. . . De aquellas sonrisas y de aquellas lágrimas yo nunca he podido saber cuáles eran más amargas. . . Eran dos hermanas, eran dos hermanas tristes y pálidas. . .

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Y PIENSO QUE LA VIDA. . . Y pienso que la vida se me va con huida inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso afán de ser el de antes y desandar la vida. ¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida, los anhelos inútiles, el batallar intenso! ¿Cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso quemado en los altares de una deidad mentida? Páginas tersas, páginas de los libros, lecturas de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras. . . ¡Ay, lo que yo he leído! ¡Ay, lo que yo he soñado! . . . Tristes noches de estéril meditación, quimera que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera mirar que iba la vida sonriendo a mi lado . . . (¡Ay, lo que yo he leído! ¡Ay, lo que yo he soñado!) TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE. . . Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda. . .y adora intensamente la vida, y que la vida comprenda tu homenaje. Mira al sapiente búho cómo tiende las alas desde el Olimpo, deja el regazo de Palas y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . . El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta pupila, que se clava en al sombra, interpreta el misterioso libro del silencio nocturno.

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UN LUGAR PARA VISISTAR

l Parque Natural de Urbasa, en Navarra (España),

nos muestra un Impresionantes hayedo cubren el 70% del territorio acompañados de otras especies como tejos, enebros y pinos. Y en los rasos, llanuras situadas en torno a 1000 metros de altura, el bosque deja paso a pastizales salpicados de brezos y espinos donde es habitual ver pastando a yeguas y ovejas, ésas con cuya leche se elabora el delicioso queso Idiazabal. Los duendes nos acompañan en todo momento a través de sus caminos y nieblas envolventes. Otra de las características de este Parque Natural es la ausencia de ríos. El terreno calizo deja que el agua se filtre y discurra bajo tierra por numerosas simas y grietas, siendo un buen destino para los amantes de la espeleología. A veces estas corrientes subterráneas surgen en forma de saltos. Resultan impactantes dos nacederos: el del río Urederra en la sierra de Urbasa (acceso desde Baquedano) y el del río Ubagua en la sierra de Andía (acceso desde Riezu). Ambos enclaves pueden visitarse a través de sencillos paseos. 90


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EL REINO DE LEÓN, CUNA DE LA DEMOCRACIA PARLAMENTARIA

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"En este año inolvidable de 1188, un rey Alfonso otorgó lo que podríamos llamar Carta Magna Española, anterior en varios años a la inglesa. La Carta Magna Leonesa se dirigía a un pueblo que no conocía el régimen feudal, articulado en grandes municipios libres, lo que hacía de ella un orden liberal y democrático y fue por ello más liberal y democrática que la de Juan sin Tierra.”. (Claudio Sánchez-Albornoz)

lfonso IX ,el “rey-niño”, hijo de Fernando II y de doña Urraca de Portugal, reinó en León desde el 21 de enero de 1188 hasta su muerte en 1230 ,en Villanueva de Sarriá. Comenzó su mandato con dieciséis años, nada más enterrar a su padre en Compostela. Fue el padre de Fernando III el Santo, fruto de su matrimonio con doña Berenguela.

El rey Alfonso IX de León

Su reinado estuvo envuelto en todo un proceso de vicisitudes difíciles que tuvo que solventar y salir airoso de ellas. Por ejemplo fue excomulgado varias veces por edictos dictados por los Papas desde Letrán donde residían en esos momentos, debido a problemas de consanguineidad en sus matrimonios (por ejemplo el realizado con su prima doña Berenguela hija del rey Alfonso VIII y de su esposa la reina Leonor de Plantagenet, quien fue

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reina de Castilla en 1217 y reina consorte de León entre 1197 y 1204 ), o la rivalidad con su primo carnal Alfonso VIII de Castilla (ambos eran nietos de Alfonso VII) pues debido a ello no participó en la batalla de Las Navas de Tolosa; asimismo también se le acusó de firmar una tregua con los almohades, lo que provocó las protestas del Papa Celestino III. Realizó una gran actividad conquistadora recuperando para la Cristiandad las ciudades de Cáceres, Mérida y Badajoz, y en general toda la mitad oeste de la actual Extremadura. El reino de León reconquistó más territorio hispano que todos los demás Reinos juntos. “El territorio reconquistado se hizo y se llamó España y los Reyes de León, solamente los Reyes de León, se llamaban Reyes de España”. La existencia del Reino de León tuvo una importancia excepcional en el nacimiento y desarrollo de España y unas consecuencias no menos excepcionales en el futuro de Europa. El Reino de León, compuesto en un principio por Asturias, Galicia y León, no solamente fue un gran exponente en el nacimiento de España, sino que fue el que más territorio español reconquistó hasta su unión con el Reino de Castilla, en el año 1230. Era una costumbre en el Reino de Asturias (718925),donde se incluía a León, que se reunieran sínodos o asambleas de obispos para asesorar a los reyes en materia eclesiástica, así como los concilios o asambleas de Toledo, donde participaban el

Grabado que representa la investidura de Alfonso IX como caballero por Alfonso VIII

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Basílica de San Isidoro, donde tuvo lugar el pleno de las cortes leonesas.

clero y la nobleza; práctica que se mantuvo en el Reino de León (910-1230), y más tarde en el Reino de Castilla y León (1230).

y luego los asuntos políticos; por ejemplo: se ratificaron leyes y costumbres; se exhortó a la guerra en contra de los musulmanes o bien se dispuso a la reconstrucción de villas. Estas no son las únicas asambleas que se pueden considerar, también existieron las Asambleas de Paz y Tregua, promulgadas por clérigos durante las fiestas litúrgicas o para oficio divino. Fueron exclusivamente eclesiásticas,

Los reyes españoles, como la mayoría de los monarcas europeos, gobernaron aconsejados por el clero y la nobleza; éstos podían seguir a la corte o bien ser llamados bajo circunstancias notables. Se puede definir que las Cortes tenían dos características: primero, una asamblea política en la que convinieron y colaboraron los regentes de reino y el monarca; segundo, que los representantes de cada uno de los estamentos protegieron los privilegios de los grupos que representaron.

Pero es en el año 1188, fue en León, bajo el reinado de Alfonso IX, cuando estas estructuras de Curia regis, es decir, de función consultiva y dominadas por el clero y la nobleza, devienen Cortes (Parlamento), debido a la presencia del 'brazo popular', representado por los civis electi, los diputados de los burgos, de la 'burguesía' de las ciudades y villas. Estos

Por lo tanto, la asamblea fue un concilio y una curia, en la que se trataron primero las cuestiones que afectaban el alma

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diputados o representantes de los municipios recibían varios nombres: personeros, hombres buenos o mandaderos, pero la denominación más frecuente era la de procuradores, y su función la de defender los intereses de los vecinos a quienes representan. Alfonso IX deja claro que en todas las cortes fueron convocados los tres brazos del reino; Se impuso el deber de consultar al clero, la nobleza y el pueblo en determinadas situaciones; pero no olvidemos que finalmente sólo se les pidió su consejo. “El procedimiento de elección era por sorteo o por turno, pero lo normal era la elección directa de los vecinos. También la Corona podía sugerir un ciudadano como procurador del municipio. Luego de su elección, el procurador recibía un Cuaderno de instrucciones, de las que no debía apartarse en las deliberaciones y al votar en las Cortes, es decir que el mandato era imperativo. Si surgía un tema no previsto, el procurador debía reservar su voto hasta consultar nuevamente a la ciudad o villa que lo había elegido y ante la cual tenía que rendir cuentas. La labor del procurador era pagada por las villas o ciudades que lo elegían, o bien por el Tesoro Real en aquellos casos que sus habitantes fueran muy pobres. Una de las funciones más importantes que tenían era la de aprobar o rechazar los impuestos. Sin embargo, el derecho de petición les permitía proponer nuevas leyes, más justas y actualizadas”.

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Cuadernos de Cortes y Partidas, hasta conformar una vasta legislación que estuvo vigente en América hasta 1850, y que constaba de 50.000 leyes. El Ordenamiento de Alcalá de 1348 estableció la jerarquía de estas fuentes jurídicas. Fueron la base de la doctrina hispano-americana de la ''soberanía particular de los pueblos'', que se puede remontar a los Fueros de León de 1017 (anteriores a los de Logroño y Vizcaya) y a los Concejos abiertos o asambleas de vecinos (democracia directa) y los Concejos cerrados o Ayuntamientos (asambleas de magistrados, democracia representativa) de los siglos X a XV, sobre los que se funda

.Mandato de Alfonso IX, remitiendo al obispo de Orense copia de los textos legales de las Constituciones de las curias regias de 1188 y 1194 (Siglo XII, post 23 octubre 1194. León) Archivo Catedral de Ourense.

En estas circunstancias históricas, se redactó la primera Constitución o Carta Magna de la historia europea occidental, el Ordenamiento de las Cortes de León de 1188, 27 años anterior a la Carta Magna de Inglaterra (de 1215), y que probablemente recoge fuentes incluso anteriores y se continúa en textos posteriores, como pueden ser los Fueros, Cartas pueblas,

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Claustro donde se celebraron las Cortes de León en 1188.-

la democracia municipal en América. Hasta el siglo XIII en España, estuvieron libres de cualquier intromisión regia.

cos de lo que posteriormente serían los presupuestos del Estado El Rey Alfonso XI prometió que a partir de aquel momento consultaría y aceptaría el consejo de los obispos, los nobles y los "hombres buenos" de las ciudades en asuntos como la paz, la guerra y los tratados. El Ordenamiento de las Cortes de León, de 1188, castigaba, por ejemplo, la delación sin pruebas, así como a los jueces y alcaldes que 'tomaran prendas' o que negaran 'maliciosamente' justicia a un querellante, en cuyo caso debían indemnizarlo (Ver documental aquí) El Privilegio de la Unión de 1287, reconoció el derecho de resistencia a la opresión y el habeas corpus.

Así, pues, reiteramos que durante el reinado de Alfonso IX tuvo lugar, por iniciativa real, un acontecimiento trascendental, el nacimiento de la democracia parlamentaria, en las Cortes leonesas celebradas en abril de 1188, reunidas en la iglesia leonesa de San Isidoro en medio del fragor de la Reconquista, teoría apoyada por las investigaciones del historiador australiano John Keane en su obra Vida y Muerte de la Democracia (Simon & Schuster). Para él las Cortes leonesas "no tienen precedente": contrariamente a ciertos chovinistas relatos británicos, que presumen con arrogancia de que "las instituciones parlamentarias son el mayor regalo del pueblo inglés a la civilización mundial, los parlamentos fueron un invento de lo que es hoy el norte de España", escribe el historiador. También en ellas se encuentran el origen y los mecanismos bási-

Este hecho político tan trascendental se produjo más de un milenio después de los experimentos democráticos habidos en Grecia y se anticipó en seiscientos años a la llegada de la democracia representativa tal y como iba a entenderse, por ejemplo, durante la Revolución francesa", agrega el

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La UNESCO ha certificado la inscripción del Decreta de León de 1188 de la Biblioteca Colombina de Sevilla en su Memory of the World International Registe .

citado profesor de política de la Universidad de Westminster, del Wissenshaftszentrum, de Berlín y fundador del Centro para el Estudio de la Democracia.

ta a la España medieval. Estas normas fueron redactadas durante el reinado de Alfonso IX de León (1188/1230): “reflejan un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades”.

La primera Carta Magna de la historia ha tenido el reconocimiento de la Unesco, organismo que ha ratificado a León como cuna del parlamentarismo moderno en lugar de Westminster (Inglaterra). Los Decreta de León, de 1188, el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario han sido inscritos en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco el 19 de junio de 2013 como el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo. En concreto, la Unesco resalta que se trata de un corpus documental "cuyo origen se remonta a la España medieval".

Los Decreta, según recuerda la Unesco, "reflejan un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades".

De ellos resalta la Unesco, en su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, señala que se trata de un corpus documental cuyo origen se remon-

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UN SANTUARIO

Entre las laderas del Montemayor dentro de la Sierra Calderona, nos encontramos con el Santuario de la Cueva Santa; forma parte de uno de los más emblemáticos símbolos tradicionales, culturales, históricos y religiosos de la población de Altura (Castellón), en de la Comunidad Valenciana, Alberga en su interior una advocación mariana con el título de Virgen de la Cueva Santa, patrona de fernandez33, de Beniarrés, de Santa María de Dota (Costa Rica), de Piacoa (Venezuela), de Bochalema(Colombia) y de los espeleólogos. Se le atribuyen numerosos milagros, entre los que se encuentra el afloramiento del Manantial del Berro en la Villa de Altura (Castellón).

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テ]gel del Valle Nieto

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Torre de San Miguel, La Puebla de Montalbán

Hoy visitamos y divisamos desde esta nuestra primera aparición en Alcazaba y aunque lo hagamos someramente, a la Puebla de Montalbán y a Talavera de la Reina. ¿Y por qué? Porque en la primera nació y en la segunda murió dejando mi incompetencia al margen la bellísima Salamanca, universitaria y universal, en la que escribió su inmortal Tragicomedia de Calixto y Melibea (“La Celestina”). Nació Fernando de Rojas en la Puebla de Montalbán. Era abogado y cursó sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca. Se naturalizó en Talavera de la reina, en la que aparece como vecino en 1517, llegando a ejercer el cargo de Alcalde Mayor. Y en ella murió. Fernando de Rojas nos llevará de la mano por la noble y antigua villa monumental de la Puebla de Montalbán, de antiquísimo origen, que fue propiedad, en su día, de los Caballeros templarios. Y nos mostrará, orgulloso, la irregular planta de su Plaza Mayor en la que destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz, obra de transición del gótico al estilo renacentista y el palacio de los Duques de Osuna. Nos indicará la calle de los Baños (como luego hará en Talavera) para señalar a su boticario acompañante los aparejos para baño que su Celestina confeccionaba y que eran maravilla en palabras de Pármeno; de las yerbas y raíces que tenía en el techo de su casa colgadas: manzanilla y romero, malvaviscos, culantrillo, coronillas, flor de saúco y de mostaza, espliego y laurel blanco, tostarosa y gramomilla, flor salvaje e higueruela, pico de oro y hoja tinta. Veremos, asimismo, la emblemática Torre de San Miguel. Y conventos, igle-

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sias y ermitas que nos traen sus voces históricas ( de la irrenunciable Historia de España) como un testimonio imperecedero de nuestro pasado, pórtico de nuestro presente. Antes de salir de La Puebla, Rojas nos insta a no abandonar las tierras de la villa sin antes acercarnos a la iglesia de Santa María de Melque, edificio visigótico de los siglos VIII y IX, convertido posteriormente en fortaleza, y el castillo, con un perímetro de setecientos metros en su recinto principal y dos grandiosas torres albarranas, semejantes a las que nos volverá a mostrar en Talavera.

Interior de la ermita de Santa María de Melque, que se encuentra en el término municipal de San Martín de Montalbán, en la provincia de Toledo (España), a 30 km al sur de la capital, equidistante de las localidades de La Puebla de Montalbán y Gálvez, entre el arroyo Ripas y el río Torcón, que es un afluente de la margen izquierda del río Tajo.

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Plaza del Pan. (Talavera de la Reina, Toledo)

Y hacia ésta nos dirigimos, bordeando la margen derecha del Tajo. Nada más llegar, Fernando de Rojas nos lleva a la Plaza del Pan para enseñarnos, con una impaciencia casi infantil, pero plenamente justificada, el edificio en el que ejerció de Alcalde Mayor, hoy sede de la Delegación de la Junta de Comunidades. A su lado, el gótico siempre esbelto de Santa María la Mayor y, enfrente, formando un solo bloque arquitectónico con el Hospital de la Misericordia (hoy Centro Cultural “Rafael Morales”), el actual Ayuntamiento del que salen Las Mondas a rendir tributo a la Virgen del Prado en su basílica en una de las fiestas más antiguas, si no la más, de cuantas tienen lugar en las tierras de España.

Se entusiasma y emociona Fernando de Rojas al caminar por el casco antiguo en el que vivió y trabajó y ante nuestros ojos presenta los restos de tres recintos amurallados, el primero de los cuales tiene adosadas las torres albarranas que nos mostró en el castillo de la Puebla. Nos lleva a detenernos, como parando para nosotros el tiempo ya parado para él, ante Santiago de los Caballeros, Conventos de San Agustín y San Jerónimo, iglesias de San Prudencio, San Francisco y el Salvador, que nos muestra su elegante ábside mudéjar del siglo XIII y nos acerca hasta el de Santiago, del siglo XIV. Baja hasta la Puerta de Zamora y toma la dirección de la Cañada de Alfares, de evocador

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de barro, de vidrio, de arambre, se estaño, hechos de mil faziones, en la que hacía solimán, afeyte cocido, argentadas, bujelladas, aguas de rostro y hasta agua de mayo que la mandaron a confeccionar, tal era su pericia. Pero Fernando de Rojas está perdido; ya no conoce más de su Talavera y se queda descansando en la sacristía de ,para él, todavía Ermita, en la que tantas veces depositó, reverente y humilde, su bastón de Alcalde Mayor. El Tajo dibujó un meandro para abrazar indeleblemente a Toledo y construyó para Talavera una fértil terraza cuaternaria en la que asentarla. Y así lo hace esta ciudad que crece y crece como si fuera un aluvión más del río que la besa. Ese mismo río que impregna sus arcillas que luego, en sus hornos y en el corazón de sus alfareros, nacerán bajo las formas mágicas de la Cerámica de Talavera y que, terminando la visita, podemos contemplar en el inigualable Museo “Ruiz de Luna” y en ese mar de azulejos que muestra su estático y bellísimo oleaje en los muros de la Basílica.

nombre, pata alcanzar los Jardines de El Prado, antesala de ese otro jardín de piedad y devoción mariana que es la Basílica de Nuestra Señora del Prado, verdadero núcleo espiritual de Talavera y su comarca.

Nos despedimos de Talavera, que nos regala las mejores luces de su crepúsculo sobre el Tajo. No quisiéramos pecar de ilusos, pero sobre el puente de Santa Catalina, que todos llamamos “viejo” o “romano”, nos parece ver que se recorta la silueta de un hombre que eleva una especie de bastón consistorial en señal de saludo y que se apoya, cansado en una todavía terne puta vieja alcoholada…

Pero se tiene que ir. No soporta ni entiende los desaforados carruajes que transitan por las calles, ni las prisas. Quiere hallar un convento en la Trinidad y no divisa más que un edificio tan alto que le recuerda a la Torre de Babel. Está aturdido; confuso y aturdido. Quisiera habernos llevado al barrio en el que situó la casa de Celestina y hablarnos, por nuestra profesión, de que tenía una cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos

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Isidoro A. G贸mez Montenegro.

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n el seno familiar, el nacimiento de Agustín de Iturbide fue considerado como milagroso, doña Josefa de Aramburu tuvo un parto laborioso, al cuarto día, cuando ya no había esperanza de vida de la madre ni del feto, por consejo de personas piadosas, imploró la intercesión del padre Fray Diego Baselenque, fundador de la provincia de agustinos de Michoacán, cuyo cadáver incorrupto se conserva en un nicho de la iglesia de San Agustín de Valladolid. Le llevaron a doña Josefa la capa de Fray Diego reliquia de dicho convento y dio a luz con felicidad un niño, el 27 de septiembre de 1783, al que por tales circunstancias le pusieron por nombre Agustín. A los 11 meses tuvo Agustín otro suceso milagroso, la cuna en que dormía se quemó por descuido de una sirvienta, tres de las cuerdas que sostenían la cuna se quemaron y él quedó colgando de la cuarta cuerda que le impidió caer.

Agustín Iturbe. Óleo de Primitivo Mirando.

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Ingresó en el Seminario Tridentino para estudiar gramática latina, pero abandonó los estudios cuando tenía quince años, para trabajar en la administración de la hacienda de su padre. Tomó la charretera de alférez en el Regimiento de Infantería Provincial de Valladolid, cuyo coronel era el Conde de Casa-Rul. Contrajo matrimonio en 1805 con doña Ana María Huarte, con la dote de su esposa compró la hacienda de Apeo en Maravatío; al poco tiempo tuvo que marchar a su regimiento en Jalapa. Hidalgo para atraerlo a su partido le ofreció la faja de Teniente General, que rehusó. En la memorable acción del Monte de las Cruces desempeñó peligrosas comisiones, se condujo con serenidad y bizarría de aguerrido veterano. Su actuación fue premiada por el virrey Francisco Xavier Venegas, quien lo nombró capitán de la compañía.

Severo en demasía con los insurgentes, deslució sus triunfos con mil actos de crueldad y su ansia de enriquecimiento. El Plan de Iguala proclamado por Iturbide el 20 de febrero de 1821, contenía tres ideas esenciales: La conservación de la religión católica, apostólica, romana sin tolerancia de otra. La independencia bajo la forma de gobierno monárquico moderado y la unión entre americanos y europeos, estas eran LAS TRES GARANTIAS, de donde tomó el nombre el ejercito que sostenía ese plan. En septiembre de 1821 Iturbide queda como Presidente de la Regencia. No era de extrañar que en mayo de 1822 Iturbide fuera nombrado Primer Emperador Constitucional de México, en la provincia el aplauso era unánime con

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Escudo de Armas de Iturbe


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que se recibía la elevación del Generalísimo al trono. Todo era Te Deum y misa de gracias. Santa Anna y Guadalupe Victoria proclamaron el plan de Casamata en contra del gobierno de Iturbide, Santa Anna había sido destituido de ser gobernador de Veracruz, entonces el emperador al ver los problemas del país, abdicó en 1823, huyendo a Europa, regresó un año más tarde, el congreso lo había exiliado del país bajo pena de muerte. Corona Imperial de México

Fue fusilado el 19 de julio de 1824, al ser llevado al sitio del suplicio dijo con voz clara y firme: “¡Mexicanos, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra Santa Religión: Ella es quien os ha conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, muero gustoso, porque muero entre vosotros. Muero con honor, no como traidor, no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos os manden, es cumplir con Dios No digo esto lleno de vanidad, porque estoy muy distante de tenerla!”. Rezó el credo y un acto de contrición. Así fue el fin desgraciado de Agustín de Iturbide dos años después de ser coronado y ungido en la Catedral de México.

Alegoria de la coronación de Iturbe como Emperador de México 111


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Washington Daniel Gorosito PĂŠrez

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a “Ciudad de los dioses”, ubicada en el Estado de México, ha sido comparada por su grandeza y monumentalidad con Roma, Constantinopla o Alejandría. Las excavaciones que se han desarrollado a lo largo de décadas en la urbe que se ubica a escasos 40 kilómetros de la Ciudad de México, han brindado información clave para reconstruir los usos religiosos de los edificios, los pasadizos subterráneos y sus significados rituales sumado a una organización social y política sumamente compleja cuyo apogeo lo encontramos entre los siglos I y VI. Las últimas investigaciones llevadas a cabo en los barrios periféricos del centro de la ciudad, proveyeron de información que hace pensar que una incipiente burguesía fue la que generara una revuelta social que tuvo como consecuencia la caída de esta urbe, una de las más voluminosas de la América prehispánica. Como en las grandes ciudades de la actualidad, Teotihuacán, con una población de 100 a 200 mil habitantes y cuya influencia se hizo sentir en toda Mesoamérica, era una ciudad con importante población de migrantes, se calcula la misma en unos 1300.

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La causa de dos de esas migraciones en masa, fueron grandes erupciones volcánicas. A la llegada éstos eran conducidos a los barrios periféricos los que estaban bajo el control de la élite intermedia de la ciudad, dónde realizarían trabajos extenuantes en largas jornadas y por pago recibían alimento racionado (tortillas), según datos provenientes de una década de excavaciones en el barrio de Teopancazco, uno de los considerados de mayor influencia en la ciudad cuya avenida principal la conocemos como Calzada de los Muertos. El conocimiento sobre sus lugares de origen, dieta y enfermedades se obtuvieron por medio de análisis de ADN y los minerales de las osamentas allí encontradas. La vida a que estaban sometidos esos trabajadores migrantes era tan dura que algunos de los cadáveres tenían rastros de patologías originadas por la malnutrición, como la anemia o el escorbuto, consecuencia de la no ingesta de frutas frescas. La promesa de la obtención de alimentos, aunque solo fueran tortillas racionadas, pudo ser el porqué de la llegada a Teotihuacán de grandes cantidades de inmigrates, buscando no morir de hambre.

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Quien funge como líder de la investigación, la antropóloga Lidia Manzanilla de la UNAM, considera que “trabajaban tantas horas acuclillados que esto dejó huellas en su esqueleto algunos estuvieron muchas horas sin exposición al sol, otros cargaron enormes pesos en las caravanas y otros más cosieron los trajes vistosos de las élites, también durante muchas horas”. Puntualicemos que las caravanas eran las rutas comerciales establecidas por las élites intermedias que tenían el control de estos barrios periféricos. En ellas se traía el género a la ciudad y se reclutaban artesanos y mano de obra. La experta sostuvo “que desde sus inicios, Teopancazco presenció la llegada de migrantes de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Veracruz, Oaxaca y probablemente Chiapas”. Fruto de aquel sostenido tráfico entre el campo y la gran urbe, al analizar los cadáveres se hallaron gente de los cuatro grandes grupos genéticos de Mesoamérica. Manzanilla afirma que era un Estado multiétnico, que se hallaba fundamentado en un pacto social “débil”, que no era difícil de romper. Teotihuacán era la concentración de mucha gente con poca capacidad de defenderse, vulnerable por lo tanto a ataques o revueltas intestinas. La

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<ceremonia del fuego

antropóloga sostuvo que es posible que emergiera de esos barrios una burguesía o clase media que, muy agresiva y deseosa de poder, liderara un levantamiento contra los gobernantes y su forma de organización de Estado corporativo.

Y lo llamaron Teotihuacán porque era el lugar donde se enterraban los señores.

Pues según decían:

El fuego de Teotihuacán marca el final de su hegemonía y su progresiva disolución en siglos posteriores. La estrategia corporativa de gobierno no volvió a darse más. Recordemos que de acuerdo con fuentes coloniales, los nahuas pensaban que Teotihuacán, fue construida por los quinametzin, quienes eran una raza de gigantes que pobló el mundo durante la era anterior y cuyos sobrevivientes se encontraban ocultos. Razón por la cual los templos y las pirámides de la impresionante urbe eran imaginados como las tumbas de los señores que la fundaron, un lugar sagrado donde al morir y ser enterrados, los hombres se convertirían en dioses.

Cuando morimos, no en verdad morimos,

porque vivimos, resucitamos. Esto nos hace felices. Decían: se hizo allí dios quiere decir que allí murió.* *Primeros memoriales, de Bernardino de Sahagún.

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Serpiente de Teotihuacan

Tapa de incensario de un guerrero

Dios Tiรกloc, el dios del agua y de la fertilidad

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Manuel L贸pez Espino

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S

e nace con dolor y se muere penando,

y entre la vida y la muerte hay más dolor del que uno quisiera”. Este concepto pesimista de la existencia, aunque muy real, se contrarresta con el pensamiento de los epicúreos y hedonistas para quienes se debe buscar el máximo goce y el mayor disfrute corporal o espiritual ante las penalidades que se presentan en la vida. En el término medio dicen que está la virtud, por lo que tendremos que intentar sobrellevar los acontecimientos dolorosos que aparezcan en nuestras vidas sin acentuarlos ni incrementarlos para dar pena y no buscar el beneficio secundario que siempre conlleva el dolor y el quejoso. El dolor puede caracterizarse como una percepción desagradable que se produce por un estimulo dañino en una zona corporal delimitada, mediante la activación de las neuronas aferentes primarias (nociceptores), que trasmiten la información a través de la médula espinal hasta la corteza cerebral. Aunque no existe un “circuito del dolor”, las principales áreas procesadoras del dolor, son el tálamo, el hipotálamo, el área tegmental ventral, las regiones mesolímbicas, los núcleos parabraquiales, la amígdala, la formación reticular subpontina y la corteza somatosensorial. La respuesta de dolor se va a dar a tres niveles: primero a nivel fisiológico, incluyendo respuestas generales (autonómicas, vasculares y musculares) y específicas; segundo, a nivel cognitivo, a través de distintas estrategias de afrontamiento, las cuales pueden aumentar o disminuir las respuestas fisiológicas y la percepción de dolor; y tercero, las conductas de dolor. El refuerzo que estas conductas obtienen del medio social facilita o inhibe el procesamiento del dolor. en 1959 Beecher destacó la importancia del componente psicológico reactivo y afectivo de la experiencia dolorosa, y señaló el papel del Sistema Nervioso Central como modulador del estímulo doloroso, de forma que “esto puede determinar la presencia o ausencia de sufrimiento”.

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lidad para percibir el dolor y para comunicarlo a través de conductas que mantienen y agravan el dolor a través de mecanismos de condicionamiento operante (Labrador y Vallejo, 1984). Varios investigadores han constatado que las personas experimentan más intensamente los estímulos dolorosos cuando están más ansiosos, es decir, que tienen mayor reactividad o mayor sensibilidad para las sensaciones dolorosas, de la misma forma que comunican más síntomas somáticos generales en ausencia de enfermedades médicas identificables (Barsky y Klerman, 1983). Aunque la ansiedad y el miedo respecto del dolor suelen aumentarle, se ha constatado el papel mediador de la atención entre la ansiedad y el dolor, de forma que la ansiedad aumenta el dolor a través de aumentar la atención hacia el dolor, lo que apoya el uso de técnicas de distracción en el tratamiento del dolor crónico (Arntz, De Jong 1993). El estrés aumenta el riesgo de padecer dolor porque disminuye el umbral del dolor y Sternbach en 1968 destacó que la forma de experimentar el dolor es una característica individual única o idiosincrática, en interacción con una gran variedad de circunstancias situacionales. Dentro de un modelo multifactorial se ha constatado, principalmente en estudios retrospectivos, que ciertos factores psicosociales predisponen a los pacientes al dolor crónico. Así por ejemplo, en los pacientes con dolor crónico se han evidenciado altas tasas de antecedentes de abuso físico y sexual (Katon et al,1985). En el caso de la depresión, actualmente existe un consenso general acerca de que los pensamientos automáticos negativos y las distorsiones cognitivas resultan de la depresión y no la preceden (Barnett y Gotlib, 1998), a diferencia de lo que ocurre en el dolor crónico. En varias formas clínicas de este trastorno predominan pensamientos negativos tales como; “esto no tiene solución”, “cada vez voy a ir a peor”, etc., a la vez que estos pacientes desarrollan una especial habi-

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suele ir acompañado de una actitud negativa ante ese dolor, al igual que la experiencia de dolor es un poderoso acontecimiento estresante que constituye la señal de daño por antonomasia, sobre todo cuando es más intenso, prolongado, incontrolable e impredecible y cuanto más interfiera en la vida personal. Lo ideal es resolver la situación que provoca el estrés, pero también se pueden contrarrestar sus efectos realizando alguna actividad física o con técnicas de relajación. Desde un punto de vista psicoanalítico, podemos ver en la obra “Más allá del principio del placer” como Freud nos habla de la importancia que tiene para el ser humano las sensaciones placenteras y displacenteras: “En la teoría psicoanalítica suponemos que el curso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio del placer; esto es, creemos que dicho curso tiene su origen en una tensión displaciente y emprende luego una dirección tal, que su último resultado coincide con una minoración de dicha tensión y, por tanto, con un ahorro de displacer a una producción de placer”. . El aparato siempre tiende a mantenerse en lo posible libre de excitaciones. Freud tras vivir la primera gran guerra y tener algunos fracasos en sus relaciones de amistad escribe esta obra donde busca que mueve al ser humano a comportarse como lo hace, intenta buscar si realmente es el principio del placer lo que mueve al ser humano a realizar sus conductas. Va a relacionar el placer y el displacer con la cantidad de excitación existente en la vida anímica, correspondiendo el displacer a una elevación y el placer a una disminución de tal cantidad. Los procesos anímicos van a ser regulados automáticamente por el principio de placer. Se van a poner

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en marcha por una tensión displacentera, que irá transformándose hasta llegar a la evitación del displacer o una producción de placer. Cuando se dice que el aparato anímico está regulado por el principio del placer, surge entonces una pregunta acerca de esto, y es que, si fuera de esta manera, entonces todos los procesos anímicos tendrían que estar acompañados de placer o conducir a el, pero esto no siempre es así. Sería más conveniente decir entonces, que los procesos anímicos tienen una tendencia al principio del placer, y esta es muy fuerte, pero también es cierto, que existen otras fuerzas que como resultado final no conducen al placer. La mayor parte del displacer es displacer de percepción, percepción del esfuerzo de instintos insatisfechos o percepción exterior. la tarea del aparato psíquico sería facilitar las condiciones para procesar psíquicamente los estímulos: dominarlos mediante el trabajo de las representaciones, transformando las cargas psíquica móviles en energía ligada. Sólo “luego” de este trabajo podrá imperar el principio del placer. Tal proceso se lograría mediante un desarrollo de angustia que protegería del terror (causado por el factor sorpresa). Los sueños traumáticos intentan –sin lograrlo- desarrollar la angustia, reconduciendo una y otra vez a la escena del accidente, para dominar la excitación mediante esa preparación que oportunamente faltó. Se va viendo que el alma busca el principio del placer, aunque hay otras tendencias o fuerzas, como es el principio de realidad, que se oponen y no dejan que se llegue a esta meta final, teniendo que aceptar el displacer, sin renunciar a su meta, durante el tiempo que sea necesario hasta poder llegar al placer. Aunque el principio de realidad solo explicaría una parte de la sensación de displacer, otra fuente habría que descubrirla en los conflictos y disociaciones que tienen lugar en el aparato psíquico.

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La percepción que tenemos de los esfuerzos que realizan los instintos insatisfechos nos produce la mayor parte del displacer que experimentamos al excitar en el aparato anímico expectaciones llenas de displacer y ser reconocidas como un peligro por el mismo. La compulsión de repetición es otra causa de dolor y debe atribuirse a lo reprimido inconsciente. El sujeto no es capaz de recordar todo lo que tiene reprimido, por lo que tiene que repetirlo como si estuviera ocurriendo en la actualidad, no como una parte del pasado, volviendo a sufrir por la fidelidad indeseada de esas vivencias. En la actualidad es evidente que no se pueden separar los aspectos psicológicos de los físicos en cuanto al diagnóstico y el tratamiento del dolor.

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María Beatriz Muñoz Ruiz

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C

uando me he sentado delante del teclado, el tema a plantear iba a ser otro, pero me he dado cuenta de que la persona que iba a hablaros no iba a ser yo, sino alguien que tan solo estaba dispuesta a exponeros un momento histórico que cualquiera puede encontrar fácilmente en internet sin necesidad de que una escritora de novela romántica os lo redacte. Por eso, cuando iba a hablar sobre el papel de la mujer en las religiones monoteístas, me he dado cuenta, de que en realidad no me importa el hecho de que haya habido tanta discriminación en la religión con respecto a la mujer, porque las distintas religiones no tienen la culpa, fue la sociedad quien decidió que la mujer era inferior, fue la sociedad quien relegó a la mujer a un segundo plano.

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En la imagen, de izquierda a derecha, el primado de la nueva diócesis armenia en Francia, Norvan, Zakarian; el arzobispo de Canterbury, Rowan Douglas Williams, y el patriarca de Constantinopla, Bartolomeo I; el Papa Benedicto XVI; el rabino de Israel, David Rosen; el profesor Wande Abimbola, fundador del Instituto Ifa Heritage, de la tradición africana Yoruba; y el representante del hinduismo, Acharya Shri Shrivasta Goswani.

Las religiones son el reflejo de esa sociedad que el hombre creó para protegerse, pero a pesar de todos esos muros, la mujer ha sabido ir poco a poco rompiendo las cadenas de la desigualdad. Hace muchos años, las más valientes, comenzaron a luchar por un mundo más justo, por un mundo en el que existiese el derecho de igualdad, un mundo en el que se nos escuchara. Imagino que sería duro… incluso en el budismo para hacerse monja, exigían que las mujeres observaran ocho votos más que los hombres, todos ellos relacionados con la subordinación.

heroína que dio un giro decisivo en la guerra de los cien años.

Al igual que en el budismo, en las demás religiones, la mujer también fue abriéndose paso lentamente. Y a pesar de que hayan deseado restarles importancia a las mujeres, éstas han conseguido hacerse escuchar.

Santa Teresa de Jesús, fundadora de los Carmelitos Descalzos, y canonizada en 1622. Madre Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la paz. Pero sobre todo hay alguien a quien me gustaría destacar por encima de los muchos nombres que podría seguir dando, esa es María, sin María no existiría Jesús, no habría historia católica, aún seguirían esperando al mesías. Ella fue la mujer que cuidó y educó a un hijo que tenía una misión, ella fue quién sufrió la muerte de un hijo, pero como ella, también existen mujeres anónimas que en la actual situación de crisis sufren por sus hijos, por no poder alimentarlos o darles un hogar digno, familias que despiertan cada mañana sin saber qué hacer, sin saber cómo salir adelante, entonces, el hecho de que la mujer ha-

No soy quien para tachar de injustas determinadas actuaciones de muchas religiones, lo que sí tengo claro, es que durante la historia, a parte de las mujeres, todo aquel que fuese distinto, era tratado desde la desigualdad, y si debemos estar agradecidos a alguien, debe ser a los que se negaron a quedarse sentados, a los que lucharon por algo mejor, los que tuvieron que recorrer un largo camino para abrirse paso. A lo largo de este camino podríamos nombrar a mujeres como Juana de Arco,

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zar, porque por desgracia, cada vez es más común que se nos aten las manos en nuestra lucha por sobrevivir a un mundo en el que solo los poderosos vive.

ya sido discriminada en ciertas religiones, importa bien poco, y los que no creen, los que piensan que Dios no existe, los que no pertenecen a ninguna religión… rezan. Rezan a un Dios común para toda religión, a un Dios que no pueden ver pero que por una vez en su vida tienen la esperanza de que exista, y a esa esperanza se la llama “Fe”, que es lo que los españoles hemos perdido en la política.

Teresa de Calcuta. (Uskub, Imperio otomano — actualSkopie, Macedonia—; 26 de agosto de 1910Calcuta,India; 5 de septiembre de 1997),

Y eso me lleva a simplificarlo todo, a dejar en un segundo plano a las personas que forman la estructura de cada una de las religiones que existen en este mundo, porque somos simplemente personas, personas que nos equivocamos, que no somos perfectas, y que su ayuda se encuentra limitada al plano terrenal. Por esa “Fe” es por la que muchas mujeres han luchado, por ese Dios, que en muchas ocasiones tenemos la esperanza de que nos dé lo que no logramos alcan-

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Juan Carlos Lozano Guzmán

lcides me lo regaló sin venir a cuento. Era una pequeña figura del Cristo Redentor. Después de su viaje a Río de Janeiro, mi amigo carioca tuvo ese detalle que agradezco y, aunque no soy muy devoto de vírgenes ni santos, mi pasado como monaguillo a veces me traiciona y por eso creo que lo coloque en mi mesita de noche. Y allí quedó Él, entre botes de pomada, pastillas para los dolores de espalda, un tomo actualizado del glorioso hi-

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dalgo cabalgando junto a Rodrigo de Vivar, otro libro que lleva galeones españoles de la mar a la selva de Macondo, el flexo, el radio-despertador y… Lo dejé con sus manos abiertas, como queriéndonos dar un abrazo a todos, todos. En medio de la noche me desperté, no sé que pasó, pero lo encontré en el suelo. Quizás fuese Mari-flor, nuestra gata, o tal vez yo mismo, en unos de esos intentos torpes por localizar la botella de agua para tragarme algún mal sueño, quien lo tiró de su pedestal. Lo recogí sin más y volví a dejarlo en su lugar. Después supimos las noticias de las inundaciones y de los muertos por las avalanchas y las lluvias. Siguieron apareciendo datos sobre la corrupción sin fin, sobre el robo de la merienda escolar y los asaltos en el centro de varias ciudades los que tiñeron, otra vez, un nuevo día de luto. Al levantarme de la cama y buscar las chanclas noté dos pequeñas manchas blancas en el suelo... Y enseguida vi que eran sus manos quebradas que parecían decirme de forma cruda y dura: ¡No hay remedio, yo no puedo hacer más nada!

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DEBEMOS FELICITARNOS POR LLEGAR AL Nº 74 CON UN AUMENTO CONSTANTE DE LA TIRADA. Esta revista llega a más de 230.000 correos electrónicos La Alcazaba no se hace responsable de los escritos de sus colaboradores

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