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VIDA Y FAMILIA

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BIENESTAR

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DOOMSCROLLING El cortocircuito de nuestro cerebro

En situaciones como el contexto de pandemia, nos "enganchamos" a las malas noticias. ¿Por qué?

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El término "doomscrolling" procesar las emociones siguen ha adquirido relevancia siendo los mismos que cuando a partir de lo sucedido los teníamos. Nuestros cerebros en esta pandemia. Son gastan muchos más recursos en muchos los testimonios en las identificar lo negativo y lo peligroconsultas de psicología, y varios so, que lo positivo. periodistas que se han hecho eco. La palabra viene de “Doom” que ¡Y esto tiene sentido! Cuando podría traducirse como fatalidad, nuestros antepasados se enconcatástrofe, y “Scroll” es ir pasando traban en mitad de la naturaleza el dedo por la pantalla bajando el y observaban un punto en el contenido de la red. horizonte, su sistema de alerta

Durante este tiempo hemos huir o luchar. Pero ser optimista y visto, con asombro, hasta qué equivocarse en ese contexto tenía punto la sensación de urgencia, un coste muy alto. peligro, y miedo puede conllevar mente para responder de forma se activaba y se preparaban para comportamientos muy adictivos Por este motivo el cerebro relacionados con cómo nos expo- humano no es amigo de la incertinemos a la información. dumbre. Quizás sea el motivo por el que tenemos esa necesidad im¿A qué se debe este periosa de pararnos con el coche fenómeno? ante un accidente de tráfico en el

Estamos preparados evolutiva- da seguridad. carril contrario: Saber nos calma y eficiente ante el peligro. Actual- Científicos de la Universidad de mente no tenemos depredadores Maastrich realizaron un expenaturales, pero nuestro sistema rimento en el que llegaron a la nervioso, y concretamente nuestro conclusión de que preferimos sistema límbico, encargado de recibir varias descargas eléctricas ahora, que una sola pero no saber cuándo. La certeza nos tranquiliza. El problema surge cuándo tratamos de buscar esas certezas en una realidad incierta.

Parece evidente que el software que venía de serie en nosotros se ha cortocircuitado. Nuestro sistema de alerta se ha activado pero no está cumpliendo su función, y dos son los motivos principales:

La pandemia

Es lo más parecido a un depredador natural que viviremos, invisible, letal. Nuestros sentidos están focalizados en la amenaza. Necesitamos descodificar qué es, cómo se contagia, en qué lugares es más infeccioso. Y como no somos capaces de verlo con nuestros sentidos como nuestros antepasados en la naturaleza, necesitamos de otros medios que nos den esa información: los de comunicación y las redes sociales.

Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC)

Conocemos las ventajas de las nuevas tecnologías. Su accesibilidad, inmediatez, dar voz a personas de todo el mundo... pero toda cara tiene su cruz. Y en este caso hablamos de sobreinformación, infoxicación, fake news, adicciones, polarización...

Los algoritmos de las redes sociales que visitamos están programados para conseguir un único objetivo: que sigamos conectados. Ellos hacen que las noticias que con más frecuencia aparecen sean negativas y amenazantes. Así los gurús tecnológicos de Silicon Valley explotan un sistema de alerta ancestral que fue adaptativo en su momento y que nos deja atrapados en un bucle de ansiedad y depresión en el momento actual.

Esta fórmula no es nueva. Los medios de comunicación tradicionales la conocen y la usan desde hace mucho tiempo. Un diario ruso en 2014, The City Reporter, decidió publicar sólo buenas noticias durante 24 horas. El resultado te sorprenderá: su audiencia bajó hasta una tercera parte.

Nos sentimos atraídos por las malas noticias. El peligro y el miedo captan nuestra atención y esto acaba siendo rentable para quienes controlan los medios.

¿Cómo nos influye?

Los efectos de esta hipervigilancia constante hacia el peligro son que tendemos a sobreestimarlo; el miedo aumenta, nos atenaza, nos obsesionamos, nos deprimimos, nos vemos vulnerables e incapaces de hacer frente a las amenazas.

Ante este panorama, intentamos resolver la situación mediante nuestra respuesta atávica. La única salida que conocemos para calmarnos y sentirnos seguros, la que nos sirvió en el pasado, seguir buscando información negativa. Queremos saber más, necesitamos saber más. Nuestro círculo de negatividad se convierte en una espiral de la que cada vez nos cuesta más trabajo salir.

“Hemos creado algo que explota una vulnerabilidad de la psicología humana” confesaba Sean Parker, primer presidente de Facebook en un discurso en Filadelfia en 2018. Y añadía: “Solo Dios sabe lo que las redes sociales están haciendo con el cerebro de los niños”... pero no sólo el de los niños.

El doomscrolling es un fallo en el sistema de alerta. Un comportamiento poco saludable y desadaptativo que afecta tanto a jóvenes cómo a mayores. ¿Podría ser este cortocircuito cerebral un indicador de que la tecnología crece a mayor velocidad de la que nuestros cerebros son capaces de adaptarse?

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