3 minute read
PSICOLOGÍA
8 Actitudes negativas de personas crónicamente infelices
"La mente es su propio lugar, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo”. (John Milton, El Paraíso Perdido)
Advertisement
Está claro que por mucho que tratemos de ignorar lo externo a nosotros, el entorno nos afecta y no siempre es posible levantarnos cada mañana con plenitud, alegría y ganas de afrontar el día. Sin embargo, también es necesario que nos paremos a pensar en lo importante y dejemos a un lado lo insignificante, aquello que nos causa quebraderos de cabeza sin que realmente afecte a lo más relevante de nuestra existencia.
Preston Ni, coach, profesor, autor y experto en gestión y administración de empresas, tiene claro que el pesimismo crónico solo sirve para que una persona acabe teniendo más problemas de salud, infelicidad y una conducta negativa. Por estos motivos, señala en 'Psychology Today'los rasgos que deben evitarse a toda costa.
La conversación autodestructiva
No siempre es fácil ver el vaso medio lleno, pero quizá deberíamos replantearnos algo si nuestras conversaciones suelen empezar con un “no puedo…”, “no sé cómo plantear…”, “no valgo para…”. Al igual que no nos gusta que un ser querido nos recuerde que no valemos para algo, tampoco debes hacer lo mismo contigo.
No esperar nada de nadie
Hay quien se plantea que una solución ante los problemas pasa por esperar poco de la vida y del resto de personas. El argumento en el que se apoya esta opinión es que así nunca nos sorprenderá negativamente nada si no esperamos gran cosa de ella. Una conversación interesante, un buen vino en pareja, un libro agradable, un viaje con nuestros amigos, etc. Son detalles, pero que cambian mucho dependiendo del prisma con el que se miren.
Comparación negativa
Si dedicamos nuestro tiempo a recordar que Menganito es más elocuente que nosotros, Fulanito es más brillante en el trabajo y que Zutanito tiene una casa más grande, probablemente acabamos convirtiéndonos en unas personas llenas de envidia.
Vivir en el pasado
No, el pasado no es ni mejor ni peor, simplemente es diferente. Debemos aprender del pasado, pero nunca quedarnos atrapados en su recuerdo. El cerebro es inteligente y la memoria selectiva, lo más normal es que a la larga tan solo nos quedemos con los recuerdos más gratos y, también, los más traumáticos, pero nunca debemos dejar que nos dominen. Las experiencias están para aprovecharlas de cara al futuro, pero si nos pesan demasiado, no nos dejan ver el presente con claridad.
La culpa es del otro
Siempre vamos a encontrarnos con personas difíciles, con las que no casemos o nos llevemos mal. Un error muy común es culpabilizar a esta gente de todos nuestros males y aunque tendamos a verles con malos ojos, no debemos convertirles en una especie de figura mefistofélica. “La clave reside en convertirnos en una persona proactiva, no reactiva”, indica Ni, que tiene claro que es necesario aprender a convivir con todo tipo de gente, aunque algunos nos caigan como una patada.
El victimismo
Conflictos familiares en la infancia, graves problemas de salud… Es cierto que hay algunos hechos que son tan traumáticos que será imposible no cargar con ellos durante nuestra vida, pero también debemos darnos cuenta de que existen infinitas historias de superación personal. “El victimismo genera una falsa ventaja al servir como justificación para nuestras insatisfacciones”, indica Ni, pero en realidad solo alarga la amargura y la impotencia. Las personas que triunfan son aquellas que saben pasar página, pero sin olvidarse de lo que han ido leyendo hasta entonces.
La lucha por perdonarse a un mismo
Todos cometemos errores y a veces no es sencillo asimilarlos. Es cierto que con el paso del tiempo es más fácil ver nuestros actos con cierta perspectiva, pero debemos asumir los fallos y aprender de ellos, no convertirlos en una barrera que nos impida avanzar. Al igual que entendemos que si un conocido se equivoca, no tiene por qué volver a caer en el mismo error, también debemos aplicárnoslo a nosotros mismos. La autoexigencia es buena, la fustigación no.
El miedo al fracaso
A nadie le gusta la sensación de fracaso, pero antes o después vamos a encontrarnos ante un desafío del que no sabremos si será posible salir airosos. Evitar a toda costa estas situaciones solo nos va a limitar, impedir que avancemos y no saber observar nuevos horizontes que quizá nos abran un amplio abanico de posibilidades. No es sencillo convivir con la sensación de no alcanzar un objetivo, pero no hay mayor fracaso que no intentarlo. •