■ MAR DEL PLATA ■ DOMINGO 27 DE MARZO DE 2011
IDA Y VUELTA: cultura@lacapitalmdq.com.ar
GABRIEL ROLÓN, AUTOR DE “LOS PADECIENTES”
“Argentina es un lugar donde la gente tiene derecho a sufrir” Inauguró su camino en la literatura con un thriller psicológico que está recorrido por el sufrimiento de los personajes. En esta entrevista, el psicólogo habla del dolor de estos tiempos, de los prejuicios del entorno, el éxito de su primer libro y de por qué en Argentina es más liviano el padecimiento.
“Las vueltas de un sujeto son tan apasionantes como el universo”
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omo un pez. Gabriel Rolón nada tranquilo por diversas aguas. En todas busca acercar la psicología al gran público. Ya lo hizo en radio y desde el humor, cuando acompañó durante años a Alejandro Dolina. Ahora secunda a Elizabeth Vernaci en “Tarde negra”. Además, es músico y trabaja con pacientes en su consultorio. También es autor del exitosísimo “Historias de diván”, que ya lleva doce ediciones, y coqueteó con la televisión en “Todos al diván”, junto a Roberto Petinatto y Karina Mazocco. En la actualidad, lo capturó también el quehacer literario. Acaba de presentar en Mar del Plata su primera novela de ficción, “Los padecientes”, una historia policial que retumbaba en su cabeza desde hace, al menos, diez años, confesó en esta ciudad, antes de participar del ciclo Verano Planeta. “Esta es una historia que tengo desde hace mucho tiempo, en realidad tenía un capítulo que contaba simplemente cómo alguien se deshacía de un cadáver, siempre dije ‘cómo me gusta esta escena’. Ahora quién es el muerto, quién se deshace del cadáver, por qué moti-
“Tengo separados los caminos de la literatura y los caminos de la práctica clínica” vo es lo que había que buscar. Y cuando llegó el momento de la ficción me dije ‘Voy a tomar esta escena que me viene atormentando desde hace tanto tiempo y la voy a poner en un marco que me parezca piola y lindo’. Así empecé a darle vueltas a la idea de Los padecientes, obviamente que iba a tener una vuelta psicológica, psicoanalítica”. -¿Ese camino era inevitable? -Para mí sí porque es lo que me gusta, lo que me apasiona. Yo pienso como un psicoanalista. Ese mundo pensado, visto y escuchado me es muy habitual y me sale fácil y veraz, creíble. Además, me parece que las intrincadas vueltas de lo que hay adentro de
“No quiero ser el psicólogo que cuenta casos, por eso escribí la novela”
un sujeto son tan apasionantes como el universo mismo. Si vos leés Los padecientes vas a ver que no hay un solo tiro, ni una sola pelea de bar, ni una sola persecusión automovilística, no hay esas cosas que suelen tener los policiales, todo el misterio pasa por la cabeza de los protagonistas, nada más. Y me pareció que era una linda manera de decirlo. Salió un libro de fácil lectura, creo, se lee de corrido y esa es una de sus posibles virtudes. Es que el género lo requiere, el lector de policial no es el que vuelve sobre la página para leer lo lindo que se dijo, no lee el retrato de Dorian Grey y lo anota. No, el lector de policiales avanza, avanza, si puede se saltea algo porque es ansioso. Creo que el libro cumple con ese rigor del género, pero sí es crudo, es una novela muy cruda. Los personajes están muy despojados de contención, están descarnados, diría. -¿Cómo llegó al thriller?
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi(*)
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¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario y cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer? -Lo que más me molesta es encontrar problemas en las traducciones de libros
al español. Por ejemplo los modismos aplicados sin cuidado; no recuerdo algo reciente pero sí haber comenzado a leer hace muchos años una traducción de poemas de Baudelaire y… ¡haber necesitado cerrar el libro! No pude tolerar leer, creo, algo del estilo “y bien, os digo”.
-El thriller me gusta, es lo que más me gusta leer, es lo que más me atrapa. Cuando voy a elegir una novela, siempre elijo una novela donde haya un misterio, algo para resolver, siempre entablo el desafío de ver en qué lugar los autores me van dejando hipotetizar cosas. Me gusta ese juego. -¿El camino de la ficción ya lo tenía en mente cuando empezó a esbozar sus “Historias de diván” o apareció después? -Yo escribí siempre, desde muy chico, siempre escribí cuentos, pequeñas historias, algún ensayo, la escritura me gustó siempre. Después apareció “Historias de diván”, que fue la manera de hacerlo ya de un modo profesional, que se fuera a realizar con la publicación. Y el permiso que me tomé para la ficción fueron mis ganas de no tener ningún límite a la hora de contar algo, ningún límite marcado por la realidad, por el cuidado de los pacientes, poder también abor-
dar temáticas duras, que yo escucho en el consultorio y que son temáticas demasiado duras para contarlas de un modo que no fuera la ficción. En mi novela se ven ciertas situaciones muy crueles que padecen los protagonistas, todos son padecientes. -El título de su novela refiere evidentemente al dolor. ¿Es el dolor lo que recorre todo el libro? -Sí, todo el tiempo, es un libro padeciente, es un libro que todo el tiempo está atravesado por la angustia, por la búsqueda de la verdad. Las distintas maneras de sobreponerse al mal amor, la lucha del sujeto que se encuentra desprotegido ante ciertas situaciones. Es un libro dolorido. -¿Es ésta una época de dolor? -Todas las épocas son épocas de dolor, obviamente que hay algunas que son mucho más crueles, no es lo mismo ésta época que la época de la represión, durante la dictadura. Tenemos por suerte menos dolores como sociedad, pero bueno, somos humanos, nos vamos a morir, la gente que amamos no está toda en nuestra mesa, a veces porque simplemente han decidido irse a otras mesas, todos hemos perdido algo y sabemos lo que es sufrir, está en la condición humana. -A diferencia de otras épocas pareciera que hoy la gente habla más sobre sus dolores. -Está bueno, eso está muy bien, eso es algo lindo y sano que la gente pueda hablar de su dolor, que haya espacios para hablar de su dolor. Es un fenómeno de la época y del lugar eso. Argentina es un lugar donde la gente tiene derecho a sufrir y puede hablar de eso, hay otros lugares que no lo ven así. -¿Por qué aquí hay derecho a sufrir? (Continúa en página 4)
(*) Emilce Strucchi nació en Florida, provincia de Buenos Aires, en 1956. Es psicóloga clínica y laboral, también poeta y narradora. Es autora de la novela “Andar ligero” y de los poemarios “Palabras pozo” (que presentó el año pasado en Mar del Plata), “Los trofeos del abandono”, “La luz es otra cosa”, “El tamaño del abismo” y “Poseemos lo irremediable”, éstos dos últimos sin editar. También participó en numerosas antologías y recibió varios premios, entre ellos el Primer Premio en género Poesía del concurso Refugio de poetas que se realizó en Madrid, España, en 2002, y el segundo premio del concurso Leopoldo Marechal en 2003, entre otros.
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A PROPÓSITO DE LA NOVELA DE EDUARDO BALESTENA
Una cultura que agoniza en la noche OCURRE AL OTRO LADO DE LA NOCHE, Eduardo Balestena, Corregidor, 123 páginas Por Susana Frangi (*)
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i primera sensación ante esta novela fue la de una promesa de revelación. La noche asociada a lo mágico, a lo desconocido, a lo impenetrable y secreto; incontables noches cobijan en los rincones de nuestra mente, anhelos y temores, espacios donde dormitan sucesos que temen a la luz del día. ¿Dónde queda realmente esa noche pregonada? “Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros”, escribe Borges y el resultado es un relato que nos permitirá una multiplicidad de lecturas. Escrita a tres años de haberse recuperado la democracia, “Ocurre al otro lado de la noche” revela la agonía de una cultura que sembró la noche en el corazón y en la mente de nuestra sociedad. Y no podemos dejar de ver en el relato la expresión en el drama amoroso del impacto y persistencia de la represión y la oscuridad dictatorial. En tal sentido, esta novela descubriría una aspiración profunda a emerger desde lo íntimo hacia una superficie de libertad y legitimación. Como el arte es una experiencia abierta a lo infinito y los problemas no desaparecen sino que mutan, hoy, a 25 años de su publicación, esa noche ha cambiado su lugar y seguramente estos tres personajes hoy definirían sus destinos de modo diferente. Familiarizados con los avances de la genética y
con las últimas modificaciones de la legislación argentina, Michael ya no ostentaría un nombre tan remoto y podría llamarse simplemente Miguel. El protagonista (El) se atrevería a salir del anonimato y expondría sus deseos con menos culpa y Ella, tolerante y comprensiva desde la seguridad de ser el “amor legítimo”, sabría que el mundo de apariencias puede trastabillar ante una nueva posibilidad de libre elección. “Ocurre al otro lado de la noche” emerge de una época donde los silencios, las traiciones y la clandestinidad fueron herramientas
útiles para sobrevivir y en tal sentido, podemos interpretar que el drama de estos tres personajes es la prehistoria de la subjetividad actual. La lucha entre lo permitido y lo prohibido, el placer y la culpa, lo privado y lo público, lo clandestino y lo socialmente aceptable, es el eje del relato y desde el miedo y la represión los personajes reclaman su derecho a ser felices. Como escribía Borges “es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles”, en un insospechado reclamo para hacer de la noche clandestina un día pleno de luz. En oposición a los discursos únicos propios de la dictadura, la misma historia es observada desde tres ángulos diferentes; las miradas de El, Ella y Michael señalan la recuperación de la pluralidad, afirman aquello de que “no hay historia sino solamente historiadores”. Sin duda, un aspecto interesante en la construcción del relato, es la progresiva inserción de referencias musicales como horizonte metafórico de los episodios. Se sugiere que amar a Michael es una experiencia semejante a un concierto de Mozart (“una especie de saltar por la vida”, “dejando una huella profunda y brillante como un relámpago, una huella casi absoluta pero cuyo absoluto reside precisamente en su brevedad”); la vida con Ella en cambio es una Partitura de Bach (“todo en su lugar, como una música en la que cada cosa tiene la expresión justa”). De algún modo la referencia a Mozart está ligada a la subversión y rebeldía de la Revolución Francesa y la mención de Bach a la majestuosa severidad de cánones crecidos
en jerarquías sociales fijas. Pero más allá de estas referencias comparativas que organizan el sentido de los sucesos, la música persiste como horizonte ideal, escondida y adivinada en ese lirismo narrativo que nos involucra en un juego de tensiones oscilantes. Acercándonos al desenlace, se refuerza el vínculo con la música esbozando casi una sonorización virtual, aprovechando la cadencia poética que siempre incluye una dimensión musical no explícita. Podríamos recordar que Oscar Wilde decía que la música permite imaginar una historia a aquellos que no tienen ninguna, y en tal sentido es la dimensión musical la que también, después de la decretada amnesia dictatorial, repone poéticamente un esbozo de historia y porvenir. Uno de los momentos más logrados del relato se alcanza con el paralelismo entre la Sinfonía Fantástica, de Berlioz y el acrecentamiento y paroxismo de la culpa en el protagonista. “Ocurre al otro lado de la noche” ha dejado de ser “una pura experiencia de lenguaje”, se ha expandido desde lo íntimo y nos reencuentra con el afuera que nos determina. Cuando le pregunté al autor qué había al otro lado de esa noche me contestó que simplemente el día. Y entonces se iluminó la metáfora. Probablemente nació de un sólo anhelo, como los versos del poeta. Esta reedición nos reencuentra con el auténtico origen de nuestras luces ■ (*) Pianista, maestra preparadora, directora de orquesta.
Payador de alma, Pachequito se fue hace veintinueve años Por Nora Abrego (*)
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ecientemente se cumplieron 29 años de la muerte de Cayetano Doglio, más conocido como Pachequito, payador, cantor y guitarrista, nacido en General Alvear, radicado en Mar del Plata, donde falleció un 7 de marzo de 1982. Para quienes no llegaron a conocerlo, es bueno recordar que Pachequito (había nacido en 1897) fue un militante de la tradición, que supo llevar el arte payadoril a toda América latina. De hecho, lo llamaron “El payador de América”. Llegó a montar el Museo del Payador en esta ciudad, en la calle 3 de Febrero y San Juan, un espacio que luego tuvo que vender para dedicarse a otros quehaceres. Querido por sus colegas, respetado por el público, este artista-trovador fue entrevistado en 1963 por Roberto Nalé Roxlo para la revista dominical del diario Clarín. Reproduzco algunos fragmentos de aquella memorable entrevista, que forma parte de mi archivo personal (también atesoro las
cartas que Pachequito intercambió con importantes payadores del contienente). “Mi padre era profesor de literatura y cantaba y payaba por afición. Quería para mí algo mejor. Se opuso a que aprendiera la guitarra y el canto. Cuando murió mi madre, yo tenía cinco años y me crié en el hogar de don Manuel Sosa, uruguayo, a cargo del stud Dorrego. Fui uno más de los veinte hijos de aquel hogar admirable. Allí aprendí a ser de a caballo y todas las cosas buenas que aún no he olvidado”, contó entonces. El artista recordó sus años como jinete de turf. “Después pasé al stud Lagrange, a cargo de Pío Torterolo que con sus hijos Gabriel, Juan y Domingo constituyeron la gran familia del turf argentino; fui vareador, aprendiz y jockey con el nombre de Juan Esteban Rodríguez. Corrí en muchos hipódromos de la Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Francia y Gran Bretaña hasta 1920, cuando entré en el camino definitivo”. “¿Por qué abandonó el turf”?, quiso saber el periodista. “La verdadera razón sólo la he sabido después -dijo-. Quería un
mundo más espiritual, más mío. No me bastaba la frialdad de los tiempos de carrera y la especulación continua de los números. Había aprendido a cantar y tocar la guitarra, frecuentando y admirando a los cantores y payadores que venían del Uruguay; los hermanos Callejas –Cándido y Florentino-, Juan Pedro López, Pedro Medina, el dúo Correa-Fugazot y sus iguales de aquí. Me hice cantor”. Pachequito recordó que debutó en 1920 en el Teatro Español de Lomas de Zamora. Dos años después se presentó en Mataderos, frente al payador Casucho, a quien venció. “Desde entonces para acá han sido cuarenta años vividos para el canto, la tradición y todo lo nuestro, que cada día va siendo más mío a medida que lo comprendo y lo siento más. Como dijo el Martín Fierro: ‘cantando me he de morir, cantando me han de enterrar y cantando he de llegar al pie del eterno Padre, pues del vientre de mi madre vine a este mundo a cantar” ■ (*) Payadora, cantante, tradicionalista marplatense.
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte? -Me sucedió con frecuencia encontrar “réplicas” de partes de mi vida sobre todo en libros. Una de las más recientes se
refiere a textos de Marosa di Giorgio que me duplicaban experiencias infantiles en casa de mis abuelos o mis tíos, lugares donde solía refugiarme cuando era chica. En particular reviví paisajes, olores, sonidos, colores y sucesos vividos con mis abuelos maternos. Lo más conmovedor fue traer de nue-
vo a mi abuela con quien muchas veces compartía la cocción de delicias varias. Marosa me trajo a la abuela a casa y volví a llorarla. Fue perturbador y magnífico a la vez.
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STELLA ALVARADO HABLA DE SU ÚLTIMO LIBRO, “LA NOCHE RETROCEDE”
“Me he visto en la situación de practicar lo que llamo ‘literatura de cajón’” La poeta, radicada en Mar del Plata desde hace décadas, acaba de publicar “La noche retrocede”, un libro de poesías que vuelve a vincularse con la naturaleza. Alvarado se confiesa obsesionada con el crepúsculo, el mar, el cielo, los pájaros y el nacimiento de la luz. Y opina sobre la literatura femenina.
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ividido en cuatro partes (Territorios insomnes; El color de la oscuridad, Abolición de la sombra y La noche retrocede), el poemario “La noche retrocede” (Editorial Martín) bucea en las sensaciones que despierta la noche, aunque también rinde homenaje al territorio onírico, donde Stella Alvarado encuentra inspiración, a pesar de que es una de esas escritoras que reniega de ella. “La musa inspiradora para mí no existe -dice categórica-. Existe sí una apertura de las percepciones sensoriales”. -¿Cómo aparece “La noche retrocede”? -Los libros no aparecen, sino que se hacen. Quienes sí surgen sin causa aparente, son los poemas. Imprevistamente, ellos llegan. Todo libro nace como resultado de la reunión de instancias que los poemas encarnan; una arquitectura ficticia en paisajes desolados, sensaciones, sonidos, imágenes que, imperiosos, reclaman nuestra
atención y se nos imponen para que les otorguemos un cuerpo. -Las cuatro partes en que está dividido el libro hacen referencia a la noche. ¿Fue inspiradora? -La musa inspiradora para mí no existe. Existe sí, una apertura de las percepciones sensoriales; sobre todo en lo auditivo y lo visual, luego el arduo trabajo de darle forma a esas sensaciones. La temática de mis poemas tiene mucho de onírico, de paisajes vistos en un sueño bajo una luz de fantasía y en un ámbito que puede ser urbano, desértico, o ambos entrelazados, girando al mismo tiempo con la soledad o el vacío de algunos lugares. La relación entre el luminoso mundo de las ideas y el oscuro mundo de la realidad se corporiza entonces en el poema, de manera tal que la letra se hace luz sobre un territorio en el que una mirada nos dice que la noche nos ha llenado los ojos con su oscuridad, pero que nosotros la usamos para vislumbrar la luz. En el caso de este libro, la noche está ahí para ser atravesada. -En muchas de las poesías hay una relación muy cercana con la naturaleza, concretamente el mar, la sal, la luna. -Cierto, los árboles o el cielo, las aves, la luna o el mar, son motivos recurrentes reflejados en mi escritura. Estoy muy consustanciada con la naturaleza que me rodea. Además de los libros, es mi compañía más constante. La referencia a la noche tal vez tenga que ver con que muchas veces, las sombras cambiantes de esos momentos se filtran por la ventana y llegan para nutrir mi asombro. O tal vez sea porque en mi infancia la noche significaba liberación para pensar, imaginar, dormir y, claro está, para soñar. Por otra parte, está el lenguaje, que mediante imágenes verbales, materializa las emociones y las ideas que nacen, tanto de mi intimidad más profunda, como de mi relación con el mundo.
Creo, además, que en mi escritura intento expresar la fugacidad de la existencia, de toda existencia, las manifestaciones y variaciones de la naturaleza vinculadas con situaciones anímicas, cuestiones de carácter ético y, a veces, metafísico, el posible sentido de las cosas… La contemplación de los momentos crepusculares, la noche, el cielo, el mar, los pájaros y el nacimiento de la luz, son mis obsesiones dominantes. -¿Qué tiene la noche para los poetas? Hay una larga tradición de poetas que le escribieron a la noche... -Los poetas que he leído, aquellos que le escribieron a la noche, se mueven como sonámbulos hacia zonas que muchas veces intuyen oscuramente, hacia lugares a los que son atraídos como la mariposa hacia la llama. Georg Trakl, entre ellos, quien escribiendo acerca de la noche, lejos del tiempo y del espacio, lejos del resto del mundo, le ha dado el valor absoluto que le corresponde a esta presencia intangible por excelencia. -¿Cómo nace una poesía? -Hay cuestiones que sólo pueden ser pensadas en medio del acto de escribir. Todo trabajo de escritura es una búsqueda del sentido oculto que se esconde detrás del sentido aparente de este mundo. Escribo para poner un cierto orden en el mundo (no sólo el exterior) y para clarificar en lo posible mis ideas. Personalmente, creo que para materializar estas instancias no existe horario diurno o nocturno, o un lugar predeterminado. Como te decía, permanecemos en el mundo con los sentidos abiertos para recibir lo que el mundo quiere decirnos. La poesía se nutre de percepciones. Por otra parte, creo que la escritura es el resultado de un impulso que llega solo y que trae consigo imágenes y palabras. Un poema se da de un modo enigmático. Comienza con un ritmo. Un ritmo todavía vacío. Un sonido apenas, una
percusión, un timbre. Luego aparece el lenguaje y entonces empieza un diálogo entre sonido y sentido mediante el cual el poema se va construyendo. Pero la poesía no consiste sólo en la escritura de poemas. Va mucho más allá de esto. La poesía, para mí, es un modo de estar en el mundo. -¿Qué sentido tiene para usted publicar un libro? -Un libro, al fin y al cabo, testimonia por medio del lenguaje las íntimas palpitaciones del corazón humano, el dolor y su geografía, la herida oscura, la confusión de origen, la palpitación vital para nacer, como señala Manuel Losada en el prólogo. El libro es el nexo por excelencia entre el autor y el lector con quien, finalmente, son compartidas estas experiencias. Es sabido que escribir es un viaje profundo a través de la propia escritura, y luego otro viaje a través de los lentos canales de distribución del libro. Lamentablemente, la poesía en nuestro país no suscita ningún tipo de atención en el mercado editorial o en la maquinaria de la crítica “mitócrata”, por lo que muchas veces me he visto en la situación de practicar lo que llamo “literatura de cajón”. -¿Existe una literatura femenina? -Existe una antiquísima tradición de escritura femenina que no se refleja en los manuales de historia de la literatura. Claro, existe una literatura femenina y también una literatura masculina, pero no en lo que se refiere a los autores o autoras que la practican, sino a sus contenidos. Algunos géneros de discurso, metáforas, imágenes e ideas de gran repercusión han sido creados por mujeres. En la literatura italiana el ejemplo más conocido es el de Christine de Pizan, que con su obra “La ciudad de las damas”, en el siglo XV, formuló la hipótesis de la ciudad como espacio utópico, idea que después replantearía Campanella con “La ciudad del sol”, y que llegó a nues-
Para Alvarado, la poesía es una forma de estar en el mundo.
tro siglo de la mano de “Las ciudades invisibles”, de Italo Calvino. Esta especie de “fenómeno” de la mujer que hace literatura no es nuevo: ha existido desde la primera manifestación de su literatura. “La historia de Gengi”, escrita probablemente en la primera década del siglo XI por Murasaki Shibiku, es una compleja novela, fundacional, que inspiró otra famosa: “El libro de la Almohada”, elaborada por otra mujer: Sei Shãnagon. -¿Cómo ve la poesía en la actualidad? -La poesía sigue estando en las calles, en mesas de cafés, en parques y jardines, en los algunos anaqueles de las librerías, en nuestras bibliotecas. He tenido el placer de participar en frecuentes reuniones con poetas y escritores tanto en el interior del país como en la ciudad de Buenos Aires. Allí existen espacios de interacción entre autores y lectores sumamente enriquecedores. Son encuentros donde la literatura -y fundamentalmente la poesía- persisten y, al mismo tiempo, se comparte la experiencia de la escritura con los propios pares. Si estos espacios son amplios o reducidos y minúsculos, no importa, porque son los lugares desde donde se ofrece resistencia al abandono de nuestra propia condición lingüística ■
Homenaje a Rima de Vallbona en California Por Sebastián Jorgi
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l 10 de marzo último se le entregó un Diploma de Reconocimiento a Rima de Vallbona, nacida en Costa Rica, como escritora de Latinoamérica. University Dominguez Hills, en un acto organizado por el Instituto Literario y Cultural Hispánico, le rindió un homenaje a esta destacada poeta, narradora y docente, que durante décadas transitó las aulas del mundo y brilló con su producción literaria. Tuve oportunidad de conocerla en uno de los congresos que se realizó en Buenos Aires, en el que mantuvimos interesantes conversaciones sobre el quehacer creativo y ensayístico. La
doctora Juana Alcira Arancibia me ha dado esta noticia, que merece ser destacada y difundida en estas latitudes sureñas, porque el aporte de Rima de Vallbona es realmente considerable, valioso. Rima nació en Guadalupe, San José, el 15 de marzo de 1931. Sus padres el hijo de don Fernando Rothe Cornejo y doña Emilia Strasbrirges y Mathir. Realizó los estudios primarios en la escuela Pilar Jiménez y la secundaria en el Colegio Superior de Señoritas. Y fue Bachiller de Honor en 1948. Obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Costa Rica, en 1962. Sacó un doctorado en Lenguas
Modernas en el Meddlebury de Estados Unidos, en 1981 y otro más en Filosofía, en la Universidad de Salamanca, obtuvo diploma en Filología Superior en 1954 y luego la Alianza Francesa le dio una beca para que estudiara en la Universidad de París, Faculté de Lettres en 1953. Ganó el premio Aquileo Echeverría con su novela “Noche en Vela”. Fue galardonada en 1983 con el Premio Agripina Montes del Valle, Colombia, con su novela “Las sombras que perseguimos”. Desde muy joven se trasladó a los Estados Unidos de Norteamérica, donde reside actualmente. Trabajó como profesora de Literatura Española y directora de Literatura Hispánica de la Universidad de
Santo Tomás en Houston. Está casada con Carlos Vallbona Calbó, Barcelonés, profesor director de pediatría, rehabilitación y fisiología en la Facultad de Medicina y de Investigación de Texas, Instituto de Rehabilitación e Investigación, en Houston, Texas. Está radicada en Estados Unidos. Su obra incluye las siguientes novelas: “Noche en Vela”, “Las sombras que perseguimos” y “Mundo, demonio y mujer”. Los cuentos “La niña sin amor”, “Polvo del Camino”, “Caña Hueca”, “Cuentos para niños”, “La Broma”, “El árbol del Chumico”, “La salamandra rosada” y muchos otros ■
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras? -Uy, hay varias situaciones y distintos lugares que son
muy sugerentes para mí, pero aún no surge el argumento para integrarlos: los eternos lobos marinos y las personas que cantan y bailan en la rambla de Playa Bristol, el edificio de la Facultad de Psicología donde fui profesora viajera algunos años, la casa de veraneo de Victoria Ocampo donde hace po-
quito presenté mi reciente libro de poemas Palabras Pozo, un diariero conversador con el que suelo tener algunas charlas cuando vengo, la casa museo de Bruzzone (Mar del Plata está llena de personajes y lugares de personalidad apabullante).
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“Argentina es un lugar...” (Viene de página 1) -Porque no da vergüenza (sufrir), hasta la salud psíquica va ganando terreno dentro de lo que son las prepagas y las obras sociales. Se le está dando a la gente el derecho a reconocer que el dolor emocional es parte de la salud y que si a uno le pasa eso tiene derecho a hacer algo con ese dolor. Hay lugares donde no, países en los que (no se accede a la psicología) si no te deriva un neurólogo y es porque estás muy mal, países donde te dicen “arreglátelas solo”, como si la psicología fuera un lujo y no un derecho. -En este sentido, pareciera que su rol en los programas de televisión, en su página web y en la radio es el de contener, acercar la psicología a la gente. -Yo trato de invitar a la gente a que se dé el derecho a probar la posibilidad de un análisis o de una terapia. Trato de sugerir de que hay un camino posible en el análisis para la superación de algunas cosas que parecen imposibles de superar, sobre todo aquellos que arrastran situaciones de la infancia tremendas. El pensamiento del sentido común diría ‘Bueno, esto ya pasó hace veinte años, listo, qué voy a hacer”. Y la puerta del análisis lo que muestra es que se puede hacer mucho. -¿Cómo explica el éxito de “Historias de diván”? -Es un libro que vino a ocupar una franja que no había, que es la de pensar en términos analíticos o psicológicos desde un lugar que no es el del libro de autoayuda, pero que tampoco es una transmisión académica. Funcionó así y por eso la gente lo recibió de esa manera. -Tiene, además, historias identificables. -Sí. Si vos contás historias que tienen que ver con la sexualidad, con el amor, con las pérdidas o la muerte en algún punto siempre le vas a pegar a la gente, siempre en algún momento se va a identificar o va a encontrar que eso le interesa porque son los temas que le interesan a todos. Han pasado por esto todos, algunos de manera más leve, otros de manera más grave, pero están todos. -¿Cómo maneja los prejuicios que pueden dispararse sobre su figura, que suele tener mucho de mediática? -Trato de no hacerme cargo de los prejuicios ajenos, no es que no me interese, aprendí a no hacerme cargo de ellos, me hago cargo de lo que creo que me corresponde a mí, a veces los pre-
“Se le está dando a la gente el derecho a reconocer que el dolor emocional es parte de la salud” juicios son míos. A mí me encanta ir a la facultad de Psicología, amo esa facultad, extraño su olor, sus pasillos donde estuve tanto tiempo y construí tantas cosas. Y durante mucho tiempo no me di el permiso de ir y mirar libros y recorrerla, porque sentía que todos me miraban y que me iban decir “qué haces, hereje, traidor”. Y ése era un prejuicio mío, yo sé que muchos lo pueden pensar, pero después gente de la facultad me invitó a dar charlas y vinieron muchos alumnos y se llenó el salón, me aplaudieron y me reconocieron como un par. Y me escriben y me mandan mails muchos colegas. Yo me fui dando cuenta de cuáles eran los límites que me ponían mis propios prejuicios, por los prejuicios de los demás no puedo hacer nada. Yo sé que lo que hago trato de hacerlo siempre con seriedad, con respeto, jamás pasé un límite ético en lo que hago y tengo separados los caminos de la literatura y los caminos de la práctica clínica en el consultorio, de los caminos de los juegos radiales. Es como enojarse con un analista porque juega al fútbol. Si en el fútbol insulta, bueno insulta, es porque está jugando al fútbol, no insulta al paciente. -¿Vendrán más libros? -Sí, seguro, por lo pronto tengo pactada una no ficción para Planeta, que no va a tener la estructura de los libros anteriores. A mí no me gusta encasillarme. No quiero ser el psicólogo que cuenta casos, por eso escribí la novela, por eso voy a ir por una no ficción distinta ■
(fotografía de autor)
ANTONIO LAS HERAS, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN JUNGUIANA
Carl Jung, una figura excepcional Siempre polémico, Carl Jung fue un psiquiatra suizo que colaboró con Freud en la primera etapa del psicoanálisis. Desde la Asociación Junguiana Argentina, Antonio Las Heras analiza cuál fue la importancia de su figura, cuando se cumple medio siglo de su muerte, producida en junio de 1961. Por Juan Carlos Licastro
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ntonio Las Heras es el máximo exponente del Campo Junguiano en la Argentina. Tiene una sólida trayectoria académica. Es doctor en Psicología Social (1989) graduado en la Universidad Argentina John F. Kennedy. Es profesor universitario y acaba de concluir una maestría en Psicoanálisis. Recibió diferentes premios muy prestigiosos como el Premio Accesit Al Mejor Trabajo de la Facultad de Medicina de la UBA; la Gran Cruz Kennedy “por sus investigaciones originales en Psicología Junguiana y Parapsicología”, la Faja Nacional de Honor en el Género Ensayo de la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) y también de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Sus libros están editados en Argentina, México, Estados Unidos, España, Rumania y Polonia. Es cofundador y actual presidente de la Asociación Junguiana Argentina (AJA), miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores y de la Fundación El Libro. Su obra más reciente, “Permiso para una vida mejor”, publicada por editorial Atlántida, es un best seller que ha superado los 11.000 ejemplares en ventas. Su “Manual de Psicología Junguiana” (Ed. Trama, Buenos Aires) es material habitual de consulta para profesionales como curiosos. Discípulo directo de Vicente Rubino – el hombre que más ha hecho por la difusión académica de la Psicología Junguiana – Las Heras incursiona en otras áreas del conocimiento de las que también se ocupara el sabio suizo; esas que resultan políticamente incorrectas para la ortodoxia universitaria. Parapsicología, alquimia, eso-
Antonio Las Heras
terismo, astrología, I Ching, los ovnis y la magia no le son temas ajenos. -¿Fue Jung nazi? -No lo fue. Y este tema hoy ya está totalmente aclarado. La escritora Deirdre Bair publicó un minucioso volumen de 880 páginas titulado Jung (Little Brown Nueva York, 2003) donde merced a documentos liberados por los servicios secretos norteamericanos demuestra cuál fue el verdadero papel que a Jung le ocupó en la Segunda Guerra Mundial. Los documentos revelan que fue un agente secreto de los Aliados y reportaba a los gobiernos de Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman. Por eso es que concordamos con Laurence von der Post cuando afirma que ‘Jung era una montaña’. Hay que ser médico, psiquiatra, primero discípulo privilegiado de Sigmund Freud – el padre del Psicoanálisis – luego disidente y amplificador de las tesis freudianas, antropólogo, filósofo, políglota, profesor universitario, explorador… ¡y también agente secreto! Una figura excepcional, sin dudas. -Es habitual que los psicoanalistas comenten que la propuesta jungiana “no es científica” o, directamente, que es irracional. A Freud lo llamaron el “Maestro de Viena” y a Jung el “Mago de Zurich.” -Sí, claro, y los científicos racionalistas afirman que el Psicoanálisis es charlatanismo. Entrar en estas discusiones cuando estamos en la se-
gunda década del Siglo XXI carece de sentido. Jung decía: “Según quien me consulta soy médico, psiquiatra, psicoanalista, sacerdote, chamán o mago.” Estoy convencido de que quienes pierden el tiempo en estos debates lo hacen por problemas personales en su autoestima. Lo importante no es qué es científico o que no. La cuestión es si resulta útil para dar a la persona a una vida mejor. -Ocurre que también hay quienes señalan que Jung no propone una psicoterapia ni un análisis o psicoanálisis sino que está en línea con lo que ofrecen – desde hace milenios – las escuelas de sabiduría y las sociedades secretas; o sea: una iniciación. -Eso es verdad. Destacadas figuras argentinas como Germán L. García, Francisco García Bazán, Bernardo Nante y Leandro Pinkler han hecho este señalamiento. Yo no tengo ninguna duda de que la propuesta junguiana – cuando se refiere a la obtención de la individuación – es la de un trabajo iniciático y, por lo tanto, esotérico y guiado por un experto. Cuando a Jung le hablaban de “pacientes” él interrumpía secamente a su interlocutor con un: “yo no tengo pacientes”, para agregar: “ahora si se refiere a la gente que trabaja conmigo...” -Conozco analistas junguianos que de ningún modo estarían de acuerdo con lo que Ud. dice Las Heras. -Lo que advierto al respecto es que hay un consenso – en el ambiente académico y universitario – sobre que el análisis junguiano es lo que permitiría realizar el Proceso de Individuación (la Individuación es el despliegue en armonía de todo el potencial psíquico con que cuenta una persona; lo que es la meta del trabajo propuesta por Jung) de Jung. Entiendo que es un error. Y un error grave. La psicoterapia junguiana es una herramienta importante e inevitable. Pero con eso no alcanza. El Proceso de Individuación requiere vivencias y experiencias personales de naturaleza esotérica, verdaderos rituales iniciáticos; algunos extremos es verdad. A la luz de esto podría comprenderse mejor algunas cosas publicadas por Jung y que cuando llegan a los ambientes universitarios se tergiversan demasiado. En una entrevista a la BBC de Londres poco antes de fallecer expresó: “Sólo los poetas me comprenderán…” No es poca cosa. -Usted es el introductor de un concepto antes desconocido en la Argentina y me atrevo a decir en todo el mundo; el de “Campo Junguiano”. ¿Puede definirlo? -Es importante aclarar esto. Cuando empecé a estudiar – hace más de
30 años – la obra junguiana, de la mano de ese notable maestro que es Vicente Rubino, noté que la única área en que se trabajaba es en la psicológica. ¡Pero el pensamiento junguiano es mucho más que eso! Así comencé a ocuparnos del “Campo Junguiano” algo que suele generar mucha resistencia pues se trata de recorrer terrenos por lo usual denigrados en la “ciencia oficial”. -En la web oficial de la Asociación Junguiana Argentina (www.jung-argentina.com.ar) hay un artículo suyo donde sostiene que tanto Freud como Jung fueron masones. -En efecto. Pero le digo más, cualquiera que conozca como funciona una logia masónica se dá cuenta que la “Sociedad de los Miércoles” creada por Sigmund Freud es un calco de ellas. Y ese Proceso de Individuación sólo puede entenderse de manera cabal a la luz del sendero iniciático que ofrecen no sólo la Masonería sino otras ordenes esotéricas como los rosacruces y el templarismo. -¿Qué puede decirnos sobre el “Libro Rojo” cuya autoría es de Jung y que permaneció secreto hasta hace un par de años? -Este libro narra, principalmente, el encuentro de Jung con los aspectos más profundos de su psiquismo, cuenta su aprendizaje en este deambular por su propia psique. Un recorrido iniciático. Hay la aparición figuras que encarnan arquetipos como las de Elías, Salomé y la serpiente; el sabio y su hija, el anacoreta, el humilde, Izdubar, Satán y Filemón. En uno de los párrafos finales, a manera de epílogo, el autor escribió: “He trabajado en este libro durante 16 años. Mi encuentro con la alquimia en 1930 y me alejó de él. El comienzo del fin vino en 1928, cuando Wilhelm me envió el texto de la “Flor de Oro”, un tratado alquímico. Allí encontró el contenido de este libro su camino hacia la realidad y ya no pude continuar trabajando en él. Para el observador superficial aparecerá como locura. También podría haberse desarrollado en tal, si no hubiese sido capaz de absorber la fuerza abrumadora de las experiencias originales. Con la ayuda de la alquimia, finalmente pude ordenarlas en un todo. Siempre supe que estas experiencias contenían algo precioso, y por lo tanto no se me ocurría nada mejor que escribirlas en un libro precioso, es decir costoso, y pintar las imágenes que emergieron al revivirlo -tan bien como podía. Sabía cuán temerosamente inadecuado era este emprendimiento, pero pese a mucho trabajo y muchas distracciones permanecí fiel a él” ■
i~ Åìäíìê~ •ê~ÄÉ Por Laura Tarraf
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ui en busca de una forma de expresión, recorrí un camino de autoconocimiento e identificación, fue casi al azar como entré al mundo de la fotografía. Luego, rodeada de imágenes latentes, luces y sombras, olores a cuarto oscuro y sonidos a fotogramas que avanzan me hice parte de este universo en las aulas de la Malharro. Y allí comencé este viaje de aprendizaje que, atravesado por diferentes matices, continúa hasta hoy. Participé en numerosas muestras individuales y colectivas en Mar del Plata, mi ciudad por adopción. Y luego en República Dominicana, donde residí durante 2008. Al mismo tiempo, desarrollé performances fusionando el tango, danza en la que me inicié de adolescente, con proyecciones de imágenes propias y música en vivo en diferentes espectáculos callejeros y eventos. Encontré en el arte mi forma de contar la historia, bajo mi lupa. Encontré la manera de soltar desde el interior hasta el infinito. Retratar personas, bajo diferentes circunstancias, ha sido una temática constante en mi obra; aspecto que se hizo más enfático por la experiencia de viajar y observar diferentes culturas, religiones, pensamientos, formas de vida. Descubrir otros rostros, otros colores, escenarios que hablan de otra historia y otro presente, abrieron mi mente y generaron sed de expresar lo que veía. Desde hace un año resido en Dubai, Emiratos Arabes Unidos, donde estoy a cargo de un estudio fotográfico. Retrato tan diversas personas como culturas coexisten simultáneamente en este lugar. Dubai alberga alrededor de 200 nacionalidades diferentes por lo que la diversidad de pensamientos, creencias y costumbres se refleja notoriamente en la forma de vestir y de actuar, siendo disparadores inte-
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción? -Esta pregunta es muy difícil. De memoria ¡improbable para mí! Y pensar en “el mejor” diálogo: imposible. No voy a hacer trampa y buscar los libros… Sin embargo, tengo las
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vivencias que dejaron en mí muchos pasajes del Quijote, y de obras de Nabokov, Borges o Marco Denevi, Lispector, Dostoievski, Simone de Beauvoir, Silvina Ocampo, Marosa, Fernando Vallejo y tantos nombres que olvido ahora y que me dejaron sin aliento al leer los diálogos escritos con
esa maestría… donde enseguida uno dejaba de ser lectorespectador y se incluía en las emociones de rabia, o placer, angustia, diversión o injusticia. Cómo costaba y cuesta salir de allí y meterse en la vida cotidiana.
resantes para ser captados a través del lente. No podemos describir una única situación de la mujer en Dubai. Conviven muchas realidades adversas paralelamente. La principal razón es su nacionalidad. El pasaporte determina el rango jerárquico social y económico y marca una diferencia abismal. En medio de tanta diversidad, sin embargo, encontré mi inspiración en la cultura árabe, cultura de mis raíces. Donde la situación de la mujer es muy diferente a la nuestra. Y en este aspecto me limito sólo a decir “diferente”, porque entran en juego tantas opiniones adversas que uno pierde el sentido de cuál es la acertada. Quizás encuentre la respuesta en entender que el ser humano es un animal de costumbres, que nos domestican de una u otra forma, que el universo nos puso en un determinado lugar en el mundo y por ello nos convertimos en lo que somos y vemos la vida de ese modo. Algunas mujeres cubren su cuerpo por tradición y otras por religión. El vestido tradicional de los países del Golfo es la abaya negra y la sheila. Según el Islam, la mujer debe cubrir las partes llamativas de su cuerpo y revelarlas sólo a su esposo. Se considera a la mujer un tesoro preciado y el hecho de cubrirse es un signo de respeto, de cuidado, de protección. Por esta misma razón y según el nivel de exigencia de cada familia, las mujeres no siempre comparten los mismos espacios físicos que los hombres, se evita todo tipo de contacto físico con los hombres, incluso estrechar manos y se limitan sus salidas a tempranas horas y acompañadas por alguna persona de confianza entre otras cosas. Esta expresión de cuidado y adoración hacia la mujer también se ve reflejada en las bodas, por ejemplo, donde es tradición recibir joyas, deslumbrantes regalos, y hasta dinero de parte de su prometido. O en una situación problemática, bajo cualquier circunstancia, la ley siempre defiende a la mujer local. Como en todo sistema, existen sus excepciones y sobre todo cuando seguido de cierta negación se reacciona con rebeldía. Por ello, vuelvo a decir, se trata de una amplia realidad colmada de contrastes y opuestos. Mi esencia se identifica con la vida dentro de sus casas, con compartir sus comidas sentados en el piso, con vestir igual que ellas, con el aroma a bahur, con los sonidos en árabe, con la imagen de las empleadas de Etiopía haciendo las tareas del hogar, con sus formas de festejar, con pintarse la piel con henna. Y mi mirada proyectó esas sensaciones.
La fotografía es el instrumento con el que materializo el mundo que percibo. Eso que estaba innato en mí, y que sólo faltaba que despierte ■
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría? -Me gustaría hablar con Madame Bovary y hacerla entrar en
razones para impedir ese suicidio rabioso e innecesario; me gustaría alertar a la ballena en Mobby Dick para evitar el homicidio, pero, si ayudara a esos personajes ¡destruiría esas genia-
les obras! Así que mejor no tener esa chance.
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ANGELA PRADELLI, AUTORA DE “LA BÚSQUEDA DEL LENGUAJE”
Grandes libros, pequeños lectores
“Gracias a la tecnología, los chicos están leyendo mucho más que hace diez años”
La tormenta en el Año del Conejo de Juan Dimilta, Ilustraciones Max Aguirre, Buenos Aires, Sudamericana, La pluma del gato. 2010. Por Elena Stapich Integrante de la ONG Jitanjáfora
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e trata de una novela breve en la que predominan la acción y el humor, pero no se trata de recursos utilizados aquí y allá como para “comicar” una historia concebida previamente: por el contrario, la historia en sí misma es de un humor delirante. Sus ingredientes: un lejano emperador chino, despótico a la manera de la reina de Alicia; un secretario apodado Confucio, cuyos sabios consejos le ocasionan el ser ejecutado… a cada rato; un mago virtuosísimo que es ignorado por el poder; una venganza implacable: la tormenta. El autor maneja múltiples recursos para contar esta historia, como el anacronismo y las citas a pie de página, pretendidamente aclaratorias. Muchos tópicos de los mitos y otros relatos tradicionales se reciclan aquí: la supremacía del más pequeño sobre el más poderoso, las pruebas difíciles, las profecías y señales de mal agüero; pero también aparecen elementos propios del cine de catástrofe y de la animación, como la gota que cae y queda suspendida a cinco centímetros del piso.
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entre chicos y literatura” organizó la ONG Jitanjáfora junto a Sadop. Se extenderá durante seis encuentros entre abril y mayo. Estará coordinado por Romina Sonzini, Carina Curutchet y Elena Stapich. La inscripción se encuentra abierta en la librería de Luro 3454. Para mayores datos, los interesados podrán obtener mayores datos en grupojitanjafora@yahoo.com.ar A su vez, esta misma ONG organizó el curso taller de narración oral “...y aquí se acaba este cuento, como me lo contaron te lo cuento”, con el auspicio de ADUM y la coordinación de Mariela Kogan. Está destinado a docentes de todos los niveles, bibliotecarios y animadores culturales en general. Arrancará el 1 de abril y durará diez encuentros. Los interesados deberán comunicarse al 476-4001 o al 476-4002 ■
LITERATURA Y NIÑOS El curso-taller “Construir la mediación
Escritor colombiano ganó el Premio Alfaguara de Novela El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, con su obra “El ruido de las cosas al caer”, fue el ganador de la XIV edición del Premio Alfaguara de Novela, según el fallo que se dio a conocer la semana pasada. El flamante ganador, quien se encontraba en España, sostuvo: “Me siento muy satisfecho. Mi literatura no va a cambiar mucho, pero a partir de este premio podré hablarle a un montón de personas más”. La novela está “ambientada en la Colombia contemporánea y narra el viaje de un hombre que busca en el pasado una explicación de su situación y la de su país”, explicó ante la prensa, desde Madrid, el presidente del jurado, el escritor vasco Bernardo Atxaga ■
A partir de anécdotas familiares, la escritora bucea en los atributos de la lengua. Así construyó este libro de ensayos que acaba de editar Paidós. “A mí el silencio me sigue pareciendo tan necesario para la palabra”, indica. La escritora y docente Angela Pradelli funde estos dos campos de acción (la escritura y la docencia) en su obra “La búsqueda del lenguaje”, una colección de ensayos construidos a partir de anécdotas que reflexionan sobre los atributos de la lengua, desde la tarea de enseñar hasta la posibilidad de imaginar el futuro y reconstruir el pasado para dotarlo de sentido. En su nueva obra -editada por Paidós- la autora de “Amigas mías” se sumerge en la propia biografía para dar cuenta de los alcances de la lengua: así, convierte el relato de aquella abuela que sólo se apartaba de su italiano natal cuando rezaba, en un texto poético sobre la función arqueológica del lenguaje y su facultad de construir una visión del mundo: “Todo pasado es una herida”, apunta la autora. El compromiso con la tarea de enseñar, la concepción de la literatura como una experiencia intransferible y la importancia de los silencios (“la intensidad de las palabras que se dicen puede ser tan potente como el vigor de las palabras que se callan”) son algunos de los aspectos que Pradelli aborda en diálogo con Télam. -Los dos oficios que ejercés -la literatura y la docencia- tienen como dimensión central a la palabra ¿En qué difieren y se parecen los procesos que culminan en la elección de un discurso? -Yo voy mucho detrás de la música, de las palabras, tal vez porque empecé escribiendo poesía. Para mí tiene que haber música en el texto, aún en la prosa más alejada de la literatura que es el periodismo. En el caso de la docencia, siempre estoy pendiente del otro, de que encuentre sus propias músicas y sus propias voces. Intento que los alumnos identifiquen qué quieren decir y qué palabras tiene para hacerlo. -A diferencia de la docencia, en la literatura el interlocutor no sólo no es visible sino que tampoco es simultáneo al momento en que tiene lugar la escritura ¿En qué medida este “destiem-
Pradelli es escritora y docente.
po” enriquece la experiencia del escritor? -Es cierto que no hay simultaneidad con el interlocutor en el caso de la literatura, pero se podría pensar que tampoco es tal en el caso de la docencia, donde el interlocutor a simple vista está presente. Cuando una da clases, muchísimas veces lo que tiene que aparecer en ese vínculo entre docente y alumno surge mucho después. En el caso de la escritura, para mí es una dicha que el lector esté lejos. Muchas veces la brecha que transcurre entre el primer borrador y el texto publicado es muy grande, por lo tanto a mí me favorece la distancia. Y con respecto a los alumnos también hay una distancia, aunque por momentos sea corta. Igualmente, esta distancia nunca es vacía, porque contiene el caldo de algo que se está gestando, tanto en la escritura como en la docencia. Creo de alguna manera que esa distancia entre escritor y lector, o entre docente y alumno, se podría equiparar al rol de los silencios en un texto. Para mí los silencios están cargados de significados, de palabras en ausencia... el silencio también es una clase de sonido. -Hoy vivimos en un mundo superpoblado de palabras e imágenes que parecen haber sustituido el valor del silencio. ¿Estamos ante un cambio de paradigma en el que la pausa ya no tiene lugar? -No sé cuál es la lectura final de este proceso, pero a mí el silencio me sigue pareciendo tan necesario para la palabra. Yo recuerdo mucho la casa de mis abuelos italianos, cuando venían amigos a visitarlos... había en esas conversaciones mucho más silencios que palabras y a mí me llamaba mucho la atención cómo alguien que iba a visitar a otro podía comunicarse
tanto a través de esos silencios. A propósito, le atribuyen a (Juan Carlos) Onetti haber dicho alguna vez que “hay que hablar recién cuando se está seguro de que se puede mejorar el silencio”. -En el libro trabajás sobre la manera en que el lenguaje permite traer al presente aquello que ya tuvo lugar y al mismo tiempo volver posible aquello que todavía no ocurrió. ¿Se podría pensar que más allá de “organizar” la experiencia, el mayor mérito es que nos permite corrernos del lugar de sujetos pasivos del tiempo? -Sí, el gran atributo del lenguaje es la capacidad de transformación del pasado: uno trasforma su experiencia cuando la pone en palabras. Esto suele ser muy revelador para los jóvenes. Yo en las clases suelo introducir este tema a partir de la construcción de historias personales: los alumnos buscan aquellas historias del pasado que más los marcaron y a través de la escritura descubren que aquel pasado que creían cristalizado puede ser modificado y resignificado. El descubrimiento de esta posibilidad, a su vez, le permite modificar la propia vida. A propósito, García Márquez tiene una frase genial que ilustra ese proceso, cuando dice que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. En ese sentido, los alumnos recuerdan algo de ese pasado, pero cuando tienen que escribirlo eligen de qué manera quieren recordar esa experiencia. De la misma manera, es conmovedor cuando los mismos chicos descubren que el futuro no existe si no es en el lenguaje. La capacidad de crear un futuro sólo está en la palabra. -¿De qué manera atraviesan la experiencia del lenguaje los nuevos dispositivos tecnológicos que permiten interactuar en distintos planos al mismo tiempo, como comunicarse con una persona al otro lado del mundo vía chat o videoconferencia? - En la docencia se notan mucho los cambios introducidos por el desarrollo de la tecnología. Hoy los chicos están leyendo mucho más que hace diez años gracias a eso. Antes se terminaba la clase y los alumnos se iban a sus casas sin volver a escribir ni leer hasta el otro día. Las tecnología plantea en ellos un vínculo con las palabras y el lenguaje absolutamente distinto: hoy están todo el día escribiendo y leyendo. Ese vínculo, mal que nos pese, no lo logramos los docentes sino la tecnología. Ahora hay que ver cómo se inserta la escuela a esa nueva manera de vincularse que tienen los estudiantes con la lengua, las palabras, la lectura y la escritura ■
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
-Creo que nunca robé un libro porque me acordaría; sí anhelé libros o algunas encuadernaciones que no podía com-
prar (como una edición de lujo de Los Miserables que era tan bella pero tan costosa, y me quedé con las ganas).
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APARECIÓ UN LIBRO QUE REPLANTEA CONCEPTOS ESTABLECIDOS
Hacia un nuevo paradigma inmunológico Por Alejandro Manrique
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uego de cuatro ediciones en inglés del original “Immune Crossover” que apareció en 1998, a cargo del doctor Enrique Rewald, llega ahora la versión en español bajo el título “Proyección Inmune – Las Caras de la Red – El medioambiente perdido”, libro en el que se examinan las controversias e implicancias inmunológicas del crecimiento poblacional y las posibles razones por las cuales el hombre ha logrado sobrevivir sobre nuestro planeta enfrentando riesgos ambientales y epidemiológicos. El autor es un reconocido médico hematólogo de la ciudad, con una destacada trayectoria profesional en temas de inmunología, quien ha publicado innumerables trabajos en revistas especializadas del país y del extranjero. La obra fue presentada en la 6ª Feria del Libro “Mar del Plata, Puerto de Lectura”, que tuvo lugar en el
mes de noviembre de 2010. Allí, el doctor Rewald, junto a los coautores Pablo Martín y Pablo Sánchez, explicó los pormenores de su propuesta ante una concurrencia que colmó masivamente la sala. En la obra, se plantea la analogía entre la función inmune y la nerviosa en un intento por resaltar la condición de la biología que favorece al grupo por sobre el individuo. Al surgir los asentamientos humanos, se presentaron cambios de la mano del bienestar e higiene que llevaron a un “medioambiente perdido”, dio paso a la duda de cómo los seres humanos sobrevivieron en las superpobladas ciudades que emergían por doquier. El autor especula que la respuesta residiría en el conjunto de sistemas inmunológicos individuales. De esta forma, se habla de un número crítico de “unidades inmunológicas” en concordancia con la historia y el surgimiento de la agricultura, que integró una gran cantidad de individuos
Buenos Aires y sus historias llegaron a París
y habría favorecido la salud de la comunidad. En ese tiempo, la exposición a parásitos por parte de la población llevaba asociados riesgos muy difíciles de imaginar y que obligarían a pensar que tal vez la misma promiscuidad pudo jugar como factor de supervivencia y cooperación inmunológica. Es interesante destacar el paralelismo que se intenta establecer al indagar en las condiciones que se viven en los asentamientos precarios de nuestro país, cuestión ésta que constituye un elemento disparador del ensayo. Así encontramos una posible aclaración a las condiciones de vida urbana de antaño, especialmente cuando la congestión humana y el hacinamiento no permitían una higiene masiva. La respuesta social inmunológica estaría apoyada por los testimonios de maestras de escuela, lo que, según Rewald, “…revela claramente que durante las epidemias respiratorias invernales que afectan cada vez más a la vida moderna, los alumnos de ‘la villa’ usualmente no se enferman ni toman parte del ausentismo masivo. Sospechamos que aquí podría ocultarse una posible respuesta a los interrogantes que plantea la historia en este sentido”. Bajo esa premisa de la inmunidad de grupo, en el texto se reflexiona sobre la posibilidad de rescatar un beneficio colectivo sin sacrificar las
ventajas de la modernidad. Ante la amenaza permanente de pandemias, que se ciernen sobre el hombre en toda época, Rewald sugiere que el problema debe abordarse en forma interdisciplinaria y rescata una visión optimista que nos ha permitido sortear las dificultades que podrían haber llevado a la aniquilación de la especie humana. Ese abordaje entre distintos campos del conocimiento incluye reflexiones relacionadas con los mitos y realidades del centrismo inmune. La propuesta del doctor Rewald indica en que deberíamos distanciarnos de la idea clásica de la defensa inmune individualista. El comportamiento humano no sería el ideal y estaría alejado de especies animales, como por ejemplo algunos insectos agrupados en colonias, que manifiestan una defensa inmunológica colectiva y solidaria. Algunos de los términos que se plantean: la autoorganización, el caos o la complejidad, obligan a un estudio muy cercano a los sistemas físicos y a replanteos por parte de la epidemiología actual. Un libro de ideas e hipótesis complejas que desa-
■ Lecturas
Proyección Inmune, de Enrique Rewald, Authors Online, 201 páginas, 2010.
fían permanentemente nuestros conceptos tradicionales y la intuición, en una aventura cautivante que obliga a detenerse y reflexionar sobre lo que creemos saber y ya está establecido ■
Fuente: Cámara de Libreros del Sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Los libros más vendidos de la semana FICCION 1 ALGUIEN QUIERE VER MUERTO A EMILIO MALBRÁN Jorge Fernández Díaz. 2 1Q84 Haruki Muratami. 3 LOS PADECIENTES Gabriel Rolón.
Sudamericana. $69. Tusquets. $138. Emecé. $72.
NO FICCION María Kodama, una de las invitadas al stand argentino en París.
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n rico entramado que incluyó la presencia de una veintena de escritores argentinos y distintas manifestaciones relacionadas con Buenos Aires dejó como balance el Salón del Libro de París, el tradicional evento de la capital francesa que a lo largo de cuatro días fue visitado por más de 200.000 personas. Esta es la primera vez que el Salón del Libro parisino -que ya cerró sus puertas- se consagra a una ciudad. “Se buscaba una gran capital literaria, como es Buenos Aires”, indicaron los organizadores, recordando que además esta ciudad fue elegida Capital Mundial del Libro 2011 por la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), título que ostentará desde el 23 de abril de este año. Buenos Aires estuvo representada en un stand que recreó la atmósfera de los cafés porteños a través de diversas actividades de las que participaron escritores como Luisa Futoransky, Martín Kohan, Pablo de Santis, Elsa Osorio, Oliverio Coelho, Laura Alcoba, Alicia DujovneOrtiz, Jorge Fondebrider, Andrés Neuman, Alan Pauls, Hermenegildo Sabat, Eduardo Berti, Juan José Sebreli, Damián Tabarovsky, Maximiliano Tomas, el dibujante Quino y la viuda de Jorge Luis Borges, María Kodama ■
1 DEL COLCHÓN A LA INVERSIÓN 2 VIVA LA DIFERENCIA 3 LA IDEA DE JUSTICIA
Mariano Otálora. Pilar Sordo. Amartya Sen.
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1 SR. JUEZ Una biografía judicial de Norberto Oyarbide Daniel Santero. 2 LA TUMBA DE ALEJANDRO Valerio Manfredi. 3 50 COSAS QUE DEBE SABER DE LA HISTORIA MUNDIAL Hugo Williams.
Ediciones B. $65. Grijalbo. $75. Norma. $125.
RECOMENDADOS
Fragmento de
Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán, de Jorge Fernández Díaz (Sudamericana)
Veinticuatro horas después del asesinato del Indio Cuevas, la policía nos permitió ver las confusas imágenes que había tomado un camarógrafo de un canal del interior. En la oscuridad de una sala de proyección, en el primer piso del Departamento Central, sentí cómo se me erizaba la piel al comprobar la manera en que se habían desarrollado las secuencias. Allí se lo veía al wing izquierdo, parado sobre la línea lateral derecha,
con las manos en la cadera y la frente arrugada. En los segundos siguientes algo pareció cruzar el aire e incrustarse en su cuerpo a la altura del esternón. En la mueca crispada de repente y en un ademán lleno de patetismo, el Indio saltó hacia atrás, empujado por una fuerza invisible, y cayó pesadamente en ese césped recién cortado ■
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Sólo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los
sacrificados y cuáles los salvados? -Con los sacrificados no tengo dudas, porque no me animé a tirar algunos libros de Guy Des Cars (novelas a las que destiné un tiempo que podría haber utilizado mejor). Lo que verdaderamente odiaría es salvar sólo tres. Fernando
Pessoa (El libro del Desasosiego), Lispector (Un soplo de vida) y Joaquín Giannuzzi (Poesía Completa), son los tres que primero vinieron a mi mente: si me tomo tiempo para pensarlo no respondo esta pregunta.
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FICCIÓN
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Nueces para los nietos Por Eduardo Borawski Chanes
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Arena
ansado, regresa con una bolsa de papel conteniendo nueces. Es una bolsa grande, lo suficiente para la cantidad de frutos que contiene. Los había recogido a todos. La falta de costumbre de agacharse para juntarlos por el suelo le hace sentir que aún tiene una cintura, si bien no funciona como el resorte de antaño. Había sido una buena idea recolectar nueces para sus nietos. Los convocaría el fin de semana para jugar en torno a la mesa ratona del living de su casa, para que los chicos se las repartan igualitariamente e ideen los juegos que crean más interesantes antes de destinarlas al placer del paladar. Luego de los malabares que tuvo que hacer para sacar el llavero del bolsillo sin tener que dejar el paquete en el suelo, haciendo gala de una buena puntería, apenas ingresa a su oficina tira las llaves sobre el escritorio para sujetar más firmemente el paquete, que a esta altura, le está pesando demasiado. Luego toma una tela gruesa que tiene sobre uno de los sillones y descarga en él las nueces, no sin que algunas demuestren iniciativa cayendo fuera de ella y sobre el escritorio. El odia las moscas. De ahí que, viendo las que se juntaron en torno a la taza de café -que a esta altura se enfrió sin conseguir su objetivo
de hacer llover bríos sobre su entusiasmo-, se decide a utilizar el matamoscas que tiene sobre su escritorio y que le es útil para apartar a los indeseables visitantes. Basta un golpe para que se alejen por un tiempo. Ellas y él saben muy bien que volverán, tal vez no todas, pero si las suficientes para su fastidio. Con el envase ya vacío se le plantea la disyuntiva de arrojarlo al cesto o guardarlo, descartando previamente los restos de hojas que hay en su interior. Le parece prudente la segunda actitud, por lo cual lo da vuelta sobre el escritorio y lo limpia. Después lo dobla y lo guarda en uno de los cajones. Oculta tras una tapa, en un costado de su biblioteca, está la computadora y toda la parafernalia de complementos: impresora, scanner y esas cosas que tanto simplifican una labor como complica el conocimiento de su uso adecuado. Enciende el ordenador, selecciona un texto y dispone la impresión de tres ejemplares. Vuelve a contemplar las nueces, absorto. En tanto, los ejemplares impresos se detienen justo frente a un tope que tiene la máquina. De no ser así, pasarían a ser un tapiz en el suelo alfombrado de la inmobiliaria.
Por Claudio Archubi (*)
En el sector contiguo, su secretaria habla con alguien. No le interesa a él ese diálogo que se le antoja anodino. ¿Tal vez un cliente? ¿Qué importancia tiene? El negocio marcha solo, es una aceitada maquinaria que no requiere a esta altura de la empresa, de su presencia activa. El es el eje, inactivo pero referencial. Y su secretaria la persona de confianza que lo acompaña desde hace muchos años y a la que aprecia por su eficiencia y lealtad. Se reclina un poco más en su cómodo sillón giratorio. Suena el teléfono: no lo atenderá. De ello se ocupa la empleada. Una. Dos veces. Y luego la campanilla cesa su molesta cantilena. Nuevamente: una... dos... y basta. Lector de novelas policiales, atina a pensar que esas llamadas, en la mente de un autor de thrillers, constituirían un mensaje, un código de ideas sobreentendidas. Mira las nueces juntadas para sus nietos. Podía haberlas comprado, pero no hubiera sido lo mismo. Tenía que recogerlas personalmente, frutos del árbol que había plantado hacía veinte años, cuando aún debía sacrificar horas al descanso para hacer prosperar su negocio y en ocasiones disputar con personas malintencionadas. Las nueces eran parte de él, como hi-
jos que el reino vegetal le brindaba. Jugaría con sus cuatro nietos, chiquilines los cinco. La persona que está con su secretaria parece despedirse. Podrá ser tal vez el hombre que dejó el depósito necesario para señar la operación de compraventa de unos campos. Mañana a la tarde deberán concurrir todos a la escribanía pactada. Lo tiene agendado. Pero no es la voz de ese cliente. Caramba... algo no encaja: esa persona no se va sino que comienza a cuchichear con la mujer. El hombre deja de jugar con las nueces para prestar más atención. Simple curiosidad, se dice, pero en verdad le preocupa, no sabe por qué. Silenciosamente, la puerta se entreabre y asoma la secretaria. El martillero comienza a formularle una pregunta, pero irrumpe un hombre al que la mujer le franquea el paso. Con pasos largos y una soga entre las manos se acerca al martillero, ahora sólo abuelo y hace un lazo en su cuello. El viejo, paralizado, mira a su secretaria y parece decirle: “¿Tu quoque, fiii?” El último suspiro del martillero siquiera tiene la belleza de un acorde compatible con la música medieval que el sonido ambiental sugiere ■
Yo era un muñeco de arena. Los académicos dibujaban sobre mí sus proporciones áureas. El viento las borraba. Ellos insistían con sus dedos, rodeando el error, reduciendo el error. Yo empequeñecía rodeado por miradas reprobatorias, nostálgico, inmóvil, anhelando el mar, cada vez más cerca de la Verdad. Al fin, alguien escarbó en mi pecho hasta construir el agujero. A través de él, la ciudad se veía un poco más grande, más desnuda. Por ahí cruzaron los niños a la playa, atravesándome como un puente. (*) Del libro “Siete maneras de decir tristeza”.
El relojero Por Jorge Pittaluga
Cuando el relojero decidió abandonar el pueblo no sabía todo lo que su partida habría de ocasionar. En realidad nunca lo supo, aunque también podríamos decir que dicho desconocimiento se debió a que aquello, en realidad, nunca llegó a suceder. A menos de un día de irse, algunos relojes comenzaron a mostrar los típicos achaques de toda maquinaria vieja o desatendida: dificultad para po-
nerse en movimiento (en aquellos que estaban detenidos por algún motivo) y problemas para mantenerse en hora (en aquellos que estaban en funcionamiento). La gente del pueblo no le dio demasiada importancia al asunto. Era lógico suponer que el equilibrio volvería cuando un nuevo relojero llegara a afincarse al poblado, cosa que nunca llegó a ocurrir. O tal vez sí. Cuarenta y ocho horas después de la partida, y del inicio de los problemas, los atrasos en los relojes ya generaban
mayores conflictos en la población. Con el transcurrir de la semana, las crecientes pérdidas de tiempo se fueron contagiando a cada uno de los integrantes del pueblo, sin hacer ya distinciones entre personas, objetos y lugares en general. Para cuando el sol y el calendario se rindieron ante los efectos de la marejada que el relojero había generado, pocos fueron los que lo vieron regresar una mañana. De entre todos éstos, menos fueron incluso los que notaron su cansino y silencioso cami-
nar hacia atrás, como deshaciendo lentamente la madeja del caos que se había puesto en marcha a causa de su partida. Apenas una semana después (¿o antes?) de su huida, el relojero se levantó temprano, como siempre, dispuesto a ir a su trabajo. A mitad del pasillo, junto a la cómoda, tropezó con una valija llena de ropa junto a la cual yacía un pasaje de ómnibus que prometía llevarlo lejos de ese triste y rutinario poblado. Extrañado, constató que aqué-
lla era su valija, así como también era su ropa la que se guardaba en su interior, y viendo que aún estaba en horario como para poder subirse a aquel ómnibus, tomó sus cosas en silencio y abandonó el lugar llevando consigo una extraña sensación de ya haber vivido ese momento una y otra vez. Cuando el último rugido del motor se perdió en la ruta, a lo lejos, todo el pueblo comenzó a prepararse para una nueva y repetida tormenta de olvidos y regresos ■
Las 8 preguntas para Emilce Strucchi
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Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría? -Antes de preguntar, primero le agradecería a Cortázar
tanto su prosa magnífica y revolucionaria en aquel tiempo, como su bella poesía. Fue para mí un deleite y un enorme aprendizaje la lectura de sus obras. (Ocurre que esto mismo tendría que agradecer a tantos, vivos y muertos.) Después
querría preguntarle si cree que en este siglo XXI, en las condiciones sociales, económicas y políticas actuales, sería posible para los escritores lograr un ínfimo porcentaje de la calidad de su excelsa escritura.