17 11 2013 Literaria La Gaceta

Page 1

SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013

3

4

Las librerías -dice Jorge Carrión- son observatorios privilegiados de la ciudad donde se encuentran, de la historia contemporánea y de los lectores.

“Cuando fui padre me di cuenta que es cierto que los niños vienen con pan bajo el brazo”, confiesa, y explica, el talentoso Alan Pauls.

5 a SECCION

A

5 0

A Ñ O S

D E

S U

M U E R T E

John F. Kennedy Y UN VIAJE A LA MEMORIA DE SU CRIMEN

Hoy Dallas está impregnada del magnicidio de Kennedy. Inclusive, están la cerca y los arbustos arriba de la pequeña lomada donde se cree que se refugió un segundo tirador. ¿Por qué el automóvil dobló hacia la derecha, por la calle Houston, y continuó por la calle Elm? El 22 de noviembre de 1963 no solamente murió un presidente, sino que también el rifle de Oswald hizo trizas un sueño que se había extendido por todo el planeta ◆

Por Elisa Cohen de Chervonagura PARA LA GACETA - DALLAS (EEUU)

unca olvidaré el día en que mataron a John F. Kennedy. Para aquellas niñas que crecimos entre las lecturas de Mujercitas o de Jane Eyre, en un mundo de películas elaboradas por el mundo edulcorado de Disney, que alguien hubiera matado a ese muchacho buenmozo y siempre sonriente que veíamos en los informativos del cine, era un golpe traumático. Hoy, Dallas es una ciudad que, para quien la visita, no genera un amor a primera vista. Se trata de una metrópoli de vidrios espejados cuyas proporciones titánicas, alejadas de la medida humana, permiten entender muchas de las escenas y conflictos expresados en la serie homónima, tan en boga en los años 80. Estas primeras impresiones se acentúan cuando advertimos que sus edificios se repliegan en medio de una llanura tan parecida a nuestra pampa, con mucho de fantasmagórica y con habitantes que se

N

desplazan con sus sombreros texanos y sus botas dentro de enormes automóviles. Pero, además, todavía hoy Dallas (que suena tan parecido a “balas”) está impregnada del magnicidio de Kennedy. Incluso están la cerca y los arbustos arriba de la pequeña lomada donde se cree que se refugió un segundo tirador, además del asesino Lee Harvey Oswald. Es posible seguir el recorrido que hizo este último desde su casa hasta el cine Texas, en el barrio de Oak Cliff, donde fue capturado. Me acerco al lugar del hecho. Los árboles ejecutan con parsimonia un réquiem agónico entre sus ramas. Más abajo, en la semipenumbra tornasolada, ingrávidas moscas orbitan elípticamente. Una hoja chirria y se desliza con un crujido disonante sobre el pavimento donde están marcadas las cruces que señalan el lugar exacto en el que Kennedy recibió los disparos, mientras la primera dama Jacqueline Bouvier gateaba sobre el capot del

auto buscando auxilio, tal como se la ve en la película familiar registrada por la cámara de Abraham Zapruder. Son las 12.30, la misma hora del atentado. El sol lame el pavimento y el aire está quieto. El calor es insoportable y envuelve la atmósfera. No se escucha ninguna voz viva. El silencio es pegajoso. Parece que estuviéramos envueltos en los alientos del infierno o de un dragón cósmico que sopla oleadas mortuorias. Hay una sensación de que se nos succiona la energía, de que estamos parados en el vórtice destructivo de la muerte…

Preguntas Veo que hay tres calles que atraviesan un puente de ferrocarril. Averiguo más detalles, y la gente, muy amablemente, me cuenta que el desfile presidencial venía por la del medio, Main Street hacia Dealey Plaza. Entonces me pregunto por qué el automóvil dobló hacia la derecha, por la calle Houston, y continuó por la calle Elm, la tercera vía que estaba más al Oeste.

Salvar a JFK ◆

Por Hernán Carbonel

PARA LA GACETA - SALTO (BUENOS AIRES) Jake Epping es profesor de inglés para adultos (y, según él mismo confiesa, un escritor frustrado) en el instituto de Lisbon Falls, y acaba de divorciarse, luego de años de convivir con una mujer alcohólica. Al, uno de sus pocos amigos, dueño de un carro de comidas rápidas, sufre una enfermedad terminal, y antes de su muerte le hace una confesión y un pedido, insólito y particular: viajar en el tiempo para cambiar la historia y salvar a John Fitzgerald Kennedy de ser asesinado.

Hay sólo una respuesta: era evidente la intención de hacer bajar la velocidad a la caravana para que pasara justo debajo del Texas School Book Depository, el almacén de libros. Allí esperaba el asesino, en el sexto piso, donde hoy hay un museo dedicado a Kennedy y en el cual todavía se puede ver la fatídica ventana. Desde allí, y considerando la poca velocidad, era muy fácil disparar a la cabeza del presidente. No había ningún impedimento para que se fueran desgranando los disparos como se hace en el kiosco de una feria, apuntando a los patos que van apareciendo sucesivamente. El 22 de noviembre de 1963 no sólo murió un presidente, sino que también el rifle de Oswald hizo trizas un sueño que había impregnado el planeta. Ese día fue el fin del american dream, de un proyecto originario de los padres fundadores y difundido ad eternum por los medios de comunicación, que reciclaban la imagen de esta pareja de príncipes americanos a la que los jóvenes intentaban imitar.

Quizás en un segundo, antes de morir, el presidente Kennedy pudo fijar en su retina la imagen de los otoños dorados de Nueva Inglaterra o el mar de Cape Cod surcado por su velero de alas blancas. Quizás la sorpresa le hizo fijar la mirada en la pampa de granito de Texas, a la que nunca supuso como su espacio final… Hasta hoy sólo hay preguntas y suposiciones y a lo lejos, sobre el puente del ferrocarril que cruza la calle, se divisa el precioso puente colgante del arquitecto español Calatrava que, con sus cables retorcidos, pasa a convertirse en una metáfora del asesinato. Ambos están enroscados y llenos de secretos ocultos, de voces que se susurran, de argumentos y conjeturas que se sugieren y que al parecer, luego de sugerir conjuras de distinto origen, seguirán sin tener un punto definitivo. © LA GACETA Elisa Cohen de Chervonagura - Doctora en Letras, profesora de la UNT, investigadora del Conicet.

Fragmento de 22/11/63 En la despensa del local está el pasaje: como en Alicia en el país de las maravillas, la madriguera de conejo que lleva a otro tiempo: la mañana del 9 de septiembre de 1958. Poco más de cinco años y dos meses antes de que Oswald entrara para siempre en ese nebuloso terreno de la leyenda. Jake Epping se convertirá en George Amberso (su nombre en el pasado) para vivir en la ciudad de Derry (algo así como la Poisonville de Cosecha Roja, de Dashiell Hammett). Cada vez que Epping/Amberson salga y vuelva entrar de uno y otro plano temporal será un reset... Continúa en la página 2...

Karen Carlin y el asesinato* ◆

Por Stephen King

Gracias a una bailarina de striptease que necesitaba 25 dólares y a un fanfarrón que quería ponerse un saco, Oswald no fue juzgado nunca por su crimen y no dispuso de una oportunidad real de confesar.

Ha pasado casi medio siglo desde que John Kennedy fue asesinado en Dallas, pero dos preguntas siguen pendientes: ¿fue de verdad Lee Oswald quien apretó el gatillo y, en caso de serlo, actuó solo? Nada de lo que he escrito en 22/11/63 ofrecerá respuestas a esas preguntas, porque el viaje en el tiempo sólo es una interesante ficción. Pero si usted, como yo, siente curiosidad por saber por qué permanecen aún esos interrogantes, creo que puedo darle una respuesta satisfactoria en dos palabras: Karen Carlin. Continúa en la página 4...


2

LA GACETA

LITERARIA DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013

LANZAMIENTOS / LA GACETA LITERARIA / ENSAYOS / LA GACETA LITERARIA / LOS MÁS VENDIDOS / LA GACETA LITERARIA NBCLOSANGELES.COM

Salvar a J.F.K.

N

o v e d a d e s

... Viene de la página 1.

MUJER DE BARRO Joyce Carol Oates Abandonada por su propia madre en la ribera del río Black Snake, la pequeña “niña de barro” sobrevive gracias al azar, o quizá al destino. La bienintencionada pareja que la adopta procura sepultar su pasado. Pero el pasado siempre vuelve...

LÁGRIMAS DE LA REVOLUCIÓN Graciela Ramos

$ 150

SUMA DE LETRAS (448 PÁGINAS)

Valentino llega de Italia para hallar futuro. Aquí conoce a Rosario, una joven española. El destino desafía el amor. Entre Córdoba y Buenos Aires vivirán aventuras junto a esclavos, indios, separatistas y realistas, en una historia de amor, lujuria, lealtades y traiciones.

MUJERES, EL LARGO CAMINO María Sáenz Quesada

$ 90

CAPITAL INTELECTUAL (232 PÁGINAS)

Este libro pretende posar la mirada sobre algunas mujeres que, en diferentes geografías y épocas, marcaron hitos en el largo camino, que las ha llevado desde el espacio limitado propio del hogar, al horizonte ampliado que ocupan en el presente.

EL MAR QUE NOS TRAJO Griselda Gambaro

PANTALLA GRANDE. Kevin Costner encarna al ex-fiscal de distrito de Nueva Orleans, Jim Garrison, en JFK (1991).

Agostino deja a su esposa, Adele, en la isla de Elba para buscar mejor fortuna en Buenos Aires. Por la distancia y el olvido, forma una familia allí. Pero el pasado regresa cuando los hermanos de Adele devuelven a Agostino a Italia y lo obligan a cumplir el compromiso contraído.

Películas y libros

sobre el asesinato de J.F.K.

TEORÍA DE CONJUNTOS Autores varios

$ 98

PARADISO EDICIONES (160 PÁGINAS)

Esta obra recoge una tradición para la cual la distinción entre prosa y verso es una convención arbitraria y menor. A partir de esta idea se reúnen aquí los trabajos de un grupo de escritores vinculados por el deseo de conjugar sus trabajos poéticos y narrativos.

POESÍA BAJO EL FAROL Autores varios

$ 70

EDICIONES DEL PARQUE (80 PÁGINAS)

“Esta obrita (escribe Ricardo Gutiérrez) corona un proyecto y una necesidad puramente estética, desordenada y ordenada luego (...), sujetas y unidas con un solo lazo, de tal suerte que pudieron formar un haz concordante en un idéntico amor: la Poesía del Poema”.

MEMORIA Y MEMORIA MUSICAL Paola Moreno

$ 40

FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS - UNT (192 PÁGINAS)

Abarca indagaciones sobre los procesos neurológicos involucrados en la recuperación de información con sentido, la tipificación de la memoria en general, los modelos para la memorización de un trozo musical y el papel que desempeñan en la performance instrumental.

HISTORIA DE LOS SALADEROS ARGENTINOS Alfredo J. Montoya

$ 104

LETEMENDIA (96 PÁGINAS)

Con una abundante bibliografía, el autor reúne los datos sobre esta actividad saladeril. Esta, junto con las exportaciones de sebo y de cueros, constituyó durante casi 100 años (desde su comienzo en 1790) uno de los más importantes hechos económicos del país.

EL FACILITADOR DE ANHELOS Horacio Esteban Bueno

$ 52

VINCIGUERRA (120 PÁGINAS)

“Hay relatos (...) que podrían formar parte de una antología del cuento extraño”, analiza Carlos Penelas. El narrador ficticio se presenta como poseedor de poderes superiores para hacer cumplir los anhelos de las personas, aunque ese logro arribe a un desenlace fatal.

LA DISTANCIA INFINITA Mario Morales

$ 93

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA (264 PÁGINAS)

La poesía de Morales, que no deja de interrogarse sobre el oficio poético, evoca la tensión y el desgarramiento entre el desamparo de la soledad y la muerte y el cántico celebratorio que expresa la gioia, la alegría de estar vivo.

EL PASADO ES UN ANIMAL GROTESCO Y OTRAS PIEZAS TEATRALES Mariano Pensotti

$ 97

COLIHUE (248 PÁGINAS)

La dramaturgia de Pensotti revisa las experiencias de la generación de los nacidos en los 70. Tiene influencias de los cineastas Herzog, Godard y Favio, de la literatura del siglo XIX, y de artistas visuales como Jeff Wall, Fischli & Weiss, Roman Ondak o Jorge Macchi.

UN MISMO FUEGO: BELGRANO, GÜEMES, SAN MARTÍN Carlos Civili Mir

$ 50

MIR EDICIONES (180 PÁGINAS)

El propio autor explica que en este volumen sintetiza la gesta de tres próceres a los que considera “grandes en la lucha por la emancipación de esta parte de América”. La obra está dirigida a los jóvenes, “para encender en ellos la pasión por la lectura de nuestra rica historia”.

Distintos enfoques que ensayan posibles respuestas a los interrogantes que siguen abiertos después de medio siglo Parkland es una película, dirigida por Peter Landesman y producida por Tom Hanks, que narra lo que ocurrió en las 72 horas posteriores al asesinato de Kennedy. Estrenada en estos días en los Estados Unidos, y con actuaciones de Zac Efron, Billy Bob Thornton y Paul Giamatti, el film muestra las reacciones de los servicios de seguridad encargados de la custodia presidencial, el intento de reanimar a JFK en el hospital Parkland (de ahí el título de la película), la casualidad que hizo que Abraham Zapruder filmara una de las escenas más dramáticas de la historia norteamericana, la captura y las primeras declaraciones de Lee Harvey Oswald. En el mes del aniversario de su muerte, también se estrenó en los Estados Unidos ¿Quién mató a Kennedy?, miniserie protagonizada por Rob Lowe que abarca desde la elección de Kennedy, en 1960, hasta los días posteriores al magnicidio. La producción televisiva (foto superior) no se mueve de la versión que toma a Oswald (foto inferior) como el asesino y está basada en el libro homónimo de Bill O’Reilly y Martin Dugard. Ambas producciones se suman a una larga nómina de films, series y libros que abordaron el homicidio y sus alrededores. En la lista sobresalen películas como JFK (1991), de Oliver Stone, y libros como Oswald (1993), de Norman Mailer. La primera repasa los hechos desde la óptica del ex fiscal del distrito de Nueva Orleans Jim Garrison (encarnado por Kevin Costner), quien demandó al empresario Clay Shaw (interpretado por Tommy Lee Jones) por participación en una conspiración para matar al presidente. Garrison desmonta la versión del tirador solitario plasmada por la Comisión Warren, uno de los dos organismos oficiales encargados de la investigación. Oswald, la magnífica biografía de Norman Mailer, se sustenta en su primera parte en los documentos desclasificados de la KGB que revelan el misterioso pasado de este ex marine que pretendía renunciar a la ciudadanía norteamericana y convertirse en un

R

agente soviético. Después de una temporada en Ucrania, Oswald se instala en Dallas, intenta matar a un líder de la extrema derecha texana con el rifle que luego usará para dispararle a Kennedy, reparte panfletos procastristas e intenta infiltrarse en un grupo anticastrista, viaja a México para buscar una visa de asilo político en La Habana. Mailer describe a Oswald como un hombre que quiere dejar una huella en la Historia. La caravana de Kennedy que pasará frente al depósito de libros donde trabaja le dará esa oportunidad. La versión europea sobre el magnicidio, plasmada en la magnífica I... comme Icare (traducida como I... Como Ícaro), de 1979, protagonizada por el inolvidable Yves Montand, resulta en sí misma reveladora: investiga si hubo una organización secreta tras el asesinato del mandatario norteamericano, con un trágico y mítico final. Entre los libros, merecen destacarse Fuego cruzado, de Jim Marss; En la senda de los asesinos, de Jim Garrison (ambos fuentes centrales de la película de Stone); El hombre que sabía demasiado, de Dick Russell; Alta traición, de Harrison Edward Livingstone; El asesinato de un presidente, de Robert J. Groden; y Regicidio, de Gregory Douglas. Desde distintos ángulos, buscan respuestas a preguntas abiertas: ¿Un psicópata aislado pudo ser el único responsable del asesinato? ¿Es verosímil la “teoría de la bala mágica” o hubo en realidad más de un tirador? ¿Por que la CIA y el FBI no reaccionaron ante los reportes que tenían de Oswald? ¿A quién respondía Jack Ruby, el asesino de Oswald? ¿Hubo un complot? Si así fue, ¿quiénes estaban detrás de él? ¿Los soviéticos, los castristas, la mafia italiana, los servicios secretos, la industria armamentista, el vicepresidente Johnson? © LA GACETA

a n k i n g TUCUMAN

FICCION

1 2 3 4 5

Y LAS MONTAÑAS HABLARON Khaled Hosseini LOS AÑOS DE PEREGRINACION DEL CHICO SIN COLOR

Haruki Murakami BAJO LA MISMA ESTRELLA John Green EL ESTAFADOR John Grisham MI VIDA QUERIDA Alice Munro

NO FICCION

1 2 3 4 5

PERIODISTAS EN EL BARRO Edi Zunino TODO LO QUE SÉ Marcelo Polino FRANCISCO. VIDA Y REVOLUCIÓN Elisabetta Piqué RECEN POR ÉL Marcelo Larraquy FILOSOFÍA POLÍTICA DEL PODER MEDIÁTICO

José Pablo Feinmann

LIBRERIAS EL ATENEO, EL GRIEGO Y LA FERIA DEL LIBRO

$ 110

ALFAGUARA (160 PÁGINAS)

Hernán Carbonel - Periodista cultural, escritor.

R

FUENTE: REVISTA Ñ

$ 190

ALFAGUARA (504 PÁGINAS)

un reinicio: podrán pasar años en el pasado, pero en 2011 habrán sido sólo dos minutos. Será siempre como la primera vez. Hasta que deje de serlo... Con eso comienza 22/11/63 (editorial Plaza&Janés, 2012), la novela de Stephen King. Con un acierto en la descripción de lugares, usos, costumbres e idiosincrasias de los Estados Unidos de más de medio siglo atrás (fines de los 50, inicios de los 60): comidas, bebidas, golosinas, música; los ecos de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto con Corea, Rusia y los misiles; un mapa de época tan norteamericano en su estilo de vida -por decantación, en la escritura de King-, en las cosas sencillas de aquellos hombres. Pero el factor humano de Epping/Amberson tiene en mente no sólo cambiar el destino de los grandes personajes de la Historia, sino también de aquellas vidas pequeñas, anónimas, de gente de a pie, que pagan su existencia con crueldad y sufrimiento. Aunque el personaje es consciente de cómo la vida “cambia en un instante”, cómo las pequeñas cosas determinan a las mayores y, desde su posición, cómo está sujeto al efecto mariposa: sucesos de poca importancia que pueden tener ramificaciones: “si un tipo mata a una mariposa en China”, quizás en 400 años “se produzca un terremoto en Perú”. Repercusiones del pasado en el futuro. La cocina de 22-11-63 es una novela de largo aliento (858 páginas), ambivalente como todo cuerpo literario extenso: lo que por momentos es fortuna, puede tornarse desliz. Sabemos que la crítica complaciente suele resultar tan ingenua como la crítica desprestigiante, y, aunque suene pretencioso desestimar a Stephen King, algunas situaciones de la novela suenan forzadas, abundan los lugares comunes, y esas detenciones en las menudencias del American Way of Live de mediados del siglo XX por momentos hastían y empalagan. En el Epílogo (que suena a desprendimiento de Mientras escribo, del mismo King), el autor desgrana el trasfondo del libro. Como la investigación histórica llevada a cabo para la construcción del relato. O la pregunta de si realmente fue Lee Harvey Oswald quien apretó el gatillo (la cita de su frase “Soy un cabeza de turco”: King descree de la teoría conspirativa y da por sentado que fue Lee Harvey quien mató al presidente). También hay referencia al igualmente extenso Oswald, de Norman Mailer. King confiesa que el libro se le ocurrió en 1972, apenas nueve años después del asesinato de Kennedy (cuando “la herida era demasiado reciente”) y apuesta a que todo sea parte de “una interesante ficción”. 22-11-63 es novela histórica y a la vez de ciencia ficción, de suspenso y con matices sobrenaturales, atravesada por una historia de amor (ligada, además, a los libros). Remite, con obviedad, a La máquina del tiempo, de Herbert George Wells, pero, también, y lateralmente, al film Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino: alterar el pasado (darle a la historia una potencia en el deseo y no en su propia realidad). Que muera Hitler. Que no maten a Kennedy. Que es, en definitiva, el centro de la novela. © LA GACETA

a n k i n g ARGENTINA

FICCION

1 2 3 4 5

Y LAS MONTAÑAS HABLARON Khaled Hosseini LOS AÑOS DE PEREGRINACION DEL CHICO SIN COLOR

Haruki Murakami BAJO LA MISMA ESTRELLA John Green CINCUENTA SOMBRAS DE GREY E. L. James MI VIDA QUERIDA Alice Munro

NO FICCION

1 2 3 4 5

PERIODISTAS EN EL BARRO Edi Zunino TODO LO QUE SÉ Marcelo Polino ÁGIL MENTE Estanislao Bachrach FILOSOFÍA POLÍTICA DEL PODER MEDIÁTICO

José Pablo Feinmann MAL COMIDOS María Soledad Barruti


LA GACETA

LITERARIA DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013

3

/ CRITICAS DE LIBROS / LA GACETA LITERARIA / ENTREVISTAS / LA GACETA LITERARIA / CRITICAS DE LIBROS /

Apasionante viaje por librerías de todo el mundo el libro de Carrión fue finalista del prestigioso premio Anagrama de Ensayo

ENSAYO LIBRERÍAS JORGE CARRIÓN (Anagrama - Madrid) El pasado 3 de abril resultó finalista del 41° premio Anagrama de Ensayo el trabajo de Jorge Carrión, Librerías. La obra acaba de publicarse y obviamente no pudo pasar inadvertida ante los ojos del autor de estas líneas, quien por esas casualidades de la vida se convirtió en un librero. El libro de Carrión traza un recorrido importante por la historia y la geografía de librerías independientes de los cinco continentes. Aporta datos, anécdotas y consideraciones del autor y de los principales protagonistas que desde estos particulares comer-

cios acompañaron la historia del pensamiento. Justamente, las librerías y en muchos casos quienes la dirigen, indudables agitadores culturales en todos los tiempos, acompañaron movimientos de ideas, acercaron, difundieron todo esto incluso a riesgo de sus propias vidas. La historia de las librerías en diferentes lugares del mundo tiene puntos en común con las que podríamos relatar los libreros independientes de estas latitudes. Indudablemente, Sylvia Beach, quien fuera propietaria de un ícono de este viaje como la célebre Shakespeare and Company, ocupa un lugar de privilegio en esta historia, al haber sido la primera editora del Ulises, de Joyce, y facilitadora de un movimiento que iluminó desde Francia al resto del mundo. Esto no

“Una librería -dice Walter Benjamin en El libro de los pasajes- pone manuales sobre el amor junto a estampitas de colores”, cita Kostzer. impide que el texto reproduzca los consejos del decálogo del librero de Romano Montrori, quien entre otras cosas aconseja cómo quitar el polvo a los libros para que de paso se memorice el lugar donde están. La figura del librero independiente se reivindica permanentemente en el texto. Son quienes agitan esas letras quietas, las expanden, interactúan con lectores que terminan dándoles el movimiento. Configuran un espacio,

un “lugar” que se distingue notoriamente del “no-lugar” definido por Marc Auge y que hoy se presentan como las llamadas cadenas de librerías. “Intento tratar a los libros como ellos me tratan a mí, es decir, de hombre a hombre. Los libros son personas, o no son nada. […] En cuanto se quiere encontrar una utilidad utilitaria a la literatura se la ve languidecer, encogerse y perecer. Una librería es ese lugar gratuito y perfecto que

no puede servir para nada”, manifiesta Claude Roy en El amante de las librerías.

Identidad específica Las librerías independientes demarcan una identidad específica. Cada librero se la imprime a fuego y los lectores la conocen perfectamente. El librero es un cómplice indispensable del lector habitué, miembro a la vez de este particular club en el que sus preferencias constituyen un requisito de admisión que permanentemente evoluciona. “Una librería -dice Walter Benjamín en El libro de los pasajespone manuales sobre el amor junto a estampitas de colores; hace cabalgar a Napoleón en Marengo junto a las memorias de una doncella de cámara y, entre un libro de sueños y otro de cocina, hace marchar a antiguos in-

gleses por los caminos anchos y estrechos del Evangelio”. Cada librería condensa el mundo y el mundo todo lo contiene, justamente como las librerías que pueden abarcar esa infinitud que constituye el pensamiento humano. El lector/cliente incluso maneja un lenguaje propio con respecto a los resultados de sus incursiones entre anaqueles y así contará que “consiguió” tal o cual obra haciendo gala de esa extraña proeza que constituye una visita a una librería. En un momento en que el mundo se desdibuja constantemente y en que las formas de comunicación varían y alteran los usos y costumbres, las librerías independientes, que exhiben una larga tradición, aún tienen mucho para decir y para dar. © LA GACETA

MARIO KOSTZER ◆ TRAFICOVISUAL.COM

E N T R E V I S TA A J O R G E C A R R I Ó N

“Todos los grandes dictadores fueron amantes de las librerías” En Librerías, el escritor español nos propone un recorrido particular para mirar los libros que albergan, los lectores que las visitan y las ciudades en las que están emplazadas con una nueva mirada. Una invitación a conocer la historia y la geografía de librerías de cinco continentes. Reflexiona también sobre las formas de control de la lectura, el librero como raro actor y las librerías como espacios de agitación.

PERFIL Jorge Carrión nació en Tarragona (España) en 1976. Es doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, donde da clases de literatura contemporánea y de escritura creativa. Es colaborador de distintas publicaciones españolas y latinoamericanas. Es autor de una decena de libros. Librerías es el más reciente.

Por Fabián Soberón

PARA LA GACETA - TUCUMÁN - Tu libro mezcla la crónica de viaje con la crítica cultural bajo la forma del ensayo. ¿Por qué optaste por este registro? Quiero decir, por este cruce. - Porque se trataba de hablar de librerías, sí, pero sobre todo de mis librerías, porque el fenómeno es infinito y yo sólo he estado en algunas de ellas, quién sabe si las más significativas, pero no en todas. El género híbrido me daba la oportunidad de provocar en el lector las ganas de que él complete el libro con sus propias historias y experiencias. - En tu libro decís que el librero es una especie de lector artesano. Con la proliferación de las cadenas multinacionales, ¿se están perdiendo los lectores artesanos? - Yo creo que el lector va por dentro. Hay libreros artesanales en cualquier lugar, también en las grandes superficies. Y hay malos libreros que trabajan en librerías literarias y de prestigio. - Hacer un recorrido por las librerías de distintos países es una manera de dibujar el mapa de algunas ciudades arquetípicas, como París y San Francisco. ¿Podrías hablar sobre esto? - La librería es un observatorio privilegiado: desde ella observo la ciudad en que se encuentra, la historia literaria, los propios libros, la historia contemporánea,

todo aquello que me parece pertinente, en esa lógica ilógica, muy digresiva, que marca el ritmo del ensayo. - El libro plantea varias “series” en sus páginas. Una de esas series es la de Cortázar, Borges, Bolaño. Hay ahí un canon o al menos un posible orden de lecturas. El libro funciona como una librería personal y, también, es una especie de guía con una función pública para un no iniciado. - En efecto, propongo series de lectura. Como Borges, Cortázar, Bolaño, pero también como Cortázar y Burroughs, o como la de autores con libros prohibidos o censurados. Hay mucha crítica literaria, porque vengo de ese terreno, pero atravieso constantemente sus fronteras, para entrar en la crítica arquitectónica, en la crítica social o política, etc. - Me ha interesado especialmente tu consideración sobre cómo las librerías pueden convertirse en fetiches, en marcadores de valoración. A la vez, decís que a veces no consideramos lo suficiente el carácter material, mercantil, que tiene la literatura. ¿Podrías hablar de este carácter doble? - El libro acaba con una cita de David Markson en que se insiste sobre el carácter material de la cultura. Finalmente, no leemos ideas o proyectos, sino libros,

RESCATE. “El librero se ha caracterizado por la modestia. Llegó el momento de reivindicarlo”, propone Carrión. cuadros, películas. Todos ellos, de un modo u otro, están en los circuitos de la industria cultural, como la propia librería. Trato de pensar esas cuestiones. Pensar al lector como un cuerpo, en comunicación con otros cuerpos, como el del librero. - “(Los nazis) eran también estudiosos de la cultura, escritores, grandes lectores…: amantes de las librerías”, afirmás. Juan Cristobal Peña cuenta la historia de Pinochet como lector y bibliófilo. ¿Qué relaciones hay entre lectura y fascismo? ¿Hay una ética de la lectura? - Todos los grandes dictadores fueron amantes de las librerías y de las bibliotecas en su juventud. Mao, de hecho, fue librero. A partir de esa constatación, trato de reflexionar sobre las formas de control de la lectura y sobre el censor como lector extremo. Éticas perversas de la lectura política. - “Robar o comprar (libros) o que te los regalen significa poseerlos… Para un lector sistemático la configuración de su biblioteca puede leerse como un paralelismo de su construcción como

persona”. Es decir, la compra y el robo de libros como una novela de iniciación o como una novela de aprendizaje… - Me han dicho que Librerías es una novela de formación. De hecho, todos mis libros lo son de un modo u otro. Hablo de Bolaño y de Lezama Lima, de cómo aúnan pasión y sexualidad adolescentes con libros y librerías. Hasta mi generación, al menos, se trata de ritos de paso que la literatura ha tenido a bien elaborar... - En tu libro aparecen dos tradiciones: la librería como lugar de agitación o renovación de la literatura y los gobiernos o grupos políticos que han censurado las librerías, que han quemado o que han prohibido libros o librerías... - La quema de libros es muy conocida, pero no lo es tanto la del ataque a la librería como atentado terrorista o como protesta política. Tenemos casos tan diferentes como el de las librerías que fueron atacadas a causa de Los versos satánicos o las librerías vascas o navarras que también fueron quemadas por el conflicto nacionalista. Mi libro tiene una ambición poliédrica, aunque limitada, y trata de abordar el mayor

número posible de fenómenos vinculados con las librerías. También este. - Has hecho consideraciones sobre el librero como un actor raro. Cito: “¿No será esa rareza la que ha motivado la ausencia de genealogías?” ¿Podrías ampliar esta idea? - El librero se ha caracterizado por la modestia. Tal vez ha llegado el momento de reivindicar su figura y su historia. Ojalá mi libro sirva para que haya quien se decida a contar otras, muchas, historias de librerías. - Te referís a la nueva biblioteca de Alejandría como “el eco sin fuerza del grito original” y hablás de la antigua Biblioteca de Alejandría como algo inalcanzable, como una forma de la utopía. - Los mitos son poderosos, pero también son problemáticos, porque se convierten en eclipses. La Shakespeare and Company de Whitman es la librería más famosa del mundo, pero no es la mejor. Trato de narrar otros espacios, de reivindicar otras librerías, para que las más célebres no tapen el brillo de las mejores. © LA GACETA

Batallas, aventuras, soledad, fango y balas, pero sin romanticismo NOVELA LOS MUERTOS DE NUESTRAS GUERRAS FEDERICO LORENZ (Tusquets - Buenos Aires) Corre el año 1920 y un fotógrafo llamado Bawtree es enviado a documentar la triste empresa de exhumar cadáveres de los caídos en la Primera Guerra para devolverlos a su reposo final. La misión consiste en recuperar los cuerpos de soldados británicos del campo de batalla en Flandes, identificarlos, y luego repatriarlos para el entierro del Soldado Desconocido en Londres. Los familiares de esos muertos, y el país entero, esperan por esos cuerpos para ce-

lebra la ceremonia en honor de los caídos. El hombre encargado de esa dura tarea es el capitán Llwyfen, quien es galés pero ha nacido en la Patagonia. Es un hombre misterioso que durante el desarrollo de la historia, va recordando sus años en Argentina y sus vivencias en la guerra. Se las va contando a Bawtree, con seriedad, con cierta mezquindad que hace más interesantes y más verosímiles los relatos. Esas anécdotas de batallas, de conflictos entre compañeros asolados por la muerte, de aventuras en sucias tabernas, de soledades entre la niebla, el fango y las balas, constituyen el hilo narrativo más importante en la novela. Llwyfen recuerda, y con sus recuerdos el lector revive los variados y terri-

bles hechos de la guerra. Entonces Llwyfen mira como quien mirara por un lente, un lente gélido, despojado de asombro, hacia el pasado. Allí se entremezclan el absurdo, el horror, los distintos colores de la guerra con la tranquila vida en la Patagonia. Así, en la tirante relación entre el capitán Llwyfen y Bawtree acontece una especie de aventura hermenéutica de la Gran Guerra.

Blanco y negro No es un libro de fácil lectura. Es solemne y grave, plagado de escenarios fúnebres y de escenas procaces, de desesperanza, de muertos, de cadáveres, de paisajes fangosos y destrozados por el paso de la muerte y la miseria. Aunque no está escrito con sentimentalismo, con romanticismo, es un libro po-

co agradable para quien busca en los libros algo de vida, de esperanza. La prosa es, coherente con la profesión del autor, la de un historiador: siempre correcta, descriptiva, técnica, abunda en precisiones cuya eficiencia no es discutible pero tampoco apasionante. En la cubierta del libro hay una fotografía en blanco y negro, se llama Field of mud y la tomó en 1917 W. Rider-Rider. En ella se ve un soldado que camina solo en el lodazal de lo que ha sido un campo de batalla. Esa fotografía en blanco y negro, con sus pocos tonos grises, resulta, al cabo de la lectura, una cabal alegoría de aquello que deviene en las páginas de la novela. © LA GACETA

CÉSAR DI PRIMIO ◆

OPINION22.COM.AR

SIN SENTIMENTALISMOS. Lorenz presenta escenarios de desesperanza.


4

LA GACETA

LITERARIA DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2013

ENTREVISTA A ALAN PAULS

“Me molesta la cobardía de la clase media”

DIARIO.LATERCERA.COM

Fue calificado por Roberto Bolaño como uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos. Este año publicó Historia del dinero, novela que cierra la trilogía que empezó con

Historia del llanto y que siguió con Historia del pelo. En esta entrevista se refiere a la doble moral de la clase media, marcada por el deseo de mantener privilegios y el discurso de no tenerlos. También habla sobre sus comienzos, sus rutinas de escritura y el cine argentino lan estaba sofocado; en 1979, cuando se anotó en la carrera de Letras, a los 20, se sentía aislado. Hacía ya tres años que formaba parte de grupos de estudios, como el de la escritora cordobesa Josefina Ludmer, y muchos más que escribía. Pero no tenía vida social. Entonces, pensó que la universidad sería un buen lugar para conseguir amigos. Así fue: sus maestros y sus compañeros de esa época siguen en su vida. De chiquito intentó ser poeta y también pintor, pero se dio cuenta que no era muy bueno; hoy, con 54 años, Alan Pauls es escritor, crítico literario, periodista, profesor, guionista de cine y también actor, aunque de eso mucho no hable. Su primer libro fue El pudor del pornógrafo, de 1984. Le siguieron Manuel Puig, La traición de Rita Hayworth, Wasabi, El factor Borges, El pasado (novela con la que ganó el Premio Herralde 2003), y La vida descalzo, entro otros. Además, presenta películas en el ciclo Primer Plano del canal I-Sat, es fanático de la serie Breaking Bad y fue descripto por el autor chileno Roberto Bolaño, quien le dedicó un capítulo de su libro El gaucho insufrible, como “uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos”. Durante esta charla, Alan va a tener frío, va a mirar por la ventana de un café de Buenos Aires, va a tomar agua con gas y va a hablar con oraciones largas, repletas de subordinadas (como cuando escribe), con pausas.

A

- Este año publicaste Historia del dinero, última novela de la trilogía que arrancó con Historia del llanto. ¿Qué buscaste contar en estas historias? - Yo quería hablar de una clase, la clase media, que está tironeada por pulsiones, deseos, ambiciones contradictorias, porque muchas veces no se corresponden con sus fantasías políticas. Es un drama; es la única clase que funciona como desgarrada; hay una relación más difícil con la identidad que en la aristocracia o el proletariado. La clase media está muy marcada por la insatisfacción: es la única que habla mal de sí misma. A mí me molesta su cobardía, su doble moral, ese deseo de mantener privilegios y el discurso de no tenerlos. Y me interesaba hablar de eso, por ejemplo la problemática del dinero tal como la experimenta esta clase, que está siempre aterrada por la posibilidad de perderlo;

Por Por Dolores Caviglia

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES me interesa el vértigo de lo que pueden perder. - Comenzaste a escribir la trilogía hace más de siete años, ¿cómo fue el proceso de escritura? ¿Modificaste muchas cosas en tu cabeza desde ese arranque? - Tenía la idea de que fueran tres novelas cortas, que cada una girara en torno a un elemento, que fueron llanto, pelo y dinero. Sabía que iba a orbitar alrededor de los años 70 y tenía algunas reglas formales que quería respetar: la tercera persona, el presente como tiempo de la narración, la estructura temporal de rebote, de vaivén. Eso se mantuvo; pero no tenía ni idea de cómo iban a ser las historias, no sabía qué era lo que iban a contar. - ¿Cuál es el vínculo que tenés vos con estos tres elementos? - Bueno, son tres cosas que a todos nos resuenan, nos hacen eco. Decís pelo y hay una constelación de ideas, imágenes, problemas que aparecen; lo mismo pasa con el llanto y el dinero. Los acontecimientos que cuentan las novelas son muy íntimos, son acontecimientos de la percepción, de la memoria. Las tres novelas reconstruyen para mí la formación

“La clase media está marcada por la insatisfacción: es la única que habla mal de sí misma”, describe el autor de El pudor del pornógrafo. de una sensibilidad en los años 70 de la Argentina; de la clase media, desgarrada, sentimental, disconforme. Yo soy una pieza que flota en ese caldo. Además, toda la gente que tiene pelo tiene miedo de perderlo, yo lo tengo. Con el llanto es distinto, tengo épocas, es estacional. En general lo que me puede hacer llorar es ver a alguien solo con su padecimiento. Hay una escena en la película Paris, Texas, de Wim Wenders, en la que el protagonista cruza un puente y pasa al lado de un loco que les grita a los autos que pasan; eso me hace llorar, cada vez que la veo: la escena de una persona atrapada en un soliloquio sufriente. Después, el dinero me preocupa como a todo el mun-

do. Pero cuando fui padre me di cuenta que es cierto eso de que los niños vienen con pan bajo el brazo, porque pude entender que la preocupación previa respecto al dinero es falsa. Los chicos reformulan las prioridades, lo que antes era objeto de preocupación se vuelve insignificante después de parir: es una experiencia que reduce el problema del dinero a su proporción justa. - ¿Qué te pasa cada vez que terminás un libro? - Soy muy exigente conmigo, supongo que todos los que escriben tienen un nivel de exigencia alto. No creo que nadie pueda escribir por inspiración, y si así lo hace luego tiene que corregir, reescribir, y ahí sí aparece el control, la reflexión. Y cada vez que pongo el punto final me digo: “Esto es lo mejor que pude hacer”. Siempre hay otros libros para escribir mejor, para corregir uno ya terminado. Y nunca me leo tiempo después. Me parece que hay muchas cosas más interesantes que hacer o leer. - ¿Tenés alguna rutina a la hora de escribir? - Suelo dar vueltas alrededor de lo que estoy trabajando todos los días. Antes, cuando trabajaba en Página/12 tenía la vida dividida: escribía por la mañana y a la tarde iba a la redacción. Pero cuando dejé el diario me las empecé a ingeniar con el tiempo. En general estoy trabajando en la computadora seis o siete horas por día, no siempre escribiendo, claro, pero con escribir dos o tres horas me alcanza. Mucho más no me da físicamente, me canso mucho y me quedo viendo cosas periféricas. También pierdo mucho el tiempo pero siempre alrededor de lo que estoy haciendo: veo películas, navego en internet, derivo, me gusta mucho derivar. Hay momentos también en los que me siento trabado, que no puedo seguir, entonces salgo, hago algo físico, cambio de actividad, me gusta mucho andar en bici, caminar, pegarme una ducha. Y no sé si cuando estoy escribiendo me logro desconectar del todo, depende el momento. Hay veces en que estoy en trance total, me resulta difícil desenchufar; y hay otras en que me siento como en un laburo de oficina: me desconecto a las horas y no pienso en eso para nada. - ¿Cómo fueron tus comienzos con la literatura? ¿Cuándo te diste cuenta que querías ser escritor?

LA CLAVE. “Nunca me leo tiempo después -confiesa Pauls-. Me parece que hay muchas cosas más interesantes que hacer o leer”. - Yo empecé a escribir cuentos cuando tenía 12 o 13 años; eran historias de ciencia ficción copiadas de Ray Bradbury. Fue mi madre quien conservó mis primeros escritos; se ve que ya había reconocido un potencial en mí. Pero a la literatura llegué a través de las historietas, que fueron lo primero que leí: desde El Eternauta hasta Condorito. Y por Jorge Panesi, mi profesor del colegio, quien me alfabetizó en términos críticos, me lavó el cerebro. Yo aprendí a leer con él y con el relato de Cortázar Las babas del diablo. Ahí empezó todo para mí, fue como el Big Bang, y él fue el corruptor.

neastas buenos no podían filmar y se fueron a las escuelas de cine. Eso fue un gran milagro, porque formaron gente que sí pudo hacer cine y eso revolucionó todo. Hoy conozco al menos 10 cineastas que hacen películas geniales, incluso después de 15 años de hacer films: Rodrigo Moreno, Lisandro Alonso. Gente muy buena y que está en actividad; son tipos que dicen “la cosa puede que vaya por acá”. Hay que escucharlos incluso cuando se equivocan. La industria siempre tendió a eliminar a la gente rara y es justamente la gente rara la que le da ideas a la industria. Me gusta este nuevo cine argentino enfermo.

- ¿Qué rol ocupa el cine en tu vida? - Soy muy defensor del nuevo cine argentino, pero un defensor viejo. Me parece una especie que debe ser protegida, que está amenazada. Pienso en el pasado, en las épocas más tristes audiovisuales de mi generación, donde había gente que no podía ir a ver cine argentino sin avergonzarse. Fueron los años 80 y 90, la época de La historia oficial, de El exilio de Gardel, cuando los ci-

- En la actualidad, ¿en qué estás trabajando? - Estoy escribiendo un libro que es justamente un ensayo biográfico sobre Raúl Ruiz, un cineasta chileno. Asumo que a fin de año o a principios de 2014 ya estará publicado. Además, estoy empezando con una novela, pero como dicen los obstetras: “Es un botón embrionario todavía”. © LA GACETA

Fragmento de 22/11/63 Karen Carlin y el asesinato* ... Viene de la página I. No sólo una nota a pie de página de la historia, sino la nota de una nota. Y aun así… Jack Ruby tenía un local de striptease en Dallas llamado el Carousel Club, Carlin, cuyo nom du burlesque era Little Lynn, bailaba allí. La noche que siguió al asesinato de Kennedy, Ruby recibió una llamada de la señorita Carlin, a la que le faltaban 25 dólares para el alquiler de diciembre y necesitaba desesperadamente un préstamo para que no la echaran a la calle. ¿La ayudaría? Jack Ruby, que tenía otras cosas en la cabeza, le dedicó lo más florido de su vocabulario (a decir verdad, era el único vocabulario que Jack el Chisposo de Dallas parecía tener). Le consternaba que hubiesen asesinado al presidente al que reverenciaba en su ciudad natal, y habló en repetidas ocasiones con amigos y parientes sobre lo terrible que era aquello para

la señora Kennedy y sus hijos. Ruby se ponía malo al pensar que Jackie debía regresar a Dallas para el juicio de Oswald. La viuda se convertiría en un espectáculo nacional, decía. Usarían su dolor para vender prensa amarilla. A menos, por supuesto, que Lee Oswald sufriese un ataque agudo de matarile. Todos los agentes del Departamento de Policía de Dallas conocían a Jack al menos de vista. El y su “esposa” -era como llamaba a su pequeña dachshund, Shebaeran visitantes frecuentes de la comisaría. Repartía entradas gratis a sus clubes y, cuando los polis aparecían en ellos, les invitaba copas. De modo que nadie le prestó especial atención cuando se presentó en la comisaría el sábado 23 de noviembre. Cuando hicieron desfilar a Oswald por delante de la prensa, proclamando su inocencia y luciendo un ojo morado, Ruby estaba presente. Llevaba una pistola (sí, otra 38, en esa ocasión una Colt Cobra) y tenía toda la intención de disparar a Os-

SURFTOFIND.COM

wald con ella. Pero la sala estaba abarrotada; Ruby se vio relegado al fondo y Oswald se libró. De modo que Jack Ruby lo dejó correr. A última hora de la mañana del domingo, fue a la oficina de la Western Union que había a una manzana o así del Departamento de Policía de Dallas y mandó a “Little Lynn” un giro postal de 25 dólares. Después se acercó dando un paseo a la comisaría. Presuponía que Oswald ya había sido trasladado a la Cárcel del Condado de Dallas, y le sorprendió ver a una multitud reunida delante del edificio. Había periodistas, furgonetas de las noticias y los curiosos de costumbre. El traslado no había cumplido el calendario previsto. Ruby llevaba su pistola, y se abrió paso hasta el garage de la policía. Allí no tuvo ningún problema. Algún que otro poli hasta lo saludó, y Ruby correspondió al saludo. Oswald seguía en el piso de arriba. En el último momento había pedido a sus carceleros si podía ponerse un jersey,

porque su camisa tenía un agujero. El desvío para recoger el jersey duró menos de tres minutos, pero fueron suficientes; la vida cambia en un instante. Ruby disparó a Oswald en el abdomen. Mientras un montón de policías aterrizaban encima de Jack el Chisposo, este consiguió chillar: - ¡Eh, chicos, soy Jack Ruby! ¡Todos me conocéis! El magnicida murió en el hospital Parkland al cabo de poco, sin realizar ninguna declaración. Gracias a una bailarina de striptease que necesitaba 25 pavos y a un fanfarrón de pacotilla que quería ponerse un jersey, Oswald no fue juzgado nunca por su crimen y nunca dispuso de una oportunidad real de confesar. Su declaración final sobre su participación en los acontecimientos del 22/11/63 fue: “Soy un cabeza de turco”. Los consiguientes debates sobre si había dicho o no la verdad no han cesado nunca. * Editorial Plaza & Janés

FICHADO. Jack Ruby asesinó a Oswald y con ello frustró un juicio y una confesión.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.