Cuaderno 37 / Marzo - abril 2018
:Memoria
de mis dĂas
Norma Quintana
CUADERNO 37 / Memoria de mis días DIRECTORA
Zita Finol COORDINADOR EDITORIAL
Nicolás Durán de la Sierra EDITOR
Agustín Labrada Aguilera DISEÑO
Arnaldo Blanco Leal RELACIONES PÚBLICAS
Flor Tapia Pastrana CONSEJO EDITORIAL
Jorge Polanco Zapata Juan Carlos Arriaga-Rodríguez Juan José Morales Agustín Labrada Aguilera Pricila Sosa Ferreira www.gacetadelpensamiento.com
Norma Quintana Padrón Gaceta del Pensamiento ISBN-13: 978-1717017826 ISBN-10: 1717017827 Gaceta del pensamiento es una revista de carácter cultural que aparece los primeros días de cada mes con un tiraje de 3000 ejemplares. Editor responsable: Nicolás Durán González. Se distribuye en todos los municipios del estado de Quintana Roo y la Ciudad de México Certificado de Licitud y Contenido de la Comisión de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación en trámite. Certificado de reserva de derechos de uso exclusivo del título expedido por el Instituto Nacional de Derechos de Autor en trámite.
Memoria
de mis días Norma Quintana
Para Rosa Helena, in memoriam, porque me quedé debiéndole un poema.
Un aullido en medio de la noche Memoria de mis días acoge entre sus páginas poemas que escribió Norma Quintana en diferentes periodos de su vida, que encuentran unidad en el registro estilístico y los asuntos abordados desde el verso libre, con asombro y desgarramiento, en tonos intimistas. La familia, la nostalgia, los afectos múltiples, el amor y la muerte, algo de la historia y el paisaje que se incrusta en cada vivencia son algunos asuntos aquí tratados con discreto lirismo y uno que otro verso coloquial, no por ello menos dramático y cadencioso. El libro se fragmenta en las secciones “Cenizas”, “Por estos roces”, “En la espalda del viento”, “Capturas” y “De pólvora y jazmines” y, aunque en algunos puntos haya referencias históricas muy precisas, estos versos tienen un aire atemporal, cierta eternidad. En “Cenizas”, se da fe de las relaciones afectivas con sus dolores y sus pérdidas, el espacio donde afianzarse, la amenaza de la soledad. En “Por estos roces”, aparecen escenas eróticas; poemas de amor como realización y plenitud, como deseo febril, como recuerdos. En “La espalda del viento”, hay lugares vistos o soñados, un fragmento del mundo que cobra relevancia en la sublimación estética. El apartado “Capturas” está más próximo a la poesía japonesa. Son estrofas breves, casi tankas, donde se dibujan paisajes y emociones. Cierra el poemario con la parte “De pólvora y jazmines”, textos sobre mujeres de la Revolución mexicana, desde la desolación y la denuncia, desde la crítica de género y la certeza del patriotismo auténtico, desde la rabia, como un aullido en medio de la noche. Reflexiones y ensueños, descripción plástica y tropos muy sugerentes caracterizan a estos poemas, algunos de ellos publicados antes en los libros Éxodos (Editora, Abril, La Habana, 1991) y De pólvora y jazmines (Gaceta del Pensamiento, Cancún, 2014). Testimonio literario, Memoria de mis días resume muchas experiencias y una visión piadosa sobre la humanidad y sus infinitos desaciertos, a través de una lenguaje tensado y metafórico, con referencias de la cultura universal y dominio absoluto de la escritura.
Agustín Labrada 7
ARTE POÉTICA Como semilla henchida el verbo estalla en ríos de savia, eclipses, grietas por donde escapa el agua de sangrar lo incierto. La semilla es la otra agazapada, a punto de saltar, la que tiene un pie en las constelaciones. La otra me acecha desde las palabras conminándome a ser no mutilada, no rota, no un vacío absorto La escritura descifra los signos de la espera: soy la otra, me reconozco en ella sin cuerpo, lejana.
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CENIZAS
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LAS HERMANAS En el salón, conversamos las hermanas. Alguien nos puso a jugar en la penumbra, pero preferiríamos el patio con los gatos merodeando por sus muros. Así, cada una fabula su destino como un soplo imprevisto en la distancia
YA NO Ya no vivo en la casa, nadie me espera, no consuelo ni espero a nadie. Mis palabras no conjuran fantasmas nadie pregunta por mí. Es mortalmente simple.
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DISCURSO DEL SOLITARIO Miro en torno y todo se ha esfumado. Existe en el hogar apenas una chispa para oponer a esta avanzada del invierno. Los objetos no son sino sus ecos en el lugar donde un día cada uno se disputaba la luz de nuestros ojos. La familia es un vacío, una noción sin réplica. Ya no aguardamos el café de la tarde; todos faltan en cada rincón de nuestra casa. Aún no sé si es pena esta añoranza o tal vez la forma de estar viva. Ya que los amigos también se han marchado y todo amanece tan disperso, ¿por qué –me digo- no intentar un pájaro, o un nuevo fuego?
NEGRITA Negrita, amiga, regalo para evadir el dogal quemante de la ausencia, sombra dulce que a mis pies se duerme en las noches mortaja, en el patio sin grillos, en los días largos de esperar milagros. Tu imagen me observa, insistente y mansa, desde el recuerdo en donde habitas,
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en esta casa que alcé sin fundamentos. Hermanita suave del andar truncado que alguna vez guardaste mi alegría, duele lo mucho que olvidé quererte, mi compañera de ir quedando sola. Aún te percibo la mirada limpia clavada en mis ojos, y tu lengua caliente sobre mis manos.
FOTO DEL ESTÍO El sol en lontananza incendia el paisaje para luego morir. Escapa el día por la puerta trasera... Calor, calor en la espalda del viento, penumbra en la estancia quieta y mi gato fugitivo dormido, para siempre, sobre el sillón.
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PERSISTENCIA DE LA IMAGEN Convoca una imagen a regresar la finísima arena donde se deslíe el sueño que somos. Sombras en la niebla extienden sus brazos y apenas se rozan un breve segundo antes de esfumarse. Atrapar la imagen: recuperar, estremecidos, el instante alado; sentir, cremoso, el olor de la fruta; volver al sopor de los caminos, vagabundos del tiempo, esa barrera de polvo lunar. Trae, la fugitiva, repentinos escorzos de un mundo feliz, sonrisas y gestos, abrazos en el muelle de un puerto olvidado y vuelto a recordar al roce de una canción. Y en esa melodía, no sabemos cómo, regresa el yo que fuimos un día de agosto junto al mar: una piel transitada por el salitre, un canto lanzado contra las rocas, mientras, en oro encendido entre las nubes, goteaba el mediodía pájaros de un rojo sangriento.
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ROSTROS Los has observado. Ellos ocultan su máscara de angustia bajo un sol impío. Has entrado en ese dédalo a procurar tu senda, bien sabes que los pasos se diluyen en unos pocos caminos, pero eres el éxodo y lo aceptas con rara quietud. Estos seres pasan como en sueños -hay quien busca su grial en las trastiendas-, se afana el rebaño por esas calles, perseguidores del vacío, ademanes que se enfrentan al espejo, su imagen es devuelta en sucesiones y se pierde la mirada en un horror de repetidos rostros. Te vas reconociendo en esas mudas presencias. Por fin, sales de ti, esperas que la noche te devuelva a la realidad. Con el mundo en tu frente, avanzas.
LA VISITA Vendrá sin que lo oigas a desgranar tus preguntas, pero solo tiene una respuesta. Acecha la tiniebla, se adueña de tus pasos; como verdugo quiebra la piedad de tu equilibrio. No emplaces al destino,
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bien los sabes: no habrá reclamaciones, pues todo queda escrito, aún el azar, si la angustia más cierta envejece en tu garganta no te vuelvas: el visitante espera ese mal paso, traspié entre disoluciones cada vez más crueles, extraño suceder hacia el abismo.
MIÉRCOLES DE CENIZA En ceniza dormida transcurre la memoria, caminos donde hilo un cuerpo sobre el canto. En hielo tibio forja la coraza y la espada para guerrear en valles de jazmín y muerte. Improbables pájaros extravían su ruta, ceniza ardiente rueda a buscar el verso que incógnito se arrastra en el sueño del pez. Gris, y sedienta y augural ceniza se resiste y se cansa en el curso del río donde todo comienza.
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EN PESADUMBRE El viento se desliza, ronda las puertas sin ser escuchado. Canta su voz un sueño que trae desde lejos los rostros perdidos en los días del andar sin rumbo. La ciudad se rinde ante la luz, se agolpa bajo notas estridentes; la ciudad baila una danza para quienes no advirtieron los presagios. Junto al agua indecisa, el ser rezagado, en pesadumbre, acuna pedazos de su canción, descifra los hilos de la muerte.
UN HIJO Pienso un hijo entre fulgores, una sed sonámbula, un derrotero por donde pasas entre sombras y me miras, multiplicado a través de ese lago en el espejo. Vienes a mí vacío de forma a tocar el vientre de la noche, mis profundos miedos. Me acaricias y renazco, se estremece la tierra al compás de esa quimera, este abismo de amor que se mutila, y se cansa de llamar, y grita en sordina una tempestad sin horizonte. Caminos de ida son mis ganas de tropezar contigo: no hay retorno. El hijo de tu ausencia se acomoda y nace en el sismo de mis huesos.
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ESPLENDOR DE LA CAÍDA Como tránsito a ciegas, o caída, la soledad aproxima al infinito. A cada trecho el ángel va derramando jirones de luz, su propia savia, memoria dispersa, aves en fuga y leves flechas que tiritan al borde del olvido. Nada podrá salvarlo ya, ni siquiera aquel sueño donde rasgaba el silencio su canción delgada y vulnerable aventando a su paso gacelas raudas como peces y silfos de ojos presurosos. Festín de la sed, su rodar conduce a la desnudez de los desiertos. No hay gloria en esa pérdida, sólo lentas plumas que arrastran consigo lo pasado. Cae el ángel y llama a las puertas de una ciudad abandonada Luego…sólo el aire.
LA PUERTA No deseabas este silencio, acrecido en la congoja de tu abandono. Sólo pediste una cuerda, al menos una rama para descansar del viaje. Quien te negó su aliento tenía los ases de un juego despiadado. Algunos sueñan el arca, el roble,
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pero tú sólo querías una tregua, un pequeño espacio para olvidar que la obscenidad rebosa las miradas y hay como una guerra en cada torso. Aquí se jugaban tu razón, tu dolor; nada te fue ahorrado. Y ahora así quedas en medio del sobresalto, sin cuerda ni rama en donde apoyarte, sólo la neblina y tú llamando tristemente a la puerta.
MEMORIA DE MIS DÍAS Alto sería el resplandor si la noche despertara los labios que mustios dormitan en la esquina del beso; o a la mano que en rebeldía se alzara para cortar los frutos del hastío, la nostalgia. Melodía que se dispersa como asedio redentor de los olvidos, el silencio es un lujo y una lanza y el corazón se agobia, sentencioso. Guarda ese eco tú, memoria de mis días, dame la claridad para entenderlo, deja que el pecho hollado por los ritos de una pasión deshecha en vastedades de piedra y arena, sorda a mis desvelos, desate sus amarras,
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deja estrechar contra mi niebla ese esplendente pájaro de luna. Dolor, dolor entre mis días repartido con el ojo del silencio prendido a tu horizonte, como un sol moribundo. deja de hacer tu voluntad y dame espacio para el vuelo
MITOLÓGICAS Ariadna Para Nicolás Durán, por aquello de los laberintos Cuando Ariadna puso el hilo en las manos de Teseo, un pájaro perdió su rumbo en la estepa, grito colgado del silencio como un arco de angustia. -Yo, Ariadna, he regalado mi ovillo y heme aquí al filo de la duda, pues el hombre que me alzó al infinito en una noche vaga ahora por oscuros pasadizos en pos de un imposible. Yo, Ariadna, confundí su camino, sus designios. En vano clamará por la revancha: el Minotauro soy yo. 19
EL MAR Y LAS ISLAS (Circe pregunta por Odiseo)
El mar y las islas saben de mi vida. Yo anduve por esas costas dibujando tu rostro, fatigaba los caminos con mi única pregunta: ¿A dónde fuiste, amor, con esta lluvia y esa sombra que va creciendo hacia los montes? Pero nadie podía responderme. Los hombres ignoran el curso de los vientos, el trazo de la gaviota contra el aire de una playa tan azul que no la nombro. Mi planta extravió las madrugadas, enmudecí de frío bajo los astros. No hubo guía y mi afán sólo me llevaba hacia tu ausencia. Qué desamparo, qué sola estuve cuando hube olvidado hasta mi cuerpo y tú eras la espuma o las arenas. No dejaste otra señal para encontrarte que el contraluz de un varón ante mi puerta y un paisaje dorándose a lo lejos, codicioso de tus pies como una amante.
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HELENA EN LAS MURALLAS DE ILIÓN Esta ciudad se hunde, ya no hay techos, ni puertas, ni hogares encendidos. La intemperie avanza a paso torvo hincando su vacío en mis recuerdos. Yo tenía un haz de verdades; vi a los insignes muertos enterrados y las glorias pasar. Quién sabe a dónde fueron las altas moradas tanto esplendor –trono ilusorio-. Yo también entoné himnos sagrados, acepté mi destino; pero lo peor fue el silencio y las palabras prestadas en mi lengua y la sonrisa que dibujaron en mi rostro para ser la reina guardada allí tras los cetros y las frases vetustas… la reina de humo. Bien valía la pena el juicio de las diosas, la manzana, Paris, su cuerpo dorado. Pero eso ya no importa: Un penacho de fuego asuela la llanura y yo estoy sobre esta piedra preguntándome: ¿A qué vine?
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POR ESTOS ROCES…
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SOMBRAS CHINESCAS Semipenumbra en la estación del sueño… recuerda, piel, que has sido acariciada. Descifraron en ti la ruta del deseo unos labios parecidos al musgo. Fue llama y claridad y acordes en clave de batalla el tejido escandaloso de los cuerpos; ¡tanto ardiste y tan desmayada quedó de los amantes la sombra en la pared!
POR ESTOS ROCES Vale la pena vivir por estos roces, por el minuto suspenso en el delirio por este orbe rumoroso de espigas. A tu pies sin conciencia y sin otra vereda que tus ingles, borradas las historias, los documentos, las voces que afuera pregonan su miseria. Por una bocanada de tu cuerpo vale la pena.
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DOS EN EL ESPEJO Hoy todavía es posible desatar las olas. Agitemos, pues, este légamo, abaniquemos el aire con susurros, hagamos saltar dragones desde el fondo. Busca la hembra temblorosa que soy en el espejo donde te miro, transfigurado, girar lentamente las caderas alejando el momento, eternizando mi gesto suplicante mientras pido más y ruego al cielo que no acabe tu expresión de animal desbocado entre mis piernas.
EN EL SUEÑO No es tu piel sino el tacto, imagen en mis labios; olor en la memoria de mis huesos al que sigo por instinto. No son tus dientes sino la huella de tus dientes en la ansiedad fugitiva de mis senos, no son tus ojos sino el rastro de tus ojos en mi cuerpo, en el sismo que es mi cuerpo. No somos aquí los dos -asidos a ese grito sin rostro ni destinosino tensión y paz en un instante lúcido. No somos aquí sino en el sueño en donde entras una y otra vez en mí, tu casa, y yo veo cómo mueres de vida poco a poco. 24
METAMORFOSIS Como si fuera un mantra murmuro las letras de tu nombre, las bordo en el aire de mi casa. En este hogar donde nada te recuerda, he dejado tu nombre sobre el trazo de luz de las ventanas. Porque tu nombre es un cirio que se esfuma, y es el trillo de tus manos en mi espalda procurando temblorosas mis caderas; tu nombre, que en otras vidas por otros vientos fuera levantado, en la piel de mis vuelos se deja acariciar y se aquieta. Las siete mariposas de tu nombre nacen entre mis libros y florecen mientras llegas a recogerlas y las tiendes sobre mĂ como se tiende el mar sobre la playa.
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SEMEJANZA Una mujer sola es un violín sin arco. Su cuerpo fluye hacia adentro con la lentitud de una plegaria. Arde en el vacío y no hay mano que la apague, ni lengua que se ofrezca a saciar su sed. Tormenta sujeta en un puño, brama y nadie la escucha. Lava en sordina, mujer sin hombre y sin nombre, sola en el páramo blanco donde toca, culpable, su sexo esperando siempre con los ojos turbios la embestida que se hurta. Nadie deja en ella un olor, ni una sonrisa, y su piel disuelta en velos se apaga como un candil antiguo.
INSTANTÁNEA Atrapo una imagen entre sueños: Tú, fijos los ojos en mi boca, fijas tus manos en mi pecho. Yo, fija en tu respiración como una paloma, deshojada de amor, hirviendo en hielo. Fija en tu deseo, yo, clavada en tu mirada como una mariposa en el alfiler de un entomólogo.
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SUFICIENTE Bastará la luz de la abierta ventana para que grabes, dentro de tus sentidos, su desnudez dormida. ........................ Yo nada tomé de aquel momento leve cuando me alejé. Robar esa placidez era casi profano.
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EN LA ESPALDA DEL VIENTO
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RETRATO DE MUJER SIN SOMBRERO Una mujer se ha perdido, conocer el delirio y el polvo... (Silvio Rodríguez) Esa mujer que lentamente sueña, junto a la orilla pálida del mar, ya gritó su dolor hasta romper en pedazos la marea. Ahora, podría simplemente echar a rodar sus deseos o lanzar sus entrañas a la noche; pero se queda inmóvil, sin alma y sin retrato, contemplando el hervor de las aguas cuando en ellas entra el sol. A veces se queda flotando y a tientas descubre el olor de la noche. A veces vacila y la derriban, pero el golpe ya no la estremece, porque nada duele de verdad en estos tiempos. Ella es piedra en la onda y espada en las manos del arcángel, apenas recodo en el curso del río, daguerrotipo de hembra sin sombrero y desnuda, tropel de mariposas, sirena que canta en la noche de barcos y guitarras. Nada en ella anuncia los ciclones, pero llegan puntuales, como ciertos trenes, y desquician la imagen dibujada transformando en reclamo la paciencia. Nada escogió y todo le fue dado en graciosos dones de alquiler.
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Y así va trasegando incertidumbres como quien espera una noticia y la noticia no llega nunca. Tal vez sería más fácil si no hubiera perdido el rumbo, si no tuviera esa conciencia de los pájaros que anidan sin ayuda, de su propia soledad desenfrenada. Y sería como abrir una puerta o como tener hambre y cortar una fruta sin miedo a la serpiente ni al castigo. Quizás haya llegado la hora de decidir en qué parte de la historia aparece diciendo: no, no era así como quería, como planeaba estar sobre la tierra.
PARÍS EN LA NOSTALGIA Aunque nunca hayas ido a París, vives en sus sueños. Hermosos jóvenes con chaquetas de mezclilla besan a su muchacha de largos cabellos rubios frente al café Le Metro y sienten que alguien inadvertidamente los ha mirado sonriendo. Mientras, en una pequeña ciudad sofocada por el calor de junio, observas en la pared la foto que por tantos años fue el París
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de tu nostalgia. Pero ya no eres tú sino una niña con hambre de mundo y un viejo disco de acetato entre las manos. Ahí París ya no es el cancel art nouveau en la entrada del metro, sino un parque con farolas y una pareja que baila mirándose a los ojos entre las hojas amarillas. Hojas del otoño en París, hojas que cubren la ciudad, hojas desquiciadas por el viento de un ciclón en este verano del trópico; llevadas por las avenidas de un lado a otro del mundo, con muchachas y muchachos que se enamoran a la entrada de los metros y parejas que giran lentamente al son del concierto del otoño. Hojas de todos los temporales y todas las latitudes son tu vida desperdigada y rota, transida de nostalgia por las ciudades apenas entrevistas en una foto, o en la carátula de un disco. Hojas que revientan en bandadas de pájaros espantados por los ciclones; aves que se van a París para cantarle, junto al cancel art nouveau del metro, la canción del otoño a los enamorados.
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SUEÑO DE ESPUMA Y AGUA Para Isabel, que encontró la luz Duerme una siesta de techos rojos sobre las faldas de sus colinas. Cuesta abajo se pierde por las calles de Alfama, prendida al olor del pan y las castañas. Flota con un temblor de agua demorada, se aferra a los pasos con el empecinamiento de las piedras. Difícil es hallar el tono para nombrar su eco en la memoria, pero sabemos que huele a pastelillos calientes, a viejos amores recobrados. Canoa que nunca retorna al muelle, visión de luces y barcos multiplicados en el trasiego cristalino del estuario, hogar anclado en el espacio gris de la añoranza. Se va como llega, melancólica, entonando su canción de espuma y cuerdas fracturadas que habla de amor y olvido. Lisboa, gaviota, azulejo donde habitan historias de santos y poetas, dice adiós como un puente interminable hacia la orilla opuesta, cada vez más lejana, mientras el manto perezoso del Tejo se sumerge, indiferente, en el sueño del mar.
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RONDA Esta noche iremos a cantar al puerto, todos en procesión como niños dormidos. Vamos, que el agua espera con su temblor de escamas a la sombra del muro que la ciñe de bruma. Vámonos en la nube que distraída flota sobre el filo de un sueño. Vamos al mar esta noche con las luces de Casablanca, rientes a lo lejos, y el gran Cristo de brazos abiertos tan blanco y tan solo. Regresemos ya, todos los que el viento empujó y abracémonos más allá de la fuga, más allá de esta ausencia que en la ausencia se quema. Lleguemos al mar y curémonos de todos los espantos.
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DESENCUENTROS CORRIENTE DEL GOLFO El cansancio del mar viaja en la espuma que deshace el viento y sucumbe en la arena. En la playa, como mariposa pintada sobre una cometa de papel de china, vuelo a contraluz. Trazo en papel iluminado, soy la que nadie toca por temor a romperla. Mírame ahora que diciembre no pone agujas de hielo entre mis manos. Este sabor a claustro, este olor a caminos transitados, es cuanto puedo acercar a tus canciones, y no tienen de mar sino la sed. En mí se esfumarán pronto los avisos, se eclipsará el diamante y la gloriosa transparencia de flamear los labios con la piel. Tócame cuando aún tengo senderos que estallan en las olas y golondrinas para emigrar hacia la noche. Tómame así, parecida a un naufragio. Repara en mí que a la deriva floto y la corriente de este golfo que no da tregua puede arrastrarme lejos sin decir la palabra, la redención de un verbo con suficiente luz para salvarme.
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LUCES DE SAN TELMO Ardes en el vacío y apenas dejas un resplandor, breve luz cuajada en el alma de lo perecedero. Fanal de escasa certidumbre, no alumbras el camino de nadie ni calientas. Lumbre destilada de años idos, de cosas muertas y fantasmas y flores marchitas y amores sin raíz. Qué absurda devoción, qué poca vida, fuego fatuo, perseguidor de nadas, luz difusa.
NEGATIVA Saqué de mi pecho un sinsonte y lo puse a tus pies, mas ese único don era un pobre regalo. Te di mis raíces y el temblor de mis manos, pero no fue bastante. Cargué hasta tu casa toda la rabia de mis huesos, el aleteo de las flores, la quietud de los pájaros y sorprendí en tus ojos un brillo displicente. Quise poner una canción en tu pena
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para acunarla en mi regazo como a un armiño trémulo, pero los cometas de su melodía rebotaron en ti, salieron girando y alejándose, alejándose…
EN LA CORRIENTE Ahí se va tu rostro -va flotando en el agua-, las piedras lo lastiman, el torrente lo arrastra. Ahí se va en el viento, tu voz de notas bajas la segó la distancia, su acento se me escapa. Ahí se va tu boca a donde no me alcanza.
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CAPTURAS
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OCTUBRE A la niebla luz de la estación cansada, hojas sin norte lloviznaban su color sobre los caminantes.
SAETA Flecha en el cielo, la gaviota pasaba. Dejó su grito bordado entre los oros huérfanos de la tarde.
CAMINANTE SOBRE LAS AGUAS El agua, quieta, que se abraza al litoral, la enorme luna desgarrada en espejos me enseñan el camino.
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EMBOSCADA La ceiba sola en el sendero blanco, misteriosa y alta, tenía ojos de insomnio y llamaba en la sombra…
LA GARZA EN EL ESPEJO Un barco níveo atraviesa la tarde. Doble la garza, en el cielo me cantan el ave y su reflejo. Llenos de prisa, azules van los días. Yo los observo y cuento los suspiros del agua en esta orilla. Si mis palabras levantaran el vuelo sobre ese espejo, se abriría en mi pecho la estela de la garza.
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CEGUERA El centinela al borde del camino. Pino salado no ve como el sol nace allá en el horizonte.
AL VUELO Pasaba ante mí tendida como un manto La Rumorosa, historia calcinada, piedras en mi destino.
SORPRESA Espejo de sol en la mágica arena, flor del desierto, abre sus alas tiernas la feliz mariposa.
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DE PÓLVORA Y JAZMINES
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LA ESPOSA Y LA MUERTE Veo tus ojos en el lago, desde allí me miran, desde el agua me están observando. Son círculos de ausencia tus ojos en el lago, tu mirada prisionera de los peces fija como la de los peces que flotan con el vientre hacia arriba. La muerte es una mirada desde el agua muda de tus ojos.
EL CERCO (María, arriesgada)
Tañe, lastimero, el río campana de cristal con voz de aurora. Amanece la belleza de dorados campos en humedad raptada por la suerte de los que no se consuelan con lamentos. Un cerco es asunto de paciencia, un cerco es el rostro sudoroso y la lengua seca, un cerco es la cinta cantarina del lado del enemigo. Si nos ahogamos en nuestra propia rabia, si navegamos en el sopor de la sed, si la vida y la muerte caben en el cuenco de la mano. ¿Qué hace una mujer con su tristeza? ¡Toma su coraje y va por agua!
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JACINTA, LA DE LA PÓLVORA Tiene en la mirada fragmentos de metralla, carga el fardo del diluvio donde dejó su inocencia y su campana. Pólvora son su risa y su gemido, sabe a campamento la piel de esta muchacha curtida por el humo y la boñiga y el sudor de mil catres. Amores que se fueron a galope dejaron ese rastro de ceniza en sus ojos de poca mansedumbre. Como esa muerte escondida en carbón y azufre, estalla en el placer para aturdirse, es de todos y de nadie. A través de sus huesos sentirás las nopaleras, el viento de la sierra, el canto de los gallos. En su vientre se pudre la nostalgia, mírala bien y grábala en tu rifle, no la verás llorar. Sus lágrimas salieron disparadas cuando la arrancaron de su casa y mancillaron su cuerpo adolescente. Eran sólo dientes, hedor y ojos turbios, no supo cuántos… Ahora se ocupa de la pólvora para volar el maldito olor a caballo y a trapos resudados, para mandar al cielo su maldita suerte.
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DEL OTRO LADO (Carmen, prostituta)
Mañana seré yo quien pierda el equilibrio con el pecho estallado en fragmentos de venganza. Festín para la muerte soy, de eso estoy segura. A muchos arrastré del otro lado pegados a mi olor, al manantial de olvido que nace entre mis muslos. Rodearon campamentos, burlaron vigilancias, sordos a la consigna que nadie había roto ni con sables ni con fusiles ni con maldiciones, tampoco con orgullo. Sólo mi carne sudorosa que pronto devorarán los gusanos obró el milagro.
MICAELA (Filosófica)
Es nuestro infortunio de los pobres como piedras filosas; por más que evitemos su agudo costado, siempre un tajo va a dar a nuestro pie.
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Aquí no hay suerte, sólo un día tras otro. He visto el hambre, su cara de perro, y hasta hemos terminado siendo amigas. He amarrado la armadura de mi espíritu a las ruedas de los carros hartos de metralla, de hombres mutilados, moribundos. Me hice una con el silbido de los trenes, con la hierba seca, con el polvo o el fango. y me he renovado en cada amanecer cuando veo el sol entre los montes. Me doy por satisfecha porque sigo viva, regalando mi áspera piedad, cuando algún desesperado le da su jalón al cigarro de marihuana que puse en sus manos y me dice entre sueños: “¡Dios te lo pague, mujer!”
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Impresión Grupo Editorial Estosdías SA de CV. Avenida Maxuxac, No. 471, entre Nizuc y Sacxán, manzana 377, lote 06, fraccionamiento Proterritorio, Chetumal, Quintana Roo, México. Código postal 77086. (983) 118-4114, 118-4115.
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Este cuaderno apuesta al futuro y no tan sólo como proyecto editorial, sino también como vehículo para la expansión de las ideas que se generan en Quintana Roo; la única manera de que podamos alcanzar un porvenir luminoso como comunidad depende de lo que sembremos ahora.
ISBN-13: 978-1717017826 ISBN-10: 1717017827
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