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Actualidad Jorge G. León Zevallos ENTRE LA PANDEMIA Y LA CRISIS
La pandemia no ha terminado, sigue presente con su sombra de dolor y drama humano. En este periodo de tiempo hemos experimentado nuestra condición humana de límites y finitud. La sociedad ha reconocido sus falsas seguridades, las brechas milenarias generadoras de pobreza y desigualdad, de sistemas ausentes o ineficientes en los servicios de salud y educación.
Han sido – y aún lo son- tiempos difíciles; pero la ciencia y el personal médico han hecho posible que estas últimas semanas, gracias al proceso de vacunación y la actualización de los protocolos de bioseguridad, haya un cierto nivel de “normalización” de nuestras actividades ciudadanas.
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Pero como si este azote no hubiese sido lo suficientemente desgarrador, el mundo mira con estupor la invasión de Ucrania. La ceguera rusa del poder y la corrupción no cesan en su lógica de violencia, muerte y guerra; como toda guerra, será siempre violenta, siempre injustificable, cruel y lacerante. Y si bien el foco del conflicto es lejano de nuestra ubicación geográfica, los efectos y las consecuencias -especialmente económicas- golpean nuestra sociedad. No sólo nos encontramos frente a la negación más atroz del derecho a la vida, a los derechos humanos fundamentales, sino a la aberrante pretensión de ser “dueños del mundo”, generando más pobreza, hambre y llanto.
A este trágico escenario global, nuestra realidad peruana le añade dimensiones de inestabilidad institucional, corrupción generalizada, polarización y crisis política, conflictividad social, desempleo, criminalidad, tráfico de drogas, tala ilegal. En este clima de frustración y desesperanza se ha iniciado una nueva campaña electoral para los gobiernos locales y regionales. Nuevamente nos bombardean con promesas, pintas, fotos retocadas de eternos candidatos, spots rimbombantes, engaños y regalos.
Agradeciendo el relanzamiento de La Genciana, y felicitando a Quilla, estrategas y comunicadores, deseamos hacer un ejercicio de memoria sobre los procesos electorales en la última década a través de los artículos publicados en esta prestigiosa revista, y verificar cuánto han cambiado las condiciones y la situación de nuestra ciudad, como la problemática política de nuestra región y el nivel local cajamarquino.
En el ya lejano abril de 2013, en un artículo titulado “Cajamarca: una tarea común”, establecíamos algunos criterios que nos parece mantienen validez para analizar nuestra realidad:
“Algunos principios rectores a tener en cuenta en el diagnóstico y propuesta de un plan de trabajo técnico y participativo para la gestión de toda ciudad:
1. La ciudad es un espacio común que facilita y fortalece la vida y relaciones de las personas y grupos sociales. La prioridad NO son los vehículos. Estos son medios (de transporte), no fines (últimos).
2. La ciudad debe tener MEMORIA de sus orígenes, conciencia de su desarrollo o evolución y visión de futuro. Gestión del patrimonio histórico-cultural y construcción de una ciudad moderna, saludable y segura, son componentes que pueden y deben convivir.
3. Las ciudades históricas, con vocación de uso turístico, deben ser administradas EN PRIMER lugar, en función de las necesidades y expectativas de sus habitantes; en un segundo lugar, pensando en los turistas. Es un criterio de priorización estratégica y coherencia con lo que “exhibimos como nuestra historia e idiosincrasia”.
4. No hay gestión exitosa sin una fuerte autoridad basada en el orden jurídico, su capacidad técnica y el arte de la concertación. Y por cierto, en el compromiso y participación del sector privado y la población misma. Las asociaciones público-privadas no pueden prestarse para financiar “proyectos personales” de “autoridades amigas” o para “barnizar o adormecer tensiones o conflictos sociales”. O lo que sería peor, que estos espacios de concertación se constituyan en instrumentos o fuentes de corrupción.” las diversas gestiones que han pasado por el gobierno local. Por ejemplo, describíamos así algunos de los puntos críticos:
Después de casi una década la identificación de la problemática de la época parece no haber cambiado en absoluto, y entonces surge inexorable la pregunta sobre la eficiencia, compromiso y responsabilidad de
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. Invasión incontrolable de moto-taxis en el centro histórico. La oferta y el pago electoral de las actuales autoridades ediles con este grupo laboral ha hipotecado la seguridad de los usuarios y peatones; y por supuesto, la congestión vehicular en las calles del centro histórico. Los favores políticos y los intereses económicos pesan más que las soluciones técnicas y éticas.
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. Falta de servicios higiénicos públicos en la ciudad. Hay calles y pasajes donde simplemente es imposible transitar por la hediondez generada por orines y heces. Empezando por el jirón El Comercio, entre los jirones Dos de Mayo y Belén; a unos metros de oficinas de la Gobernación, Policía Nacional y Ministerio de Cultura.
. La caótica, antiestética y “chicha” proliferación de anuncios publicitarios en el centro histórico. De todo tipo de materiales, colores y dimensiones. Si a esto le añadimos los colores “eléctricos” de algunas empresas y el uso de cerámicos que van ganando espacio en las casas y negocios del centro histórico, nuestra condición de Ciudad Patrimonio de la Nación, está sentenciada a muerte. 4
La falta de solución técnica y sostenible del estacionamiento vehicular en la ciudad. La “delimitación” hecha en calles céntricas y el pintado de zonas rígidas, no solo no se cumplen, sino parecen un “estado carnavalesco permanente” de la ciudad. En otras ciudades patrimoniales, algunas no muy lejanas como Trujillo, y otras reconocidas como modelo en su gestión patrimonial y ecológica, como Cuenca y Loja en el vecino Ecuador, podrían dar pautas de verdaderas soluciones: sostenibles y rentables.
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En octubre de ese mismo año, en otro artículo titulado “Vientos políticos y realidades citadinas”, describíamos la situación político-electoral, y estoy convencido que no ha cambiado en absoluto: “… muchas preguntas, preocupaciones y esperanzas vuelven a formularse. Unas de carácter general: situación de los gobiernos sub-nacionales y locales, capacidad de gestión, carrera pública, crisis de partidos políticos, redes de corrupción, clientelismo. Otras más específicas: incumplimiento de promesas, proyectos inconclusos, falta de liderazgo.
Ciertamente no podemos seguir engañándonos: no hay partidos políticos. Lo que existe, y en estos tiempos empezarán a abundar son “clubes electorales”. Con cálculo de cuánto será el aporte económico potencial de los interesados en ser candidatos y no la identificación de cuadros técnicos competentes y honestos (¿cualidad existente en la “clase política peruana”?). No existe interés en conformar equipos técnicos multidisciplinarios que elaboren propuestas serias y creíbles para construir un futuro más digno y próspero para Cajamarca sino la búsqueda de operadores políticos con experiencia en engañar a la gente y aprovecharse indebidamente de los recursos del estado. ¿No es esta la realidad de nuestra vida republicana y la fotografía de las gestiones municipales y departamentales?
Si bien la gestión de una municipalidad provincial va más allá de la administración de la ciudad, los habitantes de esta ciudad histórica como es Cajamarca, debemos tener en cuenta los problemas más urgentes y graves que hoy tenemos. Una gestión municipal acabó (¿hubo alguna más desastrosa, ineficiente y corrupta?) y la certeza de que el caos, la falta de autoridad, el clientelismo y la incompetencia han hecho de nuestra urbe una ciudad insegura, desordenada, con altos niveles de contaminación acústica y del aire.
¿Cuántas décadas tendrán que pasar, cuántos ensayos fallidos de gestión municipal veremos aún, antes de alegrarnos porque Cajamarca pudo resolver los problemas fundamentales de residuos y basura, transporte público, comercio ambulatorio, estacionamiento vehicular, gestión sostenible de una ciudad histórica…?
Por último, el primer artículo aludido terminaba con una recomendación que tiene vigencia y actualidad: “a nuestras autoridades locales, alcaldes, regidores, gerentes y directores: caminen por nuestra ciudad (no en sus bellas unidades vehiculares), sino A PIE.
Vean, escuchen y compartan los sufrimientos, riesgos y necesidades de la población.”
En las siguientes entregas nos comprometemos a considerar un análisis sobre la coyuntura nacional que vivimos a partir del golpe de estado generado por Pedro Castillo, luego de un despiadado endurecimiento de una intolerante polarización política, como el nefasto copamiento de la estructura del estado peruano por el entorno familiar y amical del mencionado líder sindical, no sólo promoviendo una red de clientelismo e ineficiencia en la gestión pública, sino de una innegable generalización de la maldita plaga de la corrupción en nuestro vapuleado país.