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P O E
Que se puede relacionar a Javier Heraud con José Martí es un botón de muestra de que el joven poeta se nutrió de una lectura amplia. Se sentía impulsado a experimentar con la palabra y sus posibilidades, y a nutrirse de otras literaturas, como una muestra de su obra realizada en la Casa de la Literatura Peruana en 2019 ha mostrado. La muestra ofreció una sección llamada, En las aguas venideras, donde se presentaba las búsquedas y los deseos de Heraud encauzados a través de sus primeros ejercicios de escritura. Allí se dejan entrever el arrojo, el desafío, la duda, el humor o el constante presentimiento del futuro. Esto se observa en sus cuadernos escolares, notas sueltas, cartas y trazos dedicados a su maestro de literatura. También se exhibió libros anotados, poemas y recortes periodísticos que revelan la importancia de las lecturas que hizo en esta época: T. S. Eliot, Ezra Pound, James Joyce, Marcel Proust, Arthur Rimbaud, Antonio Machado, César Vallejo, César Moro, Martín Adán. Entonces en esa muestra se revelaba una serie de influencias, como la poesía surrealista, más la anglosajona y las tradiciones francesas y españolas. También se revelaba que, como tantos otros escritores, Javier Heraud tuvo que trabajar mucho y pulir para llegar a un lirismo limpio, lejos de un lenguaje rebuscado y barroco.
Para nosotros, escuchando las palabras de Javier Heraud casi setenta años después de su muerte, el poema El Río, en toda su extensión nos hace reflexionar sobre los problemas ecológicos del cambio climático y el calentamiento global que están afectando muy seriamente nuestro Planeta Azul, la Madre Tierra. Aunque el problema ya existía, parece que no había mayor preocupación con respecto a él de parte de los artistas y de los pensadores de los principios de la década de los sesenta. Ahora, claro está, hay bastante preocupación sobre este tema y la muestra de 2019 de la obra de Javier Heraud también reveló que él sí, ya tenía una preocupación ecológica. Se presentó el manuscrito de Poemas de la tierra, escrito antes de El Río, durante un viaje a Huánuco. Allí se demuestra una sensibilidad cercana a la tierra; la cosa telúrica está presente y va a aparecer bajo otra forma y con un lenguaje más maduro en Estación reunida. Aquí el lector goza de las reflexiones de Javier sobre las cuatro estaciones.
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Entonces, la obra de Javier Heraud, como aquella de cualquier gran poeta, no debe pasar de moda o al olvido; más bien, hay que leer sus poemas hoy y relacionarlos con el contexto contemporáneo.
Hoy, no solo tenemos problemas ecológicos y sociales, pero en este momento hay una gran cantidad de conflictos armados. En su discurso esta Pascua recién pasada, del balcón de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco suplicó por la paz en más de una media docena de lugares, Ucrania, Siria, Líbano, Irak, Myanmar e Israel; Afghanistan y países en África.
En este contexto, la lectura de algunos de los poemas de Javier Heraud, sobre todo Palabra del guerrillero, plantea la pregunta si es válido incluirlo entre los poetas de la guerra. Parece que hablar de poetas de la guerra es hablar de una contradicción en términos. Creo que mayormente la palabra poesía evoca la belleza, el amor, el sentimiento, la naturaleza, y cosas por el estilo. Sin embargo una ojeada a la historia de la literatura mundial demuestra que tanto la poesía como la narrativa en relación a la guerra ocupan un lugar primordial. Solo hay que pensar con respecto a la literatura occidental en la poesía creada a raíz de la Guerra de Troya: la Ilíada y La Odisea, en la literatura oriental en La Mahabharata. Cuando se trata de la narrativa hay grandes novelas como Guerra y Paz de León Tolstoi, y Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque. En cuanto a los poetas de la guerra del siglo veinte, hay aquellos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, y todo esto indica que la guerra y la literatura están íntimamente vinculadas. Hay la poesía de guerra que es triunfalista, como el himno nacional de Francia, La Marsellesa: ¡Marchemos, hijos de la patria,ha llegado el día de la gloria!
Triunfalista también es La Carga de la Brigada Ligera de Alfred Lord Tennyson, escrito en 1854 y trágicamente contemporáneo, siendo una descripción de una carga de caballería contra cañones rusos en la Crimea:
¡Adelante, Brigada Ligera! “¡Cargad sobre los cañones!” dijo. En el valle de la Muerte Cabalgaron los seis cientos Aunque los soldados supieran Que era un desatino… No estaban sino para vencer o morir.
Lo que escribe Javier Heraud es diferente como lo hemos escuchado en su Palabra de guerrillero:
Porque mi patria es hermosa como una espada en el aire, más grande ahora y aun más hermosa todavía, yo hablo y la defiendo con mi vida.
Y continúa:
INo me importa lo que digan los traidores, hemos cerrado el pasado con gruesas lágrimas de acero. El cielo es nuestro, nuestro el pan de cada día, hemos sembrado y cosechado el trigo y la tierra, y el trigo y la tierra son nuestros, y para siempre nos pertenecen el mar las montañas y los pájaros.
No hay nada de triunfalismo en el sentido criticado por el Papa Francisco el día de Pascua, invocando que no se siga con el odio y la violencia, y que Caín y Abel sean de verdad hermanos y no rivales. El poema de Javier Heraud invoca hermandad, y respira amor a la patria y a la paz.
Empresarial
Actualmente la actividad minera es la segunda de mayor importancia para la región, representando el 15.4% de su PBI.
El desarrollo de la actividad minera en Cajamarca beneficia al 34% de la población regional, impactando a 496,000 personas a través de empleo directo e indirecto (124,000 personas) y familiares de los trabajadores (372,000 personas).
Así lo demuestra el estudio “Impacto económico y social de la minería en Cajamarca”, desarrollado por el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP) y el Centro para la Competitividad y Desarrollo (CCD), presentado en conferencia de prensa como parte de las actividades Rumbo a PERUMIN.
El análisis también resalta que la minería ha tenido una valiosa participación en la reducción de la pobreza regional, cuya tasa bajó de 77% en 2002 a 51% en 2019 (26 puntos porcentuales menos). Ello como consecuencia de los niveles de inversión minera, la ejecución de obras públicas con recursos de canon y regalías, además de los programas y fondos sociales que desarrolla la industria en la región.
El estudio señala que las inversiones mineras en Cajamarca, efectuadas entre 2004 y 2020, acumulan alrededor de los US $7,500 millones.
Cuantiosos ingresos para la región Cajamarca:
El estudio del CCD y el IIMP, también señala que la industria minera ha generado ingresos por más de S/ 7,900 millones para la región Cajamarca en los últimos 20 años (2001-2021), a través de transferencias por canon, regalías y el denominado Programa Minero de Solidaridad con el Pueblo.
De esta manera, se han desarrollado en la región proyectos emblemáticos como el mejoramiento y ampliación de los sistemas de agua potable alcantarillado y tratamiento de aguas residuales de las principales ciudades del departamento de Cajamarca y Jaén por S/ 436 millones. Está la construcción del mercado zonal sur de Cajamarca por S/ 23 millones, la plaza pecuaria de la ciudad de Cajamarca por S/ 20 millones, el programa de reducción de la desnutrición crónica infantil de la región por S/ 18 millones, el mejoramiento de la red vial departamental y vecinal de la región Cajamarca por S/ 7 millones, entre otros.
Cajamarca, Apurímac y Arequipa lideran las inversiones mineras 2023 en el Perú
El país cuenta con 47 proyectos en 18 regiones y una inversión conjunta de US$ 53,715 millones, según la nueva Cartera de Proyectos de Inversión Minera 2023
La Cartera de Proyectos de Inversión Minera 2023, presentada recientemente por el Ministerio de Energía y Minas (MINEM) contiene 47 proyectos en 18 regiones con una inversión conjunta de US$ 53,715 millones. Cajamarca, Apurímac y Arequipa, lideran la lista con el 64.2% del total de las inversiones (US$ 34,510 millones) en las regiones.
La Dirección General de Promoción y Sostenibilidad
Minera (DGPSM) del
MINEM, responsable de la elaboración de la nueva cartera, señala que Cajamarca ocupa el primer lugar con seis proyectos y una inversión de US$ 18,494 millones (34.4% de la inversión global). Destacando los proyectos La Granja (US$ 5,000 millones) y Yanacocha Sulfuros (US$ 2,500 millones), cuya construcción se prevé para el 2024.
El segundo lugar lo ocupa Apurímac, con siete proyectos y una inversión conjunta de US$ 10,199 millones (19.0% de la inversión global). Los proyectos Hierro Apurímac, Los Chancas y Haquira destacan en la región con montos de inversión de US$ 2,900 millones, US$ 2,600 millones y US$ 1,860 millones, respectivamente.
Arequipa, se ubica en el tercer lugar con una inversión de US$ 5,817 millones, que representa el 10.8% de la inversión total en cartera con 4 proyectos, siendo el más representativo Zafranal (US$ 1,473 millones) por su inicio de construcción previsto para el 2024.
Las regiones de Moquegua con 4 proyectos y Piura con 2 proyectos, que cuentan con inversiones de US$ 3,275 millones y US$ 2,950 millones respectivamente, representan en conjunto el 11.6% de la inversión global. En Moquegua resalta el proyecto Ampliación Ilo con una inversión de US$ 1,300 millones; mientras que, en Piura destaca el proyecto Río Blanco con US$ 2,500 millones.
Continúan las regiones de Áncash con 5 proyectos y Cusco con 2 proyectos que ostentan una inversión de US$ 2,889 millones y US$ 1,880 millones, respectivamente. Ambas regiones representan en conjunto el 8.9% de la inversión total. En Áncash destaca el proyecto Reposición Antamina con US$ 1,604 millones y Quechua en Cusco con una inversión de US$ 1,290 millones.
Respecto a las regiones que muestran una participación superior al 2.0% de la inversión total, figuran Junín (US$ 1,586 millones), La Libertad (US$ 1,485 millones) y Ayacucho (US$ 1,319 millones), que representan en conjunto el 8.2% de la inversión total. Ampliación Toromocho (US$ 1,355 millones) en Junín, La Arena II (US$ 1,364 millones) en La Libertad y Reposición Inmaculada (US$ 1,319 millones) en Ayacucho, son los proyectos más significativos.
Finalmente, las regiones de Lambayeque, Puno, Huancavelica, Lima, Pasco, Amazonas, Ica, y Huánuco concentran en conjunto el 7.1% de la inversión total de la cartera, con una inversión grupal de US$ 3,822 millones, distribuidos en 11 proyectos.
Tropecé con una piedra. El corazón empezó a golpearme en el pecho. Paralizado temí su ataque. Sonó un silbido salvador. Titán el enorme dobermann corrió donde su amo. Sin aliento y con las piernas temblorosas, escuché a Don Agustín, el vecino, recriminarme otra vez el pasar por sus predios. Los peligros de un niño para cortar camino, en medio de los suburbios. Denominada audacia por los mayores.
Regresé a casa advertido y con la sangre como gelatina. A los días volví a chocarme con Titán y prevenido al inminente ataque cogí una piedra redonda y se la arrojé justo entre los ojos. El perro se enterró en el piso. Guarde el espanto, sólo estaba atontado. Al día siguiente lo vi custodiando su territorio. Recordé oír sobre la memoria de los perros, la piedra me lo confirmó y tuve pase libre permanente. Titán se aleccionó.
Atacaban los días y los perros, un domingo de caminata en las montañas un perro de chacra avezado y mañoso, me asaltó. A los segundos, un cascajo plano y filudo yacía en la frente del perro. Fue su instante último y fatal. Vomité para consolarme del vértigo. Me consoló una prueba en mi sospecha: no hay ley humana para castigar el fin de un perro en autodefensa.
Se me dio por perfeccionar la técnica. En una tabla dibujé con tiza una cabeza de perro y alternando tamaños de cabeza hasta no fallar un tiro. Desistí del engorro de cargar con piedras. Hallarlas es fácil.
Había descubierto las dos leyes del tirapiedras. Piedra redonda: atontamiento, noqueo y conmoción. Piedra lisa: boleto a la gloria celestial canina.
Un sábado fui al mercado. Apertrechado de monedas, producto de vender algunas baratijas a los amigos y el decomiso obligatorio de los vueltos de las compras de la casa.
Un vendedor ambulante vendía unos saxos hechos con tubo de plástico PVC y tocaba algunos huaynos para atraer a los clientes. Después de agotar el regateo, sonrió y optó por venderme uno de a medio terminar. Hechas las indicaciones me aseguró sonaría como los de precio sin rebaja. Llegué a casa y empecé el proceso de lutier aprendiz. Conseguí sellar con pegamento instantáneo los codos, con un clavo caliente abrí los agujeros marcados con plumón y los pulí con un retazo de lija fina.
El primer problema se dio cuando me corté los labios con el remate de la lengüeta, lo rebajé hasta nivelarlo. Con los labios agrietados, al tercer día logre sacarle un soplido sutil, ahogado como el de un ganso salvaje perdido llamando a su bandada. Me demoró dos días conseguir un método titulado Saxo fácil. A las dos semanas toqué mi primera canción: Feliz navidad.
Al paso de los días despuntó la pandemia. Las restricciones de confinamiento centraron mi interés en el aprendizaje.
Mejoré mi práctica, tomó tiempo y esfuerzo y no solté ninguna pieza hasta tocarla con soltura. Aprendí el secreto de sacar las canciones en la nota mi, buscaba los solos de guitarra y la armonía del piano. Apliqué al estudio un sinnúmero de tutoriales y videos en una agenda autodidacta. Al fin, toqué las sinfonías de Bach al estilo de jazz, de rock o cumbia. La música es un depósito de intenciones extraviadas. Recuerdo la historia de mi abuelo cuando joven se hizo de un charango con el sueño de tocarlo con destreza.
Emocionado, al llegar a su casa para mostrar sus progresos con el instrumento, al tocar primer acorde delante de mi bisabuelo, quien siempre andaba con el centro de gravedad aleatorio, presto se lo estrelló entre las costillas aduciendo detestar a los borrachos. El abuelo trocó las cuerdas por las tizas y el pizarrón. Aleccionados, nadie mencionaba el nombre del instrumento, una de las pocas veces con una copa demás el destino lo interpuso con un charango.
Una banda de cuerdas le deseaba un cumpleaños feliz. Lo recuerdo con los ojos humedecidos escuchando el sonido del
Las restricciones de la pandemia aminoraron y opté por vencer el miedo a la gente. Un día estaba tocando en la escalinata de una losa deportiva cerca a casa un aire de Bach al ritmo de cumbia ante un inexistente público. Pasó un señor con una cachucha de cuero, unos inmensos lentes de sol y una máscara quirúrgica celeste.
Escuchó y atinó a preguntarme donde había aprendido a tocar.
Examinó mi saxo hechizo y me indicó si me interesaba reunirme en su casa para tocar con algunos amigos. Se presentó como Valdivia, el profesor Adelmar Valdivia.
— Sábado a las tres, para que practiques, si deseas nos vemos allí — sugirió apuntando su domicilio en un papel cuadriculado.
Llegué a su casa un sábado por la tarde sin mayor expectativa. Me presentó a su banda: Chicho en la tarola, Papu en los platillos, Monito en la trompeta, Chayo en el bombo y el Profe en el clarinete. Y pasamos la tarde en el patio trasero de su casa lidiando con el fastidio de tocar con las máscaras puestas.
Esa tarde el viento batía las camisas de vestir y las sábanas en el tendedero, acompasó las marineras: Sacachispas, Aretes de oro y Monsefú, los valses Las alforjas, Más años de desengaños, Nube gris los huaynos Quisiera quererte, Ojos azules el tondero Juan y Miguel la cumbia Caballo viejo y al final el pasodoble Gloria a Manolete.
Allí perdí el miedo, me bautizaron como Chino y el Profe se sinceró: había formado la banda Los caminantes del son para manguear, hablando fino: considerar solicitar una donativo voluntario al paso mientras se pasea tocando por las calles o apertrechados en alguna esquina.
Necesitaba seis músicos, lo justo o considerable a ganar se repartía en partes iguales. Me preguntó si quería tocar con ellos. Afirmé y agradecí poder ser parte de ellos.
El Profe consiguió el permiso de casa para tocar con ellos, quedamos para salir al día siguiente. Me repitió:
— Camisa blanca y pantalón de vestir negro, somos músicos no vagos —
Los de vientos cortamos las máscaras para tocar seguros con el resguardo reglamentario.
¬Nos abrimos paso a la calle previo rezo: Buen Dios, que nos hiciste testigos tuyos a través de una canción, te presentamos en este día nuestra vida y este don que tú mismo nos diste; qué esta suma de acordes, melodías, nos recuerden siempre tu misericordia y tu amor. Que podamos vivir lo que tocamos, y lo que vivimos. Ayúdanos a perder el miedo al silencio, a la simpleza, a la razón. Qué no busquemos el aplauso ni la aclamación, sino afinar el corazón al tono de tu voz. Que sepamos escuchar tu Palabra y hacer que los demás eleven su melodía a ti. Danos cada día, tu vida hecha canción. Amén.
Tocamos en línea, uno detrás de otro, caminando lento sin detenernos. Chicho había colocado en su tarola una bolsa de tela para recaudar las propinas del público. Nos deteníamos en las confluencias peatonales, donde tocábamos dos o tres canciones en forma de retreta.
Los vientos en media luna y la percusión al centro, dejando la bolsa delante del grupo para el cariño de los transeúntes. Seguimos el recorrido. Ese primer día nos hicimos un buen sencillo.
Fijamos el horario de tres a nueve de la noche hasta los domingos.
Gustamos con nuestro repertorio, la banda ganó fama y hasta atendimos la serenata de un flaco feo. Un piropo de albañil. Nos pidió ir a la casa de su arrebato a tocar una sola balada: Te amaré. La tocamos tres veces para atraer a su delirio. Una bajita, delicada como un mini alfajor de maicena. El flaco se arrodilló le entregó un ramo de flores, ella le restregó el manojo envuelto en celofán rosa en la cara y dio un portazo.
— Ahí nomás. No te preocupes — propusimos. Los músicos no somos de piedra.
Esa tarde conocí al Colorao, un prototipo enorme de Papa Noel joven, cuadrado y sin barba quien al escucharnos tocar hacía gestos de reproche con el pulgar abajo. Aun dolido por los dos días como prospecto en la banda. Lo habían echado porque no sólo empinaba el codo para tocar el saxo.
Uno enorme, plateado, colgado de una cadena gruesa de fantasía con un sujetador de plástico. Un Startone chino con el plus de angurria grabado: Henry Selmer- Paris rodeado de laureles grandes. Para hacerlo pasar como uno caro de seis mil. Iba de músico solista con un único pasaporte al éxito, andar siempre envuelto en un aura excesiva de perfume Varon Dandy. Ser un fanfarrón no era su enfermedad, era su arte.
—Profe, hoy toca con chibolos— dijo y desapareció.
Monito profirió:
— Torrante —
— Atorrante — corregí.
— No, porque no llega ni a atorrante. Le falta una a para atorrante — recalcó.
Con mis pagas llevaba a casa una bolsa verde y roja de supremas de pollo. Al tiempo de engullirlas con un toque de mostaza se me ocurrió de cambiar el nombre a la banda. Se aceptó mi pedido, siendo el menor en años, mérito y gobierno, los Caminantes del son nos convertimos en La Suprema. Y sumamos las siguientes canciones: La bamba, Oye como va, Plástico, Querida, , Yo no te pido la luna ,Conga, La negra Tomasa, La incondicional, Lambada, Tu pum pum, Burbujas de amor, La gota fría, Suavemente, La negra tiene tumbao, A Dios le pido, Gasolina, Danza Kuduro, Vivir mi vida y Despacito.
Para funerales aunque no nos tocó ninguno, cuadramos: Nadie es eterno, Quiéreme ahora, El pastor solitario según Chicho perjuraba se llamaba El vuelo del ángel; Sombras y Como quien pierde una estrella.
Y nuestro arreglo a ritmo de ranchera de Feliz cumpleaños y Las mañanitas.
Nos cayó un chivo, un contrato para celebrar el feliz vaciado y encofrado de techo. Una hora y 300 razones para tocar como a puerta sin timbre.
A los quince minutos la gente no bostezaba, bailaba y escuchamos:
—Les voy a regalar un sol, pero toquen como una rocola—
—Un sol por tema—
Vociferaba el Colorao borracho arrojando monedas de un sol a nuestros pies.
Seguimos tocando, ignorándolo.
Me tocó entrar en el solo. Apunté la nariz al cielo, cerré los ojos y floté en el aire . Quise romper los cristales de todo el firmamento.
Retumbó un rodillazo en mi pecho. Volé unos metros. Mis costillas dieron contra unas piedras sujetas con un tablón. Mi saxo escapó de mis manos, quedó a los pies del Colorao. Me miró altivo, maldijo mi talento, apuntó mi saxo con su dedo índice acusador y empezó a pisotearlo hasta reducirlo a trizas.
Apreté los dientes, tanteé una piedra, la lancé en diagonal con toda mi furia, directa a los ojos rojos y abiertos del Colorao. No presté interés ni a gritos y alboroto. En ese instante concedí más atención a cómo iba sosteniéndose para evitar los tropiezos que le imponía el dolor. Su sangre estrepitosa goteaba su saxo, los trozos del mío y la piedra.
Que, ante el fulgor embustero del recuerdo.
Fue su contorno liso, lo primero que advertí…
• Mención Honrosa en el II Concurso Regional de Cuento y Poesía
CITAS: 934 605 022
AV. VIA DE EVITAMIENTO SUR 414
FRENTE A GRIFO “AMIGO”
Cuento Mónica Sánchez Montoya