■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 1 de mayo de 2016 ■ Núm. 1104 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Nancy Espinosa de los Monteros Ricardo Guzmán Wolffer Gustavo Ogarrio Miguel Ángel Quemain Antonio Valle
La commedia Nancy Espinosa de los Monteros SURGIÓ A FINALES DEL S.XVI EN ITALIA. EL DRAMATURGO MURIÓ HACE CUATROCIENTOS AÑOS. Retrato de Shakespeare adjudicado a John Taylor, 1610 Fuente: wikiwand.com/ Dominio público
El vago azar o las precisas leyes –como dijo Borges refiriéndose a
La única explicación es que los grandes poetas, aunque vivan en tiempos y países alejados unos de otros, suelen tener
otro grande de la escritura– quiso
pensamientos semejantes y expresarlos de manera semejante.
que Miguel de Cervantes y William Shakespeare compartieran no sólo la fecha de sus decesos, sino la condición de ser los máximos representantes de sus respectivas lenguas, de modo que el pasado fin de semana el mundo entero conmemoró también los cuatrocientos años de la muerte del autor de Hamlet, El rey Lear, La tempestad, Otelo y muchas otras obras célebres, así como de un corpus poético incomparable, de donde han abrevado generaciones enteras no sólo de habla inglesa. Con este número nos sumamos a la permanente actualidad del bardo de Avon, analizando desde cinco diferentes ángulos esa labor portentosa de Shakespeare por la cual es considerado, junto con Cervantes, uno de los máximos exploradores de la condición humana.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Gilbert Highet
SOBRE LOS MODALES REFINADOS O DE INGLESES ITALIANIZANTES
E
n el contexto de la conmemoración de los cuatrocientos años de la partida de Shakespeare, un ejercicio hermenéutico interesante es indagar la relación del dramaturgo inglés con ese lejano pasado que supuso la comedia italiana. Si bien el cisma civilizatorio que representó el descubrimiento de América tenía cerca de cien años al momento en que Shakespeare perfeccionaba su técnica dramatúrgica, así como España se veía eclipsada por la derrota de la “Armada Invencible” en 1588, dejando vía libre a los ingleses para convertirse en una potencia imperial, algo extraordinario sucedía en el plano cultural en Europa con el llamado Renacimiento y algunas expresiones novedosas en el plano de las artes y la cultura. Una de ellas fue la commedia dell’arte, gestada a finales del siglo xVi en Italia, cuya característica principal se centraba en la capacidad de improvisación que asumían los actores, en detrimento de las formas que habían predominado en el Medioevo, por ejemplo la subordinación total a un texto prefijado con antelación. Sumado al declive literario y la inexistencia de grandes dramaturgos, las nuevas expresiones del teatro se verían acompañadas por un constante movimiento escénico, burlas e improvisaciones. Finalmente el espectador se sentiría representado en el escenario no solamente por el contexto histórico donde la libertad, la anarquía y el renacer eran el espíritu de los tiempos, sino porque finalmente la comedia hacía a un lado la hegemonía personalista de la tragedia y daba paso a un nuevo personaje, esto es, el marco conjunto de lo festivo, donde las clases populares al fin eran partícipes de las expresiones del arte. Tanto la historia como la comedia prescindieron de un guión, permitiendo la libertad de la improvisación colectiva. Según Gilbert Highet, uno de los asuntos que más atormentó al espíritu de Shakespeare fue la pugna entre la honradez inglesa y la alevosía italiana. Prueba de ello son obras como Romeo y Julieta, Los dos hidalgos de Verona, Medida por medida, La tempestad y Noche de Reyes, todas ellas desarrolladas en escenarios de Italia. Otra prueba es que a varios de los personajes que construyó y que eran un retrato de la peculiaridad inglesa, se les podría sumar el encanto y la sutileza propios de los italianos.
LOS ENGAÑADOS Y NOCHES DE REYES
“
Pero si hiciéramos algún error en el cambio de edición, no será un gran acontecimiento porque todavía no la han asumido tan bien. Por lo demás, pienso que ustedes son tan capaces que la cuestión les entrará por sí misma sin demasiado esfuerzo. Sobre todo obtendrán dos enseñanzas: cuanto poder tiene la casualidad y la buena suerte en los asuntos del amor; y cuánto están necesitadas de una gran paciencia acompañada de buen consejo.” La cita anterior es el prólogo de una obra teatral perteneciente a la commedia dell’arte intitulada Gl’ingannati, de un anónimo, y que según un erudito en Shakespeare como m . m . Mahood, sirve como argumento central de la comedia Noche de Reyes. La obra fue concebida para ofrecer un momento de placer, mostrándonos que la vida humana es como los ciclos de la naturaleza y no algo estático. Es una disposición de dejarlo todo en manos del tiempo, ya sea para aprovechar las oportunidades que se nos presentan en la vida, ya sea para ser pacientes en caso de que así lo exijan las circunstancias. Justamente el personaje principal de Viola, al haber sido presa de una serie de situaciones difíciles en la vida, volcará todo su ingenio y su esfuerzo en sobrevivir. Lo anterior es una evidencia de los tiempos que se vivían por aquel entonces en Europa, pues las certidumbres, Constantinopla, la escolástica, y demás elementos del entramado político social caían a pedazos. Si bien los consejos a los que alude la cita eran dados por los padres y mentores en la obra italiana, la versión de Shakespeare tiene en el personaje del Bufón aquel que muestra un grado de sensatez y cordura al aconsejar en los asuntos del amor. Noche de Reyes es una fiesta de locos, una noche de epifanía. La locura tomaba el lugar de la sabiduría en tanto gobernante del todo, mostrándonos que quienes se dicen sabios tienen una gran veta de locura por explotar, como sería el caso del personaje de Malvolio, un sujeto toda corrección y pulcritud que al final se vuelve loco. Cabe traer a la memoria las célebres palabras de Blake en sus Proverbios del infierno: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.” La cuestión central de la obra, que tiene una estrecha relación con su par italiana, es que todos los engaños saldrán a flote por medio de engaños. Los personajes de Olivia y Orsino se engañan, ella con su enclaustramiento y él pensando que es verdadero su amor; Malvolio cree que Olivia lo ama y hará todo lo posible para cumplir con su cometido, llegando al extremo de perder la razón; Antonio piensa que Viola es Sebastián… Todos esos engaños llevarán al final a un esclarecimiento y un conocimiento.
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Portada: Shakespeare y la realidad desnuda Ilustración de Mariana Villanueva Segovia
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dell’Arte y
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Shakespeare
TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL AMOR
“
Esta comedia, por cuanto yo haya sobrentendido, la llaman Los engañados: no porque fuesen jamás engañados por ustedes, no; que jamás los engañaron, y ustedes los conocen, con todo, demasiado bien (pero bien los han forzado siempre, ni las han podido mirar lo suficiente); más bien, la llaman así porque pocas personas que intervienen en la fábula al término no fueron engañadas.” La cita pertenece a la commedia dell’arte, y no se trata de engañar aquí al lector. El ejercicio hermenéutico y comparativo previo tuvo presente lo que Highet plantea sobre unas reglas para establecer en presencia de pasajes paralelos de dos autores, la dependencia de uno respecto al otro. Dichas reglas son: 1) demostrar que un escritor leyó la obra de otro o
pudo haberla leído; 2) demostrar que existen estrechas semejanzas de pensamiento e imágenes; y 3) demostrar un paralelismo estructural. Shakespeare es un inglés del Renacimiento, eso no está en duda, y la prueba es su acercamiento a las culturas históricas de Grecia y Roma. Piénsese en las tragedias Timón de Atenas y Julio César. Más allá de eso, Shakespeare se encuentra en un momento de renovación cultural muy profunda en Europa. Regresando a las reglas de Highet, encontramos que la trama de Gl’Ingannati, representada en Siena en 1531, tenía la siguiente trama: la “heroína” (Viola) se disfrazó de hombre para seguir y servir a su “amado”, el cual la había olvidado tras su ausencia de Módena, escenario de la obra. Él tratará de cortejar a una “dama” y la enviará como emisaria a tal empresa. La “dama” se enamorará de la “heroína” disfrazada.
A su vez, el padre de la heroína y el padre de la dama (y pretendiente de la heroína), se darán cuenta del disfraz de la heroína y la encerrarán con la dama, pero al que encerrarán será al hermano de la “heroína” recién llegado de un viaje. Al descubrirse toda la serie de engaños, el amante será presa de una furia que será disuelta por medio del sabio consejo de amor de una anciana. Hemos podido constatar que el Bardo tenía un conocimiento muy amplio de las diferentes expresiones artísticas que se llevaban a cabo en la Europa del Renacimiento, especialmente en el caso de su comedia, y queda clara la influencia que ejerció en ella la commedia dell’arte, especialmente en Noche de Reyes. Cuatro siglos han pasado desde que Shakespeare nos dejó, pero su obra sigue revelando facetas poco conocidas y abriéndonos los ojos
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Procesión de personajes de obras de Shakespeare, circa 1840. Fuente: wikipedia.org
Prólogo a Los engañados Autor anónimo, siglo XVI
L
as veo desde aquí, mujeres nobles, maravillarse de verme así con esta vestimenta y junto a este artificio como si nosotros tuviéramos que hacerles alguna comedia. No debieron pensar en la puesta en escena, hasta que al final del año pasado se enteraron que la Academia Intronati* tenía el dominio de cualquier cosa menos de las comedias. Ahora las quiero cautivar con esta maravilla del amo. Estos Intronati, a decir verdad –y créanme que los he escuchado– se lamentan fuertemente de haber entrado en este delirio y tienen un gran temor a que ustedes, como aquellos que tienen un motivo, no aprovechen su aventura en el absoluto devenir, de modo que les sujeten la lengua y les den la espalda cada vez que los vean. Y por esto me han mandado aquí como embajador, orador, heredero, procurador y poeta. Tómenlo como mejor les entre en la memoria. Me encuentro con un amplio mandato y en buena forma. Pero sí hay engaños entre los otros, de una suerte tal que Dios quisiera, por el mal que les tengo, ¡que ustedes fueran engañadas así a menudo, y yo fuera el engañador! Que no me cuidaré de permanecer por debajo del engañado. La fábula es nueva y no sacada de otro lugar que de su afanosa calabaza donde emanaron sacrificios, la noche de epifanía y su suerte. Para lo cual les parece que Intronati las carcomiera tanto sobre el hecho de declarar y dijera que tenían muy mala lengua. Pero, si algún sabiondo maligno llevado por concupiscencia que tiene de rasguñar tuviera un gran deseo de verla o escucharla, perfórese los ojos porque de otra manera no la frenará. Yo sé que les parecerá extraño que los ciegos la vean. Y aun así será verdad, y entenderán cómo es si lo hacen bien y con mucha paciencia. Yo se los demostraré. ¡Cuánta belleza hay en el mundo sin duda… hoy en Siena! ¡Y cuanto tiene de bello Siena se encuentra presente en esta sala! Esto no se puede negar. Aquellos que están ausentes no puedo creer que sean ni bellos ni próximos después de que ellas escapen a la comparación de todos. ¡Como ustedes quieran entonces! ¿Que ellos per-
manezcan mirando escenas o comedias, sientan o vean lo que nosotros hacemos o decimos estando presentes? ¿Qué juego más hermoso, qué espectáculo más fastuoso, qué cosa más placentera o más vaga se puede ver de ustedes? Ninguna ciertamente. Ni se piense que son tan hermosos, tan bien parecidos, escorias que por tener una bella barba, por calzar bien unas botas o por hacer una reverencia con birrete –acompañada con un suspiro que se sienta hasta Fontebecci– tengan que dejar esta cuestión para atenderlos y permanezcan engañados, manteniendo el nombre de nuestra comedia. Díganme por su fe, ¿qué creen y qué quieren? Y no busquen otra cosa que la gracia, además de querer conocer la disposición de ellos, quién la tiene prolija y quién la tiene sutil, y digan: “Esto me gusta” y “esto me desagrada”, para que aquellos que no les gusten puedan dirigir el pensamiento hacia otro lado y regresar a otro asunto. ¡Pero sería una gran cosa que ustedes los quieran tener siempre en este revoloteo y no quieran anular el trato con un bendito sí! ¿Saben esto que yo les voy a decir? Cuídense de no hacer desaparecer el trato de verdad, y tengan bien presentes mis palabras que sé lo que les digo. Ustedes no los perderán una vez que esté hecho; y no los podrán ir a ver mucho si no hay orden que las ampare. Y manténganse firmes, que no es siempre de cierto modo. Y con esto basta. Estos hombres, si no obstaculizan el gusto por nuestros asuntos, mucho nos impedirán agradecer que por cuatro horas innecesarias les daremos comodidad de poder contemplar sus divinas bellezas. Pero ya que veo dos ancianos que nos abandonan, partiré, no obstante, contra mi voluntad de mirar cosas tan bellas; sin embargo, pienso que regresaré a verlas. Adiós a todos
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*Fundada en Siena entre 1525 y 1527, y cuya primera publicación fue precisamente Los engañados.
traduCCión de nanCy eSPinoSa de LoS monteroS.
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Anticipación freudiana y Miguel Ángel Quemain EL MERCADER DE VENECIA, HAMLET, MACBETH Y EL REY LEAR, BAJO EL OJO CLÍNICO DE LOS POSTFREUDIANOS.
L
a presencia de Shakespeare en el psicoanálisis contemporáneo tiene sus bases en el interés que el creador de la teoría psicoanalítica, de la metapsicología, le atribuyó a esa capacidad de pensar la condición humana a través de una constelación de personajes inmortales que parecen encarnar las posibilidades expresivas de lo que se conoce como el inconsciente. Es decir, un conjunto animado de pulsiones que en muchos casos tienen nombres propios, nombre y apellido, linaje y poseen el impacto de lo grupal, lo colectivo/masivo y lo individual. La puesta en situación de cada una de esas fuerzas esboza el ilusionismo que nos provoca toda historia, toda anécdota y su capacidad de ser reproducida por su carácter legendario, mítico y simbólico. La atracción que significó Shakespeare en la vida de Freud fue muy poderosa. La aproximación biográfica más exhaustiva en el terreno de los datos documentales que elaboró Peter Gay (Freud, vida y legado de un precursor, publicado en inglés en 1988 y traducido por Paidós en 1989) refiere cuatro obras fundamentales: El mercader de Venecia, Hamlet, Macbeth y El Rey Lear. Son obras que serán revisadas con ahínco por los psicoanalistas postfreudianos, tratando de encontrar modelos metapsicológicos para las tramas oníricas, edípicas y por supuesto poéticas que están desarrolladas en ese conjunto al que se agregará Otelo, que le servirá de inspiración a una Melanie Klein más madura y mejor formada (su autodidactismo incluía un bagaje literario muy pobre que tuvo como contrapeso su gran imaginación clínica) para explicar las diferencias que encuentra entre los celos y la envidia, uno de los planteamientos metapsicológicos que la colocó en el mundo de las ideas más importantes del pensamiento psicoanalítico. Vale decir que por pensamiento psicoanalítico se entiende ese viaje de ida y vuelta entre la práctica clínica y el pensamiento que organiza los libretos del mundo neurótico y despliega las ideas canónicas, las herramientas del discurso psicoanalítico, por nombrar de un modo ese lenguaje que se desmarcó tanto de la filosofía como de la psicología general.
SUEÑO, CONTRADICCIÓN Y SIMBOLISMO
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acia 1895, involucrado en las indagaciones sobre la histeria y perfilando lo que cinco años después y una década más tarde serían trabajos que terminarían por sostener el edificio psicoanalítico, La interpretación de los sueños (1900) y Tres ensayos (1905) ya sabía que, de las lecturas de Shakespeare que
precozmente había iniciado como traductor cuando tenía diez años, lo que tenían de interés para él era la evidencia de que el deseo es el motor del pensamiento y que en la observación clínica esa fuerza de combustión es el material sobre lo que se consolida la condición de lo humano: el espíritu de contradicción. La contradicción es esa certidumbre sobre la que se edificaban las dudas más fecundas del pensamiento y las corrientes más subterráneas, impulsadas por un trenzado pulsional que conducía tanto lo intelectual como lo anímico y emocional. No en balde, el propio Gay señala unos versos de Conrad Ferdinand Meyer que acompañaban a Freud como si se tratara de una consigna: “hombre con todas sus contradicciones”. La perfección y el dominio que Freud poseía de la lengua inglesa le permitieron tener una gran intimidad con el pensamiento de Shakespeare (“quien le planteaba enigmas fascinantes y al que podía recitar in extenso en su inglés casi perfecto”, dice Gay). Este es un aspecto esencial cuando se trata de analizar la cercanía con este gran poeta inglés, aunque es importante reconocer la melodía que producían en su corazón sus clásicos alemanes que solía leer en voz alta, principalmente Goethe, Schiller y Heine. La indagación del psicoanálisis en las artes dista mucho de ser únicamente la expresión de un gusto freudiano. Se trata de la puesta en obra de uno de los principios rectores de la mente desde su planteamiento en las producciones plásticas del sueño hasta las indagaciones que propone la sexualidad infantil con la idea de sublimación que, si bien hoy no tiene la importancia clínica de los inicios del psicoanálisis, continúa como una idea que expresa el trabajo de lo simbólico, el desplazamiento y la condensación como las expresiones del inconsciente, ese mundo sin tiempo ni espacio. Los recorridos de Freud por la cultura de su época son importantes su expresión de interés permanente en las obras del espíritu humano. Pero la indagatoria que emprendió sobre El Rey Lear y en la plástica sobre el Moisés de Miguel Ángel son formas de reconocer los alcances de su nueva disciplina crítica y analítica. Peter Gay refiere que en 1909, cuando Ernest Jones le propuso enviarle su trabajo sobre el complejo de Edipo en Hamlet, Freud se mostró muy interesado. El artículo de Jones consistía en la ampliación de unas páginas célebres de La interpretación de los sueños dedicadas a los sentimientos de culpa suscitados en
Hamlet por su amor a la madre y su odio al padre, páginas que Freud recordaba con evidente orgullo: “Cuando redacté lo que me parecía la solución del misterio, no estaba emprendiendo una investigación especial sobre los valores literarios de Hamlet, pero sabía cuáles eran los resultados de nuestros escritores germanos, y vi que incluso Goethe había errado el blanco.” La afirmación de Freud: no estaba emprendiendo una investigación especial sobre los valores literarios de Hamlet, muestra que en realidad la ambición de aplicar el psicoanálisis a la literatura estaba fuera de sus intenciones y, en cambio, se halla muy presente en el psicoanálisis posterior que toma como marco la metapsicología para tratar de entender cómo funciona eso que llamamos personaje y cómo la vida anímica, la interioridad del sujeto y esa mezcla de ética y moralidad se imponen a las tramas por más perfectas que éstas sean. Sin embargo, Freud demuestra que justamente el amor a la literatura consiste no sólo en enfrentarla con las herramientas del (psico)análisis, sino en incorporarla como un lenguaje que expande las posibilidades del comportamiento hacia el terreno de las intenciones, y que detrás de la máscara de lo que parece correcto, lo más humillante de nuestras vidas suelen ser menos nuestros actos que nuestros ideales. Debo hacer un paréntesis para acotar que muchas veces lo que entendemos por psicoanálisis aplicado es
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psicoanálisis en
Shakespeare Reloj decorativo hecho por Drawgood
el empleo ortodoxo y desinformado de un vocabulario freudiano para distinguir unas operaciones en el texto como si estuviera manipulando en la obra una especie de “subconsciente”. Uno de los precursores de ese malentendido es Terry Eagleton, que es tomado como biblia por profesores trasnochados de Teoría Literaria. Egleton propone un análisis muy limitado que ni siquiera considera que las diferencias entre la primera y la segunda tópica harían una distinción de grado si se intentara aplicar el psicoanálisis a un tema literario. No es Didier Anzieu, no es André Green ni Lacan, y todavía los estudiosos de la literatura tendrán que hacer un esfuerzo para terminar de entender que las expresiones y los flujos de lo inconsciente son profundos e idiosincrásicos y separar el psicoanálisis aplicado (del que abjuró el propio Freud con su Leonardo) de la utilidad clínica.
DEL INCONSCIENTE A LA IDEA DE LO HUMANO
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na de las fascinaciones que implica el pensamiento shakesperiano es esa lucha contra la tiranía que el propio sujeto se impone. Escribe el psicoanalista inglés Adam Philipps que el psicoanálisis, tal y como Freud lo concibió, siempre fue una crítica contra la simplicidad de la vida, por no decir cualquier indicio tiránico de perfección.
Como pasa en el mundo de Shakespeare, sobre todo en ese universo tan poco explorado por Freud, Sueño de una noche de verano, el psicoanálisis empezó, puntualiza Philips en su ensayo titulado “Perversión” (en Flirtear, Faber and Faber, 1994, Anagrama, 1998), con el desconcertante problema de las diferencias entre los adultos y los niños, es decir, con el problema de la importancia de la conexión entre deseo sexual y reproducción. La relación tan íntima entre su vida y las experiencias que había extraído de la lectura de Shakespeare son asombrosas y corresponden a una persona que ha hecho de la literatura, de esas vidas posibles en el mundo de la ficción, una fuente inagotable de experiencia. Con Anna, por ejemplo, su hija pequeña (su Antígona, la llamaba), profundamente apegada a él, trataba de que se desprendiera un poco de su tutela y la impulsaba al desapego, pero como señala su biógrafo: para Freud, una cosa era animar a Anna para que creciera y otra totalmente distinta permitirle crecer. En 1913, Freud le confesó a Ferenczi que su hijita Anna “le hacía pensar en Cordelia, la hija menor del Rey Lear”. De allí surgió una conmovedora meditación sobre el papel de las mujeres en la vida y la muerte de un hombre, “El motivo de las elecciones del cofre”, artículo publicado ese año. Pero no todo es una observación clínica ni una meditación doméstica. Freud no le atribuyó demasiada grandeza al hecho de que un paciente fuera o no un artista (hoy se reconoce que la tarea creadora del paciente es su capacidad de reescribir su vida y cuestionar los aspectos paralizantes de su identidad sin destruirla). La indagación en su biografía desde distintas perspectivas ofrece miradores de acuerdo al examinador en turno: Paul Ricoeur prefiere hacerlo en la tradición aparentemente más cercana por la lengua: Goethe, Heine, Schiller. Las referencias a Shakespeare en su gran libro sobre Freud se refieren sobre todo a Hamlet. Con su Vida y obra de Sigmund Freud (1953, Anagrama, 2003), Ernest Jones tampoco se propone hacer complejas elaboraciones de su relación con Shakespeare. Oc tave Mannoni y su Freud, el descubrimiento del inconsciente (Seuil, 1968, Nueva Visión, 1987) prefiere instalarse en la metapsicología y establecer una línea de tiempo para entender sus contradicciones y sus filiaciones. La bibliografía es amplia y tendenciosa, y con esto quiero decir plural y de diversos signos que esclarecen el conjunto, como Shakespeare o la invención de lo humano (1998, Anagrama 2001), de Harold Bloom, un libro muy polémico que provocó un gran rechazo entre los académicos especializados.
Hoy EN día, MucHa dE la coMprENsióN dE la litEratura y su coNfEccióN lE dEbEN taNto al psicoaNálisis coMo al uNivErso sHakEspEariaNo . Los libros Freud con los escritores (Nueva Visión, 2014) de Gómez Mango y Pontalis, hasta ese extraordinario ensayo de André Green, Sortilegios de la seducción, lecturas criticas de Shakespeare (Paidós, 2005), representan el tejido fino en la aproximación a los intereses literarios de Freud y sus consecuencias para el psicoanálisis y el estudio de la literatura. Exhaustivo en lecturas y recorridos es Didier Anzieu quien, en El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del inconsciente (PuF , 1959, Siglo xxi , 1978) hace una lectura tan detallada como la de Peter Gay. También le atribuye en su acercamiento a Shakespeare una polifonía de intereses. Gay resume muy bien la actitud de Freud frente a este problema: La tarea del crítico psicoanalítico consiste en rastrear los distintos modos en que la lectura, la audición y la visión generan realmente placer estético, sin pretender juzgar el valor de la obra, de su autor o de su recepción… Al mismo tiempo, si optó por leer El mercader de Venecia y El Rey Lear como meditaciones sobre el amor y la muerte, no por ello Shakespeare se convirtió para él en un asunto de interés puramente clínico o puramente literario como ha pasado con muchos exégetas.
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oy en día, mucha de la comprensión de la literatura y su confección le deben tanto al psicoanálisis como al universo shakespeariano. No se puede prescindir de la cultura en el psicoanálisis, pero tampoco del pensamiento psicoanalítico en el análisis de la cultura en general y la literatura en particular. Eso mantiene a la obra de Shakespeare en condiciones de describir al hombre de hoy, que sigue planeando su futuro a sabiendas de que siempre será una ilusión irrealizable. Hay dos objetos que obseden al psicoanálisis contemporáneo: uno es Hamlet y otro Otelo, muy tratados ya, pero su exposición excede el propósito de este artículo. Queda pendiente el tema de Hamlet, el tema del duelo, de la melancolía y la venganza. También pendiente la exploración de los celos, un asunto de todos los días que a menudo se confunde con la envidia. Y claro, queda pendiente su confianza en el “poder curativo del amor” que no tiene que ver con Shakespeare si no con Jensen y su Gradiva
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Willia
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La autocrítica de EL DRAMATURGO INGLÉS “SE BURLA DE TODOS” EN SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO. EL HUMOR ES LA VÍA PARA LLEGAR A LA VERDAD.
Ricardo Guzmán Wolffer Todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores.
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Shakespeare, A vuestro gusto
l humor permea la obra shakespereana. Uno de sus textos básicos para establecer hasta dónde llega la mirada crítica del autor es Sueño de una noche de verano, donde se burla de todos. Como uno de los grandes que es, William encuentra la diversión en donde otros establecen la solemnidad. Conocida la anécdota, apenas cabe reseñarla: en el bosque, entre hadas y seres fantásticos, dos parejas sufren contrariedades antes de lograr la unión deseada. Al autor se le reconoce por las tramas, pero sobre todo, por la forma de contarlas. Parte de la ligereza del escritor es hacer pequeñas bromas sobre los temas menos esperados: “provoca la impaciencia como una suegra o una tía que no acaba de morirse nunca y va consumiendo las rentas del heredero”; la tristeza es “la pálida compañera que no conviene a nuestras fiestas”; “¿Por qué, si las enfermedades son contagiosas, no hubo de serlo el favor?” y, entre otros, se burla de las enfermedades venéreas que eran visibles por las lesiones en la nuca: Quincio y Bottom se arrojan Puck por el escultor Carl Andersson, Estocolmo, Suecia
Fuente: wikiwand.com
puyas al imputarse la existencia de la “cabeza francesa” (la corona veneris o alopecia sifilítica). Este ingenio en la burla marca más a personajes de otros trabajos, como a la Beatriz de Mucho ruido y pocas nueces, otra de las obras humorísticas más conocidas: (al hablar de un tunante conocido: su futuro esposo) “se pegará como una epidemia. Se contagia con mayor celeridad que la peste; y el que la coge, inmediatamente se vuelve loco. Si ha contraído la enfermedad Benedicto, le costará por lo menos un millar de libras el verse curado”; “si fuera una cara como la suya no podrían afearla los arañazos”; (al ser increpada por la falta de esposo) “Los hijos de Adán son mis hermanos; y, francamente, tendría por pecado buscar un esposo en mi familia”; (cuando le dice que a un enamorado de ella, “lo tiene debajo”) “no quisiera que hiciera otro tanto conmigo; me vería en peligro de ser madre de loco”; (cuando un hombre mayor y adinerado se ofrece como esposo) “no, señor; a menos que me sea permitido tener otro para los días de trabajo. Su gracia es demasiado lujosa para llevarse todos los días”; y muchos más. Si bien ambas obras giran sobre los enredos previos a las uniones duraderas, el Sueño... resulta más disfrutable por los giros de la trama, derivados en equívocos fantásticos, mientras que en Mucho ruido... todo se debe a los actos malvados de ciertos personajes, lo que hace menos sofisticado el argumento. Empero, en esta última la parte mundana (por oposición a fantástica) sirve para burlarse de la justicia. Primero, se evidencia que los encargados de indagar los crímenes son de muy pocas luces mentales, con todo y que al fin encuentren al culpable y sirva para llevar al final feliz. Incluso, se instruyen entre ellos para dejar pasar todos los delitos: si los borrachos no obedecen la orden de irse a sus casas para evitar los desórdenes públicos, es mejor esperar a que se despejen de alcohol; como los ladrones no son honrados, es mejor no acercárseles pues “quienes tocan al pez suelen mancharse”; si la nodriza no hace caso de los llamados para que atienda al niño llorón, es mejor alejarse para que el infante la despierte con sus aullidos; y peor, si el gobernador Leonato hubiera hecho caso de los precarios guardias, la hija se habría evitado la grosería ante el altar. Es decir, tanto los vigilantes de a pie como el gobernante apenas son confiables. Para que luego digan que Shakespeare ha pasado de moda. El humor del autor no se limita a las frases inteligentes. También hay un humor físico en tanto se visualizan en los personajes: las travesuras del duende Puck; la cabeza de asno en Bottom; y la principal, donde las pócimas en los ojos llevan a los equívocos en que las parejas se confunden de enamorados. A lo cual cabe añadir la dificultad de traducir muchos pasajes de la obra del autor: suponemos con las traducciones las rimas y los múltiples sentidos de los diálogos: el pasaje donde Teseo y Demetrio se divierten a costa del personaje de La Luna, en Sueño..., al hacer varias interpretaciones de la relación entre un hombre, la luna y una linterna, es apenas un ejemplo. El chiste (entendido como dificultad) de leer a Shakespeare sería hacerlo en el idioma original, pero la pericia que
hace falta limitaría el espectro de los lectores y cortaría la eficacia de las traducciones.
HUMOR Y VERDAD
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a broma se enfila hacia todos los personajes y se traslada a los actores y al teatro en general, al presentar las tribulaciones de los artistas que dentro de Sueño… habrán de representar una escena que suponen debe modificarse para suavizarlo ante el público, como si éste fuera incapaz de comprender o resistir el mensaje de los intérpretes: para que nadie se asuste, se proponen hacer un prólogo donde se explique que en el teatro todo es ficción, que los personajes no mueren ni existen, incluso darán los nombres de cada actor; harán explícito que el león no lo es, por muy feos sonidos que haga el hombre bajo el disfraz, y mostrarán parte del rostro. Entre ellos hablan de las implicaciones para el intérprete de un muro. Como tanta alharaca incomoda al duende Puck, este decide molestar a esos actores, empezando con Bottom al colocarle la famosa cabeza de asno. Shakespeare, sin embargo, se ensaña con los actores de todos los tiempos al presentar a los que actuarán dentro de Sueño… como “gente ruda que jamás ejercitaron la mente, y ahora han sobrecargado su rústica memoria”; cuyo trabajo “no vale absoluta-
amShakespeare
William Blake, Oberon, Titania y Puck bailando con hadas. Sueño de una noche de verano, 1786 Fuente: wikipedia.org/ Dominio público
mente nada; a menos que os divierta su intento y el sobrehumano esfuerzo y la cruelísima labor que se han echado a cuestas creyendo servir”; al referirse al que actúa como felino, “puede muy bien hablar un león, cuando lo hacen tantos jumentos”. En A vuestro gusto, Jaques habla de las siete etapas en la vida humana: el infante que lloriquea; el rapaz que va a la escuela “con paso de caracol”; el enamorado que “suspira como una fragua”; el soldado que busca la “efímera reputación hasta en la boca del cañón”; el juez de redondo abdomen, “lleno de sesudos adagios y de modernas citas”; el enjuto arlequín (por ridículo de cuerpo y voz); y, al final de la vida, la segunda infancia, “un mero olvido, sin dientes, sin ojos, sin palabras, sin cosa alguna”. Jaques encarna el humor amargo, que hace sonreír con disgusto, en contraposición del humor como ejercicio mental de Touchstone, quien responde con ingenio a quien se le para enfrente para evidenciar su superioridad en la ocurrencia de fondo: “si juráis por lo que no tenéis, no perjuráis”, entre otros. La importancia de la improvisación retorna en voz del Duque y el autor establece que los arranques repentinos están llenos de lucidez. Quizá la mayor aportación de A vuestro gusto es establecer la figura del humorista, encarnada en el arlequín, como el único con libertad absoluta: “una patente tan amplia como el viento, para soplar sobre quien yo
Kevin Poeung como Puck en Sueño una noche de verano, del Northern Ballet’s. Foto Jason Tozer
quiera”. El humor es la vía para llegar a la verdad, con la ventaja de que las personas increpadas deben aparentar insensibilidad al golpe, pues si evidencian molestia “quedaría desmenuzada la necedad del cuerdo”. Al usar el traje de arlequín, tiene permiso “para decir lo que pienso”. Mejor aún: puede hablar mal de todos, pues sólo se dará por aludido el que se coloque en el pecado descrito con burla por el bufón: “si le ha hecho justicia, será él quien se habrá ofendido a sí propio”. Con agudeza reconocida, el autor termina por burlarse hasta de sí mismo: en Sueño, Hipólita y Teseo hablan sobre la mala obra vista, pero que puede mejorar-
se “si la imaginación la enmienda”, de modo que “el mérito será de vuestra imaginación (del espectador) y no de la suya (del autor y los actores)”. Establece no sólo la interacción entre obra y espectador, para plantear que el impacto de lo representado estriba en el ojo que mira y recibe, lo cual reduce, al menos en el discurso del autor, la importancia de su obra. El tino central de Sueño, es recordarnos, entre bromas e historias fantásticas, que la vida del hombre no depende de él: el duende Puck establece que “quien impera es el destino”. Filtrada suavemente esta idea, resulta contestataria si se estima que el período isabelino en que vivió Shakespeare no era precisamente de apertura. Quizá representar a duendes y seres mitológicos no fuera tan contrario a las ideas religiosas de la época, por la tradición juglar de Inglaterra, pero tales mensajes, donde se implica que algo ajeno al Dios de la religión oficial termina por dirimir la vida de los hombres (el destino), visto en retrospectiva, evidencian los alcances del autor. Pero ello tiene su lado de divertimento: si no somos dueños de nuestro futuro, eso puede ser un misterio irresoluble que hará entretenido cualquier porvenir: Puck precisa: “No hay cosa que me guste tanto como lo imprevisto”. Y en esa libertad de tomar la vida como llegue, reside una de las liberaciones concedidas graciosamente por el humor a los mortales
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Shakespeare: retrato de Antonio Valle
Estamos hechos de la misma materia que los sueños. Nuestro pequeño
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mundo está rodeado de sueños. William Shakespeare, La Tempestad
MORIR, DORMIR… ¿DORMIR? TAL VEZ SOÑAR.
cerca de Hamlet y de don Quijote –ha dicho Turguéniev–, “ambos personajes encarnan dos rasgos fundamentales y opuestos de la naturaleza humana”. En efecto, ya desde el siglo xVii la escena más importante de la cultura occidental ha sido ocupada por esos dos modelos más bien suicidas aunque inmortales, multitudinarios pero enigmáticos y tan poéticos como enloquecidos. De seguro porque actualmente está en boca de todos el aniversario común de Shakespeare y Cervantes, hace poco escuché una extraña conversación entre dos chicas que, observando a un chico rubio, bien parecido y con cierto aire melancólico, decían: ”¿Viste a ese Hamlet?” “Está guapo, pero se ve que es muy aburrido; antes era sencillo encontrar muchachos simpáticos y espirituales.” “Desde que el mundo fue recubierto por este simulacro de realidad supurando violencia los quijotes brillan por ausencia.” “Ah, ya sé, te refieres a la horrorosa postmodernidad.” Tenían razón las chicas: a este mundo violento, tan vulgarmente hedonista, le vendría bien que volvieran a la carga caballeros idealistas y no esa dark new age iconoclasta –concepto que registré de aquella conversación entre las muchachas–; sin embargo, es preciso decir que el príncipe Hamlet –ese icono–, además de representar a un sujeto con evidentes síntomas de trastorno bipolar o psicosis maníaco-depresiva, personifica a un héroe que busca hacer justicia, no sólo al pueblo de Dinamarca cuyo rey ha sido asesinado, sino que simultáneamente se ve arrastrado para encarar una afrenta consanguínea. Nos encontramos frente a ciertos crímenes de alcoba en los que se han visto envueltos poderosos personajes. Si a los chicos idealistas de los años setenta los transformó la frase: “sexo, drogas y rock & roll”, para los jóvenes “Hamlets” de nuestra “horrenda posmodernidad” habría que pensar en las palabras traición y corrupción, tal y como sucedieron ciertas cosas a finales del siglo xVi en Elsinor, castillo real de Dinamarca.
TRATAN DE APARENTAR QUE CONOCEN MIS REGISTROS, INTENTAN ARRANCARME LO MÁS ÍNTIMO DE MIS SECRETOS. De un tiempo para acá, en ciertos ambientes académicos e intelectuales se han desatado algunas calumnias
EL MAESTRO DE LA “HIPÉRBOLE Y EL ESPLENDOR” FUE UN GRAN LECTOR. “AL NACER LLORAMOS PORQUE ENTRAMOS EN UN VASTO MANICOMIO”, DICE EN REY LEAR.
e infundios apuntando a descalificar los trabajos de Shakespeare, ya que –dicen– el grado de dificultad de estas obras maestras presupondría su pertenencia a un estatus social y académico que él no poseía. Para variar, quienes sufriendo prejuicios (y resentimientos) académicos y de clase tratan de desvirtuar y confundir a espectadores y lectores, dicen que las obras de Shakespeare no son obras de él sino de un grupo selecto integrado por artistas e intelectuales, entre los que participarían algunas personalidades como sir Francis Bacon y Ben Jonson, su rival, dramaturgo y poeta inglés con el que los críticos del genio han intentado invalidarlo. No obstante, el propio Jonson dijo: “Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad.” Por su parte, Harold Bloom asegura que ningún otro escritor ha tenido tantos recursos lingüísticos como él, y –para acrecentar la furia de sus detractores– agregó que “de una vez por todas alcanzó muchos de los límites del lenguaje”. En efecto, Shakespeare desarrolló el sentido disperso y contradictorio que siglos más tarde experimentarán novelistas como James Joyce, Marcel Proust, Samuel Beckett o William Faulkner, todo lo cual forma parte del misterioso enigma que Jorge Luis Borges ha colaborado en resolver –o en complicar– diciendo que Shakespeare es el menos inglés de los poetas de Inglaterra porque casi es un extranjero, aduciendo que era un maestro de “la hipérbole y el esplendor”, entregándonos líneas inolvidables como éstas: “El mismo diablo citará las sagradas escrituras si viene bien a sus propósitos”, y “El resto es silencio.” Shakespeare no tuvo una formación académica ortodoxa pero evidentemente fue un poderoso autodidacta. Sus obras lo descubren como un gran lector que cuenta, entre diversas fuentes de procedencia en materia de historia, política o economía, con la lectura esmerada de las Vidas paralelas de Plutarco. También pueden rastrearse algunas de sus influencias en los Essays de Montaigne, obra que el filósofo humanista escribió al formular y contestarse una simple pregunta: “¿Qué sé yo?”; además de abrevar en fuentes que en línea directa provenían de las escuelas filosóficas de cínicos y estoicos griegos y romanos, particularmente de Séneca. Sin embargo, antes que nada fue un incisivo dramaturgo que cuestionó la efectividad del teatro y de su doble, y que al explorar en las reacciones de público y actores, agregando combinaciones con experiencias de su rica existencia, construyó múltiples registros, lógicas y redes de pensamiento con los que indagó en las zonas más herméticas de la psique y las pasiones humanas.
DIOS OS HA DADO UNA CARA Y VOSOTROS OS HACÉIS OTRA Para estar a tono con la borrachera intelectual en torno a Shakespeare, busqué alguna versión cinematográfica que me permitiera analizar una “puesta en escena” contemporánea del melancólico príncipe de Dinamarca. Entre una extensa variedad de películas encontré el Hamlet que Kenneth Branagh dirigió y actuó hacia 1996. Esta cinta posee valores cinematográficos encomiables, por ejemplo, el diseño de arte resuelto mediante una ambientación poética y una dirección de actores inigualable; sin embargo, me parece, hacer que Hamlet y Ofelia lleven a cabo el acto sexual tiene implicaciones adversas para el desarrollo del personaje y de la misma tragedia, ya que al satisfacer su deseo sexual desciende el torrente pulsional detenido en Hamlet, que no sólo busca satisfacción en Ofelia sino en su propia madre, al mismo tiempo que el personaje intenta elaborar el duelo por la muerte de su padre. Al hacer que disminuya la intensidad de su “desorden bipolar”, es decir de la ambivalencia que hace exclamar una de las frases cumbre de la civilización occidental, le resta fuerza dramática a nuestro héroe aguerrido. Al analizar las patologías del príncipe de Dinamarca, dice Freud que a Hamlet “le cuesta trabajo” decidirse para hacer justicia asesinando a su tío Claudio, doblemente usurpador, porque en realidad Claudio habría hecho el trabajo que él mismo deseaba realizar, observando que Hamlet no era “realmente mejor que el hombre a quien quiere castigar”. En el Hamlet, de Franco Zeffirelli, (1990) un sorprendente Mel Gibson encarando a Glenn Close en el papel de la reina Gertrudis, logra filtrar hasta los espectadores el juego incestuoso de los deseos casi descarnados de ambos (tal vez expuestos con mayor intensidad en los apetitos de la reina que ha puesto a su hijo a cumplir con el papel del falo.)
SABEMOS LO QUE SOMOS, PERO NO LO QUE PODEMOS SER En esta famosísima tragedia, el arte de lo simbólico es expuesto por Ofelia, personaje que se desempeña como una verdadera alquimista. Mientras fragua su locura, alcanza una lucidez extrema cuando va nombrando –de alguna manera diagnosticando y poniendo en evidencia a los personajes relevantes de la tragedia– mediante la descripción simbólica y poética de las flores y hierbas que les obsequia: “Aquí traigo romero, que es bueno para la memoria. Tomad, amigo, para que os acordéis...”“Y aquí hay trinitarias, que son para los pen-
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el artista y apuntes para un enigma Ilustración de Mariana Villanueva Segovia
samientos […]. Aquí hay hinojo para vos, y palomillas y ruda para ti […], para vos también, y este poquito es para mí.” También Rimbaud le ha cantado a la locura poética de Ofelia: “ …tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra. / Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.”
SOMOS DE LA MISMA MATERIA QUE LOS SUEÑOS
Al seleccionar el epígrafe que ofrece una ruta para abrirse paso entre las encrucijadas de este breve ensayo, pensaba que la materia de los sueños es la sustancia donde todo se revela, donde todo es posible, incluso los peores sentimientos y las más absurdas, abyectas y audaces historias de amor y desagravio. La frase que completa al epígrafe dice: “El mundo entero está rodeado de sueños.” Son los sueños, ese gran vehículo creador de símbolos, función que crea y traduce la compleja naturaleza humana, energía dual que nos hace sufrir y gozar con tragedias capaces de provocar la pasión catártica de multitudes. Paradójicamente esta cita fue tomada de La tempestad, obra de Shakespeare que hace contrapunto a la tragedia consanguínea ya que su tema es la reconciliación familiar, tono muy John Everett Millais, Ofelia, 1852 distante, por ejemplo, de un Rey Lear, que al verse traicionado por sus hijas, dice: “Al naero no sólo el vidente de Ardennes exploró la cer lloramos porque entramos en un vasto manicomio.” mente de la tierna suicida: en su libro El agua y los Justamente es la figura del loco, que no obstante ser el sueños, Gaston Bachelard sondea en las aguas gran iniciador, es percibido con miedo y/o con despresuicidas, en la intensa fuerza de atracción que esa “clacio por las conciencias corrientes y vulgares. Oswald se de aguas” ha generado en miríadas de seres frágiles, Wirth dice que el loco es el único personaje que no cuenpoéticos y sensibles, tema que ha nutrido la imaginata en el tarot porque carece de número; es la única carción de una pléyade de artistas plásticos. Tomemos por ta-símbolo que no tiene calidad moral ni intelectual y, ejemplo una pintura clásica, se trata de la obra de John sin embargo, como la cifra cero, puede afectar a todos los números así como a los valores de los demás símboEverett Millais. En ella vemos a Ofelia flotando ¿muerta? los. Se trata de un errático personaje que avanza con los y bocarriba con los ojos abiertos; la joven “mira la muerojos puestos en la muerte, como los ojos del Hamlet rete”, ese vacío que ya dejaba ver en su mirada cuando presentado por Mel Gibson, realmente conmovedores. hacía el ofrecimiento “exegético” de sus flores y sus hierHamlet sabe que él mismo, como todos los héroes, es bas. Esas visiones escaldadas en el “espantado ojo azul” un hombre mirando con los ojos enloquecidos a la que Rimbaud describe, son imágenes de la traición del muerte. Lo mismo le sucede al Rey Lear (Tatsuya Nakapadre y el amante, “eso” que le ahoga las palabras en un dai) que Kurosawa puso a vagar entre ruinas y hermosas gesto con el que intenta afinar la última estrofa antes colinas japonesas en Ran, que en japonés significa caos. de hundirse para siempre en la memoria colectiva de las generaciones que han visto la tragedia. Y sin embargo, como dice una querida amiga, Ofelia se ha integrado Y MI BÁRBARA PLUMA TORNAS CULTA con los elementos acuáticos y silvestres que la circundan, elementos simbólicos que parecen recibirla en un Otra vertiente de los misterios que han “explorado” ambiente propicio para la metamorfosis y la reencarnaunos críticos cada vez más incrédulos y asombrados es la supuesta homosexualidad del “cisne de Avon”. En ción. He aquí otra “muerta inmortal” navegando a través de los siglos gracias a los saberes de Shakespeare, el efecto, la vida erótica de Shakespeare, como otros asalquimista de Avon. pectos, presenta algunos enigmas que han dado pie a
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múltiples especulaciones. A través del análisis de sus sonetos se han desprendido algunas leyendas negras cargadas de una mal disimulada invectiva moral. Observemos algunas líneas de sus sonetos que nos permitirán acercarnos a esa compleja personalidad llena de recursos y de un asombroso manejo de la lengua: “Muchos cantos en uno, sin palabras,/ Que repiten: ‘Solo serás nadie.’” Vaya abismo existencial, temporal, lingüístico y musical en el que nos coloca el maestro. “Mientras hombres alienten, y ojos vean,/ Vivirán mis palabras, y tú en ellas”, acerca del poder del amor y su trascendencia poética. “Señora y señor mío, te ha pintado;/ Un corazón gentil y femenino…”: fina integración de la/el amado(a). “Los bufones del Tiempo sean testigos,/ Que si mueren por bien, por mal vivieron.” Los enigmas de la locura –y su contradictoria sabiduría– esplendiendo en esos personajes tan amados por Shakespeare. Queden estos oscuros y refulgentes versos a la sensibilidad y libre apreciación de los lectores: Dos amores, consuelo y sufrimiento, Me rondan como espíritus tenaces: Ángel bondadoso un varón rubio, Espíritu del mal una hembra oscura. Por lanzarme al infierno, mi demonio A mi custodio aleja, tentadora, Y ansiando convertir al santo en diablo Su pureza corteja procazmente. Si mi ángel en diablo se ha trocado No puedo asegurar, aunque sospecho, Los dos lejos de mí, los dos amigos, Que uno conoció el infierno de otro. Mas sólo lo sabré con certidumbre Si el ángel es purgado por el fuego.
Finalmente: “La muerte matarás, y no habrá muerte.” Ahí donde, como dice Odysseas Elytis, la muerte no tiene la última palabra
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LEER Clarice Lispector Fotobiografía, Nádia Battella, Conaculta, México, 2015.
LO TERSO Y LO TENSO ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ
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ensar en Clarice Lispector (Vinnitsia, Ucrania, 1920- Rio de Janeiro, 1977) como en una de las más destacadas escritoras brasileñas del siglo pasado es reconocer, apenas, una obra fundamental de la narrativa contemporánea que, desde la aparición de Cerca del corazón salvaje (1943) hasta sus trabajos publicados póstumamente, revela un pulso y un estilo que no sólo la inscriben en la órbita de Virginia Woolf y Katherine Mansfield, con quienes guarda (sobre todo con los cuentos de la segunda) una consonancia de sensibilidad muy evidente, sino asimismo permiten destacar su prosa como una lección de escritura donde lo terso y lo tenso entretejen una sugerente amalgama. La casi masculina rudeza de su rostro, su porte altivo y elegante, su estatura más que mediana, llamaron sin duda la atención de Giorgio de Chirico, quien le hizo algún retrato en los años cuarenta. Esa evidente fotogenia queda luminosamente ilustrada en el vasto volumen de Nádia Battela, amiga de la escritora y autora de este documentadísimo álbum fotográfico que es una biografía casi física de Clarice Lispector y, asimismo, una lectura icónica del ser que está detrás de sus cuentos: con fecunda empatía, la fotobiógrafa recupera desde el origen (el exilio de los padres, que vio nacer a Jaia –su nombre judío– en una aldea ucraniana de camino a la Europa aún no sovietizada) hasta los últimos registros de una vida que no mira en clave, sino con la claridad que presume su nombre, los detalles y giros más entrañables de la realidad con minúsculas, pues en su obra, según Lúcio Cardoso, “algo íntimo siempre se está quemando”. Traductora de Fielding, Poe, Swift y Oscar Wilde, amiga de mujeres de la diplomacia brasileña lo mismo que de escritores y periodistas de su generación (no dejó nunca de escribir en diarios y revistas y hasta en semanarios de frívola feminidad), su primer libro, publicado a los veintitrés años, fue saludado como la mejor novela brasileña de ese año. D u r a n t e m á s d e q u i n c e re c o r r i ó diversas ciudades europeas al lado de su marido diplomático, lugares que dejaron huella en su narrativa menos como simples locaciones que a la manera de ecuaciones emocionales –minuciosamente despejadas– de la cotidianidad, esa dimensión donde el ladrido de un perro, el matiz de la tarde en la ventana, el lento cáncer que ciegamente carcome la convivencia de un matrimonio, dan lugar a curvaturas del ánimo que lo mismo refulgen en una plaza de Berna que naufragan en algún mercado de Recife. Obsesiva lectora de sus borradores, acumuló en algún caso casi veinte versiones distintas del mismo manuscrito novelístico antes de darlo a la imprenta, para sorpresa de su asesora doméstica, que sólo veía letárgicos legajos de lo mismo impa-
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cientando de polvo su mesa de trabajo. Si bien algunas de sus novelas resultan espléndidas (La manzana en la oscuridad, La pasión según g . h .), los cuentos de Clarice Lispector son un modelo de contención e intensidad que recupera instantes inmediatos del mundo con una intuición inaudita: tanto en Lazos de familia como en La legión extranjera, Felicidad clandestina y otras colecciones de relatos, lo que predomina no son los “hechos” sino las “sensaciones”. El volumen de Nádia Battella es un archivo de avatares personales y literarios organizado e investigado con lúcida dedicación, un trabajo que anima a pensar que si todos los grandes escritores contaran con un homenaje visual de estas características su obra no obtendría más lectores, por cierto, pero sí ganaría una profundidad de espacio y de contexto que clarificaría en no pocos casos la lectura de sus libros. Entre todas las espléndidas fotos del volumen, es un acierto editorial haber escogido para la portada aquella donde Clarice se cubre el rostro con las manos: no hay manera más elocuente de expresar la ansiedad de la mirada interior privilegiada por su literatura • Enjambre de historias, Javier Perucho, unam - cch Naucalpan, México, 2015.
¿DÓNDE QUEDARON LAS SIRENAS? DAVID BAIZABAL
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l cazador de jíbaros, el persecutor de sirenas, el examinador de aforismos, es ahora la presa, el perseguido, el auscultado. En Dinosaurios de papel, Javier Perucho se abalanzó sobre las letras breves desde el ensayo, el ojo histórico y crítico; la fascinación por las emociones encapsuladas en el microrrelato y no tanto las hipótesis de la teoría literaria es lo que sustenta el mentado libro. Lo mismo sucede con El cuento jíbaro y Yo no canto, Ulises, cuento, una antología sirenaica que vería más tarde su secuela en su reciente La música de las sirenas. El antólogo de mujeres sirénidas se convierte en coleccionista de sus propias historias en Enjambre de historias, publicado por la unam - cch Naucalpan en apenas 2015. Estas historias enjambradas en seis secciones no son una colección de anécdotas de temática dispersa. “Qué noche tan triste”, “Los derrumbes de la noche”, “Enjambre de historias”, “Lola la parvularia”, “Pregones i ” y “Pregones ii ”, son las casillas que guarecen esta colonia de letras. Enjambre de historias no es un libro de microrrelatos al uso; incluso, si vemos el microrrelato con los ojos más contemporáneos dejando atrás la escuela arreoliana y aubiana, podríamos decir que no es un libro de microrrelatos. Ahora me explico, espero. Hay una sensación de extrañeza en la lectura de esta opera prima de Perucho: los textos por sí mismos, es decir, de forma independiente, aislada, no cuentan mucho, y eso puede desorientar y desencantar a los lectores asiduos de la microficción contemporánea (es verdad que la minificción es de por sí contemporánea, pero me refiero a la
época más cercana a nosotros, la que se inaugura una vez consumada la –según se admite en el círculo académico– época dorada del microrrelato mexicano: Torri, Arreola y Monterroso). Las historias de este enjambre no son iguales en número a los textos sino que se desarrollan a lo largo, o a lo corto, de varios de ellos. Las luces de La feria, de Arreola, alumbran esta obra: textos aparentemente autónomos por llevar un título propio, forjan más de una historia. Me parece, por este y otros motivos que enseguida expondré, que Enjambre de historias se arriesga positivamente como una propuesta innovadora en la microficción mexicana. Perucho ha llevado por otros derroteros a las letras mínimas alejándose de los textos de humor fácil, final sorpresa y organización típica. Puede parecer, por esto, un libro de ideas repetidas o de textos inacabados, un cuaderno de trabajo publicado; pero hay que tener en cuenta, y no se me acuse de falaz, que el autor es conocedor de los mecanismos, tradición e implicaciones de la brevedad, hay conocimiento de formas, contenidos y organización detrás de estas aparentes redundancias. El otro componente de la propuesta, que también puede resultar incómodo para los ojos sensibles, es la temática del libro: Ayotzinapa, secuestro, asesinato, sexo. ¿Por qué meterse con la impunidad? Simplemente respondemos: ¿por qué no? ¿Acaso la poesía no ha servido como vehículo de protesta?, ¿y la novela? Ni qué decir del ensayo. Nadie dijo que las letras mínimas fueran exclusivas del jolgorio, de la risa, del juego de palabras. “Qué noche tan triste” nos recibe con el puño en la nariz: los 43 regresan a la memoria y nos sacuden, nos remueven de nuestra comodidad. Y algo similar sucede en “Los derrumbes de la noche”, donde la violencia, el secuestro, el odio generado por estos desgarres, hilvanan historias repartidas en fragmentos de desconsuelo. Cierta impronta de Aub se percibe en el tono cínico, pero no absurdo, de esta serie; preguntar si es un crimen matar a su propio secuestrador no es, para nada, una pregunta retórica. Y qué hay de “Lolita”, personaje que evoluciona según avanzamos en la lectura de este cuento fragmentado; porque eso es, al final, la serie “Lola la parvularia”, un espacio donde dos personajes y su historia erótica se transforman prescindiendo del cuento canónico. Una novela revisitada en un cuento conformado de brevedades que, si se prefiere, pueden leerse cada uno por separado. El apego por el aforismo tiene su desplante en los “Pregones”, una colección de textos brevísimos –algunos los llamarán hiperbreves– imposibles de encasillar en una unidad temática. Sentencias que delatan los matices predilectos de los géneros breves para Javier Perucho. Y en este punto es interesante hacer notar la práctica ausencia de sirenas, paradójico asunto teniendo en cuenta esta fascinación del sirenólogo. El punto más flaco quizá sea que la serie que da título al libro albergue menos de una decena de textos, dejándola un tanto desequilibrada, y esta recreación intertextual de “Lolita” que se aproxima más a la concepción actual de un libro de microrrelatos. Observaciones nimias que no desmerecen esta nueva apuesta por la brevedad. Ojalá el lector se anime a esta lectura que lo hará sentir en carne propia las angustias y fantasías del mundo •
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LEER
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El último juglar: Memorias de Juan José Arreola, Orso Arreola, Jus, Libreros y Editores, México, 2015.
MEMORIA Y OLVIDO DEL POETA DE ZAPOTLÁN MARIANA DOMÍNGUEZ BATIS
El que soy saluda con tristeza al que podría ser.
Orso presenta a un poeta melancólico que sufre y enferma de neurosis y angustia; que lucha a diario contra sus demonios y se debate en todo momento entre las fuerzas del constructivo Eros y el aniquilador Tánatos; pero ama el lenguaje “por sobre todas las cosas”. Muestra a un narrador que dejó de escribir “porque la vida me arrolló; sencillamente mi cabeza se llenó de libros, de ajedrez y de mujeres”. Delinea y acerca al interesado a las ideas, al estilo y al gusto literario que modelaron el alma y la literatura del polifacético Juan José Arreola • La insignia y otros relatos geniales, Julio Ramón Ribeyro, Universidad Veracruzana, México, 2015.
Hebbel
RIBEYRO GENIAL
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l retrato del “último juglar” es lo que se nos promete en un volumen que concentra buena parte de las memorias de uno de los maestros de la prosa mexicana del siglo xx : Juan José Arreola. Lo valioso del libro es que no está narrado desde la voz de un frío biógrafo, sino a partir de los ojos de uno de sus más cercanos: su propio hijo Orso. “Toda memoria es un laberinto y yo me perdí en la memoria y el olvido de mi padre”, confiesa el autor al hablar sobre el proceso de construcción de El último juglar: Memorias de Juan José Arreola, libro resultado de una “larga y accidentada” conversación entre ambos, y publicado por primera vez en 1998, con motivo del cumpleaños número ochenta del cuentista, que vuelve ahora en su segunda edición. Como un delicado ebanista, Orso moldea los recuerdos del también editor hasta convertirlos en una narración en primera persona –como si hubiera brotado de la misma pluma de Juan José–, abarcando desde su llegada a Ciudad de México en 1937, procedente de Zapotlán, hasta 1968. Para ello entretejió escritos de juventud de su padre, su correspondencia personal, documentos y, sobre todo, las charlas y vivencias que tuvo con él a lo largo de años. La publicación acerca al lector a la faceta más humana de Juan José Arreola, quien a los diecinueve años, “lleno de sueños y amenazas”, llegó a la capital después de vender su único patrimonio: una máquina de escribir Oliver. Rescata las aventuras y amores de juventud de un aprendiz de actor, cuyo primer trabajo fue vender sandalias de puerta en puerta, para ir descubriendo la Ciudad de México a partir de recorridos por sus parques, sus cines, sus mujeres. Un joven Juan José, “optimista ciego que veía en el teatro su camino de salvación”, nos asoma a su predilección por las lecturas psicoanalíticas, así como a su descubrimiento y pasión por Dostoievsky y los cuentistas rusos, quienes lo desviaron del camino de la actuación, hasta revelarle su vocación literaria. También cuenta cómo conoció y aprendió de sus mentores: Fernando Wagner, Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia, y de entrañables amigos como Juan Rulfo.
ANTONIO SORIA
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n el prólogo a esta edición, Juan José Barrientos afirma, y es imposible no estar de acuerdo con él, que el peruano Julio Ramón Ribeyro “dejó la impresión de que, si hubiera vivido unos años más, habría obtenido el Premio Cervantes […] y realizado algunos proyectos, que mencionó, como la publicación de sus diarios y cartas”. El prologuista sostiene lo anterior después de referir que Ribeyro había muerto, como bien se sabe, a los sesenta y cinco años, en 1994. Como es igualmente conocido, ese mismo año el extraordinario narrador peruano iba a recibir en propia mano el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe –que en aquel entonces aún incluía las palabras “Juan” y “Rulfo” en el nombre– de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pero eso ya no pudo ser. El mismo año en que falleció el autor del magnífico cuento “Sólo para fumadores”, entre muchísimos otros, la editorial Alfaguara publicó los Cuentos completos de Ribeyro, hecho que desde luego agradecimos y festejamos todos aquellos que hemos sido felizmente tocados por la maravilla de leer a este narrador que, sin pábulo a la menor duda, debe figurar entre el más alto canon de cuentistas en cualquier idioma y cualquier tiempo. Empero, aquella gruesa edición, nada menos que de setecientos cuarenta y nueve folios, adolece de algo que Barrientos deplora al referirse a las primeras ocasiones en que Ribeyro publicó algún texto: se trataba de auténticos y arteros atentados a la legibilidad, dada la pequeñísima tipografía y el muy desprolijo desempeño de editores y correctores. En contraste con lo anterior, si algo hay que agradecer a la Universidad Veracruzana, es que precisamente suele evitar ese tipo de fallas y ofrece aquí una edición digna de este maestro del arte narrativo. Enmarcada en la Colección Ficción de la uv , en realidad es esta última la que sale más gananciosa publicando la presente recopilación, preparada por el prologuista Barrientos, quien
aclara que “esta antología tiene como finalidad promover la lectura, sobre todo entre los estudiantes de la universidad. Por eso elegí algunos cuentos cuyos protagonistas son jóvenes o niños”. Añade, para beneplácito de esos destinatarios bien identificados pero al mismo tiempo para el resto de los posibles lectores, que “no podían faltar, además, algunos clásicos ribeyreanos, como ‘La insignia’ [que da pie al título del volumen], ‘Una aventura nocturna’, ‘El banquete’ y su emblemático ‘Sólo para fumadores’”. Dicho sea clásicamente, estos trece cuentos no tienen desperdicio, lo cual sería por completo imposible al tratarse de un autor de la talla y el talento de este cuentista y novelista de quien bien puede decirse que la muerte –por un lado- y la enorme figura de su amigo Mario Vargas Llosa –por otro– contribuyeron, eso sí de manera involuntaria, al escamoteo de una celebridad que debería ser bastante más grande. El lector no tiene que hacer nada más que abrir este libro para comprobar que los múltiples encomios aquí vertidos están plenamente justificados. Sólo un reproche podría hacérsele a La insignia y otros relatos geniales: que no sea más abundante o que no prometa un segundo y hasta un tercer volumen •
In memoriam Lamentamos el fallecimiento del doctor
Néstor de Buen socio fundador, abogado, ensayista, colaborador y amigo de nuestra casa editorial.
En nuestro próximo número
ELLAS ESCRIBEN: Ferré, Mistral y Poniatowska, tres voces latinoamericanas @JornadaSemanal
La Jornada Semanal
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Agustín Ramos
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UÉ PUEDE COSECHAR un país que siembra cadáveres?, pregunta el cartelón que sostiene una joven durante la marcha. México ya cambió, pensé la semana pasada. Guacamayas, pericos, subastadores de líneas ágata y demás fauna nociva coincidía con los pocos auténticos periodistas en convocar a la marcha contra la violencia de género. Las activistas respetables pedían retuitear, postear, pasar la voz. ¿México unido contra la delincuencia antifemenina? Algo me hizo clic.
Pudo ser casualidad que la marcha de las mujeres coincidiera con la presentación final de las conclusiones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes sobre la desaparición de 43 normalistas, ¿no? Había demasiada gente decente y pocas sabandijas notables desfilando por una demanda insoslayable. Tampoco me extrañó que la iniciativa parafraseara un lema acuñado por madres de desaparecidos en los años setenta del siglo pasado: Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Y ni siquiera el empeño de los grandes canales de desagüe noticioso en promover a través de sus pensantes y bufones la asistencia a la protesta me hizo sospechar. ¿Puede acaso haber mayor violencia, acoso, discriminación, tortura y violación que la muerte y la desaparición forzada que se extiende a la revictimización de las mujeres…, y de los hombres? Al fin y al cabo en ambas luchas se demanda, con sus particularidades, justicia y respeto a los derechos humanos. Claro, hubiera sido mejor que la marcha contra las distintas formas y grados de violencia de género se hubiera sumado, sin ninguna reserva, a la condena contra Enrique Peña, el principal responsable de los sucesos de Ayotzinapa, responsable que brilló por su ausencia para recibir oficialmente el informe del giei y para que alguna representación de su gobierno escuchara en directo las intervenciones previas de los expertos, y todavía más responsable por la hipocresía de agradecer la colaboración de dicho grupo y de condescender a analizar un informe que, además de confirmar lo sabido, añade nuevas revelaciones. Como el giei es a fin de cuentas un organismo internacional, no vertió acusación alguna; sin embargo, de sus conclusiones y recomendaciones se puede deducir, contundentemente, que las confesiones con que se fabricó la “verdad histórica” fueron arrancadas mediante tortura, que las autoridades de las tres esferas y sus cómplices del crimen organizado se coludieron antes, durante y después de la agresión a los normalistas, ocultando información, deformando hechos y testimonios e impidiendo el acceso de informadores y especialistas independientes, y creando a la vez un clima hostil hacia el giei . En el trasfondo está el propósito de encubrir una red criminal de la que forman parte el narco y las tres esferas de gobierno, de lo que se desprende que
Dheepan, de Jacques Audiard InmIgracIón y sensIbIlIdad Desde la segunda guerra mundial no se había vivido una catástrofe humanitaria como la que está teniendo lugar actualmente. El número de personas que han debido abandonar sus hogares, comunidades, ciudades o países por guerras, limpieza étnica o violencia en general ha rebasado los 50 millones, lo cual amenaza la operatividad de organizaciones humanitarias como acnur y ha puesto en serios aprietos económicos, sociales y políticos a los países que ofrecen asilo. Una de cada 122 personas en el planeta es un refugiado. Las historias de migración aumentan exponencialmente y nuestra capacidad de asombro se diluye; en lugar de sensibilizarnos sobre la espantosa catástrofe humana nos volvemos cada vez más indolentes. Hemos escuchado cientos de historias terribles de sirios, iraquíes, afganos, mexicanos y salvadoreños que buscan escapar de realidades atroces y, lamentablemente, en lugar de adquirir conciencia, nos hemos ido acostumbrando a esa nueva realidad. El tema de los refugiados se vuelve cliché.
Una famIlIa Instantánea
el objetivo último de ocultar el trasiego periódico de heroína de Iguala a Chicago derivó en la desaparición forzada de 43 normalistas y en la muerte de algunos más de ellos y de miembros de un equipo de jóvenes deportistas. Para hoy lunes en que escribo esto, los oficialistas y oficiosos se siguen preguntando si los normalistas son unas blancas palomas y por qué los “presuntos” expertos cobraron equis cantidad de millones. ¿Por qué tardaron tanto en entregar sus informes y se entrometieron en los asuntos internos de México?... En ocasiones lo que se pretende hacer pasar como novedad no es sino el nuevo maquillaje para el estreno de la misma trama arcaica, si lo sabrá el periodismo. Y, por el contrario, lo que parece más antiguo, lo que se consagra como verdad indiscutible, digamos el despotismo del siglo de las luces y el borgismo degenerado del renacimiento occidental, son hoy la novedad atroz de una crisis que no puede tardar mucho en resolverse para bien o para mal de la humanidad, si lo sabrá la filosofía. El fenómeno Ayotzinapa saca a la luz por una parte las más acabadas formas de gobernar del pri y sus comparsas, y por otra revela la debilidad de la esperanza de un futuro mejor para un país en el que la mayoría sólo somos ruido de fondo, seres ofrendables a quien Onfrey llama los condenados del tercer círculo del infierno: los explotados, las fuerzas del cuerpo social, las fuerzas nómadas privadas de seguridad en el empleo y en la vida, al igual que los malabaristas de la cornisa, las fuerzas expropiadas de empleo fijo, de libertad y de futuro: los adolescentes, los estudiantes, los que están por caer al penúltimo círculo… •
El cineasta francés Jacques Audiard aborda este tema en su filme Dheepan, con el que ganó la Palma de Oro en el más reciente Festival de Cannes. Audiard se ha caracterizado por contar historias brutales en las que sus protagonistas deben reinventarse a partir de las ruinas de lo que fueron. Su película más exitosa, la formidable Un profeta, narra cómo el joven Malik El Djebena no sólo sobrevive en la prisión, sino cómo logra penetrar el cerrado círculo de la mafia corsa. Asimismo, Alain, el protagonista en De óxido y hueso, debe rehacer su vida a partir de la soledad y la quiebra. Dheepan comienza con el personaje del título (Antonythasan Jesuthasan) encendiendo el fuego de una pira funeraria en la que yacen los cuerpos de sus camaradas de combate, tigres tamiles caídos en la guerra civil de Sri Lanka. Inmediatamente después quema su uniforme y abandona una lucha perdida. El guión, en coautoría de Audiard, Thomas Bidegain y Noé Debré, no pierde tiempo en detalles y así, en la siguiente escena, vemos que Dheepan ha creado una familia falsa con una mujer que acaba de conocer, Yalini (Kalieaswari Srinivasan) y con la niña huérfana Illayaal (Claudine Vinasithamby), para poder usar los pasaportes de una familia que fue asesinada y con ellos solicitar asilo en Francia. Dheepan y su falsa familia tratan de integrarse a la vida en un suburbio decadente, controlado por narcotraficantes. Dheepan y Yalini intentan convivir entre ellos y con sus vecinos, pero la situación en la unidad habitacional es frágil y eventualmente los alcanza la violencia.
en las que aparece podemos sentir el profundo desasosiego, el temor y la frustración que provoca la enajenación de su personaje y, sin embargo, logra proyectar gran dignidad en el cumplimiento de las labores de conserje que le han asignado. La fotografía de Eponine Momenceau imprime fluidez y una cadencia hipnótica al relato, lo cual es enfatizado por una soberbia pista sonora del músico electrónico Nicolas Jaar.
la otra gUerra Esta familia de desconocidos encapsula la agonía de la que vienen huyendo sus integrantes. Podemos inferir que Dheepan cometió atrocidades en la guerra o, si no, por lo menos actos de los que se avergüenza. Asimismo, perdió a su verdadera familia pues no la pudo proteger. En Francia, Dheepan se encuentra otra guerra, pero también una segunda oportunidad de redimirse al salvar a su nueva “familia” y así liberarse de la culpa que lo atormenta. La secuencia hiperviolenta del desenlace ha sido acusada de ser un regodeo morboso en el espíritu hollywoodense. Sin embargo, esa ruptura con el tono previo del filme es necesaria para enfatizar que la violencia no termina en las cenizas de sus compañeros y su uniforme; que un hombre desesperado, que ha perdido hasta el más elemental sentido del humor, es capaz de cualquier cosa y que el irreparable daño emocional no es algo que puede dejarse atrás como si fuera una vieja maleta. Lo verdaderamente fascinante de largometraje, el séptimo de Audiard, es su destreza como narrador, su asombrosa economía de elementos para contar una historia compleja revelando apenas lo indispensable, sin valerse de prejuicios ni invitar a la sensiblería cómplice. La angustia de la migración, la desorientación cultural, la nostalgia y la incomprensión lingüística son presentadas en un mínimo de secuencias clave. Dheepan demuestra que para mantener viva la empatía hacia los refugiados es importante que sus tragedias sean contadas sin condescendencia ni manipulación, sino con destreza y respeto •
temor, odIo y redencIón El reparto es fabuloso y la pequeña Vinasithamby pone en evidencia un talento pocas veces visto en niños actores. Pero destaca la gran actuación de Jesuthasan, quien fue soldado de niño con los tigres tamiles y actualmente, además de actor, es escritor y activista. En cada una de las secuencias
Kalieaswari Srinivasan en Dheepan
JORNADA VIRTUAL
Últimos círculos
TOMAR LA PALABRA
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Jornada Semanal • Número 1104 • 1 de mayo de 2016
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola
germainegh@casalamm.com.mx
Boris Viskin: La belleza llegará después
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UÁL ES EL SIGNIFICADO de la belleza en el arte contemporáneo? ¿Será que es difícil encontrar uso a este término en nuestro entorno actual o en la concepción que tenemos sobre lo que expresa el arte de nuestros días? La belleza llegará después se llama la exposición que Boris Viskin (Ciudad de México, 1960) presenta en el Museo de Arte Moderno (mam), sugestivo título que está inspirado en la novela Gaspar Hauser o la indolencia del corazón (1908), de Jacob Wassermann. Y con esta alegoría nos hace cavilar: ¿Qué tanto importa la belleza en el arte hoy en día? Desde que Duchamp decidió ser deliberadamente antiestético, la belleza como valor primordial comenzó a perder fuerza, como reflexiona el influyente teórico estadunidense Arthur c . Danto en su libro El abuso de la belleza: en la actualidad “la belleza apenas importa, es tan sólo una opción. Lo que importa en el arte es el significado, y si hay belleza es porque contribuye a éste”. Quien conozca el trabajo de Viskin, notará que el título de su exposición es un guiño irónico, un gesto lúdico y sagaz, características de este artista evocador y provocador que juega en su trabajo con total desparpajo, toda vez que imprime una reflexión profunda en cada una de sus creaciones. Así, el título tiene que ver con la condición del arte hoy en día: la belleza habrá de llegar más allá del significado. Boris Viskin nació en México y pasó su niñez aquí. Su juventud transcurrió en Israel y posteriormente su formación como artista ocurrió en Florencia. Ahí se entusiasmó y se enamoró de quienes han sido sus figuras ascendentes y fuentes de inspiración: los pintores del trecento y del quattrocento que van y vienen a lo largo de su trayectoria. Pero también se asoman por ahí Brueghel, Matisse, Picasso, Klee, Torres García, Rothko, Gironella, Rembrandt, entre muchos otros. Viskin es un profundo conocedor de la historia del arte y su amplia cultura se ve reflejada en toda su creación. Más que parafrasear a los maestros del pasado, Viskin los trae al presente, los hace suyos y los homenajea en diferentes series temáticas en las que amalgama sus preocupaciones estéticas, filosóficas y políticas. Pero también descubrimos huellas de escritores, de cineastas, de músicos. Sus referencias son múltiples y se entreveran en sus creaciones como analogías de un refinamiento extremo. El artista tiene muchas preguntas que hacerse y las formula en sus cuadros. Sus pinturas y sus ensamblajes son un encuentro consigo mismo, la profundización de su propia identidad. Por eso él mismo está presente en muchas de sus obras: alusiones a la niñez, a la familia, a la tradición judía… Es un buscador, un explorador de los abismos de su interior. La nostalgia se palpa en todas sus obras.
Por la variedad de técnicas y medios que emplea, Viskin resulta un artista difícil de clasificar. Su quehacer artístico abarca la pintura, el ensamblaje, el arte objeto, la instalación, la intervención. La presente exhibición está integrada por unas noventa piezas realizadas en los últimos quince años. La obra que abre la muestra se titula Veracruz y es su trabajo más reciente. Se trata de un ensamblaje de grandes dimensiones realizado con paneles de madera que aparentemente provienen de puertas viejas, dispuestos con gran equilibrio y armonía en sentido horizontal y vertical. Entre ellos el artista integró tres lienzos pintados de manera gestual en los que predomina el color rojo ardiente. Estos pequeños lienzos crean un poderoso efecto visual que expresa violencia. Viskin comenta el impacto que le causó la exposición Duelo, de Francisco Toledo, que se exhibía en el mam previa a su muestra y esta obra explosiva se hermana con el espíritu subversivo de las cerámicas de Toledo. Frente al ensamblaje colocó sobre el suelo una pila de pedazos de madera sobre los que vemos el bote de pintura roja y un pincel. El acto de pintar y el propio proceso creativo son el tema inherente en muchas de sus obras. El guión museográfico de la muestra no obedece a un orden cronológico ni temático, sino más bien se trata de una lectura abierta que posibilita el libre acercamiento a diferentes momentos de la creación del artista y sus muy diversas soluciones plásticas. A contracorriente de estos tiempos en que la ocurrencia y la idea rigen la creación, la buena factura y la sensibilidad artística quedan tantas veces relegadas a un segundo plano, el trabajo de Boris Viskin apela a la búsqueda de la belleza como valor estético supremo •
Veracruz; Arriba: Bar Mitzva en Acolman
M
ILES DAVIS, ICONO del jazz, dijo en entrevista:“Prince es la combinación entre James Brown, Jimi Hendrix y Marvin Gaye.”Y tenía razón. De James Brown, desde luego, Prince Rogers Nelson tomó el baile cual esteroide escénico (el que lo llevaría a sufrir graves lesiones de cadera), así como patrones de funk en múltiples arreglos de aliento y percusión. De Hendrix tomó la actitud sexual y haragana al tocar la guitarra sobre acordes y melodías prestas a oxidarse, privilegiando glissandos y fraseos reiterativos. De Gaye, claro, una interpretación vocal dramática, muchas veces oscura, que no tuvo miedo de hablar en las cavernas del susurro. Armado con todo ello, empero, el nacido en Minneapolis llevó su talento más allá de lo imaginado, allí donde la morbosa comparación con entertainers como Michael Jackson, verbigracia, resulta ociosa. Bailarín excepcional, guitarrista soberbio y cantante con una tesitura pocas veces escuchada en el pop, por si fuera poco, Prince creció como pianista, bajista y baterista y llegó a zonas reservadas para los virtuosos. Gracias al refinamiento que tuvo en cada instrumento gozó de una autonomía absoluta en el estudio y de un respeto casi religioso por parte de millones de músicos variopintos en género y geografía. Use Youtube y encuéntrelo tocando “Summertime” al piano en una prueba de sonido en Japón o slapeando el bajo en el Stade de France en París. Llore con su solo de guitarra en “While My Guitar Gently Weeps” durante el concierto para su inclusión en el Salón de la Fama del Rock & Roll en 2004 (también homenaje a George Harrison). Y para terminar el asunto lejos de lo subjetivo, sepa esto: Prince ha sido el único músico en aparecer en la portada de las mayores revistas especializadas para guitarristas, bajistas, bateristas y tecladistas: Guitar Player, Bass Player, Modern Drummer y Keyboard Player. De no creerse. Como consecuencia natural, los ejecutantes a los que invitó a discos y giras fueron la crema y nata de su tiempo así como algunos iconos de la talla de Maceo Parker y Larry Graham, uno saxofonista de James Brown, el otro bajista de Sly&The Family Stone. Asimismo, Prince fue de los primeros hombres en impulsar a mujeres no coristas en su propia banda. Ejemplos: la percusionista Sheila e , la bajista Rhonda Smith, las tecladistas Gayle Chapman y Lisa Coleman, la saxofonista Candy Dulfer. Amante de la estética sesentera, de la invasión inglesa y del pasado negro de Estados Unidos, lo más relevante fue que Prince compuso grandes canciones (para sí mismo y para otros), revolucionando la estética sonora de los años ochenta y reverberando hasta el nuevo siglo (también como productor e ingeniero). Allí están “Purple Rain”,“When Doves Cry”,
“Let’s Go Crazy”, “I Would Die 4 U”, “Batdance”, “Nothing Compares 2 U” y decenas más, incluidas en treinta y nueve discos (¡más que sus años de trayectoria!). Ahora bien, tan flamboyante y andrógino como era, tan interesado en la ropa y el maquillaje como parecía, muchas de estas creaciones se basan en preceptos contrarios a la superficialidad. Hablamos del vacío y el silencio, de un minimalismo que aparece continuamente en su persona abajo del escenario. El mejor ejemplo:“Kiss”, insignia de la lírica erótica que lo caracterizó. Fundador de los millonarios Paisley Park Records & Studios (sello discográfico, estudio de grabación y residencia donde fue hallado muerto), Prince también tuvo visiones únicas en aspectos menos artísticos de la industria. Renunció a su nombre en pos de un símbolo (el que titula esta columna) con tal de disolver su contrato con la disquera Warner, y fue de los primeros en regalar su música aliado con periódicos y portales de internet. Tras su debilitamiento comercial en los noventa, lo suyo fue renovarse y pervivir por encima de intereses ajenos a la relación con un público siempre listo a pagar lo que fuera por sus conciertos. Aún sin conocer los detalles de su prematuro fallecimiento (ya se especula en torno a una sobredosis de analgésicos por sus dolores de cadera y su negativa a operarse como testigo de Jehová), nos quedamos con las palabras que el jefe de policía de Minneapolis ofreció en conferencia de prensa, pues Prince supo vivir exclusivamente para la música: “Para ustedes fue una celebridad –dijo–. Para nosotros, un buen vecino y miembro de nuestra comunidad. En vida fue una persona muy reservada y por respeto a ello y a su dignidad, procederemos de igual manera.” Su obra seguirá brillando por mucho tiempo tal como la Nebulosa del Cangrejo, esa gigantesca huella morada que dejara una estrella tras explotar tempranamente y cuya imagen regaló la nasa en homenaje al cantante, desaparecido a los cincuenta y siete años. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
@LabAlonso
ARTES VISUALES
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
1 de mayo de 2016 • Número 1104 • Jornada Semanal
Ana García Bergua
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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
L
LEVO QUERIENDO ESCRIBIR SOBRE David Bowie desde que murió. De hecho, antes de que muriera supe que había salido su último disco y escuché la canción “Blackstar” que mi esposo me mostró en cuanto la escuchó a su vez y me pareció padrísima, como hubiera dicho a los quince años y sigo diciendo ahora que ya muy pocos lo dicen con todo su padrísimo sentido. Y no dejo de cantar esa canción cuando estoy sola y estoy segura de que nadie me oye, e incluso hago los coros en el baño y toda la cosa (“I’m a blackstar, I’m a blackstar, I’m not a gangster”) cobijada por el ruido del agua de la regadera al caer. Y no dejo de pensar en David Bowie, en su discreción para morir si es que puede haber algo así, en el cuidado que tuvo de dejar un último disco extraordinario, una despedida conmovedora, un performance aterrador (los ojos disfrazados con botones) y como de fin del mundo, pero a la vez tierno y esperanzador, una verdadera estrella oscura. Pero tampoco quiero escribir una nota informativa sobre sus discos muy entrañables para mí desde Ziggy Stardust, ni una reseña de sus últimos días que he encontrado en periódicos de espectáculos, ni una especie de autobiografía con canciones de Bowie de fondo, porque muchos las han escrito ya, de manera más culta, informada e interesante, y tratar de hacerlo me provocaría la misma sensación de inutilidad, la misma repetitiva desazón que me hizo sentir su muerte. Porque confieso que la verdad extraño mucho a David Bowie con sus pupilas disparejas, sus magníficos disfraces y su androginia, pero más que a él concretamente, y espero que me perdone desde el limbo o la estrella a donde haya ido a parar como una especie de Principito que se pregunta si hay vida en Marte o un mayor Tom que flota por todo el Universo, extraño la tranquilidad que sentía sabiendo que la vida pasaba, los años, las guerras, las crisis, las modas y las grandes y pequeñas cosas se sucedían con la misma desconcertante irregularidad de siempre, y mientras tanto, en algún punto del planeta, David Bowie componía grandes canciones o planeaba un espectáculo o simplemente, como decía él de Andy Warhol en su canción sobre este artista, daba un paseo o se sentía cansado y tomaba una siesta. Es decir que, junto con Bowie, mi adolescencia seguía en algún lugar, caminando hacia un lugar desconocido pero existente, quizá flotando en el espacio, una especie de quinta dimensión donde unas personas ya bastante canosas y arrugadas podemos seguir brincoteando y entonando bajo la regadera los coros de unas canciones que cantan otras personas canosas y arrugadas –unas muy peludas, otras totalmente calvas como está de moda que los hombres c re a n q u e s e ve n j ó ve n e s y atractivísimos. Y aunque parezca mentira, esa especie de dimensión donde se celebra la extravagante comunidad de una generación con sus cantantes de rock preferidos, ese museo de la juventud perpetua, sostiene algo que a los baby boomers nos permite ser adul-
tos, trabajar, vestirnos de traje y de tacón y todas esas cosas. En algún lugar del mundo, mi adolescencia seguía un camino desconocido pero presente, bailaba alegremente, fumaba como chacuaco y echaba desmadre, protegida de alguna manera por David Bowie, los Rolling Stones que por lo visto han hecho pacto con el diablo, y también, no me lo creerán, por Ray Davies, el cantante de los Kinks, aunque los Kinks no existen ya y Ray Davies compone muy poco. Los Beatles nos dieron aviso desde la muerte de George Harrison (la de John la sigo recordando como un trauma horrible, uno de los peores días de mi vida) y de alguna manera me sentí vacunada, supe que ellos alcanzarán una adulta inmortalidad de señor con sillón. Hasta leí una entrevista a la esposa de George donde decía que, cuando murió, se iluminó la habitación. Pero con David Bowie estaba, y perdonen la verdaderamente espantosa cursilería (hasta yo me doy cuenta, qué horror), mi diamante de la juventud y no se me pasaba por la cabeza que eso pudiera ocurrir y miren nada más, han sido días de puro desánimo, ha sido una desgracia. Y sé que no fui la única, a mucha gente la acometió una gran tristeza. Y aquí viene la tentación, la espantosa tentación de citar una canción de David Bowie en inglés, pero no lo haré porque todo mundo lo hizo ya; si acaso les contaré que en uno de mis primeros libros de cuentos puse como epígrafe una canción de Bowie que decía que hoy vinieron todos los extraños y parece que se van a quedar. El día que murió Bowie, así me sentí •
E
L PÚBLICO MEXICANO es fácil por obsecuente y permisivo. Blandito. Dejado. Agachón. Por demasiados años (¡por décadas!) hemos permitido a las televisoras del duopolio Televisa- tv Azteca decidir por nosotros: qué ver, qué ropa usar, cómo hablar y hasta cómo pelearnos entre nosotros tal que pleito de patio según nos fueron condicionando películas, telenovelas o programas infantiles que en su momento hicieron populares ciertos estribillos o decir “se me chispotió”. Parecería que las televisoras se empecinaron un día en erigirse en dueñas, hacedoras y celadoras de nuestra idiosincrasia y el resultado es lamentable: una parafernalia estú-
pida que combina la vulgaridad de los albures y chistoretes predecibles, una mezcla irritante de Adrián Uribe y Eugenio Derbez. El mexicano es capaz de tragar cualquier porquería que le ofrezca la televisión; cualquier mentira de gobierno, cualquier omisión, cualquier cuento cosmético con que se tape la realidad maldita que viven miles de familias que lloran desaparecidos, ausentes y muertos en todos los rincones del país. A la televisión los mexicanos le perdonamos todo, que nos ofrezca programas chatarra y no nos proporcione productos artísticos o culturales siquiera de mediana calidad; que nos mienta descaradamente por voz de Jacobo Zabludowsky o Joaquín López Dóriga o Alejandro Villalvazo o Javier Alatorre o Adela Micha, porque invariablemente los personeros de los noticiosos resultan parte de la vocería oficial, corruptos. A las televisoras les permitimos que se inventen idolitos sacados de un estadio o de argumentos refritos de telenovela chafa o de un Big Brother, aunque esos personeros del futbol llanero o la farándula vulgar, que vive del escándalo, no sean en absoluto ejemplos reales de vida ni de talento. El gobierno mexicano debería ser, por antonomasia, el interventor ideal ante tanta petulancia de esas televisoras que se sienten las dueñas de todo el país. Pero las concesiones de espectro radioeléctrico se han manejado históricamente con una discrecionalidad y opacidad insultantes, convirtiendo un bien público, de interés estratégico y social, en divisa de cambio por favores recibidos: la corrupción en el medio es tan grande y es tan estrecho ese vínculo odioso entre medios masivos corrompidos, entregados al sistema, y un gobierno corruptor, necesitado de un salvavidas mediático porque parece que siempre está metido en iniciativas y empresas que lesionan el interés colectivo de muchos mexicanos humildes o pobres, pero en cambio procura el beneficio de ese puñado de perversos que con dinero mal ha-
bido (casi siempre robado del arca pública), politiquerías y pillaje se han enquistado en el poder y llevado el país a la ruina que padecemos todos los días. Uno pensaría que el público se sabe capaz de castigar a las televisoras (mediante un simple cambio de canal o apagando el televisor) pero no es así. El grueso del público que sintoniza todavía las barras programáticas de Televisa y tv Azteca es terriblemente acrítico y le sigue dando a las televisoras, según parece, al menos el beneficio de la duda. Aquejado de una apatía cultural ya histórica (y bien apapachada por la estupidez irresponsable de las televisoras y por las omisiones del gobierno y sus organismos presuntamente reguladores de contenidos) el público mexicano carece de suficientes puntos de referencia culturales o de un marco teórico suficiente para poder discernir qué clase de programas televisivos-chatarra consume, y mucho menos como para decidir cabalmente que por razones de salud (mediática, cultural) hay cosas que no debemos permitir que se esparzan por medio de la tele de casa. Las nuevas tecnologías de la información, como ya comentábamos en este mismo espacio la semana pasada, están rebasando a las televisoras en contenidos y en canales de distribución que cada vez acercan más la tele familiar a la programación vía internet. Lo que tampoco garantiza que los contenidos vayan a mejorar sustancialmente de calidad, pero al menos pone el fiel de la balanza en mejor posición, porque obliga a las televisoras a competir en mejoras cualitativas que vienen siendo urgentes desde hace demasiado tiempo ya. ¿Cómo sería México sin un público televidente cautivo que festeja goles o repite estribillos del Chavo del Ocho? ¿Permitiría ese México la imposición de un gobernador o un presidente fabricado en los foros de una televisora? ¿Permitiría tantos abusos de funcionarios corruptos y apocados? Hay sólo una manera de saberlo •
CABEZALCUBO
Público fácil
PASO A RETIRARME
Estrella negra
Jornada Semanal • Número 1104 • 1 de mayo de 2016
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
Luis Tovar @luistovars
Prohibido envejecer (otra vez la burra al trigo)
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N LA COLUMNA ANTERIOR (“Hacia un mundo feliz”), aventuraba la idea de que hoy en día se concede el Nobel a médicos que encuentran vacunas o sustancias capaces de elevar las posibilidades de vida de los seres humanos pero, dadas las circunstancias imperantes, no me extrañaría que en un futuro no muy lejano, el Premio Nobel de Medicina se le otorgara al investigador que fuera capaz de aportar a la humanidad el medio para acabar con la longevidad, es decir, de eliminar del mundo a tantos viejos que se han vuelto una cosa inservible y “vampírica”, pues se chupan recursos que podrían utilizarse para otra cosa, como por ejemplo, aumentar los depósitos bancarios de grandes empresarios, dirigentes sindicales y políticos en los paraísos fiscales, o incrementar su numerario cotidiano, mismo que les permite adquirir yates y coches o aviones de lujo para sus cachorros y queridas... esposas, e hijas, claro, porque se apegan férreamente a convicciones católicas que censuran la infidelidad. Todos los días aparecen comentarios o los escuchamos en la radio,“revelando” que los fondos de pensión y las jubilaciones y cajas de ahorros están llevando al país (incluso al mundo todo) a la quiebra. La amenaza de una pobreza general es aterrorizadora. Creo que para ellos, todos los males por los que atraviesa la humanidad son culpa de los viejos, sí, de ésos que cuando estaban jóvenes contribuyeron a producir la riqueza, pero ya no producen nada, sólo lástima, gastos y molestias. Si se murieran en masa sería un gran alivio para la humanidad. Pero como no habrá de suceder así porque sí, ¿habrá que recurrir al viejo truco –dirían en alguna película estadunidense– de los campos de concentración, ahora con hornos que no contaminen el ambiente con nocivos humos pestilentes? Uno encuentra en los periódicos, un día sí y otro también, noticias de funcionarios defraudadores, de cajas de ahorros saqueadas por sus administradores, información de que fondos del sar han sufrido pérdidas considerables –en lugar de obtener réditos positivos para los ahorradores–, entre otras maniobras “ingeniosas”, todas dirigidas a desplumar a los ahora llamados adultos en plenitud o individuos de la tercera edad. Y las autoridades que supongo deberían tomar cartas en el asunto para proceder contra los defraudadores, recuperar ese dinero y castigar a los “financieros” –si no por rateros, al menos por ser pésimos administradores–, ¿qué hacen?... Se hacen de la vista gorda y declaran que tales problemas no son de su competencia, pues generalmente los defraudadores son dirigentes sindicales, y proceder en
contra de ellos podría significar pérdida de votos en las siguientes elecciones. O, si los malversadores son políticos, también deben andarse con cuidado –los responsables de hacer justicia–, pues podrían cobrárselas más tarde y colgarles milagritos cuando aquellos estuvieran de nuevo en la gracia del “preciso” y éstos en la desgracia. Los gobiernos belicistas desde hace ya algunas décadas –podríamos decir que siglos, sin equivocarnos– han puesto en práctica otra forma de reducir la población: las guerras. El problema es que a las guerras no pueden mandar a los viejos, sino todo lo contrario, únicamente a jóvenes que todavía podrían trabajar muchos años, y lo que se está perdiendo es fuerza productiva, trabajo, no lastre social (porque seguramente para el capital la senectud sólo es eso: lastre social). Cierto, se reduce la población, pero no en el sector que les conviene. Es interesante ver cómo maniobra el sistema para echarle la culpa de todo a los viejos que tienen la suerte de tener jubilación o pensión, pues son muchos más los que no la tienen. Políticos y empresarios olvidan que ese dinero no es un generoso regalo del capital al trabajo, hacen a un lado que esa prestación es producto de años de aportaciones que hizo el trabajador, de mordiscos a su salario que quedaba en manos de financieras o del patrón o del sindicato y por lo cual, para colmo, le cobraban una anualidad por el servicio. En otras palabras, no solamente los roban, sino que además les cobran por hacerlo. La otra posibilidad para acabar con ellos, y no fantástica, es la que mencionaba en mi columna anterior: inventar algún adminículo que establezca con antelación (palabrita que tiene tufo a político neoliberal) los años de vida del sujeto. Podría ser una especie de microchip que se insertara al recién nacido estableciendo que al cumplir sesenta o sesenta y cinco años pasará al arcano. Así ya no tendría que pagársele pensión ni jubilación, ni será una carga para su familia ni para la sociedad •
C
OMO VOCACIÓN DE EXTRANJERÍA fue denominada aquí la posible motivación –o una de ellas– para que ciertos cineastas mexicanos jóvenes prefieran voltear la mirada hacia el otro lado, es decir, hacia un Estados Unidos próximo no sólo en términos geográficos sino, para más mal que bien en muchos casos, especialmente en el aspecto idiosincrásico: como es de sobra sabido, referentes culturales de toda gama; hábitos de consumo, alimenticios, de vestimenta; construcción de un imaginario individual y colectivo; elaboración de aspiraciones vitales, más un dilatado etcétera, nos vienen de aquel lado del río Bravo. La cantidad y la frecuencia, abru-
600 millas
madoras, así como la duración histórica de este fenómeno, hace que Todomundo lo considere algo supuestamente natural, e incluso puede provocar que se pierda de vista, un poco a la manera de la carta del célebre cuento homónimo de Edgar Allan Poe, que de tan evidente ya nadie la ve. Jonás Cuarón, Gabriel Ripstein y Michel Franco (crf) bien pueden aducir sus propias y muy personales razones para haber filmado lo que filmaron y como lo filmaron, y dichas razones bien pueden discrepar por completo de lo dicho en el párrafo anterior, pero no por eso será menos cierto que, voluntaria o involuntariamente, con sus respectivos filmes Desierto, 600 millas y Chronic, están contribuyendo al postulado tácito según el cual –pero falsamente, conviene recalcar– el cine, sin que importe la nacionalidad de origen, será mejor entre más se parezca al que se produce en Estados Unidos, o más aún, sólo valdrá la pena en lo taquillero y será atendible en lo mediático siempre y cuando su cometido de fondo, ya sea evidente, inconsciente, deliberado, confeso, secreto o negado, consista en parecerse al cine estadunidense. Y algo más: una cosa es imaginar, escribir, producir y filmar una tropicalización –para usar un término claramente peyorativo, bien ganado por esas películas– de las fórmulas hollywoodenses más manidas, tipo Martha Higareda, lo cual ya es muy de lamentar, y otra cosa es tirarse de plano en los brazos de una asimilación cultural disfrazada por el inconsciente de necesidades pecuniarias, logísticas o, el colmo, creativas y de contenido, que es lo que a juzgar por las evidencias fílmicas ocurre sobre todo con Gabriel Ripstein y Michel Franco.
mIrada dos: la perspectIva del jefe Dicho de manera sumaria, el pie del que 600 millas cojea para decantarse hacia Extranjia es de perspectiva: es perfectamente posible imaginar la misma historia, parte por parte, y salvo el remate todo pudo haber sido contado desde un punto de vista que no fuera el del verdadero mandón de la diegesis, es de-
cir, el agente Hank Harris, por lo demás muy bien interpretado por Tim Roth. Frente a la preponderancia de dicho punto de mira, el tema de fondo del filme se desdibuja y ya no importan, salvo marginalmente, asuntos como el tráfico de armas, el involucramiento de personas cada vez más jóvenes en las redes del narcotráfico, la connivencia y la participación de estadunidenses en dichas redes y un par más. En vez de eso, resobadamente Ripstein concentra su atención, por medio de su insistente foco puesto en Roth, en cómo se manifiesta el Síndrome de Estocolmo.
mIrada tres: dis is AmericA De los tres filmes, Chronic: el último paciente es el más volcado hacia el universo estadunidense: de nuevo con Tim Roth al frente del reparto en calidad de enfermero que se ocupa de casos terminales, no hay nada en la historia que roce, ni con el aliento, cualquier cosa que tuviera que ver con México o lo mexicano, y si bien la historia es contada con solvencia innegable y, de hecho, con más osadía y riesgo formal de los que Franco había asumido en sus anteriores cintas, el problema no son las hechuras sino lo que una vez más se recalca: las ganas de contar una historia quizá muy repetida y por lo tanto asimilable de aquel lado, por los estadunidenses de clase media para quienes un personaje y una anécdota así puede que sean la cosa más cotidiana.
bUena sUerte, Amigous Desde luego, nadie pide que crf se pongan a contar historias tepiteñas, del campo mexicano o de hipsters de la Condechi, si no es lo que quieren plasmar en sus filmes. Siempre estará a salvo el derecho inalienable de cada cineasta a filmar lo que se le dé la real gana; eso no es lo que se discute aquí sino, guan mor taim, las aparentes intenciones de crf de ser algo así como el relevo generacional de los Cuarón, Iñárritu y D el Toro que, en su momento, agarraron sus chivas –y su Chivo– y se fueron a enriquecer la cinematografía estadunidense •
CINEXCUSAS
A la memoria de Raúl Moncada Galán, maestro y amigo muy querido.
Mirando al otro lado (ii y última)
PROSAÍSMOS
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ENSAYO
1 de mayo de 2016 • Número 1104 • Jornada Semanal
Shakespeare en América Latina Gustavo Ogarrio
D
a Fernando Ortiz, por la promesa de su Yago
urante los siglos xix y xx , William Shakespeare tuvo un destino peculiar en América Latina: una de sus obras consideradas menores, La Tempestad (1611), un pasaje en particular de esta comedia alegórica, estuvo al servicio de todo un sistema de metáforas que le dieron sentido a una cadena de interpretaciones sobre la identidad del subcontinente y un significado a la conquista de América, a la invención misma de un espacio cuya historicidad mil veces negada se desplegaba también en gestos y actos de una contraconquista de larga duración. Quizá inspirada en el naufragio de uno de los nueve navíos que comandaban Sir Thomas Gate y George Summers en 1609, cuyo destino era América, y después de una tormenta que arrojó el navío a las Islas Bermudas (la tripulación sobrevivió después de nueve meses de permanecer en una de ellas), La Tempestad fue el motivo para establecer una clave alegórica del colonialismo europeo en tierras americanas. El mago Próspero, legítimo duque de Milán y “representación del poder del bien sobre el mal”, ejerce su dominio sobre Ariel –un genio– y Calibán, este último anagrama de “caníbal”, un “salvaje y deforme esclavo”. Este dominio de Próspero sobre Calibán se transfiere a través de la lengua. Calibán intenta “violar el honor” de la hija de Próspero y de no ser porque este último se lo impide, Calibán hubiera poblado la isla de Calibanes. El mago Próspero le espeta al salvaje: “Esclavo aborrecido, incapaz de tomar huella alguna de bondad, pero sí capaz de todo mal. Tuve compasión de ti, me tomé el trabajo de enseñarte a hablar, te enseñaba a cada momento una cosa u otra; cuando tú, salvaje, no conocías tus propios pensamientos y balbucías confusamente como lo hace un bruto, yo di a tus ideas las palabras necesarias para hacerse conocer…” A lo que Calibán responde: “Me has enseñado el uso de la palabra, y lo que aproveché de ella es que puedo maldecirte. ¡Así te hiriese la peste roja por haberme enseñado tu aborrecible lenguaje!” Es profusa la historia de esta interpretación de América que parte de La Tempestad: desde el uruguayo José Enrique Rodó, pasando por el
cubano Roberto Fernández Retamar, hasta el martiniqués Aimé Cesaire, la figura de Calibán maldiciendo en su propia lengua al mago Próspero se ha desplegado como el punto de partida para marcar la relación de poder y dominio del conquistador sobre el conquistado: condenado a hablar la lengua impuesta que llega del naufragio de los conquistadores, el salvaje conquistado y sus pensamientos quedan presos del idioma al que es sometido. En una de las últimas interpretaciones de este conflicto en clave colonial que parte de los personajes de Shakespeare, David Gómez afirma: “¿hasta qué punto los sujetos colonizados y dominados pueden apropiarse de los instrumentos culturales y de pensamiento procedentes del mundo metropolitano que los sometió? Y si esto es así, ¿pueden construir un discurso liberador a partir del mundo cultural hegemónico?”. Sin embargo, el destino de Shakespeare en América Latina no estaría completo sin aludir a textos claves que Jorge Luis Borges escribió a propósito del dramaturgo inglés. Borges más bien va a centrar su apropiación de Shakespeare en la figura de la memoria. Así se titula precisamente una de las últimas narraciones escritas por Borges: La memoria de Shakespeare. El narrador de este cuento, Hermann Soergel, comienza su relato de esta manera: “Hay devotos de Goethe, de las Eddas y del tardío cantar de los Nibelungos; Shakespeare ha sido mi destino.” Con rasgos claramente autobiográficos, Borges escribe este cuento en la primera persona del erudito Soergel para narrar la manera en que Daniel Thorpe va a transferirle la memoria de Shakespeare: “Dije, articulando bien cada palabra: / -Acepto la memoria de Shakespeare. / Algo, sin duda, aconteció, pero no lo sentí.” La “recepción de ese milagro” se transfiguró en un infierno: “La memoria de Shakespeare no podía revelarme otra cosa que las circunstancias de Shakespeare. Es evidente que éstas no constituyen la singularidad del poeta; lo que importa es la obra que ejecutó con ese material deleznable… En la primera etapa de la aventura sentí la dicha de ser Shakespeare; en la postrera, la opresión y el terror.” La confusión de dos memorias; la memoria de sombras y banalidades del poeta inglés, opri-
miendo el “modesto caudal” de la memoria de un alemán solamente erudito: el agobio que orilla a Soergel a liberarse de la memoria de Shakespeare, a emprender su siguiente transfiguración en una llamada telefónica. ¿Qué nos han dejado estos siglos de Shakespeare en América Latina? ¿Una larga constelación de metáforas sobre las lenguas imperiales que condicionan los pensamientos de los “buenos” y “malos” calibanes americanos? ¿Una memoria de sombras y banalidades que ya es una condena transfigurada que se perderá en el olvido? Quizá solamente estamos obligados a recordar todos nuestros pasados en una confusión de lenguas; haciéndole creer a los conquistadores, encomenderos, oligarcas… que escuchan al esclavo o al salvaje o al obrero o al despojado maldecirlo en su propia lengua: la diversidad lingüística de América Latina como una pesadilla para la lengua hegemónica: condenados los latinoamericanos a “sobrellevar la creciente carga de la memoria” y de la lengua impuesta. En otro relato breve sobre Shakespeare, “Everything and nothing”, Borges escribe: “Instintivamente, ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor, que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histriónicas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre él.” ¿O simplemente somos también un sueño alegorizado, una invención dramática que se multiplica en el sueño que sueñan otros en nombre de un origen ya borrado por los siglos, para cumplir el mismo destino del Shakespeare narrado por Borges?: “La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie.” •
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