Engaño y lucro del “pensamiento positivo” Juan Domingo Argüelles
Tatiana Huezo y la última tempestad Gustavo Ogarrio
En memoria de Huberto Batis José María Espinasa
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2018 NÚMERO 1226
(1932-2018)
V.S. NAIPAUL
Antonio Valle
ESCRIBIR CONTRA EL OLVIDO
LA JORNADA SEMANAL
Foto: J.L. van Rosmalen/ vi.wikipedia
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Nacido el 17 de agosto en Chaguanas, pequeña localidad de Trinidad y Tobago, muerto en Londres el pasado 11 de agosto, el narrador de origen indio Vidiadhar Surajprasad Naipaul obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2001, y el máximo galardón literario sólo hizo aún más visible una obra vasta y compleja que ya había llevado a innumerables colegas suyos –entre otros el igualmente extraordinario J.M. Coetzee- a sostener un aserto temerario, según el cual V.S. Naipaul sería, después de Shakespeare, el escritor más importante en lengua inglesa. Lo innegable es que El sanador místico, Los simuladores, Una casa para el señor Biswas, Un recodo en el río y, quizá especialmente, India, entre varios títulos más, son suficientes para hacer de él un autor brillante y un referente insoslayable de la literatura contemporánea, no sólo de habla inglesa. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Ricardo Flores y Jorge García Báez PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
ENGAÑO Y LUCRO DEL
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“PENSAMIENTO POSITIVO”
Juan Domingo Argüelles |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Este ensayo revela la estructura política y en mucho mercantil detrás de la llamada “ciencia de la felicidad”, con sus múltiples gurús, maestros y autores de autoayuda, los coaches o entrenadores, sus trampas y excesos, mediante una mirada crítica que mucho le falta a la sociedad moderna atrapada en la inmediatez, la simplificación y el autoengaño.
E
n La broma, novela de Milán Kundera terminada de escribir el 5 de diciembre de 1965 y publicada en Praga en 1967, Ludvik, su protagonista, estudiante en la Universidad de Praga y miembro de la Unión de Estudiantes del Partido Comunista de Checoslovaquia (Checoslovaquia estuvo bajo el poder comunista de 1948 a 1968), enfrenta el “naufragio de su vida” como consecuencia de una broma, de una gracejada que escribe en una tarjeta postal que le envía a una amiga. Su texto en la postal dice: “¡El optimismo es el opio del pueblo! ¡El espíritu santo hiede a idiotez! ¡Viva Trotsky!” Esta broma conducirá a Ludvik a un grotesco juicio ideológico que desembocará en su expulsión del partido y de la universidad en una espiral de desgracia, en un ambiente en que el optimismo se ha vuelto sagrado para construir el mundo perfecto. Nuestro personaje ya traía un historial “individualista”, censurado por sus camaradas. Refiere: “A veces (más bien por deporte que por temores reales) me negué a aceptar la acusación de individualismo y les pedí a mis compañeros que explicasen por qué era individualista. No tenían para ello pruebas especialmente concretas; decían: ‘porque te portas así’. ‘¿Cómo me porto?’, pregunté. ‘Siempre te estás sonriendo de una manera rara’. ‘¿Y qué tiene de malo? ¡Estoy alegre!’. ‘No, tú te sonríes como si estuvieras pensando algo para tus adentros’. Los camaradas llegaron a la conclusión de que mi comportamiento y mi sonrisa eran propios de un intelectual (otro famoso insulto de aquellos tiempos) y yo terminé por creerles, porque era incapaz de imaginar (eso estaba sencillamente muy por encima de las posibilidades de mi atrevimiento) que todos los demás se equivocasen, que se equivocara la propia Revolución, el espíritu de
la época, mientras que yo, un individuo, tenía la razón. Comencé a controlar un tanto mis sonrisas y, al poco tiempo, a tener la sensación de que una pequeña grieta se abría entre aquel que yo era y aquel que (según la opinión del espíritu de la época) debía ser y trataba de ser.” Quienes hayan leído esta novela de Kundera recordarán el caricaturesco procedimiento contra Ludvik: “No te escabullas, lo has escrito tú. ¡Marx llamó opio del pueblo a la religión, pero para ti el opio del pueblo es nuestro optimismo! Se lo has escrito a Marketa. Me gustaría saber qué dirían nuestros trabajadores, nuestros obreros de choque, que superan los planes, si se enterasen de que su optimismo era opio, enlazó enseguida otro. Y el tercero añadió: para un trotskista el optimismo de los constructores del socialismo no es más que opio. Y tú eres trotskista. Por Dios, cómo se les ha ocurrido eso, me defendí. Lo has escrito tú, ¿o no? Es posible que haya escrito algo por el estilo en broma, ya hace más de dos meses, no lo recuerdo. Te lo podemos recordar nosotros, dijeron y me leyeron mi postal. ¡El optimismo es el opio del pueblo! ¡El espíritu santo hiede a idiotez! ¡Viva Trotsky! Ludvik.” Como los extremos se tocan tarde o temprano, en esa misma época del comunismo de la Europa Central y del este, en Estados Unidos nacía y prosperaba un subproducto de la religión que pretendía ser filosofía: el “pensamiento positivo”, fundado y animado por el predicador Norman Vincent Peale (1898-1993), autor del primer libro de autoayuda: El poder del pensamiento tenaz (1952), traducido también como El poder del pensamiento positivo, que tiene como palanca mágica la “teoría de la atracción”: si se quería tener éxito debía desearse todos los días y en todo momento y, con esta “actitud positiva”, el éxito vendría como por arte de magia, y funcionaba lo mismo para el trabajo, la salud, el dinero, el amor, etcétera. Peale recomendaba: “Usa una frase mágica: Soy capaz. Yo soy capaz
El comunismo y el capitalismo coincidían en una cosa: todo se conseguía con el “optimismo”, nada con el escepticismo ni mucho menos con el espíritu crítico frente a la realidad.
de ser mejor y lograr éxito en mis metas, para la nueva vida que desde ahora iniciaré.” El comunismo y el capitalismo coincidían en una cosa: todo se conseguía con el “optimismo”, nada con el escepticismo ni mucho menos con el espíritu crítico frente a la realidad. De la misma manera que los disidentes de los regímenes comunistas eran tachados de individualistas e insultados como “intelectuales” porque observaban críticamente la realidad, de esta misma manera los no creyentes en la teoría del “pensamiento positivo” eran tachados, en las empresas del mundo capitalista, como personas “tóxicas”, como gente sin “buena actitud” de la que había que deshacerse. Pronto, en Estados Unidos, llegó el auge de los gurús motivacionales, y las grandes empresas comenzaron a contratar sus servicios para “incentivar” a sus empleados y, también, para algo más que eso: para hacerles ver a los quejicas, a los protestones, a los inconformes, que su despido inminente no obedecía a otra cosa que a su falta de actitud positiva, y que si caían en el desempleo, que era lo que prácticamente les estaban avisando, el destino les abría una nueva oportunidad de ver el mundo con optimismo, de desear el éxito y el dinero y la salud y el bienestar, y que si no conseguían nada de esto después de todo era porque les faltaba empeño y no se aplicaban lo suficientemente en desearlo. En 2009, Barbara Ehrenreich (1941) publicó el libro más devastador que se haya escrito para exhibir los orígenes, mecanismos y propósitos del denominado “pensamiento positivo”: Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo. Con agudeza cáustica, la autora señala: “Puede apreciarse una ansiedad de fondo en el núcleo mismo del pensamiento positivo. Si fuera cierto que las cosas van realmente a mejor y que la tendencia del universo es siempre hacia la felicidad y la abundancia, ¿por qué habríamos de molestarnos en pensar de forma positiva? Hacerlo es reconocer que no nos creemos del todo que las cosas vayan a mejorar por sí solas. La práctica del pensamiento positivo se dirige a reforzar tal creencia frente a las muchas pruebas que la contradicen. Por su parte, quienes se autodesignan instructores de esta disciplina –los coaches [entrenadores], predicadores y gurús diversos– definen su ejercicio con términos como ‘autohipnosis’, ‘control mental’ o ‘control de pensamiento’. En otras palabras: se trata de algo para lo que es necesario autoengañarse, así como esforzarse sin pausa en reprimir o bloquear lo indeseado y los pensamientos ‘negativos’. [Pero] quienes de verdad tienen confianza en sí mismos, o quienes de alguna forma han llegado a sentirse conformes con el mundo en el que viven y con su destino, no necesitan emplearse al máximo en censurar y controlar lo que piensan.” / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
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censurable desde el “pensamiento positivo”, ya que si tienes cáncer es porque tú lo atrajiste, en lugar de atraer salud; si fuiste despedido es porque tú atrajiste el despido con tu actitud, y si te quedaste en la calle y perdiste la casa con la crisis inmobiliaria no les eches la culpa a quienes te dieron el crédito, sino cúlpate por no haber tenido la suficiente actitud positiva para atraer el bienestar. En De la magia primitiva a la medicina moderna (1997), Ruy Pérez Tamayo identifica cuatro creencias comunes de los pueblos primitivos en relación con la enfermedad: “1) Las enfermedades son castigos enviados por una deidad, casi siempre por la violación de un tabú o de alguna ley religiosa, o bien son causadas por brujos o hechiceros, pero en todo caso se trata de fenómenos sobrenaturales; 2) tanto el diagnóstico como el tratamiento de las enfermedades requieren medios y ritos igualmente mágicos o religiosos; 3) los personajes encargados del manejo de los pacientes son sacerdotes, brujos o chamanes, que con frecuencia funcionan como las tres cosas, a veces simultáneamente; 4) hay distintas formas de adquirir las enfermedades, pero entre las más frecuentes está el castigo divino”.
Peale recomendaba: “Usa una frase mágica: Soy capaz. Yo soy capaz de ser mejor y lograr éxito en mis metas, para la nueva vida que desde ahora iniciaré.”
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En otras palabras, el llamado “pensamiento positivo”, con su “teoría de la atracción” (si piensas fervientemente en ser rico, serás rico; si piensas con vehemencia en tener salud, tendrás salud; si deseas intensamente que algo se cumpla para tu beneficio, se cumplirá, etcétera), es un enorme fraude que ha hecho millonarios a los gurús y a los empresarios, a costa de los crédulos y también de los no creyentes que son apartados de los puestos de trabajo debido a su escasa o nula “actitud positiva” dentro de ese esquema de valores. Una “actitud positiva” es no quejarse, sino sonreír: es bloquear el pensamiento crítico, cerrar los ojos ante la realidad y regresar al pensamiento primitivo: a la magia y a la superstición. Ni en el comunismo ni en el capitalismo desean aguafiestas, protestones, quejicas incapaces de ver color de rosa el mundo que han construido los líderes, sean éstos políticos o empresariales. ¡Nada de “gente tóxica”! En los regímenes totalitarios del comunismo, a los críticos se les apartaba y se les enviaba a confinamiento para su “reeducación”; en el capitalismo, a los no creyentes en el “pensamiento positivo” se les aparta enviándolos al desempleo, igualmente para que se reeduquen, para que sepan que sin una actitud positiva (es decir, acrítica) no tendrán cabida en ningún lado, y, además, se les insiste en que ese fracaso (que sólo se debe a su falta de buena actitud) es “una oportunidad” extraordinaria para descubrir lo importante que es ser “positivo”. Incluso en términos de salud, el “pensamiento positivo” lleva a decir a las personas barbaridades como las siguientes: “El cáncer es lo mejor que me ha pasado en la vida”, “ser desempleado es la mayor oportunidad para revisar mis objetivos”, “la pérdida de mi casa, me ha dejado en la calle, pero es una oportunidad para darme cuenta de que no tuve la actitud suficientemente positiva que evitara mi fracaso”. El simple hecho de buscar y encontrar las razones de todo esto en la realidad, en las evidencias científicas y económicas, en la avidez del negocio inmobiliario predador, etcétera, es
No hay mucha diferencia entre un brujo de las creencias primitivas sobre la enfermedad, en la época anterior a Cristo, y un gurú moderno del “pensamiento positivo” o la autoayuda, del mismo modo que casi no hay diferencia entre los ritos mágicos y religiosos primitivos y los rituales del “pensamiento positivo” en una convención de gurús en un enorme salón de un hotel de lujo en Nueva York, en donde los miles de asistentes que han pagado su boleto se ponen una mano en el corazón y corean: “¡Admiro a la gente rica! ¡Bendigo a la gente rica! ¡Amo a la gente rica! ¡Y yo también voy a ser una de esas personas ricas!”. Barbara Ehrenreich afirma que el “pensamiento positivo” es un retorno a los años del pensamiento mágico que hoy pretende llamarse “ciencia de la felicidad”, pero que nada tiene que ver con el método científico. Pero no sólo esto: la “motivación” que vende el “pensamiento positivo” se ha convertido en uno de los más prósperos negocios: boyante incluso, o especialmente, cuando todo se va a pique y, en el naufragio, la gente necesita asirse a algo, y ese algo que le ofrecen no es una tabla de salvación sino el rollo motivacional. Una empresa a punto de la quiebra, contrata gurús motivacionales, y si no se salva de la quiebra, el “pensamiento positivo” tiene una respuesta para todo: la quiebra sobrevino porque no se puso suficiente empeño en el deseo de salvarse, o bien: la quiebra se trata de una extraordinaria oportunidad para salir adelante con la mejor actitud. El “pensamiento positivo” propició incluso la destrucción de la economía estadunidense, uno de cuyos ejemplos fue la crisis financiera que se produjo con el colapso de la burbuja inmobiliaria, argumenta Ehrenreich, porque les hizo creer a muchísimas personas que podían ser ricas con sólo desearlo fervientemente, atrapadas en las páginas de libracos como ¡Mejore su vida ya! y El secreto. Nadie estaba para escuchar a los aguafiestas; el optimismo era casi unánime con la ideología del “pensamiento positivo” que mediante la teoría de la atracción aseguraba que “uno puede controlar el mundo con sus pensamientos”. El “pensamiento positivo” podría haber sido una cosa ridícula simplemente, o una gran ingenuidad, de no haberse convertido en un virus; un virus que ataca al realismo y te hace confundir el deseo con la realidad. A los únicos que ha enriquecido ese autoengaño es a los oradores motivacionales y a los “entrenadores” en esta estafa. Megalomanía, narcisismo y solipsismo son algunos de los síntomas de creerse Dios, una enfermedad psiquiátrica múltiple. “Y este –concluye la autora de Sonríe o muere– es el estado mental que promueven todos los apóstoles del pensamiento positivo, desde Mary Baker Eddy hasta Joel Osteen, pasando por Norman Vincent Peale y llegando hasta Rhonda Byrne.” Vivimos, sin duda, en una crisis del pensamiento racional, en una época de enorme descrédito del pensamiento científico por culpa de los negociantes que se han hecho ricos con la herramienta mágica de la charlatanería. Incluso los gobiernos gastan (ellos dicen que “invierten”) en esta chifladura, en esta tomadura de pelo que les promete a todos –con una buena actitud– la felicidad y la abundancia. Es una mala época para el realismo, y un muy mal momento para el pensamiento crítico que, sin embargo, es lo que debemos oponer l
LA JORNADA SEMANAL 2 de septiembre de 2018 // Número 1226
Nudos de estrellas y palabras. El diálogo infinito de
JORGE EDUARDO EIELSON Nacido en Lima, Perú, en 1924, el poeta y artista plástico Jorge Eduardo Eielson pasó la mayor parte de su vida en Europa, especialmente en Milán, Italia, donde murió en 2006.
Esther Andradi ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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udos de ropas, de telas, de sábanas. Nudos de palabras. El nudo como relación y encuentro. Jorge Eduardo Eielson, poeta y artista plástico, expresó en el nudo la evocación exacta de las civilizaciones precolombinas peruanas. Quipus le decían entonces y también quipus le llamó el poeta, citando a los antepasados, que supieron convertir un gesto primordial en un verdadero y sofisticado lenguaje. Nacido en Lima, Perú en 1924, Eielson pasó la mayor parte de su vida en Europa, especialmente en Milán, Italia, donde murió en 2006, y en Gardalis, Cerdeña, en la casa del pintor Michele Mulas, su amigo de toda la vida, donde ambos pasaban los veranos. Su obra poética fue publicada en Lima, Bogotá, México, Buenos Aires, París, Valencia, Roma, dejando una imborrable huella en la poesía en español, al mismo tiempo que exponía su obra “transverbal” en Dokumenta, Alemania, en la Bienal de Venecia, en el Museo de Arte Moderno de México, en la Bienal de Trujillo, Perú, en prestigiosas galerías de Milán, Bolonia, Roma. El Centro de Estudios Jorge Eduardo Eielson fundado en Florencia, Italia, por la poeta uruguaya-italiana Martha Canfield, para recoger su legado, cumple doce años: un nudo de amistad poética y admiración mutua para la difusión de la cultura latinoamericana en Italia. “Él había fallecido en marzo de 2006 –cuenta Martha Canfield, (Montevideo, 1949– y me había nombrado heredera universal. Así que yo, con ese patrimonio de base, su obra pictórica, los derechos de autor de su obra literaria, y todo lo que tenía en su casa –manuscritos, epistolario, su biblioteca, muchísimos cuadros, esculturas, nudos, etcétera y además la obra de Michele Mulas, su compañero, fallecido en 2002, resolví fundar el Centro.” Era septiembre de 2006. “Ya lo habíamos hablado durante los largos meses de su enfermedad en los que yo pasaba con él –que vivía en Milán– al menos tres días por semana. La idea era crear una asociación cultural con su nombre para la difusión de su obra y la de Michele y, más en general, de la cultura latinoamericana en Italia.” “Formamos la asociación con varios miembros que dieron su adhesión, entre los cuales estaban escritores latinoamericanos como Mario Vargas Llosa, Álvaro Mutis, Cintio Vitier, Fina García Marruz, e intelectuales italianos. Yo fui nombrada presidente, y presidente honoraria la hermana de Jorge, Olivia Eielson, que vive en Estados Unidos. Nombramos dos vicepresidentes, Aldo Tagliaferri, un estudioso de arte y literatura que conocía muy bien a Jorge y había escrito sobre su obra; y Antonella Ciabatti, estudiosa de literatura hispanoamericana, excelente traductora. Luego formamos un comité científico, cuyo Director es Mario
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Jorge Eduardo Eielson, Nudo, 2004
Vargas Llosa, quien desde el primer día, o sea cuando el Centro era sólo un proyecto futuro, se mostró entusiasta y a total disposición.” Fue en 1982 cuando Martha Canfield conoció al poeta Jorge Eduardo Eielson, invitado por la universidad. Ese encuentro generó una admiración intelectual y una profunda amistad que se cristaliza en El diálogo infinito, libro publicado originariamente en México y que registra las conversaciones mantenidas a lo largo de los años entre ambos poetas: el mundo prehispánico, Lima –siempre Lima–, ciencia y arte, la filosofía oriental, el budismo zen, la poesía, la utopía del arte total. “Me interesa vincular los diferentes códigos artísticos y naturales, entre lo visual, lo temporal y lo imaginario, que me lleve algún día a la síntesis, a esa añorada totalidad que fue el sustento de las grandes civilizaciones antiguas” confiesa Eielson en esos diálogos. “Como artista me siento más cercano al mundo prehispánico –se define–. Siempre me he sentido europeo, por una parte, e indio por la otra, aunque ninguna de estas vertientes sea demasiado evidentes en mí. Se trata más bien de una vocación ancestral. El descubrimiento del mundo indio americano se lo debo a José María Arguedas, quien me reveló la belleza y grandiosidad de nuestro pasado. Todo ello fue para mí un verdadero shock, porque en Lima, por lo menos en esa época, la enseñanza eludía el tema del indio, era como si todos descendiéramos de los conquistadores de Castilla, de los romanos. Yo, que nutro una pasión sin límites por las culturas arcaicas de América, Olmeca, Maya. Chavín, Paracas, Nazca entre otras, considero que esa actitud es de una gravedad histórica sin precedentes.” Para Eielson “la física cuántica abrió la puerta al universo de lo que sucede en el interior del núcleo atómico. Un universo completamente diferente al nuestro, gobernado por leyes tan fantásticas que más parecen surgidas de la mente de un poeta o un demente que la de un hombre de ciencia.” No hay determinismo en la “mente de dios” al decir de Stephen Hawking, es una realidad inaferrable, eternamente presente y eternamente fugitiva.” Y al mismo tiempo critica “un cierto racismo intelectual de la ciencia con respecto al arte” porque no se convoca a poetas ni artistas a congresos internacionales, “como si fuesen un rubro inferior de la creación.” El diálogo infinito testimonia la creatividad de Eielson, para quien la escritura es la vida misma. Y es el recuerdo, una vez más, de su amistad con el pintor Michele Mulas, con quien compartía la casa en Cerdeña. “Festejábamos la vida / haciendo nudos/de la noche a la mañana/ Y ello nos bastaba...” l
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6 2 de septiembre de 2018 // Número 1226
TATIANA HUEZO Y LA ÚLTIMA TEMPESTAD
La tempestad, documental de Tatiana Huezo, hace de la narración de la violencia no sólo una forma de testimonio sino también de resistencia. En este breve ensayo se plantean preguntas fundamentales para comprender el complejo tramado de las múltiples violencias que padece nuestro país a nivel económico, social y cultural en el auge del neoliberalismo criminal.
Gustavo Ogarrio ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Por qué la figura del apocalipsis está marcando muchas de las expresiones artísticas de nuestro tiempo ante la era de violencia exterminadora, desaparecedora y brutal que vive México? ¿Es posible comprender eso que llamamos “neoliberalismo” no sólo desde un ámbito económico –la compulsión política por el libre mercado– sino también como una pulsión criminal que se expresa en una corrupción generalizada y en la formación misma de un mundo paralelo de la criminalidad, que atraviesa y se articula al Estado, a la sociedad y al mercado? ¿Han sido tanto la literatura como el cine documental dos géneros que se han dado a la tarea de representar el mundo paralelo del neoliberalismo criminal? No es nueva la presencia de una imaginación apocalíptica, por ejemplo, en la literatura en América Latina. Ya Lois Parkinson Zamora en su libro Narrar el apocalipsis. La visión histórica en la literatura estadounidense y latinoamericana contemporánea, había estudiado a siete novelistas que habían articulado el mito del apocalipsis a una interpretación de la historia en el género de la novela. Sin embargo, habría que detenerse a reflexionar sobre esta nueva apertura desde el apocalipsis a nociones similares, como “tempestad”, que son parte del mundo simbólico que quiere representar las violencias de nuestra época. ¿Será que las tendencias de la criminalidad en México pueden ser simbolizadas por imágenes como la de un holocausto, la última “tempestad” o el fin de un mundo que, al mismo tiempo, hacen posible la articulación
de la realidad de las violencias a ciertas prácticas narrativas y culturales? ¿Estamos ante una poderosa simbolización de un probable y nuevo “fin de la especie” mediante desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, tanto del crimen organizado como del Estado, contra una sociedad que no sabe bien cómo nombrar y re-humanizar a las víctimas de toda esta violencia o, quizás, que también se atreve a perder el alma para ganarse el derecho a nombrar esta violencia y transformarse en testigo del espacio íntimo de la criminalidad? ¿Es el anonimato de las víctimas el fetiche ideológico de estas violencias neoliberales, cuya estrategia no es sólo encubrir sino dejar en una zona de aparente sinsentido la interpretación política de la violencia misma de nuestra época?
Cultura vs. normalización de la violencia Una de las estrategias del poder de la cri-
minalidad que se forma entre el Estado y el crimen organizado es, precisamente, la de desarticular las narrativas que quieren construir una interpretación crítica de estas violencias. Sin embargo, al mismo tiempo, ciertas prácticas narrativas, como el periodismo narrativo, la novela o el cine documental, hacen posible otorgarle unidad y sentido a la violencia misma: “historias reales” que le van quitando el anonimato a la ideología neoliberal del olvido y la negación de los nombres. ¿Cuáles son las pala-
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Tatiana Huezo, directora del documental Tempestad. Foto: Cristina Cerda/ CC BY-SA 2.0. Dos fotogramas de la cinta
bras claves de estas narrativas que se oponen a la narrativa uniformadora del “daño colateral”? Éxodo, holocausto, apocalipsis, el purgatorio de la migración, la puerta del infierno, la tempestad: toda una topología narrativa que simboliza los límites de las vidas humanas “borradas” y exterminadas por las violencias neoliberales, el más allá que la política no quiere nombrar; el espantoso fin de un mundo de bienestar y el surgimiento de un universo de violencias que desde el pragmatismo de la política y de la economía de libre mercado no tiene sentido o no quiere ser explicado ni analizado, pero que, desde el ámbito de otras formas indirectas de interpretar lo político, se puede comprender e interpretar en relatos que le dan unidad y sentido crítico a esta criminalidad. ¿Cómo reflexionar desde las representaciones artísticas y narrativas sobre el complejo escenario para México en 2018? En este contexto de “guerra contra el narcotráfico”, que se ha transformado en una guerra de baja intensidad contra la sociedad misma, es necesario recuperar una interrogante de Carlos Fuentes: “¿podemos trasladar a la vida política la fuerza de la vida cultural…?” O, al menos, cómo traducir esta pregunta en interrogantes del presente. En el actual contexto de metástasis de la violencia, es apremiante también interrogarnos sobre el papel que han jugado tanto la literatura o el cine documental, así como el arte, frente a la política de desaparición forzada, de feminicidio y de exterminio; es posible decir que esta guerra de baja intensidad es también una amenaza contra la palabra escrita, contra el periodismo y contra el arte que problematiza sobre la misma violencia. Estamos ante una “guerra” que va incluso en contra de la sublimación estética y cultural de nuestras propias contradicciones y violencias. No está de más recordar el actual malestar contra la cultura en tiempos en que diferentes formas de la guerra no convencional se están implementando en el ciclo quizás más agresivo del capitalismo en México y en otras regiones de América Latina. El mismo fetichismo de la mercancía, la vida humana que se valoriza en el mercado y que entra de forma masiva a un sistema de equivalencias mercantiles, mercantilizando incluso el dolor y la muerte, estarían haciendo a un lado las restricciones que la cultura le impone a las pulsiones de muerte del mercado y del Estado,
inhibiendo y por momentos aplastando la misma capacidad de sublimación, mediante la cual se descargan las pulsiones más destructivas para darles otro destino, el de la generación de vínculos y representaciones artísticas y culturales. Una de los conceptos más importantes de Sigmund Freud y de su teoría psicoanalítica es precisamente el de sublimación: el modo en que las pulsiones de los seres humanos generan la cultura y los lazos culturales, opuesto a la represión y a la violencia misma que ejercen la sociedad, el Estado y la familia. En su libro El malestar en la cultura, Freud afirma que la sublimación es una “técnica para evitar el sufrimiento”, que lleva a otro plano tanto las contradicciones como la radical ambigüedad que producen las violencias para ser interpretadas. Pero, tal parece que las mismas violencias y esta guerra, íntimamente entrelazadas, pero con su propia especificidad, han llegado al momento no sólo de intentar borrar selectivamente a la sociedad, sino de imponer una automatización de la muerte que destruye la misma capacidad de la cultura de sublimar las violencias. Sin embargo, para comprender en clave cultural los procesos políticos que se están suscitando en México, ciertas obras literarias y cierto cine documental pueden ser entendidos también como modos indirectos de construir lo político: su ámbito de validez y pertinencia han contribuido a minar los fundamentos retóricos de las representaciones hegemónicas que niegan la violencia y las consecuencias de la violencia para normalizar el lenguaje bélico del Estado mexicano y de su simbiosis con el “crimen organizado”, que sustituyó al lenguaje y a las metáforas sobre la transición a la democracia.
Documentar el infierno dentro y fuera del infierno Quiero proponer una figura, un registro, de
esta forma de narrar no sólo el horror sino también la sobrevivencia en el ciclo de violencias neoliberales y de abierta criminalidad del Estado. Me refiero al documental Tempestad (2016), de Tatiana Huezo. En él se cuenta la historia de Miriam Carbajal, agente aduanal acusada sin pruebas de tráfico de personas y encerrada en el penal de Matamoros, así como la historia de una madre que trabaja de payaso en un circo y
que desde hace diez años dedica su tiempo a la búsqueda de su hija desparecida. Me voy a referir sólo a la primera historia, sin que por esto se deje de señalar la importancia narrativa del relato de la madre que en el circo “reconstruye” la ausencia de Mónica, su hija. Minerva queda en libertad cinco días después del asesinato de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas, ocurrido entre el 22 y el 23 de agosto de 2010. El testimonio de Minerva rememora, en su evocación de víctima, al entrar al penal de Matamoros, una frase también de La Divina Comedia, de Dante Aliguieri, que pertenece al Canto Tercero del Infierno: “Vosotros que estáis aquí abandonad toda esperanza.” La muerte en vida en el penal es narrada a través de una recreación indirecta, de “un largo viaje por carretera, a lo largo del peligroso y siempre inesperado Golfo de México” (Sergio Raúl López, “La injusta y destructora tempestad, relatada por Mariana Huezo”, en Cine Toma. Revista Mexicana de Cinematografía, número 51: julioseptiembre 2017). La tempestad es precisamente la entrada y estancia en el mundo paralelo del “pasadizo largo y oscuro” que lleva a la tortura en el penal, para mercantilizar el dolor y la “protección” del crimen organizado del mismo crimen organizado: el funcionamiento transparente de la economía criminal del neoliberalismo. El relato, en voz en off de Minerva, revela el funcionamiento capitalista de esa otra espacialidad de la criminalidad y uno de los lugares en los que se articula el Estado y el crimen organizado: el sistema penitenciario mexicano. La policía “entrega” a Miriam al crimen organizado que gobierna el penal de Matamoros porque “alguien tiene que pagar…” Y Miriam paga con su alma y con el miedo; con el aprendizaje y la normalización violentísima de esa tempestad: “algo se había roto dentro de mí”, confiesa Miriam al ser “testigo” de la ejecución a palos de un migrante de diecisiete años, Martín. ¿Cuál es la revelación apocalíptica de la brutal experiencia de este testimonio? Que la muerte en vida casi irrepresentable del penal es muy parecida en su funcionamiento a la vida en la sociedad neoliberal fuera de la prisión: llega un momento en el que, en estos mundos paralelos, “no existen las rejas… nadie está encerrado”, “no hay uniformes”, “no hay policía… todo el tiempo hay una música fuerte… aquí nadie roba… la que roba va al pozo… en realidad no es tan diferente… si no hay dinero la pasas mal”. ¿Qué tipo de sublimación de la violencia encontramos en el documental de Tatiana Huezo? Narración testimonial, el dolor y el miedo de una sociedad rota, palabras imposibles de decir en la experiencia política directa y siempre encubiertas por el negacionismo de la narración política dominante; pero también reconocimiento de seres humanos concretos y de metáforas cuya dureza no radica en su realismo sino en la evocación de universos paralelos, apocalípticos… narrar como un acto colectivo y de esperanza, como la historia crítica de la criminalidad del Estado en su alianza con el crimen organizado: una manera también de contar la otra historia contemporánea del México del 2018 l
LA JORNADA SEMANAL
8 2 de septiembre de 2018 // Número 1226
ESCRIBIR CONTRA EL OLVIDO V.S. NAIPAUL (1932-2018) E Un lúcido recorrido por la obra y la vida de este genial escritor de origen trinitense-indio, Premio Nobel de Literatura 2001, que emigró de la exBritish Guiana al Reino Unido, admirador de Marcel Proust y Joseph Conrad y que, como él, logró dominar a la perfección la lengua inglesa al grado de dejar su huella en esa literatura, y autor de obras memorables como Una casa para el señor Biswas, La máscara de África o Un recodo en el río, entre muchas otras, como un pequeño homenaje debido a su reciente fallecimiento en agosto pasado. “La Tierra; los aborígenes; el Nuevo Mundo; la colonia, la Historia; India; el mundo musulmán… África; y luego Inglaterra...”. en alguna parte confiesa que desde muy temprana edad supo que serían los temas de sus libros.
Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
n la introducción de su libro titulado De Jane Austen a Virginia Woolf, Sergio Pitol escribe que entre los estudiosos de la novela inglesa existen dos grandes complejos de inferioridad, uno frente a la misma poesía británica y otro ante la novela europea de la gran época. Es su provincianismo –dice Pitol– lo que “les impide tocar zonas de la conciencia que puedan traducirse en una experiencia espiritual de carácter universal, o crear amplios frescos sociales que equivalgan a la historia de todos los hombres en un momento determinado”. Alrededor de los años setenta, el escritor británico de origen trinitense-hindú Vidiadhar Surajprasad Naipaul, quien más o menos se encontraba a la mitad de su vida, producía no sólo grandes novelas escritas en inglés, sino impresionantes ensayos y relatos de viajes. v.s. Naipaul, como se le conoce mejor, había nacido en Chaguanas, en la isla de Trinidad y Tobago, el 17 de agosto de 1932. Sin referirse a Naipaul, pero con una inteligencia asombrosa, Pitol había acertado al decir que lo que verdaderamente seducía de la literatura inglesa era “su desesperado intento, realizado a través de siglos, de ubicar al individuo dentro de la sociedad”. Ya desde el siglo xviii los escritores del Reino Unido se habían empeñado en cambiar el rumbo a los excesos del irracionalismo romántico de “Blake, Byron y Shelley”, buscando escribir una literatura que lograra satisfacer las necesidades reales del tejido social en Inglaterra. Entre los excelsos escritores se encontraban Jane Austen, Emily Brontë, r.l. Stevenson, Charles Dickens, Joseph Conrad y Virginia Woolf. Naipaul dice que le llevó cuarenta años ser escritor, y que tuvieron que pasar quince años publicando en el Reino Unido antes de que se editara “seriamente un libro mío en Estados Unidos.” El complejo de inferioridad que manifestaban los “más lúcidos estudiosos británicos de la novela inglesa”, finalmente comenzó a ser trascendido por v.s. Naipaul, escritor que emigró de la periferia –de la ex British Guiana– al Reino Unido, para desde ahí escribir novelas, crónicas y ensayos de gran calidad, cuyos objetivos más importantes no sólo apuntaban a posicionar al individuo como el gran protagonista de la literatura de Occidente –como proponía Pitol– sino, de modo asombroso, también de las colonias inglesas del Caribe, India y África. A través de personajes literalmente inolvidables, Naipaul hace un ejercicio de recuperación de su propia memoria –ligada a la memoria colectiva–
narrando algunas de las más impactantes historias coloniales desde una perspectiva moral, pero también política, religiosa, económica y cultural. El hombre de carne y hueso con sus quiebres, miserias, sueños y necesidades estaba de pie en la literatura y en el centro del mundo contemporáneo gracias al talento creativo de Naipaul. Así explica ese proceso el novelista emigrante: Iba a viajar de la periferia, de los márgenes, a lo que para mí era el centro, con la esperanza de que en el centro me hicieran sitio. Era mucho lo que pedía; en realidad, pedía más al centro que a mi propia sociedad. Al fin y al cabo, el centro tenía sus propios intereses, su visión del mundo, sus propias ideas sobre lo que quería en las novelas. Mis temas eran remotos, pero me hicieron un pequeño hueco en la Inglaterra de los años cincuenta.
Fragmentos culturales en la mente de un niño que será escritor Los abuelos de Naipaul abandonaron India a
fines del siglo xix para llegar a Trinidad y Tobago. En aquel entonces, además de ingleses y africanos vivían en la isla emigrantes portugueses y chinos. Sin embargo, las personas que le resultaban más misteriosas al futuro escritor eran los españoles, que estaban ahí desde antes de que la isla fuera separada de Venezuela y del Imperio Español. Realidad o ficción, dice Naipaul, que se encontraba “más allá de mi comprensión de niño”. La comunidad en la que vivió se integraba por emigrantes hindúes a quienes, a finales del siglo xix, después de trabajar durante cinco años en una hacienda, se les podía entregar “una pequeña parcela de tierra… o un pasaje de regreso a India.” Como ese sistema fue abolido en 1917, las personas que llegaron después dormían en las calles de Port-of-Spain; “supongo que no sabía que estaban desamparadas —esa idea vino mucho más tarde— y no me impresionaron. Era parte de la crueldad de la plantación colonial”. Seguramente esa realidad, entre otros contextos miserables, provocó que la pequeña comunidad hindú donde vivía Naipaul permaneciera excluida, situación que al mismo tiempo funcionaba como “una especie de protección”, lo cual facilitaba que él y su familia pudieran vivir, al menos durante un tiempo, usando el código de las costumbres hindúes. “Mirábamos hacia adentro. El mundo exterior existía dentro de una especie de oscuridad; no
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preguntábamos nada… Esas áreas de oscuridad que tuve de niño, se convirtieron en mis temas. La tierra; los aborígenes; el Nuevo Mundo; la colonia; la Historia; India; el mundo musulmán… África; y luego Inglaterra...” Al paso de los años, esas zonas oscuras formaron una especie de mosaico intercultural cuyas piezas fue revelando y ensamblando Naipaul. El desconcertante fenómeno social y existencial había provocado en el escritor una especie de red cognitiva en la que se movían distintas realidades y sistemas lingüísticos y culturales.
Lealtad al nombre y a la ley del padre Como la mayoría de inmigrantes pobres del
mundo entero, Naipaul tuvo que confinarse dentro de su casa a vivir como forastero. Sin embargo, una vez que se propuso moverse de la periferia al centro no tuvo ninguna dificultad en concebir simultáneamente “cuatro, cinco o seis ideas culturales distintas”. Se refería, por supuesto, a la inmensa cultura de India, pero también al conocimiento de la historia de Trinidad y Tobago, al mismo tiempo que comenzaba a vislumbrar la gran cultura del “Nuevo Mundo”. Después de obtener una beca de estudios en Oxford, inicia el viaje mítico que lo conduce a
convertirse en uno de los escritores más importantes de la segunda mitad del siglo xx. En la novela Una casa para el señor Biswas, Naipaul desarrolla el tema de su padre, un periodista y aspirante a escritor que muere inesperadamente. En realidad, este hombre logró persuadir a su hijo para que encontrara en la literatura una alternativa eficaz para el encierro, el tedio y la pobreza intelectual que se vivía en la isla. Fuera de los cuentos y novelas que su padre le acercaba, el mundo debió parecerle a Naipaul una especie de masa ambivalente que –al mismo tiempo que lo amenazaba- también le resultaba sumamente atractiva. Una vez que Naipaul se instala en Inglaterra lleva adelante el proyecto intelectual, estético y ético que su padre no logró cumplir.
La lengua materna Por otra parte, en textos y entrevistas, Nai-
paul suele referirse a su madre de manera velada y lejana. Evidentemente ese vínculo afectivo no fue nada gratificante para él. En la mencionada Una casa para el señor Biswas –considerada como una obra maestra–, el padre busca hacerse un lugar en el mundo, lugar que / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
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no ha logrado tener, entre otras cosas, por las dificultades con su mujer y sus tradiciones familiares; así, Mr. Biswas vive en un estado de desdicha permanente. La trama de esa ficción guarda semejanzas notables con la historia real del autor. Igual que Lacan, Naipaul no pudo vivir una relación “satisfactoria” con su madre. Sin embargo, como al psicoanalista, a Naipaul “le quedó la pluma”, además del idioma inglés –lengua que llegó a dominar como pocos- en reemplazo de una lengua materna “malograda”. Es probable que por las dificultades de afecto y comunicación que tuvo con su madre, las relaciones de Naipaul con las mujeres no siempre fueran afortunadas, particularmente por lo que se dice de Pat Hale, su primera esposa, con quien reiteradamente tuvo señalamientos de maltrato. Sin embargo, seguramente buscando atemperar el escándalo que él mismo provocaba por ese terrible defecto de carácter, Naipaul, solía citar el libro Contra Sainte-Beuve, de Marcel Proust, quien aseguraba que “todo escritor escribe desde ‘otro yo’, un yo que nada tiene que ver ni con su vida ni con su proyección social […] que un libro es producto de un ser diferente al que proyectamos en nuestros hábitos, en nuestra vida social, en nuestros vicios”. Justamente Marcel Proust es uno de los escasos escritores que Naipaul reconoce entre sus influencias. El siguiente texto, que es la cita más importante de su discurso de aceptación del Premio Nobel en 2001, ilustra uno de los sistemas cognitivos empleados por Naipaul, destacando la importancia que tiene para su literatura el vínculo entre los recuerdos, el despertar de la memoria y la música, clásico fenómeno órfico de quién necesita erigir un lenguaje propio: “Las cosas bellas que escribiremos, si tenemos talento”, dice Proust, “están dentro de nosotros, poco claras, como el recuerdo de una melodía que nos deleita a pesar de que somos incapaces de recapturar su forma. Aquellos que están obsesionados por esta borrosa memoria de verdades, nunca han sabido que son hombres privilegiados… El talento es como cierta especie de memoria la cual permitirá finalmente traer esa borrosa música más cerca de ellos, para escucharla con claridad, para escribirla…
Además del autor anónimo de El lazarillo de Tormes, otro escritor al que le profesa enorme simpatía, está Joseph Conrad, con quien comparte intereses, temas e incluso algunos rasgos de carácter. Por ejemplo –igual que Naipaul–, Conrad sufrió una severa crisis depresiva que lo llevó a cometer un intento de suicidio. En ese sentido, Sergio Pitol escribe que la correspondencia de Conrad nos ofrece “la imagen de un individuo agobiado desde la niñez hasta sus últimos años por el sentimiento de soledad, de extranjería ante el mundo y frente a sus semejantes”. Es todo un retrato hablado, con el que se podrían obtener varias imágenes de la vida real de Naipaul y algunos de sus personajes más importantes. Por otra parte, la estancia de Conrad en el Congo africano le hizo ver “la degradación a la que se veían entregados colonizadores y colonizados, el panorama del europeo convertido en azote y castigo de pueblos más débiles y el gradual envilecimiento de éstos”. Desarrollando la idea de Conrad, en La máscara de África Naipaul dice: “El mundo es lo que es: los hombres que no son nada, que se permiten llegar a no ser nada, no tienen lugar
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incluso determina las literaturas (y la vida) de Conrad y de Naipaul. Como la historia de Chaguanas, que fue borrado del mapa. Naipaul dice que después de leer el intercambio epistolar entre el Rey de España y el representante de la corona en esa zona, se da cuenta del exterminio del que fueron objeto los pobladores originales:
Esas áreas de oscuridad que tuve de niño, se convirtieron en mis temas. La tierra; los aborígenes; el Nuevo Mundo; la colonia; la Historia; India; el mundo musulmán… África; y luego Inglaterra...” en él.” Sergio Pitol plantea que en las novelas de Conrad el conflicto se desarrolla “entre el yo profundo de los personajes y una civilización o un esquema de valores que no es el suyo; y se proponen fijar la posición del individuo ante el mundo”. Algunos de los valores de Conrad a los que se refiere Pitol son, en primer lugar, la fidelidad que el escritor debe tenerse a sí mismo, lealtad idéntica a la que Naipaul profesa en toda su obra; por supuesto, sin dejar de considerar que los conflictos no sólo son “producto de acciones personales, sino que tienen raíces sociales”. Por eso, de la misma forma en la que Conrad investiga en libros como Siete años memorables en el Paraguay, de George Frederick Masterman, y Venezuela, de Edward b. Eastwik, que le permiten descubrir “los lineamientos históricos de algunas repúblicas latinoamericanas y advertir las tremendas dificultades con que tropezaba su incipiente vida constitucional”, Naipaul descubre ciertos documentos en el Museo Británico –que comienzan en 1530 y finalizan con la caída del Imperio Español–, archivos en los que se entera de que, hacia 1595, sir Walter Raleigh “invadió Trinidad, mató a todos los españoles que pudo, y fue Orinoco arriba en busca de El Dorado”. Sin embargo, escribe Naipaul, el oro que mostró como prueba de su hallazgo a La Casa de La Moneda Real en Inglaterra no tenía ningún valor. No obstante, “publicó un libro para probar que tenía razón, y por cuatro siglos, la gente ha creído que Raleigh encontró […] la gran y dorada ciudad de Manoa (la que los españoles llamaban El Dorado)”. Años más tarde, después de vivir innumerables vicisitudes, y todavía aventurándose en la búsqueda de El Dorado, muere el hijo de Raleigh; entonces, “lleno de dolor, sin nada que lo atara a la vida, regresó a Londres para ser ejecutado.” Relatos como el anterior ilustran la manera en que la historia no sólo se infiltra sino que
La idea vino a mí en el museo, yo era la primera persona, desde 1625, para quien esa carta del Rey de España tenía un significado real. Esa carta había sido desenterrada de los archivos sólo en 1896 o 1897. Una desaparición, y entonces el silencio de los siglos […] La gente, en cualquier lugar, en algún tiempo, fue despojada. Creo que me conmocionó el descubrimiento que hice sobre mi lugar de origen, en 1967, porque nunca tuve idea de él […] Ahora, toda la memoria está perdida; y ese sitio sagrado, si existió, ha pasado a ser un lugar común y corriente.
Dos años después, en Barcelona, en 1969, Sergio Pitol, apuntaba en el ensayo “Joseph Conrad en Costaguana”, que todos los personajes que aparecen en la novela Nostromo, de Conrad, “creen ser lo que no son, y los que más o menos lo intuyen (que son unos ladrones) pretenden engañarse sobre los verdaderos móviles de su conducta”. Al final, en un club de aristócratas y financieros, de la nada, los delincuentes de Nostromo “se han vuelto dignos, nobles, respetables.”
De la literatura al dharma En el entrecruzamiento de la realidad histórica de Chaguanas, el trágico poblado donde nació Naipaul, y Costaguana, la república ficticia de Sudamérica creada por Conrad, es donde puede entenderse, haciendo un ejercicio de literatura comparada, cómo se juega la salud mental de dos escritores en un contexto de ética histórica y social. Como dice Ricardo Piglia, existen “palabras que vienen de otro lado, palabras que le estaban dirigidas al sujeto y éste no entendía”. En efecto, algunas de esas palabras que tuvieron que aguardar durante siglos, fueron recuperadas del silencio de las víctimas en textos reales o en ficciones, y ambos discursos funcionaron para recuperar fragmentos muy valiosos de la memoria personal y colectiva. En algunas obras de Conrad y de Naipaul –en las que esplende el ensayo junto a la novela–, una vez que levantan la censura y el velo de la represión histórica, psicológica, social, política o étnica, debido a las grandes dosis de dolor, suelen presentar un tono escéptico, pero siempre manteniendo el temple y la verdad, aludiendo a víctimas y victimarios de los procesos coloniales de manera clara y objetiva. En una de las últimas entrevistas que Naipaul ofreció, cuando aceptó hablar del dharma, concepto hindú muy caro para él, dijo: “Yo encontré ecos de este concepto en ciertas partes de Proust, en la reflexión sobre cómo pasa uno su tiempo.” Conviene recordar aquí que el sustantivo dharma proviene del sánscrito y significa “conservar” o “mantener”. La palabra proviene de la raíz indoirania dhar, que significa “ajustar” y “sostener”, enlazándose finalmente con el vocablo avéstico de dar l
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LA RELIGIÓN COMO COLONIZACIÓN Genealogía del monoteísmo. La religión como dispositivo colonial, Abdennur Prado, Akal, México, 2018.
Orlando Lima Rocha ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
PENSAR LA MODERNIDAD desde su faceta colonial ha sido una lectura donde, entre muchas otras posturas, las postcoloniales y descoloniales han puesto el acento desde las últimas décadas del siglo xx hasta la actualidad. Pero es sobre todo con estos últimos enfoques que se acentúa tal análisis, a partir del trabajo del célebre y recientemente fallecido sociólogo Aníbal Quijano (19282018), quien planteó el término de “colonialidad” como estructura de dominación mundial de larga duración y núcleo de la modernidad eurocéntrica originada con el “descubrimiento” de América (siglo xv) y gestada por medio de la consecuente clasificación social excluyente, expandida al resto del mundo hasta nuestro presente. Dicho enfoque es retomado por el pensador barcelonés Abdennur Prado para destacar y problematizar lo que, a su juicio, ha sido un punto ciego tanto de gran parte del pensamiento descolonial como de “gobiernos y la intelectualidad occidental”: la religión cristiana como fuente de colonización occidental imperialista moderna o “dispositivo colonial”. Tal es el objetivo de su reciente
obra, Genealogía del monoteísmo. La religión com o dispositivo colonial. Se trata de la obra de un creyente y militante del islamismo, detalle nada menor, que realiza aquí una provocadora investigación desarrollada en cuatro partes sobre lo que llama “cristocentrismo” (gestado en culto oficial de la Roma imperial de Constantino i, durante el siglo iv, y elevada a grado de “religión del imperio”), entendido como fundamento del colonialismo imperialista existente en la modernidad eurocentrada aún vigente. Prado afirma que “el colonialismo es un humanismo” (i) pues se sustenta en la clasificación excluyente y denigrante de lo no “cristiano” entendido como no “civilizado” y factible de “evangelizar” como modo de colonizar; por lo cual es necesario analizar “la religión como dispositivo colonial” (ii) y retomar la dificultad de su misma conceptualización en tanto es definida desde un “cristocentrismo”, hasta caracterizar a la noción misma de religión como “universal vacío” de triple raíz: occidental, moderna y colonial, opacando así tanto a religiones no-cristianas como a invenciones occidentales de religiones identificadas con las naciones en que se “originan”, todo ello de modo estratégico para la colonización por parte de los imperios en turno –según Prado, el hinduismo como invención del imperio británico es un claro ejemplo. El autor plantea la necesaria tarea de hacer una “descolonización de las religiones” desde la “genealogía del monoteísmo” (iii), para mostrar que éste es una invención de raigambre moderna colonial y occidental (inglesa del siglo xviii); invención difundida tanto en lo intelectual (por la historia de las religiones sobre todo), como en lo político-estatal, e imperialmente. Así se llega a moldear (colonizar) nuestra mentalidad tanto sobre las religiones “del libro” como “monoteístas” (judaísmo, cristianismo, islamismo), como a toda religión e inclusive a la secularización misma, según un modelo “cristocéntrico”, hasta homologar a toda religión con el cristianismo y a éste con el liberalismo. Por lo tanto, en opinión del autor, si colonizar es invadir la mentalidad humana de los sujetos a dominar hasta homologarlos en términos no sólo eurocéntricos sino cristocéntricos, la necesaria “descolonización de la religión” pasa, en definitiva, por su historización misma y la “recuperación de las epistemes olvidadas”, desde estrategias genealógicas, desconstructivas y discursivas, todo como expresión de las tareas de un “giro decolonial” y apertura a modos de ser “no occidentales”, donde “las palabras del Islam” (iv) sean entendidas como un “movimiento comunitario de liberación” que busca la convivencia plena con toda alteridad en sus diferencias. Genealogía del monoteísmo es un ambicioso trabajo, de largo alcance y erudición, posicionado desde el llamado giro descolonial, que problematiza la forma religiosa del cristianismo como fundamento del colonialismo moderno occidental. Con todo lo sugerente y valioso de su aporte, y entre todos los posibles puntos críticos, destaca el hecho de asumir que sólo desde su posición se ha realizado una mirada crítica (“decolonial”, en términos de Prado) que busca historizar el hecho religioso como una creencia sólo “moderna” y al cristianismo como fenómeno meramente occidental, llegando a obviar, si no es que hasta desconocer, distintos aportes como, por ejemplo, los del plural pensamiento latinoamericano, que han reflexionado este fenómeno desde hace ya varias décadas. Eurocentrismo del propio Prado, que de cualquier manera no le resta a la imprescindible reflexión de su estudio •
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LA INFORMACIÓN Y EL PODER Conocimiento y poder. Las ideas, los expertos y los centros de pensamiento, Alejandra Salas-Porras Soulé, Ediciones Akal, México, 2018. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
ES INCLUSO LUGAR COMÚN decir que “el conocimiento es poder”, tanto como es bien sabido que dicho axioma cobró estatus de incontestable sobre todo desde que comenzó a hablarse de “la era de la información”, y máxime desde que fue posible verificar la irreversibilidad y la extraordinaria influencia implícita en la generación, el direccionamiento y la posesión –vale decir, el control– de conocimiento de todo tipo, en las relaciones políticas, económicas y sociales de todos los niveles, lo mismo entre los innumerables grupos humanos y entidades que conforman una nación, que entre éstas, o entre naciones y entes empresariales, más un largo etcétera. De dicha situación, que contradice aquella ingenuidad según la cual el desarrollo científico es política e ideológicamente neutro, versa este claro ensayo de Salas-Porras, también autora, entre otros títulos, de La economía política neoliberal en México –también publicada por Akal •
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EL FUTBOL Y LA ACADEMIA Historia mínima de El futbol en América Latina, Pablo Alabarces, El Colegio de México, México, 2018. Istor. Revista de historia Internacional. Historia de los mundiales, número 72, cide , México, 2018.
Enrique Héctor González ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
QUE UN EQUIPO de nuestro balompié se hiciera llamar antaño “los académicos del Atlas” y que varias universidades, dentro y fuera del país, hayan auspiciado clubes devenidos equipos de futbol de carácter profesional que compiten en lo que los periodistas llaman, pomposamente, “el máximo circuito”, no basta para que, en términos generales, la población fanática del deporte de la patada establezca alguna relación entre esta práctica tan común, tan inmediata, tan enajenante como lo es el espectáculo del futbol, con la cultura. Acabamos de vivir esta “fiesta mundial” hace algunas semanas y nunca acaba uno de sorprenderse de los ánimos entusiastas y luego frustrados de tanta gente que sigue las transmisiones porque otra vez, ¡qué le vamos a hacer!, nos quedamos al borde del quinto partido, Osorio nos volvió a fallar, a ese Chícharo no lo quiero ni en mi ensalada, Neymar es un actor de telenovelas. Y eso que no padecemos, como en Argentina, Brasil o Inglaterra, la religión futbolística en su grado máximo de paroxismo, países donde el balompié genera trifulcas y tribulaciones que nuestro pálido Tri apenas apura como modestas decepciones cuatrieniales. Con ocasión del Mundial de Futbol celebrado en Rusia (para gloria de Putin, como en su momento lo fue de Videla o de Getúlio Vargas), dos instituciones de reconocido prestigio intelectual, El Colegio de México y el cide, tuvieron a bien equilibrar la gritería de Martinoli, los zambombazos del Perro Bermúdez y la estulta esquizofrenia generada por el Mundial en los medios televisivos, con estudios serios, precisos y bien informados acerca de lo que representa el futbol en estas latitudes y en el mundo entero. La historia mínima del futbol en América Latina se inscribe en la ya vasta y siempre útil colección de “historias mínimas” que, desde hace algunos años, El Colegio de México ha puesto en circulación para divulgar, mediante investigaciones rigurosas pero accesibles, diversos temas de índole histórica, social o antropológica. El trabajo reúne ensayos muy bien documentados cuyo interés incide en explorar los primeros síntomas de una fiebre ya muy extendida en el subcontinente y frente a la que ninguna aspirina parece mostrar efectividad desde los primeros desembarcos de trabajadores ingleses en los puertos de Argentina, cuyos emprendedores patrones favorecieron una práctica deportiva que, en Centroamérica y México, se enfrentó siempre a la afición beisbolística extendida por la influencia estadunidense. Hay lo mismo datos curiosos que observaciones significativas en la investigación de Alabarces. Entre las segundas, están la constante evidencia de cómo la inscripción de futbolistas de raza negra en las ligas locales
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
y nacionales fue un logro gradual y arduo en muchos países sudamericanos, pues hubo protestas (por ejemplo, de la liga chilena contra la uruguaya) por “alistar jugadores africanos” en sus equipos, y la aparición del “amateurismo marrón” o ilegal en las primeras ligas de futbol, que consistió en “brindar pagos encubiertos a los jugadores de las clases populares”, pues su calidad y sus necesidades ameritaban ese estímulo para el desempeño de una actividad a la que los estudiantes de colegios y miembros de clubes podían dedicar un tiempo que los menos favorecidos precisaban para trabajar. Entre los primeros, los datos curiosos, podemos descubrir en el libro la historia de esa famosa destreza conocida como “chilena”, los orígenes del equipo Guadalajara (tan orgulloso de su identidad nacional y fundado por un belga, Edgar Everaert) y el antecedente de que el mayor romperredes de la historia mundial es un brasileño, sí, pero no Pelé, sino el mulato Arthur Friedenreich, quien marcó mil 379 goles en los años veinte. Por su parte, la revista del cide congrega una reunión de investigaciones cuyo título, "Historia de los mundiales", puede engañar a lectores resignados a una aburrida o poco fructuosa relación de sedes, protagonistas, cifras, marcadores. Por lo contrario, el número 72 de Istor, que por una casualidad inesperada tiene exactamente el mismo número de páginas que el libro del Colmex ya referido (269), perfila visiones monográficas sobre distintos episodios mundialistas que, desde su título, resultan reveladores: “No llores por nosotros: Inglaterra y sus partidos con Argentina” o “¿Qué representan los faraones?”, este último un trabajo espléndido sobre cómo los logros en los campeonatos africanos de la selección nacional egipcia y de dos equipos destacados de su liga, el Ahly y el Zamalek, eran convertidos rápidamente por el régimen de Mubarak en trofeos propios y hasta en frustraciones colectivas de las que sacaba partido cuando las cosas iban mal. Estas dos obras demuestran muy a las claras que se puede ser erudito sobre asuntos deportivos sin que se pierda la pasión y que no todo se reduce a seudocómica imbecilidad en asuntos futbolísticos: los académicos también lloran cuando su equipo pierde, pero no arrebatan, como dice el dicho popular que hace Jalisco, sino examinan con fruición y elegancia las desgracias de nuestra idiosincrasia •
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TEATRO INDÍGENA: PASADO Y PRESENTE Miguel Ángel Quemain
Arte y pensamiento
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Artes visuales Germaine Gómez Haro
ftorrescordova@gmail.com
Nahui Olin: entre la melancolía y el arrebato (i de ii) A CUARENTA AÑOS de su fallecimiento, Carmen Mondragón Valseca, mejor conocida como Nahui Olin (sobrenombre que le da el pintor Gerardo Murillo, el Dr. Atl, y que significa “el cuarto movimiento del Sol”), llega al Museo Nacional de Arte (munal) en la primera gran exposición que abarca casi la totalidad de su trabajo creativo: Nahui Olin, la mirada infinita. Tuve el privilegio de hacer el recorrido con el curador de la muestra, Mariano Meza, y Adriana Malvido, autora del libro Nahui Olin, la mujer del Sol, profundos conocedores de la vida y obra de esta polémica mujer libre de prejuicios que cimbró a las “buenas conciencias” de su época. Comenta Mariano Meza para La Jornada: “La idea fue hacer una revisión clara y puntual de la obra plástica de Nahui Olin y encajarla dentro de la historiografía mexicana donde se le ha mencionado apenas en unos renglones y por lo general como la esposa de Rodríguez Lozano o la amante del Dr. Atl. La tarea era
Librado García "Smarth", Nahui Olin
reivindicarla como artista y mostrar su importancia en su contexto histórico.” La exposición integrada por 250 piezas entre dibujos, pinturas, sus publicaciones y fotografías, revela la urgencia de una revisión integral de la creación de esta singular artista que ha pasado a la historia en mayor medida por su excepcional belleza física y su vida un tanto desenfrenada para la época, que por su obra plástica y literaria. La muestra revela facetas poco conocidas de su vida y obra que dan pie a una nueva lectura y apreciación de su trabajo, y la colocan –más allá del personaje mítico e icono feminista– en el lugar que merece entre los creadores del arte moderno mexicano del siglo xx. Carmen Mondragón Valseca –hija del general Manuel Mondragón, cercano colaborador de Porfirio Díaz– nace en 1893 y crece en una atmósfera culta que le permite viajar a París, aprender el idioma francés y desarrollar su vocación literaria y dibujística desde muy joven. En 1913 se casa con el pintor Manuel Rodríguez Lozano y la familia se ve obligada a salir al exilio en París y San Sebastián debido a la participación del general Mondragón en la Decena Trágica. Al inicio de la exposición se presentan dibujos tempranos de corte académico, y destacan las primeras obras que realiza en San Sebastián, las cuales denotan una notable calidad dibujística. Se trata de una serie de caricaturas que marcan la pauta de lo que más adelante será su personalísimo lenguaje pictórico: de ahí provienen los ojos desmesurados y la pequeña boca de corazón en sus retratos. Así lo expresa Meza: “Aquí vemos cómo a partir de unas cuantas líneas va creando profundidad e inclusive consigue una perspectiva que no era usual en la época. Vemos cómo capta los gestos en la síntesis de las formas y eso va a aparecer más adelante en sus pinturas. Toda su obra proviene de la caricatura.” El rescate de la obra caricaturística de Nahui es una aportación de esta curaduría y llama la atención si tomamos en cuenta que en la época no era un género común en las mujeres artistas. A esto agrega Adriana Malvido: “La exposición revela la faceta humo-
Autorretrato
rística de Nahui. Así vemos que no todo fue drama.” En 1920 regresa a México y se separa de Rodríguez Lozano. Comienza en estos años una espiral de acontecimientos y experiencias que marcarán su vida y obra: ingresa a la Academia de San Carlos a estudiar pintura y escultura, presenta su primera exposición, inicia su tórrida relación amorosa con el Dr. Atl, publica su primer libro, Óptica cerebral. Poemas dinámicos, comienza su labor docente con niños –oficio que fue determinante en el desarrollo de su pintura–, forma parte del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores (sotpe) con los grandes muralistas y como únicas mujeres Carmen Foncerrada y ella, y participa en el renacimiento artístico impulsado por Vasconcelos. A partir de entonces, Nahui Olin hace honor a su nombre –“el movimiento renovador de los ciclos del cosmos– y surge la pintora, poeta, musa y modelo que cautivó a propios y extraños con sus ojos verdes profundos como el mar • (Continuará…)
Bitácora bifronte Ricardo Venegas
Guillermo Prieto, poeta del humor popular SI HEMOS DE HABLAR de Guillermo Prieto como poeta popular, es importante mencionar sus vínculos con el humor, muy cerca de la comicidad que ha estudiado Carlos Bousoño en su Teoría de la expresión poética, sobre todo cuando entabla un diálogo con el lector y se vuelca en el personaje que emerge en sus poemas; ese alter ego que sabe tocar las fibras de sus lectores es el que apela a las distancias entre la tradición, la poesía culta y el uso de recursos literarios (figuras retóricas, licencias, métrica), en contraposición con el habla popular, el humor, el chisme y el chiste; sobre el particular Bousoño sostiene que “el chiste y la poesía tienen, pues, algo en común: tratarse en ambos casos de un conocimiento de lo ‘individual’, esto es, tratarse en ambos casos de la impresión de que se conoce individualmente, ‘satu-
radamente’, algo: en el chiste lo que se conoce de ese modo es una rigidez o mecanización psíquicas, o sea, la individualidad de un contenido psíquico ilegítimamente nacido, mientras en la poesía lo que se conoce de esa manera es un contenido psíquico legítimamente nacido, no fruto de mecanización ni torpeza alguna”. Y es la ilegitimidad humorística la que valida la obra de Prieto: “Deja la humilde pocilga/ para brotar en los Tívolis,/ y le hace a Lerdo la guerra,/ con trufas y con budines./ A unos la risa provoca;/ a otros derrama la bilis;/ a unos les produce palos;/ a otros títulos insignes./ con que… ¡chitón!, y no lancen/ anatemas contra el chisme.” De la pobreza de una “pocilga” a la ostentación (antítesis) de los “tívolis” (en Tacubaya existieron varias casas de juego, conocidas con este nombre), el poeta marca la trayectoria del chisme pasando encima del expresidente Lerdo de Tejada, embadurnándolo de “trufas y budines” (burlando la solemnidad del personaje). Cuando Bousoño afirma que “hay toda una tradición teórica que niega que la poesía comunique cosa alguna, incurre en la polémica que también es una tradición: en poesía no es posible pontificar y descartar la comunicación, si por ello entendemos la transmisión de ciertas
intenciones del autor a través de determinados artificios o artes literarias. Al autor de “Los lunes de Fidel” le preocupan sus lectores y es contundente cuando él mismo se asume como personaje de su obra. Prieto construyó a su personaje, al yo lírico que representa una voz inconfundible, indisociable e imperecedera, que se sumerge en la vida diaria de casi todo el siglo xix •
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra Agustín Ramos
La Genara (i de ii)
HABLAR DE UN CREADOR requiere saber de teología. Pero si Tomás de Aquino hubiera vivido en estos tiempos se hubiera suicidado antes que escribir la Summa Teológica. Primero por ver los frutos –pocos pero irreversibles– que ha impuesto a la Historia la lucha de las mujeres, ese ente que él injuriara y calumniara como tantos filósofos, cristianos y no –¿Están oyendo, inútiles Pablito, Agustincito y abuelito Nietszche? Segundo, porque no se le permitiría hablar del creador sin mencionar a la creadora, pues una perspectiva excluyente y discriminatoria iría en detrimento de su eficacia propagandística y terminaría haciendo un papelón marca Jeremías tropical y Cía. Tercero, porque si en verdad tuviera inspiración divina –no compro tal versión aunque tampoco la ponga en duda–, su obra necesitaría el doble de energía y de páginas, y tacto de neurocirujano para justificar la resplandeciente falta de paridad en la lista de doctores de la Iglesia –cuatro mujeres en dos mil años, y contando. Esto quiere decir que ni Hans Küng ni Karl Barth ni Theilard de Chardin y ni siquiera un nuevo Tomás de Aquino podrían, con serenidad e imparcialidad suficientes, tratar temas de teología soslayando la presencia de una Creadora en igualdad de condiciones que un Creador. Y es que en la actualidad estamos ante el derrumbe
del heteropatriarcado a causa ¡santo Dios de los ejércitos! de la emancipación de las mujeres con todas sus consecuencias. Y la bronca de este Padre de la Iglesia no se reduciría a digerir esta realidad, ¡qué va!, sino también a ya no considerar a las mujeres como fuerzas magnéticas de todo mal –amén–, sino a ver en ellas la otra mitad del bien –y en un descuido hasta la mejor mitad de ese bien. Peor tantito, la necesidad de incluirlas como elemento imprescindible de la teología representaría, cuando menos, el doble de esfuerzo mental, físico y espiritual. O esto o el suicidio, ¿no, Tomi? Pero no vaya a creerse que pretendo colonizar las lides feministas, este preámbulo era ineludible para describir así sea a grandes rasgos a una mujer cuya mejor definición es la de creadora. Buscar la palabra adecuada parecía tan difícil como cambiar de nombre al pri. Repasando la cantidad y calidad de sus actividades encontré la palabra “artista”. Sin embargo, ésta reducía a una sola dimensión las obras de su vida y la vida de sus obras.
Rosina Conde
Rosina Conde es una mujer cuyo principal trabajo en el arte se relaciona con la literatura. Su primera publicación fue de poesía, como lo han sido todas sus letras –porque el único género literario es la poesía, David Huerta lo dijo. La poesía de esta mujer, nacida en Mexicali, b.c., en 1954, agrupa todas las formas literarias con un rigor crítico que empieza en sí misma sin sacrificar la libertad creativa para transustanciarse en ficción. Y aunque toda su obra aborda temas variados y procedimientos distintos, también toda tiene como eje las fronteras más insondables y evidentes, el amor y otras maquilas. Su más aquilatable virtud es partir siempre de sí misma para elaborar el canto de todo, para todos, sin ser confesional. De poesía nos ha dado Bolereando el llanto, De amor gozoso y los inaugurales Poemas de seducción publicados en la mitológica serie La máquina de escribir. En novela, Como cashora al sol y La Genara, propiciadora de este artículo. En cuento, De infancia y adolescencia, que a un tiempo avisa y golpea novelísticamente, Arrieras somos (Premio Gilberto Owen), Desnudamente roja, En la tarima y Embotellado de origen. En la escena ha sido igual de fértil y diversa: performances, su participación en Esta esquina, mil guiones y los audiolibros Volver/Tina, Tinita, y Ojos que no ven. En ensayo nos da Quehacer artístico y cultural. Esto, más sus traducciones y una labor no menos prodigiosa como catedrática y editora, además de diseñadora de vestuarios, escenografías y portadas, compositora y arreglista, andarina inmortal... Creadora, vaya • (Continuará.)
Biblioteca fantasma Eve Gil
Oh… me han violado SI FLAUBERT HUBIERA vivido o reencarnado en el siglo xxi, su madame Bovary habría sido una voraz empre-
saria, divorciada –pero codependiente de su bonachón exmarido– madre de un hijo (no hija) apabullado por el temperamento de su madre. Sería, de hecho, bastante cínica respecto al amor, al grado de mantener una relación con el esposo de una amiga que la adora. Esa mujer sería la Michéle de la novela Oh…, de Philippe Djian (así, sin siquiera un signo de exclamación), punto de partida para el tremebundo guion de Paul Verhoeven, cuya heroína caracterizó la excelsa Isabelle Huppert. Me refiero, por supuesto, a la película Elle. No obstante la celebridad adquirida por esta película, y el hecho de que Isabelle ya hubiera leído y comentado Oh… cuando le ofrecieron el papel, la novela no se mencionó en reseñas o análisis del filme en cuestión. En 2018, una preciosa editorial artesanal española, Fulgencio Pimentel, publica una inmejorable traducción de Regina López Muñoz. Nacido en París, en 1949, descendiente de armenios, Djian no sólo ha hecho de lo incorrectamente político un sello particular, sino que ha inventado una forma de incorrección, más propia de Flaubert que del provocador por excelencia: Sade. Un crítico de Les Inrocks lo califica como “especialista
en la familia como de la locura, experto en las neurosis que gangrenan a “las personas normales”. A la conducta de Michéle la denominaría “apatía activa”. No alcanza grado de psicopatía porque sinceramente ama a su hijo –aunque tiene razón en considerarlo un idiota–, incluso a Anna, su mejor amiga y socia, aunque se acueste con su marido. La propia Anna confiesa que se casó con el anodino Robert sólo para curarse el perpetuo sobresalto de una posible infidelidad. Michéle es una mujer afortunada al haber superado –en apariencia– el estigma de ser hija de un asesino serial de niños. Nunca pretendió dejar de ser quien era, se aferró a su nombre y a su apellido, aun renegando de su padre, y su madre, Irene, una mujer no menos compleja, no deja de llevarle consuelo a su esposo a la cárcel, al tiempo que compra los favores sexuales de chulos jóvenes y vigorosos. Convertirse en apestadas sociales afecta en maneras diversas a la esposa e hija del llamado “Monstruo de Aquitania”: de esposa fiel y devota, Irene se vuelve ninfomaníaca, mientras que Michéle se rige por una visión cínica de la vida, lo que
Philippe Djian
hace de ella una sutil pero malévola manipuladora. El asunto central de la película Elle es la violación que Michéle sufre en su propia casa a manos de un encapuchado y la insólita frialdad con que supera el evento al tiempo que planifica una venganza, y si bien la versión fílmica es muy semejante a la novela, en ésta el asunto de la violación adquiere tintes mucho más emotivos. Michéle es capaz de lidiar con la hemorragia y curar las heridas y raspones producidos por el violador, y presentarse a trabajar al día siguiente como si nada… pero vive al acecho del violador, de mismo modo que él la acosa con llamadas y mensajes de tipo sexual, armada hasta los dientes, con su mano permanentemente sujeta al spray que guarda en su bolso, lista para vaciárselo en los ojos. Implacable mujer de negocios –productora de cine, no directora de una compañía videojuegos, como en el filme– sabe que existen más de tres cabrones que la odian lo suficiente para pretender destruirla…pero lo que menos se esperaría es que Michéle, que continúa enamorada (y correspondida) de su exmarido, al grado de celarlo cuando empieza a salir con una mujer joven, empiece a albergar expectativas eróticas hacia un joven que acude a su rescate cuando el violador parece medrar nuevamente por su casa. Patrick, banquero tímido, apuesto y casado, parece resuelto a convertirse en el ángel guardián de su guapa vecina cincuentona. Lo que Michéle menos imagina es que está a punto de vivir un perverso juego que superará en adrenalina las escapadas con el esposo de su querida amiga; algo que le sacará esa parte que pudo empujar a un inofensivo portero de escuela a acuchillar a montones de niños inocentes •
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 2 de septiembre de 2018 // Número 1226
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Bemol sostenido Alonso Arreola @LabAlonso
Tributo y silencio HAY UNA VERDADERA oleada de bandas “tributo”. ¿Por qué las comillas? Porque la mayoría de estos conjuntos no busca homenajear a los grupos que imitan, sino sobrevivir en un ambiente que desprecia la nueva música y que ya no puede atraer a quienes originaron repertorios arquetípicos (o son caros, o vienen poco, o ya no existen). Sí. El tema ha ido contaminando esta columna dominical en crescendo. Lo sentimos, lectora, lector. Aún faltan ángulos que revisar en un asunto que, aunque parece irrelevante, afecta profundamente a nuestra cultura sonora. Volvamos pues. Hay una verdadera oleada de bandas “tributo”. Opción intermedia entre los combos dedicados a tocar temas ajenos en bares y hoteles y los de artistas que intentan su propia música, la vía de los tributos recientemente se ha visto nutrida por intérpretes que provienen de un mundo profesional valioso pero empobrecido. No los juzgamos. No intentamos señalar el fenómeno haciendo diatribas a nuestros colegas. Lo masticamos porque las grandes audiencias han ido olvidando su compromiso en la construcción de voces individuales. Porque, en otras palabras: impiden que nuevos artistas vivan de su oficio a la vez que perpetúan su posición como masacliente a entretener.
Negocio de la melancolía que se asocia al de los “regresos”, aniversarios de discos o permanencia de proyectos con éxitos pasados (otrora abordados aquí), el de los tributos clasifica y atiende a melómanos que gustan de la música en directo siempre y cuando se acomode a sus gustos, presupuesto y realidad histórica (los hay también dedicados a películas y series animadas). ¿Qué hacer si Cerati, Marley, Morrison o Hendrix ya no pueden visitarnos? Incluso hay bandas relevantes que juegan el extraño juego de coverearse a sí mismas faltando miembros clave de su alineación, entregándose al control de un público que no permite nada que no sea lo que probadamente le gusta. Viajando y leyendo sobre el tema, vemos que se trata de una moda global que en territorios como España o Argentina, verbigracia, ha llegado a dimensiones sorprendentes. Allá, agrupaciones tributo como Brothers in Band (tributo al Dire Straits de Mark Knopfler) o Dios Salve a la Reina (clonación de Queen), llenan grandes foros y logran giras de largo aliento, aparecen en programas de televisión, se disfrazan, tienen seguidores fieles y desarrollan shows más costosos que los de quienes, siguiendo a la inspiración, se ven obligados a reducir personal y gastos para continuar.
¿Ejemplos nacionales? Podemos citar, desde luego, a Rock en tu Idioma Sinfónico, liderado por el carismático bajista Sabo Romo, quien tuvo la idea de revivir el cancionero del rock hispanoamericano de los ochenta y noventa respaldado por una pequeña orquesta y con numerosos cantantes en rotación. Luego de dos discos editados e incontables conciertos (Auditorio Nacional y Palacio de los Deportes incluidos), nos parece que ha superado la cantidad de actuaciones de su propia banda, Caifanes, con la cual sigue presentándose sin que exista nuevo repertorio. En ruta paralela, otro Caifán que aborda canciones ajenas es Alfonso André, baterista originalísimo que se ha lanzado a los escenarios con un tributo a David Bowie en el que, tal como sucede cuando se presenta con su proyecto en solitario, asume la voz cantante. Así se aproxima a uno de sus ídolos, acompañado por amigos que comparten gustos y ganas de seguir pisando los tinglados. Diferente caso: Los Superagentes, fundado en fiestas de músicos por Santiago Ojeda (Botellita de Jerez) y Lu Martínez (La Gusana Ciega), es un conjunto que presenta repertorio selecto en plan electroacústico, haciendo crecer el “boca en boca” de la diversión. Ambos ejecutantes son fenomenales y guardan un play list envidiable entre los parietales. Y sí: pudiéramos seguir con los ejemplos, pero no se trata de eso sino de preguntarnos qué tanto pesa lo que fuimos con respecto a lo que somos; qué tanto crece el silencio con la redundancia. Prometemos dejar el tema por un buen rato. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana •
un papel pequeño, sí, pero que a su vez hizo posible que debutaras en la televisión, ese medio que para entonces era una novedad y, por lo tanto, recién empezaba a inventarse a sí mismo –igual que tú, por lo demás. Décadas después, quienes disfrutamos de tu trabajo histriónico perseguimos tus apariciones en La dimensión desconocida, Perry Mason o el mítico programa de Alfred Hitchcock. Quién le diría a tu padre, discreto contador de una compañía petrolera, que el más bien despectivo consejo que te diera en aquel tiempo –“¿Por qué no te consigues un trabajo de a de veras?”– sería desmentido cuando, con apenas veinticinco años, te volviste la figura más notable en Broadway gracias a Mike Nichols, que te dio el papel protagónico en Descalzos por el parque, luego de lo cual, como sucedía habitualmente, Hollywood volteó a verte y te hizo parte de su dilatado firmamento.
Es verdad que para ti no fueron grandes éxitos La jauría humana ni La rebelde, por mencionar un par de tus primeras incursiones fílmicas, y tal vez por eso reincidiste, recién cumplidos los treinta años de edad, en dar tumbos por Europa. Afortunadamente para todos –es decir, para Lola, para el cine y para nosotros pero, por supuesto, en especial para ti mismo–, Descalzos en el parque, por ti revisitada, te devolvió para siempre a la actuación, y estoy seguro de que mucho tuvo que ver el hecho de que el Paul concebido por Neil Simon eras tú en gran medida: un espíritu henchido de libertad y rebeldía, pero encorsetado por circunstancias que alguien elevó al falso y equívoco rango de convicciones. Como diría un clásico, el resto es historia. Apenas dos años después compartiste la pantalla con otro Paul, éste de carne y hueso, para darle cuerpo y densidad histriónica a la mítica, magnífica Butch Cassidy and the Sundance Kid –y mientras uno la evoca al fondo suena, inevitable y deliciosamente, “Raindrops Keep Fallin’ on my Head”. Se termina el espacio, estimado Robert, no ha hecho uno sino bosquejar el alba de tu trayectoria y es mucho lo que falta para llegar, entre tantas otras cosas, al momento en el que fundaste el Instituto Sundance, el festival homónimo sin el que muchas aristas del cine actual sencillamente no se explicarían. Antes, durante y después de lo cual, un montón de veces fuiste el guapo, el simpático, el bandido –una a la vez o las tres juntas–, y si es preciso decir “fuiste” es porque, apenas hace un par de días, bajaste la cortina histriónica de tu escenario personal. Ya no te veremos actuar, pero te seguiremos viendo siempre. Gracias por eso; gracias por todo •
Alfonso André
Cinexcusas Luis Tovar
@luistovars
Estimado Robert: QUIERO IMAGINARTE por ahí de 1962 o 1963, contemplando los amplios terrenos que acababas de comprar en Utah mientras piensas –porque para eso los compraste– que tus amados caballos podrán vivir ahí a sus anchas, como te sucedió a ti en esa tierra donde nació Lola, tu pareja durante veintiocho años. Para ese entonces ya habías superado la etapa de alcoholismo en la que te sumió la muerte de tu madre –ambos tan jóvenes, ella de cuarenta y uno y tú de diecinueve–, y el Parque Nacional de Yosemite ya había hecho su labor de conciencia ecológica en tu subconsciente, aunque todavía faltaba mucho tiempo para que, apoyado en el teatro, la televisión y al final casi exclusivamente el cine, todo aquello cristalizara de manera definitiva. Antes, es decir a tus veintipocos, tomaste la mochila para seguir la ruta europea trazada por paisanos tuyos, la mayoría escritores, que también andaban en búsqueda de sí mismos. A unos les funcionó, a otros no, y tú fuiste de esos últimos, de modo que al volver conociste a Lola, se casaron, y ese mismo año entraste al neoyorquino Instituto Pratt a estudiar arte. Querías ser escenógrafo, pues desde que eras un muchacho te gustaba dibujar tanto como armar largas historias orales, y esas dos pasiones se fundían perfectamente en el teatro. Quién te diría que aquella sugerencia –“aprende actuación: te servirá muchísimo para entender a fondo el fenómeno teatral”– hecha por alguien que se perdió en el pasado te llevaría, de la mano de un profesor que confió en ti, nada menos que a debutar en Broadway con
Robert Redford
LA JORNADA Ensayo JoséSEMANAL María Espinasa 16 2 de septiembre de 2018 // Número 1226
En memoria de Huberto Batis
N
De un editor a otro editor, Espinasa destaca la importancia y evoca los trabajos y los años de Huberto Batis, que entre otras dirigió las extintas revistas Cuadernos del Viento, S.nob y Estaciones, así como del suplemento cultural Sábado. También catedrático y escritor, Batis falleció el pasado 22 de agosto. El 15 de febrero de 2015, este suplemento le dedicó su número 1041 bajo el título “Huberto Batis y el amor a la palabra”.
o fui alumno de Huberto Batis ni lo traté con asiduidad, pero su influencia en muchos de mis amigos y compañeros de generación me hizo admirarlo. Tal vez la característica que mejor lo definía era su pasión por la literatura, y si bien su labor como escritor en el marco de un grupo particularmente rico y diverso –el de la Casa del Lago o de la Revista de Literatura Mexicana- está aún por definir, en cambio su lugar como editor es absolutamente esencial. También lo es su papel como maestro e investigador literario. Hoy que ya no está entre nosotros habrá que despejar, entre las innumerables anécdotas que sobre él se refieren, la verdadera naturaleza de su vocación. Frente a las figuras dominantes o ante las que buscan soledad, Huberto fue más que un hombre de revistas un mago de la edición, y por lo tanto un hombre inmerso en la tan denostada vida literaria. Fue en cierta manera el último de los jaliscienses que vino de Guadalajara a Ciudad de México al mediar el siglo a cambiar la literatura mexicana, esa migración tapatía que había empezado con Arreola y Rulfo, y que incluye a José Luis Martínez, Alí Chumacero (de Nayarit), Jorge González Durán, Antonio Alatorre y Emanuel Carballo, casi todos ellos bajo el padrinazgo del entonces muy influyente Agustín Yáñez. En los años sesenta –el primer número es de agosto de 1960publicó una revista fundamental, Cuadernos del Viento, en medio de varias otras de más postín, como la Revista Mexicana de Literatura, Diálogos, S.nob y Estaciones. Fue una revista muy abierta y generosa que mostraba ya el talante incluyente, aunque crítico de su visión editorial. A finales de los setenta, y sobre todo en los años ochenta, Huberto llegó al extremo de esta idea en el suplemento Sábado del periódico Unomásuno, en donde hacía más pequeño de lo deseable el tamaño de la letra para que cupieran más colaboraciones. El primer número incluía textos de Tomás Mojarro, Carlos Valdés, con quien codirigía la revista, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde y Carlos Fuentes (un adelanto de La muerte de Artemio Cruz). En papel barato y de colores, en formato legal, la revista vista hoy emociona por su sencillez, apertura y fervor por la literatura mexicana y por sus producciones más nuevas. Lamentablemente no alcanzó a entrar en la ya legendaria colección de facsimilares de revistas literarias que editó el Fondo de Cultura Económica en los años ochenta, bajo la dirección de José Luis Martínez, que se detuvo en 1955. Ahora, con las nuevas tecnologías, ojalá alguien se anime a hacer una edición digital y a realizar un estudio a fondo. El propio Huberto Batis, en su libro Lo que Cuadernos del viento nos dejó, nos ha entregado la mirada personal de su hacedor sobre ella. Gracias a esa publicación
Foto cortesía de www.elhorizonte.mx
Batis se relaciona, a partir de una crítica feroz de Juan Vicente Melo a los Cuadernos, con el grupo de la Revista Mexicana de Literatura y establece gran amistad con algunos de sus miembros –de manera especial, Juan García Ponce. Desde la nota de introducción, Cuadernos del Viento se sitúa bajo la sombra de El Renacimiento, publicación decimonónica sobre la que Batis hizo un estudio e índices, modelo de trabajo académico. Para él la literatura era una vivencia tan intensa que no se podía volver asepsia de investigador o distancia de académico. Después Huberto haría una espléndida labor en la Revista de Bellas Artes y en la Revista de la Universidad, entre algunas otras en las que fungió como editor y colaboró. Y con la fundación del periódico Unomásuno, después del golpe a Excélsior, trabajó en Sábado, primero bajo la dirección de Fernando Benítez, y junto a José de la Colina, y con los años asumiría la dirección imprimiéndole una personalidad muy fuerte y dando voz a varias generaciones, presentando nuevas maneras de hacer crítica de literatura, pero también de artes plásticas, cine y música; impulsó temas que refrescaron el medio, en especial el erotismo, y abrió ya en la época tardía una polémica sección, “Desolladero”, cuyo título la describe perfectamente. Sus colaboradores son legión. Si sus alumnos en la facultad de Filosofía y Letras de la unam encontraron en él un estímulo para la investigación y una disposición vocacional como creadores, los editores tuvimos también en él un modelo de entusiasmo y bien hacer. Como editor de libros publicó en la unam, a fines de los setenta, una colección de poesía que, mirada retrospectivamente, es muy buena, Cuadernos de Poesía, de la que recuerdo libros de Herman Bellinghaussen, Carmen Boullosa, Daniel Leyva, Francisco Segovia, Verónica Volkow y Federico Angulo, con una portada sobria y muy bien cuidados. A la exigencia como profesor sumaba otra cualidad: su charla festiva y brillante fuera de las aulas. Cuando publicó su libro sobre Cuadernos del Viento los lectores pensamos en esa vía memoriosa, pero no nos imaginábamos que en la última época de su vida Batis daría a la imprenta varios libros de crítica, organizando los materiales que a lo largo de su vida había escrito y publicado. Como Juan Carvajal, otro autor nacido en Guadalajara y contemporáneo suyo, como autor de libros Batis fue un escritor tardío. Podía ir del juicio penetrante al chisme insustancial; la actitud de Huberto se describe con la palabra entusiasmo. Escribir –hablar- sobre literatura lo exaltaba y enardecía. Fue su pasión. Y supo además contagiarla a muchas personas. Sirva esta nota como un mínimo homenaje y agradecimiento •