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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de noviembre de 2014 ■ Núm. 1026 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Henri Matisse: el ritmo del movimiento detenido

Germaine Gómez Haro

Entrevista con Margo glantz • robert Howard, lovecraft y SoloMon Kane • terry bozzio, baterista


2 de noviembre de 2014 • Número 1026 • Jornada Semanal

bazar de asombros DEgraDación humana Es un lugar común pero eso no le quita verdad a la frase: sería imposible entender la naturaleza de las artes plásticas contemporáneas sin la figura y la obra de Henri Matisse. Nacido hacia el final de la séptima década del siglo xix , este año se cumplen sesenta décadas exactas de su desaparición física. Sin embargo, como lo sabe cualquiera, la influencia del francés –amigo y a la vez rival de su contemporáneo Picasso– en el manejo de la luz, el color y el movimiento, es al menos tan actual y grande como la del español. En su acucioso ensayo, Germaine Gómez Haro hace el recuento de las etapas que formaron el impresionante trayecto artístico y personal de Matisse. Publicamos además una entrevista con la ensayista y

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ensaba seguir adelante con las columnas sobre las peripecias de la Guerra fría, pero la horrenda cruel­ dad que ha puesto de luto al país me hace unirme a las voces de los estudiantes y de la sociedad entera en su exigencia de que se detenga la violencia sin límites desatada por la insensatez, la torpeza y el servilismo ante los señores del norte, del funesto Felipe Calderón. El asesinato de los normalistas en Ayotzinapa y la desaparición de sus cuarenta y tres compañeros han sacudido al mundo entero. Uno se pregunta de qué so­ ciedad profundamente enferma, y de qué autoridades putrefactas ha salido esta crueldad que, sin la menor duda, puede calificarse de involución antropológica; es decir, hemos regresado a la barbarie, pero de una ma­ nera mil veces peor: con el uso de elementos tecnoló­ gicos. Me he puesto a analizar la masacre de Armenia perpetrada por los turcos; he recordado la barbarie tecnificada con que los nazis consumaron el Holo­ causto de millones de judíos; he pensado en el bom­ bardeo de Guernica y en las guerras organizadas por los dos Bush y por el Premio Nobel de la Paz, Obama. (Tam­ bién Kinsinger mereció ese premio por todas las tro­ pelías y crueldades que cometió sin mover la papada). He pensado en todo eso, pero la ola de sangre que re­ corre el país desde hace varios años tiene a toda la po­ blación consciente en el desasosiego. En el pasado suplemento sobre Tierra Caliente, coor­ dinado por nuestra compañera Aleyda Aguirre, se sos­ tuvo una tesis que ahora ha sido siniestramente confir­ mada: lo que pasa en esa región de nuestro país va más allá de los homicidios y del desollamiento del rostro de un joven estudiante, se ha convertido en la destrucción de una cultura, de un modo de vida de una comunidad local, de una fiesta que alimentaba el alma. Por eso ha­ blo en esta triste columna de involución antropológica. El gobernador de Guerrero, debió haberse ido hace mucho tiempo, mejor dicho, antes de tomar posesión de su cargo. Siempre fue absurdo que hablara de una consulta para ver si se iba o se quedaba. Para hablar del

Hugo Gutiérrez Vega presidente municipal de Iguala, y de su gangsteril es­ posa, no quedan adjetivos. El virus de la ineptitud no sólo ha caracterizado la actuación de la policía esta­ tal y municipal de Iguala, que participó solapada y acti­ vamente en los hechos criminales, sino que ha conta­ giado a las fuerzas de la Federación. Esto pone a prueba al aparato político entero integrado por el prian y el satelital Verde, y al prd, sus tribus y pandillas. También sacude a los poderes fácticos, especialmente a los me­ dios masivos, sobre todo los electrónicos del duopolio, y a los treinta y tantos empresarios, banqueros y otros dueños de este desventurado país. Es falso que México haya agotado su cuota de sangre en el período revolu­ cionario, como afirmó hace tiempo un historiador, pues en unos cuantos años –los seis del monstruo, ahora profesor de Harvard, y los que lleva el actual gobier­ no–, se ha derramado más sangre que en toda nuestra historia, incluyendo las guerras floridas y la masacre de Tacubaya. Vivimos momentos tan crueles y trágicos que, como decía la Rayuela de nuestro periódico, no nos quedan palabras, sólo nos quedan lágrimas. México es una pe­ lícula de terror proyectada por un canal comercial a las tres de la mañana. El dolor nos invade y frente a ese ros­ tro desollado, los miles de decapitados, las fosas clan­ destinas, los cadáveres quemados, llegamos a la te­ rrible conclusión de que en materia de humanidad hemos regresado a los tiempos bárbaros, pero con ele­ mentos de destrucción de tecnología avanzada. Esta­ mos viviendo una pesadilla doble

jornadasem@jornada.com.mx

narradora Margo Glantz, así como un artículo sobre la relación entre Robert Howard y H .P . Lovecraft.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Durante la marcha llamada Día de Acción Global por Ayotzinapa, miércoles 22 de octubre de 2014. Foto tomada de Facebook

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Portada: Maestro del color Henri Matisse, Mujer con sombrero (fragmento), 1905

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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ENSAYO

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ricardo guzmán Wolffer

RobertHoward,

Lovecraft y SolomonKane Robert E. Howard, finales de los años veinte, principios de 1930. Foto: www.wikiwand.com

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scribir sobre la cosmovisión lovecraftiana puede resultar poco novedoso para sus millones de seguidores. Lo que resulta destacable es establecer las coincidencias conceptuales con otro grande de la literatura pulp gringa, Robert e . Howard, quien junto con Lovecraft fue uno de los pilares de la revista Weird Tales. Howard inventó la literatura de “terror cósmico” (al menos se le tiene como el pionero de tal corriente) y lo que en su momento fue literatura de segunda, de entretenimiento para aficionados a las rarezas, hoy es una obra muy publicada y vendida en México, en librerías formales e informales. Lovecraft, como es bien sabido, dejó todo un legado literario. Howard creó tres personajes importantes. Conan el Bárbaro es el más famoso: se han hecho películas y cómics a partir de sus cuentos. También se hicieron algunos sobre Kull, de Atlantis. Pero en las historias de Solomon Kane es fácil rastrear esa cosmovisión lovecraftiana. Al publicar en la misma revista necesariamente debieron intercambiar ideas. Algunos tratadistas señalan a Howard (es una coincidencia que así también se llamara Lovecraft: Howard Phillips Lovecraft) y a Clark Ashton Smith, como parte medular del “círculo de Lovecraft”. Lo destacable es que Howard introduce con Kane esa visión, pero aterrizada en una fantasía diversa al terror lovecraftiano. Para Lovecraft, esos dioses malignos que nos vigilan desde otras dimensiones (Cthulhu, Yog-Sothoth y más) bajan a acabar con razas y ciudades, pero para Howard, en las aventuras de Kane son sólo un presupuesto que a veces podría explicar los seres terribles que habitan África. Solomon Kane es un puritano que deambula por los lugares más inhóspitos y, en un extraño ánimo de limpiar el mundo inmediato de maldad y sufrimiento, es capaz de darle una lección a asesinos, fantasmas y otros seres fantásticos. Bajo la consigna de hacer el bien (incluso cuando jura venganza por afrentas ajenas), es capaz de matar y perseguir por meses a un malvado que nunca podrá evitar el castigo a manos de este antihéroe inmisericorde. Situado en una época donde las pistolas se recargan manualmente y las espadas y cuchillos son novedades ante las tribus de negros, este justiciero solitario de los tiempos de Isabel i de Inglaterra parece tener cualidades sobrenaturales de resistencia física: pelea contra gorilas o decenas de hombres fuertes, y se levanta para ganar; cae a los precipicios y se salva al caer sobre los cadáveres que usa de peculiar paracaídas; es atravesado con un arma blanca y sobrevive; en fin, cuenta con la presencia y las cualidades para retar a cualquier ente sobrenatural: es literatura pulp. La fantasía de Howard tiende a los seres conocidos (fantasmas, brujos, gárgolas, etcétera), pero introduce ese elemento sobrenatural que lo emparenta con Lovecraft, sin llegar al extremo de inventar ciudades, mitologías o monstruos. En el cuento “Cráneos en las estrellas” logra captar el mensaje del fantasma que mata a todo caminante, por suponer que alguno

de ellos es quien lo asesinó. Mejor aún, en “La mano derecha de la maldición” el brujo condenado logra cortarse una mano la noche anterior a su ejecución, para que esa mano, como araña gigante, corra sobre sus dedos cruzando bosques, escalando paredes y llegue a ahorcar a su asesino. En “Sombras rojas” un brujo saca su alma (muere unos minutos, luego revive) y ésta llega a otro cadáver para darle vida y lograr que ese cuerpo por unos momentos revivido pueda matar al asesino que amenaza acabar con Kane y el brujo en cuestión. En esta peculiar versión de los zombis caribeños se advierte parte de la originalidad de Howard, pues usa las criaturas de ultratumba, bien conocidas en la época, pero las dota de ese halo de misterio fantástico que hace disfrutables los textos de Solomon Kane casi noventa años después de su publicación. “En alguna parte de las oscuras extensiones de la jungla y el río, N´Longa había encontrado el Secreto; el Secreto que le permitía controlar la vida y la muerte, trascender las limitaciones y las cadenas de la carne.” Kane lucha con los negros de esa África desconocida, pero en el fondo se siente atraído por la fuerza de la naturaleza y de esos hombres que por momentos son la esencia del poder de la materia sobre la razón y la religión. Algunos son tan fuertes que cazan gorilas a mano limpia, pero caen ante la determinación de Kane. Incluso se hace amigo del brujo que envía su alma a los cadáveres para reanimarlos. En los textos de Howard se adora al “Dios Negro”, deidad que es más una fuerza bruta natural que una intención maligna. Aunque hay ciudades fabulosas donde se sacrifica a personas y en alguna habita Lilith (la primera esposa de Adán, según la tradición judía, luego personalizada como la mujer maligna primigenia; también se le personifica como súcubo activo), no hay esos dioses lovecraftianos, pero sí la misma idea de que hubo tiempos donde la maldad habitaba la Tierra: “–Aquí hay algo antinatural –musitó. / –¡Un misterio que era ya antiguo cuando Egipto era joven! Una maldad indescriptible, más antigua que la oscura Babilonia; una maldad que se incubaba en terribles ciudades negras cuando el mundo era joven y extraño.” En el logrado relato “Alas de la noche”, Kane se enfrenta con gárgolas que han acabado con aldeas de negros y a las que les rinden tributo humano cada mes. Kane desglosa la posible genealogía de esos humanoides alados que comen con crueldad carne humana y se ríen mientras los destrozan en tierra o aire. “¡África, el continente oscuro, tierra de horror, brujería y magia, en la que se habían refugiado todos los seres malignos, huyendo de la creciente luz del mundo occidental!” Después de una épica batalla en que mueren unas cuantas arpías, pero todo el pueblo de negros, Kane elabora un plan para acabar con esa raza de alados malignos que han hecho llover sangre sobre tierras humanas y risas despreciables sobre la cordura de Solomon. Howard perdura, al lado de Lovecraft y otros autores, como un pilar de la literatura fantástica


La precursora

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DoñaSebastiana Fabrizio Lorusso

doctrinas de la frontera y del destino manifiesto, agrega los estados de California, Nevada, Utah y partes de los actuales Texas, Colorado, Oklahoma, Kansas, Wyoming, Nuevo México y Arizona. Uno tras otro caen y son gotas de sangre. Ya desde los años de la lucha independentista mexicana, en aquellos territorios las comunidades reaccionan al desamparo espiritual y al aislamiento material creando la Cofradía de los Hermanos de la Santa Sangre o de los Penitentes que, aún sin volverse una Iglesia autónoma, aporta cambios inquietantes y radicales al culto tradicional. El verbo y las prácticas de la Cofradía se expanden, siguen la antigua ruta de los misiones, por el Río Bravo y la frontera norte. Proliferan las moradas, iglesias no consagradas que pronto cobijan en su interior un acervo de nuevas imágenes y rituales. Los miembros de la Hermandad se dividen entre Hermanos de la Sangre, “los verdaderos penitentes”, y Hermanos de la Luz, con tareas organizativas y de guías espirituales.

El problema es otro, se llama Sebastiana

Durante décadas, El Vaticano trata de acercarse a estos pobladores para reconducirlos a los preceptos del catolicismo romano. Fueron esfuerzos vanos. Las comunidades, sobre todo en Nuevo México, se tornan cada vez más fanáticas, aspiran a imitar la vida y la pasión de Cristo y practican la autoflagelación en las procesiones de Semana Santa. Reproducen todas las fases del martirio de Jesús en la Pasión y las ceremonias culminan con la crucifixión simulada de uno de los penitentes. Pero clavos, azotes, chorros de sangre, gritos y dolores son reales. Lo que preocupa a la Iglesia no es la violencia, ni la creencia en el sacrificio físico como medio de purificación. El problema es otro, se llama Sebastiana. El miedo pasa de boca en boca, llega hasta las sedes del poder eclesiástico. La gente presencia la aparición, dentro de las moradas y en las capillas, de un bizarro retrato de la muerte. Es una imagen femenina, esquelética, muy común en Europa, en los osarios y criptas de las Cofradías de la Buena Muerte, así como en las iglesias dedicadas a la Parca, en las pinturas de las danzas macabras y las vanitas. Sin embargo, está prohibida en las Américas, donde le dicen “Doña Sebastiana”, aunque sigue siendo la Gran Segadora, icono de un culto blasfemo, según la Iglesia. En la Colonia, los inquisidores de la Nueva España trataron, sin éxito, de destruir todas las representaciones de la muerte que la misma Iglesia había traído del Viejo Continente, para extirpar la “idolatría pagana” hacia estas figuras. Normalmente, sus devotos eran indios y campesinos, habitantes de los barrios marginales de las ciudades o de algún pueblito provinciano quienes ya usaban el nombre de Santa Muerte al rezar, pedir e, inclusive, al castigar a la imagen de la Gran Segadora en todo México. La Inquisición fue abolida en España por el Real Decreto del 15 de julio de 1834, sin embargo, la actitud represiva de esa etapa siguió vigente. Doña Sebastiana escandaliza al clero católico que habla de una “herejía”, y espanta también a los campesinos de la región. “Adoran a la muerte como los indios de norteamérica”, “torturan a sus Hermanos con verdaderas crucifixiones”, “excesos en las penitencias, rituales secretos, oraciones no aprobadas por las jerarquías”, denuncian los obispos. A las alarmas de la Iglesia dan seguimiento los medios estadunidenses que, en las primeras décadas del novecientos, indagan sobre los aspectos más morbosos y sanguinarios de esos rituales y sobre la posibilidad de que exista una devoción autónoma hacia la muer te que ellos denominan Comadre Muerte o “muerte amiga”. No se realiza ningún estudio serio, sino que, más bien, se multiplica el efec-

Sebastiana está en la historia de las regiones abandonadas por Dios y el Estado...

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oña Sebastiana da miedo y fascina. Es la muerte santificada, una figura de adoración poco conocida en la historia de México. Tiene analogías con la Santa Muerte, la santa popular que más ha crecido en cuanto a feligresía y presencia mediática en las Américas. De la Doña sólo quedan el recuerdo, unos cuentos y su nombre. En efecto, su culto se desvaneció y, quizás, revive a su manera en esta época postmoderna con la devoción a la Flaquita. Sebastiana está en la historia de las regiones abandonadas por Dios y el Estado que, hace más de 150 años, eran parte del norte de México y que le fueron arrebatadas por Estados Unidos. La devoción hacia esta dama descarnada y huesuda tuvo auge en la era del “salvaje oeste”, especialmente en Arizona y Nuevo México según relata el antropólogo Carlo Severi en un artículo sobre Doña Sebastiana, el Cristo Flechado y sus rituales. La vida de Doña Muerte comienza en la colonia. Desde el siglo xVi , la corona española en el norte de América trata de controlar muchos territorios despoblados y lejanos del centro del poder ubicado en la gran Ciudad de México, capital de la Nueva España. Sin embargo, los esfuerzos de dominación de los colonizadores, amos de un imperio decadente pero ávido de tierras, no son suficientes. La espada necesita de la cruz. Las misiones religiosas españolas van conquistando pueblos y almas hacia el norte, abriéndose paso a lo largo del Río Bravo, hasta El Paso y Santa Fe, o bien, siguiendo el Río Colorado rumbo a Arizona. A finales del siglo xVii , en San Diego, San Francisco y alrededores, ya hay fortalezas además de las misiones: la espada vuelve a juntarse con la cruz para defender a los pequeños grupos de moradores de los ataques de los pueblos originarios, dueños legítimos de esos territorios. Tras la Guerra de Independencia, el Estado mexicano nace débil y con escaso control de su periferia. El aislamiento y la pobreza de los colonos en las zonas lejanas y los conflictos con la población indígena de los apaches y los comanches engendran una situación explosiva. La zona es descuidada también bajo el punto de vista religioso, tras la progresiva retirada del clero franciscano y por la falta de personal eclesiástico estable. Por tanto, es imposible celebrar los sacramentos y los rituales en las comunidades católicas. Las iglesias están en ruinas y son santuarios de macabros presagios. Entre 1846 y 1848, México pierde más de la mitad de su territorio y firma el Tratado de Guadalupe Hidalgo, un acontecimiento traumático para el orgullo nacional. Estados Unidos es una potencia naciente que, movida por las

Doña Sebastiana por Luis Tapia. Foto: www.vocesdesantafe.org


Buganvilia Leandro arellano

¿ Imagen de Doña Sebastiana Foto: realarchaeology

to amarillista de los artículos: algo parecido a lo que vimos, en años recientes, respecto de la Santísima Muerte en la prensa. Junto a la muerte, también la imagen cruenta de Jesús horadado por los dardos, el Cristo Flechado, está presente en las moradas para avisar del peligro que constituyen las poblaciones “salvajes” de los nativos, los “enemigos” que amenazan la existencia de los Hermanos y sus comunidades. En la Semana Santa, los penitentes organizan crueles simulacros de la Pasión de Cristo, parecidos a los del barrio de Iztapalapa en Ciudad de México, aunque más sanguinolentos e inhumanos. El Salvador, seleccionado dentro de la Cofradía, recibe el suplicio de la flagelación y es sujetado a la cruz con clavos y cuerdas mientras los demás se amarran a cactus y plantas espinosas o cargan carretas llenas de piedras con la figura descarnada de Doña Sebastiana. En la tradición religiosa de estas cofradías, se identifica progresivamente al joven penitente, próximo a la crucifixión, con el Cristo, pero también con la muerte, la Comadre. Se cuenta que, en tiempos de crisis, cuando es fácil fallecer por penurias y frío, los muertos regresan para festejar la Pascua con los vivos en las moradas. A estos templos improvisados, llamados asimismo “casas de los muertos”, llegaban los Hermanos del Otro Mundo para ayudar a los habitantes de éste. Entre la Virgen María y Jesús nunca faltaba la imagen de Doña Sebastiana, la dama esquelética de ojos vítreos o metálicos, armada de arco y flechas, la cual era cargada triunfalmente sobre las carretas de la muerte durante las procesiones. En el Museo de Nuevo México en Albuquerque, hay una escultura: Muerte sobre su carro, realizada en 1860 por el escultor Nazario López de Córdoba para la morada de Las Trampas. Es una reelaboración del Triunfo de la muerte, un tema iconográfico medieval en que Doña Sebastiana declara su victoria sobre Jesús y arroja flechas al pecho del Salvador. Arcos y dardos definen la iconografía tradicional del Cristo flechado en la versión adoptada por los franciscanos que evangelizaron el norte de la Nueva España. Por otro lado, en España, la muerte se retrataba con una guadaña en la mano, no con arco y flechas. Esto sugiere que, al norte del Río Bravo, podría haberse dado una superposición entre la figura del Cristo y la del mártir San Sebastián, representado típicamente con flechas en el costado. El nombre del santo posiblemente sufrió un cambio al femenino y su figura se asoció a la de la muerte con arcos y flechas, dando vida así a la hermosa Doña Sebastiana, precursora o “prima chicana” de la Santa Muerte

La fragancia de la rosa mudaría si se llamase astro, bestia, nave o cordillera? El nombre, escribe fray Luis de León, es aquello mismo que se nombra, no en el sentido real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que da nuestra boca y entendimiento. La palabra es acaso el único producto realmente humano, el único sentido en el que el hombre crea de veras, desde que a nuestros primeros padres les fue otorgado el privilegio de nombrar seres, personas y cosas. Vino luego Babel y la lengua del hombre se multiplicó. La condenación divina a la arrogancia humana dio origen a la dispersión y a la diversidad de voces. Así, son cosa de cada día los acarreos y las influencias lingüísticas, sorprendentes casi siempre. Algunas de estas influencias poseen explicaciones maravillosas, otras carecen de historia, las más arrastran cuentos curiosos o extravagantes, y nuevas palabras y neologismos son forjados a diario. Plantas, animales, minerales, todas las cosas en fin, han sido bautizadas caprichosa o circunstancialmente a través de los siglos. En los treinta y siete tomos de su Historia natural, Plinio recopila importantes conocimientos de botánica y zoología, de mineralogía, medicina y otras materias, y da nombre a un volumen no menor de cosas u objetos. Como él, otros hicieron lo mismo en civilizaciones diferentes. Babel jugó su papel enriqueciendo los sonidos, el ritmo y el lenguaje. Por eso hallamos, aun en una misma lengua, que los objetos y las cosas tienen, no sinónimos, sino nombres distintos, siendo la misma cosa. La buganvilia posee tantos nombres como variedades. En México, Chile y Perú se llama buganvilia; en Venezuela, Colombia y el Caribe hispanohablante se le llama trinitaria; veranera en casi toda Centroamérica y Colombia y, me aseguran, Santa Rita en Argentina, Paraguay y Uruguay. En Kenia, donde reverberan, se le llama buganvilia, lo mismo que en Corea. ¿Quién la llevó a aquellos continentes? La hermosísima planta –de colores intensos– es originaria de Brasil. Su tranquila belleza engalana su entorno. Quién sabe si el paraíso la conoció en su estado virginal. En la actualidad se ufana de mostrarse en variados colores, de los que conocemos cuatro por lo menos: uno, blanco como el algodón; otro, ámbar como el primer sol de la mañana; rosado en el tono del rosa mexicano el tercero, y el más agraciado por inusual y por su intensidad, el morado. ¿Su etimología? El nombre lo debe al conde Louis Antoine de Bouganville (1729-1811), explorador y navegante francés que realizó la primera circunnavegación francesa y fue quien llevó la planta a Europa, desde Brasil. Generosa, crece en cualquier terreno con clima cálido y se mantiene verde durante los días lluviosos, o muda y pierde sus hojas en el período de sequía. La ciudad de Cuernavaca contaba con varios apodos, entre ellos el de ciudad de las buganvilias, pero abunda en muchas partes. Ante su visión, ante la contemplación de su follaje verde y morado, empotrado en un muro, uno puede suspenderse del ruido y regocijarse en una serenidad que resiste al tiempo. Desde la infancia, cuando descubrimos el embrujo de las palabras, cuántos seres y cosas entran en nuestros afectos sólo por su nombre

Louis Antoine de Bougainville Foto: commons. wikimedia.org/ collage digital de Marga Peña

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VOZ INTERROGADA

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Margo Glantz , febrero de 2006. Foto: Francisco Olvera/ La Jornada

entrevista con margo glantz Adriana Cortés Koloffon Suerte de autobiografía de la escritora y ensayista Margo Glantz, Yo también

Margo tamb E

–En la dedicatoria de Yo también recuerdo agradece entre otras personas a Rodrigo Hasbún. –Es un escritor boliviano joven que hace su doctorado en la Universidad de Cornell, Estados Unidos; tiene una revista virtual llamada Traviesa. Me preguntó si quería escribir unos textos sobre el esquema que había planteado Joe Brainard en I remember. Me pareció muy buena la propuesta y escribí diecisiete textos que me dieron el impulso para escribir el libro.

recuerdo (Sexto Piso, 2014) es un libro escrito de forma fragmentaria, donde caben lo mismo películas, libros, autores, amigos, la enfermedad, el dolor, los placeres, la alegría, la tristeza, el tema del cuerpo –eje central de su obra–, que recuerdos de su familia, las clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (las que ella cursó y las que ha dado a lo largo de tantas décadas), el arte, las anécdotas sobre escritores y, por supuesto, los viajes. El título es contagioso. Yo también recuerdo invita al lector a mezclar sus propios recuerdos con los de la autora de Las genealogías, Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador, Saña, La lengua en la mano, Borrones y borradores, Sor Juana Inés de la Cruz: ¿hagiografía o autobiografía?, Coronada de moscas, sobre sus viajes a India, entre muchos otros libros. Profesora emérita de la unam y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, ha obtenido, entre dos de los reconocimientos más relevantes en el ámbito de las letras, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura (2004) y el Premio fil de Literatura en Lenguas Romances (2010). A sus ochenta y cuatro años dice que tiene “más pasado que futuro”, el recuerdo –opina– “es fundamental a esa edad, una época en la que recordamos mucho”.

–¿Quién era Joe Brainard? –Un artista plástico del círculo de Andy Warhol. En I remember empieza con esta anáfora: “I remember, I remember, I remember”. Se hizo muy popular y lo publicó Sexto Piso hace unos años en España. Al plantearse la frase de inmediato vienen los recuerdos, entonces es un tipo de textualidad muy relacionado con la autobiografía. A los pocos años de que Brainard escribió su libro en los setenta, Perec en Francia escribió Je me souviens. Sin embargo, tanto Perec como yo y Brainard hacemos libros muy distintos, aunque se inspiren en la misma fórmula. La organización textual es muy distinta, los recuerdos son muy diferentes. Para Perec es mucho más importante recordar las cosas de su época, cosas públicas más que personales. Brainard recuerda su vida sexual, su vida infantil –él era homosexual, y lo plantea como un elemento muy importante y de una manera muy abierta en una época donde la homosexualidad todavía no era aceptada legalmente como ahora. El recuerdo mío está ligado a mi propia existencia en este país y en este mundo. Además, a mi existencia como escritora, lectora y persona curiosa. Hay muchas Margos puestas allí. –¿Qué recuerdo tiene de cuando el psicoanálisis le ayudó a asumirse como escritora? –Estoy siguiendo el método Feldenkrais, importante para lograr que el cuerpo adopte las posiciones naturales que hemos ido perdiendo con la edad y el medio ambiente. El cuerpo que teníamos de niños, espontáneo y ágil y que actuaba de manera normal haciendo que sus músculos reaccionaran de acuerdo con su propio cuerpo, ha dejado de ser y el del adulto tiene demasiadas constricciones y se va deformando. Llevo casi dos años trabajando con ese método y he mejorado muy lentamente mi postura. Lo mismo pasa en el análisis. Es un proceso muy largo donde se van trabajando cosas a través de la palabra con un analista que es como un receptor, una pantalla donde se reflejan las propias neurosis y preocupaciones y poco a poco se alteran algunas conductas. ¿En qué momento se produce una conducta nueva? Es difícil decirlo. Mi máximo deseo desde muy niña era ser escritora. Tuve relación con un padre poeta y con la lectura desde muy pequeña: era tímida, teníamos una vida muy difícil, cambiábamos de hábitat todo el tiempo, a veces no durábamos en una casa más de tres meses, y me daba muy poco tiempo para

desarrollar amistades. Esa timidez casi patológica propiciaba que yo leyese constantemente. La literatura es para mí lo más importante y siempre desee escribir. Empecé a escribir artículos para periódicos, hacía investigación, daba clases de teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam . Mi primer libro de ficción se produce cuando era bastante mayor, en 1977: Las mil y una calorías, novela dietética. El primer análisis que me hizo concretar mi vocación como escritora terminó en el año 69 más o menos. Un segundo análisis fue muy importante y ese libro se lo dediqué, entre muchas otras personas, a mi analista. –¿Qué lectura de infancia recuerda? –A Julio Verne, a Alejandro Dumas, la primera lectura de la Metamorfosis en una traducción de Borges, de una manera muy importante Dostoievsky, que leí a los trece o catorce años. A los quince años entré a una organización sionista que tenía una biblioteca circulante donde había libros de literatura contemporánea, tanto estadunidense como europea. Leí a Faulkner, evidentemente, a Hermann Hesse, a Thomas Mann, empecé a leer a Proust a los diecisiete años, no lo entendí, lo volví a leer a los veintisiete años y se convirtió en mi libro de cabecera.

El cuErpo En su obra prevalece el tema del cuerpo: “los pies, los dientes, la nuca en Onetti, las manos de sor Juana, los pies en la literatura mexicana del siglo xix , el pelo, una de las más curiosas relaciones que existen en la literatura entre la vida y la muerte, el erotismo y la enfermedad, por eso escribí De la amorosa inclinación de enredarse en cabellos”, recuerda la autora de Zona de derrumbe. –Esa obsesión por el cuerpo está en Yo también recuerdo cuando habla de su padre como dentista. –Era una ocupación que no le gustaba en absoluto porque, como él decía, le daba horror la sangre. Él era sobre todo un artista y le costaba mucho ganarse la vida, pero no le quedaba más remedio porque tenía varias hijas y debía mantenernos. Tenía un consultorio en el centro de la ciudad. Los dientes siempre han sido una especie de obsesión para mí, por lo que le cuento de mi padre, y porque siempre he tenido mala dentadura, así que mi relación con el dentista ha sido perpetua. Llevo quince años escribiendo un libro sobre los dientes, ejemplo de procrastinación espantosa. –¿Y el tema del pelo? –Siempre he tenido problemas con mi aspecto, me parece que tengo un perfil demasiado fuerte y me sigo encorvando. Tuve un cuerpo precioso, pero no me daba cuenta; no era fea, pero creía que era fea. Mi apariencia personal siempre me hizo fijarme en la de otros, sobre todo de las mujeres. También era muy importante mi rela-


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ién recuerda –Usted también recuerda que es disléxica. –No me había dado tanta cuenta cuando escribía a máquina. Ahora escribo en la computadora. Hago muchas versiones y es imposibles guardarlas todas. Cuando me parece que una versión empieza a tener cierta estructura, la imprimo y la corrijo a mano, la vuelvo a trabajar y la vuelvo a imprimir. A veces tengo hasta veinte versiones impresas. Escribía mucho a mano pero tengo muy mala caligrafía y a veces me es muy difícil entender mis propios escritos. La computadora permite ordenar los archivos en la misma computadora. Me acuerdo cuando escribí mi tesis en París en los cincuenta. Hice fichas, y cuando se trataba de redactar la tesis las tenía todas dispersas sobre el suelo, ¡era un trabajo tremendo! Por eso me parece muy interesante Vanishing point (Punto de fuga), un libro de David Markson (un escritor estadunidense) que es en parte el intento por organizar fichas que tenía en una caja de zapatos, novela sui generis, investiga las cosas más cotidianas y más absurdas que aparentemente a nadie le interesaban de la vida de los escritores y sus personajes favoritos, incluyéndose a sí mismo. Una de las cosas que plantea es la dificultad para encontrar cintas para su máquina, los correctores para máquina, o a alguien que compusiera su máquina de escribir: ya no había técnicos que lo hicieran, es algo impresionante. La vertiginosa caída en lo obsoleto. Me da la impresión de que cuando escribí mis primeros textos a máquina, desde 1945 aproximadamente, hasta 1990, era en una época paleolítica. ¡Cuarenta y cinco años escribí a máquina! Carlos Monsiváis escribía a mano, tenía un ejército de amanuenses que le pasaban sus escritos a la computadora. Sergio Pitol escribe a mano. En el escrito que hice para ingresar a la Academia Mexicana de la Lengua, una de las cosas que más me intereMargo en enero de 2010. Foto: Cristina Rodríguez / La Jornada

Me da la impresión de que cuando escribí mis primeros textos a máquina, desde 1945 aproximadamente, hasta

ción con el cine. Por eso le dedico el libro a la “belleza levemente cinematográfica de mi madre” porque ella era una mujer muy bella, muy elegante, tenía muy buen gusto para vestirse, muy coqueta, además era la época de las grandes artistas del cine de los años treinta y cuarenta: Greta Garbo, Loretta Young, Jone Crawford, Bette Davis, Lauren Bacall con Humphrey Bogart. Las mujeres se vestían extraordinariamente bien, todas tenían una especie de allure, un garbo que yo anhelaba tener. Advertí desde muy jovencita cómo el cuerpo femenino era un sujeto fundamental de la literatura, aunque la mujer era más objeto, se efectuaba siempre un proceso de cosificación. Además, muchísimos libros del siglo xix llevan el nombre de una mujer: Anna Karenina, de Tolstói; María, de Jorge Isaacs; Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

La escritora Margo Glantz en entrevista el 16 de octubre de 2007. Foto: Carlos Ramos Mamahua/ La Jornada

1990, era en una época paleolítica. ¡Cuarenta y cinco años escribí a máquina!

saban era saber cómo escribían José Gorostiza y Juan Rulfo: los cuadernos de Rulfo se escribieron con qué colores de tinta, de qué tamaño eran los cuadernos. Todo eso es fundamental para un escritor, se apoya en una mecánica para poder sentarse a escribir. Yo tengo miles de libretitas, de diarios que voy dejando a la mitad. ¡Pero no puedo leer mis escritos porque no tengo buena caligrafía! –El corazón es crucial en su obra. –Siempre me producía una gran curiosidad analizar el problema del corazón relacionado con el sentimiento y el amor. Las canciones rancheras, los boleros, los tangos hacen siempre referencia al corazón. Lo trabajé mucho en varios sonetos de sor Juana porque allí empieza a esbozarse el que sería el dogma del Sagrado Corazón de Jesús y su importancia en los distintos autores contemporáneos a ella en el siglo xViii . En la modernidad, en medicina y fisiología, el corazón se vuelve un órgano fundamental para la ciencia y la literatura. En El rastro, el corazón es el elemento fundamental, tanto en el sentido de su funcionamiento científico como en el del imaginario del corazón en general.

FEminismo y placErEs Recuerdo que le gustan los marrons glacés y el oporto y que es feminista, “avant la lettre, absolutamente –confiesa–, sin pertenecer absolutamente tampoco a ninguna corriente específica del feminismo”. Aunque no es militante, lee libros sobre feminismo. Recuerda a Nicole Loraux, “historiadora francesa que estudió la historia, la literatura y la filosofía griegas y todo eso lo hizo a partir de una ausencia en la crítica y en la propia cultura griega: el problema de la mujer”. Aunque, por otra parte, añade, “la mujer es excesivamente visible, por ejemplo, en las tragedias griegas. Casandra, Penélope, Antígona son personajes muy importantes y, sin embargo, la mujer no podía salir del gineceo, no la dejaban asistir a los velorios porque lloraba muy fuerte. Me gusta mucho ese tipo de escritura que investiga esos temas de la mujer en un mundo que intenta anularla”. Y recuerdo los colibríes en su patio. Imagen “de lo evanescente por su forma de volar, ese movimiento incesante y la rapidez con que desaparece, y esa relación tan hermosa con las flores, están libando de las flores”, el colibrí, asegura Glantz, “plantea al mismo tiempo el presente de la escritura y la rapidez con que ese presente se evapora. Es una pausa en el recuerdo”. Afuera, lo recuerdo, el sol de esa tarde de verano se ocultaba


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Henri Matisse y La Serpentine, circa de 1909 Foto: Edward Steichen/ commons.wikimedia.org

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germaine gómez haro

Aspiro a un arte del equilibrio, de la pureza. Un arte que no intranquilice ni desconcierte. Me gustaría que el individuo cansado, agobiado, quebrado, encontrara paz y quietud en mis cuadros.*

a obra y la personalidad de Henri Matisse (Le Cateau-Cambrésis, norte de Francia, 1869) dominan la primera mitad del siglo xx , al lado de Picasso, amigos y rivales cuyas búsquedas renovadoras abrieron la brecha definitiva para el surgimiento del arte moderno. Matisse estudió Derecho en París y trabajaba como pasante cuando, a la edad de veinte años, comenzó a pintar utilizando una caja de colores que su madre le regaló mientras convalecía de una apendicitis. Poco después, en 1890, abandonó su carrera de Derecho y comenzó a estudiar artes plásticas. A partir de entonces, y hasta su muerte acaecida en 1954, se dedicó a buscar “una especie de paraíso personal” que consiguió plasmar en sus lienzos, dibujos, esculturas, cerámicas y papiers collés (gouaches recortados y pegados) inundados de luz y color. La obra de Matisse es más compleja de lo que parece a primera vista, ya que detrás de su aparente espontaneidad hay un arduo trabajo de desconstrucción de la realidad, hasta conseguir un lenguaje propio e innovador que lo colocó entre las figuras cruciales del arte del siglo xx .

El camino hacia El artE modErno: aparición dEl Fauvismo Los colores poseen belleza propia que es preciso conservar como se trata de conservar el sonido musical. Que el color mantenga su belleza y frescura en cualquier construcción es una cuestión de organización.

Henri Matisse, Mujer con sombrero, 1905

La obra de Matisse es más compleja de lo que parece a primera vista, ya que detrás de su aparente espontaneidad hay un arduo trabajo de desconstrucción de la realidad, hasta conseguir un lenguaje propio e innovador que lo colocó entre las figuras cruciales del arte del siglo xx .

Matisse comienza su tardía formación en la Escuela de Bellas Artes de París donde muy pronto se rebeló contra la atmósfera anquilosada y conservadora. Sin embargo, absorbe las enseñanzas del pintor simbolista Gustave Moreau y descubre el impresionismo a través de Camille Pissarro. En 1898 se casa con Amélie Parayre y viajan a Londres para ver los cuadros de Turner, y a Córcega, donde descubre la radiante luz del Mediterráneo que será determinante en su desenfadada escala cromática. Después de un breve período en la Académie Julian, se da cuenta de que el verdadero aprendizaje está en los museos y en las galerías de vanguardia, como la de Ambroise Vollard, quien organizó su primera muestra individual en 1904. Inspirado en las Bañistas, de Cézanne, Matisse presentó la pintura Lujo, calma y voluptuosidad que se puede considerar la piedra de toque de su análisis de descomposición de la forma y el color. En el verano de 1905 se instaló temporalmente con André Dérain y Maurice de Vlaminck en Collioure, un pueblo de pescadores a orillas del Mediterráneo. A su regreso, los tres amigos, junto con Rouault, Marquet y otros pinto-

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Matisse:

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el ritmo del movimiento detenido res, expusieron sus cuadros en el Salón de Otoño de París y crearon tal desconcierto en el público y en los especialistas que el crítico de arte Louis Vauxcelles se refirió a ellos en tono peyorativo como Les fauves –Los salvajes– por su empleo desmesurado y escandaloso del color. Así nacía el fauvismo, movimiento que contribuyó a la emancipación de uno de los elementos principales de la pintura –el color– y del cual Matisse fue precursor e impulsor. Los fauvistas coincidían en el rechazo a los sutiles matices de la paleta impresionista y a la reproducción realista de la naturaleza a favor de la captación subjetiva de ésta, privilegiando sobre todo los poderes de expresión del color puro: “los colores como cartucho de dinamita”, diría Derain. Matisse se convirtió en el centro de las críticas con su Mujer con sombrero, retrato en el que las formas convencionales estallan en estridentes manchas de color. Sin embargo, el escándalo llamó la atención de los estadunidenses Michael y Sarah Stein, quienes, al integrar la pieza a su prestigiada colección vanguardista, contribuyeron a la legitimación de esta nueva corriente y al éxito inesperado del pintor. Incluso, en un principio, sus célebres hermanos –Gertrude y Leo Stein–, también mecenas, coleccionistas e impulsores de las vanguardias artísticas, expresaron su rechazo ante la mencionada obra: “Es algo brillante y poderoso –declaró Leo– aunque a la vez el más terrible pegote de pintura que haya visto jamás.” Los Stein fueron determinantes en el reconocimiento y cotización del trabajo de Matisse, e influyeron en otros coleccionistas importantes que imitaban su gusto por lo novedoso. Antes de este suceso, el coleccionista ruso Sergei Shchukin ya había “descubierto” a Matisse y había iniciado su colección de pinturas, dibujos y libros de artista que son hasta la fecha el más importante acervo de obras de primer nivel, hoy integradas a la fabulosa colección del Museo del Hermitage en San Petersburgo. Hace algunos años tuve la oportunidad de visitar ese museo donde se exhiben La danza y La música, pinturas icónicas que mar-

Henri Matisse, La Danza, 1909

can un hito en la historia del arte moderno y que provocaron, a quien esto escribe, una de las impresiones más emocionantes que haya experimentado ante una obra de arte. La danza es una pieza sublime que consigue en su economía de formas y su paleta encendida un equilibrio excepcional. A pesar de la impetuosidad cromática que poseen ambas pinturas con sólo tres colores aplicados en vibrantes manchas planas y uniformes –el azul del cielo, el verde

de la tierra y el bermellón de los cuerpos–, la atmósfera irradia paz y tranquilidad. Se percibe el ritmo musical del movimiento detenido.

EntrE la naturalEza y El Exotismo: los viajEs No soy capaz de copiar como un esclavo la naturaleza, sino que me siento apremiado a interpretarla y adaptarla al

Armonía en rojo, 1908

espíritu del cuadro. La totalidad de mis combinaciones cromáticas debe conducir a un acorde de color vivo, a una armonía similar a la musical.

De sus aventuras en Tánger se desprenden ciertos patrones decorativos que serán recurrentes a lo largo de todo su quehacer artístico: toda sensualidad y todo lujo están permitidos, siempre y cuando el ritmo y el equilibrio sean los hilos conductores de la composición. Así se pueden apreciar las líneas fluidas, exquisitas y rigurosas de sus dibujos, y los lienzos abigarrados, profusos de elementos que se entrelazan entre sí como presas de un horror vacui. Además de captar la exuberancia del paisaje natural y la intensidad desmedida del sol africano que crea contrastes extremos en la luminosidad, Matisse se apasionó con las artes populares orientales y sus ornamentos arabescos que descubrió en las telas, tapices y cerámicas que aparecen de manera recurrente en sus composiciones. Como Matisse lo concebía, el lenguaje de la decoración debía expresar lo espiritual mediante el color puro y los arabescos abstractos, la reducción del espacio en el cuadro a un nivel óptico plano y el empleo del ritmo en el trazo. Un sigue

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ejemplo paradigmático es la pintura Armonía en rojo en la que la figura se subordina al ritmo ornamental de pared, mantel y mesa, cuya perspectiva se confunde en un plano que crea un extraño efecto óptico provocado por la masa de color rojo que domina la composición. Sus viajes a Tánger le abrieron un camino infinito de posibilidades, seguido por otros periplos también determinantes en el devenir de su trabajo: en Italia descubre a los maestros antiguos en Padua, Florencia, Arezzo y Siena; en Sevilla se entusiasma con el “españolismo romántico”; en Moscú estudia los iconos; en Berlín aprehende la fuerza telúrica del expresionismo; en Polinesia abreva en las fuentes del primitivismo que al final de su vida aflorará en sus papiers découpés, o papeles recortados. La influencia más determinante en todo su quehacer artístico fue, sin duda, la diáfana luminosidad del Mediterráneo que irradia en sus lienzos.

Polinesia, el mar, 1946

la alEgría dE vivir El objetivo de la pintura no es representar acontecimientos de la historia; éstos están en los libros. Sirve para que el artista exprese sus visiones interiores.

Matisse se acerca con amor a los objetos cotidianos que lo seducen: le encantan las flores, los jarrones, las telas y tapices orientales, las mantillas españolas, y su presencia en composiciones a un tiempo lúdicas y rigurosas los dota de un cariz idílico. Siente una especial atracción por todo lo exótico, incluso se dice que descubrió la escultura africana antes que Picasso, a quien le regaló la primera máscara que el malagueño tomó como inspiración. La figura humana representó su mayor reto y el principal motivo de estudio y experimentación hasta alcanzar el grado máximo de simplicidad que buscaba. En Matisse, cada tema se convierte en fuente de numerosas reflexiones: reflejos, luces y juegos de sombra brillan con la alegría del movimiento detenido. Son tres las figuras que influyeron mayormente en la gestación y desarrollo de su muy personal léxico plástico: Cézanne, Gauguin y Van Gogh. En sus pinturas, cada objeto se capta claramente y los elementos, aun si se perciben abigarrados, nunca se confrontan entre sí. Esta es la lección de Cézanne. Omite los detalles para que la pintura se confunda en las zonas de color, a la manera de Gauguin. Y de Van Gogh retoma el uso del color muy intenso, no sólo para expresar más brillantez que en la naturaleza, sino también buscando, precisamente, contrastes insólitos La alegría de vivir, 1905-1906

de colores. Su mundo pictórico organizado con base en líneas claras y definidas y el uso libérrimo de las manchas de color fascina por su armonía y derroche de vida: el de Matisse es un mundo en el que de la realidad circundante sólo queda lo que es precioso. Un mundo que expresa la alegría de vivir.

la síntEsis Final: mEnos Es más Lo verdadero en el arte comienza cuando uno ya no entiende lo que hace y lo que puede hacer, pero sigue percibiendo en sí mismo una fuerza que es tanto más fuerte cuanto más se contraría y cuanto más se concentra. Por lo visto, debemos aprender a dejar atrás nuestras experiencias y al mismo tiempo conservar la frescura del instinto.

Se dice que descubrió la escultura africana antes que Picasso, a quien le regaló la primera máscara que el malagueño tomó como inspiración.

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A lo largo de todo su quehacer artístico, Matisse expresó la mencionada “alegría de vivir” en cuadros y dibujos evocadores de danzas paganas, interiores melodiosos, bañistas y desnudos femeninos sensuales, exóticas odaliscas, frutas y flores exuberantes y la serendipia del sol mediterráneo que baña intensamente sus paraísos baudelerianos. “Lo que sueño es un arte balanceado, puro y sereno”, evocó Matisse, y lo consiguió. Sus últimas obras son consecuentes de una salud precaria que lo conminó al trabajo desde su cama. Así, desarrolló una nueva técnica con pedazos de papel previamente pintado con gouache y recortado para conformar las figuras de su composición. Al recortar con tijeras el papel coloreado, buscaba lo siguiente: “En vez de dibujar un contorno y llenarlo con color… estoy dibujando directamente con el color.” En los papiers découpés de sus últimos años se palpa el sentimiento profundo del artista que plasma formas y sensaciones en composiciones básicamente orgánicas y apegadas a las líneas más elementales del naturalismo. En ellos aplica la sabia consigna de “menos es más”. En este talante diseñó la hermosa Capilla del Rosario en Vence, en el sur de Francia, inaugurada en 1950. Se trata de un conjunto decorativo de vidrieras, cerámicas, mobiliario y vestimentas litúrgicas en el que consiguió expresar su más profunda espiritualidad en una atmósfera de recogimiento y misticismo: “Para mí esta capilla es la realización de toda una vida dedicada al trabajo. En ella florece, por fin, un inmenso e ímprobo esfuerzo.” La síntesis que caracteriza todo su trabajo se resume en esta capilla, según sus propias palabras: “La abstracción con arraigo en la realidad.” Durante sus últimos años afloran los recuerdos de su estancia en Polinesia y son el motor en la creación de sus papiers découpés y de sus exquisitos libros de artista que representan su hálito final como colofón de una vida dedicada a pintar el lado luminoso de la existencia: la evocación al tema de la Edad de Oro y la poderosa metáfora de la alegría de vivir trasminan su vida y su obra. Matisse muere de un ataque al corazón el 3 de noviembre de 1954

*Las citas que se presentan como epígrafes están tomadas de Notes d´un peintre, de Henri Matisse, publicado en 1908 en La Grande Revue, y es uno de los tratados de arte más luminosos que se hayan escrito.


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leer

Jornada Semanal • Número 1026 • 2 de noviembre de 2014

El disimulo. Así nació el narco, Rubén Rocha Moya, Granises Servicios Editoriales y de Comunicación, México, 2013.

El gErmEn dE las balas Ollin VElascO

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sta es una simulación del nacimiento del narcotráfico en México; una radiografía no autorizada de cómo el fenómeno, que actualmente llena con miles de cuerpos la fosa común en que se ha convertido nuestro suelo, empezó a cocinarse hace tiempo en el occidente de la república. Esta es una ficción, que de rigurosa ficción tiene sólo el título. Chepederas, Sinaloa. La vida transcurre sin sobresaltos en este pueblo escondido entre montañas fecundas. No hay miseria, pero sí campea una pobreza monetaria y existencial que mina notoriamente la cotidianidad de sus pobladores. La agricultura, que fuera antes la principal actividad productiva, ya no es rentable. Mucha gente ha migrado a Estados Unidos. El dinero ya no alcanza. Los tiempos se ponen peores, pero al menos son apacibles. Hasta que un día llega la mariguana. Y todo cambia. Con el talento de mentes visionarias y el pleno consentimiento y conveniencia de los campesinos oriundos, sus retoños reptan hasta los campos de sembradío y se confunden entre jitomates, sandías y alfalfa que ya nadie compra a buen precio. Se camuflan. Es así como Rubén Rocha Moya, académico familiarizado con el tema y político oriundo de Badiraguato, Sinaloa, reconstruye la cronología del emporio más importante de las drogas, en el México de algún tiempo. Lo cual no es cien por ciento verdad, pero tampoco mentira. Con el respaldo de su experiencia en cargos públicos, el autor (quien fuera jefe de asesores durante el gobierno de Jesús Aguilar Padilla, en el mismo estado) hace encarnar figuras de evidente actualidad, en personajes de bordes limados a ritmo de balaceras. Esta obra es una guía que se abriga en la licencia inventiva de la novela, para aventurar posibles orígenes y causas del enquistamiento del narco mexicano. No juzga. Solo escarba hasta las raíces, desentierra las crónicas que cualquier habitante de la región podría contar (o comprobar) y conecta evidencias. Maclovio Medina es punto de ida y retorno de la construcción. Simboliza al campesino de bolsillos deslucidos, que es seducido por el guiño de la siembra de mariguana entre su cosecha y termina mucho más rico de lo que alguna vez hubiera imaginado. Nada más y nada menos, porque se vuelve el capo

mayor de las drogas en el país, y en uno de los nombres más perseguidos en otros territorios. Conforme avanzan las páginas, el lector puede darse cuenta de que cada apartado es un consomé de lecciones que sólo puede dictar alguien que ya ha vivido en tierras de nadie. La prosa de Rocha Moya está barnizada con tonos del habla usual en los lugares que evocan sus escenografías; se percibe un malestar inyectado en las frases desoladas de sus personajes; permea la cultura de la condescendencia hacia la muerte, de la normalización del horror. Se leen miedo, inconformidad, arreglos obscuros, o a plena luz del día. Maclovio lleva su éxito colgado al cuello, bañando sus rifles, surcando el cielo con los mejores aviones de carga, ofreciendo las mejores fiestas, comprando las más estratégicas influencias, iniciando a otros miembros de su dinastía en el negocio familiar. Pero todo trae aparejado una factura, y las de él son cuantiosas y no tardan en llegar. Pronto, su nutrido padrón de enemigos se encarga de sacudirle las entrañas, hiriéndole el flanco más vulnerable: la gente que ama. A punta de golpes fatídicos, Maclovio comprueba que una vez probadas las mieles de las ganancias peligrosas, es casi imposible renunciar a ellas y salir ileso del intento. Rocha Moya no le teme a lo traslúcido de sus imágenes. En esta novela deambulan por igual hermosas sicarias, que mandamases, niños y ancianos adictos, desaparecidos, matones sin entrañas, espías, médicos acosados por metralletas, cuerpos sin cabeza, carteras sin fondo o elementos de la policía, ejército o gobierno, vinculados en primer orden al jale ilegal. Pero una idea se mantiene intacta a lo largo de la lectura: el narco ha nacido, crecido y reproducido sus caras, a la sombra del amparo y encubrimiento oficial. La inmersión en esta trama revela cómo una región y una forma de vida tradicional cambian al son de narcocorridos, fajos de billetes verdes, pactos y tiros de gracia. El disimulo (que también implica un doble sentido, pues además de la acepción conocida de la palabra, en Sinaloa igualmente hace referencia a una especie de soborno) hace reflexionar sobre las obligaciones del gobierno para con la sociedad, el valor de la honestidad ciudadana y el papel que puede jugar la educación para salvar los cimientos de una identidad y la salud del porvenir. La leyenda de Chepederas se torna la de numerosos puntos en el mapa. Los párrafos ideados por Rocha (quien entre1993 y 1997 fuera rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa) enseñan que hay batallas que no se ganan (o que ni siquiera se libran) por conveniencia; que un problema de dimensiones tan grandes es el resultado de un sinfín de circunstancias que lo facilitan y que, para tratar de entenderlo y solucionarlo hay que cavar hondo y atreverse a mirar cada vez más profundo. Estos capítulos, henchidos de luces sobre senderos oscuros, exponen la anatomía de una cultura del aguante, de la toxicidad de los eufemismos fabricados para justificar. Fue disimulo lo que engendró y

alimentó al narco desde que apenas gateaba en el occidente mexicano. Es justo reconocer que siempre hemos sido parte del problema. Las acciones pesan tanto como las omisiones; los rifles, tanto como el silencio •

El antiguo imperio de la colonia Condesa, Ignacio Otero Muñoz, Infame Turba, 2014.

Ahora conocida, y no sin desafortunada razón, como “la fondesa” o, peor aún, el paraíso hipster, el célebre barrio ubicado hacia el centro-sur de Ciudad de México ha sido también, desde que fuera fundado, escenario, testigo y lugar de residencia. Lo primero, de la manera en que, arquitectónicamente, la urbe adquiría trazos y rasgos cada vez más propios y singulares; lo segundo, de los hechos y circunstancias tanto cotidianos como extraordinarios, que han venido conformando su historia peculiar; lo tercero, de gente de a pie –la que verdaderamente le da tono y ritmo a los días– que ha sabido cohabitar con personalidades de todo tipo, especialmente artísticas y literarias, que hallaron aquí el lugar propicio para la vida. Este libro de Otero Muñoz contribuye a lo mucho que se ha escrito y dicho sobre la Condesa, desde su personal perspectiva, es decir, la de quien siempre ha formado parte de ella.

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textos de Elena Poniatowska, sergio garcía, Enrique H. gonzález, gustavo Ogarrio

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arte y pensamiento ........

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Naief Yehya

Gaspar Aguilera Díaz

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l Eco En lA piel (1995), Bajo el signo del jazz (1998), Autorretratos (2001), Hablar en jazz (2005), Minnewanka (2008), los cinco discos que anteceden a Variaciones, son una contundente y brillante muestra del talento musical desarrollado por Juan Alzate durante casi veinte años.

Tuve la suerte de conocer a Juan Al- "De la naturaleza", "Cómo nacen los ajezate al inicio de la década de los seten- drecistas", Para allá, "Minnewanka" y "Así tas. Era alumno de la Preparatoria Isaac no se avanza (toma dos)", son las nueve Arriaga y recuerdo que las pláticas y d i s - formas sincopadas que tiene Juan de descusiones sobre el jazz y sus intérpretes, cribir la realidad en su sexto disco –una seguramente le eran más atractivas que propuesta totalmente diferente a las anteriores–, en la que despliega su sensibilas materias que tenía que cursar. En ese tiempo Gustavo Chávez y lidad creativa y el poderío elocuente de quien esto escribe, compartíamos con su propio lenguaje. Con estas Variaciones, Juan Alzate Juan tertulias, jazz y literatura. Gato Barbieri, Chick Corea, Keith Jarret, Charlie acepta el reto de lo que implica incurParker, Miles Davis, Jan Garbarek, Louis sionar a través del formato de un trío, con Armstrong, entre otros, reinaban en ese contrabajo y batería, con la misma enuniverso signado por la pasión, el entu- tereza, profesionalismo y ludicia que siasmo y la curiosidad que Juan Alzate cuando toca o graba bajo ensambles ha seguido compar tiendo. Posterior- más amplios. Aaron Cruz –el bajista–, mente él fue quien dirigió el Quinteto de nos hace recordar los mejores momentos de Jaco Pastorius y la batería expreJazz de la Universidad Michoacana. A su papel de promotor y difusor de siva de Giovanni Figueroa se convierte este género en Morelia hay que agregar en el contraste que permite resaltar los la trascendencia y tenacidad que como tres instrumentos. Todas las posibilidades de libertad, saxofonista lo ha venido enriqueciendo hasta convertirse en una referencia obli- improvisación, juego y vuelo que permigada cuando se trata de enumerar a los te el jazz –según Julio Cortázar– puede disfrutarlas aquí ampliamente, y de mamás importantes jazzistas del país. "El mundo es un tablero", "Así no se avan- nera gozosa, el aficionado a la música za", "El sonido de la miel", "Decodificando", sincopada •

Mapas a las estrellas, de David Cronenberg

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gatha (Mia WasikoWska) viaja en un autobús hacia Hollywood, aparenta ser otra joven frágil e ilusa en busca de éxito en el cine. Un cliché dentro de otro cliché. Sin embargo, su piel revela un sórdido secreto, las cicatrices de quemaduras que cubren buena parte de su cuerpo (y la hacen llevar permanentemente unos glamorosos y muy cinematográficos guantes largos) son las huellas de un terrible crimen o de un síntoma de la descomposición de la moderna cor-

te de los milagros de los grandes estudios de cine. Un niño actor de trece años, Benji (Evan Bird), famoso por haber estelarizado la cinta cómica Bad Babysitter, con la cual llegó a ganar más de 300 mil dólares a la semana (“suficiente para cogerse a la Madre Teresa”), trata de salvar su carrera y redimirse tras un período de exceso de drogas y alcohol. La actriz aún atractiva Havana Segrand (Julianne Moore), vive angustiada por pasar silenciosamente al olvido en una ciudad donde una mujer es considerada menopáusica a los veintisiete años, al tiempo en que es acosada por el fantasma de su madre, la célebre actriz Clarice Taggart, quien murió joven y bella en un incendio, y que además nunca la quiso, abusó de ella y permitió que sus amantes también lo hicieran (o por lo menos eso cree Havana). Tras una desconcertante y hermética Cosmopolis (construida con impertinente y electrizante fidelidad a la novela homónima de Don DeLillo), David Cronenberg recupera su agudeza feroz en Mapa a las estrellas para disecar a una serie de personajes hollywoodenses que van del lugar común a las patologías mórbidas más siniestras imaginables. Havana, quien es paciente de Weiss, contrata a Agatha como asistente (“Puta mandadera”) y de esa manera la recién llegada logra acercarse a Benji, quien es un ser humano repulsivo y cruel, pero a quien ella ama con devoción. Descubrimos entonces los vínculos de sangre entre Agatha y los Weiss. La joven parece buscar una reconciliación, pero en realidad tiene una misión purificadora que consiste en redimir a su familia del fuego y los barbitúricos. Cronenberg es uno de los pocos cineastas que pueden hacer aparecer fantasmas en escena sin que sus cintas adquieran tintes místicos o sobrenaturales. En este caso presenta una realidad aumentada donde los muertos pueden ser ecos fílmicos capaces de interpelar a los vivos. A pesar de las apariencias este es un filme de horror, película de monstruos, adolescentes imberbes y crueles, así como arpías precozmente acabadas que se imaginan ser, o en realidad son, víctimas de abuso, con lo que justifican ser depredadores brutales. Alrededor de estos personajes flotan estrellas menores: el padre de Benji, Stafford Weiss (John Cusack), un ambicioso gurú de la autoayuda que fusiona masaje y filosofía chatarra para enquistarse en una cultura que va del extremo cinismo a la credulidad patológica; un chofer de limusina que como tantos otros aspira ser actor y escritor (interpretado por el fugaz vampiro Robert Pattinson, quien comienza a volverse ac-

tor fetiche cronenbergiano); Carrie Fischer convertida en reliquia nostálgica (una has been que busca inspiración en Tweeter para escribir guiones de cine o por lo menos de series conmovedoras para hbo ). El Mapa a las estrellas (ojo, que no es un Mapa de las estrellas) está dominado por estrellas en el ocaso, personaje meteóricos y seres caóticos que asemejan agujeros negros. David Cronenberg construye constelaciones de frivolidad, disfuncionalidad y despilfarro a nivel cósmico, a partir del guión de Bruce Wagner. Pero este universo incestuoso, narcisista, depravado, ocioso y de una pobreza imaginativa dolorosa toma la forma de una tragicomedia repleta de alusiones hilarantes, guiños mediáticos y un sórdido desparpajo grotesco. El director de Rabid (1977), Videodrome (1983) y Crash (2004) ha mostrado tener un humor negrísimo, nervioso y sádico con el que hace una feroz crítica social. En esta ocasión el humor hace soportable la visión pesadillesca que presenta de nuestros proveedores de sueños colectivos, obsesiones multitudinarias y fantasías de masas. La vieja casa de los Weiss permanece en ruinas al pie del icónico letrero de Hollywood, como si ese imperio estuviera construido sobre las cenizas del sacrificio de la inocencia. Pero Cronenberg no tiene el menor entusiasmo moralista y la quema de la mansión Weiss es tanto una celebración de Sunset Boulevard/El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950) como una demostración de que el espíritu cínico, vulgar y mercenario de la sátira The Player (Robert Altman, 1992) ha dejado su lugar a un Zeitgeist de complejos de culpa, incertidumbre y pánico epidémico. Como dijo el director, este filme podría tener lugar en “Silicon Valley o Wall Street, en cualquier lugar donde la gente tenga miedo y esté desesperada” •

David Cronenberg

jornada virtual

Variaciones: nueve síncopas para describir la realidad

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Jornada Semanal • Número 1026 • 2 de noviembre de 2014

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

El mecenazgo en el arte: dos colecciones

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n un rECiEntE viajE a Madrid tuve la oportunidad de admirar una selección de dos de las colecciones privadas más importantes de España, conformadas por los empresarios Juan Abelló y José Luis Várez Fisa, reconocidos coleccionistas y benefactores de las artes.

La coLección Várez Fisa Várez Fisa, fallecido el pasado mes de junio, es el único particular que ha dado nombre a una sala de la pinacoteca del M useo del Prado, al donar el año pasado una relevante selección de su acervo de arte románico pirenaico. Se trata de dieciocho extraordinarias piezas, entre pintura y escultura, que abarcan un período que va del Románico a los inicios del Renacimiento. La relevancia de este conjunto de obras reside en que llenan un hueco fundamental en el fondo histórico del museo que el coleccionista conocía cabalmente, por lo que la selección de estas piezas no fue casual. El espléndido recorrido de esta sala ofrece al visitante la oportunidad de disfrutar catorce pinturas sobre tabla, una pintura mural, un retablo de madera tallado y policromado y una escultura en alabastro de la Virgen con el Niño que conserva parte de su dorado y color originales. Este conjunto de obras maestras está cobijado por un imponente artesonado de madera del siglo xv que en su momento formó parte del sotocoro de la iglesia de Santa Marina de don Juan en León. La pieza se encuentra en perfecto estado de conservación y se señala que no ha sido restaurada. En su superficie, totalmente pintada, se ven unas deliciosas escenas religiosas y profanas realizadas en un estilo primitivo que destila gran frescura y espontaneidad. Los Várez Fisa comenzaron a comprar arte en la década de los sesenta y reunieron cuatro colecciones especializadas: la primera de pintura y escultura española del Románico a Goya, de la cual formaban parte las obras mencionadas; la segunda de arqueología mediterránea, integrada por ciento ochenta y tres piezas que fueron también donadas al Museo Arqueológico Nacional, y las dos restantes son de cerámica hispano musulmana de los siglos xv al xviii, y de platería española, americana y portuguesa de los siglos xv a xviii . Como bien señala Miguel Zugaza, director del museo, la familia Várez Fisa es un ejemplo de auténtica filantropía que ojalá sea imitado por otros coleccionistas.

La coLección abeLLó El soberbio Palacio de Cibeles, antiguo Palacio de Telecomunicaciones ubicado frente a la famosa fuente de Cibeles, se transformó hace unos años en el espacio de exposiciones conocido como Centro Cibeles, en el cual se ha desarrollado el programa Mecenazgo al Servicio del Arte, cuyo objetivo es la presentación de importantes colecciones privadas de arte espa-

El joven gallero

ñol, como la de la Casa de Alba, Helga de Alvear y Masaveu Peterson. La exhibición actual está dedicada al acervo de Juan Abelló, que consta de unas quinientas obras que van del Renacimiento a la actualidad, y de las cuales algunas piezas archiconocidas, como El joven gallero, de Bartolomé Esteban Murillo; El olfato,de José de Rivera o La estigmatización de San Francisco, de El Greco, se han visto en exposiciones nacionales e internacionales, pero por primera vez se muestra un conjunto de ciento sesenta obras excelsas que revelan la sensibilidad y el buen gusto de este coleccionista. La oportunidad de disfrutar estas dos magníficas muestras da lugar a la reflexión en torno a la importancia del coleccionismo tanto público como privado, actividad tan antigua como el hombre mismo. Esto encuentra eco en las noticias recientes sobre el debate que ha levantado tolvaneras en España ante la decisión del gobierno de Mariano Rajoy de no dar curso a la Ley de Mecenazgo que se venía prometiendo, y que tiene que ver con una serie de medidas de desgravación fiscal a la inversión en cultura. Leyes como ésta han hecho posible la creación de las colecciones más importantes del mundo y han propiciado generosas donaciones a los principales museos públicos que se benefician de alianzas estratégicas con los mecenas. Algunos coleccionistas realizan daciones en pago de impuestos con obras artísticas, como es el caso de Abelló en el Museo del Prado y en el Reina Sofía. Es muy lamentable que en nuestro país no contemos en absoluto con estímulos fiscales para incentivar el coleccionismo y la participación privada en el enriquecimiento del patrimonio artístico de la nación •

adiós jack Bruce, bajista con crema

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E llaMa “For jaCk” y sólo dura dos minutos con treinta y dos segundos. Ejecutada con guitarra electroacústica y algunos murmullos en la voz, esta sentida composición de Eric Clapton resulta tierna y esperanzadora más que triste; parece un mensaje cifrado para el recién fallecido amigo Jack Bruce, compañero en tres discos con Cream y cientos de batallas escénicas.“Con gran tristeza nos hemos enterado de que Jack Bruce murió esta mañana en su casa

de Inglaterra. Él fue un gran músico y compositor, una tremenda inspiración para mí”, publicó el guitarrista en su sitio de Facebook el 25 de octubre pasado. Palabras similares a las de Ginger Baker, baterista del grupo que dinamitara la escena del rock-blues psicodélico a finales de los sesenta:“Estoy muy triste por enterarme de la pérdida de un hombre fino, Jack Bruce… Mis pensamientos y deseos están con su familia en estos tiempos difíciles”, publicó en un sitio de internet. Precisamente su familia compartió un mensaje ante el suceso provocado por cáncer de hígado (tenía setenta y un años): “Con gran tristeza nosotros, la familia de Jack, anunciamos su muerte. Esposo, padre, abuelo y leyenda, el mundo de la música será más pobre sin él, pero vivirá en sus canciones y por siempre en nuestros corazones.” Esto fue antes de que Ringo Starr dijera en Twitter:“Hoy perdimos a Jack Bruce, un músico y escritor increíble, un buen amigo, amor y paz para toda su familia.” Pero ningún mensaje fue más atinado que el de Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers: “¡Oh hombre! Jack Bruce. Es demasiado. Wow. Santo cielo. Amo a ese tipo. Único en su grandeza. El fin de una era.” Y claro que era un artista único y que marca el fin de algo importante. En poco más de dos años al lado de Clapton y Baker vendió 35 millones de copias y recibió el primer Disco de Platino que entregó la industria discográfica. Algo relevante, además, es que fue la pluma central del trío. A él debemos la sustancia de temas como “Sunshine Of Your Love”, insignia del rock que tomó la escala de blues para crear un riff memorable: re, re, do, re, la, la bemol (esta alteración es la llamada nota blue), sol, re, fa, re. Una frase que de inmediato nos manda a la época de los power trios, de las primeras estrellas del género. Dicho lo anterior, parece insoslayable recomendar a nuestros lectores del domingo acercarse a este hombre que, además de bajista, fue un gran cantante, chelista, armoniquista y pianista. Involucrado con bandas de rock, jazz y blues, tras la separación

de Cream en 1968 editó catorce álbumes en los que invitó a grandes músicos y amigos. Es igualmente interesante ir hacia atrás, antes de su fama. Hablamos de cuando tocaba en los proyectos de Alexis Korner (en cuyo grupo coincidió con Charlie Watts, futuro baterista de Rolling Stones) y del organista Graham Bond, donde alternó por primera vez con Ginger Baker y John McLaughlin. Entonces tocaba el contrabajo. Poco después entró al conjunto de John Mayall and the Bluesbreakers, donde conoció a Eric Clapton, y cambió al bajo eléc trico. Después comenzó su escalada definitiva con Manfred Mann y, en 1966, con la fundación de Cream, con quienes se reunió en 2005 para sonar en el Royal Albert Hall de Londres y el Madison Square Garden (pietaje que se puede ver en internet). Invitado a colaborar en proyectos de Lou Reed, Carla Bley, Frank Zappa, Ringo Starr Soft Machine y muchos más, el bajo y garganta de John Symon Asher Jack Bruce eran solicitados por su eficiencia y creatividad, pero sobre todo porque al sonar imprimían un sello específico, un rasgo de imperfección en donde no había virtuosismo sino fuerza legítima y candente. Nacido en Escocia en el año ’43 (como cuarenta y tres son los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos y a quienes debemos recordar ante la menor provocación del pensamiento), Jack vivió el tiempo suficiente para ser parte de los grupos Lifetime (con Tony Williams, John McLaughlin y Larry Young), West, Bruce & Laing (con Leslie West y Corky Laing), Bruce, Phillips & Hymas (con Simon Phillips y Tony Hymas), Jack Bruce & Friends (con Billy Cobham, David Sancious y Clem Clempson), A Gathering of Minds (con Billy Cobham, Allan Holdsworth, Didier Lockwood y David Sancious), bbm (con Ginger Baker y Gary Moore) y hasta de una de las reencarnaciones de la Mahavishnu Orchestra con John McLaughlin. Para conocer su obra a fondo no hay nada mejor que el box set con seis discos Can You Follow?, editado por Esoteric en Inglaterra, así como el libro Jack Bruce The Authorized Biography, escrito por Harr y Shapiro (2010), y el documental Jack Bruce, The Man behind the Bass (2012), producido por la bbc escocesa. Su último d i s c o f u e S i l ve r R a i l s (2014). En él participan su esposa e hijos. Descanse en paz un titán de las cuatro cuerdas. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

bemol sostenido

@LabAlonso

germaine@pegaso.net

artes visuales

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arte y pensamiento ........

2 de noviembre de 2014 • Número 1026 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

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ntEs DE quE tErMinE el año en que Gabriel García Márquez nos dejó para irse a vivir en sus novelas, esta persona quiere confesar que en el año de 1985, mientras trataba de escribir una pieza teatral, leyó El amor en los tiempos del cólera y sintió una necesidad de narrar parecida a un río desbocado. Y que esa necesidad la poseyó como una especie de demonio del amor, con resultados irregulares, y que ese demonio no la ha soltado hasta ahora. Y que en esa primera narración que produjo como poseída campearon ángeles y seres fantásticos, debido a la influencia

que esa novela y los demás libros de Gabriel García Márquez habían ejercido en su manera de leer y de escribir. Esta persona confiesa que un poco más tarde viviría el peso de tan laureado escritor como un conflicto pues pensaba, al igual que otros de su generación, que era necesario pasar a otro capítulo y abandonar la corriente de esa prosa que todo lo permeaba, ese realismo mágico que muchos copiaban con gran facilidad y sin ninguna vergüenza, en el que muchos como ella se sentían sumergidos y que en el fondo, lo que provocaba como una especie de tornado, eran unas ganas enormes de contar sin tregua, desmenuzar historias familiares y mezclarlas con historias que no lo fueran en absoluto, con sueños y alucinaciones y maravillas. Y esta persona se confiesa embebida desde la adolescencia en el relato de un náufrago, en la historia del ángel que llega a las playas de un pueblo tropical y en los funerales de la mamá grande y en la cándida Eréndira y su abuela desalmada y por supuesto en Macondo y el comienzo prodigioso de Cien años de soledad: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” Y esas frases “el día en que…”, o “aquella tarde en que” que son tan de García Márquez y nos meten de cabeza en la narración y también son de los demás que hemos comenzado nuestras cosas con esa tarde o ese día verosímiles y enloquecidos en que las vidas se ramifican y la realidad se trastoca. Esta persona escuchó hace unas semanas decir a otro escritor hijo de Gabo, el indoinglés Salman Rushdie, que los lectores, cuando escuchan la expresión “realismo mágico”, atienden a lo mágico, pero que en realidad la clave del realismo mágico es el realismo. Y lo mismo pensaba quien escribe, aunque no supo expresarlo de manera tan paradójica y por lo mismo admirable, que en realidad ese género –si se puede llamar así, aunque convendría quizá rebautizarlo como gabismo mágico– entrevera o borda lo inusitado en la realidad y le da otro sentido, pero la realidad debe estar como la tela sobre la que se pinta, porque sin la realidad esta literatura se cae o se convierte en pura literatura fantástica y hay a quien le pasa que pierde el interés. Y confiesa esta persona que leyó la autobiografía de García Márquez con el mismo placer con que leyó sus novelas o sus Doce cuentos peregrinos y sintió la mis-

ma sed de contar cuando vio cómo Gabo, en Vivir para contarla desmenuzaba su infancia y juventud en el pueblo de Aracataca y la presencia de la American Fruit Company y sus comienzos en el periodismo en Bogotá y su llegada a México con Mercedes y todo ello le parecía parte del telón realista del que se desprendería después lo maravilloso. Y también quiere compartir el hecho de que una vez, hace pocos años, se encontró a Gabo en un Sanborns acompañado por Álvaro Mutis y sus respectivas esposas y le dijo de quién era hija y le recordó que él y Mutis iban a su casa cuando era pequeña. Y él evocó unas fiestas domingueras en casa de los padres de quien esto expone hasta con nostalgia y se despidieron y quien esto escribe se quedó pensando por qué no le había confesado a Gabo que también por haberlo leído escribía novelas. Y esta persona se imaginó que eso le dirían a Gabo todas las personas todos los días, que por él escribían, imaginaban o habitaban novelas, propias o ajenas, que la corriente de su fabulación ha sido tan fundamental como la de Homero, si es que Homero existió, y que quién sabe, en realidad, qué se le hubiera podido decir a García Márquez o a Mutis que ellos no supieran. Y entonces quien esto escribe regresó tranquila a su casa a seguir escribiendo unas novelas y luchando porque ya no se parezcan a las de García Márquez, aprendizaje muy difícil en el que ha pasado un par de décadas, no por nada en especial, sino porque si no, nomás no avanzamos •

Cuarenta y tres carteles y un país crispado

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aCE ExaCtaMEntE una sEMana, el domingo pasado, recibí un mensaje directo de Twitter en el que una amiga me invitaba a echar un vistazo a una iniciativa, no sé bien de quién pero plausible, que consistía en subir a un canal de Twitter una ilustración que “adoptara” a uno de los cuarenta y tres normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Era poco para un ilustrador, en realidad, hacer un cartel así, y lo hice. Allí, en un rincón de internet, se puede ver la interpretación gráfica y voluntaria que hicimos muchas personas, una suerte de homenaje que es al mismo tiempo un tipo de protesta. Por el caso Ayotzinapa mismo, pero

también por las decenas de miles de criminales –muchas veces vinculados desaparecidos que van sumando to- estrechamente y no necesariamente dos los días a una lista siniestra, impo- en secreto con esos poderes fácticos sible de digerir, ni de entender (los recién mencionados– que terminan carteles se pueden ver en http://ilus- invariablemente siendo los peones tradoresconayotzinapa.tumblr.com). sucios de un ajedrez macabro. Donde Basta encender la televisión y sin- nunca pierde el rey. O casi nunca. tonizar, por ejemplo, Canal Once, para Ese mismo día en que fui invitado ver en prácticamente todos los cortes a aportar un cartelito, hubo un mitin comerciales por una parte un aviso de multitudinario en el Zócalo, convocaalerta Amber de la desaparición de al- do por la que parece quedar ya como guien, casi siempre un niño o una jo- la única verdadera oposición política vencita, y por otra un anuncio de la a los proyectos neoliberales que espropaganda oficial en el que el gobier- tán arrasando al país, desde el campo no, gastando carretadas de dinero público, pretende lavarse la cara y maquillar la trágica realidad que nos ha tocado vivir en los últimos ocho o diez años: lo peor que le han podido pasar a este país han sido los sucesivos, nefastos sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; dos caras sucias de la misma derecha obcecada en darle la espalda a la gente pero entreguista con empresas trasnacionales y sumisa con los dictados del sistema financiero internacional. Pero decir derecha es desde luego decir también gente. Gente con la que vastos hasta la educación, desde los derechos sectores, no sé si tan numerosos co- laborales hasta los humanos; decenas mo los que forman filas allí, estamos de miles de personas vociferaron enoen desacuerdo. Gente que alimenta jadas una misma exigencia: que se vaodios de clase y odios específicos, tam- ya Enrique Peña. bién, contra los que lideran movimienDel otro lado, en la anonimia de las tos sociales, desde López Obrador redes sociales, no se ha hecho esperar hasta los que llaman con tirria “ayotzi- la socarronería y las burlas de quienes napos”. Cuando leí por ahí las declara- –increíblemente– apoyan al régimen y ciones de alguien en Guerrero, quizá defienden a un hombrecito indefendel mismo exalcalde prófugo José Luis dible no por quien es, sino por lo que Abarca, de que no iba a permitir que los representa en este sistema de castas y “ayotzinapos” le fueran a complicar la privilegios en los que cada quien va vida, o algo así, me acordé de los cole- buscando su propio nicho de confort. tos de Chiapas cuando en 1994 surgió Acarreados, dicen, como si la plancha el ezln y esa pequeñoburguesía criolla del Zócalo se pudiera llenar igual a conde Tuxtla Gutiérrez hablaba de “indios vocatoria –sin torta y sin propina– del levantiscos” y “comunistas” a los que, pri, del pan o de cualquier estamento de como en Guerrero veinte años des- gobierno. Y mientras tanto, en este capués, los poderes fácticos locales pro- pítulo que no acaba de horrenda Hismetían detener en seco. Luego vendría toria, muchos no sabemos si vivir ateActeal. Lo mismo hoy, de un bando y rrados, escondidos, temerosos de del otro: el rencor nacido de viejas de- espías y “orejas”, o si atender esos llamandas sociales, de la deuda histórica mados a las autodefensas que se emcon los menos favorecidos y la sordera, piezan a multiplicar y que son de hela arrogancia, la violencia como res- cho velados llamados a la insurgencia puesta del lado del poder, el dinero, el armada y entonces, por fin, el caos orden y el respeto donde encuentran será absoluto mientras todo lo mire acomodo políticos, empresarios, la ma- Enrique Peña desde inalcanzables alyor parte de los clérigos de todas las turas en su avión nuevo y lujoso, roIglesias y las fuerzas armadas, las poli- deado de su primer círculo. Que un cías y hasta los sicarios de los grupos día deberá aterrizar •

cabezalcubo

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paso a retirarme

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........ arte y pensamiento

Jornada Semanal • Número 1026 • 2 de noviembre de 2014

Juan Domingo Argüelles

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n Mi antErior ColuMna preguntaba (y me preguntaba): ¿Quiénes necesitan antologías? Mi respuesta era, y sigue siendo, que tal vez no los poetas, pero sin duda, sí, los lectores comunes. Son ellos los que necesitan antologías y, en el caso de la poesía, con mucha mayor razón aquellos lectores o potenciales lectores que no están familiarizados con la poesía contemporánea de nuestro país, publicada especialmente por las instituciones culturales y universitarias y por las pequeñas empresas editoriales que han navegado siempre a contracorriente. En esta columna he comentado más de una vez que la poesía fue expulsada de las aulas. En realidad no únicamente de las aulas, pero sí especialmente de ellas. Los programas escolares e incluso los programas de lectura (sean de la sep o el Conaculta) privilegian la prosa narrativa y especialmente el cuento, pero descuidan el género poético. Por eso constituyen legión los alumnos (y los maestros) que no leen poesía porque –según explican– no la entienden. No sólo ellos: incluso lectores con cierta experiencia aseguran que no leen poesía porque les resulta muy complicada. Todo esto es el resultado de que la poesía haya sido echada del sistema escolar. Más de una vez he señalado que en la relación de libros que adquiere cada año el Programa Nacional de Lectura y Escritura de la sep (los antiguos Libros del Rincón) hay una magra cantidad de títulos de poesía, una miseria en realidad. Comentándolo con una especialista que ha estado en la consejería de este programa, ella me comentó que era realmente complicado incluir en la lista más libros de poesía porque la oferta de las editoriales, en este género, es más bien escasa. Me quedé pensando en esta afirmación y pronto entendí su sentido lógicamente ilógico. Hay muy poca oferta en poesía, claro está, por parte de las editoriales comerciales que participan en el concurso del pnle de la sep , pues estas editoriales han privilegiado siempre la prosa narrativa y los libros informativos, que son los que atiborran, cada año, el listado de libros seleccionados para las bibliotecas de aula y escolares. Y, sin embargo, en México se publica mucha poesía, bajo los sellos de editoriales independientes, universitarias e institucionales. ¿Qué pasa con estos libros? Que no llegan al concurso del pnle . De todos modos la explicación del porqué hay pocos libros de poesía en el programa de adquisiciones de la sep para las bibliotecas de aula y escolares, es una verdad a medias. Incluso las editoriales comerciales (muchas de ellas españolas) que concursan en la convocatoria que abre cada año el pnle tienen libros clásicos de poesía y antologías temáticas y generales

de poesía de grandes autores, pero entre quienes seleccionan libros, tampoco hay muchos que sean muy afectos a la poesía. Parten de una premisa prejuiciosa: como a ellos no les gusta la poesía, como ellos no entienden la poesía, como ellos no son lectores asiduos de poesía, suponen que los alumnos se aburrirán con la poesía, y lo que entienden por poesía, cuando eligen diez o doce títulos de este género (bajo el rubro de ¡poesía popular!), son libritos pedagógicos y didácticos de rimitas sin chiste que consideran “adecuadas”·para los niños y los adolescentes: cosas de una chatura emocional e intelectual que no merecen el nombre de poesía. La poesía en México siempre ha navegado a contracorriente, a pesar de que, en la historia de la literatura patria, se reconoce y se exalta el valor de los grandes exponentes de la lírica, desde Nezahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz hasta Jaime Sabines, Octavio Paz, Efraín Huerta y José Emilio Pacheco, pasando por Othón, Díaz Mirón, Pellicer, Novo, Villaurrutia, Gorostiza, Rosario Castellanos y tantos más. Esto revela que creemos que la poesía mexicana es importante, pero sólo de dientes para afuera. En 2010, con motivo de las celebraciones oficiales del bicentenario de la Independencia (que tantos fastos motivó y que tanto dinero dilapidó para, al final, dejarnos un adefesio), se llegó a decir que se haría una Antología del bicentenario (para emular la Antología del centenario, de Justo Sierra, de 1910). Por supuesto, no se hizo, y estrictamente esos fastos oficiales no dejaron absolutamente nada para la posteridad. El mal gusto, la frivolidad y el derroche se impusieron. ¿Y dónde quedó la literatura? Una Antología del bicentenario, en tres o cuatro tomos, hubiera podido dar cuenta de nuestra riqueza literaria, y entre ella, por supuesto, de nuestra gran poesía. No hubo tal, pero sí muchos discursos, deudores del lugar común. Y una estela de sombras en la esquela de luz •

@luistovars

Morelia doce (i de ii) El ficm –FEstival intErnaCional de Cine de Morelia— concluyó el pasado fin de semana su duodécima edición, y lo exhibido confirmó una vez más el sitio privilegiado que en materia de eventos cinematográficos ocupa en México, así como el reconocimiento del que goza a nivel internacional. Para demostrar lo anterior, ahí están al menos los dos largometrajes nacionales de ficción que obtuvieron algún reconocimiento, lo mismo que filmes tan notables como la muy desasosegante y nada concesiva La tribu (Plemya, Myroslav Slaboshpytsky, Ucrania, 2014), historia desarrollada casi en su totalidad entre

Escena de Ida

sordomudos –el “casi” se debe a perso- cargo del propio realizador sueco, de najes por completo incidentales–, cu- manera implacable da cuenta –como ya fuerza narrativa logra salvar, con si la fuese construyendo–, de una creces, el escollo autoimpuesto por el desconstrucción eminentemente director en el terreno formal, consis- contemporánea o, cabe muy bien detente en la decisión –por ciertos mo- cir aquí, de un derrumbe: el inexoramentos cuestionable desde una pers- ble en el que se encuentra, ya desde pectiva del realismo estricto en el que, hace años, la otrora conocida como cabe suponer, debe ubicarse la anéc- familia nuclear: padre, madre y vástadota– de suprimir del audio cualquier gos, idealmente de ambos sexos estos voz humana y no incluir subtítulos de últimos. Puesta en la mesa de análisis ninguna especie. No obstante, es pre- en innumerables filmes pero más en cisamente ese silencio total el que da un plano discursivo que en acciones pauta por lo menos a dos situaciones –que es como decir más en la teoría que cruciales, de distinto orden: la primera, en la praxis–, en Fuerza mayor la tamel modo crudelísimo en que la trama bién llamada familia tradicional es es resuelta; la segunda, el modo en que confrontada a partir de un golpe seco las escenas de dicha resolución pue- en el elemento que funge en ella como den ser absorbidas por el espectador, cabeza: el padre. Ni alegato contra el al que evidentemente busca hacérsele machismo ni reivindicación del pasentir desde dentro lo que sucede. pel femenino, sino sacudimiento hasAhí también está la elegantemente ta la raíz de todo aquello que se supoplástica, inusitadamente delicada pe- ne debe ser, para ser ya no se diga lo ro no por ello menos intensa Ida (Pawel correcto sino, en opinión de los detenPawlikowski, Polonia, 2013) –ojo, mini- tadores de nostalgias naufragantes, lo malistas y contemplativos, donde los único aceptable. haya: sí es posible, y mucho más que sólo posible, narrar intensamente a acuerdos, desacuerdos través del tiempo moroso y la escena y Viejas nueVas sin prisas, todo ello sin suscitar bostezo alguno–, filmada en un blanco y A diferencia de los once anteriores, a negro que se diría clasicista y que, me- este ponepuntos le fue imposible asisjor aún que tener tal cualidad como un tir a la totalidad de las jornadas moremero alarde técnico-estético, la apro- lianas de cine este año, de modo que vecha a favor de la construcción minu- resulta inevitable cierta parcialidad al ciosa, matizada, detallista al extremo, decir, por ejemplo, que concuerda con de ciertas polaridades de orden ético- la decisión del jurado que vio ganador moral en el que suelen moverse las del premio al mejor largometraje de sociedades occidentales en materia ficción mexicano a la estupenda Carreligiosa y sexual. (Al margen de lo an- mín tropical (2014), de Rigoberto Peterior, y entre paréntesis, es una lásti- rezcano, así como con quienes hiciema haber escuchado más de una vez, ron acreedora al premio a la mejor en el ficm , la frase “es una fuerte candi- ópera prima o segundo largometraje data al Oscar a la mejor película extran- a la no menos buena y mundialmenjera” como argumento para convencer te bastante reconocida Güeros (2013), de sus grandes atributos. Con o sin de Alonso Ruizpalacios, pero discrecandidateada, la cinta es verdadera- pa de quienes le otorgaron el premio al mejor documental a La danza del mente memorable.) Ahí está, junto a las anteriores, la hipocampo (2013), de Gabriela d . Rucoproducción sueco-francesa-dane- valcaba. Fuera de competencia se exhibió, sa-noruega Fuerza mayor (Force Majeure, Ruben Östlund, 2014), que obtuvo entre otras, una cinta que bien puede el premio del Jurado de la sección Una formar parte de la serie iniciada aquí Cierta Mirada en Cannes 2014. Muy hace tres domingos –“vaciar el tinteortodoxa en términos formales, así co- ro”–, y que cambió de título, de El Chamo tradicional en su dramaturgia, esta rro Misterioso a El más buscado, de la cinta, cuyos guión y edición corren a cual se hablará en la siguiente •

cinexcusas

la poesía a contracorriente

Luis Tovar jornada de poesía

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CRÓNICA

2 de noviembre de 2014 • Número 1026 • Jornada Semanal

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s ta

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o i z , z b o a B t er i y rr

Para Alonso Arreola, con respeto

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ecía la publicidad que uno podía olvidarse fácilmente de la batería de Neil Peart ‒percusionista de Rush‒ cuando se viera la de Terry Bozzio. Lo cierto es que ambos músicos poseen sendas megaarquitecturas, edificadas con una increíble cantidad de instrumentos de percusión que, por mucho, rebasan la tradición del tom, los platillos, el bombo y las tarolas. Además, ambas cuentan con aditamentos acústicos y electrónicos que le dan variedad y profundidad a sus propuestas. Pero ¿quién es Terry Bozzio? San Francisco California lo vio nacer en 1950. Allá inició sus estudios como baterista. En 1975, luego de una audición, fue aceptado para tocar en la banda del legendario Frank Zappa. Sostiene Wikipedia que “Bozzio se hizo famoso por poder interpretar ‘The black page’, de Zappa, pieza musical compuesta para ser la pesadilla de cualquier músico, una partitura tan rellena de notas que la hace parecer prácticamente negra”. En los años ochenta del siglo pasado, Bozzio formó Missing Persons, banda de corto aliento que obtuvo éxito limitado en Estados Unidos. Luego se embarcó en distintos proyectos de ensambles de jazz y fusión y tocó para grupos como Korn y Fantomas. Durante un tiempo viajó por Europa y vivió algunos años en Japón, cuyas tradiciones lo ayudaron a expandir su horizonte musical y le aportaron diversos artefactos sonoros que engrandecieron su ya de por sí monstruosa batería. ¿Influencias? La mayoría de los actuales bateristas responde diciendo los nombres de John Bonham (Led Zeppelin) o Keith Moon (The Who). Bozzio, en cambio, habla de los maestros del barroco: Buxtehude, Telemann, Corelli. Bozzio tiene sesenta y tres años. La gira que lo ocupa ahora es ni más ni menos que para celebrar el cincuenta aniversario de su primera presentación. Si nos atenemos a la tiranía del tiempo diremos que, no obstante su vigencia y sin menospreciar sus actividades p r e s e n t e s , s u m e j o r momento fue durante la segunda mitad de los años setenta, cuando formaba parte de la banda de Frank Zappa. Notamos, por tanto, que la mayor parte de los presentes en el concierto al que asistimos tienen entre cincuenta y sesenta y pico de años.

Saúl Toledo Ramos

Actualmente Bozzio vive en Austin, Texas, en la calle Cuernavaca, en una colina cercana a la avenida Bee Caves; ahí se encuentra One World Theatre, escenario donde el músico ofreció este concierto. El recinto es pequeño (un aforo para trescientas personas sentadas) y está diseñado de tal forma que es posible ver el stage desde cualquier punto. Un sesentón de pelo cano y prominente barriga, que usa sombrero, una playera con el rostro de Frank Zappa estampado y un inverosímil pantalón de colores fluorescentes, dice, o más bien grita, para que lo escuche la mayor cantidad de gente posible, que él estuvo presente en un concierto de Zappa en la década de los

setenta y que Bozzio era el baterista de aquel conjunto. Para no quedarse atrás, una pareja afirma que también ellos presenciaron una audición del guitarrista. Pero antes de que puedan continuar narrando sus vivencias, las luces fenecen y el hechizo inicia. Delgado y alto, vestido de negro y peinado al estilo de los ochenta, es decir, despeinado, Bozzio toma lugar tras los tambores. Además de la tradicional batería hay dos estructuras metálicas, una a sus espaldas, otra de frente, de las que penden platillos y gongs de distintos tamaños. Alrededor, no muy cerca del músico, hay más tambores. Uno piensa que son mero adorno, parte del decorado. Pero a medida que avanza el recital se cae en la cuenta de que los pedales tienen extensiones para que todos y cada uno de ellos sean tocados. En una mesa hay sonajas y campanas de diversa envergadura. En el costado derecho hay una caja, de la que Terry habrá de extraer rítmicos sonidos ayudado sólo por las palmas de sus manos. En el ala contraria se ha colocado un pedestal sobre el que hay un objeto que no es otra cosa que una batería electrónica, la cual, n o obstante su tamaño, está llena de cadencia y ritmo. Sonidos metálicos, agudos y graves; redobles. Campaneo intenso fundiéndose con explosiones de platillos y lamentos de tarolas. Chispear de castañas danzando con la gravedad sublime de los gongs. Dulces sonidos de marimbas. Es imposible pensar, si no lo ve uno mismo, que un solo hombre sea capaz de organizar tal discurso sonoro. No se trata de un solo de batería: son melodías con personalidad propia. Todas suenan diferente. Unas son como tormentas, otras parecen rugidos y voces de animales; algunas más semejan el crepitar del fuego. Cada golpe de baqueta está justificado, cada nota; no sobra ni falta nada. El público viaja, se deja arrastrar por este torbellino de sonidos cuyo vórtice es el artista en el centro del instrumento. Bozzio utiliza todo su cuerpo para el ritual en el que se halla. Las expresiones de su rostro reflejan la emoción que experimenta al hacer su música. Llega la hora del último repique.; del final. Se vacía la sala pero su espacio aún se agita. La música todavía hace eco en nuestros interiores y altera nuestros sentidos •

Ilustración de Juan G. Puga

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