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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 4 de enero de 2015 ■ Núm. 1035 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

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z u e e n l e a

in f o i o r m e l i te r a r Siete poetaS y treinta y doS narradoreS El nombrE dE VEnEzuEla • Canon dE la poEsía VEnEzolana


4 de enero de 2015 • Número 1035 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS DISCURSO EN GUADALAJARA (I DE II) Aunque el desconocimiento que producen la apatía y el desinterés, así como ciertos prejuicios culturales, quieran hacer creer que lo único valioso de la literatura venezolana se resume y reduce a nombres como los de José Antonio Ramos Sucre y Rafael Cadenas, el error no podría ser más grande ni más absurdo: este suplemento viajó recientemente a Venezuela y se encontró, tanto en Caracas como en la ciudad de Valencia, una vida cultural y literaria abundantes, atentas lo mismo a su larga tradición que al momento presente. Un siglo entero de creación está representado en esta mínima muestra de siete poetas –uno por cada una de las décadas que van de los años veinte a los ochenta del siglo pasado– y treinta y dos narradores, que arrancan con el citado Ramos Sucre y alcanzan autores nacidos a finales del siglo xx .

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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studié la carrera de Derecho en este edificio enaltecido por el pensamiento y la acción artística de José Clemente Orozco. En el primer piso estaba nuestra pequeña Escue­ la y formábamos una especie de fraternidad que recordaba los orígenes medievales de la Institu­ ción Universitaria, aquélla que integró una comu­ nidad de maestros y alumnos unidos por la pasión del conocimiento y la necesidad del diálogo. Para nuestra fortuna, Guadalajara estaba muy lejos de celebrar el ajuste de su primer millón. Era una ciudad hecha a la medida de lo humano, ama­ ble y accesible, a pesar de que se habían dado violentos combates, producto de diferencias ideo­ lógicas irreductibles. Todavía flotaba en el aire el polvo nacido en el lodo sangriento de las guerras religiosas. Muchos aspectos del conflicto habían sido superados, pero la moral social, los usos y cos­ tumbres, y las estrictas reglas de la convivencia seguían siendo dictadas por el púlpito, el confesio­ nario y los poderes fácticos de inflexible conser­ vadurismo. En este panorama retrógrado, la única luz de racionalidad, de libertad en el conocimiento y de diálogo, era la Universidad, satanizada por la inquisición social que veía, en la defensa del Esta­ do laico y de la educación pública y gratuita, un peligro para su voluntad de mantener el control de la moral social. Gozando de la presencia de mis compañeros de generación, quiero hacer un ejercicio de memoria en el que aparecen la cabeza de senador romano de Reynaldo Díaz Vélez, el humor y la sabiduría de José Gutiérrez Hermosillo, padre del poeta Alfon­ so y autor de un delicioso disparate: la saludába­ mos con el consabido: “Buenos días, licenciado”, y rápidamente contestaba: “Eso lo será usted”; el elegante licenciado Arce, el jurista, pintor y rector José Parrés Arias y, de manera muy especial, el maestro que nos enseñó el método marxista de análisis de la realidad cultural y sociopolítica, Pe­ pe Montes de Oca. Quiero recordar, además, el amor por la Filosofía y el respeto al imperio de la ley como elemento fundamental de la vida civili­

Hugo Gutiérrez Vega zada, que daban fuerza y sentido a la cátedra de Carlos González Durán. Nuestra visión del Derecho chocaba con la bru­ tal realidad de la corrupción y de la impunidad pero, a pesar de todos los vejámenes, el espíritu de justicia y la urgencia de consolidar un proyecto de vida profesional nos mantenía unidos en torno a la casi extinguida hoguera del deber ser jurídico. La ciudad, después de tantas guerras y conflic­ tos, padecía una preocupante pobreza cultural. Los conser vadores mantenían una interesante tertulia en la que predominaba la cultura france­ sa, y los socialistas, así como los buenos liberales, defendían la tradición juarista y se af iliaban al pensamiento de la izquierda. Se agolpan en mi memoria algunos nombres de intelectuales y ar­ tistas que daban forma, aunque precariamente, a la vida cultural. Pienso en Orozco, en Rolón y en Galindo ; en Alfredo r . Placencia y en Francisco González León; en Guadalupe Zuno, Agustín Yá­ ñez, Victoriano Salado Álvarez, Mariano Azuela, José Rosas Moreno, Juan José Arreola, Juan Rulfo y otros más que construyeron su obra con los ele­ mentos espirituales y estilísticos provenientes del ser jalisciense. En el yermo teatral sólo sobre­ vivían Diego Figueroa y la Universidad (veo en este paraninfo la escenificación de un monólogo de O’Neil interpretado por Licha Tackman). Unos años más tarde Ignacio Arriola tomó la bandera. La escuela de música y sus maestros renovaron una tradición interrumpida, mientras los nuevos pintores buscaron rumbos distintos, pero fieles al magisterio de Orozco. En suma, el hermoso proyecto de Enrique Díaz de León daba sus pri­ meros frutos y caminaba con paso seguro hacia la modernidad

(Continuará.)

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Narrativa

venezolana: más de un siglo

LA CUITA

NADA NOS CONMOVIÓ TANTO…

(Cumaná, 1890-Ginebra, 1930)

(Clarines, 1921-Caracas, 1990)

La adolescente viste de seda blanca. Reproduce el atavío y la suavidad del alba. Observa, al caminar, la reminiscencia de una armonía intuitiva. Se expresa con voz jovial, timbrada para el canto en una fiesta de la primavera. Yo escucho las violas y las flautas de los juglares en la sala antigua. Los sones de la música vuelan a zozobrar en la noche encantada, sobre el golfo argentado. El aventurero de la cota roja y de las trusas pardas arma asechanzas y redes contra la doncella, acervando mis dolores de proscrito. La niña asiente a una señal maligna del seductor. Personas de rostro desconocido invaden la sala y estorban mi interés. Los juglares celebran, con una música vehemente, la fuga de los enamorados.

Nada nos conmovió tanto a los catorce años como la muerte de María, la niña pura del libro de Jorge Isaacs. Este tomito, encuadernado en cuero rojo, con cantos y tafiletes dorados, había pertenecido a la biblioteca del abuelo Ricardo Alfonso, y lo hallé en uno de los baúles en la habitación frente al tanque. Solamente esas paredes saben cómo lloré durante el proceso de enfermedad, muerte y entierro de María. Entonces cuando iba al cementerio de arriba a visitar la tumba de Edda Eligia, la hermanita muerta, me parecía ver la misma siniestra ave negra posada en el brazo de hierro de la cruz. Al yo acercarme, el pajarraco levantaba el vuelo graznando lúgubremente. Mi mayor felicidad entonces hubiera consistido en que la tuberculosis acabara con la hija de Narciso Blanco, pero los Blanco eran tradicionalmente una familia de gente sana.

JoSé antonio ramoS SuCre

De La torre de timón, 1925.

LA PIEDRA Y EL ESPEJO XVI

aLFredo armaS aLFonSo

De El osario de Dios, 1969.

antonia paLaCioS

(Caracas, 1904-2001)

NACÍ EN BORBURATA Al extremo de tu brazo miré tu reloj. Las agujas que marcan las horas, las que marchan más aprisa en los minutos y aquella agitada, febril, que cuenta los segundos. Pensé en los antiguos relojes, sin horas y sin tiempo. El reloj del abuelo con leontina de oro, en la tapa grabada una inicial y hacia adentro se ocultaba el retrato de la abuela. Aquel reloj altivo que presidía los encuentros y el otro pequeñito que vigilaba el sueño y el aliento. En el extremo de tu brazo miré tu reloj. Un círculo luminoso me reintegró al implacable tiempo. De La piedra y el espejo, 1985.

eLizabetH SCHön

(Caracas, 1921-2007)

Nací en Borburata. En el corredor había un tinajero verde; el agua se precipitaba y sonaba dentro del bernegal con un ruido semejante al de las monedas pequeñas al caer. En el patio se destacaba una fuente; los helechos se amontonaban alrededor y formaban una carpa verdosa, húmeda, que olía gratamente. Los pilares eran redondos, de madera, y en los sitios resquebrajados, apuntaban clavos que, a veces, herían. La casa no tenía muchas habitaciones. Los techos estaban construidos de cañabrava y viguetas de mangle;

allí las arañas tejían sus enjambres que tupían los bordes del maderaje. En los copetes de las camas, en los aguamaniles, siempre se hacinaba la polilla y una arena fina, dorada, que el viento traía del mar lejano. Dos hornillas permanecían prendidas; dentro de las brasas, de vez en cuando, se asaban una mosca, una abeja que había estado cazando el caldo que se cocía. Detrás del corral, donde crecía un árbol de apamate, una quebrada corría, ahí las vacas iban a beber, mientras los torditos picoteaban sus lomos y yo pensaba en el día que viviese en Caracas. Caracas la imaginaba igual al palacio más bello, inmenso, habitado por hombres gloriosos. De Casi un país, 1972.

NEVADO

orLando arauJo (Calderas, 1928-Caracas, 1987)

Yo sí es verdad que no aguanto eso y dijo al darle pescozadas. Marcial salió de correndilla. Se trompicó, cayó y cogió a llorar. Más que te peguen no llorés. Cómo no va a llorar si don Chico pega tan duro, y el Marcial, un niño. Dijo a correr y se perdió en el monte. Llevaba el cráneo abierto de una pedrada. Buen tiro, don Chico. Lo recogió Barbas de Oro, ya con gusanos, y estuvo echándole creolina. El pelo ralo y duro como junco de laguna se le enmogotó sobre la cicatriz en un peñasco blanco. Le quitaron el Marcial y le pusieron el Nevado. Como no bebía aguardiente, no se obligaba a conversar con nadie y estuvo muchos años sin bajar al pueblo. Entre Sacapán y Las Bonitas recogió café, aliñó chimó, cortó mapora y cazó un salvaje a machetazo limpio. Un buen día bajó por don Chico.

FELIPILLO

orLando arauJo Felipillo Racacabulla era un nombre muy largo para una vida muy corta. Hizo de todo: llevó becerros al potrero fue monaguillo en aguinaldos elevó papagayos sin cola: zamuracas y mató cinco azulejos con su honda. Se murió a los diez años, dando saltos, pero vivió más que don Cesáreo. De Compañero de viaje, 1970.

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ENSAYO

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LA MIRADA

SaLVador garmendia (Barquisimeto, 1928-Caracas, 2002)

Un hombre encuentra a una mujer por la calle, la toma, la lleva de inmediato a su casa y una vez allí la desnuda completamente y se dedica a contemplarla. La situación es simple: ella de pie, a cuatro pasos del hombre que la mira dentro de un círculo perfecto, sólo perturbado por los reflejos de algunos objetos laterales que apenas colorean el aire. La mira sin pausas, limpiamente, como sólo puede hacerlo el ojo frío y destructor de los sueños. Al poco rato, la mujer comienza a desmantelarse. Caen los senos, los brazos desgajados se desprenden y todas las protuberancias se deslían, teniendo como centro el foso imantado del vientre. Cuando delante de él no hay más que aire y luz del día, el hombre oye en su cabeza el zumbido de cien años de vida. Cierra los ojos y piensa que dormirá hasta que lo despierten.

rribo, rápidamente. Veo su traje en el suelo, las manchas de sangre, la huella de la caída; él no está por ninguna parte y yo me desespero. De Falsas maniobras, 1966.

INQUISIDORES Van de un sitio a otro midiendo, anotando, mordiendo aquí, más allá, llenos de baba de pasado, muecas, rótulos. Indican, señalan, dictan, corrigen, acosan. Ahí, dicen, está el culpable. Nuestros códigos amaestrados lo perseguirán ladrando día y noche. Ahí está, nuestros mastines olisquean el rastro sucio. Él es la mancha en nuestras baldosas. Agravia nuestra pureza. Por el mundo, siempre, con sus libros de cuentas, sus lápices perversos, su esto sí esto no, sus autos de fe, sus pócimas vengativas, extendiendo un rojo metro sobre el cuerpo que la jauría va a perseguir. Ahí está el que nos traicionó, dicen. Escupamos, que ahí viene. Espiémoslo con un solo ojo.

De Los escondites, 1983. De Memorial, 1977.

PASATIEMPO

raFaeL CadenaS (Barquisimeto, 1930)

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LA CRECIENTE

eduardo zambrano CoLmenareS (Táriba, 1935)

Comenzó a bajar toda la gente corriendo y asustada, a ver qué era lo que pasaba; entonces mi papá y yo nos amarramos las alpargatas, nos tapamos con un hule y nos fuimos detrás, a ver. Y era que el río había crecido como una cosa muy grande, así como si el mundo se fuera a acabar. Y se trajo todos los árboles que pudo, arrancándolos con todo y raíces, y tumbó todas las casas que encontró por el camino y arrastró con todos los animales y con cuanta cosa pudo arrastrar. Después se formó en el puente una represa muy grande y comenzó a llenarse y a llenarse hasta que el puente no aguantó más y reventó. Ese fue el ruido que escuchamos, el estruendo que toda la gente escuchó y que los hizo salir corriendo de las casas porque creían que el mundo se estaba acabando. Pero nosotros no vimos sino las guayas y los pedazos de hierro doblados. Vimos también cómo pasaban las vacas y los caballos con la cabeza afuera del agua y el tronco de un árbol muy grande, donde la gente decía que se veía como un hombrecito montado, como un indio chiquito, más bien como un negro, y que ése era el indiecito o el negro del encanto de la laguna de El Cedral.

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FranCiSCo pérez perdomo

De La desmemoria, 2006.

(Boconó, 1930)

Por la mañana exploro las paredes de mi cuarto en busca de nuevos agujeros. Pongo en ellos cartón piedra, jirones de ropa inservible, trozos de periódicos. Encima les pego pequeñas tarjetas con vehementes recados. Son exhortaciones anotadas apresuradamente en letras gruesas.

COMBATE Estoy frente a mi adversario. Lo miro, cuento la distancia entre él y yo, doy un salto. Con mi mano abierta en sable lo cruzo, lo corto, lo de-

Mi cabeza, que por tiempos usurpa funciones propias de mis manos, aquel día me rescató al borde del abismo. Ahora, cuando pasa, me levanto el sombrero y reconocido le hago una ceremoniosa reverencia. Ese día, todo mi cuerpo se arqueaba bajo el peso de una incoercible náusea. Fue su gran oportunidad. Sin pedir permiso y trabajando a una velocidad y una conciencia inenarrables, como tirada brutalmente, mi cabeza se abalanzó sobre mí y me levantó de los cabellos. Desde entonces entre nosotros se ha cultivado una infalible reciprocidad. De La depravación de los astros, 1966.

EL DÍA HACIA LA MADRUGADA

JoSé baLza

(Tucupita, 1939)

La experiencia ha sido nítida y sencilla, lo que me confunde es por qué ocurre conmigo. Amanecía y fui lanzado violentamente contra una pared, que está hecha con cáscaras de huevo o es una inmensa cáscara de huevo, aunque al comienzo me pareció vertical. El impacto hace que en ella queden atrapadas mis manos, trato de separarlas, gesticular, y entonces también los brazos van quedando adentro. Muro de difusión, Caracas, Venezuela. Foto: David Kjelkerud (CC BY-NC-SA 2.0)


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Sin advertirlo, penetro. La piel circular impone una sensación de viscosa humedad. Es mediodía allí. Lentamente vuelvo del aturdimiento y descubro que estoy en una especie de sala inmensa: en ella se acumulan –por momentos en orden, como capas gaseosas– los materiales del sueño. Estoy en el depósito de los sueños de todos. De Un Orinoco fantasma, 2000.

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durante varios minutos. Luego, cuando el que comía finalizó la presa, un hombre flaco, con grandes cachos en la cabeza, habló de esta manera a sus compañeros: Amigos, nos hemos equivocado de ruta. Volvamos. Acto seguido todos los hombres subieron a sus embarcaciones y desaparecieron para siempre. Desde entonces se celebra en nuestro pueblo –todos los años en una fecha determinada– el desembarco de los grandes hombres. Estas celebraciones tienen como objeto dar reconocimiento a los descubridores.

EL OMNIPOTENTE III

LuiS britto garCía

DOCUMENTO DE MUERTE

gabrieL Jiménez emán

(Caracas, 1940)

(Caracas, 1950)

Basta que quieras jugar contra mí, y en la apuesta arriesgues tu vida, y que tengas un poco de suerte, para que yo quede libre de mi tormento. Al fondo de un abismo o del cañón de un arma o de un puñal te espera un martillo centelleante. Pero nada es tan fácil. O nadie tiene valor, o nadie me escucha, o nadie me comprende. De La orgía imaginaria, 1983.

TREGUA

LuiS britto garCía Las sirenas anunciaron la tregua y bajamos al río desde lados opuestos. Bebimos y llenamos las cantimploras. Un momento nos quedamos sentados en el cauce que nos mojaba, pensando, aunque ninguno sabía qué pensaba el otro. Había tiempo y me lavé la cara y hundí la cabeza y sentí un gran alivio. Luego sonó la primera sirena y sin hablarnos nos retiramos, mirándonos. Cuando la segunda sirena sonó disparé primero, y allí quedó tendido para siempre a la orilla del río que sigue pasando para siempre. De Andanada, 2004.

LA VELOCIDAD DE LA MUERTE

aLeJandro padrón (Maturín, 1944)

El otro día corría huyendo de la muerte. Corría y corría, y la sentía respirar en mi nuca. Pero me le escapé por un angosto callejón, bajé unas escaleras a toda prisa, tomé la barcaza y crucé el río. Ya en la otra orilla la miré. Estaba como brava, yo en cambio muy contento, hasta que volteé y vi a mis desaparecidos compañeros que me sonreían y me daban la bienvenida.

Recuerdo muy bien el día de mi muerte. Todos estaban tristes por lo trágico del accidente: mi automóvil pierde los frenos y da de lleno contra un camión. Yo fui a verme en la urna. Era algo realmente horrendo observarse ahí dentro sin poder hacer nada para escapar. Créanme que sentí náuseas y el estómago se me anudó. Desde entonces no he podido dormir y cada día me siento peor. Prometo firmemente que la próxima vez que me muera no iré a verme, pues se termina por no saber nada acerca de la muerte; y si se está muerto, por lo menos tiene uno el derecho de saberlo. De Los dientes de Raquel y otros textos breves, 1993.

CÍRCULO DE LA MEMORIA

Rómulo Gallegos

no izquierda lo que hacía de este lado con la derecha. Tampoco era el mirarse repetido allí hasta cien veces, como cuando jugaba en su niñez a ser la bailarina de la pandereta que tenía en su mano una pandereta con una bailarina y así hasta el cansancio o el vértigo. El asunto era más elemental. Sería pánico de pensar que podía llegar a parecerse a alguien que no conociera. Mirarse en el espejo era cansarse de su propia imagen y poder comenzar a parecerse a otras personas. Sólo recordaba la traición y la guerra, el pacto que tuvo que hacer con el mal para mantenerse a flote mientras duraba esa tormenta. –Era mayo –se decía en voz baja–. Era mayo y yo era un hombre. De Como si fuera una espiga, 1988.

dougLaS boHórquez (Maracaibo, 1951)

Poco recuerdo del niño que fui. De vez en cuando algo salta como una culebra envenenada sobre el círculo de mi memoria. Algunos días de juego atrapados en la prohibición del padre. Unos pantalones cortos eran la medida exacta de lo que debía decirse. Si quise altura, nunca me atreví a saltar. Si quise palabras tuve pecados. Si quise cielo tuve tierra. Todo fue obedecer ciegamente, atado a esa locura de silencio que nos vuelve ciegos, despojándonos adentro de esa inmensa lujuria de la luz. De Calle del pez, 2005.

INCLUSO ANTES

ESCENA DE UN SPAGHETTI WESTERN (versión chicana)

armando JoSé Sequera (Caracas, 1953)

Los dos pistoleros, el uno de Tijuana y el otro de Laredo, se encontraron en pleno Desierto de Gila, al norte de Tucson. Ninguno creyó que el otro fuera un espejismo, por lo que ambos dispararon sobre lo que para ellos era una repentina y nada agradable aparición. Aquella tarde, los zopilotes se cansaron de revolotear sobre el polvo y el silencio, desconcertados por la inmensa soledad. De Escena de un spaghetti western, 1986.

román Leonardo piCón (Mérida, 1951)

PARA ESCOGER

De Zona de sombra, 2005.

LOS DESCUBRIDORES

Humberto mata

Sin su presencia, el mundo le parecía un artificio de inutilidad. La historia igualmente absurda, todas esas páginas sin sentido, apretujadas en libros donde no se hallaba su nombre ¿para qué? Pensó cuán ocioso era Dios que se ocupó de tantas intrascendencias antes de nacer él.

(Tucupita, 1949) De Cuentos de una sola palabra, 1999.

Cierta vez –de eso hace ahora mucho tiempo– fuimos visitados por gruesos hombres que desembarcaron en viejísimos barcos. Para aquella ocasión todo el pueblo se congregó en las inmediaciones de la playa. Los grandes hombres traían abrigos y uno de ellos, el más grande de todos, comía y bebía mientras los demás dirigían las pequeñas embarcaciones que los traerían hasta la playa. Una vez en tierra –ya todo el pueblo había llegado–, los grandes hombres quedaron perplejos y no supieron qué hacer

POR MIEDO A LOS ESPEJOS

Harry aLmeLa (Caracas, 1953)

Fue por esos días cuando perdió el gusto de mirarse en los espejos. No era nada particular. No era, por ejemplo, el pánico a quedarse allí volteado, respondiendo con la ma-

VíCtor guedeS garCía (Trujillo, 1954)

Fíjate, fíjate cómo se bañan sin que nada los tape. A mí me daría miedo. Parece bueno ese pozo. Debemos descubrir los días que no vienen, para bañarnos sin peligro de que nos vean. Pero traemos traje de baño; no vaya a ser que nos sorprendan sin nada encima. Me daría pena. Ustedes tienen esas caras coloradas. Aprovechen; de todas maneras nadie sabe que estamos aquí y hay que ir aprendiendo. Porque no falta mucho para comenzar a dormir con alguien. Y es bueno acostumbrarse a conocer cómo es el cuerpo de quien nos va a acompañar. Bueno, vale, yo hablo así porque no tengo la culpa que una hermana mía trabaje en la vaina esa de putas, y cuando llega rascada empieza a contarnos cosas. No puedo taparme los oídos. Además sigue

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REVERSIBLE

antonio López ortega (Punta Cardón, 1957)

Street Art en el estado de Barinas, Venezuela

eso no es malo, que yo sepa. Mi hermana dice que si no fuera por eso el mundo no existiría. Después de todo ustedes fueron quienes descubrieron este sitio y me trajeron para ver cuando se esté bañando alguien. No hablemos mucho, nos pueden oír y se nos acaba la diversión. Miren bien, para ir escogiendo. Yo ya me decidí. El que más me gusta es Antonio. De El cuerpo presente, 1983.

Marie-Angie nunca ha existido. No existió nunca su cara, no se desbordó nunca el rimmel negro de sus ojos también negros, no fue baja su estatura. Nunca nos conocimos en un pasillo de la Universidad de París y nunca supe que era divorciada y que tenía un hijo vivaz de diez años. Su carro no era un Renault. El tren para ir a su casa no se tomaba en la Gare Saint-Lazare. No quedaba su apartamento en un segundo piso y nunca su habitación dio hacia un patio interior con flores. Su cama nunca fue un colchón duro tirado en el suelo. Su ventana nunca se estremeció con la ventisca y la lluvia. No probé su cuerpo. Nunca me extendí sobre esa superficie pálida, ansiosa, que me esperaba todos los viernes en la noche y no se rendía hasta el amanecer. Nunca fui a un concierto de Génesis con su hijo: nunca nos emocionamos oyendo un solo de batería de Phil Collins. No existió Marie-Angie. Lo que existe es el recuerdo, incisivo, y el único que insiste en darle cuerpo soy yo.

REVOLUCIÓN ii

WiLFredo maCHado

De Lunar, 1997.

(Barquisimeto, 1956)

La fotografía la compré en México en una librería en la Casa de los Azulejos en dF. Sus ojos me estuvieron rondando toda esa tarde. La fotografía sepia, casi amarillenta, sólo mostraba a un niño vestido con arreos militares. ¿Qué edad podría tener?, ¿siete?, ¿ocho años? Es extraño, pero puedo ver el rostro de la muerte asomar de sus ojos vacíos como una cosa siniestra. Seguramente, él lo intuía. Si no ¿por qué vería a la cámara con la mirada impasible y serena de aquellos que se saben condenados a una muerte temprana? Él posa para la cámara porque sabe que está muerto. Él posa para la cámara con el único fin de que yo escriba esta historia. Finalmente, ser sólo una postal para turistas incautos. De Poética del humo. Antología impersonal, 2003.

DEVOTA

SteFania moSCa (Caracas, 1957-2009)

La joven mujer, como para cerrar los ojos por dentro y callar el cuerpo y detener estas palabras que suspiran, abre su libro de oraciones con un sagrado, sangrante e iluminado Corazón de Jesús en la portada. Lee. Son las mejores historias eróticas que conoce. El rubor de las mejillas y la desolada guía de su mirada hablan por sí solas. De Mediáticos, 2007.

DE ANIMA

Juan antonio CaLzadiLLa arreaza (Caracas, 1959)

DOMINGO

omar meSoneS (Caracas, 1956)

Roto el hechizo del deseo, siento que ella no es más que una mujer de amplias caderas y generosos senos, cubierta toda por una tenue película de sudor con la que va mojando la sábana de mi cama. Me inclino para buscar y encender un cigarrillo. Apenas lo aspiro, sus dedos me lo roban y lo colocan en sus labios. Exhala el humo y me sonríe. Se acomoda sobre su almohada y se pasa la mano por su frente. No es que quiera que se largue, pero si se levantara, recogiera su falda, se pusiera su franela y se marchara, juro que no me pesaría en lo más mínimo. Me levanto a orinar. Abro la ventana. Escucho voces y risas de unos niños que juegan pelota en la calle. Afuera, también se cumple el agobiante tedio de una tarde de domingo. De El atador de cabos, 2000.

En medio de los cuerpos unísonos, que se batían, que se batían, en la noche mecánica, ellos creyeron reconocerse, y se distanciaron del tumulto entrelazando ya sus segmentos de piel, con voces susurrantes que la estridencia incluso lejana, casi no dejaba oír. –¿Cocacola®? –Cocacola®, a veces Pepsi®. –¿Y por casualidad Fiorucci®? –No, pero Goldfinger®. –¿Entonces, Celutronic®? –Más bien Lecoq®… –¡Uao, Toika®! Se miraron, y descubrieron con un amor del instante que poseían un alma común, y sólo dos cuerpos distintos. De Crónicas y tópicas de la Edad de la Muerte, 2004.

SU CABELLO ES UN MUNDO

Kart CriSpín

(Caracas, 1960)

Me gusta que me lo eche en cara, que lo deje tendido sobre mí para explorarlo, para olisquearle las puntas y las

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raíces. Porque en su cabello viven la vainilla de Madagascar, las naranjas de Málaga, los albaricoques de Languedoc, el almizcle guardado en los baúles, la tarde roja que cae sobre el Mississippi, el ruido de dagas balinesas, la lavanda de los boticarios, la buena nueva de la luna llena, el rumor de un bote sobre el Caribe. En su cabellera, mejor que la de Rapunzel, habita un mundo que voy revelando sin prisas. De Ciento breve, 2004.

URBANA

migueL gomeS (Caracas, 1964)

No estoy acostumbrado a las intrigas, pero en una tarde difícil como ésta no pudo haber sucedido otra cosa. La primera en lanzarme aquella mirada extraña fue la cajera del supermercado. Creí que había sido sólo una casualidad, hasta que el muchacho que vendía periódicos me miró de la misma manera, con algo de hostilidad. Opté por olvidar el asunto y tomé un autobús. El conductor, un hombre lánguido y maltratado por el sueño, me observaba igual que los otros. Busqué asiento con paso inseguro y terminé al lado de una mujer que en todo el viaje no apartó la vista de mí, esperando que yo la mirara con alguna complicidad. Como los demás, perdió su tiempo. No lograrían implicarme en aquel asunto. Me bajé del autobús y decidí volver a casa. La tarde, pensé, no duraría para siempre. De Visión memorable, 1987.

Juan CarLoS méndez guédez (Barquisimeto, 1967)

En la vida no hay otra justicia posible que el azar, leyó el médico entre la fatiga de los ojos y el sopor del brandy. La frase de Borges lo impactó doblemente: por desconocida, y sobre todo por exacta.


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Desde ese instante, todas las noches se despide de la enfermera con las palabras de rigor: –Estoy en mi casa, el paciente está delicado, cualquier emergencia me llama por el buscapersona. Cuando llega a su apartamento, junto con la copa de licor toma entre sus dedos la moneda. Al lanzarla, la luz de las lámparas la nutre con exiguos destellos. Luego es el tintineo sobre el piso, el oscilar de las dos caras. Si aparece el rostro de Bolívar, el buscapersonas permanece encendido durante la noche y es posible cualquier aviso. Si por el contrario aparece el sello, el doctor extrae las baterías del aparato y las coloca sobre la mesa. –“En la vida no hay otra justicia posible que el azar” –susurra mientras camina hacia el cuarto y su esposa lo aguarda en la capa más profunda del sueño. De Historias del edificio, 1994.

Propaganda en el estado de Sucre, Venezuela

la estatua encontramos los cadáveres destripados de muchas palomas. En su pedestal la estatua lucía una nueva sonrisa.

MALL

De Relatos, 2005.

VíCtor VegaS (Barquisimeto, 1967)

LA SOMBRA SONRIENTE

marCo gentiLe

Una mujer que va de shopping para combatir su soledad y la puntual crisis de los cuarenta; el vigilante que acaba de recibir la guardia; la inmigrante que limpia las áreas de servicio; el joven que se ocupa de los antojos de un par de turistas en la tienda de la esquina; un grupo de niños que aplastan sus rostros risueños contra los cristales de una juguetería… sus historias, y las de otros muchos, están a punto de coincidir en las primeras páginas de los periódicos y telediarios, una vez que el terrorista haga detonar la carga de c-4 que lleva ceñida al torso, bajo la gabardina.

(Barquisimeto, 1978)

Desde hace varios días mi sombra anda pelándole el diente a todo mundo. Nadie me saluda, me ignoran para prestarle atención a ella, dicen que es locuaz, ingeniosa y carismática. Se pone mi ropa y me ordena silencio. Ya estoy harto de su petulancia: un día de éstos le entierro un rayo de luz en el pecho. De El demonio raquítico, 2007.

cando cada paso que debía dar, hasta el momento del encuentro esperado. La dicha plenó su mente, y el café bajaba su temperatura al igual que el clima, mientras una sonrisa cálida en su cara proyectaba aquella felicidad pasada. De pronto, al volver en sí, su sonrisa se tornó gris, y viendo fragmentos de tizne en el cielo sintió cómo el corazón se endurecía, clamando compasión. Sus manos arrugadas, trémulas, evidenciaban olvido; conocían más que nadie lo que habían hecho, pero ya no tenían tregua. Sin quererlo, el día cayó en su noche, y sin luz que diera con algo de pena en la culpa, quedó en la butaca; exangüe en el silencio. De Sueños enanos, 2007.

SÓLO EL GATO

nataLia ContramaeStre (Mérida, 1979)

De Historia secreta de ciertos objetos. Microficciones para lectores con prisa, 2009.

NIEBLA

miriam mattey (Maturín, 1978)

ESTATUA

raFaeL ViCtorino muñoz (Valencia, 1972)

La estatua tendría allí unos ciento cincuenta años. Generaciones de palomas habían cambiado el bronce por un blanco sucio. Una mañana, al levantarnos, alrededor de

Al palpar el otro lado de la cama, notó su ausencia: la mañana llegaba con un frío seco y él, observando taciturno por la ventana, lo confundía con el humo de su café. Le habría encargado su noche a la rutina, como todas las que precedían a ésta, desde el día en que todo ocurrió. Miraba a lo lejos, buscando desconectar al tiempo: presentía su regreso y, cuando pasaba, la locura iba mar-

Esta mañana abrí los ojos y vi al gato acurrucado a mis pies. Unos segundos sólo, bastaron para retomar el estado de profundo abatimiento con el que me acosté anoche. Mesas, pedido, caras y más caras, me atravesaron de nuevo el espíritu. Los amigos ausentes que me acompañaron durante la noche, esfumados esta mañana. El amor hace un año que se fue. Esta mañana abrí los ojos, y sólo el gato estaba ahí. De ¿Quieres jugar al memory?, 2006

Mural propagandistico en la ciudad de Maturin, Venezuela


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Venezuela, S

Luis Tovar

e dice que las comparaciones son odiosas, pero suele omitirse reconocer que son inevitables. Monstruosa por dimensiones, contradictoriamente anónima por hipermultitudinaria, distorsionada por su tendencia parafarandulesca y su vocación más mediática que cultural, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tiene, no obstante, la virtud involuntaria de volver aún más apreciable un evento como la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, en Venezuela ( FILUC ), cuya decimoquinta edición se llevó a cabo a mediados de octubre de 2014.

A poco menos de dos horas de Caracas, la ciudad de Valencia es sede de la Universidad de Carabobo y, naturalmente, también lo es de esta feria del libro que, como la celebrada en la no muy lejana Medellín, en Colombia, bien podría ser llamada no feria sino fiesta: festivo es el ambiente que flota en el aire, festiva la actitud de organizadores, editores, libreros, autores y participantes en general, y con toda seguridad tanto festejo se debe a que dichos participantes le hacen honor al sustantivo del mejor modo posible aquí: comprando libros y, ha de suponerse, leyéndolos –a diferencia de lo que confesó el desconsuelo de un expositor en la FIL mexicana: “vienen muchos pero compran muy pocos”. Si bien uno de los temas constantes e inevitables en estos pagos es el aluvión de dificultades económicas –y dónde no las hay, se pregunta uno al escuchar las quejas–, el hecho es que, a diferencia de lo que consta al salir de la inmensa extensión de la feria del libro tapatía, donde proporcionalmente no son tantos los que salen con una bolsa de libros, en la venezolana Valencia hay bastante más modo: a un promedio de cien bolívares, una novela, un ensa-

yo, un poemario, un libro de cuentos, una antología, un libro técnico, cuestan el equivalente a cincuenta pesos mexicanos, y abundan locales cuyas ofertas van desde los veinte a los cincuenta bolívares; lo mismo o menos de lo que cuesta una arepa bien preparada o una cachapa de queso de mano con pernil. De principio a fin, y en 2014 con México en calidad de país invitado, la FILUC es un bululú, como llaman los venezolanos a esa multitud que atesta el sitio un día sí y otro también; sitio que, por cierto, no es otra cosa que una muestra de la capacidad de adaptación y el ingenio locales: se trata de un área en el estacionamiento en los bajos de un centro comercial, así dignificado por la presencia de gente en busca de algo que no tiene que ver con modas ni consumismo.

LA FIESTA DE LA FERIA En los pasillos, en los salones donde se presentan libros, se dictan conferencias, se imparten talleres o se llevan a cabo lecturas, lo que más abunda es gente, gente y más gente: a la manera de la Feria del Libro de Minería, en México, aquí

Venezuela, ocho d J uan S ánchez P eláez

(Altagracia de Orituco, 1922)

Elena es alga de la tierra VI Elena es alga de la tierra Ola del mar. Existe porque posee la nostalgia De estos elementos, Pero Ella lo sabe, Sueña, Y confía. De pie sobre la roca y el coral de los abismos. En realidad, Elena Conoce las cosas simples, Porque antes de ser doncella Fue Sirena y Ondina, Y antes de ser Sirena y Ondina, Nadó en el torbellino, en el número, en el fuego. Yo debí caer en la calzada, y rememorar, Oh huésped delirante; Allí donde apacigua la tarde y el crepúsculo, A mí me separaron.

Tuve otro amor Puro como el éxtasis, Frágil como la fantasía, Absoluto como mi otro amor. Oí una trompeta de bruma en el desierto Mis halcones salieron del follaje. En todas las estaciones En el otoño o en la primavera Elena es alga de la tierra Ola del mar. De Animal de costumbre, 1959.

Filiación oscura No es el acto secular de extraer candela frotando una piedra. No. Para comenzar una historia verídica es necesario atraer en sucesiva ordenación de ideas las ánimas, el purgatorio y el infierno. Después, el anhelo humano corre el señalado albur. Después, uno sabe lo que ha de venir o lo ignora.

Después, si la historia es triste acaece la nostalgia. Hablamos de cine mudo. No hay antes ni después; ni acto secular ni historia verídica. Una piedra con un nombre o ninguno. Eso es todo. Uno sabe lo que sigue. Si finge es sereno. Si duda, caviloso. En la mayoría de los casos uno no sabe nada. Hay vivos que deletrean, hay vivos que hablan tuteándose y hay muertos que nos tutean, pero uno no sabe nada. En la mayoría de los casos, uno no sabe nada. De Filiación oscura, 1966.

VII

A Malena

Yo no soy hombre ni mujer yo sólo tengo resplandor propio cuando no pierdo el curso del río


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el libro y la dimensión humana pareciera haber un lector potencial por cada ejemplar, y cuando se busca entender de dónde sale tanta participación, tanto entusiasmo por lo libresco, en la mente se dibuja la vocación primera y más profunda que parece animar estos esfuerzos: alcanzar y mantener la dimensión humana de las cosas; vale decir, la posibilidad del contacto cercano, la palabra directa, la voz en vivo, el oído atento, la mano que se estrecha y que puede ser la del escritor más conocido en estos rumbos, la del más novel o la del que debuta, lo mismo que la de alguno de los organizadores, todo el tiempo confundidos con los visitantes porque, a diferencia de lo que ocurre en otras ferias, desde Rosa María Tovar –no hay parentesco con el firmante de estas líneas– hasta el último de los voluntarios, para encontrase con ellos hay que estar en los eventos, entre los puestos de los expositores, en los pasillos: en la fiesta, pues, porque ellos también la están viviendo, no es que la hagan sólo para los demás o, peor aún, para que hablen bien de ellos en los medios. Pero para entender la naturaleza de esta fiesta sirve también, y mucho, darse cuenta de que en ella se ha hecho caber a todos: editorialmente hablando, conviven en unos

cuantos metros cuadrados la prestigiada y cuasi mítica Monte Ávila, con las muy cuestionadoras del estado actual de las cosas Editorial Alfa y Punto Cero, con otras como la bastante enriquecedora Lugar Común, así como con un alto número de sellos universitarios y otros de instituciones oficiales y privadas, para conformar un perfil que se parece al de los lectores que se dieron cita: poliédrico, lleno de matices, de ningún modo monolítico ni conforme con un solo punto de vista para mirar la realidad. En dos palabras, lo que ya se dijo antes: dimensión humana, definida en el aquí y el ahora venezolanos que se

aprecia bajo el lente de un evento cultural cálido y accesible como es esta FILUC, por el interés genuino de mirarse a sí mismos, como individuos y como sociedad, a través del pensamiento y la palabra; a través de un libro, en consecuencia, o como lo dice el doctor César Miguel Rondón –toda una celebridad de a pie, para decirlo con algo que no debería sonar a paradoja–: “no hay arma más poderosa, ni bien más útil ni generoso que un libro lleno de palabras. Palabras buenas, generosas. Palabras fértiles. Palabras que en celebración continua e inacabable dejarán correr ideas, historias, imposibles, deseos, certezas, fantasías, fracasos, esperanzas, descalabros y victorias. Todo lo que supone, en fin, el universo ilimitado de la aventura humana”. Aventura de dimensión humana, entonces, la que consiste en el acto de leer, de explicarse el mundo –el interno y el externo– como por cierto se ha hecho en Venezuela desde siempre: los textos de poetas y narradores que forman este número de La Jornada Semanal son, apenas, botones de muestra de una literatura robusta en cantidad y calidad, lo cual puede comprobarse apenas el lector llegue al final de las presentes líneas

décadas de poesía cuando no pierdo su verdadero sol y puedo alejarme libre, girar, bogar, navegar dentro de lo absoluto y el mar blanco entonces sí soy el hombre rojo lleno de sangre y sí soy la mujer: una flor límpida, un lirio grande y también soy el alma y clarean los valles hondos en nuestro mudo abrazo eterno, amor frío –y qué más qué más por ahora piragua azul piragüita.

R amón P alomaReS (Escuque, 1935)

Volviendo de las sombras… Volviendo de las sombras se alumbró la llanura y despertó sus toros y caballos y mulas salvajes, igual la manada de corzos matacanes se juntaban en su orgullo de soledades… Y la ilusión apareció y en el instante de la mudanza sobre lagos fantasmas el aire hizo sus torres y desaparecieron porque no eran sino falsos navíos, terromonteros y embellecidas magias *

Las mulas cargadas…

De Aire sobre el aire, 1989.

Las mulas cargadas de avíos y equipajes de cristal cruzaban el mundo bajo un cielo de aullidos y erraba todo el tiempo como un tañido de campanas. Pero también hay un silencio en los viejos cauces y vive allí una muerte sola en los pantanos. Entonces un caserío viejo va brotando de algún pastizal, un sonido de peltres se va cortando por los aires y hay una puerta oscura por donde asoma un buitre.

Hay algo triste… Hay algo triste y lúgubre en la visión de esas estepas la tierra como un mar cubierto de sargazos el viento quieto a la altura de las mulas y el calor sofocante abrasado de arena. Pequeños torbellinos se batían al ras y como si fuéramos en chalupa el mar alzaba su horizonte y las llanuras ascendían. Se veían sobre los bancos de vapor esas palmeras como barcos y percibíamos el acecho de peligros y fatigas. Apuraban los baquianos y al voltear advertíamos los rezagados con las bestias del bagaje. Por entonces la nubecilla que volaba al Zenith anunciaba las lluvias. De Alegres provincias, 2011.

sigue

F


POESÍA

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R eynaldo P éRez S ó (Caracas, 1945)

Veo el día… veo el día cerrarse desde la puerta veo una ventana abrirse hacia la puerta me miro en el suelo sin levantar un esfuerzo para decir hoy este día me pertenece porque el sol está afuera y también es mío *

Unos labios… unos labios que miro romperse en el silencio de una boca de un cuarto que siento despertar mientras me froto las manos sin nada decir sin nada ver sin nada unos labios apenas contra la pared del cuarto De Reclamo, 1992.

e dda a RmaS

(Caracas, 1955)

Apamates en flor Dame luz ¿acaso puedes? calla si no,

y alivia tus alforjas de pertenencias inútiles trae el vino en el ánfora entre flores silvestres recién encontradas en el camino hacia mí, y de sandalias sin evadir el polvo de cabello suelto para que en el almíbar de la flor levitemos la plenitud. Para que no nos talen nos sembraremos a la sombra de los apamates, y envueltos en su rosado frágil tierra nos haremos filtrada memoria sin el amago del amanecer. *

La vida tiene… La vida tiene sus rincones. Accedemos a ellos como gatos al sillón. Sin etiquetas es laboriosa tarea ubicarlos. Orillas tu cuerpo abriéndole esquinas En este momento de heridas. Minúsculo suceso es el grano despuntando alguna verdad hecha secreto, a la incierta hora en que nadie la espera. De Sin negativo ni estaciones, 2012.

a lbeRto b aRReRa t ySzka (Caracas, 1960)

Deuda Los amigos muertos a veces vuelven, con sus cabellos aún mojados; entran a casa, beben vodka, escuchan los discos de Emerson, Like & Palmer, preguntan demasiado. Yo sirvo la mesa, lleno cada vaso, estoy casi feliz. Después de algunas horas, los platos parecen naves solitarias, ciudades tristes sobre el mantel. La noche, entonces, se encoge, cruda, terrible.

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Y de repente estoy otra vez solo, arañando la envoltura de unos nombres. Los amigos muertos a veces regresan. Se sientan a la mesa, piden más hielo, dejan sus labios enredados sobre el aire. Y se van. Desaparecen. Vuelven. a dejarme, repitiendo este ensayo fatuo, el inútil equilibrio de la madrugada. Jamás he escrito sus nombres. Jamás he escrito lo que siempre debí escribir. Amén por ello. Amén por todos ellos. De Coyote de ventanas, 1993.

*

Es turbio… para Javier Lasarte

Es turbio mi país difícil para el descanso o la inocencia ¿y estos versos al final para qué sirven? yo podría escribir poemas pedagógicos ¿para qué entonces tanto dolor de geografía? es decir yo podría antes de ‘p’ y ‘b’ va ‘m’ no lo olviden o recuerden que toda palabra terminada en ‘on’ va acentuada (copien corazón) y podría hablar de mis amigos como de hecho lo hago: Tato tocando violín ebrio en re menor toda la noche Armando llenando la sala de alpiste para que Dios baje a comer Rafael soñando las colinas de Italia y leyendo a Proust Javier hablando de cuando Floyd Patterson ¿te acuerdas?/ y llenarme la boca con Olga María Lola (ellas sí son obras completas tangos desenfrenados) podría también vender champú con mi poesía o escribir en papel milimetrado


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POESÍA

4 de enero de 2015 • Número 1035 • Jornada Semanal

La misma banda sonora

ganar concursos y llorar a mi otro yo que ya se fue pálido a París

Nadie los ve.

pero no dale con este marxismo fuera de moda y de esta maldita obsesión es turbio mi país cómo jode esta gramática hedionda a gasolina lleva un odio en sus acentos y existe en su diccionario íntimo la palabra Pinochet y Reagan por la ‘r’ también existe y sabe que ningún verso tumbará a ningún gobierno y aún sueña con el día en que ya nadie cree: copien corazón

ahora De Amor que por demás, 1985.

l uiS e nRique b elmonte

Compran su ticket en silencio, lloran y aplauden en silencio. Cuando encuentran a otros de su misma especie hunden sus manos en los bolsillos y se miran como roedores en un laberinto. Salen pensativos, cabizbajos, buscando su voz en el murmullo de voces somnolientas. Afuera se cruzan sus sombras, sus zapatos, sus ticket rotos. Y no es que dejen de estar solos, sino que a veces atraviesan el mismo pantano, el mismo sueño, la misma banda sonora. De Cuartos de alquiler, 2005.

(Caracas, 1971)

Apuntes del carnicero no quise hacerlo yo no si las nubes están cargadas de cenizas si los clarinetes partidos las mejillas sonrojadas este oficio no quise rasguñar esta carne estas palabras perdonen el ruido la miga sobre el piso sólo quería saber qué fue lo que cayó sobre mi mesa de dónde venía la gotica de sangre sólo eso no quise ser jifero de reses sin enumerar tanto hueso en astillas tanta página fracturada toda esta tinta no quise perdonen la hora es de mal gusto este zumbido de moscas estos minutos huyendo de mi cuerpo. De Paso en falso, 2004.

J aiRo R oJaS R oJaS (Caracas, 1980)

Madre (fragmento) no hay luz suficiente / no hay luna / bombillos no hay dejó de florecer el sol y flotan las voces de la noche deseando el día para descansar, huérfanas de paz, lo que era tierra, eso que eran cuerpos, aquello que eran animales, gente que sembraba sin muerte ahora desnudos ahora círculo de gente con fuego en su centro y las mismas caras; pisadas de caballos encima, voces de hombres afuera; el aliento que se lleva el llanto de los niños, huesos que chocan entre sí;

batir de alas, en la cara; bestias flacas que aúllan, la luna que se va detrás de los perros espantados, el paisaje que no es, –lo que no puede retratarse– una urna en medio de la nada, su silencio, el equívoco de esta vasta apariencia, es el ruido ése, el ruido, la bulla, los pasos, esa voz, esa voz, el ruido, la ira que deformó la sangre *

Padre

(fragmento) el camino es de agua y relampaguea para que él vea la huella que deja encima del río. El cielo se despoja de sus lágrimas y celebra al que camina, muerto de hambre, a llevar pan a su madre, al que camina sobre piedras y encima de los huesos que enseñan a leer / sin alfabeto. Caminante de la mano tosca que toca la tierra que resplandece a lo lejos. Tierra húmeda donde se siembra la alegría (el viento sembró ahí su origen). El verde sabe lo que hace, son los compases de las ramas al moverse, al despertar. Este es el albergue de lo inabarcable y el niño contempla el paso de la nube como gente envuelta en harapos ululando ululando. Se escucha el rumor de los que estuvieron primero. El niño no sabe que en esta montaña viene el tiempo a acabarse, sin más De Los plegamientos del agua, 2014

Street Art en el estado de Barinas, Venezuela

en nuestro próximo número:

El acto de fe de Vicente Leñero Estela Leñero, Miguel Ángel Quemain, Agustín Ramos y Gustavo Ogarrio

La Jornada Semanal @JornadaSemanal jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

4 de enero de 2015 • Número 1035 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Paraíso Tan presente, tan distante, tan deseada. La gran ventana enrejada, el muro cubierto de yedra que el sol llenaba de sombras, cuajadas de geranios las macetas, las gasas de la cortina apenas combadas por un soplo de jazmines, inesperado siempre. El espejo que te mostraba de frente mientras yo te veía de espaldas, la falda que dibujaba tu cuerpo de la cintura a los talones, el arco de los brazos desnudos mientras te recogías la cabellera oscura en un chongo que trenzabas indecisa, una y otra vez, hasta que lo sujetabas con agujas de carey; quedaban a la vista el suave vello de la nuca, el alto cuello de garza. Llegaba la tarde. Yo tendido en la cama que ya te extrañaba, con el enorme gato atigrado en grises sobre las piernas. Tan presente, tan distante, tan deseada. Sé que cantabas, pero tu voz no la recuerdo. Aquel era el paraíso, pero no lo sabíamos. ¿Cómo podíamos saberlo? Sólo se conoce el paraíso después de haber sido expulsado. 9-xii-2014 •

Rogelio Guedea AL VUELO La presa Había robado el esmirriado una tienda de abarrotes del pueblito. Se habría llevado unas galletas, un puñado de chicles, una Coca Cola. Lo habría hecho justo cuando el tendero fue a la trastienda por una botella de Pinol. Cogió todo y salió corriendo como alma que se lleva el diablo. Pero ahí tienen que lo detuvieron los policías de la caseta de la esquina. Lo atenazaron del cuello, lo esposaron por la espalda y de aquí no se va, pinche cabeza de zorrillo, le dijeron. Y el cabeza de zorrillo ¿qué creen? Que se suelta llorando. Llore y llore como chiquillo caguengue iba por la calle con la mirada enlodada de vergüenza. De pronto, y poco antes de cruzar la plaza, asomó por la ventana de un cuartucho la cabeza de una mujer. Era la madre del cuatrero, que lo vio bañado en lágrimas. Entonces dicen que para pronto le gritó:“Oiga, mijo, no me llore, usté con la frente muy en alto, ni que fuera el único ratero de este pinche pueblo. ¿Me oyó?” Cuentan que el esmirriado alzó la frente, tal como se lo había pedido su madre, alto alto, pero que no hubo Dios que lo hiciera parar de llorar •

bitácora bifronte Indio borrado, de Luis Felipe Lomelí: una épica moderna

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a violencia no es algo nuevo en nuestra historia, ni como asunto social ni como tema literario. Sus orígenes no parecen hallarse en una desviación moral o ética de las sociedades, provienen de otra fuente más antigua: la sobrevivencia. Indio borrado ( Tusquets, 2014), del escritor mexicano Luis Felipe Lomelí, aborda, magistralmente, el tema desde varios ángulos a partir de una geografía específica: la ciudad de Monterrey, Nuevo León. La novela, en la que el Güero, un personaje adolescente (casi un niño) encuentra, forzado por las circunstancias en las que vive, la madurez (cruel y terrible) a través de un rito de iniciación cuyos cimientos son los de la violencia desmesurada de un México que ya no se reconoce en paz ni siquiera en la imaginación artística:“El Güero no podría decir a qué huele su padre pero sabe que es el olor de su padre. El único. Y siente como si le dieran con un tubo en la base de la nuca y le fueran apretando los brazos con alambre, cada vez más fuerte, haciéndole saltar las venas, hundiéndose en la piel quemada por el sol luego de dos semanas de jale en la obra para recibir el primer sueldo de su vida. A los trece años.” Lomelí, en Indio borrado, describe las acciones de un personaje entrañable, bien definido, narra una historia en la que la tensión se acumula a cada momento, ofreciendo a sus lectores una obra que (apuesto por su permanencia) será imprescindible en la reciente literatura hispanoamericana. Los registros literarios que alcanza Luis Felipe Lomelí se nutren de una conciencia que le permite extraer del lenguaje coloquial propiedades altamente poéticas, encontrar la musicalidad que se canta en el barrio, entre la banda, en medio de la balacera, en la interpretación de los códigos de guerra asumidos por los “nuevos ejércitos”. Esta es una novela que se lee con fluidez, que corre como la sangre de una herida: roja, violenta, sagrada, como el mismo amor adolescente: “Respingas. Sientes un carnaval de insectos haciendo su desfile por tu cuerpo, por las arterias los carros alegóricos y el bailódromo justo en el pecho. Te sudan las manos. Y te pones colorado.” En Indio borrado, el Tiempo, ese asesino de la Historia, que borra con una mano lo que construye con la otra, se presenta de muchas maneras: el ancestral pasado que es habitado por los muertos que vigilan (desde su mundo) a los vivos, el presente desbocado que reta a la muerte a cada instante, y el futuro como una nube gris, en donde la esperanza apenas se atisba: “Matar –le dicen sus fantasmas–. Matamos al oso y al venado, a la serpiente, matamos para proteger a nuestros hijos y darles su alimento, matamos para no caer de hambre. Matamos de cerca, con el puño limpio, con el mazo y con la lanza. Matar.” Luis Felipe Lomelí ha logrado, con Indio borrado, un acercamiento brutal a la médula de una sociedad que trata de adaptarse para no morir, una épica moderna que reconoce sus orígenes y que da muestra de las virtudes de un prodigioso escritor •

Atenas, llama cuyo color es azul Nikos Karouzos Belleza del crepúsculo la flauta despacio van los tristes por la frondas del Parque Nacional* y cuando se sientan en las bancas azules viajan a mejores días del futuro uno sacudiendo el sueño de su cabello y ése de ahí con la cigarra por debajo y también el de más allá todos solitarios igual que tú solo los árboles abrazas por amor. Son las 7 y silban los guardias también aquí el mundo se acaba. Luego en las calles llevan jaulas vacías de nuevo deambulan se pierden los tristes. De las nubes cuelgan los pájaros y ven el provecho: miedo y cordero. Los cables eléctricos cercan los sueños quisieran– Y mientras no se salva la voz adentro a lo largo se oyen campanas de las iglesitas de la ortodoxia cautivas Pero cómo ondea el cielo en el oído de los tristes… Son las 7 y los choferes con los radios a todo volumen por veinte minutos la canción inmortal “esta noche vendrá la muerte a llevarse mis penas”** Sobre ellos prenda vieja la noche con el blanco amor el creador. * Es el gran parque público en el centro de Atenas. Tiene una extensión de 15.5 hectáreas. ** Versos de la canción del género popular revétiko “Me voy, adiós”. Letra de Kostas Virvos. Nikos Karouzos (1926-1990) es considerado uno de los poetas más destacados de su generación. Estudió leyes y durante la ocupación alemana de Grecia participó en la Resistencia. Es autor de veinte libros de poesía y de varios ensayos de crítica literaria, de teatro y artes plásticas. Sus primeros poemas aparecieron en 1954 y su último libro, póstumo, en 1991. Su obra poética ha sido reunida en dos tomos, Poemas I (1991) y Poemas II (1994), más el tomo Prosa escogida (1998), todos bajo sello de la editorial griega Íkaros. Recibió el Premio Nacional de Poesía en dos ocasiones, en 1972 y en 1988, y ha sido traducido al inglés, sueco, italiano y rumano. Véase La Jornada Semanal, núm. 867, 16/ xi /2011 Versión de Francisco Torres Córdova

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Jornada Semanal • Número 1035 • 4 de enero de 2015

LA OTRA ESCENA

........ ARTE Y PENSAMIENTO Miguel Ángel Quemain

quemainmx@gmail.com @mquemain

Escenología, memoria y creación del teatro mexicano

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L DICCIONARIO MEXICANO DE teatro, siglo xx es el último título de la colección Memoria y Creación, en la que se publicaron ocho libros de investigación y formación de creadores escénicos. Se trata de un recurso que es resultado de un programa que aprobó el Legislativo como Apoyo y Estímulo a la Producción de libros que realizó Conaculta-inba hace dos años y que concluye en este 2015. Los títulos: El jardinero de fantasmas, vida y obra de Carlos Ancira, de Jesús Ibarra; Aplicación y Desarrollo del drama holista, de Carlos Robles Cruz; El actor en el siglo xviii , La danza teatral en México durante el virreinato y Teatro musical y danza en el México de la Belle époque, los tres escritos por Maya Ramos Smith; Cómo escribir teatro, historia y reglas de dramaturgia, de Édgar Ceballos; En los andamios del teatro, las escenografías de David Antón y, finalmente, el que motiva esta reseña. Si hago el recuento de estos esfuerzos institucionales y privados es para hacer notar que el arrojo de Ceballos enriquece nuestra posibilidad de informarnos, pero todavía es incompleta y debería contar con mayor rigor en la elaboración de cada ficha, poseer un formulario, que no tiene que ser visible, donde se asignen campos imprescindibles, y se regularicen las entradas. Humberto Mussachio se enfrentó a esos problemas y logró hacer muchos ajustes al primer esfuerzo que le significaron las fichas del Diccionario enciclopédico de México que se publicó en cuatro tomos en los años ochenta, y que derivó finalmente en una obra enorme, difícilmente reeditable, que fue Milenios de México, que tendió puentes entre diversos temas que son propios de lo nacional y que obligan a emplear subcategorías y subgéneros que no se contemplan en la generalidad de las normas de clasificación internacionales, porque están en el orden de lo doméstico.

No hay que dejar de reconocer múltiples aproximaciones que han tratado de ofrecer un panorama totalizante de períodos, temas, corrientes y manifestaciones de nuestro teatro que forman ya parte de un mural de acercamientos valiosos, o que lo fueron, así como otros abordajes académicos que afinaron referencias, corrigieron y aumentaron a partir de archivos que se fueron clasificando y develando. El propio Édgar Ceballos hizo un primer esfuerzo, su Diccionario enciclopédico básico de teatro mexicano, siglo xx, México. Ed. Escenología, 1998), primera piedra de este logro personal y reproche hacia las instituciones necias que s iguen considerando que la investigación no forma parte de los apoyos que otorga el Conaculta y que, por el modo en que la plantea Ceballos, la indagación teatral no ofrece interés para las normas del Conacyt. Ceballos ha hecho muchas cosas solo, pero no podemos obviar trabajos que han abierto camino y que no sólo han documentado lo que somos con recortes, programas de mano, folletos, catálogos y demás documentos útiles que conforman el acervo del Citru. Continúan siendo referencia para obras sobre la Revolución mexicana los trabajos de Wilberto Cantón. En ámbitos más generales están Seki Sano, Fernando Wagner, Magaña Esquivel y Francisco Monterde. Hay aproximaciones teóricas importantes, como la que hace algunos años emprendió Alejandro Bullé-Goyri con una amplia investigación sobre el teatro del siglo xx , que se materializó en 2005 con un trabajo señero: Teatro y vanguardia en el México posrevolucionario (1920-1940), que se caracteriza por una reflexión de orden teórico-metodológico, misma que alcanzan también sus trabajos más recientes, como es el caso de Armando Partida Tayzán, una mirada indispensable en el orden teórico-práctico. No hablo de la web, pero Luis Mario Moncada presentó un esfuerzo de alcance semejante en línea. Sucede lo mismo con Rodolfo Obregón (Utopías aplazadas, últimas teatralidades del siglo xx , 2003), que se ha

esforzado por conjuntar y documentar la diversidad de lenguajes y sus antecedentes en el siglo xx. También está la documentación proliferante a partir de Paso de Gato, bajo la batuta de Jaime Chabaud. El logro de Édgar Ceballos, al menos en el terreno de las artes escénicas, todavía no lo consiguen las instituciones con un presupuesto dedicado a cumplir con varios de los objetivos que tiene este diccionario. El esfuerzo de Ceballos y el merecido aplauso por su trabajo es la vergüenza de nuestras instituciones artísticas, que funcionan como agencias de colocación de incompetentes enviados por influyentes y jerarcas burocráticos, además de los sindicalizados (cuya filosofía consiste, para la mayoría, en llegar tarde e irse a tiempo), enemigos del trabajo y cuyas conquistas laborales se convierten en prebendas y privilegios ofensivos •

BEMOL SOSTENIDO Alonso Arreola @LabAlonso

Queridos Santos Reyes

P

RIMERO… LO MENOS IMPORTANTE, queridos monarcas bíblicos. Dígannos: ¿cómo le hacemos para que a Sasha, Benny y Erik les dé –escalonadamente, no al mismo tiempo– una salmonelosis a prueba de sueros? Algo que nos permita imaginar una ausencia prolongada de sus personas, que impida los sacrílegos abordajes que en sus conciertos hacen a la obra de Soda Stereo y Cerati, entre otras muchas barbaridades. Eso para iniciar. Luego, ¿cómo le hacemos para que a Manuel Mijares y a Emmanuel les salga un salpullido micótico de ésos que tardan meses en quitarse? Algo que también los retire un tiempito de los escenarios. ¿Se puede? Miren, les explicamos: no es mala leche, sucede que aunque haya múltiples opciones y nadie nos obligue a escuchar o ver el Canal de las Estrellas, nos aflige que tantos connacionales se tengan que chutar a estos “artistas” como si la figura de Raúl Velasco regresara a nuestros calendarios. Santa Clos no nos hizo caso y por eso recurrimos a su sensibilidad, pues hemos leído que en tiempos libres tienen un trío de jazz y que aprecian la buena música. Por el contrario, sabemos que el gordo de rojo es fanático de las Pandora y que siempre maneja el trineo escuchando a Lupita D’Alessio y a Yuri. Por si fuera poco, hay quienes aseguran que es seguidor de La Voz México y que gracias a los mensajitos de texto que mandaron los duendes de su fábrica ganó el concurso una especie de Andrea Bocelli nayarita. En fin. Hablando de otras cosas, queremos acusar con ustedes a los del Salón de la Fama del Rock and Roll de Cleveland. Les pedimos que los dejen sin regalos este enero por haber inducido a Lou Reed y Stevie Ray Vaughan apenas ahora, en plan póstumo, mientras que los de

Green Day entrarán sin tanto esfuerzo y con un merecimiento aún por trabajarse (que vengan las mentadas). Ellos, Ringo Starr, Bill Withers, The Paul Butterfield Blues Band y Joan Jett & The Blackhearts ingresarán al Salón el próximo 18 de abril. Les pedimos, además, que la ceremonia valga la pena porque luego la andamos cazando por semanas y terminamos decepcionados. Hablando de presentaciones, les solicitamos de manera muy especial que lleven a buen puerto un proyecto extraño, atractivo, que sucederá por una buena causa: la lucha contra el cáncer. Hablamos del show que darán juntas, por vez primera, La Sonora Santanera y la Orquesta Filarmónica de la unam. Ocurrirá el sábado 10 y el domingo 11 de enero, claro está, en la Sala Nezahualcóyotl. (¿Dónde es que la gente se pondrá a bailar? Preguntamos.) Y bueno, como ya van a andar por esos lares, de paso échenle buenas vibras a la Orquesta Sinfónica del Estado de México que, en el mismo lugar y el mismo día aunque en la tarde, dará su concierto de despedida antes de irse a girar por Estados Unidos. Brincando a marzo, les pedimos que no vaya a cancelarse el show de Dave Mathews Band en el Festival Vive

Latino –que cada vez es menos latino– pues queremos sorprendernos con el buen oficio del sudafricano. Lo mismo deseamos para las presentaciones de Robert Plant, Die Antword y Tinariwen, bandas que les recomendamos ampliamente. (Ahora que lo pensamos bien, seguro que a Tinariwen sí los conocen, pues provienen del Sahara, de Mali para ser más exactos. ¿O no Baltazar? Es una bandota.) Hablando de música clásica, queridos Reyes, sería justo que intercedieran por la memoria del compositor y director Luis Herrera de la Fuente. Muerto a los noventa y ocho años de edad hace unas semanas, su obra “Preludio a Cuauhtémoc” cumple su quincuagésimo quinto aniversario, por lo que sería un buen pretexto para que todas nuestras orquestas y autoridades la recordaran. Y siguiendo con el asunto de las autoridades, nos gustaría no sólo que se aumentaran los presupuestos para la cultura este año que comienza, sino que se respetaran y ejercieran los aprobados en el pasado. Pensamos que sólo invirtiendo en la alteridad, en la conciencia y el valor sobre la vida y expresión ajenas, es como podrán cambiar muchas cosas a futuro. Finalmente, Melchor, Gaspar y Baltazar, queremos pedirles que logren que más música nueva gane espacios de relevancia pues, volviendo al principio de esta misiva, nos parece grotesco que la cartelera de Ticketmaster en el primer trimestre de 2015 siga estando dominada por nombres como los de Gloria Trevi, Luis Miguel, Alejandra Guzmán, Ricardo Arjona, Enrique Guzmán, Chayanne, José José, Ricardo Montaner y Cristian Castro. Oxígeno puro es ver que entre ellos brilla, de pronto, Blonde Redhead, que sonará el 21 de febrero en el Plaza Condesa. Por allá nos vemos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.


ARTE Y PENSAMIENTO ........

4 de enero de 2015 • Número 1035 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Verónica Murguía

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

Una de las cosas que más me gusta leer los fines de año son las listas de lo mejor y lo peor. Los mejores libros, los peores vestidos en las alfombras rojas, los políticos más hipócritas, las cirugías plásticas más evidentes, las metidas de pata más ridículas, las fotos más impresionantes del National Geographic, etcétera. Creo que estas listas son muy reveladoras y que resumen las cosas de forma eficaz, aunque es rarísimo que me tome alguna en serio. ¿Por qué? Porque como sabe cualquiera que haya tratado de hacer una lista, nunca están todos los que son, ni son todos los que están. Yo misma he intentado hacer alguna y las únicas que me salen más o menos bien son las que enumeran lo que aún no he hecho. Esas son largas, precisas y urgentes. Son listas de deberes, de aquello en lo que he fallado. Sospecho que esto

que acabo de escribir le resultaría muy revelador a un psicoanalista: a mí me angustia. Así, en tres segundos se me ocurre que: 1. Debo ir al dentista y, esta vez, terminar el tratamiento. 2. Buscar unas clases de francés. 3. Lavar las vestiduras del coche porque huelen como a gasolina. 4. Arreglar el clóset y donar la ropa que no uso (el suéter lila, del que llevo hablando tres años, todavía no aparece). 5. Debo cambiar la graduación de mis lentes porque ando como míster Magoo y no saludo ni a mi madre si está a más de diez metros de distancia .6. Bajar cuatro kilos. 7. Llamar al tapicero porque el gato ha destruido totalmente los sillones. 8. Dejar de ver series de televisión porque pierdo el tiempo como si mi expectativa de vida fuera de doscientos años. 9. Debo parar de hacerle cosas a mi ropa –como ponerle mangas de telas diferentes para “desconstruirla”, porque luego ando vestida como una tía de los locos Addams y 10. Organizar mi existencia. ¿Qué tal? Es una buena lista: válida, precisa y me salió del magín en lo que canta un gallo. En cambio, las listas de lo que me ha hecho feliz me confunden. Recuerdo hace tiempo, sentada alrededor de la mesa con unas colegas, Mónica Lavín preguntó: “¿Qué es lo mejor que leyeron este año?” Ella misma nos dijo “Yo, Pregúntale al polvo, de John Fante.” Las otras se quedaron pensando un momento y dijeron los títulos que a ellas les habían parecido los mejores. Yo, hasta la fecha no sé si dije algo, porque procedí a hacerme unas bolas que más bien parecía que me habían preguntado cómo solucionar la situación nacional. Esa misma noche llegué a casa y traté de, por lo menos, hacer una lista con los diez mejores libros del año para mí. Sin pretensiones críticas o imposiciones de ningún tipo. Y, chin, me seguí haciendo bolas: ¿poesía y prosa en la misma lista?,

¿cuenta lo mismo una relectura que una lectura nueva? ¿No amerita una lista aparte la literatura juvenil? No, odio el término. Pero bueno, tanta trilogía que uno lee para ver en qué andan los chicos… ¿Cuentan los libros que se leen para investigar? ¿Valdrá la pena hacer una lista para los amigos y otra para los desconocidos, extranjeros y muertos ilustres? Este año, ni lo intento. Tengo un Kindle, por lo que puedo contar qué he leído, aparte de los libros de papel, que por alguna razón me tomo más en serio. Y esto, por extraño que parezca, lo comparto con muchos otros lectores. El otro día en una preparatoria, es decir, en un lugar donde la mayoría de las personas sabe mucho más de tabletas, iPhones, apps y esas cosas que yo, unos chicos me dijeron que cuando les gusta mucho un libro electrónico ahorran para comprar el de papel, porque lo quieren tocar. Yo he alucinado, porque esa es la palabra, que he tenido en papel el libro de Cortázar Clases de literatura, que compré en Kindle. Creí recordar y es un recuerdo falso, la portada y el tacto del papel. En 2014 leí treinta y cuatro libros digitales. Medio leí otra docena que dejé porque no lograron interesarme (que suele no ser culpa del libro, sino mía) o porque comencé otros. Abandoné dos por miedo: uno sobre el cáncer y otro sobre lesiones y plasticidad cerebral. Digo miedo y no exagero: se me salía el corazón. Son libros de divulgación científica que me dejaron temblando. En cambio, ni chisté con dieciséis libros policíacos que devoré como si fueran pasteles. ¿Cuál fue el mejor libro que leí? Como dije, no puedo decidirme. Pero sé cuál quería leer y todavía no le hinco el diente, razón por la que me siento vagamente culpable: El ruiseñor, de Donna Tartt. Lo tengo en papel •

Dicen: “la juventud no tiene para gobernar experiencia suficiente. Menos mal, que nunca la tenga, la experiencia de robar… León Gieco, Los Salieris de Charly

A

Y, LICENCIADO, SIGUE USTED dando muestras de ser su propio, formidable enemigo. Lo condenan su lengua larga, su estupidez y sus inconmensurables ambición y petulancia. Entienda, licenciado –le regalo el título aunque ambos sepamos que muchas veces usted ni siquiera terminó dignamente la secun, pero decirle licenciado es uso y costumbre que le nutre esa autoestima secretamente magullada– que el tener un puesto público o peor aún, el haberlo obtenido porque era usted en el momento adecuado el alecuije ideal para el trabajo sucio o el primo del amigo de la estilista de la mujer del licenciado, el otro, su patrón (que es casi siempre como usted pero con más poder, más dinero, la misma falta de escrúpulos pero mejores contactos), el tener un puesto público, decía, no lo hace miembro de una casta divina e impune, aunque eso signifique precisamente en la cotidiana y puerca realidad mexicana pertenecer a un estamento gubernamental. Es usted en realidad mi empleado. El empleado de la mayoría de la gente que usted tanto desprecia y no se muestra recatado para exhibir esa irreverencia muchas veces humillante; en la manera altanera en que contesta a un reportero, en la arrogancia insufrible con que sube la ventanilla eléctrica ante el reclamo o la súplica, en la displicencia con que nos mira o finge no hacerlo. Porque mire, licenciado, aunque haga usted del servicio público una carrera indebidamente larga, de saltimbanqui político, de saltamontes burocrático, un día se le va a acabar el puesto y con el puesto la canonjía y con la canonjía los privilegios y con los privilegios perdidos usted va a pasar a ser, como este aporreateclas y millones de mexicanos, un ciudadano más, otro del montón, perrada. Pero rodeado de rencores. Ahí el que fue diputado y se presentaba amedrentando vecinos como “diputado federal” acompañado, claro, de un guardaespaldas malencarado de chalequito y cuarentaicinco al cinto y hoy, perdida la diputación, caído en desgracia por una traición política ni a su casa regresa. Allí el que comía en un restaurant muy quitado de la pena hasta que se le atragantó el bocado cuando fue interpelado, ante la mirada complaciente y burlona de meseros, comensales y garroteros, por una señora que lo reconoció y le gritó en su cara de asombro que era un cerdo corrupto. Allí los que creían que en grupo eran intocables cuando abordaron un avión y los pasajeros los pusieron, para decirlo con elegancia, como palo de gallinero.

Mejor, licenciado, no haga declaraciones. No elabore discursos llenecitos de adornos y mentiras. Robe mientras lo sigamos dejando, porque es su vocación, el abuso, el desfalco, la simulación, pero hágalo en silencio y no chille como puerco cuando sea aprehendido. Váyase a la cárcel o al quinto infierno en silencio. Ya ve luego ésos que tanto declaraban, tanta bravata ladraban cómo terminan patéticamente callados detrás de la rejilla de actuaciones ante un Ministerio Público posiblemente igual de corrupto pero afortunadamente del otro lado de la valla: reservándose su derecho a declarar. Mejor resérvese su derecho a declarar de una vez, por adelantado, y ahórrenos sus discursos falaces –que seamos honestos, no escribe usted, se los escribe un amanuense muerto de hambre o un licenciado inferior, servil y lamesuelas. No importa que sea usted gobernador en Jalisco o Puebla, o que sea el director del Colegio de Veracruz, o un procurador estatal o federal o secretario de Gobernación o el mismísimo presidente: cállese. Aprenda una lección de humildad, atienda un consejo gratuito y aprenda a callarse. En realidad a nadie le interesa lo que tenga que decir porque ya sabemos que miente, que protege intereses que no son los de la gente, que sólo le interesa el dinero, la embriaguez del whisky fino o del momento en que se compra un reloj de medio millón o una camioneta del millón completo. Casi siempre está usted en un área de la que no tiene ni remota, real idea de qué se trata realmente el trabajo ni las verdaderas obligaciones del puesto pero chupa dinero como aspiradora. Eso ya lo sabemos. Lo vemos en sus casotas, en sus flotillas de autos, en sus ejércitos de sirvientes. Para qué exhibirse. Mejor quédese callado. Gánese a usted mismo esa nimia batalla de narcisismos. Al menos para que seamos menos crueles al burlarnos de su caída, de sus lamentaciones y su llanto cuando pierda todo lo material. Porque entienda licenciado, la física no se equivoca, y todo lo que sube tiene que bajar.Y acá lo vamos a estar esperando •

CABEZALCUBO

Aprenda a callarse, licenciado

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Un resumen (incompleto)


Jornada Semanal • Número 1035 • 4 de enero de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO Luis Tovar

Javier Sicilia La irrealidad del Estado

L

A IDEA DE ESTADO es ajena a México, quizá sea ajena a casi toda América Latina. Su existencia entre nosotros es, como todos los grandes poderes que desde el imperio azteca ha padecido el territorio, fruto de una imposición. Al igual que después de la caída de Tenochtitlan, con la que soñaban los pueblos prehispánicos sometidos a ella, se nos impuso, con el virreinato, la monarquía absolutista de España, se nos impuso también, con la independencia, el Estado moderno que nació de las ideas liberales y la Revolución francesa. A ninguno de los próceres de la patria –tal vez con excepción de Zapata y de Lázaro Cárdenas–, ni de los héroes revolucionaros se le ocurrió ver realmente de qué manera estaba conformado nuestro pueblo y qué tipo

de organización y de gobierno requería. La comunidad, los pueblos indios, ese inmenso mosaico de culturas que somos, era para la lógica imperial y colonizada que conformó al país, lo premoderno, lo salvaje, aquello que estaba destinado a ser unificado por las avanzadas ideas europeas. Sin embargo, y pese a la imposición, el mexicano, a diferencia de los estadunidenses y de casi todos los europeos, no se identifica con él. Reflexiones como la de Hegel:“El Estado es la realidad de la idea moral”, no sólo no las entiende, nunca –con excepción de los libros sobre teoría del Estado o en la Constitución que nadie cumple– han formado parte de su ethos. El Estado para el mexicano es una abstracción, una realidad impersonal que ha intentado llenar con los contenidos que conoce, los de la comunidad: la amistad, la solidaridad, el compadrazgo. Sólo que esas virtudes, que tienen sentido en la proporción de un común –los pueblos indios son grandes maestros de ello–, se convirtieron, en el monstruoso espacio del Estado, en sus contrarios: la complicidad y el clientelismo. Por ello, el Estado, a lo largo de nuestra historia, nunca ha sido un Estado, sino una mafia. Hecho de miles de intereses, su control era el del gran tlatuani o el del capo de tuti capi que sexenalmente cambiaba; una presencia degradada del rey o del tata mandón, una imagen caricaturesca y terrible de la autoridad. Esa mafia, como le sucedió a la Unión Soviética –la expresión de un pueblo que también se traicionó a sí mismo bajo el influjo de las ideas europeas– se fracturó con la mal llamada transición democrática en decenas de mafias que pelean entre sí. No es extraño entonces que la hidra de mil cabezas del crimen organizado se haya generado y haya crecido con la transición. La mafia no es sólo el espejo en el que un Estado que nunca existió se mira, sino su prolongación, la consecuencia del clien-

telismo y las complicidades fracturadas. Una y otro se retroalimentan en una espiral de muerte y de destrucción. En este sentido, la crisis civilizatoria –el desmoronamiento del Estado y sus instituciones que nacieron de la Ilustración y de la Revolución francesa–coincide en México con la ausencia de comprensión, por parte del mexicano, de esa abstracción que durante dos siglos se impuso y fingió habitar. Su caos no es más que la clara expresión de su fracaso y del destino que seguirán las naciones. Lo que todavía para el mundo estadunidense y europeo es un cosmos cada vez más lastrado y disminuido en el que cada cual corresponde a la función que ejerce, en México es ya un terrible desorden y una absoluta confusión. Visto desde la lógica estadunidense y europea, esta realidad que señalo es absolutamente negativa y no puede explicarse de manera política. Yo digo que es lo contrario. Esa negatividad –que si hubiéramos caminado por otro derrotero no estaríamos padeciendo como ahora la padecemos– guarda en su fondo la positividad de la emergencia de esos universos que la perversión del Estado negó, y que ahora, al lado de los estudiantes y de las víctimas, son la reserva moral del país. Es desde allí –hay que revisitar el zapatismo– que podemos reconstruir a la nación en una nueva y vieja relación que no sea la del Estado, que nunca comprendimos, sino la de las comunidades y los barrios, la de una confederación de múltiples rostros que aún guardan las virtudes del común. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado, a Mario Luna y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, y boicotear las elecciones •

Des-balance 2014 (ii y última)

D

E ACUERDO CON LA Canacine, las películas mexicanas más vistas en el recién concluido 2014 fueron, en ese orden, las siguientes: La dictadura perfecta, 4 millones 125 mil 726 espectadores; Cásese quien pueda, 4’090,731; Cantinflas, 2’820,690; La leyenda de las momias de Guanajuato, 2’296,153; ¿Qué le dijiste a dios?, 1’689,381; El crimen del cácaro Gumaro, 1’493,338; Más negro que la noche, 1’434,712; Guten Tag, Ramón, 1’254,447; Amor de mis amores, 604,524, y finalmente Obediencia perfecta, con 597 mil 570 asistentes. Lo anterior significa un total de 20 millones 407 mil 272 personas que pagaron un boleto de sala comercial para ver alguno de los diez filmes mexicanos más exitosos, que cotejados con los poco más de 253 millones 100 mil boletos vendidos en dichas salas representan, según las cuentas de este ponepuntos, apenas el 8.06 por ciento y no el 9.5 de proporción de taquilla que reporta Canacine, para un diferencial de 1.44, que podrá parecer una nimiedad en términos porcentuales pero que, en los hechos, significa 3 millones 644 mil 640 espectadores – apenas un millón más de quienes fueron a ver, todas juntas, Obediencia perfecta, Amor de mis amores y El crimen del cácaro Gumaro. Esos poco más de 3 millones y medio remanentes son los que pagaron boleto para asistir a alguna otra película mexicana de las que no alcanzaron lugar en el listado de las diez más vistas. Desde una perspectiva genérica, puede afirmarse que al espectador mexicano lo que sigue pareciéndole más digno de ser visto –o de lo que con mayor facilidad se le convence mediáticamente—, cuando se trata de cine nacional, es comedia ya sea negra como La dictadura perfecta; romántica como Cásese quien pueda, ¿Qué le dijiste a dios? y Amor de mis amores; satírica como El crimen del cácaro…; o bien filmes de terror pero en refrito, que eso es Más negro que la noche; biografías de celebridades –ahí está Cantinflas–, animación infantil –La leyenda…–, y en último lugar un drama que, no casualmente y en opinión de este juntapalabras, es notablemente mejor que las anteriores nueve: Obediencia perfecta.

Marginal y lo que le sigue Salvo el filme animado de corte infantil La leyenda de las momias de Guanajuato, en este espacio se dijo algo, ya fuese mucho o poco, de las nueve restantes, así como de unas veintitantas más, entre las que se cuentan –citadas aquí sin orden particular– Los bañistas, La fórmula secreta del doctor Funes, Pánico 5 Bravo, Las horas contigo, Seguir viviendo, Workers, Viento aparte, Ilusión Nacional, La jaula de oro, Preludios, Las horas muertas, Huérfanos, Paraíso, A los ojos, La vida después,

Somos Mari Pepa, El charro misterioso (El más buscado), En La Estancia y Navajazo. Tal como puede verse, la manifiesta marginalidad que parece signar este espacio crítico cinematográfico se corresponde con la que sufren filmes como los aquí abordados: faltaría por mencionar poco más o menos otra veintena de cintas mexicanas exhibidas en 2014, que sumadas a las anteriores da un total aproximado de cuarenta películas, mismas que se repartieron aquellos 3 millones 600 mil y pico espectadores, para un promedio por película apenas superior a los 90 mil asistentes, es decir menos del veinte por ciento de quienes fueron a ver Obediencia perfecta o, para acabar de entender la incontestable marginalidad, un fabuloso 0.03 por ciento, para cada una de esas cuarenta películas, del total de personas que fueron al cine el año pasado. Algunas de las películas arriba referidas no fueron estrenadas en cartelera comercial, si bien tuvieron alguna función en festivales, salas de arte o cineclubes, mientras otras sí gozaron –es un decir– de una campaña de lanzamiento y promoción, así como de un espacio en salas de asistencia masiva. Quedan aún en el tintero, por cierto, filmes más que dignos e interesantes a los que ningún distribuidor ha querido voltear a ver todavía, como González, La tirisia, Familia gang, Carmín tropical y Güeros, a las que ojalá acompañe mejor suerte que la corrida por sus pares en 2014. El problema es que ya están por empezar su invasión palomitera los que Canacine, inercial y avaladora de tendencias nefastas, denomina “principales estrenos” para 2015, por ejemplo Jurassic Park 4, Minions Project, The Hunger Games: Mockingjay Part 2, Kung Fu Panda 3 y Star Wars Episode vii. Ergo, en términos de industria cinematográfica, como se dijo al principio de esta entrega, la novedad es que tampoco este año hay novedad •

CINEXCUSAS

twitter: @luistovars

CASA SOSEGADA

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ENSAYO

S

abemos todos que es a través del amor como tomamos posesión d e l mundo y que el amor entra por los sentidos. ¿Primero la vista o el paladar, el oído o el tacto? Sea cual fuere su orden, el resultado no se conmueve. Si la palabra es un don de la Providencia, el nombre es cosa del ser humano. De los nombres nos atrae su belleza, su eufonía y sonoridad sobre todo. Y si algo suena mal, es malo, escribe Norman Mailer. ¿Qué hay en un nombre? La palabra dice y quiere decir. El nombre es un poco como el carácter de las personas que, cuando se posee, determina también el aspecto físico; y contiene varios sentidos reales o posibles, más allá del sentido literal. Los nombres propios tienen orígenes y significados curiosos, nacidos de la fantasía o de circunstancias fortuitas o caprichosas, algunos también de motivos racionales. Bien que una patria no se puede p o s e e r c o m o s e p o s e e u n a p ro p i e dad, los nombres de las naciones no sólo implican una experiencia geográfica e histórica, pues representan igualmente una conjunción de anhelos, valores, comportamientos lingüísticos, psicológicos, culturales... Son producto de la historia y a la vez una elaboración y una expresión de un destino. Los hay que están cargados de tiempo hasta los bordes. Quienes fabricamos las voces señalamos para cada cosa la suya. Austria significa “Reino del este”, mientras que Corea deriva su nombre de la dinastía que dominó la península por varios siglos. Kenia lo adopta del monte vecino de Nairobi y significa “Montaña blanca”, mientras que Rumania equivale a “Tierra de los romanos”. El nombre de El Salvador hace referencia a Cristo. Al mediar el siglo pasado, Ángel Rosenblat –el filólogo venezolano que en 2014 cumple treinta años de haber muerto‒ dedicó un estudio (impreso por la Universidad Central de Venezuela en 1956 y reeditado por José Agustín Catalá en 2000, en homenaje al autor) con el mismo título del texto presente, en el cual expone, con erudición y ternura, el origen del nombre de su país. ¿Cómo se forjó el nombre de Venezuela? Igual que en muchos casos de otras naciones hispanoamericanas, proviene de la conquista española y de la independencia. El nombre emergió como resultado de un viaje en el área por Alonso de Hojeda (u Ojeda), Juan de la Cosa y Américo Vespucio. Fue Vespucio el primero en advertir y anotar su similitud con Venecia: “Desde esa isla (la de los Gigantes, la actual Curazao) fuimos a otra isla, distante de ella tres leguas, y encontramos una grandísima población, que tenía sus casas levantadas sobre el mar como en Venecia.” Es evidente que en los dominios del gusto la razón queda casi siempre subordinada a la percepción.

4 de enero de 2015 • Número 1035 • Jornada Semanal

Igualmente importante fue el mapa de Juan de la Cosa, de 1500, en el que, sobre el Golfo de Maracaibo, aparece escrito claramente como nombre de una población Venecuela, formado a partir del de Venecia. Venecuela figura –dice Rosenblat‒ con la cedilla antigua, que sonaba como ts y reproducía la z del italiano. Si en los siglos xvi y xvii se confundían las grafías, aclara Rosenblat, no era el caso con la pronunciación. No sin asombro, los historiadores de la Nueva España registraron también ese fenómeno. Los españoles han sido siempre notables historiadores. En su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo se maravilla de hallar asentamientos humanos sobre el agua. En el capítulo lxxxvii de su libro anota su admiración frente a tantas ciudades y villas pobladas en el agua: “...y aquella calzada

El nombre de Venezuela Leandro Arellano

tan derecha y por nivel cómo iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua y todos de calicanto”. En su Historia de la conquista de México, el padre Antonio de Solís y Rivadeneira (Libro Tercero, Capítulo ix ) escribe a su vez: “Había en la mitad del camino sobre la misma calzada otro lugar de hasta dos mil casas, que se llamaba Quitlavaca; y por estar fundado en el agua, le llamaron entonces Venecia.” Referencias similares aparecen en la Historia de los indios de la Nueva España de Fray Toribio de Benavente. Como la naturaleza lo da, así es propia y completa toda figura, todo contorno. Venecia, perla en el lodo, la llama José Emilio Pacheco. Ciudades originalmente asentadas en el agua, Caracas y Xochimilco están hermanadas con aquélla, cada una con su propio carácter. Venezuela fue, pues, el nombre de un villorrio indígena en el Golfo d e Maracaibo y del mismo Golfo por cierto tiempo. Durante la etapa colonial, las provincias que conforman hoy lo que es Venezuela no eran importantes ni política ni económicamente, señala el historiador Tomás Polanco Alcántara (Perspectiva histórica de Ve n e z u e l a , U n i v e r s i d a d C a t ó l i c a Andrés Bello, Caracas, 2010). Otras zonas de América más ricas concentraban la atención de España. Como los derivados de calle (callejuela), de plaza (plazuela) y otros, así proviene Venezuela de Venecia. Se trata, entonces, de un diminutivo y no de otra cosa. En lo bien definido reside el secreto de la permanencia. Con todo, hubo varios intentos por llamar a esta parte del globo: Tierra Paria, Tierra Firme, Tierra de Gracia. Pero cuando el nombre recaló en unas cédulas reales del Emperador Carlos v , pronto obtuvo consagración papal, en una bula de 1531. Cierto es que a menudo se intercambiaba el nombre de Venezuela por Caracas y al revés. Dos siglos y pico más tarde, por Cédula Real del 8 de septiembre de 1777, Carlos iii establece la Capitanía General de Venezuela y luego, en 1810, se establece la Junta Suprema de Venezuela. A partir de 1830 Venezuela ha sido ininterrumpidamente el nombre del país. La identidad es una búsqueda siempre abierta. La historia del nombre de Venezuela nos remonta hasta la colectividad que es hoy el universo y, como nos recuerda Claudio Magris, “tras las cosas tal como son hay también una promesa, la exigencia de cómo debieran ser”. La fe moldea nuestra visión del mundo y define nuestra conducta, mas si esa fe nos faltara, basta con que la tengamos en las cosas creadas • Ilustración de Juan Puga

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