Semanal04032018

Page 1

Las tres triLogías de

ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO ■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 4 de marzo de 2018 ■ Núm. 1200 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Luis Hernández navarro

•Secretos de la selva Lacandona (fragmento), Enrique González Rojo Arhtur • Poesía contra la

violencia: lo bello y lo terrible e n c a s a , J o s é Á n g e l Le y v a José Luis M artínez once años después, José María Espinasa La microficción argentina en México, Javier Perucho

• •


2

La

micro

LAS TRES TRILOGÍAS DE ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO Muy próximo a las nueve décadas de vida, del poeta, filósofo,

Javier Perucho

politólogo y ensayista mexicano Enrique González Rojo Arthur bien puede afirmarse lo mismo que él dijo de su entrañable maestro y amigo José Revueltas, cuando éste había fallecido: que lo define “la rectitud política, la rectitud literaria y la rectitud humana”. Docencia, lectura y música, en tanto pasiones personales, pero también la narrativa, la poesía y el ensayo en tanto vertientes creativas, así como la filosofía, la política y el activismo en favor de campesinos, docentes y sindicalistas de diversas áreas, en el ámbito de su vida pública, son tres de las diversas trilogías que dan cuerpo a una trayectoria vital y profesional signada por la claridad y la congruencia ética, de todo lo cual da cuenta el espléndido ensayo-semblanza de Luis Hernández Navarro con el que celebramos a uno de nuestros más importantes intelectuales. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

ACERTADO PANORAMA DE LA BREVEDAD NARRATIVA CULTIVADO POR PLUMAS ARGENTINAS EN NUESTRO PAÍS. GÉNERO MAYOR DE LA “CONCENTRACIÓN E INFLEXIBLE ECONOMÍA VERBAL”, SEGÚN SU IMPULSOR INDISCUTIBLE Y FUNDADOR DE EL CUENTO. REVISTA DE IMAGINACIÓN.

E

I

dmundo Valadés fue el promotor literario de las narrativas cuentísticas en América Latina. El cuento y la minificción tuvieron en su magisterio, a su trabajo de difusión, crítica y acervos, a uno de sus más arriesgados impulsores. La conciencia del género de la minificción apareció con su revista gracias a sus labores y empeños. Minificción es un concepto que José de la Colina acuñó, según asienta Valadés en “Ronda por el cuento brevísimo”, donde señaló algunos atributos del género: inventiva, ingenio, oficio prosístico, pero sobre todo, “concentración e inflexible economía verbal”. Por cierto, este ensayo se publicó por primera vez en una revista de Buenos Aires, Puro Cuento (año iv , núm. 21, marzoabril, 1990), dirigida entonces por Mempo Gardinelli, autor incluido en cuatro de los números de esta venerable publicación literaria bajo la batuta del escritor sonorense. En los parágrafos siguientes presento un panorama exprés sobre la recepción de la microficción argentina en el ámbito mexicano por si resulta útil para el lector de esta u otras regiones. Desde su fundación, El Cuento. Revista de Imaginación (1964-1999) publicó a una pléyade de escritores del Cono Sur: chilenos, peruanos, colombianos, venezolanos, brasileños, entre otros. Narradores argentinos como Borges, Bioy Casares, Cortázar, Marco Denevi, Felisberto Hernández, Victoria Ocampo y muchos más, instalados en la primera línea del canon, pero también a otros menos, mucho menos conocidos, como Sergio Golwarz, un escritor multifacético que mientras residió en México dio a conocer un libro magnífico, Infundios ejemplares (1969), hoy fuera del catálogo del Fondo de Cultura Económica.

Aquí debo señalar que la edición de este cuentario brevísimo estuvo al cuidado del padre de Lauro Zavala, según da cuenta el colofón. Aclaro que Luisa Valenzuela ha sido publicada ampliamente tanto en Alfaguara como en el fce. El caso Borges y el gran cronopio implican otros renglones y suficientes folios. Fuera del vórtice de la metrópoli, Jaime Muñoz Vargas publicó a uno de los maestros argentinos de la microficción, David Lagmanovich, Las intrusas. Microrrelatos (Torreón, Iberia Editorial, 2007). Muñoz Vargas y Lagmanovich cultivaron una relación de amistad muy estrecha, una relación de camaradería. A su vez, la editorial tapatía Posdata Editorial incursionó con Fabián Vique, Los suicidas se divierten (2012), una selecta antología de este microficcionista porteño. Y una chilanga de escasísimos recursos, La Tinta del Silencio, apostó por una plaquette de Ricardo Bugarín, Ficcionario (2017). La página electrónica de El Cuento registra en su biblioteca digital a más de tres mil escritores incluidos. En sus acervos se documenta que a Raúl Brasca le fueron publicados trece colaboraciones entre ensayos, cuentos y minificciones, de los cuales dos fueron premiados en el Concurso del Cuento Brevísimo (números 105-106 y 111112), recogidos en la antología que Ficticia lanzó como novedad en 2007 y cuya recensión viene adelante. Por su parte, Ana María Shua fue seleccionada en seis ocasiones. Ella afirma que fue gracias a la lectura de El Cuento que se animó a incursionar en el género, así era de sólido el prestigio literario de la revista valadesiana en el sur continental. Quizá no sea conocida la anécdota de cuando Ana pudo conocer a don Edmundo en Buenos Aires. En una entrevista virtual, me la confió hace un par de años:

Directora General: c armen L ira S aade , Director: L uiS t ovar , E d ic i ón : f ranciSco t orreS c órdova y r icardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: f ranciSco g arcía n oriega , Formación: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Tel. 5604 5520. Retoque Digital: f ranciSco deL t oro y Jesús Díaz, Publicidad: e va v argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Un Enrique por tres

Foto de María Luisa Severiano/La Jornada

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

oficción

argentina en méxico

Y te cuento lo que me pasó con Valadés. Yo le mandé varios textos para el concurso y una carta en la que lo invitaba a mi casa, a comer pollo a la crema con cerezas flambeadas, que en ese momento era mi Menú No.1 Para Visitas. Con los textos no pasó nada, pero en cambio Valadés publicó mi carta. Y para mi enormísima sorpresa, al año siguiente me llamó desde Buenos Aires, aceptando la invitación a cenar. Estábamos en 1976, el año en que comenzó la Dictadura. Yo tenía veinticinco años y uno de casada. Habíamos levantado el departamento porque tres días después nos íbamos a vivir a Francia, de modo que le tuve que decir que no lo podía invitar. Como inexperta y tontita, no me di cuenta de que Valadés sólo quería encontrarse conmigo y, en fin, podríamos haber ido a comer a cualquier otro lado. Me pareció que si no le podía dar mi Menú No.1, ya no había encuentro posible. Y ahí terminó todo. Valadés nunca volvió a contestarme una carta, y nunca conseguí que me enviaran ejemplares de El Cuento a Buenos Aires (o quizás los detenía la censura en el correo).

Clausurada la revista, ni Raúl ni Ana volvieron a publicar en el país, aunque intermitentemente fueron seleccionados en antologías y libros colectivos. Sólo hasta hace unos años, Posdata Editorial se animó a ofrecer al público mexicano Casa de geishas (2011). De Brasca no tengo noticia de la publicación de libro suyo por estos lares, salvo el libro antológico mencionado arriba. Consultado por correo electrónico, me comentó brevemente: “En México, salvo la revista El Cuento que me publicó tres veces, una de ellas un cuento largo y las antologías recientes de Agustín Monsreal y [Fernando] Sánchez Clelo (la del circo) y Dina Grijalva (micros eróticas), creo no tener publicaciones. En libro individual seguro que no. (Correo electrónico, 22 de noviembre, 2017.)” II

A

3

hora bien, dejo un testimonio sobre un festejo reciente. El Encuentro Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola surgió luego de una visita que el poeta, narrador y promotor cultural Marco Antonio Campos realizó a Buenos Aires en 2015 como invitado especial de la Jornada de Microficción, animadas por Raúl Brasca, organizadas al amparo de la feria del libro de su ciudad (fiLbo ). Al volver de su viaje, entusiasmado por la experiencia, Marco Antonio nos planteó la posibilidad de organizar un festejo parecido en nuestra ciudad para honrar y festejar al cuento breve, tallado por él con oficio de miniaturista en El señor Mozart y un tren de breve­ dades (Colibrí, 2004). A su llamado nos integramos Aura, Deborah y Mariana, integrantes de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, además de Sanda,

En el florilegio que preparó Brasca, Minificciones. del Seminario de Cultura Mexicana, instituciones que Antología personal (prólogo de Francisca Noguerol, soportan con su financiamiento, logística e infraes2017), el lector se enfrentará con los atributos que tructura cada Encuentro y, por supuesto, el inefable conforman su poética, en la que su gallo de oro es la Marcial Fernández, director de Ficticia, quien se ennarratividad, donde la última línea de una microficcarga de las tareas editoriales que demanda prepación no es el final, el final es el sentido. Para su escriturar cada antología que determina el certamen. ra, el silencio es una apuesta de sentido. Su escritura Los propósitos que animan cada Encuentro son tiene la encomienda de evidenciar las ambigüedades difundir la trayectoria de un escritor vivo que haya de la lengua. La ironía es un recurso permanente de su cultivado la microficción, premiarlo con la edición de creación cuentística. Mayoritariamente sus microficuna antología preparada por él mismo con su narraciones son conclusivas, “Pero lo conclusivo –afirma tiva breve y animarlo con un estipendio en reconociBrasca en un ensayo inédito– puede ser la súbita apamiento a sus trabajos de difusión, animación y emrición de una ambigüedad irresoluble, la certeza de lo peños literarios por legitimar el género en su país de indecidible, la perentoria exigencia del texto al lector origen, la región y el ámbito iberoamericano. para que le dé sentido, esa comprensión final que no En la integración de los jurados que participan en es un final sino un cierre consistente, bello y agudo.” los procesos de ponderación literaria, procuramos Ambas selecciones se enmarcan en la estela de la que colaboren escritores con una trayectoria inquedivulgación que he procurado bocetar aquí sobre una brantable en el género y expertos en literatura hisde las más longevas, potentes y arraigadas tradiciones panoamericana. De este modo han deliberado, en el narrativas de América Latina. primero, Raúl Brasca (Argentina), Francisca Noguesigue rol (España) y Lauro Zavala (México); en el segundo, Caroline Lepage (Francia), Violeta Rojo (Venezuela) y Ana María Shua (Argentina). Iberoamérica es el espacio geográfico que decidimos que abarcara el Encuentro, pues en la lengua lusitana que se habla en Brasil y Portugal palpita una terra ignota que PALABRAS debemos descubrir e integrar a David Lagmanovich nuestros acervos culturales. El Encuentro lleva el santo, Desde chico, desde siempre, inventaba aura y bendición de Juan José palabras. A veces cumplían su camino hacia el papel Arreola, ilustre maestro tapay muchas veces no, pero el sabor agridulce de una tío al que quisimos honrar palabra recién estrenada quedaba en sus labios como un por la sombra benéfica de eco lejano de la infancia. Eran palabras solemnes, como sus libros, tanto por La feria mortiveros; o frívolas, como chirripío; o levemente amenay Bestiario como por Con­ zantes, como destrapiada. Solía decir: “Ya sé que mis palabras fabulario, considerado el son inútiles, pero no hacen daño a nadie.” Hasta que llegó el santo patrono de la grey mimomento en que necesitó una palabra, una sola, para croficcionista. iniciar un viaje que sabía sin retorno. Un santo y seña para Respecto a las antologías la muerte, en fin. Escogió bien; no fue una de sus que ha publicado Ficticia en coepalabras inventadas. “Adiós”, creyeron algunos que dición con el Seminario de Culhabía dicho. Pero no fue así: en el momento tura Mexicana y la Secretaría de final, lo que dijo fue “Dios”. Cultura de la Ciudad de México, la

F

de Ana María Shua, Minificciones. Anto­ logía personal (prólogo de Marco Antonio Campos, 2016), ofrece una escritura pletórica de recursos, cuyo dominio de saberes narrativos le permite tallar la descripción física o psicológica, animar sus relatos con el diálogo, inventar personajes entrañables (La Sueñera), circunstancias y comunidades (Fenómenos de circo), placeres prohibidos (Casa de geishas), incursionar en la cuentística de terror (Temporada de fantasmas) y participar de la pura imaginación para asentar su reino (Botánica del caos).


4

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

SALIDA Ildiko Nassr La mujer en mí se viste de loba y sale al mundo a mendigar un cazador.

LAS VISITADORAS Martín Gardella Descubrí que las muñecas de mi hermana cobran vida en la madrugada. Abandonan con delicadeza la vivienda en miniatura de la habitación contigua y entran en la mía, semidesnudas, para colarse en el cajón de mis muñecos articulados. Hago silencio para no molestarlos y, con los ojos cerrados, escucho el sonido del plástico retorciéndose, galopante contra la caja de madera. Media hora más tarde, se retiran sonrientes y despeinadas, con su flexible cuerpo agotado y la misión cumplida. El episodio se repite indefectiblemente noche tras noche, aunque hoy promete ser diferente. Asomado a la puerta de mi cuarto, el alegre rostro plástico de la muñeca gigante que le regalé a mi hermana por su cumpleaños, observa el grueso candado que coloqué en el cajón de los juguetes, y me guiña un ojo. Todos duermen, excepto nosotros.

DESARRAIGO Ildiko Nassr El cuerpo de ese hombre era mi patria.

92

LA DURACIÓN

Ana María Shua

Leandro Hidalgo Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, de­ cepcionado, que ya es suya.

FELINOS Raúl Brasca

Enredo tu pelo entre mis dedos, tan lento, si supieras, que puedo sentir el grosor, la consistencia, la ínfima grasitud que le traspaso con las yemas. Estás dormida, si te vieras, en tanga y boca abajo y los ojos cerrados. En el techo un porta foco y un foco, unos cables sobresalen y eso es tan horrible. Yo apenas recostado hago anillos con tu pelo, miro una tv rota, en tres colores y sin volumen. Yo qué sé si afuera es la noche o el día, si sos vos o es sólo tu pelo, si soy yo este tipo insomne, o si apenas soy quien escribe en la lejanía, sin vos y sin él, sin sábana hecha un bollo, sin tu cuerpo boca abajo ni el de él boca arriba. Cuando un momento dura de verdad en esta Tierra, toda identidad se pone en duda. Si estoy durmiendo tan cansada, sintiendo un breve remolino en el pelo, si soy él que nunca duerme a estas horas, o si soy como vos, y escribo desde el error del tiempo.

Algo sucede entre el gato y yo. Estaba mirándolo desde mi sillón cuando se puso tenso, irguió las orejas y clavó la vista en un punto muy preciso del ligustro. Yo me concentré en él tanto como él en lo que miraba. De pronto sentí su instinto, un torbellino que me arrasó. Saltamos los dos a la vez. Ahora ha vuelto al mismo lugar de antes, se ha relajado y me echa una mirada lenta como para controlar que todo está bien. Ovillado en mi sillón, aguardo expectante su veredicto. Tengo la boca llena de plumas.

SE ACEPTAN VOLUNTARIOS Ricardo Bugarín El camello miró el ojo de la aguja. Confrontó posibilidades, sopesó postulados, calculó causas y efectos. Tomó coraje pero, finalmente, desistió. Ahora, versícularmente sentado, aguarda con su paciencia milenaria a que aparezca el primer hombre rico en el horizonte


5 4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

Poesía contra la violencia: Lo beLLo y Lo terribLe en caSa

José Ángel Leyva UNA REFLEXIÓN, DESDE LA POESÍA, SOBRE LAS PARADOJAS DE LA VIOLENCIA EN MÉXICO Y COLOMBIA, Y EN EL MUNDO QUE LA TRIVIALIZA, EN EL MERCADO QUE PROMUEVE Y DIFUNDE SU TERRIBLE ESTÉTICA.

F

ue en la Casa de Poesía Silva, en Bogotá, donde escuché la primera manifestación contra la violencia y la guerra. Era también mi primera visita a un país que habitaba en mis afectos porque mis amigos colombianos hablaban desde Ciudad de México con extraña alegría de su pueblo y sus paisajes. Digo extraña porque muchos de ellos habían sido víctimas de la violencia o estaban convencidos de que la vía armada era el único camino posible hacia la paz, la justicia y la democracia. Celebraban la hazañas y el ingenio del m -19, desde el robo de armas del Cantón norte hasta la toma del Palacio de Justicia. Jaime Bateman era un leyenda que se recreaba sin tragedia, como esos ídolos inmortales del cine o el espectáculo que desaparecen para evitar el peso de la fama, para no arribar a la vejez y dejar la huella indeleble de su juventud. Extraña pues la forma de evocar y diluir el drama, la carga doliente de un país tan cercano e invisible a la vez. Colombia se alzaba con su imaginario lúdico de Macondo, con extravagancia casi de historieta de la guerrilla y de los héroes que en medio del conflicto celebraban cumpleaños con música vallenata, que por muy triste que pueda ser también se baila. Colombia no era en el exterior sino una fiesta de balas y de sangre. Por lo menos hasta antes del imperio del narcotráfico y el paramilitarismo. Conocí entonces a poetas y poemas que no hablaban de la fiesta, sino del dolor, de la demencia, de la desaparición, de la impotencia, de la casa en ruinas. Por primera vez conocí a un poeta guardaespaldas con un tiro en la cabeza y sentí la presencia de un país desesperado, de una sociedad encarcelada en su riqueza, en sus venganzas, en sus ejércitos. Escuché la voz enérgi-

ca de María Mercedes Carranza hablar en favor de los alzados en armas, clamar por el fin de los secuestros políticos y delincuenciales, sin mencionar la desaparición forzada de su hermano, de detener la expulsión de miles de campesinos de sus lugares de origen, de llamar a las cosas por su nombre. Me encontré con la voz de Jotamario Arbeláez recitando “Un día después de la guerra”, y poco más tarde con Juan Manuel Roca, ante un público mayoritariamente joven, leyendo “Arenga de uno que no fue a la guerra”. Roca hacía énfasis en la urgencia de la paz y daba paso a “Canción del que fabrica los espejos”. Cada verso recorría el espinazo, no sólo de su país, también del mío. Se me revelaba no Macondo ni La Vorágine, sino un territorio por mí desconocido por no visto, oxímoron de la inalcanzable cercanía. Pueblos respetuosos del olvido, carecemos de nombres precisos para recordar el sufrimiento de las víctimas, para reconocer las huellas del sometimiento y la humillación ante la admiración por los protagonistas de la infamia. “Fabrico espejos:/ Al horror agrego más horror,/ Más belleza a la belleza.” En 2007, Juan Manuel Roca reunió a los poetas de su país, pero sobre todo recopiló poemas que hablan de la violencia en su país, casi como si hablaran de México. Quizá por ello me pide algunas líneas para la segunda edición, que debe aparecer este 2018. Y lo hago pensando en Colombia, pero siento a mi país en cada línea. El poeta Efraim Medina pone el dedo en la llaga cuando escribe “Menos el asesino todos los demás son víctimas /… / El asesino camina las calles, es arrogante y hermoso. Menos él todos saben que pueden morir /… / Menos el asesino todos los demás tienen culpa.” (“El gato en el horno ii”). La cultura con su aparato tecnológico hace el amor en los dominios de la muerte. La palabra, como artefacto o instrumento, llena o vacía su realidad, nombra u omite la verdad de sus significados y lo terrible puede adquirir por consecuencia un halo de hermosura, de divina consecuencia. Así, lo violento deviene espectáculo y apología de la crueldad, lo sanguinario se eleva como entretenimiento y símbolo de la perfección. Rara amalgama de la cortesía homicida.

Entonces nos asalta la pregunta: ¿por qué la belleza engendra violencia? Rainer María Rilke, en Elegías del Duino i, anuncia: “La belleza no es sino el principio de lo terrible./…/ Y si un ángel/ inopinadamente me ciñera/ contra su corazón, la fuerza de su ser/ me borraría; porque la belleza/ no es sino el nacimiento de lo terrible /.../ Todo ángel es terrible.” Una buena parte de los poemas de Casa sin sosiego hacen eco a dicho enigma, a ese especie de silogismo maldito que nos condena a desangrarnos y horrorizarnos. Porque hay un punto de partida donde la intriga se vuelve un dolor que parte en dos el corazón. ¿Cómo es posible dar a luz a tanta anomalía, cómo podemos ver luz en esas presencias aberrantes? La belleza sirve de marco al espanto. La violencia y los poetas colombianos del siglo xx no admiten la poética del eufemismo, de la banalización del crimen, del maquillaje sobre la deformidad. No hay actores del conflicto, ni pescas milagrosas, ni falsos positivos, ni actores del conflicto; hay, sí, dolor, despojo, injusticia, futuros tronchados, cautiverios, ruinas, miedo, fracasos, muertos, oleadas de muertos que abonan con sus cifras y su drama el verde paisaje de Colombia. Eduardo Galeano afirma: “La violencia genera violencia, pero también engendra ganancias.” El mercado ha producido una industria del entretenimiento que hace apología del crimen, impulsa una estética de la violencia, exalta formas de vivir en el vértigo de la destrucción y el lujo, entre el exceso y la banalidad de la existencia, con héroes de la trivialidad y de lo efímero. No hay un poema en esta antología que no insista en esa paradoja de los sentidos, en esta dramática contradicción de la fortuna. Armando Romero así lo confiesa en un mensaje: “Preferiría mirar la belleza irresistible del Egeo, pero cómo evitar la memoria de la juventud y de la infancia, poemas que hubiese preferido no escribir si ignorara la experiencia que los causa; esa es la vida, la que nos tocó en Colombia.”La poesía se juega el corazón no al azar, sino al amor, porque el amor no es equivalente a la belleza, ni a la perfección, sino al fin de la violencia, a la comunión de uno con el otro, del otro que dialoga con el yo-nosotros


6 4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

Enrique González Rojo Arthur

Secretos de

Enrique González Rojo durante el homenaje y presentación de su libro Manifiesto autogestionario hacia un encuentro con la esperanza, en el último día de la Feria del Libro en Azcapotzálco, Ciudad de México, 7 de mayo de 2017. Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada La humanidad está loca de atar:

UNA NOVELEMA DE UN ESCRITOR CON LARGO OFICIO QUE PROPONE LA FUSIÓN DE DOS GÉNEROS LITERARIOS DE LOS QUE SABE MUCHO POR SEPARADO. ADVERTENCIA

E

l poema que tiene el lector en sus manos pertenece a la colección de textos a los que he dado el nombre de novelemas, es decir de novela-poemas. Antes de abordar este tipo de creación había escrito un conjunto de cuentemas o sea de cuentos-poemas, como es el caso de algunos de los textos recogidos en mi libro Todos los cuentos, minicuentos y cuentemas de Enrique González Rojo Arthur. Las novelemas que he escrito hasta la actualidad son las siguientes: Lisístrata (2014), Abelardo y Eloísa (2014), Sublevaciones en el cielo y en la tierra (2015), Los colmillos del dragón (2016), Para salir del laberinto (2016), Empédocles (2016). Los cuentemas y las novelemas corresponden a la última etapa de mi producción poética que se inicia hacia 2013. Tengo, sin embargo, algunos antecedentes. En mi texto amplio de Para deletrear el infinito aparece ya un poemario, Los poderosos del cielo, que bien podría ser considerado una novelema (cuyo tema hace referencia a la mitología maya en general y al Popol­Vuh en particular), y en la etapa posterior al texto mencionado hay un libro, La memoralia del sol, que contiene algunos poemas que pueden ser considerados cuentemas y novelemas (que aluden a varios aspectos de la mitología náhuatl). Tanto los cuentemas como las novelemas tienen la intención de narrar una anécdota valiéndose de las formas esenciales de la poiesis poética. Se trata en ambos casos de la intencionada fusión de dos géneros literarios (poesía y prosa creativa) y conlleva una reacción contra la idea tradicional de la necesaria separación de ambas maneras. Las novelemas que he escrito hasta hoy, con excepción de Los poderosos del cielo y La memoralia del sol, que son, como dije, de una etapa anterior, se ocupan de temáticas fundamentalmente extranjeras. De Grecia son tomados los temas de Lisístrata (aunque adaptándola a nuestra América Latina en una fecha y un lugar indeterminados), Los colmillos del dragón, Para salir del laberinto y Empédocles. De la Biblia, Las sublevaciones del cielo y de la tierra, de la Edad Media, Abelardo y Eloísa. Después de la gestación de estos poemarios sentí la necesidad de volver a tratar un tema nuestro. Esta fue la motivación que está detrás de la elaboración de Los secre­ tos de la selva Lacandona que, como el nombre lo indica, hacen suya la temática de los mitos de buena parte del sureste mexicano. Resulta conveniente hacer notar que este escrito se basa, un tanto libremente, en la obra de varios antropólogos, siendo los más importantes Didier Boremanse, McGee Jr., Luis Rubén Tovar Merenco, entre otros, que en alguna medida siguen las orientaciones del gran Claude Lévi-Strauss. En esta novelema he tenido la constante y perspicaz colaboración de Alicia Torres ante todo en el cuidado de la pureza estilística. En efecto, las novelemas en general y también Los secretos de la selva lacandona, están escritas en un verso libre que rompe deliberadamente con la estructura rítmica y rímica de la poesía clásica tradicional. Condicionados por esta intención ella y yo hemos tratado de evitar en las estrofas la presencia cercana de la rima –consonancias y asonancias– sustituyendo, cuando aparecen, por sinónimos adecuados. Esta es la tendencia general pero no absoluta, ya que cuando la supresión de la rima perjudica el élan poético se respeta su presencia. En esta Advertencia no tengo la intención de hablar del contenido y la orientación central del poemario. Pretendo únicamente facilitar en algún nivel su lectura y encuadrar mi producción en el conjunto de mi obra poética

no puede crear un gusano, y sin embargo tiene que crear dioses por docena. Michel de Montaigne

La mejor y más exquisita de las memorias, añejada por la selva, puede advenir a nosotros si y sólo si logramos hacer del tiempo –ese animal prehistórico, salvaje, que, entronizado en su don de ubicuidad, husmea los puntos cardinales– un animal doméstico, como los canes, los gatos o la libido. Hay que salir de cacería, tenderle trampas, olfatear sus huellas, buscar el talón de Aquiles de su descuido, y zas llevárnoslo a casa. A casa. Los dioses están enamorados de la perfección, es su faro, su utopía, el ideal de sus manos albañiles, un castillo en el aire, quién lo duda, mas en un aire sólido, inmóvil, imperecedero, sin la ley devastadora de la gravedad. Los dioses son muy proclives a modificar de manera imprevista la versificación del oleaje si una espuma ripiosa adultera su sentido, a deshacer de un manotazo un crepúsculo, de destruirlo si entre el azul celeste y el verde campirano se inmiscuye la mediocridad de un gris cualquiera. Amantes de los libros –más que nada sagrados– alientan a los inventores y técnicos (dioses también, aunque en minúscula) a producir un invaluable fumigador de erratas, de descomposturas en los trinos del ave y del rechinar desafinado de las puertas, pero su deseo ha dado con la frente


7

I

C osmogonía en la averiada fantasía de los científicos. La imperfección, la torpeza, los errores los hacen revolverse en la cama con el sueño de que ya, por favor, el insomnio deje de atenazarlos. Dicen los que saben que, para los chiapanecos, ha habido cuatro soles o, si se quiere, mundos, universos, eras, cuentos de no acabar que dan de bruces con un punto final inesperado. Cada uno de esos soles fue hecho y después destruido por Hachäkyum, Nuestro Verdadero Padre. En cada caso, el dios hacía añicos el mundo porque no colmaba sus esperanzas –era una creación plena de ripios y de versos cojos– y su corazón de repente era inundado por la sangre negra del arrepentimiento. Pongo un ejemplo. El Tercer Sol fue destruido, transformado en las ruinas multiformes de la nada, por el comportamiento poco piadoso de las criaturas hacia Él: Hachäkyum esperaba que las mujeres y los hombres tuvieran el corazón vuelto hacia el cielo, con todos sus latidos arrodillados. Pero los lacandones, introvertidos, cerraban los ojos para iluminar sus entrañas y escondían la fe en lo divino en el pequeño frasco de la indiferencia. El dios no lo pudo soportar, fue tras el teléfono –algunos lo niegan, dicen que aquello que tomó fue un cuerno de cervatillo joven que tiene la aptitud de lanzar voces al viento– y conminó al caos a presentarse al más imperioso segundo de la puntualidad. Nuestro Verdadero Padre destruía los mundos por medio de temblores, diluvios, eclipses y otros fenómenos naturales enamorados del borrón y cuenta nueva. Ahora vivimos en el Cuarto Sol

que iniciose cuando los muertos del Tercero fueron resucitados por Hachäkyum. La resurrección de los difuntos era para el dios pan comido, facilísimo, como escribir octosílabos asonantados o calcar con un papel transparente las manchas variopintas de un leopardo de pertinaz e infinita mansedumbre. Cada vez que el dios se encolerizaba con el mundo establecido, cubría el sol con un manto. Cierto es que no es posible tapar el sol con un dedo, pero sí –privilegio de dioses– con una capa de enormísimo tamaño. Hachäkyum lograba así no sólo cortarle las uñas a los rayos siderales, sino dejar al sol en la otra orilla, en la cara oculta de los ojos. La negrura se tornaba tan espesa que casi casi impedía moverse a personas, animales y dioses. Esa oscuridad era el propicio ambiente para que los jaguares cósmicos, caídos desde el cielo, devorasen a los humanos, dieran fin a una época e iniciaran la siguiente. Ellos habían probado la carne de res, de cerdo, de gallina; pero la humana era de sabor tan exquisito como para chuparse las uñas y roer hasta el hueso las brochetas de la satisfacción más lujuriosa. Los jaguares –los cósmicos, no los que merodean en la selva caminando de puntitas y el olfato puesto a todo volumen– fungían como un instrumento de los dioses para terminar una Era, enterrarla, cubrirla con paletadas de olvido y comenzar desde los funerales del borrón hasta los chillidos del alumbramiento de la cuenta nueva.

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

la selva Lacandona (fragmento)


8 4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

Luis Hernández Navarro En el marco de la XIV Feria Internacional del Libro del Zócalo, se realizó la charla con el poeta Enrique González Rojo en el Foro José Revueltas, 19 de octubre de 2014 Foto: Antonio Oropeza / Secretaría de Cultura GDF

FILÓSOFO, POETA Y SEVERO PENSADOR POLÍTICO, PERO TAMBIÉN ACTIVISTA SOCIAL COMPROMETIDO CON SU PALABRA, ES UNA FIGURA INDISCUTIBLE DE LA CULTURA MEXICANA DEL SIGLO XX, LEJOS DE LAS VELEIDADES DEL ESTABLISHMENT INTELECTUAL AL QUE CRITICÓ EN SU ENSAYO “POR ARTE DE MAFIA”. PROFUNDAMENTE VINCULADO A JOSÉ REVUELTAS, LECTOR CUIDADOSO DE QUEVEDO, GÓNGORA Y SOR JUANA, TRADUCTOR DE LOS POETAS FRANCESES, PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA Y PREMIO LATINOAMERICANO DE POESÍA BENEMÉRITO DE LAS AMÉRICAS, A SUS OCHENTA Y NUEVE AÑOS DE EDAD SIGUE JALANDO “EL GATILLO DE SU PLUMA”.

E

LOS TRES ENRIQUES

n una época de cerveza sin alcohol, café sin cafeína, refrescos light, quesos descremados, partidos sin ideología y margarina en lugar de mantequilla, la obra de un intelectual que revindica el pensamiento duro debe remar a contracorriente. En una era en la que el campo cultural está dominado por capillas que sirven indistintamente al Príncipe y al Dios mercado, y las ideas que más circulan son las que los intelectuales mediáticos transmiten en pantallas de televisión y programas de radio, el trabajo de un pensador anticapitalista que lo mismo critica a Octavio Paz que a la nomenclatura política tiene grandes dificultades para abrirse paso. Enrique González Rojo Arthur es uno de ésos. A sus ochenta y nueve años de edad, con varios premios de poesía a sus espaldas (incluido el Xavier Villaurrutia y el Benemérito de las Américas), una sólida obra filosófica y una práctica política inclaudicable enfrenta el frío (e incluso el desdén) de los administradores del Olimpo de las letras. Sabe a qué se enfrenta. No en balde dedicó su libro El Antiguo Relato del Principio: “ A Efraín Huerta, poeta independiente del Estado y de las mafias.” En noviembre de 1975 escribió en la revista Rumbo el ensayo titulado “Por arte de mafia”, en el que hizo la radiografía de

las capillas literarias. “La mafia –explica allí– puede sustituir la ausencia de grandes valores artísticos por un procesamiento extraestético que asegura al autor que se hable de él, que no deje de estar en ‘circulación’, que dé, incluso, la impresión de estarse codeando con la historia. Pero emplea también el silencio, la omisión –el cuerpo fantasmal del ‘ninguneo’–, administra sabiamente ruidos y silencios; el ruido, el ‘escándalo literario’, lo dedica a sus integrantes o ‘amigos de ruta’; la omisión la reserva para ‘los otros’.” No le importa mucho. A lo largo de los años ha ido forjando un público distinto al del radio de acción de los principales bloques político-culturales, integrado en su mayoría por jóvenes que se acercan a él, lo leen y lo discuten. Sus recitales y conferencias se transforman con frecuencia en verdaderos espectáculos, en los que, al terminar, es rodeado por un enjambre de muchachos que solicitan su autógrafo o le confiesan su admiración por su poesía. Enrique forma parte de una dinastía sui géneris en la cultura mexicana. Su abuelo, Enrique González Martínez, autor del soneto “Tuércele el cuello al cisne”, es una de las figuras más prominentes del modernismo del principio del siglo xx , y, al mismo tiempo, un crítico de esta corriente. Un personaje que, a su manera, encabezó su propia capilla literaria, y que, no obstante

la diferencia de edades que tenía con López Velarde, cultivó con él una gran amistad y formó, junto a Efrén Rebolledo, la revista Pegaso. Su padre, Enrique González Rojo, perteneció a una corriente muy significativa de la literatura mexicana, el grupo Contemporáneos, y fue uno de los directores de la primera etapa de su revista. Murió joven, justo cuando comenzaba a producir una obra importante. Huérfano a los nueve años de edad, González Rojo Arthur tuvo en su abuelo un padre sustituto, con el que entabló una relación mucho más profunda que la que había establecido con su padre. Vivió con el abuelo de los nueve a los veintitrés años de edad, y recibió de él una enorme influencia literaria, política y de disciplina y hábitos de trabajo. Independizarse intelectualmente de su sombra fue una tarea ardua y compleja. González Rojo disfrutó el privilegio de vivir la transformación política de su abuelo. En su juventud, González Martínez había sido un pensador conservador pero, con el paso del tiempo, su posición se modificó. El nieto convivió con una persona que había reflexionado mucho sobre los problemas sociales y que había llegado a la conclusión de que la historia caminaba por el flanco izquierdo. Enrique es un hombre afable y modesto, dotado de un extraordinario sentido del humor, que sabe hacer


ENRIQUE

GONZÁLEZ ROJO

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

Las tres triLogías de

9

reír a las mujeres. Su atuendo es siempre el mismo, sea que hable frente a un grupo de obreros, explique su concepción del partido político de izquierda a una comunidad rural o lea uno de sus poemas en un encuentro de intelectuales. No importa si se encuentra con el calor desbordante de la selva chiapaneca, con frío invierno zacatecano o en el caprichoso clima de la jungla de asfalto capitalina, viste de traje, corbata y chaleco. Enrique, que comenzó a escribir poesía copiando a su abuelo, fue parte del poeticismo, que puso en el centro de sus construcciones literarias la metáfora y el mecanismo de los tropos. El término fue inventado por sus integrantes para diferenciarse de los poetas. Se basaba en tres divisas: originalidad, complejidad y claridad. A pesar de que Eduardo Lizalde escribió sobre este proyecto en Autobiografía de un fracaso que (los poeticistas): “Navegábamos con natural petulancia por el kindergarten del mundo literario, bajo la mirada paternal del poeta Enrique González Martínez”, algo tuvo esa corriente, que cuatro de los poetas que la integraron (Marco Antonio Montes de Oca, Arturo González Cosío, González Rojo y el mismo Lizalde) fueron galardonados con el Premio Villaurrutia. Enrique escribió desde la trinchera del poeticismo una de sus obras más conocidas: Para deletrear el infi­ nito. En este libro están claramente establecido las claves centrales de su obra. Aspirante a cronista de gerundios, a lo largo de los años, su poesía ha tenido un personaje central y un demonio: el tiempo y el infinito. Sin embargo, el literato ajustó cuentas muy pronto con el poeticismo. Lo hizo desde dentro de su propia obra, para zarpar a navegar otros mares de letras. En la última etapa de su producción poética, que comienza en 2013, arribó a un nuevo puerto, en el que fusiona la poesía y la prosa creativa para narrar una anécdota valiéndose de las formas esenciales de la poiesis poética, en cuentos-poemas y novelas-poemas. Rompe así con la separación de los géneros. González Rojo tuvo una relación muy estrecha con el grupo Hiperión, formado por muchos de sus maestros y amigos. Y, a pesar de las diferencias políticas que tenía con Emilio Uranga, se iba a tomar café con él y a platicar sobre el joven Marx y sus manuscritos económicos-filosóficos de 1844. Tuvo también relaciones fraternas y de andanzas políticas con los integrantes de La espiga amotinada. Sin embargo, tenía con ellos concepciones artísticas y estéticas muy diferentes.

EL TERCER PADRE

A

demás de su abuelo y de su padre, González Rojo reconoce una paternidad adicional, en este caso espiritual: la de José Revueltas. Lo considera uno de los hombres más valiosos que ha dado la literatura y la política en México. Y, aunque el autor de Ensayo de un proletariado sin cabeza no dejó una escuela, y tuvo con Enrique diferencias políticas al interior sigue

F

El poeta Enrique González Rojo en entrevista para La Jornada en su casa de La Condesa, 23 de noviembre de 2003. Foto: María Luisa Severiano/ La Jornada


10

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

de la Liga Leninista Espartaco que desembocaron en la ruptura, González Rojo es un revueltiano. González Rojo recibió de Revueltas no sólo la influencia de su poderosa personalidad, sino, también, de sus producciones teóricas. Su biografía política está ligada al novelista. Discípulo y seguidor de las ideas del duranguense, en los últimos años se interesó en vincular sus propuestas teóricas y políticas, y en desarrollar creativamente tanto sus simpatías como sus diferencias con él. Cuando el poeta se encontró con el novelista por primera ocasión, quedó deslumbrando por su refinamiento intelectual. En una entrevista que le hice hace unos años, Enrique contó: “Yo conocí a Pepe en la fiesta que se hizo en mi casa, en Mayorazgo 715, en (1951), celebrando los ochenta años de mi abuelo. Ahí, en medio de la sala, había una serie de jóvenes que eran los hiperiones. Ahí estaban Emilio Uranga, Jorge Portilla, Joaquín Sánchez McGregor y algunos otros. A mí me interesó mucho su conversación porque en aquella época yo era lector del existencialismo. Me había deslizado un poco de mis lecturas kantianas a las lecturas de los filósofos existencialistas. Entonces me interesaba oír el punto de vista de estos jóvenes. Entre ellos estaba José Revueltas. Era la primera vez que lo encontraba y lo escuché discutir con ellos y decirles cosas que en ese momento le admiré mucho. ‘Ustedes –les dijo Pepe– están leyendo mucho existencialismo francés, a Jean-Paul Sartre, a Merleau-Ponty. Ustedes están al tanto incluso de la fenomenología, pero lo que no dominan es la dialéctica de Hegel.’ Lo recuerdo como una imagen muy plástica del Pepe rebelde, luchando, siempre bajo la influencia de la corriente dialéctica y materialista.” González Rojo comienza a relacionarse con el autor de El Cuadrante de la soledad a partir de 1956, fecha de reingreso del dramaturgo al Partido Comunista. Enrique, Eduardo Lizalde y Joaquín Sánchez McGregor habían fundado dentro de esa agrupación la célula “Carlos Marx”, y Pepe fue adscrito a ella. A partir de ese momento lucharon juntos contra las deformaciones del partido y, a raíz de su expulsión, fundaron la Liga Leninista Espartaco. “Revueltas –cuenta Enrique– nos cambió a los miembros de la célula. Nos dio a conocer la historia del Partido. Nos platicó cómo ingresó al Socorro Rojo y cómo lo habían encarcelado varias veces. Nos habló de las crisis del 40, del 43 y del 47. Fue uno de los primeros antiestalinistas dentro del Partido. Más aún, Pepe sembró la semilla de una posición crítica no sólo hacia Stalin y el socialismo real, sino hacia figuras como Lenin.” Entre los muchos homenajes intelectuales que Enrique le ha hecho a su camarada, destaca uno: el célebre “Discurso de José Revueltas a los perros” en el Parque Hundido.

Lleva a cuestas como carga emocional unir al canto la denuncia, el enojo y la violencia verbal. La creación literaria –dice– no tiene relación con el trabajo social y político, sino que es trabajo social y político. Sus instrumentos de trabajo son la pluma y el micrófono. Se acercó a la filosofía al sentir la necesidad de explicarse el acto poético. No quería ser nada más un jilguero. Quería saber de dónde venía su inspiración, qué sentido tenía. Y, por consejo de su abuelo, se puso a leer obras de preceptiva, algo sobre la teoría de la poesía y finalmente estética. Fue allí donde se enfiló hacia la filosofía. Devorador de poesía, leyó con detenimiento a los clásicos del Siglo de Oro, a Quevedo, Góngora y a Sor Juana. Su principal influencia poética son los franceses, a quienes leyó en su lengua y tradujo. Cuando salió del seno familiar se entregó a los brazos de la ideología y la militancia comunista. Descubrió entonces que no sólo existen los problemas del poder,

LAS TRES PASIONES

sino además los de la enajenación y están por todas partes. Encontró también que éstos pueden ser temas poético-literario en múltiples direcciones. Perseverante en sus principios éticos y en la convicción de que es necesario cambiar el mundo, González Rojo se niega a colaborar con el sistema. Enrique es un político de izquierda radical. Nunca ha podido dejar de serlo. Jamás lo ha abandonado el deseo de mejoramiento de la especie humana en los general y de los mexicanos en particular. Ha sido, además, un militante orgánico de diversas organizaciones revolucionarias, desde las cuales ha elaborado buena parte de su reflexión teórica. Autor de complejos textos de filosofía y política, durante toda su vida González Rojo ha buscado vincularse a la lucha de obreros y campesinos. Colaboró durante la década de los setenta con los sindicalistas del Frente Auténtico del Trabajo ( fat ) en charlas de for-

A

lo largo de su vida, González Rojo ha tenido varios amores y tres pasiones principales. Entre sus amores se encuentran la docencia, la lectura y la música (fue estudiante de piano y composición, y en más de una ocasión confesó ser un músico frustrado). Sus pasiones son la poesía, la filosofía y la política. Esas pasiones están profundamente entreveradas. Son como una trenza que se teje en el infinito. Cuando está escribiendo demasiada poesía, añora la filosofía. Cuando se dedica a la filosofía, extraña la poesía. Y cuando está en las dos, siente nostalgia por la política. No puede vivir sin escribir en lo general y sin hacer poesía en lo particular. Según su abuelo Enrique González Martínez, heredó la ponzoña lírica. Comenzó a escribir poemas desde los seis o siete años, y desde entonces no ha parado.

mación y círculos de reflexión. Con los campesinos zacatecanos, los pobres urbanos de Durango y los maestros de educación primaria de Ciudad de México participó en escuelas de cuadros. Generoso, cuando en 1976 le fue otorgado el Premio Xavier Villaurrutia, donó el dinero del galardón al fat y a los electricistas democráticos de Rafael Galván. Dotado de enorme talento para argumentar sus posiciones, en su oratoria apela directamente a la razón. Dedicado durante toda su vida al magisterio, sus intervenciones en asambleas populares y reuniones políticas buscan ser pedagógicas. Sin hacer concesión alguna en el necesario rigor de las palabras, procura, siempre, utilizar un lenguaje accesible a quienes lo escuchan. Es un profesor que habla para que sus alumnos lo entiendan, no un militante que busca imponer su punto de vista a cualquier precio. Tiene, además, la rara cualidad de saber escuchar a los que no piensan como él.

José Revueltas, María Antonieta Domínguez y Enrique González Rojo Arthur. Fuente: www.enriquegonzalezrojo

C uando eL poeta se enContró Con eL noveLista por priMera oCasión , quedó desLuMbrando por su refinaMiento inteLeCtuaL.

Luchador empedernido en contra del estalinismo de huarache, Enrique ha dedicado una parte muy importante de su obra teórica como pensador de izquierda a tratar de explicar por qué los bolcheviques, queriendo soñar la emancipación humana, nos dieron una feroz dictadura. Su optimismo –asegura– viene de su capacidad para repensar cosas como ésta, y de no olvidar nunca la estrategia del comunismo. Como teórico de la transformación social, el poeta ha reflexionado con imaginación y profundidad en la existencia de una tercera clase, la clase intelectual, y en su papel en el llamado socialismo real. A partir de su estudio de Freud y el psicoanálisis, elaboró la teoría de la pulsión apropiativa. Convencido de que se produce plusvalía no sólo en la esfera de la producción, sino también en los servicios y la circulación, ha propuesto una nueva visión del sujeto histórico. Convencido de que el socialismo sólo puede ser obra de los trabajadores mismos, ha colocado en el centro de su proyecto la lucha por la autogestión. Poeta que jala el gatillo de la pluma, durante la oración fúnebre que pronunció por la muerte de su querido José Revueltas, advirtió: “representa en México la honestidad, y cuando digo honestidad hago referencia a la rectitud política, la rectitud literaria, la rectitud humana.” Exactamente lo mismo puede decirse hoy día sobre él


11

Leer

Jornada Semanal • Número 1200 • 4 de marzo de 2018

Teoría y ciencia de la justicia, Jorge Ojeda Velázquez, Instituto Nacional de Ciencias Penales, México, 2017.

La justicia como aspiración RICARDO GUZMÁN WOLFFER

E

n el México contemporáneo, donde la desigual‑ dad social es publicitada por entidades públicas y privadas, donde las redes sociales permiten saber el estado lamentable de muchas comuni‑ dades, donde se gastan miles de millones de pesos en precampañas políticas absolutamente inútiles (ya sa‑ bíamos quién era el candidato presidencial de cada coalición) y campañas políticas que no dejan de sor‑ prender para mal, donde conviven empresarios multi‑ millonarios con personas en extrema pobreza, hablar de justicia es tan necesario como desesperanzador. Este libro de Jorge Ojeda tiene la virtud de la inter‑ disciplinariedad. No estamos ante el concepto letrista y jurídico de la justicia. Siempre es fácil decir que lo justo es lo legal, cuando es clarísimo que muchas leyes declaradas legales por los órganos judiciales apenas si convencen como sinónimo de justicia social. Uno de los muchos puntos desarrollados por Ojeda es si el derecho sirve para solucionar conflictos, para estable‑ cer si la justicia estabiliza el comportamiento huma‑ no y permite la cohesión social. Analizado el fenó‑ meno desde distintas disciplinas, empezando por la sociología jurídica, la reflexión básica es si estamos en una sociedad donde funciona el presupuesto de toda norma jurídica: ¿de verdad estamos preparados para vivir en sociedad?, ¿de verdad los legisladores son conocedores profundos del fenómeno que pretenden resolver con las leyes que expiden? Si el conflicto es la disfunción de las normas, señala Ojeda, la justicia debe servir para reparar ese organismo enfermo. Pero la solución requiere de procedimientos y jueces: se confunde lo justo con lo legal; aunque es el mecanismo básico de toda sociedad, la profusión de tribunales especializados (justicia agraria, médica, administra‑ tiva, civil, militar, etcétera) termina por presentar una pared muchas veces insalvable para quienes piden justicia. O sirve de trampa para disuadir al ciudadano de pedirla: por el monto de una injusta fotomulta (¿son razonables los límites de velocidad fijados por el regla‑ mento de la cdmx ?) un alto porcentaje prefiere pagarla que recurrir a un abogado y esperar el trámite del juicio contencioso administrativo: la ley ofrece defensas, pero no son sencillas, rápidas ni gratuitas. Conflictos cotidianos son analizados desde muchas perspectivas. El aborto no deja de ser tema de análisis, especialmente cuando se habla de justicia y se hacen valer argumentos “jurídicos” que conllevan cargas ideológicas o religiosas. Explicaciones de justicia basa‑ das en la física cuántica, por ejemplo, evidencian la pluma ágil del autor y llevan a redescubrir el estudio de estos conceptos tan manoseados políticamente, bajo el argumento académico bien elaborado. Con su eficaz y limpia pluma, Jorge Ojeda está doblemente calificado para hablar del concepto de justicia: tiene maestrías y doctorado en Derecho y

tiene décadas en la función judicial, desde hace muchos años como magistrado federal. No son pocos los jueces y ministros que aluden a la justicia para desapli‑ car leyes vigentes: un tema tan amplio como contro‑ vertido. Teoría y ciencia de la justicia es un libro notable para evidenciar que hay atractivos motivos de estudio en áreas que pensábamos resueltas, al menos en lo acadé‑ mico: la justicia que no llega para todos 

Arde Josefina, Luisa Reyes Retana, Literatura Random House, México, 2017.

La violencia en el lenguaje de las emociones JUAN GERARDO SAMPEDRO

M

erecedora del Premio Mauricio Achar, nos en‑ frentamos a la lectura de una novela al parecer violenta sin ser agresiva, tierna a través de sus personajes. Una historia de un fascinante amor donde confluyen situaciones que, fuera de la ficción, en la cotidianidad de la vida, serían inusuales aunque tampoco imposibles de confluir: la enfermedad, un no tan velado incesto, un romance que se pierde y regresa inesperadamente años después en un sorpresivo en‑ cuentro en una sala funeraria, todo esto alrededor de lo que alguna vez la psicología clínica definió como una “familia nuclear”. En el centro aparecen, sin duda, la psiquiatría y el psicoanálisis. Bien estructurada, con un lenguaje cuidado y un buen manejo de la trama, la autora utiliza un difícil y riesgoso recurso: del presente brinca al pasado, sólo alternando los capítulos. Complejo argumento lleno de sobresaltos: Josefina (una muchacha que apenas ha dejado la adolescencia) se convierte, porque no le queda otra, en la madre de su hermano Juan, un poco menor que ella, esquizofrénico y epiléptico, confinado

en un sanatorio mental. Josefina arde porque le obse‑ siona el fuego que se pueda expandir sin control en su propia casa o en el sanatorio. Los padres, Jonathan (Jon) y Holly Aspers, deciden abandonar Manchester y mudarse a México para, desde ahí, comenzar la rutina de viajes a Pachucha por razones de trabajo. Pero un mal día vuelven a Ingla‑ terra y Josefina firma ante notario la tutela de Juan, quien se suicida con una sobredosis de ansiolíticos. Sabemos que han pasado años de la muerte de Juan cuando reaparece Terry, el rechoncho exnovio de Jose‑ fina, hijo de los psiquiatras interesados en el expedi‑ ente de Juan. Juan se masturba sin pudor ante el asombro de Josefina; Juan presencia cómo Terry llega a penetrar‑ la; Juan queda marcado para siempre por esa turbulen‑ cia, explicarían luego los padres de Terrry, qu ienes le prohíben a éste volver a frecuentar a Josefina; de ahí su abrupta desaparición aunque, él lo confiesa, nunca dejó de seguirla a la distancia. Pero Juan también embaraza a Ágata, una paciente por igual confinada. Una buena trama que se mantiene bien si no se toma‑ ran en cuenta algunos pequeños excesos, mismos que van apareciendo como las piezas de un rompecabezas que se acomodan a golpe de calzador. Si la novela se propone la fusión del amor, del odio, de la frustración de la pareja y de la muerte partien‑ do de las premisas de la psiquiatría, pensaríamos entonces que no todo esquizofrénico es epiléptico y no todo epiléptico es esquizofrénico. Y Juan es diagnosti‑ cado con ambos cuadros. Josefina (la voz narradora) arde de angustia, teme que Juan no se suicidó, piensa que lo mataron porque ella observó un punto negro en una de sus venas. De un día a otro exhuman el cuerpo sin posibilidad de extraer‑ le una gota de sangre, sin haberle encontrado ese punto donde presuntamente habría entrado la terrible dosis de Diazepam. Josefina narra la historia de tres víctimas de la locu‑ ra: James, el hijo de Juan, a quien terminan por llamar‑ le Jaime, ella misma y Terry. Jon y Holl mueren y ellos se van quedando solos y desdichados. En Pachuca, en Real del Monte, se dejan ver las llamas del sanatorio que albergó a Juan y a Ágata. “La noche ya era negra”, y el fuego no limpia las culpas 

En nuestro próximo número

CINE Y MEMORIA: Patricio Guzmán y La batalla de Chile Paulina Tercero @JornadaSemanal

La Jornada Semanal


Leer

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

Mestizas,

El opuesto de la flor,

Affinity Konar, traducción de Fernanda Melchor, Editorial Océano, México, 2017.

Bruno Darío, Taller Ditoria, México, 2016.

Decir la flor GABRIEL BERNAL GRANADOS

D

Vidas fragmentadas ELENA MÉNDEZ

U

no podría pensar que ya se ha es‑ crito lo suficiente sobre la segun‑ da guerra mundial, sobre los na‑ zis, sobre Auschwitz, pero son infinitas las historias, como infinitos fueron los padecimientos de sus vícti‑ mas. El asunto, claro, es cómo abordar el tema sin caer en maniqueísmos. Mestizas, de Affinity Konar, es una novela que sale más que airosa de ese desafío. No sólo cuenta con personajes verosímiles, bien construidos, llenos de matices, sino sabe mostrar la belleza que hay en el mundo aun en medio del horror. La autora declara, en su página oficial, ser una judía polaca cuyo abuelo sirvió en la segunda guerra mundial, así que creció escuchando anécdotas al respec‑ to; asimismo, que a los dieciséis años ella leyó una obra titulada Children of the flames, de Lucette Lagnado y Sheila Cohn Dekel, que le hizo desear escribir sobre este amargo episodio de la humanidad. Las "mestizas" son Stasha y Pearl, mellizas idénticas, judías polacas en la pubertad. Han sido felices al lado de su padre, su madre y su abuelo paterno. Pero su origen y su condición de geme‑ las las condenan a un terrible destino: ser conejillos de Indias del doctor Josef Mengele, el Ángel de la Muerte. Mengele, como estudioso de la heren‑ cia genética, estaba obsesionado con analizar todos los casos posibles de naci‑ mientos múltiples y de personas con características anómalas, en su afán de contribuir a la ansiada “raza aria” para el delirante proyecto del Tercer Reich. Sta‑ sha y Pearl alternan sus testimonios, de manera que sus perspectivas se van complementando o contradiciendo. Así, narran los supuestos privilegios que el Tío –como se hace llamar el siniestro

médico– les promete a cambio de prestar‑ se a los experimentos; el martirio de verse mermadas física y espiritualmente; la rapiña que se suscita entre los mismos prisioneros, que no tienen compasión ni de los cadáveres; las macabras diversio‑ nes que ingenian los niños; la incertidum‑ bre al verse separadas, fragmentadas… Konar se muestra ampliamente docu‑ mentada al mencionar casos verídi‑ cos muy específicos, como el de los geme‑ los que fallecieron gangrenados al ser suturados por la espalda para convertir‑ los en “siameses”; o el de la familia de artistas liliputienses que servían como bufones para los nazis. La obra cuenta con personajes secundarios que cobran una grandeza insospechada, como la albina Bruna, un personaje rebelde y picaresco, que toma a las gemelas como protegidas; Paciente Número Azul –o Feliks–, un niño “fenómeno”, gran aliado de Stasha cuando todo se complica; la doctora Miri, a quien Pearl le toma enor‑ me afecto al entender sus razones ínti‑ mas; el enano Mirko, que muestra una nobleza que nadie imaginó…. Si bien la lectura tiene un ritmo fluido, conviene demorarse para apreciar mejor el lenguaje pulido, las hermosas imáge‑ nes, la filosofía que estas páginas rebosan: “las horas del superviviente son distintas a las de cualquier otra persona, y cada minuto de ellas res‑ ponde a una historia que no puede ser cambiada ni restablecida ni converti‑ da en algo soportable”; “cuando el mal ha hecho lo que le place con nosotros, no siempre podemos saber quiénes somos, en qué podríamos convertirnos, de qué acciones seremos capaces”. Mestizas: una novela que conduce al lector de la devastación a la esperanza 

espués de un libro fallido (La herida del cable, 2015) y una serie de publicaciones intrascendentes, el poeta Bruno Darío ha dado a las prensas un pequeño volumen notable por su sencillez y su belleza. El opuesto de la flor (Taller Ditoria, 2016) es un libro exento de los neovanguardismos y los desplantes de inmadurez que caracterizaron a esas publicaciones anteriores. Aquí se manifiesta una voz sin ambigüeda‑ des, cuyo único estímulo parece encontrarse en la voluntad del trazo. La línea es el horizonte que distribuye los versos a lo largo de las hojas apai‑ sadas de este libro, de apenas cincuenta y ocho páginas. Líneas que se van sucediendo, como trazos sobre la superficie de un papel algodonoso. Lí‑ neas que van formando las terrazas de un jardín, o líneas que se van api‑ lando una encima de la otra para formar las losas de un edificio, abundan‑ te por su transparencia y su brevedad: Bajo la cama duerme otra cama La casa se mantiene de puntitas pues los obreros escultores del ruido tejieron el cemento con los ojos Se sacuden las campanas solas en el ocaso de mí mismo La primera línea (en casi todos estos poemas) supone una disyuntiva; los dos versos finales, una fuga. El pensamiento poético procede necesa‑ riamente por fragmentaciones y fracturas, si bien aquí hay resabios de una sensibilidad dispersa, que aún no acaba de acoplarse a sí misma. Hay, sin embargo, un verso notable, un verso que vale el poema: “…los obreros/ escultores del ruido” López Velarde hubiera señalado el acierto, como aquel de las “pecosas peras” que rescató del joven Villaurrutia. Hay demasiada juventud todavía, hay lecturas de tiempos pasados y otras culturas, pero hay hallazgos de una transparencia y una sinceridad que no dejan de llamar la atención de quien escucha: “con mis flores de flores teñidas// agito las banderas del auxilio/ clavo un clavo con la mira‑ da”. El engañoso azar de las repeticiones, que pone de relieve la voluntad de lo significado. O este otro ejemplo, no menos transparente, pero acaso más conceptual, más sobrio, más inteligente: La ruptura del acuerdo entre el verbo y el sujeto: je plui dans le coeur de ma chêre Espanta la huella que deja un abanico sobre el aire hallaz Uno tiene que escarbar y asentar lo precedente para apuntalar el hallaz‑ go (la huella del abanico en el aire). Hay una demora innecesaria. El joven Bruno Darío tendría que esforzarse aún más con la goma de borrar para eliminar la rebaba de los esbeltos campos de sus poemas. En un poema de corte baudeleriano, Bruno Darío se autorretrata en una habitación noctur‑ na, como un “enmascarado/ que trafica recuerdos// llevándolos en trenes vestidos de novia/ hasta la orilla de lo presente”. Dentro de este contexto, ¿cuál sería el opuesto de la flor? ¿Por qué “el” en lugar de “lo”? (El artículo –masculino– en lugar del artículo –neutro– parece ya de por sí significativo.) La respuesta, a mi juicio, podría encon‑ trarse en la violencia temperada de un joven poeta, que se anula a sí mismo en el espejo de una sensibilidad que se ha vuelto para siempre idéntica a sí misma 

12


Jornada Semanal • Número 1200 • 4 de marzo de 2018

Arte y pensamiento



La Feria Internacional del Libro de La Habana: homenaje a Eusebio Leal germaine gómez haro germainegh@casalamm.com.mx

L

A FERIA INTERNACIONAL del Libro de La Habana, junto con la Bienal de Arte, el Festival de Ballet y el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, son eventos culturales de gran prestigio que atraen a la capital cubana a miles de visitantes de todas partes del mundo. En su 27 edición, la Feria del Libro recién concluida tuvo como país invitado a China y estuvo dedicada, a manera de gran homenaje, al historiador de La Habana, uno de los cubanos más importantes de la historia actual del país, el muy querido y admirado Eusebio Leal Spengler, por su setenta y cinco aniversario y sus cincuenta años al frente de la Oficina del Historiador de dicha ciudad (ohch ). En un artículo publicado en este suplemento hace unos meses (La Jornada Semanal, 1/ x /2017), esta columnista esbozó una semblanza de la titánica labor que Leal ha llevado a cabo, contra viento y marea a lo largo de las últimas cinco décadas, por la recuperación y conservación del patrimonio arquitectónico del Centro Histórico de la ciudad, su promoción turística y cultural, los importantes proyectos sociales a favor del pueblo cubano, y el rescate de la memoria histórica y los valores éticos y patrios de la cubanía. La Feria tiene su sede permanente en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, esta vez con la participación de cuarenta países y más de cuatrocientos invitados. En forma paralela se llevan a cabo eventos culturales en distintos puntos de la ciudad. Es impresionante la participación masiva del público que recorre los stands con una dedicada atención que revela el interés del pueblo cubano en la lectura, uno de los valores inculcados por el gobierno de la Revolución y que, pese a las dificultades económicas, sigue aún vigente. Así lo expresa el ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez: “El hecho de que la familia cubana, por humilde que sea, tenga un espacio en casa para los libros, para una pequeña biblioteca, es algo único en el mundo, y eso pervive porque el libro en Cuba tiene un gran peso. En el mundo entero el libro se ha convertido en una mercancía. Nosotros no pensamos así. Seguimos subvencionando el libro en este país”, razón por la cual el precio de los libros es accesible a un gran número de cubanos. Abel Prieto agrega que así seguirá siendo porque el Estado considera que la lectura y el conocimiento son derechos de todos los ciudadanos. Según datos del comité organizador, el número de ejemplares vendidos superó los 300 mil y se registraron más de 450 mil visitantes, cifras que realmente resultan sorprendentes, así como la cantidad de editoriales que existen en la Isla. Dentro de los múltiples eventos dedicados a Eusebio Leal en el marco de la Feria, tuve la oportunidad de asistir a la presentación de dos libros publicados por la Editorial Boloña que pertenece a la ohch: Cuba, prendida del alma, compendio de discursos y conferencias del historiador, y Nuestro amigo Leal, compilación de casi cien testimonios de amigos y colaboradores del historiador convocados por el periodista Mario Cremata Ferrán. Brillante discípulo y cercano colaborador de Eusebio, Cremata –también director de Ediciones Boloña– urdió esta publicación a sus espaldas como regalo sorpresa para la mencionada celebración. Mi hermana Claudia Gómez Haro y quien esto escribe tuvimos el privilegio de ser invitadas a participar con un texto de nuestra autoría para este entrañable libro que reúne las palabras, sentimientos, amor y profunda admiración que le profesan historiadores, escritores, artistas, músicos, bailarines, críticos de arte, intelectuales cubanos y foráneos. En el prólogo, Mario Cremata se refiere a este volumen de más de trescientas páginas “como un abrazo múltiple de gente que admira a Eusebio, una urdimbre de afectos”. A lo largo de este año se seguirán celebrando homenajes a Leal dentro y fuera de la Isla, en forma paralela a los festejos por los quinientos años de la fundación de La Habana que se cumplen en noviembre de 2018 y cuya piedra de toque tuvo lugar el 28 de enero, con la colocación en el Parque Trece de Marzo de la réplica de la escultura ecuestre de José Martí, realizada originalmente por la estadunidense Anna Hyatt Huntington para el Parque Central de Nueva York. Por más de dos décadas, Eusebio Leal gestionó incansablemente el proyecto de llevar una copia de esta portentosa efigie a La Habana, sueño que, como muchos otros que el historiador ha perseguido, es hoy en día una realidad. Larga vida a Eusebio Leal, el eterno enamorado de Cuba. Propios y extraños lo queremos, lo admiramos y lo festejaremos por siempre  Arriba, portada del libro Nuestro amigo Leal. Escultura Ecuestre de José Martí en La Habana.

BITÁCORA BIFRONTE

ARTES VISUALES

13

La maduración de la obra literaria

N

jair cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes

Para Bere

O HAY UNA FÓRMULA para saber cuándo una obra literaria está lista para publicarse; casi siempre los procesos varían, incluso en un mismo autor, y comenzar un poema, un cuento o una novela son aventuras que habrán de plantear su propio ritmo. Quizá para un autor contemporáneo, acostumbrado a la inmediatez y aceleración, dejar “reposar” un texto más de cinco años sería impensable; la obsesión por hacer que el texto circule desde el momento en que se concibe ya es un hábito común en nuestros días. Raymond Carver, en un breve ensayo titulado “Lo que en esencia se requiere para escribir”, aborda críticamente la premura con la que se conducen ciertos escritores: “Algunos amigos me han comentado que han tenido que apresurarse a concluir un libro debido a que necesitaban el dinero, cuando no era su editor el que los estaba presionando o bien sus esposas amenazaban con dejarlos –algo, cualquier excusa por la que el producto no había resultado del todo bien–.‘De haber tenido el tiempo, habría salido mejor.’ Cuando eso me dijo un amigo novelista, quedé perplejo. […] Pero si lo que se escribe no se puede hacer a la altura de las propias posibilidades, entonces, ¿para qué hacerlo? A fin de cuentas la satisfacción de haber realizado nuestro mejor esfuerzo, y la prueba de ello, es lo que podemos llevarnos a la tumba.” Obviamente no se pone en tela de juicio que alguien vea remunerado su trabajo (los casos en la historia de la literatura y las artes abundan), sino el hecho de concluir algo a medias, algo que (se supone) representa la expresión de nuestro espíritu. Tampoco se habla aquí sobre el “tiempo” que requiere una obra para ser creada, corregida y publicada, la “cocción” (término usado por Denise Levertov) no depende de un período de tiempo específico, sino del arrojo además de un condimento indispensable (difícil de escuchar): la intuición. En todo caso, la intuición es la brújula que habrá de indicarnos el norte para trazar, paso a paso, una ruta que convenga a la obra (pero que no le sirve a nadie más que al propio autor). Ni el colega, ni el crítico, ni el “buen lector” podrán intervenir en este proceso que es íntimo y solitario porque, como decía William Faulkner, la escritura consiste en crear “a partir de los materiales del espíritu humano, algo que antes no existía.” Por eso es necesaria la intuición, porque nos advierte sobre el peligro que implica dejarse llevar por las múltiples e inagotables distracciones a las que el escritor está expuesto y que buscan uniformar no sólo el gusto, sino las motivaciones y anhelos de cada persona. Un autor inteligente y sensible sabrá identificar, gracias a la intuición, cuáles son sus mayores debilidades y virtudes para poder enfocar su talento y disciplina (su vida misma) en la construcción de una obra que lo represente como ser único en su tiempo 


Arte y pensamiento

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

14



TOMAR LA PALABRA

Otra temporada en el infierno (iii y última )

D

BIBLIOTECA FANTASMA

EMOCRACIA, ELECCIONES, partidos, izquierda, derecha. Repetir palabras desgastadas. Repensar los fraudes de 1988 y 2006, que despojaron de la Presidencia a dos candidatos “izquierdistas”. Reconocer que, a diferencia de éstos, un candidato “derechista” contaba con un plan de acción en caso de que el régimen no respetara el resultado de la votación; así, mientras Cuauhtémoc Cárdenas reiteró denuncias, presentó pruebas que se siguen acumulando y encabezó protestas que sólo beneficiaron a los marchantes, terminó por desmovilizar a sus votantes en espera de tiempos mejores; López Obrador, aunque mejor entonado con la mayoría agraviada, también terminó cediendo a las presiones externas e internas; Manuel Clouthier, por su parte, supo iniciar un movimiento de resistencia civil que se enfilaba a la huelga general cuando sus compañeros de partido, cómplices de la tiranía priista, lo forzaron a trocar el sufragio efectivo por una reforma electoral inútil y vistosa. ¿Qué habría sucedido de contar Clouthier con el apoyo masivo de la ciudadanía? Y, lo mismo, ¿que el gobernador de Chihuahua llevaría agua al molino panista de Anaya y estaba encubriendo a cómplices del asesinato de una periodista? ¿Que, aunque más honesto que sus correligionarios, seguía siendo un panista? Aun contestando que sí a todo, nada –ni siquiera el proceso electoral en curso– justifica las dioptrías políticas de quienes lo aislaron y descalificaron su lucha. Corral, como senador, se opuso en 2006 a la Ley Televisa, que había sido aprobada en minutos por los diputados con cínica unanimidad excusada por un jilguero estalinista. Corral vuelve a ser el único que denuncia y documenta lo por todos sabido: el financiamiento del pri con dinero del erario que baja desde la Secretaría de Hacienda, por órde-

nes presidenciales, hasta los comités locales. Corral, repito, es el único gobernador entre los once panistas y cinco perredistas ganadores de gubernaturas antes ocupadas por priistas, que reveló esa triangulación a favor del pri . Y México no se cimbró como había profetizado un auténtico extorsionador; por el contrario, hubo silencio, silencio ante la movilización de Chihuahua a Ciudad de México, silencio que sólo se rompió para calificarlo –a coro– de extorsionador, en vergonzosa sintonía con la línea melódica del principal sospechoso, el gobierno federal. ¿Que pasaría si Corral contara con… etcétera? ¿Que la candidata del Consejo Nacional Indígena dispersaría los votos de la izquierda? ¿Que no hay alternativa electoral al sistema de explotación depredador y mortífero que padece México? ¿Que los enconos derivados de

La atroz minucia

estas dos candidaturas son de las cúpulas y no de las bases? ¿Que las firmas para Marichuy –aunque superan en valor y proporción las de los candidatos “independientes”– arrojan un saldo que excluye triunfalismos? ¿Que amlo crece en las preferencias en la misma proporción que la ira de enemigos históricos cuyos nombres nadie se atreve a pronunciar? ¿Que esos enemigos históricos llegarán a donde puedan –y pueden mucho– con los medios legalizados e ilegales, institucionales y extraoficiales, para impedir un cambio adverso a privilegios e impunidad? ¿Que las encuestas, tan celebradas cuando dan ventaja amplia al único candidato popular en un siglo, se irán invirtiendo gradualmente y serán repudiadas demasiado tarde, cuando hayan cumplido su misión legitimadora y dicten un empate técnico? ¿Que ese y otros fenómenos ya se vivieron aunque ni el caudillo ni sus seguidores los quieran y puedan recordar y superar? ¿Que con o sin cabeza pasó la hora proletaria? ¿Que no obstante/ o más bien precisamente por/ nuestra homologación con la modernidad democrática, la miseria política global y la pudrición omnímoda del pri y sus engendros colocan el destino del país en un sitio diferente a las casillas? Sin izquierda ni derecha, sin democracia ni libertad, sin ninguna seguridad de respeto a la voluntad mayoritaria, ¿es aconsejable la abstención? Pese a/ y por todo/ lo anterior, una voluntad colectiva sigue erigiéndose desde abajo, por encima y en los márgenes de los comicios de julio y de los protagonismos. Imposible dar la espalda a los indígenas, a las mujeres, al periodismo heroico, al traspatio de provincia y de las redes y, menos todavía, a quienes van a resistir mediante el voto. Hoy lo único realista es resistir mediante el voto y defenderlo a toda costa antes, durante y después… 

Eve Gil

"E

L VOCABULARIO POLÍTICAMENTE correcto que se expande por el mundo, desterrando del lenguaje las verdades crueles para reemplazarlas por sinónimos más tolerables para la sensibilisensibili dad humanitaria, encontró en nuestro país (Argentina) un campo bien abonado”, señala Ernesto Kollody, protagonista de La muerte como efecto secundario (Sudamericana, Buenos Aires, 2002), de Ana María Shua (Buenos Aires, 1951). Dicha novela expone la intimidad de una familia argentina promedio que viene a ser la esperpéntica alegoría de los totalitarismos latinoamericanos, donde el padre-tirano se asume creador y dueño de sus hijos. La madre, por su parte, es una loca dividida entre dos realidades: la ideal y la intolerable. La ceguera maternal es otro tema recurrente en esta autora, que revisaremos más adelante. Su particular visión de la locura dista de ser una escapada romántica y se nos presenta con un realismo crudo que linda lo atroz. Una parodia u oposición de esta realidad se observa en relatos como “Vida de perros”, incluido en Como una buena madre (2001) y la compilación de sus mejores cuentos, Que tengas una vida interesante (Emecé, Buenos Aires, 2009), en que lo fantástico revierte la lógica de instituciones como el psicoanálisis, que Shua alude a menudo como una imposición post-dictadura para “paliar” los efectos de la misma. Fusiona el realismo con una suerte de futurismo, aunque nada que ver con la ciencia ficción o la ficción especulativa. La ficción adquiere una carnalidad inquietante en su libro de microficciones, Temporada de fantasmas (Páginas de Espuma, Madrid, 2004), donde la humanidad es producto de un Dios demasiado joven e inexperto que sepulta su decrépita vergüenza en una mesa de juego, al tiempo que su creación se autodestruye. Así pues, Shua les da una última vuelta de tuerca a la Biblia, a la mitología griega y a los Hermanos Grimm y logra que Tarzán se fusione con Hamlet por amor a un crá-

agustín ramos

Ana María Shua

neo agusanado. Reordena el universo y a sus especies obteniendo subhombres y submujeres, concursantes de programas de t v que adoran una diosa que no promete eternidad sino gloria efímera. Más que conformistas, los personajes de Shua tienden a ser mediocres… pero mediocres enfrentados a situaciones límite. Asombra su habilidad para desarrollar los más atroces procesos de descomposición moral con una ironía muy cercana a la carveriana, sin terminar de ser cruel. No hasta llegar a su más reciente obra, una discreta obra maestra, la novela Hija (Axial, México, 2017).

Shua no ha escrito una autobiografía como tal, pero reconoce que hay material entresacado de su propia vida diseminado por su narrativa, y ciertos detalles hacen eco de un relato a otro. Hija es una compilación de resonancias, donde además alterna la narración con el diario que llevaba al momento de escribirla –recurso que toma de la novela hhh , del francés Laurent Binet–, lo que permite no sólo acceder a la intimidad del proceso creativo sino enterarnos de qué partes ha tomado la autora de su propia vida. Durante la dictadura de Videla, se trasladó a París junto con su esposo, Silvio Fabrykany, donde trabajó para la revista Cambio 16. Esmé y Guido, que habrán de concebir a la Hija aludida en el título, llevan ese mismo itinerario. Tras asentarse buen rato en París, germina en la mente de Esmé una súbita obsesión de ser madre. Guido no manifiesta gran entusiasmo, pero no le impide realizar su sueño, ni siquiera cuando todo parece indicar que habrá que recurri r a tratamientos dolorosísimos, torturas descritas con detalle. Conforme crece la perfecta Hija, de nombre Natalia, se incrementa la sensación, para la madre en particular, de que el terror acecha tras cada “inocentada” perpetrada por la chica… porque Natalia tiene talento para que sus atrocidades luzcan como travesuras. Las andanzas de la Hija van in crescendo hasta alcanzar un desenlace tan brutal como elegante. Imposible no evocar a El bebé de Rosemary, La mala semilla o las novelas de Kenzaburo Oé, aunque la deformidad de esta hija no sea física sino moral. Tratándose de historias de madres, Shua se especializa en finales devastadores, como el relato “Amim o la caída”, incluido en Historias de mujeres infieles y en Que tengas una vida interesante. El lema de Hija, de la obra total de Shua, podría ser este apunte del diario que acompaña la novela, en la que París resultó no ser una fiesta:“(…) los personajes de Rayuela nunca habían sido felices en París, por más que, con la magia de su prosa, Cortázar provocara felicidad en sus lectores.” 


BEMOL SOSTENIDO

15

Arte y pensamiento

Jornada Semanal • Número 1200 • 4 de marzo de 2018



Algo suena en San José

Alonso Arreola @LabAlonso

E

STE MAE HABLA con entusiasmo. Dice que lleva veintiocho años recibiendo “milagros”. Se refiere a los turistas que diariamente llegan al lobby del hotel como pisando la Tierra Prometida. Él, como tantos de sus paisanos, está seguro de algo: en San José de Costa Rica suena un cambio. Conservador y católico, este buen gerente espera advenimientos divinos. Algo similar a lo que sucede con un enorme porcentaje de la población tica que se muestra renuente a transformaciones progresistas y que impulsa en las encuestas presidenciales a Fabricio Alvarado, pastor cristiano cuya esposa –Laura Moscoa– se autonombra profeta, sanadora (con ayunos de nueve días) y practicante de la “lengua” ramasheka talamasoa, vehículo de “trances” que se han viralizado en internet. Luchando contra el reciente veredicto de la Corte Interamericana de Derechos Humanos –conocida como el Pacto de San José, con sede en la propia Costa Rica– en lo referente a los matrimonios igualitarios, la pareja consiguió una segunda ronda electoral que definirá el futuro de su país el próximo 1 de abril. En una entrevista llamada Las 20 preguntas flash, el líder del partido Restauración Nacional compartió información que para muchos resulta alarmante. Verbigracia: sus películas favoritas son Rápidos y furiosos y, por su trama, No se aceptan devoluciones, de Eugenio Derbez. Afirmó que si recibiera un millón de colones los invertiría en el crédito de su casa. Dijo que su música favorita es cristiana y que se arrepiente de no saber inglés. De ganar la presidencia, señala, su primer mandato sería una amnistía para reformar el control migratorio, en particular con Nicaragua. Reafirmó que no bebe y que modificaría la ley de arresto por no pagar pensión alimentaria, una de las más modernas del continente sobre protección a la mujer y sus hijos. Por supuesto, no repartiría condones

en las escuelas y ha amenazado con sacar a Costa Rica de la Organización de Estados Americanos. No somos quienes para opinar sobre política internacional y menos tratándose de vecinos a los que queremos y respetamos tanto. Empero y efectivamente, en nuestra última visita a San José sentimos un sonido distinto en el que también hay frecuencias positivas. Su vida nocturna está viva. Hay más música sonando en bares y cafés aun y cuando los covers anglosajones mantengan la hegemonía. En algunos parques el alumbrado y la limpieza ganan terreno y los festivales parecen ampliar perspectivas. Pronto ocurrirá el fia (Festival Internacional de las Artes), pero hay también el Transitarte o uno pequeño que nos tocó atestiguar y que parecía emocionar especialmente a sus visitantes: el Open San José del Parque Nacional, allí donde los camiones de comida se aliaban a cervezas –que normalmente no pueden consumirse en espacios públicos– servidas por modelos de lenta belleza. Tristemente, incluso quienes allí tomaban el tinglado preferían repertorios ajenos. De Luis Miguel a Radiohead pasando por Sting, un cantautor abría la tarde antes de que sucediera un curioso desfile de moda y, luego, la aparición de la interesante rapera Nakury, a quien no pudimos ver a causa de la lluvia. Lo que sí logramos fue visitar el Jazz Café en donde la estruendosa banda Mustang 65

–sí, de covers– abordaba música de los noventa cumpliendo ingenuos clichés con cerveza en mano y ojos cerrados, así como El sótano, espacio ambivalente en el que pueden escucharse palomazos de jazz lo mismo que bandas de rock originales. Igualmente pasamos por el Acapulco, bar de carácter diáfano y austero en donde sólo suena el choque de los vasos –a la manera de La fuente en Guadalajara–; al restaurante turco Sofía en cuya pantalla cantaba un joven Serge Gainsbourg; a uno de los casinos inundados por el peor Top 40. Nunca, eso sí, nos topamos con músicos callejeros ni encontramos algún congal de baile... Será para la próxima. Ahora bien. ¿Qué fue lo más interesante que escuchamos en este breve paso por San José? Sin duda la presentación en el teatro Eugene O’Neil de Viaje etéreo, disco debut de Elena y la Orquesta Lunar. Hablamos de una cantante y chelista dotada cuyas composiciones oscilan entre el pop, el jazz y la música clásica. Acompañada por cuatro coristas, tecladista, contrabajo, batería, percusiones, dj y saxofonista, Elena tocó piezas de curiosa arquitectura en que juegan el espíritu cinematográfico y el cabaret. Con escenario, vestuario e iluminación bien diseñados, el conjunto mostró grandes posibilidades que, ojalá, evolucionen prontamente para alcanzar dinámicas y dramatismo de mayor fuerza, pues el cuidado y la delicadeza terminaron por convertirse en monotonía, además de que las capacidades del espléndido combo fueron desaprovechadas en pos de tímbricas demasiado oscuras y una pálida armonía (habría que pisar el acelerador a fondo). Dicho esto, aplaudimos a Elena y a tantos costarricenses que conocimos en el fluir de un río que suena a mudanza luminosa y que, esperamos, no tuerza sus meandros hacia la ceguera de lo inhumano. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

CINEXCUSAS

Elena y la Orquesta Lunar

Pobreza (cinematográfica) extrema

Luis Tovar @luistovars

E

STE DOMINGO TIENE lugar la nonagésima ceremonia del Oscar, premio que la ampas , es decir la estadunidense Academy of Motion Picture Arts and Sciences –en español, Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas– entrega a lo que sus miembros consideran “la excelencia en la industria cinematográfica”. También conocido por ellos mismos como “el premio de la Academia al mérito”, con el paso de los años y lo mismo dentro que fuera de Estados Unidos, a nivel mediático y mercadotécnico esa denominación ha derivado a la tramposamente sencilla “los premios de la Academia”. Desde la óptica de afanes hegemónicos en lo político, así como de preeminencia cultural pero, sobre todo, económica, tan caros a la sociedad estadunidense, no se trata de los premios de su academia, y han sido tan hábiles para vender el truco que, desde la perspectiva de otras naciones y cinematografías, tampoco se trata nada más de los premios de esa academia. En dicha lógica, por lo tanto, los Oscares no son los premios de una academia entre muchas otras, sino de la academia. Si en el ámbito de la crítica cinematográfica existiera algún premio a la terquedad –o un premio a lo que fuese, por lo demás–, es muy probable que esta columna no ganase nunca nada, pero nadie podría negarle su derecho a estar nominada todos los años ya que, a contracorriente de casi la totalidad de espacios dedicados a estos asuntos, aquí no se ha hecho ni se hará jamás la apología de ese premio tan sobrevalorado, tan mediáticamente inflado, tan distorsionador del fenómeno fílmico en su conjunto y tan pervertido por razones de diversa índole, sobre todo económicas, pero lo mismo políticas e incluso idiosincrásicas.

Conviene repetir algo que se ha dicho aquí mismo en ocasiones anteriores: la Academia gringa tiene, como todas las demás, el derecho absoluto a premiar lo que mejor le parezca. En ese sentido no vale menos, pero tampoco más, que la española dando el Goya o la mexicana dando el Ariel, por citar solamente dos. Másdeuno leerá estas líneas mientras se le dibuja en los labios un gesto sardónico, pero en términos estrictamente cinematográficos el Oscar no vale más que el Ariel, en tanto su naturaleza es idéntica: ambos tienen como propósito reconocer a lo más destacado de la producción fílmica anual de sus respectivos países, no sin incluir un premio extranacional, es decir, a una “película extranjera”. Para que las cosas fueran de otro modo, el Oscar debería ser un festival cinematográfico y no un reconocimiento “académico” y, por lo tanto, admitir en competencia producciones de cualquier país, previa selección, exactamente como lo hacen Berlín, Venecia, Cannes y todos los demás. En ese contexto, es absolutamente erróneo tomar al Oscar como un evento equiparable a los festivales antes mencionados, pero lo verdaderamente deplorable, lo que

escuece el ánimo, es el nivel colectivo de asimilación del equívoco, llevado al punto de considerar al Oscar como el más importante de todos los premios. Si ya de por sí es enojoso ver que Unosyotros casi babea cuando sus predicciones coinciden con lo premiado por esa academia, lo es mucho más atestiguar el resto del año las secuelas de una visión del fenómeno cinematográfico tan limitada que alcanza cotas de pobreza extrema: para Esaboladeborregos todo ha de consistir en admirarse porque tal o cual miasma rompió un récord de taquilla, o porque tal o cual secuela –negado a la creatividad, para Hollywood ya casi todo es secuela de la precuela y viceversa– mantendrá vivo el negocio de la franquicia, o porque oootro superhéroe de cómic ya tiene su propia película y, si genera ganancias, tendrá más. Del cándido buensalvajismo que se alegra porque un paisano triunfe donde a muchos otros se les da trato de esclavos neoliberales, mejor ni hablar por esta vez. Distorsión, malinchismo, pobreza y nada más, pero para que no se acuse a este juntapalabras de simple antiyanqui van dos pruebas de dato duro: al abrir la cartelera semanal, resulta que en las 6 mil salas comerciales sólo se ofrecen trece títulos, y si eso no le parece pobre, considere el porcentaje de producciones estadunidenses: de trece filmes nueve son gringos, e incluyen basura como Cincuenta sombras liberadas, apologías militares como Hostiles: violencia americana y alegorías políticas tipo Pantera Negra. Ahora eche usted un ojo a las nominadas al Oscar y sólo encontrará lo que, en el fondo, son pelos de la misma gata, es decir, aquello que al estadunidense promedio le interesa, le preocupa o le gusta. Pero si usted es ciudadano de ese país, le ofrezco una sincera disculpa por los anteriores exabruptos 


ENSAYO

4 de marzo de 2018 • Número 1200 • Jornada Semanal

José Luis Martínez once años después José María Espinasa

L

a historia de la literatura mexi‑ cana no sería la misma sin el rostro que le dibujó el gran histo‑ riador jalisciense, del que este año conmemoramos su centenario. Perte‑ neció a una generación excepcional de escritores en la que se incluye a sus coetáneos Juan Rulfo y Juan José Arreo‑ la, los poetas Jorge González Durán y Alí Chumacero (que vivió en Guadala‑ jara su juventud) y el filólogo Antonio Alatorre. Su familia mostró su inclina‑ ción artística, el pintor Ricardo Martí‑ nez y el poeta Juan Martínez fueron sus hermanos. Desde su labor como funda‑ dor de la revista Tierra Nueva hasta su paso notable por la dirección del Fondo de Cultura Económica, fue un activo editor y promotor de la cultura, formó parte del servicio diplomático y desta‑ có como biógrafo, vaya como muestra su excepcional trabajo sobre Hernán Cortés. Intelectual polifacético, su presencia hoy en nuestra cultura, a once años de su muerte, sigue muy vigente. Escribir historia es un desafío que en México tiene una notable tradición. Pero escribir historia literaria es un desafío mucho mayor, porque la mate‑ ria que se atiende es particularmente refractaria a las inevitables generaliza‑ ciones y homogenizaciones que el oficio de historiador conlleva. La sínte‑ sis de estilos, períodos, tendencias y movimientos artísticos es muy difícil de lograr en juicios precisos que no se vean pronto desplazados por los cambios de óptica y los nuevos descu‑ brimientos, y si lo que se atiende es la historia inmediata el riesgo, más que de equivocarse, es el de simplificar. Y José Luis Martínez decidió correrlo ante la necesidad de proponer una taxonomía de nuestras letras en el siglo xx . Fue también la conciencia de ese riesgo, se diría que inevitable, lo que lo llevo a asumir su oficio en un espacio más acotado, el de la biografía, donde nos legó trabajos notables sobre Bernar‑ dino de Sahagún y –sobre todo– Hernán Cortés. Fue también un insigne biblió‑ filo –actualmente su biblioteca está a disposición de los lectores e investiga‑

EN ESTE BREVE ENSAYO SE HACE LA SEMBLANZA CRê TICA DE LA OBRA DE QUIEN FUERA UNA FIGURA MAYOR DE NUESTRAS LETRAS DEL SIGLO XX, FUNDADOR DE LA REVISTA TIERRA ADENTRO, DIPLOMçT ICO, DIRECTOR DEL FONDO DE CULTURA ECONî MICA Y SOBRE TODO HISTORIADOR DE LA LITERATURA.

dores en el recinto de La Ciudadela– y en los últimos años de su vida apuntó también como un brillante memoria‑ lista. Un repaso de su bibliografía nos muestra que su oficio de historiador fue imperativamente de orden práctico y no se entretuvo más de lo necesario en formulaciones teóricas. Fue también un hombre que supo gozar la vida y disfru‑ tar de lo que ella ofrece. Recuerdo uno de los pocos encuentros que tuve con él en una Feria de Libro de Guadalajara en la que coincidimos a cenar en el restorán del hotel, y que acompañados por la cantinela de que estábamos muy cansa‑ dos comimos y conversamos por más de cinco horas sobre arte y literatura. Cuando escribí la Historia mínima, la presencia de lo hecho por Martínez fue un referente inevitable, sombra y mode‑ lo de un panorama capaz de dar una imagen global coherente de la literatu‑ ra mexicana. A la vez también quise que no fuera la misma manera de historiar, privilegiando sobre todo el diálogo entre los textos y darle mayor prota‑ gonismo a los libros que a los autores. Hacer historia de la literatura es, como dije líneas arriba, una de las mayo‑ res dificultades de hacer historia. Entre otras cosas, la causalidad es tan variable y cambiante que acaba por ser a veces más casualidad que causalidad. ¿Es extrapolable esta mirada distanciada sobre un período a la mirada sobre un personaje o persona? Yo creo que no: la historia de Cristóbal Colón o de Hernán Cortés no son una historia del descu‑ brimiento o de la conquista, aunque esta última sí es una de Colón o de Cortés. Es bastante curioso que el éxito de la síntesis histórica de Martínez no traje‑ ra una serie de historias alternativas. Los historiadores literarios posterio‑ res, hasta el surgimiento de Christopher Domínguez Michael en los ochenta, no asumieron el reto de contar otra u otras historias. Tampoco se ha elaborado con éxito un trabajo colectivo, mientras que, en cambio, han proliferado los diccio‑ narios. Una de las enormes ventajas de Martínez es que, siendo un historiador

16

con formación académica no se dejó limitar por los métodos y sistemas académicos, sino que los puso a su servicio. La condición refractaria, si no es que ahistórica, de la propia literatura se debe en buena medida a la sucesión de fracturas, expresión equivalente a la tradición de la ruptura, en la manera que la usaba Octavio Paz, y que no coincide con el uso que da a los concep‑ tos por separado el propio Martínez, mucho más inclinado a la continuidad que a la grieta. De hecho, su genera‑ ción es claramente continuista, y sólo hasta la aparición de Jaime Sabines, Tomás Segovia y Eduardo Lizalde el rumbo es otro. Aquí interviene un elemento impor‑ tante: la historia de la literatura, para poder cumplirse en sus ambiciones, debe tener un carácter ensayístico. Martínez no lo consideraba así, e inclu‑ so en su conocida y pionera antología del ensayo mexicano da un retrato de una concepción del ensayo que ya no es la nuestra. No es tanto que sus trabajos hayan envejecido, sino que la literatura que él historió sí lo ha hecho. Creo, por ejemplo, que le interesó poco la litera‑ tura que escribió la llamada generación de La Casa del Lago, y que su actitud ante la escritura de Rulfo y Arreola fue la de considerarlos una consecuencia del trayecto anterior y no una milagro‑ sa aparición de un nuevo sentido litera‑ rio. Se me dirá, con razón, que la historia que profetiza es mala historia incluso si acierta. El problema tiene que ver más con la manera de aproximarse al hecho literario: cuando Paz escribe sobre Villaurrutia, Tomás Segovia sobre Gil‑ berto Owen, Gabriel Zaid sobre Pellicer, están a la vez haciendo historia y distan‑ ciándose de ella, porque sus visiones no son históricas, es decir causales, sino interpretativas y, lo creo firme‑ mente, creadoras. Por eso me gustaría darle relevancia a la parte del Martínez memorialista. Cuando él impulsó, como director del f c e , su colección de facsimilares de revistas literarias, realizó una gran labor al poner a la historia literaria al alcance del lector de manera directa y no tamizada por la academia y la nece‑ saria investigación de los profesiona‑ les. Sin embargo, se detuvo en los años cincuenta, porque allí nace –con la Revista Mexicana de Literatura– una nueva manera de entender las revistas. En ella se concibe el contexto como mucho más creativo, polémico y propositivo, no vinculado de la misma manera al contexto afectivo que era predominante en revistas como Contemporáneos o Tierra Nueva. Lo afectivo es esencial en todo proceso memorialístico –las memorias y auto‑ biografías “frías” suelen ser mala lite‑ ratura– y le otorga sentido 


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.