■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 6 de Noviembre de 2016 ■ Núm. 1131 ■ Directora General: Carmen Lira Saade
Luis Eduardo
Aute 50 años de arte, música y poesía XabieR F. CoRonado
La amistad y sus ritos: Luis Eduardo a ute en m éXiCo antonio soRia
maRilú oliva y FRanCesCa GaRGallo:
discriminación de género en la literatura
FabRizio loRusso
inGeboRG baChmann
y el lenguaje como enemigo
andReas KuRz
Biblioterapia: medicina para nuestro tiempo
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Seis poemas de R umi
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MarilúOliva y Frances En días recientes el español Luis
Fabrizio Lorusso
Eduardo Aute –nacido en Filipinas
LAS FORMAS DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL MUNDO SON A LA VEZ PRECISAS Y ABUNDANTES Y ALCANZAN GRADOS DE BARBARIE FÍSICA E INTELECTUAL.
hace setenta y tres años– sufrió un quebranto de salud que lo tuvo al borde de la muerte, y por fortuna ha venido sorteando el trance. Mucho más que autor de “Rosas en el mar”, canción-himno de los años sesenta del siglo pasado, Aute es conocido sobre todo como cantante y compositor; empero, desde antes y durante su larga carrera musical también ha sido pintor, cineasta, narrador y poeta. Más de treinta discos y cuatrocientas canciones, tres poemarios y una decena de filmes dan testimonio de su prolífica creatividad y de sus obsesiones temáticas: la belleza, las emociones, el sueño, el amor y, en fin, la vitalidad del mundo y los seres que lo habitan. El ensayo de Xabier Coronado y la crónica de Antonio Soria son un saludo a este renacentista contemporáneo. Además publicamos un texto sobre las escritoras Marilú Oliva y Francesca Gargallo y otro sobre la austríaca Ingeborg Bachmann, así como seis poemas de Jalaludin Rumi.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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arilú Oliva es una escritora italiana de novela negra, policíaca y ensayos. Su obra narrativa se basa en la introspección psicológica y el develamiento de los estereotipos, en profundas, amargas y catárticas visiones filosóficas sobre el tiempo y la vida y, finalmente, en análisis irónicos y despiadados sobre las contradicciones de la sociedad y los personajes multifacéticos que la pueblan. Pero también es maestra, en la acepción amplia del término: docente en las aulas de las preparatorias de Bolonia, Italia, y luchadora dentro de un entorno social y, en lo específico, de un sector como el medio editorial y literario, en donde la discriminación de género y las prácticas antiéticas son notorias. Lo hace a través de batallas sobre el terreno y de escritos críticos, por ejemplo el publicado en el número 934 de este suplemento, “Feminicidio y barbarie contemporánea”, y muchos más en medios italianos como CarmillaOnLine, Huffington Post, Thriller Magazine, radio, canales televisivos y en Libroguerriero, el blog colectivo coordinado por la autora. En 2013, Oliva también coordinó la colección de cuentos Nessuna più. 40 scrittori contro il femminicidio (Ni una más. 40 escritores contra el feminicidio), una obra coral única en el panorama editorial de Italia, en la cual participan cuarenta narradores y narradoras a partir de un caso de feminicidio reportado por la prensa en los últimos años. El libro, que está siendo traducido al español por un equipo de traductores de la carrera de letras italianas de la unam , es un esfuerzo para dar visibilidad a un fenómeno cultural y social complejo, indignante y deliberadamente ignorado o distorsionado por los medios de comunicación y la clase política. Este verano surgió un debate público entre políticos, grupos editoriales e intelectuales italianos justo acerca del feminicidio, un fenómeno aún poco comprendido en el Bel paese. Hay quienes no perciben el carácter de emergencia social y cultural de los asesinatos contra las mujeres perpetrados por motivos de género, es decir, por ser mujeres, al hablar de estadísticas “positivas”, de crímenes en disminución. Por otro lado, hay quienes, con razón, subrayan el carácter endémico, persistente y culturalmente arraigado de todas las formas de violencia contra las mujeres. Entonces, más allá de las cifras sobre las víctimas de los feminicidios, tanto en Italia como en México el problema es más profundo de lo que puede imaginarse. Las autoridades lo han soslayado, junto con
sus propias responsabilidades, y de esta manera se han justificado socialmente crímenes, abusos y discursos misóginos. La cultura machista, incrustada en la sociedad y en las instituciones, es la piedra angular de una emergencia que se detecta en distintos ambientes y sectores. Por ejemplo, volviendo al tema literario, reflejo directo del milieu en que se desenvuelven las mujeres narradoras, en una nota enviada a blogueros y a la prensa, titulada “Cómo tratan a las escritoras en Italia”, Oliva ofrece un cuadro desolador y realista de la situación que experimentan las mujeres en general y las creadoras en particular en el entorno social italiano. El caso es emblemático de una realidad generalizada y preocupante que, indudablemente, atañe al México actual y a muchos más países y mercados editoriales de América Latina (y no sólo). Por su valor de denuncia, su descripción actualizada del contexto y como toma de conciencia, la reproduzco aquí íntegramente:
E
legí escribir una nota sobre este argumento porque me toca personalmente y considero que hay un nexo muy estrecho entre la consideración en que se tiene a la mujer en un país, es decir en qué medida un bagaje cultural machista incide en los espacios y las posibilidades que se le dedican, y la violencia contra las mismas mujeres. En Italia los datos sobre el desempleo femenil son aterradores: 2.3 millones de mujeres están sin empleo, pese a su nivel de educación: cuarenta por ciento cuenta con un título de bachillerato o universitario. Las mujeres tienen un mayor riesgo, además, de caer en circuito de la precariedad (Instituto Nacional de Estadística, 2015) y de todas formas avanzan menos en la carrera aunque están más formadas. Si tuviera que resumir, banalizando, este proceso, diría que en Italia hay una latente certidumbre de que las mujeres valen menos. Hagan lo que hagan. Y no pareciera nada extraño que sean muy pocas en las dirigencias de hospitales, de la política, de la industria, etcétera... Es natural que, en un contexto de este tipo, en cualquier campo la parte femenina sea afectada por este tipo de menosprecio. Me refiero a mi área de competencia, la de la narrativa y, en lo específico, de la novela negra (narrativa noir), considerada hace tiempo un coto masculino. En Italia las escritoras mujeres no son maltratadas, pero ocurre algo peor: simplemente no son consideradas. Son mencionadas e involucradas mínimamente. En nuestro país es pan de cada
Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: El artista y sus latidos Fuente: imgspace.ru
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
6 de noviembre de 2016 • Número 1131 • Jornada Semanal
scaGargallo: discriminación de género en la literatura día que la gente se jacte diciendo: “Yo no leo a las mujeres”, como si semejante afirmación confiriera mayor calidad a su estatus de lector. Si se dan una vuelta por cualquier librería, van a encontrar sobre todo a autores hombres, pese a que los cursos de escritura (frecuentados solamente por aspirantes) están repletos de mujeres. Los jurados de los premios literarios tienen preponderancia masculina, así como las páginas culturales de los diarios: entonces es fácil sacar conclusiones: ¿Adivinen cuántas reseñas reciben las mujeres, sobre todo si son principiantes? ¿Adivinen cuántas mujeres ganan los premios literarios? Y si planteas el problema, inmediatamente se levanta alguien a minimizarlo o a remarcar la baja consideración hacia el género con frases como: “¿Qué quieres, las cuotas rosas también en la literatura?” Y cada vez nosotras a contestar: “No, no queremos las cuotas rosas en literatura. Las quisiéramos dentro de su cabeza.” Al respecto he conversado con Francesca Gargallo, feminista y escritora mexicana, originaria de Italia, quien publicó en México su primera novela, Días sin casura, en 1986 y es autora de narrativa (Al paso de los días, Marcha seca, La decisión del capitán, entre otros), poesía (Se prepara a la lluvia la tarde, Itinerare, etcétera) y ensayos como Saharauis. La sonrisa del sol y Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. Dice Gargallo: “En un principio el feminismo mexicano me trataba como a todas las artistas, sin importar su forma expresiva, porque no pertenecía al círculo selecto de sus favoritas, que no eran más de dos, pues no había tanta apertura hacia la crítica del arte y no se reconocía el camino de liberación a través de la construcción de personalidad Marilú Oliva. Fuente: página personal de la autora en Facebook
Francesca Gargallo. Fuente: página personal de la autora en Facebook
y creatividad de las mujeres.” El carácter del movimiento, sin embargo, fue cambiando y el feminismo mexicano se volvió enemigo de los letrados de escritorio. “Así fue que unos cuantos críticos literarios empezaron una labor de odio hacia las mujeres quienes, según ellos, escriben mal, no son capaces de sostener una literatura universal, tienen historias repetitivas, no venden por ser escritoras de segunda y cosas por el estilo”, recuerda. Hubo un cambio temporal, un “mi-
ni boom local en los 90”, pero duró poco, pues “tocó apenas a unas tres o cuatro escritoras, y luego las volvió a relegar en la cocina, a las historias de amor, catalogándolas como cursis, mientras que las demás ni importaban ya”. En México, el perfil del estudiantado en las escuelas de escritura y en las academias de arte está compuesto en un setenta por ciento por alumnas. No obstante, “menos de una cuarta parte de ellas serán creadoras con algún derecho o momento de visibilidad”, aclara Gargallo. Y hay otros problemas comunes entre Italia y México: “Las escritoras no son más del catorce por ciento de los autores editados y cinco por ciento de los que reciben una crítica constante y no destructiva a su obra. Además incide la edad, pues no ser joven significa no ser suficientemente explotable, el lanzamiento durará más tiempo y la fama menos; es una cuestión de rentabilidad, no de calidad.” Las tendencias monopolizadoras de las grandes editoriales y las dificultades de las pequeñas e independientes, atadas a los fondos estatales, no abonan a la renovación del sector y al cierre de la brecha de género. “Hoy, para una mujer que no quiere responder a un mercado, sino a su voluntad de decir y crear, queda poco espacio en México: o se dobla ante las transnacionales o se mantiene a flote con editoriales pequeñas, que pueden ser buenas pero muy débiles.” Finalmente, concluye Gargallo, “creo que las feministas deberíamos tener el gusto de leer a mujeres a un precio accesible para nutrirnos de un mundo de fantasías alternativo al de la violencia y de los atropellos, privilegiando narraciones de liberación estética, cuentos de lo verdadero y lo posible, por encima de la ideología del ‘sálvese quien pueda y quien esté más listo’, pues me parece que el odio hacia las escritoras crece en el mundo editorial justo porque somos capaces de seguir creando historias fuera del mundo de las imposiciones”
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José María Espinasa
Medicina para nuestro tiempo UNO SE AGARRA A CUALQUIER CLAVO ARDIENDO CON TAL DE CREER QUE NO HAY SALVACIÓN SINO CURA. LEER CONTRIBUYE A QUE LA SOCIEDAD SEA MEJOR.
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stá de moda hablar del mal humor social reinante. Es en realidad un eufemismo amable para mencionar el profundo hartazgo que reina en la civilización contemporánea respecto a las ilusiones que otras épocas se han hecho: igualdad, fraternidad, libertad, justicia, progreso, democracia. El pragmatismo contemporáneo pasa por encima de esas aspiraciones civilizatorias, quimeras que ya no mueven a las personas. La derecha más troglodita y tramposa triunfa en Argentina, en Brasil, en España, en Inglaterra, en Venezuela… y todo con la aterradora sombra del neofascismo que acompaña a Donald Trump. Por eso no es extraño que los libros de autoayuda y los libros para niños sean los únicos nichos de mercado que siguen boyantes en la industria del libro: paliativos para el presente y apuestas por el futuro. Me ocuparé hoy, indirectamente, de los primeros. La sociedad se siente enferma y busca remediar desde los padecimientos del hígado o el colon hasta la falta de empleo y la soledad. Uno se agarra a cualquier clavo ardiendo con tal de creer que hay no salvación sino cura, para seguir pensando en el futuro. Por eso la proliferación de esos libros que prometen curar lo que sea con yerbas o con ejercicios, con colores o sonidos o palabras. Esta nota quiere ser de advertencia: puede pasar que si usted tiene la cada vez menos frecuente costumbre de visitar librerías vea en la mesa de novedades un libro titulado Biblioterapia (Leer es sanar) y pase de largo, tal vez con una mueca de disgusto. En esta ocasión no lo haga, supere el eco que la palabra evoca y léalo. La biblioterapia no es un concepto nuevo y ha dado muestras de similar estulticia a otras prácticas de autoayuda. No es, sin embargo, el caso de este libro, así que lector regresa a la mesa de novedades y toma el volumen, lee su sugestiva solapa y llévatelo a casa (cómpralo, no te lo robes, sería un mal principio), no porque en principio te vaya a curar de algo, sino porque es un espléndido ensayo sobre la lectura y su sentido individual y colectivo. El nombre de su autor, Marc-Alain Ouaknin no te dirá, como a mí, casi nada (que yo sepa no hay otros libros de este autor en español). Yo tuve la suerte de que un amigo –uno de esos entusiastas del libro que resisten radicalmente ese mal humor colectivo– me lo recomendara. Y no me queda sino agradecérselo. Titularlo así, sin embargo, es un claro guiño de ese autor a los posibles lectores que tal vez sí busquen en ese libro ayuda, es decir, una cura, una sanación, una salud espiritual e intelectual que sea a la vez salud física. En otras ocasiones he sostenido que la lectura no nos hace mejores como personas, no son pocos los sátrapas que fueron también buenos lectores, pero sigo reivindicando (no sé por cuánto tiempo) que la lectura sí nos hace mejores como sociedad. Así que Ouaknin apela con intención a quien busca en ese libro una manera mejor de estar en el mundo y hace un guiño también a aquellos que miramos con desprecio no sólo los libros de autoayuda, sino incluso el mismo deseo de sanación.
Marc-Alain Ouaknin. Fuente: YouTube
Ouaknin, poco conocido en español, es sin embargo un autor con extensa bibliografía, hijo de un rabino y alumno de Emmanuel Levinas, filósofo que ha fertilizado los estudios cabalísticos con aportaciones de la lingüística, la psicología, la teoría del lenguaje y los seminales estudios sobre el sentido narrativo de Paul Ricoeur. Biblioterapia es pues un ensayo sobre la lectura en que se combinan muy distintos tipos de lecturas y referencias, de teóricos como Jacques Derrida y Maurice Blanchot, a referencias constantes a la tradición hebrea y cristiana, y a grandes obras de la literatura contemporánea. Su planteamiento surge de tratar de entender el sentido der lo escrito como un estar en el mundo. Habría que recomendárselo a los muchos y entusiastas promotores del libro y la lectura que trabajan en nuestro país sobreponiéndose a las erráticas políticas del Estado en la materia. El diálogo con los muertos propuesto por Quevedo en su conocido soneto no es ningún ejercicio quiromántico; es la descripción de lo que la lectura es: una fuente de sentido, eso que tanta falta hace en la sociedad contemporánea. Se ha dicho que nunca antes como ahora se lee, pero esa aseveración es puramente estadística y toma sus cifras de indicadores a veces muy pueriles. Es verdad que nunca antes se ha producido tanto texto, pero es justamente esa abundancia la que muchas veces impide la lectura. Así que la pregunta es ¿cómo leer? En forma paralela a lo dicho antes sobre la persona y la sociedad, nadie muere de no leer, muere la cultura a la que pertenece al morir su sentido.
Lo interesante del título, más que su posible éxito mercadotécnico, es el hecho de relacionar inevitablemente una facultad intelectual –leer– con una condición biológica –la salud– a través de un objeto cultural –el libro. En cierta manera las cosmogonías –todas, no sólo la hebrea– sitúan al libro en un lugar especial y le suelen conferir una condición sagrada, con una voluntad tal vez más allá de lo simbólico. En un momento el autor nos dice: “¿Por qué leemos? ¿Por qué interpretamos? La respuesta es clara: para hacer que ‘el ser infinitivo’ no se transforme en ‘ser definitivo’, para que la existencia pueda aún comprenderse como trascendencia.” Cuando parecía que el mundo de la televisión reinaría omnipresente en la cultura actual (es un decir), ese reinado lo sustituyó vertiginosamente la web y los teléfonos inteligentes (otra vez: es un decir), y sin embargo la lectura de los libros sobrevive y hace concebir esperanzas. No es que me guste crear suspenso, sólo quería dejar para el final la mención del amigo que me recomendó el libro: Daniel Goldin. Él predica con el ejemplo: los que creíamos que la Biblioteca Vasconcelos de Buenavista era un elefante blanco, tumba de una de las políticas culturales más nefastas, la de Vicente Fox, que se despidió de la Presidencia vetando la ley del libro consensuada entre todos los estratos de la cultura del país, y luego pedía libros regalados para su fundación cultural, nos equivocamos, pues gracias a la labor de Daniel es un centro cultural vivo, muy visitado y un ejemplo a seguir
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Seis poemas
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Jalaludin Rumi (1207-1273)
IV
I Con cada respiro siembro semillas de fe soy un campesino del corazón cada día trabajo en mi destino soy un carpintero de mi interior día y noche contemplo el rostro de la unión soy el espejo de dios
II. Comer poesía Mis poemas son como el pan de Egipto, tibios y crujientes por la mañana, duros e insípidos a la mañana siguiente. Prueba entonces mis poemas mientras están frescos, antes de que el polvo del mundo caiga sobre ellos. El lugar de un poema está aquí, en el calor del pecho; en la intemperie del mundo moriría de frío. Tú has visto a los peces: una vez fuera del agua se sacuden durante un rato hasta que mueren. Y aunque comieras mis poemas mientras están frescos tendrías que dar vida a las imágenes por ti mismo. Es más, amigo mío, lo que comes es tu propia imaginación. Estos poemas no son simples dichos ni viejos proverbios.
III. Estando borracho Qué dulzura la del vino resbalando de tus labios, oh Saaqi,* una vez que salgas a la luz, todo será tan claro.
Los secretos de la eternidad, no son para nosotros, qué lejanas nos resultan sus extrañas palabras, pues lo que hacemos y decimos ocurre de este lado del velo. Alma mía, cuando el velo desaparezca también nosotros despareceremos.
V. Caminando juntos Es importante unirse a un grupo de viajeros. Incluso el caballo de Mahoma galopó al cielo entre una turba de meditadores. Ese ascenso no es como el del hombre que va a la luna, sino como el de la uva convertida en vino. El vapor sube cuando el agua hierve, pero yo hablo de otra cosa. Es más como el embrión que se transforma en una persona que piensa.
VI El amor extático es un océano y la Vía Láctea es una hojuela de espuma que flota en sus aguas. Las estrellas giran alrededor del Polo Norte y el amor extático las mueve girando sobre una rueda. Sin amor extático el mundo entero se detendría. Si esto no fuera verdad, ¿crees que un fragmento de piedra podría convertirse en vegetal? La yerba consiente su muerte para crecer y recibir un poco del ímpetu de un animal. Y el alma animal a su vez se sacrifica. ¿Para qué? Para ayudar al viento, que por gracia de una ráfaga dio un niño a María. Sin ese viento, las criaturas de la Tierra serían tan yertas como un glaciar en lugar de ser lo que son, langostas en busca de alimento fresco noche y día. Cada partícula de polvo asciende como un retoño hacia el Ser Secreto, sube sin decir nada, y su silencio es una adoración salvaje del Ser Secreto.
*Mujer en una taberna que va de mesa en mesa escanciando el vino. Representa la gracia divina y una forma del Amado que embriaga el alma cuando vierte el vino del amor. La imagen proviene del Corán, que describe a Dios como “el que da de beber” [Nota de Jonathan Star]. Versiones de Iván García (el poema V cotraducido con Georgina Mejía) a partir de las traducciones al inglés de Robert Bly y Jonathan Star.
Ingeborg
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Andreas Kurz
INGEBORG BACHMANN PERTENECIÓ AL GRUPO 47, QUE PRETENDÍA REORGANIZAR LA LITERATURA ALEMANA DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y, COMO PAUL CELAN, FUE EXPULSADA. AL IGUAL QUE KARL KRAUS, ELIAS CANETTI, ROBERT MUSIL, PROUST, JOYCE Y BROCH, LA AUTORA AUSTRÍACA ENTIENDE QUE EL LENGUAJE PRODUCE HORROR, ODIO Y MUERTE. EN ESTE SENTIDO, EL LENGUAJE ES EL ENEMIGO DEL POETA.
I
ngeborg Bachmann nació en 1926, hace noventa años. Pertenece a una generación perdida, en su caso –valga lo absurdo– triplemente perdida. En las memorias de Soma Morgenstern sobre Joseph Roth hay un pasaje en el que Roth se acuerda –ya en París, ya sumergido sin remedio en el alcohol– de un amigo periodista triplemente estigmatizado: judío, comunista y homosexual. No sé si el amigo de Roth sobrevivió la shoá. Es improbable. Las y los protagonistas de Bachmann no se enfrentan a peligros inmediatos, nos amenazan ni el campo de concentración ni la muerte en el campo de batalla. Sin embargo, se trata de existencias perdidas y estigmatizadas; existencias paradójicas: olvidadas por la historia y, a la vez, más inmersas en ella que cualquier generación antes o después. Al inicio de la segunda guerra mundial Bachmann es una niña; a su final una mujer joven. La brutalidad y la violencia, el racismo y los prejuicios, una muerte rutinaria y las mentiras oficiales impregnan sus años decisivos y son los ingredientes más importantes con los que inicia su propia novela de formación que no puede aspirar a un desenlace armonioso, a la sabia resignación de un Wilhelm Meister. En “Mensaje”, un poema publicado en Die gestundete Zeit (El tiempo medido por horas, traducido al español como El retraso consentido), la obra que, a sus veintiséis años, pone a Bachmann en la primera fila de los poetas que escriben en alemán, se resume esa situación, esa desolación en medio de una historia vivida absorbente y letal: “Y el esplendor no se molesta por la putrefacción. Nuestra deidad, la historia, nos ha preparado una tumba de la que no hay resurrección.” La poeta no desea la resurrección, mucho más quisieran evitar, luchar con el lenguaje contra esa fosa común en la que yacen todos los que, después de 1945, no se resignan al olvido y la reintegración: se olvidan los muertos y se reintegran los verdugos. Bachmann no quiere perdonar, no a los asesinos, pero tampoco a los que –como ella– por una gracia arbitraria y sádica, otorgada por la historia, sobrevivieron.
LOS TRES CAMINOS TRUNCOS
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ngeborg Bachmann nace en Klagenfurt, una ciudad provinciana, aunque capital del estado de Kärnten que forma el sur de la pequeña República de Austria. Es una región fronteriza (todo el país lo es) con una fuerte minoría lingüística y cultural formada por eslovenos y croatas, antaño habitantes de un imperio que engañaba con su benevolencia y fascinaba por un esplendor cultural que sólo su propia decadencia había podido originar. En Klagenfurt nació también Robert Musil y en Klagenfurt vivía –con sus dolores, voces y fantasmas– la gran poeta Christine Lavant. En Klagenfurt, hasta la fecha, se nota la ausencia de lo que antes también era Austria, se respira la melancolía de lo trunco, de lo que –a pesar de idiomas e idiosincrasias diferentes– debería ser uno y siempre va a ser dos. En “Drei Wege zum See” (“Tres caminos al lago”), su última gran na-
Bachmann no quiere perdonar, no a los asesinos, pero tampoco a los que –como ella– por una gracia arbitraria y sádica, otorgada por la historia, sobrevivieron. Fuente: Wikimedia Commons
rración, Elisabeth, el alter ego de Bachmann, regresa a Klagenfurt. Una mujer exitosa de cincuenta años, políglota y cosmopolita, de apariencia joven y vital, pretende, durante una visita de pocos días, reencontrar y recorrer los caminos de su adolescencia. Tres senderos llevan, según un mapa, al lago a cuyas orillas se erige la ciudad. Los senderos existen, pero ya no desembocan en el lago: la construcción de una autopista (que nunca se concluirá) separa a Elisabeth de su meta –caminatas inútiles que la obligan a regresar una y otra vez a su casa paterna ubicada al margen de la población, que la obligan finalmente a despedirse de su padre, a huir de sus orígenes y regresar a París, la metrópolis que es su hogar y se le presenta más acogedora que la pequeña ciudad alpina. A la otra orilla del lago había esperado lo perdido, se vislumbraban y vislumbran las suaves montañas de Eslovenia, los pueblos de un mundo aún sumergido en el pasado, los sonidos, familiares y extraños a la vez, de otro idioma que también hubiera podido ser suyo. Su padre aún vivía en este mundo sin fronteras ni autopistas en construcción. Elisabeth sólo lo conoce como recuerdo y vago reflejo literario, un mundo que la primera gran guerra había separado y la segunda matanza del siglo xx destruido para siempre. Sólo quedan huellas tenues en la memoria que se borrarán con el tiempo, para convertir el más allá del lago en un supermercado donde los cigarros y el alcohol cuestan menos que en el propio país. El primer y quizás único amor de Elisabeth se llamaba Franz Josef Trotta. Bachmann evoca la sombra de Joseph Roth, este austríaco prototípico que nació en una región perdida del imperio, que sólo se sentía a gusto en París, quien se construyó un mundo de alcohol y literatura que sin cesar invocaba un ilusorio paraíso perdido. Los Trotta protagonizan varias novelas y narraciones de Roth. Franz Josef, en el cuento de Bachmann, es su último descendiente, con él morirá la estirpe, con él se borrará irremisiblemente el pasado. Franz Josef acelera este desenlace, se suicida. Elisabeth se entera tarde del final de su antiguo amante, durante años vive en la ilusión de que aún hay repre-
Bachmann
6 de noviembre de 2016 • Número 1131 • Jornada Semanal
y el lenguaje como enemigo
sentantes del viejo mundo, hasta que los tres caminos truncos le enseñan la melancólica verdad. Con Franz Josef muere también un idioma construido por todos los idiomas de la monarquía de los Habsburgo, y enriquecido con el francés y el inglés. Elisabeth habla cuatro lenguas, es políglota. Franz Josef habla una docena y no lo es. Su único idioma es la facilidad con la que varía entre las comunidades lingüísticas y culturales, la posibilidad de ser campesino esloveno, filósofo vienés y gentleman inglés a la vez. Los códigos no limitan su existencia, no la generan; su existencia genera los códigos. En la Europa moderna de los años sesenta y setenta es un anacronismo doloroso, su suicidio no es un gesto de desesperación, sino uno de cortesía: Franz Josef cede el lugar.
El Grupo 47 tiene que decepcionar (y expulsar) a autores como Celan y Bachmann. Ambos saben que la literatura no puede ser realista, que reflejar en novelas y poemas una realidad que equivale a la declaración de bancarrota de toda la humanidad es un intento fútil, grotesco, incluso peligroso.
gunos de ella, construyó, habría construido, no hay conceptos claros, sólo hay un más allá de los conceptos: la otra orilla del lago. La joven Ingeborg Bachmann perteneció al Grupo 47, esa organización con acta de constitución, reglamento, legislación, estatutos y –sospecho maliciosamente– carnet de membresía que pretendía reorganizar la literatura alemana después de la catástrofe. Heinrich Böll, Günter Grass, Ilse Aichinger, Günter Eich, Martin Walser: la nómina es larga y aplasta con prestigio y premios. Bachmann es una disidente del grupo, un papel que comparte con Paul Celan. El poeta rumano leyó su “Todesfuge” (“Fuga de la muerte”) ante el ilustre gremio y no aprobó el examen. Demasiado oscuro y complejo, elitista, simbólico, no apto para unos lectores que acaban de limpiar los escombros de las ciudades y aún no piensan mucho en las destrucciones causadas en sus mentes: así el fallo del jurado.
NEGOCIAR CON LAS PALABRAS
E Ingeborg Bachmann y Paul Celan
LA OTRA ORILLA DEL LAGO
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achmann no es nostálgica, Roth sí lo era. El autor de Leviatán busca un hogar “anywhere out of this world”. Da igual si lo encuentra en el alcohol o en el imperio perdido de los Habsburgo: son mundos ilusorios y falsos que, a la postre, matan al que los evoca. Roth no tiene alternativa, nunca ha tenido un pasado ni raíces y en sus años parisinos tampoco futuro. Los protagonistas de Bachmann, al contrario, aún creen que el pasado que se les robó podrá ser recompensado por un futuro que ellos mismos construyen. Tienen que regresar al antes de la primera guerra para que este futuro tenga cimientos fuertes capaces de construir algo sobre los escombros del segundo cataclismo. Este antes es tan ilusorio como las visiones retrospectivas de Joseph Roth –Franz Josef Trotta lo sabe–, pero apunta hacia una posibilidad: vaga e incierta, pero posibilidad al fin. Necesariamente se trata de personajes ambiguos. Quien pretende construir algo con base en ilusiones y ficciones no puede tener un perfil fijo. Ambiguos son su sexualidad y su comportamiento social, sus relaciones amistosas y opiniones políticas, su compromiso con la sociedad capitalista y su rebelión contra esta misma sociedad. En “Ein Schritt nach Gomorrha” (“Un paso hacia Gomorra”), Bachmann explota la vacilación de Charlotte ante los deseos de una casi desconocida.
Aparentemente feliz y exitosa, contenta con la vida que le toca vivir, Charlotte es incapaz de simplemente ignorar o bruscamente rechazar a Mara. La muchacha, casi niña, representa posibilidades y oportunidades diferentes, representa lo que también podría ser, lo que Charlotte no debería excluir de antemano, dado que el futuro que ella, sin percatarse, también construye, no margina opción alguna. Este otro mundo en el que sólo el aquí y ahora cuentan, un presente desde el que crece armonioso el futuro, es cruel porque destruye la comodidad, aniquila una existencia que había tenido un toque de definitivo. Sin embargo, se trata de una crueldad que cura porque permite a Charlotte despertar de una pesadilla disfrazada de idilio. Charlotte cede, duerme al lado de Mara: “Dos bellas durmientes […], ambas muertas y ambas habían matado algo. […] Charlotte lloraba, se dio la vuelta para dar cuerda a su reloj despertador. Mara la veía indiferente. Después ambas cayeron hacia el sueño y visiones como tormentas.” Algo murió, aún no sabemos si algo nuevo va a nacer, pero el acto era tan inevitable como necesario. No se trata de redefinir la propia sexualidad, ni de iniciar una rebelión genérica a la manera del ’68 europeo, se trata de definir un nuevo lenguaje. ¿Y hay lenguaje más poético y, al mismo tiempo, más crudo y realista que el del cuerpo? La narradora, en este cuento, no se atreve a llamar sexo al sexo. En el futuro que su generación, al-
l Grupo 47 tiene que decepcionar (y expulsar) a autores como Celan y Bachmann. Ambos saben que la literatura no puede ser realista, que reflejar en novelas y poemas una realidad que equivale a la declaración de bancarrota de toda la humanidad es un intento fútil, grotesco, incluso peligroso. La literatura no es una máquina Xerox; y si lo fuera, entonces repetiría el horror. Celan y Bachmann, y antes de ellos Karl Kraus y Elias Canetti, Robert Musil, Proust, Joyce y Broch, entienden que el lenguaje produce horror, odio y muerte; declara guerras, mata, tortura y engaña; pervierte el amor para convertirlo en rencor y cárcel. En este sentido, el lenguaje es el enemigo del poeta. En “Un Wildermuth”, Bachmann describe el dilema de un juez que investiga el caso de un asesino homónimo. ¿Quién es quién? ¿La verdad nombrada es la verdad? ¿Una sentencia es irrefutable porque su nombre es sentencia? El juez desespera ante este laberinto; la literatura no se rinde, Bachmann y Celan no se rindieron. El lenguaje es su enemigo, pero puede convertirse en aliado, si no en amigo. Si en el pasado “héroe” equivale a “asesino”, “amor” a “odio”, “fidelidad” a “traición” y “victoria” a “holocausto”, entonces es necesario obligar a ese lenguaje a que se corrija. La poeta no inventa un nuevo lenguaje –nadie es capaz de hacerlo–: negocia con el lenguaje para que acepte un nuevo rol en un futuro nuevo. Bachmann falleció en 1973 en Roma. Su fama póstuma ilustra el fracaso de sus planes y deseos. En 1976 se convocó por primera vez el Premio Bachmann, hasta la fecha uno de los premios literarios más codiciados en lengua alemana. Además, un premio sui generis. Es el reality show de la literatura. Los autores leen en vivo, hay rondas: cuartos de final, semifinal, final. Hay un jurado que destruye o elogia, igualmente en vivo. La destrucción garantiza más popularidad, mejores ratings en la televisión estatal. Después pocos se acuerdan de lo leído, pero sí de un joven escritor que se cortó la frente con una navaja de afeitar y de la mucha sangre… ¡Pobre Ingeborg Bachmann! El lenguaje sigue siendo el enemigo, a pesar de sus intentos, y de los de Celan y muchos más. Muchos, pero no suficientes
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Xabier F. Coronado NARRADOR, POETA, MÚSICO, PINTOR Y CINEASTA PROLÍFICO Y EXITOSO, ES UN CLARO Y RARO EJEMPLO DE UN CREADOR RENACENTISTA EN NUESTRO TIEMPO. CONCIBE LAS ARTES COMO UNA HERRAMIENTA PARA EXPRESAR NO SÓLO SU ESTÉTICA PERSONAL SINO TAMBIÉN LO QUE OCURRE EN SU ENTORNO. In memoriam José Félix Alonso Gutiérrez del Olmo. Aute es un poeta capaz de conferir a las imágenes la cadencia de sus canciones y la plasticidad de sus pinturas.
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Y también es un pensador, profundo y melancólico. Gonzalo Suárez, escritor y cineasta
a creatividad es innata a la naturaleza
humana y puede ejercerse en todos los aspectos de la vida. Esta capacidad es considerada artística cuando la fuerza creativa se enfoca en una de las bellas artes y, aunque todos somos artistas en potencia, sólo algunos desarrollan de manera consciente dicha posibilidad. Quien se dedica profesionalmente a la creación artística se suele centrar en una disciplina determinada; sin embargo, no es extraño que también cultive otras formas de arte. Este tipo de artista, común durante el Renacimiento, se ha repetido a lo largo de la historia: pintores como Kandinsky que escribieron y teorizaron sobre arte (De lo espiritual en el arte; Punto y línea sobre plano) o escritores como William Blake, que vinculaba la poesía con grabados y pinturas, son ejemplos de una larga lista de autores que exploraron y practicaron fusiones artísticas. Uno de los acoplamientos más frecuentes entre las artes se da en el caso del cantante que compone y escribe sus propios temas musicales, pero resulta menos común que además también se dedique a la pintura y al cine. En este inusual esquema de artista polifacético encaja la figura y la obra de un autor contemporáneo: Luis Eduardo Aute, ejemplo de creador que busca en las diferentes expresiones artísticas satisfacer la inquietud de trasmitir su experiencia de vida. “Yo creo que el artista debe ser total, como los renacentistas. Ejercer una actividad artística es ejercer la libertad, es utilizar cualquier tipo de recurso con tal de poder emocionar a la persona a la que se quiere comunicar algo.”
UNA OBRA MULTIDISCIPLINAR No establezco diferencias entre escribir una canción o ponerme a dibujar o a pintar porque lo llevo haciendo toda la vida. L. E. Aute
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uis e duardo a ute (1943) nació en Manila, en el seno de una familia española que regresó a Madrid en 1954. Desde niño se interesó por la pintura y a los diecisiete años expuso por primera vez sus cuadros en una galería, recibiendo críticas favorables: “Aute es un pintor vocacional y un artista precoz […] que debe ser considerado como un pintor consumado...” (Blanco y Negro, 1961). Sus primeros pasos en la pintura resultaron exitosos, sus obras fueron seleccionadas en las bienales de arte de París y Zaragoza (1964), y Sao Pau-
lo (1967). En 1974 le conceden en Italia el primer premio de pintura de la Mostra Fondazione Michetti. Como pintor, ha exhibido sus trabajos en medio centenar de exposiciones individuales y más de veinte colectivas. Entre 2005 y 2010, la muestra itinerante Transfiguraciones (1951-2005) presentó en diversas ciudades de América y Europa una retrospectiva de su obra que incluía piezas de escultura. Su pintura se basa en el dibujo, ha madurado una estética personal, en óleo y lápiz de tenues colores, con predilección por la figura humana, el primer plano, el rostro, el cuerpo y el sexo, que detalla con un erotismo deliberado, surrealista y místico. Aute también sintió una atracción temprana por la música (“La distancia más corta entre dos puntos es la música”). A los quince años tocaba la guitarra eléctrica en grupos como Los Tigres o Los Sonor, y colaboró en el conjunto Los Pekeniques. En esa época compuso canciones para otros intérpretes, entre ellos la cantante Massiel que lograría éxitos con temas como “Rosas en el mar” y “Aleluya nº 1”. Posteriormente comienza a grabar sus propias composiciones y sus primeros discos, Diálogos de Rodrigo y Gimena y 24 canciones breves, aparecen en 1968. Desde entonces ha continuado ininterrumpidamente su actividad como músico; sus composiciones melódicas hablan de temas sociales y propios compartidos: el amor y la libertad, las ilusiones, las dudas y contradicciones personales…, que conectan con la gente y lo convirtieron en un cantautor reconocido en España y América En total, ha compuesto unas cuatrocientas canciones y grabado más de treinta discos; trabajos como Albanta (1978); el álbum doble Entre amigos (Premio Nacional del Disco, 1983); Mano a mano (1993), grabado en directo con Silvio Rodríguez; o Humo y azar (2008), son una muestra de las diferentes épocas de su larga carrera musical. En 2001 recibió en Italia el premio Luigi Tenco por el conjunto de su discografía y, a partir de 2003, volvió a grabar parte de su obra en tres álbumes dobles, bajo el título Auterretratos. Desde su juventud, Aute es un creador polifacético que explora diferentes formas para satisfacer su preocupación artística. En esa época ya se interesa por el cine y en 1963 trabaja como asistente de Mankiewicz en Cleopatra. Al año siguiente colabora con Maurice Ronet (La vida es magnífica) y Marcel Ophüls (Chaud, Chaud les visions). A partir de 1970 compone la música de diversas películas dirigidas por cineastas españoles: Luis García Berlanga, Jaime Chávarri y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Posteriormente realiza varios cortometrajes: Cibeles (1969), Minutos después (1970), Chapuza i (1971), basado en sus cuadros y poemas; A flor de piel (1972) y El muro de las lamentaciones (1986). También dirige un episodio, “La pupila del éxtasis” (1988), para la serie de televisión Delirios de Amor.
Su primer largometraje, la película de animación Un perro llamado Dolor (2001), fue seleccionado en varios festivales –San Sebastián, La Habana, Guadalajara, Tribeca, etcétera– y galardonado con el Premio Especial de la Mostra del Mediterrani (Valencia, 2002). Uno de sus últimos trabajos, El niño que miraba el mar, es un disco con once canciones inéditas que lleva adjunto un video con el cortometraje El niño y el Basilisco, que evoca su infancia en Manila. “La posibilidad de que las imágenes que hay en sus pinturas se pudieran mover y expresar… Es el sueño de cualquier pintor.” Aute ha publicado tres libros de poemas: La matemática del espejo (1975), La liturgia del desorden (1978) y Templo de carne (1986), que se han reunido en la antología Volver al agua (2002). Sus llamados “poemigas” –poesías lúdicas de verso corto con insólitos juegos de palabras– han sido editados en la serie “animalarios”: AnimalHada (que incluye los tres primeros, 2001); AnimalHito (2007) y No hay quinto aniMalo (2010). Las letras de todas sus canciones han sido recopiladas recientemente en el volumen Claroscuros y otros pentimentos (2014). Sus versos son cercanos y de lenguaje abierto, pasan de la referencia culta a la expresión más coloquial. Aute es un artista que comprendió la importancia de crear una obra multidisciplinaria: “No puedo negarme la curiosidad por descubrir otros lenguajes, por eso uno la prosa, el verso, el dibujo, la pintura, la música y la imagen”, y ha desarrollado un genuino diálogo entre formas artísticas: “No distingo frontera alguna. Todo es lo mismo aunque cambien las herramientas. Se trata de expresar emociones, sueños, reflexiones, delirios, ficciones... se trata de re-vivir la vida.” En conjunto, la obra de Aute es un ejercicio de introspección que integra la palabra, la música y la imagen para lograr una manera propia de comunicar su visión de la realidad. Un manifiesto vital promulgado desde diferentes estilos, del más clásico a la innovación vanguardista. Una obra artística integral, basada en la inquietud creativa y la búsqueda de herramientas, que evoluciona para mostrarnos el mundo y la naturaleza humana a través de sus sueños y obsesiones: realidad y fantasía, ternura y erotismo; ironía y tristeza, amor, sufrimiento y muerte.
ARTE, CULTURA Y COMPROMISO La cultura es un bien esencial y tiene que estar al alcance de todos. Es lo que nos diferencia de las bestias; no puede ser jamás un artículo de lujo. L. E. Aute
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uizá porque nace en una familia española
que vive en Filipinas, tal vez porque estudió en un colegio donde aprendía las materias en
duardoAute
6 de noviembre de 2016 • Número 1131 • Jornada Semanal
50 años de arte, música y poesía Con Joan Manuel Serrat , Pablo Milanés, Teddy Bautista y Silvio Rodríguez, en el concierto que da nombre al disco doble en vivo Entre amigos, Teatro Salamanca, Madrid, 1983
inglés y se comunicaba con sus amigos en tagalo, Aute conoció desde niño la importancia y diversidad de la cultura. En diferentes entrevistas ha manifestado el derecho que tenemos, como integrantes de una comunidad, a desarrollar libremente nuestra creatividad para aportar una visión particular que consolide la cultura como entidad propia, única y colectiva: “La desafección por la cultura es lo peor que puede ocurrir. La cultura es el alma de un país, es lo que prevalece. Lo demás va cayendo, va desapareciendo o se va olvidando.” El respeto por una cultura en libertad es importante más allá del desarrollo personal de cada individuo, atañe a toda la sociedad. Una carencia en este aspecto puede marcar la evolución cultural de los pueblos, como ocurre cuando se viven períodos dictatoriales en los que ni la cultura ni la libertad creativa son valores respetados: “No ser conscientes de ese valor no es perdonable. Porque no atender al hecho cultural es lo peor que le puede ocurrir a un país, es vaciarlo de contenido.” Aute subraya la responsabilidad y el compromiso que los artistas tienen en el proceso cultural: “Son quienes a lo largo del tiempo conservan el alma y el espíritu de esa cultura.” Una labor que quedará reflejada según las condiciones en que se haya realizado; por eso cada época tiene su carácter particular dentro de los tiempos históricos que marcan el desarrollo cultural de la humanidad. Paralelamente, cada país no es más que su propia cultura y la creatividad de sus pobladores le otorga su identidad. Aute plantea que la realidad cultural que vive una sociedad proviene de las diferentes respuestas que provoca en los individuos que la conforman: Una parte de la sociedad actúa en el sentido de la masa, mientras que otra intenta recuperar el sentido y la razón
de existir del ser humano. La cultura no tiene más misión que ser una luz cuando no se ve la luz y recordar que no somos cosas que se dedican a consumir y a tragarse todo lo que nos venden, sino que somos seres que pensamos, que nos preocupamos por el sentido de la vida, por la relación entre las personas...
Con Leonard Cohen, Madrid, 1984
Los jóvenes Luis Eduardo y Joan Manuel
La época actual es, para Aute, momento de cambios: “Creo que estamos en tiempos de giralunas, personas que quieren aportar otra perspectiva de la realidad, tanto social como cultural o política.” El artista no puede mantenerse indiferente ante el contexto sociocultural que vive y Aute ha asumido con responsabilidad ese compromiso: su trayectoria artística mantiene un proceso creativo de búsqueda personal que refleja el momento vivido y el entorno donde se desenvuelve. “No me planteo mis canciones con una finalidad concreta, sino que salen los problemas sociales, históricos y políticos. Pero no porque lo pretenda, sino porque están ahí.” Censurado por la dictadura franquista, siempre trató de denunciar y sortear ese acoso que sufrían pensadores y artistas. Como ejemplo, su canción “Al alba” –una composición “que salió del dolor”– es un homenaje a los cinco activistas ejecutados por Franco en septiembre de 1975, últimas víctimas de un régimen funesto para el desarrollo cultural de España. Con el paso del tiempo las cosas no han ido mejor para el arte y la cultura. A nivel mundial vivimos en un sistema que margina o utiliza lo que es discordante o novedoso. La revolución tecnológica de los últimos años no parece tener la facultad de convertirse en algo que logre corregir las cosas, al contrario, incrementa la banalidad cultural y el control sobre la sociedad; “la tecnología no es ni buena ni mala, depende del uso que se le dé, pero se está fomentando el uso más frívolo y estulto”. Esta visión es común entre artistas y creadores independientes cuando analizan la pobre realidad cultural que vivimos. Ante el desastre inminente, Aute mantiene una esperanza al afirmar: “creo en el ser humano y que, antes o después, cuando se encuentre en un callejón sin salida, dirá: hasta aquí hemos llegado. El sistema reventará dentro de su propia endogamia narcisista…” El compromiso de Aute con el arte y la cultura, mantenido durante más de cincuenta años de actividad creadora, puede servir de ejemplo en esta época oscura que vivimos, cuando se hace evidente que la mayoría de los intelectuales y artistas mexicanos están apáticos y desorganizados, eluden asumir el compromiso de ejercer el papel valeroso y solidario que les corresponde históricamente y se vuelven cómplices de una situación sociocultural y política insostenible. A ellos habría que recomendarles meditar sobre estas palabras que Aute expresa con claridad: “Me cuesta creer que un artista no sea sensible tanto a la estética como a problemas sociales o políticos. Alguien a quien le interesan la vida, el ser humano, las relaciones del ser humano con sus congéneres, no puede mostrarse insensible a lo que está ocurriendo.”
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Luis Eduardo Aute en su estudio de pintura en Madrid. Fuente: YouTube
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LEER Bowie, Simon Critchley, Traducción de Inga Pellisa, Sexto Piso, México, 2016. Francia, 2015.
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El asceta degenerado EVE GIL
e topas con un libro titulado Bowie, y en la portada, uno de los icónicos retratos que le hiciera Michael Ochs en su faceta Ziggy Stardust, trepado en unas brillantes botas color naranja (sabes que son naranja aunque la foto esté en blanco y negro), y lo primero que piensas es que se trata de su biografía. Pero…oh, oh… ¿tan breve? Autor: Simon Critchley, filósofo inglés nacido en 1960, especialista en ética, religión y teatro. Imposible no sucumbir a la curiosidad. En gran medida, como nos lo hace ver Critchley, su personaje –que no “sujeto de estudio”– se las ingenió para partirse en pedazos y mudar de piel cada tanto. Un poco al estilo de Fernando Pessoa –con quién más compararlo–, se creó diversos heterónimos entre los que resulta prácticamente imposible determinar cuál de todos se aproximaba más a David Robert Jones, al que probablemente nunca conocimos. Y aunque dicha circunstancia pudiera apuntar hacia un rasgo esquizoide –de hecho tuvo un hermano esquizofrénico que se suicidó colocando su cabeza sobre las vías de un tren–, Critchley concluye que se trataba de su manera de revelarse contra la autenticidad del arte, algo contra lo cual Bowie siempre renegó. El arte, pensaba, es ilusión. He de reconocer que David Bowie –nacido el 8 de enero de 1947 en Londres– empezó a existir para mí en una de sus etapas menos ponderadas por Critchley. “Let’s dance”, canción incluida en el disco del mismo título de 1983, fue mi iniciación en el que habría de convertirse en uno de mis cantantes favoritos. Supongo que como a varios adolescentes de entonces, sus facetas como Ziggy Stardust, Major Tom, Starman y sus imitaciones mejoradas de otros cantantes como Iggy Pop o Syd Barrett, eran prácticamente desconocidas. Nos tocó conocerlo simplemente como David Bowie… o Jareth, rey de los Goblins, su personaje en la película Laberinto (1986), que, inexplicablemente, Critchley no menciona en su libro, aunque sigue siendo de los favoritos de los jóvenes que practican cosplay. Nos tocó presenciar su incesante evolución/transformación, especialmente en su producción musical que resulta imposible encasillar y va desde la pretendida ligereza de sus rolas ochenteras (que coincide con los retornos y conversiones pop de otras maravillas como Robert Plant o Don Henley), pasando por su apoteósico dueto con Freddie Mercury, con todo y Queen –“Under pressure”– y otro más, en tono paródico con Mick Jagger –“Dancing in the street”– hasta las más complejas, filosóficas, oscuras y muy poco comerciales de los noventas. Pese a ser casi tan fan de Bowie como el propio Critchley, su fallecimiento, el 10 de enero de 2016, me pasó desapercibido porque coincidió con el de mi amadísima mascota. No lo sentí
Dibujo de Juan Gabriel Puga
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de veras hasta que tuve entre las manos este maravilloso “librito”, como se empeña en llamarlo, una y otra vez, su propio autor. ¿Qué podría decirnos un estudioso de Rousseau, Aristóteles, Nietzsche, Kant, Derrida, entre muchos otros, sobre un músico como David Bowie? Mucho, al parecer… aunque al arrancar insinúa que su intención es escribir no como filósofo, sino como fan. Obvio, no cualquier fan, sino un estudioso en diversas disciplinas –el teatro entre ellas– del que podemos esperar algo más que loas y anécdotas bizarras. Tenía sólo doce años cuando la aparición televisiva de una criatura extraterrestre de pelo naranja siemtransformó su vida para siem primepre. Era el año 1972. La prime ra impresión, aunado a la letra de la canción –“Starman”- fue crucial para el adolescente Simon. Fue casi como una iniciación sexual, pese a ignorar incluso lo que era un beso. No sería el mismo impacto que causaría en los adolescentes que lo descubriríamos una década después y en serio envidio la experiencia mucho más profunprofun da de Critchley: “ Bowie nos mostró otra manera de ser chico o chica o algo completamente distinto. Bowie/Ziggy recalibró disola sexualidad de un modo diso decididaluto pero destilado, decidida
mente atrevido, pero lleno de refinamiento. Era una especie de asceta degenerado ” Según el análisis de Critchley, que poco a poco se entrega al desconstructivismo que impregna sus primeros trabajos filosóficos, y aunque no sean palabras textuales, Bowie es lo más cercano al Zaratustra nietzscheano que engendra y mata a sus propios personajes pues proviene de una distopía, no de una utopía. No se trata simplemente de destrozar su equipo al final de cada concierto. Lejos de pretender sobreponerse a su condición humana –asunto que aborda casi obsesivamente en sus canciones–, se deja arrastrar por el desastre que hace posible la reconstrucción de nosotros mismos. Bowie, nos dice su fan filósofo, aspira a la nada; una nada que le permita empezar cada vez de manera distinta y generar nuevas formas, más como necesidad vital que como producto artístico; técnica evasiva que remite también a Ezra Pound. El tono del ensayo es tan dinámico, casi festivo, que demoraremos buen rato en despejar la duda acerca de si fue escrito antes o después de la desaparición de Bowie. En el penúltimo capítulo se menciona el sorpresivo lanzamiento del disco Blackstar el 8 de enero de 2016, prácticamente a unas horas del deceso del cantante. No era un disco que hiciera suponer algún cambio radical, excepto nuevos músicos y un toque de jazz, pero lo cierto era que B o w i e e s t a b a m u r i e n d o d e c á n c e r, y s u p o e n qué instante despedirse de sus fanáticos, de una forma tan poco convencional como todo en él… el único rockero inglés que se atrevió a decirle a la Reina: olvídalo nena, nunca seré Sir David Bowie •
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LEER
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Vidas amuebladas. 12 lentes bifocales para leer la postmodernidad, Fabrizio Andreella, Taberna Libraria Editores, México, 2015.
EXCESO Y AUSENCIA DE LA REALIDAD JULIO CÉSAR GARCÍA
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olaborador constante de estas páginas, al historiador, ensayista y filósofo italiano Fabrizio Andreella no sólo le tienen sin cuidado las etiquetas de un prestigio intelectual habitualmente más asido al rebumbio mediático que al calado de las ideas expuestas, sino que valido de una discreción ya en desuso general, incluso evita ponerse bajo unos reflectores que, al menor descuido, ciegan a quienes desean, en el fondo y sobre todo, ser mirados, y no tanto leídos o escuchados. Sin embargo, para precisar las coordenadas dentro de las cuales discurren las doce miradas que integran este volumen, conviene repetir, para recalcarlo, eso que Andreella es: “historiador por formación, filósofo por vocación y observador de la realidad social por diversión y obligación ética”. También descontinuada hoy en día, cuando no violentada por la exageración, otra palabra que define al autor de estas Vidas amuebladas es “pensador”, y quien ha leído alguno de los numerosos ensayos de Andreella publicados en este suplemento desde hace aproximadamente década y media, no podrá sino coincidir en que, para el también autor de El cuerpo suspendido. Códigos y símbolos de la danza al principio de la modernidad, la maravilla más alta y jubilosa de la vida humana consiste en vivir “la aventura del pensamiento”, como han afirmado Carl Sagan y Jacob Bronowsky entre otros pensadores cuya pluralidad de intereses y largo alcance en su mirada los convirtió en mucho más que célebres divulgadores del conocimiento. Como el propio Fabrizio Andreella, quien evidentemente no los necesita pero se sirve de los que él llama lentes bifocales. Hechos con el doble cristal de la información certera y el discurso claro, pulidos con el esmeril doble también de la reflexión y la propuesta, enmarcados en el armazón de la sencillez y, como quería Calvino, de la levedad, los doce ensayos aquí reunidos abordan grandes segmentos de una realidad que, a falta de mejor o peor apellido, toca seguir llamando “postmoderna”. Son doce visiones: del placer, del cuerpo, de la transformación, de la palabra, de la pantalla, del mensaje, del producto, del exceso, del recorrido, de la relación, de la instantaneidad y de la permanencia. A su vez, cada uno de los ensayos es precedido por una suerte de epígrafe
o noticia preliminar que arroja luz a la materia de la que se trata: en las visiones del placer Andreella avisa que, en nuestro mundo postmoderno, “la excitación ha tomado el lugar del placer”; en las del cuerpo, que éste “es la fuente profunda y el receptáculo resignado de toda fantasía”; en la transformación, que “el yo no es más un sujeto, sino una situación”; que “toda palabra es falsa, pero”, como preguntaba Elias Canetti, “¿qué hay sin palabras?”; que “la imagen es parricida de las cosas que representa”; con McLuhan coincide al afirmar que “en la mediocracia actual, cualquier mensaje es un masaje”; que “los objetos tienen privilegios que se niegan a los sujetos”; deplora que “la abundancia impide el movimiento”, así como que “vida y viaje ya no son sinónimos”, como lo fueron para fenicios, portugueses y otros pueblos menos atados a espejismos; que “el aislamiento es un sicario del control social”, sobre todo si se considera que “hoy en día los que batallan para enfocar el horizonte son los présbitas”, y remata con esta afirmación irónica: “El tiempo es tan tolerante que nos deja moldearlo incluso para crear nuestras angustias.” Paseando su mirada generosa y aguda en la galería variopinta que conforman el tiempo incómodo de la senilidad, el mercado de la juventud, la ley del deseo en la sociedad de consumo, la invasión de la irrelevancia, el cuerpo sin fin de la anorexia, la momificación de la poesía, la religión apantallada, la soledad de la carne y otras estaciones del tiempo contemporáneo, Andreella invita a leer la postmodernidad o, dicho de otro modo, a desmitificarla desenmascarándola, mirándola de frente tal como es y no como unos cuantos la hacen lucir, en un juego de apariencias en el que los ganadores siempre son poquísimos y siempre son los mismos. Invitación, la del autor, a dejar de lado el automatismo del consumo irreflexivo e irrefrenable, la búsqueda de una falsa celebridad tan fugaz como barata, así como el culto laico a espejismos como la juventud eterna y el bienestar únicamente material, para en cambio “pensar y mirar el mundo como protagonistas de nuestra existencia”. Tan sencillo que eso suena y tan arduo de lograr hoy día, entre tantos muebles estorbando el acto simple y máximo de vivir • La Calle Mandelstam y otros territorios apócrifos, Jaime Luis Huenún, Fondo de Cultura Económica, Chile, 2016.
ESTOCOLMO A LO MAPUCHE MAYRA INZUNZA
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a calle Mandelstam y otros territorios apócrifos es una compilación de tres libros, dos publicados y uno inédito, donde el poeta mapuche-huilliche Jaime Luis Huenún refleja su experiencia y la de su pueblo. Como bien dice Grínor Rojo en su prólogo: aquí Huenún habla de los perdidos y beodos de Puerto Trakl, de los subalternos de Fanon City meu y de los poetas condenados de La calle Mandelstam.
Desolado, triste, desesperanzado, Puerto Trakl es justo el naufragio del poeta en su propia soledad, inmerso en su insilio. Los episodios más estéticos llegan a ser sublimes aun pese a la sobrecarga intertextual que prodiga desde los títulos hasta los insertos en el cuerpo del texto (vg. ’Flores trajimos al cementerio marino’; o ‘Capitán Melville…’, por citar sólo un par de los múltiples ejemplos incluidos en el texto). Ahora bien, en cuanto a Fanon City meu, quizás no a todo lector deleita mucho ya la poesía revolucionaria, aunque se reconoce su pulida escritura y el culteranismo de esta poesía histórica, sardónica, que se balancea gracias a un fraseo en su mayoría con versos populares (octos, décimas, endecasílabos entre una multitud de libres): resulta espléndida. Cantar este poemario goza de un ritmo que no muchos lograrán. Al principio pocos lectores aumentarán su placer al descubrir su musicalidad y paulatinamente se sorprenderán ante el valor de un contenido fulgente en crítica política y social, que no soslaya la estética, un nativismo y acaso cierta oda a la negritud –es Fanon– esplendente en ritmo y asunción identitaria. Por otro lado, hay una voz triste, desesperanzada, que recorre frías estepas insomnes en La calle Mandelstam… Parecería que aquí la voz poética hace justicia a su herencia de vates más bien trágicos. Duele duro, mata por la nuca, se trata de un poemario que no hay que perderse: arde, hiela y en verdad acaba por atar, seducir. Estamos, pues ante unos versos que generan una especie de síndrome de Estocolmo, tanto por el clima que expresan, como porque nos secuestran y su poder encantatorio no acaba hasta la última página. Con gran tino lleva en el título de los territorios que esta lectura nos conducirá a visitar: son apócrifos: no existen pero devienen reales cuando el lector implícito los habita al irlos recorriendo, imaginando. Así, en la voz de Huenún tres gloriosos poetas encarnan un lugar si se quiere desolado mas donde la metáfora está viva, nos hospeda porque no hay utopía sino bilis negra, o la melancolía de la civis –particularmente la contemporánea. En este sentido, Huenún se emparenta con un linaje poético apocalíptico y sin duda alto, lo que permite una rica aproximación, si bien drishti, ralentizada pero in crescendo, a su compilación. Poetas de gran lid, un corpus intertextual (me permito repetir) de gran linaje; una historia de exilio solo/sólo comparable al insilio/idilio con el cual espejea. Va una muestra de este sobresaliente poemario: “…Sobre la hierba y el viento,/ heridos por el hosco resplandor/ de los focos matutinos/ aprendimos a reptar […] Como oscuros centinelas/ aplastados por la nieve/ y el peso de las armas […] El mundo, camaradas/es demasiado pequeño…” Cabría preguntarnos, ya que sitiar está de moda, no sólo si las fronteras son cicatrices de la historia, sino si nosotros no colindaremos hacia el interior, como diría el genial Quino “y, hacia dentro con nosotros mismos, ¿o no habremos notado una especie de claustrofobia?” •
En nuestro próximo número
EL GENIO CREATIVO de Teodoro González de León Germaine Gómez Haro
La Jornada Semanal
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
@JornadaSemanal
ARTE Y PENSAMIENTO ........
6 de noviembre de 2016 • Número 1131 • Jornada Semanal
Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes
Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Yerma E fue en este lugar, dizen, donde se hizo aquella enorme matazón del año nueve o diez, que yo no la vi que no era llegado yo todavía a ninguna de las ínsulas que se encuentran deste lado de la mar océano e yo sólo he escuchado que luego decían los naturales que los llantos habían sido tantos que las lágrimas habían bajado confundidas y formado un río, e con ellas la sangre y otros humores y que había sido tanta que fincó allí una laguna donde todo vino a rebalsarse y que fue dicha de los lamentos o de los lloros o de la sangre, porque a sus aguas, que eran de poco fondo, entraban caminando los que habían quedado vivos e se arrancaban los cabellos e se arañaban la cara e se golpeaban los pechos e los brazos dando voces que decían ¡Ay destas sangres donde flotan los muertos míos! E que ahora se sabe dónde fue eso, me dijeron, porque allí la tierra quedó yerma e no volvió a dar fruto. [De Nuevas navegaciones..., atribuido a Antón Gil, el Xamurado] •
El Zika Me acabo de encontrar con el Zika. Nos encontramos en el baño, antes de entrar a darme una ducha. Nos vimos de frente, como se ven dos legendarios adversarios. Quedé sorprendido por sus destrezas. Antiguamente, cuando me encontraba con el Dengue, me bastaba un palmazo para derribarlo: pum, pam, y caía muerto. Hoy las cosas son diferentes con el Zika: se nota claramente más preparación, mejor acondicionamiento, digamos, una mayor precisión en la esgrima. Por ejemplo: le solté dos manotazos y nada: el Zika se me escurrió por entre los dedos. Luego un palmazo y, aunque logré derribarlo, el Zika sobrevoló el suelo y volvió a remontar el vuelo. Después me alcancé una toalla y le solté una metralla de toallazos, nada tampoco: el Zika hizo unas piruetas en el aire y salió disparado hacia la regadera. Hasta allá fui a manotazo limpio y nada: el Zika, riéndose seguramente, saltó por sobre mi cabeza, aprovechó el claro que dejaba la ventanita del baño y huyó. Salí del baño moribundo, como si acabara de librar una batalla campal con un boina verde gringo. Mi mujer, al verme, me preguntó: qué te pasa, ¿tienes Zika o qué? Le dije que sí, nomás por decirle algo, no fuera a ser que me siguiera avergonzando•
bitácora bifronte William Faulkner, poeta
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ara muchos lectores la poesía de William Faulkner es prácticamente desconocida, sus novelas (y la escasa publicación de algunos de sus poemas) han eclipsado la difusión de su obra poética. Una de las características más relevantes en la poesía de William Faulkner es su idea de “secuencia poética”, entendida como un conjunto de poemas que desarrollan un tema y una forma específicos sostenidos por una estructura definida, lo cual no excluye la existencia de muchos poemas “sueltos”. Seis de estas “secuencias poéticas” han sido catalogadas por los estudiosos de la poesía de William Faulkner: The lilacs, The marble faun, Vision in spring (al que con ciertas modificaciones titularía también Orpheus and other poems) y Helen: a courtship. A las anteriores se agregan otros conjuntos incompletos: Mississippi poems y Aunt bama poems, todos escritos entre 1917 y 1926 y que, en suma, comprenderían una abundante cantidad de poemas. En Visión en primavera (publicado en español por la editorial Trieste en 1987, traducido por Menchu Gutiérrez y acompañado por una luminosa introducción de Judith l . Sensibar), la poesía de William Faulkner parece buscar, en poemas extensos que alternan el verso libre con el versículo, lo que yo llamaría la musicalidad de la luz en una primavera nocturna, resultado de una aguda capacidad contemplativa en donde lo luminoso batalla y, a un mismo tiempo, danza con las sombras:“La oscuridad asciende/ en doradas alas de violines y luces,/ sobre la música tocada dulcemente/ como si los dedos de la sombra vagaran/ entre las dulces cuerdas de plata de la luna.” En este libro hay una metáfora central: la estrella que cae, y el hombre, como testigo de esa luz que desciende, es el indicado para cantar este milagro, en donde aparecen personajes como Pierrot, Orfeo y la “bailarina”, habitando escenas y pasajes. Visión en primavera es la revelación que el hombre experimenta ante la belleza y la juventud contenidas acaso en un instante, como en el hermoso poema “Retrato”:“Eres tan joven…/ y, en verdad, crees que este mundo,/ esta calle oscurecida, este ensombrecido muro/ brillan con la belleza que, apasionadamente,/ sabes no se habrá de marchitar.” Aunque se sabe que Faulkner presentó Visión en primavera a una editorial para su posible publicación (misma que no se realizó por falta de dinero para financiarla por parte de su autor) parece que, en el fondo, para él la poesía era un asunto de íntima espiritualidad que sólo compartía con aquellas personas más cercanas. En el caso de Visión en primavera, el único ejemplar, mecanografiado en tinta roja y encuadernado a mano por el mismo Faulkner, fue un regalo para la que sería su esposa, Estelle Franklin, quien lo conservó hasta su muerte, quizá como una prueba de que el amor y la poesía pertenecen al reino de lo que “no morirá nunca”•
La otra belleza Stelios Yeranis
María, cierra tu puerta. Veo que oscurece. Entra pleno el invierno y nos ahogará la helada. Desesperanzas gotean tus ojos. Al menos ponte aquel saco amarillo y triste de tu madre y ven a pasar conmigo el líquido pasillo. Como un copo de nieve de nuevo has caído en las matanzas de los vientos. Te veo blanca y me asusto. Llora, María. No nos quedaba creo más belleza que el amor.
Stelios Yeranis (Atenas, 1920-1993) es el seudónimo de Stelios Panayotópoulos. Es originario de Nueva Éfeso, en Asia Menor. Trabajó como auxiliar de contador, periodista y agente de aduanas. Es autor de once libros de poesía y del libro La poesía de Nikiforos Bretakos (1952). Fue editor y director de la revista Musa Neohelénica. Con su seudónimo estuvo al cuidado de la revista Ruta, fue jefe de redacción del periódico Guardián de la Democracia (El Pireo), y Filología, y miembro de la mesa de redacción del diario El Periódico de los Poetas. En 1975 recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía. Fue miembro de la Sociedad Nacional de Escritores Griegos y presidente de la Sociedad de Artes y Letras de El Pireo.
Véase La Jornada Semanal, núm 1067, 16/ viii / 2015 Versión de Francisco Torres Córdova
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Jornada Semanal • Número 1131 • 6 de noviembre de 2016
Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com
LA OTRA ESCENA
Casa calabaza, 25 años de teatro penitenciario
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ASA CALABAZA, de Maye Moreno, bajo la dirección de Isael Almanza, es la obra ganadora del Concurso Nacional de Teatro Penitenciario 2014 y su estreno representa la convergencia de varios aspectos que vale la pena celebrar y comentar. En primer lugar se enmarca en la conmemoración celebratoria de los veinticinco años del teatro penitenciario y es la primera vez en ese tiempo que una obra de teatro originada en ese espacio creativo es puesta en escena por una compañía profesional, en un espacio teatral que hoy representa uno de los ámbitos independientes más importantes del teatro mexicano actual, que es Carretera 45, donde se presenta esta pieza jueves y viernes a las 20:30 horas hasta el 18 de noviembre. Es importante decir que esta producción corre a cargo de Denise Anzures, periodista de origen, que desde hace ya varios años ha contribuido con sus ideas, su trabajo y su devoción a enriquecer el quehacer teatral mexicano desde diversos espacios, ahora, fundamentalmente como enlace del inba con el teatro que se realiza en los reclusorios del gobierno federal. Anzures también se encargó del dossier que es el contenido fuerte del número más reciente de la revista trimestral de teatro Paso de Gato y en el que vale la pena profundizar y ocuparse en una futura entrega. Paso de Gato celebra quince años de trabajo con un proyecto editorial que es uno de los dos más importantes en México y de los de mayor estatura en el espacio Iberoamericano, que dirigen Jaime Chabaud y José Sefami. En ese valioso documento de alcance internacional también convergen las aportaciones de dos estrenos de papel, como se llama la sección de la revista que publica
Escena de Casa calabaza
las obras de dramaturgia que se convierten en una tentación para los directores que están en busca de nuevas producciones literarias para sus montajes profesionales, amateurs y escolares. Hay que acotar que en esta edición, que va de octubre a diciembre (año 16, número 67), se publican dos obras escritas desde prisión: Diálogo con un perro callejero, de Antonio de Jesús Maldonado, y la otra es, precisamente Casa calabaza, de Maya Moreno, que el lector y espectador tendrán la oportunidad de leer completa y darse cuenta del fino trabajo de dramaturgia que hizo Luis Eduardo Yee a favor del montaje imaginativo y riguroso que llevó a escena Isael Almanza. Almanza está apoyado por un reparto de primer orden que se multiplica como un espejo que se hace añicos, y cuenta la vida desgraciada de esta dramaturga que ha optado por el relato autobiográfico para entender sin concesiones por qué fue a la cárcel y se decidió por la huida a la locura, tras cometer un crimen llamado eufemísticamente “en línea de consanguinidad”, para decir que se tra-
ta de una madre psicótica que convirtió la infancia de Maya en un espacio asfixiante. El montaje recurre a la conversión personaje/escenario, donde el reparto que conforman Erandeni Durán, Fátima Paola Arias, Mireya González, Gloria Castro y Alfredo Monsiváís, muestra cómo las transiciones entre las edades son las del espacio/tiempo y del personaje mismo que está recogiendo los fragmentos de una memoria cargada de una emocionalidad envenenada. Mucho de lo que está en escena es una reconstrucción de momentos clave en la vida del personaje, que tiene lugar en el interior de la casa paterna donde crece y acaba con los lazos vitales que lo unen a ese tumor indeseable que se hizo extraer con violencia y lo confinó a veintisiete años de condena. Isael Almanza presenta una obra que, en su dramatismo y dolor, está sostenida en un juego carnavalesco que le permite colocar a sus actores en cruces temporales, espaciales y mentales que implican esa celebración fársica donde se reúnen la alegría y el llanto. Es inevitable asombrarse con este relato donde las percepciones, primero de una niña, y luego de una mujer que entra en la madurez, muestran un poliedro de posibilidades plásticas. En el programa de mano, pleno de textos para tratar de entender qué le pasó a ese personaje, el director se muestra fascinado con el dramaturgo. No es usual que eso suceda, y pasa porque hay una extraterritorialidad del texto que lo pone, a un tiempo, dentro y fuera de la cárcel, dentro y fuera del teatro, apelando a una especie de verdad que exhibe, por ejemplo, la pobreza de la prensa amarillista que nos rodea y le da la vuelta a la comprensión de lo criminal para hablar de que hay un crimen y hubo un criminal, donde hay ahora un dramaturgo que delira con su palabra autobiográfica que replantea lo que es la familia y sus estructuras afectivas •
Alonso Arreola @LabAlonso
BEMOL SOSTENIDO
45 años de Kraftwerk
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UESTA TRABAJO CREERLO: el álbum debut de la banda alemana de música electrónica Kraftwerk cumple cuarenta y cinco años de edad este 2016. Titulado Kraftwerk 1, salió en 1971, tres lustros antes de que las computadoras conocieran la primera versión del sistema Windows. No sabemos usted, lectora, lector, pero a nosotros nos parece un aniversario sorprendente, pensando en lo que tardarían las computadoras en establecerse como elemento inseparable de la música urbana; pensando que el cuarteto sigue girando, cosechando el respeto y el gusto de nuevas generaciones. Tanto así que lo tendremos de regreso en México para el Festival Corona Capital el próximo domingo 20 de noviembre. Tres años antes de aquel lanzamiento, sus fundadores, Florian Schneider y Ralf Hütter –entonces estudiantes en el Conservatorio de Dusseldorf–, ya habían formado Organisation, quinteto con el cual editaron Tone Float, una aproximación a la repetición de patrones y texturas que aún debían ejecutarse con instrumentos en vivo. Impulsado por la psicodelia, los ritmos africanos y el jazz electrificado, ese trabajo zanja una diferencia permanente con compositores posteriores que se volverían diestros en la manipulación de procesadores, samplers, programaciones y cajas de ritmos, pero que eludieron la academia. Otro apunte notable: eso sucedía en 1969, mientras Woodstock levantaba la mano en el mapa del rock estadunidense. Inconformes dentro del mundo clásico, imbuidos en el movimiento krautrock de Colonia –respuesta germana al rock británico e inicio de una plasticidad que devendría no sólo en electrónica sino en industrial, punk y vanguardia experimental–, Ralf y Florian unieron sus talentos para
Kraftwerk
cambiar profundamente el adn de la música ulterior, allende las fronteras entre países y géneros. Entonces no lo sabían, no lo imaginaban y no lo pretendían. Si algo se percibe en su personalidad artística –antes y ahora– es la exploración, la pregunta por encima de la respuesta. Pero volvamos al principio. Cuando se convirtieron formalmente en Kraftwerk, decíamos, corría el año 71. Es el mismo año en que los Rolling Stones lanzaron Sticky Fingers; el mismo en que Frank Zappa presentó 200 Motels y meses después de que los Beatles editaran su convulsivo Let It Be. Esto aconteció a la par de que se estableciera en el mercado el legendario Moog, sintetizador análogo con grandes posibilidades de manipulación transistorizada, lo que se volvió marca señera del conjunto. Luego llegaría el Taurus Pedal –también de Moog–, famoso por los sonidos bajos que producía, algo que Kraftwerk aprovechó en su celebrado disco Autobahn, asociado a tímbricas que imitarían John Paul Jones (Led Zeppelin), Steve Hackett (Genesis), los Bee Gees (“Nights on Broadway”), Parliament (“Flash Light”), The Police (“Don’t Stand So Close To Me”), Donna Summers (“I Feel Love”), Rush (“Closer to the Heart”), Emerson, Lake &
Palmer (“Lucky Man”), Pink Floyd (“Wish You Were Here”), Yes (“Starship Trooper”) y hasta Michael Jackson en su disco Thriller, entre miles de bandas más que lo adoptaron y lo siguen usando actualmente. Lo cierto es que con su personalidad sónica definida, Kraftwerk (Estación de Poder, en alemán) ha editado once obras –la última de 2005–, suficientes para girar por el mundo, desaparecer, cambiar de integrantes, volver, atestiguar la evolución tímbrica de la mutante electrónica, desaparecer de nuevo y resurgir convertido en la mayor institución de hipnosis masiva… A propósito de ello, ya hemos dicho que los festivales nos parecen uno de los mayores cánceres de la música actual; que maltratan al escucha; que lo transforman en un fantasma sometido a condiciones físicas y económicas absurdas; que definen las reglas para un mercado de corte turístico, sin riesgos, garante de un estatus quo nocivo. Aun así, el regreso de Kraftwerk en el marco del Corona Capital resulta insoslayable. Lo sabemos. Suele pasar en los conciertos de electrónica: el volumen es atronador, las luces y escenario apabullantes, la audiencia demasiado ensimismada. Pero esto es distinto. Hablamos de pioneros en la integración de beats computarizados a un espectáculo fino, elegante, epítome de lo cool. Si hoy el mundo celebra a Daft Punk, Air o The Chemical Brothers; si dj’s como David Ghetta y Armin Van Buuren gozan el estatus de rockstars, es porque Kraftwerk abrió la puerta del mainstream con la extraña llave de lo que acertadamente llamó folk industrial. Su show en tercera dimensión es algo que cualquier amante de la buena música puede disfrutar. Representan, en conclusión, la sabiduría en un género infectado por charlatanes. Post data dominical: escuche ya mismo el disco The Man-Machine. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
Ni espada rota, ni mujer que trota
Lobo en casa Para Clara
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L TÍTULO DE ESTE artículo es un dicho español que se refiere a las cosas inútiles: la espada que no puede herir, la mujer que se atreve a trotar. Ni siquiera a correr, la pobre. El acto de trotar ya es pecado suficiente. Me escuece aceptar que cuando era joven y lo leí por primera vez ni siquiera me irritó. Se sumó con naturalidad a la educación familiar, a la recibida en la escuela, a la religiosa y al ámbito nacional. En el fondo, los términos del refrán me parecían ridículos y no los aceptaba, pero hay tantos de la misma especie que ni chisté.
Yo crecí, como la mayoría de las mujeres de mi generación, advertida de que los hombres eran al mismo tiempo deseables, temibles y arbitrarios. Lo de temibles resultó cierto. A lo largo de la vida me he dado cuenta de que el miedo es un compañero inevitable en la vida de las mujeres. Nos acompaña todo el tiempo: en la calle, en la noche, en el trato con los desconocidos. Suele convertir la soledad, tan necesaria, en un páramo erizado de peligros, sin importar edad o condición social. Es justificado. Los hombres matan a las mujeres, mucho más que las mujeres a los hombres. Creo que esto sucede porque los varones son más fuertes físicamente, porque las mujeres son capaces de parir (y el parto y la crianza las hacen más vulnerables) y porque muchos aspectos de la vida humana se han constituido alrededor de esa diferencia. Podría hablar aquí sobre el estrógeno, la progesterona y la testosterona, pero las hormonas no lo son todo. La educación y el ámbito en el que crecemos tienen mucho más peso que las glándulas. Además, yo no sé por qué, pero en los últimos años creo que la violencia contra las mujeres se ha recrudecido. A diario leo noticias que me quitan el sueño, que me atormentan. No entiendo el porqué de la saña. A veces, ni el mismo asesino la puede explicar, pero ahí está, promovida por la impotencia, la impunidad, por una sociedad que se mira en el espejo y ve sus sueños convertidos en humo a manos de esperpentos como Javier Duarte. Pero Génesis Deyanira Urrutia, asesinada en Veracruz de modo inicuo, no tenía la culpa de nada. Como tampoco los millones de niños sometidos a la explotación laboral y sexual, los cientos de miles de mujeres maltratadas y asesinadas en toda Latinoamérica. Así como se me advirtió de la proclividad a la violencia de los hombres, también se me instruyó una dicotomía igualmente falaz, pero humillante: éramos deseables y lo deseable en no-
sotras era vagamente asqueroso. La menstruación, la sexualidad y hasta el embarazo se trataban con vergüenza, modales victorianos y haciéndonos las mensas. Por eso, yo, a los quince años no quería ser bonita, ni popular. Más bien quería habitar el cuerpo de un hombre. No deseaba ser hombre, eso no. No experimenté jamás la aguda dislocación que las personas transexuales afirman que sienten al mirarse en el espejo. Lo que yo quería era una especie de poder secreto que me permitiera ser fuerte, alto, de voz grave para que nadie, ni en la familia ni en la calle, se metiera conmigo. En las noches, en secreto, me convertiría en la escuincla de 47 kilos que fui; me pondría el aparato ortopédico que estaba obligada a usar y sacaría mi libro. Para no hacer el cuento largo, yo quería ser Edwin Moses, un velocista negro de mis épocas adolescentes que saltaba las vallas como un antílope. Quería ser Saladino, un príncipe invencible y, al mismo tiempo, piadoso. No quería tener miedo. Corrijo: no quiero tener miedo. No soy tan simple como para pensar que la violencia sólo devasta a las mujeres. Lo que deseo apuntar es que esto que nos llena de angustia a todos es perpetrado mayormente por hombres. Que asuntos como la violación o el hostigamiento son, en esencia, masculinos. En la vida, jamás he oído a una mujer vanagloriarse de haber importunado a un hombre en contra de su voluntad. Menos aún de forzarlo a tener relaciones sexuales. Es casi imposible. Pero sí he escuchado de viva voz a hombres que se enorgullecían de haber tocado a una mujer sin su consentimiento. Eso fue en la preparatoria, y nadie se espantó. Hemos avanzado, sí. Las leyes amparan de forma más amplia a las mujeres, a los niños, a los gay y transgénero. Pero hay que respetar las leyes, no hacer de ellas letra muerta, papel sin lectores. Si no, el planeta entero se va a ir a la porra, con “las damas primero”, como decían los abuelitos. •
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Verónica Murguía
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A TELEVISIÓN HA LLEGADO a dominar la vida pública en México. Y ahora es evidente que ese era su verdadero propósito desde un principio. Hasta buena parte de la prensa escrita, durante años bastión de la palabra, ahora quiere tener su canal de televisión. O quizá es simple evolución del medio… No por nada los empresarios que la lanzaron en México rechazaron desde su inicio de operaciones el esquema inglés de interés público y se concentraron en el modelo exclusivamente lucrativo, claro, estadunidense. Y vaya que la televisión en México resultó lucrativa en un sentido que fue mucho más allá de lo que supongan el dinero y la búsqueda demencial de una riqueza que rápidamente llegó a ser obscena y por ello fácilmente prevaricadora. Aunque hubo una televisión estatal, Imevisión, que fue privatizada por Carlos Salinas para crear el bodrio monumental de tv Azteca, la calidad de programación no era atractiva para la mayoría del público televidente del país, además de que su cobertura siempre fue menor a la de la televisión privada. El gobierno mexicano, en el inicio de la fiebre ultracapitalista que lo aqueja desde aquellos años, claudicó en su responsabilidad como Estado de proporcionar a la población contenidos televisivos realmente edificantes y verdaderamente gratos. También, con los años, ha claudicado ante la que debería ser su irrenunciable obligación de supervisar lo que las televisoras arrojan a nuestro regazo –sobre todo al de nuestros niños y jóvenes. Porque los contenidos de las producciones de las televisoras mexicanas suelen ser de calidad ínfima y si hablamos de las sucursales locales de tv Azteca y Televisa en el interior del país, los contenidos no alcanzan mejor calificación que ser una verdadera mierda. En buena parte porque la mayor cuota de la programación es de anuncios publicitarios. Y brota como moho, desde luego, la propaganda de un gobierno que tiene al país hundido en la peor crisis de su historia. Y aunque existen organismos gubernamentales de presunto control, la realidad es que esas dependencias del mismo gobierno complaciente y sumiso con los empresarios mediáticos, carecen de verdaderos dientes para obligar a los consorcios a no estarse saliendo del huacal. Simplemente porque la televisión es la vocera oficial del corrupto gobierno y de su sindicato criminal, el prianrd. De ese modo, la televisión mexicana fue privada, para no tener que rendir muchas cuentas, y marcada por su inicio de transmisiones –aquel ya muy mencionado aquí, eterno y aburridísimo discurso de dizque informe de gobierno de Miguel Alemán hacia el ocaso de su corrupto sexenio– de inmiscuirse hasta la cocina misma de la política nacional. La cúspide de sus muchos éxitos, debidos to-
dos a su pavoroso poder de penetración, ha sido el meticuloso diseño, preparación, implementación y montaje de una presidencia entera, matrimonio presidencial incluido, con una actriz más o menos guapa, muy famosa por algunas telenovelas en las que participó. Se dice que el multitudinario ejército de los tristemente célebres peñabots (falsos usuarios o seguidores, creados para cargar las tendencias de opinión pública en redes sociales a favor de la figura presidencial, invariable y duramente vapuleada por la opinión pública que ya está harta de Peña, del pri y de sus marranadas) lo opera una exejecutiva de Televisa. Como sea, no puede haber país que aguante en una silla presidencial a un pelele fabricado por guionistas, productores, maquillistas o ejecutivos de una empresa privada de televisión que un día tuvo ínfulas de titiritero político. No necesitamos dos dedos de frente para entrever, como en una rendija, en cualquier set de videos de las televisoras privadas (porque desde luego en un principio la gran mangoneadora de todo ha sido Televisa, pero t v Azteca, de manera bastante más torpe o menos cuidadosa, y ahora Antena Tres de manera incipiente, nunca se permiten rezagarse en una vergonzante carrera de zalamerías y sonados besos a las asquerosas patas del poder político) la constante campaña, a saber orquestada dónde y por quién, para tratar de hacer aparecer a políticos infames, rateros y hasta asesinos como gente decente. A menos, claro, que sean de oposición o quien quiera que se oponga a sus designios o estorbe sus maniobras, trácalas y negocios. Disfrazada de medio de entretenimiento inocente, los mexicanos dejamos, paulatina y bobamente, enajenados, que el lobo con piel de oveja se metiera a cada una de nuestras casas a decirnos qué y a quién creer, qué comprar y hasta cómo vivir, comer o coger. ¿La vamos a seguir dejando? •
CABEZALCUBO
Jorge Moch
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Luis Tovar
Morelia 14 (ii de iii)
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N UNA HERMOSA HISTORIA que el escritor Yosef Agnón transmitió a Gershom Scholem y que Giorgio Agamben utiliza como título de uno de sus libros, El fuego y el relato, se cuenta que cuando el fundador del jasidismo, Baal Shem, debía resolver un asunto difícil “iba a un determinado punto en el bosque, encendía un fuego, pronunciaba las oraciones” y el asunto se resolvía. Sus sucesores hicieron lo mismo, pero algo había dejado de estar. Después de varias generaciones, todo, el bosque, el fuego y las oraciones, desaparecieron por completo. Entonces Rabi Israel de Rischin, que habitaba en un castillo dorado y que al igual que Baal Shem debía resolver una tarea difícil dijo:“No sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de recitar las oraciones y no sabemos siquiera el lugar en el bosque, pero podemos contar la historia”, y con eso fue suficiente. El relato, como todo buen relato, tiene muchas interpretaciones. Yo lo leo, por un lado, como una alegoría del anuncio de lo que el jasidismo, fundado en el siglo xviii, intuía que serían las consecuencias del progreso que comenzaba su avance: el arrasamiento del pasado, de la vida tal como la conocíamos, de los fundamentos de la tradición y de la vida común. Por el otro, como la afirmación de la memoria que, al preservar el pasado, lo rescata de la tabla del carnicero con la que Hegel definió la historia. Visto desde nuestra modernidad, donde el desencantamiento del mundo se ha instalado, todo relato –toda literatura–, como señala Agamben al comentar la historia jasídica–, es a la vez memoria de lo perdido y conmemoración de su fuente mítica y espiritual en el sentido de misterio, aunque el escritor ya no lo sepa y sus protagonistas, como en el caso de Isabel Archer de Retrato de una dama, de Henry James o de Anna Karenina, expresen ese contacto y esa pérdida de manera desesperada o mediocre y miserable como Emma Bovary. El peligro, como parece ocurrir cada vez más, es que el avance del progreso contamine de tal forma el relato que le haga perder “su ambigua relación con el misterio” y, cancelándolo, pretenda no tener necesidad de él o lo dilapide “en un cúmulo de hechos privados” que haga que la novela se pierda “junto con el recuerdo del fuego”, es decir, junto con la memoria. La historia evocada nos dice otra cosa más. El universo jasídico, de la que proviene, es profundamente místico. Sus raíces se hunden en la tradición hebrea y en la memoria de la promesa que Yavé hizo a Abraham y que se encuentra en el Libro, la Biblia. Así, recordar para ellos –que desde entonces se pusieron en marcha hacia la tienda de Yavé– es no perderse en el tiempo. Es también recordar que en el momento de la llegada a la tienda de Yavé, que coincidirá con la llegada del Mesías, todo lo que ha sido y es recordado se recobrará. Si la memoria que está en los relatos se pierde, algo no será rescatado al final de los tiempos. Contra la historia moderna que se basa en el avance progresivo de la humanidad hacia la perfección y en la que, como en la tabla del carnicero de Hegel, la destrucción del pasado con sus seres, lugares y fórmulas es el horrendo precio que la humanidad debe pagar en su marcha hacia adelante, la tradición jasídica nos dice, de alguna
forma, que, a pesar de la destrucción del progreso, la memoria preserva todo lo que deberá ser salvado al final del tiempo. Lo nuevo coincide con el rescate del ayer. La destrucción, para decirlo con Walter Benjamin, para quien el jasidismo era una de sus fuentes, es el resquicio por el que un día entrará el Mesías que dará cuenta de todo aquello que en la historia fue vencido, destruido, devastado e incluso olvidado, pero que todo verdadero relato preserva. De allí la necesidad de que la novela, como dice Agamben, no se aparte nunca de su fuente mistérica, es decir, de su fuente espiritual. Por desgracia, los escritores ya no parecen darse cuenta de esa inmensa responsabilidad. Escribir significa, ante todo, recordar, amar y preservar lo que fue o nos fue arrancado en nombre de un progreso y una soberbia absurdas. Quien no lo hace, jamás será un escritor. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones, devolverle su programa a Carmen Aristegui y abrir las fosas de Jojutla •
CASA SOSEGADA
Memoria y relato
IN CONTAR RETROSPECTIVAS y homenajes, en largometraje mexicano de ficción el ficm 14 incluyó un total de diecinueve, cuatro de los cuales no estuvieron en competencia. He aquí un acercamiento a primer golpe de vista de las quince cintas en sección oficial. 3 mujeres (o despertando de mi sueño bosnio), coproducción Bosnia y Herzegovina/México, primer largo de Sergio Flores Thorija, exhibe buenas hechuras y mano firme para contar tres historias de vejación/minimización/victimización femenina. Con su segundo largo, titulado La caja vacía, Claudia Saint-Luce vuelve luego de sus celebrados e insólitos peces gato, pero con mucho menor impacto, al tema de la familia rota que busca recomposición; aquí, con el reencuentro de un padre ausente y su hija. Esa era Dania, debut en el género de Dariela Ludlow Deloya, combina sin mucha suerte los registros formales de la ficción y el documental, para contar una historia real de adolescencia con horizontes chatos; la película pareciera contaminada por la inexpresividad de su protagonista. Lupe bajo el sol, primer largoficción de Rodrigo Reyes, reúne todos esos defectos de concepción y factura últimamente elevados a supuestas virtudes: lentitud exasperante, histrionismo nulo, aversión a la acción y muchas nucas cuya contemplación produce un tedio insuperable. Minezota, segundo largo de Carlos Enderle, prolonga la propuesta de sus buenas Crónicas chilangas y la acentúa en una Ciudad Neza fielmente reflejada en anécdota y espíritu, incluso por medio de una hechura deliberadamente sucia, eficientísima, pero que confundió a Mediomundo. Pacífico, debut en largo de Fernanda Romandía, es como Lupe bajo el sol: claro que puede contarse una historia donde “no pasa nada pero pasa todo”, siempre que eso suceda en la mente del espectador, y no al revés. Aquí se asiste a setenta minutos que parecen setecientos bostezos. El peluquero romántico, sexto largo de Iván Ávila Dueñas, es una historia bien llevada de sensibilidad y nostalgia, contadas desde una inusual perspectiva masculina, con la que el oriundo de Zacatecas confirma poseer una de las miradas más originales del cine mexicano. Por su parte, con La región salvaje Amat Escalante deja clara su impresionante madurez fílmica, con apenas cuatro largos. Quién hubiera imaginado esta combinación de realismo nacional crudelísimo con ese monstruo zulawskiano a manera de símbolo absoluto del erotanatismo en el que vivimos. El sueño del Mara’akame, primer largo de Federico Cecchetti formalmente modélico, se sirve de esa ortodoxia para narrar, hábilmente y no sin calidez,
una historia de tradiciones que sortean el riesgo de perderse; aquí, la del curandero huichol al que alude el título. Tenemos la carne, debut en largo de Emiliano Rocha Minter, ya fue besado por dos diablos al menos, que vieron demasiadas virtudes en este teatro filmado jodorowskiano mal digerido quesque “fuerte” munífico en excesos que anula pareja y paradójicamente su provocación así fallida. Tiempo sin pulso, primer largo de Bárbara Ochoa Castañeda, expone sin cumbres pero sin abismos la historia del hermano vivo opacado por el hermano muerto e idolatrado por la madre. Bien actuado, bien contado, deja buen sabor de boca y hace esperar un segundo trabajo de Ochoa en el que supere su aceptable nivel. Las tinieblas, segundo largo de Daniel Castro Zimbrón después del marasmo llamado Tau, actualiza eficientemente viejas historias claustrofóbicas de padres que buscan “proteger” a su progenie de un mundo exterior esencialmente “malo”, aquí en clave bien ejecutada de cine de terror. Todo lo demás, primer largoficción de la otrora sólo documentalista Natalia Almada Guild, es una eficaz oda a la rutina para muchos inamovible de la vida contemporánea, la soledad sin fisuras, el vicariato emocional y los anhelos frustrados. En Adriana Barraza, espléndida, consiste mucho de la eficiencia del filme. Aunque El vigilante, ópera prima de Diego Ros, padece de retruécanos argumentales y un ritmo desfalleciente a ratos, acaba por narrar bien la desesperación y la angustia que puede provocar lo que no sucede nunca en Todo lo demás, es decir, la ruptura abrupta de la rutina. Debut en largoficción de Miguel Calderón Rothenstreich, Zeus esconde con habilidad y al final es rotundo al exhibir el juego edipicante entre un obseso cetrero urbano llamado Joel y su madre, exitosa neurocirujana bastante mejor de salud emocional que su hijo, vampirizado se diría que por propia voluntad. (Continuará.) •
CINEXCUSAS
@luistovars
Javier Sicilia
6 de noviembre de 2016 • Número 1131 • Jornada Semanal
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La amistad y sus ritos: Luis Eduardo Aute en México H
an transcurrido más o menos treinta y tres años desde entonces: Aquel Amigo y yo íbamos en la línea 3 del Metro, hablábamos de algo sin importancia y, en cierto momento, decidió compartir conmigo el hallazgo: había un cantautor –nosotros no, pero así solía decírseles en aquellos tiempos– llamado Luis Eduardo Aute, del cual en el México de entonces sólo se conocía “Rosas en el mar” –“voy buscando la razón/ de tanta falsedad/ la mentira es obsesión/ y falsa la verdad […] la libertad, la libertad/ derecho de la humanidad/ es más fácil encontrar/ rosas en el mar…”–, pero no cantada por él, y que tenía otras rolas con unas letras pocamadre, para decirlo con las palabras de Aquel Amigo, que de inmediato procedió a demostrarlo cantando, para que sólo yo escuchara, la que poco después sabría es la tercera pieza del álbum Rito: “A veces recuerdo tu imagen/ desnuda en la noche vacía/ tu cuerpo sin peso se abre/ y abrazo a mi propia mentira/ Así me reanuda la sangre/ tensando la carne dormida/ mis dedos aprietan, amantes/ un hondo compás de caricias/ Dentro me quemo por ti/ me vierto sin ti y nace un muerto/ Mi mano ahuyentó soledades/ tomando tu forma precisa/ la piel que te hice en el aire/ recibe un temblor de semilla/ Un quieto cansancio me e s p a rc e / t u i m a g e n s e b o r r a e n s e g u i d a / m e llena una ausencia de hambre/ y un dulce calor de saliva.” Cantó una o dos canciones más, que sólo acentuaron la hondura de una urgencia que se sentía como una herida: tenía que hacerme con Rito lo antes posible, y no pasó mucho para que poseyera todo lo que podía obtenerse de Aute, no en disco porque en las hoy transformadísimas discotecas ni siquiera sabían quién era él, sino en audiocassettes estrictamente piratas, con pésima calidad de reproducción y riesgo siempre latente de que la grabadora Sony o Sanyo de fayuca “se tragara” la cinta, acordeonándola o de plano haciéndola pedazos. Del tianguis del Chopo, cuando aún se instalaba en la calle de la cual tomó su nombre, salí un sábado tras otro con Rito, Espuma, Veinticuatro
Collage de Juan Puga
Antonio Soria
canciones breves, Albanta, Diálogos de Rodrigo y Jimena, De par en par, Sarcófago, Alma y Babel, todos grabados entre finales de los años sesenta y a lo largo de los setenta, y a partir de ahí fue memorizar las letras, cantarlas a solas, agradecer –sin que esa palabra fuese necesaria– la elocuencia de Alguien que sabía decir aquellas cosas que uno con trabajos iba aprendiendo a sentir, hasta que un buen día de 1984, en los botaderos, entre los saldos de Discolandia –la versión sin ínfulas globalprimermundistas de lo que después serían Tower Records y MixUp–, apareció el elepé Cuerpo a cuerpo, que incluía el que años después fuera el único hit radiofónico de Aute en estos pagos y en su voz: hubo un tiempo en el que ningún herido de amor que se respetara dejaba de cantar “Sin tu latido”, con lágrimas incluidas y con o sin más o menos tragos entre pecho y espalda, porque a todos les tocaba lamentar qué terriblemente absurdo era estar vivo sin el alma de cierto cuerpo, sin su latido. Casi veinte años antes de esa época, un Aute más volcado a la música que a la pintura y al cine –dos de sus otras pasiones artísticas– había dignificado la lírica popular amorosa con letras imposibles para otros compositores en boga, mexicanos y españoles, con versos como “mientras vibre cada noche/ entre lágrimas insomnes/ mientras llueva y nos mojemos/ como se mojan los besos/ mientras hieran las distancias/ con sus puntas afiladas/ mientras sólo nuestros cuerpos/ sean pasto para el tiempo/ mientras quepa en el silencio/ todo el ruido de los sueños/ mientras duelan todavía/ las penúltimas mentiras/ mientras callen las palabras/ para hacerse necesarias/ mientras tanto amando”, y “a ti, sueño desnudo, abierta tras la ventana/ a ti, mi flor primera de estío en la madrugada/ a ti, mi memorable cuerpo de arena y campanas/ a ti, mi adolescencia que vuelves en la distancia …” Con Serrat, infinitamente más conocido, Aute marcaba distancia tajante de la hispana invasión estúltica hipercursi de Mocedades, Sergios y Estívalis, Parchises, Enriques y Anas y otras memeces que mal combatían entre unos cuantos Patxi Andión, Miguel Ríos y, también apenas asomando en México, un
Joaquín Sabina invariablemente acusado –de tanto en tanto con razón– de arjonismo craso. Auteano más que convencido para entonces, a principios de los años noventa quise a mi vez compartir con Aquel Otro Amigo, ufano de melomanía y supuesto talento eropoético, el que Aute llamara su “álbum maldito”, titulado Templo –“podría incluso prescindir/ del intenso milagro que supone descifrar/ el sagrado perfume de los planetas/ pero nunca, nunca jamás/ del incienso que tu cuerpo despide/ al cabo de la carne comulgada”–, y debió pasar mucho tiempo para que yo comprendiera que la navaja de su ninguneo envidioso abrió entonces una fisura por donde aquella amistad comenzó a desaguarse hasta la resequedad absoluta. Hubo sin embargo con quien compartir la voz y la esperanza más adelante, cuando fue posible bailar un slow with you tonight y, luego de estar mojándolo todo, decirle a Alguien “saquemos, mujer, fuerzas de flaqueza/ balas de belleza de la imaginación […] soñemos, mujer, para estar despiertos/ entre tantos muertos/ dispuestos a la acción”. Después, escéptico pero de cualquier manera obstinado como el propio Aute, dije y aún sostengo que “mi indecencia ya no admite/ tanta estrafalaria orgía/ de materia que confunde/ sueños con pornografía/ reduciendo la belleza/ a valor de mercancía.” Más de tres décadas auteando no se equivocaban: tiempo y distancia podían ser anuladas con sólo voltear el oído hacia donde sonara esa voz de cálida inteligencia. Sucedió que Aquel Amigo, el de los viajes en Metro, los descubrimientos y alguna vez incluso la comunión tripartita, dejó de serlo por causas que nunca entendí o que prefiero seguir sin entender, pero aun sin el testimonio de la práctica, en cuya ausencia la amistad parece extinta, los diecisiete años que no he perdido y que pienso conservar hasta la tumba se saben y se sienten amigos de Aquel que me presentó a ese otro amigo que también andará por aquí hasta que nos alcance la mala muerte: el Aute que le dio silueta, volumen y textura a la sensibilidad de tantos que, como uno, andan sin mucho darse cuenta sumándole almas a la suya •